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Universidad Francisco IVIarroquín
http://www.archive.org/details/historiaantigua02saveguat
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HISTORIA ANTIGUA
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DR
MEGICO:
MACADA DB
LOS MFJORRS HISTORIADORES ESPAÑOLES, V DE LOS MANUSCRITOS,
V DE
LAS PINTURAS ANTIGUAS DE LOS INDIOS}
DIVIDIDA EN DIEZ LIBROS:
ADORNADA CON MAPAS Y ESTAMPAS,
E Ilustrada con
DISERTACIONES SOBlft LA TIERRA, LOS ANIMALES, Y LOS HABITANTES
DE MEGICO.
MCRITA POR
D. FRANCISCO SAVERIO CLAVIGERO ;
POR JOSÉ JOAQUÍN DE MORA.
TOMO II.
LONDRES:
LO PUBLICA R. ACKERMANN, STRAND,
T BN SO MTABLSCIMIBNTO BN MBAICO:
A9IMUMO
COLOMBIA. EN BUENOS AYREB. CHILE, PERÚ. Y GUATEMALA.
1826.
LONDRES:
IMPRESO POR CARLOS WOOD,
Poppin'8 Court, Fleet Street.
índice.
LIBRO OCTAVO.
Pagina
iJfsrada de lot Espanoift n las cmtiu dn Anahuac. Itufuií'tudet, rmbnj'tdas, y
rcgaloi del rei Afofritczoma. Confederación de lot Españoles con ¡os Tofo-
naques ; su guerra, y alianza con los Ttascaleses ; su severidad con los Cho-
Meses, jr tu solemne entrada en Megico. Noticia de la célebre India Doña
Marina. Fundación de la f^era Crtif, primera colonia de los Españoles I
, LIBRO NONO.
Cot^erenciat de Moteuetoma con Cortés. Prisión de Moteuctoma, del rei de
Acolhuacan, y de otros -señores. Suplicio atroe de Quauhpopoca. Tentativas
del gobernador de Cuba contra Hernán Cortés, y derrota de Panfilo de Nar-
vaet. Muerte de muchos nobles, y sublevación del pueblo de Megico contra
los Españole*. Muerte del rei Moteuczoma. Combates, peligros, y der-
rota de lot EtpaMes. Batalla de Otompan, y retirada de ¡os Españoles a
TlmcgAi. Bleonoñ del rei Cuitlahuattin. yitoria de ¡os Españoles en T^-
ya^¡'WtmmB¿S^pmc:::M^,\.,,.,mwt-^Jr;^:^^i^ isJ^J^. . -^^fragos
hechos por los virueUu. Muerte del rei Cuitlahuattin, y de tos principes
Magiaeatmn, y Cuicmtgeattim. Elección en Megico del rei Quauhtemotrin. 63
LIBRO DÉCIMO.
Marcha de tos Españoles a Tetcuco .- sus negociaciones con lot Megicanot ;
sus correrías, y batallas en tas cercanías de los lagos ¡ sut espedidomet
contra Yacapichtlan, Quauhnahuac, y otras ciudadet. Construcción de loe
bergantines. Conjuración de algunos Españoles contra Cortés. Resema, di/i-
<<M, y puestos del egercito Español. Asedio de Megico; prieiom del rei
QuemhtemotKin, y ruina del imperio Megicano 128
Decendeneia del rei Moteuctoma 186
Decemiencia de Herma» Cortés m, 187
IV índice.
DISERTACIONES
SOBRE LA TIERRA, LOS ANIMALES Y LOS HABITANTES DE MEGICO.
Pagina
Al Lector 193
DISERTACIÓN I.
Sobre el Origen de la Población de y4merica, y particularmente de la de
Megico 197
DISERTACIÓN II.
Principales Épocas de la Historia de Megico 224
• DISERTACIÓN III.
Sobre el Terreno de Megico 240
DISERTACIÓN IV.
De los Animales de Megico 270
DISERTACIÓN V.
c
Constitución Física y Moral de los Megicanos 313
DISERTACIÓN VI.
Cultura de los Megicanos 347
DISERTACIÓN VII.
Confines y Población de los Reinos de Acolhuacan ^ 400
^^ „ -J — ^=— iJlsjjiKrAClON Tlíí. — -^ — "^
Religión de los Megicanos 418
DISERTACIÓN IX.
Origen del Mal Venéreo 431
HISTORIA ANTIGUA
DB
MEGICO.
LIBRO OCTAVO.
Llegada de loi Españoles a lat costas de Anahuac. Inquietudes, embicadas, y rega-
los del rei Motettczoma. Confederación de los Españoles con los Totonaques;
su guerra, y alianza con los Tlascaleset ; su severidad con los Choluleses, y su
solemne entrada en Afegico. Noticia de la célebre india Doña Marina. Funda-
ción déla y era Cruz, primera colonia de los Españoles.
Primeros Viages de los EspaTioles a las costas de Anahuac.
Los Españoles, que en el año de 1492 habían descubierto el Nuevo
Mundo, guiados por el famoso Genoves Cristoval Colon, y sometido
en poc~ r^l^^^l^ rgrona^de Castilla 1^ principales islas Antillas,
salían de ellas con frecuencia para descubrir nuevoTpáises;' y para
cambiar las bugerías de Europa por el oro Americano. Entre otros
zarpó el afio de 1517 del puerto de Ajaruco (hoí Havana) Francisco
Hernández de Córdoba, con ciento y diez soldados, y dirigiéndose
acia Poniente, por consejo de Antonio de Alaminos, uno de los mas
espertes, y famosos pilotos de aquel tiempo, y doblando después acia
el Sur, descubrió a principios de Marzo el cabo oriental de la penínsu-
la de Yucatán, que llamó cabo Cotoche. Costearon los Españoles
una parte de aquel pais, admirando los bellos edificios, y altas torres
que descubrían desde el mar*, y los trages de diversos colores que nsa-
* Robertson dice que los Ecpafioles " pusieron pie en tierra, e intemandose en
el pais de Yucatán, obser^-aron con admiración grandes cana de piedra.'* Asi
habla del Tiage de Hemandes, pero pocas paginas antas, liablaiido del de Gryal-
▼a, dice asi : ** Habia muchos pueblos esparcidos por hi costa, en la que Tieroa
los Etpafioles casas de piedra, que a cierta distancia parecían blancas, y sober-
TOMO II. B
2 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
ban los Indios : obgetos que hasta entonces no habían visto en el Nue-
vo Mundo. No menos se maravillaban los Yucataneses de la forma,
del tamaño, y del aparato de sus buques. En dos puntos en que de-
sembarcaron los Españoles, tubieron dos encuentros con los Indios ; y
en ellos, y en otras desgracias que les sobrevinieron, perdieron la mitad
de sus soldados, y el mismo capitán recibió doce heridas, que en pocos
días le ocasionaron la muerte. Regresaron apresuradamente a Cuba,
y encendieron, con su relación, y con algún oro que trageron por
muestra, robado en un templo de Yucatán, la codicia de Diego Velas-
quez, uno de los conquistadores, y a la sazón gobernador de aquella
isla : de modo que al año siguiente, envió a su pariente Juan de Gri-
jalva, con cuatro buques, y doscientos cuarenta soldados. Este co-
mandante, después de haber reconocido la isla de Cozumel, distante
pocas millas de la costa oriental de Yucatán, costeó todo el pais que
media hasta el rio Panuco, cambiando cuentas de vidrio, y otras baga-
telas, con el oro que tanto ansiaba, y con los víveres de que tenia gran
necesidad.
Cuando llegaron a la islilla que llamaron San Juan de ülua*, dis-
tante poco mas de una milla de la costa de Cha\chiuhcuecan, los go-
bias. En el calor de la imaginación se figuraron que eran ciudades adornadas con
torres, y cúpulas." Entre todos los historiadores de Megico que he leido, no he
hallado uno que diga que loá Españoles se imaginaron ver cúpulas en Yucatán.
Esto ha salido de la cabeza de Robertson, y no de la de los Españoles. Estos,
creyeron ver torres, y casas grandes, como en efecto las vieron, por que los tem-
plos de Yucatán, como los df Anahuac. estaban fabric»dcka_o m^^"" ■' Xrres, y
algunos eralTmui altos Bemal Diaz, escritor sincerisimo, y testigo ocular de
cuanto ociurio a los Españoles en los primeros viages a Yucatán, cuando habla
del desembarco que hicieron en la costa de Campeche, dice asi : " nos conduge-
ron los Indios a ciertas casas mui grandes, y bien edificadas de piedra y cal." Asi
que no solo vieron de lejos los edificios, si no tan de cerca como que entraron en
ellos. Siendo tan común en aquellos pueblos el uso de la cal, no es estraño que
se sirviesen de ella para blanquear las casas. Véase lo que digo acerca de esto
en el libro vii de mi historia. Lo que yo no puedo entender es que una casa que
no está blanqueada pueda parecer blanca desde lejos.
* Dieron a la isla el nombre de San Juan, por que la descubrieron el dia de
aquel santo, y por que este era el nombre de su comandante, y el de Ulun, porque
habiendo encontrado en ella dos victimas humanas recien sacrificadas, y pregun-
tando por señas la causa de aquella inhumanidad, respondieron los Indios Jcolhua,
Acolhua, dando a entender que lo hacian por orden de los Megicanos, que como
todos los pueblos del valle, eran llamados Acolhuis por los Indios remotos de
la capital. En esta islilla hai actualmente una buena fortaleza que defiende la
entrada del puerto de Vera Cruz.
LLBOADA DB LOS RSPAfiOLBS. g
bomadoret Megioaiios, atónitos ni ver buques (an grande*», y hombres
de tan ettraffa figura y trage, consultaron entre si lo (jue debian hacer.
j decidieron ir en persona a la corte, para dar cuenta al reí de una
novedad tan estrnordinaría : y a fin de darle ideas mas exactas, hicie-
ron representar por sus pintores los buques, la artilleria, las armas, la
ropa, y el aspecto de aquella nueva gente, y sin tardanza partieron a
la capital, y espu.sieron verbalmente al rei lo ocurrido, presentándole
las pinturas, y algunas cuentas de vidrio que los Españoles les habían
dado. Turbóse Moteuczoma al oir aquellas nuevas, y para no preci-
pitar su resolución en negocio tan grave, consultó con Cacamatzin, rei
de Acoibuacan, su sobrino, con Cuitlahuatzin, señor de Iztapalapan,
su hermano, y con otros doce personages, sus consegeros ordinarios.
Despees de unalai^ conferencia, fue opinión de todos que el que se
habia presentado en aquellas playas con tanto aparato, no podia ser
otro que el dios del aire Quetzalcoatl, a quien ya desde muchos años
aguardaban: pues era antigua tradición de aquellas naciones, como ya
en otra parte he dicho, que el dios del aire, después de haberse gran-
geado la veneración de los pueblos de Tollan, Cholnla, y Onohualco,
con su inocente vida, y singular benefícencia, habia desaparecido de
entre ellos, prometiéndoles antes volver al cabo de algún tiempo, para
regirlos en paz, y hacerlos felices. Los reyes se creian vicarios de
aquel numen, y depositarios de la corona, que deberían cederle cuan-
do te presentase. Aquella tradición inmemoríal ; algunas circunstan-
cias que observaron en los Españoles, conformes con las que su mito-
logía r^hq^^^uetzalcoatl ; las estraordinarías dimensiones de los
buques, comparadas con las de sus barcas, y canoas'; el estrepito, y
violencia de la artillería, tan semejantes a las de las nubes, los indu-
geron a creer que no podia ser otro que el dios del aire, el que se
aparecia en las costas con el torríble aparato de relámpagos, rayos, y
truenos. Lleno de esta creencia, mandó Moteuczoma a cinco per-
aonages de su corte, que pasasen inmediatamente a Chalchiuhcnecan,
a felicitar a la supuesta divinidad por su feliz llegada, en su nombre, y
en el de todo el reino, y a llevarle al mismo tiempo como horoenage nn
ríco presente : mas antes de enviarlos, dio orden a los gobernadores de
las costas que pusiesen centinelas en los montes de Nauhtlan, Quaoh-
tla, Mictlan, y Tochtian, para observar los movimientos de la eflctiadrm,
y diesen pronto aviso a la corto de todo lo que ocurriete. Los emba-
jadores MegioMKM no pudieron, a pesar de su diligencia, tjiemúmr a los
Españoles, los cíales, habiendo hecho sus negocios en aquellas playas,
siguieron costeando hasta el río Panuco, de donde volvieron a Cuba,
b3
4 HISTORIA ANTIGUA DE ME6IC0.
con diez mil pesos en oro, adquiridos en parte con la venta de las
bugerias, y en parte con un gran regalo que habia hecho al comandante
un señor de Onohualco.
Carácter de los principales Conquistadores de Megico.
Mucho pesó al gobernador de Cuba que Grijalva no hubiese esta-
blecido una colonia en aquel nuevo pais, que todas pintaban como el
mas rico, y dichoso del mundo : por lo que a toda prisa mandó alistar
otro armamento mas considerable, cuyo mando pidieron a porfía muchos
colonos de los principales de aquella isla : mas el gobernador, por con-
sejo de dos de sus confidentes, lo encargó a Hernán o Fernando
Cortés, hombre de noble estraccion, y bastante rico para poder sopor-
tar con su capital, y con el ausilio de sus amigos, una buena parte de
los gastos de la empresa.
Nació Cortés en Medellin, pequeña ciudad de Estremadura, el año
de 1485. Por parte de padre era Cortés, y Monroi, y por el lado ma-
terno, Pizarro, y Altamirano, habiéndose reunido en él la sangre de
los cuatro linages mas ilustres, y antiguos de aquella ciudad. Enviá-
ronlo sus padres a la edad de catorce años a ^Salamanca, para que
aprendiendo en aquella famosa universidad la latinidad, y la jurispru-
dencia, pudiera ser útil a su casa, que se hallaba mui decaída de su
antigua riqueza : pero apenas estubo alli algunos dias, cuando su genio
emprendedor, y belicoso lo apartó del estudio, y lo llevó al Nuevo
Mundo, en pos de muchos ilustres jóvenes de su nación. Acompañó
a Diego Velasquez en la conquista de la isla de Cuba, donde -y^quirio
bienes, y se gfFSfl^fiíi Hlucha autórícfad. Era hombre de gran talento,
y destreza, valeroso, hábil en el egercicio de las armas, fecundo en me-
dios y recursos para llegar al fin que se proponía, sumamente ingenioso
en hacerse respetar, y obedecer aun de sus iguales, magnánimo en sus
designios, y en sus acciones, cauto en obrar, modesto en la conversa-
ción, constante en las empresas, y paciente en la mala fortuna. Su
celo por la religión no fue inferior a su constante e inviolable fidelidad
a su soberano ; pero el esplendor de estas, y otras buenas calidades,
que lo elevaron a la clase de los héroes, fue eclipsado por otras accio-
nes, indignas de la grandeza de su animo. Su desordenado amor a
las mugeres, ocasionó algún desarreglo en sus costumbres, y ya en
tiempos anteriores le habia acarreado graves disgustos y peligros. Su
demasiada ostinacion y ahinco en las empresas, y el temor de menos-
cabar sus bienes, lo hicieron a veces faltar a la justicia, a la gratitud, y
a la humanidad : pero ¿ donde se vio jamas un caudillo conquistador
0ONQUI8TADORBS DB MBOICO. 5
fomuido «O k «Muela del mando, en quien no te equilibrasen Im vir-
todet con loe Tidof ? Cortés era de buena estatura, de cuer|)o bien pro>
porcionado, robusto, y ágil. Tenia el pecho algo elevado, la barba
negra, y ios ojos vivos, y amorosos. Tal es el retrato que del famoso
conquistador de Meg^co nos han dejado los escritores que lo cono-
cieron.
Cuando se vio honrado con el cargo de general de la armada, se
aplicó con la mayor diligencia a preparar su viage, y empezó a tni*
tarse como gran señor, tanto en su porte como en su servicio, conven-
cido de que estas estcríorídadcs son eficaces para deslumhrar al vulgo,
y dar autoridad al que las emplea. Tremoló inmediatamente el estan-
darte real a la puerta de su casa, y mandó publicar un bando en toda
la isla para alistar soldados. Concurrieron a porfía a ponerse bajo so
mando los hombres principales de aquel pais, tanto por su nacimiento,
como por sus empleos, de cuyo numero fueron Alfonso Hernández de
Portocarrero, primo del conde de Medellin, Juan Velasquez de León,
pariente inmediato del gobernador, Diego Ordaz, Francisco de Mon-
tejo, Francisco de Lugo, y otros cuyos nombres se verán en el curso
de esta historia : mas entre todos merecen particular mención Pedro
de Alvarado, de Badajoz, Cristoval de Olid, de Baeza en Andalucia, y
Gonzalo de Sandoval, de Medellin, por haber sido los primeros coman-
dantes de las tropas empleadas en aquella conquista, y los que mas
papel hicieron en ella : los tres eran guerreros distinguidos, animosos,
duros en los trabajos de la guerra, peritos en el arte militar, pero de
harto -'^•C^^rente carácter. Alvarado era un joven bien formado, y
agilisimo, rubiorgnicioso, festivo, popular^ dado ai lUJo, y a los pasa-
tiempos, sediento del oro que necesitaba para mantener su ostentación,
y, segiin afirman los primeros historiadores, poco escrupuloso en el
modo de adquirirlo; inhumano ademas, y violento en su conducta.
Olid era mcnbmdo, torvo, y de dobles intenciones. Uno y otro
hicieron grandes servicios a Cortés en su conquista: mas despoea le
fueron ingratos, y tubieron un trágico fin. Alvarado murió en la Noera
Galicia, bajo el peso de un caballo que se precipitó de un monte.
Olid fue decapitado por sus enemigos en la plaza de Naco, en la
provincia de Honduras. Sandoval, joven de baena cuna, apenas tenia
veinte y dos años cuando se enganchó en la espedicion de su compa-
triota Cortés. Era de proporcionada estatura, de complexión robusta,
de cabello castaño y rizado, de voz fuerte y gruesa, de pocas palabras,
y de grandes acciones. A él fue a quien Cortés encargó las opera-
ciones mas arduas y peligrosas, y de todas salió con honor. En la
6 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
guerra contra los Megicanos mandó una parte del egercito Español, y
en el asedio de la capital tubo bajo sus ordenes mas de treinta mil
hombres, mereciendo siempre con su buena conducta la amistad de su
general, el respeto de los soldados, y el afecto de sus mismos enemigos.
Fundó la colonia de Medellin en la costa de Chalchiuhcuecan, y la del
Espíritu Santo en las orillas del rio de Coatzacualco. Fue coman-
dante del presidio de la Vera Cruz, y por algún tiempo gobernador
de Megico, y en todos sus empleos dio repetidos testimonios de su
equidad. Fue constante y asiduo en el trabajo, obediente y fiel a su
general, benigno para con los soldados, humano para con sus enemi-
gos* y enteramente libre del común contagio de la avaricia. Para
dech-lo en pocas palabras, no hallo en toda la serie de los conquista-
dores un hombre mas perfecto, ni mas digno de elogio, pues ninguno
hubo entre ellos que supiese mejor que él reunir el ardor juvenil con
la prudencia, el valor y la intrepidez con la humanidad, el comedi-
miento con el mérito, y la modestia con la fortuna. Murió en la flor
de la edad, en un pueblo de Andalucía, cuando se dirigía a la corte
en compañía de Cortés : hombre ciertamente digno de mejor suerte,
y de vida mas larga. **'
* Robertson echa la culpa a Sandoval del espantoso egemplo de severidad
hecho en los Panuqueses, cuando los Españoles quemaron sesenta señores, y
cuatrocientos nobles, a vista de sus hijos y parientes ; y en favor de esta opinión,
cita el testimonio de Cortés, y de Gomara : pero Cortés no afirma que Sandoval
egecutase aquel castigo, y ni aun lo nombra. Bemal Diaz, cuya autoridad en
ésto punto vale mas que la de Gomara, dice que habiendo Sandoval ""- *y,j a los
Panuqueses, y hecho prisioneros vefnte señores, y algunas otras personas nota-
bles, escribió a Cortés preguntándole lo que habia de hacer con ellos, y Cortés,
para justificar su castigo, cometió el proceso a Diego de Ocampo, juez de aquella
provincia, el cual, oida la confesión de los reos, los condenó al suplicio del fuego,
que en efecto fue egecutado. Bernal Diaz no cita el numero de los reos. Cortés
dice que fueron quemados cuatro cientos, entre señores, y gente principal. Este
castigo fue sin duda exesivo y cruel : pero Robertson que tan amargamente se
lo echa en cara a los Españoles, deberla para proceder con imparcialidad, de-
clarar los motivos que estos tubieron para obrar con tanto rigor. Los Panu-
queses, después de haberse sometido a la corona de España, sacudieron el yugo,
tomaron las armas, y alborotaron toda la provincia; mataron cuatrocientos Espa-
ñoles, de los cuales cuarenta fueron quemados vivos en una casa, y comieron los
cadáveres de los demás. Estas atrocidades no justifican a los Españoles ; pero
hacen menos odiosa su severidad. Robertson leyó en Gomara los atentados de
los Panuqueses y la venganza de los Españoles : pero exagera esta, y omite
aquella.
VICTORIA UR TABA8GO. 7
Armada y viage de Corth.
Ya estaban hechos casi todos los preparativos del viage, canndo
el gobernador de Cuba, cediendo u las sugestiones, y manejos de los
enemigos de Cortés, revoc/) la comisión que le había dado, y mandó
prenderlo : pero los que fueron encargados de esta orden, no se atre<
vieron a ponerla en egecacion, viendo tantos hombres respetables, y
animosos empeñados en sostener el partido del nuevo general: asi
que Cortés, que no solo habia gastado en los preparativos todo sa
capital, si no que habia contraído grandes deudas, retubo el mando a
despecho de sus enemigos, y teniendo ya ordenada su espedicion, zarpó
del puerto de Ajaruco a 10 de Febrero del año de 1519. Compo-
níase su armada de once vageles, de cincuenta y ocho soldados, dis-
tribuidos en once compafíias, de ciento nueve mariueros, de diez y
seis caballos, de diez cañones, y de cuatro falconetes. Navegaron
bajo la dirección del piloto Alaminos, hasta la isla de Cozumel, donde
recobraron al diácono Español Gerónimo de Aguilar, que viajando
algunos años antes del Daríen a la isla de Santo Domingo, hizo nau-
fragio en las costat de Yucatán, fue hecho esclavo de los Indios, y
noticioso de la llegada de los Españoles, obtubo de su amo la libertad,
y se agregó a la espedicion. Con el largo trato de los Yucataneses»
habia aprendido la lengua Maya, que era la que se hablaba en aquellos
países, por lo que Cortés lo hizo su interprete.
Victoria de los Españoles en Tahasco.
De C^M^procedicron costeando la península de Yucatán, hasta
el rio de Chiapa, en la provincia de Tabasco, por el cual se intemaroo
en el pais, con los botes, y buques mas pequeños, hasta llegar a ni i
palmar, donde desembarcaron, con el pretesto de buscar agua, y
víveres. De alli se dirigieron acia una gran villa, que distaba apenas
dos millas de la costa, combatiendo a cada paso con una multitud de
Indios, que con flechas, dardos, y otras armas les cerraban el paso, y
superando las estacadas que habían formado para su defensa. Duefioa
finalmente los Españoles de la villa, salían de ella con frecueacM,
pam hacer correrías en los lugares vecinos, en loA ooalet tubianNi
algunos encuentros peligrosos, hasta que el 25 de Mano ie empeñó
una batalla campal, y decisiva. Diose esta en las llanuras de Centla,
villa poco distante de la ya mencionada. £1 egcrcito de los Tabas-
qaeses era moi superior en numero ; pero apesar de sa machedumbre,
fueron completamente vencidos, por la mejor disciplina de loa Eqia-
8 HISTORIA ANTIGUA D£ MEGICO.
fióles, la superioridad de sus armas, y el terror que inspiraron a los
Indios la grandeza, y la fogosidad de sus caballos. Ochocientos
Tabasqueses quedaron muertos en el campo de batalla; los Españoles,
tubieron un muerto, y mas de sesenta heridos. Esta victoria fue el
principio de la felicidad de los Españoles, y en su memoria fundaron
después alli una pequeña ciudad, con el nombre de la Virgen de la
Victoria^, que por mucho tiempo fue la capital de la provincia.
Procuraron justificar su hostilidad con las reiteradas protestas, que
antes de venir a las manos, hicieron a los Tabasqueses, de no haber
venido a aquel pais como enemigos, ni con intenciones de hacer daño,
sino como navegantes que deseaban adquirir con el cambio de sus
mercancías, todo lo que necesitaban para continuar su viage ; a cuyas
protestas respondieron los Indios con una lluvia de flechas, y dardos.
Tomó Cortés solemne posesión del pais, en nombre de su soberano,
con una estraña ceremonia, conforme a los usos, y las ideas caba-
llerescas de aquel siglo. Embrazó la rodela, desenvainó la espada, y
dio con ella tres golpes en el tronco de un árbol que estaba en la villa
principal, protestando que si alguno osaba oponerse a aquella posesión,
él estaba pronto a defenderla con su acero. t
Para consolidar el dominio de su rei, convocó a los señores de
aquella provincia, y los persuadió a tributarle obediencia, y a recono-
cerlo como su legitimo señor ; y para darles mas alta idea del poder
de aquel monarca, mandó disparar un cañón, y les hizo creer que los
relinchos de los caballos eran muestras de su enojo contra los enemigos
de los Españoles. Todos se mostraran dóciles a las proposiciones del
vencedor, y escucharon con admiración, y agradecimilK^ . l^o primeras
verdades de la religión Cristiana, que les declaró, por medio del in-
terprete Aguilar, el P. Bartolomé de Olmedo, religioso docto, y
egemplar de la orden de la IVÍerced, y capellán de la armada. Pre-
sentaron después a Cortés, en señal de su sumisión, algunas frioleras
de oro, tragos de tela gruesa, que era la única que se usaba en aquella
provincia, y veinte esclavas que fueron distribuidas entre los oficiales
de la espedicion.
* La ciudad de la Victoria se despobló enteramente acia la mitad del siglo
pasado, de resultas de las frecuentes invasiones de los Ingleses. Fundóse después
a mayor distancia del mar otra pequeña ciudad, que llamaron Villa Hermosa ;
pero la capital de aquella provincia, y la residencia del gobernador, es Tlacot-
lalpan.
DOfiA MARINA. 9
Noticia de la famosa India Doña Marina.
ellas hubia una donrclln noble, hermosa, de mucho ingenio, y
do gnm espíritu, natural do Painaia, pueblo de la provincia Megicana
de Coatzacualco*. Su padre habia sido feudatario de la corona de
Megico, y señor de muchos pueblos. Habiendo quedado viuda su
madre, se casó con otro noble, do quien tubo un hijo. £1 amor que
los dos esposos profesaban a este fruto de su unión, les sugirió el
inicuo designio de^ngir la muerte de la primogénita, a fin de que
toda la herencia pasase al hijo. Para dar color a su mentira, habiendo
muerto a la sazón la hija de una de sus esclavas, hicieron el duelo
como si la muerta fuese su propia hija, y entregaron esta clandestina-
mente a unos mercaderes de Gicalanco, ciudad situada en los con-
fines de Tabasco. Los Gicalanqueses la dieron o la vendieron a los
Tabasqueses sus vecinos, y estos la presentaron a Cortés, estando muí
lejos de pensar que aquella joven debia contribuir tan eficazmente a
la conquista de aquellos paises. Sabia, ademas de la lengua Megi-
cana, que era la suya, la Maya que se hablaba en Yucatán, y en
Tabasco, y en breV^ aprendió también la Española. Instruida en
poco tiempo en los dogmas de la religión Cristiana, fue bautizada
solemnemente con las otras esclavas, y recibió el nombre de Marina f.
Fue constantemente fiel a los Españoles, y no se pueden encomiar
bastantemente los servicios que les hizo ; pues no solo sirvió de inter-
prete, y de instrumento en sus negociaciones con los Tlascaleses, con
los Megicanos, y con las otras naciones de Anahuac : sino que les
salvó muclRP'l%ces la vida, anunciándoles los peligros que los amena-
zaban, e indicándoles los medios de eludirlos. Acompañó a Cortés
en todas sus espediciones, sirviéndole siempre de interprete, muchas
• En una historia MS, que se conservaba en el colegio de San Pedro y San
Pablo de JcsMitas de Megico, 'se leia que Doña Marina era natural de Huilotla,
pueblo de Coatzacualco. Gomara, a quien siguieron Herrera, y Toniuemada,
dice que nació en Jalijco, y que de alli la llevaron los mercaderes a Gicalanco :
mas esto es falso, pues Jalijco dista de Gicalanco mas de novecientas millas, y
no se sabe, ni es verosímil que haya habido comercio entre provincias tan ám-
tanter. Bcmal Diaz, que vivió largo tiempo en CoaUacualco, y cvnodo a 1»
madre y al hermano de Doña Marina, confirma la verdad de mi noticia» y dice
que lo «upo de su misma boca. A esto se añade la tradición cona«nrad« hast»
ahora en Coatzacualco, conforme a lo que be dicho.
t Los Megicanos, adaptando a su idioma el nombre de Doña Marina, la llaman
MaiintziH, de donde vicuc el nombre de Malinchc, coa que es coMcid* por lo»
Españoles de Megico.
10 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
veces de consegero, y por su desventura, de dama. El hijo que de
ella tubo aquel conquistador, se llamó D. Martin Cortés, caballero de la
orden de Santiago, el cual, por infundadas sospechas de rebelión, fue
puesto en el tormento, en Megico, el año de 1568, olvidando aquellos
inicuos y barbaros jueces los incomparables servicios que los padres
del ilustre reo hablan hecho al rei Católico, y a toda la nación Espa-
ñola*.
Después de la conquista se casó Doña Marina con un Español lla^
mado Juan de Jaramillo. En el largo, y penoso viage que hizo en
compañía de Cortés a la provincia de Honduras, en 1524, tubo oca-
sión al pasar por su patria, de ver a su madre, y hermano, los
cuales se le presentaron cubiertos de lagrimas, y de consternación,
temerosos de que viéndose en tanta prosperidad, con el apoyo de los
Españoles, quisiese vengar el agravio que le hablan hecho en su
niñez : mas ella los acogió con mucha amabilidad, mostrando de este
modo que su piedad y grandeza de animo no eran inferiores a las
otras prendas con que el cielo la habia dotado. No me ha parecido
justo omitir estos datos acerca de una muger que fue la primera Cris-
tiana del imperio Megicano, que hace un papel^tan importante en la
historia de la conquista, y cuyo nombre es tan célebre entre los Megi-
canos, y los Españoles.
Llegada de los Españoles a Chalchiuhcuecan.
Asegurada la tranquilidad de los Tlascaleses, y conociendo Cortés
que no podia sacar mucho oro de aquel pais, resolvió contimiar su
viage para buscar otro mas rico : pero acercándose" a üoñaingo de
Ramos, quiso dar a los Tlascaleses, antes de separarse de ellos, al-
guna idea de la santidad de la religión Cristiana. Celebróse aquel
dia la santa Misa con el mayor aparato que se pudo, se bendigeron los
ramos, y se hizo una solemne procesión con la música militar, a la
que asistieron atónitos, y edificados aquellos gentiles, quedando desde
entonces en sus corazones las semillas de la gracia, que iban a germi-
nar, y fructificar en época mas conveniente.
Terminada la función, y dada la despedida a los señores de Ta-
basco, se puso en camino la armada, y dirigiéndose acia Poniente,
* Los que dieron tortura a D. Martin Cortés, y pusieron preso al marques del
Valle su hermano, fueron dos formidables jueces enviados a Megico por Fe-
lipe II. El principal, llamado Muñoz, hizo tales estragos, que movido el rei por
las quejas de los Megicanos, lo llamó a la Corte, y le dio tan severa reprensión,
que al dia siguiente se le encontró muerto en una silla.
LLBOADA A CHALOHIUHOUROAN. U
deipoet de haber costeado la provincia de Coatzacnalco, y atravesado
la boca del rio Papaloapan, entró en el puerto de San Joan de Ulaa,
el Jueves Santo, 21 de Abril. Apenits bnbian echado el ancla, cuan-
do vieron venir do la costa de Chaichiuhcuecan acia la capitana, dos
canoas, con muchos Megicanot, enviados por el gobernador, para
saber qué gente era aquella, qué negocio traían, y para ofrecerle
todos los ausilios que les fuesen necesarios n la continuación de sn
viage: lo que hizo ver la vigilancia de aquel caudillo, y la hospitalidad
de aquella nación. Admitidos a bordo de la capitana, y presentados
a Cortés, con modales civiles, le espusieron su embajada, por medio
de Dofia Marina, y de Aguilar, pues por no saber este todavia el Me-
gicano, ni aquella el Español, fue necesario en aquellos primeros
tratos, emplear tres lenguas, y dos interpetes. Doña Marina esponia a
Aguilar en lengua Maya, lo que los Megicanos decian en la suya, y
Aguilar lo esplicaba a Cortés en Español. Este general acogió
cortesmente a los Megicanos, y sabiendo cuanto hablan gustado el
año anterior de las bugerias de Europa, les respondió que solo habia
venido a aquellas tierras para comerciar con sus habitantes, y para
tratar con su rei c]% asuntos de la mayor importancia : y para mas
complacerlos les dio a probar el vino de España, y les regaló algunas
frioleras que creyó les serian agradables*.
El primer dia de Pascua, después que los Españoles habieron
puesto pie en tierra, y desembarcado sus caballos, y artillería, y des-
pués que con la ayuda de los Megicanos se hubieron construido con
ramas alirunas barracas, en aquella playa arenosa en qae está actual-
* Torquemada dice que pre?eDÍdo Moteuezoma de la llef^a de la nuera cs-
pcdicion, por las centinelas de Iw montes, despachó inmediatamente a sus em-
bajadores para rcrcrenciar al supuesto Dios Quetzalcoatl, los cuales diríincndase
con gnn cclcrídad a Chaichiuhcuecan, pasaron inmediatamente a bordo de la
capitana, el mismo dia en que aparecieron alli los Españoles ; que Cortés, riendo
el error que padecian, y queriendo apror echarse de él, los recibió sentado en un
alto trono, que hizo disponer a toda prisa, donde se dejó adorar, vestido con el
traffc sacerdotal de Quetzalcoatl, y adornado el cuello con un collar de piednu,
y la cabeza con una celada de oro, salpicada de joyas, &c. ; pero todo esto es
falso. El ejercito nalio del río de Tabasco el Lunes Santo, y llegó el Juercs
al puerto de Ulua. Los montes de Tochtlan, y de Mictlan, de donde s« p«4s
rer la espedidon, no distan de la capital menos de 300 millas, ni esta de Uhm
menos de 2S0 : asi que aunque se hubiese visto la espedlcion el mjsao fUa en
que sarpó deTkbasco, era imposible que lo« embajadores llegasen el Joeres a Ulna.
No luü escritor que hagamendon de esta circunstanria : antes bien de la rekdsa
de Berna] Díaz se infiere que todo es invendon, y que los Megicanos habiaa ya
conocido el error que ocasionó lo primera armada.
TSl ^ HISTORIA ANTIGUA DK MEGICO.
mente la ciudad de la nueva Vera Cruz, llegaron dos gobernadores
de aquella costa, llamados Teuhtlile, y Cuitlalpitoc*, con un gran
séquito de criados ; y hechas por una y otra parte las ceremonias con-
venientes de urbanidad, y respeto, antes de entablar la conversación
quiso Cortés, no menos para empezar bajo buenos auspicios su em-
presa, que para dar a aquellos idolatras alguna idea de nuestra reli-
gión, que se celebrase en su presencia el santo sacrificio de la Misa.
Cantóse con la mayor solemnidad posible, y esta fue la primera que
se celebró en los dominios Megicanosf .
Convidó en seguida a los embajadores a comer en su compañía,
y en la de sus capitanes, procurando atraerse su benevolencia con
grandes obsequios. Dijoles que era subdito de D. Carlos de Austria,
el mayor monarca de Oriente, cuya bondad, grandeza, y poder enca-
reció con las mas magnificas espresiones, añadiendo que su soberano,
habiendo tenido noticia de aquellas tierras, y del señor que en ellas
'binaba, lo enviaba a visitarlo en su nombre, y a comunicarle verbal-
mente algunas cosas de suma importancia, por lo que deseaba saber
donde le convendría recibir la embajada. " Apenas, respondió
Teuhtlile, habéis llegado a este pais, ¡ y ya querílis ver a nuestro rei !
He escuchado con satisfacción lo que habéis dicho acerca de la gran-
deza, y bondad de vuestro soberano ; pero sabed que el nuestro no le
cede en una ni en otra calidad : antes bien me maravillo que pueda
haber en el mundo otro que le exeda en poder : pero pues vos lo
afirmáis, lo haré saher al rei, de cuya bonídad confio, que no solo oirá
con placer las nuevas de tan gran principe, sino que honrará a su
embajador. Aceptad entretanto este regalo que eí'au'nombre os
presento," y sacando de un petlacalli, o caja hecha de cañas, algunas
exelentes alajas de oro, se las presentó al caudillo Español, junta-
* Berna! Díaz escribe Tendile en lugar de Teuhtlilfi, y Pitalpitoque en lugar
de Cuitlalpitoc. Herrera lo llama Pitalpitoe, y Solis y Robertson, que quisieron
enmendarlo, Pilpatoe.
t Solis reconviene a Bemal Diaz, y a Herrera, por haber afirmado, según él
creía, que se había celebrado la misa en Viernes Santo. El autor del prefacio de
la edición de Herrara de 1730, emplea una erudición importuna, y fastidiosa,
para justificar la supuesta celebración de la misa en aquel día : pero con licencia
de este escritor, y de" Solis, diré que no entendieron el testo. Bernal Díaz dice
en el capitulo 38 que el Viernes Santo desembarcaron los caballos, y la artillería,
y " hicimos, añade, un altar en que muí en breve se dijo misa." No dice que
en aquel mismo día se hizo el altar, antes bien dice claramente que se hizo en
Domingo, después de la llegada de Teuhtlile.
LLBQADA A OHALOHIUHCUBOAN.
monte coD algunas obraa curiosas de plumas, dicat cargas de
finos de algodón, y nna gran provisión de viveres*.
Aceptó Corté.H el regalo, con singulares demostraciones de gratitud,
y correspondió con otro do obgetos de poco valor, pero mui aprecia-
dos por aquellos naturales, o por sor para ellos enteramente nuevos, o
por su aparente brillo. Hahia traido consigo Tenhtlilo vanos pin-
tores, a fin de que dividiéndose entre si los diferentes obgetos de que
se componia la espedicion, pudiesen en breve representarla en su
totalidad, y ofrecer al rei la imagen de lo que iba a referirle verbal-
mente. Conocido por Cortés su intento, mandó, para dar a los pin-
tores un asunto capaz de hacer mayor impresión en el animo del rei,
que su caballería corriese por la playa, haciendo algunas evoluciones
militares, y que se disparase a un mismo tiempo toda la artillería : lo
que fue observado con el asombro que puede imaginarse el lector, por
los dos gobernadores, y por su numerosa comitiva, que, según Go-
mara, no bajaba de cuatro mil hombres. Entre las armas de los Es-
pañoles observo Teuhtiile una celada dorada, la cual, por ser mui
semejante a otra que tenia uno do los principales Ídolos de Megico,
pidió a Cortés, a fi* de haceria ver a Moteuczoma. Cortés la conce>
dio, con la obligación de devolvérsela llena de oro en polvo, bajo el
pretesto de ver si el oro que se sacaba de las minas de Megico era
igual al de su patria f.
Terminadas las pinturas, se despidió cariñosamente Teuhtiile de
Cortés, ofreciéndose a volver dentro de pocos dias con la respuesta
de su soberano, y dejando en su lugar a Cuitlalpitoc, para que pro-
veyese a loffii|f(añoles de cuanto podrian necesitar, pasó a Cuetlachtlan,
lugar do su residencia ordinaria, de donde llevó en persona a la corte
la embajada, las pinturas, y el regalo, como afirman Bemal Díaz, y
Torquemada, o bien, como dice Solis, envió todo por las postas, que
estaban siempre dispuestas a marchar en los caminos principales.
• Solía y RobcrUon dicen que Teuhtiile era general, y lo príran del gobierno
poItUco de aquella costa. Bemal Diaz, Gomara, y otros autores antiguos dicen
que era gobernador de Caetlochtlan. Los dos primeros añaden que Teuhtiile ae
opuKo desde luego al viage de Cortés a la capital : pero consta por mejores auto>
rídades que no manifestó esta oposición hasta haber tenjdo orden po«itÍTa del
rei.
t Algunos historiadores dicen que Cortés para exigir U celada llena de oro se
valió del pretexto de cierto mal de corazón que padedan él, j sus compafieroa, j
que solo se curaba con aquel precioso metal : mas esto poco importa a la verdad
histórica.
14^^ HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Inquietud de Moteuczoma. Su primera embajada, y regato a
Cortés.
Fácil es de imaginarse la gran inquietud y perplegidad en que pon-
drían a Moteuczoma aquellas noticias, y los pormenores que supo
acerca del carácter de aquellos estrangeros, del Ímpetu de sus caba-
llos, y de la violencia destructora de sus armas. Como dado a la
superstición mandó consultar inmediatamente a sus dioses, sobre la
pretensión de los estrangeros, y la respuesta fue, según dicen, que
no los admitiese jamas en su capital. Proviniese este oráculo del
demonio, como algunos autores creen,< el cual procuraba cerrar la
entrada al Evangelio, o de los sacerdotes, como yo pienso, en su
ínteres propio, y en el de toda la nación, lo cierto es que Moteuczoma
se decidió desde entonces a no recibir a los Españoles: mas para
proceder con acierto, y de un modo conforme a su carácter, les mandó
una embajada, con un regalo ciertamente digno de su regia magnifi-
cencia. El embajador fue un gran personage de su corte, muí seme-
jante, tanto en la estatura como en las facciones al general Español,
según lo asegura un testigo ocular*. Apenas ÍSabian pasado siete
dias de la despedida de Teuhtlile, cuando volvió acompañado de este
sugeto, y de mas de cien hombres de carga, que traían el regalo f.
Cuando se halló el embajador en presencia de Cortés, tocó con la
mano el suelo, y después la llevó a la boca, según el uso de aquellas
gentes, incensó al general J y a los otros oficiales, que estaban a su
* Bemal Diaz del Castillo. ♦• _ --^
f Berna] Diaz llama a este embajador Quintalbor: mas este nombre no es ni
pudo ser Megicano. Robertson dice que los mismos oficiales que hasta entonces
hablan tratado con Cortés, fueron los encargados de la respuesta del rei, sin
hacer mención del embajador : pero tanto Bemal Diaz del Castillo, como otros
historiadores Españoles, afirman lo que refiero. Solis, en vista del corto inter-
valo de siete dias, y de la distancia de setenta leguas entre aquel puerto y la capi-
tal, no quiso creer que fuese entonces un embajador a ver a Cortés : pero
habiendo dicho poco antes que las postas Megicanas eran mas diligentes que las
de Europa, no es de estrañar que llevasen en poco mas de un dia la noticia de la
llegada de los Españoles, y que en cuatro o cinco dias hiciese el viage el embaja-
dor, en litera, y a hombros de los mismos correos, como muchas veces se hacia.
Pues el hecho no es inverosímil, debemos creer a Bemal Diaz, testigo ocular, y
sincero.
X Este acto de incensar a los Españoles, aunque no fuese mas que un obsequio
puramente civil, y el nombre de teteuctin (señores) con que los llamaban, y que
es el algo semejante al de teten (Dios) les hicieron creer que los Megicanos los
creían seres superiores a la humanidad.
INQUIETUD DB MOTRUOZOMA. Ift
lado» lo taludó res))otuosaiiiente, y sentándose en un asiento qae le
presentó Cortés, pronnnció su arenga, que se redigo a felicitarlo por
su llegada, en nombre del reí, a manifestar el placer que Su Magostad
habia tenido al sal)cr que habían llegado a sus dominios hombres tan
valientes, y al oír las noticias que le traian de tan gran monarca;
mostrándole al mismo tiempo su agradecimento por el regalo qne le
habia hecho ; y en prueba de su aprecio le enviaba otro. Dicho esto
mandó estender por el suelo unas esteras finas de palma, y telas de
algodón, sobre las cuales se colocó en buen orden y simetría todo el
presente. Este consistía en mochos obgetos de oro, y plata, aun mas
preciosos por so maravilloso artificio, que por el valor de su matería,
entre los cuales habia algunos con piedras preciosas, y otros represen-
taban figuras de leones, tigres, monos, y otros animales ; en treinta
cargas do telas finísimas de algodón, de varios colores, y en parte tegi-
das de hermosas plumas ; en muchos exelentes trabajos de plumas,
con adornos de oro, y en la celada llena de este metal en polvo, como
la habia pedido Cortés, la cual importaba mil y quinientos pesos :
pero lo mas admirable de todo eran dos grandes laminas, hechas en
figura de ruedas, uua de oro, y otra de plata. La de oro representaba
el siglo Megicano, y en medio tenia la imagen del sol, y en rededor
otras de bajo relieve. Su circunferencia era de treinta palmos Tole-
danos, y su valor de diez mil pesos*. La de plata, en que estaba
figurado el año Megicano, era aun de mayores dimensiones, y tenia
en medio la imagen de la luna, y otras al rededor, también de bajo
relieve. Los Españoles quedaron no menos maravillados que conten-
tos al ver nIMFríqueza. " Este regalo, añadió el embajador, hablando
con Cortés, es el que mi soberano envía para vos, y para vuestros
compañeros, pues para vuestro reí os dirigirá en breve ciertas joyas de
inestimable valor. Entre tanto podréis deteneros todo el tiempo que
gustéis en estas playas, para reposaros de las fatigas de vuestro liage,
y "para proveeros de cuanto necesitéis antes de regresar a vuestra
patria. Sí alguna otra cosa queréis de esta tierra para vuestro mo-
narca, 'pronto os sera franqueada : pero por lo que respeta a vuestra
solicitud de pasar a la corte, estoi encargado de disuadiros de tan
dificU y ■ peligroso viage, pues seria necesario caminar por asperoa
desiertos, y por países de enemigos." Cortés recibió el presenta otm
las mayores espresiones de gratitud a la real beneficencia, y eoRW-
* Varíao considerablemente loa autores acerca del valor de estas alijas, pero
yo doi mayor crédito a Bemal Díaz, que lo sabia bien como que debió toiar parte
en el re^u.
16 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
pondio a ella como pudo: pero lejos de desistir de su pretensión,
suplicó al embajador que hiciese ver al rei los males, y peligros que
habia padecido en tan larga navegación, y el disgusto que tendría su
soberano al ver frustradas sus esperanzas ; que por lo demás, los Es-
pañoles eran de tal condición, que ni las fatigas, ni los peligros eran
capaces de apartarlos de sus empresas. El embajador prometió decir
al rei lo que Cortés le encargaba, y se despidió cortesmente con Teuht-
lile, quedando Cuitlalpitoc con gran numero de Megicanos, en un
caserío, que hablan formado de cabanas, poco distante del campo de
los Españoles.
Bien conocía Cortés en medio de tanta prosperidad, que no podía
subsistir largo tiempo en aquel sitio ; pues ademas de la incomodidad
del calor, y de la importunidad de los mosquitos, que abundan en
demasia en toda aquella playa, temia que ocasionase algún daño a
sus naves la violencia del Norte, a que está mui espuesto aquel
puerto : por lo que despachó dos buques, al mando del capitán Mon-
tejo, a fin de que costeando acia Panuco, buscase un puerto mas
seguro. Volvió aquella espedicion al cabo de pocos dias, con la
noticia de haber hallado a treinta y seis millas ée Ulua un puerto,
próximo a una ciudad edificada en una posición fuerte.
Regalo de Moteuczoma para el rei Católico.
Entretanto volvió Teuhtlile al campo de los Españoles, y llamando
a parte a Cortés con los interpretes, le dijo que su señor Moteuczoma
habia agradecido los regalos que le habia enviado ; que el que aquel
soberano le remitía entonces era para el gran rei de Rpaxia ; que le
deseaba muchas felicidades ; pero que no le enviase nuevos mensages,
ni se tratase mas del viage a la capital/ El presente para el rei Cató-
lico se componía de muchas alajas de oro, que importaban mil y qui-
nientos pesos, de diez cargas de trabajos curiosísimos de pluma, y
de cuatro joyas tan estimadas por los Megicanos, que según afirmó
el mismo Teuhtlile cada una de ellas valia cuatro cargas de oro.
Pensaba aquel mal aconsejado rei que con su liberalidad obligaría
a los Españoles a dejar aquellos países, sin echar de ver que el amor
del oro es un fuego que tanto mas se inflama, cuanto mas abundante
es el alimento que se le echa. Mucho sintió Cortés la repulsa de
Moteuczoma, pero no desistió de su pensamiento, pues el aliciente de
la riqueza exitaba mas y mas la natural constancia de su animo.
Observó Teuhtlile antes de despedirse, que los Españoles al oír los
toques de la campana del Ave Maria, se arrodillaban delante de una
BMBAJAUA DB OBMPOALA. 17
oras, y lleno de admiración preguntó por qué adoraban aqoel leAo.
Do allí tomó ocasión el P. Olmedo para declararle los príncipalen
Artículos de la fe Cristiana, y para echarle en cara el culto abominable
de sus Ídolos, y la inhumanidad de sus sacrificios : mas este discurso
era de un todo inútil, pues aun no babia llegado para aquelloi pueblos
el tiempo de la santificación.
Al dia siguiente se hallaron los Españoles tan abandonados por lot
Megicanos, que ni uno solo se dejaba ver en toda aqaclla playa:
efecto de la orden dada por el rei de retirar del campo de aquellos
estrangeros la gente destinada a su servicio, y las provisiones, ti per-
sbtian en su temeraria resolución. Esta inesperada novedad ocasionó
gran consternación entre los Españoles, porque a cada momento
temían que se desplomaste sobre su miserable campamento todo el
poder de aquel vasto im{)erio : por lo que Cortés mandó asegurar los
víveres en los barcos, y poner la tropa sobre las armas. No hai duda
que tanto en esta como en otras machas ocasiones, que aparecerán en
el curso de esta historia, pudo fácilmente Moteuczoroa desbaratar
aquellos pocos estrangeros, que después debían hacerle tanto daño :
pero Dios los consjrvaba a fin de que fuesen instrumentos de su
justicia, sirviéndose de sus armas para castigar la superstición, la
crueldad, y otros delitos con que aquellas naciones habían provo-
cado su ira. No trato de justificar el intento, ni la conducta de
los conquistadores, pero tampoco puedo dejar de conocer en la serie
de la conquista, y en despecho de la incredulidad, la mano de Dios,
que iba preparando la ruina de aquel imperio, y se valia de los
mismos dSftlRtos de los hombres para los altos designios de to
Providencia.
Embcyada del Señor de Cempoala y su* conaecuencia*.
En este mismo dia, de tanta consternación para los Españoles,
tttbíeron sin embargo un testimonio de la protección Divina. Dos
soldados que hacían la guardia fuera del campo, vieron venir ada
ellos cinco hombres, algo diferentes de los Megicanos en sus trages,
y adornos, los cuales, conducidos a presencia del general Etpañol,
digeroQ en Megicano (por no haber allí quien entendiese su idioiiui)
que eran de la nación Totonaca, y enviados por el señor de Can-
poala, ciudad distante veinte y cuatro millas de aquel punto, ptra
saludar a aquellos estrangeros, y para rogarles pataseo a aquel pueblo.
donde serían bien recibidos, añadiendo que no habían venido antes
TOMO II. O
18 HISTORIA ANTIGUA DE MÁGICO.
por miedo de los Megicanos. Era el señor de Cempoala uno de
aquellos feudatarios que vivian impacientes del yugo de Moteuczoma.
Informado de la victoria obtenida por los Españoles en Tabasco, y de
su llegada al puerto en que entonces residian, le pareció aquella una
ocasión favorable de recobrar su independencia, con el ausilio de tan
animosos guerreros. Cortés, que nada deseaba tanto como una alianza
de aquella especie para aumentar sus fuerzas, después de haber tomado
menudos informes acerca del estado y de la condición de los Totona-
ques, y de los daños que sufrían por la prepotencia de los Megicanos,
respondió dando gracias al Cempoales por su cortesía, y prometiéndole
hacerle una visita sin tardanza.
En efecto, inmediatamente publicó su salida para Cempoala : mas
antes le fue preciso vencer los ostaculos que halló en sus mismas tro-
pas. Algunos parciales del gobernador de Cuba, cansados de las in-
comodidades que habian sufrido, atemorizados por los peligros que
presagiaban, y deseosos del descanso, y de las holguras de sus casas,
rogaron enérgicamente al general que volviese a Cuba, exagerando la
escasez de viveros, la temeridad de tamaña empresa, como era la de
oponer tan pequeño numero de soldados a todastlas fuerzas del rei de
Megico, especialmente después de haber perdido en aquellos arenales
treinta y cinco hombres, parte de resultas de las herídas recibidas en
la batalla de Tabasco, parte por el aire insalubre de la playa. Cortés,
ya con dones, ya con promesas, ya con un poco de rigor oportuna-
mente aplicado, y con otros medios inventados por su raro ingenio,
manejó tan bien los ánimos, que no solo aquietó a los descontentos, si
no que logró que se decidiesen gustosos a permanecé^cH aquel deli-
cioso pais ; y adelantándose ademas en sus negociaciones, obtubo que
el egercito, en nombre del rei, y con entera independencia del gober-
nador de Cuba, lo confirmase en el mando supremo tanto politice
como militar, y que para los gastos que habia hecho, y que después
hiciese en la espedicion, se le adjudicase desde entonces en adelante
el quinto del oro que se adquiriese, sacada antes la parte que al
rei pertenecía. Después creó las magistraturas, y los otros cargos
públicos necesarios para una colonia que intentaba establecer en aque-
llas costas.
Habiendo superado estos ostaculos, y tomado las medidas conve-
nientes para la egecucion de sus vastos designios, se puso en camino
con sus tropas. Su intento no era tan solo buscar aliados, y propor-
cionar a su gente algún alivio a los males que habian sufrido, sino
kmBajada üb okmpuala. 19
también eaeoger un buen sitio para lu fundación de la colonia, por
«star Cempoala en el camino de Quiahuitztla*, en cuyo distrito
estaba el puerto descubierto por el capitán Montejo. El egercito,
con nnn parte de la artilleria, marchó en buen orden acia Cempoala,
y apercibido a la defensa, en caso de ser atacado por los Totonaques,
de cuya buena fe no estaban segaros, o por los Megicanos, a qnienet
fluponiau ofendidos por su resolución : disposiciones que ningiin buen
genenü juzgará inútiles, y que nunca descuidó Cortés, ni aun en loa
tiempos de su mayor prosperidad, pues siempre son útiles para man-
tener la diciplina militar, j casi siempre necesarias a la seguridad
propia. Los buques se dirígieroo por la costa al puerto de Quia-
huitatla.
Tres millas antea de llegar a Cempoala, salieron al encuentro de
Cortés veinte Sugetos de distinción de Cempoala, le presentaron un
refiresco de pinas, y de otras frutas del pais, lo saludaron* a nombre de
üH señor, y lo escusaron de no haber venido en persona, por impe-
dírselo sus dolencia». Entraron en la ciudad e.n orden de batalla,
temiendo alguna traición de los habitantes. Un soldado de caballeria
que se adelantó hasta la plaza mayor, habiendo visto un bastión del
palacio, que por estar recien-blanqneado, y bruñido, resplandecía a
los rayos del sol, creyó que aquel edificio era de plata, y volvió a toda
brida, a dar tan buena noticia al general. Semejantes engaños son
demasiado frecuentes en aquellos que tienen la mente ofuscada por la
pasión. Marcharon los Españoles por las calles, no menos alegres
que marav*^^^ al ver aquella ciudad, la mayor que hasta entoocaa
hablan visto en el Nuevo Mundo, tanto numero de gente, y tan hermo-
•os huertos, y jardines. Algunos, por su tamaño, la llamaron Sevilla,
y otros, por su ameúidad. Villa Viciosa f.
Cuando llegaron al templo mayor, salió a recibirlos a la puerta del
atrio, el señor de aquel estado, que aunque casi incapaz de movimien-
to, a causa de so desmesurada gordura, era hombre hábil, y do buen
* Solis y RobcrtMn dan a este paerte el nombre de QmiaóitlaM que ni es oi
puede aer Megicano.
t No puede dudarse de la antigua grandexa de Cempoala, si se atiende al tea*
timonio de los que la vieron, y a la estension de sus ruinas : mas no debe hacena
caso del computo de Torquemada, que unas veces le da 25,000 habitantes, otras
50,00(), y kasU 160,000 ea el índice del primer tomo. A Cempoala socciBo lo
mismo que a otras ciudades del Nuevo Mundo ; a saber que r«»ii las
dades, y los otros desastres del siglo xvi, fue disminuyéndose hasta
de un todo.
c2
20 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
ingenio. Después de haber saludado e incensado a Cortés según e4
uso del país, pidió venia para retirarse, prometiendo volver cuando
todos hubiesen descansado de las fatigas del viage. Alojó a toda la
tropa en unos grandes, y hermosos edificios que habia en lo interior
del templo, que quizas serian la residencia habitual de los sacerdotes,
o estarian destinados para albergue de los forasteros, como los habia
en el recinto del templo mayor de Megico. Alli fueron bien tratados,
y provistos de cuanto necesitaban, a espensas de aquel caudillo, el
cual volvió a verlos después de comer, en una silla portátil o litera, y
acompañado de muchos nobles. En la conferencia secreta que tubo
con Cortes, ponderó este general por medio de sus interpretes, la
grandeza y poder de su soberano, que lo habia enviado a aquellos
paises, encargándole muchas ¿omisiones importantes, y entre ellas la
de dar ausilio a la inocencia oprimida.- " Por tanto, afíadio, si puedo
«erviros en algo con mi persona, o con mis tropas, decidmelo, y lo
haré de buena voluntad." Al oir el Cempoales esta oferta, introdu-
cida con mucha destreza en la conversación, lanzó un profundo sus-
piro, al que siguió una lamentación amarga sobre las desventuras de
su. pueblo. Dijo que habiendo sido libres Tos Totonaques, desde
tiempo inmemorial, y regidos por señores de su propia nación, hacia
pocos años que se hallaban oprimidos por el yugo de los Megicanos ;
que estos, por el contrario, de humildes principios, se habian alzado a
tanta grandeza, por su estrecha, y constante alianza con los reyes de
Acolhuacan, y de Tlacopan, que se habian hecho señores de toda
aquella tierra ; que su poder era desmesurado, y su tirar^. igual a su
poder ; que el rei de Megico se apoderaba del oro de sus subditos, y
los recaudadores de los tributos requerían sus hijas para violarlas,
y sus hijos para sacrificarlos; ademas de otras inauditas vejaciones.
Cortés mostró compadecerse de sus desgracias, y se ofreció a darle
ausilios, dejando para otra ocasión el tratar sobre el modo de verifi-
carlo, porque por entonces le urgia pasar a Quiahuitztla, para infor-
marse del estado de sus buques. En esta visita le hizo el Cempoales
un regalo de alajas de oro, que importó según dicen algunos autores,
cerca de mil pesos.
Al dia siguiente se presentaron a Cortés cuatrocientos hombres de
carga, que le enviaba aquel señor para transportar su bagage,'y en-
tonces supo por Doña Marina el uso de aquellas naciones, de suminis-
trar espontáneamente, y sin interés aquel modo de conducción, a las
personas de consideración que transitaban por sus pueblos.
PRI8IUN 1)K CINCO MINI8TRUM. 21
Prisión de cinco Minintros.
De CempoaUi pasaron los Españoles a Qniahuit/lla, pequeña ciu>
dad colocada sobro un monto áspero, y peñascoso, a poco mas de doc<<
millas de Cempoala, acia ol Norte, y a tres del nuevo puerto. Allí
tubo Cortés otra conferencia con el señor do aquel estado, y con el do
Cempoala, que con este obgeto se hizo llevara aquel puntoi En tanto
que discurrían sobre los negocios de la independencia, llegaron con
gran séquito cinco nobles Megicaoos, recaudadores de los tributos
regios, mostrándose estruordinariamente coléricos contra los Totonaques
por babor osado admitir aquellos cstrangeros, sin aguardar el beneplá-
cito del monarca, y exigiendo victimas humanas, para sacrífícarlas a
los dioses en espiacion de tanto delito. Turlx)se toda la ciudad con
aquella nueva, y especialmente los dos señores, que se reconocian mas
culpables. Cortés, informado por Doña Marina de la causa de su
eonstemaciou, imaginó un modo estraordinarío de salir de aquel aprieto.
Sugirió pues a los dos señores el atrevido consejo de apoderarse de los
recaudadores, y ponerlos en la cárcel, y aunque al principio se nega.
ron a hacerlo, parecielidoles un atentado tan temerario como peligroso,
cedieron finalmente a sus instancias. Fueron pues encarcelados en
las jaulas aquellos cinco personages que habian entrado tan orgullosos
en la ciudad, y con tanto desprecio de los Españoles, que ni siquiera
se dignaron mirarlos cuando pasaron por delante de ellos.
Apenas dieron aquel primer paso los Totonaques, cuando reanima-
do su valoi^eadelantaron hasta el exeso de querer sacrificar aquella
misma noche á los Megicanos : pero los disuadió Cortés, el cual ha-
biéndose conciliado con aquella medida el amor, y el respeto de los
Totonaques, quiso captarse el agradecimiento de los Megicanos, con
la libertad de sus compatriotas. Esta conducta artificiosa y doble,
daba sin duda muestras de su gran ingenio : mas solo podran alabarla
aquellos cortesanos, cuya politica se reduce al arte de engañar a los
hombres, y que, no haciendo caso de lo justo, solo buscan lo útil eo
sus operaciones. Cortés pues dio orden a sus guardias de sacar por
la noche de las jaulas a dos de los Megicanos, y de conducirlos caate-
losumente a su presencia, sin que lo echasen de ver los Totonaques.
Asi se egecató, y los Megicanos quedaron tan reconocidos al
Rspañol, que le hicieron mil demostraciones de gratitud, y le
jaron que uo se fiase de sus barbaros, y pérfidos huespedes. Cortés
les encargó que manifestasen a su soberano cuanto lo habia afligido el.
22 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
atentado cometido por aquellos montañeses contra sus ministros, ase-
gurándole al mismo tiempo que pondría a los otros tres en libertad,
como con ellos habia hecho. Ellos marcharon inmediatamente para
su capital, conducidos por los Españoles en una barca, hasta mas allá
de los limites de aquella provincia, y Cortés al dia siguiente se mos-
tró mui encolerizado contra sus guardias, por el descuido que habiao
tenido de dejar escapar a aquellos prisioneros. Añadió que para que
no sucediese lo mismo con los otros, quena ponerlos en prisión mas
estrecha, y para hacerlo creer asi, los mandó conducir encadenados a
sus buques : y de alli a poco los poso en libertad, como a los dos pri-
meros.
Confederación de los Totonaques con los Españoles»
Hizo inmediatamente correr la voz por todas aquellas montañas,
que los habitantes eran libres del tributo que pagaban al rei de Megi-
co, y que si llegaban otros recaudadores, se lo hiciesen saber, para
apoderarse de ellos. Con esta noticia se despertó en toda la nación
la dulce esperanza de la libertad, y empezaron a venir a Quiahuitztla
otros muchos señores, no menos para dar graeiaí a su pretendido liber-
tador, que para deliberar sobre los medios de asegurar su independen-
cia. Algunos, que aun no habian arrojado de sus ánimos el miedo de
los Megicanos, eran de dictamen que se pidiese perdón al rei por e!
atentado cometido con sus ministros : mas prevaleció, por sugestión de
Cortés, y de los dos señores de Cempoala, y Quiahuitztla, la opinión
opuesta, de sustraerse al tiránico dominio de Moteuczoma, con el ausi-
lio de aquellos valientes estrangeros, ofreciéndose a poner un egercito
formidable bajo las ordenes del general Español.
Cortés, después de haberse asegurado suficientemente de la since-
ridad de los Totonaques, e informadose de sus fuerzas, se valió de
aquel momento favorable, para inducir aquella numerosa nación a pres-
tar obediencia al rei Católico. Celebróse este acto con intervención
del notario del egercito, y con todas las otras formalidades legales.
Fundación de la Vera Cruz.
Concluido felizmente aquel gran negocio, se despidió Cortés de
aquellos señores para ir a poner en egecucion un proyecto de suma
importancia que habia formado poco antes, y era el de fundar en aque-
lla costa una colonia fuerte, que pudiera servir a los Españoles de re-
fugio en sus desgracias, de punto de apoyo para mantener a los Toto-
NUBVA KMBAJADA DR MUTBUOZOMA. 9»
naqnr.s rn In fídclidnd jurndn, de escala pam tan niievaü tropM qws
viniesen do Eüpafia o de las islas Antillas, y de almacén y deposito de
los efectos que les enviasen los naturales de aquellos países, o que
pudieran recibir de Europa. Fundóse en efecto la colonia en el pnis
mismo de los Totonaques, en una llanura situada al pie del monte
Quiahuitztla, a doce milloA al Norte de Cempoala, y cerca del nuevo
puerto ♦. Llamáronla Villa rica de la Vera Cruz, por las muestras
de riquezas que babian visto, y por haber desembarcado en Viernes
Santo, y aquella fue la primera colonia de los Españoles en el conti-
nente de la America Septentrional. Cortés fue el primero que echó
mano a la obra para estimular a los otros con su egemplo, y con el
ausilio de los Totonaques se construyó en breve un numero suficiente
de casas, y una pequeña fortaleza capaz de b&cer alguna resistencia a
los Megicanos.
Nueva e$Hb<yada y regalo de Moteuczoma.
Entretanto babian llegado a Megico aquellos dos recaudadores, que
Cortés puso en libertad, y dado noticia a Moteuczoma de todo lo que
había ocurrido, elogiando altamente al general Español. Moteuczo-
ma, que yo estaba decidido a enviar un egercito, para castigar la inso-
lente temeridad de los estrangeros, y arrojarlos de sus dominios, so
detubo con aquella noticia, y ogradecido a los servicios que aquel gene-
ral habia hecho a sus ministros, le envió dos príncipes sobrinos suyos
(hijos quizas de su hermano Cuitlahuatzin) acompañados de muchos
nobles, y .servidumbre, y con un regalo de alajas de oro que importa-
ban mas dedos mil pesos. Dieron gracias a Cortés en nombre del rei,
y juntamente se le quejaron de haber hecho amistad con los rebeldes
Totonaques : por lo que esta nación habia tenido la insolencia de negar
el tributo que debia a su soberano. Añadieron que solo por respeto a
* Casi todos loj hititoriadores se engañan acerca de la fundación de la Verm
Cruz, pues flicen que la primera colonia de loe Españoles fue la Antigua, fiwdada
sobre el rio del mismo nombre, y creen que no ha habido mas que dos ciuda-
des con el nombre de Vera Cruz, esto es, la antigua, y la moderna edificada en el
mismo arenal en que desembarcó Cortés : pero no hai duda que ha habido tres
con el mismo nombre. La primera fundada en 1619 cerca del puerto de Quia-
huiutla, que conservó después el nombre de Villa Rica; la segunda, la antigua
Vera Cruz, fundada en 1523, o 1524, y la tercera, la nueva Vera Cniz, que hoi
conserva este segundo nombre, y fue fundada por orden del conde de Monte-
rey, virrri de .Megico, a fines del siglo xvi o principios del xvii, y recibió de
Felipe III, el titulo de ciudad en 1615.
24 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
tales huespedes no habia venido ya un egercito a castigar la rebelión»
de aquellos pueblos ; pero que al fin no quedarían impunes. Cortés,
después de haber significado con las espresiones mas convenientes su
gratitud, procuró defenderse de la acusación sobre la amistad de los
Totonaques, alegando la necesidad en que se habia visto de buscar
víveres para sus tropas, por haber sido abandonado por los Megicauos.
Dijo ademas que por lo que respetaba al tributo, no era posible que
aquella nación sirviese juntamente a dos señores ; que él esperaba
pasar en breve a la corte para satisfacer mas completamente al rei, y
hacerle ver la sinceridad de su conducta. Los dos principes, después
de haber visto con gran placer y admiración el egercicio militar de la
caballería Española, regresaron a la capital.
Destrucción de los Ídolos de Cempoala.
El señor de Cempoala, a quien habia desagradado mucho la ultima
embajada de los Megicanos, para estrechar mas y mas su alianza con
los Españoles, presentó a Cortés ocho doncellas bien vestidas, a fin de
que se casasen con los capitanes, y entre ellas hatia una sobrína suya
que destinaba al mismo general. Cortés, que habia hablado muchas
veces con él sobre la religión, le respondió que no podia aceptarlas, si
antes no renunciaban a la idolatría, y abrazaban el Cristianismo ; y de
aquí tomó ocasión para esplicarle de nuevo las puras, y santas verda-
des de nuestra religión, y declamó con la mayor energia contra el
culto de aquellos falsos númenes, y especialmente contra la horrenda
crueldad de sus sacrificios. A tan fervorosa exortacion respondió el
Cempoales, que aunque apreciaba altamente su amistad, no podia com-
placerlo en abandonar el culto de sus dioses, de cuyas manos recibían
aquellos pueblos la salud, la abundancia, y todos los bienes que po-
seían, y de cuya colera, provocada por su ingratitud, debían temer los
mas severos castigos. Inflamóse mas' con esta respuesta el celo de
Cortés, y volviéndose a sus soldados, les dijo : ** Vamos, Españoles :
¿ qué aguardamos ? ¿ Como podemos sufrir que estos, que se jactan
de ser nuestros amigos, den a los estatuas e imágenes abominables del
demonio el culto qi^ie se debe a nuestro único, y verdadero Dios?
j, Como, permitimos que diariamente, y a nuestra vista les sacrifiquen
víctimas humanas ? Animo, soldados : ahora es ocasión de manifestar
que somos Españoles, y que hemos heredado de nuestros abuelos el
celo ardiente en favor de nuestra religión. Destrocemos sus ídolos, y
DESTRUCCIÓN l)R LOS ÍDOLOS UB CBMPOALA. 30
quitomos de la TÍsta do estos infieles eso perverso fomento de su su-
perstición. Si asi lo conseguimos haremos un gran servicio a l>ios.
Si morímos en la empresa, el nos recompensará con la gloría eterna el
sacríficio que le haremos de nuestras vidas."
£1 Cempoales, que en el semblante de Cortés, y en los movimien-
tos de los soldados descubría claramente su intento, hizo señal a su
gente que se apercibiese a la defensa de sus dioses. Empezaban ya
los Espafioles a subir por las escaleras del templo, cuando los Compoa-
leses, atónitos e indignados, gritaron que se guardasen de cometer
aquella tropelía, si no querían que se desplomase sobre ellos toda la
colera de los númenes. No siendo Cortés capaz de intimidarse con
sus amenazas, les respondió que ya muchas veces los habia amonesta-
do que dejasen aquella infame superstición : que pues no habian que-
rído tomar un consejo tan provechoso, tampoco quería él conservar
por mas tiempo su amistad ; que si los mismos Totonaques no se deci-
dían a quitar de enmedio aquellos abominables simulacros, él con su
gente los baria pedazos ; y por ultimo que se guardasen de cometer
la menor hostilidad contra los Españoles, por que inmediatamente los
atacarían ellos con ^nto furor que ni uno solo dejarían con vida.
A estas amenazas añadió Doña Marina otra mus eficaz : a saber, que
si querían oponerse al intento de aquellos estrangeros, en vez de
aliarse con los Totonaques contra los Megicanos, se unirían con los
Megicanos contra los Totonaques, y en este caso sería inevitable su
ruina. Esta razón cntibfo el primer ardor del celo del gefe Cempoa*
les, y siendo mas poderoso en su animo el miedo de los Megicanos
que el de subieses, dijo a Cortés que hiciese lo que le agradase pues
él no tenia bastante valor para poner sacrílegamente las manos en los
simulacros de sus divinidades. Apenas tubieron el permiso los Espa-
ñoles, cuando cincuenta soldados, subiendo upresuradomente a la parto
superior del templo, arrebataron los Ídolos de los altares, y los arroja-
ron por las escaleras. Los Totonaques entretanto, llorando a lagríma
viva, y cubriéndose los ojos por no ver aquella profanación, rogaban
con voz doliente a sus dioses que no castigasen en la nación la teme-
ridad de aquellos estrangeros ; pues ellos no podian im|>edirla, sin ser
sacrificados al furor de los Megicanos. Sin embaigo, algunos, o me-
nos cobardes, o mas celosos del honor de sus númenes, se disponían a
tomar venganza de los Españoles, y hubienm venido a las manos, si
estos no se hubieran apoderado del señor Cempoales, y de cinco de
los principales sacerdotes, y amenazándoles con la muerte, no los hu-
bieran obligado a comprimir el impeto de sus compatriotas.
26 HISTORIA ANTIGUA DK MKGICO.
Después de una acción tan osada, en la que no tubo parte la pru-
dencia, mandó Cortés a los sacerdotes que quitasen de su vista, y
arrojasen al fuego los fragmentos de los Ídolos. Fué prontamente
obedecido, y lleno entonces de jubilo, como si al aniquilar los ídolos,
hubiera destruido la idolatría, y estírpado en aquellos pueblos la supers-
tición, dijo al señor de Cempoala que aceptaba de buena voluntad las
ocho doncellas que le ofrecía ; que de entonces en adelante miraría a
los Totonaques como sus amigos, y hermanos, y que en todas sus
necesidades los ayudaría contra sus enemigos ; que pues ya no debían
ser adoradas aquellas detestables imágenes del demonio, quería colocar
en el mismo templo la de la madre del verdadero Dios, afin de que la
reverenciasen, e implorasen su protección. Entró en seguida en un
largo razonamiento sobre la santidad de la Religión Cristiana, y
cuando lo hubo concluido, mandó a los albafiiles Cempoaleses quitasen
de las paredes del templo aquellas horrorosas manchas de sangre
humana que se conservaban como trofeos de su inhumano culto, y que
las puliesen, y blanqueasen. Después mandó construir un altar, al
uso de los Cristianos, y colocó sobre ól la imagen de María Santísima.
Cometió al cuidado de cuatro sacerdotes Cáinpoaleses el nuevo
santuario, encargándoles que estubiesen siempre aseados, y vestidos de
blanco, en lugar del triste ropage negro de que usaban, por causa de
su ministerio. A fin de que nunca faltasen luces delante de aquella
sagrada imagen, les enseñó el uso de la cera que las abejas trabajaban
en sus montañas, y para que en el tiempo de su ausencia no fuesen
repuestos los ídolos, ni profanado de ningún modo el santuario, dejó
en él a uno de sus soldados, llamado Juan Torres, que por su avan-
zada edad era poco útil en la guerra, y que hizo a Dios el sacrificio
de permanecer entre aquellos infieles, para promover su culto. Las
ocho doncellas, después de haber sido suficientemente instruidas,
recibieron el santo bautismo, tomando el nombre de Doña Catalina,
la sobrina del señor de Cempoala, y el de Doña Francisca, la hija
de Cuejco, uno de los principales señores de aquella nación.
De Cempoala volvió Cortés a la nueva colonia de la Vera Cruz,
donde tubo el consuelo de reforzar su pequeño egercito con dos capi-
tanes, y diez soldados que llegaron de Cuba, a los que se agregaron,
de alli a poco, otros seis hombres, que fueron tomados por engaño de
un buque de la Jamaica.
Cartas de Cortés y del egercito al rei Católico.
Antes de emprender el viage a Megico, quiso Cortés dar cuenta a
ACCIÓN FAMOSA DK CORTÍtS.
•a fobenso de todo lo que hasta entonces le había ocorrído, y •
que nit BOtieiaa fueran mejor recibidas, envió todo el oro qae se
reunido, cediendo su parte, por sugestión del mismo general, cada uno
do los oficiales, y soldados de la e8{>edic¡on. Cortés en aquella carta
prevenía al rei contra las tentativas del gobernador de Cuba. Otras
dos so le escribieron, una firmada por los magistrados de la DiieTa
colonia, y otra por los principales oficiales de las tropas, y en ellat le
rogaban que aprobase cuanto habían hecho, y que confírmase los cargos
de capitán general, y de primer juez, conferidos por los votos de toda
la armada a Cortés, a quien recomendaban con los mas magníficos
elogios. Estas cartas, juntamente con el regalo do oro, fueron enviadas
a Espafia por los dos capitanes Alonso Hernández de Portocarrero, y
Francisco de Montejo, que se hicieron a la vela el 16 de Julio
de 1519.
Acción famosa de Cortés.
Apenas habían salido aquellos procuradores, coando Cortés, qoe
siempre tenia ocupada la mente en altos designios, llevó a cabo una
empresa, que por t^ sola bastaría a dar a conocer su magnanimidad, y
a inmortalizar su nombre. Para quitar a sus soldados toda esperanza
de volver a Cuba, y para reforzar su egercito con los marineros de la
escuadra, después de haber castigado con el ultimo suplicio a dos de
sus soldados, que maquinaban traición y fuga en uno de los buques,
y con otras menores penas corporales a tres de sus cómplices, indujo a
fuenia de razones y ruegos a dos de sus confidentes, y a uno de loe
pilotos et^firiencs mas se fiaba, a barrenar en secreto uno o doe de
los buques, y a persuadir a todos que se habían perdido por estar
agugereados por la broma, manifestándole a él, de un modo públioo,
que los otros no podían servir por la misma causa, lo que no debia
parecer estraño, habiendo estado parados tres meses en el puerto.
Valioso de este engafio para que no se conjurase contra él la gente,
halliuidose reducida a la necesidad de vencer o morir. Todo se hizo
como la había dispuesto, y con el oonaeiitiaiieiito de todo el egercito,
después de haber sacado de los vagues las velas, las cuerdas, la ola-
vaxon, y todo cuanto pedia ser de alguna utiUdad. " Asi fue, diee
Kobertson, como por un esfuerzo de magnanimidad, que no tiene
egoroplo en la historia, quinientos hombres convinieron volnntari*>
mente en encerrarse en un país enemigo, lleno de naciones poderosas,
y desconocidas, cerrados todos los caminos a la faga, y sin otro recorso
que su valor y su perseverancia." Yo no dudo que la atrevida ea-
98^ HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
presa que Cortés meditaba hubiera sido del todo imposible a no habes
tomado aquella resolución, pues los soldados, a vista de los grandes
ostaculos que a cada paso encontraban, hubieran esquivado el peligro
con la fuga, y el mismo general se hubiera visto obligado a seguirlos.
Viage de los Españoles al pais de los Tlascaleses.
Libre de estas inquietudes, ratificada la alianza con los Totonaques,
y dadas las ordenes convenientes para el adelanto, y la seguridad de
la nueva colonia, pensó Cortés en hacer su viage a Megico. Dejó en
la Vera Cruz cincuenta hombres, al mando del capitán Juan de
Escalante, uno de los mejores oficiales del egercito, encargó a los
Cempoaleses que ayudasen a los Españoles a concluir la fortaleza, y
que les suministrasen los viveres necesarios, y se puso en camino el
16 de Agosto, con cuatrocientos quince peones Españoles, diez y seis
caballos, doscientos Tlamama, u hombres de carga, para el trans-
porte de los bagages, y de la artillería, y con algunas tropas Totonaques,
entre las cuales iban cuarenta nobles, que Cortés tomó consigo, o como
ausiliares para la guerra, o como rehenes de aquella nación. Los
tres principales se llamaban, según algunos autores, Teuch, Mamegh
y Tamalli.
Encaminóse por Talapan y Tejotla, y después de haber atravesado
con suma fatiga algunas montañas desiertas, y donde el aire era en
estremo rígido, llegó a Jocotla*, ciudad considerable, y con buenos
edificios, entre los cuales se alzaban trece templos, y el palacio del
señor, construido de cal, y canto, compuesto de un gran numero do
buenas salas y cámaras, y que era la fabrica mas completa que los
Españoles hablan visto hasta entonces en el Nuevo Mundo. Tenia
el rei de Megico en aquel pueblo, y en los caseríos que de él depen-
dían, veinte mil vasallos, y cinco mil Megicanos de guarnición.
Olintetl (que asi se llamaba el señor de Jocotla) salió a recibir a los
Españoles, y los alojó cómodamente en la ciudad : pero en el sumi-
nistro de viveres se mostró al principio algún tanto escaso, hasta que
por los informes de los Totonaques, adquirió una idea mas ventajosa
de su valor, y de la fuerza de sus armas, y de sus caballos. En la
conferencia que tubo con el general Español, uno y otro ponderaron a
porfía la grandeza, y el poder de sus respectivos soberanos. Cortés
exigía inconsideradamente que aquel señor prestase obediencia al rei
* Bernal Diaz y Solis llaman a esta ciudad Zocollan, lo que puede inducir a
error a los lectores, pues seria fácil confundirla con la de Zacatlan, situada a
distancia de treinta millas de Tlascala, acia el Norte.
VIAOR A TLASCALA. W
Cntolico, y diese nl^nna cantidad do oro, en reconocimiento de vniw-
\\agt\ " Tengo mucho oro, respondió Oüntotl, pero no quiero darlo
sin consentimiento espreso de roí reí." " Yo haré dentro de poco,
respondió Cortés, que os mando darme el oro, y cuanto poseéis."
•* Si asi lo manda, rcjinso Olintetl, no solo os daré el oro, y todo
cuanto posí'o, si no también mi persona." Pero lo que no pudo
obtener Cortés de aquel señor con sus amenazas, lo consiguió de la
liberalidad de dos personages de aquel valle, que fueron a visitarlo a
Jocotla, y le presentaron algunos collares de oro, y siete u ocho
esclavas. Hallóse perplejo Cortés sobre el camino que debia tomar
paní llegar a Megico. El señor de Jocotla, y los comandantes de la
guarnición Megicana, le aconsejaban que se encaminase por Cholula :
pero él creyé mas seguro el dictamen de losTotonaqaes, que preferíaii
pasar por Tlaacala : y en efecto hubiera perecido en Cholula con toda
su tropa, si hubiese ido allí en derechura, como se inferím de lo que
después diré. Para obtener de los Tlascaleses el permiso de pasar
por su pais, envié al senado cuatro mensageros, de los mismos Cem-
poaleses que lo acompañaban : mas estos como luego veremos, no
hicieron la propuesta en nombre de los Españoles, si no en el de los
Totonaques, o porque asi se lo mandó el general Español, o por que
a ellos les pareció mas conveniente.
De Jocotla pasó el egercito a Iztacmajtitlan, cuya población se
estendia por diez o dice millas, en dos filas no interrumpidas de casas
edificadas sobre las dos margenes de un riachuelo, que corre por
m(>dio d^ouel largo, y estrecho valle. La ciudad, que propiamente
tenia aqueinombre, y que se componía de bellos edificios, y de una
población de cerca de seis mil almas, ocupaba la cima de un monte
alto, y escabroso, cuyo señor fue uno de aquellos dos personages que
visitaron y regalaron a Cortés en Jocotla. A la natural aspereza del
sitio, habia añadido el arte buenas murallas, con sus barbacanas, y
fosos*, pues siendo aquella plaza fronteriza de los Tlascaleses, estaba
mas espuesta a sus invasiones. Allí fueron mui bien acogidos, y
regalados los Españoles.
Alteraciones de io$ TlascaUse».
Entre tanto se ventikba en el senado de Tlascala su solicitud. Toda
aquella gran ciudad se habia alterado con la noticia de la llegada de
los estrangeros, y especialmente con los pormenores qae dieron los
* Cortés en sus cartas compara «quelU fortdesa » las mejores de España.
90 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
mensageros Cempoaleses, de su aspecto, y de su valor, del tamaño de
sus buques, de la agilidad, y violencia de sus caballos, y del espantoso
tronido, y fuerza destructora de su artillería. Regian a la sazón
aquella república Gicotencatl, señor del cuartel deTizatlan, Magijcatzin,
señor de Ocotelolco, general de las armas de la república, Tlehuejo-
lotzin, señor de Tepeticpac, y Citlalpopocatzin, señor de Quiahuiztlan.
Los Cempoaleses fueron cortesmente recibidos, y alojados en la casa
destinada para morada de los. embajadores*, y después que reposaron y
comieron se les introdujo en la sala del senado, para esponer su
mensage. Alli, después de haber hecho una profunda inclinación, y
todas las otras ceremonias acostumbradas en semejantes casos, uno de
ellos tomó la palabra, y dijo : " Mui grandes, y valientes señores, los
dioses os den prosperidad, y victoria contra todos vuestros enemigos.
El señor de Cempoala, y con él toda la nación de los Totonaques os
saludan, y os hacen saber que de parte de Levante han llegado a
nuestro pais en unos grandisimos barcos, ciertos héroes fuertes, y
sumamente valerosos, con cuyo ausilio venimos a libertaros del tirá-
nico dominio del rei de Megico. Ellos dicen que son subditos de un
poderoso monarca, en cuyo nombre quieren visitaros, ofreciéndose a
daros noticia del verdadero Dios, y a prestaros ayuda contra vuestro
antiguo, y capital enemigo. Nuestra nación, por la estrecha amistad
con vuestra república, que constantemente ha cultivado, os aconseja
que recibáis como amigos a estos héroes, los cuales, aunque pocos,
valen por muchos." Magijcatzin les respondió en nombre del senado,
que daban gracias a los señores Totonaques por la noticif»^ y por el
consejo, y a los valientes estrangeros por el socorro que se ofrecian a
prestarles : mas que se necesitaba algún tiempo para deliberar sobre
un punto de tanta importancia; que entre tanto se restituyesen a su
alojamiento, donde serian tratados con la distinción que correspondía
a su nacimiento, y a su carácter. Retiráronse los mensageros, y el
senado quedó en deliberación.
Magijcatzin, que gozaba del aprecio general, por su benignidad, y
por su prudencia, dijo que no se debia desechar aquel consejo, pues
* Bemal Diaz del Castillo dice que los mensageros fueron dos, y que inmedia-
tamente después de su llegada a Tlascala fueron puestos en la cárcel : pero el
mismo Cortés que los envió afirma que eran cuatro, y del contesto de su relación
se infiere que Bernal Diaz no tubo buenos informes acerca de lo que ocurrió en
Tlascala. La narración de este escritor, contraria a la de los otros historiadores
Españoles e Indios, ha inducido en error a muchos escritores modernoá, y entre
ellos a Robertson.
ALTERACIÓN BR OB LOS TLASGALRSRS.
lo datMO unos amigos tan fióles, y tan contrarios al gran ei
la repobiica; que aquellos estraogeros, seguo lo que de ellos
los Cempouleses, parecian ser los héroes, que según su tradición,
dcbian llegar a aquellos países ; que los terremotos que poco antes
80 hahian sentido, el cometa que a la sazón se dejaba ver en el cielo,
y otros semejantes sucesos de aquellos últimos años, eran indicios de
acercarse el cumplimiento de la referida tradición ; que si los estran-
geros eran inmortales, en vano seria hacerles resistencia, y oponerse
a su entrada : " nuestra oposición, dice, podría ocasionar daños gra-
vísimos, y para el reí de Megico seria motivo de maligno placer, el
ver introducidos por fuerza en la república a los que no queremos
aceptar de buena voluntjid, por todo lo cual es mí opinión que se
deban recibir amigablemente." £lsta opinión fue acogida con aplauso,
pero la contradijo inmediatamente Gicotencatl*, anciano de gran au-
toridad por su larga practica en los negocios civiles, y militares.
" Nuestras leyes, dijo, nos mandan dar acogida a los estrangeros :
mas no a los enemigos que puedan ser perjudiciales al estado. Estos
hombres, que pretenden entrar en nuestra ciudad, mas parecen mon-
struos arrojados por ti mar, no pudiendo ya sufrirlos en su seno, que
dioses bajados del cielo como neciamente se imaginan algunos. ; £s
posible que sean dioses los que buscan con tanta avidez el oro y los
placeres I \ Y qué no debemos temer de ellos, en un país tan pobre
como el nuestro, que hasta de sal carece para el condimento de nnea*
tros manjares! Agravio hace al valor de la nación quien la cree
capaz de ser vencida por unos pocos estrongetos. Sí son mortales,
las armas d^ros Tlascaleses lo harán ver al mundo ; y sí son inmor-
tales, tiempo tendremos de aplacar con obsequios su enojo, y de im-
plorar con el arrepentimiento su perdón. Rechacemos pues su de-
manda, y sí quieren entrar por fuerza, sea reprimida con las armas
su temeridad." Esta contrariedad de opiniones entre dos persooi^pes
de tanto respeto, dividió los ánimos de los otros senadores. Los que
eran inclinados al comercio, y estaban acostumbrados a la vida paci-
fica, se agregaron al parecer de Magijcatzin, y los militares abrazaron
el de Gicotencatl. Temiloltecatl, uno de los senadores* sugirió un
* SoBs «tribuye al joven Gicotencatl el nsanamisnto de tu anctaao padre,
pero yo doi mas crédito a los autores aatigoos que estubkron informados por los
roidmos Tlascaleses.
t Herrera y Torquemada dicen que Temiloltecatl era uno de los cuatro sefio>
res de Tlascala : pero de Us memorias de Camargo, y de otms Thscalsscs, j
aun de lo que dice el mismo Torquemada se infiere claramente que los cuatro
82 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
arbitrio para conciliar ambos dictámenes. Propuso que se enviase
al gefe de aquellos estrangeros una respuesta cortés y amigable, con-
cediéndole el permiso de entrar en el territorio de la república : pero
que al mismo tiempo se diese orden a Gicotencatl el joven, de salir
con las tropas Otomites de la república, a cerrarles el paso, y a probar
sus fuerzas. , *' Si quedamos vencedores, dijo, sera inmortal la gloria
de nuestras armas : si somos vencidos, echaremos la culpa a los Oto-
mites, y daremos a entender que emprendieron la guerra sin nuestra
orden*':" artificio politico, que se practica mui frecuentemente en el
mundo, y especialmente por las naciones cultas, pero no menos con-
trario a la buena fe que se deben entre si los hombres. Acepto el
senado el consejo de Temiloltecatl : pero antes de despedir a los
mensageros con la respuesta, dio a Gicotencatl las ordenes conve-
nientes. Este era un joven intrépido, enemigo del reposo, y aficio-
nado en demasía a la gloria militar : por lo que aceptó con gusto
un encargo que le daba ocasión de lucir su esfuerzo, y su arrojo.
Cortés, después de haber aguardado ocho dias la respuesta del
senado, creyendo que aquella tardanza seria efecto de la lentitud que
suele afectar la magestad de los potentados, y ^o dudando por esto
lo que los Cempoaleses le decian, que sería bien recibido por los
Tlascaleses, salió de Iztacmajtitlan con todo su egercito, que ademas
de los Totonaques, y de los Españoles, se componía de un compe-
tente numero de tropas Megicanas de la guarnición de Jocotla, y
marchó en buen orden como solia, hasta la muralla, que por aquella
parte separaba los estados de Megico y Tlascala. Esta jrran forta-
leza, cuya descripción, y medidas he dado, hablando del arte militar
de aquellos pueblos, habia sido construida por los Tlascaleses, para
defenderse de sus antiguos enemigos por la parte de Levante f, y
con el mismo obgeto habían hecho fosos y trincheras por la de Po-
niente. La salida del muro, que siempre estaba guardada por tropas
señores eran los que he nombrado en el testo. Quizas podría concillarse esta
anomalía suponiendo que Tlehuejolotzin se llamaba ademas Temiloltecatl, como
también tenia el nombre de Tezcacalteuctli, pues sabemos que muchos personas
tenían dos y tres nombres.
* Ya he dicho que muchos Otomites se habían refugiado a Tlascala para sus-
traerse al dominio de los Megícanos, y que hacían servicios importantes a la re-
pública.
t De lo que dígeron los Megícanos a Cortés acerca de la muralla podría infe-
rirse que fueron ellos los que la fabricaron : pero no tiene duda que fueron los
Tlascaleses.
\
AI.TICKAí-IOM.S i)K l.OH TLAÍ|0ALB8Bf(. 88
OtomitcH, «O ball6, no té por qné, enteramente abandonada en aquella
importante ocasión, de modo que las tropas Españolas entraron sin
inconveniente en el territorio de la república, lo que de otro modo no
hubieran podido hacer, sin derramar mucha snngrc.
Aquel mismo dia, que fuo el 31 de Agosto, se dejaron ver al-
gunos Indios armados, y queriendo alcanzarlos la caballería de des-
cubierta, para tener por ellos algunos datos de la resolución del se-
nado, fueron muertos dos caballos, y heridos otros tres, y dos hom-
bres : perdida ciertamente grande para una caballería tan reducida.
Presentóse en seguida una fuerza, que parecia como de cuatro mil
hombres, contra los cuales se avanzaron los Españoles, y los aliados,
y mui en breve los pusieron en derrota, quedando muertos ochenta
Otomites. Do alli a poco llegaron dos de los mensageros Cem-
poaleses, con algunos Tlascalcscs*. los cuales cumplimentaron a
Cortés en nombre del senado, y le hicieron saber el permiso que se
le concedía de ir con su egercito a Tlascala, manifíestandolc al mismo
tiempo que los hostilidades cometidas hasta entonces habian sido culpa
de los Otomites, y ofreciéndose a pagarle los caballos muertos. Cortés
fingió dar crédito a ^u mensage, y manifestó su gratitud al senado.
Los Tlascaleses se despidieron, y retiraron del campo sus muertos
para quemarlos. Cortés mandó enterrar los dos caballos, para evitar
que con su vista se animasen los enemigos a cometer nuevas hos-
tilidades.
Al diu siguiente marchó el egercito hasta la proximidad de unas
montañas, entre las cuales había unos borrancos. Alli lo alcanzaron
los otros ¿^^pensageros Cempoaleses, que habían quedado en Tlas-
cala, bañados de sudor, y de lagrimas, y maldiciendo la perfidia y la
crueldad de los Tlascaleses, pues violando el derecho de gentes, los
habian maltratado, y aprisionado, destinándolos pora el sacrificio, del
que se habian libertado, habiendo tenido la fortuna de poderte
desatar uno a otro. Esta relación era ciertamente falsa, pues era
imposible que se libertasen por si las victimas, tanto por la estreches
de las jaulas en que las tenían, cuanto por la vigilancia de las guar-
* Bemal Díaz dice que los príroeroa metuageros CcmpoalcMs rolricroD •
Cort^ antes de haber entrado este en el pus de Tlascala : pero Cortos afirma lo
contrario. En cuanto a la relación de los otros dos que quedaron rn Tlascala,
aunque casi todos los h¡j«toríadores Españoles le han dado fe, es enteramente in-
creíble por las razones dadas en el testo. Robertson hace algunas coofetoras
para darle rerosimilitud ; pero no convencen.
TOMO 11. O
34 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
(lias que las custodiaban ; ademas que no habia egemplo de haber
faltado los Tlascaleses al respeto debido al carácter de los embaja-
dores, y mucho menos siendo estos de una nación tan estrechamente
unida con ellos por los vinculos de la amistad. Lo que parece mas
verosimil es que el senado, después de haber despedido los primeros
mensageros, entretubo a los otros dos, para despacharlos cuando
hubiesen sido probadas las fuerzas de los Españoles, y que ellos im-
pacientes de volver al egercito, se fugaron ocultamente, y procuraron
justificar su resolución con aquel pretesto.
Guerra de Tlascala.
Apenas habian terminado los Cempoaleses su relación, cuando se
dejó ver una hueste de cerca de mil Tlascaleses, los cuales, luego que
descubrieron a los Españoles, empezaron a tirarles, flechas, piedras,
y dardos. Cortés, después de haberles protestado delante del notario
regio del egercito, y por medio de tres prisioneros, que no venia con
intenciones hostiles, rogándoles al mismo tiempo que no lo tratasen
como a enemigo, viendo que sus reconvenciones eran inútiles, dio
orden de rechazarlos. Los Tlascaleses se retiraron, atrayendo a los
Españoles a los barrancos de que he hecho mención, donde no
podían manejar sus caballos, y donde los esperaba un gran egercito*.
Alli se dio un encuentro terrible, en que los Españoles se creyeron
perdidos: pero reunidos en el mejor orden que pudieron, y animados
por las exortaciones, y el egemplo de su general, se desembarazaron
de aquel peligro, y entrando en la llanura, hicieron tan gran estrago
en los enemigos con la artillería, y con los caballos, qi^p¿<, obligaron
a retirarse. De los Tlascaleses hubo un gran numero de heridos, y
no poco de muertos. De los Españoles, aunque hubo quince grave-
mente heridos, solo uno murió al dia siguiente. En esta ocasión
hubo un famoso duelo entre un capitán Tlascales, y un noble Cem-
poales, de los que habian ido con el mensage a Tlascala. Los dos
pelearon bravamente largo rato a vista de arabos egercitos : mas al fin
venció el Cempoales, que habiendo arrojado al suelo a su contrario,
le cortó la cabeza, y la llevó en triunfo a los suyos. Celebróse la
* Bernal Diaz dice que el egercito Tlascales era de cuarenta mil hombres j
Cortés creyó que pasaba de cien mil : otros escritores dicen treinta mil. Es
dificil conocer a ojo el numero de hombres de un egercito, sobre todo no obser-
vando esté el orden de la milicia Europea. Por no esponerme a errar me con-
tento con decir que el egercito era grande.
nUKRRA DR TLASOALA. W
victoria con aclamaciones, y con musica militar. El hIiIo eo ^pt9
se dio afta batalla le llamaba Tcoatzinco, es decir lugar del agw
divina.
Aquella noche acampó el egercito Español en ana colina* en que
habin nnn torre, a distancia de cerca do diez y ocho millas de In capi-
tal do Tloscala. Construyéronse barracas para comodidad do las
tropas, y se hicieron trincheras para su defensa. AUi estubo el campo
de los Españoles hasta la paz con aquella república.
Cortés para obligar con sus hostilidades a los Tiascaleses a recibir
la paz, y la amistad que les ofrocia, salió el tres de Septiembre con
su caballería, cien peones Españoles, cuatrocientos Cempoulescs, y
trescientos Mcg^canos de la guarnición de Iztacmajtitlan, quemó cinco
o sois caseríos vecinos, o hizo cuatrocientos prisioneros, los cuales,
después de haberlos obsequiado, y regalado, puso en libertad, encar-
gando a los principales de entre ellos que fueran de su parte a
ofrecer la paz a los caudillos de su nación. Estos ñieron en dere-
chura a Oicotencatl el joven, el cual estaba acampado con un gran
egcrcito, a seis millas de distancia de aquella colina. El orgulloso
Tlascales respondicaque, si los Españoles querían tratar de paz, se
encaminasen a la capital, donde serían victimas consagradas a sus
dioses, y sus carnes, manjar de los Tiascaleses ; que por su parte, al
día siguiente les enviaría una persona con la respuesta decisiva. Esta
resolacion notificada a los Españoles, por los mismos mensageros, los
puso en tanta consternación, que pasaron la noche preparándose a la
muerte con U confesión sacramental, sin descuidar por esto las pre*
cauciones^^sarías a su defensa.
Al dia siguiente, 5 de Septiembre, se presentó el egorcito Tlas-
cales, no menos terríble a la vista por su innumerable muchedumbre*,
que hermoso por In varíedad de penachos, y otros adornos militares
que ostentaban los guerreros. Dividiase en cinco huestes de diez
mil hombres cada una ; llevaban estas sus respectivos estandartes, y a
retaguardia, según el uso de aquellas naciones, venia la insignia coman
* Cortés dice que el egercito Tlascales era de mas de 149,000 hombre* { Bemal
Diax asegura, como cosa areri^iada, y sabida, <|ue coostaba de 50,000, «to e»
10,000 de Magijcatzin, 10,000 de Oicotencatl, 10.000 de Tlehuejolotzin, 10,000
de Chichimeca-tcuctli, uno de lo:t señores principales de aquella república, y
10,(XX) de TeqMuiecat], sc6or de Topojanco, ciudad cotuiderablc de la misma.
Estos nombres fueron sin embargo muí alterados por aquel escritor. Su calculo
parece véhmmil: el que se lee en las cartas de Cortés pudo ser error de im-
prenta.
d2
36 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
y principal de la república, que como ya he dicho, era un águila de
oro, con las alas estendidas. El arrogante Gicotencatl, para dar a
entender el poco caso que hacia de los Españoles, y que no quería
vencerlos por hambre, sino con las armas, y con el valor, les envió un
regalo de trescientos pabos, y doscientas canastas de tamalli, exor-
tandolos a restaurar sus fuerzas para la batalla. De alli a poco des-
tacó dos mil hombres animosos, para que asaltasen el campamento de
los Españoles. Este asalto fue tan violento, que forzando las trin-
cheras, entraron en el campo, y combatieron cuerpo a cuerpo con los
Españoles. Los Tlascaleses hubieran conseguido la victoria en aquella
ocasión, tanto por el numero superior de sus tropas, cuanto por su
valor, y la cualidad de sus armas, que eran picas, espadas, y dardos
de dos, y tres puntas, si la discordia sucitada entre ellos, no hubiera
facilitado el triunfo a sus enemigos. El hijo de Chichimeca-teuctli,
que mandaba el cuerpo de tropas de su padre*, habiendo sido inju-
riado de palabras por el arrogante Gicotencatl, se indignó de tal modo,
que lo desafió a combate singular, que decidiese de su valor, y de
su suerte, y no pudiendo obtener de él aquella satisfacción, para ven-
garse de algún modo, retiró del campo las tropas que estaban bajo
sus ordenes, e indujo a TIehuejolotzin a que hiciera lo mismo. Apesar
de tan gran disminución del egercito, la batalla fue ostinada, y san-
grienta. Los Españoles, después de haber rechazado valerosamente
las tropas que hablan asaltado su campamento, marcharon en orden
de batalla contra el cuerpo del egercito Tlascales. Los estragos que
hacia en su agolpada muchedumbre la artillería, no bastaban a hacer-
les volver la espalda, ni impedían que se llenasen prí!?r5inente los
vacies que los muertos dejaban; antes bien con su firmeza e intrepidez
hablan puesto en confusión, y derrota a los Españoles, no ostante los
gritos, y reconvenciones de Cortés, y de sus capitanes. Finalmente
después de cuatro horas de combates volvieron victoriosos los Espa-
ñoles a su campo, aunque no cesaron los Tlascaleses de molestarlos
en el curso de aquel mismo dia. De los Españoles faltó un solo
hombre, y fueron heridos sesenta, y todos los caballos. Los Tlasca-
leses tubieron muchos muertos, pero no se vio un solo cadáver, por la
suma diligencia, y prontitud con que los retiraban del campo de
batalla.
Disgustado Gicotencatl de aquella espedicion, hizo consultar a los
* Solis dice que Chichimeca-teuctli era aliado de la república ; pero se engaña,
pues sabemos por todos los historiadores que era uno de los principales señores
de ella.
b
NURVA BMBAJAOA DB MOTBUOZUMA. 87
iuliv¡no8 de Tlascala, y estos respondieron que aquellos estran^eroi
como hijos quo eran del sol, no podian sor vencidos durante el dia ;
pero cuando llegaba la noche, y les faltaba el calor de aquel planeta,
les faltaban también las fuerzas para defenderse. £n virtud de aquel
oráculo, resolvió el general dar de noche un asalto al campamento de
los Españoles. Entretanto Cortés salió de nuevo para hacer hostili-
dades en los pueblos inmediatos, de los cuales quemó diez, y entre
ellos uno do tres mil vecinos, y se volvió con algunos prisioneros.
Gicotencatl, para no errar el golpe que meditaba, quiso informarse
de las disposiciones, y de las fuerzas del campamento de los enemigos.
Envió para esto cincuenta hombres a Cortés, con un regalo, y con
espresiones de benevolencia, y de urbanidad, encargándoles al mismo
tiempo que observasen atentamente la disposición interior de aquel
sitio ; mas no pudieron hacerlo con tanto disimulo, que no lo echase
de ver Teuch, uno de los tres principales Cempoaleses, el cual dio
parte inmediatamente a Cortés de sus sospechas. Este general,
habiendo llamado aparte a algunos de los mensageros, los obligó con
amenazas a declarar que Gicotencatl pensaba dar el asalto la noche
siguiente, y que ellos habian sido enviados para averiguar el punto
por donde seria mas fácil la entrada. Cortés, óida su confesión, les
hizo cortar las manos a todos cincuenta, y los mandó a su gefe, encar-
gándoles hacerles saber, que viniese de dia o de noche a su campo, les
haría conocer que eran Españoles ; y pareciendole aquella ocasión
favorable para lar batalla, antes que los enemigos estubiesen aperci-
bidos al f.!i^^, salió al anochecer con un buen numero de tropas, y
con sus caballos, a los que hizo poner campanillas en los pretales, y
marchó al encuentro de los enemigos, que ya se encaminaban acia el
campamento. La vista del castigo egecutado en los espías, y el ruido
de las campanillas en el silencio, y en la oscuridad do la noche, inspi-
raron tanto miedo a los Tlascaleses, que inmediatamente echaron a
huir, y el mismo Gicotencatl volvió lleno de confusión, y vergveoza a
la capital. Tomó de alli ocasión Magijcatzin para inculcar su primer
sentimiento, añadiendo a las razones que ya habia espuesto la esperi-
encia fanesta de tontas acciones perdidas : lo que bastó a mover el
animo de todo el senado a la paz.
Nueva ewht^ada y regalo* de Motéuczoaut.
Mientras se ventilaba este negocio , en Tlascala, se consultaba en
Megico sobre lo que debía hacerse con aqoeOos estraogeros. Mo-
teucxoma, noticioso de las victorías de los ^spalíoles, y tcmieado mi
38 HISTORIA ANTIGUA Dfi MEGICO.
confederación con los Tlascaleses, llamó al rei de Tezcuco, su sobrino,
al principe Cuitlahuatzin, y a otros consegeros, les espuso el estado
de las cosas, les descubrió sus temores, y les pidió su parecer, sobre
el partido que le convendría tomar en tan arduas circunstancias. El
rei de Tezcuco se mantubo en su primer parecer ; esto es, que los
estrangeros fuesen magnificamente tratados por donde quiera que
pasasen ; que fuesen benignamente admitidos en la capital, y se diese
oidos a sus proposiciones, como a las de cualquier vasallo, mostrando
siempre el rei su superioridad, y guardando aquel decoro que convenia
a la magestad del trono ; que si llegaban a maquinar contra la per-
sona del rei, o contra la seguridad del estado, se empleasen contra
ellos la fuerza, y la severidad. El principe Cuitlahuatzin repitió lo
que habia dicho en la otra conferencia : que no era conveniente ad-
mitir a los estrangeros en la capital; que se enviase a su gefe un buen
regalo, y que se le preguntase qué era lo que deseaba de aquel pais
para el gran señor en cuyo nombre venia, y se le ofreciese la amistad,
y la buena correspondencia de los Megicanos ; pero que al mismo
tiempo se le hiciesen nuevas instancias para que regresase a su patria.
De loe consegeros, unos abrazaron el dictamen del rei de Tezcuco, y
otros el del señor de Iztapalapan, al que se mostró mas inclinado
Moteuczoma. E&te desventurado rei no hallaba por todas partes si
no obgetos, y motivos de temor. La inminente confederación de los
Tlascaleses con los Españoles, lo ponia en suma inquietud. Por otra
parte recelaba de la alianza de Cortés, con el principe Ijtliljochitl, su
sobrino, y su enemigo jurado, el cual desde que conspir^|ji«f.jtra el rei
de Tezcuco, su hermano, no habia dejado las armas, y a la sazón se
hallaba eu Otompan, a la cabeza de un egercito formidable. Aumen-
taba sus temores la rebelión de algunas provincias, que habían seguido
el egemplo de los Totonaques.
Envió pues seis embajadores a Cortés con mil trages curiosos de
algodón, y una buena cantidad de oro, y hermosas plumas, encargán-
doles que le diesen la enhorabuena por sus victorias, y le ofreciesen
mayores regalos si desistia del viage a Megico, representándole las
dificultades del camino, y otros ostaculos que no podian ser superados
fácilmente. Partieron los embajadores con un séquito de mas de
doscientos hombres, y llegados al campo de los Españoles egecutaron
puntualmente lo que se les habia mandado. Cortés los recibió con
los honores debidos a su carácter, y les manifestó cuan agradecido
estaba a la bondad de tan gran monarca; pero los entretub o con varios
pretestos, esperando que se empeñase algún encuentro con los Tías-
PAZ CON L08 TLA8CALB8B8. 89
caloors, que acrediüiso a los MegicaDos el valor de sus tropa«, y la
flupcriorídad de las iirmaa Europeas, o que hecha la pax con la rop«-
biica, fuesen testigos de la seTorídad con que pensaba reconvenir a los
Tluscaleses por su ostinacion. En efecto, no tardó en presentarse la
ocasión que tonto deseaba. Tres batallones enemigos atacaron el
campamento Español con ahuUidos espantosos, y con una tempestad
de dardos, y flechas. Cortés, apesar de haber tomado aquel día un
purgante, montó a caballo, y salió intrépidamente contra lo» Tlasca-
leses, a los que derrotó, sin mucho esfuerzo, a vista de los embaja>
dores.
Paz y confederación con lo» Tíascaleses.
Persuadidos al fin los partidarios del viejo Gicotencatl que no con-
venia a la república la guerra con los Españoles, y temiendo ademas
que estos se aliasen con los Megicanos, resolvieron de común acuerdo
hacer la paz, y tomaron por mediador de ella al mismo que había sido
general en la guerra. Gicotencatl, aunque al principio reusó aquel
encargo, por la vergüenza que tenia del éxito infausto de la campaña,
se vio obigado al fíi» a aceptar la comisión. Pasó pues al campo de
los Españoles, con una noble y numerosa comitiva, saludó a Cortés
en nombre de toda la república, se escnsó de las hostilidades, con el
pretesto de haberlo creido aliado de los Megicanos, tanto por causa
de los soberbios regalos que se le hablan enviado de Megico, como
por el gran numero de gente de aquella nación que traia consigo, pro-
metió una paz firme, y una alianza eterna entre Tlascaleses, y Espa-
ñoles, y i^^rcsentó un poco do oro, y algunas cargas de ropas de
algodón, escusando la pequenez del regalo con la pobreza de su país,
efecto de la guerra perpetua con los Megicanos, que impedian su
comercio con las otras provincias. Cortés no omitió ninguna demos-
tración de respeto para con Gicotencatl ; fingió quedar satisfecho de
sus escusas ; pero exigió que la paz fuese sincera y durable, pues si
llegaban a romperla, tomarla de ellos tan terrible venganza, que ser-
viría de egemplo a las otras naciones.
Hecha la paz, y despedido Gicotencatl, hizo Cortés cel^nrar el
siuito sacrificio de la misa, en acción de gracias al Altísimo. Fácil ea
de imaginarse el disgusto cOn que verían los embajadores Megicanos
aquel convenio. Quejáronse a Cortés, y le echaron en cara s«
demanada facilidad en dar crédito a las promesas de n»
tan pérfidos como los Tlascaleses. Decianle qoe aquetlii
de paz no tenian otro obgeto qoe inspiraríe confianaa para atraerlo a
40 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
SU capital, y hacer alli sin peligro lo que no habian podido conseguir
con las armas en el campo ; que comparase la conducta del senado
con la del re¡ de Megico. Los Tlascaleses, después de haberles con-
cedido pacificamente el permiso de entrar en su pais, no habian cesado
de hacerles la guerra, hasta que conocieron que sus esfuerzos eran
inútiles. Los Megicanos, por el contrario, no les habian hecho la
menor hostilidad, antes bien les habian prodigado los obsequios, y los
servicios, en todos los pueblos de su territorio a donde habian llegado,
y su soberano les habia dado las pruebas mas relevantes de amistad,
y benevolencia. Cortés respondió que no creia hacer daño con aquel
tratado a la corte de Megico, a la cual se manifestaba sumamente
reconocido, pues su intención era tener paz con todos ; que, por lo
demás, no temía a los Tlascaleses en caso de que quisieran ser sus
enemigos ; que para él, y para los otros Españoles tanto valia ser
atacados en los muros de una ciudad, como en medio del campo;
tanto de dia como de noche ; que antes bien, por lo mismo que de los
Tlascaleses le decian, queria ir a su ciudad, para tomar en ella una
estrepitosa venganza de su perfidia.
Muí lejos estaban los Tlascaleses de aquella^ deslealtad que les
imputaban los Megicanos, por que desde el momento en que el senado
decretó la paz, fueron siempre los mas fieles aliados de los Españoles,
como se vera en el discurso de esta historia. Deseaba el senado
tener a Cortés con todo su egercito en Tlascala, para estrechar la
mutua amistad de ambas naciones, y para tratar seriamente de la
confederación contra los Megicanos, y ya los senadores habia enviado
mensageros a Cortés, convidándolo a tomar alojamiento^S^sus casas,
pues no podian sufrir que tan ilustres amigos de la república padeciesen
la menor incomodidad.
Nuevas embajadas.
No fue la alianza de los Tlascaleses el único fruto que los Espa-
ñoles sacaron de sus victorias. En el mismo campo en que habian
oido a sus embajadores, recibió Cortés a los de la república de
Huejotzinco, y a los del principe Ijtliljochitl. Los Huejotzinques,
que habian sido vasallos de la corona de Megico, y enemigos de los
Tlascaleses, se habian sustraído al dominio de aquella, y confederado
con estos, que eran sus vecinos, y por esto siguieron su egemplo,
uniéndose con los Españoles. El principe Ijtliljochitl envió embaja-
dores a Cortés, para felicitarlo por sus victorias, y para convidarlo a
seguir su viage por Teotlalpan, donde queria unir sus fuerzas con las
SUMISIÓN DB TLAflCALA. 41
de los Etpafiolet, para hacer la guerra ni reí de Megico. Cortés,
después de haberse informado de la cnlidad, de las pretensiones, y de
las fueraas de nquel príncipe, aceptó de buena voluntad »u alianza, y
so ofreció a colocarlo en el trono de Acolhuacan.
Al mismo tiempo volrio de la capital el embajador Megicano, que
se esperaba, con un presente de joyas de oro, que importaban una
soma considerable, y de doscientos preciosos traf^s de plumas, y con
nuevas instancias de Moteuczoma, para disuadirlo de su viagc a
Megicp, y de la alianza con los Tlascaleses : inútiles esfuerzos de la
pusilanimidad do aquel monarca, pues el oro que prodigaba en sus
regalos a aquellos estrangeros no era otra cosa que el precio con que
compraba las cadenas que en breve debían esclavizarlo.
Sumisión de Tlascala al rei Católico.
Seis dias hablan pasado después de la paz hecha con los Tlascaleses»
cuando los cuatro gefes de aquella república, para obligar a Cortés a ir
a su capital, se hicieron llevar en sillas portátiles a su campo, con gran
acompañamiento. Las demostraciones de jubilo, y respeto fueron
estraordinarías, por ufka, y otra parte. Aquel ilustre senado, no con-
tento con ratificar su alianza, prestó obediencia espontáneamente al
rei Católico ; lo que fue tanto mas agradable a los Españoles, cuanto
mas cara era a los Tlascaleses la libertad que de tiempo inmemorial
habian gozado. Quejáronse en términos amistosos de la desconfianza
del caudillo Español, y con sus ruegos lo indugeron a ponerse en
camino al dia siguiente paro Tlascala.
Faltaban ^(cuenta y cinco Españoles de los que se habian alistado '
en Cuba, y la mayor parte de los que quedaban, estaban heridos, o
maltratados, y esto causó tanto desaliento en los soldados, que no solo
murmuraban del general, sino que le rogaron volviese a la Vera Croa:
pero Cortés los reconvino, y con eficaces razones de honor, y con so
propio egemplo de brío, y de constancia en los peligros, enardeció sos
ánimos, y los dispuso a seguir en la empresa empezada. Contribuyó
en gran manera a restablecer sus esperansas, la alianza que acababa
de celebrarse.
Entrada de lot Españoles en TJascala.
Los embajadores Megicanos, que Cortés tenia aun consigo, mosaron
acompañarlo a Tlascala : pero él los persuadió a acompañarlo, prome-
tiéndoles que a su lado estarían seguros. Superado este oatacolo,
marchó el egcrcito, con buen orden, y proparado para coalquier
42 HISTORIA. ANTIGUA DE ME6ICO.
novedad. En las ciudades de Tecompantzinco, y de Atlihuetzian,
fue recibido con toda la magnificencia posible, aunque no comparable
a la de la capital, de la que salieron al encuentro de los Españoles los
cuatro señores de la república con una bella y numerosa danza de la
nobleza, y con tan gran muchedumbre de pueblo, que de algunos fue
estimada en cien mil personas ; numero verosímil, atendida la pobla-
ción de Tlascala, la novedad que produgeron aquellos hombres estran-
geros, y la curiosidad que exitaron en los pueblos circunvecinos. En
todas las calles de la ciudad se hablan formado, según el uso de
aquellas naciones, arcos de flores y ramas de arboles, y por todas
partes sonaba una música confusa de instrumentos, y aclamaciones,
con tan grandes demostraciones de jubilo, que mas parecían celebrar
el triunfo de la república, que el de sus enemigos. Este dia, tan
memorable en los anales de Tlascala, fue el 26 de Septiembre de
1519.
Era entonces aquella ciudad una de las mas considerables del pais
de Anahuac. Cortés, en sus cartas a Carlos V, afirma, que en el
tamaño, en la población, en la calidad de los edificios, y en la abun-
dancia de las cosas necesarias a la vida, era^superior a Granada,
cuando fue conquistada a los Moros, y que en su mercado, cuya descrip-
ción hace, concurrían diariamente hasta treinta mil traficantes. El
mismo conquistador asegura, que habiendo obtenido del senado un
censo de la población de la república, en las ciudades, villas, y
caseríos, resultaron ciento y cincuenta mil casas, y mas de quinientos
mil habitantes. ,^
Habían preparado los Tlascaleses, para los Españolesfy para todos
sus aliados, un bello, y cómodo alojamiento. Cortés quiso que los
embajadores Megicanos se alojasen en una habitación próxima a la
suya, tanto para hacerles honor, cuanto para quitar de sus ánimos
todo recelo de los Tlascaleses. Los gefes de la república, para dar a
los Españoles un nuevo testimonio de su sincera amistad, presentaron
a Cortés, según el uso de aquellos pueblos, trescientas bellas jóvenes.
Cortés las reusó al principio, alegando que la leí Cristiana condenaba
la poligamia : mas después aceptó algunas, por no disgustarlos, para
que sirviesen, y acompañasen a Doña Marma. Apesar de su repulsa,
volvieron muí en breve a regalarle cinco de la primera nobleza, que
aceptó para estrechar mas y mas los vínculos de su amistad con la
república. Estas doncellas, y las otras, fueron prontamente instruidas,
y renunciando a la superstición de sus padres, recibieron solemne-
mente el bautismo, en un templo que Cortés mando asear, y com-
LOS BHPAlVoLBt BN TLASOALA. Ü
poner, pnraoel«(^ar «o él los sacrosaDtos misterios de imestni Rdifnon.
Una (le los cinco señonu cm hija drl príncipe Magijcatzin : tomó ea
el bautismo el nombre de Doña Elvira, y fue dada al capitán Juan
Velaiiqnes de León. Otra, hija del viejo Giootenoatl, se llamó Doña
Luisa Techquihuatcin, y se dio al capitán Pedro de Alvarado*, y las
otras tres se dieron a los capitanes Crístoval de Olid, Oonsalo de
Sandoval, y Alonso de Avila.
Estimulado por tan felices principios, quiso Cortés persuadir a los
gefes de la República y de la nobleza, a detestar su superstición, y
reconocer al verdadero Dios : mas ellos, aunque convencidos por sus
razones, confesaron la bondad, y el poder del Dios que adoraban loa
Españoles, no quisieron rennnriar a sus supuestas divinidades, por-
que las creían necesarias a la felicidad humana. " Nuestro dios
Camajtle, decian, nos concede la victoria sobre nuestros enemigos;
nuestra diosa Matlalcueye envia la lluvia necesaria a nuestros campos,
y nos de6ende de las inundaciones del rio Zahuapan. A cada uno de
nuestros dioses debemos ima parte de la felicidad de nuestra vida, y so
colera, provocada por nuestra ing^titud, podría atraernos los mas
terríbles castigos." Cortés, animado de un celo demasiado ardiente, y
violento, quería hacer con los Ídolos de Tlascala, lo mismo que había
hecho con los de Cerapoalan, pero el padre Olmedo, y otras peraonas
pnidentes lo disuadieron de tan temerarío atentado, haciéndole ver
que aquella violencia, ademas de no ser conveniente a la pacifica pro-
mulgación del Evangelio, podría ocasionar la total mina de los Espa-
ñoles, en n^^iudad tan populosa, y tan odicta al culto superstioÍM»
que profesaba. No cesó sin embargo, en los dias que allí se detnbo,
de reconvenir a los Tlascaleses la abominable crueldad de sus sacri-
ficios, inculcándoles la pureza, y la santidad de la Religión Crístiana,
la falsedad de aquellos númenes que adoraban, y la existencia de oa
Ser Supremo, que ríg^ tbdas las causas naturales, y vela con ad-
mirable Providencia, sobre la conservación de sus criaturas. Estaa
exortaciones, hechas por un hombre de tanta autoridad, y de quien
habian formado los Tlascaleses tan sublime concepto, aunque no pn>-
Uugeroii todo el fruto que se deseaba, fueron mni útiles, pues movido
por ellos «1 senado, mandó que se rompiesen las jaulas, y que ae
pusiesen en libertad los prisioneros, y loe esclavos que se gnardafano
* Tubo Alnurado de Doña Luisa do« hgos, Don Pedro j Doña Leonor. Esta
se casó con Don Franciáco de la Cueva, caballero del orden de Santia^, gober-
nador de Guatemala, y primo del duque de Alburquerqne. De este i
nacieron muchos hijo*.
44 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
para ser sacrificados a sus dioses en las fiestas solemnes, o en las
necesidades públicas del estado.
Asi se establecía cada dia mas, con nuevas demostraciones, la alian-
za de los Tlascaleses, en despecho de las continuas sugestiones que
los embajadores Megicanos hacian para romperla. Cortés, aunque
bien persuadido de la sinceridad de los Tlascaleses, habia dado orden
a sus tropas para que estubiesen siempre armadas, por lo que pudiera
sobrevenir. Ofendióse de esto el senado, y se quejó amargamente de
la desconfianza de Cortés, después de tantas y tan incontestables prue-
bas de buena fe como los Tlascaleses le habiau dado : pero Cortés se
escusó protestando que aquello no se hacia por desconfianza, sino por
ser costumbre establecida entre los Españoles. Con esta respuesta
quedaron satisfechos,' y tanto les gustó aquella diciplina, que Magijcat-
zin quiso introducirla en las tropas de la república.
Finalmente, Cortés, después de haber adquirido en el tiempo de su
mansión en Tlascala, una noticia mas exacta de la situación de la ciu-
dad de Megico, de las fuerzas de aquel reino, y de todo lo que podia
coadyuvar al éxito de sus designios, determinó continuar su viage ; mas
antes de partir regaló a los Tlascaleses un gran numero de los trages
mas hermosos que le habia enviado Moteuczoma. Estaba dudoso
sobre el camino que debia tomar para dirigirse a la capital del imperio.
Los embajadores Megicanos querían que fuese por Cholula, donde se
habia preparado un gran alojamiento para toda su gente. Los Tlas-
caleses lo disuadieron de aquel plan, manifestándole la perfidia de los
Choluleses, y aconsejándole que se encaminase por Hueje>^zinco, esta-
do confederado con los Tlascaleses, y con los Españoles : mas Cortés
se resolvió a ir por Cholula, tanto por complacer a los embajadores,
como por acreditar a los Tlascaleses el poco caso que hacia de los es-
fuerzos de sus enemigos.
Los Choluleses hablan sido aliados de Tlascala : pero a la llegada
de los Españoles se hablan confederado con los Megicanos, y eran ene-
migos jurados de la república. La causa de esta gran enemistad habia
sido la perfidia de los mismos Choluleses. Estos en una batalla que,
como aliados de Tlascala, hablan dado a las tropas de Megico, estando
en la vanguardia del egercito, se pusieron, por una repentina evolu-
ción, a retaguardia, y atacando a los Tlascaleses por la espalda, mien-
tras los Megicanos peleaban de frente, hicieron en ellos grandes estra-
gos. El odio que encendió en los Tlascaleses esta detestable traición,
solo buscaba ocasiones de venganza, y ninguna les pareció mas opor-
tuna que la de aquella alianza con los Españoles. Para inspirar el
L08 KSI'Afit)I.K8 KN TI.ASCAI.A. 45
mismo odio a Cortés, y moverlo a declarar la guerra a Cholula, le hi-
cieron ver qae la conducta de aqaellot pueblos para con él era mai sos-
pechosa, pues no le hnbian envindo mcnsagerot para cumplimentarlo,
romo lo hicieron los Huojotzinqups, no obstante la distancia a que ••
hallaban. Referíanle ademas el mensage que dccian haber recibido
de ellos, reconviniéndolos por su alianza con los Rspafíolcs, llamando-
los cobardes, y viles, y omenazandolos que morírian todos anegados,
en el punto y hora en que emprendiesen algún ataque contra aquella
santa ciudad, pues, entre otros errores de su creencia, se figuraban
que siempre que quisieran, podian, solo con echar abajo los muros del
templo de Quetzalcoatl, hacer brotar ríos caudalosos, que en un mo-
mento inundarían la ciudad ; y aunque los Tlascaleses no dejaban de
temer aquel infortunio, el deseo de la venganza era mas poderoso que
el miedo en sus corazones.
Convencido Cortés por aquellas sugestiones, enviA cuatro nobles
Tlascaleses a Cholula, para saber de los señores de aquella ciudad el
motivo de no haber tenido con él la consideración de que habian usado
los Huejotzinques. Los Choluleses se escusaron con la enemistad de
los Tlascaleses, de lo% cuales no podian fiarse *. Esta respuesta fue
enviada por cuatro plebeyos, lo que era una manifiesta demostración
de desprecio. Aconsejado Cortés por los Tlascaleses, mandó a decir
aquellos señores, por medio de cuatro Cempoaleses, que la embajada
de un monarca tan grande como el rei de España, no debia confiarse
a tan viles mensageros, cuando ni aun ellos mismos eran dignos de re-
cibirla ; que supiesen que el rei Católico era el verdadero dueño de
aquellos pai^ll^ y que él venia en su nombre a exigir homenage de sus
pueblos ; que los que se sometiesen serían honrados, y los rebeldes
castigados como merecían ; que por tanto compareciesen en el termino
de tres dias a tríbutar obediencia a su verdadero soberano, y que si
asi no lo hacian, serían tnitados como enemigos. Los Choluleses,
aunque se burlaron interíormente, como es probable, de tan arrogante
* Torquemada añade que lo« Choluleses r^tubieron al principal de los mensage-
ros Tlascaleses, llamado PatiaktiatMim, f que con inandita cmeldad le desollaron d
m«tro, y los bnutos, y le. cortaron la narís : mas esto es falso, por que aquella
rrueldad no podia ser ignorada por los Españoles, y ni Bemal Días, ni Cortés, ai
ninj(uno de los historiadores antiguos hace mención de ella. Corfés no la hobis*
ra oiuHido en su cmrU a Carlos V, en justificación del castigo que impuso a los
Choluleses, ni es verosímil qae después de tamaño atentado cometido cootrs lUM
de sus mensageros, hubiese aguardado otros indicios de la mala fe de aquena
gente.
46 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
embajada, para disimular su maligno intento, se presentaron al sigui-
ente dia a Cortés, rogándole que escusase su falta, ocasionada por la
enemistad de los Tlascaleses, y reconociéndose no solo amigos de los
Españoles, sino vasallos de su rei.
Entrada de los Españoles en Cholula.
Resuelto pues el viage por Cholula, salió Cortés de Tlascala con
toda su gente, y con un gran numero de tropas de aquella república*
que muí en breve licenció, conservando solo seis mil hombres. Poco
antes de llegar a Cholula, salieron a su encuentro los principales seño-
res, y sacerdotes, con incensarios en las manos, y después de las
acostumbradas ceremonias de respeto, digeron al general que entrase
con todos sus Españoles, y con los Totonaques, pero que no permitiese
lo acompañasen los Tlascaleses, a quienes miraban como enemigos.
Consintió en ello Cortés por complacerlos, y los Tlascaleses quedaron
acampados fuera de la ciudad, imitando en la disposición del campo,
en el orden de las centinelas, y en todo lo demás, la disciplina militar
de los Españoles. A la entrada del egercito Español, hubo la misma
concurrencia, y las mismas ceremonias, aclamaciones, y obsequios que
en 'Tlascala, mas no con la misma sinceridad.
Era entonces Cholula una ciudad populosa, distante diez y ocho
millas de Tlascala, y cerca de sesenta de Megico, y no menos célebre
por el comercio de sus habitantes, que por su religión. Su situación,
como en la actualidad, era una bella llanura, a poca distancia de aquel
grupo de altas montañas que circundan el valle de Megico, por la parte
de Levante. Su población en aquel tiempo según afip^J^á Cortés era
de cerca de cuarenta mil casas, y casi habia otras tantas en los lugares
vecinos que le servian como de arrabales. Su comercio consistia en
manufacturas de algodón, joyas, y vasigeria de barro, siendo mui famo-
sos sus joyistas y alfahareíos. Por lo que respeta a la Religión puede
decirse que Cholula era la Roma de Anahuac. Como el célebre
Quetzalcoatl ^e habia detenido tanto tiempo en aquella ciudad, y habia
favorecido tanto a sus habitantes, después de su apoteosis se Je consa-
gró alli un culto especial. La estraordinaria muchedumbre de templos
que alli habia, y especialmente el mayor, erigido sobre un monte arti-
ficial, que hasta ahora subiste, atraían a aquel pueblo, que se reputaba
* Cortés dice que los Tlascaleses que lo acompañaron hasta seis millas antes de
llegar a Cholula, eran cien mil guerreros poco mas o menos. Bernal Díaz cuenta
tan solo dos mil de los diez mil que ofreció el senado j mas esta seguramente es
una distracción de aquel escritor.
u)ff khpaRoliíh kn cholvla.
íianto, un numero infinito de peregríoot, no solo de los ciudades
sino tiimbien de ios provincias mas remotas.
Fue alojado Cortés con todas sus tropas en aoas casas grandes,
donde ios dos primeros dias fueron abundantemente provistos de vive-
res : pero mui en breve cmi)ezaron a escaseárselos hasta que llegó el
caso de que solo les suministrasen agua y leña. Ni fue este el único
indicio que dieron de sus torcidas intenciones, pnes a cada momento se
ofrecian nuevos anuncios do la traición que meditaban. Los aliados
Cempoaleses babian observado que en las callos de la ciudad s« ba-
bbn construido uno.s grandes agugero.s, en que se hablan plantado
eetacas agudas, cubriéndolas después con tierra, lo cual no podia
tener otro obgeto que el de inhabilitar los caballos. Ocho hom-
bres, venidos del campo Tlascales le avisaron que babian visto salir
de la ciudad gran muchedumbre de mugeres, y niños, señal inda-
dable en aquellas naciones de una guerra inminente. Ademas de esto se
sabia que en algunas calles se formaban trincheras, y que habla grandes
montones de guijarros en las azoteas de las casas. Finalmente una
señora Chololesa, que se habia prendado de la hermosura, del ingenio,
y de la discreción de {)oña Marina, la rogó que se salvase en su casa
del peligro que amenazaba a los Españoles : con lo que esta tubo oca-
sión de informarse de toda la trama, y de ella dio cuenta inmediata-
mente a Cortés. Este supo, de boca de la misma señora Cholulesa,
qae sus compatriotas hablan concertado el esterminio de todos los Es-
pañoles, con el ansilio de veinte mil M egicanos, acampados cerca de la
ciudad •. No satisfecho con todos estos datos encargó a Doña Mari-
na qae emj^ue todas sus artes en hacer venir a su alojamiento
áo§ taoerdotes, los cuales confirmaron todo lo que la señora habia
deeeobierto.
Yiendose Cortés en tan grave peligro, determinó emplear todos los
medios oportunos para salvarse. Mandó llamar a su presencia a l«
personas de mas alto carácter de la ciudad, y les dijo que si tenias
alguna qaeja contra los Españoles, la espusiesen claramente, como
convenia a hombres de honor, y se les daría la competente satisfacción.
Elloi respondieron que estaban satisfechos de su conducta, y prontos
a servirlo ; que cuando resolviese marchar, seña abundantemente pro-
visto de todo cuanto necesitase para el viage, y qae aan se le darían
fuerzas pan ta segorídad. Aceptó Cortés la oferta, y señaló el dk
* Benwl Diu dice que el egercito Megicaoo, según w supo, erm de vdnia mil
hombres. Cortés dke que los mismos sefiores de Cbobda le eamítmnm qa» ao
b^aba de dncueata mil.
48 HISTRIA ANTIGUA DE MEGICO.
siguiente para su marcha. Los Choluleses se fueron contentos, por-
que les parecía que todo se preparaba felizmente para el éxito de sus
designios, y para asegurarlo mas, sacrificaron a sus dioses, según dicen,
diez niños, cinco de cada sexo. Cortés reunió a sus. capitanes, les
descubrió las intenciones malvadas de aquellos hombres, y les mandó
que le digesen su dictamen, sobre lo que debia hacerse en tanto
aprieto. Algunos querian que se evitase el peligro, retirándose a la
ciudad de Huejotzinco, distante apenas nueve millas de Cholula, o
bien a Tlascala : pero la mayor parte se sometieron a lo que decidiese
el general. Cortés dio las ordenes que le parecieron mas conducentes
a su intento, protestando que no se creería seguro en Megico, sino
dejaba bien castigada aquella pérfida ciudad. Mandó a las tropas
ausiliares de Tlascala que al dia siguiente, al despuntar el sol, cayesen
de pronto sobre ella, destruyendo cuanto encontrasen, y respetando
tan solo las mugeres, y los niños.
Catástrofe de Cholula.
Llegó finalmente aquel dia que debia ser tan infausto para los
Choluleses. Aparejaron los Españoles sus ca^^allos, apercibieron la
artillería, y las armas, y se formaron en un gran patio de su aloja-
miento, que debia ser el teatro príncipal de aquella tragedia. Llega-
ron los Choluleses al rayar el dia. Los señores^ con unos cuarenta
nobles, y los hombres de carga, entraron en las salas, y en las cama-
ras, para tomar el equipage, mas en breve se les pusieron guardias para
que no pudieran salir. Las tropas Cholulesas, a lo menos una gran
parte de ellas, entraron en el patio, con otros nobles, «í^peticion, sin
duda del mismo Cortés, el cual, montando a caballo, les habló en estos
términos : *' Yo, señores, me he esmerado en grangearme vuestra
amistad ; entré pacificamente en esta ciudad, y ni yo, ni ninguno de
los mios os hemos hecho el menor perjuicio : antes bien, para que no
tubierais queja, no quise permitir que entrasen conmigo las tropas
Tlascalesas. Ademas, os he rogado que me digáis claramente si ha-
béis recibido de nosotros algún agravio, para daros la debida satisfac-
ción : pero vosotros, con detestable perfidia, habéis urdido, bajo sem-
blante de amistad, la mas cruel traición, para que yo peresca con toda
mi gente. Nada ignoro de vuestros malignos proyectos." Y llamando
aparte a cuatro o cinco Choluleses, les preguntó qué razón hablan te-
nido para maquinar tan execrable atentado. Ellos respondieron que
los embajadores Megicanos, para complacer a su soberano, los habían
inducido a estermínar a los Españoles. Cortés entonces, con el rostro
DB8TRU0C1ON DB LOS OHOLULBSBS. 40
fmcendido en colera, hah16 iisi n los emhajadnrcR (|uc mi hnliuhan pre-
sentes : " Estos malvados, para oscusar su delito, acusan de traición a
vosotros, y a vuestro reí : pero ni yo os creo capaces de tanta maldad,
ni puedo ))er8uadirme que el ^p^n monarca Motenczoma quiera ser
tan cniel enemigo mió, al mismo tiempo que me concede las pruebas
mas relevantes de amistad, ni que ptidiendo abiertamente oponerse a
mis pretensiones, se valga de la traición para frustrarlas. Yo haré
respetar vuestras personas en el escarmiento que voi a dar a estos
perversos. Hoi perecerán, y su ciudad sera destruida. IJamo al
cielo, y a la tierra por testigos, que su perfidia es la que arma nuestros
brazos, para una venganza tan opuesta a nuestra índole."
I>icho esto, y dada la señal del ataque, que era un tiro de mosquete,
partieron tan furiosamente los Españoles contra aquellas miserables
victimas, que de todos los que se hallaban en el patio, que eran mu-
chos, no quedó uno solo con vida. Los arroyos de sangre que corrían
por el patio, y los tristes lamentos de los moribundos, hubieran bastado
a mover a piedad todo corazón que no estubiese animado por el furor
de la venganza. No quedando ya nada que hacer en aquel recinto,
salieron por las calle!, ensangrentando con el mismo furor las espadas
en cuantos Cboluleses se les presentaban. Los Tlascaicses entre tanto
vinieron a la ciudad como leones sangrientos, aguijoneada su fero-
ddad por el odio a sus enemigos, y por el deseo de complacer a sus
nuevos aliados. Tan horrendo e inesperado golpe puso en el mayor
desorden a los habitantes : pero habiéndose reunido en muchas hues-
tes, hicieronpor algún tiempo una vigorosa resistencia, hasta que no-
tando los esmigos que en ellos hacia la artillería, y reconociendo la
supcríorídad de las armas Europeas, de nuevo se desordenaron, reti-
rándose confusos, y despavoridos. La mayor parte procuró salvarse
con la fuga : otros recurríeron a la superstición do arrasar los muros
del templo para inundar la ciudad ; pero viendo que aquella diligencia
era inútil, procurnroinfortifícarse t^los templos, y en las casas. Nada
de esto les sirvió, po|||^e sus eneVgos empezaron a pegar fuego a
todos los edificios ea que hallaron alguna resistencia. Arden \m
«asas, y las torres de los santuaríos ; por las calles no se ve mas qae
cadáveres ensangrentados, o a medio devorar por las llamas, y solo te
oyen los clamores insultantes y amenazadores de los confederados, kw
débiles suspiros de los moribundos, las imprecaciones de tos veneidoa
contra los vencedores, y los lamentos que dirigen a sus dioses, por
haberíos abandonado en tan gran calamidad. De los muchos que se
refugiaron a las torres de los templos, no hubo mas que uno solo que
TOMO II. B
50 HISTORIA ANTIGUA DE MEtílCO.
se rindiese a sus verdugos: todos los otros perecieron en las llamas,
o buscaron una muerte menos dolorosa, arrojándose desde aquella
altura.
Con este horrible estrago* en que perecieron mas de seis mil Cho-
luleses, quedó por entonces despoblada la ciudad. Los templos, y las
casas fueron saqueadas, apoderándose los Españoles de las joyas, del
oro, y de la plata, y los Tlascaleses de las ropas, de las plumas, y de
la provisión (Je sal. Terminada apenas la catástrofe, se presentó un
egercito de veinte mil hombres, enviados por la república de Tlascala,
bajo el mando del general Gicotencatl. Probablemente sería efecto
de algún aviso despachado la noche antes al senado, por los gefes de
las tropas Tlascalesas, que acamparon fuera de la ciudad. Cortés
agradeció el socorro, regaló a Gicotencatl, y a sus capitanes una parte
del botin, y le rogó que se volviese con su egercito a Tlascala, puesto
que no lo necesitaba : sin embargo, conservó consigo los seis mil hom-
bres que lo hablan ayudado en el castigo de Cholula, a fin de que lo
acompañasen en su viage a Megico. De este modo quedó mas con-
solidada la alianza de Españoles, y Tlascaleses.
Sumisión de los Choluleses, y de los Tepeyaqueses a la corona de
España.
Vuelto Cortés a su alojamiento, en que hablan quedado como pri-
sioneros cuarenta Choluses de la primera nobleza, estos le rogaron
* En los escritos de Las Casas se lee mui desfigurado este suceso de Cholula.
Es cierto que fue demasiado rigorosa la venganza, y horrible el ^gfCi ozo ; mas no
carecieron los Españoles, para castigar a los Choluleses, de las razones que he
indicado en el testo, y sin embargo ninguna mención hace de ellas aquel prelado.
Tampoco es cierto que interviniesen aquellas odiosas circunstancias que él cita, y
que no se hallan en ningún historiador antiguo. Para hacernos creer que los
Españoles hicieron aquel escarmiento por mero capricho, y que mientras los sol-
dados derramaban torrentes de sangre, el general cantaba alegremente unas
coplas, seria necesario a lo menos que el mismo prelado lo refiriese como testigo
ocular, o que alegase algunos documentos que bastasen a borrar la idea que nos
dan de Cortés los que lo conocieron. De este modo seria algún tanto verosimil,
lo que 06 enteramente increíble. Pero ni Las Casas se halló presente, ni cita
prueba alguna digna de nuestra fé. Sin duda se valió ligeramente de alguna
noticia dada por uno de los muchos enemigoa del Conquistador. Yo no soi su
panegirista, ni escuso sus yerros : pero soi historiador, hombre, y Cristiano, y
bajo ninguno de estos aspectos puedo afirmar lo que no creo, ni creer de un indi-
viduo de mi especie tanta maldad, sin graves fundamentos. Describo el hecho de
Cholula como lo hallo en los historiadores sinceros que se hallaron presentes, o,
que se informaron tanto de los antiguos Españoles como de los Indios.
OTRA BMBA4ADA DR MOTBUCZOMA. 61
quo dicoe lugar entre Unto rigor a la clemencia, y qae permitiese •
uno o dos do ellos, ir a llamar a la« mageres, niños, y otros fugitivos,
que andaban aterrados, y llenos de espanto por los montes. Movido
Cortés a compasión, mandó cesar el furor de las armas, y publicó nn
indulto general. Promulgado este bando, se vieron de repente alzarse
de entre los muertos, algunos que habian fingido estarlo, para pre-
servar la vida, y acudir a la ciudad bandadas de fugitivos, deplorando
quien la muerte del esposo, quien la del hijo, quien la del hermano.
Mandó Cortes quitar de los templos, y de las calles los cadáveres que
empezaban a corromperse, y poner en libertad a los nobles prisioneros,
y dentro de pocos dias quedó aquella ciudad tan bien poblada, que no
parecia faltar ninguno de sus habitantes. £n seguida recibió las en-
horabuenas de los Huejotzinques, y de los Tlascaicses, y el juramento
de fidelidad a la corona de Elspaña, de los mismos Choiuleses, y de \o»
Tepeyaqueses ; ajustó los disturbios que reinaban entre las dos repnbli-
cas de Tlascala, y Cholula, y restableció su antigua amistad, y alianza,
que se mantubo firme desde entonces en adelante. Finalmente para
cumplir con las obli^ciones de la religión, y de la caridad, mandó rom-
per las jaulas, y poner en libertad a todos los prisioneros, y esclavos
destinados a los sacrificios. Hizo ademas limpiar el templo mayor, y
enarboló en él el estandarte de la cruz, después de haber dado a los
Choiuleses, como a todos los otros pueblos entre los cuales se detenia,
algunas ideas de la Religión Cristiana.
^^)tra ewtbqjada, y regalo* de Moteuczoma,
Orgulloso el gieneral Espafiol por tan felices sucesos, y deseoso de
amedrentar a Moteuczoma, encargó a los embajadores Megicanos
digi'son a sn señor, que si hasta entonces se habia propuesto entrar
pacificamente en Megico, después de lo ocurrido en Cholula, se habia
determinado a entrar como enemigo, y haciéndole cuanto daño pudiese.
Los embajadores respondieron que antes de tomar aquella resolución,
hiciese mas diligentes investigaciones sobre los sucesos últimamente
ocurridos, para asegurarse de las buenas intenciones de su soberano,
y que si le parecia bien, ugo de ellos pasaría a la corte a representar
al rei las quejas que de él tenia Cortés. Consintió este en aqaeOa
medida, y al cabo de seis dias volvió el embajador, trayendo un gran
regalo, que consistía en diez platos de oro, de valor de muchos nüescle
pesos, mil y quinientos vestidos, y una gran provisión de conattibles,
dando gracias al general Español, en nombre del monarea, por cl
castigo que habia dado a los CholnlesM, y asegurando que el egercito
b2
52 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
que se había alistado, para sorprender a los Españoles en el camino',^
era de Acatzinqueses, y de Itzocaneses, aliados de Cholula, los;
cuales, aunque subditos de la corona, habían tomado las armas sin
orden de su soberano. Los embajadores aseguraron esto mismo con
su juramento, y Cortés fingió darles crédito.
No es fácil descubrir la verdad en este negocio, ni puedo menos
de censurar la ligereza con que los autores aseguran tan francamente
lo que de un todo ignoraban. ¿ Por qué se ha de dar asenso a los
Choluleses, hombres dobles, y falsos, como todos confiesan, y no a los
Megicanos, y al mismo Moteuczoma, que por la eminencia de su
carácter es mas digno de confianza ? La conducta constantemente
pacifica de aquel monarca para con los Españoles, a quienes no hizo
el menor daño, en tantos y tan oportunas ocasiones como tubo de es-
terminarlos, y la moderación con que siempre habló de ellos, como
confiesan los mismos historiadores, hacen increíble la escusa de los
Choluleses : por otro lado, le dan alguna apariencia de verdad, ciertos
indicios, aunque oscuros de la indignación de Moteuczoma, y sobre
todo las hostilidades cometidas en aquella misma f poca contra la guar-
nición de Vera Cruz por un poderoso feudatario de la corona de
Megico.
Revolución de Totonacapan,
Quauhpopoca* señor de Nauhtian, ciudad llamada por los Espa-
ñoles Almena, situada en la costa del seno Megicano, a treinta y seis
millas al Norte de Vera Cruz, y cerca de los confinei^'el imperio,
tubo orden de Moteuczoma de reducir a los Totonaques a la debida
obediencia, inmediatamente después que Cortés se retirase de
aquellas costas. Para cumplir este mandato aquel caudillo, requirió
con amenazas de los pueblos desobedientes el tributo que debian pagar
a su soberano. Los Totonaques, insolentados con el favor de sus
nuevos amigos, respondieron con arrogancia que no debian homenage
alguno a quien ya no era su rei. Viendo entonces Quauhpopoca que
de nada servian sus amonestaciones, y que no conseguía reducir
aquellos hombres, demasiado fiados en la protección de los Españoles,
y ya resueltos a no respetar a su monarca, poniéndose a la cabeza de
las tropas Megicanas de la frontera, empezó a hacer correrías en los
pueblos de Totonacapan, castigando con las armas su rebelión. Los
Totonaques se quejaron a Juan de Escalante, gobernador de la Vera
* Bernal Díaz lo llama Quetzalpopoca, que también es nombre Megicano.
RKVOLUÜION Ütí. TOTONACAPAN. 60
Crux, y le rogaron que so opuiieso a la crueldad do los Megicaoos,
ofreciéndose a poner a sus ordenes un buen numero de tropiís. Esca-
lante env¡6 ni gefe de los Mogicanos una cortés embajada |>ara disua-
dirlo do aquella empresa, que, según creía, no podia ser agradable al
rei de Megico, a quien tantas pruebas de favor debían los Españoles,
amigos de los Totonaques. Quaubpopooa respondió quo él sabía
mejor que los Españoles si era o no grato a su rei el castigo do los
reincides ; que si los Españoles querían favorecerlos, él con sus tropas
los aguardaría en las llanuras de Nauhtian, afín de que las armas deci-
diesen de su suerte. No pudo sufrír esta respuesta el gobernador, y
sin penlida de tiempo marchó al punto señalado con dos caballos, dos
pequeños cañones, cincuenta peones Españolesi y cerca de diez mil
Totonaques. Estos se desbarataron al prímer ataque de los Megi-
canos, y la mayor parte do ellos so pusieron en fuga ; pero, con verr
güenza suya, los Españoles continuaron valientemente el empeño, ha-
ciendo no poco daño a los Megicanos, los cuales, no habiendo esperí-
mentado la violencia de la artillería, ni el modo de combatir de los
Españoles, se retiraron despavoridos a la próxima ciudad de Nauhtian.
Los Españoles los (^rsiguieron furiosamente, y pegaron fuego a algu>-
nos edificios : mas esta victoria costó la vida al gobernador, el cual
murío al cabo de tres días de sus herídas, a seis o siete soldados, y a
muchos Totonaques. Uno de aquellos soldados, que tenia la cabeza
gruesa, y el aspecto feroz, fue hecho prísionero, y enviado a Me-
gico : pero habiendo muerto en el camino, *de sus herídas, solo lleva-
ron a Moteuczoma la cabeza, cuya vista lo horrorízó en tales tér-
minos, que no permitió que se ofreciese a sus dioses en ningún
templo de la capital.
Tubo Cortés noticia de estas revoluciones antes de salir de Cho-
lula*, pero no quiso decir nada, ni descubrír sus inquietudes, por oo
desanimar a sus soldados.
Viage de los Españoles a Tlalmanalco.
No teniendo ya nada quo hacer en Cholula, continuó Cortés su
viage acia Megico, con sus Españoles, con seis mil Tlascalesesi, y coo
algunas tropas Huejotzinques, y Choluleses. En Izcalpan, pueblo de
Huejotzinco, a quince millas de Cholula, salieron de nui>vo a cumpli-
mentarlo los señores de aquel estado, y a prevenirle que dexde aquel
punto habia dos caminos para Megico ; uno abierto, y cómodo, que
pasaba por unos barrancos, donde podia temerse alguna emboscada
* Todos o cmí todos los historíadom dicen qae Gortrs redbio esta noticia
hallandcfle en Megico : pero el mismo Cort^ M^íura que k tobo en Cholula.
54 HISTORIA ANTIGUA Dtí MEGICO.
de los enemigos ; otro embarazado con arboles cortados a proposito, y
que sin embargo era el mas corto y seguro. Cortés se aprovechó del
aviso, y en despecho de los Megicanos, hizo desembarazar el camino
de los ostaculos que lo ostruian, alegando que la dificultad era mayor
aliciente para el valor de los Españoles. Siguió caminando por
aquellos grandes pinares y encinales, hasta llegar hasta la cima de un
alto monte llamado Ithualco, entre los dos volcanes Popocatepec, y
Iztaccihuatl, donde encontraron unas casas grandes, destinadas al
alojamiento de los mercaderes Megicanos. Alli tubieron noticia de
la atrevida empresa del capitán Diego de Ordaz, el cual pocos dias
antes, para dar a conocer a aquellos pueblos el valor de su nación,
subió, con otros nueve soldados, a la altísima cumbre del Popocatepec,
aunque no pudo observar la boca o cráter de aquel gran volcan, por
causa de la alta nieve que en él habia, y de las nubes de humo, y
ceniza que lanzaba de sus entrañas*.
