Skip to main content

Full text of "Historia antigua de Megico : sacada de los mejores historiadores españoles, y de los manuscritos, y de las pinturas de los indios ; dividida en diez libros : adornada con mapas y estampas, e ilustrada con disertaciones sobre la tierra, los animales, y los habitantes de Megico"

See other formats


/í^ 


Ȓf>' 


'A 


*f 


í 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2011  with  funding  from 
Universidad  Francisco  IVIarroquín 


http://www.archive.org/details/historiaantigua02saveguat 


r 


HISTORIA    ANTIGUA 


/S'á"' 


DR 


MEGICO: 


MACADA    DB 

LOS   MFJORRS    HISTORIADORES   ESPAÑOLES,   V    DE    LOS    MANUSCRITOS, 

V    DE 

LAS  PINTURAS  ANTIGUAS  DE  LOS  INDIOS} 

DIVIDIDA  EN  DIEZ  LIBROS: 

ADORNADA  CON  MAPAS  Y  ESTAMPAS, 

E  Ilustrada  con 

DISERTACIONES  SOBlft  LA  TIERRA,  LOS  ANIMALES,  Y  LOS  HABITANTES 

DE   MEGICO. 

MCRITA    POR 

D.  FRANCISCO  SAVERIO  CLAVIGERO ; 

POR  JOSÉ  JOAQUÍN  DE  MORA. 
TOMO  II. 


LONDRES: 
LO  PUBLICA  R.  ACKERMANN,  STRAND, 

T    BN    SO    MTABLSCIMIBNTO    BN    MBAICO: 
A9IMUMO 

COLOMBIA.  EN  BUENOS  AYREB.  CHILE,  PERÚ.  Y  GUATEMALA. 

1826. 


LONDRES: 

IMPRESO  POR  CARLOS  WOOD, 
Poppin'8  Court,  Fleet  Street. 


índice. 


LIBRO  OCTAVO. 

Pagina 
iJfsrada  de  lot  Espanoift  n  las  cmtiu  dn  Anahuac.  Itufuií'tudet,  rmbnj'tdas,  y 
rcgaloi  del  rei  Afofritczoma.  Confederación  de  lot  Españoles  con  ¡os  Tofo- 
naques  ;  su  guerra,  y  alianza  con  los  Ttascaleses  ;  su  severidad  con  los  Cho- 
Meses,  jr  tu  solemne  entrada  en  Megico.  Noticia  de  la  célebre  India  Doña 
Marina.     Fundación  de  la  f^era  Crtif,  primera  colonia  de  los  Españoles I 


,  LIBRO  NONO. 

Cot^erenciat  de  Moteuetoma  con  Cortés.  Prisión  de  Moteuctoma,  del  rei  de 
Acolhuacan,  y  de  otros -señores.  Suplicio  atroe  de  Quauhpopoca.  Tentativas 
del  gobernador  de  Cuba  contra  Hernán  Cortés,  y  derrota  de  Panfilo  de  Nar- 
vaet.  Muerte  de  muchos  nobles,  y  sublevación  del  pueblo  de  Megico  contra 
los  Españole*.  Muerte  del  rei  Moteuczoma.  Combates,  peligros,  y  der- 
rota de  lot  EtpaMes.  Batalla  de  Otompan,  y  retirada  de  ¡os  Españoles  a 
TlmcgAi.  Bleonoñ  del  rei  Cuitlahuattin.  yitoria  de  ¡os  Españoles  en  T^- 
ya^¡'WtmmB¿S^pmc:::M^,\.,,.,mwt-^Jr;^:^^i^  isJ^J^.  .  -^^fragos 
hechos  por  los  virueUu.  Muerte  del  rei  Cuitlahuattin,  y  de  tos  principes 
Magiaeatmn,  y  Cuicmtgeattim.     Elección  en  Megico  del  rei  Quauhtemotrin.    63 


LIBRO  DÉCIMO. 

Marcha  de  tos  Españoles  a  Tetcuco .-  sus  negociaciones  con  lot  Megicanot ; 
sus  correrías,  y  batallas  en  tas  cercanías  de  los  lagos  ¡  sut  espedidomet 
contra  Yacapichtlan,  Quauhnahuac,  y  otras  ciudadet.  Construcción  de  loe 
bergantines.  Conjuración  de  algunos  Españoles  contra  Cortés.  Resema,  di/i- 
<<M,  y  puestos  del  egercito  Español.  Asedio  de  Megico;  prieiom  del  rei 
QuemhtemotKin,  y  ruina  del  imperio  Megicano  128 

Decendeneia  del  rei  Moteuctoma 186 

Decemiencia  de  Herma»  Cortés m, 187 


IV  índice. 

DISERTACIONES 

SOBRE  LA  TIERRA,   LOS  ANIMALES  Y  LOS  HABITANTES  DE  MEGICO. 

Pagina 
Al  Lector 193 

DISERTACIÓN  I. 

Sobre  el  Origen  de  la  Población  de  y4merica,  y  particularmente  de  la  de 
Megico 197 

DISERTACIÓN  II. 
Principales  Épocas  de  la  Historia  de  Megico  224 

•  DISERTACIÓN  III. 

Sobre  el  Terreno  de  Megico 240 

DISERTACIÓN  IV. 

De  los  Animales  de  Megico  270 

DISERTACIÓN  V. 

c 

Constitución  Física  y  Moral  de  los  Megicanos 313 

DISERTACIÓN  VI. 

Cultura  de  los  Megicanos  347 

DISERTACIÓN  VII. 

Confines  y  Población  de  los  Reinos  de  Acolhuacan ^  400 

^^  „ -J — ^=—  iJlsjjiKrAClON  Tlíí. — -^       — "^ 

Religión  de  los  Megicanos 418 

DISERTACIÓN  IX. 

Origen  del  Mal  Venéreo    431 


HISTORIA   ANTIGUA 


DB 


MEGICO. 


LIBRO    OCTAVO. 

Llegada  de  loi  Españoles  a  lat  costas  de  Anahuac.  Inquietudes,  embicadas,  y  rega- 
los  del  rei  Motettczoma.  Confederación  de  los  Españoles  con  los  Totonaques; 
su  guerra,  y  alianza  con  los  Tlascaleset ;  su  severidad  con  los  Choluleses,  y  su 
solemne  entrada  en  Afegico.  Noticia  de  la  célebre  india  Doña  Marina.  Funda- 
ción déla  y  era  Cruz,  primera  colonia  de  los  Españoles. 

Primeros  Viages  de  los  EspaTioles  a  las  costas  de  Anahuac. 
Los  Españoles,  que  en  el  año  de  1492  habían  descubierto  el  Nuevo 
Mundo,  guiados  por  el  famoso  Genoves  Cristoval  Colon,  y  sometido 
en  poc~  r^l^^^l^  rgrona^de  Castilla  1^  principales  islas  Antillas, 
salían  de  ellas  con  frecuencia  para  descubrir  nuevoTpáises;'  y  para 
cambiar  las  bugerías  de  Europa  por  el  oro  Americano.  Entre  otros 
zarpó  el  afio  de  1517  del  puerto  de  Ajaruco  (hoí  Havana)  Francisco 
Hernández  de  Córdoba,  con  ciento  y  diez  soldados,  y  dirigiéndose 
acia  Poniente,  por  consejo  de  Antonio  de  Alaminos,  uno  de  los  mas 
espertes,  y  famosos  pilotos  de  aquel  tiempo,  y  doblando  después  acia 
el  Sur,  descubrió  a  principios  de  Marzo  el  cabo  oriental  de  la  penínsu- 
la de  Yucatán,  que  llamó  cabo  Cotoche.  Costearon  los  Españoles 
una  parte  de  aquel  pais,  admirando  los  bellos  edificios,  y  altas  torres 
que  descubrían  desde  el  mar*,  y  los  trages  de  diversos  colores  que  nsa- 

*  Robertson  dice  que  los  Ecpafioles  "  pusieron  pie  en  tierra,  e  intemandose  en 
el  pais  de  Yucatán,  obser^-aron  con  admiración  grandes  cana  de  piedra.'*  Asi 
habla  del  Tiage  de  Hemandes,  pero  pocas  paginas  antas,  liablaiido  del  de  Gryal- 
▼a,  dice  asi :  **  Habia  muchos  pueblos  esparcidos  por  hi  costa,  en  la  que  Tieroa 
los  Etpafioles  casas  de  piedra,  que  a  cierta  distancia  parecían  blancas,  y  sober- 

TOMO    II.  B 


2  HISTORIA   ANTIGUA    DE    MEGICO. 

ban  los  Indios :  obgetos  que  hasta  entonces  no  habían  visto  en  el  Nue- 
vo Mundo.  No  menos  se  maravillaban  los  Yucataneses  de  la  forma, 
del  tamaño,  y  del  aparato  de  sus  buques.  En  dos  puntos  en  que  de- 
sembarcaron los  Españoles,  tubieron  dos  encuentros  con  los  Indios ;  y 
en  ellos,  y  en  otras  desgracias  que  les  sobrevinieron,  perdieron  la  mitad 
de  sus  soldados,  y  el  mismo  capitán  recibió  doce  heridas,  que  en  pocos 
días  le  ocasionaron  la  muerte.  Regresaron  apresuradamente  a  Cuba, 
y  encendieron,  con  su  relación,  y  con  algún  oro  que  trageron  por 
muestra,  robado  en  un  templo  de  Yucatán,  la  codicia  de  Diego  Velas- 
quez,  uno  de  los  conquistadores,  y  a  la  sazón  gobernador  de  aquella 
isla :  de  modo  que  al  año  siguiente,  envió  a  su  pariente  Juan  de  Gri- 
jalva,  con  cuatro  buques,  y  doscientos  cuarenta  soldados.  Este  co- 
mandante, después  de  haber  reconocido  la  isla  de  Cozumel,  distante 
pocas  millas  de  la  costa  oriental  de  Yucatán,  costeó  todo  el  pais  que 
media  hasta  el  rio  Panuco,  cambiando  cuentas  de  vidrio,  y  otras  baga- 
telas, con  el  oro  que  tanto  ansiaba,  y  con  los  víveres  de  que  tenia  gran 
necesidad. 

Cuando  llegaron  a  la  islilla  que  llamaron  San  Juan  de  ülua*,  dis- 
tante poco  mas  de  una  milla  de  la  costa  de  Cha\chiuhcuecan,  los  go- 

bias.  En  el  calor  de  la  imaginación  se  figuraron  que  eran  ciudades  adornadas  con 
torres,  y  cúpulas."  Entre  todos  los  historiadores  de  Megico  que  he  leido,  no  he 
hallado  uno  que  diga  que  loá  Españoles  se  imaginaron  ver  cúpulas  en  Yucatán. 
Esto  ha  salido  de  la  cabeza  de  Robertson,  y  no  de  la  de  los  Españoles.  Estos, 
creyeron  ver  torres,  y  casas  grandes,  como  en  efecto  las  vieron,  por  que  los  tem- 
plos de  Yucatán,  como  los  df  Anahuac.  estaban  fabric»dcka_o  m^^""  ■'  Xrres,  y 
algunos  eralTmui  altos  Bemal  Diaz,  escritor  sincerisimo,  y  testigo  ocular  de 
cuanto  ociurio  a  los  Españoles  en  los  primeros  viages  a  Yucatán,  cuando  habla 
del  desembarco  que  hicieron  en  la  costa  de  Campeche,  dice  asi :  "  nos  conduge- 
ron  los  Indios  a  ciertas  casas  mui  grandes,  y  bien  edificadas  de  piedra  y  cal."  Asi 
que  no  solo  vieron  de  lejos  los  edificios,  si  no  tan  de  cerca  como  que  entraron  en 
ellos.  Siendo  tan  común  en  aquellos  pueblos  el  uso  de  la  cal,  no  es  estraño  que 
se  sirviesen  de  ella  para  blanquear  las  casas.  Véase  lo  que  digo  acerca  de  esto 
en  el  libro  vii  de  mi  historia.  Lo  que  yo  no  puedo  entender  es  que  una  casa  que 
no  está  blanqueada  pueda  parecer  blanca  desde  lejos. 

*  Dieron  a  la  isla  el  nombre  de  San  Juan,  por  que  la  descubrieron  el  dia  de 
aquel  santo,  y  por  que  este  era  el  nombre  de  su  comandante,  y  el  de  Ulun,  porque 
habiendo  encontrado  en  ella  dos  victimas  humanas  recien  sacrificadas,  y  pregun- 
tando por  señas  la  causa  de  aquella  inhumanidad,  respondieron  los  Indios  Jcolhua, 
Acolhua,  dando  a  entender  que  lo  hacian  por  orden  de  los  Megicanos,  que  como 
todos  los  pueblos  del  valle,  eran  llamados  Acolhuis  por  los  Indios  remotos  de 
la  capital.  En  esta  islilla  hai  actualmente  una  buena  fortaleza  que  defiende  la 
entrada  del  puerto  de  Vera  Cruz. 


LLBOADA    DB   LOS    RSPAfiOLBS.  g 

bomadoret  Megioaiios,  atónitos  ni  ver  buques  (an  grande*»,  y  hombres 
de  tan  ettraffa  figura  y  trage,  consultaron  entre  si  lo  (jue  debian  hacer. 
j  decidieron  ir  en  persona  a  la  corte,  para  dar  cuenta  al  reí  de  una 
novedad  tan  estrnordinaría :  y  a  fin  de  darle  ideas  mas  exactas,  hicie- 
ron representar  por  sus  pintores  los  buques,  la  artilleria,  las  armas,  la 
ropa,  y  el  aspecto  de  aquella  nueva  gente,  y  sin  tardanza  partieron  a 
la  capital,  y  espu.sieron  verbalmente  al  rei  lo  ocurrido,  presentándole 
las  pinturas,  y  algunas  cuentas  de  vidrio  que  los  Españoles  les  habían 
dado.  Turbóse  Moteuczoma  al  oir  aquellas  nuevas,  y  para  no  preci- 
pitar su  resolución  en  negocio  tan  grave,  consultó  con  Cacamatzin,  rei 
de  Acoibuacan,  su  sobrino,  con  Cuitlahuatzin,  señor  de  Iztapalapan, 
su  hermano,  y  con  otros  doce  personages,  sus  consegeros  ordinarios. 
Despees  de  unalai^  conferencia,  fue  opinión  de  todos  que  el  que  se 
habia  presentado  en  aquellas  playas  con  tanto  aparato,  no  podia  ser 
otro  que  el  dios  del  aire  Quetzalcoatl,  a  quien  ya  desde  muchos  años 
aguardaban:  pues  era  antigua  tradición  de  aquellas  naciones,  como  ya 
en  otra  parte  he  dicho,  que  el  dios  del  aire,  después  de  haberse  gran- 
geado  la  veneración  de  los  pueblos  de  Tollan,  Cholnla,  y  Onohualco, 
con  su  inocente  vida,  y  singular  benefícencia,  habia  desaparecido  de 
entre  ellos,  prometiéndoles  antes  volver  al  cabo  de  algún  tiempo,  para 
regirlos  en  paz,  y  hacerlos  felices.  Los  reyes  se  creian  vicarios  de 
aquel  numen,  y  depositarios  de  la  corona,  que  deberían  cederle  cuan- 
do te  presentase.  Aquella  tradición  inmemoríal ;  algunas  circunstan- 
cias que  observaron  en  los  Españoles,  conformes  con  las  que  su  mito- 
logía r^hq^^^uetzalcoatl ;  las  estraordinarías  dimensiones  de  los 
buques,  comparadas  con  las  de  sus  barcas,  y  canoas';  el  estrepito,  y 
violencia  de  la  artillería,  tan  semejantes  a  las  de  las  nubes,  los  indu- 
geron  a  creer  que  no  podia  ser  otro  que  el  dios  del  aire,  el  que  se 
aparecia  en  las  costas  con  el  torríble  aparato  de  relámpagos,  rayos,  y 
truenos.  Lleno  de  esta  creencia,  mandó  Moteuczoma  a  cinco  per- 
aonages  de  su  corte,  que  pasasen  inmediatamente  a  Chalchiuhcnecan, 
a  felicitar  a  la  supuesta  divinidad  por  su  feliz  llegada,  en  su  nombre,  y 
en  el  de  todo  el  reino,  y  a  llevarle  al  mismo  tiempo  como  horoenage  nn 
ríco  presente  :  mas  antes  de  enviarlos,  dio  orden  a  los  gobernadores  de 
las  costas  que  pusiesen  centinelas  en  los  montes  de  Nauhtlan,  Quaoh- 
tla,  Mictlan,  y  Tochtian,  para  observar  los  movimientos  de  la  eflctiadrm, 
y  diesen  pronto  aviso  a  la  corto  de  todo  lo  que  ocurriete.  Los  emba- 
jadores MegioMKM  no  pudieron,  a  pesar  de  su  diligencia,  tjiemúmr  a  los 
Españoles,  los  cíales,  habiendo  hecho  sus  negocios  en  aquellas  playas, 
siguieron  costeando  hasta  el  río  Panuco,  de  donde  volvieron  a  Cuba, 

b3 


4  HISTORIA   ANTIGUA   DE  ME6IC0. 

con  diez  mil  pesos  en  oro,  adquiridos  en  parte  con  la  venta  de  las 
bugerias,  y  en  parte  con  un  gran  regalo  que  habia  hecho  al  comandante 
un  señor  de  Onohualco. 

Carácter  de  los  principales  Conquistadores  de  Megico. 

Mucho  pesó  al  gobernador  de  Cuba  que  Grijalva  no  hubiese  esta- 
blecido una  colonia  en  aquel  nuevo  pais,  que  todas  pintaban  como  el 
mas  rico,  y  dichoso  del  mundo  :  por  lo  que  a  toda  prisa  mandó  alistar 
otro  armamento  mas  considerable,  cuyo  mando  pidieron  a  porfía  muchos 
colonos  de  los  principales  de  aquella  isla  :  mas  el  gobernador,  por  con- 
sejo de  dos  de  sus  confidentes,  lo  encargó  a  Hernán  o  Fernando 
Cortés,  hombre  de  noble  estraccion,  y  bastante  rico  para  poder  sopor- 
tar con  su  capital,  y  con  el  ausilio  de  sus  amigos,  una  buena  parte  de 
los  gastos  de  la  empresa. 

Nació  Cortés  en  Medellin,  pequeña  ciudad  de  Estremadura,  el  año 
de  1485.  Por  parte  de  padre  era  Cortés,  y  Monroi,  y  por  el  lado  ma- 
terno, Pizarro,  y  Altamirano,  habiéndose  reunido  en  él  la  sangre  de 
los  cuatro  linages  mas  ilustres,  y  antiguos  de  aquella  ciudad.  Enviá- 
ronlo sus  padres  a  la  edad  de  catorce  años  a  ^Salamanca,  para  que 
aprendiendo  en  aquella  famosa  universidad  la  latinidad,  y  la  jurispru- 
dencia, pudiera  ser  útil  a  su  casa,  que  se  hallaba  mui  decaída  de  su 
antigua  riqueza :  pero  apenas  estubo  alli  algunos  dias,  cuando  su  genio 
emprendedor,  y  belicoso  lo  apartó  del  estudio,  y  lo  llevó  al  Nuevo 
Mundo,  en  pos  de  muchos  ilustres  jóvenes  de  su  nación.  Acompañó 
a  Diego  Velasquez  en  la  conquista  de  la  isla  de  Cuba,  donde  -y^quirio 
bienes,  y  se  gfFSfl^fiíi  Hlucha  autórícfad.  Era  hombre  de  gran  talento, 
y  destreza,  valeroso,  hábil  en  el  egercicio  de  las  armas,  fecundo  en  me- 
dios y  recursos  para  llegar  al  fin  que  se  proponía,  sumamente  ingenioso 
en  hacerse  respetar,  y  obedecer  aun  de  sus  iguales,  magnánimo  en  sus 
designios,  y  en  sus  acciones,  cauto  en  obrar,  modesto  en  la  conversa- 
ción, constante  en  las  empresas,  y  paciente  en  la  mala  fortuna.  Su 
celo  por  la  religión  no  fue  inferior  a  su  constante  e  inviolable  fidelidad 
a  su  soberano ;  pero  el  esplendor  de  estas,  y  otras  buenas  calidades, 
que  lo  elevaron  a  la  clase  de  los  héroes,  fue  eclipsado  por  otras  accio- 
nes, indignas  de  la  grandeza  de  su  animo.  Su  desordenado  amor  a 
las  mugeres,  ocasionó  algún  desarreglo  en  sus  costumbres,  y  ya  en 
tiempos  anteriores  le  habia  acarreado  graves  disgustos  y  peligros.  Su 
demasiada  ostinacion  y  ahinco  en  las  empresas,  y  el  temor  de  menos- 
cabar sus  bienes,  lo  hicieron  a  veces  faltar  a  la  justicia,  a  la  gratitud,  y 
a  la  humanidad :  pero   ¿  donde  se  vio  jamas  un  caudillo  conquistador 


0ONQUI8TADORBS   DB   MBOICO.  5 

fomuido  «O  k  «Muela  del  mando,  en  quien  no  te  equilibrasen  Im  vir- 
todet  con  loe  Tidof  ?  Cortés  era  de  buena  estatura,  de  cuer|)o  bien  pro> 
porcionado,  robusto,  y  ágil.  Tenia  el  pecho  algo  elevado,  la  barba 
negra,  y  ios  ojos  vivos,  y  amorosos.  Tal  es  el  retrato  que  del  famoso 
conquistador  de  Meg^co  nos  han  dejado  los  escritores  que  lo  cono- 
cieron. 

Cuando  se  vio  honrado  con  el  cargo  de  general  de  la  armada,  se 
aplicó  con  la  mayor  diligencia  a  preparar  su  viage,  y  empezó  a  tni* 
tarse  como  gran  señor,  tanto  en  su  porte  como  en  su  servicio,  conven- 
cido  de  que  estas  estcríorídadcs  son  eficaces  para  deslumhrar  al  vulgo, 
y  dar  autoridad  al  que  las  emplea.    Tremoló  inmediatamente  el  estan- 
darte real  a  la  puerta  de  su  casa,  y  mandó  publicar  un  bando  en  toda 
la  isla  para  alistar  soldados.     Concurrieron  a  porfía  a  ponerse  bajo  so 
mando  los  hombres  principales  de  aquel  pais,  tanto  por  su  nacimiento, 
como  por  sus  empleos,  de  cuyo  numero  fueron  Alfonso  Hernández  de 
Portocarrero,  primo  del  conde  de  Medellin,  Juan  Velasquez  de  León, 
pariente  inmediato  del  gobernador,  Diego  Ordaz,  Francisco  de  Mon- 
tejo,  Francisco  de  Lugo,  y  otros  cuyos  nombres  se  verán  en  el  curso 
de  esta  historia :  mas  entre  todos  merecen  particular  mención  Pedro 
de  Alvarado,  de  Badajoz,  Cristoval  de  Olid,  de  Baeza  en  Andalucia,  y 
Gonzalo  de  Sandoval,  de  Medellin,  por  haber  sido  los  primeros  coman- 
dantes de  las  tropas  empleadas  en  aquella  conquista,  y  los  que  mas 
papel  hicieron  en  ella :  los  tres  eran  guerreros  distinguidos,  animosos, 
duros  en  los  trabajos  de  la  guerra,  peritos  en  el  arte  militar,  pero  de 
harto  -'^•C^^rente  carácter.     Alvarado  era  un  joven    bien   formado,  y 
agilisimo,  rubiorgnicioso,  festivo,  popular^  dado  ai  lUJo,  y  a  los  pasa- 
tiempos, sediento  del  oro  que  necesitaba  para  mantener  su  ostentación, 
y,  segiin  afirman  los  primeros  historiadores,  poco  escrupuloso  en  el 
modo  de  adquirirlo;  inhumano  ademas,  y  violento  en  su  conducta. 
Olid  era  mcnbmdo,    torvo,   y  de  dobles  intenciones.     Uno  y  otro 
hicieron  grandes  servicios  a  Cortés  en  su  conquista:  mas  despoea  le 
fueron  ingratos,  y  tubieron  un  trágico  fin.    Alvarado  murió  en  la  Noera 
Galicia,   bajo  el  peso  de  un  caballo  que  se  precipitó  de  un  monte. 
Olid  fue  decapitado  por  sus  enemigos  en  la  plaza  de  Naco,  en  la 
provincia  de  Honduras.    Sandoval,  joven  de  baena  cuna,  apenas  tenia 
veinte  y  dos  años  cuando  se  enganchó  en  la  espedicion  de  su  compa- 
triota Cortés.    Era  de  proporcionada  estatura,  de  complexión  robusta, 
de  cabello  castaño  y  rizado,  de  voz  fuerte  y  gruesa,  de  pocas  palabras, 
y  de  grandes  acciones.     A  él  fue  a  quien  Cortés  encargó  las  opera- 
ciones mas  arduas  y  peligrosas,  y  de  todas  salió  con  honor.     En  la 


6  HISTORIA   ANTIGUA    DE    MEGICO. 

guerra  contra  los  Megicanos  mandó  una  parte  del  egercito  Español,  y 
en  el  asedio  de  la  capital  tubo  bajo  sus  ordenes  mas  de  treinta  mil 
hombres,  mereciendo  siempre  con  su  buena  conducta  la  amistad  de  su 
general,  el  respeto  de  los  soldados,  y  el  afecto  de  sus  mismos  enemigos. 
Fundó  la  colonia  de  Medellin  en  la  costa  de  Chalchiuhcuecan,  y  la  del 
Espíritu  Santo  en  las  orillas  del  rio  de  Coatzacualco.  Fue  coman- 
dante del  presidio  de  la  Vera  Cruz,  y  por  algún  tiempo  gobernador 
de  Megico,  y  en  todos  sus  empleos  dio  repetidos  testimonios  de  su 
equidad.  Fue  constante  y  asiduo  en  el  trabajo,  obediente  y  fiel  a  su 
general,  benigno  para  con  los  soldados,  humano  para  con  sus  enemi- 
gos* y  enteramente  libre  del  común  contagio  de  la  avaricia.  Para 
dech-lo  en  pocas  palabras,  no  hallo  en  toda  la  serie  de  los  conquista- 
dores un  hombre  mas  perfecto,  ni  mas  digno  de  elogio,  pues  ninguno 
hubo  entre  ellos  que  supiese  mejor  que  él  reunir  el  ardor  juvenil  con 
la  prudencia,  el  valor  y  la  intrepidez  con  la  humanidad,  el  comedi- 
miento con  el  mérito,  y  la  modestia  con  la  fortuna.  Murió  en  la  flor 
de  la  edad,  en  un  pueblo  de  Andalucía,  cuando  se  dirigía  a  la  corte 
en  compañía  de  Cortés :  hombre  ciertamente  digno  de  mejor  suerte, 
y  de  vida  mas  larga.  **' 

*  Robertson  echa  la  culpa  a  Sandoval  del  espantoso  egemplo  de  severidad 
hecho  en  los  Panuqueses,  cuando  los  Españoles  quemaron  sesenta  señores,  y 
cuatrocientos  nobles,  a  vista  de  sus  hijos  y  parientes ;  y  en  favor  de  esta  opinión, 
cita  el  testimonio  de  Cortés,  y  de  Gomara :  pero  Cortés  no  afirma  que  Sandoval 
egecutase  aquel  castigo,  y  ni  aun  lo  nombra.  Bemal  Diaz,  cuya  autoridad  en 
ésto  punto  vale  mas  que  la  de  Gomara,  dice  que  habiendo  Sandoval  ""-  *y,j  a  los 
Panuqueses,  y  hecho  prisioneros  vefnte  señores,  y  algunas  otras  personas  nota- 
bles, escribió  a  Cortés  preguntándole  lo  que  habia  de  hacer  con  ellos,  y  Cortés, 
para  justificar  su  castigo,  cometió  el  proceso  a  Diego  de  Ocampo,  juez  de  aquella 
provincia,  el  cual,  oida  la  confesión  de  los  reos,  los  condenó  al  suplicio  del  fuego, 
que  en  efecto  fue  egecutado.  Bernal  Diaz  no  cita  el  numero  de  los  reos.  Cortés 
dice  que  fueron  quemados  cuatro  cientos,  entre  señores,  y  gente  principal.  Este 
castigo  fue  sin  duda  exesivo  y  cruel :  pero  Robertson  que  tan  amargamente  se 
lo  echa  en  cara  a  los  Españoles,  deberla  para  proceder  con  imparcialidad,  de- 
clarar los  motivos  que  estos  tubieron  para  obrar  con  tanto  rigor.  Los  Panu- 
queses, después  de  haberse  sometido  a  la  corona  de  España,  sacudieron  el  yugo, 
tomaron  las  armas,  y  alborotaron  toda  la  provincia;  mataron  cuatrocientos  Espa- 
ñoles, de  los  cuales  cuarenta  fueron  quemados  vivos  en  una  casa,  y  comieron  los 
cadáveres  de  los  demás.  Estas  atrocidades  no  justifican  a  los  Españoles ;  pero 
hacen  menos  odiosa  su  severidad.  Robertson  leyó  en  Gomara  los  atentados  de 
los  Panuqueses  y  la  venganza  de  los  Españoles :  pero  exagera  esta,  y  omite 
aquella. 


VICTORIA    UR   TABA8GO.  7 

Armada  y  viage  de  Corth. 
Ya  estaban  hechos  casi  todos  los  preparativos  del  viage,  canndo 
el  gobernador  de  Cuba,  cediendo  u  las  sugestiones,  y  manejos  de  los 
enemigos  de  Cortés,  revoc/)  la  comisión  que  le  había  dado,  y  mandó 
prenderlo :  pero  los  que  fueron  encargados  de  esta  orden,  no  se  atre< 
vieron  a  ponerla  en  egecacion,  viendo  tantos  hombres  respetables,  y 
animosos  empeñados  en  sostener  el  partido  del  nuevo  general:  asi 
que  Cortés,  que  no  solo  habia  gastado  en  los  preparativos  todo  sa 
capital,  si  no  que  habia  contraído  grandes  deudas,  retubo  el  mando  a 
despecho  de  sus  enemigos,  y  teniendo  ya  ordenada  su  espedicion,  zarpó 
del  puerto  de  Ajaruco  a  10  de  Febrero  del  año  de  1519.  Compo- 
níase su  armada  de  once  vageles,  de  cincuenta  y  ocho  soldados,  dis- 
tribuidos en  once  compafíias,  de  ciento  nueve  mariueros,  de  diez  y 
seis  caballos,  de  diez  cañones,  y  de  cuatro  falconetes.  Navegaron 
bajo  la  dirección  del  piloto  Alaminos,  hasta  la  isla  de  Cozumel,  donde 
recobraron  al  diácono  Español  Gerónimo  de  Aguilar,  que  viajando 
algunos  años  antes  del  Daríen  a  la  isla  de  Santo  Domingo,  hizo  nau- 
fragio en  las  costat  de  Yucatán,  fue  hecho  esclavo  de  los  Indios,  y 
noticioso  de  la  llegada  de  los  Españoles,  obtubo  de  su  amo  la  libertad, 
y  se  agregó  a  la  espedicion.  Con  el  largo  trato  de  los  Yucataneses» 
habia  aprendido  la  lengua  Maya,  que  era  la  que  se  hablaba  en  aquellos 
países,  por  lo  que  Cortés  lo  hizo  su  interprete. 

Victoria  de  los  Españoles  en  Tahasco. 
De  C^M^procedicron  costeando  la  península  de  Yucatán,  hasta 
el  rio  de  Chiapa,  en  la  provincia  de  Tabasco,  por  el  cual  se  intemaroo 
en  el  pais,  con  los  botes,  y  buques  mas  pequeños,  hasta  llegar  a  ni  i 
palmar,  donde  desembarcaron,  con  el  pretesto  de  buscar  agua,  y 
víveres.  De  alli  se  dirigieron  acia  una  gran  villa,  que  distaba  apenas 
dos  millas  de  la  costa,  combatiendo  a  cada  paso  con  una  multitud  de 
Indios,  que  con  flechas,  dardos,  y  otras  armas  les  cerraban  el  paso,  y 
superando  las  estacadas  que  habían  formado  para  su  defensa.  Duefioa 
finalmente  los  Españoles  de  la  villa,  salían  de  ella  con  frecueacM, 
pam  hacer  correrías  en  los  lugares  vecinos,  en  loA  ooalet  tubianNi 
algunos  encuentros  peligrosos,  hasta  que  el  25  de  Mano  ie  empeñó 
una  batalla  campal,  y  decisiva.  Diose  esta  en  las  llanuras  de  Centla, 
villa  poco  distante  de  la  ya  mencionada.  £1  egcrcito  de  los  Tabas- 
qaeses  era  moi  superior  en  numero ;  pero  apesar  de  sa  machedumbre, 
fueron  completamente  vencidos,  por  la  mejor  disciplina  de  loa  Eqia- 


8  HISTORIA   ANTIGUA    D£   MEGICO. 

fióles,  la  superioridad  de  sus  armas,  y  el  terror  que  inspiraron  a  los 
Indios  la  grandeza,  y  la  fogosidad  de  sus  caballos.  Ochocientos 
Tabasqueses  quedaron  muertos  en  el  campo  de  batalla;  los  Españoles, 
tubieron  un  muerto,  y  mas  de  sesenta  heridos.  Esta  victoria  fue  el 
principio  de  la  felicidad  de  los  Españoles,  y  en  su  memoria  fundaron 
después  alli  una  pequeña  ciudad,  con  el  nombre  de  la  Virgen  de  la 
Victoria^,  que  por  mucho  tiempo  fue  la  capital  de  la  provincia. 
Procuraron  justificar  su  hostilidad  con  las  reiteradas  protestas,  que 
antes  de  venir  a  las  manos,  hicieron  a  los  Tabasqueses,  de  no  haber 
venido  a  aquel  pais  como  enemigos,  ni  con  intenciones  de  hacer  daño, 
sino  como  navegantes  que  deseaban  adquirir  con  el  cambio  de  sus 
mercancías,  todo  lo  que  necesitaban  para  continuar  su  viage ;  a  cuyas 
protestas  respondieron  los  Indios  con  una  lluvia  de  flechas,  y  dardos. 
Tomó  Cortés  solemne  posesión  del  pais,  en  nombre  de  su  soberano, 
con  una  estraña  ceremonia,  conforme  a  los  usos,  y  las  ideas  caba- 
llerescas de  aquel  siglo.  Embrazó  la  rodela,  desenvainó  la  espada,  y 
dio  con  ella  tres  golpes  en  el  tronco  de  un  árbol  que  estaba  en  la  villa 
principal,  protestando  que  si  alguno  osaba  oponerse  a  aquella  posesión, 
él  estaba  pronto  a  defenderla  con  su  acero.  t 

Para  consolidar  el  dominio  de  su  rei,  convocó  a  los  señores  de 
aquella  provincia,  y  los  persuadió  a  tributarle  obediencia,  y  a  recono- 
cerlo como  su  legitimo  señor ;  y  para  darles  mas  alta  idea  del  poder 
de  aquel  monarca,  mandó  disparar  un  cañón,  y  les  hizo  creer  que  los 
relinchos  de  los  caballos  eran  muestras  de  su  enojo  contra  los  enemigos 
de  los  Españoles.  Todos  se  mostraran  dóciles  a  las  proposiciones  del 
vencedor,  y  escucharon  con  admiración,  y  agradecimilK^  .  l^o  primeras 
verdades  de  la  religión  Cristiana,  que  les  declaró,  por  medio  del  in- 
terprete Aguilar,  el  P.  Bartolomé  de  Olmedo,  religioso  docto,  y 
egemplar  de  la  orden  de  la  IVÍerced,  y  capellán  de  la  armada.  Pre- 
sentaron después  a  Cortés,  en  señal  de  su  sumisión,  algunas  frioleras 
de  oro,  tragos  de  tela  gruesa,  que  era  la  única  que  se  usaba  en  aquella 
provincia,  y  veinte  esclavas  que  fueron  distribuidas  entre  los  oficiales 
de  la  espedicion. 

*  La  ciudad  de  la  Victoria  se  despobló  enteramente  acia  la  mitad  del  siglo 
pasado,  de  resultas  de  las  frecuentes  invasiones  de  los  Ingleses.  Fundóse  después 
a  mayor  distancia  del  mar  otra  pequeña  ciudad,  que  llamaron  Villa  Hermosa ; 
pero  la  capital  de  aquella  provincia,  y  la  residencia  del  gobernador,  es  Tlacot- 
lalpan. 


DOfiA    MARINA.  9 

Noticia  de  la  famosa  India  Doña  Marina. 
ellas  hubia  una  donrclln  noble,  hermosa,  de  mucho  ingenio,  y 
do  gnm  espíritu,  natural  do  Painaia,  pueblo  de  la  provincia  Megicana 
de  Coatzacualco*.  Su  padre  habia  sido  feudatario  de  la  corona  de 
Megico,  y  señor  de  muchos  pueblos.  Habiendo  quedado  viuda  su 
madre,  se  casó  con  otro  noble,  do  quien  tubo  un  hijo.  £1  amor  que 
los  dos  esposos  profesaban  a  este  fruto  de  su  unión,  les  sugirió  el 
inicuo  designio  de^ngir  la  muerte  de  la  primogénita,  a  fin  de  que 
toda  la  herencia  pasase  al  hijo.  Para  dar  color  a  su  mentira,  habiendo 
muerto  a  la  sazón  la  hija  de  una  de  sus  esclavas,  hicieron  el  duelo 
como  si  la  muerta  fuese  su  propia  hija,  y  entregaron  esta  clandestina- 
mente  a  unos  mercaderes  de  Gicalanco,  ciudad  situada  en  los  con- 
fines de  Tabasco.  Los  Gicalanqueses  la  dieron  o  la  vendieron  a  los 
Tabasqueses  sus  vecinos,  y  estos  la  presentaron  a  Cortés,  estando  muí 
lejos  de  pensar  que  aquella  joven  debia  contribuir  tan  eficazmente  a 
la  conquista  de  aquellos  paises.  Sabia,  ademas  de  la  lengua  Megi- 
cana,  que  era  la  suya,  la  Maya  que  se  hablaba  en  Yucatán,  y  en 
Tabasco,  y  en  breV^  aprendió  también  la  Española.  Instruida  en 
poco  tiempo  en  los  dogmas  de  la  religión  Cristiana,  fue  bautizada 
solemnemente  con  las  otras  esclavas,  y  recibió  el  nombre  de  Marina  f. 
Fue  constantemente  fiel  a  los  Españoles,  y  no  se  pueden  encomiar 
bastantemente  los  servicios  que  les  hizo ;  pues  no  solo  sirvió  de  inter- 
prete, y  de  instrumento  en  sus  negociaciones  con  los  Tlascaleses,  con 
los  Megicanos,  y  con  las  otras  naciones  de  Anahuac :  sino  que  les 
salvó  muclRP'l%ces  la  vida,  anunciándoles  los  peligros  que  los  amena- 
zaban, e  indicándoles  los  medios  de  eludirlos.  Acompañó  a  Cortés 
en  todas  sus  espediciones,  sirviéndole  siempre  de  interprete,  muchas 

•  En  una  historia  MS,  que  se  conservaba  en  el  colegio  de  San  Pedro  y  San 
Pablo  de  JcsMitas  de  Megico, 'se  leia  que  Doña  Marina  era  natural  de  Huilotla, 
pueblo  de  Coatzacualco.  Gomara,  a  quien  siguieron  Herrera,  y  Toniuemada, 
dice  que  nació  en  Jalijco,  y  que  de  alli  la  llevaron  los  mercaderes  a  Gicalanco : 
mas  esto  es  falso,  pues  Jalijco  dista  de  Gicalanco  mas  de  novecientas  millas,  y 
no  se  sabe,  ni  es  verosímil  que  haya  habido  comercio  entre  provincias  tan  ám- 
tanter.  Bcmal  Diaz,  que  vivió  largo  tiempo  en  CoaUacualco,  y  cvnodo  a  1» 
madre  y  al  hermano  de  Doña  Marina,  confirma  la  verdad  de  mi  noticia»  y  dice 
que  lo  «upo  de  su  misma  boca.  A  esto  se  añade  la  tradición  cona«nrad«  hast» 
ahora  en  Coatzacualco,  conforme  a  lo  que  be  dicho. 

t  Los  Megicanos,  adaptando  a  su  idioma  el  nombre  de  Doña  Marina,  la  llaman 
MaiintziH,  de  donde  vicuc  el  nombre  de  Malinchc,  coa  que  es  coMcid*  por  lo» 
Españoles  de  Megico. 


10  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

veces  de  consegero,  y  por  su  desventura,  de  dama.  El  hijo  que  de 
ella  tubo  aquel  conquistador,  se  llamó  D.  Martin  Cortés,  caballero  de  la 
orden  de  Santiago,  el  cual,  por  infundadas  sospechas  de  rebelión,  fue 
puesto  en  el  tormento,  en  Megico,  el  año  de  1568,  olvidando  aquellos 
inicuos  y  barbaros  jueces  los  incomparables  servicios  que  los  padres 
del  ilustre  reo  hablan  hecho  al  rei  Católico,  y  a  toda  la  nación  Espa- 
ñola*. 

Después  de  la  conquista  se  casó  Doña  Marina  con  un  Español  lla^ 
mado  Juan  de  Jaramillo.  En  el  largo,  y  penoso  viage  que  hizo  en 
compañía  de  Cortés  a  la  provincia  de  Honduras,  en  1524,  tubo  oca- 
sión al  pasar  por  su  patria,  de  ver  a  su  madre,  y  hermano,  los 
cuales  se  le  presentaron  cubiertos  de  lagrimas,  y  de  consternación, 
temerosos  de  que  viéndose  en  tanta  prosperidad,  con  el  apoyo  de  los 
Españoles,  quisiese  vengar  el  agravio  que  le  hablan  hecho  en  su 
niñez :  mas  ella  los  acogió  con  mucha  amabilidad,  mostrando  de  este 
modo  que  su  piedad  y  grandeza  de  animo  no  eran  inferiores  a  las 
otras  prendas  con  que  el  cielo  la  habia  dotado.  No  me  ha  parecido 
justo  omitir  estos  datos  acerca  de  una  muger  que  fue  la  primera  Cris- 
tiana del  imperio  Megicano,  que  hace  un  papel^tan  importante  en  la 
historia  de  la  conquista,  y  cuyo  nombre  es  tan  célebre  entre  los  Megi- 
canos,  y  los  Españoles. 

Llegada  de  los  Españoles  a  Chalchiuhcuecan. 

Asegurada  la  tranquilidad  de  los  Tlascaleses,  y  conociendo  Cortés 
que  no  podia  sacar  mucho  oro  de  aquel  pais,  resolvió  contimiar  su 
viage  para  buscar  otro  mas  rico :  pero  acercándose"  a  üoñaingo  de 
Ramos,  quiso  dar  a  los  Tlascaleses,  antes  de  separarse  de  ellos,  al- 
guna idea  de  la  santidad  de  la  religión  Cristiana.  Celebróse  aquel 
dia  la  santa  Misa  con  el  mayor  aparato  que  se  pudo,  se  bendigeron  los 
ramos,  y  se  hizo  una  solemne  procesión  con  la  música  militar,  a  la 
que  asistieron  atónitos,  y  edificados  aquellos  gentiles,  quedando  desde 
entonces  en  sus  corazones  las  semillas  de  la  gracia,  que  iban  a  germi- 
nar, y  fructificar  en  época  mas  conveniente. 

Terminada  la  función,  y  dada  la  despedida  a  los  señores  de  Ta- 
basco,  se  puso  en  camino  la  armada,  y  dirigiéndose  acia  Poniente, 

*  Los  que  dieron  tortura  a  D.  Martin  Cortés,  y  pusieron  preso  al  marques  del 
Valle  su  hermano,  fueron  dos  formidables  jueces  enviados  a  Megico  por  Fe- 
lipe II.  El  principal,  llamado  Muñoz,  hizo  tales  estragos,  que  movido  el  rei  por 
las  quejas  de  los  Megicanos,  lo  llamó  a  la  Corte,  y  le  dio  tan  severa  reprensión, 
que  al  dia  siguiente  se  le  encontró  muerto  en  una  silla. 


LLBOADA   A    CHALOHIUHOUROAN.  U 

deipoet  de  haber  costeado  la  provincia  de  Coatzacnalco,  y  atravesado 
la  boca  del  rio  Papaloapan,  entró  en  el  puerto  de  San  Joan  de  Ulaa, 
el  Jueves  Santo,  21  de  Abril.  Apenits  bnbian  echado  el  ancla,  cuan- 
do vieron  venir  do  la  costa  de  Chaichiuhcuecan  acia  la  capitana,  dos 
canoas,  con  muchos  Megicanot,  enviados  por  el  gobernador,  para 
saber  qué  gente  era  aquella,  qué  negocio  traían,  y  para  ofrecerle 
todos  los  ausilios  que  les  fuesen  necesarios  n  la  continuación  de  sn 
viage:  lo  que  hizo  ver  la  vigilancia  de  aquel  caudillo,  y  la  hospitalidad 
de  aquella  nación.  Admitidos  a  bordo  de  la  capitana,  y  presentados 
a  Cortés,  con  modales  civiles,  le  espusieron  su  embajada,  por  medio 
de  Dofia  Marina,  y  de  Aguilar,  pues  por  no  saber  este  todavia  el  Me- 
gicano,  ni  aquella  el  Español,  fue  necesario  en  aquellos  primeros 
tratos,  emplear  tres  lenguas,  y  dos  interpetes.  Doña  Marina  esponia  a 
Aguilar  en  lengua  Maya,  lo  que  los  Megicanos  decian  en  la  suya,  y 
Aguilar  lo  esplicaba  a  Cortés  en  Español.  Este  general  acogió 
cortesmente  a  los  Megicanos,  y  sabiendo  cuanto  hablan  gustado  el 
año  anterior  de  las  bugerias  de  Europa,  les  respondió  que  solo  habia 
venido  a  aquellas  tierras  para  comerciar  con  sus  habitantes,  y  para 
tratar  con  su  rei  c]%  asuntos  de  la  mayor  importancia :  y  para  mas 
complacerlos  les  dio  a  probar  el  vino  de  España,  y  les  regaló  algunas 
frioleras  que  creyó  les  serian  agradables*. 

El  primer  dia  de  Pascua,  después  que  los  Españoles  habieron 
puesto  pie  en  tierra,  y  desembarcado  sus  caballos,  y  artillería,  y  des- 
pués que  con  la  ayuda  de  los  Megicanos  se  hubieron  construido  con 
ramas  alirunas  barracas,  en  aquella  playa  arenosa  en  qae  está  actual- 


*  Torquemada  dice  que  pre?eDÍdo  Moteuezoma  de  la  llef^a  de  la  nuera  cs- 
pcdicion,  por  las  centinelas  de  Iw  montes,  despachó  inmediatamente  a  sus  em- 
bajadores para  rcrcrenciar  al  supuesto  Dios  Quetzalcoatl,  los  cuales  diríincndase 
con  gnn  cclcrídad  a  Chaichiuhcuecan,  pasaron  inmediatamente  a  bordo  de  la 
capitana,  el  mismo  dia  en  que  aparecieron  alli  los  Españoles ;  que  Cortés,  riendo 
el  error  que  padecian,  y  queriendo  apror echarse  de  él,  los  recibió  sentado  en  un 
alto  trono,  que  hizo  disponer  a  toda  prisa,  donde  se  dejó  adorar,  vestido  con  el 
traffc  sacerdotal  de  Quetzalcoatl,  y  adornado  el  cuello  con  un  collar  de  piednu, 
y  la  cabeza  con  una  celada  de  oro,  salpicada  de  joyas,  &c. ;  pero  todo  esto  es 
falso.  El  ejercito  nalio  del  río  de  Tabasco  el  Lunes  Santo,  y  llegó  el  Juercs 
al  puerto  de  Ulua.  Los  montes  de  Tochtlan,  y  de  Mictlan,  de  donde  s«  p«4s 
rer  la  espedidon,  no  distan  de  la  capital  menos  de  300  millas,  ni  esta  de  Uhm 
menos  de  2S0 :  asi  que  aunque  se  hubiese  visto  la  espedlcion  el  mjsao  fUa  en 
que  sarpó  deTkbasco,  era  imposible  que  lo«  embajadores  llegasen  el  Joeres  a  Ulna. 
No  luü  escritor  que  hagamendon  de  esta  circunstanria :  antes  bien  de  la  rekdsa 
de  Berna]  Díaz  se  infiere  que  todo  es  invendon,  y  que  los  Megicanos  habiaa  ya 
conocido  el  error  que  ocasionó  lo  primera  armada. 


TSl     ^  HISTORIA   ANTIGUA    DK   MEGICO. 

mente  la  ciudad  de  la  nueva  Vera  Cruz,  llegaron  dos  gobernadores 
de  aquella  costa,  llamados  Teuhtlile,  y  Cuitlalpitoc*,  con  un  gran 
séquito  de  criados ;  y  hechas  por  una  y  otra  parte  las  ceremonias  con- 
venientes de  urbanidad,  y  respeto,  antes  de  entablar  la  conversación 
quiso  Cortés,  no  menos  para  empezar  bajo  buenos  auspicios  su  em- 
presa, que  para  dar  a  aquellos  idolatras  alguna  idea  de  nuestra  reli- 
gión, que  se  celebrase  en  su  presencia  el  santo  sacrificio  de  la  Misa. 
Cantóse  con  la  mayor  solemnidad  posible,  y  esta  fue  la  primera  que 
se  celebró  en  los  dominios  Megicanosf . 

Convidó  en  seguida  a  los  embajadores  a  comer  en  su  compañía, 
y  en  la  de  sus  capitanes,  procurando  atraerse  su  benevolencia  con 
grandes  obsequios.  Dijoles  que  era  subdito  de  D.  Carlos  de  Austria, 
el  mayor  monarca  de  Oriente,  cuya  bondad,  grandeza,  y  poder  enca- 
reció con  las  mas  magnificas  espresiones,  añadiendo  que  su  soberano, 
habiendo  tenido  noticia  de  aquellas  tierras,  y  del  señor  que  en  ellas 
'binaba,  lo  enviaba  a  visitarlo  en  su  nombre,  y  a  comunicarle  verbal- 
mente  algunas  cosas  de  suma  importancia,  por  lo  que  deseaba  saber 
donde  le  convendría  recibir  la  embajada.  "  Apenas,  respondió 
Teuhtlile,  habéis  llegado  a  este  pais,  ¡  y  ya  querílis  ver  a  nuestro  rei ! 
He  escuchado  con  satisfacción  lo  que  habéis  dicho  acerca  de  la  gran- 
deza, y  bondad  de  vuestro  soberano ;  pero  sabed  que  el  nuestro  no  le 
cede  en  una  ni  en  otra  calidad :  antes  bien  me  maravillo  que  pueda 
haber  en  el  mundo  otro  que  le  exeda  en  poder :  pero  pues  vos  lo 
afirmáis,  lo  haré  saher  al  rei,  de  cuya  bonídad  confio,  que  no  solo  oirá 
con  placer  las  nuevas  de  tan  gran  principe,  sino  que  honrará  a  su 
embajador.  Aceptad  entretanto  este  regalo  que  eí'au'nombre  os 
presento,"  y  sacando  de  un  petlacalli,  o  caja  hecha  de  cañas,  algunas 
exelentes  alajas  de  oro,  se  las  presentó  al  caudillo  Español,  junta- 

*  Berna!  Díaz  escribe  Tendile  en  lugar  de  Teuhtlilfi,  y  Pitalpitoque  en  lugar 
de  Cuitlalpitoc.  Herrera  lo  llama  Pitalpitoe,  y  Solis  y  Robertson,  que  quisieron 
enmendarlo,  Pilpatoe. 

t  Solis  reconviene  a  Bemal  Diaz,  y  a  Herrera,  por  haber  afirmado,  según  él 
creía,  que  se  había  celebrado  la  misa  en  Viernes  Santo.  El  autor  del  prefacio  de 
la  edición  de  Herrara  de  1730,  emplea  una  erudición  importuna,  y  fastidiosa, 
para  justificar  la  supuesta  celebración  de  la  misa  en  aquel  día :  pero  con  licencia 
de  este  escritor,  y  de"  Solis,  diré  que  no  entendieron  el  testo.  Bernal  Díaz  dice 
en  el  capitulo  38  que  el  Viernes  Santo  desembarcaron  los  caballos,  y  la  artillería, 
y  "  hicimos,  añade,  un  altar  en  que  muí  en  breve  se  dijo  misa."  No  dice  que 
en  aquel  mismo  día  se  hizo  el  altar,  antes  bien  dice  claramente  que  se  hizo  en 
Domingo,  después  de  la  llegada  de  Teuhtlile. 


LLBQADA   A   OHALOHIUHCUBOAN. 

monte  coD  algunas  obraa  curiosas  de  plumas,  dicat  cargas  de 
finos  de  algodón,  y  nna  gran  provisión  de  viveres*. 

Aceptó  Corté.H  el  regalo,  con  singulares  demostraciones  de  gratitud, 
y  correspondió  con  otro  do  obgetos  de  poco  valor,  pero  mui  aprecia- 
dos por  aquellos  naturales,  o  por  sor  para  ellos  enteramente  nuevos,  o 
por  su  aparente  brillo.  Hahia  traido  consigo  Tenhtlilo  vanos  pin- 
tores, a  fin  de  que  dividiéndose  entre  si  los  diferentes  obgetos  de  que 
se  componia  la  espedicion,  pudiesen  en  breve  representarla  en  su 
totalidad,  y  ofrecer  al  rei  la  imagen  de  lo  que  iba  a  referirle  verbal- 
mente.  Conocido  por  Cortés  su  intento,  mandó,  para  dar  a  los  pin- 
tores un  asunto  capaz  de  hacer  mayor  impresión  en  el  animo  del  rei, 
que  su  caballería  corriese  por  la  playa,  haciendo  algunas  evoluciones 
militares,  y  que  se  disparase  a  un  mismo  tiempo  toda  la  artillería :  lo 
que  fue  observado  con  el  asombro  que  puede  imaginarse  el  lector,  por 
los  dos  gobernadores,  y  por  su  numerosa  comitiva,  que,  según  Go- 
mara, no  bajaba  de  cuatro  mil  hombres.  Entre  las  armas  de  los  Es- 
pañoles observo  Teuhtiile  una  celada  dorada,  la  cual,  por  ser  mui 
semejante  a  otra  que  tenia  uno  do  los  principales  Ídolos  de  Megico, 
pidió  a  Cortés,  a  fi*  de  haceria  ver  a  Moteuczoma.  Cortés  la  conce> 
dio,  con  la  obligación  de  devolvérsela  llena  de  oro  en  polvo,  bajo  el 
pretesto  de  ver  si  el  oro  que  se  sacaba  de  las  minas  de  Megico  era 
igual  al  de  su  patria  f. 

Terminadas  las  pinturas,  se  despidió  cariñosamente  Teuhtiile  de 
Cortés,  ofreciéndose  a  volver  dentro  de  pocos  dias  con  la  respuesta 
de  su  soberano,  y  dejando  en  su  lugar  a  Cuitlalpitoc,  para  que  pro- 
veyese a  loffii|f(añoles  de  cuanto  podrian  necesitar,  pasó  a  Cuetlachtlan, 
lugar  do  su  residencia  ordinaria,  de  donde  llevó  en  persona  a  la  corte 
la  embajada,  las  pinturas,  y  el  regalo,  como  afirman  Bemal  Díaz,  y 
Torquemada,  o  bien,  como  dice  Solis,  envió  todo  por  las  postas,  que 
estaban  siempre  dispuestas  a  marchar  en  los  caminos  principales. 

•  Solía  y  RobcrUon  dicen  que  Teuhtiile  era  general,  y  lo  príran  del  gobierno 
poItUco  de  aquella  costa.  Bemal  Diaz,  Gomara,  y  otros  autores  antiguos  dicen 
que  era  gobernador  de  Caetlochtlan.  Los  dos  primeros  añaden  que  Teuhtiile  ae 
opuKo  desde  luego  al  viage  de  Cortés  a  la  capital :  pero  consta  por  mejores  auto> 
rídades  que  no  manifestó  esta  oposición  hasta  haber  tenjdo  orden  po«itÍTa  del 
rei. 

t  Algunos  historiadores  dicen  que  Cortés  para  exigir  U  celada  llena  de  oro  se 
valió  del  pretexto  de  cierto  mal  de  corazón  que  padedan  él,  j  sus  compafieroa,  j 
que  solo  se  curaba  con  aquel  precioso  metal :  mas  esto  poco  importa  a  la  verdad 
histórica. 


14^^  HISTORIA    ANTIGUA   DE   MEGICO. 

Inquietud  de  Moteuczoma.     Su  primera  embajada,  y   regato  a 

Cortés. 
Fácil  es  de  imaginarse  la  gran  inquietud  y  perplegidad  en  que  pon- 
drían a  Moteuczoma  aquellas  noticias,  y  los  pormenores  que  supo 
acerca  del  carácter  de  aquellos  estrangeros,  del  Ímpetu  de  sus  caba- 
llos, y  de  la  violencia  destructora  de  sus  armas.  Como  dado  a  la 
superstición  mandó  consultar  inmediatamente  a  sus  dioses,  sobre  la 
pretensión  de  los  estrangeros,  y  la  respuesta  fue,  según  dicen,  que 
no  los  admitiese  jamas  en  su  capital.  Proviniese  este  oráculo  del 
demonio,  como  algunos  autores  creen,<  el  cual  procuraba  cerrar  la 
entrada  al  Evangelio,  o  de  los  sacerdotes,  como  yo  pienso,  en  su 
ínteres  propio,  y  en  el  de  toda  la  nación,  lo  cierto  es  que  Moteuczoma 
se  decidió  desde  entonces  a  no  recibir  a  los  Españoles:  mas  para 
proceder  con  acierto,  y  de  un  modo  conforme  a  su  carácter,  les  mandó 
una  embajada,  con  un  regalo  ciertamente  digno  de  su  regia  magnifi- 
cencia. El  embajador  fue  un  gran  personage  de  su  corte,  muí  seme- 
jante, tanto  en  la  estatura  como  en  las  facciones  al  general  Español, 
según  lo  asegura  un  testigo  ocular*.  Apenas  ÍSabian  pasado  siete 
dias  de  la  despedida  de  Teuhtlile,  cuando  volvió  acompañado  de  este 
sugeto,  y  de  mas  de  cien  hombres  de  carga,  que  traían  el  regalo  f. 
Cuando  se  halló  el  embajador  en  presencia  de  Cortés,  tocó  con  la 
mano  el  suelo,  y  después  la  llevó  a  la  boca,  según  el  uso  de  aquellas 
gentes,  incensó  al  general  J  y  a  los  otros  oficiales,  que  estaban  a  su 

*  Bemal  Diaz  del  Castillo.  ♦•    _    --^ 

f  Berna]  Diaz  llama  a  este  embajador  Quintalbor:  mas  este  nombre  no  es  ni 
pudo  ser  Megicano.  Robertson  dice  que  los  mismos  oficiales  que  hasta  entonces 
hablan  tratado  con  Cortés,  fueron  los  encargados  de  la  respuesta  del  rei,  sin 
hacer  mención  del  embajador :  pero  tanto  Bemal  Diaz  del  Castillo,  como  otros 
historiadores  Españoles,  afirman  lo  que  refiero.  Solis,  en  vista  del  corto  inter- 
valo de  siete  dias,  y  de  la  distancia  de  setenta  leguas  entre  aquel  puerto  y  la  capi- 
tal, no  quiso  creer  que  fuese  entonces  un  embajador  a  ver  a  Cortés :  pero 
habiendo  dicho  poco  antes  que  las  postas  Megicanas  eran  mas  diligentes  que  las 
de  Europa,  no  es  de  estrañar  que  llevasen  en  poco  mas  de  un  dia  la  noticia  de  la 
llegada  de  los  Españoles,  y  que  en  cuatro  o  cinco  dias  hiciese  el  viage  el  embaja- 
dor, en  litera,  y  a  hombros  de  los  mismos  correos,  como  muchas  veces  se  hacia. 
Pues  el  hecho  no  es  inverosímil,  debemos  creer  a  Bemal  Diaz,  testigo  ocular,  y 
sincero. 

X  Este  acto  de  incensar  a  los  Españoles,  aunque  no  fuese  mas  que  un  obsequio 
puramente  civil,  y  el  nombre  de  teteuctin  (señores)  con  que  los  llamaban,  y  que 
es  el  algo  semejante  al  de  teten  (Dios)  les  hicieron  creer  que  los  Megicanos  los 
creían  seres  superiores  a  la  humanidad. 


INQUIETUD   DB   MOTRUOZOMA.  Ift 

lado»  lo  taludó  res))otuosaiiiente,  y  sentándose  en  un  asiento  qae  le 
presentó  Cortés,  pronnnció  su  arenga,  que  se  redigo  a  felicitarlo  por 
su  llegada,  en  nombre  del  reí,  a  manifestar  el  placer  que  Su  Magostad 
habia  tenido  al  sal)cr  que  habían  llegado  a  sus  dominios  hombres  tan 
valientes,  y  al  oír  las  noticias  que  le  traian  de  tan  gran  monarca; 
mostrándole  al  mismo  tiempo  su  agradecimento  por  el  regalo  qne  le 
habia  hecho ;  y  en  prueba  de  su  aprecio  le  enviaba  otro.     Dicho  esto 
mandó  estender  por  el  suelo  unas  esteras  finas  de  palma,  y  telas  de 
algodón,  sobre  las  cuales  se  colocó  en  buen  orden  y  simetría  todo  el 
presente.     Este  consistía  en  mochos  obgetos  de  oro,  y  plata,  aun  mas 
preciosos  por  so  maravilloso  artificio,  que  por  el  valor  de  su  matería, 
entre  los  cuales  habia  algunos  con  piedras  preciosas,  y  otros  represen- 
taban figuras  de  leones,  tigres,  monos,  y  otros  animales ;  en  treinta 
cargas  do  telas  finísimas  de  algodón,  de  varios  colores,  y  en  parte  tegi- 
das  de  hermosas  plumas ;   en  muchos  exelentes  trabajos  de  plumas, 
con  adornos  de  oro,  y  en  la  celada  llena  de  este  metal  en  polvo,  como 
la  habia   pedido  Cortés,  la  cual  importaba  mil  y  quinientos  pesos  : 
pero  lo  mas  admirable  de  todo  eran  dos  grandes  laminas,  hechas  en 
figura  de  ruedas,  uua  de  oro,  y  otra  de  plata.    La  de  oro  representaba 
el  siglo  Megicano,  y  en  medio  tenia  la  imagen  del  sol,  y  en  rededor 
otras  de  bajo  relieve.     Su  circunferencia  era  de  treinta  palmos  Tole- 
danos, y  su  valor  de  diez  mil  pesos*.     La  de  plata,  en  que  estaba 
figurado  el  año  Megicano,  era  aun  de  mayores  dimensiones,  y  tenia 
en  medio  la  imagen  de  la  luna,  y  otras  al  rededor,  también  de  bajo 
relieve.     Los  Españoles  quedaron  no  menos  maravillados  que  conten- 
tos  al  ver  nIMFríqueza.    "  Este  regalo,  añadió  el  embajador,  hablando 
con  Cortés,  es  el  que  mi  soberano  envía  para  vos,  y  para  vuestros 
compañeros,  pues  para  vuestro  reí  os  dirigirá  en  breve  ciertas  joyas  de 
inestimable  valor.     Entre  tanto  podréis  deteneros  todo  el  tiempo  que 
gustéis  en  estas  playas,  para  reposaros  de  las  fatigas  de  vuestro  liage, 
y  "para  proveeros  de  cuanto  necesitéis  antes  de  regresar  a  vuestra 
patria.     Sí  alguna  otra  cosa  queréis  de  esta  tierra  para  vuestro  mo- 
narca, 'pronto  os  sera  franqueada :  pero  por  lo  que  respeta  a  vuestra 
solicitud  de  pasar  a  la  corte,  estoi  encargado  de  disuadiros  de  tan 
dificU  y  ■  peligroso  viage,  pues  seria  necesario  caminar  por  asperoa 
desiertos,  y  por  países  de  enemigos."     Cortés  recibió  el  presenta  otm 
las  mayores  espresiones  de  gratitud  a  la  real  beneficencia,  y  eoRW- 

*  Varíao  considerablemente  loa  autores  acerca  del  valor  de  estas  alijas,  pero 
yo  doi  mayor  crédito  a  Bemal  Díaz,  que  lo  sabia  bien  como  que  debió  toiar  parte 
en  el  re^u. 


16  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

pondio  a  ella  como  pudo:  pero  lejos  de  desistir  de  su  pretensión, 
suplicó  al  embajador  que  hiciese  ver  al  rei  los  males,  y  peligros  que 
habia  padecido  en  tan  larga  navegación,  y  el  disgusto  que  tendría  su 
soberano  al  ver  frustradas  sus  esperanzas ;  que  por  lo  demás,  los  Es- 
pañoles eran  de  tal  condición,  que  ni  las  fatigas,  ni  los  peligros  eran 
capaces  de  apartarlos  de  sus  empresas.  El  embajador  prometió  decir 
al  rei  lo  que  Cortés  le  encargaba,  y  se  despidió  cortesmente  con  Teuht- 
lile,  quedando  Cuitlalpitoc  con  gran  numero  de  Megicanos,  en  un 
caserío,  que  hablan  formado  de  cabanas,  poco  distante  del  campo  de 
los  Españoles. 

Bien  conocía  Cortés  en  medio  de  tanta  prosperidad,  que  no  podía 
subsistir  largo  tiempo  en  aquel  sitio ;  pues  ademas  de  la  incomodidad 
del  calor,  y  de  la  importunidad  de  los  mosquitos,  que  abundan  en 
demasia  en  toda  aquella  playa,  temia  que  ocasionase  algún  daño  a 
sus  naves  la  violencia  del  Norte,  a  que  está  mui  espuesto  aquel 
puerto :  por  lo  que  despachó  dos  buques,  al  mando  del  capitán  Mon- 
tejo,  a  fin  de  que  costeando  acia  Panuco,  buscase  un  puerto  mas 
seguro.  Volvió  aquella  espedicion  al  cabo  de  pocos  dias,  con  la 
noticia  de  haber  hallado  a  treinta  y  seis  millas  ée  Ulua  un  puerto, 
próximo  a  una  ciudad  edificada  en  una  posición  fuerte. 

Regalo  de  Moteuczoma  para  el  rei  Católico. 

Entretanto  volvió  Teuhtlile  al  campo  de  los  Españoles,  y  llamando 
a  parte  a  Cortés  con  los  interpretes,  le  dijo  que  su  señor  Moteuczoma 
habia  agradecido  los  regalos  que  le  habia  enviado ;  que  el  que  aquel 
soberano  le  remitía  entonces  era  para  el  gran  rei  de  Rpaxia ;  que  le 
deseaba  muchas  felicidades ;  pero  que  no  le  enviase  nuevos  mensages, 
ni  se  tratase  mas  del  viage  a  la  capital/  El  presente  para  el  rei  Cató- 
lico se  componía  de  muchas  alajas  de  oro,  que  importaban  mil  y  qui- 
nientos pesos,  de  diez  cargas  de  trabajos  curiosísimos  de  pluma,  y 
de  cuatro  joyas  tan  estimadas  por  los  Megicanos,  que  según  afirmó 
el  mismo  Teuhtlile  cada  una  de  ellas  valia  cuatro  cargas  de  oro. 
Pensaba  aquel  mal  aconsejado  rei  que  con  su  liberalidad  obligaría 
a  los  Españoles  a  dejar  aquellos  países,  sin  echar  de  ver  que  el  amor 
del  oro  es  un  fuego  que  tanto  mas  se  inflama,  cuanto  mas  abundante 
es  el  alimento  que  se  le  echa.  Mucho  sintió  Cortés  la  repulsa  de 
Moteuczoma,  pero  no  desistió  de  su  pensamiento,  pues  el  aliciente  de 
la  riqueza  exitaba  mas  y  mas  la  natural  constancia  de  su  animo. 

Observó  Teuhtlile  antes  de  despedirse,  que  los  Españoles  al  oír  los 
toques  de  la  campana  del  Ave  Maria,  se  arrodillaban  delante  de  una 


BMBAJAUA    DB   OBMPOALA.  17 

oras,  y  lleno  de  admiración  preguntó  por  qué  adoraban  aqoel  leAo. 
Do  allí  tomó  ocasión  el  P.  Olmedo  para  declararle  los  príncipalen 

Artículos  de  la  fe  Cristiana,  y  para  echarle  en  cara  el  culto  abominable 
de  sus  Ídolos,  y  la  inhumanidad  de  sus  sacrificios :  mas  este  discurso 
era  de  un  todo  inútil,  pues  aun  no  babia  llegado  para  aquelloi  pueblos 
el  tiempo  de  la  santificación. 

Al  dia  siguiente  se  hallaron  los  Españoles  tan  abandonados  por  lot 
Megicanos,  que  ni  uno  solo  se  dejaba  ver  en  toda  aqaclla  playa: 
efecto  de  la  orden  dada  por  el  rei  de  retirar  del  campo  de  aquellos 
estrangeros  la  gente  destinada  a  su  servicio,  y  las  provisiones,  ti  per- 
sbtian  en  su  temeraria  resolución.  Esta  inesperada  novedad  ocasionó 
gran  consternación  entre  los  Españoles,  porque  a  cada  momento 
temían  que  se  desplomaste  sobre  su  miserable  campamento  todo  el 
poder  de  aquel  vasto  im{)erio :  por  lo  que  Cortés  mandó  asegurar  los 
víveres  en  los  barcos,  y  poner  la  tropa  sobre  las  armas.  No  hai  duda 
que  tanto  en  esta  como  en  otras  machas  ocasiones,  que  aparecerán  en 
el  curso  de  esta  historia,  pudo  fácilmente  Moteuczoroa  desbaratar 
aquellos  pocos  estrangeros,  que  después  debían  hacerle  tanto  daño : 
pero  Dios  los  consjrvaba  a  fin  de  que  fuesen  instrumentos  de  su 
justicia,  sirviéndose  de  sus  armas  para  castigar  la  superstición,  la 
crueldad,  y  otros  delitos  con  que  aquellas  naciones  habían  provo- 
cado su  ira.  No  trato  de  justificar  el  intento,  ni  la  conducta  de 
los  conquistadores,  pero  tampoco  puedo  dejar  de  conocer  en  la  serie 
de  la  conquista,  y  en  despecho  de  la  incredulidad,  la  mano  de  Dios, 
que  iba  preparando  la  ruina  de  aquel  imperio,  y  se  valia  de  los 
mismos  dSftlRtos  de  los  hombres  para  los  altos  designios  de  to 
Providencia. 

Embcyada  del  Señor  de  Cempoala  y  su*  conaecuencia*. 
En  este  mismo  dia,  de  tanta  consternación  para  los  Españoles, 
tttbíeron  sin  embargo  un  testimonio  de  la  protección  Divina.  Dos 
soldados  que  hacían  la  guardia  fuera  del  campo,  vieron  venir  ada 
ellos  cinco  hombres,  algo  diferentes  de  los  Megicanos  en  sus  trages, 
y  adornos,  los  cuales,  conducidos  a  presencia  del  general  Etpañol, 
digeroQ  en  Megicano  (por  no  haber  allí  quien  entendiese  su  idioiiui) 
que  eran  de  la  nación  Totonaca,  y  enviados  por  el  señor  de  Can- 
poala,  ciudad  distante  veinte  y  cuatro  millas  de  aquel  punto,  ptra 
saludar  a  aquellos  estrangeros,  y  para  rogarles  pataseo  a  aquel  pueblo. 
donde  serían  bien  recibidos,  añadiendo  que  no  habían  venido  antes 

TOMO   II.  O 


18  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MÁGICO. 

por  miedo  de  los  Megicanos.  Era  el  señor  de  Cempoala  uno  de 
aquellos  feudatarios  que  vivian  impacientes  del  yugo  de  Moteuczoma. 
Informado  de  la  victoria  obtenida  por  los  Españoles  en  Tabasco,  y  de 
su  llegada  al  puerto  en  que  entonces  residian,  le  pareció  aquella  una 
ocasión  favorable  de  recobrar  su  independencia,  con  el  ausilio  de  tan 
animosos  guerreros.  Cortés,  que  nada  deseaba  tanto  como  una  alianza 
de  aquella  especie  para  aumentar  sus  fuerzas,  después  de  haber  tomado 
menudos  informes  acerca  del  estado  y  de  la  condición  de  los  Totona- 
ques,  y  de  los  daños  que  sufrían  por  la  prepotencia  de  los  Megicanos, 
respondió  dando  gracias  al  Cempoales  por  su  cortesía,  y  prometiéndole 
hacerle  una  visita  sin  tardanza. 

En  efecto,  inmediatamente  publicó  su  salida  para  Cempoala :  mas 
antes  le  fue  preciso  vencer  los  ostaculos  que  halló  en  sus  mismas  tro- 
pas. Algunos  parciales  del  gobernador  de  Cuba,  cansados  de  las  in- 
comodidades que  habian  sufrido,  atemorizados  por  los  peligros  que 
presagiaban,  y  deseosos  del  descanso,  y  de  las  holguras  de  sus  casas, 
rogaron  enérgicamente  al  general  que  volviese  a  Cuba,  exagerando  la 
escasez  de  viveros,  la  temeridad  de  tamaña  empresa,  como  era  la  de 
oponer  tan  pequeño  numero  de  soldados  a  todastlas  fuerzas  del  rei  de 
Megico,  especialmente  después  de  haber  perdido  en  aquellos  arenales 
treinta  y  cinco  hombres,  parte  de  resultas  de  las  herídas  recibidas  en 
la  batalla  de  Tabasco,  parte  por  el  aire  insalubre  de  la  playa.  Cortés, 
ya  con  dones,  ya  con  promesas,  ya  con  un  poco  de  rigor  oportuna- 
mente aplicado,  y  con  otros  medios  inventados  por  su  raro  ingenio, 
manejó  tan  bien  los  ánimos,  que  no  solo  aquietó  a  los  descontentos,  si 
no  que  logró  que  se  decidiesen  gustosos  a  permanecé^cH  aquel  deli- 
cioso pais ;  y  adelantándose  ademas  en  sus  negociaciones,  obtubo  que 
el  egercito,  en  nombre  del  rei,  y  con  entera  independencia  del  gober- 
nador de  Cuba,  lo  confirmase  en  el  mando  supremo  tanto  politice 
como  militar,  y  que  para  los  gastos  que  habia  hecho,  y  que  después 
hiciese  en  la  espedicion,  se  le  adjudicase  desde  entonces  en  adelante 
el  quinto  del  oro  que  se  adquiriese,  sacada  antes  la  parte  que  al 
rei  pertenecía.  Después  creó  las  magistraturas,  y  los  otros  cargos 
públicos  necesarios  para  una  colonia  que  intentaba  establecer  en  aque- 
llas costas. 

Habiendo  superado  estos  ostaculos,  y  tomado  las  medidas  conve- 
nientes para  la  egecucion  de  sus  vastos  designios,  se  puso  en  camino 
con  sus  tropas.  Su  intento  no  era  tan  solo  buscar  aliados,  y  propor- 
cionar a  su  gente  algún  alivio  a  los  males  que  habian  sufrido,   sino 


kmBajada  üb  okmpuala.  19 

también  eaeoger  un  buen  sitio  para  lu  fundación  de  la  colonia,  por 
«star  Cempoala  en  el  camino  de  Quiahuitztla*,  en  cuyo  distrito 
estaba  el  puerto  descubierto  por  el  capitán  Montejo.  El  egercito, 
con  nnn  parte  de  la  artilleria,  marchó  en  buen  orden  acia  Cempoala, 
y  apercibido  a  la  defensa,  en  caso  de  ser  atacado  por  los  Totonaques, 
de  cuya  buena  fe  no  estaban  segaros,  o  por  los  Megicanos,  a  qnienet 
fluponiau  ofendidos  por  su  resolución :  disposiciones  que  ningiin  buen 
genenü  juzgará  inútiles,  y  que  nunca  descuidó  Cortés,  ni  aun  en  loa 
tiempos  de  su  mayor  prosperidad,  pues  siempre  son  útiles  para  man- 
tener la  diciplina  militar,  j  casi  siempre  necesarias  a  la  seguridad 
propia.  Los  buques  se  dirígieroo  por  la  costa  al  puerto  de  Quia- 
huitatla. 

Tres  millas  antea  de  llegar  a  Cempoala,  salieron  al  encuentro  de 
Cortés  veinte  Sugetos  de  distinción  de  Cempoala,  le  presentaron  un 
refiresco  de  pinas,  y  de  otras  frutas  del  pais,  lo  saludaron*  a  nombre  de 
üH  señor,  y  lo  escusaron  de  no  haber  venido  en  persona,  por  impe- 
dírselo sus  dolencia».  Entraron  en  la  ciudad  e.n  orden  de  batalla, 
temiendo  alguna  traición  de  los  habitantes.  Un  soldado  de  caballeria 
que  se  adelantó  hasta  la  plaza  mayor,  habiendo  visto  un  bastión  del 
palacio,  que  por  estar  recien-blanqneado,  y  bruñido,  resplandecía  a 
los  rayos  del  sol,  creyó  que  aquel  edificio  era  de  plata,  y  volvió  a  toda 
brida,  a  dar  tan  buena  noticia  al  general.  Semejantes  engaños  son 
demasiado  frecuentes  en  aquellos  que  tienen  la  mente  ofuscada  por  la 
pasión.  Marcharon  los  Españoles  por  las  calles,  no  menos  alegres 
que  marav*^^^  al  ver  aquella  ciudad,  la  mayor  que  hasta  entoocaa 
hablan  visto  en  el  Nuevo  Mundo,  tanto  numero  de  gente,  y  tan  hermo- 
•os  huertos,  y  jardines.  Algunos,  por  su  tamaño,  la  llamaron  Sevilla, 
y  otros,  por  su  ameúidad.  Villa  Viciosa  f. 

Cuando  llegaron  al  templo  mayor,  salió  a  recibirlos  a  la  puerta  del 
atrio,  el  señor  de  aquel  estado,  que  aunque  casi  incapaz  de  movimien- 
to, a  causa  de  so  desmesurada  gordura,  era  hombre  hábil,  y  do  buen 

*  Solis  y  RobcrtMn  dan  a  este  paerte  el  nombre  de  QmiaóitlaM  que  ni  es  oi 
puede  aer  Megicano. 

t  No  puede  dudarse  de  la  antigua  grandexa  de  Cempoala,  si  se  atiende  al  tea* 
timonio  de  los  que  la  vieron,  y  a  la  estension  de  sus  ruinas :  mas  no  debe  hacena 
caso  del  computo  de  Torquemada,  que  unas  veces  le  da  25,000  habitantes,  otras 
50,00(),  y  kasU  160,000  ea  el  índice  del  primer  tomo.  A  Cempoala  socciBo  lo 
mismo  que  a  otras  ciudades  del  Nuevo  Mundo ;  a  saber  que  r«»ii  las 
dades,  y  los  otros  desastres  del  siglo  xvi,  fue  disminuyéndose  hasta 
de  un  todo. 

c2 


20  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

ingenio.  Después  de  haber  saludado  e  incensado  a  Cortés  según  e4 
uso  del  país,  pidió  venia  para  retirarse,  prometiendo  volver  cuando 
todos  hubiesen  descansado  de  las  fatigas  del  viage.  Alojó  a  toda  la 
tropa  en  unos  grandes,  y  hermosos  edificios  que  habia  en  lo  interior 
del  templo,  que  quizas  serian  la  residencia  habitual  de  los  sacerdotes, 
o  estarian  destinados  para  albergue  de  los  forasteros,  como  los  habia 
en  el  recinto  del  templo  mayor  de  Megico.  Alli  fueron  bien  tratados, 
y  provistos  de  cuanto  necesitaban,  a  espensas  de  aquel  caudillo,  el 
cual  volvió  a  verlos  después  de  comer,  en  una  silla  portátil  o  litera,  y 
acompañado  de  muchos  nobles.  En  la  conferencia  secreta  que  tubo 
con  Cortes,  ponderó  este  general  por  medio  de  sus  interpretes,  la 
grandeza  y  poder  de  su  soberano,  que  lo  habia  enviado  a  aquellos 
paises,  encargándole  muchas  ¿omisiones  importantes,  y  entre  ellas  la 
de  dar  ausilio  a  la  inocencia  oprimida.-  "  Por  tanto,  afíadio,  si  puedo 
«erviros  en  algo  con  mi  persona,  o  con  mis  tropas,  decidmelo,  y  lo 
haré  de  buena  voluntad."  Al  oir  el  Cempoales  esta  oferta,  introdu- 
cida con  mucha  destreza  en  la  conversación,  lanzó  un  profundo  sus- 
piro, al  que  siguió  una  lamentación  amarga  sobre  las  desventuras  de 
su. pueblo.  Dijo  que  habiendo  sido  libres  Tos  Totonaques,  desde 
tiempo  inmemorial,  y  regidos  por  señores  de  su  propia  nación,  hacia 
pocos  años  que  se  hallaban  oprimidos  por  el  yugo  de  los  Megicanos ; 
que  estos,  por  el  contrario,  de  humildes  principios,  se  habian  alzado  a 
tanta  grandeza,  por  su  estrecha,  y  constante  alianza  con  los  reyes  de 
Acolhuacan,  y  de  Tlacopan,  que  se  habian  hecho  señores  de  toda 
aquella  tierra ;  que  su  poder  era  desmesurado,  y  su  tirar^.  igual  a  su 
poder ;  que  el  rei  de  Megico  se  apoderaba  del  oro  de  sus  subditos,  y 
los  recaudadores  de  los  tributos  requerían  sus  hijas  para  violarlas, 
y  sus  hijos  para  sacrificarlos;  ademas  de  otras  inauditas  vejaciones. 
Cortés  mostró  compadecerse  de  sus  desgracias,  y  se  ofreció  a  darle 
ausilios,  dejando  para  otra  ocasión  el  tratar  sobre  el  modo  de  verifi- 
carlo, porque  por  entonces  le  urgia  pasar  a  Quiahuitztla,  para  infor- 
marse del  estado  de  sus  buques.  En  esta  visita  le  hizo  el  Cempoales 
un  regalo  de  alajas  de  oro,  que  importó  según  dicen  algunos  autores, 
cerca  de  mil  pesos. 

Al  dia  siguiente  se  presentaron  a  Cortés  cuatrocientos  hombres  de 
carga,  que  le  enviaba  aquel  señor  para  transportar  su  bagage,'y  en- 
tonces supo  por  Doña  Marina  el  uso  de  aquellas  naciones,  de  suminis- 
trar espontáneamente,  y  sin  interés  aquel  modo  de  conducción,  a  las 
personas  de  consideración  que  transitaban  por  sus  pueblos. 


PRI8IUN    1)K    CINCO    MINI8TRUM.  21 

Prisión  de  cinco  Minintros. 

De  CempoaUi  pasaron  los  Españoles  a  Qniahuit/lla,  pequeña  ciu> 
dad  colocada  sobro  un  monto  áspero,  y  peñascoso,  a  poco  mas  de  doc<< 
millas  de  Cempoala,  acia  ol  Norte,  y  a  tres  del  nuevo  puerto.  Allí 
tubo  Cortés  otra  conferencia  con  el  señor  do  aquel  estado,  y  con  el  do 
Cempoala,  que  con  este  obgeto  se  hizo  llevara  aquel  puntoi  En  tanto 
que  discurrían  sobre  los  negocios  de  la  independencia,  llegaron  con 
gran  séquito  cinco  nobles  Megicaoos,  recaudadores  de  los  tributos 
regios,  mostrándose  estruordinariamente  coléricos  contra  los  Totonaques 
por  babor  osado  admitir  aquellos  cstrangeros,  sin  aguardar  el  beneplá- 
cito del  monarca,  y  exigiendo  victimas  humanas,  para  sacrífícarlas  a 
los  dioses  en  espiacion  de  tanto  delito.  Turlx)se  toda  la  ciudad  con 
aquella  nueva,  y  especialmente  los  dos  señores,  que  se  reconocian  mas 
culpables.  Cortés,  informado  por  Doña  Marina  de  la  causa  de  su 
eonstemaciou,  imaginó  un  modo  estraordinarío  de  salir  de  aquel  aprieto. 
Sugirió  pues  a  los  dos  señores  el  atrevido  consejo  de  apoderarse  de  los 
recaudadores,  y  ponerlos  en  la  cárcel,  y  aunque  al  principio  se  nega. 
ron  a  hacerlo,  parecielidoles  un  atentado  tan  temerario  como  peligroso, 
cedieron  finalmente  a  sus  instancias.  Fueron  pues  encarcelados  en 
las  jaulas  aquellos  cinco  personages  que  habian  entrado  tan  orgullosos 
en  la  ciudad,  y  con  tanto  desprecio  de  los  Españoles,  que  ni  siquiera 
se  dignaron  mirarlos  cuando  pasaron  por  delante  de  ellos. 

Apenas  dieron  aquel  primer  paso  los  Totonaques,  cuando  reanima- 
do su  valoi^eadelantaron  hasta  el  exeso  de  querer  sacrificar  aquella 
misma  noche  á  los  Megicanos :  pero  los  disuadió  Cortés,  el  cual  ha- 
biéndose conciliado  con  aquella  medida  el  amor,  y  el  respeto  de  los 
Totonaques,  quiso  captarse  el  agradecimiento  de  los  Megicanos,  con 
la  libertad  de  sus  compatriotas.  Esta  conducta  artificiosa  y  doble, 
daba  sin  duda  muestras  de  su  gran  ingenio :  mas  solo  podran  alabarla 
aquellos  cortesanos,  cuya  politica  se  reduce  al  arte  de  engañar  a  los 
hombres,  y  que,  no  haciendo  caso  de  lo  justo,  solo  buscan  lo  útil  eo 
sus  operaciones.  Cortés  pues  dio  orden  a  sus  guardias  de  sacar  por 
la  noche  de  las  jaulas  a  dos  de  los  Megicanos,  y  de  conducirlos  caate- 
losumente  a  su  presencia,  sin  que  lo  echasen  de  ver  los  Totonaques. 
Asi  se  egecató,  y  los  Megicanos  quedaron  tan  reconocidos  al 
Rspañol,  que  le  hicieron  mil  demostraciones  de  gratitud,  y  le 
jaron  que  uo  se  fiase  de  sus  barbaros,  y  pérfidos  huespedes.  Cortés 
les  encargó  que  manifestasen  a  su  soberano  cuanto  lo  habia  afligido  el. 


22  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

atentado  cometido  por  aquellos  montañeses  contra  sus  ministros,  ase- 
gurándole al  mismo  tiempo  que  pondría  a  los  otros  tres  en  libertad, 
como  con  ellos  habia  hecho.  Ellos  marcharon  inmediatamente  para 
su  capital,  conducidos  por  los  Españoles  en  una  barca,  hasta  mas  allá 
de  los  limites  de  aquella  provincia,  y  Cortés  al  dia  siguiente  se  mos- 
tró mui  encolerizado  contra  sus  guardias,  por  el  descuido  que  habiao 
tenido  de  dejar  escapar  a  aquellos  prisioneros.  Añadió  que  para  que 
no  sucediese  lo  mismo  con  los  otros,  quena  ponerlos  en  prisión  mas 
estrecha,  y  para  hacerlo  creer  asi,  los  mandó  conducir  encadenados  a 
sus  buques :  y  de  alli  a  poco  los  poso  en  libertad,  como  a  los  dos  pri- 
meros. 

Confederación  de  los  Totonaques  con  los  Españoles» 
Hizo  inmediatamente  correr  la  voz  por  todas  aquellas  montañas, 
que  los  habitantes  eran  libres  del  tributo  que  pagaban  al  rei  de  Megi- 
co,  y  que  si  llegaban  otros  recaudadores,  se  lo  hiciesen  saber,  para 
apoderarse  de  ellos.  Con  esta  noticia  se  despertó  en  toda  la  nación 
la  dulce  esperanza  de  la  libertad,  y  empezaron  a  venir  a  Quiahuitztla 
otros  muchos  señores,  no  menos  para  dar  graeiaí  a  su  pretendido  liber- 
tador, que  para  deliberar  sobre  los  medios  de  asegurar  su  independen- 
cia. Algunos,  que  aun  no  habian  arrojado  de  sus  ánimos  el  miedo  de 
los  Megicanos,  eran  de  dictamen  que  se  pidiese  perdón  al  rei  por  e! 
atentado  cometido  con  sus  ministros :  mas  prevaleció,  por  sugestión  de 
Cortés,  y  de  los  dos  señores  de  Cempoala,  y  Quiahuitztla,  la  opinión 
opuesta,  de  sustraerse  al  tiránico  dominio  de  Moteuczoma,  con  el  ausi- 
lio  de  aquellos  valientes  estrangeros,  ofreciéndose  a  poner  un  egercito 
formidable  bajo  las  ordenes  del  general  Español. 

Cortés,  después  de  haberse  asegurado  suficientemente  de  la  since- 
ridad de  los  Totonaques,  e  informadose  de  sus  fuerzas,  se  valió  de 
aquel  momento  favorable,  para  inducir  aquella  numerosa  nación  a  pres- 
tar obediencia  al  rei  Católico.  Celebróse  este  acto  con  intervención 
del  notario  del  egercito,  y  con  todas  las  otras  formalidades  legales. 

Fundación  de  la  Vera  Cruz. 
Concluido  felizmente  aquel  gran  negocio,  se  despidió  Cortés  de 
aquellos  señores  para  ir  a  poner  en  egecucion  un  proyecto  de  suma 
importancia  que  habia  formado  poco  antes,  y  era  el  de  fundar  en  aque- 
lla costa  una  colonia  fuerte,  que  pudiera  servir  a  los  Españoles  de  re- 
fugio en  sus  desgracias,  de  punto  de  apoyo  para  mantener  a  los  Toto- 


NUBVA    KMBAJADA  DR  MUTBUOZOMA.  9» 

naqnr.s  rn  In  fídclidnd  jurndn,  de  escala  pam  tan  niievaü  tropM  qws 
viniesen  do  Eüpafia  o  de  las  islas  Antillas,  y  de  almacén  y  deposito  de 
los  efectos  que  les  enviasen  los  naturales  de  aquellos  países,  o  que 
pudieran  recibir  de  Europa.  Fundóse  en  efecto  la  colonia  en  el  pnis 
mismo  de  los  Totonaques,  en  una  llanura  situada  al  pie  del  monte 
Quiahuitztla,  a  doce  milloA  al  Norte  de  Cempoala,  y  cerca  del  nuevo 
puerto  ♦.  Llamáronla  Villa  rica  de  la  Vera  Cruz,  por  las  muestras 
de  riquezas  que  babian  visto,  y  por  haber  desembarcado  en  Viernes 
Santo,  y  aquella  fue  la  primera  colonia  de  los  Españoles  en  el  conti- 
nente de  la  America  Septentrional.  Cortés  fue  el  primero  que  echó 
mano  a  la  obra  para  estimular  a  los  otros  con  su  egemplo,  y  con  el 
ausilio  de  los  Totonaques  se  construyó  en  breve  un  numero  suficiente 
de  casas,  y  una  pequeña  fortaleza  capaz  de  b&cer  alguna  resistencia  a 
los  Megicanos. 

Nueva  e$Hb<yada  y  regalo  de  Moteuczoma. 
Entretanto  babian  llegado  a  Megico  aquellos  dos  recaudadores,  que 
Cortés  puso  en  libertad,  y  dado  noticia  a  Moteuczoma  de  todo  lo  que 
había  ocurrido,  elogiando  altamente  al  general  Español.  Moteuczo- 
ma, que  yo  estaba  decidido  a  enviar  un  egercito,  para  castigar  la  inso- 
lente temeridad  de  los  estrangeros,  y  arrojarlos  de  sus  dominios,  so 
detubo  con  aquella  noticia,  y  ogradecido  a  los  servicios  que  aquel  gene- 
ral habia  hecho  a  sus  ministros,  le  envió  dos  príncipes  sobrinos  suyos 
(hijos  quizas  de  su  hermano  Cuitlahuatzin)  acompañados  de  muchos 
nobles,  y  .servidumbre,  y  con  un  regalo  de  alajas  de  oro  que  importa- 
ban mas  dedos  mil  pesos.  Dieron  gracias  a  Cortés  en  nombre  del  rei, 
y  juntamente  se  le  quejaron  de  haber  hecho  amistad  con  los  rebeldes 
Totonaques  :  por  lo  que  esta  nación  habia  tenido  la  insolencia  de  negar 
el  tributo  que  debia  a  su  soberano.     Añadieron  que  solo  por  respeto  a 

*  Casi  todos  loj  hititoriadores  se  engañan  acerca  de  la  fundación  de  la  Verm 
Cruz,  pues  flicen  que  la  primera  colonia  de  loe  Españoles  fue  la  Antigua,  fiwdada 
sobre  el  rio  del  mismo  nombre,  y  creen  que  no  ha  habido  mas  que  dos  ciuda- 
des con  el  nombre  de  Vera  Cruz,  esto  es,  la  antigua,  y  la  moderna  edificada  en  el 
mismo  arenal  en  que  desembarcó  Cortés :  pero  no  hai  duda  que  ha  habido  tres 
con  el  mismo  nombre.  La  primera  fundada  en  1619  cerca  del  puerto  de  Quia- 
huiutla,  que  conservó  después  el  nombre  de  Villa  Rica;  la  segunda,  la  antigua 
Vera  Cruz,  fundada  en  1523,  o  1524,  y  la  tercera,  la  nueva  Vera  Cniz,  que  hoi 
conserva  este  segundo  nombre,  y  fue  fundada  por  orden  del  conde  de  Monte- 
rey,  virrri  de  .Megico,  a  fines  del  siglo  xvi  o  principios  del  xvii,  y  recibió  de 
Felipe  III,  el  titulo  de  ciudad  en  1615. 


24  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

tales  huespedes  no  habia  venido  ya  un  egercito  a  castigar  la  rebelión» 
de  aquellos  pueblos ;  pero  que  al  fin  no  quedarían  impunes.  Cortés, 
después  de  haber  significado  con  las  espresiones  mas  convenientes  su 
gratitud,  procuró  defenderse  de  la  acusación  sobre  la  amistad  de  los 
Totonaques,  alegando  la  necesidad  en  que  se  habia  visto  de  buscar 
víveres  para  sus  tropas,  por  haber  sido  abandonado  por  los  Megicauos. 
Dijo  ademas  que  por  lo  que  respetaba  al  tributo,  no  era  posible  que 
aquella  nación  sirviese  juntamente  a  dos  señores  ;  que  él  esperaba 
pasar  en  breve  a  la  corte  para  satisfacer  mas  completamente  al  rei,  y 
hacerle  ver  la  sinceridad  de  su  conducta.  Los  dos  principes,  después 
de  haber  visto  con  gran  placer  y  admiración  el  egercicio  militar  de  la 
caballería  Española,  regresaron  a  la  capital. 


Destrucción  de  los  Ídolos  de  Cempoala. 

El  señor  de  Cempoala,  a  quien  habia  desagradado  mucho  la  ultima 
embajada  de  los  Megicanos,  para  estrechar  mas  y  mas  su  alianza  con 
los  Españoles,  presentó  a  Cortés  ocho  doncellas  bien  vestidas,  a  fin  de 
que  se  casasen  con  los  capitanes,  y  entre  ellas  hatia  una  sobrína  suya 
que  destinaba  al  mismo  general.  Cortés,  que  habia  hablado  muchas 
veces  con  él  sobre  la  religión,  le  respondió  que  no  podia  aceptarlas,  si 
antes  no  renunciaban  a  la  idolatría,  y  abrazaban  el  Cristianismo ;  y  de 
aquí  tomó  ocasión  para  esplicarle  de  nuevo  las  puras,  y  santas  verda- 
des de  nuestra  religión,  y  declamó  con  la  mayor  energia  contra  el 
culto  de  aquellos  falsos  númenes,  y  especialmente  contra  la  horrenda 
crueldad  de  sus  sacrificios.  A  tan  fervorosa  exortacion  respondió  el 
Cempoales,  que  aunque  apreciaba  altamente  su  amistad,  no  podia  com- 
placerlo en  abandonar  el  culto  de  sus  dioses,  de  cuyas  manos  recibían 
aquellos  pueblos  la  salud,  la  abundancia,  y  todos  los  bienes  que  po- 
seían, y  de  cuya  colera,  provocada  por  su  ingratitud,  debían  temer  los 
mas  severos  castigos.  Inflamóse  mas'  con  esta  respuesta  el  celo  de 
Cortés,  y  volviéndose  a  sus  soldados,  les  dijo :  **  Vamos,  Españoles  : 
¿  qué  aguardamos  ?  ¿  Como  podemos  sufrir  que  estos,  que  se  jactan 
de  ser  nuestros  amigos,  den  a  los  estatuas  e  imágenes  abominables  del 
demonio  el  culto  qi^ie  se  debe  a  nuestro  único,  y  verdadero  Dios? 
j,  Como,  permitimos  que  diariamente,  y  a  nuestra  vista  les  sacrifiquen 
víctimas  humanas  ?  Animo,  soldados  :  ahora  es  ocasión  de  manifestar 
que  somos  Españoles,  y  que  hemos  heredado  de  nuestros  abuelos  el 
celo  ardiente  en  favor  de  nuestra  religión.     Destrocemos  sus  ídolos,  y 


DESTRUCCIÓN    l)R    LOS   ÍDOLOS   UB   CBMPOALA.  30 

quitomos  de  la  TÍsta  do  estos  infieles  eso  perverso  fomento  de  su  su- 
perstición. Si  asi  lo  conseguimos  haremos  un  gran  servicio  a  l>ios. 
Si  morímos  en  la  empresa,  el  nos  recompensará  con  la  gloría  eterna  el 
sacríficio  que  le  haremos  de  nuestras  vidas." 

£1  Cempoales,  que  en  el  semblante  de  Cortés,  y  en  los  movimien- 
tos de  los  soldados  descubría  claramente  su  intento,  hizo  señal  a  su 
gente  que  se  apercibiese  a  la  defensa  de  sus  dioses.  Empezaban  ya 
los  Espafioles  a  subir  por  las  escaleras  del  templo,  cuando  los  Compoa- 
leses,  atónitos  e  indignados,  gritaron  que  se  guardasen  de  cometer 
aquella  tropelía,  si  no  querían  que  se  desplomase  sobre  ellos  toda  la 
colera  de  los  númenes.  No  siendo  Cortés  capaz  de  intimidarse  con 
sus  amenazas,  les  respondió  que  ya  muchas  veces  los  habia  amonesta- 
do que  dejasen  aquella  infame  superstición :  que  pues  no  habian  que- 
rído  tomar  un  consejo  tan  provechoso,  tampoco  quería  él  conservar 
por  mas  tiempo  su  amistad  ;  que  si  los  mismos  Totonaques  no  se  deci- 
dían a  quitar  de  enmedio  aquellos  abominables  simulacros,  él  con  su 
gente  los  baria  pedazos ;  y  por  ultimo  que  se  guardasen  de  cometer 
la  menor  hostilidad  contra  los  Españoles,  por  que  inmediatamente  los 
atacarían  ellos  con  ^nto  furor  que  ni  uno  solo  dejarían  con  vida. 
A  estas  amenazas  añadió  Doña  Marina  otra  mus  eficaz  :  a  saber,  que 
si  querían  oponerse  al  intento  de  aquellos  estrangeros,  en  vez  de 
aliarse  con  los  Totonaques  contra  los  Megicanos,  se  unirían  con  los 
Megicanos  contra  los  Totonaques,  y  en  este  caso  sería  inevitable  su 
ruina.  Esta  razón  cntibfo  el  primer  ardor  del  celo  del  gefe  Cempoa* 
les,  y  siendo  mas  poderoso  en  su  animo  el  miedo  de  los  Megicanos 
que  el  de  subieses,  dijo  a  Cortés  que  hiciese  lo  que  le  agradase  pues 
él  no  tenia  bastante  valor  para  poner  sacrílegamente  las  manos  en  los 
simulacros  de  sus  divinidades.  Apenas  tubieron  el  permiso  los  Espa- 
ñoles, cuando  cincuenta  soldados,  subiendo  upresuradomente  a  la  parto 
superior  del  templo,  arrebataron  los  Ídolos  de  los  altares,  y  los  arroja- 
ron por  las  escaleras.  Los  Totonaques  entretanto,  llorando  a  lagríma 
viva,  y  cubriéndose  los  ojos  por  no  ver  aquella  profanación,  rogaban 
con  voz  doliente  a  sus  dioses  que  no  castigasen  en  la  nación  la  teme- 
ridad de  aquellos  estrangeros ;  pues  ellos  no  podian  im|>edirla,  sin  ser 
sacrificados  al  furor  de  los  Megicanos.  Sin  embaigo,  algunos,  o  me- 
nos cobardes,  o  mas  celosos  del  honor  de  sus  númenes,  se  disponían  a 
tomar  venganza  de  los  Españoles,  y  hubienm  venido  a  las  manos,  si 
estos  no  se  hubieran  apoderado  del  señor  Cempoales,  y  de  cinco  de 
los  principales  sacerdotes,  y  amenazándoles  con  la  muerte,  no  los  hu- 
bieran obligado  a  comprimir  el  impeto  de  sus  compatriotas. 


26  HISTORIA    ANTIGUA    DK    MKGICO. 

Después  de  una  acción  tan  osada,  en  la  que  no  tubo  parte  la  pru- 
dencia, mandó  Cortés  a  los  sacerdotes  que  quitasen  de  su  vista,  y 
arrojasen  al  fuego  los  fragmentos  de  los  Ídolos.  Fué  prontamente 
obedecido,  y  lleno  entonces  de  jubilo,  como  si  al  aniquilar  los  ídolos, 
hubiera  destruido  la  idolatría,  y  estírpado  en  aquellos  pueblos  la  supers- 
tición, dijo  al  señor  de  Cempoala  que  aceptaba  de  buena  voluntad  las 
ocho  doncellas  que  le  ofrecía ;  que  de  entonces  en  adelante  miraría  a 
los  Totonaques  como  sus  amigos,  y  hermanos,  y  que  en  todas  sus 
necesidades  los  ayudaría  contra  sus  enemigos ;  que  pues  ya  no  debían 
ser  adoradas  aquellas  detestables  imágenes  del  demonio,  quería  colocar 
en  el  mismo  templo  la  de  la  madre  del  verdadero  Dios,  afin  de  que  la 
reverenciasen,  e  implorasen  su  protección.  Entró  en  seguida  en  un 
largo  razonamiento  sobre  la  santidad  de  la  Religión  Cristiana,  y 
cuando  lo  hubo  concluido,  mandó  a  los  albafiiles  Cempoaleses  quitasen 
de  las  paredes  del  templo  aquellas  horrorosas  manchas  de  sangre 
humana  que  se  conservaban  como  trofeos  de  su  inhumano  culto,  y  que 
las  puliesen,  y  blanqueasen.  Después  mandó  construir  un  altar,  al 
uso  de  los  Cristianos,  y  colocó  sobre  ól  la  imagen  de  María  Santísima. 
Cometió  al  cuidado  de  cuatro  sacerdotes  Cáinpoaleses  el  nuevo 
santuario,  encargándoles  que  estubiesen  siempre  aseados,  y  vestidos  de 
blanco,  en  lugar  del  triste  ropage  negro  de  que  usaban,  por  causa  de 
su  ministerio.  A  fin  de  que  nunca  faltasen  luces  delante  de  aquella 
sagrada  imagen,  les  enseñó  el  uso  de  la  cera  que  las  abejas  trabajaban 
en  sus  montañas,  y  para  que  en  el  tiempo  de  su  ausencia  no  fuesen 
repuestos  los  ídolos,  ni  profanado  de  ningún  modo  el  santuario,  dejó 
en  él  a  uno  de  sus  soldados,  llamado  Juan  Torres,  que  por  su  avan- 
zada edad  era  poco  útil  en  la  guerra,  y  que  hizo  a  Dios  el  sacrificio 
de  permanecer  entre  aquellos  infieles,  para  promover  su  culto.  Las 
ocho  doncellas,  después  de  haber  sido  suficientemente  instruidas, 
recibieron  el  santo  bautismo,  tomando  el  nombre  de  Doña  Catalina, 
la  sobrina  del  señor  de  Cempoala,  y  el  de  Doña  Francisca,  la  hija 
de  Cuejco,  uno  de  los  principales  señores  de  aquella  nación. 

De  Cempoala  volvió  Cortés  a  la  nueva  colonia  de  la  Vera  Cruz, 
donde  tubo  el  consuelo  de  reforzar  su  pequeño  egercito  con  dos  capi- 
tanes, y  diez  soldados  que  llegaron  de  Cuba,  a  los  que  se  agregaron, 
de  alli  a  poco,  otros  seis  hombres,  que  fueron  tomados  por  engaño  de 
un  buque  de  la  Jamaica. 

Cartas  de  Cortés  y  del  egercito  al  rei  Católico. 
Antes  de  emprender  el  viage  a  Megico,  quiso  Cortés  dar  cuenta  a 


ACCIÓN    FAMOSA    DK   CORTÍtS. 

•a  fobenso  de  todo  lo  que  hasta  entonces  le  había  ocorrído,  y  • 
que  nit  BOtieiaa  fueran  mejor  recibidas,  envió  todo  el  oro  qae  se 
reunido,  cediendo  su  parte,  por  sugestión  del  mismo  general,  cada  uno 
do  los  oficiales,  y  soldados  de  la  e8{>edic¡on.  Cortés  en  aquella  carta 
prevenía  al  rei  contra  las  tentativas  del  gobernador  de  Cuba.  Otras 
dos  so  le  escribieron,  una  firmada  por  los  magistrados  de  la  DiieTa 
colonia,  y  otra  por  los  principales  oficiales  de  las  tropas,  y  en  ellat  le 
rogaban  que  aprobase  cuanto  habían  hecho,  y  que  confírmase  los  cargos 
de  capitán  general,  y  de  primer  juez,  conferidos  por  los  votos  de  toda 
la  armada  a  Cortés,  a  quien  recomendaban  con  los  mas  magníficos 
elogios.  Estas  cartas,  juntamente  con  el  regalo  do  oro,  fueron  enviadas 
a  Espafia  por  los  dos  capitanes  Alonso  Hernández  de  Portocarrero,  y 
Francisco  de  Montejo,  que  se  hicieron  a  la  vela  el  16  de  Julio 
de  1519. 

Acción  famosa  de  Cortés. 
Apenas  habían  salido  aquellos  procuradores,  coando  Cortés,  qoe 
siempre  tenia  ocupada  la  mente  en  altos  designios,  llevó  a  cabo  una 
empresa,  que  por  t^  sola  bastaría  a  dar  a  conocer  su  magnanimidad,  y 
a  inmortalizar  su  nombre.  Para  quitar  a  sus  soldados  toda  esperanza 
de  volver  a  Cuba,  y  para  reforzar  su  egercito  con  los  marineros  de  la 
escuadra,  después  de  haber  castigado  con  el  ultimo  suplicio  a  dos  de 
sus  soldados,  que  maquinaban  traición  y  fuga  en  uno  de  los  buques, 
y  con  otras  menores  penas  corporales  a  tres  de  sus  cómplices,  indujo  a 
fuenia  de  razones  y  ruegos  a  dos  de  sus  confidentes,  y  a  uno  de  loe 
pilotos  et^firiencs  mas  se  fiaba,  a  barrenar  en  secreto  uno  o  doe  de 
los  buques,  y  a  persuadir  a  todos  que  se  habían  perdido  por  estar 
agugereados  por  la  broma,  manifestándole  a  él,  de  un  modo  públioo, 
que  los  otros  no  podían  servir  por  la  misma  causa,  lo  que  no  debia 
parecer  estraño,  habiendo  estado  parados  tres  meses  en  el  puerto. 
Valioso  de  este  engafio  para  que  no  se  conjurase  contra  él  la  gente, 
halliuidose  reducida  a  la  necesidad  de  vencer  o  morir.  Todo  se  hizo 
como  la  había  dispuesto,  y  con  el  oonaeiitiaiieiito  de  todo  el  egercito, 
después  de  haber  sacado  de  los  vagues  las  velas,  las  cuerdas,  la  ola- 
vaxon,  y  todo  cuanto  pedia  ser  de  alguna  utiUdad.  "  Asi  fue,  diee 
Kobertson,  como  por  un  esfuerzo  de  magnanimidad,  que  no  tiene 
egoroplo  en  la  historia,  quinientos  hombres  convinieron  volnntari*> 
mente  en  encerrarse  en  un  país  enemigo,  lleno  de  naciones  poderosas, 
y  desconocidas,  cerrados  todos  los  caminos  a  la  faga,  y  sin  otro  recorso 
que  su  valor  y  su  perseverancia."    Yo  no  dudo  que  la  atrevida  ea- 


98^  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

presa  que  Cortés  meditaba  hubiera  sido  del  todo  imposible  a  no  habes 
tomado  aquella  resolución,  pues  los  soldados,  a  vista  de  los  grandes 
ostaculos  que  a  cada  paso  encontraban,  hubieran  esquivado  el  peligro 
con  la  fuga,  y  el  mismo  general  se  hubiera  visto  obligado  a  seguirlos. 

Viage  de  los  Españoles  al  pais  de  los  Tlascaleses. 

Libre  de  estas  inquietudes,  ratificada  la  alianza  con  los  Totonaques, 
y  dadas  las  ordenes  convenientes  para  el  adelanto,  y  la  seguridad  de 
la  nueva  colonia,  pensó  Cortés  en  hacer  su  viage  a  Megico.  Dejó  en 
la  Vera  Cruz  cincuenta  hombres,  al  mando  del  capitán  Juan  de 
Escalante,  uno  de  los  mejores  oficiales  del  egercito,  encargó  a  los 
Cempoaleses  que  ayudasen  a  los  Españoles  a  concluir  la  fortaleza,  y 
que  les  suministrasen  los  viveres  necesarios,  y  se  puso  en  camino  el 
16  de  Agosto,  con  cuatrocientos  quince  peones  Españoles,  diez  y  seis 
caballos,  doscientos  Tlamama,  u  hombres  de  carga,  para  el  trans- 
porte de  los  bagages,  y  de  la  artillería,  y  con  algunas  tropas  Totonaques, 
entre  las  cuales  iban  cuarenta  nobles,  que  Cortés  tomó  consigo,  o  como 
ausiliares  para  la  guerra,  o  como  rehenes  de  aquella  nación.  Los 
tres  principales  se  llamaban,  según  algunos  autores,  Teuch,  Mamegh 
y  Tamalli. 

Encaminóse  por  Talapan  y  Tejotla,  y  después  de  haber  atravesado 
con  suma  fatiga  algunas  montañas  desiertas,  y  donde  el  aire  era  en 
estremo  rígido,  llegó  a  Jocotla*,  ciudad  considerable,  y  con  buenos 
edificios,  entre  los  cuales  se  alzaban  trece  templos,  y  el  palacio  del 
señor,  construido  de  cal,  y  canto,  compuesto  de  un  gran  numero  do 
buenas  salas  y  cámaras,  y  que  era  la  fabrica  mas  completa  que  los 
Españoles  hablan  visto  hasta  entonces  en  el  Nuevo  Mundo.  Tenia 
el  rei  de  Megico  en  aquel  pueblo,  y  en  los  caseríos  que  de  él  depen- 
dían, veinte  mil  vasallos,  y  cinco  mil  Megicanos  de  guarnición. 
Olintetl  (que  asi  se  llamaba  el  señor  de  Jocotla)  salió  a  recibir  a  los 
Españoles,  y  los  alojó  cómodamente  en  la  ciudad  :  pero  en  el  sumi- 
nistro de  viveres  se  mostró  al  principio  algún  tanto  escaso,  hasta  que 
por  los  informes  de  los  Totonaques,  adquirió  una  idea  mas  ventajosa 
de  su  valor,  y  de  la  fuerza  de  sus  armas,  y  de  sus  caballos.  En  la 
conferencia  que  tubo  con  el  general  Español,  uno  y  otro  ponderaron  a 
porfía  la  grandeza,  y  el  poder  de  sus  respectivos  soberanos.  Cortés 
exigía  inconsideradamente  que  aquel  señor  prestase  obediencia  al  rei 

*  Bernal  Diaz  y  Solis  llaman  a  esta  ciudad  Zocollan,  lo  que  puede  inducir  a 
error  a  los  lectores,  pues  seria  fácil  confundirla  con  la  de  Zacatlan,  situada  a 
distancia  de  treinta  millas  de  Tlascala,  acia  el  Norte. 


VIAOR    A    TLASCALA.  W 

Cntolico,  y  diese  nl^nna  cantidad  do  oro,  en  reconocimiento  de  vniw- 
\\agt\  "  Tengo  mucho  oro,  respondió  Oüntotl,  pero  no  quiero  darlo 
sin  consentimiento  espreso  de  roí  reí."  "  Yo  haré  dentro  de  poco, 
respondió  Cortés,  que  os  mando  darme  el  oro,  y  cuanto  poseéis." 
•*  Si  asi  lo  manda,  rcjinso  Olintetl,  no  solo  os  daré  el  oro,  y  todo 
cuanto  posí'o,  si  no  también  mi  persona."  Pero  lo  que  no  pudo 
obtener  Cortés  de  aquel  señor  con  sus  amenazas,  lo  consiguió  de  la 
liberalidad  de  dos  personages  de  aquel  valle,  que  fueron  a  visitarlo  a 
Jocotla,  y  le  presentaron  algunos  collares  de  oro,  y  siete  u  ocho 
esclavas.  Hallóse  perplejo  Cortés  sobre  el  camino  que  debia  tomar 
paní  llegar  a  Megico.  El  señor  de  Jocotla,  y  los  comandantes  de  la 
guarnición  Megicana,  le  aconsejaban  que  se  encaminase  por  Cholula : 
pero  él  creyé  mas  seguro  el  dictamen  de  losTotonaqaes,  que  preferíaii 
pasar  por  Tlaacala :  y  en  efecto  hubiera  perecido  en  Cholula  con  toda 
su  tropa,  si  hubiese  ido  allí  en  derechura,  como  se  inferím  de  lo  que 
después  diré.  Para  obtener  de  los  Tlascaleses  el  permiso  de  pasar 
por  su  pais,  envié  al  senado  cuatro  mensageros,  de  los  mismos  Cem- 
poaleses  que  lo  acompañaban :  mas  estos  como  luego  veremos,  no 
hicieron  la  propuesta  en  nombre  de  los  Españoles,  si  no  en  el  de  los 
Totonaques,  o  porque  asi  se  lo  mandó  el  general  Español,  o  por  que 
a  ellos  les  pareció  mas  conveniente. 

De  Jocotla  pasó  el  egercito  a  Iztacmajtitlan,  cuya  población  se 
estendia  por  diez  o  dice  millas,  en  dos  filas  no  interrumpidas  de  casas 
edificadas  sobre  las  dos  margenes  de  un  riachuelo,  que  corre  por 
m(>dio  d^ouel  largo,  y  estrecho  valle.  La  ciudad,  que  propiamente 
tenia  aqueinombre,  y  que  se  componía  de  bellos  edificios,  y  de  una 
población  de  cerca  de  seis  mil  almas,  ocupaba  la  cima  de  un  monte 
alto,  y  escabroso,  cuyo  señor  fue  uno  de  aquellos  dos  personages  que 
visitaron  y  regalaron  a  Cortés  en  Jocotla.  A  la  natural  aspereza  del 
sitio,  habia  añadido  el  arte  buenas  murallas,  con  sus  barbacanas,  y 
fosos*,  pues  siendo  aquella  plaza  fronteriza  de  los  Tlascaleses,  estaba 
mas  espuesta  a  sus  invasiones.  Allí  fueron  mui  bien  acogidos,  y 
regalados  los  Españoles. 

Alteraciones  de  io$  TlascaUse». 
Entre  tanto  se  ventikba  en  el  senado  de  Tlascala  su  solicitud.  Toda 
aquella  gran  ciudad  se  habia  alterado  con  la  noticia  de  la  llegada  de 
los  estrangeros,  y  especialmente  con  los  pormenores  qae  dieron  los 

*  Cortés  en  sus  cartas  compara  «quelU  fortdesa  » las  mejores  de  España. 


90  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

mensageros  Cempoaleses,  de  su  aspecto,  y  de  su  valor,  del  tamaño  de 
sus  buques,  de  la  agilidad,  y  violencia  de  sus  caballos,  y  del  espantoso 
tronido,  y  fuerza  destructora  de  su  artillería.  Regian  a  la  sazón 
aquella  república  Gicotencatl,  señor  del  cuartel  deTizatlan,  Magijcatzin, 
señor  de  Ocotelolco,  general  de  las  armas  de  la  república,  Tlehuejo- 
lotzin,  señor  de  Tepeticpac,  y  Citlalpopocatzin,  señor  de  Quiahuiztlan. 
Los  Cempoaleses  fueron  cortesmente  recibidos,  y  alojados  en  la  casa 
destinada  para  morada  de  los. embajadores*,  y  después  que  reposaron  y 
comieron  se  les  introdujo  en  la  sala  del  senado,  para  esponer  su 
mensage.  Alli,  después  de  haber  hecho  una  profunda  inclinación,  y 
todas  las  otras  ceremonias  acostumbradas  en  semejantes  casos,  uno  de 
ellos  tomó  la  palabra,  y  dijo :  "  Mui  grandes,  y  valientes  señores,  los 
dioses  os  den  prosperidad,  y  victoria  contra  todos  vuestros  enemigos. 
El  señor  de  Cempoala,  y  con  él  toda  la  nación  de  los  Totonaques  os 
saludan,  y  os  hacen  saber  que  de  parte  de  Levante  han  llegado  a 
nuestro  pais  en  unos  grandisimos  barcos,  ciertos  héroes  fuertes,  y 
sumamente  valerosos,  con  cuyo  ausilio  venimos  a  libertaros  del  tirá- 
nico dominio  del  rei  de  Megico.  Ellos  dicen  que  son  subditos  de  un 
poderoso  monarca,  en  cuyo  nombre  quieren  visitaros,  ofreciéndose  a 
daros  noticia  del  verdadero  Dios,  y  a  prestaros  ayuda  contra  vuestro 
antiguo,  y  capital  enemigo.  Nuestra  nación,  por  la  estrecha  amistad 
con  vuestra  república,  que  constantemente  ha  cultivado,  os  aconseja 
que  recibáis  como  amigos  a  estos  héroes,  los  cuales,  aunque  pocos, 
valen  por  muchos."  Magijcatzin  les  respondió  en  nombre  del  senado, 
que  daban  gracias  a  los  señores  Totonaques  por  la  noticif»^  y  por  el 
consejo,  y  a  los  valientes  estrangeros  por  el  socorro  que  se  ofrecian  a 
prestarles  :  mas  que  se  necesitaba  algún  tiempo  para  deliberar  sobre 
un  punto  de  tanta  importancia;  que  entre  tanto  se  restituyesen  a  su 
alojamiento,  donde  serian  tratados  con  la  distinción  que  correspondía 
a  su  nacimiento,  y  a  su  carácter.  Retiráronse  los  mensageros,  y  el 
senado  quedó  en  deliberación. 

Magijcatzin,  que  gozaba  del  aprecio  general,  por  su  benignidad,  y 
por  su  prudencia,  dijo  que  no  se  debia  desechar  aquel  consejo,  pues 

*  Bemal  Diaz  del  Castillo  dice  que  los  mensageros  fueron  dos,  y  que  inmedia- 
tamente después  de  su  llegada  a  Tlascala  fueron  puestos  en  la  cárcel :  pero  el 
mismo  Cortés  que  los  envió  afirma  que  eran  cuatro,  y  del  contesto  de  su  relación 
se  infiere  que  Bernal  Diaz  no  tubo  buenos  informes  acerca  de  lo  que  ocurrió  en 
Tlascala.  La  narración  de  este  escritor,  contraria  a  la  de  los  otros  historiadores 
Españoles  e  Indios,  ha  inducido  en  error  a  muchos  escritores  modernoá,  y  entre 
ellos  a  Robertson. 


ALTERACIÓN BR   OB  LOS  TLASGALRSRS. 

lo  datMO  unos  amigos  tan  fióles,  y  tan  contrarios  al  gran  ei 
la  repobiica;  que  aquellos  estraogeros,  seguo  lo  que  de  ellos 
los  Cempouleses,  parecian  ser  los  héroes,  que  según  su  tradición, 
dcbian  llegar  a  aquellos  países ;  que  los  terremotos  que  poco  antes 
80  hahian  sentido,  el  cometa  que  a  la  sazón  se  dejaba  ver  en  el  cielo, 
y  otros  semejantes  sucesos  de  aquellos  últimos  años,  eran  indicios  de 
acercarse  el  cumplimiento  de  la  referida  tradición ;  que  si  los  estran- 
geros  eran  inmortales,  en  vano  seria  hacerles  resistencia,  y  oponerse 
a  su  entrada :  "  nuestra  oposición,  dice,  podría  ocasionar  daños  gra- 
vísimos, y  para  el  reí  de  Megico  seria  motivo  de  maligno  placer,  el 
ver  introducidos  por  fuerza  en  la  república  a  los  que  no  queremos 
aceptar  de  buena  voluntjid,  por  todo  lo  cual  es  mí  opinión  que  se 
deban  recibir  amigablemente."  £lsta  opinión  fue  acogida  con  aplauso, 
pero  la  contradijo  inmediatamente  Gicotencatl*,  anciano  de  gran  au- 
toridad por  su  larga  practica  en  los  negocios  civiles,  y  militares. 
"  Nuestras  leyes,  dijo,  nos  mandan  dar  acogida  a  los  estrangeros : 
mas  no  a  los  enemigos  que  puedan  ser  perjudiciales  al  estado.  Estos 
hombres,  que  pretenden  entrar  en  nuestra  ciudad,  mas  parecen  mon- 
struos arrojados  por  ti  mar,  no  pudiendo  ya  sufrirlos  en  su  seno,  que 
dioses  bajados  del  cielo  como  neciamente  se  imaginan  algunos.  ;  £s 
posible  que  sean  dioses  los  que  buscan  con  tanta  avidez  el  oro  y  los 
placeres  I  \  Y  qué  no  debemos  temer  de  ellos,  en  un  país  tan  pobre 
como  el  nuestro,  que  hasta  de  sal  carece  para  el  condimento  de  nnea* 
tros  manjares!  Agravio  hace  al  valor  de  la  nación  quien  la  cree 
capaz  de  ser  vencida  por  unos  pocos  estrongetos.  Sí  son  mortales, 
las  armas  d^ros  Tlascaleses  lo  harán  ver  al  mundo ;  y  sí  son  inmor- 
tales, tiempo  tendremos  de  aplacar  con  obsequios  su  enojo,  y  de  im- 
plorar con  el  arrepentimiento  su  perdón.  Rechacemos  pues  su  de- 
manda, y  sí  quieren  entrar  por  fuerza,  sea  reprimida  con  las  armas 
su  temeridad."  Esta  contrariedad  de  opiniones  entre  dos  persooi^pes 
de  tanto  respeto,  dividió  los  ánimos  de  los  otros  senadores.  Los  que 
eran  inclinados  al  comercio,  y  estaban  acostumbrados  a  la  vida  paci- 
fica, se  agregaron  al  parecer  de  Magijcatzin,  y  los  militares  abrazaron 
el  de  Gicotencatl.     Temiloltecatl,  uno  de  los  senadores*  sugirió  un 

*  SoBs  «tribuye  al  joven  Gicotencatl  el  nsanamisnto  de  tu  anctaao  padre, 
pero  yo  doi  mas  crédito  a  los  autores  aatigoos  que  estubkron  informados  por  los 
roidmos  Tlascaleses. 

t  Herrera  y  Torquemada  dicen  que  Temiloltecatl  era  uno  de  los  cuatro  sefio> 
res  de  Tlascala :  pero  de  Us  memorias  de  Camargo,  y  de  otms  Thscalsscs,  j 
aun  de  lo  que  dice  el  mismo  Torquemada  se  infiere  claramente  que  los  cuatro 


82  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

arbitrio  para  conciliar  ambos  dictámenes.  Propuso  que  se  enviase 
al  gefe  de  aquellos  estrangeros  una  respuesta  cortés  y  amigable,  con- 
cediéndole el  permiso  de  entrar  en  el  territorio  de  la  república :  pero 
que  al  mismo  tiempo  se  diese  orden  a  Gicotencatl  el  joven,  de  salir 
con  las  tropas  Otomites  de  la  república,  a  cerrarles  el  paso,  y  a  probar 
sus  fuerzas.  ,  *'  Si  quedamos  vencedores,  dijo,  sera  inmortal  la  gloria 
de  nuestras  armas :  si  somos  vencidos,  echaremos  la  culpa  a  los  Oto- 
mites, y  daremos  a  entender  que  emprendieron  la  guerra  sin  nuestra 
orden*':"  artificio  politico,  que  se  practica  mui  frecuentemente  en  el 
mundo,  y  especialmente  por  las  naciones  cultas,  pero  no  menos  con- 
trario a  la  buena  fe  que  se  deben  entre  si  los  hombres.  Acepto  el 
senado  el  consejo  de  Temiloltecatl :  pero  antes  de  despedir  a  los 
mensageros  con  la  respuesta,  dio  a  Gicotencatl  las  ordenes  conve- 
nientes. Este  era  un  joven  intrépido,  enemigo  del  reposo,  y  aficio- 
nado en  demasía  a  la  gloria  militar :  por  lo  que  aceptó  con  gusto 
un  encargo  que  le  daba  ocasión  de  lucir  su  esfuerzo,  y  su  arrojo. 

Cortés,  después  de  haber  aguardado  ocho  dias  la  respuesta  del 
senado,  creyendo  que  aquella  tardanza  seria  efecto  de  la  lentitud  que 
suele  afectar  la  magestad  de  los  potentados,  y  ^o  dudando  por  esto 
lo  que  los  Cempoaleses  le  decian,  que  sería  bien  recibido  por  los 
Tlascaleses,  salió  de  Iztacmajtitlan  con  todo  su  egercito,  que  ademas 
de  los  Totonaques,  y  de  los  Españoles,  se  componía  de  un  compe- 
tente numero  de  tropas  Megicanas  de  la  guarnición  de  Jocotla,  y 
marchó  en  buen  orden  como  solia,  hasta  la  muralla,  que  por  aquella 
parte  separaba  los  estados  de  Megico  y  Tlascala.  Esta  jrran  forta- 
leza, cuya  descripción,  y  medidas  he  dado,  hablando  del  arte  militar 
de  aquellos  pueblos,  habia  sido  construida  por  los  Tlascaleses,  para 
defenderse  de  sus  antiguos  enemigos  por  la  parte  de  Levante  f,  y 
con  el  mismo  obgeto  habían  hecho  fosos  y  trincheras  por  la  de  Po- 
niente.    La  salida  del  muro,  que  siempre  estaba  guardada  por  tropas 

señores  eran  los  que  he  nombrado  en  el  testo.  Quizas  podría  concillarse  esta 
anomalía  suponiendo  que  Tlehuejolotzin  se  llamaba  ademas  Temiloltecatl,  como 
también  tenia  el  nombre  de  Tezcacalteuctli,  pues  sabemos  que  muchos  personas 
tenían  dos  y  tres  nombres. 

*  Ya  he  dicho  que  muchos  Otomites  se  habían  refugiado  a  Tlascala  para  sus- 
traerse al  dominio  de  los  Megícanos,  y  que  hacían  servicios  importantes  a  la  re- 
pública. 

t  De  lo  que  dígeron  los  Megícanos  a  Cortés  acerca  de  la  muralla  podría  infe- 
rirse que  fueron  ellos  los  que  la  fabricaron :  pero  no  tiene  duda  que  fueron  los 
Tlascaleses. 


\ 


AI.TICKAí-IOM.S    i)K    l.OH  TLAÍ|0ALB8Bf(.  88 

OtomitcH,  «O  ball6,  no  té  por  qné,  enteramente  abandonada  en  aquella 
importante  ocasión,  de  modo  que  las  tropas  Españolas  entraron  sin 
inconveniente  en  el  territorio  de  la  república,  lo  que  de  otro  modo  no 
hubieran  podido  hacer,  sin  derramar  mucha  snngrc. 

Aquel  mismo  dia,  que  fuo  el  31  de  Agosto,  se  dejaron  ver  al- 
gunos Indios  armados,  y  queriendo  alcanzarlos  la  caballería  de  des- 
cubierta, para  tener  por  ellos  algunos  datos  de  la  resolución  del  se- 
nado, fueron  muertos  dos  caballos,  y  heridos  otros  tres,  y  dos  hom- 
bres :  perdida  ciertamente  grande  para  una  caballería  tan  reducida. 
Presentóse  en  seguida  una  fuerza,  que  parecia  como  de  cuatro  mil 
hombres,  contra  los  cuales  se  avanzaron  los  Españoles,  y  los  aliados, 
y  mui  en  breve  los  pusieron  en  derrota,  quedando  muertos  ochenta 
Otomites.  Do  alli  a  poco  llegaron  dos  de  los  mensageros  Cem- 
poaleses,  con  algunos  Tlascalcscs*.  los  cuales  cumplimentaron  a 
Cortés  en  nombre  del  senado,  y  le  hicieron  saber  el  permiso  que  se 
le  concedía  de  ir  con  su  egercito  a  Tlascala,  manifíestandolc  al  mismo 
tiempo  que  los  hostilidades  cometidas  hasta  entonces  habian  sido  culpa 
de  los  Otomites,  y  ofreciéndose  a  pagarle  los  caballos  muertos.  Cortés 
fingió  dar  crédito  a  ^u  mensage,  y  manifestó  su  gratitud  al  senado. 
Los  Tlascaleses  se  despidieron,  y  retiraron  del  campo  sus  muertos 
para  quemarlos.  Cortés  mandó  enterrar  los  dos  caballos,  para  evitar 
que  con  su  vista  se  animasen  los  enemigos  a  cometer  nuevas  hos- 
tilidades. 

Al  diu  siguiente  marchó  el  egercito  hasta  la  proximidad  de  unas 
montañas,  entre  las  cuales  había  unos  borrancos.  Alli  lo  alcanzaron 
los  otros  ¿^^pensageros  Cempoaleses,  que  habían  quedado  en  Tlas- 
cala, bañados  de  sudor,  y  de  lagrimas,  y  maldiciendo  la  perfidia  y  la 
crueldad  de  los  Tlascaleses,  pues  violando  el  derecho  de  gentes,  los 
habian  maltratado,  y  aprisionado,  destinándolos  pora  el  sacrificio,  del 
que  se  habian  libertado,  habiendo  tenido  la  fortuna  de  poderte 
desatar  uno  a  otro.  Esta  relación  era  ciertamente  falsa,  pues  era 
imposible  que  se  libertasen  por  si  las  victimas,  tanto  por  la  estreches 
de  las  jaulas  en  que  las  tenían,  cuanto  por  la  vigilancia  de  las  guar- 

*  Bemal  Díaz  dice  que  los  príroeroa  metuageros  CcmpoalcMs  rolricroD  • 
Cort^  antes  de  haber  entrado  este  en  el  pus  de  Tlascala :  pero  Cortos  afirma  lo 
contrario.  En  cuanto  a  la  relación  de  los  otros  dos  que  quedaron  rn  Tlascala, 
aunque  casi  todos  los  h¡j«toríadores  Españoles  le  han  dado  fe,  es  enteramente  in- 
creíble  por  las  razones  dadas  en  el  testo.  Robertson  hace  algunas  coofetoras 
para  darle  rerosimilitud  ;  pero  no  convencen. 

TOMO  11.  O 


34  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

(lias  que  las  custodiaban ;  ademas  que  no  habia  egemplo  de  haber 
faltado  los  Tlascaleses  al  respeto  debido  al  carácter  de  los  embaja- 
dores, y  mucho  menos  siendo  estos  de  una  nación  tan  estrechamente 
unida  con  ellos  por  los  vinculos  de  la  amistad.  Lo  que  parece  mas 
verosimil  es  que  el  senado,  después  de  haber  despedido  los  primeros 
mensageros,  entretubo  a  los  otros  dos,  para  despacharlos  cuando 
hubiesen  sido  probadas  las  fuerzas  de  los  Españoles,  y  que  ellos  im- 
pacientes de  volver  al  egercito,  se  fugaron  ocultamente,  y  procuraron 
justificar  su  resolución  con  aquel  pretesto. 

Guerra  de  Tlascala. 
Apenas  habian  terminado  los  Cempoaleses  su  relación,  cuando  se 
dejó  ver  una  hueste  de  cerca  de  mil  Tlascaleses,  los  cuales,  luego  que 
descubrieron  a  los  Españoles,  empezaron  a  tirarles,  flechas,  piedras, 
y  dardos.  Cortés,  después  de  haberles  protestado  delante  del  notario 
regio  del  egercito,  y  por  medio  de  tres  prisioneros,  que  no  venia  con 
intenciones  hostiles,  rogándoles  al  mismo  tiempo  que  no  lo  tratasen 
como  a  enemigo,  viendo  que  sus  reconvenciones  eran  inútiles,  dio 
orden  de  rechazarlos.  Los  Tlascaleses  se  retiraron,  atrayendo  a  los 
Españoles  a  los  barrancos  de  que  he  hecho  mención,  donde  no 
podían  manejar  sus  caballos,  y  donde  los  esperaba  un  gran  egercito*. 
Alli  se  dio  un  encuentro  terrible,  en  que  los  Españoles  se  creyeron 
perdidos:  pero  reunidos  en  el  mejor  orden  que  pudieron,  y  animados 
por  las  exortaciones,  y  el  egemplo  de  su  general,  se  desembarazaron 
de  aquel  peligro,  y  entrando  en  la  llanura,  hicieron  tan  gran  estrago 
en  los  enemigos  con  la  artillería,  y  con  los  caballos,  qi^p¿<,  obligaron 
a  retirarse.  De  los  Tlascaleses  hubo  un  gran  numero  de  heridos,  y 
no  poco  de  muertos.  De  los  Españoles,  aunque  hubo  quince  grave- 
mente heridos,  solo  uno  murió  al  dia  siguiente.  En  esta  ocasión 
hubo  un  famoso  duelo  entre  un  capitán  Tlascales,  y  un  noble  Cem- 
poales,  de  los  que  habian  ido  con  el  mensage  a  Tlascala.  Los  dos 
pelearon  bravamente  largo  rato  a  vista  de  arabos  egercitos :  mas  al  fin 
venció  el  Cempoales,  que  habiendo  arrojado  al  suelo  a  su  contrario, 
le  cortó  la  cabeza,  y  la  llevó  en  triunfo  a  los  suyos.     Celebróse  la 

*  Bernal  Diaz  dice  que  el  egercito  Tlascales  era  de  cuarenta  mil  hombres  j 
Cortés  creyó  que  pasaba  de  cien  mil :  otros  escritores  dicen  treinta  mil.  Es 
dificil  conocer  a  ojo  el  numero  de  hombres  de  un  egercito,  sobre  todo  no  obser- 
vando esté  el  orden  de  la  milicia  Europea.  Por  no  esponerme  a  errar  me  con- 
tento con  decir  que  el  egercito  era  grande. 


nUKRRA    DR  TLASOALA.  W 

victoria  con  aclamaciones,  y  con  musica  militar.  El  hIiIo  eo  ^pt9 
se  dio  afta  batalla  le  llamaba  Tcoatzinco,  es  decir  lugar  del  agw 
divina. 

Aquella  noche  acampó  el  egercito  Español  en  ana  colina*  en  que 
habin  nnn  torre,  a  distancia  de  cerca  do  diez  y  ocho  millas  de  In  capi- 
tal do  Tloscala.  Construyéronse  barracas  para  comodidad  do  las 
tropas,  y  se  hicieron  trincheras  para  su  defensa.  AUi  estubo  el  campo 
de  los  Españoles  hasta  la  paz  con  aquella  república. 

Cortés  para  obligar  con  sus  hostilidades  a  los  Tiascaleses  a  recibir 
la  paz,  y  la  amistad  que  les  ofrocia,  salió  el  tres  de  Septiembre  con 
su  caballería,  cien  peones  Españoles,  cuatrocientos  Cempoulescs,  y 
trescientos  Mcg^canos  de  la  guarnición  de  Iztacmajtitlan,  quemó  cinco 
o  sois  caseríos  vecinos,  o  hizo  cuatrocientos  prisioneros,  los  cuales, 
después  de  haberlos  obsequiado,  y  regalado,  puso  en  libertad,  encar- 
gando a  los  principales  de  entre  ellos  que  fueran  de  su  parte  a 
ofrecer  la  paz  a  los  caudillos  de  su  nación.  Estos  ñieron  en  dere- 
chura a  Oicotencatl  el  joven,  el  cual  estaba  acampado  con  un  gran 
egcrcito,  a  seis  millas  de  distancia  de  aquella  colina.  El  orgulloso 
Tlascales  respondicaque,  si  los  Españoles  querían  tratar  de  paz,  se 
encaminasen  a  la  capital,  donde  serían  victimas  consagradas  a  sus 
dioses,  y  sus  carnes,  manjar  de  los  Tiascaleses ;  que  por  su  parte,  al 
día  siguiente  les  enviaría  una  persona  con  la  respuesta  decisiva.  Esta 
resolacion  notificada  a  los  Españoles,  por  los  mismos  mensageros,  los 
puso  en  tanta  consternación,  que  pasaron  la  noche  preparándose  a  la 
muerte  con  U  confesión  sacramental,  sin  descuidar  por  esto  las  pre* 
cauciones^^sarías  a  su  defensa. 

Al  dia  siguiente,  5  de  Septiembre,  se  presentó  el  egorcito  Tlas- 
cales, no  menos  terríble  a  la  vista  por  su  innumerable  muchedumbre*, 
que  hermoso  por  In  varíedad  de  penachos,  y  otros  adornos  militares 
que  ostentaban  los  guerreros.  Dividiase  en  cinco  huestes  de  diez 
mil  hombres  cada  una ;  llevaban  estas  sus  respectivos  estandartes,  y  a 
retaguardia,  según  el  uso  de  aquellas  naciones,  venia  la  insignia  coman 

*  Cortés  dice  que  el  egercito  Tlascales  era  de  mas  de  149,000  hombre*  {  Bemal 
Diax  asegura,  como  cosa  areri^iada,  y  sabida,  <|ue  coostaba  de  50,000,  «to  e» 
10,000  de  Magijcatzin,  10,000  de  Oicotencatl,  10.000  de  Tlehuejolotzin,  10,000 
de  Chichimeca-tcuctli,  uno  de  lo:t  señores  principales  de  aquella  república,  y 
10,(XX)  de  TeqMuiecat],  sc6or  de  Topojanco,  ciudad  cotuiderablc  de  la  misma. 
Estos  nombres  fueron  sin  embargo  muí  alterados  por  aquel  escritor.  Su  calculo 
parece  véhmmil:  el  que  se  lee  en  las  cartas  de  Cortés  pudo  ser  error  de  im- 
prenta. 

d2 


36  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

y  principal  de  la  república,  que  como  ya  he  dicho,  era  un  águila  de 
oro,  con  las  alas  estendidas.  El  arrogante  Gicotencatl,  para  dar  a 
entender  el  poco  caso  que  hacia  de  los  Españoles,  y  que  no  quería 
vencerlos  por  hambre,  sino  con  las  armas,  y  con  el  valor,  les  envió  un 
regalo  de  trescientos  pabos,  y  doscientas  canastas  de  tamalli,  exor- 
tandolos  a  restaurar  sus  fuerzas  para  la  batalla.  De  alli  a  poco  des- 
tacó dos  mil  hombres  animosos,  para  que  asaltasen  el  campamento  de 
los  Españoles.  Este  asalto  fue  tan  violento,  que  forzando  las  trin- 
cheras, entraron  en  el  campo,  y  combatieron  cuerpo  a  cuerpo  con  los 
Españoles.  Los  Tlascaleses  hubieran  conseguido  la  victoria  en  aquella 
ocasión,  tanto  por  el  numero  superior  de  sus  tropas,  cuanto  por  su 
valor,  y  la  cualidad  de  sus  armas,  que  eran  picas,  espadas,  y  dardos 
de  dos,  y  tres  puntas,  si  la  discordia  sucitada  entre  ellos,  no  hubiera 
facilitado  el  triunfo  a  sus  enemigos.  El  hijo  de  Chichimeca-teuctli, 
que  mandaba  el  cuerpo  de  tropas  de  su  padre*,  habiendo  sido  inju- 
riado de  palabras  por  el  arrogante  Gicotencatl,  se  indignó  de  tal  modo, 
que  lo  desafió  a  combate  singular,  que  decidiese  de  su  valor,  y  de 
su  suerte,  y  no  pudiendo  obtener  de  él  aquella  satisfacción,  para  ven- 
garse de  algún  modo,  retiró  del  campo  las  tropas  que  estaban  bajo 
sus  ordenes,  e  indujo  a  TIehuejolotzin  a  que  hiciera  lo  mismo.  Apesar 
de  tan  gran  disminución  del  egercito,  la  batalla  fue  ostinada,  y  san- 
grienta. Los  Españoles,  después  de  haber  rechazado  valerosamente 
las  tropas  que  hablan  asaltado  su  campamento,  marcharon  en  orden 
de  batalla  contra  el  cuerpo  del  egercito  Tlascales.  Los  estragos  que 
hacia  en  su  agolpada  muchedumbre  la  artillería,  no  bastaban  a  hacer- 
les volver  la  espalda,  ni  impedían  que  se  llenasen  prí!?r5inente  los 
vacies  que  los  muertos  dejaban;  antes  bien  con  su  firmeza  e  intrepidez 
hablan  puesto  en  confusión,  y  derrota  a  los  Españoles,  no  ostante  los 
gritos,  y  reconvenciones  de  Cortés,  y  de  sus  capitanes.  Finalmente 
después  de  cuatro  horas  de  combates  volvieron  victoriosos  los  Espa- 
ñoles a  su  campo,  aunque  no  cesaron  los  Tlascaleses  de  molestarlos 
en  el  curso  de  aquel  mismo  dia.  De  los  Españoles  faltó  un  solo 
hombre,  y  fueron  heridos  sesenta,  y  todos  los  caballos.  Los  Tlasca- 
leses tubieron  muchos  muertos,  pero  no  se  vio  un  solo  cadáver,  por  la 
suma  diligencia,  y  prontitud  con  que  los  retiraban  del  campo  de 
batalla. 

Disgustado  Gicotencatl  de  aquella  espedicion,  hizo  consultar  a  los 

*  Solis  dice  que  Chichimeca-teuctli  era  aliado  de  la  república ;  pero  se  engaña, 
pues  sabemos  por  todos  los  historiadores  que  era  uno  de  los  principales  señores 
de  ella. 


b 


NURVA    BMBAJAOA    DB   MOTBUOZUMA.  87 

iuliv¡no8  de  Tlascala,  y  estos  respondieron  que  aquellos  estran^eroi 
como  hijos  quo  eran  del  sol,  no  podian  sor  vencidos  durante  el  dia ; 
pero  cuando  llegaba  la  noche,  y  les  faltaba  el  calor  de  aquel  planeta, 
les  faltaban  también  las  fuerzas  para  defenderse.  £n  virtud  de  aquel 
oráculo,  resolvió  el  general  dar  de  noche  un  asalto  al  campamento  de 
los  Españoles.  Entretanto  Cortés  salió  de  nuevo  para  hacer  hostili- 
dades en  los  pueblos  inmediatos,  de  los  cuales  quemó  diez,  y  entre 
ellos  uno  do  tres  mil  vecinos,  y  se  volvió  con  algunos  prisioneros. 

Gicotencatl,  para  no  errar  el  golpe  que  meditaba,  quiso  informarse 
de  las  disposiciones,  y  de  las  fuerzas  del  campamento  de  los  enemigos. 
Envió  para  esto  cincuenta  hombres  a  Cortés,  con  un  regalo,  y  con 
espresiones  de  benevolencia,  y  de  urbanidad,  encargándoles  al  mismo 
tiempo  que  observasen  atentamente  la  disposición  interior  de  aquel 
sitio ;  mas  no  pudieron  hacerlo  con  tanto  disimulo,  que  no  lo  echase 
de  ver  Teuch,  uno  de  los  tres  principales  Cempoaleses,  el  cual  dio 
parte  inmediatamente  a  Cortés  de  sus  sospechas.  Este  general, 
habiendo  llamado  aparte  a  algunos  de  los  mensageros,  los  obligó  con 
amenazas  a  declarar  que  Gicotencatl  pensaba  dar  el  asalto  la  noche 
siguiente,  y  que  ellos  habian  sido  enviados  para  averiguar  el  punto 
por  donde  seria  mas  fácil  la  entrada.  Cortés,  óida  su  confesión,  les 
hizo  cortar  las  manos  a  todos  cincuenta,  y  los  mandó  a  su  gefe,  encar- 
gándoles hacerles  saber,  que  viniese  de  dia  o  de  noche  a  su  campo,  les 
haría  conocer  que  eran  Españoles ;  y  pareciendole  aquella  ocasión 
favorable  para  lar  batalla,  antes  que  los  enemigos  estubiesen  aperci- 
bidos al  f.!i^^,  salió  al  anochecer  con  un  buen  numero  de  tropas,  y 
con  sus  caballos,  a  los  que  hizo  poner  campanillas  en  los  pretales,  y 
marchó  al  encuentro  de  los  enemigos,  que  ya  se  encaminaban  acia  el 
campamento.  La  vista  del  castigo  egecutado  en  los  espías,  y  el  ruido 
de  las  campanillas  en  el  silencio,  y  en  la  oscuridad  do  la  noche,  inspi- 
raron tanto  miedo  a  los  Tlascaleses,  que  inmediatamente  echaron  a 
huir,  y  el  mismo  Gicotencatl  volvió  lleno  de  confusión,  y  vergveoza  a 
la  capital.  Tomó  de  alli  ocasión  Magijcatzin  para  inculcar  su  primer 
sentimiento,  añadiendo  a  las  razones  que  ya  habia  espuesto  la  esperi- 
encia  fanesta  de  tontas  acciones  perdidas :  lo  que  bastó  a  mover  el 
animo  de  todo  el  senado  a  la  paz. 

Nueva  ewht^ada  y  regalo*  de  Motéuczoaut. 
Mientras  se  ventilaba  este  negocio ,  en  Tlascala,  se  consultaba  en 
Megico  sobre  lo  que  debía  hacerse  con  aqoeOos  estraogeros.     Mo- 
teucxoma,  noticioso  de  las  victorías  de  los  ^spalíoles,  y  tcmieado  mi 


38  HISTORIA    ANTIGUA    Dfi    MEGICO. 

confederación  con  los  Tlascaleses,  llamó  al  rei  de  Tezcuco,  su  sobrino, 
al  principe  Cuitlahuatzin,  y  a  otros  consegeros,  les  espuso  el  estado 
de  las  cosas,  les  descubrió  sus  temores,  y  les  pidió  su  parecer,  sobre 
el  partido  que  le  convendría  tomar  en  tan  arduas  circunstancias.  El 
rei  de  Tezcuco  se  mantubo  en  su  primer  parecer ;  esto  es,  que  los 
estrangeros  fuesen  magnificamente  tratados  por  donde  quiera  que 
pasasen ;  que  fuesen  benignamente  admitidos  en  la  capital,  y  se  diese 
oidos  a  sus  proposiciones,  como  a  las  de  cualquier  vasallo,  mostrando 
siempre  el  rei  su  superioridad,  y  guardando  aquel  decoro  que  convenia 
a  la  magestad  del  trono ;  que  si  llegaban  a  maquinar  contra  la  per- 
sona del  rei,  o  contra  la  seguridad  del  estado,  se  empleasen  contra 
ellos  la  fuerza,  y  la  severidad.  El  principe  Cuitlahuatzin  repitió  lo 
que  habia  dicho  en  la  otra  conferencia :  que  no  era  conveniente  ad- 
mitir a  los  estrangeros  en  la  capital;  que  se  enviase  a  su  gefe  un  buen 
regalo,  y  que  se  le  preguntase  qué  era  lo  que  deseaba  de  aquel  pais 
para  el  gran  señor  en  cuyo  nombre  venia,  y  se  le  ofreciese  la  amistad, 
y  la  buena  correspondencia  de  los  Megicanos ;  pero  que  al  mismo 
tiempo  se  le  hiciesen  nuevas  instancias  para  que  regresase  a  su  patria. 
De  loe  consegeros,  unos  abrazaron  el  dictamen  del  rei  de  Tezcuco,  y 
otros  el  del  señor  de  Iztapalapan,  al  que  se  mostró  mas  inclinado 
Moteuczoma.  E&te  desventurado  rei  no  hallaba  por  todas  partes  si 
no  obgetos,  y  motivos  de  temor.  La  inminente  confederación  de  los 
Tlascaleses  con  los  Españoles,  lo  ponia  en  suma  inquietud.  Por  otra 
parte  recelaba  de  la  alianza  de  Cortés,  con  el  principe  Ijtliljochitl,  su 
sobrino,  y  su  enemigo  jurado,  el  cual  desde  que  conspir^|ji«f.jtra  el  rei 
de  Tezcuco,  su  hermano,  no  habia  dejado  las  armas,  y  a  la  sazón  se 
hallaba  eu  Otompan,  a  la  cabeza  de  un  egercito  formidable.  Aumen- 
taba sus  temores  la  rebelión  de  algunas  provincias,  que  habían  seguido 
el  egemplo  de  los  Totonaques. 

Envió  pues  seis  embajadores  a  Cortés  con  mil  trages  curiosos  de 
algodón,  y  una  buena  cantidad  de  oro,  y  hermosas  plumas,  encargán- 
doles que  le  diesen  la  enhorabuena  por  sus  victorias,  y  le  ofreciesen 
mayores  regalos  si  desistia  del  viage  a  Megico,  representándole  las 
dificultades  del  camino,  y  otros  ostaculos  que  no  podian  ser  superados 
fácilmente.  Partieron  los  embajadores  con  un  séquito  de  mas  de 
doscientos  hombres,  y  llegados  al  campo  de  los  Españoles  egecutaron 
puntualmente  lo  que  se  les  habia  mandado.  Cortés  los  recibió  con 
los  honores  debidos  a  su  carácter,  y  les  manifestó  cuan  agradecido 
estaba  a  la  bondad  de  tan  gran  monarca;  pero  los  entretub o  con  varios 
pretestos,  esperando  que  se  empeñase  algún  encuentro  con  los  Tías- 


PAZ   CON    L08   TLA8CALB8B8.  89 

caloors,  que  acrediüiso  a  los  MegicaDos  el  valor  de  sus  tropa«,  y  la 
flupcriorídad  de  las  iirmaa  Europeas,  o  que  hecha  la  pax  con  la  rop«- 
biica,  fuesen  testigos  de  la  seTorídad  con  que  pensaba  reconvenir  a  los 
Tluscaleses  por  su  ostinacion.  En  efecto,  no  tardó  en  presentarse  la 
ocasión  que  tonto  deseaba.  Tres  batallones  enemigos  atacaron  el 
campamento  Español  con  ahuUidos  espantosos,  y  con  una  tempestad 
de  dardos,  y  flechas.  Cortés,  apesar  de  haber  tomado  aquel  día  un 
purgante,  montó  a  caballo,  y  salió  intrépidamente  contra  lo»  Tlasca- 
leses,  a  los  que  derrotó,  sin  mucho  esfuerzo,  a  vista  de  los  embaja> 
dores. 

Paz  y  confederación  con  lo»  Tíascaleses. 

Persuadidos  al  fin  los  partidarios  del  viejo  Gicotencatl  que  no  con- 
venia a  la  república  la  guerra  con  los  Españoles,  y  temiendo  ademas 
que  estos  se  aliasen  con  los  Megicanos,  resolvieron  de  común  acuerdo 
hacer  la  paz,  y  tomaron  por  mediador  de  ella  al  mismo  que  había  sido 
general  en  la  guerra.  Gicotencatl,  aunque  al  principio  reusó  aquel 
encargo,  por  la  vergüenza  que  tenia  del  éxito  infausto  de  la  campaña, 
se  vio  obigado  al  fíi»  a  aceptar  la  comisión.  Pasó  pues  al  campo  de 
los  Españoles,  con  una  noble  y  numerosa  comitiva,  saludó  a  Cortés 
en  nombre  de  toda  la  república,  se  escnsó  de  las  hostilidades,  con  el 
pretesto  de  haberlo  creido  aliado  de  los  Megicanos,  tanto  por  causa 
de  los  soberbios  regalos  que  se  le  hablan  enviado  de  Megico,  como 
por  el  gran  numero  de  gente  de  aquella  nación  que  traia  consigo,  pro- 
metió una  paz  firme,  y  una  alianza  eterna  entre  Tlascaleses,  y  Espa- 
ñoles, y  i^^rcsentó  un  poco  do  oro,  y  algunas  cargas  de  ropas  de 
algodón,  escusando  la  pequenez  del  regalo  con  la  pobreza  de  su  país, 
efecto  de  la  guerra  perpetua  con  los  Megicanos,  que  impedian  su 
comercio  con  las  otras  provincias.  Cortés  no  omitió  ninguna  demos- 
tración de  respeto  para  con  Gicotencatl ;  fingió  quedar  satisfecho  de 
sus  escusas ;  pero  exigió  que  la  paz  fuese  sincera  y  durable,  pues  si 
llegaban  a  romperla,  tomarla  de  ellos  tan  terrible  venganza,  que  ser- 
viría de  egemplo  a  las  otras  naciones. 

Hecha  la  paz,  y  despedido  Gicotencatl,  hizo  Cortés  cel^nrar  el 
siuito  sacrificio  de  la  misa,  en  acción  de  gracias  al  Altísimo.  Fácil  ea 
de  imaginarse  el  disgusto  cOn  que  verían  los  embajadores  Megicanos 
aquel  convenio.  Quejáronse  a  Cortés,  y  le  echaron  en  cara  s« 
demanada  facilidad  en  dar  crédito  a  las  promesas  de  n» 
tan  pérfidos  como  los  Tlascaleses.  Decianle  qoe  aquetlii 
de  paz  no  tenian  otro  obgeto  qoe  inspiraríe  confianaa  para  atraerlo  a 


40  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

SU  capital,  y  hacer  alli  sin  peligro  lo  que  no  habian  podido  conseguir 
con  las  armas  en  el  campo ;  que  comparase  la  conducta  del  senado 
con  la  del  re¡  de  Megico.  Los  Tlascaleses,  después  de  haberles  con- 
cedido pacificamente  el  permiso  de  entrar  en  su  pais,  no  habian  cesado 
de  hacerles  la  guerra,  hasta  que  conocieron  que  sus  esfuerzos  eran 
inútiles.  Los  Megicanos,  por  el  contrario,  no  les  habian  hecho  la 
menor  hostilidad,  antes  bien  les  habian  prodigado  los  obsequios,  y  los 
servicios,  en  todos  los  pueblos  de  su  territorio  a  donde  habian  llegado, 
y  su  soberano  les  habia  dado  las  pruebas  mas  relevantes  de  amistad, 
y  benevolencia.  Cortés  respondió  que  no  creia  hacer  daño  con  aquel 
tratado  a  la  corte  de  Megico,  a  la  cual  se  manifestaba  sumamente 
reconocido,  pues  su  intención  era  tener  paz  con  todos ;  que,  por  lo 
demás,  no  temía  a  los  Tlascaleses  en  caso  de  que  quisieran  ser  sus 
enemigos ;  que  para  él,  y  para  los  otros  Españoles  tanto  valia  ser 
atacados  en  los  muros  de  una  ciudad,  como  en  medio  del  campo; 
tanto  de  dia  como  de  noche  ;  que  antes  bien,  por  lo  mismo  que  de  los 
Tlascaleses  le  decian,  queria  ir  a  su  ciudad,  para  tomar  en  ella  una 
estrepitosa  venganza  de  su  perfidia. 

Muí  lejos  estaban  los  Tlascaleses  de  aquella^  deslealtad  que  les 
imputaban  los  Megicanos,  por  que  desde  el  momento  en  que  el  senado 
decretó  la  paz,  fueron  siempre  los  mas  fieles  aliados  de  los  Españoles, 
como  se  vera  en  el  discurso  de  esta  historia.  Deseaba  el  senado 
tener  a  Cortés  con  todo  su  egercito  en  Tlascala,  para  estrechar  la 
mutua  amistad  de  ambas  naciones,  y  para  tratar  seriamente  de  la 
confederación  contra  los  Megicanos,  y  ya  los  senadores  habia  enviado 
mensageros  a  Cortés,  convidándolo  a  tomar  alojamiento^S^sus  casas, 
pues  no  podian  sufrir  que  tan  ilustres  amigos  de  la  república  padeciesen 
la  menor  incomodidad. 

Nuevas  embajadas. 
No  fue  la  alianza  de  los  Tlascaleses  el  único  fruto  que  los  Espa- 
ñoles sacaron  de  sus  victorias.  En  el  mismo  campo  en  que  habian 
oido  a  sus  embajadores,  recibió  Cortés  a  los  de  la  república  de 
Huejotzinco,  y  a  los  del  principe  Ijtliljochitl.  Los  Huejotzinques, 
que  habian  sido  vasallos  de  la  corona  de  Megico,  y  enemigos  de  los 
Tlascaleses,  se  habian  sustraído  al  dominio  de  aquella,  y  confederado 
con  estos,  que  eran  sus  vecinos,  y  por  esto  siguieron  su  egemplo, 
uniéndose  con  los  Españoles.  El  principe  Ijtliljochitl  envió  embaja- 
dores a  Cortés,  para  felicitarlo  por  sus  victorias,  y  para  convidarlo  a 
seguir  su  viage  por  Teotlalpan,  donde  queria  unir  sus  fuerzas  con  las 


SUMISIÓN    DB  TLAflCALA.  41 

de  los  Etpafiolet,  para  hacer  la  guerra  ni  reí  de  Megico.  Cortés, 
después  de  haberse  informado  de  la  cnlidad,  de  las  pretensiones,  y  de 
las  fueraas  de  nquel  príncipe,  aceptó  de  buena  voluntad  »u  alianza,  y 
so  ofreció  a  colocarlo  en  el  trono  de  Acolhuacan. 

Al  mismo  tiempo  volrio  de  la  capital  el  embajador  Megicano,  que 
se  esperaba,  con  un  presente  de  joyas  de  oro,  que  importaban  una 
soma  considerable,  y  de  doscientos  preciosos  traf^s  de  plumas,  y  con 
nuevas  instancias  de  Moteuczoma,  para  disuadirlo  de  su  viagc  a 
Megicp,  y  de  la  alianza  con  los  Tlascaleses :  inútiles  esfuerzos  de  la 
pusilanimidad  do  aquel  monarca,  pues  el  oro  que  prodigaba  en  sus 
regalos  a  aquellos  estrangeros  no  era  otra  cosa  que  el  precio  con  que 
compraba  las  cadenas  que  en  breve  debían  esclavizarlo. 

Sumisión  de  Tlascala  al  rei  Católico. 

Seis  dias  hablan  pasado  después  de  la  paz  hecha  con  los  Tlascaleses» 
cuando  los  cuatro  gefes  de  aquella  república,  para  obligar  a  Cortés  a  ir 
a  su  capital,  se  hicieron  llevar  en  sillas  portátiles  a  su  campo,  con  gran 
acompañamiento.  Las  demostraciones  de  jubilo,  y  respeto  fueron 
estraordinarías,  por  ufka,  y  otra  parte.  Aquel  ilustre  senado,  no  con- 
tento con  ratificar  su  alianza,  prestó  obediencia  espontáneamente  al 
rei  Católico ;  lo  que  fue  tanto  mas  agradable  a  los  Españoles,  cuanto 
mas  cara  era  a  los  Tlascaleses  la  libertad  que  de  tiempo  inmemorial 
habian  gozado.  Quejáronse  en  términos  amistosos  de  la  desconfianza 
del  caudillo  Español,  y  con  sus  ruegos  lo  indugeron  a  ponerse  en 
camino  al  dia  siguiente  paro  Tlascala. 

Faltaban  ^(cuenta  y  cinco  Españoles  de  los  que  se  habian  alistado  ' 
en  Cuba,  y  la  mayor  parte  de  los  que  quedaban,  estaban  heridos,  o 
maltratados,  y  esto  causó  tanto  desaliento  en  los  soldados,  que  no  solo 
murmuraban  del  general,  sino  que  le  rogaron  volviese  a  la  Vera  Croa: 
pero  Cortés  los  reconvino,  y  con  eficaces  razones  de  honor,  y  con  so 
propio  egemplo  de  brío,  y  de  constancia  en  los  peligros,  enardeció  sos 
ánimos,  y  los  dispuso  a  seguir  en  la  empresa  empezada.  Contribuyó 
en  gran  manera  a  restablecer  sus  esperansas,  la  alianza  que  acababa 
de  celebrarse. 

Entrada  de  lot  Españoles  en  TJascala. 
Los  embajadores  Megicanos,  que  Cortés  tenia  aun  consigo,  mosaron 
acompañarlo  a  Tlascala :  pero  él  los  persuadió  a  acompañarlo,  prome- 
tiéndoles que  a  su  lado  estarían  seguros.     Superado  este  oatacolo, 
marchó  el  egcrcito,  con  buen  orden,  y  proparado  para  coalquier 


42  HISTORIA.   ANTIGUA    DE   ME6ICO. 

novedad.  En  las  ciudades  de  Tecompantzinco,  y  de  Atlihuetzian, 
fue  recibido  con  toda  la  magnificencia  posible,  aunque  no  comparable 
a  la  de  la  capital,  de  la  que  salieron  al  encuentro  de  los  Españoles  los 
cuatro  señores  de  la  república  con  una  bella  y  numerosa  danza  de  la 
nobleza,  y  con  tan  gran  muchedumbre  de  pueblo,  que  de  algunos  fue 
estimada  en  cien  mil  personas ;  numero  verosímil,  atendida  la  pobla- 
ción de  Tlascala,  la  novedad  que  produgeron  aquellos  hombres  estran- 
geros,  y  la  curiosidad  que  exitaron  en  los  pueblos  circunvecinos.  En 
todas  las  calles  de  la  ciudad  se  hablan  formado,  según  el  uso  de 
aquellas  naciones,  arcos  de  flores  y  ramas  de  arboles,  y  por  todas 
partes  sonaba  una  música  confusa  de  instrumentos,  y  aclamaciones, 
con  tan  grandes  demostraciones  de  jubilo,  que  mas  parecían  celebrar 
el  triunfo  de  la  república,  que  el  de  sus  enemigos.  Este  dia,  tan 
memorable  en  los  anales  de  Tlascala,  fue  el  26  de  Septiembre  de 
1519. 

Era  entonces  aquella  ciudad  una  de  las  mas  considerables  del  pais 
de  Anahuac.  Cortés,  en  sus  cartas  a  Carlos  V,  afirma,  que  en  el 
tamaño,  en  la  población,  en  la  calidad  de  los  edificios,  y  en  la  abun- 
dancia de  las  cosas  necesarias  a  la  vida,  era^superior  a  Granada, 
cuando  fue  conquistada  a  los  Moros,  y  que  en  su  mercado,  cuya  descrip- 
ción hace,  concurrían  diariamente  hasta  treinta  mil  traficantes.  El 
mismo  conquistador  asegura,  que  habiendo  obtenido  del  senado  un 
censo  de  la  población  de  la  república,  en  las  ciudades,  villas,  y 
caseríos,  resultaron  ciento  y  cincuenta  mil  casas,  y  mas  de  quinientos 
mil  habitantes.  ,^ 

Habían  preparado  los  Tlascaleses,  para  los  Españolesfy  para  todos 
sus  aliados,  un  bello,  y  cómodo  alojamiento.  Cortés  quiso  que  los 
embajadores  Megicanos  se  alojasen  en  una  habitación  próxima  a  la 
suya,  tanto  para  hacerles  honor,  cuanto  para  quitar  de  sus  ánimos 
todo  recelo  de  los  Tlascaleses.  Los  gefes  de  la  república,  para  dar  a 
los  Españoles  un  nuevo  testimonio  de  su  sincera  amistad,  presentaron 
a  Cortés,  según  el  uso  de  aquellos  pueblos,  trescientas  bellas  jóvenes. 
Cortés  las  reusó  al  principio,  alegando  que  la  leí  Cristiana  condenaba 
la  poligamia :  mas  después  aceptó  algunas,  por  no  disgustarlos,  para 
que  sirviesen,  y  acompañasen  a  Doña  Marma.  Apesar  de  su  repulsa, 
volvieron  muí  en  breve  a  regalarle  cinco  de  la  primera  nobleza,  que 
aceptó  para  estrechar  mas  y  mas  los  vínculos  de  su  amistad  con  la 
república.  Estas  doncellas,  y  las  otras,  fueron  prontamente  instruidas, 
y  renunciando  a  la  superstición  de  sus  padres,  recibieron  solemne- 
mente el  bautismo,  en  un  templo  que  Cortés  mando  asear,  y  com- 


LOS  BHPAlVoLBt    BN  TLASOALA.  Ü 

poner,  pnraoel«(^ar  «o  él  los  sacrosaDtos  misterios  de  imestni  Rdifnon. 
Una  (le  los  cinco  señonu  cm  hija  drl  príncipe  Magijcatzin :  tomó  ea 
el  bautismo  el  nombre  de  Doña  Elvira,  y  fue  dada  al  capitán  Juan 
Velaiiqnes  de  León.  Otra,  hija  del  viejo  Giootenoatl,  se  llamó  Doña 
Luisa  Techquihuatcin,  y  se  dio  al  capitán  Pedro  de  Alvarado*,  y  las 
otras  tres  se  dieron  a  los  capitanes  Crístoval  de  Olid,  Oonsalo  de 
Sandoval,  y  Alonso  de  Avila. 

Estimulado  por  tan  felices  principios,  quiso  Cortés  persuadir  a  los 
gefes  de  la  República  y  de  la  nobleza,  a  detestar  su  superstición,  y 
reconocer  al  verdadero  Dios  :  mas  ellos,  aunque  convencidos  por  sus 
razones,  confesaron  la  bondad,  y  el  poder  del  Dios  que  adoraban  loa 
Españoles,  no  quisieron  rennnriar  a  sus  supuestas  divinidades,  por- 
que las  creían  necesarias  a  la  felicidad  humana.  "  Nuestro  dios 
Camajtle,  decian,  nos  concede  la  victoria  sobre  nuestros  enemigos; 
nuestra  diosa  Matlalcueye  envia  la  lluvia  necesaria  a  nuestros  campos, 
y  nos  de6ende  de  las  inundaciones  del  rio  Zahuapan.  A  cada  uno  de 
nuestros  dioses  debemos  ima  parte  de  la  felicidad  de  nuestra  vida,  y  so 
colera,  provocada  por  nuestra  ing^titud,  podría  atraernos  los  mas 
terríbles  castigos."  Cortés,  animado  de  un  celo  demasiado  ardiente,  y 
violento,  quería  hacer  con  los  Ídolos  de  Tlascala,  lo  mismo  que  había 
hecho  con  los  de  Cerapoalan,  pero  el  padre  Olmedo,  y  otras  peraonas 
pnidentes  lo  disuadieron  de  tan  temerarío  atentado,  haciéndole  ver 
que  aquella  violencia,  ademas  de  no  ser  conveniente  a  la  pacifica  pro- 
mulgación del  Evangelio,  podría  ocasionar  la  total  mina  de  los  Espa- 
ñoles, en  n^^iudad  tan  populosa,  y  tan  odicta  al  culto  superstioÍM» 
que  profesaba.  No  cesó  sin  embargo,  en  los  dias  que  allí  se  detnbo, 
de  reconvenir  a  los  Tlascaleses  la  abominable  crueldad  de  sus  sacri- 
ficios, inculcándoles  la  pureza,  y  la  santidad  de  la  Religión  Crístiana, 
la  falsedad  de  aquellos  númenes  que  adoraban,  y  la  existencia  de  oa 
Ser  Supremo,  que  ríg^  tbdas  las  causas  naturales,  y  vela  con  ad- 
mirable Providencia,  sobre  la  conservación  de  sus  criaturas.  Estaa 
exortaciones,  hechas  por  un  hombre  de  tanta  autoridad,  y  de  quien 
habian  formado  los  Tlascaleses  tan  sublime  concepto,  aunque  no  pn>- 
Uugeroii  todo  el  fruto  que  se  deseaba,  fueron  mni  útiles,  pues  movido 
por  ellos  «1  senado,  mandó  que  se  rompiesen  las  jaulas,  y  que  ae 
pusiesen  en  libertad  los  prisioneros,  y  loe  esclavos  que  se  gnardafano 

*  Tubo  Alnurado  de  Doña  Luisa  do«  hgos,  Don  Pedro  j  Doña  Leonor.  Esta 
se  casó  con  Don  Franciáco  de  la  Cueva,  caballero  del  orden  de  Santia^,  gober- 
nador de  Guatemala,  y  primo  del  duque  de  Alburquerqne.  De  este  i 
nacieron  muchos  hijo*. 


44  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

para  ser  sacrificados  a  sus  dioses  en  las  fiestas  solemnes,  o  en  las 
necesidades  públicas  del  estado. 

Asi  se  establecía  cada  dia  mas,  con  nuevas  demostraciones,  la  alian- 
za de  los  Tlascaleses,  en  despecho  de  las  continuas  sugestiones  que 
los  embajadores  Megicanos  hacian  para  romperla.  Cortés,  aunque 
bien  persuadido  de  la  sinceridad  de  los  Tlascaleses,  habia  dado  orden 
a  sus  tropas  para  que  estubiesen  siempre  armadas,  por  lo  que  pudiera 
sobrevenir.  Ofendióse  de  esto  el  senado,  y  se  quejó  amargamente  de 
la  desconfianza  de  Cortés,  después  de  tantas  y  tan  incontestables  prue- 
bas de  buena  fe  como  los  Tlascaleses  le  habiau  dado  :  pero  Cortés  se 
escusó  protestando  que  aquello  no  se  hacia  por  desconfianza,  sino  por 
ser  costumbre  establecida  entre  los  Españoles.  Con  esta  respuesta 
quedaron  satisfechos,'  y  tanto  les  gustó  aquella  diciplina,  que  Magijcat- 
zin  quiso  introducirla  en  las  tropas  de  la  república. 

Finalmente,  Cortés,  después  de  haber  adquirido  en  el  tiempo  de  su 
mansión  en  Tlascala,  una  noticia  mas  exacta  de  la  situación  de  la  ciu- 
dad de  Megico,  de  las  fuerzas  de  aquel  reino,  y  de  todo  lo  que  podia 
coadyuvar  al  éxito  de  sus  designios,  determinó  continuar  su  viage ;  mas 
antes  de  partir  regaló  a  los  Tlascaleses  un  gran  numero  de  los  trages 
mas  hermosos  que  le  habia  enviado  Moteuczoma.  Estaba  dudoso 
sobre  el  camino  que  debia  tomar  para  dirigirse  a  la  capital  del  imperio. 
Los  embajadores  Megicanos  querían  que  fuese  por  Cholula,  donde  se 
habia  preparado  un  gran  alojamiento  para  toda  su  gente.  Los  Tlas- 
caleses lo  disuadieron  de  aquel  plan,  manifestándole  la  perfidia  de  los 
Choluleses,  y  aconsejándole  que  se  encaminase  por  Hueje>^zinco,  esta- 
do confederado  con  los  Tlascaleses,  y  con  los  Españoles :  mas  Cortés 
se  resolvió  a  ir  por  Cholula,  tanto  por  complacer  a  los  embajadores, 
como  por  acreditar  a  los  Tlascaleses  el  poco  caso  que  hacia  de  los  es- 
fuerzos de  sus  enemigos. 

Los  Choluleses  hablan  sido  aliados  de  Tlascala :  pero  a  la  llegada 
de  los  Españoles  se  hablan  confederado  con  los  Megicanos,  y  eran  ene- 
migos jurados  de  la  república.  La  causa  de  esta  gran  enemistad  habia 
sido  la  perfidia  de  los  mismos  Choluleses.  Estos  en  una  batalla  que, 
como  aliados  de  Tlascala,  hablan  dado  a  las  tropas  de  Megico,  estando 
en  la  vanguardia  del  egercito,  se  pusieron,  por  una  repentina  evolu- 
ción, a  retaguardia,  y  atacando  a  los  Tlascaleses  por  la  espalda,  mien- 
tras los  Megicanos  peleaban  de  frente,  hicieron  en  ellos  grandes  estra- 
gos. El  odio  que  encendió  en  los  Tlascaleses  esta  detestable  traición, 
solo  buscaba  ocasiones  de  venganza,  y  ninguna  les  pareció  mas  opor- 
tuna que  la  de  aquella  alianza  con  los  Españoles.     Para  inspirar  el 


L08    KSI'Afit)I.K8    KN    TI.ASCAI.A.  45 

mismo  odio  a  Cortés,  y  moverlo  a  declarar  la  guerra  a  Cholula,  le  hi- 
cieron ver  qae  la  conducta  de  aqaellot  pueblos  para  con  él  era  mai  sos- 
pechosa, pues  no  le  hnbian  envindo  mcnsagerot  para  cumplimentarlo, 
romo  lo  hicieron  los  Huojotzinqups,  no  obstante  la  distancia  a  que  •• 
hallaban.  Referíanle  ademas  el  mensage  que  dccian  haber  recibido 
de  ellos,  reconviniéndolos  por  su  alianza  con  los  Rspafíolcs,  llamando- 
los  cobardes,  y  viles,  y  omenazandolos  que  morírian  todos  anegados, 
en  el  punto  y  hora  en  que  emprendiesen  algún  ataque  contra  aquella 
santa  ciudad,  pues,  entre  otros  errores  de  su  creencia,  se  figuraban 
que  siempre  que  quisieran,  podian,  solo  con  echar  abajo  los  muros  del 
templo  de  Quetzalcoatl,  hacer  brotar  ríos  caudalosos,  que  en  un  mo- 
mento inundarían  la  ciudad ;  y  aunque  los  Tlascaleses  no  dejaban  de 
temer  aquel  infortunio,  el  deseo  de  la  venganza  era  mas  poderoso  que 
el  miedo  en  sus  corazones. 

Convencido  Cortés  por  aquellas  sugestiones,  enviA  cuatro  nobles 
Tlascaleses  a  Cholula,  para  saber  de  los  señores  de  aquella  ciudad  el 
motivo  de  no  haber  tenido  con  él  la  consideración  de  que  habian  usado 
los  Huejotzinques.  Los  Choluleses  se  escusaron  con  la  enemistad  de 
los  Tlascaleses,  de  lo%  cuales  no  podian  fiarse  *.  Esta  respuesta  fue 
enviada  por  cuatro  plebeyos,  lo  que  era  una  manifiesta  demostración 
de  desprecio.  Aconsejado  Cortés  por  los  Tlascaleses,  mandó  a  decir 
aquellos  señores,  por  medio  de  cuatro  Cempoaleses,  que  la  embajada 
de  un  monarca  tan  grande  como  el  rei  de  España,  no  debia  confiarse 
a  tan  viles  mensageros,  cuando  ni  aun  ellos  mismos  eran  dignos  de  re- 
cibirla ;  que  supiesen  que  el  rei  Católico  era  el  verdadero  dueño  de 
aquellos  pai^ll^  y  que  él  venia  en  su  nombre  a  exigir  homenage  de  sus 
pueblos ;  que  los  que  se  sometiesen  serían  honrados,  y  los  rebeldes 
castigados  como  merecían ;  que  por  tanto  compareciesen  en  el  termino 
de  tres  dias  a  tríbutar  obediencia  a  su  verdadero  soberano,  y  que  si 
asi  no  lo  hacian,  serían  tnitados  como  enemigos.  Los  Choluleses, 
aunque  se  burlaron  interíormente,  como  es  probable,  de  tan  arrogante 

*  Torquemada  añade  que  lo«  Choluleses  r^tubieron  al  principal  de  los  mensage- 
ros Tlascaleses,  llamado  PatiaktiatMim,  f  que  con  inandita  cmeldad  le  desollaron  d 
m«tro,  y  los  bnutos,  y  le.  cortaron  la  narís  :  mas  esto  es  falso,  por  que  aquella 
rrueldad  no  podia  ser  ignorada  por  los  Españoles,  y  ni  Bemal  Días,  ni  Cortés,  ai 
ninj(uno  de  los  historiadores  antiguos  hace  mención  de  ella.  Corfés  no  la  hobis* 
ra  oiuHido  en  su  cmrU  a  Carlos  V,  en  justificación  del  castigo  que  impuso  a  los 
Choluleses,  ni  es  verosímil  qae  después  de  tamaño  atentado  cometido  cootrs  lUM 
de  sus  mensageros,  hubiese  aguardado  otros  indicios  de  la  mala  fe  de  aquena 
gente. 


46  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

embajada,  para  disimular  su  maligno  intento,  se  presentaron  al  sigui- 
ente dia  a  Cortés,  rogándole  que  escusase  su  falta,  ocasionada  por  la 
enemistad  de  los  Tlascaleses,  y  reconociéndose  no  solo  amigos  de  los 
Españoles,  sino  vasallos  de  su  rei. 

Entrada  de  los  Españoles  en  Cholula. 

Resuelto  pues  el  viage  por  Cholula,  salió  Cortés  de  Tlascala  con 
toda  su  gente,  y  con  un  gran  numero  de  tropas  de  aquella  república* 
que  muí  en  breve  licenció,  conservando  solo  seis  mil  hombres.  Poco 
antes  de  llegar  a  Cholula,  salieron  a  su  encuentro  los  principales  seño- 
res, y  sacerdotes,  con  incensarios  en  las  manos,  y  después  de  las 
acostumbradas  ceremonias  de  respeto,  digeron  al  general  que  entrase 
con  todos  sus  Españoles,  y  con  los  Totonaques,  pero  que  no  permitiese 
lo  acompañasen  los  Tlascaleses,  a  quienes  miraban  como  enemigos. 
Consintió  en  ello  Cortés  por  complacerlos,  y  los  Tlascaleses  quedaron 
acampados  fuera  de  la  ciudad,  imitando  en  la  disposición  del  campo, 
en  el  orden  de  las  centinelas,  y  en  todo  lo  demás,  la  disciplina  militar 
de  los  Españoles.  A  la  entrada  del  egercito  Español,  hubo  la  misma 
concurrencia,  y  las  mismas  ceremonias,  aclamaciones,  y  obsequios  que 
en 'Tlascala,  mas  no  con  la  misma  sinceridad. 

Era  entonces  Cholula  una  ciudad  populosa,  distante  diez  y  ocho 
millas  de  Tlascala,  y  cerca  de  sesenta  de  Megico,  y  no  menos  célebre 
por  el  comercio  de  sus  habitantes,  que  por  su  religión.  Su  situación, 
como  en  la  actualidad,  era  una  bella  llanura,  a  poca  distancia  de  aquel 
grupo  de  altas  montañas  que  circundan  el  valle  de  Megico,  por  la  parte 
de  Levante.  Su  población  en  aquel  tiempo  según  afip^J^á  Cortés  era 
de  cerca  de  cuarenta  mil  casas,  y  casi  habia  otras  tantas  en  los  lugares 
vecinos  que  le  servian  como  de  arrabales.  Su  comercio  consistia  en 
manufacturas  de  algodón,  joyas,  y  vasigeria  de  barro,  siendo  mui  famo- 
sos sus  joyistas  y  alfahareíos.  Por  lo  que  respeta  a  la  Religión  puede 
decirse  que  Cholula  era  la  Roma  de  Anahuac.  Como  el  célebre 
Quetzalcoatl  ^e  habia  detenido  tanto  tiempo  en  aquella  ciudad,  y  habia 
favorecido  tanto  a  sus  habitantes,  después  de  su  apoteosis  se  Je  consa- 
gró alli  un  culto  especial.  La  estraordinaria  muchedumbre  de  templos 
que  alli  habia,  y  especialmente  el  mayor,  erigido  sobre  un  monte  arti- 
ficial, que  hasta  ahora  subiste,  atraían  a  aquel  pueblo,  que  se  reputaba 

*  Cortés  dice  que  los  Tlascaleses  que  lo  acompañaron  hasta  seis  millas  antes  de 
llegar  a  Cholula,  eran  cien  mil  guerreros  poco  mas  o  menos.  Bernal  Díaz  cuenta 
tan  solo  dos  mil  de  los  diez  mil  que  ofreció  el  senado  j  mas  esta  seguramente  es 
una  distracción  de  aquel  escritor. 


u)ff  khpaRoliíh  kn  cholvla. 

íianto,  un  numero  infinito  de  peregríoot,  no  solo  de  los  ciudades 
sino  tiimbien  de  ios  provincias  mas  remotas. 

Fue  alojado  Cortés  con  todas  sus  tropas  en  aoas  casas  grandes, 
donde  ios  dos  primeros  dias  fueron  abundantemente  provistos  de  vive- 
res  :  pero  mui  en  breve  cmi)ezaron  a  escaseárselos  hasta  que  llegó  el 
caso  de  que  solo  les  suministrasen  agua  y  leña.  Ni  fue  este  el  único 
indicio  que  dieron  de  sus  torcidas  intenciones,  pnes  a  cada  momento  se 
ofrecian  nuevos  anuncios  do  la  traición  que  meditaban.  Los  aliados 
Cempoaleses  babian  observado  que  en  las  callos  de  la  ciudad  s«  ba- 
bbn  construido  uno.s  grandes  agugero.s,  en  que  se  hablan  plantado 
eetacas  agudas,  cubriéndolas  después  con  tierra,  lo  cual  no  podia 
tener  otro  obgeto  que  el  de  inhabilitar  los  caballos.  Ocho  hom- 
bres, venidos  del  campo  Tlascales  le  avisaron  que  babian  visto  salir 
de  la  ciudad  gran  muchedumbre  de  mugeres,  y  niños,  señal  inda- 
dable  en  aquellas  naciones  de  una  guerra  inminente.  Ademas  de  esto  se 
sabia  que  en  algunas  calles  se  formaban  trincheras,  y  que  habla  grandes 
montones  de  guijarros  en  las  azoteas  de  las  casas.  Finalmente  una 
señora  Chololesa,  que  se  habia  prendado  de  la  hermosura,  del  ingenio, 
y  de  la  discreción  de  {)oña  Marina,  la  rogó  que  se  salvase  en  su  casa 
del  peligro  que  amenazaba  a  los  Españoles :  con  lo  que  esta  tubo  oca- 
sión de  informarse  de  toda  la  trama,  y  de  ella  dio  cuenta  inmediata- 
mente a  Cortés.  Este  supo,  de  boca  de  la  misma  señora  Cholulesa, 
qae  sus  compatriotas  hablan  concertado  el  esterminio  de  todos  los  Es- 
pañoles, con  el  ansilio  de  veinte  mil  M egicanos,  acampados  cerca  de  la 
ciudad  •.  No  satisfecho  con  todos  estos  datos  encargó  a  Doña  Mari- 
na qae  emj^ue  todas  sus  artes  en  hacer  venir  a  su  alojamiento 
áo§  taoerdotes,  los  cuales  confirmaron  todo  lo  que  la  señora  habia 
deeeobierto. 

Yiendose  Cortés  en  tan  grave  peligro,  determinó  emplear  todos  los 
medios  oportunos  para  salvarse.  Mandó  llamar  a  su  presencia  a  l« 
personas  de  mas  alto  carácter  de  la  ciudad,  y  les  dijo  que  si  tenias 
alguna  qaeja  contra  los  Españoles,  la  espusiesen  claramente,  como 
convenia  a  hombres  de  honor,  y  se  les  daría  la  competente  satisfacción. 
Elloi  respondieron  que  estaban  satisfechos  de  su  conducta,  y  prontos 
a  servirlo ;  que  cuando  resolviese  marchar,  seña  abundantemente  pro- 
visto de  todo  cuanto  necesitase  para  el  viage,  y  qae  aan  se  le  darían 
fuerzas  pan  ta  segorídad.     Aceptó  Cortés  la  oferta,  y  señaló  el  dk 

*  Benwl  Diu  dice  que  el  egercito  Megicaoo,  según  w  supo,  erm  de  vdnia  mil 
hombres.  Cortés  dke  que  los  mismos  sefiores  de  Cbobda  le  eamítmnm  qa»  ao 
b^aba  de  dncueata  mil. 


48  HISTRIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

siguiente  para  su  marcha.  Los  Choluleses  se  fueron  contentos,  por- 
que les  parecía  que  todo  se  preparaba  felizmente  para  el  éxito  de  sus 
designios,  y  para  asegurarlo  mas,  sacrificaron  a  sus  dioses,  según  dicen, 
diez  niños,  cinco  de  cada  sexo.  Cortés  reunió  a  sus.  capitanes,  les 
descubrió  las  intenciones  malvadas  de  aquellos  hombres,  y  les  mandó 
que  le  digesen  su  dictamen,  sobre  lo  que  debia  hacerse  en  tanto 
aprieto.  Algunos  querian  que  se  evitase  el  peligro,  retirándose  a  la 
ciudad  de  Huejotzinco,  distante  apenas  nueve  millas  de  Cholula,  o 
bien  a  Tlascala :  pero  la  mayor  parte  se  sometieron  a  lo  que  decidiese 
el  general.  Cortés  dio  las  ordenes  que  le  parecieron  mas  conducentes 
a  su  intento,  protestando  que  no  se  creería  seguro  en  Megico,  sino 
dejaba  bien  castigada  aquella  pérfida  ciudad.  Mandó  a  las  tropas 
ausiliares  de  Tlascala  que  al  dia  siguiente,  al  despuntar  el  sol,  cayesen 
de  pronto  sobre  ella,  destruyendo  cuanto  encontrasen,  y  respetando 
tan  solo  las  mugeres,  y  los  niños. 

Catástrofe  de  Cholula. 
Llegó   finalmente   aquel  dia   que  debia  ser  tan  infausto  para  los 
Choluleses.     Aparejaron  los  Españoles  sus  ca^^allos,  apercibieron  la 
artillería,  y  las  armas,  y  se  formaron  en  un  gran  patio  de  su  aloja- 
miento, que  debia  ser  el  teatro  príncipal  de  aquella  tragedia.     Llega- 
ron los  Choluleses  al  rayar  el  dia.     Los  señores^  con  unos  cuarenta 
nobles,  y  los  hombres  de  carga,  entraron  en  las  salas,  y  en  las  cama- 
ras,  para  tomar  el  equipage,  mas  en  breve  se  les  pusieron  guardias  para 
que  no  pudieran  salir.     Las  tropas  Cholulesas,  a  lo  menos  una  gran 
parte  de  ellas,  entraron  en  el  patio,  con  otros  nobles,  «í^peticion,  sin 
duda  del  mismo  Cortés,  el  cual,  montando  a  caballo,  les  habló  en  estos 
términos :    *'  Yo,  señores,  me  he  esmerado  en  grangearme  vuestra 
amistad  ;  entré  pacificamente  en  esta  ciudad,  y  ni  yo,  ni  ninguno  de 
los  mios  os  hemos  hecho  el  menor  perjuicio  :  antes  bien,  para  que  no 
tubierais  queja,  no  quise  permitir  que  entrasen  conmigo  las  tropas 
Tlascalesas.     Ademas,  os  he  rogado  que  me  digáis  claramente  si  ha- 
béis recibido  de  nosotros  algún  agravio,  para  daros  la  debida  satisfac- 
ción :  pero  vosotros,  con  detestable  perfidia,  habéis  urdido,  bajo  sem- 
blante de  amistad,  la  mas  cruel  traición,  para  que  yo  peresca  con  toda 
mi  gente.    Nada  ignoro  de  vuestros  malignos  proyectos."   Y  llamando 
aparte  a  cuatro  o  cinco  Choluleses,  les  preguntó  qué  razón  hablan  te- 
nido para  maquinar  tan  execrable  atentado.     Ellos  respondieron  que 
los  embajadores  Megicanos,  para  complacer  a  su  soberano,  los  habían 
inducido  a  estermínar  a  los  Españoles.    Cortés  entonces,  con  el  rostro 


DB8TRU0C1ON    DB    LOS   OHOLULBSBS.  40 

fmcendido  en  colera,  hah16  iisi  n  los  emhajadnrcR  (|uc  mi  hnliuhan  pre- 
sentes :  "  Estos  malvados,  para  oscusar  su  delito,  acusan  de  traición  a 
vosotros,  y  a  vuestro  reí :  pero  ni  yo  os  creo  capaces  de  tanta  maldad, 
ni  puedo  ))er8uadirme  que  el  ^p^n  monarca  Motenczoma  quiera  ser 
tan  cniel  enemigo  mió,  al  mismo  tiempo  que  me  concede  las  pruebas 
mas  relevantes  de  amistad,  ni  que  ptidiendo  abiertamente  oponerse  a 
mis  pretensiones,  se  valga  de  la  traición  para  frustrarlas.  Yo  haré 
respetar  vuestras  personas  en  el  escarmiento  que  voi  a  dar  a  estos 
perversos.  Hoi  perecerán,  y  su  ciudad  sera  destruida.  IJamo  al 
cielo,  y  a  la  tierra  por  testigos,  que  su  perfidia  es  la  que  arma  nuestros 
brazos,  para  una  venganza  tan  opuesta  a  nuestra  índole." 

I>icho  esto,  y  dada  la  señal  del  ataque,  que  era  un  tiro  de  mosquete, 
partieron  tan  furiosamente  los  Españoles  contra  aquellas  miserables 
victimas,  que  de  todos  los  que  se  hallaban  en  el  patio,  que  eran  mu- 
chos, no  quedó  uno  solo  con  vida.  Los  arroyos  de  sangre  que  corrían 
por  el  patio,  y  los  tristes  lamentos  de  los  moribundos,  hubieran  bastado 
a  mover  a  piedad  todo  corazón  que  no  estubiese  animado  por  el  furor 
de  la  venganza.  No  quedando  ya  nada  que  hacer  en  aquel  recinto, 
salieron  por  las  calle!,  ensangrentando  con  el  mismo  furor  las  espadas 
en  cuantos  Cboluleses  se  les  presentaban.  Los  Tlascaicses  entre  tanto 
vinieron  a  la  ciudad  como  leones  sangrientos,  aguijoneada  su  fero- 
ddad  por  el  odio  a  sus  enemigos,  y  por  el  deseo  de  complacer  a  sus 
nuevos  aliados.  Tan  horrendo  e  inesperado  golpe  puso  en  el  mayor 
desorden  a  los  habitantes :  pero  habiéndose  reunido  en  muchas  hues- 
tes, hicieronpor  algún  tiempo  una  vigorosa  resistencia,  hasta  que  no- 
tando los  esmigos  que  en  ellos  hacia  la  artillería,  y  reconociendo  la 
supcríorídad  de  las  armas  Europeas,  de  nuevo  se  desordenaron,  reti- 
rándose confusos,  y  despavoridos.  La  mayor  parte  procuró  salvarse 
con  la  fuga :  otros  recurríeron  a  la  superstición  do  arrasar  los  muros 
del  templo  para  inundar  la  ciudad  ;  pero  viendo  que  aquella  diligencia 
era  inútil,  procurnroinfortifícarse  t^los  templos,  y  en  las  casas.  Nada 
de  esto  les  sirvió,  po|||^e  sus  eneVgos  empezaron  a  pegar  fuego  a 
todos  los  edificios  ea  que  hallaron  alguna  resistencia.  Arden  \m 
«asas,  y  las  torres  de  los  santuaríos ;  por  las  calles  no  se  ve  mas  qae 
cadáveres  ensangrentados,  o  a  medio  devorar  por  las  llamas,  y  solo  te 
oyen  los  clamores  insultantes  y  amenazadores  de  los  confederados,  kw 
débiles  suspiros  de  los  moribundos,  las  imprecaciones  de  tos  veneidoa 
contra  los  vencedores,  y  los  lamentos  que  dirigen  a  sus  dioses,  por 
haberíos  abandonado  en  tan  gran  calamidad.  De  los  muchos  que  se 
refugiaron  a  las  torres  de  los  templos,  no  hubo  mas  que  uno  solo  que 

TOMO  II.  B 


50  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEtílCO. 

se  rindiese  a  sus  verdugos:  todos  los  otros  perecieron  en  las  llamas, 
o  buscaron  una  muerte  menos  dolorosa,  arrojándose  desde  aquella 
altura. 

Con  este  horrible  estrago*  en  que  perecieron  mas  de  seis  mil  Cho- 
luleses,  quedó  por  entonces  despoblada  la  ciudad.  Los  templos,  y  las 
casas  fueron  saqueadas,  apoderándose  los  Españoles  de  las  joyas,  del 
oro,  y  de  la  plata,  y  los  Tlascaleses  de  las  ropas,  de  las  plumas,  y  de 
la  provisión  (Je  sal.  Terminada  apenas  la  catástrofe,  se  presentó  un 
egercito  de  veinte  mil  hombres,  enviados  por  la  república  de  Tlascala, 
bajo  el  mando  del  general  Gicotencatl.  Probablemente  sería  efecto 
de  algún  aviso  despachado  la  noche  antes  al  senado,  por  los  gefes  de 
las  tropas  Tlascalesas,  que  acamparon  fuera  de  la  ciudad.  Cortés 
agradeció  el  socorro,  regaló  a  Gicotencatl,  y  a  sus  capitanes  una  parte 
del  botin,  y  le  rogó  que  se  volviese  con  su  egercito  a  Tlascala,  puesto 
que  no  lo  necesitaba :  sin  embargo,  conservó  consigo  los  seis  mil  hom- 
bres que  lo  hablan  ayudado  en  el  castigo  de  Cholula,  a  fin  de  que  lo 
acompañasen  en  su  viage  a  Megico.  De  este  modo  quedó  mas  con- 
solidada la  alianza  de  Españoles,  y  Tlascaleses. 

Sumisión  de  los  Choluleses,  y  de  los  Tepeyaqueses  a  la  corona  de 

España. 
Vuelto  Cortés  a  su  alojamiento,  en  que  hablan  quedado  como  pri- 
sioneros cuarenta  Choluses  de  la  primera  nobleza,   estos  le  rogaron 

*  En  los  escritos  de  Las  Casas  se  lee  mui  desfigurado  este  suceso  de  Cholula. 
Es  cierto  que  fue  demasiado  rigorosa  la  venganza,  y  horrible  el  ^gfCi  ozo ;  mas  no 
carecieron  los  Españoles,  para  castigar  a  los  Choluleses,  de  las  razones  que  he 
indicado  en  el  testo,  y  sin  embargo  ninguna  mención  hace  de  ellas  aquel  prelado. 
Tampoco  es  cierto  que  interviniesen  aquellas  odiosas  circunstancias  que  él  cita,  y 
que  no  se  hallan  en  ningún  historiador  antiguo.  Para  hacernos  creer  que  los 
Españoles  hicieron  aquel  escarmiento  por  mero  capricho,  y  que  mientras  los  sol- 
dados derramaban  torrentes  de  sangre,  el  general  cantaba  alegremente  unas 
coplas,  seria  necesario  a  lo  menos  que  el  mismo  prelado  lo  refiriese  como  testigo 
ocular,  o  que  alegase  algunos  documentos  que  bastasen  a  borrar  la  idea  que  nos 
dan  de  Cortés  los  que  lo  conocieron.  De  este  modo  seria  algún  tanto  verosimil, 
lo  que  06  enteramente  increíble.  Pero  ni  Las  Casas  se  halló  presente,  ni  cita 
prueba  alguna  digna  de  nuestra  fé.  Sin  duda  se  valió  ligeramente  de  alguna 
noticia  dada  por  uno  de  los  muchos  enemigoa  del  Conquistador.  Yo  no  soi  su 
panegirista,  ni  escuso  sus  yerros :  pero  soi  historiador,  hombre,  y  Cristiano,  y 
bajo  ninguno  de  estos  aspectos  puedo  afirmar  lo  que  no  creo,  ni  creer  de  un  indi- 
viduo de  mi  especie  tanta  maldad,  sin  graves  fundamentos.  Describo  el  hecho  de 
Cholula  como  lo  hallo  en  los  historiadores  sinceros  que  se  hallaron  presentes,  o, 
que  se  informaron  tanto  de  los  antiguos  Españoles  como  de  los  Indios. 


OTRA    BMBA4ADA    DR    MOTBUCZOMA.  61 

quo  dicoe  lugar  entre  Unto  rigor  a  la  clemencia,  y  qae  permitiese  • 
uno  o  dos  do  ellos,  ir  a  llamar  a  la«  mageres,  niños,  y  otros  fugitivos, 
que  andaban  aterrados,  y  llenos  de  espanto  por  los  montes.  Movido 
Cortés  a  compasión,  mandó  cesar  el  furor  de  las  armas,  y  publicó  nn 
indulto  general.  Promulgado  este  bando,  se  vieron  de  repente  alzarse 
de  entre  los  muertos,  algunos  que  habian  fingido  estarlo,  para  pre- 
servar la  vida,  y  acudir  a  la  ciudad  bandadas  de  fugitivos,  deplorando 
quien  la  muerte  del  esposo,  quien  la  del  hijo,  quien  la  del  hermano. 
Mandó  Cortes  quitar  de  los  templos,  y  de  las  calles  los  cadáveres  que 
empezaban  a  corromperse,  y  poner  en  libertad  a  los  nobles  prisioneros, 
y  dentro  de  pocos  dias  quedó  aquella  ciudad  tan  bien  poblada,  que  no 
parecia  faltar  ninguno  de  sus  habitantes.  £n  seguida  recibió  las  en- 
horabuenas de  los  Huejotzinques,  y  de  los  Tlascaicses,  y  el  juramento 
de  fidelidad  a  la  corona  de  Elspaña,  de  los  mismos  Choiuleses,  y  de  \o» 
Tepeyaqueses ;  ajustó  los  disturbios  que  reinaban  entre  las  dos  repnbli- 
cas  de  Tlascala,  y  Cholula,  y  restableció  su  antigua  amistad,  y  alianza, 
que  se  mantubo  firme  desde  entonces  en  adelante.  Finalmente  para 
cumplir  con  las  obli^ciones  de  la  religión,  y  de  la  caridad,  mandó  rom- 
per las  jaulas,  y  poner  en  libertad  a  todos  los  prisioneros,  y  esclavos 
destinados  a  los  sacrificios.  Hizo  ademas  limpiar  el  templo  mayor,  y 
enarboló  en  él  el  estandarte  de  la  cruz,  después  de  haber  dado  a  los 
Choiuleses,  como  a  todos  los  otros  pueblos  entre  los  cuales  se  detenia, 
algunas  ideas  de  la  Religión  Cristiana. 

^^)tra  ewtbqjada,  y  regalo*  de  Moteuczoma, 
Orgulloso  el  gieneral  Espafiol  por  tan  felices  sucesos,  y  deseoso  de 
amedrentar  a  Moteuczoma,  encargó  a  los  embajadores  Megicanos 
digi'son  a  sn  señor,  que  si  hasta  entonces  se  habia  propuesto  entrar 
pacificamente  en  Megico,  después  de  lo  ocurrido  en  Cholula,  se  habia 
determinado  a  entrar  como  enemigo,  y  haciéndole  cuanto  daño  pudiese. 
Los  embajadores  respondieron  que  antes  de  tomar  aquella  resolución, 
hiciese  mas  diligentes  investigaciones  sobre  los  sucesos  últimamente 
ocurridos,  para  asegurarse  de  las  buenas  intenciones  de  su  soberano, 
y  que  si  le  parecia  bien,  ugo  de  ellos  pasaría  a  la  corte  a  representar 
al  rei  las  quejas  que  de  él  tenia  Cortés.  Consintió  este  en  aqaeOa 
medida,  y  al  cabo  de  seis  dias  volvió  el  embajador,  trayendo  un  gran 
regalo,  que  consistía  en  diez  platos  de  oro,  de  valor  de  muchos  nüescle 
pesos,  mil  y  quinientos  vestidos,  y  una  gran  provisión  de  conattibles, 
dando  gracias  al  general  Español,  en  nombre  del  monarea,  por  cl 
castigo  que  habia  dado  a  los  CholnlesM,  y  asegurando  que  el  egercito 

b2 


52  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

que  se  había  alistado,  para  sorprender  a  los  Españoles  en  el  camino',^ 
era  de  Acatzinqueses,  y  de  Itzocaneses,  aliados  de  Cholula,  los; 
cuales,  aunque  subditos  de  la  corona,  habían  tomado  las  armas  sin 
orden  de  su  soberano.  Los  embajadores  aseguraron  esto  mismo  con 
su  juramento,  y  Cortés  fingió  darles  crédito. 

No  es  fácil  descubrir  la  verdad  en  este  negocio,  ni  puedo  menos 
de  censurar  la  ligereza  con  que  los  autores  aseguran  tan  francamente 
lo  que  de  un  todo  ignoraban.  ¿  Por  qué  se  ha  de  dar  asenso  a  los 
Choluleses,  hombres  dobles,  y  falsos,  como  todos  confiesan,  y  no  a  los 
Megicanos,  y  al  mismo  Moteuczoma,  que  por  la  eminencia  de  su 
carácter  es  mas  digno  de  confianza  ?  La  conducta  constantemente 
pacifica  de  aquel  monarca  para  con  los  Españoles,  a  quienes  no  hizo 
el  menor  daño,  en  tantos  y  tan  oportunas  ocasiones  como  tubo  de  es- 
terminarlos, y  la  moderación  con  que  siempre  habló  de  ellos,  como 
confiesan  los  mismos  historiadores,  hacen  increíble  la  escusa  de  los 
Choluleses :  por  otro  lado,  le  dan  alguna  apariencia  de  verdad,  ciertos 
indicios,  aunque  oscuros  de  la  indignación  de  Moteuczoma,  y  sobre 
todo  las  hostilidades  cometidas  en  aquella  misma  f  poca  contra  la  guar- 
nición de  Vera  Cruz  por  un  poderoso  feudatario  de  la  corona  de 
Megico. 

Revolución  de  Totonacapan, 
Quauhpopoca*  señor  de  Nauhtian,  ciudad  llamada  por  los  Espa- 
ñoles Almena,  situada  en  la  costa  del  seno  Megicano,  a  treinta  y  seis 
millas  al  Norte  de  Vera  Cruz,  y  cerca  de  los  confinei^'el  imperio, 
tubo  orden  de  Moteuczoma  de  reducir  a  los  Totonaques  a  la  debida 
obediencia,  inmediatamente  después  que  Cortés  se  retirase  de 
aquellas  costas.  Para  cumplir  este  mandato  aquel  caudillo,  requirió 
con  amenazas  de  los  pueblos  desobedientes  el  tributo  que  debian  pagar 
a  su  soberano.  Los  Totonaques,  insolentados  con  el  favor  de  sus 
nuevos  amigos,  respondieron  con  arrogancia  que  no  debian  homenage 
alguno  a  quien  ya  no  era  su  rei.  Viendo  entonces  Quauhpopoca  que 
de  nada  servian  sus  amonestaciones,  y  que  no  conseguía  reducir 
aquellos  hombres,  demasiado  fiados  en  la  protección  de  los  Españoles, 
y  ya  resueltos  a  no  respetar  a  su  monarca,  poniéndose  a  la  cabeza  de 
las  tropas  Megicanas  de  la  frontera,  empezó  a  hacer  correrías  en  los 
pueblos  de  Totonacapan,  castigando  con  las  armas  su  rebelión.  Los 
Totonaques  se  quejaron  a  Juan  de  Escalante,  gobernador  de  la  Vera 

*  Bernal  Díaz  lo  llama  Quetzalpopoca,  que  también  es  nombre  Megicano. 


RKVOLUÜION  Ütí.   TOTONACAPAN.  60 

Crux,  y  le  rogaron  que  so  opuiieso  a  la  crueldad  do  los  Megicaoos, 
ofreciéndose  a  poner  a  sus  ordenes  un  buen  numero  de  tropiís.  Esca- 
lante env¡6  ni  gefe  de  los  Mogicanos  una  cortés  embajada  |>ara  disua- 
dirlo do  aquella  empresa,  que,  según  creía,  no  podia  ser  agradable  al 
rei  de  Megico,  a  quien  tantas  pruebas  de  favor  debían  los  Españoles, 
amigos  de  los  Totonaques.  Quaubpopooa  respondió  quo  él  sabía 
mejor  que  los  Españoles  si  era  o  no  grato  a  su  rei  el  castigo  do  los 
reincides ;  que  si  los  Españoles  querían  favorecerlos,  él  con  sus  tropas 
los  aguardaría  en  las  llanuras  de  Nauhtian,  afín  de  que  las  armas  deci- 
diesen de  su  suerte.  No  pudo  sufrír  esta  respuesta  el  gobernador,  y 
sin  penlida  de  tiempo  marchó  al  punto  señalado  con  dos  caballos,  dos 
pequeños  cañones,  cincuenta  peones  Españolesi  y  cerca  de  diez  mil 
Totonaques.  Estos  se  desbarataron  al  prímer  ataque  de  los  Megi- 
canos,  y  la  mayor  parte  do  ellos  so  pusieron  en  fuga ;  pero,  con  verr 
güenza  suya,  los  Españoles  continuaron  valientemente  el  empeño,  ha- 
ciendo no  poco  daño  a  los  Megicanos,  los  cuales,  no  habiendo  esperí- 
mentado  la  violencia  de  la  artillería,  ni  el  modo  de  combatir  de  los 
Españoles,  se  retiraron  despavoridos  a  la  próxima  ciudad  de  Nauhtian. 
Los  Españoles  los  (^rsiguieron  furiosamente,  y  pegaron  fuego  a  algu>- 
nos  edificios :  mas  esta  victoria  costó  la  vida  al  gobernador,  el  cual 
murío  al  cabo  de  tres  días  de  sus  herídas,  a  seis  o  siete  soldados,  y  a 
muchos  Totonaques.  Uno  de  aquellos  soldados,  que  tenia  la  cabeza 
gruesa,  y  el  aspecto  feroz,  fue  hecho  prísionero,  y  enviado  a  Me- 
gico :  pero  habiendo  muerto  en  el  camino,  *de  sus  herídas,  solo  lleva- 
ron a  Moteuczoma  la  cabeza,  cuya  vista  lo  horrorízó  en  tales  tér- 
minos, que  no  permitió  que  se  ofreciese  a  sus  dioses  en  ningún 
templo  de  la  capital. 

Tubo  Cortés  noticia  de  estas  revoluciones  antes  de  salir  de  Cho- 
lula*,  pero  no  quiso  decir  nada,  ni  descubrír  sus  inquietudes,  por  oo 
desanimar  a  sus  soldados. 

Viage  de  los  Españoles  a  Tlalmanalco. 
No  teniendo  ya  nada  quo  hacer  en  Cholula,  continuó  Cortés  su 
viage  acia  Megico,  con  sus  Españoles,  con  seis  mil  Tlascalesesi,  y  coo 
algunas  tropas  Huejotzinques,  y  Choluleses.  En  Izcalpan,  pueblo  de 
Huejotzinco,  a  quince  millas  de  Cholula,  salieron  de  nui>vo  a  cumpli- 
mentarlo los  señores  de  aquel  estado,  y  a  prevenirle  que  dexde  aquel 
punto  habia  dos  caminos  para  Megico ;  uno  abierto,  y  cómodo,  que 
pasaba  por  unos  barrancos,  donde  podia  temerse  alguna  emboscada 

*  Todos  o  cmí  todos  los  historíadom  dicen  qae  Gortrs  redbio  esta  noticia 
hallandcfle  en  Megico :  pero  el  mismo  Cort^  M^íura  que  k  tobo  en  Cholula. 


54  HISTORIA    ANTIGUA    Dtí    MEGICO. 

de  los  enemigos ;  otro  embarazado  con  arboles  cortados  a  proposito,  y 
que  sin  embargo  era  el  mas  corto  y  seguro.  Cortés  se  aprovechó  del 
aviso,  y  en  despecho  de  los  Megicanos,  hizo  desembarazar  el  camino 
de  los  ostaculos  que  lo  ostruian,  alegando  que  la  dificultad  era  mayor 
aliciente  para  el  valor  de  los  Españoles.  Siguió  caminando  por 
aquellos  grandes  pinares  y  encinales,  hasta  llegar  hasta  la  cima  de  un 
alto  monte  llamado  Ithualco,  entre  los  dos  volcanes  Popocatepec,  y 
Iztaccihuatl,  donde  encontraron  unas  casas  grandes,  destinadas  al 
alojamiento  de  los  mercaderes  Megicanos.  Alli  tubieron  noticia  de 
la  atrevida  empresa  del  capitán  Diego  de  Ordaz,  el  cual  pocos  dias 
antes,  para  dar  a  conocer  a  aquellos  pueblos  el  valor  de  su  nación, 
subió,  con  otros  nueve  soldados,  a  la  altísima  cumbre  del  Popocatepec, 
aunque  no  pudo  observar  la  boca  o  cráter  de  aquel  gran  volcan,  por 
causa  de  la  alta  nieve  que  en  él  habia,  y  de  las  nubes  de  humo,  y 
ceniza  que  lanzaba  de  sus  entrañas*. 

De  la  cima  de  Ithualco  observaron  los  Españoles  el  bellisimo  valle 
de  Megico,  pero  con  bien  diversos  sentiraientos,  pues  unos  se  delei- 
taron con  la  perspectiva  que  ofrecían  sus  lagos,  sus  amenas  llanuras, 
sus  verdes  montañas,  y  las  muchas  y  hermosas  ciudades  que  lo  cu- 
brían ;  en  otros  se  reanimó  la  esperanza  de  enriquecerse  con  la  presa 
de  tan  prósperos  paises ;  pero  algunos,  mas  prudentes  y  cautos,  se 
estremecieron  al  contemplar  la  temeridad  de  arrostrar  tan  graves 
peligros,  y  de  tal  modo  se  amedrentaron,  que  hubieran  regresada 
desde  alli  a  la  Vera  Cruz,  a  no  haberlos  estimulado  Cortés  a  seguir 
en  la  empresa  comenzada,  valiéndose  de  su  autoridad,  y  dg,  las  razones 
que  le  sugirió  su  buen  ingenio. 

