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Full text of "Historia antigua y de la conquista de México"

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Descendantí  of  Ilénry  Brljfht,  jr.,  who  died 
at  Watertown,  Mas^.,  tn  i6S6,  ure  entitlcil  to 
hnfd  scholarships  in  Harvard  Collcge,  estab- 
lished  in  iSSo  under  the  wíll  of 

JOXATHAN  BROWN  BRIGHT 
of  Waltham,  Mass.,withone  half  the  income 
of  this  Legacy.  Such  descendants  failing^, 
other  persons  are  eligible  to  the  scholarships. 
The  will  requires  that  this  annojunccnient 
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Library  undcr  its  provisions. 


«• 


o 


HISTOBIA  ASUGUA 


Y  DE  LA. 


CONQUISTA  DE  MÉXICO 

POBBL 

Lie.  MANUEL  g^OZCO  Y  BERRA, 

l^OH^Ntidento  de  U  Soctodad  de  geografía  y  Eitadíetica,  Soolo  de  número  de  la  Academia  MexioaoB, 

Indivldiio  correspandlente  de  las  Bealee  Academias  Española  y  de  la  Htotoria,  de  Madrid; 

Hooawrio  de  la  Sociedad  Arqueológica  de  Santiago  de  Chile,  Sociedad  Oeogrifioa 

de  Roma,  Sodedad  Arqueológica  de  Paria  y  Ctongreao  intemadoDal  de 

Amexloaiiiataa;  Sodo  de  número  de  la  Sociedad  de  Hittari» 

Natural,  y  Honorario  de  las  Sodedadea  Minera, 

Hnmboldt,  Andrea  del  Blo,  ¿ce,  fto. 


11  nPUD.ESTA  OBIi  A  nPnSiS  T  POR  ORDIX  NI  SDPRZMO  GOBIZJffO  M  U  UPülLICA  iniCIIL 


Baeribo  biOo  d  Inflnjo  de  lo  que  he  viato, 
Iddo  ó  calculado,  y  siempre  bnacando  la  ver- 
dad y  U  jnatida.  Bóapeto  U  religión,  y  algo 
oonilado  por  d  camino  dd  progreeo  qne  es  la 
ley  impuesta  á  la  hnman^Uid.  Subordino  mis 
ideas  á  estos  prindpios:  I>ias,  la  patria  y  la  fa- 
milia. 


Tomo  Primero. 


•  i 


MÉXICO. 

TIPOGBAPfA  DE  GONZALO  A.  ESTETA, 
Ban  Juan  de  Letran  número  6, 

1880. 


I 


ücC    19   1888 


<■ 


\ 

) 


Está  asegurada  la  propiedad  literaria  de  la  obra  conforme  á 
la  ley. 


/ 


Sr.  Secretario  del  despacito  de  Justicia  é  Ins- 
truccion  pública,  Lie.  D.  Ignacio  Mariscal. 

Htieffo  á  Y.  acepte  la  dedicatoria  de  este  primer 
vplúmen;  cumplo  en  ello  con  un  deber,  y  es  solo  un  pe- 
queño testimonio  del  respeto  y  de  la  gratitud  de 

El  AuTOB. 


i 


í 


i 


PRÓLOGO. 


LA  presente  obra  sale  á  luz,  por  acuerdo  del  SeSor  Presidente 
de  la  Bepáblica  D.  Porfirio  Díass,  y  orden  del  Señor  Minigp 
tro  de  Instmocion  Páblioa  D.  Ignacio  Mariscal  Obljigado 
como  estoy  á  distinción  tan  inmerecida  y  íayor  tan  singular,  creo 
de  mi  deber  comenzar  dando  las  más  expresiras  gracias  al  Snpre* 
mo  Magisli^ado  de  la  Nación  y  á  su  digno  Miniatro  por  la  honra 
que  me  dispensaron,  la  cual  agradezco  en  lo  íntimo  del  corazón; 
y  ya  que  de  mi  pequenez  nada  pueda  %EJir  grande  ni  digno  pari 
recompensa,  sea  corta  muestra  de  fuis  sentimientos  este  públioo 
testimonio  de  gratitud. 

Tuve  intento  de  escribir  un  razonable  prólogo  para  la  obra» 
dando  cuenta  al  lector  de  que,  conforme  al  plan  que  me  propuse» 
la  diyidía  en  cuatro  partes  intituladas:  hA,  civilización. — £l¿ 

HOHBBB  PBEHISTÓBICO  £N  MÉXICO:— HiSTOSIÍl  ANTIGUA.— CONQUISTA 

PE  Mísico«  Ademas  de  explicar  semejante  división,  había  formado 
el  propósito  de,  disculparme  del  orgulloso  atrevimiento  de  em* 
prender  nueva  labor  acerca  de  la  Historia  antigua  y  de  la  Con-f 
quista  de  México,  ya  que  tan  repetidas  relaciones  existen,  asi  de 
propios  como  de  extraños,  acerca  de  entrambas  materias,  com<* 
pletas  y  autenticas,  escritas  algunas  con  galanura  y  fluidez,  otraa 
én  sentido  filosófico  bien  meditado,  no  faltando  ^sta  ó  aquella 
pintorescas  y  tan  entretenidas  que  pueden  cautivar  la  imagina* 
cion  de  la  gente  indocta  y  vulgar.  Entre  otras  varias  razones» 
apoyaría  principalmente  mi  defensa  en  el  rumbo  seguido  por  loa 
autores,  .Generalmente  hablando,  dividense  éstos  en  dos  opuea* 
tas  banderías.    Los  unos»  preocupados  por  el  amor  de  raza,  por 


VI 

• 

el  respeto  á  la  religión,  por  la  diferenoia  de  principios  oiyiliza* 
dores,  y  nrgidos  por  los  tiempos  en  qne  vivían,  ven  con  la  luz  de 
BUS  ojos  preocupados  los  distantes  objetos,  y  en«a  juicio  apasio- 
nado desaparecen  los  indios  por  inútiles  y  bárbaros;  llenando  por 
completo  el  cuadro  las  robustas  figuras  de  los  castellanos.  Los 
otros,  igualmente  descaminados  por  la  influencia  de  los  tiempos 
7  de  las  ideas  modificadas,  hacen  ostentoso  alarde  de  patriotis- 
mo y  de  filosofía,  sublimando  más  de  lo  merecido  á  los  indígenas 
y  derribando  de  sus  pedestales  á  los  héroes  españoles.  Entram- 
bos juicios  me  parecen  erróneos,  por  tocar  en  lo  absoluto.  Apar- 
tándome de  estos  extremos,  he  procurado  buscar  la  verdad  y  la 
justicia:  acaso  yo  también  incurra  en  la  censura  porque  me  preo- 
cupe en  favor  de  persona,  hecho  ó  idea;  que  ningún  hombre  puede 
alcanzar  la  perfección  de  la  rectitud  del  juicio  y  en  lo  inflexible 
de  la  voluntad,  para  ser  imparcial.  También  me  serviría  de  dis- 
rálpa- indicar,  que  de  algunos  años  á  esta  parte,  en  España  y  en 
México,  se  ha  dado  á  lá  estampa  copia  de  interesantísimos  docu- 
mentos sacados  de  loa  archivos,  y  curiosos  y  eruditos  salvaron 
del  olvido  crónicas,  relaciones  y  aun  pequeños  escritCrs  de  auto- 
tes  nacionales,  ya  en  mexicano,  ya  eu  español,  á  todo  lo  cual  ha- 
bría que  añadir  las  pinturas  ^u  jeroglíficos  que  corren  en  númciro 
ño  despreciable  en  obras,  6  sueltas,  y  algunas  manuscritas. 

Pero  llenar  cumplidamente  el  propósito  me  llevaría  muy  lejos, 
por  lo  cual  me  resolví  á  abandonarlo,  determinando  dar  al  lector, 
en  pocas  palabras,  la  historia  de  mi  libro.  Los  Señores  D.  José 
Antonio  y  D.  Bernardo  Mendizábal  y  D.  Sebastian  Oamacho, 
fuera  de  dispensarme  fina  amistad  y  muchas  consideraciones,  me 
proporcionaron  un  destino  en  la  Casa  de  Moneda,  del  cual  saco 
el  sustento  de  mi  crecida  familia:  No  contentos  con  ello,  me  de- 
jaron dias  libres  á  la  semana  para  consagrarme  á  mis  estudios 
favoritos,  realizando  de  esta  manera  la  solución  del  problema 
que  tanto  me  ha  preocupado  durante  la  vida,  tener  en  un  punto 
pan  y  tiempo.  Por  ingrato  me  tendría  el  lector  bueno,  si  no  die- 
ra público  testimonio  á  mis  favorecedores,  de  la  mucha  estima 
en  que  tengo  su  amistad  y  sus  favores:  mi  agradecimiento  no 
puedo  explicarlo  con  palabras. 

Puesto  á  la  labor  con  fe  y  constancia,  conducido  de  una  cita  á 
otra  cita,  eché  de  ver  que  mis  libros  no  eran  los  suficientes,  fal- 
tándome mayor  número  del  que  en  mi  poder  tenía.  A  esto  tam- 


bien  proTejó  la  amistad.  M  Señor  D.  José  Fernando  Bamirex 
me  franqueó  cnanto  quise  de  su  copiosa  biblioteca,  debiendo 
igualmente  á  su  fino  cariñOj  me  diera  parecer  acerca  de  los  puñe- 
tes que  le  consultaba.  Cuando  aquella  biblioteca  pasó  en  parte 
á  poder  del  Señor  D.  Alfredo  Ghavero,  gocé  de  la  franquicia  para 
usar  de  los  libros  con  toda  amplitud.  Pero  mi  mayor  ventaja  res* 
pecto  de  este  capítulo,  la  saque  y  saco  aún,  de  la  muy  escogida 
librería,  rica  principalmente  en  manuscritos,  de  mi  amigo  y  co- 
lega el  Señor  DI  Joaquín  García  Icazbalceta,  quien  no  ha  tenido 
encubierto,  para  mí  ninguno  de  los  muchos  documentos  raros,  á 
veces  únicos,  ^ue  posee.  De  esta  manera  comprenderá  el  lector» 
que  he. contado  cou' materiales  abundantes  y  escogidos. 

Pasaron  los  años,  y  mi  escrito, .  retocado  á  cada  nuevo  docu- 
mento que  á  mi  poder  llegaba,  crecía,  crecía  en  términos  que  me 
desalentaban,  hasta  lograr  ponerle  término,  encerrándolo  en  cua- 
tro volúmenes  razonables.  Obstáculos  insuperables  se  me  opu- 
sieron para  lograr  la  impresión,  hasta  que,  como  lúempre,  la 
amistad  vino  en  mi  auxilio.  El  Sr.  D.  Francisco  Sosa,  propuso 
en  el  Siglo  XIX,  al  Supremo  Gobierno,  que  tomara  por  su  cuen- 
ta los  gastos  de  la  obra;  le  apoyaron  el  Sr.  D.  José  María  YijU» 
en  el  Monitor  Bqmhliccmo;  el  Sr.  D«  Santiago  Bamírez,  en  el  ifi- 
ñero,  y  otras  varias  personas  en  div'ersos  periódicos.  Les  agra- 
dezco tanto  más  sus  buenos  oficios,  cuanto  que  fueron  espontá- 
neos y  sin  que  les  precediera  la  más  pequeña  indicación  mia* 
Eficaces  resultaron  aquellos  artículos,  pues  inmediatamente  dis- 
puso el  Sr.  Ministro  D.  Ignacio  Mariscal,  que  se  procediera  á 
pasar  el  manuscrito  á  la  imprenta. 

Según  la  primera  orden,  se  imprimirían  quinientos  ejemplares, 
de  los  cuales  sé  reservaba  ciento  el  Gobierno,  quedando  en  mi 
provecho  los  cuatrocientos  restantes;  pero  después  en  una  con- 
ferencia, que  busqué  para  darle  las  gracias,  el  Sr.  Ministro  me 
significó  de  viva  voz,  que  los  ejemplares  subirían  á  mil,  de  cuyo 
número  solo  dispondría  el  Ministerio  de  dosdentos:  ademas  me 
hisEO  la  promesa  de  concederme  la  propiedad  de  la  obra,  luego 
que  yo  cumpliese  con  las  formalidades  prescritas  por  la  ley.  Ha- 
cia este  tiempo  el  Sr.  D.  Alfredo  Chavero  propuso  en  la  Cámara 
de  Diputados  se  incluyera  en  el  presupuesto  una  partida  para 
que  la  obra  fuese  impresa,  proposición  admitida  por  unanimidad 
übsoluta.   Ignoro  por  cuál  causa  quedó  olvidada  la  determina- 


vm 

eioBy  que  no  quedó  eomprendida  en  el  ptesapuesto.  Comenzó 
la  impresión  en  el  mes  de  Junio  del  presente  ano  de  1680.  A  me- 
dida  que  los  pliegos  enm  tirados,  he  repartido  nnos  pocos  á  cier- 
tos amigos  míos,  entre  otros  objetos^  para  qne  me  dieran  de 
tmevo  su  opinión,  que  ya  les  tenía  pedida,  y  me  indicasen  los 
errores  en  qne  incurriera,  piu*a  subsanarlos  en  la  mejor  formí^ 
posible  y  en  su  oportunidad. 

Con  una  deferencia  que  en  el  alma  estimo,  el  Sr.  D.  Joaquín 
García  leazbalceta  se  encargó  de  revisar  las  pruebas;  sus  conse- 
jos me  son  de  suma  utilidad.  No  terminaré  sin  comunicar  al 
lector,  que  de  mis  hijos,  Juan  fué  mi  dibujante  topógrafo;  Fer- 
nando el  dibajante  de  figuras  y  Josó  me  prestó  su  trabajo  en  la 
copia  de  documentos.  Inventario  de  reconocimientos  resultó  el 
prólogo. 

Siempre  promovido  por  los  buenos  oficios  de  mi  amigo  el  Sr. 
D.  Francisco  Sosa,  el  negocio  de  la  publicación,  que  había  sufri- 
do algunos  contratiempos,  quedó  definitivamente  arreglado  por 
eldecreto  siguiente,  que  á  la  letra  copio: 

''El  Presidente  de  la  Bepública  se  ha  servido  dirigirme  el  de- 
creto que  sigue: 

*'POBFIBIO  DÍAZ,  Prmdeni^  ocmstüudonal  de  los  Estados-  Uni-' 
dos  Mexicanos,  á  sus  habitanfeSy  sabed: 

''Que  el  Congreso  de  la  Union  ha  decretado  lo  siguiente: 

"El  Cosgreso  de  los  Estados-Unidos  Mexicanos  decreta: 

^'Artículo  único.  Se  autoriza  el  gasto  de  ocho  mil  ($  8.000)  pa- 
ra la  impresión  de  la  "Historia  Antigua  de  México,"  escrita  por 
el  O.  Manuel  Orozco  y  Berra. — J.  M.  Couttólennej  Diputado  pre- 
sidente.— Migud  Castellanos  Sánchez,  Senador  presidente. — Eme" 
ferio  de  la  Garza,  Diputado  secretario. — Enrique  María  Bvbio, 
Senador  secretario. 

"Por  tanto,  mando  se  imprima,  publique,  circule  y  se  le  dó  el 
debido  cumplimiento. 

"Dado  en  el  Palacio  del  Poder  Ejecutivo  Federal,  en  Móxico^ 
á  16  de  Octubre  de  1880. — Parjirio  Díaz. — ^Al  Secretario  de  Es* 
iado  y  del  Despacho  de  Hacienda  y  Or¿dito  público,  Manuel  J. 

Toro. 

"Y  lo  comunico  á  Y.  páralos  efectos  correspondientes. 

^'libertad  en  la  Gonstituciou,  México,  lo  de  Octubre  de  1880» 
— Toro. — ^Al . . . . " 


IX 

Sin  falsa  modestia»  me  preocupa  reciamente,  tengo  miedo  del 
juicio  que  el  lector  sensato  forme  de  la  obra.  Se  que  el  hombre, 
aun  el  mejor  dotado  por  la  Providencia,  es  trunco  é  imperfecto 
y  sujeto  por  lo  mismo  al  error;  los  más  acabados  productos  del 
ingenio  presentan  lunares  y  defectos;  no  siempre  atina  el  juicio 
á  encontrar  la  verdadi  aun  cuando  lo  intente  con  ánimo  recto. 
¿Qué  será  de  mí,  entregado  á  mis  propias  fuerzas,  más  imperfec- 
to y  trunco  que  los  demás?  Buena-fe,  estudio  y  trabajo  me  reco- 
nocerá el  lector,  y  si  el  libro  no  es  bueno  lo  perdonará  siquiera 
en  amor  de  la  recta  intención. 


PRIMERA  PARTE 


LA  CIVILIZACIÓN 


LIBRO    I 


CAPÍTULO  I. 

MUok)gia.—Lo9  ewOro  toles  comnogónieoa,— Opiniones,^ JBU  gnmto  aol.-^Pirámida 
de  TeoMuaean.Sdad  del  mundo.-^Más  tradiciones, 

LA  mitología  (de  mythos,  fábnlai  y  logoe,  discurso)i  no  es  un 
conooimiento  de  Tana  curiosidad.  Forma  parte  de  la  histo- 
ría,  relatando,  si  bien  en  manera  enigmática,  los  grandes  cataclis* 
mosdel  mundo  ó  las  hazañas  délos  hombres  distinguidos;  perte- 
nece á  la  religión  al  enumerar  los  hechos  de  los  dioses  y  su  culto; 
corresponde  á  la  moral  en  tanto  que  explica  las  reglas  de  conducta 
á  que  los  creyentes  se  sujetan;  cae  bajo  «1  dominio  de  la  filosofía, 
al  juzgar  por  las  leyendas  del  estado  de  adelanto  alcanzado  por 
el  pueblo  que  las  adopta.  Necesidad  ó  simple  especulación  ur- 
gen al  hombre  púa  darse  cuenta  de  los  objetos  que  le  rodean. 
Impaciente  por  explicarlo  todo,  cuando  no  alcanza  la  solución 
de  un  problema,  inventa  una  hipótesis;  si  el  hecho  está  fuera 
de  la  observación,  si  la  inteligencia  no  puede  entenderle,  ni  aún 
siquiera  definirle,  ó  bien  le  niega  con  pretenciosa  indiferencia, 
ó  se  conforma  con  un  mito  de  su  propia  cosecha,  tanto  más 
apreciable  para  él  cuanto  más  confuso  y  enredado  es.  Las 
cuestiones  que  más  le  importan  son  las  relacionadas  con  su  per« 
sona.  ¿De  dónde  viene?  ¿Cuál  es  su  destino  en  este  mundo? 
¿Que  término  habrá  más  aUá  del  sepulcro?  Su  vida  en  el  plane- 
ta la  arregla  por  la  religión,  las  leyes  y  las  costumbres;  en  cuan- 


4# 

to  á  lo  demás,  presa  de  su  propia*  ceguedad,  da  hienda  suelta  á 
la  imaginación,  y  á  falta  de  verdades  reconocidas,  se  conforma 
con  mentiras  manifiestas. 

La  mitología  mexicana  comienza  naturalmente  por  los  oríge- 
nes de  los  dioses,  de  la  creación  y  del  género  humano.  La  pri- 
mera leyenda,  bien  bella  por  cierto,  se  reñere  á  los  cuatro  soles 
cosmogónicos.  Los  autores  no  va^onformes  en  el  orden  suce- 
ssivo  de  esos  soles,  ni  en  su  número;  aunque  están  acordes  en  los 
hechos  mismos.  Cuentan  los  unos,  haber  habido  tres  pretéritos 
j  estar  en  uno  de. presente,  es  decir,  cuatro;  otros  señalan  cua- 
tro pasados  y  uno  actual,  esto  es,  cinco:  en  cuanto  al  tiempo, 
varían  entre  períodos  cortos  6  muy  prolongados.  (1)  Las  causas 
de  esta  confusión  son  varias,  asignando  entre  ellas  la  incuria  de 
los  copiantes  de  opiniones  ajenas;  la  ignorancia  en  las  pinturas 
jeroglíficas;  la  errada  idea  de  corregir  por  raciocinios  y  consi- 
deraciones los  hechos  acontecidos,  enmendando  la  plana  á  los 
escritores  indígenas  á  fuer  de  ser  ellos  hombres  civilizados:  no 
pequeña  parte  en  el  embrollo  tienen,  quienes  por  dar  novedad  á 
sus  escritos,  sacan  á  relucir  sistemas  no  abonados  por  la  verdad 
j  ivüx  tal  vez  mentirosos  inventos. 

Adoptamos  la  versión  conservada  por  el  Códice  Vaticano:. (2) 
60  tm  documento  auténtico,  que  debe  ser  preferido  en  el  laberin- 
to de  las  opiniones,  y  que  cuenta  en  su  apoyo  algunas  de  las  más 
respetables  de  I9S  autores  nacionales:  segnimos  también,  aunque 
en  parte,  la  explicación  que  acompaña  á  la  pintura  (3).  ^Exami- 
nando en  Boma  el  Cod.  Vaticanus^  niim.  8,738,  dice  Humboldt, 
(4)  copiado  en  1566  por  el  religioso  dominioo  Pedro  de  los  Bios, 
en<}ontré  el  dibujo  mexicano  representado  en  la  lám.  XXYI.  JEiste 
monumento  histórico  es  tanto  más  curioso,  cuanto  que  indica  la 
duración  de  cada  edad  por  medio  de  signos  cuyo  valor  conoce- 


(1)  IxÜilxocliitl,  Sumaria  relao.  de  la  hist.  gen.,  HS.— Boturini,  Idea  de  una  nueva 
Wat  gen.,  pág.  8.— Clavigeto,  hist.  antíg.,  tom.  I,  pág.  26a.^ye7tia,  hist'  antig., 
tom.  I,  pág.  83.— Gomara,  segunda  paarte,  oap.  CLXXXXTI."^ama,  g  62,  pág.  S«i. 
«-Humboldt,  Yues  des  cordül^res,  tom.  II,  pág.  118.  áu¡.,  4c. 

(2)  A  oopy  of  a  Mexican  manuscrípt,  presenred  in  tha  Librazy  of  the  Vaticaii: 
149  pages.  Marked  Ko  3,788.  Eingáborough,  tom.  ü. 

(8)  Spiegazione  delle  taróle  del  Oodloe  Hexieano,  ohe  si  conserva  nella  Biblioteca 
Vaticana,  Al  no.  8,788.  MS.  Eingsborougb,  tom.  V,  pág.  IS>9  y  sig. 
(4)  Yues  des  Gordilléres,  tom.  n,  pág.  118. 


/ 


mos.  En  el  comentario  del  P.  Eios  está  enteramente  confundido 
el  orden  en  el  cual  se  han  sucedido  las  cí^tástrofes,  pues  el  dilu- 
vio que  es  la  última,  está  considerada  como  la  primera.  £1  misy  o 
error  se  encuentra  en  las  obras  de  Gomara,  de  Clavigero  (*)yde 
la  mayor  parte  de  los  autores  españoles,. que  olvidando  que  los 
mexicanos  colocaban  sus  jeroglíficos  de  derecha  á  izquJLerda,  co* 
menzando  por  la  parte  inferior  de  la  página,  invirtieron  necesa* 
riamente  el  orden  de  las  cuaitro  destrucciones  del  mundo.  Indi- 
caré el  orden  seguido  en  la  pintura  mexicana  de  la  biblioteca  del 
Vaticano,  j  como  se  dice  en  una  muy  curiosa  historia  escrita  en 
lengua  azteca,  cuyos  fra^entos  fueron  conservados  por  el  indio 
Fernando  de  Alba  IxtKIxochitl  (^*).  El  testimonio  de  un  autor  in-^ 
dígena  y  la  copia  de  una  pintura  mexicana,  hec^a  en  México  po- 
co tiempo  después  de  la  conquista,  merecen  sin  duda  más  con- 
fianza que  la  relación  de  los  historiadores  españoles.  La  discor- 
dancia provenida  de  la  capsa  acabada  de  indicar,  sólo  influye  ex^ 
el  orden  de  las  destrucciodses,  porque  las  circunstancias  de  cada 
una  están  referidas  de^la  manera  más  uniforme  por  Gomara,  Pe- 
dro de  los  Bios,  Ixtlilxochitl/  Clavigero  y  Gama."^ 

Epl  comentador  del  Códice  Vaticano  coloca  las  destrucciones 
en  esta  forma:  1%  Atonatiuh  ó  sol  dé  agua;  2**,  Ehecatonatiuh  6 
sol  de  aire;  3%  Tletonatiuh  6  sol  de  fuego;  4t%  Tlaltonatiuh  ó  sol 
de  tierra:  este  es  el  orden  verdadero.  Humboldt,  guiado  por  las 
consideraciones  que  expone,  invierte  la  colocación  en  este  modo: 
Tlaltonatiuh,  Tletonatiuh,  Ehecatonatiuh,  Atonatiuh,  lo  cual  no  va 
4e  acuerdo  con  el  MS.  azteca  citado  por  Gama,  que  pone  Tlalto- 
natiuh, Ehecatonatiuh,  Tletonatiuh,*  Atonatiuh,  ni  conforme  tam- 
poco con  Ixtlilxochitl,  quien  escribe  Atonatiuh,  Tlaltonatiuh, 
Ehecatonatiuh,  Tletonatiuh,  si  bien  cambia  esta  secuela  en  otra 
de  sus-  relaciones.  Si  Humboldt  no  tiene  justicia  en  estos  aser- 
tos, la  alcanza  de  sobra  al  asentar  la  manera  de  ser  leída  una  pá^ 
gina  jeroglífica;  pero  si  la  regla  es  general,  tiene  la  excepción  de 
cuando  el  relato  va  seguido  en  línea  recta^  y  aun  de  izquierda  á 
derecha,  como  acontece  en  la  pintura  sincrónica  de  Tepechpan, 
y  otras.  El  Códice  Vaticano  es  una  de  estas  excepciones.  Ademas 
el  cambio  se  h^  hecho  intencionalmente  por  aquellos  escritores. 


(*)  Storia  antica  del  Messico,  tom,  II,  pág*.  57. 

(♦*)  Gama,  §  62,  pág.  97.  Boturini,  Cat.  delMtifieo,  §  VIH,  niím.  13. 


que  impulsados  del  deseo  cristiano,  en  manera  alguna  autoriza- 
doy  de  ajustar  las  tradiciones  indias  con  las  verdades  híblicas, 
no  titubearon  en  llevar  al  último  lugar  el  Atonatiuh  para  hacer- 
lo coincidir  con  el  diluvio  de  Noe.  Delante  de  la  pintura  origi* 
nal,  del  documento  auténtico,  desaparece  todo  linaje  de  conside- 
raciones; la  página  relata  la  genuina  tradición  del  pueblo  á  que 
pertenece;  la  lectura  propia  es  la  dada  por  el  comentador. 

^^ntre  todos  los  rangos  de  analogía,  prosigue  Humboldt^  (1) 
observados  en  los  monumentos,  en  las  costumbres  y  en  tas  tra- 
diciones de  los  pueblo»  de  Asia  y  de  América,  el  más  palpable  es 
el  presentado  por  la  mitología  mexican&y  en  la  ficción  cosmogó- 
nica de  las  destrucciones  y  de  las  regeneraciones  periódicas  del 
universo.  Se  remonta  hasta  la  más  alta  antigüedad  esa  ficción, 
que  suponiendo  la  materia  indestructible  y  atribuyendo  al  espa- 
cio lo  que  parece  pertenecer  solo  al  tiempo,  liga  la  sucesión  de 
.  «43Íertos  grandes  ciclos  á  la  idea  de  la  renovación  del  mundo.  Los 
libros  sagrados  de  los  hindus,  principalmente  los  BkdgavcUa  Faur- 
ránfi^  hablan  ya  de  las  cuatro  edades  y  de  los  ^oJayo^  ó  cataclis- 
mos que  en  diversas  épocas  hicieron  perecer  la  especie  huma- 
na. (^)  Existe  en  la  mesa  del  Tibet  (^  una  tradición  de  cinco 
edades,  análoga  á  la  de  los  mexicanos.  Si  es  verdad  que  esta  fic^ 
cion  astrológica,  trasformada  en 'base  de  un  sistema  particular 
de  cosmogonía,  nació  en  el  Hindostán,  es  también  probable  que 
de  ahí  pasara  á  los  pueblos  occidentales,  por  el  Irán  y  la  Caldea. 
No  puede  desconocerse  la  semejanza  entre  la  tradición  hindú  de 
los  yugas  y  de  los  kalpas,  los  ciclos  de  los  habitantes  antiguos  de- 
Etruria,  y  esa  serie  de  generaciones  destruidas,  caracterizadas 
por  Hesiodo  bajo  el  emblema  de  los  cuatro  metales.'* 

En  efecto,  la  analogía  es  palpable:  veámoslo. 

El  primer  sol,  más  bien  edad,  época,  se  nombra  AUynatiuh^  de 
aüj  agua,  y  tonatiuh,  sol:  .sonando  el  compuesto,  sol  de  agua, 
diluvio,  ó  como  quiere  Boturini,  primer  curso  solar  que  destru- 
yeron las  aguas.  Según  el  dominicano  Bios,  llamóse  el  período 
CQnizutal,  ''che  vuol  diré  la  testa  bianca.''  La  pintura  del  Códice 


(1)  Loco  cit. 

(*)  Hamilton  y  Langles,  Catalogue  des  Manuscnts  sanskrits  de  la  Bibl.  iinpér.; 
p.  18.  Beeh.  i^siatiquea,  Tom.  II,  pág.  171.  Moer,  Hindú  PantHeon,  p.  27  et  101. 
(•♦)  Georgi,  Alphab.  Tibetanum,  p.  220. 


J 


Vaticano  está  compuesta  del  símbolo  aüj  reconocible  en  el  color 
azul  y  los  apándices  terminados  en  pequeñ¿s  círculos  concéntri- 
cos. Dentro  del  agua  se  distingue  el  símbolo  caUi^  casa,  con  un 
hombre  sacando  el  brazo  y  la  cabeza,  para  significar  la  sumer- 
sión de  los  edificios  y  stis  moradores;  se  ven  nadando  dos  pe- 
ces, no  tanto  porque  éstos  sean  los  habitantes  del  líquido  ele- 
mento, cuanto  porque,  según  la  tradiciop,  los  hombres  quedaron 
convertidos  en  Tlacamickin^  personas  pescados.  Flota  al  medio 
de  las  aguas  un  madero  ahuecado,  ocoSÍ,  canoa,  según  lo  in- 
dican las  hojas,  conteniendo  un  hombre  y  una  mujer,  el  único  par 
privilegiado;  escapado  al  peligro^  guardando  el  fuego  del  hogar: 
según  el  comentario,  la  barca  estaba  coBstruida  de  tin  tronco  de 
(íhiíehi*eíL  Preside  el  cataclismo  la  diosa  Matlalcueye  ó  Ghal- 
ohiuhtlicue,  con  sus  atributos  del  agua  y  de  las  lluvias,  cual  si 
bajara  del  cielo  conducida  por  el  rayo.  1E¡Í  dia  en  que  aconteció 
la  inundación,  fué  el  señalado  con  el  signo  maÜcuMi  atí:  el  valor 
del  período  ^a  marcado  con  los  caracteres  numerales;  cada  circu- 
lo mayor  terminado  por  una  especie  de  pluma,-  vale  cuatrocien- 
tos; cada  circuliUo  menor,  indica  una  unidad:  as!  la  duración  de 

m 

la  época  fué  de  4,008  años. 

La  segunda  edad  es  Ehecatonatiuk,  de  ékecaüy  viento,  y  UmaJlmh; 
suena,  sol  de  viento  ó  terminado  por  los  vientos:  Bios  le  llama 
^^Ccmesstvque^  y  netas  aurea,^'  En  la  parte  sui)erior  de  la  pintura 
aparece  el  símbolo  tonatiuh^  en  solo  una  mitad,  denotando  que  el 
sol  está  menguado  ó  roto;  lleva  una  cauda  en  forma  de  culebra, 
presagio  del  desastre  y  atributo  de  QuetzalcoatL  Este  dios,  cual 
si  saliera  del  astro,  saca  la  cabeza  y  los  brazos,  llevando  *en  las 
manos  sus  signos  característicos,  el  báculo  y  un  manojo  de  plu- 
mas de  qy/etzaRL  Nótanse  cuatro  cabezas  fantásticas,  símbolo  de 
éhecaü,  significando  que  los  vientos  se  desencadenaron  de  los  cua- 
tro puntos  cardinales,  así  como  las  líneas  formando  ya  cuadrilá- 
teros, ya  figuras  abiertas  de  tres  lados,  que  el  soplo  varió  en  to- 
das direcciones.  Las  líneas  amarilla,  de  puntos  y  recurvas,  sim- 
bolizan los  remolinos  formados  por  el  polvo.  En  medio  de  este 
desorden  se  agitan  los  monos,  en  que,  según  la  tradición,  fueron 
convertidos  los  hombres.  Dentro  de  una  gruta  conversan  tran- 
quilamente un  hombre  y  una  mujer,  el  par  privilegiado  escapado 
á  la  furia  de  los  huracanes  que  destruyeron  el  género  humano; 
salváronse  ellos  y  también  el  fuego  del  hogar.  Aconteció  el  ca- 


8 

tacUsmo  en  el  eigno  ehecaüy  habiendo  durado  el  período  4^10  anos. 

Tletonativk  de  ileüy  faego:  sol  de  fa^o,  ó  tercera  edad;  llama- 
da por  BioSj  ''Tzonchiclultuqiiey  che  vnol  diré  TEtíi  colorata  ó 
rossa."  Presenta  la  estampa  una  figura  semejante  á  la  sección  de 
una  olla  de  barro,  comiü,  tomada  del  cuello  á  la  boca;  termina  por 
los  lados  opuestos  laterales  por  unas  fajas  curras,  símbolo  de 
üaJ^^  tierra,  distinguible  en  los  cuadriláteros  alternados  de  di- 
versos colores  acompañados  de  hojas  de  plantas.  El  campo  del 
dibujo  es  rojo,  dando  á  entender  el  conjunto,  que  la  tierra  se  ha 
abierto  en  profundas  grietas,  en  cuyo  fondo  hierre  el  fuego  sub* 
terráneo  como  en  un  puchero,  y  el  líquido  encendido  se  derrama 
sobre  la  superficie  exteifior:  en  este  cataclismo  pere<»ó  el  género 
humano  al  embate  de  las  erupciones  volcánicas  y  de  lluvias  de 
fuogo.  En  medio  de  la  abra  se  distingue  al  dios  Xiuhtecuhtli 
Tletl,  el  fuego  señor  del  año,  saliendo  del  cráter  de  un  volcan» 
lanssando  con  ambas  manos  jbacia  la  tierra  la  lluvia  de  fuego;  si- 
gúele la  cauda  cometaria  del  fu^go  y  del  rayo,  prásago  del  de- 
sastre. En  la  parte  m^os  atormentada  se  ve  repetido  dos  veces 
el  mímico  coZZí,  atravesado  por  unas  yerbas,  avisando  que  sobre 
los  edificios  destruidos  brotó  la  vegetación.  Vuelan  los  pájaros 
azorados  y  con  el  pico  abierto;  son  los  únicos  animales  presentes 
^  el  cuadra  Dentro  de  una  gruta,  llenos  de  espanto,  cual  lo  in- 
dica su  color  amarillo,  conversan  la  mujer  y  el  hombre,  salvados 
:ánioamente  de  la  espantosa  catástrofe.  Aconteció  en  el  signo  c^t- 
oanohui  cUin,  nueve  movimientos,  y  duró  la  edad  ^804  anos. 

TlaU{m<xbití}if  de  Üalli,  tierra;  sol  de  tierra,  cuarta  y  última  edad^ 
denominada  por  Bios,  *'Etdi  delli  capelH  neri."  La  tíena  no  pro- 
dujo los  acostumbrados  frutos,  y  los  hombres  perecieron  de  ham- 
bre. El  dibujo  asume  una  figura  triangular,  terminada  lateral-, 
mente  por  un  cordón  ó  torzal  de  los  tallos  de  las  plantas  trepa- 
doráJ^  con  hojas  y  flores.  La  diosa  Xochiquetzal,  flores  de  quetzar 
Uip  baja  impelida  de  lo  alto  y  empuña  las  flores  terminales  de  los 
^^otdones^  cual  si  los  llevara^  hacia  los  hombres;  esta  divinidad 
era  especialmente  venerada  como  diosa  de  los  amores,  y  duran- 
te el  mes  Quecholli  le  sacrificaban  muchas  doncellas  (1).  Arriba 
de  Id  divinidad  se  hotan  unas  semillas  arrojando  hojas  y  flores, 
cual  si  terminada  ya  la  esterilidad  volviera  el  suelo  á  producir 

(1)  Torqxiemada,  lib.  X,  cap  XXXV. 


i 


9 

SUS  sazonados  frutos.  Vánse  á  la  derecha  un  hombre  y*  una  mu- 
jer, llevando  en  la  una  mano  flores  ó  frutos,  y  en  la  otra unaban- 
dera;  Humboldt  (1)  dice  ser  un  instrumento  cortante;  no,  la  ban- 
dera como  carácter  numeral  significa  veinte,  y  en  este  casoy  podría 
decir  que  igual  numero  era  el  de  las  parejas  salvadas,  ó  bien  que 
los  frutos  habían  sido  recojidos  veinte  anos  después  de  la  este*, 
rilidad;  y  pudiera  también  ser  signo  de  fiesta  y  regocijo  como  en 
.  el  mes  Panquetzaliztli,  nombre  derivado  de  jxin^Zí,  bandera.  Una 
sola  figura  de  hombre,  con  los  mismos  objetos  en  las  manos,  vie- 
ne como  á  incorporarse  con  la  pareja  del  lado  opuesto.  Duró  es- 
ta edad  5,206  años  (2)< 

Conforme  á  esta  leyenda  el  mundo  fué  creado  en  un  año  ce  tec* 
paü.  TeqpaÜy  pedernal  ó  silex,  es  el  símbolo  del  fuego;  en  pste 
signo  salió  el  mundo  del  caos;  no  se  dice  si  por  voluntad  y  pode- 
río de  los  dioses,  si  }}ien*se  coníprende  haber  sido  de  esta  mane- 
ra, según  las  pinturas  mismas  que  bit^cen  presidii^á  las  divinida- 
des en  los  diversos  ¿atadismc».  Ce  tecpatlj  es  el  principio  del 
tiempo  y  de  la  oronolc^;la.  Tampoco  se  dice  cuando  fuera  creado 
el  hambre,  aunque  se  advierte  que  sufrió  de  presente  el  rigor  de 
aquellas  plagas.  Cuatro  veces  la  humanidad  fué  destruida  por 
grandes  cataclismos;  primero,  por  un  diluvio  en  que  perecen  los 
aeres,  á  excepción  de  un  hombre  y  de  una  mujer,  padres  de  la 
nueva  humanidad;  después  por  grandes  huracanes  que  todo  lo 
arrasan,  salvándose  el  matrimonio  que  repoblará  el  mundo;  gran- 
des erupciones  volcánicas  remueven  la  corteza  del  {Planeta,  des- 
truyen tercera  vez  la  especie  humana,  salvándose  todavía  el  par 
destinado  á  perpetuar  las  razas;  por  -áltimo,  la  tierra  niega  sus 
frutos,  se  esti^mece  al  impulso  de  los  terremotos,  y  viene  á  termi- 
nar las  revoluciones  del  mundo.  Estas  renovaciones  periódicas 
se  verifican  por  el  agua,  el  aire,  el  fuego  y  la  tierra;  los  cuatro 
elementos  constitutivos  de  todas  las  cosas,  no  solo  en  las  creen- 
cias de  los  pueblos  americanos,  sino  también  en  las  de  los  pue- 
blos civilizados  del  antiguo  mundo. 

Cuatro  soles  fueron  extinguidos  por  las  divinidades  á  las  cua- 
les estaban  consagrados  los  elementos.  Según  lo  que  de  las  pin- 
turas  se  desprende,  tres  veces  pereció  el  género  humano,  y  otras 


(1)  Vues  des  Cordjlléres,  pág,  124. 
(2)  Véase  Anales  del  Museo  Nacional,  toni.  1,  pág.  359  y  siguientes. 


I 


10 

tantas  fué  repoblada  la  tierra  por  la  pareja  salrada  del  cataclis- 
mo. En  el  cuarto  período  no  sncedió  así;  ademas  del  hombre  y 
de  la  mujer,  tal  vez  de  veinte  familias,  como  pueden  indicarlo  las 
banderas,  quedaron  aún  otros  liabitantes.  Si  en  las  anteriores 
pintur^iS  hay  designio  de  explicar  una  catástrofe,  en  la  ultimase 
ye  el  intento  de  poner  á  la  vista  una  escena  alegre;  los  colores 
del  cuadro  son  agradables,  preside  la  diosa  Xochiquetzal  de  los 
lícitos  amores.  Más  bien  que  á  conmemorar  la  calamidad  del 
hambre,  parece  dirijida  á  señalar  el  término  de  la  esterilidad  de 
la  tierra  Según  los  estudios  hechos  por  mi  amigo  Alfredo  Cha- 
vero,  este  sol  postrero,  más  bien  época  cosmogónica,  conmemo- 
ra la  destrucción  del  reino  de  Tollan,  acabado  por  la'  peste,  el 
han^bre  y  la  guerra. 

'^Las  cuatro  edades  designadas  bajo  el  nombre  de  soles,  dice 
Hnmboldt  (1)  componen  un  total  de  18,0^  años,  es  decir,  seis 
mil  años  más  (}ue  las  cuatro  edades  persas  descritas  en  el  Zend- 
Avesta  (*).  No  veo  indicado  en  parte  alguna  cuántos  fueron  los 
años  transcurridos  desde  el  diluvio  de  Coxcox  hasta  el  sacrificio 
de  Tlalixco,  ó  hasta  la  reforma  del  calendario  azteca;  sea  cual 
fuere  la  relación  que  se  les  atribuya,  resulta  siempre  que  los  me- 
xicanos daban  al  mundo  una  duración  de  más  de  veinte  mil  años. 
Esta  duración  contrasta  sin  duda  con  el  gran  período  de  los  hin- 
dus  que  cuenta  4320,000  años,  y  sobre  todo  con  la  ficción  cosmo- 
gónica de  los  tibetanos,  según  la  cual  la  especie  humana  cuenta 
ya  diez  y  ocho  evoluciones,  compuesta  cada  una  de  muchos  padú 
expresados  por  cantidades  de  sesenta  y  dos  cifras:  {**)  sin  em- 
bargo, muy  notable  es  encontrar  en  un  pueblo  americano  los  días 
y  los  años  en  que  el  mundo  ^ufrió  grandes  catástrofes,  hace  más 
de  veinte  siglos,  por  el  mismo  sistema  de  calemdario  usado  á  la 
llegada  de  Cortés." 

D.  Antonio  de  León  y  Gama,  (2)  siguiendo  la  versión  de  un 
Ms.  mexicano,  dice:  "Creyeron  que  el  sol  había  muerto  cuatro 
veces,  ó  que  hubo  cuatro  soles,  que  habían  acabado  en  otros  tan- 
tos tiempos  ó  edades;  y  que  el  quinto  sol  era  el  que  actualmente 
los  alumbraba.  Contaban  por  primera  edad  ó  duración  del  pri- 

(1)  Loco  cit,  pág.  1^8. 

(*)  An*quetil,  Zend-Avesta,  tomo  II,  pág.  352. 
(*♦)  Alphab.  Tibet.,  pág.  472. 

(2)  Descrip.  de  las  piedras,  primera  parte,  nüm.  62,  pág.  94. 


11 

< 

mer  sol  676  años,  al  fin  de  los  cuales,  en  uno  nombrado  ce  acatl, 
estando  el  sol  en  el  signo  iiaJim  oodoü,  se  destruyeron  los  hom- 
bres faltándoles  las  semillas  y  demás  mantenimientos;  y  fueron 
muertos  y  comidos  por  los  tigres  ó  tecuani,  que  eran  unos»  anima- 
les feroces;  acabando  con  ellos  juntamente  el  primer  sol,  cuya 
destrucción  duró  el  tiempo  de  13  años.  La  segunda  edad  y  fin 
del  segundo  sol,  fingieron  que  había  sido  estando  éste  en  el  sig^o 
nahui  ehecatly  en  q^e  unos  furiosos  vientos  arrancaron  los  árboles, 
demolieron  las  casas  y  se  Ueyaron  á  los  hombres,  de  los  cuales 
quedaron  algunos  convertidos  en  monas;  y  qu^  esta  segunda  des* 
truccion  aconteció  en  el  año  ce  tecpaÜ  á  los  364  de  la  primera,  y 
en  el  referido  dia  nahui  ehecaü.  En  otro  año  nombrado  también 
ce  tecpatl,  habiendo  pasado  otros  312  años  de  la  segunda  destruc- 
ción, dicen  que  sucedió  la  tercera  y  fin  del  tercero  «sol^  estando 
éste  en  el  signo  nahuiquiahuiü,  en  que  fueron  destruidos  con  fuego 
y  convertidos  en  aves.  Y  finalmente  la  cuarta  vez,  en  que  fingie- 
ron haber  acabado  el  cuarto  sol,  fué  en  el  Diluvio,  en  que  pere- 
cieron los  hombres  sumei^dos  dentro  del  agua;  los  que  supusie- 
ron haberse  convertido  en  pescados  del  mar;  y  esta*  destrucción 
dicen  que  fué  á  los  62  «ños  de  la  tercera,  en  uno  nombrado  ce  cctUí, 
y  en  el  dia  nombrado  Tuxhui  a£." 

Los  cuatro  soles  en  este  escrito  terminaron  por  la  tierra,  el 
viento,  el  fuego  y  el  agua;  el  periodo  total  se  eleva  á  1,401  años. 
Comparado  con  el  orden  de  los  soles  y  el  período  de  18,(}28  años 
admitidos  por  el  Códice  Vaticano,  la  diferencia  es  enorme.  La 
verdadera  tradición  es  la  del  Códice.  El  escritor  mexicano  tras- 
tomó  los  soles  para  dejar  como  postrero  el  diluvio,  y  rebajó  el 
valor  de  los  signos  cronográficos,  porque  medroso  de  los  tiempos 
en  que  vivía  y  urgido  por  la  enseñanza  religiosa,  nada  se  atrevió 
á  decir  contra  las  doctrinas  cristianas.  Pero  el  período  máximo 
y  el  mínimo  tienen  el  mismo  fundamento;  ninguno  de  eUos  puede 
ser  admitido  como  verdad  incontrovertible.- 

La  leyenda  más  genuina  acerca  de  la  creación  del  quinto  sol, 
es  la  recogida  por  el  P.  Sahagun  (1).  "Decían  que  antes  que  hu- 
biese dia  en  ^1  mundo,  que  se  juntaron  los  dioses  en  aquel  lugar 
que  se  llama  Teutioacan,  (que  es  el  pueblo  dé  San  Juan  entre 
Chiconauhtlan  y  Otumba),  dijeron  los  unos  &  los  otros:  '^dioses, 

(1)  iiib.  VII,  cap.  II,  tom.  U,  pág.  24r>. 


12 

¿quién  tendrá  cargo  de  alumbrar  el  mundo?'\  luego  á  estas  pala-  ' 
bras  respondió  un  dios  que  se  llamaba  Tecuoiztecatl  y  dijo:  ''Yo 
tomo  á  cargo  de  alumbrar  el  mundo:'*  luego  otra  vez  hablaron 
los  dioses  y  dijeron:  "¿quién  será  otro  más?"  al  instante  «se  mirar 
ron  los  unos  á  los  otros,  y  conferían  quién  sería  el  otro,  y  ningu- 
no de  ellos  osaba  o&ecerse  á  aquel  oficia,  todos  temían,  y  se 
excusaban.  Uno  de  los  dioses  de  que  no  se  hacía  cuenta  y  era 
buboso,  no  hablaba,  sino  que  oía  lo  que  los  otirod  dioses  decían: 
los  otros  habláronle  y  dijéronle:  ''sé  tu  el  que  alumbres,  bubosi- 
to,"  y  él  de  buena  voluntad  obedeció  á  lo  que  le  mandaron  y  res^ 
pondió:  ''en  merced  recibo  lo  que  me  habéis  mandado,  sea  así,'^y 
luego  los  dos  comenjzaron  á  hacer  penitencia  cuatro  días.  Des- 
pués encendieron  fuego  en  el  hogar  el  cual  era  hecho  en  una  pe* 
ña  que  ahorni  llaman  teiUexcaUi  El  dios  llamado  Tecuciztecatl 
todo  lo  que  ofrecía  era  precioso,  pues  en  lugar  de  ramos  ofrecía 
plumas  rioa3  qtid  se  llaman  manqudmUi:  ^n  lugar  de  pelotas  de 
heno,  ofrecía  pelotas  de  oro:  en  lugar  de  espinas  ensangrenta- 
das, ofrecía  espinas  hechas  de  coral  colorado,  y  el  copal  que 
ofrecía  era  muy  bueno.  El  buboso, 'que  se  llamaba  Nanaoatzin, 
en  lugar  de  ramos  ofrecía  cañas  verdes  atadas  de*tres  en  tres, 
todas  ellas  llegaban  á  nueve:  ofrecía  bolas  de  heno  y  espinas  de 
maguey,  y  ensangrentábalas  con  su  misma  sangre,  y  en  lugar  de 
copal,  oñrecía  las  postillas  de  las  bubas.  A  cada  uno  de  éstos  se 
les  edificó  una  torre  como  monte;  en  los  mismos  montes  hicieron 
penitencia  cuatro  noches,  y  ahora  se  llaman  estos  montes  tzacna- 
Uif  están  ambos  cerca  del  pueblo  de  San  Juan  que  se  llama 
Teuhtioacan*  De  que  se  acabaron  las  cuatro  noches  de  su  pe- 
nitencia, esto  se  hizo  al  fin  ó  al  remache  de  ella,  cuando  la  no- 
ciré siguiente  á  la  media  noche  habían  de  comenzar  á  hacer  sus 
oficios^  antes  un  poco  de  la  medianía  de  ella,  diéronle  sus  aderezos 
al  que  se  llamaba  Tecuciztecatl,  á  saber,  un  plumaje  llamado 
aztacomitl,  y  una  jaqueta  de  lienzo,  y  al  buboso  que  se  llamaba 
Nanaoatzin,  tocáronle  la  cabeza  con  papel  que  se  llama  amaizmi- 
tUf  y  pusiéronle  una  estola  de  papel  y  un  maxüt  de  lo  mismo. 
Llegada  la  media  noche,  todos  los  dioses  se  pusieron  en  derrer 
dor  del  hogar  que  se  llama  teutexoaUu  En  .éste  ardió  el  fuego 
cuatro  dias:  ordenáronse  los  bichos  dioses  en  dos  rendes,  unos 
de  la  una  parte  del  fuego  y  otros  de  la  otra,  y  luego  los  dos  sío- 
bredichos,  se  pusieron  delante  del  fuego  y  las  caras  hacia  él,  en 


13 

medio  de  los  dos  rencLes  de  los  dioses,  los  cuales  todos  estaban 
levantados,  y  luego  hablaron  y  dijeron  á  Tecuciztecatl:  "¡Ea^ 
pues,  Tecuciztecatl,  entra  tú  en  el  fuego:"  y  él  luego  acometió  para 
echarse  en  él;  y  como  el  fuego  era  grande  y  estaba  mtiy  encendi- 
do, sintió  la  gran  calor,  hubo  miedo,  y  no  oso  echaYse  en  él  y 
volvióse  atrás.   Otra  vez  tornó  para  echarse  en  la  hoguera  ha- 
ciéndose fuerza,-  y  l^pgándose  se  detuvo,  no  osó  arrojarse  en  la 
hoguera,  cuatro  veces  probó,  pero  nunca  se  osó  echar.    Estaba 
puesto  mandamiento  (Jue  ninguno  probase  más  de  cuatro  veces. 
De  que  hubo  probado  cuatro  veces,  Iqb  dioses  luego  hablaron  á 
Nanaoatzin,  y  dijéronle. .  ^ . .  ¡Ea,  pues,  Nanaoatzin,  prueba  tú! 
y  como  le  hubieron  hablado  los  dioses,  esforzóse,  y  cerrando  los 
ojos,  arremetió  y  echóse  en  el  fuego,  y  luego  comenzó  á  rechi- 
nar y  respendar  en  el  fuego  como  quien  se  asa.  Como  vio  Tfetju- 
ciztecatl  que  se  había  echado  en  el  fuego  y  ardía,  arremetió  S 
echóse  en  la  hoguera,  y  dizque  una  águila  entró  en  ella  y  tam- 
bién se  quemó,  y  por  eso  tiene  las  plumas  hoscas-  ó  negrestinas. 
A  la  postre  entró  un  tigre  y  no  se  quemój  sino  chamuscóse,  y 
por  eso  quedó  manchado  de  negro  y  blanco:  de  este  lugar  se  to- 
mó la  costumbre  de  Uamao:  á  los  hombres  diestros  en  la  guerra, 
CuanhÜocelotl^  y  dicen  primera  QuauMi  porque  el  águila  primero 
entró  en  el  fuego,  y  dícese  á  la  postre  oodoü,  porque  el  tigre  en- 
tró en  el  fuego  á  la  postre  del  águila.  Después  que  ambos  se  hu- 
bieron arrojado  en  el  fuego,  y  q^^^^^  habían  quemado,  luego  los 
dioses  se  sentaron  á  esperar  á  que  prontamente  vendría.á  salir 
elNanao^in.  Habiendo  estado  gran  rato  esperando,  comenzóse 
á  poner  colorado  el  cielo,  *y.0Íi  todas  partes  apareció  la  luz  del 
alba.  Dicen  que  después  de  ésto  los  dioses  se  hincaron  de  rodi- 
llas para  esperar  por  donde  saldría  Nanaoatzin  hecho  sol:  mira- 
ron á  todas  partes  volviéndose  en  derredor,  mas  nunca  acertaron 
á  pensar  ni  á  decir  á  qué  parte  saldría,  en  ninguna  ibosa  se  deter- 
mixtaron:  algunos  pensaron  que  saldría  de  la  parte  del  Norte,  y 
paráronse  á  mirar  hacia  él;  otros  hacia  el  Medio  dia,  á  todas  partes 
sospecharon,  que  había  de  saür,  porque  por  todas  partes  había 
resplandor  del  alba:  otros  se  pudieron  á  mirar  hacia  el  Oriente, 
7  dijeron,  aquí  de  esta  parte  ha  de  salir'el  sol.  El  dicho  de  éstos 
fué  verdadero:  diceii»que  los  que  miraron  hacia  el  Oriente  fueron 
Quetzalcoatl,  que  también  se  llama  Ehecatl,  y  otro  que  se  llama 
Totee  y  por  otro  nombre .  Anaoatlytecu,  y  por  otro  nombre  Tla- 


14 

tlahnictezcatlipnca,  y  otros  que  se  llaman  Minizcon  que  son  in* 
numerables,  j  cuatro  mujeres,  la  primera  se  llama  Tiacapah,  la 
segunda  Teiou,  la  tercera  Tlacoooa,  la  cuarta  Xocoyotl;  y  cuan- 
do vino  á  sAlir  el  sol,  pareció  muy  colorado,  y  que  se  contoneaba 
de  una  parte  á  otra,  y  nadie  lo  podía  mirar,  porque  quitaba  la 
vista  de  los  ojos,  resplandecía  y  echaba  rayos  de  sí  en  gra^n 
manera,  y  su^  rayos  se  derramaron  por  todas  partes;  y  después 
salió  la  luna  en  la  misma  parte  del  Oriente  á  par  del  sol:  prime- 
ro salió  el  sol  y  tras  ól  la  luna,  por  la  orden  que  entraron  en  el 
fuego  por  la  misma  salieron  hechos  sol  y  luna.  Y  dicen  los  que 
cuentan  fábulas  ó  hablillas,  que  tenías  igual  luz  con  que  alum- 
braban, y  de  que  vieron  los  dioses  que  igu^lmente  resplande- 
cían, habláronse  otra  vez  y  dijeron:  "jOh  dioses!  ¿cómo  será  ^sto? 
¿será  bien  que  vayan  á  la  par?  ¿será  bien  que  igualmente  alum- 
bren?" Y  los  dioses  dieron  sentencia  y  dijeron:  ^*Sea  de  esta 
manera,"  y  luego  uno  de  ellos  fué  corriendo,  y  dio  con  un  cone- 
jo en  la  cara  á  Tecuciztecatl,  y  escurecióle  la  cara,  ofuscóle  el 
resplandor,  y  quedó  como  ahora  está  su  cara.  Después  que  hu- 
bieron salido  ambos  sobre  la  tierra  estuvieron  quedos  sin  mo- 
verse de  un  lugar  el  sol  y  la  luna;  y  los  dioses  otra  vez  se  habla- 
ron y  dijeron:  "¿Cómo  podemos  vivir?  no  se  menea  el  sol,  ¿he- 
mos de  vivir  entre  los  villanos?  muramos  todos  y  hagámosle 
que  resucite  por  nuestra  muerte,"  y  luego  el  aire  se  encargó  de 
matar  á  todos  los  dioses  y  matólos,  y  dícese  que  uno  llamado 
Xolotl,  rehusaba  la  muerte,  y  dijo  á  los  dioses:  *^0h  dioses!  no 
muera  yo,"  y  lloraba  en  gran  manera,  de  suerte  que  se  le  hii^cha- 
ron  los  ojos  de  llorar,  y  cuando  lle*gaba  á  ól  el  que  mataba,  echó 
á  huir  y  escondióse  entre  los  maizales,  y  convirtióse  en  pié  de 
maíz  que  tiene  dos  cañas,  y  los  labradores  le  llaman  Xolotl,  y 
fué  visto  y  hallado  entre  los  pies  del  maíz:  otra  vez  echó  &  huir 
y  se  escondió  entre  los  magueyís,  y  convirtióse  en  maguey  que 
tiene  dos  cuerpos  que  se  llama  mexdoü:  otra  vez  fué  visto,  y  echó 
á  huir,  y  metióse  en  el  agua,  é  hízose  pez,  que  se  llama  axcUoü^ 
y  de  allí  le  tomaron  y  le  mataron;  y  dicen  que  aunque  fueron 
muertos  los  dioses,  no  por  eso.se  movió  el  sol;  y  luego  el  viento 
comenzó  á  zumbar  y  ventear  reciamente,  y  él  le  hizo  moverse 
para  que  anduviese  su  camino;  y  después  que  el  sol  comenzó  á 
caminar,  la  luna  se  estuvo  queda  en  el  lugar  donde  estaba.  Des- 
pués del  sol  comenzó  la  luna  á  andar;  de  esta  manera  se  derrva- 


/ 


16 

ron  el  uno  del  otro  y  así  salen  en  diyersos  tiempos,  el  sol  dura 
un  dia,  y  la  luna  trabaja  en  la  poche  ó  alumbra  en  ella."  (1) 

Hemos  copiado  al  pió  de  la  letra  esta  leyenda  por  parecemos 
de  gran  importancia:  á  primera  vista  aparece  disparatada,  extra- 
vagante, mas  á  poco  que  se  le  examine,  deja  entender  su  signifi- 
cado. Gomara  (2)  dice:  "Del  quinto  sol  que  al  presente  tienen, 
no  dicen  de  qué  manera  se  ha  de  perder;  pero  cuentan  cómo, 
acabado  el  cuarto  sol,  se  escureció  todo  el  mundo,  y  estuvieron 
en  tinieblas  veinticinco  años  continuos;  y '  qu^  á  los  quince  de 
aquella  espantosa  escuridad,  los  dioses  formaron  un  hombre  y 
una  mujer,  que  luego  tuvieron  hijos,  y  dende  á  die;s  años  apare- 
ció el  sol  recien  criado  y  nacido  en  dia  de  conejo;  y  por  eso  traen 
¡a  cuenta  de  atta  años  deade  aqvd  dia  y  figura^  Asi  que,  contando  de 
entonces  hasta  el  año  mil  quinientos  cincuenta  y  dos,  ha  su  sol 
ochocientos  y  cincuenta  y  ocho  años;  por  manera  que  ha  muchos 
años  usan  de  escritura  pintada;  y  no  solamente  la  tienen  desde 
ce  tochtli,  que  es  comienzo  del  primer  año,  mes  y*  dia  del  quinto 
sol,  mas  también  la  usaban  en  vida  de  los  otros  cuatro  soles  per^^ 
didos  y  pasados;  pero  dejábanlas  olvidar,  diciendo  que,  con  el 
nuevo  sol,  nuevas  debiaa  ser  todas  las'otras  cosas.  Tambien'cuen- 
tan  que  tres  dias  después  que  apareció  este  quinto  sol,  se  murie* 
ron  los  dioses." 

Si  de  1552  restamos  858,  encontraremos  694,  año  de  la  era  cris- 


(1)  En  la  relación  del  P^  Mendúta,  lib.  O,  cap.  II,  y  en  la  de  Torqnemada,  que 
le  copia,  lib.  VI,  cap.  XUI,  los  dioses  adorados  en  TeotUmacan  eran  animales; 
TloítU,  gavilán  6  halcón,  se  encargó  de  haoer  andar  al  s(d,  aunque  sin  conseguirlo; 
Citíif  liebre,  le  tiró  flechas  de  que  el  sol  se  defendió,  y  con  una  de  las  mismas  saetas 
mató  á  CitlL  Los  dioses  desmayaron  entonces,  resolvierop  sacxificarse  y  morir;  sien- 
do el  saorificador  Xolotl,  quien  ierminada  su  obra  se  sacrificó  á  sí  mismo.  Boturini, 
pág.  87,  y  Veytia  que  le  sigue,  tom.  L  pág.  SS,  no  hacen  dios  al  buboso,  sino  uno 
de  los  concurrentes  á  la  metamorfosis  intentada  ala  sason  por  el  dios  de  los  mafoes 
CenteoÜ,  llamado  también  Inopintdn,  ó  el  dios  huéi£ano,  soilo  y  sin  padres.  Arro- 
jado el  buboso  á  la  hoguera  hizose  un  hermoso  globo  de  fuego;  una  águila  se  arrojó 
á  las  Hamas,  tomó  con  el  pico  el  sol,  trasportándolo  á  los  dalos.  £1  mismo  Veytia, 
tom.  I,  páe.  25,  habla  de  que  en  un  afio  sefialado  con  el  signo  siete  conejos,  el  sol 
suspendió  su  curso  por  espado  de  un  dia  natural,  causúido  graves  estragos,  hasta 
que  un  mosquito  picándole  una  pierna  le  hizo  proseguir  su  carrera.  Aunque  eviden^ 
tementeesto  corresponde  también  á  la  fábula  del  buboso,  Veytia  lo  hace  leyenda 
separada  para  aplicarla  al  pasaje  bíblico  de  Josué:  tonto  así  es  su  empefio  por  ajus- 
tar  la  mitología  mexicana  al  Libro  sagrado. 

(2)  :i^  la  Golee,  de  AA.  españoles,  tom.  22,  pág.  481. 


16 

tiana  en  que  los  mexicanos  comenzaron  á  contar  el  quinto  sol,  ó 
más  bien  su  quinta  época  cronológica.  Caía,  pues,  este  comien* 
zo  dentro  de  la  época  historia,  y  por  consecuencia,  el  cuarto  sol 
no  terminó  por  .una'  catástrofe,  sino  por  algún  acontecimiento 
notable  para  aquellos  pueblos.  Según  mi  cómputo,  los  toltecas 
llegaron  á  Tollan  el  año  ce  caUi  661;  Chalchiuhtlatonac  comenzó 
á  reinar  el  VII  acaÜ  667;  el  quinto  sol  tuvo  principio  el  VJII 
tophtli  694,  vigésimo  sétimo  del  reinado  de  aquel  príncipe. 

El  suceso  conmemorado  en  el  mito  es  la  dedicación  á  las  pi- 
rámides de  Teotihuacan  al  sol  y  á  la  luna.  Teotihuacan,  como 
su  nombre  lo  dice,  estaba  consagrado  á  los  antiguos  dioses;  exis- 
tía con  sus  pirámides  desde  los  tiempos  más  remotos;  era  un 
santuario  venerado  ea  que  eran  adorados  los  animales,  uno  de 
los  pisos,  más  bajos  en  las  religiones  inventadas  por  los  hombres. 
Los  toltecas,  aunque  deístas,  admitían  el  culto  de  los  astros  del 
día  y  de  la  noche,  no  siéndoles  desconocido  el  fuego  simbólico: 
á  fuer  de  conquistadores  ó  por  más  civilizados,  impusieron  sus 
creencias  en  la  ciudad  santa;  los  dioses  antiguos  fueron  derro- 
cados de  sus  altares,  ostentándose  la  im^n  del  sol  sobre  el 
Tonatiuh  Itzacual»  y  la  luna  sn  compañera  en  el  MezÜi  Itzaeual. 
£1  hecho  importaba  la  pérdida  de  la  religión  primitiva  y  la  sus- 
titución del  culto  extranjero;  vencidos  y  vencedores  tenían  em- 
peño en  perpetuar  el  recuerdo* 

La  escena  pasa  en  Teotihuacan;  en  asamblea  de  los  dioses,  de 
los  sacerdotes  sus  representantes,  se  busca  quien  se  atreva  á 
iniciar  el  cambio;  Tecuciztecatl  se  ofrece;  faltaba  un  compañero 
y  se  le  encuentra  en  el  as(}ueroso  Nanaoatzin:  aquel  la  casta  sa- 
cerdotal, rica  y  poderosa,  este  el  pueblo  pobre  que  admitía' an- 
sioso ser  regenerado  por  la  nueva  civilización.  Purificáronse 
cuatro  noches  por  el  fuego  sagrado,  purificando  también  los 
issocv/allA  (pirámides).  A  la  media  noche  en  que  debió  tener  lugar 
la  sustitución  do  deidades,  los  sacerdotes  se  revistieron  sus  arreos; 
á  la  hora,  Tecuciztecatl  vaciló,  Nanaoatzin  colocó  resueltamente 
en  la  pirámide  la  imagen  del  sol,  &  su  ejemplo,  aunque  tras  largo 
vacilar^  llevó  la  luna  á  su  asiento  el  sacerdote  irresoluta  Los 
soldados  no  fueron  extraños  al  cambio;  por  eso  el  águila  Uevó 
al  cielo  en  el  pico  al  astro  del  dia,  miéntn»  el  tigre  transportó 
á  la  compañera  de  la  noche:  los  caballeros  cuauMi  y  océloü,  águi- 
las y  tigres,  fueron  siempre  considerados  en  el  ejército.  La  luna, 


I 

j 


17 

menos  revereneiftcla  que  el  sol,  para  perder  el  brillo  recibió,  so- 
bre el  rostro  un  golpe  con  un  cpnejo:  era  para  marear  el  signo 
del  año  del  acontecimiento:  desde  entonces  los  pueblos  de  Ana- 
huac  descubrían  el  tochtU  cronológico,  en  esas  sombras  indecisas 
que  se  adyierten  en  la  redonda  cara  de  la  luna  llena^  Al  princi- 
pio los  astros  no  se  movían,  porque  el  culto  no  progresaba;  fué 
indispensable  el  viento,  la  predicación,  para  hacerlos  caminar. 
Cuando  los  nuevos  númenes  ganaron  prosélitos,  los  antiguos  dio- 
ses perecieron,  pues  fueron  derribados  de  sus  altares:  Xolotl  re- 
sistió el  último;  tres  veces  metamorf  oseado,  acabó  por  sucumbir. 
Dábase  culto  al  sol,  á  la  claridad  del  dia;  á  la  luna  durante  la  no- 
che, siguiendo  tal  vez  las  fases  de  la  diosa  melancólica. 

Esta  opinión  no  obsta  en  manera  alguna  con  la  del  Sr.  Cha- 
vero.  Los  texcocanos  contaban  su  ciclo  comenzando  por  el  sig- 
no tecpaily  mientras  los  mexicanos  lo  empezaban  ppr  tocIiÜL  (1) 
La. pintura  vaticana  es  de  origen  acolhua,  conserva  estrictamen- 
te la  tradiccion  tolteca,  y  naturalmente  escogió  por  principio  de 
su  última  época  histórica  el  óe  tecpaü  1,116,  asignado  por  su  his- 
toriador Ixtlilxochitl  á  la  destrucción  de  ToUan.  Seguían  los  me- 
xicanos la  era  de  la  dedicación  á  los  pirámides,  por  haber  teni- 
do lugar  en  el  signo  tochJtlu 

De  todas  maneras,  el  cómputo  de  los  ^óles  no  era  una  cuenta 
vaga  para  los  pueblos  de  Anáhuac;  su  cronología  se  enlazaba 
para  ellos  de  una  manera  cierta^  entre  los  tiempos  cosmogónicos 
y  los  históricos,  contando  en  esta  forma. 

I  tecpatL    Creación  del  mundo:  principio  del  tiempo. 

4,008  años  del  mundo.  El  diluvio:  fin  de  Atonatiuh,  y  princi- 
pio de  la  segunda  época. 

8,018  del  mundo.  Acabamiento  del  sol  Ehecatonatiuh:  empieza 
la  tercera  época. 

12,822  del  mundo^  Concluye  el  sol  Tletonatiuh:  comienzo  del 
cuarto  período. 

17,334  del  mundo.  En  el  orden  cronológico  IFcaUíy  y  coincide 
con  el  primer  año  de  la  Era  cristiana. 

18,028  del  mundo:  VHE  tochtli,  694  de  Jesucristo,  ñn  del  cuar- 
to sol  Tlaltonatiuh:  inicial  del  quinto  sol;  dedicación  de  los  pi- 
rámides de  San  Juan  Teotihuacan  al  sol  y  á  la  luna. 

(1)    Gama,  prim.  parte,  pág.  16. 


18 

16865.  Edad  del  itiuado  contada  por  los  mexioanoa  el  ¿ño  /// 
calU,  1621,  en  que  la  ciudad  de  México  quedó  sometida  por  loa 

castellanos. 

Corresponden  los  tres  primeros  soles  á  los  .tiempos  pre]xistó- 
rieos;  el  cuarto  6  Tlaltonatiuh  cae  en  porte  en  la  ¿poca  descono- 
cida; el  quinto  es  rigurosamente  histórico.  Conforme  á  las  creen- 
cias admitidas  por  los  mexicanos,  este  sol  no  debía  ser  eterno. 
Ignoraban  cuál  debía  ser  su  duración,  aunque  sabían  qué  pere- 
cería al  fin  de  uno  de  los  ciclos  de  62  años;  por  eso  á  la  media 
noche  del  último  día  del  período  tenia  lugar  la  fiesta  de  la  reno- 
vación del  fuego,  siendo  la  presencia  del  sol  sobre  el  horizonte, 
seguridad  al  mundo  de  otros  62  años  de  existencia. 

La  acabada  de  exponer  no  es  la  única  tradiccion  acerca  de  los 
soles,    oegun  una  versión  de  origen  colhua,  tenemos: 

**Ge  tochüiy  un  conejo.  En  este  año  se  dijo,  que  en  el  año  de  ce 
tochüi  se  fundaron  los  tultecas,  y  entonces  comenzó  la  cuenta  de 
sus  años  ó  edades,  y  que  á  la  vez  llevaban  nauhdamojnüi^  (*)  cua- 
tro edades,  y  que  se  completaron  cinco  edadel  Que  según  sa- 
bían los  ancianos,  en  el  año  del  referido  ce  tochüi,  un  conejo,  se 
formó  la  tierra  y  el  cielo,  y  que  el  hombre  y  cuanto  hay  en  la 
tierra  todo  fuó  formado  de  ella  por  Quetzalcoatl,  y  que  óste  en  el 
día  7  EhecüM  había  criado  y  animado  todo:  chicóme  ecaÜ  y  toiial  yn 
quin  chinh  yit  qum  yocox.'' 

"Que  en  la  primera  edad,  oe /otía^íúA,  existiendo  todo  como  en 
su  principio,  on  manca  initzinecan,  las  cuatro  aguas  del  sol,  náhui , 
aU  initoTudy  (**)  consumieron  lo  criado  en  la  tierra,  pues  lo  ahoga- 
ron, é  hicieron  que  los  hombres,  animales,  &c  alzasen  y  abajasen 
á  menudo  sus  cabezas  de  entre  las  furiosas  olas,  y  que  todos  pe- 
reciesen ó  se  volviesen  pescados,  Üdcamichtihmux  (^)  Por  esto  se 
llamó  esta  edad  Atouatíuh,  sol  de  agua,  ó  correr  los  días  de  agua." 

"En  la  segunda  edad  del  sol,  Í7iic  orne  tonatiuh,  á  la  vez  que  ra- 
yaba el  nahui  ocelotl,  cuatro  tigres,  se  dijo,  que  se  había  cubierto 

(*)^  NauhtlaiQantli;  según  el  P.  Molina.  Los  indios  se  valian  de  esta  expresión 
cuando  querían  dar  á  entender  que  una  cosK  estaba  [dupfioada,  aunque  el  nombre 
quiere  decir,  cuatro' órdenes  de  cosas. 

(**)  NaJivi  atl  initonoL-  cuando  el  símbolo  de  los  dias  era  el  de  nahviaU,  cuatro 
aguas. 

(«)  Tlaoaxniohtihuac;  se  deriva  de  tlaeatl,  persona,  miehif  pescado,  y  del  yerbo 
ihua,  ir  á  ser! 


19  .'     • 

el  cielo  7  osonrecido  el  sol  al  llegar  á  la  mitad  del  ci^lo  (medio 
día),  7  en  seguida  dturante  la  osonridad  se  estaba  comiendo  el 
sol  (eclipsando),  7  las  gentes  se  caían  deembiii^ez." 

''En  la  tercera  edad,  en  el  símbolo  nahui  qtnahmtt,  cnatro  llu- 
vias, hizo  sol  de  lluvia;  porque  llorió  fuego  7  arena,  por  cu7a 
causa  se  quemó  S  hirvió  la  piedra  7  se  formaron  peñascos,  7  la 
piedra  llamada  t^zontU  6  tetzoníK.*^ 

*fEiD,  la  cuarta  edad,  mió  nahui  Tonatiuh,  7  en  el  símbolo  tuiAuí- 
éhecaüf  hicieron  tan  fuertes  vientos  que  ahogaron  á  muchas  per- 
sonas 7  arrojaron  por  los  montes  á  otras.  De  donde  resultó  que 
óstas  se.  convirtiesen  en  monos,  7  se  llamó  esta  edad  ó  época,  sol 
de  aire  ó  de  fuertes  vientos/' 

''En  la  quinta  edad,  macuiU  To7iatiuhy  7  en  el  símbolo  n<zhui 
óUiny  cuatro  movimientos,  según  ancianos  7  antiguos  habrá  gran- 
des movimientos  de  la  tierra,  hambres,  guerras  7  confusiones,  7 
se  consumirá  todo."  (1) 

Esta  tradiccion  nos  parece  un  tanto  disfigurada,  por  la  intro- 
ducción en  ella  de  las  doctrinas  cristianas. 

El  Sr.  Brasseur  ha  dado  un'extracto  del  Códice  Ohimalpopoca. 
que  no  carece  de  interés.  Es  el  siguiente: 

"El  primer  sol  tomó  nombre  del  dia  naliui  cdl  7  se  llamó  Ato- 
natiuh;  entonces  tuvo  lugar  la  inundación,  habiendo  flotado  los 
hombres  como  peces." 

"Este  es  el  sol  llamado  nahui  aü,  el  agua  permaneció  tri^nqui- 
la  durante  cuarenta  años  más  doce,  7  se  vivia  por  la  tercera  7  la 
cuarta  vez;  cuando  llegó  ,el  sol  nahui  oM  habían  pasado  cuatro- 
cientos años,  más  doscientos,  más  setenta  7  seis,  j  entonces  fue- 
ron perdidos  7  anegados  los  hombres,  7  convertidos  en  peces. 
El  cielo  se  ap^róximó  al  agua,  todo  se  perdió  en  un  solo  dia,  7  el 
dia  nahui  xochitl  se  consumió  todo  lo  que  era  de  nuestra  carne.'* 

"Y  en  aquel  año  ce  doRi  7  el  dia  nahui  ail,  todo  se  perdió.  Las 
montañas  se  abismaron  bajo  el  agua.  El  agua  permaneció  tran 
quila  durante  cincuenta  7  dos  años." 

(1)  Anales  de  GuBtiht^tlan;  MS.,  tom.  I  en  la  colección  del  Sr.  D.  Femando  Ba- 
xaúrez,  ahora  ^n  poder  del  Lio.  D.  Alfredo  Chavero:  traducción  del  mexióano  por  el 
Idc.  Galicia  Ohimalpopoca.  Á  veces  me  figuro  ser  este  MS.  el  llamado  G<5dice  Ohi- 
malpopoca por  el  Sr.  Brasseur  de  Bourbourg;  á  veces  desisto  de  mi  idea^  porque  en- 
cuentro diferencias  sustanciales  entre  ambos  textos.  Y.  g.  al  principio  de  esta  reladon 
se  conforma  en  parte,  y  difiere  en  mucho  de  la  copiada  por  el  8r.  Brasseur,  en  su 
Histoire  des  nations  civilisées  du  Mezique  et  de  1*  Amárique-Centralej  tom.  I,  pág.  85. 


$     ■  20 

''Al  fln  del  año,  THlahuan  previno  á  Nata  y  á  an  mujer  Nena^ 
diciéndoles :  '^o  liagais  octli  (pulque ) ;  ahuecad  ir^mediatameutd 
un  gran  ahuehueU^j  entraoreis  en  él  cuando  en  el  mes  Tozoztli  el 
agua  se  aproxime  al  cielo. 

"Ellos  entraron,  y  cuando  aquel  cerró  la  puerta  les  dijo:  '^No 
comerás  tu,  má$  de  upa  mazorca  de  maíz  y  oti^a  tu  mujer." 

'Tiuego  que  acabaron  salieron  de  ahí,  porque  el  agua  perma-* 
necia  tranquila;  el  leño  (la  barca)  no  «e  movía,  y  comenzaron  á 
perecer  los  peces." 

''Entonces  encendieron  fuego  frotando  dos  pedazos  de  made- 
ra, y  asaron  los  pescados.  Los  dioses  Citlallinicue  y  Citlallato- 
nac,  miraron  hacia  abajo  y  dijeron:  ^'Dioses,  ¿qué  fuego  es  aquel? 
¿por  qué  están  ahumando  los  cielos?" 

"Luego  descendió  Titlacahuan  Tezcatlipoca  y  se  puso  á  rega- 
ñar diciendo:  "¿Que  hace  aquí  este  fuego?"  Y  tomando  los  pes- 
cados les  compuso  las  agallas,  les  arregló  la  cabeza,  y  los  trans* 
formó  en  perros."  (1) 


(1)    Brasseur,  tozn.  I,  pag.  425:    El  resto  de  la  leyenda,  aunq[ue  con  Tañantes,. 
Tiene  á  ser  la  misma  que  en  los  anales  de  Cuauhtitlan. 


CAPITULO  n. 

Lo»  cinco  íoU»,  éegun  la  kyenda  fnexioana,'--L(>»  trece  cielo». — El  dio»  inmtíU»  ó,  Tlo^ 
que  Nahuaque. — La  primera  mmjer  6  CihiíaeohuaU. — El  OmeteeutU  y  la  Omed- 
huatl. — AculmaiÜ, — La  creación  eegun  los  mixtéeos, — Lo»  pericue»,  loa  guaicura»  y 
losr  coctímiesde  OaUfomia.'^Los  Binaloa». — Mo7iogeni»mo  de  lo»  mexibano». — La 
tierra.'^Lo»  délo», — La» estreüa».-^Gom0ta»,'^El planeta  Vinu»,—El  »ot,^^EeUp' 
8á», — La  luna. 

NADA  hemos  yisto  todavía  acerca  del'orígen  de  los  dioses  y 
del  mundo.  Según  un  antiguo  manuscrito,  (1)  habitaban  en 
el  treceno  ^  cielo  los  dioses  Tonacatecutli,  y  Tonacacihuatl  ^su 
mujer:  cielos  y  númenes  aparecen  los  primeros,  sin  decirse  de 
dónde  traen  principio.  El  par  divino  tuvo  cuatro  hijos.  Tlatlauh- 
quiteztzatlapuca,  que  nació  todo  colorado,  divinidad  principal  de 
los  de  Tlaxcala  y  de  Hue^otzinco  bajo  el  nombre  de  Oamaxtle. 
Yayanquitezcutlipuca,  quien  nació  negro;  era  el  principal  de  sus 
hermanos,  estaba  en  todo  lugar,  sabía  todos  los  pensamientos, 
conocía  los  corazones,  llamándole  Moyocoya,  ''que  quiere  decir 
que  es  poderoso  ó  que  hace  todas  las  cosas  sin  que  otro  la  vaya 
Á  la  mano,  y  según  este  nombra  no  le  sabían  pintar  aino  como 
aire."  El  tercero  fue  Quetzalcoatl  ó  Yahuiliecatl;  y  el  cuarto  hijo 
se  llamó  Omiteotl  e  Inaquizcoatl;  los  mexicanos  le  adoraban  bajo 
el  nombre  de  Huitzilopochtli  por  set  izquierdo;  nació  sin  carnes 
ó  con  solo  los  huesos  en  forma  de  esqueleto.  (2)  Seiscientos  años 
permanecieron  inactivos  los  dioses,  hasta  que  al  fin  de  aquel  pe- 
ríodo se  reunieron  los  cuatro  hijos  á  fin  de  determinar  lo  que 
debia  de  hacerse;  conferenciado,  cometieron  el  desempeño  á 

(1)  Se  encuentra  eu  un  Códice  intitulado,  Libro  de  Oro  y  Tesoro  índico,  projpio 
del  Sr.  D.  Joaquín  García  Icazbáloeta.  Llámase  el  éactito  Historia  de  los  mexicanos 
por  808  pintoras,  y  se  atiiboye  á  Fr«  Joan  2omárraga  y  á  on  Fr.  Bemardino  de  San 
Ptandsco:  por  esta  causa  citaréí  el  MS.  bajo  el  nombre  de  Fr.  Bematdino.  La  rela- 
ción fué  escrita  oyendo  á  los  sefiores,  principales  y  sacerdotes,  y  con  presencia  ''jde 
"sus  libros  y  figuras  que  según  Ip  que  demostravan  eran  antiguas  y  muchas  dellas 
^'teflida  la  parte  untadas  con  sangre  humana." 

(2).  Fr.  Bemardino,  cap.  I.  M8. 


ii 


22- 

Qnetzalcoatl  y  á  Hnitzüopochili,  quien  para  entonces  ya  tenia 
carnes.  La  primera  obra  de  los  dioses  creadores  taé  el  faego,  y 
en  seguida  un  medio  sol  que  alumbraba  poco.  Siguióse  la  crea* 
cion  del  hombre.  Oxomoco  y  de  su  miiijer  Cipaotonal,  dándosele 
á  él  orden  para  cultiyar  la  tierra,  y  á  eUa  de  que  hilase  y  tejiese, 
y  ciertos  granos  de  maíz  para  hacer  adÍTÍnaoiones:  estos  consor- 
tes inventaron  la  cuenta  del  tiempo  y  el  calendario.  Crearon  el 
ayemo  6  el  infierno  haciendo  señores  de  aquel  lugar  á  MicÜan* 
tecutli  y  á  Michitecacihuatl  su  mujer:  luego  los  cielos,  ademas 
del  treceno  ya  existente.  Seunidos  en  seguida  los  cuatro  dioses 
formaron  el  agua;  le  dieron  por  señores  á  Tlalocatecutli  y  á  su 
esposa  Ghalchiuhtlicue:  estos  dioses  del  agua  tenían  su  aposento 
*'  en  cuatro  cuartos,  y  en  medio  un  gran  patio  do  están  cuatro 
'^barreñones  grandes'de  agua;  la  una  agua  es  muy  buena  y  desta 
''llueve  cuando  se  crian  los  panes  y  semillas,  y  enviase  en  buen 
tiempo;  otra  es  mala  cuando  llueve,  y  con  el  agua  se  crian  tela* 
rañas  en  los  pones  y  se  añublan;  otnk  es  cuando  llueve  y  se  ye- 
'Man,  otra  cuando  llueve  y  no  grana  y  se  secan:' y  este  dios  del 
''  agua  crió  muchos  ministros  pequeños  de  cuerpo,  los  cuales  es- 
''  tan  en  los  cuartos  de  la  dicha  casai  y  tienen  alcancías  en  que 
"  toman  el  agua  de  aquellos  barreñones  y  unos  palos  en  la  otra 
"  mano,  y  cuando  el  dios  del  agua  les  manda  que  vayan  á  regar 
*'  algunos  términos,  toman  sus  alcancías  y  palos,  y  riegan  del  agua 
''  para  llover  que  les  mandan,  y  cuando  atruena  es  cuando  quie- 
**  bran  las  alcancías  con  los  palor,  y  cuando  viene  rayo  es  de  lo  que 
''  tenia  dentro  ó  parte  de  la  alcancía."  Los  cuatro  dioses,  por  ^ti- 
mo, dentro  del  agua  hicieron  un  gtan  pez  llamado  Cipactli,  cuyo 
pez  fué  transformado  en  la  tierra,  con  su  dios  Tlaltecuhtli,  al  cual 
pintan  tendido  sobre  el  Cipactli  en  memoria  de  su  creación.  (1) 
.  De  los  primeros  padres  Oxomoco  y  Cipactonal  nació  Pilcinte- 
cutli,  y  por  faltarle  mujer  le  dieron  una  formada  de  los  cabellos 
de  Xochiquetzal.  Entonces  los  cuatro  dioses,  mirando  que  el 
medio  sol  alumbraba  poco,  quisieron  completarlo  y  al  efecto 
Tezcatlipoca  se  convirtió  en  sol.  Según  esta  leyenda,  el  astro 
sale  por  Oriente,  llega  á  lo  más  alto  del  cielo»  y  de  ahí  se  toma 
al  horizonte  para  aparecer  al  otro  dia;  del  meridiano  al  ocaso  lo 
que  se  ve  es  la  claridad  del  astro  y  no  el  sol  mismo.  En  esta 

(1)  Fr.  Bemazdino,  cap.  II,  MS. 


V  . 


■ 

époea  fueron  criados  los  gigantes»  hombres  n^aj  eorpnlentpfl^ 
con  tantas  fuerzas  que  arrancaban  los  árboles  oon  las  oíanos, 
7  eran  rústicos,  supuesto  que  comían  sólo  la  bellota  de  las  en- 
muias.  (1)  .        • 

TezcatUpuea  permaneció  siendo  sol  tiempo  de  trece  ciclos  4 
67#  BitOB,  á  cabo  de  los  cuales  Quetzalcoatl  le  dio  con  un  bastón, 
le  derribó  al  agua»  y  ól  se  transloraió  en  el  astro  luminoso,  Tes- 
cátlipooa  en  el  liquido  se  tresfórmó  en  tigre,  saUó  á  tierra  y 
devoró  á  los  gigantes:  en  memoria  de  este  hecho  queda  en  el  cielo 
la  constelación  de  la  Osa  mayor,  que  es  TezcaUipuca  bajando  de 
los  cielos  á  los  mares-  Entonces  Los  mac^uáUi,  6  el  comxui  del 
género  humano,  se  alimentaban  de  piñones.  Quetzálcoatl  duró 
hecho  sol  otros  676  años,  y  entonces  el  tigre  Tezoatlipooa  le  dio 
una  coz,  le  derribó  del  cielo,  y  levantó  tan  grande  viento  que  se 
lo  llevó  á  él  y  á  los  macehttaíU^  los  cuales  se  volvieron  monos. 
TUdoeatecutU  tomó  entonces  el  lugar  del  sol,  durando  en  eru 
puesto  364  años,  ''en  cuyo  tiempo  los  macehuales  que  habia  no 
'^  comían  sino  oeiciiMi;  que.es  una  simiente  como  de  trigo  que 
''nace  en  el  agua.*'  Al  fin  de  esta  edad,  Quetzálcoatl  llovió  fuego 
del  cielo,  quitó  de  sol  á  Tlaloc  poniendo  en  su  lugar  á  su  esposa 
OhalhiuhtUcue,  quien  duró  como  astro  312  años;  ''y  los  macehuar 
''  les  eomian  en  este  tiempo  d^  una  cimiente  como  maíz  que  se  dice 
**cintrococopi;  (2)  ansí  que  desde  el  nacimiento  de  los  dioses  fasta 
''el  cumplimiento  deste  sol  hubo  según  su  cuenta  1628  años."  (8) 

£n  el  postrero  de  estos  años  llovió  tan  reciamente  que  todo 
se  cubrió  con  el  agua,  los  macehuaUi  se  trasformaron  en  peces,  y 
el  cielo  cayó  sobre  la  tierra:  aquel  año  tenía  por  signo  tochüu 
Vista  tan  grande  destrucción,  los  cuatro  dioses  abrieron  cuatro 
caminos  por  debajo  de  la  tierra  para  salir  á  la  superficie  supe- 
rior; criaron  cuatro  hombres  llamados  Otqmitl,  Itzcoatl,  Izmali- 
yatl  y  Tenochi;  Tezcatlipoca  se  convirtió  en  el  grande  árbol 
llamado  tezcacahuitl,  y  Quetzálcoatl  en  el  quetzalhuaxotl;  y  con 
los  árboles,  hombres  y  dioses  rexmidos  altearon  el  cielo,  ponién- 
dolo como  ahora  está.  Tonacatecutli  por  esta  acción  hizo  á  sus 
hijos  señores  del  cielo  y  las  estrellas.  El  camiao  por  el  que  Tez- 


(1)  OpQS.  cit.,  cap.  m.,  MS. 

(2)  Esta  palabra  está  muy  estropeada. 

(3)  Fr.  Bemardmo,  cap.  IV.  MS. 


24 

•  _  _ 

eatíipnca  y  Qaeizaiooatl  pasaron  por  la  esfera  ee  la  fía  láotea» 
y  dH  tíeneii  sn  asieiita  (1) 

Dos  añoB  después  Tezcatlipocas,  mudado  el  aembro  ea  M irimatt  ^ 
sacó  fuego  por  medio  de  dos  palos,  é  hizo  fiesia  á  los  dioses  en- 
eendiendo  grandes  fa^os.  AI  sexto  ano  naeió  Gentoofl  liqá  de 
PücinteeatH;  al  octavo  crearon  los  dioses  á  los  macehnalesoooio 
de  antes  solían  estar.  En  el  primer  ano  de  la  segunda  trecena 
juntáronse  las  cuatro  diyinidades  á  fin  de  formar  nn  sol,  así  para 
qne  alumbrase  la  tierra,  como  pi^a  que  condese  oorasones  y  be- 
biese sangre;  para  reunir  esta  ofrenda  hicieron  la  goerra,  la  coal 
duró  tres  años,  y  para  que  hubiese  gente  de  que  el  sol  comiese, 
iTezcatlipoca  cteó  cuatrocientos  hombres  y  cinco  mujeres,  los 
cuales  quedando  vivos  fueron  trasladados  al  docenp  cielo:  en 
aquélla  guerra  murió  Xochiquetzal,  y  fue  la  más  esforaada  de 
cuantas  en  ^la  murieron.  (2)  Reunida  ya  la  comida  del  sol,  los 
dioses  ayunaron,  se  sacaron  sangre  de  las  orejas  y  del  cuerpo,  y 
encendido  un  gran  fuego  Quetzalcoatl  arrojó  en  el  á  su  hijo,  el 
cual  fué  hecho  sol;  Tlalocatecutli  arrc^  también  á  su  hijo,  cuando 
el  fuego  no  estaba  tan  intenso,  y  salió  hecho  luna,  cenicienta  y 
oscura  á  causa  del  estado  de  la  hoguera.  "Y  en  este  postrero  año 
"deste  trece  comenzó  á  alumbrar  el  sol,  porque  fasta  entonces 
habia  sido  noche,  y  la  luna  comenzó  á  andar  tras  él^  y  nunca  le 
alcanza  y  andan  por  el  aire  sin  que  lleguen  á  los  cielos."  (3) 
La  leyenda  de  los  cinco  soles,  en  la  forma  acabada  de  relatar, 
es  la  genuina  me^cana,  á  diferencia  de  la  tolteca  ó  tezcocana 
referida  en  el  Códice  Yaticano.  Todavía  el  MS.  mencionado  nos 
da  los  curiosos  pormenores  siguientes:  £n  el  primer  cielo  esta- 
ban, la  estrella  hembra  Citlalmime  y  la  macho  Citlalatonac,  y 
son  las  guardas  del  cielo  puestas  por  Tonacatecutli,  y  no  se  ven 
por  estar  en  el  camino  que  el  cielo  hace.  En  el  segundo  cielo  es* 
tan  las  mujeres  llamadas  Tezauhichuatl  ó  Cicimine,  en  forma  de 
esqueletos,  y  cuando  el  mundo  se  acabase  bajarian  á  comerse  á 
los  hombres.  En  el  tercero  habitaban  los  cuatrocientos  hombres 
formados  por  Tezcatlipoca,  y  eran  de  cinco  colores,  amarillos, 
negros,  blancos,  azules  y  colorados,  siendo  los  guardadores  de 


(1)  Opufi.  cit.,  cap.  V.  MS. 

(2)  Ibid.,  cap.  VL  MS. 

(3)  Pr.  BerDBidino,  cup.  VIL  MS. 


ti 

u 


26 

loB  oieloB.  Estaban. las  aymen el Caarto  cielo,  y  de  ahí  bajaboá 
á  la  tierra.  En  el  quinto  estaban  'las  culebras  de  faego,  hechas 
por  el  diosiifi  eiste  elemento,  y  de  ellas  salían  los  cometas  y  las 
estcellas  errantes.  El  sexto  délo  contenia  el  aire;  el  sétímo  el 
polvo;  en  el  octavo  se  reuniaU  los  dioses;  de  ahí  arriba  no  subia 
ninguno,  y  no  sabían  lo  que  había  hasta  el  treceno  en  que  vi- 
vían Tonacatecutli  y^su  esposa  Tonacacihuatl. 

En  la  confusión  de.  aquell&  mitología  revuelta  y  extravagante, 
se  mira  descollar  la  creenda  en  la  unidad  de  Dios.  En  la  lengua 
mexicana  TeoÜ  corresponde  á  la  idea  abstracta  Dios.  Oon  esa 
palabra  distinguían  un  ser  supremo,  invisible  y  eterno,  al  cual 
no  representaban  en  forma  alguna.  Decíanle  Tloque  Nahuaqttey 
aquel  que  iiene  todo,  en  sí  ó  el  creador  de  todas  las  cosas;  Ipalne^ 
moardy  aquel  por  quien  se  vive,  é  Ipalnemohualordj  por  (l^ien  vi* 
vimos  y  somos.  (1)  Mendieta,  (2)  aunque  aplicándolo  malamen* 
te  al  sol,  asegura  que  á  esa  divinidad  invisible  decían  ^^MoyucU" 
ya^zin  ayac  oqtm/ocnx,  ayac  oqmjHcj  que  quiere  decir,  que  nadie 
lo  crió  ó  formó,  sino  que  él  solo  por  su  autoridad  y  por  su  vo^ 
luntad  lo  hace  todo."  Según  el  intérprete  del  Códice  Tellerianó, 
(3)  la  Tonacacihua  se  llamaba  Chicomecoatl  siete  culebras,  y 
causábalas  hambres:  á  Tonacatecutli,  ''que  era  el  dios  que  di- 
cen que  hizo  el  mundo/'  le  apellidaban  Tloque  Nahuaque>  Tlal- 
ticpaque,  Teotlale-Matlahua-Tepehua.  En  otras  versiones,  el 
creador  del  cielo  y  de  la  tierra  habían  sido  Tezcatlipoca,  Huitzí* 
lopochtli,  ó  Ocelopochtli  (4)  Para  que  nada  falte  en  estas  en- 
contradas opiniones,  Acosta  (5)  niega  haya  en  mexicano  una  pa- 
labra que  corresponda  al  Deus  latino,  Theos  griego,  Él  hebreo  y 
Alá  arábigo;  mas  esto  no  es  sostenible. 

El  Tloque  Nahuaque  creó  en  un  ameno  jardín  un  hombre  y  una 
mujer,  progenitores  del  genero  humano;  Nada  se  dice  del  varón; 
la  mujer  se  denominaba  Oihuacohuatl,  la  mujer  culebra,  la  cule- 
bra hembra;  decíanla  también  Tititl,  nuestra,  madre  ó  el  vientre 

(1)  IxtUlxoohitl,  relaciones.  MS. —Diego  Mañoz  Camargo,  Hist.  de  Tlazoalla. 
HS.— 'Belac.  de  J.  B.  Pomar,  MS.—Torqtaemada,  Ub.  VI,  cap.  VIII.—Botuñni,  pág. 
79.— Clavigero,  tom.  II,  pág.  223.— Herrera,  dec.  III,  lio.  11,  cap.  XV.—etc.—Ac. 

(2)  Hist.  eclea.  indiana,  pág.  88. 

(3)  Parte  segunda,  lámina  I. 

(4)  Mendieta,  pág.  8i; 

(6)    Hist.  naU  y  mor.  lib.  V.  cap.  111. 

,4 


/ 


26 

de^  donde  naoimosy  y  Teoyaoioiiiqiii),  diosa  que  recoge  las  áhnui 
de  los  difantos.  (1)  Llamábanla  tambi^i  Qnilastli,  asegurando 
tener  siempre  gemelod,  cocokua  en  mexicano,  y  se  aparecía  algu- 
nas veces  vestida  de  blanco,  llevando  á  las  espaldas  una  cnnita, 
c(Mo22i,  onal  si  cargara  Á  nn  niño,  ojiándosele  dar  gritos  y  llorar; 
sn  aparición  se  tomaba  en  mal  agüero.  (2) 

Segnn  otra  versión,  encima  de  los  on<¿  cielos  habitaban  en 
nna  ciudad  gloriosa,  llena  de  delicias  y  riqneáis,  el  dios  Omete- 
cnlitli,  dos  veces  caballero  ó  señor,  por  otro,  ncnnbre  Oitlalato- 
nae,  estrella  resplandeciente,  con  su  esposa  Omecihuatl,  dos  ve* 
ees  señora,  6  Citlidicue,  enaguas  ó  faldellín .  de ,  estrellas:  tuvie- 
ron muchos  hijos,  dirigiendo  el  padre  á  los  varones,  la  madre  i 
las  hembras.  (3)  La  Omecihuatl  dio  á  luz  un  tecpaü,  de  lo  cual 
espantados  y  admirados  íos  hijos,  acordaron  arrojarlo  á  la  tie- 
rra; cayó  el  pedernal  en  Ohioomoztoc,  siete  cuevas,  y  al  golpe 
brotaron  mil  seiscientos  dioses  6  diosas.  Después  de  algún  tiem- 
po que  éstos  vivieron  desterrados,  enviaron  un  mensajero  á  Oi- 
tlalicue  diciéndole,  que  ya  que  estaban  caidos,  les  diese  licencia 
para  crear  hombres  que  les  sirviesen,  dándoles  la  industria  pa- 
ra formarlos;  ella  contestó  tenerlo  por  bien,  que  ocurriesen  al 
Mictlan  Tecutli,  señor  ó  capitán  del  infierno,  pidiéndole  les  die- 
se hueso  ó  ceniza  de  los  muertos  pasados,  sobre  lo  cual  se  sa<ari* 
ficarían,  y  saldrían  un  hombre  y  una  mujer  que  se  multiplica- 
rían en  seguida. 

Traída  esta  respuesta  por  Tlotli,  gavilán,  se  reunieron  los  dio- 
ses en  consejo,  determinando  que  Xolotl  fuese  al  infierno  á  pe«> 
dix  los  huesos,  previniéndole  que  por  cuanto  era  doblado  y  oa- 
viloso  el  capitán,  mirase  no  se  arrepintiera  después  de  hecha  la 
dádiva.  Xolotl  fue  á  cumplir  el  mandado,  obteniendo  del  Hic^ 
tlan  Tecutli  el  hueso  y  ceniza;  mas  apenas  los  tuvo  en  sus  manos, 
echó  á  huir  con  toda  velocidad;  perseguido  por  el  capitán  del  in- 
fierno, tropezó,  rompió  el  hueso  tamaño  de  una  braza,  y  reco- 
giendo como  pudo  los  pedazos  llegó  á  presencia  de  los  dioses. 
Pusieron  los  desiguales  fragmentos  en  un  lebrillo,  se  sacaron 
sangre  del  cuerpo  que  echaron  sobre  las  astillas,  y  á  los  cuatro 


(1)  Veytía,  tom.  I,  pág,  8-9. 

(2)  Torqnemada,  lib.  VI,  cap.  XXKI. 

(3)  Torqnemada  lib.  VI,  cap.  XIX. 


27 

dias  salió  an  lúño;  tornando  á  la  misma  operación,  4  los  o^os 
eiiaffaro  días  salió  una  niña,  ^  los  dieron  á  criar  al  mismo  Xo- 
lotl,  el  cual  los  crió  con  la  leche  de  cardo."  (1)  Bot<i  el  hueso  en 
partes  designalaa,  por  eso  salieron  los  hombres  de  diversas  es* 
iainras. 

Casi  todos  los  pueblos  poseen  un  mito  acerca  del  faego,  que 
recuerda  al  griego  Prometea  En  esta  leyenda,  al  choque  del  ce- 
leste tecpaü  (símbolo  del  fuego)  contra  la  tierra,  brotan  los  dio- 
ses terrestres,  es  decir,  las  ciencias  j  las  artes.  Los  hijos  del  sí- 
lex fecundan  con  su  sangre  las  cenizas  de  los  muertos,  j  apare- 
cen los  progenitores  del  género  humano;  son  las  nuevas  genen^ 
clones  Tiviendo  nueva  vida,  al  contacto  de  los  beneficios  del  po- 
deroso elemento. 

.  Befleren  los  de  Acolman,  que  estando  el  sol  en  el  óielo,  á  ho- 
ras de  las  nueve,  tiró  una  flecha  y  con  ella  hizo  un  hoyo,  del 
cual  salió  un  hombre  no  teniendo  más  cuerpo  que  de  los  brazos 
arriba;  en  seguida  una  mujer  entera,  siendo  éste  el  primer  par 
que  dio  principio  á  los  nacidos.  El  hombre  se  llamó  Aculmaitl, 
compuesto  de  acuUi,  hombre,  y  maiüy  mano.  (2)  Traza  tiene  es- 
ta leyenda  de  referirse  más  bien  al  origen  de  la  tribu  Acolhua, 
nombre  derivado  también  de  acollU  hombro,  y  que  significa,  los 
hombres  hombrados  ó  forzudos.  Los  mixtéeos  decian  proceder 
de  los  árboles  de  Apoala.  Los  otomiés  salieron  de  una  roca  he- 
rida con  un  bastón  por  Camaxtli.  (3)  Los  tzapotecos  confesa- 
ban descender  de  los  tigres,  de  las  águilas,  de  las  rocas  y  de  los 
árboles.  (4) 

En  otra  relación  de  los  mixtecas  de  Cuilapa  se  dice,  que  en  el 
año  y  el  dia  de  la  oscuridad  y  las  tinieblas,  cua^ido  aun  no  ha- 
bía días  ni  años,  el  mundo  era  un  caos  sumido  en  la  oscuridad, 
estando  la  tierra  cubierta  de  agua,  sobre  la  cual  sobrenadaban 
el  limo  y  la  lama.  Un  dia  apareció  el  dios  Ciervo  por  sobrenom- 
bre Culebra  de  León,  y  la  linda  diosa  Ciervo  6  Culebra  de  Ti- 
gre: tenían  figura  humana,  y  con  su  gran  sabiduría  levantaron 
sobre  el  agua  una  gran  peña,  y  encima  construyeron  suntuosos 


(1)  Mendieta,  lib.  II,  cap,  I. 

(2)  Mendieta,  lib.  II,  cap.  VI.  Torciuemada,  IJb.  VI,  cap.  XLTV. 

(3)  MS.  de  Fr.  Bemardino.  . 

(4)  Bnrgoa,  Geog.  descrip.,  foL  19G. 


28 

palacios  parafiu  morada;  eñ  lo  más  alto  colocaron  una  hacha  de 
cobte^  ooQ  el  filo  hacia  arriba  sobre  el  caal  se  sustentaba  el  de-» 
lo^  Estos  edificios  estaban  en  la  Mixieca  alta,  junto  al.pneblo  de 
Apoalaj  y  la  peña  se  llamaba,  lugcur  donde.  eMba  d  cido.  Muchos 
siglos  vivieron  los  dioses  en  descanso,  gozando  de  delicias,  has- 
ta  que  les  aconteció  tener  dos  hijos  varones  hermosos,  discretos 
7  sabios  en  todas  las  artes;  del  nombre  del  dia  de  su  nacimiento 
se  llamaron  Viento  de  nueve  Ctdebraa  j  Viento  de  nueve  Cavernas: 
ambos  fueron  criados  con  mucho  regalo,  j  sabían  transformarse 
en  águila  o  serpiente,  hacerse  invisibles  y  aún  penetrar  á  través 
de  los  objetos. 

Gozando  estos  dioses  de  la  mayor  tranquilidad  acordaron  ha- 
cer ofrenda  y  sacrificio  á  sus  padres,  á  cuyo  efecto  tomaron  unos 
incensarios  de  barro,  les  pusieron  lumbre  y  quemaron  una  can- 
tidad de  beleño  molido:  fué  ésta  la  primera  ofrenda.  En  seguida 
construyeron  un  jardin  con  plantas  y  flores,  árboles  y  frutos,  y 
yerbas  olorosas;  junto  labraron  un  prado  cpn  todo  lo  necesario 
para  los  sacrificios.  Los  piadosos  hermanos  vivían  contentos  en 
aquella  heredad,  cultivábanla,  quemaban  el  beleño,  y  con  oracio- 
nes, votos  y  promesas  pedían  á  sus  padres,  apareciese  la  luz,  se 
congregase  el  agua  en  alguna  pa^te  y  quedase  á  descubierto  la 
tierra;  pues  no  tenían  mas  de  aquel  pequeño  vergel  para  su  sus- 
tento: para  esforzar  su  ruego  se  punzaron  las  orejas  y  la  lengua 
con  lancetas  de  pedernal,  esparciendo  la  sangre  sobre  los  árboles 
y  plantas  con  un  hisopo  de  ramas  de  sauz.   Los  dioses  Ciervo 
tuvieron  más  hijos  é  hijas;  pero  sobre^ino  un  diluvio,  eu  el  cual 
perecieron  muchos  de  ellos.  Pasada  la  ca^íástrofe,  el  dios  llamado 
Criador  de  todas  las  cosas,  formó  el. cielo  y  la  tierra  y  restauró. el 
gónero  humano.  (1) 

Aquí  aparecen. dos  épocas  separadas  por  un  diluvio:  la  prime-, 
ra  el  caos  sin  tiempo  y  sin  luz,  en  que  vivía  la  generación  de  los 
dioses;  la  segunda  de  los  tiempos  y  de  los  hombres  actuales:  el 
pasado  tenebroso,  confuso;  el  presente  luminoso  y  entendible. 

Las  tribus  de  la  Baja  California,  según  Clajríjero,  (2)  tenían 
idea,  aunque  confusa,  de  un  Ser  Supremo,  creador  del  mundo. 
En  las  creencias  de  los  pericués,  Niparaja  había  hecho  el  cíelo, 

(1)  Fr.  Gregorio  García,  Origen  de  los  indios,  lib.  V.,  cap.  IV. 

(2)  Hist.  de  la  Antigua  California,  lib.  I,  par.  XXV. 


29 

la  tierra  y  el  mar;  su  esposa  era  Anajicojondi,  en  la  cual  sin  to- 
cázda  había  tenido  tres  hijos.  Anajicojondi  dio  á  luz  á  Cuajaip 
eñ  ias  montañas  de  Acaragui;  hxé  poderoso  y  le  servían  muchos 
vasallos,  pues  cuando  quería  entraba  debajo  de  la  tierra  y  saca^ 
ba  hombres;  mas  éstos  se  tomaron  ingratos,  se^  conjuraron  con- 
tra'Ouajaip,  y  le  mataron,  atravesándole  la  cabeza  con  un  ruedo 
de  espinas.  En  el  cielo,  más  poblado  aún  que  la  tierra,  Tuparan, 
por  otro  nombre  Bae,  se  alzó  con  sus  parciales  contra  Niparaja; 
quedando  éste  vencedor,  quitó  á  su  enemigo  las  pitahayas  y  las 
otras  frutas  deliciosas,  le  aprisionó  en  una  cueva  cerca  de  la  mar, 
criando  á  las  ballenas  para  <5[ue  no  le  dejasen  salir  de  allí.  Nipa- 
raja quería  el  bien;  Tuparan  apetecía  la  guerra,  por  eso  los  que 
morían  flechados  no  iban  al  cielo,  sino  á  la  gruta  &e  Tuparan.' 
Las  estrellas  eran  de  metal  habiendo  sido  creadas  por  el  numen 
Puratahui,  la  luna  era  obra  de  Cucunumic. 

Contaban  los  guaicuras  que)  en  el  Norte  habitaba  un  espíritu 
principal  llamado  Guamongo,  quien  mandó  á  la  península  otro 
espíritu  por  nombre  Gujiaqui.  Visitó  éste  el  país,  sembró  laspi- 
'  tahayas,  dispuso  los  lugares  de  pesca,  se  encerró  algún  tiempo 
en  una  gruta  cerca  de  Puerto  Escondido;  donde  enseñó  á  sus  de- 
votos á  tejer  las  capas  de  cabellos  usadas  por  sus  sacerdotes,  y 
acabada  la  visita  retomó  al  septentrión  de  donde  había  venido. 
Afirmaban  también  los  doctores  guaicuras  que  el  sol,  la  luna  y 
los  otros  astros,  aparentemente  más  grandes,  eran  hombres  y  mu- 
jeres, los  cuales,  tedos  los  días  al  ponerse,  caían  en  la  mar  y  sa- 
lían de  él  al  día  siguiente  á  nado,  y  que  las  estrellas  eran  fogo- 
nes encendidos  en  el  cielo  por  el  espíritu  visitador,  y  vueltos  á 
encender  después  de  ser  apagados  en  el  agua  del  mar  (1). 

Había  para  los  cochimies  un  ser  creador  del  cielo,  de  la  tierra 
y  de  todas  las  cosas:  habitaba  en  el  ciefo  el  espíritu ,  llamado,  d 
qne  vive,  quien  'sin  concurso  de  mujer  tuvo  un  hijo,  por  nombre 
el  vdoZy  y  lapeffeccion  ó  término  dd  barro:  apai*ecía  un  tercer  per- 
sonaje dicho,  d  que  hace  señares*  El  que  vive  crió  ciertos  seres  in- 
feriores, los  cuales  se  rebelaron  contra  su  señor  y  contra  los  hom- 
bres, diciéndoles  por  esto  merdirosos  y  engañadores,  los  cuales 
cojían  á  los  muertos  y  los  metían  debajo  de  la  tierra  para  que  no 
viesen  al  Señor  que  vive  (2). 

(1)  Clavijero,  hist  de  California,  lib.  I,  párr.  XXV. 

(2)  Clavijero,  loco  cit. 


30 

Segan  alcanzaron  á  ver  loa  misioneros,  celebraban  los  sinaloas 
una  fiesta  por  espacio  de  ocho  días.  Sobre  nn  suelo  emparejado 
con  arena  suelta,  en  el  interior  de  una  casa,  trazaban  un  circulo 
de  do's  varas  y  media  de  diámetro.  Los  indios,  excluidas  las  mu- 
jeres, entraban  embijados,  cantando  j  bailando,  con  bordonea  en 
las  manos;  sentábanle  á  veces,  j  con  unas  cañas  delgadas  seña- 
laban figuras^  que  pintaban  de  coleares.  Eran  dos  personas  á  cu- 
yo rededor  ise  veían  cañas  d^  maíz,  fríjoles,  calabazas,  y  entre 
ellas,  pájaros,  culebras  y  otros  animales.  Preguntados  por  la  sig- 
nificación de  las  figuras,  respondieron  llamarse  la  una  Yiriseua 
y  la  otra  Yairubi;  tal  vez  los  i^eligiosos  no  entendieron  la  expli- 
cación de  la  leyenda,  pues  ya  hacen  dos  diosas,  la  segunda  ma- 
dre de  la  pfimera,  ya  una  madre  y  su  hijo,  ya  en  fin,  el  varón  y 
la  hembra  progenitores  del  género  humano  (1). 

En  concepto  de  los  mexicanos  la  filiacion'y  distribución  de  las 
razas  era  ésta.  Ixtacmixcoatl,  la  culebra  de  nube  blanca,  tuvo 
dos  esposasa  En  la  una,  llamada  Ilancueitl,  enaguas  viejas  ó  de 
vieja,  engendró  seis  hijos.  El  primogénito  Xelhua  fundó  y  pobló 
á  Guauhquech  olían,  Itzocan,  Epatlan,  Teopantlan,  Tehuacan,  Ooz- 
catlan,  Teotitlan  y  otros  lugares.  Del  segundo  hijo  Tenoch,  fun- 
dador de  .Tenochtitlan,  descienden  los  tenochca  ó  mexica.  Ulme- 
catl,  el  tercero,  pobló  ciertos  pueblos  como  Totomihuacan,  Hui- 
tzilapan  y  Cuetlaxcoapan.  El  cuarto,  Xicalancatl,  se  estableció 
hacia  las  costas  del  Golfo,  fundando  á  Xicalanco  cerca  de  Tabas- 
co,  y  al  otro  Xicalanco  cercano  á  Yeracruz.  Al  quinto,  Mixtecatl, 
reconocen  por  padre  los  mixteca,  habitadores  del  antiguo  Mix- 
teoapan.  Otomitl,  el  sexto,  se  subió  á  las  montanas  cercanas  á 
México,  levantando  las  poblaciones  de  Xilotepec,  Tollan  y  Otom- 
pan:  ''ésta  es  la  mayor  generación  de  toda  la  tierra  de  Anáhuac, 
"la  cual  allende  de  ser  muy  diferente  en  la  habla,  andan  los  hom*- 
''bres  chamorros;  también  hay  quien  dice,  que  los  chichimecas 
"vienen  de  este  Otomitl,  por  ser  entrambas  naciones  de  baja  suer- 
"te,  y  la  más  soez  y  servil  gente  que  hay  en  toda  esta  tierra  (2)." 
Ixtacmixcoatl  é  Ilancueitl  habían  salido  de  Ghicomoztoc,  y  la 
gente  creía  haber  sido  engendrada  por  la  lluvia  y  el  polvo  de  la 


(1)  Bivas,  Triunfos  de  nuestra  Santa  Fee,  Hb.  II,  cap.  III. 

(2)  Ootuara,  apud  Barcia,  segunda  parte,  cap.  CLXXXXV.— Torquemada,  Ub.  I, 
capXn. 


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31 

tierra  (1).  De  la  segonda  esposa,  Ohimalma,  nació  Quetzalcoatl. 

Mr.  Brasseur  (2)  puso  en  historia  esta  leyenda,  oon  muchos 
pormenores  de  propio  caudal  é  inyencion.  Xelhua,  significa  los 
gigantes;  y  Xicalancatl  representan  los  pueblos  de  lengua  nahoa^ 
ülmecatl,  (los  tzapoteCa)  y  Mixtecatl,  hablan  lenguas  hermanas, 
distintas  de  la  anterior;  Otomitl  tiene  habla  separada  de  las  otras, 
lo  mismo  que  los  chichimecas;  en  siete  naciones  nombradas,  seis 
hablas  diversas.  Todas  esas  naciones  pertenecían  á  épocas  dis- 
tintas, desde  Xelhua  el  gigante,  hasta  los  mexica  que  al  último 
se  presentaron  en  el  Valle.  No  es,  pues^  historia  ni  mito;  es  la 
expresión  de  los  filósofos  mexicanos  reconociendo  á  todos  los 
pueblos  del  imperio,  fueran  cuales  fuesen  sus  diferencias  etno« 
gráficas,  como  provenidas  de  un  solo  tronco:  los  mexicanos  pro- 
fesaban la  doctrina  monogenista,  cual  lo  comprueba  el  par  privi- 
legiado que  escapó  á  cada  uno  dejos  grandes  cataclismos.  En 
cuanto  a  Quetzalcoatl  blancdl  barbudo,  de  origen  evidentemen- 
te extranjero,  para  ser  cpnsecuente  con  el  principio,  se  le  dio 
por.  padre  también  á  Ixtacmixcoatl,  asignándole  otra  madre, 
Ohimalma. 

Dejando  ya  los  orígenes,  pasemos  á  considerar  la  estructura 
del  mundo.  La  tierra  era  plana,  terminaba  en  los  países  conoci- 
dos, y  más  allá  de  las  costas  se  extendía  la  mar,  cuyas  a^uas  se 
mdJ  con  los  cielos;  éstos  y  aquellas  eran  de  la  miLa  materia, 
aunque  los  cielos  más  densos:  todo  el  aparato  se  sustentaba  en 
hombros  de  ciertos  dioses,  los  cuales  se  relevaban  al  estar  can- 
sados (3).  Para  los  californios,  la  esfera  se  sostenía  en  las  espal- 
das de  siete  gigantes.  Cuando  Dios  creó  el  mundo,  decían  los 
mayas,  puso  á  los  cuatro  hermanos  Bacab  hacia  los  cuatro  ex- 
tremos del  cielo,  para  que  lo  sustentasen  y  no  se  cayese:  estos 
Bacab  eran  conocidos  también  con  los  nombres  de  los  años  Kan, 
Muluc,Ix,  Oauac  (4).  Guando  los  gigantes  ó  los  genios  fiaqueá- 
ban,  vacilaba  la'  tierra  y  sobrevenían  los  terremotos. 

Llamábase  el  mar  TeocUl,  no  en  el  sentido  de  dios,  ''sino  agua 
^fiaraviUasa  en  profundidad  y  grandeza.''  Llamábase  también  Ilhui- 


(1)  Hotolinia,  hist.  de  los  incUos,  pág.  40. 

(2)  Hist.  des  nat.  ciTÜisées,  lib.  II;  cap.  I. 
^  (3)  Mufioz  Gamargo,  MS.  154. 

(4)  Belacion  de  las  cosas  de  Tucatan  por  Landa,  pág.  206. 


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32 

'^caatl,  que  quiere  decir  agua  qve  se  juntó  con  d  cidoy  porque  los 
''antiguos  habitadores  de  esta  tierra  pensaban  q^oe  el  cielo  se 
''juntaba  con  el  agua  en  la  mar,  como  si  fuera  una  casa:  que  el 
''agua  son  las  paredes,  y  el  cielo  está  sobre  ellas,  y  por  ese  llar 
"man  á  la  mar  el  cielo  (amictlan)/'  (1)  Debe  suponerse  que  la 
casa  la  creían  redonda  y  techada  en  forma  circular,  por  ser 
*  ésta  la  figura  aparente  determinada  por  la  vista. 

En  cuanto  al  número  de  los  cielos  andan  discordes.  Trece  cuen^ 
ta  la  relación  de  Fr.  Bernardino;  doce  son  para  Sahagun  y  Tor-^ 
quemada;  once  en  otara  noticia  mexicana,  y  Muñoz  Gamargo,  (2) 
con  otros  escritores,  enumera  nueve,  nombrados  "Chiconauh- 
nepanhuican,  Ilhuicac,  donde  hay  perpetua  holganza."  Para  ellos 
la  tierra  estaba  fija;  la  luna  y  la  esfera  giraban  al  derredor  de 
aquella. 

Las  estrellas,  ciílolin,  (ciüaüo,  eatreUadoJ,  estaban  pegadas  en 
el  cielo:  tenían  idea  de  las  diversffs  magnitudes  aparentes,  su* 
puesto  que  á  las  pequeñas  nombrahajidiláUorUlu  Los  astróno» 
mos  mexicanos  reconocían  algunas  constelaciones.  Guiados  por  las 
indicaciones  de  Sahagun,  hallamos  que  les  llamaba  la  atención  la 
estrella  de  primera  magnitud  Aldebaran  y  el  grupo  de  las  Hiadas, 
en  elToro.  La  culminación  de  las  Pléyadas  les  servía  en  su  cere* 
monia  del  fuego  nuevo.  Las  tres  estrellas  del  cinturon  de  Orion 
eran  conocidas  bajo  la  denominación  de  Yoaltecutli  y  Yacahuiz^ 
tli,  las  tomaban  por  agüero,  y  les  ofrecían  incienso  á  la  prima 
noche,  á  la  hora  de  las  tres  y  al  alba:  las  distinguían  por  ma- 
malhttaztliy  nombre  de  los  palos  que  servían  para  encender  el  fue- 
go nuevo.  A  honra  de  estas  estrellas  se  hacía  una  quemadura 
á  los  hombres  en  la  muñeca,  pues  si  morían  sin  la  señal,  en  el 
infierno  les  barrenarían  con  un  palo  como  acá  en  la  tierra  para 
sacar  la  lumbre.  (3)  M  mamcdhnazüi  colocado  en  la  esfera,  divi* 
nizaba  el  instrumento  dé  la  ceremonia  cíclica.  Las  estrellas  de 
la  Bocina,  es  decir,  la  Osa  menor,  pintábalas  cómo  una  S  y  les 
decían  düal^unecuiüi  "porque  tienen  semejanza  con  cierta  espe- 

"cié  de  pan al  cual  llaman  xunecuilli^  el  cual  se  comía  en 

"todas  las  casas  vnx  dia  al  año,  que  llamaban  xuchühuüu  (4)    La 

(1)  P.  Sáhftgnn,  tom.  III,  pág.  309. 

(2)  Hist.  de  Tlaxcala,  MS.  162. 

(3)  P.  Sahagun,  tom.  11,  pág.  26Í). 

(4)  Ibid.  tom.  n,  pág.  262. 


33 

Osa  mayor  6  el  Carro,  hemos  visto  antes  ser  el  tigre  Tezcatlipo- 
ca.  Estas  dos  constelaciones  no  se  ponen  en  el  horizonte  ile  Mé- 
xico; por  ello  y  por  an  figura  debieron  llamar  la  atención  de  los 
astrónomos,  no  siendo  un  supuesto  muy  ayenturado  el  que  hacían 
observaciones  de  la  polar,  supuesto  que  sabían  trazar  la  línea 
meridiana.  La  constelación  zodiacal  del  Escorpión  era  conoci- 
da por  Cdoü^  alacrán;  es  decir,  el  mismo  nombre  adoptado  en  la 
ciencia  astronómica  de  los  pueblos  primitivos  del  mundo.  Como 
dios,  preside  esta  constelación  en  la  décimo  tercera  trecena  del 
Tonalamatl  bajo  el  nombre  de  Teoiztactlachpanqui,  compuesto 
de¿eofZ,  dios,  ízíoc,  blanco,  y  ÜacJipanqui  el  que  barre  algo:  el  dios 
blanco  que  barre. 

Es  sabido  que  las  veinte  divinidades  que  presidían  á  las  tre- 
cenas del  Tonalamatl,  según  Gama,  tenían  lugar  preferente  en- 
tre los  planetas  y  signos  celestes;  con  ellos  se  simbolizaban  el' 
sol,  la  luna,  los  planetas  y  algunas  estrellas  fijas.  Citlalinicue  a' 
Citlalcueye,  enaguas  de  estrellas,  cq  la  décima  sexta  trecena,  es 
la  Via  láctea;  (1)  en  la  pintura  está  representada  por  una  co- 
rriente cual  si  íuera  de  agua,  ocupando  los  tres  lados  principales 
del  cuadrante. 

Los  cometas,  y  las  estrellas  errantes  venían  del  quinto  cielo. 
Los  cometas,  dtlalinpopoca,  estrella  que  humea,  eran  pronósticos 
de  muertes  de  príncipe  ó  rey,  guerra  ó  calamidad;  el  pueblo  decía, 
"esta  es  nuestra  hambre f*  pensaban  en  la  materia  como  en  los  pue- 
blos* de  Europa  hasta  hace  algunos  años.  Creían  que  si  la*  luz  del 
cometa  hería  alguna  cosa  viva,  ahí  se  criaba  un  gusano,  y  el  co- 
nejo ó  la  liebre  se  hacían  malos  para  comer:  las  gentes  se  abriga- 
.ban  por  la  noche  para  no  recibir  daño.  (2)  Por  esto  llamaban  á 
la  cauda  del  cometa  cUlalinÜaminay  la,  estrella  tira  saeta;  cuando 
aparecía  crínito  le  decían  xihuitt 

El  planeta  Venus  tenía  el  nombre  de  Citlalatona,  la  estrella  de 
claridad,  (3)  estrella  resplandeciente.  El  intérprete  del  Códice 
Telleriano  (4)  le  dice  Cihuatlaltona,  la  primera  claridad;  forma- 
da antes  que  el  sol,  fué  la  primera  luz  que  apareció  en  el  mun- 

(1)  Gama,  Descripción,  pág.  100  , 

(2)  P.  Sahagun,  tom.  ü,  pág.  261. 

(8)  Bel  Planeta  Vdnns.  Oopia  de  .un  Oódicd  MS.  en  poder  del  Sr.  D  •  Joaquín 
QrBxeÍA  Icazbalceta,  qne  contiene  nn  ejemplar  de  la  Hist.  de  los  Indios  de  Fr .  Ton- 
bio  Motolinia,  áon  más  completo  qne  «I  pnblicado. 

f  4)     Segunda  parte,  lám .  XIV. 


\ 


34 

do.  Quetzalcoatl  al  morir  se  transformó  en  esta  estrella.  En  el 
referido  Códice  se  le  llama  Tlahuizcalpantecutli,  "quiere  decir, 
señor  de  la  mañana  cuando  amanece,  y  lo  mismo  es  señor  de 
aquella  claridad  cuando  quiere  anochecer."  Preside  la  décima 
cuarta  trecena  del  Tonalamatl  bajo  el  signo  Nahui  Ollin  ó  más 
bien  Nauhollin.  En' el  templo  mayor  de  México  existía  el  teo- 
calli  ílhuicatitlan,  junto  al  cielo,  destinado  para  los  sacrificios 
cuando  aparecía  el  planeta:  é  igualmente  el  Hueitzompantli.  (1) 
En  el  niiuicatitlan  había  una  columna  alta  y  gruesa  donde  es- 
taba pintada  la  estrella;  remataba  en  un  chapitel  de  paja,  y  ante, 
ella  tenían  lugar  los  sacrificios.  (2)  Los  antiguos  le  llamaban 
Lucifer  por  la  mañana,  y  en  la  tarde  Vesper  ó  Hésperas;  nom- 
bres análogos  le  daban  los  mexicanos,  pues  citlolpuL  es  la  es- 
trella de  la  mañana,  y  HveiÜcdin,  la  de  la  tarde.  (3) 

Los  astrónomos  conocían  bien  sus  movimientos,  dándole  en 
su  aparición  vespertina  un  período  de  260  dias;  sabían  el  tiem- 
po fijo  de  su  vuelta  oriental  señalando  otro  período  de  260  dias, 
más  una  trecena,  lo  cual  suma  273.  (4)  A  esta  cuenta  llamaban 
TonalpohuaUi,  y  estaba  destinada  al  cómputo  del  Tonalamatl, 
papel  del  sol,  el  cual  se  componía  de  períodos  absolutos  de  260 
dias:  el  mismo  período,  con  ciertas  correcciones  se  prolongaba 
por  los  años,  las  indicciones,  y  los  ciclos. 

En  la  historia  del  sol  hay  mucho  de  confuso.  Destruido  cua- 
tro veces,  fue  formado  una  quinta;  bajo  este  aspecto  es  una  cria- 
tura secundaria  y  sin  poder,  no  es  una  divinidad.  Luego  apa- 
rece que  los  númenes  tomaron  su  lugar  por  algún  tiempo,  reci- 
biendo una  especie  de  santificación.  Le  encontramos  al  fin  ele- 
vado á  la  altura  de  los'  dioses,  en  una  de  las  categorías  más  en- 
cumbradas. Todo  indica  una  mezcla  de  ideas,  de  distintas  épocas 
y  de  diversas  procedencias,  formando  un  cuerpo  abigarrado: 
mitos  cosmogónicos,  rituales  ó  astronómicos. 

En  su  última  faz,  el  sol  era  tenido  por  creador  de  todas  las  co- 
sas y  causa  de  ellas,  extendiéndose  su  culto  por  muy  gran  parte 
del  nuevo  continente.  (5)    Aunque  tenía  diversos  nombres,  por 

(1)  Torquemada,  liU  VIH,  cap.  XIV. 

(2)  Sahagun,  tom.  I,  pág.  205. 

(3)  P.  Bahagun,  tom.  11,  pág.  250. 

(4)  Del  pl  ueta  Venus.  MS. 

(5)  P,  Durto,  seg.  parte,  cap,  X.  MS.— Mendieta  lib.  II,  cap.  Vm. 


35 

excelencia  se  le  llamaba  TeoÜ;  el  apellido  Toaatiuh,  significando 
un  accidente  quiere  decir,  el  que  ya  resplandeciendo.  (1)  Cuando 
en  Teotihuacan  murieron  los  dioses,  dejaron  á  sus  devotos  las 
mantas  con  que  se  cubrían;  aquellos  sectarios  tomaron  palos,  les 
hicieron  una  muesca  donde  pusieron  una  piedra  preciosa  por 
corazón,  y  los  envolvieron  primero  con  pieles  de  culebra  ó  tigre 
7  en  seguida  con  las  mantas:  estos  bultos  se  llamaron  Üaquimi- 
üolu  (2)  Tristes  y  apenados  vagaban  los  devotos,  hasta  que  uno 
de  ellos  llegó  á  la  orilla  del  mar;  tres  veces  se  le  apareció  Tez- 
catlipoca,  previniéndole  al  ñn,  fuese  al  sol  y  traJQse  cantores  é 
instrumentos  para  hacerle  fiesta.  Las  ballenas,  las  tortugas  y 
las  sirenas  formaron  un  puente  sobre  la  mar,  y  el  devoto,  can- 
tando un  canto  hermoso,  llegó  al  astro  y  le  dio  cuenta  de  su  co- 
metido. Previno  el  sol  á  los  que  con  el  estaban,  que  no  respon- 
diesen al  cantar  del  mensajero,  porque  quienes  tal  hicieran  aquel 
se  los  llevaría  consigo:  no  obstante  la  prevención,  como  él  canto 
era  tan  melifluo,  algunos  respondieron,  y  él  se  vino  con  ellos  & 
la  tierra,  trayendo  el  híiehtieÜ  y  el  tejpanaztM.  Comenzaron  de  nue- 
vo las  fiestas,  los  bailes  y  los  cantares  á  los  muertos  dioses.  (3 ) 
En  esta  relación  continúa  el  mito  de  Teotihuacan;  los  sectarios 
de  las  divinidades  derrocadas  por  el  culto  del  sol,  vagan  mucho 
tiempo  ocultando  su  rito  proscripto,  hasta  que  pueden  de  nuevo 
practicarle  poniéndose  en  contacto  con  los  prosélkos  del  astro. 

lios  totonacos  adoraban  la  gran  diosa  de  hs  cielos,  esposa  del 
soL  Su  templo  estaba  en  lo  alto  de  una  montaña,  muy  fresco  y 
limpio  á  maravilla;  repudiaba  los  sacrificios  de  hombres  amando 
se  le  sacrificasen  tórtolas,  aves  y  conejos;  sacerdotes  buenos  y 
arreglados  cuidan  de  su  culto,  rogándole  pidiera  á  su  esposo  el 
sol,  los  librara  de  la  tiranía  de  los  dioses  que  exigían  sangre  hu- 
mana. (4) 

Representaban  los  mexicanos  el  astro  con  varios  círculos  con- 
céntricos, divididos  en  ocho  partes  con  unas  aspas  triangulares, ' 
haciendo  relación  á  sus  movimientos  aparentes  y  á  la  división 
del  tiempo.    A  veces  ofrece  en  el  centro  un  rostro  de  frente  con 
una  gran  lengua  saliente  de  la  boca,  como  en  la  piedra  vulgar- 

[1]  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXVn. 

(2)  Mflndieta,  lib.  H,  cap.  II. 

(3)  Mendieta,  lib.  n,  cap.  m. 
[4]  Menaieto,  lib.  n,  cap.  IX. 


36  , 

lüeiite  Ilftinada  Calendario;  otras  el  rostro  está  de  perfil  j  dift 
íéúgask,  como  en  el  Tonalamatl;  las  más  yeees  no  apareee  la  ea^ 
como  en  el  Onanlizicalli  de  Tíeog  y  en  las  pinturas  de  los  Oé- 
dices. 

Estando  fija  la  tierra,  el  sol  giraba  al  derredor  de  ella.  Los 
guerreros  muertos  sobre  el  campo  de  batalla  iban  á  morar  á  la 
casa  del  sol,  en  el  lugar  de  Oriente:  por  esto  se  llamaba  ese  pñn* 
to  cardinal  TMocan,  paraíso.  Las"  mujeres  muertas  en  el  pri* 
mer  alumbramiento  subían  á  la  categoría  de  diosas  bajo  el  nom- 
bre de  Mcudhnciquezqne,  entrando  en  el  número  de  las  mujeres  ce- 
lestiales denominadas  Oihuapipiltín,  é  iban  á  habitar  talnbien  la 
casa  del  sol,  aunque  hacia  el  Occidente,  punto  que  por  esto  era 
llamado  OihuaÜampa.  Al  disponerse  á  salir  por  Oriente  el  Tona- 
tiuh  en  su  curso  diurno,  los  guerreros  celestes  aprestaban  sus 
armas  y  corrían  á  su  encuentro  armando  estruendo  y  dando  Vo- 
ces; se  le  ponían  delante,  y  con  pelea  de  regocijo  le  llevaban  has- 
ta ponerle  en  la  mitad  más  alta  del  cielo,  el  cual  llamaban  iVb- 
panÜatonatiuL  Becibiánlo  en  aquel  punto  las  Macihnaquezqttey 
armadas  y  con  regocijos  guerreros;  entregánbanle  los  hombres, 
y  se  esparcían  en  seguida  por  el  cielo  y  sus  jardines  á  chupar  las 
fiores  hasta  el  siguiente  dia.  Las  diosas  celestes  ponían  bI  Td- 
natiuh  en  unas  andas  de  plumas  de  quetzaSí,  llamadas  quetzcia- 
paneóobhuiü^  \6  tomaban  en  hombros  unas,  precediendo  las  otras 
dando  voces  de  alegría,  y  haciendo  fiesta:  así  bajaban  de  lo  idto 
hasta  llegar  al  Cihuatlampa.  Allí  salían  á  encontrar  al  Tona- 
tiuh  los  del  infierno;  porque  cuando  en  la  tierra  comienza  la  no- 
che, en  el  infierno  empieza  el  dia:  entonces  los  muertos  despier- 
tan, se  levantan,  corren  al  encuentro  del  astro,  y  lo  conducen  si- 
lenciosos hasta  ponerio  en  el  Oriente.  En  tanto  las  MabSraa- 
quezque  bajan  á  la  tierra,  buscan  los  instrumentos  para  tejer  y 
labrar,  se  aparecen  á  sus  perdidos  esposos  y  les  regalan  las  obras 
de  sus  manos.  (1) 

El  Tlalchitonatiuh,  reunión  del  sol  y  la  tierra,  en  el  Códice: 
Telleríano,  (2)  presenta  á  la  tierra  en  figura  humana,  bín  cabe- 
za, con  dos  manos  levantadas  hacia  arriba  y  dos  hacia  abajo,  te- 
niendo en  la  parte  inferior  el  miqtmtli  para  señalar  la  n^ansion 


[1]    P.  Sahagan,  tom.  U,  pág.  186  y  ág. 
(2)    Segunda  parte,  lám.  XKY; 


^    I 


a7 

é»  Iqs  nwartoe.  En  diohfk  parte  se  descubre  el  luminar  con  los 
«rseo0  de  Tlaloc,  dando  á  entender  el  conjunto  el  movijBiie^tto 
del  astea  Según  el  intérnete,  "^este  es  el  escalamiento,  ó  calor 
que  da  el  sol  á  la  tierra>  y  asi  dicen  que  cuando  ol  sol  se  pone 
que  Ta  á  lUumbraar  i  los  H^uertos." 

£1  sistema  de  rotación  y  las  creencias  determinaron  los  nom-' 
bses  de  los  puntos  cardinales.  Hemos  visto  que  el  Oriente  er4|i 
Tlqiocan,  la  mansión  de  los  guerreros  gloriosos;  el  Occidente  se 
decía  CihtuxQampg,,  Kabitacion  de  las  diosas  Oibuapipiltin,  mu^ 
jercilas.  Nombrábase  MicíUxmpaj  infierno,  al  Norte,  y  HuUssIUam- 
pc^  lugar  espinoso,  el  Sur,  residencia  de  las  diossii^  apellidadas 
Suüenaocu 

£1  nombre  Nafiui  OIMn,  cuatro  movimientos  del  sol,  se  refiere 
al  moTÍmiento  del  astro  entre  los  trópicos.  Parece  que  desde 
muy  antiguo  conocieron  los  astrónomos  mexicanos  los  puntos 
aolfiticiales  y  equinocciales.  Esta  determinación  es  de  las  más 
fácáles.  Pronto  debió  ser  observado  que  el  luminar  no  tenía  m. 
orto  y  ocaso  en  los  mismos  puntos  del  horizonte,  y  por  la  des^ 
viacion  al  N.  y  al  S.  se  pudo  formar  juicio  dé  la  amplitud  de  la 
fajia  recorridaí,  sirviendo  para  ello  de  comparación  los  objetos  ñr 
BiOQff  de  la  tierra  colocados  en  el  horizonte;  tomada  después  la 
mijtad  de  la  cujrva  aparente,  podía  señalarse  ccm  exactitud  los 
puntos  equinoeoiales  y  ese  movimiento  de  vaivén.  Estas  ob- 
servaciones»  acompañadas  de  las  de  sombra  de  los  gnómones, 
pudieron  conduoár  á  la  determinación  de  la  línea  meTidiaau^  y  al 
conocimiento  de  los  dias  en  que  el  sol  pasaba  por  el  ss^nit  de  la 
ciudad. 

Que  los  mexicanos  conocían  el  verdadero  valor  del  ano  trópi- 
coy  ^8  indudable;  (1)  el  testimonio  de  Humboldt,  y  de  oirás  per- 
sonan, prueban  que  aJgnnos  edificios  estaban  perfectamente 
orientados;  Gama  (2)  vio  todavía,  el  año  1775,  sobre  una  de  las 
rocas  del  cerro  de  Chapultepec,  las  líneas  que  señalaban  el  me- 
ñdiano  y  los  puntos  solsticiales.  De  aquí  la  división  de  lasL  es* 
taciones,  y  saber  los  pasos  por  el  zenit. 

En  cuanto  dios,  el  sol  recibía  adoraciones  durante  los  dias  y 
las  noches.  Al  amanecer  lo  I^cibían  los  sacerdotes  del  templo 
mayor  con  su  estruendosa  música  de  tambores,  bocinas  y  cara- 

(1)  Véase  adelaate  nuestro  trabajo  especial  sobre  el  Calendario. 

(2)  Descrip.  de  las  dos  piedras,  primera  parte,  §  76. 


38 

coles,  sacrificándole  codornices,  arrancándoles  la  cabeza  y  ofre- 
ciéndole la  sangre:  (1)  en  el  resto  del  dia  tenía  cons9.gradas  pre- 
ces é  incienso.  Sn  templo  se  llamaba  Gnauhzicalco,  y  el  rey  pa- 
ra asistir  á  las  fiestas  tenía  el  edificio  particular  dicho  Hney- 
cnanhxicalco.  (2)  Existía  una  orden  de  cabaQeros  que  recono- 
cía por  patrono  al  astro;  eran  todos  nobles,  y  si  bien  eran  casa- 
dos tenian  morada  particular  en  el  templo  mayor  llamada  Ova- 
cuauhtin  inchan,  casa  ó  madriguera  de  las  águilas.  Ahí  había  una 
imagen  del  sol  pintada  sobre  lienzo,  que  se  mostraba  al  pueblo 
por  los  sacerdotes  cuatro  veces  en  el  dia  y  en  la  noche.  Dos  ve- 
ces al  año,  cuando  en  el  orden  sucesivo  de  los  dias  tocaba  el  sig- 
no nahui  dlin,  tenía  lugar  un  sacrificio  con  muy  particulares  ce- 
remonias, precedido  de  un  muy  rigoroso  ayuno,  y  en  que  sólo 
tomaban  parte  inmediata  aquellos  valerosos  caballeros.  (3)  Fies- 
tas solemnes  se  verificaban  en  el  solsticio  de  invierno.  (4)  La 
que  se  hacía  en  el  templo  de  Iztaccenteotl,  dios  de  las  mieses 
blancas,  era  precedida  de  un  ayuno  de  cuarenta  dias,  sacrificán- 
dose á  los  leprosos  y  contagiados.  (6) 

En  el  Tonalamatl  (6)  preside  la  décima  primera  trecena  como 
planeta,  Tonatiuh,  acompañado  de  Tlatocaocelotl,  la  persona  ti- 
gre, y  de  Tlatocaxolotl,  la  persona  Xolotl,  personificación  aquel  de 
los  guerreros  y  éste  de  los  sacerdotes.  Castillo  (7)  le  acompaña  de 
Tepoztecatl,  divinización  del  cobre,  como  metal  usado  en  sus  ar- 
mas y  utensilios.^  En  la  décima  cuarta  trecena  aparece  con  Na- 
hui Ollin  Tonatiuh,  sol  en  sus  cuatro  movimientos,  y  le  signen 
Pilcintecutli,  el  dios  ó  señor  niño,  y  QuetzalcoatL  Finalmente, 
en  la  décima  sexta  trecena  vuelve  á  aparecer  Ollin  Tonatiuh, 
movimiento  del  sol,  con  Tlalloc  el  dios  de  las  aguas,  y  Citlali- 
nicue  6  Oitlalcueye,  la  Yia  láctea.  En  esta  tiltima  forma  se  rela- 
cionan el  sol  y  la  Yia  láctea,  cual  si  tuvieran  idea  de  la  inmen- 
sa nebulosa  á  que  pertenece  nuestro  sistema  planetario. 

Los  eclipses  de  sol  constan  en  las  pinturas  jeroglíficas,  re- 
presentados por  el  signo  ideográfico  teotly  con  una  mancha  re* 

(1)  Toiquemada,  lib.  IX,''cap.  XXXIV. 

(2)  Torquemada»  lib.  VIII,  cap.  12.  i 
(8)  P.  Duran,  Segunda  parte,  cap.  X.  MS. 
(4)  Torquemada,  Ub.  VIH,  oap.  xni. 
(6)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XXVm. 

(6)  Me  BÍrre  un  ejemplar  de  los  litografiados  en  París,  por  Desportes. 

(7)  Apud  Gama;  primera  parte,  §  63. 


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I 


I 


39 

donda  y  negra,  más  ó  menos  amplia  según  la  intensidad  del  fe- 
nómeno. Fiesta  principal  se  hacia  bajo  la  denominación  de  Ne- 
tonatiuhcualo,  d  infdiz  sel  comido,  (1)  y  tenía  lugar  cada  200  ó 
300  dias.  Durante  los  eclipses  las  mujeres  lloraban  á  yoces,  lo» 
hombres  gritaban  tapándose  y  destapándose  alternatiyamente  la 
boca  con  las  manos,  alborotándose  la  gente  con  gran  temor;  pun- 
zábanse las  orejas  con  púas  de  maguey  y  se  pasaban  mimbres 
por  los  agujeros;  en  los  templos  cantaban  y  tañían  los  instru- 
mentos con  gran  ruido;  se  buscaban  hombres  de  pelo  y  rostro 
blancos,  llamados  albinos,  y  los  sacrificaban  con  algunos  cauti- 
vos. Si  el  eclipse  era  total,  exclamaban:  ''nunca  más  alumbrará, 
ponerse  han  perpetuas  tinieblas,  y  descenderán  los  demonios  y 
vendránnos  á  comer."(2)  Muchas  supersticiones  Jxabía,  semejan- 
tes ó  iguales  á  las  que  vamos  á  enumerar. 

Conocemos  ya  la  historia  de  la  l\ina  una  vez  creada  y  hasta 
ahora  nunca  destruida;  su  papel  en  el  orbe  es  respectivamente 
moderno.  Los  de  Tlaxcala  creían  que  era  la  esposa  del  sol,  di- 
ciendo que  ambos  consortes  cuando  se  retiraban  del  cielo  descan- 
saban de  sus  fatigas  y  dormían.  (3)  La  luz  del  sol  era  propia,  la 
6e  la  luna  se  apagaba  ó  amortiguaba  en  parte  según  la  progresión 
de  sus  fases:  lleva  en  el  rostro  la  señal  del  conejo  con  que  los 
dioses  la  hicieron  menos  resplandeciente.  Becibía  adoración  en 
el  templo  mayor  de  México  en  el  teocalli  Tecucizcalco,  casa  de 
caracoles,  pues  la  luna,  conforme  á  su  origen,  llamábase  también 
Tecuciztecatl:  le  hacían  sacrificios  en  diversos  tiempos  del  año.  (4) 
Los  de  Xaltocan  la  tenían  por  dios  principal. 

El  eclipse  de  luna  producía  menor  alboroto  que  el  de  soL  Las 
mujeres  grávidas,  para  evitar  el  aborto  ó  defender  que  el  niño 
saliera  con  los  labios  rotos,  (tencuoy  labio  comido)  boquituertos,  sin 
narices  ó  bizcos,  se  ponían  en  la  boca  ó  encima  del  vientre  un  pe- 
dazo de  üzii%  obsidiana.  (6)  Todavía  la  gente  vidgar  de  los  cam- 
pos acostumbra  cubrir  el  vientre  con  una  tela  de  color  encamado. 
La  costumbre  de  los  mexicanos  se  encuentra  en  pueblos  de  las 
costas  del  N.  O.  Las  tribus  de  Sonora,  en  los  eclipses  4el  sol  y 

(1)  Qama,  loco  oit,  par.  67 

(2)  P.  Bahagon,  lib.  YII,  cap.  I. 
(8)  Mufioz  Camargo.  MS.  155. 

(4)  Torqnemada,  lib.  VIII,  cap.  Xm, 

(5)  Sahagan,  lib.  YII,  cap.  II. 


* 


40 

de  la  luna,  salían  de  sus  casas  dando  los  más  fuertes  alaridos  y 
haciendo  cuanto  mayor  estruendo  podían.  (1)  Los  misioneros  en 
Sinaloa,  durante  un  eclipse  de  luna,  vieron  salir  á  los  de  un  pue- 
blo á  la  plaza  armados  con  arcos,  flechas  y  palos,  voceando  y 
golpeando  fuertemente  en  las  esteras:  acudían  en  defensa  del 
astro,  «amenazado  por  un  genio  que  en  el  cielojreside  y  con  el 
cual  trae  perpetua  guerra.  (2)  La  palabra  MetzÜi  significa  igual- 
mente luna  y  mes,  dando- á  entender  que  en  un  tiempo  el  calen- 
dario fué  lunar. 

Al  ver  tan  enmarañadas  *  nociones  astronómicas,  truncas  y 
fabulosas,  dudan  algunos  que  los  mexicanos  hayan  podido  llegar 
á  las  delicadas  observaciones  que  los  condujeron  á  la  medida 
exacta  del  tiempo  para  la  formación  de  su  calendario,  y  todavía 
más,  cuando  su  aritmética  parece  insuficiente  y  no  constan  cuáles 
nociones  tuvieron  en  geometría.  En  México,  á  semejanza  de  lo 
acontecido  en  Egipto,  en  Grecia  y  en  otras  naciones,  los  sacer- 
dotes monopolizaban  las  ciencias  y  la  religión:  de  la  astronomía 
V.  g.,  el  pueblo  no  era  sabedor  sino  de  las  cosas  vulgares;  apar- 
tado de  la  iniciación  sacerdotal,  juzgaba  por  su  ceguedad  y  ad- 
mitía consejas  absurdas.    Durante  la  conquista  perecieron  losk 
tlamacaz  que  defendiendo  valerosamente  sus  teocalli;  con  ellos 
pereció  la  ciencia/  Cuando  los  entendidos  misioneros  quisieron 
recoger  las  noticias  de  los  pueblos  conquistados,  generalmente 
sólo  pudieron  consultar  con  los  ignorantes.  Si  algún  sacerdote 
escapó  á  la  matanza,  ocultaba  pertinazmente  la  clase  á  que  per- 
tenecía, y  si  era  descubierto  y  preguntado,  debía  tener  empeño 
en  no  revelar  los  secretos,  tratándose  de  conquistadores  y  de 
enemigos  de  los  dioses.  La  verdadera  ciencia  azteca  desapareció 
sin  remedio. 


(1)  Alegre,  Hist.  de  la  Compaftía  de  Jesús,  tozn.  II,  pág.  217. 
(3)  Rivas,  lib.  HI,  cap.  XXV. 


CAPÍTULO  IIL 

Lo9  cuatro  élanentos,  --La  UeTTa.-'ChicomeooatL--CmUotL--  TocL — TemaacaUed.  — 
XoehiqueUiU,'-Monta7ÍaÉ,^Fie8Uu  y  dMnidade8.-----RitMj\iner(Ue8.---El  infierno. 
'—MioticmteoutU  p  los  díMee  it^/!Bmaiá»,"^lMgarwi  dé  dMean$o  de  kt»  ánimaé.-^Sl 

de  de  ChoUolan. 

Los  mexicanos,  ademas  de  los  cuerpos  celestes  adoraban  los 
cuatro  elementos  tierra^  clquoLj  aire  y  fuego»  (1)  Antiquísima  es  la 
doctrina  de  la  composición  de  todos  los  cuerpos  por  la  combi- 
nación de  estos  cuatro  principios  elementales,  y  gustó  tanto  á 
la  humanidad^  que  no  comenzó  á  abandonarla  basta  mediados 
del  pasado  siglo.  En  el  sistema  de  Pitágoras,  aprendido  tal  vez 
de  los  sacerdotes  de  Baco,  ''el  mundo  sublunar  era  teatro  de  un 
''combate  sin  fin  entre  la  vida  y  la  muerte,  presentando  la  per^ 
^'petua  alternativa  de  las  generaciones  y  las  destrucciones;  era 
''la  región  de  los  cuatro  elementos,  tierra,  agua,  aire  y  fuego,  los 
"cuales  por  sus  uniones,  divorcios  y  transformaciones  inoesan- 
"t^s,  producían  todos  los  fenómenos  accidentales  que  aparecen 
"á  nuestra  vÍ8ta/'(2)  Ideas  análogas  abundaban  en  los  mexicanos. 

Como  diosa  figuraban  la  tierra  en  una  rana  fiera,  con  bocas 
llenas  de  sangre  en  todos  las  coyunturas,  diciendo  que  todo  lo 
coniía  y  tragaba.  (3)  Donde  quiera  que  se  muestran  bajo  algún 
aspecto  las  reproducciones^  la  razón  incipiente  las  asemeja  á  las 
generaciones  de  los  seres,  formando  dualidades  de  hombre  y  de 
mujer.  Tlaltecutli,  de  ÜcilH,  tierra,  y  tecuÜiy  señor,  era  el  dios 
varen  de  este  elemento:  á  este  señor  tierra  reverenciaban  con 
grandes  sacrificios  y  ofrendas.    La  principal  reverencia  que  en 

(1)  P.  Mendieta,  üb.  U,  cap.  VIL 
.   (2)  Figtder,  Savants  de  rantíquité,  pág.  81. 
(3)  Mendieta,  lib.  II,  cap.  IV:  le  copia  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XLIV. 

6 


M    I 


/    42 

su  honor  se  practicaba,  era  tomar  del  polvo  con  el  dedo  mayor 
de  la  mano  y  llevarlo  á  la  boca:  (1)  se  hacía  en  memoria  del  na- 
cimiento y  de  la  muerte  de  los  hombres. 

La  tierra,  negando  sus  frutos,  presenciando  la  muerte  de  los 
seres  y  encerrando  los  despojos  en  su  seno,  desnudo  de  su  ver- 
dor durante  el  invierno,  presenta  una  faz  angustiosa  y  dura; 
mientras  su  fertilidad  abundosa,  el  nacimiento  constante  de  nue- 
vos individuos,-*la  reaparición  de  ItíB  plantas  en  la  primavera,  la 
ofrecen  como  blanda  y  amorosa:  de  aquí  considerarla  como  ma- 
dre y  madrastra  al  tiempo  mismo.  Ambas  ideas  se  encerraban 
en  la  Chicomecoatl  ó  Chicomeoohuatl,  siete  culebras,  diosa  en 
general  de  la  germinación  de  las  plantas,  pues  bajo  este  nombre 
era  el  numen  de  la  esterilidad  y  del  hambre,  mientras  en  el  de 
Ohalchiuhcihuatl,  mujer  preciosa  ó  de  chalchihuitl,  presidía  á  la 
abundancia  y  al  regocijo:  era  el  bien  y  el  mal  en  una  sola  pieza. 
Representábanla  en  forma  de  linda  moza,  con  una  tiara  en  la  ca- 
beza, ciieytl  enaguas,  huipüli  especie  de  camisa  y  cddtliy  zapato,  to- 
do rojo  haciendo  tal  vez  alusión  al  concurso  del  fuego;  entre  sus 
s^tavios  galanos  se  distinguían  sus  ricos  pendientes  en  las  orejas, 
el  collar  de  mazorca  de  oro  remedando  las  del  maíz,  y  las  ma- 
zorcas del  mismo  género  que  en  las  manos  llevaba,  con  los  bra- 
zos extendidos  cual  si  estuviera  bailando.  (2)  La  fiesta  de  esta 
divinidad  era  general  en  el  país,  pidiéndole  año  abundante  en 
mantenimientos;  la  victima  especial  representante  de  la  diosa  se 
decía  Atlatona,  el  agua  resplandeciente,  y  la  sacrificaba  el  sacer- 
dote de  Tlaloc,  aludiendo  al  consorcio  de  la  tierra  y  del  agua, 
al  principio  de  la  misma  tierra  formada  ó  sacada  del  seno  de  las 
aguas.  Atlatona  era  la  diosa  de  los  leprosos  y  heridos  de  enfer- 
medades contagiosas;  sus  despojos,  eran  arrojados  á  un  sótano  á 
fin  de  apartarlos  del  contacto  de  los  vivientes.  (3) 

Ohicomecoatl  era  conocida  también  por  Centeotl,  de  oe/nüi^  la 
mazorca  del  msdz  seco.  (4)  Constituyendo  el  maíz  la  base  de  la 
alimentación  de  aquellos  pueblos,  no  podía  faltar  divinidad  que 
presidiese  á  su  producción.  Por  eso  Centeotl  se  distinguía  igual- 

(1)  P.  Darán,  Segunda  parte,  cap.  XIX  MS. 

(2)  Doran,  cap.  XTTTL  MS.-Si^hagan,  lib.  I,  cap.  VH,  le  pone  en  la  mano  derecha 
nn  "Taso,  y  en  la  izquierda  una  rodela  con  una  flor  grande  pintada." 

(3)  P.  Duran,  loco  cit  MS. 

(4)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XIH. 


43 

mente  por  lod  nombres  de  Xilonen,  de  xüoÜ,  la  mazorca  cuando 
comienza  á  formarse;  Iztaccenteotl,  maíz  blanco;  Tlatlanhqni- 
centeotl,  maíz  colorado,  j  otros  qne  hacen  alnsion  al  estado  del 
grano.  (1)'  Todavía  le  llamaban  Tzinteotl,  diosa  original,  y  To- 
nacayohua,  la  stistentadora  de  nuestra  carne.  El  diferente  es- 
tado délas  siembras  determinaba  las  fiestas  de  este  numen,  sien- 
do las  principales  en  el  tercero,  octavo  y  undécimo  meses. 

Vimos  antes  que  los  totonacos  reverenciaban  una  diosa  enemi- 
ga de  la  sangre,  bajo  el  dictado  de  la  esposa  del  sol;  es  la  misma 
Centeotl.  (2)  Efe  natural  y  aun  lógico  que  los  pueblos  primitivos 
hayan  admitido  el  consorcio,  entre  el  sol  y  la  tierra;  el  padre  del 
calor  y  de  la  luz  fecundadores,  ella  fértil,  madre  que  vuelve  con 
creces  las  simientes  confiadas  á  su  seno. 

Los  autores,  confundidos  sin  duda  por  la  dualidad  encerrada 
en  estos  mitos,  ya  hacen  hembra  á  Centeotl,  ya  varón:  el  intér- 
prete del  Códice  Telleriímo  se  decide  por  el  segundo  extremo, 
concediéndole  por  esposa  á  Xochiquetzal.  (3) 

La  diosa  tierra  alcanzaba  todavía  otros  nombres.  Toci,  nues- 
tra abuela;  el  corazón  de  la  tierra,  "porque  cuando  quería  hacia 
temblar  la  tierra."  (4)  Antes  vimos  explicados  los  terremotos 
por  los  vaivenes  del" globo  al  cambiárselos  dioses  encargados  de 
sostenerlo;  á  está  idea  material  se  sustituye  ahora  la  del  poder 
de  una  divinidad.  Al  temblar,  si  estaba  presente  una  mujer  grá- 
vida, "cubrían  de  pronto  las  ollas  ó  quebrábanlas,  porque  no  mo- 
'Sriese;  y  decían  que  el  temblar  de  la  tierra  era  señal  de  que  se 
"había  presto  de  gastar  y  acabar  el  maíz  de  las  trojes."  (6) 

Adorábase  á  esta  diosa  en  el  lugar  dicho  Tooititlan;  ahora 
Guadalupe,  donde  mismo  asentó  su  real  Sandoval  durante  el 
sitio  de  México.  El  Cihuateocalli  estaba  compuesto  de  cuatro 
grandes  maderos  de  más  de  25  braza?  de  alto,  formando  cuadro, 
y  encima  un  andamio  y  piso  cubierto  con  un  techo  de  paja.  El 
ídolo  tenía  la  figura  de  una  anciana,  el  rostro  de  las  narices  arri- 
ba blanco,  de  las  narices  abajo  negro;  su  cabellera  de  mujer  ador- 
nada con  copos  de  algodón;  en  la  una  mano  una  rodela  y  en  la 

(1)  dayijero,  tom.  I,  pág.  238. 

(2)  Toxqnemada,  Hb.  VI,  oap.  XXV.— Clavijero,  tom.  I,  pág.  284. 

(3)  Ezplicaoion,  lám.  XXX. 

(4)  P.  Duran,  segunda  parte,  cap.  XV,  MS. 

<5)    Motolinia,  His.  de  los  indios,  tarat.  n,  cap.  VIIL 


olara  p^  eseoba;  el  veatido  ^stabijk  adoniado  con  hilo  torcido  da 
algodón.  No  tenía  guardaiS  ni  Moecdotos,  y  aa  fiesta  prinoq^al 
lieiiia  IqgMr  en  el  znes  OoLpanizÜi  (1) 

Conforme  al  P.  Sahagnn  (ii)  era  dioga  de  la  medicina  y  de  los 
médicosi  de  las  parteras  y  de  los  agoreros  ó  adivinadores:  alyer 
ios  arreos  del  numen  podría  decirse  que  cuidaba  de  la  cosecha 
del  algodón.  Era  invocada  igualmente  para  los  baños  baje  A 
nombre  de  Temazealteoi,  abuela  de  los  TenumxíllL  Bajo  esta  ad- 
vocación el  ídolo  tenia  la  boca  y  barba  teñidas  de  vUi^  en  el  ros- 
tro unos  parches  de  lo  mismo;  un  paño  atado  en  la  cabeza  con 
las  puntas  parala  espalda,  con  un^  plumas  á  manera  de  llamas; 
la  camisa  y  fáldellin  blancos;  en  una  mano  una  escoba  y  en  la 
otra  una  rodela  con  una  chapa  de  oro.    * 

La  Toci  aun  recibía  otras  denominaciones.  Toñan,  nuestra 
madre;  Teteoinan,  madre  de  los  dioses.  De  este  numen  se  cono- 
ce el  origen  terrestre;  es  la  hija  del  rey  de  Oolhuacan  sacrifica- 
da villanamente  por  los  meidcanos,  para  que  sirviera,  según  el 
consejo  de  Huitzilopochtli,  de  diosa  de  la  discordia.  (3) 

Xoohiquetzal,  quetzalli  de  flores,  preside  .en  la  pintura  Yati- 
QWa  al  cuarto  sol  cosmogónica  Adorábanla  en  Tlazcala  como 
á  diosa  de  los  amores.  En  extremo  hermosa,  vivía  en  los  aires 
sobre  el  noveno  cielo,  en  lugares  deleitosos  de  fuentes,  rios  y 
fl(Npes,  servida  por  muchos  genios  femeninos,  y  enanos,  cprcoba*" 
dos  y  truhanes  que  la  divertían  perpetuamente.  Tan  guardada 
estaba  por  su  corte  que  hombre  alguno  podía  verla,  lo  cual  no 
evitaba  que,  valiéndose  de  sus  servidores,  mandara  embajada  £ 
los  dioses  que  codiciaba.  El  lugar  de  la  residencia  de  la  diosa 
era  Tamoanchan,  paraíso,  y  existía  ahí  el  árbol  Xochitlicacw, 
CjEiyas  flores  cojidas  ó  sólo  tocadas  hacían  fieles  y  dichosos  ena- 
morados. Xochiquetzal  fué  esposa  de  Tlaloc,  mas  se  la  hurto 
Tezcatlipoca,  quien  colocó  á  su  amante  en  el  lugar  de  las  deli*- 
cías:  el  desdeñado  Tlaloc  tomó  por  compañera  á  Matlalcneye.  (4) 

El  lugar  Tamoanchan  y  el  árbol  Xochitlicacan  constan  en  el 
Qódice  Telleriano.  (5) 

(1)  P.  Duran,  cap.  XV,  MS. 