De la cima de Ithualco observaron los Españoles el bellisimo valle
de Megico, pero con bien diversos sentiraientos, pues unos se delei-
taron con la perspectiva que ofrecían sus lagos, sus amenas llanuras,
sus verdes montañas, y las muchas y hermosas ciudades que lo cu-
brían ; en otros se reanimó la esperanza de enriquecerse con la presa
de tan prósperos paises ; pero algunos, mas prudentes y cautos, se
estremecieron al contemplar la temeridad de arrostrar tan graves
peligros, y de tal modo se amedrentaron, que hubieran regresada
desde alli a la Vera Cruz, a no haberlos estimulado Cortés a seguir
en la empresa comenzada, valiéndose de su autoridad, y dg, las razones
que le sugirió su buen ingenio.
Entretanto Moteuczoma, consternado por el suceso de Cholula, se
retiró al palacio tlitlancalmecatl, destinado para tiempos de duelo, y
alli estubo ocho dias ayunando, y egercitandose en las acostumbradas
austeridades, para grangearse la protección de' los dioses. Desde
aquel mismo retiro envió a Cortés cuatro personages de su corte, con
un regalo, y nuevos ruegos, y pretestos para disuadirlo de su viage,
ofreciéndose a pagar anualmente un tributo al rei de España, y a dar
* Bernal Diaz, y casi todos los historiadores, dicen, que Ordaz subió a la cima
del Popocatepec, y observó la boca de aquel famoso monte : pero Cortés, que lo
sabia mejor, dice lo contrario. Sin embargo, Ordaz obtubo del rei Católico, el
permiso de poner un volcan en su escudo de armas. Esta gran empresa estaba
reservada para Montano, y otros Españoles, que después de la conquista de Me-
gico, no solo observai'on el espantoso cráter, sino que entraron en él, con ey-
dente peligro de la vida, y de alli sacaron una gran cantidad de azufre para hacer
la pólvora de que necesitaban.
RRCRI.08 l)U MOTKUf'ZOMA. 5ft>
al genonü oaatro cargas de oro, y una a cada uoo de ra» oActaloc, y
soldados*, si volvian atrás desde aquel ponto eo que se hallaban.
¡ Tan grande era el recelo que inspiraban los Españolea a aquel snpers-
ticioso principo ! No hubiera hecho mas urgentes diligeiicias para
evitar su presencia, aun habiendo previsto los males que debiao
hacerle. Los embajadores alcanzaron a Cortés en Iiithualco : el
regalo que traían era de muchas alajas de oro, que im|iortaban una
crecida suma. Cortés les hizo ios mayores obsequios, y respoo»
dio dundo gracias al rei por su generosidad, y por sus magnificas
promesas, a las cuales esperaba corresponder con buenos servicios:
mas protestando al mismo tiempo que no podia volver atrás sin ser
culpable de desobediencia para con su soberano, y que procuraría no
hacer el menor peijuicio con su venida al estado ; que si después de
haber manifestado verbalmente a Su Magestad la embajada que traía,
y que no podia confiar a otru persona, juzgaba aquel monarca no
convenir al bien de su reino la permanencia de los Españoles en la
corte, sin tardanza volvería a ponerse en camino para restituirse a su
patría.
Aumentaban la inquietud de Moteuczoma las sugestiones de los
sacerdotes, y especialmente lo que le digeron de ciertos oráculos de
sus falsos númenes, y de unas visiones que referían habérsele apare-
cido aquellos ultimes días. Estos artificios lo consternaron en tales
términos, que sin esperar el exiio de la ultima embajada, celebró otro
consejo con el rei de Tezcuco, con su hermano Cuitlahuatzin, y con
los otros poj^nages que solia consultar, los cuales se mantubieron eo
sos primeras opiniones : Cuitlahuatzin en la de no permitir a los Es-
pañoles la entrada en la corte, y de hacerlos salir del reino por fuerza
si era necesario, y Cacamatzin en la de recibirlos como embajadores,
puesto que no faltaban recursos al rei de Megico para reprimirins, en
caso de que maquinasen algo contra su real persona, o contra el
estado. Moteuczoma, que siempre había seguido el parecer do su
hermano, abrazó en aquella ocasión el del rei de Tezcuco, pero en-
cargó a este que fuese al encuentro de los estrangeros, y procurase
dbuadir al general de su viage. Entonces Cuitlahuatzin, vuelto al
rei su hermano le dijo : " los dioses quieran, Señor, que no admitáis
en vuestra casa al que de ella os arroge, y que cuando qucrraís poner
remedio al daño, tengáis medios, y ocasión de hacerio." " ¿ Qué
* Siendo la carga urdinaría de un Megicano de cincuenU libras Españolas o
ochocientas onxas, podcuio« congeturar, en tísU del numero de EspaóoUrs» q[U*
la coQtríbucioQ que ofrecía Motcucsoma valía mas de seis millooc* de pesos.
¿6 HISTORIA ANTIGUA UK MEGICO.
bemos de hacer í respondió el monarca. Nuestros amigos, y, lo que
es mas, nuestros dioses mismos, en vez de favorecernos, amparan a
nuestros contrarios. Estoi resuelto, y quisiera que todos se resol-
viesen a no huir, ni mostrar la menor cobardia, suceda lo que suce-
diere : pero me compadece la suerte de los viejos, y de los niños,, que
no pueden oponerse a la violencia que nos amenaza."
Cortés, despedidos los embajadores, se dirigió con sus tropas a
Ithualco, encaminándose por Amaquemecan, y Tlalmanalco, ciudades
que distaban entre si cerca de nueve millas, y que estaban situadas
en la pendiente de aquellas grandes montañas. Amaquemecan, con
los caseríos inmediatos, contenia una población de veinte mil habi-
tantes*. En estos pueblos faeron bien recibidos los Españoles, y
muchos señores de aquella provincia visitaron a Cortés, y le presen-
taron cierta cantidad de oro, y algunas esclavas. Estos personages
se quejaron amargamente de las vejaciones que sufrían del rei de
Megico, y de sus ministros, en los mismos términos que lo habian
hecho los de Cempoala, y de Quiauitztla, y por sugestión de los
Cempoaleses, y de los Tlascaleses, que acompañaban a Cortés, so
confederaron con los Españoles, para mantener su independencia.
Asi que mientras mas se internaban aquellos estrangeros en aquel
pais, mas aumentaban sus fuerzas, a guisa de un arroyo, que con las
aguas que recibe en su curso, crece hasta llegar a ser un gran rio.
De Tlamanalco marchó el egercito acia Ajotzinco, pueblo situado
a la orilla meridional del lago de Chalcoi-, donde estaba el puerto,
para los barcos que hacen el comercio con los paises situa^«s a Medio-
dia de Megico. La curiosidad de observar el campo de los Espa-
ñoles costó cara a muchos Megicanos, pues las centinelas, creyén-
dolos espias, por el miedo que siempre tenian de alguna traición,
mataron quince aquella noche.
* Amaquemecan, que los Españoles llaman Mecameca, es ahora un puel)lo,
conocido por haber nacido en él la celebre monja Inés de la Cruz, rauger de
prodigioso ingenio, y de no vulgar literatura.
f Solis confunde Amaquemecan con Ajot/inco. Amaquemecan no ha estado
nunca, como él dice en las orillas del lago, si no distante de él mas de 12 millas,
a la falda de un monte. La visita del rei de Tezcuco fue sin duda en Ajotzinco,
como afirman los historiadores bien informados, y como se infiere de la relación
de Cortés. Bernal Diaz dice que la visita se verificó en Iztapalatenco : mas este
es un error, hijo de poca memoria.
VISITA OBI< RKI i)K TKZCUCO. 07
Visita del rei de Tezcuco a Corih.
Al dia siguiente, cuando estaban los R^pnñoles prontos n marchar,
llegaron cuatro nohlos Megicanos con lu noticia que el rei de TeTcuco
venia o visitar al general Español, en nombro del rei de Megico. No
tardó en llegar aquel pcrsonage, en una litera adornada con hermosas
plumas, llevada por cuatro domésticos, y seguida do una numerosa
y brillante comitiva de nobleza Megicana, y Tczcucana. Cuando
llegó u vista de Cortés, bajó de la litera, y empezó a andar, prece-
dido por algunos do sus servidores, que iban quitando del camino
todo cuanto podia ofender sus pies o su vista. Los Rspafíoles queda-
ron maravillados de tanta grandeza, y por ella congeturaron cuanta
seria la del rei de Megico. Cortés sallo a recibirlo a la puerta de su
alojamiento, y le hizo una profunda reverencia, a la que respondió el
rei, tocando la tierra con la mano derecha, y llevándola a la boca.
Entró con aire noble y magestuoso en una de las salas, y habiendo
tomado asiento, dio la enhorabuena al general, y a sus capitanes por
su feliz llegada, y aseguró los grandes deseos que tenia su tio el rei
de Megico de estribar amistad, y vivir en buena correspondencia
con el gran monarca de Levante, que los habia enviado a aquellos
paises : pero al mismo tiempo exageró las grandes dificultades que
evA necesario superar antes de llegar a la capital, y rogó a Cortés
que mudase de proposito, si quería complacer al rei. Cortés respon-
dió que si volvía atrás sin desempeñar su embajada, faltaría a su obli-
gación, y^ria gran disgusto a su soberano, especialmente hallándose
tuu cerca oc la corto, y habiendo vencido tantos ostaculos y peligros,
en tan largo viage. " Si asi es, dijo entonces el reí, en la corte nos
veremos," y despidiéndose cortesmeutc, después de haber recibido
algunas frioleras de Europa, dejó allí una parte de la nobleza afín de
que acompañase a Cortes en su viage.
De Ajotzinco marcharon los Españoles a Cuitlabaac, ciudad fun-
dada en una isla del lago de Chalco, y aunque pequeña, la roas her-
mosa, según dice Cortés, que habían visto hasta entonces. Comu-
nicaba con tierra firme por medio de dos anchos, y cómodos caminos,
construidos sobre el logo ; el uno a Mediodía, que tenía dos millas
de largo, y el otro que tenía algo mas, y estaba al Norte. Marcha-
ban los Españoles niegrísimos al ver la muchedumbre, y berBOtora
de los pueblos que se veian en el lago ; los templo», y las tocres qno
so erguían sobre los otros edificios ; las arboledas que
los sitios habitados; los huertos y jurdint» flotantes; los ii
58 HISTORIA ANTIGUA DE MB6IC0.
bles barcos que navegaban en todos sentidos ; pero na menos se ame-
drentaban al verse rodeados de la inmensa multitud de gente, que de
todas partes acudia a verlos, por lo que mandó Cortés que marchasen
en buen orden, y apercibidos, y previno a los Indios que no les em-
barazasen el paso, ni se acercasen a las filas, si no querían ser trata-
dos como enemigos. En Cuitlahuac fueron bien alojados, y obse-
quiados. El señor de aquella ciudad se quejó secretamente a Cortés
de la tiranía del rei de Megico, se confederó con él, y le hizo saber
cuan cómodo era el camino para la capital, la consternación en que
habian puesto a Moteuczoma los oráculos de sus dioses, los fenóme-
nos del cielo, y la felicidad de las armas Españolas.
Visita de los principes de Tezcuco, y entrada de los Españoles en
en aquella Capital.
De Cuitlahuac se dirigieron por el otro camino a Iztapalapan, y
en él aguardaban a Cortés nuevas prosperidades. El principe Ijtliljo-
chitl, viendo que Cortés no habia querido hacer el viage por Calpo-
lalpan, donde lo aguardaba, resolvió salirle al encuentro en el camino
de Iztapalapan. Marchó con este obgeto, a la ' cabeza de un gran
numero de tropas, y pasó por junto a Tezcuco. Noticioso de esta
novedad el principe Coanacotzin su hermano, que desde los disgustos
que con él habia tenido tres años antes, y de que he hecho mención,
no lo trataba, ni tenia la menor comunicación con él, o movido por
el amor fraterno, o seducido por la esperanza de mayores ventajas,
que con su unión podría grangearse, salió a encontrarlo en ^1 camino,
donde los dos hermanos tubieron una esplicacion, se reconciliaron, y
se pusieron de acuerdo en unirse con los Españoles. Caminaron
juntos hasta Iztapalatenco y alli los alcanzaron. Cortés, viendo venir
tanta gente armada, tubo alguna inquietud: pero informado de la
calidad de aquellos personages, y del motivo de su venida, salió a re-
cibirlos, y hechos mutuamente los debidos cumplimientos, convidaron
los dos principes a Cortés a ir a Tezcuco, y él se dejó fácilmente
persuadir, por la gran utilidad que pensaba sacar de Ijtliljochitl, cuyo
afecto a los Españoles era ya bastantemente conocido.
Era entonces Tezcuco, aunque algo inferior a Megico en la magni-
ficencia, y en el esplendor, la ciudad mas vasta, y populosa de todo
el pais de Anahuac. Su población, comprendida la de Huejotla,
Coatlichan, y Ateneo (que por estar contiguas a ella se consideraban
como sus arrabales) era, según dice Torquemada, de ciento cuarenta
mil casas. A los Españoles pareció de doble ostensión que Sevilla.
LOÜ KHPARohftH KN IZTAPAI.APAN. flü
1^ gnindosa de los tomplot, y pulados reales, la hermosiini do Im
caWvn, do las fuentes, y de los jardines erao a sus ojos otros tantea
ubgutos de ndmirncion.
Entró Cortés en aquella gran ciudad* acompañado por los don
princiys, y por mucha nobleza Aoolliua, en medio de uo concurso in-
menso de espectadores. Fue alojado con todo su egercito en el
palacio principal del rei, donde el trato de su persona correspondió a
la dignidad def alojamiento. Alli le ospnso el principo Ijtliljocbitl,
sus pretendidos derechos al reino de Acolhuacan, y sus quejas cootrm
su hermano Cacamatzin, y contra al rci do Megico su tío. Cortés
le prometió ponerlo en posesión de la coroua, inmediatamente después
de haber terminado sus negociaciones con Moteuczoma, y sin dete-
nerse en aquella cortei marchó a l2tapala}4ibt.
Entrada de los EapaíioleM en Izíapalapan,
Era aquella una grande y hermosa ciudad, situada acia la punta de
la pcqucñu península que media entre los dos lagos, el de Chalco a
Mediodia, y el de Tezcuco al Norte. Ibase de esta península a la
isla de Megico, por «n camino empedrado, de siete millas de largo, y
construido sobre las aguas, muchos años antes. La población de
Iztapalapan era de mas de doce mil casas, fabricadas por la mayor
parte en muchas isletas, }>roximas unas a otras, junto a las cuales
habia innumerables huertos y jardines flotantes. Mandaba a la sazón
eu la ciudad el príncipe Cuitiuhuatzin, hermano de Moteuczoma,
y su inmediato sucesor en la corona de Megico. Aquel personage*
y su hermm» Matlatsincatzin, señor de Coyohoacan, acogieron al
• Cortes Bo hsce nMDcion de la estrada de los Espsfioles en Texcaco. Tam-
poco hablan de cUa Ikmal Díaz, Acosta, Gomara, ni Torquemada, pero se in-
fiere clarainfDte de un ¡uuui^e de la carta csctrita por Cort¿« a Carlos V en 1522.
Herrera y Solía hacen mención de aquel suceso, pero con circunstancias opuestas
a la verdad. Dicen que antes fueron los Españoles a Tezcuco, y después a Cuit-
lahuac, en lo que roaniñestan ignorar la situación de aquellos lugares. .Vfirman
que Cacamatzin acompañó a Cortés a Tezcuco, pero lo contrarío consta por la
relacii»u del misnao Cortés, y por los MS anti^Kw citados por D. Fernando de
Alba l^tmochitL Nada dicen de la reconciliación de loe dos príncipes, ni del
motivo ^ue tubo Cortés para ir a Tezcuco, separándose del camino que conducís
a Megico. Yo sigo en esta parte a QBtancotirt, que escribió con el ausilio de las
memorias de Alba, y de Sigüenza.
f Vn historiador Indio, citado por Alba, dice que es esta ocasión se bsatizó
Ijtliljnchitl, con otros doecientos nobles de 9U corte : mas esta es una lUnüa tsn
infcrosimil, que no necesita tsB|Mignacion.
60 HISTORIA ANTIGUA DE MEGIGO.
caudillo Español con las mismas demostraciones que habían hecha
los otros señores de los pueblos por donde habia pasado. Cumpli-
mentólo Cuitlahuatzin con una elegante arenga, y lo alojó, con las
tropas que lo acompañaban, en su mismo palacio. Era este un vas-
tísimo edificio de cal y canto, recien construido, y aun no completa-
mente amueblado. Ademas de las muchas salas y estancias comor
das, cuyo techo era de cedro, y cuyas paredes estaban cubiertas de
telas finas de algodón; ademas de los grandes patios, en que se
acuartelaron las tropas aliadas de los Españoles, tenia un jardín de
estraordinario tamaño y amenidad, de que ya he hablado, cuando
traté de la agricultura de los Megicanos. Después de comer, con-
dujo el principe a sus huespedes al jardín, donde se recrearon mucho,
formando una gran idea (Hl*la magnificencia de aquellos pueblos. En
esta ciudad observaron los Españoles, que en lugar de las quejas, y
murmuraciones que en otras partes habían oído, solo resonaban enco-
mios del gobierno, porque la proximidad de la corte hacia mas cautos,
y prudentes a los habitantes.
Al día siguiente, raui temprano, marcharon los Españoles por
aquel gran camino, que, como he dicho, uníii a Iztapalapan con
Megico. Estaba cortado por siete pequeños canales, para el paso de
los barcos, y sobre ellos habia otros tantos puentes de madera,
para la comodidad de los pasageros. Estos puentes se alzaban con
facilidad, cuando querían impedir el paso a los enemigos. Después
de haber pasado por Megicaltzinco, y visto las ciudades de Colhua-
can, Huitzilopochco, Coyohuacan, y Mijcoac, fundadas en la orilla del
lago, llegaron, en medio de una muchedumbre increíble de gente, a
un lugar llamado Joloc, en que se unía aquel camino con el de
Coyohuacan. En el ángulo que formaban los dos, y que solo distaba
media legua de la capital, habia un buen baluarte, con dos torrecillas,
circundado por un muro de diez pies de alto, con parapeto y almenas,
dos salidas, y un puente levadizo : sitio memorable en la historia de
Megico, por haber sido el campo del general Español en el asedio de
aquella capital. Allí hizo alto el egercíto, para recibir el parabién de
mas de mil nobles Megicanos, que venían todos uniformemente vestí-
dos, y que al pasar por delante del general Español, le hacían el
acostumbrado cumplimifento de tocar la tierra, y besarse la mano.
Entrada de los Españoles en Megico.
Terminada aquella etiqueta, que duró mas de una hora, continuaron
los Españoles su viage, tan bien ordenados, como si fuesen a dar una
KNTRADA PR LOS KHI* vRol.KK KN MKniCO. (il
bntnlln. Poco antes de llegar a la ciudad, tubo Cortos aviso do que
salia a recibirlo el rei de Medico, j de alli a poco nc dej6 ver con un
numeroso, y lucido acompañamiento. Precedían tres nobles que
al/Jiban Ins manos, y llevaban en ellas unas varas de oro, insignias de
la Magestad, con Ins cuales se anunciaba al pueblo la presencia del
soberano. Venia Moteuczoma ricamente vestido, sobre una litera
cubierta do planchas de oro, que llevaban en hombros cuatro nobles,
y bajo un parasol de plumas verdes, salpicadas de alajas del mismo
metal. Llevaba pendiente de los hombros un manto adornado con
riquísimas joyas; en la cabeza una corona ligera de oro, y en los pies
unas suela.s, también de oro, atadas con cordones de cuero, cubiertas
de oro, y piedras preciosas. Acompafi^Éinlo doscientos señores,
mejor vestidos que los otros nobles, pero todos descalzos, dos a dos
y mui arrimados a los muros de una y otra parte de la calle, para
manifestar su respeto ni monarca. Ctuindo llegaron a verse, el rei, y
el general Español, desmontaron aquel de su litera, y este do su
caballo, y Moteupzoma echó a andar, apoyado en los brazos del rei do
Tezcuco, y del señor de Iztapalapan. Cortés, después de haberse
inclinado profundamente, se acercó al rei para ponerle al cuello un
cordón de oro con cuentas de vidrio, que parecían piedras preciosas,
y el rei inclinó la cabeza para recibirlo, pero queriendo Cortés abra-
zarlo, no se lo permitieron los dos señores que apoyaban al monarca*.
Declaróle el general, en una breve arenga, como lo requerían las cir-
cunstancias, su afecto, su veneración, y el placer que esperimentaba
al conoceriH^ rei tan grande, y tan poderoso. Moteuczoma respon-
dió en pocas palabras, y hecha la ceremonia de estilo, 1» recompensó
el presente de las cuentas de vidrío, con dos collares de hermoso
nácar, de que pendian algunos cangrejos gnindes de oro, hechos al
natural. Encargó al príncipe Cuitlahuatzin que condugese a Cortés
a su alojamiento, y se volvió con el rei de Tezcuco.
Tanto la nobleza, como el pueblo inmenso que desde las azoteas,
puertas, y ventanas observaba aquella escena, estaban maravillados, y
aturdidos, no menos por la novedad de tantos obgetos estraordinaríos,
que por la inaudita dignación de su rei, U cual contribuyó mui e6cas-
mente a engrandecer la reputación de los R<ipañoles. Estos marcha-
ban, también llenos de admiraciopí al ver la grandeza de la ciudad, la
* Solis al referir este encnentro comete cuatro errores. Dice qae el ngtdo
de Coné* em uaa banda ; que loa do« señores qae acompid&aban a Moccacsoina,
no permitieron que se la pusiese al cuello ; que hirieron esto con moeatnu de
enojo, y que el monarca loe reprendió, y contubo. Todo esto e» falso, y opuesto
a la relación del mismo Cortas.
fM HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
magnificencia de los edificios, y el numero de habitantes, y siguieron
andando por aquel grande, y ancho camino, que sin separarse de la
linea recta, servia de continuación, sobre las aguas del lago, al de
Iztapalapan, hasta la puerta meridional del templo mayor, alternando
en sus ánimos, con la admiración, el temor de su suerte, viéndose
solos en medio de un reino estraño. Asi procedieron, por espacio de
milla y media, dentro de la ciudad, hasta el palacio que habia sido del
rei Ajayacatl, destinado nara servirles de alojamiento, y que estaba
cerca del mencionado templo. AUi los esperaba Moteuczoma, que
con este obgeto los habia precedido. Cuando llegó Cortés a la
puerta del palacio, lo tomó el rei por la mano, y lo introdujo en una
gran sala; hizolo sentar^ un reclinatorio semejante a los que se
usan en nuestras iglesias, cubierto de un hermoso tapete de algodón,
y cerca de un muro cubierto también de una colgadura adornada de
oro, y piedras, y despidiéndose cortesmente, le dijo : " vos, y vues-
tros compañeros, estáis ahora en vuestra propia casa; comed, y des-
cansad, que yo volveré en breve."
Retiróse el rei a su palacio, y Cortés mandó inmediatamente ha-
cer una salva de artillería, para amedrentar con su estrepito a los Me-
gicahos. En seguida pasó a examinar todas las estancias del palacio,
para distribuir los alojamientos de su tropa. Era tan grande aquel
edificio, que se alojaron en él cómodamente los Españoles, y sus alia-
dos, los cuales, con las mugeres, y servidumbre que los acompañaban,
pasaban de siete mil personas. Reinaba por do quiera un aseo
esquisito; casi todas las piezas tenian camas de esteras^', junco y de
palma, según el uso de aquellos paises, con rollos de lo mismo para
servir de almohadas, cortinas de algodón, y bancos hechos de una sola
pieza. Algunas tenian el piso esterado, y los muros cubiertos de
tapetes de algodón de varios colores. Los muros eran gruesos, y te-
nian torres de distancia en distancia, asi que los Españoles encontra-
ron alli cuanto podian apetecer para su seguridad. El diligente, y
cauto general distribuyó inmediatamente las guardias, formó con sus
cañones una batería, enfrente de la puerta del palacio, y empleó todo
su esmero en fortificarse, como si aguardase ser atacado aquel mismo
dia por sus enemigos. No tardó en presentarse a Cortés, y a sus
capitanes un magnifico banquete, servido por la nobleza, mientras se
distribuían al egercito diversos, y copiosos viveros, aunque de inferior
calidad. Este dia, tan memorable para Españoles, y Megicanos, fue
el 8 de Noviembre de 1519, siete meses después de la llegada de
aquellos al pais de Anahuac.
LIBRO NONO.
Confrrencia* dr Motrucsoma coh Cortt't. Priiinn r/r Motruezoma, del rci de
Acolhuacitn, y dr otrot ié^oMt. Suplicio atrwt de Quauhpopoea. TenMhtaM del
gvhrniador de Cufm contra Himan Corté*, y derrota de Panfilo de Narrae%.
Muerte dr muchos noblct, y fublevachn del pueblo de Afeffico contra loa Espa-
íiolet. Muerte del rri Moteucsoma. Combatrt, peligro», y derrota de loe
Eepañole». fíatalla de OtomjHtn, y retirada de loe Etpañolrg a Tlaicala. Elec-
ción del rri Cuitlahuatzin. /Itoria de loe EepaTioiet en Trpryacac, en Jalatzineo,
en Tecamacbalco, y en Quauhqucr holán. Eitragot hecho$ por Uu rirmetas.
Muerte del rei Cuitlahuatzin, y de los principe» Magigcattti», p Cuicmtgcatti».
Elección en Megico del rei Quauhtemotsin.
Primera conferencia y nuevos regalos de Moteuczoma.
Dbspubs de haber%;omido los EspaHoIes, y dispuesto cuanto con-
venia a su senilidad, volvió a visitarlos el rei, con gran acompaiía-
miento de nobleza. Cortés salió a recibirlo oon sus capitanes, y los
dos juntos entraron en la sala principal, donde inmediatamente se
colocó otro reclinatorio al lado del general Español. £1 rei le pre-
sentó muclias alajas curiosas de oro, plata, y plumas, y mas de cinco
mil vestidos fínisimos de algodón. Habiendo Moteuczoma tomado
asiento, hiz^K^ntar a Cortés, y todos los circunstantes permanecieron
en pie. Cortés le manifestó su gpratitud con espresiones elocuentes, y
queriendo contbiuar su discurso, lo interrumpió Moteuczoma con
estas palabras.
'* Valiente general, y vosotros sus compañeros, todos mis cortesa-
nos, y domésticos son testigos de la satisfacción que me ha causado
vuestra feliz llegada a c^ta capital, y si basta ahora he aptirentado mi-
rarla con repugnancia, ha sido únicamente para condescender con mis
subditos. Vuestra fama ha engrandecido los obgetos, y turbado \oé
ánimos. Decian que erais dioses inmortales, que veniaLs moni
sobre fieras de portentosa grandeza, y ferocidad, y que
rayos, oon los cuales hacíais estremecer la tierra. Otros creías que
erais monstruos arrojados del seno del mar ; que la sed del oto os
habia obligado a dejar Tnestra patria ; que os dominaba d amor de
los deleites, y qnc tal era vuestra gula, que ano de vosotros oomia
64 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
tanto como diez de mis subditos. Pero todos estos errores se han
disipado con el trato, que ellos mismos han tenido con vosotros. Ya
se sabe que sois hombres mortales como todos, aunque algo diferentes
de los demás en el color, y en la barba. Hemos visto por nosotros
mismos que esas fieras tan famosas no son mas que ciervos mas con-
pulentos que los nuestros, y que vuestros supuestos rayos son unas
cervatanas mejor construidas que las comunes, y cuyas bolas se des-
piden con mas estrepito, y hacen mas daño que las de aquellas. En
cuanto a vuestras prendas personales, estamos bien informados por
los que os conocen de cerca, que sois humanos, y generosos, que
toleráis con paciencia los males, y que no usáis de rigor si no con los
que exitan vuestro enojo con su enemistad, y que no os servís de las
armas, si no para la justa defensa de vuestra persona. No dudo que
vosotros igualmente habréis desechado, o desechareis las falsas ideas que
de mi os habrá dado la adulación de vuestros vasallos, o la malevo-
lencia de mis enemigos. Os habrán dicho que soi uno de los dioses
que se adoran en esta tierra, y que tomo cuando quiero la forma de
león, de tigre, o de otro cualquier animal : pero ya veis (y al decir
esto se tocó un brazo como para hacer ver q*ae estaba formado a
guisa de los otros hombres) que soi de carne y hueso como los demás
mortales, aunque mas noble que ellos por mi nacimiento, y mas pode-
roso por la elevación de mi dignidad. Los Cempoaleses, que con
vuestra protección se han sustraído a mi obediencia, aunque no que-
dará impune su rebelión, os habrán hecho creer, que los muros, y los
techos de mi palacio son de oro, pero vuestros ojos pueden desmen-
tirlos. Este es uno de mis palacios, y ya veis que los muros son de
cal y canto, y los techos de madera. No niego que son grandes mis
riquezas, pero las aumenta la exageración de mis subditos. Algunos
se os habrán quejado de mi crueldad, y de mi tiranía, pero ellos llaman
tiranía el uso legitimo de mi autoridad, y crueldad la necesaria
severidad de la justicia. Depuesto asi por una y otra parte todo
concepto desventajoso ocasionado por falsas noticias, acepto la emba-
jada del gran monarca que os envía, aprecio su amistad, y ofresco a
su obediencia todo mi reino, pues en vista de las señales que hemos
observado en los cielos, y de lo que vemos en vosotros, nos parece
llegado el tiempo de que se cumplan los oráculos de nuestros antepa-
sados, en los cuales se anunciaba que debían venir de la parte de Le-
vante ciertos hombres diferentes de nosotros en trages, y costumbres, y
que al fin serian señores de estos países. Nosotros no somos originarios
de ellos: hace muchos años que nuestros progenitores vinieron de las
Tflm,M. fz-^fió.
r
VI8ITA DR CORTfcS Al. RKt. <Í5
regiones Septentríonnlos, y nuestro dominio no bn «ido hasta abora,
si no como lugar-tententes de Quetzaicoatl, nuestro dios, y legitimo
sefior."
Cortés respondió dándole f^cias por los singulares beneficios que
de su mano hnbia rrribido, y por el concepto ventnjo^o qne de los
Españoles había formado. Dijole que era enviado por el mayor
monarca de Europa, c\ cual aunque podía aspirar a algo mas, cono
decendíente de Quetr.alcoatl, se contentaba con establecer una confe-
deración, y amistad p<Tpetua con Su Magestad, y con sus sucesores;
que el 6n de su embajada no era quitar a nadie lo que poseía, si no
anunciarle la verdadera Religión, y darle algunos rons€«jo8 impor-
tantes para mejorar su gobierno, y hacer felices a sus vasallos : lo que
haría en otra ocasión si Su Magestad se dignaba concedérselo.
Aceptólo el reí, y habiéndose informado del grado, y condición de
cada uno de los Españoles, se despidió, y de allí a poco les envió un
gran regalo, qne consistía en ciertas alajas de oro y tres cargas de
preciosos trages de pluma, para cada uno de los capitanes, y dos de
trages de algodón para cada soldado. Tan felices principios hubieran
podido asegurar a los^Españoles la pacifica posesión de aquella vasta
monarquía, sí se hubiesen dejado conducir mas bien por la prudencia,
que por el valor*.
Visita de Cortés al Rei.
Al dia siguiente, queriendo Cortés pag^r la visita al rei, le mandó
a |)edir audiencia, y la obtnbo tan prontamente que los mismos que le
llevaban la m^puesta, eran los introductores de embajadores que
debían condurirlo, e instruirlo en el ceremonial de la corto. Vistióse
Cortés de las mas vistosas galas que tenía, y condujo en su compañía
a los capitanes Alvurado, Sandoval, Velasquez de T^on, y Ordaz, v
cinco soldados de su egercito. Llegaron al real palacio, por en medio
(le un gentío innumerable, y al entrar por la primera puerta, los que
lo acompañaban se ordenaron en dos filas, pues el entrar de tropel se
* El docto y juicioso P. Acusta hablando de esta primera confcrruria de
Mutcuczoma dice : " Muchos sod de opinión «|ue atenido el estado de laa cosas
en aquel primer dia, hubiera sido fácil a los I'lspañoles hacer lo que bubieraa
querido del rei, y del núoo, y comnaicarles la Ici '<•' ' '* «*or»-fran paz, y coa«
tentó de todos: pero los juicios de Dios son pr muchos em loa
pecados de ambas naciones, por lo que no sucedit> I- ,... ..^ ...jl esperarse, Mnqoe
al fin cumplió Dios sos dedfnios de hacer misericordia a aqaellas gentes,
después de haber juzj^ado y castigado a los que lo merevian."
TOMO II. P
6d HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
creia falta de respeto a la magestad. Después de haber pasado por
tres patios, y por algunas salas a la ultima antecámara, para llegar
a la sala de audiencia, fueron cortesmente recibidos por algunos
señores, que estaban de guardia, y obligados a descalzarse, y a
cubrirse las galas con ropas groseras. Cuando entraron a presencia
del rei, este dio algunos pasos acia Cortés, lo tomó por la mano, y
mirando a todos los demás con semblante agradable, les hizo tomar
asiento. La conversación fue larga, y sobre diversos asuntos. El
rei hizo muchas preguntas, tanto sobre el gobierno político, como
sobre las producciones naturales de España, y Cortés, después de
haberlo satisfecho en todo, se introdujo a hablar de religión. Espusole
la unidad de Dios, la Encarnación del Verbo, la creación del mundo,
la severidad del juicio de Dios, la gloria con que premia a los justos,
y las penas eternas a que condena a los pecadores. Después racio-
cinó sobre los ritos del Cristianismo, y particularmente sobre el in-
cruento sacrificio de la misa, comparándolo con los inhumanos que
practicaban los Megicanos, y declamando fuertemente contra la bar-
bara crueldad de inmolar victimas humanas, y de alimentarse de su
carne. Monteuczoma respondió que en cualito a la creación del
mundo estaban de acuerdo ; pues lo mismo que Cortés referia, hablan
oido de boca de sus antepasados ; que por lo demás sus embajadores
lo hablan informado de la religión que los Españoles profesaban.
" Yo no dudo, dijo, de la bondad del Dios que adoráis : pero si él es
bueno para España, nuestros dioses son también buenos para los
Megicanos, como lo ha hecho ver la esperiencia de tantos siglos.
Escusad pues el trabajo de quererme inducir a dejar f.a culto. En
cuanto a los sacrificios, no sé por que se ha de censurar el que se
sacrificen a los dioses los hombres que o por sus delitos, o por la
suerte que han esperimentado en la guerra, están destinados a sufrir
la muerte." Aunque Cortés no logró persuadir a Moteuczoma la
verdad de la Religión Cristiana, obtubo sin embargo, según dicen,
que no se volviese a servir a su mesa carne humana, o por que con
las razones de Cortés se despertase en su animo el natural horror que
debe inspirar, o porque quisiese complacer a lo menos en aquella con-
decendencia a los Españoles. Dio ademas en aquella ocasión nuevos
testimonios de su magnificencia, regalando a Cortés, y a los cuatro
capitanes algunas alajas de oro, y diez cargas de trages finos de
algodón, y a cada soldado un collar de oro.
Habiendo regresado Cortés a sus cuarteles (que asi llamaremos
de ahora en adelante al palacio del rei Ajayacatl, en que se alojaron
Ion Kitpafioles) empezó n reflexionar lohre el peligro en que nc hallaba,
en el rontro de una ciudad tan fuerte, y popnlora, y resolvió con-
cillarse el afecto de los nobles, con una buena conducta, y coa modales
obiirquiosn.s, y amables, y mandó u su gente que se comporteaeo de
raanora, que no pudieran quejorae de ellos los Megicanos : pero
mientras parecía esmerarse en la conservación de la paz, agitaba en
su mente pensamientos temerarios, nada favorables a eJla, y como
para madurarlos era necesario, antes de todo, informarse por si mismo
del estado de las fortificaciones de la capital, y de las fuerzas militares
del imperio, pidió permiso al reí do ver los palacios reales, el templo
mayor, y la plaza del mercado. C'oncediolo benignamente Moteuc-
soma, no teniendo la menor sospecha del astuto general, ni previendo
los resultados do su demasiado fácil indulgencia. Vieron pues los
Espafioles cuanto quisieron, hallando en todas partes grandes motivos
de estrañeza, y de admiración.
Descripción de la ciudad de Megico.
Estaba entonces la ciudad de Megico situada, como hemos dicho,
en una isla pequeña dll lago de Tezcuco, a quince millas a Poniente
de esta capital, y a cuatro de Tlacopan, por la parte opuesta*. Se
pasaba del continente a la isla por tres grandes calzadas de tierra, y
piedra, construidas a proposito sobro el lago : la de Iztapalapan, a
Mediodía, de siete millas de largo, la de Tlacopan, a Poniente, de
cerca de dos millas, y la de Tepeyacacf, al Norte, de tres. Todas
eran tan ano^. que podian ir por ellas diez hombres a caballo, de
frente.
Ademas habia otra algo mas estrecha, pura los dos acueductos de
Chapoltepec. £1 circuito de la ciudad, no comprendidos los arrabales,
ero de mas de nueve millas, y el numero de las casas, sesenta mil, a
lo menos X' Estaba dividida en cuatro cuarteles, y cada cuartel en
* En el mapa Qeografico se representan equivocadamente mas próximas cutre
8( estas ciodtdes.
t Robertson pone en lugar del camino de Tepeyacac, el de Tezcuco, el cual,
cuaudo describe a Mof^icn, lo sitúa al Nordeste, y cuando habla de la distríbu*
cion el cgerctto Español, durante el asedio, a Lerante, habiendo ya dicho que
acia Levante no habia camino sobre el lago : pero lo derto es que no hubo ni
pudo haber nunca camino alguno, sobre el lago de M^eo a Texcuco, por la
gran profundidad de su lecho en aquella |)artc, y en raso que hubiese alguno, no
seria de tres millas, si no de quince, que es la distancia entre ambos puntos.
X Torqucmada afirma, que U población de U capital era de 120,000 casas:
pero el conquistador anónimo, Gomara, Herrera, y otros escritorejí convienen en
F 2
\
68 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
muchos barrios, cuyos nombres Megicanos se conservan aun entre los
Indios. Las lineas divisorias de los cuatro cuarteles, eran cuatro
calles principales, correspondientes a las cuatro puertas del atrio del
templo mayor. El primer cuartel, llamado Tecpan, y hoi S. Pablo,
comprendia toda la parte de la población que estaba entre las dos
calles correspondientes a las puertas Meridional y Oriental. El
segundo, Moyotla, hoi S. Juan, la comprendida entre las calles
Meridional y Occidental. El tercero, Tlaquechiuhcan, hoi Santa
Maria, la comprendida entre las calles Occidental, y Septentrional.
El cuarto, Atzacualco, hoi S. Sebastian, la comprendida entre las
calles Septentrional, y Oriental. A estas cuatro partes, en que fue
dividida la ciudad desde su fundación, se agregó después, como
quinta parte, la ciudad de Tlatelolco, quedando, por las conquistas
del rei Ajayacatl, unida a la de Tenochtitlan, y compuesta de todas
ellas la capital del imperio Megicano.
Habia al rededor de la ciudad muchos diques, y esclusas para
contener las aguas en caso necesario, y dentro de ella tantos canales,
que apenas habia barrio por el cual no se pudiese transitar en barco ;
lo que no menos contribuia a hermosear la población, que a facilitar
el transporte de los víveres, y de todos los renglones de comercio,
asegurando de este modo a los ciudadanos contra las tentativas de
sus enemigos. Las calles principales eran anchas, y derechas. De
las otras, habia algunas que no eran mas que canales ; muchas em-
pedradas, y sin agua, y no pocas que tenian en medio una azequia
entre dos terraplenes, que servían a la comodidad de los pasageros, y
a descargar las mercancías ; o en su lugar, plantíos ^e arboles, y
flores.
Entre los edificios^ ademas de los muchos templos, y palacios de
el numero de 60,000 casas, y no de 60,000 habitantes como dice Robertson, pues
no hai autor antiffuo que la estime tan pequeña. Es cierto que en la traducción
Italiana del conquistador anónimo se traduce 60,000 habitantes por 60,000
vecinos, debiendo decir fuegos, pues de otro modo se diría que Cholula,
Joquimilco, Iztapalapan, y otras ciudades eran mas populosas que Megico.
Pero en el referido numero no se comprendían los arrabales. Nos consta por
el testimonio de Herrera, y de Bernal Díaz del Castillo que acia Poniente con-
tinuaban las casas, por una y otra parte del camino de Tlacopan, hasta tierra
■firme, lo que forma un espacio de dos millas. Los otros arrabales eran Azta-
calco, Acatlan, Malcuitlapílco, Ateneo, Iztacalco, Zancopínca, Huítznahuac,
Jocotitlan, Coltonco, y otros. Probablemente Torquemada incluyó en su
calculo los arrabales, pero aun de este modo me parece exesivo el numero de
120,000 casas.
ORLO DR CORT6h POR LA RBLIOION. 69
que le ha hablado, había otros palacios, o casas grandes, constraidas por
los scfiores feudatarios para su habitación, en el tiempo en que se les
obligaba a residir en la corte. Sobre todas las casas, exepto sobre las
de los pobres, habia azoteas con sus parapetos, y eo algunas, almenas,
y torres, aunque roas pequeñas que las de los templos ; asi que los
templos, las calles, y las casas eran otros tantos medios de defensa
para los habitantes.
Ademas de la grande, y famosa plaza de Tlatelolco, donde se hacia
el mercado principal, habia otras menores, distribuidas por toda la
ciudad donde se vendian las provisiones de boca mas comunes. En
otros puntos habia fuentes, y estanques, especialmente en las cercanias
de los templos, y muchos jardines, plantados los unos al nivel de la
tierra, y otros en altos terrados. Jja» muchos y bellos edificios
primorosamente blanqueados, y bruñidos, las altas torres de los
templos esparcidos por los cuarteles de la ciudad, los canales, los
vergeles, y los jardines, formaban tan hermoso conjunto, que los
Españoles no se cansaban de admirarlo, especialmente cuando lo
contemplaban desde el atrio superior del templo mayor, el cual no
solo dominaba la pobülicion de la corte, si no los lagos, y las bellas, y
grandes ciudades de sus bordes. No menos maravillados quedaron al
ver los palacios reales, y la variedad infinita de plantas, y animales
que en ellos se criaban : mas nada los dejó tan atónitos como la gran
plaza del mercado. No hubo Español que no la celebrase con sin-
gulares encomios, y algunos de ellos, que habian viajado por casi toda
la Europa, ^eguraron, como dice Bernal Diaz, no haber visto jamas
en ninguna ^za del mundo ni tan gran numero de traficantes, ni tanta
variedad de mercancias, ni tanta regularidad y orden en el conjunto.
Desahogos del celo de Cortés por la Religión.
Cuando los Españoles subieron al templo mayor, encontraron allí
al reí, que se les habia anticipado, para evitar con su presencia que
cometiesen algún atentado contra sus Ídolos. Después de haber
observado desde aquella altura la ciudad, que el mismo rei le indicaba.
Cortes le pidió permiso de ver los santuarios, y él lo concedió,
habiendo antes consultado a los sacerdotes. Entraron en ellos los
Españoles, y contemplaron, no sin compaaioii ni horror, la ceguedad
de aquellos pueblos, y el horrendo estrago qne en ellos hada h
crueldad de sus sacrificios. Cortés, volviéndose entonces a Motenc-
soma, le dijo : '* Me maravillo, Sefior, que un monarca tan sabio
68 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
muchos barrios, cuyos nombres Megicanos se conservan aun entre los
Indios. Las lineas divisorias de los cuatro cuarteles, eran cuatro
calles principales, correspondientes a las cuatro puertas del atrio del
templo mayor. El primer cuartel, llamado Tecpan, y hoi S. Pablo,
comprendia toda la parte de la población que estaba entre las dos
calles correspondientes a las puertas Meridional y Oriental. El
segundo, Moyotla, hoi S. Juan, la comprendida entre las calles
Meridional y Occidental. El tercero, Tlaquechiuhcan, hoi Santa
Maria, la comprendida entre las calles Occidental, y Septentrional.
El cuarto, Atzacualco, hoi S. Sebastian, la comprendida entre las
calles Septentrional, y Oriental. A estas cuatro partes, en que fue
dividida la ciudad desde su fundación, se agregó después, como
quinta parte, la ciudad de Tlatelolco, quedando, por las conquistas
del rei Ajayacatl, unida a la de Tenochtitlan, y compuesta de todas
ellas la capital del imperio Megicano.
Habia al rededor de la ciudad muchos diques, y esclusas para
contener las aguas en caso necesario, y dentro de ella tantos canales,
que apenas habia barrio por el cual no se pudiese transitar en barco ;
lo que no menos contribuía a hermosear la pobfacion, que a facilitar
el transporte de los víveres, y de todos los renglones de comercio,
asegurando de este modo a los ciudadanos contra las tentativas de
sus enemigos. Las calles principales eran anchas, y derechas. De
las otras, habia algunas que no eran mas que canales ; muchas em-
pedradas, y sin agua, y no pocas que tenían en medio una azequia
entre dos terraplenes, que servían a la comodidad de los pasageros, y
a descargar las mercancías ; o en su lugar, plantíos uíb arboles, y
flores.
Entre los edificios^ ademas de los muchos templos, y palacios de
el numero de 60,000 casas, y no de 60,000 habitantes como dice Robertson, pues
no hai autor antijfuo que la estime tan pequeña. Es cierto que en la traducción
Italiana del conquistador anónimo se traduce 60,000 habitantes por 60,000
vecinos, debiendo decir fuegos, pues de otro modo se diría que Cholula,
Joquimilco, Iztapalapan, y otras ciudades eran mas populosas que Megico.
Pero en el referido numero no se comprendian los arrabales. Nos consta por
el testimonio de Herrera, y de Bernal Diaz del Castillo que acia Poniente con-
tinuaban las casas, por una y otra parte del camino de Tlacopan, hasta tierra
■firme, lo que forma un espacio de dos millas. Los otros arrabales eran Azta-
calco, Acatlan, Malcuitlapilco, Ateneo, Iztacalco, Zancopinca, Huitznahuac,
Jocotitlan, Coltonco, y otros. Probablemente Torquemada incluyó en su
calculo los arrabales, pero aun de este modo me parece exesivo el numero de
120,000 casas.
CRLO DR CORTftH POR LA RBLIOION. (¡^
que 80 ha hablado, habia otros palaciof , o casas grandes, construidas por
tos señores fendataríos para su habitación, en el tiempo en que se les
obligaba a residir en la corte. Sobre todas las casas, exepto sobro las
de los pobres, habia aaoteas con sus parapetos, y en algunas, almenas,
y torres, aunque roas pequeñas que las de los templos ; asi que los
templo», las calles, y las casas eran otros tantos medios de defensa
para los habitantes.
Ademas de la grande, y famosa plaza de Tlatelolco, donde se hacia
el mercado principal, habia otras menores, distribuidas por toda la
ciudad donde se vendían lai provisiones de boca mas comunes. Eo
otros puntos habia fuentes, y estanques, especialmente en las cercanías
de los templos, y muchos jardines, plantados los unos al nivel de la
tierra, y otros en altos terrados. íxm muchos y bellos edificio*
primorosamente blanqueados, y bruñidos, las altas torres de los
templos esparcidos por los cuarteles de la ciudad, los canales, los
vergeles, y los jardines, formaban tan hermoso conjunto, que los
Españoles no se cansaban de admirarlo, especialmente cuando lo
contemplaban desde el atrio superior del templo mayor, el cual no
solo dominaba la pob%cion de la corte, si no los lagos, y las bellas, y
gprandes ciudades de sus bordes. No menos maravillados quedaron aJ
ver los palacios reales, y la variedad infinita de plantas, y animales
que en ellos se criaban : mas nada los dej6 tan atónitos como la gran
plaza del mercado. No hubo Español que no la celebrase con sin-
gulares encomios, y algunos de ellos, que habian viajado por casi toda
la Europa, aseguraron, como dice Bemal Diaz, no haber visto jamas
en ninguna ^sa del mundo ni tan gran numero de traficantes, ni tanta
variedad de mercancias, ni tanta regularidad y orden en el conjunto.
Desahogos del celo de Cortés por la Religión.
Cuando los Españoles subieron al templo mayor, encontraron allí
al reí, que se les habia anticipado, para evitar con su presencia que
cometiesen algún atentado contra sus Ídolos. Después de haber
observado desde aquella altura la ciudad, que el mismo reí le indicaba.
Cortes le pidió permiso de ver los santuarios, y él lo concedió,
habiendo antes consultado a los sacerdotes. Entraron en ellos loa
Españoles, y contemplaron, no sin compasión ni horror, la ceguedad
de aqudlos pueblos, y el horrendo estrago que en ellos hacia b
crueldad de sos sacrificios. Cortés, volviéndose entonces a Moteoe-
loma, le dijo : ** Me maravillo. Señor, que un monarca tan sabio
TCf HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
como vos, adore como dioses esas figuras abominables del demoiiio."
" Si yo hubiese sabido, respondió, que debiais hablar con tanto
desprecio de nuestros númenes, no hubiera cedido jamás a vuestras
instancias." Cortés, viéndolo tan enojado, se escusó como pudo, y se
despidió para retirarse a sus cuarteles. ** Id en buen hora, respondió
el monarca, que yo me quedo aquí para aplacar a los dioses, irritados
con vuestras blasfemias."
Apesar de este disgusto obtubo Cortes del rei no solo el permiso de
construir dentro del recinto de sus cuarteles una capilla en honor del
verdadero Dios, si no también los materiales y operarios para la
fabrica, en la cual se celebró el santo sacrificio de la Misa, mientras
duró la provisión de vino, y diariamente concurrían a ella los soldado»,
a encomendarse a Dios. Plantó ademas en el patio principal una
cruz, a fin de que los Megicanos viesen la suma veneración en que los
Españoles tenian aquel santo instrumento de la redención del linage
humano. Quiso después consagrar al culto del verdadero Dios el
templo mismo de Huitzilopochtli, pero lo detubo el miedo del rei, y
de los sacerdotes, aunque lo consiguió mas tarde, habiendo aumentado
su autoridad de resultas de la prisión del rei, 5^ de otras acciones no
menos temerarias, que referiré mui en breve. Despedazó los Ídolos
que alli se veneraban, hizo limpiar el santuario, colocó en él un
Crucifijo, y una imagen de la Madre de Dios*, y arrodillado delante
de aquellos simulacros, dio gracias al Altísimo por haberle concedido
la gracia de adorarlo en aquel lugar, que por tanto tiempo habia sido
consagrado a la mas abominable, y cruel idolatría. Est^ mismo celo
lo indujo a repetir muchas veces a Moteuczoma sus razonamientos
sobre las santas verdades de nuestra fe, y aunque aquel monarca no
estaba dispuesto a abrazarlas, sin embargo movido por sus argu-
mentos mandó que no se sacrificasen mas victimas humanas, y aunque
no complaciese al general Español en renunciar a su creencia, siguió
tratándolo con cariño, y no pasaba dia en que no hiciese nuevas
finezas, y regalos a los Españoles. La orden que dio a los sacerdotes
* La imagen de la Virgen que colocó Cortés en aquel santuario, se cree ser la
misma que en la actualidad se venera con el titulo de los Remedios, o del Socorro,
en un magnifico templo, a ocho millas de la capital acia Poniente. Se dice que
la llevó consigo a Megico un soldado de Cortés llamado Villafuerte, y que el dia
después de la terrible noche en que fueron derrotados los Españoles, la escondió
en el sitio en que se encontró algunos años después, que es el mismo en que hoi
se venera.
PRISIÓN UH MOTKUOZOMA. 71
uT.erra do \o» sacrifícioH no fue observada con rigoroM puntuiílidad,
y la gran arroonia que reinaba entre Corté» y Motcucxoma Aio turbada
por el inaudito atentado que voi a referir.
Prisión de MoUuczoma.
No bubian pasado mas de seis dias después de la entrada de los Es-
pañoles en Megioo, cuando viéndose Cortés aislado en medio de un
pueblo inmenso, y conociendo el peligro en que se hallaban su vida* y
la de loa suyos, si mudaba de sentimientos el rci, como podia suceder,
llegó a persuadirse que no podia adoptar otro mc<iioparasu seguridad,
que el de apoderarse de la persona de aquel soberano ; pero siendo
esta una medida tan opuesta a la raxon, como al reipeto, y al agrade-
cimiento qoe le debia, buscó pretestos para aquietar su conciencia, y
poner a cubierto su bonor*. y no bailó otro que pudiera convenirle ñ
no la revolución de Vera Cruz, cuya noticia, qoe recibió en Cbolula,
habia tenido basta entonces reservada en su pecbo. Pero queriendo
en fin sacar partido de ella, la comunicó a sus capitanes, para qae
seriamente pensasen en los medios que podrían libertarlos de tantos
peligros ; y para jnlUfícar la temeridad que pensaba, y obligar a los
Españoles a prestarse a ella, mandó llamar a mucbas personas princi-
pales de los aliados (cuyo testimonio debia ser sospecboso, a causa de
* Que el inteato de Cortés era apodcrane de cualquier modo de Ja pe nona de
Motcuczoms, y que la rcvoluciun de Vera Cruz do era mas que un pretesto
para cubrir su dctl^io, te inBere rlaramcoto de tu rarte a Carlos V, de dO de
Ortuhre de^|^. " nwados, inrlrtissimo Príncipe, teU días después qoe en la
gran dudad dr Temittitan entr^ (debia decir Tenocktittmm) y habiendo vbto alfa-
nas eosai de ella, aunque pocas, seinin lo que hai que ver, j nomr. por aquellas
HM pareció, y aun por lo que de la tierra habia visto, que conrenia al Real acrvi.
do, y a nuestra segulUad, que aquel señor (Moteturoa) eatnbiera en mi poder, y
no ca toda su libertad : por que no modauc cl proposito que mostraba en servir
a V. Alteta, mayormente que los Españoles somos algo incomporubles, r impor-
tunos, e porque enojándose nos podía hacer mucho dafio, y tanto que no bohlesse
memoria de nosotros, según su gran poder ; e también porque tenicndole conml-
fCO, todas las otras tierras que a él eran subditas, vendrían mas alna al coood-
■dsBtD, y servido de V. M. como después sucedió.** Todavía descubre con mayor
claridad su btento en otro pasage de U misma carta, dtaado otra que habia «•-
críto al mUmo Carlos V desde Vera Cruz. " Certifiqué a V. A. que lo hahria
(a Motesaaa) o preso, o muerto, o subdito a la coroaarsal de V. M., y con este
proposito y demanda roe partí de la ciadad de CeospeaL* Ahora Mea, casado
Cortés saBo de Cempc^a, no hablan ocurrido los sucesos de Vera Cras, al habla
redbido agravio alguno del rei. si no roa» bien finetas dagnkrei. y
K<*«ntes.
*ll
72 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
SU enemistad con los Megicanos,) y les preguntó si habian observado
alguna novedad en la conducta de los habitantes de aquella corte.
Ellos respondieron que la plebe estaba divertida en los regocijos pú-
blicos, que el rei habia dispuesto para solemnizar la llegada de tan no-
bles estrangeros ; pero que en la nobleza se notaba cierto aspecto sos-
pechoso, y entre otras cosas, habian oido decir a sus individuos que
seria fácil levantar los puentes de los canales, lo que indicaba alguna
conspiración secreta contra los Españoles.
Tan grande era la inquietud de Cortés que no pudo dormir aquella
noche, y la pasó dando vueltas, pensativo, y agitado, por sus cuarteles.
Una centinela le notició entonces que en una de las cámaras habia una
salida tapada con una pared que pareeia recien-hecha. Cortés la hizo
abrir, y halló muchas piezas en que estaba depositado el tesoro del rei
Ajayacatl. Vio alli muchos Ídolos, una gran cantidad de alajas de oro,
plata, y piedras preciosas, ricos tegidos de pluma, y algodón, y otros
obgetos que pagaban a lo corona los pueblos tributarios, o que regala-
ban los señores feudatarios a su soberano. Después de haber exami-
nado atónito tantas riquezas, mandó hacer de nuevo el muro, dejan-
dolo, todo en el mismo estado en que se hallaba. •
En la mañana siguiente reunió a sus capitanes, les representó las
h ostilidades cometidas por el señor de Nauhtlan contraía guarnición de
la Vera Cruz, y contra los Totonaques sus aliados ; exesos que, según
decian estos, no se hubieran llevado a efecto sin la orden, o el permiso
del rei Moteuczbma. Espusoles con la mayor energía el gravísimo
peligro en que se hallaban, y les declaró su designio, exagerando las
ventajas que debian aguardarse de su egecucion, y dismmuyendo los
funestos resultados que podia tener. Hubo variedad en los dictá-
menes de los otros gefes. Los unos desaprobaban el proyecto, como
impracticable, y temerario, diciendo que seria mejor pedir licencia al
rei para retirarse de la corte, pues el que con tantas instancias, y
regalos habia procurado disuadir a Cortés de su resolución de ir a
Megico, fácilmente les daría permiso de salir de alli. Los otros
creian necesaria la salida, pero opinaban que debia hacerse de pronto
y en secreto, para no dar ocasión a que los Megicanos pusiesen por
obra alguna perfidia: pero la mayor parte de ellos, inducidos de ante-
mano, como es de creerse, por el mismo general, adhirieron a su voto,
oponiéndose a los otros, como vergonzosos, y mas arriesgados.
" ¿ Qué se dirá de nosotros, preguntaban, viéndonos salir intempesti-
vamente de una corte, donde con tantas honras hemos sido acogidos I
¿ Habrá quien no crea que el miedo es el que nos pone espuelas ? Y
PRISIÓN DB MOTBtlOSOMA. 78
ti pordcmoi la reputación de Talientet, i qné iegnrídad podcmoii pro-
mrtrrnoii ? ¿ Qué no harán con nosotros, en lo» piintox del tcrríto*
rio Megicano, o del de nuestros aliados, por donde tengamos qaa
transitar cuando ya no los detenga el respeto de nuestras armas ? **
Tomóse finalmente la resolución de apoderarse de Moteucaoma en sn
palacio, y de llevarlo preso a los cuarteles : proyecto bárbaro, y estra-
vagante, sugerido por el temor de los males que podrían sobrevenirles,
o por la esperíencia de su propia felicidad, que, mas que ninguna otra
consideración, estimula a los hombres a acometer las mas arduas em-
presas, y frecuentemente los arroja a los mas hondos precipicios.
Para la egecucion de tan peligroso atentado puso Cortés en arma a
toda su tropa, y la distribuyó en los puntos convenientes. Mandó a
oinoo de sus capitanes, y a veinte y cinco de sus soldados, en quienes
mas confianza tenia, que se dirigiesen de dos en dos a palacio, pero
de tal modo, que acudiesen todos a un tiempo, y como si fuese por
casualidad, y él se encaminó al mismo punto, con su interprete Dofía
Marina, obtenido antes el beneplácito del rei, a la hora en que solia
visitarlo. Fue introducido con los otros Españoles en la sala de la
audiencia, donde Motiuczoma, lejos de pensar en lo que iba a suceder,
los recibió con la misma amabilidad que siempre. Mandóles tomar
asiento, les reg^ó algunos efectos de oro, y ademas presentó a Cortés
una de sus hijas. Cortés, después de haberle significado con las mas
urbanas espresiones su gratitud, se escusó de aceptarla, alegando que
estaba casado en Cuba, y que según la lei divina de los Crístianos, no
le era licito leper dos mugeres : pero al cabo la admitió en sn compa-
ñia, por no disgustarlo, y con el obgeto de reducirla al Cristianismo,
como lo verificó en efecto. A los otros capitanes dio también algu-
nas hijas de los señores Megicanos, que tenia en su serrallo. Ha-
blaron después algún rato sobre vanos asuntos ; pero viendo Cortés
que la conversación lo distraía de su intento, dijo al rei que aquella
visita tenia por obgeto darle parte de la conducta del señor de Nauht-
lan, su vasallo ; quejóse de las hostilidades que había cometido contra
los Totonaques, solo por su amistad con los Bspaffoles ; de la guerra
que había hecho a la guarnición de Vera Croa, y de la muerte del go-
bernador Escalante, y de seis soldados de aquella plaza. " Yo, dijo,
debo dar cuenta a mi soberano de la muerte de estos hombres, y para
poder satiifiíoerlo dignamente, he hecho varias indagaciones acerca de
un procedimiento tan irregular. Todos os inctüpan, como al
autor de aquellos sucesos : mas yo estoi lejos de creer tamafii
en lao grau monarca, cual sería la dé tratar como enemigo es aqveUa
fá HISTORIA ANTIGUA DE MBGICO.
provincia, al que al mismo tiempo colmáis de favores en la corte."
** No dudo, respondió Moteuczoma, que los que me atribuyen la
guerra de Nauhtlan sean los Tlascaleses, mis eternos enemigos : pero
yo os protesto que no he tenido en ella el menor influjo. Quauhpopoca
ha obrado sin orden mia : antes bien contra mis intenciones : y a fin de
que os conste la verdad, lo haré venir inmediatamente a la corte, y lo
pondré en vuestras manos." Llamó en seguida a dos de sus corte-
sanos, y entregándoles una joya, en que estaba esculpida la imagen
del dios de la guerra, que siempre llevaba pendiente del brazo, y ser-
via en vez de sello para la egecucion de sus mandatos, les mandó que
se dirigiesen con la mayor celeridad posible a Nauhtlan, y de alli con-
dugesen a la corte a Quauhpopoca, y a las otras personas principales,
que habiau contribuido a la muerte de los Españoles, autorizándolos a
alistar tropas, y apoderarse de ellos por fuerza, en caso de negarse a
obedecer sus ordenes.
Los dos cortesanos partieron sin tardanza para poner en cumpli-
miento su comisión, y el rei dijo a Cortés : " ¿ Qué mas puedo hacer
parar aseguraros de mi sinceridad .í* " " No dudo de ella, respondió
Cortés ; mas para disipar el error en que están vuestros mismos vasa-
llos, de que el atentado de Nauhtlan se ha egecutado por orden vuestra,
necesito una demostración estraordinaria, que haga manifiesta la bene-
volencia con que nos miráis. Ninguna me parece mas conveniente a
este fin, que la de que os digneis venir a vivir con nosotros, hasta que
lleguen los reos, y por su confesión se aclare vuestra inocencia. Esto
servirá para satisfacer a nuestro soberano, para justificar, vuestra con-
ducta, para honrarnos, y para ponernos a cubierto, bajo la sombra de
vuestra magestad." Apesar de las palabras artificiosas con que pro-
curó Cortés dorar su atrevida e injuriosa pretensión, el rei la penetró
inmediatamente, y se turbó. " ¿ Donde se ha visto, dijo, que un sobe-
rano se dege llevar preso? Y aunque yo consintiese en evilecer de
ese modo mi persona, y mi dignidad ¿no tomarían las armas al ins-
tante todos mis vasallos para libertarme ? No soi yo hombre de los que
pueden esconderse, y huir a los montes. Sin someterme a tal infamia,
aqui estoi, pronto a satisfacer vuestras quejas." " Lacasa, Señor, a que
os convidamos, dijo entonces Cortés, es uno de vuestros palacios, y
vuestros subditos, acostumbrados a veros mudar de residencia, no podran
estrañar que paséis a la de vuestro difunto padre Ajayacatl, bajo el
pretesto de darnos este nuevo testimonio de amistad. En caso de que
intenten algo contra vuestra persona, o contra nosotros, tenemos valor,
brazos fuertes, y armas poderosas para reprimir su temeridad. Por lo
PRIHION DR MOTSUCXOMA. 7ft
derons. yo empeño mi palabra qae «erGiii honrado por nototrot, y «ei^
vido, como por vuestron Hubditos." £1 reí por^everó en lO repagnan-
oin» y Cortas en tu pretensión, hasta que uno de los capitanes Espa-
ñoles, demasiado atrevido e inconsidorado, llevando a mal qoo se re-
tardase la egecacion de aquel designio, dijo en tono colérico, que se
dejasen las palabras, y que sería mejor llevarse al reí por fucrui, o
quitarle la vida. Moteuczoma, que en el semblante del Español, co-
noció su intento, preguntó a Doña Marina qué decia aquel furioso
estrangero. " Yo, señor, respondió ella con discreción, como subdita
vuestra, deseo vuestra ventura, y como confidenta de estos hombres,
poseo sus secretos, y conozco su Índole. Si os dignáis hacer lo que soli-
citan, seréis tratado por ellos con todo el honor, y distinción que se
debe a Tuestra real persona : mas si persistís en vuestra determinación,
corre peligro vuestra vida." Aquel infeliis monarca, que desde la
primera llegada de los Españoles so babia dejado dominar por un terror
supersticioso, y cuya pusilanimidad aumentaba de diaen dia, viéndose
en tanto apuro, y creyendo que antes que llegasen sus guardias, po-
dría haber perecido a manos de aquellos hombres tan osados, y resuel-
tos, cedió Bnalment^a sus instancias. " Quiero, dijo, fíarme de vos ;
vamos, vamos, pues que los dioses lo quieren asi," y dando orden de
que se le preparase la litera, se puso en ella para ir a los cuarteles de
los Españoles.
No dudo que los lectores seotirao al leer, y al considerar las circuns-
tancias de este estraordinario laceto, el mismo disgusto que yo espe-
rímento al^ferirlo : mas eo este, no menos que en otros acaecimien-
tos de nuesva historia, es necesario levantar la mente al cielo, y revo-
renciar con el mas profundo respeto los altísimos consejos de hi Divi-
na Providencia, que se valió de los Españoles como de instrumentos
de su justicia, y de su misericordia, castigando en algunos la supertti-
cion, y la omeldad, e iluminando a los otros con la luz del Evangelio.
No cesaremos de inculcar este principio, ni de dar a conocer, ano eo
las aocioDes mas irregulares de las criaturas, la bondad, la sabidoria, y
la omnipotencia del Criador.
Salió finalmente Moteucxoma de so palacio, para no volver a ealnr
maa ea sos muros, protestando al mismo tiempo a toa oorteeMiot, qae
por ciertoi motivos que habia consultado ya con los dioeea, ae iba por
iu gusto a vivir alguoot diu con aquellos estfwigwoa, y iiaiid««dolei
que lo pablioaaeo asi por toda la ciudad. Iba OM todo el tnm jamg'
oificenoia qae ioKa llevar consigo, cuando se dejaba ver ea paUieo» y
los Eapafiolee marobaban a so lado guardándolo, y coa prdetto de
76 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
honrarlo. Divulgóse inmediatamente por la ciudad la noticia de tas
estraordinario suceso, y concurrió en tropel el pueblo a presenciarlo :
los unos lloraban enternecidos, y los otros se arrojaban al suelo como
desesperados. El rei procuraba aquietarlos, significándoles el placer
con que iba a residir entre sus amigos : pero temiendo algún alboroto,
dio orden a sus ministros de despejar el camino de la plebe, e impuso
pena de muerte al que ocasionase la menor inquietud. Llegado a los
cuarteles, acogió con suma benignidad a los Españoles que salieron a
su encuentro, y tomó por su alojamiento la habitación que mas le aco-
modó, y que fue mui en breve amueblada por su servidumbre con finos
tapetes de algodón, y de plumas, y con los mejores muebles del real
palacio. Cortés puso guardia a la puerta de aquella habitación, y do-
bló la ordinaria de los cuarteles. . Intimó a todos los Españoles, y
aliados que tratasen, y sirviesen al rei con el respeto debido a su alto
carácter, y permitió que entrasen a visitarlo cuantos Megicanos quisie-
sen, con tal de que fuesen pocos a la vez: asi que Moteuczoma no
carecía de nada de lo que tema en su palacio, sino de libertad.
Vida del rei en la prisión.*
Daba Moteuczoma libremente audiencia a sus vasallos, oia sus pre*
guntas, pronunciaba sentencias, y gobernaba el reino con la ayuda de
sus ministros, y consegeros. Servianlo sus criados con la diligencia, y
puntualidad acostumbradas. Asistíanlo a la mesa una muchedumbre
de nobles, distribuidos de cuatro en cuatro, llevando en alto los platos>
para mayor ostentación. Después de haber escogido lo eme le gusta-
ba, distribuía lo demás entre los Españoles que lo guardaban y los Me-
gicanos de su servidumbre. No satisfecho con esta su generosidad
hacia frecuentes y magníficos regalos a los Españoles. Cortés, por su
parte, mostraba tanto celo en que sus soldados lo respetasen como de-
bían, que mandó dar de palos a uno de ellos por haberle respondido con
aspereza, y lo habría mandado ahorcar, según afirman los historiadores,
si el mismo rei no hubiera intercedido en favor del reo. Mas si este
era digno de tan severo castigo, por haber faltado con su respuesta al
respeto debido a la magestad del monarca ¿ qué pena merecía él
que lo habla privado enteramente de su libertad? Cada vez que Cortés
iba a visitarlo le hacia los mismos acatamientos y ceremonias, que
cuando estaba en su palacio. Para distraerlo en su prisión mandaba a
sus soldados hacer egercicios de armas, o jugar en su presencia, y él
mismo rei se dignaba también jugar con él, o con el capitán Alvarado,
a un juego que los Españoles llamaban bodoque, y mostraba placer en
VIDA l>KI. RRl RM LA PRISIÓN. 77
perder, )>ara tener ducvos motivos de egerccr su liberalidad. Dea-
purs de comer perdió ca ana ocasión, coarcnta padios de oro «o br«*
to, que formabiin, según congetaro, ciento y iwept» ooia» a lo ■»-
MM. Asi dÍM|Nui fácilmente sus ríqaeaas los qae Im has adqairido tim
naga.
Viendo Cortés la liberalidad, o por mejor decir, la prodigalidad del
ivi. le dijo un día que algunos soldadoa atreridot habían tomado del
tesoro de su defnnto padre Ajayar4itl unot pedaxos de oro, ma<« que
ya habia ronndado reponerlos donde estabaa. ".Con tal que no toquen,
dijo el reí, a las imágenes de los dioses, ni a lo que «ata JaatÍDado a
su culto, tomen cuanto quieran." Con este peraÍM, loa BlpaÜolea
sacaroo de aquel deposito ims de mil Testados de algodón. Cortés
mandó restituirlos : pero Moteucxoma se opuso diciendo que janiM
volvía a tomar lo que había dado. Quiso adeflMM el general Español
qae se anestascn otros soldados que del mismo tesoro habían tomado
ciarta cantidad de liquidamhar : mas a petición del reí fueron puestos
en libertad. No contento con prodigar sos riquexas a los estrangeros,
presentó a Cortés otra de sos hijas, que él aceptó para casarla con
Cristoval de Olid, nftiestre de campo de las tropas Españolas. Esta
como la otra que habia Moteocsoma dado antes, fue pronta-
instmida y bautizada, sin que su padre hiciese la menor
No dudando ya Cortés de la buena voluntad del reí, descubierta,
no solo en tan estraordinarias demostraciones de liberalidad, sino tam*
bien en «I plnoer qna tenia de tratar con los Espaftoleik le
ilMpaii dMIgnnoa 4mm de prisión, licencia pan taUr de
y lo «lottó n qna Amm, ennntM vncaa gaíiiMii, a divertirse en la can,
aganiBio n qno en aficionndimMo. No naió el envilecido monafca
aqael ano ainnble de su libertad ; salía anchn Tecea, e iba o a Im
i<n|ilM,n pnction m defociones. o al lago a ennr ana aenatieai» j
•I boaqne de Chapohepec, n otro «tío de neno» aenpre gnart^in
toldados Eipefteln. Cuando ¡be al ligo lo
y dos bmgnünw qae mandó hacer Cartea,
de n entrada en aquella capital*. Cuando iha a In
lo acompañaban dos mil Haacnlaan, adann de la nnonn
comitin de Megicanot, que lo senriai eoatfnentBle: wm nenn p^
•aba la nacha Inan de n aloJMÍiiln
• PWrm sspMMr de aaa v«t la vida de Motnennmñ lapririn ciiaa%nss
sácese* peslariore» a los qae voi s referir.
78 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Suplicio del Señor de NauJitlan, y nuevo insulto a la Magestad
del Rei.
Mas de quince días habían pasado después que Moteuczoma mudó
de residencia, cuando volvieron los dos sugetos que habia enviado a
Nauhtlan, trayendo consigo a Quauhpopoca, a un hijo suyo, y a
quince nobles cómplices de la muerte de Escalante. Quauhpopoca
venia ricamente vestido sobre una litera. Cuando llegó a los cuarteles
se descalzó, según el ceremonial de palacio, y se cubrió de un ropage
tosco. Introducido a presencia del rei, y hechas las acostumbradas
reverencias, le dijo : " Ved aqui, mui grande y poderoso Señor, a
vuestro siervo, obediente a vuestras ordenes, y pronto a cumplir en
todo vuestra voluntad." " Harto mal os habéis conducido en esta
ocasión, le respondió indignado el rei, tratando como enemigos a unos
estrangeros que yo recibo amigablemente en mi corte, y grande ha sido
vuestra temeridad en inculparme tamaño atentado: seréis por tanto
castigado como traidor a vuestro soberano," y queriendo Quauhpopoca
escusarse, no quiso darle oidos, y mandó entregarlo a Cortés con sus
cómplices, a fin de que, examinado el delito, lo cLstigase con la mere-
cida pena. Cortés les hizo varios interrogatorios, y ellos, confesaron
claramente el hecho, sin inculpar al principio al rei, hasta que vién-
dose amenazados del tormento, y creyendo inevitable el suplicio, de-
clararon que cuanto hablan hecho les habia sido mandado por el rei,
sin cuyas ordenes no hubieran osado intentar la menor cosa contra los
Españoles.
Oida la confesión por Cortés, y fingiendo no dar credita a sus escu-
sas, mandó que fuesen quemados vivos delante del real palacio, como
reos de lesa magestad. Pasó inmediatamente a la estancia del mo-
narca, con tres o cuatro capitanes, y un soldado que llevaba unos
grillos, y sin detenerse en las acostumbradas ceremonias, y cumpli-
mientos, le dijo : " Ya, Señor, han sido examinados los reos, y todos
han confesado su delito, inculpándoos a vos, como autor de la muerte
de mis Españoles, Yo los he condenado al suplicio que merecen, y
que merecéis vos mismo, en virtud de su confesión : pero consideran-
do, por otra parte, los grandes beneficios que nos habéis hecho, y el
afecto que habéis manifestado a mi soberano, y a mi nación, quiero
concederos la gracia de la vida : pero no puedo evitar que sufráis una
parte de la pena a que os habéis hecho acreedor por vuestro delito."
Dicho esto, mandó airadamente al soldado que le pusiese los grillos
NUKVO INSULTO A i< RRI. 79
pn los pies, y sin querer oírlo, lo f olvio la eipalda, y fe retirA. Poe
tan grande el asombro del monarca, viendo sometida a tanto iiltm;^
sn |H>rsona, que no hizo la menor resistencia, ni prorrumpió en una
pitlabra que denotaM) su dolor. Mantabose algnn rato privado de
sentido, fios criados que lo asistian declararon con mudas lagrimas
sa dolor, y echándose a sus pi(>s le aliviaban con sus manos el pt^io de
los grillos, y con montones de algodón le evitaban su contacto. Pasa-
da aquella primera sorpres^i, prorrumpió en ademan«>A de impaciencia,
pero 8en>nose mui en breve, atribuyendo su desventura a la soberaos
disposición de los dioses.
Terminada apenas aquella atrevida acción, acometió Cortés otra
empresa no menos temeraria. Después de haber prohibido la entrada
en los cuarteles, a los Megicanos que venian a visitar al rei, mand/>
conducir al suplicio a Quauhpopoca, a su hijo, y a los otros cómplices.
Escoltáronlos los mis;nos Espafioles armados, y en orden de batalla,
para contener al pueblo, si intentaba oponerse a la egecucion : pero
} qu^> podría hacer aquel iiequefio numero de cstrangeros, contra la
muchedumbre inmensa de Megicanos, que debian ser espectadores de
aquel grao suceso, si» Dios, que lo disponía todo para la egecacioo de
■US altos designios, no hubiese impedido los efectos de tan inaudito
atentado? Encendióse la hoguera delante del palacio principal del
rei, y la leña consistía en una gran cantidad de arcos, flechas, dardos,
lanzas, espadas, y escudos, que estaban en ana armería, porque asi
lo exigió Cortés del rei, para libertarse de la inquietud que le ocasio-
naba la vista de taotas armas. Quauhpopoca, atado de pies, y niaoot,
y puesto s(fl^ la hoguera en que iba a perecer, protesta de ooevo m
inocencia, y repitió que cnanto había h<M:ho, había sido por etprato
mandato de tn rei ; después biso oración a sus dioses, y exortó a sos
compafieros a que muríesen con valor. Encendióse el fuego, y «■
pocos minutos fueron consumidos*, a vista de un pueblo innumerable,
qoe te mantubo quieto, porque se persuadió, como es de creerse, qoe
* SolU, cuando hal>Ia de U •entencU de Cortés contra Quauhpopoca, dice :
** Jus{(oie militanncote la caoMi, y se les dio teateBcia de muerte, coa la fin aas
taada de que fuesen quemadot publicamente tus coeqxM," coa lo que, sia
espUcar fkraaiente el saplido de los reos, da a entender qoe no faeroa guroM
dos Tiros : este modo de hablar no conriene a la sincerklad que ■« requiere de «a
historiador. Procura disimular lo que no cuadraba con el panegírico de sa karoe:
pero de poco drve su artilido, cuando no lolo los otros Urtoriadons» dao Q
mismo Oortés lo aima poshivaBeale en n carta a OMos V. Vcmt aicmai k
Decada 2, Obro viil, cap. 9, dd Cronku Herrera.
80 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
aquella sentencia se egecutaba por orden del rei : y es verosimil que
se publicaría en su nombre.
No puede justificarse de modo alguno la conducta de Cortés, por-
que ademas de haberse arrogado una autoridad que no le competía, si
creia en efecto que el rei era el verdadero autor de las revoluciones
de Vera Cruz ¿por qué condenar a muerte, y a una muerte tan
acerba a los que no tenian otro delito que haber egecutado puntual-
mente las ordenes de su soberano 1 Si no creia culpable al rei ¿ por
qué someterlo a tanta ignominia, dejando a parte el respeto debido a
su carácter, la gratitud que requería su generosidad, y la segurídad
a que es acreedora la inocencia? Yo congeturo que Quauhpopoca
tubo orden del rei de someter a los Totonaques a la obediencia de su
corona, y no pudiendo obedecer este mandato sin indisponerse con
los Españoles, como protectores de los rebeldes, llevó las cosas al
estremo que dejo referido.
Terminada la egecucion, pasó Cortés a la habitación de Moteuc-
zoma, y saludándolo afectuosamente, y ponderando la gracia que le
hacia concediéndole la vida, mandó quitarle los hierros. El jubilo que
esperimentó en aquella ocasión Moteuczoma, futí proporcionado a la
aflicción que había sentido cuando se los pusieron. Disipóse entera-
mente el temor que habia tenido de perder la vida, y recibió la liber-
tad como un beneficio incomparable. ¡ Tanto se habia envilecido su
animo !^ Abrazó con suma ternura a Cortés, manifestóle con singula-
res espresiones su gratitud, y aquel dia hizo grandes finezas a los Es-
pañoles, y a sus vasallos. Cortés mandó retirar la guardia que le
habia puesto, y le dijo que podia restituirse cuando quisi^a a su pala-
cio ; pero estaba seguro que no lo haría, pues repetidas veces le habia
oido decir que no le convenia volver a su antigua habitación Ínterin
estubiesen en la capital los Españoles. En efecto, no quiso dejar los
cuarteles, alegando el riesgo que corrían Cortés, y los suyos si los
abandonaba : mas también puede creerse que contribuyó a esta deter-
minación su propio peligro, no ignorando cuanto desaprobaban sus
vasallos el envilecimiento a que se habia reducido, y su demasiada
condecendencia con los estrangeros.
Tentativas del rei de Acolhuacan contra los Españoles.
Es verosimil que el suplicio de Qauhpopoca ocasionase alguna
fermentación en la nobleza, pues de allí a pocos días Cacamatzin,
rei de Acolhuacan, no pudiendo sufrir la preponderancia que iban
adquiriendo los Españoles en la corte de Megico, y avergonzándose
TENTATIVAS DKI. RKI DB ACOLItUATAN. 81
do ver a Motenczoma so tío en tan miserable estado, le mand/i a
decir qne le acordase de su alta dignidad, j qae no qtitsiese ser m-
clavo de aquellos desconocidos : pero viendo qae no hacia caso de nos
consejos, resolvió hacer la gtiorra por si mismo a los Espafioles. ím
rainu de estoü hubiera «ido inevitable, si el concepto que tenian
aquellos pueblos de Cacamatxin hubiera correspondido a su intre-
pides, y resolución : pero los Megioanos sospediaban que bajo color
de celo por el honor de su tio, ocultaba miras ambiciosas, y el desig-
nio de usurparle la corona, y los Totonaques no lo amaban, por su
orgullo, y por el mal qne habia hecho a su hermano Cuicuitzcatzin, el
cual, para huir de su persecución, se habia refugiado en Megico, y era
generalmente estimado por su gallardía, y popularidad.
Pasó paes Cacamatsin a Tezcuco, y habiendo convocado m ioa
eoaaegeroi, y a los principales personages do m corte, les rcprcaentó
el deplorable estado en que se hallaba la corto de Megioo, por el
soberbio arrojo de los Españoles, y por la pusilanimidad del rei sn tio ;
la autoridad que aquellos pocos estrangeros se iban arrogando; las
gravisimas injiuias que hobion hecho a la persona del monarca,
aprisionándolo como •si fuera un vil esclavo, y aun a los dioses mis-
mos, introduciendo en aquel reino el culto de númenes estraños ; exa-
geró las funestas consecuencias que de aquellos principios podian
resultar contra la corte, y el reino de Acolhuocon. " Es tiempo,
decia, de combatir por nuestra religión, por nuestra patria, por nues-
tra libertad, y por nuestro honor, antes que se aumente el poder de
eatoi bombrat, o eoo noeiroa wfuenwa qne Teiigu de ta ptia, o eos
libremente su opinión. La mayor parte do los consegf^
nM M ptonODciaron por la guerra, o para complacer al rei, o por qne
60. afecto enn del mismo dictamen ; pero algunos aneianoa, a qniesea
todos miraban con veneración, digeron al rei sin empacho qne m» ae
deJMe tan ñMsilmente llevar por el ardor de la juventud ; qne aatet de
toranr una resolución, considerase qne los Españoles eran bombras
belicosos, y resueltos, y peleaban coa armas snpeiiutes; qne no
tanto su parentesco con M oteneaoma, como \m aHaasa y
de este oon los Españoles; qne esta amislad, de qne
pmebas tan positivas, lo indndria • miiñcar • k — Wninii de
todos los irterases de bt uagn, y de b patria.
I estas fcpiesentnoíouei se nbnab el pertido de la
y empeearoo a hacerse inmediatameate, y eoB al mayar isswta las
TOMO U. Q
82 HISTORIA ANTIGUA DB MEGICO.
preparativos : pero no dejaron de saberlo Moteuczoma, y Cortés.
Este entró en graviáma inquietud, mas considerando por otra parte
que salia bien en todas las empresas temerarias, pensó en evitar el
golpe, marchando con sus tropas a dar asalto a Tezcuco. Moteuc-
zoma lo disuadió de tan osado proyecto, informándolo de las fuerzas
de aquella corte, y de la inmensa muchedumbre de sus habitantes.
Determinó pues Cortés e»viar una embajada a aquel monarca, recor-
dándole la amistad que mutuamente se hablan prometido en Ajot-
zinco, cuando fue a verlo de parte de su tio, y diciendole que re-
flexionase cuan fácil es emprender la guerra, y cuan difícil termi-
narla ventajosamente ; por fin, que mas le convendría mantenerse en
buena correspondencia con el rei de Castilla, y con la nación Espa-
ñola. Cacamatzin respondió que no podia tener por amigos a los que
le quitaban el honor, a los que oprimían la patria, a los que ultraja-
ban a su familia, y despreciaban su religión ; que no sabia, ni le impor-
taba saber quien era el rei de Castilla ; que si quería evitar el golpe
que lo amenazaba, saliese inmediatamente de Megico, y regresase a
su país.
Apesar de ser tan violenta la respuesta, Cortés le envió otro
mensage, pero habiéndole contestado en el mismo tono que la vez
primera, se quejó amargamente a Moteuczoma, y para mas empe-
ñarlo, fingió sospechar de él que tenia algún influjo en los designios
hostiles de su sobrino. Moteuczoma se justificó de aquel agravio con
las protestas mas sinceras, y se ofreció a interponer su autoridad. En-
vió pues a decir a Cacamatzin que viniese a visitarlo a su corte, y que
él hallaría modo de ajustar aquella disensión. Cacamafeín, indignado
al ver a Moteuczoma mas empeñado en favor de los que oprimían su
libertad, que en el de quien se esforzaba en restituírsela, le respondió
que si desj5ues de tanta infamia hubiera quedado en su alma el menor
sentimiento de honor, se avergonzaría de verse hecho esclavo de cua-
tro aventureros, que mientras lo alagaban con palabras, lo ultrajaban
con sus hechos ; que pues no bastaba a moverlo ni el celo de la reli-
gión, y de los dieses Acolhuis, despreciados por aquellos hombres, ni
la gloría de sus abuelos, eclipsada, y envilecida por su cobardía, él
quería defender su religión, vengar a los dioses, conservar su reino, y
recobrar el honor, y libertad de la nación Megicana, y de su mo-
narca; que iría en efecto a la corte, como se lo rogaba, pero no con
las manos en el seno, sino empuñando la espada, para borrar el opro-
brío de los Megicanos con la sangre de los Españoles.
PHlRiON nKI. RBI DB AOOLHUAOAN. 8V
Prisión del Bti (U Acolhuacan, y de otros ttñaru, y •xatiaciom dei
principa CuicuitxcfUtiñ,
CoMternose Moteurxoma ni oír esta respuesta, temÍMido Mr vie-
tíma, en aquella tempesüid, o de la Yeoganza do \o% K^ipafíolr», o dM
fnror de Cacamatziii : por lo qae te decidió a tomar un partido iMlfu
mo para impedirla, y salvar su vida por medio de ana üraieioii. Dio
instrucciones secretas a «nos oficiales M egicaoos, qoe iuni— •• Iü
guardia del reí hu sobrino, para q«e coo k nayor diKfeneia, j astaeto
se apodcniMU do él, y lo condugesen cautelosamente a Me^^co, por-
que asi conTcnia al bien público del estado. Sugirióles el modo de
egeontarlo, y quisas les baria algún regalo, o les ofrecería alguna r»*
compensa para estimularlos a llerar a eaiio so desigMO. Ellos se
confabularon con otros oficiales, y domettieot dd rei Ckeamatxin, que
reconocieron dispuestos a ayudarlos, y con su itocorro obtubieron todo
lo que Moteuczoma deseaba. Uno de los palacios del rei de Acol-
hoacan estaba construido a orillas del lago, de tal manera, que por un
canal que corría por debajo, podían entrar, y salir barcos. Alli resi-
día entonces Cacamiltzin, y los conjurados dispusieron un buen nu-
mero de barcos, con gente armada, y en la oscuridad de la nocbe, que
tantos delitos cubre, y favorece, atacaron de improviso al rei, con
tanta prontitud, que antes que viniesen los suyos a su socorro, lo pa-
sieroD eo un barco, y lo llevaron sin perder tiempo a Megioo. Mo-
tescsoBUk, sin respeto alguno al carácter de soberano, man paran-
taeoo ooB «1 principe Canamatyin, lo entregó inaediataBanta • Carté&»
Este genenlfciae iugw apnieBu en toda su ooodocta, no tenia la señor
idea del respeto que se ánibm a la magaeted real, aun en la periona de
on bárbaro, mandó eneadenario, y encerrarlo bajo b custodin do «na
bnena guardia. Las raflexioDM a que dan logar ^ate, y olroa Oflinor-
dinaños sucesos de esta historia, son tan triviales, que no jnigo noeo-
sario interrumpir con ellas el curso do mi narración.
Cacomatzin, que babia empezado su infausto reinado, oon las
disensiones de su hermano Ijtliljochitl, y con la división de sns doon-
nios, lo acabó con la perdida de la corona, de la libertad, y de hi vida.
Determinó Moteocaoma, con aprobaeion de Cortea, qno te corona de
Acolhaaoan se diese al principe Coicnitaratain, qno tedna «do koip^
dado en al polaeio de sa tío, desde qoe por huir de la persacacien de
Caramatiin, te refugió a Megioo, e imploró su protección *. Bi aote
• Cortés ea sa carta a Gbrloc V dic« qoe Cukahvcatite «rs ^Qo ds Oms.
mst^, BMS eito es «rror del copbla o del mismo Cortés, pees csasla qae eiaa
c 8
84 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
elección se hizo agravio a los principes Coanacotzin, e Ijtliljochitl,
que por haber nacido de la reina Jocotzio, tenian mas derecho a la
corona. No se puede saber el motivo que tubo el rei de Megico
para desechar a Coanacotzin : y por lo que hace a Ijtliljochitl, parece
que no quiso aumentar el poder de un enemigo tan formidable.
Como quiera que sea, Moteuczoma hizo proclamar rei a Cuicuitzcat-
zin, y lo acompañó con Cortés hasta el barco en que debia pasar el
lago, recomendándole la amistad de los Megícanos, y de los Espa-
ñoles, pues a unos, y a otros era deudor de la corona.
Pasó Cuicuitzcatzin a Tezcuco, acompañado de muchos nobles de
una, y otra corte, y alli fue recibido con aclamaciones, con bailes, y
arcos de triunfo, llevándolo la nobleza en una litera desde el barco
hasta su palacio, donde el noble mas anciano lo felicitó en un largo
discurso, a nombre de toda la nación, exortandolo a amar a sus vasa-
llos, y prometiendo que ellos lo amarían como padre, y lo respetarían
como señor. No es posible espresar el dolor que estas nuevas ocasio-
naron a Cacamatzin, viéndose en la flor de la juventud (pues no tenia
mas de veinte y cinco años), privado de la corona, que tres años antes
habia heredado de su padre, y reducido a la elLirechez, y soledad de
nna cárcel, por el mismo rei a quien deseaba libertar, y por los mismos
estrangeros que habia pensado arrojar de aquellos estados.
Tenia ya Cortés en su poder a los dos mas poderosos soberanos de
Anahuac, y no tardó mucho en apoderarse también del rei de Tlaco-
pan, de los señores de Iztapalapan, y Coyohuacan, hermanos los dos
de Moteuczoma, de dos hijos de este mismo rei, de Itzquauhtzin,
señor de Tlatelolco, de uno de los sumos sacerdotes de íáegico, y de
muchos otros personages de la mas alta gerarquia. Ignoranse las
circunstancias de todos estos arrestos, mas es de presumir que los
prendería uno a uno, cuando iban a visitar a Moteuczoma.
Sumisión del rei Moteuczoma y de la Nobleza Megicana al rei de
España.
Animado el general Español con tan prósperos sucesos, y viendo al
rei de Megico enteramente sometido a su voluntad, le dijo que era ya
tiempo de que él y sus subditos reconociesen al rei de España por
legitimo soberano, como decendiente del rei y dios Quetzalcoatl.
hermanos de padre : ademas Cortés dice que Cacamatzin era un joven de veinte
y cinco años, y representa a Cuicuitzcatzin en edad de poder ya gobernar. Fi-
nalmente en otra carta de 15 de Mayo de 1522 afirma que estos dos principes-
eran hermanos.
SUMISIÓN t)R MOTRVCZOMA. 85
Mo(ctic/oma, qae ya no tenia mlor pnra contradecirlo, contocA a la
principnl noblesa de la corte, y dn \m ciudades círcanfecioaji. Aca-
dioron todos prontamente a recibir sos ordenes, y reunidos en ana
gran sala del cuartel, rn presencia de Cortés, y de otros EspaAoles,
las dirijo el rei un largo discurso, en que les manifesté) el amor que a
todos tenia como padre, de quien no debian temer que les propusiese
lo que no fuera justo y ventajoso. Les recordó la antigua tradicíoo
sobre In dcTolocion del imperio Mogicnno a los decondicnles de
Quctzalcoatl, de quien habian sido lugar-tenientes él y todos sus pre-
decesores, y los fenómenos observndoH un Ion olementos, quo significa-
ban, según la interpretación de los sacerdotes, y de los adivinos, ser
llegado el tiempo de que se cumpliesen aquellos oráculos. Yo no
dudo que también baria mención del memorable suceso, y vaticinio de
su hermana Papantzin. «juc ya be referido, el cual habría sido en gran
parte la causa do su apocamiento. Siguió comparando las circunstan-
cias de los Españoles con las de la tradición, y concluyó diciendo que el
rei de España era en realidad el legitimo decendiente de Quetzalcoatl,
y que por tanto le cedía el reino y lo prestaba obediencia, mandando
a todos hacer lo misino*. Al confesarse subdito de otro soberano,
* Lm drcutMtftncias de este suceso se refieren en laa historias con taat» varíe-
dad, que no hai dos de ellas que estén perfectamente de acuerdo. En mi narra-
clon he procurado seguir a Cortés, y a Bcrnal Díaz, que fueron testigos oculares.
.*v>H* afirma que el reconocimiento de Moteiiczoma fue un mero artificio ; que
no tubo jamas intención de cumplir lo que-promctia; que su intento era dcsem-
baraxarse de loa Españoles, y contemporíxar, para dar ríenda dcapues a so ara bi-
cioD, fin cúrala de su palabra. Pero si el acto de Motcncsoma fue un mero
artificio, «i no pensaba cumplir su promesa, i por qué al confesarse vasallo de
otro monarca, simio tanto dolor, que se le turbó la voz, y derramó lagrimas,
romo r1 mismo escritor afirma*^ No necesitaba dr tanta ficción para quitarse de
encima a los Espafioles ; Cuantas veces podo, con hacer una seña a sns subditos,
o sacrificar los Españoles a sus dioses, o, dejándoles la vida, hacerlos conducir
atados al puerto, para que alli pasasen a Cuba I Toda la conducta de Afoteoc-
7oma está en contradicción con los sentimientos que Solis le atribuye : pero aada
«lesroiente tanto su arusacion, como el claro testimonio dado por el gobierno
I>pa6ol,cl cual en muchos documentos, espediddl enfarorde la real dcccndeada
«Ir aquel monarca, concediéndole esendones, y pririleglos estraordinarios, de*
clara qna «stoa privilegios ao pueden senrlr de egemplo a ninguna otra casa,
pues ** aiagaaa, aSade, ha be^o a la Eapafia tan graa scrririo, como d ^aa la
hlso d emperador Moteucxoma, incorporando a aqudU coroaa, con su rolonlaria
ceaion, un rdao tan rico, j tan grande como d dr Megieo." SI la
prestada por Moteacsoma al rd Católico, hubiera sido roño la i
se diria que la corte de España cfda incorporado d reino de Megieo a b eoTuaa
de Cartilla, en rirtod de una cesión fingida y eagañosa, y de ua mero artiBdo de
86 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
sintió tan gran pena, que no pudo seguir hablando, y las lagrimas
sustituyeron las palabras. Al llanto del rei siguieron tan amargos
sollozos de los concurrentes, que enternecieron, y movieron a piedad
a los Españoles. Cesaron aquellas demostraciones de dolor, y que-
daron todos sumergidos en un melancólico silencio, que interrumpió
uno de los mas distinguidos señores Megicanos diciendo : " Pues es
llegado el tiempo de que se cumplan los oráculos antiguos, y los dioWs
quieren, y vos mandáis que seamos subditos de otro señor ¿ qué hemos
de hacer nosotros sino someternos a las soberanas disposiciones del
cielo, intimadas por vuestra boca?"
Cortés entonces dio gracias al rei, y a todos los señores, que esta-
ban presentes, por su pronta,, y sincera sumisión, y declaró que su
soberano no pretendía quitar la corona al rei de Megico, sino hacer
reconocer su alto dominio en aquellos estados ; que Moteuczoma no
solo seguiría mandando a sus subditos, sino que egerceria la misma
autoridad sobre todos los otros pueblos que se sometiesen al rei de
España. Disuelta la asamblea, mandó hacer Cortés un instrumento
publico de aquel acto, con todas las solemnidades que juzgó conve-
nientes, para enviarlo a su corte. ^
Primer hornenage de los Megicanos a la corona de Castilla.
Dado con tanta felicidad este primer paso. Cortés representó a
Moteuczoma que pues había ya reconocido al rei de España como
soberano de aquellos paises, era necesario manifestar su subordinación,
por medio de alguna contribución de oro o plata, alegando para esto
el derecho que los soberanos tenian de exigir este homenage de sus
vasallos para mantener el esplendor de su corona, para pagar a
sus ministros, para soportar los gastos de la guerra, y para las otras
necesidades del estado. Moteuczoma con regia magnificencia le dio
el tesoro de su padre Ajayacatl, que se conservaba, como hemos dicho,
en aquel mismo palacio, y del cual nada habia tomado aun Cortés,
aunque el rei le habia dado el permiso espreso de tomar cuanto qui-
siese. Todo aquel gran deposito de riquezas pasó a manos de los
Españoles, juntamente con todo lo que contribuían los vasallos feuda-
tarios de la corona, lo que componía tan considerable suma, que, des-
pués de haber separado la quinta parte para el rei de España, tubo
Moteuczoma, lo que seria gravemente injtirioso a la rectitud de los reyes Cató-
licos. Betancourt eñ la 2 parte, tratado 1, de su Teatro Megicano cita los refe-
ridos documentos, los cuales se conservarán sin duda originales en los archivos
(le los Condes de Motezuma, y Tula.
\
NUKVOtt TBMOHBS l)K MOTBUCXOMA. 87
Cortés lo bástente para pagar las deudas que había contraído en Coba
Olí oi armamento do su espedicioo, y remunerar a su.h oficialcn, y sol-
dadojí, quedándole una provisión suficiente para los gastos qoo podría
hacer en el porvenir. Para el reí se destinaron, ademas del quinto
del oro, y In plata, varios obgetos que parecieron dignos de conser-
varse enteros por su maravilloso artificio, y que, según el compoto del
■mamo general, importaban mas de cien mil ducados : roas la mayor
parte de estas riqueaas te perdieron, como después veremos.
inquietud^ de la nobleza de Megico y nuevoi tetnoret de Moteuc-
towia.
Triunfaban los Españoles al verse dueños a tan poca costa de tantas
riquezas, y por haber sometido a su reí, sin esfuerzo, un estado tan
vasto, y opulento : roas esta felicidad los habiá envanecido, y era ne-
cesario, según la condición de la especie humana, que alternasen los
sucesos prósperos con los adversos. La nobleza M egicana, que hasta
entonces se habia mantenido en un respetuoso silencio, por su gran
deferencia al soberano, viéndolo ya reducido a tanta humillación,
aherrojados el reí desAcolhuacan, y otros altos personajes, y sometida
la nación a un principe cstrangero, a quien no conocía, empezó desde
luego a murmurar, y después a esplicarse con mas franqueza, a formar
juntas y reuniones, a censurar su propia tolerancia, y por ultimo, según
parece, a levantar tropas para sacudir la opresión que el reí, y el
pueblo padecían. Hablaron a Moteuczoma algunos de sus favoritos,
y le representaron la pena que esperimentaban sus vasallos al verlo en
aquella co^icion, disminuido su poder, y oscurecido el esplendor de
su corona, y la fermentación que empezaba a notarse, tanto en la
nobleza, como en la plebe, impacientes del yugo estrangero que se les
imponia, y ofendidas de verse condenadas a sacrificar a un reí desco-
nocido el fruto de sus sudores. Exortaronlo a disipar el temor que se
habia apoderado de su alma, y a recobrar su autoridad primera, pues
ai no lo hacia, lo harían por él sus vasallos, loit cuales estaban decidi-
dos a echar de la capital, y del reino aquellos hues{)edes tan insolentes,
y perniciosos. Por otra parte los sacerdotes le exageraban el detri-
mento que sofría la religión, y lo amedreatabaa coa las amenazas que
atribuían a sus dioses irritados, de negar la lluvia a los campos, y sa
protección a lot Megicanot, si no arrojaba aquellos hombres taa con-
trarios a m onlto. Álgidos escritores, demasiado fáciles eip creer
sucesos maraviUoMS, ¿íeea que el demonio •• apvrecio al reí, ameaa-
■aadolo con los males qoe baria a su persona, y a su reino, si sufría
88 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
mas tiempo a los Españoles, y prometiéndole, si los arrojaba, perpe-
tuar en su familia la corona de Medico, y prodigar las venturas a sus
subditos.
Movido Moteuczoma por tantas representaciones, y amenazas,
avergonzado de la cobardia que se le echaba en cara, y enternecido
al ver la desgracia de su sobrino Cacamatzin, a quien siempre habia
amado con la mayor ternura, la de su hermano Cuitlahuatzin, y la de
otros personages de la primera nobleza, aunque no consintió en sacri-
ficar la vida de los Españoles, como algunos le aconsejaban, se re-
solvió a decirles claramente que saliesen de sus estados. Mandó
pues llamar a Cortés, el cual noticioso de las conferencias secretas
que habia tenido el rei, los dias anteriores, con sus ministros, con los
nobles, y con los sacerdotes, sintió gran turbación en su animo al re-
cibir aquel mensage: pero disimulando cuanto pudo su inquietud, se'
presentó a Moteuczoma acompañado por doce Españoles. El rei lo
recibió con menos agrado que el que acostumbraba mostrarle, y le
descubrió claramente su resolución. ** No podéis dudar, le dijo, del
grande amor de que os de dado tantos, y tan repetidos testimonios.
Hasta ahora no solo os he visto con placer en nti corte, sino que he
querido venir a residir en vuestra compañía, por la singular satisfac-
ción que he esperimentado en vuestra familiaridad y trato. Por mi
parte, no tengo el menor inconveniente en dejaros permanecer aqui,
dándoos cada dia mayores pruebas de mi benevolencia, pero no puede
ser, pues ni los dioses lo permiten, ni lo consienten mis vasallos. Me
hallo amenazado con los mas terribles castigos del cielo, si os consiento
mas tiempo en mis estados, y ya se ha empezado a nClar tanta in-
quietud en mis subditos, que si no estirpe prontamente la causa, me
sera después imposible contenerla. Es necesario, pues, tanto por mi
bien, y el vuestro, como por el de estos países, que os apercibáis a
regresar prontamente a vuestra patria." Cortés, aunque penetrado
del mas acerbo dolor, afectando una gran serenidad, le dijo que su
animo era obedecerlo, pero que careciendo absolutamente de barcos
para su vuelta, por haberse destruido los que lo trageron de Cuba,
necesitaba tiempo, operarios, y materiales para construir otros. Mo-
teuczoma, lleno entonces de jubilo, al ver la prontitud con que el
general Español se disponía a complacerlo, lo abrazó, y le dijo que
no corría tanta prisa su viage ; que construyese los buques, y que él
le suministraría la madera necesaria, y gente que la cortase, y la
llevase al puerto. En efecto mandó que se dispusiese un buen numero
de trabajadores, y que se cortase la madera de un pinar, poco dis-
ARMAflA t)R VRI.AAQUBX CONTRA OORTBH. H9
tanto dol poerto de Chiairaitstiao, y Ckrrtés, por tu p«1«, eqrió ai-
gnnot BapaSolet que dtrigietao al aorta, aapanndo qaa «otra
modaria el aspecto da lai oomm ao Mágico, o qna la llegasen i
•ooorroa da las ialat o da Eapafta*.
Ocho días daapvat da looMda aquella raaolocioD, nunidó Motaoo-
aoma llamar otra vas a Cortés, lo que poso a asta an mayor sobiwaliu.
fil reí le dijo qoa no nccenitaba construir los baqa«vi, pues acababa»
da llegar al pa«rto de Cbalcbiabcaacao dios y ocbo semejantes a lea
sayos destnridoa, ao los cuales podía aabaiaarse con so gente ; qaa
aligerase por tanto su salida, pues asi ooaraoia al bien dp| reino.
Cort6s, disimulando el jubilo que le ocaaiooaba aquella noticia, y
dando gnirtM interiormente a Dios, por hnborle enriado tan oportuno
socorro, re^ipondio que si aquellos barcos debían baccr viage a Coba,
esuba prooto a partir, pero qoe do otro modo le ara piveiso cootinoar
hi obra ampeaada. Vio y examinó las pinturas de aquella
q«e eairiaba»al rei los gobernadores do la costa, y no dad6 que
poro lejos de pensar que se com|)onin de enemi^^os suyos,
io que habian vuelto los procuradores enviados por él nn
aAo antea a la eortmde España, y que traían consigo loa
raalas, y nn buen námoro de tropas para la conquista.
Arwtada del gobernador de Cuba contra Cortés.
Bsle gran consuelo le dur/> basta que le llegaron las cartas de CJoo-
«do de Saadoral, gobernador de la colonia de la Vera Croa, en que
le notieíabnjne agnala eapedioion, oompnaala de oooe naYíoa, y aieCe
y flinco eaballoa, ocnomeotoa nuantaa, y maa de
oon doce pienM de artillería, y ahamlantiia
de gnem, al mando del general Panfilo NamMi, en
eofindi por Diego Velnaqnes, gobanmdor de Cnbe, contra el ouhm
Oortéa, ooom nMollo lebelde, y trakor n s« aobenmo. Bedbio eole
Anrle golpe Gortéa en pieiatín de Molenenqmn: pero aín dejar ver
«• tn aemblante la menor torbadon, le dio a entender que loa qne
* Alfuaos UatoriadoTM dicta que casado Maisneaama Uamó a Cortés pan
latíoMTle la oidea de «a partida, babia preparado «a «gardto, coa d ia ds ha-
cerw obadecar por Aiem^ ú los Espalóles tasiitlaa : pero bablaa ds mm can
fnuí Tmrfodad, pues onoidkaaqaeel Cferdto preparado era de 100,000 bamfen^
otro* redacea este notnero a la mhad, y otros Inslmeatii lo ladacta a 6,0001
Yo erro qoe babo slfuoM prepantivos bostUes, bms ao par oriea del tal^ si na
por b de signaos aobiss da tes qne bsbisataemdntiaii smaiinensli
08 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
habían aportado a Chalchiubcuecan, eran nuevos compañeros que
venían de Cuba. Del mismo disimulo usó para con sus Españoles,
hasta que tubo bien preparados sus ánimos.
No hai duda que esta fue una de aquellas ocasiones en que Cortés
hijo alarde de su invicta constancia y magnanimidad. Hallábase, de
un lado, amenazado por todo el poder de los Megicanos, si perma-
necía en la corte ; por otro, veia contra si, un egercito de sus mismos
compatriotas, muí superior al suyo : pero su penetración, su singular
destreza, y su maravilloso brío, hicieron mui en breve mudar de
aspecto al mal que lo amenazaba. Procuró, tanto por cartas, como
por el ministeriü de algunos mediadores, de quienes mas se fíaba,
conciliarse el animo de Narvaez, haciéndole varios partidos, y repre-
sentándole las ventajas que resultarían a los Españoles, si se unían, y
obraban de acuerdo los dos egercítos, y por el contrario los males que
acarrearía a unos, y a otros la discordia. Narvaez, por consejo de
tres desertores de Cortés, había ya desembarcado toda su tropa, en
la costa de Cempoala, y so habia acuartelado en aquella ciudad, cuyo
señor, conociendo que aquellos estrangeros eran Españoles, y, cre-
yendo que venían a unirse con su amigo Cortíés, o temeroso de su
poder, los acogió con grandes honores, y los proveyó de todo cuanto
necesitaban. Moteuczoma, creyendo lo mismo al principio, envió a
Narvaez ricos presentes, y dio orden a sus gobernadores que le hi-
ciesen los mismos obsequios que a Cortés; pero de allí a poco,
conoció la discordia que entre ellos existia, apesar del gran disimulo
de este, y de los esfuerzos con que procuraba impedir que llegase
aquella noticia a oídos del reí, y de sus subditos. *
Tubo entonces Moteuczoma la mejor ocasión que podía apetecer
para destruir los dos egercítos Españoles, si hubiese abrigado en su
corazón los sangrientos designios que muchos historiadores le imputan.
Narvaez procuró indisponerlo con Cortés, y con su partido, acusan^
dolo de traidor, prometiendo castigar la inaudita temeridad de apri-
sionar al mismo reí, y ofreciéndose a libertarlo a él, y a toda la nación
de la opresión en que gemían : pero Moteuczoma, lejos de ceder a
estas sugestiones, y de proceder de modo alguno contra Cortés, cuando
este le dio parte de la espedicion que proyectaba contra Narvaez, se
mostró apesadumbrado por el riesgo que iba a correr, peleando
contra fuerzas tan superiores, y ofreciéndole un gran egercito en
su ausilio.
Ya habia agotado Cortés todos los recursos de que podía echar
SALIDA l>K CORTto llB MSniCO. 91
nano, para proporcionar qd convenio paoifioo, y veaUjoto a
egercitof, sin otro resaltado que naeTOi despredot» y «■»•
nasas del arrogante, y fiero Nanraez. Viéndose pues obligado a
hacer la guerra a sus compatriotas, y no atreviéndose a fiarse del
soeorro que le ofrecia Moteuczoma, rogó al senado de Tlascala que
•percibiese cuatro mil soldados, para llevarlos consigo, y envió a Chi-
nuntla uno do los suyos, llamado Tobilla, hombre práctico «i la
guerra, a fin de que pidiese dos mil hombres a aquella beUooMi
nación, y se proveyese de trescientas picas de las que usaban los
mismos Chinantcques, que por ser mas fuertes, y lai^s que las de
los Españoles, le parecian cxelentes para resistir a la caballería con-
traría. Dejó en Megico ciento, y cuarenta Rnpañoles, con todos suh
aliados, bajo el mando del capitán Pedro de Al varado*, recomendán-
doles que guardasen, y tratasen bien al reí, y procurasen mantenefae
en buena armenia con los Megicanos, especialmente con la familia
real, y con la nobleza. Al despedirse de Motooczoma, le dijo que
dejaba en su lugar al capitán Tonatiuh (con este nombre del sol
apellidaban a Alvarado, por que era rubio) encargándole que com-
placiese en todo a aSu Magostad ; que le rogaba continuase prote-
giendo a los Españoles ; que él salia al encuentro de aquel capitán
recien venido, y a poner por obra cuanto estubiese a sus alcances
para poner en egecucion las ordenes de su monarca. Moteuczoma,
después de haberle hecho nuevas protestas de su benevolencia, lo mondó
proveer abundantemente de viveros, y de hombres de carga, para la
condnr4:ion del bagage, y lo despidió con la mayor amabilidad.
Salió Cmtet de Megico, a príncipios de Mayo de 1¿20, después
de haber estado seis metes en aquella corte, con setenta Españolea,
y alguna nobleza Megicana, que quiso acompañarlo por una parte
del camino. Algunos historíadores dicen que estos Megicanos iban a
espiar lo que ocurríese, y dar cuenta de ello al rei : mas Cortés no lo
creyó asi, aunque tampoco se fiaba mucho de ellos. Hizo su viage
por Cholula, donde se unió con el capitán Velasquez, que volvia de
Coatzacualco, a donde lo había enviado Cortés con alguna tropa,
pen buscar un puerto cómodo. Alli recibió nuevas provisiones de
nteres que lo enviaba el senado de Tlascala, pero no los cuatro mil
• Benul Días dice qoe los Bspaftole» qae qaedvtm «■ M^gko Hmm ochcau
y tres. £a las ediciones modernas de ks cartas de OorKs sé «Boe qae AMne
600, pero en una edición antigua se halla 140, lo que aw párete cterlo» ataAJo
el nomero total de bs tropas B^aialas. El namero de 600 es líslio» y eoatrario
a la rcUdoa del misBio Cort^
92 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
hombres que liabia pedido, o por que los Tlascaleses no osasen venir
otra vez a las manos, como dice Bernal Diaz, o porque no quisiesen
alejarse tanto de su patria, como congeturan otros historiadores, o
porque viendo a Cortés con fuerza tan desproporcionadamente infe-
riores a las de su enemigo, temiesen quedar vencidos en aquella espe-
dicion. Algunas jornadas antes de llegar a Cempoala, se le unió el
soldado Tobilla con las trecientas picas de Chinantla, y en Tapana-
cuetla, pueblo distante cerca de treinta millas de aquella ciudad, se
encontró con el famoso Capitán Sandoval, que venia con sesenta sol-
dados de la guarnición de la Vera Cruz.
Victoria de Cortés contra Narvaez. ¿ú'am
Finalmente, después de haber hecho nuevas proposiciones a Nar-
vaez, y distribuido algún oro entre los partidarios de aquel arrogante
General, entró Cortés en Cempoala a media noche, con doscientos
cincuenta hombres * sin caballos, ni otras armas que picas, espadas,
rodelas, y puñales, y encaminándose cautelosamente, y sin hacer ruido
al templo mayor de aquella ciudad, donde se hablan acuartelado sus
enemigos, les dio tan furioso asalto, que anteí^de venir el dia, se
habia hecho amo del puesto, de toda la tropa contraria, de la artille-
ría, de las armas, y de los caballos, quedando muertos solo cuatro de
sus soldados, y quince de los de Narvaez, y muchos heridos de una,
y otra parte f. Hizose reconocer por todos Capitán General, y su-
premo magistrado, mandó encadenar en la fortaleza de la Vera Cruz
a Narvaez, y a Salvatierra, hombre distinguido, y enemigo jurado
suyo, y dispuso que se quitasen, de los buques, las velas. Tas brújulas,
y los timones. Apenas empezó a rayar el dia, que era el domingo
de Pentecostés, 27 de Mayo, llegaron los Chinan tequesj, en buen
orden, y bien armados, los cuales vinieron a ser testigos del triunfo de
Cortés, y de la vergüenza de los partidarios de Narvaez, que hablan
* Bernal Diaz dice que Cortés fue a Cempoala con 206 hombres. Torque-
mada cuenta 266, y 6 capitanes; pero Cortés, que lo sabia mejor que ellos
afirma que eran 250.
t Hai variedad en los autores acerca del numero de los muertos en el asalto :
yo pongo el que me parece mas verosímil, atendidos los datos de diversos histo-
riadores.
1 Algunos escritores dicen que los Chinanteques tomaron parte en el asalto :
pero Bernal Diaz estubo presente, y afirma lo contrario. Cortés no hace mención
de esta circunstancia. Quien desee informarse de todos los pormenores de
aquella gloriosa espedicion de Cortés, podra consultar a los historiadores de la
conquista : yo los omito por no pertenecer esencialmente a mi asunto.
SURblVAOlON DKL PVIBLO DB MBOiro. 19
•ido vencidot por tan pocos coiitrariot, y oo tan bien annado* cono
ello*. La felicidad de etita espedicion m^ debió en gran parte al in-
comparable valor de Sandoval, el cual .nubio al templo, con ochenta
hombres, en medio de una lluvia de «actas, y balas, asaltó el san-
tuario, dondo so Labia fortificado Narvaoz, y so apoderó de su
persona.
Uullandosc entonces Cortés con diez, y ocho buques, cérea de
dos rail hombres de tropa Española, y de cien caballos, y suficiento
numero de provisiones de guerra, pensó en hacer nuevas espedicionet
en la costa del golfo, y habia ya nombrado los gcfes que debían man-
darlas, y la gente que debia componerlas, cuando lo llegaron noticias
infaustas de Megieo, que trastornaron sus planes, y lo obligaron a
Volver precipitadamente a aquella capital.
Sublevticion del pueblo de Megieo contra los Expañolet.
Durante la ausencia de Cortés, ocurrió en Megieo la fiesta de la
incensación do Huitzilopochtli, que se hacia en el mes Tojcatl, el
cual empezó aquel año a 13 de Mayo. Esta función, la mas solemne
del año, se celebró (%n baile del rei, de la nobleza, de los sacerdotes,
y del pueblo. Rogaron los nobles al capitán Alvarado que permitiese
que el rei pasase al templo, a cumplir con los deberes que la religión
le impooia ; pero Alvarado no quiso ceder a sus instancias, o porque
asi se lo habia mandado Cortés, o por que temiese que los Megi-
canos maquinasen alguna tropelía, viéndose con el rei en su poder,
y sabiendo cuan fácilmente se vuelven en tumulto los regocijos públi-
cos. Tomóle por tanto el partido de hacer el baile en el patio de
palacio, que servia de cuartel a los Españoles*, o por disposición de
aquel capitán, o por orden del mismo rei, que quiso de aquel modo
tomar parte en las ceremonias del dia. Llegada la hora, concurrieron
al patio muchos sugetos de la primera nobleza (cuyo numero no
consta, pues los autores varian de seiscientos a dos mil) cubiertos
* Los historiadores de U conquistm dicen que el baile se hixo en el atrio del
templo mayor : pero no^cs Tcroaimil que la iomensa coacurreorb que allí asbtia
permitiese hacer tan horrendo cstraj^o eh la nobleza, especialmente estando un
cerca las «merias, donde podían tomar armas para oponerse a la temeridad de
aqueUos poeos estran^ros, ni es creíble que los Bspafioles se esposirsen a tan
inminente pdlfro. Cort^ j Berna! Días no hacen mención del laipu- en que s|
hito el biüle. El P. Acoeta dice que fue el palacio, mu no puede ser otro qnt
el que habitaba el rti. La inverosimilitud que se nota en la relacioa de los
historiadores, y el juicio, y aatifjfOedad dd P. Acosta, me obli|can a preferir su
autoridad a la de aqueUoe.
94 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
todos de adornos de oro, piedras, y plumas. Empezaron a cantar, y
a bailar al son de los instrumentos, y entre tanto mandó Alvarado
que algunos soldados ocupasen las puertas, y cuando vio a los Megi-
canos mas distraidos, y quizas fatigados del baile, hizo señal a su
tropa que los atacase, lo que verificó con furia contra aquellos des-
venturados, que por estar desarmados, y rendidos de cansancio, no
pudieron hacer resistencia, ni huir hallándose bien guardadas las
puertas. Fueron terribles los estragos, lamentables los gritos, que
exalaban al cielo los moribundos, y copiosa la sangre que se derramó.
Este golpe fatal fue en estremo sensible a los Megicanos, por que en
él perdieron la flor de su nobleza, y para perpetuar su memoria, com-
pusieron sobre aquel argumento, tristes elogias, ^^ue se conservaron
muchos años después de la conquista. Terminada aquella trágica, y
horrenda escena, los Españoles despojaron a los cadáveres, de toda la
riqueza que los cubría.
Ignorase el motivo que pudo inducir al capitán Alvarado a un
hecho tan temerario, y cruel. Algunos dicen que no tubo otro que la
maldita sed de oro *. Otros afirman, y parece mas verosimil, que
habiendo tenido noticia de que los Megicanol^ querían en aquella
fiesta dar un golpe a los Españoles, para sustraerse a su opresión, y
poner en libertad al rei que tenian aprísionado, el gefe Español quiso
anticiparse, siguiendo el dicho vulgar que el que ataca vence f. Como
quiera que sea, no se puede negar que su conducta fue tan barbara
como imprudente.
Irritada la plebe con tan sensible golpe, trató desde entonces a los
Españoles como enemigos capitales de la patria. Atacaron algunas
tropas Megicanas el cuartel con tanto Ímpetu, que arruinaron una
* Los historiadores Megicanos, el P. Sahagun, en su historia MS, Las Casas ea
su formidable escrito sobre la destrucción de los Indios, y Gomara en su Crónica
de la Nueva España, atribuyen el arrojo de Alvarado a su codicia : mas yo no
puedo creerlo sin pruebas convincentes. Gomara y Las Casas siguieron a
Sahagun, y este a los informes de los Megicanos, que, como enemigos de los
Españoles, no son dignos de fe en este caso.
t Es enteramente increíble que los Megicanos quisieran aprovecharse de la
ocasión del baile para maquinar una traición contra los Españoles como muchos
historiadores suponen ; y absurdo lo que dice Torquemada que tenian ya prepa-
radas las ollas para cocer sus cadáveres. Estos son fábulas inventadas para
justificar a Alvarado. Lo que me parece mas verosimil es, que los Tlascaleses,
por el gran odio que tenian a los Megicanos, hicieron creer a este capitán la
supuesta traición. En la historia de la conquista tenemos muchos egemplos de
esta clase de sugestiones inventadas por las Tlascaleses.
ENTRADA DE CORTÉS BN MEGICO. 95
parte del maro, minaron en diversas partes el palacio, y quemaron
las municiones : pero fueron rechazados por el fuego de la artillería y
de los mosquetes, con lo que los Españoles tubieron tiempo de
reedificar el muro destruido. Aquella noche descansaron de las
fatigas del dia, pero al siguiente fue tan terrible el asalto, que los
Españoles se creyeron perdidos, y en efecto no hubiera quedado uno
solo con vida, como sucedió a seis a seite, a no haberse mostrado el
rei al tropel de combatientes, y refrenado con su autoridad el furor
que los animaba. El respeto a la persona del monarca contubo al
pueblo, y desde entonces no atacó con armas el cuartel; mas no dejó
de cometer otras hostilidades, pues quemó los cuatro bergantines, que
Cortés habia mandado construir, para escaparse en ellos, caso de no
poder hacerlo por las calzadas, y resolvió sitiar por hambre a los
Españoles, negándoles los viveros, e impidiendo que se introdugesen
en el cuartel, con cuyo obgeto abrió un foso en rededor.
En esta situación se hallaban los Españoles en Megico, cuando
Alvarado avisó a Cortés, por dos mensageros Tlascaleses, rogándole
que apresurase su vuelta, si no quena hallarlos muertos a todos. Lo
mismo le envió a defcir Moteuczoma, haciéndole saber cuan sensible
le habia sido la sublevación de sus vasallos, ocasionada por el san-
griento y temerario atentado del Capitán Tonatiuh.
Cortés, después de haber dado las ordenes convenientes, para
transferir la colonia de la Vera Cruz, a un sitio mas próximo a
Chachiuhcuecan, lo que no pudo egecutarse por entonces, marchó con
su gente, a grandes jornadas, acia la capital. En Tlascala fue magni-
ficaraente hospedado en el palacio del principe Magijcatzin. Alfi
hizo lo reseña de sus tropas, y halló noventa y seis caballos, y mil y
trescientos peones Españoles, a los que se unieron dos mil Tlascaleses,
que le dio la república. Con este egercito entró en Megico el 21 de
Junio, sin hallar oposición alguna en la entrada, pero mui en breve
echó de vez síntomas de la fermentación popular, tanto por la poca
gente que vio en las calles, cuanto por algunos puentes de los canales,
que se hablan levantado. Cuando llegó a los cuarteles, con grandes
demostraciones , de jubilo de una, y otra parte, Moteuczoma salió al
patio a recibirlo con las mas obsequiosas demostraciones de amistad ;
pero Cortés, o insolentado por la victoria que habia conseguido contra
Narvaez, o por las fuerzas respetables que traia a sus ordenes, o
persuadido que le convenia fingirse enfadado con el rei, como creyén-
dolo culpable del alboroto de sus subditos, pasó de largo, sin fijar en
él la atención. El rei atravesado del mas vivo dolor al verse tratadf
96 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
tan indignamente, se fue a su estancia, donde se le aumentó la pesa-
dumbre, con la noticia que inmediatamente le trageron sus servidores,
de las palabras injuriosas que habia proferido contra Su Magestad el
general Español*.
Reprendió Cortés severisimamente al capitán Alvarado, y le
hubiera impuesto el castigo que merecia, si lo hubiesen permitido las
circunstancias del tiempo, y del culpable. Previa la borrasca que
iba a estallar sobre su egercito, y no le pareció prudente en aquella
ocasión tener por enemigo a uno de los mas valientes capitanes de sus
tropas.
Con los refuerzos que trajo Cortés a Megico, tenia un egercito de
nueve mil hombres, y no pudiendo caber todos en el alojamiento,
ocuparon algunos de los edificios del recinto del templo mayor, en la
parte mas próxima a los cuarteles. Con la muchedumbre creció la
penuria de viveres, ocasionada por la falta del mercado. Mandó
Cortés entonces a decir a Moteuczoma, con grandes amenazas, que
diese orden de que se celebrase el mercado, a fin de que ellos se
proveyesen de cuanto necesitaban. Moteuczoma ^respondió que los
personages de mas autoridad de que podia fiar#3, para la egecucion
de aquella orden, se hallaban como él privados de libertad ; que
soltase, algunos de ellos, para que se le complaciese en lo que pedia.
Cortés sacó de la prisión al principe Cuitlahuaízin, hermano de
Moteuczoma, estando mui lejos de pensar que la libertad de aquel
personage ocasionaría la ruina de los Españoles, pues no solo no
regresó al cuartel, ni restableció el mercado, o por que no quisiese
favorecer a los estrangeros, o por que no consistiesen en ello los
Megicanos, si no que estos lo obligaron a egercer su empleo de
general, y él fue quien desde entonces mandó las tropas, y dirigió las
hostilidades, hasta que por muerte de su hermano fue elegido rei de
Megico.
* Solis no da crédito al desprecio que Cortés hizo de Moteuczoma, y por
defender a su héroe, agravia a Berna! Diaz que lo afirma, cómo testigo ocular,
y al Cronista Herrera que lo asegura, fundado en buenos documentos. Acusa
injustamente a Diaz de parcialidad contra Cortés, y de Herrera dice que quizas
adoptarla aquella versión, para aplicarle una sentencia de Tácito, " arabicionj
añade, peligrosa en el historiador," pero en ninguna tanto como en el mismo
Solis, pues todo hombre imparcial que lea su obra, vera que este autor, en lugar de
ajustar las sentencias a la narración, ajusta la narración a las sentencias. Por
fin si no alega mejores razones que las que usa contra Bernal Diaz, debemos
creer a este, que presenció el lance.
COMBATES EN LA CAPITAL. 97
Combates entre Megicanos y Elspañoles en la Capital.
El dia en que Cortés entró en Megico, no hicieron ningún movi-
miento sus habitantes, pero al siguiente, empezaron a hacer uso de las
hondas, y dispararon tantas piedras a los Españoles, que parecía,
según dice Cortés, una tempestad. Siguieron las flechas en tanto
numero, que cubrieron todo el patio, siendo tan exesivo el de los
combatientes, que no se veia el suelo de las calles. No pareció bien
a Cortés mantenerse en la defensiva, porque no se atribuyese a
cobardia, y cobrasen mas animo sus enemigos. Hizo por tanto, una
salida con cuatrocientos hombres, parte Españoles, y parte Tlasca-
leses. Los Megicanos se fueron retirando con poca perdida, y Cortés,
después de haber pegado fuego a algunas casas, volvió a sus cuarteles ;
pero viendo que los enemigos continuaban sus hostilidades, mandó
salir al capitán Ordaz con doscientos soldados. Los Megicanos
fingieron huir, y desordenarse, para alejarlos de su alojamiento, como
en efecto lo obtubieron: pero de repente se vieron los Españoles
rodeados de enemigos, y atacados por frente, y retaguardia, aunque
tan tumultuariamente, que los Megicanos se embarazaban unos a
otros. Al mismo tiempo se dejó ver sobre las azoteas una gran
muchedumbre, que no cesaba de tirar piedras, y flechas. Halláronse
entonces los Españoles en gran peligro, y aquella ocasión fue una de
las muchas en que dio pruebas de su arrojo el valiente Ordaz. El
combate fue mui sangriento, aunque sin gran daño de los Españoles,
los cuales cm los mosquetes, y las ballestas, limpiaron las azoteas, y
con las picas, y espadas rechazaron a la turba que inundaba la calle, y
asi pudieron finalmente retirarse, dejando muertos muchos Megicanos,
y de los suyos no mas de ocho ; pero todos salieron heridos, incluso
el animoso gefe. Uno de los daños que hicieron aquel dia los Megi-
canos a los Españoles, fue el pegar fuego al cuartel en varios puntos,
y en uno de ellos fue tal el incendio, que los sitiados tubieron que
echar abajo el muro, y defender la brecha con la artillería, y con
la mucha gente que en ella pusieron, hasta que llegó la noche, y los
sitiadores les dejaron tiempo de reedificar el muro, y curar los heridos.
El siguiente dia, 26 de Junio, fue mas terrible el empeño, y mayor
la furia de los Megicanos. Los Españoles se defendieron con doce
piezas de artillería, que hacian grandes estragos en ól tropel de
enemigos, pero como estos eran tantos, mui en breve acudian otros a
llenar los vacios que dejaban los muertos. Cortés viendo su obstina-
ción, salió con la mayor parte de sus tropas, y se encaminó, peleando
TOMO II. H
98 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
siempre, por una de las tres calles principales de la ciudad: se
apoderó de algunos puentes, pegó fuego a muchas casas, y después de
haber combatido casi todo el dia, se retiró a sus cuarteles, con mas
de cincuenta Españoles heridos, dejando muertos innumerables
Megicanos.
La esperiencia hizo conocer a Cortés que el mayor daño que reci-
bían sus tropas, procedia de las azoteas, y para evitarlo, mandó
construir tres maquinas de guerra, llamadas mantas por los Españoles,
tan grandes, que cada una podia llevar veinte hombres armados,
cubiertas de fuertes tablados, para defenderlos de los tiros de las
azoteas, provistas de ruedas para facilitar su movimiento, y de troneras,
o ventanillas para poder disparar las armas de fuego.
Mientras se construían estos amaños, ocurrieron grandes novedades
en la capital. Moteuczoma habia observado uno de los combates
desde la torre de palacio, y distinguido entre la muchedumbre a su
hermano Cuitlahuatzin, mandando las tropas Megicanas. A vista de
tantos obgetos lamentables, asaltaron su espíritu un tropel de tristes
pensamientos. Consideraba por una parte el peligro que corria de
perder la corona y la vida, y por otra se le presentaba la destrucción
de los edificios de la capital, la muerte de sus vasallos, y el triunfo de
sus enemigos, no hallando otro remedio a tantos males, que la pronta
salida de los Españoles. Pasó la noche agitado por aquellas ideas, y
al dia siguiente mui temprano llamó a Cortés, y le habló sobre el
asunto, rogándole encarecidamente que no difiriese su viage. No
necesitaba Cortés de tantos ruegos ; pues se hallaba tg-^ escaso de
viveros, que ya se daban por medida a los soldados, y en tan corta
cantidad, que bastaban a mantener la vida, pero no a dar la fuerza
necesaria para oponerse a tantos enemigos como continuamente los
molestaban. Finalmente conocía que lejos de serle posible hacerse
dueño de la ciudad, ni aun podria lograr sostenerse en ella. Por
otra parte lo afligía la idea de tener que abandonar la empresa comen-
zada, perdiendo en un momento con su salida, todas las ventajas que
se habia proporcionado con su valor, con su destreza, y con su felici-
dad: pero cediendo a tan imperiosas circunstancias, le dijo que estaba
pronto a partir, por la paz del reino, con tal que depusieran las armas
sus vasallos. ^^
Discurso del rei al pueblo y sus efectos. ■
Apenas terminada aquella conferencia, gritaron a las armas en el
cuartel, por venir los Megicanos resueltos a dar un asalto general.
DISCURSO DE MOTEUCZOMA. 99
En efecto por todas partes procuraban subir a los muros, mientras
otras huestes, colocadas en puntos ventajosos, disparaban un numero
iucreible de flechas para superar la resistencia de los sitiados, y otros
se arrojaban, a pesar del fuego de la artillería, y de los mosquetes,
hasta poner el pie en el recinto de los cuarteles, y combatir cuerpo a
cuerpo con los Españoles. Estos, creyéndose ya vencidos por la
superioridad del numero, peleaban como desesperados. Moteuczoma,
viendo su conflicto, y el riesgo en que él mismo se hallaba, resolvió
mostrarse a sus vasallos, para reprimir con su presencia, y con su voz
el furor que los animaba. Púsose las insignias reales, y escoltado
por algunos de sus ministros, y por doscientos Españoles, subió a la
azotea, y se presentó al pueblo, mientras sus ministros le imponían
silencio para que se oyese la voz del soberano. Cesó al verlo el
ataque, enmudecieron todos, y aun algunos, penetrados de respeto se
arrodillaron. Alzó entonces la voz, y les hizo en sustancia este breve
discurso : ** Si el motivo que os induce a tomar las armas contra estos
estrangeros, es el deseo de mi libertad, yo os agradesco el amor, y la
fidelidad que me mostráis: pero os engañáis creyéndome su prisio-
nero, pues en mi mano está dejar este palacio de mi difunto padre, y
trasladarme al mió, cuando quiera. Si vuestra colera nace de su
permanencia en esta corte, os hago saber que me han dado palabra de
salir de ella, y yo os aseguro que lo harán, inmediatamente que
depongáis las armas. Cese pues vuestra inquietud ; mostradme en
esto vuestra fidelidad, si queréis desmentir las voces que han llegado
a mis oidos-acerca de haber vosotros jurado a otro señor la obediencia
que solo a mi debéis tributar, lo que yo no he podido creer, ni
vosotros podréis egecutar, sin acarrearos toda la colera de los dioses.''
Quedó todo en silencio por algún rato, hasta que un hombre mas
atrevido que los otros * alzo la voz, llamando al rei cobarde, y afemi-
nado, y mas digno de manejar el huso, y la rueca, que de gobernar
una nación tan valerosa como la Megicana, y echándole en cara que
por su pusilanimidad se habia constituido vilmente prisionero de
sus enemigos. No satisfecho con estas injurias, el mismo que las
habia proferido, tomó el arco, y disparó una flecha al monarca. La
plebe, tan fácil a seguir el impulso que se le da, siguió su egemplo,
y por todas partes empezaron a oirse improperios, y a llover piedras,
y flecháis acia el punto en que el rei se hallaba. Los historiadores
* El P. Acosta dice que el Megicano que dirigió aquellas injurias al rei fue
Quauhtemotzin su sobrino, y después ultimo rei de Megico : pero yo no
lo creo.
H 2
100 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Españoles dicen que aunque la persona de Moteuczoma estaba cubierta
con dos rodelas, fue herido de una pedrada en la cabeza, de otra en
una pierna, y de una flecha en el brazo. De alli fue llevado por sus
ministros a su habitación, mas atormentado por la indignación, y por
la rabia que por las heridas.
Entretanto persistían los Megicanos en el asalto, y los Españoles en
la defensa, hasta que algunos nobles llamaron a Cortés al mismo sitio
en que habia sido herido el rei, y discurrieron con él acerca de ciertas
condiciones que los historiadores no declaran. Cortés les preguntó
por qué lo trataban como enemigo, no habiéndoles hecho él daño
alguno. " Si queréis, le respondieron, evitar nuestras hostilidades,
salid pronto de esta ciudad : si no, estamos resueltos a morir, o a
daros muerte a todos." Cortés añadió que no se quejaba de ellos
por que les temiese, sino por que ellos mismos lo obligaban a ester-
minarlos, y a destruir tan hermosa ciudad. Los nobles se fueron
repitiendo sus amenazas.
Concluidas finalmente las tres maquinas de guerra, salió con ellas
Cortés el día 28 o 29 de Junio, mui temprano*, por una de las tres
calles principales de la ciudad, a la cabeza de tres mil Tlascaleses, y
de otras fuerzas ausiliares, con la mayor parte de los Españoles, y con
doce piezas de artillería. Llegados que fueron al puente del primer
canal, acercaron a las casas las maquinas, y las escalas, para arrojar
la turba que cubría las azoteas ; pero fueron tantas, y tan gruesas las
piedras que les arrojaron, que las maquinas fueron mui en breve des-
trozadas. Los Españoles combatieron animosamente hastp medio día,
sin poder pasar el puente : por lo que volvieron avergonzados a los
cuarteles, dejando uno de ellos muerto, y. conduciendo con ellos
muchos heridos.
Combate terrible en el templo.
Envanecidos con estas ventajas los Megicanos, se fortificaron qui-
nientos nobles en el atrio superior del templo mayor, bien provistos
de armas, y provisiones, y de alli empezaron a hacer gran daño a los
Españoles con piedras, y flechas, mientras otra? tropas los atacaban
por la calle. Mandó Corles un capitán con cien soldados a rechazar
a los nobles de aquel punto, que por estar mui alto, y próximo a los
cuarteles, los dominaba enteramente ; pero habiendo emprendido la
subida, fueron vigorosamente rechazados. Determinóse por tanto el
* Es increíble la variedad de los autores sobre el orden y las circunstancias de
aquellos combates. Yo sigo la relación de Cortas, que me parece la mas segura.
COMBATE EN BL TEMPLO. 101
general a dar él ■. mismo el asalto, a pesar de tener, desde el primer
ataque, una grave herida en la mano izquierda. Atóse la rodela al
brazo, y habiendo circundado el templo de un numero competente de
Españoles, y Tlascaleses, empezó a subir por las escaleras con una
gran parte de su tropa. Los nobles sitiados defendían briosamente la
subida, y echaron por tierra algunos Españoles, mientras otras fuerzas
Megicanas, que hablan entrado en el atrio inferior, luchaban furiosa-
mente con los que lo rodeaban. Cortés, aunque con mucha fatiga, y
dificultad logró poner el pie con los suyos en el atrio superior. AUi
fue el mayor peligro, y el mas arduo empeño del conflicto, el cual
duró tres horas. De los Megicanos, unos murieron a los filos de la
espada, otros se arrojaron a los atrios inferiores, donde siguieron pele-
ando, hasta perder todos la vida. Cortés mandó pegar fuego a los
santuarios, y se retiró en buen orden a sus cuarteles. La acción costó
la vida a cuarenta y seis Españoles, y todos los otros salieron heridos
y cubiertos de sangre. Este famoso combate fue uno de los mas
terribles y encarnizados de aquella guerra : por esto lo representaron
después de la conqu^ta, tanto los Megicanos, como los Tlascaleses
en sus pinturas.
Algunos historiadores añaden a esto el gran peligro en que dicen
que se halló Cortés de ser precipitado por dos Megicanos, los cuales,
resueltos a sacrificar la vida en bien de la patria, lo agarraron en el
borde del atrio superior, para dejarse caer con él a los atrios bajos,
creyendo poner fin a la guerra con la muerte del general : pero este
hecho de q^ no hacen mención Cortés, Bernal Diaz, Gomara, ni
ninguno de los historiadores antiguos, se ha hecho todavía mas invero-
símil por las circunstancias que le añaden algunos escritores modernos*.
Regresado Cortés a los cuarteles, se abocó de nuevo con unos
Megicanos de alta clase, representándoles el daño que recibían los
* Solis dice que los dos Megicanos se acercaron de rodillas a Cortés, en actitud
de implorar su clemencia, y sin tardanza se lanzaron sobre él, y lo arrojaron al
suelo, aumentando la violencia del impulso, con la fuerza natural de sus cuerpos ;
que Cortés se desembarazó de ellos, y los rechazó, aunque no sin dificultad. Yo
la tengo muí grande en creer una fuerza tan estraordinaria en Cortés. Los
humanísimos Rainal y Robertson, movidos a compasión, según parece, de la
situación de Cortés, lo socorren, aquel con unas almenas, y este con unas rejas,
en que pudo apoyarse para deshacerse de los Megicanos ; pero ni estos usaron
jamas de rejas, ni el templo mayor tenia almenas en el atrio superior. Es estraño
que estos autores, tan incrédulos con lo que dicen los historiadores Españoles e
Indios, crean lo que no se halla en ningún escritor antiguo, siendo ademas un
hecho tan inverosimil.
102 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
habitantes, de las armas Españolas. Ellos respondieron que nada les
importaba con tal que todos los Españoles pereciesen, lo cual habría
de verificarse, si no a manos de los Megicanos, de resultas del hambre
que padecerían encerrados en aquel edificio. Cortés habiendo obser-
vado aquella noche algún descuido en los ciudadanos, salió con
algunas compañias, y encaminándose por una de las tres calles prin-
cipales, incendió mas de trescientas casas *.
Al dia siguiente, después de reparadas las maquinas, salió con ellas,
y con la mayor parte de sus tropas, y marchó por el gran camino de
Tztapalapan, con mejor éxito que la primera vez : porque a despecho
de la vigorosa resistencia que hacían los enemigos, en las trincheras
que habían construido para defenderse del fuego de los Españoles,
ganó los cuatro primeros puentes, y quemó algunas casas, aprove-
chándose do los materiales para llenar los fosos, afin de que no hubiese
dificultad en el paso, si los enemigos llegaban a levantar los puentes.
Dejó en aquellos puestos suficiente guarnición, y volvió al cuartel con
muchos soldados heridos, dejando diez o doce muertos.
A otro dia continuó sus ataques por el mismo,oamino, ganó los tres
puentes que le faltaban, y persiguiendo a los que los defendían, llegó
por fin a tierra firme. Mientras se empleaba en llenar los fosos,
para verificar, como es de creerse, su retirada de la corte, por el
mismo camino por donde había entrado en ella siete meses antes, se
le dijo que los Megicanos querían capitular, y deseoso de oír sus pro-
posiciones, volvió apresuradamente con la caballería, dejando a la
infantería de guardia en los puentes. Los Megicanos lef .igeron que
estaban prontos a suspender las hostilidades, mas que para efectuar la
capitulación necesitaban tener la persona de un sumo sacerdote, que
había sido hecho prisionero en el ataque del templo mayor. Cortés
mandó ponerlo en libertad, y en seguida quedó ajustado el armisticio.
Esta parece haber sido una estratagema de los electores, para recobrar
al gefe de su religión, de cuya presencia necesitaban, para la unción
del nuevo reí que habían elegido, o iban a elegir, porque apenas tubo
Cortés la satisfacción de haber concluido aquel convenio, cuando
llegaron algunos Tlascaleses, con la nueva de que los Megicanos
habían vuelto a tomar los puentes, y dado muerte a algunos Españoles,
* Cortés dice que quemaba las casas ; mas esto no quiere decir que ardían
todas, quedando reducidas a cenizas, si no que les pegaba fuego, el cual en algunas
hacia mucho daño, en otras poco, y en otras ninguno. Bernal Díaz dice que
costaba trabajo hacerlas arder, porque todas tenían azoteas, y estaban separadas
¿mas de otras.
MUERTE DE MOTEUCZOMA II. 103
y que se aproximaba una multitud de guerreros acia los cuarteles.
Cortés salió a su encuentro con la caballeria, y recobró los puentes,
rompiendo por medio de los contrarios, con gran peligro, y fatiga :
pero cuando estaba ganando los últimos, ya los Megicanos habían
vuelto a tomar a los Españoles los cuatro primeros, quitando también
los materiales con que estos habian llenado los fosos. Cortés volvió a
recobrarlos, y se retiró a los cuarteles con toda su gente cansada, mal
parada, y herida.
En su carta a Carlos V, Cortés le habla del gran peligro que corrió
aquel dia, de perder la vida, y atribuye a una particular providencia
de Dios, el haber podido preservarla, en medio de tan gran muche-
dumbre de enemigos. Es cierto que desde el momento en que los
Megicanos se sublevaron contra los Españoles, hubieran podido en
poco tiempo esterminarlos a ellos, y a sus aliados, si hubieran obser-
vado mejor orden en los ataques, y si hubiera reinado mayor con-
cordia entre los gefes subalternos que los dirigian : mas estos no
estaban de acuerdo, como diré después, y el populacho se dejaba
llevar tan solo por el Ímpetu de su desordenado furor. Por otra
parte los Españoles tparecian hechos de hierro, pues ni cedían al rigor
del hambre, ni a la necesidad del sueño, ni a las heridas, ni a la
fatiga incesante. Después de haber empleado todo el dia peleando,
pasaban la noche enterrando a los muertos, curando a los heridos, y
reparando los males que los Megicanos habian hecho en el edificio
que ocupaban, y aun durante el poco tiempo que dedicaban al reposo
necesario, no dejaban jamas las armas de la mano, hallándose siempre
dispuestos a presentarse a sus enemigos. Pero aun mas se conocerá
la dureza de aquellos hombres en los terribles combates que referiré
muí en breve.
Muerte de Moteuczoma II y de otros personages.
En uno de aquellos dias, que probablemente seria el 30 de Junio,
murió, dentro del alojamiento de los Españoles, el rei Moteuczoma,
a los cincuenta y cuatro años de edad, y diez y ocho de reinado, y en
el séptimo mes de su encarcelamiento. Acerca de la causa, y de las
circunstancias de este acaecimiento, reina tanta variedad entre los
historiadores, que parece imposible averiguar la verdad. Los his-
toriadores Megicanos atribuyen su muerte a los Españoles, y los
Españoles a los Megicanos. Yo no puedo creer que los Españoles
se decidiesen a quitar la vida a un rei a quien debían tantos bienes, y
de cuya muerte solo podían aguardar grandes males. Según Bernal
104 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Diaz, autor sincerisimo, y testigo ocular, su pérdida fue llorada na
menos por Cortés, que por todos los capitanes, y soldados, como si
todos hubieran perdido en él un padre. En efecto, Moteuczoma los
favoreció estraordinariamente, sea por inclinación, sea por miedo :
siempre se les mostró benévolo, y sincero : a lo menos no hai razón
para creer lo contrario, ni se sabe que recibiesen de él un solo dis-
gusto, como ellos mismos lo confesaron *.
Sus buenas, y malas calidades pueden inferirse de la relación de sus
hechos. Fue circunspecto, magnifico, liberal, celoso defensor de la
justicia, agradecido a los beneficios de sus subditos : pero su altanera
circunspección hacia inaccesible el trono a los lamentos de los oprimi-
dos ; su magnificencia, y su liberalidad, se egercian a espensas de la
sustancia de los pueblos, y su justicia degeneraba a veces en crueldad.
Fue exacto, y puntual en los deberes de la religión, y mui adicto al
culto de sus dioses, y a la observancia de los ritos f. En su juventud
fue animoso, y dado a la guerra, habiendo quedado victorioso, según
dicen, en nueve batallas : pero en los últimos años de su reinado, los
placeres domésticos, la fama de las primeras victorias de los Españo-
les, y, sobre todo, los errores de la superstición l^bian degradado de
tal manera su ánimo, que parecía haber mudado de sexo, como decían
sus subditos. Deleitábase en la música, y en la caza, y era tan diestro
en el egercicio del arco, como en el de la cerbatana. Era de alta esta-
tura, y buena complexión, y tenia el rostro largo, y los ojos vivos.
Dejó muchos hijos, tres de los cuales perecieron en la infausta
noche de la derrota de los Españoles, o a manos de estos, como dicen
los Megicanos, o a manos de los Megicanos, como aquellos^aseguran.
De los que sobrevivieron, el mayor era Tohnalicahuatzin, que en el
* Cortés y Gomara aseguran que Moteuczoma murió de la pedrada que
recibió de sus vasallos. Solis dice que la muerte fue efecto de no haber querido
curarse la herida. Bernal Diaz añade a esta omisión la voluntaria inedia.
Herrera dice que la herida no era mortal, sino que murió de pesadumbre, y des-
pecho. Sahagun, y los historiadores Megicanos, y Tezcucanos afirman que los
Españoles lo mataron, y uno de ellos refiere que un soldado lo atravesó por una
ingle. Entre estos historiadores, unos dicen que la muerte ocurrió la noche de
la derrota de los Españoles, otros que fue antes. Acosta, Torquemada, y Be-
tancourt se refieren al juicio divino.
f Solis dice que aquel monarca apenas doblaba la cerviz a sus dioses, que tenia
mas alta idea de sí mismo que de ellos, &c. Pero esta, y otras especies que
afirma aquel escritor son contrarias a la verdad, y al testimonio de los autores
Indios, y Españoles que conocieron a Moteuczoma, El mismo Solis añade que
el demonio lo favorecía con frecuentes visitas : credulidad estraña en un Cronista
mayor de las Indias.
DESCENDIENTES DK MOTEÜCZOMA II. 105
bautismo se llamó D. Pedro Motezumá, y de quien decienden los
Condes de Motezumá, y Tula. Tubo Moteuczoma este hijo de Mia-
huajochitl*, hija de Ijtlilcuechahuac, señor de Tula, o ToUan. De
otra muger tubo a Tecuichpotzin, hermosa princesa, de quien decien-
den las dos nobles casas de Cano Motezumá, y Andrada Motezumá.
Ademas de estos, se sabe que tubo otro hijo, señor de Tenajocan, el
cual habiéndose escapado, y refugiadose en Tepozotlan, cuando los
Españoles salieron derrotados de Megico, fue después solemnemente
bautizado, próximo ya a morir, a fines del año 1524, o a principios del
siguiente f. Los reyes Católicos concedieron singulares privilegios a
la posteridad de Moteuczoma, en atención al inapreciable servicio,
que les hizo aquel monarca, incorporando a la corona de Castilla, por
su cesión voluntaria, un reino tan grande, y rico como el de Megico.
¡ Dichoso si después de haber cedido a la España su reino, hubiera
sabido grangearse el del cielo ! Pero ni las reiteradas instancias que
le hizo Cortés, durante el tiempo de su encarcelamiento, ni las con-
tinuas exortaciones que empleó el P. Olmedo, especialmente en los
últimos dias de su vida, pudieron inducirlo a abrazar la fe de Jesu
Cristo :|: que después adoptaron tan fácilmente sus vasallos. ¡ Con-
sejos altísimos de la predestinación, que no pueden indagar los
mortales !
Cortés notició la muerte del reí al principe Cuitlahuatzin, por medio
de dos ilustres prisioneros, que hablan sido testigos de aquel suceso,
y de allí a poco, envió el real cadáver, con seis nobles Megicanos,
* Solis, adr-Uerando como suele el nombre de esta reina, la llama Niagua
Súchil. Sobrevivió a la conquista, y tomó en el bautismo el nombre de Doña
Maria Miahuajochitl.
t Este principe tomó en el bautismo el nombre de su padrino Rodrigo de Paz,
primo del conquistador Cortés. Asistieron ala solemnidad los magistrados Espa-
ñoles de aquella Corte, y su cadáver fue enterrado, con la pompa correspondiente,
en la iglesia de S. José, de Padres Franciscanos, primera parroquia de Megico.
X Diego Muñoz Camargo, noble Tlascalés, dice en sus MS que Moteuczoma
recibió el bautismo poco antes de morir, y aun nombra sus padrinos, que fueron
Cortés, Alvarado, y Olid : mas todo esto es falso, pues no puede creerse que
aquel general, en su carta a Carlos V, omitiese un hecho tan importante, y que
tanto conducia a su justificación. Bernal Diaz, testigo ocular, cita la pesadumbre:
del P. Olmedo por no haber podido reducir aquel monarca al Cristianismo.
Gomara dice que Moteuczoma pidió el bautismo en el carnaval de aquel año ;
que se difirió hasta Pascua, para hacerlo con mas solemnidad, y que entonces
todo se trastornó con la llegada de Panfilo Narvaez : pero no tiene duda que la
noticia de la espedicion de este gefe llegó a Megico después de Pascua.