Entretanto  Moteuczoma,  consternado  por  el  suceso  de  Cholula,  se 
retiró  al  palacio  tlitlancalmecatl,  destinado  para  tiempos  de  duelo,  y 
alli  estubo  ocho  dias  ayunando,  y  egercitandose  en  las  acostumbradas 
austeridades,  para  grangearse  la  protección  de'  los  dioses.  Desde 
aquel  mismo  retiro  envió  a  Cortés  cuatro  personages  de  su  corte,  con 
un  regalo,  y  nuevos  ruegos,  y  pretestos  para  disuadirlo  de  su  viage, 
ofreciéndose  a  pagar  anualmente  un  tributo  al  rei  de  España,  y  a  dar 

*  Bernal  Diaz,  y  casi  todos  los  historiadores,  dicen,  que  Ordaz  subió  a  la  cima 
del  Popocatepec,  y  observó  la  boca  de  aquel  famoso  monte  :  pero  Cortés,  que  lo 
sabia  mejor,  dice  lo  contrario.  Sin  embargo,  Ordaz  obtubo  del  rei  Católico,  el 
permiso  de  poner  un  volcan  en  su  escudo  de  armas.  Esta  gran  empresa  estaba 
reservada  para  Montano,  y  otros  Españoles,  que  después  de  la  conquista  de  Me- 
gico, no  solo  observai'on  el  espantoso  cráter,  sino  que  entraron  en  él,  con  ey- 
dente  peligro  de  la  vida,  y  de  alli  sacaron  una  gran  cantidad  de  azufre  para  hacer 
la  pólvora  de  que  necesitaban. 


RRCRI.08    l)U    MOTKUf'ZOMA.  5ft> 

al  genonü  oaatro  cargas  de  oro,  y  una  a  cada  uoo  de  ra»  oActaloc,  y 
soldados*,  si  volvian  atrás  desde  aquel  ponto  eo  que  se  hallaban. 
¡  Tan  grande  era  el  recelo  que  inspiraban  los  Españolea  a  aquel  snpers- 
ticioso  principo  !  No  hubiera  hecho  mas  urgentes  diligeiicias  para 
evitar  su  presencia,  aun  habiendo  previsto  los  males  que  debiao 
hacerle.  Los  embajadores  alcanzaron  a  Cortés  en  Iiithualco :  el 
regalo  que  traían  era  de  muchas  alajas  de  oro,  que  im|iortaban  una 
crecida  suma.  Cortés  les  hizo  ios  mayores  obsequios,  y  respoo» 
dio  dundo  gracias  al  rei  por  su  generosidad,  y  por  sus  magnificas 
promesas,  a  las  cuales  esperaba  corresponder  con  buenos  servicios: 
mas  protestando  al  mismo  tiempo  que  no  podia  volver  atrás  sin  ser 
culpable  de  desobediencia  para  con  su  soberano,  y  que  procuraría  no 
hacer  el  menor  peijuicio  con  su  venida  al  estado ;  que  si  después  de 
haber  manifestado  verbalmente  a  Su  Magestad  la  embajada  que  traía, 
y  que  no  podia  confiar  a  otru  persona,  juzgaba  aquel  monarca  no 
convenir  al  bien  de  su  reino  la  permanencia  de  los  Españoles  en  la 
corte,  sin  tardanza  volvería  a  ponerse  en  camino  para  restituirse  a  su 
patría. 

Aumentaban  la  inquietud  de  Moteuczoma  las  sugestiones  de  los 
sacerdotes,  y  especialmente  lo  que  le  digeron  de  ciertos  oráculos  de 
sus  falsos  númenes,  y  de  unas  visiones  que  referían  habérsele  apare- 
cido aquellos  ultimes  días.  Estos  artificios  lo  consternaron  en  tales 
términos,  que  sin  esperar  el  exiio  de  la  ultima  embajada,  celebró  otro 
consejo  con  el  rei  de  Tezcuco,  con  su  hermano  Cuitlahuatzin,  y  con 
los  otros  poj^nages  que  solia  consultar,  los  cuales  se  mantubieron  eo 
sos  primeras  opiniones :  Cuitlahuatzin  en  la  de  no  permitir  a  los  Es- 
pañoles la  entrada  en  la  corte,  y  de  hacerlos  salir  del  reino  por  fuerza 
si  era  necesario,  y  Cacamatzin  en  la  de  recibirlos  como  embajadores, 
puesto  que  no  faltaban  recursos  al  rei  de  Megico  para  reprimirins,  en 
caso  de  que  maquinasen  algo  contra  su  real  persona,  o  contra  el 
estado.  Moteuczoma,  que  siempre  había  seguido  el  parecer  do  su 
hermano,  abrazó  en  aquella  ocasión  el  del  rei  de  Tezcuco,  pero  en- 
cargó a  este  que  fuese  al  encuentro  de  los  estrangeros,  y  procurase 
dbuadir  al  general  de  su  viage.  Entonces  Cuitlahuatzin,  vuelto  al 
rei  su  hermano  le  dijo :  "  los  dioses  quieran,  Señor,  que  no  admitáis 
en  vuestra  casa  al  que  de  ella  os  arroge,  y  que  cuando  qucrraís  poner 
remedio  al  daño,  tengáis  medios,  y  ocasión  de  hacerio."     "  ¿  Qué 

*  Siendo  la  carga  urdinaría  de  un  Megicano  de  cincuenU  libras  Españolas  o 
ochocientas  onxas,  podcuio«  congeturar,  en  tísU  del  numero  de  EspaóoUrs»  q[U* 
la  coQtríbucioQ  que  ofrecía  Motcucsoma  valía  mas  de  seis  millooc*  de  pesos. 


¿6  HISTORIA    ANTIGUA    UK    MEGICO. 

bemos  de  hacer  í  respondió  el  monarca.  Nuestros  amigos,  y,  lo  que 
es  mas,  nuestros  dioses  mismos,  en  vez  de  favorecernos,  amparan  a 
nuestros  contrarios.  Estoi  resuelto,  y  quisiera  que  todos  se  resol- 
viesen a  no  huir,  ni  mostrar  la  menor  cobardia,  suceda  lo  que  suce- 
diere :  pero  me  compadece  la  suerte  de  los  viejos,  y  de  los  niños,,  que 
no  pueden  oponerse  a  la  violencia  que  nos  amenaza." 

Cortés,  despedidos  los  embajadores,  se  dirigió  con  sus  tropas  a 
Ithualco,  encaminándose  por  Amaquemecan,  y  Tlalmanalco,  ciudades 
que  distaban  entre  si  cerca  de  nueve  millas,  y  que  estaban  situadas 
en  la  pendiente  de  aquellas  grandes  montañas.  Amaquemecan,  con 
los  caseríos  inmediatos,  contenia  una  población  de  veinte  mil  habi- 
tantes*. En  estos  pueblos  faeron  bien  recibidos  los  Españoles,  y 
muchos  señores  de  aquella  provincia  visitaron  a  Cortés,  y  le  presen- 
taron cierta  cantidad  de  oro,  y  algunas  esclavas.  Estos  personages 
se  quejaron  amargamente  de  las  vejaciones  que  sufrían  del  rei  de 
Megico,  y  de  sus  ministros,  en  los  mismos  términos  que  lo  habian 
hecho  los  de  Cempoala,  y  de  Quiauitztla,  y  por  sugestión  de  los 
Cempoaleses,  y  de  los  Tlascaleses,  que  acompañaban  a  Cortés,  so 
confederaron  con  los  Españoles,  para  mantener  su  independencia. 
Asi  que  mientras  mas  se  internaban  aquellos  estrangeros  en  aquel 
pais,  mas  aumentaban  sus  fuerzas,  a  guisa  de  un  arroyo,  que  con  las 
aguas  que  recibe  en  su  curso,  crece  hasta  llegar  a  ser  un  gran  rio. 

De  Tlamanalco  marchó  el  egercito  acia  Ajotzinco,  pueblo  situado 
a  la  orilla  meridional  del  lago  de  Chalcoi-,  donde  estaba  el  puerto, 
para  los  barcos  que  hacen  el  comercio  con  los  paises  situa^«s  a  Medio- 
dia  de  Megico.  La  curiosidad  de  observar  el  campo  de  los  Espa- 
ñoles costó  cara  a  muchos  Megicanos,  pues  las  centinelas,  creyén- 
dolos espias,  por  el  miedo  que  siempre  tenian  de  alguna  traición, 
mataron  quince  aquella  noche. 

*  Amaquemecan,  que  los  Españoles  llaman  Mecameca,  es  ahora  un  puel)lo, 
conocido  por  haber  nacido  en  él  la  celebre  monja  Inés  de  la  Cruz,  rauger  de 
prodigioso  ingenio,  y  de  no  vulgar  literatura. 

f  Solis  confunde  Amaquemecan  con  Ajot/inco.  Amaquemecan  no  ha  estado 
nunca,  como  él  dice  en  las  orillas  del  lago,  si  no  distante  de  él  mas  de  12  millas, 
a  la  falda  de  un  monte.  La  visita  del  rei  de  Tezcuco  fue  sin  duda  en  Ajotzinco, 
como  afirman  los  historiadores  bien  informados,  y  como  se  infiere  de  la  relación 
de  Cortés.  Bernal  Diaz  dice  que  la  visita  se  verificó  en  Iztapalatenco  :  mas  este 
es  un  error,  hijo  de  poca  memoria. 


VISITA    OBI<    RKI    i)K   TKZCUCO.  07 

Visita  del  rei  de  Tezcuco  a  Corih. 

Al  dia  siguiente,  cuando  estaban  los  R^pnñoles  prontos  n  marchar, 
llegaron  cuatro  nohlos  Megicanos  con  lu  noticia  que  el  rei  de  TeTcuco 
venia  o  visitar  al  general  Español,  en  nombro  del  rei  de  Megico.  No 
tardó  en  llegar  aquel  pcrsonage,  en  una  litera  adornada  con  hermosas 
plumas,  llevada  por  cuatro  domésticos,  y  seguida  do  una  numerosa 
y  brillante  comitiva  de  nobleza  Megicana,  y  Tczcucana.  Cuando 
llegó  u  vista  de  Cortés,  bajó  de  la  litera,  y  empezó  a  andar,  prece- 
dido por  algunos  do  sus  servidores,  que  iban  quitando  del  camino 
todo  cuanto  podia  ofender  sus  pies  o  su  vista.  Los  Rspafíoles  queda- 
ron maravillados  de  tanta  grandeza,  y  por  ella  congeturaron  cuanta 
seria  la  del  rei  de  Megico.  Cortés  sallo  a  recibirlo  a  la  puerta  de  su 
alojamiento,  y  le  hizo  una  profunda  reverencia,  a  la  que  respondió  el 
rei,  tocando  la  tierra  con  la  mano  derecha,  y  llevándola  a  la  boca. 
Entró  con  aire  noble  y  magestuoso  en  una  de  las  salas,  y  habiendo 
tomado  asiento,  dio  la  enhorabuena  al  general,  y  a  sus  capitanes  por 
su  feliz  llegada,  y  aseguró  los  grandes  deseos  que  tenia  su  tio  el  rei 
de  Megico  de  estribar  amistad,  y  vivir  en  buena  correspondencia 
con  el  gran  monarca  de  Levante,  que  los  habia  enviado  a  aquellos 
paises :  pero  al  mismo  tiempo  exageró  las  grandes  dificultades  que 
evA  necesario  superar  antes  de  llegar  a  la  capital,  y  rogó  a  Cortés 
que  mudase  de  proposito,  si  quería  complacer  al  rei.  Cortés  respon- 
dió que  si  volvía  atrás  sin  desempeñar  su  embajada,  faltaría  a  su  obli- 
gación, y^ria  gran  disgusto  a  su  soberano,  especialmente  hallándose 
tuu  cerca  oc  la  corto,  y  habiendo  vencido  tantos  ostaculos  y  peligros, 
en  tan  largo  viage.  "  Si  asi  es,  dijo  entonces  el  reí,  en  la  corte  nos 
veremos,"  y  despidiéndose  cortesmeutc,  después  de  haber  recibido 
algunas  frioleras  de  Europa,  dejó  allí  una  parte  de  la  nobleza  afín  de 
que  acompañase  a  Cortes  en  su  viage. 

De  Ajotzinco  marcharon  los  Españoles  a  Cuitlabaac,  ciudad  fun- 
dada en  una  isla  del  lago  de  Chalco,  y  aunque  pequeña,  la  roas  her- 
mosa, según  dice  Cortés,  que  habían  visto  hasta  entonces.  Comu- 
nicaba con  tierra  firme  por  medio  de  dos  anchos,  y  cómodos  caminos, 
construidos  sobre  el  logo ;  el  uno  a  Mediodía,  que  tenía  dos  millas 
de  largo,  y  el  otro  que  tenía  algo  mas,  y  estaba  al  Norte.  Marcha- 
ban los  Españoles  niegrísimos  al  ver  la  muchedumbre,  y  berBOtora 
de  los  pueblos  que  se  veian  en  el  lago ;  los  templo»,  y  las  tocres  qno 
so  erguían  sobre  los  otros  edificios ;  las  arboledas  que 
los  sitios  habitados;  los  huertos  y  jurdint»  flotantes;  los  ii 


58  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MB6IC0. 

bles  barcos  que  navegaban  en  todos  sentidos ;  pero  na  menos  se  ame- 
drentaban al  verse  rodeados  de  la  inmensa  multitud  de  gente,  que  de 
todas  partes  acudia  a  verlos,  por  lo  que  mandó  Cortés  que  marchasen 
en  buen  orden,  y  apercibidos,  y  previno  a  los  Indios  que  no  les  em- 
barazasen el  paso,  ni  se  acercasen  a  las  filas,  si  no  querían  ser  trata- 
dos como  enemigos.  En  Cuitlahuac  fueron  bien  alojados,  y  obse- 
quiados. El  señor  de  aquella  ciudad  se  quejó  secretamente  a  Cortés 
de  la  tiranía  del  rei  de  Megico,  se  confederó  con  él,  y  le  hizo  saber 
cuan  cómodo  era  el  camino  para  la  capital,  la  consternación  en  que 
habian  puesto  a  Moteuczoma  los  oráculos  de  sus  dioses,  los  fenóme- 
nos del  cielo,  y  la  felicidad  de  las  armas  Españolas. 

Visita  de  los  principes  de  Tezcuco,  y  entrada  de  los  Españoles  en 
en  aquella  Capital. 

De  Cuitlahuac  se  dirigieron  por  el  otro  camino  a  Iztapalapan,  y 
en  él  aguardaban  a  Cortés  nuevas  prosperidades.  El  principe  Ijtliljo- 
chitl,  viendo  que  Cortés  no  habia  querido  hacer  el  viage  por  Calpo- 
lalpan,  donde  lo  aguardaba,  resolvió  salirle  al  encuentro  en  el  camino 
de  Iztapalapan.  Marchó  con  este  obgeto,  a  la '  cabeza  de  un  gran 
numero  de  tropas,  y  pasó  por  junto  a  Tezcuco.  Noticioso  de  esta 
novedad  el  principe  Coanacotzin  su  hermano,  que  desde  los  disgustos 
que  con  él  habia  tenido  tres  años  antes,  y  de  que  he  hecho  mención, 
no  lo  trataba,  ni  tenia  la  menor  comunicación  con  él,  o  movido  por 
el  amor  fraterno,  o  seducido  por  la  esperanza  de  mayores  ventajas, 
que  con  su  unión  podría  grangearse,  salió  a  encontrarlo  en  ^1  camino, 
donde  los  dos  hermanos  tubieron  una  esplicacion,  se  reconciliaron,  y 
se  pusieron  de  acuerdo  en  unirse  con  los  Españoles.  Caminaron 
juntos  hasta  Iztapalatenco  y  alli  los  alcanzaron.  Cortés,  viendo  venir 
tanta  gente  armada,  tubo  alguna  inquietud:  pero  informado  de  la 
calidad  de  aquellos  personages,  y  del  motivo  de  su  venida,  salió  a  re- 
cibirlos, y  hechos  mutuamente  los  debidos  cumplimientos,  convidaron 
los  dos  principes  a  Cortés  a  ir  a  Tezcuco,  y  él  se  dejó  fácilmente 
persuadir,  por  la  gran  utilidad  que  pensaba  sacar  de  Ijtliljochitl,  cuyo 
afecto  a  los  Españoles  era  ya  bastantemente  conocido. 

Era  entonces  Tezcuco,  aunque  algo  inferior  a  Megico  en  la  magni- 
ficencia, y  en  el  esplendor,  la  ciudad  mas  vasta,  y  populosa  de  todo 
el  pais  de  Anahuac.  Su  población,  comprendida  la  de  Huejotla, 
Coatlichan,  y  Ateneo  (que  por  estar  contiguas  a  ella  se  consideraban 
como  sus  arrabales)  era,  según  dice  Torquemada,  de  ciento  cuarenta 
mil  casas.     A  los  Españoles  pareció  de  doble  ostensión  que  Sevilla. 


LOÜ   KHPARohftH    KN    IZTAPAI.APAN.  flü 

1^  gnindosa  de  los  tomplot,  y  pulados  reales,  la  hermosiini  do  Im 
caWvn,  do  las  fuentes,  y  de  los  jardines  erao  a  sus  ojos  otros  tantea 
ubgutos  de  ndmirncion. 

Entró  Cortés  en  aquella  gran  ciudad*  acompañado  por  los  don 
princiys,  y  por  mucha  nobleza  Aoolliua,  en  medio  de  uo  concurso  in- 
menso de  espectadores.  Fue  alojado  con  todo  su  egercito  en  el 
palacio  principal  del  rei,  donde  el  trato  de  su  persona  correspondió  a 
la  dignidad  def  alojamiento.  Alli  le  ospnso  el  principo  Ijtliljocbitl, 
sus  pretendidos  derechos  al  reino  de  Acolhuacan,  y  sus  quejas  cootrm 
su  hermano  Cacamatzin,  y  contra  al  rci  do  Megico  su  tío.  Cortés 
le  prometió  ponerlo  en  posesión  de  la  coroua,  inmediatamente  después 
de  haber  terminado  sus  negociaciones  con  Moteuczoma,  y  sin  dete- 
nerse en  aquella  cortei  marchó  a  l2tapala}4ibt. 

Entrada  de  los  EapaíioleM  en  Izíapalapan, 
Era  aquella  una  grande  y  hermosa  ciudad,  situada  acia  la  punta  de 
la  pcqucñu  península  que  media  entre  los  dos  lagos,  el  de  Chalco  a 
Mediodia,  y  el  de  Tezcuco  al  Norte.  Ibase  de  esta  península  a  la 
isla  de  Megico,  por  «n  camino  empedrado,  de  siete  millas  de  largo,  y 
construido  sobre  las  aguas,  muchos  años  antes.  La  población  de 
Iztapalapan  era  de  mas  de  doce  mil  casas,  fabricadas  por  la  mayor 
parte  en  muchas  isletas,  }>roximas  unas  a  otras,  junto  a  las  cuales 
habia  innumerables  huertos  y  jardines  flotantes.  Mandaba  a  la  sazón 
eu  la  ciudad  el  príncipe  Cuitiuhuatzin,  hermano  de  Moteuczoma, 
y  su  inmediato  sucesor  en  la  corona  de  Megico.  Aquel  personage* 
y  su   hermm»   Matlatsincatzin,  señor  de  Coyohoacan,  acogieron  al 

•  Cortes  Bo  hsce  nMDcion  de  la  estrada  de  los  Espsfioles  en  Texcaco.  Tam- 
poco  hablan  de  cUa  Ikmal  Díaz,  Acosta,  Gomara,  ni  Torquemada,  pero  se  in- 
fiere clarainfDte  de  un  ¡uuui^e  de  la  carta  csctrita  por  Cort¿«  a  Carlos  V  en  1522. 
Herrera  y  Solía  hacen  mención  de  aquel  suceso,  pero  con  circunstancias  opuestas 
a  la  verdad.  Dicen  que  antes  fueron  los  Españoles  a  Tezcuco,  y  después  a  Cuit- 
lahuac,  en  lo  que  roaniñestan  ignorar  la  situación  de  aquellos  lugares.  .Vfirman 
que  Cacamatzin  acompañó  a  Cortés  a  Tezcuco,  pero  lo  contrarío  consta  por  la 
relacii»u  del  misnao  Cortés,  y  por  los  MS  anti^Kw  citados  por  D.  Fernando  de 
Alba  l^tmochitL  Nada  dicen  de  la  reconciliación  de  loe  dos  príncipes,  ni  del 
motivo  ^ue  tubo  Cortés  para  ir  a  Tezcuco,  separándose  del  camino  que  conducís 
a  Megico.  Yo  sigo  en  esta  parte  a  QBtancotirt,  que  escribió  con  el  ausilio  de  las 
memorias  de  Alba,  y  de  Sigüenza. 

f  Vn  historiador  Indio,  citado  por  Alba,  dice  que  es  esta  ocasión  se  bsatizó 
Ijtliljnchitl,  con  otros  doecientos  nobles  de  9U  corte :  mas  esta  es  una  lUnüa  tsn 
infcrosimil,  que  no  necesita  tsB|Mignacion. 


60  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGIGO. 

caudillo  Español  con  las  mismas  demostraciones  que  habían  hecha 
los  otros  señores  de  los  pueblos  por  donde  habia  pasado.  Cumpli- 
mentólo Cuitlahuatzin  con  una  elegante  arenga,  y  lo  alojó,  con  las 
tropas  que  lo  acompañaban,  en  su  mismo  palacio.  Era  este  un  vas- 
tísimo edificio  de  cal  y  canto,  recien  construido,  y  aun  no  completa- 
mente amueblado.  Ademas  de  las  muchas  salas  y  estancias  comor 
das,  cuyo  techo  era  de  cedro,  y  cuyas  paredes  estaban  cubiertas  de 
telas  finas  de  algodón;  ademas  de  los  grandes  patios,  en  que  se 
acuartelaron  las  tropas  aliadas  de  los  Españoles,  tenia  un  jardín  de 
estraordinario  tamaño  y  amenidad,  de  que  ya  he  hablado,  cuando 
traté  de  la  agricultura  de  los  Megicanos.  Después  de  comer,  con- 
dujo el  principe  a  sus  huespedes  al  jardín,  donde  se  recrearon  mucho, 
formando  una  gran  idea  (Hl*la  magnificencia  de  aquellos  pueblos.  En 
esta  ciudad  observaron  los  Españoles,  que  en  lugar  de  las  quejas,  y 
murmuraciones  que  en  otras  partes  habían  oído,  solo  resonaban  enco- 
mios del  gobierno,  porque  la  proximidad  de  la  corte  hacia  mas  cautos, 
y  prudentes  a  los  habitantes. 

Al  día  siguiente,  raui  temprano,  marcharon  los  Españoles  por 
aquel  gran  camino,  que,  como  he  dicho,  uníii  a  Iztapalapan  con 
Megico.  Estaba  cortado  por  siete  pequeños  canales,  para  el  paso  de 
los  barcos,  y  sobre  ellos  habia  otros  tantos  puentes  de  madera, 
para  la  comodidad  de  los  pasageros.  Estos  puentes  se  alzaban  con 
facilidad,  cuando  querían  impedir  el  paso  a  los  enemigos.  Después 
de  haber  pasado  por  Megicaltzinco,  y  visto  las  ciudades  de  Colhua- 
can,  Huitzilopochco,  Coyohuacan,  y  Mijcoac,  fundadas  en  la  orilla  del 
lago,  llegaron,  en  medio  de  una  muchedumbre  increíble  de  gente,  a 
un  lugar  llamado  Joloc,  en  que  se  unía  aquel  camino  con  el  de 
Coyohuacan.  En  el  ángulo  que  formaban  los  dos,  y  que  solo  distaba 
media  legua  de  la  capital,  habia  un  buen  baluarte,  con  dos  torrecillas, 
circundado  por  un  muro  de  diez  pies  de  alto,  con  parapeto  y  almenas, 
dos  salidas,  y  un  puente  levadizo :  sitio  memorable  en  la  historia  de 
Megico,  por  haber  sido  el  campo  del  general  Español  en  el  asedio  de 
aquella  capital.  Allí  hizo  alto  el  egercíto,  para  recibir  el  parabién  de 
mas  de  mil  nobles  Megicanos,  que  venían  todos  uniformemente  vestí- 
dos,  y  que  al  pasar  por  delante  del  general  Español,  le  hacían  el 
acostumbrado  cumplimifento  de  tocar  la  tierra,  y  besarse  la  mano. 

Entrada  de  los  Españoles  en  Megico. 
Terminada  aquella  etiqueta,  que  duró  mas  de  una  hora,  continuaron 
los  Españoles  su  viage,  tan  bien  ordenados,  como  si  fuesen  a  dar  una 


KNTRADA    PR    LOS    KHI*  vRol.KK    KN    MKniCO.  (il 

bntnlln.  Poco  antes  de  llegar  a  la  ciudad,  tubo  Cortos  aviso  do  que 
salia  a  recibirlo  el  rei  de  Medico,  j  de  alli  a  poco  nc  dej6  ver  con  un 
numeroso,  y  lucido  acompañamiento.  Precedían  tres  nobles  que 
al/Jiban  Ins  manos,  y  llevaban  en  ellas  unas  varas  de  oro,  insignias  de 
la  Magestad,  con  Ins  cuales  se  anunciaba  al  pueblo  la  presencia  del 
soberano.  Venia  Moteuczoma  ricamente  vestido,  sobre  una  litera 
cubierta  do  planchas  de  oro,  que  llevaban  en  hombros  cuatro  nobles, 
y  bajo  un  parasol  de  plumas  verdes,  salpicadas  de  alajas  del  mismo 
metal.  Llevaba  pendiente  de  los  hombros  un  manto  adornado  con 
riquísimas  joyas;  en  la  cabeza  una  corona  ligera  de  oro,  y  en  los  pies 
unas  suela.s,  también  de  oro,  atadas  con  cordones  de  cuero,  cubiertas 
de  oro,  y  piedras  preciosas.  Acompafi^Éinlo  doscientos  señores, 
mejor  vestidos  que  los  otros  nobles,  pero  todos  descalzos,  dos  a  dos 
y  mui  arrimados  a  los  muros  de  una  y  otra  parte  de  la  calle,  para 
manifestar  su  respeto  ni  monarca.  Ctuindo  llegaron  a  verse,  el  rei,  y 
el  general  Español,  desmontaron  aquel  de  su  litera,  y  este  do  su 
caballo,  y  Moteupzoma  echó  a  andar,  apoyado  en  los  brazos  del  rei  do 
Tezcuco,  y  del  señor  de  Iztapalapan.  Cortés,  después  de  haberse 
inclinado  profundamente,  se  acercó  al  rei  para  ponerle  al  cuello  un 
cordón  de  oro  con  cuentas  de  vidrio,  que  parecían  piedras  preciosas, 
y  el  rei  inclinó  la  cabeza  para  recibirlo,  pero  queriendo  Cortés  abra- 
zarlo, no  se  lo  permitieron  los  dos  señores  que  apoyaban  al  monarca*. 
Declaróle  el  general,  en  una  breve  arenga,  como  lo  requerían  las  cir- 
cunstancias, su  afecto,  su  veneración,  y  el  placer  que  esperimentaba 
al  conoceriH^ rei  tan  grande,  y  tan  poderoso.  Moteuczoma  respon- 
dió en  pocas  palabras,  y  hecha  la  ceremonia  de  estilo,  1»  recompensó 
el  presente  de  las  cuentas  de  vidrío,  con  dos  collares  de  hermoso 
nácar,  de  que  pendian  algunos  cangrejos  gnindes  de  oro,  hechos  al 
natural.  Encargó  al  príncipe  Cuitlahuatzin  que  condugese  a  Cortés 
a  su  alojamiento,  y  se  volvió  con  el  rei  de  Tezcuco. 

Tanto  la  nobleza,  como  el  pueblo  inmenso  que  desde  las  azoteas, 
puertas,  y  ventanas  observaba  aquella  escena,  estaban  maravillados,  y 
aturdidos,  no  menos  por  la  novedad  de  tantos  obgetos  estraordinaríos, 
que  por  la  inaudita  dignación  de  su  rei,  U  cual  contribuyó  mui  e6cas- 
mente  a  engrandecer  la  reputación  de  los  R<ipañoles.  Estos  marcha- 
ban, también  llenos  de  admiraciopí  al  ver  la  grandeza  de  la  ciudad,  la 

*  Solis  al  referir  este  encnentro  comete  cuatro  errores.  Dice  qae  el  ngtdo 
de  Coné*  em  uaa  banda ;  que  loa  do«  señores  qae  acompid&aban  a  Moccacsoina, 
no  permitieron  que  se  la  pusiese  al  cuello ;  que  hirieron  esto  con  moeatnu  de 
enojo,  y  que  el  monarca  loe  reprendió,  y  contubo.  Todo  esto  e»  falso,  y  opuesto 
a  la  relación  del  mismo  Cortas. 


fM  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

magnificencia  de  los  edificios,  y  el  numero  de  habitantes,  y  siguieron 
andando  por  aquel  grande,  y  ancho  camino,  que  sin  separarse  de  la 
linea  recta,  servia  de  continuación,  sobre  las  aguas  del  lago,  al  de 
Iztapalapan,  hasta  la  puerta  meridional  del  templo  mayor,  alternando 
en  sus  ánimos,  con  la  admiración,  el  temor  de  su  suerte,  viéndose 
solos  en  medio  de  un  reino  estraño.  Asi  procedieron,  por  espacio  de 
milla  y  media,  dentro  de  la  ciudad,  hasta  el  palacio  que  habia  sido  del 
rei  Ajayacatl,  destinado  nara  servirles  de  alojamiento,  y  que  estaba 
cerca  del  mencionado  templo.  AUi  los  esperaba  Moteuczoma,  que 
con  este  obgeto  los  habia  precedido.  Cuando  llegó  Cortés  a  la 
puerta  del  palacio,  lo  tomó  el  rei  por  la  mano,  y  lo  introdujo  en  una 
gran  sala;  hizolo  sentar^  un  reclinatorio  semejante  a  los  que  se 
usan  en  nuestras  iglesias,  cubierto  de  un  hermoso  tapete  de  algodón, 
y  cerca  de  un  muro  cubierto  también  de  una  colgadura  adornada  de 
oro,  y  piedras,  y  despidiéndose  cortesmente,  le  dijo :  "  vos,  y  vues- 
tros compañeros,  estáis  ahora  en  vuestra  propia  casa;  comed,  y  des- 
cansad, que  yo  volveré  en  breve." 

Retiróse  el  rei  a  su  palacio,  y  Cortés  mandó  inmediatamente  ha- 
cer una  salva  de  artillería,  para  amedrentar  con  su  estrepito  a  los  Me- 
gicahos.  En  seguida  pasó  a  examinar  todas  las  estancias  del  palacio, 
para  distribuir  los  alojamientos  de  su  tropa.  Era  tan  grande  aquel 
edificio,  que  se  alojaron  en  él  cómodamente  los  Españoles,  y  sus  alia- 
dos, los  cuales,  con  las  mugeres,  y  servidumbre  que  los  acompañaban, 
pasaban  de  siete  mil  personas.  Reinaba  por  do  quiera  un  aseo 
esquisito;  casi  todas  las  piezas  tenian  camas  de  esteras^',  junco  y  de 
palma,  según  el  uso  de  aquellos  paises,  con  rollos  de  lo  mismo  para 
servir  de  almohadas,  cortinas  de  algodón,  y  bancos  hechos  de  una  sola 
pieza.  Algunas  tenian  el  piso  esterado,  y  los  muros  cubiertos  de 
tapetes  de  algodón  de  varios  colores.  Los  muros  eran  gruesos,  y  te- 
nian torres  de  distancia  en  distancia,  asi  que  los  Españoles  encontra- 
ron alli  cuanto  podian  apetecer  para  su  seguridad.  El  diligente,  y 
cauto  general  distribuyó  inmediatamente  las  guardias,  formó  con  sus 
cañones  una  batería,  enfrente  de  la  puerta  del  palacio,  y  empleó  todo 
su  esmero  en  fortificarse,  como  si  aguardase  ser  atacado  aquel  mismo 
dia  por  sus  enemigos.  No  tardó  en  presentarse  a  Cortés,  y  a  sus 
capitanes  un  magnifico  banquete,  servido  por  la  nobleza,  mientras  se 
distribuían  al  egercito  diversos,  y  copiosos  viveros,  aunque  de  inferior 
calidad.  Este  dia,  tan  memorable  para  Españoles,  y  Megicanos,  fue 
el  8  de  Noviembre  de  1519,  siete  meses  después  de  la  llegada  de 
aquellos  al  pais  de  Anahuac. 


LIBRO  NONO. 


Confrrencia*  dr  Motrucsoma  coh  Cortt't.  Priiinn  r/r  Motruezoma,  del  rci  de 
Acolhuacitn,  y  dr  otrot  ié^oMt.  Suplicio  atrwt  de  Quauhpopoea.  TenMhtaM  del 
gvhrniador  de  Cufm  contra  Himan  Corté*,  y  derrota  de  Panfilo  de  Narrae%. 
Muerte  dr  muchos  noblct,  y  fublevachn  del  pueblo  de  Afeffico  contra  loa  Espa- 
íiolet.  Muerte  del  rri  Moteucsoma.  Combatrt,  peligro»,  y  derrota  de  loe 
Eepañole».  fíatalla  de  OtomjHtn,  y  retirada  de  loe  Etpañolrg  a  Tlaicala.  Elec- 
ción del  rri  Cuitlahuatzin.  /Itoria  de  loe  EepaTioiet  en  Trpryacac,  en  Jalatzineo, 
en  Tecamacbalco,  y  en  Quauhqucr holán.  Eitragot  hecho$  por  Uu  rirmetas. 
Muerte  del  rei  Cuitlahuatzin,  y  de  los  principe»  Magigcattti»,  p  Cuicmtgcatti». 
Elección  en  Megico  del  rei  Quauhtemotsin. 

Primera  conferencia  y  nuevos  regalos  de  Moteuczoma. 
Dbspubs  de  haber%;omido  los  EspaHoIes,  y  dispuesto  cuanto  con- 
venia a  su  senilidad,  volvió  a  visitarlos  el  rei,  con  gran  acompaiía- 
miento  de  nobleza.  Cortés  salió  a  recibirlo  oon  sus  capitanes,  y  los 
dos  juntos  entraron  en  la  sala  principal,  donde  inmediatamente  se 
colocó  otro  reclinatorio  al  lado  del  general  Español.  £1  rei  le  pre- 
sentó muclias  alajas  curiosas  de  oro,  plata,  y  plumas,  y  mas  de  cinco 
mil  vestidos  fínisimos  de  algodón.  Habiendo  Moteuczoma  tomado 
asiento,  hiz^K^ntar  a  Cortés,  y  todos  los  circunstantes  permanecieron 
en  pie.  Cortés  le  manifestó  su  gpratitud  con  espresiones  elocuentes,  y 
queriendo  contbiuar  su  discurso,  lo  interrumpió  Moteuczoma  con 
estas  palabras. 

'*  Valiente  general,  y  vosotros  sus  compañeros,  todos  mis  cortesa- 
nos, y  domésticos  son  testigos  de  la  satisfacción  que  me  ha  causado 
vuestra  feliz  llegada  a  c^ta  capital,  y  si  basta  ahora  he  aptirentado  mi- 
rarla con  repugnancia,  ha  sido  únicamente  para  condescender  con  mis 
subditos.  Vuestra  fama  ha  engrandecido  los  obgetos,  y  turbado  \oé 
ánimos.  Decian  que  erais  dioses  inmortales,  que  veniaLs  moni 
sobre  fieras  de  portentosa  grandeza,  y  ferocidad,  y  que 
rayos,  oon  los  cuales  hacíais  estremecer  la  tierra.  Otros  creías  que 
erais  monstruos  arrojados  del  seno  del  mar ;  que  la  sed  del  oto  os 
habia  obligado  a  dejar  Tnestra  patria  ;  que  os  dominaba  d  amor  de 
los  deleites,  y  qnc  tal  era  vuestra  gula,  que  ano  de  vosotros  oomia 


64  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

tanto  como  diez  de  mis  subditos.  Pero  todos  estos  errores  se  han 
disipado  con  el  trato,  que  ellos  mismos  han  tenido  con  vosotros.  Ya 
se  sabe  que  sois  hombres  mortales  como  todos,  aunque  algo  diferentes 
de  los  demás  en  el  color,  y  en  la  barba.  Hemos  visto  por  nosotros 
mismos  que  esas  fieras  tan  famosas  no  son  mas  que  ciervos  mas  con- 
pulentos  que  los  nuestros,  y  que  vuestros  supuestos  rayos  son  unas 
cervatanas  mejor  construidas  que  las  comunes,  y  cuyas  bolas  se  des- 
piden con  mas  estrepito,  y  hacen  mas  daño  que  las  de  aquellas.  En 
cuanto  a  vuestras  prendas  personales,  estamos  bien  informados  por 
los  que  os  conocen  de  cerca,  que  sois  humanos,  y  generosos,  que 
toleráis  con  paciencia  los  males,  y  que  no  usáis  de  rigor  si  no  con  los 
que  exitan  vuestro  enojo  con  su  enemistad,  y  que  no  os  servís  de  las 
armas,  si  no  para  la  justa  defensa  de  vuestra  persona.  No  dudo  que 
vosotros  igualmente  habréis  desechado,  o  desechareis  las  falsas  ideas  que 
de  mi  os  habrá  dado  la  adulación  de  vuestros  vasallos,  o  la  malevo- 
lencia de  mis  enemigos.  Os  habrán  dicho  que  soi  uno  de  los  dioses 
que  se  adoran  en  esta  tierra,  y  que  tomo  cuando  quiero  la  forma  de 
león,  de  tigre,  o  de  otro  cualquier  animal :  pero  ya  veis  (y  al  decir 
esto  se  tocó  un  brazo  como  para  hacer  ver  q*ae  estaba  formado  a 
guisa  de  los  otros  hombres)  que  soi  de  carne  y  hueso  como  los  demás 
mortales,  aunque  mas  noble  que  ellos  por  mi  nacimiento,  y  mas  pode- 
roso por  la  elevación  de  mi  dignidad.  Los  Cempoaleses,  que  con 
vuestra  protección  se  han  sustraído  a  mi  obediencia,  aunque  no  que- 
dará impune  su  rebelión,  os  habrán  hecho  creer,  que  los  muros,  y  los 
techos  de  mi  palacio  son  de  oro,  pero  vuestros  ojos  pueden  desmen- 
tirlos. Este  es  uno  de  mis  palacios,  y  ya  veis  que  los  muros  son  de 
cal  y  canto,  y  los  techos  de  madera.  No  niego  que  son  grandes  mis 
riquezas,  pero  las  aumenta  la  exageración  de  mis  subditos.  Algunos 
se  os  habrán  quejado  de  mi  crueldad,  y  de  mi  tiranía,  pero  ellos  llaman 
tiranía  el  uso  legitimo  de  mi  autoridad,  y  crueldad  la  necesaria 
severidad  de  la  justicia.  Depuesto  asi  por  una  y  otra  parte  todo 
concepto  desventajoso  ocasionado  por  falsas  noticias,  acepto  la  emba- 
jada del  gran  monarca  que  os  envía,  aprecio  su  amistad,  y  ofresco  a 
su  obediencia  todo  mi  reino,  pues  en  vista  de  las  señales  que  hemos 
observado  en  los  cielos,  y  de  lo  que  vemos  en  vosotros,  nos  parece 
llegado  el  tiempo  de  que  se  cumplan  los  oráculos  de  nuestros  antepa- 
sados, en  los  cuales  se  anunciaba  que  debían  venir  de  la  parte  de  Le- 
vante ciertos  hombres  diferentes  de  nosotros  en  trages,  y  costumbres,  y 
que  al  fin  serian  señores  de  estos  países.  Nosotros  no  somos  originarios 
de  ellos:  hace  muchos  años  que  nuestros  progenitores  vinieron  de  las 


Tflm,M.  fz-^fió. 


r 


VI8ITA    DR   CORTfcS    Al.    RKt.  <Í5 

regiones  Septentríonnlos,  y  nuestro  dominio  no  bn  «ido  hasta  abora, 
si  no  como  lugar-tententes  de  Quetzaicoatl,  nuestro  dios,  y  legitimo 
sefior." 

Cortés  respondió  dándole  f^cias  por  los  singulares  beneficios  que 
de  su  mano  hnbia  rrribido,  y  por  el  concepto  ventnjo^o  qne  de  los 
Españoles  había  formado.  Dijole  que  era  enviado  por  el  mayor 
monarca  de  Europa,  c\  cual  aunque  podía  aspirar  a  algo  mas,  cono 
decendíente  de  Quetr.alcoatl,  se  contentaba  con  establecer  una  confe- 
deración, y  amistad  p<Tpetua  con  Su  Magestad,  y  con  sus  sucesores; 
que  el  6n  de  su  embajada  no  era  quitar  a  nadie  lo  que  poseía,  si  no 
anunciarle  la  verdadera  Religión,  y  darle  algunos  rons€«jo8  impor- 
tantes para  mejorar  su  gobierno,  y  hacer  felices  a  sus  vasallos :  lo  que 
haría  en  otra  ocasión  si  Su  Magestad  se  dignaba  concedérselo. 
Aceptólo  el  reí,  y  habiéndose  informado  del  grado,  y  condición  de 
cada  uno  de  los  Españoles,  se  despidió,  y  de  allí  a  poco  les  envió  un 
gran  regalo,  qne  consistía  en  ciertas  alajas  de  oro  y  tres  cargas  de 
preciosos  trages  de  pluma,  para  cada  uno  de  los  capitanes,  y  dos  de 
trages  de  algodón  para  cada  soldado.  Tan  felices  principios  hubieran 
podido  asegurar  a  los^Españoles  la  pacifica  posesión  de  aquella  vasta 
monarquía,  sí  se  hubiesen  dejado  conducir  mas  bien  por  la  prudencia, 
que  por  el  valor*. 

Visita  de  Cortés  al  Rei. 
Al  dia  siguiente,  queriendo  Cortés  pag^r  la  visita  al  rei,  le  mandó 
a  |)edir  audiencia,  y  la  obtnbo  tan  prontamente  que  los  mismos  que  le 
llevaban  la  m^puesta,  eran  los  introductores  de  embajadores  que 
debían  condurirlo,  e  instruirlo  en  el  ceremonial  de  la  corto.  Vistióse 
Cortés  de  las  mas  vistosas  galas  que  tenía,  y  condujo  en  su  compañía 
a  los  capitanes  Alvurado,  Sandoval,  Velasquez  de  T^on,  y  Ordaz,  v 
cinco  soldados  de  su  egercito.  Llegaron  al  real  palacio,  por  en  medio 
(le  un  gentío  innumerable,  y  al  entrar  por  la  primera  puerta,  los  que 
lo  acompañaban  se  ordenaron  en  dos  filas,  pues  el  entrar  de  tropel  se 

*  El  docto  y  juicioso  P.  Acusta  hablando  de  esta  primera  confcrruria  de 
Mutcuczoma  dice  :  "  Muchos  sod  de  opinión  «|ue  atenido  el  estado  de  laa  cosas 
en  aquel  primer  dia,  hubiera  sido  fácil  a  los  I'lspañoles  hacer  lo  que  bubieraa 
querido  del  rei,  y  del  núoo,  y  comnaicarles  la  Ici  '<•'  '  '*  «*or»-fran  paz,  y  coa« 
tentó  de  todos:  pero  los  juicios  de  Dios  son  pr  muchos  em  loa 

pecados  de  ambas  naciones,  por  lo  que  no  sucedit>  I-  ,...  ..^  ...jl  esperarse,  Mnqoe 
al  fin  cumplió  Dios  sos  dedfnios  de  hacer  misericordia  a  aqaellas  gentes, 
después  de  haber  juzj^ado  y  castigado  a  los  que  lo  merevian." 

TOMO  II.  P 


6d  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

creia  falta  de  respeto  a  la  magestad.  Después  de  haber  pasado  por 
tres  patios,  y  por  algunas  salas  a  la  ultima  antecámara,  para  llegar 
a  la  sala  de  audiencia,  fueron  cortesmente  recibidos  por  algunos 
señores,  que  estaban  de  guardia,  y  obligados  a  descalzarse,  y  a 
cubrirse  las  galas  con  ropas  groseras.  Cuando  entraron  a  presencia 
del  rei,  este  dio  algunos  pasos  acia  Cortés,  lo  tomó  por  la  mano,  y 
mirando  a  todos  los  demás  con  semblante  agradable,  les  hizo  tomar 
asiento.  La  conversación  fue  larga,  y  sobre  diversos  asuntos.  El 
rei  hizo  muchas  preguntas,  tanto  sobre  el  gobierno  político,  como 
sobre  las  producciones  naturales  de  España,  y  Cortés,  después  de 
haberlo  satisfecho  en  todo,  se  introdujo  a  hablar  de  religión.  Espusole 
la  unidad  de  Dios,  la  Encarnación  del  Verbo,  la  creación  del  mundo, 
la  severidad  del  juicio  de  Dios,  la  gloria  con  que  premia  a  los  justos, 
y  las  penas  eternas  a  que  condena  a  los  pecadores.  Después  racio- 
cinó sobre  los  ritos  del  Cristianismo,  y  particularmente  sobre  el  in- 
cruento sacrificio  de  la  misa,  comparándolo  con  los  inhumanos  que 
practicaban  los  Megicanos,  y  declamando  fuertemente  contra  la  bar- 
bara crueldad  de  inmolar  victimas  humanas,  y  de  alimentarse  de  su 
carne.  Monteuczoma  respondió  que  en  cualito  a  la  creación  del 
mundo  estaban  de  acuerdo ;  pues  lo  mismo  que  Cortés  referia,  hablan 
oido  de  boca  de  sus  antepasados ;  que  por  lo  demás  sus  embajadores 
lo  hablan  informado  de  la  religión  que  los  Españoles  profesaban. 
"  Yo  no  dudo,  dijo,  de  la  bondad  del  Dios  que  adoráis  :  pero  si  él  es 
bueno  para  España,  nuestros  dioses  son  también  buenos  para  los 
Megicanos,  como  lo  ha  hecho  ver  la  esperiencia  de  tantos  siglos. 
Escusad  pues  el  trabajo  de  quererme  inducir  a  dejar  f.a  culto.  En 
cuanto  a  los  sacrificios,  no  sé  por  que  se  ha  de  censurar  el  que  se 
sacrificen  a  los  dioses  los  hombres  que  o  por  sus  delitos,  o  por  la 
suerte  que  han  esperimentado  en  la  guerra,  están  destinados  a  sufrir 
la  muerte."  Aunque  Cortés  no  logró  persuadir  a  Moteuczoma  la 
verdad  de  la  Religión  Cristiana,  obtubo  sin  embargo,  según  dicen, 
que  no  se  volviese  a  servir  a  su  mesa  carne  humana,  o  por  que  con 
las  razones  de  Cortés  se  despertase  en  su  animo  el  natural  horror  que 
debe  inspirar,  o  porque  quisiese  complacer  a  lo  menos  en  aquella  con- 
decendencia  a  los  Españoles.  Dio  ademas  en  aquella  ocasión  nuevos 
testimonios  de  su  magnificencia,  regalando  a  Cortés,  y  a  los  cuatro 
capitanes  algunas  alajas  de  oro,  y  diez  cargas  de  trages  finos  de 
algodón,  y  a  cada  soldado  un  collar  de  oro. 

Habiendo  regresado  Cortés  a  sus  cuarteles  (que  asi  llamaremos 
de  ahora  en  adelante  al  palacio  del  rei  Ajayacatl,  en  que  se  alojaron 


Ion  Kitpafioles)  empezó  n  reflexionar  lohre  el  peligro  en  que  nc  hallaba, 
en  el  rontro  de  una  ciudad  tan  fuerte,  y  popnlora,  y  resolvió  con- 
cillarse el  afecto  de  los  nobles,  con  una  buena  conducta,  y  coa  modales 
obiirquiosn.s,  y  amables,  y  mandó  u  su  gente  que  se  comporteaeo  de 
raanora,  que  no  pudieran  quejorae  de  ellos  los  Megicanos :  pero 
mientras  parecía  esmerarse  en  la  conservación  de  la  paz,  agitaba  en 
su  mente  pensamientos  temerarios,  nada  favorables  a  eJla,  y  como 
para  madurarlos  era  necesario,  antes  de  todo,  informarse  por  si  mismo 
del  estado  de  las  fortificaciones  de  la  capital,  y  de  las  fuerzas  militares 
del  imperio,  pidió  permiso  al  reí  do  ver  los  palacios  reales,  el  templo 
mayor,  y  la  plaza  del  mercado.  C'oncediolo  benignamente  Moteuc- 
soma,  no  teniendo  la  menor  sospecha  del  astuto  general,  ni  previendo 
los  resultados  do  su  demasiado  fácil  indulgencia.  Vieron  pues  los 
Espafioles  cuanto  quisieron,  hallando  en  todas  partes  grandes  motivos 
de  estrañeza,  y  de  admiración. 

Descripción  de  la  ciudad  de  Megico. 

Estaba  entonces  la  ciudad  de  Megico  situada,  como  hemos  dicho, 
en  una  isla  pequeña  dll  lago  de  Tezcuco,  a  quince  millas  a  Poniente 
de  esta  capital,  y  a  cuatro  de  Tlacopan,  por  la  parte  opuesta*.  Se 
pasaba  del  continente  a  la  isla  por  tres  grandes  calzadas  de  tierra,  y 
piedra,  construidas  a  proposito  sobro  el  lago :  la  de  Iztapalapan,  a 
Mediodía,  de  siete  millas  de  largo,  la  de  Tlacopan,  a  Poniente,  de 
cerca  de  dos  millas,  y  la  de  Tepeyacacf,  al  Norte,  de  tres.  Todas 
eran  tan  ano^.  que  podian  ir  por  ellas  diez  hombres  a  caballo,  de 
frente. 

Ademas  habia  otra  algo  mas  estrecha,  pura  los  dos  acueductos  de 
Chapoltepec.  £1  circuito  de  la  ciudad,  no  comprendidos  los  arrabales, 
ero  de  mas  de  nueve  millas,  y  el  numero  de  las  casas,  sesenta  mil,  a 
lo  menos  X'     Estaba  dividida  en  cuatro  cuarteles,  y  cada  cuartel  en 

*  En  el  mapa  Qeografico  se  representan  equivocadamente  mas  próximas  cutre 
8(  estas  ciodtdes. 

t  Robertson  pone  en  lugar  del  camino  de  Tepeyacac,  el  de  Tezcuco,  el  cual, 
cuaudo  describe  a  Mof^icn,  lo  sitúa  al  Nordeste,  y  cuando  habla  de  la  distríbu* 
cion  el  cgerctto  Español,  durante  el  asedio,  a  Lerante,  habiendo  ya  dicho  que 
acia  Levante  no  habia  camino  sobre  el  lago  :  pero  lo  derto  es  que  no  hubo  ni 
pudo  haber  nunca  camino  alguno,  sobre  el  lago  de  M^eo  a  Texcuco,  por  la 
gran  profundidad  de  su  lecho  en  aquella  |)artc,  y  en  raso  que  hubiese  alguno,  no 
seria  de  tres  millas,  si  no  de  quince,  que  es  la  distancia  entre  ambos  puntos. 

X  Torqucmada  afirma,  que  U  población  de  U  capital  era  de  120,000  casas: 
pero  el  conquistador  anónimo,  Gomara,  Herrera,  y  otros  escritorejí  convienen  en 

F  2 


\ 


68  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

muchos  barrios,  cuyos  nombres  Megicanos  se  conservan  aun  entre  los 
Indios.  Las  lineas  divisorias  de  los  cuatro  cuarteles,  eran  cuatro 
calles  principales,  correspondientes  a  las  cuatro  puertas  del  atrio  del 
templo  mayor.  El  primer  cuartel,  llamado  Tecpan,  y  hoi  S.  Pablo, 
comprendia  toda  la  parte  de  la  población  que  estaba  entre  las  dos 
calles  correspondientes  a  las  puertas  Meridional  y  Oriental.  El 
segundo,  Moyotla,  hoi  S.  Juan,  la  comprendida  entre  las  calles 
Meridional  y  Occidental.  El  tercero,  Tlaquechiuhcan,  hoi  Santa 
Maria,  la  comprendida  entre  las  calles  Occidental,  y  Septentrional. 
El  cuarto,  Atzacualco,  hoi  S.  Sebastian,  la  comprendida  entre  las 
calles  Septentrional,  y  Oriental.  A  estas  cuatro  partes,  en  que  fue 
dividida  la  ciudad  desde  su  fundación,  se  agregó  después,  como 
quinta  parte,  la  ciudad  de  Tlatelolco,  quedando,  por  las  conquistas 
del  rei  Ajayacatl,  unida  a  la  de  Tenochtitlan,  y  compuesta  de  todas 
ellas  la  capital  del  imperio  Megicano. 

Habia  al  rededor  de  la  ciudad  muchos  diques,  y  esclusas  para 
contener  las  aguas  en  caso  necesario,  y  dentro  de  ella  tantos  canales, 
que  apenas  habia  barrio  por  el  cual  no  se  pudiese  transitar  en  barco ; 
lo  que  no  menos  contribuia  a  hermosear  la  población,  que  a  facilitar 
el  transporte  de  los  víveres,  y  de  todos  los  renglones  de  comercio, 
asegurando  de  este  modo  a  los  ciudadanos  contra  las  tentativas  de 
sus  enemigos.  Las  calles  principales  eran  anchas,  y  derechas.  De 
las  otras,  habia  algunas  que  no  eran  mas  que  canales ;  muchas  em- 
pedradas, y  sin  agua,  y  no  pocas  que  tenian  en  medio  una  azequia 
entre  dos  terraplenes,  que  servían  a  la  comodidad  de  los  pasageros,  y 
a  descargar  las  mercancías ;  o  en  su  lugar,  plantíos  ^e  arboles,  y 
flores. 

Entre  los  edificios^  ademas  de  los  muchos  templos,  y  palacios  de 

el  numero  de  60,000  casas,  y  no  de  60,000  habitantes  como  dice  Robertson,  pues 
no  hai  autor  antiffuo  que  la  estime  tan  pequeña.  Es  cierto  que  en  la  traducción 
Italiana  del  conquistador  anónimo  se  traduce  60,000  habitantes  por  60,000 
vecinos,  debiendo  decir  fuegos,  pues  de  otro  modo  se  diría  que  Cholula, 
Joquimilco,  Iztapalapan,  y  otras  ciudades  eran  mas  populosas  que  Megico. 
Pero  en  el  referido  numero  no  se  comprendían  los  arrabales.  Nos  consta  por 
el  testimonio  de  Herrera,  y  de  Bernal  Díaz  del  Castillo  que  acia  Poniente  con- 
tinuaban las  casas,  por  una  y  otra  parte  del  camino  de  Tlacopan,  hasta  tierra 
■firme,  lo  que  forma  un  espacio  de  dos  millas.  Los  otros  arrabales  eran  Azta- 
calco,  Acatlan,  Malcuitlapílco,  Ateneo,  Iztacalco,  Zancopínca,  Huítznahuac, 
Jocotitlan,  Coltonco,  y  otros.  Probablemente  Torquemada  incluyó  en  su 
calculo  los  arrabales,  pero  aun  de  este  modo  me  parece  exesivo  el  numero  de 
120,000  casas. 


ORLO    DR   CORT6h    POR    LA    RBLIOION.  69 

que  le  ha  hablado,  había  otros  palacios,  o  casas  grandes,  constraidas  por 
los  scfiores  feudatarios  para  su  habitación,  en  el  tiempo  en  que  se  les 
obligaba  a  residir  en  la  corte.  Sobre  todas  las  casas,  exepto  sobre  las 
de  los  pobres,  habia  azoteas  con  sus  parapetos,  y  eo  algunas,  almenas, 
y  torres,  aunque  roas  pequeñas  que  las  de  los  templos ;  asi  que  los 
templos,  las  calles,  y  las  casas  eran  otros  tantos  medios  de  defensa 
para  los  habitantes. 

Ademas  de  la  grande,  y  famosa  plaza  de  Tlatelolco,  donde  se  hacia 
el  mercado  principal,  habia  otras  menores,  distribuidas  por  toda  la 
ciudad  donde  se  vendian  las  provisiones  de  boca  mas  comunes.  En 
otros  puntos  habia  fuentes,  y  estanques,  especialmente  en  las  cercanias 
de  los  templos,  y  muchos  jardines,  plantados  los  unos  al  nivel  de  la 
tierra,  y  otros  en  altos  terrados.  Jja»  muchos  y  bellos  edificios 
primorosamente  blanqueados,  y  bruñidos,  las  altas  torres  de  los 
templos  esparcidos  por  los  cuarteles  de  la  ciudad,  los  canales,  los 
vergeles,  y  los  jardines,  formaban  tan  hermoso  conjunto,  que  los 
Españoles  no  se  cansaban  de  admirarlo,  especialmente  cuando  lo 
contemplaban  desde  el  atrio  superior  del  templo  mayor,  el  cual  no 
solo  dominaba  la  pobülicion  de  la  corte,  si  no  los  lagos,  y  las  bellas,  y 
grandes  ciudades  de  sus  bordes.  No  menos  maravillados  quedaron  al 
ver  los  palacios  reales,  y  la  variedad  infinita  de  plantas,  y  animales 
que  en  ellos  se  criaban  :  mas  nada  los  dejó  tan  atónitos  como  la  gran 
plaza  del  mercado.  No  hubo  Español  que  no  la  celebrase  con  sin- 
gulares encomios,  y  algunos  de  ellos,  que  habian  viajado  por  casi  toda 
la  Europa,  ^eguraron,  como  dice  Bernal  Diaz,  no  haber  visto  jamas 
en  ninguna  ^za  del  mundo  ni  tan  gran  numero  de  traficantes,  ni  tanta 
variedad  de  mercancias,  ni  tanta  regularidad  y  orden  en  el  conjunto. 

Desahogos  del  celo  de  Cortés  por  la  Religión. 
Cuando  los  Españoles  subieron  al  templo  mayor,  encontraron  allí 
al  reí,  que  se  les  habia  anticipado,  para  evitar  con  su  presencia  que 
cometiesen  algún  atentado  contra  sus  Ídolos.  Después  de  haber 
observado  desde  aquella  altura  la  ciudad,  que  el  mismo  rei  le  indicaba. 
Cortes  le  pidió  permiso  de  ver  los  santuarios,  y  él  lo  concedió, 
habiendo  antes  consultado  a  los  sacerdotes.  Entraron  en  ellos  los 
Españoles,  y  contemplaron,  no  sin  compaaioii  ni  horror,  la  ceguedad 
de  aquellos  pueblos,  y  el  horrendo  estrago  qne  en  ellos  hada  h 
crueldad  de  sus  sacrificios.  Cortés,  volviéndose  entonces  a  Motenc- 
soma,  le  dijo :  '*  Me  maravillo,  Sefior,  que  un  monarca  tan  sabio 


68  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

muchos  barrios,  cuyos  nombres  Megicanos  se  conservan  aun  entre  los 
Indios.  Las  lineas  divisorias  de  los  cuatro  cuarteles,  eran  cuatro 
calles  principales,  correspondientes  a  las  cuatro  puertas  del  atrio  del 
templo  mayor.  El  primer  cuartel,  llamado  Tecpan,  y  hoi  S.  Pablo, 
comprendia  toda  la  parte  de  la  población  que  estaba  entre  las  dos 
calles  correspondientes  a  las  puertas  Meridional  y  Oriental.  El 
segundo,  Moyotla,  hoi  S.  Juan,  la  comprendida  entre  las  calles 
Meridional  y  Occidental.  El  tercero,  Tlaquechiuhcan,  hoi  Santa 
Maria,  la  comprendida  entre  las  calles  Occidental,  y  Septentrional. 
El  cuarto,  Atzacualco,  hoi  S.  Sebastian,  la  comprendida  entre  las 
calles  Septentrional,  y  Oriental.  A  estas  cuatro  partes,  en  que  fue 
dividida  la  ciudad  desde  su  fundación,  se  agregó  después,  como 
quinta  parte,  la  ciudad  de  Tlatelolco,  quedando,  por  las  conquistas 
del  rei  Ajayacatl,  unida  a  la  de  Tenochtitlan,  y  compuesta  de  todas 
ellas  la  capital  del  imperio  Megicano. 

Habia  al  rededor  de  la  ciudad  muchos  diques,  y  esclusas  para 
contener  las  aguas  en  caso  necesario,  y  dentro  de  ella  tantos  canales, 
que  apenas  habia  barrio  por  el  cual  no  se  pudiese  transitar  en  barco ; 
lo  que  no  menos  contribuía  a  hermosear  la  pobfacion,  que  a  facilitar 
el  transporte  de  los  víveres,  y  de  todos  los  renglones  de  comercio, 
asegurando  de  este  modo  a  los  ciudadanos  contra  las  tentativas  de 
sus  enemigos.  Las  calles  principales  eran  anchas,  y  derechas.  De 
las  otras,  habia  algunas  que  no  eran  mas  que  canales ;  muchas  em- 
pedradas, y  sin  agua,  y  no  pocas  que  tenían  en  medio  una  azequia 
entre  dos  terraplenes,  que  servían  a  la  comodidad  de  los  pasageros,  y 
a  descargar  las  mercancías ;  o  en  su  lugar,  plantíos  uíb  arboles,  y 
flores. 

Entre  los  edificios^  ademas  de  los  muchos  templos,  y  palacios  de 

el  numero  de  60,000  casas,  y  no  de  60,000  habitantes  como  dice  Robertson,  pues 
no  hai  autor  antijfuo  que  la  estime  tan  pequeña.  Es  cierto  que  en  la  traducción 
Italiana  del  conquistador  anónimo  se  traduce  60,000  habitantes  por  60,000 
vecinos,  debiendo  decir  fuegos,  pues  de  otro  modo  se  diría  que  Cholula, 
Joquimilco,  Iztapalapan,  y  otras  ciudades  eran  mas  populosas  que  Megico. 
Pero  en  el  referido  numero  no  se  comprendian  los  arrabales.  Nos  consta  por 
el  testimonio  de  Herrera,  y  de  Bernal  Diaz  del  Castillo  que  acia  Poniente  con- 
tinuaban las  casas,  por  una  y  otra  parte  del  camino  de  Tlacopan,  hasta  tierra 
■firme,  lo  que  forma  un  espacio  de  dos  millas.  Los  otros  arrabales  eran  Azta- 
calco,  Acatlan,  Malcuitlapilco,  Ateneo,  Iztacalco,  Zancopinca,  Huitznahuac, 
Jocotitlan,  Coltonco,  y  otros.  Probablemente  Torquemada  incluyó  en  su 
calculo  los  arrabales,  pero  aun  de  este  modo  me  parece  exesivo  el  numero  de 
120,000  casas. 


CRLO   DR   CORTftH   POR   LA   RBLIOION.  (¡^ 

que  80  ha  hablado,  habia  otros  palaciof ,  o  casas  grandes,  construidas  por 
tos  señores  fendataríos  para  su  habitación,  en  el  tiempo  en  que  se  les 
obligaba  a  residir  en  la  corte.  Sobre  todas  las  casas,  exepto  sobro  las 
de  los  pobres,  habia  aaoteas  con  sus  parapetos,  y  en  algunas,  almenas, 
y  torres,  aunque  roas  pequeñas  que  las  de  los  templos ;  asi  que  los 
templo»,  las  calles,  y  las  casas  eran  otros  tantos  medios  de  defensa 
para  los  habitantes. 

Ademas  de  la  grande,  y  famosa  plaza  de  Tlatelolco,  donde  se  hacia 
el  mercado  principal,  habia  otras  menores,  distribuidas  por  toda  la 
ciudad  donde  se  vendían  lai  provisiones  de  boca  mas  comunes.  Eo 
otros  puntos  habia  fuentes,  y  estanques,  especialmente  en  las  cercanías 
de  los  templos,  y  muchos  jardines,  plantados  los  unos  al  nivel  de  la 
tierra,  y  otros  en  altos  terrados.  íxm  muchos  y  bellos  edificio* 
primorosamente  blanqueados,  y  bruñidos,  las  altas  torres  de  los 
templos  esparcidos  por  los  cuarteles  de  la  ciudad,  los  canales,  los 
vergeles,  y  los  jardines,  formaban  tan  hermoso  conjunto,  que  los 
Españoles  no  se  cansaban  de  admirarlo,  especialmente  cuando  lo 
contemplaban  desde  el  atrio  superior  del  templo  mayor,  el  cual  no 
solo  dominaba  la  pob%cion  de  la  corte,  si  no  los  lagos,  y  las  bellas,  y 
gprandes  ciudades  de  sus  bordes.  No  menos  maravillados  quedaron  aJ 
ver  los  palacios  reales,  y  la  variedad  infinita  de  plantas,  y  animales 
que  en  ellos  se  criaban  :  mas  nada  los  dej6  tan  atónitos  como  la  gran 
plaza  del  mercado.  No  hubo  Español  que  no  la  celebrase  con  sin- 
gulares encomios,  y  algunos  de  ellos,  que  habian  viajado  por  casi  toda 
la  Europa,  aseguraron,  como  dice  Bemal  Diaz,  no  haber  visto  jamas 
en  ninguna  ^sa  del  mundo  ni  tan  gran  numero  de  traficantes,  ni  tanta 
variedad  de  mercancias,  ni  tanta  regularidad  y  orden  en  el  conjunto. 

Desahogos  del  celo  de  Cortés  por  la  Religión. 
Cuando  los  Españoles  subieron  al  templo  mayor,  encontraron  allí 
al  reí,  que  se  les  habia  anticipado,  para  evitar  con  su  presencia  que 
cometiesen  algún  atentado  contra  sus  Ídolos.  Después  de  haber 
observado  desde  aquella  altura  la  ciudad,  que  el  mismo  reí  le  indicaba. 
Cortes  le  pidió  permiso  de  ver  los  santuarios,  y  él  lo  concedió, 
habiendo  antes  consultado  a  los  sacerdotes.  Entraron  en  ellos  loa 
Españoles,  y  contemplaron,  no  sin  compasión  ni  horror,  la  ceguedad 
de  aqudlos  pueblos,  y  el  horrendo  estrago  que  en  ellos  hacia  b 
crueldad  de  sos  sacrificios.  Cortés,  volviéndose  entonces  a  Moteoe- 
loma,  le  dijo :  **  Me  maravillo.  Señor,  que  un  monarca  tan  sabio 


TCf  HISTORIA   ANTIGUA    DE   MEGICO. 

como  vos,  adore  como  dioses  esas  figuras  abominables  del  demoiiio." 
"  Si  yo  hubiese  sabido,  respondió,  que  debiais  hablar  con  tanto 
desprecio  de  nuestros  númenes,  no  hubiera  cedido  jamás  a  vuestras 
instancias."  Cortés,  viéndolo  tan  enojado,  se  escusó  como  pudo,  y  se 
despidió  para  retirarse  a  sus  cuarteles.  **  Id  en  buen  hora,  respondió 
el  monarca,  que  yo  me  quedo  aquí  para  aplacar  a  los  dioses,  irritados 
con  vuestras  blasfemias." 

Apesar  de  este  disgusto  obtubo  Cortes  del  rei  no  solo  el  permiso  de 
construir  dentro  del  recinto  de  sus  cuarteles  una  capilla  en  honor  del 
verdadero  Dios,  si  no  también  los  materiales  y  operarios  para  la 
fabrica,  en  la  cual  se  celebró  el  santo  sacrificio  de  la  Misa,  mientras 
duró  la  provisión  de  vino,  y  diariamente  concurrían  a  ella  los  soldado», 
a  encomendarse  a  Dios.  Plantó  ademas  en  el  patio  principal  una 
cruz,  a  fin  de  que  los  Megicanos  viesen  la  suma  veneración  en  que  los 
Españoles  tenian  aquel  santo  instrumento  de  la  redención  del  linage 
humano.  Quiso  después  consagrar  al  culto  del  verdadero  Dios  el 
templo  mismo  de  Huitzilopochtli,  pero  lo  detubo  el  miedo  del  rei,  y 
de  los  sacerdotes,  aunque  lo  consiguió  mas  tarde,  habiendo  aumentado 
su  autoridad  de  resultas  de  la  prisión  del  rei,  5^  de  otras  acciones  no 
menos  temerarias,  que  referiré  mui  en  breve.  Despedazó  los  Ídolos 
que  alli  se  veneraban,  hizo  limpiar  el  santuario,  colocó  en  él  un 
Crucifijo,  y  una  imagen  de  la  Madre  de  Dios*,  y  arrodillado  delante 
de  aquellos  simulacros,  dio  gracias  al  Altísimo  por  haberle  concedido 
la  gracia  de  adorarlo  en  aquel  lugar,  que  por  tanto  tiempo  habia  sido 
consagrado  a  la  mas  abominable,  y  cruel  idolatría.  Est^  mismo  celo 
lo  indujo  a  repetir  muchas  veces  a  Moteuczoma  sus  razonamientos 
sobre  las  santas  verdades  de  nuestra  fe,  y  aunque  aquel  monarca  no 
estaba  dispuesto  a  abrazarlas,  sin  embargo  movido  por  sus  argu- 
mentos mandó  que  no  se  sacrificasen  mas  victimas  humanas,  y  aunque 
no  complaciese  al  general  Español  en  renunciar  a  su  creencia,  siguió 
tratándolo  con  cariño,  y  no  pasaba  dia  en  que  no  hiciese  nuevas 
finezas,  y  regalos  a  los  Españoles.     La  orden  que  dio  a  los  sacerdotes 

*  La  imagen  de  la  Virgen  que  colocó  Cortés  en  aquel  santuario,  se  cree  ser  la 
misma  que  en  la  actualidad  se  venera  con  el  titulo  de  los  Remedios,  o  del  Socorro, 
en  un  magnifico  templo,  a  ocho  millas  de  la  capital  acia  Poniente.  Se  dice  que 
la  llevó  consigo  a  Megico  un  soldado  de  Cortés  llamado  Villafuerte,  y  que  el  dia 
después  de  la  terrible  noche  en  que  fueron  derrotados  los  Españoles,  la  escondió 
en  el  sitio  en  que  se  encontró  algunos  años  después,  que  es  el  mismo  en  que  hoi 
se  venera. 


PRISIÓN    UH    MOTKUOZOMA.  71 

uT.erra  do  \o»  sacrifícioH  no  fue  observada  con  rigoroM  puntuiílidad, 
y  la  gran  arroonia  que  reinaba  entre  Corté»  y  Motcucxoma  Aio  turbada 
por  el  inaudito  atentado  que  voi  a  referir. 

Prisión  de  MoUuczoma. 
No  bubian  pasado  mas  de  seis  dias  después  de  la  entrada  de  los  Es- 
pañoles en  Megioo,  cuando  viéndose  Cortés  aislado  en  medio  de  un 
pueblo  inmenso,  y  conociendo  el  peligro  en  que  se  hallaban  su  vida*  y 
la  de  loa  suyos,  si  mudaba  de  sentimientos  el  rci,  como  podia  suceder, 
llegó  a  persuadirse  que  no  podia  adoptar  otro  mc<iioparasu  seguridad, 
que  el  de  apoderarse  de  la  persona  de  aquel  soberano ;  pero  siendo 
esta  una  medida  tan  opuesta  a  la  raxon,  como  al  reipeto,  y  al  agrade- 
cimiento qoe  le  debia,  buscó  pretestos  para  aquietar  su  conciencia,  y 
poner  a  cubierto  su  bonor*.  y  no  bailó  otro  que  pudiera  convenirle  ñ 
no  la  revolución  de  Vera  Cruz,  cuya  noticia,  qoe  recibió  en  Cbolula, 
habia  tenido  basta  entonces  reservada  en  su  pecbo.  Pero  queriendo 
en  fin  sacar  partido  de  ella,  la  comunicó  a  sus  capitanes,  para  qae 
seriamente  pensasen  en  los  medios  que  podrían  libertarlos  de  tantos 
peligros ;  y  para  jnlUfícar  la  temeridad  que  pensaba,  y  obligar  a  los 
Españoles  a  prestarse  a  ella,  mandó  llamar  a  mucbas  personas  princi- 
pales de  los  aliados  (cuyo  testimonio  debia  ser  sospecboso,  a  causa  de 

*  Que  el  inteato  de  Cortés  era  apodcrane  de  cualquier  modo  de  Ja  pe  nona  de 
Motcuczoms,  y  que  la  rcvoluciun  de  Vera  Cruz  do  era  mas  que  un  pretesto 
para  cubrir  su  dctl^io,  te  inBere  rlaramcoto  de  tu  rarte  a  Carlos  V,  de  dO  de 
Ortuhre  de^|^.  "  nwados,  inrlrtissimo  Príncipe,  teU  días  después  qoe  en  la 
gran  dudad  dr  Temittitan  entr^  (debia  decir  Tenocktittmm)  y  habiendo  vbto  alfa- 
nas eosai  de  ella,  aunque  pocas,  seinin  lo  que  hai  que  ver,  j  nomr.  por  aquellas 
HM  pareció,  y  aun  por  lo  que  de  la  tierra  habia  visto,  que  conrenia  al  Real  acrvi. 
do,  y  a  nuestra  segulUad,  que  aquel  señor  (Moteturoa)  eatnbiera  en  mi  poder,  y 
no  ca  toda  su  libertad :  por  que  no  modauc  cl  proposito  que  mostraba  en  servir 
a  V.  Alteta,  mayormente  que  los  Españoles  somos  algo  incomporubles,  r  impor- 
tunos, e  porque  enojándose  nos  podía  hacer  mucho  dafio,  y  tanto  que  no  bohlesse 
memoria  de  nosotros,  según  su  gran  poder  ;  e  también  porque  tenicndole  conml- 
fCO,  todas  las  otras  tierras  que  a  él  eran  subditas,  vendrían  mas  alna  al  coood- 
■dsBtD,  y  servido  de  V.  M.  como  después  sucedió.**  Todavía  descubre  con  mayor 
claridad  su  btento  en  otro  pasage  de  U  misma  carta,  dtaado  otra  que  habia  «•- 
críto  al  mUmo  Carlos  V  desde  Vera  Cruz.  "  Certifiqué  a  V.  A.  que  lo  hahria 
(a  Motesaaa)  o  preso,  o  muerto,  o  subdito  a  la  coroaarsal  de  V.  M.,  y  con  este 
proposito  y  demanda  roe  partí  de  la  ciadad  de  CeospeaL*  Ahora  Mea,  casado 
Cortés  saBo  de  Cempc^a,  no  hablan  ocurrido  los  sucesos  de  Vera  Cras,  al  habla 
redbido  agravio  alguno  del  rei.  si  no  roa»  bien  finetas  dagnkrei.  y 
K<*«ntes. 


*ll 


72  HISTORIA    ANTIGUA    DE  MEGICO. 

SU  enemistad  con  los  Megicanos,)  y  les  preguntó  si  habian  observado 
alguna  novedad  en  la  conducta  de  los  habitantes  de  aquella  corte. 
Ellos  respondieron  que  la  plebe  estaba  divertida  en  los  regocijos  pú- 
blicos, que  el  rei  habia  dispuesto  para  solemnizar  la  llegada  de  tan  no- 
bles estrangeros ;  pero  que  en  la  nobleza  se  notaba  cierto  aspecto  sos- 
pechoso, y  entre  otras  cosas,  habian  oido  decir  a  sus  individuos  que 
seria  fácil  levantar  los  puentes  de  los  canales,  lo  que  indicaba  alguna 
conspiración  secreta  contra  los  Españoles. 

Tan  grande  era  la  inquietud  de  Cortés  que  no  pudo  dormir  aquella 
noche,  y  la  pasó  dando  vueltas,  pensativo,  y  agitado,  por  sus  cuarteles. 
Una  centinela  le  notició  entonces  que  en  una  de  las  cámaras  habia  una 
salida  tapada  con  una  pared  que  pareeia  recien-hecha.  Cortés  la  hizo 
abrir,  y  halló  muchas  piezas  en  que  estaba  depositado  el  tesoro  del  rei 
Ajayacatl.  Vio  alli  muchos  Ídolos,  una  gran  cantidad  de  alajas  de  oro, 
plata,  y  piedras  preciosas,  ricos  tegidos  de  pluma,  y  algodón,  y  otros 
obgetos  que  pagaban  a  lo  corona  los  pueblos  tributarios,  o  que  regala- 
ban los  señores  feudatarios  a  su  soberano.  Después  de  haber  exami- 
nado atónito  tantas  riquezas,  mandó  hacer  de  nuevo  el  muro,  dejan- 
dolo,  todo  en  el  mismo  estado  en  que  se  hallaba.  • 

En  la  mañana  siguiente  reunió  a  sus  capitanes,  les  representó  las 
h  ostilidades  cometidas  por  el  señor  de  Nauhtlan  contraía  guarnición  de 
la  Vera  Cruz,  y  contra  los  Totonaques  sus  aliados  ;  exesos  que,  según 
decian  estos,  no  se  hubieran  llevado  a  efecto  sin  la  orden,  o  el  permiso 
del  rei  Moteuczbma.  Espusoles  con  la  mayor  energía  el  gravísimo 
peligro  en  que  se  hallaban,  y  les  declaró  su  designio,  exagerando  las 
ventajas  que  debian  aguardarse  de  su  egecucion,  y  dismmuyendo  los 
funestos  resultados  que  podia  tener.  Hubo  variedad  en  los  dictá- 
menes de  los  otros  gefes.  Los  unos  desaprobaban  el  proyecto,  como 
impracticable,  y  temerario,  diciendo  que  seria  mejor  pedir  licencia  al 
rei  para  retirarse  de  la  corte,  pues  el  que  con  tantas  instancias,  y 
regalos  habia  procurado  disuadir  a  Cortés  de  su  resolución  de  ir  a 
Megico,  fácilmente  les  daría  permiso  de  salir  de  alli.  Los  otros 
creian  necesaria  la  salida,  pero  opinaban  que  debia  hacerse  de  pronto 
y  en  secreto,  para  no  dar  ocasión  a  que  los  Megicanos  pusiesen  por 
obra  alguna  perfidia:  pero  la  mayor  parte  de  ellos,  inducidos  de  ante- 
mano, como  es  de  creerse,  por  el  mismo  general,  adhirieron  a  su  voto, 
oponiéndose  a  los  otros,  como  vergonzosos,  y  mas  arriesgados. 
"  ¿  Qué  se  dirá  de  nosotros,  preguntaban,  viéndonos  salir  intempesti- 
vamente de  una  corte,  donde  con  tantas  honras  hemos  sido  acogidos  I 
¿  Habrá  quien  no  crea  que  el  miedo  es  el  que  nos  pone  espuelas  ?  Y 


PRISIÓN    DB   MOTBtlOSOMA.  78 

ti  pordcmoi  la  reputación  de  Talientet,  i  qné  iegnrídad  podcmoii  pro- 
mrtrrnoii  ?  ¿  Qué  no  harán  con  nosotros,  en  lo»  piintox  del  tcrríto* 
rio  Megicano,  o  del  de  nuestros  aliados,  por  donde  tengamos  qaa 
transitar  cuando  ya  no  los  detenga  el  respeto  de  nuestras  armas  ?  ** 
Tomóse  finalmente  la  resolución  de  apoderarse  de  Moteucaoma  en  sn 
palacio,  y  de  llevarlo  preso  a  los  cuarteles :  proyecto  bárbaro,  y  estra- 
vagante,  sugerido  por  el  temor  de  los  males  que  podrían  sobrevenirles, 
o  por  la  esperíencia  de  su  propia  felicidad,  que,  mas  que  ninguna  otra 
consideración,  estimula  a  los  hombres  a  acometer  las  mas  arduas  em- 
presas, y  frecuentemente  los  arroja  a  los  mas  hondos  precipicios. 

Para  la  egecucion  de  tan  peligroso  atentado  puso  Cortés  en  arma  a 
toda  su  tropa,  y  la  distribuyó  en  los  puntos  convenientes.  Mandó  a 
oinoo  de  sus  capitanes,  y  a  veinte  y  cinco  de  sus  soldados,  en  quienes 
mas  confianza  tenia,  que  se  dirigiesen  de  dos  en  dos  a  palacio,  pero 
de  tal  modo,  que  acudiesen  todos  a  un  tiempo,  y  como  si  fuese  por 
casualidad,  y  él  se  encaminó  al  mismo  punto,  con  su  interprete  Dofía 
Marina,  obtenido  antes  el  beneplácito  del  rei,  a  la  hora  en  que  solia 
visitarlo.  Fue  introducido  con  los  otros  Españoles  en  la  sala  de  la 
audiencia,  donde  Motiuczoma,  lejos  de  pensar  en  lo  que  iba  a  suceder, 
los  recibió  con  la  misma  amabilidad  que  siempre.  Mandóles  tomar 
asiento,  les  reg^ó  algunos  efectos  de  oro,  y  ademas  presentó  a  Cortés 
una  de  sus  hijas.  Cortés,  después  de  haberle  significado  con  las  mas 
urbanas  espresiones  su  gratitud,  se  escusó  de  aceptarla,  alegando  que 
estaba  casado  en  Cuba,  y  que  según  la  lei  divina  de  los  Crístianos,  no 
le  era  licito  leper  dos  mugeres :  pero  al  cabo  la  admitió  en  sn  compa- 
ñia,  por  no  disgustarlo,  y  con  el  obgeto  de  reducirla  al  Cristianismo, 
como  lo  verificó  en  efecto.  A  los  otros  capitanes  dio  también  algu- 
nas hijas  de  los  señores  Megicanos,  que  tenia  en  su  serrallo.  Ha- 
blaron después  algún  rato  sobre  vanos  asuntos ;  pero  viendo  Cortés 
que  la  conversación  lo  distraía  de  su  intento,  dijo  al  rei  que  aquella 
visita  tenia  por  obgeto  darle  parte  de  la  conducta  del  señor  de  Nauht- 
lan,  su  vasallo ;  quejóse  de  las  hostilidades  que  había  cometido  contra 
los  Totonaques,  solo  por  su  amistad  con  los  Bspaffoles ;  de  la  guerra 
que  había  hecho  a  la  guarnición  de  Vera  Croa,  y  de  la  muerte  del  go- 
bernador Escalante,  y  de  seis  soldados  de  aquella  plaza.  "  Yo,  dijo, 
debo  dar  cuenta  a  mi  soberano  de  la  muerte  de  estos  hombres,  y  para 
poder  satiifiíoerlo  dignamente,  he  hecho  varias  indagaciones  acerca  de 
un  procedimiento  tan  irregular.  Todos  os  inctüpan,  como  al 
autor  de  aquellos  sucesos :  mas  yo  estoi  lejos  de  creer  tamafii 
en  lao  grau  monarca,  cual  sería  la  dé  tratar  como  enemigo  es  aqveUa 


fá  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MBGICO. 

provincia,  al  que  al  mismo  tiempo  colmáis  de  favores  en  la  corte." 
**  No  dudo,  respondió  Moteuczoma,  que  los  que  me  atribuyen  la 
guerra  de  Nauhtlan  sean  los  Tlascaleses,  mis  eternos  enemigos :  pero 
yo  os  protesto  que  no  he  tenido  en  ella  el  menor  influjo.  Quauhpopoca 
ha  obrado  sin  orden  mia :  antes  bien  contra  mis  intenciones :  y  a  fin  de 
que  os  conste  la  verdad,  lo  haré  venir  inmediatamente  a  la  corte,  y  lo 
pondré  en  vuestras  manos."  Llamó  en  seguida  a  dos  de  sus  corte- 
sanos, y  entregándoles  una  joya,  en  que  estaba  esculpida  la  imagen 
del  dios  de  la  guerra,  que  siempre  llevaba  pendiente  del  brazo,  y  ser- 
via en  vez  de  sello  para  la  egecucion  de  sus  mandatos,  les  mandó  que 
se  dirigiesen  con  la  mayor  celeridad  posible  a  Nauhtlan,  y  de  alli  con- 
dugesen  a  la  corte  a  Quauhpopoca,  y  a  las  otras  personas  principales, 
que  habiau  contribuido  a  la  muerte  de  los  Españoles,  autorizándolos  a 
alistar  tropas,  y  apoderarse  de  ellos  por  fuerza,  en  caso  de  negarse  a 
obedecer  sus  ordenes. 

Los  dos  cortesanos  partieron  sin  tardanza  para  poner  en  cumpli- 
miento su  comisión,  y  el  rei  dijo  a  Cortés :  "  ¿  Qué  mas  puedo  hacer 
parar  aseguraros  de  mi  sinceridad  .í* "  "  No  dudo  de  ella,  respondió 
Cortés ;  mas  para  disipar  el  error  en  que  están  vuestros  mismos  vasa- 
llos, de  que  el  atentado  de  Nauhtlan  se  ha  egecutado  por  orden  vuestra, 
necesito  una  demostración  estraordinaria,  que  haga  manifiesta  la  bene- 
volencia con  que  nos  miráis.  Ninguna  me  parece  mas  conveniente  a 
este  fin,  que  la  de  que  os  digneis  venir  a  vivir  con  nosotros,  hasta  que 
lleguen  los  reos,  y  por  su  confesión  se  aclare  vuestra  inocencia.  Esto 
servirá  para  satisfacer  a  nuestro  soberano,  para  justificar,  vuestra  con- 
ducta, para  honrarnos,  y  para  ponernos  a  cubierto,  bajo  la  sombra  de 
vuestra  magestad."  Apesar  de  las  palabras  artificiosas  con  que  pro- 
curó Cortés  dorar  su  atrevida  e  injuriosa  pretensión,  el  rei  la  penetró 
inmediatamente,  y  se  turbó.  "  ¿  Donde  se  ha  visto,  dijo,  que  un  sobe- 
rano se  dege  llevar  preso?  Y  aunque  yo  consintiese  en  evilecer  de 
ese  modo  mi  persona,  y  mi  dignidad  ¿no  tomarían  las  armas  al  ins- 
tante todos  mis  vasallos  para  libertarme  ?  No  soi  yo  hombre  de  los  que 
pueden  esconderse,  y  huir  a  los  montes.  Sin  someterme  a  tal  infamia, 
aqui  estoi,  pronto  a  satisfacer  vuestras  quejas."  "  Lacasa,  Señor,  a  que 
os  convidamos,  dijo  entonces  Cortés,  es  uno  de  vuestros  palacios,  y 
vuestros  subditos,  acostumbrados  a  veros  mudar  de  residencia,  no  podran 
estrañar  que  paséis  a  la  de  vuestro  difunto  padre  Ajayacatl,  bajo  el 
pretesto  de  darnos  este  nuevo  testimonio  de  amistad.  En  caso  de  que 
intenten  algo  contra  vuestra  persona,  o  contra  nosotros,  tenemos  valor, 
brazos  fuertes,  y  armas  poderosas  para  reprimir  su  temeridad.     Por  lo 


PRIHION    DR    MOTSUCXOMA.  7ft 

derons.  yo  empeño  mi  palabra  qae  «erGiii  honrado  por  nototrot,  y  «ei^ 
vido,  como  por  vuestron  Hubditos."  £1  reí  por^everó  en  lO  repagnan- 
oin»  y  Cortas  en  tu  pretensión,  hasta  que  uno  de  los  capitanes  Espa- 
ñoles, demasiado  atrevido  e  inconsidorado,  llevando  a  mal  qoo  se  re- 
tardase la  egecacion  de  aquel  designio,  dijo  en  tono  colérico,  que  se 
dejasen  las  palabras,  y  que  sería  mejor  llevarse  al  reí  por  fucrui,  o 
quitarle  la  vida.  Moteuczoma,  que  en  el  semblante  del  Español,  co- 
noció su  intento,  preguntó  a  Doña  Marina  qué  decia  aquel  furioso 
estrangero.  "  Yo,  señor,  respondió  ella  con  discreción,  como  subdita 
vuestra,  deseo  vuestra  ventura,  y  como  confidenta  de  estos  hombres, 
poseo  sus  secretos,  y  conozco  su  Índole.  Si  os  dignáis  hacer  lo  que  soli- 
citan, seréis  tratado  por  ellos  con  todo  el  honor,  y  distinción  que  se 
debe  a  Tuestra  real  persona :  mas  si  persistís  en  vuestra  determinación, 
corre  peligro  vuestra  vida."  Aquel  infeliis  monarca,  que  desde  la 
primera  llegada  de  los  Españoles  so  babia  dejado  dominar  por  un  terror 
supersticioso,  y  cuya  pusilanimidad  aumentaba  de  diaen  dia,  viéndose 
en  tanto  apuro,  y  creyendo  que  antes  que  llegasen  sus  guardias,  po- 
dría haber  perecido  a  manos  de  aquellos  hombres  tan  osados,  y  resuel- 
tos, cedió  Bnalment^a  sus  instancias.  "  Quiero,  dijo,  fíarme  de  vos ; 
vamos,  vamos,  pues  que  los  dioses  lo  quieren  asi,"  y  dando  orden  de 
que  se  le  preparase  la  litera,  se  puso  en  ella  para  ir  a  los  cuarteles  de 
los  Españoles. 

No  dudo  que  los  lectores  seotirao  al  leer,  y  al  considerar  las  circuns- 
tancias de  este  estraordinario  laceto,  el  mismo  disgusto  que  yo  espe- 
rímento  al^ferirlo  :  mas  eo  este,  no  menos  que  en  otros  acaecimien- 
tos de  nuesva  historia,  es  necesario  levantar  la  mente  al  cielo,  y  revo- 
renciar  con  el  mas  profundo  respeto  los  altísimos  consejos  de  hi  Divi- 
na Providencia,  que  se  valió  de  los  Españoles  como  de  instrumentos 
de  su  justicia,  y  de  su  misericordia,  castigando  en  algunos  la  supertti- 
cion,  y  la  omeldad,  e  iluminando  a  los  otros  con  la  luz  del  Evangelio. 
No  cesaremos  de  inculcar  este  principio,  ni  de  dar  a  conocer,  ano  eo 
las  aocioDes  mas  irregulares  de  las  criaturas,  la  bondad,  la  sabidoria,  y 
la  omnipotencia  del  Criador. 

Salió  finalmente  Moteucxoma  de  so  palacio,  para  no  volver  a  ealnr 
maa  ea  sos  muros,  protestando  al  mismo  tiempo  a  toa  oorteeMiot,  qae 
por  ciertoi  motivos  que  habia  consultado  ya  con  los  dioeea,  ae  iba  por 
iu  gusto  a  vivir  alguoot  diu  con  aquellos  estfwigwoa,  y  iiaiid««dolei 
que  lo  pablioaaeo  asi  por  toda  la  ciudad.  Iba  OM  todo  el  tnm  jamg' 
oificenoia  qae  ioKa  llevar  consigo,  cuando  se  dejaba  ver  ea  paUieo»  y 
los  Eapafiolee  marobaban  a  so  lado  guardándolo,  y  coa  prdetto  de 


76  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

honrarlo.  Divulgóse  inmediatamente  por  la  ciudad  la  noticia  de  tas 
estraordinario  suceso,  y  concurrió  en  tropel  el  pueblo  a  presenciarlo  : 
los  unos  lloraban  enternecidos,  y  los  otros  se  arrojaban  al  suelo  como 
desesperados.  El  rei  procuraba  aquietarlos,  significándoles  el  placer 
con  que  iba  a  residir  entre  sus  amigos :  pero  temiendo  algún  alboroto, 
dio  orden  a  sus  ministros  de  despejar  el  camino  de  la  plebe,  e  impuso 
pena  de  muerte  al  que  ocasionase  la  menor  inquietud.  Llegado  a  los 
cuarteles,  acogió  con  suma  benignidad  a  los  Españoles  que  salieron  a 
su  encuentro,  y  tomó  por  su  alojamiento  la  habitación  que  mas  le  aco- 
modó, y  que  fue  mui  en  breve  amueblada  por  su  servidumbre  con  finos 
tapetes  de  algodón,  y  de  plumas,  y  con  los  mejores  muebles  del  real 
palacio.  Cortés  puso  guardia  a  la  puerta  de  aquella  habitación,  y  do- 
bló la  ordinaria  de  los  cuarteles. .  Intimó  a  todos  los  Españoles,  y 
aliados  que  tratasen,  y  sirviesen  al  rei  con  el  respeto  debido  a  su  alto 
carácter,  y  permitió  que  entrasen  a  visitarlo  cuantos  Megicanos  quisie- 
sen, con  tal  de  que  fuesen  pocos  a  la  vez:  asi  que  Moteuczoma  no 
carecía  de  nada  de  lo  que  tema  en  su  palacio,  sino  de  libertad. 

Vida  del  rei  en  la  prisión.* 
Daba  Moteuczoma  libremente  audiencia  a  sus  vasallos,  oia  sus  pre* 
guntas,  pronunciaba  sentencias,  y  gobernaba  el  reino  con  la  ayuda  de 
sus  ministros,  y  consegeros.  Servianlo  sus  criados  con  la  diligencia,  y 
puntualidad  acostumbradas.  Asistíanlo  a  la  mesa  una  muchedumbre 
de  nobles,  distribuidos  de  cuatro  en  cuatro,  llevando  en  alto  los  platos> 
para  mayor  ostentación.  Después  de  haber  escogido  lo  eme  le  gusta- 
ba, distribuía  lo  demás  entre  los  Españoles  que  lo  guardaban  y  los  Me- 
gicanos de  su  servidumbre.  No  satisfecho  con  esta  su  generosidad 
hacia  frecuentes  y  magníficos  regalos  a  los  Españoles.  Cortés,  por  su 
parte,  mostraba  tanto  celo  en  que  sus  soldados  lo  respetasen  como  de- 
bían, que  mandó  dar  de  palos  a  uno  de  ellos  por  haberle  respondido  con 
aspereza,  y  lo  habría  mandado  ahorcar,  según  afirman  los  historiadores, 
si  el  mismo  rei  no  hubiera  intercedido  en  favor  del  reo.  Mas  si  este 
era  digno  de  tan  severo  castigo,  por  haber  faltado  con  su  respuesta  al 
respeto  debido  a  la  magestad  del  monarca  ¿  qué  pena  merecía  él 
que  lo  habla  privado  enteramente  de  su  libertad?  Cada  vez  que  Cortés 
iba  a  visitarlo  le  hacia  los  mismos  acatamientos  y  ceremonias,  que 
cuando  estaba  en  su  palacio.  Para  distraerlo  en  su  prisión  mandaba  a 
sus  soldados  hacer  egercicios  de  armas,  o  jugar  en  su  presencia,  y  él 
mismo  rei  se  dignaba  también  jugar  con  él,  o  con  el  capitán  Alvarado, 
a  un  juego  que  los  Españoles  llamaban  bodoque,  y  mostraba  placer  en 


VIDA    l>KI.    RRl    RM    LA    PRISIÓN.  77 

perder,  )>ara  tener  ducvos  motivos  de  egerccr  su  liberalidad.  Dea- 
purs  de  comer  perdió  ca  ana  ocasión,  coarcnta  padios  de  oro  «o  br«* 
to,  que  formabiin,  según  congetaro,  ciento  y  iwept»  ooia»  a  lo  ■»- 
MM.  Asi  dÍM|Nui  fácilmente  sus  ríqaeaas  los  qae  Im  has  adqairido  tim 
naga. 

Viendo  Cortés  la  liberalidad,  o  por  mejor  decir,  la  prodigalidad  del 
ivi.  le  dijo  un  día  que  algunos  soldadoa  atreridot  habían  tomado  del 
tesoro  de  su  defnnto  padre  Ajayar4itl  unot  pedaxos  de  oro,  ma<«  que 
ya  habia  ronndado  reponerlos  donde  estabaa.  ".Con  tal  que  no  toquen, 
dijo  el  reí,  a  las  imágenes  de  los  dioses,  ni  a  lo  que  «ata  JaatÍDado  a 
su  culto,  tomen  cuanto  quieran."  Con  este  peraÍM,  loa  BlpaÜolea 
sacaroo  de  aquel  deposito  ims  de  mil  Testados  de  algodón.  Cortés 
mandó  restituirlos :  pero  Moteucxoma  se  opuso  diciendo  que  janiM 
volvía  a  tomar  lo  que  había  dado.  Quiso  adeflMM  el  general  Español 
qae  se  anestascn  otros  soldados  que  del  mismo  tesoro  habían  tomado 
ciarta  cantidad  de  liquidamhar :  mas  a  petición  del  reí  fueron  puestos 
en  libertad.  No  contento  con  prodigar  sos  riquexas  a  los  estrangeros, 
presentó  a  Cortés  otra  de  sos  hijas,  que  él  aceptó  para  casarla  con 
Cristoval  de  Olid,  nftiestre  de  campo  de  las  tropas  Españolas.  Esta 
como  la  otra  que  habia  Moteocsoma  dado  antes,  fue  pronta- 
instmida  y   bautizada,   sin  que  su  padre   hiciese   la   menor 


No  dudando  ya  Cortés  de  la  buena  voluntad  del  reí,  descubierta, 
no  solo  en  tan  estraordinarias  demostraciones  de  liberalidad,  sino  tam* 
bien  en  «I  plnoer  qna  tenia  de  tratar  con  los  Espaftoleik  le 
ilMpaii  dMIgnnoa  4mm  de  prisión,  licencia  pan  taUr  de 
y  lo  «lottó  n  qna  Amm,  ennntM  vncaa  gaíiiMii,  a  divertirse  en  la  can, 
aganiBio  n  qno  en  aficionndimMo.  No  naió  el  envilecido  monafca 
aqael  ano  ainnble  de  su  libertad ;  salía  anchn  Tecea,  e  iba  o  a  Im 
i<n|ilM,n  pnction  m  defociones.  o  al  lago  a  ennr  ana  aenatieai»  j 
•I  boaqne  de  Chapohepec,  n  otro  «tío  de  neno»  aenpre  gnart^in 
toldados  Eipefteln.  Cuando  ¡be  al  ligo  lo 
y  dos  bmgnünw  qae  mandó  hacer  Cartea, 
de  n  entrada  en  aquella  capital*.  Cuando  iha  a  In 
lo  acompañaban  dos  mil  Haacnlaan,  adann  de  la  nnonn 
comitin  de  Megicanot,  que  lo  senriai  eoatfnentBle:  wm  nenn  p^ 
•aba  la  nacha  Inan  de  n  aloJMÍiiln 

•  PWrm  sspMMr  de  aaa  v«t  la  vida  de  Motnennmñ  lapririn  ciiaa%nss 
sácese*  peslariore»  a  los  qae  voi  s  referir. 


78  HISTORIA   ANTIGUA    DE    MEGICO. 

Suplicio  del  Señor  de  NauJitlan,  y  nuevo  insulto  a  la  Magestad 
del  Rei. 

Mas  de  quince  días  habían  pasado  después  que  Moteuczoma  mudó 
de  residencia,  cuando  volvieron  los  dos  sugetos  que  habia  enviado  a 
Nauhtlan,  trayendo  consigo  a  Quauhpopoca,  a  un  hijo  suyo,  y  a 
quince  nobles  cómplices  de  la  muerte  de  Escalante.  Quauhpopoca 
venia  ricamente  vestido  sobre  una  litera.  Cuando  llegó  a  los  cuarteles 
se  descalzó,  según  el  ceremonial  de  palacio,  y  se  cubrió  de  un  ropage 
tosco.  Introducido  a  presencia  del  rei,  y  hechas  las  acostumbradas 
reverencias,  le  dijo :  "  Ved  aqui,  mui  grande  y  poderoso  Señor,  a 
vuestro  siervo,  obediente  a  vuestras  ordenes,  y  pronto  a  cumplir  en 
todo  vuestra  voluntad."  "  Harto  mal  os  habéis  conducido  en  esta 
ocasión,  le  respondió  indignado  el  rei,  tratando  como  enemigos  a  unos 
estrangeros  que  yo  recibo  amigablemente  en  mi  corte,  y  grande  ha  sido 
vuestra  temeridad  en  inculparme  tamaño  atentado:  seréis  por  tanto 
castigado  como  traidor  a  vuestro  soberano,"  y  queriendo  Quauhpopoca 
escusarse,  no  quiso  darle  oidos,  y  mandó  entregarlo  a  Cortés  con  sus 
cómplices,  a  fin  de  que,  examinado  el  delito,  lo  cLstigase  con  la  mere- 
cida pena.  Cortés  les  hizo  varios  interrogatorios,  y  ellos,  confesaron 
claramente  el  hecho,  sin  inculpar  al  principio  al  rei,  hasta  que  vién- 
dose amenazados  del  tormento,  y  creyendo  inevitable  el  suplicio,  de- 
clararon que  cuanto  hablan  hecho  les  habia  sido  mandado  por  el  rei, 
sin  cuyas  ordenes  no  hubieran  osado  intentar  la  menor  cosa  contra  los 
Españoles. 

Oida  la  confesión  por  Cortés,  y  fingiendo  no  dar  credita  a  sus  escu- 
sas, mandó  que  fuesen  quemados  vivos  delante  del  real  palacio,  como 
reos  de  lesa  magestad.  Pasó  inmediatamente  a  la  estancia  del  mo- 
narca, con  tres  o  cuatro  capitanes,  y  un  soldado  que  llevaba  unos 
grillos,  y  sin  detenerse  en  las  acostumbradas  ceremonias,  y  cumpli- 
mientos, le  dijo :  "  Ya,  Señor,  han  sido  examinados  los  reos,  y  todos 
han  confesado  su  delito,  inculpándoos  a  vos,  como  autor  de  la  muerte 
de  mis  Españoles,  Yo  los  he  condenado  al  suplicio  que  merecen,  y 
que  merecéis  vos  mismo,  en  virtud  de  su  confesión :  pero  consideran- 
do, por  otra  parte,  los  grandes  beneficios  que  nos  habéis  hecho,  y  el 
afecto  que  habéis  manifestado  a  mi  soberano,  y  a  mi  nación,  quiero 
concederos  la  gracia  de  la  vida :  pero  no  puedo  evitar  que  sufráis  una 
parte  de  la  pena  a  que  os  habéis  hecho  acreedor  por  vuestro  delito." 
Dicho  esto,  mandó  airadamente  al  soldado  que  le  pusiese  los  grillos 


NUKVO    INSULTO    A  i<    RRI.  79 

pn  los  pies,  y  sin  querer  oírlo,  lo  f  olvio  la  eipalda,  y  fe  retirA.  Poe 
tan  grande  el  asombro  del  monarca,  viendo  sometida  a  tanto  iiltm;^ 
sn  |H>rsona,  que  no  hizo  la  menor  resistencia,  ni  prorrumpió  en  una 
pitlabra  que  denotaM)  su  dolor.  Mantabose  algnn  rato  privado  de 
sentido,  fios  criados  que  lo  asistian  declararon  con  mudas  lagrimas 
sa  dolor,  y  echándose  a  sus  pi(>s  le  aliviaban  con  sus  manos  el  pt^io  de 
los  grillos,  y  con  montones  de  algodón  le  evitaban  su  contacto.  Pasa- 
da aquella  primera  sorpres^i,  prorrumpió  en  ademan«>A  de  impaciencia, 
pero  8en>nose  mui  en  breve,  atribuyendo  su  desventura  a  la  soberaos 
disposición  de  los  dioses. 

Terminada  apenas  aquella  atrevida  acción,  acometió  Cortés  otra 
empresa  no  menos  temeraria.  Después  de  haber  prohibido  la  entrada 
en  los  cuarteles,  a  los  Megicanos  que  venian  a  visitar  al  rei,  mand/> 
conducir  al  suplicio  a  Quauhpopoca,  a  su  hijo,  y  a  los  otros  cómplices. 
Escoltáronlos  los  mis;nos  Espafioles  armados,  y  en  orden  de  batalla, 
para  contener  al  pueblo,  si  intentaba  oponerse  a  la  egecucion :  pero 
}  qu^>  podría  hacer  aquel  iiequefio  numero  de  cstrangeros,  contra  la 
muchedumbre  inmensa  de  Megicanos,  que  debian  ser  espectadores  de 
aquel  grao  suceso,  si» Dios,  que  lo  disponía  todo  para  la  egecacioo  de 
■US  altos  designios,  no  hubiese  impedido  los  efectos  de  tan  inaudito 
atentado?  Encendióse  la  hoguera  delante  del  palacio  principal  del 
rei,  y  la  leña  consistía  en  una  gran  cantidad  de  arcos,  flechas,  dardos, 
lanzas,  espadas,  y  escudos,  que  estaban  en  ana  armería,  porque  asi 
lo  exigió  Cortés  del  rei,  para  libertarse  de  la  inquietud  que  le  ocasio- 
naba la  vista  de  taotas  armas.  Quauhpopoca,  atado  de  pies,  y  niaoot, 
y  puesto  s(fl^  la  hoguera  en  que  iba  a  perecer,  protesta  de  ooevo  m 
inocencia,  y  repitió  que  cnanto  había  h<M:ho,  había  sido  por  etprato 
mandato  de  tn  rei ;  después  biso  oración  a  sus  dioses,  y  exortó  a  sos 
compafieros  a  que  muríesen  con  valor.  Encendióse  el  fuego,  y  «■ 
pocos  minutos  fueron  consumidos*,  a  vista  de  un  pueblo  innumerable, 
qoe  te  mantubo  quieto,  porque  se  persuadió,  como  es  de  creerse,  qoe 


*  SolU,  cuando  hal>Ia  de  U  •entencU  de  Cortés  contra  Quauhpopoca,  dice : 
**  Jus{(oie  militanncote  la  caoMi,  y  se  les  dio  teateBcia  de  muerte,  coa  la  fin  aas 
taada  de  que  fuesen  quemadot  publicamente  tus  coeqxM,"  coa  lo  que,  sia 
espUcar  fkraaiente  el  saplido  de  los  reos,  da  a  entender  qoe  no  faeroa  guroM 
dos  Tiros :  este  modo  de  hablar  no  conriene  a  la  sincerklad  que  ■«  requiere  de  «a 
historiador.  Procura  disimular  lo  que  no  cuadraba  con  el  panegírico  de  sa  karoe: 
pero  de  poco  drve  su  artilido,  cuando  no  lolo  los  otros  Urtoriadons»  dao  Q 
mismo  Oortés  lo  aima  poshivaBeale  en  n  carta  a  OMos  V.  Vcmt  aicmai  k 
Decada  2,  Obro  viil,  cap.  9,  dd  Cronku  Herrera. 


80  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

aquella  sentencia  se  egecutaba  por  orden  del  rei :  y  es  verosimil  que 
se  publicaría  en  su  nombre. 

No  puede  justificarse  de  modo  alguno  la  conducta  de  Cortés,  por- 
que ademas  de  haberse  arrogado  una  autoridad  que  no  le  competía,  si 
creia  en  efecto  que  el  rei  era  el  verdadero  autor  de  las  revoluciones 
de  Vera  Cruz  ¿por  qué  condenar  a  muerte,  y  a  una  muerte  tan 
acerba  a  los  que  no  tenian  otro  delito  que  haber  egecutado  puntual- 
mente las  ordenes  de  su  soberano  1  Si  no  creia  culpable  al  rei  ¿  por 
qué  someterlo  a  tanta  ignominia,  dejando  a  parte  el  respeto  debido  a 
su  carácter,  la  gratitud  que  requería  su  generosidad,  y  la  segurídad 
a  que  es  acreedora  la  inocencia?  Yo  congeturo  que  Quauhpopoca 
tubo  orden  del  rei  de  someter  a  los  Totonaques  a  la  obediencia  de  su 
corona,  y  no  pudiendo  obedecer  este  mandato  sin  indisponerse  con 
los  Españoles,  como  protectores  de  los  rebeldes,  llevó  las  cosas  al 
estremo  que  dejo  referido. 

Terminada  la  egecucion,  pasó  Cortés  a  la  habitación  de  Moteuc- 
zoma,  y  saludándolo  afectuosamente,  y  ponderando  la  gracia  que  le 
hacia  concediéndole  la  vida,  mandó  quitarle  los  hierros.  El  jubilo  que 
esperimentó  en  aquella  ocasión  Moteuczoma,  futí  proporcionado  a  la 
aflicción  que  había  sentido  cuando  se  los  pusieron.  Disipóse  entera- 
mente el  temor  que  habia  tenido  de  perder  la  vida,  y  recibió  la  liber- 
tad como  un  beneficio  incomparable.  ¡  Tanto  se  habia  envilecido  su 
animo  !^  Abrazó  con  suma  ternura  a  Cortés,  manifestóle  con  singula- 
res espresiones  su  gratitud,  y  aquel  dia  hizo  grandes  finezas  a  los  Es- 
pañoles, y  a  sus  vasallos.  Cortés  mandó  retirar  la  guardia  que  le 
habia  puesto,  y  le  dijo  que  podia  restituirse  cuando  quisi^a  a  su  pala- 
cio ;  pero  estaba  seguro  que  no  lo  haría,  pues  repetidas  veces  le  habia 
oido  decir  que  no  le  convenia  volver  a  su  antigua  habitación  Ínterin 
estubiesen  en  la  capital  los  Españoles.  En  efecto,  no  quiso  dejar  los 
cuarteles,  alegando  el  riesgo  que  corrían  Cortés,  y  los  suyos  si  los 
abandonaba :  mas  también  puede  creerse  que  contribuyó  a  esta  deter- 
minación su  propio  peligro,  no  ignorando  cuanto  desaprobaban  sus 
vasallos  el  envilecimiento  a  que  se  habia  reducido,  y  su  demasiada 
condecendencia  con  los  estrangeros. 

Tentativas  del  rei  de  Acolhuacan  contra  los  Españoles. 

Es  verosimil  que  el   suplicio  de  Qauhpopoca   ocasionase   alguna 

fermentación  en  la  nobleza,  pues  de  allí  a  pocos  días   Cacamatzin, 

rei  de  Acolhuacan,  no   pudiendo  sufrir  la  preponderancia  que  iban 

adquiriendo  los  Españoles  en  la  corte  de  Megico,  y  avergonzándose 


TENTATIVAS    DKI.    RKI    DB    ACOLItUATAN.  81 

do  ver  a  Motenczoma  so  tío  en  tan  miserable  estado,  le  mand/i  a 
decir  qne  le  acordase  de  su  alta  dignidad,  j  qae  no  qtitsiese  ser  m- 
clavo  de  aquellos  desconocidos :  pero  viendo  qae  no  hacia  caso  de  nos 
consejos,  resolvió  hacer  la  gtiorra  por  si  mismo  a  los  Espafioles.  ím 
rainu  de  estoü  hubiera  «ido  inevitable,  si  el  concepto  que  tenian 
aquellos  pueblos  de  Cacamatxin  hubiera  correspondido  a  su  intre- 
pides,  y  resolución :  pero  los  Megioanos  sospediaban  que  bajo  color 
de  celo  por  el  honor  de  su  tio,  ocultaba  miras  ambiciosas,  y  el  desig- 
nio de  usurparle  la  corona,  y  los  Totonaques  no  lo  amaban,  por  su 
orgullo,  y  por  el  mal  qne  habia  hecho  a  su  hermano  Cuicuitzcatzin,  el 
cual,  para  huir  de  su  persecución,  se  habia  refugiado  en  Megico,  y  era 
generalmente  estimado  por  su  gallardía,  y  popularidad. 

Pasó  paes  Cacamatsin  a  Tezcuco,  y  habiendo  convocado  m  ioa 
eoaaegeroi,  y  a  los  principales  personages  do  m  corte,  les  rcprcaentó 
el  deplorable  estado  en  que  se  hallaba  la  corto  de  Megioo,  por  el 
soberbio  arrojo  de  los  Españoles,  y  por  la  pusilanimidad  del  rei  sn  tio ; 
la  autoridad  que  aquellos  pocos  estrangeros  se  iban  arrogando;  las 
gravisimas  injiuias  que  hobion  hecho  a  la  persona  del  monarca, 
aprisionándolo  como  •si  fuera  un  vil  esclavo,  y  aun  a  los  dioses  mis- 
mos, introduciendo  en  aquel  reino  el  culto  de  númenes  estraños ;  exa- 
geró las  funestas  consecuencias  que  de  aquellos  principios  podian 
resultar  contra  la  corte,  y  el  reino  de  Acolhuocon.  "  Es  tiempo, 
decia,  de  combatir  por  nuestra  religión,  por  nuestra  patria,  por  nues- 
tra libertad,  y  por  nuestro  honor,  antes  que  se  aumente  el  poder  de 
eatoi  bombrat,  o  eoo  noeiroa  wfuenwa  qne  Teiigu  de  ta  ptia,  o  eos 


libremente  su  opinión.  La  mayor  parte  do  los  consegf^ 
nM  M  ptonODciaron  por  la  guerra,  o  para  complacer  al  rei,  o  por  qne 
60. afecto  enn  del  mismo  dictamen ;  pero  algunos  aneianoa,  a  qniesea 
todos  miraban  con  veneración,  digeron  al  rei  sin  empacho  qne  m»  ae 
deJMe  tan  ñMsilmente  llevar  por  el  ardor  de  la  juventud ;  qne  aatet  de 
toranr  una  resolución,  considerase  qne  los  Españoles  eran  bombras 
belicosos,  y  resueltos,  y  peleaban  coa  armas  snpeiiutes;  qne  no 
tanto  su  parentesco  con  M oteneaoma,  como  \m  aHaasa  y 
de  este  oon  los  Españoles;  qne  esta  amislad,  de  qne 
pmebas  tan  positivas,  lo  indndria  •  miiñcar  •  k  — Wninii  de 
todos  los  irterases  de  bt  uagn,  y  de  b  patria. 
I  estas  fcpiesentnoíouei  se  nbnab  el  pertido  de  la 
y  empeearoo  a  hacerse  inmediatameate,  y  eoB  al  mayar  isswta  las 
TOMO   U.  Q 


82  HISTORIA    ANTIGUA    DB    MEGICO. 

preparativos :  pero  no  dejaron  de  saberlo  Moteuczoma,  y  Cortés. 
Este  entró  en  graviáma  inquietud,  mas  considerando  por  otra  parte 
que  salia  bien  en  todas  las  empresas  temerarias,  pensó  en  evitar  el 
golpe,  marchando  con  sus  tropas  a  dar  asalto  a  Tezcuco.  Moteuc- 
zoma lo  disuadió  de  tan  osado  proyecto,  informándolo  de  las  fuerzas 
de  aquella  corte,  y  de  la  inmensa  muchedumbre  de  sus  habitantes. 
Determinó  pues  Cortés  e»viar  una  embajada  a  aquel  monarca,  recor- 
dándole la  amistad  que  mutuamente  se  hablan  prometido  en  Ajot- 
zinco,  cuando  fue  a  verlo  de  parte  de  su  tio,  y  diciendole  que  re- 
flexionase cuan  fácil  es  emprender  la  guerra,  y  cuan  difícil  termi- 
narla ventajosamente ;  por  fin,  que  mas  le  convendría  mantenerse  en 
buena  correspondencia  con  el  rei  de  Castilla,  y  con  la  nación  Espa- 
ñola. Cacamatzin  respondió  que  no  podia  tener  por  amigos  a  los  que 
le  quitaban  el  honor,  a  los  que  oprimían  la  patria,  a  los  que  ultraja- 
ban a  su  familia,  y  despreciaban  su  religión ;  que  no  sabia,  ni  le  impor- 
taba saber  quien  era  el  rei  de  Castilla ;  que  si  quería  evitar  el  golpe 
que  lo  amenazaba,  saliese  inmediatamente  de  Megico,  y  regresase  a 
su  país. 

Apesar  de  ser  tan  violenta  la  respuesta,  Cortés  le  envió  otro 
mensage,  pero  habiéndole  contestado  en  el  mismo  tono  que  la  vez 
primera,  se  quejó  amargamente  a  Moteuczoma,  y  para  mas  empe- 
ñarlo, fingió  sospechar  de  él  que  tenia  algún  influjo  en  los  designios 
hostiles  de  su  sobrino.  Moteuczoma  se  justificó  de  aquel  agravio  con 
las  protestas  mas  sinceras,  y  se  ofreció  a  interponer  su  autoridad.  En- 
vió pues  a  decir  a  Cacamatzin  que  viniese  a  visitarlo  a  su  corte,  y  que 
él  hallaría  modo  de  ajustar  aquella  disensión.  Cacamafeín,  indignado 
al  ver  a  Moteuczoma  mas  empeñado  en  favor  de  los  que  oprimían  su 
libertad,  que  en  el  de  quien  se  esforzaba  en  restituírsela,  le  respondió 
que  si  desj5ues  de  tanta  infamia  hubiera  quedado  en  su  alma  el  menor 
sentimiento  de  honor,  se  avergonzaría  de  verse  hecho  esclavo  de  cua- 
tro aventureros,  que  mientras  lo  alagaban  con  palabras,  lo  ultrajaban 
con  sus  hechos ;  que  pues  no  bastaba  a  moverlo  ni  el  celo  de  la  reli- 
gión, y  de  los  dieses  Acolhuis,  despreciados  por  aquellos  hombres,  ni 
la  gloría  de  sus  abuelos,  eclipsada,  y  envilecida  por  su  cobardía,  él 
quería  defender  su  religión,  vengar  a  los  dioses,  conservar  su  reino,  y 
recobrar  el  honor,  y  libertad  de  la  nación  Megicana,  y  de  su  mo- 
narca; que  iría  en  efecto  a  la  corte,  como  se  lo  rogaba,  pero  no  con 
las  manos  en  el  seno,  sino  empuñando  la  espada,  para  borrar  el  opro- 
brío  de  los  Megicanos  con  la  sangre  de  los  Españoles. 


PHlRiON    nKI.   RBI    DB   AOOLHUAOAN.  8V 

Prisión  del  Bti  (U  Acolhuacan,  y  de  otros  ttñaru,  y  •xatiaciom  dei 
principa  CuicuitxcfUtiñ, 
CoMternose  Moteurxoma  ni  oír  esta  respuesta,  temÍMido  Mr  vie- 
tíma,  en  aquella  tempesüid,  o  de  la  Yeoganza  do  \o%  K^ipafíolr»,  o  dM 
fnror  de  Cacamatziii :  por  lo  qae  te  decidió  a  tomar  un  partido  iMlfu 
mo  para  impedirla,  y  salvar  su  vida  por  medio  de  ana  üraieioii.     Dio 
instrucciones  secretas  a  «nos  oficiales  M egicaoos,  qoe  iuni—  ••  Iü 
guardia  del  reí  hu  sobrino,  para  q«e  coo  k  nayor  diKfeneia,  j  astaeto 
se  apodcniMU  do  él,  y  lo  condugesen  cautelosamente  a  Me^^co,  por- 
que asi  conTcnia  al  bien  público  del  estado.     Sugirióles  el  modo  de 
egeontarlo,  y  quisas  les  baria  algún  regalo,  o  les  ofrecería  alguna  r»* 
compensa  para  estimularlos  a  llerar  a  eaiio  so  desigMO.     Ellos  se 
confabularon  con  otros  oficiales,  y  domettieot  dd  rei  Ckeamatxin,  que 
reconocieron  dispuestos  a  ayudarlos,  y  con  su  itocorro  obtubieron  todo 
lo  que  Moteuczoma  deseaba.     Uno  de  los  palacios  del  rei  de  Acol- 
hoacan  estaba  construido  a  orillas  del  lago,  de  tal  manera,  que  por  un 
canal  que  corría  por  debajo,  podían  entrar,  y  salir  barcos.     Alli  resi- 
día entonces  Cacamiltzin,  y  los  conjurados  dispusieron  un  buen  nu- 
mero de  barcos,  con  gente  armada,  y  en  la  oscuridad  de  la  nocbe,  que 
tantos  delitos  cubre,  y  favorece,   atacaron  de  improviso  al  rei,  con 
tanta  prontitud,  que  antes  que  viniesen  los  suyos  a  su  socorro,  lo  pa- 
sieroD  eo  un  barco,  y  lo  llevaron  sin  perder  tiempo  a  Megioo.     Mo- 
tescsoBUk,  sin  respeto  alguno  al  carácter  de  soberano,  man  paran- 
taeoo  ooB  «1  principe  Canamatyin,  lo  entregó  inaediataBanta  •  Carté&» 
Este  genenlfciae  iugw  apnieBu  en  toda  su  ooodocta,  no  tenia  la  señor 
idea  del  respeto  que  se  ánibm  a  la  magaeted  real,  aun  en  la  periona  de 
on  bárbaro,  mandó  eneadenario,  y  encerrarlo  bajo  b  custodin  do  «na 
bnena  guardia.     Las  raflexioDM  a  que  dan  logar  ^ate,  y  olroa  Oflinor- 
dinaños  sucesos  de  esta  historia,  son  tan  triviales,  que  no  jnigo  noeo- 
sario  interrumpir  con  ellas  el  curso  do  mi  narración. 

Cacomatzin,  que  babia  empezado  su  infausto  reinado,  oon  las 
disensiones  de  su  hermano  Ijtliljochitl,  y  con  la  división  de  sns  doon- 
nios,  lo  acabó  con  la  perdida  de  la  corona,  de  la  libertad,  y  de  hi  vida. 
Determinó  Moteocaoma,  con  aprobaeion  de  Cortea,  qno  te  corona  de 
Acolhaaoan  se  diese  al  principe  Coicnitaratain,  qno  tedna  «do  koip^ 
dado  en  al  polaeio  de  sa  tío,  desde  qoe  por  huir  de  la  persacacien  de 
Caramatiin,  te  refugió  a  Megioo,  e  imploró  su  protección  *.    Bi  aote 

•  Cortés  ea  sa  carta  a  Gbrloc  V  dic«  qoe  Cukahvcatite  «rs  ^Qo  ds  Oms. 
mst^,  BMS  eito  es  «rror  del  copbla  o  del  mismo  Cortés,  pees  csasla  qae  eiaa 

c  8 


84  HISTORIA   ANTIGUA    DE    MEGICO. 

elección  se  hizo  agravio  a  los  principes  Coanacotzin,  e  Ijtliljochitl, 
que  por  haber  nacido  de  la  reina  Jocotzio,  tenian  mas  derecho  a  la 
corona.  No  se  puede  saber  el  motivo  que  tubo  el  rei  de  Megico 
para  desechar  a  Coanacotzin :  y  por  lo  que  hace  a  Ijtliljochitl,  parece 
que  no  quiso  aumentar  el  poder  de  un  enemigo  tan  formidable. 
Como  quiera  que  sea,  Moteuczoma  hizo  proclamar  rei  a  Cuicuitzcat- 
zin,  y  lo  acompañó  con  Cortés  hasta  el  barco  en  que  debia  pasar  el 
lago,  recomendándole  la  amistad  de  los  Megícanos,  y  de  los  Espa- 
ñoles, pues  a  unos,  y  a  otros  era  deudor  de  la  corona. 

Pasó  Cuicuitzcatzin  a  Tezcuco,  acompañado  de  muchos  nobles  de 
una,  y  otra  corte,  y  alli  fue  recibido  con  aclamaciones,  con  bailes,  y 
arcos  de  triunfo,  llevándolo  la  nobleza  en  una  litera  desde  el  barco 
hasta  su  palacio,  donde  el  noble  mas  anciano  lo  felicitó  en  un  largo 
discurso,  a  nombre  de  toda  la  nación,  exortandolo  a  amar  a  sus  vasa- 
llos, y  prometiendo  que  ellos  lo  amarían  como  padre,  y  lo  respetarían 
como  señor.  No  es  posible  espresar  el  dolor  que  estas  nuevas  ocasio- 
naron a  Cacamatzin,  viéndose  en  la  flor  de  la  juventud  (pues  no  tenia 
mas  de  veinte  y  cinco  años),  privado  de  la  corona,  que  tres  años  antes 
habia  heredado  de  su  padre,  y  reducido  a  la  elLirechez,  y  soledad  de 
nna  cárcel,  por  el  mismo  rei  a  quien  deseaba  libertar,  y  por  los  mismos 
estrangeros  que  habia  pensado  arrojar  de  aquellos  estados. 

Tenia  ya  Cortés  en  su  poder  a  los  dos  mas  poderosos  soberanos  de 
Anahuac,  y  no  tardó  mucho  en  apoderarse  también  del  rei  de  Tlaco- 
pan,  de  los  señores  de  Iztapalapan,  y  Coyohuacan,  hermanos  los  dos 
de  Moteuczoma,  de  dos  hijos  de  este  mismo  rei,  de  Itzquauhtzin, 
señor  de  Tlatelolco,  de  uno  de  los  sumos  sacerdotes  de  íáegico,  y  de 
muchos  otros  personages  de  la  mas  alta  gerarquia.  Ignoranse  las 
circunstancias  de  todos  estos  arrestos,  mas  es  de  presumir  que  los 
prendería  uno  a  uno,  cuando  iban  a  visitar  a  Moteuczoma. 

Sumisión  del  rei  Moteuczoma  y  de  la  Nobleza  Megicana  al  rei  de 
España. 
Animado  el  general  Español  con  tan  prósperos  sucesos,  y  viendo  al 
rei  de  Megico  enteramente  sometido  a  su  voluntad,  le  dijo  que  era  ya 
tiempo  de  que  él  y  sus  subditos  reconociesen  al  rei  de  España  por 
legitimo   soberano,    como  decendiente   del  rei  y  dios  Quetzalcoatl. 

hermanos  de  padre  :  ademas  Cortés  dice  que  Cacamatzin  era  un  joven  de  veinte 
y  cinco  años,  y  representa  a  Cuicuitzcatzin  en  edad  de  poder  ya  gobernar.  Fi- 
nalmente en  otra  carta  de  15  de  Mayo  de  1522  afirma  que  estos  dos  principes- 
eran  hermanos. 


SUMISIÓN    t)R   MOTRVCZOMA.  85 

Mo(ctic/oma,  qae  ya  no  tenia  mlor  pnra  contradecirlo,  contocA  a  la 
principnl  noblesa  de  la  corte,  y  dn  \m  ciudades  círcanfecioaji.  Aca- 
dioron  todos  prontamente  a  recibir  sos  ordenes,  y  reunidos  en  ana 
gran  sala  del  cuartel,  rn  presencia  de  Cortés,  y  de  otros  EspaAoles, 
las  dirijo  el  rei  un  largo  discurso,  en  que  les  manifesté)  el  amor  que  a 
todos  tenia  como  padre,  de  quien  no  debian  temer  que  les  propusiese 
lo  que  no  fuera  justo  y  ventajoso.  Les  recordó  la  antigua  tradicíoo 
sobre  In  dcTolocion  del  imperio  Mogicnno  a  los  decondicnles  de 
Quctzalcoatl,  de  quien  habian  sido  lugar-tenientes  él  y  todos  sus  pre- 
decesores, y  los  fenómenos  observndoH  un  Ion  olementos,  quo  significa- 
ban, según  la  interpretación  de  los  sacerdotes,  y  de  los  adivinos,  ser 
llegado  el  tiempo  de  que  se  cumpliesen  aquellos  oráculos.  Yo  no 
dudo  que  también  baria  mención  del  memorable  suceso,  y  vaticinio  de 
su  hermana  Papantzin.  «juc  ya  be  referido,  el  cual  habría  sido  en  gran 
parte  la  causa  do  su  apocamiento.  Siguió  comparando  las  circunstan- 
cias de  los  Españoles  con  las  de  la  tradición,  y  concluyó  diciendo  que  el 
rei  de  España  era  en  realidad  el  legitimo  decendiente  de  Quetzalcoatl, 
y  que  por  tanto  le  cedía  el  reino  y  lo  prestaba  obediencia,  mandando 
a  todos  hacer  lo  misino*.     Al  confesarse  subdito  de  otro  soberano, 

*  Lm  drcutMtftncias  de  este  suceso  se  refieren  en  laa  historias  con  taat»  varíe- 
dad,  que  no  hai  dos  de  ellas  que  estén  perfectamente  de  acuerdo.  En  mi  narra- 
clon  he  procurado  seguir  a  Cortés,  y  a  Bcrnal  Díaz,  que  fueron  testigos  oculares. 
.*v>H*  afirma  que  el  reconocimiento  de  Moteiiczoma  fue  un  mero  artificio ;  que 
no  tubo  jamas  intención  de  cumplir  lo  que-promctia;  que  su  intento  era  dcsem- 
baraxarse  de  loa  Españoles,  y  contemporíxar,  para  dar  ríenda  dcapues  a  so  ara  bi- 
cioD,  fin  cúrala  de  su  palabra.  Pero  si  el  acto  de  Motcncsoma  fue  un  mero 
artificio,  «i  no  pensaba  cumplir  su  promesa,  i  por  qué  al  confesarse  vasallo  de 
otro  monarca,  simio  tanto  dolor,  que  se  le  turbó  la  voz,  y  derramó  lagrimas, 
romo  r1  mismo  escritor  afirma*^  No  necesitaba  dr  tanta  ficción  para  quitarse  de 
encima  a  los  Espafioles  ;  Cuantas  veces  podo,  con  hacer  una  seña  a  sns  subditos, 
o  sacrificar  los  Españoles  a  sus  dioses,  o,  dejándoles  la  vida,  hacerlos  conducir 
atados  al  puerto,  para  que  alli  pasasen  a  Cuba  I  Toda  la  conducta  de  Afoteoc- 
7oma  está  en  contradicción  con  los  sentimientos  que  Solis  le  atribuye :  pero  aada 
«lesroiente  tanto  su  arusacion,  como  el  claro  testimonio  dado  por  el  gobierno 
I>pa6ol,cl  cual  en  muchos  documentos,  espediddl  enfarorde  la  real  dcccndeada 
«Ir  aquel  monarca,  concediéndole  esendones,  y  pririleglos  estraordinarios,  de* 
clara  qna  «stoa  privilegios  ao  pueden  senrlr  de  egemplo  a  ninguna  otra  casa, 
pues  **  aiagaaa,  aSade,  ha  be^o  a  la  Eapafia  tan  graa  scrririo,  como  d  ^aa  la 
hlso  d  emperador  Moteucxoma,  incorporando  a  aqudU  coroaa,  con  su  rolonlaria 
ceaion,  un  rdao  tan  rico,  j  tan  grande  como  d  dr  Megieo."  SI  la 
prestada  por  Moteacsoma  al  rd  Católico,  hubiera  sido  roño  la  i 
se  diria  que  la  corte  de  España  cfda  incorporado  d  reino  de  Megieo  a  b  eoTuaa 
de  Cartilla,  en  rirtod  de  una  cesión  fingida  y  eagañosa,  y  de  ua  mero  artiBdo  de 


86  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

sintió  tan  gran  pena,  que  no  pudo  seguir  hablando,  y  las  lagrimas 
sustituyeron  las  palabras.  Al  llanto  del  rei  siguieron  tan  amargos 
sollozos  de  los  concurrentes,  que  enternecieron,  y  movieron  a  piedad 
a  los  Españoles.  Cesaron  aquellas  demostraciones  de  dolor,  y  que- 
daron todos  sumergidos  en  un  melancólico  silencio,  que  interrumpió 
uno  de  los  mas  distinguidos  señores  Megicanos  diciendo :  "  Pues  es 
llegado  el  tiempo  de  que  se  cumplan  los  oráculos  antiguos,  y  los  dioWs 
quieren,  y  vos  mandáis  que  seamos  subditos  de  otro  señor  ¿  qué  hemos 
de  hacer  nosotros  sino  someternos  a  las  soberanas  disposiciones  del 
cielo,  intimadas  por  vuestra  boca?" 

Cortés  entonces  dio  gracias  al  rei,  y  a  todos  los  señores,  que  esta- 
ban presentes,  por  su  pronta,,  y  sincera  sumisión,  y  declaró  que  su 
soberano  no  pretendía  quitar  la  corona  al  rei  de  Megico,  sino  hacer 
reconocer  su  alto  dominio  en  aquellos  estados ;  que  Moteuczoma  no 
solo  seguiría  mandando  a  sus  subditos,  sino  que  egerceria  la  misma 
autoridad  sobre  todos  los  otros  pueblos  que  se  sometiesen  al  rei  de 
España.  Disuelta  la  asamblea,  mandó  hacer  Cortés  un  instrumento 
publico  de  aquel  acto,  con  todas  las  solemnidades  que  juzgó  conve- 
nientes, para  enviarlo  a  su  corte.  ^ 

Primer  hornenage  de  los  Megicanos  a  la  corona  de  Castilla. 
Dado  con  tanta  felicidad  este  primer  paso.  Cortés  representó  a 
Moteuczoma  que  pues  había  ya  reconocido  al  rei  de  España  como 
soberano  de  aquellos  paises,  era  necesario  manifestar  su  subordinación, 
por  medio  de  alguna  contribución  de  oro  o  plata,  alegando  para  esto 
el  derecho  que  los  soberanos  tenian  de  exigir  este  homenage  de  sus 
vasallos  para  mantener  el  esplendor  de  su  corona,  para  pagar  a 
sus  ministros,  para  soportar  los  gastos  de  la  guerra,  y  para  las  otras 
necesidades  del  estado.  Moteuczoma  con  regia  magnificencia  le  dio 
el  tesoro  de  su  padre  Ajayacatl,  que  se  conservaba,  como  hemos  dicho, 
en  aquel  mismo  palacio,  y  del  cual  nada  habia  tomado  aun  Cortés, 
aunque  el  rei  le  habia  dado  el  permiso  espreso  de  tomar  cuanto  qui- 
siese. Todo  aquel  gran  deposito  de  riquezas  pasó  a  manos  de  los 
Españoles,  juntamente  con  todo  lo  que  contribuían  los  vasallos  feuda- 
tarios de  la  corona,  lo  que  componía  tan  considerable  suma,  que,  des- 
pués de  haber  separado  la  quinta  parte  para  el  rei  de  España,  tubo 

Moteuczoma,  lo  que  seria  gravemente  injtirioso  a  la  rectitud  de  los  reyes  Cató- 
licos. Betancourt  eñ  la  2  parte,  tratado  1,  de  su  Teatro  Megicano  cita  los  refe- 
ridos documentos,  los  cuales  se  conservarán  sin  duda  originales  en  los  archivos 
(le  los  Condes  de  Motezuma,  y  Tula. 


\ 


NUKVOtt    TBMOHBS    l)K    MOTBUCXOMA.  87 

Cortés  lo  bástente  para  pagar  las  deudas  que  había  contraído  en  Coba 
Olí  oi  armamento  do  su  espedicioo,  y  remunerar  a  su.h  oficialcn,  y  sol- 
dadojí,  quedándole  una  provisión  suficiente  para  los  gastos  qoo  podría 
hacer  en  el  porvenir.  Para  el  reí  se  destinaron,  ademas  del  quinto 
del  oro,  y  In  plata,  varios  obgetos  que  parecieron  dignos  de  conser- 
varse enteros  por  su  maravilloso  artificio,  y  que,  según  el  compoto  del 
■mamo  general,  importaban  mas  de  cien  mil  ducados :  roas  la  mayor 
parte  de  estas  riqueaas  te  perdieron,  como  después  veremos. 

inquietud^  de  la  nobleza  de  Megico  y  nuevoi  tetnoret  de  Moteuc- 

towia. 
Triunfaban  los  Españoles  al  verse  dueños  a  tan  poca  costa  de  tantas 
riquezas,  y  por  haber  sometido  a  su  reí,  sin  esfuerzo,  un  estado  tan 
vasto,  y  opulento :  roas  esta  felicidad  los  habiá  envanecido,  y  era  ne- 
cesario, según  la  condición  de  la  especie  humana,  que  alternasen  los 
sucesos  prósperos  con  los  adversos.  La  nobleza  M egicana,  que  hasta 
entonces  se  habia  mantenido  en  un  respetuoso  silencio,  por  su  gran 
deferencia  al  soberano,  viéndolo  ya  reducido  a  tanta  humillación, 
aherrojados  el  reí  desAcolhuacan,  y  otros  altos  personajes,  y  sometida 
la  nación  a  un  principe  cstrangero,  a  quien  no  conocía,  empezó  desde 
luego  a  murmurar,  y  después  a  esplicarse  con  mas  franqueza,  a  formar 
juntas  y  reuniones,  a  censurar  su  propia  tolerancia,  y  por  ultimo,  según 
parece,  a  levantar  tropas  para  sacudir  la  opresión  que  el  reí,  y  el 
pueblo  padecían.  Hablaron  a  Moteuczoma  algunos  de  sus  favoritos, 
y  le  representaron  la  pena  que  esperimentaban  sus  vasallos  al  verlo  en 
aquella  co^icion,  disminuido  su  poder,  y  oscurecido  el  esplendor  de 
su  corona,  y  la  fermentación  que  empezaba  a  notarse,  tanto  en  la 
nobleza,  como  en  la  plebe,  impacientes  del  yugo  estrangero  que  se  les 
imponia,  y  ofendidas  de  verse  condenadas  a  sacrificar  a  un  reí  desco- 
nocido el  fruto  de  sus  sudores.  Exortaronlo  a  disipar  el  temor  que  se 
habia  apoderado  de  su  alma,  y  a  recobrar  su  autoridad  primera,  pues 
ai  no  lo  hacia,  lo  harían  por  él  sus  vasallos,  loit  cuales  estaban  decidi- 
dos a  echar  de  la  capital,  y  del  reino  aquellos  hues{)edes  tan  insolentes, 
y  perniciosos.  Por  otra  parte  los  sacerdotes  le  exageraban  el  detri- 
mento que  sofría  la  religión,  y  lo  amedreatabaa  coa  las  amenazas  que 
atribuían  a  sus  dioses  irritados,  de  negar  la  lluvia  a  los  campos,  y  sa 
protección  a  lot  Megicanot,  si  no  arrojaba  aquellos  hombres  taa  con- 
trarios a  m  onlto.  Álgidos  escritores,  demasiado  fáciles  eip  creer 
sucesos  maraviUoMS,  ¿íeea  que  el  demonio  ••  apvrecio  al  reí,  ameaa- 
■aadolo  con  los  males  qoe  baria  a  su  persona,  y  a  su  reino,  si  sufría 


88  HISTORIA   ANTIGUA    DE   MEGICO. 

mas  tiempo  a  los  Españoles,  y  prometiéndole,  si  los  arrojaba,  perpe- 
tuar en  su  familia  la  corona  de  Medico,  y  prodigar  las  venturas  a  sus 
subditos. 

Movido  Moteuczoma  por  tantas  representaciones,  y  amenazas, 
avergonzado  de  la  cobardia  que  se  le  echaba  en  cara,  y  enternecido 
al  ver  la  desgracia  de  su  sobrino  Cacamatzin,  a  quien  siempre  habia 
amado  con  la  mayor  ternura,  la  de  su  hermano  Cuitlahuatzin,  y  la  de 
otros  personages  de  la  primera  nobleza,  aunque  no  consintió  en  sacri- 
ficar la  vida  de  los  Españoles,  como  algunos  le  aconsejaban,  se  re- 
solvió a  decirles  claramente  que  saliesen  de  sus  estados.  Mandó 
pues  llamar  a  Cortés,  el  cual  noticioso  de  las  conferencias  secretas 
que  habia  tenido  el  rei,  los  dias  anteriores,  con  sus  ministros,  con  los 
nobles,  y  con  los  sacerdotes,  sintió  gran  turbación  en  su  animo  al  re- 
cibir aquel  mensage:  pero  disimulando  cuanto  pudo  su  inquietud,  se' 
presentó  a  Moteuczoma  acompañado  por  doce  Españoles.  El  rei  lo 
recibió  con  menos  agrado  que  el  que  acostumbraba  mostrarle,  y  le 
descubrió  claramente  su  resolución.  **  No  podéis  dudar,  le  dijo,  del 
grande  amor  de  que  os  de  dado  tantos,  y  tan  repetidos  testimonios. 
Hasta  ahora  no  solo  os  he  visto  con  placer  en  nti  corte,  sino  que  he 
querido  venir  a  residir  en  vuestra  compañía,  por  la  singular  satisfac- 
ción que  he  esperimentado  en  vuestra  familiaridad  y  trato.  Por  mi 
parte,  no  tengo  el  menor  inconveniente  en  dejaros  permanecer  aqui, 
dándoos  cada  dia  mayores  pruebas  de  mi  benevolencia,  pero  no  puede 
ser,  pues  ni  los  dioses  lo  permiten,  ni  lo  consienten  mis  vasallos.  Me 
hallo  amenazado  con  los  mas  terribles  castigos  del  cielo,  si  os  consiento 
mas  tiempo  en  mis  estados,  y  ya  se  ha  empezado  a  nClar  tanta  in- 
quietud en  mis  subditos,  que  si  no  estirpe  prontamente  la  causa,  me 
sera  después  imposible  contenerla.  Es  necesario,  pues,  tanto  por  mi 
bien,  y  el  vuestro,  como  por  el  de  estos  países,  que  os  apercibáis  a 
regresar  prontamente  a  vuestra  patria."  Cortés,  aunque  penetrado 
del  mas  acerbo  dolor,  afectando  una  gran  serenidad,  le  dijo  que  su 
animo  era  obedecerlo,  pero  que  careciendo  absolutamente  de  barcos 
para  su  vuelta,  por  haberse  destruido  los  que  lo  trageron  de  Cuba, 
necesitaba  tiempo,  operarios,  y  materiales  para  construir  otros.  Mo- 
teuczoma, lleno  entonces  de  jubilo,  al  ver  la  prontitud  con  que  el 
general  Español  se  disponía  a  complacerlo,  lo  abrazó,  y  le  dijo  que 
no  corría  tanta  prisa  su  viage ;  que  construyese  los  buques,  y  que  él 
le  suministraría  la  madera  necesaria,  y  gente  que  la  cortase,  y  la 
llevase  al  puerto.  En  efecto  mandó  que  se  dispusiese  un  buen  numero 
de  trabajadores,  y  que  se  cortase  la  madera  de  un  pinar,  poco  dis- 


ARMAflA    t)R    VRI.AAQUBX   CONTRA   OORTBH.  H9 

tanto  dol  poerto  de  Chiairaitstiao,  y  Ckrrtés,  por  tu  p«1«,  eqrió  ai- 
gnnot  BapaSolet  que  dtrigietao  al  aorta,  aapanndo  qaa  «otra 
modaria  el  aspecto  da  lai  oomm  ao  Mágico,  o  qna  la  llegasen  i 
•ooorroa  da  las  ialat  o  da  Eapafta*. 

Ocho  días  daapvat  da  looMda  aquella  raaolocioD,  nunidó  Motaoo- 
aoma  llamar  otra  vas  a  Cortés,  lo  que  poso  a  asta  an  mayor  sobiwaliu. 
fil  reí  le  dijo  qoa  no  nccenitaba  construir  los  baqa«vi,  pues  acababa» 
da  llegar  al  pa«rto  de  Cbalcbiabcaacao  dios  y  ocbo  semejantes  a  lea 
sayos  destnridoa,  ao  los  cuales  podía  aabaiaarse  con  so  gente ;  qaa 
aligerase  por  tanto  su  salida,  pues  asi  ooaraoia  al  bien  dp|  reino. 
Cort6s,  disimulando  el  jubilo  que  le  ocaaiooaba  aquella  noticia,  y 
dando  gnirtM  interiormente  a  Dios,  por  hnborle  enriado  tan  oportuno 
socorro,  re^ipondio  que  si  aquellos  barcos  debían  baccr  viage  a  Coba, 
esuba  prooto  a  partir,  pero  qoe  do  otro  modo  le  ara  piveiso  cootinoar 
hi  obra  ampeaada.  Vio  y  examinó  las  pinturas  de  aquella 
q«e  eairiaba»al  rei  los  gobernadores  do  la  costa,  y  no  dad6  que 

poro  lejos  de  pensar  que  se  com|)onin  de  enemi^^os  suyos, 
io  que  habian  vuelto  los  procuradores  enviados  por  él  nn 
aAo  antea  a  la  eortmde  España,  y  que  traían  consigo  loa 
raalas,  y  nn  buen  námoro  de  tropas  para  la  conquista. 


Arwtada  del  gobernador  de  Cuba  contra  Cortés. 
Bsle  gran  consuelo  le  dur/>  basta  que  le  llegaron  las  cartas  de  CJoo- 
«do  de  Saadoral,  gobernador  de  la  colonia  de  la  Vera  Croa,  en  que 
le  notieíabnjne  agnala  eapedioion,  oompnaala  de  oooe  naYíoa,  y  aieCe 
y  flinco  eaballoa,  ocnomeotoa  nuantaa,  y  maa  de 
oon  doce  pienM  de  artillería,  y  ahamlantiia 
de  gnem,  al  mando  del  general  Panfilo  NamMi,  en 
eofindi  por  Diego  Velnaqnes,  gobanmdor  de  Cnbe,  contra  el  ouhm 
Oortéa,  ooom  nMollo  lebelde,  y  trakor  n  s«  aobenmo.  Bedbio  eole 
Anrle  golpe  Gortéa  en  pieiatín  de  Molenenqmn:  pero  aín  dejar  ver 
«•  tn  aemblante  la  menor  torbadon,  le  dio  a  entender  que  loa  qne 

*  Alfuaos  UatoriadoTM  dicta  que  casado  Maisneaama  Uamó  a  Cortés  pan 
latíoMTle  la  oidea  de  «a  partida,  babia  preparado  «a  «gardto,  coa  d  ia  ds  ha- 
cerw  obadecar  por  Aiem^  ú  los  Espalóles  tasiitlaa :  pero  bablaa  ds  mm  can 
fnuí  Tmrfodad,  pues  onoidkaaqaeel  Cferdto  preparado  era  de  100,000  bamfen^ 
otro*  redacea  este  notnero  a  la  mhad,  y  otros  Inslmeatii  lo  ladacta  a  6,0001 
Yo  erro  qoe  babo  slfuoM  prepantivos  bostUes,  bms  ao  par  oriea  del  tal^  si  na 
por  b  de  signaos  aobiss  da  tes  qne  bsbisataemdntiaii  smaiinensli 


08  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

habían  aportado  a  Chalchiubcuecan,  eran  nuevos  compañeros  que 
venían  de  Cuba.  Del  mismo  disimulo  usó  para  con  sus  Españoles, 
hasta  que  tubo  bien  preparados  sus  ánimos. 

No  hai  duda  que  esta  fue  una  de  aquellas  ocasiones  en  que  Cortés 
hijo  alarde  de  su  invicta  constancia  y  magnanimidad.  Hallábase,  de 
un  lado,  amenazado  por  todo  el  poder  de  los  Megicanos,  si  perma- 
necía en  la  corte ;  por  otro,  veia  contra  si,  un  egercito  de  sus  mismos 
compatriotas,  muí  superior  al  suyo :  pero  su  penetración,  su  singular 
destreza,  y  su  maravilloso  brío,  hicieron  mui  en  breve  mudar  de 
aspecto  al  mal  que  lo  amenazaba.  Procuró,  tanto  por  cartas,  como 
por  el  ministeriü  de  algunos  mediadores,  de  quienes  mas  se  fíaba, 
conciliarse  el  animo  de  Narvaez,  haciéndole  varios  partidos,  y  repre- 
sentándole las  ventajas  que  resultarían  a  los  Españoles,  si  se  unían,  y 
obraban  de  acuerdo  los  dos  egercítos,  y  por  el  contrario  los  males  que 
acarrearía  a  unos,  y  a  otros  la  discordia.  Narvaez,  por  consejo  de 
tres  desertores  de  Cortés,  había  ya  desembarcado  toda  su  tropa,  en 
la  costa  de  Cempoala,  y  so  habia  acuartelado  en  aquella  ciudad,  cuyo 
señor,  conociendo  que  aquellos  estrangeros  eran  Españoles,  y,  cre- 
yendo que  venían  a  unirse  con  su  amigo  Cortíés,  o  temeroso  de  su 
poder,  los  acogió  con  grandes  honores,  y  los  proveyó  de  todo  cuanto 
necesitaban.  Moteuczoma,  creyendo  lo  mismo  al  principio,  envió  a 
Narvaez  ricos  presentes,  y  dio  orden  a  sus  gobernadores  que  le  hi- 
ciesen los  mismos  obsequios  que  a  Cortés;  pero  de  allí  a  poco, 
conoció  la  discordia  que  entre  ellos  existia,  apesar  del  gran  disimulo 
de  este,  y  de  los  esfuerzos  con  que  procuraba  impedir  que  llegase 
aquella  noticia  a  oídos  del  reí,  y  de  sus  subditos.  * 

Tubo  entonces  Moteuczoma  la  mejor  ocasión  que  podía  apetecer 
para  destruir  los  dos  egercítos  Españoles,  si  hubiese  abrigado  en  su 
corazón  los  sangrientos  designios  que  muchos  historiadores  le  imputan. 
Narvaez  procuró  indisponerlo  con  Cortés,  y  con  su  partido,  acusan^ 
dolo  de  traidor,  prometiendo  castigar  la  inaudita  temeridad  de  apri- 
sionar al  mismo  reí,  y  ofreciéndose  a  libertarlo  a  él,  y  a  toda  la  nación 
de  la  opresión  en  que  gemían :  pero  Moteuczoma,  lejos  de  ceder  a 
estas  sugestiones,  y  de  proceder  de  modo  alguno  contra  Cortés,  cuando 
este  le  dio  parte  de  la  espedicion  que  proyectaba  contra  Narvaez,  se 
mostró  apesadumbrado  por  el  riesgo  que  iba  a  correr,  peleando 
contra  fuerzas  tan  superiores,  y  ofreciéndole  un  gran  egercito  en 
su  ausilio. 

Ya  habia  agotado  Cortés  todos  los  recursos  de  que  podía  echar 


SALIDA    l>K   CORTto    llB   MSniCO.  91 


nano,  para  proporcionar  qd  convenio  paoifioo,  y  veaUjoto  a 
egercitof,  sin  otro  resaltado  que  naeTOi  despredot»  y  «■»• 
nasas  del  arrogante,  y  fiero  Nanraez.  Viéndose  pues  obligado  a 
hacer  la  guerra  a  sus  compatriotas,  y  no  atreviéndose  a  fiarse  del 
soeorro  que  le  ofrecia  Moteuczoma,  rogó  al  senado  de  Tlascala  que 
•percibiese  cuatro  mil  soldados,  para  llevarlos  consigo,  y  envió  a  Chi- 
nuntla  uno  do  los  suyos,  llamado  Tobilla,  hombre  práctico  «i  la 
guerra,  a  fin  de  que  pidiese  dos  mil  hombres  a  aquella  beUooMi 
nación,  y  se  proveyese  de  trescientas  picas  de  las  que  usaban  los 
mismos  Chinantcques,  que  por  ser  mas  fuertes,  y  lai^s  que  las  de 
los  Españoles,  le  parecian  cxelentes  para  resistir  a  la  caballería  con- 
traría. Dejó  en  Megico  ciento,  y  cuarenta  Rnpañoles,  con  todos  suh 
aliados,  bajo  el  mando  del  capitán  Pedro  de  Al  varado*,  recomendán- 
doles que  guardasen,  y  tratasen  bien  al  reí,  y  procurasen  mantenefae 
en  buena  armenia  con  los  Megicanos,  especialmente  con  la  familia 
real,  y  con  la  nobleza.  Al  despedirse  de  Motooczoma,  le  dijo  que 
dejaba  en  su  lugar  al  capitán  Tonatiuh  (con  este  nombre  del  sol 
apellidaban  a  Alvarado,  por  que  era  rubio)  encargándole  que  com- 
placiese en  todo  a  aSu  Magostad ;  que  le  rogaba  continuase  prote- 
giendo a  los  Españoles ;  que  él  salia  al  encuentro  de  aquel  capitán 
recien  venido,  y  a  poner  por  obra  cuanto  estubiese  a  sus  alcances 
para  poner  en  egecucion  las  ordenes  de  su  monarca.  Moteuczoma, 
después  de  haberle  hecho  nuevas  protestas  de  su  benevolencia,  lo  mondó 
proveer  abundantemente  de  viveros,  y  de  hombres  de  carga,  para  la 
condnr4:ion  del  bagage,  y  lo  despidió  con  la  mayor  amabilidad. 

Salió  Cmtet  de  Megico,  a  príncipios  de  Mayo  de  1¿20,  después 
de  haber  estado  seis  metes  en  aquella  corte,  con  setenta  Españolea, 
y  alguna  nobleza  Megicana,  que  quiso  acompañarlo  por  una  parte 
del  camino.  Algunos  historíadores  dicen  que  estos  Megicanos  iban  a 
espiar  lo  que  ocurríese,  y  dar  cuenta  de  ello  al  rei :  mas  Cortés  no  lo 
creyó  asi,  aunque  tampoco  se  fiaba  mucho  de  ellos.  Hizo  su  viage 
por  Cholula,  donde  se  unió  con  el  capitán  Velasquez,  que  volvia  de 
Coatzacualco,  a  donde  lo  había  enviado  Cortés  con  alguna  tropa, 
pen  buscar  un  puerto  cómodo.  Alli  recibió  nuevas  provisiones  de 
nteres  que  lo  enviaba  el  senado  de  Tlascala,  pero  no  los  cuatro  mil 

•  Benul  Días  dice  qoe  los  Bspaftole»  qae  qaedvtm  «■  M^gko  Hmm  ochcau 
y  tres.  £a  las  ediciones  modernas  de  ks  cartas  de  OorKs  sé  «Boe  qae  AMne 
600,  pero  en  una  edición  antigua  se  halla  140,  lo  que  aw  párete  cterlo»  ataAJo 
el  nomero  total  de  bs  tropas  B^aialas.  El  namero  de  600  es  líslio»  y  eoatrario 
a  la  rcUdoa  del  misBio  Cort^ 


92  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

hombres  que  liabia  pedido,  o  por  que  los  Tlascaleses  no  osasen  venir 
otra  vez  a  las  manos,  como  dice  Bernal  Diaz,  o  porque  no  quisiesen 
alejarse  tanto  de  su  patria,  como  congeturan  otros  historiadores,  o 
porque  viendo  a  Cortés  con  fuerza  tan  desproporcionadamente  infe- 
riores a  las  de  su  enemigo,  temiesen  quedar  vencidos  en  aquella  espe- 
dicion.  Algunas  jornadas  antes  de  llegar  a  Cempoala,  se  le  unió  el 
soldado  Tobilla  con  las  trecientas  picas  de  Chinantla,  y  en  Tapana- 
cuetla,  pueblo  distante  cerca  de  treinta  millas  de  aquella  ciudad,  se 
encontró  con  el  famoso  Capitán  Sandoval,  que  venia  con  sesenta  sol- 
dados de  la  guarnición  de  la  Vera  Cruz. 

Victoria  de  Cortés  contra  Narvaez.  ¿ú'am 

Finalmente,  después  de  haber  hecho  nuevas  proposiciones  a  Nar- 
vaez, y  distribuido  algún  oro  entre  los  partidarios  de  aquel  arrogante 
General,  entró  Cortés  en  Cempoala  a  media  noche,  con  doscientos 
cincuenta  hombres  *  sin  caballos,  ni  otras  armas  que  picas,  espadas, 
rodelas,  y  puñales,  y  encaminándose  cautelosamente,  y  sin  hacer  ruido 
al  templo  mayor  de  aquella  ciudad,  donde  se  hablan  acuartelado  sus 
enemigos,  les  dio  tan  furioso  asalto,  que  anteí^de  venir  el  dia,  se 
habia  hecho  amo  del  puesto,  de  toda  la  tropa  contraria,  de  la  artille- 
ría, de  las  armas,  y  de  los  caballos,  quedando  muertos  solo  cuatro  de 
sus  soldados,  y  quince  de  los  de  Narvaez,  y  muchos  heridos  de  una, 
y  otra  parte  f.  Hizose  reconocer  por  todos  Capitán  General,  y  su- 
premo magistrado,  mandó  encadenar  en  la  fortaleza  de  la  Vera  Cruz 
a  Narvaez,  y  a  Salvatierra,  hombre  distinguido,  y  enemigo  jurado 
suyo,  y  dispuso  que  se  quitasen,  de  los  buques,  las  velas.  Tas  brújulas, 
y  los  timones.  Apenas  empezó  a  rayar  el  dia,  que  era  el  domingo 
de  Pentecostés,  27  de  Mayo,  llegaron  los  Chinan tequesj,  en  buen 
orden,  y  bien  armados,  los  cuales  vinieron  a  ser  testigos  del  triunfo  de 
Cortés,  y  de  la  vergüenza  de  los  partidarios  de  Narvaez,  que  hablan 

*  Bernal  Diaz  dice  que  Cortés  fue  a  Cempoala  con  206  hombres.  Torque- 
mada  cuenta  266,  y  6  capitanes;  pero  Cortés,  que  lo  sabia  mejor  que  ellos 
afirma  que  eran  250. 

t  Hai  variedad  en  los  autores  acerca  del  numero  de  los  muertos  en  el  asalto  : 
yo  pongo  el  que  me  parece  mas  verosímil,  atendidos  los  datos  de  diversos  histo- 
riadores. 

1  Algunos  escritores  dicen  que  los  Chinanteques  tomaron  parte  en  el  asalto  : 
pero  Bernal  Diaz  estubo  presente,  y  afirma  lo  contrario.  Cortés  no  hace  mención 
de  esta  circunstancia.  Quien  desee  informarse  de  todos  los  pormenores  de 
aquella  gloriosa  espedicion  de  Cortés,  podra  consultar  a  los  historiadores  de  la 
conquista :  yo  los  omito  por  no  pertenecer  esencialmente  a  mi  asunto. 


SURblVAOlON    DKL   PVIBLO   DB   MBOiro.  19 

•ido  vencidot  por  tan  pocos  coiitrariot,  y  oo  tan  bien  annado*  cono 
ello*.  La  felicidad  de  etita  espedicion  m^  debió  en  gran  parte  al  in- 
comparable valor  de  Sandoval,  el  cual  .nubio  al  templo,  con  ochenta 
hombres,  en  medio  de  una  lluvia  de  «actas,  y  balas,  asaltó  el  san- 
tuario, dondo  so  Labia  fortificado  Narvaoz,  y  so  apoderó  de  su 
persona. 

Uullandosc  entonces  Cortés  con  diez,  y  ocho  buques,  cérea  de 
dos  rail  hombres  de  tropa  Española,  y  de  cien  caballos,  y  suficiento 
numero  de  provisiones  de  guerra,  pensó  en  hacer  nuevas  espedicionet 
en  la  costa  del  golfo,  y  habia  ya  nombrado  los  gcfes  que  debían  man- 
darlas, y  la  gente  que  debia  componerlas,  cuando  lo  llegaron  noticias 
infaustas  de  Megieo,  que  trastornaron  sus  planes,  y  lo  obligaron  a 
Volver  precipitadamente  a  aquella  capital. 

Sublevticion  del  pueblo  de  Megieo  contra  los  Expañolet. 
Durante  la  ausencia  de  Cortés,  ocurrió  en  Megieo  la  fiesta  de  la 
incensación  do  Huitzilopochtli,  que  se  hacia  en  el  mes  Tojcatl,  el 
cual  empezó  aquel  año  a  13  de  Mayo.  Esta  función,  la  mas  solemne 
del  año,  se  celebró  (%n  baile  del  rei,  de  la  nobleza,  de  los  sacerdotes, 
y  del  pueblo.  Rogaron  los  nobles  al  capitán  Alvarado  que  permitiese 
que  el  rei  pasase  al  templo,  a  cumplir  con  los  deberes  que  la  religión 
le  impooia ;  pero  Alvarado  no  quiso  ceder  a  sus  instancias,  o  porque 
asi  se  lo  habia  mandado  Cortés,  o  por  que  temiese  que  los  Megi- 
canos  maquinasen  alguna  tropelía,  viéndose  con  el  rei  en  su  poder, 
y  sabiendo  cuan  fácilmente  se  vuelven  en  tumulto  los  regocijos  públi- 
cos. Tomóle  por  tanto  el  partido  de  hacer  el  baile  en  el  patio  de 
palacio,  que  servia  de  cuartel  a  los  Españoles*,  o  por  disposición  de 
aquel  capitán,  o  por  orden  del  mismo  rei,  que  quiso  de  aquel  modo 
tomar  parte  en  las  ceremonias  del  dia.  Llegada  la  hora,  concurrieron 
al  patio  muchos  sugetos  de  la  primera  nobleza  (cuyo  numero  no 
consta,  pues  los  autores  varian  de  seiscientos  a  dos  mil)  cubiertos 

*  Los  historiadores  de  U  conquistm  dicen  que  el  baile  se  hixo  en  el  atrio  del 
templo  mayor :  pero  no^cs  Tcroaimil  que  la  iomensa  coacurreorb  que  allí  asbtia 
permitiese  hacer  tan  horrendo  cstraj^o  eh  la  nobleza,  especialmente  estando  un 
cerca  las  «merias,  donde  podían  tomar  armas  para  oponerse  a  la  temeridad  de 
aqueUos  poeos  estran^ros,  ni  es  creíble  que  los  Bspafioles  se  esposirsen  a  tan 
inminente  pdlfro.  Cort^  j  Berna!  Días  no  hacen  mención  del  laipu-  en  que  s| 
hito  el  biüle.  El  P.  Acoeta  dice  que  fue  el  palacio,  mu  no  puede  ser  otro  qnt 
el  que  habitaba  el  rti.  La  inverosimilitud  que  se  nota  en  la  relacioa  de  los 
historiadores,  y  el  juicio,  y  aatifjfOedad  dd  P.  Acosta,  me  obli|can  a  preferir  su 
autoridad  a  la  de  aqueUoe. 


94  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

todos  de  adornos  de  oro,  piedras,  y  plumas.  Empezaron  a  cantar,  y 
a  bailar  al  son  de  los  instrumentos,  y  entre  tanto  mandó  Alvarado 
que  algunos  soldados  ocupasen  las  puertas,  y  cuando  vio  a  los  Megi- 
canos  mas  distraidos,  y  quizas  fatigados  del  baile,  hizo  señal  a  su 
tropa  que  los  atacase,  lo  que  verificó  con  furia  contra  aquellos  des- 
venturados, que  por  estar  desarmados,  y  rendidos  de  cansancio,  no 
pudieron  hacer  resistencia,  ni  huir  hallándose  bien  guardadas  las 
puertas.  Fueron  terribles  los  estragos,  lamentables  los  gritos,  que 
exalaban  al  cielo  los  moribundos,  y  copiosa  la  sangre  que  se  derramó. 
Este  golpe  fatal  fue  en  estremo  sensible  a  los  Megicanos,  por  que  en 
él  perdieron  la  flor  de  su  nobleza,  y  para  perpetuar  su  memoria,  com- 
pusieron sobre  aquel  argumento,  tristes  elogias,  ^^ue  se  conservaron 
muchos  años  después  de  la  conquista.  Terminada  aquella  trágica,  y 
horrenda  escena,  los  Españoles  despojaron  a  los  cadáveres,  de  toda  la 
riqueza  que  los  cubría. 

Ignorase  el  motivo  que  pudo  inducir  al  capitán  Alvarado  a  un 
hecho  tan  temerario,  y  cruel.  Algunos  dicen  que  no  tubo  otro  que  la 
maldita  sed  de  oro  *.  Otros  afirman,  y  parece  mas  verosimil,  que 
habiendo  tenido  noticia  de  que  los  Megicanol^  querían  en  aquella 
fiesta  dar  un  golpe  a  los  Españoles,  para  sustraerse  a  su  opresión,  y 
poner  en  libertad  al  rei  que  tenian  aprísionado,  el  gefe  Español  quiso 
anticiparse,  siguiendo  el  dicho  vulgar  que  el  que  ataca  vence  f.  Como 
quiera  que  sea,  no  se  puede  negar  que  su  conducta  fue  tan  barbara 
como  imprudente. 

Irritada  la  plebe  con  tan  sensible  golpe,  trató  desde  entonces  a  los 
Españoles  como  enemigos  capitales  de  la  patria.  Atacaron  algunas 
tropas  Megicanas  el  cuartel  con  tanto  Ímpetu,  que  arruinaron  una 

*  Los  historiadores  Megicanos,  el  P.  Sahagun,  en  su  historia  MS,  Las  Casas  ea 
su  formidable  escrito  sobre  la  destrucción  de  los  Indios,  y  Gomara  en  su  Crónica 
de  la  Nueva  España,  atribuyen  el  arrojo  de  Alvarado  a  su  codicia :  mas  yo  no 
puedo  creerlo  sin  pruebas  convincentes.  Gomara  y  Las  Casas  siguieron  a 
Sahagun,  y  este  a  los  informes  de  los  Megicanos,  que,  como  enemigos  de  los 
Españoles,  no  son  dignos  de  fe  en  este  caso. 

t  Es  enteramente  increíble  que  los  Megicanos  quisieran  aprovecharse  de  la 
ocasión  del  baile  para  maquinar  una  traición  contra  los  Españoles  como  muchos 
historiadores  suponen ;  y  absurdo  lo  que  dice  Torquemada  que  tenian  ya  prepa- 
radas las  ollas  para  cocer  sus  cadáveres.  Estos  son  fábulas  inventadas  para 
justificar  a  Alvarado.  Lo  que  me  parece  mas  verosimil  es,  que  los  Tlascaleses, 
por  el  gran  odio  que  tenian  a  los  Megicanos,  hicieron  creer  a  este  capitán  la 
supuesta  traición.  En  la  historia  de  la  conquista  tenemos  muchos  egemplos  de 
esta  clase  de  sugestiones  inventadas  por  las  Tlascaleses. 


ENTRADA    DE   CORTÉS   BN    MEGICO.  95 

parte  del  maro,  minaron  en  diversas  partes  el  palacio,  y  quemaron 
las  municiones :  pero  fueron  rechazados  por  el  fuego  de  la  artillería  y 
de  los  mosquetes,  con  lo  que  los  Españoles  tubieron  tiempo  de 
reedificar  el  muro  destruido.  Aquella  noche  descansaron  de  las 
fatigas  del  dia,  pero  al  siguiente  fue  tan  terrible  el  asalto,  que  los 
Españoles  se  creyeron  perdidos,  y  en  efecto  no  hubiera  quedado  uno 
solo  con  vida,  como  sucedió  a  seis  a  seite,  a  no  haberse  mostrado  el 
rei  al  tropel  de  combatientes,  y  refrenado  con  su  autoridad  el  furor 
que  los  animaba.  El  respeto  a  la  persona  del  monarca  contubo  al 
pueblo,  y  desde  entonces  no  atacó  con  armas  el  cuartel;  mas  no  dejó 
de  cometer  otras  hostilidades,  pues  quemó  los  cuatro  bergantines,  que 
Cortés  habia  mandado  construir,  para  escaparse  en  ellos,  caso  de  no 
poder  hacerlo  por  las  calzadas,  y  resolvió  sitiar  por  hambre  a  los 
Españoles,  negándoles  los  viveros,  e  impidiendo  que  se  introdugesen 
en  el  cuartel,  con  cuyo  obgeto  abrió  un  foso  en  rededor. 

En  esta  situación  se  hallaban  los  Españoles  en  Megico,  cuando 
Alvarado  avisó  a  Cortés,  por  dos  mensageros  Tlascaleses,  rogándole 
que  apresurase  su  vuelta,  si  no  quena  hallarlos  muertos  a  todos.  Lo 
mismo  le  envió  a  defcir  Moteuczoma,  haciéndole  saber  cuan  sensible 
le  habia  sido  la  sublevación  de  sus  vasallos,  ocasionada  por  el  san- 
griento y  temerario  atentado  del  Capitán  Tonatiuh. 

Cortés,  después  de  haber  dado  las  ordenes  convenientes,  para 
transferir  la  colonia  de  la  Vera  Cruz,  a  un  sitio  mas  próximo  a 
Chachiuhcuecan,  lo  que  no  pudo  egecutarse  por  entonces,  marchó  con 
su  gente,  a  grandes  jornadas,  acia  la  capital.  En  Tlascala  fue  magni- 
ficaraente  hospedado  en  el  palacio  del  principe  Magijcatzin.  Alfi 
hizo  lo  reseña  de  sus  tropas,  y  halló  noventa  y  seis  caballos,  y  mil  y 
trescientos  peones  Españoles,  a  los  que  se  unieron  dos  mil  Tlascaleses, 
que  le  dio  la  república.  Con  este  egercito  entró  en  Megico  el  21  de 
Junio,  sin  hallar  oposición  alguna  en  la  entrada,  pero  mui  en  breve 
echó  de  vez  síntomas  de  la  fermentación  popular,  tanto  por  la  poca 
gente  que  vio  en  las  calles,  cuanto  por  algunos  puentes  de  los  canales, 
que  se  hablan  levantado.  Cuando  llegó  a  los  cuarteles,  con  grandes 
demostraciones  , de  jubilo  de  una,  y  otra  parte,  Moteuczoma  salió  al 
patio  a  recibirlo  con  las  mas  obsequiosas  demostraciones  de  amistad ; 
pero  Cortés,  o  insolentado  por  la  victoria  que  habia  conseguido  contra 
Narvaez,  o  por  las  fuerzas  respetables  que  traia  a  sus  ordenes,  o 
persuadido  que  le  convenia  fingirse  enfadado  con  el  rei,  como  creyén- 
dolo culpable  del  alboroto  de  sus  subditos,  pasó  de  largo,  sin  fijar  en 
él  la  atención.     El  rei  atravesado  del  mas  vivo  dolor  al  verse  tratadf 


96  HISTORIA   ANTIGUA    DE    MEGICO. 

tan  indignamente,  se  fue  a  su  estancia,  donde  se  le  aumentó  la  pesa- 
dumbre, con  la  noticia  que  inmediatamente  le  trageron  sus  servidores, 
de  las  palabras  injuriosas  que  habia  proferido  contra  Su  Magestad  el 
general  Español*. 

Reprendió  Cortés  severisimamente  al  capitán  Alvarado,  y  le 
hubiera  impuesto  el  castigo  que  merecia,  si  lo  hubiesen  permitido  las 
circunstancias  del  tiempo,  y  del  culpable.  Previa  la  borrasca  que 
iba  a  estallar  sobre  su  egercito,  y  no  le  pareció  prudente  en  aquella 
ocasión  tener  por  enemigo  a  uno  de  los  mas  valientes  capitanes  de  sus 
tropas. 

Con  los  refuerzos  que  trajo  Cortés  a  Megico,  tenia  un  egercito  de 
nueve  mil  hombres,  y  no  pudiendo  caber  todos  en  el  alojamiento, 
ocuparon  algunos  de  los  edificios  del  recinto  del  templo  mayor,  en  la 
parte  mas  próxima  a  los  cuarteles.  Con  la  muchedumbre  creció  la 
penuria  de  viveres,  ocasionada  por  la  falta  del  mercado.  Mandó 
Cortés  entonces  a  decir  a  Moteuczoma,  con  grandes  amenazas,  que 
diese  orden  de  que  se  celebrase  el  mercado,  a  fin  de  que  ellos  se 
proveyesen  de  cuanto  necesitaban.  Moteuczoma  ^respondió  que  los 
personages  de  mas  autoridad  de  que  podia  fiar#3,  para  la  egecucion 
de  aquella  orden,  se  hallaban  como  él  privados  de  libertad ;  que 
soltase,  algunos  de  ellos,  para  que  se  le  complaciese  en  lo  que  pedia. 
Cortés  sacó  de  la  prisión  al  principe  Cuitlahuaízin,  hermano  de 
Moteuczoma,  estando  mui  lejos  de  pensar  que  la  libertad  de  aquel 
personage  ocasionaría  la  ruina  de  los  Españoles,  pues  no  solo  no 
regresó  al  cuartel,  ni  restableció  el  mercado,  o  por  que  no  quisiese 
favorecer  a  los  estrangeros,  o  por  que  no  consistiesen  en  ello  los 
Megicanos,  si  no  que  estos  lo  obligaron  a  egercer  su  empleo  de 
general,  y  él  fue  quien  desde  entonces  mandó  las  tropas,  y  dirigió  las 
hostilidades,  hasta  que  por  muerte  de  su  hermano  fue  elegido  rei  de 
Megico. 

*  Solis  no  da  crédito  al  desprecio  que  Cortés  hizo  de  Moteuczoma,  y  por 
defender  a  su  héroe,  agravia  a  Berna!  Diaz  que  lo  afirma,  cómo  testigo  ocular, 
y  al  Cronista  Herrera  que  lo  asegura,  fundado  en  buenos  documentos.  Acusa 
injustamente  a  Diaz  de  parcialidad  contra  Cortés,  y  de  Herrera  dice  que  quizas 
adoptarla  aquella  versión,  para  aplicarle  una  sentencia  de  Tácito,  "  arabicionj 
añade,  peligrosa  en  el  historiador,"  pero  en  ninguna  tanto  como  en  el  mismo 
Solis,  pues  todo  hombre  imparcial  que  lea  su  obra,  vera  que  este  autor,  en  lugar  de 
ajustar  las  sentencias  a  la  narración,  ajusta  la  narración  a  las  sentencias.  Por 
fin  si  no  alega  mejores  razones  que  las  que  usa  contra  Bernal  Diaz,  debemos 
creer  a  este,  que  presenció  el  lance. 


COMBATES    EN    LA    CAPITAL.  97 

Combates  entre  Megicanos  y  Elspañoles  en  la  Capital. 
El  dia  en  que  Cortés  entró  en  Megico,  no  hicieron  ningún  movi- 
miento sus  habitantes,  pero  al  siguiente,  empezaron  a  hacer  uso  de  las 
hondas,  y  dispararon  tantas  piedras  a  los  Españoles,  que  parecía, 
según  dice  Cortés,  una  tempestad.  Siguieron  las  flechas  en  tanto 
numero,  que  cubrieron  todo  el  patio,  siendo  tan  exesivo  el  de  los 
combatientes,  que  no  se  veia  el  suelo  de  las  calles.  No  pareció  bien 
a  Cortés  mantenerse  en  la  defensiva,  porque  no  se  atribuyese  a 
cobardia,  y  cobrasen  mas  animo  sus  enemigos.  Hizo  por  tanto,  una 
salida  con  cuatrocientos  hombres,  parte  Españoles,  y  parte  Tlasca- 
leses.  Los  Megicanos  se  fueron  retirando  con  poca  perdida,  y  Cortés, 
después  de  haber  pegado  fuego  a  algunas  casas,  volvió  a  sus  cuarteles ; 
pero  viendo  que  los  enemigos  continuaban  sus  hostilidades,  mandó 
salir  al  capitán  Ordaz  con  doscientos  soldados.  Los  Megicanos 
fingieron  huir,  y  desordenarse,  para  alejarlos  de  su  alojamiento,  como 
en  efecto  lo  obtubieron:  pero  de  repente  se  vieron  los  Españoles 
rodeados  de  enemigos,  y  atacados  por  frente,  y  retaguardia,  aunque 
tan  tumultuariamente,  que  los  Megicanos  se  embarazaban  unos  a 
otros.  Al  mismo  tiempo  se  dejó  ver  sobre  las  azoteas  una  gran 
muchedumbre,  que  no  cesaba  de  tirar  piedras,  y  flechas.  Halláronse 
entonces  los  Españoles  en  gran  peligro,  y  aquella  ocasión  fue  una  de 
las  muchas  en  que  dio  pruebas  de  su  arrojo  el  valiente  Ordaz.  El 
combate  fue  mui  sangriento,  aunque  sin  gran  daño  de  los  Españoles, 
los  cuales  cm  los  mosquetes,  y  las  ballestas,  limpiaron  las  azoteas,  y 
con  las  picas,  y  espadas  rechazaron  a  la  turba  que  inundaba  la  calle,  y 
asi  pudieron  finalmente  retirarse,  dejando  muertos  muchos  Megicanos, 
y  de  los  suyos  no  mas  de  ocho ;  pero  todos  salieron  heridos,  incluso 
el  animoso  gefe.  Uno  de  los  daños  que  hicieron  aquel  dia  los  Megi- 
canos a  los  Españoles,  fue  el  pegar  fuego  al  cuartel  en  varios  puntos, 
y  en  uno  de  ellos  fue  tal  el  incendio,  que  los  sitiados  tubieron  que 
echar  abajo  el  muro,  y  defender  la  brecha  con  la  artillería,  y  con 
la  mucha  gente  que  en  ella  pusieron,  hasta  que  llegó  la  noche,  y  los 
sitiadores  les  dejaron  tiempo  de  reedificar  el  muro,  y  curar  los  heridos. 
El  siguiente  dia,  26  de  Junio,  fue  mas  terrible  el  empeño,  y  mayor 
la  furia  de  los  Megicanos.  Los  Españoles  se  defendieron  con  doce 
piezas  de  artillería,  que  hacian  grandes  estragos  en  ól  tropel  de 
enemigos,  pero  como  estos  eran  tantos,  mui  en  breve  acudian  otros  a 
llenar  los  vacios  que  dejaban  los  muertos.  Cortés  viendo  su  obstina- 
ción, salió  con  la  mayor  parte  de  sus  tropas,  y  se  encaminó,  peleando 

TOMO  II.  H 


98  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

siempre,  por  una  de  las  tres  calles  principales  de  la  ciudad:  se 
apoderó  de  algunos  puentes,  pegó  fuego  a  muchas  casas,  y  después  de 
haber  combatido  casi  todo  el  dia,  se  retiró  a  sus  cuarteles,  con  mas 
de  cincuenta  Españoles  heridos,  dejando  muertos  innumerables 
Megicanos. 

La  esperiencia  hizo  conocer  a  Cortés  que  el  mayor  daño  que  reci- 
bían sus  tropas,  procedia  de  las  azoteas,  y  para  evitarlo,  mandó 
construir  tres  maquinas  de  guerra,  llamadas  mantas  por  los  Españoles, 
tan  grandes,  que  cada  una  podia  llevar  veinte  hombres  armados, 
cubiertas  de  fuertes  tablados,  para  defenderlos  de  los  tiros  de  las 
azoteas,  provistas  de  ruedas  para  facilitar  su  movimiento,  y  de  troneras, 
o  ventanillas  para  poder  disparar  las  armas  de  fuego. 

Mientras  se  construían  estos  amaños,  ocurrieron  grandes  novedades 
en  la  capital.  Moteuczoma  habia  observado  uno  de  los  combates 
desde  la  torre  de  palacio,  y  distinguido  entre  la  muchedumbre  a  su 
hermano  Cuitlahuatzin,  mandando  las  tropas  Megicanas.  A  vista  de 
tantos  obgetos  lamentables,  asaltaron  su  espíritu  un  tropel  de  tristes 
pensamientos.  Consideraba  por  una  parte  el  peligro  que  corria  de 
perder  la  corona  y  la  vida,  y  por  otra  se  le  presentaba  la  destrucción 
de  los  edificios  de  la  capital,  la  muerte  de  sus  vasallos,  y  el  triunfo  de 
sus  enemigos,  no  hallando  otro  remedio  a  tantos  males,  que  la  pronta 
salida  de  los  Españoles.  Pasó  la  noche  agitado  por  aquellas  ideas,  y 
al  dia  siguiente  mui  temprano  llamó  a  Cortés,  y  le  habló  sobre  el 
asunto,  rogándole  encarecidamente  que  no  difiriese  su  viage.  No 
necesitaba  Cortés  de  tantos  ruegos ;  pues  se  hallaba  tg-^  escaso  de 
viveros,  que  ya  se  daban  por  medida  a  los  soldados,  y  en  tan  corta 
cantidad,  que  bastaban  a  mantener  la  vida,  pero  no  a  dar  la  fuerza 
necesaria  para  oponerse  a  tantos  enemigos  como  continuamente  los 
molestaban.  Finalmente  conocía  que  lejos  de  serle  posible  hacerse 
dueño  de  la  ciudad,  ni  aun  podria  lograr  sostenerse  en  ella.  Por 
otra  parte  lo  afligía  la  idea  de  tener  que  abandonar  la  empresa  comen- 
zada, perdiendo  en  un  momento  con  su  salida,  todas  las  ventajas  que 
se  habia  proporcionado  con  su  valor,  con  su  destreza,  y  con  su  felici- 
dad: pero  cediendo  a  tan  imperiosas  circunstancias,  le  dijo  que  estaba 
pronto  a  partir,  por  la  paz  del  reino,  con  tal  que  depusieran  las  armas 
sus  vasallos.  ^^ 

Discurso  del  rei  al  pueblo  y  sus  efectos.    ■ 
Apenas  terminada  aquella  conferencia,  gritaron  a  las  armas  en  el 
cuartel,  por  venir  los  Megicanos  resueltos  a  dar  un  asalto  general. 


DISCURSO    DE    MOTEUCZOMA.  99 

En  efecto  por  todas  partes  procuraban  subir  a  los  muros,  mientras 
otras  huestes,  colocadas  en  puntos  ventajosos,  disparaban  un  numero 
iucreible  de  flechas  para  superar  la  resistencia  de  los  sitiados,  y  otros 
se  arrojaban,  a  pesar  del  fuego  de  la  artillería,  y  de  los  mosquetes, 
hasta  poner  el  pie  en  el  recinto  de  los  cuarteles,  y  combatir  cuerpo  a 
cuerpo  con  los  Españoles.  Estos,  creyéndose  ya  vencidos  por  la 
superioridad  del  numero,  peleaban  como  desesperados.  Moteuczoma, 
viendo  su  conflicto,  y  el  riesgo  en  que  él  mismo  se  hallaba,  resolvió 
mostrarse  a  sus  vasallos,  para  reprimir  con  su  presencia,  y  con  su  voz 
el  furor  que  los  animaba.  Púsose  las  insignias  reales,  y  escoltado 
por  algunos  de  sus  ministros,  y  por  doscientos  Españoles,  subió  a  la 
azotea,  y  se  presentó  al  pueblo,  mientras  sus  ministros  le  imponían 
silencio  para  que  se  oyese  la  voz  del  soberano.  Cesó  al  verlo  el 
ataque,  enmudecieron  todos,  y  aun  algunos,  penetrados  de  respeto  se 
arrodillaron.  Alzó  entonces  la  voz,  y  les  hizo  en  sustancia  este  breve 
discurso  :  **  Si  el  motivo  que  os  induce  a  tomar  las  armas  contra  estos 
estrangeros,  es  el  deseo  de  mi  libertad,  yo  os  agradesco  el  amor,  y  la 
fidelidad  que  me  mostráis:  pero  os  engañáis  creyéndome  su  prisio- 
nero, pues  en  mi  mano  está  dejar  este  palacio  de  mi  difunto  padre,  y 
trasladarme  al  mió,  cuando  quiera.  Si  vuestra  colera  nace  de  su 
permanencia  en  esta  corte,  os  hago  saber  que  me  han  dado  palabra  de 
salir  de  ella,  y  yo  os  aseguro  que  lo  harán,  inmediatamente  que 
depongáis  las  armas.  Cese  pues  vuestra  inquietud ;  mostradme  en 
esto  vuestra  fidelidad,  si  queréis  desmentir  las  voces  que  han  llegado 
a  mis  oidos-acerca  de  haber  vosotros  jurado  a  otro  señor  la  obediencia 
que  solo  a  mi  debéis  tributar,  lo  que  yo  no  he  podido  creer,  ni 
vosotros  podréis  egecutar,  sin  acarrearos  toda  la  colera  de  los  dioses.'' 
Quedó  todo  en  silencio  por  algún  rato,  hasta  que  un  hombre  mas 
atrevido  que  los  otros  *  alzo  la  voz,  llamando  al  rei  cobarde,  y  afemi- 
nado, y  mas  digno  de  manejar  el  huso,  y  la  rueca,  que  de  gobernar 
una  nación  tan  valerosa  como  la  Megicana,  y  echándole  en  cara  que 
por  su  pusilanimidad  se  habia  constituido  vilmente  prisionero  de 
sus  enemigos.  No  satisfecho  con  estas  injurias,  el  mismo  que  las 
habia  proferido,  tomó  el  arco,  y  disparó  una  flecha  al  monarca.  La 
plebe,  tan  fácil  a  seguir  el  impulso  que  se  le  da,  siguió  su  egemplo, 
y  por  todas  partes  empezaron  a  oirse  improperios,  y  a  llover  piedras, 
y  flecháis  acia  el  punto  en  que  el  rei  se  hallaba.     Los  historiadores 

*  El  P.  Acosta  dice  que  el  Megicano  que  dirigió  aquellas  injurias  al  rei  fue 
Quauhtemotzin  su  sobrino,  y  después  ultimo  rei  de  Megico :  pero  yo  no 
lo  creo. 

H   2 


100  HISTORIA   ANTIGUA    DE   MEGICO. 

Españoles  dicen  que  aunque  la  persona  de  Moteuczoma  estaba  cubierta 
con  dos  rodelas,  fue  herido  de  una  pedrada  en  la  cabeza,  de  otra  en 
una  pierna,  y  de  una  flecha  en  el  brazo.  De  alli  fue  llevado  por  sus 
ministros  a  su  habitación,  mas  atormentado  por  la  indignación,  y  por 
la  rabia  que  por  las  heridas. 

Entretanto  persistían  los  Megicanos  en  el  asalto,  y  los  Españoles  en 
la  defensa,  hasta  que  algunos  nobles  llamaron  a  Cortés  al  mismo  sitio 
en  que  habia  sido  herido  el  rei,  y  discurrieron  con  él  acerca  de  ciertas 
condiciones  que  los  historiadores  no  declaran.  Cortés  les  preguntó 
por  qué  lo  trataban  como  enemigo,  no  habiéndoles  hecho  él  daño 
alguno.  "  Si  queréis,  le  respondieron,  evitar  nuestras  hostilidades, 
salid  pronto  de  esta  ciudad :  si  no,  estamos  resueltos  a  morir,  o  a 
daros  muerte  a  todos."  Cortés  añadió  que  no  se  quejaba  de  ellos 
por  que  les  temiese,  sino  por  que  ellos  mismos  lo  obligaban  a  ester- 
minarlos, y  a  destruir  tan  hermosa  ciudad.  Los  nobles  se  fueron 
repitiendo  sus  amenazas. 

Concluidas  finalmente  las  tres  maquinas  de  guerra,  salió  con  ellas 
Cortés  el  día  28  o  29  de  Junio,  mui  temprano*,  por  una  de  las  tres 
calles  principales  de  la  ciudad,  a  la  cabeza  de  tres  mil  Tlascaleses,  y 
de  otras  fuerzas  ausiliares,  con  la  mayor  parte  de  los  Españoles,  y  con 
doce  piezas  de  artillería.  Llegados  que  fueron  al  puente  del  primer 
canal,  acercaron  a  las  casas  las  maquinas,  y  las  escalas,  para  arrojar 
la  turba  que  cubría  las  azoteas ;  pero  fueron  tantas,  y  tan  gruesas  las 
piedras  que  les  arrojaron,  que  las  maquinas  fueron  mui  en  breve  des- 
trozadas. Los  Españoles  combatieron  animosamente  hastp  medio  día, 
sin  poder  pasar  el  puente :  por  lo  que  volvieron  avergonzados  a  los 
cuarteles,  dejando  uno  de  ellos  muerto,  y.  conduciendo  con  ellos 
muchos  heridos. 

Combate  terrible  en  el  templo. 
Envanecidos  con  estas  ventajas  los  Megicanos,  se  fortificaron  qui- 
nientos nobles  en  el  atrio  superior  del  templo  mayor,  bien  provistos 
de  armas,  y  provisiones,  y  de  alli  empezaron  a  hacer  gran  daño  a  los 
Españoles  con  piedras,  y  flechas,  mientras  otra?  tropas  los  atacaban 
por  la  calle.  Mandó  Corles  un  capitán  con  cien  soldados  a  rechazar 
a  los  nobles  de  aquel  punto,  que  por  estar  mui  alto,  y  próximo  a  los 
cuarteles,  los  dominaba  enteramente ;  pero  habiendo  emprendido  la 
subida,  fueron  vigorosamente  rechazados.     Determinóse  por  tanto  el 

*  Es  increíble  la  variedad  de  los  autores  sobre  el  orden  y  las  circunstancias  de 
aquellos  combates.    Yo  sigo  la  relación  de  Cortas,  que  me  parece  la  mas  segura. 


COMBATE  EN  BL  TEMPLO.  101 

general  a  dar  él  ■.  mismo  el  asalto,  a  pesar  de  tener,  desde  el  primer 
ataque,  una  grave  herida  en  la  mano  izquierda.  Atóse  la  rodela  al 
brazo,  y  habiendo  circundado  el  templo  de  un  numero  competente  de 
Españoles,  y  Tlascaleses,  empezó  a  subir  por  las  escaleras  con  una 
gran  parte  de  su  tropa.  Los  nobles  sitiados  defendían  briosamente  la 
subida,  y  echaron  por  tierra  algunos  Españoles,  mientras  otras  fuerzas 
Megicanas,  que  hablan  entrado  en  el  atrio  inferior,  luchaban  furiosa- 
mente con  los  que  lo  rodeaban.  Cortés,  aunque  con  mucha  fatiga,  y 
dificultad  logró  poner  el  pie  con  los  suyos  en  el  atrio  superior.  AUi 
fue  el  mayor  peligro,  y  el  mas  arduo  empeño  del  conflicto,  el  cual 
duró  tres  horas.  De  los  Megicanos,  unos  murieron  a  los  filos  de  la 
espada,  otros  se  arrojaron  a  los  atrios  inferiores,  donde  siguieron  pele- 
ando, hasta  perder  todos  la  vida.  Cortés  mandó  pegar  fuego  a  los 
santuarios,  y  se  retiró  en  buen  orden  a  sus  cuarteles.  La  acción  costó 
la  vida  a  cuarenta  y  seis  Españoles,  y  todos  los  otros  salieron  heridos 
y  cubiertos  de  sangre.  Este  famoso  combate  fue  uno  de  los  mas 
terribles  y  encarnizados  de  aquella  guerra :  por  esto  lo  representaron 
después  de  la  conqu^ta,  tanto  los  Megicanos,  como  los  Tlascaleses 
en  sus  pinturas. 

Algunos  historiadores  añaden  a  esto  el  gran  peligro  en  que  dicen 
que  se  halló  Cortés  de  ser  precipitado  por  dos  Megicanos,  los  cuales, 
resueltos  a  sacrificar  la  vida  en  bien  de  la  patria,  lo  agarraron  en  el 
borde  del  atrio  superior,  para  dejarse  caer  con  él  a  los  atrios  bajos, 
creyendo  poner  fin  a  la  guerra  con  la  muerte  del  general :  pero  este 
hecho  de  q^  no  hacen  mención  Cortés,  Bernal  Diaz,  Gomara,  ni 
ninguno  de  los  historiadores  antiguos,  se  ha  hecho  todavía  mas  invero- 
símil por  las  circunstancias  que  le  añaden  algunos  escritores  modernos*. 

Regresado  Cortés  a  los  cuarteles,  se  abocó  de  nuevo  con  unos 
Megicanos  de  alta  clase,  representándoles  el  daño  que  recibían  los 

*  Solis  dice  que  los  dos  Megicanos  se  acercaron  de  rodillas  a  Cortés,  en  actitud 
de  implorar  su  clemencia,  y  sin  tardanza  se  lanzaron  sobre  él,  y  lo  arrojaron  al 
suelo,  aumentando  la  violencia  del  impulso,  con  la  fuerza  natural  de  sus  cuerpos  ; 
que  Cortés  se  desembarazó  de  ellos,  y  los  rechazó,  aunque  no  sin  dificultad.  Yo 
la  tengo  muí  grande  en  creer  una  fuerza  tan  estraordinaria  en  Cortés.  Los 
humanísimos  Rainal  y  Robertson,  movidos  a  compasión,  según  parece,  de  la 
situación  de  Cortés,  lo  socorren,  aquel  con  unas  almenas,  y  este  con  unas  rejas, 
en  que  pudo  apoyarse  para  deshacerse  de  los  Megicanos ;  pero  ni  estos  usaron 
jamas  de  rejas,  ni  el  templo  mayor  tenia  almenas  en  el  atrio  superior.  Es  estraño 
que  estos  autores,  tan  incrédulos  con  lo  que  dicen  los  historiadores  Españoles  e 
Indios,  crean  lo  que  no  se  halla  en  ningún  escritor  antiguo,  siendo  ademas  un 
hecho  tan  inverosimil. 


102  HISTORIA    ANTIGUA    DE   MEGICO. 

habitantes,  de  las  armas  Españolas.  Ellos  respondieron  que  nada  les 
importaba  con  tal  que  todos  los  Españoles  pereciesen,  lo  cual  habría 
de  verificarse,  si  no  a  manos  de  los  Megicanos,  de  resultas  del  hambre 
que  padecerían  encerrados  en  aquel  edificio.  Cortés  habiendo  obser- 
vado aquella  noche  algún  descuido  en  los  ciudadanos,  salió  con 
algunas  compañias,  y  encaminándose  por  una  de  las  tres  calles  prin- 
cipales, incendió  mas  de  trescientas  casas  *. 

Al  dia  siguiente,  después  de  reparadas  las  maquinas,  salió  con  ellas, 
y  con  la  mayor  parte  de  sus  tropas,  y  marchó  por  el  gran  camino  de 
Tztapalapan,  con  mejor  éxito  que  la  primera  vez :  porque  a  despecho 
de  la  vigorosa  resistencia  que  hacían  los  enemigos,  en  las  trincheras 
que  habían  construido  para  defenderse  del  fuego  de  los  Españoles, 
ganó  los  cuatro  primeros  puentes,  y  quemó  algunas  casas,  aprove- 
chándose do  los  materiales  para  llenar  los  fosos,  afin  de  que  no  hubiese 
dificultad  en  el  paso,  si  los  enemigos  llegaban  a  levantar  los  puentes. 
Dejó  en  aquellos  puestos  suficiente  guarnición,  y  volvió  al  cuartel  con 
muchos  soldados  heridos,  dejando  diez  o  doce  muertos. 

A  otro  dia  continuó  sus  ataques  por  el  mismo,oamino,  ganó  los  tres 
puentes  que  le  faltaban,  y  persiguiendo  a  los  que  los  defendían,  llegó 
por  fin  a  tierra  firme.  Mientras  se  empleaba  en  llenar  los  fosos, 
para  verificar,  como  es  de  creerse,  su  retirada  de  la  corte,  por  el 
mismo  camino  por  donde  había  entrado  en  ella  siete  meses  antes,  se 
le  dijo  que  los  Megicanos  querían  capitular,  y  deseoso  de  oír  sus  pro- 
posiciones, volvió  apresuradamente  con  la  caballería,  dejando  a  la 
infantería  de  guardia  en  los  puentes.  Los  Megicanos  lef  .igeron  que 
estaban  prontos  a  suspender  las  hostilidades,  mas  que  para  efectuar  la 
capitulación  necesitaban  tener  la  persona  de  un  sumo  sacerdote,  que 
había  sido  hecho  prisionero  en  el  ataque  del  templo  mayor.  Cortés 
mandó  ponerlo  en  libertad,  y  en  seguida  quedó  ajustado  el  armisticio. 
Esta  parece  haber  sido  una  estratagema  de  los  electores,  para  recobrar 
al  gefe  de  su  religión,  de  cuya  presencia  necesitaban,  para  la  unción 
del  nuevo  reí  que  habían  elegido,  o  iban  a  elegir,  porque  apenas  tubo 
Cortés  la  satisfacción  de  haber  concluido  aquel  convenio,  cuando 
llegaron  algunos  Tlascaleses,  con  la  nueva  de  que  los  Megicanos 
habían  vuelto  a  tomar  los  puentes,  y  dado  muerte  a  algunos  Españoles, 

*  Cortés  dice  que  quemaba  las  casas ;  mas  esto  no  quiere  decir  que  ardían 
todas,  quedando  reducidas  a  cenizas,  si  no  que  les  pegaba  fuego,  el  cual  en  algunas 
hacia  mucho  daño,  en  otras  poco,  y  en  otras  ninguno.  Bernal  Díaz  dice  que 
costaba  trabajo  hacerlas  arder,  porque  todas  tenían  azoteas,  y  estaban  separadas 
¿mas  de  otras. 


MUERTE    DE    MOTEUCZOMA    II.  103 

y  que  se  aproximaba  una  multitud  de  guerreros  acia  los  cuarteles. 
Cortés  salió  a  su  encuentro  con  la  caballeria,  y  recobró  los  puentes, 
rompiendo  por  medio  de  los  contrarios,  con  gran  peligro,  y  fatiga : 
pero  cuando  estaba  ganando  los  últimos,  ya  los  Megicanos  habían 
vuelto  a  tomar  a  los  Españoles  los  cuatro  primeros,  quitando  también 
los  materiales  con  que  estos  habian  llenado  los  fosos.  Cortés  volvió  a 
recobrarlos,  y  se  retiró  a  los  cuarteles  con  toda  su  gente  cansada,  mal 
parada,  y  herida. 

En  su  carta  a  Carlos  V,  Cortés  le  habla  del  gran  peligro  que  corrió 
aquel  dia,  de  perder  la  vida,  y  atribuye  a  una  particular  providencia 
de  Dios,  el  haber  podido  preservarla,  en  medio  de  tan  gran  muche- 
dumbre de  enemigos.  Es  cierto  que  desde  el  momento  en  que  los 
Megicanos  se  sublevaron  contra  los  Españoles,  hubieran  podido  en 
poco  tiempo  esterminarlos  a  ellos,  y  a  sus  aliados,  si  hubieran  obser- 
vado mejor  orden  en  los  ataques,  y  si  hubiera  reinado  mayor  con- 
cordia entre  los  gefes  subalternos  que  los  dirigian :  mas  estos  no 
estaban  de  acuerdo,  como  diré  después,  y  el  populacho  se  dejaba 
llevar  tan  solo  por  el  Ímpetu  de  su  desordenado  furor.  Por  otra 
parte  los  Españoles  tparecian  hechos  de  hierro,  pues  ni  cedían  al  rigor 
del  hambre,  ni  a  la  necesidad  del  sueño,  ni  a  las  heridas,  ni  a  la 
fatiga  incesante.  Después  de  haber  empleado  todo  el  dia  peleando, 
pasaban  la  noche  enterrando  a  los  muertos,  curando  a  los  heridos,  y 
reparando  los  males  que  los  Megicanos  habian  hecho  en  el  edificio 
que  ocupaban,  y  aun  durante  el  poco  tiempo  que  dedicaban  al  reposo 
necesario,  no  dejaban  jamas  las  armas  de  la  mano,  hallándose  siempre 
dispuestos  a  presentarse  a  sus  enemigos.  Pero  aun  mas  se  conocerá 
la  dureza  de  aquellos  hombres  en  los  terribles  combates  que  referiré 
muí  en  breve. 

Muerte  de  Moteuczoma  II  y  de  otros  personages. 

En  uno  de  aquellos  dias,  que  probablemente  seria  el  30  de  Junio, 
murió,  dentro  del  alojamiento  de  los  Españoles,  el  rei  Moteuczoma, 
a  los  cincuenta  y  cuatro  años  de  edad,  y  diez  y  ocho  de  reinado,  y  en 
el  séptimo  mes  de  su  encarcelamiento.  Acerca  de  la  causa,  y  de  las 
circunstancias  de  este  acaecimiento,  reina  tanta  variedad  entre  los 
historiadores,  que  parece  imposible  averiguar  la  verdad.  Los  his- 
toriadores Megicanos  atribuyen  su  muerte  a  los  Españoles,  y  los 
Españoles  a  los  Megicanos.  Yo  no  puedo  creer  que  los  Españoles 
se  decidiesen  a  quitar  la  vida  a  un  rei  a  quien  debían  tantos  bienes,  y 
de  cuya  muerte  solo  podían  aguardar  grandes  males.     Según  Bernal 


104  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

Diaz,  autor  sincerisimo,  y  testigo  ocular,  su  pérdida  fue  llorada  na 
menos  por  Cortés,  que  por  todos  los  capitanes,  y  soldados,  como  si 
todos  hubieran  perdido  en  él  un  padre.  En  efecto,  Moteuczoma  los 
favoreció  estraordinariamente,  sea  por  inclinación,  sea  por  miedo : 
siempre  se  les  mostró  benévolo,  y  sincero :  a  lo  menos  no  hai  razón 
para  creer  lo  contrario,  ni  se  sabe  que  recibiesen  de  él  un  solo  dis- 
gusto, como  ellos  mismos  lo  confesaron  *. 

Sus  buenas,  y  malas  calidades  pueden  inferirse  de  la  relación  de  sus 
hechos.  Fue  circunspecto,  magnifico,  liberal,  celoso  defensor  de  la 
justicia,  agradecido  a  los  beneficios  de  sus  subditos :  pero  su  altanera 
circunspección  hacia  inaccesible  el  trono  a  los  lamentos  de  los  oprimi- 
dos ;  su  magnificencia,  y  su  liberalidad,  se  egercian  a  espensas  de  la 
sustancia  de  los  pueblos,  y  su  justicia  degeneraba  a  veces  en  crueldad. 
Fue  exacto,  y  puntual  en  los  deberes  de  la  religión,  y  mui  adicto  al 
culto  de  sus  dioses,  y  a  la  observancia  de  los  ritos  f.  En  su  juventud 
fue  animoso,  y  dado  a  la  guerra,  habiendo  quedado  victorioso,  según 
dicen,  en  nueve  batallas :  pero  en  los  últimos  años  de  su  reinado,  los 
placeres  domésticos,  la  fama  de  las  primeras  victorias  de  los  Españo- 
les, y,  sobre  todo,  los  errores  de  la  superstición  l^bian  degradado  de 
tal  manera  su  ánimo,  que  parecía  haber  mudado  de  sexo,  como  decían 
sus  subditos.  Deleitábase  en  la  música,  y  en  la  caza,  y  era  tan  diestro 
en  el  egercicio  del  arco,  como  en  el  de  la  cerbatana.  Era  de  alta  esta- 
tura, y  buena  complexión,  y  tenia  el  rostro  largo,  y  los  ojos  vivos. 

Dejó  muchos  hijos,  tres  de  los  cuales  perecieron  en  la  infausta 
noche  de  la  derrota  de  los  Españoles,  o  a  manos  de  estos,  como  dicen 
los  Megicanos,  o  a  manos  de  los  Megicanos,  como  aquellos^aseguran. 
De  los  que  sobrevivieron,  el  mayor  era  Tohnalicahuatzin,  que  en  el 

*  Cortés  y  Gomara  aseguran  que  Moteuczoma  murió  de  la  pedrada  que 
recibió  de  sus  vasallos.  Solis  dice  que  la  muerte  fue  efecto  de  no  haber  querido 
curarse  la  herida.  Bernal  Diaz  añade  a  esta  omisión  la  voluntaria  inedia. 
Herrera  dice  que  la  herida  no  era  mortal,  sino  que  murió  de  pesadumbre,  y  des- 
pecho. Sahagun,  y  los  historiadores  Megicanos,  y  Tezcucanos  afirman  que  los 
Españoles  lo  mataron,  y  uno  de  ellos  refiere  que  un  soldado  lo  atravesó  por  una 
ingle.  Entre  estos  historiadores,  unos  dicen  que  la  muerte  ocurrió  la  noche  de 
la  derrota  de  los  Españoles,  otros  que  fue  antes.  Acosta,  Torquemada,  y  Be- 
tancourt  se  refieren  al  juicio  divino. 

f  Solis  dice  que  aquel  monarca  apenas  doblaba  la  cerviz  a  sus  dioses,  que  tenia 
mas  alta  idea  de  sí  mismo  que  de  ellos,  &c.  Pero  esta,  y  otras  especies  que 
afirma  aquel  escritor  son  contrarias  a  la  verdad,  y  al  testimonio  de  los  autores 
Indios,  y  Españoles  que  conocieron  a  Moteuczoma,  El  mismo  Solis  añade  que 
el  demonio  lo  favorecía  con  frecuentes  visitas :  credulidad  estraña  en  un  Cronista 
mayor  de  las  Indias. 


DESCENDIENTES    DK    MOTEÜCZOMA    II.  105 

bautismo  se  llamó  D.  Pedro  Motezumá,  y  de  quien  decienden  los 
Condes  de  Motezumá,  y  Tula.  Tubo  Moteuczoma  este  hijo  de  Mia- 
huajochitl*,  hija  de  Ijtlilcuechahuac,  señor  de  Tula,  o  ToUan.  De 
otra  muger  tubo  a  Tecuichpotzin,  hermosa  princesa,  de  quien  decien- 
den  las  dos  nobles  casas  de  Cano  Motezumá,  y  Andrada  Motezumá. 
Ademas  de  estos,  se  sabe  que  tubo  otro  hijo,  señor  de  Tenajocan,  el 
cual  habiéndose  escapado,  y  refugiadose  en  Tepozotlan,  cuando  los 
Españoles  salieron  derrotados  de  Megico,  fue  después  solemnemente 
bautizado,  próximo  ya  a  morir,  a  fines  del  año  1524,  o  a  principios  del 
siguiente  f.  Los  reyes  Católicos  concedieron  singulares  privilegios  a 
la  posteridad  de  Moteuczoma,  en  atención  al  inapreciable  servicio, 
que  les  hizo  aquel  monarca,  incorporando  a  la  corona  de  Castilla,  por 
su  cesión  voluntaria,  un  reino  tan  grande,  y  rico  como  el  de  Megico. 
¡  Dichoso  si  después  de  haber  cedido  a  la  España  su  reino,  hubiera 
sabido  grangearse  el  del  cielo !  Pero  ni  las  reiteradas  instancias  que 
le  hizo  Cortés,  durante  el  tiempo  de  su  encarcelamiento,  ni  las  con- 
tinuas exortaciones  que  empleó  el  P.  Olmedo,  especialmente  en  los 
últimos  dias  de  su  vida,  pudieron  inducirlo  a  abrazar  la  fe  de  Jesu 
Cristo :|:  que  después  adoptaron  tan  fácilmente  sus  vasallos.  ¡  Con- 
sejos altísimos  de  la  predestinación,  que  no  pueden  indagar  los 
mortales ! 

Cortés  notició  la  muerte  del  reí  al  principe  Cuitlahuatzin,  por  medio 
de  dos  ilustres  prisioneros,  que  hablan  sido  testigos  de  aquel  suceso, 
y  de  allí  a  poco,  envió  el  real  cadáver,  con  seis  nobles  Megicanos, 

*  Solis,  adr-Uerando  como  suele  el  nombre  de  esta  reina,  la  llama  Niagua 
Súchil.  Sobrevivió  a  la  conquista,  y  tomó  en  el  bautismo  el  nombre  de  Doña 
Maria  Miahuajochitl. 

t  Este  principe  tomó  en  el  bautismo  el  nombre  de  su  padrino  Rodrigo  de  Paz, 
primo  del  conquistador  Cortés.  Asistieron  ala  solemnidad  los  magistrados  Espa- 
ñoles de  aquella  Corte,  y  su  cadáver  fue  enterrado,  con  la  pompa  correspondiente, 
en  la  iglesia  de  S.  José,  de  Padres  Franciscanos,  primera  parroquia  de  Megico. 

X  Diego  Muñoz  Camargo,  noble  Tlascalés,  dice  en  sus  MS  que  Moteuczoma 
recibió  el  bautismo  poco  antes  de  morir,  y  aun  nombra  sus  padrinos,  que  fueron 
Cortés,  Alvarado,  y  Olid :  mas  todo  esto  es  falso,  pues  no  puede  creerse  que 
aquel  general,  en  su  carta  a  Carlos  V,  omitiese  un  hecho  tan  importante,  y  que 
tanto  conducia  a  su  justificación.  Bernal  Diaz,  testigo  ocular,  cita  la  pesadumbre: 
del  P.  Olmedo  por  no  haber  podido  reducir  aquel  monarca  al  Cristianismo. 
Gomara  dice  que  Moteuczoma  pidió  el  bautismo  en  el  carnaval  de  aquel  año ; 
que  se  difirió  hasta  Pascua,  para  hacerlo  con  mas  solemnidad,  y  que  entonces 
todo  se  trastornó  con  la  llegada  de  Panfilo  Narvaez  :  pero  no  tiene  duda  que  la 
noticia  de  la  espedicion  de  este  gefe  llegó  a  Megico  después  de  Pascua. 


106  HISTORIA    ANTIGUA    Dli   MEGICO. 

acompañados  de  muchos  sacerdotes,  que  estaban  en  su  poder*.  Su 
vista  exitó  un  gran  llanto  en  el  pueblo  (ultimo  homenage  que  le  tribu- 
taban) y  ya  encomiaban  con  magnificas  espresiones  sus  virtudes,  los 
mismos  que  poco  antes  no  hallaban  en  él  sino  vicios  e  infamia.  La 
nobleza,  después  de  haber  derramado  copiosas  lagrimas  sobre  los  frios 
restos  de  su  desventurado  rei,  llevó  el  cadáver  a  un  sitio  de  la  ciudad, 
llamado  Copalcof  donde  fue  quemado  con  las  ceremonias  de  estilo,  y 
enterradas  con  suma  reverencia  las  cenizas,  aunque  no  faltaron  hom- 
bres indignos,  que  las  insultaron  con  denuestos. 