(2)  Hiflt.  gen.,  lib.  I,  cap.  VIH. 

(3)  Torquemaá»,  lib.  VH,  cap.  XVIIL  üb.  IX  op.  XI;  lib.  X,  cap.  VH;  fib.  X, 
cap.  XXIII,  Ac. 

(4)  Mufioz  Oamargo,  MS. 

(5)  Lám.  XXin. 


45 

Conforme  á  otra  yersion,  los  ihexicanos  gustaban  tn  éttreti^ 
de  las  flores;  ricos  y  pobres  se  deleitaban  en  Uey^rlas  y  olerlad^ 
empleándolas  profasamente,  asi  en  las  fiestas  rel^iósas  eomo  en 
las  civiles  y  particnlares.  Xocliiqnetzal  presidia  á  las  flores, 
siendo  también  abogada  de  los  plateros,  pintares,  entaHadoreti, 
y  en  general  de  las  artes  de  ornato.  Su  fiesta  regocijada  y  gene- 
ral se  •  Qamáibá  Xochilhnitl,  haciéndose  para  despedirse  de  las 
rosas  en  el  tiempo  en  qne  sé  aproximaban  los  hielos  del  invier- 
no; mas  annqne  entonces  comenzaba,  venia  á  terminar  en  los 
meses  Pachtli  y  Hneipachtli  En  el  principio,  sin  más  adornos 
qne  flores  en  sus  personas,  casas,  calles  y  templos,  se  entregí^ 
ban  á  regocijadas  danzas  y  representaciones  diistosas. 

Al  amanecer  del  primer  día  del  Pacbtontli,  las  mnjeres  con- 
sagradas á  Haitzilopochtli  molían  cierta  cantidad  de  maíz,  for- 
maban nna  pella  apretada,  la  colocaban  en  una  lujosa  batea  y  la 
entregaban  á  los  sacerdotes,  quienes  la  llevaban  solemnemente  á 
lo  alto  del  templo,  poniéndola  á  los  pies  del  dios.  Dejábanle  guar- 
das, y  los  ministros,  durante  la  noche,  iban  y  venían  con  luces 
dé  la  batea  al  ídolo  y  del  Ídolo  á  la  batea,  hasta  que  pasada  me- 
dia noche  aparecía  sobre  la  nmsa,  la  huella  del  pié  de  un  niño 
recien  nacido^  á  veces  también  cabellos  de  mujer  y  algunoiá 
pedacillos  de  paja.  La  milagrosa  huella  era  señal  de  la  llegada 
de  Yaotzin,  guerreador,  ó  sea  de  HuitzilopocbtU  mismo;  los  Era- 
cerdotes  anunciaban  el  portento  con  las  bocinas  y  caracoles, 
acudiendo  atropelladamente  la  multitud  á  considerarlo  á  la  luz 
de  tantas  antorchas,  que  convertían  la  noche  en  dia.  Saciado  el 
asombro,  quedaba  el  pueblo  aplazado  para  de  ahí  )á  tres  días  en 
que  aparecían  los  tres  compañeros  del  señor  de  la  guerra,  Qama- 
doB  Yatecutli,  Cuchtlapuhcoyaoctzin  y  Titlacahuan. 

En  el  mes  Hueipachtli,  las  dos  victiiñas  representantes  de 
Xochiquetzal,  llamadas  Tezcacohuatl,  escojidas  jóvenes,  vírgenes 
y  hermosas,  eran  llevadas  con  regocijados  bailes  al  Gnauhxicalli: 
paradas  encima,  los  sacerdotes  les  traían  cuatro  xicaüi,  (jicaras), 
con  maíz  blanco,  amarillo,  morado  y  negro,  que  ellas  sucesiva- 
mente esparcían  á  los  cuatro  vientos,  arrojándolo  con  la  mano 
como  quien  siembra:  la  multitud  se  arrojaba  á  recojerlos,  dán- 
dose por  muy  contento  quien  se  hacía  de  dos  granos,  que  sem- 
braba para  cosechar  de  la  simiente  bendita.  Entre  tanto  andaba 
el  baile,  estando  en  el  centro  de  la  danza  un  sacerdote  en  pié, 


I 


46 

mostrando  en  la  mano  alta  y  en  nn  paño  el  caohillo  del  saorifi- 
cio,  usado  exclusivamente  ^n  aquella  ceremonia.  Las  dos  TÍcti- 
mas  eran  sacrificadas,  mas  con  las  piernas  cruzadas  para  ates- 
tiguar su  estado  limpio.  Seguía  la  inmolación  de  otra  victima 
con  las  insignias  de  Xochiquetzal,  con  baile'  de  los  artesanos 
protejidos  de  la  diosa. 

Toda  persona  sin  excepción,  se  había  dispuesto  por  medio  de 
ablucioiíes,  las  cuales  limpiaban  de  los  pecados  menores  ó  ve- 
niales, y  terminada  la  fiesta  se  entregaban  á  comer  el  tzoaUit  pan 
compuesto  de  huauMiy  bledos,  maíz  y  miel  negra.  La  purifica- 
ción por  el  agua  no  era  completa;  los  pecados  mayores  se  remi- 
tian  por  medio  de  una  verdadera  confesión  con  los  sacerdotes, 
y  la  limpia  se  consumaba  comiendo  un  pedacillo  del  tzoaUi  de 
que  había  sido  formado  el  cuerpo  de  algunos  dioses.  Eran  seme- 
janza de  la  confesión  y  comunión  de  los  cristianos.  (1)  La  cere- 
monia recuerda  la  creación  de  los' dioses  y  de  los  hombres,  por 
el  tecpatl  celeste. 

En  una  tercera  leyenda,  Xochiquetzal  se  presenta  como  una 
ramera  desenvuelta,  colocada  furtivamente  por  Tezcatlipoca  en 
la  habitación  de  Topiltzin,  Huemac  ó  Quetzalcoatl,  á  fin  de  per- 
derle en  el  concepto  público.  (2) 

Todas  las  diosas  enumeradas  parecen  no  ser  más  de  una  aola, 
la  diosa  tierra;  los  diversos  nombres  aparecen  como  otras  tantas 
adoraciones,  como  las  diversas  manifestaciones  del  elemento,  no 
sin  mostrar  el  concurso  principal  del  fuego  y  del  agua. 

Las  montañas  llamaron  siempre  la  atención  de  los  pueblos; 
en  la  cima  de  las  grandes  alturas,  á  la  vista  del  despejado  y  an- 
cho horizonte,  el  alma  se  siente  como  desprendida  de  las  cosas 
terrestres;  más  cercano  ahí  del  cielo,  el  hombre  se  figura  que 
podría  hablar  con  Dios  cara  á  cara.  Lugares  son  á  propósito 
para  levantar  altares  y  templos;  la  oración  y  el  incienso  pueden 
subir  pronto  y  sin  obstáculo  hasta  la  bóveda  del  cielo.  Por  eso 
los  mexicanos  tenían  teocaüi  en  todas  las  cumbres,  en  los  puer- 
tos de  las  sierras,  en  las  eminencias  de  los  caminos,  á  donde  de- 
votos ó  cansados  caminantes  hacían  sus  preces  y  sacrificios.  (3) 


(1)  P.  Doran,  cap.  XVI.  MS. 

(2)  P.  Darán,  segunda  parie,  cap.  I,  líS. 

(3)  Toiquemada,  lib.  VI,  cap.  XVI. 


47 

Los  montes  eran  una  especie  de  vasos,  de  tierra  por  fuera, 
llenos  por  dentro  de  agua,  que  pueden  romperse  y  anegar  la 
tierra.  (1)  En  su  centro  habitaba  TepeyoUotli,  corazón  del  cerro. 
Esta  divinidad,  que  debe  corresponder  á  alguna  estrella,  ocupa 
el  octavo  lugar  entre  los  acompañados  ó  señores  de  la  noche, 
según  se  ve  en  el  TonalamatL  El  cuarto  acompañado  es  Cen- 
ieotl,  tomado  en  su  carácter  de  símbolo  astronómico  ó  pjianeta. 

Las  montañas  principales  recibían  formal  adoración;  estaban 
personificadas  en  un  ídolo,  con  lugar  en  los  teocalli,  propias  ora- 
ciones y  víctimas.  El  Iztaccíhuatl,  mujer  blanca,  tenía  fiesta  en 
México  y  en  una  gruta  en  su  falda:  elPopocatzin  ó  Popocatepec, 
montaña  que  humea,  estaba  en  el  mismo  caso.  (2)  En  concepto 
del  pueblo  eran  éstos  marido  y  mujer.  La  diosa  Matlalcueye, 
montaña  cerca  de  Tlaxcalla,  era  la  querida  de  Tlaloc.  (3)  En  la 
misma  comarca  está  el  Tlapaltecatl,  señor  de  muchos  colores:  á 
estas  dos  acudían  en  las  fiestas  los  pueblos  de  aquellas  comar- 
cas. Al  S.  del  volcan  el  Teocuicani,  dios  cantor  ó  cantor  divino; 
dábanle  este  nombre,  porque  siendo  áspero  y  muy  alto,  en  su 
cumbre  se  forman  recias  tempestades,  haciéndose  oír  con  espan- 
tQ  el  ronco  retumbo  del  rayo.  En  la  cumbre  había  una  casa  lla- 
mada Ayauchcalli,  casa  de  descanso  y  sombra  de  los  dioses,  con 
un  ídolo  muy  rico  de  piedra  verde,  del  taiñaño  de  un  muchacho 
de  ocho  años,  el  cual  fué  motivo  de  porfiadas  guerras  entre  los 
convecinos,  y  luego  desapareció  á  la  venida  de  los  españoles. 
Otros  muchos  había  como  el  Huixachtitlan  ó  de  Itztapalapan, 
que  no  es  de  gran  altura.  La  fiesta  anual  era  celebrada  sobre 
cada  una  de  las  más  afamadas  sucesivamente,  pues  era  de  rito 
no  repetirse  dos  veces  seguidas  en  la  misma.  (4) 

En  el  mes  Tepeilhuitl,  fiesta  de  los  montes,  formaban  de  tzoa- 
Ui  la  figura  del  Popocatepec,  poniéndole  al  rededor  las  otras 
montañas  principales  como  las  de  Tlaloc,  Chicomecoatl,  &c.,  en 
la  parte  superior  les  colocaban  sus  ojos  y  boca,  adornándolas 
con  unos  papeles  llamados  tetehuitt:  junto  estaban  las  imágenes 
del  Chalchiuhtlicue  y  de  Cihuacoatl.  Dos  dias.le  servían  comi- 
da en  trastecitos  como  á  niños,  pasando  la  última  noche  en  bai- 

(1)  Sáhagun,  tomo  3,  pág.  810. 

(2)  P.  Duran,  cap.  XVn  y  XVIII,  MS. 
(8)  Mnftoz  Oamargo,  MS. 

(4)  P.  Duran,  cap.  XVIH,  MB. 


•48 

les,  tañendo  las  flautas  unos  iñuohachod.  En  amaneciendo  tofUa- 
ban  un  tzotaapazílif  (especie  de  regla  de  una  madera  dura  y  pesa- 
da, que  servía  para  apretar  los  tejidos),  y  como  si  fuera  el  cu- 
chillo del  sacrificio  lo  nietíañ  en  la  masa,  sacando  el  corazón  dé 
las  figuras,  como  si  personal  jíueran,  y  lo  entregaban  al  amo  Aé 
la  casa:  despedazados  los  cerf  óS,  comían  el  tzoaUi  con  toda  reve- 
rencia como  carne  de  los  dioses.  La  concurrencia  se  enti*égaba 
á  comer  y  beber  i  honra  délas  deidades  muertas,  llamadas  tépie- 
me.  Mientras  esto  pasaba  en  las  casas,  los  sacerdotes  büscabaik 
en  los  montes  las  ramas  más  irregulares  eñ  curvas,  á  laá  cualéS 
decían  cocdzin^  las  llevaban  á  los  templos,  las  revestían  del  tzoalli, 
poníanles  ojos  y  boca,  haciendo  las  mismas  ceremonias  qué  coh 
los  cerros:  sacrificábanlas  igualmente  dando  la  masa  á  los  cojos, 
mancos,  contrahechos  y  tullidos,  con  obligación  de  proporcionar 
los  ingredientes  del  tzoaUi  en  el  siguiente  año.  (1) 

Para  contentar  el  rito  bárbaro,  sediento  siempre  de  sangre  hu- 
mana, había  al  efecto  cinco  víctimas  inmoladas;  cuatro  úiiíje- 
res  nombradas  Tepechoch,  Matlalcuae,  Xodhitecatl  y  Mayahuetl, 
y  un  hombre  dicho  Minahuatl  (2).  Verdaderamente  estos  pare- 
cen ser  los  nombres  de  las  divinidades  de  las  montañas.  La  fies- 
ta tenía  por  objeto  alcanzar  buenas  y  suficientes  lluvias.  Los 
montes,  sobre  los  cuales  se  posan  las  nubes,  forman  el  consorcio 
de  la  tierrra  y  del  agua  para  producir  abundantes  cosechas. 

Entre  los  choles,  el  alto  cerro  de  Escurruchan,  orillas  del  rio 
Maytol,  era  tenido  por  el  dios  de  las  montañas;  en  la  cumbre 
había  un  espacio  limpio  con  un  cercado  de  maderos,  dentro  del 
cual  ardía  constantemente  un  fuego  para  alivio  de  los  cami- 
nantes (3). 

En  la  mitología  mexicana  el  lugar  de  los  muertos  pertenecía 
á  la  tierra.  Creían  el  alma  inmortal  algunos  pueblos,  y  en  una 
vida  futura  al  lado  de  los  dioses  y  llena  de  delicias  (4).  Las  na- 
ciones de  raza  nahoa  asignaban  tres  lugares  para  el  descanso  de 
las  ánimas.  Señalando  á  cada  uno  cierta  recompensa  ó  preroga- 
tiva.  Los  de  Tlaxcalla  pensaban  que  las  almas  de  los  nobles  se 
tomaban  en  nieblas,  nubes,  pájaros  de  hermosas  plumas  ó  en 

(1)  P.  Duran,  cap.  XVHI,  MS.— Sahagun,  Ub.  IT,  cap.  XXXV. 

(2)  Torquemada,  lib.X,  cap.  XXV. 

(3)  Villagutierre,  Hist  de  la  conquista  del  Itzá,  lib  m,  cap.  I. 

(4)  Muñoz  Camargo.  MS. 


19 

piedras  preciosds;  la  gente  comtm  se  conrertía  en  coxnadrejad, 
escarabajos,  zorrillos  y  otros  animalejos  feos.  Los  otomfes,  por 
líStimo,  broncos  y  salvages,  estaban  persuadidos  de  qne  alma  y 
cuerpo  perecian  jrtnttoiente  (1).  En  este  capíttdo,  como  en  to- 
dos, las  ideas  andan  reTueltas;  ya  se  presenta  él  conocimietitó 
pnro  de  la  inmortalidad  del  alma,  ya  la  grosera  méténsomatosis, 
ya  el  materialismo  desconsolador. 

Los  ancianos  encangados  de  este  oficio  tomaban  el  cadáver,  ie 
encogían  las  piernas,  le  enrolvían  en  los  sndarios  y  le  amarra- 
ban fuertemente;  habían  cortado  deferentes  papeles,  de  los  cua- 
les unos  ponían  al  difunto,  los  otros  le  presentaban  pfiffa  diver- 
.  sos  objetos.  Derramábanle  un  poco  de  agua  sobre  la  cabeza,  di- 
ciendo, ''esta  es  de  la  que  gozasteis  estando  eñ  el  mundo;" 
poníanle  también  un  jarrillo  con  agua  y  le  decían,  ''veis  aquí 
con  que  habéis  de  caminar."  Los  despojos  eran  quemados,  jun- 
tos con  las  ropas  y  objetos  del  difunto,  y  un  perro  de  color  ber- 
mejo atado  por  el  pescuezo  con  un  hilo  de  algodón  flojo,  sacrifi- 
cado previamente;  sobre  la  ceniza,  carbón  y  huesos  vertían  un 
poco  de  agua,  diciendo,  '^lávese  el  difunto;**  recogían  después  las 
cenizas,  poníanlai^  eú  una  olla  ó  jarro,  con  un  chalchihtfitl  ó  una 
piedra  de  menos  valer  Samada  texoxodU,  según  la  calidad  del 
individuo,  la  cual  tenían  por  corazón  de  los  despojos,  y  las  ente- 
rraban en  un  hoyo  redondo.  Piedras  iguales  habían  sido  colo- 
cadas antes  en  la  boca  del  difunto.  Parece  que  el  ánima  perma- 
necía con  las  cenizas,  hasta  los  cuatro  anos  «que  se  separaba  é 
iba  á  su  habitación  final 

El  camino  de  la  otra  vida  estaba  erizado  de  dificultades;  los 
papeles  servían  para  vencerlas.  Había  que  atravesar  entre  dos 
sierras  que  estaban  chocando  una  contra  otra;  adelante  estaba, 
una  gran  culebra  guaardando  el  paso;  luego  el  gran  lagarto  verde 
Xochitonal;  después  ocho  páramos  ó  desiertos;  en  seguida  los 
ocho  collados,  y  al  fin  el  viento  helado  üzeh^cayan,  viento  de  ifztfi 
ú  obsidiana,  que  arrancaba  las  piedras  y  cortaba  conio  navaja: 
para  este  lugar  servían  las  ropas  preparadas.  Llegada  el  ánima 
á  la  orilla  del  Chictmahuapan,  nueve  aguas,  rio  ancho  y  profun- 
do; si  el  perrillo  bermejo  conocía  á  su  amo  desde  la  otra  orilla, 
arrojábase  á  la  corriente  y  le  pasaba;  presentábase  el  dios  del 

(1)  Moidieta,  lib.  n,  oap.  Xm. 


60 

lixgar,  quedando  al  fin  en  su  morada  definitÍTa  el  Ohionnamiotla 
ó  noveno  infierno  (1). 

Quienes  morían  de  enfermedad  natural,  ain  distinción  de  ola- 
ses,  que  ellos  también  ante  la  muerte  quedaban  igualados,  iban 
al  lugar  llamado  Miotlan.  Este  nombre  lo  traducen  por  infierno, 
si  bien  significa  mejor,  lugar  ó  tierra  de  los  muertos  ó  de  la 
muerte:  era  amplio,  cerrado,  oscuro  y  con  nueve  estancias.  £n 
cuanto  á  su  situación,  la  palabra  Mictlampa,  á  la  parte  de  los 
muertos,  indica  que  lo  suponíi^i  al  Norte:  (2)  aunque  solo  po- 
dría tomarse  por  el  rumbo  que  habría  que  seguir  para  ir  á  la 
última  morada.  Su  verdadero  sitio  era  en  el  centro  ó  debajo  de 
la  tierra;  por  eso  el  templo  dedicado  al  dios  se  llamaba  Tlabdpco, 
en  el  ombligo  de  la  tierra;  el  sacerdote  estaba  pintado  comple- 
tamente de  negro  y  se  llamaba  Tliillantenamacac  (3). 

Los  dioses  de  aquel  lugar  eran  Mictlantecutli,  señor  del  infier- 
no, por  otros  nombres  Acolnahuacatl  ó  Tzontemoc,  el  que  inclina 
la  cabeza;  su  esposa  era  MictecacihuatL  Según  el  interprete  del 
Códice  Telleriano,  (4)  lo  colocaban  enfrente  del  sol  por  ver  si  po- 
dría tomar  algunos  de  los  muertos:  solo  á  éste  y  al  señor  del  cielo 
y  de  la  abundancia  ponían  óorona.  La  religión  mexicana  tendía 
á  familiarizar  &  los  creyentes  con  la  idea  terrible  de  la  muerte; 
pueblo  de  soldados,  víctimas  todos  para  el  sacrificio,  milagro  era 
cpnservar  la  vida,  y  el  dogma  y  las  costumbres  enseñaban  á  lle- 
gar al  término  incierto  sin  espanto,  con  tranquila  indiferencia. 
Miquiztli,  muerte,  representada  por  un  cráneo,  era  el  sexto  signo 
de  los  dias  del  mes  y  el  quinto  de  los  acompañados  de  la  noolie; 
presidía  al  primer  dia  de  la  sexta  trecena;  se  le  consideraba  en- 
tre los  signos  celestes;  tenía  dentra  del  templo  mayor  el  suyo, 
nombrado  Tolnahuac,  le  daban  culto  particular  con  el  nombre 
Ce  Miquiztli,  y  le  sacrificaban  esclavos  (5).  Como  signo  celeste 
Mictlantecutli  preside  ala  décima  trecena  del  Tonalamatl;  le  pin- 
tan á  los  pies  un  cuerpo  medio  enterrado,  para  dar  á  ^tender  el 
encargo  que  tenía  de  recoger  á  los  muertos. 

(1)  Sahagun,  apéndice  del  lib.  III,  cap.  I.  Torquemada,  lib  XIII,  cap.  XLVII.  P. 
Mendieta,  lib.  II,  cap.  XIII. 

(2)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XLVI. 

(3)  Torquemada,  lib.  VIII,    ap.  XII. 

(4)  Segunda  parte,  lám.  XV* 

(5)  Gama,  desorip.  §  n,  nüm.  29. 


Otros  Tarios  diosea  mferaales  están  meiusionados.  Gonstan  en 
la  explicación  del  Códice  Yaticano,  tomados  con  su  TÍciosa  or- 
tografía» loa  espiritas  mascnlinos  Miqnitlanteootl  ó  Tzitzimitlp 
Izponteqoe,  Nextepebaa  y  Contemoque.  (Izontemoc),  con  los  fe- 
meninos Miqoitecacihna,  Nexoxocho,  Micapetlacoli  y  Chalmaoa- 
ciuatL  Presidiendo  en  la  décima  segunda  trecena  del  Tonalamatl 
Temos  á  Teonexquimilli:  la  palabra  se  compone  de  teoÜ,  dios;  fiM> 
Üi,  ceniza^  y  qtúmüU,  bulto  ó  lío;  el  bulto  de  ceniza  dios,  ó  pomo 
traduce  Boturini»  ^)  btdto  ceniciento^  bvUo  de  oscuridad  y  neUina, 
dios  9in  piéa  ni  cabeza.  En  la  décima  quinta  trecena  está  la  Teo- 
yamiqui,  la  cual  tenia  el  oficio  de  recoger  las  almas  de  los  que 
perecían  en  la  guerra  ó  sacrificados;  su  nombre  significa»  morir 
en  la  guerra  divina  ó  en  defensa  de  los  dioses. 

El  segundo  lugar  para  el  descanso  de  las  ánimas  se  decía  Tla- 
locan,  lugar  de  Tlaloc,  ó  como  traducen  los  autores»  paraíso  te- 
rrenal: era  un  sitio  fresco»  ameno»  abundante  en  mantenimientos» 
tifinquilo»  satisfactorio  y  mansión  de  los  dioses  llamados  Tlalo- 
ques.  Los  muertos  de  rayo»  hidrópicos»  leprosos»  bubosos»  sar- 
nosos y  gotosos»  ibaíi  á  aquel  lugar»  y  sus  cuerpos  en  lugar  de 
quemados  eran  enterrados.  A  los  cadáveres  ponían  semillas  de 
bledos  sobre  el  rostro»  en  la  frente  color  azul  y  papeles  cortados» 
y  en  la  mano  una  vara  que  debería  reverdecer  en  el  paraíso*  (2) 

Los  guerreros  muertos  en  l^i  guerra»  los  cautivos  perecidos  en 
poder  de  enemigos  y  según  parece  también  las  víctimas»  habita- 
bsm»  como  hemos  visto»  la  casa  del  sol.  Había  en  el  cielo  arbo- 
ledas y  bosques»  jardines  con  flores  exquisitas;  allá  recibían  las 
ánimas,  las  ofrendas  que  en  el  mundo  les  hacíai;!»  acompañaban 
al  8ol  en  su  curso,  y  pasados  cuatro  años  se  tomaban  en  tsArUto- 
nea  6  chupamirtos»  para  andar  chupando  las  rosas  celestes  y 
terrestres  (3). 

£1  signo  calli  simboliza  la  tierra  como  habitación  del  hombre; 
en  esta  forma  es  uno  de  los  cuatro  caracteres  de  los  años»  y  uno 
de  los  dias  del  mes. 

Después  del  fuego»  seguía  el  agua  como  elemento,  más  reveren- 
ciado. Fuera  del  auxilio  que  á  la  tierra  prestaba  en  la  produc- 
ción de  las  plantas,  considerándola  en  las  nubes»  lluvia,  granizo» 

(1)  Idea  de  una  nuera  hist.»  pág.  16. 

(2)  Sáhagun,  apéndioe  al  lib.  III,  oap.  IL— Torqu'emada,  lib.  XIII»oap.  ZLTQI. 

(3)  Sahagon»  apéndice  al  Ub.  IH^»  oap.  III. — ^Torqaemada,  looo  oit. 


Idelo^  foBtttea  y  nos,  ocmsagrada  por  el  lito  Ivrmba  en  el  bMfiir| 
mo,  puiificaba  U  vf  etiuu^  limpiaba  el  alma  ée  los  pee^doi 
Aorefl,  dÍBp(ttiía  á  los  tttos  yá  los  dSimiOB  para  pre8e]itane«ttli| 
los  dioses;  la  idda  material  y   la  religiosa  pendían  del  ]!fdáfl|| 
elemeifto. 

En  BUS  conocimientos  geológicos,  el  agua  de  la  msr  penetvspfll| 
la  tierra^  por  sns  venas  y  caños  debajo  de  dOa,  hasta  que  en  W 
Ihnos  6  altnras  encuentra  una  salida»  presentándose  en  fonMds 
fuente;  él  agua  del  mar  es  salada,  mas  pierde  la  sal  y  el  amaigor 
colándose  entre  la  arena  y  las  piedras,  tomándose  dulce  y  buew  | 
de  beber.  Los  manantiales  de  ti^ra  llana  son  ameyoMiy  agua  qne 
mana;  si  al  salir  hace  hervir  la  arena  se  dicen  xaiaüy  agaa  de 
arena;  las  fuentes  intermitentes  son  pinahuatíy  agua  verg^Misosa 
Los  pozos  profundos  se  llaman  ayohmUzUi  y  los  someros  aSaoo- 
mcUii  los  manantiales  profundos  axoíoohu^,  agua  azuL 

Según  una  leyenda,  los  rios  todos  salían  del  Tlalocan,  habita- 
cf  on  de  Qfaalcfaiuhtlicue;  mas  ^ta  parece  una  figura  dando  á  el* 
tender,  que  los  rios  eran  la  obra  de  la  diosa.  Los  rios  son  aloyéis 
agua  apresurada  en  correr;  la  unión  de  los  arroyos  forma  ks 
grakxdes  rios.  Beconocían  que  las  montañas  daban  origen  algnn» 
vez  á  los  rios,  y  por  eso  el  P.  Duran  dice,  que  se  hacíaki  tantoe 
honores  al  Popocatepec,  por  las  corrientes  que  en  él  tienen  na- 
cimiento. Las  lagunas  tienen  por  nombre  amanaUij  agua  tran* 
quila  (1). 

^Vimos  ya  la  manera  en  que  el  agua  está  distribuida  en  el  cielo 
y  cómo  se  Terifican  el  trueno  y  el  rayo;  en  memoria  de  esta  ñe- 
cion,  durante  la  fiesta  de  los  Üaüogae  salían  los  sacerdotes  con  una 
caña  de  maíz  verde  en  la  tma  mano  y  en  la  otra  un  cántaro  con 
asa,  (2)  que  eran  el  palo  y  la  alcancía  de  los  servidcves  del  dioa 
de  las  aguas.  No  obstante  esto,  todos  los  fenómenos  meteoroló<> 
gicos  acuosos  eran  atribuidos  á  Tlc^oc;  atributos  suyos  eran  el 
relámpago,  el  rayo  y  el  trueno;  con  el  rayo  hería  á  quien  su  vo* 
luntad  era,  debiendo  saberse  que  la  muerte  era  producida  por  la 
piedra  del  rayo:  (3)  debían  referirse  ya  á  las  fulguritas,  ya  á  una 
creencia  vulgar  también  en  Europa    De  sus  observaciones  ha- 


(1)  P.  SahAsan,  Hb.  XH,  cap.  zn. 
^)  Sáhagon,  lib.  Vn,  eapw  Y. 
(a)  P.  Dnraa,  cap.  YUI.  MB. 


liCflm  ^educído^  qae  ^  agoa  hrptaha.  á  los  pite  del  ahvehueü  (Qu* 
pKQdSTia  distichi^;  «1  atoo^íris  repetido  era.  aenal  de  cgn»  iban  ^ 
oanaK  las  agnas;  helaba  cada  a&o  en  rvx  eapacior  de;  ciento  yeinte 
l0i;iias;  el  an^  de  nevadas  pronosü^^ba  bnionas  coseohcMi;  las  nHi- 
bas  encima  de  las  monta&a^  indicábanla  proximidad  de  las  Unr 
tías;  señal  de  ^aniaso  eran  las  nubes*  blancas,  y  para  prevenir  loa 
lístales  que  batean,  babía  nnos  be^bioexos  llamados  teiduhliowgfie^ 
mrterbadores  de  graiiiso»  los  eaali^SiposeSan  toninros  para  evitar 
ol  dafio  en  los  matsales»  6  enviar  el  nublado  á  los  desiertos  ó  tía- 
rrae  no  sembradas  (1). 

SI  dios  del  agua  era  Tlaloc  El  nombre  parece  i^dicar^  feonn* 
dador  de  la  tierra,  lo  cual  se  aviene  con  el  dictado  que  le  daban 
d»  ^ngendrador  de  las  aguas  (2).  Tlaloc  ó  ThJpcateenbtli,  segnn 
aparece  en  tma  pintura  que  á  la  vista  tenemos^  está  en  figura  de 
nsL  bombre  báen  jEormado:  Ueva  en  la  cabera  una  diadema  dapbi* 
naas  blanoss  y  verdes,  con  un  adorno  de  plumas  rojas  j  hlannsfl; 
el  pelo  largo  tendido  Á  la  espalda;  el  cuello  una  gargantilla  ver- 
de ccmo  agua;  del  cuello  al  muslo,  sin  mangjsfl,  una  túnica  aznl» 
con.  adornos  como  red,  prendidas  las  mayas  con  flores;  adornos 
de  oro  enlsspantorrillas,  pulseras  áj^  chalchibuitl;  en  la  unams^ 
no  el  ekmaiBi  aaul  profusamente  adornado  de  plumas  <^np^yf1lfts_^ 
verdes,,  rojas  y  asmles»  y  en  la  otra  mano  una  lámina  de  coro  agu- 
da y  hondeada  representando  el  rayo:  el  cuerpo  es  negro.  Kunca 
podía  verse  el  rostro  de  los  dioses,  y  por  eso  aquellas  divinida- 
des le  tenían  cubierto  con  una  máscara.  La  de  Tlaloc  es  muy 
característica;  es*  un  ojo  cireidar  rodeada  por  una  curva  partieu« 
lar;  que  en  la  parte  Jaolerioa:  sé  prolonga  bada  abajos  para  encor- 
varse de  nuevo  hada  avribs^  lieva  una  encía  roja,  de  la  cual  se 
desprenden  unos  dientes  largos,  curvos  y  agudos.  Ese  conjunto 
sni  géneris  i^areee  en,  las  pinturas  jeroglíficas,  ya  como  el  nom- 
bre del  dios»  ya  como  el  símbolo  de  la  Unvia. 

Jtíih  agua,  es  el  nombre  y  signa,  del  noveno  dia  del  mes,  el  sex- 
to señor  nocturno  ó  acompañado  de  la  noche.  Como  diosa  se  lla- 
ma Chsjchioue  ó  Ohalchiubtlicue,  enaguas  de  Chalchibuitl;  era 
patrona  de  los  nautas,  de  los  pescadores»  de  cuantos  tenían  gpcan- 
gdrias  en  el  Uquido  elemento;  los  señores  le  dedicaban  sus  ma- 
trimonios. Dueña  de  las  olas,  podía  anegar  en  el  mar,,  en  los  lagos 

()}  Sallagiin,  lib.  VH,  oap.  VX 

(a)  T«MEiim«d%  is>.  VI,  nB'  xxm. 


54 

• 

7  en  los  rios:  adorábanla  junto  '6on  Chicomeeoatl  y  con  Hnixio*^ 
eihtiail,  diosa  de  la  sal,  pues  entre  las  tres  mantenían  al  pueblo.- 

QuiahuiÜf  lluvia,  décimo  noveno  dia  del  mes,  el  noveno  de  loa 
señores  de  la  noche.  Presiden  la  primera  trecena  del  Tonalamatt, 
el  Oipactli  y  Ebecatl  ó  Quetzalcoatl,  con  Atl  ó  Chalchiuhciiersé 
ve  el  símbolo  del  agua  y  ahí  á  Oipactli  en  figura  de  un  cocodrilo. 
Este  principio  del  libro  sagrado  y  adivinatorio,  se  refiere  sin  duda 
al  principio  de  la  creación;  ébmo  ya  vimos,  los  dioses  formaron 
dentro  del  agua  el  gran  pez  Oipactli,  el  cual  fué  transformado  en 
la  tierra.  La  presencia  del  agua,  del  Oipactli  y  de  Quetzalcoatl^ 
autorizaría  á  creer  que  por  la  fuerza  del  viento  sobre  las  aguas, 
apareció  la  tierra. 

Oipactli,  signo  del  primer  dia  del  mes,  inicial  del  primer  ano 
del  ciclo  y  del  período  de  260  dias  del  Toñalamatl,  era  afortuna- 
do én  el  calendario  adivinatorio.  Su  forma  no  es  lá  de  caimán, 
ni  la  de  pez,  por  lo  cual  los  autores  tradujeron,  espadarte  y  jpez 
marino;  es  uiia  figura  fantástica,  cuya  genuina  representación 
presenta  la  piedra  del  Oalendario,  no  siéndole  extrañas  algunas 
variantes  en  las  pinturas.  En  la  copia  de  un  Toñalamatl  que  á  la 
vista  tenemos,  Quetzalcoatl^entado  y  con  las  manos  extendidas, 
evoca  al  Oipactli  que  está  delante;  es  una  creación,  es  el  princi^ 
pió  de  las  cosas,  y  el  signo  parece  tener  el  significado  de  orígéa, 
comienzo,  principio. 

Ohalchiuhcue  se  encuentra  al  frente  de  la  quinta  trecena,  con 
el  planeta  Tlazolteotl. 

En  la  sétima  reinan  Hueitlaloc  y  Xopancali^Hueitlaloc,  advo- 
caciones  de  Tlaloc,  referentes  al  tiempo  de  las  inundaciones  por 
las  fuertes  lluvias;  le  acompaña  Ohalchiuhcue. 

En  la  décima  sexta  OUin  Tonatiuh  se  encuentra  con  Oitlali- 
nicue  ó  Oitlalcueye  y  con  Tlaloc  Muy  de  notar  es  semejante 
unión  astronómica,  supuesto  que  él  sol  está  representado  en  sus 
cuatro  movimientos,  unido  á  la  Oitlalinicue  que  es  la  misma  Ome- 
cihuatl  ó  la  Vía  láctea. 

La  habitación  de  Tlaloc  estaba  en  el  lugar  dicho  Tlalocan,  pa- 
raíso; era  en  la  tierra  un  sitio  ameno,  fresco,  abundante,  lleno  de 
delicias.  El  dios  era  uno  y  muchos  al  mismo  tiempo,  supuesto 
ser  conocidas  multitud  de  divinidades  subalternas  bajo  la  pala- 
bra plural  Üoioque.  En  tiempo  de  lluvias,  hacía  la  mañana  co- 
mienzan á  acumularse  las  nubes  en  la  cumbre  de  las  lútas  mon- 


66 

tana3;val  medio  di»  empiezan  á  extenderse,  é  impelidas  despnes 
por  los  vientos  reinantes  Tan  á  desatarse  en  lluvias  en  los  veci- 
nos valles;  este  fenómeno  meteorológico,  explicado  por  el  con- 
sorcio de  la  tierra  y  del  agua,  daba  Ingar  á  la  creencia  de  ser  los 
montes  la  habitación  de  los  Üaloquef  de .  haber  tantos  Ücdoque 
cuantos  puntos  de  acumulación  de  nubes,  de  la  adoración  de  las 
montanas,  y  de  que  este  culto  se  confundiera  alguna  vez  con  el 
de  los  ücioque, 

Befiérese  la  antigüedad  del  culto  de  Tlaloc  al  tiempo  de  los. 
toltecas;  nos  persuadimos  de  que  pertenece  á  una  religión  y  épo- 
ca anteriores,  porque  los  toltecas  álos  principios  fueron  deistaa, 
y  al  fin  cayeron  en  la  idolatría.  En  aquellos  tiempos  remotos  se 
veía  la  estatua  del  dios  en  la  cumbre  de  la  alta  montana  llamada 
todavía  Tlaloc,  no  lójos  de  Texcoco,  de  piedra  pómez,  en  figura 
de  un  hombre  sentado  sobre  una  loza  cuadrada,  delante  de  la 
cual  kabia  un  vaso  en  el  que  los  devotos  ponían ^tiSz  y  toda  clase 
de  simientes,  para  dar  gracias  después  de  la  cosecha.  Nezahual- 
pilli  cambió  esta  estatua  por  otra  de  piedra  negra;  mas  destro- 
zada por  un  rayo,  y  tomando  el  suceso  como  castigo  de  la  pro- 
ianacion  cometida,  fnó  vuelta  la  primitiva  á  su  asiento,  detenién- 
dole con  tres  clavos  de  oro  uno  de  los  brazos  que  se  le  había 
roto.  El  obispo  D.  Fr.  Juan  Zumárraga  hizo  traer  á  México  el 
reverenciado  numen,  mandando  hacerlo  pedazos.  (1) 

El  templo  de  Tlaloc  estaba  en  el  patio  del  mayor  de  México; 
nombrábase  Epcoatl,  culebra  de  caracoL  (2)  En  el  mes  Atlac%- 
hualoo  ó  Ouahuitlehua  saorificaban  en  su  honor  niuos  tiernos, 
que  el  pecho  no  dejaban  todavía^  repitiéndolo  los  dos  meses  si- 
guientes: el  sacrificio  tenía  lugar  en  los  montes,  de  donde  las 
lluvias  les  venían  y  las  nubes  se  engendraban.  (3) 

En  tiempo  del  segundo  Motecuhzoma  iban  los  reyes  y  los  no- 
bles á  la  montana  de  Tlaloc,  llevando  un  rico  presente  de  joyas, 
mantas  y  comida;  en  tanto  los  sacerdotes  en  México  hacían  la 
fiesta  del  dios,  y  en  seguida  ambas  comitivas  se  reunían  en  la 
mitad  del  lago,  conducidas  en  un .  número  grande  de  canoas:  los 
sacerdotes  llevaban  preparada  una  canoita,  en  la  cual  ponían 
dos  niños  mujercita  y  varoncitb,  dejándoles  anegar  en  el  remo- 

(1)  Torqnemada,  lib.  VI,  eap.  XXm. 

(2)  Torquemada»  lib.  VIH,  eap.  XII. 
.(8)  Tcnqaemada,  lib.  X,  cap.  X. 


Imo  f orniado  por  las  agiuvi.  (1)  L09  «aorifioloA  er«i  fispetídod^ 
teniendo  logar  aegon  el  estado  de  orecimiento  de  loa  aembrfidoa 
6  laa  variacionea  en  las  lluvias.  (2J  Las  fiestas  á  Ips  ÜdloqMe^  pea* 
dian  igualmeiUíe  de  las  vanaciones  atmoed^icas.  (3) 

Chalchiulicae,  Charlchihuitiioue,  Chalchiullcaejei  diosa  4^1 
agna«  no  era  esposa  sino  compañera  de  Tlalofv  Distinguíanla 
con  diversos  nombres;  Apozonallptl  ó  AcueouejoÜ»  explioando 
las  ondas  j  su  movimiento;  Atlacamani»  tempestuosa  y  alborio- 
tadora;  Ahuio  y  Ayauh,  indicando  que  se  movía  y  mudaba  á  to- 
das partes;  ]Saxiquipililiui«  el  subir  y  baJ3r  de  lasólas.  En Tlox- 
calla  era  conocida  por  Matlalcueye,  enaguas  azules^  nombren  de 
la  montana  cercana  á  la  capital  de  la  república,  (é) 

A  este  grupo  correspooxde  Hnixtocihnatly  diosa  de  la  sal  Oe- 
lebrábanla  las  mujeres  danzando,  aaidí^  por  las  manos  de  nn^s 
sartas  de  flores  llamadas  xochim/ecaUt  con  guirnaldas  de  utayauhf 
guiando  el  canto.y  regocijo  dos  venerables  ancianos;  moría  sacri- 
ficada una  mujer  en  hábito  de  Ja  divinidad.  (5) 

En  las  naciones  de  Sonora,  principalmente  entre  los  ópatas, 
mientras  unos  músicos  tañían  á  la  sordini^  unas  calaba7»as  bue- 
cas  con  palos  ó  buesosi  algunas  ninas  vestidas  de  blanco  ó  ea 
camisa  salían  de  la  casa  á  un  l^gar  lin^pio.  y  barrido,  y  ahí  haí- 
iaban  para  llamar  á  las  nubes  en.  tiempos  de  siembras.  Durante 
la  tempestad  y  cu^do  más  retumba  el  rayo,  los  naturales  a^o^ 
jaban  gritos  de  alegría  y  saltaban  de  placer.  Para  precaverse  de 
ser  heridos  por  el  rayo,  caso  de  ser  mordidos  por  la  víbora,  se 
echaban  por  la  cabeza  una  olla  de  agua.  Al  tocado  por  el  rayo 
no  se  le  permitía  volver  á  su  casa,  le  conservaban  en  el  lugar  áa^r 
de  fué  herido  y  allí  le  llevaban  &us  idim^ntoa;  mas  si  moría,  de*» 
jábanle  por  tres  días  pj^ra  esperar  que  ^1  alm%espantada  tornara 
al  cuerpo  á  cuyo  rededor  andaba  i;evolote&Ado;  pasado  el  plazo 
le  enterraban  sentado  en  un  hoyo,  vestidp  oon  todsa  sus  ropas 
y  con  provisiones  de  granos  y  yerbas.  (6) 


(i)  P.  Dunm^  segofidaiMKrle»  eap.  VIIL  M8. 
(2)  Torquemada,  lib.  Vil,  oap.  XXL 
(8)  Torquemada»  lib.  X,  cap.  XII.  * 

(4)  P.  Sahagun,  lib.  I,  cap.  XL— Torquemada,  Ub.  VI,  oap.  XXIIt, 

(5)  Torquexoada»  lib.  X,  oap.  XVIIL 

(6)  Deacrip.  geográfica  de  la  provincia  de  Sonora.   Doo.  para  la  biat.  de 
tercera  serie,  tom.  I,  pág.  589. 


«7 

MkmA y  ál»l«iia  Tenerabm  aomo  á  lieraciMioB;.  b&ok».  bule» 
tt  qito  raoibii»  1a  luna  nuerl^  asrojándole  puSadM  de  pinole. 
Laa  almas  de  Jk»  mtmrtM  van  á  mía  eepaeiosa  legii]t%>  &n  eaya 
«jma  boircMÚ  egiá  sentado  xm  pigíneo  nombtado  Batan  Yni;  iéste 
ha  Medje^  las  acomoda  en  nña  ^^anoa»  y  laa  maüda  á  la  presenioia 
de  Tina  mja  Hanwfcda  YatecoalioatiaMini»  que  habita  en  la  banda 
aaatff^  lia  anciana  axaminába  las  almas;  si  estaban  Hmpiaa  se 
laa  Qomia  f  eit  sn  neiitre  gwaban  de  bienaTentiiransza,  si  pinta- 
daa  laü  aúrojabi»  en  la  lagona.  (1)  Los  miiúoíQ^ros  tomaron  al  pié 
4b  la  letra  semelaaí^  relaeion»  en  la  enal  se  deseable  nn  jnido 
pQSteer€^eoftreQedipensa*7  castigo,  segnn  lallo^piezá  ósneiedad 
del  ^pJTwi^ 

Terminaremos  este  capitulo  atacando  una  creencia  infundada. 
Kpate  una  pintara  auténtica  me»oanai'qua  perteneció  á  Ixtiül- 
ifioclimi  de  su  poder  paaé  al  dé  P.  Cirios  de  Siguensa,  quien  la 
eemnníeá  i  Oens^eBi  Oareri^  (2>  pubUc&idola  éste  en  la  relación 
da  BUS  TÍüjes.  lia  pintura  lla^  á  mawM»  de  D.  Antonio  León  j 
Oaviai  luego  i  su  álbaoea  el  P.  Piobardo^  de  la  testamentaría  de 
éate  á  D.  X  Vicente  Sáncbes,  qui^afiñabuente  la  regaló  al  Mu- 
aso  NacionsL  Olavigero  publieó  sólo  el  principio  de  la  estampa; 
Humbddt  la  copié  antera»  a^  como  el  Lord  Kingsborongh  y  el 
fo.  Oondfa  en  el  tom.  m»  edimon  de  Chunplido  de  la  conquista 
da  Iféuieo  por  J^reecott.  Pe  todas,  la  publicada  por  el  8r.  D. 
Fernando  Bamíres  es  la  mes  auténtica»  por  set  facíioile  d^ 
«KigjmaL  (3) 

Tomando  ci^^rpo  las  .doctrinaa  de  Sigueiuíai  pwra  Clavigero 
constaba  en  laa  pinturas  m^ueanae  que  aquelloa  pueblos  tenían 
"eomo  todas  las  nacicmlds  oUltes>  noticiias  claras,  aunque  altera^ 
^das  eon  lábulaBí  de  la  ereacaom  del  mundo^  del  diluTio  uniyer- 
'*aal^  de  la  confusión  de  lae  teuguafl  y  de  la  dispersión  de  las 
gentes."  Balváronse  del  diluTÍo  en  una  barca  el  hombre  Oosicox 
é  TeoeipactU  y  su  mujer  Xoduiquetaal»  desembarcando  cerca  de 
la  montaña  de  Oulhuacan;  los  hijoú  de  aquel  par  fueron  mudos» 

(1)  PcKtomABiaKy  toroeza  sírie^  púg^  S28. 

(2)  Oizo  del  mondo  del  dottor  D.  Gio.  Francesco  Gemelli  Oarfon,  Napolí  U99 — 
1701.  Hay  otra  edición  de  1728:  Táase  el  tomo  VI. 

(8)  Ooadzo  histdrioo-gerogliflco  de  la  peregrinación  de  U»  tribus  aataoas  que  po- 
Uailm  al  Valle  de  M^zioo.  (Kiim.  1).  Aoompafiade  de  algunas  explicaciones  para  su 
inteligencia,  por  D.  José  Femando  Bamírez,  Conserrador  del  Museo  nacional. 

8 


58 

7  un  p^^o  les  oomunico  los  idiomas  de  las  ramas  de  xm  árboL 
(1)  En  consonancia  con  estos  ideas  dio  la  ezplieacion.de  las 
pintnra,  aplicando  los  símbolos  á  su  pensamienta  (fi) 

Yeytia,  (3)  quien  no  conoció  la  estampa  que  nos  oc«ipa^  señala 
el  año  ce  teqpaÜ  paira  la  creación  del  mundo,  y  el  dilutio  á  IO0 
1716  añoSy  en  otro  ano  tomfoien  tecpaU:  ^'quedaron  sumergidos 
en  las  aguas  los  más  altos  montes  oaaséóbnoliaíUy  que  quiere  de* 
''cir  quince  codoB^  7  que  de  esto  general  calamidad  sólo  escapa- 
''ron  ocho  personas  en  un  tlapíUpeilaccJUi  que  quiere  decir,  cma 
"como  arca  cerradáy  7  eü  sus  mapas  la  jGiguran  en  forma  de  una 
''barquilla  con  toldo  por  encima»  del  cual  asoman  ocbo  cabezas;  j 
"asientan  que  de  estos  personas  yoIyíó  á  propagarse  el  gónero 
"humano/* 

En  la  elegante  pluma  de  Humboldt  (4)  aquellas  ideas  tomaron 
ma7or  ensanche.  "Entre  los  diversos  pueblos  que  habitiui  en 
Móxico,  dice,  aztecas,  mixtéeos,  tzapotocos,  tlaxcaltecas,  michoa- 
canesesj  se  han  encontrado  pinturas  representando  el  diluvio  de 
Ooxcox.  El  Noó,  Xisutrus  ó  Menou  de  estos  pueblos  sé  llama- 
ba Coxcox,  Teocipactli  ó  Tezpi;  se  salvó  en  unión  de  su  mujer 
Xochiquetzal  en  una  barca,  ó  según  otras  tradiciones  en  una 
balsa  de  ahuehuete  (Cupressus  disticha).  La  pintura  represento 
á  Opxcox  en  medio  del  agua,  extendido  sobre  una  barca." 

"La  montaña  cu7a  cima  coronada  de  un  árbol  (dice  entrando 
7a  en  la  explicación  de  la  pintura),  se  eleva  en  medio  de  las 
aguas,  es  el  Ararat  de  los  mexicanos,  el  pico  de  Colhuaoan.  Hl 
cuerno  representado  á  la  izquierda  es  el  jeroglifico  fonético  de 
Oolhuacan.  Al  pió  de  la  montana  aparecía  las  cabezas  de  Ooxeox 
7  de  su  mujer,  reconocible  ósta  por  las  dos  treneas  en  forma  de 
cuernos  que,  según  hemos  observado  repetidas  veces,  represento 
el  sexo  femenino.  Los  hombres  nacidos  después  del  diluvio  eran 
mudos;  desde  lo  alto  de  un  árbol  les  distribu7e  una  paloma  las 
lenguas,  representadas  en  forma  de  pequeñas  víi^ulas.  No  debe 
confundirse  esto  paloma  con  el  pájaro  que  dio  á  Ooxcox  la  noticia 
del  escurrimiento  de  las  aguas.  Conservaban  los  pueblos  de  Mi- 
choacan  una  tradición,  según  la  cual  CSoxoox,  á  quien  ellos  Ua- 

(1)  Hist.  antigaa,  tom.  I,  pág.  225. 

(2)  Loco  cit,  tom.  I;  pág.  422. 
(8)  HÍBt  antigua,  tom.  I,  pág.  10. 

(4)  Vues  des  oordill^res,  tom.  n,  pág.  168. 


k 


maban  Tespi«  sd  embaroó  en  un  espacioflo  aooSt'  oon  fin  mivjdr, 
ras  k^osy  mu A>8  animales  j  los  granos  cnya  conservación  era 
cara  á  la  humanidad  Ciiand<[>  el  gran  espíritu  TezoatUpooa  or- 
denó Á  las  agnas  retirarse,  Tezpi  hizo  salir  de  sn  barca  al  Eopi- 
h>te  (Ynltnr  anra),  el  onal  no  volvió,  pues  como  se  alimenta  de 
carne  muerta,  se  entretuvo  con  el  gran  niímero  de  cadáveres  de 
que  la  tierra  recientemeíite  enjuta  estaba  regada.  Tespi  soltó 
otros  pájaros  volviendo  únicamente  el  colibrí  trayendo  en  el  pi- 
co una  ramita  con  hojas;  conociendo  Tezpi  que  el  suelo  comen- 
sába  de  nuevo  á  engalanarse  oon  vegetación,  abandonó  su  barca 
cerca  de  la  montaña  de  uolhuacan/*  ^ 

Sostenida  la  dbctifina  dentro  y  fuera  de  nuestro  país  por  tan 
competentes  autoridades,  la  fortuna  de  la  estampa  quedó  asegu- 
rada. Comenzaba,  al  decir  suyo,  en  el  diluvio  universal  termi- 
nando en  la  fundación  de  México.  Ningún  documento  antiguo 
era  más  explícito,  ni  más  auténtico:  dando  cuenta  del  gran  cata- 
^ismo  asiático,  de  la  confusión  de  las  lenguas  y  de  la  peregri- 
nación de  las  tribus,  ligaba  la  historia  del  Asia  con  la  de  Amá- 
rica;  comprobábase  en  los  puntos  respectivos  )a  relación  bíblica; 
se  extrechaban  los  límites  de  la  cronología;  quedaba  resuelto  el 
atormentador  problema  del  origen  de  los  americanos.  La  de- 
mostración aparecía  tan  sólida  que  Paravey  la  acojió  entre  sus 
•documentos  de  Asiría,  China  y  Amáñoa  para  probar  el  diluvio 
de  Nbó,  las  diez  generaciones  anteriores,  la  existencia  del  pri^ 
mer  hombre  y  el  pecado  original.  (1) 

Dos  escuelas,  podemos  decir,  se  formaron  bajo  estos  princí-' 
pios.  La  religiosa,  á  cuyo  frente  iban  nuestros  escritores  de  his- 
toria antigua,  tenía  por  objeto  ajustar  la  cronología  y  ciertos 
hechos  primitivos  oon  ia  relación  de  la  Santa  Biblia.  Distin- 
guióse en  ello  Veytia,  quien  aplicando  á  las  narraciones  el  tor- 
mento del  lecho  de  Plt>custa,  las  desnaturalizó  sin  servir  por 
eso  para  sostener  verdades  que  no  habían  menester  esta  confip> 
macion.  La  escuela  filosófica,  capitaneada  por  Humboldt^  bus- 
caba solo  fijar  orígenes,  establecer  relaciones. 

A  ser  verdadero  el  relato,  fuera  grande  y  copioso  en  impor- 
tantes conclusiones,  mas  no  pasa  de  una  hermosa  ilusión.  Asi 
lo  demostró  ya  el  Sr.  D.  Femando  Bamírez  dando  la  verdadera 

(1)  Psria,  188S.  Al  final  U  láioina. 


ImIüts  d»  b»9  signos  joTOglíficoa.  ]A0siampft<T6liitalarpereg3!Í^ 
mmoaé».  los  meiioanos;  no  cosedeaza  é&  el  dUa^iOi  sino  «A  1^ 
QtiÜM'áál  lago  cero»  de  CoUtua^an;*  enfare  el  práiteipío  y  el  fin 
h$íY  nna  peqne&a  e9:1;eMÍoii  geográfica^  j  qe  i»o  graade  períodc» 
ofiQOiOlogioOw  SegoA  el  repetidb  Sr.  Bamirez  (1)> — ''Sah<]^^  vbM 
'^apetoe  á  la  autoridad  de  tantos  j  tan  graves  escrüéores^  yo 
"^areo  ^[ne  el  logar  de  que  se  trata^  en  nneabro  derrotevoi  apenaa 
^'distará  nwm  millas  de  las  goteras  dq  Mésploo;  que  el  pretei^dá 
".ítítofi.debebnsoairseeiLellagade  Chalooy  las  enormes  dia- 
'^anciaB  qne  $e  suponen  han  reooKrido  los  emi^antes,  no  exoe* 
"den  los  límites  del  terrritorio  del  valfe  de  México»  .segiMk  se 
"enciieatra  trazado  en  el  Attas  del  Barón  de  Huml^oldt.*' 

En  cnanto  al  tiempo,  partiendo  de  que  la  fundación  de  México 
se  Terificó  el  ano  orne  cáBí  1325,  siguiendo  en  sentido  rekógrado 
los  B^os  cronegráfícos»  daremos  con  el  ano  oe  tocMi  88S1  en  que 
la  relaeicm  comienza;  comprende  únicamente  nn  período  de  44ft 
aSoa  Enlazados»  como  dicen  estarlo,  el  diluvio  y  el  principio 
de  la  ciudad,  se  signe  que  entre  ambos  sucesos  solo  mediaran 
ensitro  sigloa  y  medio,  y  entóneos  el  diluvio  de  Noé  y  de  Ooxeox 
jhtvo  lugar  en  ^1  wp  882  de  la  era  criatlaiM.  Ho  pretendiercm^ 
saKr  i,  tamaña  absurdo  Olavigero  ni  Htunboldi  XSn  sn  In^EW  ten-* 
peetivo  daremos  la  intecpretací<Hi  de  la  pintura. 

Ijos  pueblos  de  M^xicoi  tenían  en  verdad  la  tradición  del  diloH 
vio;  mas  la  Umina  que  lo  abona  no  es  la  waieinadai  Lo  oom- 
prueba  la  estampa,  del  Códice  Vaticano  que  representa  el  Ak>- 
natiub  6  pnmer  sol  cosmogónico.  Ko  se  dicen  abl  los  nomfaies 
de  los, salvados  del  cataclismo.  C^cox  y  Jloddquetzal' eslfo 
tomados  de  la  pintura  repetida,  y  son  falsos  en  el  sentida  4  que 
se  les  aplica;  el  Teocipactli  se  encu^itra  como  ya  sabemoSi  re- 
IMresentando  no  el  diluvio  sino  la  formación  de  la  tierra;  Teq^i 
ea  de  la  tradición  michoacanesa:  en  la.  leyenda  mexicana,  seoo- 
jida  en  el  Códice  Cli^xaalpopoca,  se  Uama  el.  varón  Nata  y  la 
hembra  Nena:  estos  nombres  tienen  mayor  derecho  para  ser 
tomados  por  verdaderos. 

JHu  el  comentarioi  al  Códice  vaticano  (2)  se  encuentira  una  re- 
lación que  hace  recordar  la  torre  de  Babel  En  la  ^loca  del 


(1)  Cuadro  histdrioo-otonol($gioo. 

(2)  Spiegaziona  della  Tavolo  del  Códice  MeasioaDO,  apud  Lord  Kingaborongh, 
tom.  V. 


61 

Iq^o  ó  Atonatinh  moraban  sobre  la  tierra  los  gigantes;  mncliog 
perecieron  sumergidos  en  las  aguas,  algunos  quedaron  conyer- 
tidoB  en  peces,  y  solo  siete  hermanos  se  salvaron  en  las  grutas 
de  la  montaña  de  Tlaloc  Guando  las  aguas  se  escurrieron  sobre 
la  tierra,  Xelhua  el  gigante  fué  á  Chollolan,  y  con  grandes  ado- 
bes &bricados  en  Tlalmanalco  al  pié  de  la  sierra  de  Cocotl,  y 
conducidos  de  mano  en  mano  por  una  fila  de  hombres  tendida 
entre  ambos  pxmtos,  con^eíasó  á  construir  la  gran  pirámide,  en 
memoria  de  la  montana  en  que  fué  salvado.  Irritados  los  dioses 
de  que  la  obra  amenazara  flegar  á  las  nu^s,  lan2aron  el  fuego 
celeste,  mataron  á  mucho9  de  los  constructores,  dispersáronse 
los  demás,  y  no  pasó  adelante  la  construcción;  sin  embargo,  el 
mottte  artificial  subsiste  todavía,  atestiguando  el  poder  de  Xel- 
hua el  gigante,  apellidado  eü  Arquitecto. 

Esta  tradición  aiatihnje  la  pirámide  á  los  gigantes,  es  decir, 
á  las  naciones  primitivas  de  Anáhuac.  Del  mismo  parecer  es  el 
P.  Duran,  (1)  quien  llama  al  monumento  Tlackikualtqpeef  cerro 
hecho  á  mano.  La  opinión  qué  hace  esta  obra  y  sus  congéneres 
de  Teotihuacan  de  procedencia  tolteca,  nos  parece  errónea;  (2) 
absolutamente  consta  en  la  historia  que  ese  pueblo,  aunque 
muy  adelantado,  se  diera  á  levantar  esas  inmensas  aglomera- 
ciones de  tierra,  que  evidentemente  ya  encontró  en  pié  al  llegar 
á  estas  latitudes.  Pertenecen  á  diversa  y  más  antigua  civiliza- 
ción que  la  tolteca. 


(1)  Begnnda  parte,  cap.  XVIU.  MB. 

(2)  Botorim,  idea  de  una  nueva  hist.  pág.  113. 


CAPÍTULO  IV. 

eaimdario,—Profioia  de  Idé  hombree  blcmeoe  y  bM'buáae,—Daetnnae  erietiemai,-^ 
La  Grtie.—Profetai  maiia,--'PreáÍ(saeU>n  del apbetol  Santo  Tcmáe, 

Ehecail,  viento,  está  representado  en  las  pinturas  por  una  ca- 
beza fantástica,  signo  ideográfico  de  este  elemento.  Los  mexica- 
nos le  concedían  voz,  teniendo  muy  en  cuenta  para  sus  agüeros, 
los  gemidos  que  arroja  en  la  arboleda,  los  rugidos  de  la  tempes- 
tad, las  palabras  que  pronunciainetiéndose  por  los  resquicios.  (1) 
Sopla  de  los  cuatro  puntos  cardinales.  El  de  E.  Üalocayoílj  viene 
del  Tlalocan,  no  es  furioso  y  da  seguridad  á  las  canoas.  El  de  N. 
micÜampaeheccUl,  viento  del  infierno,  es  terrible  y  causa  desgra- 
cias. "Eíl  de  O.  cihuaÜampa  eheooM,  viento  que  sopla  de  la  habitación 
de. las  mujeres,  hace  tiritar  y  temblar  de  fria  El  de  S.  huüztlamr 
pa  ehecaü,  viento  de  las  diosas  Huitznaoa,  es  furioso,  convirtién- 
dose á  veces  en  huracán.  (2) 

Antes  de  las  aguas  se  presenta  el  viento,  formando  remolinos 
de  polvo  en  las  llanuras  y  llevando  delante  los  objetos  livianos 
en  los  caminos;  de  este  hecho  natural  decían  los  mexicanos,  que 
£}hecatl,  como  precursor  de  los  Ücdoquey  se  presentaba  barriendo 
y  limpiándoles  el  paso.  El  dios  del  aire  llamábase  QuetzalcoatL 
Yiene  de  coaU  ó  coAmi¿/,  culebra,  y  de  gue^siaQi,  pluma  larga,  verde  • 
y  rica,  en  sentido  figurado  preciado,  valioso,  ¿c:  el  conjunto  sue- 
na culebra  de  pluma  rica,  culebra  preciosa,  y  metafóricamente, 
persona  de  gran  valía  por  sufi  prendas  y  saber.  Las  ideas  más 
encontradas  y  confusas. quedan  acerca  de  esta  divinidad;  se  pre- 
senta como  uno  ó  varios  personajes;  como  hombre  mortal,  como 
deificación  de  un  legislador,  como  dios  primitivo,  como  ser  real 
y  como  fantástico.  Es  importante  detenernos  á  considerarle,  por- 

(1)  DoRUi,  segunda  parte,  oap.  XIX.  MS. 

(2)  P.  Bahagun;  lib.  VII,  cap.  IV. 


63 

que  fabuloso  6  Tordadero,  lag  doctrinas  que  se  le  atribuyen  tn- 
üfiron  sobrada  parte  en  facilitar  la  conquista  de  México. 

En  la  oosmogonia  de  los  soles,  Quetzalooatl  aparece  ya  en  an- 
tagonismo con  Tezcatlipoca;  ambos  forman  una  especie  de  dua- 
lidad, eñ  que  aquel  representa  el  genio  del  bien,  éste  el  del  maL 
En  los  orígenes  de  las  tribus,  Quetzalcoatl  es  hijo  de  Iztacmix- 
ooatl  y  de  Chimalma;  es  por  consecuencia  extranjero,  medio  her- 
mano de  los  mexicanos.  Besueltamente  se  le  tiene  por  extraño 
y  venido  de  otras  tierras,  en  distintas  opiniones,  haciéndole  uno 
mismo  con  Topiltsin  y  Huemac.  (!)  La  conseja  de  ser  hijo  de 
Camaxtli  y  de  Chimalma,  y  que  ésta  se  hizo  grávida  tragándose 
un  chalchihuitl,  viene  de  confundir  la  leyenda  de  Iztacmixcoatl, 
y  el  nacimiento  de  Huitzilopochtli.  Más  camino  lleva  que  Que- 
tzalcoatl fué  llevado  al  cielo  en  forma  de  cometa^  (2) 

Como  personaje  histórico,  establecido  que  estuvo  el  reino  de 
Tollan,  aparecieron  en  la  provincia  de  Panuco  algunas  personas 
vestidas  de  trajes  talares,  cubiertas  las  cabezas;  sin  reencuentro 
de  guerra,  y  antes  bien  recibidas  y  festejadas  por  todas  partes, 
atravesaron  de  la  costa  al  interior  de  las  tierras,  llegando  al  fin 
Á  Tollan  en  donde  se  les  admitió  con  la  mayor  benevolencia.  Los 
recien  llegados  eran  extranjeros,  sabían  labrar  los  metales  y  las 
piedras  preciosas,  el  cultivo  de  la  tierra  y  multitud  de  otras  in- 
dustrias, por  lo  cual  se  les  tenía  en  grande  estima  y  se  les  hacía 
honra  (3)  El  jefe  de  los  extranjeros  se  llamaba  Quetzalcoatl. 
**Era  hombre  blanco,  crecido  de  cuerpo,  ancha  la  frente,  los  ojos 
grandes,  los  cabellos  largos  y  negros,  la  barba  grande  y  redonda" 
Casto,  muy  amigo  de  la  paz,  pues  se  tapaba  los  oídos  cuando  se 
le  hablaba  de  la  guerra,  inteligente  y  justo,  sabedor  en  las  cien- 
cias y  en  las  artes,  con  su  ejemplo  y  su  doctrina  predicó  una  nue- 
va religión,  inculcando  el  ayuno,  la  penitencia,  el  amor  y  el  res- 
peso  á  la  divinidad,  la  práctica  de  la  virtud,  el  desprecio  al 
crimen.  (4)  ^ 


(1)  P.  Duran,  segunda  parto,  cap.  I.  MS. 

(2)  Tarquemada.  lib.  VI,  cap.  XLV. 

(3)  Torquemada,  libro  III,  cap.  Vil.— Duran,  cap.  I.  líS. 

(4)  P.  Durao,  Cdp.  I.  MS.— Mendieta,  págs.  82,  86,  92-98,  97-98. ->Toiquemada 
lib.  IV,  oap.  XIV;  lib.  VI,  cap.  XXIV;  lib.  III,  cap.  YU;  lib.  IV,  cap,  XTV,  Ac.— 
Ifotolinia,  págs.  10,  30,  65.— Veytía,  tom.  I,  cap.  XV  j  Ág.— GlaTijeio,  biat.  anti- 
gua, tom.  I,  pág.  229  y  sig.  &c. ,  &c.  * 


64 

8n  prediwcdon  enoontró  en  lo»  talaaoB  ñuneaso  luSmcro  im 
prosélitosi  ilegando  á  «erel  {ráitífioede  sa  osltOL  Sntánoes  .gDié 
Tolka  4Íe  ima  edad  adbxuidaiiifce  y  próeperay  cual  la  del  leiaadode 
Saturno.  Quetealcoaitl  tenia  eaBas  de  ohaldküiidtiy  de  piafas  ^ 
óonchas  colaradas  y  blaneas,  de  tarquesae^  de  pinmae  rieai;  Jm 
ligeros  coitedoTBu  tiawyucusetnükU^  eonumicaban  axis  ^vdened; 
«US  pregones  dados  en  la  montaña  Tsatsátepee  se  oían  á  cien  le* 
gi&as  de  distacneia;  abundaban  los  granos,  las  ealabaeas  median 
lina  braza  «n  redondo,  las  mazorcas  de  maÍ2  eran  inm^was,  loe 
bledos  parecían  érboles;  sembrado  el  algodón  nacía  expontánea» 
mente  de  todos  colores;  criábanse  en  la  ciudad  aves  dé  eattio  y 
bellas  plnmas  como  el  xiuhiotoÜ^  quetssaUotoÜ^  zacnan  y  tiauhquechci; 
llenos  estaban  los  almacenes  de  riquezas,  de  mantenimiaitoBy  de 
ropas:  en  suma»  el  pueblo  vivía  satisleebo  y  feliz.  (1)  Sabio,  sa- 
cerdote,  legislador  y  taumaturgo,  nadie  como  él  era  querido  y 
•reverenciado. 

Mudable  es  la  fortuna  en  este  mundo,  y  la  de  Quetzacoatí 
amenguó  al  cabo.  El  dios  Tezcatlipoca  bajó  del  cielo  por  el  hilo 
de  una  arana,  tomó  la  forma  de  un  anciano,  presentándose  en  la 
casa  de  su  enemigo;  rechazado  primero,  admitido  después  á  la 
presencia  del  pontífice;  le  intimó  abandonara  la  ciudad,  persua- 
diéndole á  fuerza  de  ruegos  tomara  del  vino  blanco  de  la  tierra, 
sacado  del  twmeÜ:  resistió  el  sabio;  pero  vencido  por  las  súplioas, 
saboreó  el  pórfido  licor  y  se  embriagó.  (2)  La  vista  de  su  fáltale 
produjo  en  el  pueblo  gran  descrédito. 

Tezcailipoca,  por  otros  nombres  Titlaeahuan  y  Tlacahuepan, 
se  convirtió  en  un  indio  forastero,  que  desnudo,  y  bqo  la  deno- 
minación de  Tohueyo,  se  sentó  á  vender  ají  verde  en  el  mercado 
4e  Tollan.  Huemac,  rey  de  los  tulanos,  tenía  una  hija  demedia 
muy  hermosa,  la  cual  acertó  á  distinguir  al  Tohueyo,  y  antojósele 
tanto  que  enfermó  de  amores.  Para  curarla,  pues  se  moría,  fñé 
preciso  buscar  ^1  Tohueyo,  traerle  al  palacio,  vestirle  y  dársele 
por  esposo.  Matrimonio  tan  desigual  disgustó  á  los  vasaUos,  quie* 
nes  prorrumpieron  en  destempladas  murmuraciones.  A  fin  de 
acallar  el  disgusto  público,  Huemac  determinó  deshacerse  de  su 
importuno  yerno;  envióle  á  la  guerra  de  Coatepec,  ordenando  se^ 


(1)  fliihagnn,  ttb.  III,  oap.  IV. 

(2)  SfüasguB,  lib.  m,  cap.  IV. 


66 

cretamente  á  sos  capitanes  le  hicieran  perecer.  En  la  batalla 
dejaron  abandonado  al  Toliueyo  con  los  pajes,  enanos  y  cojos; 
mas  cuando  el  enemigo  los  acometió,  pelearon  con  tanto  brío,  que 
salieron  vencedores.  Fué  indispensable  que  Huemac  y  los  tula- 
nos  salieran  á  recibir  al  plebeyo  con  gran  fiesta,  poniéndole  las 
armas  qtietzc¿íapanecayotl  y  el  xiuhckimaUi,  divisas  de  los  triunfa- 
dores. (1)  Las  artes  de  Titlacahuan  habían  traído  el  descrédito  á 
Quetzalcbatl  y  á  su  ainigo  el  rey 'Huemac. 

Para  solemnizar  el  triunfo,  Titlacahuan  reunió  una  gran  mul- 
titud para  cantar  y  bailar,  entretúvolos  hasta  la  media  noche,  en 
que  los  danzantes  se  despeñaban  en  el  barranco  texcaUauhco,  con- 
virtiéndose en  piedras:  en  figura  de  un  valiente  tequihua  d^ó  muer- 
te á  muchos  guerreros.  Bajó  la  forma  de  Tlacahuepan  ó  Acexcoch, 
sentado  en  el  mercado  hacía  bailar  un  muchacho  sobre  la  palma 
de  la  mano  (Huitzilopochtli  era  el  muchacho);  la  gente  por  ver 
el  prodigio,  se  apiñaba  al  rededor,  y  empujándose  unos  á  otros 
morían  ahogados  y  acoceados.  Tanto  se  repitió  el  mal  que  mata- 
ron al  brujo  á  pedradas;  mas  el  cuerpo  se  corrompió  derramán- 
dose la  peste  en  el  pueblo.  No  se  dejaba  sacar  el  cadáver,  tanto 
era  el  peso  que  tenía;  vencido  por  un  canto  se  dejó  llevar  al  mon- 
te, no  sin  muchísimas  muertes,  pues  rompiéndose  una  soga,  la 
gente  asida  de  ella  perecía  al  caer.  (2) 

Funestos  presagios  jde  ruina  se  veían  por  todas  partes.  Volaba 
no  distante  de  la  tierra  el  Iztaccuíxtli,  pasado  con  una  flecha;  la 
sierra  de  Zacapec  arrojaba  llamas  por  la  noche;  llovieron  piedras, 
y  cayó  del  cielo  una  gran  piedra  á  la  cual  llamaron  téchcatl,  sobre 
la  cual  sacrificaban  á  los  que  querían  morir.  A  la  peste  siguió  el 
hambre,  faltaron  los  mantenimientos,  y  los  que  se  encontraban 
eran  mortíferos.  (3) 

Tanto,  arreciaron  las  calamidades,  que  Quetzalcoatl  resolvió 
abandonar  á  Tollan;  ninguna  súplica  le  detuvo,  poniéndose  en 
domino  en  compañía  de  sus  parciales.  Quemó  sus  casas,  sepultó 
sus  riquezas,  dio  libertad  á  los  pájaros,  y  precedido  de  músicos 
flautistas  para  entretener  su  pena,  se  alejó  para  siempre  de  la 
ingrata  ciudad.  Detenido  dos  veces  en  el  tránsito  por  los  ruegos 

de  sus  sectarios,  no  mudó  de  propósito;  aseguraba  ix  á  Tlapallan, 

• 

(1)  Sahagun,  lib.  m,  cap.  V  y  VI. 

(2)  Sahagnn,  lib.  III;  cap.  Vil  al  IX. 

(3)  SahAgtm,  lib.  m,  cap.  X  y  XI. 


66 

al  llamado  de  su  señor  é  iba  á  ver  al  soL  Por  el  tránsito  faé  ha* 
ciando  prodigios.  En  Cnaulititlan  arrojó  piedras  contra  un  árbol 
y  quedaron  encajadas  en  el  tronco,  en  Temacpaloo  dejó  estam-^ 
padas  las  manos  en  la  roca,  y  también  la  señal  del  cuerpo  en. 
donde  se  sentó;  construyó  un  puente  sobre  el  rio  que  pasa  por 
Tepanoaya.  En  Ooapa  le  salieron  al  encuentro  los  nigrománticos 
sus  enemigos  para  impedirle  el];^iaje;  mas  se  mantuvo  inflexible, 
si  bien  le  quitaron  las  artes  que  en  su  compañía  se  llevaba.  Afli* 
gido  por  la  pena,  mirando  morir  á  sus  pajes,  enanos  y  oorcoba- 
dos  por  el  frió  entre  los  volcanes,  abandonado  de  casi  todos,  logro 
ipor  fin  llegar  á  CholoUan.  (1)  * 

Becibido  con  amorosa  hospitalidad,  pudo  reposar  tranquilo,, 
predicando  y  estableciendo.su  doctrina.  Algún  tiempo,  casi  por 
veinte  años,  permaneció  en  la  ciudad  santa  desempeñando  supa- 
peí  de  pontífice,  hasta  que  al  cabo  miró  desvanecerse  su  felicidad 
como  la  vez  primera.  Sus  jurados  enemigos,  los  tulanos,  vinieron 
con  poderoso  ejército  contra  él;  al  rumor  de  los  aprestos  Que* 
tzalooatl  abandonó  á  CholoUan,  con  cuatro  de  sus  discípulos  se 
dirigió  á  las  costas  del  Golfo,  y  llegado  á  la  mar  en  la  boca  del 
Coatzacoalco,  bien  se  metió  por  las  aguas  que  le  abrían  pq.so,  ya 
tendió  su  capa  que  le  sirvió  de  barca,  ya  finalmente  construyó 
de  culebras  una  balsa,  coailapecMt^  y  metiéndose  en  ella  se  fué 
navegando^  hasta  desaparecer.  (2) 

Los  tulanos  tomaron  y  talaron  á  CholoUan,  apoderándose  del 
país  circunvecino.  Esto  no  obstante,  los  de  la  ciudad  santa  deifi- 
caron á  Quetzalceatl,  eUgiéndole  y  adorándole  como  su  principal 
dios;  los  de  ToUan  á  su  ejemplo  rindieron  honores  divinos  á  su. 
jefe,  elevándolo  á  los  altares  bajo  los  nombres  de  TezoatUpuca^ 
Titlacahuan  y  Tlacahuepan.  (3) 

La  reUgion  politeísta  de  los  antiguos  pueblos  de  Anahuac  pre- 
senta una  marcada  tendencia  hacia  la  unidad;  cada  nación  reco- 
nocía un  dios  principal,  al  cual  estaban  como  subordinados  Iqb 
demás.  El  genio  tutelar  de  los  mexicanos  era  Huitzilopochtli;  el 
de  los  acolhua^  TezcatUpoca;  de  los  tlaxcalteca,  CamaxtU;  en 
CholoUan,  Qfaetzalcoatl;  (4)  en  Tlacopan,  Mixcoatl,  y  así  en  losu 

(1)  Sahagun,  lib.  in,  cap.  XII  al  XTV.— Torquemada.  lib.  VI,  cap.  XXIV. 

(2)  Sahagun,  lib.  ni,  cap.  XIV. 

(3)  Toiquemada,  lib.  III,  cap.  Vil. 

(4)  P.  Mendieta,  lib.  II,  cap.  X. 


67 

deoQcias.  Los  méxioa,  por  su  pa^te,  profesaban  tm  eclectioismo  po- 
co racional  A  semejanza  de  los  romanos,  todos  loa  dioses  de  los 
pueblos  yenoídos  eran  traídos  al  templo  mayor  de  México,  don- 
d«  se  les  ponía  altar  y  rendía  onlto;  faera  que  se  les  calificara 
menos  poderosos,  sea  que  como  cautiyos  se  les  retuviera  para 
quitar  su  protección  al  pueblo  sojuzgado,  lo  cierto  es  que  Icte  nú- 
menes extranjeros  eran  admitidos  al  panteón  mexicano,  transfor- 
mándose en  dioses  nacionales.  (1)  Esto  explica,  en  parte,  esa 
abigarrada  mezcla  en  las  leyendas  mitológicas. 

Bespeoto  á  Quetzalcoatl,  á  quien  encontraremos  segunda  Tez  en* 
Yucatán,  examinémosle  en  sus  diversos  aspectos.  Oomo  dios, 
sólo  es  un  hombre  deificado;  es  de  la  misuñb  ralea  que  su  enemigo 
JFezoatlipoea.  El  anti^onismo  de  ambos,  como  divinidades,  tiene 
su  asiento  en  las  observaciones  astronómicas.  Quetzalcoatl  es  el 
planeta  Yénus;  Tezcatlipoca  la  luna.  Los  diversos  aspectos  de 
los  dos  planetas,  su  alternativo  aparecimiento  hacia  la  tarde  ó  la 
mañana,  dan  motivo  á  sus  combates  y  á  sus  respectivos  venci- 
mientos. 

Su  antagonismo  religioso  es  fácil  de  comprender.  Quetzalcoatl 
predica  en  ToUan  una  nueva  doctrina,  triunfa  de  pronto  y  se  ha- 
ce el  pontífice  de  su  religión.  Tezcatlipoca  y  sus  parciales,  repre- 
sentantes del  culto  nacional,  v^^cidos  al  principio,  se  hacen  luego 
poderosos,  desacreditan  "al  taumaturgo  y  logran  por  fin  hacerle 
abandonar  la  ciudad;  le  persiguen  en  su  refugio  de  OholoUan, 
alcanzando  arrojarle  definitivamiente  del  país.  La  guerra  civil  y 
religiosa  que  en  Tollan  sobrevino,  fué  parte  para  la  destrucción 
de  la  monarquía  tolteca,  y  para  que  los  sectarios  del  hombre  blan- 
co tuvieran  que  huir  á  Yucatán. 

Como  civilizador,  Quetzalcoatl  introduce  en  el  país  las  artes 
útiles  y  de  ornato;  la  agricultura,  la  mecápica,  el  tejido,  el  labra- 
do de  los  metales  y  de  las  piedras  preciosas,  constituyen  sus  más 
ricos  presentes:  Id  excelencia  de  los  artefactos  es  tan  palpable, 
que  para  ponderar  á  los  artífices  se  escoje  la  palabra  toíteca. 
Oorrigió  también  el  calendario.  Oxomoco  y  su  mujer  Cipactonal 
(el  principio  de  los  dias,  el  comienzo  de  la  luz)  habían  formado 
la  cuenta  de  los  tiempos?  pero,  según  la  leyenda,  la  vieja  Cipac- 
tonal tuvo  por  bien  tomar  consejo  de  su  nieto  Quefczalcoatl,  y 

(1)  Torqnexnada,  lib.  X,  cap.  XXVI. 


68 

entre  los  tres  sacaron  el  calendarlo.  (1)  Según  aparece  del  esta- 
dio del  almanaque  azteca,  la  cuenta  primitiva  estaba  basada  en 
los  períodos  trecenales  con  atingencia  á  la  luna  (Tezcatlipoca); 
siguióse  la  formación  del  período  de  260dias,  sacado  de  las  apa- 
riciones de  Venus  (Quetzalcoatl),  por  excelencia  el  período  azte- 
ca. El  calendario  tzapoteca,  conservado  sin  la  corrección  última, 
se  compone  de  períodos  sucesivos,  prolongados  indefinidamente, 
de  260  dias,  divididos  en  cuatro  fracciones  de  65  dias,  subdivi- 
didas  cada  una  de  éstas  en  cinco  partes  de  trece  dias.  (2)  El  To- 
nalamatl,  cómputo  religioso,  se  compone  igualmente  de  períodos 
seguidos  indefinidamente  de  260  dias,  aunque  divididos  en  vein- 
te períodos  de  trece  días,  ajustando  la  cuenta  á  la  división  lla- 
mada de  los  meses.  Según  parece,  la  corrección  de  Quetzalcoatl 
estriba  en  la  formación  del  año  de  360  dias,  por  el  compuesto  de 
diez  y  ocho  meses  de  veinte  dias  cada  uno,  que  añadiendo  los 
cinco  fWTTWiitemi  6  complementarios,  forman  el  total  de  365:  y  esto 
fundado  precisamente  en  los  períodos  sacramentales  y  primitivos 
de  260,  y  de  los  trecenales  impropiamente  llamados  semanas.  (3) 
Como  profeta,  predijo  Quetzalcoatl  que  andando  el  tiempo  ven- 
drían por  el  lado  dei  Oriente  unos  hombres  blancos  y  barbudos 
como  él,  quienes  se  apoderarían  irremisiblemente  del  país,  de- 
rrocando del  solio  á  los  monarcas,  de  su  altar  á  los  dioses,  plan- 
tando entre  los  hombres  una  nueva  doctrina.  (4)    La  profecía 
arraigó  profundamente  en  los  ánimos,  y  grandes  y  pequeños  te- 
nían té  en  su  cumplimiento.  Por  espacio  de  algunas  generaciones 
los  padres  juntaban  á  sus  hijos,  y  sabed,  les  decían,  que  vendrá 
una  gente  barbuda,  cubierta  la  cabeza  con  unos  como  apazUi  (5) 
semejantes  á  los  cobertores  de  las  trojes,  vestidos  de  colores,  y 
cuando  vengan  cesarán  las  guerras,  se  abrirá  el  mundo  á  todas 
partes  y  todo  se  andaisá  y  comunicará.  (6)  Cobrando  mayor  oré* 
dito  la  profecía,  los  emperadores  de  Tenochtitlan  no  se  tenían 
por  legítimos  señores  de  sus  pueblos;  eran  sólo  los  tenientes  de 

(1)  Mendieta,  lib.  n,  cap.  XIV. 

(2)  Arte  en  lengua  zapoteoa,  por  Fr.  Juan  de  Córdoba;  México,  1578. 

(8)  Tengo  escrito  tratado  particular  del  calendario,  dedicado  á  mi  amigo  el  Sr. 
lie.  Alfredo  Ohayero.  • 

(4)  Mendieta,  lib.  II,  cap.  X.— Motolinia,  trat.  I,  cap.  XII.— Torquemada,  lib.  VI, 
cap.  XXTV,  Ac, 

(5)  ApaztM,  voz  mezicanai  lebrillo  6  barrefio. 
{¡ü\  Torquemada,  lib.  II,  cap.  CX. 


69 

Quetzalcoatl,  obligados  á  devolyerle,  cuando  de  nuevo  apareciera, 
el  poderío  y  el  mando  que  en  su  nombre  disfrutaban*  (1)  Esta 
negra  creencia,  urgiendo  y  determinando  en  el  ánimo  supersti- 
cioso de  las  naciones  nahoa,  explica  sobradamente  la  con^**  '^ta 
vacilante  de  Moctecuhzoma  y  de  sus  vasallos,  descubriendo  cuan 
bien  preparado  estaba  el  terreno  para  la  conquista  española.  Los 
castellanos  faeron  recibidos  como  los  prometidos  por  QuetzacoatL 

Como  predicador  y  pontífice,  enseñó  nueva  ley,  con  prácticas 
en  muchos  puntos  semejantes  á  las  cristianas,  dejando  derrama- 
do el  culto  de  la  cruz. 

Los  aztecas  usaban  palabra  propia  en  su  idioma  para  signifi- 
car la  cruz.  Segim  Torquemada:  (2)  ''A  esta  cruz,  como  no  le 
^'sabían  el  nombre,  llamaron  los  indios  Tonacacuahuitl,  que  quie- 
'*re  decir,  madero  que  da  el  sustento  de  nuestra  vida;  tomada  la 
"etimología  del  maíz,  que  llaman  tonacayuüy  que  quiere  decir: 
cosa  de  nuestra  carne,  como  quien  dice,  la  cosa  que  alimenta 
nuestro  cuerpo."  Veytia,  (3)  si  bien  confundiendo  los  significa- 
dos, aquí  corregidos,  llama  al  signo  Tonacacuahuitl,  palo  de  la 
fertilidad  ó  de  la  abundancia;  Quiahuitziteotl,  dios  de  pus  llu- 
vias; Chicahualizteotl,  dios  fuerte  ó  poderoso. 

Jja  cruz  se  encuentra  entre  los  adornos  de  algunos  dioses;  «n 
una  pintura,  que  no  comprendemos,  unapersona  lleva  una  manta 
salpicada  de  cruces. 

En  la  región  mexicana  son  célebres  las  cruces  de  la  Mixteca, 
de  Querétaro,  Tepic  y  Tianguistepec.  "De  la  de  la  Mixteca,  dice 
Clavijero,  (4)  habla  el  P.  Burgoa,  dominicano,  en  su  crónica,  y 
Boturini  en  su  obra.  De  la  de  Querétaro  escribió  un  religioso 
franciscano  del  colegio  de  Propaganda  de  aquella  ciudad,  y  de  la 
de  Tepic  el  docto  jesuíta  Segismundo  Tarabal,  cuyos  manuscritos 
se  conservan  en  el  colegio  de  jesuítas  de  Guadalajara.  La  de 
Tianquiztepec  fué  descubierta  por  Boturijcii,  que  habla  de  ella  en 
sn  obra." 

« 

Célebre  es  la  cruz  de  Cuauhtochco,  (Huatulco),  que  intentó 
quemar  el  Drake  sin  fruto  alguno. .  Torquemada  (5)  conjetura 

■  "•  * 

(1)  Torquemada,  Ub.  IV,  cap.  XTV. 

(2)  lib.  XVI,  cap.  XXVII. 

(3)  Hist.  antig.,  tom.  I,  pág.  203. 

(4)  Hiflt.  antig.,  tom.  I,  pág.  281.  Nota  tercera. 
(6)  Mooarq.  indiana,  lib.  XVI,  cap.  XXVIII. 


/ 


70 

que  la*  pondría  Er.  Martiu  de  Valencia;  mas  lo  contradicen  alga" 
nos  autoresj  afirmando  que  desde  los  tiempos  antros  existía 
recibiendo  adoración  de  las  naturales.  (1) 

La  <^ru2¡  de  Metztitlan  está  labrada  en  la  punta  de  una  sierra, 
sobre  una  pena  inaccesible)  acompañada  de  una  luna.  (2) 

Quetzalcoatli  al  presentarse  en  Tollan^  vestía  una  túnica  sem- 
brada de  cruces  negras  ó  rojas. 

Abundan  en  lt>s  autores  las  noticias  de  semejanzas  entré  el  cul- 
to azteca  y  el  cristiano;  tantas  son  y  tan  parecidas,  que  no  pue- 
den achacarse  al  resultado  de  la  simple  casualidad.  Bautizábase 
poniendo  agua  sobre  la  cabeza,  y  era  como  limpia  y  lavado  de 
una  culpa  original. .  Había  una  manera  de  confesión,  para  purífi* 
car  el  alma  por  el  perdón  de  los  pecados.  Comíase  la  carne  de  la 
víctima  como  coseí  sagrada,  como  el  cuerpo  mismo  del  numen  al 
que  se  ofrecía,  y  se  daba  una  comunión  mística,  recibida  con  re- 
cogimiento y  reverencia;  entre  los  totonacas  6e  administraba  la 
comunión  á  los  hombres  de  veinticinco  anogí  y  á  las  mujeres  de 
diez  y  seis,  y  la  llamaban  toyoUiaidacucd,  manjar  denuestrfk  alma. 
Ckm  una  especie  de  t^a  bendita  se  consagraba  á  los  monarcas, 
y  de  ella  se  daba  á  beber  á  los  generales  cuando  partían- para  al- 
guna guerra:  el  agua  lustral  servía  para  diversas  ceremonias.  Los 
conjuradores  del  granizo  sacudían  contra  las  nubes  sus  mantas^ 
pronunciando  ciertos  exorcismos.  (3) 

En  la  fiesta  llamada  Tlacaxipehualiztli  se  honraba  una  divini- 
dady  una  y  trina;  era  Totee,  ^'señor  espantoso  y  terrible  que  pone 
temor;"  Xipe,  ^hombre  desollado  y  maltratado;*'  Tlatlauhqui- 
tezcatl,  '^espejo  de  resplandor  encendido."  De  este  ídolo  dice  el 
P.  Duran,  (4)  ^'que  con  ser  uno  lo  adoraban  debajo  de  tres  nom-* 
'^bres,  y  con  tener  tres  nombres  los  adoraban  por  uno,  casi  á  la 
tierna  maQera  que  nosotros  creemos  en  la  Santísima  Trinidad." 

Bu  ciertas  fiestas  encTlaxcaUa  y  Colollan,  ''levantaban  un  cau- 

'*tivo  en  una  cruz  atado,  y  allí  le  azaeteaban,  y  la  cruz  era  un 

'^ladero  muy  levantado  y  alto;  y  otro  dia  de  fiesta  ataban  á  otro, 

^'á  otra  más  baja,  y  con  unos  palos  de  encina  de  una  braza,  lo 

•  • 

(1)  3Pr.  Gregorio  García,  Predio,  del  erang.  lib.  V,  cap.  V.— Fr.  Joaquia  Braolio, 
hist  de  8.  Agnstdn  del  Peni,  lib.  I,  cap.  5. — Gil  González  Dávila,  foj.  229. 

(2)  Grijalra,  Edad  I,  cap.  XIX. 
(8)  P.  Mendieta,  lib.  II.  cap.  XIX. 
(4)  Segunda  parte,  cap.  IX  l^IS. 


\ 


71 


^'apaleaban,  y  moría  en  este  tormento."  (1)  Becnerdan  estos  úl* 
timos  pwmenores,  no  solo  la  muerte  de  crnZySino  la  práctica  de 
los  judíos  al  quebrar  á  palos  las  piernas  de  los  ajusticiados. 

Befiere  el  P.  Duran,  (2)  que  informado  jpor  un  indio  de  que  el 
predicador  blanco,  á  su  trádsito  por  Ocuituco,  'les  había  dejado 
''un  libro  grande  de  cuatro  dedos  de  alto  de  unas  letraís,  j  yo, 
"movido  con  deseo  de  haber  este  libro,  faí  á  Ocuituco  y  rogué  á 
"los  indios  con  toda  la  humildad  del  mundo  me  lo  mostrasen,  y  me . 
"juraron  que  había  seis  año»  que  lo  quemaron,  porque  no  acerta-. 
"ban  á  leer  la  letra  ni  era  como  la  nuestra,  y  que  temiendo  no  . 
"les  causase  algún  mal  lo  quemaron;" 

Como  en  su  lugar  veremos,  Quetzalcoatl  pasó  ó  Yucatán;  bajo 
el  nombre  de  Kukulcan  se  estableció  en  la  península,  (3)  dejando 
las  mismas  profecías  que  en  Anáhuac,  haciendo  adorar  la  cruz, 
predicando  las  doctrinas  cristianas. 

Curiosas  en  demasía  son  las  predicciones  de  los  prbfetas  yuca* 
tecos:  su  estilo  sentencioso  y  poético,  sus  inspirados  acentos  de 
un  porvenir  á  la  letra  cumplido,  les  dan  cierto  sabor  á  los  dichos 
de  las  Sibilas,  ó  más  bien  á  Iqs  anatemas  lanzados  contra  la  na- 
ción impía.  Fatzin  Yaxun  Chan,  idólatra,  hablaba  así  con  su« 
hermanos:  "Hecha  fue  la  palabra  deí)ios  sobre  la  tierra,  la  cual 
"esperad,  que  ella  vendrá,  que  sus  sacerdotes  os  la .  traerán* 
"Aprended  sus  palabras  y  predicación  divina.  Bienaventurados 
"los  que  las  recibieren,  ¡Oh  Itzálanos!  aborreced  á  vuestros  dio^ 
"sés.  Olvidadlos,  que  ya  son  finibles.  Adorad  todos  al  Dios  ^ 
"la  verdad,  que  está  ppderoso  en  todas  partes,  que  es  Creador 
"de  todas  las  cosas." 

El  grto  sacerdote  Ka  hau  Pee,  decía  á  los  fieles:  "En  el  dia 
"que  más  alumbrare  el  sol  por  la  misericordia  del  Omnipotente, 
"vendrán  de  aquí  á  cuatro  edades  los  que  han  de  traer  la  nueva 
"dé  Dios.  Con  gran  afecto  os  encomiendo  esperéis,  oh  Itsalanoa» 
"vuestros  huespedes  que  son  los  padres  de  la  tierra,  cuando 
"vengan-" 

La  amenássá  de  un  castigo  sale  de  la  boca  de  Ah  Eukil  Ohel; 


(1)  Torquemadft,  lib.  X,  otp.  XXXI. 

(2)  BegimdA  paite,  cap.  I.  MS. 

(3)  Herrera,  dec.  rv,  lib.  X,  oap.  Ü, 


ti 


72 

antiguo  sacerdote.  "En  el  fin  de  la  edad  presente  los  que  ignoráis 
'las  cosas  futuras,  ¿qué  pensáis  que  sucederá?  Sabed  que  ven- 
"drán  de  toda  parte  del  Norte  y  del  Oriente  tales  cosas  por  núes- 
'^tros  males,  que  los  podéis  tener  por  presentes.  Yo  os  digo  que 
en  la  edad  novena,  ningún  sacerdote  ni  profeta  os  declarará  la 
escritura,  que  generalmente  ignoráis." 

Otro  sacerdote  gentil  Ah  Na  Fuctun  se  pronuncia  contra  los 
ídolos.  "En  la  última  edc^,  según  está  determinado,  habrá  fin 
^'el  culto  de  dioses  vanos,  y  el  mun4o  será  purificado  con  fuego. 
''El  que  ésta  viere  será  llamado  bienaventurado,  si  con  dolor  lio- 
"rare  sus  pecados." 

La  ruta  del  porvenir  la  descubre  al  fin  el  profeta  Chilan  Ba* 
lam,  gran  sacerdote  de  Tixcacayom  Cauich,  en  Maní  "En  el  fin 
"de  la  décima  tercera  edad,  estando  en  su  pujanza  Itzá  y  la  ciu- 
"dad  nombrada  Tancah  (que  está  entre  Yacman  «y  Tichaquillo, 
''que  hoy  se  llama  Ichpaa,  que  es  fortaleza  y  -castillo)  vendrá  la 
''señal  de  un  Dios  que  está  en  las  alturas,  y  la  cruz  se  manifés- 
"tara  ya  al  mundo,  con  la  cual  fué  alumbrado  el  orbe.  Habrá 
"división  entre  las  voluntades,  cuando  esta  señal  sea  traída  en 
"tiempo  venidero.  Los  hombres  sacerdotes  antes  de  llegar  una 
"legua,  y  á  un  cuarto  de  legua  no  mas,  veréis  la  cruz  que  se  os 
aparecerá,  y  os  amanecerá  de  polo  á  polo.  Cesará  el  culto  de 
vanos  dioses.  Ta  vuestro  padre  viene,  oh  Itzalanos.  Ya  viene 
vuestro  hermano,  oh  Tantunites.  Recibid  á  vuestros  huéápedes 
"barbados  del  Oriente,  que  vienen  á  traer  la  señal  de  Dios.  Dios 
es,  que  nos  viene  manso  y  piadoso.  Ya  viene  el  tiempo  de  nues- 
tra vida..  No  tenéis  que  temer  del  jnunáo.  Tú  eres  Dios  único, 
qué  nos  criaste  piadoso.  Buenas  son  las  palabras  de  Dios.  Ea, 
"ensalcemos  su  señal  en  alto;  ensalcemos  para  adorarla  y  verla. 
"La' cruz  hemos  de  ensalzar.  En  oposición  de  la  mentira  se  apa- 
"rece  hoy,  en  contra  del  árbol  primero  del  uiundo.  Hoy  es  hecha 
"al  mundo  demostración.  Señal  es  ésta  de  un  Dios  de  las  altu- 
''ras.  Esta  adorad»  oh  gente  Itzalana,  adorémosla  con  voluntad 
"recta,  adoremos  al  que  es  Dios  nuestro  y  verdadero  Dios.  Se- 
''cibid  la  palabra  del  Dios  verdadero,  que  del  cielo  viene  el  que 
"os  habla.  Cobrad  juicio  y  ser  loa  de  Itza.  Los  que  creyeren, 
"serán  alumbrados  en  la  edad  que  está  por  venir.  Mirad  si  os 
"importa  lo  que  yo  os  digo,  advierto  y  encargo,  yo  vuestro  intér- 
"prete  y  maestro  de  crédito,  Balam  por  nombre.   Y  con  esto  he 


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73 

^'aoábado  d^  decir  lo  que  Dios  verdadero  me  mandó,  para  que 
"lo  oiga  todo  el*mundo."  (1) 

Bespecto  de  las  emees  de  Yucatán,  Pedro  Mártir  (2),  si  bien  du- 
dando sin  fundamento,  asegura  iueron  vistas  por  los  castellanos. 
Oviedo  (3)  expresa  la  misma  duda  infundada  en  estas  pala- 
bras: "Entre  estas  gentes  se  hallaron  cruces,  segurvd  yo  oy  alpi- 
"loto  que  ñe  dichOy  Antón  d%  Alaminos;  pero  yo  téngolo  por  fábula, 
"é  si  las  avia,  no  pienso  que  las  liarían,  por  pensar  lo  que  hacían, 
"en  hacerlas,  pues  que  en  la  verdad  son  ydolatras,  y  como  ha 
"parecido  por  la  experiencia,  ninguna  memoria  tenían  ó  habría 
"entre  aquella  generación  de  la  cruz  ó  pasión  de  Christo,  e  aun- 
"que  cruceAs  oviesse  entre  ellos,  no  sabrían  porqué  las  hacían;  é 
"si  lo  supieren  en  algund  tiempo  (como  se  debe  creer),,  ya  lo 
"habían  olvidado."  Los  escrúpulos  de  Oviedo  no  destruyen  la 
aseveración  del  piloto. 

El  capellán  de  la  armada  de  Grijalva,  escribe  así  en  la  relación 
del  descubrimiento:  (4)  "Después  del  viaje  referido  escribe  el 
"capitán  de  la  armada  al  Bey  Católico,  que  ha  descubierto  otra 
'^la  llamada  Ylúa»  en  la  que  han  hallado  gentes  que  andan  ves- 
"tidas  de  ropas  de  algodón;  que  tienen  harta  policía,  habitan  en 
"casas  de  piedra,  y  tienen  sus  leyes  y  ordenanzas,  y  lugares  pú- 
'^licos  diputados  á  la  administración  de  justicia.  Adoran  una 
"cruz  de  mármol,  blanca  y  grande,  que  encima  tiene  una  corona 
"dé  coro;  y  dicen  que  en  ella  murió  uno  que  es  más  lucido  y  res- 
"plandeciente  que  el  sol." 

Bemal  t)íaz  del  Castillo,  (5)  quien  vino  con  Francisco  Hernán- 
dez de  Oórdova,  dice:  "y  lleváronnos. á  unas  casas  muy  grandes, 
"que  eran  adoratorios  de  sus  ídolos  y  estaban  muy  bien  labrados 
de  cal  y  canto,  y  tenían  figurados  en  unas  paredes  muchos  bul- 
tos de  serpientes  y  culebras  y  otras  pinturas  de  ídolos,  y  alre- 
dedor de  uno  como  altso*,  lleno  de  gotas  de  sangre  muy  fresca; 
*^  á  otra  parte  de  los  ídolos  tenían  unas  señales  como  á  manera 
"de  cruces,  pintadas  de  otros  bultos  de  indios." 

(1)  Cogoütido,  Hi6t.  de  Yncatan,  lib.  11,  cap.  XI. 

(2)  ucean,  dec,  lib.  IV,  cap.  I. 

(8)  Hist  nataral  y  general;  Madrid,  1651.  lib.  XVII,  cap.  III. 

(4)  Itinerario  de  lannata  del  Re  Oatholico  in  India,  &c.:  en  los  documentos  de 
Gttcíá  Ioa2balceta,  tom.  I,  pág.  806. 

(5)  Hist  verdadera,  cap.  III- 

10 


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74 

Gomara,  (1)  informado  por  los  mismos  conquistadpres,  se  ex- 
presa de  esta  manera:  ''Eran  grandes  santuarios;  Acozamil  y  Xi« 
^^calanco,  y  cada  pueblo  tenía  allí  su  templo  ó  su  altar,  do  iban 
''á  adorar  bus  dioses;  y  entre  ellos  muchas  cruces  de  palo  y  de 
''latón;  de  donde  arguyen  algunos  que  muchos  españoles  se  fue- 
"ron  áesta  tierra  cuando  la  destrucción  de  España  hecha  por  los 
"moros  en  tiempo  del  rey  don  Bodrige." 

Describiendo  el  templo  de  Oozumel,  refiere  el  mismo  Goma- 
ra: (2)  "Al  pié  de  aquella  mesma  torre  estaba  un  cercado  de  pie- 
dra y  cal,  muy  bien  lucido  y  almenado,  en  medio  del  cual  había 
una  cruz  de  cal  tan  alta  como  diez  palmos,  á  la  cual  tenían  y 
"adoraban  por  dios  de  la  Uuyia,  porque  cuando  no  Uotía  y  había 
falta  de  agua,  iban  á  ella  en  procesión  muy  devotos;  ofrecíanle 
codornices  por  aplacarle  la  ira  y  enojo  que  con  ellos  tenía  ó 
"mostraba  tener,  con  la  sangre'  de  aquella  simple  ayecica*..,. 
"Tal  era  la  religión  de  aquellos  acuzamilanos,  y  no  se  pudo  sa- 
"ber  dónde  ni  como  tomaron  devoción  con  aquel  dios  de  loraz; 
porque  no  hay  rastro  ni  señal  en  aquella  isla,  ni  aun  en  ningu- 
na otra  parte  de  las  Indias,  que  se  haya  en  ella  predicado  el 
"Evangelio." 
En  el  Peregrino  Indiano  se  menciona  igualmente  la  cruz.  (8) 
La  cruz  estaba  colocada  en  los  patios  de  los  templos  y  la  lia* 
maban,  el  árbol  verdadero  del  muifdo.   "Y  esta  fué  la  causa  <|ue 
^preguntaban  á  Francisco  Hernández  de  Córdoba,  y  á  los  suyos, 
"si  iban  donde  nace  el  sol,  y  cuando  entró  el  adelantado  Dbn 
^'Francisco  de  Moniejo,  y  los  indios  vían  que  hacían  tanta  revé- 
"rencia  á  la  cruz,  tuvieron  por  cierto  lo  que  su  gran  ptofeta  Qhi- 
"lam  Cámbal  les  había  dicha"  (4) 

"En  el  reino  de  Yucatán,  dice  Fr.  Bartoloinó  de  las  óasas» 
cuando  los  nuestros  lo  desoubHeron  hallaron  cruces, '  y  una  de 
cal  y  canto,  de  altura  de  diez  palmos,  en  medio  de  un  patio  cer- 

(1)  Hist.  general  de  las  Indias,  pág.  186. 
'  (2)  Loco  oit.  pág.  d05. 

(3)  Por  D.  Antonio  de  Saavedra  Guzman,  Madrid,  1599.  En  la  foja  22,  ▼. 

Tienen  allí  la  cruz,  y  la  adoraban 
Con  gran  veneración  y  reverencia^ 
Dios  de  lluvias  continuo  la  llamaban, 
T  estaba  en  un  gran  templo  de  abetinenoia. 

(4)  Bemesal,  Hist.  de  la  provincia  de  S.  Vicente  de  Ohiapay  Guatemala,  Madrid^ 
MDOXIX. 


75 

oado  mu j  luoido  y  almenado,  junto  á  un  muy  solemne  templo,  y 
muy  yisitado  de  mucha  gente  devota,  en  la  isla  de  Gozumel,  que 
'  eatá  junto  á  la  Tierra  Firme  de  Tucatan.  A  eata  cru;e  se  dice 
que  tenían  y  adoraban  por  dios  del  agua-lluvia,  y  guando  había 
falta  de  agua  le  caorifícaban  oodomioes,  como  se  dirá^  pregunta- 
dos de  dónde  habían  habido  noticia  de  aquella  señal,  respondie* 
ro]\  que  un  hombre  muy  hermoso  había  por  allí  pasado  y  les 
había  dejado  aquella  señal,  pMqua  del  siempre  se  acordasen; 
otros  diaque  afirmaban  que  porque  había  muerto  en  ella  un 
hombre  más  resplandeciente  que  el  sol:  esto  refiere  Pedro  Mar* 
tir  en  el  capítulo  primero  de  su  cuarta  Década.*'  (1) 

Según  el  mismo  autor,  los  de  la  provincia  de  Cumaná  reveren- 
ciaban la  cruz,  **j  con  ella  se  al^oquelaban  del  diablo,  salvo  que 
la  pintaban  desta  man^a  X,  y  desta  x^  y  quizás  con  otras  re- 
vueltas que  no  llegaron  á  nuestra  noticia;  llamaban  la  cruz  en 
su  \&DJgaak  pmfiuteti  (la  media  sílaba  luenga)."  (2) 

Cuanto  á  la  semejanza  con  las  prácticas  cristianas,  entre  los 
maya  se  administraba  el  bautismo  á  los  neófitos  enbre  los  tres  y 
doce  años,  significando  en  su  lengua,  nacer  otra  vez,  como  dice 
el  Evangelio,  nisi  quis  renaivs  fverü  ex  aqua,  étc  '^Hallaron  tam- 
bién loa  padres  relación  que  entre  estas  gentes  había  confesión 
'S^ocal  de  pecados,  semejante  en  algo  al  S..  Sacramento  de  1^  pe- 
^^tencia,  y  algunas  otras  ceremonias  de  la  iglesia."  (3)  'SU  reli- 
gioso atribuye  estas  semejanzas^  á  que  el  diablo  se  proponía  ve- 
medar  á  Dios. 

Según  un  MS^  autógrafo  de  Fr.  Bartolomé  de  las  Casas,  con-- 
servado  en  el  convento  de  Santo  Domingo  de  México  y  cónsul* 
tado  por  Torquemada,  cuando  aquel  buen  obispo  desembarco  en 
Yucatán,  encargó  á  un  clérigo  inquiriese  lo  relativo  á  las  creen- 
cias de  ios  indios:  después  de  un  año  le  informó,  que  creían  en 
ua  Dios  que  estaba  en  el  cielo  y  tenía  tres  pers<ma%  La  una»  el 
padre,  se  llamaba  Izona  y  había  creado  á  los  hombres  y  todas 
laa  cosas;  Bacab,  el  hijo,  había  nacido  de  la  doncella  llamada 
Chiriyías,  cuya  madre  se  nombraba  Ischel)  la  tercera  persona  ó 
el  espíritu  se  decía  Echuah.  El  hijo,  Bacab,  fué  muerto  por  Eo>- 
puco,  amarrado  á  un  palo,  azotado  y  con  una  corona  de  espinas; 


(i)  Hist  Apologética,  oap.  CXXIII. 

(2)  Ht8t.  Apologétioa,  oap.  OXXV  y  CCXLVn. 

f?CS  Rameflal.  looo  cit. 


(3)  Bemesal,  looo  cit. 


78 

dihivio^  anda  vieron  en  sud  tierras  unos  hombres  blancos,  vestí- 
doS|  barbadt>s,  que  hablaban  cosas  de  un  Dios  y  de  otra  vida;  and 
de  ellos  se  llamaba  Sumé,  que  quiere  decir  Thomé,  y  que  estos 
no  fueron  admitidos  de  sus  antepasados  y  se  acogieron  á  otraé 
partes  del  mundo,  enseñándoles  primero  con  todo  &  plenter  y 
coger  el  fruto  del  principal  mantenimiento  de  que  usan,  llamadiO 
Mandioca."  Sigue  dando  noticias  d«  la  presencia  de  6anto  Tho- 
mé  por  aquellos  lugares. 

Bespecto  de  los  d;^!  Brasil;  ''tienen  memoria  del  diluvio,  em^ 
pero  falsamente,  porque  dicen,  que,  cubriéndose  la  tierra  de  agua, 
una  mujer  con  su  marido  subieron  en  un  pino,  jd&spnea  demen- 
tadas las  aguas  descendieron,  y  de  aquestos  procediearon  todos 
los  hombres  y  mujeres." — "Dicen  ellos,  que  Sdnto  Tomás,  á  quien 
llaman  Zome,  pasó  por  aquí;  esto  les  quedó  por  dicho  de  sus  an* 
tepasados,  y  que  sus  pisadas  están  señaladas  cabe  un  rio,  las 
cuales  yo  fui  á  ver  por  más  certeza  de  la  verdad,  y  vi,  con  los 
propios  ojos,  cuatro  pisadas  muy  señaladas,  con  sus  dedos,  las 
cuales,  algunas  veces  cubre  el  rio  cuandorhin^he;  dicen  también, 
^e.cttandodejó  estas  piscas  iba  huyendo  de  los  iudios  que  le 
querían  flechar,  y  llegando  allí,  se  le  abrió  el  rio  y  pasara  por 
medio  del,  sin  se  mojar  á  la  otra  parte  y  de  allí  fué  para  la  India: 
asimismo- cuentan,  que  cuando  le  querían  flechar  los  indios,  las 
flechas  se  volvían  para  ellos,  y  los  montes  le  hacían  camino  por 
do  pasase.  Otros  cuentan  esto  como  por  escarnio."  (1) 
*  "Los  Incas  tenían  una  cruz  de  un  mármol  muy  hermoso  ó  de 
jaspe  el  más  puro,  perfectamente  pulida  y  hecha  de  una  sola  pie* 
za;  tenía  tres  cuartas  de  ana  de  largo  y  tres  dedos  de  ancho,  y 
estaba  colocada  en  un  lugar  sagrado  de  palacio,  'como  objeto  de 
gran  veneración-  Los  españoles  la  enriquecieron  de  oro  y  de  pie- 
dras y  la  colocaron  en  la  catedral  de  Cuzco.  (2)  Mr.  Banking  creo 
muy  probable  que  esa  cruz  haya  sido  llevada  por  Manco-Capac, 
porque  en  el  siglo  XIII  se  encontraban  muchos  cristianos  de  la 
secta  de  los  nestorianos  al  servicio  de  los.  Mogoles.  (3)  El  con- 
quistador del  reino  de  Bengala  fué  un  cristiano.  (4) 

(1)  OasaS;  Hist  de  IndiaS;  lib.  I,  cap.  CLXXV. 

(2)  Garcüaso  de  la  Vega,  lib.  II,  cap.  III. 

(3)  Marco  Polo,  voL  I,  pág.  501.  • 

(4)  Warden,  Becherches  sur  les  antiquités  d«  rAmériqne,  cap.  VI. 


J 


79 

Dejamos  por  referir  las  opiniones  del  P.  Calancha  y  de  otros 
cronistas,  mas  no  sin  apnntar  de  nuevo  la  crxiz  de  que  antes  har 
blamos  de  los  Incas.  (1) 

Bepetidas  veces  se  encuentra  la  figura  de  la  cruz  en  las  pintu* 
ras  mexicanas.  Debemos  al  Sr.  Chavero  un  ejemplar  de  las  es* 
tampas  en  gue  el  Sr.  Don  Femando  Bamírez  había  recopilado 
euanto  encontró  acercado  la  materia enJos  Códices.  JDistínguen- 
86  la  cruz  griega  y  latina;  ya  se  presenta  como  distintivo  en  la 
capa  y  en  el  tocado  de  Quetzalcoatl  y  de  Ehecatl;  marca  la  tiüie- 
ga  en  que  los  sacerdotes  conducían  el  incienso;  se  la  encuentra 
mareando  ciertos  asientos  ó  tronos  de  los  dioses.  Llámanos  la 
atención  una  figura  cruciforme  que  ofrece  ciertos  rasgos  de  seme- 
janza con  la  del  Palenque,  y  otra  más  pequeña  y  simbólica,  coro- 
nada por  una  ave.  No  sabemos  si  el  Sr.  Bamírez  escribió  alguna 
e:ifj[>licacion  de  estas  Kminas;  por  nuestra  parte,  ya  no  tenemos 
tiempo  de  identificar  los  dibujos  é  intentar  alguna  decifracion. 

Hemos  hablado  hasta  aquí  del  signo  cristiano,  tenemos  ahora 
que  decir  algunas  palabras  del  mismo  signo,  si  bien,  en  nuestro 
concepto,  con  significación  muy  diversa.  Nos  referimos  á  la  cruz 
del  Palenque.  £1  pi^mer  dibujo  que  conocemos  es  el  de  Du- 
paix.  (2)  "No  hay  la  menor  duda,  dice,  de  la  impresión  grande 
que  causa  sobre  el  alma  esta  especie  de  cruz  al  improvista^  pero 
bien  mirada  y  sin  preocupación,  no  es  en  rigor  la  Santa  Cruz  la- 
tina que  veneramos,  sí  la  cruz  griega  desfigurada  por  los  adornos 
extraordinarios,  pues  esa  consiste  en  una  línea  determinada  y 
vertical,  cortada  por  la  intersección  horizontal  de  otra  línea  me- 
nor que  la  primera,  y  forma  cuatro  ángulos  rectos,  v.  g.  t.  La 
otra  se  figura  también  por  dos  líneas  rectas,  de  una  vertical  y  la 
otra  horizontal;  ósta  la  divide  en  dos  porciones  iguales,  y  forma 
naturalmente  una  cruz  también  de  cuatro  ángulos  rectos,  v.  g.  + 
(ó  cruz  griega).  Ademas  de  lo  insinuado,  los  adornos  tan  compli-  ' 
cados  y  tan  caprichosos,  no  son  correspondientes  á  la  venerable 
desnudez  de  la  original  y  á  sus  sublimes  misterios,  y  aun  es  fuer- 
za aplicar  esta  composición  alegórica  á  la  religión  de  esta  nación, 
que  por  ignorar  absolutamente  el  conocimiento  de  su  ritual,  nos 
vemos  precisados  á  guardar  el  silencio."  (3) 

(1)  Grorcilaso,  Goment.  reales.  Parte  seg.,  lib.  1,  cap.  XVII. 

(2)  Tercera  expedición,  ntím.  40,  lám.  XXXVI. 

(3)  'Antíquités  mezicaines,  pág.  26. 


80 

■ 

"El  bajo  relieve  esculpido,  dice  el  mismo  Dapaix,  sobre  grandes 
losas  de  mármol  amarillo,  que  adornaba  el  santuario  del  templo 
llamado  de  la  Cruz,  merece  particular  atención.  Todo  el  lujo  de 
escultura,  adornos,  accesorios  j  jeroglíficos,  se  emplea  en  hacer 
resaltar  la  importancia  de  la  cruz,  objeto  principal  de  la  repre- 
sentación, esculpida  de  una  manera  muy  adornada  é  ingeniosa, 
llevando  encima  un  pájaro  semejante  á  un  gallo.  Dos  personajes 
están  uno  á  cada  lado  de  la  cruz,  el  uno  en  adoración,  el  otro 
ofreciendo  sobre  los  brazos  levantados  á  un  niño,  dibujado  de  un 
modo  fantástico:  numerosas  leyendas  jeroglíficas,  dispuestas  en 
forma  regular,  rodean  á  los  dos  personajes,  detras  de  los  cuales 
están  colocadas  otras  dos  %uras  emblemáticas,  una  á  cada  lado, 
y  de  las  cuales  una  está  rodeada  de  jeroglíficos.''  (1) 

Oigamos  ahora  á  Humboldt.  (2)  "Las  cruces  que  tanto  excita- 
ron la  curiosidad  de  los  conquistadores  enXüozumel,  Yucatán/ y 
en  otras  comarcas  de  América,  (+)  no  son  más  de  ^'cuentos  de 
monjes,"  y  merecen  un  examen  más  serio  como  todo  lo  que  se 
refiere  al  culto  de  los  pueblos  indígenas  del  Nuevo  Continente. 
Me  sirvo  de  la  palabra  culto,  porque  en  un  relieve  conservado  en 
las  ruinas  del  Paleque  en  Guatemala,  del  cual  poseo  copia,  no 
me  parece  que  pueda  caber  duda  alguna  acerca  de  que  una  figu- 
ra simbólica  en  forma  de  cruz  era  objeto  de  adoración.  Sin  em- 
bargo, es  preciso  observar,  que  á  esta  cruz  falta  la  prolongación 
superior,  y  que  forma  más  bien  la  letra  taiL  Existe  entre  los  je- 
roglíficos aztecas  el  que  designa  el  sol  en  sus  cuatro  movimientos 
(Nahui  oUin  tonatiuh)  por  impresiones  del  pié  (xocpalli),  recor- 
dando también  la  forma  de  una  cruz.  (*)  Algunas  ideas,  sin  re- 
lación alguna  con  el  cristianismo,  pueden  haber  sido  atribuidas 

(1)  Antiquités'  mexicaineB,  pág.  79,  al  fíxMÜ  de  lá  obra. 

(2)  Histoire  de  la  Géograpliie  da  Noureaa  Gontinent,  Faris,  Tom.  n,  nota  O^ 
pág.  364. 

(  +  )  Petr.  Mart.  Ooeazu,  lib.  IV,  cap..  I;  <3k>znani,  lib.  II,  cap.  XVII;  lib.  m, 
cap.  n  y  XXXII;  Garzilaso,  lib.  II,  cap.  in,  Herrera,  Deo.  I,  lib.  III,  cap.  I;  An- 
tonio Buíz,  Conquista  espiritual  del  Paraguay,  §  23  y  25;  Lafltau,  tom.  I,  pág.  425- 
450;  Hom.  Orig.  Amer.,  pág.  65.  Las  cruces  encontradas  por  el  P.  Leclero  cerca 
de  Gaspé,  en  el  interior  del  Golfo  de  San  Lorenzo  (Belation  de  Gaspésie,  cap.  IX^ 
pudieran  muy  bien  tener  un  origen  cristiano. 

(*)  Encontré  la  cruz  en  el  MS.  Borgiano  (fol.  47,  MSS.,  niim.  210)  y  la  hice  re- 
presentar en  mis  Yues  des  Cordilleres  et  Monumens  des  penples  americaiDS,  foL  87, 
fig.  8. 


81 

simbólicamente  á  este  emblema  egipcio  de  Hermes  (tautíctifl 
oharacter),  tan  oélebre  entre  los  cristianos  después  de  la  des- 
tmoeion  del  templo  de  Serapis  en  Alejandría»  en  tiempo  de  Teo- 
doeiio  el  grande,  (+)  En  las  monedas  de  Sidon  del  siglo  tercero 
antes  de  nuestra  era,  se  ve  en  la  mano  de  Astartó.  un  bastón  ter- 
ttúnado  encuna  emz.  En  Seandinavia,  un  signo  del  alfabeto  rúnico 
figuraba  el  martillo  de  Thor^  muy  parecido  á  la  cruz  de  relieve 
del  Paienqne;  se  marcaba  con  esta  ruim^  en  los  países  paganos, 
loft  objetos  que  se  quería  santificar,  (v)  Podría  recordar  aquí  que 
los  antiguos  chiapaneses  de  las  cercanías  del  Palenque,  dedica- 
ron uno  de  los  signos  de  los  dias  á  un  Votan,  (n)  jefe  celebre  en 
sus  anales,  y  que  se  ha  creído  reconocer  en  ese  nombre  de  Votan, 
un  Wodan  ú  Odin  americano,  y  también  el  Wodans~dag  (wed- 
nesday)  6  Bound-dar,  día  de  Boudha;  pero  relaciones  tan  vagas 
entre  los  pueblos  mexicanos  y  scandinavos,  fundadas  solo  en 
analogías  de  sonido,  nos  llevarían  á  un  terreno  extraño  á  la 
liistoria." 

Acerca  de  la  cruz  del  Palenque  opina  F.  de  Waldeck,  que  es 
un  símbolo  astronómico,  tal  vez  el  emblema  de  los  cuatro  puntos 
cardinales^  (1)  M.  Leonce  Angrand  ve  en  el  relieve  la  represen* 
taeion  del  bautidmo  entre  los  maya,  y  H.  de  Charencey  cree  har* 
ber  leído  en  los  jeroglíficos  la  palabra  Hiincib^Ku^  el  sólo  santo, 
7  el  nombre  de  S^ukulcan.  (2)  Salvos  nuestros  respetos,  no  nos 
damos  por  convencidos  de  la  lectura. 

Para  probar  el  salir  á  algún  resultado,  ordenemos  nuestras 
ideas.  Las  cruces  de  México  y  Yucatán  se  deben  á  Quetzalcoatl 
ó  Kukulcan;  se  ignora  quién  fué  el  introductor  de  la  cruz  del 
Palenque.  Según  Iqs  testimonios  históricos,  aquella^  correspon- 
den á  la  época  de  la  destrucción  de  los  tolteca;  ésta  es  anterior 

(  +  )  Bufixms,  Hlsi  eocles.,  Hb,  II,  cap. XXIX  (ed.  de  1562),  pág.  264;  Sozpmenus 
EccL   hist.,  Ub.  m,  cap.   XV  (ed.  GuiL  Beading.)^   Cantabrigia,   1720,  tom.  n, 

pig.  298:   Theophanes,  Ghronogr  (ed.  Par.   1655),  pág.  61:  Suidas,  art 

Kircher,  CEdipua  ^g.  (ed.  Bom.  1654)  tom.  ni,  pág.  277;  Fleury.,  Hist.  eccles., 
(ed.  Par.  1695),  t.  IV,  pág.  655.  Hng.  Erfind.  der  BuohstabenBchrift,  p.  32;  Dupaiz. 
ABt  Me:c.  Pl.  36. 

(y)  Véase  el  excelente  tratado  de  H.  GuiUaniue  Grimm,  líber  Deutsche  Bunen, 
pág.  242. 

(n)  y.  mis  Yues  des  GordiBéies,  1. 1,  pág.  382,  y  t.  n,  pág.  356. 

(1)  Beyue  Américaine,  2«  Serie,  tom.  II,  pág.  69. 

(2)  Actes  de  las  Société  Phüologique.  Num.  3,  Mars  1870. 

11 


82 

á  la  era  de  Jesucristo.  Signos  semejantes,  no  tienen,  sin  embar- 
go, la  misma  significación;  las  unas  son  cristianas,  la  otra  trae 
origen  de  otro  cidto.  Cayendo  todas  bajo  la  jurisdicción  de  nues- 
tra historia,  es  preciso  separarlas,  tratando  las  dos  clases  inde- 
pendientemente. Comenzamos  por  las  cruces  cristianas. 

Muchas  y  muy  encontradas  opiniones  encontramos,  según  el 
temperamento  y  las  creencias  de  los  autores.  La  primera  fuá, 
negar  rotundamente.  Expediente  cómodo,  que  si  bien  no  resuel** 
ve  el  problema,  lo  destruye,  cerrando  la  puerta  á  ulteriores  es- 
peculaciones. Dijeron  unos,  son  falsos  los  profetas  y  las  profecías 
de  Yucatán,  porque  nunca  ¡xÍBÜe^en  profetos  ni  píofecías;  algu- 
nos  creyentes  negaron  también,  fundados  en  que  los  infieles  no 
pueden  ser  profetas,  y  se  embrollaron  en  largas  argumentaciones 
teológicas:  el  sabio  Humboldt  se  contentó  con  sus  palabras,  ^^son 
cuentos  de  monjes." 

Herrera  atestigua  haber  sido  encontradas  las  cruces  en  Yuca* 
tan,  corrigiendo  á  Gomara  por  haber  dicho  que  algunas  eran  de 
latón,  y  refiere  la  profecía  de  Chilam  Cambal  á  tiempo  muy  cer- 
cano á  la  llegada  de  los  castellanos.  (1)  Copió  la  relación  Tor- 
quemada,  cambiando  el  nombre  del  profeta  en  Chilancalcatl,  y 
parece  no  dar  á  la  relación  entero  crédito.  (2)  Siguióse  Bemesal, 
quien  se  conformaba  con  las  profecías.  (3)  Con  estas  y  otras  au- 
toridades, quedó  modificada  la  opinión  general;  si  los  hechos  no 
eran  falsos,  debían  tenerse  como  de  reciente  introducción  y  co- 
piar de  lo  que  los  indios  habían  visto  á  los  castellanos.  Por  eso 
el  Dr.  D.  Pedro  Sánchez  de  Aguilar,  en  su  informe  contra  los 
idólatras,  refiriéndose  á  la  cruz  mandada  poner  por  D.  Hernando 
en  Cozumel*  asevera:  ''De  esta  cruz  tomó  motivo  un  sacerdote 
de  ídolos,  llamado  Chilam  Cambal,  de  hacer  una  poesía  en  su 
lengua,  que  he  leído  muchas  ye  ees,  en  que  dijo,  que  la  gente  nueva 
que  había  de  conquistarlos  veneraba  la  cruz;  con  los  cuales  ha- 
bían de  emparentar.  Esto  mismo  refiere  Antonio  de  Herrera,  y 
como  el  adelantado  Montejo,  á  cuyo  cargo  estuvo  la  conquista 
de  esta  provincia,  tardó  más  de  diez  años  en  volver  á  ella,  pen- 
saron los  nuestros  que  éstos  indios  pusieron  esta  cruz,  y  tuvieron 
por  profecía  la  poesía  de  Chilam  Cambal;  esta  es  la  verdad,  la 

(1)  Hifit.  general,  déc.  II,  lib.  III,  cap.  I. 

(2)  Monarq.  Ind.,  lib.  XV,  cap.  XLIX.   . 

(3)  Bemesal;  lib.  V»  cap.  Vil. 


83 

cual  averigüé  por  saber  la  lengua  de  ello,  y  por  la  comunicación 
de  los  indios  viejos  primeros  neófitos  que  alcancé,  los  cuales  iban 
en  su  romería  al  templo  de  Gozumel."  (1) 

.£1  espíritu  religioso  extraviaba  el  buen  sentido  de  Sánchez  de 
Aguilar.  Cortas  mandó  labrar  la  cruz  de  madera  de  Oozumel  el 
ano  1519,  (2)  y  las  cruces  en  aquella  isla  habían  sido  vistas  por 
Grijalva  en  1517;  por  consecuencia,  aquella  no  pudo  servir  de 
modelo  para  éstas.  Oogolludo  demuestra  que  los  profetas  maya 
son  con  mucho  wterióres  al  descubrimiento  de  América,  y  así 
consta  en  su  cronología. 

Semejante  explicación  no  pudo  sostenerse  contra  la  evidencia 
de  la  verdad;  como  tampoco  pudo  tomarse  á  lo  serio,  que  el  dia* 
blo  remedara  las  instituciones  cristianas  para  perder  las  almas 
de  los  idólatras:  imposible  fuera  que  el  demonio  entregara  por 
símbolo  de  adoración  á  sus  adeptos  el  signo  que  lo  amedrenta,  y 
trabajara  en  allanar  el  camino  para  la  predicación  evangélica. 

Las  ideas  tomaron  nuevo  rumbo;  ¿se  había  ó  nó  predicado  en 
América  el  Evangelio?  Muchos  lo  negaron;  mas  prevaleció  la 
solución  afirmativa.  Entonces,  ¿cuándo  y  por  quién  fué  hecha  la 
predicación?  No  era  fácil  acertar  con  la  respuesta;  pero  supues-* 
to  el  constar  que  los  apóstoles  predicaron  el  Evangelio  á  todo  el 
mundo,  uno  de  ellos  fué  el  predicador. 

El  P.  Duran,  partidario  de  la  predicación,  solo  acierta  á  seña- 
lar, alguno  de  los  apóstoles.  (3)  Acosta  pone  de  manifiesto  la 
semejanza  de  las  ceremonias  idolátricas  con  las  cristianas,  atri*- 
buyéndolo  al  demonio.  (4)  Fr.  Gregorio  García,  (5)  sosteniendo 
ser  de  tártaros  la  filiación  mexicana,  escribe:  ^'y  se  conservan 
entre  ellos  otras  costumbres,  semejantes  á  las  cristianas,  que  pu- 
dieron retener  aunque  desfiguradas,  desde  que  Santo  Tomás  pre- 
dicó^en  las  Indias  y  sus  comarcas,  y  aún  en  el  Brasil;  pues  sus 
indios  tienen  tradición  de  un  santo  varón  llamado  Surm^  que  dice 
Vasconcelos  es  el  mismo  que  Tomé,  á  quien  Homio  llama  Maire 
Samane,  y  componiendo  una  voz  de  Pay]y  Sume  afirma  le  dan 
el  nombre  de  Paicumá  los  guaráis  (como  después  á  los  religiosos' 

(1)  Ck>golliido,  lib.  IV,  oap.  IX. 

(2)  Bemal  Díaz,  eap.  XXVII. 

(3)  Seguida  parte,  oap.  I.  MS. 

(4)  Hist  nat.  r  moral  de  las  Indias,  Ub,  V,  oap.  XXm  y  aig. 

(5)  Oiig.  de  los  indios  del  Nuevo  Mimdo,  lib.  IV,  §  XH,  pág.  299 . 


84 

espoSofos),  el  etud  pareos  es  Sautó  Tomás,  porque  Mayre  pned^ 
ser  oompeiosi  de  Míyr^  qoe  e^  su  tongua  ^ffá&c^  peregrino  bar^ 
bado  vestido:  y  qtiitando  la  T  á  Tomás,  queda  oma&6  uman,  que 
deftpnas  de  tanto  tiempo  aou  da  indieioe  del  sombre,  y  máa  en 
diletente  idiomck"  Oalauchtt  afirma  haberse  eonservadó  el  nomi-^ 
bte  Tomé  ó  Thomé  en  Nueva  Espima,  Perú  y  Ohilé:  (1)  le  sigue 
Oralle)  (^y  á  ambos  ^x^ntradiee  Solórsauo.  (3) 

Etttre  los  esciitorea  nacionales,  Becerra  Táneo  (4)  asegora  que 
la  palabra  QuetzaJicoatl  es  sinómma  de  Tomás,  ^  griego  Didy^ 
mus  6  mellizo,  pues  coaU  ó  cohuaü  en  mexicano  significa  culebra, 
y  en  plural  a>co7s  ó  oooome  es  el  mellizo:  de  aquí  se  forma  cucUe  6 
coai6  en  la  misma  aeepdoUr 

H.  Carlos  de  3igüenza  y  Góngora  escribió  un  libro  para  pro- 
bw  la  predioaeion  del  Evangelio  en  México,  por  QuetKídcoati, 
quicíu  no  era  otro  que^  el  apóstol  Santo  Tomás,  y  si  bien  la  obra 
no  vio  la  luz  pública  y  el  MS.  se  tiene  por  perdido,  la  opinión  se 
asvedító  hasta  tenerse  por  cierta,  sólo  por  la  (autoridad  del  dis- 
tinguido aidácuario»  (6) 

(1)  Hist  del  Pení^  Ub.  II,  cap.  H. 

(2)  BQst.  de  Chile,  lib.  VIII,  cap.  VII. 
{1f)  Política  Indiaiía,  lib.  I,  cap.  VII. 

(4)  FeUcidad  de  México,  México,  1685.  Fol.  55. 

(5)  Se  sabía  de  la  exist^icia  del  libro  de  Sigüenza,  poaí  la  mención  que  el  mismo 
hizo  en  el  prólogo  de  su  Parayso  Occidentid,  México,  1680.  Después  di<$  el  título 
completo  en  su  Libra  Astronómica,  México,  1690,  y  era.  Fénix  dsl  OcdderUe  Eanto 
Thomas  Apóstol,  MUaáo  cotí  ei  nonUn'e  de  QuetealcoaÜ  entre  loe  cenizas  de  anticuas 
irtscUáhnéé,  óonservada»  en  piedras,  en  TeoamoxtUa  TuUecos  y  en  cantares  TeoeM- 
eUmeet»  y  Mexicanos,  Perdido  el  MS.  como  arriba  dijimos,  se  hlderon,  sin  fruto, 
exquisitas  diligenciaB  pos  enoontrmrle.  Damos  una  fausta  nueva  á  los  bibliófilos. 
Tenemos  á  la  Tistar.un  Códice  MS.  intitulado:  El  Santo  Apóstol  Santo  Tomás  en  el 
líTuéoo  Mundo,  Ooleccüm  de  noUdas  y  memorias  relativas  á  la  predicación  del  Evan- 
gelio en  Amarina,  antes  de  su  deseuMnUento  por  los  EspañoleB,  Colectadas  y  ordtna- 
dmpor  D.  José  F,  JRamdíreB,  Consertfodor  del  Museo  líaeional,  47pág.,  Prólogo  del 
colector,  625  pág.  de  texto  y  m  del  índice.  Esta  es  una  copia;  el  original  lo  encontró 
el  Sr«  Ramírez  en  la  Biblioteca  de  la  Profesa.  De  las  eruditas  investigaciones  del 
colector  resulta,  que  el  CkSdice  perteneció  á  D.  Carlos  de  Sigüenza  y  Góngora^  algu- 
na»  de  las  piezas  son  del  P.  jesuíta  Manuel  Duarte,  portugués,  quien  residió  catorce 
afios  en  México  y  fechaba  uno  de  sus  trabajos  á  26  de  Setiembre  de  1679;  al  marchar 
á  las  Filipinas  dejaba  sus  apuntes  á  D.  Carlos  para  que  los  aprovechara.  "Concluyo 
^'de  todo,  dice  el  Sr.  Bamírez,  y  resumiendo- mis  conjeturas,  que  si  el  opiisoulo  que 
*^orma  la  segunda  parte  de  este  volumen,  no  es  el  tan  buscado  y  proclamado  Fé- 
''nix  del  Oeeidente,  él  y  la  primera  nos  dan,  por  lo  menos,  sus  materiales."  Las  pie- 
zas recogidas  más  pareoen  apuntamientos  que  obras  acabadas,  yaporque  las  noticias 


86 

Yetuiooort  seguía  las  opüiionee  de  Sigoeoza,  de  quisn  fué 
migo,  refiriendo  lacgameBte  las  somejwusas  de  La  roUgie»  eris- 
tídna  con  la  de  los  iBexioa&as.  (1)  Partidario  de  la  miMna  id^a 
jse  muestra  Boturiiii,  (2)  j  Yeyií&  asignará  la  predioaeion  el  0&O 
63  de  Jesaerisióy  daxido  al  predieador  los  noiabres  de  Qnetaal- 
ooatl  OtLe^oan  y  HoemasL  (8)  Teda?^  en  nuestros  di«s  viielTe 
al  juismo  teísta  P.  Manuel  Herrera  y  Bérez.  (4) 

Aimqve  sirven  de  iundamenio  á  este  sistema  eopiosas  xnaenes 
7  Ufi&as  dé  ingenio,  mnfiha^  de  ellas  solo  oonsisten  en  nombres 
mal  interpretados,  en  congruencias  de  poco  bulto  y  peso.  Todas 
juntas  no  pueden  jreaponder  á  esta  objeten.  Santo  Tomás  esLÍatíó 
.en  el  primer  siglo  de  la  iglesia,  Qnetsalooatl  en  el  %;h^j  m^po- 
aihiUdad  .absoluta  para  admitir  en  uno  sólo  á  entrambos  peiHM)- 
flijes.  Suponiendo,  contra  la  verdad  bist<Sriea,  haber  bebido  otro 
Quetzaleoatii  el  año  @3  de  Jeauoristo,  como  esitónees  los  toj^teMS 
no  babSaa  llegado  al  valle,  ni  existían  aun  las  naciones  «iviiúea- 
das  de  An^uac,  no  fué  á  ellas  á  las  que  se  hizo  la  predicacioB- 
Si  Santo  Tomás  es  diverso  de  <jnetzalfioatf,  su  doeb^iDa  fíQXfM" 
pende  á  tiempos  prehisióiácoa,  no  .pudo  aproveebttr  á  ^MOiones 
spai»eidas  cinco  siglos  después,  7  ni  pudo  ensenar  instítu^cíiiapbes, 
como  la  de  los  monjes,  en  au  época  aun  desconocidas. 

Estas  reflexiones,  sin  duda,  llevaron  por  rumbo  nuevo  la  inte- 
ligencia del  Dr.  Fr.  Servando  Teresa  de  Mier.  (6)  En  esteescri- 
tcff  no  predomina  el  sentimiento  religioso,  sino  el  político;  p^ 


Fan  repetidas,  ya  porque  las  ideas  ee  eneneiitraii  á  vee^  latenrmiipiatt  :|MttsMiai- 
xuur  en  otro  lugar;  por  otra  parte,  echamos  de  menos  en  estos  escritos  el  estilo  gon- 
^rico  de  D.  Garlos.  Nos  persoadimos,  por  lütimo,  á  que  tenemos  los  mñUaitíM, 
las  doctrinas,  las  autoridades,  las  argomentaoiones  que  sirvieron  á  Sigflenza  para  sa 
obra,  aunque  no  el  mismo  Fénix  del  Occidente.  Tiene  ademas  el  mérito,  de  ser  un 
completo  arsenal  de  noticias  acerca  de  su  asunto.  El  Códice  formado  por  el  8r« 
Bamírez,  se  encuentra  hoy  en  poder  de  mi  amigo  el  Sr.  Lie.  B.  Alfredo  Ghavezo; 
tenemos  copia. 

(1)  Teatro  Mexicano,  2  P.  T.  8,  cap.  VIII  y  sig. 

(2)  Catálogo  de  su  Museo,  pág.  50. 
(8)  Hist.  ant.,  cap.  XV  y  sig. 

(4)  Semanario  ilustrado,  México,  1868.  Tom.  I. 

(5)  Historia  de  la  revolución  de  Nueva  España,  por  B.  José  (jf^uerra:  Londres  1818. 
José  Guerra  es  el  áeudénimo  bajo  el  cual  se  encubrió  el  P.  Mier.  Al  fin  del  segundo 
vobimen  se  encuentra  la  disertación  acerca  de  la  venida  de  Santo  Tomás  á  la  Améri- 
ca. Copióla  D.  Garlos  María  Bustamante  en  la  Hist  del  P.  Sahagun,  tom.. I,  des- 
pués de  la  pág.  277. 


86 

tendía  probar  que  la  América  no  era  deudora  á  I03  españoles  de 
la  primera  predicación  de  la  íé.  ^^aciéndome  todas  estas  dificol- 
iades  sospechar,  dice,  qne  nuestro  Santo  Tomás  no  era  el  apóstol, 
me  dediqué  á  estudiar  los  autores  portugueses,  como  Barros  7 
otros  que  cita  García,  sobre  las  cosas  de  la  India  pertenecientes 
á  Santo  Tomás,  de  que  han  escrito  largamei(te  por  su  cuerpo, 
cruz  y  memorias  halladas  én  Meliapor,  ciudad  de  GoromandeL 
T  en  sus  historias  hallé  en  el  Y  ó  YI  siglo,  otro  Santo  Tomás, 
obispo,  sucesor  suyo,  judío  helenista  también  como  el  apóstol, 
(esto  es,  hebreos  que  hablaban  griego  con  idiotismos  hebreos), 
tan  célebre  como  él  por  su  predicación  j  milagros:  del  cuál  el 
Breviario  ó  Santoral  de  la  iglesia  Siriaca  tiene  largas  lecciones, 
en  que  se  refiere  cómo  pasó  á  predicar  á  la  China,  y  á  otras  re- 
giones bárbaras  y  remotas,  haciendo  muchos  prodigios.  Este  sin 
duda  debe  ser  nuestro  Quetzalcoatl,  Ghilamcambal  en  lengua 
chinesa»  que  trajo  sin  duda  discípulos  chinos.  Los  grandes  edi- 
ficios de  Miotlan,  Campeche,  &c.,  que  se  atribuyen  á  los  discípu- 
los de  Quetzalcoatl,  son  muy  parecidos  á  los  chineses."  (1) 

El  Santo  Tomás  de  Meliapor,  para  nuestro  caso,  se  encuentra 
poco  más  ó  menos  en  las  circunstancias  del  apóstol:  consta  que 
murió  en  la  India  y  nada  dice  su  vida  de  la  predicación  en 
América.  (2) 

Pero  si  ambos  Santos  Tomás  sucumben  ante  la  critica,  Que- 
tzalcoatl queda  en  pié  con  su  historia,  á  la  cual  no  alcanza  la 
contradicción:  hubo  un  predicador  blanco  y  barbado,  que  enseñó 
doctrinas  muy  semejantes  á  las  cristianas. 


(1)  Laco  oit,  pág.  XXXY. 

(2)  García,  orig.  de  los  indios,  pág.  299  y  relativas. 


CAPÍTULO  V. 

OH»  ariana. — Orne  búádhióa,-^Orue  egipcia.— Ortu  erUUcma.-^La  cruz  del  Pcthi^ 
9110  partee  búddhioa.^48erá  Votan  vn  huááhaf'^Lae'erucee'.de  México  ton  de 
origen  crieUano.'-^DmoabHmiento  de  Amériea  por  loe  iekmdeeee,— ¿Quetealeoatl 
será  un  misionero  islandésT — Presencia  de  los  símbolos  de  la  cruz  en  México, — CiviU- 
tadores  de  América, —  OftokUria, —  CohtuUlantona,  —  Muccoatl^Iieeu&rdo  de  los 
negros, — l0itíüion,^Fcmtasmas  de  la  noche. — Agüeros, 

LA  cruz  es  un  signo  conocido  desde  tiempos  remotos,  siendo 
objeto  de  culto  entre  los  egipcios,  en  Siria  y  en  otros  pue- 
blos. Para  las  naciones  arianas  significaba  los  dos  maderos  des- 
tinados á  encender  el  fuego  sagrado  Agnif  haciendo  uso  de  la 
palabra  pramathay  de  donde  se  derivó  la  voz  Prometeo.  ''El 
nombre  Prometeo,  dice  N.  Joly,  (1)  es  de  origen  védico,  y  re- 
cuerda el  método  empleado  por  los  antiguos  brahmines  para 
obtener  el  fuego  sagrado;  á  este  fin  se  servían  de  un  bastón  lla- 
mado matha  ópramcUha,  cuyo  prefijo  jwa  añade  la  idea  de  robar 
con/uerza  á  la  idea  contenida  en  la  raíz  matha,  del  verbo  mathn 
ndmi  6  marUhámiy  producir  fuera  por  medio  de  la  fricción,  Pro- 
meteo fué  quien  descubrió  el  fuego,  le  hizo  salir  de  donde  esta- 
ba oculto,  le  robó  y  le  comunicó  á  los  hombres.  De  PramcUM 
6  PramathyuSy  el  que  cava  frotando,  el  que  roba  el  fuego,  la  tran- 
sición es  fácil  y  natural,  y  solo  un  paso  hay  que  franquear  para 
llegar  del  Pramathyus  indio  al  Prometheo  griego,  que  robó  el 
fuego  del  cielo  para  encender  la  chispa  del  alma  en  el  hombre 
formado  de  barro." 

"El  t)aston  encendedor  ópramatha  estaba  armado  de  una  cuer- 
da de  cánamo,  mezclado  con  pelo  de  vaca,  y  con  ayuda  de  esta 
cuerda  enrollada  sobre  la  parte  superior,  el  sacerdote  de  Brahma 

(1)  Les  origines  de  fen  dans  lluunanité.  La  Beviie  Seientíftqne  de  la  France  et' 
de  l'Etranger,  5«  année,  nüm.  SO,  22  Janrier  187C. 


88 

le  imprimía  tin  movimiento  giratorioi  alternativo  de  izquierda  á 
derecha  y  al  contrario.  El  movimiento  tenía  lugar  en  nn  peque- 
ño hueco  practicado  en  el  punto  de  intersección  de  dos  maderos, 
colocados  transversalmente  uno  encima  de  otro,  de  manera  que 
formaran  una  cruz,  mientras  sus  extremidades,  dobladas  en  án- 
gulos rectos,  estaban  sólidamente  fijas  por  cuatro  clavos  de  bron- 
ce, á  fin  que  no  pudieran  moverse  á  ningún  lado.  El  conjunto  de 
la  máquina  se  llamaba  j^ii^os^íJxk.  (1)  El  padre  del  fuego  sagrado 
se  nombraba  Ttoastri,  es  decir,  carpintero  divino,  el  fabricador 
del  Siffostika  j  del  Frartícáha^  CU79  frotamiento  redprooo  produ- 
oía  el  hijo  divino  llamado  Agid.  La'^madre  tenia  el  nombre  de 
Maya.  El  Agni  cambiaba  su  nombre  en  JMa  (ungido);  cuando 
los  sacerdotes  derramaban  sobre  su  cabeza  el  espirituoso  SomOf 
j  sobre  su  cuerpo  la  manteca  parificada  del  sacrificio." 

'^n  su  interesante  obra  sobre  el  Origen  del  fuego  (Die  Herab- 
kunft  des  Feuers)  Adalberto  Kühn  designa  siempre  el  aigno 
núm.  1  y  su  análogo  el  núm.  2  bajo  la  palabra  Otram,  y  mira  am- 
bo3  como  símbolos  religiosos  por  excelencia,  de  nuestros  a^ti* 
guos  antecesores  los  aryanas." 

Befiriéndpse  á  la  Cruz  mística,  dice  Holmbpé:  (2)  ^'La  cruz  da 
que  hablamos/  y  se  vé  en  algunas  monedas  de  la  India,  se  en- 
cuentra igualmente  en  muchas  bracteates  de  oro  halladc^  en 
ScandiQavia,  así  en  los  Jiaugs  como  [en  otros  lugares;  esa  cj¡qz 
tiene  u^  forma  singular,  pues  sus  cuatro  brazos  terminan  ep 
una  curvatura,  como  se  observa  en  la  .figura  (num.  20).  Muy  no- 
table es  esta  cruz,  no  sólo  porque  su  uso  es  muy  común,  sino 
por  el  efecto  saludable  que  le  atribuyen  los  bindw,  y  p^]:ti<}il- 
.  larmente  los  buddhistas. 

*%o&  buddhistas  consideran  esta  cruz  como  una  de  las  ñffOiJCSS 
más  importantes,  entre  las  sesenta  y  cinco  que  se  fiíguran  ver  en 
la  huella  del  pié  de  Buddha,  y  no  solamente  está  puesta  al  fren- 
te de  la  lista,  sino  que  con  poca  diferencia  está  reproducida  bap 
los  números  3  y  4,  en  la  enumeración  que  H.  Burnonf  puso  en 


(1)  ^¡Coesk  notable!  £1  SwasUka  (\^  nueMrA  lám.  1^  xuím.  1)  de  la  India  está  figa- 
'<rado  frecuentemente  con  estas  dos  formas  (niím.  1  j  3)  en  los  fuscUo  6  discos  de 
'Háeira  cocidi^i  encontrados  c'on  tanta  abundancia,  por  el  Doctor  8chliemann,  ^n  laa 
''ruinas  de  la  antigua  Uion;  de  donde  nace  esta  conclusión  muy  natural,  los  troyanos 
«eran  de  filiación  axyana.*'  . 

(2)  Traces  de  Buddhisme  en  Nonr^e  &c.  París,  1857,  pág.  34. 


89 

el  apéodice  Yin  de  su  edición  del  Ixáú  de  la  buena  l^,  QU^m^i^ 
leemos:''  (1) 

1.  "Svcuttbaycu  Es  la  fignra  mística  íamiliadr  á  muchas  Bertas 
MadaSy  lepreseniada  de  este  modo  (nom  9);  literalmeute  sigiufi- 
0B^  ^n  uemhm  ^iffno  de  bendidon  ó  d^  El  signo  Bvas- 

Üka  es  tan  conocido  de  los  brahmanes  como  de  los  bnddhistaSy 
7  el  Mdmáyana  habla  en  oieitto  Ingar  de  vasos  marcados  ccm  este 
CHgno  afortunado.  Sin  embargo,  me  atrevería  á  decir,  que  eata 
marca,  cuyos  nombres  y  uso  ciertamente  son  antiguos,  paes.se 
le  encuentra  en  las  medallas  más  viejas  buddhicas,  no  fué  ian 
frecuentemente  usada  antee  los  primeros  ¿orno  entre  los  segun- 
dos. Tambi^i  es  derto,  que  la  mayor  parte  ób  las  insecipcionefi 
grabadas  vistas  en  las  cavernas  buddhicaa  del  O.  de  las  Indias, 
están  precedidas  ó  seguidas  de  la  marea  sacarami^ataL" 

3.  *^Ncmdávartaya.  Es  igualmente  un  diagrama  de  buen  aii^- 
rio,  cuyo  nombre  verdadero  es  nandya/ocurta,  significa  el  enro- 
Uioniento  ó  el  círculo  afc^rtunado.  H.  Oolefarooke  Jo  figura  de 
esta  manera  (num.  10). 

^El  Amarakooh€Ly  lorma  de  este  signo  el  nombre  de  UíM  espe- 
cie particular  de  templo  ó  edificio  sagrado,  y  es  de  notar  que 
el  mwndyavarta  de  los  J>¡ain  puede  pasar  por  una  especie  de 
liá»ermta" 

4.  ^*Sdva8tefcq,ya  (nám.  11).  Ija  sola  difereimia  entre  este  signo 
y  ei  de  que  antes  hablamos,  es  que  los  brazos  ds  la  oqpiz  van  de 
di^:«dia  á  izquierda,  mientras  la  num.  9  lleva  los  btasos  de  iz- 
quierda á  dsredi^^-' 

El  bidgxafo  de  SBouéBi  Thsang  menciona  una  piedra  con  las 
liueUas  de  los  dos  pies  de  Buddha,  que  en  las  extremidadas  de 
los  diez  dedoB.se  veían  flores  .terminadas  en  el  signo  místico 
msaiL  {%)  Beerta  misma  cruz  habla  el  B.  P.  Orazio  della  Bernia 
di  BilU,  ensu  descripción  del  Thibat,  dioiendo:  ^'Hastno  una  spe- 
^^sie  di  crooe,  ohe  tengono  con  venerazione."  (3)  Bdfíere  el  P. 
B  jacinthe,  que  las  mujeres  del  Thibet  adornan  con  esta  cruz  sus 
vestidos.  (4)  Según  M.  Pallas,  los  mongoles  dibujan  esta  cruz  en 

(1)  lie  lotau  de  la  boane  loi,  pág.  €25—626. 

(2)  SUjedítor  indioa:  ''Se  dice  que  trae  ga«EÍgeii  de  la  forma  de  loa  bodes  ^Bud- 
^^dha,  enrollados  de  iaqmezda  á  derecha."  (fiion^  Thaaiig,  pág  88). 

(3)  Nonv.  Joom.  asiat.  XTV,  pág.  427. 

(4)  Ib.  t.  IV,  pág.  245. 

12 


90 

pedazos  de  papel,  que  colocan  al  pecho  de  sus  muertos.  (1)  Fre- 
cuentemente se  ye  también  la  cruz  en  el  pecho  de  los  santos.  (2) 
En  el  Hindostán  es  objeto  de  veneradon,  bajo  el  nombre  de 
sethia.  Dice  M.  Tajlor  en  su  diccionario:  ^^Sethia^  es  una  marca 
"en  forma  de  cruz,  con  los  cuatro  brazos  doblados  en  ángulos 
"rectos,  y  que  los  hindus  pintan  de  colorado  al  principio  de  sus 
"libros  de*  cuentas  al  principiar  el  año  nuevo.  Forman  la  mis- 
"ma  figura  de  harina,  sobre  el  suelo,  en  las  bodas  y  en  otraB 
"ceremonias." 

'^Es  curioso  notar  la  circunstancia;  dice  Clavel,  (3)  que  el  sím- 
bolo de  la  cruz  se  mezcla  á  la  arquitectura  y  á  la  ornamentación 
de  los  templos  búddhicos;  muchos  de  éstos  son  cruciformes»  y 
casi  todos  tienen  cruces  en  las  esculturas  que  adornan  los  ma- 
ros y  los  pedestales  de  las  estatuas.  Se  encuentra  el  mismo  em- 
blema en  los  palacios,  en  los  monasterios  y  en  las  tumbas.  Aña- 
diremos que  la  cruz  era  antiguamente  un  instrumento  de  supli- 
cio infamante,  entre  los  pueblos  que  recibieron  la  doctrina  de 
Sakya;  todavía  se  le  ve  hoy  de  trecho  en  trecho  á  la  orilla  de 
los  cfl^ninos  del  Japón.  Los  criminales  son  atados  con  cuerdas, 
y  se  les  da  la  muerte  atravesándoles  el  costado  con  una  lanza.'* 

Justo  Lipsio  (4)  habla  del  símbolo  egipcio  que  se  interpreta 
vidaftUura.  Chanpolion  (5)  ofrece  varias  veces  la  figura  de  la 
cruz  con  asa,  (núm.  4  y  6  de  nuestra  estampa  1")  y  el  signo  con 
sus  variiy[ites  (6,  7  y  8),  que  dice  significar,  "ía  tncía,  y  más  pro- 
piamente la  vida  diviiuu''  M.  Lenoir,  interpretando  los  dibujos 
da  Dupaix,  dice:  (6)  "La  cruz  con  asa  ó  el  Tau,  en  manos  de  Isis, 
indica  el  tiempo  de  lluvias  en  Abisinin,  del  mismo  modo  que 
anuncia  la  inundación  en  Egipto;  en  Gartasse,  Nubia,  se  ve  un 
bajo  relieve  en  el  templo  principal  en  el  cual  hay  una  cruz  escul- 
pida bajo  el  emblema  que  figura  la  unión  de  las  estaciones,  por 
el  nodo  formado  por  las  grandes  divinidades  egipcias  Isís  y  Saté, 
madre  de  la  naturaleza.  Este  signo  es  en  la  India  la  imagen  del 

(1)  Pallas,  Sammlmigen  historischer  Naohrichten  über  die  Mongolichen  V^lkexs. 
ohaíten,  1,  pág.  427.  . 

(2)  NouY.  Joum.  Afiiat.  I,  pág.  415, 

(8)  F.  T.  B.  Glavel,  hist.  pittoresquedes  areligions.  Paxis,  1844.  Toxn,  I,  pág  380. 

(4)  Justas  lipsius,  Tractatns  de  Crace.  Ltitetíie  Paxiskmim,  1698.  lib.  3,  c  8. 

(5)  "BtécÜB  da  Bystéme  hieroglypbiqtie  des  anüens  egyptiens.  París,  1828.  KiSme- 
ro277. 

(6)  Antíquités  mexicaines,  pág.  79,  al  fin. 


91 

dios  Djagamatha,  es  decir,  del  Ungam;  es  sabido  que  el  Tan  era 
símbolo  del  pháUus,  de  Osiris  ó  de  la  fecundación." 

En  Larrainzar  encontramos:  (1)  "Ta  se  ha  visto,  que  la  cruz 
con  asa  entre  los  egipcios  se  consideraba  como  emblema  de  las 
inundaciones  del  Nilo,  del  cual  dependía  -su  fertilidad,  y  los  bie- 
nes todos  que  de  ellas  resultaban.  Era  el  instrumento  con  que  se 
medían,  y  se  anunciaban  al  pueblo  el  progreso  y  aumento  de  ese 
grande  é  importante  acontecimiento,  pues  no  por  ser  común  ú 
ordinario,  dejaba  de  considerarse  como  origen  de  la  vida  y/di- 
•  ddad  de  aquella  nación.  Usaban  los  egipcios  para  expresar  este 
aumento  ó  crecimiento  del  rio,  de  la  palabra  canoft,  (2)  convertida 
en  canopos  por  los  griegos,  que  era  un  jarro  6  cántaro  de  agua, 
empleando  para  marcarlo  la  figura  T  6  una  +  pequeña,  (3)  que 

I  con  el  tiempo  no  es  de  admirarse  baya  dejado  de  ser  entre  los 

egipcios  un  nttevo  signo,  convirtiéndose  en  una  deidad  á  quien 

I  tributasen  culto." 

^^sta  misma  palabra  por  la  analogía  del  lenguaje  se  encuen- 
tra en  el  sánscrito  transformada  en  ctimbhy  con  la  cual  se  signifi- 
caba xm  jarro  ó  vaso  que  dio  nombre  en  el  zodiaco  hindú  al  signo 
aquarius.  "Este  cumbh  O^hafa,  6  jarro,  dice  Paterson.  (4)  es  el 
"objeto  principal  en  la  celebración  del  culto  hindú.  Se  Je  conside- 
rara como  casi  la  misma  deidad.  No  pueden  dispensarse  de  ella, 
'^al  paso  que  pueden  omitir  enteramente  la  imagen  de  Durga.^' 
Los  vaishnavas  hacen  uso  del  vaso  sagrado  marcándolo  de  esta 
macnera  (núm.  9).  Los  saivas  lo  señalaban  con  xm  doble  triángu- 
lo (núm.  17);  uno  de  los  triángulos  significa  «tt;ai  que  reúne  en  sí 
los  tres  grandes  atributos  de  la  pureza,  la  verdad  y  la  justicia; 
el  otro  triángulo  es  su  concierto  con  los  mismos  caracteres  y 
atributos.  (5)  Los  adoradores  de  sadi,  ó  el  principio  hembra,  se- 
*  Balaban  el  jarro  con  esta  figura  (núm.  18),  á  cuyas  señales  se  las 

(1)  Estadios  sobre  la  hist.  de  America,  México,  1875.  Tom.  2,  pág.  178.  - 

(2)  Asiatic  vesearohes  or  transactions  oí  the  Society  institated  in  Bengala  íor  in« 
qttiring  into  the  bistory  and  antíqnitíes,  the  arta,  sciences  and  liieratoie  of  Asia. 
Iicmdon,  1798,  voL  8,  §  8,  pág.  75.  J.  D.  Patetaon,  article  of  the  <nigin  of  theHInda 
religión. 