106 HISTORIA ANTIGUA Dli MEGICO.
acompañados de muchos sacerdotes, que estaban en su poder*. Su
vista exitó un gran llanto en el pueblo (ultimo homenage que le tribu-
taban) y ya encomiaban con magnificas espresiones sus virtudes, los
mismos que poco antes no hallaban en él sino vicios e infamia. La
nobleza, después de haber derramado copiosas lagrimas sobre los frios
restos de su desventurado rei, llevó el cadáver a un sitio de la ciudad,
llamado Copalcof donde fue quemado con las ceremonias de estilo, y
enterradas con suma reverencia las cenizas, aunque no faltaron hom-
bres indignos, que las insultaron con denuestos.
En aquella misma ocasión, si es cierto lo que refieren algunos his-
toriadores, mandó Cortés arrojar a un sitio llamado Tehuayoc los
cadáveres de Itzquauhtzin, señor de Tlatelolco, y de otros señores
prisioneros, muertos todos, según afirman, por orden del mismo Cortés,
aunque ninguno espresa el motivo de aquella resolución, que, en caso
de ser justa, nunca pudo ser prudente, pues la vista de aquellos estra-
gos debia necesariamente irritar la colera de los Megicanos, e indu-
cirlos a la sospecha de haber sido también aquellos estrangeros autores
de la muerte de su monarca J. Los Tlatelolques llevaron en un barco
el cadáver de su señor, y celebraron con grandes demostraciones de
pQsar sus exequias.
Entre tanto continuaban los Megicanos con mayor ardor sus ataques.
Cortés, aunque hacia gran daño a los enemigos, y casi siempre salia
vencedor, consideraba que las ventajas de sus triunfos no compensaba
la sangre que costaban a sus compatriotas, y que al fin la falta de
viveros, y de municiones, y la superioridad de fuerzas contrarias, de-
* Torquemada, y otros dicen que el cadáver de Moteuczoma fue arrojado con
los otros al Tehuayoc : pero Cortés, y Bernal Diaz dicen que fue enviado fuera
del cuartel en los hombros de cuatro nobles.
t Herrera congetura que las cenizas de Moteuczoma fueron depositadas en
Chapoltepec, y se funda en el llanto que los Españoles oyeron acia aquella parte.
Solis afirma lo mismo, y añade que en Chapoltepec estaba el sepulcro de los
reyes : mas todo esto es contrario a la verdad, pues Chapoltepec no distaba menos
de tres millas de los cuarteles, y no era fácil oir el llanto a tanta distancia, espe-
cialmente en una ciudad tan populosa, y tan agitada,' y turbulenta a la sazón.
Los reyes no tenian sepultura determinada, y consta ademas por la deposición de
los Megicanos que las cenizas de Moteuczoma se enterraron en Copalco.
X De la muerte de aquellos Señores no hablan Cortés, Bernal Diaz, Gomara,
Herrera, ni Solis, pero la dan por cierta Sahagun, Torquemada, Betancourt, y los
historiadores Megicanos. Yo cedo al respeto de estos nombres, y al del público,
pero con alguna desconfianza acerca del suceso, en que hallo mucha inverosi-
militud.
DERROTA DE LOS ESPAÑOLES. 107
bian prevalecer sobre el valor de sus tropas, y la exelencia de sus
armas. Creyendo pues absolutamente necesaria la pronta salida de su
egercito, llamó a consejo a sus capitanes, para deliberar sobre el
tiempo, y el modo de egecutarla. Fueron diversos los dictámenes.
Unos opinaban que debia hacerse de dia, haciéndose camino con las
armas, si los Megicanos se les oponían. Otros preferían la noche, y
esta fue la opinión de un soldado llamado Botello, que la echaba de
Astrólogo, y en quien Cortés confiaba mas de lo que debia, seducido
por haber visto algunas de sus predicciones casualmente realizadas.
Resolvió pues, prefiriendo los consejos de aquel ignorante a la luz de
la prudencia militar, verificar su salida de noche, y con el mayor silen-
cio posible, como si pudiesen bastar todas sus precauciones, para
ocultar a la vigilancia de tan gran numero de enemigos la marcha de
nueve mil hombres, con sus armas, caballos, artillería, y bagage.
Señalóse la noche de 1 de Julio *, tan infausta y memorable para los
Españoles, por los grandes males que en ella sufrieron, que le dieron
el nombre de noche triste, con el cual es conocida en la historia.
Mandó Cortés hacer un puente de madera, que pudiesen llevar cua-
renta hombres, para servirse de él en el paso de los fosos. Después
sacó todas las riquezas de oro, plata, y joyas que tenia en su poder ;
separó la quinta parte, que pertenecía al rei, y la consignó a los
oficiales de S, M., protestando la imposibilidad en que se hallaba de
sacarla. Dejó todo lo demás a disposición de sus oficiales y soldados,
para que cada uno tomase lo que quisiese, aunque les hizo ver cuanto
mejor seria i^ejarlo todo a los enemigos, pues libres de aquel peso,
podrian mas fácilmente salvar sus vidas. Muchos, no queriendo pri-
varse del principal obgeto de sus deseos, y del único fruto de sus fati-
gas, cargaron con aquellas preciosidades, Ijajo cuyo peso perecie-
ron, victimas no menos de su codicia, que de la venganza de sus
enemigos.
Terrible derrota de los Españoles en su retirada.
Ordenó Cortés su marcha en el mayor silencio de la noche, que
oscurecían las nubes, y que una lluvia pequeña, pero incesante hacia
mas peligrosa, y molesta. Confió el mando de la vanguardia al invicto
Sandoval, con otros capitanes, y con doscientos infantes, y veinte ca-
* Bernal Diaz dice que la derrota de los Españoles, ocurrió en la noche de 20
de Julio : pero es yerro de imprenta. Cortés dice que llegó a Tlascala el 10, y
del diario de su marcha se infiere que la derrota debió ser en la noche del
primero.
108 HISTORIA ANTIGUA DE MBGICO.
ballos, y la retaguardia a Pedro Alvarado con la mayor parte de las
tropas Españolas. En el cuerpo del egercito se conduelan los prisio-
neros, la gente de servicio, el bagage, a las ordenes de Cortés, con
cinco caballos, y cien infantes, para llevar pronto ausilio a donde fuese
mas necesario. Las tropas ausiliares de Tlascala, Cholula, y Cem-
poala, que componían mas de siete mil hombres, se dividieron en los
tres cuerpos del egercito. Implorada antes de todo la protección del
cielo se rompió la marcha por el camino de Tlacopan. La mayor
parte de las tropas pasaron felizmente el primer foso o canal, por el
puente que consigo llevaban, sin encontrar otra resistencia que la
poca que hicieron las centinelas que guardaban aquel punto, pero
habiendo notado aquella novedad los sacerdotes que velaban en el
templo, gritaron a las armas, y con las cornetas despertaron a los
habitantes. En un momento se vieron los Españoles atacados por
agua y por tierra por un numero infinito de enemigos, los cuales con
su misma muchedumbre se estorvaban e impedían en el ataque. Fue
mui terrible y sangriento el combate en el segundo foso, estremo el
peligro, y estraordinarios los esfuerzos para sobrepujarlo. La oscuri-
dad de la noche, el estrepito de las armas, los clamores amenazantes
de los combatientes, los lamentos, y sollozos de los heridos, y los lángui-
dos suspiros de los moribundos formaban un conjunto no menos lasti-
moso que horrible. Aqui se oian las voces de un soldado que pedia
ausilio a sus compañeros ; alli la de otro que clamaba a Dios miseri-
cordia. Todo era confusión, clamores, heridas, y muerte. Cortés,
como buen general, acudia intrépidamente a todas par/)s, pasando
muchas veces los fosos a nado, animando a los unos, ayudando a los
otros, y poniendo en los restos de su egercito el orden que podia, no
sin gran riesgo de morir, o de caer en manos de sus contrarios. El
segundo foso se llenó de tal modo de cadáveres, que la retaguardia
pudo pasar cómodamente sobre ellos. Alvarado, que la mandaba, se
halló en el tercer foso tan furiosamente embestido por los enemigos,
que no pudiendo hacerles frente, ni pasar a nado, sin evidente peligro
de morir a sus manos, fijó la lanza en el fondo del canal, y aferrando
la otra estremidad con los brazos, y dando un estraordinario impulso a
su cuerpo, se lanzó de un salto a la orilla opuesta. Este prodigio de
agilidad dio a aquel sitio el nombre que hasta hoi conserva del salto de
Alvarado*.
* Bemal Diaz se burla de los que creían en el salto de Alvarado, y dice que era
absolutamente imposible atendida la anchura, y profundidad del poso : pero los
otros autores lo citan por cierto, y la constante tradición lo confirma.
DERROTA DE LOS ESPAÑOLES. 109
Grande fue la perdida de los Megicanos en aquella noche. De la
de los Españoles, hablan con variedad los historiadores, como sucede
en otros muchos computos de aquella época*. Yo doi crédito al cal-
culo de Gomara, que hizo diligentes observaciones, y se informó del
mismo Cortés, y de otros conquistadores. Aquel escritor dice que
perecieron cuatrocientos, y cincuenta Españoles, y mas de cuatro mil
hombres de las tropas ausiliares, entre ellos, según el mismo Cortés,
todos los Choluleses. Fueron también muertos todos, o casi todos los
prisioneros f, todos los hombres y mugeres de servicio de los Españo-
les, y cuarenta, y seis caballos, y se perdieron todas las riquezas que
habían recogido, toda la artillería, y todos los manuscritos de Cortés,
que contenían la relación de cuanto habia ocurrido hasta entonces a
los Españoles. Entre los que faltaron de esta nación, los mas nota-
bles fueron los capitanes Juan Velasquez de León, intimo amigo de
Cortés, Amador de Lariz, Francisco Moría, y Francisco de Saucedo,
hombres dé gran mérito, y valor, y entre los prisioneros perecieron el
desventurado rei Cacamatzin, y un hermano, un hijo, y dos hijas de
Moteuczoma;!:. La misma suerte tubo Doña Elvira, hija del principe
Tlascales Magijcatzin.*
No pudo Cortés, a pesar de la grandeza de su corazón, refrenar las
lagrimas a vista de tanta calamidad. En Popotla, aldea próxima a
Tlacopan, se sentó sobre una piedra, no ya a descansar de sus fatigas,
sino a llorar la perdida de sus amigos, y compañeros. En medio de
tantos desastres tubo el consuelo de saber que se hablan salvado sus
mas valientes capitanes, Sandoval, Alvarado, Olid, Ordaz, Avila, y
* Cortés dice que perecieron 160 Españoles, pero o disminuyó el numero, por
miras particulares, o fue yerro de los copistas, o del primer impresor de sus
cartas. Bernal Diaz cuenta 870 Españoles muertos : pero en este numero com-
prende, como él mismo dice, no solo los que perecieron en aquella infausta noche,
sino los que murieron en los dias siguientes hasta la llegada a Tlascala. Solis
no cuenta mas que 200, y Torquemada 290. En el numero de las tropas ausilia-
res que perecieron están de acuerdo Gomara, Herrera, Torquemada, y Betan-
court. Solis dice tan solo que faltaron mas de 1000 Tlascaleses, mas esto no está
de acuerdo con la relación de Cortés, ni con la de los otros autores.
t Cortés afirma que murieron todos los prisioneros, pero se debe exceptuar a
Cuicuitzcatzin, a quien Cortés habia dado el trono de Acolhuacan. Sabemos por
el mismo Cortés que este principe era prisionero, aunque ignoramos la causa^ y
por otra parte consta que murió en Tezcuco, como después veremos.
X Torquemada afirma, como cosa segura, que pocos dias después de haberse
apoderado Cortés de Cacamatzin, le mandó dar garrote en la prisión. Cortés,
Bernal Diaz, Betancourt, y otros dicen que murió, como los otros prisioneros, en
aquella terrible itoche.
lio HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Lugo, sus interpretes Aguilar, y Doña Marina, y su ingeniero Martin
López, en quienes cifraba principalmente su confianza de reparar su
honor, y conquistar a Megico.
Marcha penosa de los Españoles.
Halláronse los Españoles tan débiles, y malparados por el cansancio,
y las heridas, qui si los Megicanos los hubiesen seguido, no hubiera
quedado uno solo con vida ; pero apenas llegaron al ultimo foso del
camino, regresaron a la ciudad, o porque se contentaron con los estra-
gos que habian hecho, o porque habiendo encontrado los cadáveres
del rei de Acolhuacan, de los principes reales de Megico, y de otros
personages, solo pensaron por entonces en llorar su muerte, y en cele-
brar sus exequias. Lo mismo hicieron con sus amigos, y parientes
muertos, dejando aquel dia limpios los fosos, y caminos, y quemando
los cadáveres, antes que inficionaran el aire con su corrupción.
Al rayar el dia, se encontraron los Españoles en Popotla, esparci-
dos, cansados, penetrados de dolor, y habiéndolos reunido, y ordenado
Cortés, se pusieron en marcha para Tlacopan, perseguidos sin cesar
por algunas tropas de aquella ciudad, y por las *Je Azcapozalco, hasta
Qtoncálpolco, templo situado en la cima de un pequeño monte, a nueve
millas a Poniente de la capital, donde hoi está el célebre santuario y
magnifico templo de nuestra Señora de los Remedios, o sea del So-
corro. AUi se fortificaron, según sus pocos recursos, para defenderse,
con menos fatiga, de las tropas contrarias que los molestaron todo el
dia. Descansaron algún tanto por la noche, y tubieron algún refresco
que les suministraron los Otomites de dos caseríos próximos, que vivian
impacientes bajo el yugo de los Megicanos. Desde aquel punto em-
pezaron a encaminarse acia Tlascala, su único refugio en aquel desas-
tre, por Quauhtitlan, Citlaltepec, Joloc, y Zacamolco, perseguidos en
toda la marcha, por algunos cuerpos volantes enemigos. En Zacamolco
se hallaron tan hambrientos, y reducidos a tanta miseria que cenaron
la carne de un caballo, que murió en una acción de aquel dia, y el
general participó como todos de aquel alimento. Los Tlascaleses se
echaban al suelo para comer yerba, implorando a gritos el socorro de
sus dioses.
Batalla de Otompan. x
El dia siguiente, apenas se pusieron en camino por el monte de
Aztaquemecan, vieron de lejos en la llanura de Tonanpoco, poco dis-
tante de Otompan, un numeroso, y brillante egercito, o de Megica-
BATALLA DE OTOMPAN. 111
nos, como dicen comunmente los historiadores, o, como yo creo, de las
tropas de Otompan, Calpolalpan, y Teotihuacan, y de otros pueblos
vecinos, exitados por los Megicanos a tomar las armas contra los Es-
pañoles. Algunos autores dicen que aquel egercito se componia de
doscientos mil hombres, numero que los Españoles calcularon a ojo, y
que engrandeció sin duda el miedo. En efecto, todos ellos se persua-
dieron que aquel dia debia ser el ultimo de su vida. Ordenó el gene-
ral sus abatidas tropas, estendiendo cuanto pudo el frente de su mez-
quino egercito, a fin de que quedasen de algún modo cubiertos sus
flancos con el pequeño numero de caballos que aun conservaba, y con
el rostro enardecido, dijo a sus soldados: " en tal estrecho nos halla-
mos que solo debemos pensar en vencer o morir. Valor, Castellanos,
y confiad en que quien nos ha librado hasta ahora de tantos peligros,
nos preservará del que nos amenaza." Diose la batalla, que fue mui
sangrienta, y duró mas de cuatro horas. Cortés viendo sus tropas
disiminudas, y en gran parte desanimadas, mientras los enemigos se
mostraban cada vez mas orgullosos, a pesar del daño que recibían,
tomó una resolución tan atrevida como peligrosa, con la cual obtubo el
triunfo, y puso en sal /o aquellos pobres restos de su egercito. Acor-
dóse de haber oido decir muchas veces que los Megicanos se desorde-
naban, y huian, siempre que en la acción perdian el general, o el estan-
darte. Cihuacatzin, general de aquel egercito iba en una litera, lleva-
da en hombros de algunos soldados, vestido con un rico trage militar,
cubierta la cabeza con un hermoso penacho, y con un escudo dorado
«n el brazo. El estandarte, que, según el uso de aquellas gentes,
llevaba él mismo, era una red de oro, puesta en la punta de una lanza,
que se habia atado fuertemente al cuerpo, y que se alzaba cerca de
diez palmos sobre su cabeza*. Observólo Cortés, en el centro de
aquella multitud de combatientes, y resuelto a dar un golpe decisivo,
mandó a sus valientes capitanes Sandoval, Alvarado, Olid, y Avila,
que le guardasen las espaldas, y con otros que lo acompañaron, se
adelantó, por donde le parecía mas fácil la empresa, con tanto Ímpetu,
que arrojó al suelo a cuantos halló al paso. Asi fue internándose por
las huestes contrarias, hasta llegar al general, a quien echó al suelo de
un lanzazo, no estante la escolta de oficiales que lo defendía. Juan de
Salamanca, valiente soldado, de los que acompañaban a Cortés, des-
montó con gran prontitud, quitó la vida al gefe enemigo, y arrancan-
* Los Megicanos llamaban a estos estandartes Tlahuizmatlajopili. .
112 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
dolé el penacho, lo presentó inmediatamente al caudillo Español*.
El egercito contrario, viendo a su general muerto, y perdido su estan-
darte, se desordenó, y huyó en tropel. Los Españoles, estimulados
por tan gloriosa hazaña, le siguieron el alcance, y le hicieron grandes
estragos.
Esta victoria fue una de las mas famosas que tubieron los Es-
pañoles en el Nuevo Mundo. Señalóse en ella sobre todos el general
Español, de quien decian sus capitanes, y soldados, que no hablan visto
jamas tanta actividad, ni tanto valor, como el que habia mostrado en
aquella jornada : pero recibió una gran herida en la cabeza, que fue
empeorándose de dia en dia, y puso su vida en gran riesgo. Bernal
Diaz alaba justamente el denuedo de Sandoval, y hace ver la parte
que tubo este famoso oficial en la victoria, inspirando valor a todos con
su egemplo, y con sus exortaciones. También elogian los historiadores
a María de Estrada, muger de un soldado Español, la cual armada
de lanza, y rodela, corría tras las huestes enemigas, hiriendo, y matan-
do con un arrojo estraño en su sexo. De los Tlascaleses dice Bernal
Diaz que pelearon como leones, distinguiéndose entre ellos Calraeca-
hua, capitán de las tropas de Magijcatzin. Aq*uel valiente gefe tomó
en el bautismo el nombre de D. Antonio, y fue célebre, mas que por
su valor, por su larga vida de ciento, y treinta años.
La perdida de los enemigos fue considerable, aunque no tanto como
lo dicen algunos escritores, que la calculan en veinte mil hombres :
numero increíble si se considera el miserable estado a que hablan que-
dado reducidos los Españoles, y la falta de artillería, y o^as armas de
fuego. La de estos no fue tan pequeña como pretende Solis, pues
perecieron casi todos los Tlascaleses, y muchos Españoles, a propor-
ción de su numero, y todos salieron heridosf. 'H
* Carlos V concedió algunos privilegios a Juan de Salamanca, y entre otros el
de un escudo de armas para su casa con un penacho, para recuerdo del que había
quitado al general Cihuacatzin, cuando le dio muerte.
t Solis para exagerar la victoria de Otompan dice que en los Españoles hubo
algunos heridos, de los que murieron dos o tres en Tlascala : mas este autor,
atento únicamente a la cultura del lenguage, a los elogios, y a las sentencias no
se cura de la exactitud de los números. Dice que Cortés condujo consigo a Me-
gico, después de la derrota de Narvaez, 1 100 hombres, los cuales, con los 80 que,
según él dice, quedaron con Alvarado, forman 1180. En los combates prece-
dentes a la derrota de Megico, apenas hace mención de algún muerto. En la
salida, cuenta 200, y en el viage a Tlascala, los dos o tres heridos en Otompan
¿Qué se hicieron los 500 o mas que faltan para componer 1180? Diversa es la
RETIRADA DE LOS KSPANOLES. 113
Cansados de seguir a los fugitivos, volvieron a tomar el camino de
Tlascala, por la parte oriental de aquella llanura. AUi pasaron la noche
a descubierto, y el mismo general, a pesar de su cansancio, y de su
herida, hizo personalmente la guardia, para mayor seguridad. Los
Españoles no eran ya mas que cuatrocientos cuarenta. Ademas de
los muertos en los combates precedentes a la noche infausta de su
retirada, perecieron en ella, y en los seis días siguientes, ochocientos
sesenta, como asegura Bernal Diaz, muchos de los cuales, habiendo
sido hechos prisioneros por los Megicanos, fueron inhumanamente sa-
crificados en el templo mayor de la capital
Retirada de los Españoles a Tlascala,
El dia siguiente, 8 de Julio de 1520 *, entraron, alzando las manos al
cielo, y dando gracias al Altísimo, en los dominios delosTIascaleses, y
llegaron a Huejotlipan, pueblo considerable de aquella república. Te-
mían hallar alguna novedad en la fidelidad de los Tlascaleses, sabiendo
cuan común es que los hombres se vean abandonados en sus infortu-
nios, aun por sus mejores amigos : pero mui en breve se desengaña-
ron, viendo sus sinceras demostraciones de aprecio, y compasión por
las desgracias que hablan sufrido. Apenas tubieron la noticia de su
llegada los cuatro gefes de la república, cuando pasaron a Huejotlipan
a cumplimentarlos, aQorapañados por uno de los principales señores de
Huejotzinco, y por un gran numero de nobles. El principe Magijcat-
íiin, aunque afligido por la muerte de su querida hija Doña Elvira, pro-
curó consol?]^ a Cortés, con la esperanza de nuevos triunfos, asegu-
rándole que llegarla el dia de la venganza, y que para tomarla, basta-
ban el valor de los Españoles, y las fuerzas de la república, que desde
entonces le prometía. Lo mismo ofrecieron muchos señores. Cortés
les dio gracias por su singular benevolencia, y tomando el estandarte
clel general Megicano, lo regaló a Magijcatzin, y a los demás señores
presentó otros despojos. Las mugeres Tlascalesas rogaron a Cortés
Wca que nos dan de aquella acción los que en ella se hallaron, como puede verse
en las cartas de Cortés, y en la historia de Bernal Diaz. " i O cuanto era furio-
sa, y espantosa de verse aquella batalla ! dice este ultimo, i Como combatian
cuerpo a cuerpo, y con qué furia se lanzaban los perros! (Asi llama a los Megi-
canos ! ) i Qué heridas y matanza haciau en nosotros con sus lanzas y espa-
das ! " y luego añade : " vuelvo a decir que nos hirieron y mataron muchos aol-
* Bernal Diaz dice que la batalla deOtorapan fue el 14 de Julio, mas este es una
distracción, pues Cortés asegura que entraron en los dominios de Tlascala el 8,
^n dia después de la acción.
TOMO II. I
114 HISTORIA ANTIGUA DE MKGICO.
que vengase la muerte de sus hijos y parientes, y desfogaron su dolor
en imprecaciones contra la perfidia de los Megicanos.
Después de haber descansado tres días en aquel pueblo, pasaron a
la capital de la república, distante de alli quince millas, para curar sus
heridas, de las que murieron ocho soldados. El concurso que asistió
a su regreso en Tlascala, fue igual, y quizas mayor que el que salió a
recibirlos en su primera entrada. La acogida que les hizo Magijeat-
zin, y el cuidado que tubo de ellos, fueron dignos de su animo gene-
roso, y de su sincera amistad. Los Españoles se mostraban cada dia
mas reconocidos a aquella nación, cuya amistad constantemente culti-
vada fue el medio mas eficaz que emplearon no solo para la conquista
del imperio Megicano, sino también para la de todas las provincias
que se opusieron a los progresos de sus armas, y para la sumisión de
los barbaros Chichimecos, y Otomites, que tanto los molestaron.
Elección y medidas del rei Cuitlahuatzin en Megico.
Mientras los Españoles descansaban en Tlascala de sus fatigas, y
curaban sus males, los Megicanos se empleaban en remediar los que
babian sufrido la capital, y el reino. En el espacio de un año habian
esperimentado grandes desventuras, pues ademas de las considerables
sumas de oro, plata, piedras, y otras preciosidades que habian gastado,
parte en regalos a los Españoles, y parte en hpmenage al rei de Es-
paña, de las cuales recobraron sin embargo algunos restos, se habia
oscurecido la fama de sus armas, y disminuido el esplendor de la co-
rona; habianse sustraido a su obediencia los Totonamies, y otros
pueblos, e insolentado en demasía sus enemigos ; hallábanse mal
¡parados los templos, y arruinadas muchas casas de la capital, y sobre
todo faltaban el rei, muchas personas reales, y una gran parte de la
nobleza. A estos daños que habian recibido de los Españoles, se
anadian los que ellos mismos se ocasionaban con la guerra civil, cuya
noticia debemos a los escritos de un historiador Megicano, que se
hallaba a la sazón en aquella corte, y que sobrevivió algunos años a la
ruina del imperio.
Cuando los Españoles se hallaban en la capital, molestados por el
hambre, y por las hostilidades del pueblo, algunos señores de la pri-
mera nobleza, o por favorecer el partido de los estrangeros, o, lo que
parece mas verosímil, para socorrer a su rei, que hallándose entre los
sitiados, debia participar de sus penurias, los proveían secretamente
de viveros, y fiados eu la autoridad que les daba su nacimiento, se
declararon abiertamente en favor de Cortés. De aqui resultó tan
ELECCIÓN DEL REÍ CUITLAHUATZIN. 115
funesta disensión entre los Megicanos, que solo pudo estinguirse con
la muerte de muchos ilustres personages, y entre ellos, Cihuacoatl,
Tzihuacpopoca, Cipocatli, y Tencuecuenotzin, hijos los unos, y lo»
otros hermanos del rei Moteuczoma.
Necesitaba la nación un gefe capaz de restablecer su honor, y de
reparar las perdidas sufridas en los últimos tiempos del reinado de
aquel monarca. Fue elegido rei Cuitlahuatzin, poco antes, o poco
después de la derrota de los Españoles, y era, como ya he dicho, se-
ñor de Iztapalapan, consegero intimo de su hermano Moteuczoma, y
Tlachcocalcatl, o sea general de las tropas. Era hombre sabio, y de
gran talento, como asegura su enemigo Cortés, y tan liberal, y magni-
fico como su hermano. Gustaba de la arquitectura, y de la jardi-
nería, como se vio en el magnifico palacio que edificó en Iztapalapan
y en el célebre jardín que en él plantó, y de que hacen grandes elo-
gios casi todos los historiadores antiguos. Su valor, y su pericia
militar le adquirieron la estimación de sus pueblos, y algunos Espa-
ñoles bien informados de su carácter aseguran que si la muerte no
hubiera abreviado su carrera, no habría sido posible apoderarse de la
capital*. Es probable que los sacrificios que se hicieron en la época
de su coronación, fueron de los Españoles que él mismo hizo prisione-
ros la noche de la retirada.
Terminada aquella solemnidad, se aplicó el nuevo soberano a reme-
diar los males de la capital, y del imperio. Mandó reparar los tem-
plos, y reedificar las casas arruinadas ; aumentó, y mejoró las fortifi-
caciones ; Pjjvió socorros a las provincias, exitandolas a la defensa
común del estado, contra aquellos nuevos enemigos, y prometió absol-
ver de todo tributo a los que tomasen las armas en defensa de la
corona. Mandó ademas embajadores a la república de Tlascala, con
un buen regalo de plumas, ropas, y sal, los cuales fueron recibidos
con honor, según los usos establecidos en aquellas naciones. El ob-
* Solis da a este rei el nombre de Quetlahaca, y dice que vivió pocos dias en el
trono, y que estos bastaron a borrar su memoria : mas lo contrario aseguran
- Cortés, Bernal Díaz, Gomara, yTorquemada. i Como podian olvidar su nombre
los Megicanos, cuando los Españoles la conservaban indeleble, considerándolo
autor de los desastres de su retirada? Cortés se acordaba tanto de Cuitla-
huatzin, y conservaba tal indignación contra él, que cuando se halló con fuerzas
suficientes para emprender el asedio de Megico, queriendo vengarse del rei, y no
pudiendo hacerlo en su persona, por haber ya muerto, se vengó en su ciudad
favorita ; y no fue otro el motivo de su espedicion contra Iztapalapan, como él
mismo con^sa.
I 2
116 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
geto de esta embajada era representar al senado que aunque basta
entonces habian sido enemigos capitales los Megieanos, y los Tlasca-
leses, era ya tiempo de unirse, como originarios del mismo pais, coma
pueblos de una misma lengua, y como adoradores de unos mismos
númenes, contra los enemigos comunes de la patria, y de la religión ;
que ya tenian noticia de los sangrientos estragos que habian hecho en
Megico, y en otros pueblos aquellos hombres orgullosos e inhumanos;
sus sacrilegos atentados contra los santuarios, y contra las venerables
imágenes de sus dioses ; su ingratitud, y perfidia contra su hermano,
y predecesor, y contra los mas respetables personages del reino, y su
insaciable sed de oro, que los inducía a violar las santas leyes de la
amistad ; que si la república continuaba apoyando los perversos desig-
nios de aquellos monstruos, tendría el mismo galardón que Moteuc-
zoma, en cambio de la humanidad con que los acogió en su corte, y
de la liberalidad con que los favoreció en todo tiempo ; que los Tlas-
caleses serian detestados generalmente, por haber dado ausilio a tan
inicuos usurpadores, y los dioses descargarían sobre la república todo
el furor de su colera, por haberse confederado con los enemigos de su
culto ; que si por el contrario, se declaraban, como el reí se lo pedia,
enemigos de aquellos hombres odiados del cielo, y de la tierra, la
corte de Megico haría perpetua alianza, y tendría comercio libre con
la república, con lo que esta podría evitar la miseria a que hasta en-
tonces había estado reducida ; todas las naciones de Auahuac le agra-
decerían tan importante servicio, y los dioses, aplacados con la san-
are de las victimas, enviarían a sus campos la lluvia necearla, darían
felicidad a sus armas, y harían célebre en toda la tierra el nombre
Tlascales. ! ^
El senado después de haber oído el mensage, y despedido los em-
bajadores de la sala de audiencia, según costumbre, quedó reunido
para deliberar sobre aquel gran negocio. No faltaron miembros a
quienes parecieron sensatas las proposiciones de los Megieanos, y con-
venientes a la felicidad de la república, exagerando las ventajas que se
les ofrecían, el éxito Infausto de la espedlclon de los Españoles a Me-
gico, y la perdida de las tropas Tlascalesas que hablan estado bajo
sus ordenes. Alzó la voz entre ellos el joven Gícotencatl, que siempre
habla sido enemigo capital de los Españoles, y procuró apoyar, con
cuantas razones pudo, la alianza con los Megieanos, añadiendo que
serla mucho mejor conservar las antiguas costumbres de su nación,
que someterse a las nuevas, y estravagantes usanzas de aquella gente
EMBAJADA A LA REPÚBLICA DE TLASCALA. 117
indómita, e imperiosa : que no podia ofrecerse una ocasión mas opor-
tuna para desembarazarse enteramente de los Españoles, que aquella
en que estaban tan cansados, débiles, y abatidos. Magijcatzin, por
el contrario, que les era sinceramente afecto, y que tenia mas
luces para conocer el derecho de gentes, y mejor voluntad de obser-
varlo, rechazó el voto de Gicotencatl, censurando como abominable
perfidia el designio de sacrificar a los Megicanos aquellos hombre»
perseguidos por la fortuna, y que habian buscado un asilo en Tlascala,
fiados en las protestas, y en las demostraciones del senado, y de la
nación. Anadio que si los lisongeaban las ventajas que los Megica-
nos ofrecian, mayores las esperaba él del valor de los Españoles, y
que si no convenia fiarse en estos, menos confianza debian inspirar
aquellos, de cuya falsia tenian tantas pruebas ; finalmente que ninguo
delito seria capaz de irritar tanto la colera de los dioses, ni de oscu-
recer tanto las glorias de la nación, como la horrible maldad que se
proponia contra aquellos huespedes inocentes. Gicotencatl inculcaba
su primer dictamen, presentando a los senadores un odioso retrato de
la Índole, y de las costumbres de los Españoles. La altercación fue
tan animada, y exitó % tal punto los ánimos, que Magijcatzin, arreba-
tado de colera, dio un golpe a Gicotencatl, y lo precipitó por las
gradas de la sala de audiencia, llamándolo sedicioso, y traidor a la
patria. Esta demostración, hecha por un hombre tan circunspecto, y
tan respetado, y amado por la nación, obligó al senado a mandar
prender a Gicotencatl.
La resolución en que convinieron los senadores fue la de respon-
der a la embajada, que la república estaba pronta a aceptar la paz,
y la amistad de la corte de Megico, con tal que no se le exigiese una
acción tan indigna, y un delito tan enorme, como era el de sacrificar a
sus huespedes, y amigos ; pero cuando se envió a buscar a los emba-
jadores para intimarles la respuesta, se echó de ver que habian salido
ocultamente de Tlascala, porque habiendo observado en la plebe al-
guna inquietud de resultas de su llegada, temieron que cometiesen
algún atentado contra el respeto debido a su carácter. Es probable
que el senado enviarla embajadores Tlascaleses para llevar su contes-
tación. Los senadores procuraron ocultar a los Españoles todo lo
que había ocurrido, pero a pesar de sus precauciones, lo supo Cortés,
el cual dio gracias, como debia, a Magijcatzin, por sus buenos oficios»
y ofreció corresponder a la idea ventajosa que tenia del valor, y de La
amistad de sus compatriotas.
118 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Bautismo de cuatro señores Tlascaleses.
No satisfecho el senado con estas pruebas de su cordialidad, prestó
de nuevo obediencia al rei Católico, y, lo que es mas, movidos los
cuatro gefes de la república, por la gracia del Espíritu Santo, renun-
ciaron a la idolatría, y después de haber sido instruidos competente-
mente, fueron bautizados por el P. Juan Diaz, capellán del egercito
Español, siendo sus padrinos Cortés, y sus principales capitanes.
Celebróse esta función con grandes demostraciones de júbilo, tanto de
los Españoles, como de los Tlascaleses. Llamóse Magijcatzhi en el
bautismo D. Lorenzo, Gicotencatl el viejo D. Vicente, Tlehuejolotzin
D. Gonzalo, y Citlalpopoca D. Bartolomé*. Siguieron su egemplo
algunos Tlascaleses, pero de estos no todos perseveraron en la fe, por
no estar intimamente persuadidos de la verdad del Cristianismo.
Abatimiento de algunos Españoles.
Ya estaba Cortés fuera del peligro a que habia espuesto su vida el
golpe que habia recibido en la ultima acción, y algunos Españoles
hablan curado de sus heridas, con la ayuda Sd los cirujanos Tlasca-
leses. Durante su enfermedad. Cortés no habia pensado sino en los
medios de conseguir la grande empresa de la conquista de Megico, y
para esto habia mandado cortar una gran cantidad de madera, con el
obgeto de construir trece bergantines : pero mientras formaba estos
vastos proyectos, muchos de sus soldados trazaban designios harto
diferentes. Veíanse disminuidos, pobres, estropeados, y jdesprovistos
de armas, y caballos. No podian olvidar el terrible conflicto de la
trágica noche del 1 de Julio, ni querían esponerse a semejantes calami-
dades. Comunicábanse mutuaraente'sus temores, y censuraban la obs-
tinación de su general en una empresa tan temeraria. De las mur-
muraciones prívadas pasaron a presentarle una suplica legal, querien-
do obligarlo con muchas razones a volver a la Vera Cruz, donde po-
* Ni Cortés ni Bernal Diaz hablan de este bautismo. Herrera hace mención
del de Magijcatzin, y Solis añade el de Gicotencatl. Unos autores dicen que fue
administrado por el P. Olmedo, y otros que Magijcatzin lo recibió en su ultima
enfermedad. Pero lo cierto es que los cuatro gefes fueron bautizados, aunque
Torquemada, y Betancourt no convienen en el tiempo. También se sabe que
Magijcatzin no aguardó a la ultima enfermedad, y que los cuatro fueron bautiza-
dos por el P. Diaz. Todo esto consta, ademas de otras pruebas, por las pinturas
antiguas Tlascalesas, que estaban en muchos conventos de Franciscanos, y que
tío el historiador Torquemada.
GU£RUA DK TKPEYACAC. 119
dñai) tener gocorros de tropas, y municiones, para emprender con
mayores fuerzas la conquista, que entonces juzgaban imposible. Tur-
bóse Cortés con esta novedad que frustraba totahnente sus designios,
pero valiéndose del talento que poseia de persuadir cuanto quería a
sus soldados, les habló con tanta energia, que los indujo a desistir de
su pretensión. Echóles en cara su miedo ; despertó en sus almas los
sentimientos de honor ; hizoles un cuadro lisongero de sus hechos glo-
riosos, y de las protestas llenas de ardor, y de intrepidez que tantas
veces le habian hecho ellos mismos ; manifestóles cuanto mas peligroso
era el regreso a la Vera Gruz que la permanencia en Tlascala ; asegu-
róles la fidelidad de aquella república, de la cual dudaban ; finalmente
les rogó que suspendiesen su resolución hasta ver el éxito de la guerra
que pensaba hacer contra la provincia de Tepeyacac, en la que espe-
raba tener nuevos testimonios de la sinceridad de los Tlascaleses.
Guerras de Tepeyacac, de Quauhquechollan, de Itzocan, de Talat-
zinco, de Tecamachalco, y de Tochtepec.
Los señores de la provincia de Tepeyacac, confinante con la>epu-
blica de Tlascala, st# habian declarado amigos de Cortés, y subditos
del rei de España, desde el horrendo destrozo que los Españoles hicie-
ron en Cholula : pero viéndolos después abatidos, y victoriosos a los
Megicanos, volvieron a someterse a estos, y para grangearse la volun-
tad de su rei, dieron muerte a algunos Españoles, que, ignorando la
tragedia de sus compatriotas, iban de la Vera Cruz a la capital ; ad-
mitieron guarniciones Megicanas en sus pueblos ; ocuparon el camino
de la Vera Cruz a Tlascala, y entraron varias veces de mano armada
en las tierras de aquella república. Decidió Cortés hacerles la guerra,
no menos para castigar su perfidia, que para asegurar aquel camino,
por el cual debian llegarle los socorros que aguardaba. Incitábalo
también a aquella espedicion el joven Gicotencatl, que por mediación
del mismo general Español habia sido puesto en libertad, y que, para
borrar todas las sospechas que podia inspirar su conducta, después de
lo ocurrido en el senado, ofreció ayudarlo en aquella guerra con un
egercito numeroso. Cortés aceptó la oferta ; mas antes de tomar las
armas, exigió amigablemente alguna satisfacción de los Tepeyaqueses,
y los exortó a dejar el partido de los Megicanos, prometiendo perdo-
narles el asesinato de los Españoles: pero habiendo sido rechazadas
sus proposiciones, marchó contra aquella provincia con cuatrocientos
veinte Españoles, y con seis mil flecheros Tlascaleses, en tauto que
Gicotencatl reunia un egercito de cincuenta mil hombres. En Tzim-
r
120 HISTORIA ANTIGUA DH MEGICO.
pantzinco, ciudad de Tlascala, se le agregaron tantas fuerzas de aque-
lla república, de Huejotzinco, y de Cholula, que se cree no bajaban do
ciento y cincuenta mil hombres.
La primera espedicion fue contra Zacatepec, pueblo de la confede-
ración de los Tepeyaqueses. Sus habitantes hicieron una emboscada
contra los Españoles ; el combate fue sostenido con tenacidad por
una y otra parte, pero fueron vencidos los Zacatepequeses, quedando
muchos de ellos muertos en el campo*. De alli marchó el egercito
contra Acatzinco, ciudad distante diez millas de Tepeyacac, acia
Levante, y en ella entraron triunfantes los Españoles, después de
haber ganado otra acción, poco menos ardua que la de Zacatepec.
De Acatzinco mandó Cortés muchos destacamentos a quemar unos
pueblos de los alrededores, y someter otros a su obediencia, y cuando
le pareció ser tiempo de atacar la ciudad principal, se encaminó con
todo su egercito a Tepeyacac, donde entró sin ninguna resistencia de
los habitantes. Alli declaró esclavos a muchos prisioneros, hechos en
aquella provincia, y los hizo marcar con un hierro ardiendo, según la
barbara costumbre de aquel siglo, aplicando la quinta parte al rei de
España, como se hacia con todo lo que tomaban,' y dividiendo el resto
entre los Españoles, y los aliados. Alli fundó, según el modo de hablar
de aquel tiempo, una ciudad que llamó Segura de la Frontera, cuyo
acto se redujo a establecer magistrados Españoles, y erigir una pequeña
fortificación f.
Las tropas Megicanas, que estaban de guarnición en aquella pro-
vincia, se retiraron de ella, por no tener bastantes fuerzas para resistir
a sus enemigos ; pero al mismo tiempo se dejó ver, sobre la ciudad de
Quauhquecholan;!:, distante de la de Tepeyacac mas de cuarenta
millas, un egercito Megicano, mandado por el rei Cuitlahuatzin, para
impedir a los Españoles el paso a la capital por aquella parte, en caso
de que lo intentasen. Era Quauhquecholan una ciudad considerable,
* Muchos historiadores dicen que la noche siguiente a la batalla de Zacatepec
tubieron los aliados de los Españoles una gran cena de carne humana, parte asada
en un numero increible de piquetes de madera, parte cocida en cincuenta mil
ollas : pero esto me parece una fábula. No es probable que pasasen por alto
aquel suceso ni Cortés, ni Bernal Diaz, el cnal es demasiado prolijo, y enojoso
en este genero de atrocidades.
t Aun subsiste la ciudad de Tepeyacac, o Tepeaca, pero el nombre de Segura
de la Frontera fue mui en breve puesto en olvido. Carlos V le dio el titulo y
honores de ciudad, en 1545. Hoi pertenece al marquesado del Valle.
\ Los Españoles llaman a Quauhquecholan, Guaquechula, o Huacachula. Hoi '■
es un amenísimo pueblo de Indios, abundante en exelente fruta.
GUERRA DE QU AÜHQUECHüLAN. 1:21«
cuya población subia de cinco a seis mil familias, mui amena, y no
menos fortificada por la naturaleza que por el arte. Defen diaula por
un lado, un monte alto, y escabroso, y por otro, dos rios poco distantes
entre sí. Toda la ciudad estaba circundada de un fuerte muro de
cal, y canto, de veinte pies de alto, y de doce de grueso, con un buen
parapeto que la coronaba en toda su estension, y que tenia cerca de
tres pies de altura. No se podia entrar en ella sino por cuatro puertas,
situadas en los puntos en que se doblaban las estremidades del muro,
formando dos semicírculos concéntricos, como se ha representado en
la estampa del libro vil. Aumentaba la dificultad del ingreso la
elevación del piso de lo interior, que era tanta cuanta la altura del
muro, de modo que para entrar era forzoso subir algunos escalones
bastante altos.
El señor de aquella ciudad, que era parcial de los Españoles, envió
una embajada a Cortés, declarándose vasallo del rei de España, reco-
nocido ya señor de aquella tierra, en la solemne reunión que celebró
el rei Moteuczoma con la nobleza Megicana en presencia de Cortés ;
que él deseaba dar pruebas de su fidelidad, pero que no se lo per-
mitían los Megicanosf que a la sazón habia en aquella ciudad, y en
los pueblos circunvecinos, gran numero de oficiales de aquella nación,
y hasta treinta mil soldados, para impedir toda confederación con los
Españoles : que por tanto le rogaba viniese a socorrerlo, y a libertarlo
de las vejaciones que de aquellas tropas sufría. Agradeció Cortés el
aviso, y envió inmediatamente con los mensageros un socorro de trece
caballos, de doscientes peones Españoles, y de treinta mil hombres de
las huestes ausiliares, al mando del capitán Olid. Los mensageros,
por orden de su señor, se ofrecieron a conducir el egercito por un
camino poco frecuentado, y avisaron al comandante Olid que cuando
se acercase a la ciudad, los habitantes atacarían de mano armada los
alojamientos de los oficiales Megicanos, y procurarían tomarlos o ma-
tarlos,* a fin de que entrando después los Españoles, fuese mas fácil
vencer a los enemigos, prívados ya de sus gefes. Pero doce millas
antes de llegar a Quauhquechollan, el comandante Español entró en
sospechas de que los Huejotzinques se hubiesen confederado secreta-
mente con los Quauhquecholeses, y con los Megicanos para destruir a
los Españoles. Estos recelos fundados en siniestros informes, y que des-
pués se hicieron mas verosimiles, por el gran numero de Huejotzinques
que se agregaron espontáneamente al egercito, lo obligaron a volver a
Cholulu, donde mandó prender a los Huejotzinques de mas autoridad.
122 HlSTORIíl ANTIGUA DE MEGICO.
y a los roensageros de Quauhquecholan, y los mandó con buena escolta
a Cortés, para que hiciese las averiguaciones necesarias.
Mucho desaprobó Cortés aquella conducta contra unos amigos tan
fieles como los Huejotzinques : sin embargo los examinó diligente-
mente, descubrió la inocencia, y la buena fe de unos, y otros, y cono-
ció que las desgracias pasadas habian hecho medrosos a los Espa-
ñoles, y el miedo, como suele, los inducía a formar sospechas injustas,
y precipitadas. Acarició, y regaló cuanto pudo a los Huejotzinques,
y los Quauhquecholeses, y acompañado por ellos marchó inmediata-
mente para Cholula, con cien peones Españoles, y diez caballos, de-
terminado a dirigir personalmente aquella empresa*. Halló a las
tropas de Olid amedrentadas ; les inspiró valor, y siguió la marcha a
Quauhquecholan, con todo el egercito, que a la sazón constaba de
mas de trescientos Españoles, y de mas de cien mil aliados : tanta
era la prontitud de aquellos pueblos en armarse contra los Megi-
canos, para sustraerse a su dominio. Antes de llegar a Quauhque-
cholan le avisó aquel señor que ya estaban tomadas todas las medi-
das ; que los Megicanos confiaban en las centinelas que habian puesto
en los caminos, y en las torres, pero que los *l;iudadanos se habian
apoderado en secreto de ellas.
Apenas vieron los de la ciudad el egercito que venia a su socorro,
asaltaron con tanta violencia los alojamientos de los Megicanos, que
antes de entrar Cortés, le presentaron cuarenta prisioneros. Cuando
entró aquel general, atacaban tres mil ciudadanos el cuartel principal
de aquellos oficiales, que aunque mui inferiores en numero, se defen-
dieron con tanto brio, que los Quauhquecholeses no pudieron entrar
en la casa, apesar de haberse hecho dueños de las azoteas. Cortés
la tomó al asalto, pero en despecho de sus conatos para hacer algún
prisionero que lo informase del estado actual de la corte, no lo pudo
conseguir, pues ellos pelearon con tanto tezon, que todos murieron, y
solo de un oficial moribundo se pudieron sacar algunas noticias. Los
otros Megicanos esparcidos por la ciudad huyeron precipitadamente
a incorporarse con el grueso del egercito, acampado en una elevación
* Bernal Díaz niega que Cortés se hallase en persona en estas espediciones :
pero él mismo Cortés lo asegura, y habla de tal modo de las dos ciudades, que
aunque no lo digese deberíamos inferir que intervino en la guerra. Bernal Diaz
escribió cuarenta años después del suceso, y pudo padecer alguna falta de me-
moria. Cortés escribió su segunda carta a Carlos V, en la que habla de aquella
campaña, pocos dias después de ella.
GUERRA DE FTZOCAN. 128
que dominaba todos los contornos, . el cual se puso en un momento
en orden de batalla, y entró en la ciudad, pegando fuego a las casas.
Cortés afirma que no habia visto jamas tropa do mas bello aspecto,
por las alajas de oro, y los penachos que en ella lucían. Los Espa-
ñoles corrieron a la defensa con su caballería, y con muchos millares
de aliados, y obligaron a los enemigos a huir a una posición alta, y esca-
brosa, pero viéndose todavía perseguidos en ella, se recobraron en un
monte elevadisimo, dejando muchos muertos en el campo. Los ven-
cedores, después de haber saqueado el de los enemigos, volvieron a
la ciudad, llenos de gloria, y cargados de despojos.
Tres dias descansó el egercito, y al cuarto pasó a Itzocan, llamada
por los Españoles Izucar, ciudad de tres a cuatro mil familias, situada
a la falda de un monte, a cerca de diez millas de Quauhquecholan,
y rodeada de un rio profundo, y de una pequeña muralla. Sus calles
eran bien ordenadas, y tantos sus templos, que entre grandes, y pe-
queños contó Cortés hasta ciento: su clima es calido por estar en
un. valle profundo, encerrado entre altas montañas, y el terreno, como
el de Quauhquecholan, fértilísimo, y sombreado por arboles de her-
mosas flores, y exel^tes frutos. Mandaba en aquel pais un perso-
nage de la sangre real de Megico, a quien Moteuczoma lo habia dado
en feudo, después de haber mandado dar muerte, no sé por qué
motivo, al legitimo señor que lo poseia. A la sazón tenia una guar-
nición de cinco o seis mil hombres de tropas Megicanas. Todos estos
datos, comunicados por el señor de Quauhquecholan a Cortés, lo
movieron a emprender aquella espedicion. Hallándose con un eger-
cito, según él mismo afirma de cerca de ciento veinte mil hombres,
dio el asalto a la ciudad, por la parte que le pareció menos dificil.
Los Iztocaneses, ayudados por las tropas reales, hicieron al principio
alguna resistencia ; pero vencidos por fuerzas tan superiores, se des-
barataron, y huyeron por la parte opuesta a la del ataque, pasando
el rio, y alzando los puentes, afin de no ser perseguidos por sus con-
trarios. Los Españoles, y los aliados, en despecho de las dificultades
que hallaron para vadear el rio, los siguieron por mas de cuatro
millas, matando a unos, haciendo prisioneros a otros, y aterrando a
todos con su furor, y violencia. Vuelto Cortés a la ciudad, mandó
pegar fuego a todos los santuarios, y por medio de algunos prisione-
ros llamó a los habitantes, que estaban esparcidos en los montes, dán-
doles salvo conducto, para que volviesen sin temor a sus casas.
El Señor de Itzocan se habia ausentado de la ciudad, y puesto en
camino para Megico, cuando se descubrió el egercito contrario. Esto
124 HISTORIA ANTIGUA DK MEGICO.
bastó a la nobleza, que quizas no le era mui afecta, para declarar el
estado vacante : por lo que, con aprobación, y bajo el amparo de
Cortés, convinieron en darlo a un principe, hijo del señor de Quauh-
quecholan, y de una señora hija del antiguo poseedor, condenado a
muerte por Moteuczoma, y por ser de tierna edad, se le nombraron
por tutores a su padre, a su tio, y a dos nobles. Aquel mancebo
fue mui en breve instruido en la religión Cristiana, y bautizado.
La fama de las victorias de los Españoles voló inmediatamente por
aquellos países, y atrajo muchos pueblos a la obediencia del reí de
España. Ademas de Quauhquecholan, Itzocan, y Ocopetlayocan,
gran ciudad, poco distante de aquellas dos*, vinieron a tributar
homenage a la corona de Castilla, los señores de ocho pueblos de
Coaijtlahuacanf, parte de la vasta provincia de Mijtecapan, distante
mas de ciento veinte millas de Quauhquecholan, solicitando todos a
porfía la amistad de aquellos hombres invencibles.
Cortés volvió a Tepeyacac, y por medio de sus capitanes hizo la
guerra a varias ciudades, que hablan cometido hostilidades contra los
Españoles. Los habitantes de Jalatzinco, ciudad poco distante del
camino de Vera Cruz, fueron vencidos por el fífeaoso Sandoval, y los
principales de entre ellos conducidos prisioneros a Cortés, el cual
viéndolos arrepentidos, y humillados, los puso en libertad. Los de
Tecamachalco, ciudad considerable de la nación Popoloca, hicieron
una vigorosa resistencia : mas al fin se rindieron, y dos mil de ellos
fueron hechos esclavos. Contra Tochtepec, ciudad grande a orillas
del rio de Papaloapan, donde habia guarnición Megicana, envió al
capitán Salcedo, con ochenta Españoles, de los cuales no quedó uno
vivo, para traer la noticia a Cortés. Mucho sintió esta perdida, que
en efecto era mui grande, atendido el pequeño numero de gente
propia que le quedaba. Para vengarla envió a los dos valientes capi-
* Ocopetlayocan es llamado por Cortés Ocupatuyo, por causa de la ignorancia
de la lengua, y el autor de las notas a sus cartas, creyó que fuese Ocuituco ; mas
este pueblo no estaba tan cerca de Quauhquecholan, como, según Cortés, estaba
Ocupatuyo. Torquemada, aunque exacto en los nombres, lo llama Acapetlayocan
y jécapetlahuacan.
t Coaijtlahuacan es llamada por Cortés Coastoaca, y dice que está cerca de Ta-
mazola, a donde pocos jneses antes habia enviado unos Españoles a buscar minas.
El autor de dichas notas dice que Tamazola está en Cinaloa, mas este es uno de
los grandes despropósitos que se hallan en aquella obra. El mismo Cortés asegu-
ra que Tamazola distaba 40 leguas de Itzocan, y Cinaloa dista mas de 400. Tam-
poco habla Cortés de Huajyacac, u Oajaca, donde dice Coastoaca, como pretende
aquel escritor, si no de Coaijtlahuaca, llamada por los Españoles Justlahuaca.
ESTRAGOS DK l-AS VIRUELAS. 12á
tañes Ordaz, y Avila, con algunos caballos, y veinte mil aliados, los
cuales, a pesar del valor con que los Megicanos se defendieron, toma-
ron la ciudad, y mataron muchos enemigos.
No fue la perdida de aquellos soldados la que mas amargó a
Cortés. Los mismos que poco antes le habian suplicado que re-
gresase a Vera Cruz, persistieron tan obstinadamente en su demanda,
que se vio obligado a concederles permiso de volver, no ya a Vera
Cruz, para aguardar alli nuevos refuerzos, si no a Cuba, para estar
mas lejos de los peligros de la guerra, pareciendole menos malo dis-
minuir sus tropas, que tener consigo malcontentos, que con su dis-
gusto enfriasen el valor de los otros : pero esta perdida fue pronta, y
ventajosamente reparada, con un buen numero de soldados, que coa
caballos, armas, y municiones llegaron al puerto de la Vera Cruz,
enviados los unos por el gobernador de Cuba, en socorro de Narvaez,
y los otros por el gobernador de la Jamaica, para la espedicion de
Panuco. Todos se agregaron gustosos al partido de Cortés, mudán-
dose en instrumentos de felicidad los mismos recursos que sus
gos empleaban para su ruma.
Estragos de las viruelas. Sucesos en Megico.
Las victorias de los Españoles, y la muchedumbre de sus aliados
engrandecieron de tal modo su nombre, y grangearon tanta prepon-
derancia a Cortés, que era el arbitro de los disturbios de aquellos
pueblos, y a él, como a supremo señor de aquella tierra, se dirigían
para obtener la confirmación de la investidura de los estados vacantes,
como sucedió con los de Cholula, y de Ocotelolco en Tlascala, que
vacaron de resultas de las muertes ocasionadas por las viruelas.
Este azote del genero humano, desconocido enteramente hasta en-
tonces en el Nuevo Mundo, fue llevado a él por un negro esclavo de
Narvaez. Este lo comunicó a los Cempoaleses, y de estos se pro-
pagó el contagio por todo el imperio Megicauo, con indecible daño de
aquellas naciones. Los que por ser dotados de una fuerte con-
plexion, resistieron a la violencia del mal, quedaron tan desfigurados
por las profundas trazas de la erupción, que hacian horror a cuantos
los miraban. Entre los otros males ocasionados por tan terrible en-
fermedad, fue mui sensible a los Megicanos la muerte de su reí
Cuitlahuatzin, después de tres o cuatro meses de reinado, y a los
Tlascaleses y Españoles la del principe Magijcatzin.
Los Megicanos dieron la corona a Quauhtemotzin, sobrino de
Cuitlahuatzin, por no quedar ya ningún hermano de los dos últimos
126 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
reyes. Era joven de veinte y cinco años, y de animo intrépido, y
aunque por su corta edad, no mui practico en la guerra, continuó las
disposiciones militares de su predecesor. Casóse con su prima
Tecuichpotzin, hija de Moteuczoma, y viuda de sn tio Cuitlahuatzin.
Cortés lloró la perdida de Magijcatzin, tanto por la amistad que
con él habia estrechado, cuanto por haber sido aquel personage el que
mas habia influido en la armonia que hasta entonces habia reinado
entre Españoles, y Tlascaleses. Por tanto, después de haber asegu-
rado el camino de Vera Cruz, y de haber mandado a la corte de
España al capitán Ordaz, con una relación exacta, dirigida al empe-
rador Carlos V, de cuanto hasta entonces le habia ocurrido, y al
capitán Avila a la isla de Santo Domingo, solicitando nuevos socorros
para la conquista de Megico, salió de Tepeyacac para Tlascala, y
entró alli vestido de luto, y haciendo grandes demostraciones de
dolor, por la muerte del principe su amigo. Confirió, a petición de
los lAismos Tlascaleses, y a nombre del rei Católico, el estado vacante
de Ocotelolco, uno de los cuatro principales de aquella república, a
un hijo del difunto principe, mancebo de doce, años, que en el bautismo
tomó el nombre de D. Juan Magijcatzin* sienao desde entonces el
nombre del padre, apellido del hijo, y de toda su ilustre decendencia,
y para honrarlo de un modo particular, en atención a los méritos de
su padre, lo armó caballero al uso de Castilla.
Exaltación del principe Coanacotzin y muerte de Cuicuitzcatzin.
En aquel mismo tiempo, aunque por mui distinta causa, ocurrió la
muerte del principe Cuicuitzcatzin, a quien Moteuczoma y Cortés
habian puesto en el trono de Acolhuacan, en lugar de su desventu-
rado hermano Cacamatzin. No le fue dado gozar largo tiempo de su
postiza dignidad, pues mui en breve lo privó de la libertad el mismo
que le habia dado la corona. Salió de Megico, con los otros prisio-
neros, en la noche de la derrota de los Españoles ; mas entonces tubo
la fortuna, o mas bien la desgracia de salvar la vida, que debia perder
después de un modo ignominioso. Acompañó a los Españoles hasta
Tlascala, donde permaneció hasta que, o impaciente de la opresión, o
deseoso de recobrar el trono, se huyo secretamente a Tezcueo.
Reinaba a la sazón en aquella corte su hermano Coanacotzin, a quien,
por muerte de Cacamatzin, tocaba por lei del reino la corona. Apenas
* Solis dice que se llamaba Lorenzo : mas este fue el nombre del padre : el
hijo se llamó Juan, como dice Torquemada, que lo supo por los mismos
Tlascaleses.
MUERTE DE CUICUITZCATZIN. 127
se presentó Cuicuitzcatziu, cuando fue preso por los ministros reales,
que dieron cuenta inmediatamente al rei, el cual se hallaba en Me-
gico. Este lo hizo saber a su primo Quanhtemotzin, el cual cre-
yendo que el principe fugitivo era espia de los Españoles, fue de
opinión de darle muerte. Coanacotzin, o por complacer a aquel
monarca, o mas bien por deshacerse de un rival peligroso, mandó
egecutar sin tardanza aquel designio. Asi terminó su vida aquel
desventurado, cuya elevación solo sirvió para hacer mas estrepitosa
su caida*.
* No hai un historiador Español, exepto Cortés, que haga mención de la
fuga, de la prisión, y de la muerte de Cuicuitzcatzin. Gomara solo habla de su
muerte, y lo llama Cocuzca ; Herrera Quisquizca, y Cortés Cucazcasin. Añade
que se llamaba también IpalsuchU, estos es Icpaljochitl.
kií-fiU
LIBRO DÉCIMO.
Marcha de los Españoles a Tezcuco : sus negociaciones con los Megicanos ¡ sus
correrías, y batallas en las cercanias de los lagos; sus espediciones contra
Yacapichtlan,, Quauhnahuac, y otras ciudades. Construcción de los bergantines.
Conjuración de algunos Españoles contra Cortés. Reseña, división, y puestos del
egercito Español. Asedio de Megico ; prisión del rei Quauhtemotzin, y ruina
del imperio Megicano.
Marcha de los Españoles a Tezcuco.
Cortés, que no apartaba nunca de su espirita la idea de la conquista
de Megico, se empleaba en Tiascala con suma diligencia en la cons-
trucción de los bergantines, y en la disciplina de sus tropas. Obtubo
de aquel senado algunos centenares de hombresMe carga para la con-
ducción de las velas, jarcias, clavazón, y otros materiales de los navios
que habia mandado desbaratar el año anterior. De ellos pensaba
servirse para los bergantines, y con el mismo obgeto hizo sacar una
gran cantidad de resina de los pinos del monte de Matlatcueye *.
Avisó a los Huejotzinques, a los Choluleses, a los Tepeyaqueses, y a
otros aliados, a fin de que alistasen sus tropas, y hizo reunir una gran
provisión de municiones de guerra, y de boca, para el numeroso
egercito que pensaba emplear en el asedio de Megico. Cuando le
pareció oportuno ponerse en marcha, pasó reseña a su tropa, que se
componía de cuarenta caballos, y de quinientos cincuenta peones.
Dividió aquella poca caballería en cuatro partes, y la infantería en
nueve compañías, armadas la una de mosquetes, la otra de ballestas,
la tercera de espada y rodela, y la cuarta de picas. Puesto a caballo
enfrente de su pequeño egercito, después de ordenarlo, habló de este
* Solis dice que en aquella ocasión sacaaon azufre los Españoles del volcan de
Popocatepec para hacer pólvora ; que el que lo sacó se llamaba Montano, y para
confirmarlo alega el testimonio de Laet ; pero lo cierto es que no se sacó azufre
de aquel volcan antes de la conquista de Megico, y que quien lo sacó en 1522 se
llamaba Montano. Para probar la verdad de estos datos no es necesario ir a
buscar el apoyo de un escritor Holandés, pues constan por el testimonio de
muchos autores Españoles, y por los privilegios que concedió el rei Católico a la
posteridad de Montano.
MARCHA A TEZCUCO. 129
modo a sus guerreros : " Amigos, y compañeros, todo lo que yo
pudiera deciros para exitar vuestro valor seria enteramente inútil, pues
todos nos reconocemos obligados a reparar el honor de nuestras armas,
y a vengar la muerte de nuestros compatriotas, y de nuestros aliados.
Vamos a la conquista de Megico, empresa la mas gloriosa de cuantas
se nos pueden ofrecer en el discurso de nuestra vida ; vamos a castigar
de un golpe la perfidia, el orgullo, y la crueldad de nuestros ene-
migos ; a ensanchar los dominios de nuestro soberano, agregándoles
«n reino tan grande, y tan rico ; a facilitar los progresos del Evangelio,
abriendo las puertas del cielo a tantos millones de almas ; a asegurar
con pocos dias de trabajo el bien estar de nuestras familias, y a inmor-
talizar nuestros nombres : estímulos todos capaces de aguijonear a los
mas cobardes, cuanto mas a corazones tan nobles, y generosos como
los vuestros. Yo no veo dificultad alguna que no pueda sobrepujar
vuestro brío. Son muchos nuestros contrarios, pero les somos supe-
riores en el valor, en la diciplina, y en las armas. Tenemos ademas
a nuestras ordenes un numero tan crecido de tropas ausiliares, que,
ayudados por ellas, podremos conquistar no una, si no muchas
ciudades como MegiA). No hai duda que es fuerte, pero no tanto
que pueda resistir a los ataques que vamos a darle por agua, y por
tierra. Finalmente, Dios, por cuya gloria peleamos, se ha declarado
favorable a nuestros designios. Su providencia nos ha conservado en
medio de tantos desastres, y peligros ; nos ha enviado nuevos compa-
ñeros en lugar de los que hemos perdido, y ha convertido en nuestro
bien los mismos instrumentos que nuestros enemigos habían empleado
en nuestro daño. ¿Qué no debemos esperar en el porvenir de su
misericordia ? El es nuestro conductor en esta grande empresa ;
merezcamos pues su protección, y no nos hagamos indignos de ella
con nuestra pusilanimidad, y desconfianza."
Los Tlascaleses, que procuraban imitar la disciplina de los Espa-
ñoles, quisieron hacer también reseña de sus tropas en presencia de
Cortés. Rompía la marcha la música militar de cornetas, caracoles, y
otros instrumentos de viento, y detras venían los cuatro gefes de la re-
publica, armados de escudo, y espada, y adornados con hermosísimos
penachos de dos pies de alto. Llevaban los cabellos atados con cor-
dones de oro, pendientes de joyas en los labios, y en las orejas, y en
los pies, calzados de gran valor. Seguíanles cuatro escuderos, arma-
dos de arco, y flechas, y en pos los cuatro estandartes principales de
la república, cada cual con su insignia propia, hecha de plumas.
Después empezaron a pasar en filas bien ordenadas las tropas de
TOMO II. K
130 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
flecheros de veinte en veinte, dejando ver de trecho en trecho los
estandartes particulares de sus compafiias, compuesta cada una de
trescientos o cuatrocientos hombres, y seguian las tropas armadas de
espada, y rodela, y al fin las armadas de pica. Herrera, y Torque-
mada afirman que los flecheros eran sesenta mil, los piqueros diez mil,
y los de espada, y escudo cuarenta mil*.
Gicotencatl el joven hizo también una arenga, a egemplo de Cortés,
en la que dijo a sus tropas, que al dia siguiente, como ellos sabian,
debian marchar con los valientes Españoles contra Megico, enemiga
eterna de la república ; que aunque el nombre solo de los Tlascaleses
bastaba para amedrentar a todas las naciones de. la tierra, debian aper-
cibirse a ganar nueva gloria con sus acciones.
Cortés por su parte convocó a los principales señores de los egerci-.
tos aliados, y los exortó a una fidelidad constante para con los Espa-
ñoles, ponderándoles las ventajas que debian esperar de la ruina de
los Megicanos, y los males que los amenazaban, si por sugestión
de estos, o por miedo de la guerra, o por inconstancia de animo, falta-
ban a la fe que habian empeñado. Después publicó un bando, para
gobierno de sus tropas, que contenia los articulo^' siguientes :
1^ Nadie blasfeme de Dios, de la Santa Virgen, ni de sus santos.
2. Ninguno riña con otro, ni ponga mano a la espada, ni otra
arma para herirlo.
3. Nadie juegue las armas, ni el caballo, ni otra prenda del servicio.
4. Nadie fuerce a muger alguna, so pena de muerte.
5. Ninguno se apodere de los bienes o prendas que no le pertene-
cen, ni castigue a ningún Indio, si no es su esclavo.
6. Ninguno haga correrias sin permiso del general.
7. Ninguno prenda a los Indios, ni saquee sus casas, sin permiso
del general.
8. Ninguno trate mal a los aliados, antes bien procuren todos
conservar su amistad.
* Solis siguiendo, como él dice a Bemal Diaz, no cuenta en la reseña de los
Tlascaleses mas de 10,000 hombres, y critica a Herrera por que dice que habia
80,000 : pero en este como en otros muchos puntos se nota el descuido de Solis
en consultar los autores. Bernal Diaz no hace mención de la reseña de los
Tlascaleses, solo dice que Cortés pidió al senado 10,000 hombres, y el senado
respondió que estaba pronto a darle mayor numero de tropas. Herrera no
cuenta 80,000 hombres, como dice Solis, si no 1 1 0,000, y en este computo lo han
seguido Toríjtiemada, y Betancourt. Ogeda, que estubo presente, y mandaba
las tropas aliadas, dice que eran 150,000, pero incluye a los Huegotzinques, a los
Choluleses, y a los Tepeyaqueses.
MARCHA A TEZCUCO. 181
Y por que de nada sirven las leyes cuando no se cela su observan-
cia, y no se castigan los delincuentes, mandó ahorcar dos negros
esclavos suyos, por que habian robado un pabo, y dos capas de
algodón. Con estos, y otros egemplos hizo respetar aquellas disposi-
ciones, tan necesarias para la conservación de sus pequeñas fuerzas.
Después que hubo tomado las medidas que le parecieron condu-
centes al buen éxito de su empresa, marchó finalmente con todos sus
Españoles, y con un buen numero de aliados, el dia 28 de Diciembre
de 1520, después de haber oido misa, e invocado el Santo Espíritu.
No quiso desde luego llevar consigo todo el egercito aliado que habia
pasado reseña el dia antes, tanto por la dificultad de mantener tan
gran numero de gente en Tezcuco, como porque creyó mas oportuno
dejar la mayor parte en Tlascala, para seguridad de los bergantines,
cuando llegase el tiempo de transportarlos*. De los tres caminos que
habia para ir a Tezcuco, tomó Cortés el mas difícil, creyendo pruden-
temente que no debiendo aguardarlo por alli los Megicanos, seria mas
segura su marcha. Pasó por Tetzmelocan, pueblo perteneciente al
estado de Huejotzinco. El 30 contemplaron, desde la cima mas alta
de aquellos montes, 6> hermoso valle de Megico, parte con jubilo, por
ser aquel el termino de sus deseos, parte con disgusto, por el recuerdo
de sus desastres. Al comenzar a bajar acia el llano, hallaron el camino
embarazado con troncos, y ramas de arboles, atravesadas a proposito,
y tubieron que emplear mil Tlascaleses en remover aquel obstáculo.
Cuando llegaron al valle los atacaron algunas tropas volantes de ene-
migos ; pero habiendo los Españoles dado muerte a algunos de ellos,
los demás se pusieron en fuga. Aquella noche se alojaron en Coate-
pec, lugar distante ocho millas de Tezcuco, y al dia siguiente, cuando
se encaminaban a aquella capital, inciertos de la disposición de los
Tezcucanos, pero resueltos a no volver atrás, sin haber tomado ven-
ganza de sus enemigos, vieron venir acia ellos cuatro personages sin
armas, con una bandera de oro, y conociendo Cortés que esta era
señal de paz, se adelantó para abocarse con ellos. Eran en efecto
mensageros enviados por el rei Coanacotzin, para cumplimentar al
general Español ; para convidarlo a ir a su corte, y para rogarle que
no cometiese hostilidad alguna en sus estados. Al mismo tiempo le
presentaron la bandera, que pensaba treinta y dos onzas. Cortés, a
pesar de estos indicios de amistad, les echó en cara la muerte dada
* "No hai duda, dice Solis, que Cortés salió de Tlascala con mas de 60,000
hombres." Lo cierto es que no se sabe positivamente su numero, pues ni Cortés
ni Bernal Diaz lo mencionan. Gomara dice que eran mas de 80,000-
k2
k
132 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
pocos meses antes, por los habitantes del pueblo de Zoltepec, a cua-
renta y cinco Españoles, cinco caballos, y trecientos Tlascaleses, que
los acompañaban cargados de oro, plata, y armas, para los Españoles
que estaban entonces en Megico, con tanta inhumanidad, que habian
colgado como trofeos, en el templo de Tezcuco, los pellejos de los
Españoles, con sus armas y tragos, y los de los caballos, con sus
arneses. Añadió que ya que no era posible compensar la perdida de
aquella gente, debian al menos pagarle el oro, y la plata que habian
robado ; que si no le daban la debida satisfacción, por cada Español
muerto, haría él morir mil Tezcucanos. Los mensageros respondieron,
que su nación no era la culpable de aquel exeso, si no los Megicanos,
por cuya orden obraron los Zoltepequeses ; que sin embargo ellos se
ofrecian a emplear toda la diligencia posible, en que se restituyese
todo lo que se habia quitado, y despidiéndose cortesmente del general,
volvieron a toda prisa a Tezcuco, con la noticia del pronto arrivo de
los Españoles.
Llegada de los Españoles a Tezcuco, y revoluciones en
aquella corte. ^
Jlntró Cortés con su egercito en Tezcuco, el ultimo dia de aquel
año. Salierop a su encuentro algunos nobles, y lo condugeron a uno
de los palacios del difunto rei Nezahualpilli, el cual era tan grande,
que no solo se alojaron en el los seiscientos Españoles, si no que aun
cabían cómodamente otros seiscientos. Mui en breve notó el general
que el concurso de las calles habia disminuido considerablemente, pa-
reciendole que no habia la tercera parte de la población que viera en
otras ocasiones, y sobre todo observó que faltaban las mugeres, y los
niños, indicio manifiesto de alguna mala disposición de aquella corte.
Para no aumentar la desconfianza de los ciudadanos, y para no esponer
su gente a nuevos infortunios, publicó un bando en que prohibió a los
soldados la salida de los cuarteles, so pena de la vida. Después de
comer observaron desde las azoteas de palacio que salia mucha gente
de la ciudad, encaminándose los unos a los bosques vecinos, y los
otros a los diversos pueblos del lago. La noche siguiente se ausentó
el rei Coanacotzin, pasando a Megico en una barca, en despecho de
Cortés, que deseaba apoderarse de él, como habia hecho de sus tres
hermanos Cacamatzin, Cuicuitzcatzin, e Ijtliljochitl. En verdad Coa-
nacotzin no podia tomar otro partido, porque ¿ como era posible que
se creyese seguro entre los Españoles, después de lo que habian hecho
con sus hermanos, con Moteuczoma su tío, y temiendo que muchos de
REVOLUCIONIiS EN TEZCUCO. 133
SUS subditos se aprovechasen de aquella ocasión, para declarársele en
contra, los unos por miedo de los Españoles, y por los intereses parti-
culares de sus familias ; los otros por vengar la muerte de Cuicuitzcat-
zin, y muchos para poner en el trono a Ijtliljochitl?
Las revoluciones que inmediatamente ocurrieron en aquella capital
justificaron su fuga. Apenas habia estado alli tres dias Cortés, cuando
se le presentaron los señores de Huejotla, de Coatlichan, y de A.tenco,
tres ciudades tan inmediatas a Tezcuco, según hemos dicho, que po-
dían considerarse como sus arrabales. El obgeto de su venida era
ofrecer su amistad, y alianza a Cortés, y este, que nada deseaba tanto
como aumentar su partido, los acogió benignamente, y les ofreció su
protección. Informada de esta novedad la corte de Megico, envió
una severa repreension a aquellos señores, mandándoles decir, que si
la causa de haber abrazado tan vil partido era el miedo que tenian del
poder de aquellos enemigos, supiesen que los Megicanos se hallaban
con fuerzas superiores, y que con ellas esterminarian mui en breve a
los Españoles, juntamente con sus aliados favoritos los Tlascaleses ;
que si se hablan reducido a tanta estremidad por conservar los estados,
y dominios que tenia* en Tezcuco, pasasen a Megico, en cuyo territo-
rio se les darian mejores posesiones : mas aquellos señores, en lugar
de amedrentarse con las amenazas, y de ceder a las promesas, se
apoderaron de los mensageros, y los enviaron a Cortés., Este les
preguntó el motivo de su embajada, y ellos respondieron que sabiendo
que aquellos señores estaban en su gracia, venian a interponer su me-
diación, a fin de negociar la paz entre los Españoles, y Megicanos.
Cortés, fingiendo dar crédito a lo que decian, los puso en libertad, y
les encargó digesen a su soberano, que él no quería la guerra, ni la
baria jamas, si los Megicanos no lo obligaban a ello con sus hostilida-
des ; que por tanto viviese apercibido, y se guardase de hacer el menor
daño a los suyos, o a sus aliados, pues en este caso serian sus enemi-
gos, y darian lugar a la total ruina de su ciudad.
Mucho importaba en efecto a Cortés la alianza de aquellas tres
ciudades, mas antes de todo era necesario ganarse la corte misma de
Tezcuco, tanto por la gran nobleza que en ella habia, cuanto por su
influjo en las otras ciudades del reino. Desde su entrada procuró
grangearse los ánimos con su afabilidad, y buenas modales, y lo mismo
habia recomendado a los suyos, prohibiendo severisimamente toda clase
de hostilidad contra los habitantes. Conoció desde luego entre los
nobles un partido favorable a Ijtliljochitl, a quien tenia detenido» no sé
por qué razón en Tiascala. Hizolo conducir a la corte, por un buen
134 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
numero de Españoles, y Tlascaleses, presentólo a la nobleza, y obtubo
que fuese aclamado rei, y coronado con las mismas ceremonias, y re-
gocijos que se solian hacer con los soberanos legítimos''*'. Promovió
Cortés la exaltación de aquel principe, tanto por vengarse de Coana-
cotzin, como por tener a la nación dependiente de su voluntad. El
pueblo lo aceptó sin dificultad, o por que no osase oponerse a los Es-
pañoles, o por que estaba cansado de su antiguo gefe.
Era Ijtliljochitl joven de cerca de veinte y tres años. Desde la
primera entrada de Cortés en Tiascala se habia declarado abierta-
mente en su favor ; se le habia ofrecido con su egercito, y convida-
dolo a hacer su viage a Megico por Otompan, donde a la sazón se
hallaba : pero en despecho de su buena voluntad, y de sus obsequios,
fue prisionero de los Españoles, cuando estos salieron derrotados de
Megico, y detenido en Tiascala hasta el suceso de que voi hablando.
Todas estas circunstancias me hacen creer que su cautiverio no fue
mas que una decorosa privación de su libertad, dorada con alguno de
aquellos protestos que suele inventar la politica de los hombres, cuando
* Solis en la relación de este suceso, ademas de las imaginarias arengas que
pone en boca de Cortés, y de los Tezcucanos, incurre en siete errores sustancia-
les. . 1. Supone vivo en aquel tiempo a Cacamatzin, siendo asi que, por testimo-
nio de Cortés, y de otros historiadores, consta que fue muerto en la noche de la
derrota de los Españoles, o poco antes. 2. Duda al principio, y luego afirma
positivamente que en el mismo tiempo reinaba en Tezcuco Cacamatzin, siendo
indudable que el principe reinante era Coanacotzin. 3. Hace a Cacamatzin her-
mano de Nezahualpilli (a quien llama Nezabal) de quien era hijo, como saben los
que han saludado la historia de aquellos pueblos. 4. Supone quf Cacamatzin
mató a Nezahualpilli, fábula jamas oída en la historia de Tezcuco. 5. Cree
muerto a Nezahualpilli cuando reinaba el antecesor de Moteuczoma. Ahora
bien, el antecesor de Moteuczoma murió en 1502 : luego Nezahualpilli fue
muerto aqiiel mismo año, cuando mas tarde, por Cacamatzin. Cuando tubo el
arrojo de matar a su rei, se debe creer que tendría a lo menos 16 años : luego en
1519, cuando el mismo Cacamatzin visitó a Cortés en Ajotzinco, tenia a lo menos
32 años, y sin embargo el mismo Solis en otra parte solo le da 25. Pero la ver-
dad es que Nezahualpilli murió en 1516. 6. Supone a Cacamatzin usurpador de
la corona, cuando consta de la historia que era el sucesor legitimo. 7. Finge que
el nuevo rei se hallaba en Tezcuco cuando llegó Cortés ; que este no lo habia
visto antes ; que la primera vez que se le presentó, quedó el caudillo Español tan
prendado de su elocuencia, y gentileza, que lo abrazó sin poderse contener : todo
lo cual es un tegido de fábulas, pues por las cartas del mismo Cortés, y por mu-
chos historiadores consta, que aquel principe (cuyo nombre ignoró Solis). habia
sido conocido por Cortés un año antes de su elevación ; que habia sido seis meses
su prisionero, y que lo hizo venir de Tiascala para coronarlo, como se refiere en
el testo de esta historia.
ESPBDICION CONTRA IZTAPALAPAN. 135
los guia la desconfianza, o el deseo de la propia seguridad. Con la
larga practica de los Españoles, se acostumbró a sus usos, y modales.
Fue instruido en la Religión Cristiana, y tomó en el bautismo el
nombre de D. Fernando Cortés Ijtliljochitl, por respeto al general
Español que fue su padrino. No gozó si no de la apariencia de la
magestad, pues mas que señor de sus subditos fue ministro de la
voluntad de los Españoles, a quienes hizo grandes servicios, no solo
en la conquista de Megico, en que sirvió con su persona, y con sus
tropas, sino en la reedificación de aquella capital, para la cual sumi-
nistró millares de arquitectos, albañiles, y operarios. Murió todavia
joven en 1523, y le sucedió en el señorío de Tezcuco su hermano
D. Carlos, de quien haré honrosa mención después. Con la exalta-
ción de Ijtliljochitl, y con los obsequios que Cortés le hacia se aumentó
considerablemente el partido de los Españoles, y todas las familias
Tezcucanas que se habian ausentado de la corte, por miedo de sus
hostilidades, volvieron seguras, y alegres a sus casas.
Cortés habia resuelto fijar su cuartel general en Tezcuco, por lo
que dispuso fortificar el palacio que servia de alojamiento a sus tro-
pas. No podia abrazar un partido mas conducente a sus miras.
Tezcuco, como capital del reino de Acolhuacan, y ciudad tan grande,
y populosa, abundaba en toda clase de víveres, para el mantenimiento
de sus tropas ; tenia buenos edificios para su habitación ; buenas forti-
ficaciones para su defensa, y gran numero de artífices de toda clase,
para los trabajos de qué podria necesitar el egercito. Los dominios
de aquel estado confinaban con los de Tlascala, y de este modo esta-
ban seguAs las comunicaciones con la república ; la proximidad del
lago era de suma importancia para la conducción de los bergantines, y
la ventajosa situación de la ciudad proporcionaba a los Españoles la
noticia de todos los movimientos de sus enemigos, sin esponerlos a sus
hostilidades.
Espedicion contra Iztapalapan.
Después de haber arreglado los negocios de Tezcuco, resolvió
Cortés atacar la ciudad de Iztapalapan, para vengar en ella, y en sus
ciudadanos, las ofensas que habia recibido de su señor Cuitlahuatzin,
a quien atribuia la causa de las desgracias de la noche memorable de
la retirada. Dejó en Tezcuco una guarnición de mas de trescientos
Españoles, y muchos aliados, al mando de Sandoval, y el marchó
con mas de doscientos de los suyos, mas de tres mil Tlascaleses, y
muchos nobles de Tezcuco. Antes de llegar a Iztapalapan, salieron
136 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
al encuentro algunas tropas, y fingiendo oponerse a su entrada, y
peleando parte en tierra, y parte en agua, se iban retirando acia el
pueblo, como si no pudieran resistir a los invasores. Empeñados
Españoles, y Tlascaleses en alcanzarlos, entraron en la ciudad, cuyas
calles hallaron en gran parte desiertas, pues los ciudadanos se habian
retirado con sus mugeres, e hijos, y la mayor parte de sus bienes, a
unas casas que tenian en las islas del lago : pero aun alli fueron per-
seguidos por los enemigos, que peleaban igualmente por agua, y
tierra. Era ya mui entrada la noche, cuando los Españoles, alegres
por la victoria que creian haber conseguido, se ocupaban en saquear las
casas, y los Tlascaleses en pegarles fuego, cuando en pocos instantes
se convirtió sn jubilo en espanto, pues a la luz del incendio observa-
ron que salia el agua de los canales, y empezaba a cundir en la ciu-
dad. Conocido el peligro, se dio el toque de retirada, y se abandonó
precipitadamente el pueblo, tomando el camino de Tezcuco : mas a
pesar de la diligencia de las tropas, llegaron a un punto donde se
habian acumulado de tal modo las aguas, que los Españoles pasaron
con gran trabajo, y de los Tlascaleses se ahogaron algunos, y se per-
dio la mayor parte del botin. No hubiera quedado uno solo vivo, si
se hubieran detenido tres horas en la ciudad, como el mismo Cortés
asegura, porque los ciudadanos, queriendo deshacerse de aquel modo
de sus enemigos, rompieron los diques del lago, y anegaron la ciudad.
Al dia siguiente continuaron su marcha por las orillas del lago, con-
tinuamente perseguidos e insultados por los enemigos. Esta espedi-
cion disgustó mucho a los Españoles, pero aunque perdieron los des-
pojos, y muchos fueron heridos, solo murieron dos de ellos,< y un ca-
ballo. La perdida de los Iztapalapaneses fue mucho mas considera-
ble, pues ademas del menoscabo que sus casas sufrieron, quedaron,
según Cortés, mas de seis mil muertos.
Confederación de Otompan, y de otras ciudades con los Españoles.
La pesadumbre que produjo a Cortés aquel suceso, fue mui en
breve compensada por la satisfacción de recibir la sumisión, que le
enviaron por medio de sus embajadores, las ciudades de Mizquic,
Otompan, y otras de aquellos contornos, alegando, para obtener su
gracia, que habiéndolos exitado los Megicanos a tomar las armas en
su favor, ellos no habian querido jamas ceder a sus deseos. Cortés,
cuya autoridad se estendia tan rápidamente como se aumentaba su
partido, les exigió, como condición necesaria para conseguir su
alianza, que se apoderasen de cuantos mensageros les fuesen enviados
CONFEDERACIÓN DE OTOMPAN. 137
de Megico, y de cuantos Megicanos llegasen a su ciudad. Ellos lo pro-
metieron asi, aunque no sin grandes dificultades, y desde entonces
fueron constantemente aliados fieles de los Españoles.
A esta confederación siguió mui en breve la de Chalco, ciudad, y
estado considerable de la orilla oriental del lago dulce : pues sabiendo
Cortés que sus habitantes deseaban unirse a su partido, pero no osa-
ban declararse, por miedo de las guarniciones Megicanas que estaban
en sus plazas, les envió a Sandoval con veinte caballos, doscientos
peones Españoles, y un buen numero de aliados, dándole orden de
acompañar a unos Tlascaleses que deseaban llevar a su patria la
parte que hablan salvado] del botin de Iztapalapan, y volver sobre
Chalco para arrojar a los Megicanos. Dio Sandoval la vanguardia a
los Tlascaleses: algunas tropas enemigas que se hablan puesto en
acecho, los atacaron de improviso, los desordenaron, les mataron mu-
cha gente, y les quitaron el botin, pero sobrevinieron los Españoles, y
vengaron aquel triunfo, derrotando a los Megicanos, y quitándoles los
despojos. Los Tlascaleses continuaron sin peligro su viage, y Sando-
val marchó a Chalco, pero antes de llegar a la ciudad, salió al en-
cuentro la guarnición Megicana, compuesta, según algunos autores, de
doce mil combatientes. Se dio la batalla, que duró dos horas, y ter-
minó con la muerte de muchos enemigos, y con la fuga de los otros.
Los Chalqueses, noticiosos de la victoria, salieron con gran jubilo a
recibir a los Españoles, y los acompañaron triunfantes a la ciudad*.
El señor de aquel estado, que habia muerto de viruelas pocos dias
antes, habia recomendado eficazmente, en los últimos momentos de su
vida, a los dos hijos que dejaba, que se confederasen con los Espa-
ñoles, que cultivasen su amistad, y que tubiesen a Cortés por padre.
Por respeto a su ultima voluntad, pasaron aquellos dos jóvenes a
Tezcuco, acompañados del egercito Español, y de muchos nobles
Chalqueses ; presentaron a Cortés una suma considerable de oro, y
establecieron la alianza, en que se mantubieron constantemente fieles.
La causa de rebelarse tan fácilmente aquellos pueblos contra el impe-
rio, era en unos el miedo de las armas Españolas, y del poder de sus
aliados, y en otros el odio de la dominación Megicana. No es posible
* Solis en la relación de este suceso incurre en dos errores g^eograficos. 1.
Supone que Chalco estaba contigua a Otompan, no sabiendo que entre ellas esta-
ban la corte de Tezcuco, y otras ciudades importantes de Acolhuacan. 2. Dice
que los estados d^ Chalco, y de Tlascala eran confinantes, cuando habia entre
ellos un bosque vastísimo, y una parte de los dominios de Huejotzinco, y por
otro lado mediaban los distritos mas poblados de Acolhuacan.
138 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
que sea constante la fidelidad de los pueblos, cuando en la subordina-
ción influye mas el terror que la beneficencia, ni hai trono mas vaci-
lante que el que se sostiene mas bien en la fuerza de las armas, que
en el amor de los pueblos. Cortés, después de haber obsequiado a
los dos principes, dividió entre ellos el estado, o por que asi lo pidie-
ron ellos mismos, o por que le sugirieron este plan los nobles.
Dio al mayor la investidura de la ciudad principal, con otros
pueblos, y al menor, la de Tlalmanalco, Chimalhuacan, Ajotzinco,
y otros.
No cesaban entretanto los Megicanos de hacer correrías en los
estados que se hablan unido con los Españoles, pero la diligencia de
Cortés en enviar socorros a donde eran necesarios, inutilizaba com-
pletamente sus esfuerzos. Entre otros, vinieron los Chalqueses a
Tezcuco, a pedir socorro a los Españoles, pues hablan sabido que los
Megicanos se apercibían a darles un golpe en castigo de su rebelión.
No pudo condecender el general Español con sus deseos, pues ha-
biéndose concluido el corte de la madera que debia servir en los ber-
gantines, necesitaba de toda su gente para transportarla con seguridad
de Tlascala a Tezcuco, pero les aconsejó que íe confederasen con los
Huejotzinques, con los Choluleses, y con los Quauhquecholeses.
Ellos reusaron este partido, por la enemistad que siempre hablan te-
nido con aquellos pueblos, pero al fin lo aceptaron, movidos por las
instancias de Cortés, y obligados por la necesidad. Apenas se hablan
despedido los Chalqueses, cuando llegaron oportunamente a Tezcuco
tres mensageros de Huejotzinco, y de Quauhquecholan, enviados por
aquellos señores a Cortés, para darle parte de su inquietud de resultas
de unas humaradas, que sus centinelas hablan descubierto, desde las
cimas de los moutes, y que eran indicios manifiestos de próximas hos-
tilidades : al mismo tiempo le ofrecían sus tropas, que estaban aperci-
bidas a ponerse bajo sus ordenes cuando necesitase de ellas. Apro-
vechóse Cortés de tan favorable ocasión para confederar aquellos es-
tados con el de Chalco, obligándolos a renunciar, por el bien común,
a sus particulares resentimientos. Fue tan solida aquella alianza, que
desde entonces se ayudaron mutuamente sus miembros contra los
Megicanos.
Transporte de los materiales de los Bergantines.
Siendo ya tiempo de llevar a Tezcuco el maderage, las velas, la
jarcia, y la clavazón de los bergantines, dio Cortés esta comisión a
Sandoval, con doscientos infantes Españoles, y quince caballos, en-
CONSTRUCCIÓN DK LOS BERGANTINES. 139
cargándole que fuese antes a Zoltepec a castigar rigorosamente a sus
habitantes, por la muerte de los cuarenta, y cinco soldados Españoles,
y trescientos Tlascaleses, de que ya he hablado. Los Zoltepeques,
cuando vieron acercarse la borrasca, abandonaron sus casas, para
salvar la vida con la fuga, pero, habiéndolos alcanzado los Españoles,
muchos de ellos fueron pasados a cuchillo, y otros hechos esclavos.
De allí marchó Sandoval a Tlascala, donde halló todo dispuesto para
la conducción de los materiales. El primer bergantín fue construido
por Martin López, soldado Español, que hacia de ingeniero en el
egercito de Cortés, y se echó al agua, para prueba, en el rio de Za-
huapan. Por aquel modelo hicieron los Tlascaleses los otros doce.
Hizose la conducción con el mayor aparato, y jubilo de los Tlas-
caleses, pareciendole ligera aquella carga que debia contribuir a la
ruina de sus enemigos. Ocho mil Tlascaleses llevaban a hombro la
madera, las velas, y todos los demás obgetos necesarios a la construc-
ción ; dos mil llevaban los víveres, y treinta mil marchaban armados
para la defensa del convoi, mandados por tres caudillos principales,
que eran Chichimecatl, o sea Chichimeca Teuctli*, Ajotecatl, y Teo-
tepil, o Teotlipil. Este acompañamiento ocupaba, según Berna!
Diaz, una estension de mas de seis millas. Cuando salieron de Tlas-
cala mandaba la vanguardia Chichimecatl ; mas al poner el pie fuera
de los confines de la república, Sandoval lo puso a retaguardia, por-
que temia alguna sorpresa de los enemigos. Esta disposición oca-
sionó un grave disgusto a los Tlascaleses, pues se jactaban de va-
lientes, y dician que en todas las acciones en que hasta entonces se
habian hallado, hablan ocupado, a egemplo de sus mayores, el puesto
mas peligroso, de modo que Sandoval tubo que emplear razones y
ruegos para contentarlos. Cortés, vestído de brillantes galas, y acom-
pañado de todos sus oficiales, salió a recibir el convoi, y abrazó, y dio
gracias a los señores Tlascaleses por sus buenos oficios. Su entrada
en Tezcuco, que se hizo con el mejor orden, duró tres horas. Las
* Este Chichimecatl, que hace tanto papel ea nuestra historia, no parece que
fuese el padre, que ya era mui viejo, sino el hijo, que tenia el mismo nombre, y
que en la guerra de Españoles, y Tlascaleses tubo el grave disgusto de que he
hablado. Ajotecatl es llamado asi por Torquemada en la historia, pero en el
Índice lo llama Ajutecatl. Al otro gefe da en la historia el nombre de Teotepil,
y en el Índice el de Teotlypil. Yo sospecho que aquel noble Tlascalés fuese
Ajotecatl, padre inhumano, que en odio de la fe Cristiana mató después a dos
hijos suyos. Cortés llama a estos gefes Tutecatl, y Tmpitl.
140 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
tropas de una y otra nación gritaban Castilla, Castilla, Tlascala,
Tlascala, en medio del estrepito de la música militar.
Espediciones contra las ciudades de Jaltocan y Tlacopan.
Apenas llegó Chichimecatl, cuando, sin descansar del viage, rogó
a Cortés que lo emplease a él, y a su tropa en alguna espedicion
contra los enemigos. Corles, que solo aguardaba la llegada de las
tropas ausiliares de Tlascala para egecutar un designio que desde
largo tiempo meditaba, dejando en Tezcuco una buena guarnición, y
dadas las ordenes oportunas acerca de la obra de los bergantines,
se puso en marcha, al principio de la primavera de 1521 con veinte y
cinco caballos, seis pequeños cañones, trescientos cincuenta infantes
Españoles, treinta mil Tlascaleses, y una parte de la nobleza Tezcu- '
cana ; y porque temia que los Tezcucanos, de quienes no se fiaba,
diesen aviso secreto a los enemigos, y trastornasen sus proyectos, salió
de aquella ciudad sin descubrir a nadie el termino de su viage.
Caminó el egercito doce millas acia el Norte, y pasó la primera noche
a descubierto. El dia siguiente se dirigió a Jalcocan, ciudad fuerte
situada en medio de un pequeño lago, con una calzada que a ella
conduela, y que, como la de Megico estaba cortada con fosos. La
infanteria Española, sostenida por un buen numero de aliados, los
pasó entre una densa lluvia de dardos, y flechas, que hirieron a
muchos ; mas no pudiendo los habitantes sufrir los estragos que en
ellos hacian las armas Españolas, abandonaron la ciudad, y huyeron.
Los vencedores saquearon las casas y quemaron algunas. ^
Terminada esta epedicion, se encaminó el egercito a Quauhtitlan,
grande y hermosa ciudad, como Cortés la llama con razón ; pero la
hallaron despoblada : pues los habitantes, amedrentados con lo que
hablan oido de Jaltocan, procuraron ponerse en seguro.
De alli pasaron a Tenayocan, y a Azcapozalco, donde no hicieron
daño por no haber hallado resistencia. Finalmente llegaron a la
corte de Tlacopan, termino que se habia propuesto Cortés, con el
obgeto de negociar algún convenio con Megico, y si no lo lograba,
para proporcionarse algunas noticias sobre los designios que alli se
trazaban. Los habitantes se manifestaron dispuestos a oponerse a los
invasores. Atacaron en efecto con su acostumbrado Ímpetu a los
Españoles, y pelearon valerosamente largo rato : mas al fin no pu-
diendo resistir los estragos de las armas de fuego, ni el impulso de los
caballos, se retiraron a la ciudad. Los Españoles, por ser ya entrada
ESPEDICION CONTRA JALTOCAN. 141
la noche, se alojaron en una gran casa de los arrabales. Al dia
siguiente, los Tlascaleses pegaron fuego a una parte de la población,
y en los seis dias que permanecieron alli los Españoles, tubieron con-
tinuos encuentros, y hubo algunos duelos famosos entre Tlascaleses,
y Tlacopaneses. Unos y otros combatieron con estraordinario valor
y desfogaron en oprobrios el odio que mutuamente se profesaban.
Los Tlacopaneses llamaban a los Tlascaleses damas de los Españoles,
sin cuya protección nunca se hubieran atrevido a llegar hasta los
muros de aquella ciudad. Los Tlascaleses respondían que a los
Megicanos, y a todos sus partidarios se debia mas bien el titulo de
mugeres, pues siendo tan superiores en numero a ellos no habia
podido dominarlos en ningún tiempo. También prodigaron los ene-
migos insultos y denuestos a los Españoles, convidándolos por burla
a entrar en Megico, para mandar alli como señores, y gozar de todos
los placeres de la vida. " ¿Te parece. Cristiano, decian a Cortés que
irán ahora las cosas como antes ? ¿ Piensas que reina en Megico un
Moteuczoma sacrificado a tus caprichos ? Entra en la corte, y seras
en breve inmolado con todos los tuyos a los dioses." En las acciones
que sostubieron aquellos dias los Españoles, entraron en aquel fatal
camino, y se acercaron a los memorables fosos en que hablan sufrido
tan sangrienta derrota. Hallaron en ellos una terrible resistencia, y
todos estubieron próximos a perecer, porque empeñados en perseguir
a unas tropas Megicanas, que hablan salido a insultarlos para atraerlos
al peligro, se hallaron de pronto atacados, de una y otra parte del
camino, por tan gran numero de contrarios, que no pudieron retirarse
sin suma dil&cultad, combatiendo furiosamente hasta llegar a tierra
firme. En este conflicto, tubieron cinco Españoles muertos, y muchos
heridos. Cortés, disgustado del mal éxito de su espedicion, volvió,
con su egercito por el mismo camino a Tezcuco, recibiendo en la
marcha nuevos insultos de los enemigos, que atribulan su retirada a
cobardía, y desaliento*. Los Tlascaleses, que acompañaron a los
* Solis, queriendo desmentir a Bernal Diaz, dice : " por mas que diga nuestro
historiador de esta espedicion, fue tan importante al fin principal, que apenas
regresado Cortés a Tezcuco, vinieron suplicantes a prestarle obediencia los
caciques de Tucapan, Mascalzingo, y Auhtlan (asi llama a Tuzapan, Mejcaltzinco,
y Nauhtlan) y otros pueblos de la orilla septentrional : lo que da a conocer que
los Españoles volvieron con reputación, &c." Pero, dejando aparte la espresion
ambigua orilla septentrional, que algunos lectores aplicarán quizas a la orilla del
lago, debiendo entenderse de la del m£|,r, y el error que comete en decir que
vinieron los señores de aquellos estados, cuando consta por el mismo Cortés que
«nviaron sus embajadores, lo cierto es que no pudieron decidirse a enviar esta
142 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Españoles, habiendo tomado muchos y ricos despojos, pidieron per-
miso a Cortés de llevarlos a su país, y él lo concedió sin dificultad *.
Espediciones de Sandoval contra Huajtepec y Jacapichtla.
Sandoval, que durante la ausencia de Cortes, habia quedado man-
dando en Tezcuco, salió de alli, dos días después de la llegada de
aquel general, con veinte caballos, trescientos infantes Españoles, y
un gran numero de aliados, para socorrer a los Chalqueses, que temían
un gran ataque de los Megicanos : pero habiendo hallado en Chalco
muchas tropas de Huejotzinco, y de Quauhquecholan, que hablan ido
alli con el mismo objeto, y sabiendo que el mayor peligro estaba en la
guarnición Megicana de Huajtepec, se dirigió a este pueblo, situado
en los montes, a quince millas a Mediodía de Chalco. En su marcha
fue atacado por dos gruesos cuerpos enemigos, pero los derrotó sin
gran esfuerzo, lo que se debió en gran parte al inmenso numero de
aliados que llevaba consigo. Entraron los Españoles en Huajtepec,
y se alojaron en unas casas grandes, para descansar, y curar los
heridos : pero inmediatamente fueron atacados de nuevo por los
Megicanos, a quienes rechazaron, y persiguieitju por mas de tres
millas, dejándolos de un todo derrotados. Volvieron al pueblo, y
descansaron dos dias. Era entonces Huajtepec ciudad célebre, no
menos por sus exelentes manufacturas de algodón, que por su hermoso
jardin, de que ya he hablado.
Sandoval envió desde alli mensageros a ofrecer la paz a los habi-
tantes de Jacapichtla, lugar fortisimo, a seis millas de distancia de
Huajtepec, situado en la cima de un monte casi inaccesible a la
caballeria, y defendido por una numerosa guarnición Megicana ; pero
habiendo sido rechazadas sus proposiciones, marchó acia aquella
ciudad, con intención de dar un golpe que castigase su orgullo, y
embajada de resultas de lo ocurrido en Tlacopan, porque los embajadores
llegaron a Tezcuco cuatro dias después de la espedicion, y sus ciudades distaban
de aquella corte mas de 200 millas.
* Herrera, y Torquemada dicen que Cortés mandó despojar violentamente a
los Tlascaleses de los adornos de oro con que se adornaron después de la espe-
dicion de Tlacopan, y que ellos se resintieron tanto de este agravio, que en dos
dias desertaron mas de veinte mil. Si esto fuera cierto. Cortés hubiera sido el
mas insensato de los hombres, y la misma avaricia que hizo perecer tantos
Españoles en su retirada de Megico, hubiera frustrado la gran empresa de la
conquista : mas la noticia de aquellos historiadores está en contradicción con lo
que refieren Cortés, Bernal Díaz, y Gomara, que cuentan el hecho como se halla
en el testo de mi historia.
KSPEDICIONES DK SANDOVAL. 143
libertase para siempre a los Chalqueses, del mal que por aquella parte
podian temer. Los Tlascaleses, y los otros aliados se amedrentaron a
vista de tanto peligro : pero Sandoval, animado por el heroico valor
que lucia en todas sus acciones, se resolvió a vencer o morir. Empezó
a subir con su infanteria, superando al mismo tiempo la aspereza del
monte, y el gran numero de enemigos que lo defendían, con flechas,
dardos, guijarros, y aun con piedras desmesuradas, las cuales, aunque
se rompían al chocar con las rocas interpuestas, herían con sus frag-
mentos a los Españoles : pero nada fue capaz de contener su ímpetu.
Entraron en la ciudad bañados de sangre, y de sudor, y seguidos por
sus aliados. El cansancio, y las heridas inflamaron de tal modo su
colera, y con tanta furia se avalanzaron a sus enemigos, que muchos
de ellos, huyendo de las espadas, se precipitaron por los tajos del
monte. Tanta fue la sangre derramada, que tifió un arroyo que por
alli corría, en términos que en mas de una hora no pudieron hacer
uso los vencedores de sus aguas, para apagar la gran sed que los
aquejaba*. " Fue esta, dice Cortés, una de las mas señaladas
victorias, en la cual los Españoles dieron las mayores pruebas de su
valor, y de su constancia." La jornada costó la vida a Gonzalo
Domínguez, uno de los mas valientes soldados de Cortés, cuya
perdida fue mui sensible a todo el egercito.
Irritados los Megicanos con la derrota de Jacapichtla, armaron pron-
tamente veinte mil hombres, y los enviaron en dos mil barcas contra
Chalco. Los Chalqueses imploraron, como otras veces, el socorro de
los Españoles, y sus mensageros llegaron cuando volvía de Jacapichtla
Sandoval con sus tropas, cansado, mal parado, y herido. Cortés, atri-
buyendo, con demasiada ligereza, las repetidas hostilidades de los Me-
gicanos contra Chalco, a descuido de aquel inapreciable caudillo, sin
querer informarse de su conducta, ni oírlo, ni permitirle un momento
de reposo, lo mandó ponerse en marcha, con los soldados mas capaces
* Bemal Diaz se burla de Gomara por esta narración de las aguas teñidas de
sangre, y añade que no necesitaban beber de aquella, habiendo alli muchos
manantiales : pero si estas se hallaban en el campo de batalla es probable que
también quedasen teñidas de sangre, y si distaban de aquel punto, no estaban los
Españoles en estado de ir a buscarlas. Bernal Diaz no se halló en aquella espe-
dicion, y yo doi mas crédito a la relación de Cortés. " Fue tan grande, dice, la
matanza que nuestros Españoles hicieron en los enemigos, y tales los estragos
que estos se hicieron entre sí, que todos los presentes afirman que un arroyo que
circundaba casi todo aquel sitio quedó teñido de sangre por mas de una hora, de
modo que no pudieron beber de sus aguas."
144 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
de seguirlo, para sostener aquellos aliados. Mucho sintió Sandoval
esta ofensa que el general le hacia, cuando esperaba recibir de él los
elogios a que era acreedor ; pero fue tanta su prudencia en disimular su
pesar y tan pronta su obediencia, cuanto habia sido su arrojo en la
espedicion ultima. Partió sin tardanza a Chalco, y cuando llegó, ya
estaba concluida la batalla, de la que salieron victoriosos los Chalque-
ses, con los ausilios de sus nuevos aliados los Huejotzinques, y los
Quauhquecholeses, y si bien tubieron una perdida considerable, en
cambio mataron muchos enemigos, y cogieron cuarenta prisioneros,
entre ellos un general, y dos personages de la primera nobleza, los
cuales fueron entregados por los Chalqueses a Sandoval, y por este a
Cortés. Este conoció su error, y bien informado de la irreprensible
conducta de Sandoval, procuró aplacar su justo resentimiento, con sin-
gulares demostraciones de estimación y honor.
Negociación infructuosa de Cortés con los Megicanos. -^ .
Queriendo enfin hacer algún convenio con los Megicanos, tanto paía
evitar las fatigas, y los males de la guerra, como para apoderarse de su
hermosa ciudad sin arruinarla, resolvió enviar Ü ella aquellos dos per-
sonages prisioneros, con una carta al rei Quauhtemotzin, la cual, aun-
que no podia ser entendida en aquella corte, servia de credenciales, y
de señal autentica de la embajada. Espuso su contenido a los mensa-
geros, y les encargó manifestasen a su soberano, que él no aspiraba a
otro obgeto, si no a que el rei de España fuese reconocido señor de
aquella tierra, ya que asi lo habia resuelto la nobleza en la respetable
asamblea que se reunió en presencia de Moteuczoma ; que se acordase
del homenage que entonces tributaron todos los señores Megicanos al
gran monarca de Oriente ; que deseaba establecer con Megico una paz
duradera, y una eterna alianza; que no habia emprendido aquella
guerra, si no obligado por sus hostilidades; que le pesaba tener que
derramar tanta sangre Megicana, y destruir ciudades tan grandes, y
hermosas ; que ellos mismos eran testigos del valor de los Españoles,
de la superioridad de sus armas, de la muchedumbre de sus aliados, y
de la felicidad de sus empresas ; en fin que reflexionase bien en lo que
hacia, y no lo obligase con su ostinacion a continuar una guerra, que
terminaría con la ruina total de la corte, y del imperio. '^
El fruto de esta embajada se conoció mui en breve en los lamentos
de los Chalqueses, los cuales informados de las grandes fuerzas que
contra ellos se apercibían, vinieron a implorar el socorro de los Espa-
MARCHA DEL EGERCITO ESFAí50L. 145
ñoles, presentando a Cortés, pintadas en una tela, las ciudades que se
armaban contra Chalco, y el camino que tomaban sus tropas. Entan-
to que Cortés disponía sus tropas para aquella espedicion, llegaron a
Tezcuco los mensageros de Tuzapan, Mecaltzinco, y Nauhtlan, ciu-
dades de la costa del seno Megicano, situadas mas allá, de la colonia
de la Vera Cruz, a prestar obediencia, en nombre de sus señores, al
rei de España.
Marcha del egercito Español por los montes meridionales.
En 5 de Abril salió Cortés de Tezcuco, con treinta caballos, tres-
cientos peones Españoles, y veinte mil aliados, dejando a Sandoval el
mando de aquella plaza, y el cuidado de los bergantines. Marchó en
derechura a Tlalmanalco, y de allí a Chiraalhuacan *, donde se engro-
só su egercito con mas de veinte mil hombres f, que o por vengarse
de los Megicanos, o por el interés del botin, o, como yo creo, por uno,
y por otro, venian de diferentes puntos, a servir en aquella guerra.
Siguiendo después, como es de creerse, el camino representado por
los Chalqueses en sus pinturas, se dirigieron por los montes del Medio-
día acia Huajtepec, y*vieron cerca del camino una elevación mui es-
cabrosa, cuya cima estaba ocupada por mugeres, y niños, y las faldas,
por un gran numero de guerreros, que confiando en la fuerza natural
del sitio, se burlaban con gritos, y silvidos de los Españoles. Cortés,
no pudiendo sobrellevar aquella mofa, mandó atacar por tres partes el
monte: pero apenas habían empezado a subir con gran trabajo, entre
una tempestad de dardos, y piedras, dio orden de que se retirasen,
pues ademas de ver que la empresa era temeraria, y mas difícil que
útil, se dejó ver otro egercito de enemigos que marchaba por aquella
parte, con intento de atacar por la espalda al egercito aliado, cuando
mas empeñado estubiese en la acción. Cortés les salió al encuentro
con sus tropas bien ordenadas. La batalla duró poco, pues los enemi-
gos, reconociéndose inferiores en fuerzas, abandonaron prontamente
el campo. Los Españoles los siguieron por mas de hora, y media, hasta
derrotarlos completamente. La perdida de Ips Españoles en la bata-
* Había, y hai ahora dos pueblos de aquel nombre, el uno a orillas del lago de
Tezcuco, al pripcipio de la península de Iztapalapan, y llamado simplemente
Chtmalhuacan ; el otro en los montea al mediodía del valle, y se llama Chimalhua-
!:<an-Chalco. Se trata de este ultimo.
t Cortes dice que en Chimalhuacan se le agregaron 40,000 hombres, y Bernal
Diaz dice que eran mas de 20,000 : mas este habla de los recien-llegados, y aquel
de la suma total de aliados, inclusos los Tlacaleses, que sacó de Tezcuco, y los
que se reunieron en Chimalhuacan.
TOMO II. jL
XWS HISTORIA ANTIGUA ÜE MEGICO.
lia fue casi ninguna; pero en la subida del monte, tubieronocho muer-
tos, y muchos heridos *.
La sed que molestaba al egercito, y el aviso que tubo Cortés de
otro monte, distante de aUi tres millas, y ocupado también por enemi-
gos, lo obligaron a marchar acia aquella parte. Observó en uno de
los costados del monte, dos rocas prominentes, defendidas por muchos
guerreros, mas estos creyendo que los Españoles intentaban la subida
por el lado opuesto, abandonaron la posición, y corrieron adonde les
parecía mayor el peligro. Cortés, diestro en aprovecharse de todas
las coyunturas que le presentaba la suerte, o la inadvertencia de los
enemigos, mandó a uno de sus capitanes que procurase ocupar, con
un numero competente de tropas, aquellos dos peñascos, mientras él
entretenía a los Megicanos por la parte opuesta. Empezó pues a su-
bir con suma dificultad, y cuando llegó a un punto tan alto como el
que ocupaban los enemigos, vio enarbolada la bandera Española en
una de las prominencias. Los enemigos, se rindieron, viéndose rodea-
dos por todas partes, y habiendo ya empezado a conocer el daño que
le hacian las armas de fuego. Cortés los acogió con mucha benigni-
dad, pero exigió de ellos, como condición necíiíaria del perdón, que
indugesen también a rendirse a los que ocupaban el primer monte : lo
que se verificó en efecto.
Conquista de Quauhnahuac.
Libre de aquellos estorvos, se encaminó Cortés, por Huajtepec,
Jauhtepec, y Giuhtepec a la grande, y amena ciudad de Quauh-
nahuac t, capital de la nación Tlahuica, distante mas de treinta millas
de Megico, acia Mediodía. Era mui fuerte por su situación, pues de
UQ. lado estaba rodeada por montes escabrosos, y de otro, por un
barranco, de cerca de siete toesas de profundidad, por el cual corria
un arroyo. No podia entrar la caballería si no es por dos caminos
que los Españoles ignoraban entonces, o por los puentes, si no hubieran
estado levantados cuando llegaron. Mientras buscaban un lugar
oportuno para el asalto, los Quauhnahuaqueses les tiraban una in-
* Cortés en sus cartas no habla mas que de dos Españoles muertos en aquel
monte; pero Bernal Diaz cuenta ocho, y da sus nombres.
t Este nombre es uno de los que mas han alterado los Españoles. Cortés dice
Coadnahaced ; Bernal -Díaz Coadalbaca ; Solis Quatlabaca. Ha prevalecido el de
Cuernabaca, que es el que se conserva, aunque los Indios usan el antiguo de
Quauhnahuac. Este pueblo es uno de los 30 que Carlos V dio a Cortés, y después
fue parte de los estados del duque de Monteleon, como marques del valle de
Oajaca.
CONQUISTA DE JOQUIMILCO. 147
creíble cantidad de dardos, flechas, y piedras. Pero habiendo obser-
vado un animoso Tlascales, que dos arboles grandes, colocados en las
dos orillas opuestas del barranco, habían cruzado mutuamente sus
ramas, se sirvió de ellas como de un puente, y pasó a la margen
opuesta, egemplo que fue mui en breve imitado, aunque con gran
esfuerzo, y peligro, por seis soldados Españoles, y después por otros
muchos, tanto Españoles, como Tlascaleses *. Este rasgo de intre-
pidez amedrentó de tal modo a los que por allí defendían la entrada
de la ciudad, que se retiraron, y fueron a unirse con los que, por la
parte opuesta, resistían a las tropas mandadas por Cortés: mas
cuando estaban mas acalorados en la acción, se vieron atacados de
pronto, por las que, siguiendo los pasos del valiente Tlascales, habían
entrado por la parte indefensa de la ciudad. Entonces se espantaron,
y huyeron a los montes, de modo que los aliados quemaron sin oposi-
ción una buena parte de la ciudad. El señor de ella, que había huido
con todos, temiendo que lo alcanzasen los Españoles, tomó el partido
de rendirse, asegurando que no lo había hecho antes, por jque esperaba
que la colera de los Españoles se desfogase en la ciudad, y satisfecha
con aquellas primeraJ hostilidades, se abstendrían de vengarse en su
persona.
Conquista de Joquimilco.
Después de haber descansado el egercito, partió, cargado de des-
pojos, acia el Norte, por un pinar donde sufrió una gran sed, y al día
siguiente se halló cerca de la ciudad de Joquimilco. Esta hermosa
población, la mayor, después de la corte, de todas las del valle Megi-
cano, estaba a orillas del lago de Chalco, y distaba poco mas de doce
millas de Megíco. Su vecindario era mui numeroso, muchos sus
templos, magníficos sus edificios, y singularmente bellos sus jardines
flotantes en el lago, de donde tomó el nombre de Jochimilco, o Joqui-
milco, que significa jardín, o campo de flores. Tenia, como la capital,
muchos canales o fosos, y a la sazón, por miedo de los Españoles, se
* Solití, sin hacer mención de aquel Tlascales, atribuye toda la gloria de la
acción a Bernal Díaz, en lo que contradice a Cortés, y a todos los historiadores.
El mismo Bernal Díaz, que en la narración de este suceso, se hace a sí mismo
cuanto honor puede, se jacta de haber sido uno de los que despreciando el peligro
pasaron sobre los arboles del barranco : pero no se alza con la gloria de haber
sido el primero, ni de hal^er sugerido la idea. Véase lo que dicen Cortés, Gomara,
Herrera, &c.
l2
148 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICÜ.
habían construido algunas trincheras. Cuando vieron venir al egercíto, '
alzaron los puentes de los canales, para que fuese mas difícil la entrada.
Los Españoles dividieron el egercito en tres cuerpos, para atacar la
ciudad por otros tantos puntos : pero en todos ellos hallaron gran
resistencia, y no pudieron ganar el primer foso, si no después de un
terrible combate de mas de media hora, en que fueron muertos dos
Españoles, y muchos heridos : pero superados enfin estos ostaculos,
entraron en la ciudad, persiguiendo a los que la defendían. Estos se
refugiaron a los barcos, y desde ellos perseveraron combatiendo hasta
morir. Oíanse al mismo tiempo entre ellos algunas voces que pedían
la paz, pero conociendo los Españoles que su obgeto era tan solo ganar
tiempo para poner en seguro sus familias y sus bienes, y para recibir
el socorro de los Megicanos que aguardaban, apretaron mas el ataque,
hasta que cesó la resistencia, y pudieron entrar tranquilos en el pueblo
para descansar, y curar sus heridos : mas a penas empezaban a
respirar, cuando se vieron rodeados por un gran numero de enemigos,
que venian formados en orden de batalla, por el mismo camino que
habían seguido los Españoles en su entrada. Estos se vieron redu-
cidos entonces al mayor estremo, y el mismo Ctrtés corrió gran peli-
gro de caer en manos de los contrarios, pues habiéndose echado al
suelo su caballo, o de cansancio, como el dice, o abatido por los
Joquimílqueses, según otros historiadores, continuó peleando a pie
con la lanza, mas el numero de enemigos era tan considerable, que no
hubiera podido evitar su perdida, a no haber llegado oportunamente
a su socorro, un valiente Tlascalés, y con él dos criados del mismo
Cortés, y algunos soldados Españoles*. Vencidos finalmente los
Joquimílqueses, tubieron los Españoles tiempo de descansar algún
tanto de las fatigas de la jornada, en la que murieron algunos de los
suyos, y casi todos fueron heridos, incluso el mismo general, y los
principales capitanes Alvarado, y Olid. Cuatro Españoles, que cayeron
prisioneros, fueron conducidos a la capital, y sin tardanza sacrificados,
y sus brazos y piernas enviadas a varios pueblos, para exitar el valor
de los habitantes. No hai duda que en esta, y otras ocasiones pudo
♦ Herrera, y Torquemada dicen que el dia siguiente al del riesgo que habia
corrido Cprtés, habiendo buscado al Tlascalés que lo socorrió, no pudo ser habido
vivo, ni muerto, y por la devoción que aquel general tenia a San Pedro, se
persuadió que este santo Apóstol era el que lo habia salvado. No sé de donde
sacaron aquellos autores tan esíraña anécdota. Bernal Diaz, Gomara, y el mismo
Cortés hablan de un Tlascalés, sin hacer mención de su desaparición, ni de San
Pedro.
MARCHA A COYOHUACAN. ■ ■-. 149
Cortés fácilmente morir a manos de sus enemigos, si no hubieran
tenido estos la insensata presunción de cogerlo vivo para sacrificarlo a
los dioses.
La nueva de la toma de Joquimilco puso en gran consternación a
la corte de Megico. El rei Quauhtemotzin convocó algunos gefes
militares, y les representó el daño, y el peligro que ocasionaba a la
capital la perdida de una plaza tan importante : el servicio que harían
a los dioses, y a la nación si podian recobrarla, y el valor, y la fuerza de
que necesitaban para vencer aquellos atrevidos, y perniciosos estran-
geros. Dio inmediatamente la orden de armar un egercito de doce
mil hombres, para pelear por tierra, y otro numeroso para sos-
tener las hostilidades en el lago, y se egecutó con tanta prontitud, que
apenas hablan descansado los Españoles del dia anterior, cuando las
centinelas avisaron a Cortés la marcha de los enemigos acia aquella
ciudad. Dividió el general todas sus tropas en tres huestes, y dio a
sus capitanes las ordenes mas oportunas ; dejó alguna tropa de guar-
nición en los cuarteles, y mandó que veinte caballos con quinientos
Tlascaleses pasasen gL través los enemigos, a ocupar una colina inme-
diata, y alli aguardasen sus ordenes ulteriores para el ataque. Los
comandantes Megicanos venian llenos de orgullo, y ostentando las
espadas Europeas que hablan cogido a los Españoles en la derrota del
1 de Julio. La batalla se dio fuera de la ciudad, y cuando Cortés
juzgó conveniente, dio orden a las tropas de la colina que atacasen a
los Megicanos por la espalda. Estos, viéndose cercados por todas
partes, se -desordenaron, y abandonaron el campo, dejando en él
quinientos muertos. Los Españoles, de vuelta al cuartel, supieron
que la tropa que habia quedado en él, habia estado en gran peligro,
por la muchedumbre de Joquimilqueses que la hablan atacado.
Cortés, después de haberse detenido alli tres dias, combatiendo fre-
cuentemente con los enemigos, mandó pegar fuego a los templos, y a
las casas, y reunió toda su gente en la plaza del mercado, que estaba
fuera de la ciudad, para ordenarla, y ponerse en marcha. Los
Joquimilqueses, creyendo que su salida fuese efecto de miedo, atacaron
con grandes clamores la retaguardia, pero se retiraron vencidos, y no
osaron presentarse de nuevo.
Marcha de los Españoles en torno de los lagos.
Adelantóse Cortés con su egercito hasta Qoyohuacan, ciudad
grande, situada en la orilla del lago, distante seis millas de Megico
acia Mediodía, con intención de observar todos aquellos puestos, para
160 HISTORIA ANTIGUA DK MEGICO.
disponer mas acertadamente el asedio de la capital. Halló la ciudad
despoblada, y al dia siguiente salió de ella, para reconocer el camino
que desde alli iba a unirse con el de Iztapalapan. Encontró una
trinchera defendida por Megicanos ; mandó atacarla, y apesar de la
terrible resistencia de los enemigos, la infantería se apoderó de ella,
quedando heridos diez Españoles, y muertos muchos Megicanos.
Cortés subió a la trinchera, y desde ella vio el camino de Iztapalapan
cubierto de una muchedumbre innumerable de enemigos, y el lago,
de muchos millares de barcas, y después de haber observado lo que
convenia a sus designios, volvió a la ciudad, cuyos templos, y casas
mandó entregar a las llamas.
De Coyohuacan marchó el egercito a Tlacopan, molestado en el
camino por algunas tropas volantes Megicanas, que atacaron el
bagage. En uno de estos encuentros, en que el mismo general corrió
gran peligro, le hicieron prisioneros dos de sus servidores, que fueron
conducidos a Megico, e immediatamente sacrificados. Llegó a Tla-
copan afligido por aquella desgracia, y se le aumentó el disgusto,
cuando desde el atrio del templo mayor de aquella ciudad, contempló
con otros Españoles el fatal camino, en que habia perdido algunos
meses antes tantos amigos, y soldados, considerando al mismo tiempo
las grandes dificultades que tenia que vencer antes de hacerse dueño
de la capital. A-lgnnos le sugerían que enviase tropas por aquel ca-
mino, para cometer algunas hostilidades, pero no queriendo esponer-
las a tanto peligro, ni detenerse mas tiempo en aquella ciudad, volvió
por Tenayocan, Quauhtitlan, Citlaltepec, y Acolucan a Tfzcnco, des-
pués de haber recorrido en aquel viage las orillas de los lagos, y
observado cuantos pormenores necesitaba para el éxito de su gran
empresa.
Conjuración contra Cortés.
En Tezcuco siguió Cortés activando todos los preparativos de su
marcha. Estaban ya acabados los bergantines, y un canal de milla
y media, bastante profundo, y con cortaduras por una y otra parte,
para recibir el agua del lago. También estaba hecha la maquina para
botarlos *. Las tropas que Cortés tenia a sus ordenes eran innume-
* Gomara dice que en el canal trabajaron 400,000 Tezcucanos, pues en los
50 dias que duró la obra, cada dia entraban 8000 operarios nuevos. Añade que
el canal tenia media legua de largo, 12 pies de ancho, y donde menos, 4 brazaa
de profundidad : mas yo creo que hai error en la medida del ancho, y que era de
"mas de 12 pies.
niKPARATlVOíS UFiL ASEDIO DE MEGICO. 161
rabies, y aun el numero de Españoles se habia aumentado considera-
blemente, con los que poco antes habían venido de España, en un
navio que habia aportado a la Vera Cruz, cargado de caballos, armas,
y municiones de guerra. Todo prometía los resultados mas felices,
cuando ocurrió un suceso que puso toda la empresa en gran peligro de
frustrarse. Unos soldados Españoles, partidarios del gobernador de
Cuba, exítados por el odio que tenían a Cortés, o por la envidia de su
gloria, o, lo que es mas verosímil, por el miedo de los peligros que
los amenazaban en el asedio de la capital, convinieron secretamente
en quitar la vida al general, a sus capitaties Alvarado, Sandoval, y
Tapia, y a todos aquellos que parecían mas adictos al partido del
gefe. No solo estaba ya señalado el tiempo, y el modo de dar el
golpe coo seguridad, sino elegidas también las personas a quienes
debían darse los cargos de general, juez, y capitanes: pero uno de
los cómplices, arrepentido de su culpa, rebeló oportunamente a Cortés,
todo el plan de la conjuración. Mandó prender sin perdida de
tiempo a Antonio de Villafaña, cabeza de toda aquella maquinación,
cometió a un juez el examen del reo, y habiendo confesado este su
delito, fue ahorcado* a una de las ventanas del cuartel. Cortés no
quiso mostrarse tan severo con los cómplices, fingiendo no creerlos
culpables, y atribuyendo a la malignidad de Villafaña la infamia que
de su confesión resultaba contra ellos : pero afin de que en el por-
venir no estubiese tan espuesta su persona, creó para su custodia una
guardia compuesta de soldados fieles, valerosos, y seguros, que lo
acompañaban de día, y de noche.
Últimos preparativos del asedio de Megico.
Evitados con el castigo del reo principal los efectos de aquella
perniciosa trama, se aplicó Cortés con mayor actividad a dar la ultima
mano a su grande empresa. El 28 de Abril, después de celebrada la
misa de Espíritu Santo, en que comulgaron todos los Españoles, y
después de haber dado un sacerdote la bendición a los bergantines,
con las ceremonias acostumbradas, fueron botados al agua, y desple-
gando inmediatamente las velas, empezaron a surcar por el lago, al
estruendo de la artilleria y de los mosquetes, a que siguió el Te Deum,
acompañado por la música de los instrumentos militares. Todas estas
eran demostraciones de la confianza que tenia Cortés en los bergan-
tines, para la felicidad de su empresa, y en efecto quizas sin ellos no
hubiera podido llevarla a buen fin. Hizo después la reseña de su
egercito, y contó ochenta y seis caballos, y mas de ochocientos peones^
152 HISTORIA ANTIGUA DK MEGICü.
Españoles, tres grandes cañones de hierro, quince menores de cobre,
mil libras castellanas de pólvora de fusil, y una gran cantidad de
balas, y de saetas, aumentos que se debian a los socorros venidos
aquel año de España, y de las Antillas. Reanimó el valor de sus
tropas con un discurso semejante al que les habia dirigido en su
salida de Tlascala. Envió mensageros a esta república, y a Cholula, a
Huejotzinco, y a otros ciudades, dándoles parte de estar ya terminada
la obra de los bergantines, y rogándoles que enviasen dentro de diez
dias cuantas tropas escogidas pudiesen, por ser ya llegada la ocasión
de poner asedio a la soberbia ciudad que por tanto tiempo los habia
esclavizado. Cinco dias antes de la fiesta de Pentecostés, llegó a
Tezcuco el egercito Tlascaies, que constaba, según afirma el mismo
Cortés, de mas de cincuenta mil hombres, bajo el mando de muchos
gefes famosos, entre los cuales venian Gicotencatl el joven, y el
valiente Chichimecatl, a cuyo encuentro salió Cortés con toda su
tropa. Las de Huejotzinco, y Cholula pasaron por el otro lado de
los montes, según la orden que se les habia dado. En los dos dias
siguientes acudieron nuevos refuerzos de Tlascala, y de otros pueblos
circunvecinos, los cuales con las huestes ya mencionadas formaban un
total'de mas de doscientos rail hombres, como testifica su gefe Alfonso
de Ogeda.
Distribución del egercito en el asedio de la capital.
El lunes de Pentecostés, 20 de Mayo, reunió Cortés su gente en
la plaza mayor, para dividir su egercito, nombrar los comandantes,
señalar su puesto a cada uno, y las tropas de su mando, y para reiterar
las ordenes que habia dado en Tlascala. Mandó a Pedro de Alvarado
que campase en Tlacopan, para impedir que entrasen por alli socorros
a los Megicanos, y le dio treinta caballos, ciento sesenta peones
Españoles, distribuidos en tres compañías, con otros tantos capitanes,
y veinte y cinco mil Tlascaleses, con dos cañones. Cristoval de Olid
fue creado maestre de campo, y gefe de la división destinada a
Coyohuacan, teniendo a sus ordenes treinta y tres caballos, ciento
sesenta y ocho peones Españoles, con tres capitanes, dos cañones, y
veinte y cinco mil aliados. A Gonzalo de Sandoval fueron dados
veinte y cuatro caballos, ciento sesenta y tres peones Españoles, con
dos capitanes, y dos cañones, y los aliados de Chalco, Huejotzinco, y
Cholula, que eran mas de treinta mil hombres, y le mandó Cortés
que fuese a destruir la ciudad de Iztapalapan, y que campase en
aquellas inmediaciones, desde las cuales creyó que le seria mas fácil
SUPLICIO DK GlüOTENCATL. IQ^'
apretar mas y mas a los Megicanos. Cortés, a pesar de las instancias
que le hicieron sus capitanes, y soldados, tomó el mando de los ber-
gantines, por que opinaba que en ellos era mas necesaria su presencia.
Dividió entre los trece bergantines trescientos veinte y cinco Espa-
ñoles, y trece falconetes, señalando a cada bergantín un capitán, doce
soldados, y otros tantos remeros : asi que todo el egercito destinado a
empezar el asedio constaba de novecientos diez y siete Españoles, y
mas de setenta y cinco mil hombres de tropas ausiliares *, cuyo
numero se aumentó, como después veremos, hasta doscientos mil y
mas. Todas las otras tropas que hablan venido a Tezcuco, o perma-
necieron alli para acudir donde fuese necesario, o volvieron a sus
pueblos, que por estar próximos a la capital, les proporcionaban la
facilidad de hallarse prontas al primer llamamiento.
Suplicio de Gicotencatl.
Partieron juntos de Tezcuco Alvarado y Olid con sus tropas, para
ocupar los puestos que les habia señalado el general. Entre los
principales Tlascaleses que acompañaban a Alvarado, se hallaban
Gicotencatl el joven, y su primo Pilteuctli. Este, en una disputa
que sobrevino, fue herido por un Español, el cual, no haciendo caso
de las ordenes de Cortés, ni del respeto debido a aquel personage,
pudo con su imprudencia ocasionar la desersion de los Tlascaleses.
Estos se resintieron amargamente de aquel ultrage, y hicieron algunas
demostraciones de enojo. Procuró apaciguarlos Ogeda, y permitió a
Pilteuctli que^fuese a curarse a su patria. Gicotencatl, a quien tanto
por su dignidad como por su parentesco, era mas sensible que a ningún
otro aquella injuria, no hallando entonces otro modo de vengarla,
abandonó ocultamente, y con otros compatriotas el egercito, y tomó el
camino de Tlascala. Alvarado dio parte de este suceso a Cortés, y
* Herrera y Solís cuentan 100,000 aliados, distribuidos en tres campamentos :
W> Bernal Diaz no cuenta mas de 24,000, en tres campamentos de 8,000 cada uno.
K Yo doi mas crédito a Cortés, que debía estar mejor informado en estos porme-
^fe^ ñores, Solis dice que Bernal Diaz se queja muchas veces de que los aliados les "
^^vdaban mas estorvo que ayuda : es falso, antes bien elogia su valor, y habla de las
U^Ventajas que sacaron de ellos los Españoles. " Los Tlascaleses nuestros amigos,
dice en el cap. 161, nos ayudardn bastante bien en aquella guerra como hombres
animosos." Toda su historia está llena de semejantes espresiones, como lo están
las cartas de Cortés, y las narraciones de los otros historiadores. Lo que única-
mente dice Bernal Diaz es que en la retirada de Tlacopan los aliados estorvarou
a los Españoles, mas esto sucede siempre que un egercito se retira por un camino
estrecho.
154 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
este mandó a Ogeda, que alcanzase, y prendiese al fugitivo. Cuando
lo tubo en su poder, mandó ahorcarlo publicamente, o en la misma
ciudad de Tezcuco ^, según dicen Herrera y Torquemada, o en un
sitio inmediato, como afirma Bernal Diaz, habiéndose pregonado antes
el motivo de su sentencia, que era el haber desertado, y procurado
sublevar a los Tlascaleses contra los Españoles. Es probable que
Cortés no se aventuraría a tan peligrosa acción, sin haber antes
obtenido el consentimiento del senado, como asegura claramente
Herrera ; lo que no era difícil, en vista de la severidad con que
castigaban los delitos aun en las personas mas ilustres, y el odio par-
ticular con que miraban a aquel principe, cuyo orgullo les era insu-
frible. Tan ruidoso escarmiento, que hubiera debido naturalmente
exitar los ánimos de los Tlascaleses contra los Españoles, los ame-
drentó en tales términos, y a los otros aliados, que desde entonces
observaron mas puntualmente las leyes de la milicia, y se mantubieron
mas subordinados a aquellos gefes estrangeros. Asi es como estos
sacaban fruto de sus mismos errores. Sin embargo, los Tlascaleses
hicieron muchas demostraciones de la estima, y veneración que tenian
a. su principe ; lloraron su muerte, distribtfyeron entre si, como
preciosas reliquias, sus vestidos, y es de creer que celebrasen con la
debida magnificencia sus exequias. La familia, y los bienes de
Giqotencatl, se adjudicaron al rei de España; y fueron enviados a
Tezcuco ; en la familia habia treinta mugeres, y en los bienes una
gran cantidad de oro.
* Cortés no hace mención del suplicio de Gicotencatl: quiras tendría sus
razones para pasarlo por alto. Bernal Diaz afirma que aquel gefe marchó a
Tlascala, para apoderarse del estado de Chichimecatl, mientras este se hallaba en
la guerra : mas esto es inverosimil. Hai autores que atribuyen su fuga al amor.
Yo sigo en la relación de este suceso a Torquemada, y a Herrera, por que
se guiaron por los MS de Ogeda, y Camargo, que tenian datos seguros. Solis
cree imposible que Gicotencatl fuese ajusticiado en Tezcuco " por que hubiera
sido demasiado arriesgarse el resolverse Cortés a tan violenta egecucion, a vista
de tan gran numero de Tlascaleses, a quienes debía necesariamente ser muí
sensible tan ignominioso castigo de uno de los principales hombres de su nación."
Pero mucho mas se espuso Cortés aprisionando al reí Moteuczoma en su misma
capital, y en presencia de un numero incomparablemente mayor de Megicanos,
que tan mal debían llevar aquella injuria hecha a su monarca. Si en la conquista
de Megico no se vieran otros hechos igualmente temerarios, quizas sería fundada
la congetura de Solis : ademas de que, según Herrera, Cortés procedió con el
beneplácito del senado, y yo no dudo que la sentencia se publicaría a nombre de
ASEDIO DE MEGICO. 156
Principio del asedio de Megico.
Alvarado y Olid continuaron su marcha acia Tlacopan, de donde
pasaron a romper el acueducto de Chapoltepec, para cortar el agua
a los Megicanos : mas no pudieron egecutar tan importante empresa,
sin gran resistencia de los enemigos, los cuales previendo aquel golpe,
habian hecho por agua y por tierra, muchos preparativos de defensa.
Fueron sin embargo vencidos, y los Tlascaleses, que los persiguieron,
les mataron veinte hombres, y les hicieron siete u ocho prisioneros.
Dado felizmente este primer paso, resolvieron aquellos caudillos ir
por el camino de Tlacopan, y apoderarse de algún foso: pero fue tan
grande la multitud de Megicanos que se les opuso, y tan formidable
la nube de dardos, flechas, y piedras que les tiraron, que mataron
ocho Españoles, e hirieron mas de cincuenta, y estos no pudieron sin
gran dificultad retirarse a Tlacopan, adonde llegaron avergonzados, y
donde Alvarado fijó su campo, según las ordenes de Cortés. Olid
marchó a Coyohuacan el 30 de Mayo, que en aquel año fue dia del
Corpus, y en él empezó, según el computo de Cortés, el asedio.
Mientras Alvarado, y Olid se empleaban en rellenar algunos fosos
de las orillas del lago, y en allanar algunos pasos, para comodidad de
la caballería, Sandoval, con el numero de Españoles que ya hemos
dicho* y con mas de treinta y cinco mil aliados, salió de Tezcuco el
31 de Mayo, con el designio de tomar por asalto la ciudad de Iztapala-
pan, en cuya operación estaba fuertemente empeñado Cortés. Entró
en ella haciendo terrible estrago, con el fuego en las casas, y con las
armas en los habitantes, los cuales despavoridos, procuraron salvarse
en las barcas. Cortés, para atacar al mismo tiempo la parte de la
ciudad que estaba sobre el agua, después de haber sondeado todo el
lago, se embarcó con toda su gente en los bergantines, y navegó a
vela y remo acia Iztapalapan. Dio fondo cerca de uñ montecillo ais-
lado, poco distante de aquella ciudad, cuya cima estaba coronada por
muchos enemigos resueltos a defenderse, y a ofender a los Españoles
cuanto les fuese posible f. Desembarcó el general Español, y supe-
rando con ciento y cincuenta hombres la aspereza de la subida, y la
* Solis dice que Sandoval y Olid salieron juntos de Tezcuco, pero confundió
a Sandoval con Alvarado.
t En la cima de aquel montecillo fabricó Solis nnsí fortaleza mui capaz : digo
que la fabricó por que semejante dato no se halla en ningún historiador. El mis-
mo Cortés, que pondera su victoria, solo habla de unas trincheras.
156 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
resistencia de los contrarios, se apoderó del monte, dando muerte a
cuantos lo defendían *. Pero . apenas hubo logrado este triunfo vio
venir contra su escuadra, una numerosísima de barcas f que acudieron
a las humaradas hechas tanto en el monte, como en algunos templos
de las cercanías, cuando vieron aproximarse los bergantines. Embar-
cáronse inmediatamente los Españoles, y se mantubieron inmóviles,
hasta que ayudados por un viento fresco, que se levantó oportuna-
mente, y aumentando la velocidad de los bergantines con el impulso
de los remos, pasaron por entre las barcas, rompiendo algunas, y echan-
do otras a pique. De los enemigos murieron muchos heridos por los
remos, o ahogados. Todas las otras barcas huyeron perseguidas de
los bergantines, por espacio de mas de ocho millas, hasta guarecerse
en la capitaL
Inmediatamente que vio Olid, desde un templo de Coyohuacan, la
refriega de la escuadra, marchó con sus tropas en orden de batalla,
por el camino de Megico, tomó algunos fosos, y trincheras, y mató
muchos enemigos. Cortés por su parte recogió aquella noche los
bergantines, y se dirigió con ellos a atacar el baluarte situado en el
ángulo que formaba el camino de Coyohuacan, con el de Iztapalapan.
Atacólo en efecto por agua, y tierra, y a pesar de la intrepidez con
que lo defendió la guarnición Megicana, se hizo dueño del punto, y
con sus dos grandes cañones de hierro, causó horrendo estrago en la
muchedumbre que ocupaba el lago, y el camino. Aquel sitio, llama-
do por los Megícanos Joloc%, pareció a Cortes muí ventajoso para
fijar sus reales, y en efecto no era fácil hallar uno mas fav<orabIe a sus
designios, pues desde él dominaba el camino principal, y aquella parte
* Solis dice que Cortés concedió la vida a la mayor parte de los que defendian
el montecillo, pero Cortés asegura que ni uno solo de ellos escapó. Este monte
se llamó desde entonces el peñón del Marques, en memoria de aquella acción.
f Bernal Diaz dice que la escuadra que atacó a Cortés se componía de todas
las barcas que habia en Megico, y en todos los pueblos del lago, mas e«ta es una
hipérbole descabellada. Solis afirma que constaba de cuatro mil canoas : pero
Cortés que tenia mas interés que Solis y Bernal Diaz en exagerar el numero de
las barcas, para dar mas realce a su victoria, solo cuenta quinientas.
I El P. Sahagun dice que Cortés, por medio de ciertos personages prisioneros,
convocó al rei, y a la nobleza de Megico, a un sitio del lago llamado Acachi-
nanco, y copia la arenga que les hizo, esponiendole los motivos de la guerra :
mas esta reunión ni es verdadera, ni verosímil. Cortés no hubiera omitido un
hexiho tan notable, siendo minucioso en referir todas sus comunicaciones con los
Megicanos.
ASEDIO DE MIÍGICO. 157
del lago, por donde podían entrar ma3íores socorros a los sitiados, y
ademas el camino de Coyohuacan, que era su comunicación con Olid.
La poca distancia que mediaba entre aquel punto, y los campamentos
de Coyohuacan y Tlacopan, facilitaba la comunicación de sus ordenes,
y lo ponia en estado de acudir a donde fuese mas necesario su socorro.
Finalmente la proximidad a Megico contribuía a multiplicar los ata-
ques*.
Alli reunió Cortés los bergantines, y abandonando la espedicion
contra Iztapalapan, formó el designio de dirigir todas sus hostilidades ,
a la capital. Para esto llamó a su campo a la mitad de las tropas de
Coyohuacan, y a cincuenta infantes escogidos de las de Sandoval.
Aquella noche se oyó venir acia el campamento una gran multitud de
enemigos. Los Españoles, sabiendo que los Megicanos no peleaban
de noche, si no cuando estaban seguros de la victoria, se amedrenta-
ron al principio : pero aunque recibieron algún daño de los contrarios,
los obligaron enfin con los armas de fuego a retirarse. El día si-
guiente se vieron atacados por una prodigiosa multitud de guerreros,
que con sus espantosos gritos, aumentaban el peligro a la imaginación
de los Españoles. CiA-tés, que ya habia recibido el socorro de Coyo-
huacan, hizo una salida con su gente, puesta en orden de batalla. El
empeño se sostubo con gran valor, y tenacidad por una, y otra parte ;
pero los Españoles, y sus aliados se apoderaron de un foso, y de una
trinchera, y con la artillería y los caballos hicieron tanto daño a los
Megicanos, que los obligaron a refugiarse en la ciudad ; y porque en
la parte del lago que estaba a Occidente del camino, empezaban a
molestar a Cortés las barcas enemigas, mandó ensanchar uno de los
fosos, a fin de dar paso a los bergantines, los cuales se dirigieron tan
impetuosamente a ellas, que las persiguieron hasta la ciudad, y pega-
ron fuego a muchas casas de los arrabales.
Entre tanto Sandoval, terminada felizmente, aunque no sin gran
riesgo, la espedicion de Iztapalapan, marchó acia Coyohuacan con sus
huestes. En el camino lo atacaron las tropas de Megicaltzinco ; pero
las derrotó, y quemó su ciudad. Cortés, noticioso de su marcha, y
de un gran foso abierto nuevamente en el camino, le mandó dos
bergantines para facilitarle el paso. La división de Sandoval se diri-
gió a Coyohuacan, y él en persona pasó con diez caballos al campo
* Betancourt da a entender que Cortés acampó dentro de la ciudad, lo que
está en contradicción con el mismo general, el cual dice que su campamento
distaba media legua de Megico.
158 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
de Cortés. Cuando llegó, estaban los Españoles peleando con los
Megicanos. El cansancio del viage, y de la acción de Megicaltzinco
no fueron parte a impedirle tomar parte en el encuentro. Combatió
con su acostumbrado valor, y recibió un dardo que le atravesó una
pierna. Otros muchos Españoles quedaron heridos ; mas estas ven-
tajas de los Megicanos no eran comparables a la perdida que sufrie-
ron aquel dia, ni al miedo que cobraron al fuego de los cañones. En
muchos dias no osaron acercarse al campamento, no obstante lo cual
los Españoles pasaron seis en continuos encuentros, pues los bergan-
tines no cesaban de girar en torno de la ciudad, pegando fuego a
muchas casas. En sus correrías, descubrieron un canal grande, y
profundo, por el cual podian entrar fácilmente en la ciudad : circuns-
tancia de que sacaron después ventajas importantes.
Alvarado por su parte apretaba cuanto podia a los Megicanos,
apoderándose en frecuentes refriegas de algunas trincheras y fosos del
camino de Tlacopan. Tubo en estas peleas algunos hombres muertos,
y muchos heridos. Observó que por el camino de Tepeyacac, situado
acia el Norte, se introducían continuamente socorros en la ciudad, y
conoció que por alli podrían escapar facümea'.e los sitiados, cuando
se hallasen en estado de no poder resistir mas a los sitiadores. Co-
municó sus observaciones a Cortés, y este mandó a Sandoval que
fuese con ciento y diez ocho peones Españoles, y con grandisimo
numero de aliados, a ocupar aquél punto, y cortar toda comunicación
con los enemigos. Obedeció Sandoval aunque molestado por la herida,
y habiéndose apoderado sin oposición del camino, quedó desde entonces
impedida toda comunicación entre Megico, y la tierra firííie*.
Primer entrada de los sitiadores en Megico.
Egecutada felizmente aquella medida, determinó Cortés hacer al dia
siguiente una entrada en la ciudad, con mas de quinientos Españoles,
y mas de ochenta mil aliados, dejando diez mil de estos, con alguna
* Robertson dice que Cortés quiso atacar la ciudad por tres puntos diferentes :
por Tezcuco al lado oriental del lago, por Tacuba a Poniente, y por Cuyocan
(esto es Coyohuacan) a Mediodía. "Estas ciudades, añade, estaban colocadas
sobre las calzadas principales que conducen a la ciudad, y que estaban hechas
para su defensa." Lo cierto es que por la parte de Levante no podia haber
calzada alguna, siendo mui profundas alli las aguas. Sandoval se acampó no ya
en Tezcuco de donde era imposible atacar a Megico, sino en Tepeyacac acia el
Norte.
I
PRIMER ENTRADA EN MEGICO. 159
caballería, en el campamento. Sandoval y Alvarado debían entrar
al mismo tiempo, cada uno por su camino, con las tropas de su
mando, que no bajaban de ochenta mil hombres. Marchó Cortés en
su dirección con su numeroso egercito, bien ordenado, y flanqueado
por los bergantines, y a poca distancia halló un foso ancho, y pro-
fundo, y una trinchera de diez pies de alto. Opusiéronse valerosa-
mente los Megicanos a su paso : mas rechazados por los bergantines,
se adelantaron los Españoles, alcanzando a los enemigos hasta la ciu-
dad, donde los detubieron otro foso, y otra trinchera. El Ímpetu del
agua que entraba por el foso, el tropel de enemigos que concurrieron
a su defensa, sus gritos espantosos, y la multitud de flechas, dardos, y
piedras que arrojaban, suspendieron algún tanto la resolución de los
Españoles : pero habiendo finalmente echado de la trinchera a los que
la ocupaban con las repetidas descargas de todas las armas de fuego,
pasó el egercito, y continuó su marcha, tomando otros fosos, y trin-
cheras, hasta una plaza principal de la ciudad que estaba llena de
gente. Apesar de los estragos que en ella hacia un cañón que se fijó
en la entrada, no se atrevian los Españoles a acometerla, hasta que el
mismo general, echándoles en cara su ignominiosa cobardia, los im-
pulsó, y les dio ánimo. Los Megicanos amedrentados al ver tanta
intrepidez, huyeron al recinto del templo, donde también fueron per-
seguidos, y atacados : pero de improviso lo fueron los Españoles en
su retaguardia por otras tropas Megicanas, y puestos en tal aprieto,
que no pudiendo sostener su empuge, ni dentro del templo, ni en la
plaza inmediata, se retiraron al camino por el cual hablan entrado,
dejando el cañón en poder de los contrarios. De alli a poco entraron
oportunamente en la plaza tres o cuatro caballos, y persuadiéndose
los Megicanos que iba contra ellos toda la caballería, se desordenaron
por el miedo que tenían a aquellos grandes, y fogosos animales, y
abandonaron ignominiosamente el templo y la plaza, que fueron ocu-
pados sin perdida de tiempo por los Españoles. Diez o doce nobles
se hablan fortificado en el atrio superior del templo mayor, mas a
pesar de su tenaz resistencia fueron vencidos, y muertos. El egercito
Español en su retirada pegó fuego a las mayores, y mas hermosas
casas del camino de Iztapalapan, aunque no sin gravísimo peligro,
por el Ímpetu con que los atacaban los enemigos a retaguardia, y por
el daño que les hacían desde las azoteas. Alvarado y Sandoval
hicieron grandísimos estragos con sus divisiones, y los aliados mere-
cieron aquel día los elogios del general Español.
160 HISTORIA ANTIGUA DK MEGICO.
Aumento de las tropas ausiliares de los Españoles.
Crecían diariamente, y de tal modo las fuerzas ausiliares de los
Españoles con nuevos socorros, y alianzas de ciudades, y de provin-
cias enteras, que no habiendo al principio en sus campamentos mas
de noventa mil hombres, en pocos dias llegaron a doscientos cuarenta
mil. El nuevo rei de Tezcuco, para manifestar a Cortés su gratitud,
procuraba concillarle el afecto de toda su nobleza, y armó ademas
un egercito de cincuenta mil hombres, que envió en socorro de los
Españoles bajo las ordenes de un hermano suyo. Este principe, que
se llamó en el bautismo D. Carlos Ijtliljochitl*, era un joven de cuyo
valor dan testimonio todos los historiadores antiguos, y especialmente
el mismo Cortés, ponderando la oportunidad, y la importancia de su
ausiiio. Cortés lo tubo en su campo con treinta mil hombres, y los
otros veinte mil se dividieron entre Sandoval, y Alvarado. A este
refuerzo de los Tezcucanos siguió muí en breve la confederación de
los Toquimilqueses, y de los Otomites de los montes con los Espa-
ñoles, de cuyas resultas se agregaron veinte mil hombres mas al
egercito. ♦-
Solo faltaba a Cortés para completar su plan de asedio, impedir
los socorros que entraban por agua en la ciudad. Para llevar a cabo
este designio, retubo consigo siete bergantines, y envió los otros seis
a la parte del lago que estaba entre Tlacopan, y Tepeyacac, a fin de
que pudieran socorrer fácilmente a Sandoval, y Alvarado, cuando
estos lo necesitasen, y entretanto surcasen en diferentes direcciones
el lago, tomando todas las barcas que llevasen socorros, y tropas a la
ciudad.
Hallándose ya Cortés con tan numerosas huestes a su mando, de-
terminó hacer dentro de tres dias una entrada en Megico. Dio de
* Cortés lo llama Istrisuchil ; Solis y Bernal Diaz corrompen mas el nombre,
y escriben Súchil. Torquemada, en contradicción consigo mismo» dice que este
joven era Coanacotzin, hermano mayor de D.Fernando Ijtliljochitl, ypocas paginas
después hace a este mismo Coanacotzin, consegero principal del rei de Megico,
durante el asedio. Lo cierto es que el joven caudillo del egercito Tezcucano fue
D. Carlos Ijtliljochitl, al cual, muerto su hermano D. Fernando Cortés Ijtliljo-
chitl, después de la conquista, dio Cortés la investidura del estado de Tezcuco.
Coanacotzin se mantubo en la corte de Megico desde el principio de aquel año
hasta la conquista. Fue hecho prisionero con el rei Quauhtemotzin, y con él
ajusticiado tres años después en Izancauac, cuando los dos viajaban con el gene-
ral Español acia Coraayahua.