En  aquella  misma  ocasión,  si  es  cierto  lo  que  refieren  algunos  his- 
toriadores, mandó  Cortés  arrojar  a  un  sitio  llamado  Tehuayoc  los 
cadáveres  de  Itzquauhtzin,  señor  de  Tlatelolco,  y  de  otros  señores 
prisioneros,  muertos  todos,  según  afirman,  por  orden  del  mismo  Cortés, 
aunque  ninguno  espresa  el  motivo  de  aquella  resolución,  que,  en  caso 
de  ser  justa,  nunca  pudo  ser  prudente,  pues  la  vista  de  aquellos  estra- 
gos debia  necesariamente  irritar  la  colera  de  los  Megicanos,  e  indu- 
cirlos a  la  sospecha  de  haber  sido  también  aquellos  estrangeros  autores 
de  la  muerte  de  su  monarca  J.  Los  Tlatelolques  llevaron  en  un  barco 
el  cadáver  de  su  señor,  y  celebraron  con  grandes  demostraciones  de 
pQsar  sus  exequias. 

Entre  tanto  continuaban  los  Megicanos  con  mayor  ardor  sus  ataques. 
Cortés,  aunque  hacia  gran  daño  a  los  enemigos,  y  casi  siempre  salia 
vencedor,  consideraba  que  las  ventajas  de  sus  triunfos  no  compensaba 
la  sangre  que  costaban  a  sus  compatriotas,  y  que  al  fin  la  falta  de 
viveros,  y  de  municiones,  y  la  superioridad  de  fuerzas  contrarias,  de- 

*  Torquemada,  y  otros  dicen  que  el  cadáver  de  Moteuczoma  fue  arrojado  con 
los  otros  al  Tehuayoc :  pero  Cortés,  y  Bernal  Diaz  dicen  que  fue  enviado  fuera 
del  cuartel  en  los  hombros  de  cuatro  nobles. 

t  Herrera  congetura  que  las  cenizas  de  Moteuczoma  fueron  depositadas  en 
Chapoltepec,  y  se  funda  en  el  llanto  que  los  Españoles  oyeron  acia  aquella  parte. 
Solis  afirma  lo  mismo,  y  añade  que  en  Chapoltepec  estaba  el  sepulcro  de  los 
reyes  :  mas  todo  esto  es  contrario  a  la  verdad,  pues  Chapoltepec  no  distaba  menos 
de  tres  millas  de  los  cuarteles,  y  no  era  fácil  oir  el  llanto  a  tanta  distancia,  espe- 
cialmente en  una  ciudad  tan  populosa,  y  tan  agitada,'  y  turbulenta  a  la  sazón. 
Los  reyes  no  tenian  sepultura  determinada,  y  consta  ademas  por  la  deposición  de 
los  Megicanos  que  las  cenizas  de  Moteuczoma  se  enterraron  en  Copalco. 

X  De  la  muerte  de  aquellos  Señores  no  hablan  Cortés,  Bernal  Diaz,  Gomara, 
Herrera,  ni  Solis,  pero  la  dan  por  cierta  Sahagun,  Torquemada,  Betancourt,  y  los 
historiadores  Megicanos.  Yo  cedo  al  respeto  de  estos  nombres,  y  al  del  público, 
pero  con  alguna  desconfianza  acerca  del  suceso,  en  que  hallo  mucha  inverosi- 
militud. 


DERROTA    DE    LOS    ESPAÑOLES.  107 

bian  prevalecer  sobre  el  valor  de  sus  tropas,  y  la  exelencia  de  sus 
armas.  Creyendo  pues  absolutamente  necesaria  la  pronta  salida  de  su 
egercito,  llamó  a  consejo  a  sus  capitanes,  para  deliberar  sobre  el 
tiempo,  y  el  modo  de  egecutarla.  Fueron  diversos  los  dictámenes. 
Unos  opinaban  que  debia  hacerse  de  dia,  haciéndose  camino  con  las 
armas,  si  los  Megicanos  se  les  oponían.  Otros  preferían  la  noche,  y 
esta  fue  la  opinión  de  un  soldado  llamado  Botello,  que  la  echaba  de 
Astrólogo,  y  en  quien  Cortés  confiaba  mas  de  lo  que  debia,  seducido 
por  haber  visto  algunas  de  sus  predicciones  casualmente  realizadas. 
Resolvió  pues,  prefiriendo  los  consejos  de  aquel  ignorante  a  la  luz  de 
la  prudencia  militar,  verificar  su  salida  de  noche,  y  con  el  mayor  silen- 
cio posible,  como  si  pudiesen  bastar  todas  sus  precauciones,  para 
ocultar  a  la  vigilancia  de  tan  gran  numero  de  enemigos  la  marcha  de 
nueve  mil  hombres,  con  sus  armas,  caballos,  artillería,  y  bagage. 
Señalóse  la  noche  de  1  de  Julio  *,  tan  infausta  y  memorable  para  los 
Españoles,  por  los  grandes  males  que  en  ella  sufrieron,  que  le  dieron 
el  nombre  de  noche  triste,  con  el  cual  es  conocida  en  la  historia. 
Mandó  Cortés  hacer  un  puente  de  madera,  que  pudiesen  llevar  cua- 
renta hombres,  para  servirse  de  él  en  el  paso  de  los  fosos.  Después 
sacó  todas  las  riquezas  de  oro,  plata,  y  joyas  que  tenia  en  su  poder ; 
separó  la  quinta  parte,  que  pertenecía  al  rei,  y  la  consignó  a  los 
oficiales  de  S,  M.,  protestando  la  imposibilidad  en  que  se  hallaba  de 
sacarla.  Dejó  todo  lo  demás  a  disposición  de  sus  oficiales  y  soldados, 
para  que  cada  uno  tomase  lo  que  quisiese,  aunque  les  hizo  ver  cuanto 
mejor  seria  i^ejarlo  todo  a  los  enemigos,  pues  libres  de  aquel  peso, 
podrian  mas  fácilmente  salvar  sus  vidas.  Muchos,  no  queriendo  pri- 
varse del  principal  obgeto  de  sus  deseos,  y  del  único  fruto  de  sus  fati- 
gas, cargaron  con  aquellas  preciosidades,  Ijajo  cuyo  peso  perecie- 
ron, victimas  no  menos  de  su  codicia,  que  de  la  venganza  de  sus 
enemigos. 

Terrible  derrota  de  los  Españoles  en  su  retirada. 

Ordenó  Cortés  su  marcha  en  el  mayor  silencio  de  la  noche,  que 

oscurecían  las  nubes,  y  que  una  lluvia  pequeña,  pero  incesante  hacia 

mas  peligrosa,  y  molesta.    Confió  el  mando  de  la  vanguardia  al  invicto 

Sandoval,  con  otros  capitanes,  y  con  doscientos  infantes,  y  veinte  ca- 

*  Bernal  Diaz  dice  que  la  derrota  de  los  Españoles,  ocurrió  en  la  noche  de  20 
de  Julio :  pero  es  yerro  de  imprenta.  Cortés  dice  que  llegó  a  Tlascala  el  10,  y 
del  diario  de  su  marcha  se  infiere  que  la  derrota  debió  ser  en  la  noche  del 
primero. 


108  HISTORIA   ANTIGUA    DE   MBGICO. 

ballos,  y  la  retaguardia  a  Pedro  Alvarado  con  la  mayor  parte  de  las 
tropas  Españolas.  En  el  cuerpo  del  egercito  se  conduelan  los  prisio- 
neros, la  gente  de  servicio,  el  bagage,  a  las  ordenes  de  Cortés,  con 
cinco  caballos,  y  cien  infantes,  para  llevar  pronto  ausilio  a  donde  fuese 
mas  necesario.  Las  tropas  ausiliares  de  Tlascala,  Cholula,  y  Cem- 
poala,  que  componían  mas  de  siete  mil  hombres,  se  dividieron  en  los 
tres  cuerpos  del  egercito.  Implorada  antes  de  todo  la  protección  del 
cielo  se  rompió  la  marcha  por  el  camino  de  Tlacopan.  La  mayor 
parte  de  las  tropas  pasaron  felizmente  el  primer  foso  o  canal,  por  el 
puente  que  consigo  llevaban,  sin  encontrar  otra  resistencia  que  la 
poca  que  hicieron  las  centinelas  que  guardaban  aquel  punto,  pero 
habiendo  notado  aquella  novedad  los  sacerdotes  que  velaban  en  el 
templo,  gritaron  a  las  armas,  y  con  las  cornetas  despertaron  a  los 
habitantes.  En  un  momento  se  vieron  los  Españoles  atacados  por 
agua  y  por  tierra  por  un  numero  infinito  de  enemigos,  los  cuales  con 
su  misma  muchedumbre  se  estorvaban  e  impedían  en  el  ataque.  Fue 
mui  terrible  y  sangriento  el  combate  en  el  segundo  foso,  estremo  el 
peligro,  y  estraordinarios  los  esfuerzos  para  sobrepujarlo.  La  oscuri- 
dad de  la  noche,  el  estrepito  de  las  armas,  los  clamores  amenazantes 
de  los  combatientes,  los  lamentos,  y  sollozos  de  los  heridos,  y  los  lángui- 
dos suspiros  de  los  moribundos  formaban  un  conjunto  no  menos  lasti- 
moso que  horrible.  Aqui  se  oian  las  voces  de  un  soldado  que  pedia 
ausilio  a  sus  compañeros ;  alli  la  de  otro  que  clamaba  a  Dios  miseri- 
cordia. Todo  era  confusión,  clamores,  heridas,  y  muerte.  Cortés, 
como  buen  general,  acudia  intrépidamente  a  todas  par/)s,  pasando 
muchas  veces  los  fosos  a  nado,  animando  a  los  unos,  ayudando  a  los 
otros,  y  poniendo  en  los  restos  de  su  egercito  el  orden  que  podia,  no 
sin  gran  riesgo  de  morir,  o  de  caer  en  manos  de  sus  contrarios.  El 
segundo  foso  se  llenó  de  tal  modo  de  cadáveres,  que  la  retaguardia 
pudo  pasar  cómodamente  sobre  ellos.  Alvarado,  que  la  mandaba,  se 
halló  en  el  tercer  foso  tan  furiosamente  embestido  por  los  enemigos, 
que  no  pudiendo  hacerles  frente,  ni  pasar  a  nado,  sin  evidente  peligro 
de  morir  a  sus  manos,  fijó  la  lanza  en  el  fondo  del  canal,  y  aferrando 
la  otra  estremidad  con  los  brazos,  y  dando  un  estraordinario  impulso  a 
su  cuerpo,  se  lanzó  de  un  salto  a  la  orilla  opuesta.  Este  prodigio  de 
agilidad  dio  a  aquel  sitio  el  nombre  que  hasta  hoi  conserva  del  salto  de 
Alvarado*. 

*  Bemal  Diaz  se  burla  de  los  que  creían  en  el  salto  de  Alvarado,  y  dice  que  era 
absolutamente  imposible  atendida  la  anchura,  y  profundidad  del  poso  :  pero  los 
otros  autores  lo  citan  por  cierto,  y  la  constante  tradición  lo  confirma. 


DERROTA    DE    LOS    ESPAÑOLES.  109 

Grande  fue  la  perdida  de  los  Megicanos  en  aquella  noche.  De  la 
de  los  Españoles,  hablan  con  variedad  los  historiadores,  como  sucede 
en  otros  muchos  computos  de  aquella  época*.  Yo  doi  crédito  al  cal- 
culo de  Gomara,  que  hizo  diligentes  observaciones,  y  se  informó  del 
mismo  Cortés,  y  de  otros  conquistadores.  Aquel  escritor  dice  que 
perecieron  cuatrocientos,  y  cincuenta  Españoles,  y  mas  de  cuatro  mil 
hombres  de  las  tropas  ausiliares,  entre  ellos,  según  el  mismo  Cortés, 
todos  los  Choluleses.  Fueron  también  muertos  todos,  o  casi  todos  los 
prisioneros  f,  todos  los  hombres  y  mugeres  de  servicio  de  los  Españo- 
les, y  cuarenta,  y  seis  caballos,  y  se  perdieron  todas  las  riquezas  que 
habían  recogido,  toda  la  artillería,  y  todos  los  manuscritos  de  Cortés, 
que  contenían  la  relación  de  cuanto  habia  ocurrido  hasta  entonces  a 
los  Españoles.  Entre  los  que  faltaron  de  esta  nación,  los  mas  nota- 
bles fueron  los  capitanes  Juan  Velasquez  de  León,  intimo  amigo  de 
Cortés,  Amador  de  Lariz,  Francisco  Moría,  y  Francisco  de  Saucedo, 
hombres  dé  gran  mérito,  y  valor,  y  entre  los  prisioneros  perecieron  el 
desventurado  rei  Cacamatzin,  y  un  hermano,  un  hijo,  y  dos  hijas  de 
Moteuczoma;!:.  La  misma  suerte  tubo  Doña  Elvira,  hija  del  principe 
Tlascales  Magijcatzin.* 

No  pudo  Cortés,  a  pesar  de  la  grandeza  de  su  corazón,  refrenar  las 
lagrimas  a  vista  de  tanta  calamidad.  En  Popotla,  aldea  próxima  a 
Tlacopan,  se  sentó  sobre  una  piedra,  no  ya  a  descansar  de  sus  fatigas, 
sino  a  llorar  la  perdida  de  sus  amigos,  y  compañeros.  En  medio  de 
tantos  desastres  tubo  el  consuelo  de  saber  que  se  hablan  salvado  sus 
mas  valientes  capitanes,  Sandoval,  Alvarado,  Olid,  Ordaz,  Avila,  y 

*  Cortés  dice  que  perecieron  160  Españoles,  pero  o  disminuyó  el  numero,  por 
miras  particulares,  o  fue  yerro  de  los  copistas,  o  del  primer  impresor  de  sus 
cartas.  Bernal  Diaz  cuenta  870  Españoles  muertos :  pero  en  este  numero  com- 
prende, como  él  mismo  dice,  no  solo  los  que  perecieron  en  aquella  infausta  noche, 
sino  los  que  murieron  en  los  dias  siguientes  hasta  la  llegada  a  Tlascala.  Solis 
no  cuenta  mas  que  200,  y  Torquemada  290.  En  el  numero  de  las  tropas  ausilia- 
res que  perecieron  están  de  acuerdo  Gomara,  Herrera,  Torquemada,  y  Betan- 
court.  Solis  dice  tan  solo  que  faltaron  mas  de  1000  Tlascaleses,  mas  esto  no  está 
de  acuerdo  con  la  relación  de  Cortés,  ni  con  la  de  los  otros  autores. 

t  Cortés  afirma  que  murieron  todos  los  prisioneros,  pero  se  debe  exceptuar  a 
Cuicuitzcatzin,  a  quien  Cortés  habia  dado  el  trono  de  Acolhuacan.  Sabemos  por 
el  mismo  Cortés  que  este  principe  era  prisionero,  aunque  ignoramos  la  causa^  y 
por  otra  parte  consta  que  murió  en  Tezcuco,  como  después  veremos. 

X  Torquemada  afirma,  como  cosa  segura,  que  pocos  dias  después  de  haberse 
apoderado  Cortés  de  Cacamatzin,  le  mandó  dar  garrote  en  la  prisión.  Cortés, 
Bernal  Diaz,  Betancourt,  y  otros  dicen  que  murió,  como  los  otros  prisioneros,  en 
aquella  terrible  itoche. 


lio  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

Lugo,  sus  interpretes  Aguilar,  y  Doña  Marina,  y  su  ingeniero  Martin 
López,  en  quienes  cifraba  principalmente  su  confianza  de  reparar  su 
honor,  y  conquistar  a  Megico. 

Marcha  penosa  de  los  Españoles. 

Halláronse  los  Españoles  tan  débiles,  y  malparados  por  el  cansancio, 
y  las  heridas,  qui  si  los  Megicanos  los  hubiesen  seguido,  no  hubiera 
quedado  uno  solo  con  vida ;  pero  apenas  llegaron  al  ultimo  foso  del 
camino,  regresaron  a  la  ciudad,  o  porque  se  contentaron  con  los  estra- 
gos que  habian  hecho,  o  porque  habiendo  encontrado  los  cadáveres 
del  rei  de  Acolhuacan,  de  los  principes  reales  de  Megico,  y  de  otros 
personages,  solo  pensaron  por  entonces  en  llorar  su  muerte,  y  en  cele- 
brar sus  exequias.  Lo  mismo  hicieron  con  sus  amigos,  y  parientes 
muertos,  dejando  aquel  dia  limpios  los  fosos,  y  caminos,  y  quemando 
los  cadáveres,  antes  que  inficionaran  el  aire  con  su  corrupción. 

Al  rayar  el  dia,  se  encontraron  los  Españoles  en  Popotla,  esparci- 
dos, cansados,  penetrados  de  dolor,  y  habiéndolos  reunido,  y  ordenado 
Cortés,  se  pusieron  en  marcha  para  Tlacopan,  perseguidos  sin  cesar 
por  algunas  tropas  de  aquella  ciudad,  y  por  las  *Je  Azcapozalco,  hasta 
Qtoncálpolco,  templo  situado  en  la  cima  de  un  pequeño  monte,  a  nueve 
millas  a  Poniente  de  la  capital,  donde  hoi  está  el  célebre  santuario  y 
magnifico  templo  de  nuestra  Señora  de  los  Remedios,  o  sea  del  So- 
corro. AUi  se  fortificaron,  según  sus  pocos  recursos,  para  defenderse, 
con  menos  fatiga,  de  las  tropas  contrarias  que  los  molestaron  todo  el 
dia.  Descansaron  algún  tanto  por  la  noche,  y  tubieron  algún  refresco 
que  les  suministraron  los  Otomites  de  dos  caseríos  próximos,  que  vivian 
impacientes  bajo  el  yugo  de  los  Megicanos.  Desde  aquel  punto  em- 
pezaron a  encaminarse  acia  Tlascala,  su  único  refugio  en  aquel  desas- 
tre, por  Quauhtitlan,  Citlaltepec,  Joloc,  y  Zacamolco,  perseguidos  en 
toda  la  marcha,  por  algunos  cuerpos  volantes  enemigos.  En  Zacamolco 
se  hallaron  tan  hambrientos,  y  reducidos  a  tanta  miseria  que  cenaron 
la  carne  de  un  caballo,  que  murió  en  una  acción  de  aquel  dia,  y  el 
general  participó  como  todos  de  aquel  alimento.  Los  Tlascaleses  se 
echaban  al  suelo  para  comer  yerba,  implorando  a  gritos  el  socorro  de 
sus  dioses. 

Batalla  de  Otompan.  x 

El  dia  siguiente,  apenas  se  pusieron  en  camino  por  el  monte  de 
Aztaquemecan,  vieron  de  lejos  en  la  llanura  de  Tonanpoco,  poco  dis- 
tante de  Otompan,  un  numeroso,  y  brillante  egercito,  o  de  Megica- 


BATALLA    DE   OTOMPAN.  111 

nos,  como  dicen  comunmente  los  historiadores,  o,  como  yo  creo,  de  las 
tropas  de  Otompan,  Calpolalpan,  y  Teotihuacan,  y  de  otros  pueblos 
vecinos,  exitados  por  los  Megicanos  a  tomar  las  armas  contra  los  Es- 
pañoles. Algunos  autores  dicen  que  aquel  egercito  se  componia  de 
doscientos  mil  hombres,  numero  que  los  Españoles  calcularon  a  ojo,  y 
que  engrandeció  sin  duda  el  miedo.  En  efecto,  todos  ellos  se  persua- 
dieron que  aquel  dia  debia  ser  el  ultimo  de  su  vida.  Ordenó  el  gene- 
ral sus  abatidas  tropas,  estendiendo  cuanto  pudo  el  frente  de  su  mez- 
quino egercito,  a  fin  de  que  quedasen  de  algún  modo  cubiertos  sus 
flancos  con  el  pequeño  numero  de  caballos  que  aun  conservaba,  y  con 
el  rostro  enardecido,  dijo  a  sus  soldados:  "  en  tal  estrecho  nos  halla- 
mos que  solo  debemos  pensar  en  vencer  o  morir.  Valor,  Castellanos, 
y  confiad  en  que  quien  nos  ha  librado  hasta  ahora  de  tantos  peligros, 
nos  preservará  del  que  nos  amenaza."  Diose  la  batalla,  que  fue  mui 
sangrienta,  y  duró  mas  de  cuatro  horas.  Cortés  viendo  sus  tropas 
disiminudas,  y  en  gran  parte  desanimadas,  mientras  los  enemigos  se 
mostraban  cada  vez  mas  orgullosos,  a  pesar  del  daño  que  recibían, 
tomó  una  resolución  tan  atrevida  como  peligrosa,  con  la  cual  obtubo  el 
triunfo,  y  puso  en  sal /o  aquellos  pobres  restos  de  su  egercito.  Acor- 
dóse de  haber  oido  decir  muchas  veces  que  los  Megicanos  se  desorde- 
naban, y  huian,  siempre  que  en  la  acción  perdian  el  general,  o  el  estan- 
darte. Cihuacatzin,  general  de  aquel  egercito  iba  en  una  litera,  lleva- 
da en  hombros  de  algunos  soldados,  vestido  con  un  rico  trage  militar, 
cubierta  la  cabeza  con  un  hermoso  penacho,  y  con  un  escudo  dorado 
«n  el  brazo.  El  estandarte,  que,  según  el  uso  de  aquellas  gentes, 
llevaba  él  mismo,  era  una  red  de  oro,  puesta  en  la  punta  de  una  lanza, 
que  se  habia  atado  fuertemente  al  cuerpo,  y  que  se  alzaba  cerca  de 
diez  palmos  sobre  su  cabeza*.  Observólo  Cortés,  en  el  centro  de 
aquella  multitud  de  combatientes,  y  resuelto  a  dar  un  golpe  decisivo, 
mandó  a  sus  valientes  capitanes  Sandoval,  Alvarado,  Olid,  y  Avila, 
que  le  guardasen  las  espaldas,  y  con  otros  que  lo  acompañaron,  se 
adelantó,  por  donde  le  parecía  mas  fácil  la  empresa,  con  tanto  Ímpetu, 
que  arrojó  al  suelo  a  cuantos  halló  al  paso.  Asi  fue  internándose  por 
las  huestes  contrarias,  hasta  llegar  al  general,  a  quien  echó  al  suelo  de 
un  lanzazo,  no  estante  la  escolta  de  oficiales  que  lo  defendía.  Juan  de 
Salamanca,  valiente  soldado,  de  los  que  acompañaban  a  Cortés,  des- 
montó con  gran  prontitud,  quitó  la  vida  al  gefe  enemigo,  y  arrancan- 

*  Los  Megicanos  llamaban  a  estos  estandartes  Tlahuizmatlajopili.  . 


112  HISTORIA   ANTIGUA   DE   MEGICO. 

dolé  el  penacho,  lo  presentó  inmediatamente  al  caudillo  Español*. 
El  egercito  contrario,  viendo  a  su  general  muerto,  y  perdido  su  estan- 
darte, se  desordenó,  y  huyó  en  tropel.  Los  Españoles,  estimulados 
por  tan  gloriosa  hazaña,  le  siguieron  el  alcance,  y  le  hicieron  grandes 
estragos. 

Esta  victoria  fue  una  de  las  mas  famosas  que  tubieron  los  Es- 
pañoles en  el  Nuevo  Mundo.  Señalóse  en  ella  sobre  todos  el  general 
Español,  de  quien  decian  sus  capitanes,  y  soldados,  que  no  hablan  visto 
jamas  tanta  actividad,  ni  tanto  valor,  como  el  que  habia  mostrado  en 
aquella  jornada :  pero  recibió  una  gran  herida  en  la  cabeza,  que  fue 
empeorándose  de  dia  en  dia,  y  puso  su  vida  en  gran  riesgo.  Bernal 
Diaz  alaba  justamente  el  denuedo  de  Sandoval,  y  hace  ver  la  parte 
que  tubo  este  famoso  oficial  en  la  victoria,  inspirando  valor  a  todos  con 
su  egemplo,  y  con  sus  exortaciones.  También  elogian  los  historiadores 
a  María  de  Estrada,  muger  de  un  soldado  Español,  la  cual  armada 
de  lanza,  y  rodela,  corría  tras  las  huestes  enemigas,  hiriendo,  y  matan- 
do con  un  arrojo  estraño  en  su  sexo.  De  los  Tlascaleses  dice  Bernal 
Diaz  que  pelearon  como  leones,  distinguiéndose  entre  ellos  Calraeca- 
hua,  capitán  de  las  tropas  de  Magijcatzin.  Aq*uel  valiente  gefe  tomó 
en  el  bautismo  el  nombre  de  D.  Antonio,  y  fue  célebre,  mas  que  por 
su  valor,  por  su  larga  vida  de  ciento,  y  treinta  años. 

La  perdida  de  los  enemigos  fue  considerable,  aunque  no  tanto  como 
lo  dicen  algunos  escritores,  que  la  calculan  en  veinte  mil  hombres : 
numero  increíble  si  se  considera  el  miserable  estado  a  que  hablan  que- 
dado reducidos  los  Españoles,  y  la  falta  de  artillería,  y  o^as  armas  de 
fuego.  La  de  estos  no  fue  tan  pequeña  como  pretende  Solis,  pues 
perecieron  casi  todos  los  Tlascaleses,  y  muchos  Españoles,  a  propor- 
ción de  su  numero,  y  todos  salieron  heridosf.  'H 

*  Carlos  V  concedió  algunos  privilegios  a  Juan  de  Salamanca,  y  entre  otros  el 
de  un  escudo  de  armas  para  su  casa  con  un  penacho,  para  recuerdo  del  que  había 
quitado  al  general  Cihuacatzin,  cuando  le  dio  muerte. 

t  Solis  para  exagerar  la  victoria  de  Otompan  dice  que  en  los  Españoles  hubo 
algunos  heridos,  de  los  que  murieron  dos  o  tres  en  Tlascala :  mas  este  autor, 
atento  únicamente  a  la  cultura  del  lenguage,  a  los  elogios,  y  a  las  sentencias  no 
se  cura  de  la  exactitud  de  los  números.  Dice  que  Cortés  condujo  consigo  a  Me- 
gico,  después  de  la  derrota  de  Narvaez,  1 100  hombres,  los  cuales,  con  los  80  que, 
según  él  dice,  quedaron  con  Alvarado,  forman  1180.  En  los  combates  prece- 
dentes a  la  derrota  de  Megico,  apenas  hace  mención  de  algún  muerto.  En  la 
salida,  cuenta  200,  y  en  el  viage  a  Tlascala,  los  dos  o  tres  heridos  en  Otompan 
¿Qué  se  hicieron  los  500  o  mas  que  faltan  para  componer  1180?  Diversa  es  la 


RETIRADA    DE    LOS    KSPANOLES.  113 

Cansados  de  seguir  a  los  fugitivos,  volvieron  a  tomar  el  camino  de 
Tlascala,  por  la  parte  oriental  de  aquella  llanura.  AUi  pasaron  la  noche 
a  descubierto,  y  el  mismo  general,  a  pesar  de  su  cansancio,  y  de  su 
herida,  hizo  personalmente  la  guardia,  para  mayor  seguridad.  Los 
Españoles  no  eran  ya  mas  que  cuatrocientos  cuarenta.  Ademas  de 
los  muertos  en  los  combates  precedentes  a  la  noche  infausta  de  su 
retirada,  perecieron  en  ella,  y  en  los  seis  días  siguientes,  ochocientos 
sesenta,  como  asegura  Bernal  Diaz,  muchos  de  los  cuales,  habiendo 
sido  hechos  prisioneros  por  los  Megicanos,  fueron  inhumanamente  sa- 
crificados en  el  templo  mayor  de  la  capital 

Retirada  de  los  Españoles  a  Tlascala, 
El  dia  siguiente,  8  de  Julio  de  1520  *,  entraron,  alzando  las  manos  al 
cielo,  y  dando  gracias  al  Altísimo,  en  los  dominios  delosTIascaleses,  y 
llegaron  a  Huejotlipan,  pueblo  considerable  de  aquella  república.  Te- 
mían hallar  alguna  novedad  en  la  fidelidad  de  los  Tlascaleses,  sabiendo 
cuan  común  es  que  los  hombres  se  vean  abandonados  en  sus  infortu- 
nios, aun  por  sus  mejores  amigos  :  pero  mui  en  breve  se  desengaña- 
ron, viendo  sus  sinceras  demostraciones  de  aprecio,  y  compasión  por 
las  desgracias  que  hablan  sufrido.  Apenas  tubieron  la  noticia  de  su 
llegada  los  cuatro  gefes  de  la  república,  cuando  pasaron  a  Huejotlipan 
a  cumplimentarlos,  aQorapañados  por  uno  de  los  principales  señores  de 
Huejotzinco,  y  por  un  gran  numero  de  nobles.  El  principe  Magijcat- 
íiin,  aunque  afligido  por  la  muerte  de  su  querida  hija  Doña  Elvira,  pro- 
curó consol?]^  a  Cortés,  con  la  esperanza  de  nuevos  triunfos,  asegu- 
rándole que  llegarla  el  dia  de  la  venganza,  y  que  para  tomarla,  basta- 
ban el  valor  de  los  Españoles,  y  las  fuerzas  de  la  república,  que  desde 
entonces  le  prometía.  Lo  mismo  ofrecieron  muchos  señores.  Cortés 
les  dio  gracias  por  su  singular  benevolencia,  y  tomando  el  estandarte 
clel  general  Megicano,  lo  regaló  a  Magijcatzin,  y  a  los  demás  señores 
presentó  otros  despojos.      Las  mugeres  Tlascalesas  rogaron  a  Cortés 

Wca  que  nos  dan  de  aquella  acción  los  que  en  ella  se  hallaron,  como  puede  verse 
en  las  cartas  de  Cortés,  y  en  la  historia  de  Bernal  Diaz.  "  i  O  cuanto  era  furio- 
sa, y  espantosa  de  verse  aquella  batalla !  dice  este  ultimo,  i  Como  combatian 
cuerpo  a  cuerpo,  y  con  qué  furia  se  lanzaban  los  perros!  (Asi  llama  a  los  Megi- 
canos ! )  i  Qué  heridas  y  matanza  haciau  en  nosotros  con  sus  lanzas  y  espa- 
das ! "  y  luego  añade :   "  vuelvo  a  decir  que  nos  hirieron  y  mataron  muchos  aol- 


*  Bernal  Diaz  dice  que  la  batalla  deOtorapan  fue  el  14  de  Julio,  mas  este  es  una 
distracción,  pues  Cortés  asegura  que  entraron  en  los  dominios  de  Tlascala  el  8, 
^n  dia  después  de  la  acción. 

TOMO    II.  I 


114  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MKGICO. 

que  vengase  la  muerte  de  sus  hijos  y  parientes,  y  desfogaron  su  dolor 
en  imprecaciones  contra  la  perfidia  de  los  Megicanos. 

Después  de  haber  descansado  tres  días  en  aquel  pueblo,  pasaron  a 
la  capital  de  la  república,  distante  de  alli  quince  millas,  para  curar  sus 
heridas,  de  las  que  murieron  ocho  soldados.  El  concurso  que  asistió 
a  su  regreso  en  Tlascala,  fue  igual,  y  quizas  mayor  que  el  que  salió  a 
recibirlos  en  su  primera  entrada.  La  acogida  que  les  hizo  Magijeat- 
zin,  y  el  cuidado  que  tubo  de  ellos,  fueron  dignos  de  su  animo  gene- 
roso, y  de  su  sincera  amistad.  Los  Españoles  se  mostraban  cada  dia 
mas  reconocidos  a  aquella  nación,  cuya  amistad  constantemente  culti- 
vada fue  el  medio  mas  eficaz  que  emplearon  no  solo  para  la  conquista 
del  imperio  Megicano,  sino  también  para  la  de  todas  las  provincias 
que  se  opusieron  a  los  progresos  de  sus  armas,  y  para  la  sumisión  de 
los  barbaros  Chichimecos,  y  Otomites,  que  tanto  los  molestaron. 

Elección  y  medidas  del  rei  Cuitlahuatzin  en  Megico. 

Mientras  los  Españoles  descansaban  en  Tlascala  de  sus  fatigas,  y 
curaban  sus  males,  los  Megicanos  se  empleaban  en  remediar  los  que 
babian  sufrido  la  capital,  y  el  reino.  En  el  espacio  de  un  año  habian 
esperimentado  grandes  desventuras,  pues  ademas  de  las  considerables 
sumas  de  oro,  plata,  piedras,  y  otras  preciosidades  que  habian  gastado, 
parte  en  regalos  a  los  Españoles,  y  parte  en  hpmenage  al  rei  de  Es- 
paña, de  las  cuales  recobraron  sin  embargo  algunos  restos,  se  habia 
oscurecido  la  fama  de  sus  armas,  y  disminuido  el  esplendor  de  la  co- 
rona; habianse  sustraido  a  su  obediencia  los  Totonamies,  y  otros 
pueblos,  e  insolentado  en  demasía  sus  enemigos ;  hallábanse  mal 
¡parados  los  templos,  y  arruinadas  muchas  casas  de  la  capital,  y  sobre 
todo  faltaban  el  rei,  muchas  personas  reales,  y  una  gran  parte  de  la 
nobleza.  A  estos  daños  que  habian  recibido  de  los  Españoles,  se 
anadian  los  que  ellos  mismos  se  ocasionaban  con  la  guerra  civil,  cuya 
noticia  debemos  a  los  escritos  de  un  historiador  Megicano,  que  se 
hallaba  a  la  sazón  en  aquella  corte,  y  que  sobrevivió  algunos  años  a  la 
ruina  del  imperio. 

Cuando  los  Españoles  se  hallaban  en  la  capital,  molestados  por  el 
hambre,  y  por  las  hostilidades  del  pueblo,  algunos  señores  de  la  pri- 
mera nobleza,  o  por  favorecer  el  partido  de  los  estrangeros,  o,  lo  que 
parece  mas  verosímil,  para  socorrer  a  su  rei,  que  hallándose  entre  los 
sitiados,  debia  participar  de  sus  penurias,  los  proveían  secretamente 
de  viveros,  y  fiados  eu  la  autoridad  que  les  daba  su  nacimiento,  se 
declararon  abiertamente  en  favor  de  Cortés.     De  aqui  resultó  tan 


ELECCIÓN    DEL    REÍ    CUITLAHUATZIN.  115 

funesta  disensión  entre  los  Megicanos,  que  solo  pudo  estinguirse  con 
la  muerte  de  muchos  ilustres  personages,  y  entre  ellos,  Cihuacoatl, 
Tzihuacpopoca,  Cipocatli,  y  Tencuecuenotzin,  hijos  los  unos,  y  lo» 
otros  hermanos  del  rei  Moteuczoma. 

Necesitaba  la  nación  un  gefe  capaz  de  restablecer  su  honor,  y  de 
reparar  las  perdidas  sufridas  en  los  últimos  tiempos  del  reinado  de 
aquel  monarca.  Fue  elegido  rei  Cuitlahuatzin,  poco  antes,  o  poco 
después  de  la  derrota  de  los  Españoles,  y  era,  como  ya  he  dicho,  se- 
ñor de  Iztapalapan,  consegero  intimo  de  su  hermano  Moteuczoma,  y 
Tlachcocalcatl,  o  sea  general  de  las  tropas.  Era  hombre  sabio,  y  de 
gran  talento,  como  asegura  su  enemigo  Cortés,  y  tan  liberal,  y  magni- 
fico como  su  hermano.  Gustaba  de  la  arquitectura,  y  de  la  jardi- 
nería, como  se  vio  en  el  magnifico  palacio  que  edificó  en  Iztapalapan 
y  en  el  célebre  jardín  que  en  él  plantó,  y  de  que  hacen  grandes  elo- 
gios casi  todos  los  historiadores  antiguos.  Su  valor,  y  su  pericia 
militar  le  adquirieron  la  estimación  de  sus  pueblos,  y  algunos  Espa- 
ñoles bien  informados  de  su  carácter  aseguran  que  si  la  muerte  no 
hubiera  abreviado  su  carrera,  no  habría  sido  posible  apoderarse  de  la 
capital*.  Es  probable  que  los  sacrificios  que  se  hicieron  en  la  época 
de  su  coronación,  fueron  de  los  Españoles  que  él  mismo  hizo  prisione- 
ros la  noche  de  la  retirada. 

Terminada  aquella  solemnidad,  se  aplicó  el  nuevo  soberano  a  reme- 
diar los  males  de  la  capital,  y  del  imperio.  Mandó  reparar  los  tem- 
plos, y  reedificar  las  casas  arruinadas  ;  aumentó,  y  mejoró  las  fortifi- 
caciones ;  Pjjvió  socorros  a  las  provincias,  exitandolas  a  la  defensa 
común  del  estado,  contra  aquellos  nuevos  enemigos,  y  prometió  absol- 
ver de  todo  tributo  a  los  que  tomasen  las  armas  en  defensa  de  la 
corona.  Mandó  ademas  embajadores  a  la  república  de  Tlascala,  con 
un  buen  regalo  de  plumas,  ropas,  y  sal,  los  cuales  fueron  recibidos 
con  honor,  según  los  usos  establecidos  en  aquellas  naciones.     El  ob- 

*  Solis  da  a  este  rei  el  nombre  de  Quetlahaca,  y  dice  que  vivió  pocos  dias  en  el 
trono,  y  que  estos  bastaron  a  borrar  su  memoria :  mas  lo  contrario  aseguran 
-  Cortés,  Bernal  Díaz,  Gomara,  yTorquemada.  i  Como  podian  olvidar  su  nombre 
los  Megicanos,  cuando  los  Españoles  la  conservaban  indeleble,  considerándolo 
autor  de  los  desastres  de  su  retirada?  Cortés  se  acordaba  tanto  de  Cuitla- 
huatzin, y  conservaba  tal  indignación  contra  él,  que  cuando  se  halló  con  fuerzas 
suficientes  para  emprender  el  asedio  de  Megico,  queriendo  vengarse  del  rei,  y  no 
pudiendo  hacerlo  en  su  persona,  por  haber  ya  muerto,  se  vengó  en  su  ciudad 
favorita  ;  y  no  fue  otro  el  motivo  de  su  espedicion  contra  Iztapalapan,  como  él 
mismo  con^sa. 

I  2 


116  HISTORIA    ANTIGUA    DE  MEGICO. 

geto  de  esta  embajada  era  representar  al  senado  que  aunque  basta 
entonces  habian  sido  enemigos  capitales  los  Megieanos,  y  los  Tlasca- 
leses,  era  ya  tiempo  de  unirse,  como  originarios  del  mismo  pais,  coma 
pueblos  de  una  misma  lengua,  y  como  adoradores  de  unos  mismos 
númenes,  contra  los  enemigos  comunes  de  la  patria,  y  de  la  religión ; 
que  ya  tenian  noticia  de  los  sangrientos  estragos  que  habian  hecho  en 
Megico,  y  en  otros  pueblos  aquellos  hombres  orgullosos  e  inhumanos; 
sus  sacrilegos  atentados  contra  los  santuarios,  y  contra  las  venerables 
imágenes  de  sus  dioses ;  su  ingratitud,  y  perfidia  contra  su  hermano, 
y  predecesor,  y  contra  los  mas  respetables  personages  del  reino,  y  su 
insaciable  sed  de  oro,  que  los  inducía  a  violar  las  santas  leyes  de  la 
amistad ;  que  si  la  república  continuaba  apoyando  los  perversos  desig- 
nios de  aquellos  monstruos,  tendría  el  mismo  galardón  que  Moteuc- 
zoma,  en  cambio  de  la  humanidad  con  que  los  acogió  en  su  corte,  y 
de  la  liberalidad  con  que  los  favoreció  en  todo  tiempo ;  que  los  Tlas- 
caleses  serian  detestados  generalmente,  por  haber  dado  ausilio  a  tan 
inicuos  usurpadores,  y  los  dioses  descargarían  sobre  la  república  todo 
el  furor  de  su  colera,  por  haberse  confederado  con  los  enemigos  de  su 
culto ;  que  si  por  el  contrario,  se  declaraban,  como  el  reí  se  lo  pedia, 
enemigos  de  aquellos  hombres  odiados  del  cielo,  y  de  la  tierra,  la 
corte  de  Megico  haría  perpetua  alianza,  y  tendría  comercio  libre  con 
la  república,  con  lo  que  esta  podría  evitar  la  miseria  a  que  hasta  en- 
tonces había  estado  reducida ;  todas  las  naciones  de  Auahuac  le  agra- 
decerían tan  importante  servicio,  y  los  dioses,  aplacados  con  la  san- 
are de  las  victimas,  enviarían  a  sus  campos  la  lluvia  necearla,  darían 
felicidad  a  sus  armas,  y  harían  célebre  en  toda  la  tierra  el  nombre 
Tlascales.  !    ^ 

El  senado  después  de  haber  oído  el  mensage,  y  despedido  los  em- 
bajadores de  la  sala  de  audiencia,  según  costumbre,  quedó  reunido 
para  deliberar  sobre  aquel  gran  negocio.  No  faltaron  miembros  a 
quienes  parecieron  sensatas  las  proposiciones  de  los  Megieanos,  y  con- 
venientes a  la  felicidad  de  la  república,  exagerando  las  ventajas  que  se 
les  ofrecían,  el  éxito  Infausto  de  la  espedlclon  de  los  Españoles  a  Me- 
gico, y  la  perdida  de  las  tropas  Tlascalesas  que  hablan  estado  bajo 
sus  ordenes.  Alzó  la  voz  entre  ellos  el  joven  Gícotencatl,  que  siempre 
habla  sido  enemigo  capital  de  los  Españoles,  y  procuró  apoyar,  con 
cuantas  razones  pudo,  la  alianza  con  los  Megieanos,  añadiendo  que 
serla  mucho  mejor  conservar  las  antiguas  costumbres  de  su  nación, 
que  someterse  a  las  nuevas,  y  estravagantes  usanzas  de  aquella  gente 


EMBAJADA  A  LA  REPÚBLICA  DE  TLASCALA.       117 

indómita,  e  imperiosa :  que  no  podia  ofrecerse  una  ocasión  mas  opor- 
tuna para  desembarazarse  enteramente  de  los  Españoles,  que  aquella 
en  que  estaban  tan  cansados,  débiles,  y  abatidos.  Magijcatzin,  por 
el  contrario,  que  les  era  sinceramente  afecto,  y  que  tenia  mas 
luces  para  conocer  el  derecho  de  gentes,  y  mejor  voluntad  de  obser- 
varlo, rechazó  el  voto  de  Gicotencatl,  censurando  como  abominable 
perfidia  el  designio  de  sacrificar  a  los  Megicanos  aquellos  hombre» 
perseguidos  por  la  fortuna,  y  que  habian  buscado  un  asilo  en  Tlascala, 
fiados  en  las  protestas,  y  en  las  demostraciones  del  senado,  y  de  la 
nación.  Anadio  que  si  los  lisongeaban  las  ventajas  que  los  Megica- 
nos ofrecian,  mayores  las  esperaba  él  del  valor  de  los  Españoles,  y 
que  si  no  convenia  fiarse  en  estos,  menos  confianza  debian  inspirar 
aquellos,  de  cuya  falsia  tenian  tantas  pruebas ;  finalmente  que  ninguo 
delito  seria  capaz  de  irritar  tanto  la  colera  de  los  dioses,  ni  de  oscu- 
recer tanto  las  glorias  de  la  nación,  como  la  horrible  maldad  que  se 
proponia  contra  aquellos  huespedes  inocentes.  Gicotencatl  inculcaba 
su  primer  dictamen,  presentando  a  los  senadores  un  odioso  retrato  de 
la  Índole,  y  de  las  costumbres  de  los  Españoles.  La  altercación  fue 
tan  animada,  y  exitó  %  tal  punto  los  ánimos,  que  Magijcatzin,  arreba- 
tado de  colera,  dio  un  golpe  a  Gicotencatl,  y  lo  precipitó  por  las 
gradas  de  la  sala  de  audiencia,  llamándolo  sedicioso,  y  traidor  a  la 
patria.  Esta  demostración,  hecha  por  un  hombre  tan  circunspecto,  y 
tan  respetado,  y  amado  por  la  nación,  obligó  al  senado  a  mandar 
prender  a  Gicotencatl. 

La  resolución  en  que  convinieron  los  senadores  fue  la  de  respon- 
der a  la  embajada,  que  la  república  estaba  pronta  a  aceptar  la  paz, 
y  la  amistad  de  la  corte  de  Megico,  con  tal  que  no  se  le  exigiese  una 
acción  tan  indigna,  y  un  delito  tan  enorme,  como  era  el  de  sacrificar  a 
sus  huespedes,  y  amigos ;  pero  cuando  se  envió  a  buscar  a  los  emba- 
jadores para  intimarles  la  respuesta,  se  echó  de  ver  que  habian  salido 
ocultamente  de  Tlascala,  porque  habiendo  observado  en  la  plebe  al- 
guna inquietud  de  resultas  de  su  llegada,  temieron  que  cometiesen 
algún  atentado  contra  el  respeto  debido  a  su  carácter.  Es  probable 
que  el  senado  enviarla  embajadores  Tlascaleses  para  llevar  su  contes- 
tación. Los  senadores  procuraron  ocultar  a  los  Españoles  todo  lo 
que  había  ocurrido,  pero  a  pesar  de  sus  precauciones,  lo  supo  Cortés, 
el  cual  dio  gracias,  como  debia,  a  Magijcatzin,  por  sus  buenos  oficios» 
y  ofreció  corresponder  a  la  idea  ventajosa  que  tenia  del  valor,  y  de  La 
amistad  de  sus  compatriotas. 


118  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

Bautismo  de  cuatro  señores  Tlascaleses. 
No  satisfecho  el  senado  con  estas  pruebas  de  su  cordialidad,  prestó 
de  nuevo  obediencia  al  rei  Católico,  y,  lo  que  es  mas,  movidos  los 
cuatro  gefes  de  la  república,  por  la  gracia  del  Espíritu  Santo,  renun- 
ciaron a  la  idolatría,  y  después  de  haber  sido  instruidos  competente- 
mente, fueron  bautizados  por  el  P.  Juan  Diaz,  capellán  del  egercito 
Español,  siendo  sus  padrinos  Cortés,  y  sus  principales  capitanes. 
Celebróse  esta  función  con  grandes  demostraciones  de  júbilo,  tanto  de 
los  Españoles,  como  de  los  Tlascaleses.  Llamóse  Magijcatzhi  en  el 
bautismo  D.  Lorenzo,  Gicotencatl  el  viejo  D.  Vicente,  Tlehuejolotzin 
D.  Gonzalo,  y  Citlalpopoca  D.  Bartolomé*.  Siguieron  su  egemplo 
algunos  Tlascaleses,  pero  de  estos  no  todos  perseveraron  en  la  fe,  por 
no  estar  intimamente  persuadidos  de  la  verdad  del  Cristianismo. 

Abatimiento  de  algunos  Españoles. 
Ya  estaba  Cortés  fuera  del  peligro  a  que  habia  espuesto  su  vida  el 
golpe  que  habia  recibido  en  la  ultima  acción,  y  algunos  Españoles 
hablan  curado  de  sus  heridas,  con  la  ayuda  Sd  los  cirujanos  Tlasca- 
leses. Durante  su  enfermedad.  Cortés  no  habia  pensado  sino  en  los 
medios  de  conseguir  la  grande  empresa  de  la  conquista  de  Megico,  y 
para  esto  habia  mandado  cortar  una  gran  cantidad  de  madera,  con  el 
obgeto  de  construir  trece  bergantines :  pero  mientras  formaba  estos 
vastos  proyectos,  muchos  de  sus  soldados  trazaban  designios  harto 
diferentes.  Veíanse  disminuidos,  pobres,  estropeados,  y  jdesprovistos 
de  armas,  y  caballos.  No  podian  olvidar  el  terrible  conflicto  de  la 
trágica  noche  del  1  de  Julio,  ni  querían  esponerse  a  semejantes  calami- 
dades. Comunicábanse  mutuaraente'sus  temores,  y  censuraban  la  obs- 
tinación de  su  general  en  una  empresa  tan  temeraria.  De  las  mur- 
muraciones prívadas  pasaron  a  presentarle  una  suplica  legal,  querien- 
do obligarlo  con  muchas  razones  a  volver  a  la  Vera  Cruz,  donde  po- 

*  Ni  Cortés  ni  Bernal  Diaz  hablan  de  este  bautismo.  Herrera  hace  mención 
del  de  Magijcatzin,  y  Solis  añade  el  de  Gicotencatl.  Unos  autores  dicen  que  fue 
administrado  por  el  P.  Olmedo,  y  otros  que  Magijcatzin  lo  recibió  en  su  ultima 
enfermedad.  Pero  lo  cierto  es  que  los  cuatro  gefes  fueron  bautizados,  aunque 
Torquemada,  y  Betancourt  no  convienen  en  el  tiempo.  También  se  sabe  que 
Magijcatzin  no  aguardó  a  la  ultima  enfermedad,  y  que  los  cuatro  fueron  bautiza- 
dos por  el  P.  Diaz.  Todo  esto  consta,  ademas  de  otras  pruebas,  por  las  pinturas 
antiguas  Tlascalesas,  que  estaban  en  muchos  conventos  de  Franciscanos,  y  que 
tío  el  historiador  Torquemada. 


GU£RUA    DK    TKPEYACAC.  119 

dñai)  tener  gocorros  de  tropas,  y  municiones,  para  emprender  con 
mayores  fuerzas  la  conquista,  que  entonces  juzgaban  imposible.  Tur- 
bóse Cortés  con  esta  novedad  que  frustraba  totahnente  sus  designios, 
pero  valiéndose  del  talento  que  poseia  de  persuadir  cuanto  quería  a 
sus  soldados,  les  habló  con  tanta  energia,  que  los  indujo  a  desistir  de 
su  pretensión.  Echóles  en  cara  su  miedo ;  despertó  en  sus  almas  los 
sentimientos  de  honor ;  hizoles  un  cuadro  lisongero  de  sus  hechos  glo- 
riosos, y  de  las  protestas  llenas  de  ardor,  y  de  intrepidez  que  tantas 
veces  le  habian  hecho  ellos  mismos ;  manifestóles  cuanto  mas  peligroso 
era  el  regreso  a  la  Vera  Gruz  que  la  permanencia  en  Tlascala ;  asegu- 
róles la  fidelidad  de  aquella  república,  de  la  cual  dudaban  ;  finalmente 
les  rogó  que  suspendiesen  su  resolución  hasta  ver  el  éxito  de  la  guerra 
que  pensaba  hacer  contra  la  provincia  de  Tepeyacac,  en  la  que  espe- 
raba tener  nuevos  testimonios  de  la  sinceridad  de  los  Tlascaleses. 

Guerras  de  Tepeyacac,  de  Quauhquechollan,  de  Itzocan,  de  Talat- 
zinco,  de  Tecamachalco,  y  de  Tochtepec. 
Los  señores  de  la  provincia  de  Tepeyacac,  confinante  con  la>epu- 
blica  de  Tlascala,  st#  habian  declarado  amigos  de  Cortés,  y  subditos 
del  rei  de  España,  desde  el  horrendo  destrozo  que  los  Españoles  hicie- 
ron en  Cholula :  pero  viéndolos  después  abatidos,  y  victoriosos  a  los 
Megicanos,  volvieron  a  someterse  a  estos,  y  para  grangearse  la  volun- 
tad de  su  rei,  dieron  muerte  a  algunos  Españoles,  que,  ignorando  la 
tragedia  de  sus  compatriotas,  iban  de  la  Vera  Cruz  a  la  capital ;  ad- 
mitieron guarniciones  Megicanas  en  sus  pueblos ;  ocuparon  el  camino 
de  la  Vera  Cruz  a  Tlascala,  y  entraron  varias  veces  de  mano  armada 
en  las  tierras  de  aquella  república.  Decidió  Cortés  hacerles  la  guerra, 
no  menos  para  castigar  su  perfidia,  que  para  asegurar  aquel  camino, 
por  el  cual  debian  llegarle  los  socorros  que  aguardaba.  Incitábalo 
también  a  aquella  espedicion  el  joven  Gicotencatl,  que  por  mediación 
del  mismo  general  Español  habia  sido  puesto  en  libertad,  y  que,  para 
borrar  todas  las  sospechas  que  podia  inspirar  su  conducta,  después  de 
lo  ocurrido  en  el  senado,  ofreció  ayudarlo  en  aquella  guerra  con  un 
egercito  numeroso.  Cortés  aceptó  la  oferta ;  mas  antes  de  tomar  las 
armas,  exigió  amigablemente  alguna  satisfacción  de  los  Tepeyaqueses, 
y  los  exortó  a  dejar  el  partido  de  los  Megicanos,  prometiendo  perdo- 
narles el  asesinato  de  los  Españoles:  pero  habiendo  sido  rechazadas 
sus  proposiciones,  marchó  contra  aquella  provincia  con  cuatrocientos 
veinte  Españoles,  y  con  seis  mil  flecheros  Tlascaleses,  en  tauto  que 
Gicotencatl  reunia  un  egercito  de  cincuenta  mil  hombres.     En  Tzim- 


r 


120  HISTORIA    ANTIGUA    DH    MEGICO. 

pantzinco,  ciudad  de  Tlascala,  se  le  agregaron  tantas  fuerzas  de  aque- 
lla república,  de  Huejotzinco,  y  de  Cholula,  que  se  cree  no  bajaban  do 
ciento  y  cincuenta  mil  hombres. 

La  primera  espedicion  fue  contra  Zacatepec,  pueblo  de  la  confede- 
ración de  los  Tepeyaqueses.  Sus  habitantes  hicieron  una  emboscada 
contra  los  Españoles ;  el  combate  fue  sostenido  con  tenacidad  por 
una  y  otra  parte,  pero  fueron  vencidos  los  Zacatepequeses,  quedando 
muchos  de  ellos  muertos  en  el  campo*.  De  alli  marchó  el  egercito 
contra  Acatzinco,  ciudad  distante  diez  millas  de  Tepeyacac,  acia 
Levante,  y  en  ella  entraron  triunfantes  los  Españoles,  después  de 
haber  ganado  otra  acción,  poco  menos  ardua  que  la  de  Zacatepec. 
De  Acatzinco  mandó  Cortés  muchos  destacamentos  a  quemar  unos 
pueblos  de  los  alrededores,  y  someter  otros  a  su  obediencia,  y  cuando 
le  pareció  ser  tiempo  de  atacar  la  ciudad  principal,  se  encaminó  con 
todo  su  egercito  a  Tepeyacac,  donde  entró  sin  ninguna  resistencia  de 
los  habitantes.  Alli  declaró  esclavos  a  muchos  prisioneros,  hechos  en 
aquella  provincia,  y  los  hizo  marcar  con  un  hierro  ardiendo,  según  la 
barbara  costumbre  de  aquel  siglo,  aplicando  la  quinta  parte  al  rei  de 
España,  como  se  hacia  con  todo  lo  que  tomaban,'  y  dividiendo  el  resto 
entre  los  Españoles,  y  los  aliados.  Alli  fundó,  según  el  modo  de  hablar 
de  aquel  tiempo,  una  ciudad  que  llamó  Segura  de  la  Frontera,  cuyo 
acto  se  redujo  a  establecer  magistrados  Españoles,  y  erigir  una  pequeña 
fortificación  f. 

Las  tropas  Megicanas,  que  estaban  de  guarnición  en  aquella  pro- 
vincia, se  retiraron  de  ella,  por  no  tener  bastantes  fuerzas  para  resistir 
a  sus  enemigos ;  pero  al  mismo  tiempo  se  dejó  ver,  sobre  la  ciudad  de 
Quauhquecholan;!:,  distante  de  la  de  Tepeyacac  mas  de  cuarenta 
millas,  un  egercito  Megicano,  mandado  por  el  rei  Cuitlahuatzin,  para 
impedir  a  los  Españoles  el  paso  a  la  capital  por  aquella  parte,  en  caso 
de  que  lo  intentasen.     Era  Quauhquecholan  una  ciudad  considerable, 

*  Muchos  historiadores  dicen  que  la  noche  siguiente  a  la  batalla  de  Zacatepec 
tubieron  los  aliados  de  los  Españoles  una  gran  cena  de  carne  humana,  parte  asada 
en  un  numero  increible  de  piquetes  de  madera,  parte  cocida  en  cincuenta  mil 
ollas :  pero  esto  me  parece  una  fábula.  No  es  probable  que  pasasen  por  alto 
aquel  suceso  ni  Cortés,  ni  Bernal  Diaz,  el  cnal  es  demasiado  prolijo,  y  enojoso 
en  este  genero  de  atrocidades. 

t  Aun  subsiste  la  ciudad  de  Tepeyacac,  o  Tepeaca,  pero  el  nombre  de  Segura 
de  la  Frontera  fue  mui  en  breve  puesto  en  olvido.  Carlos  V  le  dio  el  titulo  y 
honores  de  ciudad,  en  1545.    Hoi  pertenece  al  marquesado  del  Valle. 

\  Los  Españoles  llaman  a  Quauhquecholan,  Guaquechula,  o  Huacachula.     Hoi  '■ 
es  un  amenísimo  pueblo  de  Indios,  abundante  en  exelente  fruta. 


GUERRA    DE    QU AÜHQUECHüLAN.  1:21« 

cuya  población  subia  de  cinco  a  seis  mil  familias,  mui  amena,  y  no 
menos  fortificada  por  la  naturaleza  que  por  el  arte.  Defen diaula  por 
un  lado,  un  monte  alto,  y  escabroso,  y  por  otro,  dos  rios  poco  distantes 
entre  sí.  Toda  la  ciudad  estaba  circundada  de  un  fuerte  muro  de 
cal,  y  canto,  de  veinte  pies  de  alto,  y  de  doce  de  grueso,  con  un  buen 
parapeto  que  la  coronaba  en  toda  su  estension,  y  que  tenia  cerca  de 
tres  pies  de  altura.  No  se  podia  entrar  en  ella  sino  por  cuatro  puertas, 
situadas  en  los  puntos  en  que  se  doblaban  las  estremidades  del  muro, 
formando  dos  semicírculos  concéntricos,  como  se  ha  representado  en 
la  estampa  del  libro  vil.  Aumentaba  la  dificultad  del  ingreso  la 
elevación  del  piso  de  lo  interior,  que  era  tanta  cuanta  la  altura  del 
muro,  de  modo  que  para  entrar  era  forzoso  subir  algunos  escalones 
bastante  altos. 

El  señor  de  aquella  ciudad,  que  era  parcial  de  los  Españoles,  envió 
una  embajada  a  Cortés,  declarándose  vasallo  del  rei  de  España,  reco- 
nocido ya  señor  de  aquella  tierra,  en  la  solemne  reunión  que  celebró 
el  rei  Moteuczoma  con  la  nobleza  Megicana  en  presencia  de  Cortés ; 
que  él  deseaba  dar  pruebas  de  su  fidelidad,  pero  que  no  se  lo  per- 
mitían los  Megicanosf  que  a  la  sazón  habia  en  aquella  ciudad,  y  en 
los  pueblos  circunvecinos,  gran  numero  de  oficiales  de  aquella  nación, 
y  hasta  treinta  mil  soldados,  para  impedir  toda  confederación  con  los 
Españoles  :  que  por  tanto  le  rogaba  viniese  a  socorrerlo,  y  a  libertarlo 
de  las  vejaciones  que  de  aquellas  tropas  sufría.  Agradeció  Cortés  el 
aviso,  y  envió  inmediatamente  con  los  mensageros  un  socorro  de  trece 
caballos,  de  doscientes  peones  Españoles,  y  de  treinta  mil  hombres  de 
las  huestes  ausiliares,  al  mando  del  capitán  Olid.  Los  mensageros, 
por  orden  de  su  señor,  se  ofrecieron  a  conducir  el  egercito  por  un 
camino  poco  frecuentado,  y  avisaron  al  comandante  Olid  que  cuando 
se  acercase  a  la  ciudad,  los  habitantes  atacarían  de  mano  armada  los 
alojamientos  de  los  oficiales  Megicanos,  y  procurarían  tomarlos  o  ma- 
tarlos,* a  fin  de  que  entrando  después  los  Españoles,  fuese  mas  fácil 
vencer  a  los  enemigos,  prívados  ya  de  sus  gefes.  Pero  doce  millas 
antes  de  llegar  a  Quauhquechollan,  el  comandante  Español  entró  en 
sospechas  de  que  los  Huejotzinques  se  hubiesen  confederado  secreta- 
mente con  los  Quauhquecholeses,  y  con  los  Megicanos  para  destruir  a 
los  Españoles.  Estos  recelos  fundados  en  siniestros  informes,  y  que  des- 
pués se  hicieron  mas  verosimiles,  por  el  gran  numero  de  Huejotzinques 
que  se  agregaron  espontáneamente  al  egercito,  lo  obligaron  a  volver  a 
Cholulu,  donde  mandó  prender  a  los  Huejotzinques  de  mas  autoridad. 


122  HlSTORIíl    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

y  a  los  roensageros  de  Quauhquecholan,  y  los  mandó  con  buena  escolta 
a  Cortés,  para  que  hiciese  las  averiguaciones  necesarias. 

Mucho  desaprobó  Cortés  aquella  conducta  contra  unos  amigos  tan 
fieles  como  los  Huejotzinques :  sin  embargo  los  examinó  diligente- 
mente, descubrió  la  inocencia,  y  la  buena  fe  de  unos,  y  otros,  y  cono- 
ció que  las  desgracias  pasadas  habian  hecho  medrosos  a  los  Espa- 
ñoles, y  el  miedo,  como  suele,  los  inducía  a  formar  sospechas  injustas, 
y  precipitadas.  Acarició,  y  regaló  cuanto  pudo  a  los  Huejotzinques, 
y  los  Quauhquecholeses,  y  acompañado  por  ellos  marchó  inmediata- 
mente para  Cholula,  con  cien  peones  Españoles,  y  diez  caballos,  de- 
terminado a  dirigir  personalmente  aquella  empresa*.  Halló  a  las 
tropas  de  Olid  amedrentadas ;  les  inspiró  valor,  y  siguió  la  marcha  a 
Quauhquecholan,  con  todo  el  egercito,  que  a  la  sazón  constaba  de 
mas  de  trescientos  Españoles,  y  de  mas  de  cien  mil  aliados :  tanta 
era  la  prontitud  de  aquellos  pueblos  en  armarse  contra  los  Megi- 
canos,  para  sustraerse  a  su  dominio.  Antes  de  llegar  a  Quauhque- 
cholan le  avisó  aquel  señor  que  ya  estaban  tomadas  todas  las  medi- 
das ;  que  los  Megicanos  confiaban  en  las  centinelas  que  habian  puesto 
en  los  caminos,  y  en  las  torres,  pero  que  los  *l;iudadanos  se  habian 
apoderado  en  secreto  de  ellas. 

Apenas  vieron  los  de  la  ciudad  el  egercito  que  venia  a  su  socorro, 
asaltaron  con  tanta  violencia  los  alojamientos  de  los  Megicanos,  que 
antes  de  entrar  Cortés,  le  presentaron  cuarenta  prisioneros.  Cuando 
entró  aquel  general,  atacaban  tres  mil  ciudadanos  el  cuartel  principal 
de  aquellos  oficiales,  que  aunque  mui  inferiores  en  numero,  se  defen- 
dieron con  tanto  brio,  que  los  Quauhquecholeses  no  pudieron  entrar 
en  la  casa,  apesar  de  haberse  hecho  dueños  de  las  azoteas.  Cortés 
la  tomó  al  asalto,  pero  en  despecho  de  sus  conatos  para  hacer  algún 
prisionero  que  lo  informase  del  estado  actual  de  la  corte,  no  lo  pudo 
conseguir,  pues  ellos  pelearon  con  tanto  tezon,  que  todos  murieron,  y 
solo  de  un  oficial  moribundo  se  pudieron  sacar  algunas  noticias.  Los 
otros  Megicanos  esparcidos  por  la  ciudad  huyeron  precipitadamente 
a  incorporarse  con  el  grueso  del  egercito,  acampado  en  una  elevación 

*  Bernal  Díaz  niega  que  Cortés  se  hallase  en  persona  en  estas  espediciones : 
pero  él  mismo  Cortés  lo  asegura,  y  habla  de  tal  modo  de  las  dos  ciudades,  que 
aunque  no  lo  digese  deberíamos  inferir  que  intervino  en  la  guerra.  Bernal  Diaz 
escribió  cuarenta  años  después  del  suceso,  y  pudo  padecer  alguna  falta  de  me- 
moria. Cortés  escribió  su  segunda  carta  a  Carlos  V,  en  la  que  habla  de  aquella 
campaña,  pocos  dias  después  de  ella. 


GUERRA    DE    FTZOCAN.  128 

que  dominaba  todos  los  contornos, .  el  cual  se  puso  en  un  momento 
en  orden  de  batalla,  y  entró  en  la  ciudad,  pegando  fuego  a  las  casas. 
Cortés  afirma  que  no  habia  visto  jamas  tropa  do  mas  bello  aspecto, 
por  las  alajas  de  oro,  y  los  penachos  que  en  ella  lucían.  Los  Espa- 
ñoles corrieron  a  la  defensa  con  su  caballería,  y  con  muchos  millares 
de  aliados,  y  obligaron  a  los  enemigos  a  huir  a  una  posición  alta,  y  esca- 
brosa, pero  viéndose  todavía  perseguidos  en  ella,  se  recobraron  en  un 
monte  elevadisimo,  dejando  muchos  muertos  en  el  campo.  Los  ven- 
cedores, después  de  haber  saqueado  el  de  los  enemigos,  volvieron  a 
la  ciudad,  llenos  de  gloria,  y  cargados  de  despojos. 

Tres  dias  descansó  el  egercito,  y  al  cuarto  pasó  a  Itzocan,  llamada 
por  los  Españoles  Izucar,  ciudad  de  tres  a  cuatro  mil  familias,  situada 
a  la  falda  de  un  monte,  a  cerca  de  diez  millas  de  Quauhquecholan, 
y  rodeada  de  un  rio  profundo,  y  de  una  pequeña  muralla.  Sus  calles 
eran  bien  ordenadas,  y  tantos  sus  templos,  que  entre  grandes,  y  pe- 
queños contó  Cortés  hasta  ciento:  su  clima  es  calido  por  estar  en 
un.  valle  profundo,  encerrado  entre  altas  montañas,  y  el  terreno,  como 
el  de  Quauhquecholan,  fértilísimo,  y  sombreado  por  arboles  de  her- 
mosas flores,  y  exel^tes  frutos.  Mandaba  en  aquel  pais  un  perso- 
nage  de  la  sangre  real  de  Megico,  a  quien  Moteuczoma  lo  habia  dado 
en  feudo,  después  de  haber  mandado  dar  muerte,  no  sé  por  qué 
motivo,  al  legitimo  señor  que  lo  poseia.  A  la  sazón  tenia  una  guar- 
nición de  cinco  o  seis  mil  hombres  de  tropas  Megicanas.  Todos  estos 
datos,  comunicados  por  el  señor  de  Quauhquecholan  a  Cortés,  lo 
movieron  a  emprender  aquella  espedicion.  Hallándose  con  un  eger- 
cito, según  él  mismo  afirma  de  cerca  de  ciento  veinte  mil  hombres, 
dio  el  asalto  a  la  ciudad,  por  la  parte  que  le  pareció  menos  dificil. 
Los  Iztocaneses,  ayudados  por  las  tropas  reales,  hicieron  al  principio 
alguna  resistencia ;  pero  vencidos  por  fuerzas  tan  superiores,  se  des- 
barataron, y  huyeron  por  la  parte  opuesta  a  la  del  ataque,  pasando 
el  rio,  y  alzando  los  puentes,  afin  de  no  ser  perseguidos  por  sus  con- 
trarios. Los  Españoles,  y  los  aliados,  en  despecho  de  las  dificultades 
que  hallaron  para  vadear  el  rio,  los  siguieron  por  mas  de  cuatro 
millas,  matando  a  unos,  haciendo  prisioneros  a  otros,  y  aterrando  a 
todos  con  su  furor,  y  violencia.  Vuelto  Cortés  a  la  ciudad,  mandó 
pegar  fuego  a  todos  los  santuarios,  y  por  medio  de  algunos  prisione- 
ros llamó  a  los  habitantes,  que  estaban  esparcidos  en  los  montes,  dán- 
doles salvo  conducto,  para  que  volviesen  sin  temor  a  sus  casas. 

El  Señor  de  Itzocan  se  habia  ausentado  de  la  ciudad,  y  puesto  en 
camino  para  Megico,  cuando  se  descubrió  el  egercito  contrario.     Esto 


124  HISTORIA    ANTIGUA    DK    MEGICO. 

bastó  a  la  nobleza,  que  quizas  no  le  era  mui  afecta,  para  declarar  el 
estado  vacante :  por  lo  que,  con  aprobación,  y  bajo  el  amparo  de 
Cortés,  convinieron  en  darlo  a  un  principe,  hijo  del  señor  de  Quauh- 
quecholan,  y  de  una  señora  hija  del  antiguo  poseedor,  condenado  a 
muerte  por  Moteuczoma,  y  por  ser  de  tierna  edad,  se  le  nombraron 
por  tutores  a  su  padre,  a  su  tio,  y  a  dos  nobles.  Aquel  mancebo 
fue  mui  en  breve  instruido  en  la  religión  Cristiana,  y  bautizado. 

La  fama  de  las  victorias  de  los  Españoles  voló  inmediatamente  por 
aquellos  países,  y  atrajo  muchos  pueblos  a  la  obediencia  del  reí  de 
España.  Ademas  de  Quauhquecholan,  Itzocan,  y  Ocopetlayocan, 
gran  ciudad,  poco  distante  de  aquellas  dos*,  vinieron  a  tributar 
homenage  a  la  corona  de  Castilla,  los  señores  de  ocho  pueblos  de 
Coaijtlahuacanf,  parte  de  la  vasta  provincia  de  Mijtecapan,  distante 
mas  de  ciento  veinte  millas  de  Quauhquecholan,  solicitando  todos  a 
porfía  la  amistad  de  aquellos  hombres  invencibles. 

Cortés  volvió  a  Tepeyacac,  y  por  medio  de  sus  capitanes  hizo  la 
guerra  a  varias  ciudades,  que  hablan  cometido  hostilidades  contra  los 
Españoles.  Los  habitantes  de  Jalatzinco,  ciudad  poco  distante  del 
camino  de  Vera  Cruz,  fueron  vencidos  por  el  fífeaoso  Sandoval,  y  los 
principales  de  entre  ellos  conducidos  prisioneros  a  Cortés,  el  cual 
viéndolos  arrepentidos,  y  humillados,  los  puso  en  libertad.  Los  de 
Tecamachalco,  ciudad  considerable  de  la  nación  Popoloca,  hicieron 
una  vigorosa  resistencia :  mas  al  fin  se  rindieron,  y  dos  mil  de  ellos 
fueron  hechos  esclavos.  Contra  Tochtepec,  ciudad  grande  a  orillas 
del  rio  de  Papaloapan,  donde  habia  guarnición  Megicana,  envió  al 
capitán  Salcedo,  con  ochenta  Españoles,  de  los  cuales  no  quedó  uno 
vivo,  para  traer  la  noticia  a  Cortés.  Mucho  sintió  esta  perdida,  que 
en  efecto  era  mui  grande,  atendido  el  pequeño  numero  de  gente 
propia  que  le  quedaba.     Para  vengarla  envió  a  los  dos  valientes  capi- 

*  Ocopetlayocan  es  llamado  por  Cortés  Ocupatuyo,  por  causa  de  la  ignorancia 
de  la  lengua,  y  el  autor  de  las  notas  a  sus  cartas,  creyó  que  fuese  Ocuituco ;  mas 
este  pueblo  no  estaba  tan  cerca  de  Quauhquecholan,  como,  según  Cortés,  estaba 
Ocupatuyo.  Torquemada,  aunque  exacto  en  los  nombres,  lo  llama  Acapetlayocan 
y  jécapetlahuacan. 

t  Coaijtlahuacan  es  llamada  por  Cortés  Coastoaca,  y  dice  que  está  cerca  de  Ta- 
mazola,  a  donde  pocos  jneses  antes  habia  enviado  unos  Españoles  a  buscar  minas. 
El  autor  de  dichas  notas  dice  que  Tamazola  está  en  Cinaloa,  mas  este  es  uno  de 
los  grandes  despropósitos  que  se  hallan  en  aquella  obra.  El  mismo  Cortés  asegu- 
ra que  Tamazola  distaba  40  leguas  de  Itzocan,  y  Cinaloa  dista  mas  de  400.  Tam- 
poco habla  Cortés  de  Huajyacac,  u  Oajaca,  donde  dice  Coastoaca,  como  pretende 
aquel  escritor,  si  no  de  Coaijtlahuaca,  llamada  por  los  Españoles  Justlahuaca. 


ESTRAGOS    DK    l-AS    VIRUELAS.  12á 

tañes  Ordaz,  y  Avila,  con  algunos  caballos,  y  veinte  mil  aliados,  los 
cuales,  a  pesar  del  valor  con  que  los  Megicanos  se  defendieron,  toma- 
ron la  ciudad,  y  mataron  muchos  enemigos. 

No  fue  la  perdida  de  aquellos  soldados  la  que  mas  amargó  a 
Cortés.  Los  mismos  que  poco  antes  le  habian  suplicado  que  re- 
gresase a  Vera  Cruz,  persistieron  tan  obstinadamente  en  su  demanda, 
que  se  vio  obligado  a  concederles  permiso  de  volver,  no  ya  a  Vera 
Cruz,  para  aguardar  alli  nuevos  refuerzos,  si  no  a  Cuba,  para  estar 
mas  lejos  de  los  peligros  de  la  guerra,  pareciendole  menos  malo  dis- 
minuir sus  tropas,  que  tener  consigo  malcontentos,  que  con  su  dis- 
gusto enfriasen  el  valor  de  los  otros :  pero  esta  perdida  fue  pronta,  y 
ventajosamente  reparada,  con  un  buen  numero  de  soldados,  que  coa 
caballos,  armas,  y  municiones  llegaron  al  puerto  de  la  Vera  Cruz, 
enviados  los  unos  por  el  gobernador  de  Cuba,  en  socorro  de  Narvaez, 
y  los  otros  por  el  gobernador  de  la  Jamaica,  para  la  espedicion  de 
Panuco.  Todos  se  agregaron  gustosos  al  partido  de  Cortés,  mudán- 
dose en  instrumentos  de  felicidad  los  mismos  recursos  que  sus 


gos  empleaban  para  su  ruma. 

Estragos  de  las  viruelas.     Sucesos  en  Megico. 

Las  victorias  de  los  Españoles,  y  la  muchedumbre  de  sus  aliados 
engrandecieron  de  tal  modo  su  nombre,  y  grangearon  tanta  prepon- 
derancia a  Cortés,  que  era  el  arbitro  de  los  disturbios  de  aquellos 
pueblos,  y  a  él,  como  a  supremo  señor  de  aquella  tierra,  se  dirigían 
para  obtener  la  confirmación  de  la  investidura  de  los  estados  vacantes, 
como  sucedió  con  los  de  Cholula,  y  de  Ocotelolco  en  Tlascala,  que 
vacaron  de  resultas  de  las  muertes  ocasionadas  por  las  viruelas. 
Este  azote  del  genero  humano,  desconocido  enteramente  hasta  en- 
tonces en  el  Nuevo  Mundo,  fue  llevado  a  él  por  un  negro  esclavo  de 
Narvaez.  Este  lo  comunicó  a  los  Cempoaleses,  y  de  estos  se  pro- 
pagó el  contagio  por  todo  el  imperio  Megicauo,  con  indecible  daño  de 
aquellas  naciones.  Los  que  por  ser  dotados  de  una  fuerte  con- 
plexion,  resistieron  a  la  violencia  del  mal,  quedaron  tan  desfigurados 
por  las  profundas  trazas  de  la  erupción,  que  hacian  horror  a  cuantos 
los  miraban.  Entre  los  otros  males  ocasionados  por  tan  terrible  en- 
fermedad, fue  mui  sensible  a  los  Megicanos  la  muerte  de  su  reí 
Cuitlahuatzin,  después  de  tres  o  cuatro  meses  de  reinado,  y  a  los 
Tlascaleses  y  Españoles  la  del  principe  Magijcatzin. 

Los  Megicanos  dieron  la  corona  a  Quauhtemotzin,  sobrino  de 
Cuitlahuatzin,  por  no  quedar  ya  ningún  hermano  de  los  dos  últimos 


126  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

reyes.  Era  joven  de  veinte  y  cinco  años,  y  de  animo  intrépido,  y 
aunque  por  su  corta  edad,  no  mui  practico  en  la  guerra,  continuó  las 
disposiciones  militares  de  su  predecesor.  Casóse  con  su  prima 
Tecuichpotzin,  hija  de  Moteuczoma,  y  viuda  de  sn  tio  Cuitlahuatzin. 

Cortés  lloró  la  perdida  de  Magijcatzin,  tanto  por  la  amistad  que 
con  él  habia  estrechado,  cuanto  por  haber  sido  aquel  personage  el  que 
mas  habia  influido  en  la  armonia  que  hasta  entonces  habia  reinado 
entre  Españoles,  y  Tlascaleses.  Por  tanto,  después  de  haber  asegu- 
rado el  camino  de  Vera  Cruz,  y  de  haber  mandado  a  la  corte  de 
España  al  capitán  Ordaz,  con  una  relación  exacta,  dirigida  al  empe- 
rador Carlos  V,  de  cuanto  hasta  entonces  le  habia  ocurrido,  y  al 
capitán  Avila  a  la  isla  de  Santo  Domingo,  solicitando  nuevos  socorros 
para  la  conquista  de  Megico,  salió  de  Tepeyacac  para  Tlascala,  y 
entró  alli  vestido  de  luto,  y  haciendo  grandes  demostraciones  de 
dolor,  por  la  muerte  del  principe  su  amigo.  Confirió,  a  petición  de 
los  lAismos  Tlascaleses,  y  a  nombre  del  rei  Católico,  el  estado  vacante 
de  Ocotelolco,  uno  de  los  cuatro  principales  de  aquella  república,  a 
un  hijo  del  difunto  principe,  mancebo  de  doce, años,  que  en  el  bautismo 
tomó  el  nombre  de  D.  Juan  Magijcatzin*  sienao  desde  entonces  el 
nombre  del  padre,  apellido  del  hijo,  y  de  toda  su  ilustre  decendencia, 
y  para  honrarlo  de  un  modo  particular,  en  atención  a  los  méritos  de 
su  padre,  lo  armó  caballero  al  uso  de  Castilla. 

Exaltación  del  principe  Coanacotzin  y  muerte  de  Cuicuitzcatzin. 
En  aquel  mismo  tiempo,  aunque  por  mui  distinta  causa,  ocurrió  la 
muerte  del  principe  Cuicuitzcatzin,  a  quien  Moteuczoma  y  Cortés 
habian  puesto  en  el  trono  de  Acolhuacan,  en  lugar  de  su  desventu- 
rado hermano  Cacamatzin.  No  le  fue  dado  gozar  largo  tiempo  de  su 
postiza  dignidad,  pues  mui  en  breve  lo  privó  de  la  libertad  el  mismo 
que  le  habia  dado  la  corona.  Salió  de  Megico,  con  los  otros  prisio- 
neros, en  la  noche  de  la  derrota  de  los  Españoles ;  mas  entonces  tubo 
la  fortuna,  o  mas  bien  la  desgracia  de  salvar  la  vida,  que  debia  perder 
después  de  un  modo  ignominioso.  Acompañó  a  los  Españoles  hasta 
Tlascala,  donde  permaneció  hasta  que,  o  impaciente  de  la  opresión,  o 
deseoso  de  recobrar  el  trono,  se  huyo  secretamente  a  Tezcueo. 
Reinaba  a  la  sazón  en  aquella  corte  su  hermano  Coanacotzin,  a  quien, 
por  muerte  de  Cacamatzin,  tocaba  por  lei  del  reino  la  corona.    Apenas 

*  Solis  dice  que  se  llamaba  Lorenzo  :  mas  este  fue  el  nombre  del  padre :  el 
hijo  se  llamó  Juan,  como  dice  Torquemada,  que  lo  supo  por  los  mismos 
Tlascaleses. 


MUERTE    DE    CUICUITZCATZIN.  127 

se  presentó  Cuicuitzcatziu,  cuando  fue  preso  por  los  ministros  reales, 
que  dieron  cuenta  inmediatamente  al  rei,  el  cual  se  hallaba  en  Me- 
gico.  Este  lo  hizo  saber  a  su  primo  Quanhtemotzin,  el  cual  cre- 
yendo que  el  principe  fugitivo  era  espia  de  los  Españoles,  fue  de 
opinión  de  darle  muerte.  Coanacotzin,  o  por  complacer  a  aquel 
monarca,  o  mas  bien  por  deshacerse  de  un  rival  peligroso,  mandó 
egecutar  sin  tardanza  aquel  designio.  Asi  terminó  su  vida  aquel 
desventurado,  cuya  elevación  solo  sirvió  para  hacer  mas  estrepitosa 
su  caida*. 

*  No  hai  un  historiador  Español,  exepto  Cortés,  que  haga  mención  de  la 
fuga,  de  la  prisión,  y  de  la  muerte  de  Cuicuitzcatzin.  Gomara  solo  habla  de  su 
muerte,  y  lo  llama  Cocuzca ;  Herrera  Quisquizca,  y  Cortés  Cucazcasin.  Añade 
que  se  llamaba  también  IpalsuchU,  estos  es  Icpaljochitl. 


kií-fiU 


LIBRO  DÉCIMO. 


Marcha  de  los  Españoles  a  Tezcuco :  sus  negociaciones  con  los  Megicanos  ¡  sus 
correrías,  y  batallas  en  las  cercanias  de  los  lagos;  sus  espediciones  contra 
Yacapichtlan,,  Quauhnahuac,  y  otras  ciudades.  Construcción  de  los  bergantines. 
Conjuración  de  algunos  Españoles  contra  Cortés.  Reseña,  división,  y  puestos  del 
egercito  Español.  Asedio  de  Megico ;  prisión  del  rei  Quauhtemotzin,  y  ruina 
del  imperio  Megicano. 

Marcha  de  los  Españoles  a  Tezcuco. 
Cortés,  que  no  apartaba  nunca  de  su  espirita  la  idea  de  la  conquista 
de  Megico,  se  empleaba  en  Tiascala  con  suma  diligencia  en  la  cons- 
trucción de  los  bergantines,  y  en  la  disciplina  de  sus  tropas.  Obtubo 
de  aquel  senado  algunos  centenares  de  hombresMe  carga  para  la  con- 
ducción de  las  velas,  jarcias,  clavazón,  y  otros  materiales  de  los  navios 
que  habia  mandado  desbaratar  el  año  anterior.  De  ellos  pensaba 
servirse  para  los  bergantines,  y  con  el  mismo  obgeto  hizo  sacar  una 
gran  cantidad  de  resina  de  los  pinos  del  monte  de  Matlatcueye  *. 
Avisó  a  los  Huejotzinques,  a  los  Choluleses,  a  los  Tepeyaqueses,  y  a 
otros  aliados,  a  fin  de  que  alistasen  sus  tropas,  y  hizo  reunir  una  gran 
provisión  de  municiones  de  guerra,  y  de  boca,  para  el  numeroso 
egercito  que  pensaba  emplear  en  el  asedio  de  Megico.  Cuando  le 
pareció  oportuno  ponerse  en  marcha,  pasó  reseña  a  su  tropa,  que  se 
componía  de  cuarenta  caballos,  y  de  quinientos  cincuenta  peones. 
Dividió  aquella  poca  caballería  en  cuatro  partes,  y  la  infantería  en 
nueve  compañías,  armadas  la  una  de  mosquetes,  la  otra  de  ballestas, 
la  tercera  de  espada  y  rodela,  y  la  cuarta  de  picas.  Puesto  a  caballo 
enfrente  de  su  pequeño  egercito,  después  de  ordenarlo,  habló  de  este 

*  Solis  dice  que  en  aquella  ocasión  sacaaon  azufre  los  Españoles  del  volcan  de 
Popocatepec  para  hacer  pólvora ;  que  el  que  lo  sacó  se  llamaba  Montano,  y  para 
confirmarlo  alega  el  testimonio  de  Laet ;  pero  lo  cierto  es  que  no  se  sacó  azufre 
de  aquel  volcan  antes  de  la  conquista  de  Megico,  y  que  quien  lo  sacó  en  1522  se 
llamaba  Montano.  Para  probar  la  verdad  de  estos  datos  no  es  necesario  ir  a 
buscar  el  apoyo  de  un  escritor  Holandés,  pues  constan  por  el  testimonio  de 
muchos  autores  Españoles,  y  por  los  privilegios  que  concedió  el  rei  Católico  a  la 
posteridad  de  Montano. 


MARCHA    A    TEZCUCO.  129 

modo  a  sus  guerreros  :  "  Amigos,  y  compañeros,  todo  lo  que  yo 
pudiera  deciros  para  exitar  vuestro  valor  seria  enteramente  inútil,  pues 
todos  nos  reconocemos  obligados  a  reparar  el  honor  de  nuestras  armas, 
y  a  vengar  la  muerte  de  nuestros  compatriotas,  y  de  nuestros  aliados. 
Vamos  a  la  conquista  de  Megico,  empresa  la  mas  gloriosa  de  cuantas 
se  nos  pueden  ofrecer  en  el  discurso  de  nuestra  vida ;  vamos  a  castigar 
de  un  golpe  la  perfidia,  el  orgullo,  y  la  crueldad  de  nuestros  ene- 
migos ;  a  ensanchar  los  dominios  de  nuestro  soberano,  agregándoles 
«n  reino  tan  grande,  y  tan  rico ;  a  facilitar  los  progresos  del  Evangelio, 
abriendo  las  puertas  del  cielo  a  tantos  millones  de  almas ;  a  asegurar 
con  pocos  dias  de  trabajo  el  bien  estar  de  nuestras  familias,  y  a  inmor- 
talizar nuestros  nombres :  estímulos  todos  capaces  de  aguijonear  a  los 
mas  cobardes,  cuanto  mas  a  corazones  tan  nobles,  y  generosos  como 
los  vuestros.  Yo  no  veo  dificultad  alguna  que  no  pueda  sobrepujar 
vuestro  brío.  Son  muchos  nuestros  contrarios,  pero  les  somos  supe- 
riores en  el  valor,  en  la  diciplina,  y  en  las  armas.  Tenemos  ademas 
a  nuestras  ordenes  un  numero  tan  crecido  de  tropas  ausiliares,  que, 
ayudados  por  ellas,  podremos  conquistar  no  una,  si  no  muchas 
ciudades  como  MegiA).  No  hai  duda  que  es  fuerte,  pero  no  tanto 
que  pueda  resistir  a  los  ataques  que  vamos  a  darle  por  agua,  y  por 
tierra.  Finalmente,  Dios,  por  cuya  gloria  peleamos,  se  ha  declarado 
favorable  a  nuestros  designios.  Su  providencia  nos  ha  conservado  en 
medio  de  tantos  desastres,  y  peligros ;  nos  ha  enviado  nuevos  compa- 
ñeros en  lugar  de  los  que  hemos  perdido,  y  ha  convertido  en  nuestro 
bien  los  mismos  instrumentos  que  nuestros  enemigos  habían  empleado 
en  nuestro  daño.  ¿Qué  no  debemos  esperar  en  el  porvenir  de  su 
misericordia  ?  El  es  nuestro  conductor  en  esta  grande  empresa ; 
merezcamos  pues  su  protección,  y  no  nos  hagamos  indignos  de  ella 
con  nuestra  pusilanimidad,  y  desconfianza." 

Los  Tlascaleses,  que  procuraban  imitar  la  disciplina  de  los  Espa- 
ñoles, quisieron  hacer  también  reseña  de  sus  tropas  en  presencia  de 
Cortés.  Rompía  la  marcha  la  música  militar  de  cornetas,  caracoles,  y 
otros  instrumentos  de  viento,  y  detras  venían  los  cuatro  gefes  de  la  re- 
publica,  armados  de  escudo,  y  espada,  y  adornados  con  hermosísimos 
penachos  de  dos  pies  de  alto.  Llevaban  los  cabellos  atados  con  cor- 
dones de  oro,  pendientes  de  joyas  en  los  labios,  y  en  las  orejas,  y  en 
los  pies,  calzados  de  gran  valor.  Seguíanles  cuatro  escuderos,  arma- 
dos de  arco,  y  flechas,  y  en  pos  los  cuatro  estandartes  principales  de 
la  república,  cada  cual  con  su  insignia  propia,  hecha  de  plumas. 
Después  empezaron  a  pasar  en  filas  bien   ordenadas  las  tropas  de 

TOMO    II.  K 


130  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

flecheros  de  veinte  en  veinte,  dejando  ver  de  trecho  en  trecho  los 
estandartes  particulares  de  sus  compafiias,  compuesta  cada  una  de 
trescientos  o  cuatrocientos  hombres,  y  seguian  las  tropas  armadas  de 
espada,  y  rodela,  y  al  fin  las  armadas  de  pica.  Herrera,  y  Torque- 
mada  afirman  que  los  flecheros  eran  sesenta  mil,  los  piqueros  diez  mil, 
y  los  de  espada,  y  escudo  cuarenta  mil*. 

Gicotencatl  el  joven  hizo  también  una  arenga,  a  egemplo  de  Cortés, 
en  la  que  dijo  a  sus  tropas,  que  al  dia  siguiente,  como  ellos  sabian, 
debian  marchar  con  los  valientes  Españoles  contra  Megico,  enemiga 
eterna  de  la  república ;  que  aunque  el  nombre  solo  de  los  Tlascaleses 
bastaba  para  amedrentar  a  todas  las  naciones  de.  la  tierra,  debian  aper- 
cibirse a  ganar  nueva  gloria  con  sus  acciones. 

Cortés  por  su  parte  convocó  a  los  principales  señores  de  los  egerci-. 
tos  aliados,  y  los  exortó  a  una  fidelidad  constante  para  con  los  Espa- 
ñoles, ponderándoles  las  ventajas  que  debian  esperar  de  la  ruina  de 
los  Megicanos,  y  los  males  que  los  amenazaban,  si  por  sugestión 
de  estos,  o  por  miedo  de  la  guerra,  o  por  inconstancia  de  animo,  falta- 
ban a  la  fe  que  habian  empeñado.  Después  publicó  un  bando,  para 
gobierno  de  sus  tropas,  que  contenia  los  articulo^'  siguientes : 

1^  Nadie  blasfeme  de  Dios,  de  la  Santa  Virgen,  ni  de  sus  santos. 

2.  Ninguno  riña  con  otro,  ni  ponga  mano  a  la  espada,  ni  otra 
arma  para  herirlo. 

3.  Nadie  juegue  las  armas,  ni  el  caballo,  ni  otra  prenda  del  servicio. 

4.  Nadie  fuerce  a  muger  alguna,  so  pena  de  muerte. 

5.  Ninguno  se  apodere  de  los  bienes  o  prendas  que  no  le  pertene- 
cen, ni  castigue  a  ningún  Indio,  si  no  es  su  esclavo. 

6.  Ninguno  haga  correrias  sin  permiso  del  general. 

7.  Ninguno  prenda  a  los  Indios,  ni  saquee  sus  casas,  sin  permiso 
del  general. 

8.  Ninguno  trate  mal  a  los  aliados,  antes  bien  procuren  todos 
conservar  su  amistad. 

*  Solis  siguiendo,  como  él  dice  a  Bemal  Diaz,  no  cuenta  en  la  reseña  de  los 
Tlascaleses  mas  de  10,000  hombres,  y  critica  a  Herrera  por  que  dice  que  habia 
80,000 :  pero  en  este  como  en  otros  muchos  puntos  se  nota  el  descuido  de  Solis 
en  consultar  los  autores.  Bernal  Diaz  no  hace  mención  de  la  reseña  de  los 
Tlascaleses,  solo  dice  que  Cortés  pidió  al  senado  10,000  hombres,  y  el  senado 
respondió  que  estaba  pronto  a  darle  mayor  numero  de  tropas.  Herrera  no 
cuenta  80,000  hombres,  como  dice  Solis,  si  no  1 1 0,000,  y  en  este  computo  lo  han 
seguido  Toríjtiemada,  y  Betancourt.  Ogeda,  que  estubo  presente,  y  mandaba 
las  tropas  aliadas,  dice  que  eran  150,000,  pero  incluye  a  los  Huegotzinques,  a  los 
Choluleses,  y  a  los  Tepeyaqueses. 


MARCHA    A    TEZCUCO.  181 

Y  por  que  de  nada  sirven  las  leyes  cuando  no  se  cela  su  observan- 
cia, y  no  se  castigan  los  delincuentes,  mandó  ahorcar  dos  negros 
esclavos  suyos,  por  que  habian  robado  un  pabo,  y  dos  capas  de 
algodón.  Con  estos,  y  otros  egemplos  hizo  respetar  aquellas  disposi- 
ciones, tan  necesarias  para  la  conservación  de  sus  pequeñas  fuerzas. 

Después  que  hubo  tomado  las  medidas  que  le  parecieron  condu- 
centes al  buen  éxito  de  su  empresa,  marchó  finalmente  con  todos  sus 
Españoles,  y  con  un  buen  numero  de  aliados,  el  dia  28  de  Diciembre 
de  1520,  después  de  haber  oido  misa,  e  invocado  el  Santo  Espíritu. 
No  quiso  desde  luego  llevar  consigo  todo  el  egercito  aliado  que  habia 
pasado  reseña  el  dia  antes,  tanto  por  la  dificultad  de  mantener  tan 
gran  numero  de  gente  en  Tezcuco,  como  porque  creyó  mas  oportuno 
dejar  la  mayor  parte  en  Tlascala,  para  seguridad  de  los  bergantines, 
cuando  llegase  el  tiempo  de  transportarlos*.  De  los  tres  caminos  que 
habia  para  ir  a  Tezcuco,  tomó  Cortés  el  mas  difícil,  creyendo  pruden- 
temente que  no  debiendo  aguardarlo  por  alli  los  Megicanos,  seria  mas 
segura  su  marcha.  Pasó  por  Tetzmelocan,  pueblo  perteneciente  al 
estado  de  Huejotzinco.  El  30  contemplaron,  desde  la  cima  mas  alta 
de  aquellos  montes,  6>  hermoso  valle  de  Megico,  parte  con  jubilo,  por 
ser  aquel  el  termino  de  sus  deseos,  parte  con  disgusto,  por  el  recuerdo 
de  sus  desastres.  Al  comenzar  a  bajar  acia  el  llano,  hallaron  el  camino 
embarazado  con  troncos,  y  ramas  de  arboles,  atravesadas  a  proposito, 
y  tubieron  que  emplear  mil  Tlascaleses  en  remover  aquel  obstáculo. 
Cuando  llegaron  al  valle  los  atacaron  algunas  tropas  volantes  de  ene- 
migos ;  pero  habiendo  los  Españoles  dado  muerte  a  algunos  de  ellos, 
los  demás  se  pusieron  en  fuga.  Aquella  noche  se  alojaron  en  Coate- 
pec,  lugar  distante  ocho  millas  de  Tezcuco,  y  al  dia  siguiente,  cuando 
se  encaminaban  a  aquella  capital,  inciertos  de  la  disposición  de  los 
Tezcucanos,  pero  resueltos  a  no  volver  atrás,  sin  haber  tomado  ven- 
ganza de  sus  enemigos,  vieron  venir  acia  ellos  cuatro  personages  sin 
armas,  con  una  bandera  de  oro,  y  conociendo  Cortés  que  esta  era 
señal  de  paz,  se  adelantó  para  abocarse  con  ellos.  Eran  en  efecto 
mensageros  enviados  por  el  rei  Coanacotzin,  para  cumplimentar  al 
general  Español ;  para  convidarlo  a  ir  a  su  corte,  y  para  rogarle  que 
no  cometiese  hostilidad  alguna  en  sus  estados.  Al  mismo  tiempo  le 
presentaron  la  bandera,  que  pensaba  treinta  y  dos  onzas.  Cortés,  a 
pesar  de  estos  indicios  de  amistad,  les  echó  en  cara  la  muerte  dada 

*  "No  hai  duda,  dice  Solis,  que  Cortés  salió  de  Tlascala  con  mas  de  60,000 
hombres."  Lo  cierto  es  que  no  se  sabe  positivamente  su  numero,  pues  ni  Cortés 
ni  Bernal  Diaz  lo  mencionan.    Gomara  dice  que  eran  mas  de  80,000- 

k2 


k 


132  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

pocos  meses  antes,  por  los  habitantes  del  pueblo  de  Zoltepec,  a  cua- 
renta y  cinco  Españoles,  cinco  caballos,  y  trecientos  Tlascaleses,  que 
los  acompañaban  cargados  de  oro,  plata,  y  armas,  para  los  Españoles 
que  estaban  entonces  en  Megico,  con  tanta  inhumanidad,  que  habian 
colgado  como  trofeos,  en  el  templo  de  Tezcuco,  los  pellejos  de  los 
Españoles,  con  sus  armas  y  tragos,  y  los  de  los  caballos,  con  sus 
arneses.  Añadió  que  ya  que  no  era  posible  compensar  la  perdida  de 
aquella  gente,  debian  al  menos  pagarle  el  oro,  y  la  plata  que  habian 
robado ;  que  si  no  le  daban  la  debida  satisfacción,  por  cada  Español 
muerto,  haría  él  morir  mil  Tezcucanos.  Los  mensageros  respondieron, 
que  su  nación  no  era  la  culpable  de  aquel  exeso,  si  no  los  Megicanos, 
por  cuya  orden  obraron  los  Zoltepequeses ;  que  sin  embargo  ellos  se 
ofrecian  a  emplear  toda  la  diligencia  posible,  en  que  se  restituyese 
todo  lo  que  se  habia  quitado,  y  despidiéndose  cortesmente  del  general, 
volvieron  a  toda  prisa  a  Tezcuco,  con  la  noticia  del  pronto  arrivo  de 
los  Españoles. 

Llegada  de  los  Españoles  a  Tezcuco,  y  revoluciones  en 
aquella  corte.  ^ 

Jlntró  Cortés  con  su  egercito  en  Tezcuco,  el  ultimo  dia  de  aquel 
año.  Salierop  a  su  encuentro  algunos  nobles,  y  lo  condugeron  a  uno 
de  los  palacios  del  difunto  rei  Nezahualpilli,  el  cual  era  tan  grande, 
que  no  solo  se  alojaron  en  el  los  seiscientos  Españoles,  si  no  que  aun 
cabían  cómodamente  otros  seiscientos.  Mui  en  breve  notó  el  general 
que  el  concurso  de  las  calles  habia  disminuido  considerablemente,  pa- 
reciendole  que  no  habia  la  tercera  parte  de  la  población  que  viera  en 
otras  ocasiones,  y  sobre  todo  observó  que  faltaban  las  mugeres,  y  los 
niños,  indicio  manifiesto  de  alguna  mala  disposición  de  aquella  corte. 
Para  no  aumentar  la  desconfianza  de  los  ciudadanos,  y  para  no  esponer 
su  gente  a  nuevos  infortunios,  publicó  un  bando  en  que  prohibió  a  los 
soldados  la  salida  de  los  cuarteles,  so  pena  de  la  vida.  Después  de 
comer  observaron  desde  las  azoteas  de  palacio  que  salia  mucha  gente 
de  la  ciudad,  encaminándose  los  unos  a  los  bosques  vecinos,  y  los 
otros  a  los  diversos  pueblos  del  lago.  La  noche  siguiente  se  ausentó 
el  rei  Coanacotzin,  pasando  a  Megico  en  una  barca,  en  despecho  de 
Cortés,  que  deseaba  apoderarse  de  él,  como  habia  hecho  de  sus  tres 
hermanos  Cacamatzin,  Cuicuitzcatzin,  e  Ijtliljochitl.  En  verdad  Coa- 
nacotzin no  podia  tomar  otro  partido,  porque  ¿  como  era  posible  que 
se  creyese  seguro  entre  los  Españoles,  después  de  lo  que  habian  hecho 
con  sus  hermanos,  con  Moteuczoma  su  tío,  y  temiendo  que  muchos  de 


REVOLUCIONIiS    EN    TEZCUCO.  133 

SUS  subditos  se  aprovechasen  de  aquella  ocasión,  para  declarársele  en 
contra,  los  unos  por  miedo  de  los  Españoles,  y  por  los  intereses  parti- 
culares de  sus  familias ;  los  otros  por  vengar  la  muerte  de  Cuicuitzcat- 
zin,  y  muchos  para  poner  en  el  trono  a  Ijtliljochitl? 

Las  revoluciones  que  inmediatamente  ocurrieron  en  aquella  capital 
justificaron  su  fuga.  Apenas  habia  estado  alli  tres  dias  Cortés,  cuando 
se  le  presentaron  los  señores  de  Huejotla,  de  Coatlichan,  y  de  A.tenco, 
tres  ciudades  tan  inmediatas  a  Tezcuco,  según  hemos  dicho,  que  po- 
dían considerarse  como  sus  arrabales.  El  obgeto  de  su  venida  era 
ofrecer  su  amistad,  y  alianza  a  Cortés,  y  este,  que  nada  deseaba  tanto 
como  aumentar  su  partido,  los  acogió  benignamente,  y  les  ofreció  su 
protección.  Informada  de  esta  novedad  la  corte  de  Megico,  envió 
una  severa  repreension  a  aquellos  señores,  mandándoles  decir,  que  si 
la  causa  de  haber  abrazado  tan  vil  partido  era  el  miedo  que  tenian  del 
poder  de  aquellos  enemigos,  supiesen  que  los  Megicanos  se  hallaban 
con  fuerzas  superiores,  y  que  con  ellas  esterminarian  mui  en  breve  a 
los  Españoles,  juntamente  con  sus  aliados  favoritos  los  Tlascaleses ; 
que  si  se  hablan  reducido  a  tanta  estremidad  por  conservar  los  estados, 
y  dominios  que  tenia*  en  Tezcuco,  pasasen  a  Megico,  en  cuyo  territo- 
rio se  les  darian  mejores  posesiones :  mas  aquellos  señores,  en  lugar 
de  amedrentarse  con  las  amenazas,  y  de  ceder  a  las  promesas,  se 
apoderaron  de  los  mensageros,  y  los  enviaron  a  Cortés.,  Este  les 
preguntó  el  motivo  de  su  embajada,  y  ellos  respondieron  que  sabiendo 
que  aquellos  señores  estaban  en  su  gracia,  venian  a  interponer  su  me- 
diación, a  fin  de  negociar  la  paz  entre  los  Españoles,  y  Megicanos. 
Cortés,  fingiendo  dar  crédito  a  lo  que  decian,  los  puso  en  libertad,  y 
les  encargó  digesen  a  su  soberano,  que  él  no  quería  la  guerra,  ni  la 
baria  jamas,  si  los  Megicanos  no  lo  obligaban  a  ello  con  sus  hostilida- 
des ;  que  por  tanto  viviese  apercibido,  y  se  guardase  de  hacer  el  menor 
daño  a  los  suyos,  o  a  sus  aliados,  pues  en  este  caso  serian  sus  enemi- 
gos, y  darian  lugar  a  la  total  ruina  de  su  ciudad. 

Mucho  importaba  en  efecto  a  Cortés  la  alianza  de  aquellas  tres 
ciudades,  mas  antes  de  todo  era  necesario  ganarse  la  corte  misma  de 
Tezcuco,  tanto  por  la  gran  nobleza  que  en  ella  habia,  cuanto  por  su 
influjo  en  las  otras  ciudades  del  reino.  Desde  su  entrada  procuró 
grangearse  los  ánimos  con  su  afabilidad,  y  buenas  modales,  y  lo  mismo 
habia  recomendado  a  los  suyos,  prohibiendo  severisimamente  toda  clase 
de  hostilidad  contra  los  habitantes.  Conoció  desde  luego  entre  los 
nobles  un  partido  favorable  a  Ijtliljochitl,  a  quien  tenia  detenido»  no  sé 
por  qué  razón  en  Tiascala.     Hizolo  conducir  a  la  corte,  por  un  buen 


134  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

numero  de  Españoles,  y  Tlascaleses,  presentólo  a  la  nobleza,  y  obtubo 
que  fuese  aclamado  rei,  y  coronado  con  las  mismas  ceremonias,  y  re- 
gocijos que  se  solian  hacer  con  los  soberanos  legítimos''*'.  Promovió 
Cortés  la  exaltación  de  aquel  principe,  tanto  por  vengarse  de  Coana- 
cotzin,  como  por  tener  a  la  nación  dependiente  de  su  voluntad.  El 
pueblo  lo  aceptó  sin  dificultad,  o  por  que  no  osase  oponerse  a  los  Es- 
pañoles, o  por  que  estaba  cansado  de  su  antiguo  gefe. 

Era  Ijtliljochitl  joven  de  cerca  de  veinte  y  tres  años.  Desde  la 
primera  entrada  de  Cortés  en  Tiascala  se  habia  declarado  abierta- 
mente en  su  favor ;  se  le  habia  ofrecido  con  su  egercito,  y  convida- 
dolo  a  hacer  su  viage  a  Megico  por  Otompan,  donde  a  la  sazón  se 
hallaba :  pero  en  despecho  de  su  buena  voluntad,  y  de  sus  obsequios, 
fue  prisionero  de  los  Españoles,  cuando  estos  salieron  derrotados  de 
Megico,  y  detenido  en  Tiascala  hasta  el  suceso  de  que  voi  hablando. 
Todas  estas  circunstancias  me  hacen  creer  que  su  cautiverio  no  fue 
mas  que  una  decorosa  privación  de  su  libertad,  dorada  con  alguno  de 
aquellos  protestos  que  suele  inventar  la  politica  de  los  hombres,  cuando 

*  Solis  en  la  relación  de  este  suceso,  ademas  de  las  imaginarias  arengas  que 
pone  en  boca  de  Cortés,  y  de  los  Tezcucanos,  incurre  en  siete  errores  sustancia- 
les. .  1.  Supone  vivo  en  aquel  tiempo  a  Cacamatzin,  siendo  asi  que,  por  testimo- 
nio de  Cortés,  y  de  otros  historiadores,  consta  que  fue  muerto  en  la  noche  de  la 
derrota  de  los  Españoles,  o  poco  antes.  2.  Duda  al  principio,  y  luego  afirma 
positivamente  que  en  el  mismo  tiempo  reinaba  en  Tezcuco  Cacamatzin,  siendo 
indudable  que  el  principe  reinante  era  Coanacotzin.  3.  Hace  a  Cacamatzin  her- 
mano de  Nezahualpilli  (a  quien  llama  Nezabal)  de  quien  era  hijo,  como  saben  los 
que  han  saludado  la  historia  de  aquellos  pueblos.  4.  Supone  quf  Cacamatzin 
mató  a  Nezahualpilli,  fábula  jamas  oída  en  la  historia  de  Tezcuco.  5.  Cree 
muerto  a  Nezahualpilli  cuando  reinaba  el  antecesor  de  Moteuczoma.  Ahora 
bien,  el  antecesor  de  Moteuczoma  murió  en  1502 :  luego  Nezahualpilli  fue 
muerto  aqiiel  mismo  año,  cuando  mas  tarde,  por  Cacamatzin.  Cuando  tubo  el 
arrojo  de  matar  a  su  rei,  se  debe  creer  que  tendría  a  lo  menos  16  años  :  luego  en 
1519,  cuando  el  mismo  Cacamatzin  visitó  a  Cortés  en  Ajotzinco,  tenia  a  lo  menos 
32  años,  y  sin  embargo  el  mismo  Solis  en  otra  parte  solo  le  da  25.  Pero  la  ver- 
dad es  que  Nezahualpilli  murió  en  1516.  6.  Supone  a  Cacamatzin  usurpador  de 
la  corona,  cuando  consta  de  la  historia  que  era  el  sucesor  legitimo.  7.  Finge  que 
el  nuevo  rei  se  hallaba  en  Tezcuco  cuando  llegó  Cortés ;  que  este  no  lo  habia 
visto  antes ;  que  la  primera  vez  que  se  le  presentó,  quedó  el  caudillo  Español  tan 
prendado  de  su  elocuencia,  y  gentileza,  que  lo  abrazó  sin  poderse  contener :  todo 
lo  cual  es  un  tegido  de  fábulas,  pues  por  las  cartas  del  mismo  Cortés,  y  por  mu- 
chos historiadores  consta,  que  aquel  principe  (cuyo  nombre  ignoró  Solis). habia 
sido  conocido  por  Cortés  un  año  antes  de  su  elevación ;  que  habia  sido  seis  meses 
su  prisionero,  y  que  lo  hizo  venir  de  Tiascala  para  coronarlo,  como  se  refiere  en 
el  testo  de  esta  historia. 


ESPBDICION    CONTRA    IZTAPALAPAN.  135 

los  guia  la  desconfianza,  o  el  deseo  de  la  propia  seguridad.  Con  la 
larga  practica  de  los  Españoles,  se  acostumbró  a  sus  usos,  y  modales. 
Fue  instruido  en  la  Religión  Cristiana,  y  tomó  en  el  bautismo  el 
nombre  de  D.  Fernando  Cortés  Ijtliljochitl,  por  respeto  al  general 
Español  que  fue  su  padrino.  No  gozó  si  no  de  la  apariencia  de  la 
magestad,  pues  mas  que  señor  de  sus  subditos  fue  ministro  de  la 
voluntad  de  los  Españoles,  a  quienes  hizo  grandes  servicios,  no  solo 
en  la  conquista  de  Megico,  en  que  sirvió  con  su  persona,  y  con  sus 
tropas,  sino  en  la  reedificación  de  aquella  capital,  para  la  cual  sumi- 
nistró millares  de  arquitectos,  albañiles,  y  operarios.  Murió  todavia 
joven  en  1523,  y  le  sucedió  en  el  señorío  de  Tezcuco  su  hermano 
D.  Carlos,  de  quien  haré  honrosa  mención  después.  Con  la  exalta- 
ción de  Ijtliljochitl,  y  con  los  obsequios  que  Cortés  le  hacia  se  aumentó 
considerablemente  el  partido  de  los  Españoles,  y  todas  las  familias 
Tezcucanas  que  se  habian  ausentado  de  la  corte,  por  miedo  de  sus 
hostilidades,  volvieron  seguras,  y  alegres  a  sus  casas. 

Cortés  habia  resuelto  fijar  su  cuartel  general  en  Tezcuco,  por  lo 
que  dispuso  fortificar  el  palacio  que  servia  de  alojamiento  a  sus  tro- 
pas. No  podia  abrazar  un  partido  mas  conducente  a  sus  miras. 
Tezcuco,  como  capital  del  reino  de  Acolhuacan,  y  ciudad  tan  grande, 
y  populosa,  abundaba  en  toda  clase  de  víveres,  para  el  mantenimiento 
de  sus  tropas ;  tenia  buenos  edificios  para  su  habitación ;  buenas  forti- 
ficaciones para  su  defensa,  y  gran  numero  de  artífices  de  toda  clase, 
para  los  trabajos  de  qué  podria  necesitar  el  egercito.  Los  dominios 
de  aquel  estado  confinaban  con  los  de  Tlascala,  y  de  este  modo  esta- 
ban seguAs  las  comunicaciones  con  la  república ;  la  proximidad  del 
lago  era  de  suma  importancia  para  la  conducción  de  los  bergantines,  y 
la  ventajosa  situación  de  la  ciudad  proporcionaba  a  los  Españoles  la 
noticia  de  todos  los  movimientos  de  sus  enemigos,  sin  esponerlos  a  sus 
hostilidades. 

Espedicion  contra  Iztapalapan. 
Después  de  haber  arreglado  los  negocios  de  Tezcuco,  resolvió 
Cortés  atacar  la  ciudad  de  Iztapalapan,  para  vengar  en  ella,  y  en  sus 
ciudadanos,  las  ofensas  que  habia  recibido  de  su  señor  Cuitlahuatzin, 
a  quien  atribuia  la  causa  de  las  desgracias  de  la  noche  memorable  de 
la  retirada.  Dejó  en  Tezcuco  una  guarnición  de  mas  de  trescientos 
Españoles,  y  muchos  aliados,  al  mando  de  Sandoval,  y  el  marchó 
con  mas  de  doscientos  de  los  suyos,  mas  de  tres  mil  Tlascaleses,  y 
muchos  nobles  de  Tezcuco.     Antes  de  llegar  a  Iztapalapan,  salieron 


136  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

al  encuentro  algunas  tropas,  y  fingiendo  oponerse  a  su  entrada,  y 
peleando  parte  en  tierra,  y  parte  en  agua,  se  iban  retirando  acia  el 
pueblo,  como  si  no  pudieran  resistir  a  los  invasores.  Empeñados 
Españoles,  y  Tlascaleses  en  alcanzarlos,  entraron  en  la  ciudad,  cuyas 
calles  hallaron  en  gran  parte  desiertas,  pues  los  ciudadanos  se  habian 
retirado  con  sus  mugeres,  e  hijos,  y  la  mayor  parte  de  sus  bienes,  a 
unas  casas  que  tenian  en  las  islas  del  lago :  pero  aun  alli  fueron  per- 
seguidos por  los  enemigos,  que  peleaban  igualmente  por  agua,  y 
tierra.  Era  ya  mui  entrada  la  noche,  cuando  los  Españoles,  alegres 
por  la  victoria  que  creian  haber  conseguido,  se  ocupaban  en  saquear  las 
casas,  y  los  Tlascaleses  en  pegarles  fuego,  cuando  en  pocos  instantes 
se  convirtió  sn  jubilo  en  espanto,  pues  a  la  luz  del  incendio  observa- 
ron que  salia  el  agua  de  los  canales,  y  empezaba  a  cundir  en  la  ciu- 
dad. Conocido  el  peligro,  se  dio  el  toque  de  retirada,  y  se  abandonó 
precipitadamente  el  pueblo,  tomando  el  camino  de  Tezcuco :  mas  a 
pesar  de  la  diligencia  de  las  tropas,  llegaron  a  un  punto  donde  se 
habian  acumulado  de  tal  modo  las  aguas,  que  los  Españoles  pasaron 
con  gran  trabajo,  y  de  los  Tlascaleses  se  ahogaron  algunos,  y  se  per- 
dio  la  mayor  parte  del  botin.  No  hubiera  quedado  uno  solo  vivo,  si 
se  hubieran  detenido  tres  horas  en  la  ciudad,  como  el  mismo  Cortés 
asegura,  porque  los  ciudadanos,  queriendo  deshacerse  de  aquel  modo 
de  sus  enemigos,  rompieron  los  diques  del  lago,  y  anegaron  la  ciudad. 
Al  dia  siguiente  continuaron  su  marcha  por  las  orillas  del  lago,  con- 
tinuamente perseguidos  e  insultados  por  los  enemigos.  Esta  espedi- 
cion  disgustó  mucho  a  los  Españoles,  pero  aunque  perdieron  los  des- 
pojos, y  muchos  fueron  heridos,  solo  murieron  dos  de  ellos,<  y  un  ca- 
ballo. La  perdida  de  los  Iztapalapaneses  fue  mucho  mas  considera- 
ble, pues  ademas  del  menoscabo  que  sus  casas  sufrieron,  quedaron, 
según  Cortés,  mas  de  seis  mil  muertos. 

Confederación  de  Otompan,  y  de  otras  ciudades  con  los  Españoles. 
La  pesadumbre  que  produjo  a  Cortés  aquel  suceso,  fue  mui  en 
breve  compensada  por  la  satisfacción  de  recibir  la  sumisión,  que  le 
enviaron  por  medio  de  sus  embajadores,  las  ciudades  de  Mizquic, 
Otompan,  y  otras  de  aquellos  contornos,  alegando,  para  obtener  su 
gracia,  que  habiéndolos  exitado  los  Megicanos  a  tomar  las  armas  en 
su  favor,  ellos  no  habian  querido  jamas  ceder  a  sus  deseos.  Cortés, 
cuya  autoridad  se  estendia  tan  rápidamente  como  se  aumentaba  su 
partido,  les  exigió,  como  condición  necesaria  para  conseguir  su 
alianza,  que  se  apoderasen  de  cuantos  mensageros  les  fuesen  enviados 


CONFEDERACIÓN    DE    OTOMPAN.  137 

de  Megico,  y  de  cuantos  Megicanos  llegasen  a  su  ciudad.  Ellos  lo  pro- 
metieron asi,  aunque  no  sin  grandes  dificultades,  y  desde  entonces 
fueron  constantemente  aliados  fieles  de  los  Españoles. 

A  esta  confederación  siguió  mui  en  breve  la  de  Chalco,  ciudad,  y 
estado  considerable  de  la  orilla  oriental  del  lago  dulce :  pues  sabiendo 
Cortés  que  sus  habitantes  deseaban  unirse  a  su  partido,  pero  no  osa- 
ban declararse,  por  miedo  de  las  guarniciones  Megicanas  que  estaban 
en  sus  plazas,  les  envió  a  Sandoval  con  veinte  caballos,  doscientos 
peones  Españoles,  y  un  buen  numero  de  aliados,  dándole  orden  de 
acompañar  a  unos  Tlascaleses  que  deseaban  llevar  a  su  patria  la 
parte  que  hablan  salvado]  del  botin  de  Iztapalapan,  y  volver  sobre 
Chalco  para  arrojar  a  los  Megicanos.  Dio  Sandoval  la  vanguardia  a 
los  Tlascaleses:  algunas  tropas  enemigas  que  se  hablan  puesto  en 
acecho,  los  atacaron  de  improviso,  los  desordenaron,  les  mataron  mu- 
cha gente,  y  les  quitaron  el  botin,  pero  sobrevinieron  los  Españoles,  y 
vengaron  aquel  triunfo,  derrotando  a  los  Megicanos,  y  quitándoles  los 
despojos.  Los  Tlascaleses  continuaron  sin  peligro  su  viage,  y  Sando- 
val marchó  a  Chalco,  pero  antes  de  llegar  a  la  ciudad,  salió  al  en- 
cuentro la  guarnición  Megicana,  compuesta,  según  algunos  autores,  de 
doce  mil  combatientes.  Se  dio  la  batalla,  que  duró  dos  horas,  y  ter- 
minó con  la  muerte  de  muchos  enemigos,  y  con  la  fuga  de  los  otros. 
Los  Chalqueses,  noticiosos  de  la  victoria,  salieron  con  gran  jubilo  a 
recibir  a  los  Españoles,  y  los  acompañaron  triunfantes  a  la  ciudad*. 
El  señor  de  aquel  estado,  que  habia  muerto  de  viruelas  pocos  dias 
antes,  habia  recomendado  eficazmente,  en  los  últimos  momentos  de  su 
vida,  a  los  dos  hijos  que  dejaba,  que  se  confederasen  con  los  Espa- 
ñoles, que  cultivasen  su  amistad,  y  que  tubiesen  a  Cortés  por  padre. 
Por  respeto  a  su  ultima  voluntad,  pasaron  aquellos  dos  jóvenes  a 
Tezcuco,  acompañados  del  egercito  Español,  y  de  muchos  nobles 
Chalqueses ;  presentaron  a  Cortés  una  suma  considerable  de  oro,  y 
establecieron  la  alianza,  en  que  se  mantubieron  constantemente  fieles. 
La  causa  de  rebelarse  tan  fácilmente  aquellos  pueblos  contra  el  impe- 
rio, era  en  unos  el  miedo  de  las  armas  Españolas,  y  del  poder  de  sus 
aliados,  y  en  otros  el  odio  de  la  dominación  Megicana.     No  es  posible 

*  Solis  en  la  relación  de  este  suceso  incurre  en  dos  errores  g^eograficos.  1. 
Supone  que  Chalco  estaba  contigua  a  Otompan,  no  sabiendo  que  entre  ellas  esta- 
ban la  corte  de  Tezcuco,  y  otras  ciudades  importantes  de  Acolhuacan.  2.  Dice 
que  los  estados  d^  Chalco,  y  de  Tlascala  eran  confinantes,  cuando  habia  entre 
ellos  un  bosque  vastísimo,  y  una  parte  de  los  dominios  de  Huejotzinco,  y  por 
otro  lado  mediaban  los  distritos  mas  poblados  de  Acolhuacan. 


138  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

que  sea  constante  la  fidelidad  de  los  pueblos,  cuando  en  la  subordina- 
ción influye  mas  el  terror  que  la  beneficencia,  ni  hai  trono  mas  vaci- 
lante que  el  que  se  sostiene  mas  bien  en  la  fuerza  de  las  armas,  que 
en  el  amor  de  los  pueblos.  Cortés,  después  de  haber  obsequiado  a 
los  dos  principes,  dividió  entre  ellos  el  estado,  o  por  que  asi  lo  pidie- 
ron ellos  mismos,  o  por  que  le  sugirieron  este  plan  los  nobles. 
Dio  al  mayor  la  investidura  de  la  ciudad  principal,  con  otros 
pueblos,  y  al  menor,  la  de  Tlalmanalco,  Chimalhuacan,  Ajotzinco, 
y  otros. 

No  cesaban  entretanto  los  Megicanos  de  hacer  correrías  en  los 
estados  que  se  hablan  unido  con  los  Españoles,  pero  la  diligencia  de 
Cortés  en  enviar  socorros  a  donde  eran  necesarios,  inutilizaba  com- 
pletamente sus  esfuerzos.  Entre  otros,  vinieron  los  Chalqueses  a 
Tezcuco,  a  pedir  socorro  a  los  Españoles,  pues  hablan  sabido  que  los 
Megicanos  se  apercibían  a  darles  un  golpe  en  castigo  de  su  rebelión. 
No  pudo  condecender  el  general  Español  con  sus  deseos,  pues  ha- 
biéndose concluido  el  corte  de  la  madera  que  debia  servir  en  los  ber- 
gantines, necesitaba  de  toda  su  gente  para  transportarla  con  seguridad 
de  Tlascala  a  Tezcuco,  pero  les  aconsejó  que  íe  confederasen  con  los 
Huejotzinques,  con  los  Choluleses,  y  con  los  Quauhquecholeses. 
Ellos  reusaron  este  partido,  por  la  enemistad  que  siempre  hablan  te- 
nido con  aquellos  pueblos,  pero  al  fin  lo  aceptaron,  movidos  por  las 
instancias  de  Cortés,  y  obligados  por  la  necesidad.  Apenas  se  hablan 
despedido  los  Chalqueses,  cuando  llegaron  oportunamente  a  Tezcuco 
tres  mensageros  de  Huejotzinco,  y  de  Quauhquecholan,  enviados  por 
aquellos  señores  a  Cortés,  para  darle  parte  de  su  inquietud  de  resultas 
de  unas  humaradas,  que  sus  centinelas  hablan  descubierto,  desde  las 
cimas  de  los  moutes,  y  que  eran  indicios  manifiestos  de  próximas  hos- 
tilidades :  al  mismo  tiempo  le  ofrecían  sus  tropas,  que  estaban  aperci- 
bidas a  ponerse  bajo  sus  ordenes  cuando  necesitase  de  ellas.  Apro- 
vechóse Cortés  de  tan  favorable  ocasión  para  confederar  aquellos  es- 
tados con  el  de  Chalco,  obligándolos  a  renunciar,  por  el  bien  común, 
a  sus  particulares  resentimientos.  Fue  tan  solida  aquella  alianza,  que 
desde  entonces  se  ayudaron  mutuamente  sus  miembros  contra  los 
Megicanos. 

Transporte  de  los  materiales  de  los  Bergantines. 
Siendo  ya  tiempo  de  llevar  a  Tezcuco  el  maderage,  las  velas,  la 
jarcia,  y  la  clavazón  de  los  bergantines,  dio  Cortés  esta  comisión  a 
Sandoval,  con  doscientos  infantes  Españoles,  y  quince  caballos,  en- 


CONSTRUCCIÓN    DK    LOS    BERGANTINES.  139 

cargándole  que  fuese  antes  a  Zoltepec  a  castigar  rigorosamente  a  sus 
habitantes,  por  la  muerte  de  los  cuarenta,  y  cinco  soldados  Españoles, 
y  trescientos  Tlascaleses,  de  que  ya  he  hablado.  Los  Zoltepeques, 
cuando  vieron  acercarse  la  borrasca,  abandonaron  sus  casas,  para 
salvar  la  vida  con  la  fuga,  pero,  habiéndolos  alcanzado  los  Españoles, 
muchos  de  ellos  fueron  pasados  a  cuchillo,  y  otros  hechos  esclavos. 
De  allí  marchó  Sandoval  a  Tlascala,  donde  halló  todo  dispuesto  para 
la  conducción  de  los  materiales.  El  primer  bergantín  fue  construido 
por  Martin  López,  soldado  Español,  que  hacia  de  ingeniero  en  el 
egercito  de  Cortés,  y  se  echó  al  agua,  para  prueba,  en  el  rio  de  Za- 
huapan.  Por  aquel  modelo  hicieron  los  Tlascaleses  los  otros  doce. 
Hizose  la  conducción  con  el  mayor  aparato,  y  jubilo  de  los  Tlas- 
caleses, pareciendole  ligera  aquella  carga  que  debia  contribuir  a  la 
ruina  de  sus  enemigos.  Ocho  mil  Tlascaleses  llevaban  a  hombro  la 
madera,  las  velas,  y  todos  los  demás  obgetos  necesarios  a  la  construc- 
ción ;  dos  mil  llevaban  los  víveres,  y  treinta  mil  marchaban  armados 
para  la  defensa  del  convoi,  mandados  por  tres  caudillos  principales, 
que  eran  Chichimecatl,  o  sea  Chichimeca  Teuctli*,  Ajotecatl,  y  Teo- 
tepil,  o  Teotlipil.  Este  acompañamiento  ocupaba,  según  Berna! 
Diaz,  una  estension  de  mas  de  seis  millas.  Cuando  salieron  de  Tlas- 
cala mandaba  la  vanguardia  Chichimecatl ;  mas  al  poner  el  pie  fuera 
de  los  confines  de  la  república,  Sandoval  lo  puso  a  retaguardia,  por- 
que temia  alguna  sorpresa  de  los  enemigos.  Esta  disposición  oca- 
sionó un  grave  disgusto  a  los  Tlascaleses,  pues  se  jactaban  de  va- 
lientes, y  dician  que  en  todas  las  acciones  en  que  hasta  entonces  se 
habian  hallado,  hablan  ocupado,  a  egemplo  de  sus  mayores,  el  puesto 
mas  peligroso,  de  modo  que  Sandoval  tubo  que  emplear  razones  y 
ruegos  para  contentarlos.  Cortés,  vestído  de  brillantes  galas,  y  acom- 
pañado de  todos  sus  oficiales,  salió  a  recibir  el  convoi,  y  abrazó,  y  dio 
gracias  a  los  señores  Tlascaleses  por  sus  buenos  oficios.  Su  entrada 
en  Tezcuco,  que  se  hizo  con  el  mejor  orden,  duró  tres  horas.     Las 

*  Este  Chichimecatl,  que  hace  tanto  papel  ea  nuestra  historia,  no  parece  que 
fuese  el  padre,  que  ya  era  mui  viejo,  sino  el  hijo,  que  tenia  el  mismo  nombre,  y 
que  en  la  guerra  de  Españoles,  y  Tlascaleses  tubo  el  grave  disgusto  de  que  he 
hablado.  Ajotecatl  es  llamado  asi  por  Torquemada  en  la  historia,  pero  en  el 
Índice  lo  llama  Ajutecatl.  Al  otro  gefe  da  en  la  historia  el  nombre  de  Teotepil, 
y  en  el  Índice  el  de  Teotlypil.  Yo  sospecho  que  aquel  noble  Tlascalés  fuese 
Ajotecatl,  padre  inhumano,  que  en  odio  de  la  fe  Cristiana  mató  después  a  dos 
hijos  suyos.     Cortés  llama  a  estos  gefes  Tutecatl,  y  Tmpitl. 


140  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

tropas  de  una  y  otra  nación  gritaban  Castilla,  Castilla,  Tlascala, 
Tlascala,  en  medio  del  estrepito  de  la  música  militar. 

Espediciones  contra  las  ciudades  de  Jaltocan  y  Tlacopan. 

Apenas  llegó  Chichimecatl,  cuando,  sin  descansar  del  viage,  rogó 
a  Cortés  que  lo  emplease  a  él,  y  a  su  tropa  en  alguna  espedicion 
contra  los  enemigos.  Corles,  que  solo  aguardaba  la  llegada  de  las 
tropas  ausiliares  de  Tlascala  para  egecutar  un  designio  que  desde 
largo  tiempo  meditaba,  dejando  en  Tezcuco  una  buena  guarnición,  y 
dadas  las  ordenes  oportunas  acerca  de  la  obra  de  los  bergantines, 
se  puso  en  marcha,  al  principio  de  la  primavera  de  1521  con  veinte  y 
cinco  caballos,  seis  pequeños  cañones,  trescientos  cincuenta  infantes 
Españoles,  treinta  mil  Tlascaleses,  y  una  parte  de  la  nobleza  Tezcu- ' 
cana ;  y  porque  temia  que  los  Tezcucanos,  de  quienes  no  se  fiaba, 
diesen  aviso  secreto  a  los  enemigos,  y  trastornasen  sus  proyectos,  salió 
de  aquella  ciudad  sin  descubrir  a  nadie  el  termino  de  su  viage. 
Caminó  el  egercito  doce  millas  acia  el  Norte,  y  pasó  la  primera  noche 
a  descubierto.  El  dia  siguiente  se  dirigió  a  Jalcocan,  ciudad  fuerte 
situada  en  medio  de  un  pequeño  lago,  con  una  calzada  que  a  ella 
conduela,  y  que,  como  la  de  Megico  estaba  cortada  con  fosos.  La 
infanteria  Española,  sostenida  por  un  buen  numero  de  aliados,  los 
pasó  entre  una  densa  lluvia  de  dardos,  y  flechas,  que  hirieron  a 
muchos ;  mas  no  pudiendo  los  habitantes  sufrir  los  estragos  que  en 
ellos  hacian  las  armas  Españolas,  abandonaron  la  ciudad,  y  huyeron. 
Los  vencedores  saquearon  las  casas  y  quemaron  algunas.  ^ 

Terminada  esta  epedicion,  se  encaminó  el  egercito  a  Quauhtitlan, 
grande  y  hermosa  ciudad,  como  Cortés  la  llama  con  razón ;  pero  la 
hallaron  despoblada :  pues  los  habitantes,  amedrentados  con  lo  que 
hablan  oido  de  Jaltocan,  procuraron  ponerse  en  seguro. 

De  alli  pasaron  a  Tenayocan,  y  a  Azcapozalco,  donde  no  hicieron 
daño  por  no  haber  hallado  resistencia.  Finalmente  llegaron  a  la 
corte  de  Tlacopan,  termino  que  se  habia  propuesto  Cortés,  con  el 
obgeto  de  negociar  algún  convenio  con  Megico,  y  si  no  lo  lograba, 
para  proporcionarse  algunas  noticias  sobre  los  designios  que  alli  se 
trazaban.  Los  habitantes  se  manifestaron  dispuestos  a  oponerse  a  los 
invasores.  Atacaron  en  efecto  con  su  acostumbrado  Ímpetu  a  los 
Españoles,  y  pelearon  valerosamente  largo  rato :  mas  al  fin  no  pu- 
diendo resistir  los  estragos  de  las  armas  de  fuego,  ni  el  impulso  de  los 
caballos,  se  retiraron  a  la  ciudad.     Los  Españoles,  por  ser  ya  entrada 


ESPEDICION    CONTRA    JALTOCAN.  141 

la  noche,  se  alojaron  en  una  gran  casa  de  los  arrabales.  Al  dia 
siguiente,  los  Tlascaleses  pegaron  fuego  a  una  parte  de  la  población, 
y  en  los  seis  dias  que  permanecieron  alli  los  Españoles,  tubieron  con- 
tinuos encuentros,  y  hubo  algunos  duelos  famosos  entre  Tlascaleses, 
y  Tlacopaneses.  Unos  y  otros  combatieron  con  estraordinario  valor 
y  desfogaron  en  oprobrios  el  odio  que  mutuamente  se  profesaban. 
Los  Tlacopaneses  llamaban  a  los  Tlascaleses  damas  de  los  Españoles, 
sin  cuya  protección  nunca  se  hubieran  atrevido  a  llegar  hasta  los 
muros  de  aquella  ciudad.  Los  Tlascaleses  respondían  que  a  los 
Megicanos,  y  a  todos  sus  partidarios  se  debia  mas  bien  el  titulo  de 
mugeres,  pues  siendo  tan  superiores  en  numero  a  ellos  no  habia 
podido  dominarlos  en  ningún  tiempo.  También  prodigaron  los  ene- 
migos insultos  y  denuestos  a  los  Españoles,  convidándolos  por  burla 
a  entrar  en  Megico,  para  mandar  alli  como  señores,  y  gozar  de  todos 
los  placeres  de  la  vida.  "  ¿Te  parece.  Cristiano,  decian  a  Cortés  que 
irán  ahora  las  cosas  como  antes  ?  ¿  Piensas  que  reina  en  Megico  un 
Moteuczoma  sacrificado  a  tus  caprichos  ?  Entra  en  la  corte,  y  seras 
en  breve  inmolado  con  todos  los  tuyos  a  los  dioses."  En  las  acciones 
que  sostubieron  aquellos  dias  los  Españoles,  entraron  en  aquel  fatal 
camino,  y  se  acercaron  a  los  memorables  fosos  en  que  hablan  sufrido 
tan  sangrienta  derrota.  Hallaron  en  ellos  una  terrible  resistencia,  y 
todos  estubieron  próximos  a  perecer,  porque  empeñados  en  perseguir 
a  unas  tropas  Megicanas,  que  hablan  salido  a  insultarlos  para  atraerlos 
al  peligro,  se  hallaron  de  pronto  atacados,  de  una  y  otra  parte  del 
camino,  por  tan  gran  numero  de  contrarios,  que  no  pudieron  retirarse 
sin  suma  dil&cultad,  combatiendo  furiosamente  hasta  llegar  a  tierra 
firme.  En  este  conflicto,  tubieron  cinco  Españoles  muertos,  y  muchos 
heridos.  Cortés,  disgustado  del  mal  éxito  de  su  espedicion,  volvió, 
con  su  egercito  por  el  mismo  camino  a  Tezcuco,  recibiendo  en  la 
marcha  nuevos  insultos  de  los  enemigos,  que  atribulan  su  retirada  a 
cobardía,  y  desaliento*.  Los  Tlascaleses,  que  acompañaron  a  los 
*  Solis,  queriendo  desmentir  a  Bernal  Diaz,  dice :  "  por  mas  que  diga  nuestro 
historiador  de  esta  espedicion,  fue  tan  importante  al  fin  principal,  que  apenas 
regresado  Cortés  a  Tezcuco,  vinieron  suplicantes  a  prestarle  obediencia  los 
caciques  de  Tucapan,  Mascalzingo,  y  Auhtlan  (asi  llama  a  Tuzapan,  Mejcaltzinco, 
y  Nauhtlan)  y  otros  pueblos  de  la  orilla  septentrional :  lo  que  da  a  conocer  que 
los  Españoles  volvieron  con  reputación,  &c."  Pero,  dejando  aparte  la  espresion 
ambigua  orilla  septentrional,  que  algunos  lectores  aplicarán  quizas  a  la  orilla  del 
lago,  debiendo  entenderse  de  la  del  m£|,r,  y  el  error  que  comete  en  decir  que 
vinieron  los  señores  de  aquellos  estados,  cuando  consta  por  el  mismo  Cortés  que 
«nviaron  sus  embajadores,  lo  cierto  es  que  no  pudieron  decidirse  a  enviar  esta 


142  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

Españoles,  habiendo  tomado  muchos  y  ricos  despojos,  pidieron  per- 
miso a  Cortés  de  llevarlos  a  su  país,  y  él  lo  concedió  sin  dificultad  *. 

Espediciones  de  Sandoval  contra  Huajtepec  y  Jacapichtla. 

Sandoval,  que  durante  la  ausencia  de  Cortes,  habia  quedado  man- 
dando en  Tezcuco,  salió  de  alli,  dos  días  después  de  la  llegada  de 
aquel  general,  con  veinte  caballos,  trescientos  infantes  Españoles,  y 
un  gran  numero  de  aliados,  para  socorrer  a  los  Chalqueses,  que  temían 
un  gran  ataque  de  los  Megicanos  :  pero  habiendo  hallado  en  Chalco 
muchas  tropas  de  Huejotzinco,  y  de  Quauhquecholan,  que  hablan  ido 
alli  con  el  mismo  objeto,  y  sabiendo  que  el  mayor  peligro  estaba  en  la 
guarnición  Megicana  de  Huajtepec,  se  dirigió  a  este  pueblo,  situado 
en  los  montes,  a  quince  millas  a  Mediodía  de  Chalco.  En  su  marcha 
fue  atacado  por  dos  gruesos  cuerpos  enemigos,  pero  los  derrotó  sin 
gran  esfuerzo,  lo  que  se  debió  en  gran  parte  al  inmenso  numero  de 
aliados  que  llevaba  consigo.  Entraron  los  Españoles  en  Huajtepec, 
y  se  alojaron  en  unas  casas  grandes,  para  descansar,  y  curar  los 
heridos :  pero  inmediatamente  fueron  atacados  de  nuevo  por  los 
Megicanos,  a  quienes  rechazaron,  y  persiguieitju  por  mas  de  tres 
millas,  dejándolos  de  un  todo  derrotados.  Volvieron  al  pueblo,  y 
descansaron  dos  dias.  Era  entonces  Huajtepec  ciudad  célebre,  no 
menos  por  sus  exelentes  manufacturas  de  algodón,  que  por  su  hermoso 
jardin,  de  que  ya  he  hablado. 

Sandoval  envió  desde  alli  mensageros  a  ofrecer  la  paz  a  los  habi- 
tantes de  Jacapichtla,  lugar  fortisimo,  a  seis  millas  de  distancia  de 
Huajtepec,  situado  en  la  cima  de  un  monte  casi  inaccesible  a  la 
caballeria,  y  defendido  por  una  numerosa  guarnición  Megicana ;  pero 
habiendo  sido  rechazadas  sus  proposiciones,  marchó  acia  aquella 
ciudad,  con  intención  de  dar  un  golpe  que  castigase  su  orgullo,    y 

embajada  de  resultas  de  lo  ocurrido  en  Tlacopan,  porque  los  embajadores 
llegaron  a  Tezcuco  cuatro  dias  después  de  la  espedicion,  y  sus  ciudades  distaban 
de  aquella  corte  mas  de  200  millas. 

*  Herrera,  y  Torquemada  dicen  que  Cortés  mandó  despojar  violentamente  a 
los  Tlascaleses  de  los  adornos  de  oro  con  que  se  adornaron  después  de  la  espe- 
dicion de  Tlacopan,  y  que  ellos  se  resintieron  tanto  de  este  agravio,  que  en  dos 
dias  desertaron  mas  de  veinte  mil.  Si  esto  fuera  cierto.  Cortés  hubiera  sido  el 
mas  insensato  de  los  hombres,  y  la  misma  avaricia  que  hizo  perecer  tantos 
Españoles  en  su  retirada  de  Megico,  hubiera  frustrado  la  gran  empresa  de  la 
conquista :  mas  la  noticia  de  aquellos  historiadores  está  en  contradicción  con  lo 
que  refieren  Cortés,  Bernal  Díaz,  y  Gomara,  que  cuentan  el  hecho  como  se  halla 
en  el  testo  de  mi  historia. 


KSPEDICIONES    DK    SANDOVAL.  143 

libertase  para  siempre  a  los  Chalqueses,  del  mal  que  por  aquella  parte 
podian  temer.  Los  Tlascaleses,  y  los  otros  aliados  se  amedrentaron  a 
vista  de  tanto  peligro :  pero  Sandoval,  animado  por  el  heroico  valor 
que  lucia  en  todas  sus  acciones,  se  resolvió  a  vencer  o  morir.  Empezó 
a  subir  con  su  infanteria,  superando  al  mismo  tiempo  la  aspereza  del 
monte,  y  el  gran  numero  de  enemigos  que  lo  defendían,  con  flechas, 
dardos,  guijarros,  y  aun  con  piedras  desmesuradas,  las  cuales,  aunque 
se  rompían  al  chocar  con  las  rocas  interpuestas,  herían  con  sus  frag- 
mentos a  los  Españoles :  pero  nada  fue  capaz  de  contener  su  ímpetu. 
Entraron  en  la  ciudad  bañados  de  sangre,  y  de  sudor,  y  seguidos  por 
sus  aliados.  El  cansancio,  y  las  heridas  inflamaron  de  tal  modo  su 
colera,  y  con  tanta  furia  se  avalanzaron  a  sus  enemigos,  que  muchos 
de  ellos,  huyendo  de  las  espadas,  se  precipitaron  por  los  tajos  del 
monte.  Tanta  fue  la  sangre  derramada,  que  tifió  un  arroyo  que  por 
alli  corría,  en  términos  que  en  mas  de  una  hora  no  pudieron  hacer 
uso  los  vencedores  de  sus  aguas,  para  apagar  la  gran  sed  que  los 
aquejaba*.  "  Fue  esta,  dice  Cortés,  una  de  las  mas  señaladas 
victorias,  en  la  cual  los  Españoles  dieron  las  mayores  pruebas  de  su 
valor,  y  de  su  constancia."  La  jornada  costó  la  vida  a  Gonzalo 
Domínguez,  uno  de  los  mas  valientes  soldados  de  Cortés,  cuya 
perdida  fue  mui  sensible  a  todo  el  egercito. 

Irritados  los  Megicanos  con  la  derrota  de  Jacapichtla,  armaron  pron- 
tamente veinte  mil  hombres,  y  los  enviaron  en  dos  mil  barcas  contra 
Chalco.  Los  Chalqueses  imploraron,  como  otras  veces,  el  socorro  de 
los  Españoles,  y  sus  mensageros  llegaron  cuando  volvía  de  Jacapichtla 
Sandoval  con  sus  tropas,  cansado,  mal  parado,  y  herido.  Cortés,  atri- 
buyendo, con  demasiada  ligereza,  las  repetidas  hostilidades  de  los  Me- 
gicanos contra  Chalco,  a  descuido  de  aquel  inapreciable  caudillo,  sin 
querer  informarse  de  su  conducta,  ni  oírlo,  ni  permitirle  un  momento 
de  reposo,  lo  mandó  ponerse  en  marcha,  con  los  soldados  mas  capaces 

*  Bemal  Diaz  se  burla  de  Gomara  por  esta  narración  de  las  aguas  teñidas  de 
sangre,  y  añade  que  no  necesitaban  beber  de  aquella,  habiendo  alli  muchos 
manantiales :  pero  si  estas  se  hallaban  en  el  campo  de  batalla  es  probable  que 
también  quedasen  teñidas  de  sangre,  y  si  distaban  de  aquel  punto,  no  estaban  los 
Españoles  en  estado  de  ir  a  buscarlas.  Bernal  Diaz  no  se  halló  en  aquella  espe- 
dicion,  y  yo  doi  mas  crédito  a  la  relación  de  Cortés.  "  Fue  tan  grande,  dice,  la 
matanza  que  nuestros  Españoles  hicieron  en  los  enemigos,  y  tales  los  estragos 
que  estos  se  hicieron  entre  sí,  que  todos  los  presentes  afirman  que  un  arroyo  que 
circundaba  casi  todo  aquel  sitio  quedó  teñido  de  sangre  por  mas  de  una  hora,  de 
modo  que  no  pudieron  beber  de  sus  aguas." 


144  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

de  seguirlo,  para  sostener  aquellos  aliados.  Mucho  sintió  Sandoval 
esta  ofensa  que  el  general  le  hacia,  cuando  esperaba  recibir  de  él  los 
elogios  a  que  era  acreedor ;  pero  fue  tanta  su  prudencia  en  disimular  su 
pesar  y  tan  pronta  su  obediencia,  cuanto  habia  sido  su  arrojo  en  la 
espedicion  ultima.  Partió  sin  tardanza  a  Chalco,  y  cuando  llegó,  ya 
estaba  concluida  la  batalla,  de  la  que  salieron  victoriosos  los  Chalque- 
ses,  con  los  ausilios  de  sus  nuevos  aliados  los  Huejotzinques,  y  los 
Quauhquecholeses,  y  si  bien  tubieron  una  perdida  considerable,  en 
cambio  mataron  muchos  enemigos,  y  cogieron  cuarenta  prisioneros, 
entre  ellos  un  general,  y  dos  personages  de  la  primera  nobleza,  los 
cuales  fueron  entregados  por  los  Chalqueses  a  Sandoval,  y  por  este  a 
Cortés.  Este  conoció  su  error,  y  bien  informado  de  la  irreprensible 
conducta  de  Sandoval,  procuró  aplacar  su  justo  resentimiento,  con  sin- 
gulares demostraciones  de  estimación  y  honor. 

Negociación  infructuosa  de  Cortés  con  los  Megicanos.         -^  . 

Queriendo  enfin  hacer  algún  convenio  con  los  Megicanos,  tanto  paía 
evitar  las  fatigas,  y  los  males  de  la  guerra,  como  para  apoderarse  de  su 
hermosa  ciudad  sin  arruinarla,  resolvió  enviar  Ü  ella  aquellos  dos  per- 
sonages prisioneros,  con  una  carta  al  rei  Quauhtemotzin,  la  cual,  aun- 
que no  podia  ser  entendida  en  aquella  corte,  servia  de  credenciales,  y 
de  señal  autentica  de  la  embajada.  Espuso  su  contenido  a  los  mensa- 
geros,  y  les  encargó  manifestasen  a  su  soberano,  que  él  no  aspiraba  a 
otro  obgeto,  si  no  a  que  el  rei  de  España  fuese  reconocido  señor  de 
aquella  tierra,  ya  que  asi  lo  habia  resuelto  la  nobleza  en  la  respetable 
asamblea  que  se  reunió  en  presencia  de  Moteuczoma ;  que  se  acordase 
del  homenage  que  entonces  tributaron  todos  los  señores  Megicanos  al 
gran  monarca  de  Oriente  ;  que  deseaba  establecer  con  Megico  una  paz 
duradera,  y  una  eterna  alianza;  que  no  habia  emprendido  aquella 
guerra,  si  no  obligado  por  sus  hostilidades;  que  le  pesaba  tener  que 
derramar  tanta  sangre  Megicana,  y  destruir  ciudades  tan  grandes,  y 
hermosas ;  que  ellos  mismos  eran  testigos  del  valor  de  los  Españoles, 
de  la  superioridad  de  sus  armas,  de  la  muchedumbre  de  sus  aliados,  y 
de  la  felicidad  de  sus  empresas  ;  en  fin  que  reflexionase  bien  en  lo  que 
hacia,  y  no  lo  obligase  con  su  ostinacion  a  continuar  una  guerra,  que 
terminaría  con  la  ruina  total  de  la  corte,  y  del  imperio.  '^ 

El  fruto  de  esta  embajada  se  conoció  mui  en  breve  en  los  lamentos 
de  los  Chalqueses,  los  cuales  informados  de  las  grandes  fuerzas  que 
contra  ellos  se  apercibían,  vinieron  a  implorar  el  socorro  de  los  Espa- 


MARCHA    DEL    EGERCITO    ESFAí50L.  145 

ñoles,  presentando  a  Cortés,  pintadas  en  una  tela,  las  ciudades  que  se 
armaban  contra  Chalco,  y  el  camino  que  tomaban  sus  tropas.  Entan- 
to  que  Cortés  disponía  sus  tropas  para  aquella  espedicion,  llegaron  a 
Tezcuco  los  mensageros  de  Tuzapan,  Mecaltzinco,  y  Nauhtlan,  ciu- 
dades de  la  costa  del  seno  Megicano,  situadas  mas  allá,  de  la  colonia 
de  la  Vera  Cruz,  a  prestar  obediencia,  en  nombre  de  sus  señores,  al 
rei  de  España. 

Marcha  del  egercito  Español  por  los  montes  meridionales. 
En  5  de  Abril  salió  Cortés  de  Tezcuco,  con  treinta  caballos,  tres- 
cientos peones  Españoles,  y  veinte  mil  aliados,  dejando  a  Sandoval  el 
mando  de  aquella  plaza,  y  el  cuidado  de  los  bergantines.  Marchó  en 
derechura  a  Tlalmanalco,  y  de  allí  a  Chiraalhuacan  *,  donde  se  engro- 
só su  egercito  con  mas  de  veinte  mil  hombres  f,  que  o  por  vengarse 
de  los  Megicanos,  o  por  el  interés  del  botin,  o,  como  yo  creo,  por  uno, 
y  por  otro,  venian  de  diferentes  puntos,  a  servir  en  aquella  guerra. 
Siguiendo  después,  como  es  de  creerse,  el  camino  representado  por 
los  Chalqueses  en  sus  pinturas,  se  dirigieron  por  los  montes  del  Medio- 
día acia  Huajtepec,  y*vieron  cerca  del  camino  una  elevación  mui  es- 
cabrosa, cuya  cima  estaba  ocupada  por  mugeres,  y  niños,  y  las  faldas, 
por  un  gran  numero  de  guerreros,  que  confiando  en  la  fuerza  natural 
del  sitio,  se  burlaban  con  gritos,  y  silvidos  de  los  Españoles.  Cortés, 
no  pudiendo  sobrellevar  aquella  mofa,  mandó  atacar  por  tres  partes  el 
monte:  pero  apenas  habían  empezado  a  subir  con  gran  trabajo,  entre 
una  tempestad  de  dardos,  y  piedras,  dio  orden  de  que  se  retirasen, 
pues  ademas  de  ver  que  la  empresa  era  temeraria,  y  mas  difícil  que 
útil,  se  dejó  ver  otro  egercito  de  enemigos  que  marchaba  por  aquella 
parte,  con  intento  de  atacar  por  la  espalda  al  egercito  aliado,  cuando 
mas  empeñado  estubiese  en  la  acción.  Cortés  les  salió  al  encuentro 
con  sus  tropas  bien  ordenadas.  La  batalla  duró  poco,  pues  los  enemi- 
gos, reconociéndose  inferiores  en  fuerzas,  abandonaron  prontamente 
el  campo.  Los  Españoles  los  siguieron  por  mas  de  hora,  y  media,  hasta 
derrotarlos  completamente.     La  perdida  de  Ips  Españoles  en  la  bata- 

*  Había,  y  hai  ahora  dos  pueblos  de  aquel  nombre,  el  uno  a  orillas  del  lago  de 
Tezcuco,  al  pripcipio  de  la  península  de  Iztapalapan,  y  llamado  simplemente 
Chtmalhuacan ;  el  otro  en  los  montea  al  mediodía  del  valle,  y  se  llama  Chimalhua- 
!:<an-Chalco.     Se  trata  de  este  ultimo. 

t  Cortes  dice  que  en  Chimalhuacan  se  le  agregaron  40,000  hombres,  y  Bernal 
Diaz  dice  que  eran  mas  de  20,000  :  mas  este  habla  de  los  recien-llegados,  y  aquel 
de  la  suma  total  de  aliados,  inclusos  los  Tlacaleses,  que  sacó  de  Tezcuco,  y  los 
que  se  reunieron  en  Chimalhuacan. 

TOMO  II.  jL 


XWS  HISTORIA    ANTIGUA    ÜE    MEGICO. 

lia  fue  casi  ninguna;  pero  en  la  subida  del  monte,  tubieronocho  muer- 
tos, y  muchos  heridos  *. 

La  sed  que  molestaba  al  egercito,  y  el  aviso  que  tubo  Cortés  de 
otro  monte,  distante  de  aUi  tres  millas,  y  ocupado  también  por  enemi- 
gos, lo  obligaron  a  marchar  acia  aquella  parte.  Observó  en  uno  de 
los  costados  del  monte,  dos  rocas  prominentes,  defendidas  por  muchos 
guerreros,  mas  estos  creyendo  que  los  Españoles  intentaban  la  subida 
por  el  lado  opuesto,  abandonaron  la  posición,  y  corrieron  adonde  les 
parecía  mayor  el  peligro.  Cortés,  diestro  en  aprovecharse  de  todas 
las  coyunturas  que  le  presentaba  la  suerte,  o  la  inadvertencia  de  los 
enemigos,  mandó  a  uno  de  sus  capitanes  que  procurase  ocupar,  con 
un  numero  competente  de  tropas,  aquellos  dos  peñascos,  mientras  él 
entretenía  a  los  Megicanos  por  la  parte  opuesta.  Empezó  pues  a  su- 
bir con  suma  dificultad,  y  cuando  llegó  a  un  punto  tan  alto  como  el 
que  ocupaban  los  enemigos,  vio  enarbolada  la  bandera  Española  en 
una  de  las  prominencias.  Los  enemigos,  se  rindieron,  viéndose  rodea- 
dos por  todas  partes,  y  habiendo  ya  empezado  a  conocer  el  daño  que 
le  hacian  las  armas  de  fuego.  Cortés  los  acogió  con  mucha  benigni- 
dad, pero  exigió  de  ellos,  como  condición  necíiíaria  del  perdón,  que 
indugesen  también  a  rendirse  a  los  que  ocupaban  el  primer  monte :  lo 
que  se  verificó  en  efecto. 

Conquista  de  Quauhnahuac. 
Libre  de  aquellos  estorvos,  se  encaminó  Cortés,  por  Huajtepec, 
Jauhtepec,  y  Giuhtepec  a  la  grande,  y  amena  ciudad  de  Quauh- 
nahuac t,  capital  de  la  nación  Tlahuica,  distante  mas  de  treinta  millas 
de  Megico,  acia  Mediodía.  Era  mui  fuerte  por  su  situación,  pues  de 
UQ.  lado  estaba  rodeada  por  montes  escabrosos,  y  de  otro,  por  un 
barranco,  de  cerca  de  siete  toesas  de  profundidad,  por  el  cual  corria 
un  arroyo.  No  podia  entrar  la  caballería  si  no  es  por  dos  caminos 
que  los  Españoles  ignoraban  entonces,  o  por  los  puentes,  si  no  hubieran 
estado  levantados  cuando  llegaron.  Mientras  buscaban  un  lugar 
oportuno  para  el  asalto,  los   Quauhnahuaqueses  les  tiraban  una  in- 

*  Cortés  en  sus  cartas  no  habla  mas  que  de  dos  Españoles  muertos  en  aquel 
monte;  pero  Bernal  Diaz  cuenta  ocho,  y  da  sus  nombres. 

t  Este  nombre  es  uno  de  los  que  mas  han  alterado  los  Españoles.  Cortés  dice 
Coadnahaced  ;  Bernal -Díaz  Coadalbaca ;  Solis  Quatlabaca.  Ha  prevalecido  el  de 
Cuernabaca,  que  es  el  que  se  conserva,  aunque  los  Indios  usan  el  antiguo  de 
Quauhnahuac.  Este  pueblo  es  uno  de  los  30  que  Carlos  V  dio  a  Cortés,  y  después 
fue  parte  de  los  estados  del  duque  de  Monteleon,  como  marques  del  valle  de 
Oajaca. 


CONQUISTA    DE    JOQUIMILCO.  147 

creíble  cantidad  de  dardos,  flechas,  y  piedras.  Pero  habiendo  obser- 
vado un  animoso  Tlascales,  que  dos  arboles  grandes,  colocados  en  las 
dos  orillas  opuestas  del  barranco,  habían  cruzado  mutuamente  sus 
ramas,  se  sirvió  de  ellas  como  de  un  puente,  y  pasó  a  la  margen 
opuesta,  egemplo  que  fue  mui  en  breve  imitado,  aunque  con  gran 
esfuerzo,  y  peligro,  por  seis  soldados  Españoles,  y  después  por  otros 
muchos,  tanto  Españoles,  como  Tlascaleses  *.  Este  rasgo  de  intre- 
pidez amedrentó  de  tal  modo  a  los  que  por  allí  defendían  la  entrada 
de  la  ciudad,  que  se  retiraron,  y  fueron  a  unirse  con  los  que,  por  la 
parte  opuesta,  resistían  a  las  tropas  mandadas  por  Cortés:  mas 
cuando  estaban  mas  acalorados  en  la  acción,  se  vieron  atacados  de 
pronto,  por  las  que,  siguiendo  los  pasos  del  valiente  Tlascales,  habían 
entrado  por  la  parte  indefensa  de  la  ciudad.  Entonces  se  espantaron, 
y  huyeron  a  los  montes,  de  modo  que  los  aliados  quemaron  sin  oposi- 
ción una  buena  parte  de  la  ciudad.  El  señor  de  ella,  que  había  huido 
con  todos,  temiendo  que  lo  alcanzasen  los  Españoles,  tomó  el  partido 
de  rendirse,  asegurando  que  no  lo  había  hecho  antes,  por  jque  esperaba 
que  la  colera  de  los  Españoles  se  desfogase  en  la  ciudad,  y  satisfecha 
con  aquellas  primeraJ  hostilidades,  se  abstendrían  de  vengarse  en  su 
persona. 

Conquista  de  Joquimilco. 
Después  de  haber  descansado  el  egercito,  partió,  cargado  de  des- 
pojos, acia  el  Norte,  por  un  pinar  donde  sufrió  una  gran  sed,  y  al  día 
siguiente  se  halló  cerca  de  la  ciudad  de  Joquimilco.  Esta  hermosa 
población,  la  mayor,  después  de  la  corte,  de  todas  las  del  valle  Megi- 
cano,  estaba  a  orillas  del  lago  de  Chalco,  y  distaba  poco  mas  de  doce 
millas  de  Megíco.  Su  vecindario  era  mui  numeroso,  muchos  sus 
templos,  magníficos  sus  edificios,  y  singularmente  bellos  sus  jardines 
flotantes  en  el  lago,  de  donde  tomó  el  nombre  de  Jochimilco,  o  Joqui- 
milco, que  significa  jardín,  o  campo  de  flores.  Tenia,  como  la  capital, 
muchos  canales  o  fosos,  y  a  la  sazón,  por  miedo  de  los  Españoles,  se 

*  Solití,  sin  hacer  mención  de  aquel  Tlascales,  atribuye  toda  la  gloria  de  la 
acción  a  Bernal  Díaz,  en  lo  que  contradice  a  Cortés,  y  a  todos  los  historiadores. 
El  mismo  Bernal  Díaz,  que  en  la  narración  de  este  suceso,  se  hace  a  sí  mismo 
cuanto  honor  puede,  se  jacta  de  haber  sido  uno  de  los  que  despreciando  el  peligro 
pasaron  sobre  los  arboles  del  barranco :  pero  no  se  alza  con  la  gloria  de  haber 
sido  el  primero,  ni  de  hal^er  sugerido  la  idea.  Véase  lo  que  dicen  Cortés,  Gomara, 
Herrera,  &c. 

l2 


148  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICÜ. 

habían  construido  algunas  trincheras.  Cuando  vieron  venir  al  egercíto, ' 
alzaron  los  puentes  de  los  canales,  para  que  fuese  mas  difícil  la  entrada. 
Los  Españoles  dividieron  el  egercito  en  tres  cuerpos,  para  atacar  la 
ciudad  por  otros  tantos  puntos  :  pero  en  todos  ellos  hallaron  gran 
resistencia,  y  no  pudieron  ganar  el  primer  foso,  si  no  después  de  un 
terrible  combate  de  mas  de  media  hora,  en  que  fueron  muertos  dos 
Españoles,  y  muchos  heridos :  pero  superados  enfin  estos  ostaculos, 
entraron  en  la  ciudad,  persiguiendo  a  los  que  la  defendían.  Estos  se 
refugiaron  a  los  barcos,  y  desde  ellos  perseveraron  combatiendo  hasta 
morir.  Oíanse  al  mismo  tiempo  entre  ellos  algunas  voces  que  pedían 
la  paz,  pero  conociendo  los  Españoles  que  su  obgeto  era  tan  solo  ganar 
tiempo  para  poner  en  seguro  sus  familias  y  sus  bienes,  y  para  recibir 
el  socorro  de  los  Megicanos  que  aguardaban,  apretaron  mas  el  ataque, 
hasta  que  cesó  la  resistencia,  y  pudieron  entrar  tranquilos  en  el  pueblo 
para  descansar,  y  curar  sus  heridos :  mas  a  penas  empezaban  a 
respirar,  cuando  se  vieron  rodeados  por  un  gran  numero  de  enemigos, 
que  venian  formados  en  orden  de  batalla,  por  el  mismo  camino  que 
habían  seguido  los  Españoles  en  su  entrada.  Estos  se  vieron  redu- 
cidos entonces  al  mayor  estremo,  y  el  mismo  Ctrtés  corrió  gran  peli- 
gro de  caer  en  manos  de  los  contrarios,  pues  habiéndose  echado  al 
suelo  su  caballo,  o  de  cansancio,  como  el  dice,  o  abatido  por  los 
Joquimílqueses,  según  otros  historiadores,  continuó  peleando  a  pie 
con  la  lanza,  mas  el  numero  de  enemigos  era  tan  considerable,  que  no 
hubiera  podido  evitar  su  perdida,  a  no  haber  llegado  oportunamente 
a  su  socorro,  un  valiente  Tlascalés,  y  con  él  dos  criados  del  mismo 
Cortés,  y  algunos  soldados  Españoles*.  Vencidos  finalmente  los 
Joquimílqueses,  tubieron  los  Españoles  tiempo  de  descansar  algún 
tanto  de  las  fatigas  de  la  jornada,  en  la  que  murieron  algunos  de  los 
suyos,  y  casi  todos  fueron  heridos,  incluso  el  mismo  general,  y  los 
principales  capitanes  Alvarado,  y  Olid.  Cuatro  Españoles,  que  cayeron 
prisioneros,  fueron  conducidos  a  la  capital,  y  sin  tardanza  sacrificados, 
y  sus  brazos  y  piernas  enviadas  a  varios  pueblos,  para  exitar  el  valor 
de  los  habitantes.     No  hai  duda  que  en  esta,   y  otras  ocasiones  pudo 

♦  Herrera,  y  Torquemada  dicen  que  el  dia  siguiente  al  del  riesgo  que  habia 
corrido  Cprtés,  habiendo  buscado  al  Tlascalés  que  lo  socorrió,  no  pudo  ser  habido 
vivo,  ni  muerto,  y  por  la  devoción  que  aquel  general  tenia  a  San  Pedro,  se 
persuadió  que  este  santo  Apóstol  era  el  que  lo  habia  salvado.  No  sé  de  donde 
sacaron  aquellos  autores  tan  esíraña  anécdota.  Bernal  Diaz,  Gomara,  y  el  mismo 
Cortés  hablan  de  un  Tlascalés,  sin  hacer  mención  de  su  desaparición,  ni  de  San 
Pedro. 


MARCHA    A    COYOHUACAN.      ■  ■-.  149 

Cortés  fácilmente  morir  a  manos  de  sus  enemigos,  si  no  hubieran 
tenido  estos  la  insensata  presunción  de  cogerlo  vivo  para  sacrificarlo  a 
los  dioses. 

La  nueva  de  la  toma  de  Joquimilco  puso  en  gran  consternación  a 
la  corte  de  Megico.  El  rei  Quauhtemotzin  convocó  algunos  gefes 
militares,  y  les  representó  el  daño,  y  el  peligro  que  ocasionaba  a  la 
capital  la  perdida  de  una  plaza  tan  importante  :  el  servicio  que  harían 
a  los  dioses,  y  a  la  nación  si  podian  recobrarla,  y  el  valor,  y  la  fuerza  de 
que  necesitaban  para  vencer  aquellos  atrevidos,  y  perniciosos  estran- 
geros.  Dio  inmediatamente  la  orden  de  armar  un  egercito  de  doce 
mil  hombres,  para  pelear  por  tierra,  y  otro  numeroso  para  sos- 
tener las  hostilidades  en  el  lago,  y  se  egecutó  con  tanta  prontitud,  que 
apenas  hablan  descansado  los  Españoles  del  dia  anterior,  cuando  las 
centinelas  avisaron  a  Cortés  la  marcha  de  los  enemigos  acia  aquella 
ciudad.  Dividió  el  general  todas  sus  tropas  en  tres  huestes,  y  dio  a 
sus  capitanes  las  ordenes  mas  oportunas  ;  dejó  alguna  tropa  de  guar- 
nición en  los  cuarteles,  y  mandó  que  veinte  caballos  con  quinientos 
Tlascaleses  pasasen  gL  través  los  enemigos,  a  ocupar  una  colina  inme- 
diata, y  alli  aguardasen  sus  ordenes  ulteriores  para  el  ataque.  Los 
comandantes  Megicanos  venian  llenos  de  orgullo,  y  ostentando  las 
espadas  Europeas  que  hablan  cogido  a  los  Españoles  en  la  derrota  del 
1  de  Julio.  La  batalla  se  dio  fuera  de  la  ciudad,  y  cuando  Cortés 
juzgó  conveniente,  dio  orden  a  las  tropas  de  la  colina  que  atacasen  a 
los  Megicanos  por  la  espalda.  Estos,  viéndose  cercados  por  todas 
partes,  se  -desordenaron,  y  abandonaron  el  campo,  dejando  en  él 
quinientos  muertos.  Los  Españoles,  de  vuelta  al  cuartel,  supieron 
que  la  tropa  que  habia  quedado  en  él,  habia  estado  en  gran  peligro, 
por  la  muchedumbre  de  Joquimilqueses  que  la  hablan  atacado. 
Cortés,  después  de  haberse  detenido  alli  tres  dias,  combatiendo  fre- 
cuentemente con  los  enemigos,  mandó  pegar  fuego  a  los  templos,  y  a 
las  casas,  y  reunió  toda  su  gente  en  la  plaza  del  mercado,  que  estaba 
fuera  de  la  ciudad,  para  ordenarla,  y  ponerse  en  marcha.  Los 
Joquimilqueses,  creyendo  que  su  salida  fuese  efecto  de  miedo,  atacaron 
con  grandes  clamores  la  retaguardia,  pero  se  retiraron  vencidos,  y  no 
osaron  presentarse  de  nuevo. 

Marcha  de  los  Españoles  en  torno  de  los  lagos. 
Adelantóse    Cortés   con    su    egercito    hasta   Qoyohuacan,    ciudad 
grande,  situada  en  la  orilla  del  lago,  distante  seis  millas  de  Megico 
acia  Mediodía,  con  intención  de  observar  todos  aquellos  puestos,  para 


160  HISTORIA    ANTIGUA    DK    MEGICO. 

disponer  mas  acertadamente  el  asedio  de  la  capital.  Halló  la  ciudad 
despoblada,  y  al  dia  siguiente  salió  de  ella,  para  reconocer  el  camino 
que  desde  alli  iba  a  unirse  con  el  de  Iztapalapan.  Encontró  una 
trinchera  defendida  por  Megicanos ;  mandó  atacarla,  y  apesar  de  la 
terrible  resistencia  de  los  enemigos,  la  infantería  se  apoderó  de  ella, 
quedando  heridos  diez  Españoles,  y  muertos  muchos  Megicanos. 
Cortés  subió  a  la  trinchera,  y  desde  ella  vio  el  camino  de  Iztapalapan 
cubierto  de  una  muchedumbre  innumerable  de  enemigos,  y  el  lago, 
de  muchos  millares  de  barcas,  y  después  de  haber  observado  lo  que 
convenia  a  sus  designios,  volvió  a  la  ciudad,  cuyos  templos,  y  casas 
mandó  entregar  a  las  llamas. 

De  Coyohuacan  marchó  el  egercito  a  Tlacopan,  molestado  en  el 
camino  por  algunas  tropas  volantes  Megicanas,  que  atacaron  el 
bagage.  En  uno  de  estos  encuentros,  en  que  el  mismo  general  corrió 
gran  peligro,  le  hicieron  prisioneros  dos  de  sus  servidores,  que  fueron 
conducidos  a  Megico,  e  immediatamente  sacrificados.  Llegó  a  Tla- 
copan afligido  por  aquella  desgracia,  y  se  le  aumentó  el  disgusto, 
cuando  desde  el  atrio  del  templo  mayor  de  aquella  ciudad,  contempló 
con  otros  Españoles  el  fatal  camino,  en  que  habia  perdido  algunos 
meses  antes  tantos  amigos,  y  soldados,  considerando  al  mismo  tiempo 
las  grandes  dificultades  que  tenia  que  vencer  antes  de  hacerse  dueño 
de  la  capital.  A-lgnnos  le  sugerían  que  enviase  tropas  por  aquel  ca- 
mino, para  cometer  algunas  hostilidades,  pero  no  queriendo  esponer- 
las a  tanto  peligro,  ni  detenerse  mas  tiempo  en  aquella  ciudad,  volvió 
por  Tenayocan,  Quauhtitlan,  Citlaltepec,  y  Acolucan  a  Tfzcnco,  des- 
pués de  haber  recorrido  en  aquel  viage  las  orillas  de  los  lagos,  y 
observado  cuantos  pormenores  necesitaba  para  el  éxito  de  su  gran 
empresa. 

Conjuración  contra  Cortés. 
En  Tezcuco  siguió  Cortés  activando  todos  los  preparativos  de  su 
marcha.  Estaban  ya  acabados  los  bergantines,  y  un  canal  de  milla 
y  media,  bastante  profundo,  y  con  cortaduras  por  una  y  otra  parte, 
para  recibir  el  agua  del  lago.  También  estaba  hecha  la  maquina  para 
botarlos  *.     Las  tropas  que  Cortés  tenia  a  sus  ordenes  eran  innume- 

*  Gomara  dice  que  en  el  canal  trabajaron  400,000  Tezcucanos,  pues  en  los 
50  dias  que  duró  la  obra,  cada  dia  entraban  8000  operarios  nuevos.  Añade  que 
el  canal  tenia  media  legua  de  largo,  12  pies  de  ancho,  y  donde  menos,  4  brazaa 
de  profundidad  :  mas  yo  creo  que  hai  error  en  la  medida  del  ancho,  y  que  era  de 
"mas  de  12  pies. 


niKPARATlVOíS    UFiL    ASEDIO    DE    MEGICO.  161 

rabies,  y  aun  el  numero  de  Españoles  se  habia  aumentado  considera- 
blemente, con  los  que  poco  antes  habían  venido  de  España,  en  un 
navio  que  habia  aportado  a  la  Vera  Cruz,  cargado  de  caballos,  armas, 
y  municiones  de  guerra.  Todo  prometía  los  resultados  mas  felices, 
cuando  ocurrió  un  suceso  que  puso  toda  la  empresa  en  gran  peligro  de 
frustrarse.  Unos  soldados  Españoles,  partidarios  del  gobernador  de 
Cuba,  exítados  por  el  odio  que  tenían  a  Cortés,  o  por  la  envidia  de  su 
gloria,  o,  lo  que  es  mas  verosímil,  por  el  miedo  de  los  peligros  que 
los  amenazaban  en  el  asedio  de  la  capital,  convinieron  secretamente 
en  quitar  la  vida  al  general,  a  sus  capitaties  Alvarado,  Sandoval,  y 
Tapia,  y  a  todos  aquellos  que  parecían  mas  adictos  al  partido  del 
gefe.  No  solo  estaba  ya  señalado  el  tiempo,  y  el  modo  de  dar  el 
golpe  coo  seguridad,  sino  elegidas  también  las  personas  a  quienes 
debían  darse  los  cargos  de  general,  juez,  y  capitanes:  pero  uno  de 
los  cómplices,  arrepentido  de  su  culpa,  rebeló  oportunamente  a  Cortés, 
todo  el  plan  de  la  conjuración.  Mandó  prender  sin  perdida  de 
tiempo  a  Antonio  de  Villafaña,  cabeza  de  toda  aquella  maquinación, 
cometió  a  un  juez  el  examen  del  reo,  y  habiendo  confesado  este  su 
delito,  fue  ahorcado*  a  una  de  las  ventanas  del  cuartel.  Cortés  no 
quiso  mostrarse  tan  severo  con  los  cómplices,  fingiendo  no  creerlos 
culpables,  y  atribuyendo  a  la  malignidad  de  Villafaña  la  infamia  que 
de  su  confesión  resultaba  contra  ellos :  pero  afin  de  que  en  el  por- 
venir no  estubiese  tan  espuesta  su  persona,  creó  para  su  custodia  una 
guardia  compuesta  de  soldados  fieles,  valerosos,  y  seguros,  que  lo 
acompañaban  de  día,  y  de  noche. 

Últimos  preparativos  del  asedio  de  Megico. 
Evitados  con  el  castigo  del  reo  principal  los  efectos  de  aquella 
perniciosa  trama,  se  aplicó  Cortés  con  mayor  actividad  a  dar  la  ultima 
mano  a  su  grande  empresa.  El  28  de  Abril,  después  de  celebrada  la 
misa  de  Espíritu  Santo,  en  que  comulgaron  todos  los  Españoles,  y 
después  de  haber  dado  un  sacerdote  la  bendición  a  los  bergantines, 
con  las  ceremonias  acostumbradas,  fueron  botados  al  agua,  y  desple- 
gando inmediatamente  las  velas,  empezaron  a  surcar  por  el  lago,  al 
estruendo  de  la  artilleria  y  de  los  mosquetes,  a  que  siguió  el  Te  Deum, 
acompañado  por  la  música  de  los  instrumentos  militares.  Todas  estas 
eran  demostraciones  de  la  confianza  que  tenia  Cortés  en  los  bergan- 
tines, para  la  felicidad  de  su  empresa,  y  en  efecto  quizas  sin  ellos  no 
hubiera  podido  llevarla  a  buen  fin.  Hizo  después  la  reseña  de  su 
egercito,  y  contó  ochenta  y  seis  caballos,  y  mas  de  ochocientos  peones^ 


152  HISTORIA    ANTIGUA    DK    MEGICü. 

Españoles,  tres  grandes  cañones  de  hierro,  quince  menores  de  cobre, 
mil  libras  castellanas  de  pólvora  de  fusil,  y  una  gran  cantidad  de 
balas,  y  de  saetas,  aumentos  que  se  debian  a  los  socorros  venidos 
aquel  año  de  España,  y  de  las  Antillas.  Reanimó  el  valor  de  sus 
tropas  con  un  discurso  semejante  al  que  les  habia  dirigido  en  su 
salida  de  Tlascala.  Envió  mensageros  a  esta  república,  y  a  Cholula,  a 
Huejotzinco,  y  a  otros  ciudades,  dándoles  parte  de  estar  ya  terminada 
la  obra  de  los  bergantines,  y  rogándoles  que  enviasen  dentro  de  diez 
dias  cuantas  tropas  escogidas  pudiesen,  por  ser  ya  llegada  la  ocasión 
de  poner  asedio  a  la  soberbia  ciudad  que  por  tanto  tiempo  los  habia 
esclavizado.  Cinco  dias  antes  de  la  fiesta  de  Pentecostés,  llegó  a 
Tezcuco  el  egercito  Tlascaies,  que  constaba,  según  afirma  el  mismo 
Cortés,  de  mas  de  cincuenta  mil  hombres,  bajo  el  mando  de  muchos 
gefes  famosos,  entre  los  cuales  venian  Gicotencatl  el  joven,  y  el 
valiente  Chichimecatl,  a  cuyo  encuentro  salió  Cortés  con  toda  su 
tropa.  Las  de  Huejotzinco,  y  Cholula  pasaron  por  el  otro  lado  de 
los  montes,  según  la  orden  que  se  les  habia  dado.  En  los  dos  dias 
siguientes  acudieron  nuevos  refuerzos  de  Tlascala,  y  de  otros  pueblos 
circunvecinos,  los  cuales  con  las  huestes  ya  mencionadas  formaban  un 
total'de  mas  de  doscientos  rail  hombres,  como  testifica  su  gefe  Alfonso 
de  Ogeda. 

Distribución  del  egercito  en  el  asedio  de  la  capital. 
El  lunes  de  Pentecostés,  20  de  Mayo,  reunió  Cortés  su  gente  en 
la  plaza  mayor,  para  dividir  su  egercito,  nombrar  los  comandantes, 
señalar  su  puesto  a  cada  uno,  y  las  tropas  de  su  mando,  y  para  reiterar 
las  ordenes  que  habia  dado  en  Tlascala.  Mandó  a  Pedro  de  Alvarado 
que  campase  en  Tlacopan,  para  impedir  que  entrasen  por  alli  socorros 
a  los  Megicanos,  y  le  dio  treinta  caballos,  ciento  sesenta  peones 
Españoles,  distribuidos  en  tres  compañías,  con  otros  tantos  capitanes, 
y  veinte  y  cinco  mil  Tlascaleses,  con  dos  cañones.  Cristoval  de  Olid 
fue  creado  maestre  de  campo,  y  gefe  de  la  división  destinada  a 
Coyohuacan,  teniendo  a  sus  ordenes  treinta  y  tres  caballos,  ciento 
sesenta  y  ocho  peones  Españoles,  con  tres  capitanes,  dos  cañones,  y 
veinte  y  cinco  mil  aliados.  A  Gonzalo  de  Sandoval  fueron  dados 
veinte  y  cuatro  caballos,  ciento  sesenta  y  tres  peones  Españoles,  con 
dos  capitanes,  y  dos  cañones,  y  los  aliados  de  Chalco,  Huejotzinco,  y 
Cholula,  que  eran  mas  de  treinta  mil  hombres,  y  le  mandó  Cortés 
que  fuese  a  destruir  la  ciudad  de  Iztapalapan,  y  que  campase  en 
aquellas  inmediaciones,  desde  las  cuales  creyó  que  le  seria  mas  fácil 


SUPLICIO    DK    GlüOTENCATL.  IQ^' 

apretar  mas  y  mas  a  los  Megicanos.  Cortés,  a  pesar  de  las  instancias 
que  le  hicieron  sus  capitanes,  y  soldados,  tomó  el  mando  de  los  ber- 
gantines, por  que  opinaba  que  en  ellos  era  mas  necesaria  su  presencia. 
Dividió  entre  los  trece  bergantines  trescientos  veinte  y  cinco  Espa- 
ñoles, y  trece  falconetes,  señalando  a  cada  bergantín  un  capitán,  doce 
soldados,  y  otros  tantos  remeros :  asi  que  todo  el  egercito  destinado  a 
empezar  el  asedio  constaba  de  novecientos  diez  y  siete  Españoles,  y 
mas  de  setenta  y  cinco  mil  hombres  de  tropas  ausiliares  *,  cuyo 
numero  se  aumentó,  como  después  veremos,  hasta  doscientos  mil  y 
mas.  Todas  las  otras  tropas  que  hablan  venido  a  Tezcuco,  o  perma- 
necieron alli  para  acudir  donde  fuese  necesario,  o  volvieron  a  sus 
pueblos,  que  por  estar  próximos  a  la  capital,  les  proporcionaban  la 
facilidad  de  hallarse  prontas  al  primer  llamamiento. 

Suplicio  de  Gicotencatl. 
Partieron  juntos  de  Tezcuco  Alvarado  y  Olid  con  sus  tropas,  para 
ocupar  los  puestos  que  les  habia  señalado  el  general.  Entre  los 
principales  Tlascaleses  que  acompañaban  a  Alvarado,  se  hallaban 
Gicotencatl  el  joven,  y  su  primo  Pilteuctli.  Este,  en  una  disputa 
que  sobrevino,  fue  herido  por  un  Español,  el  cual,  no  haciendo  caso 
de  las  ordenes  de  Cortés,  ni  del  respeto  debido  a  aquel  personage, 
pudo  con  su  imprudencia  ocasionar  la  desersion  de  los  Tlascaleses. 
Estos  se  resintieron  amargamente  de  aquel  ultrage,  y  hicieron  algunas 
demostraciones  de  enojo.  Procuró  apaciguarlos  Ogeda,  y  permitió  a 
Pilteuctli  que^fuese  a  curarse  a  su  patria.  Gicotencatl,  a  quien  tanto 
por  su  dignidad  como  por  su  parentesco,  era  mas  sensible  que  a  ningún 
otro  aquella  injuria,  no  hallando  entonces  otro  modo  de  vengarla, 
abandonó  ocultamente,  y  con  otros  compatriotas  el  egercito,  y  tomó  el 
camino  de  Tlascala.     Alvarado  dio  parte  de  este  suceso  a  Cortés,  y 

*  Herrera  y  Solís  cuentan  100,000  aliados,  distribuidos  en  tres  campamentos  : 
W>  Bernal  Diaz  no  cuenta  mas  de  24,000,  en  tres  campamentos  de  8,000  cada  uno. 
K  Yo  doi  mas  crédito  a  Cortés,  que  debía  estar  mejor  informado  en  estos  porme- 
^fe^  ñores,  Solis  dice  que  Bernal  Diaz  se  queja  muchas  veces  de  que  los  aliados  les  " 
^^vdaban  mas  estorvo  que  ayuda  :  es  falso,  antes  bien  elogia  su  valor,  y  habla  de  las 
U^Ventajas  que  sacaron  de  ellos  los  Españoles.  "  Los  Tlascaleses  nuestros  amigos, 
dice  en  el  cap.  161,  nos  ayudardn  bastante  bien  en  aquella  guerra  como  hombres 
animosos."  Toda  su  historia  está  llena  de  semejantes  espresiones,  como  lo  están 
las  cartas  de  Cortés,  y  las  narraciones  de  los  otros  historiadores.  Lo  que  única- 
mente dice  Bernal  Diaz  es  que  en  la  retirada  de  Tlacopan  los  aliados  estorvarou 
a  los  Españoles,  mas  esto  sucede  siempre  que  un  egercito  se  retira  por  un  camino 
estrecho. 


154  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

este  mandó  a  Ogeda,  que  alcanzase,  y  prendiese  al  fugitivo.  Cuando 
lo  tubo  en  su  poder,  mandó  ahorcarlo  publicamente,  o  en  la  misma 
ciudad  de  Tezcuco  ^,  según  dicen  Herrera  y  Torquemada,  o  en  un 
sitio  inmediato,  como  afirma  Bernal  Diaz,  habiéndose  pregonado  antes 
el  motivo  de  su  sentencia,  que  era  el  haber  desertado,  y  procurado 
sublevar  a  los  Tlascaleses  contra  los  Españoles.  Es  probable  que 
Cortés  no  se  aventuraría  a  tan  peligrosa  acción,  sin  haber  antes 
obtenido  el  consentimiento  del  senado,  como  asegura  claramente 
Herrera ;  lo  que  no  era  difícil,  en  vista  de  la  severidad  con  que 
castigaban  los  delitos  aun  en  las  personas  mas  ilustres,  y  el  odio  par- 
ticular con  que  miraban  a  aquel  principe,  cuyo  orgullo  les  era  insu- 
frible. Tan  ruidoso  escarmiento,  que  hubiera  debido  naturalmente 
exitar  los  ánimos  de  los  Tlascaleses  contra  los  Españoles,  los  ame- 
drentó en  tales  términos,  y  a  los  otros  aliados,  que  desde  entonces 
observaron  mas  puntualmente  las  leyes  de  la  milicia,  y  se  mantubieron 
mas  subordinados  a  aquellos  gefes  estrangeros.  Asi  es  como  estos 
sacaban  fruto  de  sus  mismos  errores.  Sin  embargo,  los  Tlascaleses 
hicieron  muchas  demostraciones  de  la  estima,  y  veneración  que  tenian 
a.  su  principe ;  lloraron  su  muerte,  distribtfyeron  entre  si,  como 
preciosas  reliquias,  sus  vestidos,  y  es  de  creer  que  celebrasen  con  la 
debida  magnificencia  sus  exequias.  La  familia,  y  los  bienes  de 
Giqotencatl,  se  adjudicaron  al  rei  de  España;  y  fueron  enviados  a 
Tezcuco ;  en  la  familia  habia  treinta  mugeres,  y  en  los  bienes  una 
gran  cantidad  de  oro. 

*  Cortés  no  hace  mención  del  suplicio  de  Gicotencatl:  quiras  tendría  sus 
razones  para  pasarlo  por  alto.  Bernal  Diaz  afirma  que  aquel  gefe  marchó  a 
Tlascala,  para  apoderarse  del  estado  de  Chichimecatl,  mientras  este  se  hallaba  en 
la  guerra  :  mas  esto  es  inverosimil.  Hai  autores  que  atribuyen  su  fuga  al  amor. 
Yo  sigo  en  la  relación  de  este  suceso  a  Torquemada,  y  a  Herrera,  por  que 
se  guiaron  por  los  MS  de  Ogeda,  y  Camargo,  que  tenian  datos  seguros.  Solis 
cree  imposible  que  Gicotencatl  fuese  ajusticiado  en  Tezcuco  "  por  que  hubiera 
sido  demasiado  arriesgarse  el  resolverse  Cortés  a  tan  violenta  egecucion,  a  vista 
de  tan  gran  numero  de  Tlascaleses,  a  quienes  debía  necesariamente  ser  muí 
sensible  tan  ignominioso  castigo  de  uno  de  los  principales  hombres  de  su  nación." 
Pero  mucho  mas  se  espuso  Cortés  aprisionando  al  reí  Moteuczoma  en  su  misma 
capital,  y  en  presencia  de  un  numero  incomparablemente  mayor  de  Megicanos, 
que  tan  mal  debían  llevar  aquella  injuria  hecha  a  su  monarca.  Si  en  la  conquista 
de  Megico  no  se  vieran  otros  hechos  igualmente  temerarios,  quizas  sería  fundada 
la  congetura  de  Solis :  ademas  de  que,  según  Herrera,  Cortés  procedió  con  el 
beneplácito  del  senado,  y  yo  no  dudo  que  la  sentencia  se  publicaría  a  nombre  de 


ASEDIO    DE    MEGICO.  156 

Principio  del  asedio  de  Megico. 

Alvarado  y  Olid  continuaron  su  marcha  acia  Tlacopan,  de  donde 
pasaron  a  romper  el  acueducto  de  Chapoltepec,  para  cortar  el  agua 
a  los  Megicanos :  mas  no  pudieron  egecutar  tan  importante  empresa, 
sin  gran  resistencia  de  los  enemigos,  los  cuales  previendo  aquel  golpe, 
habian  hecho  por  agua  y  por  tierra,  muchos  preparativos  de  defensa. 
Fueron  sin  embargo  vencidos,  y  los  Tlascaleses,  que  los  persiguieron, 
les  mataron  veinte  hombres,  y  les  hicieron  siete  u  ocho  prisioneros. 
Dado  felizmente  este  primer  paso,  resolvieron  aquellos  caudillos  ir 
por  el  camino  de  Tlacopan,  y  apoderarse  de  algún  foso:  pero  fue  tan 
grande  la  multitud  de  Megicanos  que  se  les  opuso,  y  tan  formidable 
la  nube  de  dardos,  flechas,  y  piedras  que  les  tiraron,  que  mataron 
ocho  Españoles,  e  hirieron  mas  de  cincuenta,  y  estos  no  pudieron  sin 
gran  dificultad  retirarse  a  Tlacopan,  adonde  llegaron  avergonzados,  y 
donde  Alvarado  fijó  su  campo,  según  las  ordenes  de  Cortés.  Olid 
marchó  a  Coyohuacan  el  30  de  Mayo,  que  en  aquel  año  fue  dia  del 
Corpus,  y  en  él  empezó,  según  el  computo  de  Cortés,  el  asedio. 

Mientras  Alvarado,  y  Olid  se  empleaban  en  rellenar  algunos  fosos 
de  las  orillas  del  lago,  y  en  allanar  algunos  pasos,  para  comodidad  de 
la  caballería,  Sandoval,  con  el  numero  de  Españoles  que  ya  hemos 
dicho*  y  con  mas  de  treinta  y  cinco  mil  aliados,  salió  de  Tezcuco  el 
31  de  Mayo,  con  el  designio  de  tomar  por  asalto  la  ciudad  de  Iztapala- 
pan,  en  cuya  operación  estaba  fuertemente  empeñado  Cortés.  Entró 
en  ella  haciendo  terrible  estrago,  con  el  fuego  en  las  casas,  y  con  las 
armas  en  los  habitantes,  los  cuales  despavoridos,  procuraron  salvarse 
en  las  barcas.  Cortés,  para  atacar  al  mismo  tiempo  la  parte  de  la 
ciudad  que  estaba  sobre  el  agua,  después  de  haber  sondeado  todo  el 
lago,  se  embarcó  con  toda  su  gente  en  los  bergantines,  y  navegó  a 
vela  y  remo  acia  Iztapalapan.  Dio  fondo  cerca  de  uñ  montecillo  ais- 
lado, poco  distante  de  aquella  ciudad,  cuya  cima  estaba  coronada  por 
muchos  enemigos  resueltos  a  defenderse,  y  a  ofender  a  los  Españoles 
cuanto  les  fuese  posible  f.  Desembarcó  el  general  Español,  y  supe- 
rando con  ciento  y  cincuenta  hombres  la  aspereza  de  la  subida,  y  la 

*  Solis  dice  que  Sandoval  y  Olid  salieron  juntos  de  Tezcuco,  pero  confundió 
a  Sandoval  con  Alvarado. 

t  En  la  cima  de  aquel  montecillo  fabricó  Solis  nnsí  fortaleza  mui  capaz  :  digo 
que  la  fabricó  por  que  semejante  dato  no  se  halla  en  ningún  historiador.  El  mis- 
mo Cortés,  que  pondera  su  victoria,  solo  habla  de  unas  trincheras. 


156  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

resistencia  de  los  contrarios,  se  apoderó  del  monte,  dando  muerte  a 
cuantos  lo  defendían  *.  Pero  .  apenas  hubo  logrado  este  triunfo  vio 
venir  contra  su  escuadra,  una  numerosísima  de  barcas  f  que  acudieron 
a  las  humaradas  hechas  tanto  en  el  monte,  como  en  algunos  templos 
de  las  cercanías,  cuando  vieron  aproximarse  los  bergantines.  Embar- 
cáronse inmediatamente  los  Españoles,  y  se  mantubieron  inmóviles, 
hasta  que  ayudados  por  un  viento  fresco,  que  se  levantó  oportuna- 
mente, y  aumentando  la  velocidad  de  los  bergantines  con  el  impulso 
de  los  remos,  pasaron  por  entre  las  barcas,  rompiendo  algunas,  y  echan- 
do otras  a  pique.  De  los  enemigos  murieron  muchos  heridos  por  los 
remos,  o  ahogados.  Todas  las  otras  barcas  huyeron  perseguidas  de 
los  bergantines,  por  espacio  de  mas  de  ocho  millas,  hasta  guarecerse 
en  la  capitaL 

Inmediatamente  que  vio  Olid,  desde  un  templo  de  Coyohuacan,  la 
refriega  de  la  escuadra,  marchó  con  sus  tropas  en  orden  de  batalla, 
por  el  camino  de  Megico,  tomó  algunos  fosos,  y  trincheras,  y  mató 
muchos  enemigos.  Cortés  por  su  parte  recogió  aquella  noche  los 
bergantines,  y  se  dirigió  con  ellos  a  atacar  el  baluarte  situado  en  el 
ángulo  que  formaba  el  camino  de  Coyohuacan,  con  el  de  Iztapalapan. 
Atacólo  en  efecto  por  agua,  y  tierra,  y  a  pesar  de  la  intrepidez  con 
que  lo  defendió  la  guarnición  Megicana,  se  hizo  dueño  del  punto,  y 
con  sus  dos  grandes  cañones  de  hierro,  causó  horrendo  estrago  en  la 
muchedumbre  que  ocupaba  el  lago,  y  el  camino.  Aquel  sitio,  llama- 
do por  los  Megícanos  Joloc%,  pareció  a  Cortes  muí  ventajoso  para 
fijar  sus  reales,  y  en  efecto  no  era  fácil  hallar  uno  mas  fav<orabIe  a  sus 
designios,  pues  desde  él  dominaba  el  camino  principal,  y  aquella  parte 

*  Solis  dice  que  Cortés  concedió  la  vida  a  la  mayor  parte  de  los  que  defendian 
el  montecillo,  pero  Cortés  asegura  que  ni  uno  solo  de  ellos  escapó.  Este  monte 
se  llamó  desde  entonces  el  peñón  del  Marques,  en  memoria  de  aquella  acción. 

f  Bernal  Diaz  dice  que  la  escuadra  que  atacó  a  Cortés  se  componía  de  todas 
las  barcas  que  habia  en  Megico,  y  en  todos  los  pueblos  del  lago,  mas  e«ta  es  una 
hipérbole  descabellada.  Solis  afirma  que  constaba  de  cuatro  mil  canoas :  pero 
Cortés  que  tenia  mas  interés  que  Solis  y  Bernal  Diaz  en  exagerar  el  numero  de 
las  barcas,  para  dar  mas  realce  a  su  victoria,  solo  cuenta  quinientas. 

I  El  P.  Sahagun  dice  que  Cortés,  por  medio  de  ciertos  personages  prisioneros, 
convocó  al  rei,  y  a  la  nobleza  de  Megico,  a  un  sitio  del  lago  llamado  Acachi- 
nanco,  y  copia  la  arenga  que  les  hizo,  esponiendole  los  motivos  de  la  guerra : 
mas  esta  reunión  ni  es  verdadera,  ni  verosímil.  Cortés  no  hubiera  omitido  un 
hexiho  tan  notable,  siendo  minucioso  en  referir  todas  sus  comunicaciones  con  los 
Megicanos. 


ASEDIO    DE    MIÍGICO.  157 

del  lago,  por  donde  podían  entrar  ma3íores  socorros  a  los  sitiados,  y 
ademas  el  camino  de  Coyohuacan,  que  era  su  comunicación  con  Olid. 
La  poca  distancia  que  mediaba  entre  aquel  punto,  y  los  campamentos 
de  Coyohuacan  y  Tlacopan,  facilitaba  la  comunicación  de  sus  ordenes, 
y  lo  ponia  en  estado  de  acudir  a  donde  fuese  mas  necesario  su  socorro. 
Finalmente  la  proximidad  a  Megico  contribuía  a  multiplicar  los  ata- 
ques*. 

Alli  reunió  Cortés  los  bergantines,  y  abandonando  la  espedicion 
contra  Iztapalapan,  formó  el  designio  de  dirigir  todas  sus  hostilidades  , 
a  la  capital.  Para  esto  llamó  a  su  campo  a  la  mitad  de  las  tropas  de 
Coyohuacan,  y  a  cincuenta  infantes  escogidos  de  las  de  Sandoval. 
Aquella  noche  se  oyó  venir  acia  el  campamento  una  gran  multitud  de 
enemigos.  Los  Españoles,  sabiendo  que  los  Megicanos  no  peleaban 
de  noche,  si  no  cuando  estaban  seguros  de  la  victoria,  se  amedrenta- 
ron al  principio :  pero  aunque  recibieron  algún  daño  de  los  contrarios, 
los  obligaron  enfin  con  los  armas  de  fuego  a  retirarse.  El  día  si- 
guiente se  vieron  atacados  por  una  prodigiosa  multitud  de  guerreros, 
que  con  sus  espantosos  gritos,  aumentaban  el  peligro  a  la  imaginación 
de  los  Españoles.  CiA-tés,  que  ya  habia  recibido  el  socorro  de  Coyo- 
huacan, hizo  una  salida  con  su  gente,  puesta  en  orden  de  batalla.  El 
empeño  se  sostubo  con  gran  valor,  y  tenacidad  por  una,  y  otra  parte ; 
pero  los  Españoles,  y  sus  aliados  se  apoderaron  de  un  foso,  y  de  una 
trinchera,  y  con  la  artillería  y  los  caballos  hicieron  tanto  daño  a  los 
Megicanos,  que  los  obligaron  a  refugiarse  en  la  ciudad ;  y  porque  en 
la  parte  del  lago  que  estaba  a  Occidente  del  camino,  empezaban  a 
molestar  a  Cortés  las  barcas  enemigas,  mandó  ensanchar  uno  de  los 
fosos,  a  fin  de  dar  paso  a  los  bergantines,  los  cuales  se  dirigieron  tan 
impetuosamente  a  ellas,  que  las  persiguieron  hasta  la  ciudad,  y  pega- 
ron fuego  a  muchas  casas  de  los  arrabales. 

Entre  tanto  Sandoval,  terminada  felizmente,  aunque  no  sin  gran 
riesgo,  la  espedicion  de  Iztapalapan,  marchó  acia  Coyohuacan  con  sus 
huestes.  En  el  camino  lo  atacaron  las  tropas  de  Megicaltzinco ;  pero 
las  derrotó,  y  quemó  su  ciudad.  Cortés,  noticioso  de  su  marcha,  y 
de  un  gran  foso  abierto  nuevamente  en  el  camino,  le  mandó  dos 
bergantines  para  facilitarle  el  paso.  La  división  de  Sandoval  se  diri- 
gió a  Coyohuacan,  y  él  en  persona  pasó  con  diez  caballos  al  campo 

*  Betancourt  da  a  entender  que  Cortés  acampó  dentro  de  la  ciudad,  lo  que 
está  en  contradicción  con  el  mismo  general,  el  cual  dice  que  su  campamento 
distaba  media  legua  de  Megico. 


158  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

de  Cortés.  Cuando  llegó,  estaban  los  Españoles  peleando  con  los 
Megicanos.  El  cansancio  del  viage,  y  de  la  acción  de  Megicaltzinco 
no  fueron  parte  a  impedirle  tomar  parte  en  el  encuentro.  Combatió 
con  su  acostumbrado  valor,  y  recibió  un  dardo  que  le  atravesó  una 
pierna.  Otros  muchos  Españoles  quedaron  heridos ;  mas  estas  ven- 
tajas de  los  Megicanos  no  eran  comparables  a  la  perdida  que  sufrie- 
ron aquel  dia,  ni  al  miedo  que  cobraron  al  fuego  de  los  cañones.  En 
muchos  dias  no  osaron  acercarse  al  campamento,  no  obstante  lo  cual 
los  Españoles  pasaron  seis  en  continuos  encuentros,  pues  los  bergan- 
tines no  cesaban  de  girar  en  torno  de  la  ciudad,  pegando  fuego  a 
muchas  casas.  En  sus  correrías,  descubrieron  un  canal  grande,  y 
profundo,  por  el  cual  podian  entrar  fácilmente  en  la  ciudad :  circuns- 
tancia de  que  sacaron  después  ventajas  importantes. 

Alvarado  por  su  parte  apretaba  cuanto  podia  a  los  Megicanos, 
apoderándose  en  frecuentes  refriegas  de  algunas  trincheras  y  fosos  del 
camino  de  Tlacopan.  Tubo  en  estas  peleas  algunos  hombres  muertos, 
y  muchos  heridos.  Observó  que  por  el  camino  de  Tepeyacac,  situado 
acia  el  Norte,  se  introducían  continuamente  socorros  en  la  ciudad,  y 
conoció  que  por  alli  podrían  escapar  facümea'.e  los  sitiados,  cuando 
se  hallasen  en  estado  de  no  poder  resistir  mas  a  los  sitiadores.  Co- 
municó sus  observaciones  a  Cortés,  y  este  mandó  a  Sandoval  que 
fuese  con  ciento  y  diez  ocho  peones  Españoles,  y  con  grandisimo 
numero  de  aliados,  a  ocupar  aquél  punto,  y  cortar  toda  comunicación 
con  los  enemigos.  Obedeció  Sandoval  aunque  molestado  por  la  herida, 
y  habiéndose  apoderado  sin  oposición  del  camino,  quedó  desde  entonces 
impedida  toda  comunicación  entre  Megico,  y  la  tierra  firííie*. 

Primer  entrada  de  los  sitiadores  en  Megico. 
Egecutada  felizmente  aquella  medida,  determinó  Cortés  hacer  al  dia 
siguiente  una  entrada  en  la  ciudad,  con  mas  de  quinientos  Españoles, 
y  mas  de  ochenta  mil  aliados,   dejando  diez  mil  de  estos,  con  alguna 

*  Robertson  dice  que  Cortés  quiso  atacar  la  ciudad  por  tres  puntos  diferentes  : 
por  Tezcuco  al  lado  oriental  del  lago,  por  Tacuba  a  Poniente,  y  por  Cuyocan 
(esto es  Coyohuacan)  a  Mediodía.  "Estas  ciudades,  añade,  estaban  colocadas 
sobre  las  calzadas  principales  que  conducen  a  la  ciudad,  y  que  estaban  hechas 
para  su  defensa."  Lo  cierto  es  que  por  la  parte  de  Levante  no  podia  haber 
calzada  alguna,  siendo  mui  profundas  alli  las  aguas.  Sandoval  se  acampó  no  ya 
en  Tezcuco  de  donde  era  imposible  atacar  a  Megico,  sino  en  Tepeyacac  acia  el 
Norte. 


I 


PRIMER    ENTRADA    EN    MEGICO.  159 

caballería,  en  el  campamento.     Sandoval  y  Alvarado  debían  entrar 
al  mismo  tiempo,  cada  uno   por   su   camino,  con  las  tropas  de  su 
mando,  que  no  bajaban  de  ochenta  mil  hombres.     Marchó  Cortés  en 
su  dirección  con  su  numeroso  egercito,  bien  ordenado,  y  flanqueado 
por  los  bergantines,  y  a  poca  distancia  halló  un  foso  ancho,  y  pro- 
fundo, y  una  trinchera  de  diez  pies  de  alto.     Opusiéronse  valerosa- 
mente los  Megicanos  a  su  paso :  mas  rechazados  por  los  bergantines, 
se  adelantaron  los  Españoles,  alcanzando  a  los  enemigos  hasta  la  ciu- 
dad, donde  los  detubieron  otro  foso,  y  otra  trinchera.     El  Ímpetu  del 
agua  que  entraba  por  el  foso,  el  tropel  de  enemigos  que  concurrieron 
a  su  defensa,  sus  gritos  espantosos,  y  la  multitud  de  flechas,  dardos,  y 
piedras  que  arrojaban,  suspendieron  algún  tanto  la  resolución  de  los 
Españoles  :  pero  habiendo  finalmente  echado  de  la  trinchera  a  los  que 
la  ocupaban  con  las  repetidas  descargas  de  todas  las  armas  de  fuego, 
pasó  el  egercito,  y  continuó  su  marcha,  tomando  otros  fosos,  y  trin- 
cheras, hasta  una  plaza  principal  de  la  ciudad  que  estaba  llena  de 
gente.     Apesar  de  los  estragos  que  en  ella  hacia  un  cañón  que  se  fijó 
en  la  entrada,  no  se  atrevian  los  Españoles  a  acometerla,  hasta  que  el 
mismo  general,  echándoles  en  cara  su  ignominiosa  cobardia,  los  im- 
pulsó, y  les  dio  ánimo.     Los  Megicanos  amedrentados  al  ver  tanta 
intrepidez,  huyeron  al  recinto  del  templo,  donde  también  fueron  per- 
seguidos, y  atacados :  pero  de  improviso  lo  fueron  los  Españoles  en 
su  retaguardia  por  otras  tropas  Megicanas,  y  puestos  en  tal  aprieto, 
que  no  pudiendo  sostener  su  empuge,  ni  dentro  del  templo,  ni  en  la 
plaza  inmediata,  se  retiraron  al  camino  por  el  cual  hablan  entrado, 
dejando  el  cañón  en  poder  de  los  contrarios.     De  alli  a  poco  entraron 
oportunamente  en  la  plaza  tres  o  cuatro  caballos,  y  persuadiéndose 
los  Megicanos  que  iba  contra  ellos  toda  la  caballería,  se  desordenaron 
por  el  miedo  que  tenían  a  aquellos  grandes,  y  fogosos  animales,  y 
abandonaron  ignominiosamente  el  templo  y  la  plaza,  que  fueron  ocu- 
pados sin  perdida  de  tiempo  por  los  Españoles.     Diez  o  doce  nobles 
se  hablan  fortificado  en  el  atrio  superior  del  templo  mayor,  mas  a 
pesar  de  su  tenaz  resistencia  fueron  vencidos,  y  muertos.     El  egercito 
Español  en  su  retirada  pegó  fuego  a  las  mayores,  y  mas  hermosas 
casas  del  camino  de  Iztapalapan,   aunque  no  sin  gravísimo  peligro, 
por  el  Ímpetu  con  que  los  atacaban  los  enemigos  a  retaguardia,  y  por 
el   daño  que  les   hacían  desde   las  azoteas.     Alvarado  y  Sandoval 
hicieron  grandísimos  estragos  con  sus  divisiones,  y  los  aliados  mere- 
cieron aquel  día  los  elogios  del  general  Español. 


160  HISTORIA    ANTIGUA    DK  MEGICO. 

Aumento  de  las  tropas  ausiliares  de  los  Españoles. 

Crecían  diariamente,  y  de  tal  modo  las  fuerzas  ausiliares  de  los 
Españoles  con  nuevos  socorros,  y  alianzas  de  ciudades,  y  de  provin- 
cias enteras,  que  no  habiendo  al  principio  en  sus  campamentos  mas 
de  noventa  mil  hombres,  en  pocos  dias  llegaron  a  doscientos  cuarenta 
mil.  El  nuevo  rei  de  Tezcuco,  para  manifestar  a  Cortés  su  gratitud, 
procuraba  concillarle  el  afecto  de  toda  su  nobleza,  y  armó  ademas 
un  egercito  de  cincuenta  mil  hombres,  que  envió  en  socorro  de  los 
Españoles  bajo  las  ordenes  de  un  hermano  suyo.  Este  principe,  que 
se  llamó  en  el  bautismo  D.  Carlos  Ijtliljochitl*,  era  un  joven  de  cuyo 
valor  dan  testimonio  todos  los  historiadores  antiguos,  y  especialmente 
el  mismo  Cortés,  ponderando  la  oportunidad,  y  la  importancia  de  su 
ausiiio.  Cortés  lo  tubo  en  su  campo  con  treinta  mil  hombres,  y  los 
otros  veinte  mil  se  dividieron  entre  Sandoval,  y  Alvarado.  A  este 
refuerzo  de  los  Tezcucanos  siguió  muí  en  breve  la  confederación  de 
los  Toquimilqueses,  y  de  los  Otomites  de  los  montes  con  los  Espa- 
ñoles, de  cuyas  resultas  se  agregaron  veinte  mil  hombres  mas  al 
egercito.  ♦- 

Solo  faltaba  a  Cortés  para  completar  su  plan  de  asedio,  impedir 
los  socorros  que  entraban  por  agua  en  la  ciudad.  Para  llevar  a  cabo 
este  designio,  retubo  consigo  siete  bergantines,  y  envió  los  otros  seis 
a  la  parte  del  lago  que  estaba  entre  Tlacopan,  y  Tepeyacac,  a  fin  de 
que  pudieran  socorrer  fácilmente  a  Sandoval,  y  Alvarado,  cuando 
estos  lo  necesitasen,  y  entretanto  surcasen  en  diferentes  direcciones 
el  lago,  tomando  todas  las  barcas  que  llevasen  socorros,  y  tropas  a  la 
ciudad. 

Hallándose  ya  Cortés  con  tan  numerosas  huestes  a  su  mando,  de- 
terminó hacer  dentro  de  tres  dias  una  entrada  en  Megico.     Dio  de 

*  Cortés  lo  llama  Istrisuchil ;  Solis  y  Bernal  Diaz  corrompen  mas  el  nombre, 
y  escriben  Súchil.  Torquemada,  en  contradicción  consigo  mismo»  dice  que  este 
joven  era  Coanacotzin,  hermano  mayor  de  D.Fernando  Ijtliljochitl,  ypocas  paginas 
después  hace  a  este  mismo  Coanacotzin,  consegero  principal  del  rei  de  Megico, 
durante  el  asedio.  Lo  cierto  es  que  el  joven  caudillo  del  egercito  Tezcucano  fue 
D.  Carlos  Ijtliljochitl,  al  cual,  muerto  su  hermano  D.  Fernando  Cortés  Ijtliljo- 
chitl, después  de  la  conquista,  dio  Cortés  la  investidura  del  estado  de  Tezcuco. 
Coanacotzin  se  mantubo  en  la  corte  de  Megico  desde  el  principio  de  aquel  año 
hasta  la  conquista.  Fue  hecho  prisionero  con  el  rei  Quauhtemotzin,  y  con  él 
ajusticiado  tres  años  después  en  Izancauac,  cuando  los  dos  viajaban  con  el  gene- 
ral Español  acia  Coraayahua. 


NUEVAS    ENTRADAS    EN    LA    CAPITAL.  161 

antemano  las  ordenes  necesarias,  y  el  dia  señalado  marchó  con  la 
mayor  parte  de  su  caballería,  trescientos  peones  Españoles,  siete  ber- 
gantines, y  una  multitud  innumerable  de  aliados.  Hallaron  los  fosos 
abiertos,  las  trincheras  reparadas,  y  los  enemigos  bien  apercibidos  a 
la  defensa :  con  todo,  ausiliados  por  los  bergantines,  los  sitiadores 
consiguieron  hacerse  dueños  de  todos  los  fosos,  y  trincheras  que  habia 
hasta  la  plaza  mayor  de  Tenochtitlan.  AUi  hizo  alto  el  egercito,  no 
permitiendo  Cortés  que  se  adelantase,  sin  dejar  allanados  todos  los 
pasos  difíciles  que  estaban  en  su  poder :  pero  mientras  diez  mil  alia- 
dos se  empleaban  en  llenar  los  fosos,  los  otros  quemaron  algunos 
templos,  casas,  y  palacios,  entre  ellos  el  del  rei  Ajayacatl,  donde  ya 
habian  tenido  los  Españoles  sus  cuarteles,  y  la  célebre  casa  de  pájaros 
de  Moteuczoma.  Hechas  estas  hostilidades  a  duras  penas,  y  con  gran 
peligro,  por  los  esfuerzos  que  hacian  los  sitiados  para  estorvarlas, 
mandó  Cortés  tocar  la  retirada,  que  se  egecutó  felizmente  aunque  los 
enemigos  no  cesaron  de  molestar  la  retaguardia.  Lo  mismo  hicieron 
por  sus  lados  respectivos  Alvarado,  y  Sandoval.  Esta  jornada  fue 
mui  fatigosa  para  los  Españoles,  y  sus  aliados,  pero  de  indecible 
aflicción  para  los  Me^4canos,  no  solo  por  la  pérdida  de  tantos  bellos 
edificios,  si  no  también  por  la  befa  con  que  los  insultaban  sus  mismos 
vasallos  confederados  de  los  Españoles,  y  los  Tlascaleses,  sus  mor- 
tales enemigos,  los  cuales  les  enseñaban  los  brazos,  y  las  piernas  de 
los  Megicanos  que  habian  matado,  dándoles  a  entender  que  las  cena- 
rían aquella  noche,  como  en  efecto  lo  hicieron. 