(8)  J.  B.  Paterson,  id.,  id. 

(4)  Id.,  id,,  id. 

(5)  Asiatic  researches^  &x,  Paterson,  &c. 


92 

Ubíxx^  jcmtra^  j  aon  caracteres  geroglificos,  de  los  cn^ieB  3e  jsjbl* 
cuentea  gran  variedad"  (X) 

Con  la  figura  núm.  19  denotaban  i  Mercurio  los  astrónomos 
egipcios;  denotando  el  círculo  la  difusión  de  la  Divina  .Mente 
en  el  mundo  sideral,  j  la  cruz  inferior  la  dilusion  de  los  ele- 
mentos. (2) 

El  signo  llamado  cruz  cUna^  num.  15^  se  diferencia  únicamente 
de  la  cruz  ariana,  en  tener  la  dobladura  de  los  brazos  en  sentido 
contrario. 

'^Gomo  instrumento  ó  medio  de  castigo,  era  también  conocida 
(la  cruz),  según  se  ha  indicado,  en  tiempo  de  Abrakam.  Kino 
suspendió  de  ella  á  Tarno  ó  Tarin,  rey  de  Medea,  conforme  al 
testimonio  de  Diódoro.  (3)  El  patíbulo  de  la  cruz  se  acostumbra- 
ba entre  los  persas,  los  egipcios,  los  africanos,  los  mácedonios, 
los  griegos  y  los  romanos.  (4)  En  la  Escritura  bajo  la  palabra 
paiíbido  se  habla  de  la  cruz,  según  se  colige  de  los  capítulos  YHi 
Vm,  XXm  de  los  Números  y  del  libro  de  Esther."  (5) 

Ásíj  pues,  la  cruz  ha  sido  conocida  por  diferentes  pueblos» 
desde  la  más  remota  antigüedad,  con  la  variedad  de  formas  qt^e 
hemos  visto,  con  diversas  significaciones,  y  sirviendo  también  de 
objeto  sagrado,  recibiendo  culto.  El  mismo  pueblo  de  Israel  00^ 
nocía  aquella  forma,  bien  que  solo  la  empleara  como  in,strum.en- 
to  de  suplicio.  Convirtióse  en  el  signo  sagrado  del  cristianismo» 
en  el  árbol  santo  de  la  redención,  por  la  muerte  del  Salvador. 
Las  formas  principales  de  la  cruz  cristiana  son,  la  latina,  (núuL  12) 
cruz  commma,  la  griega  (núm.  13)  crtiz  inmmissa,  y  el  aspa  de  jSaa 
Andrés  (núm.  lá)  cruz  decuasata.  Siguen  las  compuestas  como  la 
de  Caravaca,  la  de  Santiago  y  las  de  las  órdenes  de  caballería. 

De  las  cruces  encontradas  en  México,  la  de  Metztitlan  ofreca 
la  figura  del  tau  T;  las  de  Cozumel,  Cuauhtochco  y  otras  evideja- 
temente  tienen  la  forma  latina;  las  que  se  notan  colocadas  en  las 
sandalias  de  los  dioses,  en  el  Tonalamatl,  son  al  parecer  griegiis 
(núm.  22);  la  encontrada  por  Squier  en  Centro  América,  (6)  á  no 

•  » 

<1)  IhLcL    . 

X2)  liBnainzar,  iom.  II,  pág.  186. 

(3)  liib.  U  de  su  Biblioteca,  pág.  91. 

(4)  Martánetti.  Tesoro  delle  aatichiia  judaiclie,  caldee,  indiand,  Ac.,  tom.  I,  {  94« 
pág.  283.— Justo  Lipsio,  Tratado  de  la  Omz,  lib.  I,  oap.  XI. 

(5)  Larrainzar,  tom.  n,  pág.  171. 

(6)  Kioaragua,  its  people,  &o.,  New  Tork,  1855,.  Tom.  ü,  pág.  92. 


m 

Bét  tma  semejanza  casnal,  aotida  francamente  bu  origen  búddhico; 
lá>del  Faleüi^ue  (núm.  9^)  no  da  iAsítas  oaafaeteres  para  stt  daai- 
SbaáojL  En  esto^  G6mo  en  todo  lo  relativo  á  li^  mitología  azteca, 
he^  xúi»  mezcla  confasa  de  antiguo  y  de  moderno,  de  doctrinas 
c&6iüBtíB;j  de  distinto  origen,  qne  es  preciso  separaren  cuanto 
posible  sea^ 

CrOiÉsenzando  por  la  craz  del  Palenque,  tenemos  como  cierto 
gtie,  atendido  el  coñtettido  del  relieve,  estar  colocado  en  un  tem- 
plo, y  las  demás  circimstáBCíasadtxátidas  ya,  aqnel  signo  era  un 
símbolo  sagrado  que  recibía  culta  Pero  si  los  autores  están  casi 
unánimes  en  este  puntó,  exrtrañ  en  el  mayor  desacuerdo  al  tratar 
de  fijar  la  signiñcacion  y  el  origen  del  emblema. 

Mr.  Lenoir  opina  que  la  cruz  del  Palenque  es  incontestable- 
mente anterior  al  cristianismo  y  nada  tiene  que  ver  con  la  reli- 
gÍ09i  cristiana;  "esta  cruz  está  en  el  cielo,  formada  por  la  unión 
'^d^  la  ecHptica  con  el  ecuador,  fijando  dos  puntos  importantefs 
^'d^l  año;  á  saber,  la  primavera  por  la^  presencia  del  sol  en  la 
"cOBstelacionde  Aries,  que  está  acostado  sobre  esta  unión  crucial, 
'*y  el  otoño"  por  el  descanso  que  el  sol  bace  en  el  signo  de  Virgo, 
"colocado  en  él  segundo  punto  crucial/'  (1)  Opina  Mr.  Wal- 
deek  (2)  que  es  un  signó  astronómico,  señalando  cada  uno  de  los 
cuatro  brazos  uno  de  lósfpuntos  cardinales.  Briñton  (3)  juzga  ser 
el  emblema  dé  los  cuatro  vientos,  y  le  parece  que  el  pájaro  posado 
sobre  la  cruz  es  el  símbolo  del  dios  del  aire.  H.  de  Oharencey,  (4) 
h^lñ,  autoridad  de  M.=jLéonce  Angrañd,  ve  la  ceremonia  del 
bautismo  entre  los  maya,  y  déscifiráel  nolxkbre  de  Kukulcan  en  los 
jeroglíficos:  infiere  de  aquí,  que  todo  el  relieve  debe  referirse  á 
los  tiempos  modernos  de  QüetÉalooatl.  Pero  el  Sr.  Oharencey 
muda  de  opinión  en  escrito  posterior  (5)  ofreciendo  probar  qué  la 
cruz  es  el  árbol  dé  la  Ceiba;  que  el  pájaro  es  la  representación  de 
la  gr^  deidad  Sunáb-KUf  así  como  el  relieve  figura  él  apoteosis 
dé  Yotan.  El  ti^abajo  entero  está  consagrado,  á  demostrar  el  orí- 

XI)  Antiqnités  xzkézicaiiies,  pág.  79. 

(2)  Beyae  Amádcane.  Deuxiéme  serie,  tom.  11.  Description  da  bas-relief  de  la 
Croix,  pág.  76. 

(8)  Tlte  MithÉ  of  thé  New  World.  Nev  York,  1868.  Pág.  118;  para  la  ortiz  véanse 
las  págs.  95,  97,  188,  188. 

(4)  Actei  de  la  Sooiété  Philologiqüe,  Márs  1870.  Essaide  déchüfrementd'on  frag- 
ment  d'inaoription  palenquéeiine. 

(5)  Le  Mytiie  de  Votan.  Alen^on,  1871.  Pág.  104. 


94 

gen  asiático  de  las  leyendas  referentes  á  este  personaje.  Larrain- 
zar  dice:  (1)  "Es  de  notarse  la  coincidencia  sorprendente  que 
hay  entre  las  ceremonias  del  hindú  y  las  figuras  egipcias,  hasta 
cionstituir  una  identidad  que  Faterson  explica  considerando  que 
esta  ceremonia  se  verificaba  en  el  eqmnoccio  atUunal,  en  cuyo  tiem«* 
po  prevalece  la  estación  de  las  tempestades  é  inundaciones^  y 
supone  que  son  sojuzgadas  durante  el  paso  del  sol  por  los  signos 
León  y  Virgo.  ¡Quién  sabe  si  el  hermoso  relieve  de  que  nos  ocu- 
pamos, representaría,  supuestas  todas  las  circunstancias  que  se 
han  especificado,  esta  ceremonia  religiosa,  y  si  la  ^ruz  que  se 
halla  en  el  centro  es  el  canob  de  los  egipcios  y  el  cunibh  de  los 
indus,  es  la  deidad  que  por  su  beneficencia  y  nobles  caracteres, 
era  objeto  de  culto  y  veneracionf* 

Al  medio  de  esta  confusión,  un  punto  parece  estar  bien  demos- 
trado; la  civilización  representada  por  las  ruinas  del  Palenque  y 
de  Yucatán,  es  completamente  diversa  de  la  azteca.  Difieren  por 
la  lengua,  por  la  escritura,  por  la  arquitectura,  por  los  vestidos, 
por  los  usos  y  las  costumbres,  por  la  teogonia:  si  algunos  puntos 
de  relación  ofrecen,  datan  de  la  época  de  Kukulcan,  en  que  aque- 
llas se  pusieron  en  contacto.  Besulta  históricamente  demostrado 
también,  que  la  existencia  del  Palenque  es  muy  anterior  Á  la  de 
los  tolteca.  Inferimos  de  estas  premisas,  que  la  cruz  del  Palen- 
que viene  de  distinto  origen  que  las  cruces  de  México  y  de  Oo- 
zumel;  que  no  fué  introducida  por  Kukulcan  ó  sea  Quetzalcoatl, 
y  por  lo  mismo,  que  no  es  de  significaeion  cristiana  como  las 
traídas  por  el  civilizador  blanco  y  barbado.  La  cruz  del  Palen- 
que nos  parece  búddhica. 

Hé  aquí  someramente  nuestras  razones.  El  buddhismo  es  una 
derivación  del  brahmismo.  El  nacimiento  de  Buddha,  autor  del 
cisma,  lo  colocan  los  mongoles,  los  chinos  y  los  japoneses  hacia 
1027  ó  1029;  los  cachemiranos  en  1333;  los  tibetanos  en  2959,  no 
obstante  que  de  sus  libros  sagrados  resultan  835;  los  de  Ceylan, 
'  y  reinos  de  Siam  y  de  Ava  en  543.  (2)  Por  todos  esos  cómputos, 
el  principio  de  aquella  religión  es  anterior  en  varios  siglos  á  la 
era  cristiana. 

La  cruz  existe  en  el  culto  búddhico.    Abel  Bemusat  y  Olavel 


(1)  Estadios  sobre  la  hist  de  América,  tom.  II,  pág.  179. 

(2)  Olavel,  hist  plttoiesqne  des  religions,  tom.  II,  pág.  278. 


95 

hacen  curiosas  observaciones,  acerca  de  la  semejanza  de  ciertas 
prácticas  búddhicas  con  las  de  la  religión  cristiana.  (1)  Presente 
está  la  cruz  del  Palenque,  y  los'  autores  convienen,  entre  ellos  el 
P,  Fr.  Francisco  Jiménez,  (2)  en  la  casi  identidad  de  álguzías 
de  las  creencias  de  los  pueblos  de  Centro  América  con  las  del 
catolicismo. 

Existen  entre  los  buddhistas  monumentos  religiosos  y  tumu* 
lares  de  grandes  y  pequeñas  dimensiones.  ^'Se  les  llama  en  sans- 
'^crito  stupa,  lo  que  propiamente  significa  moTdon.  Esta  palabra 
''fué  alterada  de  manera,  que  los  habitantes  actualed^el  Hindos-» 
'tan  y  del  A^hanistan  llaman  á  las  mismas  construcciones  tope 
t**j  también  burdy,  torre,  en  el  Aíghanistan*  Llevan  en  Ceylan  el 
''nombre  de  tupa,  con  más  frecuencia  dayoba,  palabra  estropeada 
"del  sánscrito  dhátugopa,  que  quiere  decir  receptáculo  de  reliquias 
"preciosas.  En  el  Tibet se  les  nombra  chostin  ó  chJiocUin"  (3) 
Estas  grandes  construcciones,  de  forma  cupular,  servían  para 
guardar  las  reliquias  de  los  buddhas;  á  veces  al  rededor  de  una 
de  ellas  se  veían  muchas  tumbas,  colocadas  á  todos  rumbos,  me- 
nos al  E. 

Estos  detalles  recuerdan  las  pirámides  de  Teotihuacan  con 
sus  alineamientos  de  túmulos;  pero  su  figura  y  los  materiales  de 
que  están  construidas,  les  alejan  del  género  stupa,  lo  mismo  que 
á  su  congénere  la  de  Cholollan.  Mas  las  pirámides  de  Itzamal 
se  acercan  á  la  forma  de  ciertos  tope  del  Indostan,  así  por  los 
materiales  que  son  piedras  labradas,  como  por  estar  en  escalo- 
nes; ademas,  estaban  destinadas  á  guardar  las  reliquias  del  gran 
legislador  Zamná.  Crece  aun  la  semejanza  en  las  construcciones 
tumulares  encontradas  en  la  Míxteea,  y  más  al  S.  De  forma  có- 
nica unas  veces,  cupular  otras;  de  piedras  labradas  retenidas  con 
cimento;  con  celdas  interiores,  comunicando  al  exterior  por  pa- 
sadizos ya  reotos,  ya  cruciformes;  conteniendo  cenizas  en  urnas 
6  dentro  de  la  tierra,  con  vasos,  utensilios  y  adornos:  su  destino 
y  forma  no  dejan  duda  de  su  origen  asiático.  Corroboran  este 
of ígen  los  relieves  vistos  en  aquella  comarca,  los  trajes  en  ellos 
representados;  la  veneración  que  ciertos  árboles  recibían  de  aque* 

(1)  Loco  cit.,  tom.  II,  pág.  889. 

(2)  Laa  historias  del  orígen  de  los  indios  de  esta  prov.  de  GuatexnalA,  éo»  Viena, 
1857.  Prólogo. 

(8)  Holmboe.  Traces  de  Buddhisme  en  Norwege;  cap.  X  y  sig. 


96 

llds imeblog^  los  nábo& de  laseorpiento^ y  otow  varias  eongmeii- 
(dáB  <)til  iremos  notando  eñ  ft'os  réq|)eeiiivoS' lugaréé^ 

^'LoB  baddhkiflS'  considemí  como  sagrado»  los  árboles  büji» 
'1M  enáesi^  estabas  setDiados'sns  jef6s  espiritiiáles^  oaasdló  t€ci^ 
'dieron  et  perfecto  eonodimi^nto  é  la  ixxidigeiíeia  qne  les  biao 
"buddhas  (inteligentes  y  conocedores);  pero  adoran  mis'  páífti* 
'HAdl»mente  el  ^W  bá)D  eít  erad  fuá  iniciado  el  ^ilmo  Btiddftia 
"Oaotuma  Oakyamtmi  Este  árbol  es  llaonado  por  ^icelei^áa' 
*^h&dhi  drwma  6  árbol  de  la  inieligenesa:  eséíficus  rdigiosij^  6ficM 

Si  de  estos  aateeedentes  puede  inlerirtie  algo,  diriamos»  que  el 
rdlvéve  padeucano  parece  contener  á  un  tiempo  los  dos  símbolos 
bdd^bieos;  lacrozemsulomiamás'siniplé»  y  los  atributos  del  ár*- 
Ixd  dB  la  inteligenicia;  En  eféoto,  tres  brazos  de  la  cruii  tezmifisji 
en  el  loto  s^^ado,  llevando  por  apéndice  los  dos  brazos  horisoxH 
talto  los  dragones  iliístiooB;  el  are  &ntástica  de  la  pajrte  superior 
puede  ser  Oi»nida»  pájaro  consagradlo  á  Yisofaniu  (3) 

£i  recuerdo  del  árbol  báddbico  vino  á  ingertarse,  bajo  forma 
diversa,  en  la  teogonia  azteca.  Según  dice  Iztlilxochitl^  Quetzal* 
coatí,  por  otro  nombre  Haemao,  ^fué  el  primero  que  adoró  y  co- 
^looó  la  cruz,  que  Uamuron  Qoialiuitziteotl,  Chicahualizteotl  y 
''otros  Tonacacuahuitl,  que  quiere  decir,  dios  de  las  lluvias  y  de 
'la  salud,  y  árbol  del  sustento  ó  de  la  vida."  (3)  La  lám.  XXIII 
del  Oód.  TeUeriano  Bemense,  ofrece  el  árbol  simbólico,  quebrado 
y  chorreando  sangre,  s%no  de  Tamoanchan  donde  los  dioses  fae^ 
ron  creados,  ó  del  paraíso,  del  cual  fuercm  después  arrojado&  (4) 

El  introductor  del  culto  búddhico  parece  ser  Votan,  el  civilí^ 
zadc^  y  legislador  de  Ohiapan.  De  su  historia  diremos  en  el  lu» 
gar  respectivo,  ocupátidonos  ahora  de  la  etimología  del  hombre. 
''liOS^  buddhistas  hablan  de  muchos  Buddhas;  pero  al  que  conce- 
den mayor  interés  es  al  último,  cuyo  primer  apellido  fué  Siádhaír-- 
¿^,  príncipe  real  de  nacimiento,  dichp  ^kJcyammd  (el  religioso  de 
la  familia  (7a%a j,  porque  era  vastago  de  la  distinguida  familiar 
Qákya^  y  Gautama  por  pertenecer  á  la  gran  raza  Gatama.  Al 
reino  prefirió  la  vida  errante  de  los  ifeligiosos  mendicantes,  á  fixn 

(1)  Holmboe,  pág.  45. 

(2)  Holmboe,  pág.  38. 

(3)  Historia  ohichimeoa,  cap.  I,  MS. 

(4)  Véase  el  mtérpz«te  en  Kingsborons^. 


97 

de  predicar  la  xaoral  y  reformar  las  falsas  doctrinas  de  los  brah-* 
manes.  Después  de  largas  meditaciones,  se  convirtió  en  Bnddha 
(oonocimientOi  inteligencia),  reunió  muchos  discípulos  y  continuó 
con  fruto  sus  tareas  basta  su  muerte,  acaecida  el  año  543  antes 
de  nuestra  era.  Los  discípulos  propagaron  celosamente  la  doc- 
tñu&9  7  ya  en  el  primer  sínodo  de  sus  más  &mosos  doctores,  433 
antes  de  nuestra  era,  se  tomó  la  resolución  de  enviar  misioneros 
faera  de  la  India,  á  los  países  circunvecinos,  é  idéntica  medida 
foé  tomada  por  segunda  vez  en  el  sínodo  del  año  246.  Vimos  que 
sus  esfuerzos  fueron  fructuosos,  pues  el  buddhismo  estaba  ya 
establecido  en  la  Transoxana  y  en  el  Asia  superior  desde  el  se- 
gundo siglo  de  nuestra  era" ''Es  de  presumir  que  los  más 

ilustres  de  aquellos  misioneros  fueron  llamados,  si  no  Buddha, 
al  menos  con  algún  epíteto  derivado  de  la  misma  raíz  sánscrita 
budhf  conocer,  comprender;]  por  ejemplo,  bodhin,  bodhi^  (sabio, 
inteligente),  ó  bodhAn^  bodhantj  participio  de  presente  del  verbo; 
y  de  aquí  pudieron  formar  los  escandinavos  Odin  y  los  alemanes 
Wódaru  La  transición  de  la  &  en  v  se  opera  en  la  misma  lengua 
sánscrita,  y  en  el  bengalí  y  el  hindustajii,  de  ella  derivadas,  ha 
desaparecido  la  diferencia  entre  ambas  consonantes.'*  (1) 

De  las  palabras  hodhñan^  bod^hoaU,  convertidas  en  Oiin  y  Wo- 
dan,  se  saca  con¿mayor  facilidad  el  nombre  de  Yotan^  por  sólo  la 
sustitución  de  la  d  en  t  Debe  saberse  que  en  los  idiomas  cha- 
paneco y  maya  no  existe  la  d,  (2)  y  es  natural  suponer  que  al 
recibir  un  nombre  extranjero  convirtieran  aquel  sonido  en  su 
afín  t  De  aquí  la  identidad  de  sonido  y  de  significado  entre  Vo- 
tan y  bodhan,  y  la  presunción  de  que  Votan  fuera  un  budha. 

Humboldt,  en  sus  cuadros  de  la  naturaleza,  asienta:  "Las  an- 
tiguas relaciones  entre  el  occidente  de  América  y  el  oriente  de. 
Asia,  son  á  mis  ojos  más  de  verosímiles;  ¿pero  por  qué  camino 
Y  con  qué  razas  asiáticas  tuvieron  lugar  esas  comunicaciones? 
Elsto  es  lo  que  todavía  no  puede  determinarse,  ün  corto  numero 
d|e  individuos  pertenecientes  á  la  ilustrada  clase  de  los  sacerdo- 
tes, debía  sin  duda  bastar  para  producir  grandes  cambios  en  el 
estado  político  de  la  América  occidental.  Las  fiLbulas  esparcidas 
otro  tieiüpo  sobre  expediciones  chinas  al  Nuevo  Continente,  se 

(1)  Holmboe,  pág.  68. 

(2)  Pimentel,  Cuadro  descripÜTO  y  comparatÍTO  de  laa  lenguas  de  México.  To- 
mo m,  pág.  107. 

13 


98 

limitan  en  realidad  á  viajes  al  Fousang  6  Japón.  Pero  por  otra 
parte  es  posible  qne  los  japoneses  6  los  siam-pi  de  Gorea,  hayan 
sido  arrojados  por  la  tempestad  á.las  costas  de  América." 

"Está  demostrado  históricamente,  qne  algunos  bonzos  y  algu- 
nos aventureros  navegaron  por  el  mar  de  la  China,  para  ir  en 
busca  de  un  remedio  que  asegurara  á  los  hombres  la  inmortali- 
dad. Así  es  que,  en  el  reinado  de  Tshin-ohiloang-tli,  209  años 
antes  de  la  era  cristiana,  300  parejas  de  jóvenes  de  uno  y  otro 
sexo  enviados  al  Japón,  se  establecieron  en  Nipón  en  lugar  do 
volver  á  China.  ¿No  había  podido  conducir  la  casualidad  expe- 
diciones semejantes  á  las  islas  Aleutianas,  Alaska  6  la  Nueva  Ca- 
lifornia? Aun  se  pretende  haber  encontrado  á  principios  del  siglo 
XVI,  sobre  las  costas  de  Quivira  y  Cíbola,  (el  Dorado  del  Norte) 
restos  de  buques  salidos  de  Eatay,  es  decir,  del  Japón  ó  de  la 
China." 

Bespecto  de  las  cruces  encontradas  en  México,  nos  parecen 
evidentemente  de  origen  cristiano.  Para  establecerlo  tenemos 
estos  hechos  demostrados. 

Un  pirata  scandinavo  llamado  Na^docus,  yendo  de  Noruega  á 
las  islas  Feroov  fué  arrojado  por  la  tempestad  sobre  la  costa 
oriental  de  Islanda,  á  cuya  isla  puso  por  nombre  Snelande.  Pasó 
ésto  en  861,  y  comunicando  Naddocus  su  descubrimiento  al  sue- 

■ 

oo  Gardarus  Svafarson,  éste  partió  para,  la  isla  en  86Í,  pasó  allí 
el  invierno  y  puso  á  la  tierra  Gardarsholm.  Flocco,  pirata  no- 
tuego,  fué  igualmente  á  la  isla  en  que  permaneció  dos  años,  y  le 
puso  Iceland  ó  país  de  los  yelos.  La  Islanda  fué  definitivamente 
ocupada  por  Ingolf^  año  874,  con  gran  número]  de  familias  dis- 
gustadas del  dominio  del  rey  Harald. 

Eric  Baude,  el  Bqjo  ó  Caheza  roja^  por  haber  muerto  á  on  hom- 
bre fué  desterrado  por  tres  años  de  Islanda.  Sabiendo  por  nu 
marinero  noruego,  llamado  Gunbivern,  que  había  una  gran  costa 
al  O.  de  la  isla,  se  embarcó  con  algunos  compañeros,  año  982,  j 
tras  corta  navegación  tomó  tierra,  á  la  cual  apellidó  [Groenland 
ó  Tierra  verde:  los  soandinavos  ponían  el'  pié  en  tma  comar- 
ca perteneciente  á  la  América.  Eric  el  rojo  se  estableció  en 
Groenlandia,  poniendo  su  morada  en  Brattalid  en  el  Ericsfiord, 
mientras  su  compañero  Heriulf,  hijo  de  Bard,  se  establecía  en 
Heriulfsnes,  en  la  parte  meridional. 


99 

En  986,  Biame  HeriulísoA,  (1)  hijo  de  Herinlf,  emprendía  via^ 
je  á  Noruega,  y  como  al  tomar  á  Islcmda  supiera  la  ida  de  su 
padre,  resolvió  irle  á  buscar  á  Groenlandia,'  aunque  le  eran  des* 
conocidos  aquellos  mares.  Llevada  por  el  viento,  y  perdido  en- 
tre la  bruma,  tocó  hasta  tres  veces  en  tierras  desconocidas,  que 
pareciéndole  inhospitalarias  y  no  corresponder  á  las  señales  que 
le  habían  dado,  no  quiso  reconocer;  dio  la  vuelta,  aportando  fe- 
lizmente á  Herialfsnes.  Había  sido  descubierto  el  continente 
Americano. 

Hacia  994  Biame  visitó  á  Eric,  jarl  de  Noruega,  y  contándole^ 
ñw  viaje,  Eric  le  llevó  á  mal  no  haber  reconocido  la  tierriei  por  él 
descubierta.  Volvió  Biame  á  Groenlandia  y  vendió  su  barco  á 
lieif,  hijo  de  Eric  el  Bojo,  quien  disponía  un  viaje  de  descubrí* 
mientos.  Leif  se  embarcó  con  35  hombres,  año  1000,  dio  la  vela 
al  Sur  y  vino  á  echar  anclas  en  las  tierras  vistas  por  Biame; 
ai  primer  sitio  reconocido  llamó  Helluland  por  ser  peñascoso;  al 
segundo,  al  S.  del  anterior,  Markland,  (tierra  de  bosques,  hoy 
Nueva  Escocia);  en  el  tercero  advirtieron  un  rio,  subieron  la  co- 
rriente hasta  un  lago,  en  donde  se  determinaron  á  pasar  el  in- 
vierno, á  cuyo  efecto  construyeron  habitaciones,  llamadas  más 
tarde  Leifsbudir,  casas  de  Leif.  El  alemán  'I>frker  descubrió  pa- 
rras silvestres,  recibiendo  por  ello  la  comarca  el  nombre  de  Vin- 
land  (tierra  de  viñas,  Nantucket,  E.  ü.)  A  la  primavera  siguien- 
te Leif  regresó  á  su  patria. 

Aquellos  descubrimientos  llamaron  fuertemente  la  atención 
en  Groenlandia.  Thorvald,  hermano  de  Leif,  tomó  el  barco  de 
éste^  embarcó  30  hombres  y  se  hizo  al  mar  el  año  1002.  Pasaron 
el  invierno  en  Leifsbudir  en  el  Yinland;  en  la  primavera  de  1003 
llevaron  sus  excursiones  al  S.,  volviendo  á  recogerse  en  Leifs- 
budir durante  los  frios.  En  el  estío  de  1004  avanzaron  hasta  el 
cabo  Eialames  (cabo  Ood);  adelante  vieron  un  promontorio,  don- 
de hallaron  tres  canoas  montadas  por  tres  naturales  del  país  oa- 
da  una,  armaron  querella  con  ellos,  mataron  ocho,  y  el  ultimo 
pudo  salvarse  á  duras  penas.  Muy  poco  después  apareció  graa 
n:ámero  de  indígenas,  combatieron  algún  tiempo  á  los  scandína- 
vos,  retirándose  en  seguida.   Thorvald  quedó  herido  en  un  bra- 

(1)  Antiqaitates  i^p^erioana,  siye  Bcriptores  septentrionales  rerom  ante  oolombia^ 
naram  in  América,  opera  et  studio  Garoli  C.  Bafn.  Copenhague,  1837.— Antiquities 
amérioaines;  par  Charles  Christian  Bafn,  Copenhagae,  1845. 


100 

zo,  murió  y  lo  enterraron  en  £rossanes  (Oabo  de  las  Cruces), 
llamado  así  porque  sobre  la  sepultura  pusieron  cruces.  El  resto 
de  la  expedición  pasó  el  ínyiemo  en  Leifsbudir,  y  en  la  prima- 
vera  1005  volvió  á  Groenlandia.  Los  natúrajles,  vistos  entonces 
por  vez  primera,  eran  los  esquimales,  extendidos  en  aquella  épo- 
ca mucho  más  al  S.^  á  quienes  los  islandeses  llamaron  skrdUngs. 
En  la  primavera  1007  se  aprestó  otra  expedición  de  160  hom- 
bres, en  tres  naves;  mandaba  la  una  Thorfinn  Elarlsefne  y  Sno- 
rre  Thorbranson;  la  segunda  Biame  Grimolf on  y  Thorhall  Gam- 
lason;  la  última  Thorvard,  esposo  de  Freydise,  hija  natural  de 
Eric  el  Bojo.  Tocaron  en  Yertribygd,  después  en  Biamey  (Dis- 
co); hacia  el  S.  registraron  el  Helluland,  Markland,  y  doblado  el 
cabo  Kialames,  los  corredores  de  tierra  trajeron  muestras  de 
maíz  y  de  parras  silvestres;  descubrieron  la  isla  Straumey  (Mar- 
tha  Yineyard),  é  hicieron  sus  preparativos  para  invernar  en 
Straumfiord,  (bahía  de  Buzzard).  Disgustados  entre  sí  los  jefes» 
Thorhall  se  separó  con  ocho  hombres,  yendo  á  perderse  sobre  la 
costa  de  Islanda:  los  151  aventureros  restantes  con  Karlseñie, 
Snorre  y  Biarne,  siguieron  al  8.,  mirando  á  los  naturales  ^'de 
"color  oscuro  y  feos,  crecidas  cabelleras,  ojos  grandes  y  carilar- 
"gos:*'  pasaron  elfinviemo  en  el  actual  Mont-Haup.  Una  maña- 
na de  la  primavera  1008,  se  vio  pasar  á  los  naturales  en  sus  ca- 
noas, siguiendo  el  rumbo  S.  E.;  hechas  señales  de  paz  con  un 
escudo'blanco,  se  allegaron  confiadamente  entrando  en  trueques 
en  que  ellos  daban  pieles  grises  por  tiras  de  lienzo  rojo;  gusta- 
ron mucho  de  las  sopas  en  leche,  huyendo  al  bramido  de  un  tora 
traído  en  la  expedición,  salido  por  acaso  del  lugar  donde  pacía. 
Al  principio  del  invierno  siguiente  tomaron  Iqs  naturales  con 
intenciones  hostiles,  siguiéndose  una  batalla  en  que  los  islande- 
ses se  pusieron  en  fuga;  detenidos  los  fugitivos  por  la  valiente 
Freydice,  tornaron  á  la  pelea,  haciendo  retirar  á  los  indígenas 
hasta  sus  canoas.  Earlsefne  abandonó  aquel  sitio,  pasó  el  tercer 
inviejno  en  Straumfiord,  descubrió  más  tierras  al  S.  y  regresó  á 
Groenlandia.  "Cuando  partieron  de  Yinland  Uevaban  viento  del 
"S.^  llegaron  á  Markland  donde  encontraron  cinco  skrellings, 
"tomaron  dos  niños  varones  que  llevaron  consigo,  enseñáronle 
"la  lengua  delj  Norte  y  les  bautizaron:  dijeron  que  su  madre  se 
"llamaba  Wethildi  y  su  padre  Yrsege;  que  los  skrellings  estaban 
"gobernados  por  reyes,  xaxo  de  los  cuales  se  decía  Abaldamon  y 


101 


t 


el  otro  Yaldidida,  que  no  había  casas  en  sn  país,  morando  la 

poblaoion  en  cayemas." 
Los  beTSÍanos  islandeses  Helge  y  Finnboge,  de  vuelta  de  un 
Tiaje  á  Noruega,  llegaron  á  Groenlandia  durante  el  estío  de 
1011.  Freydise,  esposa  de  Thorrard,  la  que  se  había  distinguido 
en  la  expedición  anterior,  les  propuso  hacer  viage  á  Yinland,  á 
condición  de  partir  los  proyechos:  se  convinieron,  debiendo  lle- 
var cada  parte  sólo  treinta  hombres;  mas  contra  lo  pactado, 
Freydise  ocultó  y  llevó  cmco  de  más.  Llegaron  el  año  1012  á 
Lei&budir,  pasaron  el  invierno,  cargaron  de  los  productos  del 
país  principalmente  maderas,  y  cuando  todo  estaba  á  punto, 
Freydise  indujo  á  su  marido  á  que  diera  muerte  á  Helge,  Finn- 
boge y  sus  companeros;  ejecutado  el  crimen  los  asesinos  se  apro- 
piaron el  barco,  dando  vuelta  á  Groenlandia  en  la  primavera  de 
1018. 

'Tuede  tenerse  como  cierto  que  las  relaciones  entre  Gro^üan- 
'^dia  y  Yinland,  subsistieron  mucho  tiempo  después  de  aquella 
^época,  aunque  no  den  nociones  completas  acerca  de  ello  los 
^'antiguos  manuscritos  referentes  á  Ghroenlandia.  Se  sabe  que  el 
'^obispo  groenlandés  Eric,  llevado  por  el  deseo  dé  convertir  á 
^%s  colonos  ó  de  hacerles  perseverar  en  la  religión  cnristiana, 
'llegó  á  Yinland  el  ano  1121.  Los  anales  islandeses  de  la  época, 

al  mencionarlo,  no  refieren  los  resultados  del  viaje;  por  las 

expresiones  empleadas,  creemos  que  fué  á  Yinland  donde  fijó 

su  morada."  (1) 

Menciónanse  también  descubrimientos  hechos  en  las  regiones 
árticas  de  América,  el  ano  1266,  bajo  los  auspicios  de  algunos 
eclesiásticos  del  obispado  de  (bardar  en  Groenlandia,  y  el  viaje 
á  Markland  en  1327.  Las  sagas  no  vuelven  á  mencionar  las  colo- 
nias de  América,  constando  sólo  que  Qrderious  Yitalis  recuerda 
el  Yinland  como  una  de  las  posesiones  de  los  noruegos  en  ultra- 
mar, hacia  fines  del  siglo  XI.  Los  establecimientos  de  Groen- 
landia comenzaron  á  decaer  en  1406^  y  se  arruinarcm,  perdiéndose 
la  memoria  de  su  existencia. 

^'Conocidos  estos  documentos  i^uténticos,  dice  Bafn,  (2)  acce- 
'^sibles  á  todo  él  mundo,  ninguno  podrá  dudar  de  la  certidumbre 


(1)  Christian  Raf  n,  pág.*  20. 

(2)  Loco  dt.  pág.  28. 


102 

^'de  este  hecho  histórico;  los  scandinavos^  dorante  Ips  siglos  X 
^'y  XI,  descubrieron  y  visitaron  una  gran  parte  de  las  costas 
'^orientales  de  la  América  del  Norte,  y  cada  quien  se  o<»ivencerá 
'^de  que  las  relaciones  entre  ambos  países  su]i>sistieron  durante 
^los  siglos  siguientes.  El  hecho  esencial  es  cierto  é  incontestable.'^ 

De  esta  verdad  sacamos,  que  Quetzalcoatl  es  un  misionero 
island^.  Se  nos  dirá^  que  esto  no  pasa  de  una  suposición;  con- 
cedemos; pero  el  supuesto  presenta  tanta  congruencia  en  su  abo- 
no^ que  no  parecerá  descabellado  admitirle  ni  defenderle.  El 
tiempo  de  los  descubrimientos  de  los  scandinavos,  coincide  con  la 
época  en  que  el  gran  legislador  se  presentó  en  ToUan.  Los  ex- 
tranjeros aportaron-  á  nuestro  país  por  la  parte  de  Panuco,  es 
decir,  por  las  costas  orientales  frecuentadas  entonces  pox  los  na- 
vegantes islandeses;  expedición  casual  ó  voluntaria,  es  evidente 
que  los  extranjeros  llegaron,  internándose  al  interior,  bien  deli- 
beradamente, bien  imposibilitados  para  seguir  su  viaje.  Eran 
blancos  y  baarbados,  como  en  realidad  lo  son  los  de  su  raca,  xe- 
«onooiéndolo  así  las  tradiciones  nahoas.  Vestían  tri^e  diverso, 
trayendo  Quetzalooatl  sembrada  la  túnica  de  cruces;  los  scandi- 
XMTTos  de  aquellas  épocas  «ran  católicos.  Descubre  el  jefe  su  ca- 
rácter sacerdotal  en  su  vida  casta  y  abstinente^  en  su  amor  á  la 
paz»  en  las  virtudes  y  costumbres  que  se  le  atribuyen*  Sus  pre- 
dicaciones están  en  consonancia  con  su  origen  y  carácter  religio- 
so; introduce  el  culto  de  la  cruz,  doctrinas  y  prácticas,  que  aun- 
que ya  desfiguradas,  dejan  reconocer  la  filiación  Gristiana. 

Notables  se  hicieron  los  extranjeros  no  solo  por  el  milano  de 
«u  Uegada,  por  su  aspecto  y  atavíos,  sino  también  por  sus  predi- 
caciones y  por  las  ^iseñamsas  que  derramaban  perfeccionando 
las  ciencias  y  las.prtes:  pertenecían  á  pueblos  más  adelantados 
en  civilizacioUi  el  sacerdote  debía  poseer  mayores  conocimientos 
que  sus  compañeros.  Dieron  reglas  para  el  cultivo  de  la  tierra, 
para  labrar  los  metales,  pulir  las  piedras  preciosas,  no  sabemos 
<»iánta8  cosas  más.  Quetzalcoatl  cicMrrigió  el  calendario.  Hum- 
boldt,  (1)  llevado  por  las  semejanzas  que  encontró,  se  esfraaó  en 
probar  el  origen  asiático  del  calendario  azteca;  persuadidos  por 
sus  razonamientos,  asi  lo  creímos  aJgun  tiempo,*  hasta  que  nue- 
vos estudios  nos  convencieron  de  que  el  cómputo  mexicano,  que 
no  es  otro  que  el  tolteca  corregido  por  Quetzalcoatl,  se  deriva. 

(1)  Ynes  des  Oordilléres,  tom.  I.,  pág.  888. 


t 


I 
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103 

diieetameiite  del  calendario  juliano.   En  efecto,  es  el  año  de  366 
días,  con  un  dia  intercalar  constante  por  cada  cuatro  anos.   Los 
ncandinavos  contaban  el  dia  desde  el  orto  del  sol,  según  el  estilo 
babil^úeo»  y  asi  lo  contaron  los  nahoa.  ''Los  antiguos  scandina- 
''vea  dice  Bafu,  dividían  el  horizonte  en  ocho  playas  .6  rincones 
"del  mundo  (attir);  una  revolución  del  sol  se  dividía  también  en 
"ocho  partes  guales  ^eyJUír^,  determinadas  porcia  marcha  apa- 
''rente  del  astro."  (1)  Esta  es  la  misma  división  del  dia  en  ocho 
partes  empleada  por  los  méxica.  De  la  misma  procedencia  viene 
la  adopción  de  las  cuatro¡estaciones,  y  la  doctrina  de  los  cuatro 
elementos,  aire,  tierra,  agua  y  fuego,  representados  por  los  cuar 
tro  símbolos  anuales  \tochÜ%  oáHi^  aea&  y  teepaíL    Si  el  sistema 
juliano  no.  está  completo,  es  decir,  si  no  son  iguales  en  número 
los  meses  ni  los  dias  que  los  componen,  y  falta  la  semana  de  sie- 
te dias,  la  razón  es  obvia;  la  corrección  vino  á  efectuarse  sobre 
el  primitivo  sistema  del  Tonalamatl  ó  sean  los  períodos  de  260 
dias,  combinando  el  antiguo  con  el  nuevo  cómputo.    Por  estos 
trabajos  astronómicos,  Quetzalcoatl  fué  identificado  con  el  pla- 
neta Venus. 

Loe  dogmas  caéólicoa  no  se  conservaron  puros,  porque  no  pire- 
valeoieron  completamente  en  Tollan;  la  reacción  idólatra,  de  don- 
de viene  el  antagonismo  religioso  de  Tezcatiipoca  ó  Titiacahuan, 
venció  al  nuevo  culto,  y  al  recoger  la  tradición  los  herederos  de 
la  civilización  tolteca,  la  desnaturalizaron  mezclándola  á  sus 
distintas  creencias;  las  transformaron  para  adaptarlas  á  sus  cos- 
tumbres. De  aquí  las  modificaciones  en  las  órdenes  monásticas 
de  monjes  y  moxgas,  en  las  instituciones  religiosas,  en  la  admi- 
mstraoion  de  lo  que  pudieran  llamarse  los  sacramentos. 

Arrojado  Quetzalcoatil  de  Tollan,  bien  que  ól  mismo  amenazara 
con  que  vendrían  en  su  defensa  los  hombres  de  su  raza;  bien  que 
sos  parciales  lo  prometieran  como  cosa  segura;  bien  que  fuera 
iadnccion  del  pueblo,  esperando  que  si  aquellos  extranjeros  ha- 
bían venido  por  Oriente,  otros  podrían  presentarse  por  el  mismo 
xmnbo;  lo  derto  es  que  quedó  firmemente  acreditada  la  profecía, 
de  que  hombres  blancos  y  barbados  se  presentarian  por  donde 
naoe  el  sol.  En  la  forma  que  lo  presentttoaos,  el  hecho  nada  tiene 
de  sobrenatural  ni  profótico. 

Quetzalcoatl  permaneció  algún  tiempo  en  Cholollan;  arrojado 

(1)  Ántiquitates  amérioaine,  pág.  16. 


104 

de  nuevo  de  aquella  ciudad,  &e  dirigió  á  Yucatán,  donde  tomó  el 
nombre  de  Kukulcan,  de  idéntico  significado  que  Quetzi^coatL 
Allá  predicó  sus  doctrinas,  sostenidas  después  por  los  emigran. 
tes  tolteca,  refugiados  en  la  península  después  de  la  destrucdon 
de  Tollan.  De  aquí  que  se  encuentren  también  en  Yucatán  la 
cruz  y  las  instituciones  cristianas:  el  reinado  de  Kukulcan  y  de 
sus  sectarios,  fué  aUá  más  pacífico  y  duradero;  por  eso  sus  creen- 
cias entre  los  maya  dejaron  más  claras  y  profundas  huellas. 
Acreditóse  igualmente  la  promesa  dejlos  hombres  blancos  y  bar- 
bados; entonces  las  decantadas  profecías  de  los  sacerdotes  mayas 
nada  tienen  de  incomprensible  ni  extraordinario;  son  simplemen- 
te el  recuerdo  de  una  creencia,  el  eco  de  los  {«resentimientos  po- 
pulares, persistentes  de  una  manera  sólida  así  en  Yucatán  como 
en  México:  la  diferencia,  que  allá  le  cantaban  los  sacerdotes  á  los 
creyentes,  aquí  le  repetían  los  ancianos  á  sus  familias. 

.Procediendo  los  nahoa  como  todos  los  pueblos  semicivilizados, 
asi  que  transcurrió  cierto  tiempo,  el  agradecimiento  público  dei- 
ficó la  memoria  del  gran  reformador.  Como  astrónomo  le  había 
puesto  en  el  planeta  Venus,  como  á  ser  superior  le  llevó  al  cielo 
mitológico,  haciéndole  uno  de  sus  principales  dioses.  Entonces 
la  imaginación  adornó  la  vida  del  hombre  con  todas  las  maravi- 
llas que  corresponden  al  numen;  entonces  se  produjeron  los  mi- 
lagros, los  hechos  extraordinarios,  que  solo  eran  los  hechos 
comunes  extendidos  á  medidas  sobrenaturales. 

Tal  es  nuestro  QuetzalcoatL  Admitirle  no  repugna  á  la  raaon. 
Nada  tiene  de  inverosímil;  no  se  apoya  en  nada  maravilloso  ni 
fantástico;  la  explicación  es  llana,  natural,  sirve  para  resolver 
multitud  de  problemas,  hasta  aquí  insolubles  por  el  carácter  de 
portento  que  se  les  atribuye.  Preténdese  que  ;>ara  aclimatar  en 
un  país  los  principios  religiosos,  es  precisa  una  invasión  en  toda 
forma:  concedemos  el  principio,  en  los  casos  en  que  se  trata  de 
extirpar  un  culto  para  sustituirle  con  otro;  pero  es  falso  en  todas 
las  ocasiones  que  sólo  ofrecen  doctrinas  mezcladas.  Lo  observó 
ya  Humboldt,  basta  un  pequeño  número  de  personas  ilustradas 
para  introducir  en  un  país  profundos  cambios,  en  el  orden  relsr- 
gioso  y  político,  y  tal  es  el  caso  de  QuetzalcoatL  Siguióse  del 
corto  número  de  predicadores  que  los  cambios  fueran  parciales, 
que  se  vea  la  civilización  europea  sólo  representada  en  ciertos 
puntos  y  no  en  totalidad,  como  malamente  pudiera  pretenderse. 


106 

De  Quetzaloo&l  nos  hemos  aireyido  á  señalar  el  origen  y  la 
epooa;  de  Votan  nada  afirmamos,  fuera  de  ser  asiático,  sectario 
de  Buddha.  Un  hecho  sí  es  verdadero,  y  no  carece  de  importan- 
cia. El  signo  de  la  cruz  bnddhica  se  presentó  en  México  por  las 
costas  occidentales,  mientras  la  cruz  cristiana  se  introdujo  por 
las  costas  orientales;  después  de  varios  siglos,  ambos  signos  se 
pusieron  en  presencia  uno  de  otro,  para  mezclarse  y  confundirse, 
no  obstante  sus  diversasantiguedad  y  procedencia.  Símbolos  de 
dos  religiones  distintas,  ambas  sirvieron  de  enseña  para  traer  la 
civilización  á  los  pueblos  de  Anáhuac  Esos  signos  místicos  ates- 
tiguan de  una  manera  indudable,  antiguas  comunicaciones  entre 
el  antiguo  y  el  nuevo  mundo,  perdidas  en  el  recuerda  de  la  his- 
toria. Téngase  presente,  que  nada  de  esto  admitimos  para  esta- 
blecer la  filiación  de  los  pueblos  americanos,  porque  ello  no 
prueba  en  manera  alguna,  identidad  de  raza;  le  tomamos,  y 
le  repetimos,  únicamente  como  demostraciones  de  ciertos  con- 
tactos premeditados  ó  casuales,  perdidos  en  la  memoria  de  la 
humanidad. 

Las  diversas  naciones  del  continente  americano  ofrecen  por 
todas  partes  sus  legisladores  y  civilizadores.  Entre  las  tribus  del 
Norte,  los  algonkinos  presentan  á  Michabo  ó  Maaibozho;  los  iro- 
quesea  á  loskeha;  los  cherokees  á  Wasi;  loa  caribes  á  Tamoi. 
En  nuestro  pa¿s,  los  chiapaneca  ostentan  en  tiempos  remotos  á 
Yotan,  y  los  maya  á  Zamná;  en  época  más  moderna,  los  tolteca 
tienen  á  Quetzalcoatl,  idéntico  con  el  maya  Kukulcan,  y  confun- 
dido tal  vez  malamente  con  el  Gncumatz  de  los  quiohees.  Al  Sur, 
los  muiscas  se  ufanan  con  Kemqueteba;  los  aymarás  con  Vira- 
cocha; los  mandanas  con  Numock-muckeha,  y  los  pueblos  del 
Orinoco  con  Amalivaca.  A  pesar  de  no-  compartir  siempre  sus 
opiniones,  Brinton  reconoce  que  los  mitos  de  loskeha,  Viraco- 
cha, QuetzalcoaÜ  y  Michabo,  son  esencialmente  uno  misma  (1) 
En  esas  leyendas  se  encuentran  los  hombres  blancos  y  barbados, 
IsB  profecías  de  la  venida  de  conquistadores  blancos  por  el  Orien- 
te. Brinton  lo  explica  por  los  mitos  de  la  luz  y  de  los.  vientos; 
nosotros  creemos  encontrar  la  confirmación  de  nuestras  doctri- 
nas, comunicaciones  diversas  con  el  antiguo  mundo.  Entre  los 
pueblos  semicivilizados,  la  verdadera  historia  de  sus  hombres 


(1)  The  mythg  o£  the  New  World,  cap.  VI. 

14 


ÍT. 


^ 


106 

preeminentes  dedAparece,  conservándose  tenazmente  sti  recuerdo 
en  forma  de  leyendas  místicas  y  religiosas. 

En  la  región  boreal  de  nnestro  continente,  prevalece  d^  una 
manera  notable  la  ofiolatría;  el  cnlto  de  la  serpiente  aparece  ba- 
jo diversas  formas,  ya  representado  por  la  terrible  víbora  de 
cascabel,  ya  por  serpientes  de  griuides  dimensiones,  ya  en  fin,  por 
dragones  alados.  Todos  estos  pueden  ser  mitos  para  expresaar, 
bien  el  curso  de  un  rio  serpenteando  en  la  llanura;  el  zigHsag  de 
la  chispa  eléctrica  culebreando  sobre  las  nubes;  la  tormenta  cau- 
sada por  el  viento  y  por  el  rayo  juntos.  En  la  mitología  meiáca- 
na  no  son  escasos  los  dioses  en  cuyos  nombres  se  encuentra  la 
radical  <x>aü  ó  cohuaüj  culebra.  La  Oihuacoatl,  mujer  culebra, 
culebra  hembra,  primera  mujer  qtie  sufrió  los  dolores  de  la  ma- 
ternidad. La  diosa  de  las  mieses  Oeñteotl  por  otro  nombre  Ohi- 
comecohuatl,  siete  culebras.  Ooatlicue,  enaguas  de  culebra,  ma- 
dre de  Huitzilopochili.  La  Ck>huatlioue  ó  Oohuatlantona,  culebra 
resplandeciente,  diosa  de  las  flores,  á  la  cual  los  oficiales  de  las 
flores,  llamados  xochimanque,  ofrecían  en  el  mes  Tozostontii, 
ratnos  de  flores  formados  con  precioso  artificia  (1) 

Iztacmixcoatl,  culebra  de  nube  blanca,  padre  de  los  pueblos 
de  Anáhuac.  Votan,  que  en  su  calidad  de  bttddiía,  era  una  ser- 
piente. Quetzalcoatl,  con  sus  diementos  de  pájaro  y  de  culebra, 
recordando  los  conflictos  de  los  vi^eitos,  de  los  cuales  era  dios.  « 
Mizcoatl,  culebra  de  nube,  recordando  el  fenómeno  meteorológico 
de  las  trombas.  Este  era  dios  de  la  caza,  y  le  estaban  consagra- 
dos el  arco  y  la  flecha.  Su  templo,  dentro  del  mayor  de  México, 
se  nombraba  Teotlalpan,  en  el  cual  tenía  lugar  una  graai  fiesta 
y  procesión;  después  de  terminadas,  el  rey  y  la  nobleza  salían  al 
cerro  Zacatepec,  cuatro  leguas  al  S.  de  la  ciudad,  lo  rodeaban  y 
ojeando  en  seguida,  hacían  reunir  la  caza  en  el  lugar  donde  de 
antemano  habían  colocado  los  lazos:  tomaban  de  los  animales  lo 
que  les  parecía  para  sacrificarlos  al  nibnen,  y  el  resto  lo  dejaban 
vivo  para  que  se  fuese  por  riscos  y  montañas.  Mixcoatlenataat- 
bien  dios  de  los  otomies.  (2) 

Los  dioses  principales  de  estos  bárbaros  serranos  se  llamaban 
Otontecutli  y  Xoxippa;  siguiendo  en  categoria  Atetein;  alguno 


(1)  Torquemada,  lib.  X,  oap.  Xn. 

(2)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XII. 


;  • 


107 

de  eUog  debe  ser  el  Mixcoatl  mexicano.  (1)  Este  mismo  numen  es 
idéntico  al  Oamaxtli,  dios  de  los  de  Tlaxcalla  y  de  Hnexotzinco. 
En  el  teocalli  mayor  de  México,  el  templo  denominado  Tlama- 
tainoo,  dedicado  al  dios  Tlamatzincatl,  de  la  tribu  matlatzinca, 
servia  para  un  sacrificio  en  que  la  carne  de  la  víctima  se  repartía 
á  los  hidalgos  y  caballeros.  Si  Tlamatzincatl  no  es  idéntico  con 
Mixcoatly  éste  sí  al  menos  era  adoi»do  también  por  los  matla- 
tzinca.  Junto  al  teocalli  estaba  la  casa  dicha  Cuauhxiealoo,  á  la 
eoal,  durante  los  sacrificios  que  los  matlatssinca  hacían  á  Mix- 
coatí,  bajaban  los  niños  sacrificados  á  los  tlaloque,  quienes  bajo 
el  nombre  de  teteuhpoaUi  yiyían  con  loe  dioses  de  las  aguas  en 
suma  gloria  y  celestial  alegría,  y  asistían  en  persona  cada  año, 
escoltados  por  la  gran  serpiente  Xiuhcoatl,  pintada  de  varios  y 
diversos  4X>lare8.  A  la  misn^  divinidad  estaba  destinado  el  Mix- 
coatliteopan,  al  cual  subían  las  víctimas  de  dos  en  dos,  atadas 
de  pi^  y  manos.  (2) 

Los  matlatzinca  de  Tolocan  llamaban  en  su  lengua  Ooltzin  á 
su  dios;  "y  cq^do  hacían  sacrificio  de  alguna  persona,  lo  estrü- 
''jaban  retorciéndolo  con  cordeles  puestos  á  rnaaera  de  red,  y 
''dentro  de  ellos  lo  oprimían  tanto,  que  p<Mr  las  mallas  de  la  red 
''saliaa  los  huesos  de  los  brazos  y  pies,  y  derramaban  la  sangre 
''delante  del  ídola"  (3) 

£1  dios  Taras,  del  que  sacan  su  nombre  los  tarascos,  es  igual- 
SMote  el  repetido  MixcoatL  En  Midioaoan  le  sacrificaban  cule- 
bras, ave9  y  conejos;  nunca  hombres,  que  aunque  fueran  prisio- 
neros, eran  conservados  para  esclavos.  (4) 

El  teocalli  apellidado  Mixeohuapan  estaba  deatinado  también 
á  ICxcoatL  (5) 

En  la  desiaruodon  del  mundo  ecmsumada  por  el  aire,  los  hom- 
tees  fueron  transfonnados  en  monos.  Observa  Humboldt  (6) 
que,  'len  general,  abundan  menos  los  monos  en  la  parte  cálida  de 
Masito  que  en  la  América  meridional.  Estos  animales  empren- 
den emigraciones  lejanas,  cuando  arrojados  por  el  hambre  6  la 

(1)  P.  Safasgim,  tOín.  HI,  pág.  127. 
(9)  Taiqvtnud»,  líl>.  X,  cap.  XIV. 

(3)  P,  Sahagun,  tom.  III,  pág.  lao. 

(4)  P.  Sahagon,  tom.  m,  pág.  138. 

(5)  Torqnemada,  lib.  X,  cap.  XII. 

(6)  Vuea  des  Cordillteeay  tom.  U,  pág.  127. 


108 

intemperie,  se  ven  obligados  á  abandonar  su  antigua  mansioiL 
Ck)nozoo  lugares  en  la  parte  montañosa  del  Perú,  cuyos  habitan- 
tes recuerdan  la  ¿poca  en  que  las  nuevas  colonias  de  monos  se 
fijaron  en  tal  ó  cual  valle.  ¿La  tradición  de  los  cinco  soles  con- 
tendría un  dato  para  la  historia  de  estos  animales?  .¿Designará  el 
ano  en  que  los  huracanes  y  los  trastornos  causados  por  los  vol- 
canes obligaron  á  los  monos  á  hacer  incursiones  en  las  montanas 
de  Anáhuac?" 

Natural  parece  la  observación  del  sabio  alemán;  mas,  en  nues- 
tro concepto,  la  idea  azteca  se  refiere  á  alguna  transformación 
mitológica.  El  ozomaüi  es  nombre  y  signo  de  uno  de  los  dias  del 
mes  entre  los  pueblos  nahoas;  cosa  extraña  para  naciones  que 
vinieron  del  Norte,  donde  no  es  conocido  aquel  cuadrumano.  £n 
las  tradiciones  quichees,  (1)  los  gáaios  criaron  unos  sáres  de  pa- 
lo, la  carne  de  los  hombres  de  corcho,  la  de  las  mujeres  de  cora- 
zón de  espadaña;  salieron  broncos,  idiotas,  no  quisieron,  alabar  á 
los  dioses  creadores,  siguiéndose  por  ello  que  fueron  destruidos. 
''Señal  de  esta  gente  son  los  monos  que  ahora^andan  por  los 
"montes  y  por  eso  quedaron  por  señal,  porque  sólo  fueron  de 
''palo,  hechos  por  el  Creador,  jd  mono  por  eso  se  parece  al  hambre, 
"porque  es  señal  de  otro  genero  de  hombres  hedlios  dé  palo." 
En  la  misma  leyenda  se  encuentra  la  transformación  de  Hum- 
Batz  y  de  Hum-Choven  en  micos,  por  medio  de  un  encantamien- 
to. Frecuente  es  encontrar  en  las  ruinas  de  Copan  esculturas 
representando  la  cara  del  mono,  barruntándose  por  ello  que  el 
animal  hacía  gran  papel  en  la  mitología  de  aquel  pueblo. 

La  semejanza  aparente  entre  el  cuadrumano  y  el  hombre,  can- 
sa de  tantos  dislates  modernos  apoyados  por  personas  que  ae 
dicen  de  ingenio,  obró  fuertemente  sobre  la  imaginación  de  las 
razas  antiguas,  las  cuales  explicaban  el  fenómeno  por  la  crea- 
ción imperfecta  ejecutada  por  los  genios  quichees.  Pero  ¿no  ha- 
brá ademas  otra  idea  relativa  á  la  raza  negra?  ¿ISerán  los  monos 
el  mito  de  gentes  atezadas,  vistas  alguna  vez  por  las  tribus  ame- 
ricanas? En  la  creación  imperfecta,  el  negro  y  el  mono  pueden 
estar  confundidos.  Los  arorcLs,  por  oscuros  de  color,  eran  llama- 
dos monos  por  sus  vecinos;  los  negros  afirman  del  orangután, 
que  se  abstiene  de  hablar  porque  no  le  pongan  al  trabajo. 

(1)  Las  historias  del  origen  de  los  indios,  por  Ximánez,  ^ág.  12  y  sig. 


109 

Algtmas  reminigCenciaa  podemos  aducir  á  este  propósito.  La 
leyenda  qnicliee,  pintando  el  tercer  esfaerzo  creador,  admite 
Cuatro  hombres  priiSitivos,  cada  uno  con  compañera  propia.  **Y 
"allí  mismo  estuvieron  en  aquella  dulzura  los  Jiombrés  Uancos  y 
"negros^  y  hubo  muchas  lenguas  de  dos  orejas,  y  hay  patrias  de 
''algunos  hombres  que  no  se  han  visto  sus  caras,  y  no  tienen 
''casas,  sino  que  como  locos  se  andan  por  todos  los  montes;  ésto 
''dijeron  menospreciando  las  patrias  de  otros,  dijeron,  allá  don- 
"de  vieron  el  Oriente."  (1)  Aquí  aparece  ya  la  diferencia;  los  hom- 
bres blancos  y  negros  no  tenían  la  misma  lengua;  los  negros 
andaban  escondidos  por  los  montes;  existían  naciones  cuyos  ros- 
tros eran  desconocidos. 

Entre  las  tradiciones  chiapanecas  conservadas  por  el  obispo 
Nunez  de  la  Vega,  (2)  encontramos:  "En  muchos  pueblos  de  la 
provincia  de  este  obispado  tienen  pintados  en  sus  Beportorios 
ó  Calendarios  siete  negritos  para  hacer  divinaciones  y  pronósti- 
cos correspondientes  á  los  siete  dias  de  la  semana  comenzándola 
por  el  viernes  á  contar,  como  por  los  siete  planetas  los  gentiles, 
y  al  que  llaman  Oozlahuntoz  (que  es  el  demonio,  según  los  in- 
dios dicen  con  trece  potestades)  le  tienen  pintado  en  silla,  y  con 
astas  en  la  cabeza,  como  de  camero.  Tienen  los  indios  gran  mie- 
do al  negro,  porque  les  dura  la  memoria  de  uno  de  sus  primiti- 
vos ascendientes  de  color  etiópico,  que  fuó  gran  guerreador  y 
cruelísimo,  según  consta  por  un  cuadernillo  historial  antiquísi- 
mo, que  en  su  idioma  escrito,  para  en  nuestro  poder.  Los  de 
Oschuc  y  de  otros  pueblos  de  los  llanos  veneran  mucho  al  que 
llaman  c  Yalahau,  que  quiere  decir  negro  principal  6  señor  de 
negros." 

Explicando,  ó  mas  bien  contradiciendo  Boturini  (3)  estos  aser- 
tos, nos  dice:  "pues  los  tales  negritos  fueron  los  principales  se- 
ñores de  esta  nación,  que  teniendo  en  tiempo  del  heroísmo  junto 
al  dominio  aristocrático  el  ministerio  del  sacerdocio,  se  distin- 
guían de  los  demás  héroes  pintándose  las  caras  con  color  negro, 
y  tengo  en  mi  archivo  un  mapa  aun  de  la  tercera  edad,  en  que  se 
ve  al  sacerdote  con  la  cara  pintada  de  negro,  siendo  cierto  que 


(1)  Ximénez;  loco  oit.,  pág.  84. 

(2)  OozuttítnoiQneB  diooesaiias  de  Gliiápas,  niím.  82,  §  XXVm,  pág.  9. 
(8)  Ideft  de  una  nuera  lúsL,  pág.  117. 


lio 

en  toda  la  gentilidad  no  vinieron  á  estas  partes  etiopes  algunos, 
y  sólo  se  acostumbraba  entre  los  sacerdotes  el  tiznarse  las  caras, 
porque  imitaban  en  esto  á  su  dios  del  infiefeio  Mictlanteuotli  ó 
Teotlamacazqui,  negro  y  feo,  y  de  ^  fueron  generalmente  Uama^ 
dos  tlamacazque." 

Contradice  igualmente  D.  Juan  Bio  Pérez,  (1)  en  estos  térmi- 
nos: "Sin  embargo  de  que  la  explicación  de  Boturini  sobre  este 
pasaje  puede  ser  probable,  parece  serlo  más  lá  de  que  Yalahau 
gobernando  á  los  de  Ochue,  donde  era  venerado,  haya  tomado  la 
denominación  de  aenor  de  negros  por  el  nombre  de  este  pueblo, 
más  bien  que  de  la  condición  de  sus  subditos;  porque  %hvc  en 
lengua  maya  es  carbón,  y  todo  el  mundo  sabe  que  eá  de  color 
negro,  y  como  él  era  señor  de  los  chuqnes,  traduciendo  el  nombre 
del  pueblo  lo  llamarían  señor  de  los  carbones,  y  de  los  negros  por 
una  mala  aplicación  de  dicha  palabra.  Los  indios  daban  nombre 
á  sus  pueblos-,  ó  con  el  apellido  de  sus  jefes,  pues  en  esta  penín- 
sula subsiste  aun  el  de  Chvc,  6  por  haber  hallado  en  aquel  lugar 
cuando  lo  poblaron  carbón  de  algún  incendio  de  montes  tan  con- 
tinuos en  estas  selvas.  El  nombre  Yalahau  es  común  á  varios 
lugares  de  esta  península,  y  puede  componerse  de  las  dos  pala- 
bras yol,  hijo  de  hembra,  y  de  ahau^  rey,  esto  es,  hijo  de  reina:  ó 
de  yaal,  agua,  y  ajau,  rey,  significando  algún  manantial  de  agua 
excelente  para  el  uso  del  rey." 

Ponemos  el  pro  y  el  centra  para  que  el  lector  forme  juicio 
propio.  Por  nuestra  parte,  nos  parece  infundada  la  negación  abso- 
luta de  Boturini  al  asentar,  "que  en  toda  la  gentilidad  no  vinie- 
ron á  estas  partes  etiopes  algunos,"  y  juzgamos  un  tanto  forzadas 
las  deducciones  del  Sr.  Pérez.  Verdad  es  que  los  sacerdotes  se 
pintaban  cuerpo  y  rostro  de  negro,  y  es  evidente  que  en  las  pin- 
turas jeroglíficas  se  distinguen  por  este  color;  mas  carece  de  la 
misma  certidumbre,  que  ese  uso  viniera  por  darse  parecido  á 
MictlanteuctlL  De  jnejor  gana  admitiríamos  ser  el  recuerdo  de 
un  culto  extraño  á  los  azteca,  aprendido  tal  vez  de  los  hombres 
de  color. 

Hacia  1862  fué  descubierta  en  Mayapan,  cantón  de  los  Tuxtla, 
Estado  de  Yeracruz,  una  cabeza  colosal  de  granito,  (dos  varas  de 
altura  y  las  proporciones  correspondientes)  muy  bien  esculpidaj 

(1)  Apéc.  al  Dice.  Univorsal  deHist.  y  de  Geog.,  tom.  I,  p(íg.  780. 


i 


111 

con  el  tipo  exactamente  del  negro.   Dióla  á  conocer  Don  Joaé 
María  Melgar  el  ano  1868  en  su  periódico  de  esta  capital;  (1)  to- 
mó  el  artículo  el  Boletín  de  la  Sociedad  de  Oeográfiai  (2)  y  por 
segunda  vez  con  algunos  aumentos,  (3)    Sudóse  al  principio  de 
Ia  exactitud  del  dibujo,  comparado  el  del  Sr.  Melgar  con  otro 
remitido  á  la  Sociedad;  más  por  informes  posteriores  y  el  exa- 
men de  personas  competentes  resulta,  no  solo  ser  auténtico  el 
monumento,  sino  que  existen  otros  de  la  mism&  clase  aparecien- 
do en  todos  ellos  la  intención  deliberada  de  representar  la  rassa 
etíope.  El  parecido  no  deja  la  menor  duda,  y  no  puede  achacarse 
á  obra  casual  é  inmotivada.  Aquella  misma  fisonomía  presentan 
algunas  obras.de  cerámica  antiguas:  hemos  cteído  encontrar  el 
mismo  tipo  en  algunas  de  las  cabezas  tan  frecuentes  en  Teoti* 
huacan.    una  figurilla  de  barro,  sacada  en  las  escavaciones  de 
Metlac,  tiene  el  rostro  pintado  de  negro.  En.  todo  ello  encontra- 
mos motivos  para  pensar,  qiie  esas  representaciones  reconocen 
por  origen  la  idea  de  fijar,  ya  en  la  piedra,  ya  en  el  barro,  la  me- 
moria de  los  individuos  de  una  raza  desemejante  á  la  americana. 
En  la  lengua  mexicana  ixÜtUic  quiere  decir,  negro  de  rostro. 
Entre  las  divinidades  se  contaba  á  Ixtlilton,  negrillo.    "A  este 
dios  hacíanle  un  oratorio  de  tablas  pintadas  como  tabernáculo 
donde  estaba  su  imagen.  En  este  oratorio  ó  templo  había  mu- 
chos lebrillos  y  tinajas  de  agua,  todas  estaban  tapadas  con  tablas 
ó  comales:  llamaban  á  esta  agua  tlüatl,  que  quiere  decir  agua  ne- 
gra,  y  cuando  algún  niño  enfermaba  Uevábanle  al  templo  ó  taber- 
náculo  de  esté  dios  Ixtlilton,  y  abrían  una  de  aquellas  tinajas,  y 
dábanle  de  beber  al  niño  de  la  misma  y 'Con  ella  sanaba;  y  cuan- 
do alguno  quería  hacer  la  fiesta  de  este  dios  por  su  devoción, 
llevaba  la  ixuágen  á  su  casa.  Esta  no  era  de  bulto  ni  pintada,  sino 
que  erfb  uno  de  los  sátrapas,  que  se  vestía  los  ornamentos  de  es- 
te dios,  y  cuando  le  llevaban  íbanle  incensando  delante  con  hu- 
mo de  copal,  hasta  que  llegaba  esta  imagen  á  la  casa  del  que 
había  de  hacerle  [fiesta  con  danzas  y  cantares."  (4)    Llamábase 
también  Tlaltetecuin,  y  es  bien  extraño  que  el  dios  no  tuviera 

(1)  Bemanario  ilastrado,  Octubre  1868. 

(2)  Segtmda  épooa,  tom.  I,  pág.  292. 

(3)  Segunda  época,  tom.  UI,  pág.  104. 

(4)  Sáhagun,  tom.  I,  pág.  24.--Clayi}ero,  tom.  I,  pág.  237. 


112 

ídolo  ni  representación  material  como  loa  otros  námenes,  sino 
que  le  representara  el  hombre  vivo  destinado  á  aquel  oficio. 

No  pretendemos  levantar  á  la  categoría  de  demostración  log 
hechos  qua^anteceden,  y  fundar  la  consecuencia  de  la  presenda 
de  los  negros  en  América;  más  su  conjunto  pudiera  dar  pié  para 
conjeturar  alguna  comunicación  con  las  razas  de  color,  bien  con 
la  asiática  y  polinésica  por  nuestras  costas  occidentales^  bien 
directamente  con  el  África  por  el  Oriente.  Sabido  de  jiodos  es, 
que  la  armada  de  Alvarez  Gabral,  arrancada  por  los  vientos  de 
las  playas  africanas,  fué  traída  á  las  de  América,  siguiéndose  el 
descubrimiento  del  Brasil,  por  cierto  tan  impremeditado  co» 
mo  no  esperado.  ¿No  podrían  los  vientos  del  Ehecatonatiuh 
conducir  en  los  tiempos  remotos  algunas  barcas  tripuladas  por 
negros? 

El  aire,  como  indispensable  para  la  respiración,  pasa  patúral- 
mente  á  ser  un  QÍmbolo  de  la  vida.  El  alma  impalpable,  fuera 
del  alcance  de  la  observación  de  nuestros  sentidos,  se  la  asemeja 
más  ó  menos  también  al  aire.  En  la  vida  del  otro  mundo,  los 
nahoa  concedían  al  alma  una  existencia  semejante  á  la  munda- 
nal, con  las  mismas  necesidades,  muchas  veces  con  las  mismas 
ocupaciones,  sólo  que  los  medios  de  llevarlas  eran  ttciles  y 
desaparecían  por  completo  los  males.  Esto  explica  por  qué  se 
ponían  en  los  sepulcros  armas  y  vestidos,  mantenimientos  y 
adornos. 

A  semejanza  de  ciertas  creencias  modernas,  los  mexicanos  ad« 
mitían  la  comunicación  con  los  espíritus.  Multitud  de  fantasmas 
ó  visiones  aparecían  en  la  oscuridad  de  la  noche,  causando  mie- 
do, presagiando  calamidades,  repartiendo  alguna  vez  el  bien. 
Era  el  Tlacahueyac  en  figura  de  hombre,  solo  que  era  tamaño  de 
un  gigante.  El  Tlacanexquimilli,  bulto  de  oscuridad  y  ceniza, 
que  envuelto  como  un  cadáver  en  sudarios  cenicientos,  iba  ro- 
dando por  el  suelo.  Tezcatlipuca  tomaba  á  veces  la  forma  de  un 
gigante,  llevando  en  las  manos,  armadas  con  grandes  uñas,  la 
cabeza  separada  del  tronco;  rasgado  el  pecho  como  el  de  un  sa- 
crificado, resollaba  por  la  ancha  herida,  que  se  abría  y  cerraba 
á  cada  aspiración,  produciendo  un  gran  ruido  temeroso.  Ouitlc^ 
panton,  Cintanaton  ó  Ointlatlapacholo,  era  una  enanilla  muy 
bien  ataviada,  que  solo  aparecía  para  predecir  la  muerte.  Volaba 
por  los  aires  una  cabeza  de  hombre,  con  largos  cabellos,  la  boca 


113 

Abierta  hasta  las  orejas.  (1)  Un  eráneo  perseguía  á  los  medrosos, 
y  sí  le  querían  tomar  saltaba  de  un  lugar  á  otro  produciendo  lú- 
gubre rumor.  Un  difunto  aparecía  tendido  y  amortajado,  y  esta- 
ba quejándose  y  gimiendo.  Estas  y  todas  sus  semejantes  tenían 
como  visiones  de  Tezcatlipooa.  Los  miedosos  se  espantaban^ 
huían,  y  se  derribaban  al  suelo  desmayados;  mas  los  valientes 
que  en  busca  de  ella  salían,  arremetían,  asíanse  á  eUas  y  les  arran- 
caban algún  don,  representado  por  espinas  de  maguey.  Con  la 
luz  del  dia  se  disipaban  las  visiones.  (2) 

Sacaban  agüeros  de  los  gritos  de  los  animales;del  canto  de  los 
pájaros,  de  la  presencia  de  los  objetos;  generalmente  las  predic- 
ciones eran  adversas.  Oír  bramar  á  la  fiera  en  la  montaña  traía 
infortunio;  présago  de  desgracias  era  el  canto  del  Oactli  oacton; 
los  ruidos  como  de  partir  leña  llamados  toocíUepuzUi,  hacha  noc- 
turna, amagaba  á  los  sacerdotes;  el  canto  del  tecdoü^  buho,  pre- 
sagiaba la  muerte;  el  paso  de  la  comadreja  era  nuncio  de  males, 
7  lo  mismo  si  se  entraba  un  conejo  en  alguna  casa;  el  gusano 
pimhjdxüi  significaba  robo  ó  maL  (3)  Achaque  de  todos  los  pue- 
blos, en  todas  las  edades,  ha  sido  relacionar  las  cosas  conocidas 
con  las  desconocidas,  á  fin  de  establecer  reglas  y  descubrir  por 
ellas  los  sucesos  futuros.  Admitida  la  fuerza  del  hado,  el  influjo 
de  los  cuerpos  sublunares,  se  admitirá  el  participio  de  todos  los 
objetos  naturales  sobre  las  acciones  humanas. 


(1)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XXII. 

(2)  Sabían,  lib.  Y,  cap.  XI  á  Xni. 
(B)  Sáhagim,  lib.  Y,  cap.  I  á  Yin. 


CAPÍTULO  VI. 

MfuéffO.^XiuhteeuhtU  TWL^FksUu  <inuale9,—J>e  cuatro  «a  «Mfev  añu.'^BhUffo 
jM^-ptíuo.^Fiesta  seoular  M fuego  fmeM.-^TesGaUigpoea.'^NcmibTea.'^FmtíiM^ 
^La  vicUma. — HuüzüapochUL — EUmoíogia  del  nomhre,-^Origeneé. — TeteahuUl, 
TetxauhteoiL  —  Formas.  —  TeoyaoUatohiLa.  —  Fiesta  del  mea  PangueteaUztlC — 
TlaeaJíueparumexcotdn. — Faina  6  PaynaUon, — Diae  de  la  guerra  en  los  bosques, — 
TeoyaomiquL—MigukUi. 

EL  dios  del  faego,  Xiuhtecuhtli  Tetl,  el  fuego  ae&ot  del  a&o, 
es  el  primero  de  los  acompañados  ó  señores  de  la  nocdie. 
Se  le  conocía  con  los  nombres  de  Lccozaahqui,  cariamarillo» 
Ouecaltzin,  llama  de  fuego,  y  Huehueteotl,  dios  antiguo,  *'j  io- 
''dos  le  tenían  por  padre  considerando  los  efectos  que  hacía,  por 
''que  quema,  j  la  llama  enciende  y  abrasa."  (1)  Estas  denomina- 
ciones autorizan  para  pensar,  que  el  culto  del  fuego  es  muy  an- 
tiguo entre  los  americanos,  y  que  se  ha  confundido  alguna  vez 
con  el  del  spL  Xiuhtecuhtli  es  la  representación  propia  del  fue- 
go como  demento,  teniendo  dos  símbolos  que  le  pertenecen.  El 
mamálhuazUi  6  sean  los  palos  con  que  se  encendíala  lumbre  nue- 
va, y  el  tecpaíL 

Tecpatl,  pedernal  ó  silex,  hijo  de  la  Omecihuatl  y  arrojado  del 
cielo  á  la  tierra  para  producir  la  primera  raza  de  dioses»  Signo 
del  décimo  dia  del  mes,  segundo  de  los  companeros  de  la  noche, 
y  uno  de  los  cuatro  nombres  de  los  años  bajo,  la  denominación 
tecpaxihtdtl  El  mamalhuaztli  y  el  tecpatl  responden  á  la  idea  de 
fuego;  aquel  como  símbolo  de  la  fiesta  cíclica,  conmemorando  la 
conquista  del  elemento  por  la  frotación  de  dos  maderos;  éste  al 
más  antiguo  procedimiento  de  sacar  las  chispas  por  el  choque  * 
contra  el  pedernal. 

El  Tpotecpatl,  pedernal  divino,  pedernal  dios,  preside  en  la 

(1)  P.  Sahagun,  lib.  I,  cap.  XIH. 


116 

• 

jigésiaxsk  treoena  del  Tonalftmatl.  Está  representado  hombre  de 
loedio  CTierpo  abajo,  oon  un  cendal  á  la  eintnra,  y  de  aqní  arriba 
09  la  forma  convenida  del  tecpati,  teniendo  en  el  interior  tm 
rostro  de  perfil  j  rematando  en  los  brazos  cuyas  manos  empuñan 
el  cuchmo  sagrado:  en  esta  forma  es  más  bien  el  símbolo  del 
Bacsrificio» 

*%a  im^igen  de  este  dios  flgnraba  un  hombre  desnudo,  el  cual 
teiiia  la  barba  teñida  con  la  resina  llamada  UUi  que  es  negra,  y 
xm  barbote  de  piedra  colorada  en  el  agujero  de  la  barba.  Tenía 
ea  la  cabeza  una  corona  de  papel  pintada  dé  diversos  calores  y 
dé  diversas  labores:  en  lo  alto  de  la  corona  tenia  unos  penachos 
de  plumas  verdes,  á  manera  de  llamas  de  fuego:  unas  bolas  de 
plumas  hada  los  lados,  como  pendientes  hacia  las  orejas:  unas 
orejeras  en  los  agujeros^  de  las  orejas,  labradas  de  turquesas  de 
color  mosaico:  tenía  acuestas  unjiplumaje  hecho  Á  jnanera  de 
ana  cabeza  de  dragón,  labrada  de  plumas  amarillas,  con  unos 
caracolitps  mariscos:  .unos  cascabeles  atados  á  las  gargantas  de 
los  piás:  en  la  mano  izquierda  una  rodela  con  cinco  piedras  ver- 
des, que  se  llaman  chalchihuites,  puestas  á  manera  de  cruz  sobre 
ima  chapa  de  oro,  casi  cubierta  toda  la  rodela:  en  la  mano  dere- 
cha tenía  uno  á  manera  de  cetro,  que  era  una  chapa  de  oro  re- 
donda» agujerada  por  el  medio,  y  sobre  ella  un  remate  de  dos 
globos,  uno  mayor  y  otro  menor  con  una  punta  sobre  el  menor: 
llamaban  á  este  cetro  TlcuMdoniy  que  quiere  decir  miradero  6 
ilúrador,  porque  con  él  ocultaba  la  cara  y  miraba  por  el  agujero 
de  enmedio  de  la  chapa  de  oro."  (1) 

El  dios  encendido  ó  bermejo  era  muy  reverenciado;  en  las  co- 
imdas  arrojaban  al  fuego,  en  su  honra,  el  primer  bocado  y  el  pri- 
mer sorbo  de  bebida.  (2).  De  las  fiestas  que  le  estaban  consagra- 
das, alguna  era  tan  cruel,  que  su  relato  sobresalta  el  corazón. 
Durante  la  fiesta  de  TlaKOchimaoo  los  sacerdotes  del  numen, 
llamados  ihueheyohium,  sus  viejos,  iban  al  monte  á  buscar  un  muy 
grande  árbol,  que  con  todo  y  ramas  hincaban  en  el  patio*  del 
templo.  En  la  vigilia  de  la  fiesta  del  dios,  celebrada  en  el  mes 
Xocotlhuetzi,  venían  carpinteros,  derribaban  con  todo  cuidado 
el  árbol,  lo  limpiaban  dejándolo  liso,  y  volvían  á  ponerlo  enhies- 

(1)  P.  Sahagun,  lib.  I,  cap.  Xm. 

(2)  dayigezo,  tom.  I,  pág.  288. 


116 

to  sostenido  por  sogas:  el  palo  estaba  adornado  con  los  papeles 
simbólicos,  sustentando  en  el  remate  una  figura  de  Xiuhtecuhtli 
formada  [del  místico  tzoaUu  Uegado  el  dia,  encendían  junto  al 
árbol  una  gran  hoguera,  y  cuantos  tenían  esclavos  que  ofrecer 
venían  adornados,  pintado  el  cuerpo  de  amarillo,  que  era  Isr 
librea  del  fuego.  Los  cautivos  velaban  en  el  templo  toda  la  no- 
che, y  á  la  hora  les  ataviaban  con  los  arreos  del  sacrificio,  les 
ataban  de  piós  y  manos,  poniéndoles  sobre  el  rostro  polvos  de 
yauchtU  (1)  para  hacerles  insensibles  á  la  muerte.  Los  ofrenda- 
dores  tomaban  á  los  cautivos  sobre  los  hombros,  formando  un 
baile  alrededor  del  palo  y  de  la  hoguera;  á  tiempo  convenida 
uno  de  ellos  arrojaba  su  cautivo  á  la  lumbre.  La  infeliz  víctima 
rodaba  sin  poderse  valer  sobre  las  brasas,  permanecía  algún 
tiempo  en  el  tormento,  y  cuando  luchaba  contra  la  muerte  en  1& 
agonía,  era  sacado  con  algún  garabato,  llevado  al  tajón  del  sa* 
.orificio,  6  inmolado  en  la  forma  ordinaria.  Los  demás  cautivos 
iban  así  pereciendo  sucesivamente.  (2)  Los  muchachos  arreme- 
tían en  seguida  para  apoderarse  de  la  figura  de  Xiuhtechtli,  tre- 
pando por  los  cordeles  que  retenían  el  árbol,  mientras  los  man- 
dones de  loS;.mancebos  defendían  la  subida  á  garrotazos.  (3) 

En  principios  del  mes  Izcalli  sacábase  lumbre  nueva  con  dos 
palos,  y  tomada  con  una  yesca  se  encendía  el  hogar  del  dios, 
formando  una  gran  hoguera;  acudían  los  muchachos  trayendo 
todos  los  animales  que  habían  cazado  el  dia  anterior,  y  aun  pe- 
ces y  culebras,  echándolo  todo  en  la  lumbre,  daban  una  vuelta 
alrededor  de  ella,  y  se  retiraban  contentos  recibiendo  uno  de  los 
bollos  llamados  chalchiuhtamaUi.  La  fiesta  era  conocida  por  Hua- 
uhquiltamalcualiztli.  Diez  dias  después  se  repetía  la  ceremonia 


(1)  TanhtU  escribe  TorqnemAda.   OlftTigero,  nota  en  la  pág.  281,  tomo  I,  dice: 
El  yaúhtU  es  nna  planta  cuyo  tallo  tiene  un  codo  de  largo,  las  hojas  semejanteii  á 

"las  del  sauz,  pero  dentadas,  las  flores  amarillas,  j  las  raíces  sutiles.  I^as  flores  y  las 
''hoj^  tienen  el  mismo  olor  y  sabor  que  el  anis.  Es  ütil  en  la  medicina,  y  los  médi- 
"eos  mexicanos  las  aplican  á  muchas  dolencias;  pero  también  la  empleaban  en  usos 
"supersticiosos."  La  idea  de  adormecer  á  las  víctimas,  para  hacer  m^nos  crueles 
sus  padecimientos,  parece  general  entre  los  mexicanos.  Según  Mendieta,  Ub.  n, 
cap.  XVI,  describiendo  aquellas  repugnantes  ceremonias  escribe:  '*X  parado  sentír 
tanto  la  muerte,  les  daban  cierto  brebige  á  beber,  que  parece  los  desatinaba,  y  mos- 
traban ir  á  morir  con  alegría." 

(2)  Sahagun,  lib.  II,  cap.  X.  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XXII. 

(3)  Véanse  los  pormenores  de  la  fiesta  en  Sahagun,  lib.  11,  oap.  XXIX. 


/i' 


117 

dando  al  dios  la  advocación  de  Milintoc;  no  se  encendía  el  faego 
con  los  palos,  j  aunque  en  la  hoguera  se  echaba  la  caza  traída 
por  los  mancebos,  dejábase  consumir  la  pequeña:  y  la  grande  ja 
asada  se  apartaba  para  ser  comida  por  los  ancianos:  llamábase 
este  manjar  CbJpúZegtfe.  (1) 

Estas  fiestas  se  verificaban  tres  años  arreo,  y  al  cuarto  tenía 
lugar  otra  con  mayor  aparato.  En  ella,  para  dar  muestras  de  la 
dualidad  encamada  en  las  divinidades  J  mexicanas,  morían  en  el 
sacrificio  ordinario  no  sólo  los  cautivos  y  esclavos,  sino  también 
sus  mujeres,  ataviados  unos,  y  otras  con  las  insignias  de  Ixco- 
zauhqui  Acabado  el  sacrificio  tenía  lugar  un  baile  solemne,  lia* 
mado  Netecuitotiliztli,  porque  sólo  eran  admitidos  el  rey  y  la 
principal  nobleza;  terminábala  danza  al  dar  cuatro  vueltas  alre« 
dador  del  patio.  Acabados  baile  y  fiesta,  que  como  se  advierte 
solo  tenia  lugar  de  cuatro  en  cuatro  años,  se  procedía  á  agujerar 
las  orejas  de  los  niños  y  las  niñas^  á  cuyo  efecto  acudían  los  pa- 
dres con  los  respectivos  padrinos  de  los  párvulos.  Hacíase  el 
taladro  con  un  hueso,  curábase  la  herida  con  la  parte  más  blan- 
da y  fina  de  las  plumas  y  un  poco  del  ungüento  llamado  ocotzoÜ, 
terminando  por  pasar  cuatro  veces  por  el  fuego  á  los  infantes,  á 
manera  de  lustracion.  (2) 

En  estas  ceremonias  anuales  y  cuatemales  se  nota  el  intento 
de  celebrar '  ciertos  períodos  de  tiempo,  relacionados  con  el  ca- 
lendario. Aunque  los  cultos  del  sol  y  del  fuego  andan  separados, 
se  advierte  que  á  veces  se  confunden  tomándose  el  uno  por  el 
otro.  Al  pió  del  templd  mayor,  junto  á  la  escalera  principia,  ha- 
bía dos  braseros  en  que  se  conservaba  fuego  perpetuo;  los  sacer- 
dotes cuidaban  de  alimentarle,  y  ponían  incienso  durante  noche 
y  dia.  (3)  En  el  templo  llamado  Huitznahuac  conservábase  igual- 
mente el  fuego  sagrado,  (á)  siendo  práctica  común  en  todos  los 
teoeallL  (6)  Casual  puede  ser  la  semejanza,  mas  recuerda  el  ma- 
gismo de  los  pueblos  orientales. 

La  mayor  y  principal  fiesta  en  honra  del  fuego  era  la  cíclica  ó 
secular,  celebrada  de  62  en  62  años,  para  sacar  el  fuego  nuevo. 


% 


Sahagon,  lib.  II,  cap^  XXXVH  Torqnemada,  lib.  X,  cap.  XXX. 
}  Sahagim,  lib.  U,  oap.  XXXVH  y  XXXVHI. 
(8)  Torqnemada,  lib.  Vm,  cap.  XI. 

(4)  Torqnemada,  lib.  Yin,  cap.  XUI. 

(5)  P.  Mendieta,  lib.  U,  cap.  VH. 


118 

jSegmi  la  leyenda  coBmogómoa  de  los  solee,  el  mtmdo  había  de 
temunar  £¿  fin  de  uno  de  los  cidos;  si  se  lograba  el  nuevo  fuego^ 
babía  seguridad  de  otros  cinooMita  j  dos  anos  pam  la  vida  del 
planeta;  oaso  eonbrario^  el  sol  y  la  humamidad  pereo^an  mu  re* 
medio.  Aquella  solemnidad  llevaba  en  sí  una  mezcla  extraía  de 
ansiedad,  luchando  el  ánimo  entre  la  esperanza  de  la  vida  y  el 
terror  de  la  muerte. 

Llamábase  la  fiesta  Toxiuhmolpilia,  atadunkdelosa&08,Xi<^ 
tatzquilo,  se  toma  el  año  nuevo:  tenía  lugar  á  la  media  noék^ 
anterior  si  día  en  que  comenzaba  el  siguiente  <m1ow  Lod  hcíM- 
tantee  se  porepatában  inutilizando  sus  ropas  y  muebles>  qtíebrilli- 
do  6  arrojando  tí  agua  sus  dioses  y  utoisilios;  por  la  nodbe  se 
subían  á  lae  acsoteas  de  las  casas,  por  temor  de  que  bqa^eii  «te  lo 
alto  las  fantasmas  dichsM  tgüzimüm  y  se  comiesen  á  loe  h^)Uibres. 
Solo  las  mujeres  grávidas  quedaban  encerradas  en  los  gtaiieit)S> 
cubierto  el  rostro  con  una  máscara  de  penca  de  magtiey,  érvltatt-' 
do  así,  «i  el  fuego  no  apareciera,  que  se  convirtíerab  en  animafléli 
fieros  y  se  eomierto  á  las  gentes:  para  que  los  pequedfteloB  né#e 
transformwan  en  ratones,  sé  ks  ponía  la  máscara  4a  iÉaagVieiy> 
imiñdiendo  se  durmierfeai,  á  pellizcos  y  rempujottes.  Los  dé  las 
pueblos  comarcanos  al  valle,  subían  á  las  montañas  y  attWAéi 
fijando  ansiosos  y  á  porfía  ia  vista,  en  el  punto  donde  hftbiali  de 
aparecer  la  Uama  sagrada. 

Cerca  de  la  puesta  del  soly  Los  sacerdotes  de  Méxíeó  re^^esiíiti 
las  insignias  de  todos  los  dioses,  &i  representación  de  los  n;Sme' 
nes;  ál  principio  de  la  noche- m  ponían  efk  marcha  }»rooesional'- 
mente,  con  paso  mesurado,  á  lo  que  llamaban  teonenemij  caminían 
coflaio  dioses:  la  mttchedumbre  silenciosa  seguía  la  comitiva.  Wí 
Báioerdote  del  barrio  de  Oopolco,  encargado  de  sacar  la  lumbre^ 
íhA  por  el  camino  ensayándose  en  su  oficio.  (1)  Diriglaase  al 
cerro  Huixaebtitlan,  (2)  procurando  llegar  ai  teocatli  cóuBtmido 


(1)  De  estos  palos  uno  era  ouadrangular,  de  madera  blanda,  oon  nna  maeaoa  eñ 
ún  lado;  el  otro  era  tm  madero  cUúxdrico  y  duró,  el  cuál  colocado  Tertiealmente  en 
la  mnesea  de  aquel,  y  dándole  Túeltaá  eontínuadas  entre  las  pábnad  de  las  ttanos, 
arrancaba  por  la  frotación  un  polvo  menudo,  que  entraba  en  combuation.  Los  palos 
86  llamaban  mamaOmcustU^  TUtkuBoni,  qu»  arroja  6  dá  fue^o;  l^eouahnitiU  palo  á» 
fuego. 

(2)  HuizachtecaÜ,  Huizachtitlan,  HuixaohÜan,  palabras  derivadas  de  httiMthin, 
especie  de  mimosa  llamada  ahora  huizaohi.  El  cerro  es  oonoddo  aetnalmemte  por 
de  la  Estrella  6  Iztapalapan. 


119 

en  la  cumbre  hacia  la  media  ñocha  Esperaban  á  que  las  Pléya- 
das  estuvieran  en  la  mitad  del  cielo,  y  entonces  tomaban  el  cau- 
UTO  prevenido  al  intento^  le  sacaban  el  corazón  y  sobre  la  herida 
colocaban  el  ÜeÜaaoni:  ideábase  cop  fuerza  el  sacerdote  á  res- 
tareco*  los  leños»  sumidos  los  circunstantes  en  la  mayor  zozobra: 
era  el  momento  deeisivo.  Mas  cuando  los  paloa  iban  ennegrecién- 
dose! se  escapaban  ligeras  señales  dé  humo,  brotando  por  último 
la  llama,  un  gran  grito  de  júbilo  se  alsaba  entre  los  presentes,  que 
repetido  en  todas  direcciones^  se  propagaba  á  los  lugares  distan- 
tea. Con  el  fuego  del  üecmkuiü  se  «otcendia  una  inmensa  hogue- 
ra, á  donde  eran  arrojados  el  corazón  y  el  cuerpo  de  la  víctima, 
liuego  que  los  de  los  pueblos  y  montañas  descubrían  la  llama 
MMtocida  en  las  tmiebias,  prorrumpían  en  alaridos  de  gozo,  y 
cortándose  sin  distinción  alguna  en  las  orejas,  arrojaban  la  san- 
gre hacia  la  distante  hoguera. 

Los  sacerdotes  entregaban  el  fuego  nuevo  á  los  i^misarios  Ve- 
nidos de  los  pueblos  y  piovinciai^  poniéndolo  en  teas  de  pino 
resinoeo;  aquellos  emisarios^  muy  lige^ps  corredores,  llevaban  la 
llama  sin  dejarla  extinguir,  y  mudados  de  distancia  en  distancia 
como  en  postas,  en  breve  tiempo  libaba  el  depósito  al  lugar  de 
su  destino.  En  México  el  fuego  era  colocado  en  el  templo  m^yor, 
delante  de  Huitzilopochtli,  sobre  un  oandelero  de  cal  y  canto; 
formaban  una  hoguera,  quemando  cantidad  de  copal,  repartién- 
dolo en  s^uida  á  los  otros  teocalli,  habitaciones  de  los  sacerdo- 
tes» y  por  último  á  cada  tmo  de  los  vecinos  de  la  ciudad.  Cada 
uno  de  éstos  encendía  una  lumbrada  en  el  patio  de  su  casa,  sa- 
erificaba  codornices,  é  incensaba  hacia  loa  cuatro  puntos  cardi- 
nales. Comían  el  potaje  llamado  ¿«>ii¿aRi',  compuesto  da  miel  y 
bledos,  absteniéndose  de  tomar  agua  hasta  el  medio  dia;  á  esta 
hora  comenzaba  el  sacrificio  en  los  temj^os,  y  acabado  podíase 
ya  beber.  Seguíase  el  regocijo  general;  las  mujeres  grávidas  eran 
sacadas  de  su  encierro:  vestíanse  todos  de  nuevo,  ponían  en  su 
lugar  los  muebles  y  las  esteras  construidas  al  intento,  renacien- 
do la  seguridad  absoluta  de  otros  cincuenta  y  dos  años  de  exis- 
tencia. Ocurre  que  tal  vez  no  era  tanto  el  miedo,  de  ver  acabar 
el  mundo,  cuando  tan  á  mano  tenían  prevenido  cuanto  debía 
servirles  en  el  nuevo  ciclo.  Si  acontecía  nacer  alguno  en  aquel 
día,  si  hombre  le  llamaban  Mblpüli,  atadura,  y  si  mujer  Xiuh- 
nenetl. 


120 

La  liliima  fiesta  del  faego  nuevo  tuvo  lugar  el  orne  calli  1507, 
reinando  en  Mézioo  el  segundo  Moteculizoma.  El  prisionero  bo- 
bre  cuyo  pecho  se  sacd  el  fuego  simbólico  fué  Xiuhtlaznin,  gue^ 
rrero  valiente  y  generoso  de  Huexotzinco,  cautivado  por  Tin  gue- 
rrero de  Tlatelolco  llamado  Itzcuin,  quien  por  esta  hazaña  se 
llamó  Xiuhtlaminnan,  tomador  de  Xiuhtlamin.  (1) 

Dada  idea  de  las  divinidades  correspondientes  á  los  cuatro 
elementos,  pasemos  á  dar  cuenta  de  loa  demás  númenes  del  pan- 
teón mexicano.  El  primero  y  el  más  importante  era  Tezcatlipoca» 
espejo  resplandeciente.  En  este  mito  están  mezcladas  las  ideas 
más  encontradas;  la  unidad,  la  dualidad  y  la  pluralidad;  el  espí- 
ritu y  la  materia;  el  hombre  y  el  dios;  el  bien  y  el  mal,  ya  en 
lucha,  ya  perfectamente  unidos.  Sus  nombres  son  varios  como 
sus  oficios,  Yoalb'ehecatl,  viento  de  la  noche;  Titlacahuan,  somos 
tus  siervos  y  esclavos;  Moyocoyatzin,  el  que  hace  cuanto  quiere; 
TelpochtU^  (2)  mancebo,  porque  el  tiempo  no  pasaba  por  el  ni 
nunca  envejecía;  Tautl,  enemigo,  y  otros  muchos  como  Necoci- 
autlmonenequi,  Teiocoia^i,  Techimatini,  Moquequeloa,  Yoatzin, 
NecaoalpiUi,  <&c. 

En  las  oraciones  que  se  le  dirigían,  se  le  dice:  ''tu  eres  invisi- 
ble y  no  palpable,  bien  así  como  la  noche  y  el  aire.'*  Es  eterno, 
creador  del  cielo  y  del  infierno,  alma  del  universo,  señor  de  la 
tierra,  gobernador  del  mundo,  señor  de  las  batallas  y  de  las  ri- 
quezas. 'Tenetrais  con  una  vista  las  piedras  y  árboles,  viendo 
lo  que  dentro  está  escondido,  y  por  la  misma  razón  veis  y  enten- 
ded lo  que  está  dentro  de  nuestros  corazones,  y  veis  nuestros 
pensamientos.  Nuestras  ánimas  en  vuestra  presencia  son  como 
un  poco  de  humo  y  de  niebla  que  se  levanta  de  la  tierra.*'  De  él, 
sin  embargo,  dimanan  la  peste  y  el  hambre;  toma  apariencias  de 
fantasmas  nocturnas  para  hacer  daños;  mucho  tiene  de  malévolo 
ya  que  se  le  dice,  "nosotros  los  hombres  somos  vuestro  espectá- 
culo y  teatro,  de  quien  vos  os  reís."  No  obstante  su  gran  poder, 
se  llama  al  sol  y  á  la  tierra,  "padre  y  madre  de  todos."  Y  debe 
su  origen  al  Huehueteotl,  supuestas  estas  palabras,  "vuestro  pa- 
dre y  madre,  de  todos  los  dioses,  el  dios  antiguo,  que  es  el  dios 
del  mego  que  está  en  medio  de  las  flores,  y  en  medio  del  sdber* 

(1)  Sahagan,  lib.  Vil,  cap.  IX  á  XII:  lib.  IV,  apéndice  tomo  I,  pág.  346.— Tor- 
quemada,  l^b.  X,  cap.  XXXIII. 

(2)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XX. 


J 


121 

gae  cercado  de  cnatro  paredes,  7  está  cubierto  con  plumas  res- 
plandecientes que  son  como  alas."  Ante  él  se  hace  la  confesión 
de  las  culpas,  él  las  perdona,  y  limpia  y  purifica  las  almas  tor- 
nándolas á  su  prístina  candidez.  (1) 

En  México  la  estatua  de  Tezcatlipoca  era  de  obsidiana,  la  cual 
por  esta  causa,  ademas  de  su  nombre  itzüi,  se  llamaba  teotetlj 
piedra  divina;  en  los  demás  lugares  era  de  palo.  El  negro  rostro 
estaba  pintado  de  blanco  en  la  frente,  nariz  y  boca;  dos  orejeras, 
unas  de  plata  y  otras  de  oro;  en  el  labio  inferior  un  bezote  de 
berilo,  con  una  pluma  azul  ó  verde;  sujetaba  el  cabello  una  lámi- 
na de  oro,  rematando  en  una  oreja  del  mismo  metal  con  los  sig- 
nos de  la  palabra,  significando  que  escuchaba  los  ruegos  y  ple- 
garias;* de  entre  banda  y  oreja  colgaban  unas  borlas  de  plumas 
blancas  de  garza.  Tenía  suspendido  al  cuello  un  joyel  que  le 
cubría  el  pecho;  brazaletes  de  oro,  y  una  piedra  verde  en  el  om- 
bligo; en  la  mano  izquierda  un  mosqueador  formado  de  una  chapa 
redonda  de  oro  bruñido,  con  plumas  verdes,  azules  y  amarillas, 
llamábase  iüachiaya,  su  mirador,  porque  allí  veía  todas  las  cosas. 
Llevaba  en  la  mano  derecha  cuatro  saetas,  significando  que  sa- 
bía castigar  á  los  malos;  atados  á  los  pies  veinte  cascabeles  de 
oro,  y  en  el  izquierdo  un  pié  de  venado,  simbolizando  la  ligereza 
y  agflidad  de  sus  obras.  Le  cobijaba  una  manta  de  red  negra 
y  blanca,  con  orla  á  la  redonda  de  rosas  blancas,  negras  y  co- 
loradas, adornadas  de  plumas:  ricas  cutaras  completaban  su 
adorno.  (2) 

Tezcatlipoca  representaba  en  realidad  una  Providencia  divina, 
velando  sobre  la  creación  que  era  obra  suya;  mas  tenía  otros 
símbolos  más  ó  menos  incompatibles  con  su  dignidad.  Bajo  el 
nombre  de  Titlacahuan  patrocinaba  á  los  enamorados.  (3)  Como 
Necocyaotl,  sembrador  de  discordias,  tenía  una  forma  espantosa, 
amenazando  por  todos  lados  infortunios.  (4)  Los  de  Tianqui&- 
manalco  le  representaban  como  un  hermoso  joven,  cubierto  con 
una  piel  de  venado,  llamándole  Tlacatelpoctli,  mancebo  virgen, 

(1)  Sahagnn,  lib.  VI,  cap.  I  al  VH:  lib.  ni,  cap.  II. 

(2)  P.  Darán,  cap.  IV.  MS.  Acosta,  lib.  V,  cap.  IX. 

(3)  Boturini,  idea  de  una  nueya  bist.,  pág.  12. 

(4)  Gama,  descrip.  de  las  dos  piedras,  pág.  40. 

16 


122 

en  memoria  de  un  penitente  que  desde  niño  yivió  en  las  laderas 
del  Tolcan.  (1) 

Titlaoahnan  ó  Tezcatlipoca  domina  en  la  afonda  trecena  del 
TonalamatL  Tiene  enfrente  la  luna,  qne  es  su  símbolo  astronó- 
mico, bajo  cnyo  aspecto  mantiene  las  luchas  con  Yénns  ó  Qne« 
tzalcoatl.  Como  persona  real,  y  con  el  tercer  nombre  Tlacahue- 
pan,  lo  yemos  luchar  con  el  mismo  Quetzalcoatl,  su  antagonista 
religioso,  representando  un  Culto  más  antiguo. 

Beina  también  en  la  tercera  trecena  del  Tonalamatl,  con  Tla- 
tocaocelotl  ó  según  Castillo  con  Teotlamacazqui  IztlacatinL  Tla- 
tocaocelotl,  tigre  hombre  6  persona,  figurado  en  un  tigre  con  un 
penacho  de  plumas  ricas,  parece  simbolizar  la  fuerza  guerrera, 
perteneciendo  sin  duda  á  alguna  constelación  que  ahora  se  nos 
escapa.  Teotlamacazqui,  sacerdote  divino,  es  el  signo  de  los  mi- 
nistros dedicados  al  culto  y  al  estudio  de  las  cosas  santas. 

''Llamábanle  Moyocoyatzin,  por  razón  que  hacia  todo  cuanto 
queria  y  pensaba,  y  que  ninguno  le  podía  contradecir  á  lo  que 
hacía,  ni  en  el  cielo  ni  Ai  este  mundo,  y  en  dar  riqueza  á  quien 
quería;  y  más  decían,  que  el  dia  que  fuese  servido  de  destruir  y 
derribar  el  cielo,  que  lo  haría.,  y  los  vivos  se  acabarían;  y  al  di- 
cho Titlacahuan  todos  le  adoraban  y  rogaban,  y  en  todos  los  ca- 
minos y  divisiones  de  calles  le  ponían  un  asiento  hecho  de  pie- 
dras, para  él,  que  se  llamaba  Momuztli,  y  le  ponían  ciertos  ramos 
en  el  dicho  asiento  por  su  honra  y  servicio  cada  cinco  dias,  allende 
de  los  veinte  dias  de  fiesta  que  le  hacían,  y  asi  tenían  la  costum- 
bre y  orden  de  hacerlo  siempre.''  (2) 

La  gran  fiesta  solemne  en  honra  de  esta  divinidad,  tenía  lugar 
en  el  mes  Toxcatl;  las  ceremonias  tenían  mucho  de  místico  y  de 
significativo.  (3)  Llama  sobre  ellas  la  atención  la  víctima  consa- 
grada al  dios.  Luego  que  la  anterior  fiesta  terminaba,  escogíase 
entre  los  esclavos  un  mozo  gentil  y  hermoso,  sin  mácula  alguna, 
de  buenas  maneras,  bien  hablado  y  entendido  en  la  música  y  el 
canto,  en  todo  lo  cual  había  sido  industriado  por  los  calpixque 
que  le  tenían  á  cargo.  Dejábanle  crecer  el  pelo  hasta  la  cintura; 
con  resina  le  pegaban  en  la  cabeza  plumas  blancas  de  gallina; 

(1)  Gamino  del  délo,  por  él  P.  Fr.  Martin  de  León.  México,  1610,  foj«  96. 

(2)  P.  Sahagan.  lib.  m,  cap.  n. 

(8)  Torqnemada,  lib.  X,  cap.  XIV.— Duran,  segttnda  parte,  cap.  IV.  MS. 


123 

'V^Étido  d^  una  Manera  rica,  añadían  ima  guirnalda  de  flores  llia^ 
mada  izquixoehUly  y  sartales  de»  flores  atraresados  del  hombro  al 
Hobaeo;  gargantilla  de  piedras  preciosas  oon  un  largo  joyel;  ador-^ 
nos  de  oro  en  brazos  y  piernas;  maaÜaU  y  manta  muy  rípos;  en 
suma,  el  mayor  y  más  suntuoso  adorno.  Con  estos  arreos,  segui- 
do de  ocho  «pajes  destinados  á  su  servicio  y  de  la  gente  princi- 
pal que  quería  acompañarle,  recorría  á  su  voluntad  dia  y  noche 
la  población,  tocando  una  flautilla  de  sonido  agudo,  con  flores  y 
ramilletes  eü  las  manos,  fumando  las  cañas  de  humo  y  saludan- 
do coriesmente  á  cuairtos  veía.  *La  gente  que  le  encontraba  se 
humillaba^  haciéndole  reverencia  como  al  mismo  TezcoÜipoca,  al 
que  ró^esentaba.  El  sonido  de  la  flauülla,  dido  principalmente 
de  noche,  ponía  espanto  en  los  criminales  y  pecadores. 

Veinte  dias  antes  de  cumplirse  el  plazio,  le  quitaban  aqueUas 
insigíáaa,  le  vestían  como  á  capitán  cortándde  el  pelo  y  atándo- 
selo eon  las  botlas  dichas  aedaoiéUi  de  oro,  plumas  y  tockomütl. 
Su  vida  hasta  entonces  haUa  pHisado  satisfecha  y  harta;  ahora 
x^erecían  p«^a  él  los  goces  y  el  placer.  Dábanle  por  compañeras 
ílitiitías  cuatro  doncellas  lindas,  al  intento  criadas,  oon  los  nolñ- 
bree  de  las  diosas  Xochiquetzal^  Xilonen,  Atlatonan  y  Huíxto*' 
oikuaÜ;  proceres  y  nobles  le  actHñpañaban  y  servían,  pasando 
lodos  loé  días  en  esplendidos  convites.  Los  tínco  étimos  dias 
1»  ttóbléza  enteára  fe  aeompa&aba  á  excepcáoh  ^1  rey,  y  ti  ban- 
quete, baile  y  musite  tenían  Itigar  en  sitios  deleitosos. '  El  pri* 
la^  di€k  en  el  ha¿ftio  de  TeoasnoMn;  el  segundo  en  el  santuario 
de  Teeeatlipoca;  el  tercero  en  Ohapultépec;  el  (marto  en  Tepe* 
isfaie6,  el  quinto  y  ultimo  esi  T^polco. 

.  Por  más  qtte  los  placeres  le  habían  entréteiddo,  tocaba  al  cabo 
el  infolkrtunado  tármino.  Concluido  el  sarao  én  Tepepolco,  salíA 
el  mancebo  en  una  canoa  cubierta  con  un  toldo;  en  Tl&pizahuk^ 
yaii)  no  lejos  de  Itztapala^an,  le  aband<Hiaban  sus  mujeres  y  el 
cortejo  de  nobles^  prosiguiendo  su  camino  con  los  ocho  pajeH 
de  su  servidumbre.  Llegado  á  México,  quedaba  sólo  al  pié  de 
las  gradas  del  teocalli;  subía  pauaadamente,  rompiendo  en  cada 
escalón  alguna  de  las  flautillas  que  le  sirvieron  para  tañir,  arrO'» 
jando  sus  adornos,  como  quien  se  desprende  de  las  últimas  y 
más  queridas  ilusiones.  Llegado  á  la  parte  superior,  se  ponía 
junto  á  las  andas  del  ídolo,  seguía  la  procesión,  y  terminada  le 
tomaban  los  sacerdotes,  le  tendían  sobre  el  techcaü  y  le  inmola* 


124 

ban.  Por  un  privilegio,  no  arrojaban  el  cadáver  por  las  escale- 
ras abajo,  sino  que  los  ministros  le  bajaban  con  toda  reverencia^ 
cortábanle  estando  abajo  la  cabeza,  que  colocaban  en  el  Ttom" 
panüi,  j  el  cuerpo  lo  condimentaban  repartiéndole  como  comida 
mística  al  rey,  sacerdotes  y  nobleza.  Sic  transü  gloria  nmndu 
"Decían  que  esto  significaba,  que  los  que  tienen  riquezas  y  de- 
'leites  en  su  vida,  al  cabo  de  ella  han  de  venir  á  terminar  en 
"pobreza  y  dolor."  (1) 

Huitzilopochtli,  el  dios  propio,  peculiar  de  los  méúca.  El  nti- 
men  terrible  explica  por  si  solo  la  organización  y  los  instintos 
de  la  tribu.  Huitzilopochtli  era  la  deificación  de  la  guerra;  sus 
sectarios  debían  ser  conquistadores,  no  tanto  por  extender  su 
poderío,  cuanto  por  hacer  adorar  al  Tetzahuitl  de  todas  las 
naciones  de  la  tierra.  El  culto  era  feroz  y  sangriento,  porque  la 
guerra  se  complace  en  la  sangre;  la  víctima  apetecida  por  la  di- 
vinidad era  el  prisionero.  El  sacerdote  y  él  soldado  formaban 
las  clases  privilegiadas;  pero  e(&  tocaban  en  muchos  puntos,  se 
confundían  á  veces,  porque  el  ministro  era  guerreador,  y  los  mi- 
litares en  su  juventud  habían  servido  en  los  templos.  El  jefe 
principal,  llamémosle  rey,  asumía  los  caracteres  de  primero  en 
el  Estado  y  en  la  milicia,  el  pontífice  de  la  religión.  México  pro* 
píamente  era  un  campamento.  La  educación  hacía  al  niño  sobrio, 
sufrido  contra  la  intemperie,  estoico  para  el  dolor;  al  joven, 
amante  del  dios,  reverente  por  el  culto,  indiferente  para  los  es- 
pectáculos sangrientos,  impasible  para  recibirla  muerte;  al  hom- 
bre, guerreador  determinado;  altivo*  para  no  retroceder  nunca, 
con  la  conciencia  orgullosa  de  la  supremacía  de  su  raza.  En  los 
combates  se  ganaban  los  grados  militares,  las  distinciones  civi- 
les; fuera  de  la  pelea  no  tenían  esperanza  de  medra,  ni  los  no- 
bles ni  los  plebeyos;  se  alcanzaba  en  las  batallas  honra  y  lucro. 
La  vida,  que  era  de  la  patria,  se  pasaba  en  continuo  pugnar  con- 
tra los  hombres  y  los  elementos;  la  muerte  podía  venir  cuando 
quisiera,  afrentosa  casi  si  era  natural,  gloriosa  y  bien  recompen- 
sada si  verificada  en  el  campo  de  batalla  ó  en  las  aras  de  los 
dioses  de  la  guerra  sagrada. 

Diversas  son  las  etimologías  dadas  al  nombre.   Según  unos, 

(1)  Sahagun,  Ub.  II,  cap.  V,  y  XXIV.  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XIV  y  XV. 


125 

significa  siniestra  de  pluma  relumbrante.  (1)  En  otro  sentir  se 
compone  de  Huitzilin,  chupamirto,  y  de  Tlahnipochtli,  nigro- 
mante 6  hechicero  que  echa  faego  por  la  boca;  pero  la  lengua 
no  autoriza  esta  formación.  Se  saca  también  de  huitzilin,  y  de 
opochili,  manó  izquierda,  sonando,  mano  izquierda  ó  siniestra 
de  pluma  relumbrante.  (2)  En  versión  diversa  se  hace  la  palabra 
de  Huitziton^  capitán  conductor  de  los  mexicanos,  y  de  mapoche, 
que  es  la  mano  siniestra,  como  quien  dice,  Huitziton  sentado  á 
la  mano  siniestra;  (3)  Clavigero  repugnó  esta  etimología  por 
violenta:  (4)  Conformándonos  con  el  mismo  Clavigero,  la  signi- 
ficación propia  debe  tomarse  de  hidtzitziliny  chupamirto,  que  en 
composición  arroja  el  elemento  huiizil,  y  de  opochtli,  mano  sinies- 
tra; "Llamóse  así,  dice  el  repetido  autor,  porque  su  ídolo  tenía 
en  el  pié  izquierdo  unas  plumas  de  aquella  ave."  Las  traduccio- 
nes que  pudieran  formarse,  mano  izquierda  de  colibrí,  ó  colibrí 
izquierdo,  no  nos  satisfacen. 

Quedan  rastros,  como  hornos  visto,  de  una  religión  muy  anti- 
gua, en  la  cual  eran  adorados  los  animales;  acaso  en  aquella  épo- 
ca el  huitzitziUn  era  el  emblema  del  valor  guerrero,  y  bajo  esta 
forma  el  dios  de  la  guerra.  No  aparece  el  supuesto  tan  descabe- 
llado, pues  en  aquella  mitología  estaba  admitido,  que  los  gue- 
rreros habitantes  de  la  casa  del  sol,  después  de  acompañar  al 
astro,  se  convertían  en  chupamirtos,  esparciéndose  por  los  jar- 
dines del  cíelo  á  libar  el  néctar  de  las  flores.  Por  otra  parte  en- 
tre los  guerreros  mexicanos  había  algunos  muy  temidos,  porque 
combatían  con  la  mano  izquierda.  A  estas  dos  ideas  nos  parece 
corresponder  el  nombre  Huitzilopochtli,  significando  en  realidad 
el  guerrero  zurdo,  el  zurdo  dios  de  la  guerra;  ó  tomando  la  voz 
huitzitzilin  en  su  sentido  figurado,  el  zuf  do  precioso,  el  zurdo 
distinguido,  valioso,  primoroso.  Consta  en  documentos  ajitiguos, 
llamarse  por  otro  nombre  Mexitli. 

Vario  como  su  nombre  es  su  origen.  Lo  hemos  visto  entre  los 
dioses  primitivos,  llamándole  en  el  ritual  señor  del  cielo  y  de  la 
tierra.  Tambmn  aparece  como  un  hombre  robusto  y  guerreador, 
llevando  por  divisa  una  cabeza  de  dragón  espantable  que  echa- 

(1)  Acosta,  lib.  V,  cap,  IX. 

(2)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXI. 

(3)  Botorini,  idea  de  una  nueva  hist.  pág.  61.  Le  sigue  Veytia,  tom.  11,  pág.  94. 

(4)  Hifit.  antig.  tom.  1,  nota  en  la  página  234. 


126 

ba  íuego  por  la  boca;  ó  como  un  nigromántico  que  se  transfor- 
maba en  figura  de  animales:  ^  ambos  ci^os,  después  de  muerto 
le  honraron  como  dios.  (1)  En  otra  leyenda»  los  mexicanos,  da* 
rante  su  peregrinación,  traían  como  conductor  á  un  capitán  ña- 
mado Huitzinton;  muerto  cargado  de  años  y  de  méritos,  fué  ansf^- 
batado  al  cielo  y  puesto  á  la  izquierda  de  Tezcatlipocaí  quien 
tenía  la  forma  de  un  espantoso  dragón:  aquel  fué  el  apoteosis  del 
eapitan.  (2)  La  relación  propiamente  religiosa  cambia  de  forma* 
Había  en  el  pueblo  de  Goatepec,  cerca  de  ToUan,  una  devota 
mujer  llamada  Ooatlicue,  madre  de  los  indios  nombrados  Oen- 
tzonhuitznahuac  y  de  la  mujer  dicha  CoyolxauhquL  Estaba  una 
yez  Goatlicue  barriendo  el  templo,  cuando  del  cielo  calló  un  oyi- 
Uo  de  plumas  finas,-  que  ella  recogió,  colocándolo  en  el  vientre 
debajo  de  las  enaguas;  acabado  el  quehacer  buscó  el  ovillo;  mas 
con  grande  asombro  suyo  había  desaparecido,  subiendo  de  pun- 
to su  confusión  sintiendo  los  síntomas  de  estar  grávida.  Guando 
aquel  estado  se  hizo  patente,  los  centzonhuitznahuac,  impulsa- 
dos principalmente  por  su  hermana  Goyolxauhqui,  resolvieron 
matar  á  la  devota,  pues  había  afrentado  su  linaje  C9n  acción  tan 
contraria  á  la  honestidad.  Guahuitlicue,  uno  de  los  hijos,  dio 
aviso  de  la  determinación  á  Goatlicue,  la  cual  se  entristeció  y 
lloraba  su  desventura:  creíase  perdida  sin  remedio,  y  más  se 
afligía  cuanto  que  se  tenía  por  inocente:  estando  muy  apenada, 
oyó  salir  de  su  vientre  una  voz  que  le  dijo:  "Madre  mia,  no  te 
"acongojes  ni  recibas  pena,  que  yo  lo  remediare  y  te  libraré,  qon 
'mucha  gloria  tuya  y  estimación* mia." 

El  dia  señalado,  los  centzonhuitznahuac  vistieron  sus  insig- 
nias guerreras,  tomaron  sus  armas,  y  conducidos  por  la  sañosa 
Goyolxauhqui  se  dirijieron  á  consumar  el  crimen.  La  voz  que 
salía  del  vientre  preguntó:  ¿á  donde  venían  los  enemigos?  Gua- 
huitlicue respondió,  que  por  Tzompantitlan.  Bepetidas  las  pre- 
guntas, las  respuestas  decían  que  en  Goaxalco,  en  Apetlac,  al 
medio  de  la  sierra,  es  decir,  siempre  más  cerca.  Guando  Guahui- 
tlicue dijo,  ¡ya  están  aquí!  Huitzilopochtli  nació  de  improviso. 
Bostro,  brazos  y  muslos  tenia  pintados  de  azul;  la  \)iema  sinies- 
tra delgada  y  emplumada;  en  la  cabeza  pegado  un  plumaje;  ar- 

(1)  Sahagon,  lib.  I,  cap.  1. 

(2)  Botarini,  idea,  pág.  60.  yeytia»  tom.  11,  pág.  93. 


127 

BUido  OQOi  la  rodela  llamada  Tehuehueli  y  un  dardo,  tambieu 
asolea.  Aparecióse  igualmente  un  guerrero  apellidado  Tochan- 
oalqiiiy  j  una  culebra  de  tea  de  pino  dicha  XiuhcoatL  Por  orden 
del  dios,  Toohanoalqui  encendió  la  culebra  y  arremetiendo  con- 
traía instigadora  Ooyolxauhqui  la  consumió  en  el  instante;  Huí- 
tzilopochtli  cerró  briosam^ite  contra  los  oentzonhuitznabuac;  en 
balde  le  pidieron  merced  y  luego  huyeron»  porque  perseguidos 
las  sierras  abajo  sin  tregua  ni  descanso,  perecieron  á  excepción 
de  pocos^  el  vencedor  robó  las  casas  de  los  vencidos,  y  depuso 
los  despojos  á  los  píes  de  su  madre.  Por  este  caso  prodigioso 
se  decía  al  numen  Tetzahuitl,  espanto,  asombro,  y  Tetzauhteotl, 
dios  espantoso,  asombrosa  (1) 

Esta  leyenda  refiere  sin  duda  aJgun  desafuero  cometido  por 
los  mézioa  contra  los  huitssnahoa,  ayecindados  en  Goatepec.  Lo 
(¿erto  es,  como  comprobado  por  sus  pinturas,  que  cuando  los 
asstecas  aparecen  comenzando  su  peregrinación^  ya  venían  con- 
ducidos, por  su  dios  Huitzilopochtli,  representado  en  la  cabeza 
del  huitzitziHn,  en  cuya  forína  hablaba  con  la  tribu  y  daba  sus 
órdenes  á  los  sacerdotes. 

Bespecto  de  la  figura,  el  misticismo  hacía  cambiar  las  iosig- 
nias  y  los  adornos.  Vimos  ya  como  se  presentó  al  nacer;  he  aquí 
otra  forma.  ^'Era  una  estatua  de  madera  entretallada  en  seme- 
janza de  un  hombre  sentado  en  un  escaño  azxd  fundado  en  unas 
andas,  y  de  cada  esquina  salía  un  madero  con  una  cabeza  de 
sierpe  al  cabo:  el  escaño  denotaba  que  estaba  sentado  en  el  cielo, 
£1  mismo  ídolo  tenía  toda  la  frente  azul,  y  por  encima  de  la  na- 
riz una  venda  azul,  que  tomaba  de  una  oreja  ájotra^  Tenía  sobre 
la  cabeza  un  rico  plumaje  de  hechxira  de  pico  de  pájaro:  el  re- 
mate derél  de  oro  muy  bruñido.  Tenía  en  la  mano  izquierda  una 
rodela  blanca  con  cinco  pinas  de  plumas  blancas  puestas  en 
cruz:  salía  por  lo  alto  un  gallardete  de  oro,  y  por  las  manijas 
cuatro  saetas,  que  según  decían  los  mexicanos,  les  habían  envia- 
do del  cielo  para  hacer  las  hazañas  que  en  su  lugar  se  dirán.  Te- 
nía en  la  mano  derecha  un  báculo  labrado  á  manera  de  culebra, 
todo  azul  ondeado.  Todo  este  ornato,  y  el  demás  que  era  mucho, 
tenía  sua  significaciones,  según  los  mexicanos  declaraban."  (2) 

(1)  P.  Sahagun,  lib.'III,  cap.  I,  §  1.— Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXI.— Clavigero, 
tom.  I,  pág.  285. 

(2)  Acosta,  lib.  V,  cap.  IX.— Doran,  segunda  parte,  cap.  II,  MS. 


•      128 

Según  o&os  autores»  la  estatua  era  la  de  un  gran  jigante,  her- 
mosa y  galanamente  adornada  de  joyas  y  piedras  preciosas,  for- 
mando figuras  de  aves,  mariposas,  ranas,  peces  del  mar,  flores  y 
frutos,  '^para  dar  á  entender  que  de  todo  era  señor  y  hacedor.'' 
Tenía  una  máscara  de  oro,  denotando  que  la  deidad  no  es  visible 
sino  que  está  encubierta,  con  ojos  de  espejuelos  muy  relumbran- 
tes, avisando  que  todo  lo  veía  y  sabía  todo,  que  no  duerme  y  ve- 
la constantemente  por  las  criaturas.  Estaba  ceñida  de  una  grue- 
sa culebra  de  oro;  un  collar  de  diez  corazones  humanos,  como 
señor  de  la  vida;  otro  rostro  en  el  cerebro  á  manera  de  hombre 
muerto,  indicando  que  á  su  voluntad  dábala  vida  y  la  muerte.  (1) 

En  todo  este  simbolismo  dominan  siempre  el  huitzitzilin  y  la 
culebra,  mitos  de  la  religión  primitiva.  A  estas  ideas  unieron  los 
méxica  con  su  eclecticismo  no  siempre  bien  razonado,  los  mitos 
religiosos  de  las  tribus  de  cuyos  dioses  se  apoderaron  para  for- 
mar su  abigarrado  panteón. 

Domina  en  la  sexta  trecena  del  Tonalamatl  bajo  la  advocación 
de  Tetzauhteotl,  en  compañía  de  Piltzintecutli  En  la  dédma 
quinta  trecena  impera  con  Teoyaotlatohua  y  Teoyaomiqui  Teo- 
yaotlatohua,  nuncio  ó  jefe  principal  que  publica  la  guerra  divina, 
divinidad  invocada  en  las  guerras  religiosas,  &  la  que  seguía  co- 
mo fiel  compañera  la  Teoyaomiqui;  era  sobrenombre  de  Huitzi- 
lopochtli.  En  la  vigésima  y  última  trecena  aparece  aun  Tetzauh- 
teotl Huitzilopochtli,  junto  con  Teotecpatl. 

Entre  las  fiestas  solemnes  celebradas  en  honra  de  esta  divini- 
dad, ninguna  es  tan  significativa  como  la  siguiente,  pues  recuerda 
los  ritos  cristianos  y  el  influjo  que  tnvo  Quetzalcoatl  en  introdu- 
cirlos. He  aquí  la  relación:  "Asimismo  dicen  que  el  dia  que  lo 
celebraban  para  hacer  lá  fiesta  que  llaman  Panquetzalistli,  to- 
maban semillas  de  bledos  y  las  limpiaban  quitando  muy  bien  las 
pajas,  y  apartando'  otras  semillas  que  se  llaman  petzicaü  y  tezr 
oaohuatihtli;  molíanlas  delicadamente,  después  estando  la  harina 
muy  sutil,  amasábanla,  y  con  la  misma  hacían  el  cuerpo  de  Yi- 
tzilopochtli.  Al  dia  siguiente  un  hombre  que  se  llamaba  Que- 
tzalcoatl, tiraba  al  cuerpo  del  dicho  Yitzilopuchtli  con  un  dardo 
que  tenía  un  casquillo  de  piedra,  y  se  lo  metía  por  el  i^orazon, 
estando  presente  el  rey  ó  señor,  y  un  privado  del  dicho  Vitzilo- 

(1)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXXVn.  Clavigero,  tom.  I,  pág,  235. 


129 

puchtli,  que  se  llamaba  Tebuoa.  También  se  hallaban  presentes 
cuatro  grandes  sacerdotes,  y  más  otros  cuatro  principales  de  los 
mancebos  que  tenían  cargo  de  criar  la  juventud,  cuyo  colegio  se 
llamaba  Telpuclitlotoque;  todos  éstos  se  hallaban  presentes  cuan- 
do mataban  el  cuerpo  de  Yitzilopuchtli,  y  después  de  haberlo 
muerto,  luego  lo  desbarataban,  como  que  era  de  una  masa  hecha 
de  semilla  de  bledos,  y  el  corazón  de  Yitzilopuchtli,  tomábanlo 
para  el  señor  ó  el  rey,  y  todo  el  cuerpo  y  pedazos  que  eran  como 
besos  de  dicho  Yitzilopuchtli,  lo  repartían  por  iguales  partes 
entre  los  naturales  de  México  y  Tlaltelulco.  Los  de  México  que 
eran  ministros  del  dicho  Yitzilopuchtli  que  se  llamaban  Calpu- 
les, tomaban  cuatro  pedazos  del  cuerpo,  y  otros  tantos  tomaban 
los  de  Tlaltelulco,  para  los  que  tenían  el  mismo  nombre;  de  esta 
manera  repartían  entre  ellos  los  cuatro  pedazos  del  cuerpo  de 
Yitzilopuchtli  á  los  indios  de  los  barrios,  yá  los  ministros  de  los 
ídolos  que  se  llamaban  Calpules,  los  cuales  comían  el  cuerpo  de 
Yitzilopuchtli  cada  año,  según  su  orden  y  costumbre  que  ellos 
habían  tenido.  Cada  uno  comía  un  pedazo  del  cuerpo  de  este 
dios,  y  los  que  comían  eran  mancebos,  y  decían  que  era  el  cuer- 
po de  dios  que  se  llamaba  Teocualo,  y  los  que  recibían  y  comían 
el  cuerpo  de  Yitzilopuchtli,  se  llamaban  ministros  de  dios."  (1) 

Si  esta  era  la  prinqipal,  no  faltaban  otras  divinidades  que  pre- 
sidían á  la  guerra.  Tlacahuepanóuexcotzin  era  hermano  de  Hui- 
tzilopochtli,  su  compañero  y  sustituto:  recibía  adoración  en  el 
teocaUi  Huitznahuaccalpulli,  donde  se  hacía  su  estatua  de  masa 
á  semejanza  de  su  hermano  mayor.  (2)  Se  le  daba  culto  principal 
en  Texcoco.  Si  la  guerra  se  emprendía  para  conquistar  alguna 
provincia  ó  con  otro  particular  motivo,  los  guerreros  iban  á  los 
montes  á  traer  leña,  presentándola  á  los  sacerdotes  del  templo, 
á  fin  de  que  ardiera  en  el  fuego  perpetuo  todo  el  tiempo  que  la 
expedición  durara,  haciendo  el  rey  algunos  sacrificios  ante  las 
estatuas  de  Huitzilopochtli  y  de  Tlacahuepancuexcotzin:  á  este 
acto  y  ofrenda  llamaban  Teocuauhquetzaliztlí.  (3) 

Paina  ó  Paynalton,  ligero,  velo j,  apresurado;  del  verbo  payna, 
correr  apresuradamente.   Hermano  menor  de  Huitzilopochtli,  y 

(1)  Sahagtm,  lib.  m,  cap.  I,  §  segando.^Torqnemada,  lib.  VI,  cap.  XXXVin, 
aumenta  otros  machos  pormenores  semejantes  á  la  oonsagradon  y  comunión  de  esté 
pan  místico  anualmente.  Teoeuah  mdeze  decir,  dios  es  comido. 

(2)  Torqnemada,  lib.  Vm,  cap.  XVI. 

(33  Gama,  descrip.  de  las  dos  piedras,  pág.  SS,  §  22. 

17 


I 


130 

su  coadjutor  ó  vicario.  En  los  casos  de  un  acometimiento  repen- 
tino de  los  enemigos,  los  sacerdotes  tomaban  la  estatua  del  dios 
en  unas  andas,  y  echaban  á  correr  por  las  calles  y  alrededor  de 
la  ciudad,  parando  de  cuando  en  cuando  en  ciertos  lugares  para 
hacer  sacrificios  de  codornices  y  aun  de  hombres.  Esta  ceremo- 
nia equivalía  á  tocar  á  rebato,  pues  todos  los  guerreros  estaban 
obligados  á  tomar  las  armas,  para  acudir  al  lugar  amenazado.  (1) 
Era  el  numen  de  la  guerra  de  sorpresa  y  de  emboscadas. 

"T  en  los  bosques  tenían  dios  de  las  guerras,  para  que  los  de- 
fendiese y  guardase  de  sus  enemigos."  (2)  Era  el  numen  que 
presidía  á  la  guerra  de  montaña,  diversa  de  la  que  se  hacía  en  la 
tierra  llana. 

Teoyaomiqúi,  morir  en  la  guerra  divina,  morir  en  defensa  de 
los  dioses.  Los  mexicanos,  acolhua  y  tepaneca,  tenían  concerta- 
da una  guerra  religiosa  contra  los  de  Tlaxcalla,  Huexotzinco  y 
CholoUan:  era  su  objeto  traer  víctimas  frescas  para  los  dioses, 
razón  por  la  cual  se  llamaba  guerra  sagrada,  florida,  contra  los 
enemigos  de  casa.  La  Teoyaomiqúi  completaba  la  dualidad  en 
los  dioses  de  la  guerra;  su  oficio  era  recojer  las  almas  de  los  muer- 
tos en  las  batallas  religiosas,  y  las  de  los  prisioneros  sacrificados  á 
los  dioses.  Principalmente  en  estos  combates,  el  objeto  de  los 
guerreros  consistía  menos  en  dar  muerte  á  los  enemigos,  que  en 
cogerlos  vivos  para  traerles  como  víctimas:  á  estas  batallas  se  di- 
rigían los  combatientes  resueltos  á  morir,  pues  sólo  con  mucha 
victoria  podían  escapar  con  vida.  "A  ella  dirigían  sus  votos  y  sa- 
crificios los  señores  y  gente  militar,  no  sólo  en  el  templo  donde 
se  veneraba,  sino  dentro  de  sus  propias  casas;  cuidando  los  pa- 
dres ó  parientes  de  aquellos  soldados,  ya  que  estaban  prontos  á 
salir  de  ellas,  de  barrer  y  limpiar  bien  todas  sus  piezas,  compo- 
nerlas y  sahumadlas  con  el  incienso  sacro,  que  era  del  copal  mis-' 
mo  que  ofrecían  en  el  templo,  á  cuya  ceremonia  daban  el  nombre 
de  Tlachpahualiztli."  (3) 

La  Teoyaomiqúi  impera  en  la  XV  trecena  del  Tonalamatl,  en. 
compañía  de  Teoyaotlatohua  Huitzilopochtli.  '170  solamente 
veneraban  en  el  templo,  dice  Gama,  (4)  este  horrible  simulacro, 

(1)  Sáhagon,  lib.  I,  cap.  IL  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXII.  Clavigeto,  tom,  X, 
pág.  236. 

'2)  Torqaeioada,  Ub.  VI,  oap.  XVI. 

^8)  Gama,  las  dos  piodras,  pág.  38,  §  22.  Botariai,  pág.  27. 

r4)  Loco  cit.,  pág.  42,  §  26. 


131 

<K)mo  un  compendio  de  mnchos  dioses,  sino  que  también  le  fin- 
gieron los  astrólogos  jndiciarios  constelación  celeste  que  influía 
en  los  que  nacían  en  la  trecena  que  denominaba,  que  era  la  XY 
del  TonalamatL    En  ello  suponían  dominio  á  estos  dos  compa- 
ñeros,  no  unidos  como  están  aqní,  ni  con  los  ornamentos  y  divi- 
sas  que  se  yen  cubiertos,  sino  en  otras  figuras  diferentes,  menos 
deformes  (como  que  los  fingían  ya  separados  de  la  tierra  y  colo- 
cados en  el  cielo)  aunque  siempre  afeados  con  los  atributos  que 
les  suponíaiL    Allí  aparece  Teoyaotlatohua  Huitzilopochtli  con 
el  rostro  descubierto,  y  con  la  boca  abierta  en  acción  de  que  está 
hablando,  con  sólo  medio  cuerpo,  y  el  resto  en  forma  de  una  es- 
pecie de  banco:  tiene  en  la  cabeza  un  penacho  de  plumas,  y  en 
el  cerebro  otro  que  forma  lá  figura  de  un  timbal,  que  también 
remata  en  plumas.  Del  mismo  cerebro  le  bajan  unos  adornos  que 
le  cubren  la  espalda:  sus  brazos  se  asemejan  á  unos  troncos  con 
ramas,  y  de  la  cintura  le  nacen  unas  yerbas,  que  parte  de  ellas 
cae  sobre  el  banco.    En  frente  de  esta  figura  está  Teoyaomiqui 
desnuda,  y  cubierta  con  sólo  un  cendal,  parada  sobre  una  basa 
ó  porción  de  pilastra;  la  cabeza  separada  del  cuerpo  arriba  del 
cuello,  con  los  ojos  vendados,  y  en  su  lugar  dos  víboras  ó  crde- 
bras,  que  nacen  del  mismo  cuello.    Entre  estas  dos  figuras  está 
un  árbol  de  flores  partido  por  medio,  al  cual  se  junta  un  madero 
con  varios  atravesaños,  y  encima  de  él  una  ave,  cuya  cabeza  está 
también  dividida  del  cuerpo.    Se  ve  también  otra  cabeza  de  ave 
dentro  de  una  jicara,  otra  de  sierpe,  una  oUa  con  la  boca  para 
abajo  saliendo  de  ella  la  materia  que  contenía  dentro,  cuya  figu- 
,  ra  parece  ser  la  que  usaban  para  representar  el  agua;  y  final- 
mente, ocupan  el  resto  del  cuadro  otros  jeroglíficos  y  figuras 
diferentes." 

Miquiztli,  muerte.  Simbolizada  en  un  cránep,  es  el  signo  del 
sexto  dia  del  mes  y  el  quinto  de  los  acompañados  ó  señores  de 
la  noche.  En  la  religión  guerrera  de  los  mexicanos,  no  podía  fal- 
tar la  deificación  de  la  idea  del  término  de  la  existencia.  Colo- 
cado entre  los  signos  celestes,  por  él  comenzaba  la  sexta  trecena 
del  TonalamatL  Con  su  numero  de  orden  CemiquizUi  se  le  ado- 
raba por  dios,  en  el  templo  llamado  Tolnahuac,  sacrificándole 
cautivos  cada  260  dias.  (1) 

(1)  T<nquemada,  Ub.  Yin,  cap.  XYI. 


CAPÍTULO  vn. 

Dioses  menores, -^ Templos.— TeocalU  de  HuUaJopochtU.--TtompantU.— Templo  de- 
(¿u¿tealcoatl,'—TeocalU  de  Texcoeo.— Templo  al  dios  ineóffnito.—OtUto.— Oración. 
—Múdca,  canto  y  danM.— Ofrendas.— Cop<iUi.--Chapopotli.-^Ayunos.'-Peni^ 
tendas. 

m 

LOS  dioses  mexicanos,  atento  cada  uno  al  desempeño  de  sus 
obligaciones,  no  tenían  espacio  para  entregarse  á  pasatiem- 
pos: si  menos  poéticos,  mucho  más  morales  que  las  divinidades 
griegas,  no  se  ocupaban  en  fraguar  incestos,  seducir  á  las  libres 
j  manchar  el  tálamo  de  las  casadas.  Los  númenes  aztecas  care- 
cían de  esposas;  las  diosas  eran  sólo  sus  compañeras.    Sin  em- 
bargo, algunas  deidades  presidían  al  amor,  aunque  no  con  la 
repugnante  desnudez  de  la  Yénus  hermafrodita.  Tlazolteotl,  de 
tlajzoUi,  basura,  era  la  diosa  de  los  amores  sucios,  la  Yénus  desho- 
nesta ó  diosa  de  la  carnalidad.  Su  segundo  nombre  era  Lccuina;'^ 
ésta  se  componía  de  Tiacapan,  la  hermana  primogénita,  de  la 
segunda  Teicu,  de  la  media  Tlaco,  y  de  la  menor  Xocotzin.    El 
tercer  nombre  ó  tercera  personificación  era  el  de  Tlazolcuani, 
comedora  de  cosas  sucias.  (1) 

Tlazolteol  era  el  sétimo  de  los  señores  ó  acompañados  de   la 
noche:  reinaba  en  laXYIH  trecena  del  Tonalamatl,  en  compañía 
de  Piltzintecuhtli. 

Las  diosas  recibían  en  conjunto  el  apellido  de  Ixcuiname,  con— 
cediéndoles  el  poder  de  despertar  las  malas  pasiones;  mas  temiaax 
poder  para  perdonar  las  faltas.  Seguíase  de  aquí  una  verdadoira 

(1)  Sahagtm,  lib.  I,  cap.  XTL 


te 

€1 


133 

• 

*<sonfesioii  auricular,  parecida  bajo  muchos  aspectos  á  la  práctica 
cristiana  (1) 

B^ere  la  leyenda,  que  el  penitente  Yappan,  aspirando  á  la 
perfección  para  alcanzar  transformarse,  abandonó  á  su  esposa 
Tlahuitziu  y  á  sus  parientes,  retiróse  al  yermo,  y  subido  sobre 
la  peña  de  la  penitencia  llamada  Tehuehuetl,  comenzó  la  TÍda 
perfecta.  Obserrábanle  los  dioses;  mas  á  fin  de  cuidarle  de  más 
cerca,  pusiéronle  por  espía  á  Yaotl,  enemigo.  Yappan  se  mantuvo 
firme  por  mucho  tiempo,  rechazando  la  seducción  de  las  mujeres 
enviadas  para  tentarle:  los  dioses  se  admiraban  de  tan  grandes 
triunfos.  Yaotl  rabiaba  de  envidioso  despecho.  Tlazolteotl,  que 
con  aquello  se  tenia  por  desairada,  hablando  con  las  deidades  les 
dijo:  ^'No  creáis,  altos  e  inmortales  dioses,  que  Yappan  tenga  he- 
roicos esfuerzos  para  concluir  su  penitencia,  y  merecer  de  vues- 
tra benignidad  alguna  de  las  trasmutaciones  sublimes.  Bajare 
'yo,  y  luego  veréis  como  es  frágil  su  propósito  y  fingida  su  conti- 
*^encia.''  Vino  ala  tierra,  y  acercándose  al  Tehuehuetl,  dijo  con 
touo  meloso  al  penitente:  ''Hermano  Yappan,  yo,  la  diosa  Tlazol- 
^'teotl,  asombrada  de  tu  constancia  y  apiadada  de  tus  trabajos, 
**vengo  á  consolarte:"  y  añadió:  "¿Que  camino  tomare  ó  por  cuál 
''senda  he  de  subir  á  hablarte?"  "Seas  muy  bien  venida,  contes- 
'tó  inmediatamente  el  anacoreta;  aguárdate  que  bajaré  por  tL" 
Saciendo  como  dijo,  bajó  de  la  peña  y  con  su  preciosa  compañera 
subió  de  nuevo:  frágil  como  vidrio  delgado,  tapado  con  las  vesti- 
duras de  la  diosa  puso  fin  á  su  penitencia. 

Indignados  los  dioses  se  preparaban  á  castigar  la  profanación 
de  la  peña  sagrada;  Yaotl,  arrebatado  por  su  perversidad,  se  ade- 
lantó, sin  tomar  antes  permiso,  y  subiendo  al  Tehuehuetl,  des- 
pués de  apostrofar  á  Yappan  le  cortó  la  cabeza:  los  dioscis  le 
transformaron  en  alacrán,  sin  cabeza,  con  los  brazos  tendidos  co- 
mo para  defenderse,  ocultándose  inmediatamente  debajo  de  la 
piedra.  Sallándose  todavía  de  su  cometido,  se  apoderó  de  Tla- 
bnitzin,  la  llevó  al  Tehuehuetl  é  igualmente  le  cortó  la  cabeza: 
también  fue  convertida  en  alacrán,  y  fue  á  buscar  á  su  esposo 
debajo  de  la  peña.  Desde  entonces,  los  escorpiones  cenicientos  ó 
negros  salieron  de  Yappan,  mientras  los  encendidos  ó  rojos  se 
produjeron  de  Tlahuitzin.   Pero  los  dioses  se  irritaron  contra  el 

(1)  Sahagun,  lib.  I,  cap.  XII. 


I 


134 

áireTÍmiento  de  Yaotl  y  lo  transformaron  en  la  langosta  áhuacor 
chapvUin^  llamada  de  aquel  tiempo  Tzontecoma,  carga  cabeza.  (1) 

MacnilxócUqnetzalliy  cinco  flores  de  quetzal,  6  como  quiere 
Botnrini,  la  del  abanico  de  cinco  flores  y  phunas;  diosa  de  los 
amores  honestos-  (2)  Preside  en  la  IT  trecena  junta  con  Macuil^ 
xocbitL  Gama  confunde  en  una  misma'  ambas  deidades,  que  son 
diversas. 

Tlaltecuhtli,  dios  vengador  del  adulterio.  Quienes  morían  por 
adúlteros  eran  llamados  en  general  Tlazolteomiqui,  muerto  por 
Tlazolteotl;  si  hombre  Tlazolteotlahpaliuhque,  al  que  aplastan 
la  cabeza  con  una  losa  por  Tlazolteotl;  si  mujer  Tlazolteodhuatl, 
mujer  Tlazolteotl,  mujer  liviana.  Tlaltecutli'reina  en  la  XH  tre- 
cena del  Tonalamatl,  en  compañía  de  Teonexquimilli. 

Tezcatzoncatl  era  el  dios  de  la  embriaguez:  llamábanle  también 
Tequechmecaniani,  el  ahorcador,  y  Teatlahuiani,  el  ahogador. 
Era  hermano  de  Tiauhtecatl,  Izquitecatl,  Acoloa,  THlhoa,  Pan- 
tecatl^  Tultecatl,  Papaztac,  Tlaltecaihuoa,  Tepuztecatl,  Chimal- 
panecatl,  Colhuatzincatl,  (3)  nombres  de  bebidas  fermentadas» 
cnyos  elementos  revelan  ya  el  inventor,  ya  el  Ingar,  ya  la  deno- 
minación de  cada  licor.  En  el  segundo  día  de  la  tercera  trecena 
del  Tonalamatl,  caía  el  signo  Ometochtli,  dos  conejos,  en  el  cual 
se  hacía  fiesta  á  los  dioses  del  vino;  de  aquí  que  el  dios  se  llama- 
ra igualmente  Ometochtli.   Como  la  embriaguez  influye  dando 
muchas  y  diversas  inclinaciones  á  los  hombres,  á  cada  uno  de 
estos  estados  decían,  tener  su  congo,  y  al  resultado  de  cada  uno, 
acontarse;  de  manera  que  los  dioses  del  vino  eran  Gentzontotocfa.- 
tin,  cuatrocientos  conejos,  ó  más  bien,  innumerables  maneras  de 
embriaguez.  (4)  Meichpochtli  y  Xochimeichpochtli,  protectoras 
de  las  borrachas. 

Omaoatl  ú  Omeacatl;  dos  cañas,  presidía  á  los  convites^  á  las 
bodas  y  á  los  regocijos  públicos.  Su  estatua  era  llevada  por  los 
sacerdotes  Á  las  casas  de  los  particulares,  y  en  su  fiesta  había 
una  comunión  mística  de  masa  de  tzoáUu  (5) 

Tzapotlatenan,  natural  de  Tzapotla,  é  inventora  del  ungüento 

• 

(1)  Botnrini,  idea  de  una  nueva  hist.,  pág.  €5-6. 

(2)  Botnrini,  pág.  14.  Olarigero,  tom.  I,  pág.  237. 

(3)  Sahagnn,  Ub.  I,  cap.  XXIL  Torquemada,  lib.  XVJI,  cap.  XXIX. 

(4)  Sahagon,  lib.  IV,  cap.  V  y  VI. 

(5)  Sahagon,  Ub.  I,  cap.  XV.  Torquemada,  lib.  VI„cap.  XXIX. 


i 


135 

de  resina  JUamado  oxiÜ:  festejábanla  con  sacrificios  y  cantarv.  en 
su  loor.  (1) 

Xipetotec^  desollado,  ó  Totee,  era  originario  de  Tzapotlan  en 
Xalixco,  y  numen  contra  algunas  enfermedades  cutáneas;  como 
la  diosa  anterior,  presidía  á  la  medicina.  En  sti  fiesta,  llamada 
Tlacaxipehualiztli,  tenía  lugar  la  bárbara  costumbre  de  desollar 
á  las  víctimas.  (2)  Según  Torquemada,  (3)  Xippe  y  Totee  era 
dios  de  los  plateros;  le  reverenciaban,  porque  tenían  por  averi- 
guado,  que  á  los  que  no  le  hacían  honra  los  afligía  con  enferme- 
dades de  ojos,  apostemas  y  sarna.  Xippe  quiere  decir,  calvo  ó 
atezado.  En  una  tercera  versión:  "  TlaocrpehuaHztlt^  símbolo  del 
primer  mes,  quiere  decir  desoüamtento  de  gentes,  porque  en  su  pri- 
mer dia  se  desollaban  unos  hombres  vivos  dedicados,  al  dios  To-- 
ieuCf  esto  es,  dios  señor  nuestro,  ó  al  dios  Oxipe,  dios  del  desb- 
llamiento,  síncopa  de  Tloxipeuca,  á  quien  los  plateros  dedicaban 
los  desollados,  por  haberles  hurtado  alhajas  de  oro  y  plata, 
ó  pedrería,  llevándolos  antes  á  su  templo  arrastrados  por  los 
cabeUos."  (4). 

Yiacatecuhtli,  deidad  de  los  mercaderes,  tenía  cinco  herma- 
nos, 'Chiconquiahuitl,  Xomocuil,  Nacxitl,  Cochimetl  y  Yacapi- 
tzahuac,  con  una  hermana  Chalmecacihualt,  (5)  Yiacatecutl,  el 
señor  que  guía,  era  honrado  en  dos  fiestas  solemnes  durante  los 
meses  nono  y  décimo  sétimo.  Llamábasele  por  otro  nombre 
Yacacoliuhqui.  (6) 

Amimitl,  dios  de  Cuitlahuac,  que  así  patrocinaba  la  pesca  en 
el  lago,  como  remediaba  ciertas  enfermedades  de  estómago.  (7) 

Nappatecuhtli,  cuatro  veces  señor,  numen  de  los  que  labraban 
esteras,  j>6Íatí,*  asientos,  tcpoZí,  y  obras  de  juncia,  tdcuextU;  consi- 
derado como  uno  de  los  tlaloque,  se  le  pedía  agua  y  tóUin^  tule. 
Se  le  llamaba  Tepahpaca,  Teaaltati,  limpiar  ó  labar,  porque  sa- 
bía perdonar  las  injurias  que  se  le  hacían;  Quitzetzelohua,  cerner 
ó  esparcir,  porque  era  liberal  para  conceder  bienes,  y  también 


(1)  Sahagtm,  Hb.  I,  cap.  IX.  TorqnemadS;  lib.  VI,  cap.  XXXL 

(2)  Sahagun,  Ub.  I,  cap.  XVUL 

(3)  Mozuurq.  indiana,  Ub.  VI,  cap.  XXIX. 
<4)  Botnrini,  pág.  51. 

(5}  Sahagun,  lib:  I,  cap.  XIX. 

(6)  Torqnemada,  lib.  VI,  cap.  XXVm. 

(7)  Torquemada,  loco  cit 


136 

en  el  mismo  sentido  Tlaitlaniniloni  y  Tlanenpopoloa,  largo  y  libe- 
ral; Teatzelhma,  el  que  rocía  con  agua,  porque  se  corfipadecia 
de  los  infelices;  Amotenencua,  el  que  se  muestra  agradecido;  (1) 

Los  lapidarios  ó  artífices  de  labrar  piedras  preciosas  contaban 
cuatro  patronos;  dos  varones,  Chicuhnaliuiitzcuintli,  nueve  pe- 
rros, y  Nahualpíli,  señor  hechicero,  y  dos  hembrasJMacuilcalli 
cinco  casas,  y  Centeotl  que  parece  ser  la  misma  diosa  de  laa 
mieses.  En  el  dia  señalado  con  el  nombre  nueve  perros  se  hacía 
fiesta,  matando  cuatro  esclavos,  dos  hombres  y  dos  mujeres.  (2) 

Opochtli,  zurdo,  inventor  de  las  redes  para  pescar,  de  la  espe- 
cie de  fisga  de  tres  puntas  llamada  mimacaxíJKilU  con  que  se  cojen 
las  ranas,  de  los  lazos  para  cogerlas  aves  y  los  remos  para  remar: 
pertenecía  á  la  familia  de  los  tlaloque,  y  los  pescadores  eran  sus 
principales  devotos.  (3) 

Tepitoton  ó  Tepictoton,  pequeñitos,  dioses  domésticos  6  lares, 
de  los  cuales'  seis  debía  de  tener  en  su  casa  el  rey,  cuatro  los 
nobles  y  dos  los  plebeyos;  multitud  de  las  mismas  figurillas  ha- 
bía derramadas  por  plazas,  calles,  campos  y  montes,  como  guar- 
dadores de  todas  las  cosas.  (4) 

Piltzintecutli,  custodio  y  guardador  de  los  niños  nacidos  en 
matrimonio,  principalmente  de  los  nobles;  pintábanle  de  poca 
edad  y  hermoso;  presidía  en  la  VI  trecena  del  Tonalamatl. 

Tohualtecutli,  señor  de  la  noche,  á  quien  se  le  pedía  diese 
sueño  á  los  niños.  Tohualticitl,  madre  general  de  los  niños,  dio- 
sa de  las  cunas,  encargada  de  velar  por  sus  hijos.  (5) 

Tlamatecuhtli,  señora  anciana,  protectora  de  los  viejos.  (6) 

Ahuilteotl,  dios  apocado  por  los  vicios,  del  verbo  uhuüihuiy 
apocarse  con  los  vicios.  Numen  de  los  ociosos,  vagabundos  y  ju- 
glares, y  gente  baldía  y  despreciable.  (7) 

Xóchitl,  flor,  nombre  del  vigésimo  dia  del  mes  y  tercero  de 
los  acompañados  d^  la  noche:  bajo  el  signo  Cexochitl  tenía  lugar 
en  el  Tonalamatl,  como  símbolo  de  la  'florescencia,  con  influjo 
sobre  la  suerte  de  los  hombres.   La  misma  idea,  bajo  el  nombre 

(1)  Sahagun,  lib.  I,  cap.  XX.  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXX. 

(2)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXX. 

(3)  Sahagun,  lib.  I,  cap.  XVII.  Torquemada,  lib.  VI,  oáp.  XXX. 

(4)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXXIV. 

(5)  Torquemada,  lib.  XIII,  cap.  XX. 

(6)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XXIX. 
^7)  Boturini,  pág.  26. 


187 

Macuilzochitly  oineo  flores,  presidía  en  la  cuarta  trecena  del  To- 
nalamati  Dios  ó  diosa,  pnes  siempre  reina  el  sistema  de  duali- 
dad, era  abogada  particxdar  de  quienes  moraban  en  las  casas  de 
los  señores  y  en  los  palacios  de  los  príncipes,  (1)  j  también  de 
la  germinación  de  las  flores:  llamábanle  también  Xocbipilli,  el 
principal  que  da  flores  ó  que  tiene  cargo  de  dar  flores.  Quetzal- 
malin,  figura  fantástica  que  domina  en  la  noTcna  trecena  del 
Tonalamatl,  significando  la  vegetación  lozana  ó  el  mayor  creci- 
miento de  las  plantas.  Xochcua,  come  flores,  adorado  en  el  tem- 
pío  dicho  Netlatüoyan,  compañero  de  Nanahuatl,  buba,  (2)  y 
destructor  de  las  flores.  Macuilmalinali  y  Topantlaeaqui,  eran 
también  abogados  de  flores  y  plantas.  (3) 

Quiahuitl,  lluvia,  nombre  del  décimo  noveno  dia  del  mes,  no- 
veno de  los  compañeros  de  la  noche:  deificada  bajo  el  nombre  de 
Macuilquiahuitl. 

Cada  uno  de  los  signos  que  presidía  á  los  260  dias  del  Tona- 
lamatl, era  una  divinidad  de  mayor  ó  menor  importancia;  que 
influía  buena  ó  malaventura,  así  sobre  el  nacimiento  de  las  cria- 
turas, como  sobre  los  acontecimientos  diarios.  Todavía  se  des- 
cendía á  dar  virtud  á  los  animales  para  el  aumento  de  la  pesca 
j  de  la  caza,  encontrándose  figuras  de  divinidades  en  forma  de 
cuadrúpedos,  aves,  peces  y  reptiles.  (4) 

Faltan  por  enumerar  algunas  divinidades  mexicanas,  mas  ya 
son  de  poco  momento.  En  lo  recopilado  se  advierte,  que  la  reli- 
gión azteca  no  admite  ser  clarificada  en  ningún  sistema  puro. 
Aquel  pueblo  formó  sus  creencias  á  la  manera  que  acrecentó  su 
imperio:  sin  respeto  á  la  lengua  ni  á  las  costumbres,  puso  bajo 
BU  yugo  todas  las  naciones  á  su  alcance;  sin  considerar  si  cua- 
draban ó  no  con  sus  doctrinas,  admitió  todos  los  sistemas  de  los 
pueblos  vencidos,  formando  una  mezcla  confusa  é  incoherente. 
En  efecto,  se  ven  unidos,  un  dios  incorpóreo,  invisible,  creador 
y  sustentador  del  universo,  con  dos  dioses  al  parecer  increados, 
padres  de  una  generación  de*  divinidades;  es  decir,  la  unidad,  la 
dualidad,  la  pluralidad.  En  los  dioses,  el  sexo  se  confunde  hasta 
no  s&ber  á  cual  pertenecen.  Desde  las  ideas  más  abstractas  acer- 

(1)  Bahagun,  lib.  I,  cap.  XIV. 

(2)  Torquemada,  lib.  VIH,  cap.  XIV. 
(8)  ToTquemada,  lib.  VIII,  cap.  XTV. 
(4)  Torqnemada,  lib.  VI,  cap.  XVT. 

lo 


140 

en  forma  j  disposición:  cada  pueblo,  según  su  importancia, -se 
distinguía  por  el  tamaño  y  número  de  sus  templos.  (1) 

Mencionaremos  los  principales  teocalli,  y  de  su  descripción 
se  sacará  relativamente  la  de  los  demás.  La  ciudad  de  México, 
en  tiempos  sucesivos,  había  levantado  el  suntuoso  templo  de 
HuitzilopochtU.  (2)  La  construQpion  se  componía  de  muy  diver- 
sas partes.  Era  una  gran  superficie,  cercada  con  una  pared  de 
piedras  labradas  en  forma  de  serpientes,  entrelazadas  las  unas 
con  las  otras,  llamada  coatqpantlij  pared  ó  muro  de  culebras.  El 
muro  ofrecía  jcuatro  puertas;  salía  la  del  O.  á  la  actual  calle  de 
Tacuba,  siguiendo  la  calzada  de  Tlacopan;  la  del  N.  correspon- 
día á  la  calzada  de  Tepeyacac;  la  del  E.  terminaba  en  la  costa 
de  la  islA  en  donde  estaba  situada  la  ciudad,  en  el  embarcadero 
del  lago,  y  la  cuarta  al  S.  para  la  calzada  de  Goyohuacan:  calles 
y  caminos  estaban  sacados  en  línea  recta  por  una  y  dos  l^uas, 
con  objeto  de  que  los  devotos  pudieran  descubrir  el  templo  des- 
de lejos.  ,^^ 

En  el  centro  de  este  cercado  se  alzaba  el  gran  teocallL  Era 
una  construcción  maciza,  rectangular,  de  cuatro  á  cinco  metros 
de  altura;  sobre  ella  seguía  otra  semejante,  mas  no  de|as  mismas 
dimensiones,  pues  igualando  con  la  anterior  por  una  cara,  por 
los  otros  lados  disminuía  en  anchura,  dejando  un  espacio  ó  pa- 
sadizo con  el  interior  por  el  cual  podían  caminar  tres  ó  cuatro 
hombres  de  frente;  seguían  del  mismo  modo  los  diferentes  pisos, 
hasta  el  último  que  presentaba  una  superficie  lisa  é  igual:  el 
conjunto  asumía  la  forma  de  una  pirámide  truncada.  La  cara 
unida  no  era  vertical,  sino  inclinada  hacia  la  parte  interior,  y  en 
ella  estaba  construida  la  escalera,  de  un  sólo  tramo  de  alto  á  ba- 
jo, (3)  con  ciento  y  veinte  escalones  de  un  pié  cada  uno  de  altu- 
« 

(1)  P.  Mendieta^  lib.  ÍI,  cap.  Vil.  Torqaemada,  lib.  YI^  cap.  IX. 

(2)  Los  espafioles  llamaron  á  los  teocali!,  Cú  en  singular  y  Ctiea  en  plural;  el  pri- 
mero es  Yoz  de  la  lengua  de  las  islas,  el  segundo  de  formadon  castellana. 