NUEVAS ENTRADAS EN LA CAPITAL. 161
antemano las ordenes necesarias, y el dia señalado marchó con la
mayor parte de su caballería, trescientos peones Españoles, siete ber-
gantines, y una multitud innumerable de aliados. Hallaron los fosos
abiertos, las trincheras reparadas, y los enemigos bien apercibidos a
la defensa : con todo, ausiliados por los bergantines, los sitiadores
consiguieron hacerse dueños de todos los fosos, y trincheras que habia
hasta la plaza mayor de Tenochtitlan. AUi hizo alto el egercito, no
permitiendo Cortés que se adelantase, sin dejar allanados todos los
pasos difíciles que estaban en su poder : pero mientras diez mil alia-
dos se empleaban en llenar los fosos, los otros quemaron algunos
templos, casas, y palacios, entre ellos el del rei Ajayacatl, donde ya
habian tenido los Españoles sus cuarteles, y la célebre casa de pájaros
de Moteuczoma. Hechas estas hostilidades a duras penas, y con gran
peligro, por los esfuerzos que hacian los sitiados para estorvarlas,
mandó Cortés tocar la retirada, que se egecutó felizmente aunque los
enemigos no cesaron de molestar la retaguardia. Lo mismo hicieron
por sus lados respectivos Alvarado, y Sandoval. Esta jornada fue
mui fatigosa para los Españoles, y sus aliados, pero de indecible
aflicción para los Me^4canos, no solo por la pérdida de tantos bellos
edificios, si no también por la befa con que los insultaban sus mismos
vasallos confederados de los Españoles, y los Tlascaleses, sus mor-
tales enemigos, los cuales les enseñaban los brazos, y las piernas de
los Megicanos que habian matado, dándoles a entender que las cena-
rían aquella noche, como en efecto lo hicieron.
Nuevas entradas en la capital.
Al dia siguiente, mui temprano, para no dar tiempo a que los ene-
migos reparasen el daño del anterior, salió Cortés de su campo, con
el designio de continuar las operaciones : pero apesar de su diligen-
cia, los Megicanos habian erigido de nuevo las fortificaciones arruina-
das, y las defendieron con tal obstinación, que no pudieron tomarlas
los sitiadores, si no después de combatir furiosamente por espacio de
cinco horas. Adelantóse el egercito, y ganó dos fosos del camino de
Tlacopan : pero aproximándose la noche, se retiró al campamento, sin
cesar de pelear con las tropas que le seguían el alcance. Sandoval,
y Alvarado sostenían otros combates, debiendo los sitiados hacer frente
al mismo tiempo a tres egercitos numerosos, que tenían en su favor
las ventajas de las armas, de los caballos, de los bergarítines, y de la
disciplina militar. Alvarado por su parte habia ya arruinado todas
TOMO II. M
4.
102 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICÓ.
las casas que estaban a uno y otro lado del camino de Tlacopan*,
pues la población de la capital continuaba por aquella parte hasta
el continente, como aseguran Cortés, y Bernal Diaz.
Cortés hubiera querido evitar a sus tropas la gran fatiga de repetir
diariamente los combates, para apoderarse de los mismos fosos, y
trincheras ; pero no podia guarnecer los que tomaba, sin esponerse a
sacrificar las guarniciones al furor de los enemigos, ni queria acampar
dentro de la ciudad, como se lo aconsejaban algunos de sus capitanes,
pues ademas de los continuos ataques que podrían darle de noche,
no le era fácil desde alli impedir los socorros que se dirigiesen a la
ciudad, como podia hacerlo en la posición de Joioc.
Confederación de algunas ciudades del lago con los Españoles.
Mientras iban careciendo los sitiados de los ausilios de tierra ñrme,
se aumentaban los de los sitiadores, los cuales recibieron a la sazón
uno que les era tan ventajoso como perjudicial a sus enemigos. Los
habitantes de las ciudades situadas en las orillas, y en las islas del
lago de Chalco, habian sido hasta entonces opuestos a los Españoles,
y 'hubieran podido hacer mucho daño al campo<^de Cortés, atacándolo
por una parte del camino, mientras los Megicanos lo hacian por la
otra : mas se habian abstenido de toda hostilidad, reservándose quizas
para ocasión mas oportuna. Los Chalqueses, y otros aliados a quienes
no convenia la proximidad de tantos enemigos, procuraron atraerlos
a su partido, ya con promesas, ya con amenazas, y con vejaciones, y
tanto pudo su importunidad, y el temor de la venganza de los Espa-
ñoles, que al fin se presentaron en el campamento de Cortés, ofre-
ciendo confederación, y alianza, los nobles de Iztapalapan, Megicalt-
zinco, Colhuacan, Huitzilopochco, Mizquic, y Cuitlahuac, ciudades
que ocupaban una parte considerable del valle. Alegróse estraordi-
nariamente Cortés de este suceso, y pidió a sus nuevos aliados, no
solo que lo ayudasen con tropas, y con barcos, si no que transpor-
tasen materiales para fabricar chozas en el camino, pues siendo
aquella la estación de las lluvias, padecía mucho su gente por falta
de abrigo.
* Estas casas no estaban construidas en el mismo camino, si no cerca de él,
en unas isletas, que liabia por una, y otra parte. No sabemos que hubiese en el
camino otro edificio que un templo, situado en una de las placetas que for-
maba. Alvarado lo tomó, y mantubo en él una guarnición casi todo el tiempo
del asedio.
OPERACIONES DE ALVARADO. 163
Todo esto se egecutó con tanta puntualidad, que inmediatamente
pusieron a las ordenes de Cortés un cuerpo considerable de tropas,
cuyo numero no se dice, y tres mil barcas para ayudar a los bergan-
tines en sus correrías. En estas barcas llevaron los materiales nece-
sarios para las chozas, en que pudieron alojarse cómodamente todos
los Españoles, y dos mil Indios empleados en su servicio, pues el
grueso de las tropas aliadas estaba acampado en Coyohuacan, a cuatro
millas de Joloc. No contentos con tan importantes servicios, lleva-
ron al campamento muchos viveres, y especialmente pescado, y cere-
zas en gran cantidad.
Cortés, a quien daban mayor estimulo estas nuevas fuerzas que se
le hablan agregado, entró con ellas dos dias seguidos en la capital,
haciendo un estrago considerable en los habitantes. Persuadíase que
estos cederían al exesivo numero de enemigos que los rodeaban, y
esperimentando los perniciosos efectos de su tenaz resistencia; pero
se engañó en su esperanza, pues los Megicanos estaban resueltos a
perder la vida antes que la libertad. Determinó pues continuar sus
entradas, para obligarlos con incesantes hostilidades a pedir la paz
que habian reusado hasta entonces. Dividió su marina en dos escua-
dras, compuesta cada una de tres bergantines, y mil y quinientas
barcas, mandándoles que se aproximasen a la ciudad, pegasen fuego
a las casas, e hiciesen a los sitiados todo el daño posible. Dio orden
a Sandoval, y Alvarado que egecutasen lo mismo por los puntos que
ocupaban, y él, con todos sus Españoles, y con ochen]ta mil aliados,
segnii parec^*, marchó como solia, por el camino de Iztapalapan, acia
Megico, sin poder conseguir en esta, y en las otras entradas de
aquellos dias, mas ventajas, que ir disminuyendo poco a poco el
numero de enemigos, arruinar algunos templos, e internarse algo
mas, para ponerse en comunicación con Alvarado, si bien no le fue
posible obtenerlo por entonces.
Operaciones de Alvarado, y proezas de Tzilacatzin.
Alvarado, con sus tropas ayudadas por los bergantines, habia tomado
un templo que estaba en una placeta del camino de Tlacopan, en el
que mantubo guarnición desde entonces, a pesar de los violentos asal-
tos de los Megicanos. También se habia apoderado de algunos fosos,
* Congeturo que las tropas aliadas, que acompañaron a Cortés en esta en-
trada, eran 80,000 hombres, por que él mismo afirma que aquel dia tenia
100,000 en su campamento, de los cuales 20,000 a 22,000 se emplearían proba-
blemente en loa barcos.
m2
164 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
y trincheras, y sabiendo que la mayor fuerza contraria estaba en Tlate-
lolco, donde residía el rei Quauhtemotzin, y donde se habia recobrado
infinita gente de Tenochtitlan, enderezó acia aquella parte sus opera-
ciones : mas aunque peleó con todas sus fuerzas, por tierra y por agua,
no pudo llegar hasta donde quiso, por la intrépida resistencia de los
sitiados. En estos combates pereció mucha gente de una, y otra
parte. En uno de los primeros encuentros, se dejó ver un membrudo,
y animoso Tlatelolques, disfrazado de Otomite, con un Ichcahuepilli,
o coraza de algodón, y sin mas armas que un escudo, y tres piedras,
y corriendo velocisimamente acia los sitiadores, arrojó sucesivamente
las tres piedras con tanta destreza, y vigor, que abatió un Español
con cada una, causando no menos indignación a los Españoles, que
' miedo, y admiración a los aliados. Se emplearon muchos arbitrios
para haberlo a las roanos, pero no fue posible, por que en cada com-
bate se presentaba con un vestido diferente, y en todos hacia gran
daño a los sitiadores, teniendo ademas tanta velocidad en los pies para
huir, como fuerza en los brazos para ofender. El nombre de este
célebre Tlatelolques era Tzilacatzin. ^'"t
"Ensoberbecido Alvarado por algunas ventajas que habia conseguido
sobre los Megicanos, quiso un dia internarse hasta la plaza del mer-
cado. Ya habia tomado algunos fosos, y trincheras, uno entre
aquellos, que tenia cincuenta pies de ancho, y siete de profundidad, y
olvidado de mandarlo llenar, como lo habia mandado Cortés, siguió
adelante con cuarenta o cincuenta Españoles, y algunos aliados.
Los Megicanos, conociendo su descuido, cayeron sobre ^Uos, los der-
rotaron, y obligaron a huir, y al pasar el foso mataron muchos aliados,
y cogieron cuatro Españoles, que inmediatamente fueron sacrificados,
, a vista de Alvarado, y los suyos, en el templo mayor de Tlatelolco.
Mucho sintió Cortés esta desgracia, que debia aumentar el vigor, y el
orgullo de los enemigos, y sin perder tiempo pasó a Tlacopan, con
intención de reprender severamente a Alvarado por su temeridad, y
desobediencia : pero informado del valor con que se habia conducido
en aquella jornada, y de que habia tomado los puestos mas difíciles,
se contentó con una benigna admonición, repitiendo sus ordenes, sobre
el modo en que deberían hacerse las entradas.
Traición de los Joquimilqueses, y de otros pueblos.
Las tropas dfe Joquimilco, de Cuitlahuac, y de otras ciudades del
lago, que estaban en el campamento de Cortés, queriendo aprove-
charse de la ocasión que le ofrecían las continuas entradas de los Espa-
VICTORIA DE LOS MEGICANOS, 166
fióles, para saquear las casas de Megico, se sirvieron de una abomina-
ble perfidia. Enviaron una secreta embajada al rei Quauhtemotzin,
protestándoles su invariable fidelidad, y quejándose de los Españoles
por que los forzaban a tomar las armas contra su señor natural, y
añadiendo que en su primera entrada querían unirse a los Megicanos
contra aquellos enemigos de su patria, para darles muerte a todos, y
preservarse de una vez de tanta calamidad. - Alabó el rei su intento,
y les señaló los puestos que debian ocupar, preguntándoles al mismo
tiempo la recompensa que querían por su lealtad, y afecto. Entraron
aquellos traidores, como solian en la ciudad, y fingiendo al principio
volverse contra los Españoles, empezaron a saquear las casas de los
Megicanos, matando a cuantos se les oponían, y haciendo prisioneros a
las mugeres, y a los niños. Conocieron su perfidia los Megicanos, y
los atacaron con tanta furia, que casi todos los culpados pagaron su
maldad con la vida. Los que no murieron en el conflicto, fueron in-
mediatamente sacrificados por orden del rei. Esta traición parece no
haber sido planteada ni puesta en egecucion, si no por una parte del
populacho de aquella ciudad, gente mal nacida, y dispuesta siempre a
cometer toda clase q% delitos.
Victoria de los Megicanos.
Durante veinte dias no hablan cesado los Españoles de hacer en-
tradas en la ciudad, de cuyas resultas, algunos capitanes, y soldados,
cansados de tantos combates infructuosos, se quejaron al general, y le
rogaron que aventurase todas las grandes fuerzas, que a sus ordenes
tenia, y diese un golpe decisivo, que los sacase de una vez de tanto pe-
ligro, y cansancio. El designio de estos era internarse hasta el centro
de Tlatelolco, donde hablan reunido sus fuerzas los Megicanos, para
arruinarlos en una acción, o al menos inducirlos a rendirse. Cortés,
que conocía cuan arriesgada era aquella empresa, procuraba disuadirlos
de ella, con las razones mas eficaces : mas no pudiendo conseguirlo,
ni pudiendo ya oponerse a una opinión que habia llegado a ser general
en el egército, tubo que ceder a sus importunas instancias. Ordenó
al comandante Sandoval que con ciento y quince peones, y diez ca-
ballos, fuese a unirse con Alvarado ; que emboscase su caballeria, y
levantase el campo, fingiendo retirarse, y abandonar el asedio de la
ciudad, a fin de que, empeñados los Megicanos en seguirlo, pudiera
él atacarlos con la caballeria, por retaguardia ; que con seis bergan-
tines procurase tomar el gran foso en que fue vencido Alvarado,
166 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
haciéndolo llenar, y apisonar; que no diese un paso adelante, sin
dejar bien preparado el camino para la retirada, y que hiciese todos
los esfuerzos posibles, para entrar de mano armada en la plaza del
mercado.
El dia señalado para el ataque general, marchó Cortés con veinte y
cinco caballos, toda su infantería, y mas de cien mil aliados. Flan-
queaban su egercito, por una, y otra parte del camino, los bergantines,
y mas de tres mil barcas ausiliares. Entró sin oposición en el pueblo, y
dividió su egercito en tres trozos, para que por otros tantos caminos lle-
gasen al mismo tiempo a la plaza del mercado. El mando de la primera
división se dio a Julián de Alderete, tesorero del rei, que era el que
con mayor empeño habia importunado a Cortés para emprender aquella
espedicion, y este le mandó encaminarse por la calle principal y mas
ancha, con sesenta peones Españoles, siete caballos, y veinte mil
abados. De las otras dos calles que conduelan desde el camino de
Tlacopan a la plaza del mercado, la menos estrecha se señaló a los
capitanes Andrés de Tapia, y Jorge de Alvarado, hermano de Pedro,
con ochenta peones Españoles, y mas de diez mil aliados ; y de la
mas estrecha, y difícil se encargó el mismo Cdítés, con cien peones
Españoles, y con el grueso de las tropas ausiliares, dejando a la en-
trada de cada calle, el resto de la caballería, y los cañones. Entraron
todos a un tiempo, peleando con valor. Los Megicanos hicieron al
principio alguna resistencia, pero fingiendo después acobardarse, se
retiraron, y abandonaron los fosos a los Españoles, a fin de que estos,
atraídos por la esperanza de la victoria, se aventurasen a los peligros
que los aguardaban. Algunos Españoles llegaron a las calles mas
próximas a la plaza, dejando incautamente detras un ancho foso abierto,
y cuando con mas ardor procuraban entrar a porfía en la misma plaza,
oyeron el formidable sonido de la corneta del dios Painalton, que solo
se tocaba por los sacerdotes en caso de urgencia publica, para exitar
al pueblo a tomar las armas. Acudieron inmediatamente tan nume-
rosas tropas Megicanas, y embistieron con tanta furia a los Españoles,
y aliados, que los desordenaron, y obligaron a volver atrás hasta el
foso. Este parecía fácil de pasar, por estar lleno de ramazón, y otros
obgetos de poco peso, y al poner el pie en aquella engañosa superfície,
se hundieron todos los que lo intentaron, agravando el mal la violencia
del tropel qr.e se agolpaba*. Alli fue el mayor apuro de los fugitivos,
* Solis dice que este foso estaba fuera de la ciudad, y que al salir de él los
Españoles, fueron atacados por los Meg-icanos, mas este es un error manifiesto.
VICTORIA DE LOS MEGICANOS. 167
pues no pudieodo pasar a nado, y defenderse al mismo tiempo, morían
a manos de los Megicanos, o quedaban en su poder. Cortés, que con
ia diligencia propia de un general, habia acudido al peligro, cuando vio
llegar las tropas aterradas, procuró detenerlas con sus gritos, y exor-
taciones, a fin de que su desorden no facilitase los estragos que esta-
ban haciendo los enemigos. Pero ¿ qué voces bastan a contener la
fuga de una multitud desbaratada, especialmente cuando el terror la
aguijonea? Atravesado del mas vivo dolor por la perdida de los
suyos, y no haciendo caso de su propio peligro, el general se acercó al
foso, para salvar a los que pudiera. Algunos salían desarmados, otros
heridos, y otros casi ahogados. Procuró ponerlos en orden, y enca-
minarlos al campo, quedando él detras con doce o veinte hombres,
para guardarles las espaldas ; pero apenas empezó la marcha, cuando
él mismo se halló en un paso estrecho, rodeado de enemigos. Aquel
dia hubiera sido el ultimo de su vida, a pesar del estraordinario brio
con que se defendió, y con su vida se hubiera perdido la esperanza de
la conquista de Megico, si los Megicanos, en vez de darle la muerte,
como pudieron hacerlo fácilmente, no se hubieran empeñado en cogerlo
vivo, para honrar con tan ilustre victima a sus dioses. Ya estaba en
su poder, y ya lo conducían al sacrificio, cuando noticiosa su gente de
aquel suceso, acudió con la mayor prontitud a libertarlo. Debió
Cortés principalmente la vida, y la libertad a un soldado de su guardia,
llamado Cristoval de Olea, hombre de gran valor, y de singular
destreza en las armas*, el cual en otra ocasión lo habia preservado de
un peligro jsemej ante, y en aquella lo salvó a costa de su propia vida,
cortando de un tajo el brazo al Megicano que lo llevaba consigo.
También contribuyeron a su preservación el principe D. Carlos
Ijtliljochitl, y un valiente Tlascales llamado Temacatzin.
Llegaron por fin los Españoles, aunque con indecible dificultad, y
con no poca gente herida, al gran camino de Tlacopan, donde Cortés
pudo ordenarlos, quedando siempre a retaguardia con la caballería :
pero el arrojo, y el furor con que los perseguían los Megicanos eran
tales, que parecía imposible que uno solo escapase vivo. Los que
habían entrado por los otros caminos, habían sostenido también reñi-
dísimos combates, pero habiendo sido mas diligentes en llenar los
pues nos consta por el dicho de Cortés, y de otros historiadores, que estaba entre
el camino principal de Tlacopan, y la plaza del mercado, y que para regresar
los Españoles a su campo tubieron que atravesar la mayor parte de la ciudad.
* Bemal Díaz alaba en muchos lugares de su historia el valor de Olea, cuya
muerte fue mui sentida por el general, y por los soldados.
168 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
fosos, les fue menos difícil la retirada, cuando, por orden de Cortés,
la efectuaron acia la plaza mayor de Tenochtitlan, donde se reunieron.
Desde alli vieron con gravisimo dolor elevarse, de los hogares del
templo mayor, el humo del copal que los Megicanos quemaban a sus
dioses, en acción de gracias por la victoria : pero creció su pena,
cuando los vencedores, para desanimarlos, les arrojaron las cabezas de
algunos Españoles, y cuando oyeron decir que hablan perecido Alva-
rado, y Sandoval. De la plaza se encaminaron por el camino de
Iztapalapan, a su campamento, hostigados sin cesar por una gran
muchedumbre de enemigos.
Alvarado, y Sandoval habian procurado entrar en la plaza del mer-
cado por un camino que iba desde el de Tlacopan a Tlatelolco, y avan-
zaron felizmente sus operaciones, hasta un sitio poco distante de la
plaza : pero habiendo visto los sacrificios de algunos Españoles, y oido
decir a los Megicanos que Cortés, y sus capitanes habian perecido, se
retiraron con gran dificultad, habiéndose agregado a los enemigos que
antes los atacaban, los que habian derrotado las tropas de Cortés.
La pérdida que tubieron en aquella jornada los sitiadores fue d©
siete caballos, muchas armas, y barcas, un cañón, mas de mil aliados,
y mas de sesenta Españoles, de los cuales unos murieron en la batalla,
y los otros, que cayeron prisioneros, fueron inmediatamente sacrifica-
dos en el templo mayor de Tlatelolco, a vista de la división de Alvara-
do. También murió el capitán de un bergantín. Cortés fue herido
en una pierna, y apenas hubo entre los sitiadores quien no quedase
herido, o mal parado*. c rv v^ííju .1
Celebraron los Megicanos por espacio de ocho dias continuos la vic-
toria que acababan de conseguir, con iluminaciones, y música en los
templos ; propagaron la noticia por todo el reino, y enviaron a las pro-
vincias los cabezas de los Españoles que habian perecido, para ame-
drentar a los pueblos que se habian rebelado contra la corona, y volver-
los a traer a su obediencia, como lo consiguieron de algunos. Esca-
varon de nuevo los fosos, repararon las trincheras, y volvieron a poner
la ciudad, exepto los templos, y las casas arruinadas, en el mismo esta-
do en que se hallaba antes del asedio.
* Cortés no cuenta mas que 35, o 40 Españoles muertos, y 20 heridos, pero,
como otros muchos generales, disminuye sus perdidas, y asi lo hizo con la que
esperimentó en la derrota del 1 de Julio. Mas digno de crédito es Bernal Diaz,
que parece tener particular esmero en llevar cuenta de los Españoles que iban
faltando.
COMBATES DK LOS BERGANTINES. 169
Combates de los Bergantines, y estratagemas de los Megicanos.
Entretanto los Españoles estaban a la defensiva, curando a los
heridos, y restableciéndose para los combates futuros ; mas a fin de
que no se aprovechasen de su descuido los Megicanos, e introdugesen
viveres en la ciudad, mandó Cortés que los bergantines no cesasen de
costear el lago, dos a dos. Los Megicanos, reconociendo la superio-
ridad de los buques, y de las armas de sus enemigos, y no pudiendo
servirse de los mismos recursos, quisieron a lo menos rivalizar en cierto
modo con los bergantines. Con este obgeto hablan fabricado treinta
barcas grandes, llamadas por los Españoles piraguas, bien provistas
de todo lo necesario, y cubiertas de gruesos tablados, para poder com-
batir en ellas, sin tanto riesgo de irse a pique. Determinaron hacer
con ellas una emboscada a los bergantines en los cañaverales que habia
entre los huertos flotantes, y clavaron en los mismos sitios gruesas es-
tacas, ocultas por las aguas, para que chocando en ellas, se rompiesen
los buques contrarios, o a lo menos se hallasen embarazados en la de-
fensa. Dispuesto este amaño, hicieron salir de los canales tres o cua-
tro barcas pequeñas, a provocar a los bergantines, que alli cruzaban, y
a empeñarlos, con una disimulada fuga al punto de la emboscada. Los
Españoles, al ver las barcas, hicieron vela acia ellas, y cuando estaban
mas empeñados en darles caza, chocaron los bergantines con las esta-
cas, saliendo al mismo tiempo las treinta barcas grandes, y atacándolos
por todos lados. Corrieron los Españoles gran riesgo de perder los
buques, y If j vidas, pero mientras que con el fuego de los mosquetes
entretenían a los enemigos, tubieron tiempo algunos diestros nadadores
de arrancar las estacas, con lo que libres de todo empacho, pudieron
servirse de la artillería para poner en fuga a los contrarios. Los ber-
gantines recibieron mucho daño, los Españoles quedaron heridos, y de
los dos capitanes que los mandaban, uno murió en la acción, y otro
algunos dias después. Los Megicanos repararon sus piraguas para
repetir la estratagema, pero avisado secretamente Cortés del sitio en
que se ponian en acecho, dispuso otra emboscada con seis bergantines,
y aprovechándose del egemplo de los enemigos, mandó que uno solo
se acercase al sitio en que estos se ocultaban, y que cuando lo descu-
briesen, huyese acia la emboscada Española. Todo se hizo conforme a
su plan : porque los Megicanos, al ver al bergantín, salieron pronta-
mente, y cuando se creian mas seguros de su presa, los atacaron de
pronto los otros cinco bergantines, y empezaron a servirse de la arti-
llería, con cuya primera descarga echaron a pique unas barcas, y hicie-
170 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
ron pedazos otras. La mayor parte de los Megicanos perecieron ;
muchos fueron prisioneros, y entre ellos algunos nobles de quienes se
sirvió Cortés para proponer un convenio con la corte de Megico.
Mensage infructuoso al rei de Megico.
Mandó pues a decir al rei, por medio de aquellos personages, que
considerase cuanto se iba disminuyendo la población de su reino, al
mismo tiempo que se aumentaban las fuerzas de los Españoles ; que al
fin debian ceder al mayor numero ; que aunque el egercito sitiador no
entrase en la ciudad a cometer hostilidades, bastaba impedir la entra-
da a toda especie de socorro, para que el hambre hiciese lo que no ha-
bian hecho las armas ; que aun estaba a tiempo de evitar los desas-
tres que lo amenazaban ; que si admitía las condiciones pacificas que
le ofrecía, cesarían inmediatamente todas las operaciones del asedio,
quedando el rei en tranquila posesión del poder, y de la autoridad de
que hasta entonces habia gozado, y sus subditos, libres, y dueños ab-
solutos de sus bienes ; que lo que solo se exigi^ de Su Magostad, y de
sud pueblos, era que tributasen el homenage debido al rei de España,
como supremo señor de aquel imperio, cuyos derechos hablan sido ya
reconocidos por los mismos Megicanos, y se fundaban en la antigua
tradición de sus mayores ; que si, por el contrario, se obstinaba en la
guerra, se vería privado de su corona, la mayor parte de sus subditos
perderían la vida, y aquella grande, y hermosa ciudad quedaría redu-
cida a cenizas, y escombro. El rei consultó con sus miuittros, con los
generales de sus egercitos, y con los gefes de la religión ; les espuso
las proposiciones que el caudillo Español le hacia, la escasez de víveres,
la aflicción del pueblo, y los males aun mayores que los amenazaban, y
les mandó que digesen libremente su parecer. Algunos previendo el
éxito de la guerra, se inclinaban a la paz ; otros, movidos por odio
a los Españoles, y por el estimulo del honor, insistían en la continua-
ción de la guerra. Los sacerdotes, cuya autoridad era de tanto peso
en aquel asunto, como en todos los graves, se opusieron fuertemente a
la paz, alegando los supuestos oráculos de sus dioses, cuya colera de-
bía temerse, si cedían los Megicacanos a las pretensiones de aquellos
crueles enemigos de su culto, y cuya protección debia ser implorada
con oraciones, y sacrificios. Prevaleció este dictamen, por el temor
supersticioso que se habia apoderado de aquellos espíritus, y en su vir-
tud se respondió al general Español que continuase la guerra, pues
ellos estaban resueltos a defenderse hasta el ultimo aliento. Si los
ESPEDICION CONTRA LOS MALINAQUESES. 171
hubiesen inducido a esta resolución, no ya el miedo de sus falsas divi-
nidades, si no el honor, el amor de la patria, y el deseo de vivir libres,
no hubiera sido tan culpable su tezon, pues aunque su ruina parecía
inevitable continuando la guerra, no podian tener esperanza de que la
paz mejorase su condición. Por otra parte, la esperiencia de los suce-
sos pasados, no les permitia fiarse a las promesas de aquellos estrange-
ros : asi que debia parecerles mas confirme a las ideas de honor la reso-
cion de morir con las armas en la mano, en defensa de la patria, y de
la independencia, que abandonar la misma patria a unos invasores co-
diciosos, y quedar reducidos, por su humillación, a una triste, y mise-
rable esclavitud.
Espediciones contra los Malinaqueses y los Matlatzinqueses.
Dos dias después de la derrota de los Españoles, llegaron al campo
de Cortés algunos mensageros enviados por la ciudad de Quauhna-
huac, a quejarse de los grandes males que les hacian los Malinal-
queses, sus vecinos, los cuales, según parecia, querían confederarse
con los Cohuizques, nación mui numerosa, para destruir a Quauhna-
huac, por que se habia aliado con los Españoles, y pasar después los
montes, dirigiéndose con un gran egercito al campamento de Cortés.
Este general, aunque se hallaba mas bien en estado de pedir socorro
que de darlo, por la reputación de las armas Españolas, y para evitar el
golpe que lo amenazaba, envió al capitán Andrés de Tapia con los
mismos mensageros, y con doscientos peones Españoles, diez caballos, y
un buen nurjero de aliados, encargándole que se uniese con las tropas
Quauhnahuaqueses, e hiciese cuanto pudiese convenir al servicio de
su rei, y a la seguridad de sus compatriotas. Tapia egecutó cuanto
se le habia mandado, y en un pueblecillo situado entre Quauhnahuac,
y Malinalco, tubo una gran batalla con los enemigos, los destruyó, y
los persiguió hasta la falda del alto monte en que esta segunda ciudad
estaba situada. No pudo atacarla, como hubiera querido, por ser el
monte inaccesible a la caballería, pero asoló la campiña, y siendo ya
cumplido el termino de diez dias que el general lo habia señalado,
volvió a reunirse con el grueso del egercito.
Dos dias después llegaron los mensageros de los Otomites del valle
de Tolocan, pidiendo ayuda contra los Matlatzinques, nación guerrera,
y poderosa del mismo valle, los cuales les hacian guerra, quemándoles
sus pueblos, y cogiéndoles muchos prisioneros, y ademas se hablan
puesto de acuerdo con los Megicanos, para atacar con todas sus fuer-
17^ HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
zas el egercito de Cortés, por parte de tierra, mientras ellos hacían
una salida general. En efecto, en las diferentes entradas de los Espa-
ñoles en Megico, los habitantes los habian amenazado con el poder de
los Matlatzinques ; por lo que Cortés, oido el mensage de los Otomi-
tes, conoció el grave riesgo que corria si daba tiempo a que los ene-
migos egecutasen su designio. No quiso confiar aquella importante
empresa si no al ilustre, y nunca vencido Sandoval. Este hombre in-
fatigable, aunque habia recibido una herida el dia de la derrota de
Cortés, en los siguientes habia estado egerciendo las funciones de
general, recorriendo incesantemente los tres campamentos, y dando
las ordenes mas oportunas para su seguridad. Pasados apenas catorce
dias después de aquel desastre, marchó al valle de Tolocan, con diez
y ocho caballos, cien peones Españoles, y sesenta mil aliados. En el
camino vieron indicios de los estragos hechos por los Matlatzinques, y
cuando entraron en el valle hallaron un pueblo recien-destruido, y des-
cubrieron las tropas enemigas, que marchaban cargadas de despojos,
los cuales abandonaron, al divisar a los Españoles, queriendo pelear
sin aquel embarazo. Pasaron un rio, que atraviesa el valle, y perma-
necieron en la orilla, aguardando de pie firme a los Españoles. San-
doval lo vadeó intrépidamente con su egercito, atacó a los contrarios,
los obligó a ponerse en fuga, y los siguió por espacio de nueve millas,
hasta una ciudad, donde se refugiaron los Matlatzinques, dejando
muertos mas de mil de los suyos en el campo. Sitio Sandoval el
pueblo, y forzó a los enemigos a dejarlo, y a guarecerse en una forta-
leza, construida en la cima de una escabrosa elevaciop. Entró el
egercito victorioso en la ciudad, y, después de haberla saqueado,
pegó fuego a los edificios. Era tarde, y la tropa estaba fatigadisima,
por lo que Sandoval resolvió dejarla descansar alli aquella noche, re-
servando para el dia siguiente el asalto de la fortaleza : mas cuando
quiso emprenderlo, la halló abandonada. En su regreso, pasó por
algunos pueblos que se habian declarado enemigos ; mas no necesitó
emplear las armas contra ellos, porque amedrentados a la vista de tan
formidable egercito, aumentado con numerosos refuerzos de Otomites,
se rindieron espontáneamente al gefe Español. Este los acogió con
suma benignidad, y exigió de ellos que indugesen a los Matlatzinques
a ser amigos de los Españoles, representándoles las ventajas que de
ellos podian aguardar, y los males que podría acarrearles su enemis-
tad. Estas espediciones fueron de grandísima importancia, pues
cuatro dias después de la vuelta de Sandoval, llegaron al campamento
HECHO DEL GENERAL CHICHIMECATL. 173
de Cortés muchos señores Matlatzinques, Malinalqueses, y Cohuijques*
a escusarse por las hostilidades cometidas, y a establecer una con-
federación que fue tan útil a los Españoles, como perjudicial a los
Megicanos.
Ya no tenian los Españoles, enemigos que temer por la parte de
tierra firme, y Cortés se hallaba con tan exesivo numero de tropas,
que hubiera podido emplear en el asedio de Megico mas gente que la
que Gerges envió contra Grecia, si por causa de la situación de
aquella capital, no hubiese servido de empacho mas bien que de pro-
vecho tan gran muchedumbre de sitiadores. Los Megicanos por el
contrario se hallaban abandonados por sus confederados, y por sus
subditos, rodeados de enemigos, y afligidos por el hambre. Tenia
aquella desventurada corte contra si, los Españoles, el reino de Acol-
huacan; las repúblicas de Tlascala, de Huejotzinco, y de Cholula;
casi todas las ciudades del valle de Megico ; las numerosas naciones
de Totonaques, Mijteques, Otomites, Tlahuiques, Cohuijques, Mat-
latzinques, y otras : de modo que ademas de los enemigos estrangeros,
mas de la mitad del imperio conspiraba contra su ruina, y la otra mitad
la miraba con indifer^«?ncia.
Hecho memorable del general Chichimecatl.
Mientras Sandoval empleaba su acero, y su pericia militar contra
los Matlatzinques, el Tlascales Chichimecatl dio una nueva prueba de
su arrojo. Este famoso general, viendo que después de la derrota,
los Españoles se mantenían en la defensiva, determinó hacCT una entrada
en Megico, solo con sus Tlascaleses. Salió pues del compamento de
Alvarado, donde habia permanecido desde el principio del asedio,
acompañando a los Españoles en todos los combates, y ostentando en
todas ocasiones su intrepidez. Pasó, en aquella espedicion, muchos
fosos, y dejando en el mas importante, y arriesgado, una guarnición
de cuatrocientos flecheros, para que le asegurasen la retirada, entró
con el grueso de las tropas en el capital, donde tubo un terrible en-
cuentro con los Megicanos, en que fueron muertos, y heridos muchos
de una, y otra parte. Lisongeabanse los enemigos con la esperanza
de dar un golpe terrible a los Tlascaleses, en ej paso del foso, por lo
que les siguieron el alcance cuando vieron que se retiraban, pero con
* Cortés escribe Cuisco, en vez de Cohuijeo. El autor de las notas a las cartas
de aquel conquistador pensó que hablaba de Huisuco, por que no sabia que habia
una gran provincia llamada Cohuijco. Huisuco, en Megicano Huitzoco, era y
es un lugar oscuro, y no una gran provincia como Cortés dice que era Cuisco.
174 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
el ausilio de los flecheros, pudo Chichimecatl burlarse de sus esfuerzos,
y volver lleno de gloria a su campo*.
Los Megicanos, para vengarse del arrojo de los Tlascaleses, ataca-
ron una noche el campo de Alvarado : pero habiéndolos oido oportu-
namente las centinelas, corrieron a las armas Españoles, y aliados.
Duró el combate tres horas, durante las cuales, oyendo Cortés el
cañoneo desde su campo, y sospechando lo que seria, creyó que aquella
era una exelente ocasión de entrar en la ciudad con su gente, que ya
estaba curada de sus heridas. Los Megicanos que hablan ido a Tla-
copan, no habiendo podido superar la resistencia de los Españoles,
volvieron al pueblo, donde hallaron el egercito de Cortés. Ambas
huestes pelearon con valor, pero sin ventajas notables de una ni otra
parte.
En este mismo tiempo, y cuando mas necesidad habia de armas, y
municiones, llegó un buque con socorros a la Vera Cruz, y con ellos
pudieron los Españoles continuar las operaciones del sitio. El prin-
cipe D. Carlos Ijtliljochitl habia aconsejado al general Español que
no se empeñase en nuevos ataques, que debian ser funestos a su eger-
cit9, haciéndole ver que sin esponerse a nuevas* perdidas, y sin arrui-
nar los edificios de aquella hermosa ciudad, podria apoderarse de ella
solo con impedir la entrada de viveres, pues cuanto mayor fuese el
numero de los sitiados, tanto mas pronto consumirían las pocas pro-
visiones que les quedaban. Este sabio consejo, que no debia espe-
rarse de un principe tan joven, y que solo deseaba ocasiones de seña-
lar su intrepidez, fue tan del gusto del caudillo Español, que, sin
* Bernal Diaz dice que después de la derrota de Cortés en Megico, los Espa-
ñoles se vieron abandonados por sus aliados, y que estos, por miedo de las ame-
nazas que los sitiados les hacían en nombre de los dioses, se retiraron todos a sus
casas ; que en el campo de Cortés solo quedo el principe D. Carlos con 40 Tez-
cucanos ; en el de Sandoval, ün señor de Huejotzinco con 50 hombres, y en el
de Alvarado el general Chichimecatl con 80 Tlascaleses. Mas esto no pudo ser,
pues dos días después de la retirada, salió el capitán Tapia a combatir a los Mali-
nalqueses, y llevó consigo muchos aliados, como lo refiere el mismo Bernal Diaz.
Doce dias después de Tapia, partió del mismo campo Sandoval con 60,000 aliados,
según Cortés, y mientras Sandoval hacia la guerra a los Matlatzinques, esto es
diez y seis, o diez y ocho dias después de la derrota, hizo su famosa entrada
Chichimecatl, y no pudo verificarla sin muchos millares de Tlascaleses. Lo cierto
es que no se fueron todos los aliados, y que si se fueron algunos, pronto volvie-
ron, pues de alli a pocos dias, habia en los tres campamentos, y especialmente en
el de Cortés, mayor numero de aliados, que antes de su ultima, y desastrosa espe-
dicion. Cortés no habla de aquella deserción, y no es probable que la echase en
olvido en la relación que hace al rei de sus desventuras.
ESTRAGOS DE MEGICO. 175
poder contenerse, corrió a darle un abrazo, significándole con las mas
vivas espresiones su gratitud. Observó en efecto aquel plan algunos
dias : mas después, cansado de la inacción, volvió a las antiguas hos-
tilidades, aunque no sin ofrecer antes la paz a los Megicanos, espo-
niendoles las razones con que antes babia procurado convencerlos.
Los Megicanos respondieron que no dejarian jamas las armas, Ínterin
los Españoles permaneciesen en aquel pais.
Estragos de Megico, y valor de algunas mugeres.
Informado de esta resolución, viendo que llevaba ya cuarenta, y
cinco dias de asedio, y que cnanto mas convidaba con la paz a los
sitiados, tanto mas se obstinaban en la guerra, determinó Cortés no
dar un paso en la ciudad sin destruir todos los edificios de una, y otra
parte de la calle, tanto por evitar el daño que recibían sus tropas de
las azoteas, como para obligar a los enemigos, con tan rigorosas hosti-
lidades a ceder a sus proposiciones. Pidió para esto, y obtubo de los
aliados algunos millares de gastadores, provistos de las armas necesa-
rias, para echar abajo las casas, y rellenar los fosos. Hizo en los dias
siguientes nuevas entradas en el pueblo, con sus Españoles, con los
bergantines, y con mas de cincuenta mil aliados, arruinando los edifi-
cios, llenando los fosos, y disminuyendo el numero de los cííatrarios,
aunque no sin grave riesgo de su persona, y de su gente, pues hubiera
caido él mismo prisionero, a no haber llegado oportunamente, a socor-
rerlo sus soldados, y el grueso de sus tropas tubo que huir varias
veces, para sustraerse al furor de los Megicanos. Perecieron en
aquellas jorcadas algunos Españoles, y aliados, y dos bergantines estu-
bieron ya casi vencidos por una escuadra de canoas ; mas otro bergan-
tín los sacó de aquel apuro.
Hicieronse célebres en estas entradas algunas mugeres Españoles,
que acompañaron voluntariamente a sus maridos a la guerra, y que
con los continuos males que sufrían, y con los egemplos de valor que
tenían siempre a la vista, habían llegado a ser buenos soldados.
Hacían la guardia, marchaban con sus maridos, armadas de corazas
de algodón, espada, y rodela, y se arrojaban intrépidamente a los
enemigos, aumentando, no obstante su sexo, el número de los
sitiadores*.
El 24 de Julio se hizo otra entrada en la ciudad, con un numero de
* Estas mugeres se llamaban Maria de Estrada, de cuyo valor he hablado
antes ; Beatriz Bermudez de Vela^co, Juana Martin, Isabel Rodríguez, y Beatriz
Palacios.
176 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
tropas, superior al de las ultimas*. Los Españoles, combatiendo
vigorosamente, se apoderaron del camino por el cual se unia el grande
de Iztapalapan, con el de TJacopan, operación que Cortés deseaba
con ansia, para tener libres sus comunicaciones con el campamento de
Alvarado. Tomaron, y llenaron varios fosos, y quemaron, y arruina-
ron muchos edificios, y entre otros uno de los palacios del rei Quauhte-
motzin, que era vastísimo, solido, y bien fortificado. De las cuatro
partes de la ciudad, tres quedaron aquel dia en poder de los Espa-
ñoles, y los sitiados se aislaron en Tlatelolco, que por tener alli mas
agua. el lago, era la mas fuerte, y segura.
Por una señora Megicana, que fue hecha prisionera en el ultimo
asalto, supo Cortés el miserable estado de la ciudad, por la penuria
de víveres, y la discordia que reinaba entre los habitantes ; pues el
rei, sus parientes, y una parte de la nobleza estaban decididos a morir
antes que ceder, pero el pueblo estaba desanimado, y cansado del asedio.
Confirmaron estas noticias algunos fugitivos, que, estrechados por el
hambre, vinieron al campamento de Cortés. Ellos lo decidieron a no
dejar pasar un dia, sin hacer una entrada, hasta reducir la ciudad, o
destruirla. «,
Volvió en efecto el 25 con su egercito, y se apoderó de una larga
calle, en que habia un foso tan ancho, que para llenarlo fue necesario
pasar todo el dia. Entre tanto, las tropas demolían todas las casas
de una, y otra acera, a pesar de la resistencia de los Megicanos.
Estos, viendo a los aliados tan afanados en aquella destrucción, les
gritaban: ** Arruinad esas casas, traidores, que pronto tendréis el tra-
bajo de reedificailas." A lo que los aliados respondían : " Asi lo
haremos, si salis vencedores, pero mas probable es que vosotros las
alcéis de nuevo, para que se alogen en ellas vuestros enimigos." No
pudiendo los Megicanos reparar tanto daño, hicieron en las calles
uuas pequeñas fortificaciones de madera, para reemplazar las azoteas,
y llenaron la plaza de guijarros, para estorvar el juego de la caballe-
ría: pero los aliados sacaron gran partido de esta estratagema, pues
se sirvieron de los guijarros para llenar con ellos los fosos.
En la entrada del 26 se ganaron dos de estos, recien-hechos por
los Megicanos, y de considerable anchura. Alvarado por su parte se
adelantaba cada vez mas en la ciudad, y tantos progresos hizo, que
llegó a ganar dos torres próximas al palacio en que residía el rei
Quauhtemotzin : pero pudo avanzar, como deseaba, por la suma
* Dice Cortés que cuando vieron los aliados la fortuna de las armas Españolas,
acudieron en tan gran numero a servir en el asedio, que era imposible contarlos.
ESTADO DEPLORABLE DE LOS MEGICANOS. 177
diñcultad que halló en los fosos, y por la tenaz resistencia de los enemi-
gos, los cuales lo obligaron a retroceder, y lo atacaron furiosamente por
retaguardia. Cortés, habiendo observado una humarada estraordinaria
que se alzaba de aquella torre, y sospechando lo que en efecto suce-
dia, entró como solia en la ciudad, y empleó todo el dia en reparar los
pasos difíciles. Solo le faltaban un canal, y una trinchera para entrar
en la plaza del mercado. Resolvió' hacerse dueño de aquellos
puntos, y lo consiguió, y entonces fue cuando por primera vez, des-
pués de empezado el asedio, se reunieron sus tropas a las de Alva-
rado, con indecible jubilo de unos, y otros. Entró Cortés con alguna
caballería en aquella gran plaza, y vio en ella innumerable gente,
alojada en los pórticos, por no haber quedado casas en pie en todo el
barrio. Subió al templo, desde el cual observó la ciudad, y vio que
solo le quedaba por tomar una octava parte de ella. Mandó pegar
fuego a las altas, y hermosas torres de aquel edificio, en el cual, asi
como en el templo mayor de Tenochtitlan, se adoraba el idolo del dios
de la guerra. La plebe Megicana, viendo aquel gran incendio, qué
parecia subir hasta las nubes, prorrumpió en las mas amargas demos-
traciones de dolor. Mbvido a piedad, al ver el triste estado a que se
hallaban reducidos tantos miserables, mandó suspender por todo el
dia las hostilidades, y envió nuevas proposiciones a los sitiados : mas
ellos respondieron que Ínterin quedase un Megicano con vida, defen-
dería la patría hasta morir.
Estado deplorable de los Megicanos.
Pasados cuatro dias sin combates, entró de nuevo Cortés en Me-
gico, y encontró una gran multitud de hombres, mugeres, y niños,
débiles, macilentos, y casi moribundos de hambre, la cual habia
llegado a tal punto, que muchos vivían de yerbas, de raices, de insec-
tos, y aun de las cortezas de los arboles. Compadecido a vista de
tantas desventuras, mandó a sus tropas que no hiciesen daño a nadie;
pasó a la plaza del mercado, y vio los pórticos llenos de gente de-
sarmada, indicio seguro del desaliento del pueblo, y del disgusto con
que sufría la obstinación del reí, y de la nobleza. La mayor parte
de aquel dia se empleó en negociaciones de paz : pero viendo Cortés
que nada conseguía, dio orden al capitán Alvarado que entrase de
mano armada por una gran calle en que habia mas de mil casas, y él,
con todo su egercito, renovó los ataques por otro punto. Fue tan
grande el destrozo que hicieron aquel dia en los sitiados, que entre
muertos, y prisioneros se contaron mas de doce mil. Los aliados se
TOMO II. N
178 HISTORIA ANTIGUA DE MKGICO,
cebaban de tal modo en aquellas infelices victimas, que ni perdonaban
edad ni sexo, no bastando a refrenar su crueldad las ordenes severas
del general Español.
Al dia siguiente volvió este a la ciudad, después de haber' pro-
hibido toda especie de hostilidad, tanto por la compasión que le
inspiraba la vista de aquellas miserias, como por la esperanza que
tenia de que cediese al fin la resistencia. Los Megicanos, viendo
venir tan gran numero de tropas, y entre ellas a los subditos que
antes los servian, y que ya los amenazaban con la muerte ; hallándose
reducidos a tan penosa situación, y teniendo a la vista tantos, y tan
deplorables obgetos, pues no podian poner el pie en tierra, sin pisar
los cadáveres de sus conciudadanos, desfogaron su rabia en horrendos
clamores, y pedian la muerte como el único termino que podian tener
sus males. Rogaron a Cortés algunos de la plebe que se abocase
con los nobles que defendían una trinchera, para tratar de convenio.
Eran justamente de aquellos que ya no podian sobrellevar los males
del sitio. Cortés quiso hablarles, aunque sin esperanzas de con-
seguir lo que deseaba. Cuando lo vieron venir los nobles, le digeron
desesperados: "si eres hijo del sol, como al^^unos creen, ¿por qué
siendo tu padre tan veloz, que en el breve espacio de un dia termina
su carrera, tardas tanto en poner fin a nuestros males con la muerte ?
Queremos morir para ir al cielo, donde nos aguarda nuestro dios
Huitzilopochtli, para darnos el reposo de nuestras fatigas, y el premio
de nuestros afanes." Cortés les propuso varias razones, para reducirlos
a la paz, mas habiendo ellos respondido que ni tenian autoridad para
aceptarla, ni esperanza de convencer al rei, envió a este con el mismo
fin un ilustre personage, que tres dias antes habia sido hecho pri-
sionero, y era tio del rei de Tezcuco. Aunque estaba herido, pasó
inmediatamente a Tlatelolco a comunicar su mensage, pero no se vio
otro resultado que el continuo clamor con que el pueblo pedia la
muerte*. Algunas tropas Megicanas embestian desesperadas a los
Españoles, pero estaban tan debilitadas por el hambre, que era poco
«1 daño que hacian, y demasiado el que recibían de sus enemigos.
Volvió Cortés al dia siguiente a la ciudad, esperando a cada mo-
mento que se rindiesen los Megicanos, y sin permitir que se les
hiciese la menor ofensa, se dirigió a ciertos personages que guarda-
* Se dijo según dice Cortés, que cuando aquel personage se presentó a
Quauhtemotzin, para hablarle de paz, fue sacrificado por su orden; mas no
teniendo este hecho mas fundamento (Jue un rumor vago, no me parece digno de
crédito.
TERRIBLE CONFLICTO. 179
ban una trinchera, y a quienes conocía desde su primera venida a
Megico. Preguntóles por qué se empeñaban tan obstinadamente en
defenderse, no siéndoles ya posible resistir, y hallándose en tal estado,
que con un solo golpe podría esterminarlos a todos. Ellos respon-
dieron que velan ser inevitable su ruina, y que hubieran deseado
evitarla : pero no podían, pues solo les tocaba obedecer. Sin embargo,
ofrecieron suplicar al rei que aceptase la paz que se le proponía. En
efecto, fueron a palacio, y de allí a poco volvieron con la respuesta de
que por ser ya tarde no podia venir el reí, pero que al dia siguiente
hablaría con Cortés en aquel mismo sitio. Era este el centro de un
gran terraplén cuadrado, en que los Megicanos hacían sus representa-
ciones teatrales, como en otra parte he dicho. Mandó Cortés adornar
aquel teatro con tapetes, y poner bancos, para celebrar la deseada
conferencia, disponiendo al mismo tiempo una buena comida para el
rei, y para los nobles que debían acompañarlo. Llegado el día, envió
a decir al reí que lo estaba aguardando : mas Quauhtemotzín respon-
dió, por medio de cinco personages de su corte, que no podía asistir
a la entrevista, por hallarse indispuesto, y por que no se fiaba de los
Españoles. Cortés los' acogió con estraordin arias muestras de ama-
bilidad, comió con ellos, y los volvió a enviar al rei, para suplicarle en
su nombre que viniese sin recelo, pues él empeñaba su palabra que
la real persona sería tratada con el respeto debido ; que su presencia
era absolutamente necesaría, y que sin ella nada se podía concluir ; y
acompañó el mensage con un regalo de víveres, que era lo mas pre-
cioso que podia enviarle. Los nobles, después de haber hablado
largamente de las grandes necesidades que padecían, marcharon a
desempeñar su encargo, y de alli a dos horas volvieron con la misma
respuesta que antes, y con otro regalo de trages finísimos, que el rei
enviaba a Cortés. Tres días se emplearon en estas negociaciones,
sin sacar de ellas ningún fruto.
Terrible conflicto, y horrendos estragos de los Megicanos.
Cortés había dado orden a los aliados de permanecer fuera de la
ciudad por haberle rogado los Megicanos que no les permitiese entrar
en ella, durante la conferencia con el monarca : pero viendo ya per-
dida toda esperanza de negociación, llamó todas las tropas de su
campo, en que había ciento cincuenta mil hombres, y las del campo de
Alvarado, y con todas estas fuerzas juntas atacó unos fosos, y trin-
cheras, que eran las mayores fortificaciones qne habían quedado a los
Megicanos, mientras Sandoval con su egercito atacaba la ciudad por
n2
180 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
la parte del Norte. Aquel dia fue el mas infausto para aquella
desventurada población, y en el que mas copiosamente se derramó la
sangre Megicana, no teniendo ya aquellos infelices ni armas para recha-
zar la muchedumbre, y el furor de sus enemigos, ni fuerzas para defen-
derse, ni tierra para combatir. Las calles de la ciudad estaban
cubiertas de cadáveres, y el agua de los fosos y canales teñida de
sangre. No se veia mas que ruina, y desolación, y solo se oian
llantos, gritos de desesperación, y lamentos. Los aliados se encarni-
zaron de tal modo contra aquella gente miserable, que los Españoles
se fatigaron mas en refrenar su crueldad, que en combatir con sus
enemigos. El estrago que se hizo aquel dia en los Megicanos, fue
tan grande, que, según Cortés, pasó de cuarenta mil personas, entre
muertos, y prisioneros.
Ultimo ataque, y toma de la ciudad.
La intolerable fetidez de tantos cadáveres insepultos obligó entonces
a los sitiadores a retirarse de la ciudad : pero el dia siguiente, 13 de
Agosto, volvieron a ella, para dar el ultimo asalto a la parte de
Tlatelolco, que aun conservaban los MegicaAos. Llevó Cortés con-
sigo tres cañones, y todas sus tropas. Señaló a cada capitah su puesto,
y les mandó que empleasen todos sus esfuerzos en obligar a los
sitiados a echarse al agua acia el punto a que debia acudir Sandoval
con todos los bergantines, que era una especie de puerto, circundado
por todas partes de casas, y al cual aportaban por lo común las barcas
dé los traficantes que asistian al mercado de Tlateloco. Encargóles,
sobre todo, que procurasen apoderarse del rei Quauhtemotzin, pues
esto solo bastaba para hacerse dueños de la ciudad, y poner termino a
la guerra : mas antes de emprender aquel golpe decisivo, hizo nuevas
tentativas de negociación. Indujolo a esto, no solo la compasión de
tantas miserias, sino también el deseo de apoderarse de los tesoros del
rei, y de la nobleza, pues tomando por asalto aquella ultima parte
de la ciudad, los Megicanos, privados de toda esperanza de conservar
sus bienes, podrian echarlos al lago, para que no cayesen en manos de
sus enemigos, o en caso de no hacerlo asi, los aliados, que eran innu-
merables, y mas prácticos en el conocimiento de las casas, y de los
usos del país, se aprovecharían de la confusión del asalto, y poco o
nada dejarían a los Españoles. Volvió pues a hablar desde im sitio
eminente a unos Megicanos de distinción, que le eran conocidos,
a-epresentandoles el es trem o . peligro en que se hallaban, y rogándoles
hiciesen nuevas instancias al rei para que se prestase a la conferencia
ULTIMO ATAQUE. '. 181
tantas veces propuesta, y de la cual solo podría resultar su bien, y el
de todos sus subditos : pues si persistía en su designio de defenderse,
él estaba resuelto a no dejar aquel dia un solo Megicano vivo. Dos
d« aquellos nobles partieron a desempeñar su encargo, y a poco rato
volvieron, acompañando al Cihuacoatl, o supremo magistrado de la
corte. El general Español lo recibió con estraordinarias demostraciones
de honor, y amistad ; mas él, con aire magestuoso en que parecía
querer manifestar cuan superior era a todas las calamidades humanas^
*' ahorraos, le dijo, el trabajo de solicitar una entrevista con mi rei y
señor Quauhtemotzín, el cual está resuelto a morir antes que ponerse
en vuestra presencia. No puedo esplicaros cuan dolorosa me es esta re-
solución : pero no hai remedio. Adoptad las medidas que mas os con-
vengan, y poned en egecuciou vuestros designios." Cortés le res-
pondió que fuese a preparar los ánimos de sus compatriotas, a la
muerte que mui en breve debían sufrir. Entretanto habían venido
a rendirse a Cortés numerosos tropeles de mugeres, y niños, que
procuraban a porfía salvarse de tan estremo peligro, muchos de los
cuales, por estar tan débiles, se ahogaban al pasar los fosos. Cortés
mandó que no se hiciese mal a los que se entregasen ; y no satisfecho
con dar la orden, distribuyó varios puestos de Españoles, para que
con su autoridad refrenasen la inhumana furia de los aliados : mas a
pesar de estas precauciones, murieron a manos de aquellas tropas
crueles y sangrientas mas de quince mil personas, entre hombres,
niños, y mugeres.
Los noblis, y los militares, que habían abrazado el partido de defen-
derse hasta el ultimo aliento, ocuparon las azoteas de las casas, y
algunas calzadas. Cortés viendo que era tarde, y que no cedían,
empleó contra ellos los cañones, y no bastando esto, hizo con un tiro
de arcabuz la señal del asalto. En un momento subieron todos los
sitiadores, y de tal modo estrecharon a los débiles, y afligidos ciuda-
danos, que no quedando en la ciudad un solo punto en que pudieran
guarecerse de tan innumerable muchedumbre, muchos se arrojaron al
agua, y otros se entregaban a los vencedores. La gente principal
había preparado barcas para huir en aquel ultimo trance ; Cortés, que
había previsto este designio, dio orden a Sandoval de apoderarse con
los bergantines del puerto de Tlatelolco, y evitar la salida de todas las
barcas que la intentasen. Apesar de la diligencia de Sandoval,
muchas escaparon, y entre ellas, la que llevaba las personas' reales.
Sabida esta novedad por aquel hábil caudillo, mandó a García de
Holguín, capitán del bergantín mas veloz, que les diese caza, y asi lo
182 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
hizo, con tanta oportunidad que en breve las alcanzó, y cuando ios
Españoles se disponían a hacer fuego contra los fugitivos, estos alzaron
los remos, y echaron las armas en señal de rendirse. En la mayor de
las piraguas estaban el rei de Megico Quauhtemotzin, la reina
Tecuichpotzin su esposa, el rei de Alcolhuacan Coanacotzin, el de
Tlacopan Tetlepanquetzaltzin, y otros personages. Abordó el ber-
gantín, y el rei de Megico, adelantándose acia los Españoles, dijo al
capitán : "Soi vuestro prisionero, y no os pido otra gracia, sino la de
que tratéis a la reina mi esposa, y a sus damas, con el respeto que se
debe a su sexo, y a su coniJicion," y presentando la mano a la reina,
pasó con ella al bergantín. Observando después que Holguin miraba
con inquietud las otras barcas, le dijo que se tranquilizase, pues todos
los Megicanos,^ al saber que su rei estaba prisionero, vendrían gustosos
a morir a su lado.
Condujo Holguin aquellos ilustres prisioneros a Cortés, que se
hallaba a la sazón en la azotea de una casa de Tlatelolco. Cortés los
recibió con tanto decoro como humanidad, y les hizo tomar asiento.
Quauhtemotzin le dijo con dignidad : " Valiente general, he hecho en
nii defensa, y en la de mis subditos, cuanto exigian de mi el honor de
mi corona, y el amor de mis pueblos : pero los dioses han sido contra-
rios a mi resolución, y ahora me veo sin corona, y sin libertad. Soi
vuestro prisionero : disponed como gustéis de mi persona -" y poniendo
la mano en un puñal que Cortés llevaba en la cintura: ** quitadme,
añadió, la vida con este puñal, ya que no he sabido perderla en
defensa de mi reino." Cortés procuró consolarlo, asegurándole que no
lo consideraba como prisionero suyo, si no del mayor monarca de
Europa, en cuya clemencia debia confiar, que no solo le restituiría la
libertad que desgraciadamente había perdido, si no también el trono de
sus ilustres abuelos, que tan dignamente habia defendido, y ocupado.
Pero ¿ qué consuelo podían proporcionarle estas protestas, ni qué fe
podía dar a las palabras de Cortés el que habia sido siempre su ene-
migo, habiendo visto que no bastó a Moteuczoma haberse declarado
su amigo y protector para preservar la libertad, y la corona ? Pidió al
general Español que no se hiciese mas daño a sus subditos, y este le
rogó diese las ordenes necesarias para que todos se rindiesen. Uno y
otro fueron prontamente obedecidos. También se dispuso que todos
los Megícanos saliesen de la ciudad, sin armas, y sin carga, y según
afirma un testigo ocular, y sincerisimo*, durante tres dias, y tres
noches, fe vieron las calles llenas de hombres, mugeres, y niños,
* Bcrnal Diaz del Castillo,
TOMA DE LA CIUDAD. 183
débiles, escuálidos, macilentos, que se restituian a sus pueblos. La
fetidez que exalaban tantos cadáveres era tan intolerable, que causó
alguna indisposición al general de los conquistadores. Las casas, las
calles, y los canales estaban cubiertos de aquellos objetos espantosos*;
el piso de la ciudad se halló en algunas partes escavado, por los
infelices que buscaban raices para alimentarse con ellas, y muchos
arboles estaban sin corteza, que habia servido para lo mismo. Cortés
mandó sepultar los cadáveres, y quemar una inmensa cantidad de
leña, tanto para purificar el aire, como para celebrar su victoria.
Esparcida por todo aquel pais la noticia de la toma de la capital,
prestaron obediencia a Cortés las provincias del imperio, aunque no
faltaron algunas, que por espacio de dos años hicieron guerra a los
Españoles. Los aliados volvieron a sus casas, satisfechos con la parte
que les habia tocado, y con haber destruido una corte cuyo dominio no
podian sufrir, y cuyas armas los tenian en perpetua inquietud. No
sabian que ellos mismos forjaban las cadenas que debian aprisionarlos,
ni conocian que, arruinado aquel imperio, solo debian aguardar las
otras naciones, esclavitud y envilecimiento.
El botin no fue taáto como esperaban los vencedores. Las ropas
se dividieron entre los aliados. Las piezas de oro, plata, y plumas
que por su singular artificio se conservaron enteras, fueron enviadas al
emperador Carlos V. Todo el resto del oro que se mandó fundir,
apenas llegó a diez, y nueve mil y doscientas onzas f tanto porque los
* " Es verdad, y juro amen que toda la laguna, y casas, y barbacoas estaban
llenas de cu^pos, y cabezas de hombres muertos, que yo no sé de que manera lo
escriba : pues en las calles, y en los mismos patios de Tlatelolco no habia otra»
cosas, y no podíamos andar, si no entre cuerpos, y cabezas de Indios muertos.
Yo he leido la destrucción de Jerusalen, mas si en ella hubo tanta mortandad
como esta, yo no lo sé, Síc."" Bernal Diaz, cap. 156. Estas espresiones de un
testigo ocular, sincero, y que nunca exagera sus relaciones, dan alguna idea de
aquel horrendo estrago. Yo sospecho que los Megicanos dejaron sin sepultar
muchos cadáveres, para incomodar con su fetor a los sitiadores : ni puedo per-
suadirme otra cosa, sabiendo la suma premura de aquellas naciones en celebrar
las exequias de sus difuntos.
t Cortés dice que el oro que se fundió pesaba 130,000 castellanos, que hacen
19,000 onzas. Bernal Diaz dice que importó 380,000 pesos, que forman mayor
cantidad. Entre los despojos que se enviaron a Carlos V habia perlas de enorme
tamaño, joyas preciosísimas, y alajas maravillosas de oro. La nave en que se
enviaban cayó en manos de Juan Florín, célebre corsario Francés, y el tesoro
pasó a la Corte de Francia, que autorizaba estos robos, bajo el famoso y frivolo
prestesto de ser el rei Cristianísimo hijo de Adán, como el rei Católico.
184 HISTORIA ANTIGUA ÜE MEGICO.
Megicanos echaron una gran parte al lago *, como por que los
Españoles, y los aliados procuraron, en el saqueo de la ciudad, indem-
nizarse secretamente de sus fatigas.
Fue la conquista de aquella ciudad en 13 de Agosto de 1521,
ciento, y noventa y seis años después de fundada por los Azteques, y
ciento sesenta y nueve después de erigida en monarquía, cuyo trono
ocuparon sucesivamente once soberanos. El sitio de Megico, com-
parable al de Jerusalen en desgracias, y estragos, duró setenta y cinco
días, en cuyo tiempo murieron algunos millares de los doscientos mil
aliados que se hallaban presentes, y de novecientos Españoles, mas
de ciento. Se ignora el numero de Megicanos muertos, pero según
los datos de Cortés, de Bernal Díaz, y de otros historiadores, pasaron
de cien mil, sin contar los que murieron de hambre, o de enfermedad
ocasionada por el mal agua qjue bebian, o de la infección del aire,
que, según el mismo Cortés, fueron mas de cincuenta mil. El rei
de Megico, apesar de las magnificas promesas del general Español,
fue, después de algunos dias, puesto ignominiosamente en la tortura,
que soportó con invicta constancia, para obligarlo a declarar donde
estaban ocultas las inmensas riquezas de la cortfe, y de los templos f,
y de alli a tres años, murió ahorcado por ciertas sospechas, junta-
mente con los reyes de Tezcuco, y de Tlacopan %. Los Megicanos
' * Bernal Díaz dice que vio sacar del lago algunas cosas de oro, y entre otras
un sol semejante al que envió Moteuczoma a Cortés, cuando este se hallaba en la
costa.
f El tormento que se dio a Quauhtemotzin, fue el de quemarle ^oco a poco
los pies, después de habérselos untado con aceite. Acompañólo, y muño en el
tormento uno de sus privados. Bernal Diaz dice que también se dio la tortura
al rei de Tlacopan. Cortés, a pesar suyo, abrazó aquel indigno, y bárbaro par-
tido, por condecender con algunos perversos Españoles, que lo sospechaban de
quererse ap^oderar del tesoro del rei.
X Quauhtemotzin rei de Megico, Coanacotzin rei de Acolhuacan, y Tetlepan-
quetzaltzin rei de Tlacopan fueron ahorcados de un árbol, por sentencia de
Cortés, en Izancanac, ciudad principal de la provincia de Acallan, en uno de los
tres dias de carnaval del año de 1525. La causa de su muerte fue cierta conver-
sación que tubieron entre sí sobre sus desgracias, insinuando cuan fácil les seria,
si quisieran, matar a Cortés, ya todos los Españoles, y recobrar sus tronos, y su
libertad. Un traidor Megicauo, para grangearse la gracia de Cortés, le dio
cuenta de todo, alterando el sentido de las palabras, y representando como con-
juración tramada, lo que no era mas que im desahogo de la justa pesadumbre de
aquellos monarcas. Cortés, que viajaba entonces acia la provincia de Comayahuai,
con pocosi Españoles cansados, y con mas de 3,000 Megicanos, creyó que no le
FIN DEL IMPERIO MKGICANO. 185
con todas las naciones que contribuyeron a su ruina, quedaron, a pesar
de las cristianas, y humanisimas disposiciones de los reyes Católicos,
abandonados a la miseria, a la opresión, y al desprecio, no solo de los
Españoles, si no también de los mas viles esclavos Africanos, y de
sus infames decendientes, castigando Dios, en la miserable posteridad
de aquellos pueblos, la injusticia, la crueldad, y la superstición de sus
antepasados : horrible egemplo de la justicia divina, y de la instabilidad
de los reinos de la tierra.
quedaba otro arbitrio para evitar el peligro de que se creia amenazado, que el
de dar muerte a los tres reyes. " Esta egecucion, dice Berna! Diaz, fue de-
masiado injusta, y censurada por todos los que Íbamos en aquella jornada."
Ocasionó a Cortés una gran melancolia, y muchos desvelos. El mismo autor
añade que el P. Juan de Varillas, religioso Mercenario, los confesó, y exortó en
el patíbulo ; que eran buenos Cristianos, y murieron bien dispuestos : pero no
hai un solo autor que haga mención de un suceso tan notable, y tan glorioso
como el bautismo de aquellos tres reyes, llenando al mismo tiempo tantas paginas
de trivialidades, y frioleras. Torquemada, que trabajó 20 años en la historia de
Megico, y que llenó tres enormes volúmenes con pormenores sobre el descubri-
miento de las islas de Salojnon, las revoluciones de las Filipinas, las persecuciones
del Japón, y otras mil especies fuera de proposito, no hace siquiera mención de
la conversión de aquellos monarcas.
DECENDENCIA DEL REÍ MOTEUCZOMA.
MOTEÜCZOMA, IX reí deMegico, casado conMiAHUAJOCHiTi, su sobrina.
D. Pedro Johualicahuatzhi Motezuma, casado con Doña Catalina Quauhjo-
chitl, su sobrina.
D. Diego Luis Ihuitemotzin Motezuma, casada en España con Doña Fran-
cisca de la Cueva.
D. Pedro Tesifou Motezuma de la Cueva, I Conde de Motezuma, y de Tula,
y Vizconde de lluca, casado con Doña Geronima Porras.
D. Diego Luis Motezuma y Porras, II
Conde de Motezuma, &c. casado con
Doña Luisa Jofre Loaisa y Carrillo, hija
del Conde del Arco.
Doña Maria Geronima Motezuma Jofre de
íioaisa, III Condesa de Motezumn, &c.
casada con D. José Sarmiento de Va-
lladares, que fue virrei de Megico, y
I Duque de Atrisco.
I
Doña Fausta Domin-
ga Sarmiento y Mo-
tezuu)a, IV Conde-
sa de Motezuma,
muerta en tierna
edad en Megico en
1697.
Doña Melchora Sar-
miento Motezuma,
V Condesa de Mo-
tezuma, murió sin
sucesión en 1717?
por lo que recaye-
ron los estados de
Motezuma en Do-
ña Teresa Nieto,
&c. hija del I Mar-
ques deTenebron.
Doña Teresa Francisca Mo-
tezuma y Porras, casada
con D. Diego Cisneros de
Guzman.
Doña Geronima de Cisneros
Motezuma, casada con D.
Feliz Nieto de Silva, I Mar-
ques de Tenebron.
Doña Teresa Nieto de Silva y
Motezuma, II Marquesa de
Tenebron, y YJL Condesa de
Motezuma, &c. casada con
D. Gaspar de Oca Sar-
miento y Zuñiga.
D. Gerónimo de Oca y Mote-
zuma, III Marques de Te-
nebron, y VII Conde de
Motezuma, casado conDoña
Maria Josefa de Mendoza.
D. Joaquín de Oca Motezuma
y Mendoza, Vlll Conde de
Motezuma, &c. IV Mar-
ques de Tenebron, y grande
de España. (Vivia cuan-
do Clavigero escribió esta
obra.)
tíai en IVIegico y cu España algunas rumas laterales de esta ilustre estirpe.
DECENDENCIA^ DE HERNÁN CORTES.
D. FERNANDO, o HERNÁN CORTES, Conquistador, Gobernador, y Ca-
pitán General de Megico, I Marques del Valle de Oajaca, casado en segun-
das nupcias con Doña Juana Ramírez de Arellano y Zuñiga, hija de D. Car-
los Ramírez de Arellano, II Conde de Aguilar, y de Doña Juana de Zuñiga,
hija del Conde de Bañares, primogénito de D. Alvaro de Zuñiga, I Duque
de Bejar. Fue su hijo *
I.
D. Martín Cortés Ramírez de Arellano, II Marques del Valle, casado con
su sobrina Doña Ana Ramírez de Arellano. Fueron sus hijos
II.
1. D. Fernando Cortés Ramírez de Arellano, III Marques del Valle,
casado con Doña Mencfa Fernandez de Cabrera y Mendoza, hija de D. Pe-
dro Fernandez Cabrera y Bobadilla, II Conde de Chinchón, y de Doña Maria
de Mendoza y de la Cerda, hermana del Principe de Melito. Tubo D. Fer-
nando un hijo que murió niño. Sucedióle su hermano
2. D. Pedro Cortés Ramírez de Arellano, IV Marques del Valle, casado
con Doña Ana Pacheco de la Cerda, hermana del II Conde de Montalban.
Murió sin hijos, y le sucedió su hermana
3. Doña f uaná Cortés Ramírez de Arellano, V Marquesa del Valle, casada
con D. Pedro Carrillo de Mendoza, IX Conde de Priego, Asistente, y Capi-
tán general de Sevilla, y Mayordomo mayor de la Reina Doña Margarita de
Austria. Fue su hija
III.
Doña Estefanía Carrillo de Mendoza, y Cortés, VI Marquesa del Valle,
casada con D.Diego de Aragón, IV Du(iue de Terranova, Principe de Castel
* Ademas del heredero del marquesado tubo el conquistador muchos hijos
legítimos, y bastardos. Los primeros fueron, 1. Doña Maria Cortés, casada con
D. Luis de Quiñones, V Conde de Luna. 2. Doña Catalina, que murió en Se-
villa. 3. Doña Juana, muger de D. Fernando Enriquez de Ribera, II Duque de
Alcalá, &c. 4. Doña Eleonora, casada en Megico con Juan Tolosa, Biscaino.
Los bastardos fueron, 1. D. Martin Cortés, Caballero de la orden de Santiago,
hijo de la famosa Doña Marina. 2, Don Luis, hijo de una señora llamada Her-
raosilla, y otras tres hijas de tres Indias nobles.
188 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Vetrano, y del S. R. I. Marques de Avola, y de la Favara, Condestable y
Almirante de Sicilia, Comendador de Villafranca, Virrei de Cerdeña, Caba-
llero del ipsigne Orden del Toisón de Oro. Fue su hija única
IV.
Doña Juana de Aragón, Carrillo de Mendoza y Cortés, V Duquesa de
Terranova, y VII Marquesa del Valle, Camarera mayor de la Reina Doña
Luisa de Orleans, y después de la Reina Doña Mariana de Austria, casada
con D. Héctor Piñateli, V Duque de Monteleone, Principe de Noya, Mar-
ques de Cerchiara, Conde de Borelo, Virrei de Cataluña, Grande de Es-
paña, &c. Fue su hijo único
D. Andrés Fabricio Piñateli de Aragón, Carrillo de Mendoza y Cortés,
VI Duque de Monteleone, VI Duque de Terranova, VIII Marques del Valle,
Grande de España, Gran Camarlengo de Ñapóles, Caballero del Toisón de
Oro, &c., casado con Doña Teresa Pimentel y Benavides, hija de D. An-
tonio Alfonso Pimentel de Quiñones, XI Conde de Benavente, de Luda, de
Mayorga, Grande de España, Bcc, y de Doña Isabel Francisca de Benayides,
m Marquesa de Javalquinto, y de Villareal. Fue sfc hija
VI.
Doña Juana Piñateli de Aragón, Pimentel, Carrillo de Mendoza, y
Cortés, VII Duquesa de Monteleone, VII Duquesa de Terranova, IX Mar-
quesa del Valle, Grande de España, &c., muger de D. Nicolás Piñateli, dé
los principes de Noya, y Cerchiara, Principe del S. R. I. Virrei de Cerdeña,
y de Sicilia, Caballero del Toisón de Oro, &c. Fue su hijo *'
VII.
D. Diego Piñateli de Aragón, &c., VIII Duque de Monteleone, y de Ter-
ranova, X Marques del Valle, Gran Almirante, y Condestable de Sicilia,
Grande de España, &c., casado con Doña Margarita Piñateli, de los Duques
de Bellosguardo. Fue su hijo
VIH.
D. Fabricio Piñateli de Aragón, IX Duque de Monteleone, y de Terranova,
XI Marques del Valle, Grande de España, &c., casado con Doña Constanza
Medici, de los Principes de Ortajano. Fue su hijo
IX.
D. Héctor Piñateli de Aragón, &c. X Duque de Monteleone y de Tei-
DECENDENCIA DK HERNÁN CORTÉS. 18í)
ranova, XII Marques del Valle de Oajaca. Vivía cuando Clavijero escribió
su historia, y se casó en Ñapóles con Doña N. Piccolomini de los Duques de
Amalfi.
De Doña Juana Piñateli, y D. Nicolás Piñateli, No. VI, nacieron cuatro
hijos, Diego, Fernando, Antonio, y Fabricio, y cuatro hijas, Rosa, Maria
Teresa, Estefanía y Catalina. 1. D. Diego fue el heredero del Marque-
sado del Valle, y de los Ducados de Terranova y Monteleone. 2. D. Fer-
nando se casó con Doña Lucrecia Piñateli, Princesa de Strongoli, y su hijo
D. Salvador con Doña Julia Mastrígli de los Duques de Marigliano.
3. D. Antonio se casó en España con la hija única del Conde de Fuentes, y
fue su hijo D. Joaquín Piñateli de Aragón, Moncayo, &c. Conde de Fuentes,
Grande de España, &c. Embajador de España en las Cortes de Inglaterra, y
Francia, y Presidente del Consejo de Ordenes, cuyo hijo D. Luis se casó con
la hija única y heredera de Casimiro Piñateli, Conde de Egmont, Teniente
General de los egercitos Franceses. 4. D. Fabricio se casó con Doña Vir-
ginia Piñateli, hermana de la princesa de Strongoli, cuyo hijo D. Miguel fue
Marques de Salice y Guagnano. 5. Doña Rosa se casó con el Principe de
Scalea. 6. Doña Mar^ Teresa con el Marques de Westerlo, Señor Bohemio.
7. Doña Estefanía con el Principe de Bisiñano. 8. Doña Catalina con el
Conde de Acerra.
^>^ -«í» mipjjd / ,■.;.' v-^.A -í- í:-";:^ < „.i..,|! (|
DISERTACIONES
LA TIERRA, LOS ANIMALES, Y LOS HABITANTES
DE
MEGICO.
* :*>*
,^„
DISERTACIONES
LA TIERRA, LOS ANIMALES, Y LOS HABITANTES
MEGICO;
EN QUE
Se confirma en parte la Historia Antigua de aquel pais, se ilustran muchos artí-
culos de Historia Natural, y se confutan muchos errores publicados sobre
America por algunos célebres Escritores modernos.
AL LECTOR.
Las disertaciones que ofrezco al público son necesarias, no solamente
útiles, para ilustrar la Historia Antigua de Megico, y para confirmar
la verdad de muchas especies contenidas en ella. La primera tiene
por obgeto suplir la falta de noticias sobre la primera población del
Nuevo Mundo. La segunda, aunque parecerá fastidiosa, no d«ja de
tíer útil, para conocer los fundamentos de nuestra Cronología, y ayudar
a los que emprendan escribir la Historia de los países de Anahuac.
Todas las otras podran servir a disipar en los lectores incautos los
errores a qué los habrán inducido los escritores modernos, que des-
provistos de conocimientos solidos, se han puesto a escribir sobre la
tierra, los animales, y los hombres de America.
¡ Cuantos, al leer, por egemplo, las investigaciones de Mr. Paw no
se llenarán la cabeza de ideas disparatadas, y contrarias a lo que yo
digo en mi Historia ! Aquel escritor es un filosofo a la moda ; hom-
bre erudito, en ciertas materias en que mas le convendría ser igno-
rante, o callar a lo menos ; realza sus discursos con bufonadas, y
maledicencia, ridiculizando todo lo mas sagrado que se venera en la
iglesia de Dios, y mordiendo a cuantos se le presentan, sin ningún
respeto a la inocencia, y a la verdad ; decide francamente, y en tono
magistral, citando a cada paso a los escritores Americanos, y protes-
TOMO II. O
194 ' AL LECTOR.
tando que sa obra es fruto de diez años de sudores. Todo esto hace
mui recomendable a un escritor, para con cierta clase de lectores, en
el siglo filosófico en qué vivimos. Su mordacidad, el desprecio con
que habla de los mas respetables Padres de la Iglesia, la mofa que
hace de los sumos Pontífices, de los Soberanos, y de las ordenes Re-
ligiosas, y la poca estima en que tiene a los libros Santos, en vez de
disminuir su autoridad, podra aumentarla, en esta edad, en que se
han publicado mas errores que en todas las precedentes, y en que
tantos literatos tienen a honra escribir con desenfreno, y mentir con
descaro ; en que no se aprecia al que no es filosofo, y en que no es
filosofo quien no se burla de la Religión, y quien no adopta el lenguage
de la impiedad.
El obgeto de la obra de Mr. de Paw es persuadir al mundo que en
America la naturaleza ha degenerado enteramente en los elementos,
en las plantas, en los animales, y en los hombres. La tierra, cubierta
de ásperos montes, y peñascos, y en las llanuras, bañada de aguas
muertas, y podridas, o sombreada por bosques tan espesos que no
pueden penetrar en ellos los rayos solares, es, según aquel autor,
sumamente estéril, y mas abundante en plantas venenosas que todo
el resto del mundo ; el aire mal sano, y mucho mas frió que el del
otro continente ; el clima contrario a la generación de los animales.
Todos los propios de aquellos paisas eran mas pequeños, mas diformes,
mas débiles, nías cobardes, mas estupidos, que los del mundo antíguo,
y los que se han trasportado alli de otras partes, inmediatamente han
degenerado, como ha sucedido con los vegetales transplantados de
Europa. Los hombres apenas se diferenciaban de las bestias si no en
la figura, y aun en esta se echaban de ver muchas trazas de degenera-
ción ; el color aceitunado, la cabeza dura, y con pocos, y gruesos ca-
bellos, y todo el cuerpo privado enteramente de pelo. Son feos,
débiles, y sugetos a muchas enfermedades estravagantes, ocasio-
nadas por la insalubridad del clima. Pero por imperfectos que
sean sus cuerpos, aun lo son mucho mas sus almas. Son tan faltos
de memoria, que no se acuerdan hoi, de lo que hicieron ayer. No
reflexionan, ni coordinan sus ideas, ni son capaces de mejorarlas, ni
de pensar, por que los humores de sus cerebros son gruesos, y vis-
cosos. Su voluntad es insensible a los estímulos del amor, y a los
de las demás pasiones. Su pereza los tíene sumergidos en la imbeci-
lidad de la vida salvage. Su cobardía se hizo ver claramente en la
época de la conquista. Sus vicios morales corresponden a sus de-
/
AL LECTOR. 196
fectos físicos. La embriaguez, la mentira, la pederastía eran comunes
en las islas, en Megico, en el Peni, y en todas las regiones del nuevo
continente. Vivian sin leyes, y las pocas artes que conocian eran
groserisimas. La agricultura estaba en el mayor abandono ; su arqui-
tectura era mezquinisima, y mas imperfectos aun sus instrumentos, y
utensilios. En todo el Nuevo Mundo no habia mas que dos ciudades.
Cuzco en la America Meridional, y Megico en la Septentrional, y
estas no eran mas que miserables aldeas.
He aqui un ligero bosquejo del monstruoso retrato que Mr. de Paw
hace de la America. No lo copio enteramente, ni cito lo que sobre
el mismo asunto han dicho otros autores mal informados, o mal preve-
nidos, porque me falta la paciencia para repetir tantos despropósitos.
No es mi intento escribir la apologia de America, y de los Americanos,
por que este asunto exigiría una obra voluminosa. Para escribir un
error, o una falsedad, basta un renglón : para impugnarlo no basta un
pliego, y ni aun suele bastar un tomo. ¿ Qué no se necesitaría pues
para refutar tantos centenares de falsedades, y de errores? Solo
atacaré los que se oponen a la verdad de mi historia. He escogido
la obra de Mr. de Paw, por que en ella, -como en un muladar, se han
recogido las inmundicias, esto es, los errores de los otros. Si parecen
fuertes mis espresiones, ha sido por que no he creido conveniente em-
plear la dulzura con un hombre que se pone de hecho pensado a in-
juriar al Nuevo Mundo, y a las personas mas respectables del An-
tiguo.
Pero aunfjue la obra de Mr. de Paw sera el principal baluarte a
qué dirigiré mis tiros, tendré que habérmelas con otros autores, y
entre ellos con el Conde de Buffon. Tengo en gran estima a
este ilustro Francés, y lo creo el mas diligente, el mas elocuente,
y el mas exacto de todos los naturalistas de nuestro siglo : no pienso
que ningún otro lo haya exedido en el arte difícil de describir los
animales; pero siendo tan vasto el argumento de su obra, no es
estraño que a veces se engañase, o pusiese en olvido lo que habia
dicho antes, especialmente sobre America, donde es tan varia la natu-
raleza : por lo que ni sus descuidos, ni las razones con que los ataco
podran de ningún modo perjudicar a la gran reputación de que goza
en el mundo literario.
En la comparación que hago entre un continente y otro, no es mi
designio elogiar la America a espensas de las otras partes del mundo,
si no indicar las consecuencias que se deducen naturalmente de los
o2
196 AL LECTOR.
principios establecidos por los autores que impugno. Estos paralelos
son demasiado odiosos, y el que pondera apasionadamente su pais,
colocándolo sobre todos los otros, se parece mas a un muchacho que
pelea, que a un literato que disputa.
En las citas de la Historia de los cuadrúpedos del conde de Buffon,
me he valido de la edición hecha en Paris en la imprenta Real, en
treinta y un tomos, y concluida el año de 1768. En las de las In-
vestigaciones de Mr. de Paw, me he servido de la edición de Londres
de 1771, en tres tomos, con las impugnaciones de Peraetty, y la
respuesta del autor.
DISERTACIÓN I. T ,
SOBRE EL ORIGEN DE LA POBLACIÓN DE AMERICA, Y PARTI-
CULARMENTE DE LA DE MEGICO.
Apenas se hallará en la historia un problema de mas difícil resolución,
que el del origen de la población del Nuevo Mundo, ni sobre el cual reine
mayor variedad de opiniones. Puede decirse que estas son tantas,
cuantas las de los filósofos antiguos sobre la esencia del sumo bien.
Ni trato de examinarlas todas, por que seria un trabajo inútil, ni de
establecer un sistema nuevo, por que carezco de fundamentos en qué
apoyarlo. Quiero tan solo esponer, y someter al juicio de los hom-
bres doctos mis congeturas, por que me parece que no serán de un
todo infructuosas : mas para proceder con aquella claridad, y preci-
sión que el asunto exige, dividiré el punto general en varios artículos,
y declararé en diversas conclusiones mis ideas.
¿ En qué tiempo empezó a poblarse la America ?
Betancourt y otros autores creyeron que el Nuevo Mundo empezó
a poblarse §ntes del diluvio. Pudo ciertamente verificarse asi, por
que el espacio de 1656 años transcurridos entre la creación de los
primeros hombres, y aquella gran catástrofe, según la Cronología del
testo Hebreo del Génesis, y mucho mas el de 2242, o 2262 años,
según el computo de los Setenta, fue suficiente para poblar toda la
tierra, como algunos escritores han demostrado. A lo menos, des-
pués de diez o doce siglos, pudieron algunas familias de las que se
esparcieron en las partes mas Orientales del Asia, pasar al continente
Occidental, que llamamos America, sea, como yo creo, por estar
unida a ellas, sea por estar separada tan solo por un pequeño estrecho.
Pero ¿como se probará que en efecto la America se pobló antes del
diluvio? Por que en America, dicen algunos de los que sostienen
aquella opinión, habia gigantes, y la época de estos fue ante-dilu-
viana*. Por que Dios, dicen otros, no creó la tierra si no para que
* Gigantes erant super terram in diebus iilis. — Gen. vi.
198 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
fuese habitada*, y no es verosímil q«e habiendo creado la America
con este obgeto, quisiese dejarla tanto tiempo sin habitantes, especial-
mente habiendo mandado a los primeros hombres, que se multiplicasen,
y cubriesen la tierra f. Pero aun concediendo que el sagrado testo
en que se hace mención de los gigantes deba entenderse en el sentido
vulgar, esto es, en el de hombres de estraordinaria altura y corpulen-
cia, y aunque no dudo que hubiese de estos hombres en America, no
obstante lo que dicen Mr. Sloane:|:, Mr. de Paw, y otros que solo
creen lo que ven, de ningún modo confirma esto la opinión de la
población ante-diluviana: pues los mismos libros Santos hablan de
algunos gigantes posteriores al diluvio, como fueron Og, rei de
Bazan§, y los cinco de que hacen mención los libros de los Reyes.
Podemos congeturar que habria otros muchos, tanto en Palestina,
como en otros paises, de que no hablan los historiadores Sagrados,
por que no importaba a su proposito. El testo de Isaias nada prueba
en favor de aquella opinión : pues aunque Dios formó la tierra para
que fuese habitada, nadie puede adivinar el tiempo que fijó para la
egecuciou de sus altos designios.
* Ipse Deus formam terram, et faciens eam .... non in vanum creavit eam, ut
habitaretur formavit eam. — Isa. xlv. .
t Crescite et mtiltiplicamini et replete terram.— Gen., ii.
X El escrito del Ingles Sloane, en que trata de probar que los grandes huesos
encontrados en America son de elefantes, y otros animales, y no de gigantes se
halla en las Memorias de la Academia de Ciencias de París, de 1727- Ademas de
lo que he dicho en el libro 1 sobre esta opinión, tiene en contra el dicho del Dr.
Hernández, testigo ocular, inteligente, y sincero. Per multa gigáMm non vul-
garts magnitudinis ossa, per hosce dies inventa sunt, cum apud Tescocanos, tum
apud Tollocenses. Heec autum notiora sunt, quam ut fides queat itlis ab aliquo
denegari, et tamen non me latet a multis judicari multa fieri nonposse, ante quam
facta sunt. Adeo verum est, atque indubttatum quod Plinius noster dixit : naturee
vim atque majestatem ómnibus momentis Jidei carere. Si en las escavaciones hechas
en Ameriía solo se hubieran hallado huesos sueltos y separados, podría creerse
que pertenecían a grandes cuadrúpedos ; pero habiéndose hallado cráneos, y
esqueletos enteros humanos, no hai lugar a las congeturas de Sloane. Véase lo
que cuenta Acosta acerca del esqueleto gigantesco desenterrado en 1556 en Jesús
del Monte, casa de campo de los Jesuítas de Megico, hallándose aquel escritor
en ella. Véase lo que dice Zarate, hombre docto y respetable, sobre los huesos y
cráneos humanos descubiertos en Puerto Viejo, en la provincia de Guayaquil.
Véase lo que refiere el sincerisimo Bernal Diaz de los huesos presentados a
Cortés por los Tlascaleses.
§ Torrubia en su Aparato a la Historia Natural de España incurre tres veces
en el error de que Og fue ante-diluviano, y afirma espresamente que se ahogó en
el diluvio.
SO«RE LA POBLACIÓN DK AMERICA. 199
El viagero Gemelli dice, alegando ciertas pinturas Megicanas, que
la ciudad de Megico fue fundada en el año li Calli, correspondiente,
según él mismo, al 1325 de la creación del mundo : esto es, mas de
trescientos años antes del diluvio : pero este enorme desproposito no
fue error de su mente, si no un descuido de su pluma, como clara-
mente se infiere de todo el contesto de su narración: asi que, injusta-
mente se lo echa en cara el maldiciente investigador, el cual achaca
también el mismo dislate al ilustre Sigüenza, que fue de opinión con-
traria. Es cierto que la ciudad de Megico fue fundada el año
II Calli, y que este fue el de 1325; pero no de la creación del mundo,
si no de la era Cristiana. Gemelli en lugar de escribir lo uno, escri-
bió lo otro.
Por otra parte, es inútil averiguar si la población ^e America em-
pezó antes del diluvio : pues por una parte, es imposible descubrir la
verdad en un punto tan oscuro, y por otra, siendo indudable que en
el diluvio perecieron todos los hombres, es necesario volver a buscar
pobladores después de aquella gran calamidad. Sé que algunos au-
tores circunscriben el diluvio a los confines de una parte del Asia :
pero también sé qu^ esta opinión no está de acuerdo ni con el testo
espreso de la Santa Escritura*, ni con la tradición de los mismos
Americanos -f-, ni con las observaciones fisicas.
* Operti sunt omnes montes excelsi sub universo ocelo. Quindicim cubitis altior
fuit aqua super montes quos operuerat. — Gen.vii. Parece que Dios inspiró estas
palabras para desmentir a los incrédulos, pues no es fácil espresar con mas cla-
ridad la un'j^ersalidad del diluvio. Pero aunque solo se entendiese el testo de los
montes de Palestina, y de otros países inmediatos, como algunos opinan, no en-
tiendo como pueda el agua, con arreglo a las leyes naturales, alzarse quince
codos sobre los montes de aquella tierra, sin anegar todo el mundo antiguo, y
aun el nuevo. Y si el diluvio no fue universal ¿ a qué fin mandar construir el
arca, cuando tan fácilmente podia la familia de Noe sustraerse a la inundación,
pasando a otros países que estaban esentos de aquella calamidad ? ¿ Por qué
encerrar en el arca individuos de toda especie de cuadrúpedos, aves*y reptiles, a
fin de conservar sus espedes, en la superficie de la tierra, como tan terminante-
mente se lee en el Génesis ? Quedando las especies de anímales esparcidas en
otras regiones a qué no llegaron las aguas, aquella precaución era del todo in-
fructuosa, y ridicula, especialmente con respecto a las aves. Por estas y otras
razones no menos poderosas, debemos concluir que los que creyendo divina la
autoridad de los libros sagrados, niegan sin embargo la universalidad del diluvio,
tienen alguna desorganización o vicio en el cerebro.
t Queriendo Dios hacer respetar su justicia por la posteridad de Noe, y con-
fundir la incredulidad de los mortales, dispuso que ademas de la autoridad de la
Biblia, y de los cuerpos marinos que en gran cantidad se hallan en los montes.
200 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
El Dr. Sigüenza creyó que la población de America empezó poco
después de la dispersión de las gentes. Como carezco de los MS de
aquel ilustre Megicano, ignoro los fundamentos en que apoya su opi-
nión, la cual es conforme a la tradición de los Chiapaneses, de que
luego haré mención. Otros autores, por el contrario, la creen de-
masiado moderna, por que los historiadores de Megico, y Perú no
hallaron en aquellas naciones memoria alguna de sucesos anteriores a
ocho siglos. Pero confunden la población de Megico hecha por los
Chichimecos, y por los otros Azteques, con la que sus antepasados
fundaron muchos siglos antes en los paises Septentrionales, ni saben
distinguir a los Megicanos, de otras naciones que antes que ellos
habitaron aquel país. ¿ Quien sabe, por egemplo, cuando entraron en
el pais de Anahuac, los Otomites, los Olmeques, los Cuitlateques, y
los Michuacaneses ? No es de estrañar que no se hallasen en Me-
gico memorias de sucesos anteriores a ocho siglos, pues, ademas de
la perdida de innumerables monumentos históricos de aquellas na-
ciones, no sabiendo la mayor parte de los escritores la relación entre
los años Megicanos, y los nuestros, debieron incurrir, y en efecto
incurrieron en un gran numero de anacronismos í pero los que adqui-
rieron mayor abundancia de pinturas antiguas, y escogidas, y tubieron
mayor sagacidad para indagar la cronología, hallaron ciertamente
memorias de tiempos mas remotos, como hicieron Sigüenza e Ijtliljo-
chitl, sirviéndose de ellas en sus apreciables escritos.
Yo no dudo que la población Americana sea antiquísima, y mucho
mas de lo que creen los autores Europeos. 1. Porque los Ameri-
canos carecían de ciertas artes o inventos, como la aplicación de la
cera, y del aceite al alumbrado, que, por una parte, son muí antiguos
como otros tantos monumentos irrefragables del diluvio, se eonservase la memo-
ria de aquel espantoso, y general castigo entre las naciones Americanas. Estas,
sin tener noticia del Génesis, ni comunicación con los pueblos antiguos, conser-
vaban la memoria del diluvio, como lo testifican Gomara, Acosta, Herrera, y
otros muchos escritores, que investigaron cuidadosamente aquel punto. Los
Tolteques, los Acolhuis, los Tarasques, o Michuacaneses, los Megicanos, los
Mijteques, los Tlascaleses, los Chiapaneses, y otros muchos pueblos seguían
aquella tradición, y la representaron en sus pinturas. Todos ellos creian que la
inundación liabia sido universal, y que todos los hombres se hablan ahogado,
exepto un hombre, y una muger, o una familia. Este en un hecho de que no
puede dudar quien proceda de buena fe. Véase lo que he dicho acerca de esto
en la Historia, y lo que diré después. El P. Acosta dice que todos los Indios
tenian noticia del diluvio : pero esto debe entenderse de los que vivian en so-
ciedad.
SOBRE LA POBLACIÓN DE AMERICA. 201
en Asia, y en Europa, y por otra, tan necesarios, que una vez apren-
didos no se olvidan jamas. Luego los que pasaron del antiguo al
nuevo continente, y propagaron en este la especie humana, verificaron
su emigración, antes de aquellos descubrimientos. 2. Porque las
naciones del Nuevo Mundo que vivian en sociedad, y especialmente
las de Megico, conservaban en sus pinturas, y tradiciones la memoria
de la creación del mundo, del diluvio, de la torre de Babel, de la
confusión de las lenguas, y de la dispersión de las gentes, aunque
alterada con algunas fábulas, y no tenian noticia de los sucesos
ocurridos después en Asia, África, y Europa, habiendo algunos tan
grandes e importantes, que no era fácil echarlos en olvido. 3. Porque
ni los Americanos tenian la menor idea de los pueblos del Mundo
Antiguo, ni estos de aquellos, ni en unos, ni en otros se halla el menor
recuerdo del transito de los hombres a America. Estos razones hacen
si no cierta, verosimil al menos mi opinión *.
I Quienes fueron los pobladores de America ?
Los que no reconocen en los libros Santos el sello de la verdad
divina, o reconociendo!» no hacen caso de lo que su autoridad sanciona,
dicen que los Americanos no decienden de Adán y de Noe, creyendo,
o fingiendo creer que como Dios creó al primero, para que fuese el
padre de los Asiáticos, asi formó antes o después otros hombres para
que fuesen padres de los Africanos, de los Europeos, y de los Ameri-
canos. Esto no se opone, según un autor moderno, a la verdad de
la Biblia, porque si bien Moisés no hace mención de otro primer
patriarca que Adán, fue por que no escribía la historia de todos los
pueblos, sino solo la de los Israelitas. Pero ademas de que este
rancio sistema contradice abiertamente la venerable tradición, la
sagrada Escritura i-, y la creencia común de la iglesia "Católica (cosas
* Cierto autor moderno afirma que la población de America es anterior al uso
del hierro, porque no se encontr^l este uso entre los Americanos. Esta opinión
carece de fundamento, pues la inrticion del hierro es anterior al diluvio. De
Tubalcain, sesto nieto de Adán, ^i dice en la Escritura Santa que trabajó en
todas las obras de cobre, y de hierro^. Sella genuit Tubalcain, qui fuit malleator,
et faber in cuneta opera cerls et ferñ. Gen. iv. ¿ Se dirá acaso que la America
se pobló antes de la época de Tubalcain ? Los Americanos no usaron del hierro,
quizas por que en los paises Septentrionales donde se establecieron al principio
no hallaron aquel metal, y poco a poco se fue perdiendo su memoria.
f Tres isti filii sunt Noe : ab his dissemtnatum est omne genus hominum super
universam terram. Gen. ix. Fecit ex uno omne hominum genus inhabitare super
faciem universee terree, Ac. xvii- No se puede espresar de un modo mas claro el
origen común de todos los hombres, de Adán, y de Noe.
aOSS HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
en verdad poco importantes a los ojos de aquella clase de ülosofos),
se halla desmentido por la tradición de los mismos Americanos, los
cuales en sus pinturas, y en sus cánticos se reconocen decendientes
de los hombres que se preservaron de la inundación universal. Los
Tolteques, los Acolhuis, los Megicanos, los Tlascaleses, los Tarasques,
los Mijteques, los Chiapaneses, y otros pueblos están de acuerdo en
este punto ; todos decian que sus abuelos habian venido de otros
paises ; indicaban el camino que habian seguido, y aun conservaban
los nombres verdaderos o falsos de aquellos primeros progenitores,
que después de la confusión de las lenguas se separaron de los demás
hombres.
El Sr. Nufiez de la Vega, obispo de Chiapa, dice en el proemio de
sus Constituciones Sinodales, que en la visita que él mismo hizo de
su diócesis a fines del siglo pasado, halló muchos calendarios antiguos
de los Chiapaneses, y un antiguo MS, en la lengua de aquel pais,
hecho por los mismos Indios, en que se decia, según su tradición, que
un cierto Votan * tubo parte en la construcción de aquel gran edificio,
que se alzó para subir al cielo, por orden de uno de sus antepasados ;
que alli tomó cada pueblo su idioma respectivo^ y que el mismo Votan
fue destinado por Dios, para hacer la división de la tierra de Anahuac.
Añade que en su tiem[)o habia en Teopijca, pueblo grande de aquella
diócesis, una familia del nombre de Votan, que se creia decendiente
de aquel personage. No pretendo yo dar tanta antigüedad a los
Americanos, si no solo demostrar que se creian decendientes de
Noe.
De los antiguos habitantes de Cuba cuentan muchos historiadores,
que preguntados por los Españoles sobre su origen, respondieron
haber oido decir a sus progenitores que Dios creó el cielo, la tierra,
y todas las cosas; que habiendo vaticinado un viejo cierta gran inun-
dación, con la cual Dios queria castigar los pecados de los hombres,
fabricó una gran canoa, y se embarcó en ella con su familia, y con
muchos animales ; que pasada la inundación, soltó un cuervo, el cual
habiendo hallado cadáveres con que alimentarse, no volvió mas a la
canoa ; que después soltó una paloma, la cual volvió de alli a poco,
trayerklo en el pico una rama de Hoba, que es un árbol frutal de
America; que cuando el viejo vio enjuta la tierra, desembarcó, y
habiendo hecho vino con ubas silvestres, bebió de él, y se embriagó ;
que entonces uno de sus hijos se burló de su desnudez, y otro mas
respetuoso lo cubrió ; que cuando salió de su letargo, bendijo a este,
* P^otan era el principal de aquellos veinte hombres ilustres (jue dieron sus
nombres a los veinte dias del año Chiapanes.
SOBRE LA POBLACIÓN DE AMERICA. 203
y maldijo a aquel ; finalmente que ellos decendian del hijo maldito, y
por eso andaban desnudos, y que los Españoles, que estaban vestidos,
decenderian quizas del otro.
Los Megicanos llamaban a Noe, Cojcoj, y Teocipactli, y los
Michuacaneses Tezpi. Estos decian que hubo un gran diluvio, y
que Tezpi, para no ahogarse, se embarcó en una nave, hecha a guisa
de arca, o caja, con su muger, sus hijos, muchas especies de animales,
y una provisión de granos, y semillas ; y que viendo que las aguas
disminuian, dio libertad a un pajaro de los que alli se llaman Aura, el
cual se quedó fuera para comer cuerpos muertos, y después soltó
otros pájaros que tampoco volvieron, exepto uno (el chupa-mirto), tan
apreciado en aquellos paises por el hermoso color de sus plumas ; y
este le trajo una rama de árbol *, y que de aquella familia decendian
todos los habitantes de Michuacan. Luego ora nos apoyemos en la
. ' Biblia, ora en las tradiciones Americanas, debemos buscar en la
I- posteridad de Noe los pobladores del Nuevo Mundo.
Pero ¿ quienes fueron estos ? ¿ Cual de los hijos de Noe fue el
tronco de aquellas naciones ? El Dr. Sigüenza, y la ingeniosa Megi-
cana Sor Juana Inés *de la Cruz, creyeron, o conge turaron que los
Megicanos, y las otras naciones de Anahuac decendian de Nephtuim,
hijo de Mesraim, y nieto de Cham. Boturini fue de opinión que no
solo provenían de Nephtuim, sino de sus otros cinco hermanos. El
docto Español Arias Montano se persuadió que los Americanos, y
especialmente los del Perú, pertenecían a la posteridad de Ofir, cuarto
L nieto de Sem. Sus razones son tan débiles que no merecen refuta-
\ cion. De las de Sigüenza hablare después.
Los otros autores que no han querido penetrar con sus indagaciones
hasta una antigüedad tan remota, han buscado en diversos paises del
I mundo el origen de los Americanos. Sus opiniones son tantas, y tan
diversas que no es casi posible numerarlas. Unos creen descubrir
sus progenitores en Asia, otros en África, otros en Europa. Entre
los que abrazan esta ultima opinión, unos dicen que eran Griegos,
otros que eran Romanos; otros los hacen Españoles, Irlandeses,
* Herrera Dec. 3, lib. iii, cap. 10. Véase lo que el mismo dice en la Dec. 4,
lib. i, cap. 2 ; acerca de lo que referían los Indios de Tierra firme, sobre su
origen. Véanse también el mismo Herrera, Torquemada, y otros sobre la tra-
dición de los Haitianos. De la de los Megicanos, Aeolhuis, y Tlascaleses, he
hablado en el libro ii de mi Historia. De la de los Tolteques hacen mención
Boturini, Torquemada, y otros. Garcia habla de la de los Mijtcqucs en su
erudito Tratado sobre el Origen de los Indios.
204 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Curlandeses, y aun Rusos. De los que prefieren el origen Africano,
unos lo atribuyen a los Egipcios, otros a los Cartagineses, otros a los
Numidas. Pero aun es mayor la variedad entre los partidarios del
origen Asiático. Los Israelitas, los Caldeos, los Asirlos, los Fenicios,
los Persas, los Tártaros, los Indios Orientales, los Chinos, los Japo-
neses, todos tienen sus abogados entre los historiadores, y los filósofos
de estos dos últimos siglos. Otros hai que no hallando lo que busca-
ban en los paises conocidos, sacan de las aguas la famosa Atlantida,
para enviar de alli colonos al continente Occidental ; y aun esto es
poco, pues ha habido escritores, que para quedar bien con todos,
afirman que los Americanos provienen de todas las naciones de la
tierra.
La causa de tantas, y tan estravagantes opiniones ha sido el error
común de que para creer a una nación originaria de otra, solo basta
hallar alguna afinidad en las voces de sus lenguas, o alguna semejanza
en sus ritos, «sos, y costumbres. Tales son ios fundamentos de casi
todos aquellos sistemas, que recogió e ilustró con gran erudición el
Dominicano Garcia, y que aumentaron los doctos Españoles que
reimprimieron su obra con adiciones considerítbles. En ella podra
veí-los el curioso lector, pues yo creeria perder el tiempo en refu-
tarlos.
Pero no puedo omitir la opinión del Dr. Sigüenza, adoptada por el
ilustre obispo Francés Pedro Daniel Huet, y que me parece la mas
solida y racional. Según estos escritores, las naciones que poblaron
el imperio Megicano pertenecían a la decendencia de Nephtuim, de
la cual algunas familias, saliendo del Egipto, poco después de la
confusión de las lenguas, se dirigieron acia el continente que nosotros
llamamos Nuevo Mundo. Las razones en que Sigüenza fundó su
sistema, solo se hallan indicadas en la Biblioteca Megicana. Quisié-
ramos verlas espuestas con aquella fuerza, y erudición que su sabio
autor emplearía en la obra original : mas privados de sus apreciables
MS, nos contentaremos con referirnos a Eguiara en su ya citada
Biblioteca.
Reducense pues sus fundamentas a la conformidad que se observa
entre las naciones Americanas, y los Egipcios, en el uso de las pira-
mides, y de los geroglificos, en el modo de computar el tiempo, en el
trage, y en algunos usos, a que se añadirá quizas la semejanza del Teotl
de los Megicanos, con el Theuth de los Egipcios, que fue lo que indu-
jo a Huet a seguir la opinión de Sigüenza, aunque por diverso cami-
no. He dicho que estos argumentos son solidos, y bien fundados ;
SOBRE LA POBLACIÓN DE AMERICA. 205
mas solo para formar congeturas, no para asegurar una verdad, pues
bajo este aspecto los creo sugetos a varias obgeciones.
Sigüenza quiere que los hijos de Nephtuim saliesen de Egipto para
America, poco tiempo después de la confusión de las lenguas : y para
sacar de aquí alguna probabilidad, debería comparar las costumbres
de los Americanos, con las de los primeros Egipcios, no con las de sus
decendientes, que muchos años después se establecieron en Egipto, y
de los cuales no creen provenir los pueblos de America. Ahora bien
¿ quien creerá que los Egipcios, inmediatamente después de la disper-
sión de las gentes, empezaron a erigir pirámides, y a servirse de gero-
glificos, y que desde entonces arreglaron sus años, y meses, en la mis-
ma forma en que después los tubieron ? Todo esto fue sin duda pos-
terior a la época de que se trata. Ni necesitaban los Americanos
ver las pirámides de Egipto para construir otras del mismo genero,
pues para esto bastaban los montes, verdaderos modelos de aque-
llas obras colosales. La forma piramidal es la que naturalmente se
presenta al que quiere perpetuar su memoria en un edificio, pues no
hai otra que ofresca tanta elevación con menos dispendio, disminuyén-
dose la cantidad de Í5s materiales a medida que sube la obra. Ade-
mas que las construcciones Megicanas eran totalmente diversas de las
de los Egipcios. Estas eran verdaderas pirámides ; aquellas se com-
ponían de tres cuatro, o mas cuerpos cuadrados, o cuadrilongos, de
los cuales los inferiores tenian mas amplitud que los superiores. Las
Egipcias eran huecas ; las Megicanas macizas ; estas servían de base
a los santuarios ; aquellas de sepulcro a los reyes. Los templos de los
Megícanos, y de los otros pueblos de Anahuac eran de un dibujo tan
singular, que no creo que los haya habido semejantes en ninguna otra
nación: así que deben considerarse como invención original de los
Tolteques, o de otros pobladores mas antiguos.
Mayor analogía se halla en el modo de computar el tiempo, que
tenian aquellas dos naciones, aunque no debemos olvidar que se trata
de los Egipcios posteriores, no ya de los primeros, de quienes nada se
sabe. El año Egipcio era solar, y de 365 días como el de los Megica-
nos : los unos, y los otros contaban 360 días en sus meses, añadiendo
5 días los Egipcios a su mes Mesori, y 5 los Megícanos a su mes Iz-
calli, en'Io que convenían también con los Persas: pero por lo demás
había gran variedad entre unos y otros. El año Egipcio constaba de
12 meses, y cada mes de 30 días : el año Megicano religioso, pues del
civil, y astronómico nada se sabe, se componía del 18 meses, y cada
mes de 20 días. Los Egipcios, como otras muchas naciones del anti-
206 HISTORIA ANTIGUA DK MEGICO. .
guo continente, contaban por semanas : los Megicanos por periodos
de 5 dias en el orden civil, y de 13 en el religioso.
Los geroglificos eran comunes a los dos pueblos: pero ¡cuantas
otras naciones no se han servido de ellos para significar de un modo
misterioso los dogmas de su creencia ! Y si los Megicanos aprendie-
ron de los Egipcios los geroglificos ¿ por que no les tomaron también
el uso de las letras? Se dirá que por que estas se inventaron después
de su separación ; pero ¿ quien sabe si los geroglificos se inventaron
antes ?
El trage de los primeros Egipcios habrá sido probablemente el mis-
mo de los otros hijos, y nietos de Noe : a lo menos, no hai motivo para
creer lo contrario. En cuanto a las instituciones politicas de aquellos
primeros hombres nada sabemos. Los mas antiguos Egipcios de que
hai memoria, son los que vivian en tiempo del patriarca Josef, y si que-
remos parangonar sus usos con los de los Megicanas, hallaremos en
lugar de semejanza, la mayor diversidad. Nada de esto se dirige a
probar la falsedad de la opinión de Sigüenza : únicamente a manifes-
tar que no es una verdad indudable.
El estravagante autor de las Investigaciones* 'dice que los Megica-
nos traen su origen de los Apalachites Meridionales ; pero ni alega, ni
puede alegar una razón que dé verosimilitud a su paradoja; y aunque
fuese cierta, quedaba todavía en pie la dificultad del origen de los mis-
mos Apalachites. Es cierto que para aquel escritor no hai dificultades,
pues a veces da a entender que no le desagrada el descabellado siste-
ma del Francés La Peyrere. ^
Por lo que hace a mi opinión, me parece conveniente reducirla a
las siguientes conclusiones.^
1. Los Americanos decienden de diversas naciones, o de diversas
familias, dispersas después de la confusión de las lenguas. No
podra dudar de esta verdad el que tenga alguna idea de la muche-
dumbre, y de la estraña diversidad de las lenguas Americanas. En
Megico he contado 35 de las conocidas hasta ahora ; mas numerosas
^ son las de la America Meridional. Al principio del siglo pasado con-
taban los Portugueses L50 en el Marañen. Es cierto que entre algu-
nos de estos idiomas se descubre tanta afinidad, que niui en breve se
echa de ver el origen común de que emanan : tales son la Eudeve, la
Opata, y la Tarahumara en la America Septentrional, y la Mocobi, la
Toba, y la Abipona en la del Mediodía : pero también hai otras muchas
que difieren entre si mas que la Hebrea, y la Ilirica. Puedo asegu-
rar sin riesgo de engañarme que entre los idiomas vivos, y muertos de
SOBRE LA POBLACIÓN DE AMERICA. 207
Europa no se hallan dos mas diferentes entre si, que lo son la Megi-
cana, la Otomita, la Tarasca, la Maya, y la Mijteca, que son las do-
minantes en diversas provincias de Megico. Asi que seria un despro-
posito decir que las lenguas Americanas no son mas que dialectos de
una misma. ¿ Como es posible que una nación altere de tal modo su
idioma, o lo multiplique en tantos dialectos, y tan diferentes que no
conserven muchas voces comunes, o a lo menos alguna afinidad o traza
de su origen ?
¿ Quien creerá lo que dice el P. Acosta, atribuyendo la especie a los
Megicanos, aun que sin impugnarla ? Esto es, que habiendo llegado
los Azteques o Megicanos, después de su larga peregrinación al reino
de Michuacan, quisieron establecerse en aquel pais, atraidos por su
amenidad ; pero no pudiendo caber en él todo el cuerpo de la nación,
consintió el dios Huitzilopochtli en que algunos permaneciesen, y para
i ello sugirió a los otros, que mientras aquellos se bañaban, les robasen
sus vestidos, y continuasen su marcha ; que los que se bañaban, vién-
dose privados de ropa, y burlados por sus compañeros, se enojaron en
tales términos, que no solo resolvieron quedarse, si no que adoptaron
otro idioma, y que de áqui proviene la lengua Tarasca. Aun mas in-
creible es la historia adoptada por Gomara, y otros escritores : a saber,
que de un viejo llamado Ijtac Mijcoatl, y de su muger Itancueitl,
nacieron seis hijos, cada uno de los cuales hablaba una lengua distinta.
Llamábanse Tollina, Tenoch, Olmecatl, Gicallancatl, Mijtecal y
Olomitl, y fueron los progenitores de otras tantas naciones, que po-
blaron la tierra de Anahuac. Esta era una alegoría con que los Me-
gicanos querían significar que todas aquellas naciones tenian un ori-
gen común : pero los escritores citados la transformaron en historia,
por no haberla entendido.
2. Los Americanos no traen su origen de ninguno de los pueblos
que existen actualmente en el Antiguo Mundo: a lómenos no hai
razones para creerlo asi. Esta conclusión se funda en las mismas
razones que acabo de esponer, pues si los Americanos decendiesen de
alguno de aquellos pueblos, se hallarla alguna traza de estos en sus
lenguas, por mui antigua que fuese su separación : pero semejante
traza no se ha podido descubrir, aunque muchos autores la han busca- j
do con empeño, como puede verse en la obra del Dominicano Gar- <
cia. He confrontado prolijamente la lengua Megicana, y otras Ame-
ricanas con muchas vivas, y muertas del antiguo continente, y no he
podido hallar entre ellas la menor afinidad. La semejanza del Teotl
Megicano, con el Theos Griego, me indujo a comparar estas lenguas ;
208 HISTORIA ANTIGUA DE MRGICO.
pero las he hallado diferentisimas. Este argumento es mas eficaz con
respecto a los Americanos, por su constancia en conservar los idiomas
que hablan. Los Megicanos conservan la suya a pesar del dominio
de los Españoles, y la de los Otomites, que es difícilisima, ha resistido
al de los Españoles, y Megicanos, por espacio de dos siglos, y medio.
Si los Americanos provienen, como yo creo, de diversas familias
esparcidas después de la confusión de las lenguas, y separadas desde
entonces de las otras que poblaron el antiguo continente, en vano se
fatigarán los escritores en buscar su origen en las lenguas, y usos de
los pueblos Asiáticos. No dudo que, en virtud de lo que dicen los
libros Santos, habiéndose multiplicado suficientemente la posteridad
de Noe, mandase Dios espresamente que se separasen las familias, y
que cada una fuese a poblar el pais que se le habia señalado. Moisés
-en su cántico habla asi al pueblo de Israel : " acuérdate de los tiem-
pos antiguos, considera de una en una las generaciones : pregunta a
tu padre, y te lo declarará; a tus mayores, y te lo dirán. Cuando el
Altísimo dividía las gentes ; cuando separaba los hijos de Adam, fijó
los limites de los pueblos, según el número de los hijos de Israel," en
lo cual se representa al Señor en acto de dlVidir las familias, y de
prescribir limites a los paises que debian ocupar. Los hombres que
emprendieron la construcción de la torre de Babel, se decian unos a
otros : *' venid : edifiquemos una ciudad, y una torre, cuya cumbre
llegue hasta el cielo, y hagamos célebre nuestro nombre, antes de
esparcirnos por todas las tierras." Sabian pues que debia llegar la
época de esta dispersión, y Dios, por que con aquella temeraria
empresa se oponían a sus designios acerca de la población de la
tierra, confundió su len^uage, y asi les fue necesario separarse, y
dividirse. Es verosmil que Noe, anciano venerable, y reverenciado
por todos como padre, habiendo sobrevivido trescientos cincuenta
años al diluvio, señalase a cada familia su distrito, según las instruc-
ciones que habria recibido de Dios, por que de otro modo no hubiera
podido verificarse la división sin guerras sangrientas, queriendo cada
cual permanecer en su pais nativo, sin esponerse a los peligros, y
desastres que debian temer en regiones desconocidas. Esta opinión
mia se apoya en la tradición de los Chiapaneses, acerca de Votan,
primer poblador de Anahuac, de quien ya he hablado. No se debe
creer sin embargo que la primera población de America se debe a las
primeras familias que se separaron en Babel, sino a sus decendientes,
pues ellas irian encaminándose poco a poco acia aquella parte, y mul-
tiplicándose en su larga peregrinación.
SOBRE LA POBLACIÓN DE AMERICA. 209
¿ De donde, y como pasaron los pobladores y los animales al Nuevo
Mundo ?
Este es el punto mas difícil de nuestro poblema, y, como en el otro,
reina en él gran variedad de opiniones. Algunos atribuyen la pobla-
ción de America a ciertos traficantes Fenicios, que llegaron alli, nave-
gando por el Océano. Otros se imaginan que los mismos pueblos
que suponen haber pasado del continente antiguo a la isla Atlantida,
pasaron de esta fácilmente a la Florida, y de aquel vasto pais se
fueron esparciendo por toda la America. Otros enfin dicen que
pasaron del Asia, por el estrecho de Anian, y otros, que el tránsito
se hizo de las regiones Septentrionales de Europa, por no sé que
brazo del mar Glacial.
El Benedictino Feijoo se ofreció a proponer al mundo un nuevo
sistema. ¿ Y cual era este ? Que la America estubo unida por el
Norte al continente antiguo, y que por aquella unión pasaron los
hombres, y los animales. Pero esta opinión es tan antigua como el
P. Acosta, el cual la publicó 144 años antes que Feijoo, en su Histo-
ria Natural y Moral de las Indias : ademas de que no basta a res-
ponder a las dificultades que ofrece ej paso de los animales, como
veremos después.
El Conde de Buffon, a pesar de su gran ingenio, y de su prolija
exactitud, se contradice abiertamente en este punto. Supone unidos
los dos continentes por la parte de la Tartaria Oriental, y afirma que
por alli pasaron a America los primeros pobladores, y todas las bestias
comunes a uno, y otro mundo, como los bisontes, llamados en Megi-
cano cíbolos, los lobos, los zorros, los ciervos, y otros cuadrúpedos
que soportan los climas firios. Añade que no podía haber en Ame-
rica leones, tigres, camellos, elefantes, ni ninguna de las diez y siete
especies de monos del antiguo continente ; en una palabra, que
ningún cuadrúpedo propio de los climas calientes podia ser común
a ambos mundos, por servirles de barrera el frió de los paises Septen-
trionales, que debían atravesar al pasar de uno a otro. Repite sin
cesar esto mismo en toda su Historia Natural, y con tal seguridad,
que por esta sola razón destierra de America las gazelas, las cabras,
y los conejos. No llama cuadrúpedos propiamente Americanos,
sino a los que viven en los paises calidos del Nuevo Mundo, y coloca
entre ellos trece o catorce especies de monos Americanos, divididas
por él en las dos clases de Sapajous, y Sagouins, De estas dice
que no había ninguna en el antiguo continente, como ninguna de
TOMO II. p
210 HISTORIA ANTIGUA üK MEGICO.
las diez y siete de este se hallaba en aquel. ¿ Cual fue pues el
origen de estos, y otros cuadrúpedos propiamente Americanos ? Esta
duda, que se presenta muchas veces en la obra de aquel gran Fi-
losofo, queda irresuelta hasta el penúltimo tomo de la Historia de
los Cuadrúpedos, en que hablando como buen Católico raciocina asi :
** no pudiendo dudarse que todos los animales fueron creados en el
antiguo continente, es preciso admitir el transito de este al nuevo, y
suponer al mismo tiempo que muchos animales, en lugar de dege-
nerar, como otros, en el nuevo, se perfeccionaron, y superaron su
propia naturaleza, por la conveniencia del clima. El haberse hallado
en el Nuevo Mundo tantos animales que no se encuentran en el
Antiguo, prueba que su origen no debe atribuirse a la simple dege-
neración. Por grandes, y eficaces que sean sus efectos, nunca se
podra creer que estas especies hayan sido originalmente las mismas
que las del Mundo Antiguo. Debe creerse pues que los dos conti-
nentes estaban unidos o contiguos, y que las especies que se habian
retirado a las regiones de America, por haber encontrado en ellas,
clima y producciones mas convenientes a su naturaleza, se aislaron,
y 'separaron de las otras por las irrupciones del mar, que dividieron
la America del África*." De. esto se infiere, 1. Que no hai animal
propiamente Americano, pues todos pasaron del continente en que
fueron creados. 2. Que el argumento fundado en la naturaleza de
los animales repugnante al frió nada prueba en contra de su transito
al nuevo continente, pues aquellos que no podian sufi-ir el frió del
Norte, pudieron pasar por la parte de Afnca. 3. Qi\o por donde
pasaron los monos Sapajou y Sagouin, pudieron también pasar los
elefantes, y los camellos.
Dejando aparte otras opiniones que no merecen citarse, espondré
en algunas conclusiones la mia, no ya para establecer como he dicho,
un sistema, sino para suministrar materiales a otros ingenios supe-
riores, y para ilustrar algunos puntos de mi obra.
1. Los hombres y los animales pasaron del antiguo continente al
* Ruego a los lectores que confronten lo que dice aqui el Conde de Bufifon
sobre la antigua unión de America, y África, con lo que escribe en el tomo xviii
hablando del león. " El león Americano no puede decender del león del antiguo
continente, pues no habitando este sino entre los trópicos, y habiéndole cerrado
la naturaleza, según parece, todos los caminos acia el Norte, no pudo pasar de I
las partes meridionales del Asia, y del África a la America, estando separados '
estos continentes por mares inmensos : de donde se infiere que el león Ameri-
cano es un animal propio del Nuevo Mimdo."
SOBRE LA POBLACIÓN DE AMERICA. 211
nuevo. Esta verdad se funda en los libros Sagrados. El mismo
Moisés, que declara a Noe origen común de todos los hombres des-
pués del diluvio, dice espresamente que en aquella inundación general
de la tierra perecieron todos los cuadrúpedos, todas las aves, y todos
los reptiles, exepto algunos pocos individuos, que se salvaron en el
arca para restablecer la especie. Las repetidas espresiones de que se
vale el historiador Sagrado para significar la universalidad, no per-
miten poner en duda que todos los cuadrúpedos, reptiles, y aves que
hoi existen en el mundo, decienden de aquellos que se preservaron del
esterminio general ; de otro modo, como ya he dicho, hubiera sido tan
infructuosa como ridicula la diligencia de encerrar aquellos anima-
les, y especialmente las aves, en el arca, y desproposito semejante al
de las hijas de Lot, que cuando vieron arder las ciudades de Sodoma,
y Gomorra, se persuadieron que hablan perecido todos los hombres,
y que ellas quedaban en la tierra para perpetuar la especie humana.
2. Los primeros pobladores de America pudieron pasar por mar
en barcos, o a pie, por tierra, o sobre el hielo. 1. Pudieron pasar
en barcos, o con esprgso designio, o impulsados por el viento, supo-
niendo la existencia de un estrecho que separase un continente de
otro. Asi sucedió muchos siglos después con el marinero o piloto,
que, según algunos escritores, dio a Colon las primeras noticias que
lo movieron a emprender sus grandes, y memorables descubrimien-
tos*. 2. Pudieron pasar a pie por tierra, sí existia la comunicación
que hemos mencionado entre el Antiguo, y el Nuevo Mundo. 3. Pu-
dieron pas.lr por un estrecho helado. Nadie ignora cuan grandes, y
durables sean los hielos de los mares del Norte : no es pues imposi-
ble que los hombres pasasen por alguna de aquellas masas solidas, ora
persiguiendo alguna fiera, ora en busca de nuevas tierras. Aqui no
hablo de lo que sucedió, sino de lo que pudo suceder.
3. Los progenitores de las naciones que poblaron el pais de
Anahuac {de que principalmente nos ocupamos) pasaron de los
paises Septentrionales de Europa a los Septentrionales de America,
o mas bien, de los mas Orientales del Asia, a los mas Occidentales
de America. Esta conclusión se funda en la tradición constante,
* Algunos autores afirman que el marinero que dio noticia a Colon de aquellos
nuevos paises de Poniente, era Andaluz : otros lo hacen Bizcaino, y otros Por-
tugués. Otros niegan totalmente el hecho. Como quiera que sea, la historia nos
presenta egemplos de buques arrebatados por los vientos a m.uchos grados de
distancia del derrotero <iue seguían. Plinio cita algunos de estos casos en el
lib. ii, cap. 57, y eu el lib. vi, cap. 22 de su Historia Natural.
p2
S12 HISTORIA ANTIGUA DE MKGICO.
y general de aquellos pueblos, que unánimemente decian haber venido
sus abuelos a Anahuac, de los países situados al Norte, y al Nor-
dueste. Confirman esta tradición los restos de algunos edificios
antiquisimos, construidos por aquellas naciones en su peregrinación,
de que ya he hablado, y la creencia común de los pueblos Septen-
trionales. Ademas de lo que he dicho sobre este punto en el libro ii
de la Historia, tenemos en Torquemada, y Betancourt otra prueba
en apoyo de aquella opinión. En un viage que hicieron los Espa-
ñoles, el año de 1606, desde el Nuevo Megico hasta el rio que ellos
llamaron Tizón, distante 600 millas de aquella provincia, acia Nor-
dueste, encontraron algunos grandes edificios, y vieron muchos Indios,
que hablaban la lengua Megicana, de los que supieron que a cierta
distancia de aquel rio, acia el Norte, estaba el reino de Tollan, o
Tolan, y gran numero de poblaciones grandes, de las que salieron los
que poblaron el imperio Megicano, atribuyendo a estas gentes la
construcción de aquellos edificios. En efecto todos los pueblos de
Anahuac creían que en las regiones situadas acia el Norte, y el Nor-
dueste, estaban los reinos y provincias de 'J'olan, Teoacolhuacan,
Aínaquemecan, Aztlan, Tehuayo, Cópala, &c. : nombres todos Megi-
canos. Si llegasen a descubrirse estos países darían grandes luces
■sobre la historia antigua de Megico. Boturini asegura que en las pin-
turas antiguas de los Tolteques se representaba la peregrinación de sus
abuelos por el Asia, y por los países Septentrionales de America, hasta
su establecimiento en Tolan, y aun «e ofreció a señalaren su Historia
General el camino que siguieron : mas como no tubo tiempo de es-
cribir aquella obra, no puedo decir mas acerca de su sistema.
Ahora bien : estando los países en que aquellas gentes se estable-
cieron en la parte de la costa Occidental de America que mas se
aproxima a la costa mas Oriental del Asía, es probable que por allí
mismo pasasen de uno a otro continente, o en barcas si entonces
existía el estrecho que hoi existe, según parece por los descubri-
mientos de los Rusos, o a píe, si no había separación, como después
veremos. Las trazas que fueron dejando aquellas naciones nos con-
ducen hasta aquel estrecho, que es probablemente el mismo que des-
cubrieron los viageros del siglo xvi, ya qué dieron el nombre de
estrecho de Anian*.
* En los mapas Geográficos de America, publicados el siglo pasado, se señala
el estrecho de Anian, aunque con mucha diversidad. Después se omitió por que
se creia fabuloso, pero después de los descubrimientos de los Rusos, algunos
Geógrafos han empezado a señalarlo de nuevo.
SORBE LA POBLACIÓN DE AMERICA. 213
En cuanto a las otras naciones de America, no hallándose en ellas
ninguna tradición acerca de la parte por donde pasaron sus fundadores,
nada podemos decir. Quizas el transito general se hizo por donde
pasaron los progenitores de los Megicanos, o quizas por otro punto
niui distinto. Yo congeturo que los que poblaron el Mediodia, toma-
ron la misma dirección, que los animales propios de los paises calien-
tes, y que las naciones que habitan la parte situada entre las Floridas,
y lo mas Septentrional de America deben su origen a gentes que
pasaron del Septentrional de Europa. La diversidad de caracteres
que se descubren entre aquellas tres clases de Americanos, y la situa-
ción de los paises que ocuparon, me inclinan a creer que no son del
mismo origen, y que no pasaron por los mismos puntos sus fundado-
res : mas esto no pasa de congetura.
Hai otros escritores que resuelven el problema valiéndose de la
Atlantida, cuya existencia, combatida por el P. Acosta, ha sido soste-
nida por Sigüenza, según Gemelli, y posteriormente, con mucha eru-
dición, por el autor de las Cartas Americanas. Si en la descripción
que Platón hace de aquella isla en su Timeo, no se hallaran tantas
fábulas increibles, seriS de gran peso la autoridad de aquel filosofo.
Dejando pues a otros esta disputa vengamos al punto mas difícil del
problema.
4. Los cuadrúpedos, y reptiles del Nuevo Mundo pasaron por
tierra. Esta verdad se acredita manifestando la improbalilidad, o la
inverosimilitud de las opiniones contrarías. El gran doctor de la
Iglesia S. Agustín creyó que las fieras, y los animales dañinos que
están en las islas pudieron ser llevados a ellas por el ministerio de los
angeles, como puede creerse que por estos agentes de la voluntad
divina se hizo la reunión de los animales en el sitio en que se cons-
truyó el arca de Noe, no siendo posible que los hombres congregasen
las fieras errantes en los bosques, y los pájaros que volaban por regio-
nes tan diversas. Pero esta solución, que corta la dificultad del tran-
sito de los animales al Nuevo Mundo, no sera bien recibida en el
siglo presente, ni debemos hacer uso de ella, sino después de haber
reconocido la inutilidad de todas las demás esplicaciones que se em-
pleen en salvar la verdad de los libros Santos.
El mismo Santo Doctor sugiere otras tres soluciones de la dificul-
tad. Pudieron las fieras, dice, pasar a nado a las islas ; pudieron ser
transportadas por los hombres, para tener caza con que divertirse ; pu-
dieron en fin ser formadas de la tierra, como lo fueron al principio del
214 HISTORIA ANTIGUA DE MEGIGO.
mundo. Pero ninguna de estas esplicaciones conviene al transito de
las fieras al nuevo continente. En cuanto a la primera, por estrecho
que se suponga el bra^zo de mar que separaba los dos mundos, no es
creible que se aventurasen a pasarlo a nado tantos animales, poco
acostumbrados al agua. Es cierto que los javalies pasan nadando de
Corsega a Francia : pero ¿ quien puede creer lo mismo del mono, que
nada con tanta dificultad, y del perico-ligero cuyos movimientos son
tan penosos, y pausados? Ademas ¿qué causa pudo inducir a los
animales a dejar la tierra, y abandonarse a los peligros de otro
elemento ?
No es menos increíble que los hombres los llevasen en buques,
especialmente si se supone que su arrivo a las costas de America fue
imprevisto, y casual. Si el viage hubiera sido efecto de un designio
premeditado, hubieran podido transportar animales útiles o curiosos,
para multiplicar sus especies, y emplearlas en sus necesidades, y
placeres. Pero ¿ de qué podian servirles los lobos, los zorros, las
fuinas, los coyotes y otras bestias que en lugar de utilidad solo dan
molestia, y daño ? ¿ Para la caza ? Pero ¿ no podrían gozar de la
misma recreación, sacando de ella productos utfies, con las liebres, los
conejos, las cabras monteses, los venados, los ciervos, y otros cuadrú-
pedos menos feroces ? Supongamos en fin que los primeros poblado-
res de America fueron tan insensatos que quisieron transportar fieras
para divertirse en cazarlas. ¿ Seria tanta su insensatez que se toma-
sen el trabajo de conducir innumerables especies de culebras para
tener después el gusto de destruirlas ?
La tercera solución, esto es, que Dios creó animales en America
como los habia creado en Asia, seria sin duda una respuesta perento-
ria si no se opusiese directamente a los libros Sagrados. Si Dios
habia resuelto hacer esta segunda creación ¿ por qué mandó a Noe
que guardase en el arca cierto numero de individuos de cuadrúpedos,
reptiles, y pájaros, para que no pereciesen sus especies ? Ut salvetur
semen supeí' faciem universce ierra. Si este testo solo se entiende
de los animales del antiguo continente, y no de los del nuevo, lo
mismo podra aplicarse al otro en que se dice que de los tres hijos de
Noe se propagó todo el genero humano. Ab his disseminatum est
omne genus hominum super. universam terram. Yo a lo menos no
encuentro distinción entre el super faciem universa terree del prime-
ro, y el super universam terram del segundo.
Queda otra obgecion al transito de las bestias, que es la misma que
SOBRE LA POBLACIÓN DE AMERICA. 215
hemos indicado hablando del de los hombres. Es fácil imaginarse
que aquellas pasaron sobre el hielo : pero ¿ quien puede persuadirse
que muchas especies de animales voracísimos se dirigiesen a unas
regiones privadas de todo lo que podría servirles de sustento, y que
otros, a cuya naturaleza es repugnante el frío, emprendiesen en medio
del invierno su marcha por los países en que este egerce con mas seve-
ridad sus rigores 1
No siendo pues probable que los animales del Nuevo Mundo pasa-
sen a nado, ni por hielo, ni que fuesen transportados por los hombres,
ni por los angeles, ni creados nuevamente por Dios, debemos creer
que tanto los cuadrúpedos, como los reptiles que se hallaron en
America pasaron por tierra, y que los dos continentes estaban unidos.
Tal ha sido la opinión de Acosta, de Boffon, de Grocio, y de otros
grandes hombres. Estoi lejos de adoptar el sistema del Conde de
Buífon en toda su ostensión. Nunca podra persuadirme este filosofo
con toda su elocuencia, y erudición que todo lo que es ahora tierra ha
sido en otro tiempo lecho de mar. Jamas creeré que el antiguo con-
tinente, y lo mismo digo del nuevo, padeciese una inundación general,
distinta del diluvio, y mas durable que él. Todos los argumentos de
aquel naturalista no bastan a sostener una opinión que parece poco
conforme a los libros Santos, en los cuales se da a entender que una
parte del Asia, a lo menos, estubo poblada desde la creación de los
primeros hombres hasta el diluvio universal, y desde que la tierra se
enjugó hasta algunos años después de la muerte del Redentor. En
la serie de^ cuarenta siglos, o mas, comprendidos en la relación de los
libros Bíblicos, no se halla un hueco, digámoslo asi, en qué poder
colocar la supuesta catástrofe. Contrayendome al nuevo continente,
no hallo razón alguna para creer que lo sumergiese una inundación
distinta de la del tiempo de Noe, como espero demostralo en la tercera
disertación.
Pero no hai duda que después del diluvio nuestro planeta ha espe-
rimentado grandísimas vicisitudes. Las historias antiguas, y moder-
nas confirman esta verdad, que Ovidio cantó en nombre del filosofo
Pitagoras : —
Vidi ego quod fuerat quondam solidissima telus,
Esse fretum : vidi factas ex oequore térras.
Hoi se aran tierras sobre las cuales se navegaba antes, y por el con-
trario, se navega por donde antes se araba. Los terremotos han hun-
dido las unas, y las otras han salido del seno del mar, a impulso de los
216 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
fuegos subterráneos*. El fango de los rios ha dado origen a nuevos
terrenos; el mar, retirándose de algunas costas, ha ensanchado por
aquella parte los continentes, mientras por otras ha usurpado sus domi-
nios, separando en otras su unión, y formando nuevos estrechos, y
senos. Los siglos pasados ofrecen egemplos de estas revoluciones.
La Sicilia estaba unida al continente de Italia, como la Eubea (hoi
Negroponto) lo estaba a la Beocia. Diodoro, Estrabon, y otros auto-
res antiguos dicen lo mismo de España, y África, y afirman que de re-
sultas de una violenta irrupción del Océano, se rompió la comunica-
ción entre los montes Abila, y Calpe, y se formó el Mediterráneo.
Los habitantes de Ceilan creen, en virtud de una tradición antigua,
que aquella isla fue separada, por una convulsión semejante de la
península Indica. Otro tanto creen algunos pueblos orientales de las
Maldivas, y de Sumatra. " Es cierto, dice el Conde de Buffon, que
en Ceilan la tieíra ha perdido treinta o cuarenta leguas que le ha
usurpado el mar, mientras en Tongres, pueblo de los Paises Bajos, el
mar ha cedido casi otro tanto a la tierra. La parte Septentrional de
Egipto debe su existencia al Nilof. La tierra que este rio trae de
los paises Mediterráneos del África, y ha depositado en sus inunda-
ciones, ha formado un suelo de mas de veinte y cinco brazas de pro-
fundidad. Del mismo modo la provincia del Rio Amarillo en la
China, y la de la Luisiana no se han formado sino con fango de los
rios." Plinio, Séneca, Diodoro, y Estrabon citan innumerables egem-
plos de estas revoluciones :|:, que omito por evitar la proligidad, como
también otras muchas de los tiempos modernos, de qu^ hablan el
* Nascuntur et alio modo terree, et repente in aliquo mare emergunt, veluti parta
secum faciente natura quisque hauserit hiatus, alio loco reddente. Plin. Hist. Nat.
lib. ii, cap. 26.
t Faro o Farion, isla de Egipto, que segua Homero, en la Odisea, distaba un
dia, y una noche de navegación del continente, apenas en tiempo de Cleopatra
distaba siete estadios, longitud del puente que por orden de aquella reina hicieron
los Rodios. Herodoto, Aristóteles, Séneca, Plinio, y otros escritores, hablan de
esta importante revolución del terreno de Egipto.
X Véase lo que dicen Plinio, en el lib. ii, de su Historia, y Séneca en el vi de
sus Questiones. Plinio cuenta nueve islas formadas por la elevación del fondo
del mar, que eran Rodas, Délos, Anafe, Nea, Alona, Jera, Tera, Terasia, y en sus
tiempos, Tia. Entre las otras formadas por terremotos cita a Sicilia, que dista
12 millas de Italia; a Chipre separada de la Siria; a Eubea de la Beocia; a Ata-
lanta, y Nacris de la Eubea ; a Berbisco de la Bitinia ; a Leucosia del promonto-
rio de las Sirenas. Entre las tierras sumergidas hace mención de la isla Cea, en
que se anegaron 30 millas de terreno, con inmenso estrago de habitantes.
SOBRE LA POBLACIÓN DE AMERICA. 217
mismo Buftbn en su Teoría de la Tierra, y otros escritores. En
America, todos los que hayan observado con ojos filosóficos la penin-
sula de Yucatán, no dudarán que su terreno ha sido lecho de mar en
otro tiempo; y por el contrario en el canal de Bahama se descubren
indicios de haber estado unida la isla de Cuba al continente de la
Florida. En el estrecho que separa la America del Asia se ven
muchas islas, que probablemente serian las cimas de las montañas de
algún espacio de tierra, sumergido por la violencia de un terremoto :
lo que hace mas verosímil la multitud de volcanes de la península de
Kamschatka. Es por consiguiente probable que la separación de los
dos continentes haya sido efecto de aquellos espantosos terremotos de
que hacen mención los historiadores Americanos, y que en aquellos
pueblos forman una época casi tan memorable como la del diluvio.
Los Tolteques los colocan en el año i Tecpatl, pero ignorando el
siglo de que se trata, no nos es dado referirlo a nuestra Cronología.
Si se hundiese el istmo de Suez, por efecto de algún gran transtomo
fisico, y ocurriese esto en una época en que hubiese tanta escasez de
historiadores como en los primeros siglos después del diluvio, al cabo
de 300 años se dudai'la si el Asia estubo unida por aquella parte con
el África, y no faltarían personas que lo negasen redondamente.
5. Los cuadrúpedos y reptiles de America pasaron por diversas
partes de un continente a otro. Entre los animales Americanas hai
algunos que no pueden soportar el frió, como los cocodrilos, y los
monos. Hai otros por el contrario naturalmente inclinados a vivir en
el hielo, como las marmotas, los rengíferos, los glotones. Ni estos
pudieron pasar al continente Americano por la zona tórrida, ni aquellos
por la fria, pues seria necesario violentar su Índole, y morirían indu-
dablemente en el camino. Los monos que se ven en las provincias
Megicanas provienen de la America Meridional *. El centro de su
población está situado bajo la Linea Equinoxial, y entre esta y los
14° y 15° de latitud : a proporción que se alejan del Ecuador, se va
disminuyendo su numero, y mas alia de los Trópicos solo se encuen-
* D. Fernando de Alba Ijtliljochitl, Indio mui instruido en las antigüedades de
su nación, dice en la Historia Universal de la Nueva España, que no había monos
en la tierra de Anahuac, y que los primeros que alli se vieron, vinieron del
Mediodía, después de la época de los grandes vientos. Los Tlascaleses, desfigu-
rando con fábulas aquel suceso, decían que la especie humana fue destruida por
el viento, y que los pocos hombres que sobrevivieron fueron transformados en
monos.
218 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
tran en algunos países en que las circunstancias locales producen un
calor igual al que se esperimenta bajo la Linea : ¿ Quien puede creer
que estos animales se encaminasen al Nuevo Mundo por el áspero
clima del Norte 1 Se dirá que no es inverosímil que los hombres los
llevasen consigo, para divertirse con sus ridiculos ademanes, y remedos :
pero ademas de que lo que decimos de los monos se puede aplicar a
otros muchos animales que no tienen la menor calidad apreciable, si
no muchas temibles, y odiosas, ¿ es creíble que los hombres se tomasen
el trabajo de llevar individuos de cada una de las numerosas especies
de monos que se ven en America, entre las cuales hai algunas que
lejos de ser graciosas, son de un aspecto diforme, y de una índole
feroz, como los llamados zambos ? Y en caso de que se hubiesen
resuelto a llevar dos individuos a lo menos de cada especie, estos
ciertamente no hubieran podido pasar ni por los mares, ni por las
tierras del Norte, por muchas precauciones que se hubiesen adoptado
para preservarlos del frío. Era pues necesario transportarlos de los
países calidos del antiguo continente, a los países calidos del nuevo,
por unos marejs cuya temperatura fuese análoga al país natural de
aquellos cuadrúpedos : esto es, o del Mediodía* del Asia, al Mediodia
de 'America, por los mares !(pdico o Pacifico, o del Occidente de
África al Oriente de America por el océano Atlántico. £1 transporte
de los animales no pudo hacerse sí no por alguno de aquellos mares.
Pero esta navegación ¿ fue casual o intentada a proposito ? Si
casual i a qué fin llevaban consigo los hombres aquel estraño carga-
mento ? Si tenían el proyecto de pasar a aquellos países, que les
eran desconocidos, ¿ quien les dio noticias de ellos 1 ¿ Quien les indicó
su situación ? ¿ quien les enseñó el camino ? ¿ como se arriesgaron a
surcar sin el ausilio de la brújula aquellos mares vastísimos? ¿de qué
buques se sirvieron para tan larga, y arriesgada navegación ? Sí
estos buques llegaron felizmente ¿ es posible que no haya quedado
entre los Americanos el menor recuerdo de su construcción ?
Añádase a lo dicho la abundancia de cocodrilos en la zona tórrida
del Nuevo Mundo, animales que exigen un clima caliente o templado,
y que viven alternativamente en la tierra, y en el agua dulce. ¿ Por
donde pasaron estos ? No por el Norte, cuyo frío es contrario a su
naturaleza ; ni transportados por los hombres, que seguramente no
podían tener el absurdo capricho de introducir en las tierras que iban
a poblar, unas bestias tan perjudiciales, y destructoras. Tampoco
puede decirse que hicieron el viage a nado, alejándose por las aguas
SOBRE LA POBLACIÓN DE AMERICA. 219
saladas del océano a cerca de dos mil millas de los rios o lagos en
que nacieron, y en que gozaban de la compañía de los otros individuos
de su especie.
No queda otro arbitrio si no el de admitir la antigua unión de los
paises equinoxiales de America con los de África, y la continuación
de los paises Septentrionales de America basta los de Europa, y Asia :
esta para el transito de las bestias propias de los paises frios, y aquella
para el de los cuadrúpedos, y reptiles de los calidos. Por todo lo
que he dicho hasta ahora, me persuado que hubo en épocas remotas
una gran estension de tierra, que unia la parte mas Oriental del
Brazil, con la mas Occidental de África, la cual desapareció quizas,
de resultas de algún gran terremoto, quedando solo algunos restos en
las islas de Cabo Verde, de Fernando de Noroña, de la Asension, de
San Mateo, y otras, y en los muchos bancos reconocidos por los
navegantes, y particularmente por Mr. Buache, que sondeó todos
aquellos parages con la mayor diligencia*. Estas islas y bancos
habrán sido verosímilmente la parte mas alta de aquel continente
hundido. Del mismo modo creo que la parte mas Occidental de
America estubo unid% con la mas Oriental de Tartaria, y quizas no
seria imposible que existiese otra unión, por la Groenlandia, entre
America, y el Norte de Europa.
El sumo respeto que se debe a los libros Santos me obliga a creer
que los cuadrúpedos, y reptiles del Nuevo Mundo decienden de
aquellos individuos que se salvaron del diluvio universal en el arca de
Noe, y las razones alegadas hasta ahora, y otras que omito por evitar
fastidio a mis lectores me persuaden que su transito se hizo por tierra,
y por diversas partes del nuevo Continente. Todos los otros sistemas
están sugetos a gravisimas dificultades : en el que propongo hai
algunas: pero no son insuperables. La principal consiste en la
aparente inverosimilitud de un terremoto capaz de sumergir un espacio
de tierra de mas de 1500 millas, que era el que, en mi hipótesis, unia
el África con la America, sepultándolo hasta la profundidad que se
observa en algunos puntos de aquellos mares. Pero ademas de que
yo no atribuyo tan estupenda revolución a un solo terremoto, habiendo
en las entrañas de la tierra tantas masas de materias combustibles, la
inflamación de las unas podría comunicarse rápidamente a las otras,
* Mr, Buache presentó el año de 1737 a la Academia Real de Ciencias de Paris
el mapa hidrográfico de aquellos mares hecho según sus observaciones. La
Academia lo examinó y aprobó. El autor de las Cartas Americanas copia en
pequeño aquel mapa, en el tomo ii de su obra.
220 HISTORIA ANTIGUA DE MKGICO.
del mismo modo que Gasendi esplica la formación del rayo, y la
violenta rarefacción del aire contenido en aquellas minas naturales
podria en un momento sacudir, agitar, y precipitar al seno del océano
un continente de dos o tres mil millas de estension. Esto no es im-
posible, ni inverosímil, ni carece de egemplos en la historia. El
terremoto que se sintió en Canadá en 1663 aniquiló una cadena de
montes de roca, que tenia 300 millas de largo, quedando convertido
todo aquel espacio en una vasta llanura. ¿ Cuan terrible no habrá
sido la convulsión ocasionada por aquellos estraordinarios, y memo-
rables temblores de tierra, de que hacen mención las historias antiguas
Americanas, y con los cuales creian aquellos pueblos que se habia
destruido el mundo ?
También puede oponerse a mi sistema que si los animales pasaron
por tierra de uno a otro continente, no es fácil adivinar por qué razón
pasaron algunas especies, sin quedar un solo individuo de ellas en el
continente antiguo, y por el contrario quedaron en este especies
enteras, sin que pasase al otro un solo individuo de ellas. Por
egemplo ¿ por qué pasaron las 14 especies de monos que hoi se en-
cuentran en America, y no las 17 que el Conde de BuíFon cuenta e»
Asia, y en África, siendo todas de un mismo clima, y teniendo la
misma facilidad de hacer el viage ? ¿ Por qué pasó el lentísimo
perico-ligero, y no la veloz gazela? Si de la Armenia, donde se
detubo el arca de Noe, se encaminaron los animales acia la America,
debieron hacer un viage de 6,000 millas las especies destinadas a los
paises equinoxiales de aquella parte del mundo, pasando de Armenia
a Egipto, por la Siria, y la Mesopotamia ; de Egipto, por el Asia
central, al supuesto espacio de tierra que unia los dos continentes, y
finalmente al Brasil. Con respecto a muchos cuadrúpedos, este viage
no ofrece dificultad, concediéndoles un espacio de 10, 20, ó 40 años :
pero del perico-ligero no se puede concebir que lo egecutase en
6 siglos, caminando sin cesar. Si damos fe al Conde de Bufibn, aquel
animal no puede andar en una hora mas que una toesa, o 6 pies
reales de Paris : de modo que para 6,000 millas necesitaba 680 años :
y mucho mas si creemos lo que dicen Mafi(ei, Herrera, y Pisón, a
saber : que aquel infeliz cuadrúpedo apenas puede andar en 15 dias
un tiro de piedra.
Estas son las obgeciones que presenta mi opinión ; y algunas de
ellas tienen todavia mayor fuerza contra todos los sistemas que he
citado, exepto el que echa mano de los angeles para cortar la dificultad.
Si los hombres fueron los que transportaron las bestias ; ¡ por qué en
SOBRE LA POBLACIÓN UE AMKRICA. 221
lugar de lobos, y zorros no llevaron caballos, toros, ovejas, y cabras {
I Por qué no dejaron un solo individuo de muchas especies en el
continente antiguo ? Si los animales pasaron a nado, a la dificultad
del viage marítimo se añade la del terrestre. Si todos, aun los de la
America Meridional, pasaron por el Norte, en lugar de 6,000 millas,
tendremos 15,000, que el perico-ligero no pudo atravesar en menos de
1740 afíos.
Respondiendo pues a las mencionadas obgeciones, diré: 1. Que
no siendo hasta ahora conocidos todos los cuadrúpedos de la tierra, no
podemos saber cuales son los que faltan en uno y en otro continente.