Nuevas  entradas  en  la  capital. 

Al  dia  siguiente,  mui  temprano,  para  no  dar  tiempo  a  que  los  ene- 
migos reparasen  el  daño  del  anterior,  salió  Cortés  de  su  campo,  con 
el  designio  de  continuar  las  operaciones :  pero  apesar  de  su  diligen- 
cia, los  Megicanos  habian  erigido  de  nuevo  las  fortificaciones  arruina- 
das, y  las  defendieron  con  tal  obstinación,  que  no  pudieron  tomarlas 
los  sitiadores,  si  no  después  de  combatir  furiosamente  por  espacio  de 
cinco  horas.  Adelantóse  el  egercito,  y  ganó  dos  fosos  del  camino  de 
Tlacopan :  pero  aproximándose  la  noche,  se  retiró  al  campamento,  sin 
cesar  de  pelear  con  las  tropas  que  le  seguían  el  alcance.  Sandoval, 
y  Alvarado  sostenían  otros  combates,  debiendo  los  sitiados  hacer  frente 
al  mismo  tiempo  a  tres  egercitos  numerosos,  que  tenían  en  su  favor 
las  ventajas  de  las  armas,  de  los  caballos,  de  los  bergarítines,  y  de  la 
disciplina  militar.     Alvarado  por  su  parte  habia  ya  arruinado  todas 

TOMO  II.  M 


4. 


102  HISTORIA    ANTIGUA    DE   MEGICÓ. 

las  casas  que  estaban  a  uno  y  otro  lado  del  camino  de  Tlacopan*, 
pues  la  población  de  la  capital  continuaba  por  aquella  parte  hasta 
el  continente,  como  aseguran  Cortés,  y  Bernal  Diaz. 

Cortés  hubiera  querido  evitar  a  sus  tropas  la  gran  fatiga  de  repetir 
diariamente  los  combates,  para  apoderarse  de  los  mismos  fosos,  y 
trincheras ;  pero  no  podia  guarnecer  los  que  tomaba,  sin  esponerse  a 
sacrificar  las  guarniciones  al  furor  de  los  enemigos,  ni  queria  acampar 
dentro  de  la  ciudad,  como  se  lo  aconsejaban  algunos  de  sus  capitanes, 
pues  ademas  de  los  continuos  ataques  que  podrían  darle  de  noche, 
no  le  era  fácil  desde  alli  impedir  los  socorros  que  se  dirigiesen  a  la 
ciudad,  como  podia  hacerlo  en  la  posición  de  Joioc. 

Confederación  de  algunas  ciudades  del  lago  con  los  Españoles. 

Mientras  iban  careciendo  los  sitiados  de  los  ausilios  de  tierra  ñrme, 
se  aumentaban  los  de  los  sitiadores,  los  cuales  recibieron  a  la  sazón 
uno  que  les  era  tan  ventajoso  como  perjudicial  a  sus  enemigos.  Los 
habitantes  de  las  ciudades  situadas  en  las  orillas,  y  en  las  islas  del 
lago  de  Chalco,  habian  sido  hasta  entonces  opuestos  a  los  Españoles, 
y 'hubieran  podido  hacer  mucho  daño  al  campo<^de  Cortés,  atacándolo 
por  una  parte  del  camino,  mientras  los  Megicanos  lo  hacian  por  la 
otra :  mas  se  habian  abstenido  de  toda  hostilidad,  reservándose  quizas 
para  ocasión  mas  oportuna.  Los  Chalqueses,  y  otros  aliados  a  quienes 
no  convenia  la  proximidad  de  tantos  enemigos,  procuraron  atraerlos 
a  su  partido,  ya  con  promesas,  ya  con  amenazas,  y  con  vejaciones,  y 
tanto  pudo  su  importunidad,  y  el  temor  de  la  venganza  de  los  Espa- 
ñoles, que  al  fin  se  presentaron  en  el  campamento  de  Cortés,  ofre- 
ciendo confederación,  y  alianza,  los  nobles  de  Iztapalapan,  Megicalt- 
zinco,  Colhuacan,  Huitzilopochco,  Mizquic,  y  Cuitlahuac,  ciudades 
que  ocupaban  una  parte  considerable  del  valle.  Alegróse  estraordi- 
nariamente  Cortés  de  este  suceso,  y  pidió  a  sus  nuevos  aliados,  no 
solo  que  lo  ayudasen  con  tropas,  y  con  barcos,  si  no  que  transpor- 
tasen materiales  para  fabricar  chozas  en  el  camino,  pues  siendo 
aquella  la  estación  de  las  lluvias,  padecía  mucho  su  gente  por  falta 
de  abrigo. 

*  Estas  casas  no  estaban  construidas  en  el  mismo  camino,  si  no  cerca  de  él, 
en  unas  isletas,  que  liabia  por  una,  y  otra  parte.  No  sabemos  que  hubiese  en  el 
camino  otro  edificio  que  un  templo,  situado  en  una  de  las  placetas  que  for- 
maba. Alvarado  lo  tomó,  y  mantubo  en  él  una  guarnición  casi  todo  el  tiempo 
del  asedio. 


OPERACIONES    DE    ALVARADO.  163 

Todo  esto  se  egecutó  con  tanta  puntualidad,  que  inmediatamente 
pusieron  a  las  ordenes  de  Cortés  un  cuerpo  considerable  de  tropas, 
cuyo  numero  no  se  dice,  y  tres  mil  barcas  para  ayudar  a  los  bergan- 
tines en  sus  correrías.  En  estas  barcas  llevaron  los  materiales  nece- 
sarios para  las  chozas,  en  que  pudieron  alojarse  cómodamente  todos 
los  Españoles,  y  dos  mil  Indios  empleados  en  su  servicio,  pues  el 
grueso  de  las  tropas  aliadas  estaba  acampado  en  Coyohuacan,  a  cuatro 
millas  de  Joloc.  No  contentos  con  tan  importantes  servicios,  lleva- 
ron al  campamento  muchos  viveres,  y  especialmente  pescado,  y  cere- 
zas en  gran  cantidad. 

Cortés,  a  quien  daban  mayor  estimulo  estas  nuevas  fuerzas  que  se 
le  hablan  agregado,  entró  con  ellas  dos  dias  seguidos  en  la  capital, 
haciendo  un  estrago  considerable  en  los  habitantes.  Persuadíase  que 
estos  cederían  al  exesivo  numero  de  enemigos  que  los  rodeaban,  y 
esperimentando  los  perniciosos  efectos  de  su  tenaz  resistencia;  pero 
se  engañó  en  su  esperanza,  pues  los  Megicanos  estaban  resueltos  a 
perder  la  vida  antes  que  la  libertad.  Determinó  pues  continuar  sus 
entradas,  para  obligarlos  con  incesantes  hostilidades  a  pedir  la  paz 
que  habian  reusado  hasta  entonces.  Dividió  su  marina  en  dos  escua- 
dras, compuesta  cada  una  de  tres  bergantines,  y  mil  y  quinientas 
barcas,  mandándoles  que  se  aproximasen  a  la  ciudad,  pegasen  fuego 
a  las  casas,  e  hiciesen  a  los  sitiados  todo  el  daño  posible.  Dio  orden 
a  Sandoval,  y  Alvarado  que  egecutasen  lo  mismo  por  los  puntos  que 
ocupaban,  y  él,  con  todos  sus  Españoles,  y  con  ochen]ta  mil  aliados, 
segnii  parec^*,  marchó  como  solia,  por  el  camino  de  Iztapalapan,  acia 
Megico,  sin  poder  conseguir  en  esta,  y  en  las  otras  entradas  de 
aquellos  dias,  mas  ventajas,  que  ir  disminuyendo  poco  a  poco  el 
numero  de  enemigos,  arruinar  algunos  templos,  e  internarse  algo 
mas,  para  ponerse  en  comunicación  con  Alvarado,  si  bien  no  le  fue 
posible  obtenerlo  por  entonces. 

Operaciones  de  Alvarado,  y  proezas  de  Tzilacatzin. 
Alvarado,  con  sus  tropas  ayudadas  por  los  bergantines,  habia  tomado 
un  templo  que  estaba  en  una  placeta  del  camino  de  Tlacopan,  en  el 
que  mantubo  guarnición  desde  entonces,  a  pesar  de  los  violentos  asal- 
tos de  los  Megicanos.     También  se  habia  apoderado  de  algunos  fosos, 

*  Congeturo  que  las  tropas  aliadas,  que  acompañaron  a  Cortés  en  esta  en- 
trada, eran  80,000  hombres,  por  que  él  mismo  afirma  que  aquel  dia  tenia 
100,000  en  su  campamento,  de  los  cuales  20,000  a  22,000  se  emplearían  proba- 
blemente en  loa  barcos. 

m2 


164  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

y  trincheras,  y  sabiendo  que  la  mayor  fuerza  contraria  estaba  en  Tlate- 
lolco,  donde  residía  el  rei  Quauhtemotzin,  y  donde  se  habia  recobrado 
infinita  gente  de  Tenochtitlan,  enderezó  acia  aquella  parte  sus  opera- 
ciones :  mas  aunque  peleó  con  todas  sus  fuerzas,  por  tierra  y  por  agua, 
no  pudo  llegar  hasta  donde  quiso,  por  la  intrépida  resistencia  de  los 
sitiados.  En  estos  combates  pereció  mucha  gente  de  una,  y  otra 
parte.  En  uno  de  los  primeros  encuentros,  se  dejó  ver  un  membrudo, 
y  animoso  Tlatelolques,  disfrazado  de  Otomite,  con  un  Ichcahuepilli, 
o  coraza  de  algodón,  y  sin  mas  armas  que  un  escudo,  y  tres  piedras, 
y  corriendo  velocisimamente  acia  los  sitiadores,  arrojó  sucesivamente 
las  tres  piedras  con  tanta  destreza,  y  vigor,  que  abatió  un  Español 
con  cada  una,  causando  no  menos  indignación  a  los  Españoles,  que 

'  miedo,  y  admiración  a  los  aliados.  Se  emplearon  muchos  arbitrios 
para  haberlo  a  las  roanos,  pero  no  fue  posible,  por  que  en  cada  com- 
bate se  presentaba  con  un  vestido  diferente,  y  en  todos  hacia  gran 
daño  a  los  sitiadores,  teniendo  ademas  tanta  velocidad  en  los  pies  para 
huir,  como  fuerza  en  los  brazos  para  ofender.  El  nombre  de  este 
célebre  Tlatelolques  era  Tzilacatzin.  ^'"t 

"Ensoberbecido  Alvarado  por  algunas  ventajas  que  habia  conseguido 
sobre  los  Megicanos,  quiso  un  dia  internarse  hasta  la  plaza  del  mer- 
cado. Ya  habia  tomado  algunos  fosos,  y  trincheras,  uno  entre 
aquellos,  que  tenia  cincuenta  pies  de  ancho,  y  siete  de  profundidad,  y 
olvidado  de  mandarlo  llenar,  como  lo  habia  mandado  Cortés,  siguió 
adelante  con  cuarenta  o  cincuenta  Españoles,  y  algunos  aliados. 
Los  Megicanos,  conociendo  su  descuido,  cayeron  sobre  ^Uos,  los  der- 
rotaron, y  obligaron  a  huir,  y  al  pasar  el  foso  mataron  muchos  aliados, 
y  cogieron  cuatro  Españoles,  que  inmediatamente  fueron  sacrificados, 

,  a  vista  de  Alvarado,  y  los  suyos,  en  el  templo  mayor  de  Tlatelolco. 
Mucho  sintió  Cortés  esta  desgracia,  que  debia  aumentar  el  vigor,  y  el 
orgullo  de  los  enemigos,  y  sin  perder  tiempo  pasó  a  Tlacopan,  con 
intención  de  reprender  severamente  a  Alvarado  por  su  temeridad,  y 
desobediencia :  pero  informado  del  valor  con  que  se  habia  conducido 
en  aquella  jornada,  y  de  que  habia  tomado  los  puestos  mas  difíciles, 
se  contentó  con  una  benigna  admonición,  repitiendo  sus  ordenes,  sobre 
el  modo  en  que  deberían  hacerse  las  entradas. 

Traición  de  los  Joquimilqueses,  y  de  otros  pueblos. 
Las  tropas  dfe  Joquimilco,  de  Cuitlahuac,  y  de  otras  ciudades  del 
lago,  que  estaban  en  el  campamento  de  Cortés,  queriendo  aprove- 
charse de  la  ocasión  que  le  ofrecían  las  continuas  entradas  de  los  Espa- 


VICTORIA    DE    LOS    MEGICANOS,  166 

fióles,  para  saquear  las  casas  de  Megico,  se  sirvieron  de  una  abomina- 
ble perfidia.  Enviaron  una  secreta  embajada  al  rei  Quauhtemotzin, 
protestándoles  su  invariable  fidelidad,  y  quejándose  de  los  Españoles 
por  que  los  forzaban  a  tomar  las  armas  contra  su  señor  natural,  y 
añadiendo  que  en  su  primera  entrada  querían  unirse  a  los  Megicanos 
contra  aquellos  enemigos  de  su  patria,  para  darles  muerte  a  todos,  y 
preservarse  de  una  vez  de  tanta  calamidad.  -  Alabó  el  rei  su  intento, 
y  les  señaló  los  puestos  que  debian  ocupar,  preguntándoles  al  mismo 
tiempo  la  recompensa  que  querían  por  su  lealtad,  y  afecto.  Entraron 
aquellos  traidores,  como  solian  en  la  ciudad,  y  fingiendo  al  principio 
volverse  contra  los  Españoles,  empezaron  a  saquear  las  casas  de  los 
Megicanos,  matando  a  cuantos  se  les  oponían,  y  haciendo  prisioneros  a 
las  mugeres,  y  a  los  niños.  Conocieron  su  perfidia  los  Megicanos,  y 
los  atacaron  con  tanta  furia,  que  casi  todos  los  culpados  pagaron  su 
maldad  con  la  vida.  Los  que  no  murieron  en  el  conflicto,  fueron  in- 
mediatamente sacrificados  por  orden  del  rei.  Esta  traición  parece  no 
haber  sido  planteada  ni  puesta  en  egecucion,  si  no  por  una  parte  del 
populacho  de  aquella  ciudad,  gente  mal  nacida,  y  dispuesta  siempre  a 
cometer  toda  clase  q%  delitos. 

Victoria  de  los  Megicanos. 
Durante  veinte  dias  no  hablan  cesado  los  Españoles  de  hacer  en- 
tradas en  la  ciudad,  de  cuyas  resultas,  algunos  capitanes,  y  soldados, 
cansados  de  tantos  combates  infructuosos,  se  quejaron  al  general,  y  le 
rogaron  que  aventurase  todas  las  grandes  fuerzas,  que  a  sus  ordenes 
tenia,  y  diese  un  golpe  decisivo,  que  los  sacase  de  una  vez  de  tanto  pe- 
ligro, y  cansancio.  El  designio  de  estos  era  internarse  hasta  el  centro 
de  Tlatelolco,  donde  hablan  reunido  sus  fuerzas  los  Megicanos,  para 
arruinarlos  en  una  acción,  o  al  menos  inducirlos  a  rendirse.  Cortés, 
que  conocía  cuan  arriesgada  era  aquella  empresa,  procuraba  disuadirlos 
de  ella,  con  las  razones  mas  eficaces :  mas  no  pudiendo  conseguirlo, 
ni  pudiendo  ya  oponerse  a  una  opinión  que  habia  llegado  a  ser  general 
en  el  egército,  tubo  que  ceder  a  sus  importunas  instancias.  Ordenó 
al  comandante  Sandoval  que  con  ciento  y  quince  peones,  y  diez  ca- 
ballos, fuese  a  unirse  con  Alvarado ;  que  emboscase  su  caballeria,  y 
levantase  el  campo,  fingiendo  retirarse,  y  abandonar  el  asedio  de  la 
ciudad,  a  fin  de  que,  empeñados  los  Megicanos  en  seguirlo,  pudiera 
él  atacarlos  con  la  caballeria,  por  retaguardia ;  que  con  seis  bergan- 
tines procurase  tomar  el  gran   foso  en  que  fue  vencido  Alvarado, 


166  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

haciéndolo  llenar,  y  apisonar;  que  no  diese  un  paso  adelante,  sin 
dejar  bien  preparado  el  camino  para  la  retirada,  y  que  hiciese  todos 
los  esfuerzos  posibles,  para  entrar  de  mano  armada  en  la  plaza  del 
mercado. 

El  dia  señalado  para  el  ataque  general,  marchó  Cortés  con  veinte  y 
cinco  caballos,  toda  su  infantería,  y  mas  de  cien  mil  aliados.  Flan- 
queaban su  egercito,  por  una,  y  otra  parte  del  camino,  los  bergantines, 
y  mas  de  tres  mil  barcas  ausiliares.  Entró  sin  oposición  en  el  pueblo,  y 
dividió  su  egercito  en  tres  trozos,  para  que  por  otros  tantos  caminos  lle- 
gasen al  mismo  tiempo  a  la  plaza  del  mercado.  El  mando  de  la  primera 
división  se  dio  a  Julián  de  Alderete,  tesorero  del  rei,  que  era  el  que 
con  mayor  empeño  habia  importunado  a  Cortés  para  emprender  aquella 
espedicion,  y  este  le  mandó  encaminarse  por  la  calle  principal  y  mas 
ancha,  con  sesenta  peones  Españoles,  siete  caballos,  y  veinte  mil 
abados.  De  las  otras  dos  calles  que  conduelan  desde  el  camino  de 
Tlacopan  a  la  plaza  del  mercado,  la  menos  estrecha  se  señaló  a  los 
capitanes  Andrés  de  Tapia,  y  Jorge  de  Alvarado,  hermano  de  Pedro, 
con  ochenta  peones  Españoles,  y  mas  de  diez  mil  aliados ;  y  de  la 
mas  estrecha,  y  difícil  se  encargó  el  mismo  Cdítés,  con  cien  peones 
Españoles,  y  con  el  grueso  de  las  tropas  ausiliares,  dejando  a  la  en- 
trada de  cada  calle,  el  resto  de  la  caballería,  y  los  cañones.  Entraron 
todos  a  un  tiempo,  peleando  con  valor.  Los  Megicanos  hicieron  al 
principio  alguna  resistencia,  pero  fingiendo  después  acobardarse,  se 
retiraron,  y  abandonaron  los  fosos  a  los  Españoles,  a  fin  de  que  estos, 
atraídos  por  la  esperanza  de  la  victoria,  se  aventurasen  a  los  peligros 
que  los  aguardaban.  Algunos  Españoles  llegaron  a  las  calles  mas 
próximas  a  la  plaza,  dejando  incautamente  detras  un  ancho  foso  abierto, 
y  cuando  con  mas  ardor  procuraban  entrar  a  porfía  en  la  misma  plaza, 
oyeron  el  formidable  sonido  de  la  corneta  del  dios  Painalton,  que  solo 
se  tocaba  por  los  sacerdotes  en  caso  de  urgencia  publica,  para  exitar 
al  pueblo  a  tomar  las  armas.  Acudieron  inmediatamente  tan  nume- 
rosas tropas  Megicanas,  y  embistieron  con  tanta  furia  a  los  Españoles, 
y  aliados,  que  los  desordenaron,  y  obligaron  a  volver  atrás  hasta  el 
foso.  Este  parecía  fácil  de  pasar,  por  estar  lleno  de  ramazón,  y  otros 
obgetos  de  poco  peso,  y  al  poner  el  pie  en  aquella  engañosa  superfície, 
se  hundieron  todos  los  que  lo  intentaron,  agravando  el  mal  la  violencia 
del  tropel  qr.e  se  agolpaba*.    Alli  fue  el  mayor  apuro  de  los  fugitivos, 

*  Solis  dice  que  este  foso  estaba  fuera  de  la  ciudad,  y  que  al  salir  de  él  los 
Españoles,  fueron  atacados  por  los  Meg-icanos,  mas  este  es  un  error  manifiesto. 


VICTORIA    DE    LOS    MEGICANOS.  167 

pues  no  pudieodo  pasar  a  nado,  y  defenderse  al  mismo  tiempo,  morían 
a  manos  de  los  Megicanos,  o  quedaban  en  su  poder.  Cortés,  que  con 
ia  diligencia  propia  de  un  general,  habia  acudido  al  peligro,  cuando  vio 
llegar  las  tropas  aterradas,  procuró  detenerlas  con  sus  gritos,  y  exor- 
taciones,  a  fin  de  que  su  desorden  no  facilitase  los  estragos  que  esta- 
ban haciendo  los  enemigos.  Pero  ¿  qué  voces  bastan  a  contener  la 
fuga  de  una  multitud  desbaratada,  especialmente  cuando  el  terror  la 
aguijonea?  Atravesado  del  mas  vivo  dolor  por  la  perdida  de  los 
suyos,  y  no  haciendo  caso  de  su  propio  peligro,  el  general  se  acercó  al 
foso,  para  salvar  a  los  que  pudiera.  Algunos  salían  desarmados,  otros 
heridos,  y  otros  casi  ahogados.  Procuró  ponerlos  en  orden,  y  enca- 
minarlos al  campo,  quedando  él  detras  con  doce  o  veinte  hombres, 
para  guardarles  las  espaldas  ;  pero  apenas  empezó  la  marcha,  cuando 
él  mismo  se  halló  en  un  paso  estrecho,  rodeado  de  enemigos.  Aquel 
dia  hubiera  sido  el  ultimo  de  su  vida,  a  pesar  del  estraordinario  brio 
con  que  se  defendió,  y  con  su  vida  se  hubiera  perdido  la  esperanza  de 
la  conquista  de  Megico,  si  los  Megicanos,  en  vez  de  darle  la  muerte, 
como  pudieron  hacerlo  fácilmente,  no  se  hubieran  empeñado  en  cogerlo 
vivo,  para  honrar  con  tan  ilustre  victima  a  sus  dioses.  Ya  estaba  en 
su  poder,  y  ya  lo  conducían  al  sacrificio,  cuando  noticiosa  su  gente  de 
aquel  suceso,  acudió  con  la  mayor  prontitud  a  libertarlo.  Debió 
Cortés  principalmente  la  vida,  y  la  libertad  a  un  soldado  de  su  guardia, 
llamado  Cristoval  de  Olea,  hombre  de  gran  valor,  y  de  singular 
destreza  en  las  armas*,  el  cual  en  otra  ocasión  lo  habia  preservado  de 
un  peligro jsemej  ante,  y  en  aquella  lo  salvó  a  costa  de  su  propia  vida, 
cortando  de  un  tajo  el  brazo  al  Megicano  que  lo  llevaba  consigo. 
También  contribuyeron  a  su  preservación  el  principe  D.  Carlos 
Ijtliljochitl,  y  un  valiente  Tlascales  llamado  Temacatzin. 

Llegaron  por  fin  los  Españoles,  aunque  con  indecible  dificultad,  y 
con  no  poca  gente  herida,  al  gran  camino  de  Tlacopan,  donde  Cortés 
pudo  ordenarlos,  quedando  siempre  a  retaguardia  con  la  caballería  : 
pero  el  arrojo,  y  el  furor  con  que  los  perseguían  los  Megicanos  eran 
tales,  que  parecía  imposible  que  uno  solo  escapase  vivo.  Los  que 
habían  entrado  por  los  otros  caminos,  habían  sostenido  también  reñi- 
dísimos combates,  pero  habiendo  sido  mas  diligentes  en  llenar  los 

pues  nos  consta  por  el  dicho  de  Cortés,  y  de  otros  historiadores,  que  estaba  entre 
el  camino  principal  de  Tlacopan,  y  la  plaza  del  mercado,  y  que  para  regresar 
los  Españoles  a  su  campo  tubieron  que  atravesar  la  mayor  parte  de  la  ciudad. 

*  Bemal  Díaz  alaba  en  muchos  lugares  de  su  historia  el  valor  de  Olea,  cuya 
muerte  fue  mui  sentida  por  el  general,  y  por  los  soldados. 


168  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

fosos,  les  fue  menos  difícil  la  retirada,  cuando,  por  orden  de  Cortés, 
la  efectuaron  acia  la  plaza  mayor  de  Tenochtitlan,  donde  se  reunieron. 
Desde  alli  vieron  con  gravisimo  dolor  elevarse,  de  los  hogares  del 
templo  mayor,  el  humo  del  copal  que  los  Megicanos  quemaban  a  sus 
dioses,  en  acción  de  gracias  por  la  victoria :  pero  creció  su  pena, 
cuando  los  vencedores,  para  desanimarlos,  les  arrojaron  las  cabezas  de 
algunos  Españoles,  y  cuando  oyeron  decir  que  hablan  perecido  Alva- 
rado,  y  Sandoval.  De  la  plaza  se  encaminaron  por  el  camino  de 
Iztapalapan,  a  su  campamento,  hostigados  sin  cesar  por  una  gran 
muchedumbre  de  enemigos. 

Alvarado,  y  Sandoval  habian  procurado  entrar  en  la  plaza  del  mer- 
cado por  un  camino  que  iba  desde  el  de  Tlacopan  a  Tlatelolco,  y  avan- 
zaron felizmente  sus  operaciones,  hasta  un  sitio  poco  distante  de  la 
plaza :  pero  habiendo  visto  los  sacrificios  de  algunos  Españoles,  y  oido 
decir  a  los  Megicanos  que  Cortés,  y  sus  capitanes  habian  perecido,  se 
retiraron  con  gran  dificultad,  habiéndose  agregado  a  los  enemigos  que 
antes  los  atacaban,  los  que  habian  derrotado  las  tropas  de  Cortés. 

La  pérdida  que  tubieron  en  aquella  jornada  los  sitiadores  fue  d© 
siete  caballos,  muchas  armas,  y  barcas,  un  cañón,  mas  de  mil  aliados, 
y  mas  de  sesenta  Españoles,  de  los  cuales  unos  murieron  en  la  batalla, 
y  los  otros,  que  cayeron  prisioneros,  fueron  inmediatamente  sacrifica- 
dos en  el  templo  mayor  de  Tlatelolco,  a  vista  de  la  división  de  Alvara- 
do. También  murió  el  capitán  de  un  bergantín.  Cortés  fue  herido 
en  una  pierna,  y  apenas  hubo  entre  los  sitiadores  quien  no  quedase 
herido,  o  mal  parado*.  c  rv   v^ííju  .1 

Celebraron  los  Megicanos  por  espacio  de  ocho  dias  continuos  la  vic- 
toria que  acababan  de  conseguir,  con  iluminaciones,  y  música  en  los 
templos  ;  propagaron  la  noticia  por  todo  el  reino,  y  enviaron  a  las  pro- 
vincias los  cabezas  de  los  Españoles  que  habian  perecido,  para  ame- 
drentar a  los  pueblos  que  se  habian  rebelado  contra  la  corona,  y  volver- 
los a  traer  a  su  obediencia,  como  lo  consiguieron  de  algunos.  Esca- 
varon de  nuevo  los  fosos,  repararon  las  trincheras,  y  volvieron  a  poner 
la  ciudad,  exepto  los  templos,  y  las  casas  arruinadas,  en  el  mismo  esta- 
do en  que  se  hallaba  antes  del  asedio. 

*  Cortés  no  cuenta  mas  que  35,  o  40  Españoles  muertos,  y  20  heridos,  pero, 
como  otros  muchos  generales,  disminuye  sus  perdidas,  y  asi  lo  hizo  con  la  que 
esperimentó  en  la  derrota  del  1  de  Julio.  Mas  digno  de  crédito  es  Bernal  Diaz, 
que  parece  tener  particular  esmero  en  llevar  cuenta  de  los  Españoles  que  iban 
faltando. 


COMBATES  DK  LOS  BERGANTINES.  169 

Combates  de  los  Bergantines,  y  estratagemas  de  los  Megicanos. 

Entretanto    los  Españoles  estaban  a  la  defensiva,  curando  a  los 
heridos,  y  restableciéndose  para  los  combates  futuros ;  mas  a  fin  de 
que  no  se  aprovechasen  de  su  descuido  los  Megicanos,  e  introdugesen 
viveres  en  la  ciudad,  mandó  Cortés  que  los  bergantines  no  cesasen  de 
costear  el  lago,  dos  a  dos.      Los  Megicanos,  reconociendo  la  superio- 
ridad de  los  buques,  y  de  las  armas  de  sus  enemigos,  y  no  pudiendo 
servirse  de  los  mismos  recursos,  quisieron  a  lo  menos  rivalizar  en  cierto 
modo  con  los  bergantines.     Con  este  obgeto  hablan  fabricado  treinta 
barcas  grandes,   llamadas  por  los  Españoles  piraguas,  bien  provistas 
de  todo  lo  necesario,  y  cubiertas  de  gruesos  tablados,  para  poder  com- 
batir en  ellas,  sin  tanto  riesgo  de  irse  a  pique.     Determinaron  hacer 
con  ellas  una  emboscada  a  los  bergantines  en  los  cañaverales  que  habia 
entre  los  huertos  flotantes,  y  clavaron  en  los  mismos  sitios  gruesas  es- 
tacas, ocultas  por  las  aguas,  para  que  chocando  en  ellas,  se  rompiesen 
los  buques  contrarios,  o  a  lo  menos  se  hallasen  embarazados  en  la  de- 
fensa.    Dispuesto  este  amaño,  hicieron  salir  de  los  canales  tres  o  cua- 
tro barcas  pequeñas,  a  provocar  a  los  bergantines,  que  alli  cruzaban,  y 
a  empeñarlos,  con  una  disimulada  fuga  al  punto  de  la  emboscada.  Los 
Españoles,  al  ver  las  barcas,  hicieron  vela  acia  ellas,  y  cuando  estaban 
mas  empeñados  en  darles  caza,  chocaron  los  bergantines  con  las  esta- 
cas, saliendo  al  mismo  tiempo  las  treinta  barcas  grandes,  y  atacándolos 
por  todos  lados.     Corrieron  los  Españoles  gran  riesgo  de  perder  los 
buques,  y  If  j  vidas,  pero  mientras  que  con  el  fuego  de  los  mosquetes 
entretenían  a  los  enemigos,  tubieron  tiempo  algunos  diestros  nadadores 
de  arrancar  las  estacas,  con  lo  que  libres  de  todo  empacho,  pudieron 
servirse  de  la  artillería  para  poner  en  fuga  a  los  contrarios.     Los  ber- 
gantines recibieron  mucho  daño,  los  Españoles  quedaron  heridos,  y  de 
los  dos  capitanes  que  los  mandaban,  uno  murió  en  la  acción,  y  otro 
algunos  dias  después.     Los  Megicanos  repararon  sus  piraguas  para 
repetir  la  estratagema,  pero  avisado  secretamente  Cortés  del  sitio  en 
que  se  ponian  en  acecho,  dispuso  otra  emboscada  con  seis  bergantines, 
y  aprovechándose  del  egemplo  de  los  enemigos,  mandó  que  uno  solo 
se  acercase  al  sitio  en  que  estos  se  ocultaban,  y  que  cuando  lo  descu- 
briesen, huyese  acia  la  emboscada  Española.    Todo  se  hizo  conforme  a 
su  plan :  porque  los  Megicanos,  al  ver  al  bergantín,  salieron  pronta- 
mente, y  cuando  se  creian  mas  seguros  de  su  presa,  los  atacaron  de 
pronto  los  otros  cinco  bergantines,  y  empezaron  a  servirse  de  la  arti- 
llería, con  cuya  primera  descarga  echaron  a  pique  unas  barcas,  y  hicie- 


170  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

ron  pedazos  otras.  La  mayor  parte  de  los  Megicanos  perecieron ; 
muchos  fueron  prisioneros,  y  entre  ellos  algunos  nobles  de  quienes  se 
sirvió  Cortés  para  proponer  un  convenio  con  la  corte  de  Megico. 


Mensage  infructuoso  al  rei  de  Megico. 

Mandó  pues  a  decir  al  rei,  por  medio  de  aquellos  personages,  que 
considerase  cuanto  se  iba  disminuyendo  la  población  de  su  reino,  al 
mismo  tiempo  que  se  aumentaban  las  fuerzas  de  los  Españoles ;  que  al 
fin  debian  ceder  al  mayor  numero  ;  que  aunque  el  egercito  sitiador  no 
entrase  en  la  ciudad  a  cometer  hostilidades,  bastaba  impedir  la  entra- 
da a  toda  especie  de  socorro,  para  que  el  hambre  hiciese  lo  que  no  ha- 
bian  hecho  las  armas ;  que  aun  estaba  a  tiempo  de  evitar  los  desas- 
tres que  lo  amenazaban ;  que  si  admitía  las  condiciones  pacificas  que 
le  ofrecía,  cesarían  inmediatamente  todas  las  operaciones  del  asedio, 
quedando  el  rei  en  tranquila  posesión  del  poder,  y  de  la  autoridad  de 
que  hasta  entonces  habia  gozado,  y  sus  subditos,  libres,  y  dueños  ab- 
solutos de  sus  bienes  ;  que  lo  que  solo  se  exigi^  de  Su  Magostad,  y  de 
sud  pueblos,  era  que  tributasen  el  homenage  debido  al  rei  de  España, 
como  supremo  señor  de  aquel  imperio,  cuyos  derechos  hablan  sido  ya 
reconocidos  por  los  mismos  Megicanos,  y  se  fundaban  en  la  antigua 
tradición  de  sus  mayores  ;  que  si,  por  el  contrario,  se  obstinaba  en  la 
guerra,  se  vería  privado  de  su  corona,  la  mayor  parte  de  sus  subditos 
perderían  la  vida,  y  aquella  grande,  y  hermosa  ciudad  quedaría  redu- 
cida a  cenizas,  y  escombro.  El  rei  consultó  con  sus  miuittros,  con  los 
generales  de  sus  egercitos,  y  con  los  gefes  de  la  religión ;  les  espuso 
las  proposiciones  que  el  caudillo  Español  le  hacia,  la  escasez  de  víveres, 
la  aflicción  del  pueblo,  y  los  males  aun  mayores  que  los  amenazaban,  y 
les  mandó  que  digesen  libremente  su  parecer.  Algunos  previendo  el 
éxito  de  la  guerra,  se  inclinaban  a  la  paz ;  otros,  movidos  por  odio 
a  los  Españoles,  y  por  el  estimulo  del  honor,  insistían  en  la  continua- 
ción de  la  guerra.  Los  sacerdotes,  cuya  autoridad  era  de  tanto  peso 
en  aquel  asunto,  como  en  todos  los  graves,  se  opusieron  fuertemente  a 
la  paz,  alegando  los  supuestos  oráculos  de  sus  dioses,  cuya  colera  de- 
bía temerse,  si  cedían  los  Megicacanos  a  las  pretensiones  de  aquellos 
crueles  enemigos  de  su  culto,  y  cuya  protección  debia  ser  implorada 
con  oraciones,  y  sacrificios.  Prevaleció  este  dictamen,  por  el  temor 
supersticioso  que  se  habia  apoderado  de  aquellos  espíritus,  y  en  su  vir- 
tud se  respondió  al  general  Español  que  continuase  la  guerra,  pues 
ellos  estaban  resueltos  a  defenderse  hasta  el  ultimo  aliento.     Si  los 


ESPEDICION    CONTRA    LOS    MALINAQUESES.  171 

hubiesen  inducido  a  esta  resolución,  no  ya  el  miedo  de  sus  falsas  divi- 
nidades, si  no  el  honor,  el  amor  de  la  patria,  y  el  deseo  de  vivir  libres, 
no  hubiera  sido  tan  culpable  su  tezon,  pues  aunque  su  ruina  parecía 
inevitable  continuando  la  guerra,  no  podian  tener  esperanza  de  que  la 
paz  mejorase  su  condición.  Por  otra  parte,  la  esperiencia  de  los  suce- 
sos pasados,  no  les  permitia  fiarse  a  las  promesas  de  aquellos  estrange- 
ros :  asi  que  debia  parecerles  mas  confirme  a  las  ideas  de  honor  la  reso- 
cion  de  morir  con  las  armas  en  la  mano,  en  defensa  de  la  patria,  y  de 
la  independencia,  que  abandonar  la  misma  patria  a  unos  invasores  co- 
diciosos, y  quedar  reducidos,  por  su  humillación,  a  una  triste,  y  mise- 
rable esclavitud. 

Espediciones  contra  los  Malinaqueses  y  los  Matlatzinqueses. 

Dos  dias  después  de  la  derrota  de  los  Españoles,  llegaron  al  campo 
de  Cortés  algunos  mensageros  enviados  por  la  ciudad  de  Quauhna- 
huac,  a  quejarse  de  los  grandes  males  que  les  hacian  los  Malinal- 
queses,  sus  vecinos,  los  cuales,  según  parecia,  querían  confederarse 
con  los  Cohuizques,  nación  mui  numerosa,  para  destruir  a  Quauhna- 
huac,  por  que  se  habia  aliado  con  los  Españoles,  y  pasar  después  los 
montes,  dirigiéndose  con  un  gran  egercito  al  campamento  de  Cortés. 
Este  general,  aunque  se  hallaba  mas  bien  en  estado  de  pedir  socorro 
que  de  darlo,  por  la  reputación  de  las  armas  Españolas,  y  para  evitar  el 
golpe  que  lo  amenazaba,  envió  al  capitán  Andrés  de  Tapia  con  los 
mismos  mensageros,  y  con  doscientos  peones  Españoles,  diez  caballos,  y 
un  buen  nurjero  de  aliados,  encargándole  que  se  uniese  con  las  tropas 
Quauhnahuaqueses,  e  hiciese  cuanto  pudiese  convenir  al  servicio  de 
su  rei,  y  a  la  seguridad  de  sus  compatriotas.  Tapia  egecutó  cuanto 
se  le  habia  mandado,  y  en  un  pueblecillo  situado  entre  Quauhnahuac, 
y  Malinalco,  tubo  una  gran  batalla  con  los  enemigos,  los  destruyó,  y 
los  persiguió  hasta  la  falda  del  alto  monte  en  que  esta  segunda  ciudad 
estaba  situada.  No  pudo  atacarla,  como  hubiera  querido,  por  ser  el 
monte  inaccesible  a  la  caballería,  pero  asoló  la  campiña,  y  siendo  ya 
cumplido  el  termino  de  diez  dias  que  el  general  lo  habia  señalado, 
volvió  a  reunirse  con  el  grueso  del  egercito. 

Dos  dias  después  llegaron  los  mensageros  de  los  Otomites  del  valle 
de  Tolocan,  pidiendo  ayuda  contra  los  Matlatzinques,  nación  guerrera, 
y  poderosa  del  mismo  valle,  los  cuales  les  hacian  guerra,  quemándoles 
sus  pueblos,  y  cogiéndoles  muchos  prisioneros,  y  ademas  se  hablan 
puesto  de  acuerdo  con  los  Megicanos,  para  atacar  con  todas  sus  fuer- 


17^  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

zas  el  egercito  de  Cortés,  por  parte  de  tierra,  mientras  ellos  hacían 
una  salida  general.  En  efecto,  en  las  diferentes  entradas  de  los  Espa- 
ñoles en  Megico,  los  habitantes  los  habian  amenazado  con  el  poder  de 
los  Matlatzinques ;  por  lo  que  Cortés,  oido  el  mensage  de  los  Otomi- 
tes,  conoció  el  grave  riesgo  que  corria  si  daba  tiempo  a  que  los  ene- 
migos egecutasen  su  designio.  No  quiso  confiar  aquella  importante 
empresa  si  no  al  ilustre,  y  nunca  vencido  Sandoval.  Este  hombre  in- 
fatigable, aunque  habia  recibido  una  herida  el  dia  de  la  derrota  de 
Cortés,  en  los  siguientes  habia  estado  egerciendo  las  funciones  de 
general,  recorriendo  incesantemente  los  tres  campamentos,  y  dando 
las  ordenes  mas  oportunas  para  su  seguridad.  Pasados  apenas  catorce 
dias  después  de  aquel  desastre,  marchó  al  valle  de  Tolocan,  con  diez 
y  ocho  caballos,  cien  peones  Españoles,  y  sesenta  mil  aliados.  En  el 
camino  vieron  indicios  de  los  estragos  hechos  por  los  Matlatzinques,  y 
cuando  entraron  en  el  valle  hallaron  un  pueblo  recien-destruido,  y  des- 
cubrieron las  tropas  enemigas,  que  marchaban  cargadas  de  despojos, 
los  cuales  abandonaron,  al  divisar  a  los  Españoles,  queriendo  pelear 
sin  aquel  embarazo.  Pasaron  un  rio,  que  atraviesa  el  valle,  y  perma- 
necieron en  la  orilla,  aguardando  de  pie  firme  a  los  Españoles.  San- 
doval lo  vadeó  intrépidamente  con  su  egercito,  atacó  a  los  contrarios, 
los  obligó  a  ponerse  en  fuga,  y  los  siguió  por  espacio  de  nueve  millas, 
hasta  una  ciudad,  donde  se  refugiaron  los  Matlatzinques,  dejando 
muertos  mas  de  mil  de  los  suyos  en  el  campo.  Sitio  Sandoval  el 
pueblo,  y  forzó  a  los  enemigos  a  dejarlo,  y  a  guarecerse  en  una  forta- 
leza, construida  en  la  cima  de  una  escabrosa  elevaciop.  Entró  el 
egercito  victorioso  en  la  ciudad,  y,  después  de  haberla  saqueado, 
pegó  fuego  a  los  edificios.  Era  tarde,  y  la  tropa  estaba  fatigadisima, 
por  lo  que  Sandoval  resolvió  dejarla  descansar  alli  aquella  noche,  re- 
servando para  el  dia  siguiente  el  asalto  de  la  fortaleza :  mas  cuando 
quiso  emprenderlo,  la  halló  abandonada.  En  su  regreso,  pasó  por 
algunos  pueblos  que  se  habian  declarado  enemigos ;  mas  no  necesitó 
emplear  las  armas  contra  ellos,  porque  amedrentados  a  la  vista  de  tan 
formidable  egercito,  aumentado  con  numerosos  refuerzos  de  Otomites, 
se  rindieron  espontáneamente  al  gefe  Español.  Este  los  acogió  con 
suma  benignidad,  y  exigió  de  ellos  que  indugesen  a  los  Matlatzinques 
a  ser  amigos  de  los  Españoles,  representándoles  las  ventajas  que  de 
ellos  podian  aguardar,  y  los  males  que  podría  acarrearles  su  enemis- 
tad. Estas  espediciones  fueron  de  grandísima  importancia,  pues 
cuatro  dias  después  de  la  vuelta  de  Sandoval,  llegaron  al  campamento 


HECHO    DEL    GENERAL    CHICHIMECATL.  173 

de  Cortés  muchos  señores  Matlatzinques,  Malinalqueses,  y  Cohuijques* 
a  escusarse  por  las  hostilidades  cometidas,  y  a  establecer  una  con- 
federación que  fue  tan  útil  a  los  Españoles,  como  perjudicial  a  los 
Megicanos. 

Ya  no  tenian  los  Españoles,  enemigos  que  temer  por  la  parte  de 
tierra  firme,  y  Cortés  se  hallaba  con  tan  exesivo  numero  de  tropas, 
que  hubiera  podido  emplear  en  el  asedio  de  Megico  mas  gente  que  la 
que  Gerges  envió  contra  Grecia,  si  por  causa  de  la  situación  de 
aquella  capital,  no  hubiese  servido  de  empacho  mas  bien  que  de  pro- 
vecho tan  gran  muchedumbre  de  sitiadores.  Los  Megicanos  por  el 
contrario  se  hallaban  abandonados  por  sus  confederados,  y  por  sus 
subditos,  rodeados  de  enemigos,  y  afligidos  por  el  hambre.  Tenia 
aquella  desventurada  corte  contra  si,  los  Españoles,  el  reino  de  Acol- 
huacan;  las  repúblicas  de  Tlascala,  de  Huejotzinco,  y  de  Cholula; 
casi  todas  las  ciudades  del  valle  de  Megico ;  las  numerosas  naciones 
de  Totonaques,  Mijteques,  Otomites,  Tlahuiques,  Cohuijques,  Mat- 
latzinques, y  otras :  de  modo  que  ademas  de  los  enemigos  estrangeros, 
mas  de  la  mitad  del  imperio  conspiraba  contra  su  ruina,  y  la  otra  mitad 
la  miraba  con  indifer^«?ncia. 

Hecho  memorable  del  general  Chichimecatl. 
Mientras  Sandoval  empleaba  su  acero,  y  su  pericia  militar  contra 
los  Matlatzinques,  el  Tlascales  Chichimecatl  dio  una  nueva  prueba  de 
su  arrojo.  Este  famoso  general,  viendo  que  después  de  la  derrota, 
los  Españoles  se  mantenían  en  la  defensiva,  determinó  hacCT  una  entrada 
en  Megico,  solo  con  sus  Tlascaleses.  Salió  pues  del  compamento  de 
Alvarado,  donde  habia  permanecido  desde  el  principio  del  asedio, 
acompañando  a  los  Españoles  en  todos  los  combates,  y  ostentando  en 
todas  ocasiones  su  intrepidez.  Pasó,  en  aquella  espedicion,  muchos 
fosos,  y  dejando  en  el  mas  importante,  y  arriesgado,  una  guarnición 
de  cuatrocientos  flecheros,  para  que  le  asegurasen  la  retirada,  entró 
con  el  grueso  de  las  tropas  en  el  capital,  donde  tubo  un  terrible  en- 
cuentro con  los  Megicanos,  en  que  fueron  muertos,  y  heridos  muchos 
de  una,  y  otra  parte.  Lisongeabanse  los  enemigos  con  la  esperanza 
de  dar  un  golpe  terrible  a  los  Tlascaleses,  en  ej  paso  del  foso,  por  lo 
que  les  siguieron  el  alcance  cuando  vieron  que  se  retiraban,  pero  con 

*  Cortés  escribe  Cuisco,  en  vez  de  Cohuijeo.  El  autor  de  las  notas  a  las  cartas 
de  aquel  conquistador  pensó  que  hablaba  de  Huisuco,  por  que  no  sabia  que  habia 
una  gran  provincia  llamada  Cohuijco.  Huisuco,  en  Megicano  Huitzoco,  era  y 
es  un  lugar  oscuro,  y  no  una  gran  provincia  como  Cortés  dice  que  era  Cuisco. 


174  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

el  ausilio  de  los  flecheros,  pudo  Chichimecatl  burlarse  de  sus  esfuerzos, 
y  volver  lleno  de  gloria  a  su  campo*. 

Los  Megicanos,  para  vengarse  del  arrojo  de  los  Tlascaleses,  ataca- 
ron una  noche  el  campo  de  Alvarado :  pero  habiéndolos  oido  oportu- 
namente las  centinelas,  corrieron  a  las  armas  Españoles,  y  aliados. 
Duró  el  combate  tres  horas,  durante  las  cuales,  oyendo  Cortés  el 
cañoneo  desde  su  campo,  y  sospechando  lo  que  seria,  creyó  que  aquella 
era  una  exelente  ocasión  de  entrar  en  la  ciudad  con  su  gente,  que  ya 
estaba  curada  de  sus  heridas.  Los  Megicanos  que  hablan  ido  a  Tla- 
copan,  no  habiendo  podido  superar  la  resistencia  de  los  Españoles, 
volvieron  al  pueblo,  donde  hallaron  el  egercito  de  Cortés.  Ambas 
huestes  pelearon  con  valor,  pero  sin  ventajas  notables  de  una  ni  otra 
parte. 

En  este  mismo  tiempo,  y  cuando  mas  necesidad  habia  de  armas,  y 
municiones,  llegó  un  buque  con  socorros  a  la  Vera  Cruz,  y  con  ellos 
pudieron  los  Españoles  continuar  las  operaciones  del  sitio.  El  prin- 
cipe D.  Carlos  Ijtliljochitl  habia  aconsejado  al  general  Español  que 
no  se  empeñase  en  nuevos  ataques,  que  debian  ser  funestos  a  su  eger- 
cit9,  haciéndole  ver  que  sin  esponerse  a  nuevas* perdidas,  y  sin  arrui- 
nar los  edificios  de  aquella  hermosa  ciudad,  podria  apoderarse  de  ella 
solo  con  impedir  la  entrada  de  viveres,  pues  cuanto  mayor  fuese  el 
numero  de  los  sitiados,  tanto  mas  pronto  consumirían  las  pocas  pro- 
visiones que  les  quedaban.  Este  sabio  consejo,  que  no  debia  espe- 
rarse de  un  principe  tan  joven,  y  que  solo  deseaba  ocasiones  de  seña- 
lar su  intrepidez,  fue  tan  del  gusto  del  caudillo  Español,  que,  sin 

*  Bernal  Diaz  dice  que  después  de  la  derrota  de  Cortés  en  Megico,  los  Espa- 
ñoles se  vieron  abandonados  por  sus  aliados,  y  que  estos,  por  miedo  de  las  ame- 
nazas que  los  sitiados  les  hacían  en  nombre  de  los  dioses,  se  retiraron  todos  a  sus 
casas ;  que  en  el  campo  de  Cortés  solo  quedo  el  principe  D.  Carlos  con  40  Tez- 
cucanos ;  en  el  de  Sandoval,  ün  señor  de  Huejotzinco  con  50  hombres,  y  en  el 
de  Alvarado  el  general  Chichimecatl  con  80  Tlascaleses.  Mas  esto  no  pudo  ser, 
pues  dos  días  después  de  la  retirada,  salió  el  capitán  Tapia  a  combatir  a  los  Mali- 
nalqueses,  y  llevó  consigo  muchos  aliados,  como  lo  refiere  el  mismo  Bernal  Diaz. 
Doce  dias  después  de  Tapia,  partió  del  mismo  campo  Sandoval  con  60,000  aliados, 
según  Cortés,  y  mientras  Sandoval  hacia  la  guerra  a  los  Matlatzinques,  esto  es 
diez  y  seis,  o  diez  y  ocho  dias  después  de  la  derrota,  hizo  su  famosa  entrada 
Chichimecatl,  y  no  pudo  verificarla  sin  muchos  millares  de  Tlascaleses.  Lo  cierto 
es  que  no  se  fueron  todos  los  aliados,  y  que  si  se  fueron  algunos,  pronto  volvie- 
ron, pues  de  alli  a  pocos  dias,  habia  en  los  tres  campamentos,  y  especialmente  en 
el  de  Cortés,  mayor  numero  de  aliados,  que  antes  de  su  ultima,  y  desastrosa  espe- 
dicion.  Cortés  no  habla  de  aquella  deserción,  y  no  es  probable  que  la  echase  en 
olvido  en  la  relación  que  hace  al  rei  de  sus  desventuras. 


ESTRAGOS    DE    MEGICO.  175 

poder  contenerse,  corrió  a  darle  un  abrazo,  significándole  con  las  mas 
vivas  espresiones  su  gratitud.  Observó  en  efecto  aquel  plan  algunos 
dias :  mas  después,  cansado  de  la  inacción,  volvió  a  las  antiguas  hos- 
tilidades, aunque  no  sin  ofrecer  antes  la  paz  a  los  Megicanos,  espo- 
niendoles  las  razones  con  que  antes  babia  procurado  convencerlos. 
Los  Megicanos  respondieron  que  no  dejarian  jamas  las  armas,  Ínterin 
los  Españoles  permaneciesen  en  aquel  pais. 

Estragos  de  Megico,  y  valor  de  algunas  mugeres. 
Informado  de  esta  resolución,  viendo  que  llevaba  ya  cuarenta,  y 
cinco  dias  de  asedio,  y  que  cnanto  mas  convidaba  con  la  paz  a  los 
sitiados,  tanto  mas  se  obstinaban  en  la  guerra,  determinó  Cortés  no 
dar  un  paso  en  la  ciudad  sin  destruir  todos  los  edificios  de  una,  y  otra 
parte  de  la  calle,  tanto  por  evitar  el  daño  que  recibían  sus  tropas  de 
las  azoteas,  como  para  obligar  a  los  enemigos,  con  tan  rigorosas  hosti- 
lidades a  ceder  a  sus  proposiciones.  Pidió  para  esto,  y  obtubo  de  los 
aliados  algunos  millares  de  gastadores,  provistos  de  las  armas  necesa- 
rias, para  echar  abajo  las  casas,  y  rellenar  los  fosos.  Hizo  en  los  dias 
siguientes  nuevas  entradas  en  el  pueblo,  con  sus  Españoles,  con  los 
bergantines,  y  con  mas  de  cincuenta  mil  aliados,  arruinando  los  edifi- 
cios, llenando  los  fosos,  y  disminuyendo  el  numero  de  los  cííatrarios, 
aunque  no  sin  grave  riesgo  de  su  persona,  y  de  su  gente,  pues  hubiera 
caido  él  mismo  prisionero,  a  no  haber  llegado  oportunamente,  a  socor- 
rerlo sus  soldados,  y  el  grueso  de  sus  tropas  tubo  que  huir  varias 
veces,  para  sustraerse  al  furor  de  los  Megicanos.  Perecieron  en 
aquellas  jorcadas  algunos  Españoles,  y  aliados,  y  dos  bergantines  estu- 
bieron  ya  casi  vencidos  por  una  escuadra  de  canoas ;  mas  otro  bergan- 
tín los  sacó  de  aquel  apuro. 

Hicieronse  célebres  en  estas  entradas  algunas  mugeres  Españoles, 
que  acompañaron  voluntariamente  a  sus  maridos  a  la  guerra,  y  que 
con  los  continuos  males  que  sufrían,  y  con  los  egemplos  de  valor  que 
tenían  siempre  a  la  vista,  habían  llegado  a  ser  buenos  soldados. 
Hacían  la  guardia,  marchaban  con  sus  maridos,  armadas  de  corazas 
de  algodón,  espada,  y  rodela,  y  se  arrojaban  intrépidamente  a  los 
enemigos,  aumentando,  no  obstante  su  sexo,  el  número  de  los 
sitiadores*. 

El  24  de  Julio  se  hizo  otra  entrada  en  la  ciudad,  con  un  numero  de 

*  Estas  mugeres  se  llamaban  Maria  de  Estrada,  de  cuyo  valor  he  hablado 
antes ;  Beatriz  Bermudez  de  Vela^co,  Juana  Martin,  Isabel  Rodríguez,  y  Beatriz 
Palacios. 


176  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

tropas,  superior  al  de  las  ultimas*.  Los  Españoles,  combatiendo 
vigorosamente,  se  apoderaron  del  camino  por  el  cual  se  unia  el  grande 
de  Iztapalapan,  con  el  de  TJacopan,  operación  que  Cortés  deseaba 
con  ansia,  para  tener  libres  sus  comunicaciones  con  el  campamento  de 
Alvarado.  Tomaron,  y  llenaron  varios  fosos,  y  quemaron,  y  arruina- 
ron muchos  edificios,  y  entre  otros  uno  de  los  palacios  del  rei  Quauhte- 
motzin,  que  era  vastísimo,  solido,  y  bien  fortificado.  De  las  cuatro 
partes  de  la  ciudad,  tres  quedaron  aquel  dia  en  poder  de  los  Espa- 
ñoles, y  los  sitiados  se  aislaron  en  Tlatelolco,  que  por  tener  alli  mas 
agua. el  lago,  era  la  mas  fuerte,  y  segura. 

Por  una  señora  Megicana,  que  fue  hecha  prisionera  en  el  ultimo 
asalto,  supo  Cortés  el  miserable  estado  de  la  ciudad,  por  la  penuria 
de  víveres,  y  la  discordia  que  reinaba  entre  los  habitantes ;  pues  el 
rei,  sus  parientes,  y  una  parte  de  la  nobleza  estaban  decididos  a  morir 
antes  que  ceder,  pero  el  pueblo  estaba  desanimado,  y  cansado  del  asedio. 
Confirmaron  estas  noticias  algunos  fugitivos,  que,  estrechados  por  el 
hambre,  vinieron  al  campamento  de  Cortés.  Ellos  lo  decidieron  a  no 
dejar  pasar  un  dia,  sin  hacer  una  entrada,  hasta  reducir  la  ciudad,  o 
destruirla.  «, 

Volvió  en  efecto  el  25  con  su  egercito,  y  se  apoderó  de  una  larga 
calle,  en  que  habia  un  foso  tan  ancho,  que  para  llenarlo  fue  necesario 
pasar  todo  el  dia.  Entre  tanto,  las  tropas  demolían  todas  las  casas 
de  una,  y  otra  acera,  a  pesar  de  la  resistencia  de  los  Megicanos. 
Estos,  viendo  a  los  aliados  tan  afanados  en  aquella  destrucción,  les 
gritaban:  **  Arruinad  esas  casas,  traidores,  que  pronto  tendréis  el  tra- 
bajo de  reedificailas."  A  lo  que  los  aliados  respondían :  "  Asi  lo 
haremos,  si  salis  vencedores,  pero  mas  probable  es  que  vosotros  las 
alcéis  de  nuevo,  para  que  se  alogen  en  ellas  vuestros  enimigos."  No 
pudiendo  los  Megicanos  reparar  tanto  daño,  hicieron  en  las  calles 
uuas  pequeñas  fortificaciones  de  madera,  para  reemplazar  las  azoteas, 
y  llenaron  la  plaza  de  guijarros,  para  estorvar  el  juego  de  la  caballe- 
ría: pero  los  aliados  sacaron  gran  partido  de  esta  estratagema,  pues 
se  sirvieron  de  los  guijarros  para  llenar  con  ellos  los  fosos. 

En  la  entrada  del  26  se  ganaron  dos  de  estos,  recien-hechos  por 
los  Megicanos,  y  de  considerable  anchura.  Alvarado  por  su  parte  se 
adelantaba  cada  vez  mas  en  la  ciudad,  y  tantos  progresos  hizo,  que 
llegó  a  ganar  dos  torres  próximas  al  palacio  en  que  residía  el  rei 
Quauhtemotzin :    pero   pudo   avanzar,   como  deseaba,  por  la   suma 

*  Dice  Cortés  que  cuando  vieron  los  aliados  la  fortuna  de  las  armas  Españolas, 
acudieron  en  tan  gran  numero  a  servir  en  el  asedio,  que  era  imposible  contarlos. 


ESTADO    DEPLORABLE    DE    LOS    MEGICANOS.  177 

diñcultad  que  halló  en  los  fosos,  y  por  la  tenaz  resistencia  de  los  enemi- 
gos, los  cuales  lo  obligaron  a  retroceder,  y  lo  atacaron  furiosamente  por 
retaguardia.  Cortés,  habiendo  observado  una  humarada  estraordinaria 
que  se  alzaba  de  aquella  torre,  y  sospechando  lo  que  en  efecto  suce- 
dia,  entró  como  solia  en  la  ciudad,  y  empleó  todo  el  dia  en  reparar  los 
pasos  difíciles.  Solo  le  faltaban  un  canal,  y  una  trinchera  para  entrar 
en  la  plaza  del  mercado.  Resolvió'  hacerse  dueño  de  aquellos 
puntos,  y  lo  consiguió,  y  entonces  fue  cuando  por  primera  vez,  des- 
pués de  empezado  el  asedio,  se  reunieron  sus  tropas  a  las  de  Alva- 
rado,  con  indecible  jubilo  de  unos,  y  otros.  Entró  Cortés  con  alguna 
caballería  en  aquella  gran  plaza,  y  vio  en  ella  innumerable  gente, 
alojada  en  los  pórticos,  por  no  haber  quedado  casas  en  pie  en  todo  el 
barrio.  Subió  al  templo,  desde  el  cual  observó  la  ciudad,  y  vio  que 
solo  le  quedaba  por  tomar  una  octava  parte  de  ella.  Mandó  pegar 
fuego  a  las  altas,  y  hermosas  torres  de  aquel  edificio,  en  el  cual,  asi 
como  en  el  templo  mayor  de  Tenochtitlan,  se  adoraba  el  idolo  del  dios 
de  la  guerra.  La  plebe  Megicana,  viendo  aquel  gran  incendio,  qué 
parecia  subir  hasta  las  nubes,  prorrumpió  en  las  mas  amargas  demos- 
traciones de  dolor.  Mbvido  a  piedad,  al  ver  el  triste  estado  a  que  se 
hallaban  reducidos  tantos  miserables,  mandó  suspender  por  todo  el 
dia  las  hostilidades,  y  envió  nuevas  proposiciones  a  los  sitiados  :  mas 
ellos  respondieron  que  Ínterin  quedase  un  Megicano  con  vida,  defen- 
dería la  patría  hasta  morir. 

Estado  deplorable  de  los  Megicanos. 

Pasados  cuatro  dias  sin  combates,  entró  de  nuevo  Cortés  en  Me- 
gico,  y  encontró  una  gran  multitud  de  hombres,  mugeres,  y  niños, 
débiles,  macilentos,  y  casi  moribundos  de  hambre,  la  cual  habia 
llegado  a  tal  punto,  que  muchos  vivían  de  yerbas,  de  raices,  de  insec- 
tos, y  aun  de  las  cortezas  de  los  arboles.  Compadecido  a  vista  de 
tantas  desventuras,  mandó  a  sus  tropas  que  no  hiciesen  daño  a  nadie; 
pasó  a  la  plaza  del  mercado,  y  vio  los  pórticos  llenos  de  gente  de- 
sarmada, indicio  seguro  del  desaliento  del  pueblo,  y  del  disgusto  con 
que  sufría  la  obstinación  del  reí,  y  de  la  nobleza.  La  mayor  parte 
de  aquel  dia  se  empleó  en  negociaciones  de  paz :  pero  viendo  Cortés 
que  nada  conseguía,  dio  orden  al  capitán  Alvarado  que  entrase  de 
mano  armada  por  una  gran  calle  en  que  habia  mas  de  mil  casas,  y  él, 
con  todo  su  egercito,  renovó  los  ataques  por  otro  punto.  Fue  tan 
grande  el  destrozo  que  hicieron  aquel  dia  en  los  sitiados,  que  entre 
muertos,  y  prisioneros  se  contaron  mas  de  doce  mil.     Los  aliados  se 

TOMO  II.  N 


178  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MKGICO, 

cebaban  de  tal  modo  en  aquellas  infelices  victimas,  que  ni  perdonaban 
edad  ni  sexo,  no  bastando  a  refrenar  su  crueldad  las  ordenes  severas 
del  general  Español. 

Al  dia  siguiente  volvió  este  a  la  ciudad,  después  de  haber'  pro- 
hibido toda  especie  de  hostilidad,  tanto  por  la  compasión  que  le 
inspiraba  la  vista  de  aquellas  miserias,  como  por  la  esperanza  que 
tenia  de  que  cediese  al  fin  la  resistencia.  Los  Megicanos,  viendo 
venir  tan  gran  numero  de  tropas,  y  entre  ellas  a  los  subditos  que 
antes  los  servian,  y  que  ya  los  amenazaban  con  la  muerte  ;  hallándose 
reducidos  a  tan  penosa  situación,  y  teniendo  a  la  vista  tantos,  y  tan 
deplorables  obgetos,  pues  no  podian  poner  el  pie  en  tierra,  sin  pisar 
los  cadáveres  de  sus  conciudadanos,  desfogaron  su  rabia  en  horrendos 
clamores,  y  pedian  la  muerte  como  el  único  termino  que  podian  tener 
sus  males.  Rogaron  a  Cortés  algunos  de  la  plebe  que  se  abocase 
con  los  nobles  que  defendían  una  trinchera,  para  tratar  de  convenio. 
Eran  justamente  de  aquellos  que  ya  no  podian  sobrellevar  los  males 
del  sitio.  Cortés  quiso  hablarles,  aunque  sin  esperanzas  de  con- 
seguir lo  que  deseaba.  Cuando  lo  vieron  venir  los  nobles,  le  digeron 
desesperados:  "si  eres  hijo  del  sol,  como  al^^unos  creen,  ¿por  qué 
siendo  tu  padre  tan  veloz,  que  en  el  breve  espacio  de  un  dia  termina 
su  carrera,  tardas  tanto  en  poner  fin  a  nuestros  males  con  la  muerte  ? 
Queremos  morir  para  ir  al  cielo,  donde  nos  aguarda  nuestro  dios 
Huitzilopochtli,  para  darnos  el  reposo  de  nuestras  fatigas,  y  el  premio 
de  nuestros  afanes."  Cortés  les  propuso  varias  razones,  para  reducirlos 
a  la  paz,  mas  habiendo  ellos  respondido  que  ni  tenian  autoridad  para 
aceptarla,  ni  esperanza  de  convencer  al  rei,  envió  a  este  con  el  mismo 
fin  un  ilustre  personage,  que  tres  dias  antes  habia  sido  hecho  pri- 
sionero, y  era  tio  del  rei  de  Tezcuco.  Aunque  estaba  herido,  pasó 
inmediatamente  a  Tlatelolco  a  comunicar  su  mensage,  pero  no  se  vio 
otro  resultado  que  el  continuo  clamor  con  que  el  pueblo  pedia  la 
muerte*.  Algunas  tropas  Megicanas  embestian  desesperadas  a  los 
Españoles,  pero  estaban  tan  debilitadas  por  el  hambre,  que  era  poco 
«1  daño  que  hacian,  y  demasiado  el  que  recibían  de  sus  enemigos. 

Volvió  Cortés  al  dia  siguiente  a  la  ciudad,  esperando  a  cada  mo- 
mento que  se  rindiesen  los  Megicanos,  y  sin  permitir  que  se  les 
hiciese  la  menor  ofensa,  se  dirigió  a  ciertos  personages  que  guarda- 

*  Se  dijo  según  dice  Cortés,  que  cuando  aquel  personage  se  presentó  a 
Quauhtemotzin,  para  hablarle  de  paz,  fue  sacrificado  por  su  orden;  mas  no 
teniendo  este  hecho  mas  fundamento  (Jue  un  rumor  vago,  no  me  parece  digno  de 
crédito. 


TERRIBLE    CONFLICTO.  179 

ban  una  trinchera,  y  a  quienes  conocía  desde  su  primera  venida  a 
Megico.  Preguntóles  por  qué  se  empeñaban  tan  obstinadamente  en 
defenderse,  no  siéndoles  ya  posible  resistir,  y  hallándose  en  tal  estado, 
que  con  un  solo  golpe  podría  esterminarlos  a  todos.  Ellos  respon- 
dieron que  velan  ser  inevitable  su  ruina,  y  que  hubieran  deseado 
evitarla :  pero  no  podían,  pues  solo  les  tocaba  obedecer.  Sin  embargo, 
ofrecieron  suplicar  al  rei  que  aceptase  la  paz  que  se  le  proponía.  En 
efecto,  fueron  a  palacio,  y  de  allí  a  poco  volvieron  con  la  respuesta  de 
que  por  ser  ya  tarde  no  podia  venir  el  reí,  pero  que  al  dia  siguiente 
hablaría  con  Cortés  en  aquel  mismo  sitio.  Era  este  el  centro  de  un 
gran  terraplén  cuadrado,  en  que  los  Megicanos  hacían  sus  representa- 
ciones teatrales,  como  en  otra  parte  he  dicho.  Mandó  Cortés  adornar 
aquel  teatro  con  tapetes,  y  poner  bancos,  para  celebrar  la  deseada 
conferencia,  disponiendo  al  mismo  tiempo  una  buena  comida  para  el 
rei,  y  para  los  nobles  que  debían  acompañarlo.  Llegado  el  día,  envió 
a  decir  al  reí  que  lo  estaba  aguardando :  mas  Quauhtemotzín  respon- 
dió, por  medio  de  cinco  personages  de  su  corte,  que  no  podía  asistir 
a  la  entrevista,  por  hallarse  indispuesto,  y  por  que  no  se  fiaba  de  los 
Españoles.  Cortés  los' acogió  con  estraordin arias  muestras  de  ama- 
bilidad, comió  con  ellos,  y  los  volvió  a  enviar  al  rei,  para  suplicarle  en 
su  nombre  que  viniese  sin  recelo,  pues  él  empeñaba  su  palabra  que 
la  real  persona  sería  tratada  con  el  respeto  debido ;  que  su  presencia 
era  absolutamente  necesaría,  y  que  sin  ella  nada  se  podía  concluir  ;  y 
acompañó  el  mensage  con  un  regalo  de  víveres,  que  era  lo  mas  pre- 
cioso que  podia  enviarle.  Los  nobles,  después  de  haber  hablado 
largamente  de  las  grandes  necesidades  que  padecían,  marcharon  a 
desempeñar  su  encargo,  y  de  alli  a  dos  horas  volvieron  con  la  misma 
respuesta  que  antes,  y  con  otro  regalo  de  trages  finísimos,  que  el  rei 
enviaba  a  Cortés.  Tres  días  se  emplearon  en  estas  negociaciones, 
sin  sacar  de  ellas  ningún  fruto. 

Terrible  conflicto,  y  horrendos  estragos  de  los  Megicanos. 
Cortés  había  dado  orden  a  los  aliados  de  permanecer  fuera  de  la 
ciudad  por  haberle  rogado  los  Megicanos  que  no  les  permitiese  entrar 
en  ella,  durante  la  conferencia  con  el  monarca :  pero  viendo  ya  per- 
dida toda  esperanza  de  negociación,  llamó  todas  las  tropas  de  su 
campo,  en  que  había  ciento  cincuenta  mil  hombres,  y  las  del  campo  de 
Alvarado,  y  con  todas  estas  fuerzas  juntas  atacó  unos  fosos,  y  trin- 
cheras, que  eran  las  mayores  fortificaciones  qne  habían  quedado  a  los 
Megicanos,  mientras  Sandoval  con  su  egercito  atacaba  la  ciudad  por 

n2 


180  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

la  parte  del  Norte.  Aquel  dia  fue  el  mas  infausto  para  aquella 
desventurada  población,  y  en  el  que  mas  copiosamente  se  derramó  la 
sangre  Megicana,  no  teniendo  ya  aquellos  infelices  ni  armas  para  recha- 
zar la  muchedumbre,  y  el  furor  de  sus  enemigos,  ni  fuerzas  para  defen- 
derse, ni  tierra  para  combatir.  Las  calles  de  la  ciudad  estaban 
cubiertas  de  cadáveres,  y  el  agua  de  los  fosos  y  canales  teñida  de 
sangre.  No  se  veia  mas  que  ruina,  y  desolación,  y  solo  se  oian 
llantos,  gritos  de  desesperación,  y  lamentos.  Los  aliados  se  encarni- 
zaron de  tal  modo  contra  aquella  gente  miserable,  que  los  Españoles 
se  fatigaron  mas  en  refrenar  su  crueldad,  que  en  combatir  con  sus 
enemigos.  El  estrago  que  se  hizo  aquel  dia  en  los  Megicanos,  fue 
tan  grande,  que,  según  Cortés,  pasó  de  cuarenta  mil  personas,  entre 
muertos,  y  prisioneros. 

Ultimo  ataque,  y  toma  de  la  ciudad. 
La  intolerable  fetidez  de  tantos  cadáveres  insepultos  obligó  entonces 
a  los  sitiadores  a  retirarse  de  la  ciudad :  pero  el  dia  siguiente,  13  de 
Agosto,  volvieron  a  ella,  para  dar  el  ultimo  asalto  a  la  parte  de 
Tlatelolco,  que  aun  conservaban  los  MegicaAos.  Llevó  Cortés  con- 
sigo tres  cañones,  y  todas  sus  tropas.  Señaló  a  cada  capitah  su  puesto, 
y  les  mandó  que  empleasen  todos  sus  esfuerzos  en  obligar  a  los 
sitiados  a  echarse  al  agua  acia  el  punto  a  que  debia  acudir  Sandoval 
con  todos  los  bergantines,  que  era  una  especie  de  puerto,  circundado 
por  todas  partes  de  casas,  y  al  cual  aportaban  por  lo  común  las  barcas 
dé  los  traficantes  que  asistian  al  mercado  de  Tlateloco.  Encargóles, 
sobre  todo,  que  procurasen  apoderarse  del  rei  Quauhtemotzin,  pues 
esto  solo  bastaba  para  hacerse  dueños  de  la  ciudad,  y  poner  termino  a 
la  guerra :  mas  antes  de  emprender  aquel  golpe  decisivo,  hizo  nuevas 
tentativas  de  negociación.  Indujolo  a  esto,  no  solo  la  compasión  de 
tantas  miserias,  sino  también  el  deseo  de  apoderarse  de  los  tesoros  del 
rei,  y  de  la  nobleza,  pues  tomando  por  asalto  aquella  ultima  parte 
de  la  ciudad,  los  Megicanos,  privados  de  toda  esperanza  de  conservar 
sus  bienes,  podrian  echarlos  al  lago,  para  que  no  cayesen  en  manos  de 
sus  enemigos,  o  en  caso  de  no  hacerlo  asi,  los  aliados,  que  eran  innu- 
merables, y  mas  prácticos  en  el  conocimiento  de  las  casas,  y  de  los 
usos  del  país,  se  aprovecharían  de  la  confusión  del  asalto,  y  poco  o 
nada  dejarían  a  los  Españoles.  Volvió  pues  a  hablar  desde  im  sitio 
eminente  a  unos  Megicanos  de  distinción,  que  le  eran  conocidos, 
a-epresentandoles  el  es trem o .  peligro  en  que  se  hallaban,  y  rogándoles 
hiciesen  nuevas  instancias  al  rei  para  que  se  prestase  a  la  conferencia 


ULTIMO    ATAQUE.  '.  181 

tantas  veces  propuesta,  y  de  la  cual  solo  podría  resultar  su  bien,  y  el 
de  todos  sus  subditos  :  pues  si  persistía  en  su  designio  de  defenderse, 
él  estaba  resuelto  a  no  dejar  aquel  dia  un  solo  Megicano  vivo.  Dos 
d«  aquellos  nobles  partieron  a  desempeñar  su  encargo,  y  a  poco  rato 
volvieron,  acompañando  al  Cihuacoatl,  o  supremo  magistrado  de  la 
corte.  El  general  Español  lo  recibió  con  estraordinarias  demostraciones 
de  honor,  y  amistad ;  mas  él,  con  aire  magestuoso  en  que  parecía 
querer  manifestar  cuan  superior  era  a  todas  las  calamidades  humanas^ 
*'  ahorraos,  le  dijo,  el  trabajo  de  solicitar  una  entrevista  con  mi  rei  y 
señor  Quauhtemotzín,  el  cual  está  resuelto  a  morir  antes  que  ponerse 
en  vuestra  presencia.  No  puedo  esplicaros  cuan  dolorosa  me  es  esta  re- 
solución :  pero  no  hai  remedio.  Adoptad  las  medidas  que  mas  os  con- 
vengan, y  poned  en  egecuciou  vuestros  designios."  Cortés  le  res- 
pondió que  fuese  a  preparar  los  ánimos  de  sus  compatriotas,  a  la 
muerte  que  mui  en  breve  debían  sufrir.  Entretanto  habían  venido 
a  rendirse  a  Cortés  numerosos  tropeles  de  mugeres,  y  niños,  que 
procuraban  a  porfía  salvarse  de  tan  estremo  peligro,  muchos  de  los 
cuales,  por  estar  tan  débiles,  se  ahogaban  al  pasar  los  fosos.  Cortés 
mandó  que  no  se  hiciese  mal  a  los  que  se  entregasen ;  y  no  satisfecho 
con  dar  la  orden,  distribuyó  varios  puestos  de  Españoles,  para  que 
con  su  autoridad  refrenasen  la  inhumana  furia  de  los  aliados :  mas  a 
pesar  de  estas  precauciones,  murieron  a  manos  de  aquellas  tropas 
crueles  y  sangrientas  mas  de  quince  mil  personas,  entre  hombres, 
niños,  y  mugeres. 

Los  noblis,  y  los  militares,  que  habían  abrazado  el  partido  de  defen- 
derse hasta  el  ultimo  aliento,  ocuparon  las  azoteas  de  las  casas,  y 
algunas  calzadas.  Cortés  viendo  que  era  tarde,  y  que  no  cedían, 
empleó  contra  ellos  los  cañones,  y  no  bastando  esto,  hizo  con  un  tiro 
de  arcabuz  la  señal  del  asalto.  En  un  momento  subieron  todos  los 
sitiadores,  y  de  tal  modo  estrecharon  a  los  débiles,  y  afligidos  ciuda- 
danos, que  no  quedando  en  la  ciudad  un  solo  punto  en  que  pudieran 
guarecerse  de  tan  innumerable  muchedumbre,  muchos  se  arrojaron  al 
agua,  y  otros  se  entregaban  a  los  vencedores.  La  gente  principal 
había  preparado  barcas  para  huir  en  aquel  ultimo  trance  ;  Cortés,  que 
había  previsto  este  designio,  dio  orden  a  Sandoval  de  apoderarse  con 
los  bergantines  del  puerto  de  Tlatelolco,  y  evitar  la  salida  de  todas  las 
barcas  que  la  intentasen.  Apesar  de  la  diligencia  de  Sandoval, 
muchas  escaparon,  y  entre  ellas,  la  que  llevaba  las  personas'  reales. 
Sabida  esta  novedad  por  aquel  hábil  caudillo,  mandó  a  García  de 
Holguín,  capitán  del  bergantín  mas  veloz,  que  les  diese  caza,  y  asi  lo 


182  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

hizo,  con  tanta  oportunidad  que  en  breve  las  alcanzó,  y  cuando  ios 
Españoles  se  disponían  a  hacer  fuego  contra  los  fugitivos,  estos  alzaron 
los  remos,  y  echaron  las  armas  en  señal  de  rendirse.  En  la  mayor  de 
las  piraguas  estaban  el  rei  de  Megico  Quauhtemotzin,  la  reina 
Tecuichpotzin  su  esposa,  el  rei  de  Alcolhuacan  Coanacotzin,  el  de 
Tlacopan  Tetlepanquetzaltzin,  y  otros  personages.  Abordó  el  ber- 
gantín, y  el  rei  de  Megico,  adelantándose  acia  los  Españoles,  dijo  al 
capitán :  "Soi  vuestro  prisionero,  y  no  os  pido  otra  gracia,  sino  la  de 
que  tratéis  a  la  reina  mi  esposa,  y  a  sus  damas,  con  el  respeto  que  se 
debe  a  su  sexo,  y  a  su  coniJicion,"  y  presentando  la  mano  a  la  reina, 
pasó  con  ella  al  bergantín.  Observando  después  que  Holguin  miraba 
con  inquietud  las  otras  barcas,  le  dijo  que  se  tranquilizase,  pues  todos 
los  Megicanos,^  al  saber  que  su  rei  estaba  prisionero,  vendrían  gustosos 
a  morir  a  su  lado. 

Condujo  Holguin  aquellos  ilustres  prisioneros  a  Cortés,  que  se 
hallaba  a  la  sazón  en  la  azotea  de  una  casa  de  Tlatelolco.  Cortés  los 
recibió  con  tanto  decoro  como  humanidad,  y  les  hizo  tomar  asiento. 
Quauhtemotzin  le  dijo  con  dignidad :  "  Valiente  general,  he  hecho  en 
nii  defensa,  y  en  la  de  mis  subditos,  cuanto  exigian  de  mi  el  honor  de 
mi  corona,  y  el  amor  de  mis  pueblos :  pero  los  dioses  han  sido  contra- 
rios a  mi  resolución,  y  ahora  me  veo  sin  corona,  y  sin  libertad.  Soi 
vuestro  prisionero  :  disponed  como  gustéis  de  mi  persona  -"  y  poniendo 
la  mano  en  un  puñal  que  Cortés  llevaba  en  la  cintura:  **  quitadme, 
añadió,  la  vida  con  este  puñal,  ya  que  no  he  sabido  perderla  en 
defensa  de  mi  reino."  Cortés  procuró  consolarlo,  asegurándole  que  no 
lo  consideraba  como  prisionero  suyo,  si  no  del  mayor  monarca  de 
Europa,  en  cuya  clemencia  debia  confiar,  que  no  solo  le  restituiría  la 
libertad  que  desgraciadamente  había  perdido,  si  no  también  el  trono  de 
sus  ilustres  abuelos,  que  tan  dignamente  habia  defendido,  y  ocupado. 
Pero  ¿  qué  consuelo  podían  proporcionarle  estas  protestas,  ni  qué  fe 
podía  dar  a  las  palabras  de  Cortés  el  que  habia  sido  siempre  su  ene- 
migo, habiendo  visto  que  no  bastó  a  Moteuczoma  haberse  declarado 
su  amigo  y  protector  para  preservar  la  libertad,  y  la  corona  ?  Pidió  al 
general  Español  que  no  se  hiciese  mas  daño  a  sus  subditos,  y  este  le 
rogó  diese  las  ordenes  necesarias  para  que  todos  se  rindiesen.  Uno  y 
otro  fueron  prontamente  obedecidos.  También  se  dispuso  que  todos 
los  Megícanos  saliesen  de  la  ciudad,  sin  armas,  y  sin  carga,  y  según 
afirma  un  testigo  ocular,  y  sincerisimo*,  durante  tres  dias,  y  tres 
noches,  fe  vieron  las  calles  llenas  de  hombres,  mugeres,  y  niños, 
*  Bcrnal  Diaz  del  Castillo, 


TOMA    DE    LA    CIUDAD.  183 

débiles,  escuálidos,  macilentos,  que  se  restituian  a  sus  pueblos.  La 
fetidez  que  exalaban  tantos  cadáveres  era  tan  intolerable,  que  causó 
alguna  indisposición  al  general  de  los  conquistadores.  Las  casas,  las 
calles,  y  los  canales  estaban  cubiertos  de  aquellos  objetos  espantosos*; 
el  piso  de  la  ciudad  se  halló  en  algunas  partes  escavado,  por  los 
infelices  que  buscaban  raices  para  alimentarse  con  ellas,  y  muchos 
arboles  estaban  sin  corteza,  que  habia  servido  para  lo  mismo.  Cortés 
mandó  sepultar  los  cadáveres,  y  quemar  una  inmensa  cantidad  de 
leña,  tanto  para  purificar  el  aire,  como  para  celebrar  su  victoria. 

Esparcida  por  todo  aquel  pais  la  noticia  de  la  toma  de  la  capital, 
prestaron  obediencia  a  Cortés  las  provincias  del  imperio,  aunque  no 
faltaron  algunas,  que  por  espacio  de  dos  años  hicieron  guerra  a  los 
Españoles.  Los  aliados  volvieron  a  sus  casas,  satisfechos  con  la  parte 
que  les  habia  tocado,  y  con  haber  destruido  una  corte  cuyo  dominio  no 
podian  sufrir,  y  cuyas  armas  los  tenian  en  perpetua  inquietud.  No 
sabian  que  ellos  mismos  forjaban  las  cadenas  que  debian  aprisionarlos, 
ni  conocian  que,  arruinado  aquel  imperio,  solo  debian  aguardar  las 
otras  naciones,  esclavitud  y  envilecimiento. 

El  botin  no  fue  taáto  como  esperaban  los  vencedores.  Las  ropas 
se  dividieron  entre  los  aliados.  Las  piezas  de  oro,  plata,  y  plumas 
que  por  su  singular  artificio  se  conservaron  enteras,  fueron  enviadas  al 
emperador  Carlos  V.  Todo  el  resto  del  oro  que  se  mandó  fundir, 
apenas  llegó  a  diez,  y  nueve  mil  y  doscientas  onzas  f  tanto  porque  los 

*  "  Es  verdad,  y  juro  amen  que  toda  la  laguna,  y  casas,  y  barbacoas  estaban 
llenas  de  cu^pos,  y  cabezas  de  hombres  muertos,  que  yo  no  sé  de  que  manera  lo 
escriba  :  pues  en  las  calles,  y  en  los  mismos  patios  de  Tlatelolco  no  habia  otra» 
cosas,  y  no  podíamos  andar,  si  no  entre  cuerpos,  y  cabezas  de  Indios  muertos. 
Yo  he  leido  la  destrucción  de  Jerusalen,  mas  si  en  ella  hubo  tanta  mortandad 
como  esta,  yo  no  lo  sé,  Síc.""  Bernal  Diaz,  cap.  156.  Estas  espresiones  de  un 
testigo  ocular,  sincero,  y  que  nunca  exagera  sus  relaciones,  dan  alguna  idea  de 
aquel  horrendo  estrago.  Yo  sospecho  que  los  Megicanos  dejaron  sin  sepultar 
muchos  cadáveres,  para  incomodar  con  su  fetor  a  los  sitiadores  :  ni  puedo  per- 
suadirme otra  cosa,  sabiendo  la  suma  premura  de  aquellas  naciones  en  celebrar 
las  exequias  de  sus  difuntos. 

t  Cortés  dice  que  el  oro  que  se  fundió  pesaba  130,000  castellanos,  que  hacen 
19,000  onzas.  Bernal  Diaz  dice  que  importó  380,000  pesos,  que  forman  mayor 
cantidad.  Entre  los  despojos  que  se  enviaron  a  Carlos  V  habia  perlas  de  enorme 
tamaño,  joyas  preciosísimas,  y  alajas  maravillosas  de  oro.  La  nave  en  que  se 
enviaban  cayó  en  manos  de  Juan  Florín,  célebre  corsario  Francés,  y  el  tesoro 
pasó  a  la  Corte  de  Francia,  que  autorizaba  estos  robos,  bajo  el  famoso  y  frivolo 
prestesto  de  ser  el  rei  Cristianísimo  hijo  de  Adán,  como  el  rei  Católico. 


184  HISTORIA    ANTIGUA    ÜE    MEGICO. 

Megicanos  echaron  una  gran  parte  al  lago  *,  como  por  que  los 
Españoles,  y  los  aliados  procuraron,  en  el  saqueo  de  la  ciudad,  indem- 
nizarse secretamente  de  sus  fatigas. 

Fue  la  conquista  de  aquella  ciudad  en  13  de  Agosto  de  1521, 
ciento,  y  noventa  y  seis  años  después  de  fundada  por  los  Azteques,  y 
ciento  sesenta  y  nueve  después  de  erigida  en  monarquía,  cuyo  trono 
ocuparon  sucesivamente  once  soberanos.  El  sitio  de  Megico,  com- 
parable al  de  Jerusalen  en  desgracias,  y  estragos,  duró  setenta  y  cinco 
días,  en  cuyo  tiempo  murieron  algunos  millares  de  los  doscientos  mil 
aliados  que  se  hallaban  presentes,  y  de  novecientos  Españoles,  mas 
de  ciento.  Se  ignora  el  numero  de  Megicanos  muertos,  pero  según 
los  datos  de  Cortés,  de  Bernal  Díaz,  y  de  otros  historiadores,  pasaron 
de  cien  mil,  sin  contar  los  que  murieron  de  hambre,  o  de  enfermedad 
ocasionada  por  el  mal  agua  qjue  bebian,  o  de  la  infección  del  aire, 
que,  según  el  mismo  Cortés,  fueron  mas  de  cincuenta  mil.  El  rei 
de  Megico,  apesar  de  las  magnificas  promesas  del  general  Español, 
fue,  después  de  algunos  dias,  puesto  ignominiosamente  en  la  tortura, 
que  soportó  con  invicta  constancia,  para  obligarlo  a  declarar  donde 
estaban  ocultas  las  inmensas  riquezas  de  la  cortfe,  y  de  los  templos f, 
y  de  alli  a  tres  años,  murió  ahorcado  por  ciertas  sospechas,  junta- 
mente con  los  reyes  de  Tezcuco,  y  de  Tlacopan  %.     Los  Megicanos 

'  *  Bernal  Díaz  dice  que  vio  sacar  del  lago  algunas  cosas  de  oro,  y  entre  otras 
un  sol  semejante  al  que  envió  Moteuczoma  a  Cortés,  cuando  este  se  hallaba  en  la 
costa. 

f  El  tormento  que  se  dio  a  Quauhtemotzin,  fue  el  de  quemarle  ^oco  a  poco 
los  pies,  después  de  habérselos  untado  con  aceite.  Acompañólo,  y  muño  en  el 
tormento  uno  de  sus  privados.  Bernal  Diaz  dice  que  también  se  dio  la  tortura 
al  rei  de  Tlacopan.  Cortés,  a  pesar  suyo,  abrazó  aquel  indigno,  y  bárbaro  par- 
tido, por  condecender  con  algunos  perversos  Españoles,  que  lo  sospechaban  de 
quererse  ap^oderar  del  tesoro  del  rei. 

X  Quauhtemotzin  rei  de  Megico,  Coanacotzin  rei  de  Acolhuacan,  y  Tetlepan- 
quetzaltzin  rei  de  Tlacopan  fueron  ahorcados  de  un  árbol,  por  sentencia  de 
Cortés,  en  Izancanac,  ciudad  principal  de  la  provincia  de  Acallan,  en  uno  de  los 
tres  dias  de  carnaval  del  año  de  1525.  La  causa  de  su  muerte  fue  cierta  conver- 
sación que  tubieron  entre  sí  sobre  sus  desgracias,  insinuando  cuan  fácil  les  seria, 
si  quisieran,  matar  a  Cortés,  ya  todos  los  Españoles,  y  recobrar  sus  tronos,  y  su 
libertad.  Un  traidor  Megicauo,  para  grangearse  la  gracia  de  Cortés,  le  dio 
cuenta  de  todo,  alterando  el  sentido  de  las  palabras,  y  representando  como  con- 
juración tramada,  lo  que  no  era  mas  que  im  desahogo  de  la  justa  pesadumbre  de 
aquellos  monarcas.  Cortés,  que  viajaba  entonces  acia  la  provincia  de  Comayahuai, 
con  pocosi  Españoles  cansados,  y  con  mas  de  3,000  Megicanos,  creyó  que  no  le 


FIN    DEL    IMPERIO    MKGICANO.  185 

con  todas  las  naciones  que  contribuyeron  a  su  ruina,  quedaron,  a  pesar 
de  las  cristianas,  y  humanisimas  disposiciones  de  los  reyes  Católicos, 
abandonados  a  la  miseria,  a  la  opresión,  y  al  desprecio,  no  solo  de  los 
Españoles,  si  no  también  de  los  mas  viles  esclavos  Africanos,  y  de 
sus  infames  decendientes,  castigando  Dios,  en  la  miserable  posteridad 
de  aquellos  pueblos,  la  injusticia,  la  crueldad,  y  la  superstición  de  sus 
antepasados :  horrible  egemplo  de  la  justicia  divina,  y  de  la  instabilidad 
de  los  reinos  de  la  tierra. 

quedaba  otro  arbitrio  para  evitar  el  peligro  de  que  se  creia  amenazado,  que  el 
de  dar  muerte  a  los  tres  reyes.  "  Esta  egecucion,  dice  Berna!  Diaz,  fue  de- 
masiado injusta,  y  censurada  por  todos  los  que  Íbamos  en  aquella  jornada." 
Ocasionó  a  Cortés  una  gran  melancolia,  y  muchos  desvelos.  El  mismo  autor 
añade  que  el  P.  Juan  de  Varillas,  religioso  Mercenario,  los  confesó,  y  exortó  en 
el  patíbulo ;  que  eran  buenos  Cristianos,  y  murieron  bien  dispuestos :  pero  no 
hai  un  solo  autor  que  haga  mención  de  un  suceso  tan  notable,  y  tan  glorioso 
como  el  bautismo  de  aquellos  tres  reyes,  llenando  al  mismo  tiempo  tantas  paginas 
de  trivialidades,  y  frioleras.  Torquemada,  que  trabajó  20  años  en  la  historia  de 
Megico,  y  que  llenó  tres  enormes  volúmenes  con  pormenores  sobre  el  descubri- 
miento de  las  islas  de  Salojnon,  las  revoluciones  de  las  Filipinas,  las  persecuciones 
del  Japón,  y  otras  mil  especies  fuera  de  proposito,  no  hace  siquiera  mención  de 
la  conversión  de  aquellos  monarcas. 


DECENDENCIA  DEL  REÍ  MOTEUCZOMA. 


MOTEÜCZOMA,  IX  reí  deMegico,  casado  conMiAHUAJOCHiTi,  su  sobrina. 


D.  Pedro  Johualicahuatzhi  Motezuma,  casado  con  Doña  Catalina  Quauhjo- 
chitl,  su  sobrina. 


D.  Diego  Luis  Ihuitemotzin  Motezuma,  casada  en  España  con  Doña  Fran- 
cisca de  la  Cueva. 


D.  Pedro  Tesifou  Motezuma  de  la  Cueva,  I  Conde  de  Motezuma,  y  de  Tula, 
y  Vizconde  de  lluca,  casado  con  Doña  Geronima  Porras. 


D.  Diego  Luis  Motezuma  y  Porras,  II 
Conde  de  Motezuma,  &c.  casado  con 
Doña  Luisa  Jofre  Loaisa  y  Carrillo,  hija 
del  Conde  del  Arco. 


Doña  Maria  Geronima  Motezuma  Jofre  de 
íioaisa,  III  Condesa  de  Motezumn,  &c. 
casada  con  D.  José  Sarmiento  de  Va- 
lladares, que  fue  virrei  de  Megico,  y 
I  Duque  de  Atrisco. 


I 

Doña  Fausta  Domin- 
ga Sarmiento  y  Mo- 
tezuu)a,  IV  Conde- 
sa de  Motezuma, 
muerta  en  tierna 
edad  en  Megico  en 
1697. 


Doña  Melchora  Sar- 
miento Motezuma, 
V  Condesa  de  Mo- 
tezuma, murió  sin 
sucesión  en  1717? 
por  lo  que  recaye- 
ron los  estados  de 
Motezuma  en  Do- 
ña Teresa  Nieto, 
&c.  hija  del  I  Mar- 
ques deTenebron. 


Doña  Teresa  Francisca  Mo- 
tezuma y  Porras,  casada 
con  D.  Diego  Cisneros  de 
Guzman. 


Doña  Geronima  de  Cisneros 
Motezuma,  casada  con  D. 
Feliz  Nieto  de  Silva,  I  Mar- 
ques de  Tenebron. 


Doña  Teresa  Nieto  de  Silva  y 
Motezuma,  II  Marquesa  de 
Tenebron,  y  YJL  Condesa  de 
Motezuma,  &c.  casada  con 
D.  Gaspar  de  Oca  Sar- 
miento y  Zuñiga. 


D.  Gerónimo  de  Oca  y  Mote- 
zuma,  III  Marques  de  Te- 
nebron, y  VII  Conde  de 
Motezuma,  casado  conDoña 
Maria  Josefa  de  Mendoza. 


D.  Joaquín  de  Oca  Motezuma 
y  Mendoza,  Vlll  Conde  de 
Motezuma,  &c.  IV  Mar- 
ques de  Tenebron, y  grande 
de  España.  (Vivia  cuan- 
do Clavigero  escribió  esta 
obra.) 


tíai  en  IVIegico  y  cu  España  algunas  rumas  laterales  de  esta  ilustre  estirpe. 


DECENDENCIA^  DE  HERNÁN  CORTES. 


D.  FERNANDO,  o  HERNÁN  CORTES,  Conquistador,  Gobernador,  y  Ca- 
pitán General  de  Megico,  I  Marques  del  Valle  de  Oajaca,  casado  en  segun- 
das nupcias  con  Doña  Juana  Ramírez  de  Arellano  y  Zuñiga,  hija  de  D.  Car- 
los Ramírez  de  Arellano,  II  Conde  de  Aguilar,  y  de  Doña  Juana  de  Zuñiga, 
hija  del  Conde  de  Bañares,  primogénito  de  D.  Alvaro  de  Zuñiga,  I  Duque 
de  Bejar.     Fue  su  hijo  * 

I. 

D.  Martín  Cortés  Ramírez  de  Arellano,  II  Marques  del  Valle,  casado  con 
su  sobrina  Doña  Ana  Ramírez  de  Arellano.     Fueron  sus  hijos 

II. 

1.  D.  Fernando  Cortés  Ramírez  de  Arellano,  III  Marques  del  Valle, 
casado  con  Doña  Mencfa  Fernandez  de  Cabrera  y  Mendoza,  hija  de  D.  Pe- 
dro Fernandez  Cabrera  y  Bobadilla,  II  Conde  de  Chinchón,  y  de  Doña  Maria 
de  Mendoza  y  de  la  Cerda,  hermana  del  Principe  de  Melito.  Tubo  D.  Fer- 
nando un  hijo  que  murió  niño.     Sucedióle  su  hermano 

2.  D.  Pedro  Cortés  Ramírez  de  Arellano,  IV  Marques  del  Valle,  casado 
con  Doña  Ana  Pacheco  de  la  Cerda,  hermana  del  II  Conde  de  Montalban. 
Murió  sin  hijos,  y  le  sucedió  su  hermana 

3.  Doña  f  uaná  Cortés  Ramírez  de  Arellano,  V  Marquesa  del  Valle,  casada 
con  D.  Pedro  Carrillo  de  Mendoza,  IX  Conde  de  Priego,  Asistente,  y  Capi- 
tán general  de  Sevilla,  y  Mayordomo  mayor  de  la  Reina  Doña  Margarita  de 
Austria.     Fue  su  hija 

III. 

Doña  Estefanía  Carrillo  de  Mendoza,  y  Cortés,  VI  Marquesa  del  Valle, 
casada  con  D.Diego  de  Aragón,  IV  Du(iue  de  Terranova,  Principe  de  Castel 

*  Ademas  del  heredero  del  marquesado  tubo  el  conquistador  muchos  hijos 
legítimos,  y  bastardos.  Los  primeros  fueron,  1.  Doña  Maria  Cortés,  casada  con 
D.  Luis  de  Quiñones,  V  Conde  de  Luna.  2.  Doña  Catalina,  que  murió  en  Se- 
villa. 3.  Doña  Juana,  muger  de  D.  Fernando  Enriquez  de  Ribera,  II  Duque  de 
Alcalá,  &c.  4.  Doña  Eleonora,  casada  en  Megico  con  Juan  Tolosa,  Biscaino. 
Los  bastardos  fueron,  1.  D.  Martin  Cortés,  Caballero  de  la  orden  de  Santiago, 
hijo  de  la  famosa  Doña  Marina.  2,  Don  Luis,  hijo  de  una  señora  llamada  Her- 
raosilla,  y  otras  tres  hijas  de  tres  Indias  nobles. 


188  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

Vetrano,  y  del  S.  R.  I.  Marques  de  Avola,  y  de  la  Favara,  Condestable  y 
Almirante  de  Sicilia,  Comendador  de  Villafranca,  Virrei  de  Cerdeña,  Caba- 
llero del  ipsigne  Orden  del  Toisón  de  Oro.     Fue  su  hija  única 

IV. 

Doña  Juana  de  Aragón,  Carrillo  de  Mendoza  y  Cortés,  V  Duquesa  de 
Terranova,  y  VII  Marquesa  del  Valle,  Camarera  mayor  de  la  Reina  Doña 
Luisa  de  Orleans,  y  después  de  la  Reina  Doña  Mariana  de  Austria,  casada 
con  D.  Héctor  Piñateli,  V  Duque  de  Monteleone,  Principe  de  Noya,  Mar- 
ques de  Cerchiara,  Conde  de  Borelo,  Virrei  de  Cataluña,  Grande  de  Es- 
paña, &c.     Fue  su  hijo  único 


D.  Andrés  Fabricio  Piñateli  de  Aragón,  Carrillo  de  Mendoza  y  Cortés, 
VI  Duque  de  Monteleone,  VI  Duque  de  Terranova,  VIII  Marques  del  Valle, 
Grande  de  España,  Gran  Camarlengo  de  Ñapóles,  Caballero  del  Toisón  de 
Oro,  &c.,  casado  con  Doña  Teresa  Pimentel  y  Benavides,  hija  de  D.  An- 
tonio Alfonso  Pimentel  de  Quiñones,  XI  Conde  de  Benavente,  de  Luda,  de 
Mayorga,  Grande  de  España,  Bcc,  y  de  Doña  Isabel  Francisca  de  Benayides, 
m  Marquesa  de  Javalquinto,  y  de  Villareal.     Fue  sfc  hija 

VI. 

Doña  Juana  Piñateli  de  Aragón,  Pimentel,  Carrillo  de  Mendoza,  y 
Cortés,  VII  Duquesa  de  Monteleone,  VII  Duquesa  de  Terranova,  IX  Mar- 
quesa del  Valle,  Grande  de  España,  &c.,  muger  de  D.  Nicolás  Piñateli,  dé 
los  principes  de  Noya,  y  Cerchiara,  Principe  del  S.  R.  I.  Virrei  de  Cerdeña, 
y  de  Sicilia,  Caballero  del  Toisón  de  Oro,  &c.     Fue  su  hijo       *' 

VII. 

D.  Diego  Piñateli  de  Aragón,  &c.,  VIII  Duque  de  Monteleone,  y  de  Ter- 
ranova, X  Marques  del  Valle,  Gran  Almirante,  y  Condestable  de  Sicilia, 
Grande  de  España,  &c.,  casado  con  Doña  Margarita  Piñateli,  de  los  Duques 
de  Bellosguardo.    Fue  su  hijo 

VIH. 

D.  Fabricio  Piñateli  de  Aragón,  IX  Duque  de  Monteleone,  y  de  Terranova, 
XI  Marques  del  Valle,  Grande  de  España,  &c.,  casado  con  Doña  Constanza 
Medici,  de  los  Principes  de  Ortajano.     Fue  su  hijo 

IX. 

D.  Héctor  Piñateli  de  Aragón,  &c.  X  Duque  de  Monteleone  y  de  Tei- 


DECENDENCIA     DK    HERNÁN    CORTÉS.  18í) 

ranova,  XII  Marques  del  Valle  de  Oajaca.  Vivía  cuando  Clavijero  escribió 
su  historia,  y  se  casó  en  Ñapóles  con  Doña  N.  Piccolomini  de  los  Duques  de 
Amalfi. 


De  Doña  Juana  Piñateli,  y  D.  Nicolás  Piñateli,  No.  VI,  nacieron  cuatro 
hijos,  Diego,  Fernando,  Antonio,  y  Fabricio,  y  cuatro  hijas,  Rosa,  Maria 
Teresa,  Estefanía  y  Catalina.  1.  D.  Diego  fue  el  heredero  del  Marque- 
sado del  Valle,  y  de  los  Ducados  de  Terranova  y  Monteleone.  2.  D.  Fer- 
nando se  casó  con  Doña  Lucrecia  Piñateli,  Princesa  de  Strongoli,  y  su  hijo 
D.  Salvador  con  Doña  Julia  Mastrígli  de  los  Duques  de  Marigliano. 
3.  D.  Antonio  se  casó  en  España  con  la  hija  única  del  Conde  de  Fuentes,  y 
fue  su  hijo  D.  Joaquín  Piñateli  de  Aragón,  Moncayo,  &c.  Conde  de  Fuentes, 
Grande  de  España,  &c.  Embajador  de  España  en  las  Cortes  de  Inglaterra,  y 
Francia,  y  Presidente  del  Consejo  de  Ordenes,  cuyo  hijo  D.  Luis  se  casó  con 
la  hija  única  y  heredera  de  Casimiro  Piñateli,  Conde  de  Egmont,  Teniente 
General  de  los  egercitos  Franceses.  4.  D.  Fabricio  se  casó  con  Doña  Vir- 
ginia Piñateli,  hermana  de  la  princesa  de  Strongoli,  cuyo  hijo  D.  Miguel  fue 
Marques  de  Salice  y  Guagnano.  5.  Doña  Rosa  se  casó  con  el  Principe  de 
Scalea.  6.  Doña  Mar^  Teresa  con  el  Marques  de  Westerlo,  Señor  Bohemio. 
7.  Doña  Estefanía  con  el  Principe  de  Bisiñano.  8.  Doña  Catalina  con  el 
Conde  de  Acerra. 


^>^    -«í»   mipjjd    /     ,■.;.'  v-^.A    -í-    í:-";:^  <    „.i..,|!     (| 


DISERTACIONES 


LA  TIERRA,  LOS  ANIMALES,  Y  LOS  HABITANTES 


DE 


MEGICO. 


*        :*>* 


,^„ 


DISERTACIONES 


LA  TIERRA,  LOS  ANIMALES,  Y  LOS  HABITANTES 


MEGICO; 

EN    QUE 

Se  confirma  en  parte  la  Historia  Antigua  de  aquel  pais,  se  ilustran  muchos  artí- 
culos de  Historia  Natural,  y  se  confutan  muchos  errores  publicados  sobre 
America  por  algunos  célebres  Escritores  modernos. 


AL  LECTOR. 


Las  disertaciones  que  ofrezco  al  público  son  necesarias,  no  solamente 
útiles,  para  ilustrar  la  Historia  Antigua  de  Megico,  y  para  confirmar 
la  verdad  de  muchas  especies  contenidas  en  ella.  La  primera  tiene 
por  obgeto  suplir  la  falta  de  noticias  sobre  la  primera  población  del 
Nuevo  Mundo.     La  segunda,  aunque  parecerá  fastidiosa,  no  d«ja  de 

tíer  útil,  para  conocer  los  fundamentos  de  nuestra  Cronología,  y  ayudar 
a  los  que  emprendan  escribir  la  Historia  de  los  países  de  Anahuac. 
Todas  las  otras  podran  servir  a  disipar  en  los  lectores  incautos  los 
errores  a  qué  los  habrán  inducido  los  escritores  modernos,  que  des- 
provistos de  conocimientos  solidos,  se  han  puesto  a  escribir  sobre  la 
tierra,  los  animales,  y  los  hombres  de  America. 

¡  Cuantos,  al  leer,  por  egemplo,  las  investigaciones  de  Mr.  Paw  no 
se  llenarán  la  cabeza  de  ideas  disparatadas,  y  contrarias  a  lo  que  yo 
digo  en  mi  Historia !  Aquel  escritor  es  un  filosofo  a  la  moda ;  hom- 
bre erudito,  en  ciertas  materias  en  que  mas  le  convendría  ser  igno- 
rante, o  callar  a  lo  menos ;  realza  sus  discursos  con  bufonadas,  y 
maledicencia,  ridiculizando  todo  lo  mas  sagrado  que  se  venera  en  la 
iglesia  de  Dios,  y  mordiendo  a  cuantos  se  le  presentan,  sin  ningún 
respeto  a  la  inocencia,  y  a  la  verdad  ;  decide  francamente,  y  en  tono 
magistral,  citando  a  cada  paso  a  los  escritores  Americanos,  y  protes- 
TOMO  II.  O 


194  '  AL    LECTOR. 

tando  que  sa  obra  es  fruto  de  diez  años  de  sudores.  Todo  esto  hace 
mui  recomendable  a  un  escritor,  para  con  cierta  clase  de  lectores,  en 
el  siglo  filosófico  en  qué  vivimos.  Su  mordacidad,  el  desprecio  con 
que  habla  de  los  mas  respetables  Padres  de  la  Iglesia,  la  mofa  que 
hace  de  los  sumos  Pontífices,  de  los  Soberanos,  y  de  las  ordenes  Re- 
ligiosas, y  la  poca  estima  en  que  tiene  a  los  libros  Santos,  en  vez  de 
disminuir  su  autoridad,  podra  aumentarla,  en  esta  edad,  en  que  se 
han  publicado  mas  errores  que  en  todas  las  precedentes,  y  en  que 
tantos  literatos  tienen  a  honra  escribir  con  desenfreno,  y  mentir  con 
descaro ;  en  que  no  se  aprecia  al  que  no  es  filosofo,  y  en  que  no  es 
filosofo  quien  no  se  burla  de  la  Religión,  y  quien  no  adopta  el  lenguage 
de  la  impiedad. 

El  obgeto  de  la  obra  de  Mr.  de  Paw  es  persuadir  al  mundo  que  en 
America  la  naturaleza  ha  degenerado  enteramente  en  los  elementos, 
en  las  plantas,  en  los  animales,  y  en  los  hombres.  La  tierra,  cubierta 
de  ásperos  montes,  y  peñascos,  y  en  las  llanuras,  bañada  de  aguas 
muertas,  y  podridas,  o  sombreada  por  bosques  tan  espesos  que  no 
pueden  penetrar  en  ellos  los  rayos  solares,  es,  según  aquel  autor, 
sumamente  estéril,  y  mas  abundante  en  plantas  venenosas  que  todo 
el  resto  del  mundo ;  el  aire  mal  sano,  y  mucho  mas  frió  que  el  del 
otro  continente ;  el  clima  contrario  a  la  generación  de  los  animales. 
Todos  los  propios  de  aquellos  paisas  eran  mas  pequeños,  mas  diformes, 
mas  débiles,  nías  cobardes,  mas  estupidos,  que  los  del  mundo  antíguo, 
y  los  que  se  han  trasportado  alli  de  otras  partes,  inmediatamente  han 
degenerado,  como  ha  sucedido  con  los  vegetales  transplantados  de 
Europa.  Los  hombres  apenas  se  diferenciaban  de  las  bestias  si  no  en 
la  figura,  y  aun  en  esta  se  echaban  de  ver  muchas  trazas  de  degenera- 
ción ;  el  color  aceitunado,  la  cabeza  dura,  y  con  pocos,  y  gruesos  ca- 
bellos, y  todo  el  cuerpo  privado  enteramente  de  pelo.  Son  feos, 
débiles,  y  sugetos  a  muchas  enfermedades  estravagantes,  ocasio- 
nadas por  la  insalubridad  del  clima.  Pero  por  imperfectos  que 
sean  sus  cuerpos,  aun  lo  son  mucho  mas  sus  almas.  Son  tan  faltos 
de  memoria,  que  no  se  acuerdan  hoi,  de  lo  que  hicieron  ayer.  No 
reflexionan,  ni  coordinan  sus  ideas,  ni  son  capaces  de  mejorarlas,  ni 
de  pensar,  por  que  los  humores  de  sus  cerebros  son  gruesos,  y  vis- 
cosos. Su  voluntad  es  insensible  a  los  estímulos  del  amor,  y  a  los 
de  las  demás  pasiones.  Su  pereza  los  tíene  sumergidos  en  la  imbeci- 
lidad de  la  vida  salvage.  Su  cobardía  se  hizo  ver  claramente  en  la 
época  de  la  conquista.     Sus  vicios  morales  corresponden  a  sus  de- 


/ 

AL    LECTOR.  196 

fectos  físicos.  La  embriaguez,  la  mentira,  la  pederastía  eran  comunes 
en  las  islas,  en  Megico,  en  el  Peni,  y  en  todas  las  regiones  del  nuevo 
continente.  Vivian  sin  leyes,  y  las  pocas  artes  que  conocian  eran 
groserisimas.  La  agricultura  estaba  en  el  mayor  abandono ;  su  arqui- 
tectura era  mezquinisima,  y  mas  imperfectos  aun  sus  instrumentos,  y 
utensilios.  En  todo  el  Nuevo  Mundo  no  habia  mas  que  dos  ciudades. 
Cuzco  en  la  America  Meridional,  y  Megico  en  la  Septentrional,  y 
estas  no  eran  mas  que  miserables  aldeas. 

He  aqui  un  ligero  bosquejo  del  monstruoso  retrato  que  Mr.  de  Paw 
hace  de  la  America.  No  lo  copio  enteramente,  ni  cito  lo  que  sobre 
el  mismo  asunto  han  dicho  otros  autores  mal  informados,  o  mal  preve- 
nidos, porque  me  falta  la  paciencia  para  repetir  tantos  despropósitos. 
No  es  mi  intento  escribir  la  apologia  de  America,  y  de  los  Americanos, 
por  que  este  asunto  exigiría  una  obra  voluminosa.  Para  escribir  un 
error,  o  una  falsedad,  basta  un  renglón :  para  impugnarlo  no  basta  un 
pliego,  y  ni  aun  suele  bastar  un  tomo.  ¿  Qué  no  se  necesitaría  pues 
para  refutar  tantos  centenares  de  falsedades,  y  de  errores?  Solo 
atacaré  los  que  se  oponen  a  la  verdad  de  mi  historia.  He  escogido 
la  obra  de  Mr.  de  Paw,  por  que  en  ella, -como  en  un  muladar,  se  han 
recogido  las  inmundicias,  esto  es,  los  errores  de  los  otros.  Si  parecen 
fuertes  mis  espresiones,  ha  sido  por  que  no  he  creido  conveniente  em- 
plear la  dulzura  con  un  hombre  que  se  pone  de  hecho  pensado  a  in- 
juriar al  Nuevo  Mundo,  y  a  las  personas  mas  respectables  del  An- 
tiguo. 

Pero  aunfjue  la  obra  de  Mr.  de  Paw  sera  el  principal  baluarte  a 
qué  dirigiré  mis  tiros,  tendré  que  habérmelas  con  otros  autores,  y 
entre  ellos  con  el  Conde  de  Buffon.  Tengo  en  gran  estima  a 
este  ilustro  Francés,  y  lo  creo  el  mas  diligente,  el  mas  elocuente, 
y  el  mas  exacto  de  todos  los  naturalistas  de  nuestro  siglo :  no  pienso 
que  ningún  otro  lo  haya  exedido  en  el  arte  difícil  de  describir  los 
animales;  pero  siendo  tan  vasto  el  argumento  de  su  obra,  no  es 
estraño  que  a  veces  se  engañase,  o  pusiese  en  olvido  lo  que  habia 
dicho  antes,  especialmente  sobre  America,  donde  es  tan  varia  la  natu- 
raleza :  por  lo  que  ni  sus  descuidos,  ni  las  razones  con  que  los  ataco 
podran  de  ningún  modo  perjudicar  a  la  gran  reputación  de  que  goza 
en  el  mundo  literario. 

En  la  comparación  que  hago  entre  un  continente  y  otro,  no  es  mi 
designio  elogiar  la  America  a  espensas  de  las  otras  partes  del  mundo, 
si  no  indicar  las  consecuencias  que  se  deducen  naturalmente  de  los 

o2 


196  AL    LECTOR. 

principios  establecidos  por  los  autores  que  impugno.  Estos  paralelos 
son  demasiado  odiosos,  y  el  que  pondera  apasionadamente  su  pais, 
colocándolo  sobre  todos  los  otros,  se  parece  mas  a  un  muchacho  que 
pelea,  que  a  un  literato  que  disputa. 

En  las  citas  de  la  Historia  de  los  cuadrúpedos  del  conde  de  Buffon, 
me  he  valido  de  la  edición  hecha  en  Paris  en  la  imprenta  Real,  en 
treinta  y  un  tomos,  y  concluida  el  año  de  1768.  En  las  de  las  In- 
vestigaciones de  Mr.  de  Paw,  me  he  servido  de  la  edición  de  Londres 
de  1771,  en  tres  tomos,  con  las  impugnaciones  de  Peraetty,  y  la 
respuesta  del  autor. 


DISERTACIÓN  I.  T  , 


SOBRE  EL  ORIGEN  DE  LA  POBLACIÓN   DE  AMERICA,   Y  PARTI- 
CULARMENTE DE  LA  DE  MEGICO. 

Apenas  se  hallará  en  la  historia  un  problema  de  mas  difícil  resolución, 
que  el  del  origen  de  la  población  del  Nuevo  Mundo,  ni  sobre  el  cual  reine 
mayor  variedad  de  opiniones.  Puede  decirse  que  estas  son  tantas, 
cuantas  las  de  los  filósofos  antiguos  sobre  la  esencia  del  sumo  bien. 
Ni  trato  de  examinarlas  todas,  por  que  seria  un  trabajo  inútil,  ni  de 
establecer  un  sistema  nuevo,  por  que  carezco  de  fundamentos  en  qué 
apoyarlo.  Quiero  tan  solo  esponer,  y  someter  al  juicio  de  los  hom- 
bres doctos  mis  congeturas,  por  que  me  parece  que  no  serán  de  un 
todo  infructuosas :  mas  para  proceder  con  aquella  claridad,  y  preci- 
sión que  el  asunto  exige,  dividiré  el  punto  general  en  varios  artículos, 
y  declararé  en  diversas  conclusiones  mis  ideas. 

¿  En  qué  tiempo  empezó  a  poblarse  la  America  ? 
Betancourt  y  otros  autores  creyeron  que  el  Nuevo  Mundo  empezó 
a  poblarse  §ntes  del  diluvio.  Pudo  ciertamente  verificarse  asi,  por 
que  el  espacio  de  1656  años  transcurridos  entre  la  creación  de  los 
primeros  hombres,  y  aquella  gran  catástrofe,  según  la  Cronología  del 
testo  Hebreo  del  Génesis,  y  mucho  mas  el  de  2242,  o  2262  años, 
según  el  computo  de  los  Setenta,  fue  suficiente  para  poblar  toda  la 
tierra,  como  algunos  escritores  han  demostrado.  A  lo  menos,  des- 
pués de  diez  o  doce  siglos,  pudieron  algunas  familias  de  las  que  se 
esparcieron  en  las  partes  mas  Orientales  del  Asia,  pasar  al  continente 
Occidental,  que  llamamos  America,  sea,  como  yo  creo,  por  estar 
unida  a  ellas,  sea  por  estar  separada  tan  solo  por  un  pequeño  estrecho. 
Pero  ¿como  se  probará  que  en  efecto  la  America  se  pobló  antes  del 
diluvio?  Por  que  en  America,  dicen  algunos  de  los  que  sostienen 
aquella  opinión,  habia  gigantes,  y  la  época  de  estos  fue  ante-dilu- 
viana*.    Por  que  Dios,  dicen  otros,  no  creó  la  tierra  si  no  para  que 

*  Gigantes  erant  super  terram  in  diebus  iilis. — Gen.  vi. 


198  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

fuese  habitada*,  y  no  es  verosímil  q«e  habiendo  creado  la  America 
con  este  obgeto,  quisiese  dejarla  tanto  tiempo  sin  habitantes,  especial- 
mente habiendo  mandado  a  los  primeros  hombres,  que  se  multiplicasen, 
y  cubriesen  la  tierra  f.  Pero  aun  concediendo  que  el  sagrado  testo 
en  que  se  hace  mención  de  los  gigantes  deba  entenderse  en  el  sentido 
vulgar,  esto  es,  en  el  de  hombres  de  estraordinaria  altura  y  corpulen- 
cia, y  aunque  no  dudo  que  hubiese  de  estos  hombres  en  America,  no 
obstante  lo  que  dicen  Mr.  Sloane:|:,  Mr.  de  Paw,  y  otros  que  solo 
creen  lo  que  ven,  de  ningún  modo  confirma  esto  la  opinión  de  la 
población  ante-diluviana:  pues  los  mismos  libros  Santos  hablan  de 
algunos  gigantes  posteriores  al  diluvio,  como  fueron  Og,  rei  de 
Bazan§,  y  los  cinco  de  que  hacen  mención  los  libros  de  los  Reyes. 
Podemos  congeturar  que  habria  otros  muchos,  tanto  en  Palestina, 
como  en  otros  paises,  de  que  no  hablan  los  historiadores  Sagrados, 
por  que  no  importaba  a  su  proposito.  El  testo  de  Isaias  nada  prueba 
en  favor  de  aquella  opinión :  pues  aunque  Dios  formó  la  tierra  para 
que  fuese  habitada,  nadie  puede  adivinar  el  tiempo  que  fijó  para  la 
egecuciou  de  sus  altos  designios. 

*  Ipse  Deus  formam  terram,  et  faciens  eam  ....  non  in  vanum  creavit  eam,  ut 
habitaretur  formavit  eam.  —  Isa.  xlv.    . 

t  Crescite  et  mtiltiplicamini  et  replete  terram.— Gen.,  ii. 

X  El  escrito  del  Ingles  Sloane,  en  que  trata  de  probar  que  los  grandes  huesos 
encontrados  en  America  son  de  elefantes,  y  otros  animales,  y  no  de  gigantes  se 
halla  en  las  Memorias  de  la  Academia  de  Ciencias  de  París,  de  1727-  Ademas  de 
lo  que  he  dicho  en  el  libro  1  sobre  esta  opinión,  tiene  en  contra  el  dicho  del  Dr. 
Hernández,  testigo  ocular,  inteligente,  y  sincero.  Per  multa  gigáMm  non  vul- 
garts  magnitudinis  ossa,  per  hosce  dies  inventa  sunt,  cum  apud  Tescocanos,  tum 
apud  Tollocenses.  Heec  autum  notiora  sunt,  quam  ut  fides  queat  itlis  ab  aliquo 
denegari,  et  tamen  non  me  latet  a  multis  judicari  multa  fieri  nonposse,  ante  quam 
facta  sunt.  Adeo  verum  est,  atque  indubttatum  quod  Plinius  noster  dixit :  naturee 
vim  atque  majestatem  ómnibus  momentis  Jidei  carere.  Si  en  las  escavaciones  hechas 
en  Ameriía  solo  se  hubieran  hallado  huesos  sueltos  y  separados,  podría  creerse 
que  pertenecían  a  grandes  cuadrúpedos ;  pero  habiéndose  hallado  cráneos,  y 
esqueletos  enteros  humanos,  no  hai  lugar  a  las  congeturas  de  Sloane.  Véase  lo 
que  cuenta  Acosta  acerca  del  esqueleto  gigantesco  desenterrado  en  1556  en  Jesús 
del  Monte,  casa  de  campo  de  los  Jesuítas  de  Megico,  hallándose  aquel  escritor 
en  ella.  Véase  lo  que  dice  Zarate,  hombre  docto  y  respetable,  sobre  los  huesos  y 
cráneos  humanos  descubiertos  en  Puerto  Viejo,  en  la  provincia  de  Guayaquil. 
Véase  lo  que  refiere  el  sincerisimo  Bernal  Diaz  de  los  huesos  presentados  a 
Cortés  por  los  Tlascaleses. 

§  Torrubia  en  su  Aparato  a  la  Historia  Natural  de  España  incurre  tres  veces 
en  el  error  de  que  Og  fue  ante-diluviano,  y  afirma  espresamente  que  se  ahogó  en 
el  diluvio. 


SO«RE    LA    POBLACIÓN    DK    AMERICA.  199 

El  viagero  Gemelli  dice,  alegando  ciertas  pinturas  Megicanas,  que 
la  ciudad  de  Megico  fue  fundada  en  el  año  li  Calli,  correspondiente, 
según  él  mismo,  al  1325  de  la  creación  del  mundo :  esto  es,  mas  de 
trescientos  años  antes  del  diluvio :  pero  este  enorme  desproposito  no 
fue  error  de  su  mente,  si  no  un  descuido  de  su  pluma,  como  clara- 
mente se  infiere  de  todo  el  contesto  de  su  narración:  asi  que,  injusta- 
mente se  lo  echa  en  cara  el  maldiciente  investigador,  el  cual  achaca 
también  el  mismo  dislate  al  ilustre  Sigüenza,  que  fue  de  opinión  con- 
traria. Es  cierto  que  la  ciudad  de  Megico  fue  fundada  el  año 
II  Calli,  y  que  este  fue  el  de  1325;  pero  no  de  la  creación  del  mundo, 
si  no  de  la  era  Cristiana.  Gemelli  en  lugar  de  escribir  lo  uno,  escri- 
bió lo  otro. 

Por  otra  parte,  es  inútil  averiguar  si  la  población  ^e  America  em- 
pezó antes  del  diluvio  :  pues  por  una  parte,  es  imposible  descubrir  la 
verdad  en  un  punto  tan  oscuro,  y  por  otra,  siendo  indudable  que  en 
el  diluvio  perecieron  todos  los  hombres,  es  necesario  volver  a  buscar 
pobladores  después  de  aquella  gran  calamidad.  Sé  que  algunos  au- 
tores circunscriben  el  diluvio  a  los  confines  de  una  parte  del  Asia : 
pero  también  sé  qu^  esta  opinión  no  está  de  acuerdo  ni  con  el  testo 
espreso  de  la  Santa  Escritura*,  ni  con  la  tradición  de  los  mismos 
Americanos -f-,  ni  con  las  observaciones  fisicas. 

*  Operti  sunt  omnes  montes  excelsi  sub  universo  ocelo.  Quindicim  cubitis  altior 
fuit  aqua  super  montes  quos  operuerat. — Gen.vii.  Parece  que  Dios  inspiró  estas 
palabras  para  desmentir  a  los  incrédulos,  pues  no  es  fácil  espresar  con  mas  cla- 
ridad la  un'j^ersalidad  del  diluvio.  Pero  aunque  solo  se  entendiese  el  testo  de  los 
montes  de  Palestina,  y  de  otros  países  inmediatos,  como  algunos  opinan,  no  en- 
tiendo como  pueda  el  agua,  con  arreglo  a  las  leyes  naturales,  alzarse  quince 
codos  sobre  los  montes  de  aquella  tierra,  sin  anegar  todo  el  mundo  antiguo,  y 
aun  el  nuevo.  Y  si  el  diluvio  no  fue  universal  ¿  a  qué  fin  mandar  construir  el 
arca,  cuando  tan  fácilmente  podia  la  familia  de  Noe  sustraerse  a  la  inundación, 
pasando  a  otros  países  que  estaban  esentos  de  aquella  calamidad  ?  ¿  Por  qué 
encerrar  en  el  arca  individuos  de  toda  especie  de  cuadrúpedos,  aves*y  reptiles,  a 
fin  de  conservar  sus  espedes,  en  la  superficie  de  la  tierra,  como  tan  terminante- 
mente se  lee  en  el  Génesis  ?  Quedando  las  especies  de  anímales  esparcidas  en 
otras  regiones  a  qué  no  llegaron  las  aguas,  aquella  precaución  era  del  todo  in- 
fructuosa,  y  ridicula,  especialmente  con  respecto  a  las  aves.  Por  estas  y  otras 
razones  no  menos  poderosas,  debemos  concluir  que  los  que  creyendo  divina  la 
autoridad  de  los  libros  sagrados,  niegan  sin  embargo  la  universalidad  del  diluvio, 
tienen  alguna  desorganización  o  vicio  en  el  cerebro. 

t  Queriendo  Dios  hacer  respetar  su  justicia  por  la  posteridad  de  Noe,  y  con- 
fundir la  incredulidad  de  los  mortales,  dispuso  que  ademas  de  la  autoridad  de  la 
Biblia,  y  de  los  cuerpos  marinos  que  en  gran  cantidad  se  hallan  en  los  montes. 


200  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

El  Dr.  Sigüenza  creyó  que  la  población  de  America  empezó  poco 
después  de  la  dispersión  de  las  gentes.  Como  carezco  de  los  MS  de 
aquel  ilustre  Megicano,  ignoro  los  fundamentos  en  que  apoya  su  opi- 
nión, la  cual  es  conforme  a  la  tradición  de  los  Chiapaneses,  de  que 
luego  haré  mención.  Otros  autores,  por  el  contrario,  la  creen  de- 
masiado moderna,  por  que  los  historiadores  de  Megico,  y  Perú  no 
hallaron  en  aquellas  naciones  memoria  alguna  de  sucesos  anteriores  a 
ocho  siglos.  Pero  confunden  la  población  de  Megico  hecha  por  los 
Chichimecos,  y  por  los  otros  Azteques,  con  la  que  sus  antepasados 
fundaron  muchos  siglos  antes  en  los  paises  Septentrionales,  ni  saben 
distinguir  a  los  Megicanos,  de  otras  naciones  que  antes  que  ellos 
habitaron  aquel  país.  ¿  Quien  sabe,  por  egemplo,  cuando  entraron  en 
el  pais  de  Anahuac,  los  Otomites,  los  Olmeques,  los  Cuitlateques,  y 
los  Michuacaneses  ?  No  es  de  estrañar  que  no  se  hallasen  en  Me- 
gico memorias  de  sucesos  anteriores  a  ocho  siglos,  pues,  ademas  de 
la  perdida  de  innumerables  monumentos  históricos  de  aquellas  na- 
ciones, no  sabiendo  la  mayor  parte  de  los  escritores  la  relación  entre 
los  años  Megicanos,  y  los  nuestros,  debieron  incurrir,  y  en  efecto 
incurrieron  en  un  gran  numero  de  anacronismos  í  pero  los  que  adqui- 
rieron mayor  abundancia  de  pinturas  antiguas,  y  escogidas,  y  tubieron 
mayor  sagacidad  para  indagar  la  cronología,  hallaron  ciertamente 
memorias  de  tiempos  mas  remotos,  como  hicieron  Sigüenza  e  Ijtliljo- 
chitl,  sirviéndose  de  ellas  en  sus  apreciables  escritos. 

Yo  no  dudo  que  la  población  Americana  sea  antiquísima,  y  mucho 
mas  de  lo  que  creen  los  autores  Europeos.  1.  Porque  los  Ameri- 
canos carecían  de  ciertas  artes  o  inventos,  como  la  aplicación  de  la 
cera,  y  del  aceite  al  alumbrado,  que,  por  una  parte,  son  muí  antiguos 

como  otros  tantos  monumentos  irrefragables  del  diluvio,  se  eonservase  la  memo- 
ria de  aquel  espantoso,  y  general  castigo  entre  las  naciones  Americanas.  Estas, 
sin  tener  noticia  del  Génesis,  ni  comunicación  con  los  pueblos  antiguos,  conser- 
vaban la  memoria  del  diluvio,  como  lo  testifican  Gomara,  Acosta,  Herrera,  y 
otros  muchos  escritores,  que  investigaron  cuidadosamente  aquel  punto.  Los 
Tolteques,  los  Acolhuis,  los  Tarasques,  o  Michuacaneses,  los  Megicanos,  los 
Mijteques,  los  Tlascaleses,  los  Chiapaneses,  y  otros  muchos  pueblos  seguían 
aquella  tradición,  y  la  representaron  en  sus  pinturas.  Todos  ellos  creian  que  la 
inundación  liabia  sido  universal,  y  que  todos  los  hombres  se  hablan  ahogado, 
exepto  un  hombre,  y  una  muger,  o  una  familia.  Este  en  un  hecho  de  que  no 
puede  dudar  quien  proceda  de  buena  fe.  Véase  lo  que  he  dicho  acerca  de  esto 
en  la  Historia,  y  lo  que  diré  después.  El  P.  Acosta  dice  que  todos  los  Indios 
tenian  noticia  del  diluvio :  pero  esto  debe  entenderse  de  los  que  vivian  en  so- 
ciedad. 


SOBRE    LA    POBLACIÓN    DE    AMERICA.  201 

en  Asia,  y  en  Europa,  y  por  otra,  tan  necesarios,  que  una  vez  apren- 
didos no  se  olvidan  jamas.  Luego  los  que  pasaron  del  antiguo  al 
nuevo  continente,  y  propagaron  en  este  la  especie  humana,  verificaron 
su  emigración,  antes  de  aquellos  descubrimientos.  2.  Porque  las 
naciones  del  Nuevo  Mundo  que  vivian  en  sociedad,  y  especialmente 
las  de  Megico,  conservaban  en  sus  pinturas,  y  tradiciones  la  memoria 
de  la  creación  del  mundo,  del  diluvio,  de  la  torre  de  Babel,  de  la 
confusión  de  las  lenguas,  y  de  la  dispersión  de  las  gentes,  aunque 
alterada  con  algunas  fábulas,  y  no  tenian  noticia  de  los  sucesos 
ocurridos  después  en  Asia,  África,  y  Europa,  habiendo  algunos  tan 
grandes  e  importantes,  que  no  era  fácil  echarlos  en  olvido.  3.  Porque 
ni  los  Americanos  tenian  la  menor  idea  de  los  pueblos  del  Mundo 
Antiguo,  ni  estos  de  aquellos,  ni  en  unos,  ni  en  otros  se  halla  el  menor 
recuerdo  del  transito  de  los  hombres  a  America.  Estos  razones  hacen 
si  no  cierta,  verosimil  al  menos  mi  opinión  *. 

I  Quienes  fueron  los  pobladores  de  America  ? 
Los  que  no  reconocen  en  los  libros  Santos  el  sello  de  la  verdad 
divina,  o  reconociendo!»  no  hacen  caso  de  lo  que  su  autoridad  sanciona, 
dicen  que  los  Americanos  no  decienden  de  Adán  y  de  Noe,  creyendo, 
o  fingiendo  creer  que  como  Dios  creó  al  primero,  para  que  fuese  el 
padre  de  los  Asiáticos,  asi  formó  antes  o  después  otros  hombres  para 
que  fuesen  padres  de  los  Africanos,  de  los  Europeos,  y  de  los  Ameri- 
canos. Esto  no  se  opone,  según  un  autor  moderno,  a  la  verdad  de 
la  Biblia,  porque  si  bien  Moisés  no  hace  mención  de  otro  primer 
patriarca  que  Adán,  fue  por  que  no  escribía  la  historia  de  todos  los 
pueblos,  sino  solo  la  de  los  Israelitas.  Pero  ademas  de  que  este 
rancio  sistema  contradice  abiertamente  la  venerable  tradición,  la 
sagrada  Escritura  i-,  y  la  creencia  común  de  la  iglesia  "Católica  (cosas 

*  Cierto  autor  moderno  afirma  que  la  población  de  America  es  anterior  al  uso 
del  hierro,  porque  no  se  encontr^l  este  uso  entre  los  Americanos.  Esta  opinión 
carece  de  fundamento,  pues  la  inrticion  del  hierro  es  anterior  al  diluvio.  De 
Tubalcain,  sesto  nieto  de  Adán,  ^i  dice  en  la  Escritura  Santa  que  trabajó  en 
todas  las  obras  de  cobre,  y  de  hierro^.  Sella  genuit  Tubalcain,  qui  fuit  malleator, 
et  faber  in  cuneta  opera  cerls  et  ferñ.  Gen.  iv.  ¿  Se  dirá  acaso  que  la  America 
se  pobló  antes  de  la  época  de  Tubalcain  ?  Los  Americanos  no  usaron  del  hierro, 
quizas  por  que  en  los  paises  Septentrionales  donde  se  establecieron  al  principio 
no  hallaron  aquel  metal,  y  poco  a  poco  se  fue  perdiendo  su  memoria. 

f  Tres  isti  filii  sunt  Noe :  ab  his  dissemtnatum  est  omne  genus  hominum  super 
universam  terram.  Gen.  ix.  Fecit  ex  uno  omne  hominum  genus  inhabitare  super 
faciem  universee  terree,  Ac.  xvii-  No  se  puede  espresar  de  un  modo  mas  claro  el 
origen  común  de  todos  los  hombres,  de  Adán,  y  de  Noe. 


aOSS  HISTORIA    ANTIGUA    DE   MEGICO. 

en  verdad  poco  importantes  a  los  ojos  de  aquella  clase  de  ülosofos), 
se  halla  desmentido  por  la  tradición  de  los  mismos  Americanos,  los 
cuales  en  sus  pinturas,  y  en  sus  cánticos  se  reconocen  decendientes 
de  los  hombres  que  se  preservaron  de  la  inundación  universal.  Los 
Tolteques,  los  Acolhuis,  los  Megicanos,  los  Tlascaleses,  los  Tarasques, 
los  Mijteques,  los  Chiapaneses,  y  otros  pueblos  están  de  acuerdo  en 
este  punto ;  todos  decian  que  sus  abuelos  habian  venido  de  otros 
paises ;  indicaban  el  camino  que  habian  seguido,  y  aun  conservaban 
los  nombres  verdaderos  o  falsos  de  aquellos  primeros  progenitores, 
que  después  de  la  confusión  de  las  lenguas  se  separaron  de  los  demás 
hombres. 

El  Sr.  Nufiez  de  la  Vega,  obispo  de  Chiapa,  dice  en  el  proemio  de 
sus  Constituciones  Sinodales,  que  en  la  visita  que  él  mismo  hizo  de 
su  diócesis  a  fines  del  siglo  pasado,  halló  muchos  calendarios  antiguos 
de  los  Chiapaneses,  y  un  antiguo  MS,  en  la  lengua  de  aquel  pais, 
hecho  por  los  mismos  Indios,  en  que  se  decia,  según  su  tradición,  que 
un  cierto  Votan  *  tubo  parte  en  la  construcción  de  aquel  gran  edificio, 
que  se  alzó  para  subir  al  cielo,  por  orden  de  uno  de  sus  antepasados ; 
que  alli  tomó  cada  pueblo  su  idioma  respectivo^  y  que  el  mismo  Votan 
fue  destinado  por  Dios,  para  hacer  la  división  de  la  tierra  de  Anahuac. 
Añade  que  en  su  tiem[)o  habia  en  Teopijca,  pueblo  grande  de  aquella 
diócesis,  una  familia  del  nombre  de  Votan,  que  se  creia  decendiente 
de  aquel  personage.  No  pretendo  yo  dar  tanta  antigüedad  a  los 
Americanos,  si  no  solo  demostrar  que  se  creian  decendientes  de 
Noe. 

De  los  antiguos  habitantes  de  Cuba  cuentan  muchos  historiadores, 
que  preguntados  por  los  Españoles  sobre  su  origen,  respondieron 
haber  oido  decir  a  sus  progenitores  que  Dios  creó  el  cielo,  la  tierra, 
y  todas  las  cosas;  que  habiendo  vaticinado  un  viejo  cierta  gran  inun- 
dación, con  la  cual  Dios  queria  castigar  los  pecados  de  los  hombres, 
fabricó  una  gran  canoa,  y  se  embarcó  en  ella  con  su  familia,  y  con 
muchos  animales ;  que  pasada  la  inundación,  soltó  un  cuervo,  el  cual 
habiendo  hallado  cadáveres  con  que  alimentarse,  no  volvió  mas  a  la 
canoa ;  que  después  soltó  una  paloma,  la  cual  volvió  de  alli  a  poco, 
trayerklo  en  el  pico  una  rama  de  Hoba,  que  es  un  árbol  frutal  de 
America;  que  cuando  el  viejo  vio  enjuta  la  tierra,  desembarcó,  y 
habiendo  hecho  vino  con  ubas  silvestres,  bebió  de  él,  y  se  embriagó ; 
que  entonces  uno  de  sus  hijos  se  burló  de  su  desnudez,  y  otro  mas 
respetuoso  lo  cubrió ;  que  cuando  salió  de  su  letargo,  bendijo  a  este, 

*  P^otan  era  el  principal  de  aquellos  veinte  hombres  ilustres  (jue  dieron  sus 
nombres  a  los  veinte  dias  del  año  Chiapanes. 


SOBRE    LA    POBLACIÓN    DE    AMERICA.  203 

y  maldijo  a  aquel ;  finalmente  que  ellos  decendian  del  hijo  maldito,  y 
por  eso  andaban  desnudos,  y  que  los  Españoles,  que  estaban  vestidos, 
decenderian  quizas  del  otro. 

Los  Megicanos  llamaban  a  Noe,  Cojcoj,  y  Teocipactli,  y  los 
Michuacaneses  Tezpi.  Estos  decian  que  hubo  un  gran  diluvio,  y 
que  Tezpi,  para  no  ahogarse,  se  embarcó  en  una  nave,  hecha  a  guisa 
de  arca,  o  caja,  con  su  muger,  sus  hijos,  muchas  especies  de  animales, 
y  una  provisión  de  granos,  y  semillas ;  y  que  viendo  que  las  aguas 
disminuian,  dio  libertad  a  un  pajaro  de  los  que  alli  se  llaman  Aura,  el 
cual  se  quedó  fuera  para  comer  cuerpos  muertos,  y  después  soltó 
otros  pájaros  que  tampoco  volvieron,  exepto  uno  (el  chupa-mirto),  tan 
apreciado  en  aquellos  paises  por  el  hermoso  color  de  sus  plumas ;  y 
este  le  trajo  una  rama  de  árbol  *,  y  que  de  aquella  familia  decendian 
todos  los  habitantes  de  Michuacan.     Luego  ora  nos  apoyemos  en  la 

.     '  Biblia,  ora  en  las   tradiciones  Americanas,    debemos   buscar  en  la 

I-       posteridad  de  Noe  los  pobladores  del  Nuevo  Mundo. 

Pero  ¿  quienes  fueron  estos  ?  ¿  Cual  de  los  hijos  de  Noe  fue  el 
tronco  de  aquellas  naciones  ?  El  Dr.  Sigüenza,  y  la  ingeniosa  Megi- 
cana  Sor  Juana  Inés  *de  la  Cruz,  creyeron,  o  conge turaron  que  los 
Megicanos,  y  las  otras  naciones  de  Anahuac  decendian  de  Nephtuim, 
hijo  de  Mesraim,  y  nieto  de  Cham.  Boturini  fue  de  opinión  que  no 
solo  provenían  de  Nephtuim,  sino  de  sus  otros  cinco  hermanos.  El 
docto  Español  Arias  Montano  se  persuadió  que  los  Americanos,  y 
especialmente  los  del  Perú,  pertenecían  a  la  posteridad  de  Ofir,  cuarto 

L         nieto  de  Sem.     Sus  razones  son  tan  débiles  que  no  merecen  refuta- 

\        cion.     De  las  de  Sigüenza  hablare  después. 

Los  otros  autores  que  no  han  querido  penetrar  con  sus  indagaciones 
hasta  una  antigüedad  tan  remota,  han  buscado  en  diversos  paises  del 

I  mundo  el  origen  de  los  Americanos.  Sus  opiniones  son  tantas,  y  tan 
diversas  que  no  es  casi  posible  numerarlas.  Unos  creen  descubrir 
sus  progenitores  en  Asia,  otros  en  África,  otros  en  Europa.  Entre 
los  que  abrazan  esta  ultima  opinión,  unos  dicen  que  eran  Griegos, 
otros  que   eran  Romanos;    otros   los   hacen  Españoles,    Irlandeses, 

*  Herrera  Dec.  3,  lib.  iii,  cap.  10.  Véase  lo  que  el  mismo  dice  en  la  Dec.  4, 
lib.  i,  cap.  2 ;  acerca  de  lo  que  referían  los  Indios  de  Tierra  firme,  sobre  su 
origen.  Véanse  también  el  mismo  Herrera,  Torquemada,  y  otros  sobre  la  tra- 
dición de  los  Haitianos.  De  la  de  los  Megicanos,  Aeolhuis,  y  Tlascaleses,  he 
hablado  en  el  libro  ii  de  mi  Historia.  De  la  de  los  Tolteques  hacen  mención 
Boturini,  Torquemada,  y  otros.  Garcia  habla  de  la  de  los  Mijtcqucs  en  su 
erudito  Tratado  sobre  el  Origen  de  los  Indios. 


204  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

Curlandeses,  y  aun  Rusos.  De  los  que  prefieren  el  origen  Africano, 
unos  lo  atribuyen  a  los  Egipcios,  otros  a  los  Cartagineses,  otros  a  los 
Numidas.  Pero  aun  es  mayor  la  variedad  entre  los  partidarios  del 
origen  Asiático.  Los  Israelitas,  los  Caldeos,  los  Asirlos,  los  Fenicios, 
los  Persas,  los  Tártaros,  los  Indios  Orientales,  los  Chinos,  los  Japo- 
neses, todos  tienen  sus  abogados  entre  los  historiadores,  y  los  filósofos 
de  estos  dos  últimos  siglos.  Otros  hai  que  no  hallando  lo  que  busca- 
ban en  los  paises  conocidos,  sacan  de  las  aguas  la  famosa  Atlantida, 
para  enviar  de  alli  colonos  al  continente  Occidental ;  y  aun  esto  es 
poco,  pues  ha  habido  escritores,  que  para  quedar  bien  con  todos, 
afirman  que  los  Americanos  provienen  de  todas  las  naciones  de  la 
tierra. 

La  causa  de  tantas,  y  tan  estravagantes  opiniones  ha  sido  el  error 
común  de  que  para  creer  a  una  nación  originaria  de  otra,  solo  basta 
hallar  alguna  afinidad  en  las  voces  de  sus  lenguas,  o  alguna  semejanza 
en  sus  ritos,  «sos,  y  costumbres.  Tales  son  ios  fundamentos  de  casi 
todos  aquellos  sistemas,  que  recogió  e  ilustró  con  gran  erudición  el 
Dominicano  Garcia,  y  que  aumentaron  los  doctos  Españoles  que 
reimprimieron  su  obra  con  adiciones  considerítbles.  En  ella  podra 
veí-los  el  curioso  lector,  pues  yo  creeria  perder  el  tiempo  en  refu- 
tarlos. 

Pero  no  puedo  omitir  la  opinión  del  Dr.  Sigüenza,  adoptada  por  el 
ilustre  obispo  Francés  Pedro  Daniel  Huet,  y  que  me  parece  la  mas 
solida  y  racional.  Según  estos  escritores,  las  naciones  que  poblaron 
el  imperio  Megicano  pertenecían  a  la  decendencia  de  Nephtuim,  de 
la  cual  algunas  familias,  saliendo  del  Egipto,  poco  después  de  la 
confusión  de  las  lenguas,  se  dirigieron  acia  el  continente  que  nosotros 
llamamos  Nuevo  Mundo.  Las  razones  en  que  Sigüenza  fundó  su 
sistema,  solo  se  hallan  indicadas  en  la  Biblioteca  Megicana.  Quisié- 
ramos verlas  espuestas  con  aquella  fuerza,  y  erudición  que  su  sabio 
autor  emplearía  en  la  obra  original :  mas  privados  de  sus  apreciables 
MS,  nos  contentaremos  con  referirnos  a  Eguiara  en  su  ya  citada 
Biblioteca. 

Reducense  pues  sus  fundamentas  a  la  conformidad  que  se  observa 
entre  las  naciones  Americanas,  y  los  Egipcios,  en  el  uso  de  las  pira- 
mides,  y  de  los  geroglificos,  en  el  modo  de  computar  el  tiempo,  en  el 
trage,  y  en  algunos  usos,  a  que  se  añadirá  quizas  la  semejanza  del  Teotl 
de  los  Megicanos,  con  el  Theuth  de  los  Egipcios,  que  fue  lo  que  indu- 
jo a  Huet  a  seguir  la  opinión  de  Sigüenza,  aunque  por  diverso  cami- 
no.    He  dicho  que  estos  argumentos   son  solidos,  y  bien  fundados ; 


SOBRE    LA    POBLACIÓN    DE    AMERICA.  205 

mas  solo  para  formar  congeturas,  no  para  asegurar  una  verdad,  pues 
bajo  este  aspecto  los  creo  sugetos  a  varias  obgeciones. 

Sigüenza  quiere  que  los  hijos  de  Nephtuim  saliesen  de  Egipto  para 
America,  poco  tiempo  después  de  la  confusión  de  las  lenguas :  y  para 
sacar  de  aquí  alguna  probabilidad,  debería  comparar  las  costumbres 
de  los  Americanos,  con  las  de  los  primeros  Egipcios,  no  con  las  de  sus 
decendientes,  que  muchos  años  después  se  establecieron  en  Egipto,  y 
de  los  cuales  no  creen  provenir  los  pueblos  de  America.  Ahora  bien 
¿  quien  creerá  que  los  Egipcios,  inmediatamente  después  de  la  disper- 
sión de  las  gentes,  empezaron  a  erigir  pirámides,  y  a  servirse  de  gero- 
glificos,  y  que  desde  entonces  arreglaron  sus  años,  y  meses,  en  la  mis- 
ma forma  en  que  después  los  tubieron  ?  Todo  esto  fue  sin  duda  pos- 
terior a  la  época  de  que  se  trata.  Ni  necesitaban  los  Americanos 
ver  las  pirámides  de  Egipto  para  construir  otras  del  mismo  genero, 
pues  para  esto  bastaban  los  montes,  verdaderos  modelos  de  aque- 
llas obras  colosales.  La  forma  piramidal  es  la  que  naturalmente  se 
presenta  al  que  quiere  perpetuar  su  memoria  en  un  edificio,  pues  no 
hai  otra  que  ofresca  tanta  elevación  con  menos  dispendio,  disminuyén- 
dose la  cantidad  de  Í5s  materiales  a  medida  que  sube  la  obra.  Ade- 
mas que  las  construcciones  Megicanas  eran  totalmente  diversas  de  las 
de  los  Egipcios.  Estas  eran  verdaderas  pirámides ;  aquellas  se  com- 
ponían de  tres  cuatro,  o  mas  cuerpos  cuadrados,  o  cuadrilongos,  de 
los  cuales  los  inferiores  tenian  mas  amplitud  que  los  superiores.  Las 
Egipcias  eran  huecas ;  las  Megicanas  macizas ;  estas  servían  de  base 
a  los  santuarios  ;  aquellas  de  sepulcro  a  los  reyes.  Los  templos  de  los 
Megícanos,  y  de  los  otros  pueblos  de  Anahuac  eran  de  un  dibujo  tan 
singular,  que  no  creo  que  los  haya  habido  semejantes  en  ninguna  otra 
nación:  así  que  deben  considerarse  como  invención  original  de  los 
Tolteques,  o  de  otros  pobladores  mas  antiguos. 

Mayor  analogía  se  halla  en  el  modo  de  computar  el  tiempo,  que 
tenian  aquellas  dos  naciones,  aunque  no  debemos  olvidar  que  se  trata 
de  los  Egipcios  posteriores,  no  ya  de  los  primeros,  de  quienes  nada  se 
sabe.  El  año  Egipcio  era  solar,  y  de  365  días  como  el  de  los  Megica- 
nos :  los  unos,  y  los  otros  contaban  360  días  en  sus  meses,  añadiendo 
5  días  los  Egipcios  a  su  mes  Mesori,  y  5  los  Megícanos  a  su  mes  Iz- 
calli,  en'Io  que  convenían  también  con  los  Persas:  pero  por  lo  demás 
había  gran  variedad  entre  unos  y  otros.  El  año  Egipcio  constaba  de 
12  meses,  y  cada  mes  de  30  días :  el  año  Megicano  religioso,  pues  del 
civil,  y  astronómico  nada  se  sabe,  se  componía  del  18  meses,  y  cada 
mes  de  20  días.     Los  Egipcios,  como  otras  muchas  naciones  del  anti- 


206  HISTORIA    ANTIGUA    DK    MEGICO.  . 

guo  continente,  contaban  por  semanas :  los  Megicanos  por  periodos 
de  5  dias  en  el  orden  civil,  y  de  13  en  el  religioso. 

Los  geroglificos  eran  comunes  a  los  dos  pueblos:  pero  ¡cuantas 
otras  naciones  no  se  han  servido  de  ellos  para  significar  de  un  modo 
misterioso  los  dogmas  de  su  creencia !  Y  si  los  Megicanos  aprendie- 
ron de  los  Egipcios  los  geroglificos  ¿  por  que  no  les  tomaron  también 
el  uso  de  las  letras?  Se  dirá  que  por  que  estas  se  inventaron  después 
de  su  separación  ;  pero  ¿  quien  sabe  si  los  geroglificos  se  inventaron 
antes  ? 

El  trage  de  los  primeros  Egipcios  habrá  sido  probablemente  el  mis- 
mo de  los  otros  hijos,  y  nietos  de  Noe :  a  lo  menos,  no  hai  motivo  para 
creer  lo  contrario.  En  cuanto  a  las  instituciones  politicas  de  aquellos 
primeros  hombres  nada  sabemos.  Los  mas  antiguos  Egipcios  de  que 
hai  memoria,  son  los  que  vivian  en  tiempo  del  patriarca  Josef,  y  si  que- 
remos parangonar  sus  usos  con  los  de  los  Megicanas,  hallaremos  en 
lugar  de  semejanza,  la  mayor  diversidad.  Nada  de  esto  se  dirige  a 
probar  la  falsedad  de  la  opinión  de  Sigüenza :  únicamente  a  manifes- 
tar que  no  es  una  verdad  indudable. 

El  estravagante  autor  de  las  Investigaciones* 'dice  que  los  Megica- 
nos traen  su  origen  de  los  Apalachites  Meridionales  ;  pero  ni  alega,  ni 
puede  alegar  una  razón  que  dé  verosimilitud  a  su  paradoja;  y  aunque 
fuese  cierta,  quedaba  todavía  en  pie  la  dificultad  del  origen  de  los  mis- 
mos Apalachites.  Es  cierto  que  para  aquel  escritor  no  hai  dificultades, 
pues  a  veces  da  a  entender  que  no  le  desagrada  el  descabellado  siste- 
ma del  Francés  La  Peyrere.  ^ 

Por  lo  que  hace  a  mi  opinión,  me  parece  conveniente  reducirla  a 
las  siguientes  conclusiones.^ 

1.  Los  Americanos  decienden  de  diversas  naciones,  o  de  diversas 
familias,  dispersas  después  de  la  confusión  de  las  lenguas.  No 
podra  dudar  de  esta  verdad  el  que  tenga  alguna  idea  de  la  muche- 
dumbre, y  de  la  estraña  diversidad  de  las  lenguas  Americanas.  En 
Megico  he  contado  35  de  las  conocidas  hasta  ahora ;  mas  numerosas 
^  son  las  de  la  America  Meridional.  Al  principio  del  siglo  pasado  con- 
taban los  Portugueses  L50  en  el  Marañen.  Es  cierto  que  entre  algu- 
nos de  estos  idiomas  se  descubre  tanta  afinidad,  que  niui  en  breve  se 
echa  de  ver  el  origen  común  de  que  emanan :  tales  son  la  Eudeve,  la 
Opata,  y  la  Tarahumara  en  la  America  Septentrional,  y  la  Mocobi,  la 
Toba,  y  la  Abipona  en  la  del  Mediodía :  pero  también  hai  otras  muchas 
que  difieren  entre  si  mas  que  la  Hebrea,  y  la  Ilirica.  Puedo  asegu- 
rar sin  riesgo  de  engañarme  que  entre  los  idiomas  vivos,  y  muertos  de 


SOBRE    LA    POBLACIÓN    DE    AMERICA.  207 

Europa  no  se  hallan  dos  mas  diferentes  entre  si,  que  lo  son  la  Megi- 
cana,  la  Otomita,  la  Tarasca,  la  Maya,  y  la  Mijteca,  que  son  las  do- 
minantes en  diversas  provincias  de  Megico.  Asi  que  seria  un  despro- 
posito decir  que  las  lenguas  Americanas  no  son  mas  que  dialectos  de 
una  misma.  ¿  Como  es  posible  que  una  nación  altere  de  tal  modo  su 
idioma,  o  lo  multiplique  en  tantos  dialectos,  y  tan  diferentes  que  no 
conserven  muchas  voces  comunes,  o  a  lo  menos  alguna  afinidad  o  traza 
de  su  origen  ? 

¿  Quien  creerá  lo  que  dice  el  P.  Acosta,  atribuyendo  la  especie  a  los 
Megicanos,  aun  que  sin  impugnarla  ?  Esto  es,  que  habiendo  llegado 
los  Azteques  o  Megicanos,  después  de  su  larga  peregrinación  al  reino 
de  Michuacan,  quisieron  establecerse  en  aquel  pais,  atraidos  por  su 
amenidad  ;  pero  no  pudiendo  caber  en  él  todo  el  cuerpo  de  la  nación, 
consintió  el  dios  Huitzilopochtli  en  que  algunos  permaneciesen,  y  para 
i  ello  sugirió  a  los  otros,  que  mientras  aquellos  se  bañaban,  les  robasen 
sus  vestidos,  y  continuasen  su  marcha  ;  que  los  que  se  bañaban,  vién- 
dose privados  de  ropa,  y  burlados  por  sus  compañeros,  se  enojaron  en 
tales  términos,  que  no  solo  resolvieron  quedarse,  si  no  que  adoptaron 
otro  idioma,  y  que  de  áqui  proviene  la  lengua  Tarasca.  Aun  mas  in- 
creible  es  la  historia  adoptada  por  Gomara,  y  otros  escritores  :  a  saber, 
que  de  un  viejo  llamado  Ijtac  Mijcoatl,  y  de  su  muger  Itancueitl, 
nacieron  seis  hijos,  cada  uno  de  los  cuales  hablaba  una  lengua  distinta. 
Llamábanse  Tollina,  Tenoch,  Olmecatl,  Gicallancatl,  Mijtecal  y 
Olomitl,  y  fueron  los  progenitores  de  otras  tantas  naciones,  que  po- 
blaron la  tierra  de  Anahuac.  Esta  era  una  alegoría  con  que  los  Me- 
gicanos querían  significar  que  todas  aquellas  naciones  tenian  un  ori- 
gen común :  pero  los  escritores  citados  la  transformaron  en  historia, 
por  no  haberla  entendido. 

2.  Los  Americanos  no  traen  su  origen  de  ninguno  de  los  pueblos 
que  existen  actualmente  en  el  Antiguo  Mundo:  a  lómenos  no  hai 
razones  para  creerlo  asi.  Esta  conclusión  se  funda  en  las  mismas 
razones  que  acabo  de  esponer,  pues  si  los  Americanos  decendiesen  de 
alguno  de  aquellos  pueblos,  se  hallarla  alguna  traza  de  estos  en  sus 
lenguas,  por  mui  antigua  que  fuese  su  separación :  pero  semejante 
traza  no  se  ha  podido  descubrir,  aunque  muchos  autores  la  han  busca-  j 
do  con  empeño,  como  puede  verse  en  la  obra  del  Dominicano  Gar-  < 
cia.  He  confrontado  prolijamente  la  lengua  Megicana,  y  otras  Ame- 
ricanas con  muchas  vivas,  y  muertas  del  antiguo  continente,  y  no  he 
podido  hallar  entre  ellas  la  menor  afinidad.  La  semejanza  del  Teotl 
Megicano,  con  el  Theos  Griego,  me  indujo  a  comparar  estas  lenguas ; 


208  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MRGICO. 

pero  las  he  hallado  diferentisimas.  Este  argumento  es  mas  eficaz  con 
respecto  a  los  Americanos,  por  su  constancia  en  conservar  los  idiomas 
que  hablan.  Los  Megicanos  conservan  la  suya  a  pesar  del  dominio 
de  los  Españoles,  y  la  de  los  Otomites,  que  es  difícilisima,  ha  resistido 
al  de  los  Españoles,  y  Megicanos,  por  espacio  de  dos  siglos,  y  medio. 

Si  los  Americanos  provienen,  como  yo  creo,  de  diversas  familias 
esparcidas  después  de  la  confusión  de  las  lenguas,  y  separadas  desde 
entonces  de  las  otras  que  poblaron  el  antiguo  continente,  en  vano  se 
fatigarán  los  escritores  en  buscar  su  origen  en  las  lenguas,  y  usos  de 
los  pueblos  Asiáticos.  No  dudo  que,  en  virtud  de  lo  que  dicen  los 
libros  Santos,  habiéndose  multiplicado  suficientemente  la  posteridad 
de  Noe,  mandase  Dios  espresamente  que  se  separasen  las  familias,  y 
que  cada  una  fuese  a  poblar  el  pais  que  se  le  habia  señalado.  Moisés 
-en  su  cántico  habla  asi  al  pueblo  de  Israel :  "  acuérdate  de  los  tiem- 
pos antiguos,  considera  de  una  en  una  las  generaciones :  pregunta  a 
tu  padre,  y  te  lo  declarará;  a  tus  mayores,  y  te  lo  dirán.  Cuando  el 
Altísimo  dividía  las  gentes ;  cuando  separaba  los  hijos  de  Adam,  fijó 
los  limites  de  los  pueblos,  según  el  número  de  los  hijos  de  Israel,"  en 
lo  cual  se  representa  al  Señor  en  acto  de  dlVidir  las  familias,  y  de 
prescribir  limites  a  los  paises  que  debian  ocupar.  Los  hombres  que 
emprendieron  la  construcción  de  la  torre  de  Babel,  se  decian  unos  a 
otros :  *'  venid :  edifiquemos  una  ciudad,  y  una  torre,  cuya  cumbre 
llegue  hasta  el  cielo,  y  hagamos  célebre  nuestro  nombre,  antes  de 
esparcirnos  por  todas  las  tierras."  Sabian  pues  que  debia  llegar  la 
época  de  esta  dispersión,  y  Dios,  por  que  con  aquella  temeraria 
empresa  se  oponían  a  sus  designios  acerca  de  la  población  de  la 
tierra,  confundió  su  len^uage,  y  asi  les  fue  necesario  separarse,  y 
dividirse.  Es  verosmil  que  Noe,  anciano  venerable,  y  reverenciado 
por  todos  como  padre,  habiendo  sobrevivido  trescientos  cincuenta 
años  al  diluvio,  señalase  a  cada  familia  su  distrito,  según  las  instruc- 
ciones que  habria  recibido  de  Dios,  por  que  de  otro  modo  no  hubiera 
podido  verificarse  la  división  sin  guerras  sangrientas,  queriendo  cada 
cual  permanecer  en  su  pais  nativo,  sin  esponerse  a  los  peligros,  y 
desastres  que  debian  temer  en  regiones  desconocidas.  Esta  opinión 
mia  se  apoya  en  la  tradición  de  los  Chiapaneses,  acerca  de  Votan, 
primer  poblador  de  Anahuac,  de  quien  ya  he  hablado.  No  se  debe 
creer  sin  embargo  que  la  primera  población  de  America  se  debe  a  las 
primeras  familias  que  se  separaron  en  Babel,  sino  a  sus  decendientes, 
pues  ellas  irian  encaminándose  poco  a  poco  acia  aquella  parte,  y  mul- 
tiplicándose en  su  larga  peregrinación. 


SOBRE    LA    POBLACIÓN     DE    AMERICA.  209 

¿  De  donde,  y  como  pasaron  los  pobladores  y  los  animales  al  Nuevo 
Mundo  ? 

Este  es  el  punto  mas  difícil  de  nuestro  poblema,  y,  como  en  el  otro, 
reina  en  él  gran  variedad  de  opiniones.  Algunos  atribuyen  la  pobla- 
ción de  America  a  ciertos  traficantes  Fenicios,  que  llegaron  alli,  nave- 
gando por  el  Océano.  Otros  se  imaginan  que  los  mismos  pueblos 
que  suponen  haber  pasado  del  continente  antiguo  a  la  isla  Atlantida, 
pasaron  de  esta  fácilmente  a  la  Florida,  y  de  aquel  vasto  pais  se 
fueron  esparciendo  por  toda  la  America.  Otros  enfin  dicen  que 
pasaron  del  Asia,  por  el  estrecho  de  Anian,  y  otros,  que  el  tránsito 
se  hizo  de  las  regiones  Septentrionales  de  Europa,  por  no  sé  que 
brazo  del  mar  Glacial. 

El  Benedictino  Feijoo  se  ofreció  a  proponer  al  mundo  un  nuevo 
sistema.  ¿  Y  cual  era  este  ?  Que  la  America  estubo  unida  por  el 
Norte  al  continente  antiguo,  y  que  por  aquella  unión  pasaron  los 
hombres,  y  los  animales.  Pero  esta  opinión  es  tan  antigua  como  el 
P.  Acosta,  el  cual  la  publicó  144  años  antes  que  Feijoo,  en  su  Histo- 
ria Natural  y  Moral  de  las  Indias :  ademas  de  que  no  basta  a  res- 
ponder a  las  dificultades  que  ofrece  ej  paso  de  los  animales,  como 
veremos  después. 

El  Conde  de  Buffon,  a  pesar  de  su  gran  ingenio,  y  de  su  prolija 
exactitud,  se  contradice  abiertamente  en  este  punto.  Supone  unidos 
los  dos  continentes  por  la  parte  de  la  Tartaria  Oriental,  y  afirma  que 
por  alli  pasaron  a  America  los  primeros  pobladores,  y  todas  las  bestias 
comunes  a  uno,  y  otro  mundo,  como  los  bisontes,  llamados  en  Megi- 
cano  cíbolos,  los  lobos,  los  zorros,  los  ciervos,  y  otros  cuadrúpedos 
que  soportan  los  climas  firios.  Añade  que  no  podía  haber  en  Ame- 
rica leones,  tigres,  camellos,  elefantes,  ni  ninguna  de  las  diez  y  siete 
especies  de  monos  del  antiguo  continente ;  en  una  palabra,  que 
ningún  cuadrúpedo  propio  de  los  climas  calientes  podia  ser  común 
a  ambos  mundos,  por  servirles  de  barrera  el  frió  de  los  paises  Septen- 
trionales, que  debían  atravesar  al  pasar  de  uno  a  otro.  Repite  sin 
cesar  esto  mismo  en  toda  su  Historia  Natural,  y  con  tal  seguridad, 
que  por  esta  sola  razón  destierra  de  America  las  gazelas,  las  cabras, 
y  los  conejos.  No  llama  cuadrúpedos  propiamente  Americanos, 
sino  a  los  que  viven  en  los  paises  calidos  del  Nuevo  Mundo,  y  coloca 
entre  ellos  trece  o  catorce  especies  de  monos  Americanos,  divididas 
por  él  en  las  dos  clases  de  Sapajous,  y  Sagouins,  De  estas  dice 
que  no  había  ninguna  en  el  antiguo  continente,  como  ninguna  de 

TOMO  II.  p 


210  HISTORIA    ANTIGUA    üK    MEGICO. 

las  diez  y  siete  de  este  se  hallaba  en  aquel.  ¿  Cual  fue  pues  el 
origen  de  estos,  y  otros  cuadrúpedos  propiamente  Americanos  ?  Esta 
duda,  que  se  presenta  muchas  veces  en  la  obra  de  aquel  gran  Fi- 
losofo, queda  irresuelta  hasta  el  penúltimo  tomo  de  la  Historia  de 
los  Cuadrúpedos,  en  que  hablando  como  buen  Católico  raciocina  asi : 
**  no  pudiendo  dudarse  que  todos  los  animales  fueron  creados  en  el 
antiguo  continente,  es  preciso  admitir  el  transito  de  este  al  nuevo,  y 
suponer  al  mismo  tiempo  que  muchos  animales,  en  lugar  de  dege- 
nerar, como  otros,  en  el  nuevo,  se  perfeccionaron,  y  superaron  su 
propia  naturaleza,  por  la  conveniencia  del  clima.  El  haberse  hallado 
en  el  Nuevo  Mundo  tantos  animales  que  no  se  encuentran  en  el 
Antiguo,  prueba  que  su  origen  no  debe  atribuirse  a  la  simple  dege- 
neración. Por  grandes,  y  eficaces  que  sean  sus  efectos,  nunca  se 
podra  creer  que  estas  especies  hayan  sido  originalmente  las  mismas 
que  las  del  Mundo  Antiguo.  Debe  creerse  pues  que  los  dos  conti- 
nentes estaban  unidos  o  contiguos,  y  que  las  especies  que  se  habian 
retirado  a  las  regiones  de  America,  por  haber  encontrado  en  ellas, 
clima  y  producciones  mas  convenientes  a  su  naturaleza,  se  aislaron, 
y 'separaron  de  las  otras  por  las  irrupciones  del  mar,  que  dividieron 
la  America  del  África*."  De.  esto  se  infiere,  1.  Que  no  hai  animal 
propiamente  Americano,  pues  todos  pasaron  del  continente  en  que 
fueron  creados.  2.  Que  el  argumento  fundado  en  la  naturaleza  de 
los  animales  repugnante  al  frió  nada  prueba  en  contra  de  su  transito 
al  nuevo  continente,  pues  aquellos  que  no  podian  sufi-ir  el  frió  del 
Norte,  pudieron  pasar  por  la  parte  de  Afnca.  3.  Qi\o  por  donde 
pasaron  los  monos  Sapajou  y  Sagouin,  pudieron  también  pasar  los 
elefantes,  y  los  camellos. 

Dejando  aparte  otras  opiniones  que  no  merecen  citarse,  espondré 
en  algunas  conclusiones  la  mia,  no  ya  para  establecer  como  he  dicho, 
un  sistema,  sino  para  suministrar  materiales  a  otros  ingenios  supe- 
riores, y  para  ilustrar  algunos  puntos  de  mi  obra. 

1.  Los  hombres  y  los  animales  pasaron  del  antiguo  continente  al 

*  Ruego  a  los  lectores  que  confronten  lo  que  dice  aqui  el  Conde  de  Bufifon 
sobre  la  antigua  unión  de  America,  y  África,  con  lo  que  escribe  en  el  tomo  xviii 
hablando  del  león.  "  El  león  Americano  no  puede  decender  del  león  del  antiguo 
continente,  pues  no  habitando  este  sino  entre  los  trópicos,  y  habiéndole  cerrado 
la  naturaleza,  según  parece,  todos  los  caminos  acia  el  Norte,  no  pudo  pasar  de  I 
las  partes  meridionales  del  Asia,  y  del  África  a  la  America,  estando  separados  ' 
estos  continentes  por  mares  inmensos :  de  donde  se  infiere  que  el  león  Ameri- 
cano es  un  animal  propio  del  Nuevo  Mimdo." 


SOBRE    LA    POBLACIÓN    DE    AMERICA.  211 

nuevo.  Esta  verdad  se  funda  en  los  libros  Sagrados.  El  mismo 
Moisés,  que  declara  a  Noe  origen  común  de  todos  los  hombres  des- 
pués del  diluvio,  dice  espresamente  que  en  aquella  inundación  general 
de  la  tierra  perecieron  todos  los  cuadrúpedos,  todas  las  aves,  y  todos 
los  reptiles,  exepto  algunos  pocos  individuos,  que  se  salvaron  en  el 
arca  para  restablecer  la  especie.  Las  repetidas  espresiones  de  que  se 
vale  el  historiador  Sagrado  para  significar  la  universalidad,  no  per- 
miten poner  en  duda  que  todos  los  cuadrúpedos,  reptiles,  y  aves  que 
hoi  existen  en  el  mundo,  decienden  de  aquellos  que  se  preservaron  del 
esterminio  general ;  de  otro  modo,  como  ya  he  dicho,  hubiera  sido  tan 
infructuosa  como  ridicula  la  diligencia  de  encerrar  aquellos  anima- 
les, y  especialmente  las  aves,  en  el  arca,  y  desproposito  semejante  al 
de  las  hijas  de  Lot,  que  cuando  vieron  arder  las  ciudades  de  Sodoma, 
y  Gomorra,  se  persuadieron  que  hablan  perecido  todos  los  hombres, 
y  que  ellas  quedaban  en  la  tierra  para  perpetuar  la  especie  humana. 

2.  Los  primeros  pobladores  de  America  pudieron  pasar  por  mar 
en  barcos,  o  a  pie,  por  tierra,  o  sobre  el  hielo.  1.  Pudieron  pasar 
en  barcos,  o  con  esprgso  designio,  o  impulsados  por  el  viento,  supo- 
niendo la  existencia  de  un  estrecho  que  separase  un  continente  de 
otro.  Asi  sucedió  muchos  siglos  después  con  el  marinero  o  piloto, 
que,  según  algunos  escritores,  dio  a  Colon  las  primeras  noticias  que 
lo  movieron  a  emprender  sus  grandes,  y  memorables  descubrimien- 
tos*. 2.  Pudieron  pasar  a  pie  por  tierra,  sí  existia  la  comunicación 
que  hemos  mencionado  entre  el  Antiguo,  y  el  Nuevo  Mundo.  3.  Pu- 
dieron pas.lr  por  un  estrecho  helado.  Nadie  ignora  cuan  grandes,  y 
durables  sean  los  hielos  de  los  mares  del  Norte :  no  es  pues  imposi- 
ble que  los  hombres  pasasen  por  alguna  de  aquellas  masas  solidas,  ora 
persiguiendo  alguna  fiera,  ora  en  busca  de  nuevas  tierras.  Aqui  no 
hablo  de  lo  que  sucedió,  sino  de  lo  que  pudo  suceder. 

3.  Los  progenitores  de  las  naciones  que  poblaron  el  pais  de 
Anahuac  {de  que  principalmente  nos  ocupamos)  pasaron  de  los 
paises  Septentrionales  de  Europa  a  los  Septentrionales  de  America, 
o  mas  bien,  de  los  mas  Orientales  del  Asia,  a  los  mas  Occidentales 
de  America.     Esta  conclusión  se  funda  en  la  tradición  constante, 

*  Algunos  autores  afirman  que  el  marinero  que  dio  noticia  a  Colon  de  aquellos 
nuevos  paises  de  Poniente,  era  Andaluz  :  otros  lo  hacen  Bizcaino,  y  otros  Por- 
tugués. Otros  niegan  totalmente  el  hecho.  Como  quiera  que  sea,  la  historia  nos 
presenta  egemplos  de  buques  arrebatados  por  los  vientos  a  m.uchos  grados  de 
distancia  del  derrotero  <iue  seguían.  Plinio  cita  algunos  de  estos  casos  en  el 
lib.  ii,  cap.  57,  y  eu  el  lib.  vi,  cap.  22  de  su  Historia  Natural. 

p2 


S12  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MKGICO. 

y  general  de  aquellos  pueblos,  que  unánimemente  decian  haber  venido 
sus  abuelos  a  Anahuac,  de  los  países  situados  al  Norte,  y  al  Nor- 
dueste.  Confirman  esta  tradición  los  restos  de  algunos  edificios 
antiquisimos,  construidos  por  aquellas  naciones  en  su  peregrinación, 
de  que  ya  he  hablado,  y  la  creencia  común  de  los  pueblos  Septen- 
trionales. Ademas  de  lo  que  he  dicho  sobre  este  punto  en  el  libro  ii 
de  la  Historia,  tenemos  en  Torquemada,  y  Betancourt  otra  prueba 
en  apoyo  de  aquella  opinión.  En  un  viage  que  hicieron  los  Espa- 
ñoles, el  año  de  1606,  desde  el  Nuevo  Megico  hasta  el  rio  que  ellos 
llamaron  Tizón,  distante  600  millas  de  aquella  provincia,  acia  Nor- 
dueste,  encontraron  algunos  grandes  edificios,  y  vieron  muchos  Indios, 
que  hablaban  la  lengua  Megicana,  de  los  que  supieron  que  a  cierta 
distancia  de  aquel  rio,  acia  el  Norte,  estaba  el  reino  de  Tollan,  o 
Tolan,  y  gran  numero  de  poblaciones  grandes,  de  las  que  salieron  los 
que  poblaron  el  imperio  Megicano,  atribuyendo  a  estas  gentes  la 
construcción  de  aquellos  edificios.  En  efecto  todos  los  pueblos  de 
Anahuac  creían  que  en  las  regiones  situadas  acia  el  Norte,  y  el  Nor- 
dueste,  estaban  los  reinos  y  provincias  de  'J'olan,  Teoacolhuacan, 
Aínaquemecan,  Aztlan,  Tehuayo,  Cópala,  &c. :  nombres  todos  Megi- 
canos.  Si  llegasen  a  descubrirse  estos  países  darían  grandes  luces 
■sobre  la  historia  antigua  de  Megico.  Boturini  asegura  que  en  las  pin- 
turas antiguas  de  los  Tolteques  se  representaba  la  peregrinación  de  sus 
abuelos  por  el  Asia,  y  por  los  países  Septentrionales  de  America,  hasta 
su  establecimiento  en  Tolan,  y  aun  «e  ofreció  a  señalaren  su  Historia 
General  el  camino  que  siguieron :  mas  como  no  tubo  tiempo  de  es- 
cribir aquella  obra,  no  puedo  decir  mas  acerca  de  su  sistema. 

Ahora  bien :  estando  los  países  en  que  aquellas  gentes  se  estable- 
cieron en  la  parte  de  la  costa  Occidental  de  America  que  mas  se 
aproxima  a  la  costa  mas  Oriental  del  Asía,  es  probable  que  por  allí 
mismo  pasasen  de  uno  a  otro  continente,  o  en  barcas  si  entonces 
existía  el  estrecho  que  hoi  existe,  según  parece  por  los  descubri- 
mientos de  los  Rusos,  o  a  píe,  si  no  había  separación,  como  después 
veremos.  Las  trazas  que  fueron  dejando  aquellas  naciones  nos  con- 
ducen hasta  aquel  estrecho,  que  es  probablemente  el  mismo  que  des- 
cubrieron los  viageros  del  siglo  xvi,  ya  qué  dieron  el  nombre  de 
estrecho  de  Anian*. 

*  En  los  mapas  Geográficos  de  America,  publicados  el  siglo  pasado,  se  señala 
el  estrecho  de  Anian,  aunque  con  mucha  diversidad.  Después  se  omitió  por  que 
se  creia  fabuloso,  pero  después  de  los  descubrimientos  de  los  Rusos,  algunos 
Geógrafos  han  empezado  a  señalarlo  de  nuevo. 


SORBE    LA    POBLACIÓN    DE    AMERICA.  213 

En  cuanto  a  las  otras  naciones  de  America,  no  hallándose  en  ellas 
ninguna  tradición  acerca  de  la  parte  por  donde  pasaron  sus  fundadores, 
nada  podemos  decir.  Quizas  el  transito  general  se  hizo  por  donde 
pasaron  los  progenitores  de  los  Megicanos,  o  quizas  por  otro  punto 
niui  distinto.  Yo  congeturo  que  los  que  poblaron  el  Mediodia,  toma- 
ron la  misma  dirección,  que  los  animales  propios  de  los  paises  calien- 
tes, y  que  las  naciones  que  habitan  la  parte  situada  entre  las  Floridas, 
y  lo  mas  Septentrional  de  America  deben  su  origen  a  gentes  que 
pasaron  del  Septentrional  de  Europa.  La  diversidad  de  caracteres 
que  se  descubren  entre  aquellas  tres  clases  de  Americanos,  y  la  situa- 
ción de  los  paises  que  ocuparon,  me  inclinan  a  creer  que  no  son  del 
mismo  origen,  y  que  no  pasaron  por  los  mismos  puntos  sus  fundado- 
res :  mas  esto  no  pasa  de  congetura. 

Hai  otros  escritores  que  resuelven  el  problema  valiéndose  de  la 
Atlantida,  cuya  existencia,  combatida  por  el  P.  Acosta,  ha  sido  soste- 
nida por  Sigüenza,  según  Gemelli,  y  posteriormente,  con  mucha  eru- 
dición, por  el  autor  de  las  Cartas  Americanas.  Si  en  la  descripción 
que  Platón  hace  de  aquella  isla  en  su  Timeo,  no  se  hallaran  tantas 
fábulas  increibles,  seriS  de  gran  peso  la  autoridad  de  aquel  filosofo. 
Dejando  pues  a  otros  esta  disputa  vengamos  al  punto  mas  difícil  del 
problema. 

4.  Los  cuadrúpedos,  y  reptiles  del  Nuevo  Mundo  pasaron  por 
tierra.  Esta  verdad  se  acredita  manifestando  la  improbalilidad,  o  la 
inverosimilitud  de  las  opiniones  contrarías.  El  gran  doctor  de  la 
Iglesia  S.  Agustín  creyó  que  las  fieras,  y  los  animales  dañinos  que 
están  en  las  islas  pudieron  ser  llevados  a  ellas  por  el  ministerio  de  los 
angeles,  como  puede  creerse  que  por  estos  agentes  de  la  voluntad 
divina  se  hizo  la  reunión  de  los  animales  en  el  sitio  en  que  se  cons- 
truyó el  arca  de  Noe,  no  siendo  posible  que  los  hombres  congregasen 
las  fieras  errantes  en  los  bosques,  y  los  pájaros  que  volaban  por  regio- 
nes tan  diversas.  Pero  esta  solución,  que  corta  la  dificultad  del  tran- 
sito de  los  animales  al  Nuevo  Mundo,  no  sera  bien  recibida  en  el 
siglo  presente,  ni  debemos  hacer  uso  de  ella,  sino  después  de  haber 
reconocido  la  inutilidad  de  todas  las  demás  esplicaciones  que  se  em- 
pleen en  salvar  la  verdad  de  los  libros  Santos. 

El  mismo  Santo  Doctor  sugiere  otras  tres  soluciones  de  la  dificul- 
tad. Pudieron  las  fieras,  dice,  pasar  a  nado  a  las  islas ;  pudieron  ser 
transportadas  por  los  hombres,  para  tener  caza  con  que  divertirse ;  pu- 
dieron en  fin  ser  formadas  de  la  tierra,  como  lo  fueron  al  principio  del 


214  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGIGO. 

mundo.  Pero  ninguna  de  estas  esplicaciones  conviene  al  transito  de 
las  fieras  al  nuevo  continente.  En  cuanto  a  la  primera,  por  estrecho 
que  se  suponga  el  bra^zo  de  mar  que  separaba  los  dos  mundos,  no  es 
creible  que  se  aventurasen  a  pasarlo  a  nado  tantos  animales,  poco 
acostumbrados  al  agua.  Es  cierto  que  los  javalies  pasan  nadando  de 
Corsega  a  Francia :  pero  ¿  quien  puede  creer  lo  mismo  del  mono,  que 
nada  con  tanta  dificultad,  y  del  perico-ligero  cuyos  movimientos  son 
tan  penosos,  y  pausados?  Ademas  ¿qué  causa  pudo  inducir  a  los 
animales  a  dejar  la  tierra,  y  abandonarse  a  los  peligros  de  otro 
elemento  ? 

No  es  menos  increíble  que  los  hombres  los  llevasen  en  buques, 
especialmente  si  se  supone  que  su  arrivo  a  las  costas  de  America  fue 
imprevisto,  y  casual.  Si  el  viage  hubiera  sido  efecto  de  un  designio 
premeditado,  hubieran  podido  transportar  animales  útiles  o  curiosos, 
para  multiplicar  sus  especies,  y  emplearlas  en  sus  necesidades,  y 
placeres.  Pero  ¿  de  qué  podian  servirles  los  lobos,  los  zorros,  las 
fuinas,  los  coyotes  y  otras  bestias  que  en  lugar  de  utilidad  solo  dan 
molestia,  y  daño  ?  ¿  Para  la  caza  ?  Pero  ¿  no  podrían  gozar  de  la 
misma  recreación,  sacando  de  ella  productos  utfies,  con  las  liebres,  los 
conejos,  las  cabras  monteses,  los  venados,  los  ciervos,  y  otros  cuadrú- 
pedos menos  feroces  ?  Supongamos  en  fin  que  los  primeros  poblado- 
res de  America  fueron  tan  insensatos  que  quisieron  transportar  fieras 
para  divertirse  en  cazarlas.  ¿  Seria  tanta  su  insensatez  que  se  toma- 
sen el  trabajo  de  conducir  innumerables  especies  de  culebras  para 
tener  después  el  gusto  de  destruirlas  ? 

La  tercera  solución,  esto  es,  que  Dios  creó  animales  en  America 
como  los  habia  creado  en  Asia,  seria  sin  duda  una  respuesta  perento- 
ria si  no  se  opusiese  directamente  a  los  libros  Sagrados.  Si  Dios 
habia  resuelto  hacer  esta  segunda  creación  ¿  por  qué  mandó  a  Noe 
que  guardase  en  el  arca  cierto  numero  de  individuos  de  cuadrúpedos, 
reptiles,  y  pájaros,  para  que  no  pereciesen  sus  especies  ?  Ut  salvetur 
semen  supeí'  faciem  universce  ierra.  Si  este  testo  solo  se  entiende 
de  los  animales  del  antiguo  continente,  y  no  de  los  del  nuevo,  lo 
mismo  podra  aplicarse  al  otro  en  que  se  dice  que  de  los  tres  hijos  de 
Noe  se  propagó  todo  el  genero  humano.  Ab  his  disseminatum  est 
omne  genus  hominum  super.  universam  terram.  Yo  a  lo  menos  no 
encuentro  distinción  entre  el  super  faciem  universa  terree  del  prime- 
ro, y  el  super  universam  terram  del  segundo. 

Queda  otra  obgecion  al  transito  de  las  bestias,  que  es  la  misma  que 


SOBRE    LA    POBLACIÓN    DE    AMERICA.  215 

hemos  indicado  hablando  del  de  los  hombres.  Es  fácil  imaginarse 
que  aquellas  pasaron  sobre  el  hielo :  pero  ¿  quien  puede  persuadirse 
que  muchas  especies  de  animales  voracísimos  se  dirigiesen  a  unas 
regiones  privadas  de  todo  lo  que  podría  servirles  de  sustento,  y  que 
otros,  a  cuya  naturaleza  es  repugnante  el  frío,  emprendiesen  en  medio 
del  invierno  su  marcha  por  los  países  en  que  este  egerce  con  mas  seve- 
ridad sus  rigores  1 

No  siendo  pues  probable  que  los  animales  del  Nuevo  Mundo  pasa- 
sen a  nado,  ni  por  hielo,  ni  que  fuesen  transportados  por  los  hombres, 
ni  por  los  angeles,  ni  creados  nuevamente  por  Dios,  debemos  creer 
que  tanto  los  cuadrúpedos,  como  los  reptiles  que  se  hallaron  en 
America  pasaron  por  tierra,  y  que  los  dos  continentes  estaban  unidos. 
Tal  ha  sido  la  opinión  de  Acosta,  de  Boffon,  de  Grocio,  y  de  otros 
grandes  hombres.  Estoi  lejos  de  adoptar  el  sistema  del  Conde  de 
Buífon  en  toda  su  ostensión.  Nunca  podra  persuadirme  este  filosofo 
con  toda  su  elocuencia,  y  erudición  que  todo  lo  que  es  ahora  tierra  ha 
sido  en  otro  tiempo  lecho  de  mar.  Jamas  creeré  que  el  antiguo  con- 
tinente, y  lo  mismo  digo  del  nuevo,  padeciese  una  inundación  general, 
distinta  del  diluvio,  y  mas  durable  que  él.  Todos  los  argumentos  de 
aquel  naturalista  no  bastan  a  sostener  una  opinión  que  parece  poco 
conforme  a  los  libros  Santos,  en  los  cuales  se  da  a  entender  que  una 
parte  del  Asia,  a  lo  menos,  estubo  poblada  desde  la  creación  de  los 
primeros  hombres  hasta  el  diluvio  universal,  y  desde  que  la  tierra  se 
enjugó  hasta  algunos  años  después  de  la  muerte  del  Redentor.  En 
la  serie  de^  cuarenta  siglos,  o  mas,  comprendidos  en  la  relación  de  los 
libros  Bíblicos,  no  se  halla  un  hueco,  digámoslo  asi,  en  qué  poder 
colocar  la  supuesta  catástrofe.  Contrayendome  al  nuevo  continente, 
no  hallo  razón  alguna  para  creer  que  lo  sumergiese  una  inundación 
distinta  de  la  del  tiempo  de  Noe,  como  espero  demostralo  en  la  tercera 
disertación. 

Pero  no  hai  duda  que  después  del  diluvio  nuestro  planeta  ha  espe- 
rimentado  grandísimas  vicisitudes.  Las  historias  antiguas,  y  moder- 
nas confirman  esta  verdad,  que  Ovidio  cantó  en  nombre  del  filosofo 
Pitagoras :  — 

Vidi  ego  quod  fuerat  quondam  solidissima  telus, 
Esse  fretum  :  vidi  factas  ex  oequore  térras. 

Hoi  se  aran  tierras  sobre  las  cuales  se  navegaba  antes,  y  por  el  con- 
trario, se  navega  por  donde  antes  se  araba.  Los  terremotos  han  hun- 
dido las  unas,  y  las  otras  han  salido  del  seno  del  mar,  a  impulso  de  los 


216  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

fuegos  subterráneos*.  El  fango  de  los  rios  ha  dado  origen  a  nuevos 
terrenos;  el  mar,  retirándose  de  algunas  costas,  ha  ensanchado  por 
aquella  parte  los  continentes,  mientras  por  otras  ha  usurpado  sus  domi- 
nios, separando  en  otras  su  unión,  y  formando  nuevos  estrechos,  y 
senos.  Los  siglos  pasados  ofrecen  egemplos  de  estas  revoluciones. 
La  Sicilia  estaba  unida  al  continente  de  Italia,  como  la  Eubea  (hoi 
Negroponto)  lo  estaba  a  la  Beocia.  Diodoro,  Estrabon,  y  otros  auto- 
res antiguos  dicen  lo  mismo  de  España,  y  África,  y  afirman  que  de  re- 
sultas de  una  violenta  irrupción  del  Océano,  se  rompió  la  comunica- 
ción entre  los  montes  Abila,  y  Calpe,  y  se  formó  el  Mediterráneo. 
Los  habitantes  de  Ceilan  creen,  en  virtud  de  una  tradición  antigua, 
que  aquella  isla  fue  separada,  por  una  convulsión  semejante  de  la 
península  Indica.  Otro  tanto  creen  algunos  pueblos  orientales  de  las 
Maldivas,  y  de  Sumatra.  "  Es  cierto,  dice  el  Conde  de  Buffon,  que 
en  Ceilan  la  tieíra  ha  perdido  treinta  o  cuarenta  leguas  que  le  ha 
usurpado  el  mar,  mientras  en  Tongres,  pueblo  de  los  Paises  Bajos,  el 
mar  ha  cedido  casi  otro  tanto  a  la  tierra.  La  parte  Septentrional  de 
Egipto  debe  su  existencia  al  Nilof.  La  tierra  que  este  rio  trae  de 
los  paises  Mediterráneos  del  África,  y  ha  depositado  en  sus  inunda- 
ciones, ha  formado  un  suelo  de  mas  de  veinte  y  cinco  brazas  de  pro- 
fundidad. Del  mismo  modo  la  provincia  del  Rio  Amarillo  en  la 
China,  y  la  de  la  Luisiana  no  se  han  formado  sino  con  fango  de  los 
rios."  Plinio,  Séneca,  Diodoro,  y  Estrabon  citan  innumerables  egem- 
plos de  estas  revoluciones  :|:,  que  omito  por  evitar  la  proligidad,  como 
también  otras  muchas  de  los  tiempos  modernos,  de  qu^  hablan  el 

*  Nascuntur  et  alio  modo  terree,  et  repente  in  aliquo  mare  emergunt,  veluti  parta 
secum  faciente  natura  quisque  hauserit  hiatus,  alio  loco  reddente.  Plin.  Hist.  Nat. 
lib.  ii,  cap.  26. 

t  Faro  o  Farion,  isla  de  Egipto,  que  segua  Homero,  en  la  Odisea,  distaba  un 
dia,  y  una  noche  de  navegación  del  continente,  apenas  en  tiempo  de  Cleopatra 
distaba  siete  estadios,  longitud  del  puente  que  por  orden  de  aquella  reina  hicieron 
los  Rodios.  Herodoto,  Aristóteles,  Séneca,  Plinio,  y  otros  escritores,  hablan  de 
esta  importante  revolución  del  terreno  de  Egipto. 

X  Véase  lo  que  dicen  Plinio,  en  el  lib.  ii,  de  su  Historia,  y  Séneca  en  el  vi  de 
sus  Questiones.  Plinio  cuenta  nueve  islas  formadas  por  la  elevación  del  fondo 
del  mar,  que  eran  Rodas,  Délos,  Anafe,  Nea,  Alona,  Jera,  Tera,  Terasia,  y  en  sus 
tiempos,  Tia.  Entre  las  otras  formadas  por  terremotos  cita  a  Sicilia,  que  dista 
12  millas  de  Italia;  a  Chipre  separada  de  la  Siria;  a  Eubea  de  la  Beocia;  a  Ata- 
lanta, y  Nacris  de  la  Eubea ;  a  Berbisco  de  la  Bitinia ;  a  Leucosia  del  promonto- 
rio de  las  Sirenas.  Entre  las  tierras  sumergidas  hace  mención  de  la  isla  Cea,  en 
que  se  anegaron  30  millas  de  terreno,  con  inmenso  estrago  de  habitantes. 


SOBRE    LA    POBLACIÓN    DE    AMERICA.  217 

mismo  Buftbn  en  su  Teoría  de  la  Tierra,  y  otros  escritores.  En 
America,  todos  los  que  hayan  observado  con  ojos  filosóficos  la  penin- 
sula  de  Yucatán,  no  dudarán  que  su  terreno  ha  sido  lecho  de  mar  en 
otro  tiempo;  y  por  el  contrario  en  el  canal  de  Bahama  se  descubren 
indicios  de  haber  estado  unida  la  isla  de  Cuba  al  continente  de  la 
Florida.  En  el  estrecho  que  separa  la  America  del  Asia  se  ven 
muchas  islas,  que  probablemente  serian  las  cimas  de  las  montañas  de 
algún  espacio  de  tierra,  sumergido  por  la  violencia  de  un  terremoto : 
lo  que  hace  mas  verosímil  la  multitud  de  volcanes  de  la  península  de 
Kamschatka.  Es  por  consiguiente  probable  que  la  separación  de  los 
dos  continentes  haya  sido  efecto  de  aquellos  espantosos  terremotos  de 
que  hacen  mención  los  historiadores  Americanos,  y  que  en  aquellos 
pueblos  forman  una  época  casi  tan  memorable  como  la  del  diluvio. 
Los  Tolteques  los  colocan  en  el  año  i  Tecpatl,  pero  ignorando  el 
siglo  de  que  se  trata,  no  nos  es  dado  referirlo  a  nuestra  Cronología. 
Si  se  hundiese  el  istmo  de  Suez,  por  efecto  de  algún  gran  transtomo 
fisico,  y  ocurriese  esto  en  una  época  en  que  hubiese  tanta  escasez  de 
historiadores  como  en  los  primeros  siglos  después  del  diluvio,  al  cabo 
de  300  años  se  dudai'la  si  el  Asia  estubo  unida  por  aquella  parte  con 
el  África,  y  no  faltarían  personas  que  lo  negasen  redondamente. 

5.  Los  cuadrúpedos  y  reptiles  de  America  pasaron  por  diversas 
partes  de  un  continente  a  otro.  Entre  los  animales  Americanas  hai 
algunos  que  no  pueden  soportar  el  frió,  como  los  cocodrilos,  y  los 
monos.  Hai  otros  por  el  contrario  naturalmente  inclinados  a  vivir  en 
el  hielo,  como  las  marmotas,  los  rengíferos,  los  glotones.  Ni  estos 
pudieron  pasar  al  continente  Americano  por  la  zona  tórrida,  ni  aquellos 
por  la  fria,  pues  seria  necesario  violentar  su  Índole,  y  morirían  indu- 
dablemente en  el  camino.  Los  monos  que  se  ven  en  las  provincias 
Megicanas  provienen  de  la  America  Meridional  *.  El  centro  de  su 
población  está  situado  bajo  la  Linea  Equinoxial,  y  entre  esta  y  los 
14°  y  15°  de  latitud :  a  proporción  que  se  alejan  del  Ecuador,  se  va 
disminuyendo  su  numero,  y  mas  alia  de  los  Trópicos  solo  se  encuen- 

*  D.  Fernando  de  Alba  Ijtliljochitl,  Indio  mui  instruido  en  las  antigüedades  de 
su  nación,  dice  en  la  Historia  Universal  de  la  Nueva  España,  que  no  había  monos 
en  la  tierra  de  Anahuac,  y  que  los  primeros  que  alli  se  vieron,  vinieron  del 
Mediodía,  después  de  la  época  de  los  grandes  vientos.  Los  Tlascaleses,  desfigu- 
rando con  fábulas  aquel  suceso,  decían  que  la  especie  humana  fue  destruida  por 
el  viento,  y  que  los  pocos  hombres  que  sobrevivieron  fueron  transformados  en 
monos. 


218  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

tran  en  algunos  países  en  que  las  circunstancias  locales  producen  un 
calor  igual  al  que  se  esperimenta  bajo  la  Linea  :  ¿  Quien  puede  creer 
que  estos  animales  se  encaminasen  al  Nuevo  Mundo  por  el  áspero 
clima  del  Norte  1  Se  dirá  que  no  es  inverosímil  que  los  hombres  los 
llevasen  consigo,  para  divertirse  con  sus  ridiculos  ademanes,  y  remedos : 
pero  ademas  de  que  lo  que  decimos  de  los  monos  se  puede  aplicar  a 
otros  muchos  animales  que  no  tienen  la  menor  calidad  apreciable,  si 
no  muchas  temibles,  y  odiosas,  ¿  es  creíble  que  los  hombres  se  tomasen 
el  trabajo  de  llevar  individuos  de  cada  una  de  las  numerosas  especies 
de  monos  que  se  ven  en  America,  entre  las  cuales  hai  algunas  que 
lejos  de  ser  graciosas,  son  de  un  aspecto  diforme,  y  de  una  índole 
feroz,  como  los  llamados  zambos  ?  Y  en  caso  de  que  se  hubiesen 
resuelto  a  llevar  dos  individuos  a  lo  menos  de  cada  especie,  estos 
ciertamente  no  hubieran  podido  pasar  ni  por  los  mares,  ni  por  las 
tierras  del  Norte,  por  muchas  precauciones  que  se  hubiesen  adoptado 
para  preservarlos  del  frío.  Era  pues  necesario  transportarlos  de  los 
países  calidos  del  antiguo  continente,  a  los  países  calidos  del  nuevo, 
por  unos  marejs  cuya  temperatura  fuese  análoga  al  país  natural  de 
aquellos  cuadrúpedos :  esto  es,  o  del  Mediodía*  del  Asia,  al  Mediodia 
de 'America,  por  los  mares  !(pdico  o  Pacifico,  o  del  Occidente  de 
África  al  Oriente  de  America  por  el  océano  Atlántico.  £1  transporte 
de  los  animales  no  pudo  hacerse  sí  no  por  alguno  de  aquellos  mares. 
Pero  esta  navegación  ¿  fue  casual  o  intentada  a  proposito  ?  Si 
casual  i  a  qué  fin  llevaban  consigo  los  hombres  aquel  estraño  carga- 
mento ?  Si  tenían  el  proyecto  de  pasar  a  aquellos  países,  que  les 
eran  desconocidos,  ¿  quien  les  dio  noticias  de  ellos  1  ¿  Quien  les  indicó 
su  situación  ?  ¿  quien  les  enseñó  el  camino  ?  ¿  como  se  arriesgaron  a 
surcar  sin  el  ausilio  de  la  brújula  aquellos  mares  vastísimos?  ¿de  qué 
buques  se  sirvieron  para  tan  larga,  y  arriesgada  navegación  ?  Sí 
estos  buques  llegaron  felizmente  ¿  es  posible  que  no  haya  quedado 
entre  los  Americanos  el  menor  recuerdo  de  su  construcción  ? 

Añádase  a  lo  dicho  la  abundancia  de  cocodrilos  en  la  zona  tórrida 
del  Nuevo  Mundo,  animales  que  exigen  un  clima  caliente  o  templado, 
y  que  viven  alternativamente  en  la  tierra,  y  en  el  agua  dulce.  ¿  Por 
donde  pasaron  estos  ?  No  por  el  Norte,  cuyo  frío  es  contrario  a  su 
naturaleza ;  ni  transportados  por  los  hombres,  que  seguramente  no 
podían  tener  el  absurdo  capricho  de  introducir  en  las  tierras  que  iban 
a  poblar,  unas  bestias  tan  perjudiciales,  y  destructoras.  Tampoco 
puede  decirse  que  hicieron  el  viage  a  nado,  alejándose  por  las  aguas 


SOBRE    LA    POBLACIÓN    DE    AMERICA.  219 

saladas  del  océano  a  cerca  de  dos  mil  millas  de  los  rios  o  lagos  en 
que  nacieron,  y  en  que  gozaban  de  la  compañía  de  los  otros  individuos 
de  su  especie. 

No  queda  otro  arbitrio  si  no  el  de  admitir  la  antigua  unión  de  los 
paises  equinoxiales  de  America  con  los  de  África,  y  la  continuación 
de  los  paises  Septentrionales  de  America  basta  los  de  Europa,  y  Asia : 
esta  para  el  transito  de  las  bestias  propias  de  los  paises  frios,  y  aquella 
para  el  de  los  cuadrúpedos,  y  reptiles  de  los  calidos.  Por  todo  lo 
que  he  dicho  hasta  ahora,  me  persuado  que  hubo  en  épocas  remotas 
una  gran  estension  de  tierra,  que  unia  la  parte  mas  Oriental  del 
Brazil,  con  la  mas  Occidental  de  África,  la  cual  desapareció  quizas, 
de  resultas  de  algún  gran  terremoto,  quedando  solo  algunos  restos  en 
las  islas  de  Cabo  Verde,  de  Fernando  de  Noroña,  de  la  Asension,  de 
San  Mateo,  y  otras,  y  en  los  muchos  bancos  reconocidos  por  los 
navegantes,  y  particularmente  por  Mr.  Buache,  que  sondeó  todos 
aquellos  parages  con  la  mayor  diligencia*.  Estas  islas  y  bancos 
habrán  sido  verosímilmente  la  parte  mas  alta  de  aquel  continente 
hundido.  Del  mismo  modo  creo  que  la  parte  mas  Occidental  de 
America  estubo  unid%  con  la  mas  Oriental  de  Tartaria,  y  quizas  no 
seria  imposible  que  existiese  otra  unión,  por  la  Groenlandia,  entre 
America,  y  el  Norte  de  Europa. 

El  sumo  respeto  que  se  debe  a  los  libros  Santos  me  obliga  a  creer 
que  los  cuadrúpedos,  y  reptiles  del  Nuevo  Mundo  decienden  de 
aquellos  individuos  que  se  salvaron  del  diluvio  universal  en  el  arca  de 
Noe,  y  las  razones  alegadas  hasta  ahora,  y  otras  que  omito  por  evitar 
fastidio  a  mis  lectores  me  persuaden  que  su  transito  se  hizo  por  tierra, 
y  por  diversas  partes  del  nuevo  Continente.  Todos  los  otros  sistemas 
están  sugetos  a  gravisimas  dificultades :  en  el  que  propongo  hai 
algunas:  pero  no  son  insuperables.  La  principal  consiste  en  la 
aparente  inverosimilitud  de  un  terremoto  capaz  de  sumergir  un  espacio 
de  tierra  de  mas  de  1500  millas,  que  era  el  que,  en  mi  hipótesis,  unia 
el  África  con  la  America,  sepultándolo  hasta  la  profundidad  que  se 
observa  en  algunos  puntos  de  aquellos  mares.  Pero  ademas  de  que 
yo  no  atribuyo  tan  estupenda  revolución  a  un  solo  terremoto,  habiendo 
en  las  entrañas  de  la  tierra  tantas  masas  de  materias  combustibles,  la 
inflamación  de  las  unas  podría  comunicarse  rápidamente  a  las  otras, 

*  Mr,  Buache  presentó  el  año  de  1737  a  la  Academia  Real  de  Ciencias  de  Paris 
el  mapa  hidrográfico  de  aquellos  mares  hecho  según  sus  observaciones.  La 
Academia  lo  examinó  y  aprobó.  El  autor  de  las  Cartas  Americanas  copia  en 
pequeño  aquel  mapa,  en  el  tomo  ii  de  su  obra. 


220  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MKGICO. 

del  mismo  modo  que  Gasendi  esplica  la  formación  del  rayo,  y  la 
violenta  rarefacción  del  aire  contenido  en  aquellas  minas  naturales 
podria  en  un  momento  sacudir,  agitar,  y  precipitar  al  seno  del  océano 
un  continente  de  dos  o  tres  mil  millas  de  estension.  Esto  no  es  im- 
posible, ni  inverosímil,  ni  carece  de  egemplos  en  la  historia.  El 
terremoto  que  se  sintió  en  Canadá  en  1663  aniquiló  una  cadena  de 
montes  de  roca,  que  tenia  300  millas  de  largo,  quedando  convertido 
todo  aquel  espacio  en  una  vasta  llanura.  ¿  Cuan  terrible  no  habrá 
sido  la  convulsión  ocasionada  por  aquellos  estraordinarios,  y  memo- 
rables temblores  de  tierra,  de  que  hacen  mención  las  historias  antiguas 
Americanas,  y  con  los  cuales  creian  aquellos  pueblos  que  se  habia 
destruido  el  mundo  ? 

También  puede  oponerse  a  mi  sistema  que  si  los  animales  pasaron 
por  tierra  de  uno  a  otro  continente,  no  es  fácil  adivinar  por  qué  razón 
pasaron  algunas  especies,  sin  quedar  un  solo  individuo  de  ellas  en  el 
continente  antiguo,  y  por  el  contrario  quedaron  en  este  especies 
enteras,  sin  que  pasase  al  otro  un  solo  individuo  de  ellas.  Por 
egemplo  ¿  por  qué  pasaron  las  14  especies  de  monos  que  hoi  se  en- 
cuentran en  America,  y  no  las  17  que  el  Conde  de  BuíFon  cuenta  e» 
Asia,  y  en  África,  siendo  todas  de  un  mismo  clima,  y  teniendo  la 
misma  facilidad  de  hacer  el  viage  ?  ¿  Por  qué  pasó  el  lentísimo 
perico-ligero,  y  no  la  veloz  gazela?  Si  de  la  Armenia,  donde  se 
detubo  el  arca  de  Noe,  se  encaminaron  los  animales  acia  la  America, 
debieron  hacer  un  viage  de  6,000  millas  las  especies  destinadas  a  los 
paises  equinoxiales  de  aquella  parte  del  mundo,  pasando  de  Armenia 
a  Egipto,  por  la  Siria,  y  la  Mesopotamia ;  de  Egipto,  por  el  Asia 
central,  al  supuesto  espacio  de  tierra  que  unia  los  dos  continentes,  y 
finalmente  al  Brasil.  Con  respecto  a  muchos  cuadrúpedos,  este  viage 
no  ofrece  dificultad,  concediéndoles  un  espacio  de  10,  20,  ó  40  años : 
pero  del  perico-ligero  no  se  puede  concebir  que  lo  egecutase  en 
6  siglos,  caminando  sin  cesar.  Si  damos  fe  al  Conde  de  Bufibn,  aquel 
animal  no  puede  andar  en  una  hora  mas  que  una  toesa,  o  6  pies 
reales  de  Paris :  de  modo  que  para  6,000  millas  necesitaba  680  años : 
y  mucho  mas  si  creemos  lo  que  dicen  Mafi(ei,  Herrera,  y  Pisón,  a 
saber :  que  aquel  infeliz  cuadrúpedo  apenas  puede  andar  en  15  dias 
un  tiro  de  piedra. 

Estas  son  las  obgeciones  que  presenta  mi  opinión ;  y  algunas  de 
ellas  tienen  todavia  mayor  fuerza  contra  todos  los  sistemas  que  he 
citado,  exepto  el  que  echa  mano  de  los  angeles  para  cortar  la  dificultad. 
Si  los  hombres  fueron  los  que  transportaron  las  bestias ;  ¡  por  qué  en 


SOBRE    LA    POBLACIÓN    UE    AMKRICA.  221 

lugar  de  lobos,  y  zorros  no  llevaron  caballos,  toros,  ovejas,  y  cabras  { 
I  Por  qué  no  dejaron  un  solo  individuo  de  muchas  especies  en  el 
continente  antiguo  ?  Si  los  animales  pasaron  a  nado,  a  la  dificultad 
del  viage  marítimo  se  añade  la  del  terrestre.  Si  todos,  aun  los  de  la 
America  Meridional,  pasaron  por  el  Norte,  en  lugar  de  6,000  millas, 
tendremos  15,000,  que  el  perico-ligero  no  pudo  atravesar  en  menos  de 
1740  afíos. 

Respondiendo  pues  a  las  mencionadas  obgeciones,  diré:  1.  Que 
no  siendo  hasta  ahora  conocidos  todos  los  cuadrúpedos  de  la  tierra,  no 
podemos  saber  cuales  son  los  que  faltan  en  uno  y  en  otro  continente. 
El  Conde  de  Buffon  cuenta  200  especies ;  Mr.  Valmont  de  Bomare, 
que  escribió  algún  tiempo  después,  cuenta  205 :  pero  lo  cierto  es  que 
nadie  es  capaz  de  numerarlas  todas,  pues  nada  se  sabe  de  las  de  al- 
gunas regiones  interiores  del  África,  de  una  gran  parte  de  la  Tartaria, 
del  pais  de  los  Amazonas,  de  la  Luisiana  Septentrional,  de  los  paises 
situados  al  Norte  del  rio  Colorado,  del  pais  de  los  Apaches,  de  las 
islas  de  Salomón,  de  la  Nueva  Holanda,  &c.,  regiones  que  ocupan 
una  vasta  porción  de  Ij  superficie  de  nuestro  globo.  Ni  es  de  estrafiar 
que  no  se  tenga  noticia  de  los  animales  que  habitan  los  paises  desco- 
nocidos, cuando  de  los  que  residen  en  paises  conocidos  y  habitados 
260  años  por  los  Europeos,  no  tienen  los  zoologistas  los  datos  nece- 
sarios para  escribir  su  historia.  El  Conde  de  Bufíbn,  con  poseer  tan 
vastos  conocimientos  sobre  esta  parte  importante  de  las  Ciencias  Na- 
turales, omite  algunos  cuadrúpedos  de  Megico,  y  hablando  de  otros 
comete  los  graves  errores  de  que  hablaré  en  otra  disertación. 