(8)  Las  dimensiones  suministradas  por  los  testigos  de  vista  so  van  conformes;  es 
natural,  no  todos  podían  tener  la  misma  práctica  para  tomar  medidas  i  ojo.  De  aquí 
Insulta,  que  mientras  Torquemada,  lib.  YIII,  cap.  XI,  da  á  la  cepa  inferior  la  forma 
cuadrada  y  trescientos  setenta  pie's  de  esquina  á  esquina,  Tezozomoo,  Crónica  Me- 
xicana, cap.  87,  MS.|  acepta  la  figura  de  paraleldgramo,  con  125  brazas  por  el  lado 
mayor  y  90  par  el  menor.  lia  misma  discordancia  en  la  altoza  vertícal,  que  según  el 
mismo  Tétozomoc,  cap.  50,  subía  á  160  estados. 


141 

ra.  (1)  Éltos  eran  de  piedras  labradas;  el  resto,  reforzado  con 
manipostería,  estaba  encalado  y  bruñido,  presentando  una  vista 
muy  hermosa. 

La  superficie  superior,  propiamente  el  atrio,  quedaba  cercada 
con  un  pretil  galano,  labrado  de  piedras  menudas  negras,  sobre 
campo  blanco  y  colorado;  encima  unas  almenas  á  manera  de  ca- 
racoleSy  y  en  los  remates  de  los  estribos  dos  figuras  de  piedra, 
sentadas,  con  unos  candeleros  en  las  manos  rematando  en  unas 
como  mangas  de  cruz,  de  plumas  amarillas  y  verdes.  Miraba  la 
escalera  al  Oeste;  á  corta  distancia  de  ella  quedaba  el  techcatl  6 
piedra  del  sacrificio,  y  .en  el  lado  opuesto,  es  decir,  al  E.  veíanse 
las  capillas  de  los  dioses.  Eran  dos,  cada  una  de  tres  cuerpos, 
el  primero  de  mampostería,  los  otros  dos  de  madera  rematando 
en  chapiteles  curiosos:  en  la  una  se  adoraba  á  Huitzilopochtli  y 
en  la  otra  á  Tlaloc.  Grande  era  la  altura  de  estas  capillas,  au- 
mentando con  mucho  la  general  del  edificio. 

Al  pié  de  la  escalera  se  encontraban  los  .dos  grandes  braseros 
en  que  perpetuamente  ardía  el  fuego  sagrado.  Todo  el  patio  es- 
taba empedrado  de  grandes  lozas,  tan  bruñidas  que  con  frecuen- 
cia se  deslizaban  los  pies.  Quedando  libre  un  espacio  para  las 
ceremonias  y  bailes  religiosos,  el  resto  del  patio  se  veía  ocupado 
por  multitud  de  teocalli  menores,  estanques  y  fuentes  para  las 
abluciones,  casas  de  penitencia,  depósitos  de  las  vestiduras  y 
de  los  adornos  de  los  dioses,  habitaciones  para  los  socerdotes, 
lugares  para  los  diversos  géneros  de  sa<5rificio,  copiosos  depósi- 
tos de  armas,  y  en  fin,  cuanto  era  menester  para  las  prácticas  de 
aquel  complicado  culto.  Para  formar  idea  aproximada  de  la  ex- 
tensión del  atrio  superior,  recordaremos  que  Oortés  nos  dice  que 
ahí  se  fortificaron  quinientos  nobles  para  defenderse;  la  parte 

(1)  Glarigero,  tom.  I,  pág.  ,248,  y  en  ell«  le  signe  Prescott,  niega  qne  fuera  una 
escalera  sola,  y  afirma  que  eran  tantas  escaleras  como  pisos  contaba  el  edificio.  Por 
más  citas  que  en  abono  de  su  doctrina*  alegue,  es  absolutamente  falsa.  Cegado  por 
el  dibujo  de  fantasía  que  acompafia  en  Bamusio  la  Relación  del  conquistador  anóni- 
mo, torció  á  BU  sabor  los  textos  de  ^ste,  de  Gort<^s;  de  Bemal  Díaz  y  de  Sahagim, 
las  cuáles  bien  interpretadas  dicen  lo  contrario  &  en  proposito.  En  el  templo  de  Hui. 
tzüopochüila  escalera  era  una  sola.  El  P.  Duran  y  Acosta  cuentan  120  escalones, 
mientras  Tozozomoc,  láp.  87,  le  supone  860.  La  repetida  escalera,  aunque  una  so- 
la, aparece  disidida  de  alto  á  bajo  en  las  pinturas,  en  dos  ó  tres  secciones  parale- 
las, admitiendo  tres  compartimientos,  resultarían  los  120  escalones  completos,  ó  860 
fracciones. 


142 

descubierta  del  patio,  donde  fué  la  matanza  ejecutada  por  AlTa- 
rado,  podía  contener  danzando  en  rueda  al  rededor  del  teoealli, 
de  ocho  á  diez  mil  personas.  (1) 

No  cuadrando  á  nuestro  propósito  hacer  una  minuciosa  des* 
crípcion  de  todo  el  edificio,  preciso  se  hace  detenesnos  ante  dos 
objetos,  que  por  su  originalidad  llaman  la  atención.  £1  uno  el 
Tzompantli,  lugar  destinado  á  conservar  las  cabezas  de  los  pri- 
sioneros sacrificados.  Según  un  testigo  de  vista: -^  "Bstaban 
frontero  de  esta  torre  sesenta  ó  setenta  vigas  muy  altas,  hinca- 
das derivadas  de  la  torre  cuanto  un  tiro  de  balleta,  puestas  so- 
bre un  treatro  (sicj  grande,, hecho  de  cal  é  piedra,  é  por  las  gra- 
das del  muchas  cabezas  de  muertos  pegadas  con  cal,  6  los  dien- 
tes hacia  fuera.  Estaba  de  un  cabo  é  de  otro  destas  vigas  dos 
torres  hechas  de  cal  é  de  cabezas  de  muertos,  sin  otra  alguna 
piedra,  é  los  dientes  hacia  fuera>  en  lo  que  se  pudie  aparecer,  é 
las  vigas  apartadas  una  de  otra  poco  menos  que  una  vara  de  me- 
dir, é  desde  lo  alto  dellas  fasta  abajo  puestos  palos  cuan  espesos 
cabien,  é  en  cada  palo  cinco  cabezas  de  muerto  ensartadas  por 
las  sienes  en  el  dicho  palo:  é  quien  esto  escribe,  y  un  Gomialo 
de  Ymbría,  contaron  los  palos  que  habie,  é  multiplicando  á  cinco 
cabezas  cada  palo  de  los  que  entre  viga  y  viga  estaban,  como  di- 
cho he,  hallamos  haber  ciento  treinta  y  seis  mil  cabezas."  (2) 
Después  de  sacrificado  el  prisionero,  recogido  el  cadáver  por  el 
cautivador  y  comida  la  carne,  la  cabeza  era  entregada  á  los  sa- 
cerdotes, quienes  horadándola  por  las  sienes  la  colocaban  en  las 
varas  del  tzompantli;  en  su  lugar  permanecía,  hasta  que  despe- 
dazada por  la  intemperie  era  sustituida  con  otra.  Este  de  que 
acabsiPios  de  hablar  era  el  mayor,  pue»  consta  de  Sahagun  que 
ahí  mismo  había  otros  menores:  horribles  osarios  que  áñXL  tes- 
timonio de  aquella  desatinada  religión. 

(1)  En  esta  ligera  descripción  tomamos  por  principales  guías»  F.  Duian^  segunda 
parte,  cap.  II.  MS.  Acosta,  lib.  V,  cap.  XIIJ.  Oodioe  Bamírez,  MS.  Pueden  cónsul- 
tarse  para  la  multitud  de  pormenores  que  faltan,  Ck>nquÍ8tador  anónimo.  Documen- 
tos de  García  Icazbalceta,  tom.  I,  pág.  884.  Motolinii^  trat.  I,  cap.  XH.  P.  Sahagun, 
tom.  I,  pág.  197  y  siguientes.  P.  Mendieta,  lib.  XI,  cap.  VIL  Torqnemada,  lib. 
viu,  cap.  XL  Véase  Clavigero,  tom.  I,  pág.  240,  para  las  diíerenciaB  que  hemoa 
acentado. 

(2)  Belacion  de  Andrés  de  Tapia,  Documentos  para  la  Hist  de  México  por  D. 
Joaquín  García  Icazbalceta,  tom.  n,  pág.  583.  P.  Doran*  segunda  parte,  cap.  11, 
MS.  Acosta,  lib.  Y,  cap.  XTTI. 


/ 


143 

El  otro  objeto  era  el  templo  de  Quetzalcoatl,  el  linico  que  por 
la  forma  se  distinguía  de  los  demás.  Éste  descansaba  sobre  una 
sola  cepa,  á  la  cual  se  subía  por  gradas;  había  encima  un  edificio 
redondo  cubierto  con  un  chapitel  curiosamente  labrado;  la  puer- 
ta era  estrecha  y  figuraba  la  boca  abierta  de  una  serpiente  feroz, 
con  sus  ojos,  dientes  y  colmillos,  poniendo  espanto  en  el  cora- 
zón de  quienes  se  acercaban.  (1)  Hasta  en  su  santuario  se  dife- 
renciaba Quetzalcoatl  de  las  otras  divinidades. 

En  este  gran  Panteón  estaban  encerrados,  no  solo  los  núme- 
nes nacionales,  más  también  todos  los  de  los  pueblos  conquista- 
dos. Cada  uno  tenía  su  templo,  sus  sacerdotes  y  guardadores, 
su  culto  particular.  Pasaban  de  cinco  mil  las  personas  aposen- 
tadas por  el  patio,  entre  ministros,  servidores,  mancebos  y  mu- 
jeres consagradas  á  las  diversas  faenas.  En  cada  altar  se  encen- 
día  fuego,  así  que  por  la  noche  la  üuminacion  presentaba  nn  as- 
pecto  sorprendente.  Beinaban  el  aseo  y  la  compostura  por  to- 
das partes,'  cada  objeto  parecía  nuevo,  y  su  magnífico  conjunto 
logró  cautivar  la  admiración  de  los  conquistadores. 

Bival  de  este  templo  era  el  de  Texcoco:  copiamos  de  un  origi- 
nal poco  conocido  la  descripción,  con  s/i  ingenuo  lenguaje. — "El 
templo  pxincipalde  estos  ídolos  Huitzilopochtli  y  Tlaloc,  estaba 
edificado  en  medio  de  la  ciudad,  cuadrado  y  macizo  como  terra- 
pleno de  barro  y  piedra,  y  solamente  las  haces  de  cal  y  canto. 
Tenía  en  cada  cuadro  ochenta  brazas  largas  y  de  alto  veinte  y 
siete;  tenía  ciento  y  sesenta  escalones  á  la  parte  de  poniente  por 
donde  á  él  se  subía.  Comenzaba  su  edificio  desde  sus  cimientos, 
de  tal  forma  que  como  iba  subiendo  se  iba  disminuyendo  y  es- 
trechando de  todas  partos  en  forma  piramidal,  y  de  trecho  á  tre- 
cho hacía  un  descanso  como  poyo  al  rededor  de  todo  él,  como 
camino  de  un  estado  en  medio  de  las  gradas  que  subía  de  abajo 
arriba  hasta  la  c;imbre,  que  era  como  división  para  hacer  dos 
subidas  que  entrambas  iban  á  parar  en  un  patio,  que  en  lo  más 
alto  de  al  se  hacía,  en  donde  había  dos  aposentos  grandes,  el  uno 
mayor  que  el  otro;  en  el  mayor  que  estaba  á  la  parte  del  sur,  es- 
taba el  ídolo  Huitzilopochtli,  y  en  el  otro  que  era  el  menor,  que 
estaba  á  la  parte  del  norte,  estaba  el  ídolo  Tlaloc,  que  ellos  y 
los  aposentos  miraban  á  la  parte  de  poniente,  y  por  delante  el 

(1)  Torquemadft,  lib.  Vm,  cap.  XI.  MotoUnia,  trat  1,  oap.  XII. 


144 

patio  que  se  ha  dicho,  prolongado  de  norte  á  snr,  muy  llano  j 
lucido,  j  tan  capaz  que  cabían  en  él  sin  pesadumbre  quinientos 
hombres,  y  al  un  lado  de  él  hacia  la  puerta  del  aposento  mayor 
de  Huitzilopochtli,  una  piedra  levantada  de  una  vara  en  alto, 
con  lo  alto  de  ella  al  talle  de  un  cofre  tumbado  que  llamaban 
teohcaü  donde  sacrificaban  los  indios.  Estos  ídolos  estaban  sen- 
tados, sin  embargo  que  se  han  puesto  parados,  porque  se  ha  he- 
cho por  dar  mejor  á  entender  su  forma,  talle  y  compostura.  Te- 
nía cada  aposento  de  estos  tres  sobrados,  que  se  mandaban  por 
de  dentro  de  uno  en  otro,  con  una  escalera  de  madera  movediza. 
Teníanlos  llenos  de  munición  de  todo  género  de  ^.rmas,  especial- 
mente de  macanas,  rodelas,  arcos  y  flechas,  lanzas  y  guijarros, 
y  todo  género  de  vestimentas  y  arreos  de  guerra.  (1) 

Nezahualcoyotl,  el  rey  filósofo  y  poeta,  había  mandado  cons- 
truir en  Texcoco  un  templo  al  dios  increado  y  desconocido.  Se- 
gún el  historiador  de  aquel  príncipe: — "En  recompensa  de  tan 
grandes  mercedes  que  había  el  rey  recibido  del  dios  incógnito  y 
criador  de  todas  las  cosas,  le  edificó  un  templo  muy  suntuoso, 
frontero  y  opuesto  al  templo  mayor  de  Huitzilopochtli,  el  cual 
fuera  de  tener  cuatro  descansos  el  Cú,  y  fundamento  de  una  to- 
rre altísima  que  estaba  edificada  sobre  él  con  nueve  sobrados» 
que  significaban  nueve  ciclos,  el  décimo  que  servía  de  remate  de 
los  otros  nueve  sobrados,  era  por  la  parte  de  afuera  matizado  de 
negro  y  estrellado;  por  la  parte  interior  estaba  todo  engastado 
de  oro,  pedrería  y  plumas  preciosas,  .colocándolo  al  dios  referido 
y  no  conocido  ni  visto  hasta  entonces,  sin  ninguna  estatua  ni 
forma  su  figura.  El  chapitel  referido  casi  remataba  en  tres  pun- 
tas, y  en  el  noveno  sobrado  estaba  un  instrumento  que  llamaban 
ChüiUÜif  de  donde  tomó  el  nombre  este  templo  y  torre,  y  en  él 
así  mismo  otros  instrumentos  musicales  como  eran  las  cornetas, 
flautas,  caracoles  y  un  artesón  de  metal  que  llamaban  tetzilo^ 
caüf  que  servía  de  campana,  que  con  un  martillo  ashnismo  de 
metal  le  tañían,  y  tenía  casi  el  mismo  tañido  de  una  campana;  y 
uno  á  manera  de  atambor,  que  es  el  instrumento  con  que  hacen 
las  danzas,  muy  grande;  este,  los  demás,  y  en  especial  el  llamado 
ChüüiÜiy  se  tocaban  cuatro  veces  cada  dia  natural,  que  era  á  las 
horas  que  atrás  queda  referido  que  el  rey  oraba."  (2)  Por  lafor- 

(1)  Relación  de  la  ciudad  de  Texooco  por  Juan  Bautista  Pomar,  H8.  ^ 

(2)  Ixtlilxochitl,  Hist.  chichimeca,  cap.  45.  MS. 


146 

IBA  este  tom{^  apaareoe  muy  paiticiilar;  la  Mpeoíe  de  oun^tóa 
Mueidá  usos  asiáticos  ó  criiFtiañoBy  y  por  la  aplicación  resulta 
ter  el  dnico  eouBágftbdo  á  tma  idea  filosófica  de  la  Divinidad. 

En  otro  lugar  dimoB  noticia  de  las  piráanides  de.  Teotikuacan 
y  de  Cliolollan»  qtie  si  bien  estaban  aprotediadas  como  teiooiplosi 
(xmesponden  á  los  tiempos  antehistóricos:  estas  obras  son  las 
mayores  de  su  g^ero,  dejando  muy  atrás  -por  sus  dimensiones  á 
los  teocalli  de  México  y  de  Texcoca  El  niSmero  de  los  edificios 
leligíosoB  no  puede  ser  fijado  ni  aun  de  una  manera  aproximada; 
entre  grandes^  medianos  y  pequeños;  en  las  ciudades,  en  las  llar 
nuras,  en  los  montes,  la  superstición  los  había  multiplicado  de 
una  manera  prodigiosa. 

l^asando  al  ctüto,  Jlama  la  atención  el  gran  niomero  de  festíti* 
dades  preTenidas  por  el  rituaL  En  cada  uno  de  los  diez  y  ocho 
meses  se  hada  solemne  fiesta  á  la  divinidad  que  en  él  presidía; 
solemnizábase  el  signo  de  cada  uno  de  los  días  con  que  comen* 
saban  las  trecenas;  muchas  fechas  del  Tonálamatl  pedían  vícti- 
mas y  preces;  cada  conocimiento  humanoi  cada  una  de  las  accio* 
usa  subsidiarias  tenían  su  patrón  particular;  se  acudía  á  los  nú* 
manes  para  pedirles  su  auxilio  en  la  guerra,  su  defensa  contra  la 
pesie,  su  liberalidad  en  el  hambre;  las  estaciones,  los  fenómenos 
meteorológicos,  los  acaecimientos  astronómicos,  pedían  sacrifi* 
cios;  los  acontecimientos  públicos  faustos  6  adversos  traían  ac* 
don  de  gracias  ú  ofrendas  para  aplacar  á  las  divinidades,  y  las 
fiestas  fijas  y  movibles,  y  las  que  inventaba  la  devoción  particu* 
lar,  hacían  continua  é  interminable  la  asistencia  á  los  templos. 
(1)  Los  móxioa  pasaban  su  tiempo  combatiendo  ú  orando. 

La  mayor  reverencia  ó  acatamiento  á  los  dioses  consistía  en 
inclinar  el  cuerpo,  tocar  la  tierra  con  el  dedo  mayor  de  la  mano 
derecha  y  llevar  el  polvo  á  la  boca;  la  misma  ceremonia  se  prac* 
iieaba  delante  de  personas  de  alta  consideración.  Era  descono- 
cido el  ponerse  de  rodillas;  delante  de  los  númenes  permanecían 
en  eacHUas,  conservando  esta  postura  ante  los  superiores,  en 
las  conversaciones  y  en  los  actos  de  la  vida  doméstica.  (2)  En  la 
oración  pedían  el  remedio  de  sus  necesidades;  probable  es  que 
en  el  ritual  estuvieran  determinadas,  ó  la  costumbre  tuviera  ad- 
ntiitidas  algunas  preces,  que  en  ciertos  casos  se  repitieran  de 

(1>  Cumplida  idea  de  ello  da  el  P.  SaliagOD,  toa.  I,  ptfg.  50,  328. 
C2>  P.  Hendieta,  Ub.  II,  cap.  XI. 

19 


146 

memoria;  así  lo  dejan  entender  al  menos  las  conservadas  porlog 
autores.  (1)  Aquel  pueblo  ceremonioso,  que  para  cada  acontecí* 
miento  guardaba  preparada  una  arenga,  no  debía  mostrarse  cor* 
to  en  lo  tocaj^te  á  la  religión. 

La  música,  el  canto  y  la  danza  formaban  parte  del  culto.  Vi- 
mos que  el  sol  dio  á  los  devotos  de  Tezcatlipoca  el  gran  tambor 
llamado  huehueÜ  j  el  instrumento  de  madera  nombrado  tqxmaa- 
Üi;  (2)  tocados  por  medio  de  baquetas,  eran  propios  para  mar- 
car el  compás  en  el  canto  y  en  el  baile:  añadíanse  alguna  vez  los 
pitos  y  los  caracoles.  Los  cantares  eran  á  honra  de  los  dioses; 
como  en  las  oraciones,  se  loaban  las  virtudes  del  numen,  ó  se 
pedía  remedio  para  las  necesidades  públipas  6  privadas.  Los 
cantares  en  el  mes  Tecuilhuitontli  eran  de  s^mores,  dulces  histo-  ^ 
rias,  riesgos  en  cazas  y  monterías,  hazañas  de  los  hombres  y  su- 
cesos notables;  (3)  si  para  éstos  eran  alegres,  tomábanse  en  tristes 
y  melancólicos  en  las  exequias  de  los  difuntos  y  en  las  memorias 
de  los  muertos.  Las  danzas  religiosas  casi  siempre  eran  simbó- 
licas, y  las  habíii  dedicadas  á  ciertas  deidades;  bailaba  en  ocar 
siones  particulares  el  rey,  y  según  los  casos  rituales  los  sacer- 
dotes, los  guerreros,  los  mancebos,  las  mujeres  y  las  doncellas 
consagradas  á  los  templos,  bien  una  sola  clase,  bien  mezclados 
3egun  lo  pedido  por  la  costumbre. 

El  huehuetl  se  compone  de  un  armazón  cilindrico  de  madera  de 
unos  dos  pies  de  diámetro  y  cinco  de  alto;  la  cara  inferior,  libre, 
tiene  tres  ó  cuatro  varillas  gruesas,  de  poca  altura,  que  le  sirven 
para  sustentarse;  en  la  cara  superior  lleva  tirante  una  piel  cur- 
tida de  venado:  según  el  parche  está  más  ó  monos  tirante  produ- 
ce el  son  más  ó  monos  grave.  Tocábase  hiriendo  sobre  la  piel  con 
los  dedos  ó  las  manos,  ó  bien  con  dos  gruesos  bolillos,  cuyo  ex- 
tremo estaba  cubierto  con  una  pelota  de  tiUi:  oyónse  desde  bien, 
lejos  los  roncos  y  lúgubres  sonidos  de  este  tambor.  El  tepanazüi 
es  también  un-  cilindro  hueco  de  madera^  que  en  la  parte  con- 
vexa ofrece  una  ranura,  que  en  unión  de  otras  cuatro,  .dejan  IL- 
bres  doa  lengüetas,  separadas  por  tres  de  los  lados;  frontera  vlxx& 
de  otra^  sobre  ellas  se  hiere  con  bolillos,  produciendo  dos  tonos 

(1)  P.  Sahagun  Ub.  VI. 

(2)  Torquemada,  lib.  VI,  oap.  XTíTTT. 

(3)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XXXTV. 


rznf" 


lá7 

diferenteB,  algo  mates  y  siempre  lúgubres.  Los  pitos  y  flautillas 
arrojan  silvos  agudísimos;  los  caracoles  y  bocinas  dan  sonidos 
graves.  (1)  Los  mexicanos  no  eran  músicos.  £1  canto  se  resentía 
dé  monótono;  sabían  cambiar  de  compases  avivando  y  dando  ma« 
yor  vida  á  la  entonación,  mas  no  pasaban  de  ciertoip  ritmos  muy 
marcados. 

Mucho  caso  hacían  del  baile  y  del  canto,  por  lo  cual^los  reyes 
7  señores  mantenían  maestros,  que  fuera  de  saber  lo  admitido  ya 
para  los  dioses  y  las  festividades,  pudieran  componer  cantares  y 
danzas  en  los  nuevos  acontecimientos.  En  las  reuniones  particu* 
lares  eran  pocos. los  danzantes,  aumentando  según  las  circuna- 
tancias,  creciendo  el  número  hasta  millares  en  las  fiestas  solem- 
nes y  públicas.    Los  bailarines,  cuando  pocos,  se  colocaban  en 
dos  filas,  que  adelantaban  haciendo  sus  pasos  en  hilera,^  ó  bien 
puestos  rostro  á  rostro  se  mezclaban  y  confundían.  Si  eran  mu- 
chos, la  música,  colocada  sobre  esteras  finas,  ocupaba  el  centro^ 
mientras  ellos  formaban  alrededor  oírcxdos  concéntricos,  más  y 
más  amplios  á  medida  que  de  la  músic^  se  alejaban.    Junto  al 
centro  estaban  dos  ó  cuatro  personas,  los  corifeos  del  b^üe;  los 
danzantes  quedaban  colocados  de  manera  que  formaban  como 
radios  de  los  círculos,  pues  cada  uno  tenía  por  parejai  ya  á  la 
persona  de  los  lados,  ya  á  la  dé  adelante,  ya  á  la  de  abras.  Dada  la 
señal  se  comenzaba  con  un  compás  lento;  consistía  la  destreza  en 
que  la  música,  el  canto  y  la  danza,  llevaran  un  perfecto  acorde; 
las  voces  no  se  desentonaban,  cada  danzante  alzaba»  como  impul- 
sado por  un  resorte,  la  misma  mano,  bajaba  el  mismo  brazo»  mo- 
vía el  mismo  pié.    Gomo  *era  natural,  los  del  primer  círcxdo  se 
meneaban  con  cierta  lentitud;  mas  á  medida  que  se  alejaban  del 
centro,  como  en  el  mismo  tiempo  tenían  que  recorrer  mayor  cir- 
cunferencia, la  velocidad  iba  siendo  más  y  más  grande.  Acabada 
una  estrofa  y  repetida,  mudábase  el  compás  en  más  vivo  sucesi- 
vamente, hasta  que  los  últimos  danzantes  debieran  tomar  una 
rapidez  vertiginosa.  Entre  las  circunferencias  había  pequeños 
niños  siguiendo  la  danza,  y  truhanes  ó  chocarreros  bajo  disfraces 
risibles,  diciendo  dichos  agudos  ó  picantes,  para  regocijar  á  los 
espectadores.  Estos  espectáculos  coreográficos  duraban  por  mu* 
chas  horas;  los  danzantes  fatigados  eran  sustituidos  por  otros, 

(1)  Torquemada»  lib.  XIV,  cap.  XI. 


I 


148 

.WÉdlülu  6irte)rae  tomaban  el  lugar  de  las  que  se  retíraban  á  co- 
m/Bt  6  te&Moar.  Atmdían  601:1  sus  inejofes  ferajesi  adornos  y  joyas; 
liétabati  en  las  manos  ^umajes  vistosos,  flores  j  ramilletes,  y  ¿ 
iféééB  se  coronaban  con  guiliíaldas.  Era  éspeotáetdo  digno  de 
fildmiradion.  (1) 

En  las  festividades,  y  principalmente  en  la  de  las  flores,  los 
alAeéa  usabcüi  adornar  profusamente  los  templos  de  ramád  y  de 
tosas;' elSGogiém  las  yerbas  aromáticas.  Eniare  las  flores  era  sim- 
bélica  el  oooivfxMif  que  ''es  de  olor  muy  suave  y  fragante,  como 
el  4é  ^1  albahaca  y  mejorana,"  y  entre  las  plantas  las  ramas  y 
ias  bojas  del  t^i^otl.  El  óUMuqui  por  otro  nombre  coomA^itf,  yer- 
ba dé  culelnras,  la  tomaban  los  sacerdotes  para  entrar  en  cierto 
estado  de  visión  y  recibir  respuesta  á  sus  dudas.  (2) 

Ofrendaban  plumas  finas  para  el  adorno  de  los  altares  y  de  los 
dioses;  las  victimas  er^  adornadas  con  glumas  según  lo  reque-  • 
ría  el  rito,  y  las  blancas  de  gallina  se  tenían  por  simbólicas. 
Usábase  el  papel,  amañy  en  el  adorno  de  los  prisioneros,  así  co- 
mo en  multitud  de  ministerios  del  culto.  Pedían  los  ritos  el  oxitl, 
^'Ung&ento  de  trementina,"  y  el  ocotzoíl,  "resinado  pino  6  tremen- 
tina," {3)  paara  pegar  las  plumas  á  la  cabeza  ó  ungir  ciernas  par- 
tes del  cuerpa  El  cUin  ó  vBm,  (hule,  goma  elástica)  era  simbólico 
chorreado  sobre  los  papeles,  ó  en  marcas  en  los  carrillos  y  sienes 
dé  las  víctimas,  y  aun  de  los  dioses. 

Se  hacia  general  ofrenda  de  los  frutos  de  la  tierra;  mas  las  se- 
millas místicas  eran  dos  principalmente,  la  chian  y  el  JiuaiMlu 

M  copoSí  servía  de  tohumerio  para  las  personas  de  distinción, 
y  de  incienso  para  los  dioses.  ^^CopcMiy  dice  el  P.  Motolina,  (4) 
es  género  de  incienso  que  corre  de  un  árbol,  el  cual  en  cierto 
tiempo  del  año  punzan  para  que  salga  y  corra  aquel  licor,  y  po- 
nen debajo  ó  en  el  mismo  árbol  atadas  unas  pencas  d6  maguey. . . 
y  aMí  caen  y  se  cuajan  unos  panes  de  la  manera  de  la  jibia  de  los 
plateros;  hácese  de  este  copalli  revuelto  con  aceite  muy  buena 

trementina Algunos  dicen  que  este  copalli  es  mirra  probatí- 

sima."  Sacadas  por  sajamiento  ó  producidas  naturalmente,  varías 
plantas  producían  resinas  que  daban  humos  odoríferos,  conoiñdas 

(1)  Toxqnemada,  lib.  XIV,  cap.  XI. 

(2)  Vetanoourt,  Teatro  Mexicano,  P.  1,  T.  2.  niün.  210. 
(8)  Vocabulario  do  Molina. 

(4)  Hi8t*  de  los  indios,  trat.  I,  cap.  VII. 


U9 

por  }os  meiicanos  bajo  el  nombre  ge^árioo  de  eo{]i^Ui.  Taleft  was 
el  ChpalovakuUi^  árbol  de  eópal,  que  BAoe  en  tieanrmí  caUenteil.éd 
G^em^Yaca,  Copalla  y  Miehoaean;  el  CepokuakuiU  p&ücihuc^i^ 
da  la  resina  blanoa  y  es  parecida  á  lo  que  llaman  los  espa&^iM 
zumaque;  el  Tep^copdU^  eopal  de  oerro,  deatüael  incienso  lUm%- 
do  de  Judesbi  abundante  en  Filipinas  y  dicho  en  España  immo 
da  las  indias;  el  JS[QchioopáB,i^  eopal  de  rosas  ó  floridOi  abnnda^to 
en  Colima  j  Micboacan  á  donde  lo  llaman  cM^ra^caua;  él  Oot 
fohuaMboíiotlf  copal  del  árbol  leproso^  con  una  viM^iedad;  c^l  Oui^ 
ÜaoopaUi,  excremento  de  copal,  producto  del  Xioctiabuitl  6  palo 
leproso;  Tztruimncuiüacopallif  copal  de  estiércol  de  murciéliígo; 
Ci^páHi  de  TotQtepec;  el  Tecop(d4nujAvtíl  pitzohmCi  y  por  ultimo  el 
TeocopaUi  6  copal  de  los  dioses.  (1), 

En  la  fiesta  que  en  el  mes  ToxcaÜ  se  hacia  á  howa  de  Hultai*- 
lopochtU,  llamada  del  incienso  de  HuitzilopochtU,  en  lugar  do 
oopaUi  86  quemaba  chapopotU  {%)  (chapopote,  aceito).  ^%l  cba- 
popotli,  que  llaman  los  espa&oles  betún  indico^  y  por  otro  wm- 
brQ  chicle  (tzide)  prieto,  sale  de  unos  manantiales  de  la  costa  á^ 
]?ánAco,  y  líquido  entra  en  la  mar  del  Norte»  y  cuájase  en  peda- 
zos, el  negro  que  tira  á  rubio  la  resaca  lo  echa  á  las  orillaSi  vén- 
dese en  los  mercados,  y  lo  compran  Us  mujeres  para  mascar, 
limpia  y  conforta  los  dientes,  su  olor  es  tan  agudo  y  fétido  cqi»o 
el  de  la  ruda."  (3) 

!ES1  aytmo  era  práctica  general;  consistía  en  hacer  ilaicamenta 
una  comida  ligera  durante  el  dia,  y  á  veces  otra  en  la  noche*  Se- 
gún la  solemnidad,  el  pueblo  entero,  contados  aun  los  niaoa» 
ayunaba  por  espacio  de  dos,  cuatro,  cinco  y  dies  dias,  y  en  esos 
tiempos  los  casados  se  abstenían  de  sus  esposas.  I40S  sacerdotes 
daban  el  ejemplo  en  la  austeridad  de  sus  cuaresmas  de  veinte 
y  de  cuarenta  días,  contándose  una  de  ochenta  dias  muy  traba* 
josa.  (4) 

Distinguíanse  las  penitencias  por  dolorosas  y  cruentas*  Según 
la  devoción  6  las  prescripciones  del  rito  sacábanse  sangre,  pi- 

(1)  Vetaaooort»  P.  !•  T.  9,  niítn.  173-77.  De  la  naftonlen  y  Tirtades  de  las  ^kn- 
tas  por  Tr.  Francisco  Ximénez,  cap.  I  á  VII,  lib.  I,  s^g,  pfirt.-*<)opal,  por  D.  Iiee- 
nardo  Oliya.  La  Katoraleza,  tom.  I,  pág.  37. 

(2)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XVI. 

(3)  Vetanoonrt,  P.  1.  T.  2,  niím.  188. 

(4)  Mendieta,  lib.  II,  cap.  ZVII. 


I 

L 


150 

candóse  y  hora4ándose  con  nna  espina  de  maguey  las  piernas,  en 
espinillas  y  mnslos,  los  molledos  de  los  brazos,  los  pechos  y  las 
orejas;  las  espinas  teñidas  en  sangre  ofrecíanlas  á  los  pies  de  los 
ntimenes,  ó  las  qnemaban  en  su  loor.  Horadábanse  las  orejas  por 
el  cartílago,  y  sacaban  por  el  horado  pajas  ó  cañas  de  mayor  ó 
menor  tamaño,  en  más  ó  menos  número,  ofreciéndolas  en  mano* 
jos.  sangrientos  como  pruebas  de  su  piedad.  Oon  una  navaja  de 
obsidiana  sajábanse  la  lengua,  y  por  la  herida  sacaban  sucesiva- 
mente aquellas  cañas  ásperas,  causándose  un  dolor  insoporta- 
ble. (1)  Muestra  de  tan  atroz  procedimiento  ofrece  la  lám.  83  del 
Códice  Telleriano  Bemense. 

En  Tehuacan  había  de  continúo  cuatro  sacerdotes  mancebos 
llamados  Monaukoduhzauhqve,  ayunadores  de  cuatro  años.  Por 
vestido  llevaban  en  todo  tiempo  una  manta  delgada  y  un  maxtUxU, 
j  solo  lo  renovaban  de  año  en  año;  su  cama  era  el  suelo  desnudo 
7  por  cabecera  «na  piedra;  ayunaban  diariamente,  tomando  por 
alimento  una  sola  vez  al  dia  una  única  tortilla  del  peso  de  unas 
dos  onzas  y  una  escudilla  de  cUóUi;  sólo  de  veinte  en  veinte  dias, 
en  las  fiestas  solemnes  de  los  meses,  podían  comer  lo  que  tenían. 
Ocupábanse  en  orar  y  alabar  á  los  dioses;  dos  velaban  una  no- 
che sin  dormir  sueño,  y  los  otros  dos  la  noche  siguiente,  de  ma- 
nera que  no  tomaban  descanso  mas  de  cada  cuarenta  y  ocho 
horas;  cantaban  continuamente,  sacábanse  sangre  del  cuerpo, 
ofrecían  incienso  cuatro  veces  durante  la  oscuridad,  y  de  veinte 
en  veinte  dias  se  sacaban  por  un  agujero  practicado  en  lo  alto  de 
las  orejas  hasta  sesenta  cañas  gruesas,  que  ensangrentadas  depo- 
sitaban á  los  piós  del  ídolo,  para  quemarlas  al  fin  de  la  peniteneia. 
Duraba  ésta  cuatro  años.  Si  alguno  moría  era  inmediatamente 
reemplazado,  si  bien  su  muerte  se  tenía  por  mal  agüero,  como 
presagio  de  gran  mortandad  en  el  comxm  y  de  la  pérdida  de  se- 
ñores y  principales.  (2) 

Los  sacerdotes  de  Tlaxcalla  celebraban  á  su  dios  Oamaxtli  una 
fiesta  de  cuatro  en  cuatro  años,  Uamada  Teoxihuitl,  año  divino. 
Preparábanse  con  exquisitas  ceremonias;  carpinteros  que  habían 
orado  y  ayunado  labraban  irnos  palos  gruesos  como  el  dedo  pul- 
gar ó  índice,  y  como  entrambos  unidos,  y  largos  hasta  de  una 

(1)  P.  Sahagan,  tom.  I,  pág.  213.— Mendieta,  lib.  11^  cap.  XV. 

(2)  Hotolina,  tiat.  I,  cap.  IX.->Mendieta^  lib.  H,  cap.  XYIII. 


151 

braza;  sacábanse  con  las  mismas  disposiciones  navajas  de  itzth^ 
obsidiana,  y  elAchcauhtU  6  jefe  de  los  sacerdotes  exhortaba  á  sus 
subordinados  á  la  penitencia.    Previo  ir  hasta  la  cumbre  de  la 
montaña  Matlalcneye  á  ofrecer  piedras  preciosas  al  numen,  co- 
menzaba el  ayuno  y  la  penitencia  de  ciento  sesenta  dias.  Después 
de  los  cantos  rituales,  un  maestro  tomaba  las  navajas  preparadas 
y  abría  en  la  lengua  de  cada  uno  competente  herida;  dando  ejem- 
plo el  Achoauhtli  se  pasaba  por  el  horado  cuatrocientos  cinco 
palos  de  los  benditos,  los  más  gruesos  y  largos:  á  imitación  suya 
los  más  fuertes  se  sacaban  igual  número,  los  menos  animosos  só- 
lo doscientos,  y  acabada  la  operación  se  ponían  de  nuevo  á  can- 
tar, esforzándose  en  medio  de  sus  agudos  dolores  porque  la  voz 
no  desmayara.    Seguíase  un  ayuno  rigoroso  de  ochenta  dias,  re- 
pitiendo de  veinte  en  veinte  dias  la  operación  de  los  palos  saca- 
dos á  través  dejla  lengua:  terminado  el  plazo  ponían  di  publica 
im  ramo  verde  y  los  leños  de  la  penitencia,  señal  de  que  el  pueblo, 
nobleza  y  principales  debían  ayunar  los  ochenta  dias  siguientes, 
periodo  en  que  proseguían  las  austeridades  de  los  sacerdotes 
hasta  completar  las  ciento  sesenta.  Durante  el  ayuno  del  común 
no  había  de  faltar  fuego  encendido,  de  dia  ni  de  noche,  en  la  ca- 
sa de  los  principales;  y  si  acontecía  que  se  apagase,  el  dueño  de 
la  casa  mataba  un  esclavo  y  echaba  la  sangre  en  el  brasero  ú 
hogar  en  que  el  fuego  había  muerto.  (1) 

Los  de  OholoUan  celebraban  á  Quetzalcoatl  en  una  fiesta  de 
cuatro  en  cuatro  años.  El  Achcauhtli,  que  así  se  llamaba  tam- 
bién el  principal  sacerdote  de  aquel  lugar,  ayunaba  rigorosamente 
cuatro-  dias  antes;  reuníanse  luego  los  sacerdotes,  cada  uno  de  los 
cuales  recibía  un  incensario,  ÜemaiÜ,  (2)  incienso,  puntas  de  ma- 
guey y  tizne;  bajábanse  á  los  aposentos  del  patio  fronteros  al 
templo,  y  sentados  junto  á  los  muros  permanecían  quietos,  sin 
salir  á  otra  cosa  que  á  sus  necesidades.  Por  sesenta  dias  segui- 
dos sólo  tomaban  una  cortísima  ración  de  tortillas  y  agua;  dor- 
mían unas  dos  horas  á  la  prima  noche  y  otra  hora  á  la  puesta 

« 

(1)  IfotolinA,  trat.  I,  cap.  X.  Mendiéta,  lib.  n,  cap.  XVII. 

(2)  TkmaUH,  de  Uetl,  faego,  y  monÜ,  mano:  ''eran  unas  cacharas  grandes  agujera- 
"dasy  llenas  de  brasas,  y  los  astiles  largos,  delgi^os,  rollizos  y  huecos,  y  tenían 
'^snas  sonajas  dentro,  y  el  remate  era  ima  cabeza  d#cnlebra."  Sahagon,  tom.  I,  pá- 

gma  177;  y  en  otros  lugares.  Alganas  Teces  morían^íos  mangos  para  qne  sonaran  las 

aonajas  ayaeaehtU,  como  prevención  del  rito.       ^^ 


• 

del  $01,  gastan4o  el  iíempo  en  orari  incensar  y  aacax ae  aaagie  4e 
las  orejas.  Qi  alguien  se  dormiai  arrojábanse  sobre  él,  le  rampían 
el  incensario^  tiraban  sus  ropas  á  las  letrinas,  y  punzándole  cmel^ 
mente  las  orejas  le  echábanla  sangre  sobre  la  cabeza  afrentán- 
dole como  indigno  de  servir  á  los  dioses.  Los  veinte  días  siguien* 
tes  la  penitencia  era  menos  crnenta,  el  sueño  algo  mayor,  hasta 
que  llegada  la  fiesta  cesaba  el  padecer.  (1) 

Los  sacerdotes  mexicanos  se  sacaban  sangre  de  las  espinillas 
de  las  piernas,  y  las  cañas  ó  espinas  ensangrentadas  iban  á  po>- 
nerlas  en  las  montañas  y  en  las  cuevas,  sobre  un  lecho  de  hojas 
saliendo  desnudos  y  de  noche.  Los  hombres  en  general  haci^A 
ostentación  de  la  sangre  que  se  sacaban  de  las  orejas,  poniéndose 
una  raya  de  la  ceja  á  la  quijada;  las  mujeres  se  untaban  el  rojo 
licor  al  rededor  del  rostro.  ^'Las  mujeres  tenían  devoción  tam- 
bién de  oírecer  esta  sangre  por  espacio  de  ochenta  dias,  cortá- 
banse de  tres  en  tres  dias,  ó  de  cuatro  en  cuateo  dias  todo  ese 
tiempo.  (2)  En  ciertas  ocasiones  no  escapaban  de  estas  prácticas 
dolorosas  ni  aun  los  niños  de  más  corta  edad.  Aquella  supecsti* 
cion  conducía  á  actos  terribles  de  barbarie.  Algunos  hombres  se 
horadaban  la  piel  del  genital  sacándose  por  elaborado  veinte  6 
cuarenta  brazas  de  cordel;  (3)  en  ocasiones  se  reunían  varios 
hombres,  y  simxdtáneamente  iban  tirando  del  cordel ,  El  derra- 
mamiento de  sangre  y  la  crueldad  de  los  martirios  presidían  en 
estas  prácticas  salvajes. 

Tras  aquellos  sufrimienitos  seguían  casi  siempre  los  placeres 
de  la  mesa,  como  una  especie  de  indemnización;  gran  cantidad 
de  comida  y  la  bebida  del  pulque  les  daban  fuerzas  para  seguid 
maltratándose  el  cuerpo.  Por  eso  entre  las  oblaciones  se  tenía 
por  una  de  las  más  aceptas,  ofrecer  en  los  templos  platos  de 
viandas  condimentadas;  los  dioses  se  contentaban  con  el  olor^  j 
los  sacerdotes  devoraban  las  sustancias  en  nombre  de  los  núme- 
nes iamortales. 


<1)  MotoUnia,  tet  I,  oap.  ^—SlanOieta,  Ub.  U,  oap.  XVUI. 

(2)  Sahagim,  iom.  I,  pág.  21^ 

(8)  Mendieta,  Ub.  IL  oap.  XV^nMotolinia,  trat  I,  cap.  IX. 


Í5-I 


CAPÍTULO  VDX 

LA  parte  capital  del  culto  azteca  eran  los  sacrificios.  Las  co- 
dornices^ langostas,  mariposas  y  culebras  apostaron  con  los 
dioses  en  Teotihuacan  por  donde  saldría  el  sol,  y  habiendo  per- 
dido fueron  condenadas  á  ser  sacrificadas.  (1)  Las  codornices, 
entre  I09  anixniJes,  hacían  papel  principal  Los  sacerdotes  reci- 
bían ad  sol  á  su  salida  con  música  y  alabanzas;  cada  uno  de  ellos 
iMrrancaba  la  cabeza  á  una  codorniz,  mostrándola  sangrienta  al 
astro  en  señal  de  holocausto.  Las  aVes  muertas  servían  de  pasto 
á  los  ministros.  (2)  En  la  fiesta  de  Tezcatlipoca,  el  rey  arranca- 
h^  la  cabeza  ¿  cuatro  codornices,  tirándolas  á  los  pies  del  dios; 
eDL  9egtLÍda  los  sacerdotes  practicaban  el  mismo  sacrificio,  y  lue- 
gp  todo  el  pueblo;  el  gran  número  de  ares  muertas  era  recogi- 
do por  los  criados  del  rey,  quienes  cocían  ó  asaban  una  parte 
para  la  comida  del  señor  y  de  los  ministros,  salando  el  restp 
para  que  se  conservara  como  cosa  sagrada.  (3)  Huitzilopochtli 
tenia  también  consagrados  como  víctimas,  codornices  y  gavila*;- 
nes.  Se  ofrecían  á  Mixcoatl  conejos,  venados  y  coyotes.  A  diver- 
sas divinidades  toda  clase  de  animales,  así  bravos  como  domés- 
ticos, sin  olvidar  los  peces  y  vivientes  acuáticos.  (4)   Según  una 

(1)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  ZLII. 

(2)  Toiquemada,  lib.  IX,  cap.  XXXTV. 

(3)  Tcrqaemada,  lib.  X,  cap.  XYI. 

^4)  Toiquemada,  lib.  VI,  cap.  VI. 

20 


154 

respetable  opinión, — "Las  aves  que  á  sus  dioses  ofrecían,  pocos 
las  comían,  antes  las  echaban  á  maL^'  (1) 

En  materia  de  sacrificios,  como  en  todo  su  ^istema  religioso, 
los  aztecas  reunían  lo  practicado  por  los  diversos  pueblos.  A  la 
simple  ofrenda  de  las  flores  y  de  los  frutos  hecha  á  Goatlicue  y 
á  Centeotl,  restos  de  !os  cultos  primitivos,  juntaban  como  vícfi- 
mas,  ya  la  codorniz  de  origen  chichimeca,  ya  los  otros  animales 
reminiscencias  de  los  habitantes  del  antiguo  Teotihuacan.  Para 
colmo  de  monstruosidad  presentaban  también  la  víctima  huma- 
nal. La  historia  declara  á  los  méxica  culpables  de  este  invento. 
En  efecto,  la  mención  auténtica  que  hemos  encontrado  en  las 
pinturas  de  esta  práctica  feroz,  corresponde  á  la  primera  parte 
de  la  peregrinación  da  la  tribu.  ¿Fueron  ellos  los  verdaderos  in- 
ventores del  crimen,  ó  lo  imitaron  de  pueblo  más  antiguo?  Nada 
podemos  asegurar  con  absoluta  certeza.  El  instinto  homicida» 
que  en  más  de  una  vez  dejaron  traslucir  en  las  mansiones  de  su 
viaje,  fué  parte  para  que  las  tribus  les  «arrojaran  de  sus  pobla- 
ciones y  les  persiguieran  por  la  guerra;  el  sacrificio  de  los  pri- 
sioneros chalquieses  y  el  de  la  hija  del  señor  de  Colhuacan,  de- 
terminaron su  salida  fuera  del  valle  y  su  ausencia  por  muchos 
años.  Fundada  la  ciudad  de  México,  la  sangre  de  un  prisionero 
colhua  sirvió  para  inaugurar  el  humilde  momoztli  de  Huitzilo- 
pochtli.  En  los  años  de  esclavitud  y  de  desdicha,  el  dios  hubo  de 
contentarse  con  alguna  víctima  furtivamente  tomada  en  la  tierra 
firme;  mas  cuando  la  tribu  rompió  el  yugo  y  se  hizo  poderosa,  la 
religión  secundada  por  la  venganza  encontró  amplia  cosecha  en 
los  prisioneros  enemigos.  Hecho  público  aquel  rito,  introducido 
á  fuerza  de  armas  en  todos  los  pueblos  sojuzgados,  el  número  de . 
las  víctimas  aumentó  proporcionalmente  al  poderío  del  imperio. 
Oústase  la  sangre  y  es  bebida  embriagante;  el  colmo  del  frenesí 
subió,  en  la  dedicación  del  templo  mayor,  reinando  AhuitzotL 
Llegada  la  idea  á  su  punto  culminante,  había  esperanzas  al  mé- 
nos  de  que  iría  disminuyendo  en  intensidad. 

De  dos  clases  salían  víctimas  humanas,  de  los  esclavos  y  de 
los  prisioneros  de  guerr¿  Los  esclavos  qu;  por  tees  6  cuatro  ve- 
ees  habían  mudado  de  amo,  á  causa  de  haber  huido  ó  de  su  gé* 
nió  intolerable,  eran  vendidos  para  el  sacrificio:  (2)  los  donaban 

(1)  Mendieta,  lib.  II,  cap.  XV. 

(3)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XVII. 


155 

á  los  templos  sus  dueños,  ó  los  compraban  los  devotos  con  el 
mismo  fin.  Las  madres  vendían  á  sus  niños  d,e  pecho  para  ofre- 
cerles á  los  tlaloque,  con  el  derecho  que  los  padres  tenían  de 
vender  á  sus  [hijos  caso  de  necesidad:  se  vislumbran  algunos 
otros  casos,  aunque  bien  pocos,  en  que  personas  libres  sucum- 
bían sobre  las  aras.  Abundaban  en  los  mercados,  tianquidli,  los 
esclavos  de  venta.  En  cada  fiesta  perecían  tantos  cuantos  eran 
los  númenes  honrados  en  ella;  pedía  el  rito  que  cada  una  repre- 
sentara al  dios  á  que  estaba  consagrado,  j  al  efecto  moría  con 
el  vestido,  [insignias  y  arreos  correspondientes:  (1)  la  piedad 
ofrecía  algunas  otras  víctimas. 

'TMÍas  débese  notar^que  lo  sobredicho  en  el  precedente  capítu- 
lo, que  tantos  esclavos  mataban  7.  sacrificaban  en  una  fiesta, 
cuantos  de  {sus  dioses  venían  á  caer  en  ella,  se  entiende  de  los 
esclavos  de  venta:  y  esto  era  sacrificando  hombres  ante  los  dio- 
ses y  mujeres  delante  las  diosas,  y  á  veces  niños.  Mas  de  los  es- 
clavos tomados  en  guerra,  todos  los  que  á  la  sazón  tenían,  sacri- 
ficaban y  mataban,  aunque  fuesen  mil,  puesto  que  en  diversas 
fiestas  diversas  ceremonias  hacían  con  ellos.  Y  para  no  sentir 
tanto  la  muerte,  les  daban  cierto  brebaje  á  beber,  que  parece  los 
desatinaba,  y  mostraban  ir  á  morir  con  alegría."  (2)  Guando  el 
imperio  estaba  en  paz  y  sobrevenía  alguna  solemnidad  que  pi- 
diera gran  nlimero  de  víctimas,  como  en  la  coronación  de  los 
reyes,  se  emprendía  una  guerra  bajo  los  más  fútiles  pretextos. 
Para  tiempos  normales,  á  fin  de  proveer  á  los  dioses  de  carne 
fresca,  concertaron  los  tres  reinos  coligados  de  México,  Texcoco 
y  Tlacopan  por  una  parte,  la  república  de  Tlaxcalla,  la  ciudad 
teocrática  de  Gholollan  y  el  estado  oligárquico  de  Huexotzinco 
por  otra,  aquella  célebre  guerra  mensual  denominada  Xochiyor 
oyotl^  guerra  florida,  guerra  religiosa  ó  de  los  enemigos  de  casa, 
en  la  cual  recíprocamente  se  suministraban  víctimas  en  cada 
una  de  las  diez  y  ocho  fiestas  principales  que  al  año  tenían.  En 
su  lugar  respectivo  daremos  pormenores  acerca  de  este  raro 
pacto. 

Los  sacrificios  de  víctimas  humanas  eran  de  diferentes  clases, 
existiendoTdiversas  piedras  á  ellos  destinadas.  Para  el  sacrificio 

(1)  Motolinia,  trát.  1,  cap.  VI.  Mendieta,  Ub.  11,  cap.  XV  7  ag. 

(2)  Mendieta.  lib.  TI,  cap.  XVI. 


166 

oomnn  la  piedra  s^  llamaba  techoaü.  Era  un  trozo  d^  roca  ver^e, 
de  irnos  seis  pies  de  largo,  una  tercia  de  ancho  y  de  altura  comió 
]uu3ta  la  cintura  de  un  homhre,  dianunayendo  de  alto  á  bajo  en 
forma  piramidal  basta  rematar  en  nn  pequeño  espacio;  la  figu^s^ 
estaba  apropiada  pura  que  la  TÍctima  ¿tendida  de  espaldas  eim- 
ma,  quedara  con  las  piernas,  brazos  y  cabeza  colgantes,  levaati^ 
do  én  arco  el  pecbo  y  bien  tirante  la  pieL  (1) 

lios  ministros  oficiantes  eran  seis;  cinco  destinados  á  teñe?  loe 
brazos  cabeza  y  piernas,  y  el  último  elsacri^cador.  Aquellos  t^ 
nian  cuerpo  y  rostro  pintado  de  negroj  con  una  raya  blanca  al  re- 
dedor de  la  boca,  las  cabelleras  erizadas  y  revueltas,  ceñidas  en  Im 
frente  con  una  banda  de  cuero,  que  enlaparte  superior  ^nía  una 
pequeña  rodela  de  papel  de  [diversos  colores;  vestían  unas  dal- 
máticas blancas,  labradas  de  negro,  á  las  cuales  llamaban  papan 
locuaoMi  El  nombre  de  los  ministros  era  oAodksZmeoa,  como  quien 
dice,  ministro  de  cosa  divina.  En  qadaun$t  de  las  fiestas  cambia- 
ba de  nombre  y  de  traje  el  sacrificador;  en  la  de  HuitzilopocIitU 
se  nombraba  Topiltzin,  sinónimo  de  QuetzalcoatL  '^1  traje  y 
''ropa  era  una  manta  colorada  á  manera  de  dalmática,  con  unas 
'tocaduras  verdes  por  orla,  una  corona  de  varias  plumas  verdes 
''y  amarillas  en  la  cabeza,  y  en  las  orejas  unas  orejeras  de  oro 
''engastadas  en  ellas  piedras  verdes,  y  debajo  del  labio  un  b^zo* 
''te  (2)  de  una  piedra  azul."  Preparada  la  victima  según  las  prea* 

(1)  F.-  Ikam,  oap,  in.  MS.  Moiolmk»  tr»t  1,  cap.  VL  Sahagnn,  tom.  I,  fág* 
198.  Gomara,  cap.  OOXV.  Acosta,  lib.  Y,  cap.  XTH.  Herrera,  dec.  III,  lib.  JI,  cftpw 
XY.  Torquemada,  lib.  YII,  cap.  XIX.  El  P.  Yalades,  Bhetorica  Ohristíaiía,  Pacs 
qnarta,  cap.  YI,  dice:  "In  xnajore  horam  adytonun  tocata  erat  mensa  qoadittta 
magna  et  splendida,  habebanl  iringnla  latera  longitadinem  triam  nlnaarnm,  non 
abslmUes  lapidéis  illis,  qom  inter  Bomaaa  monomenta  adhono  aenraatnr:  viA  qvn^ 
erat  unicolores,  singiili  anguli  erat  cxasd  tres  vinas  plus  minns,  sobnitebantox  qua* 
tour  animalibns;  tanqoan  colxunellis.  Conscendebatur  ad  eas  per  gradnsTiginti,  qtd 
tamenvel  plores  yel  paudores  interdum  erant.  Erant  ejosmodi  scaUe  apposltad 
ad  singtila  qnataor  latera.**  Esta  mesa  cuadrada  de  tres  raras  por  largo,  sostenteda 
por  ooa^  animalefc  y  toa  otras  tantas  esealeras  para  subir  á  eUa,  estaba  desUnada 
al  dios  del  vino  Ometochtli,  en  el  sacxifioio  que  se  le  hacia  en  la  octara  treosna  éfiik 
TonalamaÜ,  según  testimonio  de  Gama,  segunda  parte,  pág.  48, 1 198,  nota. 

(2)  El  nombre  propio  es  tentetl,  áe  tefUU,  labio,  y  teti,  piedra,  porque  se  usaba 
en  un  horado  hecho  en  el  labio  inferior.  (Generalmente  era  de  figura  cilindrica,  te- 
niendo en  un  extremo  un  apéndice  convexo  propio  para  adaptarse  por  aquella  euv 
▼atura  á  los  dientes;  el  otro  extremo  salía  por  el  horado  del  labio,  nsaíbicsido  vn 
plumerito  de  plumas  de  colibrí  para  hacerlo  vistoso.  Esta  forma  se  conoce  Tulsar* 


157 

eripciones  del  rito,  cnatrp  de  los  oficiantes  la  tomaban  de  los 
brassos  y  piernas,  y  alzándola  en  alto  la  colocaban  de  espaldas 
encima  del  techcatl;  el  quinto  ministro  le  ponía  sobre  el  cnello 
nna  collera  de  madera,  (1)  á  fin  dd  mantener  colgante  la  cabeza, 
y  tal  rez  para  hacer  refluir  la  sangre  bácia  el  pecho.  Pronuncia- 
das las  oracioíies  rituales,  el  sacrificádor,  armado  de  un  agudo 
cuchillo  de  pedernal  (tecpatly  silex),  se  adelantaba,  hería  sobre  el 
pecho,  metía  la  mano  por  la  herida,  y  arrancando  el  corazón 
palpitante,  sangriento,  exhalando  vaho,  levantaba  la  mano  ofre- 
ciéndole al  sol,  y  luego  leftiraba  á  los  pies  del  ídolo.  (2) 

Respecto  del  corazón  observaban  muy  diversas  prácticas:  que- 
mábanle á  veces  y  otras  le  colocaban  sobre  el  altar  en  una  vasija 
llamada  chcidtiuhxicoiRi;  ya  le  enterraban,  ya  se  le  comían  los  sa- 
cerdotes, ó  bien  le  conservan  por  algún  tiempo  con  extrañas  ce- 
remonias. Con  la  sangre  recogida  en  un  vaso,  untaban  los  labios 
de  los  ídolos  para  que  la  gustasen,  y  tenían  con  ella  ciertas  partes 
de  los  santuarios  y  de  los  templos. 

La  víctima  era  arrojada  poijlaB  gradas  del  teocalli  abajo.  Si  era 
prisionero  de  guerra^  el  cautivador  con  sus  amigos  la  recogían, 
y  llevándola  al  calpuUi  la  destrozaban;  enviaban  la  cabeza  á  los 
sacerdotes  para  ^que  fuera  colocada  en  el  Tezompantli,  el  resto 
del  cuerpo  se  conducía  á  la  casa  del  dueño.  Del  cadáver  se  co- 
mían las  partes  carnosas;  los  desechos  y  las  entrañas  se  arroja- 
ban á  las  fieras.  Hecha  trozos  la  carne,  la  cocían  con  maíz,  y  á 
cada  convidado  daban  una  escudilla  con  un  pedazo  y  su  caldo 
correspondiente:  llamaban  á  la  comida  tíoca^íaoUí.  El  convite  era 
regocijado,  terminando  con  alegrías  y  bebida  de  ocüiy  pulque. 
'^1  señor  del  cautivo  no  comía  de  la  carne,  porque  hacía  cuenta 
*^que  aqudla  era  su  misma  carne^  porque  áe&^e  la  hora  que  le  cau- 
"tivó,  le  tenia  por  hijo,  y  el  cautivo  á  su  señor  por  padre;  y  por 


m«Kkte  bajo  Ift  denominación  de  tOTnbreriUm,  porque  se  parecAí  á  los  de  copa  alta. 
Algonos  rematan  en  punta,  y  otros  asemejan  nn  diente  canino.  Los  mis  prolonga- 
dos 7  de  berilo  eran  de  reyes  y  grandes  señores;  los  azules  de  los  sacerdotes;  los  de 
obffidiana  de  los  guerreros;  ios  de  cristal  de  roca  de  la  servidumbre  real. 

(1)  Esta  pieza,  llamada  por  los  autores  collera  y  el  yugo,  eia  de  madera  ó  de  pie- 
dra, labrada  ourioeamente  y  en  forma  á  Teces  de  culebra. 

(2)  Dnxán,  segunda  parte,  cap.  III.  HS.  Motolinia,  trat  1,  cap.  VL  Torqaemada, 
lib.  vn,  «ap.  XIX,  ác. 


158 

''esta  razón  no  quería  comer  de  aqnella  carne„  pero  comía  de  la 
"de  los  otros  cautivos  que  se  habían  iñuerto."  (1) 

En  honra  de  la  verdad  debe  decirse,  que  ese  banquete  no  era 
un  acto  de  puro  canibalismo.  Los  méxica  comían  de  aquella  car- 
ne como  de  una  sustancia  mística,  en  virtud  de  la  trasmutación 
que  la  victima  había  sufrido  en  el  sacrificio,  ün  autor  nada  sos* 
pechoso  dice:  "Luejgo  tomaban  al  sacrificado  y  volvíanselo  á  su 
''dueño,  con  la  carne  del  cual  solemnizaban  la  fiesta,  la  cual  car- 
"ne  de  todos  los  sacrificados  tenían  realmente  por  carne  consa- 
"grada  y  bendita,  y  la  comían  con  tanta  reverencia  y  con  tantas 
"ceremonias  y  melindres,  como  si  fuera  alguna  cosa  celestial,  y 
"así  lá  gente  común  jamas  la  comía,  sino  allá  la  gente  ilustre  y 
"muy  principal."  (2)  Infiérese  de  aquí  el  sentido  religioso  que 
los  azteca  daban  á  la  carne  de  la  víctima.  Prueba  ademas,  que  la 
práctica  de  comer  la  cañie  humana  no  era  universal,  supuesto 
que  aquella  vianda  sólo  se  repartía  á  la  gente  ilustre  y  principal, 
al  dueño  del  esclavo  y  al  guerrero  cautivador  del  prisionero  con 
sus  amigos  y  parientes,  únicos  que  podían  alcanzar  una  fracción 
de  la  victima  inmolada.  Si  quien  daba  el  festín  tenía  posibles, 
repartía  á  sus  comensales  mantas  y  joyas.  Con  el  esclavo  sacrifi- 
cado se  procedía  de  manera  idéntica,  aunque  con  menor  solem- 
líidad  que  con  el  preso  en  guerra.  (3) 

En  el  teocalli  mayor  de  México  los  techcqtl  eran  dos,  cada  uno 
frontero  de  los  dos  santuarios  de  Huitzilopochtli  y  de  Tlaloc,  y 
tan  cerca  de  la  escalera  que  con  facilidad  se  podían  arrojar  por 
ella  los  cadáveres;  de  aquí  resultaba,  que  del  tajón  hasta  abajo 
había  constantemente  un  regajal  de  sangre.  (4) 

En  el  mes  Hueytecuilhuitl,  la  mujer  que  representaba  á  la 
diosa  Xilonen,  cargada  espalda  con  espalda  por  un  sacerdote  era 
degollada,  le  sacaban  el  corazón  y  le  ofrecían  al  soL  (6) 

En  la  fiesta  de  Tlaloc  hacían  morar  juntos,  por  espacio  de  vein- 
te ó  treinta  días,  á  un  esclavo  y  á  una  esclava  cual  si  fueran  ma- 
rido y  mujer;  lo]^  sacrificaban,  y  los  cadáveres  eran  enterrados  en 
una  hoya  á  manera  de  silo  que  en  el  templo  tenían.  (6) 


1}  Sahagun,  tom.  I,  págs.  89  y  93. 

2)  P.  Duran,  Mgnnda  parte,  oap.  X.  MS. 

8)  Motolinia,  trat.  I,  cap.  YI.  Torquemada,  lib.  TI,  oap.  XIX. 

4)  P.  Sahagun,  tom.  I,  pág.  198. 

5)  Sáhagun,  toxn.  I,  pág.  61, 

6)  Motolinia,  trat.  I,  cap.  VL  Torqnemada,  lib.  VI,  cap.  XX. 


169 

En  el  tiempo  en  que  habían  brotado  los  maizales  sacri&cabati 
dos  niños,  uno  hombre  y  otro  mujer,  hijos,  de  señores  y  principa- 
les, Ueyándoles  á  la  montaña  de  Tlaloo,  cortándoles  la  cabeza  y 
conservando  sus  despojos  en  una  caja  de  piedra  como  si  fueran 
reliquias.  En  el  mes  Atlacahualco  sacrificaban  eh  los  montes  ni- 
ños de  pecho  comprados  á  sus  madres.  En  el  mes  Atemoztli  su- 
mergían en  el  lago  un  niño  y  una  niña,  haciendo  zozobrar  la 
canoita  en  que  les  colocaban.  Cuando  el  maíz  estaba  un  poco 
crecido,  compraban  cuatro  niaos  de  cinco  á  seis  años  de  edad,  y 
encerrábanles  en  una  cueva,  dejándoles  morir  de  terror  y  de 
hambre.  (1) 

La  fiesta  de  Tlacaiapehualiztli,  desollamiento  de  hombres,  se 
hacía  á  honra  de  aquella  trinidad  representada  por  Totee,  Xipe 
y  Tlatlauhquitezcatl,  y  era  universal,  así  en  las  gi*andes  ciudades 
como  en  los  pequeños  pueblos.  Cuarenta  dias  antes  cada  templo 
de  los  coUpiMy  barrio,  nombraba  el  esclavo  que  representaba  el 
dios,  tributando  á  todos  honores  divinos.  El  dia  de  la  solemni- 
dad, bien  temprano,  sacrificaban  aquellos  esclavos  con  las  insig- 
nias de  Ips  principales  dioses  como  Huitzilopochtli,  Quetzalcoatl, 
Macuilxochitl,  &c,  arrojando  U^s  víctimas  en  el  lugar  dicho  Za- 
capan,  sobre  la  paja  ó  zacate.  Carniceros  diestros  tomaban  los 
cadáveres,  y  abriéndoles  por  la  espalda,  del  colodrillo  al  calcañar^ 
separaban  la«piel,  tan  entera  cual  si  fuera  de  un  cordero;  daban 
la  carne  al  dueño  del  esclavo,  y  los  pellejos  los  vestían  otras  tan- 
tas personas,  las  cuales  se  las  acomodaban  á  raíz  del  cuerpo,* 
poniéndoae  encima  l»s  ropas  de  los  dioses  que  los  esclavos  ha-  . 
bian  traído.  En  esta  guisa,  aquellos  hombres  representaban  á 
los  númenes,  se  repartían  hacia  los  cuatro  puntos  cardinales,  y 
en  señal  de  su  poder  Uevavan  asidos  como  presos  algunas  per- 
sonas: esta  ceremonia  se  llamaba  ^leteotoquüiztli,  reputarse  por 
dios.  Poco  después  reunían  aquellas  divinidades  y  las  ataban 
una  con  otra  ligando  la  pierna  izquierda  del  uno  con  la  derecha 
del  otro,  del  pié  á  la  rodilla,  y  así  paseaban  aquel  dia,  susten- 
tándose los  irnos  con  los  otros  como  mejor  podían.  Estas  prác- 
ticas tenían  por  abjeto  simbolizar,  que  todos  los  dioses  no  eran 
mas  do  uno  solo,  "que  todo  era  un  poder  y  una  unión,''  (2)  en 

(1)  Motolinia,  trat  I.  cap.  Vil.  Torquemada,  lib.  Vn,  cap.  XXI.  Sahagan,  tom.  I, 
pág.  84. 

(2)  F.  Duzia,  aegonda  parto,  cap.  IX.  MS. 


j 


IfiO 

consoiiattcia  con  bus  ideas  teológicas  acerca  de  la  unidad  y  de 
la  plnralidad  reunidas. 

Atados  aún,  eran  conducidos  al  Cuaulixicalco.  Era  este  túk 
patio  en  el  teocalli  mayor,  cuadrado  como  de  siete  brazas  por 
ladoy  en  el  cual  estaban  colocadas  cercanas  dos  grandes  piedras, 
llamada  la  una  Temalacatl,  la  otra  ClxauxicallL«TemalacatI,  tra- 
ducido por  rueda  de  piedra^  se  compone  de  ietl,  piedra,  y  de  mOr 
locad,  (maladáte,  huso);  el  pezón  del  huso  azteca  era  comunmen- 
te una  media  esfera  de  barro  cocido  ó  de  piedra,  con  un  taladro 
en  el  centro,  tomando  á  veces  la  forma  de  un  cilindro  de  poca 
altura  respeto  del  diámetro  de  las  bases;  de  aquí  sin  duda  se  de- 
riva el  compuesto.  El  Temalacatl  era  un  cilindro  de  piedra,  de 
una  vara  de  altura,  de  dos  brazadas  de  diámetro,  con  un  horado 
vertical  en  el  centro,  y  labrada  la  superficie  convexa  con  figuras 
ó  batallas.  Asentada  sobre  un  macizo,  quedaba  en  alto,  subién- 
dose á  ella  por  tres  ó  cuatro  gradas.  (1) 

La  honra  de  la  invención  de  la  piedra  y  del  sacrificio  que  en 
ella  se  hacía,  corresponde  á  Motecuhzoma  Ilhuicamina.  Cuando 
quedó  terminada  la  reconstrucción  que  mandó  hacer  del  teocalli 
mayor,  acab'ada  la  guerra  de  la  Huaxteca,  ordenó  se  labrase  una 
piedra  redonda,  en  la  cual  debían  estar  representados  los  com- 
bates contra  los  tecpaneca  de  Azcapotzalco,  '^la  cual  escultura 
quiere  que  sea  perpetua  memoria  de  aquella  admii'able  hazaña, 
y  debería  nombrarse  Temalacatl,  rueda  de  piedra.  Acabáronla 
pronto  los  canteros,  y  el  rey  mandó  se  hiciese  un  poyo  alto 
.  ''donde  se  pusiese,  y  así  se  hizo  un  poyo  alto  y  encima  del  la 
"mandaron  poner,  que  señorease  un  gran  estado  (estatura)  de 
"iln  hombre."  La  piedra  tenía  un  agujero  en  medio,  por  donde 
salía  la  soga  destinada  á  sujetar  al  prisionero:  en  ella  combatie- 
ron los  cuexteca,  y  cuando  el  corazón  de  los  sacrificados  estaba 
frió,  "lo  ponían  en  un  lugar  que  llamaban  Cuauhxicalli,  qué  era 
"otra  piedra  grande  que  era  dedicada  al  sol,  y  tenía  enmedio  una 
"pileta  donde  se  hacían  otros  sacrificios  diferentes  de  este."  (2) 

Tezozomoc  (3)  conviene  en  lo  anterior,  aumentando  que  los 

(1)  Duran,  aegimda  parte,  cap.  IX.  MS.  El  CJonqoistador  aiKSnimo,  apiid  Gttoía 
loazbálceta,  tom.  I,  pág.  875.  P.  Sahagun,  toxn. I,  pág.  2Q7.  Torqnemada,  Ub.  Vm 
oap.  XV. 

(2)  Duran,  Hist.  de  las  Indias  de  Nueva  Espafia,  oap.  XX. 

(3)  Crónica  Mezíoana,  cap.  30.  MS. 


161 

priflioneros  fueron  ocupados  en  reconstruir  el  templo,  "le  kieie-- 
"ron  gradas  j  en  medio  se  puso  el  tajón  á  donde  habían  de  ser 
f  muertos  los  tales  esclavos  habidos  en  guerra,  y  para  recorda- 
^^cion  del  rey  Ghimalpopoca  que  lo  había  comenzado  á  hacer.'' 
Bespecto  del  Temfdacatl:  "Acabada  de  labrar  la  gran  piedra  ó 
«rodezuo  de  molino,  la  subieron  en  lo  alto  y  la  pusieron  en  me- 
"dio  de  la  gran  sala/  fro];itero  de  la  puerta  principal  y  del  ídolo 
"Huitzilopochtli,  que  éste  era  labrado  de  piedra,  arrimado  á  la 
^^ared,  cosa  que  estuviera  mirando  á  la  piedra  ó  rodezno,  y  esta 
"dicha  piedra  está  en  una  esquina  de  la  .casa  de  un  vecino»  hijo 
«de  un  conquistador;  y  la  piedra  del  sacrificio  está  hoy  junto  á 
'^a  iglesia  mayor  de  la  ciudad."  El  autor  escribía  en  1598. 

La  época  de  la  construcción  de  las  piedras  la  fija- con  precisión 
Fr.  Bemardino.  (1)  "En  el  año  136  (de  la  fundación  de  México, 
"1459)  hizo  mote9uma  el  viejo  vna  rrodela  de  piedra  la  qual  sa- 
"có  rrodrigo  gomez  que  estaba  enterrada  á  la  puerta  de  su  casa 
"la  qual  tiene  un  agujero  en  medio  y  es  muy  grande  y  aquel 
"agnjero  ponían  los  que  tomavan  en  la  guerra  atados  que  no  po- 
"dían  mandar  sino  los  brazos  y  davanle  vna  rrodela  y  un  espada 
"de  palo  y  venían  tres  hombres  uno  vestido  como  tí.f^  otro  co* 
"mo  león  y  otro  como  águila  y  peleavan  con  él  hiriéndole  luego 
"tomavan  un  navajon  y  le  sacaban  el  corazón  y  asi  sacaron  los 
^^avajones  con  Jla  piedra  debajo  de  aquella  piedra  redonda  y 
"muy  igrande  y  después  los  señores  que  fueron  de  mézico  hizie- 
"ron  otras  dos  piedras  y  las  pusieron  cada  señor  la  suya  vna  so- 
'^re  otra  y  la  vna  habían  sacado  y  está  oy  dia  debajo  de  la  pila 
"del  bautizar  y  la  otra  se  quemó  y  quebró  quando  entraron  los 
"españoles  y  los  primeros  que  esta  piedra  estrenaron  fueron  los 
"de  cuistlavaca." 

Bazon  tenía  Fr.  Bemardino  al  asegurar  que*  estos  monumen- 
tos fueron  varios.  En  efecto,  Axayacatl  mandó  labrar  nuevos 
Temalacatl  y  Cuauhxicalli,  estrenándolas  los  prisioneros  matla- 
tzinca.  (2)  Copvidó  para  el  estreno  á  gran  número  de  señores, 
teniendo  lugar  la  fiesta  en  el  mes  TlacaxipehuaUztli,  á  honra  de 
XLQ  nuevo  dios  desconocido  nombrado  Tlatlauhquitezcatl,  espejo 
colorado.  (3)  Alguna  vez  se  llama  CuQ,uhtemalacatl  á  esta  pie- 

(1)  MS.  de  Fr.  Bemardino,  en  poder  del  Sr.  B.  Joaquín  García  Icazbalceta. 

(2)  P.  Duxán,  cap.  XXXVI.  Tezozomoc,  cap.  49.  MS. 

(3)  Te^zomoc,  cap.  50.  MS. 

21 


162 

drAy  (1)  es  decir,  TemalacaÜ  de  las  ágxdlas,  no  siendo  estr&ño  que 
también  le  digan  lemalacatl  CnaoIiiicallL  (2)  El  segundo  Mote- 
cuhzoma  mandó  labrar  dos  piedras  semejantes,  para  el  gran  sa* 
orificio  apellidado  Tlacaxipelinaliztli  tlahuabuana. 

"Una  de  estas  piedras,  al  menos  la  última  que  se  halló  en  este 
"gran  templo,  cnsmdo  nuestros  españoles  entraron  en  la  ciudad 
"y  se  apoderaron  de  ella,  está  el  dia  de  boy  en  la  entrada  de  la 
"plaza  mayor  y  la  de  el  Marqués,  sentada  junto  al  cementerio  de 
"la  iglesia  mayor,  y  junto  de  la  puerta  del  Perdón,  la  cual  está  á 
"vista  de  todos,  y  aun  muchos  se  juntan  en  aquel  lugar  á  sus  con- 
"versaciones,  y  junto  áells^  han  sucedido  algunas  desgracias."  (3) 

La  voz'GuauhxicaUi  se  compone  de  cuauhüiy  águila,  águilais,  y 
de  xiocHUy  jicara;  dando  á  entender  jicara  ó  vaso  de  las  águilas, 
doside  beben  las  águilas.  Cuauhxicalli  es  una  palabra  genérica^ 
apUoada  á  varios  monumentos  congéneres,  que  no  tenían  las 
mismas  formas  y  aplicación.  Para  determinaar  la  forma  y  el  uso 
del  que  acompañaba  al  Temalacatl,  fuera  de  lo  áates  dicho  que- 
le  atañe,  reuniremos  algunas  autoridades. 

Sin  tiempo  del  primer  Motecuhzoma,  el  jefe  Tlacaeletzin  Ci- 
huacoatl  aprobó  que  el  tajón  no  fuese  de  madera,  sino  de  piedra, 
redonda,  "en  medio  agujerada  para  echar  los  corazones  de  loa^ 
"cuerpos  que  allí  muriesen,  después  de  haber  gustado  la  sangre 
"de  ellos  caliente  Huitzilopochtli,  y  que  esta  piedra  no  la  labra- 
"sen  los  huastecas,  sino  los  de  Azcapotzalco  y  Cuyoacan,  exce* 
"lentes  albañiles,  labrando  en  dicha  piedra  la  guerra  de  sus  pue- 
"blos  cuando  por  nosotros  fueron  vencidos  y  muertos,  y  su  jeta- 
"dos  á  este  imperio."  (4)  De  esta  piedra  se  afirma  que,  "se  sacó 
l'del  lugar  donde  ahora  se  edifica  la  iglesia  mayor,  y  está  á  la 
"puerta  del  perdón.  Dicen  que  la  quieren  para  hacer  della  una 
"pila  de  bautizar."  (6) 

Puesta  la  piedra  en  el  templo,  se  convocó  á  los  vasallos  de  la- 
corona  para  que  viniesen  á  ver  elt;a^  dd  «oZ,  así  intitulado  y  lla- 
mado dios  Xiuhpilli  Cuauhtleehuatl,  el  cual  había  de  estrenarse 

(1)  Tezozomoo,  Orón.  Mexicana,  oap.  54.  MS. 

(2)  Loco  cit.  oap.  92  y  97.  M8. 

(3)  Torquemada,  lib.  Vm,  cap.  XV. 

(4)  Tezo2omoc>  cap.  80.  MS. 

(5)  P.  DuraQ;  cap.  XXII. 


163 

eon  los  veneidos  esclavos  de  Hnaxyacac  y  de  Coaixtlahuacan.  (1) 
'Eí  mismo  autor  la  nombra,  ^'batea  de  piedra  agujerada  que  Ua^ 
"man  Gnanhzioalli."  (2)  En  la  muerte  de  Tízoc  fueron  sacrifica-^ 
dos  los  prisioneros,  "en  el  agujero  del  Cuauhxicalli  de  piedra  ó 
"degolladero."  (3)  Durante  la  dedicación  del  templo  mayor  por 
Aiiuitzotl,  sacado  el  corazón  á  las  víctimas  lo  daban  "á  los  sacer- 
dotes, y  "ellos  á  todo  correr  iban  echando  en  el  agujero  de  la 
"piedra  que  llamaban  Cuauhxicalli,  que  estaba  agujerada  de  una 
'^ara  en  redondo,  que  hoy  está  esta  piedra  del  demonio  en  fren- 
"te  de  la  iglesia  mayor."  (4)  Describiendo  las  penitencias  que 
al  subir  al  trono  hizo  Motecuhzoma  ü,  dice:  "ÁQabftdo  de  co- 
"mer  volvieron  á  subir  al  templo,  sin  llegar  las  cuatro  gradas 
'^más  á  donde  estaba  el  gran  ídolo,  sino  sólo  á  la  piedra  redonda 
^úe  llamaban  Ouauhxicalli,  brasero  y  cano  de  sangre,  como  es- 
"iaba  agujerada  toda  la  piedra  colaba  mucha  sangre  y  entraba 
"por  el  agujero  muchos  cerrazones  humanos."  (5) 

Fiados  en  estas  autoridades,  omitidas  otras  por  inútiles,  sa- 
camos que  el  GuauhxicaUi  Xiuhpilli  Cuatihtleehuatl,  ó  vaso  del 
sol,  era  un  cilindro  de  piedra,  de  más  de  cinco  pies  de  diámetro 
y  tres  de  altura,  hueco  en  la  parte  interior  en  el  diámetro  de  una 
vara,  y  labrada  la  superficie  exterior.  En  este  vaso  se  colocaban 
\ú&  corazones  de  las  víctimas  en  las  grandes  festividades  como « 
en  la  del  Tlacaxipehualiztli  En  ciertas  ocasiones  servía  de  pie- 
dra de  sacrificio;  los  sacerdotes  se  hincaban  ó  sentaban  sobre  el 
bordo  del  vaso;  la  víctima  retenida  por  los  brazos  y  las  piernas 
quedaba  con  la  espalda  en  el  aire  dentro  del  vaso,  y  en  esa  pos- 
tura le  arrancaba  el  sacrífioador  el  corazón.  La  lám.  S%  cap.  23 
de  la  primera  parte  del  P.  Duran,  da  cumplida  idea  de  lo  que 
acabéünod  de  decir^ 

Preciso  fué  entrar  en  esta  digresión,  á  fin  de  evitar  cuanto 
posible  la  poca  claridad  que  en  los  autores  se  encuentra  acerca 
de  esta  materia.  Volvemos  á  la  descripción  de  la  fiesta  Tlacaxi- 
pehualiztli 

Los  hombres  unidos  por  los  pies  que  representaban  á  los 
.» 

(1)  TezosEomoo,  Cróniea  Mez.  cap.  88.  MS. 

(2)  Loco  6Ít. 

(3)  Crún.  líezicana,  cap.  60.  MS. 

(4)  Tezozomoo,  cap.  70.  MS. 

(5)  Tezozomoc,  cap.  88.  MS. 


164 

dioses,  venían  escoltados  por  cuatro  guerreros,  dos  con  insignias 
de  tigre  y  dos  de  águila;  reunidos  los  sacerdotes,  presididos  por 
el  superior  Yoallahua,  formaban  una  procesión,  y  bajando  al 
Ouauhxicalco,  tomaban  lugar  al  rededor  del  Temalacatl  y  del 
Cuauhxicalli,  sentándose  en  sus  qt^echólicpalU;  ya  acomodados, 
tocaban  flautas,  caracoles,  daban  silvos  y  cantaban  un  cantar 
apropiado  á  la  fiesta.  Salía  en  seguida  un  anciano  sacerdote  y 
con  él  cuatro  guerreros  vestidos  cada  uno  respectivamente  de 
blanco,  verde,  amarillo  y  colorado,  á  los  cuales  nombraban  las 
cuatro  auroras,  llevando  á  los  dioses  Ixcozauhqui  y  Titlacahuan, 
á  los  cuales  colocaban  sobre  un  altar.  El  sacerdote  viejo  llegá- 
base á  los  prisioneros  y  tomando  uno  le  colocaba  sobre  el  Te- 
malacatl, atándole  por  un  pié  con  la  zoga  (centzonmecatl)  que 
salía  por  el  agujero  del  centro  de  la  piedra.  Aquel  infeliz  estaba 
desnudo;  para  darle  ánimo  le  presentaban  en  un  xicaUi  la  bebi- 
da nombrada  teooctUy  y  él  tomaba  la  vasija,  la  presentaba  á  los 
puntos  cardinales,  y  bebía  el  líquido  chupando  con  una  caña 
hueca;  el  sacerdote  sacrificaba  una  codorniz  arrancádole  la  ca- 
beza,  levantaba  en  alto  el  cMmdli  del  prisionero  y  arrojaba  hÁ- 
cía  atrás  el  cuerpo  de  la  avecica.  El  preso  quedaba  sólo  sobre 
el  Temalacatl;  recibía  para  defenderse  tres  pelotas  grandes  de 
.madera  de  pino,  un  escudo  de  combate  y  un  macuahuiü  ó  espada 
mexicana,  de  solo  madera,  emplumados  los  cantos  en  lugar  de 
tener  navajas. 

Al  sonido  del  lúgubre  huehuetl  salía  el  tigre  primero  armado 
con  su  coracina,  escudo  y  una  espada  verdadera;  danzando  y  co- 
mo en  son  de  fiesta,  esgrimiendo  las  armas,  el  ojo  atento  á  los 
movimientos  de  su  enemigo,  se  iba  acercando  y  rodeando  el  Te- 
malacatL  El  prisionero  tomaba  las  bolas  de  palo,  arrojándolas 
sucesivamente  contra  el  gran  tigre,  quien  recojía  los  golpes  en  la 
rodela;  agotados  los  tiros,  embrazaba  su  escudo,  tomaba  el  casi 
inútil  macuahuitl,  y  se  empeñaba  una  lucha  terrible,  pues  dé  los 
combatientes  el  uno  pugnaba  por  salvar  la  vida,  el  otro  por 
mantener  su  honra.  La  ventaja  de  las  armas  determinaba  al  fin 
que  el  prisionero  recibía  alguna  herida;  inmediatamente  tañían 
las  bocinas,  caracoles  y  flautillas,  dejándose  caer  el  desventurado 
sobre  la  piedra.  Entonces  los  sacrificadores  le  desataban,  con- 
ducícmle  al  Cuauhxicalli,  le  arrancaban  el  corazón  y  le  ofrecían 
al  soL  Así  perecían  uno  tras  otro  todos  loa  prisioneros. 


J 


s 


166 

Algún  valiente  prisionero  daba  muerte,  hería  ó  cansaba  al  ti- 
gre mayor,  y  entonces  era  reemplazado  por  el  tigre  menor,  y  su- 
cesivamente por  las  águilas  mayor  ó  menor;  si  todavía  no  eran 
suficientes  tomaban  el  puesto  uno  de  los  cuatro  auroras,  guerre- 
ros zurdos  destrísimos  en  combatir  con  la  mano  izquierda:  con- 
tra t^nto  enemigo  no  cabía  la  esperanza  de  salir  con  vida.  Según 
la  autoridad  del  Conquistador  anóniíao,  (1)  si  el  preso  vencía  á 
siete  de  aquellos  guerreros,  "le  dejaban  en  libertad,  y  estaban 
'^obligados  á  restituirle  todo  cuanto  le  habían  quitado  «en  la 
"guerra."  No  faltaban  cautivos  que  al  tocar  la  espada  cortés 
perdieran  el  ánimo,  creyeran  intitil  prolongar  la  vida  por  pocos 
instantes  más,  y  arrojando  lejos  las  inútiles  armas  se  tendieran 
sobre  el  Temalacatl;  esto  nó  los  libraba  de  ser  al  punto  sacrifi- 
cados. Antes  de  la  pelea  aquellas  víctimas  se  llamaban  Oáhtuznti; 
los  corazones  eran  recogidos  en  la  cavidad  del  Cuauhxicalli,  y 
entonce^  les  decían  cuauhnochtli,  tunas  de  las  águilas,  y  á  los  ca- 
dáveres, cuaiüdeca.  Nombraban  la  ceremonia  Tlahualmanaliztliy 
"que  quiere  decir,  señalar  ó  rasguñar  señalando  con  espada,  y 
"hablando  nuestro  modo  es  dar  toque  esgrimiendo  con  espadas 
"blancas." 

Terminada  la  ceremonia  á  la  cual  los  autores  han  dado  nom- 
bre de  Sacrificio  gladiatorio,  los  representantes  de  los  dioses  se 
quitaban  los  cueros  de  que  estaban  vestidos;  los  sacerdotes  con 
sus  manos  les  lavaban  el  cuerpo,  y  con  mucha  reverencia  colga- 
ban los  pellejos  de  unas  varas.  Los  dueños  de  los  cautivos  reco- 
gían los  despojos,  llevándolos  á  sus  casas  para  hacer  el  festin  de 
costumbre.  Al  dia  siguiente  pedían  permiso  algunas  gentes  á  los 
que  donaron  el  esclavo  desollado,  y  da&a  licencia  revestían  los 
pellejos,  vestían  los  adornos  de  Xipe,  saliendo  por  las  calles  á 
pedir  limosna;  costumbre  era  que  cada  quien  les  diera  alguna 
cosa  según  sus  facultades,  y  que  si  dos  de  aquellos  pordioseros 
se  encontraran  arremetieran  uno  contra  el  otro  hasta  despeda- 
zarse ropa  y  pellejo:  por  la  noche  volvían  su  despojo  al  templo. 
Las  mujeres  presentaban  sus  niños  á  los  mendigos,  quienes  les 
daban  cierta  consagración  paseándolos  en  sus  brazos  cuatro  ve- 
ces al  rededor  de  los  patios.  Pasados  los  primeros  veinte  dias 
cesaba  la  limosna,  de  la  cual  recibía  la  mitad  el  dueño  del  es- 

(1)  Apnd  García  Icazbalceta,  tom.  1,  jtóg.  37ó. 


166 

claYo;  en  los  siguientes  veinte  días  los  guerreros  hacían  bailes 
7  festines,  quitando  cada  dia  uno  ó  más  de  los  cueros,  y  al  con- 
cluir el  término  de  cuarenta,  todos  aquellos  pellejod  hediondos, 
encogidos  y  negros,  eran  enterrados  en  una  cueva  fabricada  al 
pié  de  las  gradas  del  teocalli  de  Xipe.  (1) 

Las  grandes  piedras  encerradas  en  los  patios  del  gran  (eoca- 
Ui  estuvieron  mucho  tiempo  expuestas  en  la  plaza  pública  de  la 
ciudad,  hasta  que  los  vecinos  tomaron  algunas  para  adorno  de 
sus  casas,  despedazaron  otras,  y  las  muy  pesadas  enterraron  ba- 
jo el  pavimento.  El  P.  Duran,  (2)  cita  algunas  que  en  su  tiempo 
se  veían,  diciéndonos  que  las  culebras  del  coatepantli  servían  de 
pedestales  á  los  pilares  de  la  primitiva  catedraL  Torquemada  (3) 
afirma  que  en  su  tiempo  se- descubrían  en  los  cimientos  de  las 
casas  de  los  conquistadores  algunos  ídolos  y  piedras  labradas,  • 
los  cuales  mandó  picar  y  destruir  el  'arzobispo  D.  Fr.  García  de 
Santa  María  Mendoza,  quien  rigió  la  sede  de  1600  á  1606. 

Brantz  Mayer  (4)  nos  informa  de  que:  "Guando  hace  algunos 
años  se  practicajban  ciertas  obras  en  la  plaza,  se  encontró  este 
monumento  á  poca  profundidad  bajo  la  superficie.  El  Sr.  Cen- 
dra pretendió  se  alzara  de  ahí,  pero  el  gobierno  no  quiso  dar  los 
gastos,  y  como  las  dimensiones  de  la  piedra,  según  me  dijo  el 
mismo  Sr.  Gondra,  eran  exactamente  las  de  la  de  Sacrificios,  es 
decir,  nueve  pies  de  diámetro  por  tres  de  altura,  no  le  pareció 
ejecutar  la  operación  á  su  costa.  Deseando,  sin  embargo,  conser- 
var en  cuanto  posible  el  recuerdo  de  las  figuras  en  relieve  de 
que  estaba  cubierta,  (principalmente  porque  las  esculturas  esta- 
ban pintadas  de  amarillo,  rojo,  verde,  carmesí  y  negro,  colores 
que  permanecían  vivos  todavía),  hizo  sacar  un  dibujo,  del  cual 
es  copia  el  grabado  puesto  en  este  libro." 

"Creía  el  Sr.  Gtondra  que  era  la  piedra  de  los  gladiadores,  co- 
locada tal  vez  en  la  parte  inferior  del  teocalli,  frente  á  la  gran 
piedra  de  los  sacrificios.   Esto  no  va  de  acuerdo  con  la  relación 

(1)  Kos  Rirvieron  de  principal  gaía  para  esta  ceremonia,  Duran,  segunda  parta, 
eap.  IX.  MS.  P.  Sahagun,  lib.  11,  cap.  XXI.  Conquistador  anónimo,  loco  cit.  Tor- 
quemada,  lib.  X,  cap.  XI. 

(2)  Segunda  parte,  cap.  IX.  MS. 

(8)  Monarq.  Indiana,  lib.  XYII,  cap.  I. 

(4)  México  as  it  was  and  as  it  is,  bj  Brantz  Mayer,  secretary  of  the  V.  S.  Lega- 
tion  to  that  country  in  1841  and  1843.  Third  edition  Baltimore  1844.  Pág.  128. 


167 

de  algnnos  antígaos  escritores,  quienes,  aunque  están  de  acuer- 
do en  decir  que  era  circular,  como  lo  sigtdfica  su  nombre  Tema- 
laeatl,  están  conformes  en  asegurar  que  la  superficie  superior  era 
lisa  j  que  tenía  en  el  centro  un  taladro,  del  cual  era  atado  el 
cautivo,  comp  ya  dije." 

^Las  figuras  representadas  en  relieve  sobre  la  piedra,  eviden- 
temente son  de  guerreros  armados  dispuestos  aLeombate.  Me 
ha  parecido  dar  al  público  el  dibigo,  por  vez  primera,  como  pas- 
to á  las  observaciones  de  la  crítica,  con  la  esperanza  de  que  si 
no  es  la  piedra  gladiatoria,  los  entendidos  en  antigüedades  me- 
xicanas puedan  descifrar  algún  dia  lo  que  sea  realmente.  Htiy 
notable  es  que  los  colores  se  conserven  todavía  frescos,  j  que 
aparezca  la  figura  de  la  '^mano  abierta,"  esculpida  en  un  escudo 
y  entre  las  piernas  algunos  hombres  en  los  grupos  laterales.  ' 
Esta  ^^mano  a'bierta"  fué  encontrada  por  Mr.  Stephens  en  casi 
todos  los  templos  que  visito,  en  su  reciente  exploración  de 
Yucatán." 

Dibujo  entero  de  los  relieves,  así  de  la  cara  superior  como  de 
la  8u¡>erficie  convexa,  fué  publicado  en  la  Historia  de  la  conquis- 
ta por  Prescott,  (1)  bajo  el  título,  '^Believes  en  la  piedra  de  los 
gladiadores.  Oomunicó  la  estampa  al  editor  el  repetido  Sr.  ]>. 
Bddro  Bafael  Gondra." 

Jui^ando  únicamente  por  las  láminas,  el  monumento  no  pue- 
de ser  un  Temalaoatl;  £&ltale  el  taladro  centraL  Las  figuras  no 
son  de  guerreros  armados  dispuestos  al  combate;  evidentemente 
representan  dioses,  y  entre  ellos  se  distingue  á  Huitzilopochtli 
con  sus  armas  y  atributos,  teniendo  delante  sacerdotes  ú  otras 
divinidades,  con  sus  trajes  y  divisas,  llevando  en  las  manos  los 
símbolos  del  holocausto.  Los  dioses  de  la  cara  superior  ni  com- 
baten, ni  pueden,  estar  combatiendo;  consideran,  con  el  cuerpo 
echado  hacia  atrás,  el  objeto  que  parece  estar  en  el  aire  y  es  el 
signo  Cipactli.  Adviértense  por  todos  lados  símbolos;  aves,  cua- 
drúpedos y  reptiles  fantásticos;  signos  del  sol  y  de  los  dias  del 
mes,  con  otros  objetos  semejantes  á  los  de  los(  libros  rituales.  No 
cabe  duda,  ^  es  un  monumento  religioso  destinado  á  los  dioses, 
con  leyendas  relativas  al  culto.  En  cuanto  á  la  impresión  de  la 
^'mano  abierta,"  confesamos  no  saber  lo  que  en  Yucatán  signifi- 

(1)  Edic.  de  V.  Oaroía  Tpnres,  México,  1844.  Tom.  I,  pág.  8r>. 


168 

ca.  En  México,  durante  la  fiesta  de  Panquetzaliztli,  ''iban  los 
'^esclavos  que  habían  de  morir  á  las  casas  de  sus  amos  á  despe- 
^'dirse,  y  Ueyábanles  delante  una  escudilla  de  tinta^  ó  de  alma- 
'gre,  ó  de  color  azul:  iban  cantando  con  muy  alta  voz,  que  pare- 
cía que  rompían  el  pecho,  y  en  llegando  á  las  casas  de  sus  amos, 
''metían  ambas  manos  en  la  escudilla  de  color  ó  de  tinta,  y  po- 
''níanlas  en  los  umbrales  de  las  puertas  y  en  los  postes  de  las 
''casas  de  sus  amos,  y  dejábanlas  allí  impresas  con  los  colores; 
''lo  mismo  hacían  en  las  casas  de  sus  parientes."  (1) 

Acerca  del  nombre  y  destino  de  esta  piedlra,  dice  Tezozomoc,  (2) 
que  en  los  tiempos  de  Motecuhzoma  Ilhuicamina,  para  la  fiesta 
del.  TlacaxipehualiztU,  los  sacerdotes  se  ejercitaron  para  el  sa- 
crificio en  Vb,  piedra  pintada. 

Después  de  la  guerra  de  Tlaltelolco,  dijo  Axayacatl  á  Cihua- 
coatl:  "Señor  y  padre;  mucho  quisiera  que  renovásemos  la  pie» 
dra  redonda  que  está  por  brasero  y  degolladero  arriba  de  la  casa 
y  templo  de  Tetzahuitl  Huitzilopochtli,  ó  si  os  parece  que  se 
labre  otra  mayor^de  mejores  labores,  y  el  que  ahora  está  sirva 
para  otro  templo  de  dios."  En  efecto,  mandáronse  venir  los 
canteros  de  Azcapotzalco,  Tlacopan,  Coyohuacan,  Culhuacan, 
Ouitlahuao,  Chalco,  Mizquic,  Texcoco  y  Huatitlan;  juntáronse 
ademas  hasta  50,000  hombres  para  traer' arrastrando  con  sogas 
una  gran  piedra  de  Ayotzinco,  la  cual  se  sumió  y  perdió  en  el 
puente  de  Xoloc:  entonces  trajeron  otra  más  grande  de  las  inme- 
diaciones de  Coyohuacan,  que,  metida  á  México,  fué  labrada, 
^'historiando  en  la  labora  los  dioses  y  principalmente  al  deHui- 
"tzilopochtli."  Teniendo  en  cuenta  Axayacatl,  que  la  piedra  que 
estaba  en  lo  alto  del  templo  había  sido  dispuesta  por  Motecuh- 
zoma el  viejo,  la  quitó  y  puso  abajo,  colocando  en  su  lugar  la  por 
él  mandada  labrar.  Hizo  igualmente  construir  un  Cuauhxicalli, 
al  mismo  estilo  para  la  sangre  de  los  degollados  en  sacrificio, 
pues  és  nuestra  ofrenda  y  honra  de  nuestro  amo  y  señor  Hui- 
"tzilopochtli,"  (3) 

En  la  fiesta  cíclica  que  tuvo  lugar  durante  el  reinado  del  se- 
gundo Motecuhzoma  en  el  cerro  Huixachtitlan,  se  hizo  el  sacrí- 

(1)  P.  Sahagun,  tom.  I,  pág.  170. 

(2)  Crónica  Mexicana,  cap.  XXX.  MS. 

(3)  Tezozomoc,  cap.  XLVII.  MS, 


169 

flcio  de  los  cánticos  sobre  la  piedra  jpintaday  "que  estaba  encima 
*'de  este  cerro  de  Iztapalapa  cuando  la  conquista  mexicana  por 
*'D.  Femando  Cortes,  capitán  de  los  españoles,  al  subir  encima 
^'de  este  cerro  para  desbaratar  á  los  que  le  defendían,  arrojó  de 
'  ''allí  esta  piedra  labrada,  como  se  dirá  adelante  en  la  propia 
"conquista."  (1) 

Si  no  nos  despeñamos  en  nuestras  inducciones,  la  piedra  que 
aun  se  conserva  sepultada  en  la  plaza  principal,  pertenece  al  gé- 
nero de  las  pintadas  y  consagradas  á  los  dioses.  Su  nombre  pa- 
rece ser  Teocuauhxicalli,  (2)  palabra  compuesta  de  teotlf  dios, 
diciendo  el  compuesto  Ouauhxicalli  de  los  dioses  ó  divinoL 

Del  género  Cuauhxicalli  es  también  la  gran  piedra  cilindrica, 
colocada  actualmente  en  el  patio  del  Museo  Nacional,  y  llamada 
vulgarmente  piedra  de  los  sacrificios.  Bemoviendoel  terreno  de 
la  plaza  principal  para'formar  el  empedrado,  apareció  este  mo- 
numento el  17  de  Diciembre  1791;  sacado  de  su  sepulcro,  donde 
yacía  en  sentido  inverso  del  natural,  faé  examinado  por  nuestro 
sabio  anticuario  D.  Antonio  de  León  y  Gama,  (3)  quien  publicó 
extensa  descripción.  Otras  grandes  piedras  fueron  halladas  tam- 
bién, que  juzgándose  estorbo  por  su  yolúmen  y  peso  fueron  man- 
dadas destrozar,  para  que  fuesen  aproyechados  los  pedazos  en 
,  el  pavimento;  la  misma  suerte  corriera  ésta,  á  no  haber  acertado 
á  pasar  por  ahí  el  Sr.  canónigo  Oamboa^  quien  logró  hacer  cesar 
la  comenzada  desvastaoion  en  ella  y  que  fuera  colocada  en  el 
ángulo  S.  O.  del  cementerio  de  la  Catedral.  Permaneció  en  aquel 
sitio,  hasta  ser  trasladada,  en  1824,  al  patio  de  la  Universidad, 
local  destinado  entonces  para  Museo  Nacional:  marca  el  sitio  en 
donde  estuvo,  la  lápida  mandada  colocar  por  el  Sr.  D.  José  Fer- 
nando Ramírez,  1852,  siendo  ministro  de  Relaciones  del  presi- 
dente D.  Mariano  Arista,  y  lleva  esta  inscripción:  ''Antiguo 
''asiento  de  la  piedra  llamada  de  los  Sacrificios,  trasladada  al 
"Museo  Nacional  el  dia  10  de  Noviembre  de  1824"  (4)  El  año 
1873  fué  conducida- al  lugar  en  donde  hoy  se  encuentra,  siendo 
director  del  Museo  el  Sr.  D.  Bamon  Isac  Alcaraz. 

(1)  Tezozomoc,  cap.  XCVII.  MS. 

(2)  Tezozomoc,  cap.  XXXIII.  MS. 

(3)  Descrip.  de  las  doB  piedras,  segunda  parte. 

(4)  Ramírez,  antig.  mex.  conservadas  en  el  Museo  Nacional. 

22 


X70 

Gama  la  tuvo  por  una  piedra  astroAÓmica  dedicada  al  sol»  ex^ 
pUcc^do  q;ue  las  %uxaB  del  reUeye  erau  danzantes  que  simboli^ 
zaban  u^a  de  las  grandes  fiestas  oeiebradas  en  honra  del  astro..  (1) 
Hmnboldt  opinó,  qiie  era  nn  TemaJ^eatl  destinado  á  los  c(»iiba- 
^  g^adiatorios,  representando  los  relieves  las  conquistas  de.  un 
rey  azteca.  (2)  D.  Fernando  Bamírez,  con  mejor  acierto  estable- 
ce que  era  un  monumento  cónmemoratiyo  y  yotivo  á  la  vez;  de- 
dicado al  sol»  y  conmemorativo  ^'de  las  victorias  obtenidas  por 
^'Tiaoc,  sobre  los  pueblos  figrurados  en  la  circunferencia  del  ci- 
'lindro,  cuyos  símbolos  no  representan  ésmmntes^  como  suponía 
''Gama»,  sino  grupos  de  vencedores  y  de  t^encúío^»  dispuestos  de  dos 
''en  dos»  el  uno  llevando  asido  del  cabello  al  otro»  y  éste  portan- 
''do  en  la  maoo  izquierda  un  haz  d^,  flechas  cou  la  punta  hacia 
"absjo^  y  en  la  d^arecha  una  anaa  que  presenta  en  señal  de  su- 
"mision»  á  la  nuiuiera  que  se  ven  los  relieves  de  su  género  en  los 
"monumentos  Egipcios  y  Asirlos.  En  cada  uno  de  estos  grupos 
"y  hacia  la  parte  posterior  de  la  cabeza,  que  figura  un  prisionero, 
"se  ve  un  símbolo  jeroglífico»  que.  da  fonétioamenée,  el  nombre  de 
"su  puebla"  (3)  Nebel  publico  dibujo  de  la  piedra  dando  una 
corta  descripción»  y  haciendo  notar  que  entre  los  combatientes 
había  dos  mujeres^"  (4) 

Subiendo  á  los  tiempos  ant%uos,  leemos  en  un  historiadior:  ^ 
"Peterminado  por  el  cey  Huahuemote^uma  que  sa  labrase  en  una 
piedra  muy  grande  la  s^nejanga  ddl  sol  y  que  se  le  hiciese  una 
gcwi  fiesta»  mandaron  á  los  canteros  que  se  buscase  una  g^an 
piedra»  y  buscada  se  pintase  en  ella  una  figura  del  sol»  redonda» 
y  que  en  medio  della  hicieaeu  una  pileta  redonda^  y  que  del  bov- 
d^  de  la  pileta  salieseiL  unos  rayos,  para  que  en  aquella  pileta  sa 
recogiese  la  sangre  de  los  sacrificados»  para  que  la  semejanza  del 
sol  gofase  della^  y  que  desta  pileta  saliese  un  cano  por  donde  so 
derramase  aquella  sangre»  y  mandaron  que  al  rededor  della»  por 
orla  ó  9anefa»  pintaran  todas  las  guerras  que  hasta  entonces 


(1)  Descrip.  de  las  dos  piedras,  looo  oit. 

(2)  Vaes  des  GozdiUireB.  Planche  XXL 

(8}  Antig.  mex.  eonservadafl  en  el  Mnseo  NaoionaL 

(4)  Viage  pintoresco  y  arqueológico  sobre  la  parte  más  interesante  de  la  Bepiíbíi- 
ca  Mejicana,  en  los  aflos  transcurridos  desde  1829  hasta  1834,  por  el  arquitecto  D. 
Carlos  Kebel.  50  láminas  litografiadas  con  sa  texto  explicativo.  Paris  y  Méjico, 
MDOOOXL. 


171 

aoian  tenido  j  que  el  sol  les  ania  concedido  de  qne  las  venciesen 
con  su  fayor  y  ayuda.  Tomada  la  obra  á  cargo  de  los  canteros» 
buscaron  una  piedra  gruesa  y  hermosa  y  en  ella  esculpieron  la 
semejanga  del  sol,  pintaron  en  ella  las  guerras  que  auian  yenci- 
do  de  Tepeaca,  de  Tochpan,  de  la  Guasteca»  de  Ouetlaxtlan,  de 
Ooaixtlahuac,  todo  muy  curiosamente  labrado."  (1) 

Completa  descripción  sería  ésta  del  monumento  que- nos  ocu- 
pa, á  tener  entalladas  en  la  orla  las  guerras  de  Tepeaca,  Toch- 
pan,  &c.  Estas  piedras  se  llamaban  Oaauhxicalli,  pertenecían  á 
los  caballeros  del  sol,  y  acompañaban  á  la  piedra  del  sol,  de  que 
en  seguida  hablaremos.  De  estos  cuauhxicalli  se  mencionan  va- 
rios; fnera  del  de  Motecuhzoma  I,  queda  memoria  del  mandado 
construir  por  Axayacatl(2)  y  del  intentado  por  Motecuhzoma  ü, 
habiendo  motivo  para  creer,  con  Fr.  Bemardind,  que  cada  rey 
mandaba  fabricar  el  suyo.  En  apoyo  de  esta  opinión  viene,  qne 
el  que  estudiamos  es  el  Cnauhzicalli  de  Tízoc 

Es  nn  cilindro  de  traquita,  2v65  de  diámetro  y  0°^84  de  altura. 
Tiene  el  doble  carácter  de  religioso  y  de  histórico:  monumento 
votivo  por  estar  consagrado  al  sol,  es  una  pecina  de  los  aciales 
mézica  por  ser  el  compendio  de  las  guerras  del  monarca  cons- 
tructor. 

La  cara  superior  tiene  entallada  la  imagen  del  sol,  levantado 
el  relieve  sobre  el  plano  0ia026.  En  los  jeroglíficos  mexicanos,  el 
signo  óUin  es  la  representación  más  simple  del  astro  del  dia;  au- 
mentan las  formas  en  el  carácter  fonético  ieoÜ;  Ueva  en  esta  pie- 
dra una  figura  más  complicada,  y  es  perfecta  y  completa  en  la 
piedra  del  sol,  descrita  por  nuestro  amigo  y  compañero  el  Sr.  Lie. 
P«  Alfredo  Chavero.  Signiendo  del  centro  á  la  circunferencia, 
aquel  está  ocupado  por  un  hueco  concavo,  0,°^46  de  diámetro, 
0^15  de  profundidad,  formando  propiamente  el  vaso  ó  xíccdlú 
Concéntricos  á  éste  se  cuentan  ocho  coronase  ánulos,  dispues- 
tos en  esta  forma:  uno  liso  y  plano,  otro  formado  de  dobles  pon- 
tos ó  de  circulillos  con  otro  más  pequeño  concéntrico,  en  número 
de  16;  tercero  y  cuarto  llenos,  unidos  y  distinguiéndose  uno  del 
otro  por  el  mayor  relieve;  quinto  compuesto  de  40  puntos  sen- 
callos;  sexto,  angosto  y  lleno;  sétimo,  de  48  puntos  sencillos;  úl- 
timo, liso  y  lleno. 

(1)  P.  Dnnín,  cap.  XXm. 

(2)  TesBOZomoo,  cap.  49.  MB. 


172 

Sobre  éste  descansan  cuatro  figuras  semejantes  á  una  A,  sin  el 
trazo  medial  y  con  los  extremos  formando  hacia  afuera  una  vo- 
luta; los  vértices  tocan  la  circunferencia  de  la  piedra,  dividién- 
dola en  cuatro  partes  iguales.  De  los  intermedios  arrancan  otras 
cuatro  figuras  triangulares,  sin  los  extremos  recurvos,  que  tocaur 
do  también  en  la  circunferencia,  la  dividen  con  las  anteriores  en 
ocho  partes  iguales.  Todavía  de  los  intermedios  se  alzan  unos 
dibujos  trapezoidales,  parecidos  á  un  carcax  con  sus  flechas,  ter- 
minados en  un  punto  doble:  son  ocho  estas  figuras,  ocho  los  cír- 
culos y  diez  y  seis  las  partes  en  que  la  circunferencia  queda 
dividida,  un  punto  doble  marca  cada  una  de  ellas.  Sobre  elinulo 
exterípr  y  entre  las  cuatro  primeras  figuras  triangulares,  se 
cuentan  cuatro  signos  cruciformes,  con  un  punto  central,  en 
todas  32,  debiendo  aumentarse  ocho  colocadas  sobre  los  tnape- 
zoides.  Finalmente,  al  rededor  de  la  misma  corona,  se  despren- 
den unas  como  medio  elipses,  con  otra  simétrica  en  el  interior, 
8  en  cada  división,  64  en  la  circunferencia,  á  las  cuales  se  han  de 
aumentar  32,  cuatro  en  cada  extremo  de  los  trapecios.  Nace  de 
la  cavidad  central  una  canal,  terminada  en  la  circunferencia, 
1^12  de  longitud,  0ni85  de  profundidad. 

Hueco  y  caño  son  propios  de  la  piedra  y  distintivos  del  Cuauh- 
xicalli;  servían,  aquel  para  recojer  la  sangre  de  las  víctimas  sa- 
crificadas ahí  ó  contener  los  corazones  de  los  sacrificados,  éste 
para  que  la  sangre  se  derramase  delajite  del  ídolo.  No  son  obra 
de  la  desvjbstacion,  como  quiere  Gama,  ni  pudiera  haberse  prac- 
ticado en  forma  tan  regular. 

Figuras  triangulares  y  trapecios,  circulillos  ó  puntos  sencillos 
y  dobles,  signos  cruciformes,  medias  eUpses  yámil.os,se  cuentan 
por  múltiplos  de  cuatro.  Este  número  es  cabalístico  y  misterio- 
so. Cuatro  son  los  soles  cosmogónicos  6  edades  del  mundo;  cuatro 
^  las  regeneraciones  del  género  humano;  cuatro  los  movimientos 
del  sol,  las  estaciones,  las  divisiones  principales  del  dia,  los  sig- 
nos de  los  años,  los  ÜalpiUi  ó  divisiones  del  ciclo,  los  elementos 
constitutivos  de  los  cuerpos  agua,  aire,  fuego  y1¡ierra. 

La  figura  circular  es  la  que  aparentemente  afecta  al  sol.  Signifi- 
can los  triángulos  los  rayos  luminosos  que  del  astro  se  despren- 
den; los  trapecios  los  manojos  ó  haces  de  luz,  y  las  semielipses 
los  resplandores  terminales  del  luminar  y  de  sus  rayos.  La  su- 
cesión y  orden  de  los  ánutos  sea  tal  vez  relativa  á  la  idea  que 


173 

los  astrónomos  mexicanos  tenían  acerca  de  h\  constitución  física 
del  sol;  capas  concéntricas  más  ó  menos  densas  encerrando  la 
materia  de  la  Inz,  significada  por  los  circulillos,  conjetura  que 
podía  hallar  fundamento  en  esos  corpúsculos  que  se  distinguen 
sobre  un  rayo  luminoso  penetrando  en  un  aposento  oscuro. 

Es  pues  la  representación  del  sol,  en  cuanto  astro,  y  con  su 
nombre  reverenciado  teotl  Las  primeras  aspas  triangulares  le 
califican  de  NahuioUin,  cuatro  movimientos.  Se  refieren  al  curso 
aparente  del  equinoccio  de  primavera  al  solsticio  de  estío,  de 
éste  al  equinoccio  de  otoño,  de  aquí  al  solsticio  de  invierno,  de 
esta  posición  á  la  inicial.  Sin  duda  es  también  la  cuenta  de  las 
cuatro  grandes  horas  desiguales,  contadas  dé  un  orto  del  sol  al 
inmediato,  de  las  estaciones,  <&c.,  como  regulador  del  tiempo,  en 
las  fracciones  grandes  ó  pequeñas. 

El  relieve  de  la  superficie  convexa  se  compone  de  quince  (1) 
grupos  de  dos  figuras  cada  uno.  Una  de  ellas  siempre  es  la  mis- 
ma; lleva  en  la  cabeza  un  casco  coronado  con  un  gran  penacho, 
rematando  hacia  la  frente  en  una  cabeza  de  águila,  distintivo  de 
los  aucuyuauktin  6  caballeros  del  sol;  grandes  pendientes  en  las 
orejas;  al  cuello  un  ancho  collar;  al  pecho  un  adorno,  ó  más  bien 
una  defensa  contra  los  golpes  enemigos;  cúbrele  la  cintura  y  par- 
te de  los  muslos  el  rrujuxMatl  de  puntas  colgantes,  brazaletes,  y 
adornos  en  las  piernas;  en  los  pies  el  zapato  ó  cactti  nacional, 
terminando  el  izquierdo  en  una  prolongación  curva  hacia  arriba: 
Humboldt  mira  en  esto  una  arma,  no  es  sino  un  distintivo.  Be- 
tiene  juntos  en  la  mano  derecha  el  chimalli  6  escudo,  dos  miílj 
flecha,  ó  tlacochtlt,  vara  arrojadiza,  y  el  maciuihuitly  espada  mexi- 
cana, en  cuyo'manejo.sobresalían  aquellos  soldados;  con  la  mano 
izquierda  empuña  por  el  pelo  al  guerrero  que  delante  tiene.  Sólo 
uno  de  ellos  se  diferencia  de  los  demás  en  el  rico,  más  abundan- 
te y  distinto  plumaje  de  la  cimera  del  casco;  en  el  lujoso  maa>tlatl, 
en  la  joya  y  borla  que  le  cuelgan  á  la  espalda:  esas  insignias  y 
adornos,  que  sólo  pertenecen  á  príncipes  ó  reyes,  determinan 
ser  éste  el  principal  ó  jefe,  el  grupo  de  mayor  categoría,  el  pri- 
mero en  orden. 

La  segunda  figura  se  presenta  con  el  cuerpo  inclinado  y  el  ros- 
tro afligido;  ofrece  con  la  mano  derecha  el  símbolo  de  sumisión, 

(1)  Ko  yeinte  como  dice  Humboldt. 


174 

mientras  en  la  mano  izquierda  conserva  todavía,  bien  dos  flechas 
con  las  puntas  hacia  arriba,  bien  arco  y  flechas^  una  porra»  una 
lanza  ó  una  espada.  En  cuanto  al  traje,  varía  según  el  pueblo  que 
representa.  Nebel  asegura,  ''que  hay  entre  los  conquistados  dos 
"mujeres;"  no  es  exacto.  Los  guerreros  que  visten  una  especie 
de  enagua  llevan  el  ichcahiiipiUiy  armadura  de  algodón  colchado 
para  defensa  del  cuerpo,  llamada  escai^pt?  por  los  castellanos.  Las 
barbas  descubiertas  por  Humboldt  en  el  rostro  de  una  de  las 
figuras,  es  un  distintivo  guerrero. 

En  las  pinturas  jeroglíficas  mexicanas  el  combate,  la  batalla  y 
la  guerra  se  representan  de  distintos  modos.  En  los  Códices  Te- 
Ueriano-Bemense  y  Vaticano  dos  guerreros,  distinguibles  por 
sus  armas  y  arreos,  y  por  sus  nombres  gentilicios,  están  uno  de- 
lante de  otro  en  ademan  de  combatir:  es  una  representación  mí- 
mica, caracteres  propiamente  kiriológicos.  En  la  primera  lámina 
del  Códice  Mendocino  se  presenta  un  guerrero  armado,  y  delan- 
te el  soldado  vencido,  y  junto  el  nombre  del  pueblo  que  repre- 
senta con  el  símbolo  de  la  conquista:  aquí  el  grupo  de  mímico 
pasa  á  alegórico,  y  no  significa  solamente  el  combate,  sino  tam- 
bién la  victoria,  el  saqueo  y  la  destrucción  de  la  ciudad  enemiga. 
En  las  otras  láminas  del  mismo  Códice  Mendocino  está  pintado 
el  rey  y  delante  los  pueblos  por  el  conquistados;  esto  se  significa 
con  un  chimalli  que  reposa  sobre  un  manojo  de  flech^s«  El  si^o 
suena  yaóyotl,  guerra,  batalla;  ó  bien  reuniendo  los  valores  fóni- 
cos de  los  objetos  dirá  mitl  chimdUif  16  que  metafóricamente  sig- 
nifica en  mexicano,  guerra,  batalla:  (1)  el  signo,  de  alegóirico  se 
transformó  en  ideográfico  y  aun  en  fonético. 

El  relieve  que  vamos  interpretando  dice  claramente,  que  cada 
par  representa  una  batalla  ó  una' conquista.  Son  grupos  de  ven- 
cedores y  de  vencidos  como  dice  el  Sr»  BamíreiS;  los  vencedores» 
los  caballeros  caacuauhtin,  águilas,  los  que  retienen  por  el  pelo  á 
los  prisioneros;  los  vencidos,  los  que  presentan  la  señal  del  tri- 
buto: el  nombre  del  pueblo  sojuzgado  se  mira  sobre  la  cabeza  de 
cada  figura,  la  cual  representa  la  población,  la  tribu  ó  la  nación 
vencida. 

Poniéndonos  al  frente  del  grupo  principal,  el  guerrero  vence- 
dor, á  quien  su  vestido  distingue  cemo  rey,  lleva  también  sn 

(1)  Diccionario  de  Molina. 


175 

nombre  propio  expresado  por  xmskpiema;  es  el  jeroglífico  ideo- 
gráfico del  nombre  Tízoc,  monarca  mexicano  que  gobernó  del 
orne  calli  1481  al  chicóme  tochtli  1486.  El  vencido  representa  la 
provincia  Matlatzinca.  Son  pues  exactas  las  aseveraciones  del 
Sr.  Bamirez;  ''es  un  monumento  conmemorativo  de  las  victorias 
''obtenidas  por  Tízoc,  sobre  los  pueblos  figurados  en  la  circun- 
"ferencia  del  cilindro,"  Prosiguiendo  hacia  la  derecha,  contradi- 
ciendo algunas  veces  á  Gama,  hemos  leído:  Tochtla,  Ahuilizapan, 
Axocopan,  Coatepec,  Tenanco,  Xochimilco,  Tozxiuhco,  Tamazo- 
lapan,  Acolman,  Tecaxic,  Tancuitlan,  TonalimoquetzaUan,  Ehe- 
catepec,  Cuetlaxtla.  (1) 


(1>  An»lefi  del  MoBeo  Nacional,  tom.  I,  pág.  8  y  sigs.,  y  Diccionario  geográfico  y 
de  la  Bepüblica  Mexicana. 


CAPITULO  IX. 


8acrifleios.—La  piedra  del  eol'-'Historia.'-'SaoriJUno  del  meruajerodel  soL^Fieita 
del  mee  Xoeatlhuetei.'^Fiesta  de  TeoÜeeo.^Fieeta  en  honra  del  fuego  en  el  mee 
ffuciteou¿lhuUl.-^8aerifleio  al  fuego.^Fueffo perpetuo.-^El  hambre  de  la  Cihua- 
ooatL—'Fieeta  aXfuego.^De  cuatro  en  cuatro,  y  fie  ocho  en  ocho  años,^Número  de 
loe  eaerijkioe  hunanoe.—UnivereaUdad  de  la  vieUma  humana.-^No  eon  loe  mexica- 
nos loe  únicoa  criminales  en  este  re^peeto,-^Aniropofagia.— Común  á  los  pueblos  de 
la  tierra.— Los  mexicanos  no  son  antropófagos  en  la  rigorosa  ae^i)eion  de  la  palabra. 

EL  rey  Axayacatl,  constructor  de  un  Cuauhaxicalli,— "Tam- 
"bien  estababa  ocupado  en  labrar  la  piedra  famosa  y  grande , 
"donde  estañan  esculpidas  las  figuras  de  los  meses  y  años,  dias 
"y  semanas,  con  tanta  curiosidad  que  era  cosa  de  ver,  la  cual 
"piedra  muchos  vimos  y  alcanzamos  en  la  plaza  grande,  junto  á  * 
"la  acequia  la  qual  mandó  enterrar  el  Ulmo  y  Rmo.  Señor  Don 
^'fray  Alonso  de  Montúfar,  dignísimo  arzobispo  de  México  de  fe- 
"lice  memoria,  por  los  grandes  delitos  que  sobre  ella  se  cometían 
"de  muertes."  (1)  Adoptando  la  fecha  esculpida  sobre  la  misma 
piedra,  la  construcción  data  del  trece  acatl  1479. 

Estrenado  el  Cuauhxicalli  con  muerte  de  los  prisioneros  ma- 
tlatzinca,  Axayacatl  convidó  á  los  señores  de  Texcoco,  de  Tlaco- 
pan  y  de  otras  provincias,  para  que  viniesen  á  colocar  la  piedra 
dd  sd,  que  ya  estaba  acabada;  en  efecto  acudieron  con  sus  alha- 
míes y  canteros,  y  en  un  solo  dia  construyeron  un  macizo  de 
"veinte  brazas  en  redondo,"  encima  del  cual  la  colocaron  ho- 

(1)  P.  Doián,  oap.  XXXV.   Bepite  la  noticia  acerca  de  la  mandada  enterrar  de  la 
piedra,  en  la  segunda  parte,  oap.  IZ.  MS.   . 


177 

rizontalmente,  con  gran  fiesta  de  música  en  los  templos,  que- 
mándose "gran  cantidad  de  enciensos  por  mano  de  los  turíbulos 
''que  tenían  aquel  sólo  oficio  de  encensar,  á  los  quales  Uamauan 
"tíewawKBcogwe,  que  propiamente  quiere  decir  turibolario  ó  en- 
"censador."  (1) 

Colocada  la  piedra  del  sol,  entró  en  consejo  el  rey  con  Neza- 
hualcoyotl,  Totoquihuaztli  y  otros  señores,  á  fin  de  determinar 
á  cuál  provincia  se  haj:ía  la  guerra,  para  tener  prisioneros  que 
sacrificar  en  la  inauguración:  escogido  Michliuacan,  marcharon 
los  reyes  coligados  con  poderoso  ejército;  pero  los  tarascos  se 
defendieron  con  yalentia,  derrotaron  á  los  méxica,  y  Axayacatl, 
poco  menos  que  huyendo,  retomó  á  su  capital  á  celebrar  las  exe- 
quias de  sus  muertos.  (2)  Terminadas  las  ceremonias  fúnebres, 
los  aliados  fueron  contra  los  de  Tliliuhquitepec,  población  situa- 
da entre  Qtompa  y  Tepepolco,  la  cual  tuvo  que  aceptar  el  com- 
bate por  ser  una  de  las  del  concierto  en  la  guerra  sagrada.  Em- 
peñada fué  la  batalla,  y  cuando  los  de  Tliliuhquitepec  rogaron 
que  cesara  la  pelea,  se  encontró  que  el  ejército  había  tomado 
setecientos  prisioneros;  no  fué  ello  sin  pérdida,  pues  sólo  de  los 
guerreros  méxica  faltaron  420.  Axayacatl  toIyíó  á  México,  con- 
solándose con  la  reflexión  de,  "quede  ambas  partes  auia  querido 
cQmer  el  soL"  (3) 

Para  la  dedicación  no  sólo  acudieron  los  señores  amigos,  mas 
también  los  ene¿aigos  de  casa  Tlaxcalla,  Huexotzinco  y  OholoUan. 
El  dia  de  la  fiesta,  "mandaron  aperciuir  y  aderezar  la  piedra  y 
"los  que  auian  de  sacrificar,  para  lo  qual  se  aderezó  el  rey,  que 
"fué  el  principal  en  este  oficio,  y  luego  su  coadjutor  Tlacaelel;  y 
"luego  los  que  representaban  los  dioses  todos,  como  eran  Que- 
"tzalcoatl  y  Tlaloc,  Opochtli,  Iti^apalotl,  Youalanaj  Apantecutli, 
Huitzilopochtli  y  Toci,  Cihuacoatl,  Izquitecatl,  Icnopilli,  Mix- 
coatí,  Tepuztecatl,  vestidos  todos  estos  como  dioses  para  sacri- 
"ficar  encima  de  la  piedra,  todos  subidos.  Auiéndpse  aderezado, 
''antes  que  amaneciese  salió  el  rey  muy  galano,  y  junto  á  él  Tla- 
^'caelel  al  mismo  modo  vestido,  y  sus  cuchillos  de  navajas  en 
''las  manos  y  subíanse  encima  de  la  piedra:  luego  sacaban  los 

* 

(1)  P.  Dnrán,  cap.  XXXVI. 

(2)  P.  Ihirán,  cap.  XÍXVII. 

<3)  P.  Diurán,  «ap.  XXXYIII. 

23 


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178 

• 

"presos,  todos  embijado»  con  yeso  y  las  cauegas  emplumadas  y 
"unos  bezotes  largos  de  pluma,  y  poníanlos  en  renglera  en  el  lu- 
gar de  las  calauemas,  y  antes  que  los  empe9asen  á  sacrificar 
salía  un  encensador  del  templo  y  traía  en  la  mano  una  gran 
hacha  de  encienso,  á  manera  de  culebra  que  ellos  Uamauan 
^^xiuhcoatl,  la  que  veida  encendida,  y  daua  cuatro  vueltas  al  rede- 
"dor  desta  piedra,  encensándola,  y  al  cauo  ecbáuala  así  ardiendo 
"encima  lá  piedra  y  allí  se  acauaba  de  quemar:  hecho  este  em- 
"pegauan  los  sacrificios,  matando  el  rey  hasta  que  se  cansaua, 
"de  aqueUos  hombres  presos,  y  luego  le  sucedía  Tlacaelel  hasta 
"que  se  cansaua,  y  luego  aquellos  que  representaban  los  dioses 
"sucesivamente,  hasta  que  se  acauaron  aquellos  setecientos  kom- 
"bres  presos  que  de  la  guerra  de  Tliliuhquitepec  auian  traído; 
"los  quales  acauados,  quedando  todos  tendidos  junto  al  lugar  de 
"las  calauemas  y  todo  el  templo  y  el  patio  ensangrentado,  que 
"era  cosa  de  gran  espanto  y  cosa  qíie  la  mesma  naturaleza  abo- 
"rrece,  fue  el  rey  y  ofreció  á  sus  güespedes  muy  ricas  mantas  y 
"joyas  y  muy  ricos  plumages."  Apenas  salidos  los  huéspedes, 
Axayacatl  cayó  enfermo  del  trabajo  del  sacrificio  y  del  acedo  olor 
de  la  sangre,  muriendo  de  ahí  á  pocos  días.  (1)  Aconteció  esto 
el  año  1581.  La  fatal  piedra  causa  de  tanta  sangre  inútilmente 
derramada,  costaba  la  vida  á  su  mismo  constructor. 

La  piedra  del  sol  estaba  colocada  en  el  departamento  de  los 
cuacuauMin  ó  caballeros  del  sol,  donde  había  templo  é  imagen 
del  astro,  como  ya  dijimos  en  un  capítulo  anterior.  Aquella  con- 
gregación guerrera  solemnizaba  dos  fiestas  principales  al  año, 
cuando  al  signo  oUin  tocaba  en  el  orden  sucesivo  de  los  diais  el 
número  cuatro,  formando  el  símbolo  iVaííAoHín,  cuatro  movimien- 
tos del  sol.  Xia  primera  del  año  era  la  más  solemne.  Ayunábase 
aquel  dia  con  todo  rigor,  pues  ni  aun  á  los  niños  y  los  enfermos 
permitían  tomar  alimento;  cuando  el  luminar  estaba  en  la  mitad 
de  su  carrera,  tocaban  los  sacerdotes  los  caracoles  y  las  bocinas, 
á  cuyo  sonido  acudía  el  pueblo  en  multitud- 
Al  sonido  de  aquellos  instrumentos,  "sacaban  un  indio  de  los 
"presos  en  la  guerra  muy  acompañado  y  cercado  de  gente  ilus- 
"tre;  traía  las  piernas  embijadas  de  unas  rayas  blancas  y  la  me- 
dia cara  de  colorado,  pegado  sobre  los  cabellos  un  plumaje 

(1)  P.  Duran,  cap.  XXXVHI. 


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179 

• 

^^blanco;  traía  en  la  mano  un  báculo  muy  galano,  con  süa  lazos  y 
'^ataduras  de  cuero  enjertadas  en  él  algunas  plumas;  en  la  otra 
'^mano  traía  un^  rodela  con  cinco  copos  de  algodón  en  ella;  traía 
acuestas  una  carguilla  en  la  cual  traía  plumas  de  águila,  y  pe- 
dazos de  almagre,  y  pedazoá  de  yeso,  y  humo  de  tea,  y  papeles 
'^rayados  con  hule.  De  todas  estas  niñerías  hacían  una  carguilla, 
la  cual  sacaba  aquel  indio  á  cuestas,  y  poníanle  al  pié  de  las 
gradas  del  templo,  (1)  y  allí  en  voz  alta  que  lo  oía  toda  la  gente 
''que  presente  estaba,  le  decían:  "Señor,  lo  que  os  suplicamos  es, 
"que  yais  ante  nuestro  dios  el  sol  y  que  de  nuestra  parte  le  sa- 
"ludeis,  y  le  digáis  que  sus  hijos  j^'caballeros  y  principales  que 
"acá  quedan,  le  suplican  se  acuerde  de  ellos  y  que  desde  allá  los 
"faborezca,  y  que  reciba  este  pequeño  preseuteque  le  enviamos, 
"y  dalléis  este  báculo  para  con  que  camine,  y  esta  rodela  para 
"su  defensa,  con  todo  lo  demás  que  lleváis  en  esa  carguilla."  El 
"indio,  oída  la  embajada,  decía  que  le  placía;  y  soltávanlo,  y  lue- 
go empezaba  á  subir  por  el  templo  arriba  subiendo  muy  poco 
á  poco,  haciendo  tras  cada  escalón  mucha  demora  estándose 
parado  un  rato,  y  en  subiendo  otro  parábase  otro  rato,  según 
"llevaba  instrucción  de  lo  que  había  de  estar  en  otro  escalón,  y 
^'también  para  denotar  el  curso  del  sol  irse  poco  á  poco  haciendo 
"su  curso  acá  en  la  tierra,  y  así  tardaba  en  subir  aquellas  gra- 
"das  grande  rato.    En  acabando  que  lasytcababa  de  subir,  íbase 
"á  la  piedra  que  llamamos  cuauhxIccdU  y  subíase  en  ella,  la  cual 
"dijimos  que  tenía  en  medio  las  armas  del  sol.    Puesto  allí,  en 
^Woz  alta,  vuelto  á  la  imagen  del  sol  que  estaba  colgada  en  la 
**pieza,  encima  de  aquel  altar,  y  de  cuando  en  cuando  volvién- 
''dose  al  verdadero  sol,  decía  su  embajada.    En  acabándola  de 
decir,  subían  por  las  cuatro  escaleras  que  dije  tenía  esta  pie- 
dra para  subir  á  ella,  cuatro  ministros  del  sacrificio,  y  quitá- 
"bánle  el  báculo  y  la  rodela  y  la  carga  que  traía,  y  á  él  tomaban 
"de  pies  y  míanos  y  subía  el  principal  sacrificador  con  su  cuchillo 
"en  la  mano  y  degollábalo,  mandáadole  fuese  con  su  mensaje  al 
"verdadero  sol  á  la  otra  vida;  y  escurríale  la  sangre  en  aquella 
"pileta,  la  cual  por  aquella  canal  que  tenía  se  derramaba  delante 
"de  la  cámara  del  sol,  y  el  sol  que  estaba  sentado  en  la  piedra 
*'&e  enchía  de  aquella  sangre.    Acabada  de  salir  toda  la  sangre, 

(1)  No  del  mayor,  sino  del  Ouaiilixicalco,  que  tenía  unas  cuarenta  gradas  para  su- 
bir áéifj  estaba,  * 'donde  ahora  se  construye  la  iglesia  mayor." 


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180 

• 

'^Inégo  le  abrían  por  el  pecho  y  le  sacaban  el  corazón,  y  con  la 
''mano  alta  se  lo  presentaban  al  sol  hasta  qne  dejase  de  vahear 
^'qne  se  enfriaba,  y  así  acababa  la  vida  el  desventurado  mensa- 
'•jero  del  sol."  (1) 

Teníase  cuidado  de  que  el  sacrificio  terminara  al  medio  dia; 
los  sacerdotes  tocaban  de  nuevo  los  caracoles  y  las  bocinas,  sien- 
do esta  señal  de  ser  acabado  el*  ayuno,  colgaban  la  carguilla,  el 
báculo  y  la  rodela  por  trofeos  junto  á  la  imagen  del  sol  y  entre- 
gaban á  su  dueño  el  cuerpo  del  sacrificado  para  que  hiciera  el 
banquete  de  costumbre.  Los  mancebos  cuiíctuttíktíny  en  seguida, 
se  juntaban  delante  del  ídolo*,  con  navajas  se  abrían  el  molledo 
del  brazo  izquierdo,  pasando  por  la  herida  varitas  delgadas  y 
lisas  de  mimbre,  en  la  cantidad  que  su  valor  y  devoción  les  per- 
mitía, arrojándolas  ensangrentadas  á  los  pies  de  la  imagen.  Ter- 
minaba la  fiesta  con  un  gran  baile,  al  que  sólo  concurrían  los 
señores  y  principales. 

Antes  de  pasar  adelante  terminaremos  la  historia  de  la  piedra 
del  soL  Tomada  la  ciudad  de  México  por  los  castellanos,  derribado 
Huitzilopochtli  de  su  teocalli  por  Gil  Gonzátez  de  Benavides,  (2) 
y  poco  á  poco  esparcidos  los  monumentos,  el  que  nos  ocupa  per- 
maneció junto  á  la  acequia,  que  en  aquellos  tiempos  pasaba  por 
el  costado  de  palacio,  delante  de  los  portales  de  las  Flores  y 
Diputación,  hasta  que  iaó  mandada  enterrar  por  el  an^bispo 
D.  Fr.  Alonso  de  Montu&r,  quien  gobernó  la  mitra  de  1551  á 
1669.  Permaneció  la  piedra  en  su  sepulcro,  hasta  que  con  moti- 
vo del  empedrado  de  la  plaza  mayor  volvió  á  lá  luz  en  el  mes  de 
Agosto  1790.  Permaneció  expuesta  á  la  vandálica  ignorancia  del 
vulgo,  sufriendo  algunas  desvastacionés,  hasta  que  los  canónicos 
de  la  catedral  lograron  colocarla  sobre  un  macizo,  en  la  cara  que 
mira  al  Oeste  del  cubo  de  una  de  las  torres. 

Nuestro  célebre  anticuario  D.  Antonio  de  León  y  Gama  hizo 
y  publicó  completa  descripción  del  monumento.  ]@n  su  sistema, 
era  el  calendario  azteca;  debería  estar  colocada,  "sobre  un  plano 
horizontal,  elevada  verticalmente,  mirando  al  Sur,  y  con  perfecta 
dirección  de  £.  á  O.;*'  deberían  ser  dos  piedras  complementos 
una  de  la  otra;  fuera  *de  señalar  las  fiestas  y  fastos  mexicanos, — 

(1)  Duran,  segunda  parte,  cap.  X.  HS. 

(2)  Duran,  loco  cit.  al  final. 


181 

"Servía  también  esta  piedra  de  un  relox  solar,  por  donde .  cono- 
"oian  diariamente  los  sacerdotes  las  horas  en  que  debían  hacer 
"sus  ceremonias  y  sacrificios,  por  medio  de  unos  gnómones,  ó 
"índices  que  le  fijaban,  como  después  veremos.  De  manera  que 
^'en  esta  piedra  estaba  reducida  la  mitad  de  la  eclíptica,  ó  movi- 
"miento  p)ropio  del  sol,  de  occidente  á  oriente  según  el  orden  de 
"los  signos,  desde  el  primer  punto  de  Aries  hasta  el  primero  de 
"Libra,  &e."  (1)  Bajo  autoridad  tan  competente,  desde  1792  has- 
ta nuestros  días,  se  ha  conocido  la  piedra  por  Calendario  azteca, 
Calendario  mexicano.  Humboldt  sancionó  la  doctrina,  (2)  y  desde 
entonces  han  pasado  sin  contradicción,  entre  nacionales  y  extran- 
jeros, los  asertos  de  Gama,  repitiéndose  sin  variación  en  multitud 
de  obras. 

Nuevos  estudios  arqueológicos  traen  ahora  nuevas  explicacio- 
nes. El  Sr.  Lie.  D.  Alfredo  Chavero,  con  la  luz  de  la  historia  en 
la  mano,  hace  patente,  que  la  piedra  debía  estar  colocada  no 
vertical,  sino  horizontalmente;  que  no  eran  dos  semejantes,  como 
so  suponía,  pues  no  aparece  haber  existido  más  de  solo  una;  que 
no  es,  ni  puede  ser  calendario,  ya  que  no  contiene  los  elementos 
indispensables  para  el  cómputo  del  tiempo.  Verdad  es  que  ex- 
presa mucho  de  lo  señalado  por  Qama;  pero  esto  no  la  constituye 
realmente  un  calendario,  apareciendo  que  es  la  Piedra  del  Sol, 
mandado  construir  porAxayacatL  (3)  Participamos  en  la  mayor 
parte  de  las  mismas  opiniones. 

Volvemos  á  los  sacrificios.  Cortaban  en  el  monte  el  mayor  ár- 
bol derecho  que  podía  ser  encontrado,  y  sobre  rodillos,  sin  las- 
timarle, le  traían  al  templo,  colocándole  enhiesto  sobre  el  suelo: 
este  árbol  se  llamaba  xocotL  La  víspera  de  la  fiesta  Xocotlhuetzi^ 
acostaban  con  cuidado  el  árbol,  lo  desbastaban  hasta  dejarle  liso 
y  derecho,  y  volvíanle  á  poner  enhiesto,  sostenido  á  los  lados 
por  diez  maromas;  pintado,  compuesto  de  largos  y  muchos  pa- 
peles, y  sosteniendo  en  la  punta  una  figura  de  masa  de  bledos, 
izoaüi^  en  forma  de  hombre  conforme  á  Sahagun,  en  figura  de 

(1)  Descrip.  de  las  dos  piedras.  Primera  parte,  §  lY. 

(2)  Vues  des  Ckwdilléres.  Planche  XXH. 

(3)  Véase  Pérez  Hernández,  Diccionario  Geogr.  y  Estad,  de  la  Bepiíblica  Mexi- 
cana, art.  Calendario  Azteca,  los  opúsculos  publicados  por  el  autor,  y  sus  nuevos 
trabajos  en  los  tomos  I  y  II  de  los  Anales  del  Museo  Nacional.  • 


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182 

pájaro. segnn  Duran.  El  dia de  la  ceremonia,  acudíanlos  guerre- 
ros  con  los  cautivos  que  habían  de  sacrificar:  "Traían  toplo  el 
cuerpo  teñido  con  color  amarillo,  y  la  cara  con  color  bermeja; 
traían  un  plumage  como  mariposa,  hecho  de  plumas  coloradas 
de  papagayo:  llevaban  en  la  mano  izquierda  una  rodela  labrada 
''de  pluma  blanca,  con  sus  rapacejos  que  colgaban  á  la  parte  de 
''abajo:  en  el  campo  de  esta  rodela  iban  piernas  de  tigre  ó  águila 
"dibujado  al  propósito.  Llamaban  á  esta  rodela  chimaUdepontU, 
"cada  uno  de  los  que  iban  en  elareitoasi  aderezados,  iba  pai;ea- 
"do  con  su  cautivo,  y  ambos  danzando  á  la  par.  Los  cautivos  lle- 
vaban el  cuerpo  teñido  de  blanco,  y  el  maxtlail  con  que  iban 
ceñidos  era  de  papel:  llevaban  también  unas  tiras  de  papel  blan- 
deo, á  manera  de  estolas',  echados  desde  el  hombro  hasta  el 
"sobaco,  y  también  unos  cabellos  de  tiras  de  papel  cortejas  del- 
"gadas.  Llevaban  emplumada  la.  cabeza  con  plumas  blancas  á 
"manera  de  vilma:  llevaban  un  bezote  hecho  de  pluma,  y  los  ros- 
tros de  color  vermejo,  y  las  mejillas  teñidas  de  negro:  en  este 
areito  perseveraban  hasta  la  noche."  (1) 
A  la  puestas  del  .sol,  que  el  baile  terminaba,  se  retiraban  los 
guerreros  con  sus  cautivos;  á  la  media  noche,  aquellos  cortaban  á 
éstos,  á  raíz  del  casco,  un  mechón  de  cabellos  de  la  coronilla, 
los  cuales  guardaban  por  memoria  de  su  valentía,  en  mías  peta- 
quillas de  caña,  suspendidas,  en  lugar  público,  de  los  techos  de 
sus  casas.  En  amaneciendo  llevaban  de  nuavo  los  cautivos  al 
teocalli,  formándoles  en  hilera  junto  al  Tzompantli;  bajaba  un  sa- 
cerdote, les  quitaba  una  banderita  que  tenían  en  la  mano,  los 
desnudaba  y  arrojábalo  todo  en  el  fuego.  Desnudos  ya  los  cau- 
tivos, descendía  del  templo  un  sacerdote  trayendo  en  brazolt  la 
imagen  de  Fainal,  paseándola  delante  de  ellos;  tomaba  al  templo, 
y  volvía  á  bajar  por  segunda  vez.  Entonces  los  guerreros  toma- 
ban por  el  cabello  á  las  víctimas,  dejándolas  en  el  lugar  llamado 
Apetlac;  acudían  luego  los  sacrifícadores,  les  ataban  los  pies,  las 
manos  á  la  espalda  y  les  arrojaban  al  rostro  puñados  de  incienso: 
"después  lo  echaban  sobre  los  hombros  acuestas,  y  subíanlos 
"arriba  á  lo  alto  del  Cu,  donde  estaba  un*  gran  fuego  y  montón 
"de  brasas,  y  llegados  arriba  luego  daban  con  ellos  en  él  fuego. 
"Al  tiempo  que  los  arrojaban,  alzábase  un  gyan  polvo  de  ceniza, 

(1)  Sahagan,  tom/I,  pág.  143-44. 


183 

'y  cada  uno  adonde  caía  se  liacía  un  gran  hoyo  en  el  fuego^  por- 
*que  todo  era  brasa  y  rescoldo,  y  allí  en  el  fuego  comenzaba  á 
'dar  vuelcos,  y  hacer  bascas  el  triste  del  cautivo,  comenzaba  á 
'rechinar  el  cuerpo,  como  cuando  asan  algún  animal  y  levanta- 
'banse  vegigas  por  todas  partes  del  cuerpo,  y  estando  en  esta 
'agonía,  sacábanle  con  unos  gai'abatos  arrastrando  ^los  sátrapas 
'que  llamaban  ciiacuacuütÍ7iyy  y  poníanle  encima  del  tajón  que  se 
'llamaba  tecJvcaÜ,  y  luego  le  abrían  los  pechos  de  tetilla  á  tetilla, 
'ó  un  poco  más  abajo,  y  luego  le  sacaban  el  corazón  y  le  arroja- 
'ban  á  los  pies  de  la  estatua  de  Xiuhtecutli,  dios  del  fuego."  (1) 
Terminaba  la  fiesta  con  que  los  mancebos  arremetían  á  trepar  al 
árbol,  para  apoderarse  de  los  objetos  que  en  la  punta  tenía,  al- 
canzando grande  honra  quienes  podían  lograrlo.  (2) 

En  el  mes  Teutleco,  llegada  ó  venida  de  los  dioses,  el  primer 
numen  que  se  decía  llegaba  era  Tlamatzincatl  ó  Telpochtli,  por* 
que  como  mancebo  llegaba  más  aprisa;  aparecía  después  Yaca- 
pitzahuatl  ó  Yiacc^tecutli  dios  de  los  mercaderes,  y  al  fin  Izco- 
zauhqui  ó  Xiuhtecutli  dios  del  fuego.  Las  víctimas  en  esta  fiesta 
eran  quemadas  vivas,  sobre  el  fuego  encendido  en  ^l  grande  altar 
llamado  Tecalco.  (3) 

Había  en  el  patio  del  gran  teocali!  una  pieza  de  unos  setenta 
pies  de  largo  y  treinta  de  ancho  llamada  TltUariy  lugar  de  negru- 
ra, porque  no  tenía  por  donde  recibir  luz  alguna;  entrábase  -sólo 
por  una  puerta  tan  pequeña  que  era  menester  penetrar  á  cuatro 
pies,  y  tenía  su  antepuerta  para  que  se  conservara  completa  os- 
curidad. Aquí  estaba  la  imagen  de  la  diosa  Cihuacoatl  ó  Qui- 
lazstli,  y  arrimados  por  las  paredes  los  idolillos  grandes  y  chicos 
consi^ados  á  los  montes:  ahí  sólo  se  permitían  la  entrada  los 
sacerdotes  particulares  y  ancianos  consagrados  á  la  diosa.  Veinte 
dias  antes  de  la  fiesta  del  mes  Hueitecuilhuitl,  gran  fiesta  de  los 
señores,  escogían  una  esclava,  que  con  los  arreos  blancos  de  Ci- 
huacoatl representaba  á  la  dio^a^  aunque  bajo  el  nombre  de  Xí- 
lomen;  traíanla  de  boda  en  boda  y  de  festín  en  festín,  presentán- 
dola en  los  mercados,  y  procurando  que  estuviera  siempraalegre, 

(1)  Sahagnn,  tom.  I,  pág.  145-6. 

(2)  Sáhagan,  lib.  n,  cftp.  XXIX.   Ck»n  algunas  variantes,  F.  Diiiún,  segunda  par- 
te,  cap.  XII.  MS. 

(3)  Sahagun,  lib.  II,  cap.  XXXI. 


184 

dándole  á  beber  del  polque  ó  de  ciertas  bebidas  místicas.  Llegado 
el  dia  de  la  solemnidad,  ponían  ala  esclava  delante  de  la  puerta 
del  Tlillan,  con  tanta  reverencia  como  &  la  diosa  misma.  Fron- 
tero estaba  labrado  curiosamente  con  piedras  el  t€o(¡eciiiU%  bra« 
sero  ó  fogón  divino;  cuatro  dias  antes  habían  alimentado  ahí  los 
sacerdotes  un  gran  fuego,  con  madera  de  encina,  de  modo  que 
aquel  dia  estaba  encendido  y  caUente  como  un  gran  horno.  Es- 
taban ya  preparados  cuatro  prisioneros  de  guerra;  cuatro  sacer- 
dotes tomaban  á  uno  de  aquellos  por  manos  ypi^s,  levantábanle 
en  peso,  cuatro  veces  le  daban  enviones  al  aire  y  luego  le  arroja- 
ban al  brasero;  sacábanle  antes  que  acabase  de  morir  y  le  sa- 
crificaban por  el  método  ordinario,  tendiendo  el  cuerpo  delante 
de  la  diosa.  Practicaban  lo  mismo  con  los  cuatro  prisioneros, 
tendiendo  los  cuerpos  juntos  y  unidos,  á  lo  cual  llamaban,  el 
estrado  de  presos.  Tocaba  entonces  su  turno  á  la  diosa,  la  cual 
era  tendida  sobre  aquel  estrado  y  degollábanla  recogiendo  la 
sangre  en  un  lebrillo,  sacándola  después  el  corazón;  éste  lo  da- 
ban á  la  estatua  de  Cihuacoatl,  con  la  sangre  rociaban  todos  los 
dioses  del  Tullan,,  las  paredes  y  el  fuego  del  hogar  ardiente.  Los 
cuerpos  de  los  cautivos  eran  entregados  á  sus  dueños,  á  fin  de 
que  celebrasen  el  convite  místico. 

Acabado  el  sacrificio,  salía  un  sacerdote  y  barría  cuidadosa- 
mente al  rededor  del  teoÜecuiUi,  que  significaba  á  Xiuhtecutli, 
dios  del  fuego.  Los  sacerdotes  de  ^dos  los  barrios  acudían,  tra- 
yendo una  manta,  un  maxtlatl  y  un  idolillo;  doblaban  aquellas 
piezas,  ponían  encima  al  dios,  se  colocaban  á  la  redonda  del  ho- 
gar, y  desnudándose  de  toda  ropa,  se  sentaban  en  cuclillas,  cada 
cual  junto  á  su  patrono.  En  cada  mano  tenían  una  hacha  de  una 
vara  de  largo,  formada  de  la  resina  del  anime  ó  copalli;  las  en- 
cendían en  el  fogón,  levantábcuilas  en  alto;  la  resina  ardiendo 
corría  por  sus  brazos  y  cuerpo,  chorreaba  encendida  sobre  su 
rostro  y  piernas,  y  ellos  permanecían  tranquilos  y  callados.  Con- 
sumidas las  hachas,  arrojaban  el  sobrante  al  fuego,  despegábanse 
lo  que  tenían  en  los  cuerpos  arrancando  pedazos  de  la  piel,  que 
también  lo  echaban  al  fogón,  quemaban  ademas  cargas  de  incien- 
so que  levantaban  espeso  humo,  y  mientras  se  consumía  bailaban 
al  rededor  del  teotlecuíUif  cantando  alabanzas  en  loor  del  fuego  y 
de  sus  sacrificios. 

Seguía  el  baile  de  los  principales  y  caballeros,  acompañados 


-J 


186 

de  mujeres,  todoa  galanamente  aderezados,  aunque  principal- 
mento  con  las  rosas  llamadas  oenpoahiochül;  estas  flores,  termina- 
da la  danza,  eran  colocadas  sobre  el  altar  de  Huitzilopochtli, 
Umnando  á  la  ceremonia  xochipaina,  apresuramiento,  ó  xochica- 
laquiay  ofrecimiento  de  flores.  Los  mancebos  subían  corriendo 
al  templo  j  se  disputaban  para  cojer  las  rosas.  La  costumbre 
quería,  que  las  provincias  cercanas  á  México,  dieran  á  porfía  y 
por  diez  días  arreo,  cada  una  un  espléndido  convite  á  los  caba- 
lleros méxica.  (1) 

Junto  al  Tullan  estaban  los  aposentos  de  los  sacerdotes,  lla- 
mados tectíocuiUin  como  los  idolillos  encerrados,  y  delante  una 
pieza  en  que  dos  de  ellos,  mudándose,  mantenían  el  fuego  per- 
petuo y  recibían  las  frecuentes  oblaciones  de  los  fieles.  Cada 
ocho  días  una  diputación  de  estos  sacerdotes  acudía  al  rey,  avi- 
sándole que  la  Cihuacoatl  tenia  hambre,  y  para  que  se  le  aplacase 
recibían  un  cautivo  de  guerra.  Moría  éste  dentro  del  Tlillan, 
arrancándole  un  pedazo  del  muslo,  cual  si  en  verdad  la  diosa  lo 
hubiera  comido.  Si  pasaban  los  ocho  dias  sin  la  ordinaria  ración, 
para  motejar  á  los  señores  por  su  falta  de  celo,  tomaban  los  sa- 
cerdotes una  cuna,  ponían  el  cuchillo  del  sacrificio,  al  que  llama- 
ban al  hijo  de  Cihuacoatl,  entregándola  á  una  india  de  confianza; 
^ta  iba  al  ticaiquizüiy  y  escogiendo  á  la  vendedora  más  rica,  le 
rogaba  le  guardara  su  niño  mientras  volvía.  Aceptado  el  encargo, 
llegado  el  tiempo  de  retirarse,  y  mirando  que  ni  la  madre  toma- 
ba ni  chistaba  el  niño,  la  mercadera  registraba  la  cuna,  y  encon- 
trando el  cuchillo,  admirada  en  realidad  ó  bien  industriada,  pre- 
gonaba que  la  Cihuacoatl  era  venida  y  había  dejado  á  su  hijo 
para  mostrar  el  hambre  que  tenia.  Entonces  acudían  los  sacer- 
dotes llorando,  llevándose  con  gran  reverencia  su  cuchillo.  (2) 

En  el  mes  Izcalli  encendían  fuego  nuevo,  y  en  el  hogar  quema- 
ban todo  género  de  caza,  peces,  ranas  y  sabandijas  del  agua;  co- 
mían ciertos  tamáUi  preparados,  llamando  por  eso  á  la  fiesta 
Huauhquitamalcualiztli.  Diez  dias  después  hacían  segunda  fiesta 
al  fuego,  diferenciándose  en  que  de  los  animales,  los  pequeños 
88  dejaban  consumir  en  la  lumbre,  mientras  los  grandes  se  apar- 
taban para  comida  de  los  sacerdotes.  En  la  fiesta  que  de  cuatro 


(1)  Duran,  segunda  parte,  cap.  XIII.  MS. 
.(2)  Duran,  segunda  parte,  cap.  XIII.  MS 


24 


186 

en  cuatro  años  se  hacia  á  Xiuhtecutli,  mataban  muchos  esclavos, 
cada  uno  con  su  mujer;  el  baile  lo  presidía  el  rey,  y  tomaba  parte 
en  la  danza  sólo  la  nobleza.  Aquel  mismo  dia  agujeraban  las 
orejas  á  los  niños  y  niñas  nacidos  en  los  cuatro  años  anteriores; 
les  tenían  durante  la  operación  los  padrinos  ó  teÜcUeaJitUz  y  se 
ejecutaba  horadando  con  un  punzón  de  hueso,  ensalmando  la 
herida  con  la  pluma  blanda  de  papagayo  llamado  tlachaiotl  y  un 
poco  de  ocotzotl:  después  les  llevaban  pasándoles  por  el  fuego, 
ejecutando  una  especie  de  lustracion.  (1) 

La  fiesta  que  se  hacía  cada  ocho  años,  caía  unas  veces  en  el 
mes  Quecholli  y  otras  en  el  de  Tepeilhuitl;  llamábase  Atamal- 
cualiztli,  ayuno  de  pan  y  agua.  Ocho  días  antes  guardaban  un 
ayuno  rigoroso,  comiendo  una  sola  vez  al  medio  dia  tamales  sin 
sal  ni  otro  ingrediente,  y  bebiendo  tan  solamente  agua.  Pasado 
el  ayuno,  seguía  un  baile  en  que  creían  bailaban  todos  los. dio- 
ses, y  por  eso  llamaban  á  la  fiesta  Ixneztioa,  buscar  ventura. 
Los  danzantes  se  disfrazaban  de  aves,  moscas,  escarabajos,  ó 
tomaban  figuras  de  enfermos,  vendedores  y  otras  muchas  inven- 
ciones. ''Estaba  la  imagen  de  Tlaloc  enmedio  del  areito,  á  cuya 
''honra  bailaban,  y  delante  della  estaba  una  balsa  de  agua,  don* 
"de  había  culebras  y  ranas,  y  unos  hombres  que  llamaban  maxa- 
^^tecaz  estaban  á  la  orilla  de  la  balsa,  y  tragábanse  las  culebras 
"y  las  ranas  vivas;  tomábanlas  con  las  bocas  y  no  con  las  manos, 
"y  cuando  las  habían  tomado  en  la  boca,  ibanse  á  bailar,  íbanlas 
"tragando  y  bailando,  y  el  que  primero  acababa  de  tragar  la.  cu- 
"lebra  ó  rana,  luego  daba  voces  diciendo  jpajc»a,^j9a.'' (2)  Esto 
recuerda  los  regocijos  y  juglerías  del  Carnaval,  con  su  ayuno, 
aunque  anticipado.  .  • 

En  Cuauhtitlan  levantaban  seis  grandes  palos  como  mástiles 
de  navio;  sacrificaban  dos  esclavas,  desollábanlas  ,y  sacábanles 
los  huesos  de  los  muslos.  Dos  sacerdotes  se  vestían  los  pellejos, 
y  empuñando  las  canillas,  bajaban  bramando,  paso  á  paso,  del  tem- 
plo, la  gente  que  los  veía  gritaba  como  espantada,  "ya  vienen 
nuestros  dioses,  ya  vienen  nuestros  dioses."  Los  dos  sacerdotes 
desde  abajo,  adornados  con  cantidad  de  papeles,  comenzaban 
á  tocar  con  las  canillas  sus  huehuetl,  mientras  la  multitud  sa- 

m 

(1)  íiahagun,  lib.  n,  cap.  XXXVU. 

(2)  Sahagan,  tom.  I,  pag.  10.». 


187 

crificaba  delante  de  ellos  muy  grande  cantidad  de  codornices. 
Después,  ataban  en  los  palos  seis  cautivos;  mas  apenas  bajaban 
los  sacerdotes  que  les  subían,  hombres  y  muchachos,  disparaban 
sus  flechas,  hasta  dejarles  cuajados  de  eUas;  volyían  los  sacer- 
dotes á  subir,  despenaban  de  lo  alto  á  los  cautivos,  quienes  no 
obstante  que  se  estrellaban  contra  el  suelo,  eran  en  seguida  sa- 
crificados. (1). 

Este  culto  era  cruel.  .Como  si  no  fueran  suficientes  los  horro- 
res de  la  victica  humana,  los  reyes  pontífices  y  batalladores  de 
Tenochtitlan  por  emulación  supersticiosa,  ó  más  bien  por  rencor 
contra  los  enemigos  que  suministraban  los  objetos  para  el  sacri- 
ficio, fueron  inventando  exquisitas  maneras  de  hacer  más  lenta 
y  dolorosa  la  agonía  del  prisionero.  Empedernido  el  corazón  á 
la  vista  repetida  de  las  escenas  sangrientas,  los  fieles  aprendie- 
ron á  no  perdonar  su  propio  cuerpo;  sus  maceraciones  y  peni- 
tencias ponen  miedo,  maravillando  que  se  repitieran  de  una  ma- 
nera tan  general  y  continuada.  Por  mucha  que  la  paciencia  sea 
al  leer  estas  aberraciones,  al  fin  brota  del  labio  la  maldición 
contra  culto  tan  absurdo. 