El Conde de Buffon cuenta 200 especies ; Mr. Valmont de Bomare,
que escribió algún tiempo después, cuenta 205 : pero lo cierto es que
nadie es capaz de numerarlas todas, pues nada se sabe de las de al-
gunas regiones interiores del África, de una gran parte de la Tartaria,
del pais de los Amazonas, de la Luisiana Septentrional, de los paises
situados al Norte del rio Colorado, del pais de los Apaches, de las
islas de Salomón, de la Nueva Holanda, &c., regiones que ocupan
una vasta porción de Ij superficie de nuestro globo. Ni es de estrafiar
que no se tenga noticia de los animales que habitan los paises desco-
nocidos, cuando de los que residen en paises conocidos y habitados
260 años por los Europeos, no tienen los zoologistas los datos nece-
sarios para escribir su historia. El Conde de Bufíbn, con poseer tan
vastos conocimientos sobre esta parte importante de las Ciencias Na-
turales, omite algunos cuadrúpedos de Megico, y hablando de otros
comete los graves errores de que hablaré en otra disertación.
Contrayendome a los animales de que ciertamente carecían las
tierras de America, como el elefante, el camello, y el caballo, no
faltan razones para esplicar su falta. Puede ser que en efecto pasa-
sen al Nuevo Mundo, y que pereciesen estermínados por las fieras, o
por alguna epidemia peculiar a sus especies ; también puede ser que
nunca pasasen. Algunos, como el elefante, y el rinoceronte, cuya
multiplicación es lenta, permanecieron quizas en los paises Meridio-
nales de Asia, y África, hallando un clima conveniente a su natura-
leza, buenos pastos, y un grande espacio de tierra en que poder vivir
con holgura : por lo que no necesitarían salir de sus regiones primi-
tivas para vivir según sus inclinaciones, y apetitos. Es cierto que,
según algunos autores, los grandes huesos que se han encontrado en
las margenes del Ohio, y en otros puntos de America, pertenecen a
elefantes, de lo que se inferiria su antigua existencia en aquel conti-
nente : pero en general los zoologistas no están de acuerdo sobre este
222 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
punto, y por consigiuente no se puede deducir ningún argumento
solido contra mi hipótesis*. Por fin, pudo ser también que muchas
bestias no pasasen al Nuevo Mundo por habérselo impedido los hom-
bres. Yo no dudo que después de haber salido del arca la familia de
Noe, retubo en su poder las vacas, las ovejas, y las cabras, formando
rebaños para satisfacer sus necesidades, como habian hecho sus ante-
pasados, en virtud del permiso que Dios había concedido después del
diluvio. A medida que se fueron propagando los hombres, se fueron
igualmente aumentando sus posesiones en Armenia, Caldea, Siria,
Persia, y Egipto, a cuyas regiones quedaron verosímilmente confina-
dos en aquellos primeros tiempos los rebaños, bajo el cuidado de los
primogénitos de las familias. Entre tanto, los cuadrúpedos que habian
conservado su libertad, huyeron de los hombres, y se dirigieron a los
países despoblados, y algunos de ellos, buscando el clima, y el pasto
convenientes a su naturaleza, pudieron encaminarse acia el Nuevo
Mundo. Después, algunas familias destinadas a poblar otros paises,
previendo su separación, y queriendo dejar a la posteridad un monu-
mento de su magnificencia, emprendieron la construcción de la ciudad,
y l,a torre que se llamó de Babel. Dios confundió sus idiomas, para
obligarlos a ir a sus destinos, y ellas, cediendo a la voluntad del
Eterno, y al castigo que las amenazaba, se pusieron en marcha por
diversos caminos. Los progenitores de los que debían poblar la Ame-
rica, o no condugeron consigo rebaños, por que no pudieron adquirirlos,
o habiéndolos sacado de Caldea, los consumieron en su larga peregri-
nación. Lo cierto es que ninguno de los animales que esí^ubieron, en
los primeros siglos, bajo el cuidado especial de los hombres del Mundo
Antiguo, se encontró en el Nuevo : lo que parece ser claro indicio de
que los que pasaron lo hicieron por su propio instinto, y no por minis-
terio de los hombres. Lo que digo de las vacas, de las ovejas, y de
las cabras, se puede aplicar a los asnos, y a los caballos, animales que
sin duda alguna fueron reducidos a esclavitud inmediatamente después
del diluvio. Como quiera que sea, el argumento sacado del transito
de unas bestias, y no de otras, nada prueba contra mi sistema.
En cuanto al cálculo indicado del tiempo que necesitaba el perico-
* Muller dice que los huesos de que se trata eran de unos grandísimos cuadrú-
pedos llamados manmut. El Conde de BuflFon, fiándose quizas demasiado en los
datos de aquel escritor, calculó que el manmut era seis veces mayor que el ele-
fante. Otros dicen q\ie son huesos de hipopótamo, otros de bestias marinas,
otros finalmente de animales desconocidos, y cuyas especies se han estinguido de
un todo.
SüBRE LA POBLACIÓN DE AMERICA. 223
ligero para pasar de la Armenia al Brasil, no hallo en él ningún in-
conveniente. Aunque necesitase 1000 años, pudo enfin llegar si los
dos continentes estubieron unidos todo aquel tiempo : suposición que
no repugna ni a la razón, ni a la historia. Pero tampoco se debe ad-
mitir ciegamente el cálculo en que la obgecion se funda. El mismo
Conde de BuíFon dice que los escritores han exagerado la lentitud de
aquel animal, y Mr. Daubenton asegura que no es tan lento como la
tortuga. Ademas de que no siendo un animal dañoso, si no antes
bien digno de compasión, pudieron ayudarlo los hombres, llevándolo
de un pais a otro.
Tal es mi opinión acerca de la población de America. Sometola
al juicio de los hombres sabios, y Cristianos: no empero al de los
filósofos incrédulos, y caprichosos, que ni respetan la autoridad divina,
ni se curan de las tradiciones humanas, ni hacen caso de los dictados
de la razón.
DISERTACIÓN II.
PRINCIPALES ÉPOCAS DE LA HISTORIA DE MEGICO.
La estraña variedad que se nota en los autores acerca de la Crono-
logía de la Historia de Megico, me obliga a examinar prolijamente las
épocas de sus principales sucesos. Para hacerlo en el cuerpo de la
Historia, hubiera sido necesario interrumpir el hilo de la narración con
disputas espinosas. En las notas no podia hacerse sin darles dema-
siada estension. La variedad de las opiniones de los escritores, nace
de no haber podido ajustar los años Megicanos a los nuestros. Yo
he trabajado con gran esmero en averiguar la verdad, y en parte me
parece haberlo conseguido, como haré ver en la presente disertación,
que sin duda parecerá enojosa a los que miran con poco interés la
ilustración de las cuestiones cronológicas.
Sobre la época de la llegada de' los Tolieques y otras naciones al
pais de Anahuac.
No hablamos ahora de los primeros pobladores, si no de las naciones
que figuran en mi Historia, sobre las cuales están discor^des los Au-
tores, acerca del orden de su llegada, Los Chichimecos, por egem-
plo, que según Acosta, Gomara, y Sigüenza, fueron los primeros,
según Torquemada fueron los terceros, y según Boturini los cuartos.
No es menor su discordancia acerca del tiempo de la llegada de cada
nación, como haré ver después.
Nadie duda que los Tolteques fueron antiquísimos. De las mismas
historias de los Chichimecos se infiere que estos no llegaron al pais de
Anahuac, si no después de la ruina de aquellos, cuyos edificios vieron
en su viage, y cuyos restos encontraron en las orillas del lago Megi-
cano, y en otros puntos. En esto convienen Torquemada, Betan-
court, y Boturini. Herrera, Acosta, y Gomara no hacen mención
de los Tolteques, quizas por qué los autores antiguos de que se
sirvieron, omitieron las noticias de aquella nación, siendo en su tiempo
oscuras, y escasas.
Acerca del tiempo de su llegada, Torquemada dice en el libro iii de
su Historia que ocurrió en el año 700 de la era vulgar, pero de lo que
KPOCAS DE LA HISTORIA UK MEGICO. 225
escribe en el libro i se deduce que debió ser en el 648. Boturini
«ree que fue un siglo antes, pues dice que Ijtlalcuechajiuac, reí
segundo de Tula, reinaba por los años de 660. Por sus pinturas
sabemos que salieron de Huehuetlapatlan el año i Tecpatl; que des-
pués de haber peregrinado 104 años, se establecieron primero en
Tolantzinco, y luego en Tula, y que su monarquía, que empezó el
año VII Acatl, duró 384 años. Después de haber confrontado estas
épocas de los Tolteques con las de los Chichimecos sus sucesores, me
he convencido que su salida de Huehuetlapatlan ocurrió el año 544,
y su monarquia empezó en el de 667. El que quiera continuar, re-
trocediendo hasta aquel tiempo, por la serie de años Megicanos com-
parados con los de la era Cristiana, como la he espuesto al fin del
tomo i, hallará que el año 544 de esta, correspondía al I Tecpatl, y el
año 667 al vii Acatl. No hai motivo para anticipar estas épocas, ni
pueden posponerse sin trastornar algunas de las naciones posteriores.
Ahora bien, si la monarquia empezó en 667, y duro 384 años, debe
fijarse su fin, y la destrucción de los Tolteques en el año 1051 de
nuestra era. '
Entre la ruina de Its Tolteques, y la llegada de los Chichimecos no
pone Torquemada mas de 9 años: mas esto no puede ser, por que,
según el mismo autor, los segundos encontraron arruinados los edificios
de los primeros, lo que no pudo verificarse en tan poco tiempo.
Ademas, no puede fijarse en aquel siglo el principio de la monarquia
-Chichimeca sin aumentar el numero de sus reyes, o sin prolongar
exesivamente su vida, como hace Torquemada. ¿ Quien sera capaz
de creer que Jolotl reinase 113 años, y viviese 200? ¿ que Nopaltzin,
su hijo, viviese 170, Techotlala, su tercer nieto, reinase 104, y Tezo-
zomoc su decendiente ocupase el trono de Azcapozalco 160, o 180
años t Es cierto que un hombre de complexión robusta^ ayudado por
la sobriedad, y por el influjo de un clima benigno, como el de Megico,
podia llegar a tan avazada edad, y no son raros, en la historia de
aquellos paises, los egemplos de hombres que han prolongado su exis-
tencia mas allá del termino ordinario. Calmecahua, uno de los capi-
tanes Tlascaleses que ayudaron a los Españoles en la conquista de
Megico, vivió 130 años. El Jesuita Pedro Nieto murió en 1630,
a la edad de 132. Diego Ordoñez, Franciscano, murió en Som-
brerete de 117 años, predicando hasta el ultimo mes de su vida*.
* Diego Ordoñez vivió en su orden 104 años, y en el sacerdocio 95. En su
ultimo sermón se despidió del pueblo de Som])rerete con aquellas palabras de
». Pablo : Bonum certamen certavi, cursum consumavi. '
TOMO 11. O
5¿26 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Pudiera hacerse un largo catalogo de aquellos que, tanto en los dos
siglos pasados como en nuestros dias, han pasado en aquellos paises
la edad centenaria. Entre los Indios particularmente no son raros los
que llegan a 90, y a 100 años, conservando hasta la estrema vegez los
cabellos negros, la dentadura entera, y la vista firme : pero habiendo
sido tan pocos los que desde el siglo XXIII del mundo han pro-
longado la vida hasta los 150 anos, que se miran como otros tantos
fenómenos, no podemos convenir con la estravagante Cronología de
Torquemada, que quizas se apoyarla en alguna pintura o escrito de
los Tezcucanos, especialmente cuando él mismo confiesa que aquellas
naciones no fueron mui exactas en el computo de los años. Por tanto
no dudo que la llegada de los Chichimecos a Anahuac se verificó en
el siglo XII, y probablemente acia el año de 1170.
Apenas habían pasado ocho años, desde que Jolotl, primer rei Chi-
chimeco, se habia establecido en Tenayuca, cuando llegaron nuevas
gentes, conducidas, como he dicho en la historia, por seis caudillos.
Estas eran, en mi opinión, las seis tribus de Joquimilques, Tepaneques,
Colhuis, Chalqueses, Tlahuiques, y Tlascaleses, que se separaron de los
Megicanos en Chicomoztoc, y que llegaron unas dcnpues de otras al valle,
en él mismo orden en que acabo de nombrarlas. Lo cierto es que cuando
llegaron, pocos años después los Acolhuis, hallaron fundada por los Te-
paneques la ciudad de Azcapozalco, y por los Colhuis la de Colhuacan.
Ademas se sabe que aquellas tribus llegaron después de los Chichimecos,
de que se infiere que su llegada fue en el intervalo que medió entre la de
estos, y la de los Acolhuis. Ahora bien ; no hai memoria de otras gentes
venidas por aquel tiempo al Anahuac, si no las conductas por los
mencionados seis gefes : luego estas fueron las seis tribus de Nahuat-
laques, que he citado con sus respectivos nombres. El P. Acosta las
coloca tres siglos antes, pues dice que llegaron a orillas del lago el año
de 902, después de una peregrinación de ochenta años: mas este
calculo no está de acuerdo con 4a historia, de la que consta que
cuando Jolotl vino al valle con su colonia de Chichimecos, halló
despobladas las orillas del lago, y la llegada de esta colonia no pudo
verificarse antes de la mitad del siglo xii como he dicho mas arriba.
Ignorase la época de la llegada de los Acolhnis, pero yo no dudo
que fuese acia fines del mismo siglo, por que aquellos pueblos llegaron
pocos años después de las seis tribus, y por otra parte consta de la
historia que Jolotl sobrevivió algunos al establecimiento de estas.
La ultima nación o tribu que se dejó ver en Anahuac fue la de los
Megicanos. En todos los autores que he consultado no he hallado
ÉPOCAS DE LA HISTORIA DE MEGICO. ' 227
ano que sea de opinión contraria sino Betantfourt, el cual da el ultimo
lugar a los Otomites, El P. Acosta fija la llegada de los Megicanos
a las orillas del lago en el año de 1208, por que coloca aquel suceso
306 años antes de la llegada de las seis tribus Nahuatlaques, que,
según su computo, se verificó en 902. Torquemada, según el calculo
hecho por Betancourt sobre los datos en que se funda, pone la llegada
de los Megicanos a Chapultepec en el año 1260. Una historia
Megicana anonimg, citada por Boturini, pone la venida de aquella
tribu a Tula en 1196, y en esta época parece que están de acuerdo
algunos historiadores Indios. Esta Cronología ademas concuerda
perfectamente con todas las otras épocas : por lo que yo la adopto,
como la mas probable, y casi cierta. Supuestos estos principios, digo
que los Megicanos llegaron a Tzompanco el año de 1216, y a Chapul-
tepec el de 1245, por que se sabe que se detubieron en Tula nueve
años; en Tepegic, y en otros puntos antes de llegar a Tzompanco,
once ; en Tzompanco, siete, y en otros lugares antes de Chapultepec,
veinte y dos. Después de haber estado alli diez y siete años, pasaron
a Acúleo en 1262 ; detubieronse cincuenta y dos años, y fueron con-
ducidos esclavos a Cilhuacan en 1314.
En cuanto a los Otomites, también hai gran variedad de opiniones.
Unos los confunden con los Chichimecos, como Acosta, Gomara, y la
mayor parte de los escritores Españoles. Torquemada en unas partes
hace lo mismo, y en otras los separa. Betancourt, después de haber
copiado la narración de Torquemada, en todo lo relativo a los Tol-
teques, a los Chichimecos, y a las otras naciones, dice, hablando del
reinado de Quimalpopoca, tercer reí de Megico, que en su tiempo
llegaron los Otomites al Anahuac, y se establecieron principalmente
en Jaltocan. No debe echarse en olvido esta anécdota de Betancourt,
que sin duda tomaria de los escritos de Sigüenza, pues no suele
separarse de Torquemada, si no cuando abraza las opiniones de aquel
docto Megicano : pero se engaña en la Cronología, pues fija la llegada
de los Otomites en el año vi Tecpatl, que creyó correspondiente al
1381 : no es asi, pues como se ve en mi tabla Cronológica, el año de
1381 fue el vi Calli, ni reinaba entonces Quimalpopoca, sino Aca-
mapichtzin, como haré ver después. Si la llegada de los Otomites al
valle Megicano (no al pais de Anahuac en que estaban establecidos
muchos siglos antes) occurrio en el año vi Tecpatl, y bajo el reinado
de Quimalpopoca, debió ser en 1420. El no hacerse mención de los
Otomites antes de esta época, y el ser menos civilizados que las otras
naciones, cuando llegaron los Españoles, los cuales los encontraron
q2
228 HISTüRÍA ANTIGUA DE MEGICO.
esparcidos en varias provincias, aislados, y rodeados de pueblos de
diferente idioma, nos hace creer que en la época que hemos indi-
cado empezaron a vivir en sociedad bajo el dominio de los Tepa-
neques y después bajo el de los Megicanos, y Tiascaleses. Yo con-
geturo que habiendo encontrado el pais ocupado por las otras naciones,
no pudieron establecerse en uno solo, aunque la gran masa del puebla
Otomite pobló el terreno que está al Norte, y al Nordueste de la
capital, como mas próximo a los montes en que antes vivian espar-
cidos a guisa de fieras.
La causa de haber sido los Otomites confundidos por muchos Espa-
ñoles con los Chicbimecos, se halla en la misma historia. Cuando los
antiguos Chichimecos fueron civilizados por los Tolteques, y los
Nahuatlaques, muchas familias de aquella nación se abandonaron a la
vida salvage en el pais de los Otomites, prefiriendo el egercicio de la
caza, a los trabajos de la agricultura. Estos fueron los que conser-
varon el nombre de Chichimecos, y los otros empezaron a llamarse
Acolhuis, honrándose con el nombre de la nación que se estimaba la
primera en el orden de la civilización. De los Otomites, los que se
civilizaron, conservaron su antiguo nombre, con*'el cual son conocidos
en la historia ; pero los otros, que esparcidos en los bosques, y mez-
clados con los Chichimecos, no quisieron renunciar a su barbara
libertad, fueron llamados Chichimecos, por muchos que adoptaron
para las dos naciones el nombre de la que tenia mas celebridad. Por
esto algunos escritores hablando de aquellos barbaros, -que por mas de
un siglo después de la conquista molestaron a los Españoles, dis-
tinguen los Chichimecos Megicanos, de los Chichimecos Otomites,
porque los unos hablaban la lengua Otomita, y los otros la Megicana,
según la nación a que debian su origen.
De todo lo que llevo dicho se puede inferir con mucha verosimilitud,
en cuanto lo permiten cuestiones tan oscuras, que el orden, y el tiempo
de la llegada de aquellas naciones al pais de Anahuac, fue el siguiente:
Los Tolteques el año de 648
Los Chichimecos acia el de 1170
Los primeros Nahuatlaques, acia el de 1178
Los Acolhuis afines del siglo xii.
Los Megicanos llegaron a Tula en 1196
A Tzompanco en 1216
A Chapoltepec en \. 1245
Los Otomites llegaron al valle de Megico, y em-
pezaron a civilizarse en — 1420..
* •
ÉPOCAS DH LA HISTORIA DE MEGICO. 229
Sé que los Tepaneques ponderan tanto la antigüedad de Azcapo-
zalco, que, según Torquemada, contaban 1561 años desde su funda-
ción basta el principio del siglo xvii : es decir que la creian fundada
inmediatamente después de la muerte de nuestro Redentor ; pero
consta lo contrario de la historia de las otras naciones, las cuales
bacen a los Tepaneques poco mas antiguos que los Megicanos en
Anabuac. Acredita lo mismo la serie de los señores de Azcapozalco, •
cuyos retratos se ban conservado basta tiempos mui modernos en un
antiguo edificio de aquella ciudad. Ellos no contaban mas de diez
señores, desde la fundación del estado basta su memorable ruina,
ocasionada por los egercitos unidos de los Megicanos, y de los Acol-
buis en 1425 : de modo que seria necesario dar a cada señor ciento y
cuarenta años de gobierno para llenar aquella suma.
Los Totonaques por su parte se creian mas antiguos que los Cbi-
cbimecos, pues la jactancia de un origen remoto es flaqueza común
a todas las naciones. Contaban pues que habiéndose establecido por
algún tiempo a las orillas del lago de Tezcuco, pasaron de alli a
poblar las montañas, a qué dieron el nombre de Totonacapan ; que
alli fueron regidos ¡for diez señores, cada uno de los cuales gobernó
ochenta años, ni mas, ni menos, hasta que habiendo llegado los Chi-
chimecos al Anabuac, en el reinado de Jatoncan, señor de la nación
Totonaque, la sometieron a su dominio, y después los Megicanos al
suyo. Torquemada, que refiere esta tradición en el libro lii de su
Monarquía Indiana, dice que es cierta, y comprobada por historias
autenticas, y dignas de fe : pero por mas que diga no se sabe, ni se
puede saber el tiempo de la llegada de aquella nación al Anahuac,
y en cuanto a los diez señores, que reinaron cada uno ochenta años
exactos, es un cuento bueno para divertir a niños.
Mayor oscuridad reina sobre la llegada de los Olmeques, y Gica-
lanques. Boturini dice que no pudo hallar memorias ni pinturas
concernientes a aquellos dos pueblos : con todo, los cree anteriores a
los Tolteques, y no puede dudarse que fueron antiquisimos.
No hago aqui mención de las otras naciones, por que se ignora
absolutamente su antigüedad: pero estoi convencido de que los Chia-
paneses fueron de los mas antiguos, y quizas la primera de las
naciones que poblaron la tierra de Anahuac.
Correspondencia de los años Megicanos con los nuestros. Época
de la fundación de Megico,
Todos los escritores tanto Megicanos como Españoles que hacen
230 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
mención de la Cronología Megicana, están de acuerdo acerca del
método que tenían aquellas gentes de contar los siglos, y los años :
método que he esplícado en el libro vi de la Historia, y en las tablas
puestas al fin del tomo i. Siempre pues que se halle la correspon-
dencia de un año Megicano con uno de la era Cristiana, se sabrá la
correspondencia de todos los otros. Sí sé, por egemplo, que el año
de 1780 es el II Tecpatl, estoí seguro que el 1781 es el iii Calli, y
que el 1782 es el iv Tochtii, &c. Toda la dificultad consiste en
hallar un año Megicano, cuya correspondencia con uno de los nues-
tros sea cierta e indudable : mas esta dificultad está ya vencida,,
puesto que tanto por las pinturas de los Indios, como por el testi-
monio de Acosta, Torquemada, Sigüenza, Betancourt, y Boturini,
consta que el año 1519, en que los Españoles entraron en Megico,
fue el i Acatl, y por consiguiente el 1518 fue el xiii Tochtii ; el
1517, el XII Calli, &c. Asi que no puede dudarse de la exactitud de
mí tabla del I tomo, por lo que hace a la correspondencia de los dos
calendarios. Los autores que no están de acuerdo con ella erraron
el calculo, y se contradigeron a sí mismos. Betancourt para esplícar
el método Megicano de computar los años, nos presenta su tabla,
comparándola con la de los Cristianos, desde 1663, hasta 1688 : mas
este trabajo es un tegido de errores, pues el autor hace corresponder
el año de 1663 con el i Tochtii, lo cual se demuestra falso si se con-
tinúa mi tabla hasta aquel año. Afirma que el de 1507 fue secular,
y admitido este error no puede menos de fallar en toda su Crono-
logía. Sí el año de 1519 fue i Acatl, como él supone co^j;^ otros es-
critores, hallaremos retrocediendo en nuestra tabla que no fue secular
el de 1507, si no el de 1506. Para confirmar su sistema, alega el
testimonio de su amigo y compatriota el Dr. Sigüenza, del vcual dice
que habia descubierto que el 1684 había sido ix Acatl. Sí esto
fuese cierto, su calculo seria acertado : pero aunque no dudo de su
veracidad en la cita de Sigüenza, tengo algunas razones para creer
que este docto Megicano corrigio su Cronología, ni podía hacer otra
cosa, sabiendo, como en efecto sabia, que el año 1519 habia sido
i Acatl, principio cierto sobre el cual debe apoyarse toda Cronología
Megicana, y del cual se deduce claramente que el 1684 no fue
IX Acatl, sino x Tecpatl. Torquemada hablando de los Totonaques
en el libro lii, dice de un noble de aquella nación que habia nacido el
año II Acatl, y que el año antes, 1519, en que llegaron a aquel pais
los Españoles, era para los Megicanos el I Acatl. Cuando Torque-
mada escribió esto, o estaba agoviado del sueño, o distraído con otras
ÉPOCAS DE LA HISTORIA DE MEGICO. 231
ideas, pues sabia, como todos saben que el año que en el Calendario
Megicano sigue al i Acatl, no es el II Acatl, si no el II Tecpatl, y tal
fue el 1520 de que habla.
Supuesto pues que el año 1519 fue el i Acatl, y sabida la relación
entre los años Megicanos, y los Cristianos, no es difícil encontrar la
época de la fundación de Megico. Todos los historiadores que han
consultado las pinturas Megicanas, o han recogido datos verbales de
aquellos pueblos, están de acuerdo en que aquella célebre ciudad fue
fundada por los Azteques en el siglo xiv del Cristianismo; pero
difieren en el año. El interprete de la colección de Mendoza señala
el de 1324 ; Gemelli, calculando sobre las noticias de Sigiienza, el de
1325. Sigiienza, citado por Betancourt, y un Megicano anónimo,
citado por Boturini, el de 1327*; Torquemada, apoyándose en el
calculo hecho por Betancourt sobre sus propios datos, el de 1341, y
y Enrique Martínez el de 1357. Los Megicanos dicen que su ciudad
se fundó en el año ii Calli, como se ve en la primera pintura de la
colección de Mendoza, y en otras citadas por Sigiienza. Siendo pues
cierto que el siglo de la fundación fue el XI v, y el año el ii Calli, no
pudo ser el 1324, ni IL1327, ni el 1341, ni el 1357, por q^ue ninguno
de estos fue li Calli. Si retrocedemos del 1519, hasta el siglo xiv,
hallaremos en él dos años ii Calli, esto es, el 1325, y 1377. En este
ultimo no pudo ser la fundación, pues seria abreviar demasiado los
reinados de los monarcas Megicanos, contradiciendo la Cronología de
las pinturas antiguas. No queda pues otro arbitrio si no convenir en
que aquel1|i capital fue fundada el año de 1325 de la era vulgar ; y
este fue sin duda el sentimiento del Dr. Sigiienza, por que Gemelli,
que no tubo sobre este asunto otra instrucción que la que le comunicó
aquel literato, pone la fundación en el mismo año 1325, añadiendo
que fue ii Callif . Si antes fue de otra opinión, la reformó posterior-
mente echando de ver que era incompatible con el principio indudable
de que el año de 1519 fue i Acatl.
Cronología de los Reyes ^egicanos.
Es difícil ilustrar la Cronología de los reyes Megicanos, estando tan
discordes entre si los escritores sobre este punto. Algunos datos
ciertos pueden servir sin embargo para conocer los dudosos. Para
* El testimonio de este anónimo ae halla en una copia de una pintura antigua
descubierta en 1631.
t En otra parte he notado la equivocación de Gemelli en escribir año 1326 de
la creación del mundo, en vez de 1325 de la era vulgar.
232 HISTORIA ANTIGUA DE MKGICO.
dar a los lectores alguna idea de la diversidad de opiniones acerca de
esta parte de la historia, basta presentar la tabla siguiente, en que se
ven los anos en que empezó cada reinado, según Acosta, el interprete
de la colección de Mendoza, y Sigüeuza*.
ACOSTA. EL INTERPRETE. SIGUENZA,
Acamapichtzin...l384 1375 3 de Mayo de 1361.
Huitzilihuitl 1424 1396 19 de Abril de 1403.
Quimalpopoca ... 1427 1417 24 de Febrero de 1414,
Itzcoatl 1437 1427 1427.
Motenczomal ... 1449 1440 13xle Agosto de 1440.
Ajayacatl 1481 1469 21 de Noviembre de 1468.
Tízoc , 1477 1482 30 de Octubre de 1481.
Ahuitzotl 1492 1486 13 de Abril de 1486.
Moteuczoma II . . 1503 1502 15 de Septiembre de 1502.
Acosta, y con él, Enrique Martinez, y Herrera no solo discordan de
los otros autores en la Cronología, si no también en el orden de los
reyes, poniendo a Tízoc antes de Ajayacatl, ¿onstando lo contrario
no solo por el testimonio de los Megicanos, sino también por el de
los autores Españoles. Gomara confunde los reinados de los se-
ñores de Tula, con los de los reyes de Colhuacan y de Megico. Tor-
quemada indica los años de los unos, y de los otros, y su Cronología
difiere de la de todos los historiadores. Solis dice que Moteuczoma
II fue el XI de los reyes Megicanos, y por cierto que no adivino de
donde sacó tan estraña y curiosa anécdota. Mr. de Paw, para
manifestar aun en esto su estravagancia, solo cuenta ocho reyes de
Megico : siendo indudable que hubo once, a saber, los nueve del
catalogo precedente, y después de ellos Cuitlahuatzin, y Quauhtemot-
zin. Algunos autores omiten a estos dos últimos, por que reinaron
poco tiempo ; pero habiendo sido legítimamente elegidos, y pacifica-
mente aceptados por la nación, tanto derecho tienen al titulo de
reyes, como todos sus precesores. Acosta dice que no los nombra por
que solo tubieron de reyes el titulo, hallándose en sus tiempos domi-
nado casi todo el reino por los Españoles : mas esto es absolutamente
falso, por que cuando subió al trono Cuitlahuatzin, los Españoles solo
ocupaban la provincia de los Totonaques, y estos eran mas bien sus
* Los años que se leen en la tabla, según el interprete de la colección de Men-
doza, son los que se hallan en la edición de Thevenot, no en la de Purchas, que
no he podido haber a las mano?.
líPOCAS DK LA HISTORIA J)E MIÍGICO. 233
aliados que sus subditos. Al principio del reinado de Quauhtemot-
zin, habian agregado a la referida provincia los estados de Quauh-
quecholan, Itzocan, Tepeyacac, Tecamachalco, y algunos otros de
aquellos contornos, pero todos estos dominios comparados con el resto
del imperio Megicano, eran menos que Bolonia con respecto a todo el
estado Pontificio.
Para ilustrar la Cronología de estos once reyes es necesario adop-
tar otro método, empezando por los últimos, y retrogradando hasta los
principios de la monarquia.
QUAUHTEMOTZIN. Este monarca terminó su reinado en 13 de
Agosto de 1521, habiendo sido hecho prisionero de los Españoles, y
conquistada la capital de su imperio. El dia de su elección no se
sabe : pero de la relación de Cortés se infiere que debió ser por
Octubre o Noviembre del año anterior : de modo que no pudo reinar
mas de nueve o diez meses.
CuiTLAHUATZiN. Este rei, sucesor de su hermano Moteuczoma,
subió al trono en los primeros dias de Julio de 1520, como se deduce,
de la relación de Cortés. Algunos autores Españoles dicen que no
reinó mas de cuarenta dias : otros afirman que reinó sesenta ; pero de
lo que Cortés oyó decir a un oficial Megicano en la guerra de Quauh-
quecholan, se viene en conocimiento de que vivia por Octubre. Yo
no dudo que su reino fuese a lo menos de tres meses.
Moteuczoma II. Se sabe que reinó diez y siete años, y poco
mas de nueve meses, y que empezó a reinar en Septiembre de 1502,
y murió en jos últimos dias de Junio de 1520. La razón de haber
puesto algunos autores el principio de su reinado en 1503, fue por
que sabian que habia reinado diez, y siete años, y no hicieron
cuenta de los otros nueve meses.
Ahuitzotl. Acosta le da once años de reinado, Martínez doce,
Sigüenza diez y seis, y Torquemada diez y ocho. Creo que se pue-
den averiguar los años de su reinado, y el tiempo de su exaltación,
guiándose por la época de la dedicación del templo mayor. Esta se
hizo sin duda en 1486, en lo que están de acuerdo muchos autores.
Por otra parte consta que el rei Tízoc empezó apenas aquella fabrica,
y que Ahuitzotl la concluyó, y llevó a cabo; y esto no pudo ser en el
mismo año en que empezó a reinar, ni en los dos ni tres primeros
años, pues la obra ora vastísima, y dificil. Tampoco pudo en tan breve
tiempo hacer las guerras que hizo en países tan remotos entre si, ni
adquirir el inmenso numero de prisioneros que se sacrificaron en
aquella ocasión. Creo por tanto que no se puede fijar el principio de
234 HISTORIA ANTIGUA DE MEGJCO.
SU reinado después del año de 1482, ni anticiparse, sin trastornar las
épocas de sus antecesores como después veremos. Habiendo pues
empezado a reinar en 1482, y acabado en 1502, debemos darle diez y
nueve años, y algunos meses, o casi veinte años de reinado.
Tízoc. Nadie duda que el reinado de este monarca fue mui
breve, y no hai autor que le dé mas de cuatro años, y medio de vida
en _ el trono. Podemos deducir el tiempo de su reinado, y del de su
antecesor, por el de Nezahualpilli, rei de Acolhuacan, pues habiendo
sido este tan célebre, y tenido tantos historiadores en su corte, abun-
dan las noticias ciertas acerca del tiempo de su gobierno. Neza-
hualpilli murió en 1516, después de haber reinado en Acolhuacan
cuarenta y cinco años, y algunos meses : por lo que debe fijarse el
principio de su reinado en 1470. Se sabe ademas que el octavo año
de Nezahualpilli fue el primero de Tízoc : asi que este debió empe-
zar a reinar en 1477, y reinar cuatro años y medio como dicen mu-
chos historiadores. Torquemada le da menos de tres, pero se contra-
dice en este, como en otros puntos de su Cronologia : por que adop-
tando el calculo que acabo de hacer sobre el reinado de Nezahualpilli,
y dando menos de tres años al reinado de Tízoc, debia fijar su muerte
én 1480, y dar por consiguiente a Ahuitzotl, no diez y ocho, si no
veinte años de reinado.
Ajayacatl. Se sabe que este reí empezó a reinar seis años
antes de Nezahualpilli, esto es, en 1464, y que acabó, como he dicho
en 1477, en que subió al trono Tizoc. De aqui se deduce que reinó
trece años, como dicen Sigüenza, y otros historiadores. , 4.costa le da
once años, y doce el interprete de la colección de Mendoza. Lo
mas probable es que los trece años no fueron cumplidos.
MoTEUCZOMA I. La opinión general es que este famoso rei
cumplió veinte y ocho años en el trono : pero algunos le dan un año
mas : por que cuentan como año cumplido los meses que pasaron de
los veinte y ocho años. Comenzó pues a reinar en 1436, y acabó en
1464. En su tiempo se celebró el togiuhmolpia, o año secular, no
ya en el décimo sesto año de su reinado, como dice Torquemda, si no
el décimo séptimo, que fue el de 1454. j^i
Itzcoatl. Casi todos los historiadores dan trece años de rei-
nado a este gran rei : solo Acosta, y Martínez cuentan doce. La
causa de esta diversidad sera la misma que he mencionado, a saber :
que no habiendo cumplido los trece años en el trono, los unos conta-
ron como año entero, y los otros no los meses que pasaron de los
doce años. Empezó a reinar en 1423 : no pudo ser antes ni después :
ÉPOCAS DK LA HISTORIA DE MEGICO. 235
por que subió al trono un año después que Majtlaton usurpó la corona
de Acolhuacan. Majtlaton reinó tres años, y acabó con el reinado de
los Tepaneques. El año siguiente, esto es, tres años después que
Itzcoatl empezó a reinar, fue restablecido Nezahualcoyotl en el reino
de Acolhuacan, que los Tepaneques le habian usurpado. Se sabe
ademas que este monarca reinó cuarenta y tres años, y algunos meses,
y habiendo acabado en 1470, parece que debe fijarse el principio de
su reinado en 1426, la ruina de los Tepaneques en 1425, el principio
del reinado de Iztcoatl en 1423, y el de la usurpación de Majtlaton
en 1422.
QuiMALPOPOCA. Este infeliz monarca ha sido confundido por
Acosta, Martinez, y Herrera con su sobrino Acolnahuacatl, hijo de
Huitzilihuitl ; por lo cual lo colocan en el trono a la edad de diez
años, y lo hacen morir mui en breve a manos de los Tepaneques. Lo
contrario consta de las pinturas, y relaciones de los Indios, citadas
por Torquemada, y de las cuales he visto yo algunas. Sigüenza in-
curre por inadvertencia en una contradicción : pues dice que Quimal-
popoca fue hermano menor de Huitzilihuitl, como lo fue en efecto : de
este afirma que empezó a reinar a los diez y ocho años, y que reinó
poco menos de once : asi que debió morir antes de cumplir los veinte
y nueve de edad, y Quimalpopoca , que inmediatamente le sucedió,
debia haber tenido a lo mas veinte y ocho años cuando empezó a rei-
nar. Sin embargo Sigüenza le da mas de cuarenta años cuando su-
bió al trono. En la colección de Mendoza no se dan a este rei mas
que diez añof de reinado. Torquemada y Sigüenza le dan trece, y
esto es lo mas probable, atendida la serie de sus acciones, y sucesos :
pero Betancourt, siguiendo a Torquemada, comete en este punto al-
gunos notables anacronismos. Pone la elección de Quimalpopoca en
el tiempo de Techotlalla, rei de Acolhuacan : supongamos que fuese
en el ultimo año de este rei. A Techotlalla sucedió Ijtliljochitl, que
reinó siete años: a Ijtliljochitl, Tezozomoc, que tiranizó aquel impe-
rio nueve años, y a Tezozomoc, Majtlaton, en cuyo tiempo murió
Quimalpopoca. Según estos principios, adoptados por Torquema-
da, y Betancourt, es necesario dar a Quimalpopoca diez y seis
años a lo menos de reinado, que resultan de los siete de Ijtliljochitl, y
de los nueve de Tezozomoc, lo que se opone a la Cronologia de aque-
llos dos autores, y a la de otros muchos. Si queremos combinar la
Cronologia de los reyes de Megico con la de los reyes de Tlatelolco,
según el calculo de los mismos Betancourt y Torquemada, apenas nos
■ á
236 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
quedarán diez y nueve años para dividirlos entre Quimalpopoca e f tz-
coatl, como después veremos. Debiendo pues contar trece años en el
reinado de Quimalpopoca, según el parecer de la mayor parte de los
historiadores, debemos poner el principio de su reinado en 1410.
Majtlaton sucedió a Tezozomoc su padre, un año antes de la muerte
de Quimalpopoca, esto es, en 1422. Tezozomoc poseyó nueve años
la corona de Acolhuacan: habiendo pues muerto en 1422, empezó su
tiranía en 1413. Por lo que hace a Ijtliljochitl, reí legitimo de Acol-
huacan, sabemos que reinó siete años, hasta que en 14].3 perdió la
corona y la vida a manos de Tezozomoc : luego empezó a reinar
en 1406.
HuiTZiLiHUiTL. Son mui diversos los dictámenes de los historia-
dores acerca del numero de años que reinó este monarca. Sigüenza
dice que fueron diez años, y diez meses. Acosta, y Martinez le dan
trece ; el interprete de la colección de Mendoza veinte y uno. " Tor-
■quemada atestigua que entre los historiadores Megicanos que vio, unos
le dan veinte y dos años, y otros veinte y seis. Pero yo no dudo que
el verdadero numero es el del interprete, pues sabemos por las pinturas
Mstoricas de los Megicanos que el año deciino tercio de este rei fue
secular, el cual según mi tabla cronológica del fin del tomo i, no pudo
ser otro que el 1402 ; empezó pues a reinar en 1389. Habiendo muerto
en 1410, como se infiere de lo que hemos dicho hablando de Quimal-
popoca, debemos contar en el reinado de Huitzilihuitl veinte y un años.
AcAMAPiCHTZiN. Supuesta la verdad de los computos preceden-
tes, y establecida la época de la fundación de Megico, poco tenemos
que hacer por lo que respecta a este rei. Torquemada afirma que
las pinturas y las historias manuscritas de los Megicanos fijan la elec-
ción de Acamapichtzin en el vigésimo séptimo año de la fundación de
Megico. Fue pues elegido en 1352, o al principio de 1353, y su
reinado habrá sido de treinta y siete años, o poco menos. El inter-
regno que hubo después de su muerte, fue, según Sigüenza, de cua-
tro meses : todos los otros historiadores lo hacen de pocos dias.
Sobre las épocas de los sucesos de la conquista.
No es mui dificil señalar las épocas de los sucesos de la conquista,
hallando la mayor parte de ellas indicadas por el conquistador Cortés
en sus cartas a Carlos V : pero habiendo muchos anacronismos en los
escritores Españoles, o por que no consultaron aquellas cartas, o por
que no se curaron de saber en qué dias cayeron las fiestas movibles de
HPOCAS DE L\ HISTORIA ÜE MKGICO. 237
aquellos años, de las cuales suele servirse Cortés, es necesario fijar
algunos puntos Cronológicos, dejando otros de menor importancia,
para evitar fastidio a los lectores.
La llegada de la espedicion de aquel caudillo a la costa de Calchi-
cuecan, ocurrió, como todos saben el Jueves Santo de 1519, que fue
el 21 de Abril, habiendo caido en 24 la Pascua.
La entrada de los Españoles en Tlascala, fue, no ya en 23 de Se-
tiembre, como dicen Herrera, y Gomara, si no en 18, como afirman
Bernal Diaz, Betancourt, y Solis ; lo que puede demostrarse calculan-
do, en virtud de los datos de Cortés, los dias que los Españoles estu-
bieron en Tlascala, y en Cholula, y los que emplearon en su viage
hasta Megico. Bernal Diaz dice que antes de entrar en Tlascala, estu-
bieron veinte y cuatro dias en las tierras de aquella república, y des-
pués veinte en la ciudad, como lo confirman también las cartas de
Cortés. En Cholula entraron a 14 de Octubre, y en Megico a 8 de
Noviembre. Seis dias después fue aprisionado Moteuczoma, según
Cortés lo refiere. Este general se mantubo en aquella capital hasta
principios de Mayo del año siguiente, en cuyo tiempo fue a Cempoala,
para oponerse a Narvaoz. Dio el asalto, y ganó la victoria contra
aquel enemigo el Domingo de Pentecostés, que en aquel año de
1520, cayó en 27 de Mayo. La sublevación de los Megicanos, oca-
sionada por la violencia de Alvarado, fue en la gran fiesta del meÁ
Tajcatl, que empezó aquel año en 13 de Mayo. Cortés volvió a la
capital, después de su victoria, el 24 de Junio. En la relación de los
sucesos ocurridos en los últimos dias de este mes, y en los primeros
del siguiente* hallo confusión, y anacronismos entre los escritores. Yo
he seguido las cartas de aquel caudillo, que contienen los datos mas
seguros sobre su empresa.
Parece que la muerte de Moteuczoma acaeció en 30 de Junio,
pues murió, según Cortés, tres dias después de haber recibido la pe-
drada. Este suceso se verificó mientras se construían las dos maqui-
nas de guerra, de que hablo en la Historia, las cuales se hicieron en
la noche del 20 de Junio, y en el dia siguiente. No puede colocarse
la muerte de aquel reí ni antes ni después del 30 de Junio, sin trastor-
nar la serie de los sucesos.
Fijo en 1 de Julio la noche triste, esto es, aquella en que los Es-
pañoles salieron derrotados de Megico, por que Cortés pone siete dias
|j en su viage a ks tierras de Tlascala, donde entró el 8 de Julio. Ber-
nal Diaz, y Betancourt dicen que los Españoles saheron de Medica
238 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
el 10, y entraron el 16 en los dominios desaquella república : pero en
esto se debe dar mas crédito a Cortés. Los sucesos ocurridos desde
el 24 de Junio, basta el 1 de Julio parecerán muchos para tan corto
tiempo : pero no es de estrañar que en circunstancias tan criticas, y
peligrosas, se multiplicasen las operaciones de los que hacian los últi-
mos esfuerzos para salvar la vida.
La guerra de los Españoles en Quauhquecholan fue en el mes de
Octubre, según la relación de Cortés. Esta época importa para de-
terminar el tiempo del reinado de Cuitlahuatzin, pues un capitán Me-
^cano de quien Cortés se informó acerca del estado de la capital, le
dio cuenta de las diligencias practicadas por aquel rei contra los Espa-
ñoles. Los que suponen que Cuitlahuatzin solo reinó cuarenta dias,
rechazan como falsa aquella noticia, pero sin fundamento que pueda
destruir su certeza.
Acerca del dia en que empezó el asedio de Megico, y del tiempo
de su duración, se engañan comunmente los historiadores. Dicen estos
que el asedio duró noventa y tres dias : pero no hicieron exactamente
su calculo, pues Cortés hizo la reseña de sus tropas en la gran plaza de
Tezcuco, y señaló los puntos que debian ocup^ir las tres divisiones de
sti egercito, el lunes de Pentecostés del año de 1521. Aun suponien-
do, contra la verdad de la historia, que aquel mismo dia de la revis-
ta se empezaron las operaciones militares que propiamente pertenecen
al sitio,^ no serian noventa y tres dias, sino ochenta y cinco ; por que
aquel lunes cayó a 20 de Mayo, y el asedio terminó el 13 de Agosto
con la toma de la ciudad. Si dan el nombre de asedio a las hostilidades
hechas por los Españoles en las ciudades del lago, debiaá' fijar el prin-
cipio del asedio en los primeros dias de Enero, y contar, no ya noventa
y tres dias, sino siete meses. Cortés que en este punto merece mas
crédito que ningún otro historiador, dice espresamente que el asedio
empezó el 30 de Mayo, y duró setenta y cinco dias. Es cierto que la
misma carta puede inducir a error, pues en ella se da a entender que
el 14 de Mayo estaban las divisiones de Alvarado y Olid en Tacuba,
donde empezó el sitio : pero esta es una manifiesta equivocación en
los números, pues no es probable que aquellos dos gefes se separasen
del egercito antes de la revista, y sabemos por Cortés, y por todos los
otros historiadores que esta se verificó el lunes de Pentecostés 20 de
Mayo.
Torquemada dice en el lib. iv, cap 46, que los Españoles entraron
por primera vez en Megico en 8 de Noviembre : pero en el capitulo iv.
ÉPOCAS DE LA HISTORIA DE MEGICO. 239
del mismo libro afirma que esta entrada fue el 22 de Julio ; que se
mantubieron ciento y cincuenta dias, los noventa y cinco en amistad
con los Mejicanos, y los cuarenta en las hostilidades ocasionadas por
los estragos que hizo Alvarado en la fiesta del mes Tajcatl, que, según
el mismo autor, corresponde a nuestro Abril, &c. El conjunto de
errores, anacronismos, y contradicciones que contiene este capitulo
basta para dar una idea de su descabellada Cronologia. Creo que el
esmero con que me he aplicado a la ilustración de estos puntos me
habrá hecho evitar, si no todas, a lo menos muchas de las equivoca-
ciones en que otros han caido.
DISERTACIÓN III.
SOBRE EL TERRENO DE MEGICO.
ÍIl qué lea la horrible descripción que hacen de America algunos
Europeos, u oiga el injurioso desprecio con que hablan de su terreno,
de su clima, de sus plantas, de sus animales, y de sus habitantes, se
persuadirá que el furor, y la rabia han animado sus plumas, o sus
lenguas, o bien que el Nuevo Mundo es una tierra maldita, y des-
tinada por el Cielo a ser suplicio de malhechores. Si hemos de
dar fe al Conde de Bujffon, America es un pais enteramente nuevo,
apenas salido del fondo de las aguas que lo hablan anegado ; un con-
tinuo pantano en las llanuras ; una tierra inculta, y cubierta de bos-
ques, aun después de poblada por los Europ^s, mas industriosos que
.los Americanos, o interceptada por montes inaccessibles, que solo
dejan pequeñísimos espacios para el cultivo, y para la habitación de
los hombres : tierra infeliz bajo un cielo avaro, en que todos los ani-
males del antiguo continente han degenerado, y en que los propios de
su clima son pequeños, diformes, enfermizos, y privados de armas
para su defensa. Si damos oidos a Mr. de Paw (que en parte copia
los sentimientos de BuíFon, y cuando no los copia mutaplica, y au-
menta sus errores) "America ha sido y es un pais estéril, en que
todas las plantas de Europa se debilitan, exepto las acuáticas, y jugo-
sas ; su terreno fétido cria mayor numero de plantas venenosas que
el- de todas las otras partes del mundo ; su estension está cubierta de
montes, o de bosques, y pantanos, que solo ofrecen a la vista un in-
menso, y estéril desierto ; su clima, contrario en alto grado a la mayor
parte de los cuadrúpedos, es sobre todo pernicioso a los hombres, en
términos que los naturales están embrutecidos, débiles, viciados de
un modo estraño en todas las partes de su organización."
El cronista Herrera, aunque generalmente moderado, y juicioso,
cuando compara el cielo, y el terreno de America con los de Europa,
se muestra tan ignorante de los primeros elementos de la Geografía,
y prorrumpe en tales despropósitos, que ni aun en un niño serian
tolerables. ** Nuestro hemisferio, dice, es mejor que el nuevo con
SOBRE EL TERRENO DE MEGICO. 241
respecto al cielo. Nuestro polo está mas hermoseado con estrellas,
por que tiene el Septentrión a los 31°, con muchas estrellas resplande-
cientes." En lo que supone, 1, que el hemisferio Austral es nuevo,
siendo conocido, hace tantos siglos en Asia, y África. 2. Que toda
la America pertenece al hemisferio Austral, y que la America del
Norte no mira al mismo polo, ni tiene las mismas estrellas que la Eu-
ropa. " Tenemos, añade, otra preeminencia, y es que el sol se de-
tiene siete dias mas acia el Trópico de Cáncer que acia el de Capri-
cornio," como si el exeso de la permanencia del sol en el hemisferio
Boreal no fuera el mismo en el antiguo que en el nuevo continente.
Parece que nuestro buen cronista se persuadió que el amor que tiene
el planeta a la bella Europa sea la pausa de su mayor estancia entre
la Linea, y el Trópico de Cáncer. ¡ Pensamiento galante, y digno de
un poeta Francés ! " Y de aqui proviene, continúa, que la parte
Ártica es mas fria que la Antartica, por que goza menos del sol."
Pero ¿ como puede gozarse del sol en la parte Ártica, cuando este
planeta se detiene siete dias mas en el hemisferio Boreal ? " Nuestro
continente se estiende nms de Poniente a Levante, y por tanto es mas
cómodo para la vida humana que el otro, el cual, estrechándose en la
misma dirección, se alarga demasiado acia los polos : pues la tierra
que se ensancha mas de Poniente a Levante, está a igual distancia
del frió del Septentrión, y del calor del Austro." Pero si el Septen-
trión es la región del frió, y el Austro del calor, como este escritor da
a entender, los paises equinoxiales serán, según sus principios, los
mas comodosipara la vida humana, por que ellos son los que están
realmente a igual distancia de ambos estremos. " En el otro hemis-
ferio, concluye nuestro autor, no habia perros, asnos, ovejas, cabras, &c.
ni naranjas, higos, melocotones, &c."
Estos, y otros despropósitos de muchos escritores son efectos de
un ciego, y exesivo patriotismo, que les hace creer en ciertas ima-
ginarias preeminencias de sus respectivos paises sobre todos los de
la tierra. No seria difícil oponer a sus invectivas contra la America
los grandes elogios que le han, tributado muchos ilustres autores, algo
mejor instruidos que ellos : peroíademas de que esto seria ageno de
mi proposito, no podría menos de causar fastidio al lector : por lo que
me limitaré a examinar lo que se ha escrito contra el terreno de
America, y contra el de Megico en particular. v
Sobre la supuesta inundación de America.
Casi todo lo que el Conde de Buffon, y Mr. de Paw han escrito contra
TOMO II. R
242 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
el terreno de America, acerca de sus plantas, aoimales, y habitantes, se
apoya en la suposición de una inundación general, diferente de la que
sobrevino en los tiempos de Noe, y mucho mas reciente, de cuyas re-
sultas quedó todo aquel pais, por espacio de mucho tiempo, debajo délas
aguas. De esta moderna catástrofe nace, según el Conde de BuíFon,
la malignidad del clima de America, la esterilidad de su terreno, la
imperfección de sus animales, y la frialdad de los Americanos. " La
naturaleza no habia tenido tiempo de poner en egecucion sus designios
ni de desarrollar toda su amplitud.'' De los lagos, y de los pantanos
que han quedado de aquella inundación, proviene, según Mr. de
Paw, la exesiva humedad del aire, y la humedad produce la infección
del ambiente, la estraordinaria multiplicación de los insectos, la irre-
gularidad, y la pequenez de los cuadrúpedos, la esterilidad, y la
fetidez de la tierra, la infecundidad de las mugeres, la abundancia de
leche en los pechos de los hombres, la estupidez de los Americanos, y
otros muchos fenómenos, que él observó desde su gabinete de Berlin,
mucho mejor que todos los que hemos estado en America. Estos dos
autores están de acuerdo en la inundación, pe^o no en el tiempo, pues
'Mr. de Paw la cree mas antigua que el Conde de Buffon.
Sin embargo toda esta suposición es aerea, y la inundación de que
hablan debe colocarse en la clase de las quimeras. Mr. de Paw la
apoya en el testimonio del P. Acosía, en el numero casi infinito de
lagos, y pantanos, en las venas de metales graves que se encuentran
casi en la superficie de la tierra, en los cuerpos marinos amontonados
«n los puntos mas bajos dé los sitios mediterráneos, en'la destrucción
de los grandes cuadrúpedos, y finalmente en la unánime tradición de
los Megicanos, de los Peruanos, y de todos los salvages que habitan
desde la tierra Magallanica hasta el rio de San Lorenzo, todos los
cuales están de acuerdo en creer que sus abuelos residieron en los
montes, mientras se mantubieron anegados los valles.
Es verdad que el P. Acosta en el libro i, capitulo 25, de su His-
toria, duda si lo que los Americanos decían del diluvio debia enten-
derse del de Noe, o de algún otro particular, ocurrido en aquellos
paises, como el de Deucalion, y Ogiges en Grecia : y aun parece que
se declara por esta opinión, que dice haber sido adoptada por hombres
inteligentes : pero hablando después en el libro v, capitulo 19, de las
conquistas de los primeros Incas, da a entender que la segunda inun-
dación no fue otra que el diluvio de Noe. " El protesto, dice, que
tubieron los Incas, para apoderarse de toda aquella tierra, fue el fingir
que después del diluvio universal (de que tenían noticia todos aque-
SOBRE EL TERRENO DE MEGICO. 94^
líos Indios) ellos eran los que habían poblado el mundo, habiendo
salido siete de la cueva de Pacaritambo, y que por consiguiente todos
los hombres debian tributarles homenage, como a sus progenitores."
Luego reconoció que las tradiciones de los Indios se referían al di-
luvio universal, y que las fábulas con que se desfiguró después eran
protestos inventados por los Incas para establecer su imperio. ¿ Que
diria aquel autor si hubiera tenido en favor de aquella tradición
general los documentos que nosotros poseemos? Los Megicanos,
según afirman sus propios historiadores, como ya he dicho en otra
parte, no hablaban del diluvio sin hacer mención al mismo tiempo de
la confusión de las lenguas, y de la dispersión de las gentes : estos
tres sucesos se representaban en la misma pintura, como se ve en la
que tubo el Dr. Sigüenza de D. Fernando de Alba Ijtliljochitl, y
este de sus ilustres antepasados, cuya copia he dado en el primer
tomo de esta historia. La misma tradición se halló en los Chiapa-
neses, en los Tlascaleses, en los Michuacaneses, en los Cubanos, y en
los Indios de Tierra-firme, con la espresion de haberse salvado del dilu-
vio algunos hombres, 3» animales en una barca, y de haber antes dado
libertad a un pajaro, que no volvió por haber encontrado cadáveres en
que cebarse, y después a otro, que volvió con un ramo verde en el
pico ; todo lo cual manifiesta claramente que no hablaban de otro di-
luvio si no del que inundó la tierra en tiempo del patriarca Noe.
Todas las circunstancias con que se halla alterada en algunas naciones
Americanas esta universal, y antiquísima creencia, í) son alegorías,
como la de As siete cavernas de los Megicanos, para significar las
siete naciones principales que poblaron el pais de Anahuac, o fic-
ciones de la ignorancia o de la ambición. Ninguno de aquellos pue-
blos creia que los hombres se hubiesen salvado en las cimas de los
montes, si no en una barca, y si hubo alguno que no lo creyese asi,
fue por que la tradición del diluvio, después de tantos siglos, debió
padecer algunas alteraciones. Es pues absolutamente falsa la tradi-
ción universal de una inundación particular de la America, y que esta
especie fuese admitida por todos los que residían desde la Tierra
Magallanica hasta el rio de San Lorenzo.
. Los lagos, y los pantanos, que, según aquellos dos escritores, son
trazas indudables de la soñada inundación, son efectos necesarios de
los grandes rios, de las innumerables fuentes, y de las abundantísimas
lluvias de America. Si aquellos lagos proviniesen de una inundación,
y no de las causas que acabamos de indicar, se hubieran secado, al
1 cabo de tantos siglos, por la continua evaporación que provocan los
r2
244 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
rayos del sol, especialmente en la zona tórrida, o a lo menos se
hubieran disminuido en gran parte: pero esta disminución no se
observa, si no en aquellos lagos, de que la industria humana ha sepa-
rado los rios, y torrentes que descargaban en ellos, como sucede en
los del valle Megieano. Yo he visto, y observado los cinco lagos
principales de aquel pais, que son los de Tezcuco, Chalco, Cuiseo,
Pazcuaro, y Chápala, y estoi seguro de que no se han formado, ni se
conservan si no por las copiosas lluvias, por los rios, y por las fuentes.
Todo el mundo sabe que no hai lluvias mas abundantes, ni rios mas
caudalosos que los de America. Si tenemos a la mano las causas
naturales, y conocidas ¿ por qué hemos de acudir a las supuestas e
improbables ? Si los lagos indican inundación, mas bien debemos
creerla en el antiguo continente, que en el moderno, pues todos los
lagos de America, aun comprendidos los del Canadá, que son los
mayores, no pueden compararse con los mares Negro, Blanco, Báltico,
y Caspio, los cuales, aunque tienen el nombre de mares, son, según
el mismo Conde de Buffon, verdaderos lagos, formados por los rios
que en ellos desembocan. Si a estos se afíriden los lagos Leman,
Onega, Pleskow, y otros muchos, y grandes de la Rusia, de la Tar-
taria, y de otros países *, pronto se echará de ver cuanto se olvidan
de su propio continente los que tanto exageran las peculiaridades del
otro. El lago de Chápala, que en algunos mapas Geográficos se halla
condecorado con el magnifico titulo de Mar Chapalico, y que yo he
visto, y costeado tres veces, apenas tiene 100 millas de circunferencia.
Ahora bien, si los rios Don, Wolga, Boristenes, Danubio, Odor, y
otros del mundo antiguo, aunque no tan caudalosos como el Marañon,
La Plata, Magdalena, San Lorenzo, Orinoco, Misisipi, y otros del
nuevo, bastan, según el Conde de Buffon, a formar aquellos inmensos
lagos, que han merecido el nombre de mares, ¿ qué estraño es que los
magnificos raudales de America, formen otros menos estendidos?
Mr. de Paw dice: " estos lagos parecen receptáculos de aguas, que
no han podido salir todavía de aquellos lugares anegados por una
violenta agitación impresa a todo el globo de la tierra. Los nu-
merosos volcanes de las Cordilleras, o Alpes Americanos y de las
rocas de Megico, y los terremotos que incesantemente agitan una
u otra parte de aquellas elevaciones, dan a entender que todavia no
está aquella tierra en reposo." Pero si aquella violenta agitación fue
* Mr. Valmont de Bomare cuenta 38 lagos en los cantones Suizos, y dice que
en el de Harlem pueden entrar navios de alto bordo. El de Aral, en Tartaria,
según el mismo, tiene 100 leguas de largo, y 60 de ancho.
SOBRE EL TERRENO DE MEGICO. 245
general a todo el globo de la tierra, ¿ por qué razón se inundaron Perú,
y Megico, siendo, como confiesan el mismo Mr. de Paw, y el Conde
de Buffon, sumamente elevados sobre la superficie del mar, y no se
inundaron las tierras de Europa, que son mucho mas bajas? Quien
haya observado la estupenda elevación del suelo de America, no podra
persuadirse jamas que el agua suba a cubrirlo, sin haber anegado antes
toda la Europa. Por lo demás, también podremos decir que el Vesubio,
el Etna, el Hecla, y los innumerables volcanes de las islas Molucas, y
Filipinas, y de Japón, y los frecuentes terremotos que alli se esperi-
mentan, como igualmente en China, Persia, Siria, y Turquia, dan a
entender que el Mundo Antiguo no está todavía en reposo *.
" Las venas de metales, añade Mr. de Paw, que en algunos puntos
se hallan en la superficie de la tierra, parecen indicar que aquel suelo
fue anegado, y que los torrentes arrebataron la superficie." Pero ¿ no
seria mas sensato decir que algunas erupciones violentas de fuegos
subterráneos, bastante claras en los numerosos volcanes de las Cor-
dilleras, arruinando la superficie de algunos terrenos dejaron casi
descubiertos aquellos depósitos metálicos ?
Los cuerpos marinos amontonados en algunos lugares mediterráneos
de America, si prueban la pretendida inundación, probarán mas bien
una inundación mayor del Mundo Antiguo : pues si en America son
pocos los sitios en que se hallan masas enteras de conchas, y cuerpos
marinos en estado de petrificación, la Europa está llena de ellos, de-
mostrando haber estado en otro tiempo bañada por las aguas del marf .
Sabidos soi»los espavientos, y los cálculos que han hecho algunos fisi-
cos Franceses de la inmensa cantidad de conchas que hai en la Ture-
na, y nadie ignora que esta clase de cuerpos marinos se hallan también
en los Alpes. ¿ Por qué pues se inferirá de algunas de estas sustan-
cias que hai en America, la inundación de aquellos paises, y no se su-
pondrá la inundación en Europa, donde son mas comunes, y donde se
encuentran en mayores masas ? Si la colocación de estos cuerpos en los
* El mismo Mr. de Paw después de haber hecho mención del Vesubio, del Etna,
del Hecla, y del volcan de Lipari, dice asi : " entre los grandes volcanes se cuen-
tan el Paramucan, en la isla de Java, el Camapis, en la de Banda, el Balaluan en
la de Sumatra. En Témate hai otro cuyas erupciones no ceden a las del Etna.
De todas las islas grandes, y pequeñas que componen el imperio del Japón, no
hai una que no tenga su volcan mas o menos considerable : lo mismo sucede en las
Malinas (quiere decir Filipinas), en las Azores, en las Canarias. — Recherches phi-
losophiques, Lettre iii, sur les vicissitudes de notre globe.
t Mr. de Bourguet en su Tratado de las petrificaciones, y el P. Torrubia en su
aparato de la Historia Natural de España presentan grandes catálogos de los sitios
de Europa, y Asia donde se hallan cuerpos marinos petrificados.
Í246 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
pantos mediterráneos de Europa se atribuye al diluvio universal ¿por
qué no se atribuyen a la misma causa los efectos que se notan en
America*? iPor el contrario, si no fueron las aguas del diluvio las
que transportaron los cuerpos marinos a lo interior de las tierras de
Europa, si no las de otra inundación posterior ; si la Europa es, en
general, como dice el Conde de Buffon, un pais nuevo ; si no hace
mucho tiempo que estaba cubierta de bosques, y pantanos ¿ por qué
no se ven en ella, ni se veian hace dos mil años, esos estupendos efectos
de la innudacion que ven aquellos dos autores en America ? ¿ Por qué
no se han degradado los animales Europeos, como los Americanos ?
I Por qué los habitantes de un continente no son tan frios como los del
otro ? ¿ Por qué las mugeres de una y otra parte del mundo no son,
o a lo menos, no han sido igualmente infecundas ? ¿ Por qué habiendo
estado la Europa anegada como la' America, y mas tiempo aquella que
esta, como se infiere claramente de las razones del Conde de Buffon,
el terreno de Europa quedó fecundo, y el de America estéril ; el cielo
de Europa es tan benigno, y el de America tan avaro ; a Europa se
concedieron todos los bienes, y a America se destinaron todos los
males ? El que quiera conocer toda la fuerza de estas dificultades, lea lo
que dice Buffon acerca de la inundación de Europa.
El ultimo argumento de Mr. de Paw se toma de la estincion o ester-
minio de los grandes cuadrúpedos en America, los cuales, dice, son los
primeros que perecen en las aguas. Este autor cíee que antigua-
mente habia en America, elefantes, camellos, hipopótamos, y otros
grandes cuadrúpedos, y que todos perecieron en la supi^íísta inunda-
ción. Pero ¿ no es cosa maravillosa que pereciesen los camellos, y los
elefantes, siendo tan veloces, y se salvase el perico ligero con toda su
lentitud, y pereza ? ;, Como no se refugiaron los elefantes en las cimas
de los montes, a imitación del hombre, huyendo a nado, en lo que son
diestrisimos, o valiéndose de la velocidad de sus pies, la cual es tal
* Uno de los montes mas altos de America es el Descabezado, situado en los
Alpes Chilenos, a mas de 150 millas del mar. Su altura perpendicular sobre la
superficie del mar, es, según el diligente y erudito Molina, de mas de tres millas
En la cima de este coloso se han hallado graudes cantidades de cuerpos marinos
petrificados, los cuales no pudieron subir a tan estupenda altura por efecto de una
inundación particular, distinta de la del diluvio. Tampoco puede decirse que
habiendo sido aquella cima lecho del mar, se fue elevando poco a poco, y con ella
los cuerpos marinos : por que aunque esto no sea inverosímil en algunos sitios,
poco elevados sobre el nivel del mar, a tan estraordinaria altura es absolutamente
increíble : asi que la existencia de aquellos restos debe considerarse como una
prueba cierta e indudable del diluvio.
SOBRE EL TERRENO DE MEGICO. 247
que, según el Coqde de Bufibn, andan en nn dia ciento, y cincuenta
millas, y pudo refugiarse el perico-ligero, que, según el mismo autor,
necesita una hora para andar una toesa? Aun suponiendo que hayan
existido en America aquellos grandes cuadrúpedos, no hai motivo para
atribuir su esterminio a la inundación posterior al diluvio: pudie-
ron haberla producido otras muchas causas. El mismo Mr. de Paw
afirma, que si se transportasen los elefantes a America, como lo han
procurado hacer los Portugueses, " tendrían la misma suerte que los
camellos en el Perú, que no se propagarían, aunque se dejasen en los
bosques abandonados a su propio instinto, por que la mudanza de
clima, y de alimento es mucho mas sensible a los elefantes, que a
todos los otros cuadrúpedos de primera magnitud." En otra parte
dice, que " la causa de la destrucción de los grandes cuadrúpedos del
Mundo Nuevo es una de las mayores dificultades, y uno de los
puntos mas curíosos e interesantes • de la fisica del globo." ¿Como
pues decide tan osadamente en cuestión tan espinosa, señalando por
causa una inundación tan problemática ?
El Conde de Bufíbn trata de probar la reciente inundación de
America, con algunos argumentos, a que responderemos en pocas
palabras. ** Si este continente es tan antiguo como el otro, ¿ por
qué se encuentran en él tan pocos hombres ? " Los hombres que se
encontraron en America no eran pocos, si no es con respecto al
vastisimo continente que habitaban. Los que vivían en sociedad,
como los Megicanos, los Michuacaneses, los Acolhuis, y otros que
ocupaban ^odo el espacio de tierra que se estiende desde 9' hasta
23° de latitud, y desde 271» hasta 294" de longitud, formaban pueblos
tan numerosos como los de Europa, y ^si lo haré ver en otra diserta-
ción*. Los que vivían dispersos formaban pequeñas naciones o tribus,
por que la vida salvage no favorece la multiplicación de la especie
humana, ni alli, ni en ningún otro pais del mundo. " Si los salvages
son pastores, dice Montesquieu, necesitan de un gran terreno para
mantener un reducido numero de individuos. Si son cazadores, como
* Estos argumentos del Conde de Buflfon contra la antigüedad de America se
hallan en el tomo vi de su Historia Natural, pero poco antes en el mismo tomo
dice : " Halláronse en Megico, y en Perú hombres civilizados, y pueblos cultos,
sometidos a leyes, y gobernados por monarcas : no carecían de industria, de
artes, de ideas religiosas. Habitaban en ciudades, en que reinaba el orden, y en
que los reyes egercian su autoridad. Estos pueblos, bastante numerosos no pue-
den llamarse nuevos."
2ifi
HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
eran los salvages de America, aun existen en menor numero, y
componen una nación mas pequeña."
" ¿ Porqué, vuelve a preguntar el Conde de BufFon, eran todos
salvages, y vivian dispersos?" No hai tal cosa. ¿ Habrá quien dude
que los Megicanos, los Peruanos, y todas las naciones sometidas a
ellos vivian en sociedad ? Estas, como el mismo BufFon confiesa,
eran harto numerosas, y no pueden llamarse nuevas. Los otros
pueblos permanecieron salvages por demasiado amor a la libertad, o
por otras causas que ignoramos. En Asia, aun siendo un pais tan
antiguo, hai todavia tribus salvages, y dispersas. " ¿ Porqué, añade,
los pueblos Americanos que vivian en sociedad contaban apenas dos-
cientos o trescientos años después de su reunión?" Otro error. Los
Megicanos contaban apenas doscientos años desde la fundación de su
capital, y los Tlascaleses algo mas desde el establecimiento de su
república, pero tanto estas naciones, como las que les estaban some-
tidas, y los Tolteques, los Acolhuis, y los Michuacaneses, vivian en
sociedad desde tiempo inmemorial. Ni el Conde de Buffon, ni
Mr. de Paw, ni el Dr. Robertson, ni otros muchos escritores Europeos
sajDen distinguir el establecimiento de aquellas naciones en Anahuac,
del que muchos siglos antes habian tenido en los paises Septentrionales
del Nuevo Mundo.
" ¿ Porqué, sigue el Conde de Buffon, aun las naciones que vivian
en sociedad ignoraban el arte de trasmitir a la posteridad la memoria
de los hechos, por medio de figuras durables, puesto que habian
descubierto el modo de comunicarse de lejos, y de escribir^ por medio
de los nudos ? " Y qué eran las pinturas, y los caracteres de los
Megicanos, y de las otras naciones civilizadas de Anahuac, si no
signos durables, destinados, como nuestros caracteres, a perpetuar la
memoria de los sucesos ? Véase lo que dice Acosta en el lib. vi,
cap. vii, de su historia, y lo que yo digo en mi disertación sobre la
cultura de los Megicanos.
** ¿ Por qué no domesticaban animales, ni se servían de otros que
del llama* y del paco, los cuales no eran, como nuestros animales
domésticos, estables, fieles, y dóciles?" Por qué carecian de animales
que pudiesen ser domesticados. ¿Queria el Conde de Buffon que
* Llama era, según dice el P. Acosta, el nombre genérico de las cuatro especies
de cuadrúpedos de aquel genero : pero hoi se emplea para significar la que los
Españoles designan eon el nombre de carnero del Pera. Las otras tres especies
son el paco, el guanaco, o huanaco, y la vicuña.
SOBRE EL TERRENO DE MEGIGO. 249
domasen tigres, lobos, y otras fieras de esta especie 1 Mr. de Paw
echa en cara a los Americanos el no haberse servido de los rengíferos
como los Laponeses : pero estos animales no se hallan sino en paises
demasiado remotos de Megico, y los salvages que los habitaban no
quisieron servirse de aquellos cuadrúpedos, por que no los necesitaban.
Ademas de que las palabras de Buífon, tomadas en su generalidad,
encierran un error, pues él mismo confiesa que los Indios domesti-
caron el aleo, o techiche, animal semejante al perro, y común a ambas
Americas. Los Megicanos ademas habian domesticado los conejos,
los patos, los pabos, y otros animales.
Finalmente, " sus artes, concluye el Conde de Buffon, eran tan
nuevas como su sociedad ; su talento imperfecto ; sus ideas no estaban
desarrolladas ; sus órganos eran toscos, y barbaras sus lenguas." Los
errores contenidos en estas palabras serán refutados en las siguientes
disertaciones.
La nueva inundación de America debe pues considerarse como una
de aquellas quimeras filosóficas, inventadas por los ingenios de nuestro
siglo : puesto que los Americanos no conservaban memoria de otra
inundación, que de la universal referida en los libros Santos. Antes
bien se puede asegurar que si el diluvio de Noe no anegó toda la
tierra, ningún otro pais se pudo con mayor probabilidad sustraer de
aquella catástrofe que el territorio de Megico, pues ademas de su gran
elevación sobre el nivel del mar, no hai pais mediterráneo en que
sean mas raros los cuerpos marinos petrificados.
Del clima de Megico.
Si quisiera empeñarme en rebatir todos los despropósitos que Mr. de
Paw escribe contra el clima de America, seria necesario emplear en
lugar de una disertación, un volumen. Basta decir que ha recogido
todo lo que se ha dicho, y escrito, con razón o sin ella, contra diversos
paises particulares de America, para representar a sus lectores un
conjunto monstruoso, y horrible ; sin echar de ver que si quisiéramos
imitar su egemplo, y adoptar su sistema a los diversos paises de que
se compone el antiguo continente, lo que no seria dificil, resultaría un
retrato no menos espantoso. Pero degemos esto, como ageno de
nuestro proposito, y limitémosnos a hablar sobre el clima de M^co.
Siendo este pais tan vasto, y hallándose dividido en tantas provin-
cias, tan diversamente situadas, no es estraño que reinen en ellas
diferentes climas. Algunas tierras, como las inmediatas a las costas,
son calidas, y por lo común, húmedas, y malsanas : otras, como casi
S^ HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
todas las interiores, son templadas, secas, y sanas. £stas son de-
fliasiado alias, y aquellas demasiado bajas. En unas reinan los
vientos del Sur, en otras el Levante, en otras el Norte. El mayor
j&io de todos los puntos habitados no llega al de Francia, ni aun al
de Castilla, ni el mayor calor puede compararse con el de África, ni
con el de la canícula en algunos pueblos de Europa. La diferencia
entre el verauo, y el invierno es generalmente tan pequeña, que
muchas personas usan la misma ropa en Agosto, y en Enero. Todo
esto, y lo que he dicho en otra parte, acerca de la benignidad, y
suavidad de aquel clima, es tan notorio, que no necesitamos de citas,
iú de argumentos para probarlo.
Mr. de Paw, para demostrar la malignidad del clima de America,
ale^a, 1. La pequenez, y la irregularidad de los animales. 2. La cor-
pulencia, y la enorme multiplicación de los insectos. 3. Las enferme-
dades de los Americanos, y especialmente el mal venéreo. 4. Los
defectos de ^u constitución física. 5. El exeso del frío en algunos
|)aises de America, con respecto a los del antiguo continente, situados
a igual distancia de la Linea Equinoxial.
Ahora bien, la supuesta pequenez, y I9 ^enor ferocidad de los
animales Americanos, de que hablaré después, lejos de demostrar
la malignidad del clima, manifiestan su suavidad, si damos crédito al
Conde de Bufion, de €uyo testimonio se ba valido el mismo Mr. de
Paw, en todo lo que dice contra Pernetty. Buffon, que en muchos
pasages de la Historia Natural alega la pequenez de los animales
Americanos, como una prueba cierta de la malignidad del clima, dice
en el tomo xi, hablando de los animales selváticos. " Como todas
las cosas, y aun las criaturas mas libres, están sugetas a las leyes
fisicas, y como los animales, igualmente que los hombres, están some-
tidos al influjo del cielo, y de la tierra, parece que las mismas causas
que han civilizado, y suavizado la especie humana en nuestros climas,
iban debido producir los mismos efectos en las otras especies. El lobo,
que es quizas el cuadrúpedo mas feroz de la Zona Templada, es, por
otra parte, incomparablemente menos terrible que el tigre, el león, y
la pantera de la Zona Tórrida, y que el os^o blanco., el lobo cerval, y la
fhiena de la Zona Fria. En America, donde el aire, y la tierra son
mas blandos que en África, el tigre, el león, y la pantera solo tienen
de terrible el nombre. Si la ferocidad unida a la crueldad, formaba
parte de su naturaleza, no hai duda que han degenerado, o por mejor
decir, han sufrido el influjo del clima : bajo un cielo mas suave, su
Índole se^ha amansado. De los climas estremosos salen las. drogas.
SOBRfi EL TERRiiNO DB MEGICO. 2fil
los perfumes, los venenos, y todas las plantas cuyas cualidades son
fuertes, y vehementes. Por el contrario, una tierra templada no da
sino productos templados : a ella pertenecen las yerbas mas dulces,
las legumbres mas sanas, los frutos mas suaves, los animales mas
pacíficos, y los hombres mas tranquilos : por que la tierra influye en
jas plantas ; la tierra, y las plantas, en los animales ; la tierra, las
plantas, y los animales, en el hombre. Las cualidades físicas del
hombre, y de otros animales que se alimentan de animales, dependen,
aunque mas remotamente, de aquellas mismas causas que influyen en
su Índole, y en sus costumbres. La mayor prueba que puede darse
de que en los climas templados todo se templa, y de que todo es
exesivo en los estremosos, es que el tamaño, y la forma, que parecen
cualidades fijas, y determinadas, dependen, como las cualidades rela-
tivas, de la acción que el clima egerce. El tamaño de nuestros
cuadrúpedos no puede compararse con el del elefante, el rinoceronte,
y el hipopótamo ; las mayores de nuestras aves son harto pequeñas
comparadas al avestruz, al cóndor, y al casoar." Hasta aqui el Conde
de Buffon, cuyo testo he copiado, por que me ha parecido importante
a mi proposito, y contiWo a lo que Mr. de Paw dice contra el clima
de America, y a lo que el mismo Buffon escribe en otras partes.
Si pues los animales grandes, y feroces son propios de los climas
exesivos, y los pequeños, y iimnsos, de los templados, como dice el
Conde de BuíFon ; si la suavidad del clima influye en la idole, y en
las costumbres de los animales, mal deduce Mr. de Paw la malignidad
del clima de America, del menor tamaño, y de la menor ferocidad de
sus animales, antes bien de esto mismo debería inferir la suavidad de
«u clima. Si por el contrario, el menor tamaño, y la menor ferocidad
de los animales Americanos, con respeto a los del antiguo continente,
prueban su degeneración por la malignidad del clima, como dice
Mr. de Paw, deberemos del mismo modo deducir la malignidad del
clima de Europa, del menor tamaño, y de la menor ferocidad de sus
animales, comparados con los de África. Si algún filosofo de Guinea
emprendiese una obra por el estilo de la de Mr. de Paw, con el titulo
de Recherches Philosophiques sur les Européens, podria valerse del
mismo argumento, para censurar el clima de Europa, y las ventajas
del de África. " El clima de Europa, podria decir con las mismas
palabras de su modelo, es demasiado opuesto a la generación de los
cuadrúpedos, que alli son incomparablemente menores, y mas co-
bardes que en el nuestro. ¿ Qué son el caballo, y el buei, los mayores
de sus animales, comparados con nuestros elefantes, con nuestros
262 HISTORIA ANTIGUA DE ME6IC0.
rinocerontes, con nuestros hipopótamos, con nuestros camellos, y
nuestras girafas? ¿ Qué son sus lagartos, comparados en intrepidez,
y tamaño, con nuestros cocodrilos? Los lobos, y los osos, las mas
temidas de sus fieras, parecen ovejas al lado de nuestros leones, y
tigres. Sus águilas, y sus buitres son gallinas en comparación de
nuestros avestruces." Omito otras bellas cosas que podrían decirse
contra Europa, valiéndose de los mismos materiales, y casi de las
mismas espresiones de Mr. de Paw, por no hacer fastidiosa esta diser-
tación. Lo que aquellos dos escritores responderían al filosofo Afri-
cano,' respondo yo a cuanto ellos dicen: pues sus argumentos o no
prueban que es malo el clima de Ameríca, o demuestran que es malo
el de Europa, o a lo menos inferior al de África.
De la escasez, y pequenez de los cuadrúpedos pasa Mr. de Paw al
enorme tamaño, y prodigiosa multiplicación de los insectos, y otros ani-
malillos dañosos. " La superficie de la tierra, dice, inficionada por la
putrefacción, estaba inundada de lagartijas, de culebras, de reptiles e
insectos monstruosos por su tamaño, y por la actividad de su veneno,
los cuales sacaban jugos abundantes de aquel suelo inculto, viciado, y
abandonado a si mismo, en qué el jugo nutritivo se agriaba, como la
leche en el seno de los animales que no egercen la virtud propagativa.
Las orugas, las garrapatas, las mariposas, los escarabajos, las arañas, las
ranas, y los sapos eran de una corpulencia gigantesca en su especie, y
se hablan multiplicado mas de lo que puede imaginarse. Panamá está
infestada de culebras ; Cartagena, de nubes espesas de enormes mur-
ciélagos; Porto Belo, de sapos: Suríñan de kakerlaqui^ o cucara-
chas ; Guadalupe, y otras colonias de las islas, de escarabajos ; Quito,
de piques, o niguas, y Lima de piojos, y chinches. Los antiguos reyes
de Megico, y los emperadores del Perú, no hallaban otro medio de
libertar a sus subditos, de estos insectos que los devoraban, que el de
imponerles el tributo de cierta cantidad de piojos que debian pagarles
cada año. Hernán Cortés encontró sacos llenos dé ellos en el palacio
de Moteuczoma." Pero este argumento, lleno de falsedades, y exa-
geraciones, nada prueba contra el clima de America en general, ni en
particular contra el de Megico. El haber algunas tierras en America,
en que por ser calidas húmedas, e inhabitadas, se hallan insectos
grandes, y que se multiplican exesivamente, probará, cuanto mas, que
en aquella vasta parte del mundo hai algunos puntos inficionados por
la putrefacción : pero no que el terreno de Megico, y el de toda
America, son fétidos, incultos, viciados, y abandonados a si mismos,
como pretende desacertadamente Mr, de Paw. Si esta consecuencia
SOBRB EL TERRENO DB MB6ICO. 253
fuera exacta, podríamos decir que el terreno del antiguo continente es
igualmente fétido, y podrido, pues en muchos paises de los que lo com-
ponen hai una prodigiosa multitud de insectos monstruosos, de reptiles
dañinos, y de viles animalillos, como en las islas Filipinas, en las del
océano Indico, en muchas partes del Asia Meridional, y de África, y aun
en no pocos de Europa. Las islas Filipinas están infestadas de hormigas
enormes, y de murciélagos monstruosos ; el Japón, de escorpiones ; el
Asia Menor, y el África, de serpientes ; el Egipto, de áspides ; la
Guinea, y la Etiopia, de egercitos de hormigas ; la Holanda, de ra-
tones ; la Ukrania, de sapos, como el mismo Mr. de Paw asegura."
En Italia, la campaña Romana, cuya población es tan antigua, abunda
en viveras ; la Calabria, en tarántulas ; las costas del mar Adriático,
en nubes de mosquitos ; y aun en la misma Francia, cuya población
es tan antigua, y tan grande, cuyas tierras están tan cultivadas, y cuyo
clima alaban tanto los Franceses, apareció hace años, según el mismo
Conde de Buffon, una nueva especie de rata campestre, mayor que
la común, y que él llama surmulot, cuya especie se propagó exesiva-
mente, con gran daño de los campos. Mr. Bazin, en el Compendio
de la Historia de los insectos, cuenta setenta y siete especies de chin-
ches en Paris, y en sus contornos. Aquella gran capital, según Mr.
de Bomare, hormiguea de tan enojosos bichos. Es mui cierto que hai
puntos en America, en que la muchedumbre de insectos, y reptiles
hace incomoda la vida: pero no sabemos que de resultas de su exesiva
multiplicación se haya despoplado la mas miserable aldea ; a lo menos
no podran jcitarse tantos egemplos de despoblación por aquel motivo,
como los que del antiguo continente refieren Teofrasto, Varron, Plinio,
y otros autores. Las ranas despoblaron un lugar de las Gallas, y otro
en África las langostas. La isla de Giaro, una de las Cicladas, quedó
despoblada por las ratas ; Amidas, cerca de Terracina, por las cule-
bras ; otro pueblo próximo a Etiopia, por los escorpiones, y por las
hormigas venenosas, y otro por las escolopendras ; y mas cerca de
nuestros tiempos, los habitantes de la isla Mauricio estubieron
próximos a abandonarla, de resultas de la estraordinaria- multipli-
cación de los ratones, según me acuerdo de haber leido en un autor
Francés.
En cuanto al tamaño de los insectos, y de los reptiles, Mr. de Paw
se vale del testimonio de Mr. Dumont, el cual en sus Memorias sobre
la Luisiana, dice que las ranas de aquel pais son tan grandes, que
pesan 37 libras Francesas, y que su horrendo clamor es mui semejante
al de las vacas. Pero ¿ quien podra fiarse de aquel autor, sabiendo
254 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
lo que dice el mismo Mr. de Paw, que todos los que han escrito sobre
la Luisiana, desde Kenepin, Le Clerc, y el Caballero Tonti, hasta
Dumont, se han contradicho unos a otros ? Yo ademas me maravillo
que Mr. de Paw, haya osado decir que no existen semejantes mons-
truos en el resto del mundo. Sé que ni en el antiguo continente, ni
en el nuevo existen ranas de 37 libras : pero existen en Asia, y África
serpientes, murciélagos, hormigas, y otros animales de esta especie,
de tan estupendo tamaño, que superan a cuantos se han descubierto
hasta ahora en el Nuevo Mundo. ¿ En qué parte de America se ha
visto una serpiente de 50 codos Romanos, como la que enseñó Au-
gusto al pueblo en los espectáculos, según afirma Suetonio*, o tan
gruesa, como la que se mató en el Vaticano, en tiempo del emperador
Claudio, de la que asegura Plinio, autor casi contemporáneo, que se
le encontró un niño entero en el vientre ? Sobre todo, ¿ cuando se ha
visto, aun en los bosques mag solitarios de America, una serpiente
que se pueda comparar, bajo niügun aspecto, con la enorme, y prodi-
giosa, de 120 pies, vista en África en tiempo de la primera guerra
Púnica, destruida con maquinas de guerra por el egercito de Atilio
Regulo, y cuya piel y quijadas se conservaron en un templo de Roma,
hasta la guerra de Numancia, como testifican Livio, Plinio, y otros
historiadores ? Sé que algún escritor ha dicho que en los bosques de
America se hallan unas culebras gigantescas, que con su aliento atraen
a los hombres, y los ahogan : pero también sé que lo mismo, y algo
mas cuentan algunos historiadores antiguos y modernos de las serpien-
tes de Asia. Megastenes, citado por Plinio, dice que e-n aquellas
regiones se hallan serpientes que tragan ciervos, y toros enteros f.
Metrodoro, citado por el mismo escritor, afirma que en el Ponto habia
unas culebras, que atraían con su aliento a los pájaros, por altos que
estubiesen, y por rápido que fuera su vuelo. Gemelli, en el tomo v,
de s« Vuelta al Mundo, hablando de los animales de las islas Filipinas,
dice asi : " hai serpientes en aquellas islas de desmesurado tamaño.
* In Octaviano Ccesare.
t Meg'asthenes scribit, in India serpentea in tantam magnitudinem adoles-
cere, ut solidos hauriant cervos, taurosque. Metrodorus, circa Rhyndacum am-
nem in Ponto, ut supervolantes quamvis alte, perniciterque alites haustu raptas
absorbeant. Nota est in Punicis bellis ad flumen Bagradam a Regulo Imper. ba-
listis, tormentisque, ut oppidum aliquod, expugnata serpens cxx pedum longi-
tudinis. Pellis ejus maxillse que usque ad bellum Numantinum duravere Romee
in templo. Faciunt his lidem in Italia appellatse bose in tantam araplitudinem
exeuntes, ut Divo Claudio principe, occisíe in Vaticano, solidus in alvo spectatus
sit infans." Plin Hist. Nat. lib. viii, cap. 14.
SOaRE EL TERRENO DE MEGICO. 255
Hai «na, llamada Ibitin, que se cuelga por la cola del tronco de un
árbol, espera que pasen ciervos, javalies, y aun hombres, para atraerlos
a si violentamente con el aliento, y devorarlos enteros." Bien se ve
por todo esto que aquella antiquísima fábula ha sido común a uno y
otro continente.
Mr. de Paw querrá quizas responder que aquellos monstruosos ani-
males se veian etí el antiguo continente, cuando aun no se habia per-
feccionado su clima. Pero, si se compara lo que escribieron los anti-
guos, con lo que ahora sabemos del Asia, y del África, ¿ quien negará
que el clima de aquellos paises es el mismo que era hace 2,000 años,
con el mismo calor, la misma humedad, y las mismas producciones
animales, y vegetales? Ademas que aun en nuestros tiempos se ven
álli varias suertes de animales de estraordin arias dimensiones, que
superan a los de la misma especie en el nuevo continente. ¿ En qué
pais de America encontrará Mr. de Paw hormigas que puedan com-
pararse con las llamadas sulum en las islas Filipinas, de las cuales
afirma el Dr. Hernández que tienen seis dedos de largo, y uno de
ancho ? ¿ Quien ha ^sto en America murciélagos, tan gruesos como
los de las islas Borbon, Témate, Filipinas, y los de todo el archipié-
lago Indico? El mayor murciélago de America, propio de ciertas
tierras calidas, y sombrías, que es el que el Conde de Buffon llama
vampiro, es, según él mismo, del tamaño de un pichón : la rougette,
una de las especies de Asia, es tan grande como un cuervo, y la
roussete, otra especie de Asia, como una gallina. Sus alas tienen de
punta a f«inta tres pies de Paris, y según Gemelli, que las midió en
Filipinas, seis palmos. El Conde de Buffon confiesa el exeso de
tamaño en los murciélagos Asiáticos, pero les niega el del numero.
<?emelli, testigo ocular, dice que los de la isla de Luzon eran tantos
que cubrían el aire, y que el rumor que hacian con los dientes, al
comer las frutas de los bosques, se oia a distancia de tres millas. Lo
mismo confirman muchas personas fidedignas que han residido largos
años en aquellas islas. El mismo Mr. de Paw dice, hablando de las
serpientes, que " no se puede afirmar que en el Nuevo Mundo se
hayan encontr^ido tan grandes como las que vio Adanson en los de-
siertos de Afríca." La mayor serpiente hallada en Megico, después
de las mas diligentes investigaciones hechas por el Dr. Hernández,
tenia 18 pies de largo : mas esta no es comparable con la de las Mo-
lucas, de la que dice Mr. de Bomare, que tiene 32 pies de largo, ni
con la Anacandaya de Ceilan, que, según él mismo, tiene 33 pies, ni
con otras de Asia y Afríca, citadas por el mismo autor. Finalmente,
266 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
el argumento sacado de la muchedumbre, y tamaño de los insectos
Americanos es casi tan débil como el que se deduce de la pequenez,
y escasez de los cuadrúpedos, y en uno, y otro se nuestra la misma
ignorancia, y el mismo voluntario olvido de las cosas del Antiguo
Mundo. /
En cuanto a lo que dice Mr. de Paw acerca del tributo de piojos
que se pagaba en Megico, descubre su mala fe, como en otras muchas
cosas. Es cierto que Cortés halló sacos de piojos en los almacenes
del palacio del rei Ajayacatl. También es cierto que Moteuczoma
impuso aquel tributo : pero no a todos sus subditos, sino a los mendi-
gos, y no por que la exesiva multitud de aquellos insectos los devo-
raba, como dice Mr. de Paw, si no por que Moteuczoma, que no
podia soportar el ocio en sus vasallos, quizo que hasta aquella gente
miserable, que no podia trabajar, se ocupase en quitarse de encima
aquella asquerosa molestia. No influiría poco en aquella medida
la gran .afición de aquel monarca al orden, y al aseo. Tales eran los
motivos de aquel estravagante tributo, como afirman Torquemada,
Betancourt, y otros historiadores, y a nadie se le há ocurrido hasta
ahora la interpretación de Mr. de Paw, con la cual creia sin duda dar
mayor peso a sus opiniones. Por lo demás, aquellos inmundos insec-
tos abundan en los cabellos, y en la ropa de los mendigos Americanos,
como en los de la gente miserable de todos los paises del mundo, y no
hai duda que si algún soberano de Europa exigiese aquella contribu-
ción de los pobres de sus dominios, podría llenar fácilmente, no digo
yo sacos, sino fragatas enteras. e
Finalmente, reservando para otra disertación el examen de las
pruebas del mal clima de America, fundadas en las dolencias y en los
defectos de la constitución física de los Americanos, en la cual demos-
traremos los errores, y las preocupaciones pueriles de aquel escritor,
vengamos a lo que dice sobre el exeso del frío en los paises del Nuevo
Mundo, con respecto a los del Antiguo, situados a igual distancia de
la Linea Equinoxial. " Comparando, dice, las esperiencias hechas
con los termómetros en el Perú, por los Señores de la Coudamine, y
D. Juan de Ulloa (no se llamaba Juan, sino Antonio) con las del in-
fatigable Adanson en el Senegal, se puede fácilmente inferir que el
aire es menos calido en el Nuevo Mundo que en el Antiguo. Calcu-
lando con la mayor exactitud posible la diferencia de temperatura,
creo que sera de 12 grados de latitud : esto es, que hace tanto calor
en Afríca a 30° del Ecuador, como a 18° de la misma Linea en Ame-
rica. El licor no ha subido a tanta altura en el termómetro, ni en el
SOBRE f-l, TERRENO DE MEGICO, 257
Perú, ni en el centro de la Zona Tórrida, como en Francia en el mayor
calor del verano. Quebec, con estar a la misma altura polar que
Paris, tiene incomparablemente un clima mas áspero, y mas frió que
esta capital. La misma diferencia se nota entre la bahia de Hudsoui
y el Tamesis que están a la misma latitud."
Aun cuando concediésemos todo esto, nada se inferiria en contra
del clima de America. ¿ Por qué se ha de deducir la perversidad de •
aquel clima del exeso del frió en America, y no se deducirá mas bien
la perversidad del clima del antiguo continente del exeso del calor en
los paises situados a igual distancia de la linea? No se podra sacar
ningún argumento contra America, que los Americanos no puedan em-
plear contra Europa, y África. Pero lo principal es que las observa-
ciones hechas hasta ahora no bastan a establecer, como principio gene-
ral, que los paises del Nuevo Mundo son mas frios que los del
Antiguo, situados a la misma latitud, y mucho menos para creer,
como cree Mr. de Paw, que haya tanto calor en el Antiguo, a 30° de
latitud polar, como a los 18° en el Nuevo. Si esto fuera 'verdad,
seria en America tan intenso el frió a los 67° de latitud como ^ los
80° en el continente -yitiguo. Ahora bien, Mr. de Paw dice que el
frió del antiguo continente en Noviembre, mas alia de los 80°, es tan
perjudicial al hombre, que destruye la vida : ¡ y no la destruiría en
America mas allá de los 60° ! ¿ Como pues afirma él mismo que en
el pais de los Esquimales se hallan habitantes mas alia del 75° ? Y si
los débiles Americanos pueden subsistir en aquella latitud, debemos
creer que los fortisimos Europeos serian capaces de resistir al frió de
los 80°. Aflemas, si aquel principio fuera cierto, haría tanto calor en
Jerusalen, situada a poco n\enos de 32°, como en la Vera Cruz que
está a poco menos de 20°, lo que nadie, si no es Mr. de Paw, es
capaz de pensar. Igualmente podrían inferirse otros despropósitos,
especialmente si se adoptase el calculo del Dr. Mitchell, el cual, según
dice el Dr. Robertson, concluyó después de treinta años de observa-
ciones, qué la diferencia entre el clima del Nuevo Mundo, y el del
Antiguo, es de 14 a 15 grados, esto es, que hace tanto calor en los
paises del antiguo continente, que están a los 29 o a los 30°, como en
los del nuevo que están a los 15. Es cierto que asi como hai muchos
paises en America mas frios que otros del Mundo Antiguo, igualmente
distantes de la Linea Equinoxial, asi hai otros mucho mas calidos.
Agrá, capital del Mogol, y el puerto de Loreto en las Californias, se
hallan en la misma latitud, y sin embargo no es comparable el calor de
aquella ciudad Asiática, con el de este puerto Americano. Hue, ca-
TOMO II. s
258 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
pital de la Cochinchina, y Acapulco, están a igual distancia de la
Linea, y el aire de Hue es fresco, comparado con el de Acapulco.
Mas falsa es aun, y mas improbable la otra proposición de Mr. de
Paw, a saber, que en el centro de la Zona Tórrida no sube a tanta
altura el termómetro, como en Paris, en lo mas fuerte del verano. Si
esto fuera cierto, la diferencia entre el clima Europeo, y el Americano,
no seria solo de 12 grados, como dice Mr. de Paw, si no de 49, cuanta
es la diferencia de latitud entre el centro de la Zona Tórrida, y Paris.
Es cierto que en virtud de las observaciones hechas en Quito, y com-
paradas con las hechas en Paris, el calor de aquella ciudad equinoxial
no llega nunca al de Paris en el verano : pero también es cierto, según
las observaciones hechas pernios mismos académicos con los mismos
termómetros en la ciudad de Cartagena, que no es el centro de la
Zona Tórrida, si no a 10° de la Linea, que el calor ordinario de esta
ciudad es igual al mayor de Paris, como lo asegura D. Antonio de
Ulloa, uno de los observadores*.
Son muchas las causas, que ademas de la proximidad o distancia de
la linea, influyen en el calor y en el frió. La elevación del terreno, la
proximidad de alguna alta montaña cubierta áe nieve, la abundancia
dé lluvias, &c. contribuyen a aumentar la frialdad del ambiente : y por
el contrario, la depresión del terreno, la escasez de agua, los arenales,
&c., aumentan el calor. Ciudad Real, capital de la diócesis de Chiapa,
por estar situada en un punto alto, es fría, y Chiapa de los Indios, poco
distante de aili, es calidísima, por estar en un punto bajo. Chachico-
mula, villa grande, al pie de la altísima montaña de Orizaba, es fría, y
Vera Cruz, en la misma latitud, es sumamente calorosa ; y, lo que es
mas, siendo frío el aire de Ciudad Real, en la latitud de 16i°, es ca-
liente el de Loreto, en Californias, a 25|°.
Las mismas observaciones de Mr. de Paw convencen que el clima
de America no es tan vario como el de Europa, y que los habitantes
del Nuevo Mundo no pasan, como la mayor parte de los del Antiguo,
de un frió exesivo, a un calor intolerable. Cuanto mas uniforme es
el clima, tanto mas se acostumbran a él los hombres, y tanto mas
fácilmente evitan los perniciosos efectos que ocasiona la mudanza de
temperatura. En Quito no sube el termómetro tanto como en Paris
en verano ; pero tampoco baja tanto como en los paises mas templados
de Europa, en invierno. ¿ Qué se puede desear mas en un clima que
* En el año de 1 735 se mantubo el termómetro de Mr. Reaumur en Cartagena
a 1025J°, sin otra*^ variación que el de bajar tal cual vez a 1024, o subir a 1026.
En París el mismo año no subió a mas de 1025i en el mayor calor del verano.
SOBRE EL TERRENO DE MEGICO, 26&
un temple en el aire, igualmente distante de uno y otro estremo, como
el de Quito, y el de la mayor parte del territorio Megicano? ¿ Qué
clima puede haber mas benigno, y mas favorable a la vida, que aquel
en que se goza todo el año de los deleites del campo ; en que la tierra
se ve siempre adornada de yerbas, y flores, los campos cubiertos de
grano, y los arboles cargados de fruta ; en que los rebaños, sin nece-
sitar del trabajo del hombre, tienen bastante con lo que les da la Pro-
videncia, sirviéndoles el cielo de techo, para resistir a la inclemencia de
las estaciones ? Ni la nieve, ni el hielo obligan al hombre a vivir entu-
mido al lado del fuego ; ni el ardiente calor del estio lo arroja de las
ciudades, si no que esperimentando siempre la acción benigna de la
naturaleza, goza indiferentemente en todas las estaciones de la socie-
dad en las poblaciones, y de las delicias de la naturaleza en el campo.
Esta es la idea que tienen los hombres de un buen clima, y por esto
los poetas, queriendo ensalzar en sus versos algunos paises, decian
que reinaba en ellos una perpetua primavera, como Virgilio hablando
de Italia : —
Hic ver assiduum, atque alienis mensibus astas.
Bis gravidae pecudes, bis pomis utilis arbos.
Y Horacio de las islas Fortunadas : —
Ver ubi longum, tepidasque praebet
Júpiter brumas.
Asi representaban los antiguos los Campos Elíseos, y aun en los Libros
Santos, par^ darnos alguna idea de la Jerusalem celeste, se dice que
no se siente en ella frió, ni calor.
El P. Acosta, a cuya historia da Mr. de Paw el titulo de obra exe ■■
lente, que era practico en los climas de ambos continentes, y que por
no ser mui parcial de America, no debia tener gran interés en exage-
rar sus preeminencias, dice, hablando de su clima: ** Viendo yo la
dulzura del aire, y la suavidad del clima de muchos paises de America,
donde no se sabe que cosa es invierno que moleste, ni verano que an-
gustie ; donde una estera basta para preservarse de la intemperie de
las estaciones ; donde apenas se necesita mudar de ropa en todo el
liño ; considerando yo todo esto, me ha parecido muchas veces, y lo
mismo pienso hoi, que si los hombres quisieran desembarazarse de los
lazos que les tiende la codicia, y dejar ciertas pretensiones inútiles, y
enojosas, podrían llevar en America una vida tranquila, y agradable :
por que lo qne los poetas cantaron de los Campos Eliseos, y del
famoso valle de Tempe, y lo que Platón referia, o fingia de su isla
s2
260 HISTORIA ANTIGUA DK MEGICO.
Atlantida, se halla reunido en aquellas tierras." Lo mismo que Acosta,
dicen de America algunos historiadores, y particularmente de Megico,
y de las provincias circunvecinas, cuyos paises mediterráneos, casi
desde el istmo de Panamá hasta los 40° de latitud (pues los de mas
alia no se han descubierto) gozan de un aire benigno, y de clima favo-
rable a la vida, exepto algunos puntos, que o por su depresión son
calidos, y húmedos, o por su demasiada elevación son de un clima
áspero. Pero ¡ cuantos no hai en el Mundo Antiguo ásperos, y
dañosos !
De las calidades del terreno de Megico.
" Lo cierto es, dice Mr. de Paw, que la America en general ha
sido, y es hoi dia un pais demasiado estéril." Lo que si es cierto es
que esta proposición general es una falsedad insigne, y si quiere con-
vencerse de ello, infórmese de los muchos Alemanes que han estado
recientemente en America, y residido alli algunos años, y ahora se
hallan en Austria, en Bohemia, en el Palatinado del Rin, y aun en la
misma Prusia ; o si no, lea de nuevo la exelente obra del P. Acosta,
y, encontrará en el libro ii, cap. 14, que si hai alguna tierra a que con-
venga el nombre de Paraiso es la de America. Esto dice un Europeo
docto, juicioso, imparcial, nacido en España, uno de los mejores paises
de Europa ; y hablando en el libro iii, de los del imperio Megicano
dice " que la Nueva España es uno de los mejores paises de todos
cuantos alumbra el sol." Ciertamente no hablarla asi de America en
general, ni en particular de la Nueva España, bajo cuyo nombre com-
prende toda la America Septentrional dominada por los Españoles, si
la America fuera un pais estéril. No hablan de otro modo de aque-
llas regiones, y con especialidad de Megico, otros muchos Europeos,
«uyos testimonios omito, por no dar fastidio a los lectores*. Por la
misma razón dejo aparte lo que el mismo Mr. de Paw escribe contra
otros paises del Nuevo Mundo, pues seria imposible examinar las
-razones que alega sobre cada uno de ellos, sin escribir un gran volu-
men, y me limitaré a lo que pertenece esclusivamente a Megico.
* Tomas Gages, oráculo de los Ingleses, y de los Franceses, en cuanto es rela-
-tivo a la America, hablando de Megico, dice: "En Megico no falta nada de lo
que puede constituir la felicidad de un pueblo, y si los escritores que han em-
pleado sus plumas en alabar las provincias de Granada en España, y de Lombar-
dia, y Toscana en Italia, que convierten en paraísos terrestres, hubieran visto este
Nuevo Mundo, y la ciudad de Megico, pronto se retractárian de todo lo que han
dicho acerca de aquellos paises." Esto dice de Megico, aquel autor que no sabe
hablar bien de nada.
SOBRE EL TERRENO DE MEGICO. 261
El Conde de BuíFon, y Mr. de Paw parecen convencidos de que
todo el terreno de America se reduce a montes inaccesibles, y bosques
impenetrables, y a llanuras anegadas, y pantanosas.- Leyeron sin
duda en las descripciones de aquel pais que los famosos Andes, o
Alpes Americanos formaban dos larguísimas cadenas de montes altos,
y cubiertos en gran parte de nieves; que el vasto desierto de las
Amazonas se compone de bosques espesos ; que Guayaquil, y tal cual
otro pueblo son húmedos, y pantanosos, y esto bastó para que no
viesen en todo aquel continente sino pantanos, sierras, y espesuras.
Leyó Mr. de Paw en la Historia de Gumilla lo que dice aquel autor
acerca del modo que tenian los Indios del Orinoco de preparar el ter-
rible veneno de sus flechas, y en la Historia de Herrera, y en otros
autores que los Cannibales, y otras naciones barbaras usaban de fle-
chas envenenadas, y de aqui sacó que " el nuevo continente produce
mayor numero de yerbas venenosas que todo el resto del mundo."
Leyó que en las tierras demasiado calientes no nace trigo, ni pros-
peran las frutas de Europa, y no necesitó de mas para decir que " los
alberchigos y albaricoques solo han fructificado en la isla de Juan
Fernandez*," y que ''el trigo, y la cebada no han granado si no en
algunos paises del Norte." ,
Nada es cierto, con respecto a Megico, de todo lo que dice contra
el terreno de America. Hai ciertamente en aquel pais montañas
elevadisimas, y cubiertas de nieves eternas ; hai grandes bosques, y
algunos puntos pantanosos: pero es sin comparación mas vasto el
terreno fer^^l, y cultivado, como lo saben cuantos lo han visto. En
todo aquel inmenso espacio en que ahora *«e siembra trigo, cebada,
maiz, y otras especies de plantas cereales, y leguminosas, de que
abunda infinitamente aquel pais, se sembraba antes mai^ pimiento,
judias, cacao, chia, algodón, y otras plantas que servian a las necesi-
dades, y placeres de aquellos pueblos, los cuales, siendo tan numero-
sos como he dicho en la Historia, y demostraré en otra parte, no hu-
bieran podido tener con qué subsistir si la tierra hubiera sido una
* Afin de mostrar cuanto se aparta de la verdad Mr. de Paw, es necesario
saber que en la miserable isla de Juau Fernandez, donde dice que se crian
tan bien los alberchigos, hai mui pocos, y estos malos, como lo he oido
decir al presbítero Dr. José Garcia, Valenciano, que estubo alli siete meses, y en
la estación de las frutas. Por el contrario, en casi todos los paises templados, y
frios de America, donde cree Mr. de Paw que no hai alberchigos, se dan exelentes,
y en algunas partes, como en Chile, y en varios pueblos de Megico, mejores que
en Europa.
262 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
continuación de montes, bosques, y pantanos* El Conde de Buífon
que en su tomo i dice que la America no es mas que un pantano con-
tinuo, y en el tomo v afirma que las montañas inaccesibles apenas
dejan allí pequeños espacios para la agricultura, y para la habitación
de los hombres, en el mismo tomo confiesa que los pueblos de Me-
gico, y del Perú eran bastante numerosos. Pero si estos pueblos,
que ocupaban una grandisima parte de la America, eran bastante nume-
rosos, y vivian, como él dice, en sociedad, y bajo la dirección de las
leyes, no es posible que el pais que los alimentaba, fuese un vasto
pantano; si estos pueblos tan numerosos se sustentaban, como es
cierto, de los granos, y firutos que cultivaban, no pueden ser peque-
ños los espacios que los montes inaccesibles dejan a la agricultura, y
a la habitación de los hombres.
La muchedumbre, la variedad, y la bondad de las plantas de Me-
gico no dejan la menor duda acerca de la prodigiosa fertilidad de su
sudo. " En los pastos, dice el P. Acosta, es exelente el terreno de
Megico, y es increible la multitud de caballos, vacas, ovejas, y otros
cuadrúpedos que alli se crian. También es abundante tanto en fru-
tas, como en toda clase de granos." En efecto, no hai grano, legum-
bre, hortaliza, o fruta que no prospere en aquella tierra venturosa.
El trigo, que apenas concede Mr. de Pavi^ a pocos distritos del Sep-
tentrión, no nace generalmente en las tierras demasiado calidas de
Megico, como tampoco en la mayor parte de África, y en otros mu-
chos paises del antiguo continente : pero las tierras frías, y templadas
de las provincias Megicanas, lo dan de exelente calidad, ;' mas abun-
dante que en Europa. Baste decir que el que se coge en la diócesis
de la Puebla de los Angeles es tanto, que del que sobraba, después
de provistos sus innumerables habitantes, se proveían las islas Antillas,
y la escuadra que habia en la Habana con el nombre de armada de
Barlovento. En Europa no hai mas que una siembra, y una cosecha :
en Megico hai muchas. Torquemada, autor Europeo, que estubo
muchos años en aquellos paises, y los recorrió en todos sentidos, dice :
" En las tierras en que se cultiva el trigo, se ve en cada estación del
año un trigo que se está segando, otro que empieza a madurar, otro que
aun está verde, y otro que se siembra ; y ahora, que es el mes de Noviem-
bre, se verifica asi, pues vemos la siega del trigo temporal, el de riego*,
* El trigo llamado de riego se siembra en Octubre, en Noviembre, o en
Diciembre, y la cosecha se hace en Mayo o en Junio. El temporal se siembra
en Junio, y se siega en Octubre, y el aventurero se siembra en Noviembre, y la
cosecha no tiene época fija.
SOBRB £L TERRENO DE ME6IG0. 263
que va creciendo en Atrisco, y en otros lugares, mientras se está haciendo
en otros la siembra : lo que demuestra la maravillosa fertilidad de la
tierra *." El mismo autor hace mención de muchas tierras que daban 60,
80, y 100 por uno, y en nuestros dias se ha visto aquella estraordinaria
multiplicación de trigo en muchos campos f, siendo generalmente
cierto que dando mas productos que los de Europa, exigen menos
cultivo, como es notorio a los Europeos inteligentes que han viajado
por aquellas regiones. Lo que decimos del trigo, se puede aplicar a
la cebada, aunque de esta no se siembra si no lo necesario para man-
tener los caballos, las muías, y los puercos. Mucho mas podria decir
del maiz, que es el grano propio de aquella parte de America.
Mr. de Paw dice que todas las plantas de Europa han degenerado
en America, exepto las acuáticas, y jugosas, y para apoyar este des-
proposito, añade que " los alberchigos, y los albaricoques solo han
fructificado en la isla de Juan Fernandez." Aunque le concediésemos
que ningún país de America da aquellas dos clases de frutas, no por
jBsto habría probado su aserción ; pero el hecho en que se funda es
enteramente falso. El P. Acosta, hablando de aquellas frutas en
particular, dice: "Prosperan alli los alberchigos, los melocotones, y
los albaricoques J, pero mejor que en ninguna parte, en Mágico." En
todo aquel pais, exepto en las tierras mui calientes, han prosperado
aquellas frutas, y todas las otras que se han llevado de Europa, y
nacen en gran abundancia, como atestiguan todos los viageros§.
* Tor quemada lib. i, de la Monarquía Indiana, cap. 4. Véase también loque
dice acerca Cía la abundancia de frutas en todas las estaciones, y Herrera en mu-
chas partes de su obra.
t Yo he estado en países en que la tierra solía dar 50 por uno, y he sabido de
otros en que daba hasta 100. En Analoa, aunque es país caliente, la tierra suele
dar 200 por uno, según me ha informado una persona digna de fe que estubo
alli muchos años. Mí erudito amigo el Pro. D. Juan Ignacio Molina, dice en su
Historia Compendiosa de Chile, publicada en Bolonia, que en aquellos países el
trigo da comunmente 150 por uno. La fanega se vende a precio ínfimo, y cada
año van al Perú 30 buques cargados de trigo, quedando mucho en el país.
X Acosta lib. iv, cap. 31. Es tanta la abundancia de alberchigos en Megíco,
que se suelen dar dos, tres, y aun cuatro veintenas por la moneda mas pequeña
del pais. En Chile se cuentan hasta 12 especies de alberchigos, y los hai tan
grandes que algunos pesan una libra Española. Asi lo asegura Molina. Véase
lo que dice el P. La Feuillée acerca de su delicadísimo sabor.
§ Las peras se venden \tambien por veintenas en Megico, y hai mas de 50 es-
pecies. Gemellí habla de la cuantiosa renta que sacaban de las frutas Europeas
de su jardín, los Carmelitas de S. Ángel, pueblo distante 7 millas de la capital.
264 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
" Finalmente, dice Acosta, hablando de la America en general ; casi
todo lo bueno que produce España, lo hai allí, en parte mejor, y en
parte no: trigo, cebada, ensaladas, hortalizas, legumbres, &c." Si
hubiera hablado solo de Megico, hubiera podido omitir el casi.
** Hai otra ventaja, añade el mismo; y es que en America se dan
mejor los productos de Europa, que en Europa los de America."
¿Y parecerá pequeña esta ventaja a Mr. de Paw? Esto solo bastaría
para demostrar que si hai algún exeso, está en favor de America. En
Megico prosperan admirablemente, como dicen muchos escritores, y
como saben todos los que han estado alli, el trigo, la cebada, el arroz,
y todos los otros granos de Euro{>a; las judias, los guisantes, las ha-
bas, y todas las legumbres ; las lechugas, las coles, los nabos, los es-
párragos, y otras ensaladas, y raices, y en general, toda especie de hor-
taliza ; los alberchigos, las manzanas, las peras, y las otras frutas ; las
rosas, los claveles, las violetas, los jazmines, la albahaca, la yerba
buena, la mejorana, el torongil, y otras flores, y plantas Europeas:
pero en Europa no prosperan, ni pueden prosperar las plantas Ameri^
canas. El maiz se cultiva en Europa, pero es mucho mas pequeño,
y 4e inferior calidad que el de America. De las muchas, y sabrosas
frutas del Nuevo Mundo, algunas, como el plátano, y la pina, han
fructificado en los jardines Europeos, gracias a las estufas, y a un
grandísimo esmero : pero ni tan bien sazonadas, ni con tanta abundan-
cia como en su propio pais. Otras mas apreciadas, como la chiri-
moya, el mamei, y el chicozapote, no sabemos que se hayan podido
aclimatar, apesar de la industria, y del saber que en ello se^ ha emplea-
do. La causa de esta gran diversidad entre Europa, y America, es
la que señala el mismo Acosta : esto es, " por que en America hai
mayor variedad de temperaturas que en Europa, y asi es mas fácil dar
a cada planta el temple que le conviene." Y como no es prueba de
la esterilidad de Europa que no se den en ella las plantas propias de
America, tampoco podra inferirse la esterilidad de algunas partes de
America, de que no se den alli algunas plantas de Europa.
Non oinnis fert omnia tellus ;
Hic segetes, ibi provenient felicins uvoe.
Antes bien puede asegurarse que los paises calidos, que se niegan
a la producción del trigo, y de las frutas Europeas, son mas fecundos y
amenos bajo otros aspectos, como saben los que en ellos han residido.
y del producto de la hortaliza que cultivaban en su pequeño huerto los Dominica-
nos de S. Jacinto, en un arrabal de la misma.
SOBRE KL TERRENO DE MEGICO. 265
Yo sin embargo no dudo que si se quiere hacer un parangón entre
los dos continentes, se hallarán casi iguales en sus producciones, por
que en Asia, y África hai tierras, y climas proporcionados a todas las
plantas de America, las cuales, por causa de la diversidad de aquellos
dos elementos esenciales, no pueden prosperar en Europa. Pero ¿qué
ventaja sacan los Europeos de lo que produce el Asia ? Por el contra-
rio, los Megicanos rodeados de paises en que reinan toda clase de cli-
mas, gozan de todos los frutos que estos favorecen. La plaza de Megi-
co (asi como las de otras muchas ciudades de America) es el centro de
todos los dones de la naturaleza. Alli se ven la manzana, el alber-
chigo, el albaricoque, la pera, la uva, la cereza, el camote, el gicame,
la nuez, y otras innumerables frutas, raices, y yerbas sabrosas, que se
crian en los paises frios, y templados ; la pina, el plátano, el coco, la
anona, la chirimoya, el mamei, el chicozapote, el zapote negro, y otros
muchisimos de las tierras calidas ; el melón, la sandia, la naranja, la
granada, el ahuacate, el zapote blanco, y otros, comunes a paises ca-
lientes, y frios. En todas las estaciones del año se ve aquel mercado
abundantemente provisto de varias frutas esquisitas, y aun en la época
en que los Europeos no tienen mas que castañas, y cuando mas las
uvas, y manzanas que su industria sabe conservar. Todo el año, sin
exeptuar el invierno, entran en aquella plaza, por uno de los canales,
innumerables barcas, cargadas de frutas, flores, y hortalizas, de modo
que parece que todas las estaciones, y todos los paises son tributarios
a las necesidades y placeres de aquellos habitantes : díganlo los Euro-
peos que hah tenido la satisfacción de verlo.
No es menor la abundancia de aquella tierra en plantas medicinales.
Basta para esto ver la obra del célebre naturalista Hernández, en la
cual se describen, y dibujan mas de 900 plantas (la mayor parte de
ellas nacidas en los alrededores de la capital) cuyas virtudes ha dado
a conocer la esperiencia, ademas de otras 300 cuyo uso no es conocido.
No hai duda que en este largo catalogo faltan otras innumerables.
Mr.de Paw, por el contrario, dice que America produce mayor nume-
ro de plantas venenosas que todo el resto del mundo. Pero ¿qué
sabe él de las que se crian en lo interior del Asia, y del África I Sien-
do tan grande la fertilidad de aquel suelo no es estraño que abunden
en él toda clase de vegetales. Pero a la verdad yo no sé que hasta
ahora se hayan descubierto en Megico ni la vigésima parte de las plan-
tas ponzoñosas del continente antiguo, de que hacen mención en sus
libros los naturalistas, y los médicos Europeos.
En cuanto a las gomas, resinas, aceites, y otros jugos que despiden
266 HISTORIA ANTIGUA DE ME6ICO.
los arboles, o espontáneamente, o ayudados por la industria humana,
es admirable, como dice el P. Acosta, el terreno de Megico, por la
abundancia de esta clase de productos. Hai bosques enteros de aca-
cias, que son las que dan la verdadera goma arábiga, la cual, por ser
tan común, no tiene valor en aquel pais. Hai balsamo, incienso, co-
pal de muchas especies, liquidambar, tecamaca, aceite de abeto, y otros
muchos jugos apreciables por su suavisimo olor, y por sus virtudes
medicinales.
Aun esos mismos bosques, que cubren el suelo de America, según
afirman el Conde de Buffon, y Mr. de Paw, acreditan su fecundidad.
Siempre ha habido, y en la actualidad hai en aquellas vastas regiones,
bosques espesos, y estendidos : pero no son tantos que no se pueda ha-
cer un viage de 500, o de 600 millas sin encontrar uno solo. ¿Y
qué clases de bosques son esos que tanto disgustan a aquellos dos es-
critores? Por lo común, o de arboles frutales, como de plátanos,
maméis, chicozapotes, naranjos, y limoneros, cuales son los de Coatza-
coalco, Mijteca, y Michuacan ; o de arboles preciosos por sus made-
ras, y por sus resinas, como los que separan el valle de Megico de la
diócesis de la Puebla de los Angeles, y los de Chiapa, Zapoteques, y
otros. Ademas de los pinos, robles, frenos, nogales, abetos, y otros
muchísimos comunes a los dos continentes, hai mayor numero de los
propios de aquella tierra, que son los mas apreciados. Encuentranse
bosques enteros de cedro, como en otra parte he dicho. El conquista-
dor Cortés fue acusado por sus émulos, ante el emperador Carlos V,
de haber empleado en el palacio que hizo construir en Mágico, 7,000
bigas de cedro, y se escusó diciendo que el cedro era una madera co-
mún del pais. Lo es en efecto tanto, que con él se hacen las estacas
para los . cimientos de las casas, en el suelo pantanoso de la capital.
Del justamente celebrado ébano, hai también bosques en Chiapa, Yu-
catán, y Cozumel ; del Brazil, en las tierras calientes, y en otras partes,
del oloroso aloe. El tapinceran, el granadillo o ébano rojo, el ca-
mote, y los otros de que he hablado en la historia suministran mate-
ras harto mejores que las que se emplean en Europa. Finalmente
para no detenerme en una larga, y enojosa enumeración, me refiero al
P. Acosta, al Dr. Herpandez, a Ximenez, y a otros autores Españo-
les que han estado en Megico, sin embargo de que todo lo que dicen no
basta a formar una idea de la fertilidad de aquella tierra. El P. Acos-
ta afirma que en cuanto al numero, y la variedad de arboles incultos,
es mui superior la America al África, al Asia, y a la Europa.
Este ultimo dato es decisivo, pues la naturaleza y propiedades de
SOBRE EL TERRENO DE MEGICO. 267
un terreno se dan a conocer mucho mas por sus producciones espon-
taneas, que por las que nacen con el ausilio del arte. Comparemos
pues las de Europa, no ya con las de America, si no tan solamente con
las de Megico. ** La causa, dice Montesquieu, de haber tantos sal-
vages en America, es la abundancia de frutas que da por si misma la
tierra, y que les suministra un fácil alimento. Creo que no se goza-
rían de estas ventajas en Europa si se dejase la tierra sin cultivo, y que
solo produciría encinas, y otros arboles inútiles." " Examinando, dice
Mr. de Paw, la historia, y el origen de nuestras legumbres, de nues-
tras hortalizas, de nuestros arboles frutales, y aun de nuestros granos,
se conoce que todos son estrangeros, y que han sido transportados de
otros climas al nuestro. Fácilmente puede concebirse cuan grande
habrá sido la miseria de los antiguos Galos, y aun de los Germanos,
cuya tierra no producia en los tiempos de Tácito, ningún árbol frutal.
Si la Alemania debiera restituir todos los vegetales que no pertenecen
originalmente a su terreno, ni a su clima, casi nada le quedarla, ni
conservaria otros granos que la amapola, y la avena silvestre." Lo
que Mr. de Paw confiesa claramente de las Gallas, y de la Germania,
podria decirse de los otros paises de Europa, sin escluir la Grecia, y la
Italia, que han sido los almacenes de los demás. Si se quitasen al suelo de
Italia las adquisiciones con que lo ha enriquecido la industria del hom-
bre ¿ qué otra cosa le quedarla si no sus antiguas bellotas ? Los nombres
de Malum Persicum, Malum Medicum, Malum Assyrium, Malum
Punicum, Malum Cidonium, Malum Armeniacum, Nux Pontica, ¿ye.
sirven a rec9rdar el origen Asiático, y Africano de las frutas qué desig-
nan. " Se sabe, dice Mr. Busching, que las frutas mejores, y mas
hermosas, pasaron de Italia a los paises que actualmente las producen.
Italia las recibió de Grecia, de Asia, y de África. La manzana viene de
Siria, de Egipto, y de Grecia ; el albaricoque, de Egipto ; la pera, de
Alejandría, de Siria, de Numidia, y de Grecia; el limón, y la naran-
ja, de Media, de Asiría, y de Persia ; el higo, de Asia ; la granada, de
Cartago ; la castaña, de Castania en Magnesia, provincia de Mace-
donia ; la cereza, de Cerezunlo en el Ponto ; la almendra, de Asia a
Grecia, y de aqui a Italia ; la nuez, de Persia ; la avellana, del
Ponto ; la aceituna, de Chipre ; el alberclúgo, de Persia ; el meloco-
tón, de Cidonia en Candia."
Plinio dice que los hombres no se alimentaban al principio de
otra cosa que de bellotas. Aunque esto es falso con respecto al
común de los hombres, parece cierto con respecto a los primeros
pobladores de Italia : al menos tal era la opinión de los antiguos.
268 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
según se lee en sus escritos. Plinio añade que aun en su tiempo
muchos pueblos que carecían de granos, se estimaban ricos a propor-
ción de las bellotas que poseían, y con cuya harina hacían pan, como
en los tiempos modernos los Noruegos lo hacen con corteza de pino,
y otros pueblos con huesos de pescado. Mr. de Bomare asegura que
todos los primores de los jardines de Europa son estrangeros, y que
las principales flores que los hermosean vienen de Levante. El
mismo Mr. de Paw hace una confesión mas franca de la antigua
miseria de los Europeos, cuando asegura que las plantas útiles que
ahora poseen, vinieron del Asia Meridional a Egipto, de Egipto a
Grecia, de Grecia a Italia, de Italia a las Gallas, y de las Galias a
Germania : asi que el terreno de Europa, en cuanto a sus produc-
ciones originales es de los mas pobres, y estériles del mundo. Por
el contrario ¡ cuan feraz, y abundante no es el suelo Americano, y
especialmente el de Megico, en plantas propias, y útiles a la manu-
tención, al vestido, y a los otros usos sociales ! Para convencerse de
esta verdad basta leer las obras de los autores Europeos que han
escrito sobre la Historia Natural de aquel Nuevo Mundo.
.Véase pues como podrían responder los Americanos al ridiculo
parangón que hace el Cronista Herrera en su primera Decada, y de
<jue hemos hecho mención al principio de este discurso. " En Ame-
rica, dice, no habla como en Europa limones, naranjas, granadas,
higos, melocotones, melones, uvas, olivas, azúcar, arroz, ni trigo."
Los Americanas dirán, 1. Tampoco habia en Europa ninguno de esos
frutos, antes que se tragesen de Asia, y África. 2. Ac^ialmente se
hallan en America, y generalmente son mejores, y mas abundantes,
especialmente la caña de azúcar, la naranja, el limón, y el melón.
3. Si la America no tenia trigo, tampoco tenia maiz la Europa, grano
que no cede al trigo, ni en utilidad, ni en buenas cualidades ; si la
America no tenia naranjas ni limones, en el dia los tiene ; y la
•Europa no tiene, ni ha podido tener chirimoyas, plátanos, ahuacates,
chicozapotes, &c.
Finalmente, los dos escritores a quienes he combatido en esta
disertación, y otros historiadores, y filósofos Europeos, que tanto
ponderan la esterilidad, los bosques, los pantanos, y los desiertos de
America, podrían acordarse de que los miserables países de Laponia,
Noruega, Islandia, Nueva-Zembla, ^Spitzberg; y los vastos y hor-
rendos desiertos de Siberia, Tartaria, Arabia, África, y otros, perte-
necen al antiguo continente, y forman una cuarta parte de su esten-
sion. Y ¡ qué países ! Véase a lo menos la elocuente descripción
SOBRE EL TERRENO DE MEGICO. 269
que hace el Conde de Buffou de los desiertos de Arabia. " Un pais
sin verdor, y sin agua, un sol abrasador, un cielo constantemente
seco, llanuras arenosas, montes aun mas áridos que las llanuras, sobre
las cuales se estiende la vista hasta donde puede alcanzar, sin encon-
trar un obgeto animado ; una tierra, por decirlo asi, muerta, y de-
sollada por los vientos, en cuya superficie solo se ven huesos, y gui-
jarros esparcidos, rocas erguidas, o destrozadas ; un desierto desnudo,
en qué el caminante no respira jamas bajo la sombra, en qué nada la
acompaña, ni le recuerda la naturaleza viva ; soledad absoluta, algo
mas espantosa que la de los bosques, pues al menos los arboles son
criaturas vivas, que dan algún alivio al hombre, el cual se halla solo,
aislado, mas desnudo, y mas abatido en estos lugares vacíos, y sin
termino. Todo el terreno que lo rodea, se le presenta como una
vasta sepultura; la luz del dia, mas melancólica que las sombras de
la noche, no renace si no para hacerle vez su desnudez, y su impo-
tencia, y para presentarle a los ojos su horrenda situación, alejando
de ellos los limites del vacio, y ensanchando en tomo el abismo de
la inmensidad que lo separa de la tierra habitada ; inmensidad que
en vano procurarla atravesar, pues el hambre, la sed, y el calor
sufocante le abrevian los, instantes que median entre la desesperación,
y la muerte."
DISERTACIÓN IV.
DE LOS ANIMALES DE MEGICO.
Una de las especies que mas inculcan el Conde de BufFon, y Mr. de
Paw, para probar la mezquindad del suelo Americano, y la malig-
nidad de aquel clima, es la supuesta degradación de los animales, tanto
de los propios de aquella tierra, como de los que han sido transportados
del antiguo continente. En esta disertación examinaré sus razones, y
demostraré algunos de sus errores, y contradicciones.
Animales propios de Megicé.
Todos los animales que se hallan en el Nue^o Mundo, pasaron del
AYitiguo, como he dicho, y esto lo confiesa el mismo Buffon en el
tomo xxix de la Historia Natural, y deben confesarlo todos los que
miran con respeto los libros Sai^tos. Cuando hablo pues de animales
propios de Megico, entiendo los que encontraron alli los Españoles,
no por que traigan su origen primitivo de aquel pais, como han dado
a entender Mr. de Paw, y el Conde de Buffon en los primeros
veinte y ocho tomos de su obra, si no para distinguir los que desde
tiempo inmemorial se han criado alli, de los que fueron transpor-
tados de Europa: llamaré pues a estos Europeos, y Americanos a
los otros.
La primera acusación contra America, según Buffon, es el pequeño
numero de sus cuadrúpedos comparados con los del antiguo conti-
nente. Cuenta 200 especies de cuadrúpedos descubiertos hasta
ahora en la tierra, de las cuales 130 pertenecen al antiguo continente,
y solo 70 al nuevo. Si de estas se quitan las que son comunes a
ambos, apenas tendremos, dice, 40 especies de cuadrúpedos propia-
mente Americanos. De este antecedente deduce que en America ha
escaseado prodigiosamente la materia.
Pero ¿ por qué quitar a la America, de las 70 especies de cuadrú-
pedos que posee, las 30 que son comunes a ambos continentes, cuando
por su antiquisin^a residencia en el nuevo merecen tan propiamente el
DE LOS ANIMALES DE MEGICO. 3^1"
nombre de Americanas como las otras ? Ademas, si las bestias que
llama propiamente Americanas, fueron creadas desde el principio en
America, podría con menos verosimilitud alegar la pretendida escasez
de la materia, en aquella parte del mundo ; pero siendo Asiático en
su origen todo el reino animal, como confiesa él mismo, no sé en que
puede fundar su atrevida consecuencia. " Todo animal, dice, aban-
donado a su instinto, busca la zona, y la región proporcionada a su
naturaleza." He aqui pues la verdadera causa del menor numero de
las especies de cuadrúpedos en America : por que abandonados a su
instinto, desde que salieron del arca de Noe, buscaron, y encontraron
en su mismo continente la zona, y la región que les acomodaban, y no
necesitaron de hacer un largo viage para buscar lo que ya tenian. Si
el arca de Noe, en lugar de detenerse en los montes de Armenia, se
hubiese detenido en la Cordillera de los Andes, por la misma razón
hubiera sido menor el numero de las especies de cuadrúpedos en Asia,
África, y Europa, y seria digno de censura el filosofo Americano que
de alli sacase la consecuencia de la prodigiosa escasez de materia, y el
cielo avaro de aquellas tres partes del mundo.
Pero aunque todos -^aquellos cuadrúpedos fueran verdaderamente
originarios de America, no debia deducirse de aqui la supuesta escasez
de la materia : pues no debe decirse que escasea la materia en un pais
que tiene un numero de especies de cuadrúpedos proporcionado a su
estension. La de America es igual a la de la tercera parte de toda la
tierra : teniendo pues de 200 especies, 70 propiamente suyas, que son
algo mas de la tercera parte de aquel numero, no hai motivo para que-
jarse de su pobreza.
Hasta ahora he raciocinado sobre la suposición de ser cierto cuanto
dice el Conde de Buffon acerca del numero de las especies de cua-
drúpedos. Pero i quien lo sabe, cuando a la hora esta no se ha des-
cubierto el verdadero carácter distintivo de la especie ? Tanto el Conde
de Buífon como otros muchos naturalistas, que han escrito después,
creen que la única señal indudable de la diversidad especifica de dos
animales semejantes en muchos accidentes, y propiedades, es la de no
poder el macho cubrir la hembra, y producir, por la generación, un in-
dividuo fecundo, y semejante a ellos. Pero este carácter de diversi-
dad falla en algunos animales, y en otros es mui difícil de determinar.
Para conocer su incertidumbre, comparemos la unión del asno, y la
yegua, con la del mastin, y la galga, que son dos razas diferentes de
perros. De esta segunda unión nace un perro, o perra, que participa
del mastin, y de la galga ; de aquella una mala, o mulo, qne participa
272 HISTORIA ANTIGUA DE MKGICO.
de la yegua, y del caballo. Ahora quisiera yo saber, por que el asno,
y la yegua son dos especies de cuadrúpedos, y el mastin, y la galga
dos razas de la misma especie. " Porque de esta pareja, dice el
Conde de BuíFon, nace un individuo fecundo, y de aquella no." Pero
¿ como ? El mismo, en el tomo xxix de la Historia Natural, afirma
positivamente que el no concebir generalmente las muías, no nace de
absoluta impotencia, si no del calor exesivo, y de las estraordinarias
convulsiones que padecen en el acto del coito. Aristóteles, en su
Historia de los animales, cuenta que en su tiempo, los mulos de
Siria, hijos de caballo, y asno, engendraban sus semejantes. Mr. de
Bomare, después de haber citado esta autoridad, añade : " Este hecho,
apoyado por el testimonio de un filosofo tan digno de fe, prueba que
las muías son animales específicamente fecundos en sí mismos, y en su
posteridad." Semejantes hechos que demuestran la fecundidad de las
muías se ven atestiguados por muchos autores de crédito, antiguos, y
modernos, y algunos se han verificado en mis dias en Megico*. La
única diferencia entre los dos egemplos que he comparado es que los
partos de la galga cubierta por el mastin, son mas comunes que los de
la yegua cubierta por el asno. ^
■ ¿ De donde ha sacado, ademas, el Conde de Buffon, que el gibon,
el magote, el mammón, y el pappion (cuatro diferencias de monos)
no se cubren reciprocamente, ni engendran individuos fecundos ? Ni
averigua el hecho con esperiencias propias, ni cita otro naturalista que
las haya emprendido, y sin embargo d^ide que aquellos cuadrúpedos
son otras tantas especies diversas. Luego es mui dudosa, e inconse-
cuente la división que hace de las especies, y no es podCble saber si
pertenecen a una misma las que aquel autor separa, o si son específi-
camente diversas las que reúne.
Pero sin hacer uso de este argumento, para desconfiar de la clasifi-
cación que el Conde de Buffon hace de las especies, basta notar las
contradicciones en qué incurre, tanto en este como en otros délos
puntos que agita en su Historia, por otra parte tan apreciable.
Cuando habla en el tomo xxix de la degeneración de los animales,
afirma que si se quiere hacer la enumeración de los cuadrúpedos
propios del nuevo continente hallaremos 50 especies diferentes, y en
* Entre otros egemplos es digno de particular mención el parto repetido de
muía, engendrado por asno, y yegua, que se vio en la gran hacienda llamada
Salto de Zurita, junto a la ciudad de Lagos, perteneciente a D. Fulgencio Gonzá-
lez Rubalcaba. Esta muía concibió de un asno, y parió un muleto en 1762, y
otro en 1763.
DE LOS ANIMALES DE MEGICO.
éfi
la enumeración que hace de los cuadrúpedos de ambos continentes,
apenas concede 40 especies a la America. En este mismo cálculo,
cuenta, como especies diferentes, la cabra domestica, la gamuza, y
la cabra montes, y en el tomo xxiv, hablando de los mismos ani-
males, dice que estos tres, y las otras seis o siete especies de cabras,
que los nomencladores distinguen, son todas una sola: asi que de
las 130 que atribuye al continente antiguo, tenemos que disminuir
ocho o nueve. En la misma enumeración cuenta al perro, a la rata, y
a la marmota, y añade que ninguno de estos cuadrúpedos existia en
America ; y después, cuando trata de los comunes a ambos mundos,
dice que la marmota, y la rata son de esta clase, aunque es difícil
conocer si los que se designan con aquellos nombres en America son
de la misma especie que los de las otras partes : a lo que añade en el
tomo xvi que las ratas fueron llevadas a America en buques Euro-
peos. En cuanto a los perros, se los niega al continente Americano
en la enumeración citada, y luego se los concede en el tomo xxx,
donde dice que el toloitzcuintli, el itzcuintepotzoli, y el techicJii
eran tres razas diferentes de la misma especie de perros del continente
antiguo. Basta lo dicht>para manifestar que aquel sabio naturalista,
apesar de su gran ingenio, y diligencia, se olvida a veces de lo que
habia escrito.
En las 130 especies de cuadrúpedos del Mundo Antiguo, cuenta
7 especies de murciélagos comunes a la Francia, y a otros países de
Europa, 5 de las cuales, desconocidas, o confundidas antes, fueron
descubiertas o clasificadas por Mr. Daubenton, como el mismo BuíFon
asegura en eí tomo xvi de su Historia Natural. Y si en la docta
Francia, donde tantos años hace que se estudia la historia de la
Naturaleza, han sido hasta ahora ignoradas cinco especies de murcie-
lagos ; qué estraño sera que en las vastas regiones de America, donde
no son tan comunes los buenos naturalistas, y donde no hace mucho
que se aprecia aquel estudio, sean igualmente desconocidas muchas
especies de cuadrúpedos! Yo no dudo que si fueran alli algunos
hombres como BufFon, y Daubenton, se hallaría mayor numero de
especies, que las que se pueden contar desde París, donde no es
regular que haya tantos datos sobre los animales Americanos, como
sobre los Europeos. En efecto, da lastima ver que un filosofo tan
célebre, tan ingenioso, tan erudito, tan elocuente ; que describe todos
los cuadrúpedos del mundo ; que distingue sus especies, familias, y
razas ; que pinta su carácter, su Índole, y sus costumbres ; que cuenta
sus dientes, y aun mide sus colas, se muestre tan ignorante del reino
TOMO II. T
274 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
animal de un pais tan interesante como Megico. ¡ Qné animal mas
común, y mas conocido alli que el coyote? Nombranlo todos los
historiadores de aquel reino, y lo describe exacta, y menudamente el
Dr. Hernández, cuya Historia cita frecuentisimamente el mismo
BuíFon : y sin embargo, no hace la menor mención de él, ni bajo
aquel, ni bajo ningún otro nombre*. ¿Quien no sabe que el conejo
era un cuadrúpedo comunisimo en los paises del imperio Megicano,
donde se conocía con el nombre de tochtli ; que su figura era uno de
los caracteres del año Megicano, y que de su pelo se hacian ropas
para la gente rica ? Sin embargo, el Conde de Buífon quiere que
este sea uno de los cuadrúpedos transportados de Europa : pero de
todos los historiadores Europeos de Megico no hai uno solo que lo
diga; todos suponen que el ratón habita desde tiempo inmemorial
aquellos paises, y yo no duelo que los Megicanos se reirán al leer tan
singular anécdota.
El Di;. Hernández cuenta en la historia de los cuadrúpedos cuatro
animales Megicanos de la especie de los perros, que son los que yo he
nombrado en el libro i de esta obra, a saber : eljoloitzcuintli, o perro
pelado ; el iizcuintepotzotli, o perro jorobada ; el techichi, o perro
comestible, y el tepeitzcuintli, o perro montes. Estas cuatro diver-
sísimas especies de cuadrúpedos han sido reducidas por el Conde de
Buffon a una sola. Dice que el Dr. Hernández se engañó en lo que
'escribió del joloitzcuintli, por que ningún otro autor lo nombra, y
por consiguiente es de creer que aquel animal fue transportado de
Europa; mayormente asegurando el mismo Hernández haberlo visto
en España, y que no tenia nombre en Megico. Añade*' BuíFon que
joloitzcuintli es el nombre propio del lobo impuesto por Hernández
a aquel cuadrúpedo, y que todos los perros se conocían en Megico con
el nombre genérico de aleo. ¡ Qué conjunto de errores en pocas
palabras ! El nombre aleo, o allco no es Megicano, ni jamas se ha
usado en Megico, si no en la America Meridional. El de joloitz-
cuintli no se ha aplicado jamas al lobo, ni ningún Megicano lo ha
usado en este sentido. El nombre Megicano de lobo es ' cuetlachtli,
y en algunos pueblos, donde no se habla con mucha pureza, se le
* Los animales del antiguo continente que mas se parecen al coyote, son el
chacal, el adive, y el isatis, pero con grandes diferencias. El chacal es del
tamaño de un zorro, y el coyote es doble mayor. El coyote va solo, y el chacal
en cuadrillas de 30, o 40. El adive es mas chico y mas débil que el chacal. El
isatis es propio de las zonas frias, y huye de los bosques ; el coyote gusta de
los bosques, y habita los paises calidos, o templados.
I
ÜE LOS ANIMALES DB MEGICO, 27*3
llama tecuani, que es el nombre genérico de las fieras. Consta
ademas por el mismo testo de Hernández, copiado en la nota *, que ni
e\ joloiizcuintli fue transportado de Europa al Nuevo Mundo, ni fue
Hernández quien le dio aquel nombre, que era propio del idioma
del pais para designar el animal de que se trata. Hernández lo habia
visto en España, adonde habia sido transportado de Megico, como él
mismo dice, y también habia visto muchas plantas Megicanas en los
jardines de Felipe II. Pero ¿ por qué no hablan del joloitzcuintli los
otros autores? por que no ha habido ninguno antes ni después de
Hernández que haya emprendido escribir la historia de los cuadrú-
pedos Megicanos, y los historiadores de aquel pais solo hacen mención
de los mas comunes. Por lo demás, todo hombre sensato, e iraparcial
deberá dar mayor crédito al Dr. Hernández, en todo lo relativo a la
historia natural de Megico, por haber sido tantos años empleado en
aquellos paises de orden de Felipe II, observando por si mismo los
animales que describe, o tomando noticias verbales de los Indios, cuya
lengua aprendió, que al Conde de Buífon, el cual, aunque mas
ingenioso, y elocuente, no tubo otras noticias de los animales Megicanos,
que las que tomó del hAsmo Hernández, o en las relaciones de otros
autores, no tan dignos de fe cuanto aquel docto, y practico naturalista.
Quiere Buífon que el tepeitzcuintli de Hernández no sea otro
que el glotón, cuadrúpedo común en los paises mas Septentrionales
de ambos continentes; pero quien quiera confrontar la descripción
que da de este animal con la que Hernández da de aquel, pronto
echará de ver que reina entre ellos una gran diferencia. El glotón
es, según Buífon, propio de los paises frios del Norte ; el tepeitz-
cuintli, de la Zona Tórrida; el primero, de doble tamaño que el
tejón ; el segundo, como dice Hernández, parvi canis magnitudine.
El glotón ha merecido este nombre, por su inaudita, y estupenda vora-
cidad, que lo obliga a desenterrar los cadáveres para devorarlos : nada
de esto se cuenta del tepeitzcuintli, y no lo hubiera omitido Her-
nández, siendo el principal carácter del glotón, antes bien asegura
que aquel se domestica, y se alimenta con huevos, y pan deshecho en
agua caliente, lo que no bastaría a una fiera tan ávida como esta.
Finalmente, omitiendo otras pruebas de su diversidad, la piel del
* " Praeter canes notos nostro orbi, qui omnes pene ab Hispanis translati ab
Indis in his plagis hodie educantur, tria alia ofFendas genera, quorum primum^,
ante quara huc me conferrem, vidi in patria : caeteros vero ñeque conspexeram,
ñeque adhuc eí) delatos puto. . Vúmus, joloitzcuintli vocatus alios corporis vincit
magnitudine, &c." — Hernández Hist. Quadrup. Novae Hisp. cap. 20.
T 2
276 HISTORIA ANTIGUA Dli MEGICO.
glotón, es, según el escritor Francés tan preciosa como la de la marta
cibelina, y no sabemos que la del cuadrúpedo Megicano goce del
mismo favor.
Siendo pues e\ joloitzcuintli distinto del lobo, y el tepeitzcuintli
del glotón, y siendo aquellos cuatro cuadrúpedos Americanos de la
clase de los perros, y diversos entre si en tamaño, Índole, y otros
accidentes notables, y no constando que puedan unirse unos a otros, ni
producir un tercer individuo fecundo, debemos concluir que son cuatro
especies diferentes, y por consiguiente restituir a la America las tres
que se le han arrebatado injustamente.
No acabaña si quisiera notar todos los errores de este autor en
cuanto dice sobre el asunto presente; pero para demostrar que el
numero de 70 especies que señala al nuevo continente no es exacto,
si no mui inferior a la verdad, y contrario a lo que él mismo dice en
el curso de su historia, daré al fin de esta disertación una lista de los
cuadrúpedos Americanos, sacada de su Historia Natural, a que aña-
diré los que ha confundido con otros diversos, y los que ha omitido
enteramente, demostrando cuanto se ha alejado de la verdad, al decir
que en America ha escaseado prodigiosamenh^ la materia. Ademas
, db que para inferir esta prodigiosa escasez, no basta probar que es
reducido el número de especies : seria necesario demostrar que son
pocos los individuos de cada una de ellas ; pues si los individuos de
aquellas 70 son mas que los de las 130 del continente antiguo, podra
decirse que la naturaleza no ha sido tan varia en America, pero no
que la materia era escasa. Seria preciso igualmente examinar si son
pocas, o poco numerosas las especies de reptiles, y de pájaros, pues
estas pertenecen también a la materia: pero ¿quien habrá tan igno-
rante de las cosas de America que no tenga noticia de la increíble
variedad, y estraordinaria muchedumbre de los pájaros Americanos ?
; Y sera posible que la naturaleza, tan prodiga en aquellos paises,
para esta clase de vivientes, se haya manifestado tan avara con los
cuadrúpedos, como quieren decir los dos ^escritores a quienes estoi
respondiendo ?
No contento uno, ni otro con disminuir el numero de las especies,
se esfuerzan también en abreviar su estatura. " Todos los animales
de America, dice el Conde de Buffon, no menos los que fueron
transportados por los hombres, como el caballo, el toro, el asno, la
oveja, la cabra, el puerbo, el perro, &.c. que los que pasaron por sí
mismos, como el lobo, el zorro, el ciervo, el alce, &c. son considera-
blemente mas pequeños alli que en el mundo antiguo, y esto, sin nin-
DE LOS ANIMALES DK MEGICO. 277
guna exepcion;" cuyo estupendo efecto atribuye al cielo avaro de
America, y a la combinación de los elementos, y de otras causas
físicas. " No habia, dice Mr. de Paw, bajo la zona tórrida del nuevo
continente ningún gran cuadrúpedo. El mayor, de los propios de
aquel pais, existente en el dia entre los trópicos, es el tapir, que es
del tamaño de un ternero." " La bestia mas corpulenta del nuevo
continente, dice el Conde de Buffon, es el tapir, que no es mayor que
una muía pequeña, y después el cabiai, semejante en las dimensiones
a un puerco mediano."
Ya he demostrado en la precedente disertación que aun concediendo
a estos filósofos la supuesta pequenez de los cuadnipedos Americanos,
nada se inferirla contra el terreno, y contra el clima de America :
pues, según los principios del Conde de Buffon, los animales mayores
son propios de los climas exesivos, y los menores de los templados, y
suaves. Si el gran tamaño de los cuadrúpedos fuera indicio de las
ventajas del clima, confesaremos que el de África, y el de Asia
Meridional son mucho mejores que el de Europa. Pero si en
America, cuando fue descubierta por los Europeos, no habia elefantes,
rinocerontes, hipopótamos, camellos, ni girafas, al menos, en otro
tiempo los hubo, si hemos de dar crédito a Mr. de Paw, a Sloane, a
Pratz, a Lignery, y a otros escritores, los cuales afirman la antigua
existencia de aquellos grandes cuadrúpedos en America, fundándose
en el descubrimiento de huesos fósiles, y de esqueletos enteros de
desmesurado tamaño, en diversos puntos de aquel continente. Y aun
mas : pues 3i creemos lo que dice el Conde de Buffon, en el tomo
xviii de su historia, hubo en America un cuadrúpedo, seis veces
mayor que el elefante, llamado mammout por Mr. Muller* : pero en
Europa no ha habido, ni podido haber jamas cuadrúpedos de primera
magnitud. En America no habia caballos, asnos, ni toros f antes que
* En vista de lo que dice Mr. MuUer de su mammout, este cuadrúpedo tenia
133 pies de largo, y 105 de alto. El Conde de Buffon dice : " El prodigioso
mammout, cuyos enormes huesos lie considerado muchos veces, y que juzgo, a lo
menos, seis veces mayor que el mas grueso elefante, no existe ya." En otra
parte dice que está seguro que aquellos huesos desmesurados eran de un elefante,
siete u ocho veces mayor que aquel cuyo esqueleto habia observado en el gabi-
nete real de Paris : pero en las Épocas de la Naturaleza, obra posterior a la
Historia Natural, vuelve a asegurar la antigua existencia de aquel cuadrúpede
gigantesco en America.
t Cuando digo que no habia toros en America, aludo a la raza común que se
emplea en la Agricultura : pues habia bisontes, que el Conde de Buffon coloca
unas veces en la especie del toro, y otras no.
278 HISTORIA ANTIGUA DE MliGlCO.
los llevasen los Europeos ; pero tampoco los había en Europa antes
que pasasen alli del Asia. Todos los animales traen su origen de
esta parte del mundo ; de ella se esparcieron por las otras. La
proximidad de Europa, y el comercio de los pueblos Asiáticos con los
Europeos, facilitaron el paso de los cuadrúpedos, y con ellos pasaron
también muchos usos, e inventos útiles a la vida, de que estubieron
privados los Americanos, por causa de la lejanía, y de la falta de
trafico.
Cuando el Conde de Buffon afirmó que el mayor cuadrúpedo del
Nuevo Mundo era el tapir, y después el cabiai, se olvidó enteramente
^ de la morsa, de la foca, del bisonte, del rengífero, del alce, del oso, y
del huanaco. El mismo confi:esa que la foca vista en America por
Lord Anson, y por Rogers, y a la cual dieron el nombre de león
marino, era incomparablemente mayor que todas las del Mundo
Antiguo. ¿ Quien osará comparar el cabiai, que no es mayor que un
puerco mediano, con el bisonte, y con el alce ? El bisonte es comun-
mente igual, y muchas veces mayor que el toro. Véase la descripción
que hace Mr. de Bomare*, de uno de aquellos cuadrúpedos, trans-
portado de la Luisiana a Francia, y medido con gran exactitud en
París, el año de 1769, ^or el mismo naturalista. Hai una cantidad
innumerable de aquellos animales en la zona templada de la America
Septentrional. Los alces del Nuevo Megico son del tamaño de un
caballo grande. En Zacatecas hubo un sugeto que se sirvió de ellos
para tirar de su coche en lugar de caballos, como atestigua Betan-
courtf , y a veces se han enviado de regalo al rei de España.