Contrayendome  a  los  animales  de  que  ciertamente  carecían  las 
tierras  de  America,  como  el  elefante,  el  camello,  y  el  caballo,  no 
faltan  razones  para  esplicar  su  falta.  Puede  ser  que  en  efecto  pasa- 
sen al  Nuevo  Mundo,  y  que  pereciesen  estermínados  por  las  fieras,  o 
por  alguna  epidemia  peculiar  a  sus  especies ;  también  puede  ser  que 
nunca  pasasen.  Algunos,  como  el  elefante,  y  el  rinoceronte,  cuya 
multiplicación  es  lenta,  permanecieron  quizas  en  los  paises  Meridio- 
nales de  Asia,  y  África,  hallando  un  clima  conveniente  a  su  natura- 
leza, buenos  pastos,  y  un  grande  espacio  de  tierra  en  que  poder  vivir 
con  holgura :  por  lo  que  no  necesitarían  salir  de  sus  regiones  primi- 
tivas para  vivir  según  sus  inclinaciones,  y  apetitos.  Es  cierto  que, 
según  algunos  autores,  los  grandes  huesos  que  se  han  encontrado  en 
las  margenes  del  Ohio,  y  en  otros  puntos  de  America,  pertenecen  a 
elefantes,  de  lo  que  se  inferiria  su  antigua  existencia  en  aquel  conti- 
nente :  pero  en  general  los  zoologistas  no  están  de  acuerdo  sobre  este 


222  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

punto,  y  por  consigiuente  no  se  puede  deducir  ningún  argumento 
solido  contra  mi  hipótesis*.  Por  fin,  pudo  ser  también  que  muchas 
bestias  no  pasasen  al  Nuevo  Mundo  por  habérselo  impedido  los  hom- 
bres. Yo  no  dudo  que  después  de  haber  salido  del  arca  la  familia  de 
Noe,  retubo  en  su  poder  las  vacas,  las  ovejas,  y  las  cabras,  formando 
rebaños  para  satisfacer  sus  necesidades,  como  habian  hecho  sus  ante- 
pasados, en  virtud  del  permiso  que  Dios  había  concedido  después  del 
diluvio.  A  medida  que  se  fueron  propagando  los  hombres,  se  fueron 
igualmente  aumentando  sus  posesiones  en  Armenia,  Caldea,  Siria, 
Persia,  y  Egipto,  a  cuyas  regiones  quedaron  verosímilmente  confina- 
dos en  aquellos  primeros  tiempos  los  rebaños,  bajo  el  cuidado  de  los 
primogénitos  de  las  familias.  Entre  tanto,  los  cuadrúpedos  que  habian 
conservado  su  libertad,  huyeron  de  los  hombres,  y  se  dirigieron  a  los 
países  despoblados,  y  algunos  de  ellos,  buscando  el  clima,  y  el  pasto 
convenientes  a  su  naturaleza,  pudieron  encaminarse  acia  el  Nuevo 
Mundo.  Después,  algunas  familias  destinadas  a  poblar  otros  paises, 
previendo  su  separación,  y  queriendo  dejar  a  la  posteridad  un  monu- 
mento de  su  magnificencia,  emprendieron  la  construcción  de  la  ciudad, 
y  l,a  torre  que  se  llamó  de  Babel.  Dios  confundió  sus  idiomas,  para 
obligarlos  a  ir  a  sus  destinos,  y  ellas,  cediendo  a  la  voluntad  del 
Eterno,  y  al  castigo  que  las  amenazaba,  se  pusieron  en  marcha  por 
diversos  caminos.  Los  progenitores  de  los  que  debían  poblar  la  Ame- 
rica, o  no  condugeron  consigo  rebaños,  por  que  no  pudieron  adquirirlos, 
o  habiéndolos  sacado  de  Caldea,  los  consumieron  en  su  larga  peregri- 
nación. Lo  cierto  es  que  ninguno  de  los  animales  que  esí^ubieron,  en 
los  primeros  siglos,  bajo  el  cuidado  especial  de  los  hombres  del  Mundo 
Antiguo,  se  encontró  en  el  Nuevo :  lo  que  parece  ser  claro  indicio  de 
que  los  que  pasaron  lo  hicieron  por  su  propio  instinto,  y  no  por  minis- 
terio de  los  hombres.  Lo  que  digo  de  las  vacas,  de  las  ovejas,  y  de 
las  cabras,  se  puede  aplicar  a  los  asnos,  y  a  los  caballos,  animales  que 
sin  duda  alguna  fueron  reducidos  a  esclavitud  inmediatamente  después 
del  diluvio.  Como  quiera  que  sea,  el  argumento  sacado  del  transito 
de  unas  bestias,  y  no  de  otras,  nada  prueba  contra  mi  sistema. 

En  cuanto  al  cálculo  indicado  del  tiempo  que  necesitaba  el  perico- 

*  Muller  dice  que  los  huesos  de  que  se  trata  eran  de  unos  grandísimos  cuadrú- 
pedos llamados  manmut.  El  Conde  de  BuflFon,  fiándose  quizas  demasiado  en  los 
datos  de  aquel  escritor,  calculó  que  el  manmut  era  seis  veces  mayor  que  el  ele- 
fante. Otros  dicen  q\ie  son  huesos  de  hipopótamo,  otros  de  bestias  marinas, 
otros  finalmente  de  animales  desconocidos,  y  cuyas  especies  se  han  estinguido  de 
un  todo. 


SüBRE    LA    POBLACIÓN    DE    AMERICA.  223 

ligero  para  pasar  de  la  Armenia  al  Brasil,  no  hallo  en  él  ningún  in- 
conveniente. Aunque  necesitase  1000  años,  pudo  enfin  llegar  si  los 
dos  continentes  estubieron  unidos  todo  aquel  tiempo  :  suposición  que 
no  repugna  ni  a  la  razón,  ni  a  la  historia.  Pero  tampoco  se  debe  ad- 
mitir ciegamente  el  cálculo  en  que  la  obgecion  se  funda.  El  mismo 
Conde  de  BuíFon  dice  que  los  escritores  han  exagerado  la  lentitud  de 
aquel  animal,  y  Mr.  Daubenton  asegura  que  no  es  tan  lento  como  la 
tortuga.  Ademas  de  que  no  siendo  un  animal  dañoso,  si  no  antes 
bien  digno  de  compasión,  pudieron  ayudarlo  los  hombres,  llevándolo 
de  un  pais  a  otro. 

Tal  es  mi  opinión  acerca  de  la  población  de  America.  Sometola 
al  juicio  de  los  hombres  sabios,  y  Cristianos:  no  empero  al  de  los 
filósofos  incrédulos,  y  caprichosos,  que  ni  respetan  la  autoridad  divina, 
ni  se  curan  de  las  tradiciones  humanas,  ni  hacen  caso  de  los  dictados 
de  la  razón. 


DISERTACIÓN  II. 


PRINCIPALES  ÉPOCAS  DE  LA  HISTORIA  DE  MEGICO. 

La  estraña  variedad  que  se  nota  en  los  autores  acerca  de  la  Crono- 
logía de  la  Historia  de  Megico,  me  obliga  a  examinar  prolijamente  las 
épocas  de  sus  principales  sucesos.  Para  hacerlo  en  el  cuerpo  de  la 
Historia,  hubiera  sido  necesario  interrumpir  el  hilo  de  la  narración  con 
disputas  espinosas.  En  las  notas  no  podia  hacerse  sin  darles  dema- 
siada estension.  La  variedad  de  las  opiniones  de  los  escritores,  nace 
de  no  haber  podido  ajustar  los  años  Megicanos  a  los  nuestros.  Yo 
he  trabajado  con  gran  esmero  en  averiguar  la  verdad,  y  en  parte  me 
parece  haberlo  conseguido,  como  haré  ver  en  la  presente  disertación, 
que  sin  duda  parecerá  enojosa  a  los  que  miran  con  poco  interés  la 
ilustración  de  las  cuestiones  cronológicas. 

Sobre  la  época  de  la  llegada  de'  los  Tolieques  y  otras  naciones  al 
pais  de  Anahuac. 

No  hablamos  ahora  de  los  primeros  pobladores,  si  no  de  las  naciones 
que  figuran  en  mi  Historia,  sobre  las  cuales  están  discor^des  los  Au- 
tores, acerca  del  orden  de  su  llegada,  Los  Chichimecos,  por  egem- 
plo,  que  según  Acosta,  Gomara,  y  Sigüenza,  fueron  los  primeros, 
según  Torquemada  fueron  los  terceros,  y  según  Boturini  los  cuartos. 
No  es  menor  su  discordancia  acerca  del  tiempo  de  la  llegada  de  cada 
nación,  como  haré  ver  después. 

Nadie  duda  que  los  Tolteques  fueron  antiquísimos.  De  las  mismas 
historias  de  los  Chichimecos  se  infiere  que  estos  no  llegaron  al  pais  de 
Anahuac,  si  no  después  de  la  ruina  de  aquellos,  cuyos  edificios  vieron 
en  su  viage,  y  cuyos  restos  encontraron  en  las  orillas  del  lago  Megi- 
cano,  y  en  otros  puntos.  En  esto  convienen  Torquemada,  Betan- 
court,  y  Boturini.  Herrera,  Acosta,  y  Gomara  no  hacen  mención 
de  los  Tolteques,  quizas  por  qué  los  autores  antiguos  de  que  se 
sirvieron,  omitieron  las  noticias  de  aquella  nación,  siendo  en  su  tiempo 
oscuras,  y  escasas. 

Acerca  del  tiempo  de  su  llegada,  Torquemada  dice  en  el  libro  iii  de 
su  Historia  que  ocurrió  en  el  año  700  de  la  era  vulgar,  pero  de  lo  que 


KPOCAS    DE    LA    HISTORIA    UK  MEGICO.  225 

escribe  en  el  libro  i  se  deduce  que  debió  ser  en  el  648.  Boturini 
«ree  que  fue  un  siglo  antes,  pues  dice  que  Ijtlalcuechajiuac,  reí 
segundo  de  Tula,  reinaba  por  los  años  de  660.  Por  sus  pinturas 
sabemos  que  salieron  de  Huehuetlapatlan  el  año  i  Tecpatl;  que  des- 
pués de  haber  peregrinado  104  años,  se  establecieron  primero  en 
Tolantzinco,  y  luego  en  Tula,  y  que  su  monarquía,  que  empezó  el 
año  VII  Acatl,  duró  384  años.  Después  de  haber  confrontado  estas 
épocas  de  los  Tolteques  con  las  de  los  Chichimecos  sus  sucesores,  me 
he  convencido  que  su  salida  de  Huehuetlapatlan  ocurrió  el  año  544, 
y  su  monarquia  empezó  en  el  de  667.  El  que  quiera  continuar,  re- 
trocediendo hasta  aquel  tiempo,  por  la  serie  de  años  Megicanos  com- 
parados con  los  de  la  era  Cristiana,  como  la  he  espuesto  al  fin  del 
tomo  i,  hallará  que  el  año  544  de  esta,  correspondía  al  I  Tecpatl,  y  el 
año  667  al  vii  Acatl.  No  hai  motivo  para  anticipar  estas  épocas,  ni 
pueden  posponerse  sin  trastornar  algunas  de  las  naciones  posteriores. 
Ahora  bien,  si  la  monarquia  empezó  en  667,  y  duro  384  años,  debe 
fijarse  su  fin,  y  la  destrucción  de  los  Tolteques  en  el  año  1051  de 
nuestra  era.  ' 

Entre  la  ruina  de  Its  Tolteques,  y  la  llegada  de  los  Chichimecos  no 
pone  Torquemada  mas  de  9  años:  mas  esto  no  puede  ser,  por  que, 
según  el  mismo  autor,  los  segundos  encontraron  arruinados  los  edificios 
de  los  primeros,  lo  que  no  pudo  verificarse  en  tan  poco  tiempo. 
Ademas,  no  puede  fijarse  en  aquel  siglo  el  principio  de  la  monarquia 
-Chichimeca  sin  aumentar  el  numero  de  sus  reyes,  o  sin  prolongar 
exesivamente  su  vida,  como  hace  Torquemada.  ¿  Quien  sera  capaz 
de  creer  que  Jolotl  reinase  113  años,  y  viviese  200?  ¿  que  Nopaltzin, 
su  hijo,  viviese  170,  Techotlala,  su  tercer  nieto,  reinase  104,  y  Tezo- 
zomoc  su  decendiente  ocupase  el  trono  de  Azcapozalco  160,  o  180 
años  t  Es  cierto  que  un  hombre  de  complexión  robusta^  ayudado  por 
la  sobriedad,  y  por  el  influjo  de  un  clima  benigno,  como  el  de  Megico, 
podia  llegar  a  tan  avazada  edad,  y  no  son  raros,  en  la  historia  de 
aquellos  paises,  los  egemplos  de  hombres  que  han  prolongado  su  exis- 
tencia mas  allá  del  termino  ordinario.  Calmecahua,  uno  de  los  capi- 
tanes Tlascaleses  que  ayudaron  a  los  Españoles  en  la  conquista  de 
Megico,  vivió  130  años.  El  Jesuita  Pedro  Nieto  murió  en  1630, 
a  la  edad  de  132.  Diego  Ordoñez,  Franciscano,  murió  en  Som- 
brerete de  117  años,  predicando  hasta  el  ultimo  mes  de  su  vida*. 

*  Diego  Ordoñez  vivió  en  su  orden  104  años,  y  en  el  sacerdocio  95.  En  su 
ultimo  sermón  se  despidió  del  pueblo  de  Som])rerete  con  aquellas  palabras  de 
».  Pablo  :  Bonum  certamen  certavi,  cursum  consumavi.  ' 

TOMO   11.  O 


5¿26  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

Pudiera  hacerse  un  largo  catalogo  de  aquellos  que,  tanto  en  los  dos 
siglos  pasados  como  en  nuestros  dias,  han  pasado  en  aquellos  paises 
la  edad  centenaria.  Entre  los  Indios  particularmente  no  son  raros  los 
que  llegan  a  90,  y  a  100  años,  conservando  hasta  la  estrema  vegez  los 
cabellos  negros,  la  dentadura  entera,  y  la  vista  firme :  pero  habiendo 
sido  tan  pocos  los  que  desde  el  siglo  XXIII  del  mundo  han  pro- 
longado la  vida  hasta  los  150  anos,  que  se  miran  como  otros  tantos 
fenómenos,  no  podemos  convenir  con  la  estravagante  Cronología  de 
Torquemada,  que  quizas  se  apoyarla  en  alguna  pintura  o  escrito  de 
los  Tezcucanos,  especialmente  cuando  él  mismo  confiesa  que  aquellas 
naciones  no  fueron  mui  exactas  en  el  computo  de  los  años.  Por  tanto 
no  dudo  que  la  llegada  de  los  Chichimecos  a  Anahuac  se  verificó  en 
el  siglo  XII,  y  probablemente  acia  el  año  de  1170. 

Apenas  habían  pasado  ocho  años,  desde  que  Jolotl,  primer  rei  Chi- 
chimeco,  se  habia  establecido  en  Tenayuca,  cuando  llegaron  nuevas 
gentes,  conducidas,  como  he  dicho  en  la  historia,  por  seis  caudillos. 
Estas  eran,  en  mi  opinión,  las  seis  tribus  de  Joquimilques,  Tepaneques, 
Colhuis,  Chalqueses,  Tlahuiques,  y  Tlascaleses,  que  se  separaron  de  los 
Megicanos  en  Chicomoztoc,  y  que  llegaron  unas  dcnpues  de  otras  al  valle, 
en  él  mismo  orden  en  que  acabo  de  nombrarlas.  Lo  cierto  es  que  cuando 
llegaron,  pocos  años  después  los  Acolhuis,  hallaron  fundada  por  los  Te- 
paneques la  ciudad  de  Azcapozalco,  y  por  los  Colhuis  la  de  Colhuacan. 
Ademas  se  sabe  que  aquellas  tribus  llegaron  después  de  los  Chichimecos, 
de  que  se  infiere  que  su  llegada  fue  en  el  intervalo  que  medió  entre  la  de 
estos,  y  la  de  los  Acolhuis.  Ahora  bien  ;  no  hai  memoria  de  otras  gentes 
venidas  por  aquel  tiempo  al  Anahuac,  si  no  las  conductas  por  los 
mencionados  seis  gefes :  luego  estas  fueron  las  seis  tribus  de  Nahuat- 
laques,  que  he  citado  con  sus  respectivos  nombres.  El  P.  Acosta  las 
coloca  tres  siglos  antes,  pues  dice  que  llegaron  a  orillas  del  lago  el  año 
de  902,  después  de  una  peregrinación  de  ochenta  años:  mas  este 
calculo  no  está  de  acuerdo  con  4a  historia,  de  la  que  consta  que 
cuando  Jolotl  vino  al  valle  con  su  colonia  de  Chichimecos,  halló 
despobladas  las  orillas  del  lago,  y  la  llegada  de  esta  colonia  no  pudo 
verificarse  antes  de  la  mitad  del  siglo  xii  como  he  dicho  mas  arriba. 

Ignorase  la  época  de  la  llegada  de  los  Acolhnis,  pero  yo  no  dudo 
que  fuese  acia  fines  del  mismo  siglo,  por  que  aquellos  pueblos  llegaron 
pocos  años  después  de  las  seis  tribus,  y  por  otra  parte  consta  de  la 
historia  que  Jolotl  sobrevivió  algunos  al  establecimiento  de  estas. 

La  ultima  nación  o  tribu  que  se  dejó  ver  en  Anahuac  fue  la  de  los 
Megicanos.     En  todos  los  autores  que  he  consultado  no  he  hallado 


ÉPOCAS    DE    LA    HISTORIA    DE    MEGICO.  '    227 

ano  que  sea  de  opinión  contraria  sino  Betantfourt,  el  cual  da  el  ultimo 
lugar  a  los  Otomites,  El  P.  Acosta  fija  la  llegada  de  los  Megicanos 
a  las  orillas  del  lago  en  el  año  de  1208,  por  que  coloca  aquel  suceso 
306  años  antes  de  la  llegada  de  las  seis  tribus  Nahuatlaques,  que, 
según  su  computo,  se  verificó  en  902.  Torquemada,  según  el  calculo 
hecho  por  Betancourt  sobre  los  datos  en  que  se  funda,  pone  la  llegada 
de  los  Megicanos  a  Chapultepec  en  el  año  1260.  Una  historia 
Megicana  anonimg,  citada  por  Boturini,  pone  la  venida  de  aquella 
tribu  a  Tula  en  1196,  y  en  esta  época  parece  que  están  de  acuerdo 
algunos  historiadores  Indios.  Esta  Cronología  ademas  concuerda 
perfectamente  con  todas  las  otras  épocas  :  por  lo  que  yo  la  adopto, 
como  la  mas  probable,  y  casi  cierta.  Supuestos  estos  principios,  digo 
que  los  Megicanos  llegaron  a  Tzompanco  el  año  de  1216,  y  a  Chapul- 
tepec el  de  1245,  por  que  se  sabe  que  se  detubieron  en  Tula  nueve 
años;  en  Tepegic,  y  en  otros  puntos  antes  de  llegar  a  Tzompanco, 
once ;  en  Tzompanco,  siete,  y  en  otros  lugares  antes  de  Chapultepec, 
veinte  y  dos.  Después  de  haber  estado  alli  diez  y  siete  años,  pasaron 
a  Acúleo  en  1262 ;  detubieronse  cincuenta  y  dos  años,  y  fueron  con- 
ducidos esclavos  a  Cilhuacan  en  1314. 

En  cuanto  a  los  Otomites,  también  hai  gran  variedad  de  opiniones. 
Unos  los  confunden  con  los  Chichimecos,  como  Acosta,  Gomara,  y  la 
mayor  parte  de  los  escritores  Españoles.  Torquemada  en  unas  partes 
hace  lo  mismo,  y  en  otras  los  separa.  Betancourt,  después  de  haber 
copiado  la  narración  de  Torquemada,  en  todo  lo  relativo  a  los  Tol- 
teques,  a  los  Chichimecos,  y  a  las  otras  naciones,  dice,  hablando  del 
reinado  de  Quimalpopoca,  tercer  reí  de  Megico,  que  en  su  tiempo 
llegaron  los  Otomites  al  Anahuac,  y  se  establecieron  principalmente 
en  Jaltocan.  No  debe  echarse  en  olvido  esta  anécdota  de  Betancourt, 
que  sin  duda  tomaria  de  los  escritos  de  Sigüenza,  pues  no  suele 
separarse  de  Torquemada,  si  no  cuando  abraza  las  opiniones  de  aquel 
docto  Megicano :  pero  se  engaña  en  la  Cronología,  pues  fija  la  llegada 
de  los  Otomites  en  el  año  vi  Tecpatl,  que  creyó  correspondiente  al 
1381 :  no  es  asi,  pues  como  se  ve  en  mi  tabla  Cronológica,  el  año  de 
1381  fue  el  vi  Calli,  ni  reinaba  entonces  Quimalpopoca,  sino  Aca- 
mapichtzin,  como  haré  ver  después.  Si  la  llegada  de  los  Otomites  al 
valle  Megicano  (no  al  pais  de  Anahuac  en  que  estaban  establecidos 
muchos  siglos  antes)  occurrio  en  el  año  vi  Tecpatl,  y  bajo  el  reinado 
de  Quimalpopoca,  debió  ser  en  1420.  El  no  hacerse  mención  de  los 
Otomites  antes  de  esta  época,  y  el  ser  menos  civilizados  que  las  otras 
naciones,  cuando  llegaron  los  Españoles,  los  cuales  los  encontraron 

q2 


228  HISTüRÍA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

esparcidos  en  varias  provincias,  aislados,  y  rodeados  de  pueblos  de 
diferente  idioma,  nos  hace  creer  que  en  la  época  que  hemos  indi- 
cado empezaron  a  vivir  en  sociedad  bajo  el  dominio  de  los  Tepa- 
neques  y  después  bajo  el  de  los  Megicanos,  y  Tiascaleses.  Yo  con- 
geturo  que  habiendo  encontrado  el  pais  ocupado  por  las  otras  naciones, 
no  pudieron  establecerse  en  uno  solo,  aunque  la  gran  masa  del  puebla 
Otomite  pobló  el  terreno  que  está  al  Norte,  y  al  Nordueste  de  la 
capital,  como  mas  próximo  a  los  montes  en  que  antes  vivian  espar- 
cidos a  guisa  de  fieras. 

La  causa  de  haber  sido  los  Otomites  confundidos  por  muchos  Espa- 
ñoles con  los  Chicbimecos,  se  halla  en  la  misma  historia.  Cuando  los 
antiguos  Chichimecos  fueron  civilizados  por  los  Tolteques,  y  los 
Nahuatlaques,  muchas  familias  de  aquella  nación  se  abandonaron  a  la 
vida  salvage  en  el  pais  de  los  Otomites,  prefiriendo  el  egercicio  de  la 
caza,  a  los  trabajos  de  la  agricultura.  Estos  fueron  los  que  conser- 
varon el  nombre  de  Chichimecos,  y  los  otros  empezaron  a  llamarse 
Acolhuis,  honrándose  con  el  nombre  de  la  nación  que  se  estimaba  la 
primera  en  el  orden  de  la  civilización.  De  los  Otomites,  los  que  se 
civilizaron,  conservaron  su  antiguo  nombre,  con*'el  cual  son  conocidos 
en  la  historia ;  pero  los  otros,  que  esparcidos  en  los  bosques,  y  mez- 
clados con  los  Chichimecos,  no  quisieron  renunciar  a  su  barbara 
libertad,  fueron  llamados  Chichimecos,  por  muchos  que  adoptaron 
para  las  dos  naciones  el  nombre  de  la  que  tenia  mas  celebridad.  Por 
esto  algunos  escritores  hablando  de  aquellos  barbaros,  -que  por  mas  de 
un  siglo  después  de  la  conquista  molestaron  a  los  Españoles,  dis- 
tinguen los  Chichimecos  Megicanos,  de  los  Chichimecos  Otomites, 
porque  los  unos  hablaban  la  lengua  Otomita,  y  los  otros  la  Megicana, 
según  la  nación  a  que  debian  su  origen. 

De  todo  lo  que  llevo  dicho  se  puede  inferir  con  mucha  verosimilitud, 
en  cuanto  lo  permiten  cuestiones  tan  oscuras,  que  el  orden,  y  el  tiempo 
de  la  llegada  de  aquellas  naciones  al  pais  de  Anahuac,  fue  el  siguiente: 

Los  Tolteques  el  año  de 648 

Los  Chichimecos  acia  el  de 1170 

Los  primeros  Nahuatlaques,  acia  el  de  1178 

Los  Acolhuis  afines  del  siglo  xii. 

Los  Megicanos  llegaron  a  Tula  en 1196 

A  Tzompanco  en 1216 

A  Chapoltepec  en  \.  1245 

Los  Otomites  llegaron  al  valle  de  Megico,  y  em- 
pezaron a  civilizarse  en — 1420.. 


*  • 

ÉPOCAS    DH    LA    HISTORIA    DE    MEGICO.  229 

Sé  que  los  Tepaneques  ponderan  tanto  la  antigüedad  de  Azcapo- 
zalco,  que,  según  Torquemada,  contaban  1561  años  desde  su  funda- 
ción basta  el  principio  del  siglo  xvii :  es  decir  que  la  creian  fundada 
inmediatamente  después  de  la  muerte  de  nuestro  Redentor ;  pero 
consta  lo  contrario  de  la  historia  de  las  otras  naciones,  las  cuales 
bacen  a  los  Tepaneques  poco  mas  antiguos  que  los  Megicanos  en 
Anabuac.  Acredita  lo  mismo  la  serie  de  los  señores  de  Azcapozalco,  • 
cuyos  retratos  se  ban  conservado  basta  tiempos  mui  modernos  en  un 
antiguo  edificio  de  aquella  ciudad.  Ellos  no  contaban  mas  de  diez 
señores,  desde  la  fundación  del  estado  basta  su  memorable  ruina, 
ocasionada  por  los  egercitos  unidos  de  los  Megicanos,  y  de  los  Acol- 
buis  en  1425 :  de  modo  que  seria  necesario  dar  a  cada  señor  ciento  y 
cuarenta  años  de  gobierno  para  llenar  aquella  suma. 

Los  Totonaques  por  su  parte  se  creian  mas  antiguos  que  los  Cbi- 
cbimecos,  pues  la  jactancia  de  un  origen  remoto  es  flaqueza  común 
a  todas  las  naciones.  Contaban  pues  que  habiéndose  establecido  por 
algún  tiempo  a  las  orillas  del  lago  de  Tezcuco,  pasaron  de  alli  a 
poblar  las  montañas,  a  qué  dieron  el  nombre  de  Totonacapan ;  que 
alli  fueron  regidos  ¡for  diez  señores,  cada  uno  de  los  cuales  gobernó 
ochenta  años,  ni  mas,  ni  menos,  hasta  que  habiendo  llegado  los  Chi- 
chimecos  al  Anabuac,  en  el  reinado  de  Jatoncan,  señor  de  la  nación 
Totonaque,  la  sometieron  a  su  dominio,  y  después  los  Megicanos  al 
suyo.  Torquemada,  que  refiere  esta  tradición  en  el  libro  lii  de  su 
Monarquía  Indiana,  dice  que  es  cierta,  y  comprobada  por  historias 
autenticas,  y  dignas  de  fe :  pero  por  mas  que  diga  no  se  sabe,  ni  se 
puede  saber  el  tiempo  de  la  llegada  de  aquella  nación  al  Anahuac, 
y  en  cuanto  a  los  diez  señores,  que  reinaron  cada  uno  ochenta  años 
exactos,  es  un  cuento  bueno  para  divertir  a  niños. 

Mayor  oscuridad  reina  sobre  la  llegada  de  los  Olmeques,  y  Gica- 
lanques.  Boturini  dice  que  no  pudo  hallar  memorias  ni  pinturas 
concernientes  a  aquellos  dos  pueblos :  con  todo,  los  cree  anteriores  a 
los  Tolteques,  y  no  puede  dudarse  que  fueron  antiquisimos. 

No  hago  aqui  mención  de  las  otras  naciones,  por  que  se  ignora 
absolutamente  su  antigüedad:  pero  estoi  convencido  de  que  los  Chia- 
paneses  fueron  de  los  mas  antiguos,  y  quizas  la  primera  de  las 
naciones  que  poblaron  la  tierra  de  Anahuac. 

Correspondencia  de  los  años  Megicanos  con  los  nuestros.     Época 
de  la  fundación  de  Megico, 
Todos  los  escritores  tanto  Megicanos  como  Españoles  que  hacen 


230  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

mención  de  la  Cronología  Megicana,  están  de  acuerdo  acerca  del 
método  que  tenían  aquellas  gentes  de  contar  los  siglos,  y  los  años : 
método  que  he  esplícado  en  el  libro  vi  de  la  Historia,  y  en  las  tablas 
puestas  al  fin  del  tomo  i.     Siempre  pues  que  se  halle  la  correspon- 
dencia de  un  año  Megicano  con  uno  de  la  era  Cristiana,  se  sabrá  la 
correspondencia  de  todos  los  otros.     Sí  sé,  por  egemplo,  que  el  año 
de  1780  es  el  II  Tecpatl,  estoí  seguro  que  el  1781  es  el  iii  Calli,  y 
que  el  1782  es  el  iv  Tochtii,  &c.     Toda  la  dificultad  consiste  en 
hallar  un  año  Megicano,  cuya  correspondencia  con  uno  de  los  nues- 
tros sea  cierta  e  indudable :    mas  esta  dificultad  está  ya  vencida,, 
puesto  que  tanto  por  las  pinturas  de  los  Indios,  como  por  el  testi- 
monio de  Acosta,  Torquemada,  Sigüenza,  Betancourt,   y  Boturini, 
consta  que  el  año  1519,  en  que  los  Españoles  entraron  en  Megico, 
fue  el  i  Acatl,  y  por  consiguiente  el  1518  fue  el  xiii  Tochtii ;  el 
1517,  el  XII  Calli,  &c.    Asi  que  no  puede  dudarse  de  la  exactitud  de 
mí  tabla  del  I  tomo,  por  lo  que  hace  a  la  correspondencia  de  los  dos 
calendarios.     Los  autores  que  no  están  de  acuerdo  con  ella  erraron 
el  calculo,  y  se  contradigeron  a  sí  mismos.     Betancourt  para  esplícar 
el  método  Megicano  de  computar  los  años,   nos  presenta  su  tabla, 
comparándola  con  la  de  los  Cristianos,  desde  1663,  hasta  1688 :  mas 
este  trabajo  es  un  tegido  de  errores,  pues  el  autor  hace  corresponder 
el  año  de  1663  con  el  i  Tochtii,  lo  cual  se  demuestra  falso  si  se  con- 
tinúa mi  tabla  hasta  aquel  año.     Afirma  que  el  de  1507  fue  secular, 
y  admitido  este  error  no  puede  menos  de  fallar  en  toda  su  Crono- 
logía.    Sí  el  año  de  1519  fue  i  Acatl,  como  él  supone  co^j;^  otros  es- 
critores, hallaremos  retrocediendo  en  nuestra  tabla  que  no  fue  secular 
el  de  1507,  si  no  el  de  1506.     Para  confirmar  su  sistema,  alega  el 
testimonio  de  su  amigo  y  compatriota  el  Dr.  Sigüenza,  del  vcual  dice 
que  habia  descubierto  que  el  1684  había  sido  ix  Acatl.     Sí  esto 
fuese  cierto,   su  calculo  seria  acertado :  pero  aunque  no  dudo  de  su 
veracidad  en  la  cita  de  Sigüenza,  tengo  algunas  razones  para  creer 
que  este  docto  Megicano  corrigio  su  Cronología,  ni  podía  hacer  otra 
cosa,  sabiendo,   como  en  efecto  sabia,  que  el  año  1519  habia  sido 
i  Acatl,  principio  cierto  sobre  el  cual  debe  apoyarse  toda  Cronología 
Megicana,   y  del  cual  se  deduce  claramente  que   el  1684  no  fue 
IX  Acatl,  sino  x  Tecpatl.     Torquemada  hablando  de  los  Totonaques 
en  el  libro  lii,  dice  de  un  noble  de  aquella  nación  que  habia  nacido  el 
año  II  Acatl,  y  que  el  año  antes,  1519,  en  que  llegaron  a  aquel  pais 
los  Españoles,  era  para  los  Megicanos  el  I  Acatl.     Cuando  Torque- 
mada escribió  esto,  o  estaba  agoviado  del  sueño,  o  distraído  con  otras 


ÉPOCAS    DE    LA    HISTORIA    DE    MEGICO.  231 

ideas,  pues  sabia,  como  todos  saben  que  el  año  que  en  el  Calendario 
Megicano  sigue  al  i  Acatl,  no  es  el  II  Acatl,  si  no  el  II  Tecpatl,  y  tal 
fue  el  1520  de  que  habla. 

Supuesto  pues  que  el  año  1519  fue  el  i  Acatl,  y  sabida  la  relación 
entre  los  años  Megicanos,  y  los  Cristianos,  no  es  difícil  encontrar  la 
época  de  la  fundación  de  Megico.  Todos  los  historiadores  que  han 
consultado  las  pinturas  Megicanas,  o  han  recogido  datos  verbales  de 
aquellos  pueblos,  están  de  acuerdo  en  que  aquella  célebre  ciudad  fue 
fundada  por  los  Azteques  en  el  siglo  xiv  del  Cristianismo;  pero 
difieren  en  el  año.  El  interprete  de  la  colección  de  Mendoza  señala 
el  de  1324 ;  Gemelli,  calculando  sobre  las  noticias  de  Sigiienza,  el  de 
1325.  Sigiienza,  citado  por  Betancourt,  y  un  Megicano  anónimo, 
citado  por  Boturini,  el  de  1327*;  Torquemada,  apoyándose  en  el 
calculo  hecho  por  Betancourt  sobre  sus  propios  datos,  el  de  1341,  y 
y  Enrique  Martínez  el  de  1357.  Los  Megicanos  dicen  que  su  ciudad 
se  fundó  en  el  año  ii  Calli,  como  se  ve  en  la  primera  pintura  de  la 
colección  de  Mendoza,  y  en  otras  citadas  por  Sigiienza.  Siendo  pues 
cierto  que  el  siglo  de  la  fundación  fue  el  XI v,  y  el  año  el  ii  Calli,  no 
pudo  ser  el  1324,  ni  IL1327,  ni  el  1341,  ni  el  1357,  por  q^ue  ninguno 
de  estos  fue  li  Calli.  Si  retrocedemos  del  1519,  hasta  el  siglo  xiv, 
hallaremos  en  él  dos  años  ii  Calli,  esto  es,  el  1325,  y  1377.  En  este 
ultimo  no  pudo  ser  la  fundación,  pues  seria  abreviar  demasiado  los 
reinados  de  los  monarcas  Megicanos,  contradiciendo  la  Cronología  de 
las  pinturas  antiguas.  No  queda  pues  otro  arbitrio  si  no  convenir  en 
que  aquel1|i  capital  fue  fundada  el  año  de  1325  de  la  era  vulgar ;  y 
este  fue  sin  duda  el  sentimiento  del  Dr.  Sigiienza,  por  que  Gemelli, 
que  no  tubo  sobre  este  asunto  otra  instrucción  que  la  que  le  comunicó 
aquel  literato,  pone  la  fundación  en  el  mismo  año  1325,  añadiendo 
que  fue  ii  Callif .  Si  antes  fue  de  otra  opinión,  la  reformó  posterior- 
mente echando  de  ver  que  era  incompatible  con  el  principio  indudable 
de  que  el  año  de  1519  fue  i  Acatl. 

Cronología  de  los  Reyes  ^egicanos. 
Es  difícil  ilustrar  la  Cronología  de  los  reyes  Megicanos,  estando  tan 
discordes  entre  si  los  escritores  sobre  este  punto.      Algunos  datos 
ciertos  pueden  servir  sin  embargo  para  conocer  los  dudosos.     Para 

*  El  testimonio  de  este  anónimo  ae  halla  en  una  copia  de  una  pintura  antigua 
descubierta  en  1631. 

t  En  otra  parte  he  notado  la  equivocación  de  Gemelli  en  escribir  año  1326  de 
la  creación  del  mundo,  en  vez  de  1325  de  la  era  vulgar. 


232  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MKGICO. 

dar  a  los  lectores  alguna  idea  de  la  diversidad  de  opiniones  acerca  de 
esta  parte  de  la  historia,  basta  presentar  la  tabla  siguiente,  en  que  se 
ven  los  anos  en  que  empezó  cada  reinado,  según  Acosta,  el  interprete 
de  la  colección  de  Mendoza,  y  Sigüeuza*. 

ACOSTA.  EL  INTERPRETE.  SIGUENZA, 

Acamapichtzin...l384 1375 3  de  Mayo  de  1361. 

Huitzilihuitl 1424 1396 19  de  Abril  de  1403. 

Quimalpopoca  ...  1427 1417 24  de  Febrero  de  1414, 

Itzcoatl 1437 1427 1427. 

Motenczomal ...  1449 1440 13xle  Agosto  de  1440. 

Ajayacatl 1481 1469 21  de  Noviembre  de  1468. 

Tízoc , 1477 1482 30  de  Octubre  de  1481. 

Ahuitzotl 1492 1486 13  de  Abril  de  1486. 

Moteuczoma  II . .  1503 1502 15  de  Septiembre  de  1502. 

Acosta,  y  con  él,  Enrique  Martinez,  y  Herrera  no  solo  discordan  de 
los  otros  autores  en  la  Cronología,  si  no  también  en  el  orden  de  los 
reyes,  poniendo  a  Tízoc  antes  de  Ajayacatl,  ¿onstando  lo  contrario 
no  solo  por  el  testimonio  de  los  Megicanos,  sino  también  por  el  de 
los  autores  Españoles.  Gomara  confunde  los  reinados  de  los  se- 
ñores de  Tula,  con  los  de  los  reyes  de  Colhuacan  y  de  Megico.  Tor- 
quemada  indica  los  años  de  los  unos,  y  de  los  otros,  y  su  Cronología 
difiere  de  la  de  todos  los  historiadores.  Solis  dice  que  Moteuczoma 
II  fue  el  XI  de  los  reyes  Megicanos,  y  por  cierto  que  no  adivino  de 
donde  sacó  tan  estraña  y  curiosa  anécdota.  Mr.  de  Paw,  para 
manifestar  aun  en  esto  su  estravagancia,  solo  cuenta  ocho  reyes  de 
Megico :  siendo  indudable  que  hubo  once,  a  saber,  los  nueve  del 
catalogo  precedente,  y  después  de  ellos  Cuitlahuatzin,  y  Quauhtemot- 
zin.  Algunos  autores  omiten  a  estos  dos  últimos,  por  que  reinaron 
poco  tiempo ;  pero  habiendo  sido  legítimamente  elegidos,  y  pacifica- 
mente aceptados  por  la  nación,  tanto  derecho  tienen  al  titulo  de 
reyes,  como  todos  sus  precesores.  Acosta  dice  que  no  los  nombra  por 
que  solo  tubieron  de  reyes  el  titulo,  hallándose  en  sus  tiempos  domi- 
nado casi  todo  el  reino  por  los  Españoles :  mas  esto  es  absolutamente 
falso,  por  que  cuando  subió  al  trono  Cuitlahuatzin,  los  Españoles  solo 
ocupaban  la  provincia  de  los  Totonaques,  y  estos  eran  mas  bien  sus 

*  Los  años  que  se  leen  en  la  tabla,  según  el  interprete  de  la  colección  de  Men- 
doza, son  los  que  se  hallan  en  la  edición  de  Thevenot,  no  en  la  de  Purchas,  que 
no  he  podido  haber  a  las  mano?. 


líPOCAS    DK    LA    HISTORIA    J)E    MIÍGICO.  233 

aliados  que  sus  subditos.  Al  principio  del  reinado  de  Quauhtemot- 
zin,  habian  agregado  a  la  referida  provincia  los  estados  de  Quauh- 
quecholan,  Itzocan,  Tepeyacac,  Tecamachalco,  y  algunos  otros  de 
aquellos  contornos,  pero  todos  estos  dominios  comparados  con  el  resto 
del  imperio  Megicano,  eran  menos  que  Bolonia  con  respecto  a  todo  el 
estado  Pontificio. 

Para  ilustrar  la  Cronología  de  estos  once  reyes  es  necesario  adop- 
tar otro  método,  empezando  por  los  últimos,  y  retrogradando  hasta  los 
principios  de  la  monarquia. 

QUAUHTEMOTZIN.  Este  monarca  terminó  su  reinado  en  13  de 
Agosto  de  1521,  habiendo  sido  hecho  prisionero  de  los  Españoles,  y 
conquistada  la  capital  de  su  imperio.  El  dia  de  su  elección  no  se 
sabe :  pero  de  la  relación  de  Cortés  se  infiere  que  debió  ser  por 
Octubre  o  Noviembre  del  año  anterior  :  de  modo  que  no  pudo  reinar 
mas  de  nueve  o  diez  meses. 

CuiTLAHUATZiN.  Este  rei,  sucesor  de  su  hermano  Moteuczoma, 
subió  al  trono  en  los  primeros  dias  de  Julio  de  1520,  como  se  deduce, 
de  la  relación  de  Cortés.  Algunos  autores  Españoles  dicen  que  no 
reinó  mas  de  cuarenta  dias :  otros  afirman  que  reinó  sesenta ;  pero  de 
lo  que  Cortés  oyó  decir  a  un  oficial  Megicano  en  la  guerra  de  Quauh- 
quecholan,  se  viene  en  conocimiento  de  que  vivia  por  Octubre.  Yo 
no  dudo  que  su  reino  fuese  a  lo  menos  de  tres  meses. 

Moteuczoma  II.  Se  sabe  que  reinó  diez  y  siete  años,  y  poco 
mas  de  nueve  meses,  y  que  empezó  a  reinar  en  Septiembre  de  1502, 
y  murió  en  jos  últimos  dias  de  Junio  de  1520.  La  razón  de  haber 
puesto  algunos  autores  el  principio  de  su  reinado  en  1503,  fue  por 
que  sabian  que  habia  reinado  diez,  y  siete  años,  y  no  hicieron 
cuenta  de  los  otros  nueve  meses. 

Ahuitzotl.  Acosta  le  da  once  años  de  reinado,  Martínez  doce, 
Sigüenza  diez  y  seis,  y  Torquemada  diez  y  ocho.  Creo  que  se  pue- 
den averiguar  los  años  de  su  reinado,  y  el  tiempo  de  su  exaltación, 
guiándose  por  la  época  de  la  dedicación  del  templo  mayor.  Esta  se 
hizo  sin  duda  en  1486,  en  lo  que  están  de  acuerdo  muchos  autores. 
Por  otra  parte  consta  que  el  rei  Tízoc  empezó  apenas  aquella  fabrica, 
y  que  Ahuitzotl  la  concluyó,  y  llevó  a  cabo;  y  esto  no  pudo  ser  en  el 
mismo  año  en  que  empezó  a  reinar,  ni  en  los  dos  ni  tres  primeros 
años,  pues  la  obra  ora  vastísima,  y  dificil.  Tampoco  pudo  en  tan  breve 
tiempo  hacer  las  guerras  que  hizo  en  países  tan  remotos  entre  si,  ni 
adquirir  el  inmenso  numero  de  prisioneros  que  se  sacrificaron  en 
aquella  ocasión.     Creo  por  tanto  que  no  se  puede  fijar  el  principio  de 


234  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGJCO. 

SU  reinado  después  del  año  de  1482,  ni  anticiparse,  sin  trastornar  las 
épocas  de  sus  antecesores  como  después  veremos.  Habiendo  pues 
empezado  a  reinar  en  1482,  y  acabado  en  1502,  debemos  darle  diez  y 
nueve  años,  y  algunos  meses,  o  casi  veinte  años  de  reinado. 

Tízoc.  Nadie  duda  que  el  reinado  de  este  monarca  fue  mui 
breve,  y  no  hai  autor  que  le  dé  mas  de  cuatro  años,  y  medio  de  vida 
en  _  el  trono.  Podemos  deducir  el  tiempo  de  su  reinado,  y  del  de  su 
antecesor,  por  el  de  Nezahualpilli,  rei  de  Acolhuacan,  pues  habiendo 
sido  este  tan  célebre,  y  tenido  tantos  historiadores  en  su  corte,  abun- 
dan las  noticias  ciertas  acerca  del  tiempo  de  su  gobierno.  Neza- 
hualpilli  murió  en  1516,  después  de  haber  reinado  en  Acolhuacan 
cuarenta  y  cinco  años,  y  algunos  meses :  por  lo  que  debe  fijarse  el 
principio  de  su  reinado  en  1470.  Se  sabe  ademas  que  el  octavo  año 
de  Nezahualpilli  fue  el  primero  de  Tízoc  :  asi  que  este  debió  empe- 
zar a  reinar  en  1477,  y  reinar  cuatro  años  y  medio  como  dicen  mu- 
chos historiadores.  Torquemada  le  da  menos  de  tres,  pero  se  contra- 
dice en  este,  como  en  otros  puntos  de  su  Cronologia :  por  que  adop- 
tando el  calculo  que  acabo  de  hacer  sobre  el  reinado  de  Nezahualpilli, 
y  dando  menos  de  tres  años  al  reinado  de  Tízoc,  debia  fijar  su  muerte 
én  1480,  y  dar  por  consiguiente  a  Ahuitzotl,  no  diez  y  ocho,  si  no 
veinte  años  de  reinado. 

Ajayacatl.  Se  sabe  que  este  reí  empezó  a  reinar  seis  años 
antes  de  Nezahualpilli,  esto  es,  en  1464,  y  que  acabó,  como  he  dicho 
en  1477,  en  que  subió  al  trono  Tizoc.  De  aqui  se  deduce  que  reinó 
trece  años,  como  dicen  Sigüenza,  y  otros  historiadores.  ,  4.costa  le  da 
once  años,  y  doce  el  interprete  de  la  colección  de  Mendoza.  Lo 
mas  probable  es  que  los  trece  años  no  fueron  cumplidos. 

MoTEUCZOMA  I.  La  opinión  general  es  que  este  famoso  rei 
cumplió  veinte  y  ocho  años  en  el  trono :  pero  algunos  le  dan  un  año 
mas :  por  que  cuentan  como  año  cumplido  los  meses  que  pasaron  de 
los  veinte  y  ocho  años.  Comenzó  pues  a  reinar  en  1436,  y  acabó  en 
1464.  En  su  tiempo  se  celebró  el  togiuhmolpia,  o  año  secular,  no 
ya  en  el  décimo  sesto  año  de  su  reinado,  como  dice  Torquemda,  si  no 
el  décimo  séptimo,  que  fue  el  de  1454.  j^i 

Itzcoatl.  Casi  todos  los  historiadores  dan  trece  años  de  rei- 
nado a  este  gran  rei :  solo  Acosta,  y  Martínez  cuentan  doce.  La 
causa  de  esta  diversidad  sera  la  misma  que  he  mencionado,  a  saber : 
que  no  habiendo  cumplido  los  trece  años  en  el  trono,  los  unos  conta- 
ron como  año  entero,  y  los  otros  no  los  meses  que  pasaron  de  los 
doce  años.     Empezó  a  reinar  en  1423 :  no  pudo  ser  antes  ni  después : 


ÉPOCAS    DK    LA    HISTORIA    DE    MEGICO.  235 

por  que  subió  al  trono  un  año  después  que  Majtlaton  usurpó  la  corona 
de  Acolhuacan.  Majtlaton  reinó  tres  años,  y  acabó  con  el  reinado  de 
los  Tepaneques.  El  año  siguiente,  esto  es,  tres  años  después  que 
Itzcoatl  empezó  a  reinar,  fue  restablecido  Nezahualcoyotl  en  el  reino 
de  Acolhuacan,  que  los  Tepaneques  le  habian  usurpado.  Se  sabe 
ademas  que  este  monarca  reinó  cuarenta  y  tres  años,  y  algunos  meses, 
y  habiendo  acabado  en  1470,  parece  que  debe  fijarse  el  principio  de 
su  reinado  en  1426,  la  ruina  de  los  Tepaneques  en  1425,  el  principio 
del  reinado  de  Iztcoatl  en  1423,  y  el  de  la  usurpación  de  Majtlaton 
en  1422. 

QuiMALPOPOCA.  Este  infeliz  monarca  ha  sido  confundido  por 
Acosta,  Martinez,  y  Herrera  con  su  sobrino  Acolnahuacatl,  hijo  de 
Huitzilihuitl ;  por  lo  cual  lo  colocan  en  el  trono  a  la  edad  de  diez 
años,  y  lo  hacen  morir  mui  en  breve  a  manos  de  los  Tepaneques.  Lo 
contrario  consta  de  las  pinturas,  y  relaciones  de  los  Indios,  citadas 
por  Torquemada,  y  de  las  cuales  he  visto  yo  algunas.  Sigüenza  in- 
curre por  inadvertencia  en  una  contradicción :  pues  dice  que  Quimal- 
popoca fue  hermano  menor  de  Huitzilihuitl,  como  lo  fue  en  efecto  :  de 
este  afirma  que  empezó  a  reinar  a  los  diez  y  ocho  años,  y  que  reinó 
poco  menos  de  once :  asi  que  debió  morir  antes  de  cumplir  los  veinte 
y  nueve  de  edad,  y  Quimalpopoca ,  que  inmediatamente  le  sucedió, 
debia  haber  tenido  a  lo  mas  veinte  y  ocho  años  cuando  empezó  a  rei- 
nar. Sin  embargo  Sigüenza  le  da  mas  de  cuarenta  años  cuando  su- 
bió al  trono.  En  la  colección  de  Mendoza  no  se  dan  a  este  rei  mas 
que  diez  añof  de  reinado.  Torquemada  y  Sigüenza  le  dan  trece,  y 
esto  es  lo  mas  probable,  atendida  la  serie  de  sus  acciones,  y  sucesos : 
pero  Betancourt,  siguiendo  a  Torquemada,  comete  en  este  punto  al- 
gunos notables  anacronismos.  Pone  la  elección  de  Quimalpopoca  en 
el  tiempo  de  Techotlalla,  rei  de  Acolhuacan :  supongamos  que  fuese 
en  el  ultimo  año  de  este  rei.  A  Techotlalla  sucedió  Ijtliljochitl,  que 
reinó  siete  años:  a  Ijtliljochitl,  Tezozomoc,  que  tiranizó  aquel  impe- 
rio nueve  años,  y  a  Tezozomoc,  Majtlaton,  en  cuyo  tiempo  murió 
Quimalpopoca.  Según  estos  principios,  adoptados  por  Torquema- 
da, y  Betancourt,  es  necesario  dar  a  Quimalpopoca  diez  y  seis 
años  a  lo  menos  de  reinado,  que  resultan  de  los  siete  de  Ijtliljochitl,  y 
de  los  nueve  de  Tezozomoc,  lo  que  se  opone  a  la  Cronologia  de  aque- 
llos dos  autores,  y  a  la  de  otros  muchos.  Si  queremos  combinar  la 
Cronologia  de  los  reyes  de  Megico  con  la  de  los  reyes  de  Tlatelolco, 
según  el  calculo  de  los  mismos  Betancourt  y  Torquemada,  apenas  nos 

■    á 


236  HISTORIA    ANTIGUA    DE  MEGICO. 

quedarán  diez  y  nueve  años  para  dividirlos  entre  Quimalpopoca  e  f  tz- 
coatl,  como  después  veremos.  Debiendo  pues  contar  trece  años  en  el 
reinado  de  Quimalpopoca,  según  el  parecer  de  la  mayor  parte  de  los 
historiadores,  debemos  poner  el  principio  de  su  reinado  en  1410. 
Majtlaton  sucedió  a  Tezozomoc  su  padre,  un  año  antes  de  la  muerte 
de  Quimalpopoca,  esto  es,  en  1422.  Tezozomoc  poseyó  nueve  años 
la  corona  de  Acolhuacan:  habiendo  pues  muerto  en  1422,  empezó  su 
tiranía  en  1413.  Por  lo  que  hace  a  Ijtliljochitl,  reí  legitimo  de  Acol- 
huacan, sabemos  que  reinó  siete  años,  hasta  que  en  14].3  perdió  la 
corona  y  la  vida  a  manos  de  Tezozomoc  :  luego  empezó  a  reinar 
en  1406. 

HuiTZiLiHUiTL.  Son  mui  diversos  los  dictámenes  de  los  historia- 
dores acerca  del  numero  de  años  que  reinó  este  monarca.  Sigüenza 
dice  que  fueron  diez  años,  y  diez  meses.  Acosta,  y  Martinez  le  dan 
trece ;  el  interprete  de  la  colección  de  Mendoza  veinte  y  uno. "  Tor- 
■quemada  atestigua  que  entre  los  historiadores  Megicanos  que  vio,  unos 
le  dan  veinte  y  dos  años,  y  otros  veinte  y  seis.  Pero  yo  no  dudo  que 
el  verdadero  numero  es  el  del  interprete,  pues  sabemos  por  las  pinturas 
Mstoricas  de  los  Megicanos  que  el  año  deciino  tercio  de  este  rei  fue 
secular,  el  cual  según  mi  tabla  cronológica  del  fin  del  tomo  i,  no  pudo 
ser  otro  que  el  1402 ;  empezó  pues  a  reinar  en  1389.  Habiendo  muerto 
en  1410,  como  se  infiere  de  lo  que  hemos  dicho  hablando  de  Quimal- 
popoca, debemos  contar  en  el  reinado  de  Huitzilihuitl  veinte  y  un  años. 
AcAMAPiCHTZiN.  Supuesta  la  verdad  de  los  computos  preceden- 
tes, y  establecida  la  época  de  la  fundación  de  Megico,  poco  tenemos 
que  hacer  por  lo  que  respecta  a  este  rei.  Torquemada  afirma  que 
las  pinturas  y  las  historias  manuscritas  de  los  Megicanos  fijan  la  elec- 
ción de  Acamapichtzin  en  el  vigésimo  séptimo  año  de  la  fundación  de 
Megico.  Fue  pues  elegido  en  1352,  o  al  principio  de  1353,  y  su 
reinado  habrá  sido  de  treinta  y  siete  años,  o  poco  menos.  El  inter- 
regno que  hubo  después  de  su  muerte,  fue,  según  Sigüenza,  de  cua- 
tro meses :  todos  los  otros  historiadores  lo  hacen  de  pocos  dias. 

Sobre  las  épocas  de  los  sucesos  de  la  conquista. 
No  es  mui  dificil  señalar  las  épocas  de  los  sucesos  de  la  conquista, 
hallando  la  mayor  parte  de  ellas  indicadas  por  el  conquistador  Cortés 
en  sus  cartas  a  Carlos  V :  pero  habiendo  muchos  anacronismos  en  los 
escritores  Españoles,  o  por  que  no  consultaron  aquellas  cartas,  o  por 
que  no  se  curaron  de  saber  en  qué  dias  cayeron  las  fiestas  movibles  de 


HPOCAS    DE    L\    HISTORIA    ÜE    MKGICO.  237 

aquellos  años,  de  las  cuales  suele  servirse  Cortés,  es  necesario  fijar 
algunos  puntos  Cronológicos,  dejando  otros  de  menor  importancia, 
para  evitar  fastidio  a  los  lectores. 

La  llegada  de  la  espedicion  de  aquel  caudillo  a  la  costa  de  Calchi- 
cuecan,  ocurrió,  como  todos  saben  el  Jueves  Santo  de  1519,  que  fue 
el  21  de  Abril,  habiendo  caido  en  24  la  Pascua. 

La  entrada  de  los  Españoles  en  Tlascala,  fue,  no  ya  en  23  de  Se- 
tiembre, como  dicen  Herrera,  y  Gomara,  si  no  en  18,  como  afirman 
Bernal  Diaz,  Betancourt,  y  Solis ;  lo  que  puede  demostrarse  calculan- 
do, en  virtud  de  los  datos  de  Cortés,  los  dias  que  los  Españoles  estu- 
bieron  en  Tlascala,  y  en  Cholula,  y  los  que  emplearon  en  su  viage 
hasta  Megico.  Bernal  Diaz  dice  que  antes  de  entrar  en  Tlascala,  estu- 
bieron  veinte  y  cuatro  dias  en  las  tierras  de  aquella  república,  y  des- 
pués veinte  en  la  ciudad,  como  lo  confirman  también  las  cartas  de 
Cortés.  En  Cholula  entraron  a  14  de  Octubre,  y  en  Megico  a  8  de 
Noviembre.  Seis  dias  después  fue  aprisionado  Moteuczoma,  según 
Cortés  lo  refiere.  Este  general  se  mantubo  en  aquella  capital  hasta 
principios  de  Mayo  del  año  siguiente,  en  cuyo  tiempo  fue  a  Cempoala, 
para  oponerse  a  Narvaoz.  Dio  el  asalto,  y  ganó  la  victoria  contra 
aquel  enemigo  el  Domingo  de  Pentecostés,  que  en  aquel  año  de 
1520,  cayó  en  27  de  Mayo.  La  sublevación  de  los  Megicanos,  oca- 
sionada por  la  violencia  de  Alvarado,  fue  en  la  gran  fiesta  del  meÁ 
Tajcatl,  que  empezó  aquel  año  en  13  de  Mayo.  Cortés  volvió  a  la 
capital,  después  de  su  victoria,  el  24  de  Junio.  En  la  relación  de  los 
sucesos  ocurridos  en  los  últimos  dias  de  este  mes,  y  en  los  primeros 
del  siguiente*  hallo  confusión,  y  anacronismos  entre  los  escritores.  Yo 
he  seguido  las  cartas  de  aquel  caudillo,  que  contienen  los  datos  mas 
seguros  sobre  su  empresa. 

Parece  que  la  muerte  de  Moteuczoma  acaeció  en  30  de  Junio, 
pues  murió,  según  Cortés,  tres  dias  después  de  haber  recibido  la  pe- 
drada. Este  suceso  se  verificó  mientras  se  construían  las  dos  maqui- 
nas de  guerra,  de  que  hablo  en  la  Historia,  las  cuales  se  hicieron  en 
la  noche  del  20  de  Junio,  y  en  el  dia  siguiente.  No  puede  colocarse 
la  muerte  de  aquel  reí  ni  antes  ni  después  del  30  de  Junio,  sin  trastor- 
nar la  serie  de  los  sucesos. 

Fijo  en  1  de  Julio  la  noche  triste,  esto  es,  aquella  en  que  los  Es- 
pañoles salieron  derrotados  de  Megico,  por  que  Cortés  pone  siete  dias 
|j  en  su  viage  a  ks  tierras  de  Tlascala,  donde  entró  el  8  de  Julio.     Ber- 
nal Diaz,  y  Betancourt  dicen  que  los  Españoles  saheron  de  Medica 


238  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

el  10,  y  entraron  el  16  en  los  dominios  desaquella  república  :  pero  en 
esto  se  debe  dar  mas  crédito  a  Cortés.  Los  sucesos  ocurridos  desde 
el  24  de  Junio,  basta  el  1  de  Julio  parecerán  muchos  para  tan  corto 
tiempo :  pero  no  es  de  estrañar  que  en  circunstancias  tan  criticas,  y 
peligrosas,  se  multiplicasen  las  operaciones  de  los  que  hacian  los  últi- 
mos esfuerzos  para  salvar  la  vida. 

La  guerra  de  los  Españoles  en  Quauhquecholan  fue  en  el  mes  de 
Octubre,  según  la  relación  de  Cortés.  Esta  época  importa  para  de- 
terminar el  tiempo  del  reinado  de  Cuitlahuatzin,  pues  un  capitán  Me- 
^cano  de  quien  Cortés  se  informó  acerca  del  estado  de  la  capital,  le 
dio  cuenta  de  las  diligencias  practicadas  por  aquel  rei  contra  los  Espa- 
ñoles. Los  que  suponen  que  Cuitlahuatzin  solo  reinó  cuarenta  dias, 
rechazan  como  falsa  aquella  noticia,  pero  sin  fundamento  que  pueda 
destruir  su  certeza. 

Acerca  del  dia  en  que  empezó  el  asedio  de  Megico,  y  del  tiempo 
de  su  duración,  se  engañan  comunmente  los  historiadores.  Dicen  estos 
que  el  asedio  duró  noventa  y  tres  dias :  pero  no  hicieron  exactamente 
su  calculo,  pues  Cortés  hizo  la  reseña  de  sus  tropas  en  la  gran  plaza  de 
Tezcuco,  y  señaló  los  puntos  que  debian  ocup^ir  las  tres  divisiones  de 
sti  egercito,  el  lunes  de  Pentecostés  del  año  de  1521.  Aun  suponien- 
do, contra  la  verdad  de  la  historia,  que  aquel  mismo  dia  de  la  revis- 
ta se  empezaron  las  operaciones  militares  que  propiamente  pertenecen 
al  sitio,^  no  serian  noventa  y  tres  dias,  sino  ochenta  y  cinco ;  por  que 
aquel  lunes  cayó  a  20  de  Mayo,  y  el  asedio  terminó  el  13  de  Agosto 
con  la  toma  de  la  ciudad.  Si  dan  el  nombre  de  asedio  a  las  hostilidades 
hechas  por  los  Españoles  en  las  ciudades  del  lago,  debiaá' fijar  el  prin- 
cipio del  asedio  en  los  primeros  dias  de  Enero,  y  contar,  no  ya  noventa 
y  tres  dias,  sino  siete  meses.  Cortés  que  en  este  punto  merece  mas 
crédito  que  ningún  otro  historiador,  dice  espresamente  que  el  asedio 
empezó  el  30  de  Mayo,  y  duró  setenta  y  cinco  dias.  Es  cierto  que  la 
misma  carta  puede  inducir  a  error,  pues  en  ella  se  da  a  entender  que 
el  14  de  Mayo  estaban  las  divisiones  de  Alvarado  y  Olid  en  Tacuba, 
donde  empezó  el  sitio :  pero  esta  es  una  manifiesta  equivocación  en 
los  números,  pues  no  es  probable  que  aquellos  dos  gefes  se  separasen 
del  egercito  antes  de  la  revista,  y  sabemos  por  Cortés,  y  por  todos  los 
otros  historiadores  que  esta  se  verificó  el  lunes  de  Pentecostés  20  de 
Mayo. 

Torquemada  dice  en  el  lib.  iv,  cap  46,  que  los  Españoles  entraron 
por  primera  vez  en  Megico  en  8  de  Noviembre  :  pero  en  el  capitulo  iv. 


ÉPOCAS    DE    LA    HISTORIA    DE    MEGICO.  239 

del  mismo  libro  afirma  que  esta  entrada  fue  el  22  de  Julio ;  que  se 
mantubieron  ciento  y  cincuenta  dias,  los  noventa  y  cinco  en  amistad 
con  los  Mejicanos,  y  los  cuarenta  en  las  hostilidades  ocasionadas  por 
los  estragos  que  hizo  Alvarado  en  la  fiesta  del  mes  Tajcatl,  que,  según 
el  mismo  autor,  corresponde  a  nuestro  Abril,  &c.  El  conjunto  de 
errores,  anacronismos,  y  contradicciones  que  contiene  este  capitulo 
basta  para  dar  una  idea  de  su  descabellada  Cronologia.  Creo  que  el 
esmero  con  que  me  he  aplicado  a  la  ilustración  de  estos  puntos  me 
habrá  hecho  evitar,  si  no  todas,  a  lo  menos  muchas  de  las  equivoca- 
ciones en  que  otros  han  caido. 


DISERTACIÓN  III. 


SOBRE  EL  TERRENO  DE  MEGICO. 

ÍIl  qué  lea  la  horrible  descripción  que  hacen  de  America  algunos 
Europeos,  u  oiga  el  injurioso  desprecio  con  que  hablan  de  su  terreno, 
de  su  clima,  de  sus  plantas,  de  sus  animales,  y  de  sus  habitantes,  se 
persuadirá  que  el  furor,  y  la  rabia  han  animado  sus  plumas,  o  sus 
lenguas,  o  bien  que  el  Nuevo  Mundo  es  una  tierra  maldita,  y  des- 
tinada por  el  Cielo  a  ser  suplicio  de  malhechores.  Si  hemos  de 
dar  fe  al  Conde  de  Bujffon,  America  es  un  pais  enteramente  nuevo, 
apenas  salido  del  fondo  de  las  aguas  que  lo  hablan  anegado ;  un  con- 
tinuo pantano  en  las  llanuras  ;  una  tierra  inculta,  y  cubierta  de  bos- 
ques, aun  después  de  poblada  por  los  Europ^s,  mas  industriosos  que 
.los  Americanos,  o  interceptada  por  montes  inaccessibles,  que  solo 
dejan  pequeñísimos  espacios  para  el  cultivo,  y  para  la  habitación  de 
los  hombres :  tierra  infeliz  bajo  un  cielo  avaro,  en  que  todos  los  ani- 
males del  antiguo  continente  han  degenerado,  y  en  que  los  propios  de 
su  clima  son  pequeños,  diformes,  enfermizos,  y  privados  de  armas 
para  su  defensa.  Si  damos  oidos  a  Mr.  de  Paw  (que  en  parte  copia 
los  sentimientos  de  BuíFon,  y  cuando  no  los  copia  mutaplica,  y  au- 
menta sus  errores)  "America  ha  sido  y  es  un  pais  estéril,  en  que 
todas  las  plantas  de  Europa  se  debilitan,  exepto  las  acuáticas,  y  jugo- 
sas ;  su  terreno  fétido  cria  mayor  numero  de  plantas  venenosas  que 
el-  de  todas  las  otras  partes  del  mundo  ;  su  estension  está  cubierta  de 
montes,  o  de  bosques,  y  pantanos,  que  solo  ofrecen  a  la  vista  un  in- 
menso, y  estéril  desierto  ;  su  clima,  contrario  en  alto  grado  a  la  mayor 
parte  de  los  cuadrúpedos,  es  sobre  todo  pernicioso  a  los  hombres,  en 
términos  que  los  naturales  están  embrutecidos,  débiles,  viciados  de 
un  modo  estraño  en  todas  las  partes  de  su  organización." 

El  cronista  Herrera,  aunque  generalmente  moderado,  y  juicioso, 
cuando  compara  el  cielo,  y  el  terreno  de  America  con  los  de  Europa, 
se  muestra  tan  ignorante  de  los  primeros  elementos  de  la  Geografía, 
y  prorrumpe  en  tales  despropósitos,  que  ni  aun  en  un  niño  serian 
tolerables.     **  Nuestro  hemisferio,  dice,  es  mejor  que  el  nuevo  con 


SOBRE    EL    TERRENO    DE    MEGICO.  241 

respecto  al  cielo.  Nuestro  polo  está  mas  hermoseado  con  estrellas, 
por  que  tiene  el  Septentrión  a  los  31°,  con  muchas  estrellas  resplande- 
cientes." En  lo  que  supone,  1,  que  el  hemisferio  Austral  es  nuevo, 
siendo  conocido,  hace  tantos  siglos  en  Asia,  y  África.  2.  Que  toda 
la  America  pertenece  al  hemisferio  Austral,  y  que  la  America  del 
Norte  no  mira  al  mismo  polo,  ni  tiene  las  mismas  estrellas  que  la  Eu- 
ropa. "  Tenemos,  añade,  otra  preeminencia,  y  es  que  el  sol  se  de- 
tiene siete  dias  mas  acia  el  Trópico  de  Cáncer  que  acia  el  de  Capri- 
cornio," como  si  el  exeso  de  la  permanencia  del  sol  en  el  hemisferio 
Boreal  no  fuera  el  mismo  en  el  antiguo  que  en  el  nuevo  continente. 
Parece  que  nuestro  buen  cronista  se  persuadió  que  el  amor  que  tiene 
el  planeta  a  la  bella  Europa  sea  la  pausa  de  su  mayor  estancia  entre 
la  Linea,  y  el  Trópico  de  Cáncer.  ¡  Pensamiento  galante,  y  digno  de 
un  poeta  Francés !  "  Y  de  aqui  proviene,  continúa,  que  la  parte 
Ártica  es  mas  fria  que  la  Antartica,  por  que  goza  menos  del  sol." 
Pero  ¿  como  puede  gozarse  del  sol  en  la  parte  Ártica,  cuando  este 
planeta  se  detiene  siete  dias  mas  en  el  hemisferio  Boreal  ?  "  Nuestro 
continente  se  estiende  nms  de  Poniente  a  Levante,  y  por  tanto  es  mas 
cómodo  para  la  vida  humana  que  el  otro,  el  cual,  estrechándose  en  la 
misma  dirección,  se  alarga  demasiado  acia  los  polos :  pues  la  tierra 
que  se  ensancha  mas  de  Poniente  a  Levante,  está  a  igual  distancia 
del  frió  del  Septentrión,  y  del  calor  del  Austro."  Pero  si  el  Septen- 
trión es  la  región  del  frió,  y  el  Austro  del  calor,  como  este  escritor  da 
a  entender,  los  paises  equinoxiales  serán,  según  sus  principios,  los 
mas  comodosipara  la  vida  humana,  por  que  ellos  son  los  que  están 
realmente  a  igual  distancia  de  ambos  estremos.  "  En  el  otro  hemis- 
ferio, concluye  nuestro  autor,  no  habia  perros,  asnos,  ovejas,  cabras,  &c. 
ni  naranjas,  higos,  melocotones,  &c." 

Estos,  y  otros  despropósitos  de  muchos  escritores  son  efectos  de 
un  ciego,  y  exesivo  patriotismo,  que  les  hace  creer  en  ciertas  ima- 
ginarias preeminencias  de  sus  respectivos  paises  sobre  todos  los  de 
la  tierra.  No  seria  difícil  oponer  a  sus  invectivas  contra  la  America 
los  grandes  elogios  que  le  han,  tributado  muchos  ilustres  autores,  algo 
mejor  instruidos  que  ellos :  peroíademas  de  que  esto  seria  ageno  de 
mi  proposito,  no  podría  menos  de  causar  fastidio  al  lector :  por  lo  que 
me  limitaré  a  examinar  lo  que  se  ha  escrito  contra  el  terreno  de 
America,  y  contra  el  de  Megico  en  particular.  v 

Sobre  la  supuesta  inundación  de  America. 
Casi  todo  lo  que  el  Conde  de  Buffon,  y  Mr.  de  Paw  han  escrito  contra 

TOMO    II.  R 


242  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

el  terreno  de  America,  acerca  de  sus  plantas,  aoimales,  y  habitantes,  se 
apoya  en  la  suposición  de  una  inundación  general,  diferente  de  la  que 
sobrevino  en  los  tiempos  de  Noe,  y  mucho  mas  reciente,  de  cuyas  re- 
sultas quedó  todo  aquel pais, por  espacio  de  mucho  tiempo,  debajo  délas 
aguas.  De  esta  moderna  catástrofe  nace,  según  el  Conde  de  BuíFon, 
la  malignidad  del  clima  de  America,  la  esterilidad  de  su  terreno,  la 
imperfección  de  sus  animales,  y  la  frialdad  de  los  Americanos.  "  La 
naturaleza  no  habia  tenido  tiempo  de  poner  en  egecucion  sus  designios 
ni  de  desarrollar  toda  su  amplitud.''  De  los  lagos,  y  de  los  pantanos 
que  han  quedado  de  aquella  inundación,  proviene,  según  Mr.  de 
Paw,  la  exesiva  humedad  del  aire,  y  la  humedad  produce  la  infección 
del  ambiente,  la  estraordinaria  multiplicación  de  los  insectos,  la  irre- 
gularidad, y  la  pequenez  de  los  cuadrúpedos,  la  esterilidad,  y  la 
fetidez  de  la  tierra,  la  infecundidad  de  las  mugeres,  la  abundancia  de 
leche  en  los  pechos  de  los  hombres,  la  estupidez  de  los  Americanos,  y 
otros  muchos  fenómenos,  que  él  observó  desde  su  gabinete  de  Berlin, 
mucho  mejor  que  todos  los  que  hemos  estado  en  America.  Estos  dos 
autores  están  de  acuerdo  en  la  inundación,  pe^o  no  en  el  tiempo,  pues 
'Mr.  de  Paw  la  cree  mas  antigua  que  el  Conde  de  Buffon. 

Sin  embargo  toda  esta  suposición  es  aerea,  y  la  inundación  de  que 
hablan  debe  colocarse  en  la  clase  de  las  quimeras.  Mr.  de  Paw  la 
apoya  en  el  testimonio  del  P.  Acosía,  en  el  numero  casi  infinito  de 
lagos,  y  pantanos,  en  las  venas  de  metales  graves  que  se  encuentran 
casi  en  la  superficie  de  la  tierra,  en  los  cuerpos  marinos  amontonados 
«n  los  puntos  mas  bajos  dé  los  sitios  mediterráneos,  en'la  destrucción 
de  los  grandes  cuadrúpedos,  y  finalmente  en  la  unánime  tradición  de 
los  Megicanos,  de  los  Peruanos,  y  de  todos  los  salvages  que  habitan 
desde  la  tierra  Magallanica  hasta  el  rio  de  San  Lorenzo,  todos  los 
cuales  están  de  acuerdo  en  creer  que  sus  abuelos  residieron  en  los 
montes,  mientras  se  mantubieron  anegados  los  valles. 

Es  verdad  que  el  P.  Acosta  en  el  libro  i,  capitulo  25,  de  su  His- 
toria, duda  si  lo  que  los  Americanos  decían  del  diluvio  debia  enten- 
derse del  de  Noe,  o  de  algún  otro  particular,  ocurrido  en  aquellos 
paises,  como  el  de  Deucalion,  y  Ogiges  en  Grecia :  y  aun  parece  que 
se  declara  por  esta  opinión,  que  dice  haber  sido  adoptada  por  hombres 
inteligentes :  pero  hablando  después  en  el  libro  v,  capitulo  19,  de  las 
conquistas  de  los  primeros  Incas,  da  a  entender  que  la  segunda  inun- 
dación no  fue  otra  que  el  diluvio  de  Noe.  "  El  protesto,  dice,  que 
tubieron  los  Incas,  para  apoderarse  de  toda  aquella  tierra,  fue  el  fingir 
que  después  del  diluvio  universal  (de  que  tenían  noticia  todos  aque- 


SOBRE    EL    TERRENO    DE    MEGICO.  94^ 

líos  Indios)  ellos  eran  los  que  habían  poblado  el  mundo,  habiendo 
salido  siete  de  la  cueva  de  Pacaritambo,  y  que  por  consiguiente  todos 
los  hombres  debian  tributarles  homenage,  como  a  sus  progenitores." 
Luego  reconoció  que  las  tradiciones  de  los  Indios  se  referían  al  di- 
luvio universal,  y  que  las  fábulas  con  que  se  desfiguró  después  eran 
protestos  inventados  por  los  Incas  para  establecer  su  imperio.     ¿  Que 
diria  aquel  autor  si  hubiera   tenido   en  favor  de    aquella  tradición 
general  los  documentos   que  nosotros  poseemos?     Los  Megicanos, 
según  afirman  sus  propios  historiadores,  como  ya  he  dicho  en  otra 
parte,  no  hablaban  del  diluvio  sin  hacer  mención  al  mismo  tiempo  de 
la  confusión  de  las  lenguas,  y  de  la  dispersión  de  las  gentes :  estos 
tres  sucesos  se  representaban  en  la  misma  pintura,  como  se  ve  en  la 
que  tubo  el   Dr.  Sigüenza  de  D.  Fernando  de  Alba  Ijtliljochitl,  y 
este  de  sus  ilustres  antepasados,  cuya  copia  he  dado  en  el  primer 
tomo  de  esta  historia.     La  misma  tradición  se  halló  en  los   Chiapa- 
neses,  en  los  Tlascaleses,  en  los  Michuacaneses,  en  los  Cubanos,  y  en 
los  Indios  de  Tierra-firme,  con  la  espresion  de  haberse  salvado  del  dilu- 
vio algunos  hombres,  3»  animales  en  una  barca,  y  de  haber  antes  dado 
libertad  a  un  pajaro,  que  no  volvió  por  haber  encontrado  cadáveres  en 
que  cebarse,  y  después  a  otro,  que  volvió  con  un  ramo  verde  en  el 
pico ;  todo  lo  cual  manifiesta  claramente  que  no  hablaban  de  otro  di- 
luvio si  no  del  que  inundó  la  tierra  en  tiempo  del  patriarca  Noe. 
Todas  las  circunstancias  con  que  se  halla  alterada  en  algunas  naciones 
Americanas  esta  universal,  y  antiquísima  creencia,  í)  son  alegorías, 
como  la  de  As  siete  cavernas  de  los  Megicanos,  para  significar  las 
siete  naciones  principales  que  poblaron  el  pais  de  Anahuac,  o  fic- 
ciones de  la  ignorancia  o  de  la  ambición.     Ninguno  de  aquellos  pue- 
blos creia  que  los  hombres  se  hubiesen  salvado  en  las  cimas  de  los 
montes,  si  no  en  una  barca,  y  si  hubo  alguno  que  no  lo  creyese  asi, 
fue  por  que  la  tradición  del  diluvio,  después  de  tantos  siglos,  debió 
padecer  algunas  alteraciones.     Es  pues  absolutamente  falsa  la  tradi- 
ción universal  de  una  inundación  particular  de  la  America,  y  que  esta 
especie  fuese  admitida  por  todos  los  que  residían  desde  la  Tierra 
Magallanica  hasta  el  rio  de  San  Lorenzo. 

.  Los  lagos,  y  los  pantanos,  que,  según  aquellos  dos  escritores,  son 
trazas  indudables  de  la  soñada  inundación,  son  efectos  necesarios  de 
los  grandes  rios,  de  las  innumerables  fuentes,  y  de  las  abundantísimas 
lluvias  de  America.  Si  aquellos  lagos  proviniesen  de  una  inundación, 
y  no  de  las  causas  que  acabamos  de  indicar,  se  hubieran  secado,  al 
1        cabo  de  tantos  siglos,  por  la  continua  evaporación  que  provocan  los 

r2 


244  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

rayos  del  sol,  especialmente  en  la  zona  tórrida,  o  a  lo  menos  se 
hubieran  disminuido  en  gran  parte:  pero  esta  disminución  no  se 
observa,  si  no  en  aquellos  lagos,  de  que  la  industria  humana  ha  sepa- 
rado los  rios,  y  torrentes  que  descargaban  en  ellos,  como  sucede  en 
los  del  valle  Megieano.  Yo  he  visto,  y  observado  los  cinco  lagos 
principales  de  aquel  pais,  que  son  los  de  Tezcuco,  Chalco,  Cuiseo, 
Pazcuaro,  y  Chápala,  y  estoi  seguro  de  que  no  se  han  formado,  ni  se 
conservan  si  no  por  las  copiosas  lluvias,  por  los  rios,  y  por  las  fuentes. 
Todo  el  mundo  sabe  que  no  hai  lluvias  mas  abundantes,  ni  rios  mas 
caudalosos  que  los  de  America.  Si  tenemos  a  la  mano  las  causas 
naturales,  y  conocidas  ¿  por  qué  hemos  de  acudir  a  las  supuestas  e 
improbables  ?  Si  los  lagos  indican  inundación,  mas  bien  debemos 
creerla  en  el  antiguo  continente,  que  en  el  moderno,  pues  todos  los 
lagos  de  America,  aun  comprendidos  los  del  Canadá,  que  son  los 
mayores,  no  pueden  compararse  con  los  mares  Negro,  Blanco,  Báltico, 
y  Caspio,  los  cuales,  aunque  tienen  el  nombre  de  mares,  son,  según 
el  mismo  Conde  de  Buffon,  verdaderos  lagos,  formados  por  los  rios 
que  en  ellos  desembocan.  Si  a  estos  se  afíriden  los  lagos  Leman, 
Onega,  Pleskow,  y  otros  muchos,  y  grandes  de  la  Rusia,  de  la  Tar- 
taria, y  de  otros  países  *,  pronto  se  echará  de  ver  cuanto  se  olvidan 
de  su  propio  continente  los  que  tanto  exageran  las  peculiaridades  del 
otro.  El  lago  de  Chápala,  que  en  algunos  mapas  Geográficos  se  halla 
condecorado  con  el  magnifico  titulo  de  Mar  Chapalico,  y  que  yo  he 
visto,  y  costeado  tres  veces,  apenas  tiene  100  millas  de  circunferencia. 
Ahora  bien,  si  los  rios  Don,  Wolga,  Boristenes,  Danubio,  Odor,  y 
otros  del  mundo  antiguo,  aunque  no  tan  caudalosos  como  el  Marañon, 
La  Plata,  Magdalena,  San  Lorenzo,  Orinoco,  Misisipi,  y  otros  del 
nuevo,  bastan,  según  el  Conde  de  Buffon,  a  formar  aquellos  inmensos 
lagos,  que  han  merecido  el  nombre  de  mares,  ¿  qué  estraño  es  que  los 
magnificos  raudales  de  America,  formen  otros  menos  estendidos? 
Mr.  de  Paw  dice:  "  estos  lagos  parecen  receptáculos  de  aguas,  que 
no  han  podido  salir  todavía  de  aquellos  lugares  anegados  por  una 
violenta  agitación  impresa  a  todo  el  globo  de  la  tierra.  Los  nu- 
merosos volcanes  de  las  Cordilleras,  o  Alpes  Americanos  y  de  las 
rocas  de  Megico,  y  los  terremotos  que  incesantemente  agitan  una 
u  otra  parte  de  aquellas  elevaciones,  dan  a  entender  que  todavia  no 
está  aquella  tierra  en  reposo."     Pero  si  aquella  violenta  agitación  fue 

*  Mr.  Valmont  de  Bomare  cuenta  38  lagos  en  los  cantones  Suizos,  y  dice  que 
en  el  de  Harlem  pueden  entrar  navios  de  alto  bordo.  El  de  Aral,  en  Tartaria, 
según  el  mismo,  tiene  100  leguas  de  largo,  y  60  de  ancho. 


SOBRE    EL    TERRENO    DE    MEGICO.  245 

general  a  todo  el  globo  de  la  tierra,  ¿  por  qué  razón  se  inundaron  Perú, 
y  Megico,  siendo,  como  confiesan  el  mismo  Mr.  de  Paw,  y  el  Conde 
de  Buffon,  sumamente  elevados  sobre  la  superficie  del  mar,  y  no  se 
inundaron  las  tierras  de  Europa,  que  son  mucho  mas  bajas?  Quien 
haya  observado  la  estupenda  elevación  del  suelo  de  America,  no  podra 
persuadirse  jamas  que  el  agua  suba  a  cubrirlo,  sin  haber  anegado  antes 
toda  la  Europa.  Por  lo  demás,  también  podremos  decir  que  el  Vesubio, 
el  Etna,  el  Hecla,  y  los  innumerables  volcanes  de  las  islas  Molucas,  y 
Filipinas,  y  de  Japón,  y  los  frecuentes  terremotos  que  alli  se  esperi- 
mentan,  como  igualmente  en  China,  Persia,  Siria,  y  Turquia,  dan  a 
entender  que  el  Mundo  Antiguo  no  está  todavía  en  reposo  *. 

"  Las  venas  de  metales,  añade  Mr.  de  Paw,  que  en  algunos  puntos 
se  hallan  en  la  superficie  de  la  tierra,  parecen  indicar  que  aquel  suelo 
fue  anegado,  y  que  los  torrentes  arrebataron  la  superficie."  Pero  ¿  no 
seria  mas  sensato  decir  que  algunas  erupciones  violentas  de  fuegos 
subterráneos,  bastante  claras  en  los  numerosos  volcanes  de  las  Cor- 
dilleras, arruinando  la  superficie  de  algunos  terrenos  dejaron  casi 
descubiertos  aquellos  depósitos  metálicos  ? 

Los  cuerpos  marinos  amontonados  en  algunos  lugares  mediterráneos 
de  America,  si  prueban  la  pretendida  inundación,  probarán  mas  bien 
una  inundación  mayor  del  Mundo  Antiguo :  pues  si  en  America  son 
pocos  los  sitios  en  que  se  hallan  masas  enteras  de  conchas,  y  cuerpos 
marinos  en  estado  de  petrificación,  la  Europa  está  llena  de  ellos,  de- 
mostrando haber  estado  en  otro  tiempo  bañada  por  las  aguas  del  marf . 
Sabidos  soi»los  espavientos,  y  los  cálculos  que  han  hecho  algunos  fisi- 
cos  Franceses  de  la  inmensa  cantidad  de  conchas  que  hai  en  la  Ture- 
na,  y  nadie  ignora  que  esta  clase  de  cuerpos  marinos  se  hallan  también 
en  los  Alpes.  ¿  Por  qué  pues  se  inferirá  de  algunas  de  estas  sustan- 
cias que  hai  en  America,  la  inundación  de  aquellos  paises,  y  no  se  su- 
pondrá la  inundación  en  Europa,  donde  son  mas  comunes,  y  donde  se 
encuentran  en  mayores  masas  ?  Si  la  colocación  de  estos  cuerpos  en  los 

*  El  mismo  Mr.  de  Paw  después  de  haber  hecho  mención  del  Vesubio,  del  Etna, 
del  Hecla,  y  del  volcan  de  Lipari,  dice  asi :  "  entre  los  grandes  volcanes  se  cuen- 
tan el  Paramucan,  en  la  isla  de  Java,  el  Camapis,  en  la  de  Banda,  el  Balaluan  en 
la  de  Sumatra.  En  Témate  hai  otro  cuyas  erupciones  no  ceden  a  las  del  Etna. 
De  todas  las  islas  grandes,  y  pequeñas  que  componen  el  imperio  del  Japón,  no 
hai  una  que  no  tenga  su  volcan  mas  o  menos  considerable  :  lo  mismo  sucede  en  las 
Malinas  (quiere  decir  Filipinas),  en  las  Azores,  en  las  Canarias. — Recherches  phi- 
losophiques,  Lettre  iii,  sur  les  vicissitudes  de  notre  globe. 

t  Mr.  de  Bourguet  en  su  Tratado  de  las  petrificaciones,  y  el  P.  Torrubia  en  su 
aparato  de  la  Historia  Natural  de  España  presentan  grandes  catálogos  de  los  sitios 
de  Europa,  y  Asia  donde  se  hallan  cuerpos  marinos  petrificados. 


Í246  HISTORIA    ANTIGUA    DE   MEGICO. 

pantos  mediterráneos  de  Europa  se  atribuye  al  diluvio  universal  ¿por 
qué  no  se  atribuyen  a  la  misma  causa  los  efectos  que  se  notan  en 
America*?  iPor  el  contrario,  si  no  fueron  las  aguas  del  diluvio  las 
que  transportaron  los  cuerpos  marinos  a  lo  interior  de  las  tierras  de 
Europa,  si  no  las  de  otra  inundación  posterior ;  si  la  Europa  es,  en 
general,  como  dice  el  Conde  de  Buffon,  un  pais  nuevo ;  si  no  hace 
mucho  tiempo  que  estaba  cubierta  de  bosques,  y  pantanos  ¿  por  qué 
no  se  ven  en  ella,  ni  se  veian  hace  dos  mil  años,  esos  estupendos  efectos 
de  la  innudacion  que  ven  aquellos  dos  autores  en  America  ?  ¿  Por  qué 
no  se  han  degradado  los  animales  Europeos,  como  los  Americanos  ? 
I  Por  qué  los  habitantes  de  un  continente  no  son  tan  frios  como  los  del 
otro  ?  ¿  Por  qué  las  mugeres  de  una  y  otra  parte  del  mundo  no  son, 
o  a  lo  menos,  no  han  sido  igualmente  infecundas  ?  ¿  Por  qué  habiendo 
estado  la  Europa  anegada  como  la' America,  y  mas  tiempo  aquella  que 
esta,  como  se  infiere  claramente  de  las  razones  del  Conde  de  Buffon, 
el  terreno  de  Europa  quedó  fecundo,  y  el  de  America  estéril ;  el  cielo 
de  Europa  es  tan  benigno,  y  el  de  America  tan  avaro ;  a  Europa  se 
concedieron  todos  los  bienes,  y  a  America  se  destinaron  todos  los 
males  ?  El  que  quiera  conocer  toda  la  fuerza  de  estas  dificultades,  lea  lo 
que  dice  Buffon  acerca  de  la  inundación  de  Europa. 

El  ultimo  argumento  de  Mr.  de  Paw  se  toma  de  la  estincion  o  ester- 
minio  de  los  grandes  cuadrúpedos  en  America,  los  cuales,  dice,  son  los 
primeros  que  perecen  en  las  aguas.  Este  autor  cíee  que  antigua- 
mente habia  en  America,  elefantes,  camellos,  hipopótamos,  y  otros 
grandes  cuadrúpedos,  y  que  todos  perecieron  en  la  supi^íísta  inunda- 
ción. Pero  ¿  no  es  cosa  maravillosa  que  pereciesen  los  camellos,  y  los 
elefantes,  siendo  tan  veloces,  y  se  salvase  el  perico  ligero  con  toda  su 
lentitud,  y  pereza  ?  ;,  Como  no  se  refugiaron  los  elefantes  en  las  cimas 
de  los  montes,  a  imitación  del  hombre,  huyendo  a  nado,  en  lo  que  son 
diestrisimos,  o  valiéndose  de  la  velocidad  de  sus  pies,  la  cual  es  tal 

*  Uno  de  los  montes  mas  altos  de  America  es  el  Descabezado,  situado  en  los 
Alpes  Chilenos,  a  mas  de  150  millas  del  mar.  Su  altura  perpendicular  sobre  la 
superficie  del  mar,  es,  según  el  diligente  y  erudito  Molina,  de  mas  de  tres  millas 
En  la  cima  de  este  coloso  se  han  hallado  graudes  cantidades  de  cuerpos  marinos 
petrificados,  los  cuales  no  pudieron  subir  a  tan  estupenda  altura  por  efecto  de  una 
inundación  particular,  distinta  de  la  del  diluvio.  Tampoco  puede  decirse  que 
habiendo  sido  aquella  cima  lecho  del  mar,  se  fue  elevando  poco  a  poco,  y  con  ella 
los  cuerpos  marinos  :  por  que  aunque  esto  no  sea  inverosímil  en  algunos  sitios, 
poco  elevados  sobre  el  nivel  del  mar,  a  tan  estraordinaria  altura  es  absolutamente 
increíble :  asi  que  la  existencia  de  aquellos  restos  debe  considerarse  como  una 
prueba  cierta  e  indudable  del  diluvio. 


SOBRE    EL    TERRENO   DE    MEGICO.  247 

que,  según  el  Coqde  de  Bufibn,  andan  en  nn  dia  ciento,  y  cincuenta 
millas,  y  pudo  refugiarse  el  perico-ligero,  que,  según  el  mismo  autor, 
necesita  una  hora  para  andar  una  toesa?  Aun  suponiendo  que  hayan 
existido  en  America  aquellos  grandes  cuadrúpedos,  no  hai  motivo  para 
atribuir  su  esterminio  a  la  inundación  posterior  al  diluvio:  pudie- 
ron haberla  producido  otras  muchas  causas.  El  mismo  Mr.  de  Paw 
afirma,  que  si  se  transportasen  los  elefantes  a  America,  como  lo  han 
procurado  hacer  los  Portugueses,  "  tendrían  la  misma  suerte  que  los 
camellos  en  el  Perú,  que  no  se  propagarían,  aunque  se  dejasen  en  los 
bosques  abandonados  a  su  propio  instinto,  por  que  la  mudanza  de 
clima,  y  de  alimento  es  mucho  mas  sensible  a  los  elefantes,  que  a 
todos  los  otros  cuadrúpedos  de  primera  magnitud."  En  otra  parte 
dice,  que  "  la  causa  de  la  destrucción  de  los  grandes  cuadrúpedos  del 
Mundo  Nuevo  es  una  de  las  mayores  dificultades,  y  uno  de  los 
puntos  mas  curíosos  e  interesantes •  de  la  fisica  del  globo."  ¿Como 
pues  decide  tan  osadamente  en  cuestión  tan  espinosa,  señalando  por 
causa  una  inundación  tan  problemática  ? 

El  Conde  de  Bufíbn  trata  de  probar  la  reciente  inundación  de 
America,  con  algunos  argumentos,  a  que  responderemos  en  pocas 
palabras.  **  Si  este  continente  es  tan  antiguo  como  el  otro,  ¿  por 
qué  se  encuentran  en  él  tan  pocos  hombres  ? "  Los  hombres  que  se 
encontraron  en  America  no  eran  pocos,  si  no  es  con  respecto  al 
vastisimo  continente  que  habitaban.  Los  que  vivían  en  sociedad, 
como  los  Megicanos,  los  Michuacaneses,  los  Acolhuis,  y  otros  que 
ocupaban  ^odo  el  espacio  de  tierra  que  se  estiende  desde  9'  hasta 
23°  de  latitud,  y  desde  271»  hasta  294"  de  longitud,  formaban  pueblos 
tan  numerosos  como  los  de  Europa,  y  ^si  lo  haré  ver  en  otra  diserta- 
ción*. Los  que  vivían  dispersos  formaban  pequeñas  naciones  o  tribus, 
por  que  la  vida  salvage  no  favorece  la  multiplicación  de  la  especie 
humana,  ni  alli,  ni  en  ningún  otro  pais  del  mundo.  "  Si  los  salvages 
son  pastores,  dice  Montesquieu,  necesitan  de  un  gran  terreno  para 
mantener  un  reducido  numero  de  individuos.     Si  son  cazadores,  como 

*  Estos  argumentos  del  Conde  de  Buflfon  contra  la  antigüedad  de  America  se 
hallan  en  el  tomo  vi  de  su  Historia  Natural,  pero  poco  antes  en  el  mismo  tomo 
dice :  "  Halláronse  en  Megico,  y  en  Perú  hombres  civilizados,  y  pueblos  cultos, 
sometidos  a  leyes,  y  gobernados  por  monarcas :  no  carecían  de  industria,  de 
artes,  de  ideas  religiosas.  Habitaban  en  ciudades,  en  que  reinaba  el  orden,  y  en 
que  los  reyes  egercian  su  autoridad.  Estos  pueblos,  bastante  numerosos  no  pue- 
den llamarse  nuevos." 


2ifi 


HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 


eran  los  salvages  de  America,  aun  existen  en  menor  numero,  y 
componen  una  nación  mas  pequeña." 

"  ¿  Porqué,  vuelve  a  preguntar  el  Conde  de  BufFon,  eran  todos 
salvages,  y  vivian  dispersos?"  No  hai  tal  cosa.  ¿  Habrá  quien  dude 
que  los  Megicanos,  los  Peruanos,  y  todas  las  naciones  sometidas  a 
ellos  vivian  en  sociedad  ?  Estas,  como  el  mismo  BufFon  confiesa, 
eran  harto  numerosas,  y  no  pueden  llamarse  nuevas.  Los  otros 
pueblos  permanecieron  salvages  por  demasiado  amor  a  la  libertad,  o 
por  otras  causas  que  ignoramos.  En  Asia,  aun  siendo  un  pais  tan 
antiguo,  hai  todavia  tribus  salvages,  y  dispersas.  "  ¿  Porqué,  añade, 
los  pueblos  Americanos  que  vivian  en  sociedad  contaban  apenas  dos- 
cientos o  trescientos  años  después  de  su  reunión?"  Otro  error.  Los 
Megicanos  contaban  apenas  doscientos  años  desde  la  fundación  de  su 
capital,  y  los  Tlascaleses  algo  mas  desde  el  establecimiento  de  su 
república,  pero  tanto  estas  naciones,  como  las  que  les  estaban  some- 
tidas, y  los  Tolteques,  los  Acolhuis,  y  los  Michuacaneses,  vivian  en 
sociedad  desde  tiempo  inmemorial.  Ni  el  Conde  de  Buffon,  ni 
Mr.  de  Paw,  ni  el  Dr.  Robertson,  ni  otros  muchos  escritores  Europeos 
sajDen  distinguir  el  establecimiento  de  aquellas  naciones  en  Anahuac, 
del  que  muchos  siglos  antes  habian  tenido  en  los  paises  Septentrionales 
del  Nuevo  Mundo. 

"  ¿  Porqué,  sigue  el  Conde  de  Buffon,  aun  las  naciones  que  vivian 
en  sociedad  ignoraban  el  arte  de  trasmitir  a  la  posteridad  la  memoria 
de  los  hechos,  por  medio  de  figuras  durables,  puesto  que  habian 
descubierto  el  modo  de  comunicarse  de  lejos,  y  de  escribir^  por  medio 
de  los  nudos  ? "  Y  qué  eran  las  pinturas,  y  los  caracteres  de  los 
Megicanos,  y  de  las  otras  naciones  civilizadas  de  Anahuac,  si  no 
signos  durables,  destinados,  como  nuestros  caracteres,  a  perpetuar  la 
memoria  de  los  sucesos  ?  Véase  lo  que  dice  Acosta  en  el  lib.  vi, 
cap.  vii,  de  su  historia,  y  lo  que  yo  digo  en  mi  disertación  sobre  la 
cultura  de  los  Megicanos. 

**  ¿  Por  qué  no  domesticaban  animales,  ni  se  servían  de  otros  que 
del  llama*  y  del  paco,  los  cuales  no  eran,  como  nuestros  animales 
domésticos,  estables,  fieles,  y  dóciles?"  Por  qué  carecian  de  animales 
que  pudiesen  ser  domesticados.     ¿Queria  el  Conde  de  Buffon  que 

*  Llama  era,  según  dice  el  P.  Acosta,  el  nombre  genérico  de  las  cuatro  especies 
de  cuadrúpedos  de  aquel  genero  :  pero  hoi  se  emplea  para  significar  la  que  los 
Españoles  designan  eon  el  nombre  de  carnero  del  Pera.  Las  otras  tres  especies 
son  el  paco,  el  guanaco,  o  huanaco,  y  la  vicuña. 


SOBRE    EL   TERRENO    DE    MEGIGO.  249 

domasen  tigres,  lobos,  y  otras  fieras  de  esta  especie  1  Mr.  de  Paw 
echa  en  cara  a  los  Americanos  el  no  haberse  servido  de  los  rengíferos 
como  los  Laponeses :  pero  estos  animales  no  se  hallan  sino  en  paises 
demasiado  remotos  de  Megico,  y  los  salvages  que  los  habitaban  no 
quisieron  servirse  de  aquellos  cuadrúpedos,  por  que  no  los  necesitaban. 
Ademas  de  que  las  palabras  de  Buífon,  tomadas  en  su  generalidad, 
encierran  un  error,  pues  él  mismo  confiesa  que  los  Indios  domesti- 
caron el  aleo,  o  techiche,  animal  semejante  al  perro,  y  común  a  ambas 
Americas.  Los  Megicanos  ademas  habian  domesticado  los  conejos, 
los  patos,  los  pabos,  y  otros  animales. 

Finalmente,  "  sus  artes,  concluye  el  Conde  de  Buffon,  eran  tan 
nuevas  como  su  sociedad ;  su  talento  imperfecto ;  sus  ideas  no  estaban 
desarrolladas ;  sus  órganos  eran  toscos,  y  barbaras  sus  lenguas."  Los 
errores  contenidos  en  estas  palabras  serán  refutados  en  las  siguientes 
disertaciones. 

La  nueva  inundación  de  America  debe  pues  considerarse  como  una 
de  aquellas  quimeras  filosóficas,  inventadas  por  los  ingenios  de  nuestro 
siglo :  puesto  que  los  Americanos  no  conservaban  memoria  de  otra 
inundación,  que  de  la  universal  referida  en  los  libros  Santos.  Antes 
bien  se  puede  asegurar  que  si  el  diluvio  de  Noe  no  anegó  toda  la 
tierra,  ningún  otro  pais  se  pudo  con  mayor  probabilidad  sustraer  de 
aquella  catástrofe  que  el  territorio  de  Megico,  pues  ademas  de  su  gran 
elevación  sobre  el  nivel  del  mar,  no  hai  pais  mediterráneo  en  que 
sean  mas  raros  los  cuerpos  marinos  petrificados. 

Del  clima  de  Megico. 

Si  quisiera  empeñarme  en  rebatir  todos  los  despropósitos  que  Mr.  de 
Paw  escribe  contra  el  clima  de  America,  seria  necesario  emplear  en 
lugar  de  una  disertación,  un  volumen.  Basta  decir  que  ha  recogido 
todo  lo  que  se  ha  dicho,  y  escrito,  con  razón  o  sin  ella,  contra  diversos 
paises  particulares  de  America,  para  representar  a  sus  lectores  un 
conjunto  monstruoso,  y  horrible ;  sin  echar  de  ver  que  si  quisiéramos 
imitar  su  egemplo,  y  adoptar  su  sistema  a  los  diversos  paises  de  que 
se  compone  el  antiguo  continente,  lo  que  no  seria  dificil,  resultaría  un 
retrato  no  menos  espantoso.  Pero  degemos  esto,  como  ageno  de 
nuestro  proposito,  y  limitémosnos  a  hablar  sobre  el  clima  de  M^co. 

Siendo  este  pais  tan  vasto,  y  hallándose  dividido  en  tantas  provin- 
cias, tan  diversamente  situadas,  no  es  estraño  que  reinen  en  ellas 
diferentes  climas.  Algunas  tierras,  como  las  inmediatas  a  las  costas, 
son  calidas,  y  por  lo  común,  húmedas,  y  malsanas :  otras,  como  casi 


S^  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

todas  las  interiores,  son  templadas,  secas,  y  sanas.  £stas  son  de- 
fliasiado  alias,  y  aquellas  demasiado  bajas.  En  unas  reinan  los 
vientos  del  Sur,  en  otras  el  Levante,  en  otras  el  Norte.  El  mayor 
j&io  de  todos  los  puntos  habitados  no  llega  al  de  Francia,  ni  aun  al 
de  Castilla,  ni  el  mayor  calor  puede  compararse  con  el  de  África,  ni 
con  el  de  la  canícula  en  algunos  pueblos  de  Europa.  La  diferencia 
entre  el  verauo,  y  el  invierno  es  generalmente  tan  pequeña,  que 
muchas  personas  usan  la  misma  ropa  en  Agosto,  y  en  Enero.  Todo 
esto,  y  lo  que  he  dicho  en  otra  parte,  acerca  de  la  benignidad,  y 
suavidad  de  aquel  clima,  es  tan  notorio,  que  no  necesitamos  de  citas, 
iú  de  argumentos  para  probarlo. 

Mr.  de  Paw,  para  demostrar  la  malignidad  del  clima  de  America, 
ale^a,  1.  La  pequenez,  y  la  irregularidad  de  los  animales.  2.  La  cor- 
pulencia, y  la  enorme  multiplicación  de  los  insectos.  3.  Las  enferme- 
dades de  los  Americanos,  y  especialmente  el  mal  venéreo.  4.  Los 
defectos  de  ^u  constitución  física.  5.  El  exeso  del  frío  en  algunos 
|)aises  de  America,  con  respecto  a  los  del  antiguo  continente,  situados 
a  igual  distancia  de  la  Linea  Equinoxial. 

Ahora  bien,  la  supuesta  pequenez,  y  I9  ^enor  ferocidad  de  los 
animales  Americanos,  de  que  hablaré  después,  lejos  de  demostrar 
la  malignidad  del  clima,  manifiestan  su  suavidad,  si  damos  crédito  al 
Conde  de  Bufion,  de  €uyo  testimonio  se  ba  valido  el  mismo  Mr.  de 
Paw,  en  todo  lo  que  dice  contra  Pernetty.  Buffon,  que  en  muchos 
pasages  de  la  Historia  Natural  alega  la  pequenez  de  los  animales 
Americanos,  como  una  prueba  cierta  de  la  malignidad  del  clima,  dice 
en  el  tomo  xi,  hablando  de  los  animales  selváticos.  "  Como  todas 
las  cosas,  y  aun  las  criaturas  mas  libres,  están  sugetas  a  las  leyes 
fisicas,  y  como  los  animales,  igualmente  que  los  hombres,  están  some- 
tidos al  influjo  del  cielo,  y  de  la  tierra,  parece  que  las  mismas  causas 
que  han  civilizado,  y  suavizado  la  especie  humana  en  nuestros  climas, 
iban  debido  producir  los  mismos  efectos  en  las  otras  especies.  El  lobo, 
que  es  quizas  el  cuadrúpedo  mas  feroz  de  la  Zona  Templada,  es,  por 
otra  parte,  incomparablemente  menos  terrible  que  el  tigre,  el  león,  y 
la  pantera  de  la  Zona  Tórrida,  y  que  el  os^o  blanco.,  el  lobo  cerval,  y  la 
fhiena  de  la  Zona  Fria.  En  America,  donde  el  aire,  y  la  tierra  son 
mas  blandos  que  en  África,  el  tigre,  el  león,  y  la  pantera  solo  tienen 
de  terrible  el  nombre.  Si  la  ferocidad  unida  a  la  crueldad,  formaba 
parte  de  su  naturaleza,  no  hai  duda  que  han  degenerado,  o  por  mejor 
decir,  han  sufrido  el  influjo  del  clima :  bajo  un  cielo  mas  suave,  su 
Índole  se^ha  amansado.     De  los  climas  estremosos  salen  las. drogas. 


SOBRfi    EL   TERRiiNO    DB    MEGICO.  2fil 

los  perfumes,  los  venenos,  y  todas  las  plantas  cuyas  cualidades  son 
fuertes,  y  vehementes.  Por  el  contrario,  una  tierra  templada  no  da 
sino  productos  templados  :  a  ella  pertenecen  las  yerbas  mas  dulces, 
las  legumbres  mas  sanas,  los  frutos  mas  suaves,  los  animales  mas 
pacíficos,  y  los  hombres  mas  tranquilos :  por  que  la  tierra  influye  en 
jas  plantas ;  la  tierra,  y  las  plantas,  en  los  animales ;  la  tierra,  las 
plantas,  y  los  animales,  en  el  hombre.  Las  cualidades  físicas  del 
hombre,  y  de  otros  animales  que  se  alimentan  de  animales,  dependen, 
aunque  mas  remotamente,  de  aquellas  mismas  causas  que  influyen  en 
su  Índole,  y  en  sus  costumbres.  La  mayor  prueba  que  puede  darse 
de  que  en  los  climas  templados  todo  se  templa,  y  de  que  todo  es 
exesivo  en  los  estremosos,  es  que  el  tamaño,  y  la  forma,  que  parecen 
cualidades  fijas,  y  determinadas,  dependen,  como  las  cualidades  rela- 
tivas, de  la  acción  que  el  clima  egerce.  El  tamaño  de  nuestros 
cuadrúpedos  no  puede  compararse  con  el  del  elefante,  el  rinoceronte, 
y  el  hipopótamo  ;  las  mayores  de  nuestras  aves  son  harto  pequeñas 
comparadas  al  avestruz,  al  cóndor,  y  al  casoar."  Hasta  aqui  el  Conde 
de  Buffon,  cuyo  testo  he  copiado,  por  que  me  ha  parecido  importante 
a  mi  proposito,  y  contiWo  a  lo  que  Mr.  de  Paw  dice  contra  el  clima 
de  America,  y  a  lo  que  el  mismo  Buffon  escribe  en  otras  partes. 

Si  pues  los  animales  grandes,  y  feroces  son  propios  de  los  climas 
exesivos,  y  los  pequeños,  y  iimnsos,  de  los  templados,  como  dice  el 
Conde  de  BuíFon  ;  si  la  suavidad  del  clima  influye  en  la  idole,  y  en 
las  costumbres  de  los  animales,  mal  deduce  Mr.  de  Paw  la  malignidad 
del  clima  de  America,  del  menor  tamaño,  y  de  la  menor  ferocidad  de 
sus  animales,  antes  bien  de  esto  mismo  debería  inferir  la  suavidad  de 
«u  clima.  Si  por  el  contrario,  el  menor  tamaño,  y  la  menor  ferocidad 
de  los  animales  Americanos,  con  respeto  a  los  del  antiguo  continente, 
prueban  su  degeneración  por  la  malignidad  del  clima,  como  dice 
Mr.  de  Paw,  deberemos  del  mismo  modo  deducir  la  malignidad  del 
clima  de  Europa,  del  menor  tamaño,  y  de  la  menor  ferocidad  de  sus 
animales,  comparados  con  los  de  África.  Si  algún  filosofo  de  Guinea 
emprendiese  una  obra  por  el  estilo  de  la  de  Mr.  de  Paw,  con  el  titulo 
de  Recherches  Philosophiques  sur  les  Européens,  podria  valerse  del 
mismo  argumento,  para  censurar  el  clima  de  Europa,  y  las  ventajas 
del  de  África.  "  El  clima  de  Europa,  podria  decir  con  las  mismas 
palabras  de  su  modelo,  es  demasiado  opuesto  a  la  generación  de  los 
cuadrúpedos,  que  alli  son  incomparablemente  menores,  y  mas  co- 
bardes que  en  el  nuestro.  ¿  Qué  son  el  caballo,  y  el  buei,  los  mayores 
de  sus  animales,  comparados  con  nuestros  elefantes,   con  nuestros 


262  HISTORIA   ANTIGUA    DE    ME6IC0. 

rinocerontes,  con  nuestros  hipopótamos,  con  nuestros  camellos,  y 
nuestras  girafas?  ¿  Qué  son  sus  lagartos,  comparados  en  intrepidez, 
y  tamaño,  con  nuestros  cocodrilos?  Los  lobos,  y  los  osos,  las  mas 
temidas  de  sus  fieras,  parecen  ovejas  al  lado  de  nuestros  leones,  y 
tigres.  Sus  águilas,  y  sus  buitres  son  gallinas  en  comparación  de 
nuestros  avestruces."  Omito  otras  bellas  cosas  que  podrían  decirse 
contra  Europa,  valiéndose  de  los  mismos  materiales,  y  casi  de  las 
mismas  espresiones  de  Mr.  de  Paw,  por  no  hacer  fastidiosa  esta  diser- 
tación. Lo  que  aquellos  dos  escritores  responderían  al  filosofo  Afri- 
cano,' respondo  yo  a  cuanto  ellos  dicen:  pues  sus  argumentos  o  no 
prueban  que  es  malo  el  clima  de  Ameríca,  o  demuestran  que  es  malo 
el  de  Europa,  o  a  lo  menos  inferior  al  de  África. 

De  la  escasez,  y  pequenez  de  los  cuadrúpedos  pasa  Mr.  de  Paw  al 
enorme  tamaño,  y  prodigiosa  multiplicación  de  los  insectos,  y  otros  ani- 
malillos  dañosos.  "  La  superficie  de  la  tierra,  dice,  inficionada  por  la 
putrefacción,  estaba  inundada  de  lagartijas,  de  culebras,  de  reptiles  e 
insectos  monstruosos  por  su  tamaño,  y  por  la  actividad  de  su  veneno, 
los  cuales  sacaban  jugos  abundantes  de  aquel  suelo  inculto,  viciado,  y 
abandonado  a  si  mismo,  en  qué  el  jugo  nutritivo  se  agriaba,  como  la 
leche  en  el  seno  de  los  animales  que  no  egercen  la  virtud  propagativa. 
Las  orugas,  las  garrapatas,  las  mariposas,  los  escarabajos,  las  arañas,  las 
ranas,  y  los  sapos  eran  de  una  corpulencia  gigantesca  en  su  especie,  y 
se  hablan  multiplicado  mas  de  lo  que  puede  imaginarse.  Panamá  está 
infestada  de  culebras ;  Cartagena,  de  nubes  espesas  de  enormes  mur- 
ciélagos; Porto  Belo,  de  sapos:  Suríñan  de  kakerlaqui^  o  cucara- 
chas ;  Guadalupe,  y  otras  colonias  de  las  islas,  de  escarabajos ;  Quito, 
de  piques,  o  niguas,  y  Lima  de  piojos,  y  chinches.  Los  antiguos  reyes 
de  Megico,  y  los  emperadores  del  Perú,  no  hallaban  otro  medio  de 
libertar  a  sus  subditos,  de  estos  insectos  que  los  devoraban,  que  el  de 
imponerles  el  tributo  de  cierta  cantidad  de  piojos  que  debian  pagarles 
cada  año.  Hernán  Cortés  encontró  sacos  llenos  dé  ellos  en  el  palacio 
de  Moteuczoma."  Pero  este  argumento,  lleno  de  falsedades,  y  exa- 
geraciones, nada  prueba  contra  el  clima  de  America  en  general,  ni  en 
particular  contra  el  de  Megico.  El  haber  algunas  tierras  en  America, 
en  que  por  ser  calidas  húmedas,  e  inhabitadas,  se  hallan  insectos 
grandes,  y  que  se  multiplican  exesivamente,  probará,  cuanto  mas,  que 
en  aquella  vasta  parte  del  mundo  hai  algunos  puntos  inficionados  por 
la  putrefacción :  pero  no  que  el  terreno  de  Megico,  y  el  de  toda 
America,  son  fétidos,  incultos,  viciados,  y  abandonados  a  si  mismos, 
como  pretende  desacertadamente  Mr,  de  Paw.     Si  esta  consecuencia 


SOBRB    EL   TERRENO    DB    MB6ICO.  253 

fuera  exacta,  podríamos  decir  que  el  terreno  del  antiguo  continente  es 
igualmente  fétido,  y  podrido,  pues  en  muchos  paises  de  los  que  lo  com- 
ponen hai  una  prodigiosa  multitud  de  insectos  monstruosos,  de  reptiles 
dañinos,  y  de  viles  animalillos,  como  en  las  islas  Filipinas,  en  las  del 
océano  Indico,  en  muchas  partes  del  Asia  Meridional,  y  de  África,  y  aun 
en  no  pocos  de  Europa.  Las  islas  Filipinas  están  infestadas  de  hormigas 
enormes,  y  de  murciélagos  monstruosos ;  el  Japón,  de  escorpiones ;  el 
Asia  Menor,  y  el  África,  de  serpientes ;  el  Egipto,  de  áspides ;  la 
Guinea,  y  la  Etiopia,  de  egercitos  de  hormigas ;  la  Holanda,  de  ra- 
tones ;  la  Ukrania,  de  sapos,  como  el  mismo  Mr.  de  Paw  asegura." 
En  Italia,  la  campaña  Romana,  cuya  población  es  tan  antigua,  abunda 
en  viveras ;  la  Calabria,  en  tarántulas ;  las  costas  del  mar  Adriático, 
en  nubes  de  mosquitos ;  y  aun  en  la  misma  Francia,  cuya  población 
es  tan  antigua,  y  tan  grande,  cuyas  tierras  están  tan  cultivadas,  y  cuyo 
clima  alaban  tanto  los  Franceses,  apareció  hace  años,  según  el  mismo 
Conde  de  Buffon,  una  nueva  especie  de  rata  campestre,  mayor  que 
la  común,  y  que  él  llama  surmulot,  cuya  especie  se  propagó  exesiva- 
mente,  con  gran  daño  de  los  campos.  Mr.  Bazin,  en  el  Compendio 
de  la  Historia  de  los  insectos,  cuenta  setenta  y  siete  especies  de  chin- 
ches en  Paris,  y  en  sus  contornos.  Aquella  gran  capital,  según  Mr. 
de  Bomare,  hormiguea  de  tan  enojosos  bichos.  Es  mui  cierto  que  hai 
puntos  en  America,  en  que  la  muchedumbre  de  insectos,  y  reptiles 
hace  incomoda  la  vida:  pero  no  sabemos  que  de  resultas  de  su  exesiva 
multiplicación  se  haya  despoplado  la  mas  miserable  aldea ;  a  lo  menos 
no  podran  jcitarse  tantos  egemplos  de  despoblación  por  aquel  motivo, 
como  los  que  del  antiguo  continente  refieren  Teofrasto,  Varron,  Plinio, 
y  otros  autores.  Las  ranas  despoblaron  un  lugar  de  las  Gallas,  y  otro 
en  África  las  langostas.  La  isla  de  Giaro,  una  de  las  Cicladas,  quedó 
despoblada  por  las  ratas ;  Amidas,  cerca  de  Terracina,  por  las  cule- 
bras ;  otro  pueblo  próximo  a  Etiopia,  por  los  escorpiones,  y  por  las 
hormigas  venenosas,  y  otro  por  las  escolopendras ;  y  mas  cerca  de 
nuestros  tiempos,  los  habitantes  de  la  isla  Mauricio  estubieron 
próximos  a  abandonarla,  de  resultas  de  la  estraordinaria-  multipli- 
cación de  los  ratones,  según  me  acuerdo  de  haber  leido  en  un  autor 
Francés. 

En  cuanto  al  tamaño  de  los  insectos,  y  de  los  reptiles,  Mr.  de  Paw 
se  vale  del  testimonio  de  Mr.  Dumont,  el  cual  en  sus  Memorias  sobre 
la  Luisiana,  dice  que  las  ranas  de  aquel  pais  son  tan  grandes,  que 
pesan  37  libras  Francesas,  y  que  su  horrendo  clamor  es  mui  semejante 
al  de  las  vacas.     Pero  ¿  quien  podra  fiarse  de  aquel  autor,  sabiendo 


254  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

lo  que  dice  el  mismo  Mr.  de  Paw,  que  todos  los  que  han  escrito  sobre 
la  Luisiana,  desde  Kenepin,  Le  Clerc,  y  el  Caballero  Tonti,  hasta 
Dumont,  se  han  contradicho  unos  a  otros  ?  Yo  ademas  me  maravillo 
que  Mr.  de  Paw,  haya  osado  decir  que  no  existen  semejantes  mons- 
truos en  el  resto  del  mundo.  Sé  que  ni  en  el  antiguo  continente,  ni 
en  el  nuevo  existen  ranas  de  37  libras  :  pero  existen  en  Asia,  y  África 
serpientes,  murciélagos,  hormigas,  y  otros  animales  de  esta  especie, 
de  tan  estupendo  tamaño,  que  superan  a  cuantos  se  han  descubierto 
hasta  ahora  en  el  Nuevo  Mundo.  ¿  En  qué  parte  de  America  se  ha 
visto  una  serpiente  de  50  codos  Romanos,  como  la  que  enseñó  Au- 
gusto al  pueblo  en  los  espectáculos,  según  afirma  Suetonio*,  o  tan 
gruesa,  como  la  que  se  mató  en  el  Vaticano,  en  tiempo  del  emperador 
Claudio,  de  la  que  asegura  Plinio,  autor  casi  contemporáneo,  que  se 
le  encontró  un  niño  entero  en  el  vientre  ?  Sobre  todo,  ¿  cuando  se  ha 
visto,  aun  en  los  bosques  mag  solitarios  de  America,  una  serpiente 
que  se  pueda  comparar,  bajo  niügun  aspecto,  con  la  enorme,  y  prodi- 
giosa, de  120  pies,  vista  en  África  en  tiempo  de  la  primera  guerra 
Púnica,  destruida  con  maquinas  de  guerra  por  el  egercito  de  Atilio 
Regulo,  y  cuya  piel  y  quijadas  se  conservaron  en  un  templo  de  Roma, 
hasta  la  guerra  de  Numancia,  como  testifican  Livio,  Plinio,  y  otros 
historiadores  ?  Sé  que  algún  escritor  ha  dicho  que  en  los  bosques  de 
America  se  hallan  unas  culebras  gigantescas,  que  con  su  aliento  atraen 
a  los  hombres,  y  los  ahogan :  pero  también  sé  que  lo  mismo,  y  algo 
mas  cuentan  algunos  historiadores  antiguos  y  modernos  de  las  serpien- 
tes de  Asia.  Megastenes,  citado  por  Plinio,  dice  que  e-n  aquellas 
regiones  se  hallan  serpientes  que  tragan  ciervos,  y  toros  enteros  f. 
Metrodoro,  citado  por  el  mismo  escritor,  afirma  que  en  el  Ponto  habia 
unas  culebras,  que  atraían  con  su  aliento  a  los  pájaros,  por  altos  que 
estubiesen,  y  por  rápido  que  fuera  su  vuelo.  Gemelli,  en  el  tomo  v, 
de  s«  Vuelta  al  Mundo,  hablando  de  los  animales  de  las  islas  Filipinas, 
dice  asi :  "  hai  serpientes  en  aquellas  islas  de  desmesurado  tamaño. 

*  In  Octaviano  Ccesare. 

t  Meg'asthenes  scribit,  in  India  serpentea  in  tantam  magnitudinem  adoles- 
cere,  ut  solidos  hauriant  cervos,  taurosque.  Metrodorus,  circa  Rhyndacum  am- 
nem  in  Ponto,  ut  supervolantes  quamvis  alte,  perniciterque  alites  haustu  raptas 
absorbeant.  Nota  est  in  Punicis  bellis  ad  flumen  Bagradam  a  Regulo  Imper.  ba- 
listis,  tormentisque,  ut  oppidum  aliquod,  expugnata  serpens  cxx  pedum  longi- 
tudinis.  Pellis  ejus  maxillse  que  usque  ad  bellum  Numantinum  duravere  Romee 
in  templo.  Faciunt  his  lidem  in  Italia  appellatse  bose  in  tantam  araplitudinem 
exeuntes,  ut  Divo  Claudio  principe,  occisíe  in  Vaticano,  solidus  in  alvo  spectatus 
sit  infans."    Plin  Hist.  Nat.  lib.  viii,  cap.  14. 


SOaRE    EL   TERRENO    DE    MEGICO.  255 

Hai  «na,  llamada  Ibitin,  que  se  cuelga  por  la  cola  del  tronco  de  un 
árbol,  espera  que  pasen  ciervos,  javalies,  y  aun  hombres,  para  atraerlos 
a  si  violentamente  con  el  aliento,  y  devorarlos  enteros."  Bien  se  ve 
por  todo  esto  que  aquella  antiquísima  fábula  ha  sido  común  a  uno  y 
otro  continente. 

Mr.  de  Paw  querrá  quizas  responder  que  aquellos  monstruosos  ani- 
males se  veian  etí  el  antiguo  continente,  cuando  aun  no  se  habia  per- 
feccionado su  clima.  Pero,  si  se  compara  lo  que  escribieron  los  anti- 
guos, con  lo  que  ahora  sabemos  del  Asia,  y  del  África,  ¿  quien  negará 
que  el  clima  de  aquellos  paises  es  el  mismo  que  era  hace  2,000  años, 
con  el  mismo  calor,  la  misma  humedad,  y  las  mismas  producciones 
animales,  y  vegetales?  Ademas  que  aun  en  nuestros  tiempos  se  ven 
álli  varias  suertes  de  animales  de  estraordin arias  dimensiones,  que 
superan  a  los  de  la  misma  especie  en  el  nuevo  continente.  ¿  En  qué 
pais  de  America  encontrará  Mr.  de  Paw  hormigas  que  puedan  com- 
pararse con  las  llamadas  sulum  en  las  islas  Filipinas,  de  las  cuales 
afirma  el  Dr.  Hernández  que  tienen  seis  dedos  de  largo,  y  uno  de 
ancho  ?  ¿  Quien  ha  ^sto  en  America  murciélagos,  tan  gruesos  como 
los  de  las  islas  Borbon,  Témate,  Filipinas,  y  los  de  todo  el  archipié- 
lago Indico?  El  mayor  murciélago  de  America,  propio  de  ciertas 
tierras  calidas,  y  sombrías,  que  es  el  que  el  Conde  de  Buffon  llama 
vampiro,  es,  según  él  mismo,  del  tamaño  de  un  pichón :  la  rougette, 
una  de  las  especies  de  Asia,  es  tan  grande  como  un  cuervo,  y  la 
roussete,  otra  especie  de  Asia,  como  una  gallina.  Sus  alas  tienen  de 
punta  a  f«inta  tres  pies  de  Paris,  y  según  Gemelli,  que  las  midió  en 
Filipinas,  seis  palmos.  El  Conde  de  Buffon  confiesa  el  exeso  de 
tamaño  en  los  murciélagos  Asiáticos,  pero  les  niega  el  del  numero. 
<?emelli,  testigo  ocular,  dice  que  los  de  la  isla  de  Luzon  eran  tantos 
que  cubrían  el  aire,  y  que  el  rumor  que  hacian  con  los  dientes,  al 
comer  las  frutas  de  los  bosques,  se  oia  a  distancia  de  tres  millas.  Lo 
mismo  confirman  muchas  personas  fidedignas  que  han  residido  largos 
años  en  aquellas  islas.  El  mismo  Mr.  de  Paw  dice,  hablando  de  las 
serpientes,  que  "  no  se  puede  afirmar  que  en  el  Nuevo  Mundo  se 
hayan  encontr^ido  tan  grandes  como  las  que  vio  Adanson  en  los  de- 
siertos de  Afríca."  La  mayor  serpiente  hallada  en  Megico,  después 
de  las  mas  diligentes  investigaciones  hechas  por  el  Dr.  Hernández, 
tenia  18  pies  de  largo :  mas  esta  no  es  comparable  con  la  de  las  Mo- 
lucas,  de  la  que  dice  Mr.  de  Bomare,  que  tiene  32  pies  de  largo,  ni 
con  la  Anacandaya  de  Ceilan,  que,  según  él  mismo,  tiene  33  pies,  ni 
con  otras  de  Asia  y  Afríca,  citadas  por  el  mismo  autor.     Finalmente, 


266  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

el  argumento  sacado  de  la  muchedumbre,  y  tamaño  de  los  insectos 
Americanos  es  casi  tan  débil  como  el  que  se  deduce  de  la  pequenez, 
y  escasez  de  los  cuadrúpedos,  y  en  uno,  y  otro  se  nuestra  la  misma 
ignorancia,  y  el  mismo  voluntario  olvido  de  las  cosas  del  Antiguo 
Mundo.  / 

En  cuanto  a  lo  que  dice  Mr.  de  Paw  acerca  del  tributo  de  piojos 
que  se  pagaba  en  Megico,  descubre  su  mala  fe,  como  en  otras  muchas 
cosas.  Es  cierto  que  Cortés  halló  sacos  de  piojos  en  los  almacenes 
del  palacio  del  rei  Ajayacatl.  También  es  cierto  que  Moteuczoma 
impuso  aquel  tributo :  pero  no  a  todos  sus  subditos,  sino  a  los  mendi- 
gos, y  no  por  que  la  exesiva  multitud  de  aquellos  insectos  los  devo- 
raba, como  dice  Mr.  de  Paw,  si  no  por  que  Moteuczoma,  que  no 
podia  soportar  el  ocio  en  sus  vasallos,  quizo  que  hasta  aquella  gente 
miserable,  que  no  podia  trabajar,  se  ocupase  en  quitarse  de  encima 
aquella  asquerosa  molestia.  No  influiría  poco  en  aquella  medida 
la  gran  .afición  de  aquel  monarca  al  orden,  y  al  aseo.  Tales  eran  los 
motivos  de  aquel  estravagante  tributo,  como  afirman  Torquemada, 
Betancourt,  y  otros  historiadores,  y  a  nadie  se  le  há  ocurrido  hasta 
ahora  la  interpretación  de  Mr.  de  Paw,  con  la  cual  creia  sin  duda  dar 
mayor  peso  a  sus  opiniones.  Por  lo  demás,  aquellos  inmundos  insec- 
tos abundan  en  los  cabellos,  y  en  la  ropa  de  los  mendigos  Americanos, 
como  en  los  de  la  gente  miserable  de  todos  los  paises  del  mundo,  y  no 
hai  duda  que  si  algún  soberano  de  Europa  exigiese  aquella  contribu- 
ción de  los  pobres  de  sus  dominios,  podría  llenar  fácilmente,  no  digo 
yo  sacos,  sino  fragatas  enteras.  e 

Finalmente,  reservando  para  otra  disertación  el  examen  de  las 
pruebas  del  mal  clima  de  America,  fundadas  en  las  dolencias  y  en  los 
defectos  de  la  constitución  física  de  los  Americanos,  en  la  cual  demos- 
traremos los  errores,  y  las  preocupaciones  pueriles  de  aquel  escritor, 
vengamos  a  lo  que  dice  sobre  el  exeso  del  frío  en  los  paises  del  Nuevo 
Mundo,  con  respecto  a  los  del  Antiguo,  situados  a  igual  distancia  de 
la  Linea  Equinoxial.  "  Comparando,  dice,  las  esperiencias  hechas 
con  los  termómetros  en  el  Perú,  por  los  Señores  de  la  Coudamine,  y 
D.  Juan  de  Ulloa  (no  se  llamaba  Juan,  sino  Antonio)  con  las  del  in- 
fatigable Adanson  en  el  Senegal,  se  puede  fácilmente  inferir  que  el 
aire  es  menos  calido  en  el  Nuevo  Mundo  que  en  el  Antiguo.  Calcu- 
lando con  la  mayor  exactitud  posible  la  diferencia  de  temperatura, 
creo  que  sera  de  12  grados  de  latitud :  esto  es,  que  hace  tanto  calor 
en  Afríca  a  30°  del  Ecuador,  como  a  18°  de  la  misma  Linea  en  Ame- 
rica.    El  licor  no  ha  subido  a  tanta  altura  en  el  termómetro,  ni  en  el 


SOBRE    f-l,    TERRENO    DE    MEGICO,  257 

Perú,  ni  en  el  centro  de  la  Zona  Tórrida,  como  en  Francia  en  el  mayor 
calor  del  verano.  Quebec,  con  estar  a  la  misma  altura  polar  que 
Paris,  tiene  incomparablemente  un  clima  mas  áspero,  y  mas  frió  que 
esta  capital.  La  misma  diferencia  se  nota  entre  la  bahia  de  Hudsoui 
y  el  Tamesis  que  están  a  la  misma  latitud." 

Aun  cuando  concediésemos  todo  esto,  nada  se  inferiria  en  contra 
del  clima  de  America.  ¿  Por  qué  se  ha  de  deducir  la  perversidad  de  • 
aquel  clima  del  exeso  del  frió  en  America,  y  no  se  deducirá  mas  bien 
la  perversidad  del  clima  del  antiguo  continente  del  exeso  del  calor  en 
los  paises  situados  a  igual  distancia  de  la  linea?  No  se  podra  sacar 
ningún  argumento  contra  America,  que  los  Americanos  no  puedan  em- 
plear contra  Europa,  y  África.  Pero  lo  principal  es  que  las  observa- 
ciones hechas  hasta  ahora  no  bastan  a  establecer,  como  principio  gene- 
ral, que  los  paises  del  Nuevo  Mundo  son  mas  frios  que  los  del 
Antiguo,  situados  a  la  misma  latitud,  y  mucho  menos  para  creer, 
como  cree  Mr.  de  Paw,  que  haya  tanto  calor  en  el  Antiguo,  a  30°  de 
latitud  polar,  como  a  los  18°  en  el  Nuevo.  Si  esto  fuera  'verdad, 
seria  en  America  tan  intenso  el  frió  a  los  67°  de  latitud  como  ^  los 
80°  en  el  continente  -yitiguo.  Ahora  bien,  Mr.  de  Paw  dice  que  el 
frió  del  antiguo  continente  en  Noviembre,  mas  alia  de  los  80°,  es  tan 
perjudicial  al  hombre,  que  destruye  la  vida :  ¡  y  no  la  destruiría  en 
America  mas  allá  de  los  60° !  ¿  Como  pues  afirma  él  mismo  que  en 
el  pais  de  los  Esquimales  se  hallan  habitantes  mas  alia  del  75°  ?  Y  si 
los  débiles  Americanos  pueden  subsistir  en  aquella  latitud,  debemos 
creer  que  los  fortisimos  Europeos  serian  capaces  de  resistir  al  frió  de 
los  80°.  Aflemas,  si  aquel  principio  fuera  cierto,  haría  tanto  calor  en 
Jerusalen,  situada  a  poco  n\enos  de  32°,  como  en  la  Vera  Cruz  que 
está  a  poco  menos  de  20°,  lo  que  nadie,  si  no  es  Mr.  de  Paw,  es 
capaz  de  pensar.  Igualmente  podrían  inferirse  otros  despropósitos, 
especialmente  si  se  adoptase  el  calculo  del  Dr.  Mitchell,  el  cual,  según 
dice  el  Dr.  Robertson,  concluyó  después  de  treinta  años  de  observa- 
ciones, qué  la  diferencia  entre  el  clima  del  Nuevo  Mundo,  y  el  del 
Antiguo,  es  de  14  a  15  grados,  esto  es,  que  hace  tanto  calor  en  los 
paises  del  antiguo  continente,  que  están  a  los  29  o  a  los  30°,  como  en 
los  del  nuevo  que  están  a  los  15.  Es  cierto  que  asi  como  hai  muchos 
paises  en  America  mas  frios  que  otros  del  Mundo  Antiguo,  igualmente 
distantes  de  la  Linea  Equinoxial,  asi  hai  otros  mucho  mas  calidos. 
Agrá,  capital  del  Mogol,  y  el  puerto  de  Loreto  en  las  Californias,  se 
hallan  en  la  misma  latitud,  y  sin  embargo  no  es  comparable  el  calor  de 
aquella  ciudad  Asiática,  con  el  de  este  puerto  Americano.     Hue,  ca- 

TOMO    II.  s 


258  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

pital  de  la  Cochinchina,  y  Acapulco,  están  a  igual  distancia  de  la 
Linea,  y  el  aire  de  Hue  es  fresco,  comparado  con  el  de  Acapulco. 
Mas  falsa  es  aun,  y  mas  improbable  la  otra  proposición  de  Mr.  de 
Paw,  a  saber,  que  en  el  centro  de  la  Zona  Tórrida  no  sube  a  tanta 
altura  el  termómetro,  como  en  Paris,  en  lo  mas  fuerte  del  verano.  Si 
esto  fuera  cierto,  la  diferencia  entre  el  clima  Europeo,  y  el  Americano, 
no  seria  solo  de  12  grados,  como  dice  Mr.  de  Paw,  si  no  de  49,  cuanta 
es  la  diferencia  de  latitud  entre  el  centro  de  la  Zona  Tórrida,  y  Paris. 
Es  cierto  que  en  virtud  de  las  observaciones  hechas  en  Quito,  y  com- 
paradas con  las  hechas  en  Paris,  el  calor  de  aquella  ciudad  equinoxial 
no  llega  nunca  al  de  Paris  en  el  verano :  pero  también  es  cierto,  según 
las  observaciones  hechas  pernios  mismos  académicos  con  los  mismos 
termómetros  en  la  ciudad  de  Cartagena,  que  no  es  el  centro  de  la 
Zona  Tórrida,  si  no  a  10°  de  la  Linea,  que  el  calor  ordinario  de  esta 
ciudad  es  igual  al  mayor  de  Paris,  como  lo  asegura  D.  Antonio  de 
Ulloa,  uno  de  los  observadores*. 

Son  muchas  las  causas,  que  ademas  de  la  proximidad  o  distancia  de 
la  linea,  influyen  en  el  calor  y  en  el  frió.  La  elevación  del  terreno,  la 
proximidad  de  alguna  alta  montaña  cubierta  áe  nieve,  la  abundancia 
dé  lluvias,  &c.  contribuyen  a  aumentar  la  frialdad  del  ambiente :  y  por 
el  contrario,  la  depresión  del  terreno,  la  escasez  de  agua,  los  arenales, 
&c.,  aumentan  el  calor.  Ciudad  Real,  capital  de  la  diócesis  de  Chiapa, 
por  estar  situada  en  un  punto  alto,  es  fría,  y  Chiapa  de  los  Indios,  poco 
distante  de  aili,  es  calidísima,  por  estar  en  un  punto  bajo.  Chachico- 
mula,  villa  grande,  al  pie  de  la  altísima  montaña  de  Orizaba,  es  fría,  y 
Vera  Cruz,  en  la  misma  latitud,  es  sumamente  calorosa ;  y,  lo  que  es 
mas,  siendo  frío  el  aire  de  Ciudad  Real,  en  la  latitud  de  16i°,  es  ca- 
liente el  de  Loreto,  en  Californias,  a  25|°. 

Las  mismas  observaciones  de  Mr.  de  Paw  convencen  que  el  clima 
de  America  no  es  tan  vario  como  el  de  Europa,  y  que  los  habitantes 
del  Nuevo  Mundo  no  pasan,  como  la  mayor  parte  de  los  del  Antiguo, 
de  un  frió  exesivo,  a  un  calor  intolerable.  Cuanto  mas  uniforme  es 
el  clima,  tanto  mas  se  acostumbran  a  él  los  hombres,  y  tanto  mas 
fácilmente  evitan  los  perniciosos  efectos  que  ocasiona  la  mudanza  de 
temperatura.  En  Quito  no  sube  el  termómetro  tanto  como  en  Paris 
en  verano ;  pero  tampoco  baja  tanto  como  en  los  paises  mas  templados 
de  Europa,  en  invierno.    ¿  Qué  se  puede  desear  mas  en  un  clima  que 

*  En  el  año  de  1 735  se  mantubo  el  termómetro  de  Mr.  Reaumur  en  Cartagena 
a  1025J°,  sin  otra*^ variación  que  el  de  bajar  tal  cual  vez  a  1024,  o  subir  a  1026. 
En  París  el  mismo  año  no  subió  a  mas  de  1025i  en  el  mayor  calor  del  verano. 


SOBRE    EL   TERRENO    DE    MEGICO,  26& 

un  temple  en  el  aire,  igualmente  distante  de  uno  y  otro  estremo,  como 
el  de  Quito,  y  el  de  la  mayor  parte  del  territorio  Megicano?  ¿  Qué 
clima  puede  haber  mas  benigno,  y  mas  favorable  a  la  vida,  que  aquel 
en  que  se  goza  todo  el  año  de  los  deleites  del  campo ;  en  que  la  tierra 
se  ve  siempre  adornada  de  yerbas,  y  flores,  los  campos  cubiertos  de 
grano,  y  los  arboles  cargados  de  fruta ;  en  que  los  rebaños,  sin  nece- 
sitar del  trabajo  del  hombre,  tienen  bastante  con  lo  que  les  da  la  Pro- 
videncia, sirviéndoles  el  cielo  de  techo,  para  resistir  a  la  inclemencia  de 
las  estaciones  ?  Ni  la  nieve,  ni  el  hielo  obligan  al  hombre  a  vivir  entu- 
mido al  lado  del  fuego ;  ni  el  ardiente  calor  del  estio  lo  arroja  de  las 
ciudades,  si  no  que  esperimentando  siempre  la  acción  benigna  de  la 
naturaleza,  goza  indiferentemente  en  todas  las  estaciones  de  la  socie- 
dad en  las  poblaciones,  y  de  las  delicias  de  la  naturaleza  en  el  campo. 
Esta  es  la  idea  que  tienen  los  hombres  de  un  buen  clima,  y  por  esto 
los  poetas,  queriendo  ensalzar  en  sus  versos  algunos  paises,  decian 
que  reinaba  en  ellos  una  perpetua  primavera,  como  Virgilio  hablando 
de  Italia :  — 

Hic  ver  assiduum,  atque  alienis  mensibus  astas. 
Bis  gravidae  pecudes,  bis  pomis  utilis  arbos. 

Y  Horacio  de  las  islas  Fortunadas :  — 

Ver  ubi  longum,  tepidasque  praebet 
Júpiter  brumas. 

Asi  representaban  los  antiguos  los  Campos  Elíseos,  y  aun  en  los  Libros 
Santos,  par^  darnos  alguna  idea  de  la  Jerusalem  celeste,  se  dice  que 
no  se  siente  en  ella  frió,  ni  calor. 

El  P.  Acosta,  a  cuya  historia  da  Mr.  de  Paw  el  titulo  de  obra  exe  ■■ 
lente,  que  era  practico  en  los  climas  de  ambos  continentes,  y  que  por 
no  ser  mui  parcial  de  America,  no  debia  tener  gran  interés  en  exage- 
rar sus  preeminencias,  dice,  hablando  de  su  clima:  **  Viendo  yo  la 
dulzura  del  aire,  y  la  suavidad  del  clima  de  muchos  paises  de  America, 
donde  no  se  sabe  que  cosa  es  invierno  que  moleste,  ni  verano  que  an- 
gustie ;  donde  una  estera  basta  para  preservarse  de  la  intemperie  de 
las  estaciones ;  donde  apenas  se  necesita  mudar  de  ropa  en  todo  el 
liño ;  considerando  yo  todo  esto,  me  ha  parecido  muchas  veces,  y  lo 
mismo  pienso  hoi,  que  si  los  hombres  quisieran  desembarazarse  de  los 
lazos  que  les  tiende  la  codicia,  y  dejar  ciertas  pretensiones  inútiles,  y 
enojosas,  podrían  llevar  en  America  una  vida  tranquila,  y  agradable : 
por  que  lo  qne  los  poetas  cantaron  de  los  Campos  Eliseos,  y  del 
famoso  valle  de  Tempe,  y  lo  que  Platón  referia,  o  fingia  de  su  isla 

s2 


260  HISTORIA    ANTIGUA    DK    MEGICO. 

Atlantida,  se  halla  reunido  en  aquellas  tierras."  Lo  mismo  que  Acosta, 
dicen  de  America  algunos  historiadores,  y  particularmente  de  Megico, 
y  de  las  provincias  circunvecinas,  cuyos  paises  mediterráneos,  casi 
desde  el  istmo  de  Panamá  hasta  los  40°  de  latitud  (pues  los  de  mas 
alia  no  se  han  descubierto)  gozan  de  un  aire  benigno,  y  de  clima  favo- 
rable a  la  vida,  exepto  algunos  puntos,  que  o  por  su  depresión  son 
calidos,  y  húmedos,  o  por  su  demasiada  elevación  son  de  un  clima 
áspero.  Pero  ¡  cuantos  no  hai  en  el  Mundo  Antiguo  ásperos,  y 
dañosos ! 

De  las  calidades  del  terreno  de  Megico. 
"  Lo  cierto  es,  dice  Mr.  de  Paw,  que  la  America  en  general  ha 
sido,  y  es  hoi  dia  un  pais  demasiado  estéril."  Lo  que  si  es  cierto  es 
que  esta  proposición  general  es  una  falsedad  insigne,  y  si  quiere  con- 
vencerse de  ello,  infórmese  de  los  muchos  Alemanes  que  han  estado 
recientemente  en  America,  y  residido  alli  algunos  años,  y  ahora  se 
hallan  en  Austria,  en  Bohemia,  en  el  Palatinado  del  Rin,  y  aun  en  la 
misma  Prusia ;  o  si  no,  lea  de  nuevo  la  exelente  obra  del  P.  Acosta, 
y,  encontrará  en  el  libro  ii,  cap.  14,  que  si  hai  alguna  tierra  a  que  con- 
venga el  nombre  de  Paraiso  es  la  de  America.  Esto  dice  un  Europeo 
docto,  juicioso,  imparcial,  nacido  en  España,  uno  de  los  mejores  paises 
de  Europa ;  y  hablando  en  el  libro  iii,  de  los  del  imperio  Megicano 
dice  "  que  la  Nueva  España  es  uno  de  los  mejores  paises  de  todos 
cuantos  alumbra  el  sol."  Ciertamente  no  hablarla  asi  de  America  en 
general,  ni  en  particular  de  la  Nueva  España,  bajo  cuyo  nombre  com- 
prende toda  la  America  Septentrional  dominada  por  los  Españoles,  si 
la  America  fuera  un  pais  estéril.  No  hablan  de  otro  modo  de  aque- 
llas regiones,  y  con  especialidad  de  Megico,  otros  muchos  Europeos, 
«uyos  testimonios  omito,  por  no  dar  fastidio  a  los  lectores*.  Por  la 
misma  razón  dejo  aparte  lo  que  el  mismo  Mr.  de  Paw  escribe  contra 
otros  paises  del  Nuevo  Mundo,  pues  seria  imposible  examinar  las 
-razones  que  alega  sobre  cada  uno  de  ellos,  sin  escribir  un  gran  volu- 
men, y  me  limitaré  a  lo  que  pertenece  esclusivamente  a  Megico. 

*  Tomas  Gages,  oráculo  de  los  Ingleses,  y  de  los  Franceses,  en  cuanto  es  rela- 
-tivo  a  la  America,  hablando  de  Megico,  dice:  "En  Megico  no  falta  nada  de  lo 
que  puede  constituir  la  felicidad  de  un  pueblo,  y  si  los  escritores  que  han  em- 
pleado sus  plumas  en  alabar  las  provincias  de  Granada  en  España,  y  de  Lombar- 
dia,  y  Toscana  en  Italia,  que  convierten  en  paraísos  terrestres,  hubieran  visto  este 
Nuevo  Mundo,  y  la  ciudad  de  Megico,  pronto  se  retractárian  de  todo  lo  que  han 
dicho  acerca  de  aquellos  paises."  Esto  dice  de  Megico,  aquel  autor  que  no  sabe 
hablar  bien  de  nada. 


SOBRE    EL    TERRENO    DE    MEGICO.  261 

El  Conde  de  BuíFon,  y  Mr.  de  Paw  parecen  convencidos  de  que 
todo  el  terreno  de  America  se  reduce  a  montes  inaccesibles,  y  bosques 
impenetrables,  y  a  llanuras  anegadas,  y  pantanosas.-  Leyeron  sin 
duda  en  las  descripciones  de  aquel  pais  que  los  famosos  Andes,  o 
Alpes  Americanos  formaban  dos  larguísimas  cadenas  de  montes  altos, 
y  cubiertos  en  gran  parte  de  nieves;  que  el  vasto  desierto  de  las 
Amazonas  se  compone  de  bosques  espesos ;  que  Guayaquil,  y  tal  cual 
otro  pueblo  son  húmedos,  y  pantanosos,  y  esto  bastó  para  que  no 
viesen  en  todo  aquel  continente  sino  pantanos,  sierras,  y  espesuras. 
Leyó  Mr.  de  Paw  en  la  Historia  de  Gumilla  lo  que  dice  aquel  autor 
acerca  del  modo  que  tenian  los  Indios  del  Orinoco  de  preparar  el  ter- 
rible veneno  de  sus  flechas,  y  en  la  Historia  de  Herrera,  y  en  otros 
autores  que  los  Cannibales,  y  otras  naciones  barbaras  usaban  de  fle- 
chas envenenadas,  y  de  aqui  sacó  que  "  el  nuevo  continente  produce 
mayor  numero  de  yerbas  venenosas  que  todo  el  resto  del  mundo." 
Leyó  que  en  las  tierras  demasiado  calientes  no  nace  trigo,  ni  pros- 
peran las  frutas  de  Europa,  y  no  necesitó  de  mas  para  decir  que  "  los 
alberchigos  y  albaricoques  solo  han  fructificado  en  la  isla  de  Juan 
Fernandez*,"  y  que  ''el  trigo,  y  la  cebada  no  han  granado  si  no  en 
algunos  paises  del  Norte."  , 

Nada  es  cierto,  con  respecto  a  Megico,  de  todo  lo  que  dice  contra 
el  terreno  de  America.  Hai  ciertamente  en  aquel  pais  montañas 
elevadisimas,  y  cubiertas  de  nieves  eternas ;  hai  grandes  bosques,  y 
algunos  puntos  pantanosos:  pero  es  sin  comparación  mas  vasto  el 
terreno  fer^^l,  y  cultivado,  como  lo  saben  cuantos  lo  han  visto.  En 
todo  aquel  inmenso  espacio  en  que  ahora  *«e  siembra  trigo,  cebada, 
maiz,  y  otras  especies  de  plantas  cereales,  y  leguminosas,  de  que 
abunda  infinitamente  aquel  pais,  se  sembraba  antes  mai^  pimiento, 
judias,  cacao,  chia,  algodón,  y  otras  plantas  que  servian  a  las  necesi- 
dades, y  placeres  de  aquellos  pueblos,  los  cuales,  siendo  tan  numero- 
sos como  he  dicho  en  la  Historia,  y  demostraré  en  otra  parte,  no  hu- 
bieran podido  tener  con  qué  subsistir  si  la  tierra  hubiera  sido  una 

*  Afin  de  mostrar  cuanto  se  aparta  de  la  verdad  Mr.  de  Paw,  es  necesario 
saber  que  en  la  miserable  isla  de  Juau  Fernandez,  donde  dice  que  se  crian 
tan  bien  los  alberchigos,  hai  mui  pocos,  y  estos  malos,  como  lo  he  oido 
decir  al  presbítero  Dr.  José  Garcia,  Valenciano,  que  estubo  alli  siete  meses,  y  en 
la  estación  de  las  frutas.  Por  el  contrario,  en  casi  todos  los  paises  templados,  y 
frios  de  America,  donde  cree  Mr.  de  Paw  que  no  hai  alberchigos,  se  dan  exelentes, 
y  en  algunas  partes,  como  en  Chile,  y  en  varios  pueblos  de  Megico,  mejores  que 
en  Europa. 


262  HISTORIA    ANTIGUA    DE  MEGICO. 

continuación  de  montes,  bosques,  y  pantanos*  El  Conde  de  Buífon 
que  en  su  tomo  i  dice  que  la  America  no  es  mas  que  un  pantano  con- 
tinuo, y  en  el  tomo  v  afirma  que  las  montañas  inaccesibles  apenas 
dejan  allí  pequeños  espacios  para  la  agricultura,  y  para  la  habitación 
de  los  hombres,  en  el  mismo  tomo  confiesa  que  los  pueblos  de  Me- 
gico,  y  del  Perú  eran  bastante  numerosos.  Pero  si  estos  pueblos, 
que  ocupaban  una  grandisima  parte  de  la  America,  eran  bastante  nume- 
rosos, y  vivian,  como  él  dice,  en  sociedad,  y  bajo  la  dirección  de  las 
leyes,  no  es  posible  que  el  pais  que  los  alimentaba,  fuese  un  vasto 
pantano;  si  estos  pueblos  tan  numerosos  se  sustentaban,  como  es 
cierto,  de  los  granos,  y  firutos  que  cultivaban,  no  pueden  ser  peque- 
ños los  espacios  que  los  montes  inaccesibles  dejan  a  la  agricultura,  y 
a  la  habitación  de  los  hombres. 

La  muchedumbre,  la  variedad,  y  la  bondad  de  las  plantas  de  Me- 
gico  no  dejan  la  menor  duda  acerca  de  la  prodigiosa  fertilidad  de  su 
sudo.  "  En  los  pastos,  dice  el  P.  Acosta,  es  exelente  el  terreno  de 
Megico,  y  es  increible  la  multitud  de  caballos,  vacas,  ovejas,  y  otros 
cuadrúpedos  que  alli  se  crian.  También  es  abundante  tanto  en  fru- 
tas, como  en  toda  clase  de  granos."  En  efecto,  no  hai  grano,  legum- 
bre, hortaliza,  o  fruta  que  no  prospere  en  aquella  tierra  venturosa. 
El  trigo,  que  apenas  concede  Mr.  de  Pavi^  a  pocos  distritos  del  Sep- 
tentrión, no  nace  generalmente  en  las  tierras  demasiado  calidas  de 
Megico,  como  tampoco  en  la  mayor  parte  de  África,  y  en  otros  mu- 
chos paises  del  antiguo  continente :  pero  las  tierras  frías,  y  templadas 
de  las  provincias  Megicanas,  lo  dan  de  exelente  calidad,  ;'  mas  abun- 
dante que  en  Europa.  Baste  decir  que  el  que  se  coge  en  la  diócesis 
de  la  Puebla  de  los  Angeles  es  tanto,  que  del  que  sobraba,  después 
de  provistos  sus  innumerables  habitantes,  se  proveían  las  islas  Antillas, 
y  la  escuadra  que  habia  en  la  Habana  con  el  nombre  de  armada  de 
Barlovento.  En  Europa  no  hai  mas  que  una  siembra,  y  una  cosecha : 
en  Megico  hai  muchas.  Torquemada,  autor  Europeo,  que  estubo 
muchos  años  en  aquellos  paises,  y  los  recorrió  en  todos  sentidos,  dice : 
"  En  las  tierras  en  que  se  cultiva  el  trigo,  se  ve  en  cada  estación  del 
año  un  trigo  que  se  está  segando,  otro  que  empieza  a  madurar,  otro  que 
aun  está  verde,  y  otro  que  se  siembra ;  y  ahora,  que  es  el  mes  de  Noviem- 
bre, se  verifica  asi,  pues  vemos  la  siega  del  trigo  temporal,  el  de  riego*, 

*  El  trigo  llamado  de  riego  se  siembra  en  Octubre,  en  Noviembre,  o  en 
Diciembre,  y  la  cosecha  se  hace  en  Mayo  o  en  Junio.  El  temporal  se  siembra 
en  Junio,  y  se  siega  en  Octubre,  y  el  aventurero  se  siembra  en  Noviembre,  y  la 
cosecha  no  tiene  época  fija. 


SOBRB    £L   TERRENO    DE    ME6IG0.  263 

que  va  creciendo  en  Atrisco,  y  en  otros  lugares,  mientras  se  está  haciendo 
en  otros  la  siembra :  lo  que  demuestra  la  maravillosa  fertilidad  de  la 
tierra  *."  El  mismo  autor  hace  mención  de  muchas  tierras  que  daban  60, 
80,  y  100  por  uno,  y  en  nuestros  dias  se  ha  visto  aquella  estraordinaria 
multiplicación  de  trigo  en  muchos  campos  f,  siendo  generalmente 
cierto  que  dando  mas  productos  que  los  de  Europa,  exigen  menos 
cultivo,  como  es  notorio  a  los  Europeos  inteligentes  que  han  viajado 
por  aquellas  regiones.  Lo  que  decimos  del  trigo,  se  puede  aplicar  a 
la  cebada,  aunque  de  esta  no  se  siembra  si  no  lo  necesario  para  man- 
tener los  caballos,  las  muías,  y  los  puercos.  Mucho  mas  podria  decir 
del  maiz,  que  es  el  grano  propio  de  aquella  parte  de  America. 

Mr.  de  Paw  dice  que  todas  las  plantas  de  Europa  han  degenerado 
en  America,  exepto  las  acuáticas,  y  jugosas,  y  para  apoyar  este  des- 
proposito, añade  que  "  los  alberchigos,  y  los  albaricoques  solo  han 
fructificado  en  la  isla  de  Juan  Fernandez."  Aunque  le  concediésemos 
que  ningún  país  de  America  da  aquellas  dos  clases  de  frutas,  no  por 
jBsto  habría  probado  su  aserción ;  pero  el  hecho  en  que  se  funda  es 
enteramente  falso.  El  P.  Acosta,  hablando  de  aquellas  frutas  en 
particular,  dice:  "Prosperan  alli  los  alberchigos,  los  melocotones,  y 
los  albaricoques  J,  pero  mejor  que  en  ninguna  parte,  en  Mágico."  En 
todo  aquel  pais,  exepto  en  las  tierras  mui  calientes,  han  prosperado 
aquellas  frutas,  y  todas  las  otras  que  se  han  llevado  de  Europa,  y 
nacen   en   gran  abundancia,    como  atestiguan  todos   los  viageros§. 

*  Tor  quemada  lib.  i,  de  la  Monarquía  Indiana,  cap.  4.  Véase  también  loque 
dice  acerca  Cía  la  abundancia  de  frutas  en  todas  las  estaciones,  y  Herrera  en  mu- 
chas partes  de  su  obra. 

t  Yo  he  estado  en  países  en  que  la  tierra  solía  dar  50  por  uno,  y  he  sabido  de 
otros  en  que  daba  hasta  100.  En  Analoa,  aunque  es  país  caliente,  la  tierra  suele 
dar  200  por  uno,  según  me  ha  informado  una  persona  digna  de  fe  que  estubo 
alli  muchos  años.  Mí  erudito  amigo  el  Pro.  D.  Juan  Ignacio  Molina,  dice  en  su 
Historia  Compendiosa  de  Chile,  publicada  en  Bolonia,  que  en  aquellos  países  el 
trigo  da  comunmente  150  por  uno.  La  fanega  se  vende  a  precio  ínfimo,  y  cada 
año  van  al  Perú  30  buques  cargados  de  trigo,  quedando  mucho  en  el  país. 

X  Acosta  lib.  iv,  cap.  31.  Es  tanta  la  abundancia  de  alberchigos  en  Megíco, 
que  se  suelen  dar  dos,  tres,  y  aun  cuatro  veintenas  por  la  moneda  mas  pequeña 
del  pais.  En  Chile  se  cuentan  hasta  12  especies  de  alberchigos,  y  los  hai  tan 
grandes  que  algunos  pesan  una  libra  Española.  Asi  lo  asegura  Molina.  Véase 
lo  que  dice  el  P.  La  Feuillée  acerca  de  su  delicadísimo  sabor. 

§  Las  peras  se  venden \tambien  por  veintenas  en  Megico,  y  hai  mas  de  50  es- 
pecies. Gemellí  habla  de  la  cuantiosa  renta  que  sacaban  de  las  frutas  Europeas 
de  su  jardín,  los  Carmelitas  de  S.  Ángel,  pueblo  distante  7  millas  de  la  capital. 


264  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

"  Finalmente,  dice  Acosta,  hablando  de  la  America  en  general ;  casi 
todo  lo  bueno  que  produce  España,  lo  hai  allí,  en  parte  mejor,  y  en 
parte  no:  trigo,  cebada,  ensaladas,  hortalizas,  legumbres,  &c."  Si 
hubiera  hablado  solo  de  Megico,  hubiera  podido  omitir  el  casi. 

**  Hai  otra  ventaja,  añade  el  mismo;  y  es  que  en  America  se  dan 
mejor  los  productos  de  Europa,  que  en  Europa  los  de  America." 
¿Y  parecerá  pequeña  esta  ventaja  a  Mr.  de  Paw?  Esto  solo  bastaría 
para  demostrar  que  si  hai  algún  exeso,  está  en  favor  de  America.  En 
Megico  prosperan  admirablemente,  como  dicen  muchos  escritores,  y 
como  saben  todos  los  que  han  estado  alli,  el  trigo,  la  cebada,  el  arroz, 
y  todos  los  otros  granos  de  Euro{>a;  las  judias,  los  guisantes,  las  ha- 
bas, y  todas  las  legumbres  ;  las  lechugas,  las  coles,  los  nabos,  los  es- 
párragos, y  otras  ensaladas,  y  raices,  y  en  general,  toda  especie  de  hor- 
taliza ;  los  alberchigos,  las  manzanas,  las  peras,  y  las  otras  frutas ;  las 
rosas,  los  claveles,  las  violetas,  los  jazmines,  la  albahaca,  la  yerba 
buena,  la  mejorana,  el  torongil,  y  otras  flores,  y  plantas  Europeas: 
pero  en  Europa  no  prosperan,  ni  pueden  prosperar  las  plantas  Ameri^ 
canas.  El  maiz  se  cultiva  en  Europa,  pero  es  mucho  mas  pequeño, 
y  4e  inferior  calidad  que  el  de  America.  De  las  muchas,  y  sabrosas 
frutas  del  Nuevo  Mundo,  algunas,  como  el  plátano,  y  la  pina,  han 
fructificado  en  los  jardines  Europeos,  gracias  a  las  estufas,  y  a  un 
grandísimo  esmero :  pero  ni  tan  bien  sazonadas,  ni  con  tanta  abundan- 
cia como  en  su  propio  pais.  Otras  mas  apreciadas,  como  la  chiri- 
moya, el  mamei,  y  el  chicozapote,  no  sabemos  que  se  hayan  podido 
aclimatar,  apesar  de  la  industria,  y  del  saber  que  en  ello  se^  ha  emplea- 
do. La  causa  de  esta  gran  diversidad  entre  Europa,  y  America,  es 
la  que  señala  el  mismo  Acosta :  esto  es,  "  por  que  en  America  hai 
mayor  variedad  de  temperaturas  que  en  Europa,  y  asi  es  mas  fácil  dar 
a  cada  planta  el  temple  que  le  conviene."  Y  como  no  es  prueba  de 
la  esterilidad  de  Europa  que  no  se  den  en  ella  las  plantas  propias  de 
America,  tampoco  podra  inferirse  la  esterilidad  de  algunas  partes  de 
America,  de  que  no  se  den  alli  algunas  plantas  de  Europa. 

Non  oinnis  fert  omnia  tellus  ; 
Hic  segetes,  ibi  provenient  felicins  uvoe. 

Antes  bien  puede  asegurarse  que  los  paises  calidos,  que  se  niegan 
a  la  producción  del  trigo,  y  de  las  frutas  Europeas,  son  mas  fecundos  y 
amenos  bajo  otros  aspectos,  como  saben  los  que  en  ellos  han  residido. 

y  del  producto  de  la  hortaliza  que  cultivaban  en  su  pequeño  huerto  los  Dominica- 
nos de  S.  Jacinto,  en  un  arrabal  de  la  misma. 


SOBRE    KL   TERRENO    DE    MEGICO.  265 

Yo  sin  embargo  no  dudo  que  si  se  quiere  hacer  un  parangón  entre 
los  dos  continentes,  se  hallarán  casi  iguales  en  sus  producciones,  por 
que  en  Asia,  y  África  hai  tierras,  y  climas  proporcionados  a  todas  las 
plantas  de  America,  las  cuales,  por  causa  de  la  diversidad  de  aquellos 
dos  elementos  esenciales,  no  pueden  prosperar  en  Europa.  Pero  ¿qué 
ventaja  sacan  los  Europeos  de  lo  que  produce  el  Asia  ?  Por  el  contra- 
rio, los  Megicanos  rodeados  de  paises  en  que  reinan  toda  clase  de  cli- 
mas, gozan  de  todos  los  frutos  que  estos  favorecen.  La  plaza  de  Megi- 
co  (asi  como  las  de  otras  muchas  ciudades  de  America)  es  el  centro  de 
todos  los  dones  de  la  naturaleza.  Alli  se  ven  la  manzana,  el  alber- 
chigo,  el  albaricoque,  la  pera,  la  uva,  la  cereza,  el  camote,  el  gicame, 
la  nuez,  y  otras  innumerables  frutas,  raices,  y  yerbas  sabrosas,  que  se 
crian  en  los  paises  frios,  y  templados ;  la  pina,  el  plátano,  el  coco,  la 
anona,  la  chirimoya,  el  mamei,  el  chicozapote,  el  zapote  negro,  y  otros 
muchisimos  de  las  tierras  calidas ;  el  melón,  la  sandia,  la  naranja,  la 
granada,  el  ahuacate,  el  zapote  blanco,  y  otros,  comunes  a  paises  ca- 
lientes, y  frios.  En  todas  las  estaciones  del  año  se  ve  aquel  mercado 
abundantemente  provisto  de  varias  frutas  esquisitas,  y  aun  en  la  época 
en  que  los  Europeos  no  tienen  mas  que  castañas,  y  cuando  mas  las 
uvas,  y  manzanas  que  su  industria  sabe  conservar.  Todo  el  año,  sin 
exeptuar  el  invierno,  entran  en  aquella  plaza,  por  uno  de  los  canales, 
innumerables  barcas,  cargadas  de  frutas,  flores,  y  hortalizas,  de  modo 
que  parece  que  todas  las  estaciones,  y  todos  los  paises  son  tributarios 
a  las  necesidades  y  placeres  de  aquellos  habitantes :  díganlo  los  Euro- 
peos que  hah  tenido  la  satisfacción  de  verlo. 

No  es  menor  la  abundancia  de  aquella  tierra  en  plantas  medicinales. 
Basta  para  esto  ver  la  obra  del  célebre  naturalista  Hernández,  en  la 
cual  se  describen,  y  dibujan  mas  de  900  plantas  (la  mayor  parte  de 
ellas  nacidas  en  los  alrededores  de  la  capital)  cuyas  virtudes  ha  dado 
a  conocer  la  esperiencia,  ademas  de  otras  300  cuyo  uso  no  es  conocido. 
No  hai  duda  que  en  este  largo  catalogo  faltan  otras  innumerables. 
Mr.de  Paw,  por  el  contrario,  dice  que  America  produce  mayor  nume- 
ro de  plantas  venenosas  que  todo  el  resto  del  mundo.  Pero  ¿qué 
sabe  él  de  las  que  se  crian  en  lo  interior  del  Asia,  y  del  África  I  Sien- 
do tan  grande  la  fertilidad  de  aquel  suelo  no  es  estraño  que  abunden 
en  él  toda  clase  de  vegetales.  Pero  a  la  verdad  yo  no  sé  que  hasta 
ahora  se  hayan  descubierto  en  Megico  ni  la  vigésima  parte  de  las  plan- 
tas ponzoñosas  del  continente  antiguo,  de  que  hacen  mención  en  sus 
libros  los  naturalistas,  y  los  médicos  Europeos. 

En  cuanto  a  las  gomas,  resinas,  aceites,  y  otros  jugos  que  despiden 


266  HISTORIA    ANTIGUA    DE    ME6ICO. 

los  arboles,  o  espontáneamente,  o  ayudados  por  la  industria  humana, 
es  admirable,  como  dice  el  P.  Acosta,  el  terreno  de  Megico,  por  la 
abundancia  de  esta  clase  de  productos.  Hai  bosques  enteros  de  aca- 
cias, que  son  las  que  dan  la  verdadera  goma  arábiga,  la  cual,  por  ser 
tan  común,  no  tiene  valor  en  aquel  pais.  Hai  balsamo,  incienso,  co- 
pal de  muchas  especies,  liquidambar,  tecamaca,  aceite  de  abeto,  y  otros 
muchos  jugos  apreciables  por  su  suavisimo  olor,  y  por  sus  virtudes 
medicinales. 

Aun  esos  mismos  bosques,  que  cubren  el  suelo  de  America,  según 
afirman  el  Conde  de  Buffon,  y  Mr.  de  Paw,  acreditan  su  fecundidad. 
Siempre  ha  habido,  y  en  la  actualidad  hai  en  aquellas  vastas  regiones, 
bosques  espesos,  y  estendidos :  pero  no  son  tantos  que  no  se  pueda  ha- 
cer un  viage  de  500,  o  de  600  millas  sin  encontrar  uno  solo.  ¿Y 
qué  clases  de  bosques  son  esos  que  tanto  disgustan  a  aquellos  dos  es- 
critores? Por  lo  común,  o  de  arboles  frutales,  como  de  plátanos, 
maméis,  chicozapotes,  naranjos,  y  limoneros,  cuales  son  los  de  Coatza- 
coalco,  Mijteca,  y  Michuacan ;  o  de  arboles  preciosos  por  sus  made- 
ras, y  por  sus  resinas,  como  los  que  separan  el  valle  de  Megico  de  la 
diócesis  de  la  Puebla  de  los  Angeles,  y  los  de  Chiapa,  Zapoteques,  y 
otros.  Ademas  de  los  pinos,  robles,  frenos,  nogales,  abetos,  y  otros 
muchísimos  comunes  a  los  dos  continentes,  hai  mayor  numero  de  los 
propios  de  aquella  tierra,  que  son  los  mas  apreciados.  Encuentranse 
bosques  enteros  de  cedro,  como  en  otra  parte  he  dicho.  El  conquista- 
dor Cortés  fue  acusado  por  sus  émulos,  ante  el  emperador  Carlos  V, 
de  haber  empleado  en  el  palacio  que  hizo  construir  en  Mágico,  7,000 
bigas  de  cedro,  y  se  escusó  diciendo  que  el  cedro  era  una  madera  co- 
mún del  pais.  Lo  es  en  efecto  tanto,  que  con  él  se  hacen  las  estacas 
para  los .  cimientos  de  las  casas,  en  el  suelo  pantanoso  de  la  capital. 
Del  justamente  celebrado  ébano,  hai  también  bosques  en  Chiapa,  Yu- 
catán, y  Cozumel ;  del  Brazil,  en  las  tierras  calientes,  y  en  otras  partes, 
del  oloroso  aloe.  El  tapinceran,  el  granadillo  o  ébano  rojo,  el  ca- 
mote, y  los  otros  de  que  he  hablado  en  la  historia  suministran  mate- 
ras harto  mejores  que  las  que  se  emplean  en  Europa.  Finalmente 
para  no  detenerme  en  una  larga,  y  enojosa  enumeración,  me  refiero  al 
P.  Acosta,  al  Dr.  Herpandez,  a  Ximenez,  y  a  otros  autores  Españo- 
les que  han  estado  en  Megico,  sin  embargo  de  que  todo  lo  que  dicen  no 
basta  a  formar  una  idea  de  la  fertilidad  de  aquella  tierra.  El  P.  Acos- 
ta afirma  que  en  cuanto  al  numero,  y  la  variedad  de  arboles  incultos, 
es  mui  superior  la  America  al  África,  al  Asia,  y  a  la  Europa. 

Este  ultimo  dato  es  decisivo,  pues  la  naturaleza  y  propiedades  de 


SOBRE    EL   TERRENO    DE    MEGICO.  267 

un  terreno  se  dan  a  conocer  mucho  mas  por  sus  producciones  espon- 
taneas, que  por  las  que  nacen  con  el  ausilio  del  arte.  Comparemos 
pues  las  de  Europa,  no  ya  con  las  de  America,  si  no  tan  solamente  con 
las  de  Megico.  **  La  causa,  dice  Montesquieu,  de  haber  tantos  sal- 
vages  en  America,  es  la  abundancia  de  frutas  que  da  por  si  misma  la 
tierra,  y  que  les  suministra  un  fácil  alimento.  Creo  que  no  se  goza- 
rían de  estas  ventajas  en  Europa  si  se  dejase  la  tierra  sin  cultivo,  y  que 
solo  produciría  encinas,  y  otros  arboles  inútiles."  "  Examinando,  dice 
Mr.  de  Paw,  la  historia,  y  el  origen  de  nuestras  legumbres,  de  nues- 
tras hortalizas,  de  nuestros  arboles  frutales,  y  aun  de  nuestros  granos, 
se  conoce  que  todos  son  estrangeros,  y  que  han  sido  transportados  de 
otros  climas  al  nuestro.  Fácilmente  puede  concebirse  cuan  grande 
habrá  sido  la  miseria  de  los  antiguos  Galos,  y  aun  de  los  Germanos, 
cuya  tierra  no  producia  en  los  tiempos  de  Tácito,  ningún  árbol  frutal. 
Si  la  Alemania  debiera  restituir  todos  los  vegetales  que  no  pertenecen 
originalmente  a  su  terreno,  ni  a  su  clima,  casi  nada  le  quedarla,  ni 
conservaria  otros  granos  que  la  amapola,  y  la  avena  silvestre."  Lo 
que  Mr.  de  Paw  confiesa  claramente  de  las  Gallas,  y  de  la  Germania, 
podria  decirse  de  los  otros  paises  de  Europa,  sin  escluir  la  Grecia,  y  la 
Italia,  que  han  sido  los  almacenes  de  los  demás.  Si  se  quitasen  al  suelo  de 
Italia  las  adquisiciones  con  que  lo  ha  enriquecido  la  industria  del  hom- 
bre ¿  qué  otra  cosa  le  quedarla  si  no  sus  antiguas  bellotas  ?  Los  nombres 
de  Malum  Persicum,  Malum  Medicum,  Malum  Assyrium,  Malum 
Punicum,  Malum  Cidonium,  Malum  Armeniacum,  Nux  Pontica,  ¿ye. 
sirven  a  rec9rdar  el  origen  Asiático,  y  Africano  de  las  frutas  qué  desig- 
nan. "  Se  sabe,  dice  Mr.  Busching,  que  las  frutas  mejores,  y  mas 
hermosas,  pasaron  de  Italia  a  los  paises  que  actualmente  las  producen. 
Italia  las  recibió  de  Grecia,  de  Asia,  y  de  África.  La  manzana  viene  de 
Siria,  de  Egipto,  y  de  Grecia ;  el  albaricoque,  de  Egipto ;  la  pera,  de 
Alejandría,  de  Siria,  de  Numidia,  y  de  Grecia;  el  limón,  y  la  naran- 
ja, de  Media,  de  Asiría,  y  de  Persia ;  el  higo,  de  Asia ;  la  granada,  de 
Cartago ;  la  castaña,  de  Castania  en  Magnesia,  provincia  de  Mace- 
donia ;  la  cereza,  de  Cerezunlo  en  el  Ponto  ;  la  almendra,  de  Asia  a 
Grecia,  y  de  aqui  a  Italia ;  la  nuez,  de  Persia ;  la  avellana,  del 
Ponto  ;  la  aceituna,  de  Chipre ;  el  alberclúgo,  de  Persia ;  el  meloco- 
tón, de  Cidonia  en  Candia." 

Plinio  dice  que  los  hombres  no  se  alimentaban  al  principio  de 
otra  cosa  que  de  bellotas.  Aunque  esto  es  falso  con  respecto  al 
común  de  los  hombres,  parece  cierto  con  respecto  a  los  primeros 
pobladores  de  Italia :  al  menos  tal  era  la  opinión  de  los  antiguos. 


268  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

según  se  lee  en  sus  escritos.  Plinio  añade  que  aun  en  su  tiempo 
muchos  pueblos  que  carecían  de  granos,  se  estimaban  ricos  a  propor- 
ción de  las  bellotas  que  poseían,  y  con  cuya  harina  hacían  pan,  como 
en  los  tiempos  modernos  los  Noruegos  lo  hacen  con  corteza  de  pino, 
y  otros  pueblos  con  huesos  de  pescado.  Mr.  de  Bomare  asegura  que 
todos  los  primores  de  los  jardines  de  Europa  son  estrangeros,  y  que 
las  principales  flores  que  los  hermosean  vienen  de  Levante.  El 
mismo  Mr.  de  Paw  hace  una  confesión  mas  franca  de  la  antigua 
miseria  de  los  Europeos,  cuando  asegura  que  las  plantas  útiles  que 
ahora  poseen,  vinieron  del  Asia  Meridional  a  Egipto,  de  Egipto  a 
Grecia,  de  Grecia  a  Italia,  de  Italia  a  las  Gallas,  y  de  las  Galias  a 
Germania :  asi  que  el  terreno  de  Europa,  en  cuanto  a  sus  produc- 
ciones originales  es  de  los  mas  pobres,  y  estériles  del  mundo.  Por 
el  contrario  ¡  cuan  feraz,  y  abundante  no  es  el  suelo  Americano,  y 
especialmente  el  de  Megico,  en  plantas  propias,  y  útiles  a  la  manu- 
tención, al  vestido,  y  a  los  otros  usos  sociales !  Para  convencerse  de 
esta  verdad  basta  leer  las  obras  de  los  autores  Europeos  que  han 
escrito  sobre  la  Historia  Natural  de  aquel  Nuevo  Mundo. 

.Véase  pues  como  podrían  responder  los  Americanos  al  ridiculo 
parangón  que  hace  el  Cronista  Herrera  en  su  primera  Decada,  y  de 
<jue  hemos  hecho  mención  al  principio  de  este  discurso.  "  En  Ame- 
rica, dice,  no  habla  como  en  Europa  limones,  naranjas,  granadas, 
higos,  melocotones,  melones,  uvas,  olivas,  azúcar,  arroz,  ni  trigo." 
Los  Americanas  dirán,  1.  Tampoco  habia  en  Europa  ninguno  de  esos 
frutos,  antes  que  se  tragesen  de  Asia,  y  África.  2.  Ac^ialmente  se 
hallan  en  America,  y  generalmente  son  mejores,  y  mas  abundantes, 
especialmente  la  caña  de  azúcar,  la  naranja,  el  limón,  y  el  melón. 
3.  Si  la  America  no  tenia  trigo,  tampoco  tenia  maiz  la  Europa,  grano 
que  no  cede  al  trigo,  ni  en  utilidad,  ni  en  buenas  cualidades ;  si  la 
America  no  tenia  naranjas  ni  limones,  en  el  dia  los  tiene ;  y  la 
•Europa  no  tiene,  ni  ha  podido  tener  chirimoyas,  plátanos,  ahuacates, 
chicozapotes,  &c. 

Finalmente,  los  dos  escritores  a  quienes  he  combatido  en  esta 
disertación,  y  otros  historiadores,  y  filósofos  Europeos,  que  tanto 
ponderan  la  esterilidad,  los  bosques,  los  pantanos,  y  los  desiertos  de 
America,  podrían  acordarse  de  que  los  miserables  países  de  Laponia, 
Noruega,  Islandia,  Nueva-Zembla,  ^Spitzberg;  y  los  vastos  y  hor- 
rendos desiertos  de  Siberia,  Tartaria,  Arabia,  África,  y  otros,  perte- 
necen al  antiguo  continente,  y  forman  una  cuarta  parte  de  su  esten- 
sion.     Y  ¡  qué  países !    Véase  a  lo  menos  la  elocuente  descripción 


SOBRE    EL    TERRENO    DE    MEGICO.  269 

que  hace  el  Conde  de  Buffou  de  los  desiertos  de  Arabia.  "  Un  pais 
sin  verdor,  y  sin  agua,  un  sol  abrasador,  un  cielo  constantemente 
seco,  llanuras  arenosas,  montes  aun  mas  áridos  que  las  llanuras,  sobre 
las  cuales  se  estiende  la  vista  hasta  donde  puede  alcanzar,  sin  encon- 
trar un  obgeto  animado ;  una  tierra,  por  decirlo  asi,  muerta,  y  de- 
sollada por  los  vientos,  en  cuya  superficie  solo  se  ven  huesos,  y  gui- 
jarros esparcidos,  rocas  erguidas,  o  destrozadas ;  un  desierto  desnudo, 
en  qué  el  caminante  no  respira  jamas  bajo  la  sombra,  en  qué  nada  la 
acompaña,  ni  le  recuerda  la  naturaleza  viva ;  soledad  absoluta,  algo 
mas  espantosa  que  la  de  los  bosques,  pues  al  menos  los  arboles  son 
criaturas  vivas,  que  dan  algún  alivio  al  hombre,  el  cual  se  halla  solo, 
aislado,  mas  desnudo,  y  mas  abatido  en  estos  lugares  vacíos,  y  sin 
termino.  Todo  el  terreno  que  lo  rodea,  se  le  presenta  como  una 
vasta  sepultura;  la  luz  del  dia,  mas  melancólica  que  las  sombras  de 
la  noche,  no  renace  si  no  para  hacerle  vez  su  desnudez,  y  su  impo- 
tencia, y  para  presentarle  a  los  ojos  su  horrenda  situación,  alejando 
de  ellos  los  limites  del  vacio,  y  ensanchando  en  tomo  el  abismo  de 
la  inmensidad  que  lo  separa  de  la  tierra  habitada ;  inmensidad  que 
en  vano  procurarla  atravesar,  pues  el  hambre,  la  sed,  y  el  calor 
sufocante  le  abrevian  los, instantes  que  median  entre  la  desesperación, 
y  la  muerte." 


DISERTACIÓN  IV. 


DE  LOS  ANIMALES  DE  MEGICO. 

Una  de  las  especies  que  mas  inculcan  el  Conde  de  BufFon,  y  Mr.  de 
Paw,  para  probar  la  mezquindad  del  suelo  Americano,  y  la  malig- 
nidad de  aquel  clima,  es  la  supuesta  degradación  de  los  animales,  tanto 
de  los  propios  de  aquella  tierra,  como  de  los  que  han  sido  transportados 
del  antiguo  continente.  En  esta  disertación  examinaré  sus  razones,  y 
demostraré  algunos  de  sus  errores,  y  contradicciones. 

Animales  propios  de  Megicé. 
Todos  los  animales  que  se  hallan  en  el  Nue^o  Mundo,  pasaron  del 
AYitiguo,  como  he  dicho,  y  esto  lo  confiesa  el  mismo  Buffon  en  el 
tomo  xxix  de  la  Historia  Natural,  y  deben  confesarlo  todos  los  que 
miran  con  respeto  los  libros  Sai^tos.  Cuando  hablo  pues  de  animales 
propios  de  Megico,  entiendo  los  que  encontraron  alli  los  Españoles, 
no  por  que  traigan  su  origen  primitivo  de  aquel  pais,  como  han  dado 
a  entender  Mr.  de  Paw,  y  el  Conde  de  Buffon  en  los  primeros 
veinte  y  ocho  tomos  de  su  obra,  si  no  para  distinguir  los  que  desde 
tiempo  inmemorial  se  han  criado  alli,  de  los  que  fueron  transpor- 
tados de  Europa:  llamaré  pues  a  estos  Europeos,  y  Americanos  a 
los  otros. 

La  primera  acusación  contra  America,  según  Buffon,  es  el  pequeño 
numero  de  sus  cuadrúpedos  comparados  con  los  del  antiguo  conti- 
nente. Cuenta  200  especies  de  cuadrúpedos  descubiertos  hasta 
ahora  en  la  tierra,  de  las  cuales  130  pertenecen  al  antiguo  continente, 
y  solo  70  al  nuevo.  Si  de  estas  se  quitan  las  que  son  comunes  a 
ambos,  apenas  tendremos,  dice,  40  especies  de  cuadrúpedos  propia- 
mente Americanos.  De  este  antecedente  deduce  que  en  America  ha 
escaseado  prodigiosamente  la  materia. 

Pero  ¿  por  qué  quitar  a  la  America,  de  las  70  especies  de  cuadrú- 
pedos que  posee,  las  30  que  son  comunes  a  ambos  continentes,  cuando 
por  su  antiquisin^a  residencia  en  el  nuevo  merecen  tan  propiamente  el 


DE    LOS    ANIMALES    DE    MEGICO.  3^1" 

nombre  de  Americanas  como  las  otras  ?  Ademas,  si  las  bestias  que 
llama  propiamente  Americanas,  fueron  creadas  desde  el  principio  en 
America,  podría  con  menos  verosimilitud  alegar  la  pretendida  escasez 
de  la  materia,  en  aquella  parte  del  mundo ;  pero  siendo  Asiático  en 
su  origen  todo  el  reino  animal,  como  confiesa  él  mismo,  no  sé  en  que 
puede  fundar  su  atrevida  consecuencia.  "  Todo  animal,  dice,  aban- 
donado a  su  instinto,  busca  la  zona,  y  la  región  proporcionada  a  su 
naturaleza."  He  aqui  pues  la  verdadera  causa  del  menor  numero  de 
las  especies  de  cuadrúpedos  en  America :  por  que  abandonados  a  su 
instinto,  desde  que  salieron  del  arca  de  Noe,  buscaron,  y  encontraron 
en  su  mismo  continente  la  zona,  y  la  región  que  les  acomodaban,  y  no 
necesitaron  de  hacer  un  largo  viage  para  buscar  lo  que  ya  tenian.  Si 
el  arca  de  Noe,  en  lugar  de  detenerse  en  los  montes  de  Armenia,  se 
hubiese  detenido  en  la  Cordillera  de  los  Andes,  por  la  misma  razón 
hubiera  sido  menor  el  numero  de  las  especies  de  cuadrúpedos  en  Asia, 
África,  y  Europa,  y  seria  digno  de  censura  el  filosofo  Americano  que 
de  alli  sacase  la  consecuencia  de  la  prodigiosa  escasez  de  materia,  y  el 
cielo  avaro  de  aquellas  tres  partes  del  mundo. 

Pero  aunque  todos  -^aquellos  cuadrúpedos  fueran  verdaderamente 
originarios  de  America,  no  debia  deducirse  de  aqui  la  supuesta  escasez 
de  la  materia :  pues  no  debe  decirse  que  escasea  la  materia  en  un  pais 
que  tiene  un  numero  de  especies  de  cuadrúpedos  proporcionado  a  su 
estension.  La  de  America  es  igual  a  la  de  la  tercera  parte  de  toda  la 
tierra :  teniendo  pues  de  200  especies,  70  propiamente  suyas,  que  son 
algo  mas  de  la  tercera  parte  de  aquel  numero,  no  hai  motivo  para  que- 
jarse de  su  pobreza. 

Hasta  ahora  he  raciocinado  sobre  la  suposición  de  ser  cierto  cuanto 
dice  el  Conde  de  Buffon  acerca  del  numero  de  las  especies  de  cua- 
drúpedos. Pero  i  quien  lo  sabe,  cuando  a  la  hora  esta  no  se  ha  des- 
cubierto el  verdadero  carácter  distintivo  de  la  especie  ?  Tanto  el  Conde 
de  Buífon  como  otros  muchos  naturalistas,  que  han  escrito  después, 
creen  que  la  única  señal  indudable  de  la  diversidad  especifica  de  dos 
animales  semejantes  en  muchos  accidentes,  y  propiedades,  es  la  de  no 
poder  el  macho  cubrir  la  hembra,  y  producir,  por  la  generación,  un  in- 
dividuo fecundo,  y  semejante  a  ellos.  Pero  este  carácter  de  diversi- 
dad falla  en  algunos  animales,  y  en  otros  es  mui  difícil  de  determinar. 
Para  conocer  su  incertidumbre,  comparemos  la  unión  del  asno,  y  la 
yegua,  con  la  del  mastin,  y  la  galga,  que  son  dos  razas  diferentes  de 
perros.  De  esta  segunda  unión  nace  un  perro,  o  perra,  que  participa 
del  mastin,  y  de  la  galga ;  de  aquella  una  mala,  o  mulo,  qne  participa 


272  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MKGICO. 

de  la  yegua,  y  del  caballo.  Ahora  quisiera  yo  saber,  por  que  el  asno, 
y  la  yegua  son  dos  especies  de  cuadrúpedos,  y  el  mastin,  y  la  galga 
dos  razas  de  la  misma  especie.  "  Porque  de  esta  pareja,  dice  el 
Conde  de  BuíFon,  nace  un  individuo  fecundo,  y  de  aquella  no."  Pero 
¿  como  ?  El  mismo,  en  el  tomo  xxix  de  la  Historia  Natural,  afirma 
positivamente  que  el  no  concebir  generalmente  las  muías,  no  nace  de 
absoluta  impotencia,  si  no  del  calor  exesivo,  y  de  las  estraordinarias 
convulsiones  que  padecen  en  el  acto  del  coito.  Aristóteles,  en  su 
Historia  de  los  animales,  cuenta  que  en  su  tiempo,  los  mulos  de 
Siria,  hijos  de  caballo,  y  asno,  engendraban  sus  semejantes.  Mr.  de 
Bomare,  después  de  haber  citado  esta  autoridad,  añade :  "  Este  hecho, 
apoyado  por  el  testimonio  de  un  filosofo  tan  digno  de  fe,  prueba  que 
las  muías  son  animales  específicamente  fecundos  en  sí  mismos,  y  en  su 
posteridad."  Semejantes  hechos  que  demuestran  la  fecundidad  de  las 
muías  se  ven  atestiguados  por  muchos  autores  de  crédito,  antiguos,  y 
modernos,  y  algunos  se  han  verificado  en  mis  dias  en  Megico*.  La 
única  diferencia  entre  los  dos  egemplos  que  he  comparado  es  que  los 
partos  de  la  galga  cubierta  por  el  mastin,  son  mas  comunes  que  los  de 
la  yegua  cubierta  por  el  asno.  ^ 

■  ¿  De  donde  ha  sacado,  ademas,  el  Conde  de  Buffon,  que  el  gibon, 
el  magote,  el  mammón,  y  el  pappion  (cuatro  diferencias  de  monos) 
no  se  cubren  reciprocamente,  ni  engendran  individuos  fecundos  ?  Ni 
averigua  el  hecho  con  esperiencias  propias,  ni  cita  otro  naturalista  que 
las  haya  emprendido,  y  sin  embargo  d^ide  que  aquellos  cuadrúpedos 
son  otras  tantas  especies  diversas.  Luego  es  mui  dudosa,  e  inconse- 
cuente la  división  que  hace  de  las  especies,  y  no  es  podCble  saber  si 
pertenecen  a  una  misma  las  que  aquel  autor  separa,  o  si  son  específi- 
camente diversas  las  que  reúne. 

Pero  sin  hacer  uso  de  este  argumento,  para  desconfiar  de  la  clasifi- 
cación que  el  Conde  de  Buffon  hace  de  las  especies,  basta  notar  las 
contradicciones  en  qué  incurre,  tanto  en  este  como  en  otros  délos 
puntos  que  agita  en  su  Historia,  por  otra  parte  tan  apreciable. 
Cuando  habla  en  el  tomo  xxix  de  la  degeneración  de  los  animales, 
afirma  que  si  se  quiere  hacer  la  enumeración  de  los  cuadrúpedos 
propios  del  nuevo  continente  hallaremos  50  especies  diferentes,  y  en 

*  Entre  otros  egemplos  es  digno  de  particular  mención  el  parto  repetido  de 
muía,  engendrado  por  asno,  y  yegua,  que  se  vio  en  la  gran  hacienda  llamada 
Salto  de  Zurita,  junto  a  la  ciudad  de  Lagos,  perteneciente  a  D.  Fulgencio  Gonzá- 
lez Rubalcaba.  Esta  muía  concibió  de  un  asno,  y  parió  un  muleto  en  1762,  y 
otro  en  1763. 


DE  LOS   ANIMALES   DE   MEGICO. 


éfi 


la  enumeración  que  hace  de  los  cuadrúpedos  de  ambos  continentes, 
apenas  concede  40  especies  a  la  America.  En  este  mismo  cálculo, 
cuenta,  como  especies  diferentes,  la  cabra  domestica,  la  gamuza,  y 
la  cabra  montes,  y  en  el  tomo  xxiv,  hablando  de  los  mismos  ani- 
males, dice  que  estos  tres,  y  las  otras  seis  o  siete  especies  de  cabras, 
que  los  nomencladores  distinguen,  son  todas  una  sola:  asi  que  de 
las  130  que  atribuye  al  continente  antiguo,  tenemos  que  disminuir 
ocho  o  nueve.  En  la  misma  enumeración  cuenta  al  perro,  a  la  rata,  y 
a  la  marmota,  y  añade  que  ninguno  de  estos  cuadrúpedos  existia  en 
America ;  y  después,  cuando  trata  de  los  comunes  a  ambos  mundos, 
dice  que  la  marmota,  y  la  rata  son  de  esta  clase,  aunque  es  difícil 
conocer  si  los  que  se  designan  con  aquellos  nombres  en  America  son 
de  la  misma  especie  que  los  de  las  otras  partes :  a  lo  que  añade  en  el 
tomo  xvi  que  las  ratas  fueron  llevadas  a  America  en  buques  Euro- 
peos. En  cuanto  a  los  perros,  se  los  niega  al  continente  Americano 
en  la  enumeración  citada,  y  luego  se  los  concede  en  el  tomo  xxx, 
donde  dice  que  el  toloitzcuintli,  el  itzcuintepotzoli,  y  el  techicJii 
eran  tres  razas  diferentes  de  la  misma  especie  de  perros  del  continente 
antiguo.  Basta  lo  dicht>para  manifestar  que  aquel  sabio  naturalista, 
apesar  de  su  gran  ingenio,  y  diligencia,  se  olvida  a  veces  de  lo  que 
habia  escrito. 

En  las  130  especies  de  cuadrúpedos  del  Mundo  Antiguo,  cuenta 
7  especies  de  murciélagos  comunes  a  la  Francia,  y  a  otros  países  de 
Europa,  5  de  las  cuales,  desconocidas,  o  confundidas  antes,  fueron 
descubiertas  o  clasificadas  por  Mr.  Daubenton,  como  el  mismo  BuíFon 
asegura  en  eí  tomo  xvi  de  su  Historia  Natural.  Y  si  en  la  docta 
Francia,  donde  tantos  años  hace  que  se  estudia  la  historia  de  la 
Naturaleza,  han  sido  hasta  ahora  ignoradas  cinco  especies  de  murcie- 
lagos  ;  qué  estraño  sera  que  en  las  vastas  regiones  de  America,  donde 
no  son  tan  comunes  los  buenos  naturalistas,  y  donde  no  hace  mucho 
que  se  aprecia  aquel  estudio,  sean  igualmente  desconocidas  muchas 
especies  de  cuadrúpedos!  Yo  no  dudo  que  si  fueran  alli  algunos 
hombres  como  BufFon,  y  Daubenton,  se  hallaría  mayor  numero  de 
especies,  que  las  que  se  pueden  contar  desde  París,  donde  no  es 
regular  que  haya  tantos  datos  sobre  los  animales  Americanos,  como 
sobre  los  Europeos.  En  efecto,  da  lastima  ver  que  un  filosofo  tan 
célebre,  tan  ingenioso,  tan  erudito,  tan  elocuente ;  que  describe  todos 
los  cuadrúpedos  del  mundo ;  que  distingue  sus  especies,  familias,  y 
razas ;  que  pinta  su  carácter,  su  Índole,  y  sus  costumbres ;  que  cuenta 
sus  dientes,  y  aun  mide  sus  colas,  se  muestre  tan  ignorante  del  reino 

TOMO  II.  T 


274  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

animal  de  un  pais  tan  interesante  como  Megico.  ¡  Qné  animal  mas 
común,  y  mas  conocido  alli  que  el  coyote?  Nombranlo  todos  los 
historiadores  de  aquel  reino,  y  lo  describe  exacta,  y  menudamente  el 
Dr.  Hernández,  cuya  Historia  cita  frecuentisimamente  el  mismo 
BuíFon :  y  sin  embargo,  no  hace  la  menor  mención  de  él,  ni  bajo 
aquel,  ni  bajo  ningún  otro  nombre*.  ¿Quien  no  sabe  que  el  conejo 
era  un  cuadrúpedo  comunisimo  en  los  paises  del  imperio  Megicano, 
donde  se  conocía  con  el  nombre  de  tochtli ;  que  su  figura  era  uno  de 
los  caracteres  del  año  Megicano,  y  que  de  su  pelo  se  hacian  ropas 
para  la  gente  rica  ?  Sin  embargo,  el  Conde  de  Buífon  quiere  que 
este  sea  uno  de  los  cuadrúpedos  transportados  de  Europa :  pero  de 
todos  los  historiadores  Europeos  de  Megico  no  hai  uno  solo  que  lo 
diga;  todos  suponen  que  el  ratón  habita  desde  tiempo  inmemorial 
aquellos  paises,  y  yo  no  duelo  que  los  Megicanos  se  reirán  al  leer  tan 
singular  anécdota. 

El  Di;.  Hernández  cuenta  en  la  historia  de  los  cuadrúpedos  cuatro 
animales  Megicanos  de  la  especie  de  los  perros,  que  son  los  que  yo  he 
nombrado  en  el  libro  i  de  esta  obra,  a  saber :  eljoloitzcuintli,  o  perro 
pelado ;  el  iizcuintepotzotli,  o  perro  jorobada ;  el  techichi,  o  perro 
comestible,  y  el  tepeitzcuintli,  o  perro  montes.  Estas  cuatro  diver- 
sísimas especies  de  cuadrúpedos  han  sido  reducidas  por  el  Conde  de 
Buffon  a  una  sola.  Dice  que  el  Dr.  Hernández  se  engañó  en  lo  que 
'escribió  del  joloitzcuintli,  por  que  ningún  otro  autor  lo  nombra,  y 
por  consiguiente  es  de  creer  que  aquel  animal  fue  transportado  de 
Europa;  mayormente  asegurando  el  mismo  Hernández  haberlo  visto 
en  España,  y  que  no  tenia  nombre  en  Megico.  Añade*' BuíFon  que 
joloitzcuintli  es  el  nombre  propio  del  lobo  impuesto  por  Hernández 
a  aquel  cuadrúpedo,  y  que  todos  los  perros  se  conocían  en  Megico  con 
el  nombre  genérico  de  aleo.  ¡  Qué  conjunto  de  errores  en  pocas 
palabras !  El  nombre  aleo,  o  allco  no  es  Megicano,  ni  jamas  se  ha 
usado  en  Megico,  si  no  en  la  America  Meridional.  El  de  joloitz- 
cuintli no  se  ha  aplicado  jamas  al  lobo,  ni  ningún  Megicano  lo  ha 
usado  en  este  sentido.  El  nombre  Megicano  de  lobo  es  ' cuetlachtli, 
y  en   algunos  pueblos,  donde  no  se  habla  con  mucha  pureza,  se  le 

*  Los  animales  del  antiguo  continente  que  mas  se  parecen  al  coyote,  son  el 
chacal,  el  adive,  y  el  isatis,  pero  con  grandes  diferencias.  El  chacal  es  del 
tamaño  de  un  zorro,  y  el  coyote  es  doble  mayor.  El  coyote  va  solo,  y  el  chacal 
en  cuadrillas  de  30,  o  40.  El  adive  es  mas  chico  y  mas  débil  que  el  chacal.  El 
isatis  es  propio  de  las  zonas  frias,  y  huye  de  los  bosques ;  el  coyote  gusta  de 
los  bosques,  y  habita  los  paises  calidos,  o  templados. 


I 


ÜE    LOS    ANIMALES    DB    MEGICO,  27*3 

llama  tecuani,  que  es  el  nombre  genérico  de  las  fieras.  Consta 
ademas  por  el  mismo  testo  de  Hernández,  copiado  en  la  nota  *,  que  ni 
e\  joloiizcuintli  fue  transportado  de  Europa  al  Nuevo  Mundo,  ni  fue 
Hernández  quien  le  dio  aquel  nombre,  que  era  propio  del  idioma 
del  pais  para  designar  el  animal  de  que  se  trata.  Hernández  lo  habia 
visto  en  España,  adonde  habia  sido  transportado  de  Megico,  como  él 
mismo  dice,  y  también  habia  visto  muchas  plantas  Megicanas  en  los 
jardines  de  Felipe  II.  Pero  ¿  por  qué  no  hablan  del  joloitzcuintli  los 
otros  autores?  por  que  no  ha  habido  ninguno  antes  ni  después  de 
Hernández  que  haya  emprendido  escribir  la  historia  de  los  cuadrú- 
pedos Megicanos,  y  los  historiadores  de  aquel  pais  solo  hacen  mención 
de  los  mas  comunes.  Por  lo  demás,  todo  hombre  sensato,  e  iraparcial 
deberá  dar  mayor  crédito  al  Dr.  Hernández,  en  todo  lo  relativo  a  la 
historia  natural  de  Megico,  por  haber  sido  tantos  años  empleado  en 
aquellos  paises  de  orden  de  Felipe  II,  observando  por  si  mismo  los 
animales  que  describe,  o  tomando  noticias  verbales  de  los  Indios,  cuya 
lengua  aprendió,  que  al  Conde  de  Buífon,  el  cual,  aunque  mas 
ingenioso,  y  elocuente,  no  tubo  otras  noticias  de  los  animales  Megicanos, 
que  las  que  tomó  del  hAsmo  Hernández,  o  en  las  relaciones  de  otros 
autores,  no  tan  dignos  de  fe  cuanto  aquel  docto,  y  practico  naturalista. 
Quiere  Buífon  que  el  tepeitzcuintli  de  Hernández  no  sea  otro 
que  el  glotón,  cuadrúpedo  común  en  los  paises  mas  Septentrionales 
de  ambos  continentes;  pero  quien  quiera  confrontar  la  descripción 
que  da  de  este  animal  con  la  que  Hernández  da  de  aquel,  pronto 
echará  de  ver  que  reina  entre  ellos  una  gran  diferencia.  El  glotón 
es,  según  Buífon,  propio  de  los  paises  frios  del  Norte ;  el  tepeitz- 
cuintli, de  la  Zona  Tórrida;  el  primero,  de  doble  tamaño  que  el 
tejón ;  el  segundo,  como  dice  Hernández,  parvi  canis  magnitudine. 
El  glotón  ha  merecido  este  nombre,  por  su  inaudita,  y  estupenda  vora- 
cidad, que  lo  obliga  a  desenterrar  los  cadáveres  para  devorarlos :  nada 
de  esto  se  cuenta  del  tepeitzcuintli,  y  no  lo  hubiera  omitido  Her- 
nández, siendo  el  principal  carácter  del  glotón,  antes  bien  asegura 
que  aquel  se  domestica,  y  se  alimenta  con  huevos,  y  pan  deshecho  en 
agua  caliente,  lo  que  no  bastaría  a  una  fiera  tan  ávida  como  esta. 
Finalmente,  omitiendo  otras  pruebas  de  su    diversidad,    la  piel   del 

*  "  Praeter  canes  notos  nostro  orbi,  qui  omnes  pene  ab  Hispanis  translati  ab 
Indis  in  his  plagis  hodie  educantur,  tria  alia  ofFendas  genera,  quorum  primum^, 
ante  quara  huc  me  conferrem,  vidi  in  patria :  caeteros  vero  ñeque  conspexeram, 
ñeque  adhuc  eí)  delatos  puto.  .  Vúmus,  joloitzcuintli  vocatus  alios  corporis  vincit 
magnitudine,  &c." — Hernández  Hist.  Quadrup.  Novae  Hisp.  cap.  20. 

T  2 


276  HISTORIA    ANTIGUA    Dli    MEGICO. 

glotón,  es,  según  el  escritor  Francés  tan  preciosa  como  la  de  la  marta 
cibelina,  y  no  sabemos  que  la  del  cuadrúpedo  Megicano  goce  del 
mismo  favor. 

Siendo  pues  e\  joloitzcuintli  distinto  del  lobo,  y  el  tepeitzcuintli 
del  glotón,  y  siendo  aquellos  cuatro  cuadrúpedos  Americanos  de  la 
clase  de  los  perros,  y  diversos  entre  si  en  tamaño,  Índole,  y  otros 
accidentes  notables,  y  no  constando  que  puedan  unirse  unos  a  otros,  ni 
producir  un  tercer  individuo  fecundo,  debemos  concluir  que  son  cuatro 
especies  diferentes,  y  por  consiguiente  restituir  a  la  America  las  tres 
que  se  le  han  arrebatado  injustamente. 

No  acabaña  si  quisiera  notar  todos  los  errores  de  este  autor  en 
cuanto  dice  sobre  el  asunto  presente;  pero  para  demostrar  que  el 
numero  de  70  especies  que  señala  al  nuevo  continente  no  es  exacto, 
si  no  mui  inferior  a  la  verdad,  y  contrario  a  lo  que  él  mismo  dice  en 
el  curso  de  su  historia,  daré  al  fin  de  esta  disertación  una  lista  de  los 
cuadrúpedos  Americanos,  sacada  de  su  Historia  Natural,  a  que  aña- 
diré los  que  ha  confundido  con  otros  diversos,  y  los  que  ha  omitido 
enteramente,  demostrando  cuanto  se  ha  alejado  de  la  verdad,  al  decir 
que  en  America  ha  escaseado  prodigiosamenh^  la  materia.  Ademas 
,  db  que  para  inferir  esta  prodigiosa  escasez,  no  basta  probar  que  es 
reducido  el  número  de  especies :  seria  necesario  demostrar  que  son 
pocos  los  individuos  de  cada  una  de  ellas ;  pues  si  los  individuos  de 
aquellas  70  son  mas  que  los  de  las  130  del  continente  antiguo,  podra 
decirse  que  la  naturaleza  no  ha  sido  tan  varia  en  America,  pero  no 
que  la  materia  era  escasa.  Seria  preciso  igualmente  examinar  si  son 
pocas,  o  poco  numerosas  las  especies  de  reptiles,  y  de  pájaros,  pues 
estas  pertenecen  también  a  la  materia:  pero  ¿quien  habrá  tan  igno- 
rante de  las  cosas  de  America  que  no  tenga  noticia  de  la  increíble 
variedad,  y  estraordinaria  muchedumbre  de  los  pájaros  Americanos  ? 
;  Y  sera  posible  que  la  naturaleza,  tan  prodiga  en  aquellos  paises, 
para  esta  clase  de  vivientes,  se  haya  manifestado  tan  avara  con  los 
cuadrúpedos,  como  quieren  decir  los  dos  ^escritores  a  quienes  estoi 
respondiendo  ? 

No  contento  uno,  ni  otro  con  disminuir  el  numero  de  las  especies, 
se  esfuerzan  también  en  abreviar  su  estatura.  "  Todos  los  animales 
de  America,  dice  el  Conde  de  Buffon,  no  menos  los  que  fueron 
transportados  por  los  hombres,  como  el  caballo,  el  toro,  el  asno,  la 
oveja,  la  cabra,  el  puerbo,  el  perro,  &.c.  que  los  que  pasaron  por  sí 
mismos,  como  el  lobo,  el  zorro,  el  ciervo,  el  alce,  &c.  son  considera- 
blemente mas  pequeños  alli  que  en  el  mundo  antiguo,  y  esto,  sin  nin- 


DE    LOS    ANIMALES    DK    MEGICO.  277 

guna  exepcion;"  cuyo  estupendo  efecto  atribuye  al  cielo  avaro  de 
America,  y  a  la  combinación  de  los  elementos,  y  de  otras  causas 
físicas.  "  No  habia,  dice  Mr.  de  Paw,  bajo  la  zona  tórrida  del  nuevo 
continente  ningún  gran  cuadrúpedo.  El  mayor,  de  los  propios  de 
aquel  pais,  existente  en  el  dia  entre  los  trópicos,  es  el  tapir,  que  es 
del  tamaño  de  un  ternero."  "  La  bestia  mas  corpulenta  del  nuevo 
continente,  dice  el  Conde  de  Buffon,  es  el  tapir,  que  no  es  mayor  que 
una  muía  pequeña,  y  después  el  cabiai,  semejante  en  las  dimensiones 
a  un  puerco  mediano." 

Ya  he  demostrado  en  la  precedente  disertación  que  aun  concediendo 
a  estos  filósofos  la  supuesta  pequenez  de  los  cuadnipedos  Americanos, 
nada  se  inferirla  contra  el  terreno,  y  contra  el  clima  de  America : 
pues,  según  los  principios  del  Conde  de  Buffon,  los  animales  mayores 
son  propios  de  los  climas  exesivos,  y  los  menores  de  los  templados,  y 
suaves.  Si  el  gran  tamaño  de  los  cuadrúpedos  fuera  indicio  de  las 
ventajas  del  clima,  confesaremos  que  el  de  África,  y  el  de  Asia 
Meridional  son  mucho  mejores  que  el  de  Europa.  Pero  si  en 
America,  cuando  fue  descubierta  por  los  Europeos,  no  habia  elefantes, 
rinocerontes,  hipopótamos,  camellos,  ni  girafas,  al  menos,  en  otro 
tiempo  los  hubo,  si  hemos  de  dar  crédito  a  Mr.  de  Paw,  a  Sloane,  a 
Pratz,  a  Lignery,  y  a  otros  escritores,  los  cuales  afirman  la  antigua 
existencia  de  aquellos  grandes  cuadrúpedos  en  America,  fundándose 
en  el  descubrimiento  de  huesos  fósiles,  y  de  esqueletos  enteros  de 
desmesurado  tamaño,  en  diversos  puntos  de  aquel  continente.  Y  aun 
mas :  pues  3i  creemos  lo  que  dice  el  Conde  de  Buffon,  en  el  tomo 
xviii  de  su  historia,  hubo  en  America  un  cuadrúpedo,  seis  veces 
mayor  que  el  elefante,  llamado  mammout  por  Mr.  Muller* :  pero  en 
Europa  no  ha  habido,  ni  podido  haber  jamas  cuadrúpedos  de  primera 
magnitud.     En  America  no  habia  caballos,  asnos,  ni  toros  f  antes  que 

*  En  vista  de  lo  que  dice  Mr.  MuUer  de  su  mammout,  este  cuadrúpedo  tenia 
133  pies  de  largo,  y  105  de  alto.  El  Conde  de  Buffon  dice :  "  El  prodigioso 
mammout,  cuyos  enormes  huesos  lie  considerado  muchos  veces,  y  que  juzgo,  a  lo 
menos,  seis  veces  mayor  que  el  mas  grueso  elefante,  no  existe  ya."  En  otra 
parte  dice  que  está  seguro  que  aquellos  huesos  desmesurados  eran  de  un  elefante, 
siete  u  ocho  veces  mayor  que  aquel  cuyo  esqueleto  habia  observado  en  el  gabi- 
nete real  de  Paris :  pero  en  las  Épocas  de  la  Naturaleza,  obra  posterior  a  la 
Historia  Natural,  vuelve  a  asegurar  la  antigua  existencia  de  aquel  cuadrúpede 
gigantesco  en  America. 

t  Cuando  digo  que  no  habia  toros  en  America,  aludo  a  la  raza  común  que  se 
emplea  en  la  Agricultura :  pues  habia  bisontes,  que  el  Conde  de  Buffon  coloca 
unas  veces  en  la  especie  del  toro,  y  otras  no. 


278  HISTORIA    ANTIGUA   DE    MliGlCO. 

los  llevasen  los  Europeos ;  pero  tampoco  los  había  en  Europa  antes 
que  pasasen  alli  del  Asia.  Todos  los  animales  traen  su  origen  de 
esta  parte  del  mundo ;  de  ella  se  esparcieron  por  las  otras.  La 
proximidad  de  Europa,  y  el  comercio  de  los  pueblos  Asiáticos  con  los 
Europeos,  facilitaron  el  paso  de  los  cuadrúpedos,  y  con  ellos  pasaron 
también  muchos  usos,  e  inventos  útiles  a  la  vida,  de  que  estubieron 
privados  los  Americanos,  por  causa  de  la  lejanía,  y  de  la  falta  de 
trafico. 

Cuando  el  Conde  de  Buffon  afirmó  que  el  mayor  cuadrúpedo  del 
Nuevo  Mundo  era  el  tapir,  y  después  el  cabiai,  se  olvidó  enteramente 
^  de  la  morsa,  de  la  foca,  del  bisonte,  del  rengífero,  del  alce,  del  oso,  y 
del  huanaco.  El  mismo  confi:esa  que  la  foca  vista  en  America  por 
Lord  Anson,  y  por  Rogers,  y  a  la  cual  dieron  el  nombre  de  león 
marino,  era  incomparablemente  mayor  que  todas  las  del  Mundo 
Antiguo.  ¿  Quien  osará  comparar  el  cabiai,  que  no  es  mayor  que  un 
puerco  mediano,  con  el  bisonte,  y  con  el  alce  ?  El  bisonte  es  comun- 
mente igual,  y  muchas  veces  mayor  que  el  toro.  Véase  la  descripción 
que  hace  Mr.  de  Bomare*,  de  uno  de  aquellos  cuadrúpedos,  trans- 
portado de  la  Luisiana  a  Francia,  y  medido  con  gran  exactitud  en 
París,  el  año  de  1769,  ^or  el  mismo  naturalista.  Hai  una  cantidad 
innumerable  de  aquellos  animales  en  la  zona  templada  de  la  America 
Septentrional.  Los  alces  del  Nuevo  Megico  son  del  tamaño  de  un 
caballo  grande.  En  Zacatecas  hubo  un  sugeto  que  se  sirvió  de  ellos 
para  tirar  de  su  coche  en  lugar  de  caballos,  como  atestigua  Betan- 
courtf ,  y  a  veces  se  han  enviado  de  regalo  al  rei  de  España. 

La  proposición  universal  en  que  afirma  el  Conde  de  Buflbn  que 
todos  los  cuadrúpedos  comunes  a  ambos  continentes  son  mas  pequeños 
en  America,  y  esto  sin  exepcion  alguna,  ha  sido  desmentida  por 
muchos  escritores  Europeos,  que  por  sí  mismos  observaron  los  ani- 
males de  que  se  trata,  y  aun  por  el  mismo  Conde  de  BuíTon  en  otras 
partes  de  su  Historia.  Del  miztli,  o  león  Americano,  dice  el 
Dr.  Hernández,  que  es  mayor  que  el  león  de  la  misma  especie  del 

*  Mr.  de  Bomare  llama  al  bison  cuadrúpedo  colosal;  dice  que  su  longitud, 
desde  la  estremidad  del  hocico  hasta  la  raiz  de  la  cola,  medida  por  los  costados, 
era  de  9  pies  y  2  pulgadas ;  su  altura  desde  la  cima,  de  la  corcoba  hasta  las  uñas, 
5  pies,  y  4  pulgadas  ;  su  grueso,  midiendo  la  corcoba,  10  pies  de  circunferencia. 
Añade  que  el  dueño  del  bisonte  que  vio,  y  a  que  se  refieren  estas  medidas,  decia 
que  las  hembras  eran  aun  mayores. 

t  Muí  grandes  debían  ser  aquellos  alces  para  poder  tirar  de  un  coche  de  los 
que  se  usaban  en  aquel  país  el  siglo  pasado. 