Acerca  del  número  de  las  víctimas,  no  andan  conformes  los 
autores;  cosa  puesta  en  razón,  supuesto  que  no  habiendo  punto 
fijo  de  donde  partir,  las  avaluaciones  son  á  ojo,  determinadas 
por  el  buen  querer.  El  Sr.  Zumárraga  en  carta  de.  12  de  Junio 
1524,  asegura  que  solo  en  México  se  sacrificaban  20,000  perso- 
nas. Torquemada  dice  que  estos  20,000  era  únicamente  de  los 
niños.  Según  Gomara  pasaban  de  50,000.  Acosta  afirma,  que  en 
un  solo  dia  eran  muertos  en  el  imperio  5,000  y  aun  20,000.  (2) 
ET  P.  Duran  se  figura  que  el  número  de  los  que  sucumbían  en 
los  altares,  igualaba  al  de  los  muertos  de  muerte  natural.  Opina 
Clavigero  que  eran  muchos,  sin  poder  señalarse  el  número.  Por 
el  contrario,  el  P.  Las  Casas  limita  los  casos,  á  lo  más  en  ciento 
al  año.  Por  mucho  que  se  disminuyan,  siempre  resultará  que 
son  excesivos.  Ningún  pueblo,  por  otra  parte,  se  extremó  tanto 
como,  el  méxica  en  tan  abominable  costumbre.  Si  el  número  de 
los  sacrificados  no  se  puede  fijar  con  exactitud,  debe  formarse 

idea  por  estos  datos.  Los  prisioneros  de  guerra  estaban  destina- 

* 

(1)  Mototinia,  trat.  1;  cap.  VII. 

(2)  Clavigero,  tom.  I,  pág.  259. 


188 

dos  como  víctimas;  los  mexica  eran  conquistadores,  extendieron 
su  dominio  por  nn  grande  territorio,  y  de  continuo  llevaban 
sus  armas  ccmtra  las  provincias  independientes  ó  rebeldes:  en 
todas  las  guerras,  no  se  procuraba  tanto  matar  al  enemigo,  cuan- 
to hacer  el  mayor  número  de  cautivos.  Las  fiestas  eran  dia- 
rias, fuera  de  las  solemnes  de  veinte  en  veinte  dias:  no  habiendo 
guerra,  se  ocurría  en  estas  ocasiones  á  la  guerra  pactada  y  reli- 
giosa contra  Tlaxcalla,  CholoUan  y  Huexotzinco.  Ademas,  se 
preparaba  una  gran  hecatombe  para  la  coronación  de  cada  uno 
de  los  reyes,  ó  cuando  quería  consagrarse  algún  nuevo  monu- 
mento religioso.  Espantan  verdaderamente  estas  dos  cifras;  el 
número  de  los  cráneos  que  los  conquistadores*  vieron  conserva- 
dos en  el  Tzompantli;  el  número  de  los  sacrificados  en  la  sola 
dedicación  del  templo  mayor,  que  fueron  20,000  según  el  Códice 
Telleriano  Bemense,  ó  20,400  conforme  al  Códice  Vaticano.  Pre- 
ciso es  también  tener  en  cuenta,  la  gran  cantidad  de  esclavos 
vendidos  para  los  sacrificios. 

Tremendos  cargos  han  sido  fulminados  contra  los  americanos 
por  esta  práctica  impía.  Para  responder  alzaron  ya  la  voz  nues- 
tros compatriotas  Clavigero  (1)  y  el  Sr.  Don  José  Femando  Ra- 
mírez: (2)  á  su  ejemplo  vamos  á  decir  también  algunas  palabras, 
en  que  sus  luminosos  escritos  nos  servirán  de  guías.  Esta  de- 
fensa y  cuanto  digamos,  como  vamos  á  ver,  no  es  solo  en  fáror 
de  las  antiguas  tribus,  sino  de  la  humanidad  entera. 

''No  ha  habido  casi  ninguna  nación  en  el  mundo,  dice  Clavige- 
ro, que  no  haya  sacrificado  víctimas  humanas  al  objeto  de  su 
culto.  Los  Libros  Santos  nos  dicen  que  los  Ammomitas  quema- 
ban á  sus  hijos  en  honor  de  su  dios  Moloch,  7y  que  lo  mismo 
hacían  otros  pueblos  de  la  tierra  de  Canaam.  Los  Israelitas  imi- 
taron alguna  vez  aquel  ejemplo.  Consta  en  el  lib.  IV  de  los  Re- 
yes,  que  Achaz  y  Manases,  reyes  de  Judá,  usaron  aquel  rito  gen-* 
tilico  de  pasar  á  sus  hijos  por  las  llamas.  La  expresión  del  texto 
sagrado  parece  indicar  más  bien  una  lustracion  ó  cons^racion 
que  un  holocausto;  pero  el  salmo  CV  no  nos'permite  dudar  que 
los  Israelitas  sacrificaban  realmente  sus  hijos  á  los  dioses  de  los 

(1)  Hist.  antig.  Disertapión  Vm,  tom.  II,  pág.  418. 

(2)  Hist.  de  la  Conquista  por  Prescott,  edic.  de  Compiído,  tota.  II.  Notas  y  es* 
olarecimientoa. 


i 

* 

i 


189 

Cananeos,  no  bastando  á  retraerlos  de  aquella  bárbara  snpers-  ' 
ticion,  los  estupendos  y  admirables  milagros  obrados  por  embra- 
zo omnipotente  del  verdadero  ¿Dios.  "Commisti  stmt  inter  g^fUes, 
el  didicerunt  opera  eorum,  et  aervierímt  eadptíUbus  eorum,  etfdctvm 
eat  HMs  in  sccuialum.  Et  immolaveruráflios  moa  etjíUaB  auaa  Doemo- 
mis»  M  efftiderunt  sanguinem  innooentem;  sangvinem^iortim  sttorwn 
€¿\filiarumsuarumqua^mmdaver(mt8culpt^  Chanaan,  Et  in/eo 
ta est  térra  in  scmguinibus" 

*T)e  los  egipcios  sabemos  por  el  testimonio  de  Maneion,  sa- 
cerdote é  historiador  célebre  de  aquella  nación,  citado  por  Ense- 
bio de  Cesárea,  que  cada  dia  se  inmolaban  tres  victimas  huma- 
nas en  Heliópolis  solo  á  la  diosa  Juno.  Y  no'eran  aolo  los  Am- 
momitas,  los  Cananeos  y  los  Egipcios  los  que  obsequiaban  de  un 
modo  tan  inhumano  á  sus  dioses  Molooh,  Belfegor  y  Juno;  pues 
los  Persas  hacían  iguales  sacrificios  á  Mitra  ó  el  sol/  los  Feni- 
cios y  los  Cartagineses  á  Baal  ó  Saturno^  los  Cretenses  á  Jove^ 
los  Lacedemonios  á  Marte,  los  Focenses  á  Diana,  los  habitfkntes 
de  Lesbos  á  Baco,  los  Tesalónieos  al  centauro  Quiron  y  á  Peleo, 
los  Qalos  á  Eso  y  á  Teutates,  los  Bardos  de  la  Germaniaá  Tuis- 
ton,  y  así  otras  naciones  á  sus  dioses  tutelares.  Filón  dice  que 
los  Fenicios,  en  sus  calamidades  públicas,  ofrecían  en  sacrificio 
á  su  inhumano  Baal  los  hijos  que  más  amaban,  y  Curcio  afirma 
que  lo  mismo  hicieron  los  Tirios  hasta  la  conquista  de  su  famosa 
ciudad.  Sus  compatriotas  los  Cartagineses  observaban  el  mismo 
rito  en  honor  de  Saturno  el  Cruel,  llamado  así  con  justa  razón. 
Sabemos  que  cuando  (fueron  vencidos  por  Agátocles,  rey  de  Si- 
racosa,  para  aplacar  á  su  dios,  que  creían  irritado  contra  ellos, 
le  sacrificaron  200  familias  nobles,  ademas  de  300  jóvenes,  que 
espontáneamente  se  ofrecieron  en  holocausto  para  dar  este  tes- 
timonio de  su  valor,  de  su  piedad  para  con  los  dioses  y  de  su 
amor  á  la  patria,  y  según  asegura  Tertuliano,  que  como  africano 
y  poco  posterior  á  aquella  época,  debía  saberlo  bien,  aquellos 
sacrificios  fueron  usados  en  África  hasta  los  tiempos  del  empe- 
rador Tiberio,  como  en  las  Galias  hasta  los  de  Claudio,  según 
dice  Suetonio." 

"Los  Pelasgos,  antiguos  habitantes  de  Italia,  sacrificaban  pa- 
ra obedecer  á  un  oráculo,  la  décima  parte  de  sus  hijos,  como 
eaenta  Dionisio  de  Halicarnaso.  Los  romanos  que  fueron  tan 
sanguinarios  y  supersticiosos,  conocieron  también  aquellos  sa- 


190 

orificios.   Durante  todo  el  tiempo  del  dominio  de  los  reyes,  in- 
molaron niños  en  honor  de  la  diosa  Maia,  madre  de  los  Lares, 
para  implorar  de  ella  la  felicidad  de  sus  casas.    Indujoles  á  esta 
práctica,  según  dice  Macrobio,  cierto  oráculo  de  Apolo.    Por 
Plinio  sabemos  que  hasta  el  año  657  de  la  fundación  de  Boma, 
no  se  prohibieron  los  sacrificios  humanos.  "DGLVII dernun  auno 
urbis,  Cn.  Corn,  Lentnh  Lidmo  Goss.  Senattim  co7imiUum  facttmi 
est,  lie  horno  immolarehir.  Mas  no  por  esta  prohibición  cesaron  de 
un  todo  los  ejemplos  de  aquella  bárbara  superstición,  pues  Au- 
gusto, según  afirman  varios  escritores  citados  por  Suetonio,  des- 
pués de  la  toma  de  Perusia,  donde  se  había  fortificado  el  cónsul 
L.  Antonio,  sacrificó  en  honor  de  su  tio  Julio  Cesar,  divinizado 
ya  por  los  Romanos,  300  hombres,  parte  senadores  y  parte  ca- 
balleros, escogidos  entre  la  gente  de  Antonio,  sobre  un  altar  eri- 
gido al  nuevo  dios.  "Perv^iaccipta  inpltmbus  animadvertit;  orare 
veniant,  vél  excusare  se  conantihus  V7ia  roce  occurens,  mo^^iendum  ese, 
Scribunf  qíiidam  trecentos  et  dedititüs  electos,  utrivsque  ordinis  ad 
aromi  D,  Julio  exstrucfam  Idih,  Martiis  viciimarum  more  mactaios" 
Lactancio  Firmiano  que  conocía  á  fondo  á  la  nación  Bomana  y 
que  floreció  en  el  siglo  IV  de  la  Iglesia,  dice  expresamente  que 
aun  en  sus  tiempos  se  hacían  aquellos  sacrificios  en  Italia  al 
dios  Lacial.  "iVeo  Latini  qiádem  hnjiis  immanitoMs  eoiyperte^  fuenmt 
siqtddem  Latialis  Júpiter  etiam  nwn  sanguine  cóLitur  hwniano.^^  Ni 
los  españoles  se  preservaron  de  aquel  horrible  contagio.  Estra- 
bon  cuenta  en  el  lib.  III,  que  los  Lusitanos  sacrificaban  los  pri- 
sioneros cortándoles  la  mano  derecha  para  consagrarla  á  sus 
dioses,  observando  sus  entrañas  y  guardándolas  para  sus  agüe- 
ros; que  todos  los  habitantes  de  los  montes  saciíficaban  también 
á  los  prisioneros  con  sus  caballos,  ofreciendo  ciento  á  ciento 
aquellas  víctimas  al  dios  Marte,  y  hablando  en  general  dice,  que 
era  propio  de  los  españoles  sacrificarse  por  sus  amigos.  No  es 
ajeno  de  este  modo  de  pensar  lo  que  Silio  Itálico  cuenta  de  los 
Béticos  sus  antepasados,  á  saber,  que  después  de  pasada  la  ju- 
ventud, fastidiados  de  la  vida,  se  daban  muerte  á  sí  mismos,  lo 
que  él  elogia  como  una  acción  heroica: 

Trodiga  gens  animad  et  pr operare  facillima  mortem; 
'Nanque  ubi  transcendit  florente  viribus  anuos, 
ímpatiens  oevi  spernit  venisse  senectam, 


"Et  fati  modus  in  dextra  est. 


191 

"Quién  diría  que  esta  manía  de  los  Béticos  había  después  de 
ser  una  moda  en  Francia  y  en  Inglaterra?  Viniendo  á  tiempos 
posteriores,  el  P.  Mariana,  hablando  de  los  Godos,  que  ocupa- 
ron la  España,  dice  así:  "Porque  estaban  persuadidos  que  no 
"tendría  buen  éxito  la  guerra,  si  no  ofrecían  sangre  humana  por 
"el  ejército,  sacrificaban  los  prisioneros  de  guerra  al  dios  Marte, 
"al  cual  eran  particularmente,  deyotos,  y  también  acostumbra- 
'^ban  ofrecerle  las  primicias  de  los  despojos,  y  suspender  de  las 
"ramas  de  los  árboles  los  pellejos  de  los  que  mataban."  Si  no 
hubieran  olvidado  esta  especie  los  españoles  que  escribieron  la 
historia  de  México,  y  hubieran  tenido  presente  lo  que  pasaba  en 
su  misma  península,  no  se  habrían  maravillado  tanto  de  los  sa- 
crificios de  los  mexicanos." 

Dejando  á  Clavigero,  encontramos  en  Cesar  Cantú:  (1)  "La 
mayor  parte  de  los  pueblos  han  inmolado  ^'íctimas  humanas. 
Fenicios,  Egipcios,  Árabes,  Cananeos,  habitantes  de  Tiro  y  de 
Cartago,  Persas,  Atenienses,  Lacedemonios,  Jónicos,  todos  los 
griegos  del  continente  y  de  las  islas,  Eomanos,  antiguos  Breto- 
nes, Hispanos,  Galos;  todos  han  estado  igualmente  sumergidos 
en  esta  horrible  preocupación.  Para  conseguir  el  favor  de  los 
dioses,  el  rey  de  Moab  ofreció  á  su  hijo  en  holocausto  sobre  los 
muros  de  su  capital,  sitiada  por  los  Israelitas,  causando  esta  ac- 
ción tal  horror  á  los  sitiadores,  que  al  momento  se  alejaron.  (2) 
No  puede  menos  de  sentirse  un  estremecimiento  de  horror  al 
leer  en  los  autores  tanto  antiguos  como  modernos  la  descripción 
de  los  sacrificios  humanos,  usados  desde  los  tiempos  más  remo- 
.  tos  en  toda  la  gentilidad,  y  practicados  hoy  dia  en  la  India  y  en 
lo  interior  del  África.  Ignórase  quién  fué  el  primero  que  íCcon- 
sejó  tan  atroz  barbarie;  pero  haya  sido  Saturno,  como  resulta  en 
el  fragmento  de  Sanconiaton,  ó  Licaon  como  Pausanias  parece 
indicar,  es  lo  cierto  que  esta  costumbre  echó  profundas  y  robus- 
taa  raíces.  La  inmolación  de  las  víctimas  humanas  era  una  de 
las  abominaciones  que  Moisés  reprendió  &  los  Amorreos;  los 
Moabitas  sacrificaban  niños  al  dios  Moloc,  cuya  cruel  costumbre 
prevaleció  entre  los  Tirios  y  Fenicios,  y  los  mismos  Hebreos  la 
habían  tomado  de  sus  vecinosi" 

(1)  Hist.  Univereal.  tom.  VIII,  pág.  787. 

(2)  IV  Beg.  rV.  27. 


192 

El  mismo  Canta  escribe  en  otra  parte:  (1)  ''Quisiérase  negar 
la  historia  cuando  nos  muestra  este  abominable  uso  practicado 
en  todo  el  universo;  pera  para  oprobio  de  la  especie  humana  no 
hay  cosa  más  incontestable,  pues  que  hasta  las  ficciones  de  la 
poesía  atestiguan  esta  preocupación  universal" 

Copiando  ahora  al  Sr.  Bamírez,  (2)  dice:  ^'En  efecto,  dejando 
á  un  lado  la  sola  tradición  histórica,  que  nos  conduciría  en  nues- 
tras investigaciones  á  una  época  más  remota  que  la  del  sacrifi- 
cio intentado  por  Abraham,  (3)  y  ateniéndonos  únicamente  á 
aquellas  pruebas  de  hecho  que  aun  se  conservan,  y  que  podemos 
juzgar  por  nosotros  mismos,  es  de  veras  muy  digno  de  atención 
que  la  prueba  de  la  existencia  de  los  sacrificios  human<^se  en- 
cuentra en  monumentos  que  á  su  vez  son  testigos  irreAsables 
de  la  alta  civilización  á  que  había  llegado  el  pueblo  que  los  cons- 
truyó; cual  si  nos  dijesen  en  lenguaje  misterioso  que  aquellos 
habían  caminado  á  la  par  de  ésta.  Las  estupendas  ruinas  de 
Persépolis,  que  nos  transportan  tantos  siglos  más  allá  de  Alejan- 
dro, han  perpetuado  en  sus  magníficos  relieves  la  memoria  de 
los  sacrificios  humanos:  (4)  la  misma  se  reproduce  en  las  pintu- 
ras halladas  en  los  sepulcros  de  los  reyes  de  Tebas,  no  dejando 
duda  alguna,  dice  el  barón  de  Humboldt,  de  que  los  egipcios 
practicaron  estos  sacrificios.  (5)  Muestras  de  ello  se  reconocen 
en  los  escombros  que  cubren,  la  isla  Phila  ó  Philoe,  cuyos  aca- 
bados relieves  y. cincelados  mármoles  nos  hacen  retroceder,  en 
los  más  modernos,  un  periodo  de  cinco  mil  años.  (6)  En  fin  la 
antigua  y  misteriosa  India  nos  presenta  en  el  collar  de  cráneos 
humanos  que  adornan  el  cuello  de  la  diosa'  Cali  ó  Bhavani,  así 
como  también  en  las  esculturas  de  Elephantina,  la  práctica  de 
las  tremendas  lecciones  contenidas  en  sus  libros  sagrados.  (7) 


(1)  Loco  cit.  pág.  772. 

(2)  Notas  y  esclarecimientos,  pág.  39. 

(3)  £1  sabio  Abate  Guene'e  conviene  en  que  esta  especie  de  sacrificios  estaban  en 
Q80  mucho  antes  de  Abraham.  Lettres  de  qtielqu^sjuifs,  vol.  11,  lett.  8,  §  2. 

(4)  Chardin,  Voyages  en  Perse,  &c.,  vol.  IX,  pág.  €8  y  sig.  edic.  12.  ®  1711. 
(6)  Vues  des  Cordüléres,  Ac.  Planche  XV,  voL  I,  pág.  289  in  8.  « 

(6)  Histoire  scientifique  et  militaire  de  Texpédition  francaise  en  Egypte,  vol.  V  6 
in,  cap.  I,  in  8.  ®  1832. 

(7)  Vues,  Ac.y  loo.  cit  pág.  250. — "El  placer  que  cansa  á  la  divinidad  el  sacrifloio 
de  una  tortuga,  dice  la  ley  del  Indostan,  solamente  le  dura  un  mes;  el  que  recibe 
del  sacrificio  de*  un  cocodrilo,  dura  tres  meses;  uria  vietíma  humana  ie  cauta  unpla-^ 


193 

Por  lo  que  toca  á  los  pueblos  que  llamaré  modernos,  conside- 
rándolos como  la  almáciga  ó  el  tronco  de  donde  brotaron  las 
naciones  que  hoy  llevan  la  bandera  de  la  ciTÍlizacíony  es  muy 
fácil  probar  con  su  misma  historia,  que  ni  uno  sólo  de  ellos  ha 
escapado  á  aquel  bautismo  de  sangre,  cual  si  éste  formara  uno 
de  los  necesarios  eslabones  de  la  cadena  social,  que  ninguno  ten- 
dría el  privilegio  de  saltar."  (1) 

Peí  testimonio  conforme  de  los  autores  se  deduce,  que  la 
práctica  de  los  sacrificios  humaixps  ha  sido  común  al  Antiguo  y 
al  Nuevo  mundo.  ¿Podremos  inferir  de  su  universalidad,  la  bon- 
dad de  la  costumbre?  De  ninguna  manera:  la  repetición  de  un 
acto  criminal,  ni  le  aboixa,  ni  le  justifica.  Pero  se  puede  estable- 
cer, que  los  europeos  cometen  un  acto  de  injusticia  y  de  irre- 
flexión al  levantar  el  grito  contra  esta  barbarie  de  los  americanos 
achacándoles  como  crimen  particxdar  el  que  también  es  propio 
suyo  y  común.  Cuanto  de  los  indios  digan,  oae  sobre  la  cabeza 
de  todos  los  pueblos;  ese  afectado  horror  está  fuera  de  lugar;  si 
alguien  está  inocente  tire  la  primera  piedra. 

Ms^  esta  mancha  de  la  humanidad  ¿alcanza  alguna  explicación 
plausible?  ¿Tan  grande  falta  es,  que  no  admite  disculpa  ni  mer- 
ced delante  de  la  razón?  Tal  vez  pudiera  merecer  alguna. 

En  último  análisis,  los  sistemas  religiosos  de  los  filósofos  se 
resumen  en  estos  principios.  Dios  crió  al  hombre,  se  comunicó 
con  su  obra,  se  le  dio  á  conocer  y  le  impuso  una  doctrina;  la  re- 
velación. Esta  es  mi  creencia.  La  idea  de  la  Divinidad  es  innata 
en  el  hombre:  la  intuición.  Dios  y  su  culto  son  un  esfuerzo  de 
la  inteligencia  humana,  y  marcan  cierto  estado  de  adelanto:  la 
evolución.  En  ningún  caso  puedo  creer  con  el  poeta,  que  los  pri- 
meros dioses  hayan  sido  el  parto  del  temor.  (2)  No  en  el  prime- 

eer  de  mü  anas,  y  tres,  unploóer  de  den  mil  añas.  De  la  reHgion  oonsídeTée  danssa 
Bource,  A;c.|  p<Mr  B.  Gonstant,  lib.  XII,  cap.  2,  in  8.  ^  1831. — ^Es  probable  que  así 
hayan  discurrido  todos  los  pueblos,  desde  el  momento  en  que  les  ocurrió  salpicar 
con  sangre  las  aras  de  sus  dioses,  sin  que  fuera  bastante  á  contenerlos  otro  poder, 
que  el  emergente  del  aboso  mismo  del  saorifleio. 

(1)  Para  no  fáetidiaor  ¿  mis  lectores  con  la  lectora  insípida  de  un  mismo  hecho, 
▼Aliando  solamente  con  los  nombres  propios  de  los  pueblos,  lo  remito  al  capítulo  ci- 
tado de  B.  Constant;  y  al  lib.  VII  de  la  Monarquía  indiana  del  P.  Torquemada;  don- 
de hallará  una  gran  parte  de  las  pruebas  que  podrían  producirse  en  apoyo  de  esta 
püopoBMion. 

íi)  PriiDUB  ín ofba  Dees íeeit tímor.- 

25 


194 

ro,  porque  Dios  se  reveló  á  su  hechura  por  la  lej  del  amor;  no 
en  el  segundo,  porque  la  idea  estaba  concebida;  no  en  el  terce- 
ro, porque  el  hombre,  en  su  estado  primitivo  convencional  y  su- 
puesto, está  más  propenso  á  la  admiración  que  al  miedo;  porque 
del  peligro  se  huye  sin  detenerse  á  adorarlo;  porque  lo  que  se 
alza  por  Dios  infunde  respeto,  y  antes  fuá  elegido  por  el  recono- 
cimiento ó  el  asombro. 

Sin  embargo,  es  evidente  que  en  el  culto  se  encuentran  mez- 
clados dos  sentimientos,  al  parecer  imposible  de  estar  asociados, 
el  amor  y  el  miedo.  La  explicación  es  fácil.  Dios  se  considera 
siempre  como  la  perfección  absoluta.  A  poco  que  se  examine,  el 
hombre  se  encuentra  imperfecto,  trunco.  La  inmensa  grandeza 
de  Dios,  los  favores  de  él  alcanzados,  la  esperanza  de  los  bene- 
ficios por  recibir,  determinan  la  admir£kcion,  el  agradecimiento 
y  el  amor.  Las  relaciones  que  se  establecen  entre  Dios  y  el 
hombre  presuponen  una  regla  de  conducta,  es  decir,  una  ley  con 
su  parte  penal;  recompensa  para  quien  la  cumple,  castigo  para 
quien  la  infrinje.  Ahora  bien;  reconocida  por  el  hombre  su  im- 
perfección, por  esta  causa,  ó  por  temor  á  la  perversidad  perso- 
nal, piensa  que  es  fácil,  muy  fácil  conculcar  la  ley.  Del  crimen 
viene  el  miedo  al  castigo,  el  temor  á  la  Divinidad;  no  por  supo- 
nerla malévola  ó  vengativa,  sino  precisamente  por  considerarla 
justa. 

Apartado  el  hombre  de  la  revelación,  quedó  entregado  á  su 
propia  ceguedad.  El  amor  invento  la  ofrenda,  el  miedo  el  sacrí- 
ficia  La  ofrenda  es  al  pnncipio  senciÚa,  como  sencillo  es  el  co- 
razón; después  razonada,  á  medida  que  se  ilustra  la  mente.  Nada 
más  tierno,  nada  más  natural,  que  colocar  sobre  el  altar  la  yer« 
ba  olorosa,  la  flor  fragante  de  los  campos,  el  fruto  sazonado  y 
sabroso,  las  espigas  de  la  cosecha,  las  primicias  del  rebaño.  El 
sacrificio  es  la  expiación,  y  comienza  por  la  persona  del  culpa- 
do. La  falta  se  purga  por  la  pena  proporcional;  cuanto  más  gra- 
ve es  el  pecado,  tanto  mayor  será  la  penitencia.  Brota  del  labio 
la  oración  ó  súplica;  siguen  la  abstinencia,  la  maceracíon;  el  arre- 
pentimiento y  el  fervor  conducen  á  expiaciones  en  que  el  cuerpo 
se  desgarra,  y  la  sangre  que  de  las  heridas  mana  es  la  primera 
que,  sin  pretenderlo,  se  ofrece  á  la  Divinidad. 

La  lógica  del  sentimiento  anda  por  pendientes  resbaladizas* 
Prosiguiendo  en  sus  inducciones,  admite  que  la  culpa  puede  re- 


Ij95 

dimirse  por  objetos  extraños  al  culpado;  es  decir,  descubre  el 
sistema  de  sustitución.  Y  como  la  Divinidad  es  dueña  de  toda 
lo  creado,  fuente  de  la  producción  y  de  la  vida,  infiere,  que  no 
solo  se  le  deben  los  seres  inanimados,  sino  también  los  vivien- 
tes; á  las  plantas,  flores  y  frutos  seguirá  la  ofrenda  de  animales. 
Los  seres  animados  solo  pueden  ser  sustituidos  por  seres  ani- 
mados. A  la  ofrenda  acompaña  la  víctima,  elBÍmbolo  expiatorio; 
el  sacrificio  se  hace  superior  á  la  oblación.  [La  víctima  se  haco 
santa,  por  estar  consagrada  á  Dios:  si  redime  la  culpa  individual 
también  puede  ponerse  en  desagravio  de  las  maldades  públicas, 
ó  por  la  salud  común;  entonces  el  sentimielito  particular  se  con- 
vertirá en  común  y  ritual.  La  víctima  será  de  tanto  mayor  precio, 
cuanto  mayores  sean  las  perfecciones  que  se  le  atribuyan.  Cada 
pueblo  dará  la  preferencia  á  un  animal  privilegiado;  y  como  la 
repetición  de  un  sacrificio  es  la  repetición  de  una  obra  merito- 
ria, no  siempre  la  piedra  se  conformará  con  una  víctima,  y  llega- 
rá hasta  la  hecatombe. 

Se  escapan  las  ideas  intermedias,  que  á  los  hombres  actuales 
no  pueden  ocurrir,  hasta  llegar  á  la  víctima  humana,  que  era  la 
consecuencia  forzosa  de  una  lógica  inflexible,  torcida  en  su%  prin- 
cipios. Admitida  la  sustitución,  el  suplicio  del  criminal  que  sa- 
tisfacía la  vindicta  pública,  se  transformó  en  el  sacrificio  del 
malo  para  aplacar  á  la  Divinidad  enojada  y  alcanzar  el  remedio 
de  la  comunidad.  Si  se  degollaba  al  prisionero  por  enemigo  de 
la  patria,  se  le  podía  sacrificar  como  enemigo  de  los  dioses.  Se 
inmolaba  al  esclavo,  con  el  derecho  que  el  señor  tenía  para  dis- 
poner á  su  antojo  de  su  propiedad.  Pereció  también  el  inocente, 
pedido  por  el  expreso  mandato  del  dios,  por  el  voto  popular,  por 
las  prescripciones  del  rito. 

Puesta  la  primitiva  verdad  en  la  resbaladiza  pendiente,  fuerza 
era  verla  despeñada  hasta  el  abismo.  El  pensamiento  seguía  el 
orden  progresivo;  la  piedra  para  sostener  el  ara;  los  metales  y 
objetos  valiosos  para  adornarla;  las  plantas  y  frutos  para  ofren- 
da; los  animales,  víctimas  de  sustitución;  preciso  era  llegar  al 
ser  más  perfecto  en  la  creación,  al  más  preciado,  al  que  más  se 
puede  semejar  á  la  Divinidad,  el  hombre.  El  hombre  víctima  de 
sí  propio  en  la  penitencia  personal;  víctima  de  sustitución  por 
una  congregación,  por  un  pueblo  entero.  Si  el  sacrificio  del  cri- 
minal era  grato,  en  casos  escepcionales  lo  sería  con  mayor  razón 


196 

el  del  mooente.  Si  sucumbía  el  guerrero,  también  tenía  bu  pre- 
cio la  sangre  de  la  mujer  y  del  niño.  Nada  de  esto  podemos  aho- 
ra admitir  como  racional,  porque  precisamente  venimos  contra 
la  corriente  de  aquellas  ideas  absurdas.  Nos  parece  el  sacrificio 
humano,  impío  y  abominable;  matar  al  inocente,  atentatorio  7 
eriminal;  dar  la  muerte  al  prisionero,  injusto;  reconocer  la  escla- 
TÜud,  inicuo:  pensamos  detenemos  ante  la  vida  del  malvado, 
como  ante  cosa  de  la  cual  no  podemos  disponer. 

Yernos  á  todos  los  pueblos  convergir  á  un  punto,  aunque  igno- 
ramos los  caminos  por  donde  llegaron;  se  les  ve  coinddir  en'  una 
idea  común,  sin  que  tengamos  todos  los  elementos  para  juzgar 
del  raciocinio.  Sin  embargo,  estudiando  los  rastros  que  aun  que-^ 
dan 'en  la  historia,  se  descubre  que  el  sacrificio  humano,  más  es 
error  del  espíritu,  que  perversidad  del  corazón;  dimanó  de  exce- 
so en  el  sentimiento  religioso,  y  no  de  verdadera  inclinación  al 
BiaL  Los  pueblos  en  los  tiempos  que  siguieron  esa  bárbara  ins- 
titución, progresaron  física  y  moralmente.  La  víctima  humana 
no  se  presento,  sin  existir  primero  la  idea  de  un  Ser  Supremo,  la 
inmortalidad  del  alma,  la  vida  futura,  el  castigo  y  la  recompensa 
de -las  acciones,  la  redención  de  la  culpa,  la  sustitución  en  el  sa» 
erificio,  la  eficacia  de  las  acciones  buenas  para  lograr  el  perdón; 
un  conjunto  completo  de  doctrinas,  enderezadas  á  ensalzar  la 
virtud  y  enfrenar  el  vicio.  Sin  duda  que  es  una  inmensa  mejora 
moral  haber  suprimido  esa  práctiea  salvaje;  pero,  examinada  fi- 
losóficamente, no  se  presta  á  las  lamentaciones  intempestivas  de 
eisrtos  pensadores  llorones.  El  sacrificio  humano  es  un  lamen- 
table error  de  la  humanidad.  Adoptando  los  pensmnientos  dal 
conde  de  Maistre,  (i^  ^'su  horror  nace  de  que  sin  duda  ignoran 
'^gue  el  abuso  de  sacrificios,  por  enorme  que  sea,  es  nada  en 
"comparación  de  la  impiedad  absoluta."  En  cuanto  á  mi,  voy 
más  adelante.  Prefiero  la  víctima  humana,  á  la  ausencia  de  Dios 
y  de  su  altar  en  el  sistema  del  ateo:  para  mí,  encierra  más  sen- 
tido común  el  fetiche  del  negro  bozal,  que  el  evasivo  y  desoon- 
solibdor  quien  sabe  del  pirrónico.  El  cristianismo  hace  imposible 
que  aparezca  otra  vez  la  victima  humana:  Dios  aparta  indignado 
los  ojos  de  la  sangre,  y  ya  faé  redimida  la  humanidad  por  el 
oroento  sacrificio  del  Calvario. 

(1)  hi  Baadttz,  loeo  eit  pág.  70. 


197 

Faera  del  que  acabftmos  de  narrar,  se  formóla  segundo  oaifgo 
contra  los  mexioanos,  el  de  antropofagia.  Seré  brere: 

^Ademas  de  los  ejemplos  producidos,  dice  el  Sr.  Don  José 
Fernando  Bamíre^  (1)  j  sin  tomar  en  cuenta  el  semillero  de 
antropófagos,  que  los  poetas  antiguos  j  los  mitólogos  sitáan  en 
el  corazón  de  la  Europa,  sabemos  por  Plinio  y  por  Pomponio 
Mela,  (2)  que  lo  eran  esas  numerosas  tribus  conocidas  bajo  la 
denominación  de  Escitas:  lo  mismo  dice  Estrabon  (3)  de  los  /r- 
lamieses;  como  testigo  de  vista  lo  afirma  San  Gerráimo  (4)  de  los 
Escoceses^  y  Diódoro  de  Sisilia,  (5)  confirmando  estas  noticias, 
aumenta  el  catálogo  con  las  numerosas  tribus  de  los  Oettds. 
Yoltaire  cita  un  pasaje  de  Marco  Polo,  que  decía  ser  un  privü^ 
gio  de  los  magos  y  sacerdotes  Tdríaros  comer  la  carne  da  los 
ajusticiados,  y  Sir  Stamford  Baffies  refiere  un  hecho  semejante» 
de  muy  reciente  data  y  del  más  singular  carácter  que  obserró 
entre  los  BaMas,  (6)  pueblo  de  la  Sumatra,  donde  la  cirilissacioii 
ha  hecho  grandes  progresos,  pues  no  sólo  han  adoptado  para  su 
gobierno^  las  formas  constituáonales,  sino  que  también  tienen 
establecimientos  de  instrucción  pábUca,  y  una  gran  parte  da  la 
población  sabe  leer  y  escribir." 

'Tara  dar  punto  á  este  articulo  y  completar  la  prueba  relatira 
á  la  universalidad  del  awtrepí/agismo^  duré  con  el  sabio  Yirey, 
que  ha  examinado  la  materia  como  historiador,  como  filósofo  j 
como  fisiólogo:  'lias  naciones  hoy  más  cultas  fueron  antigua- 
^mente  anérop^agcía:  Pellontier  lo  afirma  de  todos  los  OátaSt  (7) 
^  Cluver  de  los  Alemanes*  (8)  Infiérese  por  las  capitulares  de 
''Cario  Magno  (9)  que  este  crimen  debía  ser  bastante  oomm^ 
''puesto  que  aquel  grande  monarca  tuvo  necesidad  do  imponer 
"penas  para  suprimirlo.  En  la  guerra  que  loe  tártaros  hicieron  á 
"los  rusos  el  ano  de  1740,  se  les  vio  chupar  la  sangre  á  los  aomer- 


(1)  KotaB  7  aclaraciones,  pág.  64. 

(i)  flin.  Hiet.  nator.  IV,  17.— Mela,  de  Sita  Orbts,  11, 1. 

(S)  OeographLt  lib.  IV»  pág.  189.  ^ 

<4>  Cit.  pcnr  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XXVX 

(5)  Hist.  Univers.,  V.  21. 

(6)  Enoyclop^die  des  gens  da  monde,  ^.  ari.  Adultere. 

(7)  Hist  dea  onHea,  t.  I,  pág.  235-241. 

(8)  Oerman.  antig. 

(9)  Edic.  d'Heineo.,  pág.  382. 


1 


198 

*'toB.  Todos  los  europeos  descienden,  originariamente  de  una  nmi  o«- 
*Hropáfa^a,  Un  antiguo  escoliasta  de  Pindaro  lo  afirma  de  los 
''pueblos  del  Ática,  en  épocas  remotas,  y  Fatisanias  lo  asegnra 
''de  los  antiguos  griegos,  que  con  el  discurso  del  tiempo  llegaron 
^'á  formar  la  nación  más  culta  é  ilustrada  del  universo."  El  au- 
tor citado  que  prosigue  haciendo  una  larga  y  minuciosa  eAume- 
raoion  de  otros  muchos  pueblos  de  ambos  continentes^  para 
probar,  que  nada  tiene  absolutamente  de  nuevo  ni  de  extravo  que  d 
hombre  haya  devorado  á  su  semejante^  la  cierra  exclamando:  ^^Nos^ 
otroSjpues,  somos  descendientes  de  antropófagos.''  (1) 

Infiérese  de  aquí,  que  la  antropofagia  ha  sido  crimen  común 
del  mundo  entero;  esta  cuestión  queda  colocada  en  el  mismo  te- 
arreno  que  la  de  los  sacrificios  humanos. 

Denomínase  antropófago  al  que  come  carne  humana.  Se  com- 
prende que  comer  carne  humana  es  un  acto  abominable,  y  se 
debe  conceder  que  los  mexicanos  se  entregaban  á  esta  práctica. 
Pero,  ¿no  existe  diferencia  alguna,  entre  quien  la  come  por  vicio, 
por  placer,  por  costumbre,  porque  hace  de  <9lla  la  parte  princi- 
pal y  constante  de  su  alimentación,  y  quien  sólo  la  come  en  cier- 
tas y  determinadas  ocasiones,  permitidas  por  la  ley  y  prescritas 
por  el  culto?  Ho,  se  responderá;  la  razón  anatematiza  el  hecho 
bárbaro  de  tocar  á  la  carne  del  hombre,  y  no  aminora  el  crimen 
la  cantidad  tomada  por  alimento,  ni  el  disfraz  con  que  se  la  en- 
cubra. Sin  pretender  clasificar  los  diversos  géneros  de  antropo- 
fagia, insisto  en  que,  es  más  viciosa  y  repugnante  la  conducta 
del  caribe,  del  caníbal,  del  acaxee,*  que  andaban  á  caza  de  hom- 
bres para  devorarlos,  que  la  de  los  méxica  comiendo  únicamente, 
por  sentimiento  religioso,  la  carne  de  las  víctimas  inmoladas  á 
los  dioses.  Sólo  pretendo  explicar  la  antropofagia  de  los  aztecas. 

Besumiendo  de  nuevo  lo  que  ya  dijimos,  el  Estado  y  los  par- 
ticulares proveían  de  victimas  al  culto,  y  ninguna  injusticia,  se- 
gún ellos,  se  cometía  en  la  muerte  de  las  personas  entregadas  al 
cuchillo  sacerdotal.  Los  esclavos  perecían  bajo  el  derecho  que 
el  dueño  tenia  para  disponer  de  sus  (josas.  En  cuanto  á  los  pri- 
sioneros de  guerra,  reconvenido  Motecuhzoma  por  Cortés  acerca 
de  la  crueldad  de  los  sacrificios,  contestó  el  rey:  "Nosotros  tene- 
''mos  derecho  de  quitar  la  vida  á  nuestros  enemigos;  podemos 

(1)  NouTeau  diction.  d'hist.  natnr.  art.  Anthropophague.  París,  1816. 


y 


199 

''matarlos  en  el  calor  de  la  acción,  como  vosotros  hacéis  con  los 
"nuestros.  ¿T  por  qué  no  podremos  reservarlos  para  honrar  con 
"sn  muerte  á  nuestros  dioses?"  (1)  Idénticas  ideas  acerca  de  estos 
capítulos,  profesaban  muchos  pueblos  del  antiguo  continente. 

Conforme  al  sistema  de  sustitución,  inmolada  la  víctima  que- 
daba consagrada,  por  pertenecer  á  las  divinidades.  Sacada  de  su 
'  estado  natural  por  la  santificación  del  sacrificio,  se  transformaba 
en  una  sustancia  mística;  desaparecían  los  caracteres  primitivos, 
digamos  así,  part^  adquirir  ^otros  simbólicos  y  perfectos.  Comer 
de  la  víctima  es  declararse  adorador  del  dios,  confesor  de  la  re- 
ligión, parte  integrante  de  los  creyentes;  hay  una  especie  de 
identificación  con  la  misma  divinidad;  se  goza  de  una  prerogativa 
casi  celeste;  el  objeto  comido  cobra  el  mismo  valor  de  la  trans- 
formación santa  del  sacrificio.  'Tor  una  continuación  de  las  mis- 
''mas  ideas  sobre  la  naturaleza  y  eficacia  de  los  sacrificios,  veían 
"también  los  antiguos  alguna  cosa  misteriosa  en  la  comida  del 
'^cuerpo  y  de  la  sangre  de  la  víctima.  Esta  contenía,  en  au  sentir ^ 
"el  complemento  dd  sacrificio  y  déla  unidad  religiosa^  de  tal  modo, 
"que  los  cristianos  rehusaron  por  mucho  tiempo  probar  las  car- 
''nes  inmoladas,  para  que  no  se  creyese  que  comiéndolas,  reco- 
"nocían  las  falsas  divinidades  á  que  se  habían  obecido;  porqve 
"todos  los  que  participaban  de  una  víctima  son  ícn  mismo  cuerpo.  (2) 
"Mas  esta  idea  universal  de  la  comunión  por  la  sangre,  aunque 
"viciosa  en  su  aplicación,  creo  sin  embargo  justa  y  perfecta  en 
"su  origen,  así  como  aquella  de  la  cual  derivaba."  (3) 

Los  méxica,  en  virtud  de  la  trasmutación,  comían  la  carne  de 
la  victima,  no  por  ser  codorniz,  culebra  ú  hombre,  sino  porque 
era  una  sustancia  santa.  La  tenían  por  cosa  consagrada  y  sagra- 
da, como  aquella  masa  de  tzoalli  de  que  formaban  el  cuerpo  de 
Huitzilopochtli,  que  despedazada  servía  en  menudos  trozos  para 
su  comunión  mística.  Ademas,  la  participación  de  la  víctima 
sólo  alcanzaba  á  la  gente  ilustre  y  principal,  al  dueño  del  escla- 
vo ó  cautivador  del  prisionero  con  sus  amigos  y  parientes;  no 
era  una  práctica  universal,  no  todos  llegaban  á  comer  la  carne 
humana. 

(1)  Clavigero,  tom.  II,  pág.  427. 

(2)  1.  Oormtii.  X,  17. 

'    (3)  £1  conde  de  Maistre,  cit.  por  Bamírez,  pág.  5K 


200 

Pudiera  llamaf  la  atesicion  ese  convite  repugnante  en  que  la 
TÍotíma  era  servida  condimentada.  Pero,  los  grados  én  el  ejército, 
las  distinciones  civiles,  las  recompensas  de  todo  género  se  alcan- 
zaban en  los  campos  de  batalla,  y  se  medían  por  el  número  de 
prisioneros  cautivados  personalmente.  Traer  un  hombre  de  la 
guerra  era  una  valentía,  era  rematar  una  hazaña  á  la  cual  seguía 
el  premio;  prescrito  por  el  ritual  que  el  prisionero  se  consi^rara 
á  los  dioses,  quedaba  trasmutado  en  víctima;  nacía  de  entrambas 
cosas  un  acontecimiento  fausto,  y  para  comerla  sustancia  mís- 
tica y  celebrar  los  hechos  del  guerrero,  era  ese  convite  religioso 
y  social  al  tiempo  mismo,  á  que  concurrían  los  amigos  y  parien- 
tes del  vencedor. 

Fuera  de  la  víctima  inmolada,  nunca  los  mézica  comieron  la 
carne  humana,  ni  aun  en  los  casos  de  mayor  apuro.  Hé  aquí  la 
prueba.  Bajo  el  reinado  de  Motecuhzoma  Ilhuicamina  sobrevino 
una  hambre  espantosa;  el  pueblo  necesitado  devoró  plantas  y 
raíces;  se  alimentó  de  los  animales  más  inmundos;  vendieron  sus 
hijos  á  cambio  de  maíz  á  los  mercaderes  cuexteca  y  se  vendían 
á  sí  propios;^migraron  á  tierras  lejanas,  quedando  muchos  muer- 
tos por  campos  y  caminos:  durante  tamaño  apuro  no  se  registra 
en  los  anales  de  ese  pueblo  afligido  que  se  comieran  unos  á  otros, 
no  ya  dando  á  otro  la  muerte  cuando  vivo,  pero  ni  aun  aprove- 
chando los  despojos  de  los  muertos.  Bepitióse  la  plaga  en  el  reí-* 
nado  del  segundo  Motecuhzoma,  y  en  las  mismas  condiciones. 

Los  conquistadores,  (1)  como  testigos  presenciales,  refieren  los 
sufrimientos  de  los  mózica  durante  el  asedio  de  Tenochtitlan. 
El  hambre  fué  la  más  cruel.  Consumidas  las  provisiones  comie- 
ron  las  hojas  y  las  cortezas  de  los  árboles;  escarvaron  la  tierra 
para  sacar  las  raíces;  agotaron  las  sabandijas  en  la  tierra  y  en  el 
agua  de  la  ciudad:  murieron  de  hambre  y  no  tocaron  á  los  cuer- 
pos de  Ips  suyos.  No  les  faltaba  poco  ni  mucho  de  aquel  alimen- 
to, porque,  las  plazas,  las  calles,  las  casas  estaban  sembradas  oon 
montones  de  cadáveres  despedazados  y  de  miembros  esparcidos. 
^'También  quiero  decir,  dice  Bemal  Díaz,  (2)  que  no  comían  la 
^'carne  de  sus  mexicanos^  sino  <^ra  de  los  enemigos  tlaxcaltecas  y 
''las  nuestras  que  apañaban;  y  no  se  ha  hallado  generación  enel 

(1)  Bemal  Díaz,  oap.  GLVI.  Oartas  de  Oortéa,  en  Lorenzaaa,  pág.  289. 

(2)  Loco  cit. 


301 

''mundo  que  tanto  BnfrieBe  la  hambre  y  sed  y  continuas  guerras 
"como  ésta,"  Es  de  advertir,  que  esa  carne  de  los  tlaxcaltecas  y 
de  los  españoles  que  los  méxica  comían,  provenía  de  los  prisio- 
neros sacrificados,  mas  no  de  los  muertos  caídos  sobre  el  campo  de 
batalla.  .Francisco  López  de  Gomara,  informado  por  los  conquis- 
tadores, repite  la  cuenta  de  las  penurias  de  los  sitiados  y  escribe: 
"De  aquí  también  se  conoce,  cómo  mexicanos  aunque  comen 
"carne  de  hombre,  no  comen  la  de  los  suyos,  como  algunos  pien- 
"san,  que  si  la  comieran,  no  murieran  así  de  hambre."  (1)  El 
cronista  Herrera,  (2)  quien  tuvo  á  la  vista  documentos  auténtí- 
eos,  afirma  expresamente:  "Teníanse  en  casa  los  muertos,  porque 
"los  enemigos  no  conociesen  su  flaqueza:  no  los  comían;  porque 
"los  mexicanos  no  comían  los  suyos." 

Causa  verdadera  admiración  que,  contra  autoridades  tan  carac- 
terizadas,  emita  opinión  contraria  el  Sr.  Prescott,  en  su  Historia 
de  la  Conquista  de  México;  mas  ya  fué  combatido  victoriosamen- 
te por  el  Sr.  Bamírez.  (3) 

Pongo  punto  final  á  este  asunto.  Ignoro  cuál  será  la  impresión 
que  mis  observaciones  dejen  en  el  ánimo  de  los  lectores.  En  mi 
creencia  personal,  si  porque  los  móxica  gustaban  la  carne  huma- 
na se  les  puede  llamar  antropófagos,  evidentemente  no  eran  ca- 
níbales. Una  advertencia.  Ni  remotamente  se  vea  en  lo  escrito 
la  aprobación  del  sacrificio  humano,  ni  mucho  monos  el  comer 
de  la  víctima.  Esta  es  explicación,  y  no  defensa.  (4)  Aborrezco 
todas  las  acciones  que  propenden  á  la  destrucción  violenta  del 
hombre,  llevando  por  máxima,  pocas  veces  la  sangre  se  vertió  sin 
crim^L 


(1)  Crónica  de  la  K.  Bspafia,  cap.  CXXXXÜI,  in  Barcia. 

(2)  Déc.  ni,  üb.  n,  cap.  VHI. 

(3)  Kotas  y  eBclaxecimientoe,  pág.  64. 

(4)  Fr.  Jaoobo  de  Testera,  esoribiendo  al  emperador  Garlos  V,  de  HaezotzíBOO,  á 
6  de  ICiq^  ItSt,  le  decía:  "8y  dy^es  que  tienen  inoapaíyidad  natural,  díganlo  te 
*'obra8  y  encomen9aDdo  de  sus  males  los  ritos  de  las  ydolatrías  e  adora9Íones  dA  sos 
"falsos  dioses  é  ^irimonias  de  diversos  grados  de  personas  cerca  de  sus  sacrífi9Í08 
"que,  avnque  esto  es  malo,  nape  de  vna  solipitud  natural  no  dormida,  que  busca  so- 
*'corro  é  no  topa  con  el  verdadero  remediador,  &c."  Cartas  de  Indias,  pág.  64. 

26 


^    I 


I 

[ 


LIBRO   II. 


CAPITULO  I. 

Oastumbres,— Estado  inter€8ante.--Precaticü>fi4s,'—Laé  dkue^pütin. — FetíeUadO' 
iia,--JIorÓ9Copo,—El  bauUvfno.-—Nomln'e9,--La4sUncUL--Cireut^^ 
don  de  los  niños  al  Calmecac  ó  ai  TelpuchcalU. — Edueacton  domésUca  según  el 
Códice  Mendocino.—Ediícacíon  religiosa  de  la  mujer, — Sacerdotisas  ó  mofeas, — 
Concubinaje.—Mujerts  públicas,— El  Cuicoyan.-^Leyes  a4serea  del  matrimonio, — 
Repudio  ó  divorcio, '-Ceretrumias  en  el  matrimonio. — En  Ichcatían, — E»  la  Mix- 
teca, — Entre  los  otomics, 

LOS  antiguos  inéxica  se  distinguían  por  ceremoniosos.  En  sus 
relaciones,  aun  en  las  más  comunes,  se  sujetaban  á  ciertas 
reglas,  que  constituían  su  código  de  urbanidad.  Eran  fórmalas, 
acompañadas  de  discursos  más  ó  menos  prolijos,  aprendidos  de 
memoria  en  las  escuelas  ó  en  el  s^no  de  la  familia,  repetidos  de 
una  manera  igual  en  todas  las  circunstancias  idénticas.  Esas 
arengas,  muchas  de  las  cuales  conservaron  los  autores,  ofrecen 
un  lenguaje  sentencioso,  lleno  de  figuras  e  imágenes,  abundando 
en  palabras  expresivas  y  del  mayor  comedimiento.  Las  ideas 
predominantes  son,  el  respeto  á  los  dioses,  el  cumplimiento  exa- 
jerado  del  culto,  una  negra  superstición,  basada  en  creencias 
extravagantes  y  agüeros  absurdos;  sigue  la  parte  moral,  excelen- 
te en  máximas  y  doctrinas  tomadas  de  las  fuentes  más  puras. 


203 

descubriéndose  en  el  fondo,  ciertas  aprensiones  melancólicas,  á 
que  dan  alimento  la  instabilidad  y  rapidez  de  las  cosas  huma- 
nas, los  snfrimientos  y  las  penalidades  de  la  vida  transitoria,  el 
recnérdo  de  la  vida  futura,  amarjgado  por  los  castigos  que  aguar- 
dan á  quienes  no  cumplen  sus  obligaciones.  Siempre  la  mezcla 
eonfosa  que  hemos  encontrado  en  las  ideas  religiosa^. 

Para  penetrar  en  el  laberinto  de  las  costumbres,  vamos  á  to- 
mar por  guía  el  Códice  de  Mendoza.  Documento  auténtico  y  del 
mayor  precio]para  nuestra  historia,  las  quince  láminas  de  que  su 
tercera  parte  consta,  de  la  68  á  la  72  inclusives,  al  interpretarlas 
nos  conducirán  por  la  vida  íntima  de  los  pueblos  que  nos  van 
ocupando. 

Luego  que  la  casada  se  sentía  madre,  lo  avisaba  á  sus  parien- 
tes; seguíase  una  reunión  de  las  familias  de  los  cónyuges,  en  que 
mutuamente  sé  daban  el  parabién  por  el  feliz  suceso,  en  largos 
y  numerosos  discursos:  acababa  la  reunión  con^üín  convite.  (1) 
Bepetíase  cuando  la  enferma  llegaba  al  sétimo  ú  octavo  mes,  mas 
jj^-fi ,  r      entonces  concurrían  sólo  los  parientes  ancianos,  hombres  y  mu- 
ti^        jeres,  quienes,  después  de  la  comida  indispensable,  elegían  la 
mujer  experimentada  para  aquellas  ocasiones,  llamada  iiciih  La 
médica,  por  lo  común  vieja,  se  hacía  cargo  de  la  paciente;  la 
primera  prescripción  era  un  baño  en  el  temazcaUi,  invocando  á 
Yoahicitl  diosa  de  los  baños,  á  Xochicatzin  y  á  Quilaztli,  núme- 
nes protectores  en  aquellos  casos;  seguía  la  imposición  de  ciertas 
reglas  higiénicas,  como  la  de  no  entregarse  á  ejercicios  violentos, 
usar  buenos  alimentos,  &c.,  á  las  que  iban  unidas  muchas  indi- 
caciones absurdas,  como  las  de  que  no  viera  lo  colorado  porque 
el  feto  no  se  pusiera  de  lado;  no  mascara  tzictliy  (chicle,  el  cliapo^ 
potli)  para  que  el  niño  no  contrajera  la  enfermedad  dicha  neten- 
izoponüiztU,  y  así  otras.  (2)    Dura  todavía  la  costumbre  en  el 
pueblo  de  contentar  los  antojos  que  en  las  cosas  de  comer  tenga 
la  mujer  grávida,  á  fin  de  evitar  el  aborto. 

Las  medicinas  aplicadas  en  la  hora  crítica,  hora  de  muerte  co- 
mo la  llamaban,  consistían  en  baños,  dar  á  la  paciente  una  infu- 
sión de  la  raíz  molida  de  la  yerba  llamada  cihuapadli,  y  como  , 
supremo  expelente  una  bebida  en  que  se  ponía  el  polvo  de  un 

(1)  P.  Sahftgun,  tona.  II,  lib.  VI,  pág.  lCO-73. 

(2)  P.  Sahagun,  loco  cit.  pág.  174^3.  ' 


Mi 

pedazo,  tamaño  de  un  dedo,  de  la  cola  del  tiacualsdn  (tlaeoMlM^ 
Diddphia  Cali/omica,  Benn).  ISaa  los  casos  difíciles,  la  tíciü  to* 
oaába  por  la  cabeza  á  la  enferma,  la  levantaba,  le  infustflía  ániíMo 
invocando  á  Gihaacoatl,  Qoilaztli  |y  Yoalticitl,  y  dábala  en  las 
espaldas  con  las  manos  ó  los  pies.  Si  acontecía  que  el  niño  mtt* 
riera  dentro  de  la  cámara  materna,  la  médica,  con  una  navaja  do 
piedra,  sabía  despedazar  el  cuerpo  y  extraer  los  pedazos.  (1) 

Agotados  los  recursos  del  arte,  sin  éxito  favorable,  la  tioiti 
cerraba  la  puerta  del  cuarto  de  la  enferma,  dejándola  sola.  Luj^ 
go  que  moría,  llamábanla  macihtiaque^iqvet  mujer  valiente,  que- 
dando colocada  en  el  número  de  las  divinidades,  bajo  el  nombra 
de  GihvapipíUiíi.  Lavaban  el  cadáver  dejándole  el  pelo  suelto  y 
tendido,  poníanle  las  nuevas  y  mejores  ropas  que  tenía,  y  tomán- 
dole el  marido  sobre  la  espalda,  á  la  puesta  del  sol  se  dirigía  al 

V  templo  para  hacer  la  inhumación;  rodeábanle  las  ticitl  viejas, 
armadas  d^  ^pada  y  rodela,  voceando  en  son  de  guerra  y  aco- 
metimiento, lista  prevención  venía  de  que,  los  mancebos  apelli- 
dados tdpvjpmhiin^  ó  guerreros  noveles,  salían  al  encuentro  del 
cortejo,  trabando  una  verdadera  escaramuza  por  apoderarse  del 
despojo  y  cortarle  el  dedo  mayor  de  la  mano  izquierda,  el  cual 
colocado  en  el  escudo  deslumbraba  y  atemorizaba  al  enemigo, 
haciendo  valiente  al  poseedor.  Lograda  ó  no  la  mutilación,  pues 
las  matronas  se  defendían  obstinadamente,  el  cadáver  era  ente-  ' 
rrado  delante  de  las  gradas  del  teocalli  de  la^  diosas  Cihuapi* 
piltin,  mujeres  celestiales.  Todavía  era  preciso  que  el  marido^ 
acompañado  de  sus  amigos,  guardase  cuabro  noches  arreo  el  so- 
pulcro,  porque  los  soldados  bisónos  acudían  á  apoderarse  del 
dedo  codiciado,  ó  de  los  cabellos  que  tenían  la  misma  virtud;  y 
los  hechiceros  nombrados  UynumutepaUtoiiqve  hurtaban  el  cuerpo 
para  cortarle  entero  el  brazo  izquierdo,  eficaz  para  ciertos  en- 
cantamientos, y  desmayar  á  las  personas  á  quienes  querían  ro- 
bar. Gomo  en  su  lugar  vimos,  las  dhuapipMin  moraban  en  el  Ci- 
huatlampa,  occidente;  de  ahí  salían  armadas  y  en  son  de  guerra 
á  recibir  al  sol  en  lo  más  alto  de  su  curso  diurno,  n^>an&K¿ona^*i<iy 

^  le  ponían  sobre  las  ricas  andas  qudwíapancayoü^  y  con  danza ' 
guerrera  le  llevaban  hasta  el  ocaso,  donde  terminaba  su  tarea; 
entonces  amanecía  en  el  infierno,  los  reprobos  se  levantaban  pa- 

(1)  Sahagun,  tom.  11,  pág.  184-^5. 


■•  • 


206 

ra  condnoir  al  sol  al  orto  sigaienle,  mientras  las  dhuapipiUin  ba- 
jaban á  la  tierra,  ya  para  poner  espanto,  ya  para  entregarse  á 
labores  femeniles.  (1) 

£n  los  casos  comunes  y  felices,  al  llegar  la  hora  de  muerte  la- 
vaban el  cuerpo  de  la  enferma  y  jabonaban  sus  cabellos,  coló* 
candóla  en  la  pieza  destinada  al  efecto;  la  asistían  según  usa- 
ban, prodigándola  todo  cuidado.  La  ticitl,  al  terminar  el  alum- 
bramiento, recibía  al  niño,  y  como  todo  en  aquellas  costumbres 
tenía  el  aire  de  guerra  ó  combate,  voceaba  á  la  manera  de  los 
que  pelean,  significando  que  la  paciente  ''había  vencido  varonil- 
''mente,  y  que  había  cautivado  un  niño/'  Lavaba  y  componía  al 
infante;  este  lavatorio  iba  acompañado  de  estas  palabras:  "Be- 
"cíbate  el  agua,  por  ser  tu  madre  la  diosa  Chalchiuhtlicue  Ohal- 
''chiuhtlatonac,  y  póngate  el  lavatorio,  para  lavar  y  quitar  las 
''manchas  y  suciedades  que  tienes  de  parte  de  tus  padres,  y  lím- 
"piete  tu  corazón,  y  dé  buena  y  perfecta  vida."  Era  una  primera 
ablución  para  quitar  unas  manchas  semejantes  á  las  del  pecado 
original  (2)  Si  era  varón  le  decía:  "Hijo  mió  muy  amado  y  muy 
tierno:  cata  aqxá  la  doctrina  que  nos  dejaron  nuestro  señor  Yoal- 
tecutli  y  la  señora  Toalticitl,  tu  padre  y  madre.  De  medio  de  tí 
corto  tu  .ombligo;  sábete  y  entiende,  que  no  es  aquí  tu  casa  don- 
de has  nacido,  porque  eres  soldado  y  criado:  eres  ave  que  llaman 
que<^l  Eres  pájaro  que  llaman  tzacuan  (Tzacuantototl,  Filome- 
na, Ampelis  cedrorum,  Sclat.),  y  también  eres  ave  y  soldado  del 
que  está  en  todas  partes;  pero  esta  casa  donde  has  nacido,  no  es 
sino  un  nido,  es  una  posada  donde  has  llegado,  es  tu  salida  pa- 
ra este  mundo:  aquí  brotas  y  floreces,  aquí  te  apartas  de  tu  ma- 
dre, como  el  pedazo  de  la  piedra  donde  se  corta:  esta  es  tu  cuna 
y  lugar  donde  reclines  tu  cabeza,  solamente  es  tu  posada  esta 
casa:  tu  propia  tierra  otra  es:  para  otra  parte  estas  prometido; 
que  es  el  campo  donde  se  hacen  las  guerras,  donde  se  traban  las 
batallas,  para  allí  eres  enviado,  tu  oficio  y  facultad  es  la  guerra, 
tu  obligación  es  dar  de  beber  al  sol  sangre  de  los  enemigos,  y 
dar  de  comer  á  la  tierra,  que  se  llama  Tlaltecutli,  con  los  cuer- 
pos de  los  contrarios,  &c."  Si  era  hembra  la  decía: 'llabeis 

de  estar  dentro  de  casa,  como  el  corazón  dentro  del  cuerpo;  no 

.    (1)  P.  Sfthagon,  tom.  II,  pág.  186-91. 
(2)  TorqnemadA,  lib.  XIII,  cap.  XVI. 


206 

habéis  de  audar  fuera  de  ella;  no  habéis  de  tener  costumbre  de 
ir  á  ninguna  parte:  habéis  de  tener  la  ceniza  con  que  se  cubre 
el  fuego  en  el  hogar;  habéis  de  ser  las  piedras  en  que  se  pone  la 
olla;  en  este  lugar  os  entierra  nuestro  señor,  aquí  habéis  de  tra- 
bajar, y  vuestro  oficio  ha  de  ser  traer  agua,  moler  el  maíz  en  el 
metate:  allí  habéis  de  sudar  junto  á  la  ceniza  y  el  hogar."  Estas 
oraciones  ó  sean  discursos,  encierran  las  doctrinas  que  aquel 
pueblo  tenía,  acerca  de  los. destinos  de  ambos  sexos;  en  conse* 
ouencia,  los  guerreros  que  á  pelear  salíaui  llevaban  á  enterrar  el 
ombligo  del  niño  en  un  campo  dQ  batalla,  siendo  esto  señal  de 
que  "era  ofrecido  y  prometido  al  sol  y  á  la  tierra,"  mientras  que 
el  ombligo  de  la  niña  era  enterrado  junto  al  fogón,  en  señal  de 
que  la  doncella  quedaba  atada  á  la  casa.  La  ticitl  dirijía  una 
congratulación  á  la  ya  madre.  (1) 

Seguían  los  plácemes  dados  á  la  madre,  padre,  parientes  y 
aun  á  los  mismos  niños,  por  los  amigos  y  parientes  lejanos;  se- 
gún la  categoría  de  la  familia  eran  las  arengas,  pues  si  el  recien 
nacido  era  príncipe,  venían  al  cumplimiento  los  señores  de  los 
pueblos  y  los  embajadores  de  los  reinos  amigos.  Oada  quien,  se- 
gún sus  posibles  regalaba  al  infante,  llamándose  el  regalo  ixque" 
mitlf  ropa  para  envolver  al  niño.  (2)  Bascábase  en  seguida  á  uno 
de  los  adivinos  llamados  Toncdpoiihqui^  el  que  sabe  conocer  la 
fortuna  de  los  que  nacen.  -Preguntaba  la  hora  del  nacimiento, 
las  circunstancias  que  lo  habían  acompañado;  consultaba  el  To- 
nalamatl  y  las  pinturas  astrol<%icas,  levantaba  la  figura  como 
los  antiguos  astrólogos  europeos,  y  bien  considerada,  atendido 
el  signo  predominante  en  la  hora,  la  influencia  de  la  deidad  rei- 
nante en  la  trecena  y  las  demás  circunstancias,  decía  la  buena  6 
mala  ventura,  pronosticando  según  sus  cuentas,  bienes  6  males. 
El  bautismo  se  hacía  cuatro  dias  después,  mas  si  el  astrólogo 
encontraba  que  aquel  era  dia  de  signo  infausto  se  trasladaba  al 
próximo  feliz;  por  su  adivinanza  recibía  algún  regalo,  y  ^i  en 
suerte  le  tocaba  formar  el  horóscopo  de  un  hijo  de  rey,  seguro 
estaba  de  quedar  rico  para  toda  su  vida.  (3) 

Las  vecinas,  amigas  y  parientes  de  la  enferma  venían  á  salu- 


(1)  P.  Sahagun,  tom.  II,  pág.  191-203. 

(2)  P.  Sahagun,  loco  dt ,  pág.  204-15.— Torqaemada,  lib.  XTTT,  cap.  XVIL 
(H)  P.  Sahagun,  tom.  II,  pág.  215-17.  Torquemada,  lib.  XIII,  oap.  XIX. 


207 

darla,  teniendo  cuidado  de  restregarse  las  rodillas  con  ceniza  y 
restregar  las  de  los  niños  que  llevaban,  á  fin  de  fortalecer  los 
huesos.  En  los  cuatro  dias  antes  del  bautismo  ardía  fuego  con- 
tinuo en  la  casa,  cuidando  de  que  no  se  extinguiera  ni  lo  toma- 
ran para  sacarlo  fuera,  para  que  no  se  quitara  la  buena  ventura 
al  recien  nacido.  (1) 

Llegado  el  diadel  bautismo  limpiaban  la  casa,  barrían  la  calle, 
aderezaban  los  aposentos,  engalanaban  las  puertas  con  ramas  y 
arcos  de  toUin,  regando  flores  por  los  suelos:  preparábase  un 
gran  convite,  según  los  medios  de  que  la  familia  podía  dispo- 
ner. (2)  Ponían  en  el  patio  una  especie  de  alfombra  de  tuUin  de 
cortas  dimenciones,  encima  un  apaztli  nuevo,  (lebrillo  de  barro) 
lleno  de  agua;  si  el  bautizado  era  varón,  colocábase  en  la  alfom- 
bra y  junto  al  barreño,  una  rodelita,  un  arquito  y  cuatro  flechitas 
mirando  á  los  puntos  cardinales,  una  mantita  y  un  mcixtlatl,  los 
útiles  del  oficio  á  que  el  niño  iba  á  ser  destinado,  que  era  comun- 
mente el  de  su  padre;  si  hembra,  poníase  una  estera,  escoba,  huso 
(málacatl)  con  su  copo  de  algodón,  una  enagua  y  un  huipUli,  todo 
pequeñito.  Al  lado  de  Oriente,  en  una  vasija  se  dejaba  el  potaje 
llamado  ixcmy  compuesto  de  frijoles  cocidos  y  maíz  tostado.  Los 
convidados  se  acomodaban  al  rededor  de  la  alfombra,  llevando 
las  ropas  y  dijes  destinados  á  la  criatura,  mientras  en  el  centro 
ardía  el  fuego  conservado  los  cuatro  dias  anteriores,  en  un  ha- 
chón alimentado  con  rajas  de  ocotL 

El  ministro  de  aquella  ceremonia  era  la  tidtl^  tomaba  al  niño 
en  los  brazos,  desnudábale,  poníale  en  las  manos  el  arco  y  flechas, 
ó  la  escoba,  según  el  sexo;  daba  una  vuelta  al  rededor  de  la  enea 
6  tullin,  parando  con  el  rostro  vuelto  al  Occidente.  Los  preparati- 
vos tenían  lugar  al  amanecer,  y  la  ceremonia  comenzal^a  á  la 
salida  del  soL  La  ticiil  levantaba  al  cielo  la  criatura  con  entram- 
bas manos  diciendo:  ''Hijo  mió,  el  señor  dios  Ometecutli,  y  Ome- 
'^cihuatl,  señores  del  doceno  cielo,  te  criaron  para  enviarte  á  éste 
''mundo  triste  y  calamitoso;  toma  pues  el  agua  que  te  ha  de  dar 
"vida,  para  que  con  ella  vivas  en.  este  mundo,  la  cual  se  llama  la 
"diosa  Ohalchiutlicue,  Chalchiuhtlatonac."  Diciendo  estas  pa- 
"labras,  tomaba  el  i^a  con  la  mano  derecha  y  poníaselá  en  la 

(1)  P.  Sahagim,  tom.  1,  pág.  830-^1.  Toiquemada,  lib.  Xm,  cap.  XXIII. 

(2)  Describen  esta  comida,  Sahagun,  tom.  I,  pág.  384^6.  Torquemada,  lib.  XIII, 
cap.  XXTTT. 


ao8 

"boca,  7  luego  volTÍa  á  repetir:  ''Toma  nmo  el  agua  que  te  ha  de 
''dar  TÍda  en  este  mundo."  Luego  se  la  ponía  sobre  los  pechos 
"y  decía  lo  mismo;  luego  se  la  echaba  sobre  la  cabeza  y  repetía 
"ciertas  palabras;  porque  á  este  dios  del  agua  le  es  dado  limpiar- 
"las,  en  todos  los  que  con  agua  se  lavan.  Luego  lavaba  todo  el 
"cuerpo  de  la  criatura,  y  estregándole  todos  los  miembros,  decía: 
"¿Dónde  estás  Qiala  fortuna?  ¿En  qué  miembro  estás?  Apártate, 
"ventura  mala,  de  esta  criatura.*' 

"Dicho  esto,  y  hecha  esta  ceremonia,{alzaba  hacia  el  cielo  á  la 
"criatura,  y  decía:  "Señor  Ometecutli,  Omecihuatl,  criador  de 
"las  ánimas,  esta  criatura  que  criaste  y  formaste  y  enviaste  Á 
"este  miserable  mundo,  te  ofrezco  para  que  infundas  tu  virtud 
"en  ella."  Luego  volvía  segunda  vez  á  levantarla,  y  hablando  con 
"la  diosa  del  agua  le  decía:  "A  tí  llamo,  señora,  á.  tí  te  suplico, 
"diosa,  madre  de  los  dioses,  que  espires  en  esta  criatura  tu  vir* 
"tud."  Y  tercera  vez  la  decía:  "Vosotros,  celestiales  dioses,  so- 
"piad  á  esta  criatura,  y  dadla  la  virtud  que  tenéis,  para  que  sea 
"de  buena  vida."  Otra  cuarta  vez  la  confrontaba  con  el  sol,  y  decía: 
"Señor  dios  sol,  padre  de  todos;  y  tú,  tierra,  madre  nuestra,  esta 
"criatura  os  ofrezco,  pajra  que  como  vuestra  la  amparéis,  y  pues 
"nació  para  la  guerra  (si  era  niño)  muera  en  ella  defendiendo  la 
"causa  de  los  dioses."  Dicho  esto  tomaba  el  escudo,  arco  y  £e- 
"chas,  y  ofrecíalo  al  dios  de  la  guerra  en  nombre  del  niño,  di« 
"ciendo:  Becibid,  señor,  este  pequeño  don  que  os  ofrezco,  con 
"que  me  doy  á  vuestro  servicio.  Plega  á  tí,  señor,  que  este  niño 
"vaya  á  los  cielos,  donde  se  gozan  los  deleites  celestiales,  y  los 
"soldados  que  murieron  en  la  guerra."  (1) 

Entonces  la  ticitl  ponía  nombre  al  niño,  y  repitiéndolo  tres 
veces  gritaba:  "¡Oh  hombre  valiente!  recibe,  toma  tu  rodela,  to- 
"ma  el  dardo,  que  estas  son  tus  recreaciones,  y  regocijos  delsoL" 
Vestía  lu^o  la  manta  y  maxtlatl  al  niño,  y  entregábalo  á  la 
madre.  A  esta  sazón  entraban  los  muchachos  del  barrio,  se  apo- 
deraban del  ioccue,  y  salían  huyendo,  comiendo  y  gritando:  "Fu- 
"laño,  fulano,  tu  oficio  es  regocijar  al  sol  y  á  la  tierra,  y  darles 
"de  comer  y  de  beber:  ya  eres  de  la  suerte  de  los  soldados  que 
"son  águilas  y  tigres,  los  cuales  murieron  en  la  guerra,  y  ahora 
"están  regocijando  y  cantando  delante  del  sol:"  e  iban  también 

(1)  Torquemada,  lib.  XIQ,  cap.  XX. 


209 

"diciendo:  "¡Oh  soldados!  ¡Oh  gente  de  guerra!  venid  acá,  venid 
"á  comer  el  ombligo  de  fulano."  Estos  mnchaohos  representaban 
"á  los  hombres  de  gnerra,  porque  robaban  y  arrebataban  la  co- 
"mida  qne  se  llamaba  d  ombUgo  dd  niño.  Después  qne  la  partera 
"ó  sacerdotisa,  había  acabado  todas  las  ceremonias  del  bautismo, 
"metían  al  niño  en  casa,  é  iba  delante  el  hachón  de  teas  ardíen- 
"do,  y  así  se  acababa  el  bautismo."  (1) 

En  el  bautismo  de  la  niña,  las  oraciones  van  enderezadas  á 
pedir  para  ella  la  virtud;  vestíanla  y  colocábanla  en  la  cuna,  po- 
niéndola bajo  el  amparo  de  Toalticitl,  Toaltecutli,  Tacuhuiztli  y 
lamamializtli,  rogándoles  no  hicieran  daño  á  la  criatura  y  le  die- 
ran blando  y  apacible  sueño.  (2) 

Imponían  nombre  á  los  niños,  por  el  primer  objeto  que  veían, 
del  nombre  del  signo  fausto  del  dia  en  que  nacían,  del  aconteci- 
miento fausto  ó  infausto  que  llamaba  la  atención,  de  los  fenóme- 
nos celestes  ó  meteorológicos,  de  los  cargos  de  familia  &  que 
estaban  destinados,  Ac;  (3)  á  veces,  ya  grandes,  por  alguna  ha- 
zaña cambiaban  el  nombre,  ó  añadían  otro  segundo  que  servía 
como  de  apellido.  Quienes  nacían  en  la  fiesta  secular  del  fuego, 
si  hombre  se  llamaba  MdpiRi,  si  mujer  Xmhnendl.  Al  varón 
nacido  en  los  cinco  nemontemi  le  decían  Nemon.y  Mentlcbcatl^  Nen- 
qutzqíiiqutz,  NemoquichUi,  hombre  baldío  y  para  nada;  la  hembra, 
Nencikuatl,  mujer  infeliz.  (4) 

En  la  fiesta  del  mesToxcatl,  hecha  á  honra  de  Huitzilopochtli, 
los  sacerdotes  hacían  una  incisión  á  los  niños  y  las  niñas  nacidas 
en  el  año,  en  el  pecho  6  estómago,  en  las  muñecas  ó  en  los  moUe- 


(1)  Sahagun,  tom.  II,  pag.  217-221,  La  lam.  LVín  del  Códice  Mendocino;  en  la 
parte  superior,  representa  el  bautismo:  los  números  se  refieren  á  las  estampas  publi- 
cadas por  Lord  Kingsborongh.  La  madre  (1)  con  el  rostro  amarillo,  en  seflalde  eras 
recientes  padecimiento^  explica  con  el  símbolo  de  la  palabra  los  discursos  qne  pro- 
nuncia; (3)  la  cuna,  y  encima  (2)  el  signo  del  mes;  la  UdU  (4)  lleva  al  nifio  en  los 
brazos,  ora  y  habla;  (9)  la  alfombra  de  tollin  con  el  apaetU  lleno  de  agua;  (5)  los 
objetos  destinados  al  varón,  escudo,  flechas,  los  símbolos  de  los  cuatro  oficios  prin- 
cipales de  derecha  á  izquierda,  platero,  pintor,  mosaico  de  pluma,  albañil;  (10)  ob- 
jetos mujeriles,  escoba,  huso,  estera;  (6,  7  y  8)  mnchachos  que  se  apoderan  del  isoaue, 
LáM  líneas  de  puntos  y  las  huellas,  marcan  la  correlación  de  los  objetos  y  los  movi- 
mientos de  las  personas.  Véase  ademas,  Mendieta,  lib.  11,  cap.  XIX. 

(2)  Sahagun,  tom.  II,  pág.  222-23. 

(S)  Torquemada,  lib.  XIII,  cap.  XXII.  MotoUnia,  pág.  37. 
(4)  Sahagun,  tom.  I;  pág.  192.  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XXX. 

27 


210 

dos  de  los  brazos,  eu  señal  de  quedar  consagrados  al  dios.  (1) 
Las  mujeres  presentaban  en  los  templos  á  sus  hijos,  recibiendo 
una  especie  de  purificación.  Ya  hemos  visto  que  en  la  fiesta  de 
cada  cuatro  años  agujeraban  las  orejas  á  los  niños;  dábanles  á 
beber  pulque,  j  por  eso  la  llamaban,  la  borrachera  de  niños  7 
niñas.  (2)  Cumpliendo  las  prescripciones  de  la  naturaleza,  Im 
madres  criaban  sus  hijos  á  los  pechos,  sin  ser  excepción  en  las 
categorías  más  elevadas  las  esposas  de  los  reyes;  unos  dos  años 
duraba  la  lactancia,  y  el  destetar  á  los  chicuelos  era  celebrado 
con  un  convite.  (3) 

En  cuanto  á  la  circuncisión,  consta  que  los  totonaca,  á  los  28 
ó  29  dias  de  nacido  el  niño,  le  presentaban  en  el  templo,  donde 
los  sacerdotes,  colocándole  sobre  una  gran  piedra  lisa,  le  circun- 
cidaban quemando  el  despojo;  corrompían  á  las  niñas  con  el  de- 
do, j  amonestaban  á  las  madres  repitieran  la  operación  á  los  seis 
años.  (4)  García  (5)  afirma  ser  práctica  de  los  de  Yucatán  é  isla  de 
Acuzamil,  de  los  Totones  (sic)  "y  los  Mexicanos  hacían  lo  pro- 
pio." Zuazo  (6)  refiere,  que  los  niños  permanecían  en  su  casa  de 
dos  á  cinco  años,  *%  pasado  el  dicho  tiempo  circuncídanle  á  ma- 
^'nera  de  Moro  ó  Judío."  Herrera  (7)  asegura  ser  costumbre  en 
la  provincia  de  ''Guazacualco  y  Huta,"  y  también  ''en  la  pro- 
vincia de  Ouextxatla."  En  concepto  de  Acosta,  (8)  á  los  niños 
recien  nacidos  les  sacrificaban  de  las  orejas  y  del  phallus,  ''que 
en  alguna  manera  remedaban  la  circuncisión  de  los  judíos."  Con- 
tradiciendo CogoUudo,  (9)  á  Fr.  Luis  de  Urreta  en'  su  Hist  de 
Etiopia,  á  Pineda  en  su  Monarq.  Eclesias.  y  al  Dr.  Illescas  en 
la  Pontifical,  quienes  aseguran  lo  relativo  á  la  circuncisión  en 
Yucatán,  dice  que  los  predicadores  evangélicos  no  hacen  de  ello 
memoria:  "A  todos  los  antiguos  que  viven  lo  he  preguntado,  y 
"me  han  respondido,  que  no  han  alcanzado  hubiese  tal  entre  los 

(1)  Tovquemada,  lib.  X,  cap.  XVI. 

(2)  Sahaguu,  tom.  I,  pág.  1894)0. 

(3)  Torquemada,  lib,  Xni,  cap.  XXIV. 

(4)  Mendieta,  lib.  11,  cap.  XIX.  Tarquemada,  lib.  VI,  cap.  XLVIII. 

(5)  Orig.  de  los  indios,  lib.  III,  oap.  VI,  pág.  109 

(6)  Carta  del  lie.  Alonso  Zuazo,  Colee,  de  Doc.  del  Sr.  D.  Joaquín  García  loas- 
baloeta,  tom.  I,  pág.  364. 

(7)  Hist.  de  las  Indias,  déc.  IV,  lib.  IX,  cap.  VII. 

(8)  Hist.  nat.  y  i&oral,  tom.  I,  pág.  71. 

(9)  Hist.  de  Yucatán,  Hb.  IV,  cap.  VI. 


211 

^'indioB,  ni  éstos  tienen  tradición  de  qne  asasen  tal  costumbre 
''flos  ascendientes."  Clavigero  niega  la  existencia  entre  los  me- 
xicanos de  semejante  práctica.  Segnn  lo  qne  nosotros  hemos 
podido  alcanzar,  la  circuncisión  era  propia  de  los  totonaca  y  tal 
vez  de  alguna  otra  tribu;  mas  no  era  acto  religioso  entre  los  me* 
xicanos  y  los  pueblos  sujetos  al  imperio:  el  sacrificio  en  los  niños 
de  tierna  edad,  las  mutilaciones  que  particulares  y  saoeirdqtes  se 
hadaa  en  sus  pemtenc^as,  pudieron  i^rediL  una  creencia  que 
no  aparece  sólidaiiiente.' comprobada.  ^^'    P^ 

Mientras  los  niños  se  iban  criando,  los  padres  les  ofrecían  á 
los  establecimientos  de  educación.  Eran  éstos  de  dos  clases;  el 
Galmecao  ó  colegio  religioso,  donde  se  enseñaba  el|  servicio  de 
los  dioses  y  á  vivir  en  limpieza,  humildad  y  castidad;  el  Tel« 
puchcalli,  recogimiento  propiamente  de  enseñanza  de  los  cono- 
cimientos civiles.  De  igual  manera  se  llamaban  las  escuelas  para 
las  niñas^  y  la  instrucción  al  mismo  tiempo  era  religiosa  y  mu- 
jeril Cuando  los  padres  determinaban  hacer  la  dedicación,  pre- 
paraban un  convite,  invitaban  á  sus  parientes  y  al  superior  del 
colegio,  y  después  de  regalar  á éste conmaxüaüy  mantas  y  flores, 
le  declaraban  su  pretensión;  aceptada,  tomaba  en  brazos  al  niño 
en  señal  de  ser  su  subdito,  agujerábale  el  labio  inferior  y  le  po- 
nía el  i^ntetl  ó  barbote.  (1)  Los  chicuelos  permanecían  en  su  casa, 
hasta  la  edad  designada  para  entrar  al  colegio.  (2) 

La  educación  en  esa  edad  temprana,  dada  inmediatamente  por 
Io3  padres,  la  trazan  para  el  varón  y  la  hembra  simultánea  y 
progresivamente  las  láminas  del  Oód.  Mendocino.  A  los  tres 
años  (núm.  1,  lám.  LIX),  el  padre  (2)  enseña  á  hablar  y  da  con- 
sejos á  su  hijo  (3)  que  ya  puede  andar:  la  madre  (5)  comienza  la 
enseñanza  de  la  hija  (7):  ambos  chicos  reciben  por  alimento  en 
cada  comida,  media  tortilla  de  maíz,  tlaxccdli  (4  y  5).  Mientras 
el  varón  sólo  va  cubierto  con  la  manta,  la  hembra  está  vestida; 
aquel  pueblo  cuidaba  mucho  de  la  decencia  femenil,  despertando 
desde  muy  temprano  en  la  mujer,  el  sentimiento  del  pudor  y  el 

(1)  La  parte  inferior  de  la  lámina  LVIII,  representa  el  acto  de  ofoecer  al  niño  á 
«mo  ^e  los  establecimientos  piíbUoos.  £1  padre  (11)  y  la  madre  (14)  están  dedicando 
al  nifio  todavía  en  la  cuna  (13);  escuchan  y  admiten,  puestos  aquí  altematiyamente 
por  las  líneas  de  puntos,  ya  el  sacerdote  superior  del  Oalmecac  (12),  ya  el  Telpuch- 
tlato,  Telpuchtlatoque  ó  Tiachcauh,  sux>eriordel  Telpuohcalli.  (15) 

(2)  F.  Sahagon;  tom.  II,  pág.  223. 


212 

amor  á  la  virtud.  Desde  recién  nacidos,  usaban  bañar  repetidas 
veces  á  los  párvulos  en  agua  fria,  aun  durante  el  invierno;  la  ro- 
pa era  muy  poca,  la  cama  dura.  La  falta  de  abrigo  no  era  sólo 
en  los  hijos  de  los  pobres;  practicaban  lo  mismo  los  nobles  y  los 
ricos,  pues  el  intento  era  hacerlos  robustos  y  sanos.  (1) 

A  los  cuatro  años,  el  padre  (8)  emplea  al  niño  en  trabajos 
ligeros  (9),  como  acarrear  agua  en  pequeñas  vasijas;  la  madre  (11) 
pone  en  manos  de  su  hija  el  malctcatl,  huso,  dándole  las  prime- 
ras lecciones  de  deshuesar  el  algodón  (13):  la  ración  por  comida 
una  tortilla  (10  y  12). 

A  los  cinco  años,  el  padre  (14)  hace  cargar  á  sus  hijos  (15  y  17) 
pequeñas  carguillas;  la  jnadre  (18)  prosigue  el  enseñamiento  del 
hilado  (20);  una  tortilla  por  alimento  (16  y  19).  Entre  aquellos 
pueblos  privados  de  bestias  de  carga,  era  indispensable  acos- 
tumbrarse á  llevar  á  cuestas  grandes  pesos;  los  mercaderes  para 
su  comercio,  los  ricos  y  los  pobres  para  transportar  sus  menes- 
JL-ii-^  teres,  los  soldados  para  sus  armas  y  bagajes,  tenían  necesidad 
de  ir  siempre  cargados.  De  aquí  el  uso  de  esas  carguillas,  de 
poco  peso  al  principio,  y  el  cual  se  iba  aumentando  segiin  la 
edad;  el  hábito  se  hacía  tal,  que  cuando  les  faltaba  suficiente  car- 
ga, tomaban  piedras  ó  tierra  para  completarla.  Sin  el  alivio  de 
los  medios  de  locomoción,  aprendían  á  caminar  á  pié,  haciendo 
jornadas  muy  largas,  descalzos  por  llanuras  y  montañas.  Así,  los 
fundamentos  de  esta  educación  reposaban  en  la  frugalidad,  el 
trabajo,  y  en  la  robustez  para  resistir  a  la  intemperie. 

A  los  seis  años,  el  padre  (21)  manda  á  sus  hijos  al  tianqniztlty 
mercado  (2^)  á  ganar  alguna  cosa  de  comer  á  cambio  de  su  tra- 
bajo; la  madre  (24)  perfecciona  á  su  hija  (24)  en  el  manejo  del 
malacatl:  la  ración  ha  subido  á  tortilla  y  media  (23  y  25). 

A  los  siete  años  (2)  (1)  el  padre  (2)  comienza  á  industriar  á  su 
hijo  (4)  en  componer  las  redes,  rtiatlaü,  ó  en  los  menesteres  de  al- 
gún oficio;  la  madre  (5)  perfecciona  á  la  niña  en  hilar  (7);  la  ra- 
ción tortilla  y  media  (3  y  6). 

A  los  ocho  años  (8)  las  amonestaciones  de  palabra  van  acom- 
pañadas con  la  amenaza  del  castigo.  El  padre  (9)  pone  á  la  vista 
del  varón  poco  diligente  (11)  las  puntas  de  maguey  (10),  símbolo 

(1)  Torqnemada,  lib.  XIII,  cap.  XX VIL 

(2)  Loi^  Kingsborottgh,  tom.  1,  lám.  LX. 


I 
J 


f 


213 

do  castigo  y  también  de  la  penitencia  religiosa;  la  madre  (13) 
procede  igualmente  contra  su  hija  (14):  el  alimento  todavía  tor- 
tilla y  media  (10  y  14). 

A  los  nueve  años  (17),  el  padre  (19)  ata  de  pies  y  manos  al 
muchacho  flojo  ó  desaplicado  (20),  pimzándole  con  las  púas  del 
maguey:  la  madre  (21)  sigue  aquel  ejemplo  con  la  muchacha  (23), 
ai  bien  se  advierte  que  en  éste,  como  en  todos  los  demás  casos, 
la  hembra  es  tratada  siempre  con  menos  rigor  que  el  varón:  tor- 
tilla y  media  por  alimento  (18  y  22). 

Llegados  los  diez  años  (24)  los  castigos  á  los  desobedientes  6 
incorregibles  se  toman  más  duros  y  violentos.  El  padre  (26)  da 
de  palos  á  su  hijo  (27);  la  madre  (28)  usa  del  mismo  remedio  con 
la  hija  (30);  siempre  tortilla  y  media  (25  y  29). 

Arreciaban  los  castigos  á  los  once  años  (10)  (1).  El  padre  (3) 
expone  al  hijo  (4)  al  humo  asfixiante  que  despide  el  chiüi  (chile, 
pimiento,  capsicumj  quemado  al  fuego  (5);  la  madre  (6)  procede 
oon  su  hija  (7)  de  la  misma  manera  (9):  no  cambian  la  tortilla  y 
media  (2  y  8). 

Doce  años  (10),  y  el  padre  (12),  por  castigo  y  aun  pj^ra  acos- 
tumbrarle &  la  jEaiiga,  ata  á  su  hijo  (13)  y  le  hace  dormir  desnudo 
sobre  la  tierra  desigual;  la  madre  (15)  levanta  á  su  hija  (17)  á  la 
media  noche  (14)  haciéndola  barrer  la  casa  y  la  calle,  ya  para 
acostumbrarla  al  trabajo,  ya  para  cumplir  ciertos  ritos  religio- 
sos: por  alimento  tortilla  y  media  (11  y  16). 

Son  los  trece  años  (19),  y  el  padre  (18)  ha  enseñ^o  á  su  hi- 
jo (21)  á  ir  á  traer  leña  ó  yerba  del  campo  y  á  manejar  una  canoa; 
se  advierten  dos  mejoras,  el  muchacho  lleva  ceñido  el  maxüatí^ 
dejando  de  estar  completamente  desnudo,  y  su  ración  es  de  dos 
tortillas  (20).  La  madre  (22),  perfeccionada  la  hija  en  el  hilado 
y  en  los  quehaceres  domésticos,  la  aplica  á  moler  y  cocer  el 
pan  (23);  se  la  ve  de  rodillas  delante  del  metate,  vieÜaU,  molien- 
do el  maíz  cocido  de  que  se  forma  la  masa,  distinguiéndose  de- 
lante el  molcajete,  mulcaxiüy  (25)  vasija  de  piedra  ó  de  barro,  que 
con  su  texcioü  ó  moledor,  se  emplea  para  triturar  el  ckilU  y  la^ 
demás  sustancias  que  sirven  de  salsas;  el  comal,  comaUi,  óoloca* 
do  sobre  el  hogar,  ÜecwUi^  compuesto  de  tres  piedras  colocabas 
«n  triángulo,  entre  las  cuales  se  pone  el  combustible  y  que  sus- 

(1)  LoTd  Eingeborongli,  tom.I;  lám.  LXI. 


2U 


tentan  el  comaUi  (26);  el  cántaro  izotzocóUi  (28)  con  el  agua  indis- 
pensable para  la  operación,  y  finalmente  las  tortillas,' ¿íarcaJIí,  ya 
cocidas  (27),  de  las  cuales  recibe  dos  por  alimento  (24). 

A  los  catorce  años  (29),  el  padre  (31)  ha  enseñado  al  joven  (32) 
á  ser  pescador  en  las  aguas  de  los  lagos;  su  alimento  dos  torti- 
llas (30).  La  madre  (33)  enseña  á  su  hija  (35)  el  arte  difícil  de 
tejer.  El  telar  (36)  ofrece  aún  su  forma  casi  primitiva;  consta  de 
dos  maderos  sobre  los  cuales  se  aseguraban  por  ambos  extremos 
los  hilos,  del  tamaño  requerido  por  la  tela;  por  un  cabo  se  ase- 
guraba á  un  objeto  firme,  como  un  palo  hincado  en  tierra,  y  por 
el  otro  se  ajustaba  á  la  cintura  de  la  tejedora.  La  verdadera  cien* 
cia  consistía  en  urdir,  adotta^  nula,  es  decir,  en  colocar  por  colo- 
res los  hilos,  de  manera  que  resultaran  los  dibujos  y  las  labores 
apetecidas,  lo  cual  se  lograba  por  medio  del  rrto^Z,  palillo  redondo 
al  cual  estaban  sujetos  los  hilos  de  la  tela  por  medio  de  otros 
más  pequeños,  y  que  subiéndolo  ó  bajándolo  alternativamente 
separaba  las  hebras  formando  lo  que  llamaban  cruces;  por  entre 
éstas  pasaba  el  hilo  que  servía  de  trama,  quedando  apretada  ca- 
da tejida  por  medio  de  una  especie  de  regla  de  madera  dura  y 
pesada,  apellidada  izoizopaztli:  la  figura  tiene  en  la  derecha  el 
xtoü  y  en  la  izquierda  el  apretador.  La  doncella  recibía  dos  tor- 
tillas por  comida  (34). 

Estas  láminas  relatan  la  educación  doméstica,  llamémosle  así, 
y  consistía  en  la  enseñanza  paternal,  hasta  que  el  hombre  y  la 
mujer  habían  aprendido  sus  obligaciones  como  hijos.  Las  máxi- 
mas que  se  les  inculcaban  eran,  la  reverencia  y  el  temor  á  los 
númenes;  el  amor  y  el  respeto  á  los  padres;  la  consideración  á 
los  ancianos,  la  conmiseración  al  pobre  y  al  desvalido:  apego 
al  cumplimiento  de  los  deberes;  horror  al  vicio;  ocupaciones 
constantes  para  huir  de  la  ociosidad;  decir  siempre  la  verdad, 
proceder  en  todo  con  mesura,  sujetando  las  acciones  á  razón  y  á 
justicia.  Los  castigos  en  verdad  no  eran  extremados,  supuesto  el 
estado  de  aquel  pueblo,  ya  que  consistían  en  reñir  de  palabra, 
dar  con  ortiga  por  el  cuerpo  en  lugar  de  azotes,  pegar  con  varas, 
punzar  con  las  puntas  de  maguey,  exponer  al  humó  de  chile;  sólo 
al  mentiroso  incorregible  le  hendían  un  poco  el  labio,  para  ha- 
cer patente  su  vicio  á  todo  el  mundo.  Maravilla  verdaderamente 
la  pureza  de  las  doctrinas  morales  inculcadas  á  la  juventud. 
Nuestros  antiguos  cronistas  recogieron  los  razonamientos  que 


215 

los  padres  dirigían  á  sus  hijos,  y  fuera  de  lo  que  atañe  al  culto 
y  las  costumbres,  bien  quisiéramos  que  nuestra  juventud  supie- 
ra y  practicara  lo  predicado  por  los  bárbaros.  (1) 

Más  extremado  era  el  cuidado  con  las  mujeres.  Teníanlas 
recogidas  y  ocupadas  en  sus  labores;  salían  solo  á  los  templos,  y 
vigiladas;  guardaban  silencio,  y  en  sus  propias  casas  se  les  pro- 
hibía platicar  á  la  mesa  hasta  ser  espadas;  se  las  tenía  en  conti- 
nuo trabajo;  se  las  hacía  entender  el  mucho  precio  de  la  honestidad 
y  del  recato.  "Parece  que  querían,  dice  Mendieta,  que  fuesen 
sordas,  ciegasjy  mudas,  como  á  la  verdad  les  conviene  mucho  á 
las  mujeres  mozas,  y  más  á  las  doncellas."  Tanto  respeto  se  te- 
nía á  la  verdad,  que  si  alguna  doncella  era  sospechada  de  falta 
grave,  cobraba  su  fama,  quedando  por  inocente,  con  hacer  este 
juramento:  ¡Por  ventura  no  me  ve  nuestro  señor  dios!  pronuncia- 
ba el  nombre  de  su  mayor  divinidad,  ponía  el  dedo  en  tierra  y 
lo  besaba:  esta  fórmula  bastaba,  porque  nadie  se  atrevía  á  hacer 
el  juramento  faltando  á  la  verdad.  (2)  Poca  diferencia  había  en 
la  educación  de  nobles  y  plebeyos,  y  consistía  en  que  á  los  pri- 
meros no  enseñaban  los  oficios  mecánicos,  y  eran  vigilados  con 
mayor  empeño  en  sus  casas.  (3) 

Comenzaba  la  educación  publica  á  los  quince  años  (8)  entre- 
gando el  padre  (4)  á  su  hijo  (1),  según  la  promesa  hecha  después 
del  bautismo,  bien  al  sacerdote  superior  del  Calmecac  (2),  bien 
al  telpuchtlato,  superior  del  Telpuchcalli  (6).  (4)  De  aquí  nos 
conduce  nuestro  guía  al  matrimonio;  mas  antes  de  abordar  este 
asunto,  vamos  á  terminar  de  una  vez  con  lo  relativo  á  la  educa- 
ción de  la  mujer. 

Las  niñas  ofrecidas  al  Telpuchcalli,  cuando  grandecillas  apren- 
dían á  cantar  y  danzar  en  servicio  de  los  dioses  Moyucoya,  Tez- 
catlipoca  y  Yaotli;  vivían  en  sus  casas  e  iban  á  tomar  las  leccio- 
nes ala  escuela:  En  cuanto  á  las  presentadas  al  Calmecac,  ponían 
á  las  pequeñuelas  un  sartal  al  cuello,  llamado  yacuáUi,  distintivo 

(i;  P.  Sahagun,  tom.  II,  pág.  113-152.  Mendieta,  pág.  112-120.  Son  notables  los 
consejos  dados  por  el  padre  á  su  hijo,  y  por  la  madre  á  sn  hija,  comprendiendo  todas 
las  reglas  para  conducirse  en  sociedad. 

(2)  Mendietai  lib.  IX,  cap.  XXm. 

(3)  Torquemada,  lib.  Xin,  cap.  XXV 111. 

<4)  Cód.  de  Mendoza,  l¿m.  LXII,  parte  superior. 


216 

de  su  voto  y  el  cual  nunca  se  quitaba.  Yiyían  con  sus  padres»  y 
mientras  llegaban  á  buena  edad,  la  madre,  como  en  reconoci- 
miento de  la  promesa,  llevaba  para  las  fiestas  de  veinte  en  vein- 
te dias,  una  escoba  para  barrer  el  templo,  incienso  para  zahumar 
á  los  dioses,  y  cortezas  de  los  árboles  para  alimentar  el  fuego 
sagrado;  la  niña  conducía  por  sí  misma  la  ofrenda,  luego  que  ]>o* 
día  hacerlo.  Cuando  la  postulanta  llegaba  á  la  edad  requerida, 
su  familia  ofrecía  un  convite  á  las  superioras  del  monasterio; 
después,  tomaban  éstas  por  la  mano  á  la  mozuela  y  la  ponían 
ante  el  gran  sacerdote  Quetzalcoatl,  anciano  grave  y  venerable 
que  nunca  salía  del  templo,  y  era  jefe  de  aquellas  comunidades, 
dirijiéndole  la  súplica  de  aceptar  el  voto  de  la  doncella:  admiti- 
da, se  le  hacía  en  las  costillas  y  el  pecho  una  incicion,  señal  de 
ser  ya  religiosa,  y  la  entregaban  á  las  superioras  del  templo  á 
que  pertenecía. 

De  los  doce  á  los  trece  años  de  edad  se  verificaba  el  ingreso  á 
la  comunidad.  Los  votos  se  hacían  por  uno  ó  más  años,  si  bien 
había  algunas  que  se  empeñaban  perpetuamente.  La  mayor  par- 
te eran  doncellas,  aunque  había  otras  que  por  devoción,  -pac  al- 
canzar la  salud  ó  por  purgar  alguna  culpa,  se  entregaban  tem- 
poralmente á  la  penitencia.  Llamábanse  CihuacuaquilU  ó  Cihua- 
tlamacazque,  sacerdotisas;  decíanse  también  hermanas^  denomi- 
nándose las  superioras  Ouacuacuiltin,  por  tener  cortado  el  cabello 
de  cierta  manera.  La  morada  de.  estas  monjas,  como  les  llaman 
algunos  escritores,  estaba  entre  los  edificios  de  los  patios  de  los 
templos.  Luego  que  alguna  venía  de  nuevo,  se  le  cortaba  el  ca- 
bello en  forma  determinada,  aunque  después  se  lo  dejaba  crecer 
como  de  antes.  Todas  dormían  vestidas,  por  honestidad  y  para 
estar  prontas  al  trabajo;  unidas  en  grandes  salas»  en  donde  las 
principales  y  cuidadoras  vigilaban  las  acciones  de  cada  una. 
Aquella  vida  era  de  abstinencia  y  de  laboriosidad;  llevaban  los 
ojos  bajos,  guardaban  silencio;  en  sus  acciones  y  porte  mostra- 
ban gran  compostura  y  honestidad,  no  salían  un  punto-  de  la 
modestia  y  del  recogimiento,  sufriendo  irremisiblemente  la  pena 
de  muerte  por  cualquiera  falta  contra  la  castidad.  Vestían  siem- 
pre de  blanco,  aseadas  y  sin  compostura.  Guardábanlas  las  su- 
perioras con  sumo  esmero  en  la  parte  interior  del  edificio,  mien- 
tras por  la  parte  exterior  había  guardas  y  vigUantes  ancianos, 
velando  dia  y  noche. 


217 

Sas  ocupaciones  consistían  en  levantarse  á  las  diez,  á  la  me- 
dia noche  y  á  la  madragada;  procesionalmente  y  presididas  por 
sus  Bnperioras,  ellas  á  un  lado  y  los  s*acerdotes  al  otro,  ibsMi  á 
ofrecer  incienso  y  atizar  los  fuegos  sagrados,  acompañando  las 
preces  establecidas:  en  ida  ni  en  vuelta  escuchaban  ni  dirijian  la 
palabra  á  los  varones.  Barrían  y  regaban  el  teocálli,  en  la  parte 
no  reservada  á  los  hombres:  muy  temprano  presentaban  comida 
á  los  dioses.  Consistía  en  unas  tortillas  en  figuras  de  manos, 
pi^,  ó  retorcidos,  llamadas  7?iacpacfíaa:caSt,  xopcdÜaxcaUi,  cocd- 
íkucoalUf  acompañadas  de  viandas  y  guisados:  según  sus  creen- 
cias, los  dioses  gustaban  y  consumían  el  olor,  quedando  el  resto 
para  sustento  de  los  sacerdotes.  Las  doncellas  entretanto  ayu- 
naban, haciendo  una  comida  al  medio  dia,  con  pequeña  colación 
en  la  noche.  Ocupaban  lo  demás  del  tiempo  en  coser,  hilar  y  te- 
jer mantas  finas  y  de  brillantes  colores  para  los  altares  ó  los  nú- 
menes. A  tiempos  las  reunían  las  superioras  para  amonestar  el 
cumplimiento  de  los  deberes,  castigar  á  las  negligentes,  imponer 
algún  castigo  á  quienes  habían  reído  ó  faltado  á  la  modestia.  El 
estado  no  gastaba  en  el  sosten  de  estos  establecimientos:  sus- 
tentábanse ellas  con  el  trabajo  de  sus  manos,  ó  por  sus  padres 
y  parientes. 

•En  algunas  fiestas  prescritas  por  el  rito,  podían  comer  carne, 
porque  se  interrumpía  el  ayuno;  asistían  á  los  bailes  religiosos, 
emplumándose  pies  y  m%nos,  y  dándose  afeite  rojo  en  los  carri- 
llos; durante  las  penitencias,  punzábanse  la  parte  superior  de  las 
orejas,  y  la  sangre  ponían  en  las  mejillas  como  afeite  religioso, 
el  cual  lavaban  en  un  estanque  particular  á  ello  destinado.  En 
viendo  entrar  ó  salir  un  ratón  6  un  murciélago  en  la  capilla  del 
dios,  ó  encontrado  un  agujero  del  ratón;  tomábanlo  como  agüero 
de  haberse  cometido  falta  grave,  procediéndose  inmediatamente 
á  rigorosa  averiguación.  Llamaban  estos  pecados  teÜazolmictiUzÜi. 
Si  alguna  se  encontraba  culpable,  ocultábalo  cuidadosamente, 
mas  no  sin  sentir  la  aprehensión  de  que  sería  descubierta,  por- 
que los  dioses  en  castigo  harían  que  se  le  pudriesen  las  carnes. 

Llegado  el  tiempo  de  cumplido  el  voto  ó  siendo  ya  de  edad  la 
doncella  para  ser  casada  y  encontrado  marido,  la  familia  y  los 
parientes  aderazaban  el  convite  acostumbrado  en  todas  ocasio- 
nes, se  dirijian  al  teocálli,  tendían  delante  del  dios  una  manta 

grande,  encima  de  la  cual  colocaban  en  platos  curiosos  de  ma- 

28 


218 

dera  la  comida  de  codornices,  aves  y  patos,  tres  grandes  tamcdli 
de  maíz,  flores,  cañas,  incienso  y  los  cañutos  para  fumar:  hecha 
la  ofrenda,  dirijía  un  orador  el  discurso  dando  gracias  por  el 
esmero  con  que  la  joven  había  sido  tratada,  y  pidiendo  permiso 
para  sacarla  del  recogimiento;  el  Quetzalcoatl  ó  Tepanteohuatzin 
daba  la  licencia,  franqueaba  la  salida  la  Tecuacuilti  superiora 
del  monasterio,  amonestando  el  cumplimiento  de  los  deberes,  y 
la  muchacha  era  conducida  regocijadamente  á  su  casa,  (1) 

Para  alcanzar  la  satisfacción  de  deseos  amorosos,  aquellas 
gentes  hacían  uso  de  hechizos  y  encantamientos  con  ciertas  flo- 
res: (2)  todavía  dura  entre  algunos  la  creencia,  de  que  llevando 
un  chupamirto  muerto  logran  fáciles  amores.  La  edad  para  ca- 
sarse *  los  mancebos  estaba  fijada  entre  los  veinte  y  veintidós 
años:  entonces'pedían  sus  padres  licencia  para  ello,  y  sin  dificul- 
tad se  les  concedía.  A  los  jóvenes  que  descuidaban  aquella  obli- 
gación en  los  seminarios,  el  superior  los  compelía,  y  si  rehusa- 
ban, quedaban  obligados  á  perpetua  continencia;  caso  de  faltar 
á  ésta  era  pregonado  malo  é  infame,  y  ningún  padre  le  daría  á 
su  hija,  justo  castigo  á  solteros  perniciosos.  En  Tlaxcalla,  tres- 
quilaban  la  cabeza  de  los  que  aborrecían  casai*se,  que  era  grande 
afrenta,  despidiéndole  de  la  compañía  de  los  demás  mancebos.  (3) 

No  obstante  tan  profundo  respeto  al  matrimonio,  la  ley  y  las 
costumbres,  aunque  no  lo  permitían  y  eran  miradas  con  repug- 
nancia y.  desvío,  toleraban  las  relaciones  ilícitas.  Los  mancebos 
antes  de  casarse,  y  particularmente  los  hijos  de  nobles  y  ricos, 
pedían  sus  hijas,  principalmente  á  las  madres,  y  con  ellas  vivían 
vida  marital:  estas  mancebas  se  llamaban  Tlacallalcahuilli,  per- 
sona dejada,  porque  era  como  abandonada  de  sus  padres.  Si  du- 
rante aquel  trato  nacía  un  hijo,  el  hombre  estaba  obligado  á  to- 
mar por  esposa  legítima  á  la  mujer,  según  las  formalidades  del 
rito,  ó  á  devolverla  á  su  familia  sin  poderse  acercar  más  á  ella/ 
Cuando  el  joven  no  pedía  permiso  á  la  madre,  la  manceba  lleva- 
ba el  nombre  genérico  de  Temecauh;  duraban  las  relaciones  á 
voluntad,  y  podían  legitimarse  por  medio  del  matrimonio,  en 

(1)  Darán,  segunda  parte^  cap.  11.  MS.  P.  Sahagun,  tom.  2,  pág.  323-25.  Tor- 
quemada,  lib.  XIII,  cap.  XIY.  Mendieta,  lib.  II,  cap.  XVIII.  GlaYÍgero,  tom.  1, 
pág.  253-54.  Acosta,  tom.  2,  pdg.  35-7. 

(2)  Topquemada  lib.  VI,  cap.  XLVIII. 

(3)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XII. 


219 

• 

cayo  caso  cambiaba  el  nombre  por  el  de  esposa  Cihuatlantli  ó 
Nocihuauh,  pedida  ó  mi  mujer:  al  varón,  que  antes  se  le  decía 
Tepuchtl,  cobraba  el  nombre  de  Tlapalihui^  hombre  hecho.  Los 
reyes,  nobles  y  principales,  fuera  de  la  esposa  legítima,  Cihua- 
tlantli ó  Nocihuauh,  tomaban  por  sí  ó  á  sus  familias  las  pedían, 
cuantas  concubinas  eran  de  su  gusto,  las  cuales  llevaban  el  nom- 
bre particular  de  Cihuapilli.  (1) 

Tampoco  admitidas,  aunque  también  toleradas,  existían  las 
meretrices,  despreciadas  por  la  sociedad  y  no  perseguidas  por 
las  leyes:  no  vivían  en  común,  sino  cada  cual  en  su  casa.  Como 
todo  es  contraste  en  esta  civilización,  las  mujeres  de  ciertas  con- 
gregaciones eran  educadas  para  el  vicio.  En  el  mes  Hueitecuil- 
huitl,  los  guerreros  distinguidos,  lujosamente  ataviados,  baila- 
ban cogidos  por  las  manos  con  las  mozas,  que  acudían  muy 
compuestas.  '"En  cesando  el  que  tañía  el  atambor  y  teponaztli, 
'4uego  todos  se  paraban  y  Comenzaban  á  irse  á  sus  casas.  A  los 
"muy  principales  los  iban  alumbrando  con  sus  hachas  de  tea 
"delante,  y  las  mujeres  que  habían  danzado,  se  juntaban  todas 
"en  acabando  el  areito,  y  los  que  tenían  cargo  de  ellas  llevában- 
"las  á  las  casas  donde  solían  junta!rse.  No  consentían  que  se  de- 
"rramasen  ó  que  fuesen  con  ningún  hombre,  excepto  con  los 
"principales.  Si  llamaban  alguna  de  ellas  para  darlas  de  comer, 
"llamaban  también  á  las  matronas  que  las  guardaban,  daban 
"comida  y  mantas  para  que  las  llevasen  á  sus  casas,  lo  que  les 
"sobraba  de  la  comida  siempre  lo  llevaban  también  á  su  casa. 
"Algunos  de  los  principales  soldados  si  querían  llevar  alguna  de 
"aquellas  mozas,  lo  decían  secretamente  á  la  matrona  que  las 
"guardaba  para  que  la  llevase,  y  no  osaban  llamarlas  públicamen- 
"te;  la  matrona  la  llevaba  á  casa  de  aquel,  ó  donde  él  mandaba; 
"pero  de  noche  la  llevaba  y  de  noche  salía."  (2)  Si  por  descuido 
se  hacía  esto  públicamente,  el  guerrero  era  castigado,  se  lé  qui- 
taban las  armas  y  era  despedido  del  ejército;  la  mujer  no  volvía 
á  la  compañía  de  las  demás.  (3) 

No  podríamos  entender  este  pasaje,  ó  al  menos  nos  daríamos 
i  sospechar,  que  las  recogidas  doncellas  del  Calmecac  se  entre- 

(1)  Torquemada,  lib.  XII,  cap.  III. 

(2)  P.  Bahagnn,  tom.  1,  pág.  134. 

(3)  P.  Sahagun,  tom.  1.  pág.  131^5. 


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220 

gabán  á  estos  excesos,  si  no  encontráramos  la  explicación  en 
Tezozomoc.  (1)  Desde  los  tiempos  de  Itzcoatl  había  en  México 
una  casa  de  educación  llamada  Cuicoyan,  alegría  grande  de  las 
mujeres,  donde  se  enseñaba  á  las  jóyenes  el  canto  y  la  danza,  al 
sonido  del  teiponasSi  y  del  ÜajpanhuehvjeÜ:  aquellas  danzas,  muchas 
alegóricas,  eran  ejecutadas  en  las  fiestas  civiles  y  religiosas.  De 
noche  eran  las  lecciones,  que  terminaban  en  escenas  crapulosas. 
Las  educandas  salían  de  precisión  desenvueltas  y  livianas,  y 
como  los  méxica  criaban  á  sus  hijas  en  recato,  pedían  á  los  pue- 
blos vencidos  cierto  contingente  de  doncellas  para  sostener  la 
institución,  acabando  por  ser  las  infelices  la  lepra  de  la  ciudad. 

Bajo  pena  de  muerte  estaba  prohibida  la  unión  entre  padres  é 
hijos,  hermanos,  suegros  y  yernos,  padrastros  y  entenados.  La 
costumbre  de  los  reyes  del  Perú,  de  casarse  entre  sí  los  herma- 
nos, fue  desconocida  en  el  imperio  de  México;  algunos  casos  se 
dieron  entre  otros  pueblos,  que  nunca  fueron  reconocidos  legí- 
timos. Entre  algunas  tribus  bárbaras,  muerto  el  señor,  su  hijo 
tomaba  por  esposas  á  las  mujeres  y  mancebas  de  su  padre,  que 
no  habían  tenido  sucesión;  esta  alianza  era  llamada  por  los  pue- 
blos civilizados  Tetzcbhuitl,  cosa  espantosa,  y  á  los  frutos  Tetxa-- 
nhconeU,  hijos  de  asombro  y  de  espanto.  En  Michoacan  se  podía 
tomar  á  la  suegra  por  mujer,  y  si  era  mayor  y  tenía  hija  de  otro 
marido,  ésta  vivía  en  común  en  poder  del  nuevo  esposo.  (2) 

Castigábase  el  adulterio  con  pena  de  muerte,  en  el  noble,  aho- 
gándole en  la  cárcel,  en  el  plebeyo  apedreándole.  Para  aplicar 
el  castigo  no  bastaba  la  acusación  del  cónyuge,  eran  precisos 
testigos  y  la  confesión  de  los  culpados.  El  marido  no  podía  dú 
la  muerte  á  la  mujer  por  sospechas,  ni  caso  que  la  cogiera  infra- 
ganti,  pues  la  ley  prohibía  que  nadie  se  hiciera  justicia  por  su 
mano.  El  incestuoso  moría  por  ello,  y  si  el  muerto  tenía  herma- 
nos, el  mayor  ó  el  menor  casaba  con  la  viuda  si  tenía  hijos^  Be- 
cibía  castigo  quien  separado  del  cónyuge  por  adúltero,  se  unía 
de  nuevo  en  cópula.  El  hombre  que  se  vestía  en  hábitos  de  mu- 
jer, y  la  mujer  en  los  de  hombre,  morían  ahorcados.  La  tercera 
era  llevada  á  la  plaza,  donde  quemándole  hasta  la  piel  los  cabe* 
líos  con  rajas  de  ocote,  y  untándole  la  cabeza  con  la  brea,  le  de- 


(1)  Orónioa  mexicana,  cap.  18.  MB, 

(2)  Torqnemada,  lib.  Xm,  cap.  VII;  lib.  XII,  cap.  IV. 


221 

jaban  ir  á  su  casa.    Las  marimachos,  llamadas  paüache,  incuba, 
tenían  pena  de  muerte.  (1) 

"El  reo  de  pecado  nefando  era  ahorcado,  ó  quemado  vivo  si 
"era  sacerdote.  En  todos  los  pueblos  de  Anáhuac,  excepto  entre 
"los  panuqueses,  se  miraba  con  abominación  aquel  crimen,  y  en 
"todos  se  castigaba  con  rigor.  Sin  embargo,  algunos  hombres 
"malignos,  para  justificar  sus  propios  excesos,  infamaron  con  tan 
.  "horrendo  crimen  á  todas  las  naciones  americanas;  pero  la  fal- 
"sedad  de  esta  calumnia,  que  con  culpable  facilidad  adoptaron 
**muchos  escritores  europeos,  está  demostrada  por  el  testimonio 
**de  otros  más  imparciales  y  mejor  instruidos."  (2) 

El  repudio  ó  divorcio,  según  se  verificaba  en  Texcoco,  maestra 
de  las  leyes  en  Anáhuac,  se  hacía  delante  de  los  jueces.  Los  des- 
avenidos se  presentaban  alegando  cada  uno  las  razones  en  que 
fundábala  separación;  oídas,  pesadas,  y  averiguado  si  entre  ellos 
habían  pasado  las  ceremonias  del  casamiento,  los  jueces  les  amo- 
nestaban la  reconciliación,  vivir  en  paz,  y  retirarse  juntos  á  su 
domicilio.  Aceptado  el  consejo  el  juicio  quedaba  fenecido;  mas 
si  persistían  en  separarse,  el  juez  los  despedía  con  aspereza.  La 
justicia,  pues,  no  autorizaba  en  manera  alguna  el  divorcio,  aun- 
que la  costumbre  era,  en  este  segundo  caso,  que  los  casados  se 
separaban,  cual  si  hubieran  recibido  de  los  superiores  consenti- 
miento tácito:  de  todas  maneras,  el  divorcio  era  censurado  por 
el  pueblo.  (3) 

La  mejor  edad  para  casarse  la  mujer  era  de  los  quince  á  los 
diez  y  ocho  años:  vergonzoso  parecía  que  solicitara  marido,  de 
manera  que,  jamas  ella  ni  su  familia  daban  para  ello  los  prime- 
ros pasos.  Cuando  un  padre  tenía  un  mancebo  idóneo  para  ser 
casado,  reunía  á  los  parientes  significándoles  su  determinación; 
aceptada,  era  llamado  el  hijo,  se  le  hacía  entender,  y  él  daba  las 
gi'acias,  teniéndolo  ¿  gran  merced  y  beneficio:  todo  ello  con  las 
arengas  acostumbradas  de  aquel  pueblo  ceremonioso.  Si  el  jo- 
ven residía  en  el  Telpuchcalli,  hapían  una  gran  comida,  prepa- 
raban los  cañuto.;  para  fumar  y  una  hacha  de  cobre:  convidado 

(1^  Torqaemada,  lib.  XII,  cap.  IV. 

(2)  ClaTigero,  tom.  I,  pág.  824. 

(3)  Torquemada,lib.  XIII,  cap.  XV. 


222 

el  Telpuchtlato,  después  de  comer  se  le  ponían  delante  el  man- 
cebo 7  BUS  parientes;  nn  orador  le  dirijía  la  palabra  pidiéndole 
licencia  para  que  el  alumno  se  pudiera  retirar  del  seminario, 
porque  quería  ser  casado;  el  Telpuchtlato  lo  tenía  por  bien,  y 
tomando  el  hacha  de  cobre  se  retiraba,  dejando  al  joven  en  su 
casa.  Aquella  hacha  era  como  rescate,  y  llevarla  era  señal  de 
conceder  libertad. 

Llamábase  á  los  astrólogos  ó  adivinos,  quienes  por  el  horós- 
copo del  joven  y  de  la  doncella  escogida,  determinaban  si  el 
consorcio  sería  infeliz  ó  fausto;  en  el  primer  caso  se  abandonaba 
la  pretensión,  en  el  segundo  se  procedía  á  realizarla.  Escogidas 
dos  ancianas  de  las  más  honradas  y  abonadas  entre  las  parlen- 
tas,  iban  á  la  casa  del  padre  de  la  doncella,  y  con  gran  retórica 
y  mucha  parola  le  pedían  la  mano  de  su  hija,  informándole  acer- 
ca de  la  familia  del  pretendiente:  quería  la  costumbre  que  en 
aquella  primera  vez,  se  diera  siempre  respuesta  negativa.  Pocos 
días  después  volvían  las  ancianas  solicitadoras,  cihtuitlmique,  ro- 
gando ahincadamente  porque  se  hiciera  el  matrimonio;  si  el  pa- 
dre no  convenía,  negábase  de  una  manera  absoluta,  con  lo  cual 
quedaba  terminado  el  negocio;  mas  si  era  de  su  agrado,  contes- 
taba que  hablaría  con  sus  parientes  é  hija.  La  familia  de  la  no- 
via se  reunía,  daban  su  consentimiento,  y  á  los  cuatro  dias  que 
tornaban  tercera  vez  las  cihuatlanque,  daban  por  último  el  apete- 
cido si:  el  padre  de  la  novia  pasaba  también  á  participarlo  á  su 
consuegro.   De  nuevo  volvían  los  adivinos  para  señalar  el  dia 
del  matrimonio,  escogiéndose  alguno  de  estos  cinco  signos  bien 
acondicionados,  Acatl,  Ozomatli,  Cipactli,  Cuauhtli  ó  Calli.  Las 
cihuatlajnqncy  ^'demandadoras  de  mujer,  negociadoras  de  casa- 
mientos," daban  sus  embajadas  acompañadas  de  regalos,  y  ajus- 
tado el  contrato,  pactaban  los  bienes  que  los  novios  llevarían 
cada  uno  de  por  sí. 

Para  el  dia  de  la  boda  se  preparaba  un  gran  convite;  temprano 
llegaban  los  mancebos  con  sus  maestros,  al  medio  dia  entraban 
los  convidados,  dándoseles  profusamente  de  comer,  flores  y  ca- 
ñas para  fumar,  acayetl;  cada  uno  de  ellos  ofrecía  junto  al  fuego 
algún  don  según  su  clase,  y  los  más  pobres  sólo  maíz.  Entretan- 
to en  la  casa  de  la  novia,  hacia  la  tarde,  bañábanle  componién- 
dole los  cabellos,  vestíanla  galanamente,  componíanla  brazas  y 
piernas  con  plumas  coloradas,  pegándola  marmajita  sobre    el 


223 

rostro,  ó  bien  los  polvos  amarillos  del  tecozahidztli.  Colocada  so- 
bre una  estera,  petcM^  cerca  del  bogar,  los  ancianos  le  bacían  ra- 
zonamientos para  que  supiera  cumplir  los  nuevos  deberes  de  su 
estado,  á  lo  cual  respondía  ella  dando  las  gracias.  A  la  puesta 
del  sol,  llegaban  de  tropel  los  parientes  del  mozo,  demandando 
á  la  doncella.  Una  matrona  destinada  al  efecto  tendía  en  el  sue- 
lo una  manta  cuadrada,  dicha  Üüquemifl,  se  ponía  en  ella  de  ro- 
dillas la  novia,  y  recogiendo  las  puntas  se  la  echaba  á  la  espalda; 
las  doncellas  amigas  encendían  teas  de  ocoíl,  y  precediendo  las 
luces,  formado  el  cortejo  en  forma  procesional,  acompañando 
todos  los  parientes,  atravesaban  las  calles  hasta  la  morada  del 
mancebo. 

La  casa  estaba  adornada  con  ramas  y  flores,  lo  mismo  que  la 
sala  principal;  en  el  medio  de  ésta  se  colocaba  una  estera  fina 
labrada  de  colores,  cerca  del  hog^r,  que  estaba  encendido,  y  jun- 
to al  cual  había  una  vasija  con  copaUi;  delante  de  la  estera  algu- 
nas viandas.  Llegada  la  desposada  á  la  puerta  de  la  calle,  y 
bajada  del  Üüquemiil  se  ponía  en  pié;  el  novio  salía  á  su  encuen- 
tro, sahumábanse  uno  al  otro  con  braserillos  en  que  se  ponía 
copáUiy  y  tomándose  por  la  mano  penetraban  hasta  la  sala,  sen- 
tándose sobre  la  estera,  la  mujer  á  la  izquierda  del  varón:  los  pa- 
rientes cada  uno  del  lado  de  su  familia,  los  demás  concurrentes 
por  el  resto  de  la  cámara.  La  suegra  de  la  novia  vestía  á  ésta  un 
hmpilUy  y  le  ponía  delante  un  ctieitl,  enaguas;  la  suegra  del  novio 
ponía  á  éste  una  manta,  anudada  sobre  el  hombro,  dejándole  de- 
lante un  maxÜaÜ,  Aunque  alguno  dice  que  los  sacerdotes  inter- 
venían en  aquel  acto,  lo  más  seguro  parece  que,  en  aquella  sazou 
se  adelantaban  las  casamenteras  llamadas  titici^  y  ataban  la  manta 
del  novio  con  el  huipilli  de  la  novia;  era  el  acto  solemne,  el  sím- 
bolo de  que  quedaban  unidos  á  perpetuidad.  Después  de  un  rato 
desanudaban  las  ropas  de  los  esposos,  daban  juntos  siete  vueltas 
al  rededor  del  hogar,  ponían  copalli  en  honra  de  los  dioses  y  co- 
locados de  nuevo  en  sus  asientos  se  ofrecían  regalos.  La  madre 
del  esposo  llegándose  á  su  nuera  la  lavaba  la  boca  dejándole 
delante  algunas  viandas,  entre  ellas  twnálli  y  el  moUi  llamado 
tlatoniUi;  el  esposo  ponía  en  la  boca  de  su  consorte  los  cuatro 
primeros  bocados  de  la  comida,  á  lo  cual  correspondía  poniendo 
en  la  boca  del  varón  los  cuatro  segundos  bocados.  Mientras  los 
comensales  en  el  patio  se  entregaban  al  rumor  de  la  danza,  las 


224 

fitici  llevaban  á  los  esposos  á  la  cámara  nupcial  y  los  dejabim 
solos.  (1) 

Cuatro  días  quedaban  encerrados,  sin  salir  más  de  á  sus  nece- 
sidades personales,  y  al  medio  dia  y  á  la  media  noche  para  ofre- 
cer incienso  y  comida  á  los  dioses.  A  la  cuarta  noche  venían  dos 
sacerdotes  y  aparejaban  el  lecho  poniendo  juntas  dos  esteras 
ñnas,  en  medio  unas  plumas  y  un  clwdchihuül^  un  pedazo  de  cuero 
de  tigre,  y  á  las  cuatro  partes  unas  cañas  verdes  y  puntas  de 
maguey,  para  sacrificarse  la  lengua  y  las  orejas.  Aquella  noche 
se  consumaba  el  matrimonio.  Al  dia  siguiente  sacaban  las  este- 
ras, sacudiéndolas  fuertemente  en  el  patio;  los  esposos  se  baña- 
ban sentados  en  unas  esteras  de  juncia  verde,  echándoles  el  agua 
un  sacerdote  como  si  fuera  otro  bautismo;  poníanles  ropas  nue- 
vas y  dándoles  un  incensario  sahumaban  á  los  dioses.  La  esposa 
se  ataviaba  con  plumas  blancas  en  la  cabeza,  y  pies  y  brazos  con 
pluma  colorada.  A  los  señores  y  principales  les  bañaban  con  un 
plumaje,  á  honra  del  dios  del  vino  Tezcatzoncatl.  Al  dia  siguien- 
te, las  esteras  y  ropa,  cañas,  púas  y  manjares,  eran  llevados  al 
teocalli  y  presentados  como  en  hacimíento  de  gracias.  Durante 
aquellos  dias,  los  convidados  permanecían  en  la  casa  en  regoci- 
jos y  festines.  (2) 

Si  en  la  cámara  nupcial  hallaban  carbón  ó  ceniza  tenían  por 
agüero  de  que  no  vivirían  larga  vida,  al  contrario  de  lo  que  pen- 

(1)  Lord  Kingsborough,  lám.  LXII,  en  la  parte  inferior.  La  novia  UeTada  á  cues- 
tas por  la  matrona  (25),  escoltada  por  las  doncellas  sus  amigas  con  las  teas  encendi- 
das (23,  24,  26,  27);  la  sala  del  convite  con  la  estera  (18),  sobre  la  cual  están  fientadoB 
el  novio  (14)  y  la  novia  (12)  en  el  momento  de  tener  anudados  los  vestidos;  cerca  se 
distinguen  el  copalli  (13)  y  el  hogar  (11)  con  el  fuego  encendido,  símbolo  de  la  feli- 
cidad domestica  y  de  la  fecundidad,  al  lado  de  la  desposada  lo&'padres  y  parienteís 
varones  (10  y  16);  al  lado  del  esposo  las  madres  y  parientas  mujeres.  (15  y  20):  ex- 
presan el  convite  QládqmhiiiU  (17) lleno  de  tamaHUá  bollos  de  niaíz;  el  mulMUcUi  (19) 
con  una  pierna  y  la  cabeza  del  huexoloü;  el  teoteocolU  (hoy  chochocol,  vasija  de  que 
usan  loR  aguadores)  con  el  octli  (21)  y  el  ídcalU  para  beberlo  (22).  Era  platillo  consa- 
grado para  aquella  fiesta  el  tlaton4Ui,  guisado  de  chile  (fnolli,  hoy  mole)  con  la  carne 
del  guajolote.  A  travcs  de  los  siglos  transcurridos  quedan  todavía  entre  los  indíge- 
nas y  clases  pobres,  restos  de  aquellas  costumbres  que  se  traslucen  al  medio  de  Jas 
ceremonias  cristianas:  lo  relativo  á  manjares  es  casi  todavía  como  en  los  tiempos 
primitivos,  supuesto  que  aún  conservan  las  mismas  viandas  como  fondo  de  alimen- 
tación. 

.  (2)  P.  Sahagun,  tom.  I,  pág.  81-88;  tom.  II,  pág.  152-160.  Mendieta,  lib.  II, 
cap.  XXV.  Toiquemada,  lib.  XIII,  cap.  V  y  VI.  Acqsta,  lib.  V,  cap.  XXVII.  ExpU- 
cacion  del  Códice  de  Mendoza,  en  Lord  Kingsborough,  &c. 


226 

saban  si  el  encuentro  era  de  un  grano  de  maíz  ú  otra  semilla.  (1) 
Los  méxica  se  mostraban  muy  celosos  de  la  integridad  de  sus 
esposas,  y  si  no  las  encontraban  cual  debían,  lo  hacían  publico 
con  palabras  afrentosas  y  gran  vergüenza  de  la  mujer,  de  sus  pa- 
dres y  parientes;  pero  si  ella  había  conservado  su  honestidad, 
había  gran  fiesta,  dádivas,  ofrendas  á  los  dioses,  y  un  gran  con- 
vite en  la  casa  det^ada  uno  de  los  cónyuges.  (2)  Todavía  hoy,  en 
los  pueblos,  se  tiene  inuy  en  cuenta  la  pureza  de  la  novia,  y  caso 
contrario  se  hace  péblica  su  deshonra  por  medio  de  manifesta- 
ciones cuyo  significado  es  conocido.  (B) 

Las  ceremonias  del  matrimonio  variaban  entre  algunas  tribus. 
En  Ichcatlan,  quien  quería  casarse  era  conducido  al  templo  por 
los  sacerdotes,  le  cortaban  un  mechón  de  cabellos  y  enseñándo- 
los al  pueblo  exclamaban:  ''Este  quiere  casarse."  Bajaba  enton- 
ces las  gradas,  tomando  por  suya  la  primera  mujer  libre  que 
encontraba,  teniéndola  como  destinada  por  los  dioses  para  su 
companera:  debe  pensarse  que  las  doncellas  que  no  apetecieran 
aquel  esposo,  no  se  acercarían  por  las  inmediaciones  del  teocallL 
En  la  Mixteca  cortaban  una  guedeja  de  cabellos  á  cada  uno  de 
los  novios,  los  hacían  tomarse  por  las  n^anos  y  les  anudaban  las 
ropas;  para  finalizar  la  ceremonia,  el  esposo  tomaba  acuestas  á 
la  mujer  llevándola  breve  espacio,  tal  vez  como  expresión  de  la 
nueva  y  dulce  y  pesada  carga.  (4)  Las  mujeres  otomíes,  mozas  y 
viejas,  andaban  siempre  pulidas  y  galanas,  emplumadas  con  plu- 
mas coloradas  pies,  piernas  y  brazos,  afeitados  los  rostros  con  el 
betún  del  tecozahuül  y  color  encima,  teñidos  los  dientes  de  negro. 
Desde  muy  tiernos  casaban  á  los  muchachos  con  niñas  de  su  edad, 
"y  á  los  que  regían,  gobernaban  y  eran  principales,  les  pedían  sus 
"hijas;  y  si  alguna  de  ellas  era  mujer  hecha  y  no  la  habían  pedi- 
"do,  para  que  no  se  le  pasase  la  vida  sin  tener  hijos,  la  daban  co- 
''mo  en  don  los  principales  sin  ser  pedida  ó  le  pedía  marido  con 
'quien  casarles"  (5)  Los  otomíes  tenían  libertad  de  juntarse  con 
las  solteras;  cesaba  aquel  abuso  después  del  matrimonio.  En  la 
primera  noche  de  las  bodas  podía  el  marido  repudiar  á  su  mujer, 

(1)  Mendieta,  pág.  128.  Torquemada,  tom.  II,  pág.  416. 

(2)  Acosta,  tom.  U,  pág.  72. 

(3)  Véase  Veytia,  tom.  II,  pág.  26-7. 

(4)  Torquemada,  lib.  Xm,  oap.  V. 

(5)  P.  Sahagim,  tom.  HI,  pág.  127-28. 

29 


y 


226 

mas  dándose  por  satisfecho  no  podía  ya  abandonarla.  Batifícado 
asi  el  consorcio,  hacían  retirada  penitencia  por  veinte  ó  treinta 
dias  en  satisfacción  de  sus  pasadas  faltas*  (1) 

Los  méxica  eran  poligamos.  Principalmente  los  reyes  y  seño- 
res teidan  cantidad  de  mujeres;  mas  para  ofrecer  siempre  el  con- 
traste, una  sola  era  considerada  como  esposa  legítima,  recibiendo 
como  tal  honores  y  distinciones,  mientras  las  demás  eran  reco- 
nocidas únicamente  como  concubinas.  De  aquí  resultaba  en  los 
palacios  de  los  grandes  una  especie  de  harén,  cuya  guarda  esta- 
ba confiada,  en  lugar  de  los  eunucos  turcos,  á  enanos  y  corcoba- 
dos,  contrahechos  y  desagradables. 


(1)  Clavigero,  tom.  I,  pág.  293. 


CAPITULO  II. 


Educación  de  la  juventud.-^ El  Calmecac,— Clase  sacerdotaL — lientas  de  loa  teoeaW. 

—  2'raje. — Unción. — Categorías, — Sacerdotes  guerrero^, — Trabemos  y  ocupaciones. 

—  Vida  y  costumbres, — Órdenes  numásticas,—Telpoehtüüit¡L,-'Tlam€tcaecoyótL — 
Monges  de  CenteoU.-^  Los  reclutas,— Educación  en  el  Telpiíohcalli, — Armcts  ofensi- 
vas  y  defensiva», — Estandartes,— Mtisica  guerrera, — Organkaci&n  del  ^ército,'^ 
Marelias, — Combate, — Captivos, — Orados  militares  y  modo  de  akan9arlo8,-^Orde- 
nes  militares.  — Postas  y  correos. — Vuelta  del  ejército. 


NUESTBO  guía  nos  conduce  ahora  á  la  educación  que  á  los 
jóvenes  se  daba  en  los.  gimnasios  y  seminarios:  reúne  lo 
relativo  al  Calmecac  y  al  Telpuchcalli;  mas  nosotros  lo  tratare* 
znos  separadamente. 

No  eran  admitidos  en  el  Calmecac  mas  que  los  hijos  de  los  no* 
bles  y  gente  principal  Los  padres,  como  ya  vimos,  ofrecían  el 
niño  recien  nacido  á  los  sacerdotes  de  los  templos,  á  nombre  de 
Qnetzalcoatl  ó  Tilpotonqui,  y  una  vez  aceptado,  permanecía  en 
su  casa  hasta  la  edad  competente.  Dos  géneros  de  educandos 
liabía  en  la  casa;  los  unos  que  seguían  la  vida  sacerdotal  hasta 
morir  en  ella,  los  otros  que  sólo  recibían  la  enseñanza  religiosa 
y  civil,  separándose  del  seminario  cuando  querían  casarse:  á  to- 
dos indistintamente  se  daba  la  misma  educación.  En  cada  lugar 
variaba  el  número  de  los  alumnos,  en  ra^n  de  la  importancia  de 
la  población  y  del  teocalli. 


228 

Llevado  el  muchacho  al  Calmecac,  los  padres  ofrecian  á  Que* 
tzalcoatl  papeles,  incienso,  maxüatl,  sartales  de  piedras  y  plumas 
ricas;  los  novicios  tañían  los  instrumentos,  pintaban  de  negro  el 
rostro  y  cuerpo  del  nuevo  hermano,  poníanle  al  cuello  unas  cuen- 
tas de  palo  llamadas  tlacopaUi  y  le  sacrificaban  de  las  orejas  á 
honra  de  QuetzalcoatL  La  disciplina  de  la  casa  era  áspera  en  de- 
masía. Por  vestido  llevaban  los  alumnos  el  maxüatl  y  una  sola 
manta  fina  j  blanca  de  algodón;  la  cama  era  dura,  el  alimento 
parco:  las  órdenes  dadas  por  los  superiores  eran  cumplidas  exac- 
tamente sin  que  fuera  obstáculo  la  estación,  la  hora  ó  las  intem- 
peries. Dormían  separados;  comían  de  lo  que  en  el  Calmecac  se 
guisaba,  y  si  de  sus  casas  les  llevaban  los  alimentos,  se  hacían 
comunes;  no  podían  separarse  un  punto  del  seminario. 

Levantados  antes  de  la  salida  del  sol,  barrían  y  limpiaban  el 
templo;  tenían  aseados  y  listos  los  objetos  relativos  al  culto  y 
sacrificios;  iban  al  campo  á  traer  las  púas  de  maguey  para  las 
penitencias,  la  leña  para  alimentar  el  fuego  sagrado;  trabajaban 
en  reparar  los  edíQcios  y  teocalli.  Concluido  el  trabajo  se  retira- 
ban al  monasterio,  bañábanse,  se  entretenían  en  ejercicios  de 
penitencia,  y  á  las  once  de  la  noche  cada  uno  salía  al  lugar  de  su 
devoción,  á  dejar  clavadas  en  bolas  de  heno  las  púas  de  maguey 
con  que  se  había  sacrificado.  El  soberbio,  el  desobediente,  el  que 
ofendía  á  otro  era  castigado  severamente,  consistiendo  aquellos 
castigos  en  azotar  con  ortiga,  punzar  con  las  puntas  de  maguey 
las  orejas,  costados  y  cuerpo,  y  otros  aun  más  fuertes:  al  borracho 
é  incontinente  le  daban  garrote,  le  quemaban  vivo  ó  asaeteaban. 
Bañábcmse  á  la  media  noche  como  los  sacerdotes,  guardaban  los 
ayunos  con  todo  elrigor  pedido  por  el  rito,  orando,  sacrificándose 
el  cueifpo,  y  poniendo  en  práctica  los  preceptos  religiosos. 

Enseñábanles  á  hablar  con  retorica  y  urbanidad;  aprendían  los 
cantos  sagrados  destinados  á  los  dioses,  "los  cuales  versos  estaban 
escritos  en  sus  libros  por  caracteres,"  es  decir,  que  les  enseñaban 
la  lectura  y  escritura  de  los  jeroglíficos,  así  como  las  combinacio- 
nes de  la  astrología  y  la  cuenta  de  los  años  y  del  calendario. 
"Vivían  castamente,  comían  con  templanza,  jamas  mentían,  eran 
devotos  y  temíau  á  los  dioses.  Llamábanse  teotlamacazqne,  ^'man- 
cebos  6  mozos  divinos,  ó  mancebos  donceles  de  dios."  Cada  cin- 
co años  tenía  lugar  la  promoción  de  grados,  es  decit,  que  según 


229 

lo8  méritos  de  cada  tino  era  subido  á  major  lugar  en  la  escala 
Bacérdotal.  (1) 

La  clase  de  los  sacerdotes  era  muj  niiinerosa;  No  podemos 
fijar  la  cantidad  preeisa;  pero  si  se  atiende  á  que  Torqnemada 
sube  á  coarenta  mil  los  teocalli  en  el  imperio  y  qxte  en  relación 
de  la  importancia  de  las  pobiacdones  era  el  ntimexo  de  los  miáis* 
trosy  elevándose  á  cinco  mil  en  sólo  el  telmplo  mayor,  no  paseoerá 
ezi^erada  la  cifra  de  un  millón  adoptada  por  Clavigera  (2)  Para 
el  mantenimiento  de  ellos,  y  gastos  de  repareKÁon  de  los  edifi- 

(1)  Sahagon,  tom.  I,  pág.  271-76.  Torquemada,  Uh.  IX,  oap.  XI.  Los  edaoaodoB 
del  Galmeoac  y  del  Telpuchcalli  se  ocupaban  en  barrer  los  teocalli  y  casas  (1);  traer 
tulUn  (2)  para  adornos  ó  usos  domésticos,  púas  de  maguey  (3)  para  las  penitencias, 
aeatl  ó  carrizo  (4)  para  las  enramadas  y  sacrificios,  troncos  para  lefia  (5),  cortezas 
▼evdes  (€}  6  secas  (7)  para  atizar  el  fuego  sagrado,  ramas  de  árboles  (8)  para  las  com- 
posturas y  adornos. 

Peculiar  al  Calmecao  vemos  un  sacerdote  (9)  punzando  ál  novicio  cmxii  púas  de 
maguey  (10),  ya  para  acostumbrarle  á  sacrificarse  el  cuerpo,  ya  castigando  alguna 
falta.  Dos  sacerdotes  (11  y  13)  punzan  con  púas  de  maguey  el  cuerpo  del  novicio  (12), 
cflsttgándoie  por  haber  permanecido  i>or  tres  dias  en  su  casa  (14)  sin  venir  al  mo- 
Qteterio. 

Esto  dice  la  lámina  LXTTT  del  Códice  Mendooino;  en  cuanto  á  la  LXTV,  un  sacer- 
dote (2)  va  en  marcha  para  el  sacrificio;  conduce  en  una  nuúio  el  tlemaUl  con  el  fue- 
go y  en  la  otra  la  bolsa  del  eopaSU  ó  incienso;  carga  á  la  espalda  el  vaso  con  be^efio 
sequerído  en  ciertos  ritos,  y  las  cafias  para  el  sacrifleio  personal;  sígnele  un  non- 
cto  (1)  con  la  escoba  para  barrer  y  la  ofrenda. 

ün  alumno  (4)  canta  y  toca  el  teponaztli  á  la  hora  de  media  noche  (3),  según  lo 
prevenido  en  el  ritual. 

Otro  (6)  está  en  observación  del  cielo  para  determinar  la  media  noche  (5).  Care- 
ciendo aquellos  pueblos  delreloj,  aa  dixigíain  para  marcar  las  horas,  por  el  sol  dtráiite 
el  día,  en  la  noche  por  las  estrellas.  Dice  la  estampa,  con  el  símbolo  estrella,  nnifto 
al  ojo  por  la  línea  de  puntos,  que  colocados  en  lo  alto  de  los  templos  los  observado- 
res seguían  atentamente  el  movimiento  de  los  astros,  y  por  su  posición  daban  la 
señal  para  las  distribuciones.  Debían  de  tener  algún  medid  para  gobernarse  durante 
las  noches  en  que  el  cielo  estaba  entoldado  por  1$8  nnbes,  ya  }K>r  las  costumbres  de 
oiertos  animales,  ya  por  el  color  del  fuego  en  las  fogatas,  como  lo  practican  las  gen- 
tes de  la  frontera. 

Los  novicios  (7)  no  estaban  exceptuados  de  ir  á  la  ^erra:  seguían  á  su  sacerdote 
conductor,  Uevando  el  dardo  6  lanza  en  la  mano,  á  la  espalda  el  escudo,  arco  y  fle- 
chas y  el  equipaje  de  su  superior. 

Obligación  de  los  novicios  era  recojer  y  prepararlas  cañas  para  los  sacrificios  (12). 
Cuando  alguno  de  ellos  (15)  faltaba  á  la  castidad  con  alguna  mujer  (16),  los  supe- 
riores (13  y  16)  le  imponían  mny  duras  penitencias,  punzándole  con  púas  de  ma- 
guey. Bra  también  de  su  deber  (20)  reparar  y  conservur  los  templos  de  dentro  y 
f  aera  de  la  ciudad.  (21) 

(2)  Hist.  antig.,  tom.  I,  pág.  249. 


230 

cio8>  los  templos  tenían  la  propiedad  de  grandes  tierras;  colonos» 
terrazgueros  ó  arrendatarios  las  labraban,  contribuyendo  con 
víveres  de  toda  dase,  bebidas,  leña  y  carbón,  copaUi  y  lo  necesa- 
rio para  el  culto,  teniéndose  los  pueblos  y  gente  ocupada  en  este 
cultivo  como  muy  honrados  y  estimados.  A  tiempos  del  año  vi- 
sitaban los  ministros  sus  heredades,  ya  para  arreglar  la  admi- 
nistración, ya  para  atender  á  las  necesidades  de  los  trabajadores. 
El  templo  mayor  de  México  disfrutaba  cuantiosos  bienes,  y  en 
Tezcoco  quince  pueblos  suministraban  mantenimientos  al  rey  y 
al  templo  por  seis  meses,  siguiendo  con  la  misma  carga  otros 
quince  pueblos  los  seis  meses  inmediatos,  sin  cesar  el  tumo.  A 
estas  rentas  deben  aumentarse  las  oblaciones  de  los  fieles,  las 
donaciones  de  los  devotos  establecidas  en  las  fiestas  religiosas, 
las  primicias  de  las  sementera,  los  votos,  &c  Inmediatos  á  los 
teocalli  había  trojes  y  graneros  donde  se  guardaban  aquellos 
productos;  sacado  lo  que  era  menester,  el  sobrante  se  repartía  á 
los  pobres,  para  lo  cual  había  en  las  grandes  ciudades  como  Mé- 
xico, Tlaxcalla,  Texcoco,  CholoUan  y  otras,  hospitales  donde  se 
curaba  á  los  enfermos  y  acudían  los  necesitados  para  la  distri- 
bución de  los  residuos.  Las  monjas  confeccionaban  la  comida 
de  los  dioses;  muchas  mujeres,  que  servil^  fuera  de  la  clausura 
y  no  vivían  en  los  templos,  hacían  de  comer  á  los  ministros  y 
servidores  inferiores.  (1) 

El  nombre  de  los  sacerdotes  era  ieopixqui,  "que  quiere  decir, 
'^oficiales  ó  guardas  de  dios,  de  teotl  que  es  dios,  j  pixquiy  que  es 
'aguarda  ú  oficiaL''  (2)  "Criaban  sus  cabellos  á  manera  de  nazare- 
arnos, y  como  nunca  los  cortaban  ni  peinaban  y  ellos  andaban 
"mucho  tiempo  negros  y  los  cabellos  muy  largos  y  sucios,  pare- 
"cían  al  demonio.  A  aquellos  cabellos  grandes  llamaban  nopajpa, 
y  de  allí  les  quedó  á  los  españoles  llamar  á  estos  ministros  pa- 
'pas.^^  (3)  En  efecto,  aquellos  ministros  se  dejaban  crecer  el  pelo, 
que  á  veces  les  llegaba  á  los  pies,  trenzándolo  con  cordones  de 
algodón  y  pintándolo  con  tinta  negra.  Aunque  durante  los  baños 
y  abluciones  perdían  el  color,  todas  las  mañanas  se  pintaban 

(1)  Torquemada,  lib.  VIII,  cap.  XX, 

(2)  TorquemadBi  lib.  IX,  cap.  III. 

(8)  Moiolinia,  Hisi.  de  los  indios,  pág.  4.5.    Adelante  daremos  la  que  nos  parece 
verdadera  etimologfc  de  la  palabra  j^jmi. 


231 

cnerpo  y  rostro  de  negro  con  nna  tinta  formada  del  negro  de 
hxuno  de  ocotl,  matizándose  con  otros  colores,  principalmente  ocre 
y  almagre.  Su  vestido  era  nna  manta  blanca  fina  de  algodón,  si 
bien  segan  los  grados  aquellas  mantas  se  disüngnian  por  flecos» 
listas  ó  labores  negras.  Por  calzado  llevaban  cadU  (cacles^  san- 
dalias), compuestos  de  nna  snela  anndada  por  correas  &  la  gar- 
ganta del  pié.  (1)  usaban  también  de  un  ungüento  particular, 
llamado  twpactti,  remedio  ó  medicina  divina,  para  cuando  iban  Á 
sacrificar  á  los  montes  6  cuevas,  pues  libraba  de  las  fieras;  servia 
también  de  medicinaren  varias  enfermedades.  Recogían  saban-^ 
dijas  ponzoñosas  como  víboras,  alacranes,  cientopies,  &c.,  y  las 
quemaban  en  un  brasero¡delante  del  altar;  la  ceniza  la  revolvían 
con  tabaco,  oldiuhquiy  negro  de  humo,  gusanos,  aranas  y  alacra- 
nes vivos,  y  todo  mezclado  y  machacado  formaba  el  extraño 
menjurge.  (2) 

La  clase  sacerdotal  estaba  organizada  por  categorías.  El  jefe 
supremo  llamábase  Teotecuhtli,  señor  divino,  y  se  distinguía 
por  la  borla  de  algodón  que  al  pecho  llevaba  colgando;  le  seguía 
en  dignidad  el  Hueiteopixqui,  gran  sacerdote.  (3)  En  Texcoco  y 
Tlacopan  un  hermano  del  rey  era  el  sumo  pontífice;  en  México 
era  electo  el  más  noble,  virtuoso  y  entendido  de  los  sacerdotes, 
aunque  sin  duda  se  escogía  persona  de  la  casa  real.  Motecuhzo- 
ma  y  Cuauhtemoc  desempeñaron  aquella  dignidad;  los  reyes 
máxica  en  las  grandes  solemnidades  hacían  el  papel  de  sacrifica- 
dores,  y  se  comprende  que,  al  menos  en  los  últimos  tiempos,  los 
monarcas  de  México  asumían  el  doble  carácter  de  jefes  de  la 
r^igion  y  del  Estado.  El  Teotecuhtli  parece  consagrado  particu- 
larmente á  las  cosas  civiles;  era  consejero  del  rey,  sin  su  apro- 
bación no  se  declaraba  la  guerra,  é  intervenía  en  los  graves  ne- 
gocios públicos,  ungía  al  rey  electo,  en  las  grandes  y  solemnes 
ocasiones  era  el  sacrificados  (4)  El  Hueiteopixqui  entendía  di- 
rectamente en  los  asuntos  rituales. 

El  sumo  sacerdote  entre  los  totonaca,  escogido  entre  seis  de 
los  ministros  más  virtuosos,  era  ungido  en  la  cabeza  con  un  un- 

(1)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XXVm. 

(2)  Aoosta,  Ub.  V,  cap.  XXVI. 

(3)  Toyqttemada,  lib.  IX,  cap.  III. 

(4)  Torquemada»  lib.  IX,  cap.  V.  Clavigero,  tom.  I,  pág.  250. 


232 

güento  compuesto  de  tMi  j  sangre  de  niños  sacrificados;  (1)  lla- 
mábase á  esjto  wunon  divina. 

El  MexipaÜteohuatzin  tenía  á  su  cargo  el  culto  en  los  pueblos 
y  provincias»  su  distintivo,  era  un  incensario  y  una  talega  con 
copalli!  tenía  dos  coadjutores,  el  Huitznaoateuhuatzin  y  el  Te« 
panteuhuatfsin.  El  Tlaquimiloltecuhtli,  cuidador  de  los  tesoros 
de  la  iglesia;  Tlillancalcatl,  que  disponía  de  los  omamentoB  y 
vasos  sagrados;  Tlapixcatzin,  ordenador  de  los  cantos  é  himnos 
religiosos;  Tlaznacazcateotl,  director  de  los  estudios  de  los  man- 
cebos; (2)  ^1  Epcualijstliy  ó  como  corrije  Olavigero,  Epcoacuiltsdn, 
maestro  de  ceremonias  ó  arreglador  de  las  fiestas;  Meloncotehuai 
que  entendía  en  el  servicio  del  templo;  Ointentzin,  superior  de 
los  monjes  del  templo  de  Xilomen;  Atempateohuatzin,  presidía 
á  los  ministros  de  la  diosa  Toci;  Tecaumanteobua,  asistente  del 
templo  del  fuego;  Tezcatzoncatlometochitli,  sacerdote  dei  dios 
del  vinoj  con  su  vicario  OmetochtUiyauhquemei  &o.,  &c*  (3)  Se- 
guían empleados  inferiores  como  tañedores»  cantores,  sacrista^ 
nes,  mozos,  y  en  cada  calpuUi  6  barrio  existía  un  ministro  que 
liacía  veces  como  de^  párroco. 

Los  sacerdotes  acompañaban  á  los  ejércitos  en  campaña^  ya 
para  desempeñar  los  sacrificios  6  interpretar  los  agüerosi  ya  pa- 
ra combatir  en  defensa  de  los  dioses:  había  también,  por  conse- 
cuencia, algunas  categorías  militares.  Los  Tlamacaztequihuaque, 
que  habían  hecho  hazañas  en  la  guerra;  Tlamacazcayaque,  que 
había  cautivado  un  hombre  en  la  guerra:  estos  no  vivían  en  los 
templos,  mas  acudían  á  las  fiestas,  recogiéndose  &  hacer  peni- 
tencia, lios  ministros  cantores  se  decían  Tlamacazquecuicanime; 
los  sacerdotes  menores  Tlamacazteicafauan,  los  muchachos  sa- 
criAtanejos  Tlamacatoton.  (4) 

Los  jóvenes  del  Calmecac,  que  seguían  la  carrera  eclesiástica, 
pasaban  por  diversos  grados.  El  inferior  ÜainacaztOf  especie  de 
acóUto;  tlamacazquíy  diácono;  ÜanamacaCf  sacerdote:  de  éstos  se 
nombraba  un  jefe  superior  ó  pontífice,  llamado  Quetzalcoatl,  que 
aunque  plebeyo,  fuera  el  más  virtuoso  y  entendido,  haciéndose 
la  elección  por  el  rey  y  los  principales.   Otros  dos  grandes  sa- 

(1)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  Vn. 

(2)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  VI.  P.  Sahagim,  toin.  I,  pág,  218-23. 

(3)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  X. 

(4)  F.  Sahagun,  tom.  I,  pág.  112. 


2S8 

oerdotes  salian  también  de  ellos;  el  TeoteoÜamacazqui  oonsagra- 
do  al  servieio  da  Huitzilopochtli,  y  el  Tlaloctlamacazqui  servi- 
dor de  Tlaloc  (1) 

En  ouanto  á  sus  trabajos  y  ocupaciones^  á  la  salida  del  sol 
ofFe<úaa  sangre  de  las  orejas,  recibiéndolo  con  sacrificio  de  co- 
dornices, miisica  y  oraciones;  nueve  veces  incensaban  al  astro, 
cuatro  de  dia  y  cinco  de  noche,  en  intervalos  casi  iguales*  (2) 
A  los  ídolos  incensaban  al  amanecer,  al  medio^dia,  á  la  puesta 
del  sol  y  á  la  media  noche;  á  esta  hora  tañían  sus  flautillas,  bo- 
cinas y  caracoles,  diciendo  ciertas  oraciones  y  haciendo  peniten- 
cias: eran  como  m«¿tines  á  que  ninguno  faltaba  (3)  Lavábanse 
la  sangre  en  el  estanque  llamado  Ezapan,  sobre  el  agua  de  san- 
gre, y  las  púas  que  les  servían,  colocaban  en  las  almenas  del  tem- 
plo, clavadas  en  bolas  de  heno,  para  edificación  del  pueblo.  De 
sus  ayunos  y  ásperas  penitencias  hemos  dado  noticia,  aumen- 
tando ahora  que  se  disciplinaban  con  sogas  de  pita  de  maguey 
con  nudos  en  la  punta,  se  azotaban  con  recias  ortigas,  se  daban 
unos  á  otros  golpes  en  la  espalda  con  una  piedra»  se  despeñaban 
de  alguna  altura  para  quebrantarse  el  cuerpo,  y  no  faltaba  quien 
se  retirara  á  las  sierras  más  agrias  para  hacer  vida  dura  y  peni^ 
tente.  (4)  El  sumo  sacerdote  se  apartaba  alguna  vez  á  un  monte 
espeso,  por  término  de  nueve  meses  y  un  año,  y  bajo  una  chosa 
de  ramas  pasaba  el  tiempo,  sin  comunicarse  con  nadie,  comiendo 
granos  de  maíz  crudo  y  bebiendo  agua,  orando,  sacrificando  ani- 
males, y  sacándose  sangre  del  cuerpo  á  todas  horas  del  dia  y  de 
la  noche.  (5) 

Mostrábanse  solícitos  en  el  cumplimiento  de  sus  deberes  reli- 
giosos, practicando  sacrificios  y  preces  con  diligente  solicitud, 
grande  compostura  y  reverencia;  la  menor  falta  era  castigada  con 
sumo  rigor.  (6)  En  lo  alto  de  los  teocalli  y  en  las  encrucijadas 
de  las  calles,  había  veladores,  que  se  mudaban  por  cuartos  du- 
rante la  noche,  para  advertir,  aquellos  á  los  sacerdotes,  éstos  al 
pueblo,  las  horas  de  distribuciones  para  la  oración,  atizar  los 


(1)  P.  Bahagon,  tom.  I,  pág.  276-77. 

(2)  P.  Sahagun,  toi^.  I,  pág.  224. 

(3)  Acosta,  tom.  I,  pág.  34. 

(4)  Aoogta,  lib.  V,  cap.  XVn. 

(5)  Torquemada,  lib.  IX.  cap.  XXV. 

(6)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XXIV. 

30 


234 

fuegos  sagrados,  y  decir  las  alabanzas  prescritas  en  el  ritual:  (1) 
de  aquí  el  poco  descanso  de  los  ministros,  quienes  se  acostum- 
braban á  dormir  bien  poco,  ''usaban  también  hacer  procesión 
''en  muchas  de  sus  fiestas,  y  traían  en  andas  las  imágenes  de  los 
"ídolos,  algunas  veces  al  rededor  de  los  cues,  y  otras  veces  por 
"lugares  más  lejos,  y  acudía  todo  el  pueblo  á  estas  procesio- 
"nes."  (2)  Servíanles  para  dar  las  señales  y  convocar  á  los  fieles 
las  flautillas,  bocinas  y  caracoles;  tañían  también  el  huehuetl  y 
el  teponaztli.  A  los  dormilones  despertaban  echándoles  agua 
fria  ó  rescoldo  del  fuego.  Poníanse  orejeras  y  bezotes  á  honra 
de  los  dioses,  llamando  á  estos  actos  Nenacazxapotlaliztli  y  Ne- 
tenxapotlaliztli.  (3)  Los  cantos  y  bailes  diferenciaban  en  la  no- 
che y  el  dia,  en  las  diversas  fiestas  y  solemnidades;  (4)  se  tenía 
gran  cuenta  con  aquellos  himnos  sagrados  y  con  las  representa- 
ciones simbólicas,  prescritas  por  el  ritual.  Llevaban  siempre  los 
ojos  bajos,  guardándose  de  alzarlos  á  mujer  alguna;  su  porte 
era  compuesto  y  recatado,  sus  palabras  mesuradas:  irreprocha- 
bles en  castidad,  se  entregaban  á  las  más  crueles  abstinencias  y 
maceraciones  para  apagar  los  fuegos  del  deseo,  tomaban  bebe- 
dizos para  hacerse  impotentes,  á  fin  de  no  ofender  á  los  dioses, 
y  si  no  bastaba,  se  hendían  el  phallus  para  inutilizarse  por 
completo.  (5) 

Había  otras  reuniones  á  manera  de  órdenes  monásticas.  La 
llamada  Telpochtiliztli,  de  los  jóvenes,  estaba  instituida  á  honra 
de  Tezcaltlipoca  ó  Telpochtlí,  joven  ó  mancebo.  No  vivían  con- 
sagrados en  monasterio,  sino  en  sus  casas,  y  sólo  se  reunían  de 
noche  en  un  edificio  del  barrio:  se  admitían  hombres  y  mujeres, 
los  cuales  andaban  vestidos  galana  y  pulidamente.  Niños  y  ninSiS 
eran  ofrecidos  por  los  padres  á  la  orden;  cuando  llegaban  á  la 
edad  requerida,  acudían  á  la  congregación  á  la  puesta  del  sol,  y 
asidos  de  las  manos  mozos  y  mozas,  tañían,  cantaban  y  bailabsm 
á  honra  del  dios,  hasta  la  media  noche  presididos  por  un  prin- 
cipal que  les  enseñaba  y  doctrinaba:  luego  se  retiraban.  Nada 
pasaba  allí  contra  las  buenas  costumbres,  pues  la  menor  falta 

(1)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XXXIV.  Saliagun,  tom.  I,  pág.  215, 

(2)  Sahagun,  tom.  I,  pág.  216. 