La proposición universal en que afirma el Conde de Buflbn que
todos los cuadrúpedos comunes a ambos continentes son mas pequeños
en America, y esto sin exepcion alguna, ha sido desmentida por
muchos escritores Europeos, que por sí mismos observaron los ani-
males de que se trata, y aun por el mismo Conde de BuíTon en otras
partes de su Historia. Del miztli, o león Americano, dice el
Dr. Hernández, que es mayor que el león de la misma especie del
* Mr. de Bomare llama al bison cuadrúpedo colosal; dice que su longitud,
desde la estremidad del hocico hasta la raiz de la cola, medida por los costados,
era de 9 pies y 2 pulgadas ; su altura desde la cima, de la corcoba hasta las uñas,
5 pies, y 4 pulgadas ; su grueso, midiendo la corcoba, 10 pies de circunferencia.
Añade que el dueño del bisonte que vio, y a que se refieren estas medidas, decia
que las hembras eran aun mayores.
t Muí grandes debían ser aquellos alces para poder tirar de un coche de los
que se usaban en aquel país el siglo pasado.
DE LOS ANIMALES DE MEGICO. 279
antiguo continente*. Del tigre Megicano afirma lo mismo f. Ni el
Conde de Buffon, ni Mr. de Paw tubieron ideas exactas de aquella
fiera. Entre otras muchas, vi una que habia muerto pocas horas antes
de nueve escopetazos, y era mucho mayor que lo que dice Buffon.
Estos dos autores, ya que no tubieron a bien fiarse del testimonio de
los Españoles, hubieran debido dar crédito a Mr. de la Condamine,
Francés docto, y sincero, el que dice que los tigres que vio en los
paises calientes del Nuevo Mundo, no le parecieron diversos de los
Africanos, ni en la hermosura de los colores, ni en el tamaño, ni en
ninguna otra propiedad. Del lobo Megicano, dice el mismo Dr. Her-
nández, que tanto en el color, como en la figura, en las inclinaciones,
y en el tamaño, es semejante al Europeo, exepto que aquel tiene la
cabeza mas voluminosa:};. Lo mismo dice del ciervo, y Oviedo, del
ciervo, y del gamo. El mismo Conde de Buffon, a pesar de la
generalidad del principio que establece, sin alguna exepcion, sobre el
menor tamaño de los cuadrúpedos Americanos, raciocinando después
en el tomo xxix sobre la degeneración de los animales, dice que el
gamo, y el corzo son, de los cuadrúpedos comunes a los dos conti-
nentes, los solos mayores y mas fuertes en el nuevo que en el antiguo ;
y en el tomo xxvii, hablando de la nutria del Canadá, confiesa que es
mayor que la de Europa, y lo mismo dice del castor Americano ; asi
que, después de no admitir ninguna exepcion a su principio, la reco-
noce en el gamo, en el corzo, en la nutria, en el castor, y en la foca.
Si a estos se añaden el tigre, el león sin melena, y el ciervo, según el
testimonie^ de Hernández, y de Oviedo, tendremos a lo menos ocho
especies de cuadrúpedos, comunes a los dos Mundos, y que son
mayores en el nuevo que en el antiguo. Igualmente debemos incluir
en este catalogo los cuadrúpedos que son del mismo tamaño en todas
las partes del mundo, pues también estos demuestran la falsedad de
aquel principio general. El Dr. Hernández dice que el lobo Megi-
cano es del mismo tamaño que el Europeo ; Buffon asegura que entre
uno y otro no hai mas diferencia, si no que el Megicano tiene mas her-
mosa la piel, y cinco dedos en los pies delanteros, y cuatro en los
* " Leoni nostrati minime jubato aut idem est miztli, aut congener, in infantia
fuscus, et fulvus in juventa, interdumque rubeus, aut subalbidus, in majorem
tamen assurgens raolem, quod ob regionis diversitatem potest evenire." — Hist.
Quadrup. Novae Hisp. cap. xi.
t " Vulgaris est liuic orbi tygris, sed nostrate major." — Ib. cap. x.
X Forma, colore, moribus, ac mole corporis lupo nostrati similis est ctíetlachtli,
at(iue adeo ejus, ut mihi videtur, speciei, sed ampliore capite.— Ib. cap. xxiii.
28Q HISTORIA ANTIGUA DK MEGIOO.
traseros. Por lo que hace a los osos, no faltan sugetos en Europa
que han visto los de Megico, y los de los Alpes, y no creo haya uno
solo que no reconosca la superioridad de aquellos en el tamaño. Yo a
lo menos declaro sinceramente que todos los que he visto en Megico
me han parecido mayores que los de Italia *.
Es pues falso que todos los animales del Nuevo Mundo son mas pe-
queños que los del Antiguo, sin ninguna exepcion ; es también fal-
sisimo que todos son mucho mas pequeños, y que la Naturaleza se ha
servido en America de diferente escala de dimensiones, como en otra
parte asegura el mismo Conde de Buffon. Del misjtno modo se
puede demostrar el error de Mr. de Paw cuando dice que todos los
cuadrúpedos Americanos son una sesta parte mas pequeños que
sus análogos en las otras partes del mundo. La tuza Megicana es
análoga al topo Europeo, y mayor que este, según BuíFon. El
cuadrúpedo Megicano que el mismo naturalista llama cocualino, y
nosotros tlalmototli, es análogo a la ardilla de Europa, y, según el
mismo, de doble tamaño. La musaraña del Brasil, análoga a la Eu-
ropea, el coyote, que lo es al chacal, y la llama, que lo es al carnero,
son de mayores dimensiones que estos aninfales antiguos. Pero
aquellos filósofos, empeñados en desacreditar la America, y sus ani-
males, hallan también defectos en sus colas, en sus pies, y en sus
dientes. " No solo, dice el Conde de Buffon, escaseó la materia en
el nuevo continente, si no que parece que se descuidó en las formas
imperfectas de los animales. Los de la America Meridional, que son
los que realmente pertenecen al Nuevo Mundo, están cas^ general-
mente privados de bastas, y cola : su figura es estravagante ; sus
miembros desproporcionados, y mal distribuidos, y algunos, como el
hormiguero, y el perico-ligero, de tan miserable constitución que
apenas tienen las facultades de comer, y andar." " Los animales
propios del Nuevo Mundo, dice Mr. de Paw, son por la mayor parte
de una forma desairada, y en algunos, tan mal dispuesta, que los
primeros dibujantes no pudieron sin grandes dificultades, diseñarlos
exactamente. Se ha observado que la mayor parte de las especies
carecen de cola, y tienen una irregularidad en los pies ; lo cual es
notable en el tapir, en el hormiguero, en el glama de Margraf, en el
perico-ligero, y en el cabial. El avestruz, que en nuestro continente
* Buflfon distingue la especie de los osos negros de la de los pardos, y afirma
que aquellos no son tan feroces : pero los Megicanos, que son enteramente
negros, son ferocísimos, como yo lo he visto, y como es notorio en aquellos
paises.
DE LOS ANIMALES DK MIÍGICO. 281
tiene dos dedos unidos con una membrana, tiene cuatro dedos separa-
dos en America."
Estas objeciones, en verdad son mas bien dirigidas contra la con-
ducta del Criador, que contra el clima de America : por el estilo de
la blasfemia que se atribuye al rei D. Alfonso el Sabio, sobre la dis-
posición de los cuerpos celestes. Si los primeros individuos de
aquellas especies de animales no salieron de las manos del Criador
con esas imperfecciones que se les atribuyen, si no que soft efecto
del clima de America, no hai duda que transportados a Europa, desa-
parecerían aquellos defectos, y mejorarían de forma, de Índole, y de
instinto : a lo menos, después de diez o doce generaciones, aquellas in-
felices bestias que el clima ha despojado de cola, y de bastas, las
recobrarían bajo un cielo menos avaro. No : dirán los dos filósofos :
porque no es tan fácil recobrar de la Naturaleza lo que se pierde,
como perder lo que se tiene : de modo que aunque el clima de Eu-
ropa no les restituyese lo que han perdido, podria todavia decirse que
el clima de America era la verdadera causa de aquella privación.
Sea en buen hora, y por consiguiente no hablemos de las irregulari-
dades que consisten en algún defecto, si no de las que son tales por
exeso de materia. Hablemos del avestruz, que, según Mr. de Paw,
tiene por vicio de la Naturaleza dos dedos mas en cada pie * : o mas
bien, para no salir de los cuadrúpedos, hablemos del unau, especie de
perico-ligero, que, entre otras irregularidades, tiene cuarenta y seis
costillas. " El numero de cuarenta y seis costillas, en un animal de
tan pequeño^ cuerpo, dice el Conde de Buffon, es una especie de
error, o de exeso de la Naturaleza : pues ningún animal, tiene
tantas, ni aun los mas voluminosos, o los que tienen el cuerpo mas
largo, a proporción de su grueso. El elefante tiene cuarenta, el ca-
ballo treinta y seis, el tejón treinta, el perro veinte y seis, y el hombre
veinte y cuatro." Si el primer unau que hubo en el mundo recibió
de la mano de Dios el mismo numero de costillas que tienen los indi-
viduos actuales, la observación del Conde de Buffon es uoa censura
del Hacedor Supremo ; y decir que aquel exesivo numero de cos-
tillas ha sido un error de la Naturaleza, es decir que ha sido un error
de Dios, que es el autor de la Naturaleza, y el que sacó el mundo de
la nada. Estoi seguro que esta blasfemia es mui agena de la mente
* IVIr. de Paw se engañó en el numero de los dedos del touyou, o avestruz
Americano, pues no tiene mas que tres ; pero en la parte posterior de los pies
tiene un tubérculo redondo, y calloso que le sirve de talón, y a qué el vulgo ha
dado el nombre de dedo.
k
288 HISTORIA ANTIGUA DÜ MEGICO.
sublime, y del corazón Cristiano del Conde de Buffon : pero el
espíritu filosófico que reina en sus obras lo indujo tal vez a hacer uso
de aquellas espresiones, que, bien examinadas, no concuerdan con la
fe que profesamos *. Si, por el contrario, creen aquellos escritores
que el unau, en su primer origen, tubo un numero de costillas pro-
porcionado a su tamaño, y que el maligno clima de America se las
fue aumentando poco a poco, debemos creer que, transportada
aquella especie al continente antiguo, y sometida al influjo de un clima
mas favorable, retrocedería finalmente a su antigua perfección. Há-
gase pues la esperiencia ; tráiganse a Europa dos o tres machos de
aquella desgraciada especie, y otras tantas hembras, y si después de
veinte, o mas generaciones, se reconoce que en efecto empieza a dis-
minuir el numero de costillas, confesaremos que la tierra de America
es la mas infeliz, y su clima el mas perverso del globo. Si asi no su-
cede, diremos, como decimos ahora, que la lógica de aquellos señores
es mas miserable que el cuadrúpedo, asunto de sus observaciones, y que
sus argumentos son verdaderos paralogismos. Por otra parte, es cosa
estraña que en un pais en que tanto ha escaseado la materia, la Na-
turaleza haya pecado por exeso en los dedos de un ave, y en las cos-
tillas de un cuadrúpedo.
Mas para demostrar que estos filósofos tan empeñados en desacre-
ditar el clima de America se han olvidado enteramente de las miserias
del continente que habitan, preguntémosles ¿ cual es el animal mas
imperfecto y miserable de todos los Americanos ? El perico-ligero,
responderán, por que es el de mas débil organización, el ¿uenos capaz
de movimiento, el mas desprovisto de armas para su defensa, y sobre
todo el que parece menos suceptible de sensaciones : animal verda-
deramente infeliz, condenado por la Naturaleza a la inercia, al ham-
bre, y al llanto, con el cual inspira horror y compasión a toaos los
otros. Pero este cuadrúpedo, tan famoso por sus miserias, es común
a los dos continentes. El Conde de Buffon no quiere creerlo, por
que no le acomoda, y dice que si se halla algún individuo en Asia, ha
sido transportado de America : pero por mas que diga, lo cierto es
que el unau, que es de la misma especie, es animal Asiático, según
la opinión de Klein, Linneo, Brisson, del publicador del gabinete de
* Queriendo esplicar por qué el hombre resiste mas que los animales al in-
flujo del clima, dice asi en el tomo xviii. " El hombre es en todo obra del cielo ;
los animales no son, bajo muchos aspectos, si no producciones de la tierra."
Esta proposición parece algo dura : pero otras harto mas duras se hallan en las
Épocas de la Naturaleza.
DE LOS ANIMALES DE MEGICO. 283
Seba, y sobro todo de Vosmaer, docto e inteligente naturalista Holan-
dés. El unau de Bengala, visto, criado, y exactamente descrito por
este autor, no ha podido proceder de America, por que jamas ha ha-
bido comercio entre la America Meridional, y el Asia. Ademas el
unau de Bengala es diverso del perico-ligero Americano. Este tieno
dos dedos, y aquel cinco. Si el Conde de Buflfon se persuade que el
clima de Asia puede aumentar los dedos de este cuadrúpedo, seria
natural que el clima del antiguo continente restituyese la cola y las
bastas a los animales que las han perdido a efecto del clima maléfico
del Nuevo Mundo. Últimamente cualquiera que compare la elo-
cuente descripción que el Conde de BuíFon hace del perico-ligero
Americano, con la que Mr. Vosmaer hace del pentadattilo de Ben-
gala, conocerá que este es tan desventurado como aquel.
Pero examinemos filosóficamente lo que dicen estos autores acerca
de la supuesta irregularidad de aquellos cuadrúpedos. La verdadera
irregularidad en los animales es la desproporción de los miembros, o
la inconveniencia de la forma, o de la Índole de algunos individuos,
con respecto a la masa común de la especie ; y no ya la diferencia que
se observa entre una especie nueva, y otra conocida. Seria una nece-
dad decir que el techichi es irregular, por que no ladra. Este cuadrú-
pedo Americano fue llamado perro ipor los Españoles, en virtud de su
semejanza con el perro de Europa, no por que pertenecet^ a la misma
especie : y de aqui nació la fábula de que los perros de America son
mudos. También el lobo se asemeja al perro, y no ladra, si no
abulia. Síj los primeros Españoles que fueron a Megico no hubieran
visto lobos en Europa, al ver los de Megico hubieran dicho que eran
perros grandes, incapaces de domesticarse, y que ahuUaban en vez de
ladrar , y de este argumento se hubieran valido el Conde de BufFon,
y Mr. de Paw, para probar la degradación y la irregularidad de los
cuadrúpedos Americanos.
En efecto no es de otro calibre la obgecion de Mr. de Paw sobre el
avestruz Americano. El tuyú* es un ave especificamente diversa del
avestruz : pero le han dado este nombre, por parecerse al avestruz, y
por ser mui corpulento. Esto basta a Mr. de Paw para declarar que
hai irregularidades en aquel ave de America : pero aun concediéndole
que el tuyú es un verdadero avestruz, jamas podra sacar la consecuen-
cia con que quiere apoyar su opinión. Dice que el avestruz del
* El avestruz es conocido en el Perú con el nombre de suri, pero adopto el de
tuf/u, para condecender con los naturalistas.
284 HISTORIA ANTIGUA DE MKGICO.
Nuevo Mundo es irregular, por que en lugar de dos dedos unidos
con una membrana, como el del antiguo, tiene cuatro separados.
Pero un Americano podra decir que el avestruz Africano es el que
verdaderamente merece el nombre de irregular, pues en lugar de
tener cuatro dedos separados, tiene dos unidos por una membrana.
" No, responderá enfadado Mr. de Paw ; no es asi : la irregularidad
está en vuestro pajaro, por que no se conforma con el del Mundo An-
tiguo, que es el modelo de su especie, ni con el retrato que de este
animal nos han hecho los primeros naturalistas de Europa." " Nues-
tro mundo, dirá el Americano, que vos llamáis nuevo, por que hace
tres siglos que lo empezasteis a conocer, es tan antiguo como el
vuestro, y nuestros animales son coetáneos a los que poseéis. No
están ellos obligados a conformarse con los vuestros, ni nosotros tene-
mos la culpa de que vuestros naturalistas tengan tan escasas luces
acerca de lo que pasa en America. Asi que, o es irregular vuestro
avestruz, por que no se conforma con el nuestro, o a lo menos, este
no debe llamarse irregular por que no se conforma con aquel. ínterin
no probéis con documentos auténticos que el primer avestruz salió de
las manos del Autor de la Naturaleza con dos dedos, unidos por una
membrana, no puedo creer en la irregularidad del tuyú." Este mis-
mo eficaz raciocinio sirve para disipar otras observaciones de nuestros
filósofos, que nacen de la imperfección de sus ideas, o de sus pre-
venciones contra el nuevo continente.
No son mas acertados en lo que dicen acerca de las colas de los
animales. Declaran francamente, y sin ningún respeto a<Ja verdad,
que la mayor parte de los cuadrúpedos Americanos carecen entera-
mente de cola : lo cual, como todos los demás efectos observados por
ellos en aquellos desventurados paises, atribuyen a la avaricia del
cielo Americano, a la infancia de la Naturaleza en aquella parte del
mundo, a la perversidad del clima, y a no sé que combinación de los
elementos. Asi raciocinan aquellos célebres filósofos del siglo de
las luces. Pero siendo, según Buffbn, 70 las especies de cuadrúpe-
dos Americanos, seria necesario a lo menos que 40 estubiesen priva-
das de cola, para que fuese cierto que la mayor parte carece de aquel
miembro, como dice Mr. de Paw, o que casi todos esperimentasen esta
privación, como el mismo BuíFon opina. Ahora bien, los cuadrúpe-
dos Americanos que se hallan en este caso, son seis, como después
veremos : con que aquella proposición es una desmesurada hipérbole,
por no decir, una gran mentira.
i
^'i*^-
DE LOS ANIMALES DE MEGICO. 286
Parece que en tiempo de Plinio no coDocian los naturalistas otros
animales sin cola que el hombre, y el mono*. Si desde entonces no
se hubiesen descubierto en el antiguo continente otros muchos cua-
drúpedos desprovistos de aquel miembro, tendrian razón el Conde de
Buffon, y Mr. de Paw; pero de la misma Historia Natural del
primero consta que las especies Europeas, defectuosas en esta parte,
componen mayor numero que las Americanas. He aqui la lista de
unas, y otras sacadas de la citada obra.
Cuadrúpedos sin cola del Continente Antiguo,
1. El Pongo, orang-utan, sátiro, u hombre salvage.
2. El Piteco, o mono.
3. El Gibon, especie de mono.
4. El Cinocéfalo, o magoto.
5. El Perro Turco.
6. El Tanrec de Madagascar.
7. El Loris de Ceilan.
8. El Cochinillo de Indias.
9. La Ruseta 1 ,* . , . , , , . .
1 n T I? I especies de murciélagos grandes de Asia.
11. El Topo dorado de Siberia.
12. El Perico-ligero pentadattilo de Bengala, descrito por Mr.Vos-
maér.
13. La Klipda, o marmota bastarda del Cabo de Buena Esperanza,
descrita por el mismo.
14. El Capiverd, o Capivard del Cabo de Buena Esperanza,
descrito por Mr. de Valmont.
Cuadrúpedos sin cola del Nuevo Continente.
1. El ünau, especie de perico-ligero.
2. El Cabiai, e puerco anfibio.
3. La Aperea del Brasil.
4. El Cochinillo de Indias.
5. El Saino, pecar, o coy ame ti.
6. El Tapeto.
Vemos pues que en el Antiguo Mundo hai, a lo menos catorce
* " Caudae praeter hominein ac simias ómnibus fere animalibus et ova g'ig-
nentibus pro desiderio corporum." Plin. Hist. Nat. lib. xi, cap. 50.
¡286 HISTORIA ANTIGUA DE MEGÍCO.
especies de cuadrúpedos desprovistos de cola*, y en America solo
seis, de las que debemos quitar las dos ultimas, por ser inciertas f.
En todos los treinta tomos de la Historia Natural de Buífon no he
hallado otro animal Americano sin cola que los ya dichos. ¡ Y no
obstante osó decir que casi todos carecen de ella ! En lo que se echa
de ver que- esas proposiciones generales son tan fáciles de proferir,
como difíciles de probar.
Si el clima de America es tan pernicioso a las colas de los animales,
¿ por qué estando privados de este miembro cuatro especies de monos
del antiguo continente, a saber, el pongo, el piteco, el gibon, y el
cinocéfalo, lo tienen todas las especies de monos del nuevo, y algunas,
como el saki, seis veces mas larga que el cuerpo del animal I ¿ Por
qué abundan tanto en America las ardillas, los cocualines, los hormi-
gueros, y otros cuadrúpedos semejantes, de enorme cola con respecto
a sus cuerpos ? ¿ Por qué la marmota del Canadá,' con ser de la
misma especie que la de los Alpes, tiene la cola mucho mas larga que
esta, como dice Buífon ? . ¿ Pj^r qué el ciervo, y el corzo de America,
aunque mas pequeños que los del Mundo Antiguo, se hallan en el
mismo caso ? Si hubiese en America algún pif.icipio destructor de las
colas de las animales, los que llevó Colon de Europa, y de las islas
Canarias, por los años de 1493, carecerían ahora de aquel miembro,
especialmente los puercos, en que es tan corto, o a lo menos se hu-
biera disminuido notablemente al cabo de 288 años : pero de tantos
Europeos como han visto caballos, bueyes, ovejas, &c., nacidos en
America, y los nacidos en Europa, no se encontrará uno solo que
haya notado la menor diferencia entre las colas de unos, y otros.
Con las mismas razones podemos responder a lo que dice el Conde
* A las 14 especies mencionadas podríamos añadir el unau didáctilo de Ceilan,
de que hablan muchos autores, y el porta-almizcle, descrito por Daubenton, y por
Bomare : pero degemos el primero, por que no estoi seguro que sea diferente
del loris de Buffon : degemos el segundo, por que quizas tendrá una cola pe-
queña, aunque no pudo encontrarla el diligente Daubenton : también debemos
dejar aparte como inciertas las dos ultimas especies de cuadrúpedos Americanos
del catalogo.
t Oviedo, Hernández, y Acosta describen el pecar con los nombres de saino, y
coyametl, y nada dicen de la falta de cola. Yo me he informado de personas in-
teligentes, y sinceras, que han visto muchos sainos, y me han dicho que la tienen
aunque pequeña. En cuanto al tapeto, Buflfou cree que es el citli de Hernández,
y todos los Megicanos saben que el citli es la liebre de Megico, la cual tiene cola,
como la Europea.
DK LOS ANIMALES DE MEGICO. 28T
de Buffon sobre la falta de bastas, y de otras partes en el mayor nu-
mero do los cuadrúpedos Americanos, pues el buei, el carnero, y la
cabra conservan alli invariablemente sus bastas, el perro, y el puerco
sus dientes, y los gatos sus uñas, como saben cuantos ban estado en
aquellos paises. Si el clima Americano es tan contrario a los dientes,
y a las bastas de los animales, babrian perdido a lo menos una buena
parte de ellas los decendientes de los cuadrúpedos que fueron trans-
portados al Nuevo Mundo, tres siglos hace, y especialmente la poste-
ridad de los lobos, de los osos, y otros, que quizas pasaron de Asia a
principios del primer siglo después del diluvio universal. Si, por el
contrario', la zona templada de Europa es mas propicia a, los dientes
que la tórrida de América, ¿ por qué la Naturaleza dio a esta, y no
a aquella, el tapir, y el cocodrilo, los cuales en el numero, en el tamaño,
y en la atrocidad de los dientes exeden a todos los cuadrúpedos, y
reptiles Europeos?
Finalmente, si hai en America algunos animales sin bastas, sin dien-
tes*, y sin cola, no es por causa de la perversidad del clima, ni de la
avaricia del cielo, ni por aquella imaginaria combinación de elementos,
si no por que Dios, cuyJs obras son perfectas, y cuyos consejosL debe-
mos reverenciar humildemente, quiso hacerlo asi, para que esa misma
variedad sirviese a hermosear el universo, y a ostentar su infinita
sabiduría, y poder. Lo que en unos animales es perfección, en otros
seria diformidad. En el caballo es perfección tener la cola larga, en
el ciervo tenerla pequeña, y en el pongo no tener ninguna.
En cuanto a lo que dicen nuestros filósofos acerca de la fealdad de
los animales Americanos, es cierto que entre tantos hai algunos cuya
forma no corresponde a la idea que nos hemos formado de la belleza
de las bestias. Pero ¿ quien nos ha dicho que esta idea es exacta ?
I Y por qué no sera imperfecta, y producto de la limitación de nues-
tros conocimientos ? ¡ Y cuantos otros animales no podremos hallar
en el antiguo continente, aun peor formados que todos los del nuevo,
hablando en el sentido de aquellos escritores, y reverenciando la mano
de Dios en todas sus obras! ¿Que cuadrúpedo hai en America, que
pueda compararse en la diformidad, y desproporción de los miembros
* Los solos cuadrúpedos Americanos privados de dientes son los hormigueros,
como en el continente antiguo lo son el pangolino, y él/atagino, cuadrúpedos de
la India Oriental, cubiertos de escamas en lugar de pelo. Todos estos carecen
de dientes, por que no los necesitan, manteniéndose solo de hormigas. El Criador
los ha provisto de una lengua larguísima, con la que cogen las hormigas, para
tragarlas.
28^ HISTORIA ANTIGUA DE MEGICU.
al elefante, llamado monstruo de materia por el mismo Conde de
BuíFon*? Aquella vasta mole de carne, mas alta que larga; aquella
piel áspera, desnuda, y surcada de arrugas ; aquella enorme trompa
en lugar de nariz ; aquellos largos dientes que salen de una feisima
boca, y que se vuelven acia arriba, al revés de lo que se nota en los
demás animales; aquellas orejas vastas, y polígonas; aquellos piernas,
gruesas, torcidas, y desproporcionadamente pequeñas ; aquellos pies in-
formes, y con los dedos apenas bosquejados, y finalmente aquellos peque-
ñisimos ojos, y aquella ridicula cola en un cuerpo tan desmesurado ; no
hacen del elefante un verdadero monstruo, según las reglas que go-
biernan la creación animal ? Busquen nuestros dos filósofos un egemplo
de esta clase entre las especies Americanas. Las mismas reflexiones
podrían aplicarse al camello, a la girafa, al macaco, del cual dice el
Conde de Buflbn que es de una diformidad espantosa : y no por esto
debemos acusar al clima en que nacen, iii a la mano que los formó.
Lo que dicen aquellos dos escritores acerca de la menor ferocidad
de las fieras Americanas, en lugar de probar la malignidad del clima,
no prueba si no su blandura, y bondad. " En America, dice el Conde
de Buffbn, donde el aire, y la tierra son ma#blandos que en África,
el tigre, el león, y la pantera no son terribles sino en el nombre.
Han degenerado sin duda, si es cierto que la ferocidad, y la crueldad
eran propiedades de su Índole ; o por mejor decir, no han hecho mas
que sufrir el influjo del clima. Bajo un cielo apacible, se ha apaci-
guado su naturaleza." ¿ Qué mas se puede desear en favor del clima
de America 1 ¿ Como hai pues quien alegue la menor ferocidad de
las bestias Americanas como prueba de su degeneración, ocasionada
por la malignidad del clima I Si el clima del antiguo continente debe
reputarse mejor que el del nuevo, por que bajo aquel nacen las fieras
mas terribles, por la misma razón el de África sera incomparablemente
mejor que el de Europa. Esta obgecion, de que ya he hecho uso,
debe ser inculcada para mayor confusión de nuestros dos filósofos.
Pero estos escritores no tienen ideas exactas de las fieras Ameri-
canas. Es cierto que el miztli, o león Megicano no es comparable
con los célebres leones de África. Esta especie o no pasó al Nuevo
t " Considerando este animal, dice Boraare, con relación a la idea que nos
hemos formado de las proporciones, lo hallaremos mal proporcionado, por tener
■el cuerpo grueso, y corto, las piernas inflexibles, y mal formadas, los pies re-
dondos, y torcidos, la cabeza gruesa, los ojos pequeños, y las orejas grandes.
Puede decirse también que su ropage contribuye a su fealdad. Tan estraordinario
es por su estatura, como por sus pies, síi trompa, y sus colmillos."
DB LOS ANIMALES DE MEGlCO. 289
Mundo, o fue estinguida por los hombres : pero en nada cede la fiera
de America a las demás de su especie, o leones sin melena del
continente antiguo, como dice Hernández, que couocia bien a unas, y
a otras. El tigre Megicano, sea o no sea de la misma especie que el
tigre real de África, pues esto no importa a. la cuestión, es de una
fuerza, y ferocidad estraordinarias. No hai cuadrúpedo Europeo, ni
Americano que pueda resistirle. Ataca intrépidamente, y destroza
los hombres, los ciervos, los toros, y aun los mas horrendos cocodrilos,
como testifica Acosta. Este docto escritor habla con admiración de
su arrojo, y velocidad. Gonzalo de Oviedo, que habia viajado por
muchos paises de Europa, y no ignoraba la historia natural, hablando "
de los tigres Americanos, dice: " Son animales mui fuertes de piernas,
bien armados de garras, y tan terribles, que en mi juicio no hai león
real que pueda competir con ellos en fuerza, ni ferocidad." El tigre
es el terror de los bosques de America; cuando es adulto ni es posi-
ble amansarlo, ni cogerlo ; solo se cogen los pequeños, y no pueden
guardarse sin peligro, si no es en fuertisimas jaulas de hierro, o de
madera. Tal es la Índole de aquellas bestias, llamadas cobardes por
Mr. de Paw, y por otros autores, que ño supieron discernir las espe-
cies de cuadrúpedos de piel manchada.
Por otra parte, aquellos escritores se mostraron tan fáciles en creer
todo lo que hallaron escrito acerca del tamaño, de la fuerza, y de la
fiereza de los tigres reales, como obstinados en negar fe a lo que dicen
de los Americanos muchos testigos oculares. El Conde de BujQPon
cree, por qye lo refiere no se quien, que el tigre real tiene trece o
catorce pies de largo, y cinco de alto ; que hace frente a tres ele-
fantes ; que mata a un búfalo, y lo arrastra a una gran distancia, y
otras maravillas, a qué no se puede dar crédito si no en virtud de una
fuerte prevención en favor del antiguo continente. Si algunos au-
tores fidedignos contasen del tigre Americano una pequeña parte de tan
estraordinarias proezas, su autoridad seria desechada como si refiriesen
fábulas ridiculas*. Lo que se lee en Plinio de la industria de los
cazadores en quitar a la hembra del tigre sus hijos, y de la paciencia
con que ella los va recobrando uno a uno, y^lo que dice Mr. de Bomare
del combate que se vio el año de 1764 en el bosque de Windsor en
Inglaterra, entre un ciervo, y un tigre traido del Asia para el duque
* Basta saber el caso que hacen los dos citados filósofos del testimonio de Mr¿>
de la Condamine sobre los tigres Americanos, apesar de la estimación general A^
que goza aquel sabio Matemático.
TOMO II. U
ÜP9 HISTORIA ANTIGUA DE MEGIOO.
de Cumberland, y del cual salió vencedor el ciervo, hacen ver que la
ferocidad de aquel cuadrúpedo Asiático no es tanta cuanta la repre-
sentan el Conde de BuíFon, y Mr. de Paw.
Los lobos Americanos no son menos fuertes, ni menos atrevidos
que los del Mundo Antiguo. Aun los ciervos, que, según Plinio,
son los mas tímidos de todos los animales, en Megico tienen tanta
audacia, que muchas veces atacan a los viageros, como dice el D.
Hernández, y es notorio en aquel reino. Yo mismo he visto los
estragos que hizo en mi casa un ciervo casi domesticado, en una pobre
Americana.
Pero sean pequeños, informes, y pusilánimes los cuadrúpedos de
America. Concedamos también que de este principio se deba inferir
la bondad del clima del antiguo continente : no por esto se me per-
suadirá jamas que aquel mismo principio forma una prueba completa
de la malignidad del nuevo. Seria necesario manifestar en los rep-
tiles, y en las aves la misma degradación que en los cuadrúpedos*.
Mr. de Paw dice, hablando de los cocodrilos Americanos, cuya fero-
cidad es tan notoria, que " parece, por las observaciones de Mr. du
Piatz y otros viageros, que no tienen el furoV, y la impetuosidad de
los de África," pero el Dr. Hernández, que conocía unos, y otros, no
encontró la menor diferencia entre ellos. Acosta dice que el Ameri-
cano es ferocísimo, pero lento : mas esta lentitud no se entiende del
movimiento progresivo en linea recta, si no de las vueltas de un lado
a otro, pues en el primero es estraordinaria su velocidad, y en el
segundo es torpe, y pesado, como el Africano, por causa de la inflexi-
bilidad de las vertebras. El Dr. Hernández afirma que el acuetzpa-
lin, o cocodrilo Megicano huye de los que lo persiguen, y persigue a
los que huyen, aunque esto sucede mas frecuentemente que aquello.
Plinio cuenta lo mismo del cocodrilo Africano f. Finalmente si se
«omparan los datos que reunieron estos dos naturalistas sobre aquel
* El Conde de Buffon dice que cuando se habla de aves no se debe hacer caso
del clima, pues "pudiendo pasar fácilmente de un continente a otro, es imposible
distinguir los que a cada uno pertenecen." Pero como la causa de los viages que
hacen es el frió o el calor del clima, que procuran evitar, no es estraño que las
aves Americanas permanescan en su pais, donde pueden huir de todos los exesos
de temperatura, hallando por do quiera el alimento de que necesitan. Lo cierto es
que las aves Megicanas no transmigran al continente antiguo.
t "Terribilis haec contra fugaces bellua est, fugaz contra insequentes." —
Lib. viii, cnp. 26.
DE LOS ANIMALES D£ MEGICO. 39t
gran anfibio, se vera que no hai la menor diferencia, ni aun de ta-
maño, entre los que producen los dos continentes*.
En cuanto a los pájaros, Mr. de Paw solo habla del avestruz, y esto
tan de ligero como hemos visto. Tomó sin duda el partido de callar,
por que en esta parte vio su causa perdida, pues ora se considere el
numero, y la variedad de las especies, ora la intrepidez, ora la her-
mosura del plumage, ora la exelencia del canto, no hai duda que las
aves Americanas son superiores a las de todos los paises de la tierra.
He hablado en otra parte de su inmensa muchedumbre. Son innu-
merables las especies que se ven en los campos, en los bosques, en
los ríos, en los lagos, y aun en los pueblos. Gemelli, que habia dado
la vuelta al mundo, y habia estado en los mejores paises de Asia,
África, y Europa, dice que no hai región en el universo que pueda
compararse con Megico en la hermosura, y variedad de sus aves.
Véase lo que dicen los historiadores de la Nueva Francia, de la
Luisiana, del Brasil, y de otros paises del Nuevo Mundo.
De la fuerza y animosidad que los distinguen dan testimonio muchos
escritores fidedignos. El Dr. Hernández, que tanta esperiencia tenia
en las aves de rapiña, por haber estado muchos años en la corte de
Felipe II, cuando la halconería era la caza favorita de los nobles,
dice, hablando del quauhtotli, o sacre Megicano, que todos los pájaros
de esta clase son mejores y mas animosos en Megico, que en el anti-
guo continente -f-. Tan conocida fue desde el principio la exelencia
de los halcones de aquel pais, que Carlos V mandaba llevar cada año
cincuenta a» su corte, y otros tantos de la isla de Santo Domingo,
como cuenta Herrera. Acosta dice que se regalaban a los magnates
de España halcones de Megico, y del Perú, por ser niui apreciados.
El mismo historiador refiere " que el cóndor o buitre Americano es de
un tamaño enorme, y de tan estraordinaria fuerza, que no solo des-
troza una oveja, si no también un ternero," y D. Antonio Ulloa ase-
gura que de un aletazo echa al suelo a un hombre;}:. El Dr. Her-
* Plinio dice que el cocodrilo Africano suele tener 18 codos de largo. El D.
Hernández dice que el Americano llega comunmente a la longitud de 7 pisos.
Si se calculan estas medidas se vera que es poquísima la diferencia, y que si hai
algún exeso está en favor del Americano.
t "Fateor accipitrum omne genus apud hanc Novam Hispauiam Jucatani-
camve provinciam repertum praestantius esse atque animosius, vetere in orbe
natis." — Deavibus Novee Hisp. cap. 92.
X El cóndor es tan grande que tiene de 14 a 16 pies de una a otra estremidad
de las alas esteudidas. Mr.de Bomare dice que es común a los dos continentes,
ü 2
292 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
nandez d,ice que el itzcuauhtli, o águila real de Megico ataca a lo
hombres, y aun a los mas feroces cuadrúpedos. Si el clima de America
hubiera privado a los cuadrúpedos de la fuerza, y del valor, sin duda
hubiera producido el mismo efecto en las aves: pero por el testimonio
de los mencionados autores, y de otros, todos Europeos, y dignos de
fe, consta que lejos de ser débiles, y pusilánimes, exeden en intrepi-
dez, y fuerza a las de todas las regiones conocidas.
En cuanto a su belleza, no niegan esta ventaja a la America los.
autores que 'tanto se han empeñado en vilipendiarla. En vano lo .
harían, cuando tantos testimonios respetables confirman la hermosura
de los pájaros que alli se crian. Quien quiera formarse alguna idea
de ella, consulte los' escritos de Oviedo, Herrera, Acosta, Ulloa, y
otros autores Europeos que hablan de lo que ellos mismos han visto.
** En Megico, dice Acosta, hai gran abundancia de pájaros, adorna-'
dos de tan exelentes plumas, y tan finas, que no se hallan semejantes
en Europa."
Es verdad, dicen algunos, que los pájaros Americanos exeden a los
nuestros en la belleza de las plumas ; pero no en la exelencia del canto,
en \o que los nuestros son superiores. Asi hablan dos escritores Italia-
nos*, tan doctos en ciertas materias especulativas, como ignorantes
en las cosas de America. Bastaría a confundirlos el testimonio del
Dr. Hernández que copio en la notaf . Aquel exelente observador,
después de haber oído los mejores ruiseñores en la corte de Felipe II,
oyó muchos años al centzontli, o poligloto, al cardenal, al tigrillo, al
cuitlaccochi, y otras aves canoras, comunes en Megico, y no conocí-
cídas en Europa, ademas del ruiseñor, el gilguero, la calandria, y
otras comunes a los dos continentes. Entre todos los pájaros apre-
ciados en Europa, el ruiseñor es el generalmente preferido, y sin em-
y que los Suizos lo llaman Laemmer-geyer. Como quiera que sea, hasta ahora
no se ha visto en el mundo antiguo un ave de rapiña que pueda compararse en
tamaño, y fuerza con el cóndor Americano.
* El autor de cierta disertación metafisico-politica sobre la proporción de los
talentos y sobre su uso, en la que* dice tales despropósitos sobre America, y se
mostró tan ignorante de todo lo relativo a aquella parte del mundo, -como el niño
mas idiota. El otro es el autor de unas fabulillas Italianas en que finge una con-
versación entre un pajaro Americano, y un ruiseñor.
f *' In cavéis, quibus detinetur, suavissime cantat ; nec est avis uUa, animalve
cujus vocem non reddat luculentissime, et exquisitissime semuletur. Quid ?
Philomelam nostram longo superat intervallo, cujus suavissimum concentum, tan-
topere laudant celebrant que vetustí auctores, et quidquid avicularum apud
í)rb*»m nostrura cantu auditur suavissimum." — De Avibus Novee Hisp. cap. xxx.
DE LOS ANIMALES DB MEGICO. 293
bargo el de America es mejor, como dice Mr. de Bomare. " Él rui-
señor de la Luisiana, dice, es el mismo de Europa, pero aquel es mas
familiar, canta todo el año, y tiene mas variedad de sones." He aquí
tres grandes ventajas del pajaro Americano, soore el Europeo. Pero
aunque no hubiese en America ruiseñores, gilgueros^ ni ningún otro
de los que se estiman en Europa por su canto, bastarla el centzontli,
o poligloto para no tener nada que envidiar a ningún pais del globo*.
Puedo asegurar a nuestros filósofos anti- Americanos que cuanto dice
el Dr. Hernández acerca de la superioridad de aquel pajaro con res-
pecto al ruiseñor es la pura verdad, y tan conforme a la opinión
de los Europeos que han estado en Megico, como a la de los Megica-
nos que han estado en Europa. Ademas de la singular dulzura de su
canto, de la prodigiosa variedad de sus sones, y de la donosa propiedad
de remedar las diferentes voces de animales que oye-f, lleva al rui-
señor la ventaja de ser pincho mas común, y de condición mas apacible.
Su especie es una de las mas numerosas de aquellos países. Si yo
quisiese discurrir a la manera de Mr. de Paw, podría añadir, para
probar la bondad del clima de America, que algunas aves que no se
aprecian en Europa por su canto, allí lo tienen bastante agradable.
" El gorrión, dice Valdecebro, autor Europeo, no canta en España,
y en Megico canta mejor que el gilguero j.
Lo que digo de los pájaros cantores se aplica a los que imitan
el habla del hombre, pues las especies de papagallos Americanos son
mucho mas numerosas que las de los Africanos, y Asiáticos §.
Pero p^es estoi hablando de pájaros, quiero, antes de dejar este
asunto, hacer una reflexión que no me parece inoportuna. No hai
animal Americano sobre el cual hagan mas espavientos nuestros filó-
sofos que el perico-ligero, a cauía de su estraordinaria lentitud, e
incapacidad de movimiento. ¿Qué diríamos si hallásemos un ave
semejante ? Este seria sin duda el animal mas irregular de 'todos,
* Linneo llama al centzontli Orfeo ; otros mocqueur, o burlón.
t Mr. Barrington, Vice Presidente de la Real Sociedad de Londres, dice en
una obra mui curiosa sobre el canto de las aves, presentada por él a aquella
docta asamblea, que oyó á un poligloto .el cual en, el espacio de un solo minuto
remedó las voces de cinco aves diferentes.
X Valdecebro en su obra Gobierno de las Aves, lib. v, cap. 29. El gorrión
Americano, aunque semejante al de Europa, es de diversa especie.
§ " Hai en America una gran variedad de papagallos, especialmente en los
Andes del Perú, y en las islas de Puerto Rico, y Santo Domingo." — Acosta
lib. iv, cap. 35. En las costas Megicanas del mar Pacifico son mas numerosos quo
en las islas.
294 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
pues la pereza, y la inercia desdicen mas del ave que del cuadrúpedo.
I Y donde se encuentra este pajaro ? En el antiguo continente, según
el Conde de BuíFon, el cual dice que el dronte de las Indias Orien-
tales es entre las aves, lo que entre los cuadrúpedos el perico-ligero.
" Parece, añade, una tortuga vestida con los despojos de un ave, y
la Naturaleza, concediéndole los inútiles adornos de las alas, y la cola,
parece haber querido aumentar con nuevos estorvos la irregularidad
de sus movimientos, y la inercia de su cuerpo, y hacerle mas enojoso
su pesado volumen, recordándole que es pajaro."
De todo lo que llevo dicho se infiere claramente que ni el cielo de
America es avaro, ni su clima contrario a la generación de los ani-
males ; ni la materia escasea, ni la Naturaleza ha empleado una es-
cala de dimensiones diferente de las del Mundo Antiguo; por fin,
que es un error, o por mejor decir un conjunto de errores cuanto el
Conde de Biifíbn, y Mr.de Paw dicen sobre la pequenez, la irregu-
laridad, y los defectos de los cuadrúpedos Americanos, lo cual, aun
siendo cierto, de nada servirla para probar la malignidad del clima de
aquel vasto continente. Veamos ahora si han hablado con mas acierto
en lo que dicen sobre la imaginaria degradación de los cuadrúpedos
transportados de Europa.
Animales transportados al Nuevo Mundo.
*' Todos los animales transportados al Nuevo Mundo, dice el
Conde de BuíFon, como el caballo, el asno, el toro, el carnero, la
cabra, el perro, y el puerco, son considerablemente mast pequeños
alli que en Europa ; y esto sin exepcion." Si buscamos la prueba
de una regla tan general, no hallaremos otra en toda la Historia
Natural de aquel filosofo, sino que algunos de los cuadrúpedos del
Mundo Antiguo transportados al Canadá, son mas pequeños en
aquella parte de America que en Francia. " Los animales Euro-
peos, y Asiáticos, dice Mr. de Paw, que se han llevado a America,
inmediatamente después de su descubrimiento, han degenerado ; su
corpulencia ha disminuido, y han perdido una parte de su instinto, y
de su Índole ; los cartílagos, y las fibras de sus carnes se han vuelto
mas gruesas, y rígidas." Tal es la conclusión general de aquel
autor ; veamos ahora sus pruebas. "1. La carne de buei es tan
fibrosa, que apenas se puede comer en la isla Española. 2. Los
puercos de la isla de*Cubagua mudaron en breve de forma, en tales
términos que era imposible reconocerlos: las uñas les crecieron hasta
tener un palmo de largo. 3. Las ovejas sufrieron una gran altera-
DB LOS ANIMALES D£ MEGICO. 295
cioD en la Barbada. 4. Los perros transportados de nuestros países
perdieron la voz, y cesaron de ladrar en la mayor parte del nuevo
continente. 5. El frió del Perú desconcertó, en los camellos que se
llevaron de África, los órganos de la generación." Tales son los
argumentos de que se valen nuestros filósofos para pronunciar la de-
gradación de los animales introducidos en America, después de su
descubrimiento ; argumentos que, aunque fuesen verdaderos, no bas-
tarían a establecer una opinión tan general : porque ¿ qué importa
que la carne de buei sea tan fibrosa en Santo Domingo, si en casi
todos los otros países de America es buena, y en algunos, como en
todos los de Megíco situados en la costa del mar Pacifico, tan
exelente cuanto la mejor de Europa, y quizas superior 1 i Qué im-
porta que las ovejas hayan sufrido alguna alteración en la Barbada, y
en algunos países demasiado calientes, si en los templados de Megico,
y de la America Meridional se conservan como fueron de España?
I Qué importa que los puercos se hayan desfigurado en Cubagua,
isla miserable, privada de agua, y de todo lo necesario a la vida, si
en el resto de la America han adquirido, según Mr. de Paw, una
corpulencia estraorditiaria, y su carne se ha perfeccionado en tales
términos, que los médicos la prescriben a sus enfermos, como la mas
sana que puedan comer í Ahora pues : si el haberse desfigurado los
puercos en Cubagua no prueba que el clima de America les sea con-
trario ¿por qué el detrimento de las ovejas en la- Barbada, la fibrosi-
dad de la carne de buei en Santo Domingo, y la disminución de
algunos cuadrúpedos en Canadá han de probar que el clima de Ame-
rica es en general contrario a la generación de los animales, a su cor-
pulencia, y a su instinto ?
Sí esta lógica fuese admisible, mas fuertes serian los argumentos
de que yo podría echar mano contra el clima del antiguo continente,
sin servirme de otras armas que las que me suministra el Conde de
Buffon en su Historia Natural. Los camellos no han podido mul-
tiplicarse en España, como dice el mismo autor, aunque aquel clima
sea, de todos los de Europa, el menos contrario a su naturaleza. Los
toros han degenerado en Berbería, y en Islandia han perdido las
bastas. " Las ovejas, dice Buflx)n, se han alejado de su ser primi-
tivo en nuestros países," y en todos los calientes del Mundo Antiguo
han mudado la lana en pelo. Las cabras han disminuido de volu-
men en Guinea, y en otras partes. Los perros en Laponia son
pequeñisimos, y diformes, y los de los climas templados, sí pasan a
296 ' HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
los fríos, dejan de ladrar, y después de la primera generación nacen
con las orejas derechas. Por las relaciones de los viageros consta
que los mastines, y galgos, y las otras razas de perros Europeos,
llevados a Madagascar, a Calicut, a Madure, y a Malabar, degeneran
después de la segunda o tercera generación, y que en los paises
exesivamente calientes, como la Guinea, y el Senegal, esta degrada-
ción es mucho mas pronta, pues apenas pasan tres o cuatro años,
pierden el pelo, y la voz. Los ciervos han perdido la** mitad de su
corpulencia en los paises montuosos, calidos, y secos, como en
Corsega, y Cerdeña. Si a estas, y otras noticias que nos da el
Conde de Buífon, queremos añadir las que suministran otros autores,
¡ cuantos argumentos no opondríamos a nuestros filósofos algo mas
solidos, y decisivos que los suyos ! ¡ cuantas pruebas de que la dege-
neración animal ha sido mayor en el continente antiguo que en el
nuevo ! Pero, para que se vea la exageración, y la falsedad de sus
egemplos, examinemos una a una todas las especies de animales
Asiáticos, y Europeos transportados al Nuevo Mundo, y que han
degenerado alli, según aseguran aquellos dos escritores. .x^h-^-^
Camellos.
" De todos los cuadrúpedos llevados a America, dice Mr. de Paw,
los que menos han prosperado han sido los camellos. A principios
del siglo XVI pasaron algunos de África al Perú, donde el frío les
desconcertó los ojganos destinados a la reproducción, y no dejaron
posteridad." Pero, disimulando el error Crpnologico en que incurre,
por que no hace al caso, si el frió fue la causa de la destrucción de
los camellos en America, lo mismo sucedería en Europa, especial-
mente en los paises del Norte, en los que el frió es sin comparación
mucho mayor que en cualquiera parte del Perú. Acuse Mr. de Paw
a los que quisieron aclimatar aquellos animales en regiones poco ana-
logas a su naturaleza, y no acuse a la America, en cuya estension
hai tierras calidas, y secas, como las que necesita el camello para
subsistir. La misma esperiencia se hizo en España, y no tubo buen
éxito, y no habrá quien niegue que el clima de esta peninsula es de
los mas templados, y benignos de Europa. El Conde de Buffon
opina que aquellos útiles cuadrúpedos podrían fácilmente propagarse
en America, y en España, si se tomasen las precauciones conve-
nientes, jr yo no dudo que prosperarían en la Nueva Galicia. Por lo
demás, es falso que los camellos transportados al Perú no dejasen
DE LOS ANIMALES DB ME6IG0. 29r
posteridad : el P. Acosta que estubo alli pocos años después, asegura
haberlos visto multiplicados, aunque nc tanto como era de desear.
Toros.
Esta es una de las especies de animales que nuestros filósofos creen
degradadas en America, y a las que suponen ser contrario aquel
clima. Pero si el ganado vacuno ha perdido una parte de su corpu-
lencia en el Canadá, como afirma el Conde de Buffon, y si en Santo
Domingo, se ha hecho fibrosa su carne, según la opinión de Mr. de
Paw, al menos no ha sucedido asi en la mayor parte de los países
del Nuevo Mundo, en los cuales la muchedumbre, y gran tamaño de
aquellos animales, y la bondad de su carne, manifiestan cuan favora-
bles sean aquellos climas a su generación. Su prodigiosa multiplica-
ción en America se halla atestiguada por muchos autores Europeos,
antiguos y modernos. El P. Acosta cuenta que en la flota en que él
volvió a Europa el año de 1587, esto es, sesenta años, poco mas o
menos, después de introducidos en Megico los primeros toros, y
vacas, se enviaron a España 64,360 cueros de aquel pais, y 35,444
de Santo Domingo, cu;^o clima parece a Mr. de Paw tan opuesto a
su prosperidad. Yo no dudo que si se comparase el numero de toros,
y vacas llevadas del antiguo continente al nuevo, con el de cueros que
America ha enviado a Europa, se hallarían mas de 5,000,000 de
cueros por cada uno de aquellos animales. Valdecebro, escritor Es-
pañol de la orden de Santo Domingo, que vivió muchos años efn
Megico a mediados del siglo pasado, refiere, como un hecho notorio,
que las vacas de D.Juan Orduña, caballero Megicano, dieron en
un año 36,000 terneros, lo pue supone un rebaño de 200,000 entre
toros, y vacas. En el día hai sugetos que poseen 50,000 cabezas de
este ganado. Pero nada prueba tanto la estupenda multiplicación
de estos animales, como el precio a que se venden en aquellos países,
en que son necesarios para el sustento del hombre, y los trabajos del
campo, y donde en razón de la abundancia de los metales preciosos,
todo se vende caro*. Para decirlo en pocas palabras, los toros se
han multiplicado en Megico, en Paraguai, y en algunas otras regiones
* En los contornos de la capital de Megico apesar de estar mui poblados, se
vende un buen par de bueyes para el arado, por 20 pesos : en los de Guadalajara,
capital de la Nueva Galicia, por 12, o 14. Aun son mas ínfimos los precios en :
otros puntos del territorio Megicano. En el rio de la Plata es aun mas numeroso
este ganado. Según persona fidedigna, hai en aquellas provincias 6,000,000 de
toros y vacas, en rebaños, y cerca de, 2,000,000 salvages.
296 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
del Nuevo Mundo, mucho mas que en Italia, que mereció de los es-
critores latinos el epiteto de armentosa*.
Por lo que hace al tamaño de los toros, y vacas de aquel pais, fácil
es averiguar la verdad, viniendo tantos buques cargados - de cueros a
los puertos de Europa f. Mande Mr. de Paw, o algún otro de los
que siguen su opinión, medir cincuenta o sesenta de aquellos cueros,
y si resultan mas pequeños que los comunes de Europa, confesaremos
que el clima de America ha reducido la corpulencia del ganado vacu-
no, y que la materia ha escaseado en el Nuevo Mundo. De lo contra-
rio, tendrán ellos que confesar que son falsas sus noticias, mal funda-
das sus observaciones, y fantástico su sistema ; y para demostrar que
no debemos tener mucha confianza en sus datos, citaremos a Gonzalo
de Oviedo, uno de los antiguos pobladores de Santo Domingo, donde
residió muchos años. Hablando de los bueyes de aquella isla, cuya
carne no puede comerse, según Mr. de Paw, dice aquel escritor: " Los
ganados son.aqui mayores y mas hermosos que todos los de España, y
como el aire es tan suave, y nunca hace frió, jamas enflaquecen los
bueyes, y nunca adquiere mal sabor su carne." El Conde de Buffon
afirma que los paises frios son mas favorables a estos animales que
los calientes ; lo contrario se verifica en Megico. La carne de vaca
de las tierras marítimas, que son generalmente calidas, es tan delicada,
que se suele enviar de regalo a la capital, aunque la distancia es de
250 a 300 millas.
Ovejas.
r
El Conde de Bufifon confiesa que el ganado lanar ha prosperado
en los paises calientes, y frios del nuevo continente : pero añade que
esta prosperidad consista solo en la multiplicación, pues los individuos
son mas flacos, y su carne menos jugosa, y tierna que en Europa. En
todo esto manifiesta que sus informes son mui errados. En los paises
calidos de America no prosperan comunmente las ovejas, y la carne de
los castrados es mala : de lo que no debemos maravillarnos, pues todo
* Timeo, autor Griego, y Varron, citados por Aulo Gellio (Noct. Attic. lib. xi,
cap. 1), dicen que Italia fue llamada asi por la abundancia de bueyes, siendo el
nombre de este animal en Griego íraXo», por lo que dice Gellio, que Italia quiere
decir arfnentosissima.
f Todos saben que el mayor comercio de cueros se hacia en Paraguai, y yo sé
por persona practica, y fidedigna que los que se enviaban de aquel pais a España
tienen por lo común 3 varas de largo, cuando menos, y muchos llegan a cuatro.
No creo que haya tres paises en Europa en que los bueyes adquieran tan desme-
surada dimensión.
DE LOS ANIMALES DE MEGICO. 299
clima caliente es tan opuesto a estos animales, que, según Buífon, les
hace mudar la lana en pelo. En los climas frios, y templados de Me-
gico se han multiplicado en proporción mas que los toros, y vacas ; su
lana es en algunas partes tan fína como la mejor de España, y su carne
tan gustosa como la mejor de Europa. La propagación de las ovejas
en America es casi increible. El P. Acosta asegura que antes de su
viage el Nuevo Mundo había alli hacendados que poseian de 60, a
100,000 cabezas, y hoi se ven en Megico sugetos que tienen 400,000
y aun 500,000 y 600,000. Los Europeos que no han visto aquellos
países podran dudar de estos datos, pero yo no osaría presentarlos al
publico, a no estar seguro de que es imposible desmentirlos. Valde-
cebro dice que D. Diego Muñoz Camargo, noble Tlascales, de quien
he hecho mención en otra parte, tubo en diez años, 40,000 cabezas de
ganado, de solas diez ovejas. ¿ Como podría verificarse esta exesiva
multiplicación bajo un clima contrario ? En cuanto al tamaño, aseguro
que no he visto en ningún país del mundo carneros mayores que los de
Megico.
* Cabras.
El Conde de BuíFon, aunque tan empeñado en proscribir los aní-
males de America, confiesa que las cabras se han aclimatado bastante
bien en algunos de aquellos países, y que se multiplican mas que en
Europa, pues aquí dan en un parto uno o dos cabritos, y alli suelen
dar tres, cuatro, y a veces cinco. Mr. de Paw que da tan justamente
a Buffbn el Stulo de Plinio de la Francia, y quiere que en tratando
de animales se respete su autoridad, como la de quien ha pasado revis-
ta a todos los de la tierra, debería haber considerado esta, y otras noti-
cias de aquel sabio naturalista, antes de ponwse a escribir sobre los
animales Americanos.
/ Puercos.
No están de acuerdo en este punto aquellos dos escritores, pues el
Conde de Buffon coloca al puerco entre los animales que han degenera-
do en America, y Mr. de Paw asegura al contrarío que adquiere en el
Nuevo Mundo una corpulencia estraordinaria, y que su carne se per-
fecciona. Esta contradicion nace de no distinguir los países. Puede
ser, aunque yo lo ignoro, que haya algunos en que el puerco ha per-
dido parte de su volumen : pero lo cierto es que en Megico, en las
islas Antillas, en Tierra Firme, y en otras partes de America, los
puercos son tan grandes como en Europa, y que en la isla de Cuba
300 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
hai una raza de mucho mayor corpulencia, como consta a todos los
que han estado en aquellas regiones. Nuestros filósofos pueden, si
gustan, informarse de muchos escritores Europeos que han visto los puer-
cos de Toluca, de la Puebla de los Angeles, de Cartagena, de Cuba,
.&c. y tendrán datos acerca de su exesiva multiplicación, y de la exe-
lencia de su carne *.
Caballos, y Muías. ^
En nada de cuanto dicen el Conde de Buffon, y Mr. dePaw acerca de
los animales Americanos, ofenden tanto a la verdad, como en suponer
la degradación de los caballos en aquellos paises. De estos dice el
P. Acosta " que en muchas partes de America han prosperado, y pros-
peran, y hai razas tan buenas como las mejores de España, no menos
para la carrera, y el lucimiento, que para el viage, y la fatiga." Este
testimonio de un Europeo tan critico, tan imparcial, y tan practico en
las cosas de America, y de Europa, vale mas que todas las declama-
ciones de aquellos filósofos contra el Nuevo Mundo. El teniente ge-
neral D. Antonio Ulloa, docto matemático Español, habla con admira-
ción de los caballos que vio en Chile, ,y en el Perú, y celebra con es-
pecialidad los llamados en Chile aguilillas, por su estraordinaria veloci-
dad, y las parameros, que en la caza de ciervos, corren agilisimamente,
con el ginete encima, por los puntos- mas ásperos, y difíciles de los montes.
El mismo asegura haber montado muchas veces uno de los aguilillas,
el cual no era de los mejores de su raza, y andaba mas de quince
millas en 57, o 58 minutos. En Megico hai una indecibj^ cantidad de
caballos, y muías. Su gran numero puede inferirse de su precio. En
tiempo de la conquista valia un caballo ordinario mil pesos, y hoi se
compra uno bueno por diez o docef . Su tamaño es el del caballo
común de Europa : raras veces se ve en Megico un caballo tan peque-
ño como los esclavones de Italia, o como los de Islandia, y la Gran
* " Es cierto dice el P. Acosta, que los puercos se han multiplicado considera-
blemente en toda la America. En Cartagena, y en otros muchos paises se come
su carne fresca, reputándola tan sana como la del carnero castrado. En otros se
ceban con maiz, y engordan estraordinariamente. En Toluca, en Paria, y en
otras partes se preparan mui bien el tocino, y los jamones." El Conde de BuíFon
después de haber colocado al puerco en el numero de los animales degenerados
de America, dice que han prosperado bien en aquel pais.
t En la Nueva Galicia se compra un caballo mediano por 4 pesos, una muía
por 6, y una yeguada de 24 cabezas, con el padre, por 50. En Chile se tiene por
un peso uno de los caballos que van al trote, los cuales son los que mas aprecia
la gente del campo, por su fuerza, y estraordinaria agilidad.
DE LOS ANIMALES DE MEGICO. , 801
India, si es cierto lo que de estos dicen Anderson, Tavernier, y otros
autores. Su fuerza es tal, que es mui común en los habitantes de
aquellos paises hacer un viage de 70, 80, y aun mas millas, sin mudar
de caballo, ni parar, andando siempre a buen paso, y por caminos mui
difíciles. Los de silla, aunque comunmente capones, son mui fogosos.
Las muías, que en casi todo el territorio de Megico, sirven al tiro, y
a la carga, son también, en cuanto al tamaño, semejantes a las Euro-
peas. Las de carga, que van en recuas, suelen llevar cerca de 500
libra de peso : su jornada ordinaria no pasa de 12 a 14 millas, por ser
este el uso de los arrieros, pero de este modo hacen viages de
800, 1,000, y aun de 1,500 millas. Las de coche van al paso común
de la posta de Europa, aunque el carruage lleva un peso mui conside-
rable, que es el equipage de los viageros, sin embargo de lo cual ha-
cen viages mui largos, caminando 30 mullas diarias a lo menos. Las
de silla sirven para los viages mas largos. Es común ir en muía de
Megico a Guatemala, que distan cerca de 1,000 millas, por un caraino,^
en gran parte montuoso, y áspero, y andando cada dia mas de 30
millas. Todo esto, que demuestra el error de nuestros filósofos, acer-
ca de la degradación Je aquellos cuadrúpedos, es público, y notorio
en America, y conforme a lo que escriben muchos autores Europeos.
Concluiré con una observación que me parece probar de un modo irre-
batible la multitud, y exelencia de los caballos Americanos. Entre
tantas cosas como los Europeos establecidos en America hacen venir
de su pais, a efecto del amor que le conservan, no sé que de 200 años
a esta parte hayan enviado a pedir caballos de España ; a lo menos,
puedo asegurarlo de Megico : por el contrario es sabido que muchas
veces se envian caballos Americanos a España, para regalo de los mag-
nates, y aun del mismo rei Católico.
Perros.
Es grande el desproposito, que entre otros muchos, dice Mr. de Paw
acerca de los perros Americanos. " Los perros, que se llevan de
nuestros paises, pierden en breve la voz, y dejan de ladrar en la mayor
parte de las regiones del nuevo continente." Los Americanos se reirán
de muchos errores de Mr. de Paw ; pero al llegar a este que acabo
de citar, soltarán la carcajada. Aunque concediésemos la degrada-
ción de los perros en el Nuevo Mundo, nada se inferiría contrario a su
clima, que no pudiera aplicarse al del Antiguo : pues, según Mr. de
Buffon, los perros llevados de los climas templados a los fríos de Euro-
«WK HISTORIA ANTIGUA DK MEGICO.
pa, pierden la voz, y en los muí calidos, pierden también el pelo. Esta
aserción se apoya en la esperiencia hecha con los perros Europeos lle-
vados a varias partes de Asia, y África ; cuya degradación, dice aqael
filosofo, ha sido tan rápida en Guinea, y en otros paises calientes, que
al cabo de tres o cuatro años, quedan enteramente pelados, y mudos.
No se atreve Mr. de Paw a decir otro tanto de America : pero aim lo
que dice es falsísimo. ¿ Donde están esos paises Americanos en que
pierden la facultad de ladrar los perros llevados de Europa ? ¿ Cual es
el autor en cuyo crédito se funda tan absurda fábula ? La mayor parte
del territorio de America, en que hai perros Europeos, es el que los
Españoles conquistaron, y yo no he oído decir que se haya observado
en ninguna de sus partes semejante fenómeno. Ni entre los autores
Europeos que han notado las particularidades de America, ni entre
los muchos Americanos que se hallan actualmente en Europa, y que
proceden de todas las regiones de aquella parte del mundo, he halla-
do uno solo que confirme la anécdota de Mr. de Paw. Lo que sabe-
mos por los escritores Americanos, y por muchas personas que cono-
cen prácticamente aquellos paises, es que los perros no padecen nunca
de rabia en el Perú, en Quito, en Chile, y en'otras muchas partes del
Nuevo Mundo. Si en los dóminos Americanos de Francia, y de
Inglaterra, hai alguno (que no lo creo) en que los perros hayan
perdido la voz ¿ podra decirse por esto que lo mismo Sucede " en
la mayor parte de las regiones del nuevo continente?" Mr. de Paw
leería acaso que en algunos paises de America hai perros que no ladran,
y esto le bastó para generalizar el hecho. Por la misma ijazon podría
decirse que el higo transportado de Europa al Nuevo Mundo se hace
inmediatamente espinoso, por las espinas que tiene el fruto del nochtli
o nopal ; a que los Españoles dieron, no sé por qué, el nombre de higo
de las Indias f como llamaron perro de Megico al techichi, fundados en
la semejanza que se nota entre los dos animales. Pero ni este cuadrú-
pedo es perro, ni aquel fruto es higo. Fácil es caer en semejantes erro-
res, cuando no se moderan las pasiones, y no se rectifican las ideas.
El Conde de Bufíbn, por el contrario, asegura que los perros Euro-
peos han prosperado tanto en los paises calidos, como en los fríos del
Nuevo Mundo : en lo cual concede gran ventaja a la America, con
respecto al continente antiguo. '" oL:m¡íi ,
Gatos.
Nada dicen nuestros filósofos sobre la degeneración de los gatos en
DE LÜS ANIMALES DE MBGIGO. SOS
1
America : pero debeD entenderse comprendidos en su sentencia gene-
ral. Sin embargo, el Conde de Buífon, que en el pasage citado no
admite exepcion en la degeneración de los animales Europeos en el
Nuevo Mundo, hablando en particular de los gatos, después de haber
elogiado los de España, como los mejores, afirma que " estos gatos
Españoles transportados a America, han conservado sus bellos colores,
y en nada han degenerado*."
Estos son los cuadrúpedos con que el Mundo Antiguo ha enrique-
cido al Nuevo, y todos ellos, con exepcion del camello, se han multi-
plicado profusamente, y han conservado sin alteración su corpulencia,
su figura, y todas las perfecciones de sus progenitores. Asi consta,
en parte, por la confesión de los mismos filósofos, en parte por el
dicho de autores Europeos, imparciales, juiciosos, y prácticos en aque-
llos paises, y finalmente por la notoriedad que alego, sin temor de ser
desmentido. No dudo que los lectores de buena fe, echarán de ver,
por lo que he espuesto con la mayor sinceridad, los errores y contra-
dicciones de nuestros filósofos, dictadas por el ridiculo empeño de in-
famar al Nuevo Mundo ; la falsedad de sus observaciones, la inconse-
cuencia de sus raciocinioSt, y la temeridad de su censura.
CATALOGO DE LOS CUAPRUPEDOS AMERICANOS.
Especies conocidas y admitidas por el Conde de Buffon.
Acutí, pequeño cuadrúpedo del Paraguai, y del Brasil, semejante al
conejo. El nombre acuti es de las lenguas Guaraní, y Para-
guayesa.
Ai, especie de perico-ligero con cola.
Akuchi, pequeño cuadrúpedo de la Guayana.
Alce, vulgarmente llamado gran-bestia, por los Franceses elan, y
por los Canarios oriñac. En America dan el nombre de gran-
bestia al tapir.
Aleo, llamado por los Peruanos allco, por los Megicanos techichi.
Cuadrúpedo mudo, y bueno de comer, semejante al perro.
* A los cuadrúpedos de que he hablado, añade el Conde de Buffon el congo,
y el puerco de Guinea, y afirma que estas especies han prosperado bien en Ame-
rica. En cuanto a las ratas seria un gran bien para aquellos paises que no pudie-
ran vivir en ellos,
304 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Apar, especie de tatú, o armadillo, armado de tres fajas mobiles.
Aperea, en Guaraní ; cuadrúpedo semejante al conejo, pero sin cola.
Bisonte, o toro jorobado, llamado en Megico cibolo. Cuadrúpedo
grande de la America Septentrional.
Cabassu, especie de tatú, cubierto de dos placas, o conchas, y de
doce bandas mobiles.
Cabiai, o capibara, cuadrúpedo anfibio, semejante al puerco. Los
Tucumaneses lo llaman capibara, o capiguara; los Guaraníes
capiira, o capibara, los Tamanaques cappivá, los Chiquitos oquis,
y en otras naciones chiaco, ciguiri, y irabubi.
CacJiimaco, especie de tatú, cubierto con dos laminas, y nueve fajas
mobiles.
Castor.
Chinche, aunque puede ser que el Conde de Bufíbn haya alterado el
nombre chingue, que dan en Chile a otro insecto.
Ciervo.
Coaita, especie de cercopiteco, o mono con cola.
Coaso. Véase lo que he dicho en el libro i de la Historia acerca de
este cuadrúpedo. *-
Coati, o cuati, pequeño, y curioso cuadrúpedo de la America Meri-
dional.
Cochinillo de Indias, pequeño cuadrúpedo de America Meridional,
semejante al puerco y al conejo, pero sin cola.
Coendú, o mas bien cuandú, de la Guayana, y del Paraguai. Lla-
mase en el Orinoco arura. ^
Conepata, en Megicano conepatl.
Coqualino. Asi llama el Conde c^e Buffon al cozocotecuillin de los
Megicanos, cuadrúpedo semejante a la ardilla, pero diverso.
Corzo.
Couguar, fiera manchada como el tigre.
Coyopolin, y no cayopolin, como escribe BuíFon. Pequeño cuadrú-
pedo de Megico.
Encobertado, tatú cubierto de dos laminas, o conchas, y de seis
fajas.
Exquima, especie de cercopiteco.
Falanger, nombre dado a un pequeño cuadrúpedo semejante a la rata.
Filandro de Suriñan, cuadrúpedo semejante a la marmosa, y al tla-
cuatzin, pero diverso.
Gamo.
Gamuza.
DB LOS ANIMALES DB ME6IC0.
m
Hormiguero, cuadrúpedo de los países calientes de America. Los
Españoles lo llaman oso hormiguero, aunque es mas diferente del
oso, que el perro del gato. El Conde de BuíFon distingue tres
especies en America. La primera el hormiguero. La 2, el tam-
manoir, y la 3, el tamanduá. Los Peruanos lo llaman Tiucumari, los
Quiteses huauniri, y cucJiichi, los Tamanaques del Orinoco varaca.
En el Brasil llaman al hormiguero grande tamanduá- guazu, y al
pequeño irara, y gudtimonde.
Glotón, llamado en Canadá carcaju, fiera de los países Septen-
trionales.
Jaguar, o tigre Americano. Jagua, en lengua Guaraní, es nombre
común al tigre, a la puma, y al perro. Los Peruanos llaman al
tigre uturuncu, y los Megicanos ocelotl.
Jaguareté, o mas bien jaguareté, fiera del genero de los tigres.
Jaguar-eté es en Guaraní el nombre genérico de los tigres.
Isatis, fiera de los países fríos.
León marino ; asi llama Lord Anson a la foca mayor, que en Chile
se llama lame.
Liebre común. *
Lince, o gato cerval.
Llama, no lama, como dice el Conde de Buñbn, ni glama, como
escribe Mr. de Paw : npmbre del carnero Peruano.
Lobo común, llamado por los Megicanos cuetlachtli.
Lobo marino, o foca menor.
Lobo negrOf^mm diverso del común.
Manati, llamado por los Franceses lamentin, gran animal marino, de
los lagos, y de los ríos, colocado por el Conde de Buffon entre los
cuadrúpedos, aunque apenas pueda llamarse bípedo o bímano.
Mapach, cuadrúpedo curioso de Megico.
Margai, o gato-tigre, fiera. Puede ser que este nombre se derive
del mharacayá de los Paraguayeses.
Marikina, o mona leonina, especie de cercopiteco.
Marmosa, pequeño, y curioso cuadrúpedo de los países calidos, y tem-
plados de America.
Marmota, llamada muar de los Canadeses.
Mico, la especie mas pequeña de los cercopítecos. En Español es
nombre genérico de todos ellos.
Morso, gran anfibio marino.
Musaraña.
TOMO II. V
¿íMb HlSíT^HIA ANTIpUA DE RiiíGICQ.
Nutria, llí^i^ada miquilo en el Peni.
Ocelofi, o g^to-pardo de Megico. Ocelptl en Megicano es el nombre
4el %re, pero ei Gonde de iPuífon lo da al gato-pardo.
Ondatra {rat musqué du Canadá), cuadrúpedo semejante a la rata.
Oso negro, específicamente diverso del pardo.
Oso pardo.
l^aca, cuadrúpedo s^ejante al puerco en el pelo, y en el gruñido ; y
en la forma de la cabeza al conejo. En ^Brasil se llama paca, en
Paraguai pag, en Quito picuru, y en el Orinoco accuri.
Paco, cuadrúpedo de la America Meridional del mismo genero, pero
no de la misma especie que el llama. El nombre Indio es alpaca.
Pécari, cuadrúpedo que tiene en la espajda una glándula, que muchos
han creido ser el ombligo, y por el cual exala un humor fétido.
Los verdaderos nombres de este animal en diferentes paises de
America son saino, coyametl, tatabro, y pachira. De este ultimo
se deriva quizas el de pécari, que le da el Conde de Buffon. Tam-
bién lo llama tajazú, nombre común en Guarani a todas las especies
de puercos.
Pelean, o marta Americana. «
Pequeño gris {petit gris). Asi llama el Conde de BuíFon a uii pe-
queño cuadrúpedo de los paises fríos, semejante a la ardilla.
Pilori {rat musqué desAntilles), pequeño cuadrúpedo semejante a la
rata, y diferente de la ondatra.
Pinchis, llamado por el Conde de Buffon pinche, especie de pequeño
cercopiteco.
Polatuca, cuadrúpedo, semejante en parte a la ardilla ; llamado por los
Españoles quimichpatlan, o ratón volante.
Puma, o león Americano, llamado por los Megicanos miztli, y por
los Chilenos pagi.
Quirquincho, especie de tatú cubierto de una concha, y de diez, y
ocho fagas. Quirquincho, nombre Peruano, ayotochtli Megicano,
tatú Paraguayes, y armadillo Español, son genéricos de estas espe-
cies de cuadrúpedos. El Conde de Buffon limita el nombre de
quirquincho a una sola especie, como hace con el ayotochtli.
Ratón de agua.
Rengífero, llamado en Canadá caríbu.
Sai, especie de cercopiteco. Cai en lengua Guaraní, es el nombre
genérico de los cercopitecos : |>ero el Coqde de Buffon lo limita a
una sola especie.
DE LOS ANIMAliES DE MEOICO. 307
Saimirí f flsas bien caimiri, especie curiosa de cercopiteco.
Saki, especie de cercopiteco, con cola larga.
Saricovienna, nutria particular del Paraguai, del Brasil, de la
Guayana, y del Orinoco. En el Paraguai se llama Mjá, y en el
Orinoco cairo, o nevi.
Sayú, o cayú, especie de cercopiteco.
Suizo, llamado por los Megicanos tlalmototli, cúaidrüpedo ^eiü^éjatlte
en la forma a la ardilla, pero diverso en muchas cualidades, y casi
de doble tamaño.
Suricate, cuadrúpedo de la America Meridional que tiene, como la
hiena, cuatro dedos en cada uno de los cuatro pies.
Taira, de la Guayana.
Tamanduá, o mas bien tamanduá, la especie ihedia de los hormi"
güeros.
Tamannoir, la mayor especie de los hormigueros.
Tamarino, especie de pequeño cercopiteco. .
Tapet, o tapetó, cuadrúpedo de la America Meridional, séíñejatite eit
algo a la liebre, y al conejo. Su verdadero nombre en lengua
Guaraní es tapiti. »
Tapir, cuadrúpedo grande de America, llamado por los Españoles,
arttú, danta, o ^ran bestia, y en diversas lenguas Americanas,
íapili'i fapiíra, heori, tlacajolotl, huariari, sacha-vaca, &c. Yo
adopto el nombre de tapir, por que ya lo usan los zoologistas, y
ademas por que no es equívoco. El de gran bestia es propio del
alce; el de anta, o danta se da también al zebú, cuadrúpedo del
África mui diverso del tapir.
Tarsiere, cuadrúpedo algo semejante a la marmosa, y al tla-
cuatzin.
Tatuelo, nombre dado por el Conde de Buffon a una espéiííTe de tatú
que está cubierto de dos conchas, y de ocho fajas.
Tlacuatzin, cuadrúpedo curioso, cuya hembra lleva los cachorros
después del parto, en una bolsa 6 membrana que tiene debajo del
vientre. En diversos paises de Arfterica tiene los nombres siguientes :
charcha, chucha, mucamuca, jariqué, fara, auare. Los Espa-
ñoles de Megico lo llaman tlacuache. Algunos naturalistas
le dan el nombre de filandro, y otros el de didelfo, que le con-
viente' con mas razón. El Conde de Buffon lo llama sarígue, o
cariguei, alterando el nombre jariqué, que es el que le dan en el
Brasil.
•^ x2
308 HISTORIA ANTIGUA DE MKGICO.
Tuza (no tucán, como dice el Conde de Buífon), en Megicano tozan,
cuadrúpedo de Megico, del genero del topo, pero mayor, y de ber-
f moso aspecto. No sé si este animal es el mismo que los Peruanos
llaman tupu-tupu.
Vampiro, gran murciélago de America.
Varina, llamado por el Conde de BuíFon ouarine, gran cercopiteco
barbudo, llamado en Quito omeco. Buffon duda si es la misma
especie que el aluata, otro cercopiteco grande. Yo convengo en
que sea asi, y por esto no pongo al aluata, en el catalogo.
Yison, o fuina Americana.
Unistiti, cercopiteco pequeño.
Unau, especie de perico-ligero sin cola. El Conde de Buffon
distingue con razón dos especies de perico-ligero ; una con cola, y
otra sin ella, pues ademas de este tienen otros caracteres dis-
tintos. El perico-ligero se llama en Quito quillac, y en el Orinoco
proto.
Urson, cuadrúpedo de los paises frios semejante al castor, pero
diverso.
Zorra común. t .
Zorrillo; los Megicanos lo llaman epatl ; en Chile chingue, y en
otros paises de la America Meridional mapurita, aguatuja, &c.
Asi que el Conde de Buffon, que no ha hallado en toda la America
mas de 70 especies de cuadrúpedos, cuenta y distingue 94 a lo menos
en su Historia Natural. Digo a lo menos, pues a las precedentes
deben añadirse el puerco común, el armiño, y otras que en unas
partes concede a la America, y en otras se las niega.
Especies confundidas por el Conde de Buffon.
El guanaco, con la llama. Ademas de otras diferencias entre el
llama, el guanaco, la vicuña, y el paco, se observa que los in-
dividuos de cada una de estas especies no procrean con los de
c .las otras, aunque vivan juntos. Si esto basta para distinguir la
.especie del perro de la del lobo, siendo animales tan semejantes
jentre si ¡ cuanto mas no servirá para los cuatro mencionados que no
tienen tan tasemejanza !
La vicuña con el paco.
El citli con el tapete. Las mismas descripciones del Conde de
Buffon, y las del Dr. Hernández no dejan duda acerca de la
diferencia de estas dos especies.
D£ LOS ANIMALES DE MBGIGO. 300
El huitztlacuatzin, con el cuandú de la Guayana.
El tlacocelotl, con el ocelotl. El Conde de BufFon dice que este es
el macho, y aquel la hembra de la misma especie, y que el segundo
nombre es la sincope del primero. Por esto mismo podríamos decir
que el canis latino es lo mismo que el semicanis, y el tygris, lo
mismo que el semitygris ; pues el ocelotl Megicano significa tigre,
y el tlacocelotl, no quiere decir otra cosa que medio-tigre. No es
estraño que aquel naturalista ignorase el Megicano, pero si lo es que
afirme lo que no sabe. El Dr. Hernández, que vio por si mismo,
y observó aquellas especies como hombre sabio, merece mas
crédito.
El tepeitzcuintli, o perro montañés de Megico, con el glotón.
E\ joloitzcuintli, o perro pelado, con el lobo.
El itzcuintepozotli, o perro jorobado, con el aleo o techichi. Añá-
danse estas ocho especies, confundidas con otras, a las 94 del
catalogo anterior, y harán 102.
Especies ignoradas q negadas sin fundamento por el Conde de
Buffon.
Achuni, cercopiteco de Quito, con gran hocico, fuertisimos dientes,
y pelo grueso como cerdas. MS que poseo.
Ahuitzotl, pequeño cuadrúpedo anfibio de Megico, que he descrito
en el libro i de la Historia.
Amiztli, cuadrúpedo descrito en el libro i. Dige alli que me parecía
el mismo que el Conde de BufFon llama saricovienne, pero después
he hallado diferencias especificas entre ambos.
Cacomiztle, cuadrúpedo Megicano semejante a la fuina, pero diverso
en la forma ; descrito por mi en el libro i de mi Historia.
Chinchico, cercopiteco de Quito, tan pequeño, que puede tenerse en
el puño. Suele hallarse de diversos colores. MS.
Chillihueque, cuadrúpedo grande de Chile semejante al huanaco, pero
de diversa especie. Historia de Chile por Molina.
Chinchilla, especie de ratón campestre lanudo. Hablan de él muchos
autores de la America Meridional.
Chinchimen, o gato marino, cuadrúpedo anfibio del mar de Chile.
Historia de Chile.
Cinocéfalo cercopiteco, cxxdiATw^Qáo de Megico, deque hacen men-
ción Hernández, Brisson, y otros.
Coyote (en Megicano coyotl), fiera descrita en el libro i.
310 HISTOHIA ANTIGUA DE MEGICO.
Conejo comuD, llamado por los Meglcanos tochtli.
Cui, o conejo Peruano, pequeño cuadrúpedo mui semejante al cocbt'-
njllo de Indias. Lo describen muchos historiadores del Perú.
Culpen, especie particular de zorra grande de Chile. Historia de
Chile.
Degu, o güiro de Chile. Historia de Chile*
Foca porcuna, o puerco marino anfibio de Chile, especie particular
(Je foca. Historia de Chile.
Qato melero. Asi llaman loa ^Españoles a un cuadrúpedo de la
provincia del Chaco en la America Meridional. Es semejante en
la forma al gato ; caza los pájaros en los arboles, y gusta mucho de
la miel de abejas. MS.
Guanque. Especie de rato» campestre azul de Chile» Historia de
Chile.
Horro, cercopiteoo grande de Quito, y de Megico ; negro en todo
el cuerpo, exepto el cuello, que es blanco. Grita mucho en los>
bosques, y puesto en pie, tiene la altura de un hombre. MS que
poseo. I
Huemul, o caballo bifulco de Chile. Historia de Chile.
Hurón de Chile, y del Paraguai, llamado en Guarani jaguarobape.
Historia de Chile, y MS.
Jaguaron, en Guaraní jagua rú, fiera anfibia del Paraguai, llamada
por algunos tigre acuático.
KiJci, cuadrúpedo de Chile. Historia de Chile.
Mayan, cuadrúpedo semejante al puerco. Tiene el cuerpo redondo,
las cerdas encrespadas, y habita en el Paraguai. MS que poseo.
Perro de Cihola, o de carga, cuadrúpedo del pais de Cibola, seme-
jante en la forma a un mastin. Se sirven de él los Indios para
llevar cargas. Hacen mención de este robusto animal muchos
historiadores de Megico.
Pisco- Cushillo, esto es, cercopiteco pajaro, cercopiteco de Quito.
Tiene casi todo el cuerpo cubierto de una especie de pluma. MS
que poseo.
Rata blanca rustica, común en Megico.
Rata común rustica, común en Megico, y en otros países de Ame-
rica.
Rata de Mauie, cuadrúpedo de aquella provincia de Chile mui seme-
jante a la marmota, pero doble mayor. Hist. de Chile.
Ratón comunísimo en Anikevica antes de la llegada de los Españoles,
DE LOS ANIMALES DE MEGICO. 3ll
lláhiado por iba Mejicanos qütiiiichin, y descrllb en el hlfrb i de
esta Historia.
Éaton rustico, común en Megico, y en otros países de Ahilericá.
Richo, coüiun fen el Pat-aguai. MS tjue poseo.
Tayé, büadru^édo de la California, de que áe hace mehcion tanlb én
la Historia impresa, cuanto en las relafciones MS de aqiitel jpais.
El tayé es sin duda él ibex de Plinio, descrito por el CoHdfe de
BuíFon con el nombre de houquetin.
Taitetú, cuadrúpedo del Paraguai del genero del puerco. La hembira
pare siempre dos individuos, que nacen unidos pot el cordón um-
bilical. MS que poseo.
Tejón blanco de Nueva York, descrito por Mr. Brisson.
Thopel-Lame, cuadrúpedo anfibio del mar de Chile, espébie de íoca
mucho mas semejante al león que la que vio Lord Ansbn. Hist.
Nat. de Chile.
Tlalcoyote, en Megicano Tlalcoyotl, cuadrúpedo común en Megico
descrito en el lib. i de esta Historia.
Trébol, o trifolio, cuadrúpedo grande de la America Septentrional,
descrito por Mr. de Bomare.
Viscacha rustica, cuadrúpedo semejante al conejo, pero con una
gran cola empinada. Acosta, y otros historiadores de la America
Meridional.
Viscacha montaraz, hermoso cuadrúpedo del mismo genero que el
precedente, pero de diversa especie. MS que poseo.
UsnaguOff o ccrcopiteco nocturno. MS.
Unidas estas 40 especies a las 102 mencionadas arriba tenemos 142
especies de cuadrúpedos Americanos. Si se añaden las del caballo,
el asno, el toro, la oveja, la cabra, el puerco común, el puerco de
Guinea, el perro, el gato, y la rata domestica, transportados después
de la conquista, contaremos en America hasta 152 especies. El
Conde de Buffon, que en toda su Historia Natural no cuenta mas de
200 especies de cuadrúpedos en los países del Mundo Antigxio descu-
biertos hasta ahora, en su obra posterior, intitulada las Épocas de la
Naturaleza halla 300. ¡ Tanto se aumentó su numero en pocos'años !
Pero dando por cierto este calculo, la America, que no es mas que la
tercera partede nuestro globo, tiene la mitad a lo menos de las
especies de cuadrúpedos.. Vuelvo a decir a lo menos, por que he
omitido algunas que dudo si son las mismas o no que las descritas por
312 HISTORIA ANTIGUA DE ME6IGO.
él Conde de Buffon. El fin principal que me he propuesto en la for-
mación de este catalogo no ha sido el de demostrar el error del Conde
de Buffon en la enumeración de los cuadrúpedos Americanos, ni ,1a
falsedad de su opinión sobre la escasez de la materia en el Nuevo
Mundo : si no el de servir a los naturalistas Europeos, indicándoles
algunos cuadrúpedos desconocidos hasta ahora, y allanándoles las
dificultades que ha podido sucitar una mal-entendida nomenclatura.
De buena gana hubiera añadido a los nombres de los cuadrúpedos una
exacta descripción de cada uno de ellos : mas esta empresa no
entra en el cuadro de mi trabajo. Para la formación de el cata-
logo, ademas del gran estudio que he necesitado hacer, he tomado
informes por escrito de personas doctas, sinceras, y practicas en los
diversos paises de America, a las que doi gracias por la bondad con
que roe han complacido.
DISERTACIÓN V.
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MEGICANOS.
Cuatro clases de hombres pueden distinguirse en Megico, y eii
otros paises de America. 1. Los propiamente Americanos, vulgar-
mente llamados Indios, esto es, los decendientes de los antiguos
habitantes del Nuevo Mundo, cuya sangre no se ha mezclado con
la de los pueblos del Antiguo. 2. Los Europeos, los Asiáticos, y los
Africanos, establecidos en aquellos paises. 3. Los hijos, y decen-
dientes de estos, llamados Criollos por los Españoles, nombre que se
da principalmente a los hijos o decendientes de Europeos, cuya sangre
no se ha mezclado con la de los Americanos, Africanos, ni Asiáticos.
4. Las razas, llamadas castas por los Españoles, los hijos o decen-
dientes de Europeo, y Americana, o de Europeo, y Africana, o de
Africano, y Americana, &c. A todas estas clases de hombres com-
prenden los denuestos de Mr. de Paw. Supone o finge tan maligno
al clima de America, que hace degenerar no solo a los Criollos, y a los
Americanos^ si no también a los habitantes Europeos de aquellos
paises, a pesar de haber nacido bajo un cielo mas blando, y en un
clima mas favorable, como él dice, a todos los animales. Si aquel
escritor hubiera compuesto sus Investigaciones Filosofeas en Ame-
rica, podriamos con razón sospechar la degeneración de la especie
humana en el Nuevo Mundo : pero como vemos que aquella obra, y
-otras del mismo jaez se han escrito en Europa, tenemos un nuevo tes-
timonio de la verdad del refrán Español, imitado del Griego : todo el
mundo es Popayan. Pero dejando aparte los despropósitos de aqual
.filosofo, y de sus partidarios contra las otras clases de hombres,
hablaré solo de lo que escribe contra los propiamente Americanos, que
son los mas injuriados, y los mas indefensos. Si a esta tarea me in-
dugese alguna pasión o interés, me hubiera encargado mas bien de la
causa de los Criollos, que ademas de ser la mas fácil, es la que mas
de cerca me toca. He nacido de padres Españoles, y no he tenido la
menor afinidad, ni consangtiinidad con Indios, ni espero el menor
k
314 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
galardón de su miseria. Asi que solo el amor a la verdad, y el zelo
eo favor de la especie humana, me hacen abandonar la causa propia, y
abrazar la agena, con menos peligro de errar.
Cualidades fisicas de los Megicanos.
Mr. de Paw, que critica la estatura, la forma, y las supuestas irre-
gularidades de los animales Americanos, no se ha mostrado mas indul-
gente para con los hombres de aquel pais. Si los animales le pare-
cieron una sesta parte mas pequeños que los de Europa, los hombres
son también, en su opinión, mas pequeños que los Castellanos. Si en
los animales notó la falta de cola, en los hombres censuró la falta de
pelo. Si en los animales halló notables diformidades, en los hombres
vitupera el color, y las facciones. Si creyó que los animales eran
menos fuertes que los del continente antiguo, también afirma de los
hombres que son débilísimos, y que están espuestos a mil dolencias,
ocasionadas por la corrupción de aquel aire, y por las exalaciones
pestilentes de aquel terreno.
En cuanto a la estatura de los Americajios dice en general que
aunque no sea igual a la de los Castellanos, hai poca diferencia, entre
la de unos, y otros. Pero yo estoi seguro, y es notorio en todo
Megico, que los Indios que habitan aquellos paises, esto es, los que
están desde el 9° hasta el 40' de latitud Septentrional, hasta donde han
llegado los descubrimientos de los Españoles, tienen mas de cinco pies
de Paris de alto, y que los que no pasan de aquella estatura son mas
raros entre los Indios que entre los Españoles. TambieL estoi cierto
de que muchas de aquellas naciones, como los Apaches, los Hiaqueses,
los Pimeses, y los Coquimes * son, a lo menos, tan altos, cuanto los
mas altos Europeos, y no sé que en toda la vasta estension del Nuevo
Mundo se halle un pueblo, cxepto los Esquimales, cuya estatura sea
tan reducida como la de los Lapones, Samoyedos, y Tártaros Septen-
trionales del Antiguo Continente. Asi que bajo este aspecto no ceden
los Megicanos a los habitantes de las otras partes del mundo.
« En cuanto a la regularidad, y proporción de los ñrieníbros, »o es
necesario añadir nada a lo que he dicho en el libro i de mi historia.
Estoi persuadido de que no habrá una sola persona de las que lean
esta obra en America que contradiga la descripción que allí hago de
las formas, y del carácter de los Indios, a menos de tener nubes en los
ojos, y trastornado el cerebro. Es cierto que D. Antonio Ulloa dice,
* Lo que digo de las naciones de la America Septentrional se puede aplicar a
íoa Chilenos, a los Patagones, y a los otros pueblos de la Meridioúal.
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MBGICANüS. 315
hablando de los Indios de Quito, haber observado " que entre ellos
abundan los imperfectos, o por que tienen los cuerpos irregulares, y
jnonstruosos a causa de su pequenez, o por que pierden la razón, el
habla o la vista, o por que les falta algún miembro ;" pero habiendo yo
hecho grandes investigaciones acerca de esta singularidad de aquellos
pueblos, he sabido, por personas dignas de fe, y prácticas en el cono-
cimiento del pais, que estos defectos no nacen de los malos humores, ni
del influjo del clima, si no de la mal entendida, y cruel humanidad de
los padres, los cuales, para sustraer a sus hijos de los gravámenes, y
fatigas que los Españoles exigen de los Indios sanos, los inutilizan en
la niñez, y los ponen imperfectos, e irregulares : lo que no sucede en
los otros paises de America, ni tampoco en los otros pueblos de Quito
en que los Indios están esentos de aquellas penalidades. Mr. de Paw,
y el Dr. Robertson dicen que entre los salvages de America no se
hallan personas irregulares, y monstruosas, por que, como los Lace-
demonios, dan muerte a los niños que nacen ciegos, jorobados, o pri-
vados de algún miembro, pero que en ios paises en que están reunidos
en sociedad, y en que Ja vigilancia de los que los rigen no permiten
egercer aquella cruel previsión, el numero de los individuos defectu-
osos es mayor que en cualquier parte de Europa. Este seria un
exelente modo de eludir la dificultad, si se fundara en hechos posi-
tivos ; pero si ha habido en America alguna tribu salvage que haya
imitado el egemplo de los tan celebrados Lacedemonios *, no se infiere
de aqui que deba imputarse la misma barbarie a los otros pueblos de
aquel contiJiente ; pues es innegable que la mayor parte de las
naciones Americanas desconocen aquel uso, como puede demostrarse
por el testimonio de los escritores mejor instruidos en sus costumbres.
Ademas de esto, en todos los paises de Megico, los cuales forman a
lo menos una cuarta parte del Nuevo Mundo, los Indios viven en
sociedad, y congregados en ciudades, villas, o aldeas, bajo la vigi-
lancia de magistrados, y de párrocos Españoles, o Criollos. Allí no se
tiene noticia de la inhumana precaución que alegan en su defensa los
dos mencionados escritores, y sin embargo de esto, todos los Españoles
y Criollos que vinieron de Megico a Italia en 1768, fueron entonces,
y están hoi dia maravillados de observar en los pueblos de esta
cultísima península tan gran numero de ciegos, cojos, tullidos, y
estropeados. Es pues harto diversa de la que imaginan aquellos
* La inhumanidad de matar a los niños (jue nacían diformes, no solo era per-
mitida en Roma, si no prescrita por las leyes de las xii tablas : pater insignem
nd (lefonmtatem puerum cito necato.
316 HISTORIA ANTIGUA HE MEGK'O.
autores la causa de aquel fenómeno observado por tantos escritores en
America.
Del color de aquellos pueblos no se puede sacar ninguna obgecion
contra el Nuevo Mundo, pues aquel color es menos distante del
blanco de los Europeos, que del negro de los Africanos, y de una
gran parte de los Asiáticos. El cabello de los Megicanos, y de los
otros Indios, como ya he dicho en otra parte, es espeso, y tupido, su
barba escasa, y, por lo común *, carecen de vello en las piernas, y en
los brazos : pero es un error decir, como dice Mr. de Paw, que están
enteramente privados de pelo en todas las otras partes del cuerpo.
Este es uno de los muchos pasages de las Investigaciones Filosóficas,
en que no podran contener la risa los Megicanos, y otros pueblos de
America, viendo el tenaz empeño de un filosofo Europeo en privarlos
de lo que la naturaleza les ha concedido. Leyó sin duda aquel
autor la ignominiosa descripción que Ulloa hace de algunos pueblos
Americanos del Mediodía, y de este solo dato, dedujo con su acos-
tumbrada lógica una conclusión universal f.
El aspecto solo de un Angolano, Mandinga, o Congo hubiera de-
bi4o espantar a Mr. de Paw, y disuadirlo de mr mal-humorada cen-
sura contra el color, las facciones, y el pelo de los Americanos.
; Puede imaginarse un conjunto mas opuesto a la idea general que
tenemos de la belleza, y de la perfección del cuerpo humano, que un
hombre fétido, cuya piel es negra como la tinta, la cabeza cubierta de
lana negra en lugar de cabello, los ojos amarillentos o rojos, los labios
gruesos, y negruzcos, y la nariz aplastada ? Tales son las habitantes
de una gran parte del África, y de muchas islas del Asia. ¿ Qué
hombres mas imperfectos que los que tienen apenas cuatro pies de
estatura, el rostro largo, y chato, la nariz respingada, los ojos de un
amarillo oscuro, los parpados estirados acia las sienes, las megillas
desproporcionadamente elevadas, la boca grandísima, los labios
gruesos, y prominentes, y estrechísima la parte inferior de la cara ?
Tales son, según el Conde de Buffbn, los Lapones, los Zembleses,
los Borandianos, los Samoyedos, y los Tártaros Orientales. ¿Qué
* Digo por lo común por que hai en Medico pueblos barbudos, y que tienen
vello en los brazos, y en las piernas.
t Ulloa en la descripción que hace de los Indios de Quito dice que ni a los
hombres, ni a las mugeres les nace pelo, cuando llegan a la edad de pubertad.
Sea lo que fuere de esta singularidad, y de su causa, lo cierto es <iue en el resto
de America la pubertad tiene los mismos sintomas que en las otras partes del
mundo.
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MEGICANOS. 317
obgeto mas cliforme que un hombre con el rostro largo, y arrugado
aun en la juventud, la nariz gruesa, los ojos pequeños, y hundidos,
las megillas altas, la parte superior de las mandíbulas encorvada, los
dientes largos, y desunidos, las cejas tan peludas que cubren los ojos,
los parpados carnudos, los muslos grandes, las piernas pequeñas, y
cubierta una parte del rostro de cerdas en lugar de barba ? Tal es el
retrato que el mismo naturalista hace de los Tártaros, pueblos que,
según dice, habitan una porción del Asia, que tiene mas de 1,200
leguas de largo, y mas de 750 de ancho. Entre ellos, los Calmucos
son los mas notables por su diformidad, la cual les ha merecido el
titulo de los hombres mas feos del Universo, como los llama el viagero
Tavernier. Su rostro es tan ancho, que, si hemos de dar crédito a
BuíFon, tienen entre los dos ojos un espacio de cinco a seis dedos.
En Calicut, en Ceilan, y en otros paises de la India, hai, según Py-
rard, y otros escritores, una raza de hombres con una de las piernas,
y aun con ambas, cada una tan gruesa como el cuerpo de un hombre
regular, imperfección hereditaria entre ellos. Los Hotentotes tienen,
entre otros defectos, aquella monstruosidad de un apéndice calloso,
que se estiende desde ej hueso pubis acia abajo, como atestiguan
todos los que han descrito los paises inmediatos al Cabo de Buena
Esperanza. Marco Polo, Struys, Gemelli, y otros viageros afirman,
que en el reino de Lambry, en la isla Formosa, y en la de Mindoro,
se hallan hombres con cola. Mr. de Boraare dice que esta en los
hombres no es mas que una prolongación del hueso sacro, o raba-
dilla: ¿qué otra cosa es la cola en los otros animales, si no una pro-
longación del mismo hueso, aunque dividida en muchas articulaciones?
Llámese como se quiera, un hombre con rabo no deja de ser un con-
junto harto irregular, y monstruoso.
Si nos pusiéramos a recorrer las otras naciones Africanas, y Asia-
ticas, apenas hallaríamos una pequeña parte de ellas que no se dis-
tinga o por la oscuridad del color, o por alguna irregularidad mas
enorme, o por algún defecto mas notable que cuantos Mr. de Paw
censura en los Americanos. El color de estos es mucho mas claro
que el de casi todos los habitantes de África, y del Asia Meridional.
La escasez de barba es común a los Filipinos, a los pueblos del Ar-
chipiélago Indico, a los famosos Chinos, a los Japoneses, a los Tár-
taros, y a otras muchas naciones del antiguo continente, como saben
todos los que tienen alguna idea de la variedad de la especie hu-
mana en los diversos paises del globo. Las imperfecciones de los
818 HISTORIA ANTIGUA DE MKGICO.
Amerieanos, por miicho que se exageren^ no pueden compararse eon
los defectos de aquellos pueblos inmensos cuyo dibujo he bosquejado,
y con los de otros que omito. Véase lo que dicen el Conde de
BufiFon en el tomo vi, de su Historia Natural, y todos los viageros de
Asia, y África. Estas consideraciones hubieran debido refrenar la
pluma de Mr. de Paw, pero o las echó en olvido, o maliciosamente las
disimuló.
Mr. de Paw representa a los Americanos débiles, y enfermizos ;
Ulloa afirma, por el contrario, que son sanos, robustos, y fuertes.
¿Cual d€ estos dos escritores merece mas crédito, Mr. de Paw que
se puso a filosofar en Berlin sobre los Americanos, sin conocerlos, o
D. Antonio de Ulloa, que por muchos años los vio, y trató en di-
versos paises de la America Meridional ? ¿ Mr. de Paw que se pro-
puso vilipendiarlos, y envilecerlos, para establecer su desatinado
sistema de la degeneración, o D. Antonio de Ulloa, que, aunque poco
favorable a los Indios, no trató de formar un sistema, si no de escribir
lo que creyó verdadero? Decidan esta cuestión los lectores impar-
ciales.
Para demostrar la debilidad, y el desconfíierto de la constitución
ññca de los Americanos, alega Mr. de Paw otras razones, de que
debo hacerme cargo, y son las siguientes. 1. Que los primeros Ame-
ricanos traídos a Europa, rabiaron en el viage, y que la rabia les duró
hasta la muerte. 2. Que los hombres adultos, en muchos paises de
America, tienen leche en los pechos. 3. Que las Americanas paren
con demasiada facilidad, tienen una estraordinaria abundancia de
leche, y mui escasa e irregular la periódica evacuncioñ de sangrie.
4. Que el menos vigoroso Europeo vencia en la lucha a cualquier
Americano. 5. Que los Americanos no pueden sobrellevar un peso
ligero. 6. Que padecian el mal venéreo, y otras enfermedades en-
démicas.
En cuanto a la primera prueba, la niego como absolutamente falsa,
y destituida de fundamento. Mr. de Paw, fiado en la autoridad del
Flamenco Dappers, dice que los primeros Americanos que trajo con-
sigo Cristoval Colon el año de 1493, quisieron darse muerte en la
navegación, pero que habiéndolos atado, para evitar la egecucion de
aquel designio, se pusieron rabiosos, y continuaran en el mismo
estado hasta su muerte ; que cuando entraron en Barcelona, espan-
taron de tal modo a los habitantes, con sus gritos, contorsiones, y
movimientos convulsivos, que todos los creian frenéticos. Yo no he
CONSTITUCIÓN FISÍCA Y MORAL UE LOS MEGICANOS. 319
visto la obru de Duppers, pero no dudo que toda esta relación es un
conjunto de fábulas absurdas, pues no hallo quien haga mención de
tal suceso, ni entre los autores contemporáneos, ni entre los que
escribieron en los años siguientes : antes bien de lo que atestiguan
estos se puede demostrar la falsedad de toda la historia.
Gonzalo Fernandez de Oviedo, que se hallaba en Barcelona,
cuando llegó Cristoval Colon, y vio y conoció aquellos Americanos, y
fue testigo ocular de su conducta, nada dice de su rabia, de sus ahu-
llidos, de sus contorsiones, y no lo hubiera omitido, si fuera cierto,
por no ser mui partidario de los Indios, como después veremos, y por
que, hablando de los que trajo Colon, describe individualmente su
entrada en Bar<5elona, su bautismo, sus nombres, y, en parte, el fin
que tubieron. Ddoe que Cristoval Colon condujo de la isla Espa-
ñola, después llamada Santo Domingo, diez Americanos, de los
cuales uno murió en el viage, tres quedaron enfermos en Palos,
puerto de Andalucia, donde murieron de alli a poco, según congetura;
y los otro3 seis llegaron a Barcelona, donde se hallaba la Corte a la
sazón ; que fueron bien instruidos en la Religión Cristiana, y sotemne-
mente bautizados, siendo sus padrinos los reyes Católicos, y el prin-
cipe D. Juan ; que el principal de ellos, pariente del reí Guacanagarí,.
tomó en el bautismo el nombre del rei Católico, y se llamó D. Fer-
nando de Aragón ; que al segundo se dio el nombre del principe, y
desde entonces se llamó D. Juan de Castilla ; que el principe alojó'
a este ea su palacio, y cuidó de su enseñanza ; que aprendió mui bien
la lengua Española, y murió de alli a dos años. Pedro Mártir de
Angleria, que se hallaba en España, en la época de la llegada de
Colon, hace mención de los Indios que trajo aquel famoso almirante,
y no die^ una palabra de su rabia; antes bien cuenta que cuando
Colon regresó a la Española, lo acompañaron tres de aquellos Indios,
habiendo muerto los otros, a efecto de la mudanza de clima, y de
alimentos ; y que se valió de uno de ellos para informarse del estado
de los Españoles que habia dejado en aquella isla*. Fernando
* A las causas de la muerte de aquellos Indios, citadas por Pedro Mártir de
Angleria, deben añadirse los males estraordinarios que sufrieron en aquella hor^
rible navegación, cuya descripción puede verse en las cartas del almirante, co-
piadas por su hijo D. Fernando. Del numero de muertos que Pedro Mártir
refiere, debe disminuirse el que conservó el principe D. Juan, pues murió dos años
después, como dice Oviedo. Pero aunque todos hubiesen muerto en el viage,
o se hubiesen vuelto frenéticos, nada tendría de estraño, si se compara con lo
q^ue el mismo Mr. de Pawdice en la 3 parte, sec. 6, de sus Investigaciones. "Los
Académicos Franceses tomaron mas alia de Torneo dos Lapones, que molestados.
320 HISTORIA ANTIGUA DK MEGICO.
Colon, docto, y diligente biógrafo de su padre D. Cristoval, y que a
la sazón se bailaba en España, hace una relación menuda de las
acciones, y viages de aquel ilustre navegante, habla de los Indios que
él mismo vio, y nada añade a los pormenores de Pedro Mártir de
Angleria. Son pues falsas las noticias de Dappers, o si no, diremos
que los reyes Católicos consintieron en ser padrinos de Bautismo de
unos hombres rabiosos ; que el principe quiso tener consigo a un
rabioso, para divertirse con sus espantables ahuUidos ; que un rabioso
aprendió bastante bien la lengua Española, y finalmente que el pru-
dente Colon se sirvió de un rabioso, para informarse de todo lo que
habia ocurrido en una vasta posesión, durante su ausencia.
La anécdota de la leche en los pechos de los Americanos es una
de las mas curiosas de cuantas contienen las Investigaciones Filoso-
feas, y de las mas dignas de celebrarse con la risa general de los habi-
tantes del Nuevo Mundo : pero es necesario confesar que el Investi-
gador filosófico se mostró mas moderado en esto que otros autores
que él mismo cita. El célebre naturalista Johnston, afirma en su
Thaumatografia, con la autoridad de no sé qué viagero, que en el
Nuevo Mundo casi todos los hombres tienen cabundancia de leche en
los pechos. " En todo el Brasil, dice el autor de las Investigaciones
Históricas, los hombres son los que dan de mamar a los niños, pues las
mugeres tienen poquisima leche." ¡ Qué exelentes materiales para
una Thaumatografia ! Yo no sé ciertamente lo que mas deba ad-
mirar, si la temeridad, y la desfachatez de los viageros que propagan
semejantes fábulas, o la sencillez de los que les dan crédito. Si se hubiese
observado aquel fenómeno en algún pueblo del Nuevo Mundo (lo
que jamas probará Mr. de Paw), ciertamente no bastaria esto para decir
que en muchas partes de America abunda la leche en los pechos de
los hombres, y mucho menos para afirmarlo, como afirma Johnston,
de casi todos los hombres del nuevo continente.
Las singularidades que observa Mr. de Paw en las Americanas,
serian sumamente agradables si fuesen ciertas : porque ¿ qué mas
podrían apetecer que verse libres de los grandes dolores del parto,
tener en abundancia el licor con que alimentan a sus hijos, y ahor-
rarse en gran parte las incomodidades que trae consigo la evacuación
y martirizados por aquellos filósofos, murieron de desesperación en el viage."
Ahora bien ni el pais que dejaban los Lapones, ni el viage que hicieron pueden
compararse, con el pais y el viage de los Indios de Colon, ni yo puedo creer tan
humanos a los marinos Españoles del siglo xv, como a los académicos Franceses
del siglo XVIII.
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MEGICANOS. 321
periódica ? Pero lo que ellas tendrían a gran dicha, es en sentir de
Mr. de Paw un sintoma cierto de degeneración. La facilidad del
parto demuestra, según dice, la espansion del conducto vaginal, y la
relajación de los músculos de la matriz por causa de la profusión de
los fluidos ; la abundancia de leche no puede provenir sino de la
humedad de la complexión, y por lo demás, las Americanas no se
conforman con las mugeres del antiguo continente, el cual debe ser,
según la legislación de Mr. de Paw, el modelo de todo el mundo.
Pero ¿ no es cosa admirable que el autor de las Investigaciones His-
tóricas declare a las Americanas tan escasas de leche, que los hom-
bres tienen que criar a los hijos, mientras el autor de las Investiga-
dones Filosóficas, atribuye a la complexión húmeda de las Aníeri-
canas la abundancia exesiva que tienen de aquel licor 1 ¿Y quien no
echará de ver, al notar estas y otras contradicciones y disparates, pu-
blicados en Europa de pocos años a esta parte, que los viageros, los
naturalistas, los historiadores, y los filósofos Europeos, han hecho de
la America el almacén general de sus fábulas, y de sus delirios, para
dar mas amenidad a sus obras, con la novedad de las observaciones,
atribuyendo a todos los Americanos lo que se ha notado en algunos
individuos, o quizas en ninguno * ?
Las Americanas, sometidas a la sentencia común de su sexo, no
paren sin dolor: pero tampoco echan mano del aparato de las damas
Europeas, por que son menos delicadas, y no temen tanto la molestia,
ni el sufrimiento. Tevenot dice que las mugeres del Mogol paren con
suma facilidad, y que en el dia siguiente al del parto, se las ve andar
por las calles; sin dudar por esto de su fecundidad, ni hallar nada que
decir en su complexión.
La cantidad y la cualidad de la leche de las Americanas son bien
conocidas en Megico a las señoras Europeas, y Criollas, que ordina-
riamente les confian la crianza de sus hijos, y saben que son sanas,
robustas^ y diligentes en el desempeño de aquel ministerio. No basta
decir que se habla de las Americanas antiguas, y no de las mo-
dernas, como tal vez responde Mr. de Paw a su adversario Pernety ;
pues ademas de que sus proposiciones contra ellas están en tiempo
presente, como sabe todo el que ha leido su obra, aquella distinción
no puede aplicarse á muchos paises de America, y especialmente a
Megico. Los Megicanos usan generalmente la misma clase do ali-
* Lo que digo de los escritores Europeos de las cosas de America, no se en-
tiende con todos, pues entre ellos hai hombres verdaderairiente sabios, y amantes
de la verdad.
TOMO II. Y
323 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
mentó que usaban sus progenitores antes de la conquista. Habrá
mudado quizas el clima en otras partes por la destrucción de los
bosques, y de las aguas estancadas : mas en Megico no se ha notado
la menor alteración. Los que han comparado, como yo lo he hecho,
las relaciones de los primeros Españoles con el estado presente del pais,
saben del modo mas positivo, que existen los mismos' lagos, los mismos
rios, y casi los mismos bosques que en otros tiempos.
En cuanto a la evacuación periódica de las Americanas, ni yo puedo
dar cuenta de ella, ni creo que haya muchos que puedan darla. Mr.
de Paw, que desde Berlin ha visto en America tantas cosas ignoradas
por los mismos Americanos, habrá encontrado quizas en algún autor
francés, el modo de saber lo que yo no puedo, ni quiero averiguar.
Pero suponiendo que esta evacuación sea escasa, e irregular en las
mugeres de America, como pretende Mr. de Paw, nada se inferiria de
aquel hecho, en contra de su complexión, porque " la cantidad de
aquella evacuación depende, como dice muí bien el Conde de Buffon,
de la cantidad del alimento, y de la transpiración insensible. Las
mugeres que comen demasiado, y hacen poco egercicio, tienen los
meses abundantisimos. En los paises calidoíí, en que la transpiración
es' mas copiosa que en los frios, la evacuación es mas escasa." Luego
si esta escasez puede provenir de la sobriedad, del calor del clima, y
del egercicio, ¿ porqué se ha de atribuir a la mala complexión í
Ademas que yo no sé como ajustar esta escasez de menstruos con
aquella superabundancia de fluidos, que Mr. de Paw supone en las
Americanas, como efecto del desconcierto de su constitución física.
No son mas eficaces las otras pruebas de la debilidad de los Ame-
ricanos. Dice Mr. de Paw que eran vencidos en la lucha por los
Europeos ; que no podian llevar un peso mediano, y que se ha calcu-
lado haber perecido en un año 200,000 Americanos, empleados en el
transporte de bagages. En cuanto a lo primero, seria necesario que
la esperiencia de la lucha se hubiese hecho con muchos individuos de
uno, y otro continente, y que el resultado se hallase apoyado en
el testimonio de los Americanos, y de los Europeos. Sea como
fuere, yo no pretendo que aquellos sean mas fuertes que estos. Los
Americanos pueden serlo menos, sin que esto baste a decir que son
positivamente débiles, y que en ellos ha degenerado la especie humana.
Los Suizos son mas fuertes que los Italianos, y no por esto creeremos
que los Italianos han degenerado, ni acusaremos el clima de aquella
península. El egemplo de 200,000 hombres, muertos en un año, bajo
el peso de los bagages, si fuese cierto, no probaria tanto la debilidad
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MEGICANOS. 328
■de los Americanos, como la inhumanidad de los Europeos. Como
perecieron aquellos 200,000 Americanos, hubieran perecido 200,000
Prusianos, si se les hubiese obligado a hacer un viage de 300, 400, o
mas millas, con 100 libras de peso en los hombros de cada uno ; si
hubieran llevado al cuello gruesas argollas, sugetas con cadenas de
hierro, obligándolos a caminar por montes, y asperezas, cortando la
cabeza a los que se cansaban, o a los que se les rompían las piernas,
para que no detubiesen a los otros, y dando a todos un mezquinisimo
alimento, para sobrellevar tan enorme fatiga. El Señor Las Casas
de cuyas obras sacó Mr. de Paw el hecho principal de la muerte de
aquellos 200,000 hombres, refiere también todas las circunstancias que
acabo de indicar ; con que si lo cree en lo uno, también deberá darle
fe en lo otro. Pero un filosofo que tanto pondera las cualidades fisicas
y morales de los Europeos a espensas de los Americanos, debería
abstenerse de citar unos hechos tan poco favorables a los obgetos de su
admiración. Es cierto que no pueden inculparse a la Europa, ni a
ninguna de las naciones que la componen, los exesos en qué incurren
algunos de sus individuos, especialmente en paises tan remotos de la
. capital, y contra la voluntad espresa, y las ordenes repetidas de los
soberanos : pero si los Americanos quisieran servirse de la lógica
de Mr. de Paw, podrian de muchos de estos antecedentes parti-
culares, deducir consecuencias universales contra todo el antiguo
continente, pues aquel escritor forma a cada tres palabras argumentos
contra todo el Nuevo Mundo, de lo que solo se ha observado en un pue-
blo, o en un individuo, como puede ver todo el que lea sus obras.
Concede a los Americanos una gran ligereza, y velocidad en la
carrera : por que desde la infancia se acostumbran a este egercicio.
Por la misma razón no deberla negarles la fuerza, pues desde niños se
acostumbraban, como consta por sus pinturas, a llevar grandes pesos,
en cuyo egercicio debian emplearse durante toda su vida ; antes bien,
según los principios de aquel autor, ninguna otra nación debería serles
superior en esta parte, pues ninguna se egercitaba, como los America-
nos hacian, en el transporte de grandes pesos, careciendo de bestias de
carga* de que otras se sirven. Si Mr. de Paw hubiera visto como yo
los enormes pesos que llevan a hombro los Americanos, no hubiera
osado echarles en cara su debilidad.
* Aunque los Peruanos tenian animales de carga, no podían servir para la con-
ducción de aquellas grandes piedras que se hallan en algunos de sus edificios,
como en los de Megico : con que no teniendo maquinas para facilitar la operación,
solo debian emplearse en ella las fuerzas del hombre. «
y2
324 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Nada prueba la robustez y fuerza de aquellos pueblos, como las
grandes fatigas en que están continuamente empleados. Mr. de Paw
dice que cuando se descubrió el Nuevo Mundo no se veia mas en su
terreno que espesisimos bosques ; que en el dia hai algunas tierras
cultivadas, mas no por los Americanos, si no por los Africanos, y Eu-
ropeos ; que el terreno cultivado con respecto al inculto está en pro-
porción de 2,000 a 2,000,000*. Estas tres especies son otros tantos
errores : pero dejando para otra disertación lo relativo a los trabajos
de los antiguos Megicanos, y hablando solo de los tiempos modernos,
no hai duda que desde los de la conquista, los Americanos solos han
sobrellevado las fatigas de la agricultura, en todos los vastos paises
de la America Septentrional, y en la mayor parte de los de la Meri-
dional, conquistados por los Españoles. AUi no se ven Europeos
empleados en las labores del campo. Los negros, que en el inmenso
territorio Megicano son poquisimos en comparación de los naturales,
se emplean en la cultura del tabaco, y de la caña, y en las elabora-
ciones de la azúcar: pero el terreno destinado al cultivo de estas
plantas, no está, con respecto a toda la tierra cultivada, ni en la pro-
porción de 1 a 2,000. Los Americanos ion los verdaderos labra^
dores: ellos son los que aran, siembran, escardan, y siegan el
trigo, el maiz, el arroz, las habas, las habichuelas, y todos los otros
granos, y legumbres ; ellos los que cultivan el cacao, la vainilla, el
algodón, el añil, y todas las otras plantas útiles al sustento, al vestido,
y al comercio de aquellas provincias. Sin su ministerio no se hace
nada, en términos que el año de 1762 se abandonó en ijiuchas partes
la cosecha del trigo, de resultas de las enfermedades que atacaron a
los Indios, y que no les permitieron hacer la siega. Mas aun puedo
decir algo mas : ellos son los que cortan, y transportan de los bosques
toda la lefia, y madera que se consume ; ellos los que cortan, trans-
portan, y elaboran la piedra ; ellos los que hacen la cal, el yeso, y los
ladrillos. Ellos son los que construyen todos los edificios de aquellos
pueblos, exepto en los que no habitan ; ellos los que abren, y compo-
nen los caminos ; los que limpian las ciudades ; los que trabajan en
las innumerables minas de plata, oro, cobre, y otros metales. Ellos
son los pastores, los gañanes, los tegedores, los alfahareros, los pana-
deros, los horneros, los correos, los mozos de cordel ; en una palabra
ellos son los que llevan todo el peso de los trabajos públicos, como es
notorio a cuantos han estado en aquellas regiones. Esto hacen los
* Hubiera sido mejor decir "en la proporción de 1 a 1,000," por que significa
lo mismo, con números mas simples.
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MEGICANOS. 325
débiles, flojos, e inútiles Americanos, mientras el vigoroso Mr. de Paw,
y otros infatigables Europeos se ocupan en escribir contra ellos amar-
gas invectivas.
Estos trabajos, en que se emplean centinuamente los Indios, de-
muestran su salud, y robustez, pues seria imposible que resistiesen
a tan arduas fatigas, si fueran de una constitución enfermiza, y si por
sus venas corriese una sangre corrompida, como pretende Mr. de Paw.
Para hacer creer viciosa su complexión, alega todo lo verdadero, y
falso que recogió de los escritores de America, acerca de las enferme-
dades que reinan en alguiíos paises particulares de aquel vasto conti-
nente, y sobre todo, acerca del mal venéreo, que cree natural de
America. De este ultimo punto hablaré largamente en otra diserta-
ción : por lo que hace a otras dolencias, yo le concedo que en la
inmensa superficie de America, hai paises en' que los hombres están
mas espuestos que en otras partes a ciertas enfermedades ocasionadas
o por la intemperie del aire, o por la mala calidad de los alimentos :
pero lo cierto es, conforme a la autoridad de muchos graves escritores,
prácticos en las cosas del Nuevo Mundo¿ que la mayor parte de aque-
llos paises son sanos, y*que si los Americanos quisieran pagar en la
misma moneda a Mr. de Paw, y a otros Europeos que escriben como
él, tendrían una buena colección de materiales para desacreditar el
clima del antiguo continente, y la complexión de sus habitantes, en las
muchas enfermedades endémicas que les son propias ; en la elefan-
tiasis, y la lepra de Egipto, y Siria*; en el verhen del Asia Meri-
dional ; en^ el dragoncillo, o gusano de Medina ; en el pircal del
Malabar ; en el Yaws, o mal de Guinea ; en la tiriasis, o dolencia
pedicular de la pequeña Tartaria; en el escorbuto, o disenteria Boreal
de los paises del Norte ; en la plica de Polonia ; en las paperas del
Tirol, y de muchos paises Alpinos ; en la sarna, la raquitis, la viruela f,
* La elefantiasis, enfermedad endémica de Egipto, y enteramente desconocida
en America, fue tan común en Europa en el siglo xii, que, según Mateo de Paris,
escritor exacto de aquel tiempo, habia 19,000 hospitales para los contagiados.
t La viruela fue llevada al Nuevo Mundo por los Europeos, como saben todos,
y lia hecho mas estragos alli, que el mal venéreo en Europa. La raquitis no es
conocida en America, y esta es, en mi entender, la causa de no verse alli tantas
personas imperfectas como en el continente antiguo. La sarna, o no existe, o es
tan rara, que habiendo yo estado muchos años en aquellos paises, ni vi, ni tube
noticia de ningún sarnoso. El vomito prieto, o negro, que también parece enfer-
medad endémica, es bastante moderno, y solo se padece en algunos puertos de la
zona tórrida, frecuentados por los Europeos. Los primeros que lo espierimenta-
ron fueron unos marineros de buques Europeos, que después de los malos ífli-
026 Historia antigua de megico.
y sobre todo, en la peste, que tantas veces ha despoblado ciudades, y
provincias enteras del antiguo continente, y que tantos estragos hace
annualmente en las regiones Orientales ; terrible azote de que hasta
ahora se ha preservado el Nuevo Mundo.
Finalmente es algo difícil combinar la supuesta flaqueza, y viciosa
constitución de los Americanos, con el largo termino de su vida. De
aquellos a quienes no anticipan la muerte las grandes fatigas, los
exesivos trabajos, y las enfermedades epidémicas, hai muchos que
llegan a 80, 90, y 100 años, y lo mas admirable es no observarse eti
ellos los estragos que hace comunmente la edad en los cabellos, en los
dientes, en la piel, y en los músculos del cuerpo humano. Este fenó-
meno, tan admirado por los Españoles residentes en Megico, puede
atribuirse a la sanidad de su complexión, a la sobriedad de su régimen,
y a las exelentes calidades de su clima. Lo mismo refieren de los
otros paisas del Nuevo Mundo los historiadores, y otras personas que
han permanecido en ellos muchos años. Mas si acaso hai en aquel
continente alguna región en que no se prolongue tanto la vida, no se
hallará una en que se abrevie tanto como en la Guinea, en Sierra
Leona, en el Cabo de Buena Esperanza, y erf otras partes de África,
donde la vegez empieza a los 40 años, y donde el que llega a 50 se mira
como entre nosotros un octogenario. De estos si podría decirse cou ra-
zón que tienen la sangre corrompida, y desconcertada la constitución *,
Cualidades mentales de los Megicanos.
Hasta ahora solo hemos examinado lo que dice Mr. de Paw, acerca
de las cualidades físicas de los Americanos. Veamos sus despropósi-
tos acerca de la parte espiritual de aquellos pueblos. En ellos ha en-
mentos de la navegación, comían en aquellos puertos con exeso las frutas del
pais, y bebían aguardiente. D. Antonio Ulloa asegura que en Cartagena, uno de
los puntos mas insalubres de America, no se conoció el vomito antes del año de
1729, y empezó en la marinería Europea de la escuadra que aportó allí, mandada
por D, Domingo Justlnlani.
* Los Otentotes, dice al Conde de Bufifon, viven poco, pues apenas pasan de 40
años. Drack asegura que unos pueblos que habitan en las fronteras de los desier-
tos de Etiopia, son tan escasos de víveres, que su principal alimento consiste en
langostas saladas, lo que produce un terrible efecto, pues cuando se acercan a los
40 años, se engendran en sus cuerpos unos Insectos volantes, que les acarrean la
muerte, devorándoles el vientre, el pecho, y aun los huesos algunos veces. Estos
insectos, como los que afligen a los habitantes de la pequeña Tartaria, según dice
Mr. de Paw, bastan a los Americanos para contrapesar los gusanos ascárides, que
dice haber descubierto en no sé qué nación de America.
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MBGICANOS. 327
contrado una memoria tan débil que no se acuerdan boi de lo que hi-
cieron ayer ; un ingenio tan obtuso, que no son capaces de pensar, ni
de poner en orden sus ideas ; una voluntad tan fría, que no sienten los
estímulos del amor ; un animo apocado, y un entendimiento indolente,
y estupido. En fin tales son los colores que emplea en el retrato de
los Americanos, y de tal modo envilece sus almas, que aunque a veces
se enfada contra los que pusieron en duda su racionalidad, no dudo
que si entonces hubiera dicho francamente su opinión, hubiera decla-
rado ser partidario del mismo sistema. Sé que otros muchos Euro-
peos, y, lo que es mas estrafio, algunos hijos, y decendientes de íJuro-
peos, nacidos en la misma America, piensan en esta parte como Mr. de
Paw, los unos por ignorancia, los otros por falta de reflexión, y otros
en fin por cierta pasión, o preocupación hereditaria. Pero todo esto,
y aunque hubiese mucho mas, no bastaría a desmentir mi propia espe-
riencia, y el testimonio de muchos Europeos, cuya autoridad es de gran
peso, por ser hombres de juicio, de doctrina, y de esperiencia en aque-
llos paises, y por que hablan en favor de estrangeros, y en contra de
sus compatríotas. Son tantos los argumentos, y las razones que po-
dríamos alegar en favorjde la parte mental de los Americanos, que con
ellas nos sería fácil componer un grueso volumen : pero dejando aparte
el mayor número de estas pruebas, por no hacer difusa, y enojosa esta
disertación, nos limitaremos a algunas pocas autoridades, que valen
por muchas.
Juan de Zumarraga, primer obispo de Megico, prelado de gran re-
putación, y sumamente estimado de los reyes Católicos, por su doc-
trina, por la pureza de su vida, por su celo pastoral, y por sus fa-
tigas apostólicas, en su carta escrita el año de 1531 al capitulo gene-
ral de Franciscanos, reunido en Tolosa, dice, hablando de los Indios :
" son castos, y bastante ingeniosos, especialmente en la pintura. Sus
almas son buenas. Dios sea alabado por todo."
Si Mr. de Paw no aprecia el testimonio de aquel venerabilísimo
prelado, a quien llama Sumarica y bárbaro, en virtud de la autoridad
que se arroga de injuriar a los que no están de acuerdo con su desba-
rajustado sistema de la degeneración, lea lo que dice el famoso Barto-
lomé de Las Casas, primer obispo de Chiapa, que conocía bien a los
Indios, como que tanto los trató en muchos paises de America. Asi
se esplica aquel prelado en uno de los memoriales que presentó a
Felipe II : " soü (los Americanos) de ingenio vivo, y despejado ;
bastante dóciles, y capaces de admitir toda buena doctrina ; aptísimos
a recibirnuestra santa fé, y las costumbres virtuosas, y los que tie-
328 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
nen menos obstáculos para ello, entre todos los pueblos del mundo."
Casi los mismos términos emplea en su impugnación de la respuesta
del Dr. Sepulveda : "Tienen, dice, tan buen entendimiento, tan agudo
ingenio, tanta docilidad, y capacidad para las ciencias morales y espe-
culativas, y son generalmente tan racionales en su gobierno político,
como se echa de ver en muchas de sus justísimas leyes, y han hecho
tantos progresos en el conocimiento de nuestra santa fe, y religión,
y en las buenas costumbres, cuando han tenido religiosos, y personas
de buena vida que los enseñen, y tan adelantados están hoi dia, como
ha podido estarlo cualquier otra nación, desde los tiempos apostólicos
hasta los nuestros." Ahora bien, puesto que Mr. de Paw cree todo lo
que aquel docto, egemplar, e infatigable obispo escribió contra los
Españoles, aunque no estubo presente a la mayor parte de los sucesos
que refiere, mucho mas crédito deberá darle en lo que él mismo de-
pone en favor de los Indios, cobio testigo ocular, y tan practico en el
conocimiento de aquellas gentes, especialmente siendo necesario menor
esfuerzo del entendimiento para creer que los Americanos son de buen
ingenio, y de buena Índole, que para admitir como ciertos aquellos
horrendos, e inauditos atentados de los conquirtadores.
!Pero si nuestro investigador recusa la autoridad de Las Casas, como
de un hombre preocupado, y ambicioso, en lo que seguramente se en-
gañaría, lea lo que dice Julián Garcés, primer obispo de Tlascala,
hombre doctísimo, y con razón apreciado, y alabado por su famoso
maestro Antonio de Nebrija, restaurador de las letras en España.
Este insigne prelado, en su exelente carta latina al Papa Paulo III,
escrita en 1536, después de diez años de continua práctica, y de ob-
servaciones oculares de los Indios, entre las muchas espresíones con
que celebra su buena Índole, y las prendas de su alma, alaba su inge-
nio, y en cierto modo lo hace superior al de los Españoles, como
puede verse en el fragmento de su carta que copio en la nota*.
* " Nunc vero de horum sigillatim liominum ingenio, quos vidimus ab hiñe
decennio, quo ego in patria conversatus eorura potui perspicere mores, ac inge-
nia perscrutari, testificans corana te, Beatissime Pater, qui Christi in terris vica-
rium agís, quod vidi, quod audivi, et manus nostrae contrectavenint, de his pro-
genitis ab Ecclesia, per qualecumque ministerium meum in verbo vitae, quod sin-
gula singulis referendo, id est, paribus paria, rationis optimae compotes sunt, et
integri sensus ac capitis, sed insuper nostratibus pueri istorum et vigore spiritus
et sensuum vivacitate, dexteriore in omne agibili, et intelligibili preestantiores re-
periuntur.'* Esta carta se halla en latin en el primer tomo de los Concilios Me-
gicanos, publicados en Megico el año de 1769, y en Francés, en la misma Histo-
ria e America del P. Touron, que Mr. de Paw alega contra los Americanos.
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MEGICANOS. 329
¿ Quien habrá que no dé mayor crédito a estos tres venerables obispos,
que, ademas de su probidad, doctrina, y carácter, tubieron la ventaja
de un largo trato con los Indios, que a tantos otros escritores, los
cuales o no vieron a los Americanos, o los vieron sin reflexión, o se
fiaron mas de lo que convenia en los informes de hombres ignorantes,
prevenidos, o interesados?
Pero si finalmente Mr. de Paw reusa el dicho de aquellos tres testi-
gos, por grande que sea su autoridad, fundado en que eran religiosos,
de quienes cree inseparable la imbecilidad mental, no podra resistir al
juicio del famoso obispo Palafox, cuya obra sobre las Virtudes del In-
dio ha sido muchas veces impresa, y a quien el mismo escritor, aunque
Prusiano, y filosofo, llama venerable siervo de Dios, Si da tanta fe
a este venerable siervo de Dios, en lo que escribe contra los Jesuitas,
cuando hablaba en su propia causa, ¿ por qué no ha de dar asenso a
lo que dice en favor de los Americanos ? Lea pues la obra escrita por
aquel prelado, con el solo obgeto de demostrar las buenas prendas que
adornan al Indio.
A pesar del odio implacable que Mr. de Paw profesa a los eclesiás-
ticos 5e la comunión Rctaana, y sobre todo a los Jesuitas, alaba con
justa razón la Historia Natural, y Moral del P. Acosta, llamándola
obra exelente. Este juicioso, imparcial, y doctísimo Español, que
vio, y observó por si mismo a los Americanos, tanto en el Perú como
en Megico, emplea todo el libro vi, de aquella exelente obra en probar
la sana razón de aquellas gentes, alegando por pruebas su gobierno
' antiguo, sus leyes, sus historias en pinturas, y cordones, su calenda-
rio, &c. Basta para informarse de su opinión en esta materia, leer el
primer capitulo del citado libro. Ruego tanto a Mr. de Paw, como a
mis lectores que lo lean atentamente, porque hai cosas dignas de sa-
berse. Alli encontrará nuestro filosofo el origen de los errores en que
él, y otros muchos Europeos han caido, y notará la gran diferencia que
hai entre ver las cosas con ojos oscurecidos por la pasión, y examinar-
las con imparcialidad, y juicio. Mr. de Paw llama a los Americanos
bestias ; Acosta llama locos, y presuntuosos a los que abrigan aquella
opinión. Mr. de Paw dice que el mas diestro de los Americanos era
inferior en industria y sagacidad al habitante mas limitado del antiguo
continente ; Acosta encomia el gobierno politice de los Megicanos, y
lo cree mejor que el de muchos estados de Europa. Mr. de Paw no
halla en la conducta moral, y politica de • los Americanos si no barba-
rie, estra vagancia, y brutalidad ; Acosta encuentra en aquellas na-
880 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Clones, leyes admirables, y dignas de ser imitadas por los pueblos Cris-
tianos. ¿ Cual de estos dos testimonios tan opuestos debemos preferir ?
Decídalo la imparcialidad de los lectores.
Yo entretanto no puedo menos de copiar aqui un pasage de las
Investigaciones Filosóficas, en que el autor se muestra no menos mal-
diciente que enemigo de la verdad. " Al principio, dice, no se creyó
que los Americanos eran hombres, si no sátiros, o monos grandes, que
era licito matar sin escrúpulo, ni remordimiento. Al fin, para que no
faltase la ridiculez a todas las calamidades del tiempo, hubo un papa
que promulgó cierta donosa bula, en que declaró que, deseando fundar
obispados en los paises mas ricos de America, era de su agrado, y
del Espíritu Santo reconocer por hombres a los Americanos : de modo
que, sin esta decisión de un Italiano, los habitantes del Nuevo Mundo
serian hoi, a los ojos de los fieles, una raza de hombres equívocos.
No hai egemplo de una decisión semejante desde que los monos, y
los hombres habitan el globo terráqueo." ¡ Ojala no hubiese en el
mundo otro egemplo de semejantes calumnias, e insolencias como las
que emplea Mr. de Paw ! Mas afín de dejar mas a descubierto su ma-
lignidad, daremos una copia de aquella detision papal, después de
haber espuesto su motivo.
Algunos de los primeros Europeos que se establecieron en America,
no menos poderosos que avaros, queriendo aumentar sus riquezas a
espensas de los Indios, los tenian continuamente ocupados, y se
servían de ellos como de esclavos ; y para evitar las amonestaciones
que les hacian los obispos, y los misioneros, afin de que los tratasen
humanamente, y les dejasen algún tiempo libre, a lo menos, para
instruirse, y para desempeñar sus obligaciones Cristianas, y domes-
ticas, aquellos hombres codiciosos e injustos propagaban que los
Indios estaban destinados por la naturaleza a la esclavitud, que eran
incapaces de instrucción, y otros semejantes despropósitos de que hace
mención el Cronista Herrera. No pudiendo aquellos celosos ecle-
siásticos, ni con su autoridad, ni con sus exortaciones, sustraer los
pobres neófitos al yugo de sus opresores, acudieron a los reyes Cató-
licos, y finalmente obtubieron de su equidad, y clemencia aquellas
leyes tan favorables a los Indios, y tan honrosas a la corte de España,
que se leen en la Nueva Recopilación de las leyes de Indias, las
cuales se debieron principalmente al celo infatigable del obispo Las
Casas. Por otra parte, D. Julián Garcés, primer obispo de Tlascala,
sabiendo que los Españoles, apesar de su perversidad, miraban con
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MEGICANOS. 331
gran respeto las decisiones del vicario de J. C, recurrió el año de
1536 al papa Paulo III, con la famosa carta, que he mencionado,
representándole los males que de aquellos malos Cristianos sufrían
los Indios, y rogándole que interpusiese su autoridad. Movido el
pontífice por tan poderosas razones, espidió el año siguiente aquella
donosa bula, cuya copia doi en la nota*; la cual no tiene por obgeto
declarar que los Americanos son realmente hombres, pues esto seria
una insensatez agena de aquel, y de cualquier otro sumo pontífice : si
no sostener los derechos naturales de los Americanos, contra las
tentativas de sus perseguidores, y condenar la injusticia, y la inhuma-
nidad de aquellos que, bajo pretesto de ser los Indios idolatras, e in-
capaces de instrucción, les quitaban los bienes, y la libertad, y los
empleaban a guisa de animales. Los Españoles en verdad hubieran
sido mas estupidos que los mas incultos salvages del Nuevo Mundo,
si, para reconocer por hombres a los Americanos, hubieran necesitado
aguardar la decisión de Roma. Mucho antes que el papa espidiese
* " Paulus Papa III universis Christi Fidelibus preesentes Litteras inspecturis
Salutem et Apostolicam benedictionem. Veritas ipsa, quse nec falli, nec fallere
potest, cum prsedicatores fidei, ad officium praedicationis destinaret, dixisse
dignoscitur : Euntes docete omnes gentes -. omnes dixit, absque omni delectu,
cum omnes fidei disciplinee capaces existant. Quod videns et invidens ipsius
humani generis aemulus, qui bonis operibus, ut pereant, semper adversatur,
modum excogitavit hactenus inauditum, quo impediret ne Verbum Dei gentibus,
ut salvse fierent, praedicaretur ; ac quosdam suos satellites conmovit, qui suam
cupiditatem adimplere cupientes. Occidentales, et Meridionales Indos, et alias
gentes, quae $emporibus' istis at nostram notitiam pervenerunt, sub prsetextu
quod Fidei Catholicse expertes existant, uti bruta animalia, ad nostra obsequia
redigendos esse, passim asserere prsesumant, et eos in servitutem redigunti
tantis aíBictionibus illos urgentes, quantis vix bruta animalia illis servientia
urgeant. Nos igitur, qui ejusdem Domini nostri vices, licet indigni, gerimus in
terris, et oves gregis sui nobis commissas, quse extra ejus ovile sunt, ad ipsum
ovile toto nixu exquirimus, attendentes Indos ipsos, utpote veros homines, non
solum Christianae Fidei capaces existere, sed, ut nobis innotuit, ad Fidem ipsam
promptissime currere, ac volentes super his congruia remediis providere, prse-
dictos Indos, et omnes alias gentes ad notitiam Christianorum in posterum
deventuras, licet extra Fidem Christi existant, sua libértate et dominio hujus-
modi uti, et potiri, et gaudere libere et licite posse, nec in servitutem redigi
deberé, ac quidquid secus fieri contigerit irritum et inane, ipsosque Indos, et
alias gentes Verbi Dei praedicatione, et exemplo bouae vitae, ad dictara Fidem
Christi in vitandos fore, Auctoritate Apostólica per praesentes litteras decernimus,
et declaramus, non obstantibus praemissis, caeterisque contrariis quibuscumque.
Datum Romae anno 1537, iv. Non. Jun. Pontificatus nostri anno m." Esta, y
no otra es la famosa bula, que tanto ruido ha hecho.
332 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
aquella bula, los reyes Católicos habían recomendado eficazmente la
instrucción de los Americanos, dando las ordenes mas urgentes para
que fuesen bien tratados; y no se les hiciese el menor perjuicio en sus
bienes, ni en su libertad. Asi lo acredita Herrera en sus Decadas, y
lo demuestran las leyes de la Recopilación. Enviáronse al Nuevo
Mundo muchos obispos, y algunos centenares de misioneros, a es-
pensas del real erario, para que predicasen a aquellos sátiros, y
grandes monos las verdades del Evangelio, y los adoctrinasen en la
vida Cristiana. En 1531, seis años antes de la promulgación de la
bula, solo los misioneros Franciscanos habian bautizado mas de un
millón de Indios, como asegura Zumarraga, y en 1534 se habia fun-
dado en Tlatelolco el seminario de Santa Cruz, para la instrucción de
los jóvenes del pais, los cuales aprendían alli la lengua Latina, la
Retorica, la Filosofía, y la Medicina. Si desde el principio se creyó
que los Americanos eran sátiros, nadie podia decirlo mejor que
Cristoval Colon su descubridor. Véase pues como habla aquel
célebre navegante, en su relación a los reyes Católicos Fernando e
Isabel, de los primeros sátiros que vio en la isla de Haiti, o Española.
" Juro, dice, a V V. AA. que no hai en el toundo mejor gente que
esta, ni tan amorosa, afable, y mansa. Aman a sus progimos como a
si mismos : su idioma es el mas suave^ el mas dulce, el mas alegre,
pues siempre hablan sonriendo, y aunque van desnudos, créanme
W. AA. que tienen costumbres loables, y que su rei es servido con
gran magestad, el cual tiene modales tan amables, qvie da gusto verlo,
asi como el considerar la gran retentiva de aquel pueblo, y el.deseo de
saber todo, lo que los impulsa a preguntar las causas, y los efectos
de las cosas." ¡ Cuanto mejor seria que el mundo estubiera habitado
por sátiros de esta especie que por hombres embusteros y calumnia-
dores! Por lo demás, puesto que Mr. de Pavr empleó diez años
continuos en indagar las cosas de America debería saber que en los
paises del Nuevo Mundo conquistados por los Españoles, no se han
fundado otros obispados que los que han querido los reyes Católicos.
A ellos tocan el patronato que egercen en las iglesias Americanas, y
el derecho, reconocido el año de 1508, por el papa Julio II, de fundar
obispados, y de presentar los obispos. Luego el afirmar que Paulo III
quiso reconocer por hombres a los Americanos, para fundar obispados
en los paises mas ricos del Nuevo Mundo, es una temeraria calumnia
de un enemigo de la iglesia Romana, el cual, a no tener la mente tan
obcecada por el odio, debería mas bien alabar el celo, y la humanidad
que respira toda aquella bula.
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MEGICANOS. 338
El Dr. Robertson, que en parte adopta las estravagantes opiniones
del Investigador, habla asi de los Americanos en el libro viii de su
Historia de America : " Algunos misioneros, atónitos al ver la len-
titud de su compí-eension, y su insensibilidad, creyeron que eran una
raza de hombres tan degenerada, que eran incapaces de entender los
primeros rudimentos de la religión." Pero quienes sean estos misio-
neros, y de cuanto peso su opinión, nadie podra saberlo mejor que el
obispo Garcés, el cual lo esplica en la citada carta al papa Paulo III.
Léase el pasage de ella que copio*, y se vera que las causas de aquel
error han sido la ignorancia, y la desidia de algunos misioneros, y yo
añado las falsas ideas que se han inspirado a los Indios en su primera
edad. Casi lo mismo que Garcés, dicen Las Casas, Acosta, y otros
graves escritores.
" Un concilio celebrado en Lima, continúa el Dr. Robertson, de-
cretó que en virtud de esta su natural imbecilidad, fuesen escluidos del
sacramento de la Eucaristía, y aunque Paulo III en su bula de 1537
los declarase criaturas racionales, y capaces de todos los privilegios
de Cristianos, sus progresos han sido tan lentos en el curso de dos
siglos, que pocos posee.) bastante dicemimiento espiritual para que se
les crea dignos de acercarse a la sagrada mesa. Después de la mas
asidua instrucción, su fe ha parecido débil, y dudosa, y aunque algu-
nos han llegado a conocer las lenguas sabias, y han recorrido con
aplauso la educación académica, tan sospechosa es la solidez de su
* " Quis tan impudenti animo ac perfricata fronte incapaces fidei asserere
audet, quos» mechanicarum artium capacissimos intuemur, ac quos etiam ad
ministerium nostrum redactos, bonse indolis, fideles, et solertes experimur ? Et
si quando, Beatissime Pater, Tua Sanctitas .aliquem religiosum virum in hanc
declinare sententiam audierit, etsi eximia integritate vitae, vel dignitate fulgere
videatur, is, non ideo quicquam illi hac in re preestet auctoritatis,^ed eumdem
parum aut nihil insudasse in illorum conversione certo certius arbitretur, ac in
eorum addiscenda lingna, aut investigandis ingeniis parum studuisse perpendat ;
ndm qui in his caritate christiana laborarunt, non frustra in eos jactare retia
caritatis aíBrmant : illi vero qui solitudini dediti, aut ignavia prsepediti nerainem
ad Christi cultura sua industria reduxerunt ne inculpar! possint quod inútiles
fuerint, quod propriae negligentiae vitium est, id infidellum imbecillitati ads-
cribunt, veramque suam desidiara falsee 'incapacitatis impositione defendunt,
ac non minorem culpara in excusatione commitunt, quam erat illa, a qua liberari
conantur. Líedit namque summe istud hominum genus talia'asserentiura, hanc
Indorum miserriraam turbara: nam aliquos religiosos viros retrahunt, ne ad
eosdem in fide instruendos proficiscantur, quaraobrem nonnuUi Hispanorura qui
ad illos debellandos accedunt, horum freti judicio, illos negligere, perderé, ac
mactare opinan solent non esse flagitium."
934 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
juicio, que a ninguno de ellos se confiere el orden del sacerdocio, y
ninguno es admitido fácilmente en las casas religiosas." He aqui en
pocas palabras cuatro errores a lo menos. 1. Que un concilio de
Lima haya escluido a los Indios del Sacramento de la Eucaristía, por
cansa de su imbecilidad. 2. Que Paulo III declaró a los Indios
criaturas racionales. 3. Que pocos son los que poseen bastante dicer-
nimiento espiritual para que se les juzgue dignos de acercarse a la sa-
grada mesa. 4. Que a ningún Indio se confiere el orden sacerdotal.
En cuanto a lo 1, es cierto que en una congregación de eclesiás-
ticos reunida en Lima el año de 1552, la cual se llamó primer concilio
de Lima, aunque no fue concilio, ni tubo fuerza de tal, se mandó que
no se administrase el Sacramento de la Eucaristía a los Indios, hasta
que se hallasen perfectamente instruidos, y convencidos de las ver-
dades de la fé Cristiana; pues aquel Pan Divino es alimento de
perfectos, no ya porque se creyesen idiotas aquellas gentes. Asi
consta por el testimonio del primer concilio provincial, vulgarmente
llamado ii, celebrado en Lima el año de 1567, el cual mandó a los
párrocos que administrasen la Eucaristía a todos los Indios que halla-
sen bien dispuestos*. Y no bastando aqueéla disposición para que
algunos eclesiásticos la obedeciesen, de lo que se quejaba con razón
el P. Acosta, el segundo concilio de Lima del año de 1583, presidido
por Santo Toribío de Mogrobejo, procuró remediar el daño, con otros
decretos que copio f, en los cuales se ve, que por los mismos motivos
* " Quamquam omues Christiani adulti utriusque sexus teneantur Sanctissimuin
Eucharistiae Sacramentum accipere singulis annis saltem in Par;hate, hujus
tamen provinciae antistites, cum animadverterent gentem hanc Indorum et recen-
tem esse, et infantilem in fide, atque id illorum salute expediré judicarent, sta-
tuerunt ut usque dum fidern perfecte tenerent, hoc divino Sacramento, quod est
perfectorum cibus, non communicarentur, excepto si quis ei percipiendo satis
idoneus videretur. Placuit huic Sanctse Synodo monere, prout serio monet,
omnes Indorum Parochos, ut quos audita jam confessione perspexerint, huuc
coelestem cibum a reliquo corporali discernere, atque eumdem devote cupere et
poseeré, quoniam sine causa nerainem divino alimento privare possunius, quo
tempere caeteris Christianis solent. Indis ómnibus administrent." Conc. Lim. i,
vulgo ii, cap. 58.
t " Coeleste viaticum, quod uuili ex hac vita migranti negat Mater Ecclesia,
multis abhinc annis. Indis atque ^thiopibus, cseterisque personis miserabilibus
prseberi deberé, Concilium Límense constituit. Sed tamen Sacerdotum plurium
vel negligentia, vel zelo quodam prsepostero, atque intempestivo illis nihilo magis
hodie praebetur. Quo fit ut imbecilles animas tanto bono, tamque necessario
priventur. Volens igitur SanctaSynodus ad executionem perducere, quíe Christo
duce, ad salutem Indorum ordinata sunt, severe prsecipit, ómnibus Parochis, ut
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MEGICANOS. 335
se negaba también la Eucaristía a los negros traídos de África ; que
las verdaderas causas de negarla eran, a juicio del concilio, la negli-
gencia o desidia, o el celo indiscreto, y mal entendido de los párrocos,
y que el concilio se creyó obligado a remediar tan grave desorden, con
nuevos decretos, y con severos castigos. No ignoro que estas respe-
tables providencias fueron también desobedecidas, y que fue preciso
inculcarlas de nuevo en los sinodos diocesanos de Lima, de La Plata,
de la Paz, de Arequipa, y del Paraguai : pero todo esto prueba mas
la obstinación de algunos párrocos que la incapacidad de los Indios.
Por lo que hace a la bula de Paulo III, ya he demostrado que no
tubo por obgeto declarar hombres a los Americanos, de que solo po-
drían dudar las bestias, si fueran capaces de duda ; si no, supuesta su
racionalidad, condenar la injusticia de sus opresores.
En cuanto al tercer error de Robertson, dejando aparte los otros
paises de America, porque no hacen al caso, es cierto, y notorio que
en todas las provincias de Megico, los Indios están tan obligados
como los Españoles a recibir la Eucaristía por Pascua, exepto los
neófitos de los paises remotos, los cuales son admitidos o no a la parti-
cipación del Sacramento.! según el juicio de los misioneros. " En las
tres audiencias en que está dividido el territorio de Megico, dice
Robertson, hai en la actualidad a lo menos dos millones de Indios."
Estoi seguro que este número es inferior a la verdad : pero conven-
gamos por un momento en su exactitud. Luego no son poquísimos
los Indios que poseen bastante dicernimiento espiritual para que se
les juzgue dignos de ser admitidos a la sagrada mesa, a menos que
Robertson crea que dos millones de hombres son poquísimos hombres,
o que atribuya a los obispos, y párrocos la temeridad no solo de ad-
mitir, si no de obligar a participar del sacramento, a los Indios que no
están dignamente preparados. ¡ Cuanta mayor fuerza no tiene este
argumento si se añaden a aquel numero los Indios de las provincias
Meridionales que están sometidos a la misma obligación !
extreme laborantibus Indis atque ^thiopibus, viaticum administrare non prae-
termittant, dummodo in eis debitam dispositiojpem agnoscant, nempe fidem in
Christum, et poenitentiam in Deum suo modo . . . Porro Parochos qui a prima
hujus decreti promulgatione negligentes fuerint, noverint se, praeter divinse
ultionis judicium, etiam poenas arbitrio ordinariorum, in quo conscientiae one-
rantur, dataros : atque in visitationibus in illos de hujus statuti observatione
specialiter inquirendum." Cono. Lim. ii, vulgo iii, act ii, cap. 19. " In Paschate
saltem Eucharistiam ministrare Parochus non praetermittat iis, quos et satis ins-
tructos et correctione vitae idóneos judicaverit : ne et ipse alioqui ecclesiastici
praecepti violati reus sit." Ib. cap. 20.