DE    LOS    ANIMALES    DE    MEGICO.  279 

antiguo  continente*.  Del  tigre  Megicano  afirma  lo  mismo f.  Ni  el 
Conde  de  Buffon,  ni  Mr.  de  Paw  tubieron  ideas  exactas  de  aquella 
fiera.  Entre  otras  muchas,  vi  una  que  habia  muerto  pocas  horas  antes 
de  nueve  escopetazos,  y  era  mucho  mayor  que  lo  que  dice  Buffon. 
Estos  dos  autores,  ya  que  no  tubieron  a  bien  fiarse  del  testimonio  de 
los  Españoles,  hubieran  debido  dar  crédito  a  Mr.  de  la  Condamine, 
Francés  docto,  y  sincero,  el  que  dice  que  los  tigres  que  vio  en  los 
paises  calientes  del  Nuevo  Mundo,  no  le  parecieron  diversos  de  los 
Africanos,  ni  en  la  hermosura  de  los  colores,  ni  en  el  tamaño,  ni  en 
ninguna  otra  propiedad.  Del  lobo  Megicano,  dice  el  mismo  Dr.  Her- 
nández, que  tanto  en  el  color,  como  en  la  figura,  en  las  inclinaciones, 
y  en  el  tamaño,  es  semejante  al  Europeo,  exepto  que  aquel  tiene  la 
cabeza  mas  voluminosa:};.  Lo  mismo  dice  del  ciervo,  y  Oviedo,  del 
ciervo,  y  del  gamo.  El  mismo  Conde  de  Buffon,  a  pesar  de  la 
generalidad  del  principio  que  establece,  sin  alguna  exepcion,  sobre  el 
menor  tamaño  de  los  cuadrúpedos  Americanos,  raciocinando  después 
en  el  tomo  xxix  sobre  la  degeneración  de  los  animales,  dice  que  el 
gamo,  y  el  corzo  son,  de  los  cuadrúpedos  comunes  a  los  dos  conti- 
nentes, los  solos  mayores  y  mas  fuertes  en  el  nuevo  que  en  el  antiguo ; 
y  en  el  tomo  xxvii,  hablando  de  la  nutria  del  Canadá,  confiesa  que  es 
mayor  que  la  de  Europa,  y  lo  mismo  dice  del  castor  Americano ;  asi 
que,  después  de  no  admitir  ninguna  exepcion  a  su  principio,  la  reco- 
noce en  el  gamo,  en  el  corzo,  en  la  nutria,  en  el  castor,  y  en  la  foca. 
Si  a  estos  se  añaden  el  tigre,  el  león  sin  melena,  y  el  ciervo,  según  el 
testimonie^  de  Hernández,  y  de  Oviedo,  tendremos  a  lo  menos  ocho 
especies  de  cuadrúpedos,  comunes  a  los  dos  Mundos,  y  que  son 
mayores  en  el  nuevo  que  en  el  antiguo.  Igualmente  debemos  incluir 
en  este  catalogo  los  cuadrúpedos  que  son  del  mismo  tamaño  en  todas 
las  partes  del  mundo,  pues  también  estos  demuestran  la  falsedad  de 
aquel  principio  general.  El  Dr.  Hernández  dice  que  el  lobo  Megi- 
cano es  del  mismo  tamaño  que  el  Europeo ;  Buffon  asegura  que  entre 
uno  y  otro  no  hai  mas  diferencia,  si  no  que  el  Megicano  tiene  mas  her- 
mosa la  piel,  y  cinco  dedos  en  los  pies  delanteros,  y  cuatro  en  los 

*  "  Leoni  nostrati  minime  jubato  aut  idem  est  miztli,  aut  congener,  in  infantia 
fuscus,  et  fulvus  in  juventa,  interdumque  rubeus,  aut  subalbidus,  in  majorem 
tamen  assurgens  raolem,  quod  ob  regionis  diversitatem  potest  evenire." — Hist. 
Quadrup.  Novae  Hisp.  cap.  xi. 

t  "  Vulgaris  est  liuic  orbi  tygris,  sed  nostrate  major." — Ib.  cap.  x. 

X  Forma,  colore,  moribus,  ac  mole  corporis  lupo  nostrati  similis  est  ctíetlachtli, 
at(iue  adeo  ejus,  ut  mihi  videtur,  speciei,  sed  ampliore  capite.— Ib.  cap.  xxiii. 


28Q  HISTORIA    ANTIGUA    DK    MEGIOO. 

traseros.  Por  lo  que  hace  a  los  osos,  no  faltan  sugetos  en  Europa 
que  han  visto  los  de  Megico,  y  los  de  los  Alpes,  y  no  creo  haya  uno 
solo  que  no  reconosca  la  superioridad  de  aquellos  en  el  tamaño.  Yo  a 
lo  menos  declaro  sinceramente  que  todos  los  que  he  visto  en  Megico 
me  han  parecido  mayores  que  los  de  Italia  *. 

Es  pues  falso  que  todos  los  animales  del  Nuevo  Mundo  son  mas  pe- 
queños que  los  del  Antiguo,  sin  ninguna  exepcion  ;  es  también  fal- 
sisimo  que  todos  son  mucho  mas  pequeños,  y  que  la  Naturaleza  se  ha 
servido  en  America  de  diferente  escala  de  dimensiones,  como  en  otra 
parte  asegura  el  mismo  Conde  de  Buffon.  Del  misjtno  modo  se 
puede  demostrar  el  error  de  Mr.  de  Paw  cuando  dice  que  todos  los 
cuadrúpedos  Americanos  son  una  sesta  parte  mas  pequeños  que 
sus  análogos  en  las  otras  partes  del  mundo.  La  tuza  Megicana  es 
análoga  al  topo  Europeo,  y  mayor  que  este,  según  BuíFon.  El 
cuadrúpedo  Megicano  que  el  mismo  naturalista  llama  cocualino,  y 
nosotros  tlalmototli,  es  análogo  a  la  ardilla  de  Europa,  y,  según  el 
mismo,  de  doble  tamaño.  La  musaraña  del  Brasil,  análoga  a  la  Eu- 
ropea, el  coyote,  que  lo  es  al  chacal,  y  la  llama,  que  lo  es  al  carnero, 
son  de  mayores  dimensiones  que  estos  aninfales  antiguos.  Pero 
aquellos  filósofos,  empeñados  en  desacreditar  la  America,  y  sus  ani- 
males, hallan  también  defectos  en  sus  colas,  en  sus  pies,  y  en  sus 
dientes.  "  No  solo,  dice  el  Conde  de  Buffon,  escaseó  la  materia  en 
el  nuevo  continente,  si  no  que  parece  que  se  descuidó  en  las  formas 
imperfectas  de  los  animales.  Los  de  la  America  Meridional,  que  son 
los  que  realmente  pertenecen  al  Nuevo  Mundo,  están  cas^  general- 
mente privados  de  bastas,  y  cola :  su  figura  es  estravagante ;  sus 
miembros  desproporcionados,  y  mal  distribuidos,  y  algunos,  como  el 
hormiguero,  y  el  perico-ligero,  de  tan  miserable  constitución  que 
apenas  tienen  las  facultades  de  comer,  y  andar."  "  Los  animales 
propios  del  Nuevo  Mundo,  dice  Mr.  de  Paw,  son  por  la  mayor  parte 
de  una  forma  desairada,  y  en  algunos,  tan  mal  dispuesta,  que  los 
primeros  dibujantes  no  pudieron  sin  grandes  dificultades,  diseñarlos 
exactamente.  Se  ha  observado  que  la  mayor  parte  de  las  especies 
carecen  de  cola,  y  tienen  una  irregularidad  en  los  pies ;  lo  cual  es 
notable  en  el  tapir,  en  el  hormiguero,  en  el  glama  de  Margraf,  en  el 
perico-ligero,  y  en  el  cabial.     El  avestruz,  que  en  nuestro  continente 

*  Buflfon  distingue  la  especie  de  los  osos  negros  de  la  de  los  pardos,  y  afirma 
que  aquellos  no  son  tan  feroces  :  pero  los  Megicanos,  que  son  enteramente 
negros,  son  ferocísimos,  como  yo  lo  he  visto,  y  como  es  notorio  en  aquellos 
paises. 


DE    LOS    ANIMALES    DK    MIÍGICO.  281 

tiene  dos  dedos  unidos  con  una  membrana,  tiene  cuatro  dedos  separa- 
dos en  America." 

Estas  objeciones,  en  verdad  son  mas  bien  dirigidas  contra  la  con- 
ducta del  Criador,  que  contra  el  clima  de  America :  por  el  estilo  de 
la  blasfemia  que  se  atribuye  al  rei  D.  Alfonso  el  Sabio,  sobre  la  dis- 
posición de  los  cuerpos  celestes.  Si  los  primeros  individuos  de 
aquellas  especies  de  animales  no  salieron  de  las  manos  del  Criador 
con  esas  imperfecciones  que  se  les  atribuyen,  si  no  que  soft  efecto 
del  clima  de  America,  no  hai  duda  que  transportados  a  Europa,  desa- 
parecerían aquellos  defectos,  y  mejorarían  de  forma,  de  Índole,  y  de 
instinto :  a  lo  menos,  después  de  diez  o  doce  generaciones,  aquellas  in- 
felices bestias  que  el  clima  ha  despojado  de  cola,  y  de  bastas,  las 
recobrarían  bajo  un  cielo  menos  avaro.  No  :  dirán  los  dos  filósofos  : 
porque  no  es  tan  fácil  recobrar  de  la  Naturaleza  lo  que  se  pierde, 
como  perder  lo  que  se  tiene :  de  modo  que  aunque  el  clima  de  Eu- 
ropa no  les  restituyese  lo  que  han  perdido,  podria  todavia  decirse  que 
el  clima  de  America  era  la  verdadera  causa  de  aquella  privación. 
Sea  en  buen  hora,  y  por  consiguiente  no  hablemos  de  las  irregulari- 
dades que  consisten  en  algún  defecto,  si  no  de  las  que  son  tales  por 
exeso  de  materia.  Hablemos  del  avestruz,  que,  según  Mr.  de  Paw, 
tiene  por  vicio  de  la  Naturaleza  dos  dedos  mas  en  cada  pie  *  :  o  mas 
bien,  para  no  salir  de  los  cuadrúpedos,  hablemos  del  unau,  especie  de 
perico-ligero,  que,  entre  otras  irregularidades,  tiene  cuarenta  y  seis 
costillas.  "  El  numero  de  cuarenta  y  seis  costillas,  en  un  animal  de 
tan  pequeño^  cuerpo,  dice  el  Conde  de  Buffon,  es  una  especie  de 
error,  o  de  exeso  de  la  Naturaleza :  pues  ningún  animal,  tiene 
tantas,  ni  aun  los  mas  voluminosos,  o  los  que  tienen  el  cuerpo  mas 
largo,  a  proporción  de  su  grueso.  El  elefante  tiene  cuarenta,  el  ca- 
ballo treinta  y  seis,  el  tejón  treinta,  el  perro  veinte  y  seis,  y  el  hombre 
veinte  y  cuatro."  Si  el  primer  unau  que  hubo  en  el  mundo  recibió 
de  la  mano  de  Dios  el  mismo  numero  de  costillas  que  tienen  los  indi- 
viduos actuales,  la  observación  del  Conde  de  Buffon  es  uoa  censura 
del  Hacedor  Supremo ;  y  decir  que  aquel  exesivo  numero  de  cos- 
tillas ha  sido  un  error  de  la  Naturaleza,  es  decir  que  ha  sido  un  error 
de  Dios,  que  es  el  autor  de  la  Naturaleza,  y  el  que  sacó  el  mundo  de 
la  nada.     Estoi  seguro  que  esta  blasfemia  es  mui  agena  de  la  mente 

*  IVIr.  de  Paw  se  engañó  en  el  numero  de  los  dedos  del  touyou,  o  avestruz 
Americano,  pues  no  tiene  mas  que  tres ;  pero  en  la  parte  posterior  de  los  pies 
tiene  un  tubérculo  redondo,  y  calloso  que  le  sirve  de  talón,  y  a  qué  el  vulgo  ha 
dado  el  nombre  de  dedo. 


k 


288  HISTORIA    ANTIGUA    DÜ    MEGICO. 

sublime,  y  del  corazón  Cristiano  del  Conde  de  Buffon  :  pero  el 
espíritu  filosófico  que  reina  en  sus  obras  lo  indujo  tal  vez  a  hacer  uso 
de  aquellas  espresiones,  que,  bien  examinadas,  no  concuerdan  con  la 
fe  que  profesamos  *.  Si,  por  el  contrario,  creen  aquellos  escritores 
que  el  unau,  en  su  primer  origen,  tubo  un  numero  de  costillas  pro- 
porcionado a  su  tamaño,  y  que  el  maligno  clima  de  America  se  las 
fue  aumentando  poco  a  poco,  debemos  creer  que,  transportada 
aquella  especie  al  continente  antiguo,  y  sometida  al  influjo  de  un  clima 
mas  favorable,  retrocedería  finalmente  a  su  antigua  perfección.  Há- 
gase pues  la  esperiencia  ;  tráiganse  a  Europa  dos  o  tres  machos  de 
aquella  desgraciada  especie,  y  otras  tantas  hembras,  y  si  después  de 
veinte,  o  mas  generaciones,  se  reconoce  que  en  efecto  empieza  a  dis- 
minuir el  numero  de  costillas,  confesaremos  que  la  tierra  de  America 
es  la  mas  infeliz,  y  su  clima  el  mas  perverso  del  globo.  Si  asi  no  su- 
cede, diremos,  como  decimos  ahora,  que  la  lógica  de  aquellos  señores 
es  mas  miserable  que  el  cuadrúpedo,  asunto  de  sus  observaciones,  y  que 
sus  argumentos  son  verdaderos  paralogismos.  Por  otra  parte,  es  cosa 
estraña  que  en  un  pais  en  que  tanto  ha  escaseado  la  materia,  la  Na- 
turaleza haya  pecado  por  exeso  en  los  dedos  de  un  ave,  y  en  las  cos- 
tillas de  un  cuadrúpedo. 

Mas  para  demostrar  que  estos  filósofos  tan  empeñados  en  desacre- 
ditar el  clima  de  America  se  han  olvidado  enteramente  de  las  miserias 
del  continente  que  habitan,  preguntémosles  ¿  cual  es  el  animal  mas 
imperfecto  y  miserable  de  todos  los  Americanos  ?  El  perico-ligero, 
responderán,  por  que  es  el  de  mas  débil  organización,  el  ¿uenos  capaz 
de  movimiento,  el  mas  desprovisto  de  armas  para  su  defensa,  y  sobre 
todo  el  que  parece  menos  suceptible  de  sensaciones  :  animal  verda- 
deramente infeliz,  condenado  por  la  Naturaleza  a  la  inercia,  al  ham- 
bre, y  al  llanto,  con  el  cual  inspira  horror  y  compasión  a  toaos  los 
otros.  Pero  este  cuadrúpedo,  tan  famoso  por  sus  miserias,  es  común 
a  los  dos  continentes.  El  Conde  de  Buffon  no  quiere  creerlo,  por 
que  no  le  acomoda,  y  dice  que  si  se  halla  algún  individuo  en  Asia,  ha 
sido  transportado  de  America :  pero  por  mas  que  diga,  lo  cierto  es 
que  el  unau,  que  es  de  la  misma  especie,  es  animal  Asiático,  según 
la  opinión  de  Klein,  Linneo,  Brisson,  del  publicador  del  gabinete  de 

*  Queriendo  esplicar  por  qué  el  hombre  resiste  mas  que  los  animales  al  in- 
flujo del  clima,  dice  asi  en  el  tomo  xviii.  "  El  hombre  es  en  todo  obra  del  cielo ; 
los  animales  no  son,  bajo  muchos  aspectos,  si  no  producciones  de  la  tierra." 
Esta  proposición  parece  algo  dura :  pero  otras  harto  mas  duras  se  hallan  en  las 
Épocas  de  la  Naturaleza. 


DE    LOS   ANIMALES    DE    MEGICO.  283 

Seba,  y  sobro  todo  de  Vosmaer,  docto  e  inteligente  naturalista  Holan- 
dés. El  unau  de  Bengala,  visto,  criado,  y  exactamente  descrito  por 
este  autor,  no  ha  podido  proceder  de  America,  por  que  jamas  ha  ha- 
bido comercio  entre  la  America  Meridional,  y  el  Asia.  Ademas  el 
unau  de  Bengala  es  diverso  del  perico-ligero  Americano.  Este  tieno 
dos  dedos,  y  aquel  cinco.  Si  el  Conde  de  Buflfon  se  persuade  que  el 
clima  de  Asia  puede  aumentar  los  dedos  de  este  cuadrúpedo,  seria 
natural  que  el  clima  del  antiguo  continente  restituyese  la  cola  y  las 
bastas  a  los  animales  que  las  han  perdido  a  efecto  del  clima  maléfico 
del  Nuevo  Mundo.  Últimamente  cualquiera  que  compare  la  elo- 
cuente descripción  que  el  Conde  de  BuíFon  hace  del  perico-ligero 
Americano,  con  la  que  Mr.  Vosmaer  hace  del  pentadattilo  de  Ben- 
gala, conocerá  que  este  es  tan  desventurado  como  aquel. 

Pero  examinemos  filosóficamente  lo  que  dicen  estos  autores  acerca 
de  la  supuesta  irregularidad  de  aquellos  cuadrúpedos.  La  verdadera 
irregularidad  en  los  animales  es  la  desproporción  de  los  miembros,  o 
la  inconveniencia  de  la  forma,  o  de  la  Índole  de  algunos  individuos, 
con  respecto  a  la  masa  común  de  la  especie ;  y  no  ya  la  diferencia  que 
se  observa  entre  una  especie  nueva,  y  otra  conocida.  Seria  una  nece- 
dad decir  que  el  techichi  es  irregular,  por  que  no  ladra.  Este  cuadrú- 
pedo Americano  fue  llamado  perro  ipor  los  Españoles,  en  virtud  de  su 
semejanza  con  el  perro  de  Europa,  no  por  que  pertenecet^  a  la  misma 
especie :  y  de  aqui  nació  la  fábula  de  que  los  perros  de  America  son 
mudos.  También  el  lobo  se  asemeja  al  perro,  y  no  ladra,  si  no 
abulia.  Síj  los  primeros  Españoles  que  fueron  a  Megico  no  hubieran 
visto  lobos  en  Europa,  al  ver  los  de  Megico  hubieran  dicho  que  eran 
perros  grandes,  incapaces  de  domesticarse,  y  que  ahuUaban  en  vez  de 
ladrar ,  y  de  este  argumento  se  hubieran  valido  el  Conde  de  BufFon, 
y  Mr.  de  Paw,  para  probar  la  degradación  y  la  irregularidad  de  los 
cuadrúpedos  Americanos. 

En  efecto  no  es  de  otro  calibre  la  obgecion  de  Mr.  de  Paw  sobre  el 
avestruz  Americano.  El  tuyú*  es  un  ave  especificamente  diversa  del 
avestruz :  pero  le  han  dado  este  nombre,  por  parecerse  al  avestruz,  y 
por  ser  mui  corpulento.  Esto  basta  a  Mr.  de  Paw  para  declarar  que 
hai  irregularidades  en  aquel  ave  de  America  :  pero  aun  concediéndole 
que  el  tuyú  es  un  verdadero  avestruz,  jamas  podra  sacar  la  consecuen- 
cia con  que  quiere  apoyar  su  opinión.      Dice  que  el  avestruz  del 

*  El  avestruz  es  conocido  en  el  Perú  con  el  nombre  de  suri,  pero  adopto  el  de 
tuf/u,  para  condecender  con  los  naturalistas. 


284  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MKGICO. 

Nuevo  Mundo  es  irregular,  por  que  en  lugar  de  dos  dedos  unidos 
con  una  membrana,  como  el  del  antiguo,  tiene  cuatro  separados. 
Pero  un  Americano  podra  decir  que  el  avestruz  Africano  es  el  que 
verdaderamente  merece  el  nombre  de  irregular,  pues  en  lugar  de 
tener  cuatro  dedos  separados,  tiene  dos  unidos  por  una  membrana. 
"  No,  responderá  enfadado  Mr.  de  Paw ;  no  es  asi :  la  irregularidad 
está  en  vuestro  pajaro,  por  que  no  se  conforma  con  el  del  Mundo  An- 
tiguo, que  es  el  modelo  de  su  especie,  ni  con  el  retrato  que  de  este 
animal  nos  han  hecho  los  primeros  naturalistas  de  Europa."  "  Nues- 
tro mundo,  dirá  el  Americano,  que  vos  llamáis  nuevo,  por  que  hace 
tres  siglos  que  lo  empezasteis  a  conocer,  es  tan  antiguo  como  el 
vuestro,  y  nuestros  animales  son  coetáneos  a  los  que  poseéis.  No 
están  ellos  obligados  a  conformarse  con  los  vuestros,  ni  nosotros  tene- 
mos la  culpa  de  que  vuestros  naturalistas  tengan  tan  escasas  luces 
acerca  de  lo  que  pasa  en  America.  Asi  que,  o  es  irregular  vuestro 
avestruz,  por  que  no  se  conforma  con  el  nuestro,  o  a  lo  menos,  este 
no  debe  llamarse  irregular  por  que  no  se  conforma  con  aquel.  ínterin 
no  probéis  con  documentos  auténticos  que  el  primer  avestruz  salió  de 
las  manos  del  Autor  de  la  Naturaleza  con  dos  dedos,  unidos  por  una 
membrana,  no  puedo  creer  en  la  irregularidad  del  tuyú."  Este  mis- 
mo eficaz  raciocinio  sirve  para  disipar  otras  observaciones  de  nuestros 
filósofos,  que  nacen  de  la  imperfección  de  sus  ideas,  o  de  sus  pre- 
venciones contra  el  nuevo  continente. 

No  son  mas  acertados  en  lo  que  dicen  acerca  de  las  colas  de  los 
animales.  Declaran  francamente,  y  sin  ningún  respeto  a<Ja  verdad, 
que  la  mayor  parte  de  los  cuadrúpedos  Americanos  carecen  entera- 
mente de  cola :  lo  cual,  como  todos  los  demás  efectos  observados  por 
ellos  en  aquellos  desventurados  paises,  atribuyen  a  la  avaricia  del 
cielo  Americano,  a  la  infancia  de  la  Naturaleza  en  aquella  parte  del 
mundo,  a  la  perversidad  del  clima,  y  a  no  sé  que  combinación  de  los 
elementos.  Asi  raciocinan  aquellos  célebres  filósofos  del  siglo  de 
las  luces.  Pero  siendo,  según  Buffbn,  70  las  especies  de  cuadrúpe- 
dos Americanos,  seria  necesario  a  lo  menos  que  40  estubiesen  priva- 
das de  cola,  para  que  fuese  cierto  que  la  mayor  parte  carece  de  aquel 
miembro,  como  dice  Mr.  de  Paw,  o  que  casi  todos  esperimentasen  esta 
privación,  como  el  mismo  BuíFon  opina.  Ahora  bien,  los  cuadrúpe- 
dos Americanos  que  se  hallan  en  este  caso,  son  seis,  como  después 
veremos  :  con  que  aquella  proposición  es  una  desmesurada  hipérbole, 
por  no  decir,  una  gran  mentira. 


i 


^'i*^- 


DE    LOS    ANIMALES    DE    MEGICO.  286 

Parece  que  en  tiempo  de  Plinio  no  coDocian  los  naturalistas  otros 
animales  sin  cola  que  el  hombre,  y  el  mono*.  Si  desde  entonces  no 
se  hubiesen  descubierto  en  el  antiguo  continente  otros  muchos  cua- 
drúpedos desprovistos  de  aquel  miembro,  tendrian  razón  el  Conde  de 
Buffon,  y  Mr.  de  Paw;  pero  de  la  misma  Historia  Natural  del 
primero  consta  que  las  especies  Europeas,  defectuosas  en  esta  parte, 
componen  mayor  numero  que  las  Americanas.  He  aqui  la  lista  de 
unas,  y  otras  sacadas  de  la  citada  obra. 

Cuadrúpedos  sin  cola  del  Continente  Antiguo, 

1.  El  Pongo,  orang-utan,  sátiro,  u  hombre  salvage. 

2.  El  Piteco,  o  mono. 

3.  El  Gibon,  especie  de  mono. 

4.  El  Cinocéfalo,  o  magoto. 

5.  El  Perro  Turco. 

6.  El  Tanrec  de  Madagascar. 

7.  El  Loris  de  Ceilan. 

8.  El  Cochinillo  de  Indias. 

9.  La  Ruseta  1  ,*  .      ,  .  ,  ,      ,     .   . 

1  n    T     I?  I         especies  de  murciélagos  grandes  de  Asia. 

11.  El  Topo  dorado  de  Siberia. 

12.  El  Perico-ligero pentadattilo  de  Bengala,  descrito  por  Mr.Vos- 

maér. 

13.  La  Klipda,  o  marmota  bastarda  del  Cabo  de  Buena  Esperanza, 

descrita  por  el  mismo. 

14.  El  Capiverd,  o   Capivard  del   Cabo  de   Buena  Esperanza, 

descrito  por  Mr.  de  Valmont. 

Cuadrúpedos  sin  cola  del  Nuevo  Continente. 

1.  El  ünau,  especie  de  perico-ligero. 

2.  El  Cabiai,  e  puerco  anfibio. 

3.  La  Aperea  del  Brasil. 

4.  El  Cochinillo  de  Indias. 

5.  El  Saino,  pecar,  o  coy  ame  ti. 

6.  El  Tapeto. 

Vemos  pues  que  en  el  Antiguo  Mundo  hai,  a  lo  menos  catorce 

*  "  Caudae  praeter  hominein  ac  simias  ómnibus  fere  animalibus  et  ova  g'ig- 
nentibus  pro  desiderio  corporum."    Plin.  Hist.  Nat.  lib.  xi,  cap.  50. 


¡286  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGÍCO. 

especies  de  cuadrúpedos  desprovistos  de  cola*,  y  en  America  solo 
seis,  de  las  que  debemos  quitar  las  dos  ultimas,  por  ser  inciertas f. 
En  todos  los  treinta  tomos  de  la  Historia  Natural  de  Buífon  no  he 
hallado  otro  animal  Americano  sin  cola  que  los  ya  dichos.  ¡  Y  no 
obstante  osó  decir  que  casi  todos  carecen  de  ella !  En  lo  que  se  echa 
de  ver  que-  esas  proposiciones  generales  son  tan  fáciles  de  proferir, 
como  difíciles  de  probar. 

Si  el  clima  de  America  es  tan  pernicioso  a  las  colas  de  los  animales, 
¿  por  qué  estando  privados  de  este  miembro  cuatro  especies  de  monos 
del  antiguo  continente,  a  saber,  el  pongo,  el  piteco,  el  gibon,  y  el 
cinocéfalo,  lo  tienen  todas  las  especies  de  monos  del  nuevo,  y  algunas, 
como  el  saki,  seis  veces  mas  larga  que  el  cuerpo  del  animal  I  ¿  Por 
qué  abundan  tanto  en  America  las  ardillas,  los  cocualines,  los  hormi- 
gueros, y  otros  cuadrúpedos  semejantes,  de  enorme  cola  con  respecto 
a  sus  cuerpos  ?  ¿  Por  qué  la  marmota  del  Canadá,'  con  ser  de  la 
misma  especie  que  la  de  los  Alpes,  tiene  la  cola  mucho  mas  larga  que 
esta,  como  dice  Buífon  ?  .  ¿  Pj^r  qué  el  ciervo,  y  el  corzo  de  America, 
aunque  mas  pequeños  que  los  del  Mundo  Antiguo,  se  hallan  en  el 
mismo  caso  ?  Si  hubiese  en  America  algún  pif.icipio  destructor  de  las 
colas  de  las  animales,  los  que  llevó  Colon  de  Europa,  y  de  las  islas 
Canarias,  por  los  años  de  1493,  carecerían  ahora  de  aquel  miembro, 
especialmente  los  puercos,  en  que  es  tan  corto,  o  a  lo  menos  se  hu- 
biera disminuido  notablemente  al  cabo  de  288  años :  pero  de  tantos 
Europeos  como  han  visto  caballos,  bueyes,  ovejas,  &c.,  nacidos  en 
America,  y  los  nacidos  en  Europa,  no  se  encontrará  uno  solo  que 
haya  notado  la  menor  diferencia  entre  las  colas  de  unos,  y  otros. 

Con  las  mismas  razones  podemos  responder  a  lo  que  dice  el  Conde 

*  A  las  14  especies  mencionadas  podríamos  añadir  el  unau  didáctilo  de  Ceilan, 
de  que  hablan  muchos  autores,  y  el  porta-almizcle,  descrito  por  Daubenton,  y  por 
Bomare :  pero  degemos  el  primero,  por  que  no  estoi  seguro  que  sea  diferente 
del  loris  de  Buffon :  degemos  el  segundo,  por  que  quizas  tendrá  una  cola  pe- 
queña, aunque  no  pudo  encontrarla  el  diligente  Daubenton  :  también  debemos 
dejar  aparte  como  inciertas  las  dos  ultimas  especies  de  cuadrúpedos  Americanos 
del  catalogo. 

t  Oviedo,  Hernández,  y  Acosta  describen  el  pecar  con  los  nombres  de  saino,  y 
coyametl,  y  nada  dicen  de  la  falta  de  cola.  Yo  me  he  informado  de  personas  in- 
teligentes, y  sinceras,  que  han  visto  muchos  sainos,  y  me  han  dicho  que  la  tienen 
aunque  pequeña.  En  cuanto  al  tapeto,  Buflfou  cree  que  es  el  citli  de  Hernández, 
y  todos  los  Megicanos  saben  que  el  citli  es  la  liebre  de  Megico,  la  cual  tiene  cola, 
como  la  Europea. 


DK    LOS   ANIMALES    DE    MEGICO.  28T 

de  Buffon  sobre  la  falta  de  bastas,  y  de  otras  partes  en  el  mayor  nu- 
mero do  los  cuadrúpedos  Americanos,  pues  el  buei,  el  carnero,  y  la 
cabra  conservan  alli  invariablemente  sus  bastas,  el  perro,  y  el  puerco 
sus  dientes,  y  los  gatos  sus  uñas,  como  saben  cuantos  ban  estado  en 
aquellos  paises.  Si  el  clima  Americano  es  tan  contrario  a  los  dientes, 
y  a  las  bastas  de  los  animales,  babrian  perdido  a  lo  menos  una  buena 
parte  de  ellas  los  decendientes  de  los  cuadrúpedos  que  fueron  trans- 
portados al  Nuevo  Mundo,  tres  siglos  hace,  y  especialmente  la  poste- 
ridad de  los  lobos,  de  los  osos,  y  otros,  que  quizas  pasaron  de  Asia  a 
principios  del  primer  siglo  después  del  diluvio  universal.  Si,  por  el 
contrario',  la  zona  templada  de  Europa  es  mas  propicia  a,  los  dientes 
que  la  tórrida  de  América,  ¿  por  qué  la  Naturaleza  dio  a  esta,  y  no 
a  aquella,  el  tapir,  y  el  cocodrilo,  los  cuales  en  el  numero,  en  el  tamaño, 
y  en  la  atrocidad  de  los  dientes  exeden  a  todos  los  cuadrúpedos,  y 
reptiles  Europeos? 

Finalmente,  si  hai  en  America  algunos  animales  sin  bastas,  sin  dien- 
tes*, y  sin  cola,  no  es  por  causa  de  la  perversidad  del  clima,  ni  de  la 
avaricia  del  cielo,  ni  por  aquella  imaginaria  combinación  de  elementos, 
si  no  por  que  Dios,  cuyJs  obras  son  perfectas,  y  cuyos  consejosL  debe- 
mos reverenciar  humildemente,  quiso  hacerlo  asi,  para  que  esa  misma 
variedad  sirviese  a  hermosear  el  universo,  y  a  ostentar  su  infinita 
sabiduría,  y  poder.  Lo  que  en  unos  animales  es  perfección,  en  otros 
seria  diformidad.  En  el  caballo  es  perfección  tener  la  cola  larga,  en 
el  ciervo  tenerla  pequeña,  y  en  el  pongo  no  tener  ninguna. 

En  cuanto  a  lo  que  dicen  nuestros  filósofos  acerca  de  la  fealdad  de 
los  animales  Americanos,  es  cierto  que  entre  tantos  hai  algunos  cuya 
forma  no  corresponde  a  la  idea  que  nos  hemos  formado  de  la  belleza 
de  las  bestias.  Pero  ¿  quien  nos  ha  dicho  que  esta  idea  es  exacta  ? 
I  Y  por  qué  no  sera  imperfecta,  y  producto  de  la  limitación  de  nues- 
tros conocimientos  ?  ¡  Y  cuantos  otros  animales  no  podremos  hallar 
en  el  antiguo  continente,  aun  peor  formados  que  todos  los  del  nuevo, 
hablando  en  el  sentido  de  aquellos  escritores,  y  reverenciando  la  mano 
de  Dios  en  todas  sus  obras!  ¿Que  cuadrúpedo  hai  en  America,  que 
pueda  compararse  en  la  diformidad,  y  desproporción  de  los  miembros 

*  Los  solos  cuadrúpedos  Americanos  privados  de  dientes  son  los  hormigueros, 
como  en  el  continente  antiguo  lo  son  el  pangolino,  y  él/atagino,  cuadrúpedos  de 
la  India  Oriental,  cubiertos  de  escamas  en  lugar  de  pelo.  Todos  estos  carecen 
de  dientes,  por  que  no  los  necesitan,  manteniéndose  solo  de  hormigas.  El  Criador 
los  ha  provisto  de  una  lengua  larguísima,  con  la  que  cogen  las  hormigas,  para 
tragarlas. 


28^  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICU. 

al  elefante,  llamado  monstruo  de  materia  por  el  mismo  Conde  de 
BuíFon*?  Aquella  vasta  mole  de  carne,  mas  alta  que  larga;  aquella 
piel  áspera,  desnuda,  y  surcada  de  arrugas ;  aquella  enorme  trompa 
en  lugar  de  nariz ;  aquellos  largos  dientes  que  salen  de  una  feisima 
boca,  y  que  se  vuelven  acia  arriba,  al  revés  de  lo  que  se  nota  en  los 
demás  animales;  aquellas  orejas  vastas,  y  polígonas;  aquellos  piernas, 
gruesas,  torcidas,  y  desproporcionadamente  pequeñas ;  aquellos  pies  in- 
formes, y  con  los  dedos  apenas  bosquejados,  y  finalmente  aquellos  peque- 
ñisimos  ojos,  y  aquella  ridicula  cola  en  un  cuerpo  tan  desmesurado  ;  no 
hacen  del  elefante  un  verdadero  monstruo,  según  las  reglas  que  go- 
biernan la  creación  animal  ?  Busquen  nuestros  dos  filósofos  un  egemplo 
de  esta  clase  entre  las  especies  Americanas.  Las  mismas  reflexiones 
podrían  aplicarse  al  camello,  a  la  girafa,  al  macaco,  del  cual  dice  el 
Conde  de  Buflbn  que  es  de  una  diformidad  espantosa :  y  no  por  esto 
debemos  acusar  al  clima  en  que  nacen,  iii  a  la  mano  que  los  formó. 

Lo  que  dicen  aquellos  dos  escritores  acerca  de  la  menor  ferocidad 
de  las  fieras  Americanas,  en  lugar  de  probar  la  malignidad  del  clima, 
no  prueba  si  no  su  blandura,  y  bondad.  "  En  America,  dice  el  Conde 
de  Buffbn,  donde  el  aire,  y  la  tierra  son  ma#blandos  que  en  África, 
el  tigre,  el  león,  y  la  pantera  no  son  terribles  sino  en  el  nombre. 
Han  degenerado  sin  duda,  si  es  cierto  que  la  ferocidad,  y  la  crueldad 
eran  propiedades  de  su  Índole ;  o  por  mejor  decir,  no  han  hecho  mas 
que  sufrir  el  influjo  del  clima.  Bajo  un  cielo  apacible,  se  ha  apaci- 
guado su  naturaleza."  ¿  Qué  mas  se  puede  desear  en  favor  del  clima 
de  America  1  ¿  Como  hai  pues  quien  alegue  la  menor  ferocidad  de 
las  bestias  Americanas  como  prueba  de  su  degeneración,  ocasionada 
por  la  malignidad  del  clima  I  Si  el  clima  del  antiguo  continente  debe 
reputarse  mejor  que  el  del  nuevo,  por  que  bajo  aquel  nacen  las  fieras 
mas  terribles,  por  la  misma  razón  el  de  África  sera  incomparablemente 
mejor  que  el  de  Europa.  Esta  obgecion,  de  que  ya  he  hecho  uso, 
debe  ser  inculcada  para  mayor  confusión  de  nuestros  dos  filósofos. 

Pero  estos  escritores  no  tienen  ideas  exactas  de  las  fieras  Ameri- 
canas. Es  cierto  que  el  miztli,  o  león  Megicano  no  es  comparable 
con  los  célebres  leones  de  África.     Esta  especie  o  no  pasó  al  Nuevo 

t  "  Considerando  este  animal,  dice  Boraare,  con  relación  a  la  idea  que  nos 
hemos  formado  de  las  proporciones,  lo  hallaremos  mal  proporcionado,  por  tener 
■el  cuerpo  grueso,  y  corto,  las  piernas  inflexibles,  y  mal  formadas,  los  pies  re- 
dondos, y  torcidos,  la  cabeza  gruesa,  los  ojos  pequeños,  y  las  orejas  grandes. 
Puede  decirse  también  que  su  ropage  contribuye  a  su  fealdad.  Tan  estraordinario 
es  por  su  estatura,  como  por  sus  pies,  síi  trompa,  y  sus  colmillos." 


DB    LOS    ANIMALES    DE    MEGlCO.  289 

Mundo,  o  fue  estinguida  por  los  hombres :  pero  en  nada  cede  la  fiera 
de  America  a  las  demás  de  su  especie,  o  leones  sin  melena  del 
continente  antiguo,  como  dice  Hernández,  que  couocia  bien  a  unas,  y 
a  otras.  El  tigre  Megicano,  sea  o  no  sea  de  la  misma  especie  que  el 
tigre  real  de  África,  pues  esto  no  importa  a.  la  cuestión,  es  de  una 
fuerza,  y  ferocidad  estraordinarias.  No  hai  cuadrúpedo  Europeo,  ni 
Americano  que  pueda  resistirle.  Ataca  intrépidamente,  y  destroza 
los  hombres,  los  ciervos,  los  toros,  y  aun  los  mas  horrendos  cocodrilos, 
como  testifica  Acosta.  Este  docto  escritor  habla  con  admiración  de 
su  arrojo,  y  velocidad.  Gonzalo  de  Oviedo,  que  habia  viajado  por 
muchos  paises  de  Europa,  y  no  ignoraba  la  historia  natural,  hablando  " 
de  los  tigres  Americanos,  dice:  "  Son  animales  mui  fuertes  de  piernas, 
bien  armados  de  garras,  y  tan  terribles,  que  en  mi  juicio  no  hai  león 
real  que  pueda  competir  con  ellos  en  fuerza,  ni  ferocidad."  El  tigre 
es  el  terror  de  los  bosques  de  America;  cuando  es  adulto  ni  es  posi- 
ble amansarlo,  ni  cogerlo  ;  solo  se  cogen  los  pequeños,  y  no  pueden 
guardarse  sin  peligro,  si  no  es  en  fuertisimas  jaulas  de  hierro,  o  de 
madera.  Tal  es  la  Índole  de  aquellas  bestias,  llamadas  cobardes  por 
Mr.  de  Paw,  y  por  otros  autores,  que  ño  supieron  discernir  las  espe- 
cies de  cuadrúpedos  de  piel  manchada. 

Por  otra  parte,  aquellos  escritores  se  mostraron  tan  fáciles  en  creer 
todo  lo  que  hallaron  escrito  acerca  del  tamaño,  de  la  fuerza,  y  de  la 
fiereza  de  los  tigres  reales,  como  obstinados  en  negar  fe  a  lo  que  dicen 
de  los  Americanos  muchos  testigos  oculares.  El  Conde  de  BujQPon 
cree,  por  qye  lo  refiere  no  se  quien,  que  el  tigre  real  tiene  trece  o 
catorce  pies  de  largo,  y  cinco  de  alto ;  que  hace  frente  a  tres  ele- 
fantes ;  que  mata  a  un  búfalo,  y  lo  arrastra  a  una  gran  distancia,  y 
otras  maravillas,  a  qué  no  se  puede  dar  crédito  si  no  en  virtud  de  una 
fuerte  prevención  en  favor  del  antiguo  continente.  Si  algunos  au- 
tores fidedignos  contasen  del  tigre  Americano  una  pequeña  parte  de  tan 
estraordinarias  proezas,  su  autoridad  seria  desechada  como  si  refiriesen 
fábulas  ridiculas*.  Lo  que  se  lee  en  Plinio  de  la  industria  de  los 
cazadores  en  quitar  a  la  hembra  del  tigre  sus  hijos,  y  de  la  paciencia 
con  que  ella  los  va  recobrando  uno  a  uno,  y^lo  que  dice  Mr.  de  Bomare 
del  combate  que  se  vio  el  año  de  1764  en  el  bosque  de  Windsor  en 
Inglaterra,  entre  un  ciervo,  y  un  tigre  traido  del  Asia  para  el  duque 

*  Basta  saber  el  caso  que  hacen  los  dos  citados  filósofos  del  testimonio  de  Mr¿> 
de  la  Condamine  sobre  los  tigres  Americanos,  apesar  de  la  estimación  general  A^ 
que  goza  aquel  sabio  Matemático. 

TOMO  II.  U 


ÜP9  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGIOO. 

de  Cumberland,  y  del  cual  salió  vencedor  el  ciervo,  hacen  ver  que  la 
ferocidad  de  aquel  cuadrúpedo  Asiático  no  es  tanta  cuanta  la  repre- 
sentan el  Conde  de  BuíFon,  y  Mr.  de  Paw. 

Los  lobos  Americanos  no  son  menos  fuertes,  ni  menos  atrevidos 
que  los  del  Mundo  Antiguo.  Aun  los  ciervos,  que,  según  Plinio, 
son  los  mas  tímidos  de  todos  los  animales,  en  Megico  tienen  tanta 
audacia,  que  muchas  veces  atacan  a  los  viageros,  como  dice  el  D. 
Hernández,  y  es  notorio  en  aquel  reino.  Yo  mismo  he  visto  los 
estragos  que  hizo  en  mi  casa  un  ciervo  casi  domesticado,  en  una  pobre 
Americana. 

Pero  sean  pequeños,  informes,  y  pusilánimes  los  cuadrúpedos  de 
America.  Concedamos  también  que  de  este  principio  se  deba  inferir 
la  bondad  del  clima  del  antiguo  continente :  no  por  esto  se  me  per- 
suadirá jamas  que  aquel  mismo  principio  forma  una  prueba  completa 
de  la  malignidad  del  nuevo.  Seria  necesario  manifestar  en  los  rep- 
tiles, y  en  las  aves  la  misma  degradación  que  en  los  cuadrúpedos*. 
Mr.  de  Paw  dice,  hablando  de  los  cocodrilos  Americanos,  cuya  fero- 
cidad es  tan  notoria,  que  "  parece,  por  las  observaciones  de  Mr.  du 
Piatz  y  otros  viageros,  que  no  tienen  el  furoV,  y  la  impetuosidad  de 
los  de  África,"  pero  el  Dr.  Hernández,  que  conocía  unos,  y  otros,  no 
encontró  la  menor  diferencia  entre  ellos.  Acosta  dice  que  el  Ameri- 
cano es  ferocísimo,  pero  lento :  mas  esta  lentitud  no  se  entiende  del 
movimiento  progresivo  en  linea  recta,  si  no  de  las  vueltas  de  un  lado 
a  otro,  pues  en  el  primero  es  estraordinaria  su  velocidad,  y  en  el 
segundo  es  torpe,  y  pesado,  como  el  Africano,  por  causa  de  la  inflexi- 
bilidad  de  las  vertebras.  El  Dr.  Hernández  afirma  que  el  acuetzpa- 
lin,  o  cocodrilo  Megicano  huye  de  los  que  lo  persiguen,  y  persigue  a 
los  que  huyen,  aunque  esto  sucede  mas  frecuentemente  que  aquello. 
Plinio  cuenta  lo  mismo  del  cocodrilo  Africano  f.  Finalmente  si  se 
«omparan  los  datos  que  reunieron  estos  dos  naturalistas  sobre  aquel 

*  El  Conde  de  Buffon  dice  que  cuando  se  habla  de  aves  no  se  debe  hacer  caso 
del  clima,  pues  "pudiendo  pasar  fácilmente  de  un  continente  a  otro,  es  imposible 
distinguir  los  que  a  cada  uno  pertenecen."  Pero  como  la  causa  de  los  viages  que 
hacen  es  el  frió  o  el  calor  del  clima,  que  procuran  evitar,  no  es  estraño  que  las 
aves  Americanas  permanescan  en  su  pais,  donde  pueden  huir  de  todos  los  exesos 
de  temperatura,  hallando  por  do  quiera  el  alimento  de  que  necesitan.  Lo  cierto  es 
que  las  aves  Megicanas  no  transmigran  al  continente  antiguo. 

t  "Terribilis  haec  contra  fugaces  bellua  est,  fugaz  contra  insequentes." — 
Lib.  viii,  cnp.  26. 


DE    LOS    ANIMALES    D£    MEGICO.  39t 

gran  anfibio,  se  vera  que  no  hai  la  menor  diferencia,  ni  aun  de  ta- 
maño, entre  los  que  producen  los  dos  continentes*. 

En  cuanto  a  los  pájaros,  Mr.  de  Paw  solo  habla  del  avestruz,  y  esto 
tan  de  ligero  como  hemos  visto.  Tomó  sin  duda  el  partido  de  callar, 
por  que  en  esta  parte  vio  su  causa  perdida,  pues  ora  se  considere  el 
numero,  y  la  variedad  de  las  especies,  ora  la  intrepidez,  ora  la  her- 
mosura del  plumage,  ora  la  exelencia  del  canto,  no  hai  duda  que  las 
aves  Americanas  son  superiores  a  las  de  todos  los  paises  de  la  tierra. 
He  hablado  en  otra  parte  de  su  inmensa  muchedumbre.  Son  innu- 
merables las  especies  que  se  ven  en  los  campos,  en  los  bosques,  en 
los  ríos,  en  los  lagos,  y  aun  en  los  pueblos.  Gemelli,  que  habia  dado 
la  vuelta  al  mundo,  y  habia  estado  en  los  mejores  paises  de  Asia, 
África,  y  Europa,  dice  que  no  hai  región  en  el  universo  que  pueda 
compararse  con  Megico  en  la  hermosura,  y  variedad  de  sus  aves. 
Véase  lo  que  dicen  los  historiadores  de  la  Nueva  Francia,  de  la 
Luisiana,  del  Brasil,  y  de  otros  paises  del  Nuevo  Mundo. 

De  la  fuerza  y  animosidad  que  los  distinguen  dan  testimonio  muchos 
escritores  fidedignos.  El  Dr.  Hernández,  que  tanta  esperiencia  tenia 
en  las  aves  de  rapiña,  por  haber  estado  muchos  años  en  la  corte  de 
Felipe  II,  cuando  la  halconería  era  la  caza  favorita  de  los  nobles, 
dice,  hablando  del  quauhtotli,  o  sacre  Megicano,  que  todos  los  pájaros 
de  esta  clase  son  mejores  y  mas  animosos  en  Megico,  que  en  el  anti- 
guo continente -f-.  Tan  conocida  fue  desde  el  principio  la  exelencia 
de  los  halcones  de  aquel  pais,  que  Carlos  V  mandaba  llevar  cada  año 
cincuenta  a» su  corte,  y  otros  tantos  de  la  isla  de  Santo  Domingo, 
como  cuenta  Herrera.  Acosta  dice  que  se  regalaban  a  los  magnates 
de  España  halcones  de  Megico,  y  del  Perú,  por  ser  niui  apreciados. 
El  mismo  historiador  refiere  "  que  el  cóndor  o  buitre  Americano  es  de 
un  tamaño  enorme,  y  de  tan  estraordinaria  fuerza,  que  no  solo  des- 
troza una  oveja,  si  no  también  un  ternero,"  y  D.  Antonio  Ulloa  ase- 
gura que  de  un  aletazo  echa  al  suelo  a  un  hombre;}:.     El  Dr.  Her- 

*  Plinio  dice  que  el  cocodrilo  Africano  suele  tener  18  codos  de  largo.  El  D. 
Hernández  dice  que  el  Americano  llega  comunmente  a  la  longitud  de  7  pisos. 
Si  se  calculan  estas  medidas  se  vera  que  es  poquísima  la  diferencia,  y  que  si  hai 
algún  exeso  está  en  favor  del  Americano. 

t  "Fateor  accipitrum  omne  genus  apud  hanc  Novam  Hispauiam  Jucatani- 
camve  provinciam  repertum  praestantius  esse  atque  animosius,  vetere  in  orbe 
natis." — Deavibus  Novee  Hisp.  cap.  92. 

X  El  cóndor  es  tan  grande  que  tiene  de  14  a  16  pies  de  una  a  otra  estremidad 
de  las  alas  esteudidas.    Mr.de  Bomare  dice  que  es  común  a  los  dos  continentes, 

ü  2 


292  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

nandez  d,ice  que  el  itzcuauhtli,  o  águila  real  de  Megico  ataca  a  lo 
hombres,  y  aun  a  los  mas  feroces  cuadrúpedos.  Si  el  clima  de  America 
hubiera  privado  a  los  cuadrúpedos  de  la  fuerza,  y  del  valor,  sin  duda 
hubiera  producido  el  mismo  efecto  en  las  aves:  pero  por  el  testimonio 
de  los  mencionados  autores,  y  de  otros,  todos  Europeos,  y  dignos  de 
fe,  consta  que  lejos  de  ser  débiles,  y  pusilánimes,  exeden  en  intrepi- 
dez, y  fuerza  a  las  de  todas  las  regiones  conocidas. 

En  cuanto  a  su  belleza,  no  niegan  esta  ventaja  a  la  America  los. 
autores  que  'tanto  se  han  empeñado  en  vilipendiarla.  En  vano  lo . 
harían,  cuando  tantos  testimonios  respetables  confirman  la  hermosura 
de  los  pájaros  que  alli  se  crian.  Quien  quiera  formarse  alguna  idea 
de  ella,  consulte  los'  escritos  de  Oviedo,  Herrera,  Acosta,  Ulloa,  y 
otros  autores  Europeos  que  hablan  de  lo  que  ellos  mismos  han  visto. 
**  En  Megico,  dice  Acosta,  hai  gran  abundancia  de  pájaros,  adorna-' 
dos  de  tan  exelentes  plumas,  y  tan  finas,  que  no  se  hallan  semejantes 
en  Europa." 

Es  verdad,  dicen  algunos,  que  los  pájaros  Americanos  exeden  a  los 
nuestros  en  la  belleza  de  las  plumas ;  pero  no  en  la  exelencia  del  canto, 
en  \o  que  los  nuestros  son  superiores.  Asi  hablan  dos  escritores  Italia- 
nos*, tan  doctos  en  ciertas  materias  especulativas,  como  ignorantes 
en  las  cosas  de  America.  Bastaría  a  confundirlos  el  testimonio  del 
Dr.  Hernández  que  copio  en  la  notaf .  Aquel  exelente  observador, 
después  de  haber  oído  los  mejores  ruiseñores  en  la  corte  de  Felipe  II, 
oyó  muchos  años  al  centzontli,  o  poligloto,  al  cardenal,  al  tigrillo,  al 
cuitlaccochi,  y  otras  aves  canoras,  comunes  en  Megico,  y  no  conocí- 
cídas  en  Europa,  ademas  del  ruiseñor,  el  gilguero,  la  calandria,  y 
otras  comunes  a  los  dos  continentes.  Entre  todos  los  pájaros  apre- 
ciados en  Europa,  el  ruiseñor  es  el  generalmente  preferido,  y  sin  em- 

y  que  los  Suizos  lo  llaman  Laemmer-geyer.  Como  quiera  que  sea,  hasta  ahora 
no  se  ha  visto  en  el  mundo  antiguo  un  ave  de  rapiña  que  pueda  compararse  en 
tamaño,  y  fuerza  con  el  cóndor  Americano. 

*  El  autor  de  cierta  disertación  metafisico-politica  sobre  la  proporción  de  los 
talentos  y  sobre  su  uso,  en  la  que*  dice  tales  despropósitos  sobre  America,  y  se 
mostró  tan  ignorante  de  todo  lo  relativo  a  aquella  parte  del  mundo,  -como  el  niño 
mas  idiota.  El  otro  es  el  autor  de  unas  fabulillas  Italianas  en  que  finge  una  con- 
versación entre  un  pajaro  Americano,  y  un  ruiseñor. 

f  *'  In  cavéis,  quibus  detinetur,  suavissime  cantat ;  nec  est  avis  uUa,  animalve 
cujus  vocem  non  reddat  luculentissime,  et  exquisitissime  semuletur.  Quid  ? 
Philomelam  nostram  longo  superat  intervallo,  cujus  suavissimum  concentum,  tan- 
topere  laudant  celebrant  que  vetustí  auctores,  et  quidquid  avicularum  apud 
í)rb*»m  nostrura  cantu  auditur  suavissimum." — De  Avibus  Novee  Hisp.  cap.  xxx. 


DE    LOS    ANIMALES    DB    MEGICO.  293 

bargo  el  de  America  es  mejor,  como  dice  Mr.  de  Bomare.  "  Él  rui- 
señor de  la  Luisiana,  dice,  es  el  mismo  de  Europa,  pero  aquel  es  mas 
familiar,  canta  todo  el  año,  y  tiene  mas  variedad  de  sones."  He  aquí 
tres  grandes  ventajas  del  pajaro  Americano,  soore  el  Europeo.  Pero 
aunque  no  hubiese  en  America  ruiseñores,  gilgueros^  ni  ningún  otro 
de  los  que  se  estiman  en  Europa  por  su  canto,  bastarla  el  centzontli, 
o  poligloto  para  no  tener  nada  que  envidiar  a  ningún  pais  del  globo*. 
Puedo  asegurar  a  nuestros  filósofos  anti- Americanos  que  cuanto  dice 
el  Dr.  Hernández  acerca  de  la  superioridad  de  aquel  pajaro  con  res- 
pecto al  ruiseñor  es  la  pura  verdad,  y  tan  conforme  a  la  opinión 
de  los  Europeos  que  han  estado  en  Megico,  como  a  la  de  los  Megica- 
nos  que  han  estado  en  Europa.  Ademas  de  la  singular  dulzura  de  su 
canto,  de  la  prodigiosa  variedad  de  sus  sones,  y  de  la  donosa  propiedad 
de  remedar  las  diferentes  voces  de  animales  que  oye-f,  lleva  al  rui- 
señor la  ventaja  de  ser  pincho  mas  común,  y  de  condición  mas  apacible. 
Su  especie  es  una  de  las  mas  numerosas  de  aquellos  países.  Si  yo 
quisiese  discurrir  a  la  manera  de  Mr.  de  Paw,  podría  añadir,  para 
probar  la  bondad  del  clima  de  America,  que  algunas  aves  que  no  se 
aprecian  en  Europa  por  su  canto,  allí  lo  tienen  bastante  agradable. 
"  El  gorrión,  dice  Valdecebro,  autor  Europeo,  no  canta  en  España, 
y  en  Megico  canta  mejor  que  el  gilguero  j. 

Lo  que  digo  de  los  pájaros  cantores  se  aplica  a  los  que  imitan 
el  habla  del  hombre,  pues  las  especies  de  papagallos  Americanos  son 
mucho  mas  numerosas  que  las  de  los  Africanos,  y  Asiáticos  §. 

Pero  p^es  estoi  hablando  de  pájaros,  quiero,  antes  de  dejar  este 
asunto,  hacer  una  reflexión  que  no  me  parece  inoportuna.  No  hai 
animal  Americano  sobre  el  cual  hagan  mas  espavientos  nuestros  filó- 
sofos que  el  perico-ligero,  a  cauía  de  su  estraordinaria  lentitud,  e 
incapacidad  de  movimiento.  ¿Qué  diríamos  si  hallásemos  un  ave 
semejante  ?     Este  seria  sin  duda  el  animal  mas  irregular  de  'todos, 

*  Linneo  llama  al  centzontli  Orfeo  ;  otros  mocqueur,  o  burlón. 

t  Mr.  Barrington,  Vice  Presidente  de  la  Real  Sociedad  de  Londres,  dice  en 
una  obra  mui  curiosa  sobre  el  canto  de  las  aves,  presentada  por  él  a  aquella 
docta  asamblea,  que  oyó  á  un  poligloto  .el  cual  en,  el  espacio  de  un  solo  minuto 
remedó  las  voces  de  cinco  aves  diferentes. 

X  Valdecebro  en  su  obra  Gobierno  de  las  Aves,  lib.  v,  cap.  29.  El  gorrión 
Americano,  aunque  semejante  al  de  Europa,  es  de  diversa  especie. 

§  "  Hai  en  America  una  gran  variedad  de  papagallos,  especialmente  en  los 
Andes  del  Perú,  y  en  las  islas  de  Puerto  Rico,  y  Santo  Domingo."  —  Acosta 
lib.  iv,  cap.  35.  En  las  costas  Megicanas  del  mar  Pacifico  son  mas  numerosos  quo 
en  las  islas. 


294  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

pues  la  pereza,  y  la  inercia  desdicen  mas  del  ave  que  del  cuadrúpedo. 
I Y  donde  se  encuentra  este  pajaro  ?  En  el  antiguo  continente,  según 
el  Conde  de  BuíFon,  el  cual  dice  que  el  dronte  de  las  Indias  Orien- 
tales es  entre  las  aves,  lo  que  entre  los  cuadrúpedos  el  perico-ligero. 
"  Parece,  añade,  una  tortuga  vestida  con  los  despojos  de  un  ave,  y 
la  Naturaleza,  concediéndole  los  inútiles  adornos  de  las  alas,  y  la  cola, 
parece  haber  querido  aumentar  con  nuevos  estorvos  la  irregularidad 
de  sus  movimientos,  y  la  inercia  de  su  cuerpo,  y  hacerle  mas  enojoso 
su  pesado  volumen,  recordándole  que  es  pajaro." 

De  todo  lo  que  llevo  dicho  se  infiere  claramente  que  ni  el  cielo  de 
America  es  avaro,  ni  su  clima  contrario  a  la  generación  de  los  ani- 
males ;  ni  la  materia  escasea,  ni  la  Naturaleza  ha  empleado  una  es- 
cala de  dimensiones  diferente  de  las  del  Mundo  Antiguo;  por  fin, 
que  es  un  error,  o  por  mejor  decir  un  conjunto  de  errores  cuanto  el 
Conde  de  Biifíbn,  y  Mr.de  Paw  dicen  sobre  la  pequenez,  la  irregu- 
laridad, y  los  defectos  de  los  cuadrúpedos  Americanos,  lo  cual,  aun 
siendo  cierto,  de  nada  servirla  para  probar  la  malignidad  del  clima  de 
aquel  vasto  continente.  Veamos  ahora  si  han  hablado  con  mas  acierto 
en  lo  que  dicen  sobre  la  imaginaria  degradación  de  los  cuadrúpedos 
transportados  de  Europa. 

Animales  transportados  al  Nuevo  Mundo. 
*'  Todos  los  animales  transportados  al  Nuevo  Mundo,  dice  el 
Conde  de  BuíFon,  como  el  caballo,  el  asno,  el  toro,  el  carnero,  la 
cabra,  el  perro,  y  el  puerco,  son  considerablemente  mast  pequeños 
alli  que  en  Europa ;  y  esto  sin  exepcion."  Si  buscamos  la  prueba 
de  una  regla  tan  general,  no  hallaremos  otra  en  toda  la  Historia 
Natural  de  aquel  filosofo,  sino  que  algunos  de  los  cuadrúpedos  del 
Mundo  Antiguo  transportados  al  Canadá,  son  mas  pequeños  en 
aquella  parte  de  America  que  en  Francia.  "  Los  animales  Euro- 
peos, y  Asiáticos,  dice  Mr.  de  Paw,  que  se  han  llevado  a  America, 
inmediatamente  después  de  su  descubrimiento,  han  degenerado ;  su 
corpulencia  ha  disminuido,  y  han  perdido  una  parte  de  su  instinto,  y 
de  su  Índole ;  los  cartílagos,  y  las  fibras  de  sus  carnes  se  han  vuelto 
mas  gruesas,  y  rígidas."  Tal  es  la  conclusión  general  de  aquel 
autor ;  veamos  ahora  sus  pruebas.  "1.  La  carne  de  buei  es  tan 
fibrosa,  que  apenas  se  puede  comer  en  la  isla  Española.  2.  Los 
puercos  de  la  isla  de*Cubagua  mudaron  en  breve  de  forma,  en  tales 
términos  que  era  imposible  reconocerlos:  las  uñas  les  crecieron  hasta 
tener  un  palmo  de  largo.     3.  Las  ovejas  sufrieron  una  gran  altera- 


DB    LOS    ANIMALES    D£    MEGICO.  295 

cioD  en  la  Barbada.  4.  Los  perros  transportados  de  nuestros  países 
perdieron  la  voz,  y  cesaron  de  ladrar  en  la  mayor  parte  del  nuevo 
continente.  5.  El  frió  del  Perú  desconcertó,  en  los  camellos  que  se 
llevaron  de  África,  los  órganos  de  la  generación."  Tales  son  los 
argumentos  de  que  se  valen  nuestros  filósofos  para  pronunciar  la  de- 
gradación de  los  animales  introducidos  en  America,  después  de  su 
descubrimiento ;  argumentos  que,  aunque  fuesen  verdaderos,  no  bas- 
tarían a  establecer  una  opinión  tan  general :  porque  ¿  qué  importa 
que  la  carne  de  buei  sea  tan  fibrosa  en  Santo  Domingo,  si  en  casi 
todos  los  otros  países  de  America  es  buena,  y  en  algunos,  como  en 
todos  los  de  Megíco  situados  en  la  costa  del  mar  Pacifico,  tan 
exelente  cuanto  la  mejor  de  Europa,  y  quizas  superior  1  i  Qué  im- 
porta que  las  ovejas  hayan  sufrido  alguna  alteración  en  la  Barbada,  y 
en  algunos  países  demasiado  calientes,  si  en  los  templados  de  Megico, 
y  de  la  America  Meridional  se  conservan  como  fueron  de  España? 
I  Qué  importa  que  los  puercos  se  hayan  desfigurado  en  Cubagua, 
isla  miserable,  privada  de  agua,  y  de  todo  lo  necesario  a  la  vida,  si 
en  el  resto  de  la  America  han  adquirido,  según  Mr.  de  Paw,  una 
corpulencia  estraorditiaria,  y  su  carne  se  ha  perfeccionado  en  tales 
términos,  que  los  médicos  la  prescriben  a  sus  enfermos,  como  la  mas 
sana  que  puedan  comer  í  Ahora  pues :  si  el  haberse  desfigurado  los 
puercos  en  Cubagua  no  prueba  que  el  clima  de  America  les  sea  con- 
trario ¿por  qué  el  detrimento  de  las  ovejas  en  la- Barbada,  la  fibrosi- 
dad  de  la  carne  de  buei  en  Santo  Domingo,  y  la  disminución  de 
algunos  cuadrúpedos  en  Canadá  han  de  probar  que  el  clima  de  Ame- 
rica es  en  general  contrario  a  la  generación  de  los  animales,  a  su  cor- 
pulencia, y  a  su  instinto  ? 

Sí  esta  lógica  fuese  admisible,  mas  fuertes  serian  los  argumentos 
de  que  yo  podría  echar  mano  contra  el  clima  del  antiguo  continente, 
sin  servirme  de  otras  armas  que  las  que  me  suministra  el  Conde  de 
Buffon  en  su  Historia  Natural.  Los  camellos  no  han  podido  mul- 
tiplicarse en  España,  como  dice  el  mismo  autor,  aunque  aquel  clima 
sea,  de  todos  los  de  Europa,  el  menos  contrario  a  su  naturaleza.  Los 
toros  han  degenerado  en  Berbería,  y  en  Islandia  han  perdido  las 
bastas.  "  Las  ovejas,  dice  Buflx)n,  se  han  alejado  de  su  ser  primi- 
tivo en  nuestros  países,"  y  en  todos  los  calientes  del  Mundo  Antiguo 
han  mudado  la  lana  en  pelo.  Las  cabras  han  disminuido  de  volu- 
men en  Guinea,  y  en  otras  partes.  Los  perros  en  Laponia  son 
pequeñisimos,  y  diformes,  y  los  de  los  climas  templados,  sí  pasan  a 


296  '  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

los  fríos,  dejan  de  ladrar,  y  después  de  la  primera  generación  nacen 
con  las  orejas  derechas.  Por  las  relaciones  de  los  viageros  consta 
que  los  mastines,  y  galgos,  y  las  otras  razas  de  perros  Europeos, 
llevados  a  Madagascar,  a  Calicut,  a  Madure,  y  a  Malabar,  degeneran 
después  de  la  segunda  o  tercera  generación,  y  que  en  los  paises 
exesivamente  calientes,  como  la  Guinea,  y  el  Senegal,  esta  degrada- 
ción es  mucho  mas  pronta,  pues  apenas  pasan  tres  o  cuatro  años, 
pierden  el  pelo,  y  la  voz.  Los  ciervos  han  perdido  la**  mitad  de  su 
corpulencia  en  los  paises  montuosos,  calidos,  y  secos,  como  en 
Corsega,  y  Cerdeña.  Si  a  estas,  y  otras  noticias  que  nos  da  el 
Conde  de  Buífon,  queremos  añadir  las  que  suministran  otros  autores, 
¡  cuantos  argumentos  no  opondríamos  a  nuestros  filósofos  algo  mas 
solidos,  y  decisivos  que  los  suyos !  ¡  cuantas  pruebas  de  que  la  dege- 
neración animal  ha  sido  mayor  en  el  continente  antiguo  que  en  el 
nuevo !  Pero,  para  que  se  vea  la  exageración,  y  la  falsedad  de  sus 
egemplos,  examinemos  una  a  una  todas  las  especies  de  animales 
Asiáticos,  y  Europeos  transportados  al  Nuevo  Mundo,  y  que  han 
degenerado  alli,  según  aseguran  aquellos  dos  escritores.  .x^h-^-^ 

Camellos. 
"  De  todos  los  cuadrúpedos  llevados  a  America,  dice  Mr.  de  Paw, 
los  que  menos  han  prosperado  han  sido  los  camellos.  A  principios 
del  siglo  XVI  pasaron  algunos  de  África  al  Perú,  donde  el  frío  les 
desconcertó  los  ojganos  destinados  a  la  reproducción,  y  no  dejaron 
posteridad."  Pero,  disimulando  el  error  Crpnologico  en  que  incurre, 
por  que  no  hace  al  caso,  si  el  frió  fue  la  causa  de  la  destrucción  de 
los  camellos  en  America,  lo  mismo  sucedería  en  Europa,  especial- 
mente en  los  paises  del  Norte,  en  los  que  el  frió  es  sin  comparación 
mucho  mayor  que  en  cualquiera  parte  del  Perú.  Acuse  Mr.  de  Paw 
a  los  que  quisieron  aclimatar  aquellos  animales  en  regiones  poco  ana- 
logas  a  su  naturaleza,  y  no  acuse  a  la  America,  en  cuya  estension 
hai  tierras  calidas,  y  secas,  como  las  que  necesita  el  camello  para 
subsistir.  La  misma  esperiencia  se  hizo  en  España,  y  no  tubo  buen 
éxito,  y  no  habrá  quien  niegue  que  el  clima  de  esta  peninsula  es  de 
los  mas  templados,  y  benignos  de  Europa.  El  Conde  de  Buffon 
opina  que  aquellos  útiles  cuadrúpedos  podrían  fácilmente  propagarse 
en  America,  y  en  España,  si  se  tomasen  las  precauciones  conve- 
nientes, jr  yo  no  dudo  que  prosperarían  en  la  Nueva  Galicia.  Por  lo 
demás,  es  falso  que  los  camellos  transportados  al  Perú  no  dejasen 


DE    LOS    ANIMALES    DB    ME6IG0.  29r 

posteridad :  el  P.  Acosta  que  estubo  alli  pocos  años  después,  asegura 
haberlos  visto  multiplicados,  aunque  nc  tanto  como  era  de  desear. 

Toros. 
Esta  es  una  de  las  especies  de  animales  que  nuestros  filósofos  creen 
degradadas  en  America,  y  a  las  que  suponen  ser  contrario  aquel 
clima.  Pero  si  el  ganado  vacuno  ha  perdido  una  parte  de  su  corpu- 
lencia en  el  Canadá,  como  afirma  el  Conde  de  Buffon,  y  si  en  Santo 
Domingo,  se  ha  hecho  fibrosa  su  carne,  según  la  opinión  de  Mr.  de 
Paw,  al  menos  no  ha  sucedido  asi  en  la  mayor  parte  de  los  países 
del  Nuevo  Mundo,  en  los  cuales  la  muchedumbre,  y  gran  tamaño  de 
aquellos  animales,  y  la  bondad  de  su  carne,  manifiestan  cuan  favora- 
bles sean  aquellos  climas  a  su  generación.  Su  prodigiosa  multiplica- 
ción en  America  se  halla  atestiguada  por  muchos  autores  Europeos, 
antiguos  y  modernos.  El  P.  Acosta  cuenta  que  en  la  flota  en  que  él 
volvió  a  Europa  el  año  de  1587,  esto  es,  sesenta  años,  poco  mas  o 
menos,  después  de  introducidos  en  Megico  los  primeros  toros,  y 
vacas,  se  enviaron  a  España  64,360  cueros  de  aquel  pais,  y  35,444 
de  Santo  Domingo,  cu;^o  clima  parece  a  Mr.  de  Paw  tan  opuesto  a 
su  prosperidad.  Yo  no  dudo  que  si  se  comparase  el  numero  de  toros, 
y  vacas  llevadas  del  antiguo  continente  al  nuevo,  con  el  de  cueros  que 
America  ha  enviado  a  Europa,  se  hallarían  mas  de  5,000,000  de 
cueros  por  cada  uno  de  aquellos  animales.  Valdecebro,  escritor  Es- 
pañol de  la  orden  de  Santo  Domingo,  que  vivió  muchos  años  efn 
Megico  a  mediados  del  siglo  pasado,  refiere,  como  un  hecho  notorio, 
que  las  vacas  de  D.Juan  Orduña,  caballero  Megicano,  dieron  en 
un  año  36,000  terneros,  lo  pue  supone  un  rebaño  de  200,000  entre 
toros,  y  vacas.  En  el  día  hai  sugetos  que  poseen  50,000  cabezas  de 
este  ganado.  Pero  nada  prueba  tanto  la  estupenda  multiplicación 
de  estos  animales,  como  el  precio  a  que  se  venden  en  aquellos  países, 
en  que  son  necesarios  para  el  sustento  del  hombre,  y  los  trabajos  del 
campo,  y  donde  en  razón  de  la  abundancia  de  los  metales  preciosos, 
todo  se  vende  caro*.  Para  decirlo  en  pocas  palabras,  los  toros  se 
han  multiplicado  en  Megico,  en  Paraguai,  y  en  algunas  otras  regiones 

*  En  los  contornos  de  la  capital  de  Megico  apesar  de  estar  mui  poblados,  se 
vende  un  buen  par  de  bueyes  para  el  arado,  por  20  pesos  :  en  los  de  Guadalajara, 
capital  de  la  Nueva  Galicia,  por  12,  o  14.  Aun  son  mas  ínfimos  los  precios  en  : 
otros  puntos  del  territorio  Megicano.  En  el  rio  de  la  Plata  es  aun  mas  numeroso 
este  ganado.  Según  persona  fidedigna,  hai  en  aquellas  provincias  6,000,000  de 
toros  y  vacas,  en  rebaños,  y  cerca  de, 2,000,000  salvages. 


296  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

del  Nuevo  Mundo,  mucho  mas  que  en  Italia,  que  mereció  de  los  es- 
critores latinos  el  epiteto  de  armentosa*. 

Por  lo  que  hace  al  tamaño  de  los  toros,  y  vacas  de  aquel  pais,  fácil 
es  averiguar  la  verdad,  viniendo  tantos  buques  cargados  -  de  cueros  a 
los  puertos  de  Europa  f.  Mande  Mr.  de  Paw,  o  algún  otro  de  los 
que  siguen  su  opinión,  medir  cincuenta  o  sesenta  de  aquellos  cueros, 
y  si  resultan  mas  pequeños  que  los  comunes  de  Europa,  confesaremos 
que  el  clima  de  America  ha  reducido  la  corpulencia  del  ganado  vacu- 
no, y  que  la  materia  ha  escaseado  en  el  Nuevo  Mundo.  De  lo  contra- 
rio, tendrán  ellos  que  confesar  que  son  falsas  sus  noticias,  mal  funda- 
das sus  observaciones,  y  fantástico  su  sistema ;  y  para  demostrar  que 
no  debemos  tener  mucha  confianza  en  sus  datos,  citaremos  a  Gonzalo 
de  Oviedo,  uno  de  los  antiguos  pobladores  de  Santo  Domingo,  donde 
residió  muchos  años.  Hablando  de  los  bueyes  de  aquella  isla,  cuya 
carne  no  puede  comerse,  según  Mr.  de  Paw,  dice  aquel  escritor:  "  Los 
ganados  son.aqui  mayores  y  mas  hermosos  que  todos  los  de  España,  y 
como  el  aire  es  tan  suave,  y  nunca  hace  frió,  jamas  enflaquecen  los 
bueyes,  y  nunca  adquiere  mal  sabor  su  carne."  El  Conde  de  Buffon 
afirma  que  los  paises  frios  son  mas  favorables  a  estos  animales  que 
los  calientes ;  lo  contrario  se  verifica  en  Megico.  La  carne  de  vaca 
de  las  tierras  marítimas,  que  son  generalmente  calidas,  es  tan  delicada, 
que  se  suele  enviar  de  regalo  a  la  capital,  aunque  la  distancia  es  de 
250  a  300  millas. 

Ovejas. 

r 
El  Conde  de  Bufifon  confiesa  que  el  ganado  lanar  ha  prosperado 

en  los  paises  calientes,  y  frios  del  nuevo  continente :  pero  añade  que 

esta  prosperidad  consista  solo  en  la  multiplicación,  pues  los  individuos 

son  mas  flacos,  y  su  carne  menos  jugosa,  y  tierna  que  en  Europa.    En 

todo  esto  manifiesta  que  sus  informes  son  mui  errados.     En  los  paises 

calidos  de  America  no  prosperan  comunmente  las  ovejas,  y  la  carne  de 

los  castrados  es  mala :  de  lo  que  no  debemos  maravillarnos,  pues  todo 

*  Timeo,  autor  Griego,  y  Varron,  citados  por  Aulo  Gellio  (Noct.  Attic.  lib.  xi, 
cap.  1),  dicen  que  Italia  fue  llamada  asi  por  la  abundancia  de  bueyes,  siendo  el 
nombre  de  este  animal  en  Griego  íraXo»,  por  lo  que  dice  Gellio,  que  Italia  quiere 
decir  arfnentosissima. 

f  Todos  saben  que  el  mayor  comercio  de  cueros  se  hacia  en  Paraguai,  y  yo  sé 
por  persona  practica,  y  fidedigna  que  los  que  se  enviaban  de  aquel  pais  a  España 
tienen  por  lo  común  3  varas  de  largo,  cuando  menos,  y  muchos  llegan  a  cuatro. 
No  creo  que  haya  tres  paises  en  Europa  en  que  los  bueyes  adquieran  tan  desme- 
surada dimensión. 


DE    LOS    ANIMALES    DE    MEGICO.  299 

clima  caliente  es  tan  opuesto  a  estos  animales,  que,  según  Buífon,  les 
hace  mudar  la  lana  en  pelo.  En  los  climas  frios,  y  templados  de  Me- 
gico  se  han  multiplicado  en  proporción  mas  que  los  toros,  y  vacas ;  su 
lana  es  en  algunas  partes  tan  fína  como  la  mejor  de  España,  y  su  carne 
tan  gustosa  como  la  mejor  de  Europa.  La  propagación  de  las  ovejas 
en  America  es  casi  increible.  El  P.  Acosta  asegura  que  antes  de  su 
viage  el  Nuevo  Mundo  había  alli  hacendados  que  poseian  de  60,  a 
100,000  cabezas,  y  hoi  se  ven  en  Megico  sugetos  que  tienen  400,000 
y  aun  500,000  y  600,000.  Los  Europeos  que  no  han  visto  aquellos 
países  podran  dudar  de  estos  datos,  pero  yo  no  osaría  presentarlos  al 
publico,  a  no  estar  seguro  de  que  es  imposible  desmentirlos.  Valde- 
cebro  dice  que  D.  Diego  Muñoz  Camargo,  noble  Tlascales,  de  quien 
he  hecho  mención  en  otra  parte,  tubo  en  diez  años,  40,000  cabezas  de 
ganado,  de  solas  diez  ovejas.  ¿  Como  podría  verificarse  esta  exesiva 
multiplicación  bajo  un  clima  contrario  ?  En  cuanto  al  tamaño,  aseguro 
que  no  he  visto  en  ningún  país  del  mundo  carneros  mayores  que  los  de 
Megico. 

*  Cabras. 

El  Conde  de  BuíFon,  aunque  tan  empeñado  en  proscribir  los  aní- 
males de  America,  confiesa  que  las  cabras  se  han  aclimatado  bastante 
bien  en  algunos  de  aquellos  países,  y  que  se  multiplican  mas  que  en 
Europa,  pues  aquí  dan  en  un  parto  uno  o  dos  cabritos,  y  alli  suelen 
dar  tres,  cuatro,  y  a  veces  cinco.  Mr.  de  Paw  que  da  tan  justamente 
a  Buffbn  el  Stulo  de  Plinio  de  la  Francia,  y  quiere  que  en  tratando 
de  animales  se  respete  su  autoridad,  como  la  de  quien  ha  pasado  revis- 
ta a  todos  los  de  la  tierra,  debería  haber  considerado  esta,  y  otras  noti- 
cias de  aquel  sabio  naturalista,  antes  de  ponwse  a  escribir  sobre  los 
animales  Americanos. 

/  Puercos. 

No  están  de  acuerdo  en  este  punto  aquellos  dos  escritores,  pues  el 
Conde  de  Buffon  coloca  al  puerco  entre  los  animales  que  han  degenera- 
do en  America,  y  Mr.  de  Paw  asegura  al  contrarío  que  adquiere  en  el 
Nuevo  Mundo  una  corpulencia  estraordinaria,  y  que  su  carne  se  per- 
fecciona. Esta  contradicion  nace  de  no  distinguir  los  países.  Puede 
ser,  aunque  yo  lo  ignoro,  que  haya  algunos  en  que  el  puerco  ha  per- 
dido parte  de  su  volumen :  pero  lo  cierto  es  que  en  Megico,  en  las 
islas  Antillas,  en  Tierra  Firme,  y  en  otras  partes  de  America,  los 
puercos  son  tan  grandes  como  en  Europa,  y  que  en  la  isla  de  Cuba 


300  HISTORIA   ANTIGUA    DE    MEGICO. 

hai  una  raza  de  mucho  mayor  corpulencia,  como  consta  a  todos  los 
que  han  estado  en  aquellas  regiones.  Nuestros  filósofos  pueden,  si 
gustan,  informarse  de  muchos  escritores  Europeos  que  han  visto  los  puer- 
cos de  Toluca,  de  la  Puebla  de  los  Angeles,  de  Cartagena,  de  Cuba, 
.&c.  y  tendrán  datos  acerca  de  su  exesiva  multiplicación,  y  de  la  exe- 
lencia  de  su  carne  *. 

Caballos,  y  Muías.  ^ 

En  nada  de  cuanto  dicen  el  Conde  de  Buffon,  y  Mr.  dePaw  acerca  de 
los  animales  Americanos,  ofenden  tanto  a  la  verdad,  como  en  suponer 
la  degradación  de  los  caballos  en  aquellos  paises.  De  estos  dice  el 
P.  Acosta  "  que  en  muchas  partes  de  America  han  prosperado,  y  pros- 
peran, y  hai  razas  tan  buenas  como  las  mejores  de  España,  no  menos 
para  la  carrera,  y  el  lucimiento,  que  para  el  viage,  y  la  fatiga."  Este 
testimonio  de  un  Europeo  tan  critico,  tan  imparcial,  y  tan  practico  en 
las  cosas  de  America,  y  de  Europa,  vale  mas  que  todas  las  declama- 
ciones de  aquellos  filósofos  contra  el  Nuevo  Mundo.  El  teniente  ge- 
neral D.  Antonio  Ulloa,  docto  matemático  Español,  habla  con  admira- 
ción de  los  caballos  que  vio  en  Chile,  ,y  en  el  Perú,  y  celebra  con  es- 
pecialidad los  llamados  en  Chile  aguilillas,  por  su  estraordinaria  veloci- 
dad, y  las  parameros,  que  en  la  caza  de  ciervos,  corren  agilisimamente, 
con  el  ginete  encima,  por  los  puntos- mas  ásperos,  y  difíciles  de  los  montes. 
El  mismo  asegura  haber  montado  muchas  veces  uno  de  los  aguilillas, 
el  cual  no  era  de  los  mejores  de  su  raza,  y  andaba  mas  de  quince 
millas  en  57,  o  58  minutos.  En  Megico  hai  una  indecibj^  cantidad  de 
caballos,  y  muías.  Su  gran  numero  puede  inferirse  de  su  precio.  En 
tiempo  de  la  conquista  valia  un  caballo  ordinario  mil  pesos,  y  hoi  se 
compra  uno  bueno  por  diez  o  docef .  Su  tamaño  es  el  del  caballo 
común  de  Europa :  raras  veces  se  ve  en  Megico  un  caballo  tan  peque- 
ño como  los  esclavones  de  Italia,  o  como  los  de  Islandia,  y  la  Gran 

*  "  Es  cierto  dice  el  P.  Acosta,  que  los  puercos  se  han  multiplicado  considera- 
blemente en  toda  la  America.  En  Cartagena,  y  en  otros  muchos  paises  se  come 
su  carne  fresca,  reputándola  tan  sana  como  la  del  carnero  castrado.  En  otros  se 
ceban  con  maiz,  y  engordan  estraordinariamente.  En  Toluca,  en  Paria,  y  en 
otras  partes  se  preparan  mui  bien  el  tocino,  y  los  jamones."  El  Conde  de  BuíFon 
después  de  haber  colocado  al  puerco  en  el  numero  de  los  animales  degenerados 
de  America,  dice  que  han  prosperado  bien  en  aquel  pais. 

t  En  la  Nueva  Galicia  se  compra  un  caballo  mediano  por  4  pesos,  una  muía 
por  6,  y  una  yeguada  de  24  cabezas,  con  el  padre,  por  50.  En  Chile  se  tiene  por 
un  peso  uno  de  los  caballos  que  van  al  trote,  los  cuales  son  los  que  mas  aprecia 
la  gente  del  campo,  por  su  fuerza,  y  estraordinaria  agilidad. 


DE    LOS    ANIMALES    DE    MEGICO.  ,  801 

India,  si  es  cierto  lo  que  de  estos  dicen  Anderson,  Tavernier,  y  otros 
autores.  Su  fuerza  es  tal,  que  es  mui  común  en  los  habitantes  de 
aquellos  paises  hacer  un  viage  de  70,  80,  y  aun  mas  millas,  sin  mudar 
de  caballo,  ni  parar,  andando  siempre  a  buen  paso,  y  por  caminos  mui 
difíciles.  Los  de  silla,  aunque  comunmente  capones,  son  mui  fogosos. 
Las  muías,  que  en  casi  todo  el  territorio  de  Megico,  sirven  al  tiro,  y 
a  la  carga,  son  también,  en  cuanto  al  tamaño,  semejantes  a  las  Euro- 
peas. Las  de  carga,  que  van  en  recuas,  suelen  llevar  cerca  de  500 
libra  de  peso  :  su  jornada  ordinaria  no  pasa  de  12  a  14  millas,  por  ser 
este  el  uso  de  los  arrieros,  pero  de  este  modo  hacen  viages  de 
800,  1,000,  y  aun  de  1,500  millas.  Las  de  coche  van  al  paso  común 
de  la  posta  de  Europa,  aunque  el  carruage  lleva  un  peso  mui  conside- 
rable, que  es  el  equipage  de  los  viageros,  sin  embargo  de  lo  cual  ha- 
cen viages  mui  largos,  caminando  30  mullas  diarias  a  lo  menos.  Las 
de  silla  sirven  para  los  viages  mas  largos.  Es  común  ir  en  muía  de 
Megico  a  Guatemala,  que  distan  cerca  de  1,000  millas,  por  un  caraino,^ 
en  gran  parte  montuoso,  y  áspero,  y  andando  cada  dia  mas  de  30 
millas.  Todo  esto,  que  demuestra  el  error  de  nuestros  filósofos,  acer- 
ca de  la  degradación  Je  aquellos  cuadrúpedos,  es  público,  y  notorio 
en  America,  y  conforme  a  lo  que  escriben  muchos  autores  Europeos. 
Concluiré  con  una  observación  que  me  parece  probar  de  un  modo  irre- 
batible la  multitud,  y  exelencia  de  los  caballos  Americanos.  Entre 
tantas  cosas  como  los  Europeos  establecidos  en  America  hacen  venir 
de  su  pais,  a  efecto  del  amor  que  le  conservan,  no  sé  que  de  200  años 
a  esta  parte  hayan  enviado  a  pedir  caballos  de  España ;  a  lo  menos, 
puedo  asegurarlo  de  Megico :  por  el  contrario  es  sabido  que  muchas 
veces  se  envian  caballos  Americanos  a  España,  para  regalo  de  los  mag- 
nates, y  aun  del  mismo  rei  Católico. 

Perros. 
Es  grande  el  desproposito,  que  entre  otros  muchos,  dice  Mr.  de  Paw 
acerca  de  los  perros  Americanos.  "  Los  perros,  que  se  llevan  de 
nuestros  paises,  pierden  en  breve  la  voz,  y  dejan  de  ladrar  en  la  mayor 
parte  de  las  regiones  del  nuevo  continente."  Los  Americanos  se  reirán 
de  muchos  errores  de  Mr.  de  Paw ;  pero  al  llegar  a  este  que  acabo 
de  citar,  soltarán  la  carcajada.  Aunque  concediésemos  la  degrada- 
ción de  los  perros  en  el  Nuevo  Mundo,  nada  se  inferiría  contrario  a  su 
clima,  que  no  pudiera  aplicarse  al  del  Antiguo :  pues,  según  Mr.  de 
Buffon,  los  perros  llevados  de  los  climas  templados  a  los  fríos  de  Euro- 


«WK  HISTORIA    ANTIGUA    DK    MEGICO. 

pa,  pierden  la  voz,  y  en  los  muí  calidos,  pierden  también  el  pelo.  Esta 
aserción  se  apoya  en  la  esperiencia  hecha  con  los  perros  Europeos  lle- 
vados a  varias  partes  de  Asia,  y  África ;  cuya  degradación,  dice  aqael 
filosofo,  ha  sido  tan  rápida  en  Guinea,  y  en  otros  paises  calientes,  que 
al  cabo  de  tres  o  cuatro  años,  quedan  enteramente  pelados,  y  mudos. 
No  se  atreve  Mr.  de  Paw  a  decir  otro  tanto  de  America :  pero  aim  lo 
que  dice  es  falsísimo.  ¿  Donde  están  esos  paises  Americanos  en  que 
pierden  la  facultad  de  ladrar  los  perros  llevados  de  Europa  ?  ¿  Cual  es 
el  autor  en  cuyo  crédito  se  funda  tan  absurda  fábula  ?  La  mayor  parte 
del  territorio  de  America,  en  que  hai  perros  Europeos,  es  el  que  los 
Españoles  conquistaron,  y  yo  no  he  oído  decir  que  se  haya  observado 
en  ninguna  de  sus  partes  semejante  fenómeno.  Ni  entre  los  autores 
Europeos  que  han  notado  las  particularidades  de  America,  ni  entre 
los  muchos  Americanos  que  se  hallan  actualmente  en  Europa,  y  que 
proceden  de  todas  las  regiones  de  aquella  parte  del  mundo,  he  halla- 
do uno  solo  que  confirme  la  anécdota  de  Mr.  de  Paw.  Lo  que  sabe- 
mos por  los  escritores  Americanos,  y  por  muchas  personas  que  cono- 
cen prácticamente  aquellos  paises,  es  que  los  perros  no  padecen  nunca 
de  rabia  en  el  Perú,  en  Quito,  en  Chile,  y  en'otras  muchas  partes  del 
Nuevo  Mundo.  Si  en  los  dóminos  Americanos  de  Francia,  y  de 
Inglaterra,  hai  alguno  (que  no  lo  creo)  en  que  los  perros  hayan 
perdido  la  voz  ¿  podra  decirse  por  esto  que  lo  mismo  Sucede  "  en 
la  mayor  parte  de  las  regiones  del  nuevo  continente?"  Mr.  de  Paw 
leería  acaso  que  en  algunos  paises  de  America  hai  perros  que  no  ladran, 
y  esto  le  bastó  para  generalizar  el  hecho.  Por  la  misma  ijazon  podría 
decirse  que  el  higo  transportado  de  Europa  al  Nuevo  Mundo  se  hace 
inmediatamente  espinoso,  por  las  espinas  que  tiene  el  fruto  del  nochtli 
o  nopal ;  a  que  los  Españoles  dieron,  no  sé  por  qué,  el  nombre  de  higo 
de  las  Indias f  como  llamaron  perro  de  Megico  al  techichi,  fundados  en 
la  semejanza  que  se  nota  entre  los  dos  animales.  Pero  ni  este  cuadrú- 
pedo es  perro,  ni  aquel  fruto  es  higo.  Fácil  es  caer  en  semejantes  erro- 
res, cuando  no  se  moderan  las  pasiones,  y  no  se  rectifican  las  ideas. 
El  Conde  de  Bufíbn,  por  el  contrario,  asegura  que  los  perros  Euro- 
peos han  prosperado  tanto  en  los  paises  calidos,  como  en  los  fríos  del 
Nuevo  Mundo :  en  lo  cual  concede  gran  ventaja  a  la  America,  con 
respecto  al  continente  antiguo.  '"  oL:m¡íi  , 

Gatos. 
Nada  dicen  nuestros  filósofos  sobre  la  degeneración  de  los  gatos  en 


DE    LÜS    ANIMALES    DE    MBGIGO.  SOS 

1 

America :  pero  debeD  entenderse  comprendidos  en  su  sentencia  gene- 
ral. Sin  embargo,  el  Conde  de  Buífon,  que  en  el  pasage  citado  no 
admite  exepcion  en  la  degeneración  de  los  animales  Europeos  en  el 
Nuevo  Mundo,  hablando  en  particular  de  los  gatos,  después  de  haber 
elogiado  los  de  España,  como  los  mejores,  afirma  que  "  estos  gatos 
Españoles  transportados  a  America,  han  conservado  sus  bellos  colores, 
y  en  nada  han  degenerado*." 

Estos  son  los  cuadrúpedos  con  que  el  Mundo  Antiguo  ha  enrique- 
cido al  Nuevo,  y  todos  ellos,  con  exepcion  del  camello,  se  han  multi- 
plicado profusamente,  y  han  conservado  sin  alteración  su  corpulencia, 
su  figura,  y  todas  las  perfecciones  de  sus  progenitores.  Asi  consta, 
en  parte,  por  la  confesión  de  los  mismos  filósofos,  en  parte  por  el 
dicho  de  autores  Europeos,  imparciales,  juiciosos,  y  prácticos  en  aque- 
llos paises,  y  finalmente  por  la  notoriedad  que  alego,  sin  temor  de  ser 
desmentido.  No  dudo  que  los  lectores  de  buena  fe,  echarán  de  ver, 
por  lo  que  he  espuesto  con  la  mayor  sinceridad,  los  errores  y  contra- 
dicciones de  nuestros  filósofos,  dictadas  por  el  ridiculo  empeño  de  in- 
famar al  Nuevo  Mundo ;  la  falsedad  de  sus  observaciones,  la  inconse- 
cuencia de  sus  raciocinioSt,  y  la  temeridad  de  su  censura. 


CATALOGO  DE  LOS  CUAPRUPEDOS  AMERICANOS. 

Especies  conocidas  y  admitidas  por  el  Conde  de  Buffon. 

Acutí,  pequeño  cuadrúpedo  del  Paraguai,  y  del  Brasil,  semejante  al 
conejo.  El  nombre  acuti  es  de  las  lenguas  Guaraní,  y  Para- 
guayesa. 

Ai,  especie  de  perico-ligero  con  cola. 

Akuchi,  pequeño  cuadrúpedo  de  la  Guayana. 

Alce,  vulgarmente  llamado  gran-bestia,  por  los  Franceses  elan,  y 
por  los  Canarios  oriñac.  En  America  dan  el  nombre  de  gran- 
bestia  al  tapir. 

Aleo,  llamado  por  los  Peruanos  allco,  por  los  Megicanos  techichi. 
Cuadrúpedo  mudo,  y  bueno  de  comer,  semejante  al  perro. 

*  A  los  cuadrúpedos  de  que  he  hablado,  añade  el  Conde  de  Buffon  el  congo, 
y  el  puerco  de  Guinea,  y  afirma  que  estas  especies  han  prosperado  bien  en  Ame- 
rica. En  cuanto  a  las  ratas  seria  un  gran  bien  para  aquellos  paises  que  no  pudie- 
ran vivir  en  ellos, 


304  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

Apar,  especie  de  tatú,  o  armadillo,  armado  de  tres  fajas  mobiles. 
Aperea,  en  Guaraní ;  cuadrúpedo  semejante  al  conejo,  pero  sin  cola. 
Bisonte,  o  toro  jorobado,  llamado  en  Megico  cibolo.     Cuadrúpedo 
grande  de  la  America  Septentrional. 

Cabassu,  especie  de  tatú,  cubierto  de  dos  placas,  o  conchas,  y  de 
doce  bandas  mobiles. 

Cabiai,  o  capibara,  cuadrúpedo  anfibio,  semejante  al  puerco.  Los 
Tucumaneses  lo  llaman  capibara,  o  capiguara;  los  Guaraníes 
capiira,  o  capibara,  los  Tamanaques  cappivá,  los  Chiquitos  oquis, 
y  en  otras  naciones  chiaco,  ciguiri,  y  irabubi. 

CacJiimaco,  especie  de  tatú,  cubierto  con  dos  laminas,  y  nueve  fajas 
mobiles. 

Castor. 

Chinche,  aunque  puede  ser  que  el  Conde  de  Bufíbn  haya  alterado  el 
nombre  chingue,  que  dan  en  Chile  a  otro  insecto. 

Ciervo. 

Coaita,  especie  de  cercopiteco,  o  mono  con  cola. 

Coaso.  Véase  lo  que  he  dicho  en  el  libro  i  de  la  Historia  acerca  de 
este  cuadrúpedo.  *- 

Coati,  o  cuati,  pequeño,  y  curioso  cuadrúpedo  de  la  America  Meri- 
dional. 

Cochinillo  de  Indias,  pequeño  cuadrúpedo  de  America  Meridional, 
semejante  al  puerco  y  al  conejo,  pero  sin  cola. 

Coendú,  o  mas  bien  cuandú,  de  la  Guayana,  y  del  Paraguai.  Lla- 
mase en  el  Orinoco  arura.  ^ 

Conepata,  en  Megicano  conepatl. 

Coqualino.  Asi  llama  el  Conde  c^e  Buffon  al  cozocotecuillin  de  los 
Megicanos,  cuadrúpedo  semejante  a  la  ardilla,  pero  diverso. 

Corzo. 

Couguar,  fiera  manchada  como  el  tigre. 

Coyopolin,  y  no  cayopolin,  como  escribe  BuíFon.  Pequeño  cuadrú- 
pedo de  Megico. 

Encobertado,  tatú  cubierto  de  dos  laminas,  o  conchas,  y  de  seis 
fajas. 

Exquima,  especie  de  cercopiteco. 

Falanger,  nombre  dado  a  un  pequeño  cuadrúpedo  semejante  a  la  rata. 

Filandro  de  Suriñan,  cuadrúpedo  semejante  a  la  marmosa,  y  al  tla- 
cuatzin,  pero  diverso. 

Gamo. 

Gamuza. 


DB    LOS    ANIMALES    DB    ME6IC0. 


m 


Hormiguero,  cuadrúpedo  de  los  países  calientes  de  America.  Los 
Españoles  lo  llaman  oso  hormiguero,  aunque  es  mas  diferente  del 
oso,  que  el  perro  del  gato.  El  Conde  de  BuíFon  distingue  tres 
especies  en  America.  La  primera  el  hormiguero.  La  2,  el  tam- 
manoir,  y  la  3,  el  tamanduá.  Los  Peruanos  lo  llaman  Tiucumari,  los 
Quiteses  huauniri,  y  cucJiichi,  los  Tamanaques  del  Orinoco  varaca. 
En  el  Brasil  llaman  al  hormiguero  grande  tamanduá- guazu,  y  al 
pequeño  irara,  y  gudtimonde. 

Glotón,  llamado  en  Canadá  carcaju,  fiera  de  los  países  Septen- 
trionales. 

Jaguar,  o  tigre  Americano.  Jagua,  en  lengua  Guaraní,  es  nombre 
común  al  tigre,  a  la  puma,  y  al  perro.  Los  Peruanos  llaman  al 
tigre  uturuncu,  y  los  Megicanos  ocelotl. 

Jaguareté,  o  mas  bien  jaguareté,  fiera  del  genero  de  los  tigres. 
Jaguar-eté  es  en  Guaraní  el  nombre  genérico  de  los  tigres. 

Isatis,  fiera  de  los  países  fríos. 

León  marino ;  asi  llama  Lord  Anson  a  la  foca  mayor,  que  en  Chile 
se  llama  lame. 

Liebre  común.  * 

Lince,  o  gato  cerval. 

Llama,  no  lama,  como  dice  el  Conde  de  Buñbn,  ni  glama,  como 
escribe  Mr.  de  Paw :  npmbre  del  carnero  Peruano. 

Lobo  común,  llamado  por  los  Megicanos  cuetlachtli. 

Lobo  marino,  o  foca  menor. 

Lobo  negrOf^mm  diverso  del  común. 

Manati,  llamado  por  los  Franceses  lamentin,  gran  animal  marino,  de 
los  lagos,  y  de  los  ríos,  colocado  por  el  Conde  de  Buffon  entre  los 
cuadrúpedos,  aunque  apenas  pueda  llamarse  bípedo  o  bímano. 

Mapach,  cuadrúpedo  curioso  de  Megico. 

Margai,  o  gato-tigre,  fiera.  Puede  ser  que  este  nombre  se  derive 
del  mharacayá  de  los  Paraguayeses. 

Marikina,  o  mona  leonina,  especie  de  cercopiteco. 

Marmosa,  pequeño,  y  curioso  cuadrúpedo  de  los  países  calidos,  y  tem- 
plados de  America. 

Marmota,  llamada  muar  de  los  Canadeses. 

Mico,  la  especie  mas  pequeña  de  los  cercopítecos.  En  Español  es 
nombre  genérico  de  todos  ellos. 

Morso,  gran  anfibio  marino. 

Musaraña. 

TOMO  II.  V 


¿íMb  HlSíT^HIA    ANTIpUA    DE    RiiíGICQ. 

Nutria,  llí^i^ada  miquilo  en  el  Peni. 

Ocelofi,  o  g^to-pardo  de  Megico.  Ocelptl  en  Megicano  es  el  nombre 
4el  %re,  pero  ei  Gonde  de  iPuífon  lo  da  al  gato-pardo. 

Ondatra  {rat  musqué  du  Canadá),  cuadrúpedo  semejante  a  la  rata. 

Oso  negro,  específicamente  diverso  del  pardo. 

Oso  pardo. 

l^aca,  cuadrúpedo  s^ejante  al  puerco  en  el  pelo,  y  en  el  gruñido ;  y 
en  la  forma  de  la  cabeza  al  conejo.  En  ^Brasil  se  llama  paca,  en 
Paraguai  pag,  en  Quito  picuru,  y  en  el  Orinoco  accuri. 

Paco,  cuadrúpedo  de  la  America  Meridional  del  mismo  genero,  pero 
no  de  la  misma  especie  que  el  llama.     El  nombre  Indio  es  alpaca. 

Pécari,  cuadrúpedo  que  tiene  en  la  espajda  una  glándula,  que  muchos 
han  creido  ser  el  ombligo,  y  por  el  cual  exala  un  humor  fétido. 
Los  verdaderos  nombres  de  este  animal  en  diferentes  paises  de 
America  son  saino,  coyametl,  tatabro,  y  pachira.  De  este  ultimo 
se  deriva  quizas  el  de  pécari,  que  le  da  el  Conde  de  Buffon.  Tam- 
bién lo  llama  tajazú,  nombre  común  en  Guarani  a  todas  las  especies 
de  puercos. 

Pelean,  o  marta  Americana.  « 

Pequeño  gris  {petit  gris).  Asi  llama  el  Conde  de  BuíFon  a  uii  pe- 
queño cuadrúpedo  de  los  paises  fríos,  semejante  a  la  ardilla. 

Pilori  {rat  musqué  desAntilles),  pequeño  cuadrúpedo  semejante  a  la 
rata,  y  diferente  de  la  ondatra. 

Pinchis,  llamado  por  el  Conde  de  Buffon  pinche,  especie  de  pequeño 
cercopiteco. 

Polatuca,  cuadrúpedo,  semejante  en  parte  a  la  ardilla ;  llamado  por  los 
Españoles  quimichpatlan,  o  ratón  volante. 

Puma,  o  león  Americano,  llamado  por  los  Megicanos  miztli,  y  por 
los  Chilenos  pagi. 

Quirquincho,  especie  de  tatú  cubierto  de  una  concha,  y  de  diez,  y 
ocho  fagas.  Quirquincho,  nombre  Peruano,  ayotochtli  Megicano, 
tatú  Paraguayes,  y  armadillo  Español,  son  genéricos  de  estas  espe- 
cies de  cuadrúpedos.  El  Conde  de  Buffon  limita  el  nombre  de 
quirquincho  a  una  sola  especie,  como  hace  con  el  ayotochtli. 

Ratón  de  agua. 

Rengífero,  llamado  en  Canadá  caríbu. 

Sai,  especie  de  cercopiteco.  Cai  en  lengua  Guaraní,  es  el  nombre 
genérico  de  los  cercopitecos  :  |>ero  el  Coqde  de  Buffon  lo  limita  a 
una  sola  especie. 


DE    LOS    ANIMAliES    DE    MEOICO.  307 

Saimirí f  flsas  bien  caimiri,  especie  curiosa  de  cercopiteco. 

Saki,  especie  de  cercopiteco,  con  cola  larga. 

Saricovienna,  nutria  particular  del  Paraguai,  del  Brasil,  de  la 
Guayana,  y  del  Orinoco.  En  el  Paraguai  se  llama  Mjá,  y  en  el 
Orinoco  cairo,  o  nevi. 

Sayú,  o  cayú,  especie  de  cercopiteco. 

Suizo,  llamado  por  los  Megicanos  tlalmototli,  cúaidrüpedo  ^eiü^éjatlte 
en  la  forma  a  la  ardilla,  pero  diverso  en  muchas  cualidades,  y  casi 
de  doble  tamaño. 

Suricate,  cuadrúpedo  de  la  America  Meridional  que  tiene,  como  la 
hiena,  cuatro  dedos  en  cada  uno  de  los  cuatro  pies. 

Taira,  de  la  Guayana. 

Tamanduá,  o  mas  bien  tamanduá,  la  especie  ihedia  de  los  hormi" 
güeros. 

Tamannoir,  la  mayor  especie  de  los  hormigueros. 

Tamarino,  especie  de  pequeño  cercopiteco.  . 

Tapet,  o  tapetó,  cuadrúpedo  de  la  America  Meridional,  séíñejatite  eit 
algo  a  la  liebre,  y  al  conejo.  Su  verdadero  nombre  en  lengua 
Guaraní  es  tapiti.     » 

Tapir,  cuadrúpedo  grande  de  America,  llamado  por  los  Españoles, 
arttú,  danta,  o  ^ran  bestia,  y  en  diversas  lenguas  Americanas, 
íapili'i  fapiíra,  heori,  tlacajolotl,  huariari,  sacha-vaca,  &c.  Yo 
adopto  el  nombre  de  tapir,  por  que  ya  lo  usan  los  zoologistas,  y 
ademas  por  que  no  es  equívoco.  El  de  gran  bestia  es  propio  del 
alce;  el  de  anta,  o  danta  se  da  también  al  zebú,  cuadrúpedo  del 
África  mui  diverso  del  tapir. 

Tarsiere,  cuadrúpedo  algo  semejante  a  la  marmosa,  y  al  tla- 
cuatzin. 

Tatuelo,  nombre  dado  por  el  Conde  de  Buffon  a  una  espéiííTe  de  tatú 
que  está  cubierto  de  dos  conchas,  y  de  ocho  fajas. 

Tlacuatzin,  cuadrúpedo  curioso,  cuya  hembra  lleva  los  cachorros 
después  del  parto,  en  una  bolsa  6  membrana  que  tiene  debajo  del 
vientre.  En  diversos  paises  de  Arfterica  tiene  los  nombres  siguientes  : 
charcha,  chucha,  mucamuca,  jariqué,  fara,  auare.  Los  Espa- 
ñoles de  Megico  lo  llaman  tlacuache.  Algunos  naturalistas 
le  dan  el  nombre  de  filandro,  y  otros  el  de  didelfo,  que  le  con- 
viente' con  mas  razón.  El  Conde  de  Buffon  lo  llama  sarígue,  o 
cariguei,  alterando  el  nombre  jariqué,  que  es  el  que  le  dan  en  el 
Brasil. 

•^  x2 


308  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MKGICO. 

Tuza  (no  tucán,  como  dice  el  Conde  de  Buífon),  en  Megicano  tozan, 
cuadrúpedo  de  Megico,  del  genero  del  topo,  pero  mayor,  y  de  ber- 

f  moso  aspecto.  No  sé  si  este  animal  es  el  mismo  que  los  Peruanos 
llaman  tupu-tupu. 

Vampiro,  gran  murciélago  de  America. 

Varina,  llamado  por  el  Conde  de  BuíFon  ouarine,  gran  cercopiteco 
barbudo,  llamado  en  Quito  omeco.  Buffon  duda  si  es  la  misma 
especie  que  el  aluata,  otro  cercopiteco  grande.  Yo  convengo  en 
que  sea  asi,  y  por  esto  no  pongo  al  aluata,  en  el  catalogo. 

Yison,  o  fuina  Americana. 

Unistiti,  cercopiteco  pequeño. 

Unau,  especie  de  perico-ligero  sin  cola.  El  Conde  de  Buffon 
distingue  con  razón  dos  especies  de  perico-ligero ;  una  con  cola,  y 
otra  sin  ella,  pues  ademas  de  este  tienen  otros  caracteres  dis- 
tintos. El  perico-ligero  se  llama  en  Quito  quillac,  y  en  el  Orinoco 
proto. 

Urson,  cuadrúpedo  de  los  paises  frios  semejante  al  castor,  pero 
diverso. 

Zorra  común.  t     . 

Zorrillo;  los  Megicanos  lo  llaman  epatl ;  en  Chile  chingue,  y  en 
otros  paises  de  la  America  Meridional  mapurita,  aguatuja,  &c. 

Asi  que  el  Conde  de  Buffon,   que  no  ha  hallado  en  toda  la  America 

mas  de  70  especies  de  cuadrúpedos,  cuenta  y  distingue  94  a  lo  menos 

en  su  Historia  Natural.     Digo  a  lo  menos,  pues  a  las  precedentes 

deben  añadirse  el  puerco  común,  el  armiño,  y  otras  que  en  unas 

partes  concede  a  la  America,  y  en  otras  se  las  niega. 

Especies  confundidas  por  el  Conde  de  Buffon. 

El  guanaco,  con  la  llama.  Ademas  de  otras  diferencias  entre  el 
llama,  el  guanaco,  la  vicuña,  y  el  paco,  se  observa  que  los  in- 
dividuos de  cada  una  de  estas  especies  no  procrean  con  los  de 

c  .las  otras,  aunque  vivan  juntos.  Si  esto  basta  para  distinguir  la 
.especie  del  perro  de  la  del  lobo,  siendo  animales  tan  semejantes 
jentre  si  ¡  cuanto  mas  no  servirá  para  los  cuatro  mencionados  que  no 
tienen  tan  tasemejanza ! 

La  vicuña  con  el  paco. 

El  citli  con  el  tapete.  Las  mismas  descripciones  del  Conde  de 
Buffon,  y  las  del  Dr.  Hernández  no  dejan  duda  acerca  de  la 
diferencia  de  estas  dos  especies. 


D£    LOS    ANIMALES    DE    MBGIGO.  300 

El  huitztlacuatzin,  con  el  cuandú  de  la  Guayana. 

El  tlacocelotl,  con  el  ocelotl.  El  Conde  de  BufFon  dice  que  este  es 
el  macho,  y  aquel  la  hembra  de  la  misma  especie,  y  que  el  segundo 
nombre  es  la  sincope  del  primero.  Por  esto  mismo  podríamos  decir 
que  el  canis  latino  es  lo  mismo  que  el  semicanis,  y  el  tygris,  lo 
mismo  que  el  semitygris ;  pues  el  ocelotl  Megicano  significa  tigre, 
y  el  tlacocelotl,  no  quiere  decir  otra  cosa  que  medio-tigre.  No  es 
estraño  que  aquel  naturalista  ignorase  el  Megicano,  pero  si  lo  es  que 
afirme  lo  que  no  sabe.  El  Dr.  Hernández,  que  vio  por  si  mismo, 
y  observó  aquellas  especies  como  hombre  sabio,  merece  mas 
crédito. 

El  tepeitzcuintli,  o  perro  montañés  de  Megico,  con  el  glotón. 

E\  joloitzcuintli,  o  perro  pelado,  con  el  lobo. 

El  itzcuintepozotli,  o  perro  jorobado,  con  el  aleo  o  techichi.  Añá- 
danse estas  ocho  especies,  confundidas  con  otras,  a  las  94  del 
catalogo  anterior,  y  harán  102. 

Especies   ignoradas  q  negadas   sin  fundamento  por  el  Conde  de 
Buffon. 

Achuni,  cercopiteco  de  Quito,  con  gran  hocico,   fuertisimos  dientes, 

y  pelo  grueso  como  cerdas.     MS  que  poseo. 
Ahuitzotl,  pequeño  cuadrúpedo  anfibio  de  Megico,  que  he  descrito 

en  el  libro  i  de  la  Historia. 
Amiztli,  cuadrúpedo  descrito  en  el  libro  i.     Dige  alli  que  me  parecía 

el  mismo  que  el  Conde  de  BufFon  llama  saricovienne,  pero  después 

he  hallado  diferencias  especificas  entre  ambos. 
Cacomiztle,  cuadrúpedo  Megicano  semejante  a  la  fuina,  pero  diverso 

en  la  forma ;  descrito  por  mi  en  el  libro  i  de  mi  Historia. 
Chinchico,  cercopiteco  de  Quito,  tan  pequeño,  que  puede  tenerse  en 

el  puño.     Suele  hallarse  de  diversos  colores.     MS. 
Chillihueque,  cuadrúpedo  grande  de  Chile  semejante  al  huanaco,  pero 

de  diversa  especie.     Historia  de  Chile  por  Molina. 
Chinchilla,  especie  de  ratón  campestre  lanudo.  Hablan  de  él  muchos 

autores  de  la  America  Meridional. 
Chinchimen,  o  gato  marino,  cuadrúpedo  anfibio  del  mar  de  Chile. 

Historia  de  Chile. 
Cinocéfalo  cercopiteco,  cxxdiATw^Qáo  de  Megico,   deque  hacen  men- 
ción Hernández,  Brisson,  y  otros. 
Coyote  (en  Megicano  coyotl),  fiera  descrita  en  el  libro  i. 


310  HISTOHIA   ANTIGUA   DE    MEGICO. 

Conejo  comuD,  llamado  por  los  Meglcanos  tochtli. 

Cui,  o  conejo  Peruano,  pequeño  cuadrúpedo  mui  semejante  al  cocbt'- 
njllo  de  Indias.     Lo  describen  muchos  historiadores  del  Perú. 

Culpen,  especie  particular  de  zorra  grande  de  Chile.  Historia  de 
Chile. 

Degu,  o  güiro  de  Chile.     Historia  de  Chile* 

Foca  porcuna,  o  puerco  marino  anfibio  de  Chile,  especie  particular 
(Je  foca.     Historia  de  Chile. 

Qato  melero.  Asi  llaman  loa  ^Españoles  a  un  cuadrúpedo  de  la 
provincia  del  Chaco  en  la  America  Meridional.  Es  semejante  en 
la  forma  al  gato ;  caza  los  pájaros  en  los  arboles,  y  gusta  mucho  de 
la  miel  de  abejas.     MS. 

Guanque.  Especie  de  rato»  campestre  azul  de  Chile»  Historia  de 
Chile. 

Horro,  cercopiteoo  grande  de  Quito,  y  de  Megico ;  negro  en  todo 
el  cuerpo,  exepto  el  cuello,  que  es  blanco.  Grita  mucho  en  los> 
bosques,  y  puesto  en  pie,  tiene  la  altura  de  un  hombre.  MS  que 
poseo.  I 

Huemul,  o  caballo  bifulco  de  Chile.     Historia  de  Chile. 

Hurón  de  Chile,  y  del  Paraguai,  llamado  en  Guarani  jaguarobape. 
Historia  de  Chile,  y  MS. 

Jaguaron,  en  Guaraní  jagua  rú,  fiera  anfibia  del  Paraguai,  llamada 
por  algunos  tigre  acuático. 

KiJci,  cuadrúpedo  de  Chile.     Historia  de  Chile. 

Mayan,  cuadrúpedo  semejante  al  puerco.  Tiene  el  cuerpo  redondo, 
las  cerdas  encrespadas,  y  habita  en  el  Paraguai.    MS  que  poseo. 

Perro  de  Cihola,  o  de  carga,  cuadrúpedo  del  pais  de  Cibola,  seme- 
jante en  la  forma  a  un  mastin.  Se  sirven  de  él  los  Indios  para 
llevar  cargas.  Hacen  mención  de  este  robusto  animal  muchos 
historiadores  de  Megico. 

Pisco- Cushillo,  esto  es,  cercopiteco  pajaro,  cercopiteco  de  Quito. 
Tiene  casi  todo  el  cuerpo  cubierto  de  una  especie  de  pluma.  MS 
que  poseo. 

Rata  blanca  rustica,  común  en  Megico. 

Rata  común  rustica,  común  en  Megico,  y  en  otros  países  de  Ame- 
rica. 

Rata  de  Mauie,  cuadrúpedo  de  aquella  provincia  de  Chile  mui  seme- 
jante a  la  marmota,  pero  doble  mayor.     Hist.  de  Chile. 

Ratón  comunísimo  en  Anikevica  antes  de  la  llegada  de  los  Españoles, 


DE    LOS    ANIMALES    DE    MEGICO.  3ll 

lláhiado  por  iba  Mejicanos  qütiiiichin,  y  descrllb  en  el  hlfrb  i  de 

esta  Historia. 
Éaton  rustico,  común  en  Megico,  y  en  otros  países  de  Ahilericá. 
Richo,  coüiun  fen  el  Pat-aguai.     MS  tjue  poseo. 
Tayé,  büadru^édo  de  la  California,  de  que  áe  hace  mehcion  tanlb  én 

la  Historia  impresa,  cuanto  en  las  relafciones  MS  de  aqiitel  jpais. 

El  tayé  es  sin  duda  él  ibex  de  Plinio,  descrito  por  el  CoHdfe  de 

BuíFon  con  el  nombre  de  houquetin. 
Taitetú,  cuadrúpedo  del  Paraguai  del  genero  del  puerco.    La  hembira 

pare  siempre  dos  individuos,  que  nacen  unidos  pot  el  cordón  um- 
bilical.    MS  que  poseo. 
Tejón  blanco  de  Nueva  York,  descrito  por  Mr.  Brisson. 
Thopel-Lame,  cuadrúpedo  anfibio  del  mar  de  Chile,  espébie  de  íoca 

mucho  mas  semejante  al  león  que  la  que  vio  Lord  Ansbn.     Hist. 

Nat.  de  Chile. 
Tlalcoyote,  en  Megicano  Tlalcoyotl,  cuadrúpedo  común  en  Megico 

descrito  en  el  lib.  i  de  esta  Historia. 
Trébol,  o  trifolio,  cuadrúpedo  grande  de  la  America  Septentrional, 

descrito  por  Mr.  de  Bomare. 
Viscacha   rustica,    cuadrúpedo  semejante  al  conejo,   pero  con  una 

gran  cola  empinada.     Acosta,  y  otros  historiadores  de  la  America 

Meridional. 
Viscacha  montaraz,  hermoso  cuadrúpedo  del  mismo  genero  que  el 

precedente,  pero  de  diversa  especie.     MS  que  poseo. 
UsnaguOff  o  ccrcopiteco  nocturno.    MS. 

Unidas  estas  40  especies  a  las  102  mencionadas  arriba  tenemos  142 
especies  de  cuadrúpedos  Americanos.  Si  se  añaden  las  del  caballo, 
el  asno,  el  toro,  la  oveja,  la  cabra,  el  puerco  común,  el  puerco  de 
Guinea,  el  perro,  el  gato,  y  la  rata  domestica,  transportados  después 
de  la  conquista,  contaremos  en  America  hasta  152  especies.  El 
Conde  de  Buffon,  que  en  toda  su  Historia  Natural  no  cuenta  mas  de 
200  especies  de  cuadrúpedos  en  los  países  del  Mundo  Antigxio  descu- 
biertos hasta  ahora,  en  su  obra  posterior,  intitulada  las  Épocas  de  la 
Naturaleza  halla  300.  ¡  Tanto  se  aumentó  su  numero  en  pocos'años  ! 
Pero  dando  por  cierto  este  calculo,  la  America,  que  no  es  mas  que  la 
tercera  partede  nuestro  globo,  tiene  la  mitad  a  lo  menos  de  las 
especies  de  cuadrúpedos..  Vuelvo  a  decir  a  lo  menos,  por  que  he 
omitido  algunas  que  dudo  si  son  las  mismas  o  no  que  las  descritas  por 


312  HISTORIA    ANTIGUA    DE    ME6IGO. 

él  Conde  de  Buffon.  El  fin  principal  que  me  he  propuesto  en  la  for- 
mación de  este  catalogo  no  ha  sido  el  de  demostrar  el  error  del  Conde 
de  Buffon  en  la  enumeración  de  los  cuadrúpedos  Americanos,  ni  ,1a 
falsedad  de  su  opinión  sobre  la  escasez  de  la  materia  en  el  Nuevo 
Mundo :  si  no  el  de  servir  a  los  naturalistas  Europeos,  indicándoles 
algunos  cuadrúpedos  desconocidos  hasta  ahora,  y  allanándoles  las 
dificultades  que  ha  podido  sucitar  una  mal-entendida  nomenclatura. 
De  buena  gana  hubiera  añadido  a  los  nombres  de  los  cuadrúpedos  una 
exacta  descripción  de  cada  uno  de  ellos :  mas  esta  empresa  no 
entra  en  el  cuadro  de  mi  trabajo.  Para  la  formación  de  el  cata- 
logo, ademas  del  gran  estudio  que  he  necesitado  hacer,  he  tomado 
informes  por  escrito  de  personas  doctas,  sinceras,  y  practicas  en  los 
diversos  paises  de  America,  a  las  que  doi  gracias  por  la  bondad  con 
que  roe  han  complacido. 


DISERTACIÓN  V. 


CONSTITUCIÓN  FÍSICA  Y  MORAL  DE  LOS  MEGICANOS. 

Cuatro  clases  de  hombres  pueden  distinguirse  en  Megico,  y  eii 
otros  paises  de  America.  1.  Los  propiamente  Americanos,  vulgar- 
mente llamados  Indios,  esto  es,  los  decendientes  de  los  antiguos 
habitantes  del  Nuevo  Mundo,  cuya  sangre  no  se  ha  mezclado  con 
la  de  los  pueblos  del  Antiguo.  2.  Los  Europeos,  los  Asiáticos,  y  los 
Africanos,  establecidos  en  aquellos  paises.  3.  Los  hijos,  y  decen- 
dientes de  estos,  llamados  Criollos  por  los  Españoles,  nombre  que  se 
da  principalmente  a  los  hijos  o  decendientes  de  Europeos,  cuya  sangre 
no  se  ha  mezclado  con  la  de  los  Americanos,  Africanos,  ni  Asiáticos. 
4.  Las  razas,  llamadas  castas  por  los  Españoles,  los  hijos  o  decen- 
dientes de  Europeo,  y  Americana,  o  de  Europeo,  y  Africana,  o  de 
Africano,  y  Americana,  &c.  A  todas  estas  clases  de  hombres  com- 
prenden los  denuestos  de  Mr.  de  Paw.  Supone  o  finge  tan  maligno 
al  clima  de  America,  que  hace  degenerar  no  solo  a  los  Criollos,  y  a  los 
Americanos^  si  no  también  a  los  habitantes  Europeos  de  aquellos 
paises,  a  pesar  de  haber  nacido  bajo  un  cielo  mas  blando,  y  en  un 
clima  mas  favorable,  como  él  dice,  a  todos  los  animales.  Si  aquel 
escritor  hubiera  compuesto  sus  Investigaciones  Filosofeas  en  Ame- 
rica, podriamos  con  razón  sospechar  la  degeneración  de  la  especie 
humana  en  el  Nuevo  Mundo :  pero  como  vemos  que  aquella  obra,  y 
-otras  del  mismo  jaez  se  han  escrito  en  Europa,  tenemos  un  nuevo  tes- 
timonio de  la  verdad  del  refrán  Español,  imitado  del  Griego :  todo  el 
mundo  es  Popayan.  Pero  dejando  aparte  los  despropósitos  de  aqual 
.filosofo,  y  de  sus  partidarios  contra  las  otras  clases  de  hombres, 
hablaré  solo  de  lo  que  escribe  contra  los  propiamente  Americanos,  que 
son  los  mas  injuriados,  y  los  mas  indefensos.  Si  a  esta  tarea  me  in- 
dugese  alguna  pasión  o  interés,  me  hubiera  encargado  mas  bien  de  la 
causa  de  los  Criollos,  que  ademas  de  ser  la  mas  fácil,  es  la  que  mas 
de  cerca  me  toca.  He  nacido  de  padres  Españoles,  y  no  he  tenido  la 
menor  afinidad,   ni  consangtiinidad  con  Indios,   ni  espero  el  menor 


k 


314  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

galardón  de  su  miseria.  Asi  que  solo  el  amor  a  la  verdad,  y  el  zelo 
eo  favor  de  la  especie  humana,  me  hacen  abandonar  la  causa  propia,  y 
abrazar  la  agena,  con  menos  peligro  de  errar. 

Cualidades  fisicas  de  los  Megicanos. 

Mr.  de  Paw,  que  critica  la  estatura,  la  forma,  y  las  supuestas  irre- 
gularidades de  los  animales  Americanos,  no  se  ha  mostrado  mas  indul- 
gente para  con  los  hombres  de  aquel  pais.  Si  los  animales  le  pare- 
cieron una  sesta  parte  mas  pequeños  que  los  de  Europa,  los  hombres 
son  también,  en  su  opinión,  mas  pequeños  que  los  Castellanos.  Si  en 
los  animales  notó  la  falta  de  cola,  en  los  hombres  censuró  la  falta  de 
pelo.  Si  en  los  animales  halló  notables  diformidades,  en  los  hombres 
vitupera  el  color,  y  las  facciones.  Si  creyó  que  los  animales  eran 
menos  fuertes  que  los  del  continente  antiguo,  también  afirma  de  los 
hombres  que  son  débilísimos,  y  que  están  espuestos  a  mil  dolencias, 
ocasionadas  por  la  corrupción  de  aquel  aire,  y  por  las  exalaciones 
pestilentes  de  aquel  terreno. 

En  cuanto  a  la  estatura  de  los  Americajios  dice  en  general  que 
aunque  no  sea  igual  a  la  de  los  Castellanos,  hai  poca  diferencia,  entre 
la  de  unos,  y  otros.  Pero  yo  estoi  seguro,  y  es  notorio  en  todo 
Megico,  que  los  Indios  que  habitan  aquellos  paises,  esto  es,  los  que 
están  desde  el  9°  hasta  el  40'  de  latitud  Septentrional,  hasta  donde  han 
llegado  los  descubrimientos  de  los  Españoles,  tienen  mas  de  cinco  pies 
de  Paris  de  alto,  y  que  los  que  no  pasan  de  aquella  estatura  son  mas 
raros  entre  los  Indios  que  entre  los  Españoles.  TambieL  estoi  cierto 
de  que  muchas  de  aquellas  naciones,  como  los  Apaches,  los  Hiaqueses, 
los  Pimeses,  y  los  Coquimes  *  son,  a  lo  menos,  tan  altos,  cuanto  los 
mas  altos  Europeos,  y  no  sé  que  en  toda  la  vasta  estension  del  Nuevo 
Mundo  se  halle  un  pueblo,  cxepto  los  Esquimales,  cuya  estatura  sea 
tan  reducida  como  la  de  los  Lapones,  Samoyedos,  y  Tártaros  Septen- 
trionales del  Antiguo  Continente.  Asi  que  bajo  este  aspecto  no  ceden 
los  Megicanos  a  los  habitantes  de  las  otras  partes  del  mundo. 
«  En  cuanto  a  la  regularidad,  y  proporción  de  los  ñrieníbros,  »o  es 
necesario  añadir  nada  a  lo  que  he  dicho  en  el  libro  i  de  mi  historia. 
Estoi  persuadido  de  que  no  habrá  una  sola  persona  de  las  que  lean 
esta  obra  en  America  que  contradiga  la  descripción  que  allí  hago  de 
las  formas,  y  del  carácter  de  los  Indios,  a  menos  de  tener  nubes  en  los 
ojos,  y  trastornado  el  cerebro.     Es  cierto  que  D.  Antonio  Ulloa  dice, 

*  Lo  que  digo  de  las  naciones  de  la  America  Septentrional  se  puede  aplicar  a 
íoa  Chilenos,  a  los  Patagones,  y  a  los  otros  pueblos  de  la  Meridioúal. 


CONSTITUCIÓN   FÍSICA  Y   MORAL  DE  LOS  MBGICANüS.         315 

hablando  de  los  Indios  de  Quito,  haber  observado  "  que  entre  ellos 
abundan  los  imperfectos,  o  por  que  tienen  los  cuerpos  irregulares,  y 
jnonstruosos  a  causa  de  su  pequenez,  o  por  que  pierden  la  razón,  el 
habla  o  la  vista,  o  por  que  les  falta  algún  miembro ;"  pero  habiendo  yo 
hecho  grandes  investigaciones  acerca  de  esta  singularidad  de  aquellos 
pueblos,  he  sabido,  por  personas  dignas  de  fe,  y  prácticas  en  el  cono- 
cimiento del  pais,  que  estos  defectos  no  nacen  de  los  malos  humores,  ni 
del  influjo  del  clima,  si  no  de  la  mal  entendida,  y  cruel  humanidad  de 
los  padres,  los  cuales,  para  sustraer  a  sus  hijos  de  los  gravámenes,  y 
fatigas  que  los  Españoles  exigen  de  los  Indios  sanos,  los  inutilizan  en 
la  niñez,  y  los  ponen  imperfectos,  e  irregulares :  lo  que  no  sucede  en 
los  otros  paises  de  America,  ni  tampoco  en  los  otros  pueblos  de  Quito 
en  que  los  Indios  están  esentos  de  aquellas  penalidades.  Mr.  de  Paw, 
y  el  Dr.  Robertson  dicen  que  entre  los  salvages  de  America  no  se 
hallan  personas  irregulares,  y  monstruosas,  por  que,  como  los  Lace- 
demonios,  dan  muerte  a  los  niños  que  nacen  ciegos,  jorobados,  o  pri- 
vados de  algún  miembro,  pero  que  en  ios  paises  en  que  están  reunidos 
en  sociedad,  y  en  que  Ja  vigilancia  de  los  que  los  rigen  no  permiten 
egercer  aquella  cruel  previsión,  el  numero  de  los  individuos  defectu- 
osos es  mayor  que  en  cualquier  parte  de  Europa.  Este  seria  un 
exelente  modo  de  eludir  la  dificultad,  si  se  fundara  en  hechos  posi- 
tivos ;  pero  si  ha  habido  en  America  alguna  tribu  salvage  que  haya 
imitado  el  egemplo  de  los  tan  celebrados  Lacedemonios  *,  no  se  infiere 
de  aqui  que  deba  imputarse  la  misma  barbarie  a  los  otros  pueblos  de 
aquel  contiJiente ;  pues  es  innegable  que  la  mayor  parte  de  las 
naciones  Americanas  desconocen  aquel  uso,  como  puede  demostrarse 
por  el  testimonio  de  los  escritores  mejor  instruidos  en  sus  costumbres. 
Ademas  de  esto,  en  todos  los  paises  de  Megico,  los  cuales  forman  a 
lo  menos  una  cuarta  parte  del  Nuevo  Mundo,  los  Indios  viven  en 
sociedad,  y  congregados  en  ciudades,  villas,  o  aldeas,  bajo  la  vigi- 
lancia de  magistrados,  y  de  párrocos  Españoles,  o  Criollos.  Allí  no  se 
tiene  noticia  de  la  inhumana  precaución  que  alegan  en  su  defensa  los 
dos  mencionados  escritores,  y  sin  embargo  de  esto,  todos  los  Españoles 
y  Criollos  que  vinieron  de  Megico  a  Italia  en  1768,  fueron  entonces, 
y  están  hoi  dia  maravillados  de  observar  en  los  pueblos  de  esta 
cultísima  península  tan  gran  numero  de  ciegos,  cojos,  tullidos,  y 
estropeados.      Es  pues  harto  diversa  de  la  que  imaginan  aquellos 

*  La  inhumanidad  de  matar  a  los  niños  (jue  nacían  diformes,  no  solo  era  per- 
mitida en  Roma,  si  no  prescrita  por  las  leyes  de  las  xii  tablas  :  pater  insignem 
nd  (lefonmtatem  puerum  cito  necato. 


316  HISTORIA    ANTIGUA    HE    MEGK'O. 

autores  la  causa  de  aquel  fenómeno  observado  por  tantos  escritores  en 
America. 

Del  color  de  aquellos  pueblos  no  se  puede  sacar  ninguna  obgecion 
contra  el  Nuevo  Mundo,  pues  aquel  color  es  menos  distante  del 
blanco  de  los  Europeos,  que  del  negro  de  los  Africanos,  y  de  una 
gran  parte  de  los  Asiáticos.  El  cabello  de  los  Megicanos,  y  de  los 
otros  Indios,  como  ya  he  dicho  en  otra  parte,  es  espeso,  y  tupido,  su 
barba  escasa,  y,  por  lo  común  *,  carecen  de  vello  en  las  piernas,  y  en 
los  brazos :  pero  es  un  error  decir,  como  dice  Mr.  de  Paw,  que  están 
enteramente  privados  de  pelo  en  todas  las  otras  partes  del  cuerpo. 
Este  es  uno  de  los  muchos  pasages  de  las  Investigaciones  Filosóficas, 
en  que  no  podran  contener  la  risa  los  Megicanos,  y  otros  pueblos  de 
America,  viendo  el  tenaz  empeño  de  un  filosofo  Europeo  en  privarlos 
de  lo  que  la  naturaleza  les  ha  concedido.  Leyó  sin  duda  aquel 
autor  la  ignominiosa  descripción  que  Ulloa  hace  de  algunos  pueblos 
Americanos  del  Mediodía,  y  de  este  solo  dato,  dedujo  con  su  acos- 
tumbrada lógica  una  conclusión  universal  f. 

El  aspecto  solo  de  un  Angolano,  Mandinga,  o  Congo  hubiera  de- 
bi4o  espantar  a  Mr.  de  Paw,  y  disuadirlo  de  mr  mal-humorada  cen- 
sura contra  el  color,  las  facciones,  y  el  pelo  de  los  Americanos. 
;  Puede  imaginarse  un  conjunto  mas  opuesto  a  la  idea  general  que 
tenemos  de  la  belleza,  y  de  la  perfección  del  cuerpo  humano,  que  un 
hombre  fétido,  cuya  piel  es  negra  como  la  tinta,  la  cabeza  cubierta  de 
lana  negra  en  lugar  de  cabello,  los  ojos  amarillentos  o  rojos,  los  labios 
gruesos,  y  negruzcos,  y  la  nariz  aplastada  ?  Tales  son  las  habitantes 
de  una  gran  parte  del  África,  y  de  muchas  islas  del  Asia.  ¿  Qué 
hombres  mas  imperfectos  que  los  que  tienen  apenas  cuatro  pies  de 
estatura,  el  rostro  largo,  y  chato,  la  nariz  respingada,  los  ojos  de  un 
amarillo  oscuro,  los  parpados  estirados  acia  las  sienes,  las  megillas 
desproporcionadamente  elevadas,  la  boca  grandísima,  los  labios 
gruesos,  y  prominentes,  y  estrechísima  la  parte  inferior  de  la  cara  ? 
Tales  son,  según  el  Conde  de  Buffbn,  los  Lapones,  los  Zembleses, 
los  Borandianos,  los   Samoyedos,  y  los  Tártaros  Orientales.     ¿Qué 

*  Digo  por  lo  común  por  que  hai  en  Medico  pueblos  barbudos,  y  que  tienen 
vello  en  los  brazos,  y  en  las  piernas. 

t  Ulloa  en  la  descripción  que  hace  de  los  Indios  de  Quito  dice  que  ni  a  los 
hombres,  ni  a  las  mugeres  les  nace  pelo,  cuando  llegan  a  la  edad  de  pubertad. 
Sea  lo  que  fuere  de  esta  singularidad,  y  de  su  causa,  lo  cierto  es  <iue  en  el  resto 
de  America  la  pubertad  tiene  los  mismos  sintomas  que  en  las  otras  partes  del 
mundo. 


CONSTITUCIÓN  FÍSICA  Y  MORAL  DE  LOS  MEGICANOS.       317 

obgeto  mas  cliforme  que  un  hombre  con  el  rostro  largo,  y  arrugado 
aun  en  la  juventud,  la  nariz  gruesa,  los  ojos  pequeños,  y  hundidos, 
las  megillas  altas,  la  parte  superior  de  las  mandíbulas  encorvada,  los 
dientes  largos,  y  desunidos,  las  cejas  tan  peludas  que  cubren  los  ojos, 
los  parpados  carnudos,  los  muslos  grandes,  las  piernas  pequeñas,  y 
cubierta  una  parte  del  rostro  de  cerdas  en  lugar  de  barba  ?  Tal  es  el 
retrato  que  el  mismo  naturalista  hace  de  los  Tártaros,  pueblos  que, 
según  dice,  habitan  una  porción  del  Asia,  que  tiene  mas  de  1,200 
leguas  de  largo,  y  mas  de  750  de  ancho.  Entre  ellos,  los  Calmucos 
son  los  mas  notables  por  su  diformidad,  la  cual  les  ha  merecido  el 
titulo  de  los  hombres  mas  feos  del  Universo,  como  los  llama  el  viagero 
Tavernier.  Su  rostro  es  tan  ancho,  que,  si  hemos  de  dar  crédito  a 
BuíFon,  tienen  entre  los  dos  ojos  un  espacio  de  cinco  a  seis  dedos. 
En  Calicut,  en  Ceilan,  y  en  otros  paises  de  la  India,  hai,  según  Py- 
rard,  y  otros  escritores,  una  raza  de  hombres  con  una  de  las  piernas, 
y  aun  con  ambas,  cada  una  tan  gruesa  como  el  cuerpo  de  un  hombre 
regular,  imperfección  hereditaria  entre  ellos.  Los  Hotentotes  tienen, 
entre  otros  defectos,  aquella  monstruosidad  de  un  apéndice  calloso, 
que  se  estiende  desde  ej  hueso  pubis  acia  abajo,  como  atestiguan 
todos  los  que  han  descrito  los  paises  inmediatos  al  Cabo  de  Buena 
Esperanza.  Marco  Polo,  Struys,  Gemelli,  y  otros  viageros  afirman, 
que  en  el  reino  de  Lambry,  en  la  isla  Formosa,  y  en  la  de  Mindoro, 
se  hallan  hombres  con  cola.  Mr.  de  Boraare  dice  que  esta  en  los 
hombres  no  es  mas  que  una  prolongación  del  hueso  sacro,  o  raba- 
dilla: ¿qué  otra  cosa  es  la  cola  en  los  otros  animales,  si  no  una  pro- 
longación del  mismo  hueso,  aunque  dividida  en  muchas  articulaciones? 
Llámese  como  se  quiera,  un  hombre  con  rabo  no  deja  de  ser  un  con- 
junto harto  irregular,  y  monstruoso. 

Si  nos  pusiéramos  a  recorrer  las  otras  naciones  Africanas,  y  Asia- 
ticas,  apenas  hallaríamos  una  pequeña  parte  de  ellas  que  no  se  dis- 
tinga o  por  la  oscuridad  del  color,  o  por  alguna  irregularidad  mas 
enorme,  o  por  algún  defecto  mas  notable  que  cuantos  Mr.  de  Paw 
censura  en  los  Americanos.  El  color  de  estos  es  mucho  mas  claro 
que  el  de  casi  todos  los  habitantes  de  África,  y  del  Asia  Meridional. 
La  escasez  de  barba  es  común  a  los  Filipinos,  a  los  pueblos  del  Ar- 
chipiélago Indico,  a  los  famosos  Chinos,  a  los  Japoneses,  a  los  Tár- 
taros, y  a  otras  muchas  naciones  del  antiguo  continente,  como  saben 
todos  los  que  tienen  alguna  idea  de  la  variedad  de  la  especie  hu- 
mana en  los  diversos  paises  del  globo.     Las  imperfecciones  de  los 


818  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MKGICO. 

Amerieanos,  por  miicho  que  se  exageren^  no  pueden  compararse  eon 
los  defectos  de  aquellos  pueblos  inmensos  cuyo  dibujo  he  bosquejado, 
y  con  los  de  otros  que  omito.  Véase  lo  que  dicen  el  Conde  de 
BufiFon  en  el  tomo  vi,  de  su  Historia  Natural,  y  todos  los  viageros  de 
Asia,  y  África.  Estas  consideraciones  hubieran  debido  refrenar  la 
pluma  de  Mr.  de  Paw,  pero  o  las  echó  en  olvido,  o  maliciosamente  las 
disimuló. 

Mr.  de  Paw  representa  a  los  Americanos  débiles,  y  enfermizos ; 
Ulloa  afirma,  por  el  contrario,  que  son  sanos,  robustos,  y  fuertes. 
¿Cual  d€  estos  dos  escritores  merece  mas  crédito,  Mr.  de  Paw  que 
se  puso  a  filosofar  en  Berlin  sobre  los  Americanos,  sin  conocerlos,  o 
D.  Antonio  de  Ulloa,  que  por  muchos  años  los  vio,  y  trató  en  di- 
versos paises  de  la  America  Meridional  ?  ¿  Mr.  de  Paw  que  se  pro- 
puso vilipendiarlos,  y  envilecerlos,  para  establecer  su  desatinado 
sistema  de  la  degeneración,  o  D.  Antonio  de  Ulloa,  que,  aunque  poco 
favorable  a  los  Indios,  no  trató  de  formar  un  sistema,  si  no  de  escribir 
lo  que  creyó  verdadero?  Decidan  esta  cuestión  los  lectores  impar- 
ciales. 

Para  demostrar  la  debilidad,  y  el  desconfíierto  de  la  constitución 
ññca  de  los  Americanos,  alega  Mr.  de  Paw  otras  razones,  de  que 
debo  hacerme  cargo,  y  son  las  siguientes.  1.  Que  los  primeros  Ame- 
ricanos traídos  a  Europa,  rabiaron  en  el  viage,  y  que  la  rabia  les  duró 
hasta  la  muerte.  2.  Que  los  hombres  adultos,  en  muchos  paises  de 
America,  tienen  leche  en  los  pechos.  3.  Que  las  Americanas  paren 
con  demasiada  facilidad,  tienen  una  estraordinaria  abundancia  de 
leche,  y  mui  escasa  e  irregular  la  periódica  evacuncioñ  de  sangrie. 
4.  Que  el  menos  vigoroso  Europeo  vencia  en  la  lucha  a  cualquier 
Americano.  5.  Que  los  Americanos  no  pueden  sobrellevar  un  peso 
ligero.  6.  Que  padecian  el  mal  venéreo,  y  otras  enfermedades  en- 
démicas. 

En  cuanto  a  la  primera  prueba,  la  niego  como  absolutamente  falsa, 
y  destituida  de  fundamento.  Mr.  de  Paw,  fiado  en  la  autoridad  del 
Flamenco  Dappers,  dice  que  los  primeros  Americanos  que  trajo  con- 
sigo Cristoval  Colon  el  año  de  1493,  quisieron  darse  muerte  en  la 
navegación,  pero  que  habiéndolos  atado,  para  evitar  la  egecucion  de 
aquel  designio,  se  pusieron  rabiosos,  y  continuaran  en  el  mismo 
estado  hasta  su  muerte  ;  que  cuando  entraron  en  Barcelona,  espan- 
taron de  tal  modo  a  los  habitantes,  con  sus  gritos,  contorsiones,  y 
movimientos  convulsivos,   que  todos  los  creian  frenéticos.     Yo  no  he 


CONSTITUCIÓN   FISÍCA  Y   MORAL  UE  LOS  MEGICANOS.       319 

visto  la  obru  de  Duppers,  pero  no  dudo  que  toda  esta  relación  es  un 
conjunto  de  fábulas  absurdas,  pues  no  hallo  quien  haga  mención  de 
tal  suceso,  ni  entre  los  autores  contemporáneos,  ni  entre  los  que 
escribieron  en  los  años  siguientes  :  antes  bien  de  lo  que  atestiguan 
estos  se  puede  demostrar  la  falsedad  de  toda  la  historia. 

Gonzalo  Fernandez  de  Oviedo,  que  se  hallaba  en  Barcelona, 
cuando  llegó  Cristoval  Colon,  y  vio  y  conoció  aquellos  Americanos,  y 
fue  testigo  ocular  de  su  conducta,  nada  dice  de  su  rabia,  de  sus  ahu- 
llidos,  de  sus  contorsiones,  y  no  lo  hubiera  omitido,  si  fuera  cierto, 
por  no  ser  mui  partidario  de  los  Indios,  como  después  veremos,  y  por 
que,  hablando  de  los  que  trajo  Colon,  describe  individualmente  su 
entrada  en  Bar<5elona,  su  bautismo,  sus  nombres,  y,  en  parte,  el  fin 
que  tubieron.  Ddoe  que  Cristoval  Colon  condujo  de  la  isla  Espa- 
ñola, después  llamada  Santo  Domingo,  diez  Americanos,  de  los 
cuales  uno  murió  en  el  viage,  tres  quedaron  enfermos  en  Palos, 
puerto  de  Andalucia,  donde  murieron  de  alli  a  poco,  según  congetura; 
y  los  otro3  seis  llegaron  a  Barcelona,  donde  se  hallaba  la  Corte  a  la 
sazón  ;  que  fueron  bien  instruidos  en  la  Religión  Cristiana,  y  sotemne- 
mente  bautizados,  siendo  sus  padrinos  los  reyes  Católicos,  y  el  prin- 
cipe D.  Juan  ;  que  el  principal  de  ellos,  pariente  del  reí  Guacanagarí,. 
tomó  en  el  bautismo  el  nombre  del  rei  Católico,  y  se  llamó  D.  Fer- 
nando de  Aragón ;  que  al  segundo  se  dio  el  nombre  del  principe,  y 
desde  entonces  se  llamó  D.  Juan  de  Castilla ;  que  el  principe  alojó' 
a  este  ea  su  palacio,  y  cuidó  de  su  enseñanza ;  que  aprendió  mui  bien 
la  lengua  Española,  y  murió  de  alli  a  dos  años.  Pedro  Mártir  de 
Angleria,  que  se  hallaba  en  España,  en  la  época  de  la  llegada  de 
Colon,  hace  mención  de  los  Indios  que  trajo  aquel  famoso  almirante, 
y  no  die^  una  palabra  de  su  rabia;  antes  bien  cuenta  que  cuando 
Colon  regresó  a  la  Española,  lo  acompañaron  tres  de  aquellos  Indios, 
habiendo  muerto  los  otros,  a  efecto  de  la  mudanza  de  clima,  y  de 
alimentos ;  y  que  se  valió  de  uno  de  ellos  para  informarse  del  estado 
de  los  Españoles   que  habia  dejado   en   aquella   isla*.     Fernando 

*  A  las  causas  de  la  muerte  de  aquellos  Indios,  citadas  por  Pedro  Mártir  de 
Angleria,  deben  añadirse  los  males  estraordinarios  que  sufrieron  en  aquella  hor^ 
rible  navegación,  cuya  descripción  puede  verse  en  las  cartas  del  almirante,  co- 
piadas por  su  hijo  D.  Fernando.  Del  numero  de  muertos  que  Pedro  Mártir 
refiere,  debe  disminuirse  el  que  conservó  el  principe  D.  Juan,  pues  murió  dos  años 
después,  como  dice  Oviedo.  Pero  aunque  todos  hubiesen  muerto  en  el  viage, 
o  se  hubiesen  vuelto  frenéticos,  nada  tendría  de  estraño,  si  se  compara  con  lo 
q^ue  el  mismo  Mr. de  Pawdice  en  la  3  parte,  sec.  6,  de  sus  Investigaciones.  "Los 
Académicos  Franceses  tomaron  mas  alia  de  Torneo  dos  Lapones,  que  molestados. 


320  HISTORIA    ANTIGUA    DK    MEGICO. 

Colon,  docto,  y  diligente  biógrafo  de  su  padre  D.  Cristoval,  y  que  a 
la  sazón  se  bailaba  en  España,  hace  una  relación  menuda  de  las 
acciones,  y  viages  de  aquel  ilustre  navegante,  habla  de  los  Indios  que 
él  mismo  vio,  y  nada  añade  a  los  pormenores  de  Pedro  Mártir  de 
Angleria.  Son  pues  falsas  las  noticias  de  Dappers,  o  si  no,  diremos 
que  los  reyes  Católicos  consintieron  en  ser  padrinos  de  Bautismo  de 
unos  hombres  rabiosos ;  que  el  principe  quiso  tener  consigo  a  un 
rabioso,  para  divertirse  con  sus  espantables  ahuUidos ;  que  un  rabioso 
aprendió  bastante  bien  la  lengua  Española,  y  finalmente  que  el  pru- 
dente Colon  se  sirvió  de  un  rabioso,  para  informarse  de  todo  lo  que 
habia  ocurrido  en  una  vasta  posesión,  durante  su  ausencia. 

La  anécdota  de  la  leche  en  los  pechos  de  los  Americanos  es  una 
de  las  mas  curiosas  de  cuantas  contienen  las  Investigaciones  Filoso- 
feas, y  de  las  mas  dignas  de  celebrarse  con  la  risa  general  de  los  habi- 
tantes del  Nuevo  Mundo :  pero  es  necesario  confesar  que  el  Investi- 
gador filosófico  se  mostró  mas  moderado  en  esto  que  otros  autores 
que  él  mismo  cita.  El  célebre  naturalista  Johnston,  afirma  en  su 
Thaumatografia,  con  la  autoridad  de  no  sé  qué  viagero,  que  en  el 
Nuevo  Mundo  casi  todos  los  hombres  tienen cabundancia  de  leche  en 
los  pechos.  "  En  todo  el  Brasil,  dice  el  autor  de  las  Investigaciones 
Históricas,  los  hombres  son  los  que  dan  de  mamar  a  los  niños,  pues  las 
mugeres  tienen  poquisima  leche."  ¡  Qué  exelentes  materiales  para 
una  Thaumatografia !  Yo  no  sé  ciertamente  lo  que  mas  deba  ad- 
mirar, si  la  temeridad,  y  la  desfachatez  de  los  viageros  que  propagan 
semejantes  fábulas,  o  la  sencillez  de  los  que  les  dan  crédito.  Si  se  hubiese 
observado  aquel  fenómeno  en  algún  pueblo  del  Nuevo  Mundo  (lo 
que  jamas  probará  Mr.  de  Paw),  ciertamente  no  bastaria  esto  para  decir 
que  en  muchas  partes  de  America  abunda  la  leche  en  los  pechos  de 
los  hombres,  y  mucho  menos  para  afirmarlo,  como  afirma  Johnston, 
de  casi  todos  los  hombres  del  nuevo  continente. 

Las  singularidades  que  observa  Mr.  de  Paw  en  las  Americanas, 
serian  sumamente  agradables  si  fuesen  ciertas :  porque  ¿  qué  mas 
podrían  apetecer  que  verse  libres  de  los  grandes  dolores  del  parto, 
tener  en  abundancia  el  licor  con  que  alimentan  a  sus  hijos,  y  ahor- 
rarse en  gran  parte  las  incomodidades  que  trae  consigo  la  evacuación 

y  martirizados  por  aquellos  filósofos,  murieron  de  desesperación  en  el  viage." 
Ahora  bien  ni  el  pais  que  dejaban  los  Lapones,  ni  el  viage  que  hicieron  pueden 
compararse,  con  el  pais  y  el  viage  de  los  Indios  de  Colon,  ni  yo  puedo  creer  tan 
humanos  a  los  marinos  Españoles  del  siglo  xv,  como  a  los  académicos  Franceses 
del  siglo  XVIII. 


CONSTITUCIÓN   FÍSICA  Y  MORAL  DE  LOS  MEGICANOS.      321 

periódica  ?  Pero  lo  que  ellas  tendrían  a  gran  dicha,  es  en  sentir  de 
Mr.  de  Paw  un  sintoma  cierto  de  degeneración.  La  facilidad  del 
parto  demuestra,  según  dice,  la  espansion  del  conducto  vaginal,  y  la 
relajación  de  los  músculos  de  la  matriz  por  causa  de  la  profusión  de 
los  fluidos ;  la  abundancia  de  leche  no  puede  provenir  sino  de  la 
humedad  de  la  complexión,  y  por  lo  demás,  las  Americanas  no  se 
conforman  con  las  mugeres  del  antiguo  continente,  el  cual  debe  ser, 
según  la  legislación  de  Mr.  de  Paw,  el  modelo  de  todo  el  mundo. 
Pero  ¿  no  es  cosa  admirable  que  el  autor  de  las  Investigaciones  His- 
tóricas declare  a  las  Americanas  tan  escasas  de  leche,  que  los  hom- 
bres tienen  que  criar  a  los  hijos,  mientras  el  autor  de  las  Investiga- 
dones  Filosóficas,  atribuye  a  la  complexión  húmeda  de  las  Aníeri- 
canas  la  abundancia  exesiva  que  tienen  de  aquel  licor  1  ¿Y  quien  no 
echará  de  ver,  al  notar  estas  y  otras  contradicciones  y  disparates,  pu- 
blicados en  Europa  de  pocos  años  a  esta  parte,  que  los  viageros,  los 
naturalistas,  los  historiadores,  y  los  filósofos  Europeos,  han  hecho  de 
la  America  el  almacén  general  de  sus  fábulas,  y  de  sus  delirios,  para 
dar  mas  amenidad  a  sus  obras,  con  la  novedad  de  las  observaciones, 
atribuyendo  a  todos  los  Americanos  lo  que  se  ha  notado  en  algunos 
individuos,  o  quizas  en  ninguno  *  ? 

Las  Americanas,  sometidas  a  la  sentencia  común  de  su  sexo,  no 
paren  sin  dolor:  pero  tampoco  echan  mano  del  aparato  de  las  damas 
Europeas,  por  que  son  menos  delicadas,  y  no  temen  tanto  la  molestia, 
ni  el  sufrimiento.  Tevenot  dice  que  las  mugeres  del  Mogol  paren  con 
suma  facilidad,  y  que  en  el  dia  siguiente  al  del  parto,  se  las  ve  andar 
por  las  calles;  sin  dudar  por  esto  de  su  fecundidad,  ni  hallar  nada  que 
decir  en  su  complexión. 

La  cantidad  y  la  cualidad  de  la  leche  de  las  Americanas  son  bien 
conocidas  en  Megico  a  las  señoras  Europeas,  y  Criollas,  que  ordina- 
riamente les  confian  la  crianza  de  sus  hijos,  y  saben  que  son  sanas, 
robustas^  y  diligentes  en  el  desempeño  de  aquel  ministerio.  No  basta 
decir  que  se  habla  de  las  Americanas  antiguas,  y  no  de  las  mo- 
dernas, como  tal  vez  responde  Mr.  de  Paw  a  su  adversario  Pernety ; 
pues  ademas  de  que  sus  proposiciones  contra  ellas  están  en  tiempo 
presente,  como  sabe  todo  el  que  ha  leido  su  obra,  aquella  distinción 
no  puede  aplicarse  á  muchos  paises  de  America,  y  especialmente  a 
Megico.     Los  Megicanos  usan  generalmente  la  misma  clase  do  ali- 

*  Lo  que  digo  de  los  escritores  Europeos  de  las  cosas  de  America,  no  se  en- 
tiende con  todos,  pues  entre  ellos  hai  hombres  verdaderairiente  sabios,  y  amantes 
de  la  verdad. 

TOMO  II.  Y 


323  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

mentó  que  usaban  sus  progenitores  antes  de  la  conquista.  Habrá 
mudado  quizas  el  clima  en  otras  partes  por  la  destrucción  de  los 
bosques,  y  de  las  aguas  estancadas  :  mas  en  Megico  no  se  ha  notado 
la  menor  alteración.  Los  que  han  comparado,  como  yo  lo  he  hecho, 
las  relaciones  de  los  primeros  Españoles  con  el  estado  presente  del  pais, 
saben  del  modo  mas  positivo,  que  existen  los  mismos'  lagos,  los  mismos 
rios,  y  casi  los  mismos  bosques  que  en  otros  tiempos. 

En  cuanto  a  la  evacuación  periódica  de  las  Americanas,  ni  yo  puedo 
dar  cuenta  de  ella,  ni  creo  que  haya  muchos  que  puedan  darla.  Mr. 
de  Paw,  que  desde  Berlin  ha  visto  en  America  tantas  cosas  ignoradas 
por  los  mismos  Americanos,  habrá  encontrado  quizas  en  algún  autor 
francés,  el  modo  de  saber  lo  que  yo  no  puedo,  ni  quiero  averiguar. 
Pero  suponiendo  que  esta  evacuación  sea  escasa,  e  irregular  en  las 
mugeres  de  America,  como  pretende  Mr.  de  Paw,  nada  se  inferiria  de 
aquel  hecho,  en  contra  de  su  complexión,  porque  "  la  cantidad  de 
aquella  evacuación  depende,  como  dice  muí  bien  el  Conde  de  Buffon, 
de  la  cantidad  del  alimento,  y  de  la  transpiración  insensible.  Las 
mugeres  que  comen  demasiado,  y  hacen  poco  egercicio,  tienen  los 
meses  abundantisimos.  En  los  paises  calidoíí,  en  que  la  transpiración 
es'  mas  copiosa  que  en  los  frios,  la  evacuación  es  mas  escasa."  Luego 
si  esta  escasez  puede  provenir  de  la  sobriedad,  del  calor  del  clima,  y 
del  egercicio,  ¿  porqué  se  ha  de  atribuir  a  la  mala  complexión  í 
Ademas  que  yo  no  sé  como  ajustar  esta  escasez  de  menstruos  con 
aquella  superabundancia  de  fluidos,  que  Mr.  de  Paw  supone  en  las 
Americanas,  como  efecto  del  desconcierto  de  su  constitución  física. 

No  son  mas  eficaces  las  otras  pruebas  de  la  debilidad  de  los  Ame- 
ricanos. Dice  Mr.  de  Paw  que  eran  vencidos  en  la  lucha  por  los 
Europeos ;  que  no  podian  llevar  un  peso  mediano,  y  que  se  ha  calcu- 
lado haber  perecido  en  un  año  200,000  Americanos,  empleados  en  el 
transporte  de  bagages.  En  cuanto  a  lo  primero,  seria  necesario  que 
la  esperiencia  de  la  lucha  se  hubiese  hecho  con  muchos  individuos  de 
uno,  y  otro  continente,  y  que  el  resultado  se  hallase  apoyado  en 
el  testimonio  de  los  Americanos,  y  de  los  Europeos.  Sea  como 
fuere,  yo  no  pretendo  que  aquellos  sean  mas  fuertes  que  estos.  Los 
Americanos  pueden  serlo  menos,  sin  que  esto  baste  a  decir  que  son 
positivamente  débiles,  y  que  en  ellos  ha  degenerado  la  especie  humana. 
Los  Suizos  son  mas  fuertes  que  los  Italianos,  y  no  por  esto  creeremos 
que  los  Italianos  han  degenerado,  ni  acusaremos  el  clima  de  aquella 
península.  El  egemplo  de  200,000  hombres,  muertos  en  un  año,  bajo 
el  peso  de  los  bagages,  si  fuese  cierto,  no  probaria  tanto  la  debilidad 


CONSTITUCIÓN   FÍSICA  Y   MORAL  DE  LOS  MEGICANOS.        328 

■de  los  Americanos,  como  la  inhumanidad  de  los  Europeos.     Como 
perecieron  aquellos  200,000  Americanos,  hubieran  perecido  200,000 
Prusianos,  si  se  les  hubiese  obligado  a  hacer  un  viage  de  300,  400,  o 
mas  millas,  con  100  libras  de  peso  en  los  hombros  de  cada  uno ;  si 
hubieran  llevado  al  cuello  gruesas  argollas,  sugetas  con  cadenas  de 
hierro,  obligándolos  a  caminar  por  montes,  y  asperezas,  cortando  la 
cabeza  a  los  que  se  cansaban,  o  a  los  que  se  les  rompían  las  piernas, 
para  que  no  detubiesen  a  los  otros,  y  dando  a  todos  un  mezquinisimo 
alimento,  para  sobrellevar  tan  enorme  fatiga.     El  Señor  Las  Casas 
de  cuyas  obras  sacó  Mr.  de  Paw  el  hecho  principal  de  la  muerte  de 
aquellos  200,000  hombres,  refiere  también  todas  las  circunstancias  que 
acabo  de  indicar  ;  con  que  si  lo  cree  en  lo  uno,  también  deberá  darle 
fe  en  lo  otro.    Pero  un  filosofo  que  tanto  pondera  las  cualidades  fisicas 
y  morales  de  los  Europeos  a  espensas  de  los  Americanos,  debería 
abstenerse  de  citar  unos  hechos  tan  poco  favorables  a  los  obgetos  de  su 
admiración.     Es  cierto  que  no  pueden  inculparse  a  la  Europa,  ni  a 
ninguna  de  las  naciones  que  la  componen,  los  exesos  en  qué  incurren 
algunos  de  sus  individuos,  especialmente  en  paises  tan  remotos  de  la 
.  capital,  y  contra  la  voluntad  espresa,  y  las  ordenes  repetidas  de  los 
soberanos :   pero  si  los  Americanos  quisieran  servirse    de   la  lógica 
de  Mr.  de  Paw,  podrian   de   muchos   de   estos   antecedentes   parti- 
culares,   deducir  consecuencias   universales   contra  todo  el  antiguo 
continente,  pues  aquel  escritor  forma  a  cada  tres  palabras  argumentos 
contra  todo  el  Nuevo  Mundo,  de  lo  que  solo  se  ha  observado  en  un  pue- 
blo, o  en  un  individuo,  como  puede  ver  todo  el  que  lea  sus  obras. 

Concede  a  los  Americanos  una  gran  ligereza,  y  velocidad  en  la 
carrera :  por  que  desde  la  infancia  se  acostumbran  a  este  egercicio. 
Por  la  misma  razón  no  deberla  negarles  la  fuerza,  pues  desde  niños  se 
acostumbraban,  como  consta  por  sus  pinturas,  a  llevar  grandes  pesos, 
en  cuyo  egercicio  debian  emplearse  durante  toda  su  vida ;  antes  bien, 
según  los  principios  de  aquel  autor,  ninguna  otra  nación  debería  serles 
superior  en  esta  parte,  pues  ninguna  se  egercitaba,  como  los  America- 
nos hacian,  en  el  transporte  de  grandes  pesos,  careciendo  de  bestias  de 
carga*  de  que  otras  se  sirven.  Si  Mr.  de  Paw  hubiera  visto  como  yo 
los  enormes  pesos  que  llevan  a  hombro  los  Americanos,  no  hubiera 
osado  echarles  en  cara  su  debilidad. 

*  Aunque  los  Peruanos  tenian  animales  de  carga,  no  podían  servir  para  la  con- 
ducción de  aquellas  grandes  piedras  que  se  hallan  en  algunos  de  sus  edificios, 
como  en  los  de  Megico  :  con  que  no  teniendo  maquinas  para  facilitar  la  operación, 
solo  debian  emplearse  en  ella  las  fuerzas  del  hombre.  « 

y2 


324  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

Nada  prueba  la  robustez  y  fuerza  de  aquellos  pueblos,  como  las 
grandes  fatigas  en  que  están  continuamente  empleados.  Mr.  de  Paw 
dice  que  cuando  se  descubrió  el  Nuevo  Mundo  no  se  veia  mas  en  su 
terreno  que  espesisimos  bosques ;  que  en  el  dia  hai  algunas  tierras 
cultivadas,  mas  no  por  los  Americanos,  si  no  por  los  Africanos,  y  Eu- 
ropeos ;  que  el  terreno  cultivado  con  respecto  al  inculto  está  en  pro- 
porción de  2,000  a  2,000,000*.  Estas  tres  especies  son  otros  tantos 
errores :  pero  dejando  para  otra  disertación  lo  relativo  a  los  trabajos 
de  los  antiguos  Megicanos,  y  hablando  solo  de  los  tiempos  modernos, 
no  hai  duda  que  desde  los  de  la  conquista,  los  Americanos  solos  han 
sobrellevado  las  fatigas  de  la  agricultura,  en  todos  los  vastos  paises 
de  la  America  Septentrional,  y  en  la  mayor  parte  de  los  de  la  Meri- 
dional, conquistados  por  los  Españoles.  AUi  no  se  ven  Europeos 
empleados  en  las  labores  del  campo.  Los  negros,  que  en  el  inmenso 
territorio  Megicano  son  poquisimos  en  comparación  de  los  naturales, 
se  emplean  en  la  cultura  del  tabaco,  y  de  la  caña,  y  en  las  elabora- 
ciones de  la  azúcar:  pero  el  terreno  destinado  al  cultivo  de  estas 
plantas,  no  está,  con  respecto  a  toda  la  tierra  cultivada,  ni  en  la  pro- 
porción de  1  a  2,000.  Los  Americanos  ion  los  verdaderos  labra^ 
dores:  ellos  son  los  que  aran,  siembran,  escardan,  y  siegan  el 
trigo,  el  maiz,  el  arroz,  las  habas,  las  habichuelas,  y  todos  los  otros 
granos,  y  legumbres ;  ellos  los  que  cultivan  el  cacao,  la  vainilla,  el 
algodón,  el  añil,  y  todas  las  otras  plantas  útiles  al  sustento,  al  vestido, 
y  al  comercio  de  aquellas  provincias.  Sin  su  ministerio  no  se  hace 
nada,  en  términos  que  el  año  de  1762  se  abandonó  en  ijiuchas  partes 
la  cosecha  del  trigo,  de  resultas  de  las  enfermedades  que  atacaron  a 
los  Indios,  y  que  no  les  permitieron  hacer  la  siega.  Mas  aun  puedo 
decir  algo  mas :  ellos  son  los  que  cortan,  y  transportan  de  los  bosques 
toda  la  lefia,  y  madera  que  se  consume ;  ellos  los  que  cortan,  trans- 
portan, y  elaboran  la  piedra ;  ellos  los  que  hacen  la  cal,  el  yeso,  y  los 
ladrillos.  Ellos  son  los  que  construyen  todos  los  edificios  de  aquellos 
pueblos,  exepto  en  los  que  no  habitan ;  ellos  los  que  abren,  y  compo- 
nen los  caminos ;  los  que  limpian  las  ciudades ;  los  que  trabajan  en 
las  innumerables  minas  de  plata,  oro,  cobre,  y  otros  metales.  Ellos 
son  los  pastores,  los  gañanes,  los  tegedores,  los  alfahareros,  los  pana- 
deros, los  horneros,  los  correos,  los  mozos  de  cordel ;  en  una  palabra 
ellos  son  los  que  llevan  todo  el  peso  de  los  trabajos  públicos,  como  es 
notorio  a  cuantos  han  estado  en  aquellas  regiones.     Esto  hacen  los 

*  Hubiera  sido  mejor  decir  "en  la  proporción  de  1  a  1,000,"  por  que  significa 
lo  mismo,  con  números  mas  simples. 


CONSTITUCIÓN  FÍSICA  Y  MORAL  DE  LOS  MEGICANOS.        325 

débiles,  flojos,  e  inútiles  Americanos,  mientras  el  vigoroso  Mr.  de  Paw, 
y  otros  infatigables  Europeos  se  ocupan  en  escribir  contra  ellos  amar- 
gas invectivas. 

Estos  trabajos,  en  que  se  emplean  centinuamente  los  Indios,  de- 
muestran su  salud,  y  robustez,  pues  seria  imposible  que  resistiesen 
a  tan  arduas  fatigas,  si  fueran  de  una  constitución  enfermiza,  y  si  por 
sus  venas  corriese  una  sangre  corrompida,  como  pretende  Mr.  de  Paw. 
Para  hacer  creer  viciosa  su  complexión,  alega  todo  lo  verdadero,  y 
falso  que  recogió  de  los  escritores  de  America,  acerca  de  las  enferme- 
dades que  reinan  en  alguiíos  paises  particulares  de  aquel  vasto  conti- 
nente, y  sobre  todo,  acerca  del  mal  venéreo,  que  cree  natural  de 
America.  De  este  ultimo  punto  hablaré  largamente  en  otra  diserta- 
ción :  por  lo  que  hace  a  otras  dolencias,  yo  le  concedo  que  en  la 
inmensa  superficie  de  America,  hai  paises  en'  que  los  hombres  están 
mas  espuestos  que  en  otras  partes  a  ciertas  enfermedades  ocasionadas 
o  por  la  intemperie  del  aire,  o  por  la  mala  calidad  de  los  alimentos : 
pero  lo  cierto  es,  conforme  a  la  autoridad  de  muchos  graves  escritores, 
prácticos  en  las  cosas  del  Nuevo  Mundo¿  que  la  mayor  parte  de  aque- 
llos paises  son  sanos,  y*que  si  los  Americanos  quisieran  pagar  en  la 
misma  moneda  a  Mr.  de  Paw,  y  a  otros  Europeos  que  escriben  como 
él,  tendrían  una  buena  colección  de  materiales  para  desacreditar  el 
clima  del  antiguo  continente,  y  la  complexión  de  sus  habitantes,  en  las 
muchas  enfermedades  endémicas  que  les  son  propias ;  en  la  elefan- 
tiasis, y  la  lepra  de  Egipto,  y  Siria*;  en  el  verhen  del  Asia  Meri- 
dional ;  en^  el  dragoncillo,  o  gusano  de  Medina ;  en  el  pircal  del 
Malabar ;  en  el  Yaws,  o  mal  de  Guinea ;  en  la  tiriasis,  o  dolencia 
pedicular  de  la  pequeña  Tartaria;  en  el  escorbuto,  o  disenteria  Boreal 
de  los  paises  del  Norte ;  en  la  plica  de  Polonia ;  en  las  paperas  del 
Tirol,  y  de  muchos  paises  Alpinos ;  en  la  sarna,  la  raquitis,  la  viruela  f, 

*  La  elefantiasis,  enfermedad  endémica  de  Egipto,  y  enteramente  desconocida 
en  America,  fue  tan  común  en  Europa  en  el  siglo  xii,  que,  según  Mateo  de  Paris, 
escritor  exacto  de  aquel  tiempo,  habia  19,000  hospitales  para  los  contagiados. 

t  La  viruela  fue  llevada  al  Nuevo  Mundo  por  los  Europeos,  como  saben  todos, 
y  lia  hecho  mas  estragos  alli,  que  el  mal  venéreo  en  Europa.  La  raquitis  no  es 
conocida  en  America,  y  esta  es,  en  mi  entender,  la  causa  de  no  verse  alli  tantas 
personas  imperfectas  como  en  el  continente  antiguo.  La  sarna,  o  no  existe,  o  es 
tan  rara,  que  habiendo  yo  estado  muchos  años  en  aquellos  paises,  ni  vi,  ni  tube 
noticia  de  ningún  sarnoso.  El  vomito  prieto,  o  negro,  que  también  parece  enfer- 
medad endémica,  es  bastante  moderno,  y  solo  se  padece  en  algunos  puertos  de  la 
zona  tórrida,  frecuentados  por  los  Europeos.  Los  primeros  que  lo  espierimenta- 
ron  fueron  unos  marineros  de  buques  Europeos,  que  después  de  los  malos  ífli- 


026  Historia  antigua  de  megico. 

y  sobre  todo,  en  la  peste,  que  tantas  veces  ha  despoblado  ciudades,  y 
provincias  enteras  del  antiguo  continente,  y  que  tantos  estragos  hace 
annualmente  en  las  regiones  Orientales ;  terrible  azote  de  que  hasta 
ahora  se  ha  preservado  el  Nuevo  Mundo. 

Finalmente  es  algo  difícil  combinar  la  supuesta  flaqueza,  y  viciosa 
constitución  de  los  Americanos,  con  el  largo  termino  de  su  vida.  De 
aquellos  a  quienes  no  anticipan  la  muerte  las  grandes  fatigas,  los 
exesivos  trabajos,  y  las  enfermedades  epidémicas,  hai  muchos  que 
llegan  a  80,  90,  y  100  años,  y  lo  mas  admirable  es  no  observarse  eti 
ellos  los  estragos  que  hace  comunmente  la  edad  en  los  cabellos,  en  los 
dientes,  en  la  piel,  y  en  los  músculos  del  cuerpo  humano.  Este  fenó- 
meno, tan  admirado  por  los  Españoles  residentes  en  Megico,  puede 
atribuirse  a  la  sanidad  de  su  complexión,  a  la  sobriedad  de  su  régimen, 
y  a  las  exelentes  calidades  de  su  clima.  Lo  mismo  refieren  de  los 
otros  paisas  del  Nuevo  Mundo  los  historiadores,  y  otras  personas  que 
han  permanecido  en  ellos  muchos  años.  Mas  si  acaso  hai  en  aquel 
continente  alguna  región  en  que  no  se  prolongue  tanto  la  vida,  no  se 
hallará  una  en  que  se  abrevie  tanto  como  en  la  Guinea,  en  Sierra 
Leona,  en  el  Cabo  de  Buena  Esperanza,  y  erf  otras  partes  de  África, 
donde  la  vegez  empieza  a  los  40  años,  y  donde  el  que  llega  a  50  se  mira 
como  entre  nosotros  un  octogenario.  De  estos  si  podría  decirse  cou  ra- 
zón que  tienen  la  sangre  corrompida,  y  desconcertada  la  constitución  *, 

Cualidades  mentales  de  los  Megicanos. 
Hasta  ahora  solo  hemos  examinado  lo  que  dice  Mr.  de  Paw,  acerca 
de  las  cualidades  físicas  de  los  Americanos.     Veamos  sus  despropósi- 
tos acerca  de  la  parte  espiritual  de  aquellos  pueblos.     En  ellos  ha  en- 

mentos  de  la  navegación,  comían  en  aquellos  puertos  con  exeso  las  frutas  del 
pais,  y  bebían  aguardiente.  D.  Antonio  Ulloa  asegura  que  en  Cartagena,  uno  de 
los  puntos  mas  insalubres  de  America,  no  se  conoció  el  vomito  antes  del  año  de 
1729,  y  empezó  en  la  marinería  Europea  de  la  escuadra  que  aportó  allí,  mandada 
por  D,  Domingo  Justlnlani. 

*  Los  Otentotes,  dice  al  Conde  de  Bufifon,  viven  poco,  pues  apenas  pasan  de  40 
años.  Drack  asegura  que  unos  pueblos  que  habitan  en  las  fronteras  de  los  desier- 
tos de  Etiopia,  son  tan  escasos  de  víveres,  que  su  principal  alimento  consiste  en 
langostas  saladas,  lo  que  produce  un  terrible  efecto,  pues  cuando  se  acercan  a  los 
40  años,  se  engendran  en  sus  cuerpos  unos  Insectos  volantes,  que  les  acarrean  la 
muerte,  devorándoles  el  vientre,  el  pecho,  y  aun  los  huesos  algunos  veces.  Estos 
insectos,  como  los  que  afligen  a  los  habitantes  de  la  pequeña  Tartaria,  según  dice 
Mr.  de  Paw,  bastan  a  los  Americanos  para  contrapesar  los  gusanos  ascárides,  que 
dice  haber  descubierto  en  no  sé  qué  nación  de  America. 


CONSTITUCIÓN  FÍSICA  Y  MORAL  DE  LOS  MBGICANOS.        327 

contrado  una  memoria  tan  débil  que  no  se  acuerdan  boi  de  lo  que  hi- 
cieron ayer ;  un  ingenio  tan  obtuso,  que  no  son  capaces  de  pensar,  ni 
de  poner  en  orden  sus  ideas ;  una  voluntad  tan  fría,  que  no  sienten  los 
estímulos  del  amor ;  un  animo  apocado,  y  un  entendimiento  indolente, 
y  estupido.  En  fin  tales  son  los  colores  que  emplea  en  el  retrato  de 
los  Americanos,  y  de  tal  modo  envilece  sus  almas,  que  aunque  a  veces 
se  enfada  contra  los  que  pusieron  en  duda  su  racionalidad,  no  dudo 
que  si  entonces  hubiera  dicho  francamente  su  opinión,  hubiera  decla- 
rado ser  partidario  del  mismo  sistema.  Sé  que  otros  muchos  Euro- 
peos, y,  lo  que  es  mas  estrafio,  algunos  hijos,  y  decendientes  de  íJuro- 
peos,  nacidos  en  la  misma  America,  piensan  en  esta  parte  como  Mr.  de 
Paw,  los  unos  por  ignorancia,  los  otros  por  falta  de  reflexión,  y  otros 
en  fin  por  cierta  pasión,  o  preocupación  hereditaria.  Pero  todo  esto, 
y  aunque  hubiese  mucho  mas,  no  bastaría  a  desmentir  mi  propia  espe- 
riencia,  y  el  testimonio  de  muchos  Europeos,  cuya  autoridad  es  de  gran 
peso,  por  ser  hombres  de  juicio,  de  doctrina,  y  de  esperiencia  en  aque- 
llos paises,  y  por  que  hablan  en  favor  de  estrangeros,  y  en  contra  de 
sus  compatríotas.  Son  tantos  los  argumentos,  y  las  razones  que  po- 
dríamos alegar  en  favorjde  la  parte  mental  de  los  Americanos,  que  con 
ellas  nos  sería  fácil  componer  un  grueso  volumen :  pero  dejando  aparte 
el  mayor  número  de  estas  pruebas,  por  no  hacer  difusa,  y  enojosa  esta 
disertación,  nos  limitaremos  a  algunas  pocas  autoridades,  que  valen 
por  muchas. 

Juan  de  Zumarraga,  primer  obispo  de  Megico,  prelado  de  gran  re- 
putación, y  sumamente  estimado  de  los  reyes  Católicos,  por  su  doc- 
trina, por  la  pureza  de  su  vida,  por  su  celo  pastoral,  y  por  sus  fa- 
tigas apostólicas,  en  su  carta  escrita  el  año  de  1531  al  capitulo  gene- 
ral de  Franciscanos,  reunido  en  Tolosa,  dice,  hablando  de  los  Indios  : 
"  son  castos,  y  bastante  ingeniosos,  especialmente  en  la  pintura.  Sus 
almas  son  buenas.     Dios  sea  alabado  por  todo." 

Si  Mr.  de  Paw  no  aprecia  el  testimonio  de  aquel  venerabilísimo 
prelado,  a  quien  llama  Sumarica  y  bárbaro,  en  virtud  de  la  autoridad 
que  se  arroga  de  injuriar  a  los  que  no  están  de  acuerdo  con  su  desba- 
rajustado sistema  de  la  degeneración,  lea  lo  que  dice  el  famoso  Barto- 
lomé de  Las  Casas,  primer  obispo  de  Chiapa,  que  conocía  bien  a  los 
Indios,  como  que  tanto  los  trató  en  muchos  paises  de  America.  Asi 
se  esplica  aquel  prelado  en  uno  de  los  memoriales  que  presentó  a 
Felipe  II :  "  soü  (los  Americanos)  de  ingenio  vivo,  y  despejado ; 
bastante  dóciles,  y  capaces  de  admitir  toda  buena  doctrina ;  aptísimos 
a  recibirnuestra  santa  fé,  y  las  costumbres  virtuosas,  y  los  que  tie- 


328  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

nen  menos  obstáculos  para  ello,  entre  todos  los  pueblos  del  mundo." 
Casi  los  mismos  términos  emplea  en  su  impugnación  de  la  respuesta 
del  Dr.  Sepulveda :  "Tienen,  dice,  tan  buen  entendimiento,  tan  agudo 
ingenio,  tanta  docilidad,  y  capacidad  para  las  ciencias  morales  y  espe- 
culativas, y  son  generalmente  tan  racionales  en  su  gobierno  político, 
como  se  echa  de  ver  en  muchas  de  sus  justísimas  leyes,  y  han  hecho 
tantos  progresos  en  el  conocimiento  de  nuestra  santa  fe,  y  religión, 
y  en  las  buenas  costumbres,  cuando  han  tenido  religiosos,  y  personas 
de  buena  vida  que  los  enseñen,  y  tan  adelantados  están  hoi  dia,  como 
ha  podido  estarlo  cualquier  otra  nación,  desde  los  tiempos  apostólicos 
hasta  los  nuestros."  Ahora  bien,  puesto  que  Mr.  de  Paw  cree  todo  lo 
que  aquel  docto,  egemplar,  e  infatigable  obispo  escribió  contra  los 
Españoles,  aunque  no  estubo  presente  a  la  mayor  parte  de  los  sucesos 
que  refiere,  mucho  mas  crédito  deberá  darle  en  lo  que  él  mismo  de- 
pone en  favor  de  los  Indios,  cobio  testigo  ocular,  y  tan  practico  en  el 
conocimiento  de  aquellas  gentes,  especialmente  siendo  necesario  menor 
esfuerzo  del  entendimiento  para  creer  que  los  Americanos  son  de  buen 
ingenio,  y  de  buena  Índole,  que  para  admitir  como  ciertos  aquellos 
horrendos,  e  inauditos  atentados  de  los  conquirtadores. 

!Pero  si  nuestro  investigador  recusa  la  autoridad  de  Las  Casas,  como 
de  un  hombre  preocupado,  y  ambicioso,  en  lo  que  seguramente  se  en- 
gañaría, lea  lo  que  dice  Julián  Garcés,  primer  obispo  de  Tlascala, 
hombre  doctísimo,  y  con  razón  apreciado,  y  alabado  por  su  famoso 
maestro  Antonio  de  Nebrija,  restaurador  de  las  letras  en  España. 
Este  insigne  prelado,  en  su  exelente  carta  latina  al  Papa  Paulo  III, 
escrita  en  1536,  después  de  diez  años  de  continua  práctica,  y  de  ob- 
servaciones oculares  de  los  Indios,  entre  las  muchas  espresíones  con 
que  celebra  su  buena  Índole,  y  las  prendas  de  su  alma,  alaba  su  inge- 
nio, y  en  cierto  modo  lo  hace  superior  al  de  los  Españoles,  como 
puede  verse   en   el  fragmento  de  su  carta  que  copio  en  la  nota*. 

*  "  Nunc  vero  de  horum  sigillatim  liominum  ingenio,  quos  vidimus  ab  hiñe 
decennio,  quo  ego  in  patria  conversatus  eorura  potui  perspicere  mores,  ac  inge- 
nia perscrutari,  testificans  corana  te,  Beatissime  Pater,  qui  Christi  in  terris  vica- 
rium  agís,  quod  vidi,  quod  audivi,  et  manus  nostrae  contrectavenint,  de  his  pro- 
genitis  ab  Ecclesia,  per  qualecumque  ministerium  meum  in  verbo  vitae,  quod  sin- 
gula  singulis  referendo,  id  est,  paribus  paria,  rationis  optimae  compotes  sunt,  et 
integri  sensus  ac  capitis,  sed  insuper  nostratibus  pueri  istorum  et  vigore  spiritus 
et  sensuum  vivacitate,  dexteriore  in  omne  agibili,  et  intelligibili  preestantiores  re- 
periuntur.'*  Esta  carta  se  halla  en  latin  en  el  primer  tomo  de  los  Concilios  Me- 
gicanos,  publicados  en  Megico  el  año  de  1769,  y  en  Francés,  en  la  misma  Histo- 
ria   e  America  del  P.  Touron,  que  Mr.  de  Paw  alega  contra  los  Americanos. 


CONSTITUCIÓN   FÍSICA  Y   MORAL  DE  LOS  MEGICANOS.        329 

¿  Quien  habrá  que  no  dé  mayor  crédito  a  estos  tres  venerables  obispos, 
que,  ademas  de  su  probidad,  doctrina,  y  carácter,  tubieron  la  ventaja 
de  un  largo  trato  con  los  Indios,  que  a  tantos  otros  escritores,  los 
cuales  o  no  vieron  a  los  Americanos,  o  los  vieron  sin  reflexión,  o  se 
fiaron  mas  de  lo  que  convenia  en  los  informes  de  hombres  ignorantes, 
prevenidos,  o  interesados? 

Pero  si  finalmente  Mr.  de  Paw  reusa  el  dicho  de  aquellos  tres  testi- 
gos, por  grande  que  sea  su  autoridad,  fundado  en  que  eran  religiosos, 
de  quienes  cree  inseparable  la  imbecilidad  mental,  no  podra  resistir  al 
juicio  del  famoso  obispo  Palafox,  cuya  obra  sobre  las  Virtudes  del  In- 
dio ha  sido  muchas  veces  impresa,  y  a  quien  el  mismo  escritor,  aunque 
Prusiano,  y  filosofo,  llama  venerable  siervo  de  Dios,  Si  da  tanta  fe 
a  este  venerable  siervo  de  Dios,  en  lo  que  escribe  contra  los  Jesuitas, 
cuando  hablaba  en  su  propia  causa,  ¿  por  qué  no  ha  de  dar  asenso  a 
lo  que  dice  en  favor  de  los  Americanos  ?  Lea  pues  la  obra  escrita  por 
aquel  prelado,  con  el  solo  obgeto  de  demostrar  las  buenas  prendas  que 
adornan  al  Indio. 

A  pesar  del  odio  implacable  que  Mr.  de  Paw  profesa  a  los  eclesiás- 
ticos 5e  la  comunión  Rctaana,  y  sobre  todo  a  los  Jesuitas,  alaba  con 
justa  razón  la  Historia  Natural,  y  Moral  del  P.  Acosta,  llamándola 
obra  exelente.  Este  juicioso,  imparcial,  y  doctísimo  Español,  que 
vio,  y  observó  por  si  mismo  a  los  Americanos,  tanto  en  el  Perú  como 
en  Megico,  emplea  todo  el  libro  vi,  de  aquella  exelente  obra  en  probar 
la  sana  razón  de  aquellas  gentes,  alegando  por  pruebas  su  gobierno 
'  antiguo,  sus  leyes,  sus  historias  en  pinturas,  y  cordones,  su  calenda- 
rio, &c.  Basta  para  informarse  de  su  opinión  en  esta  materia,  leer  el 
primer  capitulo  del  citado  libro.  Ruego  tanto  a  Mr.  de  Paw,  como  a 
mis  lectores  que  lo  lean  atentamente,  porque  hai  cosas  dignas  de  sa- 
berse. Alli  encontrará  nuestro  filosofo  el  origen  de  los  errores  en  que 
él,  y  otros  muchos  Europeos  han  caido,  y  notará  la  gran  diferencia  que 
hai  entre  ver  las  cosas  con  ojos  oscurecidos  por  la  pasión,  y  examinar- 
las con  imparcialidad,  y  juicio.  Mr.  de  Paw  llama  a  los  Americanos 
bestias ;  Acosta  llama  locos,  y  presuntuosos  a  los  que  abrigan  aquella 
opinión.  Mr.  de  Paw  dice  que  el  mas  diestro  de  los  Americanos  era 
inferior  en  industria  y  sagacidad  al  habitante  mas  limitado  del  antiguo 
continente ;  Acosta  encomia  el  gobierno  politice  de  los  Megicanos,  y 
lo  cree  mejor  que  el  de  muchos  estados  de  Europa.  Mr.  de  Paw  no 
halla  en  la  conducta  moral,  y  politica  de  •  los  Americanos  si  no  barba- 
rie, estra vagancia,  y  brutalidad ;    Acosta  encuentra  en  aquellas  na- 


880  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

Clones,  leyes  admirables,  y  dignas  de  ser  imitadas  por  los  pueblos  Cris- 
tianos. ¿  Cual  de  estos  dos  testimonios  tan  opuestos  debemos  preferir  ? 
Decídalo  la  imparcialidad  de  los  lectores. 

Yo  entretanto  no  puedo  menos  de  copiar  aqui  un  pasage  de  las 
Investigaciones  Filosóficas,  en  que  el  autor  se  muestra  no  menos  mal- 
diciente que  enemigo  de  la  verdad.  "  Al  principio,  dice,  no  se  creyó 
que  los  Americanos  eran  hombres,  si  no  sátiros,  o  monos  grandes,  que 
era  licito  matar  sin  escrúpulo,  ni  remordimiento.  Al  fin,  para  que  no 
faltase  la  ridiculez  a  todas  las  calamidades  del  tiempo,  hubo  un  papa 
que  promulgó  cierta  donosa  bula,  en  que  declaró  que,  deseando  fundar 
obispados  en  los  paises  mas  ricos  de  America,  era  de  su  agrado,  y 
del  Espíritu  Santo  reconocer  por  hombres  a  los  Americanos :  de  modo 
que,  sin  esta  decisión  de  un  Italiano,  los  habitantes  del  Nuevo  Mundo 
serian  hoi,  a  los  ojos  de  los  fieles,  una  raza  de  hombres  equívocos. 
No  hai  egemplo  de  una  decisión  semejante  desde  que  los  monos,  y 
los  hombres  habitan  el  globo  terráqueo."  ¡  Ojala  no  hubiese  en  el 
mundo  otro  egemplo  de  semejantes  calumnias,  e  insolencias  como  las 
que  emplea  Mr.  de  Paw  !  Mas  afín  de  dejar  mas  a  descubierto  su  ma- 
lignidad, daremos  una  copia  de  aquella  detision  papal,  después  de 
haber  espuesto  su  motivo. 

Algunos  de  los  primeros  Europeos  que  se  establecieron  en  America, 
no  menos  poderosos  que  avaros,  queriendo  aumentar  sus  riquezas  a 
espensas  de  los  Indios,  los  tenian  continuamente  ocupados,  y  se 
servían  de  ellos  como  de  esclavos ;  y  para  evitar  las  amonestaciones 
que  les  hacian  los  obispos,  y  los  misioneros,  afin  de  que  los  tratasen 
humanamente,  y  les  dejasen  algún  tiempo  libre,  a  lo  menos,  para 
instruirse,  y  para  desempeñar  sus  obligaciones  Cristianas,  y  domes- 
ticas, aquellos  hombres  codiciosos  e  injustos  propagaban  que  los 
Indios  estaban  destinados  por  la  naturaleza  a  la  esclavitud,  que  eran 
incapaces  de  instrucción,  y  otros  semejantes  despropósitos  de  que  hace 
mención  el  Cronista  Herrera.  No  pudiendo  aquellos  celosos  ecle- 
siásticos, ni  con  su  autoridad,  ni  con  sus  exortaciones,  sustraer  los 
pobres  neófitos  al  yugo  de  sus  opresores,  acudieron  a  los  reyes  Cató- 
licos, y  finalmente  obtubieron  de  su  equidad,  y  clemencia  aquellas 
leyes  tan  favorables  a  los  Indios,  y  tan  honrosas  a  la  corte  de  España, 
que  se  leen  en  la  Nueva  Recopilación  de  las  leyes  de  Indias,  las 
cuales  se  debieron  principalmente  al  celo  infatigable  del  obispo  Las 
Casas.  Por  otra  parte,  D.  Julián  Garcés,  primer  obispo  de  Tlascala, 
sabiendo  que  los  Españoles,  apesar  de  su  perversidad,  miraban  con 


CONSTITUCIÓN  FÍSICA  Y  MORAL  DE  LOS  MEGICANOS.        331 

gran  respeto  las  decisiones  del  vicario  de  J.  C,  recurrió  el  año  de 
1536  al  papa  Paulo  III,  con  la  famosa  carta,  que  he  mencionado, 
representándole  los  males  que  de  aquellos  malos  Cristianos  sufrían 
los  Indios,  y  rogándole  que  interpusiese  su  autoridad.  Movido  el 
pontífice  por  tan  poderosas  razones,  espidió  el  año  siguiente  aquella 
donosa  bula,  cuya  copia  doi  en  la  nota*;  la  cual  no  tiene  por  obgeto 
declarar  que  los  Americanos  son  realmente  hombres,  pues  esto  seria 
una  insensatez  agena  de  aquel,  y  de  cualquier  otro  sumo  pontífice  :  si 
no  sostener  los  derechos  naturales  de  los  Americanos,  contra  las 
tentativas  de  sus  perseguidores,  y  condenar  la  injusticia,  y  la  inhuma- 
nidad de  aquellos  que,  bajo  pretesto  de  ser  los  Indios  idolatras,  e  in- 
capaces de  instrucción,  les  quitaban  los  bienes,  y  la  libertad,  y  los 
empleaban  a  guisa  de  animales.  Los  Españoles  en  verdad  hubieran 
sido  mas  estupidos  que  los  mas  incultos  salvages  del  Nuevo  Mundo, 
si,  para  reconocer  por  hombres  a  los  Americanos,  hubieran  necesitado 
aguardar  la  decisión  de  Roma.     Mucho  antes  que  el  papa  espidiese 

*  "  Paulus  Papa  III  universis  Christi  Fidelibus  preesentes  Litteras  inspecturis 
Salutem  et  Apostolicam  benedictionem.  Veritas  ipsa,  quse  nec  falli,  nec  fallere 
potest,  cum  prsedicatores  fidei,  ad  officium  praedicationis  destinaret,  dixisse 
dignoscitur :  Euntes  docete  omnes  gentes  -.  omnes  dixit,  absque  omni  delectu, 
cum  omnes  fidei  disciplinee  capaces  existant.  Quod  videns  et  invidens  ipsius 
humani  generis  aemulus,  qui  bonis  operibus,  ut  pereant,  semper  adversatur, 
modum  excogitavit  hactenus  inauditum,  quo  impediret  ne  Verbum  Dei  gentibus, 
ut  salvse  fierent,  praedicaretur ;  ac  quosdam  suos  satellites  conmovit,  qui  suam 
cupiditatem  adimplere  cupientes.  Occidentales,  et  Meridionales  Indos,  et  alias 
gentes,  quae  $emporibus'  istis  at  nostram  notitiam  pervenerunt,  sub  prsetextu 
quod  Fidei  Catholicse  expertes  existant,  uti  bruta  animalia,  ad  nostra  obsequia 
redigendos  esse,  passim  asserere  prsesumant,  et  eos  in  servitutem  redigunti 
tantis  aíBictionibus  illos  urgentes,  quantis  vix  bruta  animalia  illis  servientia 
urgeant.  Nos  igitur,  qui  ejusdem  Domini  nostri  vices,  licet  indigni,  gerimus  in 
terris,  et  oves  gregis  sui  nobis  commissas,  quse  extra  ejus  ovile  sunt,  ad  ipsum 
ovile  toto  nixu  exquirimus,  attendentes  Indos  ipsos,  utpote  veros  homines,  non 
solum  Christianae  Fidei  capaces  existere,  sed,  ut  nobis  innotuit,  ad  Fidem  ipsam 
promptissime  currere,  ac  volentes  super  his  congruia  remediis  providere,  prse- 
dictos  Indos,  et  omnes  alias  gentes  ad  notitiam  Christianorum  in  posterum 
deventuras,  licet  extra  Fidem  Christi  existant,  sua  libértate  et  dominio  hujus- 
modi  uti,  et  potiri,  et  gaudere  libere  et  licite  posse,  nec  in  servitutem  redigi 
deberé,  ac  quidquid  secus  fieri  contigerit  irritum  et  inane,  ipsosque  Indos,  et 
alias  gentes  Verbi  Dei  praedicatione,  et  exemplo  bouae  vitae,  ad  dictara  Fidem 
Christi  in  vitandos  fore,  Auctoritate  Apostólica  per  praesentes  litteras  decernimus, 
et  declaramus,  non  obstantibus  praemissis,  caeterisque  contrariis  quibuscumque. 
Datum  Romae  anno  1537,  iv.  Non.  Jun.  Pontificatus  nostri  anno  m."  Esta,  y 
no  otra  es  la  famosa  bula,  que  tanto  ruido  ha  hecho. 


332  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

aquella  bula,  los  reyes  Católicos  habían  recomendado  eficazmente  la 
instrucción  de  los  Americanos,  dando  las  ordenes  mas  urgentes  para 
que  fuesen  bien  tratados;  y  no  se  les  hiciese  el  menor  perjuicio  en  sus 
bienes,  ni  en  su  libertad.  Asi  lo  acredita  Herrera  en  sus  Decadas,  y 
lo  demuestran  las  leyes  de  la  Recopilación.  Enviáronse  al  Nuevo 
Mundo  muchos  obispos,  y  algunos  centenares  de  misioneros,  a  es- 
pensas  del  real  erario,  para  que  predicasen  a  aquellos  sátiros,  y 
grandes  monos  las  verdades  del  Evangelio,  y  los  adoctrinasen  en  la 
vida  Cristiana.  En  1531,  seis  años  antes  de  la  promulgación  de  la 
bula,  solo  los  misioneros  Franciscanos  habian  bautizado  mas  de  un 
millón  de  Indios,  como  asegura  Zumarraga,  y  en  1534  se  habia  fun- 
dado en  Tlatelolco  el  seminario  de  Santa  Cruz,  para  la  instrucción  de 
los  jóvenes  del  pais,  los  cuales  aprendían  alli  la  lengua  Latina,  la 
Retorica,  la  Filosofía,  y  la  Medicina.  Si  desde  el  principio  se  creyó 
que  los  Americanos  eran  sátiros,  nadie  podia  decirlo  mejor  que 
Cristoval  Colon  su  descubridor.  Véase  pues  como  habla  aquel 
célebre  navegante,  en  su  relación  a  los  reyes  Católicos  Fernando  e 
Isabel,  de  los  primeros  sátiros  que  vio  en  la  isla  de  Haiti,  o  Española. 
"  Juro,  dice,  a  V V.  AA.  que  no  hai  en  el  toundo  mejor  gente  que 
esta,  ni  tan  amorosa,  afable,  y  mansa.  Aman  a  sus  progimos  como  a 
si  mismos :  su  idioma  es  el  mas  suave^  el  mas  dulce,  el  mas  alegre, 
pues  siempre  hablan  sonriendo,  y  aunque  van  desnudos,  créanme 
W.  AA.  que  tienen  costumbres  loables,  y  que  su  rei  es  servido  con 
gran  magestad,  el  cual  tiene  modales  tan  amables,  qvie  da  gusto  verlo, 
asi  como  el  considerar  la  gran  retentiva  de  aquel  pueblo,  y  el.deseo  de 
saber  todo,  lo  que  los  impulsa  a  preguntar  las  causas,  y  los  efectos 
de  las  cosas."  ¡  Cuanto  mejor  seria  que  el  mundo  estubiera  habitado 
por  sátiros  de  esta  especie  que  por  hombres  embusteros  y  calumnia- 
dores! Por  lo  demás,  puesto  que  Mr.  de  Pavr  empleó  diez  años 
continuos  en  indagar  las  cosas  de  America  debería  saber  que  en  los 
paises  del  Nuevo  Mundo  conquistados  por  los  Españoles,  no  se  han 
fundado  otros  obispados  que  los  que  han  querido  los  reyes  Católicos. 
A  ellos  tocan  el  patronato  que  egercen  en  las  iglesias  Americanas,  y 
el  derecho,  reconocido  el  año  de  1508,  por  el  papa  Julio  II,  de  fundar 
obispados,  y  de  presentar  los  obispos.  Luego  el  afirmar  que  Paulo  III 
quiso  reconocer  por  hombres  a  los  Americanos,  para  fundar  obispados 
en  los  paises  mas  ricos  del  Nuevo  Mundo,  es  una  temeraria  calumnia 
de  un  enemigo  de  la  iglesia  Romana,  el  cual,  a  no  tener  la  mente  tan 
obcecada  por  el  odio,  debería  mas  bien  alabar  el  celo,  y  la  humanidad 
que  respira  toda  aquella  bula. 


CONSTITUCIÓN   FÍSICA  Y  MORAL  DE  LOS  MEGICANOS.      338 

El  Dr.  Robertson,  que  en  parte  adopta  las  estravagantes  opiniones 
del  Investigador,  habla  asi  de  los  Americanos  en  el  libro  viii  de  su 
Historia  de  America :  "  Algunos  misioneros,  atónitos  al  ver  la  len- 
titud de  su  compí-eension,  y  su  insensibilidad,  creyeron  que  eran  una 
raza  de  hombres  tan  degenerada,  que  eran  incapaces  de  entender  los 
primeros  rudimentos  de  la  religión."  Pero  quienes  sean  estos  misio- 
neros, y  de  cuanto  peso  su  opinión,  nadie  podra  saberlo  mejor  que  el 
obispo  Garcés,  el  cual  lo  esplica  en  la  citada  carta  al  papa  Paulo  III. 
Léase  el  pasage  de  ella  que  copio*,  y  se  vera  que  las  causas  de  aquel 
error  han  sido  la  ignorancia,  y  la  desidia  de  algunos  misioneros,  y  yo 
añado  las  falsas  ideas  que  se  han  inspirado  a  los  Indios  en  su  primera 
edad.  Casi  lo  mismo  que  Garcés,  dicen  Las  Casas,  Acosta,  y  otros 
graves  escritores. 

"  Un  concilio  celebrado  en  Lima,  continúa  el  Dr.  Robertson,  de- 
cretó que  en  virtud  de  esta  su  natural  imbecilidad,  fuesen  escluidos  del 
sacramento  de  la  Eucaristía,  y  aunque  Paulo  III  en  su  bula  de  1537 
los  declarase  criaturas  racionales,  y  capaces  de  todos  los  privilegios 
de  Cristianos,  sus  progresos  han  sido  tan  lentos  en  el  curso  de  dos 
siglos,  que  pocos  posee.)  bastante  dicemimiento  espiritual  para  que  se 
les  crea  dignos  de  acercarse  a  la  sagrada  mesa.  Después  de  la  mas 
asidua  instrucción,  su  fe  ha  parecido  débil,  y  dudosa,  y  aunque  algu- 
nos han  llegado  a  conocer  las  lenguas  sabias,  y  han  recorrido  con 
aplauso  la  educación  académica,  tan  sospechosa  es  la  solidez  de  su 

*  "  Quis  tan  impudenti  animo  ac  perfricata  fronte  incapaces  fidei  asserere 
audet,  quos»  mechanicarum  artium  capacissimos  intuemur,  ac  quos  etiam  ad 
ministerium  nostrum  redactos,  bonse  indolis,  fideles,  et  solertes  experimur  ?  Et 
si  quando,  Beatissime  Pater,  Tua  Sanctitas  .aliquem  religiosum  virum  in  hanc 
declinare  sententiam  audierit,  etsi  eximia  integritate  vitae,  vel  dignitate  fulgere 
videatur,  is,  non  ideo  quicquam  illi  hac  in  re  preestet  auctoritatis,^ed  eumdem 
parum  aut  nihil  insudasse  in  illorum  conversione  certo  certius  arbitretur,  ac  in 
eorum  addiscenda  lingna,  aut  investigandis  ingeniis  parum  studuisse  perpendat ; 
ndm  qui  in  his  caritate  christiana  laborarunt,  non  frustra  in  eos  jactare  retia 
caritatis  aíBrmant :  illi  vero  qui  solitudini  dediti,  aut  ignavia  prsepediti  nerainem 
ad  Christi  cultura  sua  industria  reduxerunt  ne  inculpar!  possint  quod  inútiles 
fuerint,  quod  propriae  negligentiae  vitium  est,  id  infidellum  imbecillitati  ads- 
cribunt,  veramque  suam  desidiara  falsee  'incapacitatis  impositione  defendunt, 
ac  non  minorem  culpara  in  excusatione  commitunt,  quam  erat  illa,  a  qua  liberari 
conantur.  Líedit  namque  summe  istud  hominum  genus  talia'asserentiura,  hanc 
Indorum  miserriraam  turbara:  nam  aliquos  religiosos  viros  retrahunt,  ne  ad 
eosdem  in  fide  instruendos  proficiscantur,  quaraobrem  nonnuUi  Hispanorura  qui 
ad  illos  debellandos  accedunt,  horum  freti  judicio,  illos  negligere,  perderé,  ac 
mactare  opinan  solent  non  esse  flagitium." 


934  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

juicio,  que  a  ninguno  de  ellos  se  confiere  el  orden  del  sacerdocio,   y 
ninguno  es  admitido  fácilmente  en  las  casas  religiosas."     He  aqui  en 
pocas  palabras  cuatro  errores  a  lo  menos.     1.  Que  un  concilio  de 
Lima  haya  escluido  a  los  Indios  del  Sacramento  de  la  Eucaristía,  por 
cansa  de  su  imbecilidad.     2.  Que  Paulo  III  declaró  a  los  Indios 
criaturas  racionales.    3.  Que  pocos  son  los  que  poseen  bastante  dicer- 
nimiento  espiritual  para  que  se  les  juzgue  dignos  de  acercarse  a  la  sa- 
grada mesa.     4.  Que  a  ningún  Indio  se  confiere  el  orden  sacerdotal. 
En  cuanto  a  lo  1,  es  cierto  que  en  una  congregación  de  eclesiás- 
ticos reunida  en  Lima  el  año  de  1552,  la  cual  se  llamó  primer  concilio 
de  Lima,  aunque  no  fue  concilio,  ni  tubo  fuerza  de  tal,  se  mandó  que 
no  se  administrase  el  Sacramento  de  la  Eucaristía  a  los  Indios,  hasta 
que  se  hallasen  perfectamente  instruidos,  y  convencidos  de  las  ver- 
dades de  la  fé  Cristiana;  pues  aquel  Pan  Divino  es  alimento  de 
perfectos,  no  ya  porque  se  creyesen  idiotas   aquellas  gentes.     Asi 
consta  por  el  testimonio  del  primer  concilio  provincial,  vulgarmente 
llamado  ii,  celebrado  en  Lima  el  año  de  1567,  el  cual  mandó  a  los 
párrocos  que  administrasen  la  Eucaristía  a  todos  los  Indios  que  halla- 
sen bien  dispuestos*.     Y  no  bastando  aqueéla  disposición  para  que 
algunos  eclesiásticos  la  obedeciesen,  de  lo  que  se  quejaba  con  razón 
el  P.  Acosta,  el  segundo  concilio  de  Lima  del  año  de  1583,  presidido 
por  Santo  Toribío  de  Mogrobejo,  procuró  remediar  el  daño,  con  otros 
decretos  que  copio  f,  en  los  cuales  se  ve,  que  por  los  mismos  motivos 

*  "  Quamquam  omues  Christiani  adulti  utriusque  sexus  teneantur  Sanctissimuin 
Eucharistiae  Sacramentum  accipere  singulis  annis  saltem  in  Par;hate,  hujus 
tamen  provinciae  antistites,  cum  animadverterent  gentem  hanc  Indorum  et  recen- 
tem  esse,  et  infantilem  in  fide,  atque  id  illorum  salute  expediré  judicarent,  sta- 
tuerunt  ut  usque  dum  fidern  perfecte  tenerent,  hoc  divino  Sacramento,  quod  est 
perfectorum  cibus,  non  communicarentur,  excepto  si  quis  ei  percipiendo  satis 
idoneus  videretur.  Placuit  huic  Sanctse  Synodo  monere,  prout  serio  monet, 
omnes  Indorum  Parochos,  ut  quos  audita  jam  confessione  perspexerint,  huuc 
coelestem  cibum  a  reliquo  corporali  discernere,  atque  eumdem  devote  cupere  et 
poseeré,  quoniam  sine  causa  nerainem  divino  alimento  privare  possunius,  quo 
tempere  caeteris  Christianis  solent.  Indis  ómnibus  administrent."  Conc.  Lim.  i, 
vulgo  ii,  cap.  58. 

t  "  Coeleste  viaticum,  quod  uuili  ex  hac  vita  migranti  negat  Mater  Ecclesia, 
multis  abhinc  annis.  Indis  atque  ^thiopibus,  cseterisque  personis  miserabilibus 
prseberi  deberé,  Concilium  Límense  constituit.  Sed  tamen  Sacerdotum  plurium 
vel  negligentia,  vel  zelo  quodam  prsepostero,  atque  intempestivo  illis  nihilo  magis 
hodie  praebetur.  Quo  fit  ut  imbecilles  animas  tanto  bono,  tamque  necessario 
priventur.  Volens  igitur  SanctaSynodus  ad  executionem  perducere,  quíe  Christo 
duce,  ad  salutem  Indorum  ordinata  sunt,  severe  prsecipit,  ómnibus  Parochis,  ut 


CONSTITUCIÓN  FÍSICA  Y  MORAL  DE  LOS  MEGICANOS.      335 

se  negaba  también  la  Eucaristía  a  los  negros  traídos  de  África ;  que 
las  verdaderas  causas  de  negarla  eran,  a  juicio  del  concilio,  la  negli- 
gencia o  desidia,  o  el  celo  indiscreto,  y  mal  entendido  de  los  párrocos, 
y  que  el  concilio  se  creyó  obligado  a  remediar  tan  grave  desorden,  con 
nuevos  decretos,  y  con  severos  castigos.  No  ignoro  que  estas  respe- 
tables providencias  fueron  también  desobedecidas,  y  que  fue  preciso 
inculcarlas  de  nuevo  en  los  sinodos  diocesanos  de  Lima,  de  La  Plata, 
de  la  Paz,  de  Arequipa,  y  del  Paraguai :  pero  todo  esto  prueba  mas 
la  obstinación  de  algunos  párrocos  que  la  incapacidad  de  los  Indios. 

Por  lo  que  hace  a  la  bula  de  Paulo  III,  ya  he  demostrado  que  no 
tubo  por  obgeto  declarar  hombres  a  los  Americanos,  de  que  solo  po- 
drían dudar  las  bestias,  si  fueran  capaces  de  duda ;  si  no,  supuesta  su 
racionalidad,  condenar  la  injusticia  de  sus  opresores. 