(8)  Sahagun,  tom.  I,  pág.  218.  , 

(4)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XXIII 

(5)  Acoeta,  lib.  V,  cap.  XVII.  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XXVI  y  XXIX. 


235 

contra  la  honestidad  quedaba  castigada  con  la  muerte,  irremisi- 
blemente sin  excepción.  La  maestra  de  las  doncellas  se  nombra- 
ba Ichpochtlatoqne.  Los  alumnos  no  tenían  otra  obligación  que 
la  dicha,  permaneciendo  en  el  gremio  hasta  que  se  casaban.  (1) 

La  orden  Tlamacaecoyotl,  yida  de  penitencia,  servía  á  Que- 
tzalcoatl.  A  los  cuatro  anos  de  edad,  los  párrulos  ofrecidos  al 
instituto  se  encerraban  á  yítít  en  comunidad,  hombres  y  mujeres 
separados,  bajo  la  vigilancia  de  sus  superiores.  Vestían  pobre- 
mente; bañábanse  á  la  media  noche,  velando  en  seguida  hasta  las 
dos  de  la  mañana  en  oración  y  penitencia;  para  sacarse  sangre 
con  las  púas  de  maguey  tenían  licencia  de  ir  á  los  montes  á 
sacrificar  á  los  dioses:  trabajaban  en  las  sementeras  de  las  tierras 
del  teocalli,  aunque  los  padres  de  los  alumnos  tenían  obligación 
de  mandarles  el  alimento.  Vivían  recatada  y  limpiamente  hasta 
que  se  casaban.  (2) 

Entre  los  totonaca,  los  monjes  de  Centeotl  no  pasaba  de  cierto 
número,  escogido  éntrelos  ancianos  de  más  de  sesenta  años,  de 
vida  ejemplar  y  austera  virtud.  Vestidos  de  pieles,  dados  á  la 
penitencia;  de  conducta  irreprochable,  servían  de  consultores, 
no  solo  á  la  gente  humilde  sino  á  los  mismos  pontífices  y  reyes. 
Ocupábanse  en  escribir  historias,  las  cuales  enseñaban  y  expli- 
caban al  pueblo  los  sumos  sacerdotes  en  pláticas  y  sermones.  (3) 

El  número  de  los  sacerdotes,  sus  riquezas,  su  comunicación 
con  los  dioses,  su  vida  ejemplar,  los  conocimientos  de  que  eran 
poseedores,  los  hacían  sin  duda  queridos  y  respetados  de  to- 
dos. (4)  Litervenían  en  los  actos  de  la  existencia  del  hombre; 
tomaban  parte  en  los  negocios  públicos  y  no  eran  extraños  á  las 
resoluciones  de  los  grandes;  accmsejaban  y  aun  dirigían  á  los  re- 
yes; combatían  por  los  dioses  y  por  la  patria  dando  ejemplos  de 
civismo.  Dirigían  la  educación  de  la  juventud:  nobles  y  pecheros, 
grandes  y  chicos,  varones  y  hembras  tenían  puntos  de  contacto 
con  el  sacerdocio;  por  más  ó  menos  tiempo  habían  permanecido 
en  los  institutos,  entregados  á  las  prácticas  piadosas,  llevando 
la  vida  contemplativa,  austera  y  penitente  de  los  monjes.  Ellos 
hablaban  con  los  dioses,  siendo  los  intermediarios  entre  las  dí- 

(1)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XXX. 

(2)  Torqaexnada,  lib.  IX,  cap.  XXXI. 

(3)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  VIII. 

(4)  Torquemada,  lib.  IX,  cap.  XVIII. 


236 

vinidades  y  los  hombres.  Sabían  interpretar  los  agüeros;  enten- 
dían el  canto  del  t&xjloU,  la  significación  de  la  marcha  de  la  culebra 
y  del  vuelo  de  los  insectos;  (1)  leían  la  suerte  futura  en  las  com- 
plicadas significaciones  del  Tonalamatl,  en  las  enredadas  posi- 
xjiones  de  los  númenes  celestes:  teófonos,  adivinos  y  profetas, 
debían  influir  poderosamente  en  la  multitud  por  tan  relevantes 
cualidades.  Poseedores  de  las  ciencias,  ninguno  les  podía  hacer 
competencia  en  los  primores  del  cálculo,  en  la  claridad  de  la  es- 
critura, en  los  secretos  complicados  de  la  astronomía,  de  la  teo- 
gonia y  de  la  astrología  judiciaria.    Sospechamos  que  lo  que  al 
pueblo  se  enseñaba  acerca  de  estos  ramos  era  trunco  y  confuso; 
sin  duda  que  los  ministros  iniciados  debían  tener  una  escritura 
jeroglífica  muy  cercana  á  la  fonética,  ya  que  podían  conservar  es- 
critos himnos  y  doctrinas,  para  lo  cual  son  insuficientes  los  ca- 
racteres ahora  conocidos:  eran  menester  conocimientos  exactos 
acerca  del  movimiento  de  los  astros,  para  señalar  con  precisión 
el  valor  del  año  trópico,  las  fases  de  la  luna  y  las  apariencias  del 
planeta  Venus.    La  repetición  de  las  fiestas,  la  participación  de 
la  multitud  en  las  ceremonias,  la  obligación  de  la  penitencia,  del 
ayuno  y  de  la  oración  á  todas  las  horas  del  dia  y^de  la  noche, 
debían  grabar  hondamente  el  principio  religioso  en  el  ánimo  de 
aquel  pueblo  melancólico  y  meditabundo,  grave  y  soñador.   En- 
tre los  méxica  no  había  casta  sacerdotal.    Faltaba  que  el  oficio 
pasara  de  padres  á  hijos;  que  por  derecho,  una  fracción  de  aque- 
lla sociedad  revistiera  el  carácter  sagrado.    En  la  clase  azteca 
todos  eran  admitidos  á  la  participación  de  las  gracias  divinas,  y 
la  limpieza  de  costumbres,  las  virtudes  relevantes,  la  sabiduría, 
podían  conducir  hasta  las  más- encumbradas  posiciones. 

La  parte  inferior  de  la  lám.  LXIII  (2)  dice,  que  los  muchachos 
á  cierta  edad  (16)  eran  presentados  por  sus  padres  (19)  á  algún 
valiente  soldado,  al  menos  con  el  grado  de  tequihna  (15),  á  fin  de 
que  le  llevara  á  la  guerra.  Admitido  el  encargo,  cuando  la  oca- 
sión llegaba,  se  ponía  en  marcha  (19),  seguido  del  recluta  (18) 
cargado  con  bastimentos  y  fardaje.  Befiérese  esto  á  los  mucha- 
chos que  no  entraban  á  los  institutos  religiosos  ó  civiles,  perte- 
necientes á  la  gente  ínfima  ó  común.  Los  mexica  tomaban  parte 

(1)  Torqtiemada,  lib.  IX,  cap.  XVII. 

(2)  Códice  Meudocino  en  Lord  Eingsborough. 


237 

desde  xnay  temprano  en  las  cosas  de  la  milicia.  Como  no  teñían 
fuerzas  aún  para  pelear,  hacían  sus  primeras  salidas  bajo  el  am- 
paro de  un  veterano,  siendo  su  empleo  servir  como  de  paje  j 
cargar  los  efectos  que  para  ambos  eran  menester.  Así  se  acos- 
tumbraba á  las  marchas,  á  sufrir  la  intemperie,  á  dormir  en  el 
campamento,  y  si  bien  no  ccnabatía»  miraba  de  cerca  al  enemigo, 
se  endurecía  en  la  vista  de  la  sangre,  tomaba  ejemplo  de  los  gue- 
rreros para  ii^itar  sus  hazañas,  é  iba  aprendiendo  la  táctica  y 
organización  del  ejército. 

'OPasado  este  episodio,  pasamos  ahora  á  la  educación  en  el 
Telpuchcalli,  Estas  escuelas  para  hombres  y  mujeres  que  perte- 
necían á  lo  que  podremos  llamar  la  clase  media,  estaban  anexas 
á  los  templos;  separados  i)or  sexos,  vivían  en  comunidad,  ocu- 
pándose en  los  mismos  quehaceres,  recibiendo  la  misma  ense- 
ñanza que  los  del  Oalmecac,  aunque  no  tan  cerca  de  los  dioses, 
ni  de  las  cosas  sagradas.  Los  hombres  estaban  dirigidos  por  je- 
fes llamados  Telpuchtlato,  guarda  de  los  mancebos.  Pintábanse 
el  cuerpo  de  negro  á  excepción  del  rostro,  vestían  el  maxUaü,  y 
por  todo  abrigo  la  manta  llamada  daJcaayaÜf  de  pita  torcida  de 
maguey,  en  forma  de  red  floja  y  rala:  era  éste  el  distintivo  de 
estos  colegios  civiles.  Las  ocupaciones  da  los  alumnos  eran  se- 
mejantes, como  antes  dijimos,  á  las  de  los  novicios,  y  como  pro^ 
pias  del  Telpuchc^i  [dicen  las  pinturas  del  Oód.  Mendocino, 
lám.  LXIY,  que  los  alumnos  guardaban  contínenoia;«i  alguien  (10) 
cometía  &lta  con  mujer  (9),  los  superiores  (8  y  11)  le  castigaban 
mesándole  los  cabellos,  y  dándoles  de  golpes  oon  fuertes  leños, 
al  compás  de  duras  amcmestaciones.  Los  ociosos  ó  incorregi- 
bles (18),  eran  castigados  por  mano  de  sus  superiores  (17  y  19) 
con  quemarles  el  cabello;  la  falta  de  este  adorno  se  tenía  por 
afrentoso.  Obligados  estaban  (20)  á  reparar  los  ieocalli  (21),  acá- 
rreaa;ido  para  ello  loa  materiales:  lo  mismo  acontecía  (1)  res]>ecto 
de  las  casas  6  edificios  públicos.  (1) 

Trabajaban  en  ooiavn  tierras  y  heredades  para  su  sustento;  en 
materias  religiosas  guardaban  los  ayunos,  hacían  penitencias, 
sacrificándose  el  cuerpo  en  la  forma  que  la  costumbre  tenía  es- 
tablecido. Terminaban  los  trabajos  hacia  la  puesta  del  sol;  reti- 
rábanse entonces  á  sus  casas,  bañábanse,  se  pintaban  de  nuevo 
el  cuerpo  de  negro,  exceptuando  el  rostro,  poníanse  distintivos 

(1)  Cóá.  Mendocino,  lám.  LXV. 


238 

y  adornos  quienes  ya  los  habían  alcanzado,  dirigiéndose  'en  se- 
guida al  Cuicaecdco,  casa  del  canto,  donde  pasaban  hasta  la  media 
noche  cantando  y  bailando,  para  ir  á  dormir  al  seminario.  Ségun 
se  colige  de  la  relación  del  P.  Sahagun,  aquella  pureza  de  cos- 
tumbres no  rezaba  con  todos  los  alumnos  igualmente;  los  niños 
estaban  sujetos  á  rigorosa  disciplina;  mas  para  los  mancebos  que 
habían  ido  á  la  guerra,  principalmente  si  habían  ganado  algún 
ascenso,  aquella  disciplinase  relajaba  un  tanto,  como  consecuen* 
cia  de  la  vida  disipada  del  soldado.  A  estos  se  les  permitía  tener 
mancebas,  dándoseles  licencia  para  ir  á  dormir  á  sus  casas.  La 
embriaguez  era  castigada  con  pena  de  muerte.  De  aquellos  semi- 
narios se  retiraban  para  casarse;  para  lograr  su  separación  daban 
al  Telpuchtlato  diez  ó  doce  mantas  grandes  de  las  llamadas  cuach- 
tliy  el  jefe  les  hacía  un  largo  razonamiento  recomendándoles  sus 
deberes,  y  quedaban  libres.  Otros  alumnos  había  que  permane- 
cían en  el  colegio  aun  contra  su  voluntad,  hasta  que  una  orden 
del  rey  les  dejaba  libres.  (1) 

Hacia  los  quince  años  de  edad,  (2)  cuando  los  alumnos  eran  fuer- 
tes, al  mando  de  uno  de  los  guerreros  del  Telpuchcalli  (4)  salían 
á  la  guerra  (3),  Uevando  el  fardaje  y  armas  de  su  maestro.  (2) 
Así  los  hombres  de  todas  las  clases  de  la  sociedad,  apenas  llega- 
dos á  la  juventud,  comenzaban  la  carrera  militar,  disponiéndose 
á  tomar  parte  en  los  interminables  combates  que  debían  ser  la 
ocupación  constante  de  m,  vida  entera.  Los  alumnos  de  los  gim- 
nasios, como  los  demás  ciudadanos,  sólo  podían  abrirse  camino 
á  los  puestos  y  las  dignidades  >por  medio  de  hazañas  guerreras. 
No  podían  aspirar,  sino  en  casos  excepcionales,  á  los  lugares 
destinados  á  los  nobles,  mas  mucho  se  encumbraban  si  sabían 
merecerlo.    Subían  á  Tiacauh,  maestro  de  los  mancebos;  Tel- 
puchtlato, jefe  de  los  mancebos;  Tlacatecatl,  Tlacochcalcatl  ó 
Ouauhtlato,  jefes  en  el  ejército  ó  gobernadores  en  los  pueblos,  y 
Achcautli,  especie  de  alguacil  ó  empleado  en  la  administración 
de  justicia.    "De  esta  manera  iban  subiendo  de  grado  en  grado 
"los  mancebos  que  allí  se  criaban,  y  eran  muy  muchos  los  que 
"se  educaban  en  las  casas  de  Telpuchcalli,  porque  cada  parro- 
"quia  (barrio)  tenía  quince  ó  diez  casas  de  Telpuchcalli."  (3) 

(1)  Sahagun,  tom.  I,  pág.  266-71.  Torquemada,  üb.  IX,  cap.  XII, 

(2)  Cód.  de  Mendoza,  lám.  LXT. 

(3)  SahagiHi,  tom.  I,  pág.  269. 


J 


239 

Los  pecheros  estaban  obligados  á  los  trabajos  serviles.  Dice 
el  Códice  (1)  que  el  tecahtli  (6)  encargado  de  las  obras,  emplea 
á  los  plebeyos  (5)  en  lá  reparación  y  construcción  de  los  caminos 
públicos  (8),  y  de  los  teocaUi*  deteriorados  (7).  Simboliza  este 
trabajo  la  coa^  madero  largo,  duro  y  puntiagudo,  empleado  en 
remover  la  tierra  en  las  faenas  agrícolas  ó  de  ingeniería.  Las  dos 
líneas  paralelas  con  huellas  del  pié  humano  indican  camino,  ca- 
lle, calzada;  el  símbolo  agua,  atravesado  por  las  líneas,  canal  con 
puente.  El  símbolo  que  acompaña  al  figurativo  teocalli,  tiene  el 
valor  fónico  de  zozoltic,  cosa  usada  .y  vieja. 

El  guia  que  nos  conduce  nos  pone  ahora  delante  los  grados 
militares;  antes  de  encargamos  de  la  descifracioh  de  la  pintura, 
tenemos  que  entrar  en  algunos  pormenores.  Las  armas  ofensivas 
de  los  méxica  eran  de  vacias  clases.  El  arco,  ÜahuitoUi^  de  made- 
ra elástica,  con  la  cuerda  de  nervios  de  animales  ó  de  hilo  de 
pelo  de  ciervo:  algunos  había  de  cinco  pies  de  cuerda.  La  flecha, 
miü,  el  astil  de  madera,  armado  de  un  hueso,  espina  recia  de 
pescado,  ó  punta  labrada  de  pedernal,  tecpacü,  ú  obsidiana,  itzÜÜ 
Dícese  que  los  flecheros  de  Tehuacan  eran  tan  diestros,  que 
disparaban^con  acierto  dos  y  tres  saetas  á  un  tiempo.  (2)  De  los 
iarahumares  y  hiaquis  se  as^ura,  que  puestos  en  círculo  algunos 
flecheros,  arrojan  al  aire  una  mazorca  de  maíz  y  no  la  dejan  caer 
hasta  que  á  tiros  le  quitan  los  granos;  cuanto  tiempo  quieren 
mantienen  en  el  aire  una  moneda  mediana.  (3)  Conforme  á  un 
autor,  (4)  ponían  en  las  flechas  espinas  del  pez  libim  que  son  en- 
conadas. Debemos  advertir,  que  fuera  de  los  seris,  tribu  de  So- 
nora, las  naciones  de  raza  nahoa  no  usaban  saetas  emponzoñadas; 
entre  los  méxica  sería  contrario  á  sus  mismas  ii^tituciones.  La 
guerra  se  emprendía  para  hacer  prisioneros  que  sacrificar  á  los 
dioses,  y  matar  á  los  cautivos  era  privarse  del  fruto  de  la  victo- 
ria. La  lanza,  tqmztopiUiy  el  asta  de  madera  fuerte  ú  otatUy  con 
punta  de  pedernal  ó  cobre:  las  picas  de  algunos  de  Chiapan  y  de 
los  de  Chinantla  median  hasta  diez  y  ocho  pies  de  largo:  estos 
últimos  acudieron  al  socorro  de  Cortés  cuando  salió  contra  Ñar- 

(1)  Gód.  de  Mendoza,  lám.  IXV, 

(2)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  III. 

(3)  GlaYigero,  tom.  1.  pág.  332,  nota. 

(4)  Herrera^  dec.  II,  lib.  VII,  cap.  XI. 


240 

vaez.  En  flechas  y  lanzas  la  moharra  se  aseguraba  al  palo  con 
nervios  y  gomas  ó  resiniw  apropiadas.  La  honda,  tenujüaü,  con 
la  cual  alcanzaban  muy  lejos.  La  maza,  porra  ó  claya,  cuaiJi6lcXL% 
claveteadas  con  cobre  y  oro  si  se  quiere,  mas  no  con  fierro  como 
por  descuido  dice  Ixtlilxochitl,  (1)  pues  este  metal  no  fué  em- 
pleado por  los  aztecas.  Del  dardo,  asegura  Clavigero,  (2)  que  iba 
atado  al  brazo  por  un  amiento,  á  fin  de  cobrar  el  arma  después 
de  haber  herido,  nos  figúrennos  que  se  refiere  á  la  fisga,  topUli 
ycuxUepuzo  icmichmah,  que  asi  serría  para  tomar  el  pescado  como 
de  arma  arrojadiza.   Los  dardos  llamados  tlaeochtU  se  "tiran  con 

una  ballesta  hecha  de  otro  palo.    '^ Algunos  dardos  tienen 

tres  puntas  con  las  que  hacen  tres  heñidas."  (3)  No  hemos  en- 
contrado descripción  de  esta  especie  de  ballesta,  mencionada  en 
otros  lugares.  Llamábase  aüaü;  parece  inventada  por  los  méxi- 
ca  durante  su  mansión  en  Atlacuihuayan  (Tacubaya),  cuyo  nom- 
bre significa,  en  donde  se  cogió  ó  invento  el  aÜcUí.  Esta  opinión 
del  Sr.  D.  José  Femando  Bamírez  la  vemos  confirmada  en  la 
pintura  publicada  por  Mr.  Aubin  en  Paris;  el  nombre  Atlacui- 
huayan está  expreseuio  jeroglíficamente  por  el  oMaM;  ignoramos 
cuál  fuese  su  mecanismo.  El  maeuahuiÜ,  palo  de  la  mano,  llama- 
do por  los  castellanos  Tnaoarui  (4)  6  espada.  "Tiene  también,  es- 
padas, dice  un  testigo  ocular  (5)  "que  son  de  esta  manera:  hacen 

(1)  BelAciones.  MS. 

(2)  Hist.  antig.,  tom.  I,  pág.  333. 

(3)  El  Conquistador  anómmo,  apud.  García  Icazbalceta,  Doc.  toip.  I,  pág.  375. 

(4)  Creímos  alguna  vez  que  la  palabra  fnacana  era  corrupción  de  la  voz  mexicana 
macuahtUÜ;  es  un  -verdadero  error,  porque  macana  pertenece  á  la  lengua  de  las  is- 
las. Fr.  Bartolomé  de  las  Oasaa,  Historia  de  las  Indias,  Hb.  I,  oap.  95,  desoribifindo 
las  anuas  de  los  insulares,  escribe;  'Hir  unas  como  espadas,  de  forma  de  una  paleta 
hasta  el  cabo,  y  del  cabo  á  la  empuñadura  se  viene  ensangostando,  no  aguda  de  los 
cabos,  sino  chata;  estas  son  de  palma,  porque  las  palmas  no  tienen  las  pencas  como 
las  de  acá,  sino  lisas  6  rasas,  y  son  tan  duras  y  pesadas,  que  de  hueso,  y  cuasi  de 
acero,  no  pueden  ser  más:  llámanlas  maea/nas,"  £1  mismo  Casas,  Hist.  apologética*, 
cap.  15,  hablando  de  ciertas  palmas,  dice:  "Son  huecas,  pasados  dos  buenos  dadoi 
de  gordo,  que  tiene  lo  que  digo,  que  es  muy  dura,  y  están  llenas  de  unas  hilachas, 
las  cuaíes  quitadas,  que  se  quitan  y  sacan  fácilmente,  quedan  como  una  culebrina  ó 
bombarda,  que  suelen  servir,  enteras,  ó  partidas  por  medio,  de  canales  por  donde 
venga  el  agua  para  edificios,  en  especial  donde  se  hace  el  asiícar,  que  se  llaman  in- 
genios: de  esta  manera  hacían  los  indios  las  que  llamaban  maoanof."  MaouáhuiU  0e 
compone  de  moM,  mano,  y  cuahuiÜ,  árbol,  madera,  diciendo  la  traducción  literal, 
madero  de  la  mano  ó  parala  mano. 

(5)  El  Conquistador  anónimo,  loco  cit.  Motolinia,  pág.  188. 


241 

**uiisk  espada  de  madera  á  modo  de  montante^  con  la  empañadura 
''no  tan  larga,  pero  de  unos  tres  dedos  de  ancho,  y  en  el  filo  le 
"dejan  ciertas  canales  en  las  que  encajan  unas  navajas  de  piedra 
''viva,  que  cortan  como  nna  navaja  de  Tolosa.  Yo  yí  un  dia  que 
"combatiendo  un  indio  con  un  caballero,  dio  el  indio  al  caballo 
"de  su  contrarío  tal  cuchillada  en  el  pecho,  que  se  lo  abrió  has- 
"ta  las  entrañas;  y  cayó  muerto  al  punto.  Y  el  mismo  dia  yí  á. 
^'otro  indio  dar  también  á  otro  caballo  una  cuchillada  en  el  cue- 
"11o,  con  que  lo  tendió  muerto  á  sus  pies."  Las  piezas  laterales 
cortantes,  aunque  alguna  vez  de  pedernal,  constantemente  eran 
de  Uzüiy  fiias  en  las  ranuras  con  goma  laca.  Los  guerreros  men- 
ea sobresalían  en  el  manejo  de  esta  arma,  representada  de  varias 
maneras  en  las  pinturas.  En  un  principio  parece  haber  sido  de  * 
madera  dura  con  dos  filos,  como  aparece  en  la  pinttQra  de  Aubin; 
se  le  encuentra  ancho  y  corvo  á  manera  de  alfanje,  y  finalmente 
en  su  ^tima  forma,  cual  se  advierten  en  la  primera  estampa  del 
Códice  de  Mendoza.  En  el  extremo  de  la  empuñadura  tenía  una 
correa,  cuyo  lazo  quedaba  seguro  en  la  muñeca  de  la  mano  del 
combatiente. 

Las  armas  defensivas  consistían  en  el  escudo,  chimaUi^  forma- 
do de  carrizos  majados,  otaüi  ú  otros  materiales,  reforzados  con 
pieles  y  láminas  de  cobre,  plata  ú  oro;  de  forma  oval,  redonda  ó 
semejantes  á  una  media  luna;  de  tamaño  suficiente  para  defender 
el  busto  ó  bien  tan  grandes  que  cubrían  el  cuerpo,  plegándose 
después  del  combate  para  transportarlos  cómodamente.  Oomun 
esta  defensa  para  el  simple  guerrero  y  el  rey,  diferenciábanse  en 
que  según  el  grado,  dignidad  ó  distinción  eran  los  adornos;  el 
chimám  cubierto  desplumas  ricas,  con  un  rapacejo  de  las  mismas 
en  la  parte  inferior,  láminas  de  metales  preciosos,  piedras  finas, 
caracoles  mariscos  ó  de  oro,  ofrecía  las  divisas  propias  de  cada 
orden  de  caballería,  que  ninguno  podía  llevar  fuera  de  los  con- 
decorados en  cada  categoría.  La  armadura  consistía  en  tm  sayo 
de  algodón  colchado  de  uno  y  medio  á  dos  dedos  de  grueso,  lla- 
mado ichcahmpUli,  camisa  de  algodón,  que  resistía  bien  á  los  gol- 
pes de  las  flechas  y  á  los  botes  de  la  lanza:  los  castellanos  los 
adoptaron  bajo  el  nombre  de  escaupüy  porque  si  no  eran  suficien- 
tes contra  las  armas,  de  fuego,  bastaban  contra  los  proyectiles 
indios.  Sobre  esto  se  ponían  una  especie  de  sayos  de  pieles  ó  de 

tela  gruesa,  atacados  por  la  espalda,  que  les  cubrían  brazos  y 

31 


.  242 

piernas,  adornaos  de  plumas  finas  y  vistosas,  añadiendo  los  se- 
ñores para  defensa  láminas  de  plata  u  oro.  Las  grevas  se  llama- 
ban cozelutaü,  los  brazaletes  inatemeccdl^  las  pulseras  matzopetzüiy 
la  piedra  del  labio  tenteü,  los  zarcillos  ú  orejeras  Tuxcocktli,  la  ca- 
dena de  oro  y  piedras  finas  del  cuello  cozcajjetM.  Este  era  prin- 
cipalmente el  traje  del  rey,  quien  en  la  cabeza  llevaba  la  insignia 
cuachiaüi  que  por  la  espalda  le  bajaba  más  abajo  de  la  cintura, 
y  á  los  lados  de  este  penacho  dos  plumajes  dichos  ananacaztti.  (1)  • 
Completaban  la  armadura  con  una  celada  de  madera,  cubierta 
de  plumas,  en  mil  maneras  diversas;  generalmente  en  forma  de 
una  cabeza  de  águila,  sierpe,  tigre  con  las  fauces  abiertas  y  los 
dientes  salientes,  por  entre  las  cuales  asomaba  el  rostro  del  gue- 
rrero; servíales  de  garzota  grandes  plumajes,  enhiestos  y  ondean- 
tes, pues  la  i|fl^ncion  era  dar  realce  á  la  estatura.  (2)  Muchas 
maneras  de  armaduras  y  rodelas  presenta  el.  Códice  Mendocino, 
en  la  nómina  4p  los  tributos.  Los  simples  soldados,  que  aun  no 
alcanzaban  grado  alguno,  entraban  desnudos  á  la  pelea,  cubierta 
la  parte  media  del  cuerpo  con  el  maxÜcUl,  pintado  el  cuerpo  de 
diversos  colores;  iba  provisto  del  chimaUi  y  de  las  armas  ofensi- 
vas ya  enumeradas. 

Los  matlaizinca  eran  diestros  honderos  ó  fondibularios;  desden 
niños  se  ejercitaban  en  el  uso  del  tematlcUlf  que  siempre  traían 
ceñida  á  la  cabeza.  (3) 

Los  estandartes  eran  del  genero  de  los  aiffnum  romanos;  cada 
pueblo  tenía  el  suyo  propio,  sin  contar  con  los  de  las  divisiones 
de  los  ejércitos.  Clavigero  asegura  que,  ^la  insignia  del  imperio 
'^mexicano  era  una  águila  en  actitud  de  arrojarse  á  un  tigre."  (4) 
Valiosa  es  la  autoridad,  mas  no  podemos  conformamos  con  ella. 
El  águila  descubierta  en  el  sitio  que  después  sirvió  de  asiento  á 
la  ciudad  de  México,  según  una  tradición,  tenía  en  las  uñas  un 
pájaro  muy  galano;  (5)  mas  esto  nos  parece  un  descuido  ó  una 
e(j[uivocacion.  La  forma  genuina  la  suministra  la  estampa  prime- 
ra de  la  Colección  de  Mendoza,  en  que  el  águila  aparece  de  per- 

(1)  Torquemada,  lib.  .XTV,  cap.  V.  .Sahagun,  tom.  n,  pág.  298,  da  larga  cuento 
de  los  aderezos  que  los  sefiores  usaban  en  la  guerra. 

(2)  Oonquistador  anónimo,  pág.  372.  Acosta,  tom.  n,  pág.  140. 
(8)  Sahagun,  tom.  m,  pág.  128. 

(4)  Hist  antig.,  tom.  I,  pág.  ¿3»* 

(5)  Aoosta,  lib.  Vn,  cap.  VU;.,  tom.  II,  pág.  162. 


213 

fil  sobre  el  nopal,  y  con  nna  garra  alzada.  Tezozomoc,  (1)  autor 
indígena,  quien  bebió  en  la  misma  fuente  que  Acosta,  relata  que 
''el  águila  estaba  comiendo  y  despedazando  una  culebra."  Con 
algunas  variantes,  á  través  de  los  siglos  de  la  dominación  espa- 
ñola, éstas  fueron  las  armas  del  imperio  de  México,  y  son  hoy  de 
la  Bepública  Mexicana.  (2)  Acerca  de  la  insignia  de  la  Bepública 
de  Tlaxcalla  tenemos  varias  opiniones.  Para  Bemal  Díaz,  testigo 
presencial,  era  una  ave  blanca,  tendidas  las  alas  cual  si  quisiera 
volar,  ''que  parece  como  avestruz;"  para  Gomara,  informado  por 
los  conquistadores,  era  una  grulla;  en  Torquemadáes  ima  águila 
de  oro.  Consultando  la  Manta  de  Tlaxcalla,  de  la  cual  tenemos 
un  calco  á  la  vista,  se  observa  que  en  varios  lugares  los  tlaxcal- 
teca  están  caracterizados  por  el  ave  blanca  tendidas  las  alas;  el 
cuello  largo,  el  pico  prolongado  y  agudo  la  alejan  del  tipo  del 
águila,  acercándola  al  de  la  grulla  ó  la  garza:  ni  conocían  el  aves- 
truz para  copiarlo,  ni  parece  fácil  tuvieran  la  misma  insignia  de 
sus  mortales  enemigos  los  méxica.  De  las  cuatro  cabeceras  Oco- 
telolco  tenia  por  estandarte  un  pájaro  verde  sobre  una  roca;  Ti* 
zatlan  una  garza  sobre  una  peña:  Tepeticpac  un  lobo  con  flechas 
en  la  garra;  Quiahuiztlan  un  parasol  de  plumas  verdes.  Cada 
fracción  del  ejército  llevaba  su  enseña  particular;  el  jefe  ó  gene« 
ral  principal  se  la  ataba  fuertemente  á  la  espalda,  de  manera  que 
no  podía  perderlo  sino  con  la  vida.  Los  méxica  llevaban  su  es« 
tandarte  en  el  centro  del  ejército;  los  tlaxcalteca  á  vanguardia  en 
la  marcha,  á  retaguardia  en  la  pelea. 

La  música  guerrera  se  componía  de  caracoles  marinos,  con  los 
cuales  se  daban  los  toques  de  alarma,  acometida,  &c.,  usaban 
igualmente  de  unas  banderas  pequeñas  de  oro,  las  cuales  levan- 
taban en  alto,  cuando  tocaban  al  arma,  para  que  comenzara  la 
pelea.  Los  generales  llevaban  á  la  espalda  un  pequeño  atambor, 
que  tocaban  dando  sus  órdenes  á  los  jefes  inferiores.  (8)  Bemal 
Díaz,  después  de  transcurridos  largos  años  del  asedio  de  México, 
recordaba  aun  con  cierto  temor,  los  lúgubres  sonidos  del  caracol 
^e  Cuauhtemoc. 

Según  las  indicaciones  suministradas  por  Tezozomoc,  dispues- 

(1)  Orónios  Meüoanai  primera  foja. 

(2)  Véase  el  preoioso  trabajo  del  Sr.  D.  José  Femando  Ramírez,  en  el  Dicción. 
Udít.  de  Hist.  de  geog.  art  Armas  de  México. 

(8)  Sahagun,  Ub.  Vm,  cap.  XH. 


24á 

ta  alguna  guerra,  el  rey  de  México  comunicaba  sus  órdenes  álos 
oá^^íxquey  fijando  el  numero  da  hombres  con  que  la  ciudad  había 
de  contribuir  j  para  cuándo  debían  estar  listos.  Informados  los 
oficiales  y  jefes  por  su  orden,  nombraban  los  capitanes,  caballe- 
ros y  soldados,  los  municionaban  y  ayituallaban,  y  organizados 
en  capitanías  les  hacían  marchar  á  un  cierto  lugar  determinada 
Aquí  se  juntaban  los  contingentes  de  los  reinos  aliados  *de  Tex- 
coco  y  Tlacopan,  con  los  auxilios  pedidos  á  las  provincias  ami- 
gas 6  tributarias.  Antes  de  abandonar  la  ciudad  traíaa  al  templo 
la  laña  para  alimentar  el  fuego  sagrado  durante  su  ausencia,  se 
sacrificaban  el  cuerpo  delante  de  los  dioses,  y  los  sacerdotes  in- 
vocaban y  hacían  sacrificios  á  Huitzilopoditli.  Teníase  cuidado 
que  el  dia  de  la  marcha  no  fuera  aciago,  y  algunos  ministros  to- 
maban las  armas  uniéndose  á  los  guerreros,  ya  para  cumplir  sus 
deberes  sacerdotales,  ya  para  amonestar  é  infundir  ánimo  en  loa 
combatientes* 

Sin  duda  que  el  ejército  estaba  sujeto  á  una  distribución  cal- 
culada. Muñoz  Camargo  (1)  asegura  que  se  dividía  en  batallones 
de  den  hombres;  Olavigero  (2)  ¡fixms^  que  cuando  el  ejército  ^a 
numeroso,  se  formaban  divisiones  de  á  ayiquipüli  ú  ocho  mil  hom- 
bres; el  Oonquistador  anónimo  (3)  menciona  compañías  con  ar- 
mas blancas  y  encamadas,  azules  y  amarillas,  y  otras  de  diversas 
maneras.  Organizada  la  fuerza,  el  fardaje  era  conducido  por  cai^ 
gadores  ó  tamenef  y  abultaban  el  número  los  muchachos  reclutas 
que  iban  en  seguimiento  de  los  veteranos.  Uníanse  siempre,  para 
las  expediciones  légañas  y  de  provecho,  gran  cantidad  de  volun- 
tarios, que  viviendo  sólo  de  los  despojos  de  la  guerra  la  hacían 
por  su  cuenta,  distinguiéndose  máa  que  ningunos  por  su  indina» 
cion  al  desorden  y  al  saqueo. 

Ampliamente  informados  estaban  los  méxica,  por  medio  de 
sus  mercaderes,  de  los  recursos  en  todo  género  de  las  provincias 
independientes;  ademas,  antes  de  emprender  una  expedidon  te- 
nían siempre  exploradores  sobre  el  campo  enemigo.  Estos  espías 
se  llamaban  quimichin,  ratón;  vestidos  como  sus  contrarios  y 
afectando  su  lenguaje  y  Costumbres,  traían  noticia  cierta  del  nú- 

(1)  Hist.  de  Tlaxoalla.  MS. 

(2)  Hist.  antig.,  tom.  I,  pág.  835. 

(3)  En  Goroíá  loazbalceta,  Doc.  tom.  I,  pág.  372. 


245 

mero  de  Iob  goerrerosj  de  las  fortificaciones  de  los  pueblos,  y 
croquis  é  informes  de  los  oaminos  y  puntos  diñciles  del  transita 
£1  qmmichin  em  recompensado  con  una  suerte  de  tierra,  si  su 
dicho  era  verdadero;  mas  si  era  falso  y  se  descubría  que  era  trai- 
dor, Ueyado  ¿  la  plaza  le  cortaban  el  cuerpo  poco  á  poco  á  peda- 
zos, repartían  los  trozos  por  barrios  y  lugares  públicos,  haciendo 
esclavos  á  los  parientes  en  primero  y  segundo  grado,  y  á  cuantos 
supieron  y  no  denunciaron  la  traición.  (1) 

El  ejército  marchaba  dividido  por  nacionalidades.  Pernoctando 
en  el  campo,  formaban  chozas  de  enramadas  para  los  principales, 
y  el  .común  dormía  á  cielo  raso;  en  país  enemigo  el  campamento 
quedaba  fortificado  con  obras  pasajeras,  derramándose  á  lo  lejos 
velas,  escuchas  y  corredores.  Tezozomoc  y  Duran  nos  informan 
que,  cuando  el  ejército  se  aposentaba  en  las  cercanías  de  un  pue- 
blo, los  moradores  le  toaían  víveres»  regalos  y  aun  obsequios  de 
mujeres;  caso  de  no  cumplir  con  esta  gabela,  la  población  era 
puesta  á  sac(9,Cas  hembras  sufrían  la  brutalidad  de  los  soldados. 

Torquemada  (2)  relata  que  la  batalla  tenía  lugar  en  un  campo 
eriazo  destinado  al  intento,  llamado  yaoílaUi,  tierra  de  guerra  ó 
de  batalla.  8i  nosotros  no  somos  los  mal  informados,  la  demar- 
cación del  yaaÜalU  era  para  la  guerra  sagrada  en  términos  de 
TlaxcaUa,  Huexotzinco,  OholoUan  y  TUliuhquÜtpec;  en  las  de* 
mas  conquistas,  los  invadidos  aprovechaban  las  ventajas  sobre 
los  cerros,  en  las  alturas  de  los  desfiladeros,  al  amparo  de  las 
murallas  de  sus  pueblos,  ó  en  la  llanura  misma.  £11  rumor  de  la 
batalla  era  espantoso.  Sonaba  la  música  militar;  atronaban  los 
oídos  los  guerreros  dando  alaridos,  voces  feroces  de  desafío, 
apellidando  México,  Texcoco,  Tlaoopan  ó  el  lugar  de  donde  eran 
para  reconocerse;  silbaban  agriamente  doblando  y  apretando  en* 
tre  los  dedos  el  labio  inferior  ó  bien  con  huesos  hendidos;  ahulla- 
lian  tapándose  y  destapándose  alternativamente  la  boca  con  la 
palma  de  la  mano.  La  gente  de  vanguardia  no  era  la  mejor,  y 
comenzaba  el  conflicto  con  las  hondas  y  los  dardos,  (3)  arrojando 
también  piedras  á  mano;  cargaban  sobre  los  contrarios,  aparen- 

(1)  Torquemada,  Ub.  XIV,  cap.  II. 

(2)  Monarq.  Ind.,  lib.  XIV,  cap.  III 

(8)  El  P.  Mendieta  y  Torquemada  que  le  oopia  dicen  ambos:  ''dardos  que  sacaban 
"con  jugaderas  y  las  tiraban  muy  recias."  Befiérense  en  esto  al  igOaU,  n^mn^ift  por 
e  1  anónimo  ballesta. 


246 

taban  luego  huir,  haciendo  de  nuevo  rostro;  así  escaramuceaban 
largo  rato,  hasta  que  consumida  la  munición  salían  de  refresco 
los  de  lanza  y  espada,  arrodelados  entre  ellos  los  de  arco;  el 
combate  se  hacia  más  y  más  reñido,  tomaban  parte  por  ambos 
lados  las  tropas  de  retaguardia  ó  reservas,  abandonando  por  ul- 
timó el  campo  quien  se  declaraba  vencido.  Durante  la  pelea 
andaban  gentes  sueltas  recogiendo  á  los  heridos,  para  llevarlos 
á  curar  por  sus  cirujanos. 

En  las  marchas  ó  en  las  batallas  ponían  celadas,  ya  haciendo 
grandes  hoyos  disimulados  en  que  los  guerreros  se  escondían, 
ya  encubiertos  éstos  bajo  yerba  ó  paja,  y  cuando  los  contrarios 
pasaban  creyendo  en  una  segura  victoria,  les  salían  á  las  espal- 
das haciéndoles  pagar  cara  su  confianza.  Sobre  el  campo  de  ba- 
talla se  declaraban  tributarios  los  vencidos,  estipulándose  la 
cuantía  y  calidad  de  los  tributos.  Si  huían  eran  perseguidos  has- 
ta que  se  sometían.  En  el  asalto  de  las  poblaciones,  los  vence- 
dores ponían  fuego  al  teocalli  principal,  siendo  éáta  la  señal  de 
rendimiento.  Seguía  el  saqueo,  el  incendio  de  los  lugares,  el 
aprovecharse  de  esclavos,  muchas  veces  sin  distinción  de  sexo  ni 
edad..  Muerto  el  general  ó  perdido  el  estandarte  dispersábase  el 
ejército,  sin  que  fuerza  alguna  alcanzara  á  detener  los  fugitivos.  (1) 
A  esta  costumbrf  debieron  su  salvación  los  castellanos  en  la  cé- 
lebre batalla  de  Otompan. 

En  las  guerras  de  conquista  tratábase  de  destruir  al  enemigo 
y  de  tomarle  el  mayor  número  de  prisioneros,  para  sacrificar  á 
los  dioses;  por  esto  era  reputada  mayor  hazaña  tomar  un  cauti- 
vo, que  matar  muchos  guerreros.  En  la  guerra  sagrada  exclusi- 
vamente se  trataba  de  cojer  hombres  vivos  por  ambos  conten- 
dientes, resultando  que  sobre  el  yaoÜaUi  quedaban  bien  pocos 
cadáveres.  Como  con  justicia  observan  algunos  escritores,  esta 
eiega  costumbre  salvó  de  mil  peligros  á  los  conquistadores  es- 
pañoles, y  el  mismo  D.  Hernando  escapó  la  vida  más  de  una  vez^ 
en  que  debiendo  ser  muerto,  fué  sacado  vivo  de  manos  de  sus 
4átutivadores. 

Los  muchachos  traían  tusada  la  cabeza;  á  los  diez  años  dejá- 
banles una  vedija  de  cabellos  en  el  cogote  llamada  mocuescpcíUia,; 

(1)  Mendieta,  lib.  II,  cap.  XXVI.    Toxqaemada,  lib.  XIV;  cap.  in.  Tezozomoo, 
Crómca  Méx.  MS.  IzUilzochiU,  relacioneB.  MS«  Glavigero,  tom.  I,  pág.  894. 


247 

á  los  quince  años,  en  qne  la  vedija  estaba  ya  larga,  les  decían 
cnexpatchtctí^id;  Á  los  veinte  años  comenzaban  á  combatir,  pues- 
tos entre  los  veteranos,  cuidados  é  industriados  en  el  ataque  y 
la  defensa  por  quien  les  servía  de  maestro.  Si  varios  mancebos 
juntos  cautivaban  un  hombre,  le  quitaban  el  mechón  de  pelo  del 
cogote,  dejándole  otro  sobre  la  oreja  derecha.  Cuando  después 
de  ido  dos  ó  tres  veces  á  la  guerra  no  cautivaba  solo  ni  acompa- 
ñado, le  llamaban  por  alrenta  (mexpcJehtccuyml;  si  se  enmendaba, 
le  quitaban  la  vedija  del  cogote,  poniéndole  un  casquete  de  plu- 
mas pegado  á  lá  cabeza;  en  caso  contrario,  le  abrían  una  corona 
en  medio  de  la  cabeza,  cosa  de  suma  afrenta,  no  pudiendo  en 
adelante  vestir  más  que  de  pita,  ichüi,  quedando  relegado  entre 
los  plebeyos.  (1) 

Al  cautivo  que  no  se  rendía  de  grado,  le  desjarretaba  el  cauti- 
vador hiriéndole  en  el  pie  6  le  inutilizaba  un  brazo,  con  herida 
que  no  fuera  de  muerte,  para  lograr  traerle  vivo.  Estos  prisio- 
neros se  llamaban  TnaUi.  Si  alguien  robaba  á  otro  su  cautivo, 
moría  por  ello.  Caso  de  duda  entre  dos  que  disputaban  quién 
había  hecho  un  cautivo,  sentenciaba  el  juez  siguiendo  la  decla- 
ración del  prisionero.  Nunca  se  admitía  rescate  por  los  cautivos; 
mientras  mayor  señor  era,  más  seguro  estaba  de  perecer  en  el 
ara  del  terrible  dios.  Al  prisionero  que  lograba  huir  de  la  pri- 
sión en  que  le  tenían,  siendo  pechero,  su  señor  le  daba  recom- 
pensa de  mantas;  mas  si  era  soldado  valiente,  noble  ó  caballero, 
los  suyos  le  mataban  diciéndole,  que  pues  no  había  sido  cauti- 
vador, ni  sabido  defenderse,  debería  tenet  valor  para  morir  sacri- 
ficado á  los  dioses.  (2)  Sabemos  que  el  cuerpo  de  la  víctima 
pertenecía  al  cautivador;  siendo  muchos  los  aprehensores,  se  re- 
partían el  cadáver  por  su  orden  de  esta  manera:  el  primero,  el 
cuerpo,  muslo  y  pierna  derecha,  el  segundo  el  muslo  y  pierna  iz- 
quierda, el  tercero  el  brazo  derecho,  el  cuarto  el  brazo  izquierdo, 
y  luego  quinto  y  sexto  dividían  ya  los  brazos  en  dos  partas.  (3) 

El  joven  que  por  primera  vez  cautivaba  un  hombre  se  decía 
HjnHMlüaquülanumi,  mancebo  guerrero  y  cautivador.  (4)  La  lá- 
mina LXY.  del  Códice  Mendocino  presenta  sucesivamente  los 

(1)  P.  Sahagoii;  tom.  ü,  pág.  326^1. 

(2)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  m. 

(3)  Sahagun,  tom.  II,  pág.  329-30. 

(4)  P.  Sahagan,  tom.  ü,  pág.  331. 


248 

grados  y  las  divisas  que  se  iban  ganando,  contados  por  el  número 
de  los  prisioneros.  En  el  primero  (9  j  10)  la  manta  adornada  de 
los  colores  y  dibujo  expresados  en  la  pintura.  En  el  segundo  (11 
7  12)  la  manta  leonada,  con  .armadura  y  caperuza  roja.  En  el 
tercero  (13  y  14)  la  manta  roja,  avisando  el  estandarte  atado  á  la 
espalda,  que  alcanzaba  algún  mando  en  el  ejército.  Para  seguir 
ganando  honores,  de  aquí  adelante  era  indispensable  que  A  cau- 
tivo no  fuera  soldado  común,  sino  capitán  ó  guerrero  distinguido; 
avisa  esto  la  pintura,  con  la  especie  de  media  luna  que  en  la  ca- 
ra presenta  el  vencido,  distintivo  usado  por  los  hombres  valien- 
tes y  condecorados.  El  primer  prisionero  distinguido  (15  y  16) 
traía  la  armadura  roja  con  el  morrión  de  los  ocdoü^  tigre.'  "ÉL  se- 
gundo (17  y  18)  daba  el  dictado  de  otomiü  y  mando  en  el  ejército, 
como  lo  avisa  el  estandarte.  Por  el  tercero  se  subía  á  cua/uhtin 
(19  y  20)  j  &  general  Ultimo  grado  era  el  de  Tlacatecatl  (21), 
uno  de  los  generales  superiores.  Los  sacerdotes  y  novicios  alcan- 
zaban también  distinciones  militares.  La  estampa  LXYI  nos 
dice  las  insignias  que  obtenía  en  el  primero  (1),  segundo  (2), 
tercero  (3)  y  cuarto  (4)  prisionero  común;  en  el  primero  (5)  y 
segundo  (6)  prisioneros  distinguidos,  por  los  cuales  se  llegaba  al 
mando.  (1) 

Las  leyes  suntuarias,  acerca  del  vestido,  estaban  basadas  pro- 
piamente en  los  distintivos  militares.  Ni  los  señores  ni  sus  hijos 
podían  usar  mantas  labradas,  de  colores,  joyas  y  plumajes,  miéor 
tras  no  habían  hecho  una  valentía,  matando  ó  cautivando  un 
hombre  en  la  guerra,  ^os  no  principales  no  se-  podían  atar  los 
cabellos  como  valientes,  hasta  haber  muerto  ó  preso  cuatro  hom- 
bres. El  mismo  rey  electo,  para  ser  ungido,  tenía  que  salir  pre- 
viamente á  la  guerra  y  hacer  alguna  valentía;  los  prisioneros  que 
tomaba  eran  sacrificados  con  particulares  ceremonias.  (2)  Oada 
grado  tenía  determinado  vestido,  colores  y  adornos;  quien  tomaba 
traje  que  no  le  correspondía,  moría  por  ella  El  rey  usaba  una 
manta  blanca  y  azul,  llamada  xiuMümaíU,  que  era  amanera  déla 
púrpura  real;  al  visitar  los  templos  vestía  de  blanco;  en  las  so- 
lemnidades y  fiestas  variaban  los  colores  según  la  jBtiqueta;  en 
ocasiones  públicas  se  ponía  el  copiUi,  corona  ó  diadema,  de  oro 


(1)  Véase  la  explicación  del  Códice  en  Lord  Eingsborongh. 

(2)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  IV.  Tezozomoc.  IdS. 


24d 

y  piedras  furecioaas,  blanca  y  azul  como  la  manta.  Los  príncipes 
Vestían  de  icküi  ó  pita  como  los  macehmll%  si  no  habían  salido  á 
la  ffaerra;  cnando  se  habían  ya  distiniruidoy  sn  traje  era  blanco 
cdrcene&  de  colores.  Los  capitel»  traían  la  Lignia  dicha 
ikushcitauhyo.  Muy  honroso  era  el  distintivo  llamado  nacatduh- 
qviy  concedido  á  quien  mirando  huir  á  losfliyos,  con  su  ejemplo 
y  palabras  les  hacía  volver  de  nuevo  éX  combate.  (1) 

El  feZj9«fc%^*áaj^{¿26e»iiin^  podía  teñirse  el  cuerpo  de  amarillo,  la 
cara  de  rojo,  con  las  sienes  amarillas;  la  mimta  tenía  listas  de 
color  morado.  Ál  tercer  cautivo  podía  ser  elegido  para  mandar 
4  los  mancebos  del  Telpuchcálli.  Al  cuarto,  le  cortaban  el  ca- 
bello, recibiendo  título  de  capitán;  podíase  sentar  en  los  asíen- 
.  tos  llamados  icpoM  y  alternar  con  los  valientes.  Focó  importaba 
ya  cautivar  guerreros  de  los  otros  países,  siendo  preciso  que  fue- 
ran de  los  ^lemigos  de  casa.  Estos  iJcanzaban  el  dictado  de 
cwmkya^xxüy  águila  que  guía,  la  manta  rica  llamada  cttecMvM  6 
la  de  dos  colores  c&¿C(xi|Mi29Uica»ni9i^  y  bezotes  verdes  y  ama- 
riUos.  (2) 

Según  se  colige  de  los  materiales  que  á  la  vista  tenemos,  las 
órdenes  militares  eran  varías.  Los  ackoaúhtín,  príncipes,  á  la  cual 
eorrespoBdían  los  reyes  y  personas  de  sangre  real.  Los  GuanhUn, 
águilas,  para  nobles  y  grandes  señores.  El  nombre  fe^m]^^^,  se  da- 
ba en  general  á  los  valientes,  y  si  los  caballeros  sq  distinguían 
entre  sus  pares,  tomaban  el  apellido  der  euaúmuhthi,  que  eran  los 
caballeros  del  sol,  ó  como  les  llama  DunSn,  comendadores  de  las 
águila&  Estos  tenían  el  pelo  de  la  coronilla  de  la  cabeza  atado 
con  una  correa  roja,  de  la  cual  pendían  á  la  espalda  tantas  bor- 
las encamadas  cuantas  hazañas  había  rematado.  Depues  de  eje- 
cutados veinte  hechos  gloriosos  recibían  el  apellido  de  cuacMc, 
los  rapaban  dejándoles  un  mechón  de  pelo,  grueso  como  el  pul- 
gar,  sobre  la  oreja  izquierda,  pintándoles  la  cabeza  la  mitad  azul, 
la  otra  mitad  roja  ó  amarilla;  se  cubrían  con  un  maxÜaÜ  galano, 
y  una  manta  de  nequen  de  red  con  mallas  grandes.  Los  cuojcuauh- 
tín  no  podían  huir  de  diez  ni  doce  hombres;  los  cuackic  no  debían 
retroceder  ante  veinte,  por  eso  estos  cabsdleros  iban  á  la  reta- 
gaardiadel  ejército,  á  fin  de  sostenerle  en  las  sorpresas  y  derro- 

(1)  Torqnemada,  lib.  XIV,  oftp.  V. 

(2)  P.  Sahagim,  tom.  2,  pág.  331-32. 

32 


260 

tas.  Los  de  la  clase  media  y  los  plebeyos  tenían  las  órdenes  de 
los  ocdoñf  tigre  y  de  los  otomiü,  otomL  Beoibian  distíntivos  de 
pieles,  gozaban  de  muchas  excenciones,  entre  las  cuales  se  conta- 
ba la  de  tener  mancebas,  preeminencia  bien  conforme  con  solda- 
dos. Siguiendo  la  manera  de  hablar  española,  á  éstos  llaman 
caballeros  pardos,  fl^ 

Durante  la  paz  en  los  caminos  frecuentados,  en  la  guerra  hasta 
la  provincia  en  que  se  hacía,  había  establecidos  correos,  pain, 
para  recibir  prontas  noticias.  Dentro  del  imperio  existían  á  dis- 
tancias proporcionadas  ciertos  edificios  llamados  iecMaloyany  lu- 
gar donde  se  aguarda,  en  que  yÍTÍan  corredores  muy  ligeros,  siem- 
pre dispuestos  á  ponerse  en  marcha:  desde  niños  se  ejercitaban 
en  la  carrera,  trepando  sin  detenerse  las  cuestas  más  agrias.  Lúe-* 
go  que  de  un  lugar  quería  comunicarse  á  México  alguna  noticia  ó 
viceversa,  xmpa¿n  recibía  de  viva  voz  ó  por  escrito  su  despacho; 
corría  sin  descanso  hasta  la  próxima  posta,  en  que  otro  correo 
recibía  el  mensaje,  y  así  sucesivamente  hasta  su  destino:  dícese 
que  la  marcha  se  estimaba  en  cuatro  ó  cinco  leguas  por  hora, 
rindiendo  una  jomada  de  cien  leguas  en  un  dia  y  una  noche.  El 
servicio  de  postas  se  establecía  tras  el  ejército  en  campaña,  no 
teniendo  temor  de  que  los  mensajeros  fueran  detenidos,  ni  aun 
en  los  países  extraños,  pues  eran  respetados  de  todos,  gozando 
de  grandes  inmunidades.  (2) 

Denotaba  el  traje  del  pain  el  carácter  del  mensaje  de  que 
era  portador.  El  cabello  atado  con  una  cinta  de  color  y  una  man- 
ta ceñida  al  cuerpo,  significaba  noticias  indiferentes,  de  marchas, 
movimientos  ¿c.  El  pelo  suelto  esparcido  sobre  el  rostro,  señal 
era  de  desastre;  venía  sin  hablar  palabra,  entrándose  al  palacio  á 
dar  cuenta  á  su  señor;  nada  tenían  que  preguntar  las  gentes  de 
la  ciudad,  y  entendiendo  que  los  suyos  habían  sido  derrotados 
se  entregaban  á  duelo  y  llanto.  Grande,  por  el  contrario,  era  el 
alborozo,  cuando  el^m  llegaba  con  la  rodela  embrazada,  blan- 
diendo el  macuahuitl,  trenzado  el  cabello,  ceñido  un  lienzo  blan- 
co, é  iba  por  las  calles  esgrimiendo  y  haciendo  gentilezas,  (3) 
era  señal  de  victoria. 

(1)  Duran,  segunda  parte,  oap.  XI.  MS.  Acosta,  lib.  VI;  cap.  XXVI. 

(2)  Torquemada,  lib.  XTV,  cap.  I.  AcoBta,  lib.  VI,  cap.  X. 

(3)  Torquemada,  loco  cit. 


261 

Ganada  nna  batalla,  los  mensajeros,  que  entonces  tomaban  el 
nombre  particular  de  tequipantitlarUiy  daban  la  noticia  al  rey;  és- 
te les  hacía  guardar  hasta  que  se  confirmasen  las  nuevas,  pues 
si  salían  &lsas,  recibían  aquellos  la  muerte.  El  general  vencedor 
contaba  los  cautivos,  separados  los  de  cada  nacionalidad  ó  capi- 
tanía, y  con  cuenta  y  razón  cierta  enviaba  «n  capitán,  que  rati- 
ficando la  noticia  por  completo,  determinaba  que  el  rey  diera 
libertad  á  los  primeros  teqúipa/iídiücmti.  (1) 

El  ejército  victorioso  era  recibido  en  la  ciudad  en  medio  del 
regocijo  público;  el  monarca  recompensaba  ampliamente  á  los 
guerreros  que  se  habían  distinguido,  promoviéndolos  á  los  gra- 
dos que  les  correspondía.  Los  prisioneros,  recibidos  con  cierta 
solemnidad,  eran  custodiados  en  los  calpulli,  para  ser  sacrifica- 
dos en  la  fiesta  para  que  fueron  tomados.  Al  rey  se  le  recibía  de 
una  manera  espléndida,  con  todos  los  honores  del  triunfo.  Oaso 
de  un  revés,  los  guerreros  penetraban  en  la  ciudad  confusos  y 
en  silencio;  las  familias  lloraban  sus  deudos  perdidos^  siguién- 
dose la  ceremonia  general  de  las  esquías  por  los  difuntos.  (2) 


(1)  8&hBgtm,  tom.  2,  pág.  627-28. 

(2)  Tezozomoc.  H8. 


Capítulo  iii. 

IHgrMtdeá  eitües  y  miUtare$.--Coutígo  de  un  miofr  rebálde^-^LoB  viercaderei.'^MO' 
nóda.-^Deohradan  dó  guerra.  •^Embc0adores.^^uece$  y  tribunales.  '■^AckrUniiíra' 
don  dejueUda.^'üáreéUe, — Legis(iaei<m.--Embriaguee, 

LA  lámina  liXYI  del  Códjpe  Mendocino  tennina  mostrando 
los  nombres,  trajes  é  insignias  de  algnnos  de  los  magnates 
de  la  corte  mexicana.  Oon  su  verdadera  ortografía  aparecen  el 
Caanhnochtli  (7),  Tlilancalqni  (8),  Atempanecatl  (9),  Ezhoa- 
hnacatl  (10),  Tlacochcalcatl  (11),  Tezcacoacatl  (12),  Caauhjahaa* 
catl  (13),  Tocuiltecatl  (14).  Nada  explica  acerca  de  ellos  el  in- 
térprete del  Códice;  probaremos  nosotros  á  decir  lo  que  alcan- 
zamos. 

Los  m^xica,  durante  el  tiempo  de  sn  servidumbre,  reconocie- 
ron entre  sí  algunas  diferencias  nobiliarias,  así  de  individuos 
como  de  familias;  pero  la  verdadera  institución  de  la  nobleza  no 
vino  á  tener  lugar,  hasta  que.  roto  el  yugo  de  los  tepaneca,  el  rey 
Itzcoatl,  á  fin  de  premiar  á  los  guerreros  dignos,  inventó  los 
gradoB,  con  sus  distintivos  y  preeminencias.  De  entonces  quedó 
determinado,  que  después  de  electo  el  rey,  se  eligiesen  de  entre 
los  hermanos  suyos  ó  parientes  más  próximos,  cuatro  persomÉP 
que  componían  el  consejo  supremo,  sin  cuyo  parecer  nada  se  de- 
terminaba y  de  entre  los  cuales  se  nombraba  el  siguiente  mo- 
narca. El  primero  en  dignidad  era  el  Tlacochcalcatl^  señor  ó  prín- 
cipe de  la  casa  de  los  dardos  6  varas  arrojadizas,  especie  de  ge- 
neral en  jefe  del  ejército,  y  puesto  casi  constantemente  ocupado 
por  quienes  subieron  al  trono  de  México.  Segundo  era  el  TZoca- 


263 

ieoMy  corta  hombres  ó  oeroenador  de  hombres;  seguía  el  tercero, 
el  Ezlm(ihvafíaü^  el  que  derrama  sangre  arañando  ó  rasguñando; 
cuarto  taé  el  TUlanccdquiy  el  señor  de  la  casa  negra  ó  de  la  ne- 
grura. (1)  De  éstos,  tres  corresponden  á  los  números  11, 10  y  8 
del  Gód.  Mendocino.  | 

El  Tlaoate(xsU  era  especie  de  juez  que  conocía  de  las  causas 
civiles  y  criminales,  de  cuyo  tribunal  se  podía  apelar  al  juez  su- 
premo ó  tribunal  superior  del  Cihuaooatl.  Este  Cihuaooatl  sólo 
cedía  en  dignidad  al  rey,  aunque  no  siempre  gozó  de  las  mismas 
prerogativas.  El  Gtiauhnochtli  y  el  TlaíbÜac  eran  asesores  del 
lüacatecatl,  y  el  ünauhnochUiy  ademas,  ejecutaba  por  su  mano  las 
sentencias  de  los  jueces.  (2) 

El  AtempanecaÜ^  señor  de  la  orilla  del  agua,  parece  por  su 
nombre  el  encargado  del  régimen  de  las  aguas  en  la  ciudad  y  los 
lagos.  Texoaeocuxxtl,  que  parece  ser  un  grado  militar.  El  intér- 
prete del  Códice  escribe  para  el  número  13  Tipocy^üiísacaU,  No 
encontramos  la  relación  entre  el  nombre  de  la  persona,  y  el  je- 
roglífico expresado  por  un  vaso  de  madera,  conteniendo  el  licor 
espumoso  ocüi.  En  nuestro  concepto  debe  leerse  Cuauhyahucuxiü^ 
como  en  el  núm.  18  de  la  lista  de  la  nobleza  de  Itzcoatl,  (3)  la 
persona  que  rodea  el  bosque  ó  la  cerca.  El  número  14  del  intér- 
prete, escrito  TodnJteooiJlly  es  error  de  pluma,  cometido  en  las  co- 
pias por  TocuüecaÜ. 

La  lámina  LXVll  del  Oódiee  refiere  un  acto  de  Justicia.  Dis- 
ponía la  legislación  mexicana,  que  si  algún  señor  de  provincia  se 
rebelaba,  sufriera  pena  de  muerte  estrangulado,  quedando  su  £a- 
milia  reducida  á  servidumbre.  El  encargado  de  estas  ejecucio- 
nes era  el  Hvitmahucjicoü  (1)  los  ejecutores  ó  verdugos  (2  y  4)  pa- 
snban  un  dogal  al  cuello  del  culpable  (3),  tirando  de  los  esl^emos 
hasta  dejarle  sin  vida,  la  mujer  y  los  hijos  (5  y  6)  eran  puestos  en 
colleras  como  esclavos.  El  Huitznahuacteohuatzin  era  coadjutor 
del  Mexicatlteohuatzin,  (4)  de  manera  que  este  cargo  era  sacer- 
dotal, y  así  lo  explica  la  estampa. 

Durante  el  tiempo  que  los  méxica  vivieron  confinados  en  su  is- 


(1)  P.  Duran,  príznera  jarte,  cap.  XI.  Acoeta,  lib.  VI,  cap.  XXV. 

(2)  Torquemada,  lib.  XI,  cap.  XXV. 
(8)  P.  DunSn,  primera  parte,  pág.  98. 
(4)  Tooeqaemada,  Ub.  IX,  cap.  YL 


254 

la  y  en  la  servidumbre,  ningún  comercio  entablaron  con  los  de 
la  tierra  firme.  Aflojados  un  tanto  los  lazos  por  los  reyes  tepa- 
ñecas,  la  pesca  en  los  lagos  les  servia  para  procurarse  los  artícu- 
los de  que  carecían,  que  casi  eran  todos,  y  su  pequeño  tráfico  se 
circunscribía  á  los  pueblos  de  las  márgenes  á¿  la  laguna.  Desde 
los  tiempos  de  Itzcoatl  y  á  medida  que  se  extendieron  las  con- 
quistas de  aquel  pueblo  batallador,  la  esfera  de  actividad  se  fué 
ensanchando  hasta  terminar  en  las  naciones  más  lejanas,  estuvie- 
ran ó  no  sometidas  al  imperio.  En  los  últimos  tiempos,  el  gremio 
6  clase  de  Iqs  mercaderes,  pocktecay  estaba  perfectamente  orga- 
nizado, con  sus  ordenanzas  propias,  gozando  dé  muchas  y  gran- 
des inmunidades.  Estas  distinciones  no  provenían  únicamente 
de  las  riquezas  de  que  eran  poseedores,  pues  si  la  profesión  era 
de  las  más  honradas,  provenía  de  los  grandes  servicios  prestados 
á  la  nación.  Cumpliendo  su  intento  principal  de  traficantes,  lle- 
vaban lienzos,  joyas,  los  productos  de  la  industria  méxica  y  hasta 
esclavos  hombres,  mujeres  y  niños,  para  traer  de  retorno  los  ar- 
tefactos de  los  otros  países,  las  producciones  raras  y  curiosas 
buscadas  en  México  para  la  comodidad  ó  la  moda  de  los  ricos  y 
de  los  nobles,  el  número  de  los  diversos  artículos  enumerados 
por  los  autores.  Huma  la  atención  por  su  variedad  y  valor.  Ob- 
servaban las  provincias  lejanas,  formaban  planos  de  los  caminos 
y  de  las  comarcas,  recogían  datos  estadísticos^debiéndoseles  con 
esto  los  conocimientos  geográficos  y  el  adelantamiento  de  la  cien- 
cia. Ademas  de  viajeros  hábiles  eran  espías  inteligentes,  toman- 
db  nota  de  la  población,  de  los  recursos  para  la  defensa,  infor- 
mando á  los  monarcas  de  México  las  ventajas  que  podrían  sacarse 
en  la  conquista,  los  obstáculos  que  se  presentarían,  y  la  manera 
de  allanarlos.  Iban  también  como  embajadores  á  cobrar  los  tri- 
butos ó  á  declarar  la  guerra;  tomandcyal  oficio  de  soldados  com- 
batían á  las  tribus,  habiendo  vez  que  se  apoderaran  de  una  pro- 
vincia, conservándola  para  el  imperio. 

La  residencia  del  tribunal  de  los  mercaderes  estaba  en*Tlate- 
lolco.  "EL  pocktecaU  ambulante  que  recorría  los  tianquizíU  6  merca- 
dos obraba  por  su  propia  cuenta,  aunque  sujeto  á  las  ordenanzas 
del  ramo.  Las  expediciones  á  países  remotos  se  organizaban  en 
grandes  caravanas.  Al  efecto  se  reunían  en  Tlatelolco  cuantos 
querían  ser  de  la  partida;  elegían  un  pochteaMoUoqtie  6  jefe,  bajo 
cuyo  mando  se  ponían:  se  arreglaban  las  cargas  enpeílacalUf  arcas 


255 

• 

tejidas  de  cañas  faertes  y  forradas  de  caero,  ó  bien  en  tapextli  j 
oacaxüi;  como  carecían  de  bestias  de  carga,  contrataban  el  sufi- 
ciente número  de  cargadores  ó  tiamama;  recibían  los  encargos  de 
las  personas  que  apetecían  vender  ó  adquirir  algo  del  extranjero, 
y  tomaban  á  su  cai^o  los  muchachos  que  sus  familias  entregaban 
al  gremio  para  hacerles  mercaderes. 

Beunidos  en  la  casa  del  pocktecaUatoque  éste  les  daba  un  con- 
vite, y  se  tomaban  las  últimas  determinaciones.  Fijábase  el  dia 
de  la  partida  en  signo  fausto,  siendo  el  mejor  el  Oecohwxtl.  A  la 
media  noche  invocaban  al  sol  fuego,  á  Tlaltecutli,  tierra,  y  á 
Tiacateontli,  el  que  guía,  ó  Yacoliuqui,  el  de  la  nariz  aguileña, 
dios  de  los  mercaderes;  ofrecían  codornices  al  sol,  papeles  gotea- 
dos con  uUi  derretido,  sin  olvidar  á  Zacatzontli  y  á  Tlacotzontli, 
dioses  del  camino;  sacábanse  también  sangre  de  orejas  y  lengua. 
Daban  aviso  de  su  partida  al  rey,  quien  ya  les  daba  presentes 
para  los  señores  amigos,  ya  les  encargaba  atalayasen  alguna  pro- 
vincia, en  cuyo  caso  les  daba  por  vía  de  gastos  1,600  cuacMJi^  que 
se  repartían  por  mitad  entre  les  traficantes  méxica  y  tlatelolca  (1) 

Oaminaban  llevando  en  las  manos  un  bordón  de  palo  negro, 
liso  y  sin  nudos  llamado  ocanecuíBiy  imagen  de  Yiacatecutli,  y  un 
mosqueador  grande,  tzacuUhuaeUi,  de  plumas,  papel  ó  madera' del- 
gada. Formando  laicas  hileras  uno  tras  otro,  rendían  las  joma- 
das de  costumbre,  y  por  la  noche  reunían  todos  los  bordones 
enhiestos,  atándolos  por  el  medio  con  una  cinta,  haciendo  sacri- 
ficio de  su  sangre  ante  aquellos,  dos  ó  tres  veces  durante  la  os- 
curidad. (2)  Por  los  caminos  había  construidas  grandes  chozas, 
reparadas  después  de  cada  estación  de  aguas,  que  así  servían  de 
abrigo  á  estas  caravanas,  como  á  los  viajeros  comunes. 

Por  tierras  amigas  iban  seguros  y  llevaban  poco  temor;  pene- 
trando en  tierras  independientes  y  enemigas  se  hacían  anunciar 
para  que  los  señores  les  recibieran,  y  si  era  provincia  extraña  se' 
prevenían  con  sus  armas,  alzaban  sus  estandartes,  y  en  son  de 
guerriw  rendían  jomada  de  dia  y  se  aposentaban  por  la  noche. 
Ias  caravanas  pacíficas  llegadas  á  Tochtepec  se  ^fraccionaban  se- 
gún destino  de  cada  una;  unas  fracciones  se  dirigían  á  Xicalanco, 
otras  tomaban  para  las  lejanas  provincias  de  Chiapan,  atravesa- 

(1)  SiOiagim,  tom.  II,  pág.  342. 

(2)  'OMEqnemada,  Ub.  VI,  eiqp.  XXVm. 


256 

ban  el  Xoconochco  y  penetrabaü  en  Cuauhtemallan.  Los  poohteca 
espías  caminaban  de  nocke,  yestidos  con  el  trajei  contrahaciendo 
las  costumbres  y  hablando  el  lenguaje  del  pueblo  que  iban  á  es- 
tudiar, se  introducían  por  pequeños  grupos,  eyitando  despertar 
sospechas  y  esparciéndose  por  diversos  puntos:  tomab^i  el  nom- 
bre particular  de  ncihualoztorieccbi  Los  traficantes  en  esclayos  se 
decían  ieyajc¡kua¡é>\vmd. 

Mientras  duraba  el  viaje,  los  parientes  de  los  mercaderes  que 
en  la  ciudad  quedaban,  no  se  lavaban  la  cabeza,  aun  cuando  se 
bañaran,  sino  de  ochenta  en  ochenta  dias.  8i  tenían  noticia  de 
haber  fallecido  alguno  en  el  camino,  hacían  las  exequias,  y  des- 
pués de  cuatro  días  se  lavaban  la  cabeza.  Si  perecía  en  la  guerra, 
hacían  su  estatua  con  rajas  de  ocdSL  y  la  quemaban,  cual  si  se 
tratara  de  soldados.  (1)  Muerto  en  el  camino  un  foótóeooñ^  sus 
compañeros  ponían  al  cadáver  su  tenü/eü  y  demás  insignias»  pin- 
tábanle de  negro  los  ojos  y  de  colorado  al  rededor  de  la  boca, 
atábanle  fuertemente  á  un  ca/coMi^  y  le  dejaban  de  pié  arrimado 
á  un  palo  hincado  en  tierra,  en  lo  alto  de  alguna  montana;  ahí  se 
consumía  el  cuerpo,  y  decían  que  no  había  muerto,  sino  que  ha- 
bía ido  á  morar  al  soL  (2)  Así  entre  los  assteoa,  la  ocupación  del 
mercader  se  equiparaba  con  la  del  guerrero;  esa  pzof  esion,  pací- 
fica entre  todos  los  pueblos,  para  los  méxica  era  militar,  toman- 
do los  dos  matices  predominantes  de  su  civilización,  la  guerra  y 
el  servicio  de  los  dioses. 

Cuando  volvían,  entraban  de  noche  en  la  ciudad,'  esperando 
los  signos  prósperos  oBodUi  y  cAicomeoofllí;  daban  un  convite  á  sus 
parientes  haciendo  sus  ofrendas  y  sacrificios  á  Xiuhteoutli  j 
Yiacatecutli.  Presentábanse  al  rey,  bien  para  entragarle  los  rega- 
los que  en  retomo  traían  de  los  señores  amigos,  bieii  para  ren- 
dir los  informes  de  que  habían  sido  encargados.  Becompensaba 
el  monarca  los  buenos  servicios  con  dádivas  ó  distinciones,  lo 
cual  acrecía  la  importancia  del  gremio.  Esta  creciente  importan- 
cia fué  más  de  una  vez  motivo  de  celos  para  la  nobleza.  (8) 

Hacían  el  comercio  por  medio  del  trueque  de  los  objetos,  con- 
frontados según  su  valor:  carecían  en  lo  absoluto  de  la  moneda 

(1)  ToiqaeiBadá,  lib.  XIY,  cap.  XXVII. 

(2)  P.  Saluiguii,  tom.  H,  pág.  858. 

(8)  Para  lo  relativo  á  los  mercaderes  Téaae  Sahagan,  Ub.  IX,  cap.  I  al  XZV. 


i 


257 

acuñada,  mas  empleaban  para  suplirla  ciertos  productos  que 
servían  como  pecunia  en  las  transacciones  mercantiles.  Oinco 
distintas  cosas  conocemos.  El  cacao  de  mejor  clase,  cuyos  granos 
escc^dos  se  contaban  por  bolsas  de  8,000  almendras,  xiqmpitti; 
si  la  mercancía  era  de  gran  Talor  se  computaba  por  sacos  de  tres 
xiquipiRié  24,000  granos.  "Estos  árboles  (los  del  cacao),  son  te- 
nidos en  grande  estima,  porque  los  tales  granos  son  la  principal 
moneda  que  corre  en  la  tierra,  y  vale  cada  uno  como  un  medio 
marchetto  (1)  de  los  nuestros.  Esta  moneda,  aunque  muy  incó- 
moda, es  la  más  común  después  del  oro  y  la  plata,  y  la  que  más 
se  usa  de  cuantas  hay  en  aquella  tierra."  (2)  Algunas  de  las  pro- 
vincias sometidas  ps^aban  al  imperio  gruesas  cantidades  en  ca- 
cao, ya  para  preparar  ciertas  bebidas,  ya  del  destinado  para  la 
compra;  de  esta  última  dase  encontraron  los  castellanos  cantidad 
de  cargas  cuando  se  aposentaron  en  el  palacio  de  AxayacatL 
"Gómese  verde  desde  que  se  comienzan  á  cuajar  las  almendras,  y 
es  sabroso,  y  también  lo  comen  seco,  y  esto  pocos  granos  y  po- 
cas veces;  mas  lo  que  más  generalmente  de  él  se  usa  es  para  mo- 
neda, y  corre  por  toda  esta  tierra:  una  carga  tiene  tres  números, 
vale  ó  suma  este  número  ocho  mil,  que  los  indios  llaman  xiqui*- 
I»lli;  una  carga  son  veinticuatro  mil  almendras  ó  cacaos:  adonde 
se  coje  vale  la  carga  eimoo  ó  seis  pesos  de  oro,  llevándolo  la  tierra 
adentro  va  creciendo  el  precio,  y  también  sube  y  baja  conforme 
al  año,  porque  en  buen  año  multiplica  mucho."  (3)  Según  lo  in- 
dica esta  autoridad,  y  lo  confirma  ampliamente  la  historia,  el  uso 
del  cacao  como  moneda  se  continuó  en  los  tiempos  inmediata- 
mente posteriores  á  la  conquista,  siendo  constante  que  la  cos- 
tumbre duró  los  tres  siglos  de  la  dominación  española,  y  vino  á 
terminar  algunos  anos  después  de  la  independencia  del  país. — 
''Esta  era  la  moneda  antigua  con  que  los  indios  comerciaban  las 
cosas  necesarias  en  las  ferias,  que  llaman  Tianguis,  y  hasta  el 
dia  de  hoy  se  observa  para  lae  cosas  menudas  usar  el  cacao  para 
las  compras:  siémbrase  dentro  de  las  huertas  del  cacao  otros  ár- 
boles que  llaman  Quauhpatlachtli,  son  muy  altos  y  sombríos, 

(1)  "IConeda  peqaeila  de  cobre  con  la  efigie  de  San  Máxooe,  qoe  Tale  eoea  de  doa 
(Mntaros  de  franeo"  (como  tres  centaToe  de  nuestro  real  mexicano). — ^Noto  de  Ter- 


(2)  Conqoietador  anónimo,  en  Oazcíá  Icazbalceta,  Doe.  tom.  I,  pág.  8S0. 

(3)  Motolínia,  qrad.  García  Icazbaloeta,  Doe.  tom.  I,  pág;  190. 

33 


258 

onya  fnxta  es  comestible,  aunque  es  cálida,  y  es  á  la  manera  de 
almendras^  más  dura  que  la  del  cacao,  j  no  sirve  para  el  choco- 
latCi  sirre  para  moneda,  y  desta  se  da  por  limosna  á  los  indios 
pobres  que  piden  de  puerta  en  puerta,  y  llámase  cacao  paUach'* 
tli"  (1)  Así,  pues,  desde  los  tiempos  antiguos,  fuera  del  cacao, 
había  la  almendra  denominada  paüachüi  que  también  servía  de 
moneda. 

Para  el  mismo  empleo  usaban  de  mantas  de  algodón  llamadas 
cuachtU,  y  de  otras  denominadas  píxtóUniacktli,  "aunque  corrom- 
''piendo  el  vocablo,  los  españoles  les  llamaron  jxx^ofe^  coachd^.*'  (2) 
Conforme  al  mismo  Torquemada,  loco  cit.:  "En  otras  (partes  ó 
''provincias)  usaban  mucho  de  unas  monedas  de  cobre  casi  de 
''hechura  de  Tau  T,  de  anchor  de  tres  ó  cuatro  dedos,  y  erii  plan- 
''chuela  delgada,  unas  más  y  otras  menos,  donde  había  mucho 
"oro."  Dos  ejemplares  de  este  objeto  hemos  examinado  en  el 
Museo  Nacional,  y  hasta  ahora  le  habíamos  tenido  por  moneda 
siguiendo  las  doctrinas  del  repetido  Torquemada,  de  Clavigero  (3)  . 
y  del  Sr.  D.  Femando  Bamírez,  (4)  quien  le  compara  por  la  for- 
ma al  instrumento  cortante  denominado  tajadera;  mas  ahora  es- 
tamos inclinados  á  mudar  de  opinión  y  á  tener  el  mencionado 
objeto,  mejor  que  como  moneda  para  lo  cual  no  se  presta  por  el 
tamaño  ni  por  la  figura,  como  instrumento  de  agricultura  según 
indica  el  capitán  Dupaix.  Véase  lo  escrito  acerca  de  esta  mate- 
ria por  el  Sr.  D.  Jesús  Sánchez.  (5) 

Lo  que  servía  indisputablemente  para  comprar  era  el  polvo 
de  oro  encerrado  en  cañones  trasparentes  de  pluma.  (6)  Ya  en 
los  tñbutos,  ya  en  diversas  relaciones  se  hace  mención  de  tejue- 
los de  oro,  de  más  ó  menos  peso,  que  presumimos  servían  tam- 
bién en  las  contrataciones  para  pagar  las  cosas  de  mucha  estima. 
D.  Hernando  Cortes  nos  informa  que  buscando  estaño  para  fun- 
dir artillería,  "topé  entre  los  naturales  de  una  provincia  que  se 
''dice  Tachco,  ciertas  piecezuelas  de  ello,  á  manera  de  moneda 
"muy  delgada,  y  procediendo  por  mi  pesquisa  hallé,  que  en  la 

(1)  Vetancourt,  Teatro  Mexicano.  P.  1.  T.  2,  niím.  165. 

(2)  Torquemada,  lib.  XTV,  cap.  XTV. 

(3)  Hiflt  antíg.,  üb.  VII. 

(4)  Notas  y  aclaraciones  á  Prescott,  tom.  UI;  pág.  102. 

(5)  Anales  del  Museo  Nacional,  tom.  I,  pág.  393. 

(6)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XIV. 


/ 


259 

^'dicha  provincia  y  ánn  en  otras  se  trataba  por  moneda."  (1)   El 
conquistador  no  suministra  otras  indicaciones. 

'^a  moneda  de  que  usaban  (en  Yucatán),  era  campanillas  j 
'^'cascabeles  de  cobre,  que  tenían  el  valor  según  la  grandeza,  y  unas 
'^conchas  coloradas  que  se  traían  de  fuera  de  esta  tierra,  de  que 
^'hacían  sartas  á  modo  de  rosarios.  También  servían  de  moneda 
'los  granos  del  cacao,  y  de  éstos  usaban  más  en  sus  contratacio- 
''nes,  y  de  algunas  piedras  de  valor,  y  hachuelas  de  cobre  traídas 
''de  la  Nueva  España,  que  trocaban  por  otras  cosas,  como  en  to- 
**das  partes  sucede."  (2) 

Poco  antes  hemos  dicho  que  el  rey  de  México  daba  por  vía  de 
gastos  á  los  mercaderes  1,600  ciuzchüi,  á  los  cuales  da  el  Padre 
Sahagun  el  nombre  de  toldillos.  (3)  Bnstamante,  anotador  de  la 
obra,  pone  por  nota:  ''Era  una  moneda  que  consistía  en  unos 
"pedazos  de  cobre  cortados  en  figura  *de  T.  Clavigero,  tom.  I, 
^'pág.  349."  Como  se  advierte,  la  explicación  es  absolutamente 
falsa.  En  el  pasaje  citado,  por  error  de  imprenta  en  lugar  de 
cuachüi  se  lee  quauhtli  (cuauhtU)j  águila.  De  este  descuido  se  sir- 
ve el  Sr.  Brasseur  para  lanzarse  á  los  espacios  imaginarios.  "El 
nombre  sólo  bastaría  para  llamar  la  atención,  dice,  porque  indi- 
ca una  forma  ó  una  marca  muy  conocida'  en  Europa;  solo  que  el 
autor  olvida  decir,  al  designarla  como  moneda  para  hacer  cam- 
bios, cuáles  eran  su  forma  y  su  valor.  Suponemos  que  debía  ser 
de  oro,  &a"  (á)  Ya  sabemos  que  el  cttachtU  era  una  manta  de 
algodón. 

El  robo  hecho  á  los  mercaderes  en  una  provincia,  no  recibir- 
los de  buen  grado,  darles  muerte,  eran  causa  para  que  los  reyes 
coligados  de  México,  Texcoco  y  Tlacopan  declararan  la  guerra.  (5) 
Los  embajadores  eran  también  sagrados  entre  aquellos  pueblos, 
7  las  afrentas  que  se  les  hacían  eran  irremisiblemente  vengadas 
por  la  guerra.  (6)  Narra  estas  prácticas  la  estampa  LXYII  del 
Códice.  Los  habitantes  de  un  pueblo  distante  (7  y  11),  asaltan 
y  dan  muerte  á  los  tlamama  (9  y  10),  quitándoles  las  mercaderías 

(1)  Ottrtas  de  reladon,  Loretusana,  pág.  379. 

(2)  CogoUndo,  lib.  IV,  cap.  IIL 
X3)  Sahagnn,  tom.  11,  pág.  342. 

(4)  Brasseur  de  Bonrboorg,  tom.  III,  pág.  628. 

(5)  Sahagim,  tom.  n,  pág.  357. 
<6)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  I. 


260 

(8)  simbolizadas  en  el  cacaxtli  y  quimüli  de  ropa,  que  eran  de  los 
mercaderes  según  indican  el  mosqueador  redondo  y  el  bordón» 
Después  del  desastre,  conforme  lo  dicen  los  xopaRi  ó  huellas  hu- 
manas, los  mercaderes  se  pusieron  en  huida  (15  y  16),  persegui- 
dos á  flechazos  por  los  robadores  (17).  Más  abajo  unos  embaja- 
dores (19  y  20),  distinguibles  en  el  bordón  y  mosqueador  agudo^ 
son  perseguidos  por  los  enemigos  6  rebeldes  (18  y  21). 

A  estos  atentados  seguía  la  declaración  de  guerra.  Curioso  era 
el  derecho  público  en  este  punto,  y  la  descripción  la  tomaremos 
de  Ixtlilxochitl.  (1)  ''Cuando  se  había  de  hacer  alguna  entrada 
ó  guerra,  dice,  contra  algún  señor  de  las  provincias  remotas,  ha- 
bía de  ser  por  causas  bastantes  que  hubiese  para  ello,  que  eran» 
que  este  tal  señor  hubiese  muerto  á  los  mercaderes  que  iban  á 
tratar  y  contratar  en  su  provincia,  no  consintiendo  trato  ni  co^ 
municacion  con  los  de  acá  (porque  estos  tres  cabezas  fundaban 
su  señorío  é>imperio  sobre  todas  las  demasj  por  el  derecho  que 
pretendían  sobre  toda  la  tierra  que  había  sido  de  los  tolteoas, 
cuyos  suc^ores  y  herederos  eran  ellos;  y  pdr  la  posición  y  nue- 
*  va  población  que  de  ella  tuvo  el  gran  Chichimeca  Xolotl  su  an- 
tepasado), para  lo  cual  todos  tres  en  consejo  de  guerra,  con  sus 
capitanes  y  consejeros  se  juntaban  y  trataban  del  orden  que  se 
había  de  tener^  y  la  primera  diligencia  que  se  hacía  era,  que  iban 
ciertos  mensajeros  de  los  mexicanos,  que  llamaban  Cuacuauh- 
nochtzin,  y  éstos  les  requerían  á  los  de  la  provincia  rebelada^  en 
especial  á  todos  los  ancianos,  juntando  para  ello  cantidad  de 
viejos  y  viejas,  á  quienes  de  parte  de  los  tres  cabezas  requerían 
y  decían,  que  ellos  como  personas' que  habían  de  padecer  Itua  ca* 
lamidades  y  trabajos  que  causaban  las  guerras,  si  su  señor  se 
desvanecía  en  no  admitir  la  amistad,  protección  y  amparo  del 
imperio,  pues  tenían  experiencia  de  todo,  le  fuesen  á  la  mano  j 
procurasen  de  que  enmendase  el  avieso  y  desacato  que  habían 
tenido  contra  el  imperio,  dentro  de  veinte  dias  que  les  daban  de 
término;  y  para  que  no  dijesen  en  ningún  tiempo,  que  violenta- 
mente habían  sido  conquistados  y  ganados,  les  daban  cierta  can- 
tidad de  rodelas  y  macanas.  Y  se  ponían  estos  mensajeros  en 
cierta  parte,  en  donde  aguardaban  la  resolución  de  la  república 
y  de  los  ancianos  de  la  tal  provincia;  los  cuales  respondían  lo 

(1)  Hist  Chichimeca,  cap.  XXXVm,  MS. 


261 

que  á  ellos  parecía,  ó  dentro  del  término  referido  allanaban  al 
señor,  y  entonces  dándoles  sn  fe  y  palabra  de  nanea  ser  contra- 
rio al  imperio,  dejar  entrar  y  salir,  tratar  y  contratar  á  los  mer* 
oaderes  y  gente  de  él,  enviando  cierto  presente  de  oro,  pedre- 
ría, plumas,  mantas,  era  perdonado  y  admitido  por  amigo  del 
imperio." 

^'Y  si  no  hacía  esto,  cumplidos  los  veinte  días,  llegaban  á  esta 
sazón  otros  mensajeros,  que  eran  naturales  de  la  ciudad  de  Tex- 
coco,  de  los  acolbuas,  llamados  Achcacaulitsán,  que  eran  de  aque- 
llos jueces  que  en  otra  parte  se  dijeron  pesquisidores,  los  cuales 
daban  su  embajada  al  mismo  señor  de  la  tal  provincia  y  á  todos 
los  naturales  y  caballeros  de  bu  casa  y  linaje,  apercibiéndoles, 
que  dentro  de  otros  veinte  dias  que  les  daban  dej^érmino,  se  re- 
dujesen á  paz  y  concordia  con  el  imperio,  con  apercibimiento, 
que  si  se  cumplía  el  termino  y  no  se  allanaban,  que  sería  el  señor 
castigado  con  pena  de  muerte,  conforme  á  las  leyes  que  dispo- 
nían hacerle  la  cabeza  pedazos  con  una  porra,  si  no  morían  en 
batalla  ó  cautivos  en  ella  para  ser  sacrificados  á  los  dioses,  y  los 
demás  cabaUeros  de  su  casa  y  corte  asimismo  serían  castigados 
cpnf orme  á  la  voluntad  de  los  tres  cabezas  del  imperio.  Habien- 
do hecho  este  apercibimiento  al  señor  y  á  todos  los  nobles  de  su 
provincia,  si  dentro  de  los  veinte  dias  se  allanaban,  quedábanlos 
de  la  provincia  obligados  de  dar  un  reconocimiento  á  las  tres  ca- 
bezaSi  en  cada  un  año,  aunque  moderado,  y  el  señor  perdonado 
con  todos  los  nobles  y  admitido  en  la  gracia  y  amistad  de  las 
tres  cabezas.  Y  si  no  quería,  luego  incontinente  le  ungían  estos 
embajadores  el  brazo  derecho  y  la  cabeza  con  cierto  licor  que 
llevaban,  que  era  para  esforzarle  á  que  pudiese  resistir  la  furia 
del  ejercito  de  los  tres  cabezas  del  imperio,  y  así  mismo  le  po- 
nían en  la  cabeza  un  penacho  de  plumería  que  llamaban  tecpüoÜ, 
.  atado  con  una  correa  colorada,  y  le  presentaban  muchas  rodelas, 
macanas  y  otros  adherentes  de  guerra,  y  luego  se  juntaban  con 
los  otros  primeros  embajadores,  aguardando  á  que  se  cumpliese 
el  término  de  los  veinte  dias." 

^'Y  cumplido,  no  habiéndose  dado  de  paz,  á  esta  sazón  llega- 
ban terceros  embajadores,  que  eran  de  la  ciudad  de  Tlacopan,  da 
nación  tepaneca,  y  tenían  la  misma  dignidad  y  oficio  que  los  de- 
mas,  los  cuales  daban  su  embajada  de  parte  de  los  tres  cabezas 
del  imperio  á  todos  los  capitanes,  soldados  y  otros  hombres  de 


262 

milicia^  apercibiéudoles  por  últiiqo  apercibimiento,  qne  como 
tales  personas  habían  de  recibir  los  golpes  y  trabajos  de  la  gue- 
rra,, qne  procurasen  dentro  de  veinte  dias  dar  la  obediencia  al 
imperio,  qne  serian  perdonados  y  admitidos  en  su  gracia;  donde 
no,  pasado  el  tiempo,  vendrían  sobre  ellos  y  á  fuego  y  sangre 
asolarían  toda  la  provincia,  y  se  quedarían  por  esclavos  todos  los 
cautivos  en  ella,  y  los  demás  por  tributarios  vasallos  del  impe- 
rio. Los  cuales,  si  dentro  de  este  término  se  rendían,  sólo  el  se- 
ñor era  castigado,  y  la  provincia  quedaba  sujeta  á  dar  algún  más 
tributo  y  reconocimiento,  y  esto  había  de  ser  en  las  rentas  per«> 
tenecientes  al  señor;  y  donde  no,  cumplidos  los  veinte  dias,  estos 
embajadores  tepanecas  daban  á  los  capitanes  y  hombres  milita- 
res de  aquella  provincia,  rodelas  y  macanas,  y  se  juntaban  con 
los  otros,  y  luego  juntos  se  despedían  del  señor,  de  la  república 
y  de  los  hombres  de  guerra,  apercibiéndoles  que  dentro  de  otros 
veinte  dias,  estarían  los  tres  cabezas  ó  sus  capitanes  con  ejército 
sobre  ellos  y  ejecutarían  todo  lo  que  les  tenían  apercibido.  Y 
cumplidos  luego  se  dábala  batalla,  porque  ya  á  esta  sazón  había 
venido  marchando  el  ejército,  y  conquistados  y  ganados  que  eran, 
se  ejecutaba  todo  lo  atrás  referido,  repartiendo  las  tierras  y  los 
tributos  entre  los  tres  cabezas:  al  rey  de  México  y  al  de  Texcoco 
por  iguales  partes,  y  al  de  Tlacopan  una  cierta  parte,  que  era 
como  la  quinta;  aunque  se  tenía  atención  de  dar  á  los  herederos 
del  tal  señor,  tierras  y  vasallos  suficientes  á  la  calidad  de  sus 
personas,  entrando  en  la  sucesión  del  señorío  el  heredero  y  su- 
cesor legítimo  del  tal  señor,  con  las  obligaciones  y  reconocimien- 
to referido;  y  dejándole  guarnición  de  gente  del  ejército  de  las 
tres  cabezas,  la  que  era  conveniente  para  la  seguridad  de  aque- 
lla provincia,  se  volvía  la  demás:  y  de  esta  manera  sujetaron  á 
toda  la  tierra." 

^  La  estampa  contiene  el  segundo  requerimiento,  en  que  los 
achcauhtzin  (12  y  13)  desafían  al  señor  (14),  le  ungen,  ponen 
manta  y  penacho,  ofreciéndole  armas  para  su  defensa. 

La  estampa  LXYm  del  Cód.  representa  la  manera  con  que 
los  espías  se  conducían.  Se  ve  el  plano  de  una  población,  el  teo- 
calli  (5)  en  el  centro,  al  rededor  las  casas  (4,  7, 11, 12,'  15),  y  el 
tianquiztU  ó  mercado  (8);  atraviesa  una  corriente  de  agua,  indi- 
cada  por  la  lista  azul,  y  varios  caminos,  expresados  por  las  listas 
amarillas  con  la  huella  del  pié.  Los  embajadores  y  mercaderes 


263 

(1,  2,  9, 10),  llegan  á  la  cindad  por  diversas  sendas,  aparentando 
'carácter  pacífico;  llegada  la  noche  ó  en  sazón* oportuna,  se  es- 
parcen los  espías  por  todos  lados  (3,  6, 13, 14),  observando  cuan- 
tos pormenores  pueden. 

La  faja  inferior  relata  la  sumisión  de  un  pueblo  que  no  aceptó 
la  guerra.  '^El  mexicano  que  está  sentado  (18),  y  á  sus  espaldas 
"uña  rodela  y  flechas  (19),  significa,  dice  el  intérprete  del  Códi- 
"ce,  que  estando  los  mexicanos  movidos  á  destruir  por  vía  de 
"guerra  á  cierto  pueblo  que  se  había  rebelado  contra  el  señorío 
"de  México,  los  tres  figurados  vasallos  del  cacique  (15, 16, 17), 
"que  asimismo  están  sentados  en  frente  del  mexicano,  signifl- 
"can  que  estando  todo  el  pueblo  del  cacique  atemorizado  de  la 
"guerra  y  destrucción  que  los  mexicanos  les  querían  hacer,  vie- 
"nen  á  México  á  tratar  paces,  sometiéndose  por  vasallos  de  Mé- 
"xico,  y  protestando  de  les  tributar  y  reconocer  el  señorío,  me- 
"diante  lo  cual  los  reciben  en  amistad  y  por  vasallos,  reponiendo 
"lo  determinado  en  su  perjuicio." 

^Finaliza  la  estampa  con  el  Tlacatecatl  (20),  Tlacochcalcatl  (21), 
Huitznahuacatl  (22)  y  Ouauhyahuacatl  (23).  Yímosles  en  la  es- 
tampa LXYI  con  sus  distintivos  y  trajes  de  corte;  ahora  les  ve- 
mos con  sus  arreos  guerreros. 

Los  plebeyos  como  hemos  visto,  estaban  obligados  á  los  tra- 
bajos de  la  ciudad;  esta  obligación  cesaba  al  casarse,  y  para  que- 
dar libre  practicaban  la  ceremonia  representada  en  la  estampa 
LXIX  del  Oód«  El  interesado  (5)  presentaba  su  esposa  (9)  á  los 
principales  encargados  del  ramo  (1);  preparaba  regalo  de  man- 
tas' (2),  cañas  para  fumar,  acayetl  (3),  y  un  convite  compuesto  de 
tamaüi  (6),  moUi  de  hvexclofl  (7)  y  cacao  (8),  añadiendo  una  hacha 
de  cobre.  Después  de  la  comida  hacía  un  razonamiento  pidiendo 
se  le  exceptuara  del  servicio  según  la  ley;  se  lo  otorgaban  los 
principales,  llevándose  al  retirarse  el  hacha  de  cobre,  como  res- 
cate del  agraciado. 

Los  reyes  de  la  tliple  alianza  para  enviar  mensajes  á  los  seño- 
res amigos,  ajustar  diferencias  y  declarar  guerras,  usaban  de 
embajadores.  Estos  eran  nobles,  de  edad  pro .  ^.cta,  juicio  recto 
y  entendidos  en  la  manera  de  decir:  el  ceremonial  mexicano  es- 
taba sujeto  á  ciertos  discursos  siempre  los  mismos  en  cada  caso, 
especie  de  fórmulas  en  que  solo  variaban  los  nombres  y  las  cir- 
cunstancias particulares,  y  es  casi  seguro  que  aconteciera  lo 


264 

mismo  en  las  relaciones  diplomáticas.  La  verdad  es,  que  segnn 
la  importancia  der  la  persona  á  quien  se  enviaba,  así  era  la  cate* 
goría  y  nobleza  del  embajador.  Yestia  las  insignias  del  señor  á 
quien  representaba,  puesta  encima  una  especie  de  dialmitica 
verde  con  borlas  colgantes,  y  sobre  ella  una  manta  más  ó  manos 
fina  atada  á  los  hombros  ó  pecho;  trenzado  el  cabello  con  plu- 
mas ricas  de  las  que  colgaban  borlas  de  colores:  en  la  mimo 
derecha  una  flecha  con  las  plumas  hacia  arriba,  y  en  la  izquierda 
una  pequeña  rodela  y  una  redecilla  en  que  conducía  su  manteid- 
xniento.  Por  sus  insignias  reconocían  su  carácter,  que  le  hadía 
secado  aun  en  tierras  enemigas,  aunque  perdía  sus  imnuuida- 
des  si  se  apartaba  del  camino  recto.  En  los  pueblos  del  tr&osito  le 
aposentaban  y  regalaban,  llegado  al  lugar  de  su  destino,  salía- 
le á  recibir,  los  nobles  le  albergaban  en  la  oaljpixca  6  casa  piíbli- 
ca  de  huéspedes,  haciéndole  gran  honra.  Admitido  á  la  presen- 
cia del  príncipe,  este  le  recibía  en  la  sala  de  audiencia,  sentado 
en  su  icpaUi,  acompañado  de  su  corte;  él  entraba  mesuradamen- 
te, se  ponía  en  cuclillas  en  medio  de  la  sala,  y  cuando  se  le  per- 
mitía hablar  daba  su  mensaje  con  voz  clara,  pausada  y  comedida, 
con  la  mayor  retórica  posible.  La  respuesta  la  recibía  el  embsr 
jador  al  dia  siguiente  por  boca  de  uno  de  los  empleados  de  la 
corte;  poníanle  provisiones  en  la  redecilla  que  llevaba,  los  no- 
bles le  sacaban  fuera  del  pueblo,  quedando  terminada  su  misión. 
Los  señores  amigos  daban  siempre  algunos  regalos,  que  por 
cortesía  debían  ser  admitidos:  los  obsequios  de  los  enemigos  no 
los  tomaban  aquellos  enviados  sino  con  el  expreso  consentimien- 
to de  su  rey..  Hacer  agravio  6  matar  á  un  embajador  estaba  re- 
putado por  infame,  siendo  crimen  que  se  castigaba  con  excesivo 
rigor.  (1) 

La  estampa  LXIX  del  Códice  presenta  al  rey  de  México  (10), 
mandando  diversas  clases  de  embajadores  (11, 12, 13)  á  declarar 
la  guerra. 

Como  en  todos  los  gobiernos  despóticos,  el  rey  tenía  el  dere- 
cho de  formular  las  leyes.   Bien  se  comprende  que  algunas  dis- 
posiciones no  eran  otra  cosa  que  las  antiguas  costumbres  adop« 
tadas  por  la  nación,  bien  suyas  propias,  bien  aprendidas  y  to-' 
madas  de  pueblos  más  civilizados.  Corto  número  de  reglas  debía 

(1)  Tozquemada,  lib.  XIV,  cap.  I. 


y 


265 

ser  Gonooido  por  la  tóbu  m&úcA,  en  su  estado  salvaje  y  desgra^ 
ciado;  pero  desde  los  tiempos  de  Itzcoatl  en  que  se  hizo  inde- 
pendiente y  á  medida  que  la  nación  extendió  su  poderío  á  lo 
lejos,  debieron  surgir  necesidades  nuevas,  trayendo  consigo  los 
indispensable^  preceptos  para  ordenarlas.  Los  méxica  se  ocu- 
paban demasiado  ea  la  guerra,  y  á  este  ramo  consagraron  su 
aiymcion  entera»  de  modo  que  su^  leyes  en  esta  materia  predo- 
minaron por  completo  entre  las  demás  naciones,  las  cuales  se- 
g9Í4^n  e^  todos  sus  puntos  aquel  código  militar.  Casi  en  el  espa- 
cio de  tiempo  que  reinaron  los  reyes  conquistadores  azteca,  ocu- 
paron el  trono  de  Acolhuacan  dos  monarcas  legisladores  y  filó- 
sofos, Nezahualcoyotl  y  Neeahua^pilli,  quienes  cuidaron  más  de 
organizar  que  de  ensanchar  sus  dominios.  Ellos  compilaron  las 
antigua^  costumbres,  añadieron  nuevas  disposiciones,  formaron 
d^K^onos  así,  los  códigos  civil  y  criminal;  determinando  la  cate- 
goría y  atribuciones  de  los  jueces,  reglamentando  la  administra- 
ción de  justicia,  el  *numero  y  la  importancia  de  los  tribunales. 
Taiito  acertaron  en  esta  materia,  para  su  tiempo  y  sus  usos  bien 
^atendido,  que  las  demás  naciones  gustaron  de  aquella  legisla- 
ción, tomándola  para  el  orden  de  sus  pueblos. 

En  Tenochtitlan  existía  el  Cihuacoatl,  magistrado  nombrado 
por  el  rey,  inferior  sólo  á  éste,  quien  entendía  en  las  cosas  de 
gobierno  y  en  la  hacienda  del  monarca:  juzgaba  por  su  propia 
persona,  conocía  en  los  negocios  que  le  estaban  encomendados; 
mas  en  las  apelaciones  de  los  negocios  criminales,  eran  sus  sen- 
tencias definitivas,  pues  no  admitían  apelación.  Era  tenido  en 
tanta  estima,  que  quien  quiera  que  usurpaba  el  oficio  moría  por 
ello,  confiscaban  sus  bienes,  y  se  vendían  por  esclavos  su  mujer 
é  lujos.  Magistrados  con  el  mismo  nombre  y  atribuciones  había 
en  las  grandes  ciudades  con  mucha  comarca.  (1) 

Seguíale  en  categoría  el  Tlacatecatl,  quien  conocía  en  causas 
civiles  y  criminales;  en  las  civiles  juzgaba  en  definitiva,  en  las 
criminales,  como  vimos,  se  apelaba  ^1  Cihuacoatl.  El  tribunal 
er^  colegiado,  siendo  presidente  el  Tlacatecatl,  quien  tenía  por 
Ibsesores  ó  asociados  al  Cuauhnochtli  y  al  Tlailotlac;  cada  uno 
de  los  tres  tenía  un  teniente  que  oían  y  determinaban  junto  con 
los  principales;  aunque  las  sentencias  se  pronunciaban  en  nom- 

(1)  Torquemada,  lib.  XI,  cap.  XXV. 

34 


266 

bre  del  TlaoatecatL  Asistían  á  mañana  j  tarde  con  sus  insignias 
puestas,  á  las  salas  de  justicia  que  en  el  palacio  del  rey  había, 
llamadas  Tlaltzontecoyan,  lugar  de  sentencias,  derivado  de  tiat- 
ssofUectUf  cosa  juzgada;  oían  con  mesura  y  silencio  á  las  partes, 
conservando  el  orden  ciertos  empleados  y  porteros.  Las  deter- 
minaciones tomadas  por  el  tribunal  las  pregonaba  el  tecpoycü, 
pregonero,  y  las  penas  las  ejecutaba  por  su  mano  el  Cuauhnoch* 
tli  (1) 

En  el  reino  de  Acolliuacan  había  en  seis  ciudades  principales 
ima  especie  de  tribunal  superior  ó  audiencia,  cuyos  jueces  cono- 
cían de  los  negocios  y  recogían  los  tributos  reales.  En  la  corte 
de  Texcoco  y  en  el  palacio  del  rey,  había  dos  salas  de  consejo 
con  dos  jueces  cada  una;  la  una  de  jueces  mayores  que  oían  los 
negocios  graves  pertenecientes  á  la  determinación  del  rey,  la 
otra  de  jueces  menores  que  conocían  en  pleitos  de  menor  cuan- 
tía: las  causas  determinadas  por  estos  segundos,  se  apelaban  pa- 
ra los  primeros,  quienes  no  sentenciaban  en  definitiva  sin  acuer- 
do del  rey.  Sentábanse  á  escuchar  á  los  litigantes  de  mañana,  des- 
cansaban á  medio  dia,  comían  de  lo  que  les  mandaban  del  palacio, 
prosiguiendo  después  su  tarea  hasta  terminar  el  dia. 

Cada  tribunal  tenía  su  escribano  6  sean  pintores  diestros  que 
ponían  en  pinturas  el  motivo  del  litigio,  los  nombres  de  los  con- 
tendientes y  las  sentencias  pronunciadas,  dada  diez  dias,  ó  cuan- 
do más  doce,  los  jueces  de  aquellos  tribunales  venían  á  confe- 
renciar con  el  rey  los  casos  arduos,  quedando  las  determinaciones 
tomadas  como  inapelables.  Si'  por  su  mucha  gravedad  el  nego- 
cio no  fenecía  en  este  plazo,  terminaba  irremisiblemente  en  los 
consejos  que  tenían  lugar  de  80  en  80  dias,  llamados  por  ésto 
NapoallatolL  Los  jueces  tenían  el  nombre  de  Tecuhtlatoque, 
"señores  que  gobiernan  el  bien  público  y  lo  hablan." 

Cada  sala  tenía  un  empleado  dicho  AckcauMzin,  mayores,  equi- 
valente al  alguacil  mayor,  encargado  de  prender  á  los  delincuen- 
tes, aun  cuando  fuera  muy  gran  señor:  sus  insignias  le  hacían 
conocer  y  respetar.  Los  alguaciles  menores,  toptüi,  comunicaban 
las  órdenes  ó  hacían  las  citaciones,  sin  poner  reparo  en  tiempo 
ni  distancia.  (2) 

(1)  Torquemada,  loco  cit. 

(2)  Torquemada,  lib.  XI,  cap.  XXVI.   Breve  y  sumaría  relación  de  los  señores  y 
maneras  y  diferencias  que  había  de  ellas  en  la  Nueva  espafía,  &o,,  por  el  Doctor 


J 


267 

En  las  poblaciones  donde  aquellos  tribunales  no  existían,  ha- 
bía jueces  menores  con  jurisdicción  limitada,  que  sentenciando 
solo  pleitos  de  poca  calidad,  en  los  graves  formaban  una  especie 
de  instrucción,  prendiendo  á  los  delincuentes,  y  llevando  la  cau- 
sa para  ser  determinada  en  los  consejos  de  cada  ochenta  dias. 
Estas  reuniones  generales  duraban  diez  ó  doce  dias,  pues  eran 
especie  de  cortes  en  que  así  se  conferenciaba  acerca  de  negocios 
judiciales,  como  de  cosas  tocantes  á  la  gobernación  de  los  pue- 
blos del  reino.  (1)    * 

En  cada  barrio  de  México  había  un  teuctli^  electo  anualmente 
por  los  vecinos;  determinaba  de  causas  livianas,  dando  cuenta 
diariamente  á  los  jueces  superiores.  Seguían  los  oentecdapiocqm, 
elegidos  también  por  los  vecinos,  y  tenían  cargo  de  vigilar  cierto 
numero  de  familias,  de  cuyas  acciones  daban  cuenta  á  los  jueces. 
Los  tequiüatoqui  cijiaban  á  los  reos  ó  comunicaban  las  órdeues 
de  los  tetictUf  y  los  tqpUíi  hacían  los  arrestos.  (2) 

Las  pinturas  del  Códice  Mendocino,  lámina  LXTX,  suminis- 
tran noticias  no  encontradas  en  otra  parte  por  nosotros,  acerca 
de  otros  jueces  ó  tribunales.  Tales  son  el  Mixcoatlailotlac  (15) 
según  el  intárpretejdel  Codex,  en  cuyo  nombre  jeroglífico  sólo 
encontramos  la  palabra  Tlailotlac,  ya  conocida;  así  como  el  Ez- 
huahuacatl  (18).  Desconocidos  el  Acatlyacapanecatl  (20)  y  el 
Tequixquinahuacatl  (22).  Cada  uno  presenta  á  la  espalda  (14, 
17, 19,  21)  un  teudliy  que  asiste  para  aprender  á  juzgar  antes  de 
subir  á  la  categoría  de  juez.  Llevan  todos  en  la  cabeza  el  copiUi 
ó  corona  real,  dando  á  entender  que  la  justicia  se  administra  en 
nombre  del  soberano,  teniendo  las  sentencias  tanta  autoridad 
como  si  el  rey  las  pronunciara. 

En  el  grupo  del  juzgado  (16),  el  hombre  y  la  mujer  con  el  sím- 
bolo de  la  palabra  denotan  los  litigantes;  las  figuras  calladas  son 
los  interesados  ó  testigos.  No  consta  que  entre  las  naciones  de 
Anáhuac  existiera  la  profesión  de  abogado;  las  partes  defendían 
Bti  derecho,  apoyándolo  en  pruebas  escritas  ó  testimonio  de  tes- 
tigos, admitiéndose  también  el  juramento  formal. 

Alonzo  de  Zorita.  MS.   Imprimióse,  aunque  tranca,  en  la  Colección  de  Documentos 
inéditos  del  Arohiyo  de  Indias,  tom.  n,  pág.  1-126. 

(1)  Zorita,  Breve  relación,  &c,  MS.  Mendieta,  lib.  II,  cap.  XXYIII. 

^2)  davigero,  tom.  2,  pág.  321. 


868 

Los  jaeces  administraban  justicia  con  la  mayor  rectitud,  sin 
diferencia  entre  grandes  y  chicos,  ricos  y  pobres,  sin  que  reci- 
bieran poco  ni  mucho  de  los  litigantes.  Tenían  señalado  salario, 
tierras  bastantes  para  sustentar  una  familia  holgadamente,  en 
las  cuales  había  labradores  que  las  sembraban  dando  cierta  por- 
ción de  las  cosechas,  suministrando  ademas  agua,  leña  y  servi- 
cios personales.  Al  morir  los.  jueces,  pasaban  las  tierras  á  sus 
sucesores  en  el  cargo,  no  á  su  familia,  con  las  gentes  que  las 
beneficiaban. 

Si  los  jueces  recibían  cohecho,  ó  se  desmandaban  en  la  bebida 
ó  descuidaban  sus  obligaciones,  los  otros  jueces  los  reprendían 
ásperamente;  no  enmendados  á  la  tercera  amonestación  les  ha- 
cían trasquilar,  cosa  de  mucha  afrenta,  privándolos  del  oficio. 
Esto  era  en  cosas  livianas,  porque  si  eran  graves,  desde  la  primera 
era  destituido  por  el  rey.  Llegada  á  descubrir  una  muy  grande 
injusticia,  seguíase  irremisiblemente  la  muerte.  (1) 

La  estampa  LXX  del  Cód.  Mendocino  muestra  la  figura  que 
las  salas  de  audiencia  tenían  en  México.  Según  el  intérprete: 
^'1.  Trono  y  estrado  de  Moteczuma.  2.  Moteczuma.  3.  Casa  don- 
^'de  aposentaban  á  los  señores  de  Tenayucan,  y  Chicunauhtla,  y 
''Culhuacan,  que  eran  sus  amigos  y  confederados  de  Moteczuma. 
"4u  Casa  donde  se  aposentaba  á  los  grandes  señores  de  Texcuco 
"y  Tacuba,  que  eran  sus  amigos  de  Moteczuma.  5.  Patio  de  las 
"casas  de  Moteczuma.  6.  Patio  de  las  casas  reales  de  Moteczuma. 
'7.  Sala  del  Consejo  de  guerra.  8.  Estas  gradas  que  van  subien- 
"do  van  á  dar  al  patio  d^  la  casa  de  Moteczuma,  que  son  estas 
"figuradas.  9.  Estos  cuatro  son  como  oidores  del  Consejo  de 
"Moteczuma,  e  hombres  sabios.  10.  Pleiteantes  que  en  grado  de 
"apelación  de  los  alcaldes,  se  presentan  y  parecen  ante  los  oido- 
res del  Consejo  de  Moteczuma." 

Faltóle  decir  que  el  vencido  en  el  juicio  (10)  se  retira  del  tri- 
bunal. (2) 

Las  prisiones  eran  de  dos  especies.  La  llamada  teilpüoyan,  lu- 
gar de  presos,  en  que  estaban  detenidos  los  delincuentes  de  pe- 
nas leves;  el  cuauhccdU^  casa  de  madera,  especie  de  jaula  fuerte 
de  vigas,  en  que  se  guardaba  los  condenados  á  muerte  y  prisio- 

(1)  Zorita.  Breve  relación.  MS.  La  copia  Totqaemania,  lib.  XI,  cap.  XX.yi. 

(2)  Véaae  Lord  Eixxgsborough. 


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I 


269 

ñeros  de  guerra  destinados  al  sacrificio.  Las  puertas  eran  muy 
estrechas,  cerradas  con  tablas  por  fuera,  y  arrimadas  á  ellas 
grandes  piedras  para  mayor  seguridad:  guardia  competente  cui- 
daba de  que  los  presos  no  se  evadieran.  Estrechas  y  malsanas 
aquellas  construcciones,  recibiendo  los  detenidos  poco  alimento, 
á  breve  tiempo  estaban  flacos  y  enfermos.  (1)  Los  cautivos  &í 
recibían  abundante  colación  á  fin  de  estar  lucios  y  gordos  al  ser 
inmolados.  Caso  de  escaparse  algún  cautivo,  los  guardas  paga- 
ban al  dueño  una  esclava,  algunas  mantas  y  una  rodela. 

Acerca  de  las  leyes  vamos  á  copiar  una  recopilación  manuscri- 
ta, á  la  cual  sólo  cambiaremos  su  anticuada  ortografía. 

''Estas  son  leyes  que  tenían  los  indios  de  la  Nueva  Espaní^. 

Anáhuac  ó  México. 

"El  hijo  del  principal  que  era  tahúr  y  vendía  lo  que  su  padre 
tenía  6  vendía  alguna  suerte  de  tierra,  moría  por  ello  secare  tai- 
mente ahogado,  y  si  era  macehual  era  esclavo. 

''Si  alguno  toma  de  los  magueyes  para  hacer  miel  y  son  veinte, 
págalos  con  las  mantas  que  los  jueces  dicen,  y  si  no  las  tiene  ó 
es  de  más  magueyes,  es  esclavo  ó  esclavos. 

"Quien  pide  algunas  mantas  fiadas  6  prestadas  y  no  las  paga, 
es  esclavo. 

"Si  alguno  hurta  alguna  red  de  pescar,  págala  con  mantas,  y 
si  no  las  tiene  es  ¡esclavo. 

"Si  alguno  hurta  alguna  canoa,  paga  timtas  mantas  cuantas  va- 
le la  canoa,  y  si  no  las  tiene  es  esclavo. 

"Si  alguna  esclava  pequeña  que  no  es  de  edad  para  hombre, 
alguno  la  toma,  es  esclavo  el  que  se  eché  con  ella;  si  mue^e  de 
otra  manera  paga  la  cura. 

"Si  llevó  á  vender  su  esclava  á  A2capotzalco,'do  era  la  feria  de 
los  esclavos;  y  el  que  se  la  comptó  le  dio  mantas,  y  él  las  regis- 
tró y  se  contentó  de  ellas,  si  después  se  arrepiente  vuelve  las 
mantas. 

"Si  alguno  quedó  pequeñito  y  los  parientes  le  venden,  y  se  sa- 
be después  cuando  es  mayor,  sacan  los  jueces  las  mantas  que  les 
parecen  para  dar  al  que  lo  compró  y  queda  libre. 

"Si  algún  esclavo  se  vende  y  se  huye  y  se  vende  á  otra  perso- 
na, pareciendo  se  vuelve  á  su  dueño,  y  pierde  lo  que  dio  por  él. 

(8)  P.  Mendieta,  lib.  11,  cap.  XXIX. 


270 

^'Si  alguno  se  echa  con  esclava  y  muere  estando  preñada,  es 
esclavo  el  que  con  ella  se  echó,  y  si  pare,  el  parto  es  libre  y  llévalo 
el  padre. 

^^Si  algunos  vendieron  algún  niño  por  esclavo,  y  después  se  sa- 
be, todos  los  que  en  ello  entendieron  son  esclavos,  y  dellos  dan 
uno  al  que  lo  compró  y  los  otros  los  reparten  entre  la  madre  de 
quien  era  el  niño  que  vendieron  y  entre  el  que  lo  descubrió, 

''Los  que  dan  bebedizos  para  que  otro  muera,  muere  por  ello 
á  garrotazos;  y  si  la  muerta  era  esclava,  era  esclava  la  que  los 
daba. 

"Si  hurtaban  las  mazorcas  de  maíz  de  veinte  arriba,  moría  por 
ello;  si  menos,  pagaba  alguna  cosa  por  ello. 

''El  que  arrancaba  el  maíz  antes  de  granado,  moría  por  ello. 

"El  que  hurtaba  el  yete,  (1)  que  es  una  calabaza  atada  con  unos 
cueros  colocados  por  la  cabeza  con  unas  borlas  de  pluma  al  cabo, 
de  que  usan  los  señores  y  traen  en  ella  poLvos  verdes  que  son 
tabacos,  moría  el  que  lo  hurtaba,  á  garrotazos. 

"El  que  hurtaba  algún  chalchihuitl  en  cualquier  parte  era 
apedreado  en  el  tianguis,  porque  ningún  hombre  bajo  las  podía 
tener. 

"El  que  en  el  tianguis  hurtaba  algo,  los  del  tianguis  le  mata- 
ban á  pedradas. 

"El  que  salteaba  en  el  camino,  era  apedreado  públicamente. 

"Era  ley  que  el  papa  que  se  emborrachaba,  en  la  casa  do  lo 
hallaban  borracho  lo  mataban  con  una  porras;  y  el  mozo  por  ca- 
sar que  se  emborrachaba,  era  llevado  á  una  casa  que  se  llamaba 
telpuchcalli  y  allí  le  mataban  con  garrotes,  y  el  principal  que 
tenía  aquel  cargo  si  se  emborrachaba,  quitábanle  el  oficio,  y  si 
era  valiente  hombre  le  quitaban  el  título  de  valiente. 

"Si  el  padre  pecaba  con  su  hija,  moría  ahogado  ó  con  garrote  6 
echábanle  una  soga  al  pescuezo. 

"El  que  pecaba  con  su  hermana,  moría  ahogddo  con  garrote  y 
era  muy  detestable  entre  ellos. 

"Si  una  mujer  pecaba  con  otra,  las  mataban  ahogándolas  con 
garrote. 

"El  papa  que  era  hallado  con  una  mujer,  le  mataban  secreta- 
mente con  un  garrote,  e  lo  quemaban,  e  derribábanle  su  casa,  y 

(1)  lyehe  leerae  petl. 


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271 

toiaábanle  todo  lo  que  tenía,  y  morían  todos  los  encubridores 
que  lo  sabían  j  callaban. 

^^o  bastaba  probanza  para  el  adulterio  si  no  los  tomaban  jun- 
toSy  y  la  pena  era  que  públicamente  los  apedreaban. 

"Algunas  destas  leyes  no  son  auténticas,  porque  se  sacaron  de 
un  librillo  de  indios  no  auténtico,  como  estotras  que  se  siguen, 
las  cuales  son  verdaderas. 

*'En  esto  que  se  sigue  no  se  trata  más  de  decir  y  contar  las  le- 
yes que  los  indios  de  la  Nueva  España  tenían,  en  cuatro  cosas; 
la  primera  es  de  los  hechiceros  y  salteadores;  la  segunda  es  de 
los  ladrones;  la  tercera  es  de  lujuria;  la  cuarta  de  las  guerras. 

"Capítulo  primero,  que  trata  de  los  hechiceros  y  salteadores. 

*^a  ley  que  sacrificasen,  abriéndolo  por  los  pechos,  al  que  ha- 
cía hechicerías  que  viniese  algún  mal  sobre  alguna  ciudad. 

"Era  ley  que  ahorcasen  al  hechicero  que  con  hechizos  ponía 
sueño  á  los  de  la  casa,  para  poder  entrar  más  seguro  á  robar. 

"Ahorcaban  á  los  salteadores  de  los  caminos  y  castigábanlos 
muy  reciamente. 

"Ahorcaban  al  que  mataba  con  bebedizos. 

"Ahorcaban  á  los  que  por  los  caminos,  por  hacer  mal,  se  fin- 
gían ser  mensajeros  de  los  señores. 

"Capítulo  dos,  que  trata  de  la  lujuria. 

"Ahorcaban  al  que  se  echaba  con  su  madre  por  fuerza,  y  si 
ella  era  consentidora  dello,  también  la  ahorcaban  á  ella,  y  era 
cosa  muy  detestable. 

"Ahorcaban  á  los  hermanos  que  se  echaban  con  sus  hermanas. 

"Ahorcaban  al  que  se  echaba  con  su  entenada,  y  ella  también 
si  habia  consentido. 

"Tenía  pena  de  muerte  el  que  pecaba  con  su  suegra. 

"Apedreaban  á  los  que  habían  cometido  adulterio,  á  sus  mari- 
dos juntamente  con  el  que  con  ella  había  pecado. 

"A  ninguna  mujer  ni  hombre  castigaban  por  este  pecado  de 
adulterio,  si  sólo  el  marido  della  acusaba,  sino  que  había  de  ha- 
ber testigos  y  confesión  de  los  malhechores,  y  si  estos  malhecho- 
res eran  principales,  ahogábanlos  en  la  cárcel. 

"Tení^pena  de  muerte  el  que  mataba  á  su  mujer  por  sospecha 
6  indicio,  y  aunque  la  tomase  con  otro,  sino  que  los  jueces  lo  ha- 
bían de  castigar. 


272 

"En  algunas  castigaban  al  que  se  echaba  con  su  iñujer,  después 
que  le  tubiese  techo  traición. 

'Tor  la  ley  no  tenía  pena  el  que  se  echaba  con  la  miuieeba  de 
otro,  excepto  si  había  ya  mucho  tiempo  que  el  otro  )a  tenía,  y 
por  haber  mucho  que  estaban  juntos  eran  entre  sus  vednos  te- 
nidos por  casados. 

"Ahorcaban  al (cuilon)  ó  sometico  y  al  varón  que  toma- 
ban en  hábito  de  mujer. 

"Mataban  al  médico  ó  hechicera  que  daba  bebedizos  para  echar 
la  criatura  la  mujer  preñada^  y  asimismo  á  la  que  lo  tal  tomaba 
para  este  efecto. 

"Desterraban  y  tomaban  los  bienes  y  dábanle  otros  castigos 
recios,  á  los  papas  que  tomaban  con  alguna  mujer,  y  si  había 
pecado  contra  natura,  los  quemaban  vivos  en  algunas  partes,  y 
en  otras  los  ahogaban  ó  los  mataban  de  otra  manera. 

"Capítulo  tercero,  que  trata  de  las  leyes  que  había  en  las 
guerras. 

"Cuando  algún  pueblo  se  rebelaba,  enviaban  luego  los  señores 
de  los  tres  reinos  que  eran  México,  Texdbco  y  Tlacopan,  secre- 
tamente á  saber  si  aquella  rebeb'on,  si  procedía  todo  el  pueblo 
ó  solo  por  mandado  y  parecer  del  señor  de  tal  pueblo,  y  si  esta 
rebelión  procedía  solamente  del  señor  de  tal  pueblo,  enviaban 
los  señores  de  los  tres  reinos  sobre  ellos,  capitanes  y  jueces  que 
públicamente  justiciaban  á  los  señores  que  se  rebelaban  y  á  los 
que  eran  del  mismo  parecer.  Y  si  esta  rebelión  era  por  parecer 
y  voluntad  de  todo  el  pueblo,  requeríanlos  muchas  veces  á  que 
fuesen  sujetos  como  antes  y  tributasen,  y  si  después  de  muchas 
veces  requeridos  no  querían  sujetarse,  entonces  dábanles  ciertas 
rodelas  y  ciertas  armas  en  señal  de  amenazas,  y  pregonaban  la 
guerra  á  fuego  y  á  sangre;  pero  de  tal  manera,  que  en  cualquier 
tiempo  que  saliesen  de  paz  los  tales  rebeldes,  cesaba  la  guerra. 

"Era  ley  que  degollasen  á  los  que  en  la  guerra  hacían  algún 
daño  á  los  enemigos  sin  licencia  del  capitán,  ó. acometían  antes, 
ó  se  apartaban  de  la  capitanía. 

"Tenía  pena  de  muerte  el  que  en  la  guerra  quitaba  la  presa  á 
otro. 

"Tenía  pena  de  muerte  y  de  perdimiento  de  bienes  y  ptras 
muy  graves  penas,  el  señor  ó  principal  que  en  algún  baile  ó  ñes- 
ta  ó  guerra  sacaba  alguna  divisa  que  fuese  como  las  armas  ó 


278 

dilvisM  dfijlosld^Siores  délMéxioój.Texebcóy  Tlaoopan,  que  eran 
1q9  trea  rejtos  principales^  j^algunas  Teces  había  guerra  sobiie 
ello.  .         .    '  '       ,    . 

'^aoiaii*  pedazos  j  perdían  todos  sus  bienes  y  hacían  esclavos 
á  todos  sns  parientes,  al  que  era  traidor  avisando  á  los  enemigos 
est  la  .^earra, 'avisándoles  de  lo  que  ee  concertaba  ó  platicaba 
contra  ejllós. :  *  • 

"Capítulo  cuarto  que  trata  de  Jos  hurtos. 

"Hacían  esclavo  al  que 'era  ladrón,  si  no  había  gastado  lo  hur- 
tado, y  si  lo  habia  gastado,  moría  por  ello,  si  era  cosa  de  valor. 

"M  que  en  el  mercado  hurtaba  algo,  era  ley  que  luego  púbU- 
eamente  ¡bu  el  mismo  mercado  le  matasen  á  palos.  * 

"Ahorcaban*  á  los  que  hurtalsan  cantidad  de  mazorcas  de  maÍE 
6  arrancaban  algunos  maizales,  excepto  si  no  era  de  la  primera 
ringlera  que  estaba  junto  al  camino,  porque  desta  tenían  los  ca- 
minantes licencia  de  tomar  algunas  mazorcas  para  su  camino. 
("Era  ley  y  con  rigor  guardada,  que  si  algún  indio  vendía  por 
esclavo  algún  niño  perdido,  que  hiciesen  esclavo  al  que  lo  vendía, 
y  su  hacienda  partiesen  en'  dos  partes,  la  una  parte  daban  al 
niño  y  la  otra  parte  al  que  lo  había  comprado,  y  si  los  que  le 
habían  vendido  eran  más  de  uno,  á  todos  los  hacían  esclavos. 

"Estas  son  leyes  de  diversas. 

**Tenían  pena  de  muerte  los  jueces  que  hacían  alguna  relación 
falsa  al  señor  superior,  en  algún  pleito,  y  asimismo  los  jueces 
que  sentenciaban  alguno  injustamente. 

"Ahorcaban  y  muy  gravemente  castigaban  á  los  hijos  que  gas- 
taban mal  la  hacienda  que  sus  padres  les  habían  dejado,  ó  des- 
hacían para  gastar  mal,  ó  destruían  las  armas  y  joyas  ó  cosas 
señaladas  que  los  padres  les  habían  dejado,  y  asimismo  tenían 
esta  pena  y  castigo  los  que  quedaban  por  tutores  de  algunos  me- 
nores, si  no  daban'  buena  cuenta  á  los  hijos  de  los  bienes  de  sus 
padres  difiiDÍo& 

"Tenía  pena  de  muerte  el  que  quitaba  6  apartaba  los  mojones^ 
y  términos  ó  señales  de  ias  tierras  y  heredades. 

<0i2  modo  que  tenían  de  oastigar  á  sus  hijos  6  hijas^  siendo 

mozos,  cuando  salían  viciosos  y  desobedientes  y  traviesos,  eM 

traaquilarloB  y  traerlos  maltratados,  y  pinchándoles  las  orejas 

y  los  muslos  y  brazos. 

86 


274 

,  ^'£f»  cosa  xQuy  vedada  y  reprehendida  y  caetiga&d,  el  embo- 
xMoharse  los  siaáicebos  hasta  qué  fuesen  de  oincnenta  años,^  j  en 
algunas  partes  había  penas  señaladas. 

'^Hacían  esclavo  al  que  vendía  £(lgtma  tierra  ajena,  6  que  tu- 
yiese  depositada  sin  licenoia* .: 

•  "Era  ley  que  el  esclavo  que  eátaba  preso  y  se  soltaba  de  la 
prisión,  y  iba  á  palacio,  entrando  que  entrase  en  el  patio,  esa 
libre  de  la  servidumbre  y  epm^  Ubre  podia  andar  .seguro. 

"Otra  costumbre  entre  ellos,  que  los  hijos  de  los  señores  y 
hombres  ricos,  en  siendo  de  siete  años  poco  más  ó  menos,  entra- 
ban en  los  templos  á  servir  á  los  idolbs,'á  donde  servían  barrien- 
do y  haciendo  fuego  de  los  temjplos  y  salas  y  patios,  y  echaban 
los  inciensos  en  los  fítegós,  y  servían  á  los  papagimtes,  y  cuando 
eran  negligeiites  ó  traviesos  ó  desobedientes,  atábanles  las  ma- 
llos y  pies,  y  punzábanles  los  muslos  con  unas  púas,  y  loa  brazos 
j  los  pechos,  y  echábanlos  á  rodar  por  las  gradas  abajo  de  los 
templos  pequeños,  Y  más  es  de  saber,  que  en  México,  y  asimis- 
mo en  T^xeoco  y  Tlacopan,  había  tres  Consejos,  el  primero  «ra 
Oonsejo  de  las  cosas  de  guerra;  el  segundo  era  adonde  había 
'Cuatro  oidores  psira  oír  los  pleitos  de  la  gente  conrun;  el  «ercezo 
erar  el  Consejo  donde  se  averiguaban  los  pleitos*  que  entre  seño- 
res y  caballeros  se  ofrecían,  ó  entre  pueblos  sobre  linderos  ó 
términos,  y  deste  Consejo  en  ciertas  cosas  señaladas  daban  parte 
al  señor,  que  er^  cpmo  casos  reservados^  estos  reyes  y  señores 
destos  tres  reinos  que  arriba  están  dichos. 

"Estas  ^oxx  las  leyes  por  las,  cuales  condenaban  á  alguno  á  que 

jEue^e  eiaclayo. 

"l^s^ían  piedazos  y  per4ían  tó^os^sus  bienes  y  hacían  esclavos 
á  todos  S:US  p^ientes,  al  quid  era  traidor  avisando  í  los  enemigos 
éx^la  guerra,  ayisándol^^e  lo  que.  se  conversaba  p  platicaba  en 
el  real  contra  ejloa* 

"Hacían  esclavo  al  que  había  hecho  algún  hurto  en-xiantidad, 
siáuaxj^ojffhfjbíagaslia^.     .....  .  .    ,,.;.., 

"Otra  ley,  que  tii  Júgi»ii  indio  viBfndíá  ¡iox  esclavo  algtm  niño 
vperdjidqr /y '  ^sí  másiDioha(áan^8ieIavoé>á<  todos  k^>q4i&  lo  Káhían 
Wüd^ida  jai^^ran  iAtiehí6s«' . .  rr.    ..    ,     •;  i:     >. 

N   "Sa^iin  ésiSlaVó  ai  que . ve&dia .  iEÚguna  tíAna  «jen^i  ó  qiie  iil* 

viese  depositada,  sin  licencia.  .   ^     -   '  if 


\  i 


275 

'^Eñ  algtmas  partes  éifik  lej,  que  hacían  es<$Iavo  al  que  había 
empreñado  alguna  esclava,  cuando  la  tal  moría  de  parto  6  por  el 
parto  quedaba  lisiada. 

''Hacían  esclavos  á  los  ^ue  hurtaban  cantidad  de  mazoroaa  de 
maíz,  en  los  maizales  de  los  iemplos  ^  de  los  señores. 

^Tor  otra  cosa  también  hacían  esdarosi  mas  eran  arbitrarios; 
mas  estas  sobredichas  eran  leyes  que  ningún  juez  podía  dispen- 
sar en  ellas,  si  no  era  matando  al  que  los  cometía  por  no  hacer- 
los esclavos,  y  todo  esto  sobredicho  es  verdad,  porque  yo  las 
saquá .  de  un  Hbro  de  sus  pinturas,  á  donde,  por  pinturaa  están 
escritas  estas  leyes,  en  un  libro  muy  auténtico,  y  porque  es  ver- 
dad lo  firmé  de  mi  nombre.  Fecha  en  Yalladolid,  á  diez  del  mes 
de  Setiembre,  año  de  mil  y  quinientos  y  cuarenta  y  tres  años. 
Fr.  Andrés  de  Alobiz,"  (1) 

La  estampa  LXXÜdel  Códice  Mendocino,  (2)  indica  algunas 
de  las  penas  impuestas!  á  los  delincuentes,  Los  jóvenes  del  Cal- 
mecac  que  por  la  primera  vez  se  embriagaban  (2)  sufrían  una 
pena  correccional;  la  reineidenoia  (1)  traía  precisamente  la  muer- 
te. La  embriaguez  está  simbolizada,  por  el  vaso  de  madera  lleno 
de  licor  espumoso.  La  joven  educa^ida  (3)  muere  también  por 
haber  incurrido  en  el  mismo  vicio. 

Conforme  á  una  de  las  leyes  arriba  <»tadas,  la  libertad  para 
embriagarse  comenzaba  á  los  cincuenta  ¿ños;  mas  según  la  auto- 
ridad de  la  estaüapa  esa  triste  exención  empezaba  á  los  setenta 
años  (6).  Bepugnante  pretogativa^  fundada  tal  vez  en  la  difi- 
cultad de  llegar  á  edad  tan  avanzada,  6  en  que  los  agraciados, 

'  »  •  •  • 

defendidos  ^or  la  experiencia,  no  abusatiaii  de  la  prerogatiVá; 
siempre  sería  triste  de  ver,  en  publico'.  6  eii  seciretbi  el  espectá- 
culo itímbrai  de  un  anciano  ebrio,  socorrido  por  los  hijos  y  nie- 
tos á  quienes  debía  enseñanza  y  ejemplo.  '.El  viejo  parece  e«tar 
«n  algún  convite,  según  indica  élxocKiÜ  6  ramillete  que  en  la 
mano  tieiie.  Si  visto  en  el  anciano  indigna;  en  lá  anciana  cau&a 
repulsión:  instaladla,  delante  de  Una  cantata  de  pulque  (7)  toma 
áyxyViúfséAl  servida  por  su  tija,  s¿steniáa  por  su  nieta,  presen- 


• '  i  ^  •        '  ,  .  ,    .      '  '■,..,  •   T       í '  ■ 


•  (i)  TldedgisdMo  yo<^pbdode  ttt'predbfioOé^oo  ántfj^ao^  iatítokdo  Libro  áe 
Ov6»ep^oderdfiiar«  I>.  Jof^wn(}a«M)ftlQ^^         7aiM^2ÉlBÍejiWkaexioluaaiT^<|D^ 
86;  Zorita,  breve  relaoion,  MS.  Mendieta,  Hb.  II,  cap.  XXIX.  Torquemada,  lib.  Xü, 
cap.  n  al  VIL  Clayigero,  iom.  1,  pág.  822  y  sig. 
(2)'  Lord.  Eingsborough,  tom.  1. 


276 

seneiando.la  fatal  eacena.  tm  rapaz^  que  i;o  recibe  aira  leeoicm 
ejeirfplar.  .  .  ' 

Segirn  las  minuciosas  investigacioiies  <Je  Zorita,  (1)  el  vino  no 
podía  beberse  Biil  lioencáa  d0  los  señores  6  los  jueces;  se  daba  á 
los  enfermos,  á  los  viejos  de  ftiás  de  cíndüenta  a£i,os,  á  fin,d€(  qu& 
sé  les  calentara  la  sangrej.  jan  cantidad  detres'tazas;an  las  bodas 
podían  beber  dos  taz£^  los  que  pasaban  de  treinta  años,  j  la 
misma  cantidad  se  permitía  á  los  que  acarreaban  madera  y  pie- 
dras por  ser  gran  trabajo;  se  daba  á  las  mujeres  en  los  primeros 
dias  que  seguían  al  alumbramiento*  En  nobles,  señores  y  gente 
de  guerra  era  afrenta  embeodarse,  yse  reputaba  infame  í  quien 
lo  bacía.  AI  borracho,  hombre  6  mujer,  le  trasquilaban  en  el 
tianquizUi,  y  le  derribaban  la  casa,  'aporque  decían,  que  el  que 
'^se  embeodaba  y  perdía  el  seso  por  ello,. no  merecía  tener  casa 
"en  pueblo,  ni  ser  contado  entre  los  vecinos  de.  él,  y  eran  priva- 
"dos  de  los  oficios  públicos  que  tenían  y  quedaban  inhábiles 
"para  los  tener  adelante^'' 

Engáñanse  los  autores  que  afirman,  que  los  indios  en  su  infir- 
delidad  se  entregaban  á  la  embriaguez:  ^'y  tomaron  ocasión  para 
"lo  decir  y  creer,  porque  luego  como  se  ganó  la  tierra  se  daban* 
"al  vino  desenfrenadamente,  y  tomaban  esta  licencia  cuando  co- 
"menzó  á  cesar  la  auto'ridad  y  poder  de  sus  jueces  naturales  pa- 
"ra  los  castigar  con  la  libertad  que  solían.  Y  dicen  los  indios  vie- 
"jos  que  ésta  fué  la  causa  por  que  en  esto  y  en  otros  vicios  y  deli- 
"tos  tomó  cada  uno  licencia  para  hacer  lo  que  quería,  porque  no 
"se  dan  las  justicias  de  los  españoles  tan  buena  maña  como  sus 
jueces  en  lo  averiguar  y  castigar;  y  poco  á  poco  se  fué  dismi- 
nuyendo el  autoridad  y  modo  de  su  justicia,  hasta  que  del  todo 
"se  vino  á  consumir  y  acabar,  y  con  ellos  se  acabó  la  buena  orden 
"que  en  todo  texiían  y  su  pulicía." 

Las  leyes  de  los  pueblos  de  Anáhuac  adolecían  de  un  carácter 
draconiano.  Dirigidas  principala3ient6  contra  el  robo,  la  inconti- 
nencia y  la  embriaguez,  se  prodiga  la  pena  de  muerte,  en  dife- 
rentes formas,  y  la  esclavitud;  en  algunos  casos  el  destierro,  en 
otros  la  confiscación,  raras  son  las  penas  corporales,  8|in  que  en- 
tre ellas  se  enumeren  los  azotes,  que  sólo  se  daban  á  los  niños. 
La  legislación,  como  la  de  todas  las  naciones  no  bien  civilizadas, 

(1)  Breve  y  Bomaría  relación.  MS. 


4( 


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277 

no  atendía  á  las  cansas  excnlpantes;  ni  establecía  verdadera 
proporción  entre  el  crimen  y  su  castigo.  La  razón  debe  ser,  qne 
aquellos  legisladores  tenían  que  habérselas  con  gentes  de  cer- 
viz dnra^  acostumbrados  á  despreciar  los  dolores  físicos,  á  ver 
con  indiferencia  y  aun  desprecio  la  perdida  de  la  vida;  precisas 
é  indispensables  eran  penas,  que  si  no  ponían  miedo  en  el  delin- 
cuente, fueran  eficaces  á  segregar  de  la  sociedad  los  miembros 
gangrenados.  Fuera  de  ésto,  las  leyes  revelan  un  pueblo  ade- 
lantado, morigerado  y  justo;  protegían  el  respeto  á  la  autoridad, 
la  familia  y  los  bienes,  y  en  algunos  capítulos  son  muy  superio- 
res á  los  códigos  de  los  bárbf^roSijug  inyf^i^eron  la  Europa. 


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CAPÍTULO  IV- 

B&ámUítíd.'-'MaíruTM  de  CírntUtuirde»-— Condición  da  las  eBclavas. —Modas  de  exUn» 
guiñe  la  aervidumbre.-^Eíeknm  de  eoUera.-  Mercado  para  ¡os  eedaoos.'-Mereadoi 
partíeulairee.'-Ttangtutai.^Maaies.'^Oro,  plateros  y  Joyeros,-— Plata,-— Plomo, 
— Ettam,--(Hnabrio.-— Cobre,— 'Laiboreo  de  las  minas.^ Fierro.— TeooeahttitL — 
Obsídkma, — Cerro  de  las  líanqfcu, — Fabrieaoion  de  los  euehiOos,— Diversos  osetas. 
— Materiales  de  corutrucdon,— Adornos  de piedra,^Piedras preeiosas.^Perlas, — 
Conchas, 

LA  esclayitud  en  Análinao,  á  pesar  de  ser  bárbara  institución, 
estaba  organizada  de  nna  manera  menos  irracional  que  en 
Enropa.  Nuestros  escritores  de  cosas  antiguas  asignan  tres  can* 
sas  por  las  cuales  el  hombre  libre  podía  constituirse  esclayo:  la 
guerra,  la  ley  y  la  voluntad.  Propiamente  hablando,  el  prisione- 
ro de  guerra  no  era  esclavo;  la  religión  le  había  destinado  para 
víctima  de  los  dioses;  una^vez  tomado  en  el  campo  de  batalla,  se 
le  retenía,  es  verdad,  mas  sin  hacerle  trabajar  y,  por  el  contrariOi 
regalándole  y  atendiéndole:  su  muerte  era  indudable;  pero  no 
pasaba  por  las  penas  de  la  servidumbrei  La  ley  y  la  voluntad 
hacían  esclavos;  siendo  de  notar,  que enlas  leyes  aztecas  no  se 
reconocía  el  bárbaro  principio  de  la  legislación  romana,  el  fru- 
to sigue  al  vientre:  porque  todo  hijo  de  esclavo  nacía  libre.  (1) 
Esta  sola  determinación,  que  hacía  imposible  trasmitir  la  heren- 
cia fatal  de  una  en  otra  generación,  era  ya  un  inmenso  paso 
moraL 

(1)  Torqjuemadft,  lib.  XIV,  Oftp.  XVL 


AiWi¡0it^glñ  genetftl  había  ima  axcepoion,  admitiendo  la  auto** 
del^pl^^  BabagHn.    Pica  que  al  acercarse  el  año  secaUT^ 
oetocküiy  temíase  por.  él  múgfx  quei  ¡trajera  eeaagez,  pieTÍméiMiose 
0Qi4)^^  ella»  por  Jal  reniüou  de  cíedioa  mautenimientoe  «omidofli 
s^.ett  <Hllh9Sid&  necesidad.    *^  caüaoido  acontecía  ]a4io}ia  hanii^^ . 
*^x^f  :pxonigae,  je»tqiiceaí»e  i^^idían  por  esdayos  muchos  pobres, 
'Ifeombras.  y^xaiijfire%  7  cofluprábajolos  loa  ricos  que  tenían  mu- 
'^fiíbaa  proT^ooMS  allegidasy'y.  no  solamente  los4idbos  pobres  se 
'Jadían  á  si  mismos^  simp  qtie  también  r^^ndían  i  suis  hijos  7  á 
^^ans  dfiaoendienteSy  7  á.todo  su  Imejei  y  asi  eran  esclavos  perpe^ 
^^toamienite»  porque  deieían  que  asta  senádiimbte  q?te  se  cobraba 
''eft  tal  tien^po  xu>  tenía  reme£o  para  Abábarse  en  algún  tiempo^ 
''poi'que'sae  padrea  se  habían  Tendido  pot  escapar  de  la  muerte^ 
'^¿>por  libiajr  sú.  yoda  de  la  iSHima  necesidad,  7  decían  que  por  stt  r 
''(adtpa  les  acontecía  ^uel  desastre;  parque  ellos-  sabiendo  que ' 
''i^esáa  la  didna  hambre/  se  habían,  descuidado,  7  no  haíbían  OU'^ 
'^ado  de  remedio^.  7  asi  deeiait  después^  que  los  tales  esolavoa ' 
'liabían  cobrado  la  dicha  servidumbre  en  el  ano  de  cekkMíiij  los 
'^descendientes  que  Ib  han  heredado  de  sus  antepasados,  la  cual 
"se  decía  servidumbre  perpetua."  (1) 

X^  le7  determinaba  los  crímenes  por  los  cuales  las  personas 
libras. se  tomaban  esclavas.  >  Fuera  de  los  casos  enumerados  en* 
sulugar,  tenemos  que  aumenitar  los  siguientes.    Ed  tahur^  que 
]Ugánd0  il^ajo  a»  palabra,  no  pagábala  el  plazo  estipulado,  era 
véaididoíi^ieialmente  para  satisfacer  al  acreedor;  Si  al  padre  de 
Tartos  liiÍpSy  algim^D^de  eUoasatia  malo  4  incorregible,  podía  vea- 
dwle,  pirevialiceáeiade  loajueces,  para  servir  de  corrección  á 
losi de iau  especie:  el  pftdre  estaba  obligado  á  dar  un  convite,  con 
el  pnoaio,  d^l  cual  sóloí  podían  participar  ^,  la  madre,  los  her« 
mafuffs  7  parientes  miás  próximos;  avisábase  á  los  criados  no  oo*^ 
miasen  aqüeUii  comida  que  exa. precio  del  hijo^  7  si  á  pesar  de: 
eSío  la  ^tomában  uno  é  muehps^  quedaban  esdavosr  El  que  pedia : 
pcastada  eóatk  de  cuantía  7  no  la  devolvía,  era  vendido  para  pa* ; 
gara  los. dnénós4ci'ioa<  objetos  prestados,  £1  homicida  de  hom- 
bre jqua  :tfla]¿á  >mpLJ€ar!  é  Mjos^  suáríia^  pena  de  muerte;  mas  si  la- 
esfiQttBit^  oceísaie  perdoíiábá,  le-dabai^^áe^ta  por  esclavo.  (2) 

(1)  Sahagun,  iom.  II,  pág.  258-9. 

(3)  F.DuxáD,  aegonda parto,  cap.  XX.  MB. 


260^ 

De  los  que  acudían  ¿  robar  un  gvaneroi^q[tii#ti  tobia  á  la  paiíe 
superior  para  fiacar  por  la  abertuva^las  liMMSorcasS'-^tiQdárba  ^{k^r 
es(daYQy.i)ecibiendoI<¡»<leiiiJaapen||r  fifli^iorJ^^      r...ii.:>:', 
,  Por  .ir^Iauiad  ae  oonaiátuia^la esolaiátad^da  iM^aeotf «ig^íieu^- 
to£l«  Xyaingaádíorés  para;  dar  alimeoDito  á8tL^vi<nc^  lihi-^miigéíM^é 
TÍda  al4^ey.a¿i¿2aaiVp&3rasu8^entkrii8)a  adertio^ad  veiKUiedi'portuá 
propio, dgfi^iTxuj^adOy  qioa  pará.loa.pipbBikaroB  id  m^noB^ra^doxcm*  * 
quimiüi,  .^ sea  una.  carga  de:Teifite  nmxitaaj^sifi  ooMttiaAcí  «e  bacía 
cóUr  la  cOQclicloM  de  d^jarleá  gozar  del  precie*  da  la^  veivta^  por  io 
cual  andabaii^  libres  cosa  de  úa  ano  que  laa  gigataa  les  dnwtbiBB> 
epJraudo  en  seguida:. á  Ja.  servidumbote.   £«^  estas  ^^qndicicaietf ' 
Tei^díauBe  también  loa  holgazanes  Iiombrea  4S  'mojero^  Su  ^tíeai^ 
po;de  necesidad  o  hambre,  el  marido  y  la  &m]er  se:coiiaea:iabaa 
para  venderse  vuxo.  á  otr6y4  bien  yandíaiLif  usió'  da  aus  *  hijos,  sí 
taidaii  má9  de  Qaatro«  JSatos  muehadhos  a^esclaTÍzados  pertáia*  ' 
neeían  en  la<aasa  de  süa  amoa  por  cierto  tiemlK],  después  del  cual, 
con  consentiiuiento  del  señor,  y  aun  dando  todavía  algo  por  pre*- 
cio,-  se  les  retiraba  á  descansar,  poniendo  en  su  lugar  alguno  dé 
sua  bermanp^:  (2)  era  una  curiosa  mutación  dé  condicdones  la  que  ' 
traía  esa  sustitución  de  personas.    ,    .         .    •: ;;.  ? 

Otro  genero  de.  servidumbre,  tequiyoü^  ÜáacnfoÜ,  había,  á  que 
daban  .nombre  de  hvehtieÜcUlacQU%  servidumbre  grcbíde  ó  mayor. 
Oonsistía  en  que  dos  ó  más  casas,  preoisannnto  ten  tiempo  de 
hambre,  vendían  una  persona,  con^títuyéndose  ao.  laloMigaoioa 
de'  mantenerla  siempre  como  viva,  áuu  cuando  múiierayfoeradel- 
caso  en  que  falleciera  en  la  casa  dél  amo  ó  lacsigíiei^a  alguna  eóaa 
de  au  propiedad.  Esta  es  la  serviduinbne  menekmada  iamba'por 
eLP.,Sahagun,.p9es  en  i^tépto  se  hacia  perpetua  pasando  dexm* 
¿otra generación,  ya^que  las  casa^  obligf|daB  temían iqúe-mante-^ 
ner  vivo  indefinidamente  el  esclavo/ya  paiüa.iel  ajaó  dixectoi  y» 
para  »UB  descendientes.'  Bara  queia  obligacoóiKiio  pudiera  extin» 
guirse,  el  señor  nunca  tomaba  co£(a  queida  su. siervo  &iara,  ni  la 
p^rnútia  que  jen  .9u.cas^  viviera.  El  ano  déUañS;  ^uefaé^demar. 
0^  hambre»  el  Aabio  rey  de  TexcoeO;NéBafaciíalpiUi^;á.fln<^  ooi^^^ 
ial:  jde  r^iz  e^te.  abuso  introducido,  y 'Oyilarqtié  por  la  «arestía  ae 
alimentara,  abro^Q  la,  l^j^j  quedando  libres  Ifts  basas 'OomproiM* 

(1)  Torquemada,  lib.  XTV,  cap.  XVI.  :  .  I         .* 

(3)  Duran,  segunda  parte,  cap.  XX.  Ifil.   Torqttemadft,  lib.  ^XXV,  éáp,  ^Trt. 


281 

üáéB  dd'.aiatigao,  y  prohibidoiB  tett  onerosos  contratos.  Eiste  buen 
6}Mbplot  iaé  ABgttidD  t>ór  Motécah^oma)  cesando  desde  entonces 
lafsemiditmfare  petrpetua/  ^1)  '     :  ,;:      ^ 

La  venta  de  los  esclavos  se  hacía  delante  de  testigos  ancianos, 
de^'9a^tra  J^bfi.ptnr  cada^partej  loií  cuales .  fijáibaín  *  el  preció  y 
eii9^p]4abf|KV.loS'  términos  del  contrata  Fuera  dé  sii  estado  servil, 
l^.con^^ipzv^de  los-e^^la^oa  eta  bieii  tolerable;  vivían  ¿n  las  tié- 
r]r^  d^^us^^uiios  rlab]:»a4o  aeineateras  para  éstos  y  para  si;  pres- 
tt^b^Ti.pnAasrQaftas.  scarvtqioa  persaBal&s  cómo  ibarrer,  acarrear 
Bgfis^j:  laña;  recibÍMi  buen  trato,  y  pudiendo  adquirir  peculio,  si 
erfOjV.jdiligentes,  se  casaba,  manttaíaní casis^  propia,  y  aun  á  su 
tpxuQ,  compraban.esclavos  paarasn  servicio.  (2)  -  Silos  siervos  eran 
muchachos  ó  pobresy  yi^an  en  la  casa  del  amo  formando  parte 
de  l^iamilia,  dándoles  de  vestir  yde  eomer.  (3) . 

Eitapobrábase  1^-  libertad  por  «^  de  estos  medias.  Si  estando 
eL  esclavo,  en  el  mercado  lograba  burlmr  bi  vigilancia  del  amo, 
huía,  p^aba  las  bardas  del  tianquüUi  3»:mÍ0  allá  ponía  el  pié  so- 
bi;e  un  ^^qremento  humano,  se.  presentaba  4  Jos  jueces  en  aquella 
ipxma,  y  refiriéndoles  el  caso,  les  pedía  le  librasen  del  cauti- 
verip,  supueato  lestar  lasí  detem^inadoporla  ley:losmagistradoB 
le  lavaban  todo  el  cuerpo,  ;p.Qpia|ile  ropas  nuevas,  le  presentaban 
á  Bu^amo  diciéndple,  que  aquel  se  había  librado  con  su  industria, 
y  que  asistido  por  la  ley  había  cesado  de  ser  esclavo.  Al  ver  huir 
á  su  siervo^  eLseñor  daba  grandes  voces  á  la  gente  para  que  le 
detuviesen;  mas  cuanto  mayores  voces  daba,  tanto  más  se  preca- 
vían los  espectadores  de  poner  estorbo  al  que  huía,  porque  la  ley 
condenaba  por  esclavo  á  toda  persona  que  impedía  que  un  hom- 
bre recobrara  su  libertad.  Si  el  amo  se  enamoraba  de  la  esclava 
6  el  ama  de  un  esclavo,  y  constaba,  porque  tenían  hijos  ó  de  otra 
m^Jiera  autéjptica,  seguíase  su  matrimonio,  saliendo  los  agra- 
ciados de  la  condición  servil  Quedaba  también  libre,  quien.ántes 
de  la  segunda  venta  podía  volver  el  precio  por  que  había  sido 
opmprado.^(4)  Estando  ieon  4a  collera  al  cuello,  si  podía  meterse 
en  el  palacio .  ó:  c£).^a  do  los  reyes,  volvía  á  su  antigua  libertad; 
pena  de  ser  reducido  á  servidumbre,  ninguno  podía  atajarle 

(1)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XVn.   Sahagun,  tom.  II,  pág.  803. 

(2)  Torquemada,  Ub.  XIV,  cap.  XVI.    Mptolii^'^at.  IX»  c«9L  Y. 

(3)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XVH.  .  •  '        . 

(4)  T.  Duran,  segunda  parte,  cap.'  XX.  MS. 

86 


r 


i 


loa  pasos,  laera  del  amo  o  de  WQtí  hqoa^  Bra  oostombreieñtíd^ 
los  señores^  á  bu  muerte^  dar  poor  Ubres áiasiesdaTov-qoeilMír 
bían  hecho  señalados  servicios:  los  dtoias  sierros  evass  de  soB' 

herederos.  (1) 

El  señor  no  podía  vender  al  sierro  sin  sn 'consentimiento.  Ce*' 
s$bba  este  privilegió  sí  el  esclavo  era  perezosío,  mal  mirado^  vicioso 
ó  huía  de  la  casa;  entonces  el  amo  le  amonestaba  niía,  dos  7  tres 
veces  delante  de  testigos^  y  si  ánn  permanecía  incorregible,  po- 
níale la  collera^  disiintivo  de  sn  maJia  condición,  y  "podía  venderle 
á  las  personas  6  en  los  mercados.  !La  collera  era  nñá  pieza  de 
madera,  que  ajustando  al  cuello  terminaba  en  dos  argollas  po!r  la 
parte  posterior;  por  '&»tas  pasaba  tina  vara  larga,  á  cuyos  extre- 
mos no  pudiera  alcanzarse  con*  las  manos,  ligada  ^  otra  segunda 
vara  exterior  de  una  manera  sólida:  la  collera  servía- no  solo  pa- 
ra distinguir,  al  mal  esclavo,  sino  para  impedirle  huir  entre  la 
gente  6  penetrar  por  lagares  estrechos:  Los  compradores  de  es- 
clavos de  collera  se  infonnaban  del  número  de  ventas  por  que 
habían  pasado,  y  si  después  de  cuatro  todavíít  no  se  enmenda- 
bcm,  podían  ya  ser  vendidos  para  el  sacrificio.  (2)  Estos  vicio- 
sos incorregibles. expiaban,  sus  crímenes,  muriendo  como  repre- 
sentantes de  los  dioses  en  las  solemnidades  religiosas. 

Había  dos  mercados  de  esclavos,  Ázcapotzalco  S  It:5ocan.  Tjos 
niercaderes  concurrían  trayendo  hombres,  mujeres  y  niños,  ata- 
viados y  compuestos  con  ropas  vistosas  y  los  adornos  de  qua 
podían  usar;  poniéndose  cada  uno  en  el  lugar  señalado,  traía  un 
tocador  de  teponaztli,  y  á  su  son  hacía  cantar  y  bailar  á  los  escla- 
vos, haciéndoles  desplegar  todas  sus  habilidades.  Los  compra- 
dores andaban  mirando  á  todas  partes)  hasta  encontrar  una 
mercancía  &  su  gusto;  fijados  en  algiinu,  áe  imponían  de  las  con- 
diciones del  siervo,  desnudábanle  par^  descubría  si' tenía  imper- 
fección 6  enfermedad,  le  hacían  saltar  y  hacer  movimientos.  El 
precio  consistía  generalmente  en  cuacJiñi,  más  ó  meijios  según  la 
pieza,  teniéndose  en  cuenta  que  los  destinados  al  sac^ficio  eran 
de  mayof  precio,  supuesto  que  no  debían  tener  defecto  alguno 
personal.  Hecho  el  ajuste,  el  niercader  despojaba  de  sus  galas  ál 

(1)  TorquemadA,  Mb.  XIV,  cap.  XVH. 

(2)  Darán,  BegondA  parte^  cap.  XX.  MS.  ToxqneinadA,  lib.  XtV,  ca^.  XVII. 


« 


asa 

esoIftYo  7  le  entregcvba  si  nneyo  dueño,  quien  estaba  obligado  á 
lleyar  ropas  para  cubrirle*  (1) 

La  prisión  para  Ips  eadayos»  situada  en  donde  ahora  la  iglesia 
da  San  JSipóUto»  s6].Uamaba  j^e^ZocoSí,  casa  de  estep^as;  era  una.. 
galera  lasga,  compuesta  de  planchas  de  madera»  con  unik  abertu- 
ra aupmor»  la  cual  niietida  por  ella  los  presos  se. cerraba»  asegu- 
ruándola  ,o<m  una  gran  losa. 