CiSb HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
No es menos estraño el otro error sobre que ningún Indio recibe
el orden sacerdotal. ¡ Es posible que en este, y otros puntos se
muestre tan mal informado un escritor que reunió tan vasta libreria
de escritores de America, y que recibió de Madrid tantas noticias
sobre el Nuevo Mundo ! Sepa el Dr. Robertson que aunque el pri-
mer concilio provincial celebrado en Megico el año de 1555 prohibiese
que se ordenasen los Indios, no ya por su incapacidad, si no por que
se creia que del envilecimiento de su condición redundase alguna
infamia al estado eclesiástico, el tercer concilio provincial de 1585,
que fue el mas célebre de todos, y cuyas disposiciones están en vigor,
permitió que se les confiriese el orden sacerdotal, con las precauciones
debidas. Pero conviene saber que los decretos de uno y otro con-
cilio comprenden igualmente, y bajo los mismos términos, a los Indios,
y a los Mulatos, esto es, los hijos o decendientes de sangre Europea,
y Africana, y sin embargo nadie duda del gran talento, y de la capa-
cidad de los Mulatos para toda clase de ciencias. Torquemada, que
escribió su Historia en los primeros años del siglo XVII, dice que no
era común admitir Indios a las ordenes religiosas, ni al sacerdocio,
por su violenta inclinación a la embriaguezif pero al mismo tiempo
asegura que en su tiempo habia sacerdotes Indios, sobrios, y egem-
plares : asi que hace a lo menos 170 años que empezaron a recibir el
sacerdocio. Desde entonces ha habido tantos sacerdotes Americanos
en Megico, que podrían contarse por millares ; entre ellos algunos
centenares de párrocos, muchos canónigos, y doctores*, y, según con-
geturas, un obispos doctisimof . Actualmente hai un gran numero de
sacerdotes, no pocos párrocos, y entre ellos tres o cuatro dicipulos
mios. Si en hechos tan positivos erró tan groseramente el historiador
* Entre estos doctores es digno de particular mención D. Sebastian Grijalva,
uatural de Ocozoquaulitla, pueblo grande de la diócesis de Chiapa. Habiendo
venido a España, recibió el grado de Doctor en Teologia, en la universidad de
Salamanca, donde adquirió una gran reputación por su saber. Regresado a
America, fue nombrado Párroco de su pais, y alli hizo tan sabios reglamentos
para la conducta civil, y Cristiana de sus compatriotas, que su Parroquia hubiera
debido ser el modelo de todas las de America. Hasta nuestros dias se han con-
servado alli los efectos de sus prudentes disposiciones. Escribió una docta
obra teológica sobre la Inmaculada Concepción de la Virgen, cuyo original se
hallaba en la libreria del colegio de Jesuítas de Ciudad Real, Capital de aquella
Diócesis.
t D. Juan de Merlo, Obispo de Honduras, y antes vicario general del Obispo
Palafox. No he podido hallar ningún autor que hable de su patria, pero en
la opinión general pasa por Indio.
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MEGICANOS.^ 337
Ingles ¡ qué sera en aquellos puntos que no pudo averiguar tan fácil-
mente, escribiendo desde tan lejos, y de paises que nunca vio !
Yo al contrario traté intimamente a los Americanos ; vivi algunos
años en un seminario destinado a su educación ; vi la erección, y los
progresos del colegio de Guadalupe, fundado en Megico por un
Jesuíta Megicano, para la instrucción de las jóvenes Indias; tube
muchos Indios entre mis dicipulos ; traté con muchos párrocos Ame-
ricanos, con muchos nobles, y con un grandísimo numero de artesa-
nos ; observé atentamente su carácter, su genio, sus inclinaciones, y
su modo de pensar; he examinado con suma diligencia su historia
antigua, su religión, su gobierno, sus leyes, y sus costumbres. Des-
pués de tan gran practica, y de tan prolijo estudio, por lo que me
creo en estado de poder decidir sin mucho peligro de engañarme,
aseguro a Mr. de Paw, y a toda Europa que las almas de los Ameri-
canos no son en nada inferiores a las de los Europeos: que son capaces
de todas las ciencias, aun de las mas abstractas, y que si seriamente se
cuidase de su educación ; si desde niños se instruyesen en seminarios,
bajo la dirección de buenys maestros, y si fuesen protegidos, y esti-
mulados con premios, se verían entre ellos filósofos, matemáticos, y
teólogos que podrian rivalizar con los mas famosos de Europa. Pero
es harto difícil, por no decir imposible hacer grandes progresos en las
ciencias, enmedio de una vida miserable, y servil, y bajo el peso de
continuos males. Quien contemple el estado presente de la Grecia,
dudaría que aquel pais haya sido la cuna de tantos hombres grandes,
si no constastí>por sus inmortales obras, y por el consentimiento gene-
ral de los siglos. Y sin embargo los obstáculos que los Griegos mo-
dernos tienen que vencer para llegar a las fuentes de la ciencia, no
son comparables con los que siempre se han opuesto a la ilustración
de los Americanos. Apesar de todo, yo quisiera que Mr. de Paw, y
todos los que piensan como él, se hallasen presentes, sin ser vistos,
a los consejos, y reuniones que celebran en ciertos dias para tratar de
sus negocios, los Indios que egercen mas autoridad e influjo en sus
pueblos, y oyesen como arengan, y discurren aquellos sátiros del
Nuevo Mundo.
Finalmente toda la historia antigua de los Megicanos, y de los
Peruanos manifiesta que saben pensar, y ordenar sus ideas ; que son
suceptibles de las pasiones de la humanidad ; y que la única ventaja
que les llevan los Europeos, es la de haber recibido mayor dosis de
instrucción. El gobierno politice de los antiguos Americanos, sus
leyes, y sus artes demuestran evidentemente su buen ingenio. Sus
TOMO II. L
<
ÍÜW HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
guerras hacen ver que sus almas no son insensibles a los estímulos del
amor, como piensan el Conde de Bufifon, y Mr. de Paw, pues hubo
ocasiones en que el amor les puso las armas en la mano.
He hablado de su valor, esponiendo sinceramente, cuando traté de
su carácter en general, lo que he observado en los Americanos
actuales, y mi opinión sobre los antiguos. Pero pues Mr. de Paw
alega la conquista de Megico, como una prueba convincente de su
cobardia, conviene ilustrar su ignorancia, o hacer patente su mala fe.
** Cortés, dice, conquistó el imperio de los Megicanos con 460
vagabundos, mal-armados, y con 15 caballos ; su miserable artillería
constaba de 6 falconetes, que hoi no serian capaces de amedrentar
a un castillejo defendido por inválidos. Durante su ausencia se man-
tubo dueño de la capital con la mitad de aquella fuerza. ¡ Qué hom-
bres ! ¡ Qué sucesos ! "
" Es constante, dice en otra parte, por la deposición de todos los
historiadores, que los Españoles entraron por primera vez en la capi-
tal de Megico sin disparar una vez la artillería. Si el titulo de héroe
conviene al que tiene la desgracia de da% muerte a un gran numero
de animales racionales, Hernán Cortés puede aspirar a conseguirlo :
por lo demás no creo que haya adquirido verdadera gloria, trastor-
nando una monarquía vacilante, que del mismo modo hubiera podido
trastornar cualquier bandido de nuestro continente." Estos pasages
de las Investigaciones filosóficas demuestran que su autor ignoraba
la historia de la conquista de Megico, o, lo que es mas verosímil, que
calló maliciosamente lo que se oponia a su sistema:* pues todos los
que la han leido saben que la conquista de Megico no se hizo con
450 hombres, si no con mas de 200,000. El mismo Cortés, a quien
mas que a Mr. de Paw convenia disminuir el número de los conquis-
tadores para dar mas realce a su valor, y mas gloria a su empresa,
declara que era exesivo el numero de aliados que estaban a sus
ordenes en el asedio de la capital, y que combatían contra los Megi-
canos mas furiosamente que los mismos Españoles. Consta por la
relación de Hernán Cortés enviada a Carlos V, que el asedio de Me-
gico empezó con 87 caballos, 848 peones Españoles, armados de
mosquetes, ballestas, espadas, y lanzas, y mas de 75,000 aliados
Tlascaleses, Huejotzinques, Choluleses, y Chalqueses, y provistos de
diferentes especies de armas ; con tres grande cañones de hierro, 15
pequeños de bronce, y 13 bergantines. Durante el sitio se agregaron
a los Españoles las numerosas naciones de Otomites, Cohuijques, y
Matlazinques, y las tropas de las populosas ciudades de los lagos ; de
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MEGICANOS. 339
modo que el egercito de los aliados no solo pasó de 200,000 hombres,
sino que llegó a 240,000 hombres, según parece por la misma carta
del general, sin contar 3,000 barcas o canoas que acudieron a su
ayuda. Ahora pregunto yo a M. de Paw si le parece cobardia haber
sostenido por 75 dias el asedio de una ciudad abierta, combatiendo
diariamente con un egercito tan numeroso, y en parte provisto de
armas superiores, y luchando sobre todo al mismo tiempo con la sed,
y con el hambre ? ¿ Merecen el nombre de cobardes los que, después
de haber perdido siete de las ocho partes de la ciudad, y 150,000
conciudadanos, parte en acciones de guerra, parte esterminados por
las privaciones, y por las enfermedades, continuaron defendiéndose hasta
verse furiosamente atacados, y oprimidos por el número, en el único
rincón que les quedaba? Pues todo esto consta por las cartas del
mismo caudillo de las tropas del sitio.
" Lo cierto es, dice Mr. de Paw, y en ello convienen todos los his-
toriadores, que los Españoles entraron la primera vez en Megico, sin
disparar una sola vez su artillería." ¡ Qué argumento tan solido, y
cuan digno de la lógica del investigador ! Si los Megicanos fueron
cobardes por que los Españoles entraron la primera vez en su capital
sin disparar su artillería, podremos también decir que son cobardes
los Prusianos, por que los embajadores de muchas cortes de Europa
entran en Berlin, sin disparar siquiera una pistola. ¿ Quien ignora
que los Españoles fueron entonces admitidos como embajadores del
gran monarca de Levanté*? Véase lo que dicen los historiadores, y el
mismo Coríés, que en aquella ocasión se fingió embajador del rei
Católico. Si los Megicanos hubieran querido entonces oponerse a
su entrada, como se opusieron la segunda vez ¿ cuando hubieran po-
dido entrar con 6,000 hombres, habiéndoles sido tan difícil después
hacerlo con 200,000*?
Mr. de Paw censura a Cortés, y yo ni quiero hacer la apologia
de este conquistador, ni puedo sufrir el panegirice que en lugar de
historia escribió Solis: pero todo hombre instruido en la de sus
* " No es menos cierto, dice Acosta, que en la Nueva España, el ausilio de
los Tlascaleses fue el que dio a Cortés, y los suyos la victoria, y la conquista
de Megico, y sin ellos hubiera sido imposible no ya apoderarse de la ciudad,
si no mantenerse mas tiempo en ella. Los que hacen' poco caso de los Indios,
y se persuaden que los Españoles podían conquistar solos aquellos paises, gracias
a las ventajas de sus personas, de sus caballos, y de sus armas, se engañan nota-
blemente."
I 2
340 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
acciones militares, deberá confesar que en la constancia, en el valor,
y en la prudencia n ilitar, rivaliza con los generales mas famosos de
los tiempos antiguos, y modernos, y que tubo aquella especie de
beroismo que reconocemos en Alejandro, y en Cesar, a cuya mag-
nanimidad se tributan los elogios que merece, sin embargo de los
vicios que la oscurecieron.
Las causas de la rapidez con que los Españoles se apoderaron de
America, han sido en parte indicadas por Mr. de Paw. " Confieso,
dice, que la artillería era un instrumento destructor, y poderosísimo,
al cual debian ceder al cabo los Americanos." Si a la artillería se
añaden las otras armas superiores, los caballos, y la mejor diciplina
militar de los conquistadores ; si se agrega, sobre todo, la discordia
que dividía a los conquistados, se vera que no ha¡ motivo para censurar
la cobardía de aquellos pueblos, ni para maravillarse del violento
trastorno que sufrió el Nuevo Mundo. Imagínese Mr. de Paw que
en los tiempos de las estrepitosas y crueles facciones de Sila, y de
Mario, hubiesen los Atenienses inventado la artillería, y las otras
armas de fuego, y que 6,000 hombres, reunidos, no a todo el egercito
de Mario, si no a una pequeña parte de sus tropas, hubiesen empren-
dido la conquista de Italia. ¿ Cree que no la hubieran logrado a des-
pecho del poder de Sila, del valor, y de la disciplina de las legiones
Romanas, del numero de estas, y de su caballería, de la multitud de
sus armas, y de sus maquinas, y de las fortificaciones de las ciudades ?
¡ Cuanto terror no hubieran inspirado en los ánimos de los mas intrépidos
centuriones el horrendo estrepito de la artillería, la violeifjcia destruc-
tora de las balas, a cuyo irresistible impulso hubieran visto desaparecer
filas enteras ! ¡ Y qué no habrá sido en las naciones del Nuevo
Mundo, que no tenían ni las armas, ni la caballería, ni la disciplina,
ni las maquinas, ni las fortificaciones de los Romanos! Por el con-
trarío, lo que es realmente digno de admiración es que los valientes
Españoles, con toda su disciplina, con su artillería, con sus armas de
fuego, no hayan podido en mas de dos siglos subyugar en la America
Meridional los guerreros Araucanos, armados solo de lanzas, y de
mazas ; en la America Septentrional, los Apaches, que solo tienen
arcos, y flechas, y sobre todo, lo que parece increíble, y es sin em-
bargo cierto, que 500 hombres de la nación de los Seris, hayan sido
por muchos años el azote de los Españoles de Sonora, y Cinaloa.
Finalmente omitiendo otros muchos despropósitos de Mr. de Paw
contra los Americanos, no puedo disimular la atroz injuria que les
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DE LOS MEGICANOS. 341
hace, hablando de sus costumbres. Cuatro son los principales vicios
con que infama a todos los Americanos, a saber, la glotonería, la em-
briaguez, la ingratitud, y la pederastia, o sodomia.
Yo ciertamente no habia oido hablar de la glotonería de los Ame-
rícanos, hasta que tropecé con el pasage de Mr. de la Condamine,
citado, y adoptado por Mr. de Paw : por el contrario no he leido
autor algo instruido en las cosas de America, que no celebre la
sobriedad de aquellos pueblos. Consúltense las obras de Las Casas,
Garcés, el conquistador anónimo, Oviedo, Gomara, Acosta, Herrera,
Torquemada, Betancourt&c* Casi todos los historiadores cuentan la
admiración que causó a los Españoles la parsimonia de los Indios, y
por el contrario, la estrañeza de estos al ver que aquellos comian en
un dia mas que ellos en una semana, y para decirlo en pocas palabras,
la sobriedad de los Americanos es tan notoria, que seria necedad
defenderlos del vicio contrario. Mr. de la Condamine vio quizas
comer a algunos Indios hambrientos, en su viage por el rio Marañon,
y de alli infirió, como tantas veces sucede a los viageros, que todos
ellos eran glotones. D^ntonio UUoa, que estubo en America con
Mr. de la Condamine, que se detubo alli mas tiempo, y tomó mas
menudos informes acerca de las costumbres de los Indios, dice todo
lo contrario que el matemático Francés.
La embriaguez es el vicio dominante de aquellas naciones. Asi lo
confieso ingenuamente en el libro i de esta Historia, esponiendo sus
exesos, y señalando sus causas: pero añado que no era asi en los
paises de iínahuac antes que los ocupasen los Españoles, por el
gran rigor con que se castigaba aquel vicio, el cual queda impune
en la mayor parte de los paises del antiguo continente, o mas bien
sirve de escusa a otros delitos mas graves. Los escritoras que inves-
tigaron el gobierno politico de los Megicanos citan las leyes severas
que habia contra la embriaguez tanto en Megico, como en Tezcuco,
Tlascala, y otros estados, según lo representan sus pinturas. La
* Las Casas en su memorial a Felipe II, intitulado Destrucción de los Indios,
afirma que el comer de los Indios es tal, que el de los antiguos Padres de la
Tebaida no podía ser ni menos sabroso, ni mas escaso, ni mas miserable. Garcés
en su carta a Paulo III dice, que no es posible dar una idea exacta de su sobrie-
dad. El conquistador anónimo dice que no liai pueblo que se mantenga con
menos que el Americano. Asi hablan todos los testigos oculares de sus costum-
bres. Por Torquemada sabemos que los primeros abstinentísimos relijjiosos que
anunciaron el Evangelio a los Megicanos tubieron mucho que aprender, y no
poco que admirar de su moderación en comer.
342 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
LXIII de la colección de Mendoza representa dos jóvenes de ambos
sexos, condenados a muerte por haberse embriagado, y un anciano
septuagenario, a quien la lei, en consideración a su edad, permitía
beber cuanto apetecía. Pocos estados se hallarán en el mundo en
qué haya sido mayor el celo de los soberanos en la corrección de esta
clase de exesos.
También he refutado, en dicho libro i de mi historia, el error
común acerca de la ingratitud de los Americanos : mas, como todo
lo que alli he dicho no bastará a convencer a los que están prevenidos
contra ellos, quiero citar aqui un singular egemplo de gratitud, que
bastará a disipar la opinión contraria. El año de 1556 murió en
Uruapa, pueblo considerable de Michuacan, visitando su diócesis a la
edad de 95 años, el célebre Vasco de Quiroga, fundador, y primer
obispo de aquella iglesia, el cual, a egemplo de S. Ambrosio, pasó de
la judicatura civil a la dignidad episcopal. Este insigne prelado,
digno de compararse a los primeros padres del Cristianismo, trabajó
infinito en favor de los Michuacaneses, instruyéndolos como apóstol,
y amándolos como padre; construyó temólos; fundó hospitales, y
señaló a cada lugar de Indios un ramo principal de comercio, a fin
de que su reciproca dependencia los tubiese unidos con los vincules
de la caridad, y de este modo se perfeccionasen en las artes, y a
nadie faltasen recursos para vivir. La memoria de tantos beneficios
se conserva tan viva en aquellos naturales, después de pasados dos
siglos, como si todavia viviese su bienhechor. El primer cuidado que
tienen las Indias, cuando sus hijos empiezan a hacer usí^de la razón,
es el de hablarles de Tata Don Vasco (asi lo llaman todavia por el
amor filial que le conservan), declarándoles lo que hizo en favor de su
nación, enseñándoles su retrato, y acostumbrándolos a no pasar nunca
delante de él, sin arrodillarse. Ademas de esto fundó aquel gran
prelado por los años de 1540, un seminario en la ciudad de Pazcuaro,
para la instrucción de la juventud, y encargó a los Indios de Santa
Fé (pueblo fundado por él mismo en las orillas del lago de Pazcuaro)
que enviasen cada semana un hombre a servir a los seminaristas.
Fue puntualmente obedecido, y hasta hoi, después de mas de 230
años, y mas, no ha faltado nunca el Indio a quien toca desempeñar
aquellas funciones, sin haber sido jamas necesario llamarlos, ni cons-
treñirlos, pues tienen empeño en corresponder de este modo a los
grandes bienes que les hizo aquel pastor incomparable. Poseen en la
ciudad de Pazcuaro sus huesos, con tal veneración, que una vez que
pensó en transferirlos a Valladolid el cabildo de aquella catedral, se
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DK LOS MEGICANOS. 343
inquietaron los Indios, y se disponian a impedirlo con la fuerza, como
hubiera sucedido, a no haber renunciado el cabildo a su proyecto, por
evitar los desordenes que se apercibian. ¿ Puede darse una prueba
mas positiva de la gratitud de una nación? Semejantes demostra-
ciones han hecho los Indios en muchos pueblos de aquellos paises, a
fin de retener en ellos a los misioneros que los habian adoctrinado en
la fe. Las ocurrencias de esta clase que sucedieron en los dos siglos
pasados pueden verse en el tomo iii de Torquemada, y en el Teatro
Megicano de Betancourt. De las de nuestros tiempos, aun viven
muchos testigos oculares, y yo soi uno de ellos. Si a veces no se
muestran agradecidos los Indios a sus bienhechores, es por que los
continuos males que padecen les hacen sospechosos los beneficios : pero
cuando están seguros de la sincera benevolencia del que los favorece,
son capaces de sacrificar cuanto poseen a la gratitud, como saben to-
dos los que han vivido entre ellos, y los han observado sin preocu-
pación.
Pero la mayor injuria que Mr. de Paw hace a los Americanos es la
de afirmar que " la pederastía estaba en gran uso en aquellas islas, en
el Perú, en Megico, y eíi todo el continente. No sé como, después
de haber estampado tan atroz calumnia, se atrevió a decir, como dice
en su respuesta a Pernety, que toda su obra de las Investigaciones
respira humanidad. ¿Es humanidad infamar a todas las naciones del
Nuevo Mundo, echándoles en cara un vicio tan vil, y tan vergon-
zoso ? ¿Es humanidad su colera contra Garcilaso por que defiende a
los Peruanips de aquella imputación? Aunque hubiese graves autores
que atribuyesen tan torpe delito a todos los pueblos Americanos, >
siendo, como en efecto, son muchos los autores graves que aseguran
todo lo contrario, debia Mr. de Paw, según las leyes de la humanidad,
abstenerse de una acusación de tan graves consecuencias, especial-
mente cuando no hai un solo autor digno de crédito en cuya autoridad
pueda fundarse la generalidad de su proposición. Hallará quizas al-
gunos escritores, como el conquistador anónimo. Gomara, y Herrera
que han achacado aquel vicio a algunos Americanos, o cuando mas a
algún pueblo de America : pero ¿donde hallará un escritor de nota
que haya osado decir " que la pederastía estaba en gran uso en las
islas, en el Perú, en Megico, y en todo el Nuevo Mundo ?" Antes
bien todos los historiadores de Megico declaran a una voz que las
naciones Megicanas detestaban aquel vicio, y citan las penas terribles
con que lo castigaban las leyes, como puede verse en las obras de
Gomara, Torquemada, Betancourt, y otros. Las Casas asegura, en
344 HISTORIA ANTIGUA DE MEGKJO.
SU escrito presentado a Carlos V, en 1542, que habiendo hecho dili-
gentes averiguaciones en las islas Española, Cuba, Jamaica, Puerto
Rico, y Lucayas, halló que no habia memoria de semejante delito en
aquellas naciones. Lo mismo afirma del Perú, de Yucatán, de todos
los paises de America en general, exeptuando tan solo tal cual pue-
blo, según sus espresiones, en que hai algunos culpables ; " mas no
por esto, añade, debe inculparse todo aquel Mundo *." ¿ Quien pues
ha autorizado a Mr. de Paw para vilipendiar en asunto tan grave a
todo un continente? Aunque los Americanos fuesen, como él su-
pone, hombres sin honor, y sin vergüenza, las leyes de la humanidad
exigen, a lo menos, que no se los calumnie. A tamaños exesos lo
conduce aquel ridiculo empeño de envilecer a la America, y tales son
las consecuencias de su perversa lógica, con la que deduce muchas
veces, según hemos demostrado, proposiciones generales, de premisas
particulares, y de hechos aislados. Si por que los Panuqueses, u
otros pueblos Americanos, estaban infestados de aquel vicio, es licito
decir que era común a toda la America, también podran los Americanos
infamar con igual imputación a todo el antiguo continente, sabiendo
que la pederastia estaba mui en uso en algiHios pueblos antiguos del
Asia, y mucho mas entre los Griegos, y los Romanos. Ademas de
que no se sabe que en America haya en la actualidad pueblo alguno
contaminado con aquella peste moral : y por el contrario sabemos por
deposición de muchos autores, que algunos pueblos del Asia no han
renunciado a ella, y que aun en la Europa misma, si es cierto lo que
dicen Locke, y Mr. de Paw, es común entre los Turcos Santones,
. . . ^
otro vicio mas execrable del mismo genero, y que en lugar de ser
castigados los que lo practican, son reputados generalmente por
santos, y todos los Turcos les prodigan las mayores demonstracioues
de respecto, y veneración.
El suicidio es otra de las enormidades que Mr. de Paw achaca a
* " Los Españoles (dice Las Casas hablando de algunos, y no de todos) han
infamado a los Indios con los mayores delitos, no por otra razón que por sus in-
tereses personales. Desde que echaron de ver cuan fácil era enriquecerse a costa
de los bienes, y de las personas de los Indios, los han acusados mil veces de estar
jnfestados con el vicio de sodomía : pero esta acusación es una gran maldad, y
perversidad de los acusadores : pues en todas las grandes islas Española, Cuba,
San Juan, Jamaica, y en 60 islas Lucayas, en que habia pueblos numerosos, no
hai memoria de semejante vicio, como yo puedo atestiguar habiendo hecho desde
el principio grandes investigaciones sobre el asunto. Ni tampoco se halló este
vicio en Perú, ni en Yucatán, y asi generalmente en ninguna parte, exepto en
algiuios lugares, en que dicen que habia algunos que 1q practicaban."
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y MORAL DK LOS MEGICANOS. 345
los obgetos de su encarnizado odio. Es cierto que en tiempo de la
conquista hubo muchos que se ahorcaron, se precipitaron, o por medio
de un hambre voluntaria pusieron fin a su amarga existencia: pero
¿ qué estrafio es que unos hombres privados de las luces de la religión,
y desesperados por las intolerables vejaciones que les hacian sufrir los
conquistadores, hiciesen lo que tan frecuentemente hacian los Griegos,
los Romanos, y los Españoles antiguos, y lo que hacen los Ingle-
ses, los Franceses, y los Japoneses modernos, por el mas leve motivo,
por un capricho, o por una idea ridicula de honor*? ¿Cual es el
Europeo que puede echar en cara el suicidio a los Americanos, en un
siglo en que se ha hecho moda en Inglaterra, y en Francia f, y en
que, borrando de la mente las ideas mas justas que recibimos de la
Naturaleza, y de la Religión, se inventan razones, y se publican libros
para justificarlo ? ¡ Tan grande es el empeño de ultrajar a la Ameri-
ca, y a los Americanos !
El mismo ahinco tubo sin duda el Español, cualquiera que sea,
que ordenó el Índice general de las Decadas del Cronista Herrera,
imputando inconsideradamente a todos los Americanos lo que Her-
rera dice de algunos individuos, con varias exepciones. Quiero co-
piar aqui lo que se lee en aquel Índice para que se averguencen los
hombres de escribir tales despropósitos. " Los Indios, dice, son
harto perezosos, viciosísimos, grandes borrachos por genio, estafa-
dores, débiles, embusteros, enredadores, novadores, inconstantes,
ligeros, cobardes, inmundos, sediciosos, ladrones, ingratos, incorregi-
bles, vengeáivos mas que ninguna otra nación; de tan grosera masa
que se duda si son racionales; barbaros, bestiales, gobernados por
sus apetitos como los brutos, &c." Este mismo es el lenguage de
Mr. de Paw, y de otros muchos humanísimos Europeos : de modo
que parece que estos hombres no se creen obligados, para con el
Nuevo Mundo, a respetar la verdad, ni a observar las leyes de la
caridad fraterna, publicadas por el Hijo de Dios en el Mundo
Antiguo.
Pero sí un Americano dotado de mediano ingenio, y de alguna
erudición, quisiera pagar en la misma moneda a los mencionados es
* Entre las muchas, y memorables estravagancias de los que en estos últimos
tiempos se han suicidado en Inglaterra, sé por persona que se hallaba a la sazón
en Londres, que uno que se mató en aquella capital, dejó escrito no tener otro
motivo para dejar la vida que el deseo de ahorrarse la molestia de vestirse y des-
nudarse diariamente.
t Consta que en Paris ha habido año de 150 suicidios.
346 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
critores (como hemos dicho del filosofo Guineo) le seria fácil com-
poner una obra con el titulo de Investigaciones Filosóficas sobre los
habitantes del antiguo continente. Observando el mismo método de
su predecesor, recogería cuanto hallase escrito sobre los paisas este-
riles del Mundo Antiguo, sus montes inaccesibles, sus llanuras panta-
nosas, sus bosques impenetrables, sus desiertos arenosos, y sus malé-
ficos climas ; de los reptiles asquerosos, y malignos, de las culebras,
de los sapos, de los escorpiones, de las hormigas, de las arañas, de
los ciento-pies, de los escarabajos, de las chinches, y de los piojos ; de
los cuadrúpedos irregulares, chicos, rabones, defectuosos, y pusilá-
nimes ; de los hombres degenerados, descoloridos, despropocionados
en la estatura, diformes en las facciones, débiles de complexión, apo-
cados de animo, obtusos de ingenio, y crueles de Índole. Cuando
llegase al capitulo de los vicios ¡ qué inmensa copia de materiales no
podria reunir ! ¡ Cuantos egemplos de bageza, de perfidia, de cruel-
dad, de superstición, de disolución, de hipocresía ! La Historia del
pueblo Romano, la nación mas célebre del Mundo Antiguo, le su-
ministraría por si sola una cantidad increíble de las mas horrendas
maldades. Bien echaría de ver que aquellos defectos, y estos vicios
no eran comunes a todos los países, ni a todos los habitantes de
aquella parte del globo : pero no importa, si había de seguir por
modelo a Mr. de Paw, y servirse de su lógica. Esta obra seria
mucho mas apreciable, y mas digna de crédito que la de Mr. de Paw,
pues si este filosofo no cita contra la America, y contra los Americanos
si no autores Europeos, nuestro investigador Americancí no echaría
mano si no de autores nacidos en el mismo continente contra el cual
dirígiria sus ataques.
DISERTACIÓN VI,
CULTURA DE LOS MEGICANOS.
Siempre enfurecido contra el Nuevo Mundo, Mr. de Paw llama
barbaros y salvages a todos los Americanos, y los juzga inferiores en
sagacidad e industria a los pueblos mas toscos, y groseros del antiguo
continente. Si se hubiese satisfecho con decir que las naciones Ame-
ricanas eran en gran parte incultas, barbaras, y brutales en sus cos-
tumbres, como fueron antiguamente muchas naciones de las que ahora
son las mas cultas de Europa, y como son en la actualidad muchos
pueblos de Asia, de África, y de la Europa misma ; que sus artes no
estaban tan perfeccionadas, ni sus leyes eran tan buenas, ni tan bien
ordenadas ; que sus sacrificios eran inhumanos, y algunos de sus usos
estravagantes, no podríamos ciertamente contradecirlo. Pero tratar
a los Megicanos, y a los Peruanos, como a los Caribes, y a los Iro-
queses ; colocar en la misma linea su industria, desacreditar sus leyes,
despreciar sus artes, y poner aquellas activas, y laboriosas naciones en
el mismo pie que los pueblos mas toscos del antiguo continente ¿ no
es esto obs^tinarse en el empeño de envilecer al Nuevo Mundo, y a sus
habitantes, en lugar de buscar la verdad, como parece prometerlo el
titulo de Investigaciones filosóficas?
Llamamos hoi barbaros, y salvages a los hombres, que, conducidos
mas bien por el Ímpetu de los apetitos naturales, que por los dictados
de la razón, ni viven congregados en sociedad, ni tienen leyes para su
gobierno, ni jueces que decidan sus derechos, ni superiores que velen
su conducta ; ni egercitan las artes necesarias para remediar las mise-
rias de la vida : en fin los que no tienen idea de la Divinidad, o a lo
menos carecen de un culto establecido para honrarla. Los Megicanos,
todas las naciones de Anahuac, y los Peruanos reconocían un Ser Su-
premo, y omnipotente, aunque su creencia era, como la de otros muchos
pueblos idólatras, un tegido de errores, y supersticiones. Tenían sin
embargo un sistema fijo de religión ; sacerdotes, templos, y sacrificios ;
ritos encaminados al culto uniforme de la Divinidad. Tenían reyes,
gobernadores, y magistrados ; ciudades, y poblaciones tan grandes, y
348 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
tan bien ordenadas, como bare ver en otra disertación. Tenian leyes
y costumbres, de cuya observancia cuidaban las autoridades públicas.
Egercian el comercio, y se esmeraban en hacer respetar la equidad, y
la justicia en sus tratos. Sus tierras estaban distribuidas, y asegura-
das a cada uno la propiedad, y la posesión de su terreno. Practicaban
la agricultura, y las otras artes, no solo las necesarias a la vida, si no
también las de deleite, y lujo. ¿ Qué mas se requiere para sacar a
una nación del catalogo de las barbaras, y salvages ? " La moneda,
responde Mr, de Paw ; el uso del hierro, el arte de escribir, el de
construir navios, y puentes de piedra, y el de hacer cal. Sus artes
eran imperfectas, y toscas ; sus lenguas escasisimas de voces numerales,
y de termines capaces de espresar las ideas universales ; se puede
decir que casi no tenian leyes, por que no puede haberlas donde reinan
la anarquía, y el despotismo." Cada uno de estos artículos exige un
examen particular.
Moneda.
Mr. de Paw decide que ninguna nación de America era culta, y
civilizada, por que ninguna usaba de moneda, y para probar la exac-
titud de su consecuencia, alega un pasage de Montesquieu. " Ha-
biendo naufragado Aristipo, dice este escritor, se salvó a nado en una
playa, y al ver delineadas en la arena unas figuras de geometría, se
llenó de jubilo, conociendo que habia llegado a un pueblo Griego, y
no a una borde barbara. Imaginaos que llegáis por acaso a un pais des-
conocido ; si encontráis alguna moneda, no dudéis que «.tais en un
pais culto." Pero si Montesquieu infirió sensatamente la cultura de un
pueblo del uso de la moneda, Mr. de Paw infiere mui insensatamente
de la falta de moneda, la falta de cultura. Si por moneda se entiende
un pedazo de metal acuñado con el busto del rei, o con un sello o
signo publico, es cierto que su falta no supone barbarie en una nación.
** Los Atenienses, dice el mismo Montesquieu, por que no hacian uso
de los metales, se servían de bueyes en lugar de moneda, como los
Romanos de ovejas :" de donde viene el nombre de pecunia, pues en
la primera moneda acuñada de los Romanos, se puso la imagen de la
oveja, en recuerdo del obgeto que habia servido antes para sus contra-
tos. Los Griegos eran sin duda una nación bastante culta en tiempo de
Homero, pues no era posible que en un pueblo inculto se alzase un hom-
bre capaz de componer la Iliada, y la Odisea, poemas inmortales, que
después de veinte y siete siglos, no cesan de ser admirados, aunque
nadie ha sido parte a imitarlos todavía. Y sin embargo los Griegos
CULTURA DE LOS MEGICANOS. Q4S$^
de aquellos tiempos no conocían la moneda acuñada, como se echa de
ver en las obras mismas de aquel poeta, el cual cuando quiere signifi-
car el valor de alguna cosa, no lo espresa de otro modo que por el
numero de bueyes, o de ovejas que valia. Asi es como en el lib. vii
de la liiada dice que Glauco dio sus armas de oro, que valian 100
bueyes, por las de Diomedes, que eran de cobre, y no valian mas que
nueve. Donde quiera que habla de algún obgeto adquirido por con-
trato, se espresa en términos de cambio o permuta. Por esto en la
antigua controversia sucitada entre las dos sectas de jurisconsultos,
Sabiuianos, y Proculianos, los primeros sostenian que podia haber ver-
dadera compra, y venta, sin precio, y en su apoyo citaban ciertos ver-
sos de Homero, en que se llama compra, y venta, lo que no era real-
mente mas que el cambio de una cosa por otra. Los Lacedemonios
eran un pueblo civilizado de Grecia, sin embargo de carecer de mone-
da, pues una de las leyes fundamentales de Licurgo era que no se
comerciase de otro modo que por permutas *. Los Romanos no tu-
bieron moneda acuñada hasta los tiempos de Servio Tulio ; ni los
Persas, hasta el reinado de Dario Histaspes, y nadie habrá que llame
barbaros a unos, y a otri^ en los tiempos que precedieron a aquellas
dos épocas. Los Hebreos estaban civilizados, a lo menos desde el
tiempo de sus jueces, y no sabemos que conociesen la moneda hasta
los de los Macabeos. Luego la falta de moneda acuñada no es prueba
de barbarie.
Si por moneda se entiende un signo representativo del valor de
todas las c^sas, como la define el mismo Montesquieu, es cierto e indu-
dable que los Megicanos, y todas las naciones de Anahuac, exepto los
barbaros Chichimecos, y Otomites, se servían de moneda en su trafico.
¿ Qué otra cosa era el cacao, que constantemente empleaban en el mer-
cado, para adquirir lo que necesitaban, si no un signo representativo de
todas las cosas que se adq^uirian por su medio ? El cacao tenia su valor
fijo; se daba por numero, y para ahorrarse el trabajo de contar, cuan-
do la mercancía importaba un gran numero de almendras, ya se sabia
que cada saco de cierto tamaño, contenia tres giquipillis, o 24,000
almendras. ¿Y quien no confesará que el cacao es mucho mas conve-
niente para signo representativo que los bueyes, y las ovejas de que
se servían los Griegos, y los Romanos, y la sal que en la actuahdad
tiene el mismo uso entre los Abisinios ? Con un buei, o con una oveja
no se puede adquirir un obgeto de poco valor, y cualquiera enferme-
dad, o accidente que les sobreviniese, podia empobrecer fácilmente al
* " Emi singula, non pecunia, sed compensatione mercium jussit."
JUSTIN, lib. iü.
350 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
que no tenia otro capital. " Emplease el metal en la moneda, dice
Montesquieu, a fin de que el signo sea mas durable. La sal de que
se sirven los Abisinios tiene el inconveniente de una diminución pro-
gresiva ;" el cacao por el contrario podia servir para toda especie de
valores, se transportaba, y custodiaba mas fácilmente, y se conserva-
ba, con menos peligro, y sin necesidad de tantas precauciones.
El uso del cacao en el trafico de aquellos naciones, podra parecer
a algunos un verdadero cambio : mas no era asi ; pues habiendo varias
especies de cacao, no usaban como moneda el llamado tlalcacahuatl, o
cacao menudo, con que hacian sus bebidas ordinarias, sino mas bien otras
especies mas comunes, y menos aptas para servir de alimento, las
cuales corrían de mano en mano, y casi no se aplicaban a otro fin que
a las transacciones mercantiles. De esta especie de moneda hacen
mención todos los historiadores de Megico, tanto Españoles como In-
dios. De las otras cuatro especies, mencionadas en el libro vii de esta
Historia, hablan Cortés, y Torquemada. Cortés afirma en su ultima
carta al emperador Carlos V, que habiendo hecho muchas indagaciones,
acerca del comercio de aquellas gentes, halló que en Tlachco, y en
otras provincias se servían de moneda. Si fto hubiese oido hablar de
moneda acuñada, no habría limitado su uso a Tlachco, y a otras pro-
vincias: pues bien sabia, sin necesidad de hacer nuevas investigaciones,
que en los mercados de Megico, y de Tlascala, a los que muchas veces
habia concurrido, se servían, como de moneda, del cacao, de unos pe-
dazos de tela de algodón, que llamaban Patolquachtli, y del oro en
polvo, puesto en plumas de añade. Yo sospecho, sin en^bargo de lo
que he dicho en aquella parte de mi historia, que habia verdadera mo-
neda acuñada, y que tanto aquellas piezas delgadas de estaño, de que
habla Cortés, como las de-cobre, hechas en forma de T, que menciona
Torquemada* tenian algún sello o señal, autorizada por el rei, o por
los señores feudatarios.
Para evitar toda fraude en el comercio, nada podia venderse fuera
del mercado, si no es los comestibles ordinarios, y en aquel sitio
como ya he dicho, y como consta por testigos oculares, reinaba el
mejor orden que puede imaginarse. Habia medidas prescritas por
ios magistrados ; comisaríos que giraban por todas partes observando
cuanto ocurría, y jueces de comercio, encargados en conocer en todos
los pleitos que su sucitaban entre los comerciantes, y en castigar los
delitos que se cometian en el mercado. ¡ Y en vista de todos estos
* En la misma capital de Megico, en que se acuñan hoi 18, o 20,000,000 de
pesos al año, en oro, y plata, emplea todavía la gente pobre el cacao para com-
prar algunas frioleras en el mercado.
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 351
datos babra quien diga que los Megicanos eran inferiores en industria
a los pueblos mas groseros del antiguo continente, entre los cuales hai
algunos tan embrutecidos, y obstinados eii su barbarie, que no ha
bastado en tantos siglos el egemplo de las otras naciones para darles a
conocer las ventajas de la moneda !
Uso del Hierrch
El uso del hierro es una de aquellas circunstancias que Mr. de Paw
exige para llamar culta a una nación ; y por falta de ella cree bar-
baros a todos los Americanos. Asi que, si Dios no hubiese formado
aquel metal en las entrañas de la tierra, todo el genero humano
merecería el titulo de bárbaro, según el modo de raciocinar de aquel
filosofo. Pero en la misma parte de su obra, en que echa mano de
este argumento contra los Americanos, nos suministra todos los ma-
teriales que se podían apetecer para rebatirlo. Afirma " que en todo
el territorio de America se hallan pocas minas de hierro, y el que hai
es de tan inferior calidad al del antiguo continente, que apenas se
puede emplear en hacer clavos ; que los Americanos poseían el
secreto, perdido en el antiguo continente de dar al cobre un temple
igual al del acero ; que Mr. Godin mandó en 1727 (quiere decir en
1747, pues en 1727 aun no habia ido Mr. Godin al Perú) al Conde
de Maurepas una segur vieja de cobre peruano, endurecido, y que
habiéndola observado el Conde de Caylus, declaró que casi era igual
en dureza a las armas antiguas de cobre, de que se servían los
Griegos, j^los Romanos, los cuales no empleaban el hierro en muchos
usos a qué nosotros lo aplicamos en la actualidad, o por que entonces
era mas escaso, o por que sabian templar mejor el cobre, que el
acero." Finalmente añade que el Conde de Caylus admirado de la
perfección de aquel trabajo, se persuadió (engañado por el mismo
Mr. de Paw) que la segur no era obra de aquellos Peruanos embru-
tecidos, que los Españoles encontraron en tiempo de la conquista, si
no de otra nación mas antigua, y mas industriosa.
De todo esto que dice el investigador, saco yo cuatro consecuencias
importantes : 1. Que los Americanos tubieron el honor de imitar en
el temple del cobre a las dos naciones mas célebres del antiguo conti-
nente. 2. Que obraron sensatamente en no hacer uso del hierro,
siendo el que tenían tan inferior, que ni aun podía servir para hacer
clavos, y sirviéndose en su lugar de un cobre al que sabian dar el
temple del acero. 3. Que si ignoraron el arte comunísimo de elaborar
el hierro, poseían el singularísimo de templar el cobre como el acero,
352 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
que tjo haa sido parte a restaurar los filósofos Europeos del siglo
ilustrado. 4. Que tanto se engañó el Conde de Caylus en el juicio
que formó de los Peruanos, cuanto Mr. de Paw en el que ha hecho
de todos los pueblos de America. Tales son las consecuencias legiti-
mas que deben deducirse de la doctrina de nuestro filosofo sobre el
uso del hierro, y no la falta de industria que es la que él infiere.
Quisiera preguntarle si se necesita mayor industria para trabajar el
hierro como lo trabajan los Europeos, que para trabajar sin hierro toda
clase de piedras, y maderas, fabricar muchas especies de armas, y
hacer como ellos hacian los mas curiosos trabajos de oro, plata, y
piedras preciosas. El uso determinado del hierro no prueba un alto
grado de industria en las naciones Europeas. Inventado por los pri-
meros hombres, fácilmente pasó a sus decendientes, y como los Ame-
ricanos modernos lo recibieron de los Europeos, asi estos lo recibieron
de los Asiáticos. Los primeros pobladores conocieron sin duda el uso
del hierro ; pues su invención es casi coetánea al principio del genero
humano : pero yo no dudo de la probabilidad de la congetura que
espuse en mi 1 Disertación, a saber, que no habiendo hallado desde
luego las minas de aquel metal en los paises dái Norte, donde entonces
se establecieron, se fue poco a poco estinguiondo su memoria, en las
generaciones sucesivas.
Pero finalmente, si son barbaros los que no conocen el uso del
hierro ¿ que serán los que desconocen el del fuego ? Ahora bien, en
toda la estension de la America no se ha encontrado un solo pueblo,
ni una sola tribu, por barbara que fuese, que no conocieija, el modo
de hacer fuego, y el de aplicarlo a los usos comunes de la vida : pero
en el Mundo Antiguo se han visto gentes tan estupidas que no tenian
la menor idea de la aplicación de aquel elemento. Tales eran los
habitantes de las islas Marianas, a los cuales era enteramente estrafio
antes de la llegada de los Españoles, como lo testifican los historia-
dores de aquellos paises. Y con todo eso ¡ querrá hacernos creer
Mr. de Paw que los pueblos Americanos son mas salvages que los
mas toscos del Mundo Antiguo !
Por lo demás, tanto se engaña nuestro investigador en lo que dice
del hierro Americano, como en lo que piensa del cobre. En Megico,
en Chile, y en otros muchos paises de America se han descubierto
innumerables minas de hierro, de buena calidad : y si no hubiera
estado prohibida su elaboración, para no perjudicar al comercio de
España, podria la America suministrar a Europa todo el hierro de
que necesita, como hace con el oro, y con la plata. Si Mr. de Paw
CULTURA DR LOS MEGICANOS. 353
hubiese sabido investigar filosóficamente las cosas de America, hubiera
hallado en el Cronista Herrera que aun en la isla Española habia
hierro mejor que el de Biscaya. También habria visto en el mismo
autor, que en Zacatula, provincia marítima de Megico, conocian dos
especies de cobre : uno duro, de que se servian en lugar de hierro,
para hacer segures, hachas, y otros instrumentos militares, y agrícolas,
y otro ordinario, y flexible, que empleaban en ollas, pucheros, y otros
vasos, para los usos domésticos : asi que no necesitaban del ponderado
secreto de los pueblos antiguos. El amor a la verdad me obliga a
defender los progresos reales de la industria Americana, y a rechazítr
las invenciones imaginarias que se atribuyen a las naciones del Nuevo
Mundo. El secreto que verdaderamente poseían era el que men-
ciona Oviedo, testigo ocular, y mui practico, e inteligente en metales.
" Los Indios, dice, saben dorar bastante bien los vasos de cobre, o
de oro bajo, y les dan un color tan exelente, y tan encendido, que
parece oro de 22 quilates, y mas. Lo hacen con ciertas yerbas. Este
trabajo tiene tan buen efecto, que si algún platero de España, o de
Italia poseyese el secreto, no necesitaba mas para enriquecerse."
Arte de construir buques^ y puentes, y de hacer cal.
Si a otras naciones puede echarse en cara la ignorancia de las
construcciones navales, esta reconvención seria injusta dirigida a los
Megicanos, por que no habiéndose hecho dueños de las costas del
mar, si no en los últimos tiempos de su monarquía, no tubieron
necesidad, r»^ ocasión de pensar en aquel adelanto. ^ los pueblos
que ocupaban las playas de ambos mares, antes que llegasen a ellas
los Megicanos, bastaban aquellas barcas de que se servian para la
pesca, y para su comercio con las provincias vecinas, por que esentos
de codicia, y de ambición, que son por lo común las causas de las
navegaciones largas, no aspiraban a usurpar a otras naciones lo que
legitimamente poseían, ni querían transportar de paises remotos los
metales que no les hacian falta. Los Romanos, apesar de haber
fundado su metrópoli, tan próxima al mar, estubieron 500 años* sin
construir buques, hasta que la ambición de ensanchar sus dominios, y
* " Appio habia empleado toda la diligencia posible en acudir al socorro de
los Mamertinos. Para conseguirlo era necesario pasar el estrecho de Mesina, y
la empresa era no solo temeraria, si no peligrosa, y, según todas las apariencias,
imposible. No tenían los Romanos armada naval, si no barcas groseramente
construidas, por el estilo de las canoas de los Indios." — RoUin, Hist. Rom.
lib. xi.
TOMO II. 2 A
854 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
de apoderarse de la Sicilia, los impulsó a proporcionarse los medios de
pasar el estrecho. ¡ Qué estraño es pues que las naciones America-
nas, que no sentían aquellos estímulos para abandonar su patria, no
inventasen buques, en que poder trasladarse a paises remotos! Lo
cierto es que la falta de construcciones navales no arguye falta de in-
dustria en los pueblos que no las necesitaban.
No puede decirse lo mismo de la invención de los puentes. Mr. de
Paw afirma que ** no habia un solo puente de piedra en toda la Ame-
rica cuando fue descubierta," por que los Americanos no sabian fabri-
car arcos, y que " el arte de hacer cal fue enteramente desconocido
en aquellos pueblos :" tres proposiciones que son otros tantos errores
clasicos. Los Megicanos sabian hacer puentes de piedra, y entre los
restos de su antigua arquitectura, se ven hoi dia en el rio Tula los
grandes, y fuertes pilares del puente que alli habia. Los restos de
los antiguos palacios de Tezcuco, y, aun mucho mas, los temazcalli,
o hipocaustos, descubren el uso antíguo de los arcos, y de las bóvedas
en las naciones de Anahuac. Diego Valadés, que permaneció 30 años
en Megico, adonde fue poco tiempo después de la conquista, nos
muestra en su Retorica Cristiana la imagen de un templo pequeño,
que él mismo vio, y que no deja duda sobre esta materia.
Sobre el uso de la cal, es necesario todo el arrojo de Mr. de Paw,
para asegurar, como asegura, que el secreto de hacerla era descono-
cido en toda la America : pues consta, no menos por la deposición de
los conquistadores Españoles, que por la de los primeros misioneros,
que no solo usaban cal las naciones de Megico, sino quQs blanqueaban
mui bien las casas, y los templos, y pulian primorosamente los muros.
En las obras de Bernal Diaz, de Gomara, de Herrera, de Torque-
mada, y de otros, se ve que los primeros Españoles que entraron en
la ciudad de Cempoala, creyeron que eran de plata los muros del pa-
lacio principal, error a que dio lugar el bruñido resplandeciente de
sus paredes. Últimamente de las pinturas de tributos que están entre
las de la colección de Mendoza, se infiere, que las ciudades de Tepe-
yacac, Tecamachalco, Quecholac, &c. pagaban annualmente al rei
4,000 sacos de cal. Pero aunque no existiera ninguno de estos docu-
mentos, bastarían a demostrar el conocimiento que los Megícanos
tenían de la cal, y a confundir la temeridad de Mr. de Paw, las ruinas
de los edificios antiguos que se ven en Tezcuco, en Mictlan, en Gua-
tusco, y en otros muchos puntos de aquel territorio.
Con respecto al Perú, aunque el P. Acosta confiesa, que aquellos
pueblos no conocían el arte de hacer cal, ni sabian construir arcos, ni
CULTURA DR LOS MEGICANOS. ^56
puentes de piedra, y aunque este solo dato bastase a Mr. de Paw,
para decir, según su execrable lógica, que el uso de la cal era igno-
rado en toda la America, con todo, el mismo Acosta, que no era hom-
bre vulgar, ni exagerador, ni parcial de los Americanos, alaba la ma-
ravillosa industria de los Peruanos en sus puentes de totora, o sea
junco, en la embocadura del lago de Titicaca, y en otros puntos, donde
la gran profundidad del agua no permite la construcción de obras de
mamposteria, y donde la rapidez de la corriente hace peligroso el uso
de los barcos. Asegura haber pasado por aquellos puentes, y enca-
rece la seguridad, y facilidad del paso. Mr. de Paw se aventura a
decir que los Peruanos no conocían ni aun los rudimentos de la nave-
gación ; que no sabian hacer ventanas en los edificios, y aun sospecha
que no tenian techos en los casas : despropósitos de los mas ridiculos
que pueden ofrecerse a la imaginación de un escritor de cosas de
America. Da a entender que no sabe lo que son bejucos, y que no
ha formado idea exacta de los rios de la America Meridional. Mucho
podría decirse acerca de esta estraña confesión : pero tenemos asuntos
mas importantes que discutir.
■■>
Falta de Letras.
Ninguna nación Americana conocía el arte de escribir, si por arte
de escribir se entiende el de espresar en papel, pergamino, tela, u otra
materia semejante, cualquiera especie de palabras, con la diferente
combinación de algunos caracteres : pero si el arte de escribir es el de
significar, representar, o dar a entender las cosas, o las ideas a los
ausentes, y a la posteridad, con figuras, geroglificos, o caracteres, no
hai duda que este arte era conocido, y estaba en gran uso entre los
Megicanos, los Acolhuis, los Tlascaleses, y todas las naciones de Ana-
huac, que hablan salido del estado de barbarie. El Conde de Bufíbn,
para demostrar que la America era una tierra enteramente nueva, y
nuevos también los pueblos que la habitaban, alega como he dicho en
otra parte, que ** aun aquellas naciones que vivian en sociedad, igno-
raban el arte de transmitir los hechos a la posteridad, por medio de
signos durables, apesar de haber descubierto el de comunicarse de
lejos, y de escribirse unos a otros, por medio de nudos." Pero el
arte que empleaban para hablar a los ausentes ¿ no podia también
servir para hablar a la posteridad ? ¿ Qué eran las pinturas históricas
de los Megicanos, si no signos durables que transmitían la memoria
de los sucesos, a los lugares, y a los tiempos remotos ? El Conde de
Buflfon se muestra tan ignorante en la historia de Megico, como sabio
2 a2
356 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
en la historia natural. Mr. de Paw, aunque concede a los Megicanos
el arte que tan injustamente les niega el Conde de BufFon, sin embar-
go, para desacreditarlos, alega innumerables desatinos, algunos de los
cuales no puedo pasar por alto.
Dice pues " que los Megicanos no usaban de g^roglificos; que sus
pinturas no eran otra cosa que representaciones toscas de los obgetos ;
que para figurar un árbol, pintaban un árbol ; que en sus pinturas no
se descubre la menor traza de claro oscuro ; ni la menor idea de pers-
pectiva, ni de imitación de la naturaleza ; que no habian hecho el me-
nor progreso en el arte que empleaban en perpetuar la memoria de los
sucesos ; que la única copia de pinturas históricas Megicanas sustraí-
das al incendio que hicieron los primeros misioneros, fue la que el
primer virrei de Megico envió a Carlos V, la cual publicaron después
Purchas en Inglaterra, y Thevenot en Francia ; que esta pintura es
^tan grosera, y tan mal egecutada, que no se puede dicern^- si trata,
como dice el intérprete, de ocho reyes de Megico, o de ocho concubi-
nas de Moteuczoma," &c.
En todo esto se muestra la ignorancia del investigador, y de su
ignorancia nace su temeridad. Pero ¿ deberá darse mayor crédito a
un filosofo Prusiano, que solo ha visto los malos dibujos de Purchas,
que a los que han visto, y estudiado diligentemente muchas pinturas
originales de los Megicanos ? Mr. de Paw no quiere que los Megica-
nos se sirviesen de geroglificos, por que no se piense que les concede
alguna semejanza con los antiguos Egipcios. El P. Kirker, célebre
investigador, y encomiador de las antigüedades de aquel pMeblo, en su
obra intitulada (Edipus JEgyptiacus, y Adriano Walton, en los prolego-
menos de la Biblia Poliglota, opinan del mismo modo que Mr. de Paw,
y su opinión no tiene otro apoyo que las estampas del mismo Purchas :
pero Motolinia*, Sahagun, Valadés, Torquemada, Enrique Martínez,
Sigüenza, y Boturini, que supieron la lengua Megicana, que consulta-
ron a los Indios, que vieron, y estudiaron con esmero im numero con-
siderable de sus pinturas antiguas, dicen que uno de los medios que
* Toribio de Motolinia en sus MSS, especialmente en la esposicion del calen-
dario Megicano. Bernardino Sahagun en su Diccionario Megicano. Diego Valadés
en su Retorica Cristiana. Enrique Martinez en su Historia de la Nueva España.
Sigüenza en su Ciclografia Megicana, y en su Teatro de virtudes políticas. Tor-
quemada en su Monarqxáa Indiana. Valadés trató a los Megicanos 30 años ; Tor-
quemada mas de 40 ; Motolinia 45, y Sahagun 60. Este fue el hombre mas ins-
truido en los secretos de aquella nación. Se necesita gran orgullo para fiarse
mas a sus propias luces, y estas escasas, que a las de tantos hombres dociisimos.
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 357
los Megicanos empleaban para representar los obgetos, eran los gero-
glificos, y las pinturas simbólicas. Lo mismo testifican Acosta, y Go-
mara en sus Historias ; el Dr. Eguiara en su erudito prefacio de la
Biblioteca Megicana, y los doctos Españoles que publicaron con grandes
adiciones la obra de Gregorio Garcia sohre el origen de los Indios.
El Dr. Sigüenza impugnó victoriosamente al P. Kirker, en su Teatro
de virtudes políticas. Lo cierto es que Kirker se contradice mani-
fiestamente : pues en el primer tomo de la citada obra CEdipus JEgyp-
iiacus, confrontando la religión de los Egipcios con la de los Megicanos,
confiesa claramente que las partes de que se componía la imagen del
dios Huitzilopochtli, tenian muchas significaciones, que eran otros
tantos arcanos, y misterios. Acosta, cuya Historia alaba tan justa-
mente Mr. de Paw, en la descripción que hace de aquella imageD,dice :
" Todos estos ornatos que hemos dicho, y lo demás, que era bastante,
tenian sus significaciones particulares, según declaraban los Megi-
canos ;" y en la descripción del idolo de Tezcatlipoca se espresa en
estos términos : " Sus cabellos estaban atados con una cuerdecilla de
oro, de cuyas estremidades pendia una oreja del mismo metal, con
ciertos vapores de huri/o pintados en ella, los cuales significaban los
ruegos de los atribulados, y de los pecadores que aquel dios escuchaba,
cuando se encomendaban a él. En la mano izquierda tenia un abanico
de oro, adornado con hermosas plumas verdes, azules, y amarillas, tan
relucientes que parecian un espejo : en lo que daban a entender que
en aquel se veia todo lo que pasaba en el mundo. En la mano
derecha tejfíia cuatro saetas para significar el castigo que daba a los
delincuentes por sus atentados, &c." ¿Qué son estas, y otras seme-
jantes insignias de los dioses Megicanos, de que hablo en el libro vi de
la historia, si no geroglificos, y signos no mui diferentes de los que
usaban los antiguos Egipcios ?
Mr. de Paw dice que para significar un árbol, pintaban un árbol.
Hágame el favor de decirme qué es lo que pintaban para representar
el dia, la noche, el mes, el año, el siglo, los nombres de las personas,
y otras mil cosas qué no tienen tipos fijos en la naturaleza? ¿ Como
podian representar el tiempo, si no es por medio de un geroglifico o
emblema? *' Tenian los Megicanos, dice Acosta, figuras, y gerogli-
ficos, con que representaban las cosas de este modo : esto es, las cosas
que tenian figura las significaban con sus figuras ; para las que no
tienen imágenes propias, se servían de otros caracteres, significativos
de aquellas ; asi espresaban cuanto querian, y para determinar el
358 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
tiempo en que ocurría algún suceso, empleaban aquellas ruedas pin-
tadas : cada una de las cuales comprendía un siglo de 52 años."
> Pero he aqui otra piedra de escándalo para la ignorancia del
Prusiano. Burlase de las ruedas de los Megicanos, " cuya esposicion
se atrevió a dar Carreri, fiándose a un profesor Castellano, llamado
Congara, el cual no osó publicar la obra que habia prometido sobre
este asunto, porque sus parientes, y amigos le aseguraron que con-
tenia muchos errores." Parece que Mr. de Paw no sabe escribir sin
disparatar. Aquel profesor en quien se fió Carreri, o sea Gemelli,
no era Castellano, sino Criollo, nacido en la misma ciudad de Megico ;
no se llamaba Congara, sino Sigüenza y Gongora; no dejó de estam-
par su Ciclografia Megicana, que fue la obra de que se sirvió
Gemelli, por temor de la censura del público, si no por los crecidos
gastos de la impresión en aquellos países, que es lo que también ha
estorvado la publicación de otras exelentes producciones, tanto del
mismo escritor, como de otros hombres doctísimos. Decir que los
parientes, y los amigos de Sigüenza lo disuadieron de publicar la
obra, por que contenia muchos errores, no es un error, o equivocación
cometida por descuido, si no una mentira manifiesta, inventada con el
premeditado designio de alucinar al publico. ¿ Quien puede haberle
comunicado tan estrafia anécdota, enteramente ignorada en Megico,
donde es tan cara la memoria, y tan célebre la fama de aquel grande
hombre, y donde los literatos no cesan de deplorar la perdida de
aquellas, y de otras preciosas obras de su mano 1 ; Qué podia temer
Sigüenza de la publicación de las ruedas Megicanas, publ^f^adas ya un
siglo antes por Valadés en Italia, y descritas por Motolinia, Sahagun,
Gomara, Acosta, Herrera, Torquemada, y Martínez, todos Europeos, y
por los historiadores Megicanos, Acolhuís, y Tlascaleses, Ijtlíljochítl,
Chimalpain, Tezozomoc, Niza, Ayala, y otros 1 Todos estos escritores
están de acuerdo con Sigüenza en las esplicaciones de las ruedas Megi-
canas del siglo, del año, del mes, y solo difieren de él acerca de los
principios del año, y de los nombres de algunos meses, por las
razpnes que he indicado en el libro vi de mi Historia. Todos loa que
haíi escrito en esta materia, tanto Españoles, como Americanos, que
son en gran numero, dicen a una voz que los Megicanos, y las otras
naciones de aquellos países se valían de las ruedas para representar su
siglo, su año, y su mes ; que su siglo constaba de 52 años, su año de
365 días, distribuidos en 18 meses de 20 dias cada uno, con 5 días
mas que llamaban Nemontemi ; que en su siglo contaban 4 periodos
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 359
de 13 años ; que los nombres, y caracteres de los años eran solamente
cuatro, a saber : el Conejo, la Caña, el Pedernal, y la Casa, los
cuales alternaban sin interrupción mudando los números, &c.
" No puede ser, dice el investigador Prusiano ; por que estos usos
supondrían una larga serie de observaciones astronómicas, y de cono-
cimientos exactos sobre el arreglo del año solar, lo cual no puede
combinarse con la prodigiosa ignorancia en que estaban envueltos
aquellos pueblos. ¿ Como podian perfeccionar su Cronologia los que
no tenian voces para contar mas alia de diez V Está bien. Luego si
los Megicanos tubieron en efecto aquel modo de coordinar el tiempo,
no deberán llamarse barbaros, y salvages, sino cultos, y cultisimos ;
pues no merece otro epíteto la nación que tiene una larga serie de
observaciones, y de conocimientos exactos en Astronomía. Ahora
bien, la certeza del arreglo del tiempo entre los Megicanos, es una
cosa que no admite duda : por que si el unánime consentimiento de
los escritores Españoles acerca de la comunión de los Megicanos * no
permite dudar de aquella solemnidad religiosa ¿no existe el mismo
consentimiento unánime, añadido al de los escritores Megicanos,
Acolhuis, y Tlascalese:^, en favor del método que tenian aquellas
naciones para el computo de los siglos, de los meses, y de los años, y
de la conformidad de este computo con el curso solar ? Ademas de
que la deposición de los Españoles en esta materia es de gran peso,
pues se empeñaron, como dice Mr. de Paw en desacreditar a los
Americanos hasta el estremo de poner en duda su racionalidad.
Cedamos pues al peso de tantas autoridades ; creamos lo que dicen
los historiadores acerca de las ruedas, y confesemos que los Megi-
canos no estaban sumergidos en la prodigiosa ignorancia que finge
Mr. de Paw. Por lo que hace a la escasez de voces numerales, en
otra disertación haré ver su error, y su ignorancia.
** No puede saberse, dice Mr.de Paw, la significación de las pinturas
Megicanas, por que los Españoles no podian entenderlas sin que se las
declarasen los Megicanos, y ninguno de ellos ha sabido lo bastante para
traducir un libro." \ Cuantos dislates en pocos renglones ! Para que los
Españoles entendiesen el sentido de las pinturas Megicanas, no era ne-
cesario que los Megicanos supiesen la lengua Española, pues bastaba que
* " Confieso que el consentimiento de todos los historiadores Españoles no
permite dudar que estos dos pueblos (Megicano, y Peruano) en la masa enorme
de sus supersticiones, tenian algunos usos que no se diferenciaban mucho de lo
que nosotros llamamos comunión." Investigaciones Filosóficas, tom. ü. Carta a
Mr. * * * sobre la religión de los Americanos.
2&) HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
los conquistadores supiesen la del pais ; ni para esplicar una pintura
se necesita tanto saber como para traducir un libro. Mr.de Paw dice
que la aspereza de la lengua Megicana ha impedido hasta ahora que
los Españoles la pronuncien, y que la estolidez de los Megicanos les
ha impedido aprender el Español : una y otra especie son opuestas
a la verdad. De la lengua Megicana hablaré en otra parte. La
Castellana ha sido siempre comunisima entre los habitantes de
Megico, y hai muchos que la hablan tan correcta y fluidamente como
los mismos Españoles. Muchos de ellos escribieron en Castellano su
historia antigua, y la de la conquista, como puede verse en el catalogo
que se halla al principio de esta obra. Otros tradugeron libros Latinos
en Castellano ; Castellanos en Megicano, y Megicanos en Castellano ;
entre los cuales son dignos dé particular mención D. Fernando Alba
Ijtliljochitl, de quien tantas veces he hablado ; D. Antonio Valeriano
de Azcapozalco, maestro de lengua Megicana del historiador Torque-
mada, que habla de él con grandes elogios, D. Juan Berardo de
Huejotzinco, D. Francisco Bautista Contreras de Quauhnahuac, Fer-
nando Ribas, y Estevan Bravo de Tezcuco, Pedro de Gante, Diego
Adrián, y Agustín de la Fuente de Tlatelolfo*. Sabemos por la
histo^-ia de la conquista que la célebre India Doña Marina aprendió
con estraordinaria prontitud y facilidad la lengua Castellana, y que
hablaba mui bien la Megicana, y la Maya, mas diferentes entre si que
el Francés, el Hebreo, y el Ilirico. Habiendo pues habido en todos
tiempos muchos Españoles que han hablado el Megicano, y muchos Me-
gicanos que han hablado el Español ¿ qué tiene de imposible que los
Megicanos hayan esplicado a los Españoles el sentido de sus pinturas ?
Es cierto que en las copias de las pinturas Megicanas publicadas
por Purchas, y por Thevenot no se ven observadas las proporciones ni
las leyes de la perspectiva: pero es necesario tener presente que
aquellos toscos dibujos están grabados en madera, lo que verosímil-
mente aumentaría los defectos del original. Ni es de estrañar que
las referidas estampas fuesen copias imperfectisimas de las pinturas, si
se observan los descuidos de toda la publicación, pues en ella se
omiten enteramente las pinturas xxi y xxii ; en la mayor parte de
las otras faltan las imágenes de las ciudades, y ademas están transtor-
nadas las de los años correspondientes a los reinados de Ahuitzotl, y
Moteuczoma II, como yo lo he manifestado hablando de las diversas
* Véase sobre este asunto la Monarquía Indiana de Torquemada, el epitome de
\^ Biblioteca Occidental de Pinelo, la Biblioteca Megicana del Dr. Eguira, y el'
Teatro Megicano de Betancourt.
í
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 361
colecciones de pinturas Megicanas que existen en la actualidad.
Boturini, que vio en Megico las pinturas originales de aquellos anales,
y las de la matricula de tributos, copiadas en las obras de Purchas, y
de Thevenot, se lamenta de los grafades defectos que se notan en
estas ediciones. En efecto, basta comparar las publicadas en Megico
el año de 1770 por Lorenzana, con las publicadas en Londres por
Purchas, y en Paris por Thevenot, para conocer la gran diferencia que
reina entre unas, y otras. Yo no me empeño sin embargo en defender
la perfeccioií de las pinturas originales copiadas por Purchas: antes
bien soi de opinión que eran imperfectas como todas las históricas de
.aquellos pueblos, pues los pintores solo se limitaban a los contornos,
y al colorido de los obgetos, sin curarse de la perspectiva, de las
proporciones, ni del claro-oscuro. Ni era posible que observasen
escrupulosamente las reglas del arte, si se atiende a la estraordinaria
prontitud con que pintaban, de lo que dan fe Cortés, y Bernal Diaz,
como testigos oculares. Pero veamos las consecuencias que de todo
esto deduce Mr. de Paw. Los Megicanos no observaban en sus pin-
turas las reglas de la perspectiva : luego no podían por medio de ellas
perpetuar la memoria de los sucesos. Los Megicanos eran malos
pintores : luego no podian ser buenos historiadores. Pero si se quiere
adoptar esta lógica deberemos también decir que los que no tienen
buena letra no pueden ser buenos historiadores, pues las letras son
para los nuestros lo que las pinturas para los Megicanos ; y asi como
pueden escribirse buenas historias con mala letra, asi también pueden
representarsíj bien los hechos historíeos con imágenes toscas : lo esencial
es que se entienda lo que se ha querido espresar.
Mas esto es justamente lo que Mr. de Paw no encuentra en las co-
pias de Purchas. Declara que habiendo confrontado de diversos modos
las figuras con la esplicacion, no halla la menor relación entre aquellas,
y esta, y que asi como en una de ellas se interpretan ocho reyes de
Megico, podrían entenderse del mismo modo ocho concubinas de
Moteuczoma. Esto mismo podría sucpderle si se le presentase el
libro Chun-yum del filosofo Confucio escrito en caracteres Chinos, con
la interpretación al lado en lengua Francesa. Confrontaría de varios
modos los caracteres Chinos con la interpretación, y no hallando la
menor relación entre ellos, diría que como se interpretan allí las nueve
condiciones que debe tener un buen emperador, asi podrían interpre-
tarse las nueve concubinas, o los nueve eunucos que tubo un empe-
rador antiguo; pues tanto entiende de figuras Megicanas como de
caracteres Chinos. Si yo pudiera abocarme con Mr. de Paw le
^2 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
demostraría la relación que hai entre las ideas, y las imágenes de que
se valian los Megicanos para representarlas ; mas pues lo ignora, de-
beria remitirse al juicio de los inteligentes.
Cree o quiere hacemos creer que las pinturas copiadas por Purchas
son las únicas que escaparon al incendio dispuesto por los primeros
misioneros: mas esto es falsisimo, como lo hice ver en el tomo i,
rebatiendo la opinión de Robertson. Las pinturas que se preser-
varon del incendio fueron tantas que ellas suministraron la mayor
parte de los materiales para la historia antigua de Megico, no solo a
los escritores Megicanos, si no a los Españoles. No se fundaban en
otros apoyos, ni documentos las obras de D. Fernando Alba Ijtlil-
jochitl, de D. Domingo Chimalpain, de D. Fernando Alvarado Tezo-
zomoc, de D. Tadeo de Niza, de D. Gabriel de Ayala, y de los otros
que he nombrado en mi catalogo. El infatigable Sahagun se valió
de muchas pinturas para su Historia de la Nueva España. Torque-
mada cita con frequencia las que consultó para su obra. Sigüenza
heredó los MSS, y las pinturas de Ijtliljochitl, y adquirió otras
muchas a sus espensas, y después de haberse servido de ellas, las
dejó por su muerte, con su preciosa librería* al Colegio de S. Pedro,
y S. Pablo de Jesuítas de Megico, donde yo vi, y estudié muchas de
ellas. En los dos últimos siglos se presentaban muchas veces por los
Indios, en los tribunales de Megico, pinturas antiguas, como títulos
de propiedad, o de posesión de las tierras, y para esto habia inter-
pretes instruidos en su significación. Gonzalo de Oviedo hace men-
ción de este uso, en tiempo de D. Sebastian Ramírez fie Fuenleal,
Presidente de la Audiencia de Megico, y por que era de mucha
importancia la inteligencia de aquellos títulos para la decisión de los
pleitos, habia en la universidad de Megico un profesor encargado de
enseñar la ciencia de las pinturas, de los geroglificos, y de los carac-
teres. Las muchas pinturas recogidas por Boturíni, e indicadas en el
catalogo de su museo, impreso en Madrid el año de 1746, como las
que yo he citado en muchas partes de esta obra, prueban que no son
pocas, como pensaron Mr. de Paw, y el Dr. Robertson las que
escaparon del incendio de los misioneros.
Finalmente, para mayor confirmación de lo que llevo dicho, y para
manifestar a Mr. de Paw la variedad de las pinturas Megicanas, estrac-
taré lo que dejó escrito el Dr. Eguiara * en el erudito prefacio de su
* El Dr.E^iara digno de perpetua memoria por su índole amabilísima, por su
incomparable modestia, por su vasta literatura, y por el celo con que trabajó
liasta su muerte en servicio de su patria, nació en Megico a fines del siglo pasa-
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 363
Biblioteca Megicana. " Habia, dice, pinturas lunares, llamadas
Tonalamatl, en que publicaban sus pronósticos acerca de las mudan-
zas del tiempo. De una de ellas se sirvió el Dr. Sigüenza en su
Ciclografia Megicana, como él mismo asegura en la obra que intitu-
ló Libra Astronómica. Otras contenian los horóscopos de los niños,
en que se representaban sus nombres, los signos de su nacimiento, y
su hado, o estrella; de esta clase son las que menciona Gerónimo
Román, en su República del Mundo. Otras eran dogmáticas, que
contenian el sistema religioso de aquellos pueblos ; otras hiátoricas,
otras geográficas. Es cierto que las que se hacian para el uso común,
y familiar eran tan claras, que todos las entendían : pero las que con-
tenian los arcanos de la religión, estaban llenas de geroglificos, que no
estaban al alcance del vulgo. Habia ademas gran diversidad entre
ellas, tanto con respecto a los pintores, como por lo que hace a su
egecucion, a su fin, y a su uso. Las que se destinaban al ornato de
los palacios eran perfectas : pero en las que contenian algún sentido
misterioso, se veian ciertos caracteres, y figuras horribles. Los pinto-
res eran muchos, pero el escribir los caracteres, el componer los
anales, y el tratar de los asuntos relativos a la religión, eran funciones
propias de los sacerdotes." Hasta aqui el Dr. Eguiara.
Sepa pues Mr. de Paw que de las pinturas Megicanas, algunas eran
imágenes simples de los obgetos ; otras, caracteres que no espresaban
palabras, como los de nuestra escritura, si no cosas, como las de los
astrónomos, y algebristas. Algunas pinturas estaban destinadas a
espresar solamente las cosas, o las ideas, o por decirlo asi, a escri-
bir ; y en estas no se curaban de las proporciones, ni de la belleza,
por que se hacian de prisa, para instruir la mente, y no para recrear
los ojos: pero en las que procuraban imitar la Naturaleza, y que so
egecutaban con la lentitud que requieren obras de esta especie, se
observaban las proporciones, las distancias, las actitudes, y las reglas
(lo. Fue muchos años profesor de Teología en aquella universidad, y publicó en un
tomo en folio, algunos tratados teológicos mui apreciados. Fue rector, y luego
canciller de aquel cuerpo literario, y dignidad de aquella iglesia metropolitana,
amado siempre, y reverenciado por toda clase de personas, por la pureza de su
vida, y la solidez de su doctrina. Después de haber renunciado el obispado de
Yucatán a que lo destinó el rei Católico en atención a sus relevantes méritos,
publicó en Megico un tomo en folio de su Biblioteca Megicana, para la cual, ade-
mas de la inmensa fatiga de recoger, ordenar, y perfeccionar los materiales, man-
dó llevar de Paris una gran imprenta, provista de caracteres Romanos, Griegos,
y Hebreos. Su muerte, ocurrida en 1 763, no nos permitió ver terminada aquella
obra, que hubiera hecho mucho honor a su patria.
364 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
del arte, aunque no con tanta perfección como las que admiramos en
los buenos artistas de Europa. Como quiera que sea, yo quisiera que
Mr. de Paw me indicase en el antiguo continente un pueblo bárbaro, o
serai-barbaro que haya empleado tanta industria, y diligencia como los
Megicanos, en eternizar la memoria de sus sucesos.
El Dr. Robertson, hablando de la cultura de los Megicanos en el
libro vii de su Historia, espone los progresos que hace la industria
humana para llegar a la invención de las letras, con cuya combinación
puedan espresarse todas las modificaciones del habla. Estos progre-
sos sucesivos son, según aquel escritor, de la pintura actual al simple
geroglifico ; de este al símbolo alegórico ; del símbolo alegórico al
carácter arbitrario, y últimamente al alfabeto. Si alguno busca en
aquella obra a qué grado llegáronlos Megicanos, no podra ciertamente
adivinarlo, pues el autor habla con tanta ambigüedad que a veces pa-
rece creer que llegaron apenas al simple geroglifico, otras al carácter
arbitrario. Diga lo que quiera, lo cierto es que todos los modos que
cita de representar las ideas, exepto el alfabeto, estaban en uso entre
los Megicanos. Sus caracteres numerales, los significativos de la
noche, del dia, del año, del siglo, del cielo, tle la tierra, del agua, de
la voz, del canto, &c. ¿ no eran acaso verdaderos caracteres arbitrarios,
y convencionales? Llegaron pues al mismo grado que los famosos
Chinos después de tantos siglos de cultura. No hai otra diferencia
entre los unos, y los otros si no que los caracteres Chinos se han mul-
tiplicado con tanto exeso, que no basta la vida de un hombre para
aprenderlos. ^
El mismo Dr. Robertson, lejos de negar, como hace temerariamente
Mr. de Paw, la existencia de las ruedas seculares de los Megicanos,
reconoce su método en el computo de los tiempos, y confiesa que ha-
biendo ellos observado que en 18 meses de 20 dias cada uno, no se
abrazaba el curso completo del sol, añadieron los cinco dias Nemonte-
mi. " Esta gran proximidad, añade, a la exactitud filosófica, muestra
claramente que los Megicanos hablan prestado a las investigaciones
especulativas, la atención que los hombres en estado de salvages no
suelen emplear en semejantes obgetos." ¿ Qué hubiera dicho al saber,
como sabemos, no solo por el gravísimo testimonio del Dr. Sigüenza,
si no por observaciones propias sobre la Cronología Megicana, que
ademas de contar aquellas gentes 365 dias en el año, reconociendo el
exeso de casi seis horas del año solar con respecto al civil, remediaron
esta irregularidad por medio de los 13 dias intercalares, que anadian a
su siglo de 52 años ?
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 96&
Artes de los Megicanos.
Después de haber hecho Mr. de Paw una ignominiosa descripción
del Peni, y de la barbarie de sus habitantes, habla de Megico, " de
cuyo imperio, dice, se han contado tantas maravillas, y falsedades como
las del Perú : pero lo cierto es, añade, que aquellas dos na-
ciones eran casi iguales, ora se considere su gobierno, ora sus
instrumentos, y sus artes. La agricultura estaba en ellas abando-
nada ; la arquitectura era mezquina ; sus pinturas toscas ; sus artes
imperfectas : sus fortificaciones, sus palacios, sus templos, puras
ficciones de los Españoles. Si los Megicanos hubieran tenido fortifi-
caciones, hubieran podido guarecerse de los efectos de las armas de
fiíego, y aquellos seis mezquinos cañones de hierro que llevó consigo
Cortés, no hubieran destruido en un momento tantos baluartes, y trin-
cheras. Los muros de sus edificios no eran otra cosa que grandes
piedras, puestas unas sobre otras. El ponderado palacio, en que resi-
dían los reyes de Megico, era una cabana : por lo que Cortés, no ha-
llando habitación proporcionada en toda la capital de aquel estado que
acababa de someter, se vio en la precisión de mandar construir un pa-
lacio, que todavia subsiste." No es fácil llevar cuenta de los desati-
nos que amontona Mr. de Paw en este pasage : pero dejando aparte
los relativos al Perú, hablemos tan solo de lo que escribe sobre las
artes de los Megicanos.
De su agricultura he hablado lo bastante para hacer ver que no solo
cultivaban vion gran esmero todas las tierras cultivables del imperio,
si no que formaban con maravillosa industria nuevos terrenos, constru-
yendo en la superficie del agua aquellos huertos, y jardines flotantes,
tan celebrados por Españoles, y estrangeros, y que aun admiran los
que navegan en los lagos. También he probado, con la autoridad de
muchos testigos oculares, que no solo cultivaban las plantas útiles al
mantenimiento, y al vestido del hombre, y al alivio de sus males, si no
también las flores, y las otros vegetales, que solo sirven a los placeres
de la vida. Cortés en sus cartas a Carlos V, y Bemal Diaz en su
Historia, hablan con admiración de los famosos huertos de Iztapala-
pan, y de Huajtepec, que uno y otro vieron, y de los que habla tam-
bién el Dr. Hernández, que los vio 40 años después do la conquista.
El mismo Cortés, en su carta al emperador, fecha de 30 de Octubre de
1520, dice: " es cosa grande la muchedumbre de habitantes en estos
paises, que no hai un palmo de tierra que no esté cultivado. ** Es
366 HISTORIA ANTIGUA DE MKGICO.
necesario tener una dosis nada vulgar de testarudez para negar cré-
dito a esta clase de testimonios.
Con los mismos apoyos he hablado de la gran diligencia de los Me-
gicanos en la cria de toda especie de animales ; en cuyo genero de
magnificencia exedio Moteuczoma a todos los reyes del mundo. Era
imposible que aquellas gentes mantubiesen tan estupenda variedad de
cuadrúpedos, aves, y reptiles, sin tener grandes conocimientos acerca
de su naturaleza, de su instinto, de su modo de vivir, &c.
Su arquitectura no era ciertamente comparable con la de los Euro-
peos ; mas era mui superior a la de la mayor parte de los pueblos de
Asia, y África. ¿ Quien osará comparar a las casas, a los palacios, a los
templos, a los baluartes, a los acueductos, a los caminos de los antiguos
Megicanos, no ya las miserables cabanas de los Tártaros, de los Sibe-
rianos, de los Árabes, y de aquellas mezquinas naciones que viven
entre el Cabo Verde, y el de Buena Esperanza, si no los edificios de
Etiopia, de una gran parte de la India, de las islas del Asia, y del
África, y entre ellas el Japón? Basta confrontar lo que han escrito
acerca de la arquitectura de todos estos paises los viageros que los
han recorrido, y examinado, para desmentir a Mr. de Paw, el cual osa
asegurar que todas las naciones Americanas eran inferiores en indus-
tria y sagacidad a los pueblos mas groseros del antiguo continente.
Dice que el ponderado palacio de Moteuczoma no era mas que una
cabana : pero Cortés, Bemal Diaz, y el conquistador anónimo, que
tantas veces lo vieron, dicen todo lo contrario. " Tenia, dice Cortés,
hablando de Moteuczoma, en esta ciudad (de Megico) crsas para su
habitación, tales, y tan maravillosas, que no creo poder espresar su exe-
lencia, y grandeza, por lo que diré tan solamente que no las hai iguales
en España." Asi escribe este conquistador a su rei, sin miedo de que
lo desmientan sus capitanes, y soldados, los cuales tenian a la vista
los obgetos de que se habla. El conquistador anónimo, en su curiosa,
y sincera relación, tratando de los edificios de Megico, se esplica en
estos términos : " había hermosas casas de señores, tan grandes, y
con tantas cuadras, y jardines altos, y bosques, que nos dejaban ató-
nitos. Yo entré cuatro veces por curiosidad en un palacio de Mote-
zuma, y habiendo girado en lo interior, hasta cansarme, no lo vi todo.
Acostumbraban tener al rededor de un gran patio cámaras, y salas
grandísimas, pero sobre todo habia una tan vasta, que dentro de ella
podian estar tres mil hombres sin incomodarse : era tal, que el corredor
que habia encima formaba uoa plazeta, en quie podian correr cañas
CULTURA DE LOS MEGICANOS. dm-
treinta hombres a caballo." De semejantes espresiones usa Bemal
Díaz en su Historia. Todos los historiadores de Megico convienen
en que el egercito de Cortés, compuesto de mas de 6400 hombres,
entre Españoles, Tlascaleses, y Cempoaleses, se alojó todo en el
palacio, que habia sido del rei Ajayacatl, y quedó bastante para la
habitación del rei Moteuczoma, y de su servidumbre, ademas de los
almacenes en que estaba guardado el tesoro del primero de aquellos
dos monarcas. Por los mismos escritores consta la magnificencia, y
bellisima disposición del palacio de los pájaros, y Cortés añade que en
las piezas de aquel edificio podian alojarse cómodamente dos grandes
principes, con todas sus cortes, y describe menudamente sus pórticos,
sus cuartos, y jardines. El mismo Cortés dice a Carlos V que en el
palacio del rei Nezahualpilli en Tezcuco se alojó él con 600 Espa-
ñoles, y 40 caballos, y que era tan grande, que cabian eh él 600 hom-
bres mas. También habla del palacio del señor de Iztapalapan, y de
muchas ciudades alabando su estructura, su hermosura, y su magni-
fíencia. Tales eran las cabanas de los reyes, y señores de Megico.
Decir, como dice Mr. de Paw, que Cortes mandó construir a toda
prisa un palacio, por qhe no hallaba habitación proporcionada en
aquella capital, es un error, que, hablando con mayor propiedad, de-
berá llamarse una mentira. La verdad es que Cortés, durante el ase-
dio de Megico, quemó, y arruinó la mayor parte de su caserío, como él
mismo refiere, con cuyo obgeto, pidió, y obtubo de sus aliados algunos
millares de hombres, que únicamente se empleaban en echar abajo
los edificio^a medida que los Españoles adelantaban, a fin de no dejar
a retaguardia ninguna casa en que pudieran parapetarse los enemigos.
No era pues estraño que el caudillo Español careciese de alojamiento
proporcionado, en una ciudad que él mismo habia destruido : pero esta
destrucción no fue tan general, que no quedasen en pie muchas buenas
casas en el cuartel de Tlatelolco, en que hubieran podido acomodarse
mui bien los Españoles, y todos sus aliados. " Desde que dispuso
nuestro Señor, dice Cortés, que esta gran ciudad de Temijtitan
(Megico) fuese conquistada, no me pareció bien residir en ella, por
causa de muchos inconvenientes : asi que me fui con toda mi gente a
vivir a Cuyoacan." Si fuese cierto lo. que dice Mr. de Paw, Cortés
hubiera dado por motivo de su salida de la capital, la falta de edificios
para su residencia, y la de sus tropas. El palacio de Cortés se cons-
truyó en el mismo sitio en que habia estado el de Moteuczoma. Si
Cortés no hubiese arruinado este, hubiera podido habitar cómodamente
en él, como habitaba Moteuczoma con toda su corte. Ademas es
308 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
falso que exista actualmente el palacio de aquel conquistador, pues se
quemó el año de 1692, en una sedición popular. Pero sobre todo es
falsisimo que los muros de los edificios Megicanos no fuesen mas que
grandes piedras, puestas unas sobre otras, sin ninguna unión : lo con-
'trario demuestran todas los historiadores, y los restos de los edificios
antiguos, de que después hablaré. Asi que no hai en todo el pasage
de Mr. de Paw una sola proposición que no sea un error.
No contento con echar al suelo las casas de los Megicanos, también
se pone a destruir sus templos, y enfadado con Solis por que afirma
que los de Megico eran 2,000 entre grandes, y pequeños, dice:
" Jamas ha habido tan gran numero de edificios públicos en ninguna
ciudad desde Roma a Pekin, por lo que Gomara, menos temerario, o
mas sensato que Solis, dice que, contando siete capillas, no se ha-
llaron en Megico mas de ocho lugares destinados al culto de los Ídolos."
Para que se vea la fidelidad de las citas de Mr. de Paw, copiaré el
pasage de Gomara a que se refiere. " Habia, dice en el capitulo xl,
muchos templos en la ciudad de Megico, esparcidos por las parro-
quias o barrios, con sus torres, y en ellos habia capillas, y altares en
que se ponian los ídolos. Casi todos eran''de la misma forma ; asi
que lo que voi a decir del templo principal, bastará para dar a conocer
todos los otros :" y después de una menuda descripción de aquel gran
templo, ponderando su altura, su amplitud, y su belleza, añade :
" Ademas de estas torres, que se formaban sobre las pirámides, con
sus capillas correspondientes, habia otras cuarenta, y mas, entre gran-
des, y pequeñas, en otros Teocallis * menores que habigj dentro del
recinto de aquel templo principal, los cuales eran todos de la misma
forma que este .... otros Teocallis, o Cues habia en otros puntos de la
ciudad . . . todos estos templos tenían sus casas propias, y sus sacer-
dotes, y sus dioses, con todo lo necesario a su culto, y servicio."
Vemos pues que el mismo Gomara, que según Mr. de Paw, solo
halló en Megico ocho lugares destinados al culto de los ídolos, com-
prendiendo siete capillas, cuenta claramente mas de 40 templos, dentro
del recinto del templo principal, ademas de otros muchos esparcidos
por las parroquias, y barrios. ¿ Quien podra fiarse de ^r, de Paw,
después de tan manifiesta falsedad ?
* TeocalU (casa de Dios) era el nombre que daban los Megicanos a sus tem-
plos. Entre los Españoles, los unos los llamaban Templos, los otros Adoratorios,
los otros, acostumbrados al lenguage de los Sarracenos, Mezquitas, y otros en
ím Cues, palabra tomada de la lengua Haitiana. Los templos pequeños solían
llamarse Humilladeros, o Sacrificaderos.
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 369
Es verdad que Solis mostró poca critica en dar por cierto el numero
de templos que los primeros historiadores espresaron solo por un
calculo congetural; pero también se muestra poco juicioso Mr.de
Paw, en comprender en el número de los edificios públicos las capillas
que los Españoles llamaron templos. De estas habia innumerables.
Todos los que vieron aquel pais antes de la conquista, declaran que
tanto en los pueblos, cuanto en los caminos, y en las montañas, se
veian por todas partes edificios de esta clase, los cuales, aunque pe-
queños, y diferentes en un todo de nuestras iglesias, fueron sin em-
bargo llamados templos por estar consagrados al culto de los ídolos.
Asi en las cartas de Cortés, como en la Historia de Bernal Díaz se
ve que apenas daban un paso los conquistadores en sus espediciones,
sin encontrar un templo o capilla. Cortés dice que contó mas de
400 templos en la ciudad de Cholula. Pero habia una gran diferencia
en las dimensiones de estos edificios. Algunos no eran mas que un
pequeño terraplén, de poca elevación, sobre el cual estaba la capilla
del Ídolo titular. Otros eran realmente estupendos en su altura y
amplitud. Cortés, hablando del templo mayor de Megico, asegura a
Carlos V que no era í^cil describir sus partes, su grandeza, y las
cosas que en él se contenían ; que era tan grande, que dentro del
recinto de la fuerte muralla que lo circundaba, cabía un pueblo de
500 casas. No hablan de otro modo de aquel, y de los otros templos
de Megico, Tezcuco, Cholula, y otras ciudades, Bernal Díaz, el con-
quistador anónimo, Sahagun, y Tobar, que los vieron, y los historia-
dores Megyjanos, y Españoles que escribieron después, y con buenos
informes, y datos seguros, como son Acosta, Gomara, Herrera, Tor-
quemada, Sígiienza, Betancourt, y otros muchos. Hernández des-
cribe una a una las 78 partes de que se componía el templo mayor.
Cortés asegura que entre las altas torres que hermoseaban aquella
gran capital, habia cuarenta tan elevadas, que la menor de ellas no
era inferior en altura a la famosa Giralda de Sevilla. D. Fernando de
Alba Ijtiiljochitl habla en sus MSS de aquella (orre de nueve pisos,
que su célebre abuelo Nezahualcoyotl dedicó al Criador del cielo :
edificio que probablemente es el mismo famoso templo de Tezcutzinco,
que tanto encomia Valadés en su Retorica Cristiana.
Toda esta nube de autoridades depone contra Mr. de Paw : apesar
de las cuales no tiene a bien creer aquella gran multitud de templos
en Megico, " porque Moteuczoma J fue el que dio a aquella villa la
forma de ciudad ; desde el reinado de aquel monarca hasta la llegada
TOMO II. 2 P '
370 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
de los Españoles no habian trascurrido mas de 42 años; espacio que
no basta a construir 2,000 templos."
En primer lugar es falso que Moteuczoma I fue el que dio a Me-
gico la forma de ciudad, pues sabemos por la historia que aquella
capital tenia forma de ciudad desde los tiempos de Acamapichtzin,
primer rei de aquel estado. En segundo lugar es falso que desde el
reinado de Moteuczoma I basta la conquista de los Españoles no tras-
currieron mas qtie 42 años. Moteuczoma empezó a reinar, según he
probado en mi segunda disertación, el año de 1436, y murió en 1464,
y los Españoles no llegaron a Megico antes de 1519 : luego desde el
principio del reinado de aquel principe hasta la llegada de los Espa-
ñoles hubo 83 años, y 55 desde la muerte de Moteuczoma. En tercer
lugar Mr. de Paw se muestra enteramente ignorante de la estructura
de los templos Megicanos, ni sabe cuan grande era el numero de ope-
rarios que concurrían a la construcción de los edificios públicos, y
cuanta su prontitud en llevarlos a cabo. Tal vez se ha visto en Me-
gico construir en una sola noche un pueblo entero (aunque en verdad
solo se componía de cabanas de madera cubiertas de heno) y conducir
a él los nuevos colonos sus familias, sus animales, y sus bienes.
lEfl. cuanto a fortificaciones, es cierto e indudable por el dicho de
Cortés, y de todos cuantos vieron las antiguas ciudades de aquel
imperio*, que los Megicanos, y todas las otras naciones que vivían
en sociedad, usaban murallas, baluartes, estacadas, fosos, y trincheras.
Pero aunque no hiciesen fe tantos testigos oculares, bastarían las
fortificaciones antiguas que aun subsisten en Quauhtochco, ^ Guatusco,
y en Mohajac, de que ya he hablado en otra parte, para demostrar el
error de Mr. de Paw. Es cierto que no eran comparables con las
de Europa, por que ni la arquitectura militar de aquellos pueblos se
habla perfeccionado tanto, ni tenían necesidad de ponerse a cubierto
de la artillería, cuyo uso les era desconocido : pero bastante dieron a
entender su industria, inventando tantas especies de reparos para
defenderse de sus enemigos ordinarios. Quien lea las unánimes
deposiciones de los conquistadores, no dudará de los grandes esfuerzos
que tubieron que emplear para combatir los fosos, y las trincheras de
los Megicanos en el asedio de la capital, apesar de ser exesivo el
* Hablan con mucha frecuencia de las antiguas fortificaciones Cortés en sus
cartas a Carlos V, Pedro Alvarado, y Diego Godoy en sus cartas a Cortés,
Bernal Diaz en su Historia, el conquistador anónimo en su relación, Alfonso
de Ogeda en sus Memorias, y Sahagun en su Historia, todos testigos oculares.
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 371
numero de los aliados, y de tener tantas ventajas los sitiadores en las
armas de fuego, y en los bergantines. La terrible derrota que su-
frieron los Españoles, cuando se retiraron de Megico, no deja lugar a
que se dude de las fortificaciones de aquella capital. No estaba
circundada de murallas, porque tenia bastante para su seguridad con
los grandes fosos que cortaban las calzadas que la unian con tierra
firme, y que eran los únicos puntos por los cuales se podia entrar en
su recinto: mas otras ciudades, cuya situación no era tan ventajosa,
tenian murallas, y otros reparos para su defensa. El mismo Cortés
describe menudamente las fortificaciones de la ciudad de Quauhque-
cholan.
Mas i para qué perder el tiempo en acumular testimonios, y otras
pruebas de la arquitectura de los Megicanos, cuando ellos mismos nos
las han dejado irrecusables en las tres calzadas que construyeron sobre
el lago, y en el antiquisimo acueducto de Chapoltepec un monumento
inmortal de su industria?
Los mismos autores que testifican el estado a qué llegó la arqui-
tectura en aquellos pueblos, acreditan la exelencia de sus plateros, de
sus tegedores, de sus lapidarios, y de los que se empleaban en los
mosaicos, y otras obras de plumas. Fueron muchos los Europeos que
vieron, y examinaron estos trabajos, y se maravillaron de la destreza
de sus artífices. Sus obras fundidas exitaron la admiración de los
plateros de Europa, como afirman muchos * escritores que entonces
vivian, y entre otros el historiador Gomara, que tubo muchas de
aquellas ^ezas en sus manos, y oyó decir a los plateros de Sevilla
que no se creian capaces de imitarlas. ¿ Es tan común el arte de
construir aquellas alajas de que habla en el libro vii de esta historia, y
que celebran unánimemente tantos escritores ? ¿ Hai muchos artífices
en Europa que sepan fundir un pez, con escamas de oro, y plata,
dispuestas alternativamente ? Cortés dice que las imágenes de oro, y
de pluma que vio en Megico eran de tan esquisita labor que no le
parecía posible se hiciesen mejores en Europa ; que en cuanto a las
joyas no se podía entender de qué instrumentos se valían para darles
tanta perfección, y que los trabajos de pluma eran tales, que ni en
cera, ni seda se podían imitar. En su tercera carta a Carlos V^
hablando del botin que cayó en manos de los conquistadores, después
de la toma de Megico, dice que se hallaron unas rodelas de oro, y
plumas, y otras preciosidades de la misma materia, tan maravillosas,
que no siéndole posible dar una exacta idea de su mérito por escrito,
las enviaba a S. M. para que por sus propios ojos se asegurase de su
2 B 2
372 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
exelencia, y perfección. Estoi seguro que no hubiera hablado en
aquellos términos de unos obgetos que enviaba, si no hubieran mere-
cido estos los elogios que de ellos hacia. Casi en los mismos términos
que Cortés, se espresan sobre el mismo asunto, los autores, que
vieron aquellas obras, como Bernal Diaz, el conquistador anónimo.
Gomara, Hernández, Acosta, y otros, de cuyos datos me he valido
para todo lo que he escrito sobre este asunto en mi Historia.
El Dr. Robertson reconoce el unánime testimonio de los antiguos
escritores Españoles, y cree que no tubieron intención de engañar a
los que leyeran sus escritos : pero asegura que todos fueron in-
ducidos a exagerar, por las ilusiones que el calor de su imaginación
les sugería. Con esta bella solución no hai cosa mas fácil que echar
por tierra todo lo que en si contienen las historias. Todos, todos se
engañaron ; sin exeptuar al ilustre Acosta, ni al docto Hernández, ni
a los artífices Sevillanos, ni al rei Felipe II, ni al sumo pontífice
Sisto V, admiradores todos, y encomiadores de aquellas obras maestras
de la industria de los pueblos del Nuevo Mundo. Todos tubieron
caliente la imaginación, y aun aquellos mismos que escribieron pocos
años después de la conquista. Tan solamente*el Escoces Robertson,
y el Prusiano Paw han tenido, después de dos siglos y medio, aquel
temple de fantasía que es necesario para juzgar exactamente de las
cosas ; sin duda por que el frío de los paises en que nacieron habrá
moderado los Ímpetus fogosos de su imaginación.
" Estas descripciones, añade Robertson, no bastan para que for-
memos juicio del mérito de los trabajos de los Megicanos f es nece-
sario considerar los productos de sus artes, como todavía se conser-
van. Muchos de sus adornos de oro, y de plata, como también,
muchos utensilios domésticos están depositados en el magnifico gabi-
nete de curiosidades naturales, y artificiales, que acaba de abrir el rei
Católico : y algunas personas, en cuyo gusto, y juicio debo fiarme, me
han asegurado que estos ponderados esfuerzos del arte de los Megi-
canos, son torpes representaciones de obgetos comunes, o imágenes
de figuras humanas, y de animales, privadas enteramente de gracia, y
propiedad." Y en la nota de este pasage añade : " En la armería
del palacio Real de Madrid se muestran unas armaduras que dicen
ser de Moteuczoma. Componense de unas placas de cobre mui
bruñidas. Los inteligentes las creen Orientales. La forma de los
adornos de plata de que están cubiertas, son figuras de dragones, y
pueden considerarse como apoyos de aquella opinión. En punto a
trabajo, son infinitamente superiores a todos los otros esfuerzos de la
CULTURA DK LOS MEGICANüS. 373
industria Americana, vistos basta ahora. La sola muestra indudable
que yo he visto del arte de los Megicanos en Inglaterra, es una copa
de oro finísimo, que aseguran haber pertenecido a Moteuczoma. En
esta copa se representa un rostro humano. Por una parte se ve el
rostro de frente ; por otro de perfil, y por otro la parte posterior de
la cabeza. Las facciones son gruesas, pero tolerables, y demasiado
tosco el trabajo para que se pueda atribuir a mano Española. Esta
copa fue comprada por Odoardo, Conde de Oxford, cuando se hallaba
en el puerto de Cádiz." Hasta aqui Robertson, a cuyas observaciones
respondo, 1. Que no tubo motivo para creer que aquel tosco trabajo
fuese realmente Megicano. 2. Que tampoco sabemos si las personas
a cuyo juicio creyó deber fiarse Robertson, merecian también nuestra
confianza, pues vemos que aquel escritor se fia con mucha frecuencia
del testimonio de Gages, de Corral, de Ibañez, y de otros autores mui
poco dignos de crédito. También pudo ser que aquellas personas
tubiesen caliente la imaginación, pues según la Índole de la corrom-
pida especie humana, es mas común calentarse la imaginación en
contra, que en favor de una nación. 3. Que es bastante probable
fuesen realmente Megicanas las armas que aquellos inteligentes
creyeron Orientales: pues estamos seguros por el testimonio de todos
los escritores de Megico, que aquellas naciones usaban armaduras de
placas u hojuelas de cobre, y que con ellas se cubrían el pecho, los
brazos, y los muslos, para defenderse de las flechas, y no sabemos que
hayan tenido el mismo uso los habitantes de las islas Filipinas, ni
algún otro,(j)ueblo de los que con ellos teniaíi trafico, y comunicación.
Los dragones representados en aquellas armas, lejos de confirmar,
como cree Robertson, la opinión de los que las tienen por Orientales,
confirman mas bien la mia, pues no ha habido pueblo en el mundo
que haya usado en sus armas las figuras de animales terribles tan
comunmente, como hacían los Megicanos. Ni es de estrañar que
estos tubiesen idea de los dragones, pues también la tenían de los
grifones, como asegura Gomara, el cual dice que algunos áeñores
tenían en sus armas la figura de un grifón, con un ciervo en las
garras. 5. Que aunque sean toscas las imágenes formadas en aquellas
labores de oro, y plata, bajo otro aspecto podrían ser exelentes, mara-
villosas, e inimitables, pues en ellas deben considerarse dos clases de
trabajo que no tienen entre si la menor conexión, a saber : la fundi-
ción, y el dibujo. El famoso pez de que ya he hablado tendría quizas
una forma incorrecta, y desproporcionada, sin que esto disminuya el
374 HISTbRIA ANTIGUA DE MEGICO.
mérito de aquella admirable alternativa de escamas de oro y plata,
hechas en la fundición. 6. Finalmente, el juicio de algunas personas
desconocidas al público, sobre aquellos pocos obgetos de dudoso
origen que están en el gabinete de Madrid, no puede contrapesar la
unánime decisión de todos los historiadores antiguos, que vieron, y
describieron muchos trabajos de aquella especie, indudablemente
Megicanos.
De todo lo que llevo dicho hasta ahora se infiere el gran agravio
que hace Mr. de Paw a los Megicanos, creyéndolos inferiores en in-
dustria, y sagacidad a los pueblos mas incultos del antigux) continente.
El P. Acosta, hablando de los Peruanos, dice : " Si estos hombres
son bestias digalo quien quiera: yo estoi seguro que en aquello a que
se aplican, nos son mui superiores." Esta ingenua confesión de un
Europeo de tan sana critica, y tan imparcial en sus opiniones, vale
algo mas que todas las invectivas de un filosofo Prusiano, y de un
historiador Escocés, mal instruidos uno y otro en las cosas del Nuevo
Mundo, y estrafiamente prevenidos contra los pueblos que lo habitan.
Pero aun concediendo a Mr. de Paw que la industria de los Ameri-
canos en sus artes sea inferior a la de los otros pueblos del mundo,
nada debe inferirse de aqui contra las calidades mentales de aquellos
pueblos, ni contra el clima de sus regiones, siendo cierto e indudable
que la mayor parte de los inventos, y progresos de la industria, se de-
ben mas que al ingenio, a la suerte, a la necesidad, y a la codicia.
Los hombres mas diestros en las artes no son siempre los mas inge-
niosos, si no los que mas necesidades padecen, y los qu^ mas viva-
mente sienten los deseos de adquirir. *' La esterilidad de la tierra,
dice Montesquieu, hace industriosos a los hombres, por que se ven
precisados a proporcionarse de un modo o de otro lo que la tierra les
reusa. La fertilidad de la tierra trae consigo la facilidad de mante-
nerse, y al mismo tiempo la desidia." " La necesidad, dice el mismo
Robertson, es el estimulo, y el conductor del genero humano en el
camino de los inventos." Los Chinos no serian ciertamente tan in-
dustriosos como son, si la exesiva población del pais no hiciese tan
difícil la subsistencia ; ni en Europa se hubieran hecho tantos pro-
gresos en las artes, si hubiese faltado el aliciente de los premios, y la
esperanza de mejorar fortuna en los que las cultivan. Sin embargo
de todo, los Megicanos pueden alegar en su favor muchos inventos
capaces de inmortalizar sus nombres, como son, ademas de sus fa-
mosas fundiciones de metales finos, y sus inimitables mosaicos de
1
CULTURA DK LOS MEGICANOS. 375
plomas, y de conchas, el papel que haciati con algodón, maguei, seda,
y palma de monte* ; sus tintes de colores indelebles: sus hilados, y
tegidos del pelo mas sutil del conejo, y de la liebre ; sus navajas de
afeitar de obsidiana o piedra ¿¿zí/é,- la industriosisima cria de la co-
chinilla, para sacar de este insecto tan preciosos colores ; el esmalte
de los pavimentos de las casas, y otros muchos no menos dignos de
admiración, cuyos pormenores pueden verse en esta obra, y en las de
todos los historiadores de Megico, asi como de los inventos, y pro-
gresos industriales de los Peruanos, dan suficiente idea las obras del
Inca Garcilaso, y del P. Acosta, y las Cartas Americanas de Carli.
Pero ¿qué estrafio es que las naciones civilizadas del nuevo con-
tinente poseyesen aquellas invenciones, y conocimientos, cuando entre
los pueblos barbaros del mismo se han encontrado artes singularísi-
mas, y nunca vistas en Europa. ¿ Qué invento por egemplo mas es-
traordinario que el de domesticar los peces del mar, y servirse de ellos
para pescar otros mas grandes, como hacian los habitantes de las
Antillas? Esta sola prueba de ingenio, y destreza, de que hacen
mención Oviedo -f-. Gomara, y otros autores bastaria para desmentir
las invectivas de Mr. de Paw contra la industria de los Americanos.
Lengua Megicana.
" Las lenguas de America, dice Mr. de Paw, son tan limitadas, y
tan escasas de palabras, que no es posible espresar en ellas ningún
concepto metafisico. En ninguna de ellas se puede contar mas all^
de tres (eio otra parte dice que los Megicanos contaban hasta diez).
No es posible traducir un libro, no ya en las lenguas de los Algonqui-
nes, y de los Guaranis o Paraguayeses, pero ni aun en las de Megico,
y Perú, por no haber en ellas suficiente cantidad de voces para es-
presar nociones generales." El que lea estas decisiones magistrales
del filosofo Prusiano, se persuadirá sin duda que pronuncia su fallo,
después de haber viajado por toda la America, y de haber examinado
todas las lenguas que se hablan en aquel continente : pero no es asi.
Sin salir de su gabinete de Berlin, sabe mejor todo lo que pasa en
* Véase lo que digo sobre el papel en el libro vii. La iavencion del papel es
sin duda mas antigua en America que en Egipto, de donde pasó a Europa. Es
cierto que el papel Megicano no es comparable en finura al Europeo, pero debe
tenerse presente cjue no lo hacian para escribir, si no para pintar.
f El pez de que los Indios se servían para dar caza a otros mayores como en
Europa se usan los halcones para cazar otras aves, es el llamado en aquellas islas
Guaicán, y por los Españoles Reverso. Oviedo describe el modo con que hacian
esta pesca.
376 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
America, que los mismos Americanos, y en el conocimiento de las
lenguas es superior a ios que las hablan. Yo aprendí la Megicana,
y la oí hablar a los Megicanos, por espacio de muchos años, y no
sabia que fuese tan escasa de voces numerales, y de términos signifi-
ficativos de ideas universales, hasta que me descubrió este gran se-
creto Mr. de Paw. Sabia que los Megicanos habiau dado el nombre
de Centzontli (esto es 400) o mas bien el de Centzontlatale (esto es,
el que tiene 400 voces) a aquel pajaro tan célebre por su singular dul-
zura, y por la incomparable variedad de su canto. También sabia
que los antiguos Megicanos contaban por giquipili las almendras de
cacao, que empleaban en el comercio, y sus tropas en la guerra ; asi
que para decir, por egemplo, que un egercito se componía de 40,000
hombres, decian que tenia 5 giquipilis. Sabia yo en fin que los
Megicanos tenian voces numerales para espresar cuantos millares, y
millones querían : pero Mr. de Paw sabe todo lo contrario, y no hai
duda que lo sabrá mejor que yo ; por que yo tube la desgracia de
uacer en un clima menos favorable que el de Prusia, a las opera-
ciones intelectuales. Sin embargo, para satisfacer la curiosidad de
mis lectores quiero ponerles a la vista la serie de nombres numerales
de que se han servido siempre las naciones de Anahuac.
VOCES NUMERALES DE LOS MEGICANOS.
1 Ce.
2 One.
3 Jei.>
4 Nañui.
5 Macuilli.
6 Chicuace.
7 Chicóme.
8 Chicuei.
9 Chiucnahui.
10 Matlactli.
15 Chajtolli.
Con estas voces diversamente combinadas entre si, y con los tres
nombres de Pohualli, o Poalli 20, Tzontli 400, y Giquipilli 8,000,
espresan cualquiera cantidad, como
20 Cempoalli.
40 Ompoalli.
60 Epoalli.
80 Nauhpoalli.
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 377 >
100 Macuilpoalli.
120 Chicuacempoalli.
200, 10 veces 20 Matlacpoalli.
300, 15 veces 20 Caltolpoalli.
De este mismo modo cuentan hasta llegar a 400
400 Centzontli.
800 Onzontli.
1200 Etzontli.
1,600 Nauhtzontli.
2,000 Macuiltzontli.
2,400 ChicuacentzonilL
4,000, 10 veces 400 Matlactzontli.
6,000, 15 veces 400 Caltoltzontli.
Este modo de numerar sigue hasta 8,000.
8,000 Cegiquipilli.
16,000 Ongiquipilli.
24,000 ^ Egiquipilli.
32,000 Nauhgiquipilli.
40,000 Macuilgiquipilli.
48,000 Chicuacengiquipilli.
80,000, 10 veces 8,000 Matlacgiquipilli.
120,000, 15 veces 8,000 Cajtolgiquipilli,
160,000, 20 veces 8,000 Cempoalgiquipilli.
320,0db, 40 veces 8,000 Ompoalgiquipilli.
3,200,000, 400 veces 8,000 Centzontgiquipilli.
6,400,000, 800 veces 8,000 Ontzongiquipilli.
32,000,000, 4,000 veces 8,000 Matlactzongiquipilli.
48,000,000, 6,000 veces 8,000 Caltoltzongiquipilli* .
En este catalogo de voces numerales Megicanas se echa de ver qué
los que, según Mr. de Paw, no tenian palabras para contar mas alia
de tres, podian contar, a lo menos, hasta 48,000,000. Del mismo
modo me seria fácil rebatir el error do Mr. de La Condamine, y del
mismo Mr. de Paw, alegando el egemplo de otras muchas lenguas de
America, aun de las que se usaban por pueblos que se creían general-
mente barbaros. Actualmente se hallan en Italia personas mui practicas
* Dige que podian contar hasta 48,000,000 cuando menos, por que pueden
contar mayores cantidades, pero necesitan emplear palabras mas largas, y lo
dicho basta para desmentir a Mr. de Paw. »!:«■
tS7ñ HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
en las cosas del Nuevo Mundo, y que pueden dar razón de mas de 60
lenguas Americanas : pero todo esto serviría tan solo para cansar la
paciencia de los lectores. Entre los materiales que he recogido para
esta obra, tengo los nombres numerales de la lengua Araucana, que
con ser de una nación mas guerrera que culta, tenia voces para contar
millones*.
No es menor la equivocación de Mr.de Paw en afirmar que las
lenguas Americanas no pueden espresar conceptos metafisicos; no-
ticia que ha sacado de la obra dé Mr.de la Condamine. *• Tiempo,
dice este filosofo, hablando de las lenguas Americanas, duración,
espacio, ser, sustancia, materia, cuerpo, todas estas palabras, y otras
muchas carecen de equivalente en aquellos idiomas. No solo los
nombres de los seres metafisicos, si no también los de las ideas morales
carecen de voces propias, y solo pueden espresarse aquellos concep-
tos, mui imperfectamente y con largas circumlocuciones." Pero
Mr. de la Condamine sabia tanto de lenguas Americanas como Mr.
de Paw, y sin duda se informó de algún hombre ignorante, como
sucede tantas veces a los viageros. Yo estoi intimamente convencido
de que muchas lenguas Americanas no tienen esa escasez de voces
def que hablan aquellos escritores : pero dejando esto por ahora, hable-
mos solo de la Megicana, que es el principal obgeto de la disputa.
Es cierto que los Megicanos no tenian voces para espresar los con-
ceptos de la materia, de la sustancia, del accidente, y otros seme-
jantes: pero también es cierto que ninguna lengua de Asia, y de
Europa las tenia, hasta que los Griegos empezaron a «^ormar ideas
abstractas, y a inventar voces para espresarlas. El gran Cicerón, que
tan bien sabia su lengua Latina, y que floreció en tiempo de su mayor
perfección, aunque la creia mas abundante que la Griega, trabajó
mucho en sus obras filosóficas en hallar voces correspondientes a las
ideas metafisicas de los Griegos. ¡ Cuantas veces no se vio obli-
gado a crear términos nuevos, equivalentes en algún modo a los
Griegos, por que no los hallaba en su idioma nativo ! Y aun en la
actualidad, después que aquella lengua se ha enriquecido con muchas
palabras inventadas por Cicerón, y por otros doctos Romanos, que a
su egemplo se dieron al estudio de la filosofia, le faltan espresiones
* Mari, en lengua Araucana vale 10; Pataca 100; Huaranca 1,000, Pata-
chuaranca 100,000; Maripatacahnrancu, 1,000,000. Después de escrita esta diser-
tación he adquirido la serie de voces numerales de la lengua Otomite, que aunque
se cree una de las mas imperfectas de America puede espresar todo numero de
millares.
CULTURA DE LOS MB6IGANOS. 379
correspondientes a muchos conceptos metafisicos, y para darlos a
entender, tiene que echar mano del bárbaro lenguage de las escuelas.
Ninguna de las lenguas que hablan los filósofos de Europa tenia voces
significativas de la sustancia, del accidente, y de otros conceptos
semejantes, por lo que fue necesario emplear las Griegas, y Latinas.
Los Megicanos antiguos, que no se aplicaron al estudio de la Meta-
física, merecen alguna disculpa por no haber inventado el lenguage
propio de aquella ciencia : no es sin embargo tan escasa su lengua de
voces significativas de ideas generales como Mr. de la Condamine
asegura que lo son las de los pueblos de la America Meridional:
antes bien afirmo que hai pocas lenguas mas capaces de espresar las
ideas metafisicas, que la Megicana, por que es difícil hallar otra en
que tanto abunden los nombres abstractos. Pocos son los verbos que
tiene de que no puedan formarse nombres verbales correspondientes
a los Latinos en io, y pocos los nombres sustantivos, y adgetivos, de
que no se formen nombres abstractos, que espresan el ser, o la quidi-
tas de las escuelas. No encuentro la misma facilidad en el Hebreo,
en el Griego, en el Latin, en el Francés, en el Ingles, en el Italiano,
en el Español, y en el Portugués, de cuyos idiomas me parece tener
el conocimiento necesario para hacer la comparación. Para ilustrar
mas este asunto, y satisfacer la curiosidad de los lectores, daré aqui
algunas de aquellas voces, que suelen oirse en boca de los Indios mas
groseros.
CATALOGO DE VOCES MEGICANOS
QUE SIGNIFICAN IDEAS METAFÍSICAS Y MORALES.
Cosa Tlamantli.
Esencia Geliztli.
Bondad Qualloti.
Verdad Neltiliztli.
Unidad Cetiliztli.
Dualidad Ometiliztli.
Trinidad Geitiliztli.
Dios Teotl
Divinidad Teojotl.
Reflexión Nejolnonotzaliztli.
Previsión TlachtopaitlaliztlL
Duda Nejoltzotzonaliztli.
Recuerdo Tlalnamiquiliztli.
Olvido Tlalcahualiztli.
Amor Tlazo tlalizt li .
HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
Odio Tlacocoliztli.
Temor TlamauJitiliztli.
Esperanza Netemachiliztli.
El que tiene todas cosas { ^%"^-
Nahuaque.
Aquel por quien se vive Ipalnemoani.
Incomprensible Amacicacaconi.
Eterno Cemicacgeni.
Eternidad Cenmancangeliztli.
Tiempo Cahuitl.
Creador de todo Cenjocojani.
Omnipotente Oenhuelitini.
Omnipotencia Cenhueliciliztli.
Persona TlacatL
Personalidad Tlacajotl.
Paternidad Tajotl.
Maternidad Nanjotl.
Humanidad Tlacticpactlacajotl.
Alma Tejolia.
Mente Teijtlamatia.
Sabiduría Tlamatiliztli.
Razón Ijtlamachiliztli.
Compreension Ijagiliztli.
Conocimiento Tlaigimatiliztli.
Pensamiento Tlanemiliztli. ,,
Dolor Necocoliztli.
Arrepentimiento Nejoltequipacholiztli.
Deseo Ellehutliztli. >
y-^ T /• Qualtihuani.
X Jectihuani.
Malicia Aquallotl.
Fortaleza Tolchicahualiztli.
Templanza Tlaijjejecoliztli.
Prudencia Jollomachiliztli.
Justicia Tlamelahicacachicahualiztli.
Magnanimidad Jolhueliztli.
Paciencia Tlapaccaihijohuiliztli.
Liberalidad Tlanemactiliztli.
Mansedumbre Paccanemiliztli.
Benignidad Tlatlacojotl.
Humildad Necnomatiliztli.
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 381
Gratitud Tlazocamatiliztli.
Soberbia Nepohualiztli.
Avaricia Teogehuacatiliztli.
Envidia Negicoliztli.
Pereza Tlatzihuiliztli.
Por la exesiva cantidad de estas voces que forman el caudal de la
lengua Megicana ha sido mui fácil espresar en ella los misterios de
nuestra Religión, y traducir algunos libros de la sagrada Escritura,
entre otros los Proverbios de Salomón, y los Evangelios, los cuales,
como la Imitación de Cristo de Tomas Kempis, y otros semejantes,
que se leen hoi en aquel idioma, contienen un vasto caudal de voces
significativas de ideas metafísicas, y morales. Son tantos los libros pu-
blicados en lengua Megicana sobre la Religión, y la Moral Cristiana,
que con ellos solos podria formarse una buena librería. Al fin de esta
disertación daré un catalogo de los principales autores de que me
acuerdo, no menos para confirmar cuanto llevo dicho, que en testimo-
nio de gratitud a sus desvelos. Algunos de ellos han publicado un
gran numero de obras, que yo mismo he visto. Otros, para facilitar a
los Españoles la inteligencia de la lengua Megicana, han compuesto
Gramáticas, y Diccionarios de esta.
Lo que digo del Megicano, se puede afirmar igualmente de las
otras lenguas que se hablaban en aquellos dominios, como la Otomita,
la Matlazinca, la Mijteca, la Zapoteca, la Totonaca, y la Popoluca,
pues tambiera se han compuesto Gramáticas, y Diccionarios dé todas
ellas, y en todas se han publicado tratados de Religión, como se vera
en dicho catalogo.
Los Europeos que han aprendido el Megicano, entre los cuales hai
Italianos, Franceses, Flamencos, Alemanes, y Españoles, le han tri-
butado grandes elogios, y algunos la han encomiado hasta creerla
superior a la Griega, y a la Latina como en otra parte he dicho.
Boturini afima que "en la urbanidad, en la cultura, y en la subli-
midad de las espresiones, no hai lengua alguna que pueda serle
comparada." Este escritor no era Español, si no Milanes; no era
un hombre vulgar, si no critico, y erudito ; sabia mui bien a lo menos
el Latin, el Italiano, el Francés, el Español, y del Megicano lo sufi*
cíente para formar un juicio comparativo. Reconosca pues su error
Mr. de Paw, y aprenda a no pronunciar en las materias que ignora.
Una de las pruebas de que el Conde de Buffon echa mano en apoyo
de la reciente organización de la materia en el Nuevo Mundo, es que
9&2 HlSTttRIA ANTIGUA DK MEGICO.
los órganos de los A.mericanos son ásperos, y sus idiomas barbaros.
" Véase, dice, la lista de sus animales, cuyos nombres son de tan difí-
cil pronunciación, que parece increíble haya habido Europeos que se
hayan tomado el trabajo de escribirlos." Yo no rae maravillo tanto de
su trabajo en escribirlos, como de su descuido en copiarlos. Entre
los autores Europeos que han escrito la historia natural, y civil de
Megico, en Europa, no he hallado uno solo que no haya alterado con-
siderablemente los nombres de las personas, de los animales, y de las
ciudades, desfigurandolos de tal manera, que a veces es enteramente
imposible adivinar lo que querian decir. La Historia de los animales
de Megico pasó de los manos de su autor el Dr. Hernández, a las de
Nardo Antonio Recchi, que no sabia una palabra del Megicano ; de
las de Recchi a las de los Académicos Linceos de Roma, que la pu-
blicaron con notas, y disertaciones, y esta fue la obra de que se valió
el Conde de BuíFon. Era imposible que se conservasen los verdade-
ros nombres de los animales, pasando por tantos Europeos que igno-
raban la lengua del pais. Para convencerse de las alteraciones que el
mismo Conde de Buffon introdujo en aquellos nombres, basta compa-
rar los que escribe en su Historia Natural, con los que se leen en la
edición Romana de Hernández. Generalmente hablando, es cierto
que la dificultad que hallamos en pronunciar una lengua, a la cual no
estamos acostumbrados, especialmente si sus articulaciones no son
semejantes a las mas frecuentes en nuestro propio idioma, no prueba
de ningún modo que aquella sea barbara. Esa misma dificultad -que
el Conde de Buffon encuentra en la pronunciación de lai'engua Megi-
cana, hallan los Megicanos en la pronunciación de la Francesa. Los
que están acostumbrados a la Española, esperimentan gran trabajo en
pronunciar la Polaca, y la Alemana, y las tienen por las mas ásperas,
V duras de todas. La lengua Megicana no fue la de mis padres, ni yo
la aprendí en la infancia : sin embargo todos los nombres Megicanos
de animales que el Conde de Buffon copia en su obra, como prueba
de la barbarie de aquella lengua, me parecen, sin comparación, de
mucho mas fácil pronunciación, que otros de lenguas Europeas de que
también hace uso*. Lo mismo dirán los Europeos que no están aeos-
* Véanse los nombres siguientes que el Conde de Buffon usa, y compárense
con los Megicanos aun alterados por él : —
Baurdmannetjes. Miszorzechowa. Niedzuñedz.
Brandhirts. Stachelschwein. Przawiaska.
Chemikskarzecsek. Sceheuschlafer . Meerschwein.
Ildgiersdktr. Sterzeczleck. Sczurcz.
CULTURA DE LOS MUGICANOS. 9tt
tiimbrados a los idiomas de que los saca, y no faltará quien se mara-
ville de que aquel naturalista se haya tomado el trabajo de copiar
aquellas voces, capaces de arredrar al escritor mas animoso. Como
quiera que sea, cuando se trata de lenguas estrangeras, debemos
referirnos al juicio de los que las saben, y no a la opinión de los que
las ignoran.
Leyes de los Megicanos.
Queriendo Mr. de Paw desmentir la antigüedad que Gemelli atri-
buyó por equivocación a la capital de Megico, alega la anarquía de
su gobierno, y la escasez de sus leyes, y tratando del gobierno de los
Peruanos, dice " que no puede haber leyes en un estado despótico, y
que aunque las haya habido en algún tiempo, es imposible analisarlas
en el dia, por que no las conocemos, ni podemos conocerlas, por que
nunca fueron escritas, y su memoria debia perecer con la muerte de los
que las sabian."
Hasta ahora nadie habia hecho mención de la anarquía de Megico:
para este gran descubrimiento ha sido necesario que venga al mundo
Mr. de Paw, cuyo cerebro parece singularmente organizado para en-
tender las cosas al revés que todos las entienden. Todos los que han
leido algo saben que los pueblos Megicanos vivian bajo la autoridad de
ciertos señores, y todo el estado bajo la de un gefe supremo que era
el rei de Megico. Todos los autores hablan del gran poder de que
gozaba aquel soberano en los negocios públicos, y del sumo respeto con
que lo acata^n sus vasallos. Si esto es anarquia serán sin duda anár-
quicos todos los Estados del mundo.
El despotismo no se coüocio en Megico hasta los últimos años de la
monarquía. En los tiempos anteriores, siempre hablan los reyes ob-
servado las leyes promulgadas por sus predecesores, y cuidaban con
gran celo de su egecucion. Aun en los tiempos de Moteuczoma II,
que fue el único rei verdaderamente despótico, los magistrados juzga-
ban según las leyes del reino, y el mismo Moteuczoma castigaba seve-
ramente a los transgresores, abusando tan solo de su poder en lo que
podia contribuir al aumento de su opulencia, y de su autoridad.
Estas leyes no eran escritas : pero se perpetuaban en la memoria de
los hombres por la tradición, y por las pinturas. No habia subdito
alguno que las ignorase : por que los padres de familia no cesaban de
instruir en ellas a sus hijos, a fin de que huyendo de la transgresión,
evitasen el castigo que le estaba señalado. Eran infinitas las copias
de las pinturas Megicanas en que se espresaban las disposiciones de
384 HISTORIA ANTIGUA DE MEGIGO.
las leyes vigentes, pues aun han quedado muchas que yo he visto, no
obstante haber sido tan furiosamente perseguidas por los Españoles. Su
inteligencia no es difícil para los que conocen los signos, y figuras de
que los Megicanos se vallan para representar las cosas, y saben su
lengua, y la significación de sus caracteres : mas para Mr. de Paw,
deben ser tan oscuras como las leyes de los Chinoá, escritas en carac-
teres de aquella nación. Ademan de que, después de la conquista,
muchos Megicanos escribieron las leyes de Megico, Acolhuacan, Tlas-
cala, Michuacan, &c., en los caracteres de nuestra escritura. Entre
otros D. Fernando de Alba Ijtliljochitl escribió en lengua Española
las 80 leyes promulgadas por su célebre abuelo el rei Nezahualcoyotl,
como he dicho en la Historia. Los Españoles indagaron las leyes, y
usos antiguos de aquellas naciones con mas diligencia que las otras
partes de su organización social, por que su conocimiento importaba
mucho al gobierno Cristiano, civil, y eclesiástico, especialmente con
respeto a los matrimonios, a las prerrogativas de la nobleza, a la cua-
lidad del vasallage, y a la condición de los esclavos. Se informaron
verbalmente de los Indios mas instruidos, y estudiaron sus pinturas.
Ademas de los primeros misioneros, que trabajaron con gran fruto en
esta empresa, D. Alfonso Zurita, uno de los principales jueces de Me-
gico, docto en la legislación, y práctico en aquellos paises, hizo esme-
radas indagaciones, por orden de los reyes Católicos, y compuso la
útilísima obra de que hice mención en el catalogo de los escritores de
las cosas antiguas de Megico. Asi es como pueden saberse las leyes
de los antiguos Megicanos sin necesidad de que ellos ¿las hubiesen
dejado por escrito.
Pero ¿ qué leyes? " Dignas muchas de ellas, dice Acosta, de nues-
tra admiración, y que podian servir de modelo a los pueblos Cristia-
nos." En primer lugar, era mui sabia y prudente la constitución del
estado en lo relativo a la sucesión de la corona, pues al mismo tiempo
que evitaba los inconvenientes inseparables de la sucesión hereditaria
escluia los que siempre se han esperimentado en la electiva. Debia
ser elegido un individuo de la familia real, para conservar el esplendor
del trono, y alejar de tan alta situación a todo hombre de bajo naci-
miento. No sucediendo el hijo, si no el hermano, no habia peligro que
tan eminente e importante dignidad estubiese espuesta a la indiscreción
de un joven inesperto, ni a la malignidad de un regente ambicioso.
Si los hermanos hubieran debido suceder según el orden de su naci-
miento, tal vez hubiera tocado la corona a un hombre inepto, incapaz
de gobernar, esponiendose también al riesgo de que el heredero pre-
CUIiTURA I)K LOS MKOICANOS. 385
snntivo maquinase contra la vida del soberano para anticipar la suce-
sión. La elección evita uno y otro inconveniente. Los electores
escogian entre los hermanos del rei muerto, y si no había hermanos,
entre los hijos de los reyes predecesores, el mas digno de ponerse a la
cabeza de la nación. Si hubiera pertenecido al rei el nombramiento
de los electores, hubiera designado los mas favorables a sus designios,
procurando cautivar sus sufragios en favor del hermano preferido, y
quizas también en favor de su hijo, hollando las leyes fundamentales
del estado ; pero no era asi, pues el cuerpo de la nobleza nombraba
los electores, y ella representaba la opinión, y los votos de toda la
nación. Si el empleo de elector hubiera sido perpetuo, no hubieran
hallado dificultad los electores, abusando de su autoridad, en apode-
rarse de la monarquía ; pero como el voto electoral terminaba en la
primera elección, y entonces se nombraban otros electores para la
siguiente, no era tan fácil que la ambición se abandonase a la egecu-
cion de sus proyectos. Finalmente, para evitar otros inconvenientes,
los verdaderos electores no eran mas de cuatro, hombres de la primera
nobleza, de acreditada prudencia, y de notoria probidad. Es cierto
que aun con todas estas precauciones no siempre se conseguía evitar
desordenes, y sobornos : pero i hai alguna clase de gobierno entre los
hombres que no esté espuesto a mayores males ?
La nación Megicana era guerrera, y necesitaba por tanto de un
gefe experto en el arte de la guerra. ¿ Qué arbitrio podía inventarse
mas eficaz para conseguir aquel fin, que el de no conferir la corona,
si no al que por sus méritos hubiese obtenido antes el cargo de general
de egercito, y de no coronar si no al que después de la elección hu-
biese tomado en la guerra las victimas que, según su sistema de reli-
gión, debían sacrificarse en las fiestas de aquella solemnidad?
La prontitud con que loS Megicanos sacudieron el yugo de los
Tepaneques, y la gloría que adquirieron con sus armas en la conquista
de Azcapozalco, debían exítar naturalmente la rivalidad, y la descon-
fianza de sus vecinos, y especialmente del rei de Acolhuacan, que
había sido, y era el mayor potentado de aquellas regiones ; a lo que
se añadía que estando aun vacilante el trono de Megico, necesitaba
de fuertes apoyos que lo sostubiesen. El rei de Acolhuacan, que
acababa de recobrar, con el ausilío de los Megicanos, la corona de
qué lo había despojado el tirano Tezozomoc, debía temer que algún
subdito poderoso, siguiendo las huellas de aquel usurpador, exitase a
la rebelión una parte de sus pueblos, y lo privase, como sucedió a su
padre, de la corona, y de la vida. Mas graves debían ser los temores
TOMO II. 2 c
386 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
del rei de Tlacopan, que ocupaba un trono recien erigido, y cuyo
poder no era considerable. Cada uno de estos dos monarcas, por si
solo, no gozaba de mucha seguridad, y debia desconfiar de los otros
dos : pero unidos los tres formaban un poder invencible. ¿ Cual fué
pues el partido que tomaron ? El de formar una triple alianza que
aseguraba a cada uno, contra la ambición de los otros dos, y a los tres
contra la rebeldía de sus subditos. A este pacto se deben la consoli-
dación de los tronos de Acolhuacan, y de Tlacopan, y las conquistas
que hicieron los Megicanos ; y la unión de los tres estados fue tan
firme, y estubo tan bien ordenada, que no se deshizo, ni vaciló jamas,
hasta la llegada de los Españoles. Este solo rasgo de política, de-
muestra suficientemente el dicernimiento, y la sagacidad de aquellos
pueblos : pero aun hai otros muchos, de que no podría hacer mención,
sin repetir una gran parte de lo que he dicho en mi Historia.
El orden judicial de los Megicanos, y de los Tezcucanos, nos ofrece
también útiles lecciones de arregloy de justicia. La diversidad de grados
en los jueces contribuía al buen orden, y a la subordinación de la ma-
gistratura ; su asidua frecuencia a los tribunales, desde el rayar del día
h^sta la noche, abreviaba los procesos, y apartaba a los jueces de mu-
chas practicas clandestinas, que hubieran podido prevenirlos en favor
de algunas de las partes. La pena de muerte prescrita contra un
gran numero de prevaricadores ; la puntualidad de su egecucion, y la
vigilancia de los soberanos retenían a los magistrados en los limites
de su obligación, y los suministros que se les hacían, por cuenta del
monarca, de todo lo que bastaba a satisfacer sus necesída#'es, los hacia
inescusables, y los ponía al abrigo de la corrupción. Las reuniones
que se celebraban de veinte en veinte días, presididas por el rei, y
particularmente la asamblea general de la magistratura, que se veri-
ficaba de ochenta en ochenta días, para terminar las causas pen-
dientes, ademas de evitar los grandes males que acarrea la lentitud de
los juicios, ofrecía a los jueces una ocasión oportuna de comunicarse
reciprocamente sus luces, y sus observaciones. De este modo el rei
conocía a fondo a las personas a quienes ha^ia encargado aquellas
elevadas funciones ; la inocencia tenia mas recursos, y el aparato del
juicio daba mayor influjo, y acarreaba mas respeto a los tribunales.
Aquella leí que permitía la apelación del tribunal Tlacatecatl, al
Cihuacoatl en las causas criminales, y no en las civiles, manifiesta
que los Megicanos, respetando las leyes de la humanidad, conocían
que se necesitaba mayor numero de pruebas para creer a un hombre
culpable, que para declararlo deudor. En los juicios crimínales no se
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 387
admitía otra prueba contra el reo que la deposición de los testigos.
Jamas emplearon la tortura para arrancar al inocente, a fuerza de
dolor, la confesión del crimen que no había cometido ; jamas se valie-
ron de aquellas barbaras pruebas del duelo, del fuego, del agua hir-
viendo, y otras semejantes, que fueron la legislación dominante de los
pueblos Europeos, y que hoi no podemos leer sin horror en las histo-
rias. " No habrá quien no se maraville, dice sobre este asunto Mon-
tesquieu, que nuestros abuelos hiciesen depender el honor, el bienestar,
y la propiedad de las ciudadanos de ciertas practicas que no entraban
en la jurisdicción de la razón, si no que pertenecían esclusivamente a
la suerte ; y que empleasen continuamente pruebas que nada proba-
ban, y que no tenían la menor conexión con la inocencia ni con el
delito." Lo que decimos ahora de este genero de pruebas, dirá la
posteridad de la tortura, y las generaciones futuras no cesaran de ad-
mirar que este bárbaro arbitrio haya sido tanto tiempo un uso general
de la parte mas civilizada del mundo. El juramento era prueba de
mucho peso en los juicios de los Megicanos, como ya he dicho, pues
no creían que pudiese habej- perjuros, estando persuadidos de los terri-
bles castigos que los dioses imponían infaliblemente a este crimen :
pero no sabemos que esta prueba se admitiese al actor contra el reo,
si no solamente al reo para su justificación.
Castigaban severamente todos aquellos delitos que repugnan parti-
cularmente a la razón, y que son perjudiciales al estado, como el de
lesa-magestad, el homicidio, el hurto, el adulterio, el incesto, y los
otros exesos Je esta clase contra la naturaleza ; el sacrilegio, la em-
briaguez, y la mentira. Obraron sin duda sabiamente en no dejar
impunes estos atentados : pero traspasaron los limites en la imposición
de las penas, pues estas eran exesivas, y crueles. No pretendo escu-
sar las faltas de aquella nación : mas tampoco puedo disimular que de
todo lo que se halla reprensible en su legislación, se encontrarán
egemplos en los pueblos mas famosos del antiguo continente, y egera-
plos que si se comparan con las instituciones de los Megicanos harán
parecer a estas suaves, y conformes a la razón. " Las célebres leyes
de las doce tablas, dice Montesquíeu, están llenas de disposiciones
cruelísimas ... en ellas se ve el suplicio del fuego, y las penas son
siempre capitales." Y sin embargo esta es la celebradísima compila-
ción que hicieron los Romanos de lo mejor que habían encontrado en
los pueblos Griegos. Y si esto era lo mejor de la cultísima Grecia
i qué seria lo que no era tan bueno ? ¿ Qué habrá sido la legislación
2c2
388 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
de aquellos pueblos que ellos llamaban barbaros? ¿ Cual lei mas in-
humana y cruel que aquella de las doce tablas que permitía a los
acreedores descuartizar al deudor que no pagaba, llevándose cada
cual una parte de su cuerpo en satisfacción de la deuda*? Y esta lei
no se promulgó en Roma en los groseros principios de aquella famosa
ciudad, si no 300 años después de su fundación. Y por el contrario
I qué disposición mas inicua que aquella del famoso legislador Licurgo
que permitia el hurto a los Lacedemonios ? Los Megicanos castigaban
este delito tan pernicioso a la sociedad : pero no le imponian la pena
capital, si no cuando el ladrón no estaba en estado de satisfacer, y
pagar la ofensa con su libertad, o con sus bienes. No era asi con los
robos cometidos en los sembrados, por que estando estos por su situa-
ción mas espuestos a la rapiña, tenian mas necesidad de la custodia de
las leyes : pero esa misma lei que imponía la pena de muerte al que
robaba una cierta cantidad de frutas, o de granos, permitia a los cami-
nantes necesitados tomar de ellos lo que necesitaban, para socorrer la
urgencia presente ¡ Cuanto mas racional no era esta disposición que
la de las doce tablas, que condenaba sin distinción a la pejia de horca
a' todo el que tomaba algo en los sembrados agenos'f'!
La mentira, aquel pecado tan pernicioso a la sociedad, se deja
comunmente impune en la mayor parte de los paises del antiguo con-
tinente, y al mismo tiempo se castiga en el Japón con pena capital.
Los Megicanos se alejaron prudentemente de uno, y otro estremo.
Sus legisladores, bien instruidos en el genio, y en las inclinaciones de
la nación, conocieron que si no se prescribían penas grtves contra la
mentira, y contra la embriaguez, carecerían los hombres de juicio para
satisfacer sus respectivas obligaciones, y faltaría siempre la verdad en
los tribunales, y la fidelidad en los contratos. La experiencia ha hecho
conocer, cuan perjudicial sea a los mismos pueblos Megicanos, la im-
punidad de estos dos delitos.
Pero en medio de su severidad, los Megicanos cuidaron de no con-
fundir al inocente con el culpado en la aplicación de las penas.
Muchas leyes de Europa, y de Asia prescribieron el mismo castigo al
reo de alta traición, y a toda su familia. Los Megicanos castigaban
aquel crimen con pena capital : pero no privaban de la vida a Ips
* " Si plures forent, quibus reus esse judicatus, secare si vellent, aeque partiti
Corpus addicti sibi hominís permiserunt."
t " Qui fru^em aratro qu^esitam furtim nox pavit secuit ve suspensus cereri
necator."
I
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 389
parientes del traidor, si no solo de la libertad, y no ya a todos, si no
a los que teniendo noticia del crimen, y no habiendo querido reve-
larlo, se habian hecho también culpables. ¡ Cuanto mas humana es
esta lei que la del Japón ! ** lei, dice Montesquieu, que castiga, por
un solo delito, toda una familia, y todo un barrio ; lei que no reco-
noce inocentes donde quiera que hai culpables." No sabemos que
los Megicanos prescribiesen pena alguna contra los que murmuraban
del gobierno: parece que no hicieron caso de este desahogo del
amor propio de los subditos, que con tanto horror se mira en otros
paises.
Sus leyes relativas al matrimonio eran sin duda mas honestas, y mas
decorosas que las de los Romanos, Griegos, Persas, Egipcios, y otros
pueblos del Mundo Antiguo. Los Tártaros se casaban con sus hijas ;
los antiguos Persas, y Asirios con sus madres ; los Atenienses y los
Egipcios con sus hermanas. En Megico estaba severamente prohi-
bido todo enlace entre personas conjuntas en el primer grado de con-
sanguinidad, y de afinidad : excepto entre cuñados, cuando el her-
mano dejaba por su muerte algún hijo. Esta prohibición da a
conocer que los Megicanos juzgaban con mas acierto del matrimonio
que todas las naciones que acabo de nombrar. Aquella exepcion
demuestra sus sentimientos humanos, y benévolos. Si una viuda
pasa a segundas nupcias, muchas veces tiene el pesar de ver a sus
hijos desqueridos por un padre a quien no deben la existencia ; a su
marido, poco respetado por los hijos que lo miran como un estrafio, y
a los hijos dA uno, y otro matrimonio, tan desunidos, y discordes entre
si, como si hubiesen nacido de diversas madres. Hablando pues
según las reglas de la política humana, que eran las únicas por las qne
se guiaban aquellas naciones, privadas del conocimiento de las santas
leyes del Cristianismo ¿qué mejor arbitrio podian tomar para remediar
males tan comunes como funestos, que el de casar a la viuda con el
cuñado ?
Muchas naciones antiguas de Europa, imitadas por no pocos pueblos
modernos de Asia, y África, compraban sus mugeres, y egercian en
ellas una autoridad mucho mas estendida que la que permite a los hom-
bres el Autor de la Naturaleza, tratándolas mas bien como esclavas, que
como compañeras. El Megicano no obtenía la mano de su esposa, si
no es por medio de una licita, y decorosa pretensión, y aunque pre-
sentaba algunos dones a sus padres, no se consideraban como precio
de la hija, si no como un obsequio para cautivarse su benevolencia, e
inclinar su animo a la aprobación del contrato. Los Romanos, aunque
390 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
no tenían mucho reparo en prestar sus mugeres *, estaban autorizados
por las leyes a quitarles la vida, si las sorprendían en adulterio. Esta
inicua disposición, que constituía a un hombre juez en su propia
causa, y egecutor de su sentencia, en lugar de disminuir el numero de
los adulterios, aumentaba el de los parricidios. Entre los Megicanos
no era licito al esposo hacer un comercio infame con la compañera de
su suerte : pero tampoco egercia autoridad alguna en su existencia.
El que quitaba la vida a su muger era condenado a muerte, aunque
la hubiese sorprendido en el acto de la infidelidad. Esto es, decían,
usurpar la autoridad a los magistrados, a quienes toca conocer de
los delitos, y castigarlos según las leyes. Antes que Augusto pro-
mulgase la leí Julia í/e aí/tt/íeriú, "no sabemos, dice Luis Vives t>
que se sentenciase en Roma ninguna causa de adulterio:" es decir,
que aquella gran nación careció por espacio de mas de siete siglos,
de justicia, y de legislación en materia tan grave, y tan importante.
Si después de haber comparado las leyes, quisiéramos hacer el
paralelo de los ritos nupciales de aquellas dos naciones, hallaríamos en
una, y otra una gran masa de superstición, pero por lo demás se notará
una gran variedad: los de los Megicanos eran honestos, y decentes;
los de los Romanos obcenos, e infames.
Por lo que respeta a las leyes de la guerra, es difícil que sean
justas en un pueblo belicoso. El gran aprecio que en él se hace del
valor, y de la gloría militar, hacen que se miren como enemigos a los
que no lo son realmente, y el deseo de conquista lo impulsa a tras-
pasar los términos prescritos por la justicia. Sin embargc^en las leyes
de los Megicanos se notan rasgos de equidad que harían honor a las
naciones mas cultas. No era licito declarar la guerra, sin haber exa-
minado antes en pleno consejo sus razones, y sin que estas fuesen
aprobadas por el gefe de la religión. A la guerra debían preceder
las embajadas, que repetidas veces se enviaban al estado, o gobierno
al cual se iba a declarar, para obtener pacificamente por medio de un
convenio, y antes de tomar las armas, el allanamiento del obgeto de la
disputa. Esta dilación daba tiempo al enemigo, a que se apercibiese
* " En Roma, dice Montesquieu, era licito al marido prestar a otro su muger.
Lo dice espresamente Plutarco. Se sabe que Catón prestó su muger a Hortensio,
y Catoii no era capaz de violar las leyes patrias.'' >
t Muchos Juristas dicen que la lei Cornelia de Stearns fue la que despojó al
marido de la potestad de quitar la vida a la muger adultera : pero esta lei se pro-
mulgó en tiempo de Sila, a fines del siglo Vii de Roma : asi que, en cuanto al
tiempo, no se diferencia mucho de la de Augusto.
CULTURA DK LOS MEGICANOS. 391
a la defensa, y mientras facilitaba su justificación, contribuía a su
gloria ; pues se estimaba villania, y bageza en aquellas gentes atacar a
un enemigo desprovisto, y sin que precediera un reto solemne, a fin
dey.<}ue nunca pudiera atribuirse la victoria a la sorpresa, si no al valor.
Es cierto que estas leyes no eran siempre escrupulosamente obser-
vadas : mas no por esto dejaban de ser sabias, y justas, y si hubo in-
justicia en las conquistas de los Megicanos, otro tanto, y algo mas
puede decirse de las que hicieron los Romanos, los Griegos, los
Persas, los Godos, y otras célebres naciones.
Uno de los grandes males que trae consigo la guerra, es la hambre,
como resultado de los estragos que se hacen en los campos. No es
posible impedir de un todo esta calamidad ; pero si ha habido alguna
disposición capaz de moderarla, fue el uso constantemente seguido
por los pueblos de Anahuac de tener en cada provincia un sitio seña-
lado para campo de batalla. No era menos conforme a la razón, y a
la humanidad la otra practica de tener en tiempo de guerra, de cinco
en cinco días, uno entero de treguas, y reposo.
Tenían aquellas naciones una especie de Derecho de Gentes, en
virtud del cual, si el señor, la nobleza, y la plebe desechaban las pro-
posiciones que otro pueblo les hacia, y llegaba el caso de referirse a
la decisión de las armas, quedando vencido aquel estado que no
habia querido admitir las condiciones propuestas, el señor perdía sus
derechos de soberano, la nobleza el dominio que tenia en sus pose-
siones, la plebe quedaba sometida al servicio personal, y todos los
que habiar» sido hechos prisioneros en las refriegas eran privados.
quasi ex delictu} de la libertad, y del derecho de vida. Todo esto
se opone, sin duda, a las ideas que nos hemos formado de la humani-
dad: pero el convenio general de los pueblos hacia menos odiosa
aquella violencia, y los egemplos algo mas atroces de las mas cultas
naciones del antiguo continente, disminuyen la crueldad que a primera
vista ofrecen las prácticas de los Americanos. " Entre los Griegos,
dice Montesquien, los habitantes de una ciudad tomada a fuerza de
armas, perdían la libertad, y eran vendidos como esclavos." Tam-
poco puede compararse la inhumanidad que los Megicanos egercian
con sus prisioneros enemigos, con la que los Atenienses practicaban
con sus mismos conciudadanos. " Una leí de Atenas, dice el mismo
autor, mandaba que cuando fuese sitiada una ciudad, se diese muerte
a toda la gente inútil." Seguramente no se hallará ni en Megico, ni
en ningún otro pueblo a medio civilizar del Nuevo Mundo una lei
tan barbara como aquella de la nación mas culta del Antiguo : antes
3í)2 HISTORIA ANTIGUA DE MRGICO.
bien el principal cuidado de los Megicanos, y de las otras naciones
de Anahuac, cuando se tenia aviso de que una ciudad iba a ser
sitiada, era la de poner en salvo los niños, las mugeres, y los enfer-
mos, en otras ciudades, o en los montes. Asi preservaban aquella
gente débil e indefensa del furor de los enemigos, y evitaban el con-
sumo inútil de las provisiones.
Los tributos que se pagaban a los reyes de Anahuac eran exesivos,
y tiránicas las leyes relativas a su exacción : pero estas leyes eran
consecuencias del despotismo introducido en los últimos años de la
monarquía Megicana : despotismo que, sin embargo, no llegó en su
mayor aumento hasta el exeso de apoderarse de las tierras del impe-
rio, y de los bienes de los ciudadanos, como han hecho muchos mo-
narcas Asiáticos : ni jamas se publicaron alli leyes fiscales tan estrava-
gantes y duras como innumerables que se leen en los códigos del
Mundo Antiguo, por egemplo, la del emperador Anastasio que exigió
un tributo por la respiración : " ut unusquisque pro haustu aeris
pendat."
Pero si la tiránica ambición de algunos reyes de Megico, y de los
otros paises circunvecinos es digna de amarga censura, no es posible
dejar de admirar, en las leyes sobre el comercio, la cultura de aquellas
naciones, y la sabiduría de sus legisladores. El tener en todas las
ciudades, y villas una plaza destinada al trafico de todas las cosas que
podian servir a las necesidades, y placeres de la vida, era una dispo-
sición ingeniosa, que reunia a todos los traficantes, para el mas pronto
despacho de su genero, y los ponia a la vista de los inspectores, y
comisarios, a fin de que se evitase todo fraude, y desorden en los
contratos. Cada clase de mercancía tenia su puesto determinado,
con lo que era mas fácil preservar el buen orden, y se consultaba la
comodidad del publico, sabiendo cada cual donde se hallaba el obgeto
que deseaba adquirir. El tribunal de comercio establecido en la
misma plaza del mercado, para cortar toda disputa entre los que
compraban, y vendian, y para castigar prontamente todo exeso que
alli se cometiese, conservaba inviolables los derechos de la justicia, y
de la tranquilidad pública. A estas sabias disposiciones se debia el
orden maravilloso, que enmedio de tan exesivo numero de concurrentes
admiraron los primeros Españoles.