En  cuanto  al  tercer  error  de  Robertson,  dejando  aparte  los  otros 
paises  de  America,  porque  no  hacen  al  caso,  es  cierto,  y  notorio  que 
en  todas  las  provincias  de  Megico,  los  Indios  están  tan  obligados 
como  los  Españoles  a  recibir  la  Eucaristía  por  Pascua,  exepto  los 
neófitos  de  los  paises  remotos,  los  cuales  son  admitidos  o  no  a  la  parti- 
cipación del  Sacramento.!  según  el  juicio  de  los  misioneros.  "  En  las 
tres  audiencias  en  que  está  dividido  el  territorio  de  Megico,  dice 
Robertson,  hai  en  la  actualidad  a  lo  menos  dos  millones  de  Indios." 
Estoi  seguro  que  este  número  es  inferior  a  la  verdad :  pero  conven- 
gamos por  un  momento  en  su  exactitud.  Luego  no  son  poquísimos 
los  Indios  que  poseen  bastante  dicernimiento  espiritual  para  que  se 
les  juzgue  dignos  de  ser  admitidos  a  la  sagrada  mesa,  a  menos  que 
Robertson  crea  que  dos  millones  de  hombres  son  poquísimos  hombres, 
o  que  atribuya  a  los  obispos,  y  párrocos  la  temeridad  no  solo  de  ad- 
mitir, si  no  de  obligar  a  participar  del  sacramento,  a  los  Indios  que  no 
están  dignamente  preparados.  ¡  Cuanta  mayor  fuerza  no  tiene  este 
argumento  si  se  añaden  a  aquel  numero  los  Indios  de  las  provincias 
Meridionales  que  están  sometidos  a  la  misma  obligación ! 

extreme  laborantibus  Indis  atque  ^thiopibus,  viaticum  administrare  non  prae- 
termittant,  dummodo  in  eis  debitam  dispositiojpem  agnoscant,  nempe  fidem  in 
Christum,  et  poenitentiam  in  Deum  suo  modo  .  .  .  Porro  Parochos  qui  a  prima 
hujus  decreti  promulgatione  negligentes  fuerint,  noverint  se,  praeter  divinse 
ultionis  judicium,  etiam  poenas  arbitrio  ordinariorum,  in  quo  conscientiae  one- 
rantur,  dataros :  atque  in  visitationibus  in  illos  de  hujus  statuti  observatione 
specialiter  inquirendum."  Cono.  Lim.  ii,  vulgo  iii,  act  ii,  cap.  19.  "  In  Paschate 
saltem  Eucharistiam  ministrare  Parochus  non  praetermittat  iis,  quos  et  satis  ins- 
tructos  et  correctione  vitae  idóneos  judicaverit :  ne  et  ipse  alioqui  ecclesiastici 
praecepti  violati  reus  sit."    Ib.  cap.  20. 


CiSb  HISTORIA    ANTIGUA    DE   MEGICO. 

No  es  menos  estraño  el  otro  error  sobre  que  ningún  Indio  recibe 
el  orden  sacerdotal.  ¡  Es  posible  que  en  este,  y  otros  puntos  se 
muestre  tan  mal  informado  un  escritor  que  reunió  tan  vasta  libreria 
de  escritores  de  America,  y  que  recibió  de  Madrid  tantas  noticias 
sobre  el  Nuevo  Mundo !  Sepa  el  Dr.  Robertson  que  aunque  el  pri- 
mer concilio  provincial  celebrado  en  Megico  el  año  de  1555  prohibiese 
que  se  ordenasen  los  Indios,  no  ya  por  su  incapacidad,  si  no  por  que 
se  creia  que  del  envilecimiento  de  su  condición  redundase  alguna 
infamia  al  estado  eclesiástico,  el  tercer  concilio  provincial  de  1585, 
que  fue  el  mas  célebre  de  todos,  y  cuyas  disposiciones  están  en  vigor, 
permitió  que  se  les  confiriese  el  orden  sacerdotal,  con  las  precauciones 
debidas.  Pero  conviene  saber  que  los  decretos  de  uno  y  otro  con- 
cilio comprenden  igualmente,  y  bajo  los  mismos  términos,  a  los  Indios, 
y  a  los  Mulatos,  esto  es,  los  hijos  o  decendientes  de  sangre  Europea, 
y  Africana,  y  sin  embargo  nadie  duda  del  gran  talento,  y  de  la  capa- 
cidad de  los  Mulatos  para  toda  clase  de  ciencias.  Torquemada,  que 
escribió  su  Historia  en  los  primeros  años  del  siglo  XVII,  dice  que  no 
era  común  admitir  Indios  a  las  ordenes  religiosas,  ni  al  sacerdocio, 
por  su  violenta  inclinación  a  la  embriaguezif  pero  al  mismo  tiempo 
asegura  que  en  su  tiempo  habia  sacerdotes  Indios,  sobrios,  y  egem- 
plares :  asi  que  hace  a  lo  menos  170  años  que  empezaron  a  recibir  el 
sacerdocio.  Desde  entonces  ha  habido  tantos  sacerdotes  Americanos 
en  Megico,  que  podrían  contarse  por  millares ;  entre  ellos  algunos 
centenares  de  párrocos,  muchos  canónigos,  y  doctores*,  y,  según  con- 
geturas,  un  obispos  doctisimof .  Actualmente  hai  un  gran  numero  de 
sacerdotes,  no  pocos  párrocos,  y  entre  ellos  tres  o  cuatro  dicipulos 
mios.     Si  en  hechos  tan  positivos  erró  tan  groseramente  el  historiador 

*  Entre  estos  doctores  es  digno  de  particular  mención  D.  Sebastian  Grijalva, 
uatural  de  Ocozoquaulitla,  pueblo  grande  de  la  diócesis  de  Chiapa.  Habiendo 
venido  a  España,  recibió  el  grado  de  Doctor  en  Teologia,  en  la  universidad  de 
Salamanca,  donde  adquirió  una  gran  reputación  por  su  saber.  Regresado  a 
America,  fue  nombrado  Párroco  de  su  pais,  y  alli  hizo  tan  sabios  reglamentos 
para  la  conducta  civil,  y  Cristiana  de  sus  compatriotas,  que  su  Parroquia  hubiera 
debido  ser  el  modelo  de  todas  las  de  America.  Hasta  nuestros  dias  se  han  con- 
servado alli  los  efectos  de  sus  prudentes  disposiciones.  Escribió  una  docta 
obra  teológica  sobre  la  Inmaculada  Concepción  de  la  Virgen,  cuyo  original  se 
hallaba  en  la  libreria  del  colegio  de  Jesuítas  de  Ciudad  Real,  Capital  de  aquella 
Diócesis. 

t  D.  Juan  de  Merlo,  Obispo  de  Honduras,  y  antes  vicario  general  del  Obispo 
Palafox.  No  he  podido  hallar  ningún  autor  que  hable  de  su  patria,  pero  en 
la  opinión  general  pasa  por  Indio. 


CONSTITUCIÓN  FÍSICA  Y  MORAL  DE  LOS  MEGICANOS.^     337 

Ingles  ¡  qué  sera  en  aquellos  puntos  que  no  pudo  averiguar  tan  fácil- 
mente, escribiendo  desde  tan  lejos,  y  de  paises  que  nunca  vio ! 

Yo  al  contrario  traté  intimamente  a  los  Americanos ;  vivi  algunos 
años  en  un  seminario  destinado  a  su  educación ;  vi  la  erección,  y  los 
progresos  del  colegio  de  Guadalupe,  fundado  en  Megico  por  un 
Jesuíta  Megicano,  para  la  instrucción  de  las  jóvenes  Indias;  tube 
muchos  Indios  entre  mis  dicipulos ;  traté  con  muchos  párrocos  Ame- 
ricanos, con  muchos  nobles,  y  con  un  grandísimo  numero  de  artesa- 
nos ;  observé  atentamente  su  carácter,  su  genio,  sus  inclinaciones,  y 
su  modo  de  pensar;  he  examinado  con  suma  diligencia  su  historia 
antigua,  su  religión,  su  gobierno,  sus  leyes,  y  sus  costumbres.  Des- 
pués de  tan  gran  practica,  y  de  tan  prolijo  estudio,  por  lo  que  me 
creo  en  estado  de  poder  decidir  sin  mucho  peligro  de  engañarme, 
aseguro  a  Mr.  de  Paw,  y  a  toda  Europa  que  las  almas  de  los  Ameri- 
canos no  son  en  nada  inferiores  a  las  de  los  Europeos:  que  son  capaces 
de  todas  las  ciencias,  aun  de  las  mas  abstractas,  y  que  si  seriamente  se 
cuidase  de  su  educación ;  si  desde  niños  se  instruyesen  en  seminarios, 
bajo  la  dirección  de  buenys  maestros,  y  si  fuesen  protegidos,  y  esti- 
mulados con  premios,  se  verían  entre  ellos  filósofos,  matemáticos,  y 
teólogos  que  podrian  rivalizar  con  los  mas  famosos  de  Europa.  Pero 
es  harto  difícil,  por  no  decir  imposible  hacer  grandes  progresos  en  las 
ciencias,  enmedio  de  una  vida  miserable,  y  servil,  y  bajo  el  peso  de 
continuos  males.  Quien  contemple  el  estado  presente  de  la  Grecia, 
dudaría  que  aquel  pais  haya  sido  la  cuna  de  tantos  hombres  grandes, 
si  no  constastí>por  sus  inmortales  obras,  y  por  el  consentimiento  gene- 
ral de  los  siglos.  Y  sin  embargo  los  obstáculos  que  los  Griegos  mo- 
dernos tienen  que  vencer  para  llegar  a  las  fuentes  de  la  ciencia,  no 
son  comparables  con  los  que  siempre  se  han  opuesto  a  la  ilustración 
de  los  Americanos.  Apesar  de  todo,  yo  quisiera  que  Mr.  de  Paw,  y 
todos  los  que  piensan  como  él,  se  hallasen  presentes,  sin  ser  vistos, 
a  los  consejos,  y  reuniones  que  celebran  en  ciertos  dias  para  tratar  de 
sus  negocios,  los  Indios  que  egercen  mas  autoridad  e  influjo  en  sus 
pueblos,  y  oyesen  como  arengan,  y  discurren  aquellos  sátiros  del 
Nuevo  Mundo. 

Finalmente  toda  la  historia  antigua  de  los  Megicanos,  y  de  los 
Peruanos  manifiesta  que  saben  pensar,  y  ordenar  sus  ideas ;  que  son 
suceptibles  de  las  pasiones  de  la  humanidad ;  y  que  la  única  ventaja 
que  les  llevan  los  Europeos,  es  la  de  haber  recibido  mayor  dosis  de 
instrucción.  El  gobierno  politice  de  los  antiguos  Americanos,  sus 
leyes,  y  sus  artes  demuestran  evidentemente  su  buen  ingenio.     Sus 

TOMO    II.  L 

< 


ÍÜW  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

guerras  hacen  ver  que  sus  almas  no  son  insensibles  a  los  estímulos  del 
amor,  como  piensan  el  Conde  de  Bufifon,  y  Mr.  de  Paw,  pues  hubo 
ocasiones  en  que  el  amor  les  puso  las  armas  en  la  mano. 

He  hablado  de  su  valor,  esponiendo  sinceramente,  cuando  traté  de 
su  carácter  en  general,  lo  que  he  observado  en  los  Americanos 
actuales,  y  mi  opinión  sobre  los  antiguos.  Pero  pues  Mr.  de  Paw 
alega  la  conquista  de  Megico,  como  una  prueba  convincente  de  su 
cobardia,  conviene  ilustrar  su  ignorancia,  o  hacer  patente  su  mala  fe. 

**  Cortés,  dice,  conquistó  el  imperio  de  los  Megicanos  con  460 
vagabundos,  mal-armados,  y  con  15  caballos ;  su  miserable  artillería 
constaba  de  6  falconetes,  que  hoi  no  serian  capaces  de  amedrentar 
a  un  castillejo  defendido  por  inválidos.  Durante  su  ausencia  se  man- 
tubo  dueño  de  la  capital  con  la  mitad  de  aquella  fuerza.  ¡  Qué  hom- 
bres !     ¡  Qué  sucesos ! " 

"  Es  constante,  dice  en  otra  parte,  por  la  deposición  de  todos  los 
historiadores,  que  los  Españoles  entraron  por  primera  vez  en  la  capi- 
tal de  Megico  sin  disparar  una  vez  la  artillería.  Si  el  titulo  de  héroe 
conviene  al  que  tiene  la  desgracia  de  da%  muerte  a  un  gran  numero 
de  animales  racionales,  Hernán  Cortés  puede  aspirar  a  conseguirlo : 
por  lo  demás  no  creo  que  haya  adquirido  verdadera  gloria,  trastor- 
nando una  monarquía  vacilante,  que  del  mismo  modo  hubiera  podido 
trastornar  cualquier  bandido  de  nuestro  continente."  Estos  pasages 
de  las  Investigaciones  filosóficas  demuestran  que  su  autor  ignoraba 
la  historia  de  la  conquista  de  Megico,  o,  lo  que  es  mas  verosímil,  que 
calló  maliciosamente  lo  que  se  oponia  a  su  sistema:* pues  todos  los 
que  la  han  leido  saben  que  la  conquista  de  Megico  no  se  hizo  con 
450  hombres,  si  no  con  mas  de  200,000.  El  mismo  Cortés,  a  quien 
mas  que  a  Mr.  de  Paw  convenia  disminuir  el  número  de  los  conquis- 
tadores para  dar  mas  realce  a  su  valor,  y  mas  gloria  a  su  empresa, 
declara  que  era  exesivo  el  numero  de  aliados  que  estaban  a  sus 
ordenes  en  el  asedio  de  la  capital,  y  que  combatían  contra  los  Megi- 
canos  mas  furiosamente  que  los  mismos  Españoles.  Consta  por  la 
relación  de  Hernán  Cortés  enviada  a  Carlos  V,  que  el  asedio  de  Me- 
gico empezó  con  87  caballos,  848  peones  Españoles,  armados  de 
mosquetes,  ballestas,  espadas,  y  lanzas,  y  mas  de  75,000  aliados 
Tlascaleses,  Huejotzinques,  Choluleses,  y  Chalqueses,  y  provistos  de 
diferentes  especies  de  armas ;  con  tres  grande  cañones  de  hierro,  15 
pequeños  de  bronce,  y  13  bergantines.  Durante  el  sitio  se  agregaron 
a  los  Españoles  las  numerosas  naciones  de  Otomites,  Cohuijques,  y 
Matlazinques,  y  las  tropas  de  las  populosas  ciudades  de  los  lagos ;  de 


CONSTITUCIÓN   FÍSICA  Y  MORAL  DE  LOS  MEGICANOS.      339 

modo  que  el  egercito  de  los  aliados  no  solo  pasó  de  200,000  hombres, 
sino  que  llegó  a  240,000  hombres,  según  parece  por  la  misma  carta 
del  general,  sin  contar  3,000  barcas  o  canoas  que  acudieron  a  su 
ayuda.  Ahora  pregunto  yo  a  M.  de  Paw  si  le  parece  cobardia  haber 
sostenido  por  75  dias  el  asedio  de  una  ciudad  abierta,  combatiendo 
diariamente  con  un  egercito  tan  numeroso,  y  en  parte  provisto  de 
armas  superiores,  y  luchando  sobre  todo  al  mismo  tiempo  con  la  sed, 
y  con  el  hambre  ?  ¿  Merecen  el  nombre  de  cobardes  los  que,  después 
de  haber  perdido  siete  de  las  ocho  partes  de  la  ciudad,  y  150,000 
conciudadanos,  parte  en  acciones  de  guerra,  parte  esterminados  por 
las  privaciones,  y  por  las  enfermedades,  continuaron  defendiéndose  hasta 
verse  furiosamente  atacados,  y  oprimidos  por  el  número,  en  el  único 
rincón  que  les  quedaba?  Pues  todo  esto  consta  por  las  cartas  del 
mismo  caudillo  de  las  tropas  del  sitio. 

"  Lo  cierto  es,  dice  Mr.  de  Paw,  y  en  ello  convienen  todos  los  his- 
toriadores, que  los  Españoles  entraron  la  primera  vez  en  Megico,  sin 
disparar  una  sola  vez  su  artillería."  ¡  Qué  argumento  tan  solido,  y 
cuan  digno  de  la  lógica  del  investigador !  Si  los  Megicanos  fueron 
cobardes  por  que  los  Españoles  entraron  la  primera  vez  en  su  capital 
sin  disparar  su  artillería,  podremos  también  decir  que  son  cobardes 
los  Prusianos,  por  que  los  embajadores  de  muchas  cortes  de  Europa 
entran  en  Berlin,  sin  disparar  siquiera  una  pistola.  ¿  Quien  ignora 
que  los  Españoles  fueron  entonces  admitidos  como  embajadores  del 
gran  monarca  de  Levanté*?  Véase  lo  que  dicen  los  historiadores,  y  el 
mismo  Coríés,  que  en  aquella  ocasión  se  fingió  embajador  del  rei 
Católico.  Si  los  Megicanos  hubieran  querido  entonces  oponerse  a 
su  entrada,  como  se  opusieron  la  segunda  vez  ¿  cuando  hubieran  po- 
dido entrar  con  6,000  hombres,  habiéndoles  sido  tan  difícil  después 
hacerlo  con  200,000*? 

Mr.  de  Paw  censura  a  Cortés,  y  yo  ni  quiero  hacer  la  apologia 
de  este  conquistador,  ni  puedo  sufrir  el  panegirice  que  en  lugar  de 
historia   escribió    Solis:   pero   todo  hombre  instruido  en   la   de   sus 

*  "  No  es  menos  cierto,  dice  Acosta,  que  en  la  Nueva  España,  el  ausilio  de 
los  Tlascaleses  fue  el  que  dio  a  Cortés,  y  los  suyos  la  victoria,  y  la  conquista 
de  Megico,  y  sin  ellos  hubiera  sido  imposible  no  ya  apoderarse  de  la  ciudad, 
si  no  mantenerse  mas  tiempo  en  ella.  Los  que  hacen' poco  caso  de  los  Indios, 
y  se  persuaden  que  los  Españoles  podían  conquistar  solos  aquellos  paises,  gracias 
a  las  ventajas  de  sus  personas,  de  sus  caballos,  y  de  sus  armas,  se  engañan  nota- 
blemente." 

I  2 


340  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

acciones  militares,  deberá  confesar  que  en  la  constancia,  en  el  valor, 
y  en  la  prudencia  n  ilitar,  rivaliza  con  los  generales  mas  famosos  de 
los  tiempos  antiguos,  y  modernos,  y  que  tubo  aquella  especie  de 
beroismo  que  reconocemos  en  Alejandro,  y  en  Cesar,  a  cuya  mag- 
nanimidad se  tributan  los  elogios  que  merece,  sin  embargo  de  los 
vicios  que  la  oscurecieron. 

Las  causas  de  la  rapidez  con  que  los  Españoles  se  apoderaron  de 
America,  han  sido  en  parte  indicadas  por  Mr.  de  Paw.  "  Confieso, 
dice,  que  la  artillería  era  un  instrumento  destructor,  y  poderosísimo, 
al  cual  debian  ceder  al  cabo  los  Americanos."  Si  a  la  artillería  se 
añaden  las  otras  armas  superiores,  los  caballos,  y  la  mejor  diciplina 
militar  de  los  conquistadores ;  si  se  agrega,  sobre  todo,  la  discordia 
que  dividía  a  los  conquistados,  se  vera  que  no  ha¡  motivo  para  censurar 
la  cobardía  de  aquellos  pueblos,  ni  para  maravillarse  del  violento 
trastorno  que  sufrió  el  Nuevo  Mundo.  Imagínese  Mr.  de  Paw  que 
en  los  tiempos  de  las  estrepitosas  y  crueles  facciones  de  Sila,  y  de 
Mario,  hubiesen  los  Atenienses  inventado  la  artillería,  y  las  otras 
armas  de  fuego,  y  que  6,000  hombres,  reunidos,  no  a  todo  el  egercito 
de  Mario,  si  no  a  una  pequeña  parte  de  sus  tropas,  hubiesen  empren- 
dido la  conquista  de  Italia.  ¿  Cree  que  no  la  hubieran  logrado  a  des- 
pecho del  poder  de  Sila,  del  valor,  y  de  la  disciplina  de  las  legiones 
Romanas,  del  numero  de  estas,  y  de  su  caballería,  de  la  multitud  de 
sus  armas,  y  de  sus  maquinas,  y  de  las  fortificaciones  de  las  ciudades  ? 
¡  Cuanto  terror  no  hubieran  inspirado  en  los  ánimos  de  los  mas  intrépidos 
centuriones  el  horrendo  estrepito  de  la  artillería,  la  violeifjcia  destruc- 
tora de  las  balas,  a  cuyo  irresistible  impulso  hubieran  visto  desaparecer 
filas  enteras !  ¡  Y  qué  no  habrá  sido  en  las  naciones  del  Nuevo 
Mundo,  que  no  tenían  ni  las  armas,  ni  la  caballería,  ni  la  disciplina, 
ni  las  maquinas,  ni  las  fortificaciones  de  los  Romanos!  Por  el  con- 
trarío, lo  que  es  realmente  digno  de  admiración  es  que  los  valientes 
Españoles,  con  toda  su  disciplina,  con  su  artillería,  con  sus  armas  de 
fuego,  no  hayan  podido  en  mas  de  dos  siglos  subyugar  en  la  America 
Meridional  los  guerreros  Araucanos,  armados  solo  de  lanzas,  y  de 
mazas ;  en  la  America  Septentrional,  los  Apaches,  que  solo  tienen 
arcos,  y  flechas,  y  sobre  todo,  lo  que  parece  increíble,  y  es  sin  em- 
bargo cierto,  que  500  hombres  de  la  nación  de  los  Seris,  hayan  sido 
por  muchos  años  el  azote  de  los  Españoles  de  Sonora,  y  Cinaloa. 

Finalmente  omitiendo  otros  muchos  despropósitos  de  Mr.  de  Paw 
contra  los  Americanos,  no  puedo  disimular  la  atroz  injuria  que  les 


CONSTITUCIÓN  FÍSICA  Y  MORAL  DE  LOS  MEGICANOS.      341 

hace,  hablando  de  sus  costumbres.  Cuatro  son  los  principales  vicios 
con  que  infama  a  todos  los  Americanos,  a  saber,  la  glotonería,  la  em- 
briaguez, la  ingratitud,  y  la  pederastia,  o  sodomia. 

Yo  ciertamente  no  habia  oido  hablar  de  la  glotonería  de  los  Ame- 
rícanos,  hasta  que  tropecé  con  el  pasage  de  Mr.  de  la  Condamine, 
citado,  y  adoptado  por  Mr.  de  Paw :  por  el  contrario  no  he  leido 
autor  algo  instruido  en  las  cosas  de  America,  que  no  celebre  la 
sobriedad  de  aquellos  pueblos.  Consúltense  las  obras  de  Las  Casas, 
Garcés,  el  conquistador  anónimo,  Oviedo,  Gomara,  Acosta,  Herrera, 
Torquemada,  Betancourt&c*  Casi  todos  los  historiadores  cuentan  la 
admiración  que  causó  a  los  Españoles  la  parsimonia  de  los  Indios,  y 
por  el  contrario,  la  estrañeza  de  estos  al  ver  que  aquellos  comian  en 
un  dia  mas  que  ellos  en  una  semana,  y  para  decirlo  en  pocas  palabras, 
la  sobriedad  de  los  Americanos  es  tan  notoria,  que  seria  necedad 
defenderlos  del  vicio  contrario.  Mr.  de  la  Condamine  vio  quizas 
comer  a  algunos  Indios  hambrientos,  en  su  viage  por  el  rio  Marañon, 
y  de  alli  infirió,  como  tantas  veces  sucede  a  los  viageros,  que  todos 
ellos  eran  glotones.  D^ntonio  UUoa,  que  estubo  en  America  con 
Mr.  de  la  Condamine,  que  se  detubo  alli  mas  tiempo,  y  tomó  mas 
menudos  informes  acerca  de  las  costumbres  de  los  Indios,  dice  todo 
lo  contrario  que  el  matemático  Francés. 

La  embriaguez  es  el  vicio  dominante  de  aquellas  naciones.  Asi  lo 
confieso  ingenuamente  en  el  libro  i  de  esta  Historia,  esponiendo  sus 
exesos,  y  señalando  sus  causas:  pero  añado  que  no  era  asi  en  los 
paises  de  iínahuac  antes  que  los  ocupasen  los  Españoles,  por  el 
gran  rigor  con  que  se  castigaba  aquel  vicio,  el  cual  queda  impune 
en  la  mayor  parte  de  los  paises  del  antiguo  continente,  o  mas  bien 
sirve  de  escusa  a  otros  delitos  mas  graves.  Los  escritoras  que  inves- 
tigaron el  gobierno  politico  de  los  Megicanos  citan  las  leyes  severas 
que  habia  contra  la  embriaguez  tanto  en  Megico,  como  en  Tezcuco, 
Tlascala,  y  otros  estados,   según   lo  representan  sus  pinturas.     La 

*  Las  Casas  en  su  memorial  a  Felipe  II,  intitulado  Destrucción  de  los  Indios, 
afirma  que  el  comer  de  los  Indios  es  tal,  que  el  de  los  antiguos  Padres  de  la 
Tebaida  no  podía  ser  ni  menos  sabroso,  ni  mas  escaso,  ni  mas  miserable.  Garcés 
en  su  carta  a  Paulo  III  dice,  que  no  es  posible  dar  una  idea  exacta  de  su  sobrie- 
dad. El  conquistador  anónimo  dice  que  no  liai  pueblo  que  se  mantenga  con 
menos  que  el  Americano.  Asi  hablan  todos  los  testigos  oculares  de  sus  costum- 
bres. Por  Torquemada  sabemos  que  los  primeros  abstinentísimos  relijjiosos  que 
anunciaron  el  Evangelio  a  los  Megicanos  tubieron  mucho  que  aprender,  y  no 
poco  que  admirar  de  su  moderación  en  comer. 


342  HISTORIA   ANTIGUA    DE    MEGICO. 

LXIII  de  la  colección  de  Mendoza  representa  dos  jóvenes  de  ambos 
sexos,  condenados  a  muerte  por  haberse  embriagado,  y  un  anciano 
septuagenario,  a  quien  la  lei,  en  consideración  a  su  edad,  permitía 
beber  cuanto  apetecía.  Pocos  estados  se  hallarán  en  el  mundo  en 
qué  haya  sido  mayor  el  celo  de  los  soberanos  en  la  corrección  de  esta 
clase  de  exesos. 

También  he  refutado,  en  dicho  libro  i  de  mi  historia,  el  error 
común  acerca  de  la  ingratitud  de  los  Americanos  :  mas,  como  todo 
lo  que  alli  he  dicho  no  bastará  a  convencer  a  los  que  están  prevenidos 
contra  ellos,  quiero  citar  aqui  un  singular  egemplo  de  gratitud,  que 
bastará  a  disipar  la  opinión  contraria.  El  año  de  1556  murió  en 
Uruapa,  pueblo  considerable  de  Michuacan,  visitando  su  diócesis  a  la 
edad  de  95  años,  el  célebre  Vasco  de  Quiroga,  fundador,  y  primer 
obispo  de  aquella  iglesia,  el  cual,  a  egemplo  de  S.  Ambrosio,  pasó  de 
la  judicatura  civil  a  la  dignidad  episcopal.  Este  insigne  prelado, 
digno  de  compararse  a  los  primeros  padres  del  Cristianismo,  trabajó 
infinito  en  favor  de  los  Michuacaneses,  instruyéndolos  como  apóstol, 
y  amándolos  como  padre;  construyó  temólos;  fundó  hospitales,  y 
señaló  a  cada  lugar  de  Indios  un  ramo  principal  de  comercio,  a  fin 
de  que  su  reciproca  dependencia  los  tubiese  unidos  con  los  vincules 
de  la  caridad,  y  de  este  modo  se  perfeccionasen  en  las  artes,  y  a 
nadie  faltasen  recursos  para  vivir.  La  memoria  de  tantos  beneficios 
se  conserva  tan  viva  en  aquellos  naturales,  después  de  pasados  dos 
siglos,  como  si  todavia  viviese  su  bienhechor.  El  primer  cuidado  que 
tienen  las  Indias,  cuando  sus  hijos  empiezan  a  hacer  usí^de  la  razón, 
es  el  de  hablarles  de  Tata  Don  Vasco  (asi  lo  llaman  todavia  por  el 
amor  filial  que  le  conservan),  declarándoles  lo  que  hizo  en  favor  de  su 
nación,  enseñándoles  su  retrato,  y  acostumbrándolos  a  no  pasar  nunca 
delante  de  él,  sin  arrodillarse.  Ademas  de  esto  fundó  aquel  gran 
prelado  por  los  años  de  1540,  un  seminario  en  la  ciudad  de  Pazcuaro, 
para  la  instrucción  de  la  juventud,  y  encargó  a  los  Indios  de  Santa 
Fé  (pueblo  fundado  por  él  mismo  en  las  orillas  del  lago  de  Pazcuaro) 
que  enviasen  cada  semana  un  hombre  a  servir  a  los  seminaristas. 
Fue  puntualmente  obedecido,  y  hasta  hoi,  después  de  mas  de  230 
años,  y  mas,  no  ha  faltado  nunca  el  Indio  a  quien  toca  desempeñar 
aquellas  funciones,  sin  haber  sido  jamas  necesario  llamarlos,  ni  cons- 
treñirlos, pues  tienen  empeño  en  corresponder  de  este  modo  a  los 
grandes  bienes  que  les  hizo  aquel  pastor  incomparable.  Poseen  en  la 
ciudad  de  Pazcuaro  sus  huesos,  con  tal  veneración,  que  una  vez  que 
pensó  en  transferirlos  a  Valladolid  el  cabildo  de  aquella  catedral,  se 


CONSTITUCIÓN  FÍSICA  Y   MORAL  DK  LOS  MEGICANOS.        343 

inquietaron  los  Indios,  y  se  disponian  a  impedirlo  con  la  fuerza,  como 
hubiera  sucedido,  a  no  haber  renunciado  el  cabildo  a  su  proyecto,  por 
evitar  los  desordenes  que  se  apercibian.  ¿  Puede  darse  una  prueba 
mas  positiva  de  la  gratitud  de  una  nación?  Semejantes  demostra- 
ciones han  hecho  los  Indios  en  muchos  pueblos  de  aquellos  paises,  a 
fin  de  retener  en  ellos  a  los  misioneros  que  los  habian  adoctrinado  en 
la  fe.  Las  ocurrencias  de  esta  clase  que  sucedieron  en  los  dos  siglos 
pasados  pueden  verse  en  el  tomo  iii  de  Torquemada,  y  en  el  Teatro 
Megicano  de  Betancourt.  De  las  de  nuestros  tiempos,  aun  viven 
muchos  testigos  oculares,  y  yo  soi  uno  de  ellos.  Si  a  veces  no  se 
muestran  agradecidos  los  Indios  a  sus  bienhechores,  es  por  que  los 
continuos  males  que  padecen  les  hacen  sospechosos  los  beneficios :  pero 
cuando  están  seguros  de  la  sincera  benevolencia  del  que  los  favorece, 
son  capaces  de  sacrificar  cuanto  poseen  a  la  gratitud,  como  saben  to- 
dos los  que  han  vivido  entre  ellos,  y  los  han  observado  sin  preocu- 
pación. 

Pero  la  mayor  injuria  que  Mr.  de  Paw  hace  a  los  Americanos  es  la 
de  afirmar  que  "  la  pederastía  estaba  en  gran  uso  en  aquellas  islas,  en 
el  Perú,  en  Megico,  y  eíi  todo  el  continente.  No  sé  como,  después 
de  haber  estampado  tan  atroz  calumnia,  se  atrevió  a  decir,  como  dice 
en  su  respuesta  a  Pernety,  que  toda  su  obra  de  las  Investigaciones 
respira  humanidad.  ¿Es  humanidad  infamar  a  todas  las  naciones  del 
Nuevo  Mundo,  echándoles  en  cara  un  vicio  tan  vil,  y  tan  vergon- 
zoso ?  ¿Es  humanidad  su  colera  contra  Garcilaso  por  que  defiende  a 
los  Peruanips  de  aquella  imputación?  Aunque  hubiese  graves  autores 
que  atribuyesen  tan  torpe  delito  a  todos  los  pueblos  Americanos,  > 
siendo,  como  en  efecto,  son  muchos  los  autores  graves  que  aseguran 
todo  lo  contrario,  debia  Mr.  de  Paw,  según  las  leyes  de  la  humanidad, 
abstenerse  de  una  acusación  de  tan  graves  consecuencias,  especial- 
mente cuando  no  hai  un  solo  autor  digno  de  crédito  en  cuya  autoridad 
pueda  fundarse  la  generalidad  de  su  proposición.  Hallará  quizas  al- 
gunos escritores,  como  el  conquistador  anónimo.  Gomara,  y  Herrera 
que  han  achacado  aquel  vicio  a  algunos  Americanos,  o  cuando  mas  a 
algún  pueblo  de  America :  pero  ¿donde  hallará  un  escritor  de  nota 
que  haya  osado  decir  "  que  la  pederastía  estaba  en  gran  uso  en  las 
islas,  en  el  Perú,  en  Megico,  y  en  todo  el  Nuevo  Mundo  ?"  Antes 
bien  todos  los  historiadores  de  Megico  declaran  a  una  voz  que  las 
naciones  Megicanas  detestaban  aquel  vicio,  y  citan  las  penas  terribles 
con  que  lo  castigaban  las  leyes,  como  puede  verse  en  las  obras  de 
Gomara,  Torquemada,  Betancourt,  y  otros.     Las  Casas  asegura,  en 


344  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGKJO. 

SU  escrito  presentado  a  Carlos  V,  en  1542,  que  habiendo  hecho  dili- 
gentes averiguaciones  en  las  islas  Española,  Cuba,  Jamaica,  Puerto 
Rico,  y  Lucayas,  halló  que  no  habia  memoria  de  semejante  delito  en 
aquellas  naciones.  Lo  mismo  afirma  del  Perú,  de  Yucatán,  de  todos 
los  paises  de  America  en  general,  exeptuando  tan  solo  tal  cual  pue- 
blo, según  sus  espresiones,  en  que  hai  algunos  culpables ;  "  mas  no 
por  esto,  añade,  debe  inculparse  todo  aquel  Mundo  *."  ¿  Quien  pues 
ha  autorizado  a  Mr.  de  Paw  para  vilipendiar  en  asunto  tan  grave  a 
todo  un  continente?  Aunque  los  Americanos  fuesen,  como  él  su- 
pone, hombres  sin  honor,  y  sin  vergüenza,  las  leyes  de  la  humanidad 
exigen,  a  lo  menos,  que  no  se  los  calumnie.  A  tamaños  exesos  lo 
conduce  aquel  ridiculo  empeño  de  envilecer  a  la  America,  y  tales  son 
las  consecuencias  de  su  perversa  lógica,  con  la  que  deduce  muchas 
veces,  según  hemos  demostrado,  proposiciones  generales,  de  premisas 
particulares,  y  de  hechos  aislados.  Si  por  que  los  Panuqueses,  u 
otros  pueblos  Americanos,  estaban  infestados  de  aquel  vicio,  es  licito 
decir  que  era  común  a  toda  la  America,  también  podran  los  Americanos 
infamar  con  igual  imputación  a  todo  el  antiguo  continente,  sabiendo 
que  la  pederastia  estaba  mui  en  uso  en  algiHios  pueblos  antiguos  del 
Asia,  y  mucho  mas  entre  los  Griegos,  y  los  Romanos.  Ademas  de 
que  no  se  sabe  que  en  America  haya  en  la  actualidad  pueblo  alguno 
contaminado  con  aquella  peste  moral :  y  por  el  contrario  sabemos  por 
deposición  de  muchos  autores,  que  algunos  pueblos  del  Asia  no  han 
renunciado  a  ella,  y  que  aun  en  la  Europa  misma,   si  es  cierto  lo  que 

dicen  Locke,  y  Mr.  de  Paw,  es  común  entre  los  Turcos  Santones, 

.  .  .  ^ 

otro  vicio  mas  execrable  del  mismo  genero,  y  que  en  lugar  de  ser 

castigados   los    que   lo   practican,    son   reputados   generalmente    por 

santos,  y  todos  los  Turcos  les  prodigan  las  mayores  demonstracioues 

de  respecto,  y  veneración. 

El  suicidio  es  otra  de  las  enormidades  que  Mr.  de  Paw  achaca  a 

*  "  Los  Españoles  (dice  Las  Casas  hablando  de  algunos,  y  no  de  todos)  han 
infamado  a  los  Indios  con  los  mayores  delitos,  no  por  otra  razón  que  por  sus  in- 
tereses personales.  Desde  que  echaron  de  ver  cuan  fácil  era  enriquecerse  a  costa 
de  los  bienes,  y  de  las  personas  de  los  Indios,  los  han  acusados  mil  veces  de  estar 
jnfestados  con  el  vicio  de  sodomía :  pero  esta  acusación  es  una  gran  maldad,  y 
perversidad  de  los  acusadores  :  pues  en  todas  las  grandes  islas  Española,  Cuba, 
San  Juan,  Jamaica,  y  en  60  islas  Lucayas,  en  que  habia  pueblos  numerosos,  no 
hai  memoria  de  semejante  vicio,  como  yo  puedo  atestiguar  habiendo  hecho  desde 
el  principio  grandes  investigaciones  sobre  el  asunto.  Ni  tampoco  se  halló  este 
vicio  en  Perú,  ni  en  Yucatán,  y  asi  generalmente  en  ninguna  parte,  exepto  en 
algiuios  lugares,  en  que  dicen  que  habia  algunos  que  1q  practicaban." 


CONSTITUCIÓN  FÍSICA  Y  MORAL  DK  LOS  MEGICANOS.       345 

los  obgetos  de  su  encarnizado  odio.  Es  cierto  que  en  tiempo  de  la 
conquista  hubo  muchos  que  se  ahorcaron,  se  precipitaron,  o  por  medio 
de  un  hambre  voluntaria  pusieron  fin  a  su  amarga  existencia:  pero 
¿  qué  estrafio  es  que  unos  hombres  privados  de  las  luces  de  la  religión, 
y  desesperados  por  las  intolerables  vejaciones  que  les  hacian  sufrir  los 
conquistadores,  hiciesen  lo  que  tan  frecuentemente  hacian  los  Griegos, 
los  Romanos,  y  los  Españoles  antiguos,  y  lo  que  hacen  los  Ingle- 
ses, los  Franceses,  y  los  Japoneses  modernos,  por  el  mas  leve  motivo, 
por  un  capricho,  o  por  una  idea  ridicula  de  honor*?  ¿Cual  es  el 
Europeo  que  puede  echar  en  cara  el  suicidio  a  los  Americanos,  en  un 
siglo  en  que  se  ha  hecho  moda  en  Inglaterra,  y  en  Francia  f,  y  en 
que,  borrando  de  la  mente  las  ideas  mas  justas  que  recibimos  de  la 
Naturaleza,  y  de  la  Religión,  se  inventan  razones,  y  se  publican  libros 
para  justificarlo  ?  ¡  Tan  grande  es  el  empeño  de  ultrajar  a  la  Ameri- 
ca, y  a  los  Americanos ! 

El  mismo  ahinco  tubo  sin  duda  el  Español,  cualquiera  que  sea, 
que  ordenó  el  Índice  general  de  las  Decadas  del  Cronista  Herrera, 
imputando  inconsideradamente  a  todos  los  Americanos  lo  que  Her- 
rera dice  de  algunos  individuos,  con  varias  exepciones.  Quiero  co- 
piar aqui  lo  que  se  lee  en  aquel  Índice  para  que  se  averguencen  los 
hombres  de  escribir  tales  despropósitos.  "  Los  Indios,  dice,  son 
harto  perezosos,  viciosísimos,  grandes  borrachos  por  genio,  estafa- 
dores, débiles,  embusteros,  enredadores,  novadores,  inconstantes, 
ligeros,  cobardes,  inmundos,  sediciosos,  ladrones,  ingratos,  incorregi- 
bles, vengeáivos  mas  que  ninguna  otra  nación;  de  tan  grosera  masa 
que  se  duda  si  son  racionales;  barbaros,  bestiales,  gobernados  por 
sus  apetitos  como  los  brutos,  &c."  Este  mismo  es  el  lenguage  de 
Mr.  de  Paw,  y  de  otros  muchos  humanísimos  Europeos :  de  modo 
que  parece  que  estos  hombres  no  se  creen  obligados,  para  con  el 
Nuevo  Mundo,  a  respetar  la  verdad,  ni  a  observar  las  leyes  de  la 
caridad  fraterna,  publicadas  por  el  Hijo  de  Dios  en  el  Mundo 
Antiguo. 

Pero  sí  un  Americano  dotado  de  mediano  ingenio,  y  de  alguna 
erudición,  quisiera  pagar  en  la  misma  moneda  a  los  mencionados  es 

*  Entre  las  muchas,  y  memorables  estravagancias  de  los  que  en  estos  últimos 
tiempos  se  han  suicidado  en  Inglaterra,  sé  por  persona  que  se  hallaba  a  la  sazón 
en  Londres,  que  uno  que  se  mató  en  aquella  capital,  dejó  escrito  no  tener  otro 
motivo  para  dejar  la  vida  que  el  deseo  de  ahorrarse  la  molestia  de  vestirse  y  des- 
nudarse diariamente. 

t  Consta  que  en  Paris  ha  habido  año  de  150  suicidios. 


346  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

critores  (como  hemos  dicho  del  filosofo  Guineo)  le  seria  fácil  com- 
poner una  obra  con  el  titulo  de  Investigaciones  Filosóficas  sobre  los 
habitantes  del  antiguo  continente.  Observando  el  mismo  método  de 
su  predecesor,  recogería  cuanto  hallase  escrito  sobre  los  paisas  este- 
riles  del  Mundo  Antiguo,  sus  montes  inaccesibles,  sus  llanuras  panta- 
nosas, sus  bosques  impenetrables,  sus  desiertos  arenosos,  y  sus  malé- 
ficos climas ;  de  los  reptiles  asquerosos,  y  malignos,  de  las  culebras, 
de  los  sapos,  de  los  escorpiones,  de  las  hormigas,  de  las  arañas,  de 
los  ciento-pies,  de  los  escarabajos,  de  las  chinches,  y  de  los  piojos ;  de 
los  cuadrúpedos  irregulares,  chicos,  rabones,  defectuosos,  y  pusilá- 
nimes ;  de  los  hombres  degenerados,  descoloridos,  despropocionados 
en  la  estatura,  diformes  en  las  facciones,  débiles  de  complexión,  apo- 
cados de  animo,  obtusos  de  ingenio,  y  crueles  de  Índole.  Cuando 
llegase  al  capitulo  de  los  vicios  ¡  qué  inmensa  copia  de  materiales  no 
podria  reunir !  ¡  Cuantos  egemplos  de  bageza,  de  perfidia,  de  cruel- 
dad, de  superstición,  de  disolución,  de  hipocresía !  La  Historia  del 
pueblo  Romano,  la  nación  mas  célebre  del  Mundo  Antiguo,  le  su- 
ministraría por  si  sola  una  cantidad  increíble  de  las  mas  horrendas 
maldades.  Bien  echaría  de  ver  que  aquellos  defectos,  y  estos  vicios 
no  eran  comunes  a  todos  los  países,  ni  a  todos  los  habitantes  de 
aquella  parte  del  globo :  pero  no  importa,  si  había  de  seguir  por 
modelo  a  Mr.  de  Paw,  y  servirse  de  su  lógica.  Esta  obra  seria 
mucho  mas  apreciable,  y  mas  digna  de  crédito  que  la  de  Mr.  de  Paw, 
pues  si  este  filosofo  no  cita  contra  la  America,  y  contra  los  Americanos 
si  no  autores  Europeos,  nuestro  investigador  Americancí  no  echaría 
mano  si  no  de  autores  nacidos  en  el  mismo  continente  contra  el  cual 
dirígiria  sus  ataques. 


DISERTACIÓN  VI, 


CULTURA  DE  LOS  MEGICANOS. 

Siempre  enfurecido  contra  el  Nuevo  Mundo,  Mr.  de  Paw  llama 
barbaros  y  salvages  a  todos  los  Americanos,  y  los  juzga  inferiores  en 
sagacidad  e  industria  a  los  pueblos  mas  toscos,  y  groseros  del  antiguo 
continente.  Si  se  hubiese  satisfecho  con  decir  que  las  naciones  Ame- 
ricanas eran  en  gran  parte  incultas,  barbaras,  y  brutales  en  sus  cos- 
tumbres, como  fueron  antiguamente  muchas  naciones  de  las  que  ahora 
son  las  mas  cultas  de  Europa,  y  como  son  en  la  actualidad  muchos 
pueblos  de  Asia,  de  África,  y  de  la  Europa  misma ;  que  sus  artes  no 
estaban  tan  perfeccionadas,  ni  sus  leyes  eran  tan  buenas,  ni  tan  bien 
ordenadas ;  que  sus  sacrificios  eran  inhumanos,  y  algunos  de  sus  usos 
estravagantes,  no  podríamos  ciertamente  contradecirlo.  Pero  tratar 
a  los  Megicanos,  y  a  los  Peruanos,  como  a  los  Caribes,  y  a  los  Iro- 
queses ;  colocar  en  la  misma  linea  su  industria,  desacreditar  sus  leyes, 
despreciar  sus  artes,  y  poner  aquellas  activas,  y  laboriosas  naciones  en 
el  mismo  pie  que  los  pueblos  mas  toscos  del  antiguo  continente  ¿  no 
es  esto  obs^tinarse  en  el  empeño  de  envilecer  al  Nuevo  Mundo,  y  a  sus 
habitantes,  en  lugar  de  buscar  la  verdad,  como  parece  prometerlo  el 
titulo  de  Investigaciones  filosóficas? 

Llamamos  hoi  barbaros,  y  salvages  a  los  hombres,  que,  conducidos 
mas  bien  por  el  Ímpetu  de  los  apetitos  naturales,  que  por  los  dictados 
de  la  razón,  ni  viven  congregados  en  sociedad,  ni  tienen  leyes  para  su 
gobierno,  ni  jueces  que  decidan  sus  derechos,  ni  superiores  que  velen 
su  conducta ;  ni  egercitan  las  artes  necesarias  para  remediar  las  mise- 
rias de  la  vida :  en  fin  los  que  no  tienen  idea  de  la  Divinidad,  o  a  lo 
menos  carecen  de  un  culto  establecido  para  honrarla.  Los  Megicanos, 
todas  las  naciones  de  Anahuac,  y  los  Peruanos  reconocían  un  Ser  Su- 
premo, y  omnipotente,  aunque  su  creencia  era,  como  la  de  otros  muchos 
pueblos  idólatras,  un  tegido  de  errores,  y  supersticiones.  Tenían  sin 
embargo  un  sistema  fijo  de  religión  ;  sacerdotes,  templos,  y  sacrificios ; 
ritos  encaminados  al  culto  uniforme  de  la  Divinidad.  Tenían  reyes, 
gobernadores,  y  magistrados ;   ciudades,  y  poblaciones  tan  grandes,  y 


348  HISTORIA    ANTIGUA    DE  MEGICO. 

tan  bien  ordenadas,  como  bare  ver  en  otra  disertación.  Tenian  leyes 
y  costumbres,  de  cuya  observancia  cuidaban  las  autoridades  públicas. 
Egercian  el  comercio,  y  se  esmeraban  en  hacer  respetar  la  equidad,  y 
la  justicia  en  sus  tratos.  Sus  tierras  estaban  distribuidas,  y  asegura- 
das a  cada  uno  la  propiedad,  y  la  posesión  de  su  terreno.  Practicaban 
la  agricultura,  y  las  otras  artes,  no  solo  las  necesarias  a  la  vida,  si  no 
también  las  de  deleite,  y  lujo.  ¿  Qué  mas  se  requiere  para  sacar  a 
una  nación  del  catalogo  de  las  barbaras,  y  salvages  ?  "  La  moneda, 
responde  Mr,  de  Paw ;  el  uso  del  hierro,  el  arte  de  escribir,  el  de 
construir  navios,  y  puentes  de  piedra,  y  el  de  hacer  cal.  Sus  artes 
eran  imperfectas,  y  toscas ;  sus  lenguas  escasisimas  de  voces  numerales, 
y  de  termines  capaces  de  espresar  las  ideas  universales ;  se  puede 
decir  que  casi  no  tenian  leyes,  por  que  no  puede  haberlas  donde  reinan 
la  anarquía,  y  el  despotismo."  Cada  uno  de  estos  artículos  exige  un 
examen  particular. 

Moneda. 
Mr.  de  Paw  decide  que  ninguna  nación  de  America  era  culta,  y 
civilizada,  por  que  ninguna  usaba  de  moneda,  y  para  probar  la  exac- 
titud de  su  consecuencia,  alega  un  pasage  de  Montesquieu.  "  Ha- 
biendo naufragado  Aristipo,  dice  este  escritor,  se  salvó  a  nado  en  una 
playa,  y  al  ver  delineadas  en  la  arena  unas  figuras  de  geometría,  se 
llenó  de  jubilo,  conociendo  que  habia  llegado  a  un  pueblo  Griego,  y 
no  a  una  borde  barbara.  Imaginaos  que  llegáis  por  acaso  a  un  pais  des- 
conocido ;  si  encontráis  alguna  moneda,  no  dudéis  que  «.tais  en  un 
pais  culto."  Pero  si  Montesquieu  infirió  sensatamente  la  cultura  de  un 
pueblo  del  uso  de  la  moneda,  Mr.  de  Paw  infiere  mui  insensatamente 
de  la  falta  de  moneda,  la  falta  de  cultura.  Si  por  moneda  se  entiende 
un  pedazo  de  metal  acuñado  con  el  busto  del  rei,  o  con  un  sello  o 
signo  publico,  es  cierto  que  su  falta  no  supone  barbarie  en  una  nación. 
**  Los  Atenienses,  dice  el  mismo  Montesquieu,  por  que  no  hacian  uso 
de  los  metales,  se  servían  de  bueyes  en  lugar  de  moneda,  como  los 
Romanos  de  ovejas :"  de  donde  viene  el  nombre  de  pecunia,  pues  en 
la  primera  moneda  acuñada  de  los  Romanos,  se  puso  la  imagen  de  la 
oveja,  en  recuerdo  del  obgeto  que  habia  servido  antes  para  sus  contra- 
tos. Los  Griegos  eran  sin  duda  una  nación  bastante  culta  en  tiempo  de 
Homero,  pues  no  era  posible  que  en  un  pueblo  inculto  se  alzase  un  hom- 
bre capaz  de  componer  la  Iliada,  y  la  Odisea,  poemas  inmortales,  que 
después  de  veinte  y  siete  siglos,  no  cesan  de  ser  admirados,  aunque 
nadie  ha  sido  parte  a  imitarlos  todavía.      Y  sin  embargo  los  Griegos 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  Q4S$^ 

de  aquellos  tiempos  no  conocían  la  moneda  acuñada,  como  se  echa  de 
ver  en  las  obras  mismas  de  aquel  poeta,  el  cual  cuando  quiere  signifi- 
car el  valor  de  alguna  cosa,  no  lo  espresa  de  otro  modo  que  por  el 
numero  de  bueyes,  o  de  ovejas  que  valia.  Asi  es  como  en  el  lib.  vii 
de  la  liiada  dice  que  Glauco  dio  sus  armas  de  oro,  que  valian  100 
bueyes,  por  las  de  Diomedes,  que  eran  de  cobre,  y  no  valian  mas  que 
nueve.  Donde  quiera  que  habla  de  algún  obgeto  adquirido  por  con- 
trato, se  espresa  en  términos  de  cambio  o  permuta.  Por  esto  en  la 
antigua  controversia  sucitada  entre  las  dos  sectas  de  jurisconsultos, 
Sabiuianos,  y  Proculianos,  los  primeros  sostenian  que  podia  haber  ver- 
dadera compra,  y  venta,  sin  precio,  y  en  su  apoyo  citaban  ciertos  ver- 
sos de  Homero,  en  que  se  llama  compra,  y  venta,  lo  que  no  era  real- 
mente mas  que  el  cambio  de  una  cosa  por  otra.  Los  Lacedemonios 
eran  un  pueblo  civilizado  de  Grecia,  sin  embargo  de  carecer  de  mone- 
da, pues  una  de  las  leyes  fundamentales  de  Licurgo  era  que  no  se 
comerciase  de  otro  modo  que  por  permutas  *.  Los  Romanos  no  tu- 
bieron  moneda  acuñada  hasta  los  tiempos  de  Servio  Tulio ;  ni  los 
Persas,  hasta  el  reinado  de  Dario  Histaspes,  y  nadie  habrá  que  llame 
barbaros  a  unos,  y  a  otri^  en  los  tiempos  que  precedieron  a  aquellas 
dos  épocas.  Los  Hebreos  estaban  civilizados,  a  lo  menos  desde  el 
tiempo  de  sus  jueces,  y  no  sabemos  que  conociesen  la  moneda  hasta 
los  de  los  Macabeos.  Luego  la  falta  de  moneda  acuñada  no  es  prueba 
de  barbarie. 

Si  por  moneda  se  entiende  un  signo  representativo  del  valor  de 
todas  las  c^sas,  como  la  define  el  mismo  Montesquieu,  es  cierto  e  indu- 
dable que  los  Megicanos,  y  todas  las  naciones  de  Anahuac,  exepto  los 
barbaros  Chichimecos,  y  Otomites,  se  servían  de  moneda  en  su  trafico. 
¿  Qué  otra  cosa  era  el  cacao,  que  constantemente  empleaban  en  el  mer- 
cado, para  adquirir  lo  que  necesitaban,  si  no  un  signo  representativo  de 
todas  las  cosas  que  se  adq^uirian  por  su  medio  ?  El  cacao  tenia  su  valor 
fijo;  se  daba  por  numero,  y  para  ahorrarse  el  trabajo  de  contar,  cuan- 
do la  mercancía  importaba  un  gran  numero  de  almendras,  ya  se  sabia 
que  cada  saco  de  cierto  tamaño,  contenia  tres  giquipillis,  o  24,000 
almendras.  ¿Y  quien  no  confesará  que  el  cacao  es  mucho  mas  conve- 
niente para  signo  representativo  que  los  bueyes,  y  las  ovejas  de  que 
se  servían  los  Griegos,  y  los  Romanos,  y  la  sal  que  en  la  actuahdad 
tiene  el  mismo  uso  entre  los  Abisinios  ?  Con  un  buei,  o  con  una  oveja 
no  se  puede  adquirir  un  obgeto  de  poco  valor,  y  cualquiera  enferme- 
dad, o  accidente  que  les  sobreviniese,  podia  empobrecer  fácilmente  al 

*  "  Emi  singula,  non  pecunia,  sed  compensatione  mercium  jussit." 

JUSTIN,  lib.  iü. 


350  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

que  no  tenia  otro  capital.  "  Emplease  el  metal  en  la  moneda,  dice 
Montesquieu,  a  fin  de  que  el  signo  sea  mas  durable.  La  sal  de  que 
se  sirven  los  Abisinios  tiene  el  inconveniente  de  una  diminución  pro- 
gresiva ;"  el  cacao  por  el  contrario  podia  servir  para  toda  especie  de 
valores,  se  transportaba,  y  custodiaba  mas  fácilmente,  y  se  conserva- 
ba, con  menos  peligro,  y  sin  necesidad  de  tantas  precauciones. 

El  uso  del  cacao  en  el  trafico  de  aquellos  naciones,  podra  parecer 
a  algunos  un  verdadero  cambio :  mas  no  era  asi ;  pues  habiendo  varias 
especies  de  cacao,  no  usaban  como  moneda  el  llamado  tlalcacahuatl,  o 
cacao  menudo,  con  que  hacian  sus  bebidas  ordinarias,  sino  mas  bien  otras 
especies  mas  comunes,  y  menos  aptas  para  servir  de  alimento,  las 
cuales  corrían  de  mano  en  mano,  y  casi  no  se  aplicaban  a  otro  fin  que 
a  las  transacciones  mercantiles.  De  esta  especie  de  moneda  hacen 
mención  todos  los  historiadores  de  Megico,  tanto  Españoles  como  In- 
dios. De  las  otras  cuatro  especies,  mencionadas  en  el  libro  vii  de  esta 
Historia,  hablan  Cortés,  y  Torquemada.  Cortés  afirma  en  su  ultima 
carta  al  emperador  Carlos  V,  que  habiendo  hecho  muchas  indagaciones, 
acerca  del  comercio  de  aquellas  gentes,  halló  que  en  Tlachco,  y  en 
otras  provincias  se  servían  de  moneda.  Si  fto  hubiese  oido  hablar  de 
moneda  acuñada,  no  habría  limitado  su  uso  a  Tlachco,  y  a  otras  pro- 
vincias: pues  bien  sabia,  sin  necesidad  de  hacer  nuevas  investigaciones, 
que  en  los  mercados  de  Megico,  y  de  Tlascala,  a  los  que  muchas  veces 
habia  concurrido,  se  servían,  como  de  moneda,  del  cacao,  de  unos  pe- 
dazos de  tela  de  algodón,  que  llamaban  Patolquachtli,  y  del  oro  en 
polvo,  puesto  en  plumas  de  añade.  Yo  sospecho,  sin  en^bargo  de  lo 
que  he  dicho  en  aquella  parte  de  mi  historia,  que  habia  verdadera  mo- 
neda acuñada,  y  que  tanto  aquellas  piezas  delgadas  de  estaño,  de  que 
habla  Cortés,  como  las  de-cobre,  hechas  en  forma  de  T,  que  menciona 
Torquemada*  tenian  algún  sello  o  señal,  autorizada  por  el  rei,  o  por 
los  señores  feudatarios. 

Para  evitar  toda  fraude  en  el  comercio,  nada  podia  venderse  fuera 
del  mercado,  si  no  es  los  comestibles  ordinarios,  y  en  aquel  sitio 
como  ya  he  dicho,  y  como  consta  por  testigos  oculares,  reinaba  el 
mejor  orden  que  puede  imaginarse.  Habia  medidas  prescritas  por 
ios  magistrados  ;  comisaríos  que  giraban  por  todas  partes  observando 
cuanto  ocurría,  y  jueces  de  comercio,  encargados  en  conocer  en  todos 
los  pleitos  que  su  sucitaban  entre  los  comerciantes,  y  en  castigar  los 
delitos  que  se  cometian  en  el  mercado.     ¡  Y  en  vista  de  todos  estos 

*  En  la  misma  capital  de  Megico,  en  que  se  acuñan  hoi  18,  o  20,000,000  de 
pesos  al  año,  en  oro,  y  plata,  emplea  todavía  la  gente  pobre  el  cacao  para  com- 
prar algunas  frioleras  en  el  mercado. 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  351 

datos  babra  quien  diga  que  los  Megicanos  eran  inferiores  en  industria 
a  los  pueblos  mas  groseros  del  antiguo  continente,  entre  los  cuales  hai 
algunos  tan  embrutecidos,  y  obstinados  eii  su  barbarie,  que  no  ha 
bastado  en  tantos  siglos  el  egemplo  de  las  otras  naciones  para  darles  a 
conocer  las  ventajas  de  la  moneda ! 

Uso  del  Hierrch 

El  uso  del  hierro  es  una  de  aquellas  circunstancias  que  Mr.  de  Paw 
exige  para  llamar  culta  a  una  nación ;  y  por  falta  de  ella  cree  bar- 
baros a  todos  los  Americanos.  Asi  que,  si  Dios  no  hubiese  formado 
aquel  metal  en  las  entrañas  de  la  tierra,  todo  el  genero  humano 
merecería  el  titulo  de  bárbaro,  según  el  modo  de  raciocinar  de  aquel 
filosofo.  Pero  en  la  misma  parte  de  su  obra,  en  que  echa  mano  de 
este  argumento  contra  los  Americanos,  nos  suministra  todos  los  ma- 
teriales que  se  podían  apetecer  para  rebatirlo.  Afirma  "  que  en  todo 
el  territorio  de  America  se  hallan  pocas  minas  de  hierro,  y  el  que  hai 
es  de  tan  inferior  calidad  al  del  antiguo  continente,  que  apenas  se 
puede  emplear  en  hacer  clavos ;  que  los  Americanos  poseían  el 
secreto,  perdido  en  el  antiguo  continente  de  dar  al  cobre  un  temple 
igual  al  del  acero  ;  que  Mr.  Godin  mandó  en  1727  (quiere  decir  en 
1747,  pues  en  1727  aun  no  habia  ido  Mr.  Godin  al  Perú)  al  Conde 
de  Maurepas  una  segur  vieja  de  cobre  peruano,  endurecido,  y  que 
habiéndola  observado  el  Conde  de  Caylus,  declaró  que  casi  era  igual 
en  dureza  a  las  armas  antiguas  de  cobre,  de  que  se  servían  los 
Griegos,  j^los  Romanos,  los  cuales  no  empleaban  el  hierro  en  muchos 
usos  a  qué  nosotros  lo  aplicamos  en  la  actualidad,  o  por  que  entonces 
era  mas  escaso,  o  por  que  sabian  templar  mejor  el  cobre,  que  el 
acero."  Finalmente  añade  que  el  Conde  de  Caylus  admirado  de  la 
perfección  de  aquel  trabajo,  se  persuadió  (engañado  por  el  mismo 
Mr.  de  Paw)  que  la  segur  no  era  obra  de  aquellos  Peruanos  embru- 
tecidos, que  los  Españoles  encontraron  en  tiempo  de  la  conquista,  si 
no  de  otra  nación  mas  antigua,  y  mas  industriosa. 

De  todo  esto  que  dice  el  investigador,  saco  yo  cuatro  consecuencias 
importantes :  1.  Que  los  Americanos  tubieron  el  honor  de  imitar  en 
el  temple  del  cobre  a  las  dos  naciones  mas  célebres  del  antiguo  conti- 
nente. 2.  Que  obraron  sensatamente  en  no  hacer  uso  del  hierro, 
siendo  el  que  tenían  tan  inferior,  que  ni  aun  podía  servir  para  hacer 
clavos,  y  sirviéndose  en  su  lugar  de  un  cobre  al  que  sabian  dar  el 
temple  del  acero.  3.  Que  si  ignoraron  el  arte  comunísimo  de  elaborar 
el  hierro,  poseían  el  singularísimo  de  templar  el  cobre  como  el  acero, 


352  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

que  tjo  haa  sido  parte  a  restaurar  los  filósofos  Europeos  del  siglo 
ilustrado.  4.  Que  tanto  se  engañó  el  Conde  de  Caylus  en  el  juicio 
que  formó  de  los  Peruanos,  cuanto  Mr.  de  Paw  en  el  que  ha  hecho 
de  todos  los  pueblos  de  America.  Tales  son  las  consecuencias  legiti- 
mas que  deben  deducirse  de  la  doctrina  de  nuestro  filosofo  sobre  el 
uso  del  hierro,  y  no  la  falta  de  industria  que  es  la  que  él  infiere. 
Quisiera  preguntarle  si  se  necesita  mayor  industria  para  trabajar  el 
hierro  como  lo  trabajan  los  Europeos,  que  para  trabajar  sin  hierro  toda 
clase  de  piedras,  y  maderas,  fabricar  muchas  especies  de  armas,  y 
hacer  como  ellos  hacian  los  mas  curiosos  trabajos  de  oro,  plata,  y 
piedras  preciosas.  El  uso  determinado  del  hierro  no  prueba  un  alto 
grado  de  industria  en  las  naciones  Europeas.  Inventado  por  los  pri- 
meros hombres,  fácilmente  pasó  a  sus  decendientes,  y  como  los  Ame- 
ricanos modernos  lo  recibieron  de  los  Europeos,  asi  estos  lo  recibieron 
de  los  Asiáticos.  Los  primeros  pobladores  conocieron  sin  duda  el  uso 
del  hierro  ;  pues  su  invención  es  casi  coetánea  al  principio  del  genero 
humano :  pero  yo  no  dudo  de  la  probabilidad  de  la  congetura  que 
espuse  en  mi  1  Disertación,  a  saber,  que  no  habiendo  hallado  desde 
luego  las  minas  de  aquel  metal  en  los  paises  dái  Norte,  donde  entonces 
se  establecieron,  se  fue  poco  a  poco  estinguiondo  su  memoria,  en  las 
generaciones  sucesivas. 

Pero  finalmente,  si  son  barbaros  los  que  no  conocen  el  uso  del 
hierro  ¿  que  serán  los  que  desconocen  el  del  fuego  ?  Ahora  bien,  en 
toda  la  estension  de  la  America  no  se  ha  encontrado  un  solo  pueblo, 
ni  una  sola  tribu,  por  barbara  que  fuese,  que  no  conocieija,  el  modo 
de  hacer  fuego,  y  el  de  aplicarlo  a  los  usos  comunes  de  la  vida :  pero 
en  el  Mundo  Antiguo  se  han  visto  gentes  tan  estupidas  que  no  tenian 
la  menor  idea  de  la  aplicación  de  aquel  elemento.  Tales  eran  los 
habitantes  de  las  islas  Marianas,  a  los  cuales  era  enteramente  estrafio 
antes  de  la  llegada  de  los  Españoles,  como  lo  testifican  los  historia- 
dores de  aquellos  paises.  Y  con  todo  eso  ¡  querrá  hacernos  creer 
Mr.  de  Paw  que  los  pueblos  Americanos  son  mas  salvages  que  los 
mas  toscos  del  Mundo  Antiguo ! 

Por  lo  demás,  tanto  se  engaña  nuestro  investigador  en  lo  que  dice 
del  hierro  Americano,  como  en  lo  que  piensa  del  cobre.  En  Megico, 
en  Chile,  y  en  otros  muchos  paises  de  America  se  han  descubierto 
innumerables  minas  de  hierro,  de  buena  calidad :  y  si  no  hubiera 
estado  prohibida  su  elaboración,  para  no  perjudicar  al  comercio  de 
España,  podria  la  America  suministrar  a  Europa  todo  el  hierro  de 
que  necesita,  como  hace  con  el  oro,  y  con  la  plata.     Si  Mr.  de  Paw 


CULTURA    DR    LOS    MEGICANOS.  353 

hubiese  sabido  investigar  filosóficamente  las  cosas  de  America,  hubiera 
hallado  en  el  Cronista  Herrera  que  aun  en  la  isla  Española  habia 
hierro  mejor  que  el  de  Biscaya.  También  habria  visto  en  el  mismo 
autor,  que  en  Zacatula,  provincia  marítima  de  Megico,  conocian  dos 
especies  de  cobre :  uno  duro,  de  que  se  servian  en  lugar  de  hierro, 
para  hacer  segures,  hachas,  y  otros  instrumentos  militares,  y  agrícolas, 
y  otro  ordinario,  y  flexible,  que  empleaban  en  ollas,  pucheros,  y  otros 
vasos,  para  los  usos  domésticos  :  asi  que  no  necesitaban  del  ponderado 
secreto  de  los  pueblos  antiguos.  El  amor  a  la  verdad  me  obliga  a 
defender  los  progresos  reales  de  la  industria  Americana,  y  a  rechazítr 
las  invenciones  imaginarias  que  se  atribuyen  a  las  naciones  del  Nuevo 
Mundo.  El  secreto  que  verdaderamente  poseían  era  el  que  men- 
ciona Oviedo,  testigo  ocular,  y  mui  practico,  e  inteligente  en  metales. 
"  Los  Indios,  dice,  saben  dorar  bastante  bien  los  vasos  de  cobre,  o 
de  oro  bajo,  y  les  dan  un  color  tan  exelente,  y  tan  encendido,  que 
parece  oro  de  22  quilates,  y  mas.  Lo  hacen  con  ciertas  yerbas.  Este 
trabajo  tiene  tan  buen  efecto,  que  si  algún  platero  de  España,  o  de 
Italia  poseyese  el  secreto,  no  necesitaba  mas  para  enriquecerse." 

Arte  de  construir  buques^  y  puentes,  y  de  hacer  cal. 
Si  a  otras  naciones  puede  echarse  en  cara  la  ignorancia  de  las 
construcciones  navales,  esta  reconvención  seria  injusta  dirigida  a  los 
Megicanos,  por  que  no  habiéndose  hecho  dueños  de  las  costas  del 
mar,  si  no  en  los  últimos  tiempos  de  su  monarquía,  no  tubieron 
necesidad,  r»^  ocasión  de  pensar  en  aquel  adelanto.  ^  los  pueblos 
que  ocupaban  las  playas  de  ambos  mares,  antes  que  llegasen  a  ellas 
los  Megicanos,  bastaban  aquellas  barcas  de  que  se  servian  para  la 
pesca,  y  para  su  comercio  con  las  provincias  vecinas,  por  que  esentos 
de  codicia,  y  de  ambición,  que  son  por  lo  común  las  causas  de  las 
navegaciones  largas,  no  aspiraban  a  usurpar  a  otras  naciones  lo  que 
legitimamente  poseían,  ni  querían  transportar  de  paises  remotos  los 
metales  que  no  les  hacian  falta.  Los  Romanos,  apesar  de  haber 
fundado  su  metrópoli,  tan  próxima  al  mar,  estubieron  500  años*  sin 
construir  buques,  hasta  que  la  ambición  de  ensanchar  sus  dominios,  y 

*  "  Appio  habia  empleado  toda  la  diligencia  posible  en  acudir  al  socorro  de 
los  Mamertinos.  Para  conseguirlo  era  necesario  pasar  el  estrecho  de  Mesina,  y 
la  empresa  era  no  solo  temeraria,  si  no  peligrosa,  y,  según  todas  las  apariencias, 
imposible.  No  tenían  los  Romanos  armada  naval,  si  no  barcas  groseramente 
construidas,  por  el  estilo  de  las  canoas  de  los  Indios." — RoUin,  Hist.  Rom. 
lib.  xi. 

TOMO  II.  2  A 


854  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

de  apoderarse  de  la  Sicilia,  los  impulsó  a  proporcionarse  los  medios  de 
pasar  el  estrecho.  ¡  Qué  estraño  es  pues  que  las  naciones  America- 
nas, que  no  sentían  aquellos  estímulos  para  abandonar  su  patria,  no 
inventasen  buques,  en  que  poder  trasladarse  a  paises  remotos!  Lo 
cierto  es  que  la  falta  de  construcciones  navales  no  arguye  falta  de  in- 
dustria en  los  pueblos  que  no  las  necesitaban. 

No  puede  decirse  lo  mismo  de  la  invención  de  los  puentes.  Mr.  de 
Paw  afirma  que  **  no  habia  un  solo  puente  de  piedra  en  toda  la  Ame- 
rica cuando  fue  descubierta,"  por  que  los  Americanos  no  sabian  fabri- 
car arcos,  y  que  "  el  arte  de  hacer  cal  fue  enteramente  desconocido 
en  aquellos  pueblos :"  tres  proposiciones  que  son  otros  tantos  errores 
clasicos.  Los  Megicanos  sabian  hacer  puentes  de  piedra,  y  entre  los 
restos  de  su  antigua  arquitectura,  se  ven  hoi  dia  en  el  rio  Tula  los 
grandes,  y  fuertes  pilares  del  puente  que  alli  habia.  Los  restos  de 
los  antiguos  palacios  de  Tezcuco,  y,  aun  mucho  mas,  los  temazcalli, 
o  hipocaustos,  descubren  el  uso  antíguo  de  los  arcos,  y  de  las  bóvedas 
en  las  naciones  de  Anahuac.  Diego  Valadés,  que  permaneció  30  años 
en  Megico,  adonde  fue  poco  tiempo  después  de  la  conquista,  nos 
muestra  en  su  Retorica  Cristiana  la  imagen  de  un  templo  pequeño, 
que  él  mismo  vio,  y  que  no  deja  duda  sobre  esta  materia. 

Sobre  el  uso  de  la  cal,  es  necesario  todo  el  arrojo  de  Mr.  de  Paw, 
para  asegurar,  como  asegura,  que  el  secreto  de  hacerla  era  descono- 
cido en  toda  la  America :  pues  consta,  no  menos  por  la  deposición  de 
los  conquistadores  Españoles,  que  por  la  de  los  primeros  misioneros, 
que  no  solo  usaban  cal  las  naciones  de  Megico,  sino  quQs  blanqueaban 
mui  bien  las  casas,  y  los  templos,  y  pulian  primorosamente  los  muros. 
En  las  obras  de  Bernal  Diaz,  de  Gomara,  de  Herrera,  de  Torque- 
mada,  y  de  otros,  se  ve  que  los  primeros  Españoles  que  entraron  en 
la  ciudad  de  Cempoala,  creyeron  que  eran  de  plata  los  muros  del  pa- 
lacio principal,  error  a  que  dio  lugar  el  bruñido  resplandeciente  de 
sus  paredes.  Últimamente  de  las  pinturas  de  tributos  que  están  entre 
las  de  la  colección  de  Mendoza,  se  infiere,  que  las  ciudades  de  Tepe- 
yacac,  Tecamachalco,  Quecholac,  &c.  pagaban  annualmente  al  rei 
4,000  sacos  de  cal.  Pero  aunque  no  existiera  ninguno  de  estos  docu- 
mentos, bastarían  a  demostrar  el  conocimiento  que  los  Megícanos 
tenían  de  la  cal,  y  a  confundir  la  temeridad  de  Mr.  de  Paw,  las  ruinas 
de  los  edificios  antiguos  que  se  ven  en  Tezcuco,  en  Mictlan,  en  Gua- 
tusco,  y  en  otros  muchos  puntos  de  aquel  territorio. 

Con  respecto  al  Perú,  aunque  el  P.  Acosta  confiesa,  que  aquellos 
pueblos  no  conocían  el  arte  de  hacer  cal,  ni  sabian  construir  arcos,  ni 


CULTURA    DR    LOS    MEGICANOS.  ^56 

puentes  de  piedra,  y  aunque  este  solo  dato  bastase  a  Mr.  de  Paw, 
para  decir,  según  su  execrable  lógica,  que  el  uso  de  la  cal  era  igno- 
rado en  toda  la  America,  con  todo,  el  mismo  Acosta,  que  no  era  hom- 
bre vulgar,  ni  exagerador,  ni  parcial  de  los  Americanos,  alaba  la  ma- 
ravillosa industria  de  los  Peruanos  en  sus  puentes  de  totora,  o  sea 
junco,  en  la  embocadura  del  lago  de  Titicaca,  y  en  otros  puntos,  donde 
la  gran  profundidad  del  agua  no  permite  la  construcción  de  obras  de 
mamposteria,  y  donde  la  rapidez  de  la  corriente  hace  peligroso  el  uso 
de  los  barcos.  Asegura  haber  pasado  por  aquellos  puentes,  y  enca- 
rece la  seguridad,  y  facilidad  del  paso.  Mr.  de  Paw  se  aventura  a 
decir  que  los  Peruanos  no  conocían  ni  aun  los  rudimentos  de  la  nave- 
gación ;  que  no  sabian  hacer  ventanas  en  los  edificios,  y  aun  sospecha 
que  no  tenian  techos  en  los  casas :  despropósitos  de  los  mas  ridiculos 
que  pueden  ofrecerse  a  la  imaginación  de  un  escritor  de  cosas  de 
America.  Da  a  entender  que  no  sabe  lo  que  son  bejucos,  y  que  no 
ha  formado  idea  exacta  de  los  rios  de  la  America  Meridional.  Mucho 
podría  decirse  acerca  de  esta  estraña  confesión :  pero  tenemos  asuntos 

mas  importantes  que  discutir. 
■■> 

Falta  de  Letras. 
Ninguna  nación  Americana  conocía  el  arte  de  escribir,  si  por  arte 
de  escribir  se  entiende  el  de  espresar  en  papel,  pergamino,  tela,  u  otra 
materia  semejante,  cualquiera  especie  de  palabras,  con  la  diferente 
combinación  de  algunos  caracteres :  pero  si  el  arte  de  escribir  es  el  de 
significar,  representar,  o  dar  a  entender  las  cosas,  o  las  ideas  a  los 
ausentes,  y  a  la  posteridad,  con  figuras,  geroglificos,  o  caracteres,  no 
hai  duda  que  este  arte  era  conocido,  y  estaba  en  gran  uso  entre  los 
Megicanos,  los  Acolhuis,  los  Tlascaleses,  y  todas  las  naciones  de  Ana- 
huac,  que  hablan  salido  del  estado  de  barbarie.  El  Conde  de  Bufíbn, 
para  demostrar  que  la  America  era  una  tierra  enteramente  nueva,  y 
nuevos  también  los  pueblos  que  la  habitaban,  alega  como  he  dicho  en 
otra  parte,  que  **  aun  aquellas  naciones  que  vivian  en  sociedad,  igno- 
raban el  arte  de  transmitir  los  hechos  a  la  posteridad,  por  medio  de 
signos  durables,  apesar  de  haber  descubierto  el  de  comunicarse  de 
lejos,  y  de  escribirse  unos  a  otros,  por  medio  de  nudos."  Pero  el 
arte  que  empleaban  para  hablar  a  los  ausentes  ¿  no  podia  también 
servir  para  hablar  a  la  posteridad  ?  ¿  Qué  eran  las  pinturas  históricas 
de  los  Megicanos,  si  no  signos  durables  que  transmitían  la  memoria 
de  los  sucesos,  a  los  lugares,  y  a  los  tiempos  remotos  ?  El  Conde  de 
Buflfon  se  muestra  tan  ignorante  en  la  historia  de  Megico,  como  sabio 

2  a2 


356  HISTORIA    ANTIGUA    DE  MEGICO. 

en  la  historia  natural.  Mr.  de  Paw,  aunque  concede  a  los  Megicanos 
el  arte  que  tan  injustamente  les  niega  el  Conde  de  BufFon,  sin  embar- 
go, para  desacreditarlos,  alega  innumerables  desatinos,  algunos  de  los 
cuales  no  puedo  pasar  por  alto. 

Dice  pues  "  que  los  Megicanos  no  usaban  de  g^roglificos;  que  sus 
pinturas  no  eran  otra  cosa  que  representaciones  toscas  de  los  obgetos ; 
que  para  figurar  un  árbol,  pintaban  un  árbol ;  que  en  sus  pinturas  no 
se  descubre  la  menor  traza  de  claro  oscuro ;  ni  la  menor  idea  de  pers- 
pectiva, ni  de  imitación  de  la  naturaleza ;  que  no  habian  hecho  el  me- 
nor progreso  en  el  arte  que  empleaban  en  perpetuar  la  memoria  de  los 
sucesos ;  que  la  única  copia  de  pinturas  históricas  Megicanas  sustraí- 
das al  incendio  que  hicieron  los  primeros  misioneros,  fue  la  que  el 
primer  virrei  de  Megico  envió  a  Carlos  V,  la  cual  publicaron  después 
Purchas  en  Inglaterra,  y  Thevenot  en  Francia ;  que  esta  pintura  es 
^tan  grosera,  y  tan  mal  egecutada,  que  no  se  puede  dicern^-  si  trata, 
como  dice  el  intérprete,  de  ocho  reyes  de  Megico,  o  de  ocho  concubi- 
nas de  Moteuczoma,"  &c. 

En  todo  esto  se  muestra  la  ignorancia  del  investigador,  y  de  su 
ignorancia  nace  su  temeridad.  Pero  ¿  deberá  darse  mayor  crédito  a 
un  filosofo  Prusiano,  que  solo  ha  visto  los  malos  dibujos  de  Purchas, 
que  a  los  que  han  visto,  y  estudiado  diligentemente  muchas  pinturas 
originales  de  los  Megicanos  ?  Mr.  de  Paw  no  quiere  que  los  Megica- 
nos se  sirviesen  de  geroglificos,  por  que  no  se  piense  que  les  concede 
alguna  semejanza  con  los  antiguos  Egipcios.  El  P.  Kirker,  célebre 
investigador,  y  encomiador  de  las  antigüedades  de  aquel  pMeblo,  en  su 
obra  intitulada  (Edipus  JEgyptiacus,  y  Adriano  Walton,  en  los  prolego- 
menos  de  la  Biblia  Poliglota,  opinan  del  mismo  modo  que  Mr.  de  Paw, 
y  su  opinión  no  tiene  otro  apoyo  que  las  estampas  del  mismo  Purchas : 
pero  Motolinia*,  Sahagun,  Valadés,  Torquemada,  Enrique  Martínez, 
Sigüenza,  y  Boturini,  que  supieron  la  lengua  Megicana,  que  consulta- 
ron  a  los  Indios,  que  vieron,  y  estudiaron  con  esmero  im  numero  con- 
siderable de  sus  pinturas  antiguas,  dicen  que  uno  de  los  medios  que 

*  Toribio  de  Motolinia  en  sus  MSS,  especialmente  en  la  esposicion  del  calen- 
dario Megicano.  Bernardino  Sahagun  en  su  Diccionario  Megicano.  Diego  Valadés 
en  su  Retorica  Cristiana.  Enrique  Martinez  en  su  Historia  de  la  Nueva  España. 
Sigüenza  en  su  Ciclografia  Megicana,  y  en  su  Teatro  de  virtudes  políticas.  Tor- 
quemada en  su  Monarqxáa  Indiana.  Valadés  trató  a  los  Megicanos  30  años ;  Tor- 
quemada mas  de  40 ;  Motolinia  45,  y  Sahagun  60.  Este  fue  el  hombre  mas  ins- 
truido en  los  secretos  de  aquella  nación.  Se  necesita  gran  orgullo  para  fiarse 
mas  a  sus  propias  luces,  y  estas  escasas,  que  a  las  de  tantos  hombres  dociisimos. 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  357 

los  Megicanos  empleaban  para  representar  los  obgetos,  eran  los  gero- 
glificos,  y  las  pinturas  simbólicas.  Lo  mismo  testifican  Acosta,  y  Go- 
mara en  sus  Historias ;  el  Dr.  Eguiara  en  su  erudito  prefacio  de  la 
Biblioteca  Megicana,  y  los  doctos  Españoles  que  publicaron  con  grandes 
adiciones  la  obra  de  Gregorio  Garcia  sohre  el  origen  de  los  Indios. 
El  Dr.  Sigüenza  impugnó  victoriosamente  al  P.  Kirker,  en  su  Teatro 
de  virtudes  políticas.  Lo  cierto  es  que  Kirker  se  contradice  mani- 
fiestamente :  pues  en  el  primer  tomo  de  la  citada  obra  CEdipus  JEgyp- 
iiacus,  confrontando  la  religión  de  los  Egipcios  con  la  de  los  Megicanos, 
confiesa  claramente  que  las  partes  de  que  se  componía  la  imagen  del 
dios  Huitzilopochtli,  tenian  muchas  significaciones,  que  eran  otros 
tantos  arcanos,  y  misterios.  Acosta,  cuya  Historia  alaba  tan  justa- 
mente Mr.  de  Paw,  en  la  descripción  que  hace  de  aquella  imageD,dice  : 
"  Todos  estos  ornatos  que  hemos  dicho,  y  lo  demás,  que  era  bastante, 
tenian  sus  significaciones  particulares,  según  declaraban  los  Megi- 
canos ;"  y  en  la  descripción  del  idolo  de  Tezcatlipoca  se  espresa  en 
estos  términos  :  "  Sus  cabellos  estaban  atados  con  una  cuerdecilla  de 
oro,  de  cuyas  estremidades  pendia  una  oreja  del  mismo  metal,  con 
ciertos  vapores  de  huri/o  pintados  en  ella,  los  cuales  significaban  los 
ruegos  de  los  atribulados,  y  de  los  pecadores  que  aquel  dios  escuchaba, 
cuando  se  encomendaban  a  él.  En  la  mano  izquierda  tenia  un  abanico 
de  oro,  adornado  con  hermosas  plumas  verdes,  azules,  y  amarillas,  tan 
relucientes  que  parecian  un  espejo :  en  lo  que  daban  a  entender  que 
en  aquel  se  veia  todo  lo  que  pasaba  en  el  mundo.  En  la  mano 
derecha  tejfíia  cuatro  saetas  para  significar  el  castigo  que  daba  a  los 
delincuentes  por  sus  atentados,  &c."  ¿Qué  son  estas,  y  otras  seme- 
jantes insignias  de  los  dioses  Megicanos,  de  que  hablo  en  el  libro  vi  de 
la  historia,  si  no  geroglificos,  y  signos  no  mui  diferentes  de  los  que 
usaban  los  antiguos  Egipcios  ? 

Mr.  de  Paw  dice  que  para  significar  un  árbol,  pintaban  un  árbol. 
Hágame  el  favor  de  decirme  qué  es  lo  que  pintaban  para  representar 
el  dia,  la  noche,  el  mes,  el  año,  el  siglo,  los  nombres  de  las  personas, 
y  otras  mil  cosas  qué  no  tienen  tipos  fijos  en  la  naturaleza?  ¿  Como 
podian  representar  el  tiempo,  si  no  es  por  medio  de  un  geroglifico  o 
emblema?  *'  Tenian  los  Megicanos,  dice  Acosta,  figuras,  y  gerogli- 
ficos, con  que  representaban  las  cosas  de  este  modo :  esto  es,  las  cosas 
que  tenian  figura  las  significaban  con  sus  figuras ;  para  las  que  no 
tienen  imágenes  propias,  se  servían  de  otros  caracteres,  significativos 
de  aquellas ;    asi  espresaban  cuanto  querian,    y  para  determinar  el 


358  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

tiempo  en  que  ocurría  algún  suceso,  empleaban  aquellas  ruedas  pin- 
tadas :  cada  una  de  las  cuales  comprendía  un  siglo  de  52  años." 
>  Pero  he  aqui  otra  piedra  de  escándalo  para  la  ignorancia  del 
Prusiano.  Burlase  de  las  ruedas  de  los  Megicanos,  "  cuya  esposicion 
se  atrevió  a  dar  Carreri,  fiándose  a  un  profesor  Castellano,  llamado 
Congara,  el  cual  no  osó  publicar  la  obra  que  habia  prometido  sobre 
este  asunto,  porque  sus  parientes,  y  amigos  le  aseguraron  que  con- 
tenia muchos  errores."  Parece  que  Mr.  de  Paw  no  sabe  escribir  sin 
disparatar.  Aquel  profesor  en  quien  se  fió  Carreri,  o  sea  Gemelli, 
no  era  Castellano,  sino  Criollo,  nacido  en  la  misma  ciudad  de  Megico ; 
no  se  llamaba  Congara,  sino  Sigüenza  y  Gongora;  no  dejó  de  estam- 
par su  Ciclografia  Megicana,  que  fue  la  obra  de  que  se  sirvió 
Gemelli,  por  temor  de  la  censura  del  público,  si  no  por  los  crecidos 
gastos  de  la  impresión  en  aquellos  países,  que  es  lo  que  también  ha 
estorvado  la  publicación  de  otras  exelentes  producciones,  tanto  del 
mismo  escritor,  como  de  otros  hombres  doctísimos.  Decir  que  los 
parientes,  y  los  amigos  de  Sigüenza  lo  disuadieron  de  publicar  la 
obra,  por  que  contenia  muchos  errores,  no  es  un  error,  o  equivocación 
cometida  por  descuido,  si  no  una  mentira  manifiesta,  inventada  con  el 
premeditado  designio  de  alucinar  al  publico.  ¿  Quien  puede  haberle 
comunicado  tan  estrafia  anécdota,  enteramente  ignorada  en  Megico, 
donde  es  tan  cara  la  memoria,  y  tan  célebre  la  fama  de  aquel  grande 
hombre,  y  donde  los  literatos  no  cesan  de  deplorar  la  perdida  de 
aquellas,  y  de  otras  preciosas  obras  de  su  mano  1  ;  Qué  podia  temer 
Sigüenza  de  la  publicación  de  las  ruedas  Megicanas,  publ^f^adas  ya  un 
siglo  antes  por  Valadés  en  Italia,  y  descritas  por  Motolinia,  Sahagun, 
Gomara,  Acosta,  Herrera,  Torquemada,  y  Martínez,  todos  Europeos,  y 
por  los  historiadores  Megicanos,  Acolhuís,  y  Tlascaleses,  Ijtlíljochítl, 
Chimalpain,  Tezozomoc,  Niza,  Ayala,  y  otros  1  Todos  estos  escritores 
están  de  acuerdo  con  Sigüenza  en  las  esplicaciones  de  las  ruedas  Megi- 
canas del  siglo,  del  año,  del  mes,  y  solo  difieren  de  él  acerca  de  los 
principios  del  año,  y  de  los  nombres  de  algunos  meses,  por  las 
razpnes  que  he  indicado  en  el  libro  vi  de  mi  Historia.  Todos  loa  que 
haíi  escrito  en  esta  materia,  tanto  Españoles,  como  Americanos,  que 
son  en  gran  numero,  dicen  a  una  voz  que  los  Megicanos,  y  las  otras 
naciones  de  aquellos  países  se  valían  de  las  ruedas  para  representar  su 
siglo,  su  año,  y  su  mes ;  que  su  siglo  constaba  de  52  años,  su  año  de 
365  días,  distribuidos  en  18  meses  de  20  dias  cada  uno,  con  5  días 
mas  que  llamaban  Nemontemi ;  que  en  su  siglo  contaban  4  periodos 


CULTURA    DE   LOS    MEGICANOS.  359 

de  13  años ;  que  los  nombres,  y  caracteres  de  los  años  eran  solamente 
cuatro,  a  saber :  el  Conejo,  la  Caña,  el  Pedernal,  y  la  Casa,  los 
cuales  alternaban  sin  interrupción  mudando  los  números,  &c. 

"  No  puede  ser,  dice  el  investigador  Prusiano ;  por  que  estos  usos 
supondrían  una  larga  serie  de  observaciones  astronómicas,  y  de  cono- 
cimientos exactos  sobre  el  arreglo  del  año  solar,  lo  cual  no  puede 
combinarse  con  la  prodigiosa  ignorancia  en  que  estaban  envueltos 
aquellos  pueblos.  ¿  Como  podian  perfeccionar  su  Cronologia  los  que 
no  tenian  voces  para  contar  mas  alia  de  diez  V  Está  bien.  Luego  si 
los  Megicanos  tubieron  en  efecto  aquel  modo  de  coordinar  el  tiempo, 
no  deberán  llamarse  barbaros,  y  salvages,  sino  cultos,  y  cultisimos ; 
pues  no  merece  otro  epíteto  la  nación  que  tiene  una  larga  serie  de 
observaciones,  y  de  conocimientos  exactos  en  Astronomía.  Ahora 
bien,  la  certeza  del  arreglo  del  tiempo  entre  los  Megicanos,  es  una 
cosa  que  no  admite  duda :  por  que  si  el  unánime  consentimiento  de 
los  escritores  Españoles  acerca  de  la  comunión  de  los  Megicanos  *  no 
permite  dudar  de  aquella  solemnidad  religiosa  ¿no  existe  el  mismo 
consentimiento  unánime,  añadido  al  de  los  escritores  Megicanos, 
Acolhuis,  y  Tlascalese:^,  en  favor  del  método  que  tenian  aquellas 
naciones  para  el  computo  de  los  siglos,  de  los  meses,  y  de  los  años,  y 
de  la  conformidad  de  este  computo  con  el  curso  solar  ?  Ademas  de 
que  la  deposición  de  los  Españoles  en  esta  materia  es  de  gran  peso, 
pues  se  empeñaron,  como  dice  Mr.  de  Paw  en  desacreditar  a  los 
Americanos  hasta  el  estremo  de  poner  en  duda  su  racionalidad. 
Cedamos  pues  al  peso  de  tantas  autoridades ;  creamos  lo  que  dicen 
los  historiadores  acerca  de  las  ruedas,  y  confesemos  que  los  Megi- 
canos no  estaban  sumergidos  en  la  prodigiosa  ignorancia  que  finge 
Mr.  de  Paw.  Por  lo  que  hace  a  la  escasez  de  voces  numerales,  en 
otra  disertación  haré  ver  su  error,  y  su  ignorancia. 

**  No  puede  saberse,  dice  Mr.de  Paw,  la  significación  de  las  pinturas 
Megicanas,  por  que  los  Españoles  no  podian  entenderlas  sin  que  se  las 
declarasen  los  Megicanos,  y  ninguno  de  ellos  ha  sabido  lo  bastante  para 
traducir  un  libro."  \  Cuantos  dislates  en  pocos  renglones !  Para  que  los 
Españoles  entendiesen  el  sentido  de  las  pinturas  Megicanas,  no  era  ne- 
cesario que  los  Megicanos  supiesen  la  lengua  Española,  pues  bastaba  que 

*  "  Confieso  que  el  consentimiento  de  todos  los  historiadores  Españoles  no 
permite  dudar  que  estos  dos  pueblos  (Megicano,  y  Peruano)  en  la  masa  enorme 
de  sus  supersticiones,  tenian  algunos  usos  que  no  se  diferenciaban  mucho  de  lo 
que  nosotros  llamamos  comunión."  Investigaciones  Filosóficas,  tom.  ü.  Carta  a 
Mr.  *  *  *  sobre  la  religión  de  los  Americanos. 


2&)  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

los  conquistadores  supiesen  la  del  pais ;  ni  para  esplicar  una  pintura 
se  necesita  tanto  saber  como  para  traducir  un  libro.  Mr.de  Paw  dice 
que  la  aspereza  de  la  lengua  Megicana  ha  impedido  hasta  ahora  que 
los  Españoles  la  pronuncien,  y  que  la  estolidez  de  los  Megicanos  les 
ha  impedido  aprender  el  Español :  una  y  otra  especie  son  opuestas 
a  la  verdad.  De  la  lengua  Megicana  hablaré  en  otra  parte.  La 
Castellana  ha  sido  siempre  comunisima  entre  los  habitantes  de 
Megico,  y  hai  muchos  que  la  hablan  tan  correcta  y  fluidamente  como 
los  mismos  Españoles.  Muchos  de  ellos  escribieron  en  Castellano  su 
historia  antigua,  y  la  de  la  conquista,  como  puede  verse  en  el  catalogo 
que  se  halla  al  principio  de  esta  obra.  Otros  tradugeron  libros  Latinos 
en  Castellano ;  Castellanos  en  Megicano,  y  Megicanos  en  Castellano ; 
entre  los  cuales  son  dignos  dé  particular  mención  D.  Fernando  Alba 
Ijtliljochitl,  de  quien  tantas  veces  he  hablado ;  D.  Antonio  Valeriano 
de  Azcapozalco,  maestro  de  lengua  Megicana  del  historiador  Torque- 
mada,  que  habla  de  él  con  grandes  elogios,  D.  Juan  Berardo  de 
Huejotzinco,  D.  Francisco  Bautista  Contreras  de  Quauhnahuac,  Fer- 
nando Ribas,  y  Estevan  Bravo  de  Tezcuco,  Pedro  de  Gante,  Diego 
Adrián,  y  Agustín  de  la  Fuente  de  Tlatelolfo*.  Sabemos  por  la 
histo^-ia  de  la  conquista  que  la  célebre  India  Doña  Marina  aprendió 
con  estraordinaria  prontitud  y  facilidad  la  lengua  Castellana,  y  que 
hablaba  mui  bien  la  Megicana,  y  la  Maya,  mas  diferentes  entre  si  que 
el  Francés,  el  Hebreo,  y  el  Ilirico.  Habiendo  pues  habido  en  todos 
tiempos  muchos  Españoles  que  han  hablado  el  Megicano,  y  muchos  Me- 
gicanos que  han  hablado  el  Español  ¿  qué  tiene  de  imposible  que  los 
Megicanos  hayan  esplicado  a  los  Españoles  el  sentido  de  sus  pinturas  ? 
Es  cierto  que  en  las  copias  de  las  pinturas  Megicanas  publicadas 
por  Purchas,  y  por  Thevenot  no  se  ven  observadas  las  proporciones  ni 
las  leyes  de  la  perspectiva:  pero  es  necesario  tener  presente  que 
aquellos  toscos  dibujos  están  grabados  en  madera,  lo  que  verosímil- 
mente aumentaría  los  defectos  del  original.  Ni  es  de  estrañar  que 
las  referidas  estampas  fuesen  copias  imperfectisimas  de  las  pinturas,  si 
se  observan  los  descuidos  de  toda  la  publicación,  pues  en  ella  se 
omiten  enteramente  las  pinturas  xxi  y  xxii  ;  en  la  mayor  parte  de 
las  otras  faltan  las  imágenes  de  las  ciudades,  y  ademas  están  transtor- 
nadas las  de  los  años  correspondientes  a  los  reinados  de  Ahuitzotl,  y 
Moteuczoma  II,  como  yo  lo  he  manifestado  hablando  de  las  diversas 

*  Véase  sobre  este  asunto  la  Monarquía  Indiana  de  Torquemada,  el  epitome  de 
\^  Biblioteca  Occidental  de  Pinelo,  la  Biblioteca  Megicana  del  Dr.  Eguira,  y  el' 
Teatro  Megicano  de  Betancourt. 


í 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  361 

colecciones  de  pinturas  Megicanas  que  existen  en  la  actualidad. 
Boturini,  que  vio  en  Megico  las  pinturas  originales  de  aquellos  anales, 
y  las  de  la  matricula  de  tributos,  copiadas  en  las  obras  de  Purchas,  y 
de  Thevenot,  se  lamenta  de  los  grafades  defectos  que  se  notan  en 
estas  ediciones.  En  efecto,  basta  comparar  las  publicadas  en  Megico 
el  año  de  1770  por  Lorenzana,  con  las  publicadas  en  Londres  por 
Purchas,  y  en  Paris  por  Thevenot,  para  conocer  la  gran  diferencia  que 
reina  entre  unas,  y  otras.  Yo  no  me  empeño  sin  embargo  en  defender 
la  perfeccioií  de  las  pinturas  originales  copiadas  por  Purchas:  antes 
bien  soi  de  opinión  que  eran  imperfectas  como  todas  las  históricas  de 
.aquellos  pueblos,  pues  los  pintores  solo  se  limitaban  a  los  contornos, 
y  al  colorido  de  los  obgetos,  sin  curarse  de  la  perspectiva,  de  las 
proporciones,  ni  del  claro-oscuro.  Ni  era  posible  que  observasen 
escrupulosamente  las  reglas  del  arte,  si  se  atiende  a  la  estraordinaria 
prontitud  con  que  pintaban,  de  lo  que  dan  fe  Cortés,  y  Bernal  Diaz, 
como  testigos  oculares.  Pero  veamos  las  consecuencias  que  de  todo 
esto  deduce  Mr.  de  Paw.  Los  Megicanos  no  observaban  en  sus  pin- 
turas las  reglas  de  la  perspectiva  :  luego  no  podían  por  medio  de  ellas 
perpetuar  la  memoria  de  los  sucesos.  Los  Megicanos  eran  malos 
pintores :  luego  no  podian  ser  buenos  historiadores.  Pero  si  se  quiere 
adoptar  esta  lógica  deberemos  también  decir  que  los  que  no  tienen 
buena  letra  no  pueden  ser  buenos  historiadores,  pues  las  letras  son 
para  los  nuestros  lo  que  las  pinturas  para  los  Megicanos ;  y  asi  como 
pueden  escribirse  buenas  historias  con  mala  letra,  asi  también  pueden 
representarsíj  bien  los  hechos  historíeos  con  imágenes  toscas :  lo  esencial 
es  que  se  entienda  lo  que  se  ha  querido  espresar. 

Mas  esto  es  justamente  lo  que  Mr.  de  Paw  no  encuentra  en  las  co- 
pias de  Purchas.  Declara  que  habiendo  confrontado  de  diversos  modos 
las  figuras  con  la  esplicacion,  no  halla  la  menor  relación  entre  aquellas, 
y  esta,  y  que  asi  como  en  una  de  ellas  se  interpretan  ocho  reyes  de 
Megico,  podrían  entenderse  del  mismo  modo  ocho  concubinas  de 
Moteuczoma.  Esto  mismo  podría  sucpderle  si  se  le  presentase  el 
libro  Chun-yum  del  filosofo  Confucio  escrito  en  caracteres  Chinos,  con 
la  interpretación  al  lado  en  lengua  Francesa.  Confrontaría  de  varios 
modos  los  caracteres  Chinos  con  la  interpretación,  y  no  hallando  la 
menor  relación  entre  ellos,  diría  que  como  se  interpretan  allí  las  nueve 
condiciones  que  debe  tener  un  buen  emperador,  asi  podrían  interpre- 
tarse las  nueve  concubinas,  o  los  nueve  eunucos  que  tubo  un  empe- 
rador antiguo;  pues  tanto  entiende  de  figuras  Megicanas  como  de 
caracteres  Chinos.     Si  yo   pudiera   abocarme  con  Mr.  de  Paw  le 


^2  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

demostraría  la  relación  que  hai  entre  las  ideas,  y  las  imágenes  de  que 
se  valian  los  Megicanos  para  representarlas ;  mas  pues  lo  ignora,  de- 
beria  remitirse  al  juicio  de  los  inteligentes. 

Cree  o  quiere  hacemos  creer  que  las  pinturas  copiadas  por  Purchas 
son  las  únicas  que  escaparon  al  incendio  dispuesto  por  los  primeros 
misioneros:  mas  esto  es  falsisimo,  como  lo  hice  ver  en  el  tomo  i, 
rebatiendo  la  opinión  de  Robertson.  Las  pinturas  que  se  preser- 
varon del  incendio  fueron  tantas  que  ellas  suministraron  la  mayor 
parte  de  los  materiales  para  la  historia  antigua  de  Megico,  no  solo  a 
los  escritores  Megicanos,  si  no  a  los  Españoles.  No  se  fundaban  en 
otros  apoyos,  ni  documentos  las  obras  de  D.  Fernando  Alba  Ijtlil- 
jochitl,  de  D.  Domingo  Chimalpain,  de  D.  Fernando  Alvarado  Tezo- 
zomoc,  de  D.  Tadeo  de  Niza,  de  D.  Gabriel  de  Ayala,  y  de  los  otros 
que  he  nombrado  en  mi  catalogo.  El  infatigable  Sahagun  se  valió 
de  muchas  pinturas  para  su  Historia  de  la  Nueva  España.  Torque- 
mada  cita  con  frequencia  las  que  consultó  para  su  obra.  Sigüenza 
heredó  los  MSS,  y  las  pinturas  de  Ijtliljochitl,  y  adquirió  otras 
muchas  a  sus  espensas,  y  después  de  haberse  servido  de  ellas,  las 
dejó  por  su  muerte,  con  su  preciosa  librería*  al  Colegio  de  S.  Pedro, 
y  S.  Pablo  de  Jesuítas  de  Megico,  donde  yo  vi,  y  estudié  muchas  de 
ellas.  En  los  dos  últimos  siglos  se  presentaban  muchas  veces  por  los 
Indios,  en  los  tribunales  de  Megico,  pinturas  antiguas,  como  títulos 
de  propiedad,  o  de  posesión  de  las  tierras,  y  para  esto  habia  inter- 
pretes instruidos  en  su  significación.  Gonzalo  de  Oviedo  hace  men- 
ción de  este  uso,  en  tiempo  de  D.  Sebastian  Ramírez  fie  Fuenleal, 
Presidente  de  la  Audiencia  de  Megico,  y  por  que  era  de  mucha 
importancia  la  inteligencia  de  aquellos  títulos  para  la  decisión  de  los 
pleitos,  habia  en  la  universidad  de  Megico  un  profesor  encargado  de 
enseñar  la  ciencia  de  las  pinturas,  de  los  geroglificos,  y  de  los  carac- 
teres. Las  muchas  pinturas  recogidas  por  Boturíni,  e  indicadas  en  el 
catalogo  de  su  museo,  impreso  en  Madrid  el  año  de  1746,  como  las 
que  yo  he  citado  en  muchas  partes  de  esta  obra,  prueban  que  no  son 
pocas,  como  pensaron  Mr.  de  Paw,  y  el  Dr.  Robertson  las  que 
escaparon  del  incendio  de  los  misioneros. 

Finalmente,  para  mayor  confirmación  de  lo  que  llevo  dicho,  y  para 
manifestar  a  Mr.  de  Paw  la  variedad  de  las  pinturas  Megicanas,  estrac- 
taré  lo  que  dejó  escrito  el  Dr.  Eguiara  *  en  el  erudito  prefacio  de  su 

*  El  Dr.E^iara  digno  de  perpetua  memoria  por  su  índole  amabilísima,  por  su 
incomparable  modestia,  por  su  vasta  literatura,  y  por  el  celo  con  que  trabajó 
liasta  su  muerte  en  servicio  de  su  patria,  nació  en  Megico  a  fines  del  siglo  pasa- 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  363 

Biblioteca  Megicana.  "  Habia,  dice,  pinturas  lunares,  llamadas 
Tonalamatl,  en  que  publicaban  sus  pronósticos  acerca  de  las  mudan- 
zas del  tiempo.  De  una  de  ellas  se  sirvió  el  Dr.  Sigüenza  en  su 
Ciclografia  Megicana,  como  él  mismo  asegura  en  la  obra  que  intitu- 
ló Libra  Astronómica.  Otras  contenian  los  horóscopos  de  los  niños, 
en  que  se  representaban  sus  nombres,  los  signos  de  su  nacimiento,  y 
su  hado,  o  estrella;  de  esta  clase  son  las  que  menciona  Gerónimo 
Román,  en  su  República  del  Mundo.  Otras  eran  dogmáticas,  que 
contenian  el  sistema  religioso  de  aquellos  pueblos ;  otras  hiátoricas, 
otras  geográficas.  Es  cierto  que  las  que  se  hacian  para  el  uso  común, 
y  familiar  eran  tan  claras,  que  todos  las  entendían :  pero  las  que  con- 
tenian los  arcanos  de  la  religión,  estaban  llenas  de  geroglificos,  que  no 
estaban  al  alcance  del  vulgo.  Habia  ademas  gran  diversidad  entre 
ellas,  tanto  con  respecto  a  los  pintores,  como  por  lo  que  hace  a  su 
egecucion,  a  su  fin,  y  a  su  uso.  Las  que  se  destinaban  al  ornato  de 
los  palacios  eran  perfectas :  pero  en  las  que  contenian  algún  sentido 
misterioso,  se  veian  ciertos  caracteres,  y  figuras  horribles.  Los  pinto- 
res eran  muchos,  pero  el  escribir  los  caracteres,  el  componer  los 
anales,  y  el  tratar  de  los  asuntos  relativos  a  la  religión,  eran  funciones 
propias  de  los  sacerdotes."     Hasta  aqui  el  Dr.  Eguiara. 

Sepa  pues  Mr.  de  Paw  que  de  las  pinturas  Megicanas,  algunas  eran 
imágenes  simples  de  los  obgetos ;  otras,  caracteres  que  no  espresaban 
palabras,  como  los  de  nuestra  escritura,  si  no  cosas,  como  las  de  los 
astrónomos,  y  algebristas.  Algunas  pinturas  estaban  destinadas  a 
espresar  solamente  las  cosas,  o  las  ideas,  o  por  decirlo  asi,  a  escri- 
bir ;  y  en  estas  no  se  curaban  de  las  proporciones,  ni  de  la  belleza, 
por  que  se  hacian  de  prisa,  para  instruir  la  mente,  y  no  para  recrear 
los  ojos:  pero  en  las  que  procuraban  imitar  la  Naturaleza,  y  que  so 
egecutaban  con  la  lentitud  que  requieren  obras  de  esta  especie,  se 
observaban  las  proporciones,  las  distancias,  las  actitudes,  y  las  reglas 

(lo.  Fue  muchos  años  profesor  de  Teología  en  aquella  universidad,  y  publicó  en  un 
tomo  en  folio,  algunos  tratados  teológicos  mui  apreciados.  Fue  rector,  y  luego 
canciller  de  aquel  cuerpo  literario,  y  dignidad  de  aquella  iglesia  metropolitana, 
amado  siempre,  y  reverenciado  por  toda  clase  de  personas,  por  la  pureza  de  su 
vida,  y  la  solidez  de  su  doctrina.  Después  de  haber  renunciado  el  obispado  de 
Yucatán  a  que  lo  destinó  el  rei  Católico  en  atención  a  sus  relevantes  méritos, 
publicó  en  Megico  un  tomo  en  folio  de  su  Biblioteca  Megicana,  para  la  cual,  ade- 
mas de  la  inmensa  fatiga  de  recoger,  ordenar,  y  perfeccionar  los  materiales,  man- 
dó llevar  de  Paris  una  gran  imprenta,  provista  de  caracteres  Romanos,  Griegos, 
y  Hebreos.  Su  muerte,  ocurrida  en  1 763,  no  nos  permitió  ver  terminada  aquella 
obra,  que  hubiera  hecho  mucho  honor  a  su  patria. 


364  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

del  arte,  aunque  no  con  tanta  perfección  como  las  que  admiramos  en 
los  buenos  artistas  de  Europa.  Como  quiera  que  sea,  yo  quisiera  que 
Mr.  de  Paw  me  indicase  en  el  antiguo  continente  un  pueblo  bárbaro,  o 
serai-barbaro  que  haya  empleado  tanta  industria,  y  diligencia  como  los 
Megicanos,  en  eternizar  la  memoria  de  sus  sucesos. 

El  Dr.  Robertson,  hablando  de  la  cultura  de  los  Megicanos  en  el 
libro  vii  de  su  Historia,  espone  los  progresos  que  hace  la  industria 
humana  para  llegar  a  la  invención  de  las  letras,  con  cuya  combinación 
puedan  espresarse  todas  las  modificaciones  del  habla.  Estos  progre- 
sos sucesivos  son,  según  aquel  escritor,  de  la  pintura  actual  al  simple 
geroglifico ;  de  este  al  símbolo  alegórico ;  del  símbolo  alegórico  al 
carácter  arbitrario,  y  últimamente  al  alfabeto.  Si  alguno  busca  en 
aquella  obra  a  qué  grado  llegáronlos  Megicanos,  no  podra  ciertamente 
adivinarlo,  pues  el  autor  habla  con  tanta  ambigüedad  que  a  veces  pa- 
rece creer  que  llegaron  apenas  al  simple  geroglifico,  otras  al  carácter 
arbitrario.  Diga  lo  que  quiera,  lo  cierto  es  que  todos  los  modos  que 
cita  de  representar  las  ideas,  exepto  el  alfabeto,  estaban  en  uso  entre 
los  Megicanos.  Sus  caracteres  numerales,  los  significativos  de  la 
noche,  del  dia,  del  año,  del  siglo,  del  cielo,  tle  la  tierra,  del  agua,  de 
la  voz,  del  canto,  &c.  ¿  no  eran  acaso  verdaderos  caracteres  arbitrarios, 
y  convencionales?  Llegaron  pues  al  mismo  grado  que  los  famosos 
Chinos  después  de  tantos  siglos  de  cultura.  No  hai  otra  diferencia 
entre  los  unos,  y  los  otros  si  no  que  los  caracteres  Chinos  se  han  mul- 
tiplicado con  tanto  exeso,  que  no  basta  la  vida  de  un  hombre  para 
aprenderlos.  ^ 

El  mismo  Dr.  Robertson,  lejos  de  negar,  como  hace  temerariamente 
Mr.  de  Paw,  la  existencia  de  las  ruedas  seculares  de  los  Megicanos, 
reconoce  su  método  en  el  computo  de  los  tiempos,  y  confiesa  que  ha- 
biendo ellos  observado  que  en  18  meses  de  20  dias  cada  uno,  no  se 
abrazaba  el  curso  completo  del  sol,  añadieron  los  cinco  dias  Nemonte- 
mi.  "  Esta  gran  proximidad,  añade,  a  la  exactitud  filosófica,  muestra 
claramente  que  los  Megicanos  hablan  prestado  a  las  investigaciones 
especulativas,  la  atención  que  los  hombres  en  estado  de  salvages  no 
suelen  emplear  en  semejantes  obgetos."  ¿  Qué  hubiera  dicho  al  saber, 
como  sabemos,  no  solo  por  el  gravísimo  testimonio  del  Dr.  Sigüenza, 
si  no  por  observaciones  propias  sobre  la  Cronología  Megicana,  que 
ademas  de  contar  aquellas  gentes  365  dias  en  el  año,  reconociendo  el 
exeso  de  casi  seis  horas  del  año  solar  con  respecto  al  civil,  remediaron 
esta  irregularidad  por  medio  de  los  13  dias  intercalares,  que  anadian  a 
su  siglo  de  52  años  ? 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  96& 

Artes  de  los  Megicanos. 

Después  de  haber  hecho  Mr.  de  Paw  una  ignominiosa  descripción 
del  Peni,  y  de  la  barbarie  de  sus  habitantes,  habla  de  Megico,  "  de 
cuyo  imperio,  dice,  se  han  contado  tantas  maravillas,  y  falsedades  como 
las  del  Perú :  pero  lo  cierto  es,  añade,  que  aquellas  dos  na- 
ciones eran  casi  iguales,  ora  se  considere  su  gobierno,  ora  sus 
instrumentos,  y  sus  artes.  La  agricultura  estaba  en  ellas  abando- 
nada ;  la  arquitectura  era  mezquina ;  sus  pinturas  toscas ;  sus  artes 
imperfectas :  sus  fortificaciones,  sus  palacios,  sus  templos,  puras 
ficciones  de  los  Españoles.  Si  los  Megicanos  hubieran  tenido  fortifi- 
caciones, hubieran  podido  guarecerse  de  los  efectos  de  las  armas  de 
fiíego,  y  aquellos  seis  mezquinos  cañones  de  hierro  que  llevó  consigo 
Cortés,  no  hubieran  destruido  en  un  momento  tantos  baluartes,  y  trin- 
cheras. Los  muros  de  sus  edificios  no  eran  otra  cosa  que  grandes 
piedras,  puestas  unas  sobre  otras.  El  ponderado  palacio,  en  que  resi- 
dían los  reyes  de  Megico,  era  una  cabana :  por  lo  que  Cortés,  no  ha- 
llando habitación  proporcionada  en  toda  la  capital  de  aquel  estado  que 
acababa  de  someter,  se  vio  en  la  precisión  de  mandar  construir  un  pa- 
lacio, que  todavia  subsiste."  No  es  fácil  llevar  cuenta  de  los  desati- 
nos que  amontona  Mr.  de  Paw  en  este  pasage :  pero  dejando  aparte 
los  relativos  al  Perú,  hablemos  tan  solo  de  lo  que  escribe  sobre  las 
artes  de  los  Megicanos. 

De  su  agricultura  he  hablado  lo  bastante  para  hacer  ver  que  no  solo 
cultivaban  vion  gran  esmero  todas  las  tierras  cultivables  del  imperio, 
si  no  que  formaban  con  maravillosa  industria  nuevos  terrenos,  constru- 
yendo en  la  superficie  del  agua  aquellos  huertos,  y  jardines  flotantes, 
tan  celebrados  por  Españoles,  y  estrangeros,  y  que  aun  admiran  los 
que  navegan  en  los  lagos.  También  he  probado,  con  la  autoridad  de 
muchos  testigos  oculares,  que  no  solo  cultivaban  las  plantas  útiles  al 
mantenimiento,  y  al  vestido  del  hombre,  y  al  alivio  de  sus  males,  si  no 
también  las  flores,  y  las  otros  vegetales,  que  solo  sirven  a  los  placeres 
de  la  vida.  Cortés  en  sus  cartas  a  Carlos  V,  y  Bemal  Diaz  en  su 
Historia,  hablan  con  admiración  de  los  famosos  huertos  de  Iztapala- 
pan,  y  de  Huajtepec,  que  uno  y  otro  vieron,  y  de  los  que  habla  tam- 
bién el  Dr.  Hernández,  que  los  vio  40  años  después  do  la  conquista. 
El  mismo  Cortés,  en  su  carta  al  emperador,  fecha  de  30  de  Octubre  de 
1520,  dice:  "  es  cosa  grande  la  muchedumbre  de  habitantes  en  estos 
paises,  que  no  hai  un  palmo  de  tierra  que  no  esté  cultivado.     **  Es 


366  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MKGICO. 

necesario  tener  una  dosis  nada  vulgar  de  testarudez  para  negar  cré- 
dito a  esta  clase  de  testimonios. 

Con  los  mismos  apoyos  he  hablado  de  la  gran  diligencia  de  los  Me- 
gicanos  en  la  cria  de  toda  especie  de  animales ;  en  cuyo  genero  de 
magnificencia  exedio  Moteuczoma  a  todos  los  reyes  del  mundo.  Era 
imposible  que  aquellas  gentes  mantubiesen  tan  estupenda  variedad  de 
cuadrúpedos,  aves,  y  reptiles,  sin  tener  grandes  conocimientos  acerca 
de  su  naturaleza,  de  su  instinto,  de  su  modo  de  vivir,  &c. 

Su  arquitectura  no  era  ciertamente  comparable  con  la  de  los  Euro- 
peos ;  mas  era  mui  superior  a  la  de  la  mayor  parte  de  los  pueblos  de 
Asia,  y  África.  ¿  Quien  osará  comparar  a  las  casas,  a  los  palacios,  a  los 
templos,  a  los  baluartes,  a  los  acueductos,  a  los  caminos  de  los  antiguos 
Megicanos,  no  ya  las  miserables  cabanas  de  los  Tártaros,  de  los  Sibe- 
rianos, de  los  Árabes,  y  de  aquellas  mezquinas  naciones  que  viven 
entre  el  Cabo  Verde,  y  el  de  Buena  Esperanza,  si  no  los  edificios  de 
Etiopia,  de  una  gran  parte  de  la  India,  de  las  islas  del  Asia,  y  del 
África,  y  entre  ellas  el  Japón?  Basta  confrontar  lo  que  han  escrito 
acerca  de  la  arquitectura  de  todos  estos  paises  los  viageros  que  los 
han  recorrido,  y  examinado,  para  desmentir  a  Mr.  de  Paw,  el  cual  osa 
asegurar  que  todas  las  naciones  Americanas  eran  inferiores  en  indus- 
tria y  sagacidad  a  los  pueblos  mas  groseros  del  antiguo  continente. 

Dice  que  el  ponderado  palacio  de  Moteuczoma  no  era  mas  que  una 
cabana :  pero  Cortés,  Bemal  Diaz,  y  el  conquistador  anónimo,  que 
tantas  veces  lo  vieron,  dicen  todo  lo  contrario.  "  Tenia,  dice  Cortés, 
hablando  de  Moteuczoma,  en  esta  ciudad  (de  Megico)  crsas  para  su 
habitación,  tales,  y  tan  maravillosas,  que  no  creo  poder  espresar  su  exe- 
lencia,  y  grandeza,  por  lo  que  diré  tan  solamente  que  no  las  hai  iguales 
en  España."  Asi  escribe  este  conquistador  a  su  rei,  sin  miedo  de  que 
lo  desmientan  sus  capitanes,  y  soldados,  los  cuales  tenian  a  la  vista 
los  obgetos  de  que  se  habla.  El  conquistador  anónimo,  en  su  curiosa, 
y  sincera  relación,  tratando  de  los  edificios  de  Megico,  se  esplica  en 
estos  términos :  "  había  hermosas  casas  de  señores,  tan  grandes,  y 
con  tantas  cuadras,  y  jardines  altos,  y  bosques,  que  nos  dejaban  ató- 
nitos. Yo  entré  cuatro  veces  por  curiosidad  en  un  palacio  de  Mote- 
zuma,  y  habiendo  girado  en  lo  interior,  hasta  cansarme,  no  lo  vi  todo. 
Acostumbraban  tener  al  rededor  de  un  gran  patio  cámaras,  y  salas 
grandísimas,  pero  sobre  todo  habia  una  tan  vasta,  que  dentro  de  ella 
podian  estar  tres  mil  hombres  sin  incomodarse :  era  tal,  que  el  corredor 
que  habia  encima  formaba  uoa  plazeta,  en  quie  podian  correr  cañas 


CULTURA    DE    LOS   MEGICANOS.  dm- 

treinta  hombres  a  caballo."  De  semejantes  espresiones  usa  Bemal 
Díaz  en  su  Historia.  Todos  los  historiadores  de  Megico  convienen 
en  que  el  egercito  de  Cortés,  compuesto  de  mas  de  6400  hombres, 
entre  Españoles,  Tlascaleses,  y  Cempoaleses,  se  alojó  todo  en  el 
palacio,  que  habia  sido  del  rei  Ajayacatl,  y  quedó  bastante  para  la 
habitación  del  rei  Moteuczoma,  y  de  su  servidumbre,  ademas  de  los 
almacenes  en  que  estaba  guardado  el  tesoro  del  primero  de  aquellos 
dos  monarcas.  Por  los  mismos  escritores  consta  la  magnificencia,  y 
bellisima  disposición  del  palacio  de  los  pájaros,  y  Cortés  añade  que  en 
las  piezas  de  aquel  edificio  podian  alojarse  cómodamente  dos  grandes 
principes,  con  todas  sus  cortes,  y  describe  menudamente  sus  pórticos, 
sus  cuartos,  y  jardines.  El  mismo  Cortés  dice  a  Carlos  V  que  en  el 
palacio  del  rei  Nezahualpilli  en  Tezcuco  se  alojó  él  con  600  Espa- 
ñoles, y  40  caballos,  y  que  era  tan  grande,  que  cabian  eh  él  600  hom- 
bres mas.  También  habla  del  palacio  del  señor  de  Iztapalapan,  y  de 
muchas  ciudades  alabando  su  estructura,  su  hermosura,  y  su  magni- 
fíencia.     Tales  eran  las  cabanas  de  los  reyes,  y  señores  de  Megico. 

Decir,  como  dice  Mr.  de  Paw,  que  Cortes  mandó  construir  a  toda 
prisa  un  palacio,  por  qhe  no  hallaba  habitación  proporcionada  en 
aquella  capital,  es  un  error,  que,  hablando  con  mayor  propiedad,  de- 
berá llamarse  una  mentira.  La  verdad  es  que  Cortés,  durante  el  ase- 
dio de  Megico,  quemó,  y  arruinó  la  mayor  parte  de  su  caserío,  como  él 
mismo  refiere,  con  cuyo  obgeto,  pidió,  y  obtubo  de  sus  aliados  algunos 
millares  de  hombres,  que  únicamente  se  empleaban  en  echar  abajo 
los  edificio^a  medida  que  los  Españoles  adelantaban,  a  fin  de  no  dejar 
a  retaguardia  ninguna  casa  en  que  pudieran  parapetarse  los  enemigos. 
No  era  pues  estraño  que  el  caudillo  Español  careciese  de  alojamiento 
proporcionado,  en  una  ciudad  que  él  mismo  habia  destruido :  pero  esta 
destrucción  no  fue  tan  general,  que  no  quedasen  en  pie  muchas  buenas 
casas  en  el  cuartel  de  Tlatelolco,  en  que  hubieran  podido  acomodarse 
mui  bien  los  Españoles,  y  todos  sus  aliados.  "  Desde  que  dispuso 
nuestro  Señor,  dice  Cortés,  que  esta  gran  ciudad  de  Temijtitan 
(Megico)  fuese  conquistada,  no  me  pareció  bien  residir  en  ella,  por 
causa  de  muchos  inconvenientes :  asi  que  me  fui  con  toda  mi  gente  a 
vivir  a  Cuyoacan."  Si  fuese  cierto  lo.  que  dice  Mr.  de  Paw,  Cortés 
hubiera  dado  por  motivo  de  su  salida  de  la  capital,  la  falta  de  edificios 
para  su  residencia,  y  la  de  sus  tropas.  El  palacio  de  Cortés  se  cons- 
truyó en  el  mismo  sitio  en  que  habia  estado  el  de  Moteuczoma.  Si 
Cortés  no  hubiese  arruinado  este,  hubiera  podido  habitar  cómodamente 
en  él,  como  habitaba  Moteuczoma  con  toda  su  corte.     Ademas  es 


308  HISTORIA   ANTIGUA    DE   MEGICO. 

falso  que  exista  actualmente  el  palacio  de  aquel  conquistador,  pues  se 
quemó  el  año  de  1692,  en  una  sedición  popular.  Pero  sobre  todo  es 
falsisimo  que  los  muros  de  los  edificios  Megicanos  no  fuesen  mas  que 
grandes  piedras,  puestas  unas  sobre  otras,  sin  ninguna  unión  :  lo  con- 
'trario  demuestran  todas  los  historiadores,  y  los  restos  de  los  edificios 
antiguos,  de  que  después  hablaré.  Asi  que  no  hai  en  todo  el  pasage 
de  Mr.  de  Paw  una  sola  proposición  que  no  sea  un  error. 

No  contento  con  echar  al  suelo  las  casas  de  los  Megicanos,  también 
se  pone  a  destruir  sus  templos,  y  enfadado  con  Solis  por  que  afirma 
que  los  de  Megico  eran  2,000  entre  grandes,  y  pequeños,  dice: 
"  Jamas  ha  habido  tan  gran  numero  de  edificios  públicos  en  ninguna 
ciudad  desde  Roma  a  Pekin,  por  lo  que  Gomara,  menos  temerario,  o 
mas  sensato  que  Solis,  dice  que,  contando  siete  capillas,  no  se  ha- 
llaron en  Megico  mas  de  ocho  lugares  destinados  al  culto  de  los  Ídolos." 
Para  que  se  vea  la  fidelidad  de  las  citas  de  Mr.  de  Paw,  copiaré  el 
pasage  de  Gomara  a  que  se  refiere.  "  Habia,  dice  en  el  capitulo  xl, 
muchos  templos  en  la  ciudad  de  Megico,  esparcidos  por  las  parro- 
quias o  barrios,  con  sus  torres,  y  en  ellos  habia  capillas,  y  altares  en 
que  se  ponian  los  ídolos.  Casi  todos  eran''de  la  misma  forma ;  asi 
que  lo  que  voi  a  decir  del  templo  principal,  bastará  para  dar  a  conocer 
todos  los  otros :"  y  después  de  una  menuda  descripción  de  aquel  gran 
templo,  ponderando  su  altura,  su  amplitud,  y  su  belleza,  añade : 
"  Ademas  de  estas  torres,  que  se  formaban  sobre  las  pirámides,  con 
sus  capillas  correspondientes,  habia  otras  cuarenta,  y  mas,  entre  gran- 
des, y  pequeñas,  en  otros  Teocallis  *  menores  que  habigj  dentro  del 
recinto  de  aquel  templo  principal,  los  cuales  eran  todos  de  la  misma 
forma  que  este ....  otros  Teocallis,  o  Cues  habia  en  otros  puntos  de  la 
ciudad  .  .  .  todos  estos  templos  tenían  sus  casas  propias,  y  sus  sacer- 
dotes, y  sus  dioses,  con  todo  lo  necesario  a  su  culto,  y  servicio." 
Vemos  pues  que  el  mismo  Gomara,  que  según  Mr.  de  Paw,  solo 
halló  en  Megico  ocho  lugares  destinados  al  culto  de  los  ídolos,  com- 
prendiendo siete  capillas,  cuenta  claramente  mas  de  40  templos,  dentro 
del  recinto  del  templo  principal,  ademas  de  otros  muchos  esparcidos 
por  las  parroquias,  y  barrios.  ¿  Quien  podra  fiarse  de  ^r,  de  Paw, 
después  de  tan  manifiesta  falsedad  ? 

*  TeocalU  (casa  de  Dios)  era  el  nombre  que  daban  los  Megicanos  a  sus  tem- 
plos. Entre  los  Españoles,  los  unos  los  llamaban  Templos,  los  otros  Adoratorios, 
los  otros,  acostumbrados  al  lenguage  de  los  Sarracenos,  Mezquitas,  y  otros  en 
ím  Cues,  palabra  tomada  de  la  lengua  Haitiana.  Los  templos  pequeños  solían 
llamarse  Humilladeros,  o  Sacrificaderos. 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  369 

Es  verdad  que  Solis  mostró  poca  critica  en  dar  por  cierto  el  numero 
de  templos  que  los  primeros  historiadores  espresaron  solo  por  un 
calculo  congetural;  pero  también  se  muestra  poco  juicioso  Mr.de 
Paw,  en  comprender  en  el  número  de  los  edificios  públicos  las  capillas 
que  los  Españoles  llamaron  templos.  De  estas  habia  innumerables. 
Todos  los  que  vieron  aquel  pais  antes  de  la  conquista,  declaran  que 
tanto  en  los  pueblos,  cuanto  en  los  caminos,  y  en  las  montañas,  se 
veian  por  todas  partes  edificios  de  esta  clase,  los  cuales,  aunque  pe- 
queños, y  diferentes  en  un  todo  de  nuestras  iglesias,  fueron  sin  em- 
bargo llamados  templos  por  estar  consagrados  al  culto  de  los  ídolos. 
Asi  en  las  cartas  de  Cortés,  como  en  la  Historia  de  Bernal  Díaz  se 
ve  que  apenas  daban  un  paso  los  conquistadores  en  sus  espediciones, 
sin  encontrar  un  templo  o  capilla.  Cortés  dice  que  contó  mas  de 
400  templos  en  la  ciudad  de  Cholula.  Pero  habia  una  gran  diferencia 
en  las  dimensiones  de  estos  edificios.  Algunos  no  eran  mas  que  un 
pequeño  terraplén,  de  poca  elevación,  sobre  el  cual  estaba  la  capilla 
del  Ídolo  titular.  Otros  eran  realmente  estupendos  en  su  altura  y 
amplitud.  Cortés,  hablando  del  templo  mayor  de  Megico,  asegura  a 
Carlos  V  que  no  era  í^cil  describir  sus  partes,  su  grandeza,  y  las 
cosas  que  en  él  se  contenían ;  que  era  tan  grande,  que  dentro  del 
recinto  de  la  fuerte  muralla  que  lo  circundaba,  cabía  un  pueblo  de 
500  casas.  No  hablan  de  otro  modo  de  aquel,  y  de  los  otros  templos 
de  Megico,  Tezcuco,  Cholula,  y  otras  ciudades,  Bernal  Díaz,  el  con- 
quistador anónimo,  Sahagun,  y  Tobar,  que  los  vieron,  y  los  historia- 
dores Megyjanos,  y  Españoles  que  escribieron  después,  y  con  buenos 
informes,  y  datos  seguros,  como  son  Acosta,  Gomara,  Herrera,  Tor- 
quemada,  Sígiienza,  Betancourt,  y  otros  muchos.  Hernández  des- 
cribe una  a  una  las  78  partes  de  que  se  componía  el  templo  mayor. 
Cortés  asegura  que  entre  las  altas  torres  que  hermoseaban  aquella 
gran  capital,  habia  cuarenta  tan  elevadas,  que  la  menor  de  ellas  no 
era  inferior  en  altura  a  la  famosa  Giralda  de  Sevilla.  D.  Fernando  de 
Alba  Ijtiiljochitl  habla  en  sus  MSS  de  aquella  (orre  de  nueve  pisos, 
que  su  célebre  abuelo  Nezahualcoyotl  dedicó  al  Criador  del  cielo : 
edificio  que  probablemente  es  el  mismo  famoso  templo  de  Tezcutzinco, 
que  tanto  encomia  Valadés  en  su  Retorica  Cristiana. 

Toda  esta  nube  de  autoridades  depone  contra  Mr.  de  Paw :  apesar 
de  las  cuales  no  tiene  a  bien  creer  aquella  gran  multitud  de  templos 
en  Megico,  "  porque  Moteuczoma  J  fue  el  que  dio  a  aquella  villa  la 
forma  de  ciudad  ;  desde  el  reinado  de  aquel  monarca  hasta  la  llegada 

TOMO    II.  2  P  ' 


370  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

de  los  Españoles  no  habian  trascurrido  mas  de  42  años;  espacio  que 
no  basta  a  construir  2,000  templos." 

En  primer  lugar  es  falso  que  Moteuczoma  I  fue  el  que  dio  a  Me- 
gico  la  forma  de  ciudad,  pues  sabemos  por  la  historia  que  aquella 
capital  tenia  forma  de  ciudad  desde  los  tiempos  de  Acamapichtzin, 
primer  rei  de  aquel  estado.  En  segundo  lugar  es  falso  que  desde  el 
reinado  de  Moteuczoma  I  basta  la  conquista  de  los  Españoles  no  tras- 
currieron mas  qtie  42  años.  Moteuczoma  empezó  a  reinar,  según  he 
probado  en  mi  segunda  disertación,  el  año  de  1436,  y  murió  en  1464, 
y  los  Españoles  no  llegaron  a  Megico  antes  de  1519 :  luego  desde  el 
principio  del  reinado  de  aquel  principe  hasta  la  llegada  de  los  Espa- 
ñoles hubo  83  años,  y  55  desde  la  muerte  de  Moteuczoma.  En  tercer 
lugar  Mr.  de  Paw  se  muestra  enteramente  ignorante  de  la  estructura 
de  los  templos  Megicanos,  ni  sabe  cuan  grande  era  el  numero  de  ope- 
rarios que  concurrían  a  la  construcción  de  los  edificios  públicos,  y 
cuanta  su  prontitud  en  llevarlos  a  cabo.  Tal  vez  se  ha  visto  en  Me- 
gico construir  en  una  sola  noche  un  pueblo  entero  (aunque  en  verdad 
solo  se  componía  de  cabanas  de  madera  cubiertas  de  heno)  y  conducir 
a  él  los  nuevos  colonos  sus  familias,  sus  animales,  y  sus  bienes. 

lEfl.  cuanto  a  fortificaciones,  es  cierto  e  indudable  por  el  dicho  de 
Cortés,  y  de  todos  cuantos  vieron  las  antiguas  ciudades  de  aquel 
imperio*,  que  los  Megicanos,  y  todas  las  otras  naciones  que  vivían 
en  sociedad,  usaban  murallas,  baluartes,  estacadas,  fosos,  y  trincheras. 
Pero  aunque  no  hiciesen  fe  tantos  testigos  oculares,  bastarían  las 
fortificaciones  antiguas  que  aun  subsisten  en  Quauhtochco,  ^  Guatusco, 
y  en  Mohajac,  de  que  ya  he  hablado  en  otra  parte,  para  demostrar  el 
error  de  Mr.  de  Paw.  Es  cierto  que  no  eran  comparables  con  las 
de  Europa,  por  que  ni  la  arquitectura  militar  de  aquellos  pueblos  se 
habla  perfeccionado  tanto,  ni  tenían  necesidad  de  ponerse  a  cubierto 
de  la  artillería,  cuyo  uso  les  era  desconocido :  pero  bastante  dieron  a 
entender  su  industria,  inventando  tantas  especies  de  reparos  para 
defenderse  de  sus  enemigos  ordinarios.  Quien  lea  las  unánimes 
deposiciones  de  los  conquistadores,  no  dudará  de  los  grandes  esfuerzos 
que  tubieron  que  emplear  para  combatir  los  fosos,  y  las  trincheras  de 
los  Megicanos  en   el  asedio  de  la  capital,  apesar  de  ser  exesivo  el 

*  Hablan  con  mucha  frecuencia  de  las  antiguas  fortificaciones  Cortés  en  sus 
cartas  a  Carlos  V,  Pedro  Alvarado,  y  Diego  Godoy  en  sus  cartas  a  Cortés, 
Bernal  Diaz  en  su  Historia,  el  conquistador  anónimo  en  su  relación,  Alfonso 
de  Ogeda  en  sus  Memorias,  y  Sahagun  en  su  Historia,  todos  testigos  oculares. 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  371 

numero  de  los  aliados,  y  de  tener  tantas  ventajas  los  sitiadores  en  las 
armas  de  fuego,  y  en  los  bergantines.  La  terrible  derrota  que  su- 
frieron los  Españoles,  cuando  se  retiraron  de  Megico,  no  deja  lugar  a 
que  se  dude  de  las  fortificaciones  de  aquella  capital.  No  estaba 
circundada  de  murallas,  porque  tenia  bastante  para  su  seguridad  con 
los  grandes  fosos  que  cortaban  las  calzadas  que  la  unian  con  tierra 
firme,  y  que  eran  los  únicos  puntos  por  los  cuales  se  podia  entrar  en 
su  recinto:  mas  otras  ciudades,  cuya  situación  no  era  tan  ventajosa, 
tenian  murallas,  y  otros  reparos  para  su  defensa.  El  mismo  Cortés 
describe  menudamente  las  fortificaciones  de  la  ciudad  de  Quauhque- 
cholan. 

Mas  i  para  qué  perder  el  tiempo  en  acumular  testimonios,  y  otras 
pruebas  de  la  arquitectura  de  los  Megicanos,  cuando  ellos  mismos  nos 
las  han  dejado  irrecusables  en  las  tres  calzadas  que  construyeron  sobre 
el  lago,  y  en  el  antiquisimo  acueducto  de  Chapoltepec  un  monumento 
inmortal  de  su  industria? 

Los  mismos  autores  que  testifican  el  estado  a  qué  llegó  la  arqui- 
tectura en  aquellos  pueblos,  acreditan  la  exelencia  de  sus  plateros,  de 
sus  tegedores,  de  sus  lapidarios,  y  de  los  que  se  empleaban  en  los 
mosaicos,  y  otras  obras  de  plumas.  Fueron  muchos  los  Europeos  que 
vieron,  y  examinaron  estos  trabajos,  y  se  maravillaron  de  la  destreza 
de  sus  artífices.  Sus  obras  fundidas  exitaron  la  admiración  de  los 
plateros  de  Europa,  como  afirman  muchos  *  escritores  que  entonces 
vivian,  y  entre  otros  el  historiador  Gomara,  que  tubo  muchas  de 
aquellas  ^ezas  en  sus  manos,  y  oyó  decir  a  los  plateros  de  Sevilla 
que  no  se  creian  capaces  de  imitarlas.  ¿  Es  tan  común  el  arte  de 
construir  aquellas  alajas  de  que  habla  en  el  libro  vii  de  esta  historia,  y 
que  celebran  unánimemente  tantos  escritores  ?  ¿  Hai  muchos  artífices 
en  Europa  que  sepan  fundir  un  pez,  con  escamas  de  oro,  y  plata, 
dispuestas  alternativamente  ?  Cortés  dice  que  las  imágenes  de  oro,  y 
de  pluma  que  vio  en  Megico  eran  de  tan  esquisita  labor  que  no  le 
parecía  posible  se  hiciesen  mejores  en  Europa ;  que  en  cuanto  a  las 
joyas  no  se  podía  entender  de  qué  instrumentos  se  valían  para  darles 
tanta  perfección,  y  que  los  trabajos  de  pluma  eran  tales,  que  ni  en 
cera,  ni  seda  se  podían  imitar.  En  su  tercera  carta  a  Carlos  V^ 
hablando  del  botin  que  cayó  en  manos  de  los  conquistadores,  después 
de  la  toma  de  Megico,  dice  que  se  hallaron  unas  rodelas  de  oro,  y 
plumas,  y  otras  preciosidades  de  la  misma  materia,  tan  maravillosas, 
que  no  siéndole  posible  dar  una  exacta  idea  de  su  mérito  por  escrito, 
las  enviaba  a  S.  M.  para  que  por  sus  propios  ojos  se  asegurase  de  su 

2  B  2 


372  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

exelencia,  y  perfección.  Estoi  seguro  que  no  hubiera  hablado  en 
aquellos  términos  de  unos  obgetos  que  enviaba,  si  no  hubieran  mere- 
cido estos  los  elogios  que  de  ellos  hacia.  Casi  en  los  mismos  términos 
que  Cortés,  se  espresan  sobre  el  mismo  asunto,  los  autores,  que 
vieron  aquellas  obras,  como  Bernal  Diaz,  el  conquistador  anónimo. 
Gomara,  Hernández,  Acosta,  y  otros,  de  cuyos  datos  me  he  valido 
para  todo  lo  que  he  escrito  sobre  este  asunto  en  mi  Historia. 

El  Dr.  Robertson  reconoce  el  unánime  testimonio  de  los  antiguos 
escritores  Españoles,  y  cree  que  no  tubieron  intención  de  engañar  a 
los  que  leyeran  sus  escritos  :  pero  asegura  que  todos  fueron  in- 
ducidos a  exagerar,  por  las  ilusiones  que  el  calor  de  su  imaginación 
les  sugería.  Con  esta  bella  solución  no  hai  cosa  mas  fácil  que  echar 
por  tierra  todo  lo  que  en  si  contienen  las  historias.  Todos,  todos  se 
engañaron  ;  sin  exeptuar  al  ilustre  Acosta,  ni  al  docto  Hernández,  ni 
a  los  artífices  Sevillanos,  ni  al  rei  Felipe  II,  ni  al  sumo  pontífice 
Sisto  V,  admiradores  todos,  y  encomiadores  de  aquellas  obras  maestras 
de  la  industria  de  los  pueblos  del  Nuevo  Mundo.  Todos  tubieron 
caliente  la  imaginación,  y  aun  aquellos  mismos  que  escribieron  pocos 
años  después  de  la  conquista.  Tan  solamente*el  Escoces  Robertson, 
y  el  Prusiano  Paw  han  tenido,  después  de  dos  siglos  y  medio,  aquel 
temple  de  fantasía  que  es  necesario  para  juzgar  exactamente  de  las 
cosas  ;  sin  duda  por  que  el  frío  de  los  paises  en  que  nacieron  habrá 
moderado  los  Ímpetus  fogosos  de  su  imaginación. 

"  Estas  descripciones,  añade  Robertson,  no  bastan  para  que  for- 
memos juicio  del  mérito  de  los  trabajos  de  los  Megicanos f  es  nece- 
sario considerar  los  productos  de  sus  artes,  como  todavía  se  conser- 
van. Muchos  de  sus  adornos  de  oro,  y  de  plata,  como  también, 
muchos  utensilios  domésticos  están  depositados  en  el  magnifico  gabi- 
nete de  curiosidades  naturales,  y  artificiales,  que  acaba  de  abrir  el  rei 
Católico  :  y  algunas  personas,  en  cuyo  gusto,  y  juicio  debo  fiarme,  me 
han  asegurado  que  estos  ponderados  esfuerzos  del  arte  de  los  Megi- 
canos,  son  torpes  representaciones  de  obgetos  comunes,  o  imágenes 
de  figuras  humanas,  y  de  animales,  privadas  enteramente  de  gracia,  y 
propiedad."  Y  en  la  nota  de  este  pasage  añade :  "  En  la  armería 
del  palacio  Real  de  Madrid  se  muestran  unas  armaduras  que  dicen 
ser  de  Moteuczoma.  Componense  de  unas  placas  de  cobre  mui 
bruñidas.  Los  inteligentes  las  creen  Orientales.  La  forma  de  los 
adornos  de  plata  de  que  están  cubiertas,  son  figuras  de  dragones,  y 
pueden  considerarse  como  apoyos  de  aquella  opinión.  En  punto  a 
trabajo,  son  infinitamente  superiores  a  todos  los  otros  esfuerzos  de  la 


CULTURA    DK    LOS    MEGICANüS.  373 

industria  Americana,  vistos  basta  ahora.  La  sola  muestra  indudable 
que  yo  he  visto  del  arte  de  los  Megicanos  en  Inglaterra,  es  una  copa 
de  oro  finísimo,  que  aseguran  haber  pertenecido  a  Moteuczoma.  En 
esta  copa  se  representa  un  rostro  humano.  Por  una  parte  se  ve  el 
rostro  de  frente ;  por  otro  de  perfil,  y  por  otro  la  parte  posterior  de 
la  cabeza.  Las  facciones  son  gruesas,  pero  tolerables,  y  demasiado 
tosco  el  trabajo  para  que  se  pueda  atribuir  a  mano  Española.  Esta 
copa  fue  comprada  por  Odoardo,  Conde  de  Oxford,  cuando  se  hallaba 
en  el  puerto  de  Cádiz."  Hasta  aqui  Robertson,  a  cuyas  observaciones 
respondo,  1.  Que  no  tubo  motivo  para  creer  que  aquel  tosco  trabajo 
fuese  realmente  Megicano.  2.  Que  tampoco  sabemos  si  las  personas 
a  cuyo  juicio  creyó  deber  fiarse  Robertson,  merecian  también  nuestra 
confianza,  pues  vemos  que  aquel  escritor  se  fia  con  mucha  frecuencia 
del  testimonio  de  Gages,  de  Corral,  de  Ibañez,  y  de  otros  autores  mui 
poco  dignos  de  crédito.  También  pudo  ser  que  aquellas  personas 
tubiesen  caliente  la  imaginación,  pues  según  la  Índole  de  la  corrom- 
pida especie  humana,  es  mas  común  calentarse  la  imaginación  en 
contra,  que  en  favor  de  una  nación.  3.  Que  es  bastante  probable 
fuesen  realmente  Megicanas  las  armas  que  aquellos  inteligentes 
creyeron  Orientales:  pues  estamos  seguros  por  el  testimonio  de  todos 
los  escritores  de  Megico,  que  aquellas  naciones  usaban  armaduras  de 
placas  u  hojuelas  de  cobre,  y  que  con  ellas  se  cubrían  el  pecho,  los 
brazos,  y  los  muslos,  para  defenderse  de  las  flechas,  y  no  sabemos  que 
hayan  tenido  el  mismo  uso  los  habitantes  de  las  islas  Filipinas,  ni 
algún  otro,(j)ueblo  de  los  que  con  ellos  teniaíi  trafico,  y  comunicación. 
Los  dragones  representados  en  aquellas  armas,  lejos  de  confirmar, 
como  cree  Robertson,  la  opinión  de  los  que  las  tienen  por  Orientales, 
confirman  mas  bien  la  mia,  pues  no  ha  habido  pueblo  en  el  mundo 
que  haya  usado  en  sus  armas  las  figuras  de  animales  terribles  tan 
comunmente,  como  hacían  los  Megicanos.  Ni  es  de  estrañar  que 
estos  tubiesen  idea  de  los  dragones,  pues  también  la  tenían  de  los 
grifones,  como  asegura  Gomara,  el  cual  dice  que  algunos  áeñores 
tenían  en  sus  armas  la  figura  de  un  grifón,  con  un  ciervo  en  las 
garras.  5.  Que  aunque  sean  toscas  las  imágenes  formadas  en  aquellas 
labores  de  oro,  y  plata,  bajo  otro  aspecto  podrían  ser  exelentes,  mara- 
villosas, e  inimitables,  pues  en  ellas  deben  considerarse  dos  clases  de 
trabajo  que  no  tienen  entre  si  la  menor  conexión,  a  saber :  la  fundi- 
ción, y  el  dibujo.  El  famoso  pez  de  que  ya  he  hablado  tendría  quizas 
una  forma  incorrecta,  y  desproporcionada,  sin  que  esto  disminuya  el 


374  HISTbRIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

mérito  de  aquella  admirable  alternativa  de  escamas  de  oro  y  plata, 
hechas  en  la  fundición.  6.  Finalmente,  el  juicio  de  algunas  personas 
desconocidas  al  público,  sobre  aquellos  pocos  obgetos  de  dudoso 
origen  que  están  en  el  gabinete  de  Madrid,  no  puede  contrapesar  la 
unánime  decisión  de  todos  los  historiadores  antiguos,  que  vieron,  y 
describieron  muchos  trabajos  de  aquella  especie,  indudablemente 
Megicanos. 

De  todo  lo  que  llevo  dicho  hasta  ahora  se  infiere  el  gran  agravio 
que  hace  Mr.  de  Paw  a  los  Megicanos,  creyéndolos  inferiores  en  in- 
dustria, y  sagacidad  a  los  pueblos  mas  incultos  del  antigux)  continente. 
El  P.  Acosta,  hablando  de  los  Peruanos,  dice :  "  Si  estos  hombres 
son  bestias  digalo  quien  quiera:  yo  estoi  seguro  que  en  aquello  a  que 
se  aplican,  nos  son  mui  superiores."  Esta  ingenua  confesión  de  un 
Europeo  de  tan  sana  critica,  y  tan  imparcial  en  sus  opiniones,  vale 
algo  mas  que  todas  las  invectivas  de  un  filosofo  Prusiano,  y  de  un 
historiador  Escocés,  mal  instruidos  uno  y  otro  en  las  cosas  del  Nuevo 
Mundo,  y  estrafiamente  prevenidos  contra  los  pueblos  que  lo  habitan. 

Pero  aun  concediendo  a  Mr.  de  Paw  que  la  industria  de  los  Ameri- 
canos en  sus  artes  sea  inferior  a  la  de  los  otros  pueblos  del  mundo, 
nada  debe  inferirse  de  aqui  contra  las  calidades  mentales  de  aquellos 
pueblos,  ni  contra  el  clima  de  sus  regiones,  siendo  cierto  e  indudable 
que  la  mayor  parte  de  los  inventos,  y  progresos  de  la  industria,  se  de- 
ben mas  que  al  ingenio,  a  la  suerte,  a  la  necesidad,  y  a  la  codicia. 
Los  hombres  mas  diestros  en  las  artes  no  son  siempre  los  mas  inge- 
niosos, si  no  los  que  mas  necesidades  padecen,  y  los  qu^  mas  viva- 
mente sienten  los  deseos  de  adquirir.  *'  La  esterilidad  de  la  tierra, 
dice  Montesquieu,  hace  industriosos  a  los  hombres,  por  que  se  ven 
precisados  a  proporcionarse  de  un  modo  o  de  otro  lo  que  la  tierra  les 
reusa.  La  fertilidad  de  la  tierra  trae  consigo  la  facilidad  de  mante- 
nerse, y  al  mismo  tiempo  la  desidia."  "  La  necesidad,  dice  el  mismo 
Robertson,  es  el  estimulo,  y  el  conductor  del  genero  humano  en  el 
camino  de  los  inventos."  Los  Chinos  no  serian  ciertamente  tan  in- 
dustriosos como  son,  si  la  exesiva  población  del  pais  no  hiciese  tan 
difícil  la  subsistencia ;  ni  en  Europa  se  hubieran  hecho  tantos  pro- 
gresos en  las  artes,  si  hubiese  faltado  el  aliciente  de  los  premios,  y  la 
esperanza  de  mejorar  fortuna  en  los  que  las  cultivan.  Sin  embargo 
de  todo,  los  Megicanos  pueden  alegar  en  su  favor  muchos  inventos 
capaces  de  inmortalizar  sus  nombres,  como  son,  ademas  de  sus  fa- 
mosas fundiciones   de  metales  finos,  y  sus  inimitables  mosaicos  de 


1 


CULTURA    DK    LOS    MEGICANOS.  375 

plomas,  y  de  conchas,  el  papel  que  haciati  con  algodón,  maguei,  seda, 
y  palma  de  monte*  ;  sus  tintes  de  colores  indelebles:  sus  hilados,  y 
tegidos  del  pelo  mas  sutil  del  conejo,  y  de  la  liebre ;  sus  navajas  de 
afeitar  de  obsidiana  o  piedra  ¿¿zí/é,-  la  industriosisima  cria  de  la  co- 
chinilla, para  sacar  de  este  insecto  tan  preciosos  colores ;  el  esmalte 
de  los  pavimentos  de  las  casas,  y  otros  muchos  no  menos  dignos  de 
admiración,  cuyos  pormenores  pueden  verse  en  esta  obra,  y  en  las  de 
todos  los  historiadores  de  Megico,  asi  como  de  los  inventos,  y  pro- 
gresos industriales  de  los  Peruanos,  dan  suficiente  idea  las  obras  del 
Inca  Garcilaso,  y  del  P.  Acosta,  y  las  Cartas  Americanas  de  Carli. 
Pero  ¿qué  estrafio  es  que  las  naciones  civilizadas  del  nuevo  con- 
tinente poseyesen  aquellas  invenciones,  y  conocimientos,  cuando  entre 
los  pueblos  barbaros  del  mismo  se  han  encontrado  artes  singularísi- 
mas, y  nunca  vistas  en  Europa.  ¿  Qué  invento  por  egemplo  mas  es- 
traordinario  que  el  de  domesticar  los  peces  del  mar,  y  servirse  de  ellos 
para  pescar  otros  mas  grandes,  como  hacian  los  habitantes  de  las 
Antillas?  Esta  sola  prueba  de  ingenio,  y  destreza,  de  que  hacen 
mención  Oviedo -f-.  Gomara,  y  otros  autores  bastaria  para  desmentir 
las  invectivas  de  Mr.  de  Paw  contra  la  industria  de  los  Americanos. 

Lengua  Megicana. 
"  Las  lenguas  de  America,  dice  Mr.  de  Paw,  son  tan  limitadas,  y 
tan  escasas  de  palabras,  que  no  es  posible  espresar  en  ellas  ningún 
concepto  metafisico.  En  ninguna  de  ellas  se  puede  contar  mas  all^ 
de  tres  (eio  otra  parte  dice  que  los  Megicanos  contaban  hasta  diez). 
No  es  posible  traducir  un  libro,  no  ya  en  las  lenguas  de  los  Algonqui- 
nes,  y  de  los  Guaranis  o  Paraguayeses,  pero  ni  aun  en  las  de  Megico, 
y  Perú,  por  no  haber  en  ellas  suficiente  cantidad  de  voces  para  es- 
presar nociones  generales."  El  que  lea  estas  decisiones  magistrales 
del  filosofo  Prusiano,  se  persuadirá  sin  duda  que  pronuncia  su  fallo, 
después  de  haber  viajado  por  toda  la  America,  y  de  haber  examinado 
todas  las  lenguas  que  se  hablan  en  aquel  continente  :  pero  no  es  asi. 
Sin  salir  de  su  gabinete  de  Berlin,  sabe  mejor  todo  lo  que  pasa  en 

*  Véase  lo  que  digo  sobre  el  papel  en  el  libro  vii.  La  iavencion  del  papel  es 
sin  duda  mas  antigua  en  America  que  en  Egipto,  de  donde  pasó  a  Europa.  Es 
cierto  que  el  papel  Megicano  no  es  comparable  en  finura  al  Europeo,  pero  debe 
tenerse  presente  cjue  no  lo  hacian  para  escribir,  si  no  para  pintar. 

f  El  pez  de  que  los  Indios  se  servían  para  dar  caza  a  otros  mayores  como  en 
Europa  se  usan  los  halcones  para  cazar  otras  aves,  es  el  llamado  en  aquellas  islas 
Guaicán,  y  por  los  Españoles  Reverso.  Oviedo  describe  el  modo  con  que  hacian 
esta  pesca. 


376  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

America,  que  los  mismos  Americanos,  y  en  el  conocimiento  de  las 
lenguas  es  superior  a  ios  que  las  hablan.  Yo  aprendí  la  Megicana, 
y  la  oí  hablar  a  los  Megicanos,  por  espacio  de  muchos  años,  y  no 
sabia  que  fuese  tan  escasa  de  voces  numerales,  y  de  términos  signifi- 
ficativos  de  ideas  universales,  hasta  que  me  descubrió  este  gran  se- 
creto Mr.  de  Paw.  Sabia  que  los  Megicanos  habiau  dado  el  nombre 
de  Centzontli  (esto  es  400)  o  mas  bien  el  de  Centzontlatale  (esto  es, 
el  que  tiene  400  voces)  a  aquel  pajaro  tan  célebre  por  su  singular  dul- 
zura, y  por  la  incomparable  variedad  de  su  canto.  También  sabia 
que  los  antiguos  Megicanos  contaban  por  giquipili  las  almendras  de 
cacao,  que  empleaban  en  el  comercio,  y  sus  tropas  en  la  guerra ;  asi 
que  para  decir,  por  egemplo,  que  un  egercito  se  componía  de  40,000 
hombres,  decian  que  tenia  5  giquipilis.  Sabia  yo  en  fin  que  los 
Megicanos  tenian  voces  numerales  para  espresar  cuantos  millares,  y 
millones  querían :  pero  Mr.  de  Paw  sabe  todo  lo  contrario,  y  no  hai 
duda  que  lo  sabrá  mejor  que  yo ;  por  que  yo  tube  la  desgracia  de 
uacer  en  un  clima  menos  favorable  que  el  de  Prusia,  a  las  opera- 
ciones intelectuales.  Sin  embargo,  para  satisfacer  la  curiosidad  de 
mis  lectores  quiero  ponerles  a  la  vista  la  serie  de  nombres  numerales 
de  que  se  han  servido  siempre  las  naciones  de  Anahuac. 

VOCES  NUMERALES  DE  LOS  MEGICANOS. 

1    Ce. 

2  One. 

3 Jei.> 

4  Nañui. 

5 Macuilli. 

6  Chicuace. 

7  Chicóme. 

8  Chicuei. 

9  Chiucnahui. 

10  Matlactli. 

15  Chajtolli. 

Con  estas  voces  diversamente  combinadas  entre  si,  y  con  los  tres 
nombres  de  Pohualli,  o  Poalli  20,  Tzontli  400,  y  Giquipilli  8,000, 
espresan  cualquiera  cantidad,  como 

20  Cempoalli. 

40  Ompoalli. 

60  Epoalli. 

80 Nauhpoalli. 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  377  > 

100  Macuilpoalli. 

120  Chicuacempoalli. 

200,  10  veces  20   Matlacpoalli. 

300,  15  veces  20   Caltolpoalli. 

De  este  mismo  modo  cuentan  hasta  llegar  a  400 

400  Centzontli. 

800  Onzontli. 

1200 Etzontli. 

1,600  Nauhtzontli. 

2,000  Macuiltzontli. 

2,400  ChicuacentzonilL 

4,000,  10  veces  400   Matlactzontli. 

6,000,  15  veces  400   Caltoltzontli. 

Este  modo  de  numerar  sigue  hasta  8,000. 

8,000  Cegiquipilli. 

16,000  Ongiquipilli. 

24,000  ^ Egiquipilli. 

32,000  Nauhgiquipilli. 

40,000  Macuilgiquipilli. 

48,000 Chicuacengiquipilli. 

80,000,  10  veces  8,000   Matlacgiquipilli. 

120,000,  15  veces  8,000   Cajtolgiquipilli, 

160,000,  20  veces  8,000 Cempoalgiquipilli. 

320,0db,  40  veces  8,000 Ompoalgiquipilli. 

3,200,000,  400  veces  8,000 Centzontgiquipilli. 

6,400,000,  800  veces  8,000 Ontzongiquipilli. 

32,000,000,  4,000  veces  8,000 Matlactzongiquipilli. 

48,000,000,  6,000  veces  8,000 Caltoltzongiquipilli* . 

En  este  catalogo  de  voces  numerales  Megicanas  se  echa  de  ver  qué 
los  que,  según  Mr.  de  Paw,  no  tenian  palabras  para  contar  mas  alia 
de  tres,  podian  contar,  a  lo  menos,  hasta  48,000,000.  Del  mismo 
modo  me  seria  fácil  rebatir  el  error  do  Mr.  de  La  Condamine,  y  del 
mismo  Mr.  de  Paw,  alegando  el  egemplo  de  otras  muchas  lenguas  de 
America,  aun  de  las  que  se  usaban  por  pueblos  que  se  creían  general- 
mente barbaros.    Actualmente  se  hallan  en  Italia  personas  mui  practicas 

*  Dige  que  podian  contar  hasta  48,000,000  cuando  menos,  por  que  pueden 
contar  mayores  cantidades,  pero  necesitan  emplear  palabras  mas  largas,  y  lo 
dicho  basta  para  desmentir  a  Mr.  de  Paw.  »!:«■ 


tS7ñ  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

en  las  cosas  del  Nuevo  Mundo,  y  que  pueden  dar  razón  de  mas  de  60 
lenguas  Americanas :  pero  todo  esto  serviría  tan  solo  para  cansar  la 
paciencia  de  los  lectores.  Entre  los  materiales  que  he  recogido  para 
esta  obra,  tengo  los  nombres  numerales  de  la  lengua  Araucana,  que 
con  ser  de  una  nación  mas  guerrera  que  culta,  tenia  voces  para  contar 
millones*. 

No  es  menor  la  equivocación  de  Mr.de  Paw  en  afirmar  que  las 
lenguas  Americanas  no  pueden  espresar  conceptos  metafisicos;  no- 
ticia que  ha  sacado  de  la  obra  dé  Mr.de  la  Condamine.  *•  Tiempo, 
dice  este  filosofo,  hablando  de  las  lenguas  Americanas,  duración, 
espacio,  ser,  sustancia,  materia,  cuerpo,  todas  estas  palabras,  y  otras 
muchas  carecen  de  equivalente  en  aquellos  idiomas.  No  solo  los 
nombres  de  los  seres  metafisicos,  si  no  también  los  de  las  ideas  morales 
carecen  de  voces  propias,  y  solo  pueden  espresarse  aquellos  concep- 
tos, mui  imperfectamente  y  con  largas  circumlocuciones."  Pero 
Mr.  de  la  Condamine  sabia  tanto  de  lenguas  Americanas  como  Mr. 
de  Paw,  y  sin  duda  se  informó  de  algún  hombre  ignorante,  como 
sucede  tantas  veces  a  los  viageros.  Yo  estoi  intimamente  convencido 
de  que  muchas  lenguas  Americanas  no  tienen  esa  escasez  de  voces 
def  que  hablan  aquellos  escritores  :  pero  dejando  esto  por  ahora,  hable- 
mos solo  de  la  Megicana,  que  es  el  principal  obgeto  de  la  disputa. 

Es  cierto  que  los  Megicanos  no  tenian  voces  para  espresar  los  con- 
ceptos de  la  materia,  de  la  sustancia,  del  accidente,  y  otros  seme- 
jantes: pero  también  es  cierto  que  ninguna  lengua  de  Asia,  y  de 
Europa  las  tenia,  hasta  que  los  Griegos  empezaron  a  «^ormar  ideas 
abstractas,  y  a  inventar  voces  para  espresarlas.  El  gran  Cicerón,  que 
tan  bien  sabia  su  lengua  Latina,  y  que  floreció  en  tiempo  de  su  mayor 
perfección,  aunque  la  creia  mas  abundante  que  la  Griega,  trabajó 
mucho  en  sus  obras  filosóficas  en  hallar  voces  correspondientes  a  las 
ideas  metafisicas  de  los  Griegos.  ¡  Cuantas  veces  no  se  vio  obli- 
gado a  crear  términos  nuevos,  equivalentes  en  algún  modo  a  los 
Griegos,  por  que  no  los  hallaba  en  su  idioma  nativo !  Y  aun  en  la 
actualidad,  después  que  aquella  lengua  se  ha  enriquecido  con  muchas 
palabras  inventadas  por  Cicerón,  y  por  otros  doctos  Romanos,  que  a 
su  egemplo  se  dieron  al  estudio  de  la  filosofia,  le  faltan  espresiones 

*  Mari,  en  lengua  Araucana  vale  10;  Pataca  100;  Huaranca  1,000,  Pata- 
chuaranca  100,000;  Maripatacahnrancu,  1,000,000.  Después  de  escrita  esta  diser- 
tación he  adquirido  la  serie  de  voces  numerales  de  la  lengua  Otomite,  que  aunque 
se  cree  una  de  las  mas  imperfectas  de  America  puede  espresar  todo  numero  de 
millares. 


CULTURA    DE    LOS    MB6IGANOS.  379 

correspondientes  a  muchos  conceptos  metafisicos,  y  para  darlos  a 
entender,  tiene  que  echar  mano  del  bárbaro  lenguage  de  las  escuelas. 
Ninguna  de  las  lenguas  que  hablan  los  filósofos  de  Europa  tenia  voces 
significativas  de  la  sustancia,  del  accidente,  y  de  otros  conceptos 
semejantes,  por  lo  que  fue  necesario  emplear  las  Griegas,  y  Latinas. 
Los  Megicanos  antiguos,  que  no  se  aplicaron  al  estudio  de  la  Meta- 
física, merecen  alguna  disculpa  por  no  haber  inventado  el  lenguage 
propio  de  aquella  ciencia :  no  es  sin  embargo  tan  escasa  su  lengua  de 
voces  significativas  de  ideas  generales  como  Mr.  de  la  Condamine 
asegura  que  lo  son  las  de  los  pueblos  de  la  America  Meridional: 
antes  bien  afirmo  que  hai  pocas  lenguas  mas  capaces  de  espresar  las 
ideas  metafisicas,  que  la  Megicana,  por  que  es  difícil  hallar  otra  en 
que  tanto  abunden  los  nombres  abstractos.  Pocos  son  los  verbos  que 
tiene  de  que  no  puedan  formarse  nombres  verbales  correspondientes 
a  los  Latinos  en  io,  y  pocos  los  nombres  sustantivos,  y  adgetivos,  de 
que  no  se  formen  nombres  abstractos,  que  espresan  el  ser,  o  la  quidi- 
tas  de  las  escuelas.  No  encuentro  la  misma  facilidad  en  el  Hebreo, 
en  el  Griego,  en  el  Latin,  en  el  Francés,  en  el  Ingles,  en  el  Italiano, 
en  el  Español,  y  en  el  Portugués,  de  cuyos  idiomas  me  parece  tener 
el  conocimiento  necesario  para  hacer  la  comparación.  Para  ilustrar 
mas  este  asunto,  y  satisfacer  la  curiosidad  de  los  lectores,  daré  aqui 
algunas  de  aquellas  voces,  que  suelen  oirse  en  boca  de  los  Indios  mas 
groseros. 

CATALOGO  DE  VOCES  MEGICANOS 

QUE    SIGNIFICAN    IDEAS    METAFÍSICAS    Y   MORALES. 

Cosa  Tlamantli. 

Esencia Geliztli. 

Bondad Qualloti. 

Verdad  Neltiliztli. 

Unidad  Cetiliztli. 

Dualidad Ometiliztli. 

Trinidad  Geitiliztli. 

Dios  Teotl 

Divinidad  Teojotl. 

Reflexión  Nejolnonotzaliztli. 

Previsión TlachtopaitlaliztlL 

Duda Nejoltzotzonaliztli. 

Recuerdo  Tlalnamiquiliztli. 

Olvido Tlalcahualiztli. 

Amor Tlazo tlalizt li . 


HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

Odio  Tlacocoliztli. 

Temor  TlamauJitiliztli. 

Esperanza Netemachiliztli. 

El  que  tiene  todas  cosas {  ^%"^- 

Nahuaque. 

Aquel  por  quien  se  vive Ipalnemoani. 

Incomprensible Amacicacaconi. 

Eterno Cemicacgeni. 

Eternidad  Cenmancangeliztli. 

Tiempo Cahuitl. 

Creador  de  todo Cenjocojani. 

Omnipotente Oenhuelitini. 

Omnipotencia    Cenhueliciliztli. 

Persona TlacatL 

Personalidad Tlacajotl. 

Paternidad Tajotl. 

Maternidad  Nanjotl. 

Humanidad Tlacticpactlacajotl. 

Alma Tejolia. 

Mente  Teijtlamatia. 

Sabiduría Tlamatiliztli. 

Razón Ijtlamachiliztli. 

Compreension Ijagiliztli. 

Conocimiento Tlaigimatiliztli. 

Pensamiento Tlanemiliztli.     ,, 

Dolor Necocoliztli. 

Arrepentimiento Nejoltequipacholiztli. 

Deseo Ellehutliztli.  > 

y-^   T  /•  Qualtihuani. 

X  Jectihuani. 

Malicia Aquallotl. 

Fortaleza Tolchicahualiztli. 

Templanza  Tlaijjejecoliztli. 

Prudencia Jollomachiliztli. 

Justicia Tlamelahicacachicahualiztli. 

Magnanimidad Jolhueliztli. 

Paciencia  Tlapaccaihijohuiliztli. 

Liberalidad Tlanemactiliztli. 

Mansedumbre  Paccanemiliztli. 

Benignidad Tlatlacojotl. 

Humildad Necnomatiliztli. 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  381 

Gratitud  Tlazocamatiliztli. 

Soberbia Nepohualiztli. 

Avaricia  Teogehuacatiliztli. 

Envidia Negicoliztli. 

Pereza Tlatzihuiliztli. 

Por  la  exesiva  cantidad  de  estas  voces  que  forman  el  caudal  de  la 
lengua  Megicana  ha  sido  mui  fácil  espresar  en  ella  los  misterios  de 
nuestra  Religión,  y  traducir  algunos  libros  de  la  sagrada  Escritura, 
entre  otros  los  Proverbios  de  Salomón,  y  los  Evangelios,  los  cuales, 
como  la  Imitación  de  Cristo  de  Tomas  Kempis,  y  otros  semejantes, 
que  se  leen  hoi  en  aquel  idioma,  contienen  un  vasto  caudal  de  voces 
significativas  de  ideas  metafísicas,  y  morales.  Son  tantos  los  libros  pu- 
blicados en  lengua  Megicana  sobre  la  Religión,  y  la  Moral  Cristiana, 
que  con  ellos  solos  podria  formarse  una  buena  librería.  Al  fin  de  esta 
disertación  daré  un  catalogo  de  los  principales  autores  de  que  me 
acuerdo,  no  menos  para  confirmar  cuanto  llevo  dicho,  que  en  testimo- 
nio de  gratitud  a  sus  desvelos.  Algunos  de  ellos  han  publicado  un 
gran  numero  de  obras,  que  yo  mismo  he  visto.  Otros,  para  facilitar  a 
los  Españoles  la  inteligencia  de  la  lengua  Megicana,  han  compuesto 
Gramáticas,  y  Diccionarios  de  esta. 

Lo  que  digo  del  Megicano,  se  puede  afirmar  igualmente  de  las 
otras  lenguas  que  se  hablaban  en  aquellos  dominios,  como  la  Otomita, 
la  Matlazinca,  la  Mijteca,  la  Zapoteca,  la  Totonaca,  y  la  Popoluca, 
pues  tambiera  se  han  compuesto  Gramáticas,  y  Diccionarios  dé  todas 
ellas,  y  en  todas  se  han  publicado  tratados  de  Religión,  como  se  vera 
en  dicho  catalogo. 

Los  Europeos  que  han  aprendido  el  Megicano,  entre  los  cuales  hai 
Italianos,  Franceses,  Flamencos,  Alemanes,  y  Españoles,  le  han  tri- 
butado grandes  elogios,  y  algunos  la  han  encomiado  hasta  creerla 
superior  a  la  Griega,  y  a  la  Latina  como  en  otra  parte  he  dicho. 
Boturini  afima  que  "en  la  urbanidad,  en  la  cultura,  y  en  la  subli- 
midad de  las  espresiones,  no  hai  lengua  alguna  que  pueda  serle 
comparada."  Este  escritor  no  era  Español,  si  no  Milanes;  no  era 
un  hombre  vulgar,  si  no  critico,  y  erudito ;  sabia  mui  bien  a  lo  menos 
el  Latin,  el  Italiano,  el  Francés,  el  Español,  y  del  Megicano  lo  sufi* 
cíente  para  formar  un  juicio  comparativo.  Reconosca  pues  su  error 
Mr.  de  Paw,  y  aprenda  a  no  pronunciar  en  las  materias  que  ignora. 

Una  de  las  pruebas  de  que  el  Conde  de  Buffon  echa  mano  en  apoyo 
de  la  reciente  organización  de  la  materia  en  el  Nuevo  Mundo,  es  que 


9&2  HlSTttRIA    ANTIGUA    DK    MEGICO. 

los  órganos  de  los  A.mericanos  son  ásperos,  y  sus  idiomas  barbaros. 
"  Véase,  dice,  la  lista  de  sus  animales,  cuyos  nombres  son  de  tan  difí- 
cil pronunciación,  que  parece  increíble  haya  habido  Europeos  que  se 
hayan  tomado  el  trabajo  de  escribirlos."  Yo  no  rae  maravillo  tanto  de 
su  trabajo  en  escribirlos,  como  de  su  descuido  en  copiarlos.  Entre 
los  autores  Europeos  que  han  escrito  la  historia  natural,  y  civil  de 
Megico,  en  Europa,  no  he  hallado  uno  solo  que  no  haya  alterado  con- 
siderablemente los  nombres  de  las  personas,  de  los  animales,  y  de  las 
ciudades,  desfigurandolos  de  tal  manera,  que  a  veces  es  enteramente 
imposible  adivinar  lo  que  querian  decir.  La  Historia  de  los  animales 
de  Megico  pasó  de  los  manos  de  su  autor  el  Dr.  Hernández,  a  las  de 
Nardo  Antonio  Recchi,  que  no  sabia  una  palabra  del  Megicano ;  de 
las  de  Recchi  a  las  de  los  Académicos  Linceos  de  Roma,  que  la  pu- 
blicaron con  notas,  y  disertaciones,  y  esta  fue  la  obra  de  que  se  valió 
el  Conde  de  BuíFon.  Era  imposible  que  se  conservasen  los  verdade- 
ros nombres  de  los  animales,  pasando  por  tantos  Europeos  que  igno- 
raban la  lengua  del  pais.  Para  convencerse  de  las  alteraciones  que  el 
mismo  Conde  de  Buffon  introdujo  en  aquellos  nombres,  basta  compa- 
rar los  que  escribe  en  su  Historia  Natural,  con  los  que  se  leen  en  la 
edición  Romana  de  Hernández.  Generalmente  hablando,  es  cierto 
que  la  dificultad  que  hallamos  en  pronunciar  una  lengua,  a  la  cual  no 
estamos  acostumbrados,  especialmente  si  sus  articulaciones  no  son 
semejantes  a  las  mas  frecuentes  en  nuestro  propio  idioma,  no  prueba 
de  ningún  modo  que  aquella  sea  barbara.  Esa  misma  dificultad -que 
el  Conde  de  Buffon  encuentra  en  la  pronunciación  de  lai'engua  Megi- 
cana,  hallan  los  Megicanos  en  la  pronunciación  de  la  Francesa.  Los 
que  están  acostumbrados  a  la  Española,  esperimentan  gran  trabajo  en 
pronunciar  la  Polaca,  y  la  Alemana,  y  las  tienen  por  las  mas  ásperas, 
V  duras  de  todas.  La  lengua  Megicana  no  fue  la  de  mis  padres,  ni  yo 
la  aprendí  en  la  infancia :  sin  embargo  todos  los  nombres  Megicanos 
de  animales  que  el  Conde  de  Buffon  copia  en  su  obra,  como  prueba 
de  la  barbarie  de  aquella  lengua,  me  parecen,  sin  comparación,  de 
mucho  mas  fácil  pronunciación,  que  otros  de  lenguas  Europeas  de  que 
también  hace  uso*.    Lo  mismo  dirán  los  Europeos  que  no  están  aeos- 

*  Véanse  los  nombres  siguientes  que  el  Conde  de  Buffon  usa,  y  compárense 
con  los  Megicanos  aun  alterados  por  él :  — 

Baurdmannetjes.  Miszorzechowa.  Niedzuñedz. 

Brandhirts.  Stachelschwein.  Przawiaska. 

Chemikskarzecsek.  Sceheuschlafer .  Meerschwein. 

Ildgiersdktr.  Sterzeczleck.  Sczurcz. 


CULTURA    DE    LOS    MUGICANOS.  9tt 

tiimbrados  a  los  idiomas  de  que  los  saca,  y  no  faltará  quien  se  mara- 
ville de  que  aquel  naturalista  se  haya  tomado  el  trabajo  de  copiar 
aquellas  voces,  capaces  de  arredrar  al  escritor  mas  animoso.  Como 
quiera  que  sea,  cuando  se  trata  de  lenguas  estrangeras,  debemos 
referirnos  al  juicio  de  los  que  las  saben,  y  no  a  la  opinión  de  los  que 
las  ignoran. 

Leyes  de  los  Megicanos. 

Queriendo  Mr.  de  Paw  desmentir  la  antigüedad  que  Gemelli  atri- 
buyó por  equivocación  a  la  capital  de  Megico,  alega  la  anarquía  de 
su  gobierno,  y  la  escasez  de  sus  leyes,  y  tratando  del  gobierno  de  los 
Peruanos,  dice  "  que  no  puede  haber  leyes  en  un  estado  despótico,  y 
que  aunque  las  haya  habido  en  algún  tiempo,  es  imposible  analisarlas 
en  el  dia,  por  que  no  las  conocemos,  ni  podemos  conocerlas,  por  que 
nunca  fueron  escritas,  y  su  memoria  debia  perecer  con  la  muerte  de  los 
que  las  sabian." 

Hasta  ahora  nadie  habia  hecho  mención  de  la  anarquía  de  Megico: 
para  este  gran  descubrimiento  ha  sido  necesario  que  venga  al  mundo 
Mr.  de  Paw,  cuyo  cerebro  parece  singularmente  organizado  para  en- 
tender las  cosas  al  revés  que  todos  las  entienden.  Todos  los  que  han 
leido  algo  saben  que  los  pueblos  Megicanos  vivian  bajo  la  autoridad  de 
ciertos  señores,  y  todo  el  estado  bajo  la  de  un  gefe  supremo  que  era 
el  rei  de  Megico.  Todos  los  autores  hablan  del  gran  poder  de  que 
gozaba  aquel  soberano  en  los  negocios  públicos,  y  del  sumo  respeto  con 
que  lo  acata^n  sus  vasallos.  Si  esto  es  anarquia  serán  sin  duda  anár- 
quicos todos  los  Estados  del  mundo. 

El  despotismo  no  se  coüocio  en  Megico  hasta  los  últimos  años  de  la 
monarquía.  En  los  tiempos  anteriores,  siempre  hablan  los  reyes  ob- 
servado las  leyes  promulgadas  por  sus  predecesores,  y  cuidaban  con 
gran  celo  de  su  egecucion.  Aun  en  los  tiempos  de  Moteuczoma  II, 
que  fue  el  único  rei  verdaderamente  despótico,  los  magistrados  juzga- 
ban según  las  leyes  del  reino,  y  el  mismo  Moteuczoma  castigaba  seve- 
ramente a  los  transgresores,  abusando  tan  solo  de  su  poder  en  lo  que 
podia  contribuir  al  aumento  de  su  opulencia,  y  de  su  autoridad. 

Estas  leyes  no  eran  escritas :  pero  se  perpetuaban  en  la  memoria  de 
los  hombres  por  la  tradición,  y  por  las  pinturas.  No  habia  subdito 
alguno  que  las  ignorase :  por  que  los  padres  de  familia  no  cesaban  de 
instruir  en  ellas  a  sus  hijos,  a  fin  de  que  huyendo  de  la  transgresión, 
evitasen  el  castigo  que  le  estaba  señalado.  Eran  infinitas  las  copias 
de  las  pinturas  Megicanas  en  que  se  espresaban  las  disposiciones  de 


384  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGIGO. 

las  leyes  vigentes,  pues  aun  han  quedado  muchas  que  yo  he  visto,  no 
obstante  haber  sido  tan  furiosamente  perseguidas  por  los  Españoles.  Su 
inteligencia  no  es  difícil  para  los  que  conocen  los  signos,  y  figuras  de 
que  los  Megicanos  se  vallan  para  representar  las  cosas,  y  saben  su 
lengua,  y  la  significación  de  sus  caracteres :  mas  para  Mr.  de  Paw, 
deben  ser  tan  oscuras  como  las  leyes  de  los  Chinoá,  escritas  en  carac- 
teres de  aquella  nación.  Ademan  de  que,  después  de  la  conquista, 
muchos  Megicanos  escribieron  las  leyes  de  Megico,  Acolhuacan,  Tlas- 
cala,  Michuacan,  &c.,  en  los  caracteres  de  nuestra  escritura.  Entre 
otros  D.  Fernando  de  Alba  Ijtliljochitl  escribió  en  lengua  Española 
las  80  leyes  promulgadas  por  su  célebre  abuelo  el  rei  Nezahualcoyotl, 
como  he  dicho  en  la  Historia.  Los  Españoles  indagaron  las  leyes,  y 
usos  antiguos  de  aquellas  naciones  con  mas  diligencia  que  las  otras 
partes  de  su  organización  social,  por  que  su  conocimiento  importaba 
mucho  al  gobierno  Cristiano,  civil,  y  eclesiástico,  especialmente  con 
respeto  a  los  matrimonios,  a  las  prerrogativas  de  la  nobleza,  a  la  cua- 
lidad del  vasallage,  y  a  la  condición  de  los  esclavos.  Se  informaron 
verbalmente  de  los  Indios  mas  instruidos,  y  estudiaron  sus  pinturas. 
Ademas  de  los  primeros  misioneros,  que  trabajaron  con  gran  fruto  en 
esta  empresa,  D.  Alfonso  Zurita,  uno  de  los  principales  jueces  de  Me- 
gico, docto  en  la  legislación,  y  práctico  en  aquellos  paises,  hizo  esme- 
radas indagaciones,  por  orden  de  los  reyes  Católicos,  y  compuso  la 
útilísima  obra  de  que  hice  mención  en  el  catalogo  de  los  escritores  de 
las  cosas  antiguas  de  Megico.  Asi  es  como  pueden  saberse  las  leyes 
de  los  antiguos  Megicanos  sin  necesidad  de  que  ellos  ¿las  hubiesen 
dejado  por  escrito. 

Pero  ¿  qué  leyes?  "  Dignas  muchas  de  ellas,  dice  Acosta,  de  nues- 
tra admiración,  y  que  podian  servir  de  modelo  a  los  pueblos  Cristia- 
nos." En  primer  lugar,  era  mui  sabia  y  prudente  la  constitución  del 
estado  en  lo  relativo  a  la  sucesión  de  la  corona,  pues  al  mismo  tiempo 
que  evitaba  los  inconvenientes  inseparables  de  la  sucesión  hereditaria 
escluia  los  que  siempre  se  han  esperimentado  en  la  electiva.  Debia 
ser  elegido  un  individuo  de  la  familia  real,  para  conservar  el  esplendor 
del  trono,  y  alejar  de  tan  alta  situación  a  todo  hombre  de  bajo  naci- 
miento. No  sucediendo  el  hijo,  si  no  el  hermano,  no  habia  peligro  que 
tan  eminente  e  importante  dignidad  estubiese  espuesta  a  la  indiscreción 
de  un  joven  inesperto,  ni  a  la  malignidad  de  un  regente  ambicioso. 

Si  los  hermanos  hubieran  debido  suceder  según  el  orden  de  su  naci- 
miento, tal  vez  hubiera  tocado  la  corona  a  un  hombre  inepto,  incapaz 
de  gobernar,  esponiendose  también  al  riesgo  de  que  el  heredero  pre- 


CUIiTURA    I)K    LOS    MKOICANOS.  385 

snntivo  maquinase  contra  la  vida  del  soberano  para  anticipar  la  suce- 
sión. La  elección  evita  uno  y  otro  inconveniente.  Los  electores 
escogian  entre  los  hermanos  del  rei  muerto,  y  si  no  había  hermanos, 
entre  los  hijos  de  los  reyes  predecesores,  el  mas  digno  de  ponerse  a  la 
cabeza  de  la  nación.  Si  hubiera  pertenecido  al  rei  el  nombramiento 
de  los  electores,  hubiera  designado  los  mas  favorables  a  sus  designios, 
procurando  cautivar  sus  sufragios  en  favor  del  hermano  preferido,  y 
quizas  también  en  favor  de  su  hijo,  hollando  las  leyes  fundamentales 
del  estado ;  pero  no  era  asi,  pues  el  cuerpo  de  la  nobleza  nombraba 
los  electores,  y  ella  representaba  la  opinión,  y  los  votos  de  toda  la 
nación.  Si  el  empleo  de  elector  hubiera  sido  perpetuo,  no  hubieran 
hallado  dificultad  los  electores,  abusando  de  su  autoridad,  en  apode- 
rarse de  la  monarquía ;  pero  como  el  voto  electoral  terminaba  en  la 
primera  elección,  y  entonces  se  nombraban  otros  electores  para  la 
siguiente,  no  era  tan  fácil  que  la  ambición  se  abandonase  a  la  egecu- 
cion  de  sus  proyectos.  Finalmente,  para  evitar  otros  inconvenientes, 
los  verdaderos  electores  no  eran  mas  de  cuatro,  hombres  de  la  primera 
nobleza,  de  acreditada  prudencia,  y  de  notoria  probidad.  Es  cierto 
que  aun  con  todas  estas  precauciones  no  siempre  se  conseguía  evitar 
desordenes,  y  sobornos :  pero  i  hai  alguna  clase  de  gobierno  entre  los 
hombres  que  no  esté  espuesto  a  mayores  males  ? 

La  nación  Megicana  era  guerrera,  y  necesitaba  por  tanto  de  un 
gefe  experto  en  el  arte  de  la  guerra.  ¿  Qué  arbitrio  podía  inventarse 
mas  eficaz  para  conseguir  aquel  fin,  que  el  de  no  conferir  la  corona, 
si  no  al  que  por  sus  méritos  hubiese  obtenido  antes  el  cargo  de  general 
de  egercito,  y  de  no  coronar  si  no  al  que  después  de  la  elección  hu- 
biese tomado  en  la  guerra  las  victimas  que,  según  su  sistema  de  reli- 
gión, debían  sacrificarse  en  las  fiestas  de  aquella  solemnidad? 

La  prontitud  con  que  loS  Megicanos  sacudieron  el  yugo  de  los 
Tepaneques,  y  la  gloría  que  adquirieron  con  sus  armas  en  la  conquista 
de  Azcapozalco,  debían  exítar  naturalmente  la  rivalidad,  y  la  descon- 
fianza de  sus  vecinos,  y  especialmente  del  rei  de  Acolhuacan,  que 
había  sido,  y  era  el  mayor  potentado  de  aquellas  regiones ;  a  lo  que 
se  añadía  que  estando  aun  vacilante  el  trono  de  Megico,  necesitaba 
de  fuertes  apoyos  que  lo  sostubiesen.  El  rei  de  Acolhuacan,  que 
acababa  de  recobrar,  con  el  ausilío  de  los  Megicanos,  la  corona  de 
qué  lo  había  despojado  el  tirano  Tezozomoc,  debía  temer  que  algún 
subdito  poderoso,  siguiendo  las  huellas  de  aquel  usurpador,  exitase  a 
la  rebelión  una  parte  de  sus  pueblos,  y  lo  privase,  como  sucedió  a  su 
padre,  de  la  corona,  y  de  la  vida.     Mas  graves  debían  ser  los  temores 

TOMO  II.  2  c 


386  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

del  rei  de  Tlacopan,  que  ocupaba  un  trono  recien  erigido,  y  cuyo 
poder  no  era  considerable.  Cada  uno  de  estos  dos  monarcas,  por  si 
solo,  no  gozaba  de  mucha  seguridad,  y  debia  desconfiar  de  los  otros 
dos :  pero  unidos  los  tres  formaban  un  poder  invencible.  ¿  Cual  fué 
pues  el  partido  que  tomaron  ?  El  de  formar  una  triple  alianza  que 
aseguraba  a  cada  uno,  contra  la  ambición  de  los  otros  dos,  y  a  los  tres 
contra  la  rebeldía  de  sus  subditos.  A  este  pacto  se  deben  la  consoli- 
dación de  los  tronos  de  Acolhuacan,  y  de  Tlacopan,  y  las  conquistas 
que  hicieron  los  Megicanos ;  y  la  unión  de  los  tres  estados  fue  tan 
firme,  y  estubo  tan  bien  ordenada,  que  no  se  deshizo,  ni  vaciló  jamas, 
hasta  la  llegada  de  los  Españoles.  Este  solo  rasgo  de  política,  de- 
muestra suficientemente  el  dicernimiento,  y  la  sagacidad  de  aquellos 
pueblos :  pero  aun  hai  otros  muchos,  de  que  no  podría  hacer  mención, 
sin  repetir  una  gran  parte  de  lo  que  he  dicho  en  mi  Historia. 

El  orden  judicial  de  los  Megicanos,  y  de  los  Tezcucanos,  nos  ofrece 
también  útiles  lecciones  de  arregloy  de  justicia.  La  diversidad  de  grados 
en  los  jueces  contribuía  al  buen  orden,  y  a  la  subordinación  de  la  ma- 
gistratura ;  su  asidua  frecuencia  a  los  tribunales,  desde  el  rayar  del  día 
h^sta  la  noche,  abreviaba  los  procesos,  y  apartaba  a  los  jueces  de  mu- 
chas practicas  clandestinas,  que  hubieran  podido  prevenirlos  en  favor 
de  algunas  de  las  partes.  La  pena  de  muerte  prescrita  contra  un 
gran  numero  de  prevaricadores ;  la  puntualidad  de  su  egecucion,  y  la 
vigilancia  de  los  soberanos  retenían  a  los  magistrados  en  los  limites 
de  su  obligación,  y  los  suministros  que  se  les  hacían,  por  cuenta  del 
monarca,  de  todo  lo  que  bastaba  a  satisfacer  sus  necesída#'es,  los  hacia 
inescusables,  y  los  ponía  al  abrigo  de  la  corrupción.  Las  reuniones 
que  se  celebraban  de  veinte  en  veinte  días,  presididas  por  el  rei,  y 
particularmente  la  asamblea  general  de  la  magistratura,  que  se  veri- 
ficaba de  ochenta  en  ochenta  días,  para  terminar  las  causas  pen- 
dientes, ademas  de  evitar  los  grandes  males  que  acarrea  la  lentitud  de 
los  juicios,  ofrecía  a  los  jueces  una  ocasión  oportuna  de  comunicarse 
reciprocamente  sus  luces,  y  sus  observaciones.  De  este  modo  el  rei 
conocía  a  fondo  a  las  personas  a  quienes  ha^ia  encargado  aquellas 
elevadas  funciones ;  la  inocencia  tenia  mas  recursos,  y  el  aparato  del 
juicio  daba  mayor  influjo,  y  acarreaba  mas  respeto  a  los  tribunales. 
Aquella  leí  que  permitía  la  apelación  del  tribunal  Tlacatecatl,  al 
Cihuacoatl  en  las  causas  criminales,  y  no  en  las  civiles,  manifiesta 
que  los  Megicanos,  respetando  las  leyes  de  la  humanidad,  conocían 
que  se  necesitaba  mayor  numero  de  pruebas  para  creer  a  un  hombre 
culpable,  que  para  declararlo  deudor.     En  los  juicios  crimínales  no  se 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  387 

admitía  otra  prueba  contra  el  reo  que  la  deposición  de  los  testigos. 
Jamas  emplearon  la  tortura  para  arrancar  al  inocente,  a  fuerza  de 
dolor,  la  confesión  del  crimen  que  no  había  cometido ;  jamas  se  valie- 
ron de  aquellas  barbaras  pruebas  del  duelo,  del  fuego,  del  agua  hir- 
viendo, y  otras  semejantes,  que  fueron  la  legislación  dominante  de  los 
pueblos  Europeos,  y  que  hoi  no  podemos  leer  sin  horror  en  las  histo- 
rias. "  No  habrá  quien  no  se  maraville,  dice  sobre  este  asunto  Mon- 
tesquieu,  que  nuestros  abuelos  hiciesen  depender  el  honor,  el  bienestar, 
y  la  propiedad  de  las  ciudadanos  de  ciertas  practicas  que  no  entraban 
en  la  jurisdicción  de  la  razón,  si  no  que  pertenecían  esclusivamente  a 
la  suerte ;  y  que  empleasen  continuamente  pruebas  que  nada  proba- 
ban, y  que  no  tenían  la  menor  conexión  con  la  inocencia  ni  con  el 
delito."  Lo  que  decimos  ahora  de  este  genero  de  pruebas,  dirá  la 
posteridad  de  la  tortura,  y  las  generaciones  futuras  no  cesaran  de  ad- 
mirar que  este  bárbaro  arbitrio  haya  sido  tanto  tiempo  un  uso  general 
de  la  parte  mas  civilizada  del  mundo.  El  juramento  era  prueba  de 
mucho  peso  en  los  juicios  de  los  Megicanos,  como  ya  he  dicho,  pues 
no  creían  que  pudiese  habej-  perjuros,  estando  persuadidos  de  los  terri- 
bles castigos  que  los  dioses  imponían  infaliblemente  a  este  crimen : 
pero  no  sabemos  que  esta  prueba  se  admitiese  al  actor  contra  el  reo, 
si  no  solamente  al  reo  para  su  justificación. 

Castigaban  severamente  todos  aquellos  delitos  que  repugnan  parti- 
cularmente a  la  razón,  y  que  son  perjudiciales  al  estado,  como  el  de 
lesa-magestad,  el  homicidio,  el  hurto,  el  adulterio,  el  incesto,  y  los 
otros  exesos  Je  esta  clase  contra  la  naturaleza ;  el  sacrilegio,  la  em- 
briaguez, y  la  mentira.  Obraron  sin  duda  sabiamente  en  no  dejar 
impunes  estos  atentados :  pero  traspasaron  los  limites  en  la  imposición 
de  las  penas,  pues  estas  eran  exesivas,  y  crueles.  No  pretendo  escu- 
sar  las  faltas  de  aquella  nación :  mas  tampoco  puedo  disimular  que  de 
todo  lo  que  se  halla  reprensible  en  su  legislación,  se  encontrarán 
egemplos  en  los  pueblos  mas  famosos  del  antiguo  continente,  y  egera- 
plos  que  si  se  comparan  con  las  instituciones  de  los  Megicanos  harán 
parecer  a  estas  suaves,  y  conformes  a  la  razón.  "  Las  célebres  leyes 
de  las  doce  tablas,  dice  Montesquíeu,  están  llenas  de  disposiciones 
cruelísimas ...  en  ellas  se  ve  el  suplicio  del  fuego,  y  las  penas  son 
siempre  capitales."  Y  sin  embargo  esta  es  la  celebradísima  compila- 
ción que  hicieron  los  Romanos  de  lo  mejor  que  habían  encontrado  en 
los  pueblos  Griegos.  Y  si  esto  era  lo  mejor  de  la  cultísima  Grecia 
i  qué  seria  lo  que  no  era  tan  bueno  ?    ¿  Qué  habrá  sido  la  legislación 

2c2 


388  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

de  aquellos  pueblos  que  ellos  llamaban  barbaros?  ¿  Cual  lei  mas  in- 
humana y  cruel  que  aquella  de  las  doce  tablas  que  permitía  a  los 
acreedores  descuartizar  al  deudor  que  no  pagaba,  llevándose  cada 
cual  una  parte  de  su  cuerpo  en  satisfacción  de  la  deuda*?  Y  esta  lei 
no  se  promulgó  en  Roma  en  los  groseros  principios  de  aquella  famosa 
ciudad,  si  no  300  años  después  de  su  fundación.  Y  por  el  contrario 
I  qué  disposición  mas  inicua  que  aquella  del  famoso  legislador  Licurgo 
que  permitia  el  hurto  a  los  Lacedemonios  ?  Los  Megicanos  castigaban 
este  delito  tan  pernicioso  a  la  sociedad :  pero  no  le  imponian  la  pena 
capital,  si  no  cuando  el  ladrón  no  estaba  en  estado  de  satisfacer,  y 
pagar  la  ofensa  con  su  libertad,  o  con  sus  bienes.  No  era  asi  con  los 
robos  cometidos  en  los  sembrados,  por  que  estando  estos  por  su  situa- 
ción mas  espuestos  a  la  rapiña,  tenian  mas  necesidad  de  la  custodia  de 
las  leyes :  pero  esa  misma  lei  que  imponía  la  pena  de  muerte  al  que 
robaba  una  cierta  cantidad  de  frutas,  o  de  granos,  permitia  a  los  cami- 
nantes necesitados  tomar  de  ellos  lo  que  necesitaban,  para  socorrer  la 
urgencia  presente  ¡  Cuanto  mas  racional  no  era  esta  disposición  que 
la  de  las  doce  tablas,  que  condenaba  sin  distinción  a  la  pejia  de  horca 
a' todo  el  que  tomaba  algo  en  los  sembrados  agenos'f'! 

La  mentira,  aquel  pecado  tan  pernicioso  a  la  sociedad,  se  deja 
comunmente  impune  en  la  mayor  parte  de  los  paises  del  antiguo  con- 
tinente, y  al  mismo  tiempo  se  castiga  en  el  Japón  con  pena  capital. 
Los  Megicanos  se  alejaron  prudentemente  de  uno,  y  otro  estremo. 
Sus  legisladores,  bien  instruidos  en  el  genio,  y  en  las  inclinaciones  de 
la  nación,  conocieron  que  si  no  se  prescribían  penas  grtves  contra  la 
mentira,  y  contra  la  embriaguez,  carecerían  los  hombres  de  juicio  para 
satisfacer  sus  respectivas  obligaciones,  y  faltaría  siempre  la  verdad  en 
los  tribunales,  y  la  fidelidad  en  los  contratos.  La  experiencia  ha  hecho 
conocer,  cuan  perjudicial  sea  a  los  mismos  pueblos  Megicanos,  la  im- 
punidad de  estos  dos  delitos. 

Pero  en  medio  de  su  severidad,  los  Megicanos  cuidaron  de  no  con- 
fundir al  inocente  con  el  culpado  en  la  aplicación  de  las  penas. 
Muchas  leyes  de  Europa,  y  de  Asia  prescribieron  el  mismo  castigo  al 
reo  de  alta  traición,  y  a  toda  su  familia.  Los  Megicanos  castigaban 
aquel  crimen  con  pena  capital :   pero  no  privaban  de  la  vida  a  Ips 

*  "  Si  plures  forent,  quibus  reus  esse  judicatus,  secare  si  vellent,  aeque  partiti 
Corpus  addicti  sibi  hominís  permiserunt." 

t  "  Qui  fru^em  aratro  qu^esitam  furtim  nox  pavit  secuit  ve  suspensus  cereri 
necator." 


I 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  389 

parientes  del  traidor,  si  no  solo  de  la  libertad,  y  no  ya  a  todos,  si  no 
a  los  que  teniendo  noticia  del  crimen,  y  no  habiendo  querido  reve- 
larlo, se  habian  hecho  también  culpables.  ¡  Cuanto  mas  humana  es 
esta  lei  que  la  del  Japón !  **  lei,  dice  Montesquieu,  que  castiga,  por 
un  solo  delito,  toda  una  familia,  y  todo  un  barrio ;  lei  que  no  reco- 
noce inocentes  donde  quiera  que  hai  culpables."  No  sabemos  que 
los  Megicanos  prescribiesen  pena  alguna  contra  los  que  murmuraban 
del  gobierno:  parece  que  no  hicieron  caso  de  este  desahogo  del 
amor  propio  de  los  subditos,  que  con  tanto  horror  se  mira  en  otros 
paises. 

Sus  leyes  relativas  al  matrimonio  eran  sin  duda  mas  honestas,  y  mas 
decorosas  que  las  de  los  Romanos,  Griegos,  Persas,  Egipcios,  y  otros 
pueblos  del  Mundo  Antiguo.  Los  Tártaros  se  casaban  con  sus  hijas ; 
los  antiguos  Persas,  y  Asirios  con  sus  madres ;  los  Atenienses  y  los 
Egipcios  con  sus  hermanas.  En  Megico  estaba  severamente  prohi- 
bido todo  enlace  entre  personas  conjuntas  en  el  primer  grado  de  con- 
sanguinidad, y  de  afinidad :  excepto  entre  cuñados,  cuando  el  her- 
mano dejaba  por  su  muerte  algún  hijo.  Esta  prohibición  da  a 
conocer  que  los  Megicanos  juzgaban  con  mas  acierto  del  matrimonio 
que  todas  las  naciones  que  acabo  de  nombrar.  Aquella  exepcion 
demuestra  sus  sentimientos  humanos,  y  benévolos.  Si  una  viuda 
pasa  a  segundas  nupcias,  muchas  veces  tiene  el  pesar  de  ver  a  sus 
hijos  desqueridos  por  un  padre  a  quien  no  deben  la  existencia ;  a  su 
marido,  poco  respetado  por  los  hijos  que  lo  miran  como  un  estrafio,  y 
a  los  hijos  dA  uno,  y  otro  matrimonio,  tan  desunidos,  y  discordes  entre 
si,  como  si  hubiesen  nacido  de  diversas  madres.  Hablando  pues 
según  las  reglas  de  la  política  humana,  que  eran  las  únicas  por  las  qne 
se  guiaban  aquellas  naciones,  privadas  del  conocimiento  de  las  santas 
leyes  del  Cristianismo  ¿qué  mejor  arbitrio  podian  tomar  para  remediar 
males  tan  comunes  como  funestos,  que  el  de  casar  a  la  viuda  con  el 
cuñado  ? 

Muchas  naciones  antiguas  de  Europa,  imitadas  por  no  pocos  pueblos 
modernos  de  Asia,  y  África,  compraban  sus  mugeres,  y  egercian  en 
ellas  una  autoridad  mucho  mas  estendida  que  la  que  permite  a  los  hom- 
bres el  Autor  de  la  Naturaleza,  tratándolas  mas  bien  como  esclavas,  que 
como  compañeras.  El  Megicano  no  obtenía  la  mano  de  su  esposa,  si 
no  es  por  medio  de  una  licita,  y  decorosa  pretensión,  y  aunque  pre- 
sentaba algunos  dones  a  sus  padres,  no  se  consideraban  como  precio 
de  la  hija,  si  no  como  un  obsequio  para  cautivarse  su  benevolencia,  e 
inclinar  su  animo  a  la  aprobación  del  contrato.    Los  Romanos,  aunque 


390  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

no  tenían  mucho  reparo  en  prestar  sus  mugeres  *,  estaban  autorizados 
por  las  leyes  a  quitarles  la  vida,  si  las  sorprendían  en  adulterio.  Esta 
inicua  disposición,  que  constituía  a  un  hombre  juez  en  su  propia 
causa,  y  egecutor  de  su  sentencia,  en  lugar  de  disminuir  el  numero  de 
los  adulterios,  aumentaba  el  de  los  parricidios.  Entre  los  Megicanos 
no  era  licito  al  esposo  hacer  un  comercio  infame  con  la  compañera  de 
su  suerte  :  pero  tampoco  egercia  autoridad  alguna  en  su  existencia. 
El  que  quitaba  la  vida  a  su  muger  era  condenado  a  muerte,  aunque 
la  hubiese  sorprendido  en  el  acto  de  la  infidelidad.  Esto  es,  decían, 
usurpar  la  autoridad  a  los  magistrados,  a  quienes  toca  conocer  de 
los  delitos,  y  castigarlos  según  las  leyes.  Antes  que  Augusto  pro- 
mulgase la  leí  Julia  í/e  aí/tt/íeriú,  "no  sabemos,  dice  Luis  Vives t> 
que  se  sentenciase  en  Roma  ninguna  causa  de  adulterio:"  es  decir, 
que  aquella  gran  nación  careció  por  espacio  de  mas  de  siete  siglos, 
de  justicia,  y  de  legislación  en  materia  tan  grave,  y  tan  importante. 

Si  después  de  haber  comparado  las  leyes,  quisiéramos  hacer  el 
paralelo  de  los  ritos  nupciales  de  aquellas  dos  naciones,  hallaríamos  en 
una,  y  otra  una  gran  masa  de  superstición,  pero  por  lo  demás  se  notará 
una  gran  variedad:  los  de  los  Megicanos  eran  honestos,  y  decentes; 
los  de  los  Romanos  obcenos,  e  infames. 

Por  lo  que  respeta  a  las  leyes  de  la  guerra,  es  difícil  que  sean 
justas  en  un  pueblo  belicoso.  El  gran  aprecio  que  en  él  se  hace  del 
valor,  y  de  la  gloría  militar,  hacen  que  se  miren  como  enemigos  a  los 
que  no  lo  son  realmente,  y  el  deseo  de  conquista  lo  impulsa  a  tras- 
pasar los  términos  prescritos  por  la  justicia.  Sin  embargc^en  las  leyes 
de  los  Megicanos  se  notan  rasgos  de  equidad  que  harían  honor  a  las 
naciones  mas  cultas.  No  era  licito  declarar  la  guerra,  sin  haber  exa- 
minado antes  en  pleno  consejo  sus  razones,  y  sin  que  estas  fuesen 
aprobadas  por  el  gefe  de  la  religión.  A  la  guerra  debían  preceder 
las  embajadas,  que  repetidas  veces  se  enviaban  al  estado,  o  gobierno 
al  cual  se  iba  a  declarar,  para  obtener  pacificamente  por  medio  de  un 
convenio,  y  antes  de  tomar  las  armas,  el  allanamiento  del  obgeto  de  la 
disputa.      Esta  dilación  daba  tiempo  al  enemigo,  a  que  se  apercibiese 

*  "  En  Roma,  dice  Montesquieu,  era  licito  al  marido  prestar  a  otro  su  muger. 
Lo  dice  espresamente  Plutarco.  Se  sabe  que  Catón  prestó  su  muger  a  Hortensio, 
y  Catoii  no  era  capaz  de  violar  las  leyes  patrias.''  > 

t  Muchos  Juristas  dicen  que  la  lei  Cornelia  de  Stearns  fue  la  que  despojó  al 
marido  de  la  potestad  de  quitar  la  vida  a  la  muger  adultera  :  pero  esta  lei  se  pro- 
mulgó en  tiempo  de  Sila,  a  fines  del  siglo  Vii  de  Roma  :  asi  que,  en  cuanto  al 
tiempo,  no  se  diferencia  mucho  de  la  de  Augusto. 


CULTURA     DK    LOS    MEGICANOS.  391 

a  la  defensa,  y  mientras  facilitaba  su  justificación,  contribuía  a  su 
gloria ;  pues  se  estimaba  villania,  y  bageza  en  aquellas  gentes  atacar  a 
un  enemigo  desprovisto,  y  sin  que  precediera  un  reto  solemne,  a  fin 
dey.<}ue  nunca  pudiera  atribuirse  la  victoria  a  la  sorpresa,  si  no  al  valor. 
Es  cierto  que  estas  leyes  no  eran  siempre  escrupulosamente  obser- 
vadas :  mas  no  por  esto  dejaban  de  ser  sabias,  y  justas,  y  si  hubo  in- 
justicia en  las  conquistas  de  los  Megicanos,  otro  tanto,  y  algo  mas 
puede  decirse  de  las  que  hicieron  los  Romanos,  los  Griegos,  los 
Persas,  los  Godos,  y  otras  célebres  naciones. 

Uno  de  los  grandes  males  que  trae  consigo  la  guerra,  es  la  hambre, 
como  resultado  de  los  estragos  que  se  hacen  en  los  campos.  No  es 
posible  impedir  de  un  todo  esta  calamidad ;  pero  si  ha  habido  alguna 
disposición  capaz  de  moderarla,  fue  el  uso  constantemente  seguido 
por  los  pueblos  de  Anahuac  de  tener  en  cada  provincia  un  sitio  seña- 
lado para  campo  de  batalla.  No  era  menos  conforme  a  la  razón,  y  a 
la  humanidad  la  otra  practica  de  tener  en  tiempo  de  guerra,  de  cinco 
en  cinco  días,  uno  entero  de  treguas,  y  reposo. 

Tenían  aquellas  naciones  una  especie  de  Derecho  de  Gentes,  en 
virtud  del  cual,  si  el  señor,  la  nobleza,  y  la  plebe  desechaban  las  pro- 
posiciones que  otro  pueblo  les  hacia,  y  llegaba  el  caso  de  referirse  a 
la  decisión  de  las  armas,  quedando  vencido  aquel  estado  que  no 
habia  querido  admitir  las  condiciones  propuestas,  el  señor  perdía  sus 
derechos  de  soberano,  la  nobleza  el  dominio  que  tenia  en  sus  pose- 
siones, la  plebe  quedaba  sometida  al  servicio  personal,  y  todos  los 
que  habiar»  sido  hechos  prisioneros  en  las  refriegas  eran  privados. 
quasi  ex  delictu}  de  la  libertad,  y  del  derecho  de  vida.  Todo  esto 
se  opone,  sin  duda,  a  las  ideas  que  nos  hemos  formado  de  la  humani- 
dad: pero  el  convenio  general  de  los  pueblos  hacia  menos  odiosa 
aquella  violencia,  y  los  egemplos  algo  mas  atroces  de  las  mas  cultas 
naciones  del  antiguo  continente,  disminuyen  la  crueldad  que  a  primera 
vista  ofrecen  las  prácticas  de  los  Americanos.  "  Entre  los  Griegos, 
dice  Montesquien,  los  habitantes  de  una  ciudad  tomada  a  fuerza  de 
armas,  perdían  la  libertad,  y  eran  vendidos  como  esclavos."  Tam- 
poco puede  compararse  la  inhumanidad  que  los  Megicanos  egercian 
con  sus  prisioneros  enemigos,  con  la  que  los  Atenienses  practicaban 
con  sus  mismos  conciudadanos.  "  Una  leí  de  Atenas,  dice  el  mismo 
autor,  mandaba  que  cuando  fuese  sitiada  una  ciudad,  se  diese  muerte 
a  toda  la  gente  inútil."  Seguramente  no  se  hallará  ni  en  Megico,  ni 
en  ningún  otro  pueblo  a  medio  civilizar  del  Nuevo  Mundo  una  lei 
tan  barbara  como  aquella  de  la  nación  mas  culta  del  Antiguo :  antes 


3í)2  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MRGICO. 

bien  el  principal  cuidado  de  los  Megicanos,  y  de  las  otras  naciones 
de  Anahuac,  cuando  se  tenia  aviso  de  que  una  ciudad  iba  a  ser 
sitiada,  era  la  de  poner  en  salvo  los  niños,  las  mugeres,  y  los  enfer- 
mos, en  otras  ciudades,  o  en  los  montes.  Asi  preservaban  aquella 
gente  débil  e  indefensa  del  furor  de  los  enemigos,  y  evitaban  el  con- 
sumo inútil  de  las  provisiones. 

Los  tributos  que  se  pagaban  a  los  reyes  de  Anahuac  eran  exesivos, 
y  tiránicas  las  leyes  relativas  a  su  exacción :  pero  estas  leyes  eran 
consecuencias  del  despotismo  introducido  en  los  últimos  años  de  la 
monarquía  Megicana :  despotismo  que,  sin  embargo,  no  llegó  en  su 
mayor  aumento  hasta  el  exeso  de  apoderarse  de  las  tierras  del  impe- 
rio, y  de  los  bienes  de  los  ciudadanos,  como  han  hecho  muchos  mo- 
narcas Asiáticos :  ni  jamas  se  publicaron  alli  leyes  fiscales  tan  estrava- 
gantes  y  duras  como  innumerables  que  se  leen  en  los  códigos  del 
Mundo  Antiguo,  por  egemplo,  la  del  emperador  Anastasio  que  exigió 
un  tributo  por  la  respiración :  "  ut  unusquisque  pro  haustu  aeris 
pendat." 

Pero  si  la  tiránica  ambición  de  algunos  reyes  de  Megico,  y  de  los 
otros  paises  circunvecinos  es  digna  de  amarga  censura,  no  es  posible 
dejar  de  admirar,  en  las  leyes  sobre  el  comercio,  la  cultura  de  aquellas 
naciones,  y  la  sabiduría  de  sus  legisladores.  El  tener  en  todas  las 
ciudades,  y  villas  una  plaza  destinada  al  trafico  de  todas  las  cosas  que 
podian  servir  a  las  necesidades,  y  placeres  de  la  vida,  era  una  dispo- 
sición ingeniosa,  que  reunia  a  todos  los  traficantes,  para  el  mas  pronto 
despacho  de  su  genero,  y  los  ponia  a  la  vista  de  los  inspectores,  y 
comisarios,  a  fin  de  que  se  evitase  todo  fraude,  y  desorden  en  los 
contratos.  Cada  clase  de  mercancía  tenia  su  puesto  determinado, 
con  lo  que  era  mas  fácil  preservar  el  buen  orden,  y  se  consultaba  la 
comodidad  del  publico,  sabiendo  cada  cual  donde  se  hallaba  el  obgeto 
que  deseaba  adquirir.  El  tribunal  de  comercio  establecido  en  la 
misma  plaza  del  mercado,  para  cortar  toda  disputa  entre  los  que 
compraban,  y  vendian,  y  para  castigar  prontamente  todo  exeso  que 
alli  se  cometiese,  conservaba  inviolables  los  derechos  de  la  justicia,  y 
de  la  tranquilidad  pública.  A  estas  sabias  disposiciones  se  debia  el 
orden  maravilloso,  que  enmedio  de  tan  exesivo  numero  de  concurrentes 
admiraron  los  primeros  Españoles. 