Había  m^xc^doB  particulares  para  ciertos  objetos.  En  el  de. 
Gholollan  se  trataban  joyas,  piedras  finas:  y  plwmas;  en  Texooco 
T9jfa&f  jicaijas^y  loza.  ^El  mercado  de  loa  jperrps  estaba  en  Aaul- 
ma»  y  subsistió  alguiios  anos  después  de  la  conquista.  EeuníaUf 
allí  los  n[iercaderes  perros  de  toda^  clases^,  para  gusto»  para  sa- 
crificar á  los  dio9es7y  para  acompañará  los.difuntos.  (2)  La  ca^-* 
ne:de  este  cuadrúpedo,  ya  casi  eictjaigaido.hoy,  servía  de  aumento 
á  loa  pueblos  de  Auáhuac. 

Los  puchteca,  propiamente  eran  los  J^ercaderes  del  cqmeraio 
por  maypr;  el  comercio  al  menudeo>  destinado  á  la  venta  de  los* 
artefactos  y  al  abasto  4e  las  poblacioipies,  teníajugaren  todos  loa . 
pueblos  de  cierta  importancia.    Eran  afamados  los  mercados  de 
México»  Texcoco,  Tlaxcalla»  CholoIlaA^  Tepeyacap,  Huexotzinco, 
2¡jochimilco  y  otros»  r^iyando.en  importtoiciaen  relación  al  nú- 
mero  de  habitantes  y  á  su  habilidad  para  las  artes.  £1  tiang^uizüi 
estaba  colocado  en  Iqs  pueblos  delante  ó  á  un  lado  del  tepealli; 
cercq.do  de  tapia,  con.sus  entradas  corre&poA^ientes;  en  cada  uno 
había  un  mpnwdli  po  mu, j  alto,  terminado  pprux^  piedra. redon- 
da del  tamaño  de  unairodelsi  labrada  con  la  figura  del  sol  y  al- 
gunos otros  signos:  encima  se  colocaba  la  efigie  del  dios  de  los. 
mercados^  á  cuyo  pié  vertían  las  trajinantes  i,  dejar  en  ofrenda 
algo  ^e  lo  que  traían,  recpgidp  y  aprovechado  después  por  los 
sacerdotes.  La  feria  ór  marcado  tenía  bigar  en  cada  población  en 
períodos,  de  cinco  ep.  cíqco  4ias»  Aaix^i^^plea  por  eso  TnacMÜtíxm- 
quizUi;  cada  lugar  tenía  aenaíUda  la  comaprca  que  Á,  él  debía  acu-, 
dix»  compuesta  de  todo^  los  pueblos  menores  ei^. distancia  de 
cuatro  leguas.  El  macutUia^uiztlh  un  dia  aquí»r  el  siguiente  allá,,, 
y  sucesivamente  hasta  volver  el  turno,  era  un  dia  de  verdadera 
fiesta»  no  sólo  porque  los  trafi^»^tes  tenían  ocasión  de  vender 

Q.}  P.  Sáhagun,  tom.  I,  pág.  82,  tom.  ü,  pág.  S70.       • 
(2)  Bnrán,  segiinda  parte,  cap.  XX.  MS. 


28é- 

BUS  productos  y  adquirir  lo  que  les  faltaba,  sino  porqué  la  gente  ] 
acudía  regocijada  á  gozar  del  solaz  déla  coiicuireiicia.  pos  cau- 
sas determinantes  había  adeína-s;  preveníala  ley  que  íiadápüdife-, 
ra  ser  vendido  poü  los  caminos,^  aun  cufitndp  f&efra  co^  graii  pro-  ' 
vecho,  y  de  no  concurrir  ¿  la  feria  s¿  ségtiíá  el  enojo  del  dios  del 
tiaTiquiztU:  Ambas  determinaciones  aparecen 'interesadas;  los  |áa- 
cerdptes  por  sus  ofrendas,  el  señor  y  la  bouiuriidád'  del  pueblo, 
porque  cada  trajinante  pagaba  un. impuesto,  <íúyó  taorito  se  re^ 
partía  entre  aquellos.  (1)  ••';"•.  -•  ' 

'  El  mercado  principal  de  Meiico  subsistió 'delatító  del  palacíóf'^ 
del  rey;  hecha  la  conquista  de  Tlátelblco  por  Atayacatl,  quedó 
trasladado  á  la  plaza  conocida  ahora  por  de  Santiago,  ya  del  tb-^ 
do  abandonada.    Según  los  conquistadores  que  le  vieron,  (2)  es- 
taba rodeado  por  todos  cuatro  lados  de  portales,  y  era  tan  grande 
como  dos  veces  la  ciudad  de  Salamanca;  concurriendo  diarianíen- 
te  á  comparar  y  vender  de  veinte  á  veihtítíinoó  mil  personas,  y  el 
doble  en  los  dias  de  tfanqifiztli  Las  mercaderías  estaban  ordena- 
das por  calles;  vendíase  por  cuenta  y  iñedida,  aunque  rio  vieróii  * 
pesas.   Había  una  buena  caba,  el  tecpan,  donde  estaban  siem|)re 
sentados  doce  jueces,  entendiendo' en  las  causas  que  se  ofrecían 
y  mandando  castigará  los  criminales;  varios  empleados  públicos- 
iban  vigilando  por  la  plaza,  inspeccionando  las  mercancías  y  que- 
brando las  medidas  falsas.  Sobraban  cargadores,  que  por  módico 
precio,  transportaban  las  mercaderías  á  la  casa  del  comprador. 

Yamos  á  seguir  la  enumeración  de  los  objetos,  que  en  la  plaza 
registraron  los  caracterizados  testigos,  á  fin  de  dar  idea  de  las 
.artes,  industria  y  mantenimientos  de  los  méxica:  el  órderi  en  la 
narración  no  será  ei  que  nosotros  quisiéramos/  por  haber  deter- 
minado tomar  por  guía  la  carta  de  Cortesa  ,  • 

Vendíanse  joyas  dé  oro  y  de  plata,  d*e  plbmo,  de  latón,  de  co- 
bre y  de  estaño.  Sé  aquí  la  lista  de  los  metales  conocidos  por  los 
azteca.  '"Mucho  tiempo  antes  de  la  llegada  de  los  españoles,  dice 
Húmbóldt,  (S)  los  indígenas* de ^Máxicd;  así  como  los  del  Pe- 
ro, conocieron  efuso  de  varios  metales.  No  se  contentaron  cou 

(1)  V,  Duran, 'segunda  parte,  cap.  XX.  MB.- ' 

(2)  Cartas  de  Cortes  en  Lorenzana»  pág.  102^.  Conquistador  anónimo,  Docum. 
de  García  Icazbalceta,  tom.  1.  pag.  392. ... 

(8)  Esaai  poUtique  sur  le  royanme  de  la  KouTe)le  Espagne,  París,  iSll,  tom.  U, 
pág.  482. 


286 

los  que  en  estado  natiyo  so. encuentran,  en  la  superficie  del  suelo, 
principalmente  en  el  lechada  ^os  rioa  y  en  las  barrancas  pavadas 
por  los  toirrei^t^s,  sino  que  se  daban  á  trabajos  subterráneos  para 
explotar  las  vetas,  sabiendo  oay^  galerías»  formar  pozos  de  co- 
municacipn  y  yentilacion,  teniendo  instrumentos  propios  para 
atacAx  la  roca.  Cortea  nos  dice  en  la  jrelacion  histórica  de  su  ex- 
pedición, que  en  el  gran  mercado  de  Tenochtitlan  se  yendían  oro, 
plata,  cobre,  plomo  y  estaño.  Los  habitantes  de  la  Tzapoteca  y 
del  Mixtecapan,  (1)  provincias  que  hoy  forjan  parte  de  la  inten- 
dencia de  Oaxaca,  separaban  el  oro  de  los  terrenos  de  aluvión 
por  medio  del  lavado.',  aquellos  pueblos  pagaban  el  tributo  de 
dos  maneras;  las  pepitas  ó  granos  de  oro  nativo,  en  sacos  de 
cuero  ó  en  pequeños  cestos  tejidos  de  juncos  delgados,  ó  fundido 
el  metal  en  barras.  Semejantes  éstas  á  las  que  se  encuentran  hoy 
en  el  comercio,  están  figuradas  en  las  pinturas  mexicanas.  En 
los  tiempos  de  Montezuma  ya  trabajaban  los  naturales  las  vetas 
argentíferas  de  Tlacbco  (Tasco),  en  la.provincia  de  Cohuixco,  y 
las  que  atraviesan  las  montanas  de  Tzompanco.'' 

^'En  todas  las  grandes  ciudades  de  Anáhuac  se  fabricaban  va- 
sóá  de  oro  y  de  plata,  aunque  ésta  fuese  mucho  menos  estima- 
d|b  por  los  amerioanoB  que  por  los  pueblos  del  antiguo  continen- 
te. Al  penetrar  los  españoles  por  primera  vez  á  Tenochtitlan^  no 
podían  cansarse  de  admirar  la  habilidad  de  los  joyeros  mexica- 
nos, entre  los  cuales  se  reputaban  por.  más  célebres  los  de  Az- 
eapotzalco  y  üholula:  cuando  seducido  Montezuma  por  su  extre- 
mada credulidad,  reconoció  en  la  llegada  de  los  hombres  blancos 
7  barbados  el  cumplimiento  de  las  profecías  de  Quetzalcoatl,  y 
obligó  á  la  nobleza  azteca  á  prestar  homenaje  al  rey  de  España, 
la  cantidad  de  metales  preciosos  ofrecida  á  Cortés  se  valuó  en 
cantidad  de  162,000  pesos  de  oro.  "Sin  to4as  las  joyas  de  oro, 
'^dioe.  el  ¿/onquistador  en  su  primera,  carta  á  Carlos  Y,  y  pilata,  y 
'^plumajes,  y  piedras  y  otras'  muchas  cosas  de  valor,  que  para 
*^.  8.  M«  yo  asigné,  y  aparté,  que  podrían  valer  cien  mil  duca- 
''dos,  y  más  suma; las  otudes  demás  de  su. valor,  eran  tales  y  tan 
^'maravillosas,  que  consideradas  por  su  novj^dad  y  extrañeza  xxo 
'^tenían  precio,  ni  es  de  creer  que  alguno  de  todos  los  príncipes 


(1)  Prindpalmeiite  Iqs  habiianiefl  de  Io0  aatígpíM  pqeblosfb  HoAzyMiiq  ((hui99k\ 
Coyolapan  /  AtlAoueohahiu^aii. 


286 

''del  mundo,  de  quien  de  tiene  noticia,  las  pudiese  tener  tales  j 
**de  tal  calidad.  Y  no  le  parezca  á  T.  A-  fabuloso  lo  que  digo, 
'^ues  es  verdad  que  todas  las  cosas  criadas,  así  en  la  tierra  co- 
''mo  en  la  mar,  de  que  el  dicho  Muteczuma  pudiese  tener  cono- 
'^cimiento,  tenía  contrahechas  muy  al  natural,  así  de  oro  y  plata, 
"como  de  pedrería  y  de  plumas,  en  tanta  perfección  que  casi 
''ellas  mismas  parecían:  de  las  cuales  todas  me  dio  para  Y.  A. 
*'muchá  parte,  sin  otras  que  yo  le  di  figuradas  y  él  las  mandó 
"hacer  de  oro,  así  como  imágenes,  crucifijos,  medallas,  joyeles  y 
"collares,  y  otras  muchas  cosas  de  las  nuestras  que  les  hice  con- 
"trafacer.  Cupieron  asimismo  á  V.  A.  del  quinto  de  la  plata  que 
"se  hubo,  ciento  tantos  marcos,  los  cuales  hice  labrar  á  los  na- 
"turales  de  platos  grandes  y  pequeños,  y  escudillas,  y  tazas,  y 
^'cucharas;  y  lo  labraron  tan  perfecto,  como  se  lo  podíamos  dar 
"á  entender."  (1)  Leyendo  este  pasaje  se  cree  escuchar  la  rela- 
ción de  un  embajador  europeo,  enviado  á  la  China  6  al  Japón. 
Y  no  sería  posible  acusar  de  exajerado  al  general  español,  con- 
siderando que  el  emperador  Carlos  V.  podría  juzgar  con  sus 
propios  ojos  acerca  de  la  perfección  de  los  objetos  que  le  fueron 
mandados.  La  fundición  había  hecho  progresos  considerares 
entre  los  muyscas,  en  el  reino  de  Nueva  Granada,  entre  los  pe- 
ruanos y  los  habitanters  de  Quito.  Én  este  último,  por  muchos 
siglos  se  conservaron  en  Caxaa  Becdes  obras  preciosas  cte  plate- 
ría aiñerícana.  Hace  pocos  años,  que  por  un  sistema  de  econo- 
mía, que  pudiera  llamarse  bárbara,  fueron  fundidas  esr  s  obras 
qtie  probaban,  que  muchos  pueblos  del  Nuevo  continente  habían 
alcanzado  un  grado  de  civilización,  muy  superior  al  que  gene- 
'ralmente  se  les  atribuye." 

Los  méxiea  sacaban,  pues,  el  oró  dé  las  vetas,  para  cuyo  des- 
•cttbrimiento  tenían  ciertas  reglas  eficaces  én  tiempo  de  agoM; 
teoogianlo  igualmente  en  los  riosy'arroyos,  lavando  las- arenas 
en  jlcaaras.  (2)  La  matrícula  de  tributos,  que  haoe  parte  del  Úóá. 
Méndbcino,  (3)  refiere  las  provincis»  que  juagaban  oío  al  impe- 
rio de  México,  lí apa  y  su  comarca  (bám.  4Í),  "diez  tabletes  de 
oro,  dice  el  intérprete,' de  cuatro  dedos  d!e  anohó  y  de  tres  cuar- 
tas de  medir  de  largo,"  (núm.  20),  y,  ^'veinte  jicaras  de  ora  en 

(1)  OartaB  en  Lorenzana,  pág.  99. 

(2)  F.  Báhagim,  tom.  8,  pág.  SOS. 

(8)  Véase  el  Lord.  Xingsborotigh,  tonL  1. 


28Y 

polvo,  cadA  TiiMk-  }(o&ra  cabía  en  ella  dos  álbmozojdas,^*  (núm.  21). 
Para  damod  ctiénta  de  la  cantidad  de  oro,  sería  preciso  conocer 
la  medida  de  capacidad  llaxanda  almozada\  confesamos  nuestra 
ineptitad,  al  no  encontrar  la  palabra  en  los  libros  que  cousnl- 
tamoB.  No  puede  ser  error  por  almudaday  (Jue  es  una  superficie; 
ni  por  almomla,  cobertor  de  lana;  si  se  nos  permitiera,  corregi- 
ríamos almuerza,  "porción  de  cosa  suelta  y  no  líquida  que  cabe 
en  las  manos  juntas  y  puestas  en  forma  cóncava."  (1)  Toaltepec 
daba  (lám.  42),  cuarenta  tejuelos  de  oro,  "del  tamaño  de  una  hos- 
tia y  del  grosor  de  un  dedo**  (núm.  31  y  32).  Ooaixtlabuacan, 
(liám.  45)  veinte  jicaras  de  polvo  6  pepitas  de  oro  (num.  27). 
Coyolapan  (Lám.  46),  "veinte  tejuelos  de  oro  fino  del  tamaño  de 
im  plato  mediano,  y  de  grosor  del  dedo  pulgar"  (núm.  17).  Tlach- 
quiauhco  (Lám.  47)  veinte  vasijas  con  polvo  de  oro  fino  (núm.  4). 
Tochtepec  (Lám.  48),  una  rodela  de  oro,  con  adornos  de  lo  mis- 
mo (núm.  28),  itiía  pieza  de  oro  á  manera  de  ala,  para  adorno 
del  yelmo  (núm.  29),  "una  diadema  de  oro  de  esta  hechura" 
(núm.  80),  "un  apretador  de  oro  para  la  cabeza,  de  ancho  de  una 
mano  y  grueso  de  un  pergamino"  (núm.  31),  dos  sartales  de  cuen- 
tas de  oro,  la  una  con  cascabeles  (núm.  32  y  33).  Así  los  tributos 
de  oro  se  exigían  en  grano,  en  barras  fundidas  y  en  piezas  labra- 
das. No  se  hace  mención  de  la  plata,  ni  de  los  demás  metales, 
fuera  del  cobre. 

Los  secretos  del  arte  del  joyero,  platero  y  fundidor  entre  los 
méxica,  nos  son  ahora  desconocidos;  perdiéronse  después  de  la 
conquista,  por  desprecio  á  la  habilidad  de  los  vencidos,  ó  más 
bien  por  las  circunstancias  precisas  de  aquella  ¿poca  de  tran- 
BÍcion.  El  testimonio  de  Cortés,  de  Gomara  y  de  otros  que  vie- 
ron los  objetos  labrados,  no  dejan  duda  acerca  de  su  belleza  j 
perfección;  las  piezas  remitidas  á  España  llenaron  de  admira- 
ción á  los  curiosos,  juzgándolas  inimitables  los  plateros  de  Se- 
villa. **Para  las  cosas  que  dicen  de  fundición  y  vaciado,  eran 
"muy  hábiles,  y  hacían  una  joya  de  oro  6  plata  con  grandes  pri- 
'^mores,  haciendo  mucha  Ventaja  á  nuestros  plateros  españoles» 
"porque  fundían  un  pájaro  que  se  le  andaba  la  cabeza,  lengua  y 
"las  alas,  y  hacían  un  üiono  ú  otro  animal  que  se  le  andaban 
"cabeza,  lengua,  pies  y  manos,  y  en  las  manos  les  ponían  unas 

(1)  Dic.  de  la  lengua  castellana. 


288 

'^irevejuelos  que  parecía  bailar  con  ellos.  Y  lo  que  más  es,  que 
'^sacaban  de  la  fundición  una  pieza^  la  mitad  de  oro  y  la  mitiid 
'de  plata,  y  vaciaban  un,  pece  la  mitad,  de  las  escamas  de  oro  y 
'la  mitad  de  plata,  y  otros  variados,  conviene  á  saber,  unii  e$cá- 
''ma  de  oro  y  otra  de  plata  de  que  se  maravillaron  mucho  loa 
''plateros  de  España^"  (1)  Cosas  son  estas  que  boy  no  se  fabrican 
en  ninguna  parte  del  mimdo. 

Pocos  de  estos  primores  quedan  entre  nosotros^  exhumados 
en  sepulcros  y  escavacioi^es.  Hemos  visto  anillos  de  filigrana 
de  fino  trabajo,  resaltando  entre  los  huecos  figuras  de  dioses, 
símbolos  ó  adornos.  Cuentas  labradas  esféricas  ó  esferoidales; 
cascabeles,  y  aun  pequeños  idolillos.  Muy  notable  nos  pareció 
un  busto  de  Huitzilopochtli^  con  el  morrión  remedando  la  ca- 
beza de  una  águila  y  la  cimera  de  un  gusto  inimitable. 

Los  tolteca  practicaban  este  arte,  anterior  sin  duda  á  ellos, 
^atribuyendo  el  perfeccionamiento  á  Quetzalcoatl.  Los  instru- 
mentos de  labranza  no  sabemos  fueran  otro  que  el  martillo,  for- 
mado de  piedras  duras;  conocían  los  crisoles  para  fundir  el  me- 
tal, los  moldes  para  dar  forma  al  artefacto*  Los.núm.  21  y  25, 
lám.  71  del  Cód.  Mendoza  representan  al  platero  y  su  discípulo. 
Sobre  un  banco  se  advierte  un  brasero  con  fuego,  en  el  cual  se 
distingue  el  símbolo  del  oro  labrado;  en  una  mano  tiene  el  arte- 
sano una  varilla  para  remover  el  metal,  con  la  otra  empuña  y  lle- 
va á  la  boca  una  especie  de  soplete  ó  tubo  para  avivar  la  com- 
bustión. Humboldtdice:  ''Según  las  tradiciones  que  recogí  cerco, 
^'de  Biobamba,  entre  los  indios  del  pueblo  de  Lican,  los  antiguos 
"habitantes,  de  Quito  fundían  los  minerales  de  plata,  estratifl- 
'^candólos  con  carbones  y  soplando  el  fuego  con  cañas  largas  de 
''bambú.  Muchos  indios  se  colocaban  en  círculo  alrededor  del 
^agujero  que  encerraba  el  mineral,  de  manera  que  las  corrientes 
^de  aire  salían  de  machas  cañas  á  la  vez."  (2)  Procedimiento 
semejante  al  de  los  peruanos  aparece  practicado  por  los  mémcsL 

Según  nos  informa,  el  F.  Sahagun,  (3)  los  oficiales  que  labraban 
oro  eran  de  dos  maneras;  los  unos  martilladores;  ^'otros  se  Ua* 
"man  üatlcdianiy  que  quiere  decir  que  asientan  el  oro  ó  alguna 
"cosa  en  ál,  ó  en  la  plata,  éstos  son  verdaderos  oficiales  6  por 

(1)  TorquemAda,  lib.  ZUI,  oap.  XXXIV.  Glayigeio,  tom.  1,  pág.  378. 

(2)  EBsai  politique,  tom.  2,  pág.  484,  nota  2. 
(8)  Hist.  de  Umoom»  de  HE.,  tom.  2,  pág.  887. 


"í 

ti. 


289 

"otro  nombre  se  llaman  tuüeca;  pero  están  divididos  en  dos  par- 
"tes,  porque  labran  el|oro  cada  uno  de  su  manera."  El  dicciona- 
rio de  la  lengua  mexicana,  (1)  ofrece  diversos  nombres  para  los 
que  labran  plata,  oro,  anillos,  vasos  y  joyas,  lo  cual  parece  in- 
dicar, que  el  arte  de  la  platería  estaba  dividida  en  diversos  ra- 
mos, practicado  cada  uno  por  particulares  artesanos. 

Los  azteca  recogían  plomo  y  estaño  en  la  provincia  de  Tlaohco 
y  en  Itzmiquilpan.  El  primero  era  poco  apreciado,  y  del  segun- 
do hemos  visto  que  servía  de  moneda.  Chilapan  y  otros  puntos 
producían  cinabrio,  usado  en  las  pinturas  ó  escritura,  y  en  em- 
bijarse el  cuerpo. 

Sin  duda  que  el  cobre  es  el  metal  empleado  priupiitivamente 
por  el  hombre.  En  México  se  usó  desde  muy  antiguo.  En  las 
ruinas  de  Casas  grandes,  (Chihuahua)  fueron  encontradas  dos 
piezas  de  cobre;  "una  tortuga  de  diez  centímetros  de  largo,  y 
"una  lagartija  con  la  cabeza  levantada  y  abierta  como  para  re- 
"cibir  un  objeto."  (2)  Perdiéronse  después  de  encontrados,  y  no 
podemos  hacer  juicio  de  ellos.  Coincidencia  casual  ó  verdadero 
punto  de  relación,  es  Qomun  encontrar  tortugas  de  cobre  en  los 
antiguos  sepulcros  de  la  Huaxteca.  Tenemos  á  la  vista  la  de  la 
colección  de  nuestro  amigo  el  Sr.  Chavero;  hueca,  y  con  un 
cuerpo  suelto  interior,  sirve  como  de  cascabel;  en  un  extremo 
ofrece  una  pequeña  argolla  para  llevarla  suspendida;  la  forman 
láminas  sobre  las  cuales,  siguiendo  el  contorno  de  la  figura,  se 
afirma  un  alambre  siguiendo  las  vueltas  de  una  espiral  ó  for- 
mando curvas  de  mayor  á  menor;  los  labios  del  cascabel  y  el 
medio  del  carapacho  ofrecen  sobrepuesto  un  torzal  de  dos  alam- 
bres, mientras  otro  forma  la  boca  del  animal  y  los  adornos  del 
frente:  ojos  y  nariz  son  pequeños  trozos  esferoidales.  Si  el  dibujo 
no  es  correcto,  la  manufactura  es  artificiosa,  llamando  la  aten- 
ción el  cómo  fueron  soldadas  entre  sí  las  diversas  partes. 

Hacíanse  de  cobre  objetos  semejantes  á  los  de  oro,  sin  duda 
para  adorno  de  los  pbbres.  Tenemos  á  la  vista  anillos  macizos  y 
de  filigrana,  que  aunque  muy  atacados  por  el  orin,  dejan  ver  sus 
formas  curiosas.  Pero  el  empleo  principal  de  este  metal  era  en 
las  hachas,  cuyo  uso  parece  estar  esparcido  hasta  muy  lejos. 

^1)  Diccionario  de  Molina* 

(2)  Exploration  mineralógique  des  régions]  mexicaines,  por  M.  E.  Guillemin  Ta- 
rsyse.  París,  MDCOOLXIX,  pág.  176.— Archiyes,  topa,  m,  pag.  848. 

37 


290 

Durante  la  expedición  del  año  1518  mandada  por  Juan  de  Grí- 
jaiva,  los  bureos  arribaron  al  rio  Tonalla,  apellidado  entonces 
San  Antonio;  los  navegantes  se  dieron  á  cambi£^  cuentas  de  vidrio 
y  bujerías  por  el  oro  de  los  naturales.— "Y  después  lo  supieron 
"los  de  Guanacualco  (Coatzacoalco)  é  otros  pueblos  comarcanos 
"que  rescatábamos,  también  vinieron  ellos  con  sus  piecezuelas, 
"y  llevaron  cuentas  verdes,  que  aquellos  tenían  en  mucho.  Pero 
"demás  de  aqueste  rescate,  traían  comunmente  todos  los  indios 
"de  aquella  provincia  unas  hachas  de  cobre  muy  lucidas,  como 
"por  gentileza  é  á  manera  de  armas,  con  unos  cabos  de  palo  muy 
"pintados,  y  nosotros  creímos  que  eran  de  oro  bajo,  ó  comenza- 
"mos  á  rescatar  dellas:  digo  que  en  tres  dias  se  hubieron  más  de 
"seiscientas  deUas,  y  estábamos  muy  contentos  con  ellas  creyen- 
"do  que  eran  de  oro  bajo,  é  los  indios  mucho  más  con  las  cuentas^ 
"mas  todo  salió  vano,  que  las  hachas  eran  de  cobre  é  las  cuentas 
"un  poco  de  nada."  (1) 

Las  hachas  antiguas  de  bronce  son  idénticas  por  la  forma  alas 
exhumadas  en  Dinamarca,  conocidas  bajo  el  nombre  de  pacdstav; 
por  la  liga  sojí  iguales  á  las  del  Norte  y  Sud  América.  En  los 
tiempos  históricos,  ninguna  de  las  naciones  de  Anáhuac  usó  el 
hacha  como  arma  de  guerra;  los  de  Coatzacoalco,  mencionados 
por  Bemal  Díaz,  las  llevaban,  como  dice  el  escritor,  más  por 
gentileza  que  por  otra  causa.  Empleaban  el  hacha  en  la  tala  de 
los  bosques,  en  el  arte  de  la  carpintería  y  cosas  análogas.  En  las  . 
pinturas  jeroglíficas  el  hacha  es  el  símbolo  del  cobre,  y  del  arte 
del  carpintero  y  del  tallador:  en  las  costumbres,  servía  de  resca- 
te á  los  alumnos  de  los  seminarios.  De  cobre- hicieron  puntas  de 
flechas  y  de  lanzas,  mas  no  parece  les  ocurriera  nunca  formar 
armas  semejantes  á  la  espada. 

Abunda  el  cobre  en  los  Estados  de  Chihuahua,  Durango,  Zi^ 
catecas,  San  Luis,  Jalisco  y  Michoacan;  pero  aquellos  lugares 
caían  fuera  de  la  demarcación  del  imperio.  Los  azteca  se  pro- 
veían del  metal  en  las  provincias  de  Zacatollan  y  de  Cohuixoo, 
Estados  actuales  de  Guerrero  y  de  Oaxaca.  Tepecuacuilco  da- 
ba en  parte  de  tributo  (Lám.  39  del  Cód.)  cien  hachas  de  cobre» 
(núm.  20).  Quiauhteopan  y  su  comarca  (Lám.  42)  cuarenta  caá- 
cábeles,  coyolli,  grandes  de  cobre  (núm.  19)  y  ochenta  hacLas, 

• 

(1)  Bernal  Díaz,  cap.  XVI. 


I 


« 


291 

(núm.  20).  El  nombre  mexicano  del  metal  es  tepuzüi;  el  hacha 
para  cortar  madera  tepuzcuauhxexélani,  cnaukÜateconi,  y  para  la- 
brarla^ tlaximcdtepuzüi. 

**Muchos  sabios  distinguidos,  dice  Humboldt,  (1)  annque  ex- 
traños á  los  conocimientos  químicos,  pretendieron  que  los  mexi- 
canos j  los  peruanos  tenían  un  secreto  para  tenlplar  el  cobre,  j 
convertirlo  en  acero.  Es  indudable  que  las  hachas-  y  otros  útiles 
mexicanos  eran  casi  tan  cortantes  como  los  instrumentos  de  ace- 
ro; mas  esta  dureza  extraordinaria  era  debida  á  la  liga  de  estaño 
y  no  al  temple.  Lo  que  los  primeros  historiadores  de  la  con- 
quista llamaron  cobre  duro  6  cortante,  semeja  al  Xtjíhos  de  los 
griegos  y  al  ee$  de  los  romanos.  Los  escultores  mexicanos  y  pe- 
manos  ejecutaban  grandes  obras  en  el  grünstein  y  el  pprfído 
basáltico  más  duro.  Los  joyeros  corteaban  y  perforaban  las  es- 
meraldas y  otras  piedras  finas,  sirviéndose  á  la  yez  de  un  útil 
de  metal*  y  de  un  polvo  silicoso.  Traje  de  Lima  un  cincel  de  los 
antiguos  peruanos,  en  el  que  M.  Yauquelin  encontró  0,94  de  co- 
bre y  0,06  de  estaño.  Había  sido  tan  bien  forjada  la  liga,  que  la 
pesantez  específica  se  hizo  8,815,  mientras  que,  según  las  expe- ' 
riencias  de  M.  Briche,  los  químicos  no  obtienen  este  máximum 
de  densidad,  sino  uniendo  16  de  estaño  á  100  partes  de  cobre« 
Parece  que  los  griegos,  para  endurecer  el  cobre,  se  servían  á  la 
vez  del  estaño  y  del  fierro.  También  una  hacha  de  los  galos,  en- 
contrada en  Francia  por  M.  Dupont  de  Nemours,  que  corta  el 
palo  como  si  fuera  de  acero,  sin  romperse  ni  embotarse,  contie- 
ne según  el  análisis  de'M.  Yanquelin,  0,87  de  cobre,  0,03  de  fie- 
rro y  0,09  dé  estaño."  .  \ 

£1  cobre  no  debía  su  dureza  al  temple  sino  á  la  liga  con  el  es- 
taño. En  los  análisis  mandados  practicar  en  México  por  el  Sr. 
I>.  Femando  Ramírez,  los  útiles  contienen  90  partes  de  cobre 
por  10  de  estaño.  Hemos  logrado  ver  algunos  que  nos  parecen 
cinceles,  dotados  de  gran  dureza.  El  cincel  sometido  al  análisis 
por  el  Sr.  1).  Gumegindo  Mendoza  ofrece  la  densidad  de  8,875  y 
contiene  97,87  de  cipbre  y  2,13  de  estaño.  (2)  Las  hachas  de  co- 
bre, al  menos  las  destinadas  á  las  artes,  no  son  de  cobre  puro, 
pa^  alguna  que  hemos  logrado  ver  presenta  los  filos  duros:  de 

(1]>  Sssai  politique,  tom.  2,  pág.  485. 

(2)  Anales  del  Museo  Kacional,  tom.  I,  pág.  117. 


292 

estas  hachas,  las  que  llevan  los  mangos  rectos  servían  en  el  cor- 
te de  árboles  ó  faenas  análogas,  y  las  de  mango  recurvo  eran 
empleadas  en  la  carpintería:  así  al  menos  están  diseñadas  en  el 
Códice  de  Mendoza. 

En  la  sesión  celebrada  el  10  de  Setiembre  1877  por  el  Con- 
greso de  los  Americanistas  en  Luxembourg,  el  Sr.  de  Helwald 
asentó  las  dos  proposiciones  siguientes,  contradecidas  flojamen- 
te por  M.  Peterken:  1*  En  Amérijca  no  se  encuentra  el  cobre  en 
estado  nativo,  más  de  en  la  región  del  Lago  Superior.  2'  No 
existe  en  Mexiqo  huella  alguna  de  la  explotación  de  las  millas 
de  cobre  por  los  indígenas,  anterior  al  descubrimiento  de  Amé- 
rica. Infiere  de  aquí,  "que  pues  no  tenemos  prueba  de  que  el 
cobr^haya  sido  explotado  en  la  America  Central,  debe  admitir- 
se que  el  cobre  que  servía  para  formar  el  bronce  provenía  del 
Norte."  (1) 

Proposiciones  y  consecuencia  son  falsas.    A  propósito  de  ésto 
escribió  un  [luminoso  artículo  el  Sr.  D.  Jesús  Sánchez,  del  cual 
tomamos  ciertas  indicaciones.  (2)   Contrayéndonos  solamente  á 
México:  "El  cobre  se  encuentra  en  estado  nativo,  bajo  las  formas 
de  cobre  vidrioso  y  cobre  oxidulado,  en  las  minas  de  Juguaran, 
un  poco  al  Sur  deljvolcan  del  Jorullo,  en  San  Juan  Güetamo  en 
la  intendencia  de  Valladolid  y  en  la  provincia  de  Nuevo  Méxi- 
co." (3)  El  Sr.  D.  Andrés  del  Rio,  en  su  tratado  de  Orictognosia 
asienta,  que  en  el  criadero  de  Chihuahua  el  cobre,  "se  presenta 
en  grandes  masas  en  la  superficie."  (4)  En  Zomelahuacan  se  en- 
cuentra el  cobre  virgen  y  también  con  ley  de  oro.  (5)   De  estas 
autoridades,  queaim  pudiérajnos  aumentar,  inferimos  rectamen- 
te que  el  cobre  se  encuentra  en  México  en  estado  nativo.  Bieii, 
podrá  objetar  el  Sr.  Helwald,  esto  prueba  que  en  el  actual  terri- 
torio de  la  República  Mexicana  existe  el  cobre  nativo;  pero  en 
manera  alguna  demuestra  que  las  antiguas  naciones  indígen&s 
tomaran  el  metal  empleado  en  sus  útiles  de  estos  mantos  ó  cria- 
deros, totalmcente  desconocidos  para  ellas.   . 

Si  de  estos  lugares  tomaban  ó  no  el  cobre,  que  usaban,  no  te- 

(1)  Compte-raendu,  tom.  I,  Paris,  1878;  pág.  51-52.  ^ 

(2)  Anales  del  Museo  Nacional,  tom.  I,  pág.  387  y  sig. 

(3)  Humboldt,  Essai  politíque,  tom.  II,  pág.  581. 

(4)  Filadelfia,  1832.  pág.  82. 

(5)  Dlc.  Univ.  de  Hist.  y  de  Geog. 


\ 
« 


293 

• 

nemos  datos  para  afirmarlo  ni  para  negarlo.  Pero  consta  en  los 
documentos  indígenas  que  Tepecnacuílco  y  Quiauhteopan  daban 
en  tributo  objetos  de  cobre,  de*  lo  cual  se  deduce  sin  replica  al- 
guna^ que  en  aquellas  localidades  existía  y  se  beneficiaba  el  re- 
petido metal  sin  necesidad  de  ocurrir  al  Lago  Superior.  Ademas» 
''los  pueblos  aztecas  sacaban  antes  de  la  conquista,  dice  Hum- 
boldt,  el  plomo*  y  el  estaño  de  las  vetas  de  Tlachco  (Tasco,  al 
Norte  de  Chilpancingo)  e  Izmiquilpan;  el  cinabrio  que  servía  de 
color  á  los  pintores  lo  tomaban  de  Chilapan.  El  cobre  era  de 
todos  los  metales  él  mSa  comunmente  empleado  en  las  artes 
mecánicas.  Beemplazaba  hasta  cierto  punto  el  fierro  y  el  acero. 
Las  armas,  las  hachas,  los  cinceles,  todos  los  útiles  eran  hechos 
con  el  cpbre  extraído  de  las  montañas  de  Zaoatollan  y  Cohuix- 
co,"  (1)  No  existe  ía  menor  duda;  los  méxica  sacaban  el  cobre  de 

» 

las*  comarcas  que  estaban  bajo  su  mando. 

En  el  mes  de  Setiembre  1873,  al  estarse  practicando  un  reco- 
nocimiento en  el  cerro  del  Águila,  sobre  la  veta  de  cobre  allí 
existente,  al  apoyar  uno  de  los  peones  co>n  fuerza  la  barreta  so- 
bre el  suelo,  ésta  se  hundió  desapareciendo  completamente.  Pro- 
cedióse á  inquirir  si  era  una  mina  azolvada,  resultando  de  los 
trabajos  el  descubrimiento  de  una  escavacion  de  31j^  metros  de 
largo,  de  un  metro  á  metro  y  medio  de  profundidad,  con  una  an- 
chura variable  entre  medio  metro  y  un  metro,  y  en  cuyo  fondo 
seguía  una  rica  cinta  de  cobre  de  unos  cuatro  á  diez  centímetros 
de  anchura.  El  Sr.  D.  Felipe  Larí ainzar  observó  con  cuidado  la 
obra,  descubriendo  bien  pronto  no  haber  huellas  del  fierro  ó  de 
la  pólvora,  que  las  paredes  y  el  fondo  presentaban  la  acción  del 
fuego,  mirándose  ademas,  así  el  metal  como  la  roca  y  tepetate 
en  que  arma  la  veta,  resquebrajados  y  hendidos  por  muchas 
partes.  Al  principio  no  fueron  vistos  utües  ningunos;  mas  regis- 
trados los  escombros  se  encontraron  142  mazas  de  piedra,  de  ta-* 
maños  desiguales,  en  forma  de  mazos  ó  cuñas,  con  los  extremos 
desportillados  y  rotos:  aquellas  piedras  no  pertenecían  á  ningu- 
na de  las  rocas  constitutivas  del  cerro.  Hechas  las  indagaciones 
convenientes  no  quedó  duda  alguna;  aquella  era  una  veta  de  co- 
lare trabajada  por  las  antiguas  razas  indígenas.  El  procedimiento 
de  extracción  quedó  también  patente;  calentada  la  roca  por  me- 

*  •  ' 

(1)  Essai  politique,  tom.  II,  pdg.  432. 


294 

dio  del  faego,  bien  se  la  deja  enfriar  lentamente,  ó  se  vierte  agua 
sobre  ella  para  acelerar  la  operación;  matriz  y  mineral  se  re- 
vientan ofreciendo  resquebrajaduras,  sobre  las  cuales  pueden 
obrar  las  cuñas,  ó  los  mazos  separan  á  golpes  trozos  más  unía- 
nos considerables.  Este  era  en  realidad  el  método  que  los  azteca 
seguían  en  el  laboreo  de  sus  minas,  método  que  podía  ser  apli- 
cado así  á  tajo  abierto  cual  se  presenta  en  el.  cefrro  del  Águila, 
como  en  galerías  cerradas  cual  se  ofrecen  en  Tlachco.  Debemos 
las  noticias,  y  el  regalo  de  uno  de  los  mazos  de  piedra,  á  la  fina 
atención  del  Sr,  D.  Felipe  Larrainzar.   • 

'^a  naturaleza  ofrece  á  los  mexicanos,  dice  Humboldt,  (1)  enor- 
mes masas  de  hierro  y  de  niquel;  esa»  masas,  que  se  encuentran 
esparcidas  sobre  la  superficie  del  suelo,  son  fibrosas,  maleables 
y  de  tan  gran  tenacidad,  que  con  mucha  dificultad  se  consigue 
separar  algunos  fragmentos  con  la  ayuda  de  nuestros  útiles  *de 
acero.  El  verdadero  fierro  nativo,  al  que  no  puede  atribuirse 
un  origen  Tneteórico,  constantemente  mezclado  al  plomo  y  al  co- 
bre, es  infinitamente  raro  en  todas  las  partes  del  globo.  Por  con- 
secuencia, no  debe  admirar  que  los  mexicanos,  como  la  mayor 
parte  de  los  otros  pueblos,  al  principio  de  su  civilización,  se  ha- 
yan fijado  de  preferencia  en  el  cobre  y  no  en  el  hierro.    ¿Mas 
cómo  esos  mismos  americanos,  que  trataban  por  el  fuego  una 
gran  cantidad  [de  minerales,  no  fueron  conducidos  al  descubri- 
miento del  fierro  por  la  mezcla  de  las  sustancias  combustibles 
con  los  ocres  rojos  y  amarillos;  (2)  extremadamente  comunes  en 
muchas  partes  de  México?   Si  por  el  contrario,  como  me  inclino 
á  creerlo,  este  metal  les  era  conocido,  ¿cómo  no  llegaron  á  apre- 
ciarlo en  su  justo^valor?" 

Nosotros  no  resolvemos  la  cuestión;  simplemente  podremos 
decir,  que  si  es  racional  suponer  que  los  americanos  conocieron 
él  fierro,  también  es  evidente  que  nunca  le  usaron.  Encontramos 
mx  hecho  curioso.  "M.  MíUler,  director  de  la  casa  de  moneda  de 
^'Chihuahua,  hizo  un  descubrimiento  muy  importante  en  el  tem- 
'^plo  mayor  (de  Casas  Grandes).  En  una  escavacion  practicada 
''en  nna'de  las  cámaras  del  laberinto,  se  halló  á  corta  profandi- 

(1^  Essai  poliidque,  tom.  II,  pág:  484. 

(2)  ''El  ocre  amarillo,  llamado  tecozahuUl,  servía  para  la  pintura,  lo  mismo  que  el 
dnabrio.  £3  ocre  hacía  parte  de  los  objetos  que  componen  la  lista  de  tributos  de 
Malkialtepec." 


y 


295 

"dad  una  masa  lenticular,  cincuenta  centímetros  de  diámetro,  de 
"fierro  meteórico,  envuelta  cuidadosamente  en  estofas  semejantes 
"á  las  que  cubren  los  cadáveres  antiguos,  en  las  tumbas  de  la 
"misma  localidad.  ¿Este  aerolito  fue  encontrado  allí,  ó  fué  traído 
"de  lejos?  ¿Lo^  antiguos  fueron  testigos  de  su  caída?  Cierto  es 
"que  lo  miraban  como  un  objeto  extraordinario;  tal  vez  celebra- 
"ban  su  caída  como  la  muerte  de  un  dios  desconocido,  al  que 
"dieron  sepulcro  en  su  templo.  En  todos  tiempos  debió  referirse 
"uija  idea  supersticiosa  á  esos  trozos  de  fierro  meteórico,  que  en 
"tan  gran  número  se  encuentran  en  Chihuahua.  Probablemente 
"el  uso  del  hierro  hubiera  comenzado  mucho  tiempo  antes  de  la 
'^nquista  de  Hernando  Cortés,  así  como  el  del  oro,  de  la  plata 
"y  del  cobre  nativo  de  las  vetas,  si  esos  trozos  no  hubieran  sido 
"objeto  de  superstición."  (1)  La  mayor  parte  dé  estas  conclusio- 
nes no  se  pueden  tomar  sino  como  supuestas. 
.  El  ocre  amarillo,  tecozahuitU,  servía  en  las  pinturas,  y  compuesto 
en  forma  de  barniz  se  usaba  en  ciertas  solemnidades  para  embi- 
jarse el  rostro  ó  el  cuerpo  entero.  Los  méxica  tomaban  las  pie- 
dras, reduciéndolas  por  el  molido  á  polvo  muy  fino.  (2)  Tlalco- 
zatltitlan  y  sus  pueblos  sujetos  (Cód.  de  Mendoza,  lámina  42), 
tributaban  veinte  «cazuelas  de  este  barniz  (ntim.  4).  Muy  comunes 
son  en  nuestro  suelo  los  ocres  rojos  y  amarillos  de  hermosos  co- 
lores,- y  sus  yacimientos  presentan  señales  de  las  antiguas  explo- 
taciones de  los  indígenas. 

Las  naciones  de  Anáhuac  hacían  numerosas  aplicaciones  de  la 
obsidiana,  llamada  por  ellos  üdli  y  por  los  tarascos  tzinajm.  Se- 
gún los  estudios  practicados  |)or  mi  amigo  el  Sr.  D.  Mariano 
Barcena,  (3)  los  yacimientos  de  obsidiana,  en  nuestro  país,  se 
encuentran  en  las  formaciones  traquíticas.  Sus  variedades  éon; 
la  dorada,  la  plateada  ó  argentina,  la  negra,  la  azulada,  la  verde 
y  la  roja  ó  de  Pónjamo.  "Asociadas  á  esa  roca  se  hallan  en  mu- 
*'chas  partes  la  piedra  pez  y  la  perlita,  formando  transiciones  á 
veces  insensibles  con  la  primera  y  aun  con  los  pórfidos  traquí- 
ticos,  pues  en  los  cerros  vecinos  á  Cadereyta  Méndez,  he  visto 
'^masas  de  piedra  pez  salpicada  de  cristales  blancos  de  riacolita. 

(1)  Guillemin  Tarayre,  Exploration,  pág.  176. 

(2)  P.  Bahagun,  tom.  III,  pág.  308.  '  • 

(3)  Las  obsidianaB  de  México,  en  el  Minero  Mexicano,  tom.  11;  niím.  29,  pág.  358. 


tí 
u 


296 

''La  obsidiana  roja  de  Pénjamo  creo  que  tiene  bastantes  afínida- 
"dea  con  la  retinita,  principalmente  por  su  lustre  resinoso  y  por 
"su  testura.  Cerca  de  la  hacienda  de  Pateo,  en  Micliocan,  existe 
también  otro  criadero  de  obsidiana  semejante  al  de  Pénjamo. 
Me  han* asegurado  últimamente,  que  en  un  pozo  artesiano  que 
"están  abriendo  cerca  de  Otumba,  han  encontrado  un  dique  de 
"esa  misma  roca.  La  obsidiana  negra  la  he  visto  en  grandes  m&- 
"sas  en  un  cerro  que  está  inmediato  al  pueblo  de  la  Magdalena, 
"en  el  Estado  de  Jalisco.  Las  variedades  verdes  y  agrisadas 
"abundan  en  otras  muchas  localidades." 

Becordamos  haber  visto  un  trozo  de  obsidiana  con  manclias 
blancas,  y  á  este  propósito  leemos  en  Sahagun,  capítulo  I,  "de 
las  piedras  de  que  se  hacen  los  espejos  y  navajas,"  que  hay  minas 
de  donde  se  sagan;  las  unas  blancas,  que  pulidas  son  hermosas, 
sirven  de  espejo  á  los  señores  y  hacen  la  cara  muy  bien,  y  "otras 
de  metal  que  son  negras  cuando  las  labran  y  pulen,"  y  deforman 
mucho  la  imagen.  (1)  Como  los  espejos  y  navajas  se  sacaban  de 
la  obsidiana,  estas  palabras  pudieran  autorizar  á  admitir  una  va- 
riedad blanca. 

"Las  minas  de  obsidiana  del  Cerro  de  las  navajas,  dice  GuUle- 
"min  Tarayre,  (2)  parecen  haber  suplido  á  las  necesidades  de 
"Anáhuac  Colocada  la  montaña  en  el  límite  .d^  los  otomíes,. 
"forma  una  de  las  cumbres  de  la  cadena  traquítica  que  de  £.  áO. 
"se  extiende,  desde  los  Organos^deActopan  hasta  Tulancingo,  en 
"el  límite  N.  del  valle  de  México. 

"Las  minas  explotadas  antiguamente  ocupan  un  espacio  de 
"medio  kilómetro  cuadrado,  en  una  de  las  pendientes  de  la  mon- 
"taña  y  al  pió  del  pitón  llamado  cerro  del  Jacal,  cuya  cumbre  se 
"eleva  3,121  metros  sobre  el  nivel  del  océano.  Dista  cerca  de  100 
"kilómetros  de  México,  al  N.  N.  E.  Vénse  allí  una  serie  de  esca- 
"vaciones  parciales,  especie  de  pozos  irregulares,  á  cuyo  rededor 
"yacen  los  fragmentos  de  la  preparación  de  los  trozos  y  de  lafa- 
"bricacion  de  algunos  grandes  instrumentos. 

"Se  encuentra  la  masa  de  obsidiana  á  muy  poca  profundidad 
"del  suelo,  bajo  una  capa  de  detritus  traquíticos;  forma  una  gran 
"ampolla,  hendida  en  todos  sentidos  y  de  tal  manera,  que  los  tro- 


• 


(1)  P.  Sahagun,  tom.  III,  pag.  301. 

(2)  Exploration,  pág.  230. 


JA^ijjKuB 


297 

''zos  no  presentan  dimensiones  considerables.  Ofrece  la  roca 
^'muclias  variedades  de  color;  la  más  comnn  es  la  obsidiana  ver- 
"de  oscuro,  sigue  la  negra,  la  morena,  y  una  variedad  de  reflejos 
"brillantes  de  hermoso  efecto. 

Los  mineros  antiguos  no  tomaban  al  acaso  1(^  trozos,  pues 
si  así  hubiera  sido  disfrutaran  la  montaña  como  una  cantera. 
"Demuestra  el  examen  del  yacimiento,  que  eran  desechados  los 
"materiales  próximos  á  la  superficie,  ó  que  más  bien  se  les  deja- 
"ba  en  su  sitio  como  inutües.  Las  acciones  atmosféricas  habían 
"alterado  sus  propiedades  vitreas,  y  se  reconoce  en  efecto  en  los 
"trozos  que  están  al  exterior,  que  perdieron]  su  translucidez  y 
"adquirieron  cierto  grano  en  la  fractura;  pasaron  visiblemente 
"del  estado  vitrio  á  cierto  grado  amorfa 

"Era  necesario  extraer  los  trozos  de  la  part^  profunda,  cual  lo 
"indican  las  escavaciones,  algunas  de  las  cuales  no  están  cegadas: 
"se  advierte  que  las  materias  explotables  quedaban  á  corta  dis- 
"tancia  de  la  superficie,  aunque  al  mismo  tiempo  se  nota  que 
"otra  consideración  guiaba  al  minero,  y  era  la  forma  natural  y 
"la  curvatura  de  las  caras  del  trozo,  pues  la  elección  se  hacía, 
"no  sólo  con  objeto  de  aprovechar  las  formas  y  dimensiones  ac- 
"cidentales  en  una  obra  especial,  sino  juzgar  por  el  sentido  de  la 
"testura  y  la  naturaleza  de  la  pasta,  si  por  el  trabajo  se  podrían 
"obtener  superficies  apetecidas.  A  mayor  profundidad  es  más 
«"homogénea  la  obsidiana,  su  color  se  hace  negro  más  acentuado^ 
"la  testura  tiene  mayor  tenacidad  y  es  más  fina,  propiedades  que 
"permiten  la  fabricación  de  pequeños  objetos. 

"Muy  juntas  unas  á  otras  están  las  escavaciones  distin^ruién- 
"dose  en  sns  formas  irregulares,  que  sólo  guiaron  al  obrSo  en 
"su  trabajo  los  trozos  aprovechables;  afectan  más  la  forma  incli- 
Bfiula  que  la  de  pozos  verticales.  A  cerca  de  dos  metros  bajo  la 
superficie,  ofrecen  un  ensanchamiento  no  cegado  en  algunos 
**puntos. 

"Yacen  en  la  superficie  las  reliquias  esparcidas  de  los  trozos 
^'preparados,  y  los  embriones  de  grandes  instrumentos,  como 
grandes  lanzas  y  prismas  triangulares  de  que  sacaban  estiletes 
ó  cuchillos  para  los  sacrificadores.  Es  probable  que  los  trozos 
j  prismas  preparados  fueran  envi%dos  á  las  ciudades  vecinas, 
en  las  cuales  tenía  lugar  la  fabricación  de  los  objetos.   De  este 

'ígénero  de  trabajo  no  queda  rastro  en  el  Cerro  de  las  Navajas, 

38 


4C 

ce 
ce 


298 

"mientras  en  Tulancingo  aparecen  numerosos  mídeos^  atestiguan- 
"do  lo  mismo  que  en  Teotihuacan,  que  todo  un  barrio  de  la  ciu- 
"dad  debió  estar  ocupado  por  cuchilleros,  á  juzgar  por  la  profu- 
"sion  de  los  restos  de  su  industria," 

Sacaban  de  h,  obsidiana  cuchillos  y  navajas,  lancetas  empleadas 
para  sangrar  en  la  cirujía  y  para  sacarse  sangre  en  las  peniten- 
cias, y  otros  útiles  cortantes  ó  punzantes.  "Oficiales  tenían  y 
tienen  de  hacer  navajas  dejuna  cierta  piedra  negra  ó  pedernal. 
Y  verlas  hacer,  es  una  de  las  cosas  que  por  maravilla  se  pueden 
ir  á  ver  entre  los  indios.  Y  hácenlas  (si  se  puede  dará  entender) 
de  esta  manera:  siéntanse  en  el  suelo  y  toman  unj)edazo  de  aque- 
lla piedra  negra,  que  es  cuasi  como  azabache,  y  dura  como  pe- 
dernal, y  es  piedra  que  se  puede  llamar  preciosa,  más  hermosa 
y  reluciente  que  alabastro  y  jaspe,  tanto  que  de  ella  se  hace  n 
aras  y  espejos.  Aquel  pedazo  que  toman  es  de  un  palmo  ó  poco 
más  largo,  y  de  grueso  como  la  pierna  6  poco  menos,  y  rollizo. 
Tiene  un  palo  del  grueso  de  una  lanza  y  largo  como  tres  codos 
o  poco  más,  y  al  principio  de  este  palo  ponen  pegado  y  bien  ata- 
do un  trozo  de  palo  de  palmo,  grueso  como  el  molledo  del  brazo, 
y  algo  más,  Jr  éste  tiene  su  frente  llana  y  tajada,  y  sirve  este  trozo 
para  que  pese  más  aquella  parte.  Juntan  ambos  pies  descalzos 
y  con  ellos  aprietan  la  piedra  con  el  pecho,  y  con  ambas  las  ma- 
nos toman  el  palo  que  dije  era  como  vara  de  lanza  (que  también 
es  llano  y  tajado),  y  pénenlo  á  besar  con  el  canto  de  la  frente  de  ♦ 
la  piedra  (que  también  es  llana  y  tajada),  y  entonces  aprietan 
hacia  el  pecho,  y  luego  salta  de  la  piedra  una  navaja  con  su  pun- 
ta y  sus  filos  de  ambas  partes,  como  si  de  un  nabo  la  quisieran 
formar  con  un  cuchillo  muy  agudo,  ó  si  como  la  formasen  de 
hierro  al  fuego,  y  después  en  la  muela  la  aguzasen,  y  últimamente 
le  diesen  filos  en  la  piedra  de  afilar.  Y  sacan  ellos  en  un  credo 
de  estas  piedras,  en  la  manera  dicha,  como  veinte  ó  m&9  navajas. 
Salen  éstas  cuasi  de  la  misma  hechura  y  forma  que  las  lancetas 
con  que  nuestros  barberos  acostumbran  sangrar,  salvo  que  tie- 
nen un  lomillo  por  medio,  y  hacia  las  puntas  salen  graciosamente 
^,lgo  combadas."  (1)  ¿Poco  después  de  la  conquista,  los  españoles 
se  rasuraban,  y  cortaban  el  pelo  con  estas  navajas;  mas  como  á 


(1)  P.  Mendieta,  lib.  IV,  cap.  XII.  Lo  copia  Torqnemada,  lib.  XVII,  cap.  I.  Mo- 
tolinia,  trat.  I,  cap.  X. 


299 

cada  corte  pierden  el  filo,  habia  necesidad  de  renovarlas  a  cada 
paso. 

Para  las  armas  como  flechas,  lanzas  y  las  piezas  del  macuahidtl, 
el  proce'dimiento  era  diverso.  Se  nota  que  escogido  el  trozo,  se 
le  daba  forma  por.  medio  de  la  percusión.  Otro  método  debía 
segairse  en  la  construcción  de  cuentas  de  diversas  formas,  ani- 
males, flores,  amuletos,  ídolos,  lápidas  conmemorativas,  &c.,.'en 
los  cuales  llama  muchísimo  la  atención  la  pureza  del  contorno, 
nunca  interrumpido  por  desportilladuras,  y  el  finísimo  pulimen- 
to, que  aplicado  á  láminas  circulares  las  dejaba  servir  de  espejos. 
Dos  piezas  nos  han  cautivado  siempre  la  atención.  Por  su  her- 
mosura, ciertas  máscaras  de  limpio  y  correcto  dibujo,  pulidas  y 
acabadas  con  esmero  verdaderamente  artístico,  horadadas  en  la 
parte  superior,  servían  para  cubrir  el  rostro  de  los  dioses  en  al- 
gunas solemnidades,  ó  á  los  difuntos  de  cierta  categoría:  por  lo 
diñcil  en  la  ejecución,  los  llamados  carretes,  á  causa  de  la  total 
semejanza  que  presentfln  con  los  de  madera  destinados  á  devanar 
hilo.  El  material  vitrio  y  quebradizo  quedó  reducido  al  grueso 
derun  cartón  delgado;  los  apéndices  circulares,  pulidos  en  la  cara 
exterior,  ofrecen  raeduras  marcadas  en  el  interior;  la  regularidad 
de  formas  hace  sospechar,  que  no  fueron  labrados  á  mano  sino  en 
un  tomo,  pudiendo  ser  raídas  las  superficies  cual  si  fueran  de 
madera. 

Las  rocas  aprovechadas  en  las  construcciones  eran  la  traquita 
anfibólica  (chiluca),  y  el  b^alto  compacto,  (recinto);  empleóse 
después  el  conglomerado  pomoso  (tepetlatl,  tepetate),  y  en  segui- 
da la  lava  escoriosa  (tetziynüi,  tezontle),  cuyas  canteras  en  el  Pe- 
ñon  grande  ó  de  Cortés  fueron  descubiertas  en  los  tiempos  de 
Ahuitzotl.  La  cal,  ieneztli,  fué  conocida  desde  los  tiempos  remo- 
tos, Atotonilco  acudía  al  imperio  con  cuatro  cientas  cargas  de 
ella  (Cód.  lám.  30  nu^i.  24),  y  Tepeyacac  con  cuatro  mil  (lám.  44, 
num.  28). 

En  traquita,  basalto  y  otras  rocas  dejaron  los  méxica  obras 
gigantescas,  de  las  cuales  se  conservan  aun  la  piedra  del  sol,  el 
cuauhxicalli  de  Tízoc,  la  estatua  colosal  de  la  Omecihuatl  ó  Ci- 
huacohuatl  llamada  por  Gama  la  Teoyaomiqui,  el  fragmento  sa- 
cado del  atrio  de  la  catedral,  y  trozos  de  menor  importancia  en 
estatuas,  animales  simbólicos  y  lápidas  conmemorativas.  Las 
antiguas  pinturas  muestran  que  esas  grandes  moles  fueron  trans- 


300 

portadas  de  largas  distancias,  sobre  rodillos  de  madera,  tirando 
con  cnerdas  infinidad  de  hombres.  Pero  ellas  nada  dicen  acerca 
de  los  instrumentos  que  usaban  los  canteros  para  pidir  y  labrar 
esas  sustancias  tan  duras,  sin  el  auxilio  de  los  instrumentos  de  hie- 
rro; atacadas  con  otras  piedras,  ó  cuando  más  con  ciertos  cinceles 
de  cobre,  como  nos  lo  hace  presumir  el  que  tenemos  á  la  vista 
de  la  colección  del  Sr.  Chavero,  es  verdaderamente  maravilloso 
observar  el  relieve  perfecto,  el  dibujo  fino,  la  minuciosidad  de  los 
detaUes,  por  más  que  no  contente  la  parte  artística  del  diseño. 

A  estas  rocas  reputadas  groseras,  seguían  otras  más  finas,  apre- 
ciables  por  el  pulimento,  la  semitrasparencia  y  la  variedad  de 
colores.  Conforme  á  la  clasificación  del  Sr.  Barcena,  se  encuen- 
tran dioritás,  ágatas,  ópalos,  heliotropos,  clorita,  litomarga^  fel- 
despato, &c.  Destinadas  para  adornos,  principalmente  en  collares, 
son  piezas  generalmente  chicas,  planas  unas,  curvas  las  otras; 
algunas  sólo  recibieron  una  forma  regular  y  perfecto  pulimento, 
aprovechada  la  figura  natural  de}  troz<»,  mientras  no  pocas  se 
convirtieron  en  flores,  aves,  rostros,' cabezas,  cráneos,  idolillos 
y  figurillas  simbólicas.  Todos  llevan  dos  ó  más  horados  laterales, 
ó  bien  uno  longitudinal,  destinados  al  hilo  á  que  estaban  suspen- 
didos. Este  horado  se  presenta  de  dos  maneras,  en  la  cónica  y 
en  la  cilindrica:  aquel,  muy  aparente  en  las  cuentas  de  roca  ver- 
de, de  formas  irregulares,  nos  parece  el  más  antiguo;  éste,  evi- 
dentemente moderno  como  perfección  en  el  arte,  es  sin  disputa 
mejor.  Tenemos  á  la  vista  para  juzfi^ar,^  de  la  colección  Chavero, 
un  cráneo  pequeño  en  cristal  de  roca,  perfectamente  pulido,  lí-* 
neas  firmes  y  correctas,  toques  maestros  y  valientes.  El  horado 
emprendido  verticalmente  no  llegó  á  ser  terminado,  aunque  el 
artífice  lo  emprendió  por  ambos  lados  opuestos;  es  cilindrico,  de 
unos  dos  milímetros  de  diámetro,  las  paredes  sin  desportillada- 
ras  aunque  no  lisas,  la  base  plana.  Todo  eUo  indica  un  instru- 
mento de  bronce,  sin  punta,  introducido  á  golpes  sucesivos  y 
dando  vueltas  al  mismo  tiempo  al  perforador,  ayudado  tal  vez 
por  el  agua  y  alguna  arena  fina  y  resistente. 

Venían  en  lugar  preferente  las  piedras  reputadas  preciosas. 
Los  mexica  tenían  sus  señales  para  descubrirlas;  si  al  querer  sa- 
lir el  sol  veían  en  la  tierra  un  humillo  delicado,  era  señal  que  ahí 
había  criadero  de  piedras  finas,  ó  algunas  estaban  alK  escondidas: 
si  la  yerba  se  conservaba  siempre  verde  en  algún  lugar,  sin  duda 


301 

que  debajo  yacían  los  chahhihuitl.  Lo  cierto  es  que  aquellas  pie- 
dras estimadas,  las  sacaban  bien  rompiendo  las  rocas  que  conte- 
nían dentro  las  cristalizaciones,  bien  arrancándolas  de  las  mi- 
nas. (1)  El  chalchihiáü  es  un  fluoruro  de  calcium  (flourina),  verde, 
no  muy  trasparente  y  con  manchas  blancas,  usábanle  los  nobles 
en  cuentas  ensartadas  en  hilos,  atadas  como  pulseras,  estando 
prohibido  por  las  leyes  suntuarias  que  lo  trajeran  los  plebeyos: 
los  españoles  lo  confundieron  con  la  esmeralda.  Había  otras  es- 
pecies; el  quetzalckcdcMhtcíI,  muy  verde,  transparente  y  sin  man- 
chas; el  tliyáloticy  verde  con  vetas  negras.  (2)  Tepecuacuilco  daba 
de  tributo  cinco  sartales  de  cuentas  de  chalchihuitl,  esféricas  ó 
más  ó  menos  esferoidales  (Kingsborough,  lám.  39,  números  32, 
33,  34,  35  y  36).  Coaixtlahuacan  dos  sartales  (lám.  45,  números 
21  y  22).  Tochtepec  cuatro  sartas  de  cuentas  medianas  (lám.  48, 
números  34,  35,  36  y  37),  tres  cuentas  grandes  (números  38,  39 
y  40),  tres  sartas  de  cuentas  chicas  redondas  (números  41,  42  y 
43).  Xoconochco  dos  sartales  de  cuentas  medianas  (lám.  49,  nú- 
meros 10  y  11).  Cuetlaxtlan  una  sarta  (lám.. 15,  núm.  21].  Toch- 
pan  dos  sartales  (lám.  54,  núm.  26  y  27). 

Las  verdaderas  esmeraldas  se  nombraban  qvetzcditzüi.  Las  tur- 
quesas teoxihidtl  estaban  destinadas  exclusivamente  á  los  dioses, 
estando  prohibido  las  usasen  los  mortales;  las  redondas  se  decían 
xmhtomaüi,  y  las  manchadas  y  de  menos  valer  eran  xixitL  Quiauh- 
teopÉ^n  acudía  con  una  cazuela  de  turquesas  menudas  (lám.  42, 
núm.  17)  y  Yoaltepec  diez  mascaritas  de  turquesas  (núm.  22)  y 
una  piedra  en  la  forma  del  dibujo  (núm.  84). 

El  tlapaUeoxihidtl  es  propiamente  el  rubí;  el  qicetzalüzepiollotli 
el  ópalo,  principalmente  cuando  tiene  las  cambiantes  de  colores 
del  arlequin;  teliuüott  el  cristal  de  roca.  (3)  Toohtcpec  pagaba, 
"veinte  piedras  de  bezote  de  ámbar  claro,  con  su  engaste  de  oro 
al  cabo"  (lám.  48,  núm.  44),  y  "veinte  piedras  de  cristal  con  su 
matiz  de  azul  y  engaste  de  oro",  (núm.  45).  Los  méxica  usaban 
pendientes  ■  en  las  orejas  y  en  la  nariz;  collares,  pulseras  y  ajor- 
cas en  brazos  y  piernas,  de  sus  piedras  preciosas,  de  oro,  de 
perlas,  de  conchas  ú  objetos  vistosos.  Los  objetos  arriba  men- 
cionados eran  bezotes,  terüetl,  adorno  del  labio  del  cual  hablamos 

(1)  Sahagun,  tom.  III,  pág.  295-96. 

(2)  Sahagun,  tom.  III,  pág.  297-98. 

(3)  Sahagun,  tom.  3,  pág.  298. 


" 


302 

» 

ya:  los  pequeños  se  decían  tempüoUi  y  los  grandes  tenzacatl  Cris- 
tal debe  tomarse  en  sentido  del  de  roca,  pues  el  vidrio  no  lo 
conocían.  Xoconochco  contribuía  con  dos  bezotes  de  ámbar  con 
su  engaste  de  oro  (lám.  49,  núm.  22  y  26)..  Cuetlaxtlan  veinte 
bezotes  de  berilo  (lám.  51,  nüm.  25). 

El  xiuhmcUlaliztU  parece  ser  el  zafiro;  el  edetl  ó  piedra  de  san- 
gre es  roja;  el  mixtecatetl  era  una  piedra  manchada  de  colores. 
Les  era  también  conocido  el  mármol  aitzUiy  los  tecalis  tztacchal- 
chihuiü  sacados  de  ias  canteras  de  Tecalco^  las  variedades  del 
jaspe  y  otras  varias.  (1)  El  arte  del  lapidario  y  del  joyero  llegó 
entre  los  méxica  á  gran  perfección:  vésele  representado  en  la 
lám.  72  del  Códice,  núm.  19  y  20.   Algunas  piezas  se  distinguen 
por  lo  regular  y  hermoso  de  la  forma,  y.  todas  por  la  belleza  del 
pulimiento.  Esto  último  conseguían  frotando  los  fósiles  con  dos 
clases  de  esmeril;  primero  con  el  polvo  ó  arenilla  del  pedernal 
molido,  ó  de  unas  piedras  que  traían  de  Huaxtepec,  y  después 
con  la  arena  fina  de  unas  pedrezuelas  coloradas  y  de  otros  colo- 
res que  traían  de  la  provincia  de  Anáhuac  y  de  Tototepec.  (2) 
Hemos  dicho  que  los  horados  merecen  particxdar  mención,  y 
crecerá  la  admiración  si  ahora  añadimos,  que  sabían  hacer  aque- 
llos taladros  en.  forma  curva.  Hemos  visto  una  máscara  de  obsi- 
diana perforada  en  el  espesor  de  la  parte  superior:  se  habla  de 
la  existencia  de  una  culebra  de  piedra  enroscada  en  forma  espi- 
ral, agujerada  de  la  boca  á  la  cola  siguiendo  las  inflexiones  del 
reptil. 

Cihuatlan  contribuía  con  ochocientas  conchas  de  la  mar,  (lá- 
mina áO,  núm.  25  y  26).  Usaban  para  adornos  de  Conchitas  y  ca- 
racoles. EpÜi^  concha  del  mar,  a2in,'caracolito;  pero  distinguían 
las  conchas  desque  arriba  se  habla,  así  como  el  coral,  bajo  la  de- 
nominación de  tapachilL  Conocían  igualmente  la  perla  epicHo&i 
y  la  concha  en  que  se  encierra  eptatapalcatl  Los  caracolillos  que 
tengo  á  la  vista  presentan  un  horado  ó  dos  circulares,  para  po- 
der ser  ensartados  en  hilos,  ó  bien  una  ranura,  en  donde  el  ins- 
trumento que  la  procticó  no  dejó^  señales:  la  mayor,  parte  están 
cortados  verticalmente  al  eje,  faltándoles  el  remate  de  la  espiraL 
Veo  también,  perfectamente  cortadas,  rebanadas  completas  por 
secciones  perpendiculares  al  e^e. 

'(1)  Sahagun,  tom.  3,  pág.  299-303. 
(2)  Sahagun,  tom.  8,  pág.  305. 


CAPITULO  V. 

Tríbuton.— Treces  de  los  Tunnbresy  de  lasmujere8.^A¡ffod<m,^Nequ^n.—Pluma», 
—Amanteea.—Aves  de  plumas  Jiñas,— AUmerUos,  -^  Maiz.  -^  Frijol— CTdan.^ 
HuauMM.—CMlU.— Objetos  comestibles, -^Productos  del  Valle  de  México. — Aves 
acuáticas.  -^Peoes.-^Ranas, — El  aaDoyaMutl.  ^AJmautU—Ptixi, — TecuitlatL — Cu- 
ciUin. —8aL — TequixqiUtL  — IfodUU, — Tsapotl, —Frutas,  — Bulbos  y  tubérculos,  — 
Cacao.— Miel  de  m^igitey.— Azúcar,— Miel  de  abejas, — Metí. — OctU, — Provechos  sa- 
cados del  m£tl.— Bebidas  embriagantes, — Ckiclia,^—Teo7iacatl, —  Yerbas  em^magan- 
tes, — Madera, — Otlatl.— Pieles  curtidas, 

EL  tributo  consistía  en  la  cantidad  de  efectos  señalada  á  cada 
provincia  conquistada;  según  los  productos  de  ésta,  ó  m  im- 
portancia en  razón  de  la  población  y  de  la  industria,  así  era  la 
cuantía  del  impuesto.  Pagábase,  jasólo  dos  veces  al  ano,  ya  tres, 
ya  cada  ochenta  dias  ó  sean  cuatro  mese»  mexicanos,  según  ha- 
bía  pactado  la  comarca  al  someterse.  El  monto  total  lo  repartía 
el  señor  del  país  por  ciudades  y  pueblos,  y  estos  por  individuos 
ó  gremios,  aunque  lo  general  era  por  barrios.  El  imperio  tenía 
sus  recaudadores,  distinguibles  en  que  llevaban  un  bastón  en  la 
una  mano  y  un  mosqueador  en  la  otra,  los  cuales  llegado  el  pla- 
zo exigían^  por  cuenta  y  razón,  el  monto  de  lo  señalado:  los  pue- 
blos recogían  su  cuota,  llevándola  por  su  cuenta  á  la  capital  de 
la  provincia,  donde  se  almacenaba  en  efdificios  al  efecto  destina- 
dos. A  nadie  valía  razón  ni  excusa  para  exceptuarse  del  pago;  si 
pobre,  debía  trabajar;  si  enfermo,  se  esperaba  á  que  sanase;  los 
exactores  perseguían  á  todos  con  la  mayor  crueldad,  teniendo 


304 

facultad  de  vender  por  esclavos  á  los  insolventes.  (1)  De  lo  al- 
macenado disponía  el  rey  en  cada  lugar,  ó  bien  era  traído  por 
los  mismos  subditos  á  la  capital  á  que  correspondía,  México,  Tex- 
coco  ó  Tlacopan,  donde  respectivamente  se  guardaban,  á  cargo 
de  mayordomos  principales,  quienes  por  pinturas  llevaban  cuen- 
ta exacta  de  las  entradas  y  salidas  según  órdenes  <íel  monarca: 
la  falta  de  probidad  de  estos  empleados  era  castigada  con  pena 
de  muerte. 

El  importe  del  tributo,  los  regalos  que  nobles  y  pecheros  ha- 
cían á  los  monarcas  y  los  despojos  de  la  guerra,  constituían  las 
rentas  y  acrecían  las  riquezas  de  los  tres  señores  confederados. 
Pero  aquel  impuesto  por  una  parte  era  enorme,  y-  se  aumentaba 
con  el  tributo  pagado  al  señor  natural;  estaba  recargado  con  los 
servicios  personales  ya  en  el  pueblo,  ya  para  los  nobles,  ya  para 
la  capital  de  la  provincia,  de  manera  que  la  condición  de  los  ma- 
cehuales  era  dura,  mirando  siempre  su  familia  en  la  miseria, 
mientras  rendía  el  espíritu  en  trabajos  para  él  improductivos: 
auméntese  el  rigor  de  los  exactores  del  tributo,  los  malos  trata- 
mientos de  que  eran  objeto,  el  servicio  militar  á  que  estaba  so- 
metido, y  se  comprenderá,  así  las  miserias  que  agobiaban  á  los 
conquistados,  como  la  impaciencia  con  que  llevaban  el  yugo  de 
la  servidumbre. 

En  el  Códice  Mendocino,  la  matrícula  mexicana  de  tributos  la 
forman  de  la  lám.  19  á  la  57  inclusive.  (2)  No  parece  estar  com- 
pleta, pues  evidentemente  faltan  varias  de  las  provincias  con- 
quistadaSf  según  consta  en  los  anales.  Begístranse  ahí  los  objetos 
necesarios  para  vestidos,  adornos,  alimentos,  armas,  riquezas, 
juegos;  para  Uenar'las  necesidades  y  antojos  de  la  vida.  Consti- 
tuyendo las  rentas  de  los  Estados,  se  distribuían  entre  la  casa 
real,  sostenimiento  del  culto  y  de  los  sacerdotes,  pago  de  sir- 
vientes y  domésticos,  recompensas  á  los  guerreros  y  servidores 
civiles,  regalos  para  los  señores  amigos  o  extraños,  &c.  Al  contar 
la  inmensa  cantidad  de  lo  recogido,  dos  ideas  principales  se  pre- 
sentan. Para  cumplir  en  cada  provincia,  era  preciso  qfiQ  existie- 
ra una  muy  gran  cultura  de  los  campos;  producciones  sobradas 
que  cubriendo  las  necesidades  de  los  habitantes,  dejaran  lo  sufi- 

(1)  Torqnemada,  lib.  XTV,  cap.  VIII. 

(2)  Lord.  Kingsborough,  tom.  I. 


305 

oiente  á  los  impuestos;  adelanto  en  las  artes  para  producir  loa 
objetos  demandados  por  el  lujo  á  la  industria;  población  inmen* 
sa  que  bastara  á  los  contingentes  exigidos  por  la  guerra,  sin  que 
escasearan  el  labrador  en  los  campos,  el  oficial  en  los  talleres. 
Abí,  pues,  la  suma  de  los  tributos  revela  un  país  próspero  y  flo- 
reciente, adelantado  en  civilización,  con  sobrados  recursos  para 
llevar  sus  armas  poderosas  y  extender  su  dominación  sobre  un 
inmenso  territorio.  La  segunda  idea  es,  que  bajo  esta  deslum- 
bradora apariencia  se  descabre  el  más  espantoso  despotismo. 
El  rey,  los  sacerdotes,  los  nobles,  los  soldados,  las  clases  privi- 
legiadas vivían  en  la  comodidad  y  la  abundancia;  pero  los  demas^ 
Atados  al  suelo,  agobiados  por  el  trabajo,  con  malo  y  escaso  ali- 
mento, vejetaban  para  sus  señores  sin  recompensa  y  sin  esperan- 
za. Inmensa  era  la  distancia  entre*  el  rey  y  su  vasallo;  distinta 
la  condición  entre  la  capital  del  imperio  y  las  provincias  some- 
tidas. Aquella  sociedad  se  dividía  marcadamente  entre  vencedo- 
res y  vencidos;  entre  señores  y  esclavos;  entre  privilegiados  po- 
seedores de  los  bienes  de  la  tierra,  é  ilotas  desheredados,  sin  otro 
porvenir  alhagüeño  que  la  muerte,  alcanzadra  en  el  campo  de  ba- 
talla ó  en  el  ara  de  un  dios. 

Consistía  el  traje  de  los  hombres  en  tres  piezas,  la  manta  ó 
tümaüiy  el  maxüatl  ó  faja,  y  los  cactli  ó  zapatos.  Ríjidas  eran  las 
leyes  suntuarias,  que  no  permitían  usar  al  plebeyo  más  que  ropas 
de  la  pita  del  maguey,  de  las  fibras  de  cierta  especie  de  palma  ó 
de  algodón  basto;  por  el  contrario,  los  nobles  vestían  de  tejidos 
finos  de  algodón,  de  colores  variados  y  adornos  exquisitos. 

La  capa  ó  manta  era  una  tela  cuadrangular,  atadas  las  puntas 
de  la  parte  angosta  sobre  el  pecho  ó  un  hombro,  cayendo  en  de- 
rredor del  cuerpo  hasta  las  pantorrillas  ó  poco  más  abajo.  Las 
mantas  de  los  mobles  eran  de  diversos  matices  y  labores,  listadas 
unas,  con  cenefas  y  flecos,  negras  páralos  sacerdotes,  tejidas  con 
plumas  o  pelo  de  conejo,  cada  una  según  el  grado  ó  categoría  de 
la  persona  que  debía  usarla,  pues  todo  estaba  prescrito  en  leyes 
suntuarias.  Idea  cumplida  de  su  variedad  suministra  el  Códice 
MendocLQo.  Aquellos  pueblos  no  eran  extraños  á  lá  moda,  y  pa- 
ra bailes  y  ceremonias  estaban  destinadas  mantas,  cada  una  con 
su  nombre  y  hechura  particular.  (1)    Llevaban  los  nobles  dos  ó 


(1)  Sahagnn,  tom.  U,  pág.  286. 

39 


306 

tres  tümatli;  y  "en  invierno  se  cubren  con  una  especie  de  zama^ 
**rros  hechos  de  una  pluma  muy  fina  que  parece  carmesí,  6  coma 
'*nuestros  sombreros  de  pelo,  y  los  tienen  encamados,  negros, 
'^blancos,  pardos  y  amarillos."  (1)J  El  maxtlatl,  llamado  por  los 
castellanos  bragas  ó  pañetes,  lienzo  largo  y  poco  ancho  como  una 
faja,  que  enrollado  al  rededor  de  las  caderas,  se  anudaba  dejando 
caer  uña  punta  atrás  y  otra  delante,  sirviendo  para  tapar  las  ver- 
güenzas. Los  cactli,  zapatos,  sandalias  ó  cutaras,  de  donde  viene 
la  palabra  cades,  consistían  en  una  suela  de  piel  de  venado,  de* 
yarios  cueros  cosidos,  con  un  talón  en  la  parte  posterior;  "de 
''entre  los  dedos  salen  unas  correas  anchas  que  se  aseguran  en 
**la  garganta  del  pié  con  unos  botones."  (2)  Llevaban  la  cabeza 
descubierta,  cortado  el  pelo  según  su  clase. 

"Las  mujeres  gastan  unas  camisas  de  algodón  sin  mangas 
**(hu{pilíij,  como  sobrepellices,  largas  y  anchas  llenas  de  labores 
"muy  finas,  con  sus  franjas  ú  orlas,  q^ue  parecen  muy  bien.  Se 
"ponen  dos,  tres  ó  cuatro  camisas  de  éstas,  todas  distintas,  y  unas 
"más  largas  que  otras  para  que  asomen  por  debajo  como  zagale- 
''jos.  Usan  ademas  de  la  cintura  abajo  otra  suerte  de  traje  (cneitl)^ 
(y  s^gun  traduce  el  diccionario,  saya,  faldellin,  faldillas  ó  naguas) 
de  puro  algodón,  que  les  baja  hasta  los  tobillos,  asimismo  muy 
lucido  y  bien  labrado.  No  usan  nada  en  la  cabeza,  ni  aun  en  las 
tierras  frias,  sino  que  dejan  crecer  sus  cabellos,  que  son  muy 
"hermosos,  aunque  por  lo  general  negros  ó  tirando  á  castaños; 
"de  modo  que  con  este  vestido  y  los  cabellos  largos  y  sueltos 
"que  les  cubren  la  espalda,  parecen  muy  bien.  En  las  tierras  ca- 
"lientes  cercanas  al  mar,  usan  unos  velos  como  de  redecilla  de 
"color  leonado."  (3) 

Las  señoras  usaban  afeites  en  el  rostro  de  colorado,  amarillo  ó 
negro,  hecho  de  incienso  quemado  con  tinta:  pintábanse  también 
los  pies  de  negro.  "Usaban  traer  los  cabellos  largos  hasta  la  cin- 
ta y  otras  los  traían  hasta  las  espaldas,  y  otras  los  tenían  largos 
de  una  y  otra  parte  de  las  sienes  y  orejas,  y  toda  la  cabeza  tras- 
quilada. Otras  traían  los  cabellos  torcidos  con  hilo  prieto  de 
"algodón,  y  los  tocaban  á  la  cabeza,  y  así  lo  usan  hasta  ahora» 
"haciendo  de  ellos  como  unos  cornezuelos  sobre  la  frente.  Otraa 

(1)  Conquistador  anónimo,  en  Icazbalceta,  tom.  I,  pág.  876. 

(2)  Gonq.  anónimo,  pág.  877.  Sahagnn,  tom.  II;  pág.  290. 
(8)  Gonq.  anónimo,  pág.  877. 


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4i 


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tienen  más  largos  loa  cabellos,  y  cortan  igualmente  el  cabo  de 
ellos  por  hermosearse,  y  en  torciéndolos  y  atándolos  parecen 
ser  todos  iguales,  y  otras  se  trasquilan  toda  la  cabeza.  Usaban 
"también  las  mujeres  teñir  los  cabellos  con  lodo  prieto,  ó  con 
una  yerba  verde  que  se  llama  xiuhquiliü,  por  hacer  relucientes 
los  cabellos,  á  manera  de  color  morado,  y  también  limpian  los 
dientes  con  color  colorado  ó  grana:  usaban  también  pintar  las 
manos,  el  cuello  y  pecho."  (1) 
Conforme  á  la  matrícula  de  tributos,  la  mayor  parte  de  las 
provincias  pagaban  mantas  tejidas.  Las  blancas  y  corrientes  es- 
tán expresadas  sin  color  ninguno  en  el  Códice.  Es  el  símbolo  del 
quimüli  (quimil,  envoltorio,  lio),  compuesto  de  veinte  mantas;  el 
numeral  puesto  encima  indica  que  se  piden  cuatrocientos  quimüli 
de  cada  clase.  La  pintura  expresa  los  colores  y  dibujos  que  de- 
bían tener,  y  los  dedos  que  encima  algunas  veces  se  ponían,  sig- 
nifican que  las  mantas  deben  ser  de  dos,  tres,  tantas  veces  de  las 
dimensiones  comunes  cuantos  son  los  dedos  dibujados.  El  qui- 
milli  de  maxtlail  se  representaba  con  su  símbolo  así  como  los 
TiuipiUi  Las  mantas  ordinarias  de  icMli  (ixtle,  pita,  hilo  de  ma- 
guey, nequen),  están  simbolizadas  por  la  espina  atravesada  de 
maguey.  De  toda  especie  de  mantas,  aparecen  en  la  matrícula 
166  quimiUi,  lo  cual  hace  subir  la  cifra  á  1.328,000:  lios  de  max- 
Üaü  nueve,  ó  72,000  piezas;  cargas  de  huipilli  doce,  ó  96,000  ca- 
misas. Ademas,  Cihuatlan  pagaba  400  cargas  de  algodón  (Kings- 
borough,  lám.  40,  núm.  24);  Cuauhtochco,  1,600  (lám.  50,  números 
10, 11,  12,  13);  Atlan,  1,200  (lám.  55,  números  8, 9, 10),  y  Xiuhcoac, 
800  (lám.  57,  números  16  y  17),  lo  que  hace  un  total  de  4,000  car- 
gas de  algodón  en  greña.  El  algodón  se  indica  en  las  pinturas 
por  un  fardo  formado  de  pethxil,  atado  con  mecaü  (soga,  mecate), 
y  la  flor  representativa  del  producto. 

Algodón,  ichcatl  El  algodón  (Monadelphia  polyandria,  familia 
de  las  malvaceas,  genero  Gossypium  de  L.)  es  indígena  en  Amé- 
rica, y  su  cultivo  se  conoce  desde  muy  antiguo.  Indígena  también 
de  la  India,  Herodoto  le  menciona  describiéndole  como  planta 
curiosa,  y  Strabon  le  nombra  igualmente  hablando  de  los  indios, 
de  allá  pasó  su  cultivo  á  Egipto,  (donde  le  nombraban  gossypium 
7  xüon),  á  Persia  y  á  las  costas  orientales  del  Mediterráneo:  mu- 

(1)  Bahagun,  tom.  II,  pág.  309-10. 


308 

cho  después  pasó  &  Boma  y  á  Grecia.  Los  árabes  le  decían  goo- 
íha  y  le  llevaron  á  Espa£a  y  otras  partes  de  Europa.  Se  ve,  pues, 
que  en  los  tiempos  remotos,  los  europeos  no  conocían  el  algodón, 
vistiéndose  sólo  de  lino;  lo  contrario  aconteció  en  América,  don- 
de el  uso  del  lino  fué  desconocido. 

El  intérprete  del  Códice  Mendocino,  dice:  "Cargas  de  enegven 
"blando  que  llaman  yzcocoHlmaÜu'  Ambas  palabras  están  estro- 
peadas y  deben  leerse:  nequen  é  iczotümatU.  Esta  última  se  com- 
pone de  iczotl,  especie  de  palma  y  de  tümaili^  manta  ó  capa,  de 
donde  se  corrobora  que  los  méxica  llamaban  nequen  á  los  tejidos 
de  las  fibras  del  iczotl  y  de  la  pita  ó  iciüli  del  maguey.  El  hene- 
quén ó  jenequen,  es  planta  textil  actualmente  cultivada  y  bene- 
ciada  en  grande  escala  en  Yucatán,  en  donde  se  distinguen  hasta 
siete  clases,  conocidas  en  la  lengua  maya  con  los  nombres  Chelem, 
Yaxquiy  Sacqui,  Chucumqui,  Babqui,  Quitauqui  y  Cajum:  la  planta 
es  de  la  familia  del  maguey,  y  produce  un  filamento  flexible,  sua- 
ve y  resistente,  muy  apreciado  en  los  mercados  de  Europa. 

Las  armaduras  enumeradas  en  la  matrícula  de  tributos  llegan 
á  683,  cada  una  con  su  respectivo  chimalli.  En  algunas  se  distin- 
gue, en  lo  que  podríamos  llamar  visera,  una  especie  de  media 
luna  de  oro.  "También  traían,  (los  señores)  un  barbote  de  cliol' 
^'cJdhuiÜ  engastonado  en  oro,  metido  en  la  barba.  También  traían 
"estos  barbotes  hechos  de  cristal  largos,  y  dentro  de  ellos  unas 
"plumas  azules  metidas,  que  las  hacen  parecer  zafiros.  Otras 
"muchas  maneras  de  piedras  preciosas  traían  por  barbotes.  Te- 
"nían  el  bezo  agujerado,  y  por  allí  las  traían  colgadas,  como  que 
"salían  de  dentro  de  la  carne:  y  también  unas  inedias  lunas  de 
"oro  colgadas  en  los  bezotes.  Traían  también  agujeradas  las  na- 
"rices  los  grandes  señores,  y  en  los  agujeros  metidas  unas  tur- 
"quesas  muy  finas  ú  otras  piedras  preciosas,  una  de  la  una  parte, 
"y  otra  de  la  otra  de  la  nariz."  (1) 

Uno  de  los  adornos  más  preciados  eran  las  plumas  finas.  Coaix- 
tlahuacan  pagaba  800  manojos  de  plumas  de  qzietzállí  (Kingsbo- 
rough,  lám.  45,  núms.  23,  24)  y  un  Üalpilloni  (niím.  28).  Tlalch- 
quiauhco,  400  manojos  de  plumas  verdes  (lámina  47,  núra.  9). 
Tochtepec,  80  manojos  de  plumas  verdes  de  quetzalli  (lám.  48, 
núm.  46),  cuatro  piezas  de  plumas  amarillas  y  Yerdes  (núms.  50, 

(1)  P.  Sflhagun,  tom.  n,  pág.  289. 


309 

61,  52, 53),  8,000  manojoa  de  plumas  chicas  azules  (núm.  57),  8,000 
manojillos  de  coloradas  (num.  58)  y  8,000  de  verdes  (núm.  59). 
Zoconochco,  800  manojos  de  plumas  finas  azules,  (lám.  49  núm.  13^ 
16),  800  de  plumas  finas  coloradas  (núms.  15, 17),  800  de  verdes 
(núms.  14, 18),  160  pieles  preparadas  del  huitzitzüin  (núms.  19, 
23),  800  manojos  de  plumas  finas  amarillas  (núms.  20, 24)  800  plu- 
mas finas  verdes  (núms.  21,  25).  Cuetlaxtlan,  400  manojos  de  plu- 
mas verdes  finas  (lám.  51,  núm.  23),  y  un  quetzalpilloni  para  el 
rey,  (núm.  26).  Tochpan,  veinte  talegos  de  plumas  pequeñitas 
(lámina  54,  núm.  25). 

En  los  tiempos  de  los  tolteca  usaban  para  bailes  y  adornos  de 
plumajes  blancos  y  negros,  formados  de  plumas  de  gallina,  gar- 
zas y  ánades.  En  el  reinado  de  Abuitzotl  trajeron  las  plumas 
finas,  de  la  provincia  de  Anábuac,  los  mercaderes  dichos  tecune,^ 
nenquey  y  entonces  se  introdujeron  en  el  adorno  de  los  señores,  y 
los  oficiales  de  plumería,  amanteca,  se  dieron  á  labrar  los  mosai- 
cos. (1)  Las  plumas  pequeñas  eran  empleadas  en  ropas  para  se- 
ñores, sacerdotes  y  dioses;  las  plumas  grandes  en  armaduras, 
escudos,  mitras,  mosqueadores,  &a 

Los  amanteca  formaban  un  gremio  unido  al  de  los  pochteca. 
Siete  dioses  adoraban,  entre  ellos  dos  mujeres,  siendo  el  princi- 
pal Coyotlinahuatl;  á  los  amanteca  decían  "Iconipixoanimexiti, 
*'que  quiere  decir,  los  que  primero  poblaron  que  se  llamaron  niextti, 
"de  donde  vino  este  vocablo  México."  Hacían  dos  fiestas  solem- 
nes en  los  meses  panquetzaliztli  y  tlaxochimaco,  con  sacrificio 
de  esclavos  y  particulares  ceremonias.  (2)  Los  que  se  dedicaban 
al  mosaico  de  plumas  labraban  hermosas  figuras  de  bello  perfil, 
Cbn  sus  colores  y  sombras  tan  al  natural,  como  si  fueran  pinturas. 
Determinado  el  diseño  le  repartían  entre  varios  oficiales;  cada 
nno  ejecutaba  su  parte  sobre  un  lienzo,  tomando  las  plumitae 
del  color  y  matiz  apetecido  con  unas  pinzas,  las  pegaban  unas 
encimadas  á  otras,  con  sustancias  glutinosas  como  la  del  tzautli, 
7  una  vez  acabada<í,  las  reunían  para  juzgar  del  efecto.  Enmenda- 
dos los  defectos,  pegaban  el  todo  sobre  una  tabla  de  ahvehtíeU  6 
lámina  de  cobre,  lo  bruñían  con  esmero  y  quedaba  terminada.  (3) 

Aquellas  obras  fueron  admiradas  por  cuantos  las  vieron.  "En 

(1)  P.  Sahagun,  tom.  11,  pág.  396. 

(2)  Sahagun,  tom.  H,  pág.  391  y  8ig. 

C3)  Torquemada,  lib.  XTTT,  cap.  XXXIV.  GtaTÍgero,  tom.  I,  pág.  374. 


310 

la  Nueva  España,  dice  Acosta,  (1)  hay  copia  de  pájaros  de  exce- 
lentes plumas,  que  de  su  fineza  no  se  hallan  en  Europa,  como  se 
puede  ver  por  las  imágenes  de  pluma,  que  de  allá  se  traen:  las 
cuales  con  mucha  razón  son  estimadas  y  causan  admiración,  que 
de  plumas  de  pájaros  se  pueda  labrar  obra  tan  delicada,  y  tan 
igual,  que  no  parece  sino  de  colores  pintadas;  y  lo  que  no  puede 
hacer  el  pincel  y  los  colores  de  tinte,  tienen  unos  visos  miradas 
un  poco  á  soslayo  tan  lindos,  tan  alegres  y  vivos,  que  deleitan 
admirablemente.  Algunos  indios,  buenos  maestros,  retratan  con 
perfección  de  pluma  lo  que  ven  de  pincel,  que  ninguna  ventaja 
les  hacen  los  pintores  de  España.  Al  príncipe  de  España  D.  Fe- 
lipe dio  su  maestro  tres  estampas  pequeñitas,  como  para  regis- 
tros de  diurno,  hechas  de  pluma,  y  S.  A.  las  mostró  al  rey  Don 
Felipe  nuestro  señor,  su  padre,  y  mirándolas  dijo:  que  no  había 
visto  en  figuras  tan  pequeñas  cosa  de  mayor  primor.  Otro  cua- 
dro mayor,  en  que  estaba  retratado  San  Francisco  recibiéndole 
alegremente  la  S.  de  Sixto  V,  y  diciéndole  que  aquello  hacíanlos 
indios  de  pluma,  quiso  probarlo  trayendo  los  dedos  un  poco  so- 
bre el  cuadro  para  ver  si  era  pluma  aquella,  pareciendole  cosa 
maravillosa  estar  tan  bien  asentada,  que  la  vista  no  pudiese  juz- 
gar si  eran  colores  naturales  de  plumas,  ó  si  eran  artificiales  de 
pincel.  Los  visos  que  hace  lo  verde  y  un  naranjado  como  dorado, 
y  otros  colores  finos,  son  de  extraña  hermosura:  y  mirada  la  ima- 
gen á  otra  luz,  parecen  colores  muertos,  que  es  variedad  de  ne- 
tar."  Después  de  la  conquista  cultivóse  algún  tanto  este  arte, 
principalmente  en  Pátzcuaro  de  Michoacan;  decayó  con  el  tiem- 
po, estando  ahora  casi  abandonado.  Para  las  fiestas  hacían  los 
amanteca  sobre  esteras,  mosaicos  de  hojas  de  árboles  ó  de  flores, 
de  gusto  exquisito  y  grandioso  efecto. 

Las  aves  que  suministraban  las  plumas  finas  á  los  méxica^ 
eran  varias.  La  más  estimada  y  principal  era  el  quetzaltototl  6 
queizaUi  (pharomachrus  mocinno,  Llave)  llamado  ahora  quezal  6 
quezale;  Curucú  en  el  Brasil,  en  México,  Cocls^  de  la  familia  de 
los  Trogonideos,  "representada  en  México  por  un  gran  número 
"de  especies,  que  son  los  Trogon  cóüaris,  Masseiia,  mexicaiitis,  me- 
*^ano6ephaluSf  eJegans,  citreólKs,  y  probablemente  algunos  otros.*'  (2) 

(2)  Hist.  nat.  j  moral,  tom.  I,  pá£f.  274. 

(1)  La  Naturaleza.  Periódico  científico  da  la  Sociedad  de  Hlflt.  Natural,  tom.  2» 
pág.  14. 


^     811 

Las. pininas  de  la  cola  latgas,  yerdes.y  resplandeoientes  son  laa 
que  yerdaderamente  se  llamaban  qtietzalli,  las  plumas  del  tocado 
dp  la  cabeza,  y  las  coloradas  del  cuello  j  pecjbo  tomaban  el  nom- 
bre de  tzinüzcany  las  verdes  de  encima  de  las  alas  son  qiíetzal-r 
huitzÜL  El  huitzitzüin,  en  Míclxpacan  tzintzon,  chupamirto,  pica- 
flor, (troquilideos),  representados  en  el  ralle  y  en  México  por 
ZQUchas  especies.  El  ieotzinitzcan,  ave  acuática  de  plumas  negras» 
El  tlauhqueGhól  ó  teoquechól,  acuático  también.  El  anuJiquechól  de 
plumas  verdes,  habitante  de  la  provincia  de  Anáhuac  hacia  la 
mar  del  Sur  (hoy  Estado  de  Guerrero).  El  zacuan,  amarillo,  rojo 
y  leonado.  El  aioQuan,  de  la  provincia  de  Ouextlan  y  de  Michhua^ 
can.  El  chxücliiulitototly  azul  y  verde.  El  xiuktotoü  del  Anáhuac  en 
los  pueblos  de  Tecpantla,  TlapiloUan  y  Oztotlan,  el  pecho  mon 
radO)  la  espalda  azul  fuerte,  las  alas  azul  claro,  las  plumas  de  la 
cola  ametaladas  de  verde,  azul  y  negro..  'RlxocMtenacaÜ,  del  To^ 
tonacapan  y  d&jpuextlan,  ala  y  cola  ametaladas  de  negro  y  bland- 
eo. El  cuapacMototl^  de  color  leonado.  El  dotototl,  con  las  alas 
Inoradas.  (1)  Los  pueblos  obligados  á  dar  el  tributo  de  plumas, 
criaban  á  los  pájaros  para  despojarlos  cuidadosamente  de  sus 
galas,  ó  bien  loa  cazaban  con  liga  ó  redes  para  no  maltratar  ni 
empañar  las  plumillas.  Aunque  con  menos  aprecio,  empleaban 
las  plumas  de  los  papagayos»  El  iozíiene,  cuando  pequeño,  toztli 
cuando  grandes,  de  la  provincia  de  Ouextlan;  el  alo  de  la  misma 
localidad;  el  cocho  semejante  al  toznene;  él  qtdliton,  -pequeño,  colo- 
rado y  verde;  el  Üatacuccalli,  rojo,  amarillo  y  verde.  (2) 

Suministraban  los  pueblos  de  las  diversas  provincias,  según 
la  cuenta  sacada  del  intérprete  del  Cód.  24  trojes  de  maíz,  20  de 
frijol,  20  de  chía  y  19  de  bledos  ó  huauhtli.^  Las  trojes  eran  de 
piedra  y  mez^pla,  cuezcomatl,  6  de  madera  cuauhcnezcomatl.  Lo  re- 
presentado en  las  pinturas  del  Códice  no  es  propiamente  una 
troje  sino  una  medida  xisada  por  los  azteca  para  los  áridos,  y 
sea  tal  vez  el  "tlcUamachiuálonú  Medida  como  de  celemín  ó  aryo- 
ba."  (3)  Ignoramos  cuál  era  su  capacidad  aunque  el  repetido  in- 
térprete nos  informa  que  en  cada  troje  cabían  de  cuatro  á  cinco 
mil  fanegas.  La  avaluación  es  vaga,  y  aunque  no  pierde  su  ca- 
rácter por  tomar  el  término  medio  4,500,  resultarán  en  este  su- 

(1>  Sahagun,  tona.  3,  pág.  166  y  sig. 
(3)  Sahagun,  tom.  8,  pág.  170  y  ai«. 
(8)  Diccionario  de  Molina- 


.  di2 

puesto  108,000  fanegas  de  maíz,  90fi60  de  frijol,  90,000  de  ch{« 
y  85,500  de  huauhüi. 

"Cuando  Colon  descubrió  el  nuevo  mundo,  dice  D.  Luis  de  k 
Bosa,  (1)  el  maíz  se  cultivaba  en  Haity  y  en  este  continente  des** 
de  tiempo  inmemorial  ¿Los  antiguos  habitantes  de  las  Antillas 
tuvieron  en  algún  tiempo  comunicaciones  con  México?  ¿Llevaron 
acaso  el  maíz  de  este  continente  ásus  islas,  ó  de  ellas  vino  aqne- 
lia  planta,  ó  se  halló  silvestre  en  el  continente  y  en  las  islas?. . . 
No  se  sabe  qué  responder  á  estas  cuestiones.  "Cuando  los  euro- 
**peos  descubrieron  la  América,  dice  Mr.  Humboldt,  el  zea  maíz 
^(en  lengua  azteca  ÜaóUi,  en  la  de  Haity  maíz,  en  quichua  cara),. 
"ya  se  cultivaba  desde  la  parte  más  meridional  de  Chile  hasta 
'^ensilvania.  Era  tradición  en  los  pueblos  aztecas,  que  los  tol- 
"tecas  fueron  los  que  introdujeron  en  México,  en  el  siglo  Vil  de 
**nueBtra  era,  el  cultivo  del  maíz,  algodón  y  pimiento:  acaso  es- 
"tos  ramos  diversos  de  agricultura  ya  existían  intes  de  los  tol- 
"tecas,  y  podría  muy  bien  ser  que  aquelja  nación,  cuya  grande 
"civilización  han  celebrado  todos  los  historiadores,  no  hizo  más 
"que  darles  mayor  estencion  con  buen  éxito.  Hernández  nos  di- 
"ce  que  los  mismos  otomíes,  que  eran  un  pueblo  errante  y  bar- 
'T)aro,  sembraban  maíz.  (2)  Por  consiguiente  el  cultivo  de  esta 
''gramínea  se  extendía  hasta  más  allá  del  rio  grande  de  Santiago,s 
"en  otro  tiempo  llamado  Tololotlan,"  Parece  que  el  cultivo  del 
maíz  ha  ejercido  tma  grande  influencia  en  la  suerte  de  México 
desde  la  más  remotí^  antigüedad.  Probablemente  las  diferentes 
razas  de  hombres  que  vinieron  á  poblar  este  país  cultivaban  el 
maíz  en  las  comarcas  en  que  descansaban  de  las  fatigas  de  su 
peregrinación;  y  verosímilmente  abandonaron  sus  primeras  po* 
blaciones  (cuyas  ruinas  subsisten  aún),  porque  la  esterilidad  de 
aquellos  climas  no  era  á  propósito  para  el  cultivo  de  una  semi* 
lia,  de  cuyas  cosechas  dependía  su  subsistencia.  En  las  hermo- 
sas y  antiguas  ruinas  de  la  Quemada  hemos  hallado,  entre  la 
argamasa  de  los  edificios,  olotes  de  maíz  que  se  pulverizaban  al 
tocarlos.   Creemos  que  en  los  escombros  de  edificios  más  anti- 

(1)  Memoria  sobre  el  ctiltiyo  del  maíz,  Me'zioo,  1846.  Pág.  4. 

(2)  En  la  lengua  otomí  el  maíz  ébtha,  el  maíz  anqjio  tufébtha^  el  maíz  fresco  6 
Üemo  9aíh<C,  el  maíz  picado  rzin^datha,  el  maíz  prieto  bcika^  la  milpa  6  Tnaigifll 
huáie.  (Vocabulario  del  idioma  otomí,  por  Fr.  Joaquin  Ixüpez  TepesX 


313 

gaos  podrán  hallarse  aun  algunos  otros  vestigios  que  comprue- 
ben la  antigüedad  del  cultivo  del  maíz  en  México. 

"A  más  de  la  tradición  que  enseña  haber  venido  de  la  Asia  los 
pobladores  de  este  continente,  y  haber  traído  á  él  el  maíz;  hay 
algunos  otros  datos,  que  hacen  más  probable  esta  opinión,  sobre 
lá  que  leemos  en  el  Ensayo  político  de  Nueva  España,  una  nota 
q¡ae  por  su  ínteres  y  curiosidad  copiamos  á  la  letra:  "El  Sr.  Bo- 
'Tberto  Brown,  cuyo  nombre  es  de  tanta  autoridad  en  las  cuestio- 
'*né's  de  la  geografía  y  de  la  historia  de  las  plantas,  considera 
"también  el  maíz,  el  manioc,  el  capsium  (pimiento)  y  el  tabaco 
**como  plantas  de  origen  americano,  (1)  al  paso  que  Crawfurd,  en 
*%u  excelente  obra  sobre  el  Archipiélago  de  la  India,  (tom.  1,  pág. 
**3^6),  cree  que  el  maíz,  que  tiene  una  denominación  (que  no  se 
**la  han  dado  los  extranjeros),  es  á  s&heTJagang  en  malayo,  yja- 
**vancda  en  sánscrito,  (2)  se  ha  cultivado  en  este  archipiélago  antes 
'^del  descubrimiento  de  la  Amériua.  ¿Habrán  acaso  traído  los 
**puéblos  de  raza  malaya  ó  de  la  gran  Polinesia,  en  tiempos  más 
**remotos  de  la  llegada  de  los  europeos,  el  maíz  y  el  plátano,  de 
*Ta  Asia  á  la  América?  ...  El  aislamiento  del  género  Zea  y  sü 
**gran  diferencia  de  todas  las  gramíneas  qué  crecen  espontánea- 
"mente,  son  unos  hechos  muy  notables. 

'OEn  el  Asia  oriental  continental,  el  maíz  no  tiene  nombre  pro- 
'*pio;  en  la  lengua  china  se  llama  ya-chu-cliUy  grano  de  chUy  6  dé 
**ya  (jade),  6  yuray  (arroz)  parecido  al  jade;  en  lengua  japonesa  se 
''llama  nanharrihihi,  6  granos  de  necubán,  y  ordinariamente  trigo 
'^extranjero;  en  mánduhes  se  llama  aikha-chtuihu,  granos  de  vidrio 
**á6  color.  En  el  grande  herbario  chino  que  se  titula  Pen-thsao^ 
**ñadgmón,  que  fie  compuso  á  mediados  del  siglo  Vlll,  se  dice 
ijue  el  maíz  ha  sido  llevado  á  la  China  de  los  países  occidentales, 
(Nota  manuscrita  de  Mr.  Klaproth). 
'^Podía  llamar  la  atención  el  ver  que  el  trigo,  uno  de  los  cinco 
*^anos  que  cuKivaron  los  chinos  desde  la  más  remota  antigüe- 
dad, se  halla  llamado  en  su  lengua  con  el  nombre  maytsée,  que 
ó&si  corresponde  á  la  pronunciación  de  maíz;  pero  es  necesario 
''tener  presente  que  la  palabra  maíz  es  una  corrupción  de  maJiü, 
**iifltida  6olo  en  Bayti  6  Santo  Domingo,  y  que  en  las  costas 

(1)  Botany  of  Congo,  pág.  50. 

(^)  Áinslie,  Hat  med.  of  Hindostán,  págl  218. 

40 


té 


tt 


I 

1 


314 

''opuesta!  al  Asia  los  nombres  de  esta  gramínea,  np  tiene  ningu-. 
"na  analogía  con  el  radical  may.  Entre  los  seltas  y  los  livpníos, 
*'mayse  significa  pan. 

"Insistiremos  sobreveste  punto,  porque  creemos  hacer  un  ser- 
"vicio  á  las  personas  estudiosas,  reuniendo  en  un  sólo  cuerpo  los 
"datos  más  curiosos  que  hemos  hM,^ado  sobre  un  objeto  enlazado 
"con  las  cuestiones  relativas  al  origen  de  la  primera  población 
"de  America. 

"Se  preguntará  acaso,  ¿por  qué  las  tribus  asiáticas  que-  trajeron, 
el  maíz  al  nuevo  continente,rno  trajeron  también  el  trigo  y  los 
demás  cereales?  "Suponiendo,  dice  Mr.  Humboldt,  que  todos  los 
"hombres  traen  su  origen  del  mismo  tronco,  acaso  podría  admi- 
"tirse  que  los  americanos  se  han  separado^  como  los  atlantes,  del. 
"resto  del  género  humano,  antes  que  el  trigo  se  cultivase  en  el 
"llano  central  del  Asia." 

"El  Dr.  Hernández  asegura  haber  hallado  en  México  una  esper 
cié  de  maíz  silvestre;  nosotros  dudamos  mucho  de  este  hecho» 
por  no  haberse  confirmado  con  las  observaciones  de  otros  bota-, 
nicos:  Hernández  puede  haberse  equivocado  creyendo  que  sería, 
silvestre  el  maíz  que  suele  nacer  y  desarrollarse  sin  cultivo,  y  al 
que  se  llama  comunmente  mostrenco.  Este  maíz  degenera  tanto, 
que  apenas  asemilla,  y  es  muy  difícil  que  su  semilla  pueda  pro- 
pagarse por  sí  misma. 

"Es,  pues,  dudoso  todavía  si  el  maíz  es  indígena  de  América» 
6  si  ha  sido  traído  de  Asia  al  nuevo  continente/' 

Hasta  aquí  el  Sr.  de  la  Bosa.  El  maíz  no  sólo  era  conocido  y 
cultivado  por  las  tribus  prinritivas,  sino  que  ya  le  usaban  como 
alimento  en  las  formas  que  hoy  mismo  se  le  dan:  compruébalo, 
que  de  las  excavaciones  que  presentan  caracteres  de  remata  süi* 
tigüedad,  se  sacan  con  frecuencia  metlaU,  metate,  6  piedras  que 
sirven  para  moler  el  maíz  y  preparar  el  pan.  Los  tolteca  intro- 
dujeron el  uso  entre  las  tribus  salvajes  y  cazadoras;  Quetzalcoail 
dio  reglas  para  mejorar  el  cultivo,  las  cuales  aprovechaban  los 
méxica,  viniendo  á  traer  la  perfección  el  arado  y  los  ínstrumen-r. 
tos  de  fierro.  Consérvanse  todavía  los  nombres  mexicanos,  que^ 
no  pudieron,  por  no  tenerlos,  ser  sustituidos  por  los  españoles- 
De  nacido  hasta  que  está  un  poco  crecido,  es  tloctli;  la  banderilla 
ó  flor  terminal  de  la  caña,  miáhuatt;  xüoti,  comenzar  á  apuntar  la 
mazorca  en  la  caña;  xüoü,  jilote,  la  mazorca  de  maíz  tierno,  y  por 


315 

cuajar;  dotl,  elote,  la  mazorca  tierna  aunque  con  lo:5  granos  cua- 
jados: comía  el  miahtatl  la  gente  pobre,  y  esta  y  los  señores  se 
regalaban  con  el  elotl  cocido  ó  asado.  •  Centli,  cintli,  el  maíz  seco 
en  mazorca;  ya  desgranado  tlaolli,  tlayoUi,  tlaulli,  y  no  maíz  que 
es  nombre  tomado  de  la  lengua  de  las  islas,  olotl,  olote,  el  cora- 
zón de  la  mazorca;  eloizkuatly  dototomoclitliy  las  hojas  que  la  en- 
vuelven, &a  Distinguían  varias  especies  por  los  colores.  Iztac-^ 
tlaoUí,  maíz  blanco,  yauhtlaoUi,  yauitl,  maíz  negro;  cuzticflauUi, 
maíz  amarillo;  xiuldoctlauMi,  maíz  colorado;  xuchicentlcinlliy  maíz 
de  colores;  cuappacJicentlaidli,  maíz  de  color  leonado;  ír¿?í/i/ocíí'jtn'tf,. 
tepiü,  maíz  que  se  logra  en  cincuenta  dias,  <fec. 

El  maíz  constituía  la  base  de  la  alimentación  de  nuestros  an- 
tepasados, como  ahora  forma  la  de  las  clases  pobres.  Utilizaban 
el  grano  en  sus  diferentes  estados,  en  maneras  muy  variadas. 
Apuntando  sólo  las  principales,  el  grano  seco,  aunque  no  duro, 
tostado  en  el  comaMi,  (1)  produce  el  izquitt,  esquite;  revienta  que- 
dando en  la  forma  de  una  especie  de  florecilla,  á  la  cual  llamaban 
mumuchitl  en  el  valle  de  Tolocan.  (2)  [Calentado  en  agua  de  cal 
hasta  cierto  punto,  lavado  en  seguida  hasta  quitarle  el  hollejo; 
molido  en  el  inetlaü  con  agua  hasta  reducirlo  á  pasta  consistente 
y  fina,  se  toman  porciones  de  ésta,  que  comprimidas  entre  la» 
palmas  de  Lis  manos  en  manera  particular,  se  ensancha  en  forma 
redonda  más  6  menos  delgada;  colocada  sobre  el  comal,  y  voltea- 
da por  ambos  lados,  queda  confeccionado  el  tlaxcalli,  tortilla,  como 
le  llamaron  los  castellanos  y  le  decimos  ahora.  Era  entonces  el 
único  pan,  comido  sólo  ó  en  unión  de  otros  alimentos;  caliente 
es  sabroso,  sano  y  nutritivo;  cuando  frió  se  hace  desagradable. 
La  íorLilla  tostada  en  el  comaüi  se  convierte  en  tofopochtli,  (en 
Jalisco  lleva  el  nombre  de  pacholi),  que  no  alterándose  en  algún 
tiempo,  servía  de  bastimento  á  caminantes  y  soldados.  Duro  el 
grano,  tostado  y  molido  en  seco,  da  el  pinóUi^  harina  de  maíz, 
que  conservando  por  muchos  dias  sus  propiedades,  servía  igual- 
mente en  guerras  y  viajes,  bien  tomado  el  polvo  á  puños,  bijen 
desleido  en  agua.  Cocido  y  molido  en  seco,  envuelto  el  producto 

(1)  El  coTnal  es  na  utensilio  redondo,  delgado,  ligeramente  cóncavo,  de  barro 
poroso  y  sin  vidriar,  colboado  sobre  el  hogar,  UecuiUif  y  cuando  caliente  untado  con 
una  corta  cantidad  de  agua  de  cal,  sirve  para  cocer  encima  las  tortillas,  y  otros 
usos  más. 

(2)  Sahagun,  tom.  3,  pág.  130. 


316 

en  las  hojas  que  cubren  la  mazorca,  y  cocido  en  ollas  al  vapor 
del  agua,  se  obtienen  los  tamalli.  Cocido  y  molido,  desleido  en 
agua  y  quitadas  las  partes  gruesas  en  un  cedazo,  hervido  hasta 
darle  cierta  consistencia,  rinde  el  atolli  6  atuOi,  especie  de  puches 
llamados  por  los  pastellanos  mazamorra;  es  bebida  sana  y  ligera, 
que  hace  bien  á  los  enfermos.  El  pan,  los  tamalli  y  el  atulli  va- 
riaban en  nombres  y  circunstancias,  según  los  ingredientes  que 
se  le  mezclaban,  las  formas  que  recibían  y  las  fiestas  &  que  se 
les  destinaba.  (1)  El  maíz  está  representado  en  la  matrícula  de 
tributos. 

Frizól  como  primero  se  le  dijo,  frijol  como  ahora  le  llamamos, 
eü  mexicano  es  eíL  (Phaseolus  vulgaris,  leguminosas  de  L.);  ori- 
ginario de  América  y  de  la  India,  cuenta  muchas  variedades  co- 
nocidas bajo  los  nombres  de  parraleño,  bayo,  negro,  blanco,  ama- 
rillo, pinto  6  manchado  de  colores:  hay  especies  grandes,  frijolea 
gordos,  en  mexicano  ayacotU,  Condimentado  de  diversas  mane- 
ras constituía  un  platillo  universal,  y  hoy  mismo  tiene  consumo 
en  las  mesas  de  todas  las  clases.  La  baya  del  etl  tierno  es  el  exotl, 
ejote  ó  judías  tiernas. 

Chian,  (Salvia  Hispánica  según  algunos,  Salvia  chian  conforme 
á  D.  Pablo  de  la  Llave);  hay  dos  especies,  la  cJiianpitzahfiac,  ne- 
gra, de  la  cual  se  saca  un  aceite  bueno  en  la  pintura;  la  chianpa- 
ilaJiuaCy  blanca,  de  mayor  tamaño:  la  primera,  6  ambas  mezcla- 
das, puestas  á  infundir  en  agua,  sueltan  mucilago,  formando  en- 
dulzadlEb  una  bebida  refrijersCnte.  Esta  bebida  se  reputa  medici- 
nal, y  en  nuestra  farmacopea  se  llama  á  la  semilla  mucilaginosa, 
anodina,  pectoral,  demulcente,  laxante  y  que  puede  suplir  con 
ventaja  á  la  zaragatona.  fHernández  acopió  más  de  veinte  nom- 
bres de  plantas  en  cuyos  compuestos  entra  la  palabra  chian.  De 
la  misma  especie  es  el  chiantzotzoUi,  "y  ésta  es  la  que  sirve  tosta- 
"da  para  hacer  alegría  cocida  con  miel."  (2)  Molida  la  semilla 
en  seco  forma  el  cJiianpinolli,  harina  de  chia,  que  desleída  en  agua 
es  buena  de  beber.  (3)  El  chianzotzolatólli  era  bebida  compuesta 
de  chian  y  de  maíz,  (á) 

(1)  Yésae  para  la  yariedad  de  alimentos,  Sahagun,  tom.  1,  pág.  129,  184;  tom.  2, 
pág.  297-303;  tom.  3,  pág.  118-19,  132. 

(2)  Yetancourt,  Teatro  Mexicano,  P.  1,  trat.  2,  niím.  151. 
(8)  Sahagun,  tom.  1,  pág.  129. 

(4)  ClaTigero,  tom.  1,  pág.  392. 


317 

La  palabra  huauhtii  traducen  los  autores  j  el  dic.  de  Molina, 
bledos.  "El  hnatUliy  dice  Betancourt,  (1)  es  una  semilla  como 
^'ajonjolí,  dase  morada  y  am^anlla  de  unas  matas  á  manera  de 
*'arbolillos  con  la  hoja  como  de  lengua  de  yaca,  da  en  el  pendón 
"de  arriba  que  llaman  quavJ:zont¡i  como  un  plumaje  de  semilleja 
^^muy  junta,  de  ellu  se  hacen  unos  tamalillos  que  llaman  tzoales, 
"que  son  para  los  naturales  de  regalo."  'EilcuauhtzonÜij  huauson- 
tlo,  cómese  fresco  en  diversos  guisos. 

Tochpan  rentaba  800  cargas  de  chiUi  (Cód.  Mendocino,  lám. 
54,  núms.  21,  22),  Oxitipan.  400  (lám.  56,  núm.  9),  y  Xiuhcoac, 
400  (lám.  57,  num.  15),  en  todo  1,600  cargas  del  producto.  El  chi- 
Uiy  llamado  hoy  chile  (capsicum),  entre  los  peruanos  vchu^  fué 
nombrado  por  lo3  castellanos  axí,  voz  ahitiana,  y  también  pi- 
miento. Originario  de  Asia  y  de  América,  Hernández  encontró 
en  México  varias  especies  cultivadas  que  clasificó  en  siete  géne- 
ros: CuauhcMlli,  chilli  de  árbol;  Chütecpin,  chilli  pulga,  sea  por 
su  tamaño  pequeño  ó  por  la  fuerza  del  picante,  con  tres  especies; 
Tonalchilliy  chilli  del  sol  ó  del  calor,  chilli  veraniego;  Chilcoztli^ 
chilli  amarillo;  TzincuayOy  por  el  escozor  que  produce  al  des- 
comerlo; Milchilli,  chilli  de  sementera  ó  milpan.  Las  especies  cla- 
sificadas hasta  hoy  llegan  á  sesenta  y  una.  El  capsicum  se  comía 
verde  ó  secó,  constituyendo  una  salsa  universal  para  todas  las 
clases;  molido  formaba  la  variedad  de  guisados  conocidos  bajo 
el  nombre  genérico  de  molK  ó  viidli:  hoy  mismo  se  le  emplea  de 
una  manera  general.  Salsas  y  guisos  estaban  compuestos  ademas 
del  chilli,  ya  con  el  tomaü,  tomate,  (Physalis)  ya  con  el  xidomaü^ 
jitomate,  ( lÁcopersicum  esculenturriy  D,  C). 

Fuera  de  estos  renglones,  que  podremos  llamar  de  primera 
necesidad,  aprovechaban  una  gran  variedad  de  setas  ú  hongos, 
nanacatly  (2)  las  yerbas  comestibles  distinguidas  bajo  el  nombre 
genérico  de  quilitl,  quelites,  (3)  diversas  raíces,  las  hojas  tiernas 
del  7iopall{,  cactus,  asadas  ó  cocidas,  las  bayas  del  mizquitl,  mez- 
quite, (Mimosa  nüoticaj,'  &c.  Urgidos  por  la  necesidad  comían 
una  semilla  nombrada  polucatl,  el  popoiatl  6  maíz  descompuesto, 
el  xólotzoTüli  ó  cabellos  de  las  mazorcas,  el  metzoUi  raeduras  6 

(1)  Teatro  Mexicano,  P.  1,  trat.  2,  niim.  151. 

(2)  Sahagan,  tom.  3,  pág.  248. 
(8)  Sahagnn,  tom.  8,  pág.  246. 


318 

raspaduras  del  maguey,  noclixochitl  6  flor  de  la  tuna,  viexcalli  ó 
las  pencas  del  maguey  cocidas.  (1)  El  micJihuauJdlt,  semilleja 
blanca  y  menuda,  de  que  se*  hacían  tamalli,  ó  tostada  y  molida 
se  tomaba  desleída  en  agua  miel.  De  hortalizas  y  verduras,  be- 
rros, cebollas,  xouacatl;  verdolagas,  ttzmiquüitJ,  (Poriulaca  rvbj'isj, 
y  la  yerba  epatzotl,  (Chenopodium  amhrosiodes),  buena  para  los 
frijoles  y  empleada  en  usos  medicinales.  Gran  variedad  de  cala- 
bazas grandes  ó  chicas.  El  cliayotli  (Sycios  edules),  que  cocido  es 
dulce,  agradable  y  aguanoso.  (2) 

Faltándoles  el  toro,  el  carnero,  la  cabra  y  el  puerco  carecían 
de  carnes  abundantes.  Suplíanlas  con  los  animales  domésticos  y 
por  la  caza.  Aquellos  estaban  reducidos  &  las  palomas,  y  al  ga- 
llináceo llamado  hmxólotl  6  tofólin,  apellidado  por  los  castellanos 
huajolote,  pavo  6  gallipavo.  Completaba  el  mímero  el  cuadrúpe- 
do conocido  bajo  el  nombre  de  perro.  Según  Clavigero  se  enu- 
meraban tres  especies:  el  ifzcuintepotzotli  ó  perro  jorobado,  el  te- 
peizcuíntU  ó  perro  montes,  y  el  xoloüzcAitnUt,  perro  paje,  mayor 
que  los  otros,  el  cuerpo  privado  de  pelo,  llevando  solo  en  el  ho- 
cico algunas  cerdas  largas  y  retorcidas.  "Estas  tres  especies  de 
"cuadrúpedos  están  extinguidas,  ó  cuando  más  solo  se  conservan 
•'de  ellas  algunos  individuos."  (3)  Atendiendo  á  Sahagun,  los 
perros  de  la  tierra  se  decían  chichi,  itzcuinfU,  xochiocoyoü,  fetlámin 
y  tehuitzofJ,  siendo  de  diferentes  tamaños  y  colores.  "Criaban  en 
"esta  tierra  unos  perros  sin  pelo  ninguno,  continua  diciendo,  y  * 
"si  algunos  pelos  tenían  eran  muy  pocos.  Otros  perrillos  criaban 
*'qu©  llamaban  xóloitzcidnÜi,  que  ningún  pelo  tenían,  y  de  noche 
"abrigábanlos  con  mantas  para  dormir:  estos  perros  no  nacen 
"así,  sino  que  de  pequeños  los  untan  con  resina  que  se  llama 
"oxzVZ,  y  con  esto  se  les  cae  el  pelo,  quedando  el  cuerpo  muy  liso. 
Otros  dicen  que  nacen  sin  pelo,  en  los  pueblos  que  se  llaman 
Teutleco  y  Tocilan.  Hay  otros  perros  que  se  llaman  tialchidií, 
"bajuelos,  redondillos,  son  muy  buenos  de  comer."  (4)  Si  no  nos 
engañamos,  todos  estos  animales  prestaban  sus  carnes  para  los 
convites,  después  de  criarlos  y  cebarlos  con  esmero.  (5) 

(1)  Sahagun»  tom.  2,  pág.  258. 

(2)  J.  B.  Pomar,  Belacion  de  Texcoco,  par.  XXTV.  MS. 
(8)  Hist  antig.  tom.  1,  pág.  40-1. 

(4)  P.  Sahagun.  tom.  III,  pág.  16S-4. 

(5)  Tozqnemada,  lib.  U,  cap.  XXX. 


319 

Enfadoso  sería  enumerar  los  cuadrúpedos,  aves  y  peces,  toma- 
dos en  la  caza  ó  en  la  pesca.  Los  principales  de  los  primeros 
eran  el  mazati,  yenado,  (Cervus  mexicanus,  Gmel);  tocIUli,  conejo, 
(Lepas  sylvaticus,  Bachman);  citli,  liebre,  (Lepus  callotis,  Wag.); 
eoyametlj  javalí,  (Dicotyles  torquatus  J.  Cuvier);  la  ardilla,  la 
totzan  y  otros.  Entre  las  aves,  la  codorniz,  zolin,  (Callipepla  squam* 
mata,  Gray);  se  consumía  en  inmenso  número  como  destinada  á 
los  sacrificios.  Los  peces  eran  los  tomados  en  el  mar,  en  los  la- 
gos y  en  los  rios.  Ap-ovechaban  también  algunos  animales  de 
aspecto  repugnanteí[las  culebras  y  hasta  la  terrible  yívora  de 
cascabel,  (Crotalus  rhombifer,  Latr.)  cortándole  previamente  la 
cabeza;  los  alacranes,  á  los  cuales  quitaban  el  dardo  ponzoñoso; 
la  iguana  cuanhqtídzjxilin,  (Cyclura  pectinata,  Wieg,  la  Cyclura 
acaütura,  Qray,  y  la  iguana  rhinolopha,  Wieg),  de  cuyas  espe- 
cies comían  así  la  carne  como  los  huevos;  las  tortugas,  aijotl^  de 
agua  dulce  y  de  los  pozos;  algunas  hormigas,  como  las  llamadas 
(xzcamóUi,  y  las  necuazcaíl  ú  hormigas  de  miel,  á  las  cuales  se  chu- 
pa el  abdomen  lleno  de  un  licor  dulce;  las  langostas  chapoUn,  y 
principalmente  la  nombrada  acachapolin;  (1)  los  gusanos  que  se 
crian  en  el  maguey  meocuilin,  y  los  que  viven  en  las  mazorcas  del 
maíz,  &c.,  &c. 

Los  pueblos  riberanos  de  los  lagos  del  valle  sacaban  de  aque- 
llas aguas  inmensos  provechos.  Encerrados  por  mucho  tiempo 
los  méxica  en  los  estrechos  límites  de  su  isla  y  urgidos  por  el 
hambre,  sacaron  del  elemento  que  les  rodeaba  cuantos  prove- 
chos pudieron  arrrancarle.  Como  lo  más  importante,  una  gran 
variedad  de  patos,  canauhtUj  distinguidos  por  los  cazadores  in- 
dígenas con  nombres  particulares,  (2)  garzas,  aztatl,  gallinetas  y 
aves  acuáticas,  las  cuales  abundaban  en  el  invierno  para  des- 
aparecer en  el  verano:  el  gallardo  tzitzicuüoÜ,  chichicuilote  (Ma- 
croramphus  griseus,  Leach.)  encanto  de  los  niños  en  la  estación 
de  lluvias.  Las  aguas  salobres  no  proveían  á  la  alimentación, 
mas  las  dulces  mantenían  el  amüotl  6  pescado  blanco,  el  xohuüij 
juiles,  de  los  lugares  pantanosos;  el  xcdmichi,  pesca dillos  de  are- 
na; el  cuitlapetlatly  chiquillos  también,  dados  como  medicina  á  los 
niños;  los  miclicahuan  que  se  ven  como  hervir,  aparecer  y  desapa- 

(1)  P.  Sahagon,  tom.  m,  pág.  225. 

(2)  Véaae  al  P.  Sahagun,  tom.  m,  pág.  174-82. 


320 

recer  rápidamente  en  los  manantiales.  (1)  El  curioso  axdoUf  ajo- 
lote, (Siredon  lichenoides)  blanco  ó  negro,  objeto  de  estudió  par% 
naturales  y  extranjeros.  Las  ranas,  cueyaÜ^  (Baña  halecina,  Ca- 
tesb.);  las  mayores  llamaban  tecalaü,  habiendo  otra  especie  el 
acacueyetl,  (Baña  Moctezuma,  Baird  &  Gir.);  de  los  huevos  de  es- 
tos batracios  nace  el  atepocatl,  atepocate,  renacuajos  que  se  comen 
cocidos  ó  asados.  El  acacueyatl  son  ranillas  de  los  lugares  pan- 
tanosos. El  dcocili,  especie  de  camaroncillo,  que  cocido  se  pone 
colorado,  y  se  comía  también  tostado.  El  anenextli  larva  no  sabe- 
mos de  cuál  insecto;  en  su  metamorfosis  son  redondos,  con  cuatro 
pies,  ancha  la  cabeza  y  de  color  pardo.  El  7nichpili,  del  cual 
sabemos  lo  que  del  anterior,  y  el  mü.picldetei  que  le  es  análoga 
El  izcaJniilli,  gusano  de  color  rojo,  que  aparentando  no  tener  ca- 
beza, presenta  una  cola  por  ambos  extremos;  el  atopiñan,  de  co- 
lor oscuro,  y  el  ocidiztcuí  negro,'que  tostado  se  pone  blanco.  (2) 

Existe  todavía  el  pequeño  insecto  llamado  axayacaüy  y  es  el 
mismo  que  los  indios  venden  por  las  calles  como  mosco  para  lo3 
pájaros:  el  Sr.  D.  Pablo  de  la  Llave  lo  clasificó  bajo  la  denomi- 
nación de  Ahuautlea  mexicana,  "Cogían  tan  gran  cantidad,  que 
"tenían  para  comer,  para  cebar  muchas  especies  de  pájaros  y 
"para  vender  en  el  mercado.  Amasábanlas,  y  con  la  pasta  hacían 
"unos  panes  que  ponían  á  cocer  en  agua  con  nitro,  en  hojas  de 
"maíz.  Esta  comida  no  desagradó  á  los  historiadores  españoles 
"que  la  probaron."  (3)  Disponían  los  naturales  unos  hacecillos 
de  tules,  sobre  los  cuales  venía  lá  hembra  del  axayacatl  á  poner 
los  huevos;  este  es  el  ahuauüí,  usado  todavía,  y  tiene  el  sabor  de 
caviar.  Su  aspecto  es  como  de  arena;  visto  con  el  microscopio 
presenta  la  forma  do  un  verdadero-huevo,  proporcionado  al  ani- 
mal que  le  produce,  ofreciendo  la  mayor  parte  la  abertura  por 
donde  salió  la  larva^  y  todos  una  depresión  producida  en  el  pun- 
to de  apoyo;  de  manera  que  propiamente  no  se  aprovechan  loa 
huevos,  sino  el  cascaron. 

La  larva  salida  del  huevo  es  un  gusanillo  blanco,  tirando  á 
amarillento;  recogido  en  grandes  cantidades  se  prepara  entero, 
cocido  en  hojas  de  maíz,  ó  molido,  reducido  á  pasta,  se  le  pone 

(1)  Sahagun,  tom.  in,  pág.  202-3. 

(2)  P.  Sahftgim,  tom.  III,  pág.  203.. 

(8)  Glavigero.  hist.  antig.,  tom.  I,  pág.  390. 


321 

igaalmeztte  en  las  hojas.    Entonces  se  llama  }mxi,  reputándole 
como  muy  alimenticio. 

Agotando  los  recursos,  los  méxica,  al  decir  de  los  autores,  co- 
mían hasta  la  espuma  de  las  aguas.  ''Hay  unas  urronas  que  se 
"crían  sobre  el  agua,  que  se  llaman  tecuitlatlj  son  de  color  de  azul 
''claro,  después  que  está  bien  espeso  y  grueso;  cogenlo,  tienden- 
"lo  en  el  suelo  sobre  ceniza,  y  después  hacen  unas  tortas  de  ello^ 
"y  tostadas  las  comen."  (1)  "En  la  superficie  del  agua  de  esta 
"laguna  se  crían  unos  como  limos  muy  molidos,  y  á  cierto  tiem- 
"po  del  año,  que  están  más  cuajados,  cógenlos  los  indios  con  unas 
"redecillas  muy  menudas  y  sáoanlos  fuera  del  agua,  y  sobre  la 
tierra  ó  arena  de  la  ribera  hacen  eras  de  ellps  hasta  que  se  se- 
can, y  es  la  torta  que  hacen  del  grosor  de  dos  dedos,  y  enjugan 
"el  uno  cuando  llega  á  tener  sazón  y  estar  bien  seca,  la  cual  des- 
"pues  de  enjuta  y  seca,  la  cortan  como  ladrillos  pequeños,  lo 
^'cual  comen  estas  gentes  por  queso,  y  tiene  para  ellos  muy  buen 
"sabor,  y  es  algo  saladillo.  De  esto  sacaban  mucha  cantidad  á 
"^los  mercados,  y  de  otra  comida  que  llaman  texyuiÜcUly  aunque  ya 
"ahora  se  han  perdido  estos  dos  géneros  y  no  parecen,  y  no  sé 
"si  lo  causa  estar  los  indios  hechos  ya  á  nuestras  comidas»  y  no 
"dárseles  nada  por  las  suyas."  (2)  Por  último,  Clavigero  dice:  (3) 
"Hacían  también  uso  de  una  sustancia  fangosa  que  nada  en  las 
"aguas  del  lago,  secándola  al  sol,  y  conservándola  para  comerla 
"á  guisa  de  queso,  al^  que  se  parece  mucho  en  el  sabor.  Dábanle 
'^el  nombre  de  tecuiüatl  ó  sea  excremento  de  piedra." 

Del  mismo  producto  se  hacían  dos  preparaciones,  llamada  la 
una  tecuülaU,  la  otra  cvcúlin^  palabra  traducida  en  el  dice  de  Mo- 
lina, "vascosidad  del  agua,  ó  cosa  comestible  que  se  cria  entre 
''ciel'tas  yerbas  del  agua."  No  las  traen  al  mercado,,  mas  los  in- 
dios de  las  riberas  los  consumen  todavía,  llamando  al  segundo 
oticidito  dd  agua.  Su  formación  es  ésta.  La  larva  del  axayacatl, 
para  sufrir  su  transformación,  construye  con  las  materias  que  se 
apropia  de  las  aguas  ó  con  lo  que  exonera,  un  nido  compuesto 
de  innumerables  celdillas,  semejante  en  la  forma,  anque  no  en 
la  consistencia,  á  algunas  esponjas.  En  circunstancias  que  nos 
son  desconocidas,  los  nidos  vienen  á  la  superficie  del  agua,  don- 

(1)  Sahagun,  tom.  in,  pág.  204. 

(2)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XIV. 

(3)  Hist.  antig.,  tom.  I,  pág.  390. 

41 


322 

de  los  indios  los  recogen  y  cuecen  en  hojas  de  maíz,  presentando 
entonces  el  aspecto  de  una  materia  gelatinosa,  que  debe  ser  mny 
nutritiva. 

Causa  asombro,  por  una  parte,  las  inmensas  ventajas  que  lo» 
méxica  supieron  sacar  de  un  animalillo,  tan  despreciable  al  pa- 
recer, diversificando  los  manjares  en  el  axayacatl,  ahuautli,  puxi, 
teeuitlatl  y  cuculin;  y  por  la  otra,  los  millones  de  individuos 
consumidos  por  los  hombres  y  los  pájaros,  sin  que  esos  frágiles 
seres  hayan  sido  exterminados. 

Ocuilla  satisfacía  2,000  panes  de  sal,  izfaÜ,  (Kingsborough, 
lám.  36,  números  17*al  21),  blanca  y  fina,  destinada  al  gasto  de 
los  señores  de  México.  Su  carácter  jeroglífico  está  representado 
en  las  láminas.  Sacábanla  en  las  costas  del  agua  del  mar,  sabien- 
do aprovechar  las  salinas.  "Hay  también  ftiéntes  de  sal  viva,  que 
"es  cosa  muy  de  ver  los  manantiales  blancos  que  están  siempre 
"haciendo  unas  venas  muy  blancas,  que  sacada  el  agua  y  echada 
en  unas  eras  pequeñas  y  encaladas  y  dándoles  el  sol,  en  breve 
se  vuelven  en  saL"  (1)  En  el  valle  la  explotación  de  la  sal  y  del 
salitre  se  practicaba  de  esta  manera.  Con  las  tierras  lavadas  for- 
maban montones  huecos;  en  el  fondo  de  la  cavidad  colocaban 
ramas  en  forma  de  parrilla,  que  servía  de  sustentáculo  á  un  poco 
de  tule,  zacate  ó  simplemente  un  petate,  que  recibía  la  tierra  sa- 
lada sacada  dé  los  criaderos.  Bajo  la  parrilla  había  una  perfora- 
ción lateral,  recibiendo  un  carrizo  ó  penca  de  maguey  que  servia 
de  llave  ó  nariz  para  que  el  líquido  salado  eicurriera,  procedente 
del  agua  puesta  sobre  las  tierras.  Las  aguas  ó  legías  se  recibían 
en  ollas,  que  se  ponían  á  evaporar.    Este  aparato  rústico  era  un 
verdadero  legiviador  q  aparato  de  desalojamiento,  muy  econó- 
mico, el  cual  st>  carga  y  descarga  á  proporción  que  la  tierra  está 
lavada.    En  lo  antiguo  los  habitantes  de  Coyohuacan  se  dedica- 
.ban  á  esta  industria;  la  sal  que  fabricaban  era  de  color  de  ladrillo, 
amasada  en  tortas  redondas,  y  no  siendo  buena  de  comer  se  desti- 
naba principalmente  á  salar  carnes. 

Empleaban  también  para  sazonar  sus  condimentos  de  tequix- 
quitl,  carbonato  de  sosa  natural  eflorecente,  sesqui-carlíoiiato  de 
sosa.  Estas  sales  eflorecentes  se  presentan  hácia-la  estación  seca; 
sobre  las  tierras  abandonadas  por  las  aguas  del  lago. 

(1)  Motolinia,  trat.  III,  cap.  IX. 


323 

Toca  su  lugar  á  la  enumeración  de  las  prinoipaleTs  frutas  indí- 
genas. Comenzamos  por  el  nochÜ%  llamado  entre  nosotros  tnna, 
palabra  de  la  lengua  de  las  islas  introducida  en  la  colonia  por  los 
españole^;  es  el  fruto  del  ncpaUi^  cactus,  presentándose  multitud 
de  variedades  asi  por  el  color  como  por  la  forma;  aunque  la  ma- 
yor parte  dulces  ó  agridulces  y  jugosos.  (1)  Son  los  higos  de  In- 
dias ó  higos  chumbos  d^  los  escritores  antiguos.  A  este  capítulo 
pertenecen  el  agrio  xocanochÜ%  y  la  variedad  de  las  pitahayas. 

Bajo  el  genérico  tzapotl  se  comprendían:  el  chidzapoü,  chicoza- 
pote,  (zapota  achras)  que  contiene  el  chictU^  chicle,  mascado  por 
las  mujeres  del  pueblo.  MactzapoÜ^  zapote  blanco,  (Oasimiroa 
edulis)  distinguiéndose  el  oochüstetzapoüj  porque  provoca  á  dormir. 
Cos^zapoÜy  zapote  amarillo,  (Lúcuma  salicifolium)  con  la  variedad 
denominada  atzapótl  IlamcUzapotl^  ilama  (vieja)  anona.  Guauh- 
tzapoÜ,  anona.  ZacuaUzapoÜy  chirimoya^  (Afuma  tripetalay  Tschuddi; 
Anofue  ckerimdia,  Baimond)  nombre  tomado  del  quiche  chiri- 
muya.  TliÜzapoÜ  6  TotólcuiÜatzapoÜ,  zapote  prieto,  (Diospiros 
obresifolia).  TetzantzapoÜ^  tdzapoüy  mamey,  (Lúcuma  mammo- 
sum);  mamey  es  de  la  lengua  de  las  islas.  (2) 

Del  ahuocailf  ahuacate,  (Persea  gratissima)  distinguían  la  es- 
pecie grande  ¿fctcooatoA«¿acat2,  y  los  pequeños  q^iXhkiKiiwíL  El 
texocotly  tejocote  (Mespilus)  sólo  es  bueno  confitado.  Las  cirue- 
las, macaooocotl^  (Spondias  bombín)  amarillas  ó  rojas,  grandes  ó 
pequeñas;  las  átoyaooocoU  se  comían  crudas  ó  cocidas,  y  hacían 
un  pulque  embriagante  con  ellas.  Las  guayabas,  xalxocotl,  (psi- 
dium  pommiferum).  El  cajpolin,  capulín,  (Prunus  Capulín)  fruto 
al  que  los  castellanos  llamaron  cerezas,  con  tres  especies;  el  ólo- 
capulín,  el  taoloaptdin  y  el  ocitonuicaptilin.  (3)  MaizaÜ,  pina,  (Bro- 
melia  ananas).]^^  cuauJmloÜf  huájilote,  (Bhus)  cuyo  fruto  se 
come  cocido.  El  amaoapulin  6  moral. 

Terminaremos  con  los  bulbos  y  tubérculos.  El  cácomitl,  cebo- 
lla del  ocdoxochiü,  (Tigridia)  de  sabor  dulce.  Camotl,  camote  ó 
la  batata  europea,  (Convolvulus  batatas).  Cuauhar'.yotl^  huacaamo- 
te,  (Jatropha  manioc).  TlcdcacahwUlf  cacahuate,  i  X  . v»!  "o  ]•  apo- 
gea), que  según  Humboldt,  "parece  haber  existía  .,   - 

(1)  P.  Sahagun.  tom.  III,  pág.  238. 

(2)  Sahagun,  tom.  III,[pág.  285. 
(.3)  Sahagun,  tom.  in,  pág.  236.  . 


324 

''Asia,  especialmente  en  Cochinchina»  mucho  tiempo  antea  del 
''descubrimiento  de  América."  Xícama,  catzoü,  (Dolichus  tube- 
rosus);  á  esta  especie  referían  la  raíz  cimatly  que  sólo  se  podía 
comer  cocida;  el  tocimaü  que  cocida  se  pone  amarilla;  el  offcap- 
xon.  Comíanse  también  las  partes  blandas  de  la  raíz  de  la  espa- 
daña, la  del  atzatzamófíy  del  ccdatessdt,  del  auecvexqui  y  del  ijcalto- 
mcUL  (1)  , 

Tlaltelolco  pagaba  cuarenta  canastos  de  cacao  molido,  cada  uno 
de  1,600  almendras,  ó  sean  64,000  almendras  en  todo  (Eingsbo- 
rough,  lám.  19,  números  2  y  3).  Cihuatlan  80  cai^s  de  cacao  en 
grano  (lám.  40,  núm.  23).  Tochtapec,  200  cargas  de  granos  (lám.  48, 
núm.  55).    Xoconocho,  200  caicas  (lám.  49,  números  27  y  89). 
Cuauhtoehco,  20  cargas  (lám.  50,  núm.  9).   Cuetlaxtlan,  200  car- 
gas (lám.  51,  núm.  22).   El  camhvaÜ^  cacao,  (Theobroma  cacao) 
es  el  fruto  del  árbol  nombrado  cacaocuakuiÜ.  Aunque  sería  bueno 
extendemos  en  la  descripción  de  esta  curiosa  planta,  ahora  no 
nos  debemos  detener  sino  en  los  provechos  que  de  ella  sacaban 
los  pueblos  antiguos.    Hernández  (2)  enumera  cuatro  especies 
conocidas:  el  ciiauhcacahuaüy  el  mecacacahtujiíl,  el  ax>c1dcacahuail  y 
el  tlalcacahtuiíl^  añadiendo  una  quinta  el  ciiauhpailachUi    Comían 
las  almendras  todavía  verdes,  y  las  secas  en  menor  cantidad. 
Los  granos  mayores  y  logrados  servían  de  moneda,  como  tene- 
mos dicho.  La  bebida  que  con  el  cacao  se  preparaba,  servida  con 
aplauso  en  banquetes  y  fiestas,  sólo  era  propia  de  señores  y  gente 
rica,  pues  su  costo  la  ponía  fuera  del  alcance  de  los  pobres,  no 
siendo  contrahecha.   "El  chocolate,  ial  como  ahora  le  usamos,  no 
"era  conocido  de  los  indios:  lo  que  ellos  tomaban  venía  á  ser  lo 
"que  hoy  llamamos  "cacao  frió"  ó  "espuma  de  cacao"  y  que  aún 
"se  vende  en  los  tianguis  ó  mercados  de  los  pueblos.  Mezclaban 
"con  el  cacao  varias  yerbas,  especias,  chile,  miel,  agua  rosada, 
"granos  del  pocJiotl  ó  ceiba,  y  especialmente  maíz.    Conocían  va- 
"rios  métodos  para  preparar  la  bebida;  pero  siempre  en  trio,  y 
'^así  se  tomaba.  Lo  general  era  moler  el  cacao  y  demás  semillas, 
"desleír  la  pasta  en  agua,  separar  una  parte  y  ponerla  en  mayor 
"cantidad  de  e^gask,  batir  el  líquido  y  pasarle  varias  veces  de  un 
"vaso  á  otro,  dejándole  caer  desde  alto,  para  que  formase  espu- 

(1)  P.  Sah&gun,  tom.  III,  pág.  240. 

(2)  Lib.  VI,  cap.  87. 


/ 


ii 


325 

"ma.'^  (1)  En  la  escríturajerogMca  mexicana,  las  cargas  de  cacao 
se  expresaban  por  el  determinativo  de  la  almendra.  El  ckiquihnülf 
chiqnihníte,  cesto  ó  canasto,  servía  para  recoger  el  grano.  Son 
redondos  próximamente,  aunque  de  base  casi  cuadrangular,  teji- 
dos de  tiras  de  carrizo  ú  otates,  adelgasados  y  lisos. 

Axocopan  mandaba  4fíO  cántaros  •  d^  miel  de  maguey  espesa 
(Kingsborough,  iám.  29,  núm.  27),  y  Hueipochtla  otros  400  cán- 
taros (lám.  31,  núm.  26).  Tlachco  200  cántaros  de  miel  de  abejas 
(Iám.  38,  números  21  á  30).  Tepecuacuilco,  200  cántaros  (lám.  39, 
número  39  á  48).  Tlalcozauhtitlan,  100;  Quiauhteopan,  100,  é 
igual  cantidad  Yoaltepec  (lám.  42,  números  5, 18,  29). 

En  la  descripción  deLmercado  de  México,  dice  D.  Hernando 
Cortes:  "Venden  miel  de  abejas,  y  cera,  y  miel  de  cañas  de  maíz, 
que  son  tan  melosas  y  dulces  como  las  de  azúcar:  y  miel  de 
unas  plantas,  que  llaman  en  las  otras  y  estas  (2)  maguey,  qu^ 
''es  muy  mejor  que  arrope:  yxle  estas  plantas  facen  azúcar  y  vino, 
"que  así  mismo  venden."  (3)  Desde  los  tiempos  de  los  tolteca 
era  conocido  el  modo  de  convertir  en  miel  el  jugo  del  maguey, 
habiendo  conservado  la  historia  las  aventuras  de  la  bella  Xóchitl. 
A  lo  llamado  ahora  aguamiel  se  decía  en  mexicano  nenecuM,  co- 
cida hasta  la  consistencia  de  jarabe  era  la  miel  TíeiUlcUiUi,  neufUt" 
tetxahiaUi,  riecuÜcUUmiUu  La  azúcar  debió  ser  una  consecuencia 
forzosa  de  esta  preparación;  bastaba  concentrar  el  líquido,  darle 
consistencia  de  jarabe  espeso,  y  obtener  la  cristalización  por  el 
enfriamiento. 

"Antes  de  la  llegada  de  los  europeos,  dice  Humboldt,  los  me- 
"xicanos  y  los  peruanos  esprimían  el  jugo  de  las  cañas  del  maíz 
"para  hacer  azúcar.  No  se  conformaban  con  concentrar  el  jugo 
por  evaporación,  sabían  también  preparar  la  aj^car  bruta,  en- 
friando el  jarabe  espeso."  (4)  ¿Conocíanlos  pueblos  de  México 
la  caña  de  azúcar?  D.  Aniceto  Ortega,  en  su  Memoria  sobre  el 
Arando  sachárifera,  saoharnm  de  Lineo,  Sacharoforum  de  Nec- 
ker,  reunió  preciosas  noticias  acerca  de  la  historia  de  esta  plan- 

(1)  Icazbalceta,  diálogos  de  Ceryántes;  pág.  242^8,  artículo  bien  istevesante  y 
completo.  Motolinia,  trat  III,  cap.  VUI.  Acosta,  lib.  IV.  cap.  XXII.  Torquemada, 
Üb.  XIY,  cap.  XLn.  Clavigero,  tom.  I,  pág.  392. 

(2)  Falta  aquí  la  palabra,  parteís. 

(3)  Cartas  en  Lorenzana,  pág*  103-4. 

(4)  Essai  polittque,  tom.  II,  pág.  377, 


326 

ia.  Los  naturalistas  disputan  todavía  si  el  arando,  indígena  en 
la  Asia  7  la  Oceanía,  lo  es  también  en  América;  resultando  de 
las  mejores  observaciones,  que  esta  segunda  opinión  es  la  más 
probable.  "M.  B.  Edwards,  conciliando  todas  las  opiniones  su- 
"pone,  que  la  caña  de  azúcar  crecía  naturalmente  en  muchos  lu- 
'^gares  del  nuevo  mundo;  pero  que  Cristóbal  Colon,  que  debía 
"necesariamente  ignorarlo,  .trajo  planta  de  Canarias  en  su  primer 
"viaje.  Esta  explicación  parece  3er  la  verdadera."  La  abeja  co- 
mún, (Apis  mellifera)  era  conocida  de  los  méxica  en  el  estado 
silvestre:  sacaban  la  cera,  aprovechada  no  sabemos  en' cuales 
usos.  Distinguían  la  abeja  que  forma  panal  en  los  árboles  cuauh- 
cuzayóliy  de  la  mimcahuaü  que  fabrica  como  la  anterior;  lekpipiycli 
6  montesa;  la  tlahtzaÜ  que  anida  debajo  de  tierra,  el  abejorro  6 
xicotli  y  el  temoli  de  mayor  tamaño.  Miel  en  general  es  necuÜi;  la 
miel' de  abejas  cuauhnecuüi;  la*  miel  sacada  de  las  flores  xocMne- 
cuüi,  xochÍTienecutli,  xochimemeyallotL  La  miel  de  las  cañas  del  maíz 
óhuanecvüi^  necuiocquihuiUi. 

La  miel  servía  en  los  diversos  condimentos  de  la  cocina  mexi- 
cana,'principalmente  en  las  confecciones  del  pinolli,atolli,  chian, 
tamalli  y  cacao. 

Para  decir  algo  respecto  de  la  bebida  de  aquellos  pueblos,  es 
preciso  detenerse  ante  la  planta  que  la  produce;  de  ésta  han  he- 
cho grandes  elogios  los  autores,  á  fe  que  merecidos,  pues  ningu- 
na como  ella  hace  servicios  al  hombre,  ya  estando  viva,  ya  con 
sus  despojos  cuando  muerta.  La  planta  es  el  me^ü,  (Agave.america- 
na);  la  bebida  que  produce  el  octK.  Ninguna  de  las  dos  voces  es 
ahora  usada;  77ietl  fué  sustituida  por  la  palabra  fiuiguey^  pertene- 
ciente á  la  lengua  de  las  islas;  al  odli  le  dijeron  los  antiguos 
pidcrcy  convertido  ahora  en  pulqtte,  que,  no  es  palabra  española 
ni  mexicana;  sino  tomada  ''de  la  lengua  araucana  que  se  habla  en 
"Chile,  en  la  .cual,  pulque  es  el  nombre  general  de  las  bebidas  que 
"los  indios  usan  para  embriagarse:  pero  es  difícil  adivinar  cómQ 
"pasó  este  nombre  á  México."  (1) 

Existen  diez  y  nueve  especies  de  agave,  con  catorce  variedades, 
y  desde  la  cultivada  llamada  ñna,  hasta  la  salvaje  ó  cimarrona, 
cada  una  presta  los  servicios  á  que  está  destinada;  planta  verda- 


(1)  Glavigero,  tom.  I,  pág.  393,  nota.  No  hemo^  sabido  encontrar  la  palabra  en 
el  Diccionario  de  chilenismos  por  Zorobabel  Rodríguez.  Santiago^  1875. 


327 

deramente  social,  fué  el  don  más  preciado  que  la  Providencia* 
pndo  hacer  á  los  pueblos  primitivos.  El  cultivo  del  metí  es  muy 
antiguo.  La  mención  primera  que  encontramos  se  refiere  á  los 
Olmecahuixtoü  ^'Estos  mismos  inventaron  el  modo  de  hacer  el 
vino  de  la  tierra:  era  mujer  la  que  comenzó  y  supo  primero, 
agujerar  los  magueyes  para  sacar  la  miel  de  que  se  hace  el  vino, 
y  llamábase  Maiaoel,  y  el  que  halló  primero  las  raíces  que  echan 
en  la  miel  se  llamaba  Pantecatl  Los  autores  del  arte  de  saber 
hacer  el  pulcre  así  como  se  hace  ahora  se  decían  Tepu^tecatl, 
Quatlapanqui,  Tliloa,  Fapatztactzocaca,  todos  los  cuales  inven- 
taron la  manera  de  hacer  el  pulcre  en  el  monte  llamado  Chidii- 
nahuia;  y  porque  el  dicho  vino  hace  espuma,  también  llamaron 
al  monte  PopopocaiuxU^tl,  qxie  quiere  decir  monte  espumoso."  (1) 
Esta  noticia  va  unida  á  la  leyenda  de  la  embriaguez  del  jefe  de 
los  cuexteca,  quien  por  esta  causa  tuvo  que  retirarse  con  sus 
gentes  hacia  Panuco,  es  decir,  que  se  refiere  á  los  tiempos  pri- 
mitivos en  que  los  huaxteca  estaban  establecidos  en  el  interior 
del  país.  En  la  primera  pintura  de  la  peregrinación  azteca  cons- 
ta,, que  los  mexi  tomaron  de  los  chalca  el  cultivo  del  metí  y  ex- 
trajeron el  octli.  Tenemos  también  la  historia  de  la  bella  Xóchitl, 
hacia  el  fin  de  la  monarquía  tolteca»  De  ello  diremos  en  sus  res- 
pectivos lugares. 
.  Siguiendo  á  Hernández,  el  metí  productor  del  octli  se  nombra 
Tlaoametly  Teometl  (Furcroya  odorata,  Poiret;  Furcroya  tuberosa. 
Aitón;  Furcroya  cubensis,  Haw).  Por  término  medio  llega  á  com- 
pleto crecimiento  á  los  diez  años;  entónaes,  de  las  hojas  centrales 
apiñadas  en  forma  cónica  se  alza  el  quiotly  bohordo  que  alcamsa 
hasta  cinco  metros  de  altura,  en  cuyo  extremo  se  presentan  las 
flores,  después  las  semillas,  y  muere  en  seguida:  el  bohordo  seco 
se  llama  quiocuahuiti  Propágase  por  las  semillas,  mas  también 
por  los  renuevos  que  de  las  raíces  en  cada  individuo  brotan. 

Para  lograr  el  octU,  luego  que  el  metí  se  acerca  á  la  inflorecencia 
y  antes  de  que  el  bohordo  se  presente,  se  arranca  el  cono  central 
de  las  hojas,  dejando  en  su  lugar  una  cavidad,  en  la  cual  viene  á 
recogerse  el  cambium,  líquido  blanqueeino  compuesto  de  agua, 
azúcar  y  gluten  en  suspensión:  esto  es  lo  que  se  llama  o^i^a  miel 
Tres  veces  al  (lia  se  extrae  el  agua  miel  por  medio  del  awcotUy 

(1)  SahaguQ,  tom.  III,  pág.  142. 


1 


328 

'durando  la  cosecha  de  cuatro  á.seis  meses;  á  c^da  extracción  se 
raspa  la  cayidad^  la  cual  se  ensancha  y  profundiza  hasta  que  la 
planta  se  agota  y  muere.  El  agua  miel  es  conducido  á  las  ofici* 
ñas,  se  le  deja  fermentar,  añadiendo  una  cantidad  de  otra  ya  fer- 
mentada, obteniéndose  al  poco  tiempo  el  octli  en  estado  perfecto. 
Dos  clases  principales  se  distinguen,  el  pulque  fino  y  el  Üacliiqm: 
los  catadores  juzgan  á  éste  inferior  á  aquel,  no  obstante  que  ayu- 
dan la  fermentación  con  las  raíces  de  la  planta  nombrada  oopac- 
til,  remedio  ó  medicamento  del  octli.  (1) 

Como  hemos  visto,  variados  eran  los  manjares  en  las  comidas 
usadas  por  los  señores;  en  ellas  era  común  el  octli,  y  mucho  más 
en  las  fiestas  y  regocijos  de  los  pobres.  Castigada  severamente 
la  embriaguez,  reglamentada  la  cantidad  que  debia  beberse,  per- 
mitido el  licor  en  exceso  sólo  á  los  ancianos,  no  por  eso  dejaba 
de  ser  de  uso  general.  Los  médicos  daban  ciertas  medicinas  en 
él;  á  las  mujeres  en  el  dia  siguiente  al  alumbramiento  se  les  ha- 
cia beber  un  poco.  (2)  En  la  fiesta  Panquetzaliztli  bebían  el 
moÜaloctlif  ú  octli  azul,  porque  lo  teñían  de  este  color;  (3)  .en  la 
fiesta  de  Atemoztli  dábase  el  vino  á  las  mujeres  como  si  fuera 
prevenido  por  el  ritual.  (4)  En  la  fiesta  Izcalli  al  licor  tomado  le 
daban  el  nombre  particular  dé  texccdoehuüo,  (5)  Ninguna  olla  de 
vino  nuevo  se  comenzaba  sin  ofrecer  un  tanto  en  sacrificio  á  Ix- 
tlilton.  (6)  Ometochtli  era  dios  del  vino  y  del  fuego;  cuando 
echaban  el  ocpaüi  al  agua  miel  y  ésta  empezando  á  fermentar  hacía 
espuma,  encendían  braseros,  les  ponían  copal,  y  zahumaban  el 
octli  en  honra  del  dios.  "(7)  Componían  el  pulque  con  miel,  ó 
chilli,  frutas,  yerbas  y  otros  ingredientes,  según  el  gusto  ó  la 
sazón. 

Entrando  en  la  enumeración  de  los  aprovechamientos  del  ma- 
guey ó  árbol  de  las  maravillas,  terminaremos  con  el  líquido,  repi- 

(1)  Memoria  sobre  el  maguey  mexicauo,  por  Pedro  Blasquez  e  Ignacio  Blaaquez, 
México,  1865. 

(2)  Torqitemada,  lib.  XIV^  cap.  X. 

(3)  Sahagnii,  tom.  II,  pág.  175. 

(4)  Saliagun,  tom.  II,  pág.  179. 

(5)  Sahagmi,  tom.  n,  pág.  186.  • 

(6)  Torquemada,  lib.  VI,  cap.  XXIX. 

(7)  Padre  Duran,  seg.  parte,  cap.  XXII.   M8. 