Finalmente en las leyes sobre los esclavos, los Megicanos fueron
superiores a las naciones mas cultas de la antigua Europa. Si se
quiere comparar su legislación en esta parte con la de los Romanos,
los Lacedemonios, y otros pueblos célebres, se echará de ver en esta
tíULTURA DE LOS MEGICANOS. 893
una crueldad que horroriza, y en aquella un gran respeto a las leyes
de la Naturaleza *. Alli todos los hombres nacian libres, sin exep-
tuar los hijos del esclavo; este era dueño absoluto de lo que poseia,
y de lo que adquiria con su industria, y con su trabajo ; el amo estaba
obligado a tratarlo como hombre, y no como bestia ; ningún derecho
egercia sobre su vida, y ni aun podia venderlo en el mercado, si no
después de haber acreditado jurídicamente su indocilidad. ¿ Pueden
imaginarse leyes mas prudentes, y mas humanas? ¡Cuan diversas
eran las de los Romanos ! Estos, por la exesiva autoridad que les
concedian las leyes, eran dueños, no solo de todo lo que los esclavos
adquirían con el sudor de su frente, sino de su vida, de que podian
privarlos, según su capricho f, tratándolos con la mayor crueldad, y
atormentándolos del modo mas atroz ; y lo que mas demuestra la
Índole inhumana de esta célebre nación, es que la misma legislación
que tanío ampliaba la autoridad de los dueños en todo lo que era
contrario a los esclavos, la restringía en cuanto les era favorable. La
lei Fusia Caninia limitaba el numero de esclavos que podian manumi-f
tirse por el testamento. En la lei Silaniana, y en otras se prescribía
que cuando un amo muriese violentamente, se diese también muerte a
todos los esclavos que habitasen en su casa, y en los sitios inmediatos,
hasta donde alcanzase su voz. Si el amo recibía la muerte en un
viage, morian los esclavos que habían quedado con él, y los que habían
huido en el acto de la muerte, por manifiesta que fuese su inocencia.
La leí Aquilía comprendía bajo una misma acción la herida hecha a un
esclavo agttio, y la que se hacia a una bestia. A tales exesos llegó
la barbarie de los cultísimos Romanos. No fueron en verdad mas
suaves las leyes ^de los Lacedemonios, los cuáles no concedian a los
esclavos ninguna acción en juicio contra los que los injuriaban o
insultaban.
Sí ademas de todo lo dicho hasta ahora, quisiéramos parangonar el
sistema de educación practicado por los Megicanos con el de los
Griegos, reconoceríamos que estos no daban a sus hijos tanta instruc-
ción en las artes, y ciencias, como aquellos a los suyos en las costum-
* No hablo de los prisioneros de guerra, de que trataré en otra disertación.
t i Qué estraño es que los Romanos concediesen tan barbara autoridad a los
araos sobre los esclavos, habiéndola también concedido a los padres sobre sus
hijos legítimos ? Endo Itberis justis jus vitee, necis, venumdandique potestas patri.
Esta lei fue promulgada por los primeros reyes, e inserta por los decemviros en
las xu tablas.
394 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
bres de sus antepasados. Los Griegos se esmeraban en ilustrar la
mente, y los Megicanos en rectificar el corazón. Los Atenienses
prostituian a sus hijos, acostumbrándolos a la mas execrable obcenidad,
en las mismas escuelas destinadas a la enseñanza de las artes. Los
Lacedemonios amaestraban a los suyos en el robo, según lo dispuesto
por Licurgo, con el obgeto de hacerlos astutos, y ligeros, y los casti-
gaban rigorosamente cuando los sorprendían robando, no en pena del
delito que cometían, sino de su poca destreza, y habilidad. La
educación domestica de los Megicanos era de diferente Índole : ella
comprendía las artes, la religión, la modestia, la honestidad, la so-
briedad, la vida laboriosa, el amor a la virtud, y el respeto a los
mayores.
Este es un breve, pero verdadero ensayo de la cultura de los habi-
tantes de Anahuac, sacado de su historia antigua, de sus pinturas, de
las relaciones de los mas fidedignos, y exactos historiadores Españoles.
Asi se gobernaban aquellos pueblos que Mr. de Paw cree los mas
salvages del mundo; aquellos pueblos inferiores, en industria, y
sagacidad, a los mas groseros del antiguo continente; aquellos
pueblos de cuya racionalidad dudaron algunos Europeos.
CATALOGO
DE
ALGUNOS AUTORES EUROPEOS, Y CRIOLLOS,
QUE HAN
ESCRITO SOBRE LA DOCTRINA Y MORAL CRISTIANAS, EN LAS LENGUAS DE
ANAHUAC.
[A. significa religioso Agustino ; D. Dominicano ; F, Franciscano ; J. Jesuíta ;
P. Presbitero secular. La estrella denota que el eutor publicó alguna
obra.]
En lengua Megicana.
* Agustín de Betancourt, F- Criollo.
Alfonso de Escalona, F. Español.
Alfonso de Herrera, F. Español.
* Alfonso Molina, F. Español.
Alfonso Rangel, F. Español.
Alfonso de Trugillo, F. Criollo.
Andrés de Olmos, F. Español.
CULTURA DB LOS MB6IGAN0S. 395
Antonio Davila Padilla, D. Criollo.
Antonio de Tovar Motezuma, P. Criollo.
Arnaldo Bassace, F. Francés.
Baltazar del Castillo, F. Español.
Baltazar González, J. Criollo.
Bernabé Paez, A. Criollo.
Bartolomé de Alba, P. Criollo.
Benito Fernandez, D. Español.
Bernardino Pinelo, P. Criollo.
* Bernardino de Sahagun, F. Español.
* Carlos de Tapia Centeno, P. Criollo.
Felipe Diez, F. Español.
Francisco Gómez, F. Español.
Francisco Giménez, F, Español.
Garcia de Cisneros, F, Español.
Gerónimo Mendieta, F. Español.
Juan de la Anunciación, A. Español.
* Juan de Ayora, F. Español.
* Juan Bautista, F. Criollo.
Juan de San Francisco, F. Español.
Juan Focher, F. Francés.
* Juan de Gaoua, F. Español. ' *
Juan Mijangos. . ^ í
Juan de Ribas, F. Español.
Vuan de Romanones, F. Español.
* Juan de Torquemada, F. Español.
Juan de Tobar, J. Criollo.
* José Pérez, F. Criollo.
* Ignacio de Paredes, J. Criollo.
* Luis Rodriguez, F.
* Martin de León, D. Criollo.
* Maturino Gilbert, F. Francés.
Miguel Zarate, F.
* Pedro de Gante, F. Flamenco.
Pedro de Oroz, F. Español.
* Toribio de Benavente, F. Español.
En lengua Otomita.
Alfonso Rangel.
Bernabé de Vargas.
ÍJ96 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
* Francisco de Miranda, J. Criollo.
Juan de Dios Castro, J. Criollo.
Horacio Carochi, J. Milanes.
Pedro Palacios, F. Español.
Pedro de Oroz.
Sebastian Ribero, F.
N. Sánchez, P. Criollo.
En lengua Tarasca.
* Ángel Sierra, F. Criollo.
Juan Bautista Logunas, F.
* Maturino Gilbert.
En lengua Zapoteca.
Alfonso Camacho, D. Criollo.
Antonio del Pozo, D. Criollo,
Bernardo de Alburquerque, D. Español, obispo de Guajaca.
Cristoval Agüero, D. Criollo.
En lengua Mizteca.
Antonio González, D. Criollo.
* Antonio de los Reyes, D. Español.
Benito Fernandez, D. Español.
En lengua Maya. t
Alfonso de Solana, F. Español.
Andrés de Avendaño, F. Criollo.
Antonio de Ciudad Real, Español.
Bernardino de Valladolid, F. Español.
Carlos Mena, F. Criollo.
José Dominguez, P. Criollo.
En lengua Totonaca.
Andrés de Olmos.
Antonio de Santoyo, P. Criollo.
Cristoval Diaz de Anaya, P. Criollo.
En lengua Popoluca.
Francisco Toral, F. Español, y obispo de Yucatán.
CULTURA DF; LOS MEGICANOS. 397
En lengua Matlazinca.
Andrés de Castro, F. Español.
En lengua Huajteca.
Andrés de Olmos.
* Carlos de Tapia Centeno.
£» lengua Mige.
* Agustín Quintana, D. Criollo.
En lengua Kiche.
Bartolomé de Anleo, F. Criollo.
Agustín de Avilla, F.
En lengua Cakciquel.
Alvaro Paz, F. Criollo.
Antonio Saz, F. Criollo.
Bartolomé d^ Anleo.
K Benito de Villacañas, D. Criollo.
En lengua Taraumara.
^ Agustín Roa, J. Español.
En lengua Tepehuana.
Benito Rinaldini, T. Napolitano.
<i
Ha habido otros muchos escritores en otras lenguas pero yo me he
limitado a citar aquellos cuyas obras han merecido el aprecio de los
inteligentes.
AUTORES DE GRAMÁTICAS Y DICCIONARIOS
DB LAS LENGUAS DE ANAHUAC.
De lengua Megicana.
* Agustín de Aldana y Guevara. Gram. y Dicción.
* Agustín de Betancourt. Gram.
* Alfonso de Molina. Gram. y Dice.
Alfonso Rangel. Gram.
Andrés de Olmos. Gram. y Dice.
* Antonio del Rincón, J. Criollo. Gram.
HISTORIA A>iTIGUA DE ME6IC0.
Antonio Davíla Padilla. Gram.
Antonio de Tobar Motezuma. Gram.
* Antonio Castelu, P. Criollo. Gram.
* Antonio Cortés Canal, P. Indio. Gram.
Bernardino de Sahagun. Gram. y Dice.
Bernardo Mercado, J. Criollo. Gram.
Bernabé Paez. Gram.
* Carlos de Tapia Centeno. Gram. y Dice.
Cayetano de Cabrera, P. Criollo. Gram.
Francisco Giménez. Gram. y Dice.
* Horacio Carochi. Gram.
* Ignacio de Paredes. Gram.
* José Pérez. Gram.
Juan Focher, J. Francés. Gram.
De lengua Otomita.
Horacio Carochi. Gram.
Juan Rangel. Gram.
Juan de Dios Castro. Gram. y Úicc.
Pedro Palacios. Gram.
Sebastian Ribero. Dice.
N. Sánchez. Dice.
De lengua Tarasca.
* Ángel Sierra. Gram. y Dice.
* Juan Bautista de Lagunas. Gram.
* Maturino Gilbert. Gram. y Dice.
De lengua Zapoteca."^ ^ .-^
Antonio del Pozo. Gram.
Cristoval Agüero. Dice.
De lengua Mizteca.
Antonio de los Reyes. Gram.
De lengua Maya.
Andrés de Avendaño. Gram. y Dice.
Antonio de Ciudad Real. Dice.
Luis de Villalpando. Gram. y Dice.
* Pedro Beltran, F. Criollo. Gram.
CULTURA DE LOS MEGICANOS. 399
De lengua Totonaca.
Andrés de Olmos. Gram. y Dice.
Cristoval Díaz de Anaya. Gram. y Dice.
De lengua Popoluca.
Francisco Toral. Gram. y Dice.
De lengua Matlazinca.
Andrés de Castro. Gram. y Dice.
De lengua Huajteca.
Andrés de Olmos. Gram. y Dice.
Carlos de Tapia. Gram. y Dice.
De lengua Mige.
'' Agustin Quintana. Gram. y Dice.
D^ lengua Cakehiquel.
Benito de Villacañas. Gram. y Dice.
De lengua Taraumara.
Agustin de Roa. Gram.
Gerónimo Figueroa, J, Criollo. Gram. y Dice.
1 De lengua Tepehuana.
Benito Rinaldini. Gram.
Gerónimo Figueroa. Gram y Dice.
Tomas de Guadalajara, J. Criollo. Gram.
m
DISERTACIÓN Vil
CONFINES Y POBLACIÓN DE LOS REINOS DE ACOLHUACAN.
Los errores de muchos escritores Españoles acerca de los confines,
del imperio Megicano, y los despropósitos de Mr. de Paw, y de otros
autores Estrangeros sobre la población de aquellos paises, me obligan
a poner en claro estos dos puntos. Asi procuraré hacerlo en esta di-
sertación conjtoda la brevedad posible.
Confines de los reinos de Anahuac.
Solis, fundado en la autoridad de algunos escritores Españoles mal
informados, afirma que el imperio Megicanp se estendia desde el istmo
de Panamá hasta el cabo Mendocino en las* Californias. EIP. Tou-
ron, Dominico Francés, queriendo ampliar mas aquellos términos en
su Historia General de America, dice que todos los paises descubier-
tos en la parte septentrional de aquel continente, estaban sometidos al
rei de Megico ; que la estension de aquel imperio de Levante a Po-
niente, era de 500 leguas, y de Norte a Sur de 200, o de 250 ; que
sus términos eran, al Norte, el océano Atlántico ; a Poniente, el golfo
de Anian ; a Mediodía, el mar Pacifico, y a Levante el istmo de Pa-
namá : pero esta descripción contiene no solo errores geográficos, si no
graves contradicciones, pues si fuera cierto que el imperio se estendia
desde el istmo de Panamá hasta el golfo, o mas bien estrecho de
Anian, su estension, en aquella linea, no hubiera sido de 500 leguas,
sino de 1,000, pues no coraprenderia menos de 50 grados.
La causa de estos errores es la persuasión en que estaban aquellos
escritores que en Anahuac no habia otro soberano que el de Megico ;
que los reyes de Acolhuacan, y de Tlacopan eran sus subditos, y
que los Michuacaneses, y Tlascaleses pertenecían a la misma
corona, aunque se rebelaron después contra ella. Pero no es asi:
pues ninguno de aquellos estados perteneció jamas al reino de Megico,
como consta por la deposición de todos los historiadores Indios, y de
todos aquellos escritores Españoles que por si mismos se informaron
de la verdad, y tales fueron Motolinia, Sahagun, y Torquemada. El
CONFINES DE LOS REINOS DE ANAHUAC. 401
rei de Acolhuacan había sido siempre aliado del rei de Megico, desde
el año de 1424 ; pero nunca fue su subdito. Es cierto que cuando
llegaron los Españoles, parecía que el rei Cacamatzin dependía de su
tio Moteuczoma ; mas era por que aquel, temeroso de la prepotencia
de su hermano Ijtliljochítl, necesitaba del ausilio de los Megícanos. Los
Españoles vieron a Cacamatzin salirles al encuentro como embajador
de Moteuczoma, y algunos días después, que este monarca se apoyaba
en los brazos de aquel. Vieron también que el sobrino fue llevado
preso a Megíco por orden de su tio. Todo esto podía servir de dis-
culpa al error de los conquistadores : pero lo cierto es que las demos-
traciones de Cacamatzin a Moteuczoma no eran servicios de vasallo a
su reí, sí no de un sobrino a un tio, y que Moteuczoma al apoderarse
de Cacamatzin, por dar gusto a los Españoles, se arrogó una autoridad
que no le competía, haciendo al rei de Acolhuacan un agravio de que
luego tubo que arrepentirse. En cuanto al de Tlacopan, no se puede
dudar que Moteuczoma le dio la corona, pero gozó de un perfecto
dominio, y plena soberanía en sus estados, con la única condición de ser
perpetuo aliado de los Megícanos, y de prestarles ausilio con sus tro-
pas, siempre que lo necesitasen. El rei de Michuacan, y la república
de Tlascala fueron siempre rivales, y enemigos declarados de los Me-
gícanos, y no hai memoria de que ni uno ni otro estado hayan sido
jamas sometidos a la corona de Megíco.
Lo mismo debemos decir de otras muchas provincias que los
historiadores Españoles creyeron dependientes de aquel imperio, y
partes integrantes de su territorio. ¿ Como era posible que una na-
ción reducida a una sola ciudad bajo el yugo de los Tepaneques sub-
yugase en menos de un siglo todos los pueblos que ocupaban el vasto
territorio comprendido entre el istmo de Panamá, y las Californias?
Todo lo que en realidad hicieron los Megícanos, aunque mucho
menos de lo que digeron aquellos autores, fue ciertamente digno de
admiración, y no podríamos creer la rapidez de sus conquistas, si no
se apoyase en tantos, y tan innegables documentos. Por lo demás, ni
la narración de las historiadores Indios, ni la enumeración de los esta-
dos conquistados por los reyes de Megico, que se halla en la colección
de Mendoza, ni la matrícula de las ciudades tributarias inserta en la
misma, suministran el menor motivo para confirmar aquella arbitraría
ampliación de los dominios Megícanos : antes bien consta todo lo con-
trario en la relación de Bernal Díaz, Este en el capitulo xciii de su
Historia dice asi: " tenia el gran Motezuma muchas guarniciones, y
gente de guerra en las fronteras de sus estados. Tenía una en
Soconusco para defenderse de Guatemala, y de Chíapa; otra para
TOMO II. , 2v
4()2 HISTORIA ANTIGUA Dli MKGICO.
defenderse de los Panuqueses entre Tuzapan, y el pueblo que noso-
tros llamamos Almería, otra en Coatzacualco, y otra en Michuacan*."
Sabemos pues positivamente que los dominios Megicanos no se
estendian acia Levante mas allá de Joconochco, y que no entraban en
ellos ninguna de las provincias comprendidas actualmente en las dió-
cesis de Guatemala, Nicaragua, y Honduras. En el libro iv de la
Historia he dicho que Tliltototl, célebre general Megicano, en los
últimos años del rei Ahuitzotl, llegó con su egercito victorioso hasta
Quauhtemalan ; y ahora añado que no se sabe quedase entonces
sugeto aquel pais a la corona de Megico, antes bien todo lo contrario
se debe inferir de la relación de aquellos sucesos, Torquemada habla
de la conquista de Nicaragua hecha por los Megicanos: pero lo
mismo que en el lib. ii, cap. 81 atribuye a un egercilo Megicano en
tiempo de Moteuczoma ii, en el libro iii, cap. 10 refiere de una colonia
que salió muchos años antes, por orden de los dioses, de las inme-
diaciones de Joconochco : asi que no debemos fiarnos en su noticia.
Bernal Diaz, tanto en el lugar que hemos citado como en otros,
afirma espresamente que los Chiapaneses no fueron jamas conquista-
dos por los Megicanos: mas esto no puede«enteñderse de todo aquel
territorio, si no de una parte de él, pues sabemos por Remezal,
Cronista de aquella provincia, que los Megicanos tenían guarnición
en Tzinacantla, y consta, por la matricula de tributos, que Tochtlan,
y otras ciudades de aquel pais eran tributarias de los Megicanos.
Por la parte de Nordeste no se adelantaron estos mas alia de Tuza-
pan, como sé infiere del citado lugar de Bernal Diaz, y sabemos de
«ierto que jamas los obedecieron los Panuqueses. Por Levante
sus confines eran las orillas del rio Coatzacualco. Bernal Diaz dice
que el pais de Coatzacualco no era provincia de Megico ; por otra
parte hallamos entre las ciudades tributarias de la corona a Tochtlan,
Michapan, y otros pueblos de aquella provincia. Por tanto creo que
los Megicanos poseian todo lo que estajja a Poniente del ya men-
cionado rio, y no lo que estaba a Levante, sirviéndoles sus orillas de
ultima frontera por aquel lado. Acia el Norte estaba el pais de los
Huajteques, que nunca los reconoció por señores. Acia Nordoeste,
el imperio no se estendia mas alia de Tula, y todo el pais que estaba
mas alia de este punto era el territorio ocupado por los barbaros
Otomites, y Chichimecos, que no tenian poblaciones fijas, ni obede;
cian a ningún monarca. Del lado de Poniente se sabe que termina-
* Véase para mayor inteligencia el mapa Geográfico puesto al principio de esta
«bra.
CONPINIÍS UK LOS RF,INOS DK ANAHUAC. 408
ban sus dominios en Tlagimalojan, frontera del reino de Michuacan,
pero en las guarniciones de la estremidad occidental de la provincia
de Coliman, y no mas lejos. En el catalogo de las ciudades tribu-
tarias vemos a Coliman, y otros pueblos de aquella provincia, y nin-
guno de las que están mas alia, ni tampoco se hace mención en la
historia de Megico. Los Megicanos no tenian qué hacer en Califor-
nias, ni podian esperar ninguna ventaja de la conquista de un pais
tan remoto, y el mas despoblado, y miserable del mundo. Si aquella
árida, y pedregosa peninsula hubiese sido provincia del imperio Megi-
cano, se hubieran hallado en ella algimas poblaciones : pero lo cierto
es que no se encontró una casa, ni un resto de casa. Finalmente
por la parte de Mediodia los Megicanos se hablan apoderado de
todos los grandes estados que habia desde el valle hasta las playas del
mar Pacifico, y estendiendose por alíi sus limites desde Joconochco
hasta Coliman, podemos decir que aquella era la mayor linea terri-
torial del imperio.
El Dr. Robertson dice que " los territorios pertenecientes a los
gefes de Tezcuco, y Tacuba, apenas cedian en estension a los del so-
berano de Megico :" error contrario a lo que nos dicen todos los histo-
riadores de aquel pais. El reino de Tezcuco, o de Acolhuacan estaba
limitado a Poniente, parte por el lago de Tezcuco, parte por las tierras
de Tzompanco, y parte por otros estados Megicanos, y a Levante por
los dominios de Tlascala : asi que no podia tener en aquella direc-
ción mas de 60 millas. A Mediodia estaba el territorio de Chalco,
pertenecien^ a Megico, y al Norte el pais independiente de los
Huajteques. Ahora bien : desde la frontera de este pais hasta Chalco
hai cerca de 200 millas. He aqui pues toda la estension del reino de
Acolhuacan, estension que no forma ni la octava parte de los do-
minios Megicanos. Los del reyezuelo de Tlacopan o Tacuba eran
tan pequeños que no merecieron llamarse reino : pues desde el lago
Megicano a Levante hasta la frontera de Michuacan a Poniente, no
tenia mas que 80 millas, ni mas que 50, desde el valle de Toluca a
Medioda, hasta el pais de los Otomites al Norte. Es pues un error
comparar el estado de Megico, en punto a estension, con los de
Acolhuacan, y Tlacopan.
La república de Tlascala, rodeada por los Megicanos, y Tezcucanos,
y por los de Huejotzinco, y Cbolula, era tan limitada, que de Le-
vante a Poniente apenas tenia 50 millas, y de Norte a Sur, 30 poco
mas o menos. El escritor que da mayor territorio a los 'Tlascaleses
2d2
404 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
es Cortés, el cual dice que tenia 90 leguas de circuito : pero esta fue
sin duda una equivocación.
En cuanto al reino de Michuacan, nadie, que yo sepa, ha señalado
todas sus antiguas fronteras, si no es Boturini. Dice que su esten-
sion desde el valle de Ijtlahuacan, cerca de Tolocan, hasta el mar
Pacifico, era de 150 leguas, y desde Zacatolan hasta Gichú, de 160 ;
y que en los dominios Michuacatíeses se comprendian las provincias
de Zacatolan, o Zacatula, y la que los Españoles llamaron Provincia
de Avalos. Pero en todos estos pormenores se engañó : pues se
sabe positivamente que el reino de Michuacan no tenia sus confines
en Ijtlahuacan, si no en Tlagimalojan, que era el punto a qué llega-
ban los de Megico. Por la matricula de los tributos se sabe que las
provincias marítimas de Zacatolan, y Coliman pertenecían a Megico.
Finalmente no podian los Michuacaneses ampliar sus dominios hasta
Gichú, sin subyugar antes a los barbaros Cbichimecos, que ocupaban
aquel pais : pero de estos sabemos que no fueron subyugados si no
por los Españoles, muchos años después de la conquista de Megico.
No era pues tan grande el reino de Michuacan como creyó Boturini.
Su estension no comprendía mas de tres gíados de longitud, y poco
mas de dos de latitud.
Cuanto he dicho hasta ahora demuestra la exactitud de mi descrip-
ción, y de mis mapas Geográficos, en lo concerniente a los confines de
aquellos Estados, fundado todo en la historia misma, en la matricula
de los tributos, y en el testimonio de los historiadores antiguos.
Población de Anahuac.
No es mi intención hablar de la población de toda America : asunto
vastísimo, y ageno de mi proposito ; si no solo de la de Megico. En
America habia, y hai en la actualidad paises pobladisimos, y grandes
desiertos ; y no menos se alejan de la verdad los que se imaginan las
regiones del Nuevo Mundo tan pobladas como la China, que los que
las creen tan desiertas como los arenales de África. Tan incierto es
el calculo del P. Riccioli, como el de Susmilch, y el de Mr. de Paw.
El primero cuenta en America 300 milliones de habitantes. Los
aritméticos políticos, no cuentan mas de 100, según Mr. de Paw.
Susmilch en una parte d^ísu obra habla de 100, y en otra de 150 mi-
llones. Mr. de Paw, que cita todas estos cálculos, dice que no hai
en America mas que de 30 a 40 milliones de verdaderos Americanos.
Pero todo esto es incierto, y ninguna de estas opiniones estriva en
POBLACIÓN DE ANAHUAC. 406
fundamentos solidos : por que, si hasta ahora no se sabe, ni por
aproximación, la población de los paises en que se han establecido los
Europeos, como Megico, Guatemala, Chile, Quito, Perú, Tierra-
firme, y otros ¿ quien sera capaz de adivinar el numero de los habi-
tantes de los inmensos territorios poco o nada conocidos, como los que
están al Norte de Cohuila, del Nuevo Megico, de Californias, y del
Rio Colorado en la America Septentrional? ¿Quien podra numerar
los habitantes del Nuevo Mundo cuando no se sabe, ni se puede saber
tampoco el numero de las provincias, y de las naciones que com-
prende? Dejando pues a parte estos cálculos, que no podemos em-
prender sin temeridad, examinemos lo que dicen Mr. de Paw, y
Robertson sobre la población de Megico.
" La población de Megico, y del Perú, dice Mr. de Paw, ha sido
indudablemente exagerada por los escritores Españoles, acostumbrados
a pintar toda clase de obgetos con proporciones desmesuradas.
Tres años después de la conquista de Megico, fue preciso que los
Españoles llevasen gente de las islas Lucayas, y después de la costa
de África, para poblar aquel pais. Si la monarquía Megicana con-
tenia en 1518, treinta Aillones de habitantes ¿ por qué estaba despo-
blada en 1521?" Yo no negaré jamas que entre los escritores Es-
pañoles hai algunos propensos a exagerar, como sucede entre los
Prusianos, entre los Franceses, entre los Ingleses, y en los otros pue-
blos : por que el deseo de engrandecer los obgetos que se pintan, es
una pasión harto común a todas las naciones de la tierr^ Mr. de Paw
no ha sabido preservarse de este contagio, como lo h . ver en toda su
obra, y como lo acredita este modo de hablar et nasgede todos los
escritores Españoles, haciendo un gravísimo daño a la nación, en la
cual, como en todas, hai bueno, y hai malo. Yo puedo asegurar,
que después de haber leído los mejores historiadores de las naciones
cultas de Europa, no he encontrado dos que me paresoan compa-
rables en sinceridad a los dos Españoles Mariana, y Acosta*, estima-
dos por esto, y justamente elogiados por los enemigos de su nación, y
de su religión. Entre los antiguos historiadores de Megico, ha habido
algunos, como Acosta, Bemal Diaz, y el mismo Cortés, cuya since-
ridad no admite duda. Pero aunque ninguno de eátos escritores
poseyese las cualidades necesarias para inspirarnos confianza, la uni-
* Hablo aqui tan solo de la sinceridad, por que es lo que hace a mi proposito.
Los dos escritores citados poseen otras prendas que los hacen dignos del mayor
aprecio.
406 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICU.
formidad de sus datos seria un fuertisimo argumento en favor de la
verdad de lo que dicen. Los autores poco veridicos no concuerdan
entre si, si no es cuando se copian : mas no lo hicieron asi los que
hemos nombrado, pues ocupados únicamente en referir lo que vieron,
o lo que recogieron en sus indagaciones, no se curaron de lo que los
otros digeron : antes bien de sus obras se infiere que cuando las es-
cribian, no tenian a la vista las agenas. El mismo Mr. de Paw, ha-
blando en una de sus carias de aquel rito de los Megicanos en que
consagraban, y comian la estatua de masa del dios Huitziiopochtli,
que él llama Vitzilipultzi, y de otra ceremonia de los Peruanos, en la
fiesta de Capac-raime, dice a uno de sus corresponsales : " Yo os
confieso que el testimonio unánime de todos los escritores Españoles
no nos permite dudar, &c." Si esta unanimidad de los escritores Espa-
ñoles en lo que no vieron por si mismos no deja lugar a la duda ¿como
podra dudarse de lo que refieren unanimente como testigos oculares i
Veamos pues qué dicen de la población de Megico los antiguos
escritores Españoles. Todos están de acuerdo en afirmar que
aquellos paises estaban mui poblados ; que habia muchas ciudades
grandes, e infinitas villas y caseríos ; que en*los mercados de las ciu-
dades populosas concurrían muchos millares de traficantes ; que ar-
maban egercitos numerosísimos &c. Cortés, en sus cartas a Carlos V,
el conquistador anónimo en su relación, Alfonso de Ogeda, y Alfonso
de Mata en sus Memorias, el obispo Las Casas en su Destrucción de
las Indias, Berual Díaz en su Historia, Motolinia, Sahagun, y Men-
dieta en sus escritos, testigos de vista de la antigua poblacif n de Me-
gico ; Heii ra, Gomara, Acosta, Torquemada, y Martínez, ,todos
convienen en la gran población de aquellos paises. No me podra
alegar Mr.de Paw ni un solo autor antiguo que no lo confirme con
su testimonio ; y yo le citaré muchos que no hablan una sola palabra
de aquel rito de los Megicanos, como Cortés, Bernal Diaz, y el con-
quistador anónimo, que son los tres primeros historiadores Españoles
de Megico. Sin embargo Mr. de Paw asegura que no se puede
dudar de aquel hecho por que se funda en el testimonio unánime de
los escritores Españoles: ¿y querrá dudar de la gran población de
Megico, y negarla redondamente, cuando se funda en el mismo apoyo i
" Pero si la población de Megico era tan grande en 1518 ¿por qué
en 1521 fue preciso llevar gente de las islas Lucayas, y después de
la costa de África para poblar aquellos paises 1 " Confieso ingenua-
mente que no puedo leer esta observación de Mr. de Paw sin indig-
POBLACIÓN DK ANAHUAC. 407
narme al verlo afirmar con tanto arrojo lo que es absolutamente falso,
y contrario al testimonio de los autores. ¿ De donde ha sacado el
investigador esa estraordinaria especie de las islas Lucayas? Lo
desafio a que me cite un solo autor que dé semejante noticia ; antes
bien de lo que muchos de ellos dicen se debe inferir todo lo contrario.
Sabemos por el cronista Herrera, y por otros que desde el año de
1493, que fue el del establecimiento de los Españoles en la isla de
Santo Domingo, hasta el de 1496, perecieron por la guerra, y por
otros desastres la tercera parte de los habitantes de aquella gran
posesión. En 1507 no hablan quedado mas de la decima parte de
los Indios que había en 1493, como dice Las Casas*, que era tes-
tigo de vista, y desde entonces fue disminuyendo la población de
Santo Domingo, en tales' términos, que en 1540 apenas quedaron
200 Indios, por lo que desde el principio del siglo xv empezaron los
Españoles a sacar millares de Indios de las Lucayas, para aumentar
la población de la Española ; pero habiendo perecido estos también,
llevaron a ella, antes de la conquista de Megico, pobladores de
Tierra firme, y de otros paises del continente de America, según los
iban descubriendo. En Ima carta escrita al Consejo de lu'dias por el
primer obispo de Megico, y de que habla Las Casas a Carlos V, se
lee que el cruel Ñuño Guzman, gobernador de Panuco, envió de
aquellos paises 28 buques cargados de Indios esclavos, para que se
vendiesen en las islas : asi que lejos de sacar los Españoles habitantes
de las islas, para poblar a Megico, enviaban Indios de Megico a las
islas, comC|lo dicen en los términos mas claros aquellos dos escritores,
y otros varios. Es cierto que después de la conquista, se enviaron a
Megico esclavos Africanos: mas no por que se necesitasen pobla-
dores, si no por que los Españoles querian servirse de aquellos negros
para las elaboraciones del azúcar, y para los trabajos de las minas, en
cuyas tareas no podian emplear a los Indios por fuerza, en atención a las
leyes recien promulgadas. De todo esto resulta la consecuencia clarísima
de ser falso, y contrario al dicho de los autores que el territorio Megicano
estubiese tan despoblado tres años después de la conquista, que fuese
necesario volverlo a poblar con habitantes de las islas Lucayas, y con
Africanos ; por el contrario, es innegable que de los paises antigua-
mente sometidos al rei de Megico, y a la República de Tlascala, se
* En su obra intitulada : Dt la Destrucción de los Indias. Todo lo que aquí
digo consta no menos por el testimonio de Las Casas en aquella obra que en la
intitulada : El suplicante Esclavo Indio, y por lo que se lee en las Décadas de
Herrera.
408 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
enviaron colonias, algunos años después de la conquista, para poblar
otros paises, como Zacatecas, San Luis Potosi, el Saltillo, &c. -
Pero veamos qué dicen en particular de la población de Megico
aquellos antiguos escritores. No sé que ninguno de ellos haya osado
espresar el numero total de los habitantes del imperio Megicano. Si
contenia o no 30,000,000, solo el rei, y los ministros podian decirlo, y
aunque de estos podian mui bien informarse los Españoles, no consta
que ninguno lo haya hecho. Lo que muchos de los historiadores
aseguran es que entre los feudatarios de la corona de Megico habia
treinta, cada uno de los cuales tenia cerca de 100,000 subditos, y
otros 3,000 señores, que no tenian tantos. Lorenzo Surio dice que
este calculo constaba en los documentos que existían en los archivos
reales de Carlos V. Cortés en su primera carta al mismo Emperador,
se espresa en estos términos : " Es tan grande la muchedumbre de
habitantes de estos paises, que no hai un palmo de tierra que no esté
cultivado: y con todo hai mucha gente que por falta de pan mendiga
por las calles, por las casas, y por los mercados." La misma idea nos
dan en general de la población de Megico Benial Diaz, el conquis-
tador anónimo, Motolinia, y otros testigos oculares. Por lo que hace
a los diferentes paises de Anahuac, el dicho de los mismos escritores,
y el de casi todos los antiguos no deja la menor duda acerca de la
gran población del valle de Megico, de los paises de los Otomites, de
los Matlatzinques, de los Tlahuiques, de los Cohuijques, de los
Mizteques, de los Zapoteques, y de los Cuitlateques ; de la provincia
de Coatzacualco, de los reinos de Acolhuacan, y Michuacín, y de los
estados de Cholula, Tlascala, y Huejotzinco.
El valle de Megico, no obstante de tener una pkrte de su superficie
ocupada por los lagos, era a lo menos tan poblado como el pais mas
poblado de Europa. Habia en él 40 ciudades considerables, cuyos
nombres he dado en otra parte de esta obra, y de que hacen mención
todos los historiadores antiguos. Los otros lugares habitados que con-
tenia eran innumerables, y de ellos pudiera presentar un largo cata-
logo, si no temiera fastidiar a mis lectores. El sincerisimo Bernal
Diaz, describiendo en el capitulo Ixxxviii de su Historia todo lo que los
Españoles conquistadores iban viendo en su viage por el valle Megi-
cano a la capital, dice asi : " Cuando veiamos cosas tan maravillosas,
no sabíamos qué decir, ni si era verdad lo que se presentaba a nues-
tros ojos : por que veiamos tantas grandes ciudades en tierra firme, y
otras muchas en el lago, y todo lleno de barcas." Dice ademas que
alganos soldados compañeros suyos maravillados sobremanera al ver
POBLACIÓN DE ANAHUAC. 409
tantas, y tan hermosas poblaciones, dudaban si eran sueño, o cosas de
encanto los que estaban viendo. Estas, y otras noticias dadas con la
mayor sinceridad por aquel escritor soldado, bastan a responder al
Dr. Robertson, el cual se valió de algunas palabras del mismo, que no
supo entender, para hacer creer a sus lectores que la población de
Megico no era tan grande como se dice.
En cuanto a la de la antigua capital hai gran variedad de opiniones,
ni puede ser de otro modo cuando se quiere calcular a bulto el numero
de habitantes de una gran ciudad : pero todos los escritores que o la
vieron, o tomaron informes de los que la habian visto, están de acuerdo
en que era mui considerable. El Cronista Herrera dice que era doble
que Milán ; Cortés afirma que era tan grande como Sevilla, y Cór-
doba; Lorenzo Surio, citando los documentos del archivo real de
Carlos V, asegura que la población de Megico se componia de 130,000
casas ; Torquemada, apoyándose en Sahagun, y en algunos historia-
dores Indios, cuenta 120,000, y añade que en cada casa habia de 4 a
10 habitantes. El conquistador anónimo se esplica en estos términos :
" Puede tener esta ciudad de Temistitan mas de dos leguas, y media,
o cerca de tres, poco mas o menos de circuito : la mayor parte de los
que la han visto dicen que contiene 60,000 hogares, mas bien mas que
menos." Este calculo, adoptado por Gomara, y por Herrera me pa-
rece el que mas se acerca a la verdad, si se atiende a la ostensión de
la ciudad, y al modo de habitar de aquellas gentes.
Mr. de Paw contradice toda esta masa de autoridades. Llama
'* exesiva, y extravagante la descripción que nos hacen de esta ciudad
Americana, la cual contenia, según algunos autores, 60,000 casas en
los tiempos de Motéuczoma II ; asi que tendría 350,000 habitantes^
siendo notorio que la ciudad de Megico, aumentada considerablemente
bajo el dominio de los Españoles, no tiene en la actualidad mas de
60,000 habitantes, incluyendo en este numero 20,000 entre negros, y
mulatos." He aqui otro de los pasages de la Investigaciones Filosó-
ficos que hará reir a los Megicanos. Pero ¿ quien no ha de reir al
ver a un filosofo Prusiano, tan empeñado en disminuir la población de
aquella gran ciudad Americana, y enfurecido contra los que la repre-
sentan mayor que él se la figura? ¿ Quien no se admirará al mismo
tiempo al oir que en Berlin se sabe con tanta notoriedad el numero de
los habitantes de Megico, cuando uo hace mucho que lo ignoraban los
párrocos de aquella ciudad, que annualmente los cuentan '{ Yo, sin
embargo, quiero dar a Mr. de Paw algunas noticias seguras sobré
410 HISTORIA AiNTiGÜA DK MEGICO.
este asunto, a fin de que en lo sucesivo evite los errores en que ha
incurrido.
Sepa pues que Megico es la ciudad mas populosa de cuantas hai en
los estados Americanos en que se habla Español, y que lo es mas que
la mayor de la peninsula. Por el numero de nacidos, y muertos en
Madrid, y en Megico, publicado en los diarios de ambas capitales,
consta que el numero de habitantes de la primera es una cuarta parte
menor que el de la segunda* : esto es, si Madrid, por egemplo, tiene
160,000 habitantes, Megico sin duda tiene mas de 200,000. Ha ha-
bido una gran variedad de opiniones sobre la población de la capital
moderna, como las hubo acerca de la antigua, y como las hai acerca
de otras ciudades de primer orden f; pero habiéndose hecho en estos
últimos años con mayor diligencia la numeracio», tanto por los párro-
cos, como por los magistrados, ha resultado que el numero de habitan-
tes pasaba de 200,000, aunque no se sabe con exactitud cuantos son
los que exeden esta cantidad. Puede formarse alguna idea de aquella
población por la cantidad de pulque y de tabaco que se consume en
ella diariamente J. Cada dia entran en sus muros mas de 6,000 arro-
bas de pulque ; en todo el año de 1774 entraron 2,214,294f arrobas,
no 'incluyendo en este computo el que se introdujo de contrabando, y
el que venden los Indios esentos en la plaza mayor. Esta gran can-
tidad de pulque no es mas qiie para el consumo de los Indios, y Mu-
latos, cuyo numero es inferior al de los Europeos blancos, y Criollos,
entre los cuales hai mui pocos que usen de aquella bebida. El im-
puesto sobre ella sube solo en la capital a 280,000 pes«is annuales,
* Es cierto que a proporción del exeso de una ciudad sobre otra en el numero
de los nacido», y muertos, deberá ser el exeso del numero de los habitantes, y
no hai medio mas seguro de hallar este numero en una ciudad populosa, que el
de saber el de los que nacen, y mueren en ella, con tal que se adopten las pre-
cauciones convenientes.
f Basta saber la diversidad de opiniones que ha reinado mucho tiempo sobre
la población de Paris. Leonel Waffer, viagero Ingles, creyó que en Megico habia
300,000 almas; Gemelli opinó que eran 100,000; el misionero Tallandier 60,000:
un viagero moderno que pasó a Megico después de haber visto toda Europa, y
los principales paises de Asia, era de parecer que no habia en Megico menos de
1,600,000 habitantes. Este disparató por exeso, y Tallandier por defecto.
X El pulque no se puede guardar para otro dia, y cada dia se consume todo el
que se introduce. La nota del consumo diario de pulque, y tabaco en Megico se
ha tomado de una carta escrita por uno de los mejores calculadores de aquella
aduana, escrita a 23 de Febrero de 1776.
POBLACIÓN DK ANAHUAC. 411
poco mas o menos. El consumo de tabaco de humo on la misma
importa cada dia cerca de 1250 pesos, lo que al año forma mas de
450,000. Debe tenerse presente que son pocos los Indios que fuman.
Entre los Criollos, y Europeos hai muchisimos que no tienen aquella
costumbre, y entre los mulatos, algunos. ¿ Y habrá quien dé mas
crédito al calculo de Mr. de Paw que a las matriculas de aquella capi-
tal, y quien aprecie mas el juicio de un Prusiano moderno, tan estra-
vagante en todo lo que escribe sobre la capital de Megico, que
al de tantos escritores antiguos, que por sí mismos la vieron, y ob-
servaron ?
De la capital de Tezcuco sabemos por las cartas de Carlos V, que
tenia cerca de 30,000 casas : mas esto debe entenderse de aquella
parte de la población que propiamente se llamaba Tezcuco ; pues
comprendidas las otras tres ciudades de Coatlichan, Huejotla, y
Ateneo, que, según el mismo Cortés, podían considerarse como un
solo pueblo, su circuito era mayor que el de Megico. Torquemada,
apoyado en el testimonio de Sahagun, y en el de los Indios", asegura
que en aquellas cuatro ciudades se contaban 140,000 casas, y si quere-
mos disminuir la mitad déoste numero, todavía queda una población
considerable. Ningún historiador habla de la de Tlacopan, aunque
todos convienen en que era mui vasta. De la de Joquimilco sabemos
que era la mayor de todas aquellas ciudades después de las capitales.
Cortés afirma que en Iztapalapan habia de 12 a 15,000 hogares ; en
Mijcoac cerca de 6,000; en Huitzilopochco de 4 a 5,000; en Acol-
man, 4,000^ otros tantos en Otompan, y 3,000 en Megicaltzinco.
Chalco, Azcapozalco, Cayoacan, y Quauhtitlan eran, sin comparación,
mayores que estas ultimas. Todos estos, y otros muchisimos pueblos
estaban edificados en el valle de Megico, y su vista ocasionó no menos
admiración que miedo a los Españoles conquistadores, cuando por
primera vez observaron desde las cimas de los montes aquel delicioso
punto de vista. Lo mismo les sucedió cuando vieron a Tlascala.
Cortés en su carta a Carlos V habla asi de esta ultima ciudad : " Es
tan grande, y maravillosa que aunque yo omita mucho de lo que pu-
diera decir, lo poco que diré parecerá increíble : porque es mayor, y
mas poblada que Granada cuando se tomó a los Moros, harto mas
fuerte, con tan buenos edificios, y mucho mas abundante en todo."
Del mismo modo se esplica el conquistador anónimo : " Hai alli
muchas grandes ciudades, y entre ellas la de Tlascala, que en algunas
cosas se parece a Segovia, y en otras a Granada, pero es mas poblada
que cualquiera de estas." Dé Tzimpantzinco, ciudad de aquella re-
412 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
publica, dice Cortés* que habiéndose hecho el padrón por su orden,
resultaron 20,000 casas. De Huejotlipan, que pertenecía al mismo
estado, dice que tenia de 4 a 5,000 hogares. En Cholula cuenta
cerca de 20,000 casas, y casi otras tantas en las poblaciones vecinas,
que podían considerarse como sus arrabales. Huejotzínco, y Tepe-
yacac eran emulas de Cholula en estensíon. Estos son algunos de los
pueblos que vieron los Españoles antes de la conquista, omitiendo otros
muchos, cuya importancia consta por la deposición de los mismos, y de
otros historiadores.
No menos se infiere la muchedumbre de habitantes de aquellos
países por el innumerable concurso que se notaba en los mercados,
por los grandes egercitos que se armaban cuando era necesario, y por
el gran numero de bautismos que se confirieron después de la con-
quista. En la Historia he hablado largamente del gentío que asistía
a los mercados, fundándome en el dicho de muchos testigos oculares.
Podría sospecharse alguna exageración en los conquistadores acerca
del numero de las tropas contra las cuales combatían, mas no asi con
respecto al de sus confederados, pues cuanto mayor fuese el numero
de estas, tanto menos díficíl, y glorioso dtbia parecer el triunfo. Y
sin embargo el conquistador Ogeda contó 150,000 hombres en los
egercitos aliados de Tlascala, Cholula, Tepeyacac, y Huejotzínco,
cuando les pasó reseña en Tlascala, para ir a la conquista de Megico.
El mismo Cortés dice que las tropas aliadas, que lo acompañaron a
la guerra de Quauhquecholan, pasaban de 100,000 hombres, y de
200,000 con mucho, los que lo ayudaron en el asedio de la capital.
Por otra parte los sitiados eran tantos, que habiendo muerto durante
el asedio mas de 150,000, como he dicho en la Historia, cuando los
Españoles se apoderaron de la ciudad, y mandaron salir de ella a
todos sus habitantes, por espacio de tres días, y tres noches se vieron
continuamente llenos los tres caminos, de gente que iba a refugiarse a
otros pueblos, como dice Bernal Díaz, que estubo presente. En
cuanto al numero de bautismos, sabemos por el testimonio de los mis-
mos religiosos que se emplearon en la conversión de aquellos pueblos,
que los niños y adultos bautizados solamente por los PP. Francisca-
nos t desde el año de 1524 hasta el de 1540 fueron mas de 6,000,000,
la mayor parte de los cuales eran habitantes del valle de Megico, y de
* Cortés habla de esta ciudad sin nombrarla, pero del contesto se infiere que
alude a ella. Torquemada lo dice espresamente.
f Toribio de Benavente, o Motolinia, uno de aquellos religiosos, bautizó por
sus manos mas de 400,000 Indios, de los que llevó cuenta escrita.
POBLACIÓN DE ANAHUAO. 413
las provincias vecinas. En este numero no se incluyen los bautizados
por los clérigos, por los Dominicos, por los Agustinos, entre los cuales,
y los Franciscanos se dividió por entonces aquella abundantisima mies,
y por otro lado es cierto que hubo innumerables Indios que se mantu-
bieron obstinados en su gentilismo, o que no recibieron la fe de Cristo
si no muchos años después. Las estrepitosas controversias sucitadas
en aquellos países por algunos religiosos, y sometidas a la decisión del
papa Paulo III nos hacen ver que de resultas de la estraordinaria, y
nunca vista muchedumbre de catecúmenos, se vieron obligados los
Misioneros a omitir algunas ceremonias del bautismo, y entre ellas la
de la saliva, pues se les secaban la boca, la lengua, y las fauces.
Desde el descubrimiento de Megico hasta nuestros dias, ha ido
disminuyendo continuamente el numero de Indios. . Ademas de los
infinitos millares de ellos que perecieron en el primer contagio de las
viruelas en 1520, y en la guerra de los Españoles, la epidemia de
1545, arrebató 80,000, y en la de 1576 murieron mas de 2,000,000,
solo en las diócesis de Megico, Puebla de los Angeles, Michuacan, y
Guajaca. Estos datos resultan de las notas presentadas por los
curas al virrei. Sin eml^argo de esta vasta destrucción, el Cronista
Herrera, que escribió a fines del siglo XV i, dice, fundándose en los
documentos enviados por el virrei de Megico, que en las diócesis de
la Puebla de los Angeles, y de Guajaca, y en las provincias del
obispado de Megico próximas a la capital, se contaban en aquel
tiempo 655 pueblos principales de Indios, y otros innumerables me-
nores, dependientes de aquellos, en los cuales habia 900,000 familias
de Indios tributarios. Pero es necesario saber que en esta clase no
se comprenden los nobles, los Tlascaleses, ni los otros Indios de
aquellos que ayudaron a los Españoles en la conquista, los cuales
fueron esentos del tributo en atención a su nacimiento o a sus servi-
cios. El mismo Herrera, bien instruido en estos asuntos, dice que
en su tiempo se contaban en la capital 4,000 familias Españolas, y
30,000 casas de Indios. Desde entonces ha ido disminuyendo el
numero de estos, y aumentando el de aquellos.
Mr. de Paw responderá, como acostumbra, que todas las pruebas
de que me he valido para demostrar la gran población de Megico
valen menos que nada : pues aquellos documentos provienen de sol-
dados toscos, y perversos, o de religiosos ignorantes o supersticiosos :
pero aunque mereciesen todos estos epítetos los escritores de cuya
autoridad me he valido, lo que es enteramente falso, su uniformidad
bastaría para darles gran valor. ¿ Quien podra creer que Cortés, y
*^^ HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
los oficiales que con él firmaron sus cartas se atreviesen a engañar a
su rei, pudiendo fácilmente ser desmentidos por tantos centenares de
testigos, entre los cuales habia pinchos que los miraban con envidia,
y con odio ? ; Sería posible que - tantos escritores asi Españoles
como Indios se pusiesen de acuerdo en exagerar la población de
aquellos paises, y que no hubiese uno solo entre ellos que respetase
el juicio de la posteridad i De la veracidad de los primeros Misione-
ros no cabe duda. Fueron hombres de vida egemplar, y de gran
doctrina, escogidos entre muchos para predicar el Evangelio en aquel
Nuevo Mundo. Algunos de ellos fueron profesores en las mas céle-
bres universidades de Europa; hablan obtenido las primeras digni-
dades en sus respectivas ordenes, y hablan sido dignos del favor, y
de la confianza de Carlos V. Los honores a que renunciaron en
Europa*, y los que no aceptaron en America, manifiestan claramente
el desinterés del celo que los animaba : su voluntaria y rigida
pobreza, su continuo trato con Dios, sus indecibles fatigas en tantos,
y tan dificiles viages, hechos a pie, y sin recursos, su constancia en
tantos, y tan penosos ministerios, y, sobre todo, su caridad llena de
compasión, y dulzura para con aquellas *^fligidas naciones, harán
siempre venerable su memoria en los paises que edificaron con su
predicación, y con su egeraplo, a despecho de Mr. de Paw, y de
cualquier otro maligno escritor, a quien basta reconocer en otro la
calidad de religioso para despreciarlo, e injuriarlo. En los escritos
de aquellos hombres inmortales se descubre un carácter tan poco
equivoco de sinceridad, que no es posible dudar de la exactitud de sus
noticias. Es verdad que a los ojos de Mr. de Paw cometieron un
crimen imperdonable, cual fue el de quemar como supersticiosas la
mayor parte de las pinturas históricas de los Megicanos. Yo aprecio
mucho mas que Mr. de Paw aquellas pinturas, y me duele mas que
a él su destrucción : mas no por esto vilipendio a los autores de aquel
deplorable incendio, ni ultrajo su memoria : pues aquel mal, a que
los indujo un celo demasiado ardiente, y no bien dirigido, no puede
compararse con los grandes bienes que en otros ramos hicieron : ade-
mas de que algunos de ellos procuraron reparar aquella perdida
con sus escritos, y asi lo hicieron Motolinia, Sahagun, Olmos, y
Torquemada.
Pero Mr. de Paw se ha empeñado de tal manera en disminuir la
población de aquellos paises, que llega a decir (¿ quien lo creerla)?
* Entre los quince primeros misioneros Franciscanos hubo seis que renuncia-
Ton los obispados que les quiso conferir Carlos V.
POBLACIÓN ÜF. ANAHUAC. 416
en tono decisivo, y magistral, que no habia en todos ellos otra ciudad
que la de Megico. Oigámoslo hablar para divertimos un poco :
" No habiéndose descubierto en todo el territorio Megicano algún
vestigio de ciudades antiguas de Indios, es claro. que no habia alii mas
que un solo lugar que tubiese alguna apariencia de ciudad ; y este
era Megico, que los escritores Españoles quisieron llamar la Babi-
lonia de las Indias : pero ya hace tiempo que no nos engañan los
nombres magnificos dados por ellos a las miserables aldeas de
America."
Cuantos historiadores han escrito de las cosas de Megico afirman
unánimemente que todas las naciones de aquel vasto imperio vivian
en sociedad ; que tenian muchas poblaciones grandes, y bien orde-
nadas, designando por sus nombres las ciudades que vieron. Léanse
las cuatro Cartas de Cortés a Carlos V ; la Historia de la Conquista
por Bernál Diaz del Castillo ; la curiosa e ingenua relación del con-
quistador anónimo; los MSS de Motolinia, Sahagun, y Mendieta;
las obras del obispo Las Casas ; las cartas de Pedro Alvarado,
Diego Godoi, y Ñuño Guzman, que se hallan en la Colección de
Ramurio, todos ellos teji^igos oculares : a los que se deben a|íadír
todos los historiadores Megicanos, Acolhuis, y Tlascaleses principal-
mente los que he nombrado en el Catalogo que se halla a la cabeza
de esta obra. Los que viajaron por aquellas regiones, en los dos
siglos, y medio que siguieron a la conquista, vieron por sus ojos las
poblaciones de que hablan los historiadores antiguos, en los mismos
sitios que ellos habian indicado : asi que o Mr. de Paw se imagina
que los historiadores anunciaron profeticamente las poblaciones futuras,
o confesará que desde entonces estaban donde están ahora. Es cierto
que los Españoles han fundado muchas ciudades, como la Puebla de
los Angeles, Guadalajara, Valladolid, Vera Cruz, Celaya, Potosí,
Córdoba, León, &c. pero estas, con respecto a las fundadas por los
Indios, a lo menos en el territorio Megicano, están en la proporción
de menos de uno a mil. Sus nombres, conservados hasta ahora,
demuestran que no fueron Españoles los que las fundaron, sino Indios.
Que estos pueblos, de que tantas veces hago mención en mi Historia,
no eran miserables aldeas, sino grandes poblaciones, y ciudades bien
construidas cómo las de Europa, consta por el dicho de todos los escri-
tores que las vieron.
Mr. de Paw quisiera que se le enseñasen vestigios, y ruinas de las
ciudades antiguos : algo mas le enseñaremos si quiere : esto es, ciu-
dades antiguas existentes todavía. Y sin eiúbargo, si se Obstina en
416 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
querer vestigios, vaya a Tezcuco, a Otumba, a Tlascala, a Cholula,
a Huejotzinco, a Cempoala, a Tula, &c., y vera tantos que no podra
dudar de la grandeza de las ciudades Americanas.
Este gran numero de ciudades, y de lugares habitados, apesar de
la muchedumbre de personas que morian annualmente en los sacrifi-
cios, y en las continuas guerras de aquellos pueblos, es una prueba
irrecusable de la gran población del imperio de Megico, y de los
otros paises de Anahuac. Si nada de esto basta a convencer a
Mr. de Paw, le aconsejo caritativamente que se meta en un hospicio.
Los argumentos de que me he valido contra este escritor, pueden
servir también para responder al Dr. Robertson, el cual viendo tantos
testigos contrarios a su parecer, echa mano de un subterfugio seme-
jante al del calor de la imaginación, que empleó hablando de los tra-
bajos de fundición, elogiados por tantas historiadores. Tratando de
la sorpresa que produjo en los Españoles la vista de las ciudades del
territorio de Megico, dice asi en el libro vii de su Historia. " En
el primer arrebato de su admiración, compararon a Cempoala, aunque
ciudad de segunda o tercera clase, con algunas de las principales de
su pais. Cuando después vieron sucesivan^^^nte a Tlascala, Cholula,
Tacuba, Tezcuco, y Megico creció tanto su asombro, que exageraron
su grandeza, y población hasta los limites de lo increíble. Conviene
por tanto disminuir gran parte de lo que dicen acerca del numero de
habitantes en aquellos pueblos, y rebajar algo el calculo de su pobla-
ción." Asi lo manda Robertson, y yo estoi dispuesto a obedecerlo.
Si los Españoles hubieran escrito sus cartas, historias, y relaciones en
el primer arrebato de su admiración, podria sospecharse que el asom-
bro los indujo a exagerar : pero no sucedió asi. Cortés, el primero
de los historiadores de Megico, en cuanto a la antigüedad, no escribió
su primera carta al emperador sino año y medio después de su llegada
al continente de America; el conquistador anónimo algunos años des-
pués de la conquista ; Bernal Diaz del Castillo después de mas de
40 años de continua permanencia en el territorio Megicano, y asi los
otros. ¿ Es posible que durase un año, veinte, y mas de cuarenta
años aquel primer arrebato ? ¿Y de donde pudo provenir su asom-
bro? Oigámoslo del mismo Dr. Robertson: "los Españoles acos-
tumbrados a esta clase de habitaciones (cabanas aisladas) entre las
tribus salvages, de que ya tenian noticia, quedaron atónitos al entrar
en la Nueva España, y al ver a los habitantes reunidos en grandes
ciudades semejantes a las de Europa." Pero Cortés, y sus compañe-
ros, antes de ir a Megic.0, sabian mui bien que aquellos pueblos no
■ti-
POBLACIÓN DE ANAHUAC. 417
eran salvages, y que sus casas no eran cabanas ; por que todos los que
un año antes habían hecho aquel viage con Grijaiva, sabían que los
Indios tenían bellas poblaciones, compuestas de casas bien hechas de
cal, y canto, con altas torres, como dice Bemal Díaz, cuya autoridad
es de tanto peso, por ser hombre sincero, y haber visto las cosas que
describe. No era pues aquella la causa de su asombro, si no la ver-
dadera grandeza, y muchedumbre de las ciudades que se ofrecían a
sus ojos. " No es estraño, añade Robertson, que Cortés, y sus
compañeros, poderosamente exitados a ponderar las cosas, para
exaltar el mérito de sus descubrimientos, y conquistas, cayesen en
el error común de traspasar en sus descripciones el limite de la ver-
dad." Pero Cortés no era loco, y conocía que con exagerar el nu-
mero de sus aliados, en lugar de exaltar su propio mérito, disminuía
la gloría de sus conquistas. Y sin embargo confiesa muchas veces
que en sus empresas lo ausiliaron 80,000, y 100,000, y 200,000 alia-
dos ; y asi como estas ingenuas confesiones manifiestan su sinceridad,
así también aquellos numerosos egercítos demuestran la gran pobla-
ción del país. Ademas el Dr. Robertson supone que cuanto escribie-
ron los autores Españoles sobre el numero de las casas de las ciuda-
des Megícanas, fue solamente por congetura, y calculando a ojo :
pero no fue asi : pues el mismo Cortés asegura en su primera carta
al emperador Carlos V que había mandado hacer la matrícula de las
casas que comprendía el distrito de la república de Tlascala, y
que resultaron 150,000, y mas de 20,000 en la ciudad de Tzim-.
pantzinco. o
TOMO II. 2e
DISERTACIÓN VIH.
RELIGIÓN DE LOS MEGICANOS.
En esta disertación no pienso habérmelas, como en las otras, con
Mr. de Paw ; pues reconoce ingenuamente la semejanza que hai entre
los delirios de los Americanos, y los de las otras naciones del antiguo
continente en materia de religión. " Como las supersticiones re-
ligiosas de los pueblos de America, dice, han tenido una semejanza
notable con las que han adoptado las naciones del continente antiguo,
no he hablado de estos despropósitos, si no para hacer una compara-
ción entre unas, y otras, y para hacer ver que apesar de la diversidad
de climas, la debilidad del espiritu humano ha sido constante e in-
variable." Si hubiera hablado con este juicio en otras ocasiones, me
hubiera ahorrado el trabajo de sostener tantas disputas, y hubiera
evitado las graves censuras que han hecho de sus Investigaciones
algunos sabios de Europa. Yo me dirijo en este trabajo a los que,
por ignorancia de lo que ha pasado, y pasa en el mundo, o por falta
de reflexión, se han espantado tanto al leer en la historia de Megico
la crueldad, y la superstición de aquellos pueblos, como si fuera una
cosa jamas vista ni oida en el mundo. Les haré ver el error que
padecen, y demostraré que la religión de los Megicanos fue menos
supersticiosa, menos indecente, menos pueril, y menos irracional que
la de las mas cultas naciones de la culta Europa, y que de su cruel-
dad se hallan egemplos, y quizas mas atroces en casi todos los pueblos
del mundo.
El sistema de la religión natural depende principalmente de la idea
que los hombres se forman de la Divinidad. Si la conciben como un
padre lleno de bondad, cuya providencia vela sobre todas sus criaturas,
las practicas religiosas estarán llenas de demostraciones de amor, y
respeto. Si, por el contrario, se presenta como un tirano inexorable,
el culto sera sanguinario. Si los hombres creen en un Ser Omnipo-
tente, su veneración se dirigirá a uno solo ; pero si se le atribuye un
poder limitado, se multiplicarán I03 obgetos del culto. Si se reconoce
RELIGIÓN DE LOS MEGICANOS. 419
la santidad, y la pureza de su esencia, se implorará su protección con
un culto puro, y santo ; pero si se cree sometido a las imperfecciones,
ya los vicios de los hombres, la religión consagrará los delitos.
Comparemos pues la idea que los Megicanos tenian de sus dioses,
con la que se hablan formado de sus númenes los Griegos, los
Romanos, y las naciones cuya religión imitaron los unos, y los otros,
y en breve reconoceremos las ventajas de los Megicanos, en esta
parte, con respecto a todas las naciones antiguas. Es cierto que
dividían el poder entre varios númenes, suponiendo reducida a ciertos
limites la jurisdicción de cada uno. " No dudo, decia el rei Moteuc-
zoma al conquistador Cortés, en una conferencia que tubieron sobre
religión, yo no dudo de la bondad del dios que adoráis : pero si él es
bueno para España, nuestros dioses son buenos para Megico."
" Nuestro dios Camajtle, decian al mismo Cortés los Tlascaleses,
nos concede la victoria sobre nuestros enemigos : nuestra diosa
Matlalcueye nos da la lluvia que los campos necesitan, y nos preserva
de las inundaciones del rio Zahuapan. A cada uno de nuestros
dioses debemos una parte de la felicidad de que gozamos : " pero no
los creían tan impotentes como los Griegos y los Romanos creian a los
suyos. Los Megicanos no tenian mas que un numen bajo el nombre
de Centeotl, para la protección del campo, y de los sembrados, y
aunque amaban cordialmente a sus hijos, se contentaban con ponerlos
bajo el patrocinio de una sola divinidad. Los Romanos ademas de la
diosa Ceres, empleaban solo en el cuidado del trigo a Seja que protegía
el grano seambrado ; Proserpina el grano nacido ; Nodoto los nudos
del tallo ; Volatína los retoños ; Patelena las plantas ya espigadas ;
Flora las flores ; Ostilina las espigas ; Segesta los granos nuevos ;
Lactancia los granos en leche ; Matura el grano maduro ; Tutano o
Tutilina el grano guardado en los graneros ; a los que deben añadirse
Sterculio, que corría con los abonos, y estercoleros ; Priapo que
ahuyentaba los pájaros ; Rubigo que preservaba los sembrados de los
insectos, y la ninfas Napeas que suministraban el jugo nutritivo.
Para los niños tenian al dios Ope, que favorecía al recien-nacido, y
lo recogia en su seno; Vaticano, que le abría la boca cuando lloraba;
Levano, que lo alzaba del suelo ; Cunina, que guardaba la cuna ; las
Carmentas, que vaticinaban su suerte futura ; Fortuna, que le daba
prosperidad en los sucesos; Rumina, que introducía el pezón del
pecho de la madre en la boca del niño ; Potina, que cuidaba de
darle de beber ; Educa, a quien tocaba velar sobre sus primeros ali-
mentos; Faventia, qne le hacia el bú ; Venilia, qne animaba sus
2 É 2
^b HISTORIA ANTIGUA DE MEOICO.
esperanzas; Volupia, que procuraba divertirlo; Agenoria, que ob-
servaba, y guiaba sus operaciones; Stimula, que le daba viveza;
Strenua, que lo hacia valiente ; Numeria, que le hacia aprender las
cuentas ; Camena, que le enseñaba a cantar ; Conso, que le daba
consejos ; Sendas que le inspiraba resolución ; Juventa, que patro-
cinaba el principio de la juventud, y Fortuna harhata, que desem-
peñaba las importantes funciones de hacer crecer la barba. ¿ Quien
creerá que la custodia de las puertas necesitaba de tres númenes
celestes, que eran Forculo, Cama, y Limentino ? " Ita, esclama
San Agustín, ita non poterat Forculus, simul fores, et cardinem,
limenque servare." ¡ Tan mezquino era a los ojos de los Romanos el
poder de sus dioses ! Aun los nombres que daban a muchos de ellos,
manifiestan el triste concepto en que los tenian sus adoradores.
¿ Pueden imaginarse nombres mas indignos de una divinidad que
Júpiter Pistor, Venus Calva, Pecunia, Caca, Subigus, y Chacina ?
¿ Quien habia de creer que este ultimo nombre serviría para convertir
en diosa una estatua encontrada por Tacio en la principal cloaca de
Roma ? ¿ No es esto burlarse de la religión, y hacer viles, y des-
preciables los dioses que se adoraban ? " Quae ista religionum
derisio est? preguntaba con razón Lactancio. Si earum defensor
essem, quid tan graviter queri possem, quam deorum numen in
tantnm venisse contemptum, ut turpissimis numinibus ludibrio ha-
beatur? Quis non rideat Fornacem Deam.'' Quis cum audiat deam
Mutam risum tenere queat? colitur et Caca, &c."
Pero en nada mostraron tanto los Griegos, y los Llomanos la
opinión que tenian de sus númenes, como en los vicios que les
atribuian. Toda su Mitología es una larga serie de atentados ; toda
la vida de sus dioses se reducia a rencores, venganzas, incestos,
adulterios, y otras pasiones bajas, capaces de infamar a los hombres
mas viles. Jove, aquel padre omnipotente, aquel principio de todas
las cosas, aquel rei de los hombres, y de los dioses, como lo llaman
los poetas, se muestra unas veces en figura humana, para tratar con
Alcumena, otras disfrazado de sátiro, para gozar de Antiope ; otras
de toro, para arrebatar a Europa ; otras de cisne, para abusar de
Leda ; y en fin en forma de lluvia de oro para corroinper a Danae, y
de otros mil modos para satisfacer sus perversos designios. Entre
tanto la gran diosa Juno, rabiosa de celos, no piensa en mas que en
vengarse de su infiel esposo. De este mismo calibre eran los otros
dioses inmortales, especialmente los mayores, o escogidos, como ellos
los llamaban : " Escogidos, dice San Agustin, por la superioridad de
RELIGIÓN DE LOS ME0IGAN09. 421
SUS vicios ; no ya por la exelencia de sus virtudes." ¿ Y qué buenos
egemplos podían contar de sus dioses aquellas gentes, que mientras
se jactaban de dar a los hombres lecciones de virtud, solo consagraban
en sus altares desordenes, maldades, y flaquezas 1 ¿ Que otro mérito
tenían entre los Griegos Leena, y entre los Romanos Lupa, Faula, y
Flora, si no el de haber sido famosas prostitutas ? De aquí nace el
haber habido varios númenes encargados de los mas infames, y ver-
gonzosos empleos. Véanse en el lib. vi de la Ciudad de Dios de
San Agustin, que yo no tengo valor para ponerlos a la vista de mis
lectores.
I Y qué diremos de los Egipcios, que fueron los creadores de la
superstición ? Sabido es lo que de ellos dice Lucano :
Nos in templa tuam Romana accepimus Isin ;
Semiscanesque Déos et sistra moventia luctum.
No solo daban culto al buei, al perro, al lobo, al gato, al cocodrilo, al
esparaván, y a otros animales semejantes, si no a las cebollas, y a los
ajos, lo que dio motivo a^la célebre espresion de Juvenal:
O sanctas gentes, quibus hic nascuntur in hortis
Numina.
No satisfechos con esto celebraban la apoteosis de las cosas mas
indecentes. El detestable casamiento de hermano con hermana, se
creia autorizado con el egemplo de sus dioses.
Harto cffversa de esta era la idea que tenían de sus númenes los
Megicanos. No se halla en toda su Mitología la mas pequeña traza
de aquellas estupendas. perversidades con que los otros pueblos infa-
maron a los suyos. Los Megicanos honraban la virtud, y no el vicio
en los obgetos de su veneración religiosa; en Huitzilopochtli el
valor, en Centeotl, y en otros la beneficencia ; en Quetzalcoatl la
castidad, la justicia, y la prudencia. Aunque tenían númenes de
ambos sexos, no los casaban, ni los creían capaces de aquellos placeres
obcenos que eran tan comunes en los dioses Griegos, y Romanos.
Suponían en ellos una suma aversión a toda especie de delitos ; por
lo que el culto se dirigía a templar su colera, provocada por los
pecados de los hombres, y a grangearse su protección, con el arrepen-
timiento, y con los obsequios religiosos.
Conforme en un todo a estos principios fundamentales eran los ritos
que practicaban en las funciones del culto público y privado. La
superstición era común a todas las naciones de Anahuac : pero la de
422 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
los Megicanos era menos pueril que la de los pueblos antiguos : y para
convencerse de ello, basta comparar los agüeros de unos, y otros.
Los Astrólogos Megicanos observaban los signos, y caracteres del dia,
para sus casamientos, viages, y en general para todas sus operaciones,
como los Astrólogos de Europa observan la posición de los astros para
vaticinar la ventura de los hombres. Los unos y los otros miraban con
el mismo temor los eclipses, y los cometas, como precursores de
alguna gran calamidad : por que esta preocupación ha sido general en
el mundo. Todos se amedrentaban al oir el silvido de un ave noc-
turna : errores vulgares de uno, y otro continente, y que no han
desaparecido de muchos pueblos de la cultísima Europa. Pero todo
lo que sabemos de los Americanos en este ramo no puede compararse
con lo que nos dicen de los antiguos Romanos sus mismos historia-
dores, y poetas. Las obras de Tito Livio, de Plinio, de Virgilio, de
Suetonio, de Valerio Máximo, y de otros escritores juiciosos (que no
pueden leerse sin compasión) hacen ver a qué exeso llegó la pueril
superstición de los Romanos en sus agüeros. No habia animal entre
los cuadrúpedos, entre las aves, y entre los reptiles de que no sacasen
algijna predicción para el porvenir. Si el ave volaba acia la izquierda,
si graznaba el cuervo, o la corneja, si el ratón probaba la miel, si la
liebre cruzaba el camino, era inevitable la proximidad de alguna gran
desventura. Hubo ocasión de hacerse la espiacion, o sea kistracion
de ja capital del mundo, solo porque habia entrado un buho en el
capitolio. Asi lo refiere Plinio : " Bubo funebris et máxime abomi-
natus publico precipuo auspicüs,... capitolii cellam ipsadl iutravit,
Sex. Papellio Istro, L. Pedanio coss. propter quod uonis Martüs,
urbs lustrata est eo anno." Y no solo los animales si no las cosas mas
ruines, y despreciables bastaban a inspirarles un temor supersticioso :
como si estando comiendo se derramaba el vino, o la sal, o caia al
suelo algún fragmento de manjar. ¿ No era cosa admirable el ver a un
señor aruspice, personage de alta gerarquia, ocupado seriamente en
observar los movimientos de las victimas, el estado de sus entrañas, y
el color de su sangre, para pronosticar en virtud de aquellos datos los
principales sucesos de la mas poderosa nación de la tierra? " Me
maravillo, decia el gran Cicerón, de que no se ria un aruspice cuando
encuentra a otro." ¿Puede haber en efecto cosa mas ridicula que la
adivinación que llamaban Tripudium ? ¿ Quien creerá que una
nación por una parte tan ilustrada, y por otra tan guerrera, llevaba
consigo en sus egercitos, como cosa importantísima para la felicidad
de sus armas, una jaula llena de pollos, y que las tropas no osaban
RELIGIÓN ÜE LOS MEGICANOS. 428
aventurar una acción, sin consultarlos antes ? Si los pollos no proba-
ban la masa que se les ponia delante, era mala señal ; si ademas de no
comerla, se salian de la jaula, peor ; si la comian ansiosamente, no
habia nada que temer : la victoria era segura. Asi que el medio mas
eficaz para conseguir el triunfo hubiera sido dejar sin comer a los
pollos un par de dias antes de consultarlos.
A estos exesos llega el espíritu humano, cuando se abandona a sus
propias luces. La esperiencia de los torpes errores, de la ridicula
puerilidad, y de las monstruosas abominaciones en que han incurrido
las naciones mas cultas del gentilismo, nos hace ver que no podemos
esperar la verdadera, y santa Religión si no de la eterna sabiduría.
A ella toca revelar la verdad, que debemos creer, y dictar el culto que
debemos practicar. Si el gravísimo negocio de la Religión se configí
a la débil razón humana, de cuya miseria tenemos taiita esperiencia,
se presentarán a nuestra mente los mayores absurdos como dogmas
verdaderos, y el culto debido al Ser Supremo vacilará entro los
escollos de la impiedad, y de la superstición ¡Pluguiese a Dios que
esos mismos filósofos de nuestro «iglo, que tanto ponderan la fuerza
de la razón, no nos diesen en sus obras tantas pruebas de su imbe-
cilidad !
Mas al fin Americanos, Griegos, Romanos, y Egipcios todos eran
supersticiosos, y pueriles en la practica de su religión, mas no todos
eran indecentes en sus ritos, pues en los de los Megicanos no se halla
el menor vestigio de aquellas abominaciones tan comunes entre los
Romano^ y otras naciones de la antigüedad. ¿Puede haber nada mas
impuro que las fiestas Eleusinas de los Griegos, las que celebraban los
Romanos en honor de Venus, en las calendas de Abril, y sobre todo,
aquellos obcenisimos juegos que se hacian en honor de Cibeles, de
Flora, de Baco, y de otros númenes, escándalos contra los cuales de-
clamaron tantas veces los Padres de la Iglesia, y muchos prudentes
Romanos ? ¿ Hai algo que pueda compararse en obcenidad con aquel
rito que se hacia con la estatua de Priapo en las ceremonias nupciales?
¿Y como era posible que celebrasen de otro modo las fiestas de
aquellos dioses incestuosos, y adúlteros 1 ¿Y como podian aver-
gonzarse ellos mismos de los vicios que consagraban en sus divi-
nidades í
Es cierto que aunque en los ritos de los Megicanos no habia demos-
traciones impuras, intervenían en ellos algunas ceremonias que podian
suponer flaquezas, y miserias, en los dioses a que se dirigían, como
era la do untar los labios de los Ídolos con sangre de las victimas :
424 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
pero ¿ no hubiera sido peor darles bofetones, como hacian los Romanos
con la diosa Matuta en las fiestas Matrales? Supuesto el error de
unos y otros, menos irracionales eran ciertamente los Megicauos,
dando a probar a los dioses un licor, que según los principios de su
religión, debia serles agradable, que los Romanos haciendo con los
suyos una acción, que se tiene por grave afrenta entre todos los
pueblos del mundo.
Lo que llevo dicho hasta ahora, aunque basta para demostrar que
la religión de los Megicanos era menos digna de censura que la de los
Romanos, Griegos, y Egipcios, es nada en comparación de lo que
podría añadir, si no temiese dar molestia a mis lectores. Por otra
pairte veo que hai otros muchos puntos que deberían entrar en com-
paración : por egemplo, los sacrificios, en los cuales confieso que los
Megicanos eran sanguinarios, barbaros, y crueles. Pero cuando con-
sidero lo que han hecho las otras naciones de la tierra, me confundo al
reconocer la miseria del hombre, y los errores deplorables en que se
precipita, cuando no está guiado por las luces de la verdadera religión,
y doi infinitas gracias al Altísimo por que sg ha dignado preservarme
de tantas calamidades.
No ha habido casi ninguna nación en el mundo, que no haya sacri-
ficado victimas humanas al obgeto de su culto. Los Libros Santos nos
dicen que los Ammonitas quemaban a sus hijos en honor de su dios
Moloch, y que lo mismo hacian otros pueblos de la tierra de Canaam.
Los Israelitas imitaron alguna vez aquel egemplo. Consta en el
' libro iv de los Reyes que Achaz y Maneises, reyes de Juáa, usaron
aquel rito gentílico de pasar a sus hijos por las llamas. La espresipn
del testo sagrado parece indicar mas bien una lustracion, o consagra-
ción que un holocausto : pero el salmo cv no nos permite dudar
que los Israelitas sacrificaban realmente sus hijos a los dioses de los
Cananeos, no bastando a retraerlos de aquella barbara superstición los
estupendos, y evidentes milagros obrados por el brazo omnipotente del
verdadero Dios. ** Commisti sunt inter gentes, et didicerunt opera
eorum, et servierant sculptilibus eorum, et factum est illis in scan-
dalum. Et immolaverunt filies suos, et filias suas Daemoniis. Et
effíiderunt sanguinem innocentem; sanguinem filiorum suorum, et
filiarum suarum quas immolaverant sculptilibus Chanaam, et infecta
est térra in sanguiuibus."
De los Egipcios sabemos por el testimonio de Maneton, sacerdote
e historiador célebre de aquella nación, citado por Eusebio de Cesa-
rea, que cada dia se inmolaban tres victimas humanas en Eliopolis
RELIGIÓN DB LOS MEGICANOS. 425
solo a la diosa Juno. Y no eran solos los Ammonitas, los Cananeos,
y los Egipcios los que obsequiaban de un modo tan inhumano a sus
dioses Moloch, Belfegor, y Juno: pues los Persas hacian iguales
sacrificios a Mitra, o el sol, los Fenicios, y los Cartagineses a Baal o
Saturno, los Cretenses a Jove, los Lacedemonios a Marte, los Fo-
censes a Diana, los habitantes de Lesbos a Baco, los Tesalonicos
al centauro Quiron, y a Peleo, los Galos a Eso, y a Teutate*, los
Bardos de la Germania a Tuiston, y asi otras naciones a sus dioses
tutelares. Filón dice que los Fenicios, en sus calamidades publicas,
ofrecian en sacrificio a su inhumano Baal los hijos qu^ mas amaban, y
Curcio afirma que lo mismo hicieron los Tirios hasta la conquista de
su famosa ciudad. Sus compatriotas los Cartaginenses observaban
el mismo rito en honor de Saturno el Cruel, llamado 'asi con justa
razón. Sabemos que cuando fueron vencidos por Agatocles, rei de
Siracusa, para aplacar a su dios, que creian irritado contra ellos, le
sacrificaron 200 familias nobles, ademas de 300 jóvenes, que espontá-
neamente se ofrecieron en holocausto para dar este testimonio de su
valor, de su piedad para con los dioses, y de su amor a la patria, y
según asegura Tertuliano, que como Africano, y poco posterior a
aquella época, debia saberlo bien, aquellos sacrificios fueron usados en
África hasta los tiempos del emperador Tiberio, como en las Galias
hasta los de Claudio, según dice Suetonio.
Los Pelasgos, antiguos habitantes de Italia, sacrificaban para obe-
decer a un oráculo la decima parte de sus hijos, como cuenta Dionisio
de Halicamaso. Los Romanos que fueron tan sanguinarios como
* Cierto autor Francés, movido por un ciego amor a su patria, niega redonda-
mente que los Galos hiciesen sacrificios de víctimas humanas : pero sin alegar
razón alguna que baste a desmentir el testimonio de Cesar, de Plinio, de Sue-
tonio, de Diodoro, de Estrabon, de Lactancio, de S. Agustín, y de otros gravea
autores. Basta a confundirlo la autoridad de Cesar, que conocía bien aquellos
países. " Natío est omnís Gallorum admodum dededíta relígíoníbus, atque ob
eam causam, que sunt affectí gravíoribus morbís, quíque in proelío perículísque
versaniftr, aut pro victirais homines íramolant, aut se ímmolaturos vovent,
administrís ad ea sacrificía Druídíbus ; quod pro vita hominis, nísí vita homínís
reddatur, non posse alíter Deorum ímmortalíum numen placan arbitranturj
publíceque ejusdem generis habent ínstituta sacrificía. Alíí ímmaní magnítudíne j
símulacra habent: quorum contexta vímíníbus membra vivís homínibus com- *
plent, quibus succensís círcumventi flamma examínantur homines. Supplicia
eorum qui in furto, aut latrocinio, aut aliqua noxa sint comprehensí, gratiora
Diis immortalíbus esse arbitrantur. Sed cum ejus generis copia déficit, etiam
ad innocentium supplicia descendunt." ■ — Lib. vi de Bello Gallico. Por este pasage
se echa de ver que los Galos enm algo mas cruelea que losi M egicanoe.
426 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
supersticiosos, conocieron también aquellos sacrificios. Durante todo el
tiempo del dominio de los reyes, inmolaron niños en honor de la diosa
Mania, madre de las Lares, para implorar de ella la felicidad de sus
casas. Indujolos a esta practica, según dice Macrobio, cierto oráculo
de Apolo. Por Plinio sabemos que hasta el año 657 de la fundación
de Roma, no se prohibieron los sacrificaos humanos. " dclvii demun
anno urbis, Cn. Corn. Lentulo, Licinio Coss. Senatus consultum
factum est, ne homo immolaretur." Mas no por esta prohibición cesa-
ron de un todo los egemplos de aquella barbara superstición, pues
Augusto, según afirman varios escritores citados por Suetonio, des-
pués de la toma de Perusia, donde se habia fortificado el cónsul
L. Antonio, sacrificó en honor de su tio Julio Cesar, divinizado ya por
los Romanos; 300 hombres, parte senadores, y parte caballeros,
escogidos entre la gente de Antonio, sobre un altar erigido al nuevo
dios. " Perusia capta in pluribus animadvertit ; orare veniam, vel
excusare se conantibus una voce occurens, moriendum esse. Scribunt
quidam, trecentos et dedititiis electos, utriusque ordinis ad aram
D. Julio exstructam Idib. Martiis victimarum more mactatos." Lac-
tapcio Firmiano, que conocia a fondo la nación Romana, y que flore-
ció en el siglo iv de la iglesia, dice espresamente que aun en sus
tiempos se hacian aquellos sacrificios en Italia al dios Lacial. " Nec
Latini quidem hujus immanitatis expertes fuerunt: siquidem Latialis
Júpiter etiam num sanguino colitur humano." Ni los Españoles se
preservaron de aquel horrible contagio. Estrabon cuenta en el
libro III que los Lusitanos sacrificaban los prisioneros, ct-rtandoles la
mano derecha para consagrarla a sus dioses, observando sus estrañas,
y guardándolas para sus agüeros ; que todos los habitantes de los
montes sacrificaban también a los prisioneros con sus caballos, ofre-
ciendo ciento a ciento aquellas victimas al dios Marte, y, hablando
en general, dice que era propio de los Españoles sacrificarse por sus
amigos. No es ageno de este modo de pensar lo que Silio Itálico
cuenta de los Beticos sus antepasados, a saber, que después de
pasada la juventud, fastidiados de la vida, se daban muerte a si mis-
mos, lo que él elogia como una acción heroica :
Prodiga gens animas et properare facilliroa mortem ;
Naraque ubi transcendit florentes viribus annos,
Impatiens aevi spernit venisse senectajn,
Et fati modas in dextra est.
¿ Quien diria que esta mania de los Beticos habia de ser después una
moda en Francia y en Inglaterra I Viniendo a tiempos posteriores..
RELIGIÓN DE LOS MEGICANOS. 427
el P. Mariana, hablando de los Godos, <jue ocuparon la España, dice
asi: "Por que estaban persuadidos que no tendría buen éxito la
g-uerra, si no ofrecian sangre humana por el egercito, sacrificaban los
prisioneros de guerra al dios Marte, al cual eran particularmente
devotos, y también acostumbraban ofrecerle las primicias de los des-
pojos, y suspender de las ramas de los arboles los pellejos de los que
mataban." Si no hubieran olvidado esta especie los Españoles que
escribieron la historia de Megico, y hubieran tenido presente lo que
pasaba en su misma peninsula, no se habrían maravillado tanto de los
sacrificios de los Megicanos.
Si se quieren mas egemplos, consúltese a Ensebio de Cesárea, en
el lib. IV de Preparatione Evangélica donde se hallará un largo cata-
logo de las naciones que acostumbraban hacer aquellos barbaros sacrí-
ficios : pues a mi me basta lo que he dicho para demostrar que los
Megicanos no han hecho mas que seguir las huellas de los pueblos
mas célebres del continente antiguo, y que sus ritos no fueron mas
crueles, ni mas absurdos que los que estos practicaban. ¿No es
mayor inhumanidad la de sacrificar sus conciudadanos, sus hijos, y
darse muerte a si mismo, que la de inmolar los prisioneros de guerra
como los Megicanos hacian? Jamas mancharon estos los altares con
sangre de sus compatriotas, exepto con la de los reos de muerte, y
mui raras veces con la de algunas mugeres de altos personages, a fin
de que los acompañasen en el otro mundo. La respuesta que dio
Moteuczoma a Cortés, cuando este le echaba en cara la crueldad de
sus sacrificios, da a entender que aunque sus sentimientos no eran
justos, eran menos barbaros que los de las naciones antiguas cuyos
egemplos hemos citado. " Nosotros, le dijo, tenemos derecho de
quitar la vida a nuestros enemigos : podemos matarlos en el calor de
la acción, como vosotros hacéis con los nuestros. ¿Y por qué
no podremos reservarlos para honrar con su muerte a nuestros
dioses?"
La frecuencia de estos sacrificios no fue ciertamente menor en
Egipto, en Italia, en España, y en las Gallas, que en Megico. Si
solo en la ciudad de Heliopolis se sacrificaban annualmente, según
dice Maneton, mas de 1,000 victimas humanas a la diosa Juno,
¡ cuantas no serian las sacrificadas en las otras ciudades de Egipto a la
famosa diosa Isis, y a los otros innumerables númenes de aquella
supersticiosa nación ! ¿Qué no harían los Pelasgos, que consagraban
a sus dioses la vida de la decima parte de sus hijos ? ¿ Qué numero
428 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
de hombres no se habrá consumido en aquellas hecatombes de los
antiguos habitantes de España ? ¿Y qué diremos de los Galos, que,
no contentos con la muerte de los prisioneros de guerra, y de los
malhechores, la daban también a los inocentes, como lo hemos visto
en el citado pasage de Cesar ? Ademas que ya he probado que los
escritores Españoles exageraron el numero de las victimas sacrifi-
cadas en Megico.
Los humanísimos Romanos, que tenian escrúpulo en observar las
entrañas de los hombres *, aunque prohibieron al fin estos sacrificios al
cabo de seis siglos y medio de fundada su capital, siguieron permitien-
do con demasiada frecuencia el sacrificio gladiatorio. Doi este nom-
bre a los barbaros combates, que servian de diversión al pueblo, sien-
do al mismo tiempo uno de los deberes prescritos por la religión.
Ademas de la sangre humana que se derramaba en los juegos del
circo, y en los convites, no era poca la que regaba los funerales de la
gente rica, sea en los combates de los gladiadores, sea dando muerte a
algunos prisioneros, para aplacar los manes del difunto. Y tan persua-
didos estaban de la necesidad de sangre humana en aquellas ocasiones,
que cuando las facultades de la familia no permitían comprar gladia-
dores, ni prisioneros, se pagaban lloronas para que con las uñas se saca-
sen sangre de las megillas. ¡ Cual no habrá sido el numero de infelices
inmolados por la superstición Romana en tantos funerales, especial-
mente reinando en esto cierta emulación, pues los unos querían superar
a los otros en el numero del gladiadores, y prisioneros que debian so-
lemnizar con su muerte la pompa fúnebre? Este espíritu tsanguinario
de los Romanos fue el que tantos estragos hizo en los pueblos de Eu-
ropa, de Asia, y de África, y el que muchas veces inundó a Roma con
sangre de sus propios ciudadanos, y particularmente durante las hor-
rendas proscripciones que tanto oscurecieron las glorias de aquella fa-
mosa república.
No solo fueron crueles los Megicanos para con sus prisioneros: lo
fueron también consigo mismos^, como se echa de ver en las austeri-
dades que usaban, y que refiero en mi Historia. Pero el sacarse san-
gre con las espinas de maguei, de la lengua, de los brazos, y de las
piernas, como hacian todos, y el agugerease la lengua con pedazos de
caña, como hacian los mas rigorosos, parecerán mortificaciones ligeras,
comparadas con aquellas espantosas, y horribles penitencias de los fa-
* " Adgpici humana exta nefas habetur.'' — Plin. Hist. Nat. lib. xxviü, cap. i.
RELIGIÓN DE LOS MEGICANOS. 429
naticos de la India Oriental, y del Japón, cuyos pormenores no pue-
den leerse sin horror. ¿ Quien osará poner la crueldad de los mas fa-
mosos Tlamacazquis de Megico, y de Tiascala, al nivel de la que prac-
ticaban los sacerdotes de Cibeles y de Belona * ? ¿ Cuando se vio
a los Megicanos destrozarse los miembros, arrancarse la carne con los
dientes, y castrarse en honor de sus dioses, como hacian los sacerdotes
de la primera de aquellas dos divinidades ?
Finalmente los Megicanos no solo sacrificaban victimas humanas, si
no que comian su carne. Confieso que en esto fueron mas barbaros que
otras muchas naciones : pero no forman una exepcion de toda la espe-
cie humana, pues no faltan egemplos de esta clase en el antiguo con-
tinente, y aun en pueblos que se han llamado cultos. ** Aquel uso hor-
rible, dice el historiador Solis, de comerse los hombres unos a otros,
se vio antes en otros barbaros de nuestro hemisferio, como lo confiesa
en sus anales la Galizia." Ademas de los antiguos Africanos, entre
cuyos decendientes hai todavia muchos antropófagos, es cierto que lo
fueron muchas de aquellas naciones comprendidas bajo la común deno-
minación de Scitas, y aun los antiguos pobladores de la Sicilia, y del
continente de Italia, coiho dicen Plinio, y otros autores. De los
Indios, que vivian en tiempo de Antioco el Ilustre, escribe Apion,
historiador Egipcio (uo Griego, como dice Mr^ de Paw) que cebaban
un prisionero para comerlo al cabo de un año. Del famoso Annibal,
cuenta Tito Livio, que dio a comer carne humana a sus soldados, para
inspirarles valor. Plinio reconviene amargamente a los Griegos por
el uso que^|enian de comer todas las partes del cuerpo humano, cre-
yendo poder curar de este modo diversas enfermedades. " Quis inve-
nit singula membra humana mandere ? Qua conjectura inductus ?
* " Dése Magnge Sacerdotes, qui Galli vocabantur, virilia sibi amputabant et
furore perciti caput rotabant cultrisque faciera musculosque totius corporis dis-
secabant." — Aug', de Civit. Dei, lib. ii, cap. 7-
" Ule viriles sibi partes amputat, ille lacertos secat. Ubi iratos déos timent
qui si-; propitios merentur? Tantus est perturbatae mentis et sedibus suis pulsse
furor, ut sic Dii placentur, quemadmodum ne homines quidem saeviunt teterriini,
et in fábulas traditi crudelitatis Tyranni laceraverunt aliquorum membra : nemi-
nem sua lacerare jusserunt. In regiee libidinis voluptatem castrati sunt quidam,
sed nemo sibi, ne vir esset, jubente domino manus intulit. Se ipsi in templis
contrucidant, vulneribus suis ac sanguine supplicant. Si cui intueri vacet quae
faciunt, quseque patiuntur, inveniet tam indecora honestis, tam indigna liberis,
tan dissimilia sanis, ut ñero o fuerit dul)itaturus furere eos, si cum paucioribus
furerunt: nunc sanitatis patrociniura insanientium turba est." — Senec. lib.de
superst.
430 HISTORIA ANTIGUA UK MEGKJO.
Quam potest medicina ista originem habuisse? Quis veneficia inno- ^
centiora fecit quam remedia? Esto, barbari externique ritus invene-
rint: etiamne Graeci suas fecere has artes.?" ¿Que estraño es pues
que los Megicanos egecutasen por máxima de religión lo que los
Griegos usaban por medicina ? Pero no : estoi mui lejos de hacer la
apologia de los Megicanos en este punto, pues en él fueron mas bar-
baros que los Romanos, los Egipcios, y las otras naciones cultas : mas
por lo demás, no puede dudarse, en vista de lo que ya hemos visto,
que su religión fue menos supersticiosa, menos ridicula, y menos inde-
cente que la de aquellos pueblos.
DISERTACIÓN IX.
ORIGEN DEL MAL VENÉREO.
En la presente disertación no tengo que disputar tan solo con Mr. de
Paw, si no con casi todos los Europeos, entre los cuales está muí pro-
pagada la opinión de que el mal venéreo debe su origen al Nuevo
Mundo : recurso que tomaron las naciones de Europa, como de común
acuef-do, después de haberse estado echando en cara unas a otras, por
espacio de treinta años el origen de tan vergonzosa enfermedad. Yo
incurriría sin duda en la nota de temerario, al querer combatir una
creencia tan general, si los argumentos de que voi a echar mano, y el
egemplo de dos Europeos) modernos no justificasen en algún modo mi
osadia*. Como entre los defensores de la opinión dominante, el prin-
cipal, el mas famoso, y el que mas, y con mas erudición ha escrito sobre
el asunto es Mr. Astruc, docto medico Francés, a él dirigiré la mayor
parte de mis obgeciones, sirviéndome a este fin con alguna frecuen-
cia de los mismos materiales que me suministra su obra. Esta se inti-
tula de Morhis Veneréis, y la edición de que me he valido es la de
Venecia.
Opinión de los médicos antiguos acerca del mal venéreo-
En los primeros treinta años después que empezó a sentirse en Ita-
lia el mal venéreo, no hubo un solo escritor que atribuyese su origen a
America, como demostraré después. Todos lo» que escribieron antes
* Ectos dos autores antiguos son Guillermo Becket, cirujano Ingles, y Antonio
Ribero Sánchez. Becket escribió tres disertaciones para probar que el mal vene-
reo era ya conocido en Inglaterra desde el siglo xiv. Ribero escribió una diser-
tación, impresa en París, en 1766, con este titulo : Disertassion sur ¡'origine déla
Maladie yenerienne, dans la quelle on prouve qú'eüe n'a point ete portee de l'Atne-
rique. Habiendo leido este titulo en el catalogo de los libros y MSS Españoles del
tomo iv de la Historia de Robertson, he buscado la obra en muchas ciudades de
Europa ; y no he podido encontrarla : ni sé si el autor es Español o Portugués,
como lo indica su apellido, o nacido en Francia de padres Españoles o Portu-
gueses.
432 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
de 1525, y aun algunos de los que escribieron después lo atribuyen
a diversas causas, cuyo enumeración exitará sin duda en nuestros lec-
tores a veces la compasión, y a veces la risa.
Algunos de los primeros médicos de los que entonces vivian, como
Coradino Gilini, y Gaspar Torella, se persuadieron, según las ideas
dominantes en aquel tiempo, que el mal venéreo procedia de la con-
junción del Sol con Jove, Saturno, y Mercurio en el signo de Libra,
ocurrida el año de 1483. Otros, guiados por el célebre Nicolo
Leoniceno, le dan por causa las lluvias abundantisimas, y las grandes
inundaciones que se esperimentaron en Italia el año en que empezó
el contagio. Asi se esplica aquel autor, " itaque dicimus, malum hoc,
quod Morbum Gallicum vulgo appellant, inter epidemias deberi con-
numeran. lUud satis constat, eo anno magnam aquarum per univer-
eam Italiara fuisse exuberantiam .... aestivam autem ad illam venisse
intemperiem calidam scilicet et humidam."
Juan Manardi, docto profesor de la universidad de Ferrara, atribuyó
' e\ origen de la enfermedad al comercio impuro de un caballero Valen-
ciano leproso, con una muger publica. El leproso, según Paracelso,
era Francés. Antonio Musa Brasavola, sal>io escritor Ferrares, dice
qUte el mal venéreo tubo principio en una muger publica, que se ha-
llaba en el egercito de los Franceses en Ñapóles, y que tenia un tumor
en el útero.
Gabriel Fallopio, famoso medico de Modena, cuenta que, siendo
pocos los Españoles en la guerra de Ñapóles, y los Franceses muchos,
aquellos envenenaron una noche el agua de los pozos desque se sur-
tían sus enemigos, de cuyas resultas empezó el contagio.
Andrés Cesalpino, medico de Clemente Vil, dice haber sabido por
los que se hallaron en la guerra de Ñapóles, que cuando los Franceses
*' atiaban un pueblo inmediato al Vesubio, llamado Somma, donde hai
tina gran abundancia de exelente vino Griego, los Españoles sitiados
se escaparon secretamejite durante la noche, dejando una gran can-
tidad de aquel vino, mezclado con sangre de los que padecian el mal
de San Lázaro, y que entrando inmediatamente los Franceses, be-
bieron el vino, y empezaron de alli a poco a sentir los efectos del mal
•venéreo.
Leonardo Fioravanti, medico Bolones, dice, en su obra intitulada
Caprichos Médicos, haber sabido por el hijo de un vivandero del
egercito de Alfonso rei de Ñapóles, que el año de 1456, habiendo
escaseado los viveres, por haberse prolongado la guerra, tanto en el
egercito de aqi|el rei, como en el de los Franceses, los vivanderos ven-
ORIGEN DEL MAL VENÉREO. 433
dian a unos y otros carne humana preparada, y cjue de aqui se originó
la enfermedad. El célebre canciller de Inglaterra Bacon de Verulam
añade que aquella carne era de hombres muertos en Berbería, y que
estaba escabechada como el atún.
Como no es posible saber quien fue el primero que padeció el mal
en Europa, tampoco se puede saber su causa : veamos pues, no lo
que sucedió, sino lo que pudo suceder.
El mal venéreo pudo comunicarse a Europa de otros países del
continente antiguo.
Para demostrar que el mal venéreo pudo comunicarse por via de
contagio a Europa, de otros países del mismo continente, se necesita,
y basta probar que este mal se padeció en algunos paises del mismo,
y que estos tenian comercio con Europa, antes que se descubriese el
Nuevo Mundo. Voi a demostrar completamente uno, y otro punto.
Vatablo, el P. Pineda, el P. Calmet, y otros sostienen que una
de las enfermedades que afligieron al santo Job fue el mal venéreo.
Esta opinión es tan antigua, que cuando se empezó a conocer en
Italia, fue inmediatamente llamado mal de Job, como lo acredita Ful-
gosio, autor de aquella época. El P. Calmet procura apoyar su opi-
nión en una discusión mui erudita : pero como nada sabemos de las
enfermedades de Job, si no lo que leemos en la Biblia, y esto puede
entenderse de otras varias enfermedades, conocidas o desconocidas, no
debemos dar mucha importancia a la cuestión.
AndresjThevet, Geógrafo Francés, y otros autores afirman que el
mal venéreo era endémico en las provincias interiores del África
situadas a una, y otra orilla del Senegal. Andrés Cleyer, protome-
dico de la colonia Holandesa de la isla de Java, dice que era propio,
y natural de aquella isla, y tan común como la calentura. Lo mismo
afirma Juano. Jacome Bonzio, medico de los Holandeses en la India
Oriental, atestigua que aquel mal era endémico en Amboina, y en las
islas Molucas, y que para contraerlo no era necesario comercio carnal.
En parte confirman esto mismo los compañeros de Magallanes, los
primeros que dieron la vuelta al mundo en el famoso navio la Victoria,
los cuales digeron, según el cronista Herrera, haber visto en Timor,
isla del archipiélago de las Molucas, un gran numero de isleños in-
fectos del mal venéreo : seguramente no se dirá que se lo comuni-
caron los Americanos, ni los Europeos.
El P. Foureau, Jesuíta -Francés, docto, exacto, y practico en las
TOMO II. 2 V
434 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
cosas de China, preguntado por Mr. Astruc si los médicos Chinos
creian al mal venéreo originario de su pais, o traido de otro, respon-
dió que los que él habia consultado eran de opinión que aquella en-
fermedad se padecía en el imperio desde la antigüedad mas remota,
y que en efecto los libros de Medicina escritos en caracteres Chinos,
que se creian antiquísimos, nada decian acerca de su origen, antes
bien hablaban de ella como de una dolencia conocida mucho tiempo
antes de la época en que aquellos libros se escribieron ; y que por
consiguiente no era verosímil que fuese traída de otros paises.
Finalmente, el mismo Mr. Astruc dice que en su opinión, después
de haber examinado, y pesado el testimonio de los autores, el mal
venéreo no era solamente propio de la isla de Haiti, o Española,
si no común a muchas regiones del antiguo continente, y quizas a
todas las equinoxiales del mundo, en las que reinaba desde tiempos
mui antiguos. Esta ingenua confesión de un hombre tan instruido en
esta materia, y por otro lado tan empeñado contra America, ademas
de las otras autoridades citadas, es suficiente para demostrar que
aunque supongamos al mal venéreo antiguamente conocido en el
Nuevo Mundo, nada pueden echar en cara los Europeos a la Ame-
rica, que los Americanos no puedan decir de las otras partes del
globo, y que, si como dice Mr. Astruc, la sangre de los Americanos
estaba corrompida, no estaba mas sana la de los Africanos, y Asia-
ticos.
Mr. Astruc añade que el mal venéreo pudo comunicarse de los
paises de Asia, y África en que era endémico a otros pueblr'^s vecinos,
pero no a la Europa, por no haber comercio ni comunicación con esta
parte del mundo, siendo opinión general que la zona tórrida era inac-
cesible e inhabitable. Pero ¿ quien ignora el comercio frecuente
que tubo por tantos siglos el Egipto, por una parte con Italia, y por
otra con los paises equinoxiales del Asia I ¿Y por qué no habrán
podido los traficantes Asiáticos llevar el mal venéreo de la India a
Egipto, de donde pasarla a Italia por medio de los Venecianos, Geno-
veses, y Písanos que tantas relaciones de comercio tubieron con Ale-
jandría? ¿ No fueron Europeos los que llevaron a Italia la lepra de
Siria, y las viruelas de Arabia? Ademas de esto, de los muchos
Europeos que empezaron en el siglo xii a emprender viages a los
paises meridionales de Asia, como Benjamín de Tudela, Carpini,
Marco Polo, y Mandeville, entre los cuales hubo algunos que se in-
ternaron hasta China, como Marco Polo, • no pudo haber uno que
ORIGEN DEL MAL VENÉREO. 435
tragese a Europa el contagio que tomó en sus correrías ? Estas son
hipótesis, no hechos : porque los hechos no pueden ser conocidos en
asunto tan oscuro.
No solo de Asia, si no también de África pudo pasar el mal ve-
néreo a Europa antes del descubrimiento do America : pues treinta
años antes de la gloriosa espedicion de Cristoval Colon, los Portu-
gueses habian ya descubierto una gran parte de los paises meri-
dionales de África, y entablado comercio con sus habitantes. ¿ No
pudo algún Portugués contagiarse alli, y comunicar el mal a sus com-
patriotas, y estos a las otras naciones de Europa, como parece que
sucedió en efecto según todas las probabilidades de que después
haremos mención? Vea pues Mr. Astruc de cuantos modos pudo
pasar el contagio a Europa, sin que viniese de America, y a pesar de
la antigua opinión de ser inaccesible la zona tórrida.
El mal venéreo pudo padecerse en Europa sin contagio.
Antes de tratar de este asunto necesito decir algo de la naturaleza,
y de la causa física de aqijella confermedad. En esta, según los mé-
dicos, la linfa, y especialmente su parte mas serosa, adquiere una
crasitud, y acrimonia estraordinarias. " El virus venéreo, dice
Mr. Astruc, es de naturaleza salina, o, por mejor decir, acido -salina,
corrosiva, y fija. Ocasiona la condensación de los humores, y la
acrimonia de la linfa, y de aqui provienen las inflamaciones, las ul- '
ceras, las erupciones, los dolores, y todos los otros sintomas horribles
que los médicos conocen. Este veneno, comunicado a un hombre
sano, no debe considerarse como un nuevo humor añadido a los hu-
mores naturales, si no como una mera dyscrasia, o calidad viciosa de
estos, o como una degeneración acido-salina de su estado habitual."
Esto supuesto, es necesario saber que casi todos los médicos son de
opinión que la enfermedad de que vamos hablando no puede prove-
nir si no es por contagio, y que este se comunica por el licor seminal,
o por ia leche, o por la saliva, o por el sudor, o por el contacto de las
ulceras venéreas, &c. Mas yo, con permiso de estos señores, sostengo
que el mal venéreo puede absolutamente engendrarse en el hombre
sin ningún contagio o comunicación con los contagiados ; por que
puede engendrarse en un individuo del mismo modo que en el
primero que lo padeció. Este no lo tubo por contagio, puesto que
fue el primero, si no por alguna otra causa : luego esta misma causa,
sea cual fuere, pudo producir la misma alteración humoral, la misma
condensación, y acrimonia de la linfa, en cualquier individuo de la
' 2 f2
436 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
especie humana. " Esto es verdad, dice Mr. Astruc, en el nueva
continente, o en otro pais semejante, pero no en Europa." ; Y por
qué ha de gozar Europa de este privilegio ? ** Por que en Europa^
dice el mismo autor, no concurren las circunstancias que desde el
principio pudieron dar origen a este mal en America." ¿ Cuales son
estas circunstancias? Vamos a examinarlas.
En primer lugar no debe contarse el aire entre las causas originales
del mal venéreo. El aire pudo ocasionar otras enfermedades en la
isla Española: pero no aquella, por que los Españoles, que por es-
pacio de 200 años y mas la habitan, no han contraido jamas el mal
venéreo si no por contagio. El aire no es diferente ahora del que fue
300 años hace : y aunque fuese diferente, no lo fue a principios del
siglo XV. No debemos pues hacer caso del aire en la investigación
del origen del mal. Asi raciocina Mr. Astruc ; sin embargo de lo
cual, en otra parte admite al aire, contradiciéndose manifiestamente,
como después veremos.
Dos son las causas que señala Mr. Astruc : los alimentos, y el
calor. En cuanto a los alimentos dice que, cuando los habitantes de
la isla Española carecian de maiz, y casave, se mantenian con arañas,
gusanos, murciélagos, y otros animales de esta clase. Por lo que
hace al calor, afirma que las mugeres en los paises calidos suelen
tener menstruos acres en demasia, y virulentos, especialmente si usan
de alimentos malsanos. Establecidos esto principios, sigue discur-
riendo asi: " multis ergo et gravissimis morbis indigenae insulae
Haiti, afiici olim debuerunt, ubi nemo a menstruatis m'ulieribus se-
continebat : ubi viri libidine impotentes in venerem obviam belluarum
ritu agebantur ; ubi mulieres, quae impudentissimae eraut, viros pro-
miscué admittebant, ut testatur Consalvus de Oviedo, Hist. Ind. lib. v,
cap. 3, immo eosdem et plures impudentius provocabant menstrna-
tionis tempere, cum tune, incalescente útero, libidine magis insanire
pecudum more. Quid igitur mirum varia, heterogénea, acria multo-
rum virorum semina una confusa, cum acérrimo et virulento menstruo
sanguine mixta intra uterum aestuantem et olidum spucissimarum mu-
lieruní coercita, mora, heterogeneitate, calore loci brevi compu-
truisse, ac prima morbi venerei seminia constituisse, quae in alios si
qui forte continentiores erant, dimanavere ?"
He aqui todo el argumento de Mr. de Astruc, en apoyo de su siste-
ma sobre el mal venéreo, lleno todtf desde el principio hasta el fin de
falsedades, comíf pienso demostrar: pero suponiendo que todo ello
sea cierto, sostengo lo que he dicho antes, es decir que lo mismo que
ORIGIÍN IJIÍL MAL VKNERKO. 4Í57
él refiere de la isla de Haití pudo suceder en Europa. Asi como
aquellos habitantes, cuando les faltaba el maiz, y otros alimentos
usuales, comian arañas, gusanos, &c. asi los Europeos cuando les ha
faltado el trigo, y otros víveres sanos, han comido ratones, lagartos,
escrementos de animales, y aun pan hecho con harina de huesos hu-
manos, de cuyas resultas se han visto reinar gravísimas enfermedades.
Basta leer la historia de las hambres que han padecido muchos pue-
blos Europeos, ocasionadas en parte por las guerras, y en parte por el
desorden de las estaciones. Siempre ha habido ademas hombres de-
senfrenados, que a guisa de bestias se han dejado llevar por sus
pasiones, a cometer los mas horribles exesos. Siempre ha habido
mugeres impúdicas, y desaseadas, pudiendo aplicárseles el dicho de
Planto : " plus scortorum ibi est, quam muscarura tum, cum caletur
maxume." Tampoco han faltado en las regiones antiguas del mundo
fluidos seminales demasiado acres, ni menstruos virulentos. Pudieron
mui bien estas causas producir el mal venéreo en Europa, como lo
produgeron en America, según piensa Mr. Astruc.
" No : responde este autor ; no es asi : por que siendo el aire mas
templado en Europa (ya echa mano del aire que antes había escluido)
non adest eadem in virorum semine acrimonia, eadem in menstruo
sanguine virulentia, idem in útero mulierum fervor, quales in Ín-
sula Haiti probatum est. (Las pruebas no son otras que las ya
citadas.) Luego no podían resultar en Europa los mismos síntomas
del concurso simultaneo de las mismas causas. Y, para decirlo en
pocas palíibras, se debe juzgar de las enfermedades, y de sus causas,
como de la generación de los animales y de las plantas. Como en
Europa no engendran los leones, ni las monas se propagan, ni los pa-
pagallos labran sus nidos, ni el suelo produce muchas plantas de las
<jue nacen en la ludia y en America, aunque se siembren, del mismo
modo el mal venéreo no pudo originarse espontáneamente en Europa,
de las mismas causas, que como he dicho, lo produgeron en la isla de
Haiti. Cada clima tiene sus propiedades peculiares, y las cosas que
en un clima vienen por sí mismas no pueden venir en otro, pues como
dice el poeta: " non omnisfert onmia telus."
Quiero conceder a Mr. Astruc muchas, cosas que cualquier otro le
negaría. Le concedo que no haya habido nunca en Europa ni abuso
de mugeres menstruadas, ni acrimonia ni virulencia en los fluidos del
cuerpo humano, ni fervor en el útero (circunstancias todas que supone
en la isla Española), aunque de los libros de medicina publicados de
2,000 años a esta parte consta todo lo contrario. Concedolc que no
438 HISTORIA ANTIGUA DK MUGICO.
se hayan visto jamas en los pueblos Europeos egemplos de la mas
desenfrenada lujuria : puesto que tanto trabajo le cuesta reconocer
tanta depravación en aquella parte del globo*. También quiero con-
cederle que la salud y la castidad sean propiedades naturales de todos
los hombres, y mugeres que la habitan. Convengo en que todo esto
sea verdad, por mas que lo contradigan la historia, y la opinión común
de los mismos Europeos. Con todo afirmo que el mal venéreo pudo
producirse en Europa sin contagio : por que todos los desordenes que
Mr. Astruc supone en Haiti, pudieron accidentalmente reunirse en
Europa, aunque no dependiesen de causas radicales, y permanentes.
Esas mugeres tan castas, y tan puras, eran sin embargo hijas de
Adán, y como toda la posteridad del primer hombre estaban sugetas
a flaquezas y pasiones : en un rapto de las que est^s provocan no era
imposible que alguna de aquellas irreprensibles Europeas llegase a
ser tan incontinente, y descarada como el autor supone que eran las
isleñas de Haiti. Esos hombres tan sanos pudieron alimentarse de
sustancias dañosas, y capaces de alterar, y corromper sus humores.
El esperma humano, tan acre de por si, como dice el mismo Mr. As-
truc, pudo aumentar su acrimonia, de resultas de aquellos malos ali-
mentos, hasta llegar al punto que necesita el mal venéreo para
desarrollarse. Los menstruos pudieron adquirir una estraordinaria
virulencia, sea por su supresión, sea por efecto de la plétora, sea
enfin por una de las innumerables causas morbíficas que atacan los
fluidos, y los vasos. El útero pudo enardecerse exesivamente a in-
flujo del calor comunicado a la sangre por los licores fermentados, y
por los alimentos calidos. No creo que haya un medico que con-
tradiga estas verdades : y pues Mr. Astruc confiesa que el veneno
sifilítico no es un nuevo humor añadido a los humores naturales, si no
una depravación de estos ¿ por qué razón no pudieron depravarse en
Europa por las mismas causas a que él atribuye su depravación en la
isla? " Porque en Europa, dice, el aire es mas templado."
Este es el único subterfugio que le queda : pero de nada le sirve :
pues es cierto, que en muchos paises de Europa, como Italia, y espe-
cialmente su parte mas meridional, el aire es mucho mas caliente en
el verano que en la isla de Haiti, y no hai motivo para creer que sea
necesario el calor de todo el año, y que no baste el de algunos meses
para causar aquella depravación de humores. Pero ¿ quien ha creido
* " Sed esto : demus in Europa venereih aeque impuram, atque in Hispa-
niola exerceri : ñeque enim contra pugnare placet, quanquaní ea tamen nimia
videantur." — Astruc de Morbis Veneréis, lib. i, cap. 12.
ORIGEN DEf. MAL VENERUO. 4H0
jamas que esta uo puede verificarse sin un calor exesivo í ¿ No trae
consigo el escorbuto una horrible acrimonia, y corrupción en la sangre?
Pues en verdad que los males escorbúticos son tan propios de los
climas frios como de los calientes, y con mas frecuencia se padecen en
las navegaciones por las zonas templadas, que en las que se hacen por
la tórrida. Luego no es necesario un grado elevado en la tempera-
tura para que los humores del cuerpo humano se vicien hasta la cor-
rupción, y la acrimonia.
Finalmente Mr. Astruc quiere que se juzgue de las enfermedades,
y de sus causas, como de la generación de los animales, y afirma que
asi como los leones no engendran, ni los monos se propagan en
Europa, del mismo modo el mal venéreo no puede producirse alli por
las causas que lo produgeron en Europa. ¿ Y qué diria si viera a
los leones nacer mas fuertes, y a los monos propagarse mas -en Eu-
ropa que en África? Diria, o a lo menos, debería decur que el clima
de Europa era mas favorable que el de África a la generación de
aquellos cuadrúpedos. Ahora bien, que el mal venéreo es mucho
mas fuerte en Europa que en America, es una verdad que el mismo
Mr. Astruc confiesa, y en que también están de acuerdo Oviedo, y
Mr. de Paw. Que su propagación ha sido mayor en Europa que en
America, lo saben cuantos han estado en ambas partes del mundo, o
tienen noticias seguras de lo que en ellas pasa. Luego según los
mismos principios de Mr. Astruc, el clima de Europa es mas favorable
al mal venéreo que el de America.
Todoto que hasta ahora hemos dicho se funda en las hipótesis que
hemos concedido a Mr. Astruc : pero ademas de los grandes errores
que comete en sus teorías fisicas, hai en los hechos que alega algunos
arbitrariamente supuestos, y contrarios a la verdad. Dice en primer
lugar que los Indios de la Española comían arañas, gusanos, y otras
inmundicias ; mas esto pudo suceder algunos años después del descu-
brimiento de la isla, cuando los Americanos huyendo del furor de
los conquistadores Españoles, andaban dispersos, y errantes por los
bosques. Careciendo entonces de maiz, y de casave, que no hablan
sembrado por odio a sus enemigos, como aseguran muchos autores,
sostenían la vida con lo que hallaban en los campos : pero ningún
escritor antiguo dice que se sirviesen de comidas inmundas antes de
la llegada de los Españoles. Para demostrar ademas que aquellos
alimentos tubieron algún influjo en el origen del mal venéreo, era
necesario probar que su uso era a lo menos tan antiguo como la
enfermedad misma lo era en o])inion de Mr. Astruc : lo que no ha
440 HISTORIA ANTIGUA IJJÍ MEGICO.
hecho ni podido hacer. En segundo lugar asegura que en la isla
Española nemo se a menstruatis muliéríbus continebat : pero yo
quisiera que este dato se fundara en la autoridad de algún escritor
antiguo: yo no lo encuentro, antes bien, entre las cosas singulares
que los viageros Europeos notaron entre las tribus mas barbaras fue
que aquellos hombres se abstenian de sus mugeres durante la eva-
cuación periódica. Mr. de Paw, aquel enemigo capital de todo el
Nuevo Mundo, aquel gran investigador de las inmundicias America-
nas, dice asi en la parte i de su obra : " habia una lei en todos los
pueblos salvages del Nuevo Mundo, que prohibia usar de las muge-
res, en el tiempo de sus reglas, o porque creyesen pernicioso a la
salud el contacto del flujo, o porque su instinto solo bastaba a inspi-
rarles aquella moderación." En tercer lugar Mr. Astruc representa
a los hombres, y a las mugeres de Haiti estraordinariamente estimu-
lados por una lujuria rabiosa, y violenta. Mr. de Paw, y el Conde
de BufFon dicen por el contrario que los Americanos son friísimos, y
insensibles a los estímulos del amor. ¿ Qué quiere decir esta contra-
dicción sino que aquellos autores sistemáticos^ pintan a los America-
nos ,con los colores que mas les convienen 1 Cuando quieren probar
la apatía, y la insensibilidad de los Americanos, dicen que son friísi-
mos: cuando quieren desacreditar sus costumbres, y atribuirles el
origen del mal venéreo, dicen que son estraordinariamente libidinosos.
Mr. Astruc alega el testimonio de Gonzalo de Oviedo en el lib. v, cap. 3,
de su Historia para probar que las mugeres Haitianas eran demasiado
impúdicas, y que se prostituían indistintamente a todos los fiombres :
pero ademas que el dicho de Oviedo vale menos que nada, como des-
pués veremos, no dice lo que Mr. Astruc le atribuye. He aqui sits
palabras : "las mugeres de aquella isla eran castas con sus hombres,
pero se daban con frecuencia a los Cristianos." Lo mismo, y casi
con las mismas palabras dice Herrera. Sí pues eran castas con sus
compatriotas, no fue su incontinencia la que produjo el mal venéreo
antes de la llegada de los Españoles. Si eran deshonestas solo con
los Cristianos, como dice Oviedo, es verosímil que las importuni-
dades de estos, mas bien que su propia lujuria, las incitase a aquel
desorden. Finalmente, cuanto afirma Mr. Astruc acerca de la acri-
monia del humor espermatico, de la viruelencia de la sangre mens-
trua, del desaseo de las Americanas, y de su fervor uterino, son
palabras al aire, que no se apoyan en ningún fundamento histórico.
Antes de terminar este articulo no puedo menos de menciooar la
ridicula y absurda opinión del Dr. Juan Linder, escritor Inglés,
I
ORIGEN DEL MAL VENÉREO. 44J^I
acerca del origen del mal venéreo, para que so vea hasta donde
puede llegar el empeño de desacreditar en este punto a los Ameri-
canos. Asegura pues aquel eslravagante naturalista que este con-
tagio tubo por principio la unión do los Americanos con las hembras
de los sátiros, o grandes cercopitecos. Por fortuna de los habi-
tantes de la isla de Haiti, no habia en ella cercopitecos grandes ni
pequeños.
El mal venéreo no procede de America.
im
Ya he dicho que en los primeros treinta años después del desciir<,M
brimiento de America, nadie pensó en atribuirle el origen del mal .,
venéreo. A lo menos, por mi parte, puedo asegurar que he cónsul-' ■_..
tado un gran numero de autores tanto médicos, como históricos, que
escribieron en aquellos tiempos sobre la enfermedad, y sobre sus prin-
cipios, y no he hallado uno solo que adopte aquella opinión. Tam- ,.}
poco lo halló Mr. Astruc, sin embargo de haber examinado todos los
escritores Españoles, Franceses, Italianos y Alemanes, que pu-
diesen prestar algún apoyo a su sistema. El primero a quien se
ocurrió el pensamiento' de atribuir al Nuevo Mundo el origen del
contagio sifilitico fue Gonzalo Hernández de Oviedo, que en el j,|
Sumario de la Historia de las Indias Occidentales, presentado a
Carlos Ven 1525 afirmó que los Españoles, contaminados en la isla de
Haiti, regresaron a España con Colon, de alli pasaron a Italia con el
Gran Capitán, y de este modo infestaron a las Napolitanas, a las
Francesas,' &c. Como Oviedo era literato, y vivió muchos años en.,.
America, egerciendo un empleo de importancia, su autoridad arrastró „
a casi todos los escritores. Por una parte lo creian bien informado;,,,
por otra abrazaban con satisfacción una idea que preservaba a las,^
naciones cultas de tan vergonzosa imputación. Antes de examinar.^
su opinión es necesario darlo a conocer a él mismo, sin echar en olvido ,
que su autoridad ha sido el principal, o quizas el único apoyo de J^^^
opinión dominante. . ^ ^^jj^.
Las Casas, que vivia en America al mismo tiempo que Oviedo, y »
lo conocía a fondo, en su impugnación del Dr. Sepulveda, que ale-j^
gaba el dicho ác aquel escritor contra los Indios, dice : " Lo que ma&i^,
perjudica al reverendo doctor a los ojos de los hombres prudentes, y .,
timoratos, que tienen noticias oculares de las Indias, es el alegar como,,
autor irrefragable a Oviedo, en su falsisima, y execrable Historia, habien- ,.
do sido uno de los tiranos ladrones, y destructores de las ludias, como
61 mismo confiesa en el prefacio de la primera parte, y en el lib. vi, ,
44á HISTORIA ANTIGUA Dí£ MKGICO.
cop. 8, y por tanto debe considerarse como enemigo capital de los
lodios. Juzguen las personas sabias si este escritor es testigo idóneo
contra ellos. Y sin embargo el doctor lo llama grave, y diligente
Cronista, por que lo halló favorable a su intento : pero es cierto que
aquella Historia tiene pocas mas hojas que mentiras, como largamente
pruebo en otros escritos, y en la Apología." En efecto el Cronista
Herrera, hombre juicioso e imparcial, dice que Las Casas tubo razón
de quejarse de Oviedo, y que este no fue mui exacto en algunas
noticias. Por otro lado, promovió opiniones estravagantes, inducido a
ello por un espíritu de adulación, y de vanidad. Basta leer el libro ií
de su Historia, en que después de decir que los Troyanos decendian
de los Españoles, afirma que las islas Antillas son las Hesperides de
los antiguos, y que fueron llamadas asi por Héspero Rei XII de
España, el cual dominó alli 1658 años antes de la era Cristiana. " De
este modo, añade, con tan antiguo derecho, y por linea recta, volvió
aquel señorío a España, al cabo de tantos siglos : y como cosa suya,
parece que haya querido la Justicia Divina restituírselo, a fin de que
lo poseyesen por la buena dicha de los dos felices, y católicos monar-
cas D. Fernando, y Doña Isabel *." Tal es el autor de la opinión
coman : veamos ahora la opinión misma.
Oviedo habla con alguna variedad en el sumario de la Historia, y
en el cuerpo de esta : mas siendo ella su principal obra, la mas esten-
dida, publicada algunos años después del sumario, y trabajada con
mayor esmero, debemos atenernos a lo que en ella dice, aunque haya
variedad en su contesto. En el lib. ii, capitulo 14, de<^la Historia
General de las Indias, dice que los Españoles que volvieron a España
con el almirante Colon el año de 1596, de su segundo viage al Nuevo
Mundo, trageron de Haiti el mal venéreo, juntamente con las muestras
de oro, de las famosas minas de Cibao ; que algunos de ellos, ya con-
tagiados, pasaron a Italia, con el gran Capitán Gonzalo Fernandez de
Córdoba, y contagiaron, por medio de las Italianas, a los Franceses
que hablan venido con el rei Carlos VIII a tomar el reino de Ñapóles.
Todos estos pormenores son disparatados, y llenos de anacronismos.
Colon volvió a España de su segundo viage en 3 de Junio de 1496, y
sabemos por innumerables testigos de vista que la Europa estaba ya
infesta del mal venéreo, a lo menos desde 1495 : luego no pudieron
ser los Españoles los que la comunicaron por primera vez al Mundo
Antiguo. Para demostrar, por otra parte, con la mayor evidencia
* El docto D. Fernando Colon en el capitulo ix de su Historia echa en cara a
Oviedo la estravagancia de sus opiniones, y la infidelidad de sus citas.
(
URIGRN UEL MAI. VKNKRKO. 443
histórica, que los Franceses que estaban en Ñapóles con el rei
Carlos VIII no pudieron ser contagiados por las tropas Española»
que fueron con el Gran Capitán a Italia, basta esponer simplemente
los hechos, como los encontramos en Guicciardiui, Mariana, Mezeray,
y otros historiadores Italianos, Españoles, y Franceses. El rei
Carlos VIII marchó con su egercito a Italia en Agosto de 1494;
llegó a Asti, ciudad próxima al rio Tanaro, a 2 de Septiembre ; entró
en Roma a 31 de Diciembre, y en Ñapóles a 22 de Febrero de 1495.
En esta ultima ciudad no se detubo mas de tres meses, por que noti-
cioso de la gran confederación que se armaba contra él, juzgó opor-
tuno regresar precipitadamente a Francia. Salió de Ñapóles el 20 de
Mayo, como aseguran Mariana, el Bembo, y Guicciardiui, y habiendo
ganado en 6 de Julio la famosa batalla de Fornovo contra les Vene-
cianos, se retiró aceleradamente a su corte, llevando consigo su eger •
cito inficionado del mal venéreo, según el dicho unánime de los his-
toriadores de aquel tiempo. El gran Capitán, detenido en Mallorca,
y en Cerdeña por vientos contrarios, no pudo llegar con su egercito
a Mesina, antes del 24 de Mayo de 1495, esto es, cuatro dias después
de la salida del rei Carlos de Ñapóles, con su egercito contagiado :
luego este no pudo contagiarse por los Españoles. Es admirable que
los sostenedores de la opinión vulgar no hayan caido en tan manifiesto
anacronismo. Quizas se querrá decir que no fueron las tropas Espa-
ñolas del gran Capitán las que llevaron el contagio, si no otras de la
misma nación que las precedieron ; mas ni Oviedo ni los otros
autores qke lo jian seguido hacen mención de otros Españoles que los
del egercito de Gonzalo, ni yo encuentro escritor alguno, entre los
muchos que he consultado, que hable de tropas Españolas llegadas a
Italia, en el intervalo del descubrimiento de America, y la espe-
dicion de aquel caudillo. Mariana da a entender lo contrario. Asi
pues es falso que los Españoles llevasen aquel funesto don a Ñapóles.
De lo que llevo dicho no debe inferirse que el mal venéreo pre-
cedi*3se pocos dias en Italia a la llegada de las tropas Españolas ; pues
ya se conocía algunos meses antes, según afirman los mejores médicos
de aquella época. El Valenciano Gaspar Torela, medico del papa
Alejandro VI, que reinaba a la sazón, dice en su tratado de Puden-
dagra, publicado el año de 1500 ; " Gallis raanu forti Italiam ingre-
dientibus, et máxime regno Parthenopaeo occupato, et ibi commoran-
tibus, hic morbus detectus fuit." De aqui se infiere que la enfermedad
empezó en Italia desde la entrada de los Franceses, aunque su gran
aumento fue durante la ocupación del reino de Ñapóles. Los
444 HISTORIA ANTIGUA DE ME6ICO.
Franceses, como ya he dicho, entraron en Italia en Septiembre de
1494. Wendelino Hook, docto Alemán, y profesor de Medicina en
la universidad de Bolonia, Jacobo Cataneo de Lagomarsini, sabio
medico Genoves, Juan de Vigo, Genoves, medico, y cirujano del
papa Julio II, y otros profesores inteligentes en la materia, y testigos
oculares, dicen en los términos mas positivos que el contagio venéreo
empezó a conocerse en Italia desde el año de 1494. No es de
estrañar que se note alguna variedad entre los autores acerca de la
época fija de su principio, pues unos observaron la enfermedad antes
que otros, no habiéndose presentado al mismo tiempo en todos los
estados de la península.
Podra responderse a esto que aunque Oviedo haya errado en su
Historia, afirmando que los primeros que llevaron el mal venéreo a
•España, fueron los Españoles que volvieron con Colon en 1496,. no
erró en el Sumario de la misma Historia, publicado algunos años
antes, en el que da a entender, que entre los que lo acompañaron en
su segundo regreso de 1493, habia algunos ya inficionados : mas esto
no es verdadero, ni verosímil. Consta por las cartas del mismo
alpiirante, citadas por su docto hijo D. Fernando, que desembarcó
por vez primera en la isla de Haiti el 24 de Diciembre de 1492,
habiéndosele roto una caravela de su pobre escuadra ; que todos
aquellos dias que pasó alli, desde 24 de Diciembre hasta 4 de Enero,
fueron empleados por la poca gente que lo acompañaba en sacar de la
playa la madera de la caravela, para hacer una pequeña fortaleza ;
que construida esta, y habiendo dejado en ella 40 hombrea, se em-
barcó con los otros que le quedaban, para volver a España, a traer
la noticia del descubrimiento del Nuevo Mundo. Todas las circun-
stancias de su llegada a la isla no permiten sospechar que los Espa-
ñoles tubiesen tiempo de adquirir con las Americanas la familiaridad
que supone aquella clase de contagio. La mutua admiración que
exitaba en unos, y en otros la vista de tantos obgetos nuevos, y la
cortisima mansión de once dias, ocupados en tan grandes fatigas, des-
pués de la navegación mas larga y peligrosa que se habia visto hasta
entonces, hacen enteramente inverosímil aquella congetura. Aumen-
tase esta inverosimilitud con el silencio del mismo Colon, de su hijo
D. Fernando, y de Pedro Mártir, que describiendo todos los de-
sastres de aquel viage, no hacen la menor mención del mal venéreo.
Pero concedamos que los Españoles regresados con Colon en su
primer viage traian ya la enfermedad consigo. Diré sin embargo que
el contagio de Europa no provino de ellos, según el testimonio de los
ORIGEN DEL MAL VENÉREO. 445
tíscritores dignos de fe que a la sazón vivían. Gaspar Torcía a quien
ya he citado, en su obra intitulada Aphrodysiacum, dice que el mal
venéreo empezó en Auvernia, provincia de Francia, nuii distante de
España, el año de 1493. Bautista Fulgosio, o Fregosio, dogo de
Genova en 1478, en su curiosa obra intitulada: Dicta, factaque me-
morábilia, impresa en 1509, afirma que el mal venéreo empezó a co-
nocerse dos años antes que el rei Carlos VIII llegase a Italia.
Aquel monarca llegó en Septiembre de 1494 ; luego el mal era cono-
cido desde 1492, o cuando mas tarde a principios de 1493, esto es,
algunos meses antes que Colon volviese de su primer viage. Juan
León, que fue Mahometano, natural de Granada, y conocido vulgar-
mente con el nombre de León Africano, en su descripción de África,
escrita en Roma bajo el pontificado de León X, después de su con-
versión al Cristianismo, dice que los Judies, arrojados de España en
tiempo de Fernando el Católico, llevaron a Berbería el mal venéreo,
y contaminaron a los. Africanos, de cuyas resultas lo allmaron mal
Español. El edicto de los reyes Católicos sobre la espulsion de los
Hebreos fue publicado en 1492, como dice Mariana, concediéndoles
cuatro meses, para que pudiesen vender sus bienes, si no querían
llevarlos consigo. El siguiente mes, Fr. Tomas Torquemada, in-
quisidor general, promulgó otro edicto prohibiendo a los Cristianos,
bajo gravísimas penas, tratar con los Judíos, y suministrarles víveres,
pasado el termino señalado por el rei ; asi que, todos ellos, exepto los
que se fingieron Cristianos, salieron de la Península antes que Colon
saliese a descubrir la America. Este calculo no deja la menor duda
acerca de la existencia del mal antes del descubrímiento. Ademas de
esto, ehtre las poesías de Pacifico Máximo, poeta de Ascoli, publi-
cadas en Florencia en 1479, hallamos algunos versos, en que describe
la gonorrea virulenta, y las ulceras venéreas que padecía, y que sus
exesos le habían ocasionado.
No satisfecho Oviedo con afirmar que el mal venéreo procedía de
la i»1a Española, se ofrece también a probarlo. He aquí sus funda-
mentos. " Con el guayaco (madera abundante, en aquel territorio)
se cura mejor que con ninguna otra medicina aquella horrenda enfer-
medad de las bubas, y la clemencia Divina quizo que donde por
nuestros pecados estubiese el mal, por su misericordia se encontrase
el remedio." Si este modo de raciocinar tubíese alguna solidez,
debería inferirse que la Europa, mas bien que la isla Española, era la
patria de aquella dolencia, pues todos saben que su remedio mas
eficaz es el mercurio, comunísimo en Europa, y desconocido en Haití.
44íi HISTORIA ANTIGUA DK MEGICU.
Lo cierto es que apenas se presentó en esta parte del mundo aquella
nueva . dolencia, empezó a aplicársele el mercurio, de que hicieron
uso Juan Berengario de Carpi, Gaspar Torela, Juan Vigo, Wenden-
lino Hoock, y otros acreditados profesores de aquella época, aunque
después, por la indiscreción de algunos empíricos, estubo algún tiempo
abandonado aquel remedio. El uso del guayaco es de 1517, esto es,
25 años después de conocida la enfermedad ; el de la zarza-parrilla
de 1535, y del mismo tiempo el de la quina, y otras drogas.
La otra prueba de Oviedo (pues solo alega dos) es que entre los
Españoles que volvieron con Colon de su segundo viage en 1496, se
hallaba D. Pedro Margarit, caballero Catalán, " el cual andaba tan
enfermo, y se quejaba tanto, que creo sentia aquellos dolores que
suelen sentir los que padecen aquella enfermedad, aunque yo no le vi
nunca granos en el rostro. De aili a pocos meses, en el año de 96,
empezó a sentirse la enfermedad entre algunos cortesanos, pues a los
principios solo se vio entre la gente baja. Sucedió después que el
gran Capitán fue enviado a Italia con una fuerte y hermosa armada,
y entre los Españoles que iban en ella, algunos estaban inficionados,
y asi se comunicó por medio de las mugeres. Tales son las pruebas
de Oviedo, indignas ciertamente de ser citadas.
Mr. de Paw cree haber conseguido una victoria, y demostrado la
verdad de la opinión común, con el testimonio de Rodrigo Diaz de
Isla, medico de Sevilla (a quien llama autor contemporáneo) como
si fuese decisiva su sentencia : pero ni Diaz fue contemporáneo, puesto
que escribió 60 años después del descubrimiento del mal vtnereo, ni
su relación merece crédito alguno. Dice que los primeros Españoles,
regresados con Colon en 1493, llevaron el contagio a Barcelona,
donde entonces se hallaba la corte ; que esta fue la primera ciudad
que se inficionó ; que el mal hizo en ella tantos estragos, que se echó
mano de las rogativas publicas, de los ayunos, y de las limosnas para
aplacar la colera de Dios ; que habiendo pasado el año siguiente a
Italia el rei Carlos de Francia, ciertos Españoles que estaban alli, o
muchos regimientos, según Mr. de Paw, enviados por la España para
oponerse a la invasión de Carlos, contagiaron a los Franceses. Pero
en la historia vemos que ningún Español, y ningún regimiento sano ni
enfermo llegó a Italia antes que saliese de sus fronteras el rei de
Francia. Por lo que hace al contagio de Barcelona, sabemos que
cuando llegó alli Colon, se hallaba también Oviedo. Ahora bien, si
fuese cierto lo que cuenta el medico Sevillano, Oviedo que andaba
buscando pruebas para confirmar su estravagante opinión, hubiera sin
ORIGEN DEL MAL VENÉREO. 447
duda alegado aquellos tremendos estragos de que seria testigo, la»
rogativas, los ayunos, las limosnas, y no se hubiera valido de la triste
prueba del guayaco, y de las lamentaciones de Margarit. Ademas
de que el mal venéreo es mas antiguo que aquella época en Europa,
como creo haber demostrado.
Parece que los médicos Sevillanos eran los menos instruidos sobre
el asunto que nos ocupa. Nicolás Monardes, medico de la misma
ciudad, y contemporáneo del mismo Diaz, nos da una relación tan
llena de fábulas, que no puede leerse sin indignación. Dice pues
" que el año de 1493, en la guerra que el rei Católico tubo en Ñapó-
les con el rei Carlos de Francia, vino D. Cristoval Colon del primer
descubrimiento, que hizo de la isla de Santo Domingo, &c., y condujo
consigo de aquella isla una gran muchedumbre de Indios e Indias^
que llevó a Ñapóles, donde entonces se hallaba el rei Católico, aca-
bada la guerra. Y por que habia paz entre los dos reyes, y los eger-
citos platicaban unos con otros, llegado que fue Colon con sus Indios,
e Indias, empezaron a tratar los Españoles con las Indias, y los Indios
con las Españolas, y de tal modo infestaron los Indios, y las Indias e(
egercito de los Españoles, Italianos, y Franceses," &c. &c. ¿ Quien
creerla que un escritor Español osase desfigurar tan estrañamente los
hechos públicos de su nación, no mui anteriores a la época en que
escribió, que no vierta una proposición que no sea un tegido de disla-
tes I Pero cuando se trata de desacreditar la America, no hai por qué
mirar con respeto a la verdad. Es cierto, y notorio que no hubo guerra
entre Espa^ y Francia en 1493 ; que el rei Católico no se hallaba
entonces en Ñapóles, si no en Barcelona, y no enteramente restable-
cido, de las heridas que habia recibido en una ocasión anterior;
que Colon no trajo consigo una multidud de Indios, y de Indios,
si no solamente 10 Indios ; que Colon no fue jamas a Italia después
de su gloriosa espedicion ; que los Indios que vinieron con él a Europa
no pusieron el pie en Italia, &c.
Yo, lejos de pensar como los escritores que hasta ahora he comba-
tido, después de haber hecho las mas diligentes observaciones estoi
tan lejos de creer que el mal venéreo vino de America al Mundo
Antiguo, que estoi intimamente persuadido de todo lo contrario : esto
es, que aquella enfermedad, lo mismo que las viruelas, fue llevado al
nuevo continente por los Europeos. Fundóme, 1. En que ni Cristoval
Colon en su diario, ni D. Fernando Colon en la vida de su famoso
padre, hablan una sola palabra de aquel contagio, sin embargo de que
448 HISTORIA ANTIGUA DE MEGICO.
ambos vieron aquellos países recien-descubiertos, y observaron todas
sus particularidades, y de que cuentan menudamente los males, y pa-
decimientos de los primeros viages. Tampoco habla de aquella gran
novedad, en su Historia de los mismos paises, Pedro Mártir, autor
contemporáneo de Colon, y que debia tener buenas noticias, como
protonotario que fue del consejo de las Indias, y abad de la Jamaica.
Oviedo, el primero que atribuyó aquel mal a la America, no estubo
en aquella parte del mundo, si no veinte años después que los Espa-
ñoles habitaban la isla de Haiti. Lo que digo de estos escritores
acerca de su silencio sobre las islas Antillas, puede aplicarse al de los
otros historiadores sobre la America en general. 2, Fundóme tam-
bién en que si la America hubiese sido la patria del mal venéreo, y los
Americanos los primeros que lo padecieron, la America seria el pais
en que con mas estension reinase, y los Americanos los mas propen-
sos a contraerlo : pero no es asi. De los Indios de las islas Antillas
no podemos hablar ahora ; por que hace siglos que desaparecieron de
un todo : pero en los habitantes actuales es mas raro el contagio vene-
reo que en Europa, y solo se siente en ios sitios frecuentados por sol-
dados y marineros Europeos. En la capital de Megico hai algunos
blancos e Indios que lo padecen, pero son poquísimos con respecto al
gran numero de habitantes. En otras ciudades grandes de aquel ter-
ritorio son todavía mas raros los inficionados y algunas hai en que no
se encuentra uno solo. En los pueblos de ludios, en que no hai con-
curso de blancos, no se tiene la menor idea de aquella enfermedad. En
cuanto a la America Meridional, según informes de persooas muí ins-
truidas en las circunstancias de aquel pais, raras veces se ve el mal
venéreo entre los blancos, y nunca entre los Indios de las provincias
de Chile, y Paraguai, Algunos misioneros que han vivido veinte, y
treinta años en diferentes naciones Americanas declaran unánimemente
que jamas han visto en ellas el contagio, ni oido decir que lo cono-
ciesen. Ulloa, hablando de las provincias de Perú, y Quito =^ dice
que aunque los blancos padecen alli con mucha frecuencia el mal
venéreo, rarísimas veces sucede que un Indio lo contraiga. No es
* Parece que este escritor confundió el mal venéreo con el escorbuto, pues sé
por persona fidedigna que el Dr. Julio Rondoli, de Pesara, medico famoso de
Lima, afirmó a un sugeto de autoridad, que de los muchos enfermos que se
creian infestados de la sífilis, y que él había curado, casi ninguno lo padecía en
realidad ; la mayor parte eran escorbúticos, y habían sanado con los remedios
'qwe generalmente se aplican al escorbuto.
ORIGEN DEIi MAL VENÉREO. 449
pues America la patria de aquel azote, como vulgarmente se ha creido,
ni debe considerarse, según opina Mr. de Paw, como un efecto de la
sangre corrompida, y del mal temperamento de los Americanos.
¿ Cual es pues su origen, puesto que no lo tubo en America, ni en
Europa? Si enraedio de tantas tinieblas se me permite hacer uso de
una congetura, diré que mis sospechas se fijan en Guinea, o en otro
pais equinoxial del África. De esta misma opinión fue el doctisimo
medico Ingles Tomas Sydenham*, y la confirma la autoridad de
Bautista Fulgosio, testigo ocular de los principios de aquella enfer-
medad en Europa, el cual dice que el mal venéreo paso de España a
Italia, y de Etiopia a España. Mr. Astruc quiere que Fulgosio en-
tendiese por Etiopia el Nuevo Mundo. Donoso arbitrio para eludir
la dificultad. ¿ Quien ha dado jamas a la America el nombre de
Etiopia? Por el contrario sabemos que era mui común entre los
escritores de aquel siglo llamar Etiopia a todo pais habitado por
negros, y Etiopes a estos : asi que el sentido natural de las palabras
de Fulgosio es que el mal venéreo fue llevado de los paises equinoxia-
les de África a la España Lusitanica o Portugal. Yo sospecho en
efecto que este fue el primer pais Europeo en que se conoció el con-
tagio : pero no me atreveré a sostenerlo, sin hacer nuevas investiga-
ciones, y adquirir mejores documentos que los que hasta ahora me han
servido para fundar mis congeturas.
* Sydenham afirraa en una de sus cartas que el mal venéreo es tan estraño a la
America co/jio a la Europa, y que fue traido por los negros esclavos de Guinea :
pero no es cierto que estos lo introdujesen en America ; pues antes que llegasen
a Santo Domingo estaba ya inficionada la isla.
F 1 N.
TOMO II.
2ü
NOTA.
El Editor de esta obra ha sabido que se están imprimiendo en Francia
todas las que ha publicado en lengua Castellana, con el designio de
introducirlas en América, y venderlas á precios mas cómodos, como es
fácil hacerlo cuando no hai que pagar los originales. Los Congresos
de las Repúblicas Americanas le han asegiwado la propiedad literaria,
y es de esperar que el público justo é ilusí*ado de aquellos paises la
confirme, reusando todo estimulo y favor á una violación tan escanda-
losa de un derecho sagrado. El Editor ha tomado la precaución de
comunicar su catálogo á las oficinas de las Aduanas, á fin de que se
impida la entrada de estas ediciones ilegales.
LONDRES :
IMPRESO POR CARLOS WOOD,
Poppin's Court, Flcet Street.
OBRAS ESPAÑOLAS
PUBLICADAS POR EL SR. ACKERMANN,
Que se hallan en su Repositorio de Artes, Strand, Londres, y en su Estable-
cimiento de Megico;
Asimismo en Colombia, en Buenos AiVes, Chile, Perú, y Guatemala.
CORREO LITERARIO Y POLÍTICO DE LONDRES : Periódico Trimestre,
particularmente destinado a la America que fue Española, en el cual se presenta
un Cuadro Sucinto de Acaecimientos Políticos, y de Composiciones y Noticias
relativas a la Literatura y a las Artes.
EL MENSAGERO, por D. José Blanco White. Toda la colección.
' MUSEO UNIVERSAL de CIENCIAS y ARTES, por J. J. de Mora. El
segundo numero del segundo tomo saldrá a luz en Primero de Abril de 1826,
bajo un plan totalmente diverso de los anteriores.
NO ME OLVIDES, Colección de Composiciones por J. J. de Mora. Cada
año a principios de Enero se publica un tomo de esta Colección, adornado con
exelentes laminas.
VIAGE PINTORESCO a las Orillas del GANGES y del JUMNA en la India;
con 24 Estampas, un Mapa y Viñetas, y la esplicacion en Castellano.
CARTAS sobre la EDUCACIÓN del BELLO SEXO, por una Señora Ame-
ricana.
MEMORIAS de la REVOLUCIÓN de MEGICO, y de la Espedicion del Gene-
ral Mina. Escritas en Ingles por Robinson, y traducidas por J. J. de Mora,
con el retrato de Mina y un Mapa.
GIMNÁSTICA del BELLO SEXO, con 11 estampas finas.
DIOS ES EL AMOR MA§ PURO, mi Oración y mi Contemplación. Con
muchísimas Estampas, y Oraciones para la Misa. Traducido por D. José de
Urcullu.
EL ESPAÑOL, por Blanco White ; toda la Colección.
TEOLOGÍA NATURAL, o Pruebas de la Existencia y de los Atributos de Dios,
por Paley, traducida por el Dr. D. J. L. de Villanueva.
LA gastronomía, ó los Placeres de la Mesa, Poema en Cuatro Cantos,
traducido del Francés, por D. Jóse de Urcullu. Segundo Edición, corregida
y aumentada.
GRAMÁTICA INGLESA, dividida en 22 Lecciones, porD. Jóse de Urcullu.
CATECISMO de GRAMÁTICA LATINA, por J. J. de Mora.
DESCRIPCIÓN ABREVIADA del MUNDO. Dos Volúmenes que compren-
den la Descripción de Persia, con 30 Laminas iluminadas ; escrita en Ingles por
F. Shoberl, y traducida al Español por J. J. de Mora.
NOTICIAS de las PROVINCIAS UNIDAS del RIO de la PLATA, por
D. Ignacio Nuñez. Esta obra contiene un cuadro Histórico de la ultima revo-
lución de Buenos Aires, una colección de datos Estadísticos sobre aquellas pro-
vincias, y algunos documentos oficiales sumamente interesantes. Con un Mapa
de las Provincias Unidas. 1 volumen en 8vo.
EL TALISMÁN, cuento del tiempo de las CRUZADAS, por el Autor de
Waverley, Ivanhoe, &c. Traducido al Castellano con un discurso preliminar.
2 tomos en Svo.
IVANHOE, Novela por el Autor de Waverley y del Talismán.
CUENTOS de DUENDES y APARECIDOS: compuestos con el obgeto
espreso de desterrar las preocupaciones vulgares de Apariciones. Adornados
con seis estampas iluminadas. Traducidos del Ingles por D. Jóse db Urcullu.
LA SOLEDAD, por Young ; traducida al Castellano.
CUADROS de la HISTORIA de los ÁRABES, por J. J. de Mora. Dos
Tomos.
LECCIONES de MORAL, VIRTUD, y URBANIDAD, por D- J. de Urcullu.
EL PADRE NUESTRO del SUIZO, ilustrado en una Serie de Estampas,
con sus Esplicaciones.
VIAGE PINTORESCO por las Orillas del RIN.
VIAGE PINTORESCO por las Orillas del SENA.
La VENIDA del MESÍAS en Gloria y Magestad, en tres tomos Svo.
OBRAS ESPAÑOLAS.
CATECISMO de Geografía.
■ Química.
Agricultura.
Industria Rural y Económica.
' Historia de los Imperios Antiguos. •
Historia de Grecia.
Historia Romana.
Historia del Bajo Imperio.
Historia Moderna, Parte I.
Historia Moderna, Parte II.
Astronomía.
Gramática Castellana.
Economía Política.
« Mitología, por D. J. de Urcullu.
■ Aritmética Comercial, por el mismo.
— — • Historia Natural, por el mismo
— Retorica, por el mismo.
Moral, por el Dr. J. L. de Villanueva.
■ Geometría Elemental, por D. José Nuñez Arenas.
MANUAL de MEDICINA DOMESTICA.
TRESCIENTAS SENTENCIAS ÁRABES; Quinientas Máximas y Pensa-
mientos de los mas célebres Autores Antiguos y Modernos ; y Cincuenta Pensa-
mientos Originales del que ha redactado los anteriores.
MEDITACIONES POÉTICAS, por J. J. de Mora, con Estampas.
De la ADMINISTRACIÓN de la JUSTICIA CRIMINAL en INGLATERRA,
por M. CoTTu. Traducida al Castellano por el Autor del Español y de las Varie-
dades.
NUEVO SILABARIO de la LENGUA CASTEJ LANA.
'La NUEVA MUÑECA, con Seis Estampas.
La BATALLA de JUNIN, Canto a Bolívar, por J.J. Olmedo, con tres Estampas.
ELEMENTOS de la CIENCIA de HACIENDA, por D. José Canga
Arguelles.
OBRAS líricas de D. Leandro Fernandez de Moratin.
OBRAS POSTUMAS de D. Nicolás Fernandez de Moratin.
RECREACIONES GEOMÉTRICAS, con Laminas y una Cajita que contiene
Figuras de Madera, traducido por D. J. de Urcullu. ^ ^
RECREACIONES ARQUITECTÓNICAS, con Laminas y una Cajita que
contiene Figuras de Madera, traducido por D. J. de Urcullu.
MUESTRAS de LETRA INGLESA, en cuatro cuadernos.
TRACES de BODA de las Principales Naciones de la Tierra.
HIMNO A BOLÍVAR, poesía de J. J. de Mora ; música del Caballero
(JasteUi.
HIMNO A VICTORIA, por los mismos.
HIMNO a BRAVO, por los mismos.
NO ME OLVIDES, Canción por los mismos.
LA MARIPOSA, Canción por los mismos.
AMOR ES MAR PROFUNDO, Bolero a dúo, por los mismos.
EL PESCADOR, Canción por los mismos.
TRIUNFO de la INDEPENDENCIA AMERICANA, Estampa Alegórica.
VISTA de LIMA por el Lado de Este.
VISTA de las MONTAÑAS PRINCIPALES del MUNDO.
REGISTROS para LIBROS, en 10 estampas.
UN MAPA GRANDE de la República de MEGICO.
DOS VISTAS de MEGICO iluminadas.
EN PRENSA.
ELEMENTOS de ESGRIMA.
ELEMENTOS de EQUITACIÓN, que contienen un tratado sobre lás^tUíerentes
castas de caballos, sus enfermedades, y proporciones.
^^^^^^HI' ^^Boj^^'^'^^^^^^^^^^H^^^^^^^^Kk^
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