Finalmente  en  las  leyes  sobre  los  esclavos,  los  Megicanos  fueron 
superiores  a  las  naciones  mas  cultas  de  la  antigua  Europa.  Si  se 
quiere  comparar  su  legislación  en  esta  parte  con  la  de  los  Romanos, 
los  Lacedemonios,  y  otros  pueblos  célebres,  se  echará  de  ver  en  esta 


tíULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  893 

una  crueldad  que  horroriza,  y  en  aquella  un  gran  respeto  a  las  leyes 
de  la  Naturaleza  *.  Alli  todos  los  hombres  nacian  libres,  sin  exep- 
tuar  los  hijos  del  esclavo;  este  era  dueño  absoluto  de  lo  que  poseia, 
y  de  lo  que  adquiria  con  su  industria,  y  con  su  trabajo ;  el  amo  estaba 
obligado  a  tratarlo  como  hombre,  y  no  como  bestia ;  ningún  derecho 
egercia  sobre  su  vida,  y  ni  aun  podia  venderlo  en  el  mercado,  si  no 
después  de  haber  acreditado  jurídicamente  su  indocilidad.  ¿  Pueden 
imaginarse  leyes  mas  prudentes,  y  mas  humanas?  ¡Cuan  diversas 
eran  las  de  los  Romanos !  Estos,  por  la  exesiva  autoridad  que  les 
concedian  las  leyes,  eran  dueños,  no  solo  de  todo  lo  que  los  esclavos 
adquirían  con  el  sudor  de  su  frente,  sino  de  su  vida,  de  que  podian 
privarlos,  según  su  capricho  f,  tratándolos  con  la  mayor  crueldad,  y 
atormentándolos  del  modo  mas  atroz ;  y  lo  que  mas  demuestra  la 
Índole  inhumana  de  esta  célebre  nación,  es  que  la  misma  legislación 
que  tanío  ampliaba  la  autoridad  de  los  dueños  en  todo  lo  que  era 
contrario  a  los  esclavos,  la  restringía  en  cuanto  les  era  favorable.  La 
lei  Fusia  Caninia  limitaba  el  numero  de  esclavos  que  podian  manumi-f 
tirse  por  el  testamento.  En  la  lei  Silaniana,  y  en  otras  se  prescribía 
que  cuando  un  amo  muriese  violentamente,  se  diese  también  muerte  a 
todos  los  esclavos  que  habitasen  en  su  casa,  y  en  los  sitios  inmediatos, 
hasta  donde  alcanzase  su  voz.  Si  el  amo  recibía  la  muerte  en  un 
viage,  morian  los  esclavos  que  habían  quedado  con  él,  y  los  que  habían 
huido  en  el  acto  de  la  muerte,  por  manifiesta  que  fuese  su  inocencia. 
La  leí  Aquilía  comprendía  bajo  una  misma  acción  la  herida  hecha  a  un 
esclavo  agttio,  y  la  que  se  hacia  a  una  bestia.  A  tales  exesos  llegó 
la  barbarie  de  los  cultísimos  Romanos.  No  fueron  en  verdad  mas 
suaves  las  leyes  ^de  los  Lacedemonios,  los  cuáles  no  concedian  a  los 
esclavos  ninguna  acción  en  juicio  contra  los  que  los  injuriaban  o 
insultaban. 

Sí  ademas  de  todo  lo  dicho  hasta  ahora,  quisiéramos  parangonar  el 
sistema  de  educación  practicado  por  los  Megicanos  con  el  de  los 
Griegos,  reconoceríamos  que  estos  no  daban  a  sus  hijos  tanta  instruc- 
ción en  las  artes,  y  ciencias,  como  aquellos  a  los  suyos  en  las  costum- 

*  No  hablo  de  los  prisioneros  de  guerra,  de  que  trataré  en  otra  disertación. 

t  i  Qué  estraño  es  que  los  Romanos  concediesen  tan  barbara  autoridad  a  los 
araos  sobre  los  esclavos,  habiéndola  también  concedido  a  los  padres  sobre  sus 
hijos  legítimos  ?  Endo  Itberis  justis  jus  vitee,  necis,  venumdandique  potestas  patri. 
Esta  lei  fue  promulgada  por  los  primeros  reyes,  e  inserta  por  los  decemviros  en 
las  xu  tablas. 


394  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

bres  de  sus  antepasados.  Los  Griegos  se  esmeraban  en  ilustrar  la 
mente,  y  los  Megicanos  en  rectificar  el  corazón.  Los  Atenienses 
prostituian  a  sus  hijos,  acostumbrándolos  a  la  mas  execrable  obcenidad, 
en  las  mismas  escuelas  destinadas  a  la  enseñanza  de  las  artes.  Los 
Lacedemonios  amaestraban  a  los  suyos  en  el  robo,  según  lo  dispuesto 
por  Licurgo,  con  el  obgeto  de  hacerlos  astutos,  y  ligeros,  y  los  casti- 
gaban rigorosamente  cuando  los  sorprendían  robando,  no  en  pena  del 
delito  que  cometían,  sino  de  su  poca  destreza,  y  habilidad.  La 
educación  domestica  de  los  Megicanos  era  de  diferente  Índole :  ella 
comprendía  las  artes,  la  religión,  la  modestia,  la  honestidad,  la  so- 
briedad, la  vida  laboriosa,  el  amor  a  la  virtud,  y  el  respeto  a  los 
mayores. 

Este  es  un  breve,  pero  verdadero  ensayo  de  la  cultura  de  los  habi- 
tantes de  Anahuac,  sacado  de  su  historia  antigua,  de  sus  pinturas,  de 
las  relaciones  de  los  mas  fidedignos,  y  exactos  historiadores  Españoles. 
Asi  se  gobernaban  aquellos  pueblos  que  Mr.  de  Paw  cree  los  mas 
salvages  del  mundo;  aquellos  pueblos  inferiores,  en  industria,  y 
sagacidad,  a  los  mas  groseros  del  antiguo  continente;  aquellos 
pueblos  de  cuya  racionalidad  dudaron  algunos  Europeos. 


CATALOGO 

DE 

ALGUNOS  AUTORES  EUROPEOS,  Y  CRIOLLOS, 

QUE  HAN 

ESCRITO     SOBRE     LA    DOCTRINA    Y    MORAL     CRISTIANAS,     EN    LAS    LENGUAS    DE 

ANAHUAC. 

[A.  significa  religioso  Agustino ;  D.  Dominicano ;  F,  Franciscano ;  J.  Jesuíta ; 
P.  Presbitero  secular.  La  estrella  denota  que  el  eutor  publicó  alguna 
obra.] 

En  lengua  Megicana. 

*  Agustín  de  Betancourt,  F-  Criollo. 
Alfonso  de  Escalona,  F.  Español. 
Alfonso  de  Herrera,  F.  Español. 

*  Alfonso  Molina,   F.  Español. 
Alfonso  Rangel,  F.  Español. 
Alfonso  de  Trugillo,  F.  Criollo. 
Andrés  de  Olmos,  F.  Español. 


CULTURA    DB    LOS    MB6IGAN0S.  395 

Antonio  Davila  Padilla,  D.  Criollo. 
Antonio  de  Tovar  Motezuma,  P.  Criollo. 
Arnaldo  Bassace,  F.  Francés. 
Baltazar  del  Castillo,  F.  Español. 
Baltazar  González,  J.  Criollo. 
Bernabé  Paez,  A.  Criollo. 
Bartolomé  de  Alba,  P.  Criollo. 
Benito  Fernandez,  D.  Español. 
Bernardino  Pinelo,  P.  Criollo. 

*  Bernardino  de  Sahagun,  F.  Español. 

*  Carlos  de  Tapia  Centeno,  P.  Criollo. 
Felipe  Diez,  F.  Español. 
Francisco  Gómez,  F.  Español. 
Francisco  Giménez,  F,  Español. 
Garcia  de  Cisneros,  F,  Español. 
Gerónimo  Mendieta,  F.  Español. 
Juan  de  la  Anunciación,  A.  Español. 

*  Juan  de  Ayora,  F.  Español. 

*  Juan  Bautista,  F.  Criollo. 

Juan  de  San  Francisco,  F.  Español. 
Juan  Focher,  F.  Francés. 

*  Juan  de  Gaoua,  F.  Español.  '     * 
Juan  Mijangos.                                          .  ^  í 
Juan  de  Ribas,  F.  Español. 

Vuan  de  Romanones,  F.  Español. 

*  Juan  de  Torquemada,  F.  Español. 
Juan  de  Tobar,  J.  Criollo. 

*  José  Pérez,  F.  Criollo. 

*  Ignacio  de  Paredes,  J.  Criollo. 

*  Luis  Rodriguez,  F. 

*  Martin  de  León,  D.  Criollo. 

*  Maturino  Gilbert,  F.  Francés. 
Miguel  Zarate,  F. 

*  Pedro  de  Gante,  F.  Flamenco. 
Pedro  de  Oroz,  F.  Español. 

*  Toribio  de  Benavente,  F.  Español. 

En  lengua  Otomita. 
Alfonso  Rangel. 
Bernabé  de  Vargas. 


ÍJ96  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

*  Francisco  de  Miranda,  J.  Criollo. 
Juan  de  Dios  Castro,  J.  Criollo. 
Horacio  Carochi,  J.  Milanes. 
Pedro  Palacios,  F.  Español. 
Pedro  de  Oroz. 

Sebastian  Ribero,  F. 
N.  Sánchez,  P.  Criollo. 

En  lengua  Tarasca. 

*  Ángel  Sierra,  F.  Criollo. 
Juan  Bautista  Logunas,  F. 

*  Maturino  Gilbert. 

En  lengua  Zapoteca. 

Alfonso  Camacho,  D.  Criollo. 

Antonio  del  Pozo,  D.  Criollo, 

Bernardo  de  Alburquerque,  D.  Español,  obispo  de  Guajaca. 

Cristoval  Agüero,  D.  Criollo. 

En  lengua  Mizteca. 
Antonio  González,  D.  Criollo. 

*  Antonio  de  los  Reyes,  D.  Español. 
Benito  Fernandez,  D.  Español. 

En  lengua  Maya.  t 

Alfonso  de  Solana,  F.  Español. 
Andrés  de  Avendaño,  F.  Criollo. 
Antonio  de  Ciudad  Real,  Español. 
Bernardino  de  Valladolid,  F.  Español. 
Carlos  Mena,  F.  Criollo. 
José  Dominguez,  P.  Criollo. 

En  lengua  Totonaca. 
Andrés  de  Olmos. 
Antonio  de  Santoyo,  P.  Criollo. 
Cristoval  Diaz  de  Anaya,  P.  Criollo. 

En  lengua  Popoluca. 
Francisco  Toral,  F.  Español,  y  obispo  de  Yucatán. 


CULTURA    DF;    LOS    MEGICANOS.  397 

En  lengua  Matlazinca. 
Andrés  de  Castro,  F.  Español. 

En  lengua  Huajteca. 

Andrés  de  Olmos. 

*  Carlos  de  Tapia  Centeno. 

£»  lengua  Mige. 

*  Agustín  Quintana,  D.  Criollo. 

En  lengua  Kiche. 
Bartolomé  de  Anleo,  F.  Criollo. 
Agustín  de  Avilla,  F. 

En  lengua  Cakciquel. 

Alvaro  Paz,  F.  Criollo. 
Antonio  Saz,  F.  Criollo. 
Bartolomé  d^  Anleo. 
K  Benito  de  Villacañas,  D.  Criollo. 

En  lengua  Taraumara. 
^  Agustín  Roa,  J.  Español. 

En  lengua  Tepehuana. 
Benito  Rinaldini,  T.  Napolitano. 


<i 


Ha  habido  otros  muchos  escritores  en  otras  lenguas  pero  yo  me  he 
limitado  a  citar  aquellos  cuyas  obras  han  merecido  el  aprecio  de  los 
inteligentes. 


AUTORES  DE  GRAMÁTICAS  Y  DICCIONARIOS 

DB  LAS  LENGUAS  DE  ANAHUAC. 

De  lengua  Megicana. 

*  Agustín  de  Aldana  y  Guevara.     Gram.  y  Dicción. 

*  Agustín  de  Betancourt.     Gram. 

*  Alfonso  de  Molina.     Gram.  y  Dice. 
Alfonso  Rangel.     Gram. 

Andrés  de  Olmos.      Gram.  y  Dice. 

*  Antonio  del  Rincón,  J.  Criollo.     Gram. 


HISTORIA    A>iTIGUA    DE    ME6IC0. 

Antonio  Davíla  Padilla.     Gram. 
Antonio  de  Tobar  Motezuma.     Gram. 

*  Antonio  Castelu,  P.  Criollo.     Gram. 

*  Antonio  Cortés  Canal,  P.  Indio.     Gram. 
Bernardino  de  Sahagun.     Gram.  y  Dice. 
Bernardo  Mercado,  J.  Criollo.     Gram. 
Bernabé  Paez.     Gram. 

*  Carlos  de  Tapia  Centeno.     Gram.  y  Dice. 
Cayetano  de  Cabrera,  P.  Criollo.     Gram. 
Francisco  Giménez.     Gram.  y  Dice. 

*  Horacio  Carochi.      Gram. 

*  Ignacio  de  Paredes.     Gram. 

*  José  Pérez.     Gram. 

Juan  Focher,  J.  Francés.     Gram. 

De  lengua  Otomita. 
Horacio  Carochi.     Gram. 
Juan  Rangel.     Gram. 
Juan  de  Dios  Castro.     Gram.  y  Úicc. 
Pedro  Palacios.     Gram. 
Sebastian  Ribero.     Dice. 
N.  Sánchez.     Dice. 

De  lengua  Tarasca. 

*  Ángel  Sierra.     Gram.  y  Dice. 

*  Juan  Bautista  de  Lagunas.     Gram. 

*  Maturino  Gilbert.     Gram.  y  Dice. 

De  lengua  Zapoteca."^  ^    .-^ 
Antonio  del  Pozo.     Gram. 
Cristoval  Agüero.     Dice. 

De  lengua  Mizteca. 
Antonio  de  los  Reyes.     Gram. 

De  lengua  Maya. 
Andrés  de  Avendaño.     Gram.  y  Dice. 
Antonio  de  Ciudad  Real.     Dice. 
Luis  de  Villalpando.     Gram.  y  Dice. 

*  Pedro  Beltran,  F.  Criollo.     Gram. 


CULTURA    DE    LOS    MEGICANOS.  399 

De  lengua  Totonaca. 
Andrés  de  Olmos.     Gram.  y  Dice. 
Cristoval  Díaz  de  Anaya.       Gram.  y  Dice. 

De  lengua  Popoluca. 
Francisco  Toral.     Gram.  y  Dice. 

De  lengua  Matlazinca. 
Andrés  de  Castro.     Gram.  y  Dice. 

De  lengua  Huajteca. 
Andrés  de  Olmos.     Gram.  y  Dice. 
Carlos  de  Tapia.     Gram.  y  Dice. 

De  lengua  Mige. 
''  Agustin  Quintana.     Gram.  y  Dice. 

D^  lengua  Cakehiquel. 
Benito  de  Villacañas.     Gram.  y  Dice. 

De  lengua  Taraumara. 
Agustin  de  Roa.     Gram. 
Gerónimo  Figueroa,  J,  Criollo.     Gram.  y  Dice. 

1  De  lengua  Tepehuana. 

Benito  Rinaldini.     Gram. 
Gerónimo  Figueroa.     Gram  y  Dice. 
Tomas  de  Guadalajara,  J.  Criollo.     Gram. 


m 


DISERTACIÓN  Vil 


CONFINES  Y  POBLACIÓN  DE  LOS  REINOS  DE  ACOLHUACAN. 

Los  errores  de  muchos  escritores  Españoles  acerca  de  los  confines, 
del  imperio  Megicano,  y  los  despropósitos  de  Mr.  de  Paw,  y  de  otros 
autores  Estrangeros  sobre  la  población  de  aquellos  paises,  me  obligan 
a  poner  en  claro  estos  dos  puntos.  Asi  procuraré  hacerlo  en  esta  di- 
sertación conjtoda  la  brevedad  posible. 

Confines  de  los  reinos  de  Anahuac. 

Solis,  fundado  en  la  autoridad  de  algunos  escritores  Españoles  mal 
informados,  afirma  que  el  imperio  Megicanp  se  estendia  desde  el  istmo 
de  Panamá  hasta  el  cabo  Mendocino  en  las*  Californias.  EIP.  Tou- 
ron,  Dominico  Francés,  queriendo  ampliar  mas  aquellos  términos  en 
su  Historia  General  de  America,  dice  que  todos  los  paises  descubier- 
tos en  la  parte  septentrional  de  aquel  continente,  estaban  sometidos  al 
rei  de  Megico ;  que  la  estension  de  aquel  imperio  de  Levante  a  Po- 
niente, era  de  500  leguas,  y  de  Norte  a  Sur  de  200,  o  de  250 ;  que 
sus  términos  eran,  al  Norte,  el  océano  Atlántico ;  a  Poniente,  el  golfo 
de  Anian ;  a  Mediodía,  el  mar  Pacifico,  y  a  Levante  el  istmo  de  Pa- 
namá :  pero  esta  descripción  contiene  no  solo  errores  geográficos,  si  no 
graves  contradicciones,  pues  si  fuera  cierto  que  el  imperio  se  estendia 
desde  el  istmo  de  Panamá  hasta  el  golfo,  o  mas  bien  estrecho  de 
Anian,  su  estension,  en  aquella  linea,  no  hubiera  sido  de  500  leguas, 
sino  de  1,000,  pues  no  coraprenderia  menos  de  50  grados. 

La  causa  de  estos  errores  es  la  persuasión  en  que  estaban  aquellos 
escritores  que  en  Anahuac  no  habia  otro  soberano  que  el  de  Megico ; 
que  los  reyes  de  Acolhuacan,  y  de  Tlacopan  eran  sus  subditos,  y 
que  los  Michuacaneses,  y  Tlascaleses  pertenecían  a  la  misma 
corona,  aunque  se  rebelaron  después  contra  ella.  Pero  no  es  asi: 
pues  ninguno  de  aquellos  estados  perteneció  jamas  al  reino  de  Megico, 
como  consta  por  la  deposición  de  todos  los  historiadores  Indios,  y  de 
todos  aquellos  escritores  Españoles  que  por  si  mismos  se  informaron 
de  la  verdad,  y  tales  fueron  Motolinia,  Sahagun,  y  Torquemada.     El 


CONFINES    DE    LOS    REINOS    DE    ANAHUAC.  401 

rei  de  Acolhuacan  había  sido  siempre  aliado  del  rei  de  Megico,  desde 
el  año  de  1424 ;  pero  nunca  fue  su  subdito.  Es  cierto  que  cuando 
llegaron  los  Españoles,  parecía  que  el  rei  Cacamatzin  dependía  de  su 
tio  Moteuczoma  ;  mas  era  por  que  aquel,  temeroso  de  la  prepotencia 
de  su  hermano  Ijtliljochítl,  necesitaba  del  ausilio  de  los  Megícanos.  Los 
Españoles  vieron  a  Cacamatzin  salirles  al  encuentro  como  embajador 
de  Moteuczoma,  y  algunos  días  después,  que  este  monarca  se  apoyaba 
en  los  brazos  de  aquel.  Vieron  también  que  el  sobrino  fue  llevado 
preso  a  Megíco  por  orden  de  su  tio.  Todo  esto  podía  servir  de  dis- 
culpa al  error  de  los  conquistadores :  pero  lo  cierto  es  que  las  demos- 
traciones de  Cacamatzin  a  Moteuczoma  no  eran  servicios  de  vasallo  a 
su  reí,  sí  no  de  un  sobrino  a  un  tio,  y  que  Moteuczoma  al  apoderarse 
de  Cacamatzin,  por  dar  gusto  a  los  Españoles,  se  arrogó  una  autoridad 
que  no  le  competía,  haciendo  al  rei  de  Acolhuacan  un  agravio  de  que 
luego  tubo  que  arrepentirse.  En  cuanto  al  de  Tlacopan,  no  se  puede 
dudar  que  Moteuczoma  le  dio  la  corona,  pero  gozó  de  un  perfecto 
dominio,  y  plena  soberanía  en  sus  estados,  con  la  única  condición  de  ser 
perpetuo  aliado  de  los  Megícanos,  y  de  prestarles  ausilio  con  sus  tro- 
pas, siempre  que  lo  necesitasen.  El  rei  de  Michuacan,  y  la  república 
de  Tlascala  fueron  siempre  rivales,  y  enemigos  declarados  de  los  Me- 
gícanos, y  no  hai  memoria  de  que  ni  uno  ni  otro  estado  hayan  sido 
jamas  sometidos  a  la  corona  de  Megíco. 

Lo  mismo  debemos  decir  de  otras  muchas  provincias  que  los 
historiadores  Españoles  creyeron  dependientes  de  aquel  imperio,  y 
partes  integrantes  de  su  territorio.  ¿  Como  era  posible  que  una  na- 
ción reducida  a  una  sola  ciudad  bajo  el  yugo  de  los  Tepaneques  sub- 
yugase en  menos  de  un  siglo  todos  los  pueblos  que  ocupaban  el  vasto 
territorio  comprendido  entre  el  istmo  de  Panamá,  y  las  Californias? 
Todo  lo  que  en  realidad  hicieron  los  Megícanos,  aunque  mucho 
menos  de  lo  que  digeron  aquellos  autores,  fue  ciertamente  digno  de 
admiración,  y  no  podríamos  creer  la  rapidez  de  sus  conquistas,  si  no 
se  apoyase  en  tantos,  y  tan  innegables  documentos.  Por  lo  demás,  ni 
la  narración  de  las  historiadores  Indios,  ni  la  enumeración  de  los  esta- 
dos conquistados  por  los  reyes  de  Megico,  que  se  halla  en  la  colección 
de  Mendoza,  ni  la  matrícula  de  las  ciudades  tributarias  inserta  en  la 
misma,  suministran  el  menor  motivo  para  confirmar  aquella  arbitraría 
ampliación  de  los  dominios  Megícanos :  antes  bien  consta  todo  lo  con- 
trario en  la  relación  de  Bernal  Díaz,  Este  en  el  capitulo  xciii  de  su 
Historia  dice  asi:  "  tenia  el  gran  Motezuma  muchas  guarniciones,  y 
gente  de  guerra  en  las  fronteras  de  sus  estados.  Tenía  una  en 
Soconusco  para  defenderse  de  Guatemala,  y  de  Chíapa;  otra  para 

TOMO  II.  ,  2v 


4()2  HISTORIA    ANTIGUA    Dli    MKGICO. 

defenderse  de  los  Panuqueses  entre  Tuzapan,  y  el  pueblo  que  noso- 
tros llamamos  Almería,  otra  en  Coatzacualco,  y  otra  en  Michuacan*." 

Sabemos  pues  positivamente  que  los  dominios  Megicanos  no  se 
estendian  acia  Levante  mas  allá  de  Joconochco,  y  que  no  entraban  en 
ellos  ninguna  de  las  provincias  comprendidas  actualmente  en  las  dió- 
cesis de  Guatemala,  Nicaragua,  y  Honduras.  En  el  libro  iv  de  la 
Historia  he  dicho  que  Tliltototl,  célebre  general  Megicano,  en  los 
últimos  años  del  rei  Ahuitzotl,  llegó  con  su  egercito  victorioso  hasta 
Quauhtemalan ;  y  ahora  añado  que  no  se  sabe  quedase  entonces 
sugeto  aquel  pais  a  la  corona  de  Megico,  antes  bien  todo  lo  contrario 
se  debe  inferir  de  la  relación  de  aquellos  sucesos,  Torquemada  habla 
de  la  conquista  de  Nicaragua  hecha  por  los  Megicanos:  pero  lo 
mismo  que  en  el  lib.  ii,  cap.  81  atribuye  a  un  egercilo  Megicano  en 
tiempo  de  Moteuczoma  ii,  en  el  libro  iii,  cap.  10  refiere  de  una  colonia 
que  salió  muchos  años  antes,  por  orden  de  los  dioses,  de  las  inme- 
diaciones de  Joconochco  :  asi  que  no  debemos  fiarnos  en  su  noticia. 

Bernal  Diaz,  tanto  en  el  lugar  que  hemos  citado  como  en  otros, 
afirma  espresamente  que  los  Chiapaneses  no  fueron  jamas  conquista- 
dos por  los  Megicanos:  mas  esto  no  puede«enteñderse  de  todo  aquel 
territorio,  si  no  de  una  parte  de  él,  pues  sabemos  por  Remezal, 
Cronista  de  aquella  provincia,  que  los  Megicanos  tenían  guarnición 
en  Tzinacantla,  y  consta,  por  la  matricula  de  tributos,  que  Tochtlan, 
y  otras  ciudades  de  aquel  pais  eran  tributarias  de  los  Megicanos. 

Por  la  parte  de  Nordeste  no  se  adelantaron  estos  mas  alia  de  Tuza- 
pan,  como  sé  infiere  del  citado  lugar  de  Bernal  Diaz,  y  sabemos  de 
«ierto  que  jamas  los  obedecieron  los  Panuqueses.  Por  Levante 
sus  confines  eran  las  orillas  del  rio  Coatzacualco.  Bernal  Diaz  dice 
que  el  pais  de  Coatzacualco  no  era  provincia  de  Megico ;  por  otra 
parte  hallamos  entre  las  ciudades  tributarias  de  la  corona  a  Tochtlan, 
Michapan,  y  otros  pueblos  de  aquella  provincia.  Por  tanto  creo  que 
los  Megicanos  poseian  todo  lo  que  estajja  a  Poniente  del  ya  men- 
cionado rio,  y  no  lo  que  estaba  a  Levante,  sirviéndoles  sus  orillas  de 
ultima  frontera  por  aquel  lado.  Acia  el  Norte  estaba  el  pais  de  los 
Huajteques,  que  nunca  los  reconoció  por  señores.  Acia  Nordoeste, 
el  imperio  no  se  estendia  mas  alia  de  Tula,  y  todo  el  pais  que  estaba 
mas  alia  de  este  punto  era  el  territorio  ocupado  por  los  barbaros 
Otomites,  y  Chichimecos,  que  no  tenian  poblaciones  fijas,  ni  obede; 
cian  a  ningún  monarca.     Del  lado  de  Poniente  se  sabe  que  termina- 

*  Véase  para  mayor  inteligencia  el  mapa  Geográfico  puesto  al  principio  de  esta 
«bra. 


CONPINIÍS    UK    LOS    RF,INOS    DK    ANAHUAC.  408 

ban  sus  dominios  en  Tlagimalojan,  frontera  del  reino  de  Michuacan, 
pero  en  las  guarniciones  de  la  estremidad  occidental  de  la  provincia 
de  Coliman,  y  no  mas  lejos.  En  el  catalogo  de  las  ciudades  tribu- 
tarias vemos  a  Coliman,  y  otros  pueblos  de  aquella  provincia,  y  nin- 
guno de  las  que  están  mas  alia,  ni  tampoco  se  hace  mención  en  la 
historia  de  Megico.  Los  Megicanos  no  tenian  qué  hacer  en  Califor- 
nias, ni  podian  esperar  ninguna  ventaja  de  la  conquista  de  un  pais 
tan  remoto,  y  el  mas  despoblado,  y  miserable  del  mundo.  Si  aquella 
árida,  y  pedregosa  peninsula  hubiese  sido  provincia  del  imperio  Megi- 
cano,  se  hubieran  hallado  en  ella  algimas  poblaciones :  pero  lo  cierto 
es  que  no  se  encontró  una  casa,  ni  un  resto  de  casa.  Finalmente 
por  la  parte  de  Mediodia  los  Megicanos  se  hablan  apoderado  de 
todos  los  grandes  estados  que  habia  desde  el  valle  hasta  las  playas  del 
mar  Pacifico,  y  estendiendose  por  alíi  sus  limites  desde  Joconochco 
hasta  Coliman,  podemos  decir  que  aquella  era  la  mayor  linea  terri- 
torial del  imperio. 

El  Dr.  Robertson  dice  que  "  los  territorios  pertenecientes  a  los 
gefes  de  Tezcuco,  y  Tacuba,  apenas  cedian  en  estension  a  los  del  so- 
berano de  Megico  :"  error  contrario  a  lo  que  nos  dicen  todos  los  histo- 
riadores de  aquel  pais.  El  reino  de  Tezcuco,  o  de  Acolhuacan  estaba 
limitado  a  Poniente,  parte  por  el  lago  de  Tezcuco,  parte  por  las  tierras 
de  Tzompanco,  y  parte  por  otros  estados  Megicanos,  y  a  Levante  por 
los  dominios  de  Tlascala :  asi  que  no  podia  tener  en  aquella  direc- 
ción mas  de  60  millas.  A  Mediodia  estaba  el  territorio  de  Chalco, 
pertenecien^  a  Megico,  y  al  Norte  el  pais  independiente  de  los 
Huajteques.  Ahora  bien  :  desde  la  frontera  de  este  pais  hasta  Chalco 
hai  cerca  de  200  millas.  He  aqui  pues  toda  la  estension  del  reino  de 
Acolhuacan,  estension  que  no  forma  ni  la  octava  parte  de  los  do- 
minios Megicanos.  Los  del  reyezuelo  de  Tlacopan  o  Tacuba  eran 
tan  pequeños  que  no  merecieron  llamarse  reino :  pues  desde  el  lago 
Megicano  a  Levante  hasta  la  frontera  de  Michuacan  a  Poniente,  no 
tenia  mas  que  80  millas,  ni  mas  que  50,  desde  el  valle  de  Toluca  a 
Medioda,  hasta  el  pais  de  los  Otomites  al  Norte.  Es  pues  un  error 
comparar  el  estado  de  Megico,  en  punto  a  estension,  con  los  de 
Acolhuacan,  y  Tlacopan. 

La  república  de  Tlascala,  rodeada  por  los  Megicanos,  y  Tezcucanos, 
y  por  los  de  Huejotzinco,  y  Cbolula,  era  tan  limitada,  que  de  Le- 
vante a  Poniente  apenas  tenia  50  millas,  y  de  Norte  a  Sur,  30  poco 
mas  o  menos.     El  escritor  que  da  mayor  territorio  a  los  'Tlascaleses 

2d2 


404  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

es  Cortés,  el  cual  dice  que  tenia  90  leguas  de  circuito :  pero  esta  fue 
sin  duda  una  equivocación. 

En  cuanto  al  reino  de  Michuacan,  nadie,  que  yo  sepa,  ha  señalado 
todas  sus  antiguas  fronteras,  si  no  es  Boturini.  Dice  que  su  esten- 
sion  desde  el  valle  de  Ijtlahuacan,  cerca  de  Tolocan,  hasta  el  mar 
Pacifico,  era  de  150  leguas,  y  desde  Zacatolan  hasta  Gichú,  de  160  ; 
y  que  en  los  dominios  Michuacatíeses  se  comprendian  las  provincias 
de  Zacatolan,  o  Zacatula,  y  la  que  los  Españoles  llamaron  Provincia 
de  Avalos.  Pero  en  todos  estos  pormenores  se  engañó  :  pues  se 
sabe  positivamente  que  el  reino  de  Michuacan  no  tenia  sus  confines 
en  Ijtlahuacan,  si  no  en  Tlagimalojan,  que  era  el  punto  a  qué  llega- 
ban los  de  Megico.  Por  la  matricula  de  los  tributos  se  sabe  que  las 
provincias  marítimas  de  Zacatolan,  y  Coliman  pertenecían  a  Megico. 
Finalmente  no  podian  los  Michuacaneses  ampliar  sus  dominios  hasta 
Gichú,  sin  subyugar  antes  a  los  barbaros  Cbichimecos,  que  ocupaban 
aquel  pais  :  pero  de  estos  sabemos  que  no  fueron  subyugados  si  no 
por  los  Españoles,  muchos  años  después  de  la  conquista  de  Megico. 
No  era  pues  tan  grande  el  reino  de  Michuacan  como  creyó  Boturini. 
Su  estension  no  comprendía  mas  de  tres  gíados  de  longitud,  y  poco 
mas  de  dos  de  latitud. 

Cuanto  he  dicho  hasta  ahora  demuestra  la  exactitud  de  mi  descrip- 
ción, y  de  mis  mapas  Geográficos,  en  lo  concerniente  a  los  confines  de 
aquellos  Estados,  fundado  todo  en  la  historia  misma,  en  la  matricula 
de  los  tributos,  y  en  el  testimonio  de  los  historiadores  antiguos. 

Población  de  Anahuac. 
No  es  mi  intención  hablar  de  la  población  de  toda  America  :  asunto 
vastísimo,  y  ageno  de  mi  proposito ;  si  no  solo  de  la  de  Megico.  En 
America  habia,  y  hai  en  la  actualidad  paises  pobladisimos,  y  grandes 
desiertos  ;  y  no  menos  se  alejan  de  la  verdad  los  que  se  imaginan  las 
regiones  del  Nuevo  Mundo  tan  pobladas  como  la  China,  que  los  que 
las  creen  tan  desiertas  como  los  arenales  de  África.  Tan  incierto  es 
el  calculo  del  P.  Riccioli,  como  el  de  Susmilch,  y  el  de  Mr.  de  Paw. 
El  primero  cuenta  en  America  300  milliones  de  habitantes.  Los 
aritméticos  políticos,  no  cuentan  mas  de  100,  según  Mr.  de  Paw. 
Susmilch  en  una  parte  d^ísu  obra  habla  de  100,  y  en  otra  de  150  mi- 
llones. Mr.  de  Paw,  que  cita  todas  estos  cálculos,  dice  que  no  hai 
en  America  mas  que  de  30  a  40  milliones  de  verdaderos  Americanos. 
Pero  todo  esto  es  incierto,  y  ninguna  de  estas  opiniones  estriva  en 


POBLACIÓN    DE    ANAHUAC.  406 

fundamentos  solidos :  por  que,  si  hasta  ahora  no  se  sabe,  ni  por 
aproximación,  la  población  de  los  paises  en  que  se  han  establecido  los 
Europeos,  como  Megico,  Guatemala,  Chile,  Quito,  Perú,  Tierra- 
firme,  y  otros  ¿  quien  sera  capaz  de  adivinar  el  numero  de  los  habi- 
tantes de  los  inmensos  territorios  poco  o  nada  conocidos,  como  los  que 
están  al  Norte  de  Cohuila,  del  Nuevo  Megico,  de  Californias,  y  del 
Rio  Colorado  en  la  America  Septentrional?  ¿Quien  podra  numerar 
los  habitantes  del  Nuevo  Mundo  cuando  no  se  sabe,  ni  se  puede  saber 
tampoco  el  numero  de  las  provincias,  y  de  las  naciones  que  com- 
prende? Dejando  pues  a  parte  estos  cálculos,  que  no  podemos  em- 
prender sin  temeridad,  examinemos  lo  que  dicen  Mr.  de  Paw,  y 
Robertson  sobre  la  población  de  Megico. 

"  La  población  de  Megico,  y  del  Perú,  dice  Mr.  de  Paw,  ha  sido 
indudablemente  exagerada  por  los  escritores  Españoles,  acostumbrados 
a  pintar  toda  clase  de  obgetos  con  proporciones  desmesuradas. 
Tres  años  después  de  la  conquista  de  Megico,  fue  preciso  que  los 
Españoles  llevasen  gente  de  las  islas  Lucayas,  y  después  de  la  costa 
de  África,  para  poblar  aquel  pais.  Si  la  monarquía  Megicana  con- 
tenia en  1518,  treinta  Aillones  de  habitantes  ¿  por  qué  estaba  despo- 
blada en  1521?"  Yo  no  negaré  jamas  que  entre  los  escritores  Es- 
pañoles hai  algunos  propensos  a  exagerar,  como  sucede  entre  los 
Prusianos,  entre  los  Franceses,  entre  los  Ingleses,  y  en  los  otros  pue- 
blos :  por  que  el  deseo  de  engrandecer  los  obgetos  que  se  pintan,  es 
una  pasión  harto  común  a  todas  las  naciones  de  la  tierr^  Mr.  de  Paw 
no  ha  sabido  preservarse  de  este  contagio,  como  lo  h  .  ver  en  toda  su 
obra,  y  como  lo  acredita  este  modo  de  hablar  et  nasgede  todos  los 
escritores  Españoles,  haciendo  un  gravísimo  daño  a  la  nación,  en  la 
cual,  como  en  todas,  hai  bueno,  y  hai  malo.  Yo  puedo  asegurar, 
que  después  de  haber  leído  los  mejores  historiadores  de  las  naciones 
cultas  de  Europa,  no  he  encontrado  dos  que  me  paresoan  compa- 
rables en  sinceridad  a  los  dos  Españoles  Mariana,  y  Acosta*,  estima- 
dos por  esto,  y  justamente  elogiados  por  los  enemigos  de  su  nación,  y 
de  su  religión.  Entre  los  antiguos  historiadores  de  Megico,  ha  habido 
algunos,  como  Acosta,  Bemal  Diaz,  y  el  mismo  Cortés,  cuya  since- 
ridad no  admite  duda.  Pero  aunque  ninguno  de  eátos  escritores 
poseyese  las  cualidades  necesarias  para  inspirarnos  confianza,  la  uni- 

*  Hablo  aqui  tan  solo  de  la  sinceridad,  por  que  es  lo  que  hace  a  mi  proposito. 
Los  dos  escritores  citados  poseen  otras  prendas  que  los  hacen  dignos  del  mayor 
aprecio. 


406  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICU. 

formidad  de  sus  datos  seria  un  fuertisimo  argumento  en  favor  de  la 
verdad  de  lo  que  dicen.  Los  autores  poco  veridicos  no  concuerdan 
entre  si,  si  no  es  cuando  se  copian :  mas  no  lo  hicieron  asi  los  que 
hemos  nombrado,  pues  ocupados  únicamente  en  referir  lo  que  vieron, 
o  lo  que  recogieron  en  sus  indagaciones,  no  se  curaron  de  lo  que  los 
otros  digeron :  antes  bien  de  sus  obras  se  infiere  que  cuando  las  es- 
cribian,  no  tenian  a  la  vista  las  agenas.  El  mismo  Mr.  de  Paw,  ha- 
blando en  una  de  sus  carias  de  aquel  rito  de  los  Megicanos  en  que 
consagraban,  y  comian  la  estatua  de  masa  del  dios  Huitziiopochtli, 
que  él  llama  Vitzilipultzi,  y  de  otra  ceremonia  de  los  Peruanos,  en  la 
fiesta  de  Capac-raime,  dice  a  uno  de  sus  corresponsales :  "  Yo  os 
confieso  que  el  testimonio  unánime  de  todos  los  escritores  Españoles 
no  nos  permite  dudar,  &c."  Si  esta  unanimidad  de  los  escritores  Espa- 
ñoles en  lo  que  no  vieron  por  si  mismos  no  deja  lugar  a  la  duda  ¿como 
podra  dudarse  de  lo  que  refieren  unanimente  como  testigos  oculares  i 

Veamos  pues  qué  dicen  de  la  población  de  Megico  los  antiguos 
escritores  Españoles.  Todos  están  de  acuerdo  en  afirmar  que 
aquellos  paises  estaban  mui  poblados ;  que  habia  muchas  ciudades 
grandes,  e  infinitas  villas  y  caseríos ;  que  en*los  mercados  de  las  ciu- 
dades populosas  concurrían  muchos  millares  de  traficantes ;  que  ar- 
maban egercitos  numerosísimos  &c.  Cortés,  en  sus  cartas  a  Carlos  V, 
el  conquistador  anónimo  en  su  relación,  Alfonso  de  Ogeda,  y  Alfonso 
de  Mata  en  sus  Memorias,  el  obispo  Las  Casas  en  su  Destrucción  de 
las  Indias,  Berual  Díaz  en  su  Historia,  Motolinia,  Sahagun,  y  Men- 
dieta  en  sus  escritos,  testigos  de  vista  de  la  antigua  poblacif  n  de  Me- 
gico ;  Heii  ra,  Gomara,  Acosta,  Torquemada,  y  Martínez,  ,todos 
convienen  en  la  gran  población  de  aquellos  paises.  No  me  podra 
alegar  Mr.de  Paw  ni  un  solo  autor  antiguo  que  no  lo  confirme  con 
su  testimonio ;  y  yo  le  citaré  muchos  que  no  hablan  una  sola  palabra 
de  aquel  rito  de  los  Megicanos,  como  Cortés,  Bernal  Diaz,  y  el  con- 
quistador anónimo,  que  son  los  tres  primeros  historiadores  Españoles 
de  Megico.  Sin  embargo  Mr.  de  Paw  asegura  que  no  se  puede 
dudar  de  aquel  hecho  por  que  se  funda  en  el  testimonio  unánime  de 
los  escritores  Españoles:  ¿y  querrá  dudar  de  la  gran  población  de 
Megico,  y  negarla  redondamente,  cuando  se  funda  en  el  mismo  apoyo  i 

"  Pero  si  la  población  de  Megico  era  tan  grande  en  1518  ¿por  qué 
en  1521  fue  preciso  llevar  gente  de  las  islas  Lucayas,  y  después  de 
la  costa  de  África  para  poblar  aquellos  paises  1 "  Confieso  ingenua- 
mente que  no  puedo  leer  esta  observación  de  Mr.  de  Paw  sin  indig- 


POBLACIÓN    DK    ANAHUAC.  407 

narme  al  verlo  afirmar  con  tanto  arrojo  lo  que  es  absolutamente  falso, 
y  contrario  al  testimonio  de  los  autores.  ¿  De  donde  ha  sacado  el 
investigador  esa  estraordinaria  especie  de  las  islas  Lucayas?  Lo 
desafio  a  que  me  cite  un  solo  autor  que  dé  semejante  noticia ;  antes 
bien  de  lo  que  muchos  de  ellos  dicen  se  debe  inferir  todo  lo  contrario. 
Sabemos  por  el  cronista  Herrera,  y  por  otros  que  desde  el  año  de 
1493,  que  fue  el  del  establecimiento  de  los  Españoles  en  la  isla  de 
Santo  Domingo,  hasta  el  de  1496,  perecieron  por  la  guerra,  y  por 
otros  desastres  la  tercera  parte  de  los  habitantes  de  aquella  gran 
posesión.  En  1507  no  hablan  quedado  mas  de  la  decima  parte  de 
los  Indios  que  había  en  1493,  como  dice  Las  Casas*,  que  era  tes- 
tigo de  vista,  y  desde  entonces  fue  disminuyendo  la  población  de 
Santo  Domingo,  en  tales'  términos,  que  en  1540  apenas  quedaron 
200  Indios,  por  lo  que  desde  el  principio  del  siglo  xv  empezaron  los 
Españoles  a  sacar  millares  de  Indios  de  las  Lucayas,  para  aumentar 
la  población  de  la  Española ;  pero  habiendo  perecido  estos  también, 
llevaron  a  ella,  antes  de  la  conquista  de  Megico,  pobladores  de 
Tierra  firme,  y  de  otros  paises  del  continente  de  America,  según  los 
iban  descubriendo.  En  Ima  carta  escrita  al  Consejo  de  lu'dias  por  el 
primer  obispo  de  Megico,  y  de  que  habla  Las  Casas  a  Carlos  V,  se 
lee  que  el  cruel  Ñuño  Guzman,  gobernador  de  Panuco,  envió  de 
aquellos  paises  28  buques  cargados  de  Indios  esclavos,  para  que  se 
vendiesen  en  las  islas :  asi  que  lejos  de  sacar  los  Españoles  habitantes 
de  las  islas,  para  poblar  a  Megico,  enviaban  Indios  de  Megico  a  las 
islas,  comC|lo  dicen  en  los  términos  mas  claros  aquellos  dos  escritores, 
y  otros  varios.  Es  cierto  que  después  de  la  conquista,  se  enviaron  a 
Megico  esclavos  Africanos:  mas  no  por  que  se  necesitasen  pobla- 
dores, si  no  por  que  los  Españoles  querian  servirse  de  aquellos  negros 
para  las  elaboraciones  del  azúcar,  y  para  los  trabajos  de  las  minas,  en 
cuyas  tareas  no  podian  emplear  a  los  Indios  por  fuerza,  en  atención  a  las 
leyes  recien  promulgadas.  De  todo  esto  resulta  la  consecuencia  clarísima 
de  ser  falso,  y  contrario  al  dicho  de  los  autores  que  el  territorio  Megicano 
estubiese  tan  despoblado  tres  años  después  de  la  conquista,  que  fuese 
necesario  volverlo  a  poblar  con  habitantes  de  las  islas  Lucayas,  y  con 
Africanos ;  por  el  contrario,  es  innegable  que  de  los  paises  antigua- 
mente sometidos  al  rei  de  Megico,  y  a  la  República  de  Tlascala,  se 

*  En  su  obra  intitulada :  Dt  la  Destrucción  de  los  Indias.  Todo  lo  que  aquí 
digo  consta  no  menos  por  el  testimonio  de  Las  Casas  en  aquella  obra  que  en  la 
intitulada :  El  suplicante  Esclavo  Indio,  y  por  lo  que  se  lee  en  las  Décadas  de 
Herrera. 


408  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

enviaron  colonias,  algunos  años  después  de  la  conquista,  para  poblar 
otros  paises,  como  Zacatecas,  San  Luis  Potosi,  el  Saltillo,  &c.     - 

Pero  veamos  qué  dicen  en  particular  de  la  población  de  Megico 
aquellos  antiguos  escritores.  No  sé  que  ninguno  de  ellos  haya  osado 
espresar  el  numero  total  de  los  habitantes  del  imperio  Megicano.  Si 
contenia  o  no  30,000,000,  solo  el  rei,  y  los  ministros  podian  decirlo,  y 
aunque  de  estos  podian  mui  bien  informarse  los  Españoles,  no  consta 
que  ninguno  lo  haya  hecho.  Lo  que  muchos  de  los  historiadores 
aseguran  es  que  entre  los  feudatarios  de  la  corona  de  Megico  habia 
treinta,  cada  uno  de  los  cuales  tenia  cerca  de  100,000  subditos,  y 
otros  3,000  señores,  que  no  tenian  tantos.  Lorenzo  Surio  dice  que 
este  calculo  constaba  en  los  documentos  que  existían  en  los  archivos 
reales  de  Carlos  V.  Cortés  en  su  primera  carta  al  mismo  Emperador, 
se  espresa  en  estos  términos :  "  Es  tan  grande  la  muchedumbre  de 
habitantes  de  estos  paises,  que  no  hai  un  palmo  de  tierra  que  no  esté 
cultivado:  y  con  todo  hai  mucha  gente  que  por  falta  de  pan  mendiga 
por  las  calles,  por  las  casas,  y  por  los  mercados."  La  misma  idea  nos 
dan  en  general  de  la  población  de  Megico  Benial  Diaz,  el  conquis- 
tador anónimo,  Motolinia,  y  otros  testigos  oculares.  Por  lo  que  hace 
a  los  diferentes  paises  de  Anahuac,  el  dicho  de  los  mismos  escritores, 
y  el  de  casi  todos  los  antiguos  no  deja  la  menor  duda  acerca  de  la 
gran  población  del  valle  de  Megico,  de  los  paises  de  los  Otomites,  de 
los  Matlatzinques,  de  los  Tlahuiques,  de  los  Cohuijques,  de  los 
Mizteques,  de  los  Zapoteques,  y  de  los  Cuitlateques ;  de  la  provincia 
de  Coatzacualco,  de  los  reinos  de  Acolhuacan,  y  Michuacín,  y  de  los 
estados  de  Cholula,  Tlascala,  y  Huejotzinco. 

El  valle  de  Megico,  no  obstante  de  tener  una  pkrte  de  su  superficie 
ocupada  por  los  lagos,  era  a  lo  menos  tan  poblado  como  el  pais  mas 
poblado  de  Europa.  Habia  en  él  40  ciudades  considerables,  cuyos 
nombres  he  dado  en  otra  parte  de  esta  obra,  y  de  que  hacen  mención 
todos  los  historiadores  antiguos.  Los  otros  lugares  habitados  que  con- 
tenia eran  innumerables,  y  de  ellos  pudiera  presentar  un  largo  cata- 
logo, si  no  temiera  fastidiar  a  mis  lectores.  El  sincerisimo  Bernal 
Diaz,  describiendo  en  el  capitulo  Ixxxviii  de  su  Historia  todo  lo  que  los 
Españoles  conquistadores  iban  viendo  en  su  viage  por  el  valle  Megi- 
cano a  la  capital,  dice  asi :  "  Cuando  veiamos  cosas  tan  maravillosas, 
no  sabíamos  qué  decir,  ni  si  era  verdad  lo  que  se  presentaba  a  nues- 
tros ojos :  por  que  veiamos  tantas  grandes  ciudades  en  tierra  firme,  y 
otras  muchas  en  el  lago,  y  todo  lleno  de  barcas."  Dice  ademas  que 
alganos  soldados  compañeros  suyos  maravillados  sobremanera  al  ver 


POBLACIÓN    DE    ANAHUAC.  409 

tantas,  y  tan  hermosas  poblaciones,  dudaban  si  eran  sueño,  o  cosas  de 
encanto  los  que  estaban  viendo.  Estas,  y  otras  noticias  dadas  con  la 
mayor  sinceridad  por  aquel  escritor  soldado,  bastan  a  responder  al 
Dr.  Robertson,  el  cual  se  valió  de  algunas  palabras  del  mismo,  que  no 
supo  entender,  para  hacer  creer  a  sus  lectores  que  la  población  de 
Megico  no  era  tan  grande  como  se  dice. 

En  cuanto  a  la  de  la  antigua  capital  hai  gran  variedad  de  opiniones, 
ni  puede  ser  de  otro  modo  cuando  se  quiere  calcular  a  bulto  el  numero 
de  habitantes  de  una  gran  ciudad :  pero  todos  los  escritores  que  o  la 
vieron,  o  tomaron  informes  de  los  que  la  habian  visto,  están  de  acuerdo 
en  que  era  mui  considerable.  El  Cronista  Herrera  dice  que  era  doble 
que  Milán ;  Cortés  afirma  que  era  tan  grande  como  Sevilla,  y  Cór- 
doba; Lorenzo  Surio,  citando  los  documentos  del  archivo  real  de 
Carlos  V,  asegura  que  la  población  de  Megico  se  componia  de  130,000 
casas ;  Torquemada,  apoyándose  en  Sahagun,  y  en  algunos  historia- 
dores Indios,  cuenta  120,000,  y  añade  que  en  cada  casa  habia  de  4  a 
10  habitantes.  El  conquistador  anónimo  se  esplica  en  estos  términos  : 
"  Puede  tener  esta  ciudad  de  Temistitan  mas  de  dos  leguas,  y  media, 
o  cerca  de  tres,  poco  mas  o  menos  de  circuito :  la  mayor  parte  de  los 
que  la  han  visto  dicen  que  contiene  60,000  hogares,  mas  bien  mas  que 
menos."  Este  calculo,  adoptado  por  Gomara,  y  por  Herrera  me  pa- 
rece el  que  mas  se  acerca  a  la  verdad,  si  se  atiende  a  la  ostensión  de 
la  ciudad,  y  al  modo  de  habitar  de  aquellas  gentes. 

Mr.  de  Paw  contradice  toda  esta  masa  de  autoridades.  Llama 
'*  exesiva,  y  extravagante  la  descripción  que  nos  hacen  de  esta  ciudad 
Americana,  la  cual  contenia,  según  algunos  autores,  60,000  casas  en 
los  tiempos  de  Motéuczoma  II ;  asi  que  tendría  350,000  habitantes^ 
siendo  notorio  que  la  ciudad  de  Megico,  aumentada  considerablemente 
bajo  el  dominio  de  los  Españoles,  no  tiene  en  la  actualidad  mas  de 
60,000  habitantes,  incluyendo  en  este  numero  20,000  entre  negros,  y 
mulatos."  He  aqui  otro  de  los  pasages  de  la  Investigaciones  Filosó- 
ficos que  hará  reir  a  los  Megicanos.  Pero  ¿  quien  no  ha  de  reir  al 
ver  a  un  filosofo  Prusiano,  tan  empeñado  en  disminuir  la  población  de 
aquella  gran  ciudad  Americana,  y  enfurecido  contra  los  que  la  repre- 
sentan mayor  que  él  se  la  figura?  ¿  Quien  no  se  admirará  al  mismo 
tiempo  al  oir  que  en  Berlin  se  sabe  con  tanta  notoriedad  el  numero  de 
los  habitantes  de  Megico,  cuando  uo  hace  mucho  que  lo  ignoraban  los 
párrocos  de  aquella  ciudad,  que  annualmente  los  cuentan '{  Yo,  sin 
embargo,   quiero  dar  a  Mr.  de  Paw  algunas  noticias  seguras  sobré 


410  HISTORIA    AiNTiGÜA    DK    MEGICO. 

este  asunto,  a  fin  de  que  en  lo  sucesivo  evite  los  errores  en  que  ha 
incurrido. 

Sepa  pues  que  Megico  es  la  ciudad  mas  populosa  de  cuantas  hai  en 
los  estados  Americanos  en  que  se  habla  Español,  y  que  lo  es  mas  que 
la  mayor  de  la  peninsula.  Por  el  numero  de  nacidos,  y  muertos  en 
Madrid,  y  en  Megico,  publicado  en  los  diarios  de  ambas  capitales, 
consta  que  el  numero  de  habitantes  de  la  primera  es  una  cuarta  parte 
menor  que  el  de  la  segunda*  :  esto  es,  si  Madrid,  por  egemplo,  tiene 
160,000  habitantes,  Megico  sin  duda  tiene  mas  de  200,000.  Ha  ha- 
bido una  gran  variedad  de  opiniones  sobre  la  población  de  la  capital 
moderna,  como  las  hubo  acerca  de  la  antigua,  y  como  las  hai  acerca 
de  otras  ciudades  de  primer  orden  f;  pero  habiéndose  hecho  en  estos 
últimos  años  con  mayor  diligencia  la  numeracio»,  tanto  por  los  párro- 
cos, como  por  los  magistrados,  ha  resultado  que  el  numero  de  habitan- 
tes pasaba  de  200,000,  aunque  no  se  sabe  con  exactitud  cuantos  son 
los  que  exeden  esta  cantidad.  Puede  formarse  alguna  idea  de  aquella 
población  por  la  cantidad  de  pulque  y  de  tabaco  que  se  consume  en 
ella  diariamente  J.  Cada  dia  entran  en  sus  muros  mas  de  6,000  arro- 
bas de  pulque ;  en  todo  el  año  de  1774  entraron  2,214,294f  arrobas, 
no 'incluyendo  en  este  computo  el  que  se  introdujo  de  contrabando,  y 
el  que  venden  los  Indios  esentos  en  la  plaza  mayor.  Esta  gran  can- 
tidad de  pulque  no  es  mas  qiie  para  el  consumo  de  los  Indios,  y  Mu- 
latos, cuyo  numero  es  inferior  al  de  los  Europeos  blancos,  y  Criollos, 
entre  los  cuales  hai  mui  pocos  que  usen  de  aquella  bebida.  El  im- 
puesto sobre  ella  sube  solo  en  la  capital  a  280,000  pes«is  annuales, 

*  Es  cierto  que  a  proporción  del  exeso  de  una  ciudad  sobre  otra  en  el  numero 
de  los  nacido»,  y  muertos,  deberá  ser  el  exeso  del  numero  de  los  habitantes,  y 
no  hai  medio  mas  seguro  de  hallar  este  numero  en  una  ciudad  populosa,  que  el 
de  saber  el  de  los  que  nacen,  y  mueren  en  ella,  con  tal  que  se  adopten  las  pre- 
cauciones convenientes. 

f  Basta  saber  la  diversidad  de  opiniones  que  ha  reinado  mucho  tiempo  sobre 
la  población  de  Paris.  Leonel  Waffer,  viagero  Ingles,  creyó  que  en  Megico  habia 
300,000  almas;  Gemelli  opinó  que  eran  100,000;  el  misionero Tallandier  60,000: 
un  viagero  moderno  que  pasó  a  Megico  después  de  haber  visto  toda  Europa,  y 
los  principales  paises  de  Asia,  era  de  parecer  que  no  habia  en  Megico  menos  de 
1,600,000  habitantes.    Este  disparató  por  exeso,  y  Tallandier  por  defecto. 

X  El  pulque  no  se  puede  guardar  para  otro  dia,  y  cada  dia  se  consume  todo  el 
que  se  introduce.  La  nota  del  consumo  diario  de  pulque,  y  tabaco  en  Megico  se 
ha  tomado  de  una  carta  escrita  por  uno  de  los  mejores  calculadores  de  aquella 
aduana,  escrita  a  23  de  Febrero  de  1776. 


POBLACIÓN    DK    ANAHUAC.  411 

poco  mas  o  menos.  El  consumo  de  tabaco  de  humo  on  la  misma 
importa  cada  dia  cerca  de  1250  pesos,  lo  que  al  año  forma  mas  de 
450,000.  Debe  tenerse  presente  que  son  pocos  los  Indios  que  fuman. 
Entre  los  Criollos,  y  Europeos  hai  muchisimos  que  no  tienen  aquella 
costumbre,  y  entre  los  mulatos,  algunos.  ¿  Y  habrá  quien  dé  mas 
crédito  al  calculo  de  Mr.  de  Paw  que  a  las  matriculas  de  aquella  capi- 
tal, y  quien  aprecie  mas  el  juicio  de  un  Prusiano  moderno,  tan  estra- 
vagante  en  todo  lo  que  escribe  sobre  la  capital  de  Megico,  que 
al  de  tantos  escritores  antiguos,  que  por  sí  mismos  la  vieron,  y  ob- 
servaron ? 

De  la  capital  de  Tezcuco  sabemos  por  las  cartas  de  Carlos  V,  que 
tenia  cerca  de  30,000  casas :  mas  esto  debe  entenderse  de  aquella 
parte  de  la  población  que  propiamente  se  llamaba  Tezcuco ;  pues 
comprendidas  las  otras  tres  ciudades  de  Coatlichan,  Huejotla,  y 
Ateneo,  que,  según  el  mismo  Cortés,  podían  considerarse  como  un 
solo  pueblo,  su  circuito  era  mayor  que  el  de  Megico.  Torquemada, 
apoyado  en  el  testimonio  de  Sahagun,  y  en  el  de  los  Indios",  asegura 
que  en  aquellas  cuatro  ciudades  se  contaban  140,000  casas,  y  si  quere- 
mos disminuir  la  mitad  déoste  numero,  todavía  queda  una  población 
considerable.  Ningún  historiador  habla  de  la  de  Tlacopan,  aunque 
todos  convienen  en  que  era  mui  vasta.  De  la  de  Joquimilco  sabemos 
que  era  la  mayor  de  todas  aquellas  ciudades  después  de  las  capitales. 
Cortés  afirma  que  en  Iztapalapan  habia  de  12  a  15,000  hogares ;  en 
Mijcoac  cerca  de  6,000;  en  Huitzilopochco  de  4  a  5,000;  en  Acol- 
man,  4,000^  otros  tantos  en  Otompan,  y  3,000  en  Megicaltzinco. 
Chalco,  Azcapozalco,  Cayoacan,  y  Quauhtitlan  eran,  sin  comparación, 
mayores  que  estas  ultimas.  Todos  estos,  y  otros  muchisimos  pueblos 
estaban  edificados  en  el  valle  de  Megico,  y  su  vista  ocasionó  no  menos 
admiración  que  miedo  a  los  Españoles  conquistadores,  cuando  por 
primera  vez  observaron  desde  las  cimas  de  los  montes  aquel  delicioso 
punto  de  vista.  Lo  mismo  les  sucedió  cuando  vieron  a  Tlascala. 
Cortés  en  su  carta  a  Carlos  V  habla  asi  de  esta  ultima  ciudad :  "  Es 
tan  grande,  y  maravillosa  que  aunque  yo  omita  mucho  de  lo  que  pu- 
diera decir,  lo  poco  que  diré  parecerá  increíble :  porque  es  mayor,  y 
mas  poblada  que  Granada  cuando  se  tomó  a  los  Moros,  harto  mas 
fuerte,  con  tan  buenos  edificios,  y  mucho  mas  abundante  en  todo." 

Del  mismo  modo  se  esplica  el  conquistador  anónimo :  "  Hai  alli 
muchas  grandes  ciudades,  y  entre  ellas  la  de  Tlascala,  que  en  algunas 
cosas  se  parece  a  Segovia,  y  en  otras  a  Granada,  pero  es  mas  poblada 
que  cualquiera  de  estas."     Dé  Tzimpantzinco,  ciudad  de  aquella  re- 


412  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

publica,  dice  Cortés*  que  habiéndose  hecho  el  padrón  por  su  orden, 
resultaron  20,000  casas.  De  Huejotlipan,  que  pertenecía  al  mismo 
estado,  dice  que  tenia  de  4  a  5,000  hogares.  En  Cholula  cuenta 
cerca  de  20,000  casas,  y  casi  otras  tantas  en  las  poblaciones  vecinas, 
que  podían  considerarse  como  sus  arrabales.  Huejotzínco,  y  Tepe- 
yacac  eran  emulas  de  Cholula  en  estensíon.  Estos  son  algunos  de  los 
pueblos  que  vieron  los  Españoles  antes  de  la  conquista,  omitiendo  otros 
muchos,  cuya  importancia  consta  por  la  deposición  de  los  mismos,  y  de 
otros  historiadores. 

No  menos  se  infiere  la  muchedumbre  de  habitantes  de  aquellos 
países  por  el  innumerable  concurso  que  se  notaba  en  los  mercados, 
por  los  grandes  egercitos  que  se  armaban  cuando  era  necesario,  y  por 
el  gran  numero  de  bautismos  que  se  confirieron  después  de  la  con- 
quista. En  la  Historia  he  hablado  largamente  del  gentío  que  asistía 
a  los  mercados,  fundándome  en  el  dicho  de  muchos  testigos  oculares. 
Podría  sospecharse  alguna  exageración  en  los  conquistadores  acerca 
del  numero  de  las  tropas  contra  las  cuales  combatían,  mas  no  asi  con 
respecto  al  de  sus  confederados,  pues  cuanto  mayor  fuese  el  numero 
de  estas,  tanto  menos  díficíl,  y  glorioso  dtbia  parecer  el  triunfo.  Y 
sin  embargo  el  conquistador  Ogeda  contó  150,000  hombres  en  los 
egercitos  aliados  de  Tlascala,  Cholula,  Tepeyacac,  y  Huejotzínco, 
cuando  les  pasó  reseña  en  Tlascala,  para  ir  a  la  conquista  de  Megico. 
El  mismo  Cortés  dice  que  las  tropas  aliadas,  que  lo  acompañaron  a 
la  guerra  de  Quauhquecholan,  pasaban  de  100,000  hombres,  y  de 
200,000  con  mucho,  los  que  lo  ayudaron  en  el  asedio  de  la  capital. 
Por  otra  parte  los  sitiados  eran  tantos,  que  habiendo  muerto  durante 
el  asedio  mas  de  150,000,  como  he  dicho  en  la  Historia,  cuando  los 
Españoles  se  apoderaron  de  la  ciudad,  y  mandaron  salir  de  ella  a 
todos  sus  habitantes,  por  espacio  de  tres  días,  y  tres  noches  se  vieron 
continuamente  llenos  los  tres  caminos,  de  gente  que  iba  a  refugiarse  a 
otros  pueblos,  como  dice  Bernal  Díaz,  que  estubo  presente.  En 
cuanto  al  numero  de  bautismos,  sabemos  por  el  testimonio  de  los  mis- 
mos religiosos  que  se  emplearon  en  la  conversión  de  aquellos  pueblos, 
que  los  niños  y  adultos  bautizados  solamente  por  los  PP.  Francisca- 
nos t  desde  el  año  de  1524  hasta  el  de  1540  fueron  mas  de  6,000,000, 
la  mayor  parte  de  los  cuales  eran  habitantes  del  valle  de  Megico,  y  de 

*  Cortés  habla  de  esta  ciudad  sin  nombrarla,  pero  del  contesto  se  infiere  que 
alude  a  ella.    Torquemada  lo  dice  espresamente. 

f  Toribio  de  Benavente,  o  Motolinia,  uno  de  aquellos  religiosos,  bautizó  por 
sus  manos  mas  de  400,000  Indios,  de  los  que  llevó  cuenta  escrita. 


POBLACIÓN    DE    ANAHUAO.  413 

las  provincias  vecinas.  En  este  numero  no  se  incluyen  los  bautizados 
por  los  clérigos,  por  los  Dominicos,  por  los  Agustinos,  entre  los  cuales, 
y  los  Franciscanos  se  dividió  por  entonces  aquella  abundantisima  mies, 
y  por  otro  lado  es  cierto  que  hubo  innumerables  Indios  que  se  mantu- 
bieron  obstinados  en  su  gentilismo,  o  que  no  recibieron  la  fe  de  Cristo 
si  no  muchos  años  después.  Las  estrepitosas  controversias  sucitadas 
en  aquellos  países  por  algunos  religiosos,  y  sometidas  a  la  decisión  del 
papa  Paulo  III  nos  hacen  ver  que  de  resultas  de  la  estraordinaria,  y 
nunca  vista  muchedumbre  de  catecúmenos,  se  vieron  obligados  los 
Misioneros  a  omitir  algunas  ceremonias  del  bautismo,  y  entre  ellas  la 
de  la  saliva,  pues  se  les  secaban  la  boca,  la  lengua,  y  las  fauces. 

Desde  el  descubrimiento  de  Megico  hasta  nuestros  dias,  ha  ido 
disminuyendo  continuamente  el  numero  de  Indios.  .  Ademas  de  los 
infinitos  millares  de  ellos  que  perecieron  en  el  primer  contagio  de  las 
viruelas  en  1520,  y  en  la  guerra  de  los  Españoles,  la  epidemia  de 
1545,  arrebató  80,000,  y  en  la  de  1576  murieron  mas  de  2,000,000, 
solo  en  las  diócesis  de  Megico,  Puebla  de  los  Angeles,  Michuacan,  y 
Guajaca.  Estos  datos  resultan  de  las  notas  presentadas  por  los 
curas  al  virrei.  Sin  eml^argo  de  esta  vasta  destrucción,  el  Cronista 
Herrera,  que  escribió  a  fines  del  siglo  XV  i,  dice,  fundándose  en  los 
documentos  enviados  por  el  virrei  de  Megico,  que  en  las  diócesis  de 
la  Puebla  de  los  Angeles,  y  de  Guajaca,  y  en  las  provincias  del 
obispado  de  Megico  próximas  a  la  capital,  se  contaban  en  aquel 
tiempo  655  pueblos  principales  de  Indios,  y  otros  innumerables  me- 
nores, dependientes  de  aquellos,  en  los  cuales  habia  900,000  familias 
de  Indios  tributarios.  Pero  es  necesario  saber  que  en  esta  clase  no 
se  comprenden  los  nobles,  los  Tlascaleses,  ni  los  otros  Indios  de 
aquellos  que  ayudaron  a  los  Españoles  en  la  conquista,  los  cuales 
fueron  esentos  del  tributo  en  atención  a  su  nacimiento  o  a  sus  servi- 
cios. El  mismo  Herrera,  bien  instruido  en  estos  asuntos,  dice  que 
en  su  tiempo  se  contaban  en  la  capital  4,000  familias  Españolas,  y 
30,000  casas  de  Indios.  Desde  entonces  ha  ido  disminuyendo  el 
numero  de  estos,  y  aumentando  el  de  aquellos. 

Mr.  de  Paw  responderá,  como  acostumbra,  que  todas  las  pruebas 
de  que  me  he  valido  para  demostrar  la  gran  población  de  Megico 
valen  menos  que  nada :  pues  aquellos  documentos  provienen  de  sol- 
dados toscos,  y  perversos,  o  de  religiosos  ignorantes  o  supersticiosos : 
pero  aunque  mereciesen  todos  estos  epítetos  los  escritores  de  cuya 
autoridad  me  he  valido,  lo  que  es  enteramente  falso,  su  uniformidad 
bastaría  para  darles  gran  valor.     ¿  Quien  podra  creer  que  Cortés,  y 


*^^  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

los  oficiales  que  con  él  firmaron  sus  cartas  se  atreviesen  a  engañar  a 
su  rei,  pudiendo  fácilmente  ser  desmentidos  por  tantos  centenares  de 
testigos,  entre  los  cuales  habia  pinchos  que  los  miraban  con  envidia, 
y  con  odio  ?  ;  Sería  posible  que  -  tantos  escritores  asi  Españoles 
como  Indios  se  pusiesen  de  acuerdo  en  exagerar  la  población  de 
aquellos  paises,  y  que  no  hubiese  uno  solo  entre  ellos  que  respetase 
el  juicio  de  la  posteridad  i  De  la  veracidad  de  los  primeros  Misione- 
ros no  cabe  duda.  Fueron  hombres  de  vida  egemplar,  y  de  gran 
doctrina,  escogidos  entre  muchos  para  predicar  el  Evangelio  en  aquel 
Nuevo  Mundo.  Algunos  de  ellos  fueron  profesores  en  las  mas  céle- 
bres universidades  de  Europa;  hablan  obtenido  las  primeras  digni- 
dades en  sus  respectivas  ordenes,  y  hablan  sido  dignos  del  favor,  y 
de  la  confianza  de  Carlos  V.  Los  honores  a  que  renunciaron  en 
Europa*,  y  los  que  no  aceptaron  en  America,  manifiestan  claramente 
el  desinterés  del  celo  que  los  animaba :  su  voluntaria  y  rigida 
pobreza,  su  continuo  trato  con  Dios,  sus  indecibles  fatigas  en  tantos, 
y  tan  dificiles  viages,  hechos  a  pie,  y  sin  recursos,  su  constancia  en 
tantos,  y  tan  penosos  ministerios,  y,  sobre  todo,  su  caridad  llena  de 
compasión,  y  dulzura  para  con  aquellas  *^fligidas  naciones,  harán 
siempre  venerable  su  memoria  en  los  paises  que  edificaron  con  su 
predicación,  y  con  su  egeraplo,  a  despecho  de  Mr.  de  Paw,  y  de 
cualquier  otro  maligno  escritor,  a  quien  basta  reconocer  en  otro  la 
calidad  de  religioso  para  despreciarlo,  e  injuriarlo.  En  los  escritos 
de  aquellos  hombres  inmortales  se  descubre  un  carácter  tan  poco 
equivoco  de  sinceridad,  que  no  es  posible  dudar  de  la  exactitud  de  sus 
noticias.  Es  verdad  que  a  los  ojos  de  Mr.  de  Paw  cometieron  un 
crimen  imperdonable,  cual  fue  el  de  quemar  como  supersticiosas  la 
mayor  parte  de  las  pinturas  históricas  de  los  Megicanos.  Yo  aprecio 
mucho  mas  que  Mr.  de  Paw  aquellas  pinturas,  y  me  duele  mas  que 
a  él  su  destrucción :  mas  no  por  esto  vilipendio  a  los  autores  de  aquel 
deplorable  incendio,  ni  ultrajo  su  memoria :  pues  aquel  mal,  a  que 
los  indujo  un  celo  demasiado  ardiente,  y  no  bien  dirigido,  no  puede 
compararse  con  los  grandes  bienes  que  en  otros  ramos  hicieron :  ade- 
mas de  que  algunos  de  ellos  procuraron  reparar  aquella  perdida 
con  sus  escritos,  y  asi  lo  hicieron  Motolinia,  Sahagun,  Olmos,  y 
Torquemada. 

Pero  Mr.  de  Paw  se  ha  empeñado  de  tal  manera  en  disminuir  la 
población  de  aquellos  paises,  que  llega  a  decir  (¿  quien  lo  creerla)? 

*  Entre  los  quince  primeros  misioneros  Franciscanos  hubo  seis  que  renuncia- 
Ton  los  obispados  que  les  quiso  conferir  Carlos  V. 


POBLACIÓN    ÜF.    ANAHUAC.  416 

en  tono  decisivo,  y  magistral,  que  no  habia  en  todos  ellos  otra  ciudad 
que  la  de  Megico.  Oigámoslo  hablar  para  divertimos  un  poco : 
"  No  habiéndose  descubierto  en  todo  el  territorio  Megicano  algún 
vestigio  de  ciudades  antiguas  de  Indios,  es  claro. que  no  habia  alii  mas 
que  un  solo  lugar  que  tubiese  alguna  apariencia  de  ciudad ;  y  este 
era  Megico,  que  los  escritores  Españoles  quisieron  llamar  la  Babi- 
lonia de  las  Indias :  pero  ya  hace  tiempo  que  no  nos  engañan  los 
nombres  magnificos  dados  por  ellos  a  las  miserables  aldeas  de 
America." 

Cuantos  historiadores  han  escrito  de  las  cosas  de  Megico  afirman 
unánimemente  que  todas  las  naciones  de  aquel  vasto  imperio  vivian 
en  sociedad ;  que  tenian  muchas  poblaciones  grandes,  y  bien  orde- 
nadas, designando  por  sus  nombres  las  ciudades  que  vieron.  Léanse 
las  cuatro  Cartas  de  Cortés  a  Carlos  V ;  la  Historia  de  la  Conquista 
por  Bernál  Diaz  del  Castillo  ;  la  curiosa  e  ingenua  relación  del  con- 
quistador anónimo;  los  MSS  de  Motolinia,  Sahagun,  y  Mendieta; 
las  obras  del  obispo  Las  Casas ;  las  cartas  de  Pedro  Alvarado, 
Diego  Godoi,  y  Ñuño  Guzman,  que  se  hallan  en  la  Colección  de 
Ramurio,  todos  ellos  teji^igos  oculares :  a  los  que  se  deben  a|íadír 
todos  los  historiadores  Megicanos,  Acolhuis,  y  Tlascaleses  principal- 
mente los  que  he  nombrado  en  el  Catalogo  que  se  halla  a  la  cabeza 
de  esta  obra.  Los  que  viajaron  por  aquellas  regiones,  en  los  dos 
siglos,  y  medio  que  siguieron  a  la  conquista,  vieron  por  sus  ojos  las 
poblaciones  de  que  hablan  los  historiadores  antiguos,  en  los  mismos 
sitios  que  ellos  habian  indicado :  asi  que  o  Mr.  de  Paw  se  imagina 
que  los  historiadores  anunciaron  profeticamente  las  poblaciones  futuras, 
o  confesará  que  desde  entonces  estaban  donde  están  ahora.  Es  cierto 
que  los  Españoles  han  fundado  muchas  ciudades,  como  la  Puebla  de 
los  Angeles,  Guadalajara,  Valladolid,  Vera  Cruz,  Celaya,  Potosí, 
Córdoba,  León,  &c.  pero  estas,  con  respecto  a  las  fundadas  por  los 
Indios,  a  lo  menos  en  el  territorio  Megicano,  están  en  la  proporción 
de  menos  de  uno  a  mil.  Sus  nombres,  conservados  hasta  ahora, 
demuestran  que  no  fueron  Españoles  los  que  las  fundaron,  sino  Indios. 
Que  estos  pueblos,  de  que  tantas  veces  hago  mención  en  mi  Historia, 
no  eran  miserables  aldeas,  sino  grandes  poblaciones,  y  ciudades  bien 
construidas  cómo  las  de  Europa,  consta  por  el  dicho  de  todos  los  escri- 
tores que  las  vieron. 

Mr.  de  Paw  quisiera  que  se  le  enseñasen  vestigios,  y  ruinas  de  las 
ciudades  antiguos :  algo  mas  le  enseñaremos  si  quiere :  esto  es,  ciu- 
dades antiguas  existentes  todavía.     Y  sin  eiúbargo,  si  se  Obstina  en 


416  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

querer  vestigios,  vaya  a  Tezcuco,  a  Otumba,  a  Tlascala,  a  Cholula, 
a  Huejotzinco,  a  Cempoala,  a  Tula,  &c.,  y  vera  tantos  que  no  podra 
dudar  de  la  grandeza  de  las  ciudades  Americanas. 

Este  gran  numero  de  ciudades,  y  de  lugares  habitados,  apesar  de 
la  muchedumbre  de  personas  que  morian  annualmente  en  los  sacrifi- 
cios, y  en  las  continuas  guerras  de  aquellos  pueblos,  es  una  prueba 
irrecusable  de  la  gran  población  del  imperio  de  Megico,  y  de  los 
otros  paises  de  Anahuac.  Si  nada  de  esto  basta  a  convencer  a 
Mr.  de  Paw,  le  aconsejo  caritativamente  que  se  meta  en  un  hospicio. 

Los  argumentos  de  que  me  he  valido  contra  este  escritor,  pueden 
servir  también  para  responder  al  Dr.  Robertson,  el  cual  viendo  tantos 
testigos  contrarios  a  su  parecer,  echa  mano  de  un  subterfugio  seme- 
jante al  del  calor  de  la  imaginación,  que  empleó  hablando  de  los  tra- 
bajos de  fundición,  elogiados  por  tantas  historiadores.  Tratando  de 
la  sorpresa  que  produjo  en  los  Españoles  la  vista  de  las  ciudades  del 
territorio  de  Megico,  dice  asi  en  el  libro  vii  de  su  Historia.  "  En 
el  primer  arrebato  de  su  admiración,  compararon  a  Cempoala,  aunque 
ciudad  de  segunda  o  tercera  clase,  con  algunas  de  las  principales  de 
su  pais.  Cuando  después  vieron  sucesivan^^^nte  a  Tlascala,  Cholula, 
Tacuba,  Tezcuco,  y  Megico  creció  tanto  su  asombro,  que  exageraron 
su  grandeza,  y  población  hasta  los  limites  de  lo  increíble.  Conviene 
por  tanto  disminuir  gran  parte  de  lo  que  dicen  acerca  del  numero  de 
habitantes  en  aquellos  pueblos,  y  rebajar  algo  el  calculo  de  su  pobla- 
ción." Asi  lo  manda  Robertson,  y  yo  estoi  dispuesto  a  obedecerlo. 
Si  los  Españoles  hubieran  escrito  sus  cartas,  historias,  y  relaciones  en 
el  primer  arrebato  de  su  admiración,  podria  sospecharse  que  el  asom- 
bro los  indujo  a  exagerar :  pero  no  sucedió  asi.  Cortés,  el  primero 
de  los  historiadores  de  Megico,  en  cuanto  a  la  antigüedad,  no  escribió 
su  primera  carta  al  emperador  sino  año  y  medio  después  de  su  llegada 
al  continente  de  America;  el  conquistador  anónimo  algunos  años  des- 
pués de  la  conquista ;  Bernal  Diaz  del  Castillo  después  de  mas  de 
40  años  de  continua  permanencia  en  el  territorio  Megicano,  y  asi  los 
otros.  ¿  Es  posible  que  durase  un  año,  veinte,  y  mas  de  cuarenta 
años  aquel  primer  arrebato ?  ¿Y  de  donde  pudo  provenir  su  asom- 
bro? Oigámoslo  del  mismo  Dr.  Robertson:  "los  Españoles  acos- 
tumbrados a  esta  clase  de  habitaciones  (cabanas  aisladas)  entre  las 
tribus  salvages,  de  que  ya  tenian  noticia,  quedaron  atónitos  al  entrar 
en  la  Nueva  España,  y  al  ver  a  los  habitantes  reunidos  en  grandes 
ciudades  semejantes  a  las  de  Europa."  Pero  Cortés,  y  sus  compañe- 
ros, antes  de  ir  a  Megic.0,   sabian  mui  bien  que  aquellos  pueblos  no 


■ti- 

POBLACIÓN    DE  ANAHUAC.  417 

eran  salvages,  y  que  sus  casas  no  eran  cabanas ;  por  que  todos  los  que 
un  año  antes  habían  hecho  aquel  viage  con  Grijaiva,  sabían  que  los 
Indios  tenían  bellas  poblaciones,  compuestas  de  casas  bien  hechas  de 
cal,  y  canto,  con  altas  torres,  como  dice  Bemal  Díaz,  cuya  autoridad 
es  de  tanto  peso,  por  ser  hombre  sincero,  y  haber  visto  las  cosas  que 
describe.  No  era  pues  aquella  la  causa  de  su  asombro,  si  no  la  ver- 
dadera grandeza,  y  muchedumbre  de  las  ciudades  que  se  ofrecían  a 
sus  ojos.  "  No  es  estraño,  añade  Robertson,  que  Cortés,  y  sus 
compañeros,  poderosamente  exitados  a  ponderar  las  cosas,  para 
exaltar  el  mérito  de  sus  descubrimientos,  y  conquistas,  cayesen  en 
el  error  común  de  traspasar  en  sus  descripciones  el  limite  de  la  ver- 
dad." Pero  Cortés  no  era  loco,  y  conocía  que  con  exagerar  el  nu- 
mero de  sus  aliados,  en  lugar  de  exaltar  su  propio  mérito,  disminuía 
la  gloría  de  sus  conquistas.  Y  sin  embargo  confiesa  muchas  veces 
que  en  sus  empresas  lo  ausiliaron  80,000,  y  100,000,  y  200,000  alia- 
dos ;  y  asi  como  estas  ingenuas  confesiones  manifiestan  su  sinceridad, 
así  también  aquellos  numerosos  egercítos  demuestran  la  gran  pobla- 
ción del  país.  Ademas  el  Dr.  Robertson  supone  que  cuanto  escribie- 
ron los  autores  Españoles  sobre  el  numero  de  las  casas  de  las  ciuda- 
des Megícanas,  fue  solamente  por  congetura,  y  calculando  a  ojo : 
pero  no  fue  asi :  pues  el  mismo  Cortés  asegura  en  su  primera  carta 
al  emperador  Carlos  V  que  había  mandado  hacer  la  matrícula  de  las 
casas  que  comprendía  el  distrito  de  la  república  de  Tlascala,  y 
que  resultaron  150,000,  y  mas  de  20,000  en  la  ciudad  de  Tzim-. 
pantzinco.  o 


TOMO  II.  2e 


DISERTACIÓN  VIH. 


RELIGIÓN  DE  LOS  MEGICANOS. 

En  esta  disertación  no  pienso  habérmelas,  como  en  las  otras,  con 
Mr.  de  Paw ;  pues  reconoce  ingenuamente  la  semejanza  que  hai  entre 
los  delirios  de  los  Americanos,  y  los  de  las  otras  naciones  del  antiguo 
continente  en  materia  de  religión.  "  Como  las  supersticiones  re- 
ligiosas de  los  pueblos  de  America,  dice,  han  tenido  una  semejanza 
notable  con  las  que  han  adoptado  las  naciones  del  continente  antiguo, 
no  he  hablado  de  estos  despropósitos,  si  no  para  hacer  una  compara- 
ción entre  unas,  y  otras,  y  para  hacer  ver  que  apesar  de  la  diversidad 
de  climas,  la  debilidad  del  espiritu  humano  ha  sido  constante  e  in- 
variable." Si  hubiera  hablado  con  este  juicio  en  otras  ocasiones,  me 
hubiera  ahorrado  el  trabajo  de  sostener  tantas  disputas,  y  hubiera 
evitado  las  graves  censuras  que  han  hecho  de  sus  Investigaciones 
algunos  sabios  de  Europa.  Yo  me  dirijo  en  este  trabajo  a  los  que, 
por  ignorancia  de  lo  que  ha  pasado,  y  pasa  en  el  mundo,  o  por  falta 
de  reflexión,  se  han  espantado  tanto  al  leer  en  la  historia  de  Megico 
la  crueldad,  y  la  superstición  de  aquellos  pueblos,  como  si  fuera  una 
cosa  jamas  vista  ni  oida  en  el  mundo.  Les  haré  ver  el  error  que 
padecen,  y  demostraré  que  la  religión  de  los  Megicanos  fue  menos 
supersticiosa,  menos  indecente,  menos  pueril,  y  menos  irracional  que 
la  de  las  mas  cultas  naciones  de  la  culta  Europa,  y  que  de  su  cruel- 
dad se  hallan  egemplos,  y  quizas  mas  atroces  en  casi  todos  los  pueblos 
del  mundo. 

El  sistema  de  la  religión  natural  depende  principalmente  de  la  idea 
que  los  hombres  se  forman  de  la  Divinidad.  Si  la  conciben  como  un 
padre  lleno  de  bondad,  cuya  providencia  vela  sobre  todas  sus  criaturas, 
las  practicas  religiosas  estarán  llenas  de  demostraciones  de  amor,  y 
respeto.  Si,  por  el  contrario,  se  presenta  como  un  tirano  inexorable, 
el  culto  sera  sanguinario.  Si  los  hombres  creen  en  un  Ser  Omnipo- 
tente, su  veneración  se  dirigirá  a  uno  solo ;  pero  si  se  le  atribuye  un 
poder  limitado,  se  multiplicarán  I03  obgetos  del  culto.     Si  se  reconoce 


RELIGIÓN    DE    LOS    MEGICANOS.  419 

la  santidad,  y  la  pureza  de  su  esencia,  se  implorará  su  protección  con 
un  culto  puro,  y  santo  ;  pero  si  se  cree  sometido  a  las  imperfecciones, 
ya  los  vicios  de  los  hombres,  la  religión  consagrará  los  delitos. 

Comparemos  pues  la  idea  que  los  Megicanos  tenian  de  sus  dioses, 
con  la  que  se  hablan  formado  de  sus  númenes  los  Griegos,  los 
Romanos,  y  las  naciones  cuya  religión  imitaron  los  unos,  y  los  otros, 
y  en  breve  reconoceremos  las  ventajas  de  los  Megicanos,  en  esta 
parte,  con  respecto  a  todas  las  naciones  antiguas.  Es  cierto  que 
dividían  el  poder  entre  varios  númenes,  suponiendo  reducida  a  ciertos 
limites  la  jurisdicción  de  cada  uno.  "  No  dudo,  decia  el  rei  Moteuc- 
zoma  al  conquistador  Cortés,  en  una  conferencia  que  tubieron  sobre 
religión,  yo  no  dudo  de  la  bondad  del  dios  que  adoráis :  pero  si  él  es 
bueno  para  España,  nuestros  dioses  son  buenos  para  Megico." 

"  Nuestro  dios  Camajtle,  decian  al  mismo  Cortés  los  Tlascaleses, 
nos  concede  la  victoria  sobre  nuestros  enemigos :  nuestra  diosa 
Matlalcueye  nos  da  la  lluvia  que  los  campos  necesitan,  y  nos  preserva 
de  las  inundaciones  del  rio  Zahuapan.  A  cada  uno  de  nuestros 
dioses  debemos  una  parte  de  la  felicidad  de  que  gozamos  : "  pero  no 
los  creían  tan  impotentes  como  los  Griegos  y  los  Romanos  creian  a  los 
suyos.  Los  Megicanos  no  tenian  mas  que  un  numen  bajo  el  nombre 
de  Centeotl,  para  la  protección  del  campo,  y  de  los  sembrados,  y 
aunque  amaban  cordialmente  a  sus  hijos,  se  contentaban  con  ponerlos 
bajo  el  patrocinio  de  una  sola  divinidad.  Los  Romanos  ademas  de  la 
diosa  Ceres,  empleaban  solo  en  el  cuidado  del  trigo  a  Seja  que  protegía 
el  grano  seambrado ;  Proserpina  el  grano  nacido ;  Nodoto  los  nudos 
del  tallo ;  Volatína  los  retoños ;  Patelena  las  plantas  ya  espigadas ; 
Flora  las  flores ;  Ostilina  las  espigas ;  Segesta  los  granos  nuevos ; 
Lactancia  los  granos  en  leche ;  Matura  el  grano  maduro ;  Tutano  o 
Tutilina  el  grano  guardado  en  los  graneros  ;  a  los  que  deben  añadirse 
Sterculio,  que  corría  con  los  abonos,  y  estercoleros ;  Priapo  que 
ahuyentaba  los  pájaros ;  Rubigo  que  preservaba  los  sembrados  de  los 
insectos,  y  la  ninfas  Napeas  que  suministraban  el  jugo  nutritivo. 

Para  los  niños  tenian  al  dios  Ope,  que  favorecía  al  recien-nacido,  y 
lo  recogia  en  su  seno;  Vaticano,  que  le  abría  la  boca  cuando  lloraba; 
Levano,  que  lo  alzaba  del  suelo ;  Cunina,  que  guardaba  la  cuna ;  las 
Carmentas,  que  vaticinaban  su  suerte  futura ;  Fortuna,  que  le  daba 
prosperidad  en  los  sucesos;  Rumina,  que  introducía  el  pezón  del 
pecho  de  la  madre  en  la  boca  del  niño ;  Potina,  que  cuidaba  de 
darle  de  beber ;  Educa,  a  quien  tocaba  velar  sobre  sus  primeros  ali- 
mentos; Faventia,   qne  le  hacia  el  bú ;   Venilia,  qne  animaba  sus 

2  É  2 


^b  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEOICO. 

esperanzas;  Volupia,  que  procuraba  divertirlo;  Agenoria,  que  ob- 
servaba, y  guiaba  sus  operaciones;  Stimula,  que  le  daba  viveza; 
Strenua,  que  lo  hacia  valiente  ;  Numeria,  que  le  hacia  aprender  las 
cuentas ;  Camena,  que  le  enseñaba  a  cantar ;  Conso,  que  le  daba 
consejos ;  Sendas  que  le  inspiraba  resolución ;  Juventa,  que  patro- 
cinaba el  principio  de  la  juventud,  y  Fortuna  harhata,  que  desem- 
peñaba las  importantes  funciones  de  hacer  crecer  la  barba.  ¿  Quien 
creerá  que  la  custodia  de  las  puertas  necesitaba  de  tres  númenes 
celestes,  que  eran  Forculo,  Cama,  y  Limentino  ?  "  Ita,  esclama 
San  Agustín,  ita  non  poterat  Forculus,  simul  fores,  et  cardinem, 
limenque  servare."  ¡  Tan  mezquino  era  a  los  ojos  de  los  Romanos  el 
poder  de  sus  dioses !  Aun  los  nombres  que  daban  a  muchos  de  ellos, 
manifiestan  el  triste  concepto  en  que  los  tenian  sus  adoradores. 
¿  Pueden  imaginarse  nombres  mas  indignos  de  una  divinidad  que 
Júpiter  Pistor,  Venus  Calva,  Pecunia,  Caca,  Subigus,  y  Chacina  ? 
¿  Quien  habia  de  creer  que  este  ultimo  nombre  serviría  para  convertir 
en  diosa  una  estatua  encontrada  por  Tacio  en  la  principal  cloaca  de 
Roma  ?  ¿  No  es  esto  burlarse  de  la  religión,  y  hacer  viles,  y  des- 
preciables los  dioses  que  se  adoraban  ?  "  Quae  ista  religionum 
derisio  est?  preguntaba  con  razón  Lactancio.  Si  earum  defensor 
essem,  quid  tan  graviter  queri  possem,  quam  deorum  numen  in 
tantnm  venisse  contemptum,  ut  turpissimis  numinibus  ludibrio  ha- 
beatur?  Quis  non  rideat  Fornacem  Deam.''  Quis  cum  audiat  deam 
Mutam  risum  tenere  queat?  colitur  et  Caca,  &c." 

Pero  en  nada  mostraron  tanto  los  Griegos,  y  los  Llomanos  la 
opinión  que  tenian  de  sus  númenes,  como  en  los  vicios  que  les 
atribuian.  Toda  su  Mitología  es  una  larga  serie  de  atentados ;  toda 
la  vida  de  sus  dioses  se  reducia  a  rencores,  venganzas,  incestos, 
adulterios,  y  otras  pasiones  bajas,  capaces  de  infamar  a  los  hombres 
mas  viles.  Jove,  aquel  padre  omnipotente,  aquel  principio  de  todas 
las  cosas,  aquel  rei  de  los  hombres,  y  de  los  dioses,  como  lo  llaman 
los  poetas,  se  muestra  unas  veces  en  figura  humana,  para  tratar  con 
Alcumena,  otras  disfrazado  de  sátiro,  para  gozar  de  Antiope ;  otras 
de  toro,  para  arrebatar  a  Europa ;  otras  de  cisne,  para  abusar  de 
Leda ;  y  en  fin  en  forma  de  lluvia  de  oro  para  corroinper  a  Danae,  y 
de  otros  mil  modos  para  satisfacer  sus  perversos  designios.  Entre 
tanto  la  gran  diosa  Juno,  rabiosa  de  celos,  no  piensa  en  mas  que  en 
vengarse  de  su  infiel  esposo.  De  este  mismo  calibre  eran  los  otros 
dioses  inmortales,  especialmente  los  mayores,  o  escogidos,  como  ellos 
los  llamaban :  "  Escogidos,  dice  San  Agustin,  por  la  superioridad  de 


RELIGIÓN    DE    LOS   ME0IGAN09.  421 

SUS  vicios ;  no  ya  por  la  exelencia  de  sus  virtudes."  ¿  Y  qué  buenos 
egemplos  podían  contar  de  sus  dioses  aquellas  gentes,  que  mientras 
se  jactaban  de  dar  a  los  hombres  lecciones  de  virtud,  solo  consagraban 
en  sus  altares  desordenes,  maldades,  y  flaquezas  1  ¿  Que  otro  mérito 
tenían  entre  los  Griegos  Leena,  y  entre  los  Romanos  Lupa,  Faula,  y 
Flora,  si  no  el  de  haber  sido  famosas  prostitutas  ?  De  aquí  nace  el 
haber  habido  varios  númenes  encargados  de  los  mas  infames,  y  ver- 
gonzosos empleos.  Véanse  en  el  lib.  vi  de  la  Ciudad  de  Dios  de 
San  Agustin,  que  yo  no  tengo  valor  para  ponerlos  a  la  vista  de  mis 
lectores. 

I Y  qué  diremos  de  los  Egipcios,  que  fueron  los  creadores  de  la 
superstición  ?     Sabido  es  lo  que  de  ellos  dice  Lucano  : 

Nos  in  templa  tuam  Romana  accepimus  Isin  ; 
Semiscanesque  Déos  et  sistra  moventia  luctum. 

No  solo  daban  culto  al  buei,  al  perro,  al  lobo,  al  gato,  al  cocodrilo,  al 
esparaván,  y  a  otros  animales  semejantes,  si  no  a  las  cebollas,  y  a  los 
ajos,  lo  que  dio  motivo  a^la  célebre  espresion  de  Juvenal: 

O  sanctas  gentes,  quibus  hic  nascuntur  in  hortis 
Numina. 

No  satisfechos  con  esto  celebraban  la  apoteosis  de  las  cosas  mas 
indecentes.  El  detestable  casamiento  de  hermano  con  hermana,  se 
creia  autorizado  con  el  egemplo  de  sus  dioses. 

Harto  cffversa  de  esta  era  la  idea  que  tenían  de  sus  númenes  los 
Megicanos.  No  se  halla  en  toda  su  Mitología  la  mas  pequeña  traza 
de  aquellas  estupendas. perversidades  con  que  los  otros  pueblos  infa- 
maron a  los  suyos.  Los  Megicanos  honraban  la  virtud,  y  no  el  vicio 
en  los  obgetos  de  su  veneración  religiosa;  en  Huitzilopochtli  el 
valor,  en  Centeotl,  y  en  otros  la  beneficencia ;  en  Quetzalcoatl  la 
castidad,  la  justicia,  y  la  prudencia.  Aunque  tenían  númenes  de 
ambos  sexos,  no  los  casaban,  ni  los  creían  capaces  de  aquellos  placeres 
obcenos  que  eran  tan  comunes  en  los  dioses  Griegos,  y  Romanos. 
Suponían  en  ellos  una  suma  aversión  a  toda  especie  de  delitos ;  por 
lo  que  el  culto  se  dirigía  a  templar  su  colera,  provocada  por  los 
pecados  de  los  hombres,  y  a  grangearse  su  protección,  con  el  arrepen- 
timiento, y  con  los  obsequios  religiosos. 

Conforme  en  un  todo  a  estos  principios  fundamentales  eran  los  ritos 
que  practicaban  en  las  funciones  del  culto  público  y  privado.  La 
superstición  era  común  a  todas  las  naciones  de  Anahuac :    pero  la  de 


422  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

los  Megicanos  era  menos  pueril  que  la  de  los  pueblos  antiguos :  y  para 
convencerse  de  ello,  basta  comparar  los  agüeros  de  unos,  y  otros. 
Los  Astrólogos  Megicanos  observaban  los  signos,  y  caracteres  del  dia, 
para  sus  casamientos,  viages,  y  en  general  para  todas  sus  operaciones, 
como  los  Astrólogos  de  Europa  observan  la  posición  de  los  astros  para 
vaticinar  la  ventura  de  los  hombres.  Los  unos  y  los  otros  miraban  con 
el  mismo  temor  los  eclipses,  y  los  cometas,  como  precursores  de 
alguna  gran  calamidad  :  por  que  esta  preocupación  ha  sido  general  en 
el  mundo.  Todos  se  amedrentaban  al  oir  el  silvido  de  un  ave  noc- 
turna :  errores  vulgares  de  uno,  y  otro  continente,  y  que  no  han 
desaparecido  de  muchos  pueblos  de  la  cultísima  Europa.  Pero  todo 
lo  que  sabemos  de  los  Americanos  en  este  ramo  no  puede  compararse 
con  lo  que  nos  dicen  de  los  antiguos  Romanos  sus  mismos  historia- 
dores, y  poetas.  Las  obras  de  Tito  Livio,  de  Plinio,  de  Virgilio,  de 
Suetonio,  de  Valerio  Máximo,  y  de  otros  escritores  juiciosos  (que  no 
pueden  leerse  sin  compasión)  hacen  ver  a  qué  exeso  llegó  la  pueril 
superstición  de  los  Romanos  en  sus  agüeros.  No  habia  animal  entre 
los  cuadrúpedos,  entre  las  aves,  y  entre  los  reptiles  de  que  no  sacasen 
algijna  predicción  para  el  porvenir.  Si  el  ave  volaba  acia  la  izquierda, 
si  graznaba  el  cuervo,  o  la  corneja,  si  el  ratón  probaba  la  miel,  si  la 
liebre  cruzaba  el  camino,  era  inevitable  la  proximidad  de  alguna  gran 
desventura.  Hubo  ocasión  de  hacerse  la  espiacion,  o  sea  kistracion 
de  ja  capital  del  mundo,  solo  porque  habia  entrado  un  buho  en  el 
capitolio.  Asi  lo  refiere  Plinio :  "  Bubo  funebris  et  máxime  abomi- 
natus  publico  precipuo  auspicüs,...  capitolii  cellam  ipsadl  iutravit, 
Sex.  Papellio  Istro,  L.  Pedanio  coss.  propter  quod  uonis  Martüs, 
urbs  lustrata  est  eo  anno."  Y  no  solo  los  animales  si  no  las  cosas  mas 
ruines,  y  despreciables  bastaban  a  inspirarles  un  temor  supersticioso : 
como  si  estando  comiendo  se  derramaba  el  vino,  o  la  sal,  o  caia  al 
suelo  algún  fragmento  de  manjar.  ¿  No  era  cosa  admirable  el  ver  a  un 
señor  aruspice,  personage  de  alta  gerarquia,  ocupado  seriamente  en 
observar  los  movimientos  de  las  victimas,  el  estado  de  sus  entrañas,  y 
el  color  de  su  sangre,  para  pronosticar  en  virtud  de  aquellos  datos  los 
principales  sucesos  de  la  mas  poderosa  nación  de  la  tierra?  "  Me 
maravillo,  decia  el  gran  Cicerón,  de  que  no  se  ria  un  aruspice  cuando 
encuentra  a  otro."  ¿Puede  haber  en  efecto  cosa  mas  ridicula  que  la 
adivinación  que  llamaban  Tripudium  ?  ¿  Quien  creerá  que  una 
nación  por  una  parte  tan  ilustrada,  y  por  otra  tan  guerrera,  llevaba 
consigo  en  sus  egercitos,  como  cosa  importantísima  para  la  felicidad 
de  sus  armas,   una  jaula  llena  de  pollos,  y  que  las  tropas  no  osaban 


RELIGIÓN    ÜE    LOS    MEGICANOS.  428 

aventurar  una  acción,  sin  consultarlos  antes  ?  Si  los  pollos  no  proba- 
ban la  masa  que  se  les  ponia  delante,  era  mala  señal ;  si  ademas  de  no 
comerla,  se  salian  de  la  jaula,  peor ;  si  la  comian  ansiosamente,  no 
habia  nada  que  temer  :  la  victoria  era  segura.  Asi  que  el  medio  mas 
eficaz  para  conseguir  el  triunfo  hubiera  sido  dejar  sin  comer  a  los 
pollos  un  par  de  dias  antes  de  consultarlos. 

A  estos  exesos  llega  el  espíritu  humano,  cuando  se  abandona  a  sus 
propias  luces.  La  esperiencia  de  los  torpes  errores,  de  la  ridicula 
puerilidad,  y  de  las  monstruosas  abominaciones  en  que  han  incurrido 
las  naciones  mas  cultas  del  gentilismo,  nos  hace  ver  que  no  podemos 
esperar  la  verdadera,  y  santa  Religión  si  no  de  la  eterna  sabiduría. 
A  ella  toca  revelar  la  verdad,  que  debemos  creer,  y  dictar  el  culto  que 
debemos  practicar.  Si  el  gravísimo  negocio  de  la  Religión  se  configí 
a  la  débil  razón  humana,  de  cuya  miseria  tenemos  taiita  esperiencia, 
se  presentarán  a  nuestra  mente  los  mayores  absurdos  como  dogmas 
verdaderos,  y  el  culto  debido  al  Ser  Supremo  vacilará  entro  los 
escollos  de  la  impiedad,  y  de  la  superstición  ¡Pluguiese  a  Dios  que 
esos  mismos  filósofos  de  nuestro  «iglo,  que  tanto  ponderan  la  fuerza 
de  la  razón,  no  nos  diesen  en  sus  obras  tantas  pruebas  de  su  imbe- 
cilidad ! 

Mas  al  fin  Americanos,  Griegos,  Romanos,  y  Egipcios  todos  eran 
supersticiosos,  y  pueriles  en  la  practica  de  su  religión,  mas  no  todos 
eran  indecentes  en  sus  ritos,  pues  en  los  de  los  Megicanos  no  se  halla 
el  menor  vestigio  de  aquellas  abominaciones  tan  comunes  entre  los 
Romano^ y  otras  naciones  de  la  antigüedad.  ¿Puede  haber  nada  mas 
impuro  que  las  fiestas  Eleusinas  de  los  Griegos,  las  que  celebraban  los 
Romanos  en  honor  de  Venus,  en  las  calendas  de  Abril,  y  sobre  todo, 
aquellos  obcenisimos  juegos  que  se  hacian  en  honor  de  Cibeles,  de 
Flora,  de  Baco,  y  de  otros  númenes,  escándalos  contra  los  cuales  de- 
clamaron tantas  veces  los  Padres  de  la  Iglesia,  y  muchos  prudentes 
Romanos  ?  ¿  Hai  algo  que  pueda  compararse  en  obcenidad  con  aquel 
rito  que  se  hacia  con  la  estatua  de  Priapo  en  las  ceremonias  nupciales? 
¿Y  como  era  posible  que  celebrasen  de  otro  modo  las  fiestas  de 
aquellos  dioses  incestuosos,  y  adúlteros  1  ¿Y  como  podian  aver- 
gonzarse ellos  mismos  de  los  vicios  que  consagraban  en  sus  divi- 
nidades í 

Es  cierto  que  aunque  en  los  ritos  de  los  Megicanos  no  habia  demos- 
traciones impuras,  intervenían  en  ellos  algunas  ceremonias  que  podian 
suponer  flaquezas,  y  miserias,  en  los  dioses  a  que  se  dirigían,  como 
era  la  do  untar  los  labios  de  los  Ídolos  con  sangre  de  las  victimas  : 


424  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

pero  ¿  no  hubiera  sido  peor  darles  bofetones,  como  hacian  los  Romanos 
con  la  diosa  Matuta  en  las  fiestas  Matrales?  Supuesto  el  error  de 
unos  y  otros,  menos  irracionales  eran  ciertamente  los  Megicauos, 
dando  a  probar  a  los  dioses  un  licor,  que  según  los  principios  de  su 
religión,  debia  serles  agradable,  que  los  Romanos  haciendo  con  los 
suyos  una  acción,  que  se  tiene  por  grave  afrenta  entre  todos  los 
pueblos  del  mundo. 

Lo  que  llevo  dicho  hasta  ahora,  aunque  basta  para  demostrar  que 
la  religión  de  los  Megicanos  era  menos  digna  de  censura  que  la  de  los 
Romanos,  Griegos,  y  Egipcios,  es  nada  en  comparación  de  lo  que 
podría  añadir,  si  no  temiese  dar  molestia  a  mis  lectores.  Por  otra 
pairte  veo  que  hai  otros  muchos  puntos  que  deberían  entrar  en  com- 
paración :  por  egemplo,  los  sacrificios,  en  los  cuales  confieso  que  los 
Megicanos  eran  sanguinarios,  barbaros,  y  crueles.  Pero  cuando  con- 
sidero lo  que  han  hecho  las  otras  naciones  de  la  tierra,  me  confundo  al 
reconocer  la  miseria  del  hombre,  y  los  errores  deplorables  en  que  se 
precipita,  cuando  no  está  guiado  por  las  luces  de  la  verdadera  religión, 
y  doi  infinitas  gracias  al  Altísimo  por  que  sg  ha  dignado  preservarme 
de  tantas  calamidades. 

No  ha  habido  casi  ninguna  nación  en  el  mundo,  que  no  haya  sacri- 
ficado victimas  humanas  al  obgeto  de  su  culto.  Los  Libros  Santos  nos 
dicen  que  los  Ammonitas  quemaban  a  sus  hijos  en  honor  de  su  dios 
Moloch,  y  que  lo  mismo  hacian  otros  pueblos  de  la  tierra  de  Canaam. 
Los  Israelitas  imitaron  alguna  vez  aquel  egemplo.  Consta  en  el 
'  libro  iv  de  los  Reyes  que  Achaz  y  Maneises,  reyes  de  Juáa,  usaron 
aquel  rito  gentílico  de  pasar  a  sus  hijos  por  las  llamas.  La  espresipn 
del  testo  sagrado  parece  indicar  mas  bien  una  lustracion,  o  consagra- 
ción que  un  holocausto :  pero  el  salmo  cv  no  nos  permite  dudar 
que  los  Israelitas  sacrificaban  realmente  sus  hijos  a  los  dioses  de  los 
Cananeos,  no  bastando  a  retraerlos  de  aquella  barbara  superstición  los 
estupendos,  y  evidentes  milagros  obrados  por  el  brazo  omnipotente  del 
verdadero  Dios.  **  Commisti  sunt  inter  gentes,  et  didicerunt  opera 
eorum,  et  servierant  sculptilibus  eorum,  et  factum  est  illis  in  scan- 
dalum.  Et  immolaverunt  filies  suos,  et  filias  suas  Daemoniis.  Et 
effíiderunt  sanguinem  innocentem;  sanguinem  filiorum  suorum,  et 
filiarum  suarum  quas  immolaverant  sculptilibus  Chanaam,  et  infecta 
est  térra  in  sanguiuibus." 

De  los  Egipcios  sabemos  por  el  testimonio  de  Maneton,  sacerdote 
e  historiador  célebre  de  aquella  nación,  citado  por  Eusebio  de  Cesa- 
rea,  que  cada  dia  se  inmolaban  tres  victimas  humanas  en  Eliopolis 


RELIGIÓN    DB    LOS    MEGICANOS.  425 

solo  a  la  diosa  Juno.  Y  no  eran  solos  los  Ammonitas,  los  Cananeos, 
y  los  Egipcios  los  que  obsequiaban  de  un  modo  tan  inhumano  a  sus 
dioses  Moloch,  Belfegor,  y  Juno:  pues  los  Persas  hacian  iguales 
sacrificios  a  Mitra,  o  el  sol,  los  Fenicios,  y  los  Cartagineses  a  Baal  o 
Saturno,  los  Cretenses  a  Jove,  los  Lacedemonios  a  Marte,  los  Fo- 
censes  a  Diana,  los  habitantes  de  Lesbos  a  Baco,  los  Tesalonicos 
al  centauro  Quiron,  y  a  Peleo,  los  Galos  a  Eso,  y  a  Teutate*,  los 
Bardos  de  la  Germania  a  Tuiston,  y  asi  otras  naciones  a  sus  dioses 
tutelares.  Filón  dice  que  los  Fenicios,  en  sus  calamidades  publicas, 
ofrecian  en  sacrificio  a  su  inhumano  Baal  los  hijos  qu^  mas  amaban,  y 
Curcio  afirma  que  lo  mismo  hicieron  los  Tirios  hasta  la  conquista  de 
su  famosa  ciudad.  Sus  compatriotas  los  Cartaginenses  observaban 
el  mismo  rito  en  honor  de  Saturno  el  Cruel,  llamado 'asi  con  justa 
razón.  Sabemos  que  cuando  fueron  vencidos  por  Agatocles,  rei  de 
Siracusa,  para  aplacar  a  su  dios,  que  creian  irritado  contra  ellos,  le 
sacrificaron  200  familias  nobles,  ademas  de  300  jóvenes,  que  espontá- 
neamente se  ofrecieron  en  holocausto  para  dar  este  testimonio  de  su 
valor,  de  su  piedad  para  con  los  dioses,  y  de  su  amor  a  la  patria,  y 
según  asegura  Tertuliano,  que  como  Africano,  y  poco  posterior  a 
aquella  época,  debia  saberlo  bien,  aquellos  sacrificios  fueron  usados  en 
África  hasta  los  tiempos  del  emperador  Tiberio,  como  en  las  Galias 
hasta  los  de  Claudio,  según  dice  Suetonio. 

Los  Pelasgos,  antiguos  habitantes  de  Italia,  sacrificaban  para  obe- 
decer a  un  oráculo  la  decima  parte  de  sus  hijos,  como  cuenta  Dionisio 
de  Halicamaso.     Los  Romanos  que  fueron  tan  sanguinarios  como 

*  Cierto  autor  Francés,  movido  por  un  ciego  amor  a  su  patria,  niega  redonda- 
mente que  los  Galos  hiciesen  sacrificios  de  víctimas  humanas :  pero  sin  alegar 
razón  alguna  que  baste  a  desmentir  el  testimonio  de  Cesar,  de  Plinio,  de  Sue- 
tonio, de  Diodoro,  de  Estrabon,  de  Lactancio,  de  S.  Agustín,  y  de  otros  gravea 
autores.  Basta  a  confundirlo  la  autoridad  de  Cesar,  que  conocía  bien  aquellos 
países.  "  Natío  est  omnís  Gallorum  admodum  dededíta  relígíoníbus,  atque  ob 
eam  causam,  que  sunt  affectí  gravíoribus  morbís,  quíque  in  proelío  perículísque 
versaniftr,  aut  pro  victirais  homines  íramolant,  aut  se  ímmolaturos  vovent, 
administrís  ad  ea  sacrificía  Druídíbus  ;  quod  pro  vita  hominis,  nísí  vita  homínís 
reddatur,  non  posse  alíter  Deorum  ímmortalíum  numen  placan  arbitranturj 
publíceque  ejusdem  generis  habent  ínstituta  sacrificía.  Alíí  ímmaní  magnítudíne  j 
símulacra  habent:  quorum  contexta  vímíníbus  membra  vivís  homínibus  com-  * 
plent,  quibus  succensís  círcumventi  flamma  examínantur  homines.  Supplicia 
eorum  qui  in  furto,  aut  latrocinio,  aut  aliqua  noxa  sint  comprehensí,  gratiora 
Diis  immortalíbus  esse  arbitrantur.  Sed  cum  ejus  generis  copia  déficit,  etiam 
ad  innocentium  supplicia  descendunt."  ■ — Lib.  vi  de  Bello  Gallico.  Por  este  pasage 
se  echa  de  ver  que  los  Galos  enm  algo  mas  cruelea  que  losi  M egicanoe. 


426  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

supersticiosos,  conocieron  también  aquellos  sacrificios.  Durante  todo  el 
tiempo  del  dominio  de  los  reyes,  inmolaron  niños  en  honor  de  la  diosa 
Mania,  madre  de  las  Lares,  para  implorar  de  ella  la  felicidad  de  sus 
casas.  Indujolos  a  esta  practica,  según  dice  Macrobio,  cierto  oráculo 
de  Apolo.  Por  Plinio  sabemos  que  hasta  el  año  657  de  la  fundación 
de  Roma,  no  se  prohibieron  los  sacrificaos  humanos.  "  dclvii  demun 
anno  urbis,  Cn.  Corn.  Lentulo,  Licinio  Coss.  Senatus  consultum 
factum  est,  ne  homo  immolaretur."  Mas  no  por  esta  prohibición  cesa- 
ron de  un  todo  los  egemplos  de  aquella  barbara  superstición,  pues 
Augusto,  según  afirman  varios  escritores  citados  por  Suetonio,  des- 
pués de  la  toma  de  Perusia,  donde  se  habia  fortificado  el  cónsul 
L.  Antonio,  sacrificó  en  honor  de  su  tio  Julio  Cesar,  divinizado  ya  por 
los  Romanos;  300  hombres,  parte  senadores,  y  parte  caballeros, 
escogidos  entre  la  gente  de  Antonio,  sobre  un  altar  erigido  al  nuevo 
dios.  "  Perusia  capta  in  pluribus  animadvertit ;  orare  veniam,  vel 
excusare  se  conantibus  una  voce  occurens,  moriendum  esse.  Scribunt 
quidam,  trecentos  et  dedititiis  electos,  utriusque  ordinis  ad  aram 
D.  Julio  exstructam  Idib.  Martiis  victimarum  more  mactatos."  Lac- 
tapcio  Firmiano,  que  conocia  a  fondo  la  nación  Romana,  y  que  flore- 
ció en  el  siglo  iv  de  la  iglesia,  dice  espresamente  que  aun  en  sus 
tiempos  se  hacian  aquellos  sacrificios  en  Italia  al  dios  Lacial.  "  Nec 
Latini  quidem  hujus  immanitatis  expertes  fuerunt:  siquidem  Latialis 
Júpiter  etiam  num  sanguino  colitur  humano."  Ni  los  Españoles  se 
preservaron  de  aquel  horrible  contagio.  Estrabon  cuenta  en  el 
libro  III  que  los  Lusitanos  sacrificaban  los  prisioneros,  ct-rtandoles  la 
mano  derecha  para  consagrarla  a  sus  dioses,  observando  sus  estrañas, 
y  guardándolas  para  sus  agüeros ;  que  todos  los  habitantes  de  los 
montes  sacrificaban  también  a  los  prisioneros  con  sus  caballos,  ofre- 
ciendo ciento  a  ciento  aquellas  victimas  al  dios  Marte,  y,  hablando 
en  general,  dice  que  era  propio  de  los  Españoles  sacrificarse  por  sus 
amigos.  No  es  ageno  de  este  modo  de  pensar  lo  que  Silio  Itálico 
cuenta  de  los  Beticos  sus  antepasados,  a  saber,  que  después  de 
pasada  la  juventud,  fastidiados  de  la  vida,  se  daban  muerte  a  si  mis- 
mos, lo  que  él  elogia  como  una  acción  heroica : 

Prodiga  gens  animas  et  properare  facilliroa  mortem  ; 

Naraque  ubi  transcendit  florentes  viribus  annos, 

Impatiens  aevi  spernit  venisse  senectajn, 

Et  fati  modas  in  dextra  est. 

¿  Quien  diria  que  esta  mania  de  los  Beticos  habia  de  ser  después  una 
moda  en  Francia  y  en  Inglaterra  I     Viniendo  a  tiempos  posteriores.. 


RELIGIÓN    DE    LOS    MEGICANOS.  427 

el  P.  Mariana,  hablando  de  los  Godos,  <jue  ocuparon  la  España,  dice 
asi:  "Por  que  estaban  persuadidos  que  no  tendría  buen  éxito  la 
g-uerra,  si  no  ofrecian  sangre  humana  por  el  egercito,  sacrificaban  los 
prisioneros  de  guerra  al  dios  Marte,  al  cual  eran  particularmente 
devotos,  y  también  acostumbraban  ofrecerle  las  primicias  de  los  des- 
pojos, y  suspender  de  las  ramas  de  los  arboles  los  pellejos  de  los  que 
mataban."  Si  no  hubieran  olvidado  esta  especie  los  Españoles  que 
escribieron  la  historia  de  Megico,  y  hubieran  tenido  presente  lo  que 
pasaba  en  su  misma  peninsula,  no  se  habrían  maravillado  tanto  de  los 
sacrificios  de  los  Megicanos. 

Si  se  quieren  mas  egemplos,  consúltese  a  Ensebio  de  Cesárea,  en 
el  lib.  IV  de  Preparatione  Evangélica  donde  se  hallará  un  largo  cata- 
logo de  las  naciones  que  acostumbraban  hacer  aquellos  barbaros  sacrí- 
ficios :  pues  a  mi  me  basta  lo  que  he  dicho  para  demostrar  que  los 
Megicanos  no  han  hecho  mas  que  seguir  las  huellas  de  los  pueblos 
mas  célebres  del  continente  antiguo,  y  que  sus  ritos  no  fueron  mas 
crueles,  ni  mas  absurdos  que  los  que  estos  practicaban.  ¿No  es 
mayor  inhumanidad  la  de  sacrificar  sus  conciudadanos,  sus  hijos,  y 
darse  muerte  a  si  mismo,  que  la  de  inmolar  los  prisioneros  de  guerra 
como  los  Megicanos  hacian?  Jamas  mancharon  estos  los  altares  con 
sangre  de  sus  compatriotas,  exepto  con  la  de  los  reos  de  muerte,  y 
mui  raras  veces  con  la  de  algunas  mugeres  de  altos  personages,  a  fin 
de  que  los  acompañasen  en  el  otro  mundo.  La  respuesta  que  dio 
Moteuczoma  a  Cortés,  cuando  este  le  echaba  en  cara  la  crueldad  de 
sus  sacrificios,  da  a  entender  que  aunque  sus  sentimientos  no  eran 
justos,  eran  menos  barbaros  que  los  de  las  naciones  antiguas  cuyos 
egemplos  hemos  citado.  "  Nosotros,  le  dijo,  tenemos  derecho  de 
quitar  la  vida  a  nuestros  enemigos  :  podemos  matarlos  en  el  calor  de 
la  acción,  como  vosotros  hacéis  con  los  nuestros.  ¿Y  por  qué 
no  podremos  reservarlos  para  honrar  con  su  muerte  a  nuestros 
dioses?" 

La  frecuencia  de  estos  sacrificios  no  fue  ciertamente  menor  en 
Egipto,  en  Italia,  en  España,  y  en  las  Gallas,  que  en  Megico.  Si 
solo  en  la  ciudad  de  Heliopolis  se  sacrificaban  annualmente,  según 
dice  Maneton,  mas  de  1,000  victimas  humanas  a  la  diosa  Juno, 
¡  cuantas  no  serian  las  sacrificadas  en  las  otras  ciudades  de  Egipto  a  la 
famosa  diosa  Isis,  y  a  los  otros  innumerables  númenes  de  aquella 
supersticiosa  nación  !  ¿Qué  no  harían  los  Pelasgos,  que  consagraban 
a  sus  dioses  la  vida  de  la  decima  parte  de  sus  hijos  ?     ¿  Qué  numero 


428  HISTORIA   ANTIGUA   DE   MEGICO. 

de  hombres  no  se  habrá  consumido  en  aquellas  hecatombes  de  los 
antiguos  habitantes  de  España  ?  ¿Y  qué  diremos  de  los  Galos,  que, 
no  contentos  con  la  muerte  de  los  prisioneros  de  guerra,  y  de  los 
malhechores,  la  daban  también  a  los  inocentes,  como  lo  hemos  visto 
en  el  citado  pasage  de  Cesar  ?  Ademas  que  ya  he  probado  que  los 
escritores  Españoles  exageraron  el  numero  de  las  victimas  sacrifi- 
cadas en  Megico. 

Los  humanísimos  Romanos,  que  tenian  escrúpulo  en  observar  las 
entrañas  de  los  hombres  *,  aunque  prohibieron  al  fin  estos  sacrificios  al 
cabo  de  seis  siglos  y  medio  de  fundada  su  capital,  siguieron  permitien- 
do con  demasiada  frecuencia  el  sacrificio  gladiatorio.  Doi  este  nom- 
bre a  los  barbaros  combates,  que  servian  de  diversión  al  pueblo,  sien- 
do al  mismo  tiempo  uno  de  los  deberes  prescritos  por  la  religión. 
Ademas  de  la  sangre  humana  que  se  derramaba  en  los  juegos  del 
circo,  y  en  los  convites,  no  era  poca  la  que  regaba  los  funerales  de  la 
gente  rica,  sea  en  los  combates  de  los  gladiadores,  sea  dando  muerte  a 
algunos  prisioneros,  para  aplacar  los  manes  del  difunto.  Y  tan  persua- 
didos estaban  de  la  necesidad  de  sangre  humana  en  aquellas  ocasiones, 
que  cuando  las  facultades  de  la  familia  no  permitían  comprar  gladia- 
dores, ni  prisioneros,  se  pagaban  lloronas  para  que  con  las  uñas  se  saca- 
sen sangre  de  las  megillas.  ¡  Cual  no  habrá  sido  el  numero  de  infelices 
inmolados  por  la  superstición  Romana  en  tantos  funerales,  especial- 
mente reinando  en  esto  cierta  emulación,  pues  los  unos  querían  superar 
a  los  otros  en  el  numero  del  gladiadores,  y  prisioneros  que  debian  so- 
lemnizar con  su  muerte  la  pompa  fúnebre?  Este  espíritu tsanguinario 
de  los  Romanos  fue  el  que  tantos  estragos  hizo  en  los  pueblos  de  Eu- 
ropa, de  Asia,  y  de  África,  y  el  que  muchas  veces  inundó  a  Roma  con 
sangre  de  sus  propios  ciudadanos,  y  particularmente  durante  las  hor- 
rendas proscripciones  que  tanto  oscurecieron  las  glorias  de  aquella  fa- 
mosa república. 

No  solo  fueron  crueles  los  Megicanos  para  con  sus  prisioneros:  lo 
fueron  también  consigo  mismos^,  como  se  echa  de  ver  en  las  austeri- 
dades que  usaban,  y  que  refiero  en  mi  Historia.  Pero  el  sacarse  san- 
gre con  las  espinas  de  maguei,  de  la  lengua,  de  los  brazos,  y  de  las 
piernas,  como  hacian  todos,  y  el  agugerease  la  lengua  con  pedazos  de 
caña,  como  hacian  los  mas  rigorosos,  parecerán  mortificaciones  ligeras, 
comparadas  con  aquellas  espantosas,  y  horribles  penitencias  de  los  fa- 

*  "  Adgpici  humana  exta  nefas  habetur.'' — Plin.  Hist.  Nat.  lib.  xxviü,  cap.  i. 


RELIGIÓN    DE    LOS    MEGICANOS.  429 

naticos  de  la  India  Oriental,  y  del  Japón,  cuyos  pormenores  no  pue- 
den leerse  sin  horror.  ¿  Quien  osará  poner  la  crueldad  de  los  mas  fa- 
mosos Tlamacazquis  de  Megico,  y  de  Tiascala,  al  nivel  de  la  que  prac- 
ticaban los  sacerdotes  de  Cibeles  y  de  Belona  *  ?  ¿  Cuando  se  vio 
a  los  Megicanos  destrozarse  los  miembros,  arrancarse  la  carne  con  los 
dientes,  y  castrarse  en  honor  de  sus  dioses,  como  hacian  los  sacerdotes 
de  la  primera  de  aquellas  dos  divinidades  ? 

Finalmente  los  Megicanos  no  solo  sacrificaban  victimas  humanas,  si 
no  que  comian  su  carne.  Confieso  que  en  esto  fueron  mas  barbaros  que 
otras  muchas  naciones :  pero  no  forman  una  exepcion  de  toda  la  espe- 
cie humana,  pues  no  faltan  egemplos  de  esta  clase  en  el  antiguo  con- 
tinente, y  aun  en  pueblos  que  se  han  llamado  cultos.  **  Aquel  uso  hor- 
rible, dice  el  historiador  Solis,  de  comerse  los  hombres  unos  a  otros, 
se  vio  antes  en  otros  barbaros  de  nuestro  hemisferio,  como  lo  confiesa 
en  sus  anales  la  Galizia."  Ademas  de  los  antiguos  Africanos,  entre 
cuyos  decendientes  hai  todavia  muchos  antropófagos,  es  cierto  que  lo 
fueron  muchas  de  aquellas  naciones  comprendidas  bajo  la  común  deno- 
minación de  Scitas,  y  aun  los  antiguos  pobladores  de  la  Sicilia,  y  del 
continente  de  Italia,  coiho  dicen  Plinio,  y  otros  autores.  De  los 
Indios,  que  vivian  en  tiempo  de  Antioco  el  Ilustre,  escribe  Apion, 
historiador  Egipcio  (uo  Griego,  como  dice  Mr^  de  Paw)  que  cebaban 
un  prisionero  para  comerlo  al  cabo  de  un  año.  Del  famoso  Annibal, 
cuenta  Tito  Livio,  que  dio  a  comer  carne  humana  a  sus  soldados,  para 
inspirarles  valor.  Plinio  reconviene  amargamente  a  los  Griegos  por 
el  uso  que^|enian  de  comer  todas  las  partes  del  cuerpo  humano,  cre- 
yendo poder  curar  de  este  modo  diversas  enfermedades.  "  Quis  inve- 
nit  singula  membra    humana   mandere  ?    Qua  conjectura  inductus  ? 

*  "  Dése  Magnge  Sacerdotes,  qui  Galli  vocabantur,  virilia  sibi  amputabant  et 
furore  perciti  caput  rotabant  cultrisque  faciera  musculosque  totius  corporis  dis- 
secabant." — Aug',  de  Civit.  Dei,  lib.  ii,  cap.  7- 

"  Ule  viriles  sibi  partes  amputat,  ille  lacertos  secat.  Ubi  iratos  déos  timent 
qui  si-;  propitios  merentur?  Tantus  est  perturbatae  mentis  et  sedibus  suis  pulsse 
furor,  ut  sic  Dii  placentur,  quemadmodum  ne  homines  quidem  saeviunt  teterriini, 
et  in  fábulas  traditi  crudelitatis  Tyranni  laceraverunt  aliquorum  membra  :  nemi- 
nem  sua  lacerare  jusserunt.  In  regiee  libidinis  voluptatem  castrati  sunt  quidam, 
sed  nemo  sibi,  ne  vir  esset,  jubente  domino  manus  intulit.  Se  ipsi  in  templis 
contrucidant,  vulneribus  suis  ac  sanguine  supplicant.  Si  cui  intueri  vacet  quae 
faciunt,  quseque  patiuntur,  inveniet  tam  indecora  honestis,  tam  indigna  liberis, 
tan  dissimilia  sanis,  ut  ñero  o  fuerit  dul)itaturus  furere  eos,  si  cum  paucioribus 
furerunt:  nunc  sanitatis  patrociniura  insanientium  turba  est." — Senec.  lib.de 
superst. 


430  HISTORIA    ANTIGUA    UK    MEGKJO. 

Quam  potest  medicina  ista  originem  habuisse?  Quis  veneficia  inno-  ^ 
centiora  fecit  quam  remedia?  Esto,  barbari  externique  ritus  invene- 
rint:  etiamne  Graeci  suas  fecere  has  artes.?"  ¿Que  estraño  es  pues 
que  los  Megicanos  egecutasen  por  máxima  de  religión  lo  que  los 
Griegos  usaban  por  medicina  ?  Pero  no  :  estoi  mui  lejos  de  hacer  la 
apologia  de  los  Megicanos  en  este  punto,  pues  en  él  fueron  mas  bar- 
baros que  los  Romanos,  los  Egipcios,  y  las  otras  naciones  cultas :  mas 
por  lo  demás,  no  puede  dudarse,  en  vista  de  lo  que  ya  hemos  visto, 
que  su  religión  fue  menos  supersticiosa,  menos  ridicula,  y  menos  inde- 
cente que  la  de  aquellos  pueblos. 


DISERTACIÓN  IX. 


ORIGEN  DEL  MAL  VENÉREO. 

En  la  presente  disertación  no  tengo  que  disputar  tan  solo  con  Mr.  de 
Paw,  si  no  con  casi  todos  los  Europeos,  entre  los  cuales  está  muí  pro- 
pagada la  opinión  de  que  el  mal  venéreo  debe  su  origen  al  Nuevo 
Mundo :  recurso  que  tomaron  las  naciones  de  Europa,  como  de  común 
acuef-do,  después  de  haberse  estado  echando  en  cara  unas  a  otras,  por 
espacio  de  treinta  años  el  origen  de  tan  vergonzosa  enfermedad.  Yo 
incurriría  sin  duda  en  la  nota  de  temerario,  al  querer  combatir  una 
creencia  tan  general,  si  los  argumentos  de  que  voi  a  echar  mano,  y  el 
egemplo  de  dos  Europeos) modernos  no  justificasen  en  algún  modo  mi 
osadia*.  Como  entre  los  defensores  de  la  opinión  dominante,  el  prin- 
cipal, el  mas  famoso,  y  el  que  mas,  y  con  mas  erudición  ha  escrito  sobre 
el  asunto  es  Mr.  Astruc,  docto  medico  Francés,  a  él  dirigiré  la  mayor 
parte  de  mis  obgeciones,  sirviéndome  a  este  fin  con  alguna  frecuen- 
cia de  los  mismos  materiales  que  me  suministra  su  obra.  Esta  se  inti- 
tula de  Morhis  Veneréis,  y  la  edición  de  que  me  he  valido  es  la  de 
Venecia. 

Opinión  de  los  médicos  antiguos  acerca  del  mal  venéreo- 
En  los  primeros  treinta  años  después  que  empezó  a  sentirse  en  Ita- 
lia el  mal  venéreo,  no  hubo  un  solo  escritor  que  atribuyese  su  origen  a 
America,  como  demostraré  después.     Todos  lo»  que  escribieron  antes 

*  Ectos  dos  autores  antiguos  son  Guillermo  Becket,  cirujano  Ingles,  y  Antonio 
Ribero  Sánchez.  Becket  escribió  tres  disertaciones  para  probar  que  el  mal  vene- 
reo  era  ya  conocido  en  Inglaterra  desde  el  siglo  xiv.  Ribero  escribió  una  diser- 
tación, impresa  en  París,  en  1766,  con  este  titulo  :  Disertassion  sur  ¡'origine  déla 
Maladie  yenerienne,  dans  la  quelle  on  prouve  qú'eüe  n'a  point  ete  portee  de  l'Atne- 
rique.  Habiendo  leido  este  titulo  en  el  catalogo  de  los  libros  y  MSS  Españoles  del 
tomo  iv  de  la  Historia  de  Robertson,  he  buscado  la  obra  en  muchas  ciudades  de 
Europa ;  y  no  he  podido  encontrarla :  ni  sé  si  el  autor  es  Español  o  Portugués, 
como  lo  indica  su  apellido,  o  nacido  en  Francia  de  padres  Españoles  o  Portu- 
gueses. 


432  HISTORIA    ANTIGUA    DE  MEGICO. 

de  1525,  y  aun  algunos  de  los  que  escribieron  después  lo  atribuyen 
a  diversas  causas,  cuyo  enumeración  exitará  sin  duda  en  nuestros  lec- 
tores a  veces  la  compasión,  y  a  veces  la  risa. 

Algunos  de  los  primeros  médicos  de  los  que  entonces  vivian,  como 
Coradino  Gilini,  y  Gaspar  Torella,  se  persuadieron,  según  las  ideas 
dominantes  en  aquel  tiempo,  que  el  mal  venéreo  procedia  de  la  con- 
junción del  Sol  con  Jove,  Saturno,  y  Mercurio  en  el  signo  de  Libra, 
ocurrida  el  año  de  1483.  Otros,  guiados  por  el  célebre  Nicolo 
Leoniceno,  le  dan  por  causa  las  lluvias  abundantisimas,  y  las  grandes 
inundaciones  que  se  esperimentaron  en  Italia  el  año  en  que  empezó 
el  contagio.  Asi  se  esplica  aquel  autor,  "  itaque  dicimus,  malum  hoc, 
quod  Morbum  Gallicum  vulgo  appellant,  inter  epidemias  deberi  con- 
numeran. lUud  satis  constat,  eo  anno  magnam  aquarum  per  univer- 
eam  Italiara  fuisse  exuberantiam  ....  aestivam  autem  ad  illam  venisse 
intemperiem  calidam  scilicet  et  humidam." 

Juan  Manardi,  docto  profesor  de  la  universidad  de  Ferrara,  atribuyó 
'  e\  origen  de  la  enfermedad  al  comercio  impuro  de  un  caballero  Valen- 
ciano leproso,  con  una  muger  publica.  El  leproso,  según  Paracelso, 
era  Francés.  Antonio  Musa  Brasavola,  sal>io  escritor  Ferrares,  dice 
qUte  el  mal  venéreo  tubo  principio  en  una  muger  publica,  que  se  ha- 
llaba en  el  egercito  de  los  Franceses  en  Ñapóles,  y  que  tenia  un  tumor 
en  el  útero. 

Gabriel  Fallopio,  famoso  medico  de  Modena,  cuenta  que,  siendo 
pocos  los  Españoles  en  la  guerra  de  Ñapóles,  y  los  Franceses  muchos, 
aquellos  envenenaron  una  noche  el  agua  de  los  pozos  desque  se  sur- 
tían sus  enemigos,  de  cuyas  resultas  empezó  el  contagio. 

Andrés  Cesalpino,  medico  de  Clemente  Vil,  dice  haber  sabido  por 
los  que  se  hallaron  en  la  guerra  de  Ñapóles,  que  cuando  los  Franceses 
*' atiaban  un  pueblo  inmediato  al  Vesubio,  llamado  Somma,  donde  hai 
tina  gran  abundancia  de  exelente  vino  Griego,  los  Españoles  sitiados 
se  escaparon  secretamejite  durante  la  noche,  dejando  una  gran  can- 
tidad de  aquel  vino,  mezclado  con  sangre  de  los  que  padecian  el  mal 
de  San  Lázaro,  y  que  entrando  inmediatamente  los  Franceses,  be- 
bieron el  vino,  y  empezaron  de  alli  a  poco  a  sentir  los  efectos  del  mal 
•venéreo. 

Leonardo  Fioravanti,  medico  Bolones,  dice,  en  su  obra  intitulada 
Caprichos  Médicos,  haber  sabido  por  el  hijo  de  un  vivandero  del 
egercito  de  Alfonso  rei  de  Ñapóles,  que  el  año  de  1456,  habiendo 
escaseado  los  viveres,  por  haberse  prolongado  la  guerra,  tanto  en  el 
egercito  de  aqi|el  rei,  como  en  el  de  los  Franceses,  los  vivanderos  ven- 


ORIGEN    DEL    MAL    VENÉREO.  433 

dian  a  unos  y  otros  carne  humana  preparada,  y  cjue  de  aqui  se  originó 
la  enfermedad.  El  célebre  canciller  de  Inglaterra  Bacon  de  Verulam 
añade  que  aquella  carne  era  de  hombres  muertos  en  Berbería,  y  que 
estaba  escabechada  como  el  atún. 

Como  no  es  posible  saber  quien  fue  el  primero  que  padeció  el  mal 
en  Europa,  tampoco  se  puede  saber  su  causa :  veamos  pues,  no  lo 
que  sucedió,  sino  lo  que  pudo  suceder. 

El  mal  venéreo  pudo  comunicarse  a  Europa  de  otros  países  del 
continente  antiguo. 

Para  demostrar  que  el  mal  venéreo  pudo  comunicarse  por  via  de 
contagio  a  Europa,  de  otros  países  del  mismo  continente,  se  necesita, 
y  basta  probar  que  este  mal  se  padeció  en  algunos  paises  del  mismo, 
y  que  estos  tenian  comercio  con  Europa,  antes  que  se  descubriese  el 
Nuevo  Mundo.     Voi  a  demostrar  completamente  uno,  y  otro  punto. 

Vatablo,  el  P.  Pineda,  el  P.  Calmet,  y  otros  sostienen  que  una 
de  las  enfermedades  que  afligieron  al  santo  Job  fue  el  mal  venéreo. 
Esta  opinión  es  tan  antigua,  que  cuando  se  empezó  a  conocer  en 
Italia,  fue  inmediatamente  llamado  mal  de  Job,  como  lo  acredita  Ful- 
gosio,  autor  de  aquella  época.  El  P.  Calmet  procura  apoyar  su  opi- 
nión en  una  discusión  mui  erudita :  pero  como  nada  sabemos  de  las 
enfermedades  de  Job,  si  no  lo  que  leemos  en  la  Biblia,  y  esto  puede 
entenderse  de  otras  varias  enfermedades,  conocidas  o  desconocidas,  no 
debemos  dar  mucha  importancia  a  la  cuestión. 

AndresjThevet,  Geógrafo  Francés,  y  otros  autores  afirman  que  el 
mal  venéreo  era  endémico  en  las  provincias  interiores  del  África 
situadas  a  una,  y  otra  orilla  del  Senegal.  Andrés  Cleyer,  protome- 
dico  de  la  colonia  Holandesa  de  la  isla  de  Java,  dice  que  era  propio, 
y  natural  de  aquella  isla,  y  tan  común  como  la  calentura.  Lo  mismo 
afirma  Juano.  Jacome  Bonzio,  medico  de  los  Holandeses  en  la  India 
Oriental,  atestigua  que  aquel  mal  era  endémico  en  Amboina,  y  en  las 
islas  Molucas,  y  que  para  contraerlo  no  era  necesario  comercio  carnal. 
En  parte  confirman  esto  mismo  los  compañeros  de  Magallanes,  los 
primeros  que  dieron  la  vuelta  al  mundo  en  el  famoso  navio  la  Victoria, 
los  cuales  digeron,  según  el  cronista  Herrera,  haber  visto  en  Timor, 
isla  del  archipiélago  de  las  Molucas,  un  gran  numero  de  isleños  in- 
fectos del  mal  venéreo :  seguramente  no  se  dirá  que  se  lo  comuni- 
caron los  Americanos,  ni  los  Europeos. 

El  P.  Foureau,  Jesuíta  -Francés,  docto,  exacto,  y  practico  en  las 
TOMO  II.  2  V 


434  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

cosas  de  China,  preguntado  por  Mr.  Astruc  si  los  médicos  Chinos 
creian  al  mal  venéreo  originario  de  su  pais,  o  traido  de  otro,  respon- 
dió que  los  que  él  habia  consultado  eran  de  opinión  que  aquella  en- 
fermedad se  padecía  en  el  imperio  desde  la  antigüedad  mas  remota, 
y  que  en  efecto  los  libros  de  Medicina  escritos  en  caracteres  Chinos, 
que  se  creian  antiquísimos,  nada  decian  acerca  de  su  origen,  antes 
bien  hablaban  de  ella  como  de  una  dolencia  conocida  mucho  tiempo 
antes  de  la  época  en  que  aquellos  libros  se  escribieron ;  y  que  por 
consiguiente  no  era  verosímil  que  fuese  traída  de  otros  paises. 

Finalmente,  el  mismo  Mr.  Astruc  dice  que  en  su  opinión,  después 
de  haber  examinado,  y  pesado  el  testimonio  de  los  autores,  el  mal 
venéreo  no  era  solamente  propio  de  la  isla  de  Haiti,  o  Española, 
si  no  común  a  muchas  regiones  del  antiguo  continente,  y  quizas  a 
todas  las  equinoxiales  del  mundo,  en  las  que  reinaba  desde  tiempos 
mui  antiguos.  Esta  ingenua  confesión  de  un  hombre  tan  instruido  en 
esta  materia,  y  por  otro  lado  tan  empeñado  contra  America,  ademas 
de  las  otras  autoridades  citadas,  es  suficiente  para  demostrar  que 
aunque  supongamos  al  mal  venéreo  antiguamente  conocido  en  el 
Nuevo  Mundo,  nada  pueden  echar  en  cara  los  Europeos  a  la  Ame- 
rica, que  los  Americanos  no  puedan  decir  de  las  otras  partes  del 
globo,  y  que,  si  como  dice  Mr.  Astruc,  la  sangre  de  los  Americanos 
estaba  corrompida,  no  estaba  mas  sana  la  de  los  Africanos,  y  Asia- 
ticos. 

Mr.  Astruc  añade  que  el  mal  venéreo  pudo  comunicarse  de  los 
paises  de  Asia,  y  África  en  que  era  endémico  a  otros  pueblr'^s  vecinos, 
pero  no  a  la  Europa,  por  no  haber  comercio  ni  comunicación  con  esta 
parte  del  mundo,  siendo  opinión  general  que  la  zona  tórrida  era  inac- 
cesible e  inhabitable.  Pero  ¿  quien  ignora  el  comercio  frecuente 
que  tubo  por  tantos  siglos  el  Egipto,  por  una  parte  con  Italia,  y  por 
otra  con  los  paises  equinoxiales  del  Asia  I  ¿Y  por  qué  no  habrán 
podido  los  traficantes  Asiáticos  llevar  el  mal  venéreo  de  la  India  a 
Egipto,  de  donde  pasarla  a  Italia  por  medio  de  los  Venecianos,  Geno- 
veses,  y  Písanos  que  tantas  relaciones  de  comercio  tubieron  con  Ale- 
jandría? ¿  No  fueron  Europeos  los  que  llevaron  a  Italia  la  lepra  de 
Siria,  y  las  viruelas  de  Arabia?  Ademas  de  esto,  de  los  muchos 
Europeos  que  empezaron  en  el  siglo  xii  a  emprender  viages  a  los 
paises  meridionales  de  Asia,  como  Benjamín  de  Tudela,  Carpini, 
Marco  Polo,  y  Mandeville,  entre  los  cuales  hubo  algunos  que  se  in- 
ternaron hasta  China,   como   Marco  Polo,  •  no  pudo   haber  uno  que 


ORIGEN    DEL    MAL    VENÉREO.  435 

tragese  a  Europa  el  contagio  que  tomó  en  sus  correrías  ?  Estas  son 
hipótesis,  no  hechos :  porque  los  hechos  no  pueden  ser  conocidos  en 
asunto  tan  oscuro. 

No  solo  de  Asia,  si  no  también  de  África  pudo  pasar  el  mal  ve- 
néreo a  Europa  antes  del  descubrimiento  do  America :  pues  treinta 
años  antes  de  la  gloriosa  espedicion  de  Cristoval  Colon,  los  Portu- 
gueses habian  ya  descubierto  una  gran  parte  de  los  paises  meri- 
dionales de  África,  y  entablado  comercio  con  sus  habitantes.  ¿  No 
pudo  algún  Portugués  contagiarse  alli,  y  comunicar  el  mal  a  sus  com- 
patriotas, y  estos  a  las  otras  naciones  de  Europa,  como  parece  que 
sucedió  en  efecto  según  todas  las  probabilidades  de  que  después 
haremos  mención?  Vea  pues  Mr.  Astruc  de  cuantos  modos  pudo 
pasar  el  contagio  a  Europa,  sin  que  viniese  de  America,  y  a  pesar  de 
la  antigua  opinión  de  ser  inaccesible  la  zona  tórrida. 

El  mal  venéreo  pudo  padecerse  en  Europa  sin  contagio. 

Antes  de  tratar  de  este  asunto  necesito  decir  algo  de  la  naturaleza, 
y  de  la  causa  física  de  aqijella  confermedad.  En  esta,  según  los  mé- 
dicos, la  linfa,  y  especialmente  su  parte  mas  serosa,  adquiere  una 
crasitud,  y  acrimonia  estraordinarias.  "  El  virus  venéreo,  dice 
Mr.  Astruc,  es  de  naturaleza  salina,  o,  por  mejor  decir,  acido -salina, 
corrosiva,  y  fija.  Ocasiona  la  condensación  de  los  humores,  y  la 
acrimonia  de  la  linfa,  y  de  aqui  provienen  las  inflamaciones,  las  ul- ' 
ceras,  las  erupciones,  los  dolores,  y  todos  los  otros  sintomas  horribles 
que  los  médicos  conocen.  Este  veneno,  comunicado  a  un  hombre 
sano,  no  debe  considerarse  como  un  nuevo  humor  añadido  a  los  hu- 
mores naturales,  si  no  como  una  mera  dyscrasia,  o  calidad  viciosa  de 
estos,  o  como  una  degeneración  acido-salina  de  su  estado  habitual." 

Esto  supuesto,  es  necesario  saber  que  casi  todos  los  médicos  son  de 
opinión  que  la  enfermedad  de  que  vamos  hablando  no  puede  prove- 
nir si  no  es  por  contagio,  y  que  este  se  comunica  por  el  licor  seminal, 
o  por  ia  leche,  o  por  la  saliva,  o  por  el  sudor,  o  por  el  contacto  de  las 
ulceras  venéreas,  &c.  Mas  yo,  con  permiso  de  estos  señores,  sostengo 
que  el  mal  venéreo  puede  absolutamente  engendrarse  en  el  hombre 
sin  ningún  contagio  o  comunicación  con  los  contagiados ;  por  que 
puede  engendrarse  en  un  individuo  del  mismo  modo  que  en  el 
primero  que  lo  padeció.  Este  no  lo  tubo  por  contagio,  puesto  que 
fue  el  primero,  si  no  por  alguna  otra  causa :  luego  esta  misma  causa, 
sea  cual  fuere,  pudo  producir  la  misma  alteración  humoral,  la  misma 
condensación,  y  acrimonia  de  la  linfa,  en  cualquier  individuo  de  la 

'      2  f2 


436  HISTORIA    ANTIGUA    DE    MEGICO. 

especie  humana.  "  Esto  es  verdad,  dice  Mr.  Astruc,  en  el  nueva 
continente,  o  en  otro  pais  semejante,  pero  no  en  Europa."  ;  Y  por 
qué  ha  de  gozar  Europa  de  este  privilegio  ?  **  Por  que  en  Europa^ 
dice  el  mismo  autor,  no  concurren  las  circunstancias  que  desde  el 
principio  pudieron  dar  origen  a  este  mal  en  America."  ¿  Cuales  son 
estas  circunstancias?    Vamos  a  examinarlas. 

En  primer  lugar  no  debe  contarse  el  aire  entre  las  causas  originales 
del  mal  venéreo.  El  aire  pudo  ocasionar  otras  enfermedades  en  la 
isla  Española:  pero  no  aquella,  por  que  los  Españoles,  que  por  es- 
pacio de  200  años  y  mas  la  habitan,  no  han  contraido  jamas  el  mal 
venéreo  si  no  por  contagio.  El  aire  no  es  diferente  ahora  del  que  fue 
300  años  hace :  y  aunque  fuese  diferente,  no  lo  fue  a  principios  del 
siglo  XV.  No  debemos  pues  hacer  caso  del  aire  en  la  investigación 
del  origen  del  mal.  Asi  raciocina  Mr.  Astruc ;  sin  embargo  de  lo 
cual,  en  otra  parte  admite  al  aire,  contradiciéndose  manifiestamente, 
como  después  veremos. 

Dos  son  las  causas  que  señala  Mr.  Astruc :  los  alimentos,  y  el 
calor.  En  cuanto  a  los  alimentos  dice  que, cuando  los  habitantes  de 
la  isla  Española  carecian  de  maiz,  y  casave,  se  mantenian  con  arañas, 
gusanos,  murciélagos,  y  otros  animales  de  esta  clase.  Por  lo  que 
hace  al  calor,  afirma  que  las  mugeres  en  los  paises  calidos  suelen 
tener  menstruos  acres  en  demasia,  y  virulentos,  especialmente  si  usan 
de  alimentos  malsanos.  Establecidos  esto  principios,  sigue  discur- 
riendo asi:  "  multis  ergo  et  gravissimis  morbis  indigenae  insulae 
Haiti,  afiici  olim  debuerunt,  ubi  nemo  a  menstruatis  m'ulieribus  se- 
continebat :  ubi  viri  libidine  impotentes  in  venerem  obviam  belluarum 
ritu  agebantur ;  ubi  mulieres,  quae  impudentissimae  eraut,  viros  pro- 
miscué admittebant,  ut  testatur  Consalvus  de  Oviedo,  Hist.  Ind.  lib.  v, 
cap.  3,  immo  eosdem  et  plures  impudentius  provocabant  menstrna- 
tionis  tempere,  cum  tune,  incalescente  útero,  libidine  magis  insanire 
pecudum  more.  Quid  igitur  mirum  varia,  heterogénea,  acria  multo- 
rum  virorum  semina  una  confusa,  cum  acérrimo  et  virulento  menstruo 
sanguine  mixta  intra  uterum  aestuantem  et  olidum  spucissimarum  mu- 
lieruní  coercita,  mora,  heterogeneitate,  calore  loci  brevi  compu- 
truisse,  ac  prima  morbi  venerei  seminia  constituisse,  quae  in  alios  si 
qui  forte  continentiores  erant,  dimanavere  ?" 

He  aqui  todo  el  argumento  de  Mr.  de  Astruc,  en  apoyo  de  su  siste- 
ma sobre  el  mal  venéreo,  lleno  todtf  desde  el  principio  hasta  el  fin  de 
falsedades,  comíf  pienso  demostrar:  pero  suponiendo  que  todo  ello 
sea  cierto,  sostengo  lo  que  he  dicho  antes,  es  decir  que  lo  mismo  que 


ORIGIÍN    IJIÍL    MAL    VKNERKO.  4Í57 

él  refiere  de  la  isla  de  Haití  pudo  suceder  en  Europa.  Asi  como 
aquellos  habitantes,  cuando  les  faltaba  el  maiz,  y  otros  alimentos 
usuales,  comian  arañas,  gusanos,  &c.  asi  los  Europeos  cuando  les  ha 
faltado  el  trigo,  y  otros  víveres  sanos,  han  comido  ratones,  lagartos, 
escrementos  de  animales,  y  aun  pan  hecho  con  harina  de  huesos  hu- 
manos, de  cuyas  resultas  se  han  visto  reinar  gravísimas  enfermedades. 
Basta  leer  la  historia  de  las  hambres  que  han  padecido  muchos  pue- 
blos Europeos,  ocasionadas  en  parte  por  las  guerras,  y  en  parte  por  el 
desorden  de  las  estaciones.  Siempre  ha  habido  ademas  hombres  de- 
senfrenados, que  a  guisa  de  bestias  se  han  dejado  llevar  por  sus 
pasiones,  a  cometer  los  mas  horribles  exesos.  Siempre  ha  habido 
mugeres  impúdicas,  y  desaseadas,  pudiendo  aplicárseles  el  dicho  de 
Planto  :  "  plus  scortorum  ibi  est,  quam  muscarura  tum,  cum  caletur 
maxume."  Tampoco  han  faltado  en  las  regiones  antiguas  del  mundo 
fluidos  seminales  demasiado  acres,  ni  menstruos  virulentos.  Pudieron 
mui  bien  estas  causas  producir  el  mal  venéreo  en  Europa,  como  lo 
produgeron  en  America,  según  piensa  Mr.  Astruc. 

"  No :  responde  este  autor ;  no  es  asi :  por  que  siendo  el  aire  mas 
templado  en  Europa  (ya  echa  mano  del  aire  que  antes  había  escluido) 
non  adest  eadem  in  virorum  semine  acrimonia,  eadem  in  menstruo 
sanguine  virulentia,  idem  in  útero  mulierum  fervor,  quales  in  Ín- 
sula Haiti  probatum  est.  (Las  pruebas  no  son  otras  que  las  ya 
citadas.)  Luego  no  podían  resultar  en  Europa  los  mismos  síntomas 
del  concurso  simultaneo  de  las  mismas  causas.  Y,  para  decirlo  en 
pocas  palíibras,  se  debe  juzgar  de  las  enfermedades,  y  de  sus  causas, 
como  de  la  generación  de  los  animales  y  de  las  plantas.  Como  en 
Europa  no  engendran  los  leones,  ni  las  monas  se  propagan,  ni  los  pa- 
pagallos  labran  sus  nidos,  ni  el  suelo  produce  muchas  plantas  de  las 
<jue  nacen  en  la  ludia  y  en  America,  aunque  se  siembren,  del  mismo 
modo  el  mal  venéreo  no  pudo  originarse  espontáneamente  en  Europa, 
de  las  mismas  causas,  que  como  he  dicho,  lo  produgeron  en  la  isla  de 
Haiti.  Cada  clima  tiene  sus  propiedades  peculiares,  y  las  cosas  que 
en  un  clima  vienen  por  sí  mismas  no  pueden  venir  en  otro,  pues  como 
dice  el  poeta:  "  non  omnisfert  onmia  telus." 

Quiero  conceder  a  Mr.  Astruc  muchas,  cosas  que  cualquier  otro  le 
negaría.  Le  concedo  que  no  haya  habido  nunca  en  Europa  ni  abuso 
de  mugeres  menstruadas,  ni  acrimonia  ni  virulencia  en  los  fluidos  del 
cuerpo  humano,  ni  fervor  en  el  útero  (circunstancias  todas  que  supone 
en  la  isla  Española),  aunque  de  los  libros  de  medicina  publicados  de 
2,000  años  a  esta  parte  consta  todo  lo  contrario.     Concedolc  que  no 


438  HISTORIA    ANTIGUA    DK    MUGICO. 

se  hayan  visto  jamas  en  los  pueblos  Europeos  egemplos  de  la  mas 
desenfrenada  lujuria :  puesto  que  tanto  trabajo  le  cuesta  reconocer 
tanta  depravación  en  aquella  parte  del  globo*.  También  quiero  con- 
cederle que  la  salud  y  la  castidad  sean  propiedades  naturales  de  todos 
los  hombres,  y  mugeres  que  la  habitan.  Convengo  en  que  todo  esto 
sea  verdad,  por  mas  que  lo  contradigan  la  historia,  y  la  opinión  común 
de  los  mismos  Europeos.  Con  todo  afirmo  que  el  mal  venéreo  pudo 
producirse  en  Europa  sin  contagio :  por  que  todos  los  desordenes  que 
Mr.  Astruc  supone  en  Haiti,  pudieron  accidentalmente  reunirse  en 
Europa,  aunque  no  dependiesen  de  causas  radicales,  y  permanentes. 
Esas  mugeres  tan  castas,  y  tan  puras,  eran  sin  embargo  hijas  de 
Adán,  y  como  toda  la  posteridad  del  primer  hombre  estaban  sugetas 
a  flaquezas  y  pasiones :  en  un  rapto  de  las  que  est^s  provocan  no  era 
imposible  que  alguna  de  aquellas  irreprensibles  Europeas  llegase  a 
ser  tan  incontinente,  y  descarada  como  el  autor  supone  que  eran  las 
isleñas  de  Haiti.  Esos  hombres  tan  sanos  pudieron  alimentarse  de 
sustancias  dañosas,  y  capaces  de  alterar,  y  corromper  sus  humores. 
El  esperma  humano,  tan  acre  de  por  si,  como  dice  el  mismo  Mr.  As- 
truc,  pudo  aumentar  su  acrimonia,  de  resultas  de  aquellos  malos  ali- 
mentos, hasta  llegar  al  punto  que  necesita  el  mal  venéreo  para 
desarrollarse.  Los  menstruos  pudieron  adquirir  una  estraordinaria 
virulencia,  sea  por  su  supresión,  sea  por  efecto  de  la  plétora,  sea 
enfin  por  una  de  las  innumerables  causas  morbíficas  que  atacan  los 
fluidos,  y  los  vasos.  El  útero  pudo  enardecerse  exesivamente  a  in- 
flujo del  calor  comunicado  a  la  sangre  por  los  licores  fermentados,  y 
por  los  alimentos  calidos.  No  creo  que  haya  un  medico  que  con- 
tradiga estas  verdades :  y  pues  Mr.  Astruc  confiesa  que  el  veneno 
sifilítico  no  es  un  nuevo  humor  añadido  a  los  humores  naturales,  si  no 
una  depravación  de  estos  ¿  por  qué  razón  no  pudieron  depravarse  en 
Europa  por  las  mismas  causas  a  que  él  atribuye  su  depravación  en  la 
isla?    "  Porque  en  Europa,  dice,  el  aire  es  mas  templado." 

Este  es  el  único  subterfugio  que  le  queda :  pero  de  nada  le  sirve : 
pues  es  cierto,  que  en  muchos  paises  de  Europa,  como  Italia,  y  espe- 
cialmente su  parte  mas  meridional,  el  aire  es  mucho  mas  caliente  en 
el  verano  que  en  la  isla  de  Haiti,  y  no  hai  motivo  para  creer  que  sea 
necesario  el  calor  de  todo  el  año,  y  que  no  baste  el  de  algunos  meses 
para  causar  aquella  depravación  de  humores.     Pero   ¿  quien  ha  creido 

*  "  Sed  esto :  demus  in  Europa  venereih  aeque  impuram,  atque  in  Hispa- 
niola  exerceri :  ñeque  enim  contra  pugnare  placet,  quanquaní  ea  tamen  nimia 
videantur." — Astruc  de  Morbis  Veneréis,  lib.  i,  cap.  12. 


ORIGEN    DEf.    MAL    VENERUO.  4H0 

jamas  que  esta  uo  puede  verificarse  sin  un  calor  exesivo  í  ¿  No  trae 
consigo  el  escorbuto  una  horrible  acrimonia,  y  corrupción  en  la  sangre? 
Pues  en  verdad  que  los  males  escorbúticos  son  tan  propios  de  los 
climas  frios  como  de  los  calientes,  y  con  mas  frecuencia  se  padecen  en 
las  navegaciones  por  las  zonas  templadas,  que  en  las  que  se  hacen  por 
la  tórrida.  Luego  no  es  necesario  un  grado  elevado  en  la  tempera- 
tura para  que  los  humores  del  cuerpo  humano  se  vicien  hasta  la  cor- 
rupción, y  la  acrimonia. 

Finalmente  Mr.  Astruc  quiere  que  se  juzgue  de  las  enfermedades, 
y  de  sus  causas,  como  de  la  generación  de  los  animales,  y  afirma  que 
asi  como  los  leones  no  engendran,  ni  los  monos  se  propagan  en 
Europa,  del  mismo  modo  el  mal  venéreo  no  puede  producirse  alli  por 
las  causas  que  lo  produgeron  en  Europa.  ¿  Y  qué  diria  si  viera  a 
los  leones  nacer  mas  fuertes,  y  a  los  monos  propagarse  mas  -en  Eu- 
ropa que  en  África?  Diria,  o  a  lo  menos,  debería  decur  que  el  clima 
de  Europa  era  mas  favorable  que  el  de  África  a  la  generación  de 
aquellos  cuadrúpedos.  Ahora  bien,  que  el  mal  venéreo  es  mucho 
mas  fuerte  en  Europa  que  en  America,  es  una  verdad  que  el  mismo 
Mr.  Astruc  confiesa,  y  en  que  también  están  de  acuerdo  Oviedo,  y 
Mr.  de  Paw.  Que  su  propagación  ha  sido  mayor  en  Europa  que  en 
America,  lo  saben  cuantos  han  estado  en  ambas  partes  del  mundo,  o 
tienen  noticias  seguras  de  lo  que  en  ellas  pasa.  Luego  según  los 
mismos  principios  de  Mr.  Astruc,  el  clima  de  Europa  es  mas  favorable 
al  mal  venéreo  que  el  de  America. 

Todoto  que  hasta  ahora  hemos  dicho  se  funda  en  las  hipótesis  que 
hemos  concedido  a  Mr.  Astruc :  pero  ademas  de  los  grandes  errores 
que  comete  en  sus  teorías  fisicas,  hai  en  los  hechos  que  alega  algunos 
arbitrariamente  supuestos,  y  contrarios  a  la  verdad.  Dice  en  primer 
lugar  que  los  Indios  de  la  Española  comían  arañas,  gusanos,  y  otras 
inmundicias ;  mas  esto  pudo  suceder  algunos  años  después  del  descu- 
brimiento de  la  isla,  cuando  los  Americanos  huyendo  del  furor  de 
los  conquistadores  Españoles,  andaban  dispersos,  y  errantes  por  los 
bosques.  Careciendo  entonces  de  maiz,  y  de  casave,  que  no  hablan 
sembrado  por  odio  a  sus  enemigos,  como  aseguran  muchos  autores, 
sostenían  la  vida  con  lo  que  hallaban  en  los  campos :  pero  ningún 
escritor  antiguo  dice  que  se  sirviesen  de  comidas  inmundas  antes  de 
la  llegada  de  los  Españoles.  Para  demostrar  ademas  que  aquellos 
alimentos  tubieron  algún  influjo  en  el  origen  del  mal  venéreo,  era 
necesario  probar  que  su  uso  era  a  lo  menos  tan  antiguo  como  la 
enfermedad  misma  lo  era  en  o])inion  de  Mr.  Astruc :  lo  que  no  ha 


440  HISTORIA    ANTIGUA    IJJÍ    MEGICO. 

hecho  ni  podido  hacer.  En  segundo  lugar  asegura  que  en  la  isla 
Española  nemo  se  a  menstruatis  muliéríbus  continebat :  pero  yo 
quisiera  que  este  dato  se  fundara  en  la  autoridad  de  algún  escritor 
antiguo:  yo  no  lo  encuentro,  antes  bien,  entre  las  cosas  singulares 
que  los  viageros  Europeos  notaron  entre  las  tribus  mas  barbaras  fue 
que  aquellos  hombres  se  abstenian  de  sus  mugeres  durante  la  eva- 
cuación periódica.  Mr.  de  Paw,  aquel  enemigo  capital  de  todo  el 
Nuevo  Mundo,  aquel  gran  investigador  de  las  inmundicias  America- 
nas, dice  asi  en  la  parte  i  de  su  obra :  "  habia  una  lei  en  todos  los 
pueblos  salvages  del  Nuevo  Mundo,  que  prohibia  usar  de  las  muge- 
res,  en  el  tiempo  de  sus  reglas,  o  porque  creyesen  pernicioso  a  la 
salud  el  contacto  del  flujo,  o  porque  su  instinto  solo  bastaba  a  inspi- 
rarles aquella  moderación."  En  tercer  lugar  Mr.  Astruc  representa 
a  los  hombres,  y  a  las  mugeres  de  Haiti  estraordinariamente  estimu- 
lados por  una  lujuria  rabiosa,  y  violenta.  Mr.  de  Paw,  y  el  Conde 
de  BufFon  dicen  por  el  contrario  que  los  Americanos  son  friísimos,  y 
insensibles  a  los  estímulos  del  amor.  ¿  Qué  quiere  decir  esta  contra- 
dicción sino  que  aquellos  autores  sistemáticos^  pintan  a  los  America- 
nos ,con  los  colores  que  mas  les  convienen  1  Cuando  quieren  probar 
la  apatía,  y  la  insensibilidad  de  los  Americanos,  dicen  que  son  friísi- 
mos: cuando  quieren  desacreditar  sus  costumbres,  y  atribuirles  el 
origen  del  mal  venéreo,  dicen  que  son  estraordinariamente  libidinosos. 
Mr.  Astruc  alega  el  testimonio  de  Gonzalo  de  Oviedo  en  el  lib.  v,  cap.  3, 
de  su  Historia  para  probar  que  las  mugeres  Haitianas  eran  demasiado 
impúdicas,  y  que  se  prostituían  indistintamente  a  todos  los  fiombres : 
pero  ademas  que  el  dicho  de  Oviedo  vale  menos  que  nada,  como  des- 
pués veremos,  no  dice  lo  que  Mr.  Astruc  le  atribuye.  He  aqui  sits 
palabras :  "las  mugeres  de  aquella  isla  eran  castas  con  sus  hombres, 
pero  se  daban  con  frecuencia  a  los  Cristianos."  Lo  mismo,  y  casi 
con  las  mismas  palabras  dice  Herrera.  Sí  pues  eran  castas  con  sus 
compatriotas,  no  fue  su  incontinencia  la  que  produjo  el  mal  venéreo 
antes  de  la  llegada  de  los  Españoles.  Si  eran  deshonestas  solo  con 
los  Cristianos,  como  dice  Oviedo,  es  verosímil  que  las  importuni- 
dades de  estos,  mas  bien  que  su  propia  lujuria,  las  incitase  a  aquel 
desorden.  Finalmente,  cuanto  afirma  Mr.  Astruc  acerca  de  la  acri- 
monia del  humor  espermatico,  de  la  viruelencia  de  la  sangre  mens- 
trua, del  desaseo  de  las  Americanas,  y  de  su  fervor  uterino,  son 
palabras  al  aire,  que  no  se  apoyan  en  ningún  fundamento  histórico. 

Antes  de  terminar  este  articulo  no  puedo  menos  de  menciooar  la 
ridicula  y   absurda   opinión    del    Dr.  Juan   Linder,    escritor   Inglés, 


I 


ORIGEN    DEL    MAL    VENÉREO.  44J^I 

acerca  del  origen  del  mal  venéreo,  para  que  so  vea  hasta  donde 
puede  llegar  el  empeño  de  desacreditar  en  este  punto  a  los  Ameri- 
canos. Asegura  pues  aquel  eslravagante  naturalista  que  este  con- 
tagio tubo  por  principio  la  unión  do  los  Americanos  con  las  hembras 
de  los  sátiros,  o  grandes  cercopitecos.  Por  fortuna  de  los  habi- 
tantes de  la  isla  de  Haiti,  no  habia  en  ella  cercopitecos  grandes  ni 
pequeños. 


El  mal  venéreo  no  procede  de  America. 


im 

Ya  he  dicho  que  en  los  primeros  treinta  años  después  del  desciir<,M 
brimiento  de  America,  nadie  pensó  en  atribuirle   el  origen  del  mal  ., 
venéreo.      A  lo  menos,  por  mi  parte,  puedo  asegurar  que  he  cónsul-'  ■_.. 
tado  un  gran  numero  de  autores  tanto  médicos,  como  históricos,  que 
escribieron  en  aquellos  tiempos  sobre  la  enfermedad,  y  sobre  sus  prin- 
cipios, y  no  he  hallado  uno  solo  que  adopte  aquella  opinión.     Tam- ,.} 
poco  lo  halló  Mr.  Astruc,  sin  embargo  de  haber  examinado  todos  los 
escritores    Españoles,    Franceses,    Italianos  y   Alemanes,    que   pu- 
diesen prestar  algún  apoyo  a  su  sistema.      El  primero  a  quien  se 
ocurrió  el  pensamiento'  de  atribuir  al  Nuevo  Mundo   el   origen   del 
contagio   sifilitico  fue  Gonzalo  Hernández   de    Oviedo,    que   en   el  j,| 
Sumario  de  la  Historia  de  las   Indias    Occidentales,    presentado  a 
Carlos  Ven  1525  afirmó  que  los  Españoles,  contaminados  en  la  isla  de 
Haiti,  regresaron  a  España  con  Colon,  de  alli  pasaron  a  Italia  con  el 
Gran  Capitán,  y  de  este  modo  infestaron  a  las  Napolitanas,   a  las 
Francesas,' &c.     Como  Oviedo  era  literato,  y  vivió  muchos  años  en.,. 
America,  egerciendo  un  empleo  de  importancia,  su  autoridad  arrastró  „ 
a  casi  todos  los  escritores.     Por  una  parte  lo  creian  bien  informado;,,, 
por  otra  abrazaban  con  satisfacción  una  idea  que  preservaba  a  las,^ 
naciones  cultas  de  tan  vergonzosa  imputación.      Antes  de  examinar.^ 
su  opinión  es  necesario  darlo  a  conocer  a  él  mismo,  sin  echar  en  olvido  , 
que  su  autoridad  ha  sido  el  principal,  o  quizas  el  único  apoyo  de  J^^^ 
opinión  dominante.  .  ^  ^^jj^. 

Las  Casas,  que  vivia  en  America  al  mismo  tiempo  que  Oviedo,  y  » 
lo  conocía  a  fondo,  en  su  impugnación  del  Dr.  Sepulveda,  que  ale-j^ 
gaba  el  dicho  ác  aquel  escritor  contra  los  Indios,  dice  :  "  Lo  que  ma&i^, 
perjudica  al  reverendo  doctor  a  los  ojos  de  los  hombres  prudentes,  y ., 
timoratos,  que  tienen  noticias  oculares  de  las  Indias,  es  el  alegar  como,, 
autor  irrefragable  a  Oviedo,  en  su  falsisima,  y  execrable  Historia,  habien- ,. 
do  sido  uno  de  los  tiranos  ladrones,  y  destructores  de  las  ludias,  como 
61  mismo  confiesa  en  el  prefacio  de  la  primera  parte,  y  en  el  lib.  vi,  , 


44á  HISTORIA    ANTIGUA    Dí£    MKGICO. 

cop.  8,  y  por  tanto  debe  considerarse  como  enemigo  capital  de  los 
lodios.  Juzguen  las  personas  sabias  si  este  escritor  es  testigo  idóneo 
contra  ellos.  Y  sin  embargo  el  doctor  lo  llama  grave,  y  diligente 
Cronista,  por  que  lo  halló  favorable  a  su  intento  :  pero  es  cierto  que 
aquella  Historia  tiene  pocas  mas  hojas  que  mentiras,  como  largamente 
pruebo  en  otros  escritos,  y  en  la  Apología."  En  efecto  el  Cronista 
Herrera,  hombre  juicioso  e  imparcial,  dice  que  Las  Casas  tubo  razón 
de  quejarse  de  Oviedo,  y  que  este  no  fue  mui  exacto  en  algunas 
noticias.  Por  otro  lado,  promovió  opiniones  estravagantes,  inducido  a 
ello  por  un  espíritu  de  adulación,  y  de  vanidad.  Basta  leer  el  libro  ií 
de  su  Historia,  en  que  después  de  decir  que  los  Troyanos  decendian 
de  los  Españoles,  afirma  que  las  islas  Antillas  son  las  Hesperides  de 
los  antiguos,  y  que  fueron  llamadas  asi  por  Héspero  Rei  XII  de 
España,  el  cual  dominó  alli  1658  años  antes  de  la  era  Cristiana.  "  De 
este  modo,  añade,  con  tan  antiguo  derecho,  y  por  linea  recta,  volvió 
aquel  señorío  a  España,  al  cabo  de  tantos  siglos  :  y  como  cosa  suya, 
parece  que  haya  querido  la  Justicia  Divina  restituírselo,  a  fin  de  que 
lo  poseyesen  por  la  buena  dicha  de  los  dos  felices,  y  católicos  monar- 
cas D.  Fernando,  y  Doña  Isabel  *."  Tal  es  el  autor  de  la  opinión 
coman  :  veamos  ahora  la  opinión  misma. 

Oviedo  habla  con  alguna  variedad  en  el  sumario  de  la  Historia,  y 
en  el  cuerpo  de  esta :  mas  siendo  ella  su  principal  obra,  la  mas  esten- 
dida, publicada  algunos  años  después  del  sumario,  y  trabajada  con 
mayor  esmero,  debemos  atenernos  a  lo  que  en  ella  dice,  aunque  haya 
variedad  en  su  contesto.  En  el  lib.  ii,  capitulo  14,  de<^la  Historia 
General  de  las  Indias,  dice  que  los  Españoles  que  volvieron  a  España 
con  el  almirante  Colon  el  año  de  1596,  de  su  segundo  viage  al  Nuevo 
Mundo,  trageron  de  Haiti  el  mal  venéreo,  juntamente  con  las  muestras 
de  oro,  de  las  famosas  minas  de  Cibao ;  que  algunos  de  ellos,  ya  con- 
tagiados, pasaron  a  Italia,  con  el  gran  Capitán  Gonzalo  Fernandez  de 
Córdoba,  y  contagiaron,  por  medio  de  las  Italianas,  a  los  Franceses 
que  hablan  venido  con  el  rei  Carlos  VIII  a  tomar  el  reino  de  Ñapóles. 
Todos  estos  pormenores  son  disparatados,  y  llenos  de  anacronismos. 
Colon  volvió  a  España  de  su  segundo  viage  en  3  de  Junio  de  1496,  y 
sabemos  por  innumerables  testigos  de  vista  que  la  Europa  estaba  ya 
infesta  del  mal  venéreo,  a  lo  menos  desde  1495 :  luego  no  pudieron 
ser  los  Españoles  los  que  la  comunicaron  por  primera  vez  al  Mundo 
Antiguo.     Para  demostrar,  por  otra  parte,  con  la  mayor  evidencia 

*  El  docto  D.  Fernando  Colon  en  el  capitulo  ix  de  su  Historia  echa  en  cara  a 
Oviedo  la  estravagancia  de  sus  opiniones,  y  la  infidelidad  de  sus  citas. 


( 


URIGRN    UEL    MAI.    VKNKRKO.  443 

histórica,  que  los  Franceses  que  estaban  en  Ñapóles  con  el  rei 
Carlos  VIII  no  pudieron  ser  contagiados  por  las  tropas  Española» 
que  fueron  con  el  Gran  Capitán  a  Italia,  basta  esponer  simplemente 
los  hechos,  como  los  encontramos  en  Guicciardiui,  Mariana,  Mezeray, 
y  otros  historiadores  Italianos,  Españoles,  y  Franceses.  El  rei 
Carlos  VIII  marchó  con  su  egercito  a  Italia  en  Agosto  de  1494; 
llegó  a  Asti,  ciudad  próxima  al  rio  Tanaro,  a  2  de  Septiembre  ;  entró 
en  Roma  a  31  de  Diciembre,  y  en  Ñapóles  a  22  de  Febrero  de  1495. 
En  esta  ultima  ciudad  no  se  detubo  mas  de  tres  meses,  por  que  noti- 
cioso de  la  gran  confederación  que  se  armaba  contra  él,  juzgó  opor- 
tuno regresar  precipitadamente  a  Francia.  Salió  de  Ñapóles  el  20  de 
Mayo,  como  aseguran  Mariana,  el  Bembo,  y  Guicciardiui,  y  habiendo 
ganado  en  6  de  Julio  la  famosa  batalla  de  Fornovo  contra  les  Vene- 
cianos, se  retiró  aceleradamente  a  su  corte,  llevando  consigo  su  eger  • 
cito  inficionado  del  mal  venéreo,  según  el  dicho  unánime  de  los  his- 
toriadores de  aquel  tiempo.  El  gran  Capitán,  detenido  en  Mallorca, 
y  en  Cerdeña  por  vientos  contrarios,  no  pudo  llegar  con  su  egercito 
a  Mesina,  antes  del  24  de  Mayo  de  1495,  esto  es,  cuatro  dias  después 
de  la  salida  del  rei  Carlos  de  Ñapóles,  con  su  egercito  contagiado : 
luego  este  no  pudo  contagiarse  por  los  Españoles.  Es  admirable  que 
los  sostenedores  de  la  opinión  vulgar  no  hayan  caido  en  tan  manifiesto 
anacronismo.  Quizas  se  querrá  decir  que  no  fueron  las  tropas  Espa- 
ñolas del  gran  Capitán  las  que  llevaron  el  contagio,  si  no  otras  de  la 
misma  nación  que  las  precedieron ;  mas  ni  Oviedo  ni  los  otros 
autores  qke  lo  jian  seguido  hacen  mención  de  otros  Españoles  que  los 
del  egercito  de  Gonzalo,  ni  yo  encuentro  escritor  alguno,  entre  los 
muchos  que  he  consultado,  que  hable  de  tropas  Españolas  llegadas  a 
Italia,  en  el  intervalo  del  descubrimiento  de  America,  y  la  espe- 
dicion  de  aquel  caudillo.  Mariana  da  a  entender  lo  contrario.  Asi 
pues  es  falso  que  los  Españoles  llevasen  aquel  funesto  don  a  Ñapóles. 
De  lo  que  llevo  dicho  no  debe  inferirse  que  el  mal  venéreo  pre- 
cedi*3se  pocos  dias  en  Italia  a  la  llegada  de  las  tropas  Españolas  ;  pues 
ya  se  conocía  algunos  meses  antes,  según  afirman  los  mejores  médicos 
de  aquella  época.  El  Valenciano  Gaspar  Torela,  medico  del  papa 
Alejandro  VI,  que  reinaba  a  la  sazón,  dice  en  su  tratado  de  Puden- 
dagra,  publicado  el  año  de  1500 ;  "  Gallis  raanu  forti  Italiam  ingre- 
dientibus,  et  máxime  regno  Parthenopaeo  occupato,  et  ibi  commoran- 
tibus,  hic  morbus  detectus  fuit."  De  aqui  se  infiere  que  la  enfermedad 
empezó  en  Italia  desde  la  entrada  de  los  Franceses,  aunque  su  gran 
aumento   fue   durante    la   ocupación    del    reino   de    Ñapóles.      Los 


444  HISTORIA    ANTIGUA    DE    ME6ICO. 

Franceses,  como  ya  he  dicho,  entraron  en  Italia  en  Septiembre  de 
1494.  Wendelino  Hook,  docto  Alemán,  y  profesor  de  Medicina  en 
la  universidad  de  Bolonia,  Jacobo  Cataneo  de  Lagomarsini,  sabio 
medico  Genoves,  Juan  de  Vigo,  Genoves,  medico,  y  cirujano  del 
papa  Julio  II,  y  otros  profesores  inteligentes  en  la  materia,  y  testigos 
oculares,  dicen  en  los  términos  mas  positivos  que  el  contagio  venéreo 
empezó  a  conocerse  en  Italia  desde  el  año  de  1494.  No  es  de 
estrañar  que  se  note  alguna  variedad  entre  los  autores  acerca  de  la 
época  fija  de  su  principio,  pues  unos  observaron  la  enfermedad  antes 
que  otros,  no  habiéndose  presentado  al  mismo  tiempo  en  todos  los 
estados  de  la  península. 

Podra  responderse  a  esto  que  aunque  Oviedo  haya  errado  en  su 
Historia,  afirmando  que  los  primeros  que  llevaron  el  mal  venéreo  a 
•España,  fueron  los  Españoles  que  volvieron  con  Colon  en  1496,.  no 
erró  en  el  Sumario  de  la  misma  Historia,  publicado  algunos  años 
antes,  en  el  que  da  a  entender,  que  entre  los  que  lo  acompañaron  en 
su  segundo  regreso  de  1493,  habia  algunos  ya  inficionados :  mas  esto 
no  es  verdadero,  ni  verosímil.  Consta  por  las  cartas  del  mismo 
alpiirante,  citadas  por  su  docto  hijo  D.  Fernando,  que  desembarcó 
por  vez  primera  en  la  isla  de  Haiti  el  24  de  Diciembre  de  1492, 
habiéndosele  roto  una  caravela  de  su  pobre  escuadra ;  que  todos 
aquellos  dias  que  pasó  alli,  desde  24  de  Diciembre  hasta  4  de  Enero, 
fueron  empleados  por  la  poca  gente  que  lo  acompañaba  en  sacar  de  la 
playa  la  madera  de  la  caravela,  para  hacer  una  pequeña  fortaleza ; 
que  construida  esta,  y  habiendo  dejado  en  ella  40  hombrea,  se  em- 
barcó con  los  otros  que  le  quedaban,  para  volver  a  España,  a  traer 
la  noticia  del  descubrimiento  del  Nuevo  Mundo.  Todas  las  circun- 
stancias de  su  llegada  a  la  isla  no  permiten  sospechar  que  los  Espa- 
ñoles tubiesen  tiempo  de  adquirir  con  las  Americanas  la  familiaridad 
que  supone  aquella  clase  de  contagio.  La  mutua  admiración  que 
exitaba  en  unos,  y  en  otros  la  vista  de  tantos  obgetos  nuevos,  y  la 
cortisima  mansión  de  once  dias,  ocupados  en  tan  grandes  fatigas,  des- 
pués de  la  navegación  mas  larga  y  peligrosa  que  se  habia  visto  hasta 
entonces,  hacen  enteramente  inverosímil  aquella  congetura.  Aumen- 
tase esta  inverosimilitud  con  el  silencio  del  mismo  Colon,  de  su  hijo 
D.  Fernando,  y  de  Pedro  Mártir,  que  describiendo  todos  los  de- 
sastres de  aquel  viage,  no  hacen  la  menor  mención  del  mal  venéreo. 

Pero  concedamos  que  los  Españoles  regresados  con  Colon  en  su 
primer  viage  traian  ya  la  enfermedad  consigo.  Diré  sin  embargo  que 
el  contagio  de  Europa  no  provino  de  ellos,  según  el  testimonio  de  los 


ORIGEN    DEL    MAL    VENÉREO.  445 

tíscritores  dignos  de  fe  que  a  la  sazón  vivían.  Gaspar  Torcía  a  quien 
ya  he  citado,  en  su  obra  intitulada  Aphrodysiacum,  dice  que  el  mal 
venéreo  empezó  en  Auvernia,  provincia  de  Francia,  nuii  distante  de 
España,  el  año  de  1493.  Bautista  Fulgosio,  o  Fregosio,  dogo  de 
Genova  en  1478,  en  su  curiosa  obra  intitulada:  Dicta,  factaque  me- 
morábilia,  impresa  en  1509,  afirma  que  el  mal  venéreo  empezó  a  co- 
nocerse dos  años  antes  que  el  rei  Carlos  VIII  llegase  a  Italia. 
Aquel  monarca  llegó  en  Septiembre  de  1494 ;  luego  el  mal  era  cono- 
cido desde  1492,  o  cuando  mas  tarde  a  principios  de  1493,  esto  es, 
algunos  meses  antes  que  Colon  volviese  de  su  primer  viage.  Juan 
León,  que  fue  Mahometano,  natural  de  Granada,  y  conocido  vulgar- 
mente con  el  nombre  de  León  Africano,  en  su  descripción  de  África, 
escrita  en  Roma  bajo  el  pontificado  de  León  X,  después  de  su  con- 
versión al  Cristianismo,  dice  que  los  Judies,  arrojados  de  España  en 
tiempo  de  Fernando  el  Católico,  llevaron  a  Berbería  el  mal  venéreo, 
y  contaminaron  a  los.  Africanos,  de  cuyas  resultas  lo  allmaron  mal 
Español.  El  edicto  de  los  reyes  Católicos  sobre  la  espulsion  de  los 
Hebreos  fue  publicado  en  1492,  como  dice  Mariana,  concediéndoles 
cuatro  meses,  para  que  pudiesen  vender  sus  bienes,  si  no  querían 
llevarlos  consigo.  El  siguiente  mes,  Fr.  Tomas  Torquemada,  in- 
quisidor general,  promulgó  otro  edicto  prohibiendo  a  los  Cristianos, 
bajo  gravísimas  penas,  tratar  con  los  Judíos,  y  suministrarles  víveres, 
pasado  el  termino  señalado  por  el  rei ;  asi  que,  todos  ellos,  exepto  los 
que  se  fingieron  Cristianos,  salieron  de  la  Península  antes  que  Colon 
saliese  a  descubrir  la  America.  Este  calculo  no  deja  la  menor  duda 
acerca  de  la  existencia  del  mal  antes  del  descubrímiento.  Ademas  de 
esto,  ehtre  las  poesías  de  Pacifico  Máximo,  poeta  de  Ascoli,  publi- 
cadas en  Florencia  en  1479,  hallamos  algunos  versos,  en  que  describe 
la  gonorrea  virulenta,  y  las  ulceras  venéreas  que  padecía,  y  que  sus 
exesos  le  habían  ocasionado. 

No  satisfecho  Oviedo  con  afirmar  que  el  mal  venéreo  procedía  de 
la  i»1a  Española,  se  ofrece  también  a  probarlo.  He  aquí  sus  funda- 
mentos. "  Con  el  guayaco  (madera  abundante,  en  aquel  territorio) 
se  cura  mejor  que  con  ninguna  otra  medicina  aquella  horrenda  enfer- 
medad de  las  bubas,  y  la  clemencia  Divina  quizo  que  donde  por 
nuestros  pecados  estubiese  el  mal,  por  su  misericordia  se  encontrase 
el  remedio."  Si  este  modo  de  raciocinar  tubíese  alguna  solidez, 
debería  inferirse  que  la  Europa,  mas  bien  que  la  isla  Española,  era  la 
patria  de  aquella  dolencia,  pues  todos  saben  que  su  remedio  mas 
eficaz  es  el  mercurio,  comunísimo  en  Europa,  y  desconocido  en  Haití. 


44íi  HISTORIA    ANTIGUA    DK    MEGICU. 

Lo  cierto  es  que  apenas  se  presentó  en  esta  parte  del  mundo  aquella 
nueva .  dolencia,  empezó  a  aplicársele  el  mercurio,  de  que  hicieron 
uso  Juan  Berengario  de  Carpi,  Gaspar  Torela,  Juan  Vigo,  Wenden- 
lino  Hoock,  y  otros  acreditados  profesores  de  aquella  época,  aunque 
después,  por  la  indiscreción  de  algunos  empíricos,  estubo  algún  tiempo 
abandonado  aquel  remedio.  El  uso  del  guayaco  es  de  1517,  esto  es, 
25  años  después  de  conocida  la  enfermedad ;  el  de  la  zarza-parrilla 
de  1535,  y  del  mismo  tiempo  el  de  la  quina,  y  otras  drogas. 

La  otra  prueba  de  Oviedo  (pues  solo  alega  dos)  es  que  entre  los 
Españoles  que  volvieron  con  Colon  de  su  segundo  viage  en  1496,  se 
hallaba  D.  Pedro  Margarit,  caballero  Catalán,  "  el  cual  andaba  tan 
enfermo,  y  se  quejaba  tanto,  que  creo  sentia  aquellos  dolores  que 
suelen  sentir  los  que  padecen  aquella  enfermedad,  aunque  yo  no  le  vi 
nunca  granos  en  el  rostro.  De  aili  a  pocos  meses,  en  el  año  de  96, 
empezó  a  sentirse  la  enfermedad  entre  algunos  cortesanos,  pues  a  los 
principios  solo  se  vio  entre  la  gente  baja.  Sucedió  después  que  el 
gran  Capitán  fue  enviado  a  Italia  con  una  fuerte  y  hermosa  armada, 
y  entre  los  Españoles  que  iban  en  ella,  algunos  estaban  inficionados, 
y  asi  se  comunicó  por  medio  de  las  mugeres.  Tales  son  las  pruebas 
de  Oviedo,  indignas  ciertamente  de  ser  citadas. 

Mr.  de  Paw  cree  haber  conseguido  una  victoria,  y  demostrado  la 
verdad  de  la  opinión  común,  con  el  testimonio  de  Rodrigo  Diaz  de 
Isla,  medico  de  Sevilla  (a  quien  llama  autor  contemporáneo)  como 
si  fuese  decisiva  su  sentencia :  pero  ni  Diaz  fue  contemporáneo,  puesto 
que  escribió  60  años  después  del  descubrimiento  del  mal  vtnereo,  ni 
su  relación  merece  crédito  alguno.  Dice  que  los  primeros  Españoles, 
regresados  con  Colon  en  1493,  llevaron  el  contagio  a  Barcelona, 
donde  entonces  se  hallaba  la  corte ;  que  esta  fue  la  primera  ciudad 
que  se  inficionó ;  que  el  mal  hizo  en  ella  tantos  estragos,  que  se  echó 
mano  de  las  rogativas  publicas,  de  los  ayunos,  y  de  las  limosnas  para 
aplacar  la  colera  de  Dios ;  que  habiendo  pasado  el  año  siguiente  a 
Italia  el  rei  Carlos  de  Francia,  ciertos  Españoles  que  estaban  alli,  o 
muchos  regimientos,  según  Mr.  de  Paw,  enviados  por  la  España  para 
oponerse  a  la  invasión  de  Carlos,  contagiaron  a  los  Franceses.  Pero 
en  la  historia  vemos  que  ningún  Español,  y  ningún  regimiento  sano  ni 
enfermo  llegó  a  Italia  antes  que  saliese  de  sus  fronteras  el  rei  de 
Francia.  Por  lo  que  hace  al  contagio  de  Barcelona,  sabemos  que 
cuando  llegó  alli  Colon,  se  hallaba  también  Oviedo.  Ahora  bien,  si 
fuese  cierto  lo  que  cuenta  el  medico  Sevillano,  Oviedo  que  andaba 
buscando  pruebas  para  confirmar  su  estravagante  opinión,  hubiera  sin 


ORIGEN    DEL    MAL    VENÉREO.  447 

duda  alegado  aquellos  tremendos  estragos  de  que  seria  testigo,  la» 
rogativas,  los  ayunos,  las  limosnas,  y  no  se  hubiera  valido  de  la  triste 
prueba  del  guayaco,  y  de  las  lamentaciones  de  Margarit.  Ademas 
de  que  el  mal  venéreo  es  mas  antiguo  que  aquella  época  en  Europa, 
como  creo  haber  demostrado. 

Parece  que  los  médicos  Sevillanos  eran  los  menos  instruidos  sobre 
el  asunto  que  nos  ocupa.  Nicolás  Monardes,  medico  de  la  misma 
ciudad,  y  contemporáneo  del  mismo  Diaz,  nos  da  una  relación  tan 
llena  de  fábulas,  que  no  puede  leerse  sin  indignación.  Dice  pues 
"  que  el  año  de  1493,  en  la  guerra  que  el  rei  Católico  tubo  en  Ñapó- 
les con  el  rei  Carlos  de  Francia,  vino  D.  Cristoval  Colon  del  primer 
descubrimiento,  que  hizo  de  la  isla  de  Santo  Domingo,  &c.,  y  condujo 
consigo  de  aquella  isla  una  gran  muchedumbre  de  Indios  e  Indias^ 
que  llevó  a  Ñapóles,  donde  entonces  se  hallaba  el  rei  Católico,  aca- 
bada la  guerra.  Y  por  que  habia  paz  entre  los  dos  reyes,  y  los  eger- 
citos  platicaban  unos  con  otros,  llegado  que  fue  Colon  con  sus  Indios, 
e  Indias,  empezaron  a  tratar  los  Españoles  con  las  Indias,  y  los  Indios 
con  las  Españolas,  y  de  tal  modo  infestaron  los  Indios,  y  las  Indias  e( 
egercito  de  los  Españoles,  Italianos,  y  Franceses,"  &c.  &c.  ¿  Quien 
creerla  que  un  escritor  Español  osase  desfigurar  tan  estrañamente  los 
hechos  públicos  de  su  nación,  no  mui  anteriores  a  la  época  en  que 
escribió,  que  no  vierta  una  proposición  que  no  sea  un  tegido  de  disla- 
tes I  Pero  cuando  se  trata  de  desacreditar  la  America,  no  hai  por  qué 
mirar  con  respeto  a  la  verdad.  Es  cierto,  y  notorio  que  no  hubo  guerra 
entre  Espa^  y  Francia  en  1493 ;  que  el  rei  Católico  no  se  hallaba 
entonces  en  Ñapóles,  si  no  en  Barcelona,  y  no  enteramente  restable- 
cido, de  las  heridas  que  habia  recibido  en  una  ocasión  anterior; 
que  Colon  no  trajo  consigo  una  multidud  de  Indios,  y  de  Indios, 
si  no  solamente  10  Indios ;  que  Colon  no  fue  jamas  a  Italia  después 
de  su  gloriosa  espedicion ;  que  los  Indios  que  vinieron  con  él  a  Europa 
no  pusieron  el  pie  en  Italia,  &c. 

Yo,  lejos  de  pensar  como  los  escritores  que  hasta  ahora  he  comba- 
tido, después  de  haber  hecho  las  mas  diligentes  observaciones  estoi 
tan  lejos  de  creer  que  el  mal  venéreo  vino  de  America  al  Mundo 
Antiguo,  que  estoi  intimamente  persuadido  de  todo  lo  contrario  :  esto 
es,  que  aquella  enfermedad,  lo  mismo  que  las  viruelas,  fue  llevado  al 
nuevo  continente  por  los  Europeos.  Fundóme,  1.  En  que  ni  Cristoval 
Colon  en  su  diario,  ni  D.  Fernando  Colon  en  la  vida  de  su  famoso 
padre,  hablan  una  sola  palabra  de  aquel  contagio,  sin  embargo  de  que 


448  HISTORIA    ANTIGUA    DE  MEGICO. 

ambos  vieron  aquellos  países  recien-descubiertos,  y  observaron  todas 
sus  particularidades,  y  de  que  cuentan  menudamente  los  males,  y  pa- 
decimientos de  los  primeros  viages.  Tampoco  habla  de  aquella  gran 
novedad,  en  su  Historia  de  los  mismos  paises,  Pedro  Mártir,  autor 
contemporáneo  de  Colon,  y  que  debia  tener  buenas  noticias,  como 
protonotario  que  fue  del  consejo  de  las  Indias,  y  abad  de  la  Jamaica. 
Oviedo,  el  primero  que  atribuyó  aquel  mal  a  la  America,  no  estubo 
en  aquella  parte  del  mundo,  si  no  veinte  años  después  que  los  Espa- 
ñoles habitaban  la  isla  de  Haiti.  Lo  que  digo  de  estos  escritores 
acerca  de  su  silencio  sobre  las  islas  Antillas,  puede  aplicarse  al  de  los 
otros  historiadores  sobre  la  America  en  general.  2,  Fundóme  tam- 
bién en  que  si  la  America  hubiese  sido  la  patria  del  mal  venéreo,  y  los 
Americanos  los  primeros  que  lo  padecieron,  la  America  seria  el  pais 
en  que  con  mas  estension  reinase,  y  los  Americanos  los  mas  propen- 
sos a  contraerlo :  pero  no  es  asi.  De  los  Indios  de  las  islas  Antillas 
no  podemos  hablar  ahora ;  por  que  hace  siglos  que  desaparecieron  de 
un  todo :  pero  en  los  habitantes  actuales  es  mas  raro  el  contagio  vene- 
reo  que  en  Europa,  y  solo  se  siente  en  ios  sitios  frecuentados  por  sol- 
dados y  marineros  Europeos.  En  la  capital  de  Megico  hai  algunos 
blancos  e  Indios  que  lo  padecen,  pero  son  poquísimos  con  respecto  al 
gran  numero  de  habitantes.  En  otras  ciudades  grandes  de  aquel  ter- 
ritorio son  todavía  mas  raros  los  inficionados  y  algunas  hai  en  que  no 
se  encuentra  uno  solo.  En  los  pueblos  de  ludios,  en  que  no  hai  con- 
curso de  blancos,  no  se  tiene  la  menor  idea  de  aquella  enfermedad.  En 
cuanto  a  la  America  Meridional,  según  informes  de  persooas  muí  ins- 
truidas en  las  circunstancias  de  aquel  pais,  raras  veces  se  ve  el  mal 
venéreo  entre  los  blancos,  y  nunca  entre  los  Indios  de  las  provincias 
de  Chile,  y  Paraguai,  Algunos  misioneros  que  han  vivido  veinte,  y 
treinta  años  en  diferentes  naciones  Americanas  declaran  unánimemente 
que  jamas  han  visto  en  ellas  el  contagio,  ni  oido  decir  que  lo  cono- 
ciesen. Ulloa,  hablando  de  las  provincias  de  Perú,  y  Quito  =^  dice 
que  aunque  los  blancos  padecen  alli  con  mucha  frecuencia  el  mal 
venéreo,  rarísimas  veces  sucede  que  un  Indio  lo  contraiga.     No  es 

*  Parece  que  este  escritor  confundió  el  mal  venéreo  con  el  escorbuto,  pues  sé 
por  persona  fidedigna  que  el  Dr.  Julio  Rondoli,  de  Pesara,  medico  famoso  de 
Lima,  afirmó  a  un  sugeto  de  autoridad,  que  de  los  muchos  enfermos  que  se 
creian  infestados  de  la  sífilis,  y  que  él  había  curado,  casi  ninguno  lo  padecía  en 
realidad ;  la  mayor  parte  eran  escorbúticos,  y  habían  sanado  con  los  remedios 
'qwe  generalmente  se  aplican  al  escorbuto. 


ORIGEN    DEIi    MAL    VENÉREO.  449 

pues  America  la  patria  de  aquel  azote,  como  vulgarmente  se  ha  creido, 
ni  debe  considerarse,  según  opina  Mr.  de  Paw,  como  un  efecto  de  la 
sangre  corrompida,  y  del  mal  temperamento  de  los  Americanos. 

¿  Cual  es  pues  su  origen,  puesto  que  no  lo  tubo  en  America,  ni  en 
Europa?  Si  enraedio  de  tantas  tinieblas  se  me  permite  hacer  uso  de 
una  congetura,  diré  que  mis  sospechas  se  fijan  en  Guinea,  o  en  otro 
pais  equinoxial  del  África.  De  esta  misma  opinión  fue  el  doctisimo 
medico  Ingles  Tomas  Sydenham*,  y  la  confirma  la  autoridad  de 
Bautista  Fulgosio,  testigo  ocular  de  los  principios  de  aquella  enfer- 
medad en  Europa,  el  cual  dice  que  el  mal  venéreo  paso  de  España  a 
Italia,  y  de  Etiopia  a  España.  Mr.  Astruc  quiere  que  Fulgosio  en- 
tendiese por  Etiopia  el  Nuevo  Mundo.  Donoso  arbitrio  para  eludir 
la  dificultad.  ¿  Quien  ha  dado  jamas  a  la  America  el  nombre  de 
Etiopia?  Por  el  contrario  sabemos  que  era  mui  común  entre  los 
escritores  de  aquel  siglo  llamar  Etiopia  a  todo  pais  habitado  por 
negros,  y  Etiopes  a  estos :  asi  que  el  sentido  natural  de  las  palabras 
de  Fulgosio  es  que  el  mal  venéreo  fue  llevado  de  los  paises  equinoxia- 
les  de  África  a  la  España  Lusitanica  o  Portugal.  Yo  sospecho  en 
efecto  que  este  fue  el  primer  pais  Europeo  en  que  se  conoció  el  con- 
tagio :  pero  no  me  atreveré  a  sostenerlo,  sin  hacer  nuevas  investiga- 
ciones, y  adquirir  mejores  documentos  que  los  que  hasta  ahora  me  han 
servido  para  fundar  mis  congeturas. 

*  Sydenham  afirraa  en  una  de  sus  cartas  que  el  mal  venéreo  es  tan  estraño  a  la 
America  co/jio  a  la  Europa,  y  que  fue  traido  por  los  negros  esclavos  de  Guinea : 
pero  no  es  cierto  que  estos  lo  introdujesen  en  America ;  pues  antes  que  llegasen 
a  Santo  Domingo  estaba  ya  inficionada  la  isla. 


F  1  N. 


TOMO  II. 


2ü 


NOTA. 

El  Editor  de  esta  obra  ha  sabido  que  se  están  imprimiendo  en  Francia 
todas  las  que  ha  publicado  en  lengua  Castellana,  con  el  designio  de 
introducirlas  en  América,  y  venderlas  á  precios  mas  cómodos,  como  es 
fácil  hacerlo  cuando  no  hai  que  pagar  los  originales.  Los  Congresos 
de  las  Repúblicas  Americanas  le  han  asegiwado  la  propiedad  literaria, 
y  es  de  esperar  que  el  público  justo  é  ilusí*ado  de  aquellos  paises  la 
confirme,  reusando  todo  estimulo  y  favor  á  una  violación  tan  escanda- 
losa de  un  derecho  sagrado.  El  Editor  ha  tomado  la  precaución  de 
comunicar  su  catálogo  á  las  oficinas  de  las  Aduanas,  á  fin  de  que  se 
impida  la  entrada  de  estas  ediciones  ilegales. 


LONDRES : 

IMPRESO  POR  CARLOS  WOOD, 
Poppin's  Court,  Flcet  Street. 


OBRAS    ESPAÑOLAS 

PUBLICADAS  POR  EL  SR.  ACKERMANN, 

Que  se  hallan  en  su  Repositorio  de  Artes,  Strand,  Londres,  y  en  su  Estable- 
cimiento de  Megico; 
Asimismo  en  Colombia,  en  Buenos  AiVes,  Chile,  Perú,  y  Guatemala. 


CORREO  LITERARIO  Y  POLÍTICO  DE  LONDRES  :  Periódico  Trimestre, 
particularmente  destinado  a  la  America  que  fue  Española,  en  el  cual  se  presenta 
un  Cuadro  Sucinto  de  Acaecimientos  Políticos,  y  de  Composiciones  y  Noticias 
relativas  a  la  Literatura  y  a  las  Artes. 

EL  MENSAGERO,  por  D.  José  Blanco  White.    Toda  la  colección. 
'    MUSEO  UNIVERSAL  de  CIENCIAS  y  ARTES,  por  J.  J.  de  Mora.    El 
segundo  numero  del  segundo  tomo  saldrá  a  luz  en  Primero  de  Abril  de  1826, 
bajo  un  plan  totalmente  diverso  de  los  anteriores. 

NO  ME  OLVIDES,  Colección  de  Composiciones  por  J.  J.  de  Mora.  Cada 
año  a  principios  de  Enero  se  publica  un  tomo  de  esta  Colección,  adornado  con 
exelentes  laminas. 

VIAGE  PINTORESCO  a  las  Orillas  del  GANGES  y  del  JUMNA  en  la  India; 
con  24  Estampas,  un  Mapa  y  Viñetas,  y  la  esplicacion  en  Castellano. 

CARTAS  sobre  la  EDUCACIÓN  del  BELLO  SEXO,  por  una  Señora  Ame- 
ricana. 

MEMORIAS  de  la  REVOLUCIÓN  de  MEGICO,  y  de  la  Espedicion  del  Gene- 
ral Mina.  Escritas  en  Ingles  por  Robinson,  y  traducidas  por  J.  J.  de  Mora, 
con  el  retrato  de  Mina  y  un  Mapa. 

GIMNÁSTICA  del  BELLO  SEXO,  con  11  estampas  finas. 

DIOS  ES  EL  AMOR  MA§  PURO,  mi  Oración  y  mi  Contemplación.  Con 
muchísimas  Estampas,  y  Oraciones  para  la  Misa.  Traducido  por  D.  José  de 
Urcullu. 

EL  ESPAÑOL,  por  Blanco  White  ;  toda  la  Colección. 

TEOLOGÍA  NATURAL,  o  Pruebas  de  la  Existencia  y  de  los  Atributos  de  Dios, 
por  Paley,  traducida  por  el  Dr.  D.  J.  L.  de  Villanueva. 

LA  gastronomía,  ó  los  Placeres  de  la  Mesa,  Poema  en  Cuatro  Cantos, 
traducido  del  Francés,  por  D.  Jóse  de  Urcullu.  Segundo  Edición,  corregida 
y  aumentada. 

GRAMÁTICA  INGLESA,  dividida  en  22  Lecciones,  porD.  Jóse  de  Urcullu. 

CATECISMO  de  GRAMÁTICA  LATINA,  por  J.  J.  de  Mora. 

DESCRIPCIÓN  ABREVIADA  del  MUNDO.  Dos  Volúmenes  que  compren- 
den la  Descripción  de  Persia,  con  30  Laminas  iluminadas ;  escrita  en  Ingles  por 
F.  Shoberl,  y  traducida  al  Español  por  J.  J.  de  Mora. 

NOTICIAS  de  las  PROVINCIAS  UNIDAS  del  RIO  de  la  PLATA,  por 
D.  Ignacio  Nuñez.  Esta  obra  contiene  un  cuadro  Histórico  de  la  ultima  revo- 
lución de  Buenos  Aires,  una  colección  de  datos  Estadísticos  sobre  aquellas  pro- 
vincias, y  algunos  documentos  oficiales  sumamente  interesantes.  Con  un  Mapa 
de  las  Provincias  Unidas.     1  volumen  en  8vo. 

EL  TALISMÁN,  cuento  del  tiempo  de  las  CRUZADAS,  por  el  Autor  de 
Waverley,  Ivanhoe,  &c.  Traducido  al  Castellano  con  un  discurso  preliminar. 
2  tomos  en  Svo. 

IVANHOE,  Novela  por  el  Autor  de  Waverley  y  del  Talismán. 

CUENTOS  de  DUENDES  y  APARECIDOS:  compuestos  con  el  obgeto 
espreso  de  desterrar  las  preocupaciones  vulgares  de  Apariciones.  Adornados 
con  seis  estampas  iluminadas.     Traducidos  del  Ingles  por  D.  Jóse  db  Urcullu. 

LA  SOLEDAD,  por  Young  ;  traducida  al  Castellano. 

CUADROS  de  la  HISTORIA  de  los  ÁRABES,  por  J.  J.  de  Mora.  Dos 
Tomos. 

LECCIONES  de  MORAL,  VIRTUD,  y  URBANIDAD,  por  D-  J.  de  Urcullu. 

EL  PADRE  NUESTRO  del  SUIZO,  ilustrado  en  una  Serie  de  Estampas, 
con  sus  Esplicaciones. 

VIAGE  PINTORESCO  por  las  Orillas  del  RIN. 

VIAGE  PINTORESCO  por  las  Orillas  del  SENA. 

La  VENIDA  del  MESÍAS  en  Gloria  y  Magestad,  en  tres  tomos  Svo. 


OBRAS  ESPAÑOLAS. 
CATECISMO  de  Geografía. 

■  Química. 

Agricultura. 

Industria  Rural  y  Económica. 

' Historia  de  los  Imperios  Antiguos.  • 

Historia  de  Grecia. 

Historia  Romana. 

Historia  del  Bajo  Imperio. 

Historia  Moderna,  Parte  I. 

Historia  Moderna,  Parte  II. 

Astronomía. 

Gramática  Castellana. 

Economía  Política. 

« Mitología,  por  D.  J.  de  Urcullu. 

■  Aritmética  Comercial,  por  el  mismo. 

— — • Historia  Natural,  por  el  mismo 

— Retorica,  por  el  mismo. 

Moral,  por  el  Dr.  J.  L.  de  Villanueva. 

■  Geometría  Elemental,  por  D.  José  Nuñez  Arenas. 
MANUAL  de  MEDICINA  DOMESTICA. 

TRESCIENTAS  SENTENCIAS  ÁRABES;  Quinientas  Máximas  y  Pensa- 
mientos de  los  mas  célebres  Autores  Antiguos  y  Modernos  ;  y  Cincuenta  Pensa- 
mientos Originales  del  que  ha  redactado  los  anteriores. 

MEDITACIONES  POÉTICAS,  por  J.  J.  de  Mora,  con  Estampas. 

De  la  ADMINISTRACIÓN  de  la  JUSTICIA  CRIMINAL  en  INGLATERRA, 
por  M.  CoTTu.  Traducida  al  Castellano  por  el  Autor  del  Español  y  de  las  Varie- 
dades. 

NUEVO  SILABARIO  de  la  LENGUA  CASTEJ  LANA. 

'La  NUEVA  MUÑECA,  con  Seis  Estampas. 

La  BATALLA  de  JUNIN,  Canto  a  Bolívar,  por  J.J.  Olmedo,  con  tres  Estampas. 

ELEMENTOS  de  la  CIENCIA  de  HACIENDA,  por  D.  José  Canga 
Arguelles. 

OBRAS  líricas  de  D.  Leandro  Fernandez  de  Moratin. 

OBRAS  POSTUMAS  de  D.  Nicolás  Fernandez  de  Moratin. 

RECREACIONES  GEOMÉTRICAS,  con  Laminas  y  una  Cajita  que  contiene 
Figuras  de  Madera,  traducido  por  D.  J.  de  Urcullu.  ^      ^ 

RECREACIONES  ARQUITECTÓNICAS,  con  Laminas  y  una  Cajita  que 
contiene  Figuras  de  Madera,  traducido  por  D.  J.  de  Urcullu. 

MUESTRAS  de  LETRA  INGLESA,  en  cuatro  cuadernos. 

TRACES  de  BODA  de  las  Principales  Naciones  de  la  Tierra. 

HIMNO  A  BOLÍVAR,  poesía  de  J.  J.  de  Mora  ;  música  del  Caballero 
(JasteUi. 

HIMNO  A  VICTORIA,  por  los  mismos. 

HIMNO  a  BRAVO,  por  los  mismos. 

NO  ME  OLVIDES,  Canción  por  los  mismos. 

LA  MARIPOSA,  Canción  por  los  mismos. 

AMOR  ES  MAR  PROFUNDO,  Bolero  a  dúo,  por  los  mismos. 

EL  PESCADOR,  Canción  por  los  mismos. 

TRIUNFO  de  la  INDEPENDENCIA  AMERICANA,  Estampa  Alegórica. 

VISTA  de  LIMA  por  el  Lado  de  Este. 

VISTA  de  las  MONTAÑAS  PRINCIPALES  del  MUNDO. 

REGISTROS  para  LIBROS,  en  10  estampas. 

UN  MAPA  GRANDE  de  la  República  de  MEGICO. 

DOS  VISTAS  de  MEGICO  iluminadas. 


EN  PRENSA. 
ELEMENTOS  de  ESGRIMA. 

ELEMENTOS  de  EQUITACIÓN,  que  contienen  un  tratado  sobre  lás^tUíerentes 
castas  de  caballos,  sus  enfermedades,  y  proporciones. 


^^^^^^HI'  ^^Boj^^'^'^^^^^^^^^^H^^^^^^^^Kk^ 

^^i^^ft^^ 

'^x  7S.  "^VX^