I 

I 

í 


329 

tiendo  tin  poco  de  lo  ya  dicho.  El  agua  miel  pttesta  al  fuego,  "y 
"apurándolo  más  el  fuego  es  como  miel;  y  á  medio  cocer  sirve  de 
arrope,  y  es  de  buen  sabor  sano,  y  á  mi  parecer  es  mejor  que 
arrope  de  uvas."  (1)  "De  este  mismo  licor  hacen  buen  arrope  y 
"miel,  aunque  la  miel  no  es  de  tan  buen  gusto  como  la  de  abejas; 
"pero  para  guisar  de  comer  dicen  que  está  mejor  y  es  muy  sana. 
"También  sacan  de  este  licor,  unos  panes  pequeños  de  azúcar, 
"pero  ni  es  tan  blanco  ni  es  tan  dulce  como  el  nuestro.  Asi- 
"mismo  hacen  de  este  licor  vinagre  bueno;  unos  lo  aciertan  ó 
"saben  hacer  mejor  que  otros."  (2) 

Las  púas  terminales  de  las  hojas  servían  en  las  penitencias 
religiosas;  se  les  empleaba  como  punzones,  de  clavos  en  las  pa- 
redes y  maderas,  de  alfileres  para  retener  lienzos  gruesos;  en  al- 
gunas especies  se  arrancan  unidas  á  las  fibras  de  la  planta,  y 
entonces  sirven  de  aguja  é  hilo  á  la  vez.  Las  hojas  ó  pencas 
frescas  servían  á  las  molenderas  para  recibir  la  masa,  á  los  alba- 
ñiles  para  acarrear  el  barro.  "De  estas  pencas  hechas  pedazos, 
"dice  Motoliniá,  (loco  cit.),  se  sirven  mucho  los  maestros  aman- 
tecatl,  que  labran  de  pluma  y  oro;  y  encima  de  estas  pencas  ha- 
cen un  papel  de  algodón  engrudado,  tan  delgado  como  una  muy 
delgada  toca;  y  sobre  aquel  papel  y  encima  de  la  penca  labran 
todos  sus  dibujos;  y  es  de  los  principales  instrumentos  de  su 
"oficio.  Los  pintores  y  otros  oficiales  se  aprovechan  mucho  de 
"estas  hojas."  Colocadas  convenientemente  sirven  como  tejas 
en  las  habitaciones;  sostenidas  e  inclinadas,  sobrepuestas,  se 
asaban  como  arcaduces.. 

Las  flores  son  comestibles.  El  bohordo,  asado  cuando  tierno, 
sirve  de  alimento.'  Con  la  parte  carnosa  y  blanda  de  las  pencas, 
unida  al  maíz,  se  confeccionan  las  torfiüas  de  maguey,  sabrosas  y 
nutritivas;  molida  esa  misma  parte,  deshecha  en  agua  miel  y  her- 
vida, rinde  una  especie  de  atole  que  no  deja  de  ser  agradable. 
Las  pencas  de  ciertas  especies  asadas  á  la  lumbre  6  más  bien  en 
barbacoa,  en  ciertas  ocasiones  sólo  se  mascan  y  chupan,  pues  el 
hilo  impediría  tragarlas;  "mas  si  kts '  cabezas  están  cocidas  de 
"buen  maestro,  dice  Motoliniá,  tienen  tan  buenas  tajadas  que 
^'muchos  españoles  lo  quieren  tanto  como  buen  diacitron." 

Cl)  AcoBta.  Ub.  IV,  cap.  XXHI. 
(2)  Motoliniá,  tr&t  III,  cap.  XIX. 

42 


tí 


í 


330 

**£1  modo  con  que  proceden  los  indígenas  para  hacer  pita,  di* 
"cen  los  Sres.  Blasquez,  es  el  siguiente:  machacan  bien  las  pen^ 
''cas  con  pisones,  y  las  ponen  á  hervir  después  largo  tiempo  para 
''que  auelten  mejor  la  pulpa  ó  parenquima.  En  esta  disposición 
"las  lavan  en  agua  jabonosa,  y  logran  con' esto  que  los  hilos  blan- 
'^queen  muy  bien,  los  ponen  á  secar  en  el  sol,  y  hacen  á  mano 
"los  tejidos  gruesos  y  delgados  que  necesitan  en  sus  diversas  la- 
"bores  del  campo. '\  Este  es  el  ichtli  ó  nequen  del  que  hacían 
cordeles  mecatl^  mecate,  ropas,  &c.  De  las  mismas  fibras  se  labra* 
ba  papel  en  muy  grandes  cantidades. 

"Cuando  se  capa  el  maguey,  al  estirar  sus  pencas  ú  hojas  tier- 
"nas  se  descubren  uiíos  hilillos  finos  y  suaves,  y  de  ellos  se  forman 
"unas  mechas  que  se  usan  en  vez  de  yesca.  Estas  fibras,  que  son 
"muy  blancas,  tienen  la  finura  y  fortaleza  de  la  misma  seda.  Cal- 
"culamos,  que  sacándolas  con  cuidado,  puede  rendir  cada  meyciete 
"(cono  de  hojas  del  centro  del  maguey)  muy  cerca  de  media  li- 
"bra.  Beneficiada  y  tejida  esta  sustancia,  sería  exactamente  igual 
"alas  telas  de  seda." 

El  bohordo  seco  y  leñoso  sirve  de  vigas  en  las  habitaciones,  ó 
de  puntal  en  los  soportales.  Las  pencas  secas  son  buen  combus- 
tible, y  la  ceniza  es  buena  para  hacer  lejía..  Las  raíces  gruesas, 
Tnecoaüf  servían  de  jabón;  del  cimiento  de  las  hojas  pequeñas  se 
hacen  escobetas.  El  tronco  seco,  desprendidas  las  pencas,  queda 
^  convertido  en  asiento  cómodo.  El  meoct^íZín  ó  gusano  del  maguey 
era  reputado  como  una  golosina.  La  goma  que  las  pencas  desti- 
lan se  tiene  por  igual  á  la  arábiga;  al  menos  puede  sustituirse  á 
ella  sin  peligro.  Durante  las  Uuyias,  los  viajeros  encuentran  agua 
recogida  en  la  unión  de  las  pencas*. 

Cual  si  todo  esto  no  fuera  bastante,  al  octli  y  á  la  planta  se 
les  conceden  maravillosas  facultades  medicinales,  en  cuya  enu- 
meración no  entraremos. 

Fabricaban  bebidas  embriagantes  de  las  cañas  del  maíz  cuan- 
do la  mazorca  está  en  leche;  de  las  palmas  y  de  las  pinas.  (1)  En 
la  isla  de  Cuba  se  hacía  un  vino  con  agua,  azúcar  y  maíz  tostado 
para  precipitar  la  fermentación,  al  cual  daban  el  nombre  de  chi- 
cha. Esta  palabra  se  hizo  genérica  para  expresar  las  bebidas 
fermentadas  sacadas  del  maíz,  y  usadas  por  los  pueblos  ameri- 

(1)  Torquemada,  lib.  Vil,  cap.  X.   ClaTigero,  tom.  I,  pág.  39H. 


8S1 

canos.  En  el  Pera  se  denominaba  azua.  Se  hacía  de  diversos 
modos.  "El  más  fuerte  á  modo  de  cerveza,  humedeciendo  prime- 
ro el  grano  de  maíz  hasta  que  comienza  á  brotar,  j  después  co- 
"ciéndolo  con  cierto  orden,  sale  tan  recio  que  á  pocos  lances  de- 
"rriba;  este  llaman  en  el  Perú  sera,  y  es  prohibido  por  ley,  por 
"los  grandes  daños  que  trae  emborrachando  braviamente."  (1) 
Los  méxica  conocían  las  bebidas  fermentadas  de  maíz.  Los  oto- 
míes  decían  zeydeihá^  (adulterada  sendecho)  y  los  mazahua  zeyré- 
cha  Á  una  composición  hecha  de  maíz  puesto  á  germinar,  seco  y 
molido,  hervido  después  con  agua,  qne  hace  recordar  el  método 
empleado  para  preparar  el  sorcu  La  bebida  de  los  otomíes  es 
semejante  al  bier  de  los  antiguos  germanos,  sólo  que  éstos  utili- 
zaban  la  cebada  en  lugar  del  maíz.  (2) 

Los  teoíianacaÜ,  carne  divina,  hongos  divinos,  amargos  y  desa- 
gradables, eran  comidos  para  practicar  ciertos  actos  supersticio- 
sos; tomaban  dos  ó  tres  solamente  con  un  poco  de  miel  de  abejas. 
Producían  im  estado  de  embriaguez,  con  alucinaciones  de  carác- 
ter espantoso.  (3)  La  semilla  ddiiehqtii,  de  la  planta  coaüxoocouh- 
qvij  emborracha  y  enloquece  haciendo  ver  visiones  espantables; 
produce  los  mismos  efectos  del  peyoUt  aunque  sólo  persistentes 
por  tres  dias.  Otras  plantas  había  de  la  misma  especie,  usadas 
por  los  hechiceros  para  hacer  maleficios,  (4) 

Xilotepec  daba,  según  el  intérprete,  "una  águila  viva  que  cada 
"un  tributo  trayan,  unas  veces  tres,  otras  cuatro,  y  otras  más  ó 
"menos''  (Kingsborough,  lám.  33,  núm.  13),  Oxitipan  estaba  á  lo 
mismo  obligado  (lám.  66,  num.  10).  ^ 

Cuacuauhcan  con  su  comarca  proveían  de  maderas;  entregaban 
1,200  vigas  grandes,  labradas  hnetzcayotl,  tahtÁapaUecíldy  (lám.  34, 
números  22  á  24);  1,200  tablas  huapaül^  ?inapaUi  (números  25  á  27); 
1,200  morillos  (números  28  á  30);  1,200  cargas  de  leña  (números 
31  á  30).  Todavía  hoy  se  cuenta  la  leña  por  izontli  ó  sean  400  le- 
ños, divididos  en  20  bultos  de  20  palos  cada  uno:  400  tzantii  son 
160,000  leños,  subiendo  el  total  á  480,000. 

Tepeyacac,  destinados  para  la  guerra  de  Tlaxcalla,  contribuía 

(1)  Aoosta.  lib.  IV,  cap.  XVI. 

(2)  Sendecho,  por  Gninesindo  Mendoza.  BoL  de  la  Soc.  de  Geog.    Segunda  épo- 
ca, tom.  II,  pág.  25. 

(3)  Motolinia/  trat.  I,  cap.  II. 

(4)  Sahagun,  tom.  III,  pág.  241  y  sig. 


i 


332 

con  8,000  atados  de  otlail,  otate,  (Amndo  bambos),  destinados 
para  astas  de  lanzas  ú  otras  armas:  cada  atado  era  de  20  otates, 
de  manera  que  formaban  un  total  de  80,000  (lám.  44^  núm.  29), 
y  8,000  atados  de  otates  pequeños  destinados  para  flechas:  en 
todo  160,000  piezas  (núm.  30).  También  debía  presentar  4500  pie- 
les curtidas  de  venado,  mazatly  con  su  pelo  (núm.  28),  así  como 
Xoconochco  40  pieles  de  tigre,  ocelotl,  (Felis  onza,  L.)  (lám.  49, 
niímeros  28  y  30). 


CAPITULO  VI. 

Tabana. — i'apfl.~-XicaU¡.  —IópaUÍ.—¡'etlttl.-'Oopalli.-~C'acaxtU.  ~ í'oeíUnilla. — 
UUi.—UqjiidámbaT. — Ámbar  ama7ÍUu.—Juego» y  divertUmeí.  —  TUtrJitli. — Patct- 
Ui.  — Ejereieivi  gimnúntleot.-^Palo  del  •colador.  — PoeMa  iirirn. — Pve»ia  cb-amátiea. 
— Arquitectura.— AnfoSUetura  miiitar.--E>eiUtnra. — Arte»  y  nJkioii.—Tf}eáore*. 
-~A¡faTéroi.— Medicina. — Mídieon.—TemmrnlU.    ■ 

SEGÚN  el  intérprete,  Tepeyacac  y  sus  pueblos  sujetos  tributa- 
ban "ocho  mil  cargas  de  acayell,  que  son  perfumes  que  usan 
"porlaboca."  (KmgBboroog,  lám.  44 mun.  33).  Para  decir  loque 
era  este  objeto,  tenemos  que  entrar  en  algunos  pormenores.  El 
tabaco  (Nicotina  tabacum,  género  solanáceas  de.  Juasieu,pentan- 
dria  monoginea  de  Linneo),  es  originario  de  América.  Los  espa- 
ñoles conocieron  la  planta  en  Haití  ó  Santo  Domingo,  y  de  ella 
dice  OTÍédo:  (1)  "Vsabau  los  indios  desta  isla  entre  otros  sus 
"vicios  nno  muy  malo,  que  es  tomar  unas  ahumadas,  que  ellos 
"llamau  taba/v,  para  salir  de  sentido.  T  esto  hacían  con  el  humo 
"de  cierta  hierva  que,  á  lo  que  yo  he  podido  entendev,  ea  de  ca- 
"Hdad  del  beleño;  pero  uo  de  aquella  hechura  ó  forma,  segund 
"su  vista,  porque  esta  hierva  es  un  tallo  ó  pimpollo  como  quatro 
"ó  cinco  palmos  ó  menos  de  alto  y  con  unas  htügas  anchas  é  grue- 
"sas,  é  blandas  e  vellosas,  y  el  verdor  tira  algo  &  la  color  de  las 
"hojas  de  la  lengna  de  buey  ó  hufflosa  (que  llaman  los  herbola- 
"rios  é  médicos).  Esta  hierba  qne  digo,  en  alguna  manera  é  gé- 

(1)  Gonzalo  Feraindex  de  Oviedo  y  Vnldcs,  HÍsIn  general- ;r  tuiturxl  de  Us  ladiaií, 
Uadrid,  IS'il.  Líb.  V,  Mp.  IL 


r 


334       • 

"ñero  es  semejante  cJ  beleño,  la  qnal  toman  de  aquesta  manera: 
"los  caciques  é  hombres  principales  tenían  unos  palillos  huecos 
"del  tamaño  de  un  xeme  ó  menos  de  la  groseza  del  dedo  menor, 
"de  la  mano,  y  estos  cañutos  tenían  dos  cañones  respondientes 
"á  uno  como  aquí  está  pintado  (Idm.  l^fig.  7'),  é  todo  en  una  pie- 
"za.  Y  los  dos  ponían  en  las  ventanas  de  las  narices  e  el  otro  en 
"el  humo  é  hierva  que  estaba  ardiendo  ó  quemándose;  y  estaban 
"muy  lisos  é  bien  labrados,  y  quemaban  las  hojas  de  aquella 
"hierva  arrebujadas  ©.envueltas  de  la  manera  que  los  pajes  cor- 
"tesanos  suelen  hechar  sus  ahumadas:  é  tomabsín  el  aliento  é 
"humo  para  sí  una  é  dos  é  tres  é  más  veces,  cuanto  lo  podían 
"porfiar,  hasta  que  quedaban  sin  sentido  grande  espacio,  tendi- 
"dos  en  tierra,  beodosj  ó  adormidos  de  un  grave  y  muy  pesado 
"sueño.  Los  indios  que  no  alcanzaban  aquellos  palillos,  tomaban 
"aquel  humo  con  unos  cálamos  ó  cañuelas  de  carrizos,  é  á  aquel 
"tal  instrumento  confque  toman  el  humo,  ó  á  las  cañuelas  que  es 
"dicho  llaman  los  indios  tabaco,  é  no  á  la  hierva  o  sueño  que  les 
"4;oma  (como  pensaban  algunos).  Esta  hierva  tenían  los  indios 
"por  cosa  muy  preciada,  e  la  criaban  en  sus  huertos  é  labranzas 
"para  el  efecto  que  es  dicho;  dándose  á  entender  que  este  tomar 
"de  aquella  hierva  é  zahumerio  no  tan  solamente  les  era  cosa 
"sana,  pero  muy  sancta  cosa."  Sácase  con  toda  evidencia,  que 
los  instrumentos  para  fumar  se  denominaban  tabaco;  la  planta, 
en  lengua  ahitiana,  es  cohiba  ó  cojiba. 

Hemos  visto  que  los  castellanos  introdujeron  en  México  mu- 
chas voces  de  la  lengua  de  las  islas,  siendo  una  ¿le  ella^  tabaco, 
que,  aunque  sancionada  por  la  ciencia,  no  significa  en  realidad 
lo  que  debiera.  Fumábase  en  todo  el  continente  americano:  los 
peruanos  llamaban  á  la  planta  sayri  Los  méxica  distinguían  tres 
especies  de  la  planta;  el  yetl,  de  hoja  larga  y  el  más  estimado;  el 
fricietl,  de  hoja  menuda;  el  cuauliyetl,  poco  estimado  por  ser  cima- 
rrón. Fumábase  en  los  convites,  en  los  bailes  y  en  ciertas  cere- 
monias profanas  ó  religiosas.  El  aparato  en  que  se  fumaba  se 
decía  acayell,  caña  do  yefl  o  tabaco,  cuando  la  planta  se  colocaba 
en  un  carrizo;  y  jpocyecíl,  yetl  que  humea,  cuando  las  hojas  esta- 
ban enrolladas  sobre  bí  mismas;  de  aquí  las  dos  palabras  estro- 
peadas de  los  autores  acayoies  y  poquietes,  "Estos  poquietes  ó 
"acayotes,  eran  unos  cañutos  de  carrizo,  de  un  palmo  poco  más 
%  menos  ¿e  largo.  Estos  los  rellenaban  de  una  pasta  que  hacían 


335 

*'^e  yerbas  aromátioas,  entre  las  que  las  más  usadas  eran  las  del 
'liquidambar  que  llamaban  ocochicocozot  (sic),  y  el  tabaco  que  en 
'la  lengua  náhuatl  se  llama  ye  ti,  o  picietl  ó  quauyetl,  según  las 
**tres  especies  de  ella  que  distinguían.  Formaban,  pues,  la  pasta 
"de  estas  yerbas  con  carbón  molido,  y  rellenando  con  ella  los 
"canutos  les  prendían  fuego  por  un.  lado,  y  así  los  daban  á  los 
"huéspedes  para  que  los  tuviesen  en  Lis  manos  y  gustasen  de  su 
"buen  olor,  y  así  en  los  principios  no  eran  otra  cosa  que  un  per- 
"fame  para  el  deleite  del  olfato;  pero  después  en  los  tiempos 
"subsecuentes  tuvieron  otro  uso,  porque  prendiéndoles  fuego 
"por  un  lado,  chupaban  por  el  otro,  y  tragaban  aquel  humo.  Es- 
"to  no  sólo  les  serióla  de  delicia,  sino  de  medicina,  porque  decían 
"que  les  fortificaba  la  cabeza,  y  les  aliviaba  cualquier  dolor  de 
"ella,  fortalecía  los  miembros  cansados,  hacía  expeler  la  flema, 
"y  finalmente  le  atribuían  otras  muchas  virtudes."  (1)  Según 
otra  autoridad:  "Después  de  comer,  Ids  ¡señores-  solían  conciliar 
el  sueño  con  el  humo  del  tabaco.  De  esta  planta  hacían  gran  uso. 
Empleábanla  en  emplastos,  ó  para  fumar,  ó  en  polvo  por  la  na- 
riz. Para  fumar  ponían  en  un  tubo  de  caña,  ó  de  otra  materia 
más  fina,  la  hoja,  con  resina  de  liquidámbar,  ó  con  otras  yerbas 
olorosas.  Becibían  el  humo,  apretando  el  tubo  con  la  boca,  y 
tapándose  la  nariz  con  la  mano,  á  fin  de  que  pasase  más  pronta- 
mente al  pulmón."  (2)  En  la  matrícula  de  tributos  está  repre- 
sentado el  acayetl, 

Cuauhnahuac  debíjt  entregar  en  cada  tributo  ocho  mil  rollos 
de  papel  (Kingsboroug,  lám.  25,  núm.  11),  é  igual  cantidad  Ne- 
popohualco  (lám.  27,  núm.  16).  Oada  rollo  contenía  veinte  plie- 
gos, de  manera  que  se  pedían  160,000  pliegos  á  cada  comarca,  en 
cadlEb  uno  de  los  plazos  señalados.  Era  inmensa  la  cantidad  de 
papel  consumida  por  los  pueblos  de  Anáhuac;  fuera  de  los  usos 
domésticos  y  de  las  artes,  sus  principales  empleos  los  tenía  en  las 
ceremonias  religiosas  y  en  las  pinturas  jeroglífica^  Al  hablar  de 
las  diversas  fiestas  hemos  indicado  las  ofrendas,  sacrificios  y 
objetos  que  del  papel  se  hacían;  en  la  del  mes  Toxcatl  se  ves- 
tían los  sacerdotes  con  amamaxüi  de  este  mismo  producto:  (3) 
los  cadáveres  iban  protegidos  por  ciertos  papeles  mágicos,  que 

(1)  Vevtia,  Hist.  antigua,  tom.  III,  pág.  49-51. 

(2)  Clavigero,  tom.  I,  pág.  397. 

(3)  Torquemadíft,  lib.  X,  cap.  XVI. 


H86 

servíau  para  que  el  alma  venciera  los  malos  pasos  en  el  camino 
de  la  otra  vida. 

Fabricábase  el  artefacto  de  'diversas  cosas.  "Hácese  del  metí 
"buen  papel;  el  pliego  es  tan  grande  como  dos  pliegos  del  núes- 
"tro,  y  de  esto  se  hace  mucho  en  Tlaxcallan,  que  corre  por  gran 
"parte  de  la  Nueva  España.  Otros  árboles  hay  de  que  se  hace  en 
"tierra  caliente,  y  de  éstos  se  solía  gastar  gran  cantidad:  el  árbol 
"y  el  papel  se  llama  amatl^  y  de  este  nombre  llaman  á  las  cartas 
"y  á  los  libros  y  al  papel  amate,  aunque  el  libro  su  nombre  se 
"tiene."  (1)  Así,  los  principales  elementos  para  la  fabricación  del 
papel  se  tomaban  del  maguey  y  del  amacuahuUl,  si  bien  se  em- 
pleaban igualmente  el  algodón,  las  fibras  de  la  palma  llamada 
iczotl  y  algunos  otros  textiles.  (2) 

Acerca  del  papel  de  maguey  nos  dice  Humboldt:  (3)  "No  sólo  el 
maguey  es  la  viña  de  los  pueblos  aztecas,  sino  que  también  pue- 
de reemplazar  al  cáñamo  de  Asia  y  la  caña  del  papel  (Cyperus 
papyme)  de  los  egipcios.  El  papel  sobre  que  pintaban  sus  figu- 
ras jeroglíficas  los  antiguos  mexicanos,  estaba  hecho  de  las  fibras 
de  las  hojas  del  agave,  maceradas  en  a>gua,  pegadas  por  capas 
como  las  fibras  del  Cyperus  de  Egipto,  y  de  la  morera  (Bronsso- 
netia)  de  las  islas.de  la  mar  del  Sur.  He  traído  muchos  fragmen- 
tos de  manuscritos  aztecas  escritos  sobre  papel  maguey,  de  tau 
diverso  espesor,  que  Ips  unos  parecen  cartón,  mientras  los  otros 
papel  de  China." 

La  fabricación  del  papel  se  hacía  en  efecto,  macerando  enagua 
por  algún  tiempo  las  hojas  ó  pencas;  machácanse  después  para 
apartar  la  parte  carnosa,  quedando  sólo  los  filamentos;  ya  lim- 
pios se  extienden  por  capas,  retenidas  por  algún  pegamento, 
dándoles  el  grueso  que  se  apetece;  después  se  bruñen,  quedando 
listas  para  entregarlas  al  comercio.  (4)  El  papel  que  podemos 
llamar  fino,  tal  cual  ahora  le  observamos  es  trigueño,  terso,  lus- 
troso, flexible,  un  tanto  semejante  al  pergamino:  en  cuanto  al 
grueso,  varía  hasta  el  del  cartón  delgado.  Las  capas  de  las  fibras 
están  estrechamente  unidas,  y  fueron  comprimidas  de  manera' 
que  presenten  una  superficie  igual.  Los  papeles  bastos  dejan  ver 

(1)  Motolinia,  trat  III,  cap.  XIX. 

(2)  Glavigero,  tom.  I,  pág.  367.  Boturini,  pág.  DG  del  catálogo. 
(8)  Essai  poUtique,  tom.  ÍI,  pág.  422. 

(4)  Boturioi,  pág,  05-6  del  catálogo.  Blasquez,  Mern.  del  maguey,  pág.  2r. 


..  «•^AüW.**'*-''^''^'*' 


337 

sobre  las  caras  algunas  fibras  desprendidas  en  parte,  y  en  los 
bordes  se  palpa'la  segregación  de  los  hilos.  Los  pliegos  son  de 
diversos  tamaños;  hay  alguno  en  el  Museo  Nacional,  de  una  sola 
pieza,  de  varios  metros' de  largo.  En  Ja  fiesta  Toxcatl  ponían  á 
Huitzilopochtli  en  unas  andas:  "Delante  de  estas  andas  llevaban 
''una  manera  de  lienzo,  hecho  de  papel,  que  tenía  veinte  brazas 
"de  largo,  una  de  ancho,  y  un  dedo  de  grueso."  (1)  Esto  puede 
dar  idea  de  las  dimensiones  que  podían  dar  á  su  artefacto. 

El  amacuahuiUy  árbol  de  mruitl  ó  papel,  anacakittte  hoy,  por  es- 
tar estropeada  la  palabra,  "conocido  también  con  el  nombre  de 
"Siricote  y  Trompillo,  pertenece  á  la  familia  de  las  Borragina- 
"ceas,  tribu  Cordieas,  género  Cordia  de  Plumb,  y  especie  Bois- 
"sieri  de  D.  C. 

"Es  digno  de  notarse  que  hacia  la  época  en  que  vino  Hernán- 
dez á  estudiar  las  producciones  de  nuestro  país,  se  fabricaba  aún 
en  Tepoxtlan  el  papyrus  mexicano  con  el  árbol  del  papel,  pues- 
to que  nos  da  en  la  fabricación  de  este  precioso  objeto,  esta  ex- 
presiva y  elegante  frase:  "Tepoxtlanicis  provenit  montibus,  ubi 
"frequenter  interpoUatur  ex  ea  papyrus,  fervetque  opificum  tur- 
"ba,"  y  hierve  la  multitud  de  trabajadores:  es  decir,  que  aun  ha- 
bía actividad  en  ese  comercio  del  papyrus,  que  como  el  de  los 
egiptiios  servía  para  escribir  en  él  la  historia  de  los  dioses  y  de 
los  héroes,  para  adornar  las  piras  funerales  y  para  hacer  vesti- 
dos y  cuerdas:  en  una  palabra,  lo  empleaban  en  los  usos  religio- 
sos, políticos  y  económicos. 

"Pero  es  indudable  que  cuando  Hernández  admiraba  la  turba 
de  trabajadores,  ya  no  se  utilizaba  nuestro  árbol  más  que  en  los 
usos  económicos,  sucediendo  aquí  lo  que  dice  el  naturalista  ro- 
mano al  hablar  del  pjipyrus  egipcio:  ''después  pasó  á  usos  comu- 
"nes  im  objeto  del  que  depende  la  inmortalidad  de  los  hombres. 

"Hernández  concluye  dándonos  el  método  que  seguían  los  ar- 
tesanos aztecas  para  preparar  su  papyrus,  y  encontramos  en  esta 
manipulación,  una  semejanza  tal  con  la  que  usaban  los  antiguos 
habitantes  del  Nilo,  que  casi  no  hay  diferencia  alguna"  (2) 

Consta  en  la  relación  de  Culhuacan  por  el  corregidor  Gallego, 


(1)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XVI. 

(2)  El  anacahuite,  por  los  Sree.  D.  Gumeeindo  Mendoza  y  D.  Alfonso  Herrera;  la 
Naturaleza,  periódico  de  laSoc.  Mes.  de  Hist.  nat.,  tom.  3,  pág.  161. 

43 


338 

MS.  en  poder  del  Sr.  García  Icazbalceta,  que  en  1580  existía 
ahí  una  fábrica  de  papel  de  maguey. 

Cuauhnahuac  estaba  también  obligada  á  entregar  2,000  xicaUt, 
cuatrocientas  de  cada  clase  de  las  expresadas  en  el  dibujo  (Lord 
Kingsborongh,  lám.  25,  núms.  12  al  16);  Nepopualco,  otras  2,000 
(lám.  27,  núms.  llál5);Tlachco,  1,200  amarillas  (lám.  38,  núms. 
32  á  34);  Tepecuacuilco,  1,200  amarillas  (lám.  39,  núms.  27  á  29); 
Tlapa,  800  tecomates  amarillos  para  beber  el  cacao  (lám.  41, 
núm.  22);^Xoconoclico,  400  vasijas  de  piedra  (lám.  49,  núm.  31), 
y  400  de  barro  para  beber  cacao  (núm.  32).  El  Diccionario  de 
Molina  traduce  la  palabra  xicaÜiy  vaso  de  calabaza:  en  efecto, 
servía  para  beber  los  líquidos,  ya  que  los  méxica  no  conocían  el 
vidrio.  Las  jicaras  se  sacan  del  pericarpio  de  la  Cresceiúia  cajete, 
descrita  por  Hernández  y  conocida  de  los  antiguos  bajo  el  nom- 
bre de  xiccdcnaJiuitl;  el  fruto  es  redondo,  se  le  parte  en  dos  mi- 
tades, se  le  despoja  de  la  pulpa  y  de  la  simiente;  pintadas  de 
diversos  colores  y  dibujos,  barnizada,  se  entrega  al  comercio. 
TTsase  todavía  el  vaso,  que  tiene  bonita  apariencia,  aunque  no  en 
manera  tan  general  como  en  lo  pasado:  de  común  ahora  son 
rojas,  distinguiéndose,  según  se  hizo  la  sección  en  el  fruto,  en 
jicara  flor,  jicara  botón  y  jicara  barba.  £1  tecomaÜ,  tecomate,  se 
diferencia  del  xicaUi  en  tener  la  boca  más  estrecha,  pues  el  fruto 
en  lugar  de  partirse  por  el  medio  se  aprovecha  casi  todo,  y  ade- 
mas es  más  pequeño;  sácanse  del  pericarpio  del  cuaufUecomaÜ  ó 
árbol  del  tecomate.  "De  éstas  hay  muchas  y  de  muchas  hechu- 
"ras  y  maneras,  aunque  lo  ordinario  es  usar  de  ellas  en  su  he- 
"chura  llana  y  simple;  son  vasos  muy  hermosos  y  lindos,  que  de 
"las  que  llamamos  jicaras  hay  algunas  tan  grandes  y  anchas,  que 
"no  las  abraza  un  hombre;  son  como  fuentes  de  plata,  y  en  al- 
agunas ocasiones  sirven  de  lo  mismo."  (1) 

Cuauhtitlan  había  de  entregar  cuatro  mil  entre  icpalli  y  petlaÜ 
(Kingsborough,  lám.  28,  núms.  23  y  24).  IcpalH,  asentadero,  se- 
gún el  Diccionario  de  Molina;'sillon  de  respaldo  ancho  y  levan- 
tado, con  el  asiento  del  alto  de  un  pió  ó  poco  más.  PetlaÜ^  peta- 
te, estera:  tejíanlas  de  las  hojas  de  la  palma  ó  del  tule;  de  lal^o- 
res  curiosas  y  colores  brillantes,  de  gran  finura  algunas  veces, 

(1)  Torquemada,  lib.  XIH,  cap.  XXXIV. 


339 

erau  de  muy  linda  apariencia.   Servían  de  alfombra,  lechos,  ta- 
pices en  las  paredes,  abrigo  para  las  puertas,  &c.  (1) 

Tlachco  enviaba  cuatrocientos  canastillos  de  copalli  blanco  re- 
finado, y  ocho  mil  pellas  de  copalli  por  refinar,  envueltas  en  ho- 
jas de  palma.  (Kingsborough,  lám.  38,  núms.  31  y  35).  Tepecua- 
cuUco,  idéntico  número  de  canastillos  y  de  pellas,  (lám.  39,  núms. 
37  y  38).  El  copalli  fino  y  refinado  estaba  consagrado  al  culto, 
el  segundo  era  empleado  en  los  usos  domésticos  y  sociales. 

Tepeyacac,  "Doscientos  cacaxtles,  que  son  aparejos  con  que 
'los  indios  llevan  cargas  á  cuestas  á  manera  de  albardas."  Así 
se  expresa  el  intérprete  del  Códice.  No  consta  la  cantidad  en  el 
Kingsborough  (lám,  44,  núm.  34).  El  cacaxüi  se  compone  de  dos 
maderos  verticales,  á  los  cuales  van  unidos  otros  paralelos  y  ho- 
rizontales; sobre  la  superficie  desigual  se  aseguran  los  objetos 
que  se  quieren,  ya  por  medio  de  otros  maderos  retenidos  por 
cuerdas,  ya  por  una  red  gruesa  de  pita  fuerte;  la  cara,  lisa  se 
adapta  á  la  espalda,  y  se  detiene  el  todo  por  medio  de  una 
soga  que  tiene  en  el  medio  una  parte  más  ancha,  llamada  meca- 
paUíy  la  cual  se  fija  á  la  frente.  Era  el  aparato  antiguo,  usado 
todavía  hoy,  destinado  para  conducir  las  cargas. 

Contribuía  Coaixtlahuacan  con  cuarenta  talegos  de  grana, 
(Kingsborough,  lám.  45,  núms.  25  y  26),  Coyolapan,  20  talegos 
(lám.  45,  núm.  18)  y  Tlachquiauhco  cinco  talegos,  (lám.  46  núm. 
8).  La  grana  ó  cochinilla,  (Gocciis  cacti  del  orden  de  los  he- 
mípteros),  era  criada  con  abundancia  en  los  tiempos  antiguos 
en  el  Mixtecapan,  entre  los  tzapoteca,  y  cerca  de  CholoUan  y  de 
Huexotzinco.  Era  empleada  en  tintes,  y  en  colores  para  las  pin- 
turas, dando  un  rojo  vivo  y  hermoso.  Ta  preparada,  los  méxica 
le  decían  nocliezüi,  sangre  de  nochtli  ó  de  tuna,  y  entonces  era  ob- 
jeto de  muy  considerable  comercio. 

Tochtepec  pagaba  16,000  pellas  de  iiUi  (Kingsborough,  lám.  48, 
núms.  47  y  48).  El  vÜi,  ú  óUi,  hule,  goma  clástica,  es  producto  del 
dcuahuitly  árbol  de  oíK,  (Castilloa  elástica,  Cervantes;  Jatropha 
elástica,  Linneo;  Siphonia  elástica,  Persoon;  Siphonia  cahuchu, 
Screber;  Haevea  gmanensis,  Aublet;  Echites  corymbosa,  Jac- 
quieu).  No  sólo  ,este  árbol  produce  por  incisión  el  jugo  lecho- 
so, sino  también  otras  plantas  de  las  familias  Euforbiáceas,  Ar- 

(1)  Torquemada,  tom.  II,  pág.  488. 


N 


340 


tocárpeas  y  Apocíneas;  los  indios  del  Amazonas  conocen  la  sus- 
tancia bajo  el  nombre  de  canhclm,  (1)  El  olcuahnitl  es  común  en 
Guatemala;  los  tarascos  tienen  de  la  misma  especie  el  tararvtcbca. 
El  oUi,  dice  un  escritor  del  siglo  XVI,  "es  una  goma  de  un  ár- 
bol que  se  cria  en  tierra  caliente,  del  cual  punzándole  salen  unas 
gotas  blancas,  y  ayúntanlo  uno  con  otro,  que  es  cosa  que  luego 
se  cuaja  y  para  negro,  así  como  pez  blanda;  y  de  ésta  hacen  las 
pelotas  con  que  juegan  los  indios,  que  saltan  más  que  las  pelo- 
tas de  viento  de  Castilla,  y  son  del  mismo  tamaño,  y  un  poco 
más  prieias:  aunque  son  mucho  más  pesadas  las  de  esta  tierra, 
corren  y  saltan  tanto  que  parece  que  traen  azogue  dentro  de  sí. 
De  este  olli  usaban  mucho  ofrecer  á  los  demonios,  así  en  pape- 
les que  quemándolo  corrían  unas  gotas  negras  y  éstas  caían  so- 
bre papeles,  y  aquellos  papeles  con  aquellas  gotas,  y  otros  con 
gotas  de  sangre,  ofrecíanlo  al  demonio:  y  también  ponían  de 
aquel  olli  en  los  carrillos  de  los  ídolos,  que  algunos  tenían  dos 
y  tres  dedos  de  costra  sobre  el  rostro,  y  ellos  feos,  parecían  bien 
figuras  del  demonio,  sucias  y  feas,  y  hediondas."  (2)  Usábase 
también  para  ungirse  en  ciertas  solemnidades  y  en  las  cosas  do- 
mésticas: empleábase  igualmente  para  medicinas  contra  algunas 
enfermedades  y  la  esterilidad.  Del  licor  blanco,  cocido  en  agua, 
hacían  las  pelotas  para  el  juego  del  ÜadifU:  para  fabricar  tiras 
elásticas  del  ancho  y  grueso  que  querían,  untábanse  el  cuerpo 
con  el  líquido,  dejábanlo  cuajar,  y  lo  despegaban  en  seguida. 
Derretido  al  fuego  obtenían  un  aceite  empleado  contra  los  males 


(1)  £1  árbol  del  hule,  por  D.  Manuel  M.  Villada:  la  Naturaleza,  tom.  III,  pág.  316 
y  sig. — En  carta  escrita  por  el  Sr.  D.  £.  Uricoechea  al  Sr.  T>.  Manuel  M.  Altamira- 
no,  secretario  de  la  Soc.  de  Geog.  y  Est.  se  dice:  "Noto  que  en  la  pág.  15(>  del  tom.  I, 
tercera  época,  se  halla  la  palabra  caoutchouc  empleada  como  castellana,  cuando  la 
j>alabra  puramente  americana  es  caucho,  que  suponía  conocida  en  México.  Gaucho 
llamamos  la  goma  elástica  en  toda  aquella  parte  de  la  América  del  Sur  en  donde  se 
produce,  y  como  les  será  fácil  á  vdes.  ver  en  los  artículos  de  exportación  del  Diario 
Oficial  de  Colombia.    Es  cierto  que  los  españoles  han  escrito  caubchií  (Colmeiro), 

.  cautchuc  (Konquillo),  coutchu.  cautshu^,  &c.,  debido  á  que  esos  sefiores  no  saben 
nada  de  América,  ni  leen  jamas  un  libro  americano;  pero  en  su  misma  coAa  les  mos- 
tré en  un  manuscrito  de  1720  (Biblioteca  de  Gayangos)  descriptivo  del  Perú,  el  dicho 
vocablo,  lo  que  prueba  que  no  es  de  hoy  su  uso.  En  la  próxima  e<iicion  registrará  el 
Diccionario  de  la  Academia  la  palaljra  castiza  caucho,  que  yo  presenté  á  ru  aproba- 
ción: fué  aceptada  en  una  de  las  sesiones  á  que  asistí." 

(2)  Motolinia^  en  Icazbalceta,  pág.  44-5. 


341 

• 

del  pecho.  Los  reyes  y  señores  mandaban  hacer  zapatos  con  las 
suelas  de  ulli,  y  los  hacían  poner  á  los  truhanes,  enanos  y  cor- 
cobados  de  su  palacio,  para  verles  dar  traspiés  y  caídas  sobre  el 
suelo.  "Usan  de  él  los  nuestros  para  encerar  capas  aguaderas, 
"hechas  de  cañamazo,  que  son  bueíayas  para  resistir  el  agua;  pero 
"no  para  el  sol,  porque  su  calor  y  rayos  lo  derrite."  (1)  Así  la 
"costumbre  de  los  lienzos  hulados  en  la  colonia  data,  al  menos 
de  principios  del  siglo  XVII;  duraba  en  1,690,  ya  que  damos  con 
esta  noticia  correlativa:  "del  usan  los  nuestros  para  encerar  las 
"capas  que  resisten  los  aguaceros,  pero  no  para  el  sol,  porque  á 
"su  calor  se  derrite."  (2) 

Tochtepec,  ofrecía  cien  ollas  de  liquidámbar  (Kingsborough, 
lám.  48,  num.  54)  y  Tlatlauhquitepec  ocho  mil  atados  ó  envolto- 
rios de  lo  mismo  (lám.  53,  núm.  21).  El  xochiocotzocuahmÜ,  árbol 
de  xocJdocotzotl  ó  liquidámbar,  (Liquidámbar  asplenifolia,  Sty- 
rax;  Liquidámbar  Styraciflua,  Linneo;  de  la  familia  de  las  Amen- 
táceas de  Jussieu,  Platanáceas  de  otros,  y  últimamente  Balsa- 
mifluas  de  Eudlicher):  es  común  á  la  América  y  á  la  India.  (3) 
La  resina,  en  mexicano  ocotzotl,  xochioootzotl  según  su  estado,  liqui- 
dámbar, ámbar  líquido,  lidambar,  estoraque  líquido.  "Hállanse 
en  estos  montes  árboles  de  pimienta,  la  cual  difiere  de  la  de 
Malabar  porque  no  requema  tanto  ni  es  tan  fina;  pero  es  pimien- 
ta natural  más  doncel  que  la  otra.  TambiSn  hay  árboles  de  ca- 
nela; la  canela  es  más  blanca  y  más  gorda.  Hay  también  muchas 
montañas  de  árboles  de  liquidámbar,  son  hermosos  árboles,  y 
muchos  de  ellos  muy  altos;  tienen  la  hoja  como  hoja  de  hiedra; 
el  licor  que  de  ellos  sacan  llaman  los  españoles  liquidámbar,  es 
suave  en  olor,  y  medicinable  en  virtud,  y  de  precio  entre  los 
indios;  los  indios  de  la  Nueva  España  mezclanlo  con  su  propia 
corteza  para  lo  cuajar,  que  no  lo  quieren  líquido,  y  hacen  unos 
panes  envueltos  en  unas  hojas  grandes:  úsanlo  para  olores,  y 
también  curan  con  ello  algunas  enfermedades.  Hay  dos  géneros 
de  árboles  de  que  sale  y  se  hace  el  bálsamo,  y  de  ambos  génerog 
se  hace  mucha  cantidad;  del  un  género  de  estos  árboles  que  se 

(1)  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XLIII. 

(2)  Vetancourt,  Teatro  mex.   Pte.  1,  trat.  2,  cap.  10,  núm.  182. 

(3)  Liquidámbar,  por  D.  Manuel  Gutiérrez  Lozada:  la  Naturaleza,  tom.  II,  pi< 
gina  70. 


' 


342 

llaman  xiloxochitl  hacen  el  bálsamo  los  indios  y  lo  hacían  antes 
que  los  españoles  viniesen;  éste  de  los  indios  es  algo  más  odorí- 
fero, y  no  torna  tan  prieto  como  el  que  hacen  los  españoles;  es- 
tos árboles  se  dan  en  las  riberas  de  los  ríos  que  salen  de  estos 
montes  hacia  la  mar  del  Norte,  y  no  á  la  otra  banda,  y  ló  mismo 
es  de  los  árboles  de  donde  sacan  el  liquidámbar,  y  del  que  los 
españoles  sacan  el  bálsamo;  todos  se  dan  á  la  parte  del  Norte, 
aunque  los  árboles  del  liquidámbar  y  del  bálsamo  de  los  espa- 
ñoles también  los  hay  en  lo  alto  de  los  montes.  Este  bálsamo 
es  precioso,  y  curan  y  sanan  con  él  muchas  enfermedades;  hácese 
en  pocas  partes;  yo  creo  que  es  la  causa  que  aun  no  han  conoci- 
do los  árboles,  en  especial  aquel  xiloxochitl,  que  creo  que  es  el 
mejor,  porque  está  ya  esperimentado."  (1)  Los  acayetl  se  per- 
fumaban uniendo  el  yetl  al  liquidámbar. 

Xoconochco  remitía  dos  piezas  grandes  de  ámbar  amarillo 
(Eingsborough,  lám.  49,  núms.  33  y  34).  ''El  ámbar  de  esta  tie- 
rra se  llama  apozoTipUi;  dícese  de  esta  manera,  porque  estas  pie- 
dras así  llamadas  son  semejantes  á  las  campanillas  ó  ampollas 
del  agua,  cuando  le  da  el  sol  en  saliendo,  que  parece  son  ama* 
rillas  claras  como  oro:  estas  piedras  hállanse  en  mineros  en 
montañas.  Hay  tres  maneras  de  aquellas,  la  una  se  llama  ámbar 
amarillo,  éstas  parece  que  tienen  dentro  de  sí  una  centella  de 
fuego,  y  son  muy  hermosas:  la  segunda  se  llama  tzcdapozoncdli,  dí- 
cese así,  porque  son  amarillas  con  mezcla  de  verde  claro:  la  ter- 
cera iztacapozonúffi,  llámase  así  porque  son  amarillas  blanqueci- 
nas, no  son  trasparentes  ni  muy  preciosas."  (2)  Este  producto 
llamado  piedra  por  el  sabio  cronista  franciscano,  sabían  bienios 
méxica  que  á  veces  se  presentaba  en  el  mar;  así  se  deduce  de  la 
palabra  apozoncdli,  derivada  de  apozcyiwUoil^  espuma  de  agua.  Her- 
nández distingue  dos  especies  llamando  á  la  una  aposdani  y  á  la 
otra  yUetre.  El  ámbar  de  los  méxica,  cárabe  6  sucino,  es  la  resi- 
na del  árbol  llamado  cuauhpinóUi,  En  el  dibujo  que  le  represen- 
ta, el  símbolo  atl  que  le  distingue  es  una  prueba  más  de  las  ideas 
abrigadas  por  los  méxica. 

Aquí  termina  la  enumeración  de  los  objetos  demandados  en 
tributo  por  los  señores  de  la  triple  alianza;  si  dan  idea  del  des- 


(1)  Motolinia,  trat.  III,  cap,  VIII.  Torqxiemadii,  lib.  XIV,  cap.  XLin. 

(2)  P.  Sahagim,  tom.  111,  pág.  298.  ^ 


^■" 


343 

potismo  que  pesaba  sobre  los  pueblos  sojuzgados,  sirven  tam- 
bién para  formar  juicio  acerca  de  los  adelantos  artísticos  y  ma* 
nu&etureros  de  aquellas  naciones. 

Tornemos  ahora  á  la  estampa  71  del  Códice  Mendocíno,  de  la 
cual  nos  habíamos  apartado.  Es  una  especie  de  enumei'acion  de 
las  ocupaciones  ó  condiciones  de  las  personas,  en  quienes  antes 
no  se  había  fijado.  El  numero  1  es  un  mensajero,  reconocible 
por  el  bordón  y  mosqueador.  Los  números  2  y  3,  representan, 
un  maestro  repitiendo  repetidas  veces  la  lección,  que  escucha 
atento  el  discípulo.  El  4  representa  al  cuicamatín  6  músico  y 
cantor  de  profesión:  toca  con  las  manos  el  huehuetl^  acompañando 
su  canto;  la  persona  que  delante  tiene  significa  el  auditorio;  en 
medio  de  las  dos  figuras  se  distinguen  un  maxtlatl,  una  manta, 
una  vasija  con  tamales,  un  Xóchitl  ó  ramillete  y  un  acayetl,  obje- 
tos que  en  regalo  recibía  el  menestral,  ya  en  las  calles  ya  en  las 
casas  á  donde  era  llamado.  Los  9  y  10  marcan  el  Texcalco  ó  ca- 
sa de  los  obras  públicas,  á  cuya  puerta  está  sentado  el  petlacol'' 
cotí  6  mayordomo;  tiene  delante  dos  albañiles,  6  y  13,  llorando 
por  haber  sido  reconvenidos  por  faltas  en  el  trabajo.  Su  profe- 
sión está  simbolizada  en  la  coa  y  el  hiuicáUi,  5  y  12,  destinada 
aquella  á  remover  la  tierra,  éste  á  trasportar  el  escombro.  Cas- 
tigada como  era  la  holgazanería,  la  ley  no  permitía  la  mendici- 
dad; exceptuábase  el  liciado  ó  estropeado,  número  7,  único  á 
quien  era  permitido  andar  vagando  para  implorar  la  caridad 
pública. 

El  número  8  recuerdo  el  jugador  de  pelota.  En  todas  las  ciu- 
dades y  pueblos  principales  había  el  tlachüi,  generalmente  en  el 
mercado,  de  mayor  ó  menor  tamaño,  según  la  importancia  del 
edificio.  Tenia  la  forma  que  representan  las  pinturas;  cercábalo 
una  pared  de  una  y  media  á  dos  brazas  de  altura,  terminada  en 
almenas  ó  figuras  de  los  dioses,  pintada  la  cara  interior  de  ador- 
nos ó  pinturas  de  Ometochtli,  patrono  de  jugadores  y  borrachos; 
el  piso  estaba  encalado,  terso  y  limpio.  El  juego  tenía  lugar  á 
lo  largo  sobre  la  parte  angosta,  en  cuyas  paredes  de  ambos  lados 
h^bía  fijas  dos  piedras,  con  un  horado  capaz  soia.mcn^e  de  dejar 
pasar  la  pelota;  las  partes  anchas  te]pninales,  dabar^  abrigo  álos 
jugadores.  Estos  estaban  desnudos,  cubiertas  lab  \  érgüenzas  con 
el  maxtlatl,  llevando  en  las  asentaderas  un  cuero  de  venado  bas- 
tante fuerte,  así  como  en  las  manos  una  especie  de  guantes.  Ju* 


344 

gábase  de  uno  á  uno,  ó  bien  por  partidos,  estipulándose  la  parte 
del  cuerpo  con  que  se  había  de  recibir  la  pelota,  que  de  común 
solo  era  con  las  asentaderas,  los  cuadriles  ó  rodilla.  La  pelota 
lillamolonij  era  de  o?/í,  esférica  y  muy  pesada  por  grande.  Ganá- 
base á  determinadas  rayas;  mas  hacía  suyo  el  juego  quien  logra- 
ba hacer  pasar  la  pelota  por  el  agujero  de  la  piedra  que  á  su 

'  lado  tocaba:  este  acto  de  destreza  se  recibía  con  mucho  aplauso, 
y  el  feliz  jugador  tenía  derecho  á  apoderarse  de  las  mantas  de 
los  espectadores,  quienes  luego  se  ponían  en  huida  al  medio  de 
ruido  y  algazara. 

Juego  no  sólo  de  los  plebeyos,  sino  de  gente  principal,  se  le 
tenía  en  estima.  Apostaban  según  su  categoría,  desde  algunas 
mazorcas  de  maíz,  hasta  joyas,  plumas  y  heredades:  los  viciosos 
arruinados  se.  jugaban  á  sí  propios^  siendo  el  pacto  que  si  no  se 
rescataban  á  cierto  plazo  quedaban  por  perpetuos  esclavos.  Los 
señores  jugaban  sus  fortunas,  sus  mancebas;  veremos  que  los 
monarcas  de  México  aventuraron  alguna  vez  su  reino  en  eltlach- 
tli,  y  ventilaron  la  realidad  de  un  vaticinio  á  las  rayas  de  una. 
partida.  (1) 

Jugaiban  un  juego  semejante  al  de  las  damas,  con  chinas  blan- 
cas y  negras  que  se  quitaban  ó  mataban  como  en  el  tablero. 
Hacían  sobre  un  encalado  cierto  numero  de  hoyos  pequeños,  y 
ponían  diez  pedrezuelas  cada  uno  de  los  dos  jugadores,  y  tirando 
unas  cañas  hendidas,  ganaban  las  que  caían  vuelto  lo  hueco  arri- 
ba, hasta  tomar  las  diez  piedras  del  contrario.  El  juego  más  co- 

.  mun  entre  el  pueblo,  seguido  con  empeño  por  los  tahúres  de 
profesión  era  el  patdli.  Tomaba  su  nombre  de  los  colorines  que 
servían  de  especie  de  dados.  Era  una  aspa  señalada  sobre  una 
estera  con  rayas  negras  de  ulli,  dividida  en  cierto  número  de  ca- 
sas;  cada  uno  de  los  jugadores  estaba  armado  de  tres  piedrecillas 
azules  y  de  tres  colorines  sobre  los  cuales  estaban  señalados 
puntos  blancos  á  manera  de  dados;  tomados  éstos  y  revueltos  en 
la  mano,  los  puntos  ganados  se  señalaban  sobre  el  aspa  con  las 
piedras  azules,  hasta  vencer  el  juego  quien  las  colocaba  en  las 
casillas  felices  y  convenidas.  Bernal  Díaz  menciona  el  juego  del 
totóloque  que  servía  de  distracción  á  Motecuhzoma,  durante  su 


(1)  Duran,  segunda  parte,  cap.  XXni.  MS.  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XII.  P. 
Bahaguní  tom.  n,  pág.  291^,  3ia-17. 


345 

cautividad  en  el  cuartel  de  los  castellanos.  Todos  estos  juegos 
iban  acompañados  de  particulares  supersticiones.  El  tlaohtli 
era  consagrado  por  los  sacerdotes  con  bendición  solemne,  y  an- 
tes no  debía  ser  usado  para  su  objeto;  las  pelotas,  los  dados,  las 
piedrecillas,  eran  adorados  como  dioses,  invocándolos,  zahumán- 
dolos y  ofreciéndoles  flores  y  aun  comida;  ningún  tahúr  comeur 
zaba  una  partida  sin  hacer  preces  al  numen  pidiéndole  du  am- 
pauro:  en  suma,  el  sentimiento  religioso  iba  unido  hasta  á  los 
actos  de  engaño  y  superchería.  (1) 

Los  bárbaros  chichimeca  solemnizaban  sus  ñesfcas  luchando 
entre  sí,  ó  combatiendo  contra  fieras  bravas;  la  costumbre  dura- 
ba todavía  en  los  tiempos  del  rey  acolhua  Techotlala,  en  cuya 
coronación  los  guerreros  lidiaron  contra  tigres  y  leones.  (2)  Ade- 
lantada la  civilización,  esos  ejercicios  fueron  sustituidos  por  la 
lucha,  la  carrera,  tirar  al  blanco  con  el  arco  ó  el  dardo,  naciendo 
ademas  otros  de  ligereza  y  equilibrio.  El  bailador  de  la  tranca, 
como  ahora  se  le  llama,  entraba  acompañado  de  siete  ú  ocho 
vestidos  como  los  huasteca,  .cantando  y  bailando;  tirábase  en  el 
suelo  de  espaldas,  levantaba  las  piernas,  y  arqueándolas  ^maba 
con  los  pies  la  tranca  que  se  había  puesto  hacia  la  cabeza,  ha- 
ciéndola dar  vueltas,  poner  de  punta,  subir  y  bajar,  sin  tocarla 
con  otra  cosa  que  con  las  plantas  de  los  pies.  La  tranca  era  de 
nueve  á  diez  palmos  de  largo,  bien  gruesa  y  redonda.  (3)  A  veces 
se  ponían  dos  hombres  sobre  el  palo,  guardando  el  equilibrio  á 
ahorcajadas  sobre  los  extremos. 

Comparsas  de  treinta  ó  cuarenta  personas  bailaban  al  rededor 
del  huehuetl,  sostenidos  en  zancos  de  dos  brazas  de  alto,  hacien- 
do prodigios  de  equilibrio.  Tres  hombres  subidos  uno  sobre 
otro,  bailaban  á  compás,  el  primero  sobre  el  suelo,  los  otros  dos 
sobre  los  hombros  de  quienes  los  sostenían.  Tomaban  un  palo 
en  forma  de  una  j^,  dos  hombres  apoyaban  en  sus  hombros  los 
extremos  inferiores,  mientras  sobre  el  superior  se  ponía  de  pié 
un  tercero,  y  todos  tres  se  movían  y  bailaban  á  concierto.  Pues- 
to uno  en  la  posición  del  bailador  del  palo»  con  una  sola  pierna 

(1)  Daráu,  segunda  parte,  cap.  XXIII.  M3.  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  XII.  Cla- 
Tigero,  tona.  I,  pág.  362  y  sig. 

(2)  Torquemada,  lib.  I,  cap.  XXV,  lib.  II,  cap.  VH. 

(3)  Mendieta,  lib.  IV,  cap.  XII. 

44 


346 

le'^ntadaj  sobre  la  planta  del  pié,  la  compañía  de  volatines  salta, 
voltea  y  hace  otros  muchos  ejercicios.  (1)  £1  juego  del  volador, 
que  queda  hoy  l>ien  diverso  y  coiiio  pálido  reflejo  del  antiguo, 
consistía  en  un  palo  grueso,  muy  alto  y  derecho,  que  se  hincaba 
fuertemente  en  tierra;  á  una  pieza  en  la  parte  superior  estaban 
sujetas  cuatro  sogas,  las  cuales  pasaban  por  otros  tantos  aguje- 
ros, practicados  en  los  extremos  de  un  bastidor  cuadrado,  y  re- 
matando en  una  lazada.  Las  sogas  se  rodeaban  al  árbol  de  ma- 
nera que  no  mordiese  la  una  sobre  la  otra,  y  con  tal  cuenta  que 
las  vuelt-as  de  los  voladores  no  fueran  más  ni  menos  de  trece. 
Subíase  á  lo  alto  por  cuerdas  y  lazadas;  trepaban  los  que  querían 
muy  compuestos,  con  sonajas  é  instrumentos  músicos,  subiendo 
por  tumo  á  bailar  y  decir  gracias  sobre  el  brevísimo  espacio 
superior.  Cuando  era  tiempo,  los  cuatro  principales  voladores, 
vestidos  como  grandes  aves  con  las  alas  tendidas,  se  ataban  á 
los  extremos  de  las  sogas;  su  peso  determinaba  al  bastidor  á  mo- 
verse en  dirección  opuesta  á  la  en  que  las  sogas  estaban  enro- 
lladas, produciéndose  un  movimiento  giratorio,  que  para  los 
volado]|^  se  iba  ensanchando  á  proporción  de  la  cuerda  libre, 
hasta  llegar  por  último  al  suelo.  A  la  mitad  del  vuelo,  los  acom- 
pañantes, que  habían  permanecido  en  el  bastidor,  se  escurrían 
por  las  cuerdas  abajo,  variando  sus  juegos  gimnásticos.  (2)  Los 
cuatro  voladores  significaban  los  cuatro  símbolos  de  los  anos, 
que  con  las  trece  vueltas  formaban  los  cuatro  tlalpilli  de  que  el 
ciclo  estaba  compuesto. 

Como  frutos  sazonados  de  la  civilización  encontramos  la  mú- 
sica, el  canto  y  la  danza.  Debióles  seguir  dé  cerca  la  poesía. 
Consta  en  efecto  que  tenían  himnos  sagrados,  cantados  á  honra 
de  los  dioses  implorando  su  protección;  poesías  levantadas  re- 
cordando las  hazañas  de  los  héroes  ó  la  historia  de  los  pueblos 
y  de  los  príncipes;  descriptivas  de  la  caza  ó  de  las  ocupaciones 
rurales;  morales,  y  finalmente  amorosas.  ^'Los  poetas  eran  más 
numerosos  que  los  arengadores.  Sus  versos  observaban  el  metro 
y  la  cadencia.  En  los  fragmentos  que  aún  existen  hay  versos 
que,  en  medio  de  las  voces  significativas,  tienen  ciertas  interjec- 
ciones ó  silabas  privadas  de  significación,  que  sólo  sirven  para 


(1)  Duran,  segunda  parte,  eap.  XXIII,  MS.  Torquemada,  lib.  XIV,  cap.  Xn. 

(2)  Torquemada,  lib.  X,  cap.  XXXVIH. 


« 
tí 


347 

ajnstar  el  metro:  mas  quizás  este  era  un  abuso  de  que  sólo  echa» 
ban  mano  los  poetastros.  Sü  lenguaje  poético  era  puro,  ameno^ 
brillante,  figurado  y  lleno  de  comparaciones  con  los  objetos  más 
agradables  de  la  naturaleza,  como  las  flores,  loa  árboles,  los  arro- 
yos, &C.  En  la  poesía  era  donde  con  más  frecuencia  se  servían 
de  las  voces  compuestas,  y  solían  ser  tan  largas  que  con  una  so- 
la se  formaba  un  verso  de  los  mayores,"  (1) 

La  poesía  era  cultivada  con  amor  en  la  corte  de  Texcoco.  Ne« 
zahualcoyotl  instituyó  en  su  palacion  un  tribunal,  mejor  acade* 
mia,  que  intituló  de  Ciencia  y  Música.  Era  una  gran  sala,  con 
tres  tronos  para  los  reyes  de  Acolhuacan,  de  México  y  de  Tlaco- 
pan;  en  el  centro  había  un  hnehneü;  decoraban  las  paredes  trofeos 
é  insignias  de  rica  plumería,  mirándose  también  mantas,  joyas 
y  preseas  para  hacer  regalps.  Presidían  los  reyes  coligados;  jun- 
tábanse filósofos,  poetas  y  algunos  de  los  más  famosds  capitanes, 
que  de  ordinario  estaban  cantando  los  cantos  de  sus  historias, 
cosas  de  moralidad,  y  sentencias."  (2)  Nezahualcoyol  se  distin- 
guió como  insigne  poeta;  mucho  compuso,  reputándose  como 
más  acabado  los  himnos  al  Dios  creador.  A  nosotros  h%  llegado 
su  oda  á  la  muerte  de  Tezozomoc,  que  á  ser  en  realidad  suya, 
revela  elevación  de  pensamientos  y  una  tierna  y  filosófica  me- 
lancolía. (3) 

Be  vela  un  alto  grado  de  cultura  que  los  méxica  se  dedicaran 
á  la  poesía  dramática.  El  teatro  en  que  representaban  sus  dra- 
mas, era  un  terraplén  cuadrado,  descubierto,  situado  en  la  plaza 
del  mercado  ó  en  el  atrio  inferior  de  algún  templo,  y  bastante 
alto  para  poder  ser  visto  por  todos  los  espectadores.  El  que  ha- 
bía en  la  plaza  de  Tlaltelolco  era  de  piedra  y  cal,  según  afirma 
Cortés,  y  tenían  trece  pies  de  alto,  y  de  laa^o  por  cada  lado  trein- 
ta pasos.  (4)  Para  formar  idea  de  las  decoraciones  y  dramas, 
oigamos  á  otro  autor,  al  describir  la  fiesta  que  los  mercaderes 
hacían  en  CholoUan.  "Este  templo,  dice,  tenía  un  patio  mediano, 
donde  el  dia  de  su  fiesta  se  hacían  grandes  bailes  y  regocijos,  y 
muy  graciosos  entremeses,  para  lo  cual  había  en  medio  de  este 
patío  un  pequeño  teatro  de  á  treinta  pies  en  cuadro,  curiosamente 

(1)  Clavigero,  toui.  I,  pág.  SoG. 

(2)  Ixtlüxochitl,  Hist.  Chich.,  cap.  XXXVI.  MS. 

(3)  Doo.  para  la  HÍ8t.  de  México,  tercera  sene,  tom.  I,  pág.  2W, 

(4)  CUiTigerOi  tom.  I,  pág.  3.58. 


348 

encalado,  el  cual  enramabíui  y  aderezaban  para  aquel  dia,  con 
toda  la  policía  posible,  cercándolo  todo  de  arcos  hechos  de  di- 
versidad de  flores  y  plumería,  colgando  á  trechos  muchos,  pájaros, 
conejos  y  otras  cosas  apacibles,  donde  después  de  haber  comido, 
se  juntaba  toda  la  gente.  Salían  los  representantes  y  hacían  en- 
tremeses, haciéndose  sordos,  arrqmadizos,  cojos,  ciegos  y  mancos, 
viniendo  á  pedir  sanidad  al  ídolo:  los  sordos  respondiendo  ade- 
fesios, y  los  arromadizos  tosiendo;  los  cojos  cojeando  decían  sus 
miserias  y  quejas,  con  que  hacían  reir  grandemente  al  pueblo. 
Otros  salían  en  nombre  de  las  sabandijas:  unos  vestidos  como 
escarabajos,  y  otros  como  sapos,  y  otros  como  lagartijas,  <tc.,  y 
encontrándose  allí  referían  sus  oficios,  y  volviendo  cada  uno  por 
sí,  tocaban  algunas  flautillas,  de  que  gustaban  sumamente  los 
oyentes,  porque  eran  muy  ingeniosas:  fingían  asimismo  muchas 
mariposas  y  pájaros  de  muy  diversos  colores,  sacando  vestidos 
á  los  muchachos  del  templo  en  aquestas  formas,  los  cuales  su- 
biéndose en  una  arboleda,  que  allí  plantaban,  los  sacerdotes  del 
templo  les  tiraban  con  cerbatanas,  donde  había  en  defensa  de 
los  unos^  ofensa  de  los  otros,  graciosos  dichos,  con  que  entre- 
tenían los  circunstantes;  lo  cual  concluido  hacían  un  mitote  ó 
baile  con  todos  estos  personajes^  y  se  concluía  la  fiesta;  y  esto 
acostumbraban  hacer  en  las  más  principales  fiestas."  (1)  Todo  es- 
taba, pues,  consagrado  á  las  divinidades,  urgiendo  el  principio 
religioso  hasta  sobre  los  actos  de  solaz  de  aquellos  pueblos. 

Tornando  á  la  estampa  del  Oód.  Mendocino,  el  núm.  14  repre- 
senta un  ladrón  ratero,  ocupado  en  extraer  algunos  objetos  del 
pdlaccdli;  esta  palabra,  que  significa  arca  ó  baul^  dio  origen  á  lar 
voz  petaca.  En  el  15  el  jugador  de^¿oSi;para  indicar  la  desen- 
frenada pasión  por  este  vicio,  le  pintan  desnudo,  por  estar  apos- 
tando la  manta  16. 

17  y  18,  el  carpintero  y  su  discípulo;  19  y  20,  lapidario  con  su 
aprendiz;  22  y  23,  pintor  con  su  oficial;  24  y  25,  platero  y  fundi- 
dor con  su  ayudante;  26  y  27,  los  que  hacían  mosaicos  de  pluma. 

Acerca  de  las  artes  ejercitadas  por  los  nahoa  podemos  asegu- 
rar, que  conocían  todas  las  necesarias  para  satisfacer  sus  nece- 
sidades y  sus  gustos.  De  algunas  se  forma  juicio,  por  los  objetos 
que  todavía  podemos  sujetar  á  nuestro  examen;  de  las  otras,  que 

(i;  Acosta,  lib.  V,  cap.  XXX. 


349 

no  dejaron  rastro,  habremos  de  contentarnos  con  los  dichos  de 
las  personas  que  vieron  las  obras.  La  arquitectura  está  repre- 
sentada en  nuestro  país  por  multitud  de  ruinas,  derramadas  de 
Norte  á  Sur.  Estudiadas  con  atención  se  descubre,  que  no  corres- 
ponden á  la  misma  época  y  ni  siquiera  á  la  misma  civilización. 
Como  en  su  lugar  observaremos,  la  región  austral,  tomada  del 
Palenque  á  Copan,  ningún  punto  de  contacto  presenta  con  el 
arte  mexicano;  forma  un  grupo  especial,  fuertemente  diseñado 
con  los  caracteres  de  su  fisonomía  propia.  La  región  central  ó 
habitada  por  las  tribus  civilizadas,  ya  presenta  ruinas  evidente- 
mente de  la  liltima  época  histórica,  ya  muestra  otras  que  es  du- 
doso pertenezcan  á  las  tribus  nahoa;  las  pirámides  de  CholoUan 
7  de  Teotihuaban,  el  templo  ó  palacio  de  Xochicalco,  sin  duda 
no  fueron  obra  de  tolteca,  ni  de  méxica.  Los  monumentos  de  la 
región  boreal  se  han  atribuido  á  las  naciones  establecidas  en  el 
valle  de  México;  pero  tal  supuesto  no  queda  autorizado,  ni  por  el 
itinerario  seguido  por  las  tribus  emigrantes,  ni  por  los  caracte- 
res arquitectónicos  de  los  edificios. 

Según  esto,  la  arquitectura  había  alcanzado  un  amplio  des- 
arrollo y  aun  pasado  por  distintas  fases,  antes  que  los  tolteca 
llegaran  á  fundar  en  Tollan  la  capital  de  su  monarquía.  A  esta 
nación,  la  primera  que  dejó  historia  porque  traía  los  medios  de 
perpetuarla  por  la  escritura,  atribuyen*  los  escritores  todos  los 
inventos  otiles,  el  principio  de  las  ciencias  y  de  las  artes.  En 
verdad  los  tolteca  son  los  introductores  de  la  civilización  encon- 
trada en  Anáhuac  por  la  conquista  española;  de  ellos  aprendie- 
ron las  tribus  bárbaras,  tal  vez  los  acolhua,  y  después  los  mexi- 
ca;  pero  e«  muy  dudoso,  si  no  completamente  falso,  que  fueran 
ellos  los  primitivos  inventores,  que  á  ellos  se  deba  cuanto  aparece 
grande  y  notable,  que  antes  de  ellos  nada  existiera  ni  hubiera 
podido  existir.  La  mayoría  de  los  escritores,  no  hallando  solución 
á  los  problemas  que  se  les  presentan,  les  resuelven  fácilmente, 
poniéndoles  á  cuenta  de  aquella  adelantada  nación. 

La  metrópoli  de  la  monarquía  tolteca  fué  arrasada  por  la  gue- 
rra, y  pocos  restos  se  salvaron  de  la  destrucción.  En  los  tiempos 
cercanos  á  la  conquista  española,  la  ciudad  primitiva  estaba  en 
ruinas;  mas  había  señales  de  las  muchas  obras  construidas:  "en- 
tre las  cuales  dejaron  una  que  está  allí,  y  hoy  en  dia  se  ve,  aun- 
que no  la  acabaron,  que  se  llama  qmtzqUi,  que  son  unos  pilares 


350 

"de  la  hechuria.  do  culebra,  que  tiene  la  cabeza  en  el  suelo  por 
"ptój  y  la  cola  y  los  cascabeles  de  ella  tienen  arriba*  Dejaron 
"también  una  sierra  ó  un  cerro,  que  los  dichos  tulteca  comenza- 
"ron  á  hacer  y  no  la  acabaron,  y  los  edificios  viejos  de  sus  casas, 
"y  el  encalado  parece  hoy  dia:  hállanse  tambiep  hoy  cosas  suyas 
primorosamente  hechas,  conviene  á  saber,  pedazos  de  olla,  ó 
de  barro,  vasos,  escudillas  y  ollas:  sácanse  también  de  debajo 
"de  la  tierra  joyas  y  piedras  preciosas,  como  esmeraldas  y  tur- 
"quesas  finas."  (1)  Actualmente  se  encuentran  en  el  moderno 
Tula,  un  bajo  relieve,  sobre  roca  dura,  representando  dos  perso- 
najes. Con  trajes  á  manera  de  los  orientales,  diversos  de  los  usa- 
dos por  los  x>ueblos  posteriores:  piedras  talladas  con  grecas  y 
labores  de  buen  gusto  y  correcto  dibujo;  un  disco  sobre  el  cual 
se  descubren  los  lincamientos  rudimentales  de  la  efigie  del  sol, 
tal  cual  la  representaron  después  los  méxica.  Llaman  sobre  to- 
do la  atención  las  columnas:  son  las  unas  pareadas,  monolíticas, 
labrado  el  fuste  en  dos  porciones  con  una  especie  de  nudos,  lle- 
vando la  segunda  un  festón  en  la  parte  inferior;  el  resto  del  fuste 
es  liso,  terminando  en  lo  alto  por  un  adorno  que  se  pudiera  lla- 
mar el  capitel,  é  inclinadas  hacia  adelante  en  la  parte  inferior: 
tienen  el  aspecto  de  algunas  columnas  egipcias.  Las  otras  están 
formadas  por  trozos;  cilindricas,  labradas  en  la  superficie  de  la- 
bores complicadas,  bien  comprendidas  y  firmemente  ejecutadas, 
ofrecen  una  notable  particularidad;  cada  trozo  termina  en  la 
cara  superior  por  ün  cilindro  pequeño,  central  y  sólido,  mientras 
la  base  inferior  ofrece  una  perforación  cilindrica,  del  mismo  ta- 
maño; embonando  sucesivamente  uno  en  otro,  daban  mayor  es- 
tabilidad á  la  columna.  (2)  Todo  esto  prueba  que  estaban  muy 
adelantados  en  la  construcción,  aun  cuando  no  podemos  señalar 
el  género  '&  que  su  arquitectura  pertenecía. 

Entre  los  nahoa  las  habitaciones  ofrecían  grandes  diferencias. 
En  los  montes  y  campiñas  las  chozas  de  la  gente  infeliz  eran  de 
ramas  ó  carrizos,  con  cubiertas  de  yerba  ó  paja.  En  los  pueblos 
las  paredes  eran  de  adobes,  ó  de  piedra  y  lodo,  con  los  techos 
inclinados  á  una  ó  dos  aguas,  de  tejamanil,  ó  de  manojos  de  za- 


(1)  Sahaguu.  tom.  ni,  pág.  106. 

(2)  Kninas  de  la  antigua  Tollan.    Boletín  de  la  Soc.  de  Geog.  y  Est.  tere,  e'poca, 
tom.  I,  póg.  173  ysig. 


j 


351 

cate  largo  y  graeso,  ó  bien  de  las  pencas  del  maguey  puestas 
como  tejas.  Las  casa&de  los  señores  y  gente  principal  eran  de 
piedra  y  cal,  las  paredes  repelladas,  bruñidas  y  blanqueadas;  los 
suelos,  también  lisos  é  iguales;  de  azotea  sostenida  sobre  vigas 
de  fuertes  maderas,  encalada  la  superficie  superior  para  impedir 
la  entrada  al  agua.  En  México,  á  causa  de  la  poca  estabilidad 
del  terreno,  se  afirmaban  los  cimientos  sobre  estacadas  hechas 
en  el  suelo,  y  para  defenderse  de  la  humedad  levantaban  lo  sufi- 
ciente los  pisos  con  materiales  seco^  ó  interponiendo  un  espacio 
libre,  como  todavía  hoy  se  practica.  Por  temor  á  los  terremotos 
las  viviendas  en  lo  general  tenían  un  solo  piso,  y  en  los  grandes 
palacios  no  pasaban  de  dos.  El  plano  general  podría  trazarse 
por  un  paralelagramo,  á  cuyo  rededor  estaban  las  piezas  comu- 
nicadas unas  con  otras,  según  las  necesidades  del  propietario; 
había  huertas  y  jardines,  un  oratorio  ayauhccúli;  baño,  temaxcalU, 
y  un  granero  para  las  provisiones.  (1) 

''Había  y  hay  todavía  en  esta  ciudad  muy  hermosas  y  muy 
buenas  casas  de  señores,  tan  grandes  y  con  tantas  estancias, 
aposentos  y  jardines,  arriba  y  abajo,  que  era  cosa  maravillosa  de 
ver.  Yo  entré  más  de  cuatro  veces  en.  una  casa  del  señor  princi- 
pal, sin  más  fin  que  el  de  verla,  y  siempre  andaba  yo  tanto  que 
me  cansaba,  de  modo  que  nunca  llegué  á  verla  toda.  Er^  eos** 
tumbre  que  á  la  entrada  de  todas  las  casas  de  los  señores  hubiese 
gradísimas  salas  y  estancias  al  rededor  de  un  gran  patio;  pero 
allí  había  una  sala  tan  grande,  que  cabían  en  ella  con  toda  como- 
didad más  de  tres  mil  personas.  Y  era  tanta  su  extensión,  que 
en  el  piso  de  arriba  había  un  terrado  donde  treinta  homdres  á 
caballo  pudieran  correr  cañas  como  en  una  plaza."  (2)  Esto,  que 
parecería  hipérbole,  está  confirmado  plenamente:  en  el  palacio 
en  que  fueron  alojados  los  castellanos,  la  primera  vez  que  á  la 
ciudad  penetraron,  cupieron  cómodamente  los  quinientos  expe- 
dicionarios, sus  dos  mil  aliados  y  servidumbre,  y  después  Mote- 
cuhzoma  con  su  séquito. 

Los  grandes  palacios  remataban  en  almenas  ó  figuras;  tenía 
comisas  y  otros  adornos  arquitectónicos,  y  sabían  fabricaa  cier- 
ta especie  de  arcos  y  bóvedas,  aun  cuando  Torquemada  afirma 

(1)  Torquemada,  lib.  III,  cap.  V  y  XXIII.  Mendieta,  lib.  II,  cap.  XXIII.  CUvi- 
gero,  tom.  I,  pág.  376. 

(2)  Conqtdstador  anónimo,  en  Icazbalcéta,  tom.  I,  pág.  S9r». 


1 


362 

lo  contrario;  decoraban  los  mnros  con  piedras  labradas,  y  "en 
tomo  de  las  puertas  y  ventanas,  á  manera  ^e  lazos,  y  en  algunos 
edificios  había  una  gran  sierpe  de  piedra,  en  actitud  de  morder- 
se la  cola,  después  de  haber  girado  el  cuerpo  en  tomo  de  todas 
las  ventanas  de  la  casa."  (1)  En  México  se  empleaba  comunmen- 
te por  piedra  de  construcción  el  tetzontli,  y  no  les  eran  extraños 
el  jaspe  y  el  iecalli^  dol  cual  dicen  usaron  alguna  vez  en  láminas 
delgadas  como  de  vidrieras.  Los  muros  eran  verticales:  refiere 
Clavigero  (loco  cit.),  que  algunos  pensaron  que  los  méxica,  á  se- 
mejanza de  los  mixteca,  levantaban  las  paredes  sosteniéndolas 
por  montones  de  tierra  laterales;  esto  le  parece  falso.  En  efecto, 
aun  cuando  no  nos  ocurra  una  autoridad  directa,  encontramos 
pasajes  en  qne  se  traslucenjlos  andamios:  el  hilo  á  plomo  es  un  * 
descubrimiento  de  los  más  sencillos  y  primitivos. 

Gran  lujo  de  decoración  desplegaban  los  méxica  en  sus  teoca- 
UL  Las  capillas  del  templo  mayor:  '*Son  tan  bien  labradas,  así 
'*de  cantería,  como  defmadera,  que  no  pueden  ser  mejor  hechas, 
"ni  labradas  en  ninguna  parte,  porque  toda  la  cantería  de  dentro 
"de  las  capillas  donde  tienen  los  ídolos,  es  de  imaginería  y  za- 
"quizamíes:  y  el  maderamlento  es  todo  de  masonería,  y  muy  pin- 
''fcados  de  cosas  de  monstruos,  y  otras  ¿guras  y  labores.  Todas 
estas  torres  son  enterramientos  de  señores:  y  las  capillas  que 
en  ellas  tienen,  son  dedicadas  cada  una  á  su  ídolo  á  que  tienen 
"devoción."  "Hay  tres¿salas  dentro  de  esta  gran  mezquita,  don- 
"de  están  los  principales  ídolos,  de  maravillosa  grandeza  y  altu- 
*'ra  y  de  muchas  labores  y  figuras  esculpidas,  así  en  la  cantería 
"como  en  el  maderamiento."  (2) 

Adelantados  estaban  los  méxica  en  arquitectura,  como  se  ad- 
vierte por  estas  descripciones;  pero  indudablemente  no  tan  ade- 
lantados como  algunas  de  las  naciones  que  les  precedieron.  No 
dejaron  un  templo  como  el  de  Xochicalco,  ni  palacios  como  los 
de  Mictlan,  ni  grandes  edificios  como  los  del  Palenque,  Uxmal 
ó  Ohichen  Itzá. 

Se  entra  á  ella  (la  ciudad  de  México)  por  tres  calzadas  altas, 
de  piedra  y  tierra,  siendo  el  ancho  de  cada  una  de  treinta  pasos 
"ó  más:  una  de  ellas  corre  por  más  de  dos  leguas  de  agua  hasta 


it 


(1)  CJavigero,  tom.  I,  pág.  377. 

(2)  Cartas  de  Cortés,  en  Lorenzana,  pá¡ 


pág.  lOG. 


353 

^'llegar  á  la  ciudad»  j  la  otra  por  legua  y  media.  Estas  dos  cal- 
^'zadas  atrayiesaai  el  lago  y  entrau  á  lo  poblado,  en  cuyo  centro 
^'vienen  á  renjünae,  de  modo  que  en  realidad  son  una  6o1a.  La 
^otra  corre  como  un  cuarto  de  legua,  de  la  tierra  firme  á  la  ciu- 
''dad,  y  por  ella  viene  de  tres  cuartos  de  legua  de  distancia,  im 
''caño  ó  arroyo  de  agua  dulce  y  muy  buena.  El  golpe  de  aguaes 
''más  grueso  que  el  cuerpo  de*  un  hombre,  y  llega  hasta  el  cen- 
"tro  de  la  población:  de  ella  beben  todos  losr  vecinos.  Nace  al 
"pié  de  un  cerro  donde  forma  una  fuente  grande,  de  la  cual  la 
'^trajeron  á  la  ciudad."  (1)  Estas  obras  hidráulicas  tenían  su  im- 
portancia; construidafi  sobre  los  lagos,  á  veces  en  partes  profun- 
das, estaban  sostenidas  por  estacadas  firmes,  piedra  y  arena,  con 
la  superficie  plan^  como  la  de  la  mejor  calzada  europea:  corta- 
das por  anchos  y  profundos  fosos,  que  asi  servían  para  defensa 
de  la  ciudad,  xx>iao  de  tránsito  á  las  canoas  ocupadas  en  el  tráfi- 
co. De  mucho  mayor  mérito  era  el  dique  construido  para  defen- 
der á  México  de  las  inundaciones;  obra  colosal  que  aún  subsiste 
en  nuestros  dias,  bien  que  muy  menguada. 

Había  caminos  públicos  que  reunían  entre  sí  las  poblaciones; 
aunque  no  siempre  demandaban  grandes  obras,  pues  estaban 
destinados  á  viajeros  de  á  pié,  la  autoridad  publica  cuidaba  de 
ellos,  haciéndolos  reparar  en  la  estación  seca.  Pasábanse  los  rios 
por  m^dio  de  balsas,  canoas,  maromas  ó  puentes  colgantes  for- 
mados de  fuertes  y  gruesos  bejucos,  unidos  por  atravesaños  de 
noadera  y  suspendidos  á  los  árboles  de  ambas  riberas:  los  puen- 
tes de  mampoateiia  eran  pocos  y  sobre  las  corrientes  pequeñas. 

Xia  arquitectura  militar  estaba  en  consonancia  con  la  fuerza  de 
las  armas  empleadas.  Consistía  en  murallas  de  piedra  seca,  de 
3?a]im>s  y  tierra,  de  adobes  ó  de  piedra  y  mezcla,  con  su  parapeto 
y  foso:  generalmente  las  ptiertas  de  entrada  eran  dos  curvas 
eonüoentricas.  Las  ciudades  de  importancia  tenían  á  veces  dos  ó 
más  recintos  fortificados,  por  otras  tantas  murallas,  completando 
la  deiiensa  interior  los  teocalli  y  sus  patios  cercados.  En  las  for- 
tíficacñones  cuyas  ruinas  subsisten  todavía,  se  observa  que  las 
ooriáiías  siguen  el  perímetro  del  lugar,  sin  atender  en  apariencia 
á  otra  circunstancia;  en  algunas,  sin  embargo,  se  descubre  cierto 
estudio  topográfico,  y  que  los  obstáculos  están  aglomerados  en 

(1)  Ck>nqtiÍBtador  imónimo,  en  Icazbaloeta,  tom.  I,  ptfg.  881. 

46 


354 

los  sitios  más  débiles.  Formaban  también  balnaries  ó  reductos, 
como  el  faerte  nombrado  Xoloc  en  las  calzadas  de  México.  *'E  acá 
"seguí  Ifl  dicha  calzada,  dice  D.  Hernando  Cortes,  y  á  media  le- 
^^gna  antes  de  llegar  al  cuerpo  de  la  ciudad  de  Témixtitan,  í  la 
^^ntrada  de  otra  calzada  que  yiene  á  dar  de  la  tierra  firme  á  esta 
"otra,  está  un  muy  fuerte  baluarte  con  dos  torres,  cercado  de 
muro  de  dos  estados,  con  su  pretil  almenado  por  toda  la  cerca^ 
que  toma  por  ambas  calzadas,  y  no  tiene  mas  de  dos  puertas, 
"una  por  do  entran  y  otra  por  do  salen."  (1) 

En  el  ataque  de  aquellas  plazas  fortificadas^  ponían  flecheros 
y  honderos  á  desalojar  de  lejos  á  los  defensores  de  los  muros, 
mientras  los  asaltantes  arrimaban  las  escalas;  formaban  con  grue- 
sas tablas  un  ingenio  semejante  al  de  la  tortuga  romana,  á  fin  de 
acercarse*  á  la  muralla  para  abrir  la  brecha,  colmando  antes  los 
fosos  con  fagina;  sabían  también,  en  los  terrenos  á  propósito, 
abrir  minas  para  penetrar  al  interior  por  debajo  de  las  murallaai 
En  la  defensa,  conocían  las  abatidas  de  piedras,  ramas  ó  árboles; 
defendían  el  asalto  á  los  muros,  ademas  de  con  sus  armas,  arro- 
jando sobre  el  contrario,  grandes  piedras,  gruesas  vigas  y  cuanto 
pudiera  ofender.  Su  empleo  era  la  guerra,  y  la  habían  estudiado 
hasta  donde  sus  necesidades  alcanzaban. 

Pasando  á  la  escultura,  los  grandes  trozos  esculpidos  que  nos 
quedan  no  pueden  servir  para  formar  acertado  juicio  acerca  de 
la  aptitud  de  los  artífices  méxica,  pues  por  lo  general  son  buHos 
mitológicos,  en  que  los  atributos  alegóricos  y  simbólicos  predo- 
minan, presentándose  á  nuestra  vista  como  deformes  6  inartís- 
ticos. Sin  embargo,  se  encuentran  objetos  que  revelan  gran  ade- 
lantamiento en  el  arte.  La  estatua  sentada,  en  el  Museo  Nacioiuü, 
si  está  lejos  de  sostener  un  paralelo  con  las  obras  gribas  j 
rom,anas,  ofrece  lincamientos  firmes,  toques  vigorosos,  buen  co- 
nocimiento de  la  anatomía  humana.  Una  cabeza  de  piedra  ánoL, 
en  aquel  mismo  lugar,  está  atacada  por  mano  diestra.  Las  más- 
caras de  obsidiana  son  notables  por  la  perfección  del  contorno; 
algunas  figurillas  de  barro  poco  dejan  que  desear  en  cuanto  al 
modelado  puro  y  artístico;  una  máscara  de  madera  es  primorosa, 
b£go  el  aspecto  de  la  expresión  del  dibujo. 

El  estatuario  no  tenia  elementos  para  llegar  á  la  períeodoi; 

(1)  Cartas  en  Lorenzana,  pág.  78. 


356 

ialt^b^e  el  estudio  de  las  ropas  en  trajes  vistosos  y  galanos,  y 
sus  creencias  religiosas  no  le  permitian  ejercitarse  en  el  cuerpo 
desnudo,  pues  los  dioses  no  se  complacían  en  mostrar  sus  belle^ 
.zas  plásticas.  Pero  en  cambio,  el  escultor  y  el  picapedrero  su- 
bieron á.  un  punto  que  nos  parece  admirable;  admirable,  sí, 
porque  sus  relieves  en  piedras  duras  soi»  bien  acabados,  y  no 
4ebe  ponerse  en  olvido  que  carecían  de  instrumentos  de  hierro. 
Se  les  objeta  el  recargo  de  adornos  fantásticos;  mas  esta  es  cues- 
tión de  gustos,  de  usos  y  de  creencias.  Este  sentir  no  es  sólo 
nuestro.  "El  que  pudiere  podrá  ver  dos  figuras  Lechas  á  lo  anti- 
''guo,  en  el  bosque  de  Ohapultepec,  que  son  retrato^  de  dos  re- 
^'yes  mexicaoios,  las  cuales  están  esculpidas  en  dos  piedras  duras, 
'nacidas  en  el  mismo  cerro,  la  una  de  muy  crecida  estatura  y  la 
''otra  no  tanto;  pero  tan  enriquecidas  de  labor  de  armas  y  plu- 
'mas  á  su  usanza,  que  parecen  más  labradas  de  cera  que  de  la 
'materia  que  son,  tan  lisas  y  limpias  que  no  parecen  hechas  á 
"mano."  (1)  "Y  no  le  parezca  á  V.  A.  fabuloso  lo  que  digo,  pu0B 
"es  verdad  que  todas  las  cosas*  criadas,  así  en  la  tierra  como  en 
"la  mar,  de  que  el  dicho  Muteczuma  pudiese  tener  conocin^iiento, 
"tenía  contrahechas  muy  al  natural,  así  de  oro  y  plata,  como  de 
"pedrería  y  de  plumas,  en  tanta  perfección  que  casi  ellas  mismas 
"parecían."  (2)  Alaban  estas  palabras  no  sólo  á  los  plateros  y 
fundidores,  sino  también  á  los  modeladores  y  oficiales  de  mosai- 
co, cuyos  trabajos  descansaban  en  la  escultura  y  la  pintura. 

Para  las  obras  que  llevamos  enunciadas  eran  precisos  oficiales 
jEdbañiles,  arquitectos,  ingenieros,  escultores,  estatuarios,  pica- 
pedreros, carpinteros,  entalladores,  plateros,  fundidores,  joyeros, 
lapidarios,  pintores  decoradores,  f ormadores  de  mosaico  de  plu- 
ma; del  pintor  hablarei^os  en  su  lugar,  y  proseguimos  la  enume- 
ración de  las  otras  artes  y  oficios. 

Bespecto  de  las  telas  producidas  por  los  tejedores,  eran  de 

algodón,  de  algodón  con  plumas  ó  pelo  de  conejo,  ó  de  pita  u 

otrQ^  materiales.    "Unas  eran  gruesas  como  angeo  ó  brin;  otras 

jel^        delgadas  y  tupidas  como  rúan,  y  otras  más  delgada?  á  manera 

e0  ^        de  toca,  y  muchas  como  amaizales  moriscos;  eran  finalmente  como 

lBS^        las  querían."  (3)    "Demás  de  esto  me  dio  el  dicho  Muteczuma 

.  (1)  Torquemada,  lib.  XSU,  cap.  XXXTV. 

IS  ^  (2)  Ck>rté8,  cartas  en  Lorenzana,  pág.  99. 

(8)  Torquemada,  tom.  U,  pág.  488. 


356 

mucha  ropa  de  la  suya,  que  era  tal^  que  considerada  ser  toda  de- 
algodon  y  ain  seda,  en  todo  el  mundo  no  se  podía  hacer  ni  tejer 
otra  tal,  ni  de  tantas  ni  tan  diversas  y  naturales  colores  ni  labo- 
res, en  que  había  ropas  de  hombree  y  de  mujeres  muy  «laravi-r 
llosas,  y  había  paramentos  para  camas,  que  hechos  de  seda  no 
se  podían  comparar:  é  había  otros  paños  como  de  tapicería  que 
podían  servir  en  salas  y  en  iglesias:  había  colchas  y  cobertores 
de  camas,  así  de  pluma  como  de  algodón,  de  diversos  colores» 
asimismo  muy  maravillosas;  y  otras  muchas  cosas,  que  por  ser 
tantas  y  tales,  no  las  sé  significar  á  Y.  M."  (1) 

Los  alfareros  conocían  el  torno.  Los  trastos  comunes  no  te- 
nían vidriado,  pues  éste  le  aprendieron  después,  de  los  españoles. 
lios  vasos  finos  son  de  elegantes  formas,  con  una  especie  de  bar- 
niz de  un  ocre  rojo,  sobre  el  cual  se  ven  pinturas  de  objetos 
simbólicos  6  simplemente  decorativos.  A  veces  están  labrados 
como  en  relieve,  por  medio  de  patrones  de  barro  cooido,  de  los 
cuales  quedan  algunos,  curvos  en  el  frente  y  con  una  agarradera 
para  manejarlos.  También  hay  utensilios  representando  figuras 
grotescas,  animales,  ó  combinaciones  caprichosas.  Tenemos  tres 
vasos  procedentes  de  sepulcros  en  CholoUan,  primorosos  p<^  los 
símbolos  de  los  dias  del  mes- que  tienen  pintados;  pinturas  de 
tanta  firmeza,  que  á  pesar  de  haber  estado  bajo  tierra,  sin  duda 
iDás  de  cuatro  siglos,  se  conservan  frescas  como  el  primer  dia. 

Los  zapateros  hacían  los  cacüi  ó  sandalias  de  la  pita  del  ma- 
guey; para  los  principales  iban  forrados  con  algodón,  y  los  muy 
&nx^  eran  pintados  y  dorados.  Los  curtidores  adobaban  los  cue* 
ros  del  venado,  del  tigre  y  de  otros  animales,  con  ó  sin  el  pelo, 
de  diversos  colores,  y  tan  blandos  «que  parecían  tela:  prepai^ 
banlos  también  para  la  escritura.  Tenemos  indicados  ya,  los  fa- 
bricantes de  esteras,  de  xicaUiy  de  objetos  de  obsidiana,  ¿c  (2) 

Terminando  con  la  lám.  71  del  Cód.  Mendocino,  de  la  persona 
representada  en  el  número  21,  dice  el  intérprete  que  es,  ^'vicioso* 
de  mala  lengua  y  chismoso."  Puede  ser,  masa  nuestra  cuéntaos 
el  petimetre  mexicano;  indícanlo  el  traje  cuidado,  y  las  ore- 
jas que  le  sirven  de  nombre,  radical  de  los  verbos  naccaicteoo^ 
echarse  de  lado,  asomarse  á  mirar  algo,  ó  naoazidaf  mirar  á  otro 

(1)  Cartas  de  Cortés  en  Lorenzana,  pág,  99-100^        * 

(2)  Para  las  diversas  artes  entre  los  méxica,  véase  OPói^uemada,  lib.  YTTTj  oapittf^ 
lo  XXXIV.  Mendieta,  Hb.  IV,  cap.  Xn. 


357 

'Cóaafioion.  Joven  baldío  que  se  contonea,  mira  á  las  mujeres  don 
descaro,  y  es  ocioso,  parlador  y  de  malas  costumbres.  Los  nu* 
meros  28  j  29  motejan  el  yicio  de  lá  embriaguez.  Hombre  y  mu«> 
jer  toman  el  ocUi,  de  cuyo  uso  inmoderado  se  sigue  el  abandono 
de  todo,  cual  lo  indican  el  arca  abierta,  el  maíz  derramado  así 
como  los  frijoles  y  la  chía,  el  cántaro  volcado;  lleva  finalmente  al 
robo  y  la  muerte  miurcados  por  el  iróm.  30. 

En  seguimiento  de  nueetro  guía  hemos  divagado  por  donde 
nos  condujo;  abandonados  ahora  á  nuestra  roluntad,  terminare- 
mos este  capitulo  dando  idea  de  la  medicina  de  los  nahoa.  Don 
Hernando  Cortés,  haciendo  la  descripoicm  del  mercado  de  Mé* 
xiooi  dice:  ''Hay  caUe  de  arbolarios  donde  hay  todas  las  raicea 
^y  yerbos  medicinales,  que  en  la  tierra  Se  hallan.  Hay  casas  co* 
'^'mo  de  boticarios  donde  se  venden  las  medicinas  hechas,  asi 
^'potables,  como  ungüentos  y  emplastos.*'  (1)  En  efecto,  los  nahoa 
sacaban  principalmente  sus  medicinas  del  reino  vegetal,  bien  que 
'entre  sus  remedios  se  contaran  muchos  de  los  reinos  animal  y 
mineral.  Aquellas  drogas  se  ministraban  en  forma  de  infusiones 
y  cocimientos  de  las  hojas  6  raíces;  gomas  y  resinas  en  lamedo- 
res y  polvos;  comidas  las  carnes  de  algunos  animales;  triturados 
los  huesos  ó  las  pied]^as:  teinían  también  emplastos,  ungüentos  y 
aceites.  En  lo  relativo  á  la  cirujía  sabían  curar  acertadamente 
lad  heridas,  componer  los  miembros  dislocados,  y  sangrar  con 
púas  de  inaguey  ó  lancetas  de  itxUi. 

Los  bárbaros  chichimeca  no  conocían  ni  aplicaban  medicina 
alguna;  si  alguien  enfermaba,  y  á  los  tres  ó  cuatro  dias  no  sana- 
ba, juntábanse  los  parientes  en  acuerdo,  acabando  por  meter  una 
flecha  por  la  hoya  de  la  garganta  al  paciente;  ^'y  los  que  ya  eran 
muy  viejos  ó  viejas,  los  mataban  así  mismo  con  flechas,  dicien- 
do que  con  aquello  les  despenaban,  porque  ya  no  penasen  más 
''en  el  mundo,  y  porque  no  tuviesen  ya  lástima  de  ellos,  y  los 
^'enterraban  con  muy  gran  regocijo,  y  les  duraban  las  fiestas  del 
''entierro  dos  ó  tres  dias  con  gran  baile  y  canto.**  (2)  Se  atribuye 
á  los  tolteca  la  enseñanza  de  los  primeros  preceptos  médicos;  de 
ikquella  nación  se  trasmitieron*  á  los  pueblos  nahoa,  formándose 
al  cabo  un  cuerpo  de  doctrina  fundado  en  la  experiencia  y  la  ob- 

(1)  Cartas  en  Lorenzaha,  pág.  103. 

(2)  P.  Sahagan,  tom.  UI,  pág.  119. 


358 

servacíon.  Algunos  individuos  se  dedicaban  á  la  profesión  mé- 
dica, y  como  generalmente  el  hijo  seguía  el  ejercicio  del  padre, 
la  ciencia  adquirida  no  se  malograba,  y  aun  acrecía  durante  los 
siglos  por  medio  de  las  herencias  repetidas.  Toda  la  gente  del 
campo  conocía  ademas  las  virtudes  de  las  yerbas,  ya  que  estaban 
obligadas  á  buscarlas  para  mantenerse  6  curarse.  (1) 

Nos  figuramos  que  la  ciencia  médica  no  se  sostenía  por  sólo 
la  tradición  oral,  sino  que  había  escritos  algunos  tratados.  Si 
ésto  no  parece  verdadero,  sí  lo  es  que  en  las  grandes  ciudades 
como  México,  Texcoco,  Tlaxcalla,  OholoUan  y  otras,  había  hos- 
pitales donde  acudían  los  menesterosos  á  ser  curados  de  sus 
dolencias.  (2)  De  los  medicanientos  mexicanos  algunos  aprove- 
chó la  Europa,  como  el  liquidámbar,  el  copal,  algunos  bálsamos, 
la  zarzaparrilla,  la  purga  de  Jalapa,  &c;  mas,  en  nuestro  humil- 
de concepto,  nuestros  médicos  no  han  sabido  sacar  todas  'las 
ventajas  que  pudiera  proporcionar  la  ciencia  nahoa.  Esta  no  se 
perdió  con  la  conquista.  Felipe  11  envió  á  la  colonia  á  su  médi- 
co el  Dr.  Francisco  Hernández,  quien  después  de  muchos  anos 
de  estudio,  consultando  á  los  herbolarios  y  médicos  indios,  pro- 
dujo una  obra  acerca  de  los  productos  naturales  de  nuestro  país, 
en  24  libros  y  11  tomos  de  láminas.  Pareciendo  muy  volumino- 
sa, fué  mandada  compendiar  al  médico  italiano  el  Dr.  Nardo 
Antonio  Becco,  quien  en  efecto  la  redujo,  bajo  la  revisión  del 
Dr.  Valle.  Una|]copia  de  este  manuscrito  llegó  á  México  y  fué 
á.  parar  á  manos  del  religioso  dominico  Fr.  Francisco  Ximenez; 
aprovecháronle  en  sus  escritos  el  Dr.  Fr.  Agustin  Farfan,  Juan 
de  Barrios,  Alonso  López  de  Hinojoso  y  otros,  hasta  que  com- 
pleto vio,  por  fin,  la  luz  pública  en  México,  (3)  ano  1615.  El  tra- 

(1)  Torqaemada,  lib.  XIV,  cap.  XFV. 

(2)  Torquemada,^lib.  VIII,  cap.  XX. 

(3)  Qyatro  libros  de  la  Natyraleza,  y  yirtTdes  de  las  plantas,  7  animales  que  están 
reoenidoa  en  el  tbo  de  Medicina  en  la  Nueva  Eapafia,  j  la  Methodo,  y  oorreoeion,  y 
pireparacion,  qae  í>ara  adminirtrallaa,  ae  requiere  con  lo  que  el  Bootor  Fnmoisco 
Hemandes  escrioió  en  j^engua  Latina.  Muy  vtil  para  todo  género  de  gente  q.  viue 
en  estancias  y  pueblos,  do  no  ay  Médicos,  ni  Botica.  Tradu2ádo,  y  aumentados  mu- 
éhoB  simples,  y  Compuestos  y  otros  muchos  secretos  curatiTOs,  por  Fr.  Franoisoo 
Ximenez,  hijo  del  oonuento  de  8.  Domingo  de  México^  Natural  de  la  Villa  de  Luna 
áú  Beyno  de  Aragón.  A  Nro  B.  P.  Maestro  Fr.  Hernando  Basan,  Prior  Prouincial 
de  la  Prouincia  de  Bactiago  de  Mexico/de  la  Orden  de  los  Predicadores,  y  Cathedri- 
tioo  lubilado  de  Theologia  en  la  Vniuersldad  BeaL  En  México,  en  casa  do  la  Viuda 
de  IMego  López  Dáñalos.  1615.  Enép 


3^9 

bajo  del  Dr.  Hernández  se  publicó  en  Boma,  1651,  un  tomo  folio, 
y  en  Madrid,  1790,  .3  yol.  en  4:""  mr.  Queda  más  por  consultar  en 
este  ramo,  sx  bien  se  nota  estar  confundida  la  verdad  de  la  ob- 
servación con  recetas  empíricas  y  noticias  vulgares.  (1) 

Los  médicos  aplicaban  la  verdadera  ciencia,  mezclándola  con 
prácticas  supersticiosas;  invocaban  á  los  númenes,  pronuncia- 
ban palabras  cabalísticas,  hacían  conjuros;  apretaban  los  miem- 
bros dolientes  para  extraer  el  mal,  soplaban  para  ahuyentarlo;  y 
uniendo  ademas  la  superchería,  chupaban  el  lugar  enfermo  afir- 
mando que  así  sacaban  el  dolor,  en  señal  de  lo  cual  se  extraían 
de  la  boca  espinas,  huesos  pequeños  ó  pedacillos  de  carbón,  di- 
ciendo ser  aquello  lo  que  causaba  la  molestia.  Creíalo  la  gente 
ruda,  y  con  tales  procedimientos  se  pensaban  mejorados.  (2) 
Estos  curanderos,  que  se  nombraban  tdlacuüiqve,  sacaban  gusa- 
nillos de  la  boca  y  los  ojos,  y  pedrezuelas  de  las  demás  partes 
del  cuerpo.  Había  también  adivinos  que  echaban  suertes  para 
augurar  el  termino  de  las  enfermedades.  Tomaban  un  puñado 
de  maíces  gruesos,  y  revolviéndolos  como  dados  los  tiraban  sie- 
te ú  ocho  veces:  si  algún  grano  quedaba  enhiesto  señal  era  que 
el  enfermo  moriiáa.  Tenían  un  manojo  de  cuerdas  atadaa  de 
cierta  manera,  que  llamaban  mecaÜapouJique;  lan^ándol<)  al  suelo> 
si  las  cuerdas  quedaban  retorcidas  ó  revueltas  señal  era  de  muer- 
te, mas  si  una  ó  muchas  quedaban  extendidas  augurio  era  de  vi- 
da, pues  el  paciente  comenzaba  á  estirar  manos  ó  pies.  Si  alguno 
enfermaba  de  calenturas  recias,  hacían  un  perrillo  de  masa  de 
maíz,  le  ponían  sobre  una  penca  de  maguey  y  de  mañana  le  co- 
locaban á  la  orilla  del  camino;  el  primero  que  por  allí  pasara  se 
llevaría  la  enfermedad  en  los  zancajos.  Era  mal  agüero  el  tem- 
blar de  los  párpados  y  el  mucho  pestañear.  (3) 

Las  mujeres  practicaban  la  medicina;  exclusivamente  estaban 
encargadas  de  las  dolencias  de  las  mujeres  grávidas,  y  presidían 
á  la  hora  del  alumbramiento.  Ya  hemos  dicho  cómo  procedían 
en  estos  casos.  (4) 

(1)  P.  Sahagun,  de  las  yerbas  medicinales,  tom.  8,  pág.  249-81;  de  las  piedras 
medicinales;  tom.  3,  pág.  284-87,  ^. 

(2)  Torquemada,  lib.  Xni,  cap.  XXXV. 

(8)  Mendieta,  lib.  II,  cap.  XIX;  P.^  Rahagmi,  tom.  1,  pág.  6;  Motolinia,  en  tca^ 
balceta,  pág.  180. 
(4)  Sahagan  tom.  2,  pág.  184^. 


360 

Bañábanse  frecaentemente  en  agaa  fría,  áaf  por  gasto  6  higiA- 
ne,"  como  por  ciertos  preceptos  religiosos;  no  .desconocían  el  rao 
de  las  f^ás  termales.  Pero  el  baño  caraoterístioo  de  loa  nahoa 
era  el  de  vapor,  llamado  temasxoRi,  "'El  temmcaili  ó  IñpooauSto 
mexicano,  se  fabrica  por  lo  coman  de  ladrillos  crudos.  Snfomu 
es  mnj  semejante  á  la  de  loa  hornos  de  pan,  pero  con  la  difereti- 
cia  que  el  paTÍmanto  del  temaEcaÜi  es  algo  convexo  y  más  b<^ 
que  la  snperfície  del  snelo,  en  lugftrqueel  de  naeBtro'í  hornos  es 
Uáho  y  elevado,  para  mayor  comodidad  del  panadero.  Sn  mayot 
diámetro  es  de  cerca  de  ocho  pies,  ysu  mayor  elevación  de  Mis. 
Su  entrada,  semejante  también  á  la  boca  de  un  homo,  tiene  la 
altara  suficiente  para  que  un  hombre  entre  de  rodillas.  En  la 
parte  opaesta  á  la  entrada  hay  nn  hornillo  de  piedra  ó  ladrílloe, 
con  la  boca  hacia  la  parte  exterior,  y  con  un  agujero  en  la  supe- 
rior, para  dar  salida  al  humo.  La  parte  en  qne  el  hornillo  se  une 
al  hipocansto,  la  cual  tiene  dos  pies  y  medio  en  cuíidro,  está  ce- 
rrada con  piedra  seca  de  tetzontli,  ó  con  otra  no  menos  porosa 
qne  ella.  En  la  parte  superior  de  la  bóveda,  hay  otro  agujero 
como  el  de  la  hornilla.  Tal  es  la  estructura  oomun  del  temas- 
calli;  pero  hay  otros  qne  no  tienen  bóveda  ni  hornilla,  y  que  se 
reducen  &  unas  pequeñas  piezas  cuadrilongas,  bien  cubiertas  y 
defendidas  del  aire. 

"Lo  primero  que  ae  hace  antes  de  bañatse  ea  poner  dentro 
del  temazcalli  una  estera,  én  lugar  de  la  oiie,l  los  españoles  po- 
nen un  colchón  para  más  comodidad,  nn  jarro  de  agua,  y  unas 
yerbas  íi  hojas  de  maíz.  Después  se  hace  fuego  en  el  hornillo^ 
y  se  conserva  encendido  hasta  que  estén  hechas  ascua  las  pie- 
dras de  que  he  hecho  mención.  El  que  quiere  bañarse  entra  or- 
dinariamente desnudo,  sólo  ó  acompañado  de  un  sirviente,  si  su  ■ 
enfermedad  lo  exije  6  así  le  acomoda.  Inmediatamente  cierra  la 
«ntrada,  dejando  an  poco  abierto  el  agujero  superior,  i  fin  de 
que  salga  el  humo  que  puede  introducirse  del  hornillo,  y  cuan- 
do ha  salido  todo,  lo  cierra  también.  Entonces  empieza  Á  e<diar 
agua  en  la  piedra  encendida,  da  la  que  se  alza  un  denso  vapor, 
quo  va  á  ocupar  la  parte  superior  del  temazcalli.  Echase  en  se- 
guida en  la  estera,  y  sí  tiene  consigo  un  sirviente,  ¿ste  atrae  ha- 
cia abajo  el  vapor  con  las  yerbas  ó  con  el  maíz,  y  con  las  mismas 
mojadas  en  e!  agaa  del  jarro,  que  ya  está  tibia,  golpea  al  enfer- 
]jo  on  todo  el  cuerpo  y  sobre  todo,  en  la  parte  dolorida.   Inmé- 


^L 


361 

diatamente  se  presenta  un  sudor  copioso  y  suare,  que  se  au- 
menta ó  disminuye  según  conviene.  Conseguida  la  deseada  eya< 
cuacion  se  deja  salir  el  vapor,  se  abre  la  puertecilla,  y  se  viste 
el  enfermo;  ó  si  no,  bien  cubierto  lo  llevan  sobre  la  estera  ó  so- 
l>re  el  colchón  á  una  pieza  inmediata,  pues  siempre  hay  alguna 
habitación  en  las  cercanías  del  baño."  (1) 


c 


<1)  OUvigero,  tom.  \,  pág.  388^.  Salugim,  tom.  3,  pág.  286-7. 

46 


*        • 


CAPÍTULO  TO. 

OrganUaeion  loeiaL  — La  triple  aUama. — Querrá  fiorida. — Orden  de  tudeitoi,— 
EleoaiaA.~UtieÍoti  ]/iviiaetíeÍa.—Proe¡amatíM.~CoronaeÍon.—Jlfab¡eta.—Tla- 
ícaíU.—Ca^mm.—TeepaiMiaL—Fa¡iaL—Maenintaai.—Teoaalpan.~Maeahva- 
Bi&pl^yo». — AgrüiuUwa.'-Jaráineria.—Boeg'tíeg. — Clananipai.~AeaÜi  6  iar- 
et*. — Mitebleisaiumirado.—Füímomia — Se/orv&eúm  delorátiee. — Qtreotadoiy 
taanoi.  — Jabón. —  Cremación, — Podelún  del  cadáver. — Fimeralcí  de  ío*  ret/e»  y 


LA  organización  social  de  los  pueblos  del  valle  había  pasado 
por  varias  modificaciones,  antes  de  alcanzar  la  forma  en  qtte 
la  ene  ontró  la  conqnista  española;  de  las  transformaciones  saoe- 
sivas  da  cuenta  la  historia,  j  aquí  sólo  nos  ocuparemos  en  diseñar 
el  estado  qne  tenían  las  principales  monarquías.  Los  méxioa,  al 
principio  de  sn  peregrinaeion,  eran  condocidoa  por  sqs  sacer- 
dotes, quienes  compartieron  después  el  mando  con  jefes  guerre- 
ros; metidos  en  la  isla  del  lago  y  después  de  fondado  México, 
cambiaron  su  gobierno  oligárquico  por  el  monárquico,  eligiendo 
su  primer  rey.  I>nrante  este  período  fueron  esclavos  de  los  te- 
paneca  de  Azcapotzalco,  j  tiempo  hubo  en  que  tuvieron  qne  con- 
tentar loa  caprichos  más  despóticos  de  sn  tirano.  Hacia  enton- 
ces, los  aculhna,  en  coja  civilización  habían  venido  á  foadirse 
los  bárbaros  chichimeca,  vieron  asesinar  á  sn  rey,  y  usurpar  la 
corona  al  mismo  señor  de  Azcapotzalco.  El  cuarto  rey  de  Méxi- 
co, Itzcoatl,  por  sncudir  el  yugo,  y  el  legítimo  heredero  de  Acol- 
hnacan,  Kezahualcoyotl,  por  recobrar  el  trono  de  bus  padres,  se 
pusieron  en  armas,  se  confederaron,  y  sus  esfuerzos  fueron  tan 


863 

fructnoaos/que  lograron  dejar  libre  á  Tenochtítían  y  reconstruir 
la  monarquía  de  Texcoco.  Los  monarcas  victoriosos  destruye- 
ron el  reino  de  Azcapotzalco;  mas  para  no  dejar  sin  representa- 
ción á  la  tribu  tepaneca,  erigieron  una  nueva  monarquía^  cuya 
capital  Tlacopan  le  dio  nombre.  Los  tres  príncipes  se  confede- 
rarouy  ligando  sus  intereses  asi  en  la  paz  como  en  la  guerra,  que- 
dando establecida  la  triple  alianza  de  México,  Texcoco  y  Tlaco- 
pan, todavía  en  pié  en  los  últimos  tiempos. 

Al  formarse  la  confederación,  Tlacopan  quedó  subordinado  á 
sus  colegas,  ya  porque  les  debía  la  existencia,  ya  porque  pesaba 
poco  su  poderío;  y  siempre  permaneció  relegada  al  último  lu- 
gar. Sin  duda  alguna  que  Nezahualcoyotl  pudo  declararse  el 
primero  en  la  liga,  por  ser  dueño  de  un  extenso  señorío,  porque 
sin  su  socorro  los  méxica  hubieran  sido  aniquilados,  y  jporque 
éstos  estaban  entonces  reducidos  á  sólo  su  ciudad;  pero  prefirió 
tratar  como  iguales  á  sus  protegidos,  quedando  para  en  adelan- 
te establecido,  que  los  despojos  de  las  conquistas  se  repartirían, 
dando  un  quinto  á  Tlacopan,  llevando  el  resto  por  partes  igua- 
les México  y  l^xcoco.  (1)  Poco  después  se  hizo  aquel  pacto  de 
la  guerra  sagrada  ó  florida  ó  de  los  enemigos  de  casa,  instituida 
para  tener  siempre  víctimas  frescas  que  ofrecer  á  los  dioses;  ex- 
traño y  particular  concierto  al  que  debieron  la  existencia  políti- 
ca la  llamada  república  de  Tlaxcalla,  y  los  pequeños  señoríos  de 
Oholollan  y  de  Huexotzinco. 

Itzcoatl  fué  un  rey  político  y  guerrero;  Nezahualcoyotl  filóso- 
fo y  organizaxlor.^.  A  cargo  de  aquel  quedó  la  dirección  de  las 
cosas  de  la  guerra;  éste  se  dedicó  al  arreglo  interior:  uno  repre- 
sentaba la  conquista,  el  otro  la  paz.  Tal  vez  por  estas  diversas 
condiciones,  desde  que  los  méxica  se  pusieron  á  guerrear  en  la 
tierra  firme,  todos  los  señoríos  vencidos  con  los  contingentes  de 
la  triple  alianza,  quedaron  bajo  el  dominio  de  México;  y  sucedió 
esto  mismo  sin  variación  durante  la  serie  de  señores  'políticos 
j  batalladores  [que  reinaron  en  Tenochtitlan,  mientras  en  Tex- 
coco sólo  gobernaron  Nezahualcoyotl  y  su  hijo  Nezahualpilli, 
•mbos  filósofos  y  amigos  de  la  civilización.  Así  fué  que,  mién- 

(1)  Esta  diriskm  por  quintas  partes  parece  Ber  la  Terdadera,  no  obstante  las  opi- 
niones emitidas  por  algunos  autores.  Seguimos  á  Zorita,  Breve  y  sumaría  relación; 
mas  consiÜtense  IztlüxochiÜ,  hist.  chichim.  cap.  B2,  MS.  Veytia,  tom.  8,  pág.  1G4; 
Torquemada,  lib.  U,  cap.  XL,  &c. 


364 

tras  México  creció  y  creció  hasta  tomar  proporciones  colosales^ 
Texcoco  quedó  encerrado  en  sus  antiguos  límites,  ai  no  los  yí6 
menguados  por  las  pretensiones  de  su  colega;  entonces  se  mar- 
có claramente  la  preponderancia  de  los  méxica  en  la  parte  ga^ 
rréra,  quedando  á  los  acolhua  la  palma  de  la  instruceioiiL:  por 
eso  se  lia  dicho,  que  México  era  la  Boma,  Texcocp  la  Atenas  de 
Anáhuac. 

A  medida  que  los  reyes  méxica  acrecían  su  poderío,  perdían 
sus  costumbres  prümtivas  y  sencülas,  adoptando  otras  más  re- 
finadas,  que  por  grados  los  iban  conduciendo  al  despotismo.  Al 
subir  al  trono  Motecuhzoma  lí,  todo  cambió  por  completo;  la 
monarquía  estaba  en  el  pináculo  de  su  gloria;  su  fuerza  no  ha- 
llaba resistencia  seria  en  parte  alguna,  y  el  monarca,  orgulloso 
y  tirano  por  temperamento,  se  hizo  no  sólo  respetar  como  señor, 
sino  adorar  Como  dios.  En  Texcoeo  se  empanaba  el  antiguo  lus- 
tre; Cacama  carecía  de  los  tamaños  de  sus  antecesores;  brotó  la 
división  en  la  familia  real  por  motivo  de  la  sucesión;  el  rey  acul- 
hua  subió  al  trono  por  la  ayuda  que  le  prestó  el  méxica,  notán- 
dose que  la  importancia  de  Texcocp  se  amengi^ba,  y  que  las 
pretensiones  de  Motecuhzoma  se  convertían  en  exigencias. 

Para  fijar  el  orden  de  sucesión  en  las  monarquías  de  la  triple 
alianza,  no  nos  atengamos  tanto  alo  que  los  autores  dicen,  cuan- 
to á  lo  que  en  realidad  pasó.  En  México,  Acamapictli  fué  elegi- 
do primer  rey;  le  sucedió  su  hijo  Huitzilihuitl,  y  á  éste  sos  her- 
manos. Chimalpopoca  legítimo,  é  Itzcoatl  bastardo  por  ser  hijo 
de  una  esclava.  Siguió  Motecuhzoma  Ilhuicamina^  hijo  de  Hiii- 
zzilihuitl,  quien  murió  sin  sucesión  masculina;  mas  teniendo  una 
hija,  los  descendientes  de  ésta  ocuparon  el  trono,  y  fueron  Aza- 
yacatl,  Tízoc  y  Áhuitzotí.  Motecuhzoma  11  fué  hijo  de/ Axayaoatl» 
así  como  su  hermano  Cuitlahuac  que  le  sucedió;  por  ultimo^ 
Cuauhtemoc  fué  hijo  dé  AhuitzotL  Coniorme  á  ésto,  la  verdckdcH 
ra  regla  es  la  siguiente:  "fué  costumbre  de  estos  mexicanos  en 
"las  elecciones  que  hacían,  que  fuesen  reinando  sucesivamente 
"los  hermanos  unos  después  de  otros,  y  acechando  de  reinar  el 
"ultimo,  entraba  en  su  lugar  el  hijo  del  hermano  mayor  que  pri- 
"mero  había  reinado,  que  era  sobrino  de  los  otros  reyes,  que  Á 
**ñu  padre  había  sucedido."  (1)  En  Texcoeo  y  Tlacopan  la  snoe- 

(l^  Torquemada,  Jib.  II,  cap.  XYIIL  GlaTÍgero,  tom.  1,  pág.  80$. 


i 


365 

sion  tuvo  lugar  rigorosamente  de  padres  á  hijos;  mas  como  los 
reyes  tenían  multitud  de  mujeres,  el  heredero  al  trono  no  era 
el  primogénito  de  aquellas  uniones,  sino  el  hijo  mayor  legítimo, 
reputado  por  tal  el  habido  en  la  esposa  legítima  ó  principal,  que 
en  Texcoco  era  siempre  una  señora  de  la  casa  de  México. 

Juan  Bautista  Pomar,  en  su  relación  manuscrita  de  Texcoco, 
pone  cosa  diversa  de  lo  arriba  asentado.  Tenemos  á  Pomar  co- 
mo grande  autoridad  acerca  de  lo  que  de  su  patria  escribe;  mas 
en  este  punto  no  le  creemos;  así  porque  va  contra  la  evidencia 
histórica,  como  porque  acerca  de  ello  desfiguró  á  sabiendas  los 
hechos.  En  la  época  en  que  escribía,  1582,  andaba  pretendiendo 
la  gobernación  de  Texcoco,  como  descendiente  que  era  de  la  ca- 
sa real,  aunque  en  línea  bastarda,  y  para  apoyar  sus  pretensior 
nes  puso  lo  que  le  convenía.  (1) 

En  México  la  elevación  al  trono  tenía  cierta  forma  electiva; 
aunque  estaba  determinada  y  admitida  la  orden  precisa  de  suce- 
sión, los  electores  tenían  la  facultad  de  escoger  entre  los  candi- 
datos, á  quien  les  parecía  más  idóneo;  por  eso  Axayacatl  reinó 
primero  que  su  hermano  mayor,  y  Motecuhzoma  H  fué  preferido 
á  su  primogénito.  Hecha  la  elección,  la  confirmaban  los  reyes 
de  Tlacopan  y  de  Texcoco  en  uso  de  su  prerogativa.  (2) 

Beuníanse  á  la  elección  los  cuatro  electores  nombrados,  dichos 
tecwtlcdoque,  los  ancianos  llamados  achcacauhüi;  los  soldados  vie- 
jos yahuiquihtiaquef  y  los  principales  tlamacazque  6  papahuaque: 
juntos  conferenciaban  hasta  ponerse  de  acuerdo  acerca  de  la 
persona.  El  electo  debía  ser  valiente,  ejercitado  en  las  cosas  de 
la  guerra;  prudente  y  sabio,  criado  en  el  Calmecac;  que  no  be- 
biese odli,  justo  y  amigo  de  los  dioses:  junto  con  él  nombraban 
cuatro  consejeros  que  le  ayudasen  á  entender  en  los  negocios 
graves  del  reino.  (3)  Conocido  el  resultado  de  la  junta,  ratifica- 
do el  voto  por  los  reyes  aliados,  éstos  hacían  al  nombrado  un 
rico  presente,  acudiendo  á  la  capital  con  el  mismo  objeto,  todos 
los  señores  de  los  pueblos  amigos  ó  sometidos. 

Para  la  unción  del  nuevo  rey,  se  escogía  cuidadosamente  un 
día  fausto,  según  las  reglas  de  su  arte  adivinatoria.    Llegado  el 

(1)  Tor<p6mada,  lib.  XI,  oap.  XXVII. 

(2)  Zorita^  breye  y  smnaria  relación,  MS. 
<8)  Sahagaa,  tom..  2,  pág.  318. 


i 


ploá),  los  señores  vestidos  con  sos  insignias,  presidiendo  loa  le- 
jes  de  Texcoco  y  Tlacopan  por  delunto,  ¿ornaban  al  electo,  que 
iba  desnudo  cubierto  solo  con  el  maxtlatl,  y  le  condaoian  al 
templo  de  Huitzilopocbtli;  iban  en  silencio,  y  llegados  á  la  es- 
calera del  teocalli,  dos  caballeros  tomaban  por  los  brazos  al 
monarca,  sabiendo  las  gradas  arriba,  donde  esperaba  el  sacer- 
dote majOT,  acompañado  de  los  ministros  principales.  Todos 
hacían  la  reverencia  al  dios,  tomando  polvo  de  la  tierra  con  el 
dedo  mayor  de  la  mono  derecha,  llevándolo  Á  la  boca.  El  pon- 
tífice teñía  de  negro  el  cuerpo  del  rey,  quien  se  ponía  en  la  pos- 
tura bnmüde  á  su  usanza,  que  era  en  cuclillas;  con  un  hisopo 
de  ramas  de  cedro,  sauce,  y  hojas  de  caña,  le  rociaba  cuatro  ve- 
ces con  la  agua  consagrada,  (1)  dirigiéndole  después  un  breva 
saludo.  Vestíanle  después  el  traje  con  que  los  sacerdotes  ofre- 
cían el  incienso;  e)  xicoUÍ  verde  Á  manera  de  huipiUi  de  mu- 
jer, pintado  con  cráneos  y  huesos,  sobre  la  cara  un  lienzo  verde 
con  las  mismas  pinturas,  y  sobre  la  cabeza  una  igual  negra;  al 
cuello  unas  correas  coloradas  con  unas  insignias  á  las  puntas;  & 
la  espalda  la  calabaza  con  picietl,  terminada  en  borlas  verdes; 
en  la  mano  izquierda  la  bolsa  de  lienzo  verde,  con  la  pintura  de 
cráneos  y  canillas,  llena  de  copal  blanco,  y  en  la  mano  derecha 
el  brasero  Uamado  Üemaiíl;  calzábanle  con  cocííi  también  verdes. 
Bn  aquel  arreo  iba  á  incensar  al  dios,  lo  cual  se  advertía  al  pue- 
blo que  desde  abajo  estaba  mirando,  con  las  cometas  y  demás 
instrumentos  que  entonces  tañíanlos  ministros.  Terminado  este 
acto,  el  sumo  sacerdote  tomaba  asiento,  dirigiendo  nna  exhor- 
tación al  electo,  en  que  recordaba  la  honra  que  le  habían  he- 
cho, las  obligaciones  que  contraía,  los  deberes  que  debía  cum- 
plir, y  que  sobre  todo  fuera  cuidadoso  en  las  cosas  de  la  guerra 
y  en  el  servicio  de  los  dioses. 

Bespondía  otorgando  cuanto  se  le  encargaba;  le  bajaban  por 
la  escalera,  á  cuyo  pié  los  señores  le  esperaban  para  darle  la 

(1)  "TaTÍeron  también  tuu  manera  como  de  agnt  bendita,  j  áita  bsndecta  el  sn- 
'^mo  sacerdote  coaudo  coiuagraba  la  estatua  del  ídolo  HoitzUopocbtU  en  "Üévoo, 
"que  eiB  becba  da  masa  de  todas  Bemillas,  amasadaa  con  sangre  de  niños  j  nloaa 
"que  le  sacrifluabaii.  Y  aquella  agua  ss  guardaba  en  una  vasija  debajo  del  altar,  y 
"ae  nsaba  de  ella  para  bendecir  ú  consagrar  al  rey  cuando  se  oorouabaj  y  i  los  capi- 
"tanes  generales,  caando  se  babian  de  partir  t!  haosr  alguna  gueira,  les  daban  á  be- 
"ber  con  ciertas  ceremonias."  Mendieta,  pág.  109. 


367 

obediencia,  presentándole  en  señal  de  leconooimiento  joyas,  man- 
tas 7  otros  objetos.  Acabado  ésto,  los  sacerdotes  le  conducían  al 
TUioochcalcOi  situado  entre  los  edificios  del  patio  inferior.  Ahí 
pasaba  cuatro  dias  continuos,  ayunando  sin  comer  más  de  una 
Tez  á  medio  dia;  sacándose  sangre  en  penitencia,  incensando  á 
Huitzilopochtli  al  medio  dia  y  á  la  media  noche,  bañándose  á 
esta  hora  en  una  alberca:  los  sacerdotes  le  acompañaban  á  estas 
ceremonias.  Pasados  los  cuatro  dias,  la  nobleza  venía  á  sacarle, 
llevándole  con  gran  regocijo  á  su  palacio,  así  como  á  los  cuatro 
consejeros  que  en  la  penitencia  le  habían  acompañado.  (1) 

Consultado  el  libro  adivinatorio  y  señalado  el  dia  de  la  pro- 
clamación, partían  mensajeros  en  todas  direcciones  á  convidar  á 
los  reyes  y  señores,  amigos  ó  enemigos,  quienes  concurrían  en 
el  plazo  señalado  por  sí  ó  por  delegados.  Tenían  lugar  grandes 
fiestas  y  regocijos,  en  que  se  prodigaban  suculentos  convites, 
continuados  y  grandes  bailes,  repitiéndose  los  dones  y  regalos 
que  el  rey  hacía  á  los  señores,  en  retorno  de  los  que  éstos  le  hv 
bían  traído.  Esta  fiesta  de  la  proclamación  se  llamaba  MaUatoor- 
paca.  Cada  una, de  estas  ceremonias  iba  acompañada  de  aquellas 
largas  arengas  que  los  méxica  tenían  dispuestas,  formando  el  có- 
digo de  su  intrincado  ce^emoniaL  (2) 

Todavía  no  quedaba  terminada  aquí  la  tarea.  Para  coronarse 
y  entrar  en  el  ejercicio  pleno  de  su  autoridad,  era  indispensable 
que  el  rey  saliera  á  campaña  al  frente  de  su  ejercito,  á  fin  de 
traer  los  prisioneros  que  debían  ser  inmolados  en  la  solemnidad. 
Escogíase  al  intento  una  provincia  rebelada  ó  por  conquistar; 
se  ponían  los  medios  de  salir  victoriosos,  y  ejército  y  rey  torna- 
ban triunfantes,  calculando  su  dicha  por  el  mayor  número  de 
cautivos  hechos  al  enemigo.  Las  fiestas  tenían  lugar  como  las  de 
antes,  sólo  que.>ahora  el  rey  se  mostraba  magnífico  en  recompen- 
sar á  los  guerreros  que  se  habían  distinguido  en  la  campaña, 
dándoles  dones,  insignias  ó  nuevos  grados.  (3)  Al  esplendor  de 
los  bailes  y  convites,  se  unía  el  cruento  espectáculo  de  los  sa- 
crificios y  las  terribles  peripecias  de  los  combates  gladiatorios; 

(1)  Mendieta,  üb.  H,  cftp.  XXXVn.  Torquemada,  Kb.  XI,  cap.  XXVIlL  P.  Sa- 
hagan,  tom.  n,  pág.  818-20.  Clavigero,  tom.  I,  pág.  809. 

(2)  Yéaase  estas  arengas  en  Sahagon,  tom.  IX,  pág.  76-113. 
(8)  Sahagon.  tom.  II,  pág.  821-22. 


I 


■    '  '  868 

de  manera  que,  al  retirarse  loa  convidados,  si  iban  xnaraTilladoa 
de  la  riqueza  y  del  poder  de  los  mádca,  llevaban  encogido  el  co- 
razón por  los  espectáculos  de  su  sangriento  culto. 

Seguían  en  categoría  al  rey  los  grandes  dignatarios  del  impe- 
rio por  su  orden,  los  sacerdotes,  jefes  del  ejército  y  magistrados^ 
quedando  en  último  término  el  común  del  pueblo  no  condecora- 
do ni  distinguido.  Bespecto  de  la  ciudad  primitiva  de  México,, 
las  clases  sólo  estaban  divididas  en  el  rey  y  casa  real,  los  sacer- 
dotes, los  guerreros  y  la  gente  menuda;  pero  las  conquistas  su- 
cesivas, la  absorción  de  los  pueblos  de  lenguas  y  usos  diversos, 
introdujeron  nuevos  elementos  en  la  orgai\ízacion  social,  dando 
principio  á  úha  nobleza,  distinta  en  parte  de  las  clases  recono- 
cidas, que  venía  representando  por  un  lado  el  nacimiento  y  la 
familia,  por  otro  lado  la  riqueza  individual  y  la  propiedad. 

Las  tribus  establecidas  en  la  tierr^,  de  la  misma  ó  diferente 
filiación,  se  habían  subdividido  casi  indefinidamente;  cadu  pe- 
queño territorio  tenía  propio  señor,  cada  pueblo  ofrecía  un  su- 
perior, ya  subordinado  á  otro,  ya  independiente.  La  conquista 
mexicana  sujetaba  las  tribus  al  pago  del  tributo  y  al  contingente 
de  armas,  municiones  y  soldados  para  la  guerra;  pero  dejaba  á 
los  señores  naturales  su  señorío,  al  pueblo  sus  usos  y  costum- 
bres. Tomábanse  algunas  tierras,  ya  para  que  labradas  en  común 
produjeran  renta  á  la  corona,  ya  para  repartir  á  los  guerreros 
que  más  se  habían  distinguido.  Todos  estos  jefes  se  denomina- 
ban Üatoaniy  y  fueron  confundidos  por  los  castellanos  con  el 
nombre  de  caciques^  palabra  tomada  de  la  lengua  de  las  islas.  Los 
tiatoani  ejercían  en  su  provincia  la  jurisdicción  civil  y  criminal; 
gobernaban  según  sus  leyes  y  fueros,  y  muriendo  dejaban  el  se- 
ñorío á  sus  hijos  ó  parientes,  si  bien  se  había  menester  la  (x>Bfir- 
macion  de  los  reyes  de  México,  Texcoco  ó  Tlacopan,  según  su 
ct^so.  (1)  Era  la  nobleza  hereditaria. 

En  los  tiempos  de  Motecuhzoma  11  se  contaban  treinta  de 
estos  señores  de  á  cien  mil  vasallos,  y  tres  mil  de  pueblos  y  lu- 
gares de  menor  importancia.  Su  condición  había  empeorado  en 
el  reinado  de  aquel  déspota  emperador,  pues  no  sólo  estaban 
obligados  á  tener  casa  en  la  corte  para  esplendor  de  ella,  süio 
que  residían  en  México  cierta  parte  del  año,  no  podían  retinM^e 

K(l)  Zorita,  bxeT6  y  sumaria  relación.  HS. 


I 


369 

sin  licencia,  y  en  este  caso  dejaban  hijo  ó  hermano  en  rehenes  de 
que  no  se  alzarían,  faltando  á4a  jurada  obediencia.  (1) 

Las  poblaciones  fundadas  por  las-  tribus  recibieron  el  nombre 
de  altqpetl,  pueblo,  htieicdfepetl,  ciudad.  Al  reunirse  los  primitivos 
pobladores  tomaron  para  sí  cierta  extensión  de  terreno,  que  por 
lotes  fué  repartido  á  las  familias.  Cambiados  los  vecinos  de  unos 
á  otros  pueblos,  en.  los  tiempos  de  Techotlalla,  cada  parcialidad 
quedó  con  sus  tierras  propias,  y  los  pueblos  quedaron  subdivi- 
didos  en  tantos  calp-ulli  ó  barrios,  cuantas  las  p&rcialidades  eran.  * 
Oada  calpuUi,  dividido  por  calles  ó  ttaxüacalli,  defe*ndía'Ia  pro- 
piedad de  sus  terrenos,  y  evitaba  de  una  mañera  absoluta  la 
mezcla  con  sus  propios  vecinos  y  aun  más  con  los  extraños.  Las 
familias  tenedoras  de  las  tierras  del  calpulli  eran  usufructuarias: 
heredábanlas  sin  con  tradición  de  padres  á  hijos,  mas  no  podían 
enajenarlas  bajo  ninguna  condición,  ni  disponer  do  ellas  sino  en 
herencia  legítima.  Si  el  vecino  se  pasaba  á  vivir  á  otro  calpulli 
del  mismo  pueblo,  perdía  su  lote,  y  con  mayor  razón  si  se  tras*- 
ladaba  á  otra  vecindad;  si  dejaba  de  labrar  dos  años  seguidos,  y 
reconvenido  hacía  It)  mismo  al  siguiente  año,  perdía  igualmente 
la  propiedad.  En  estos  casos  y  en  el  de  la  extinción  de  la  fami- 
lia, las  tierras  volvían  al  calpulli,  y  el  principal,  con  acuerdo  de 
los  ancianos,  las  daba  á  las  nuevas  familias  formadas.  Quien  ha- 
bía recibido  un  mal  lote  podía  pedir  se  le  cambiara,  caso  que 
alguno  estuviere  vacante,  y  si  había  lotes  de  sobra  se  daban  en 
arrendamiento  á  los  del  calpulli  vecino,  mas  nunca  en  donación 
ó  venta.  Pagaban  tributo  al  tlatoani  del  pueblo,  en  los  frutos  qué 
la  tierra  producía,  prestando  ademas  servicio  de  hombres  y  mu- 
jeres. (2)  Este  linaje  de  propietarios  constituía  una  nobleza  ó 
clase  privilegiada  en  las  poblaciones,  presentaba  la  ventaja  de 
no  dejar  ir  á  menos  al  pueblo,  arraigando  los  hombres  al  calpu* 
lli,  aunque  producía  el  aislamiento  entre  los  mismos  vecinos  y 
era  motivo  de  poco  adelanto,  conduciendo  á  unfb  inmovilidad  ca- 
si absoluta. 

Las  tierras  de  que  el  rey  se  apoderaba  en  las  provincias  con- 
quistadas y  dejaba  para  sí,  iecjpaníláUi,  las  repartía  á  ciertos  nobles 
llamados  tecpanpoiihqid  ó  tecpantlaca,  gente  de  palacio  ó  recámara 


(1)  Torquemada,  lib.  n,  oap.  LXXXTX. 

(2)  Zorita,  BeunbnaxeUKáttDU  M8.  Sorqiiemádis.lib.  XIY,  eap.  ¥11» 


47 


i 


370 

del  rey:  ea^ban  obligados  á  aderezar  los  jardines  y  tener  repa- 
radas y  limpias  las  casas  reales;  no  pagaban  tributo,  ofreoiendo 
únicamente  al  señor  flores  y  pájaros  en  señal  dereconocimienia 
Poseían  las  tierras  en  usufruto,  sin  poder  disponer  de  ellasj  fuera 
de  dejarlas  en  herencia  á  sus  legítimos  sucesores.  Si  la  familia 
se  extinguía,  ó  el  propietario  incurría  en  pena  ó  dejaba  el  sexñ- 
cio,  la  heredad  volvía  al  rey,  quien  disponía  de  ella  á  voluntad. 
Esta  nobleza  era  muy  estimada  por  el  común,  por  ser  la  más  con- 
junta á  la  casa  r^al,  estar  siempre  cerca  y  en  guarda  del  sobera- 
n0|  7  aoompañarle  cuando  salía  de  la  ciudad.  (1) 

De  las  tierras  repartidas  por  el  rey  se  numeraban  tres  catego* 
rísis.  Las  que  habían  cabido  en  suerte  á  las  personas  de  la  fami* 
lia  real,  se  conservaban  indefinidamente  por  herencia,  sin  poderse 
enajenar,  formando  una  especie  de  mayorazgos;  pero  las  dona- 
ciones que  el  rey  hacía  sin  esta  condición,  se  podían  enajenar 
libremente  Llamábanse  estas  propiedades  pillaUi,  tierras  de 
nobles,  y  los  poseedores  se  nombraban  ^ipií^sín.  La  segunda  ma- 
nera de  pülaUi  la  constituían  las  donaciones  hechas  á  los  guerre- 
ros en  recompensa  de  sus  hazañas:  la  mexced  era  libre  ó  con 
condición;  en  el  primer  caso  podían  vender  las  tierras  á  otros 
nobles,  mas  nunca  á  los. plebeyos  porque  por  sólo  este  hecho 
volvían  las  tierras  á  la  corona;  en  el  segundo  caso  se  cumplía  1a 
condición,  y  la  heredad  se  trasmitía  de  padres  á  hijos^  Llamá- 
banse estos  nobles  tecquihtuí,  hidalgos  ó  gente  de  guerra;  90  pa- 
gaban tributo,  hervían  de  guardia  al  soberano,  estando  listo 
siempre  cierto  número  para  servir  de  enviados,  ministros  y  eje- 
cutores de  justicia:  gozaban  de  muchas  preeminencias,  recibiendo 
del  rey  ración  y  acostamiento.  El  tercer  género  de  pillaUi  lo  for- 
maban las  tierras  que,  como  á  los  jueces  o  á  ciertos  empleados 
públicos,  se  daban  para  sostener  con  lucimiento  las  cargas  del 
empleo,  duraba  el  usufructo  el  tiempo  del  ca^go  y  nada  más.  (2) 

Oerca  de  los.calpulli  y  con  obligación  á  los  vecinos  de  labrar- 
las, había  tierras  destinadas  al  cultivo,  cuyos  productos  estaban 
exclusivamente  dediados  al  mantenimiento  del  ejárcito  en  tiem- 
po de  guerra.  Llamábanse  müchimaüi,  tierras  de  guerra;  cacalo-' 
müpan  6  cacdomilHy  sembrados  5  heredades  de  los  cuervos.  De 
la  división  y  aplicación  de  todas  estas  propiedades  había  mapas 

(1)  Torquemada,  tom.  H,  pág.  546. 

(3)  Zcttita,  SDiiidft  relMlAxL  MB»'  Torquemada,  Eb^iOEV,  oap.  YZL* 


371 

7  libros;  las  tierras  de  los  calpulli  estaban  pintadas  de  amarillo 
claro,  las  de  los  nobles  de  encamado,  las  del  rey  de  púrpura.  (1) 

Para  sufragar  los  gastos  del  culto,  los  teocalli  tenían  senaladaa 
tierras.  Una  región  era  conocida  con  el  nombre  de  teotíalpan, 
tierra  de  loa  dioses,  por  estar  destinada  á  objetos  religiosos. 

La  propiedad  de  la  tierra  estaba»  pues,  muy  gubdividida.  Con 
«sta  distribución  se  proveía  á  la  subsistencia  del  mayor  número . 
de  familias;  pero  los  bienes  así  vinculados  estaban  como  inertes, 
todos  los  desheredados  quedaban  fuera  del  poco  movimiento  que 
se  operaba  en  aquella  sociedad.  La  suerte  de  los  privilegiados 
estaba  asegurada,  mientras  la  condición  de  los  TnacehvoBi  ó  ple- 
beyos era  dura  y  afanosa.  Así  pasa  todavía,  de  absoluta  necesi^ 
dad,  aun  en  las  naciones  mejor  organizadas.  Sin  embargo,  el 
mckcehvcJli  era  dueño  de  su  fortuna;  tenia  delante  la  milicia  y  el 
sacerdocio,  y  con  valor,  talento  y  virtud,  podía  encumbrarse  á 
loa  puestos  superiores;  quien  no  progresaba  por  ser  incapaz  de 
luchar  contra  el  trabajo,  de  su  ineptitud  debía  quejarse  y  no  del 
hado.  De  los  plebeyos,  unos  ejercitaban  las  artes  mecánicas, 
sacando  de  sus  industrias  lo  necesario  para  su  sustento,  los  otros 
se  hacían  labradores;  estos  eran  los  más  desdichados,  aunque  su 
desdicha  provenía  del  despotismo  del  gobierno.  Los  nobles,  que 
no  podían  cultivar  con  sus  manos  las  tierras,  empleaban  á  los 
pecheros,  ya  asignándoles  una  ración  por  su  trabajo,  ya  dando* 
les  las  heredades  como  en  arrendamiento,  cobrando  en  frutos 
determinada  renta:  esto  daba  ocupación  á  millares  de  braasos  y 
aseguraba  la  vida  á  las  familias  pobres.  También  los  caipüBi  di^ 
ban  los  lotes  vacos  á  loa^  terrazgueros,  con  término  de  uno  ó  dos 
años,  por  cierta  cantidad  de  los  frutos  de  la  ti^ra.  Aunque  pre- 
caria, esta  condición  sería  llevadera,  á  no  sobrevenir  el  tributo 
pedido  por  el  conquistador.  Como  plebeyos,  de  los  granos  que 
cc^an  de  tres  medidas  daban  Unlsi,  uno  de  ciada  tres  de  lo .  que 
criaban;  su  trabajo  era  para  el  déspota  de  Másico;  eran  esda^ 
TOS  de  la  tierra;  ''y  cuando  comían  huevos  les  parecía  que  eLi 
'^ey  les  hacía  gran  merced,  y  estaban  tan  oprimidos,  que  can 
'ae  les  tasaba  lo  que  habían  de  comer,  y  lo  demás  era  pora  el. 
rey."  (2)  El  cáncer  de  aquella  sociedad  estaba  «n  ei  orgullo  de 
los  reyes, 

(1)  Toiquemada,  tom.  n,  pig.  546. 
(3)  Xorquexoada,  üb.  n,  cap.  L\X^TZ, 


372 

La  agñcnltxira  entretenía  gran  número  de  brazos.  Oareciendo  . 
de  instrumentoB  de  hierro,  del  bnej,  caballo  y  muía  qite  les  ali- 
Tiaran  sus  fáenas>  suplían  aquellas  faltas  por  medio  de  perseye- 
rancia  y  trabajo.  Usaban  de  la  coa  para  cavar  la  tierra,  del  huteílt 
6  pala  para  removerla,  de  kacbas  de  piedra  ó  de  cobre  para  cor- 
tar los  árboles  y  la  maleza;  las  demás  faenas  quedaban  encomen- 
dadas á  la  fuerza  del  bombré,  ayudado  por  las  mujeres  y  los 
niños.    La  población  era  mucha,  y  preciso  era  aprovechar  toda 
el  suelo  útil,  así  en  la  llanura  como  en  las  laderas  de  los  montes. 
Los  campos  llenos  de  matorrales,  eran  preparados  para  la  siem-^ 
bra  por  medio  del  fuego,  quedando  libre,  al  mismo  tiempo  que 
recibía  abono  con  las  cenizas.    Llegada  la  buena  estación,  el 
hombre,  después  de  aflojar  la  tierra,  hacia  con  la  coa  agujeros  en^ 
línea  recta  de  un  linde  al  otro,  repitiendo  la  operación  por  lineas 
paralelas  hasta  llenar  la  superficie;  la  mujer  depositaba  los  gra- 
nos de  maíz  en  el  agujero,  tapándolo  y  apretando  con  el  pié  la 
tierrau    Crecida  un  poco  la  planta  le  amontonaban  tierra  al  pié; 
cuidaban  de  arrancar  la  zizaña,  y  cogida  la  cosecha,  en  común  se 
quitaban  las  hojas  y  desgranaban  las  mazorcas:  depositaban  los 
productos  en  trojes  ó  graneros,  ya  de  madera,  ya  redondos  de 
piedra  y  lodo,  con  una  abertura  en  la  parte  superior. 

La  experiencia  les  había  enseñado  á  distinguir  las  diversas 
calidades  de  los  terrenos,  y  los  cultivos  para  que  eran  apropia- 
dos, dando  á  cada  uno  nombre  particular.  (1)    Las  siembras  de 
temporal  quedaban  aventuradas  á  la  bondad  del  cielo,  á  fin  de- 
que la  lluvia  les  diera  suficiente  riego;  por  eso  eran  Igks  fiestas  á 
los  dioses  de  las  aguas  y  á  las  otras  divinidades  protectoras  de 
los  mantenimientos.  Esto  era  en  los  terrenos  que  no  eran  de  re- 
gadío.   En  efecto,  sabían  conducir  de  lejos  el  líquido  benéfico» 
bien  por  medio'de  arcaduces  apipücIlU,  canales  6  acequias  apaftüi,. 
formando  extensos  sistemas  de  irrigación,  comunes  á  varios  pue- 
Uos  ó  particulaires.    En  los  lugares  propios  formaban  grandes 
depositoa  de  agua  llovediza  ó  alboreas  (laquüacaooiíl^llAmBdos  ja^ 
gmy  por  los  castellanos,  de  un  nombre  de  la  lengua  de  las  islas. 
Ouando  algún  terreno  se  hacia  ingrato,  le  dejaban  descansar  por 
algunos  años^  hasta  que  la  maleza  de  que  se  cubría  daba  testír 
monio  de  nueva  fertilidad    Todas  las  heredades  estaban  acota'-^ 

(1)  P.  Sahagun,  toBo.  III,  pág.  314-16.  •  .  ^  -,..,. .  .      •    .  . 


S73 

t 

das  con  cercas  de  piedra  seca,  formadas  con  gran  arte,  ó  con 
vallados  de  XQagnajes;  los  propietarios  las  reparaban  cada  año; 
en  el  mes  Panqnetíaliztli,  siguiendo  las  prescripciones  del  ri- 
taiiL(l) 

Gustaban  apasionadamente  del.  aroma  de  las  floires.  Nadie 
podía  entrar  al  palacio  ni  ver  al  rey,  sin  ofreóerle  ramilletes;  el 
mismo  uso  hftbía  con  señores  y  embajadores;  los  particulares  los 
llevabaQ  por  goiiar,  y  nunca  faltaban  en' los  convites  y  regocijos 
de  los  particulares;  formaban  parte  de  las  ofrendas  del  culto,  y  se 
empleaban  'en  el  embellecimiento  de  casas  y  templos.  De  aquí 
que. el  cultivo  de  las  flores  fuera  universal;  abundaban  los  jardi-» 
nes  en  las  habitaciones  de  los  nobles,  y  los  reyes  los  hacían  cul- 
tivar de  una  manera  particular:  los  más  famosos,  según  el  dicho 
dejos  conquistadores,  fueron  los  dé  México,  Texcoco,  Itztapalá- 
pan  y  Huaxtepea  Cuidábanse  en  ellos  las  flores  más  preciadas 
en  cada  provincia,  plantas  exóticas  traídas  de  l¿jos  y  con  acierto 
ikdimatadas,  yerbas  medicinales  de  las  menos  comunes.  Por  el 
mismo  orden  tenían  huertos  con  árboles  frutales,  cuantos  él  clima 
podía  producir  y  sustentar.  Los  arbolados  y  bosques  les  mere- 
cían gran  atención.  Necesitábanlos  para  muchos  objetos,  con- 
tándose entre  ellos  que  se  abrigara  y  reprodujera  la  caza,  y  dar 
abasto  al  gran  cozísumo  de  leña  que  ^e  hacía  en  los  usos  comu- 
nes, en  las  casas  reales  y  en  los  teocalli.  En  los.  bosques  de. la 
propiedad  del  rey  estaba  prohibido  penetrar  para  cortar  árboles 
ó  ramas;  en  los  particulares  el  corte  estaba  reglamentado  de  una 
manera  severa,  y  por  costumbre  se  hacían  plantíos  por  todas 
partes.  Aquellos,  dizque  bárbaros,  tenían  mejor  policía  en  esta 
ramo  que. nosotros;  ahora  que  el  consumo  de  leña  aumenta  4xm 
las  máquinas  de  vapor,  la  tala  de  árboles  se  verifica  sin  concil- 
io ni  tino:  á  ñuesia  vista  han  desaparecido  inmensos  arbolados^ 
y  donde  anti^amente  se  presentaban  impenetrables  bosques, 
hoy  se  miran  montañas  desnudas,  surcadas  por  las  lluvias  y  abrar 
sadas  por  el  sol.  •      '  ^  . 

Bien  dicho  áe  está,  que  la  necesidad  es  madre  de  la  iBdustria. 
Encerrados  los  méxica  en  el  perímetro  de  sú  isla,  faltábales  tie- 
rra que  cultivar;  para  contentar  las  exigencias  del  señor  dé  Az- 
eapotzalco,  y  proveer  en  seguida  á  su  mantenimiento,  inventárom 

(1)  Torqnemada,  lib.  XIII,  cap.  XXXI  y  XXXIL  €l»vigero,  toln.  I,  pig.  840. 


376 

so  como  lo  demanda  la  longitud,  y  conforme  al  ancho  que  le 
pueden  dar,  que  es  de  lo  grueso  del  árbol  de  que  se  haceut  j 
paira  ésto  liaj  sus  maestros  como  en  Vizcaya  los  hay  de  navios; 
j  como,  los  rios  se  van  haciendo  mayores  cuanto  más  se  allegan 
á  la  costa,  tanto  son  mayores  estos  acallis  ó  barcas."  (1) 

Los  objetos  que  rodean  al  hombre  determinan  sus  ocupacio- 
nes; los  méxica,  metidos  en  uua  isla  debieron  precisamente  con- 
vertirse en  nautas.  El  arte  de  navegar  debi¿  irse  perfeccionando 
conforme  á  las  necesidades  de  aquel  pueblo  y  al  grado  de  pode- 
río que  tvié  alcanzando.  AI  principio  el  pequeño  acalli  debió  ser 
empleado  en  la  pesc^,  entre  los  carrizales  y  lugares  cercados  á 
la  isla;  después  debió  crecer  la  canoa  para  ser  empleada  en  el 
tráfico  con  la  tierra  firme;  más  adelante  hubo  que  emplear  ma- 
yores barcas  en  conquistar  las  ciudades  de  las  orillas  de  los  la- 
gos, en  trasportar  los  soldados  que  iban  á  las  oonquiáiiaa  día* 
tantes,  en  tener  siempre  á  raya  á  los  pueblos  pescadores  de 
aquellos  litorales.  Aumentada  la  población,  convertida  México 
.en  la  metrópoli  de  un  gran  imperio,  el  número  de  los<  acallis  de 
todos  portes  hubo  de  crecer  en  gran  cuantía,  no  siendo  increíble 
lo  que  asegura  un  autor  contemporáneo:  "están  al  derredor  della 
''todos  los  dias  del  mundo  por  la  dicha  laguna  sesenta  y  setenta 
''mil  canoas  de  las  grandes,  en  que  vienen  provisiones  á  la  ciu- 
"dad.'*  (2)  Sin  embargo,  el  arte  de  navegar  no  pudo  pasar  de 
estrechísimos  límites,  ya  que  relativamente  eran  tan  cortos  aque- 
llos depósitos  de  aguas  tranquilas  y  estancadas. 

£1  verdadero  adelanto  náutico  debemos  buscarle  en  los  pue- . 
blos  que  habitaban  las  costas  de  los  mares.  "Nada  nos  dicen  los 
"historiadores  del  comercio  marítimo  de  los  mexicanos.  Proba- 
"blémente  no  sería  de  mucha  importancia,  y  sus  barcas,  que 
"apenas  se  alejaban  de  la  costa,  en  uno,  y  otro  mar,  serían  prin- 
"cipalmente  empleadas  en  la  pesca.'*  (3)  En  efecto,  nuentraa 
consta  que  los  pochteca  se  aventuraban  hasta  las  provincias  más 
distantes  de  Centro  América,  nada  se  encuentra  acerca  de  las 
expediciones  emprendidas  por  mar:  las  barcas  de  la  costa  de 
México  se  alejaban  poco  de  la  orilla  para  ir  á  pescar,  apartándo- 

(1)  MotoUnia,  trat.  m,  cap.  X. 

(2)  Carta  del  Licenoiádo  Alonso  Zuaro,  apud.  García  Ic&di>aloeta,  Doc.  tom.  I, 
-pág.  369. 

(8)  Clavigero,  tom.  I,  pág.  352. 


I 

í 


377 

se  á  las  ceroanas  islas  como  la  de  Saorifícios.  Sea  lo  que  fuere, 
aquelloB  aoalli  debían  sermuy  superiores  en  tamaño  á  las  usadas 
en  los  lagos«  Durante  la  expedición  de  Juan  de  Grijalva,  1517; 
— "yendo  por  nuesira  navegación,  llegamos  á  un  rio  grande,  que 
'le  pusimos  por  nombre,  rio  de  canoas,  é  aUí  enfrente  de  la  boca 
del  surgimos;  y  estando  surtos  todos  tres  navios,  y  estando  al- 
go descuidados,  vinieron  por  el  rio  diez  y  seis  canoas  muy 
'agrande»  llenas  de  indios  de  guerra,  con  arcos  y  flechas  y  lan- 
zas, y  vanse  derechos  al  navio  más  pequeño,  del  cual  era  capitán 
Alonao  de  Avila,  y  estaba  más  llegado  á  tierra,  y  dándole  una 
'^rociada  de  flechas,  que  irieron  ádos  soldados,  echaron  mano  al 
''navio como  que  lo  querían  llevar,  y  aun  cortaron  una  amarra.'^  (1) 
Aquella  costa  pertenecía  á  la  provincia  del  ^uaxteoapán,  y  mni¡f' 
gy'andes,  á  proporción,  debían  ser  las  barcas  de^  los  naturales, 
p«es  se  atrevieron  á  salir  al  encuentro  de  las  naves  castellainas. 
Hayotes  adelantos  parece  que  habían  alcanzado  los  pueblos 
de  Yucatán.  En  las  pinturas  existentes  en  una  sala  de  Chioheñ 
Itzá  aparece  una  embarcación  de  alto  bordo,  con  los  doa  extre* 
mes  recurvos  y  levantados,  conteniendo  á  lo  que  se  indica  una 
numerosa  tripulación;  diriamos  á  vista  del  dibujo,  que  &s  una 
embarcación  ocupada  en  el  asalto  de  una  población  de  la  costa, 
cuyos  tripulantes  roban  las  casas  y  arrojan  al  agua  algunos  de 
sud  prisioneros.  (2)  -81  por  ton  livianos  fundamentos  nos  dejára- 
naos  guiar,  inferiríamos  que  los  primitivos  habitantes  de  la  pe- 
nSuBula,  los  constructores  de  las  grandes  maravillas  del  arte, 
fueron  mucho  más  adelantados  en  la  náutica  que  sus  degenera- 
dos sucesores. 

Ateniéndonos  á  datos  más  positivos,  durante  el  viaje  de  D» 
Cristóbal  Colon,  1502,  al  descubrir  las  islas  de  los  Guanajos: — 
*'En  habiendo  salido  á  tierra  D.  Bartolomé  Colon,  llegó  una  ca- 
**xxo&  de  indios,  tan  grande  como  una  galera,  y  de  ocho  pies  de 
^^aneho,  iba  cargada  de  meroaderías  de  hacia  Poniente,  y  debía 
éer  de  tierra  de  Yucatán,  porque  no  está  de  allí  sino  de  treinta 
leguas  ó  poco  más:  traía  ^n  medio  de  la  canoa  un  toldo  de  es- 
teras de  palma,  que  en  láT Nueva  España  llaman  petates:  iban 
dentro  de  él  las  mujeres,  hijos,  hacienda  y  mercaderías,  sin  que 

(1)  Bernal  Díaz,  cap.  XVL 

/2)  Incidente  of  trayel  in  Yucatán  by  John  Stophens,  >ol.  II  /  pág.  810-11 

48 


u 
4e 


378 


^'agnado  lámar,  ni  del  cielo  los  pudiere  mojar." — '*Eran  las  mer> 
''oaderías  muchas  mantas  de  algodón,  muy  pintadas  y  de  diiFer* 
^8c»  ycolores  y  labores,  y  camisetas  sin  mangas  y  sin  cuellos, 
'^aortas  hasta  la  rodilla  y  an4  menos,  también  pintadas  y  labra- 
^'das,  y  almaizares  que  en  Nneya  españa  llamaa  mástil  con  que 
'los  hombres  cubren  sus  partes  secretas,  también  pintados  y  la* 
'^brados:  muchas  espadas  de  madera,  con  una  canal  en  los  filos 
'^y  allí  pegadas  con  fortísimo  betún  4  hilo,  ciertas  navajas  de 
''pedernal;  hachuelas  de  cobre  para  cortar  leña,  cascabeles  y  pa- 
'^tenas,  crisoles  para  fundir  el  cobre,  almendras  que  llaman  oa- 
''cao  que  en  Nuera  España  tienen  por  moneda:  su  bastimento 
''era  pan  de  maíz  y  raíces  que  en  Nuer»  España  llaman  camotes 
"y  en  las  islas  axis,  y  batatas,  y  el  TÍn,o  era  del  mismo  maít  que 
aparecía  cerveza.  Iban  en  la  canoa  veinte  y  cinco  hombres."  &ix  (1) 
Gumplída  descripción  de  aquel  barco  mercante  que  surcaba  laa 
olas  á  largas  distancias,  para  ir  á  traficar  en  las  islas  y  la  costa 
del  golfo  de  Honduras.  Sin  duda  alguna  que,  por  imperfecta  que 
se  suponga  aquella  embarcación,  ya  demuestra  cierto  adelanto- 
en  la  ciencia  de  la  marinería. 

Volviendo  al  viaje  de  Juan  de  Grijalva,  estando  sobre  la  costa 
de  Yucatán,  queriendo  reconocer  una  población  á  la  que  pusie- 
ron por  nombre  el  Gran  Cairo:  "una  mañana,  que  fueron  4  de 
''Marzo,  vimos  venir  cinco  canoas  grandes  llenas  de  indios  natu- 
"rales  de  aquella  población,  y  venían  á  remo  y  vela.  Son  canoaa 
'^hechas  á  manera  de  artesas,  son  grandes,  de  maderos  gruesos 
"y  cavadas  por  dentro  y  está  hueco,  y  todas  son  de  un  madero 
"macizo,  y  hay  muchas  dellas  en  que  caben  en  pié  cuarenta  y 
"cincuenta  indios."  (2)  Befiriéndose  Oviedo  al  mismo  viaje  de 
Grijalva,  y  narrando  lo  que  pas6  en  lago  de  Términos,  escribe: 
"y  en  tanto  que  allí  estovieron  los  chriptianos  tomando  agua, 
"vieron  canoas  cada  dia  atravesar  con  gente  á  la  vell^  que  pa* 
"saban  á  la  otra  tierra  de  la  Isla  Bica  ó  Tucatan."  (3)  En  la 
carta  escrita  por  el  re^miento  de  la  Villa  Bica  de  la  Veracms 
al  emperador,  dándole  cuenta  de  la  expedición  de  D.  Hernando 
Cortes  encontramos:  "Y  visto  ésto,  ^^1  mal  tiempo),  el  capitán 


(\)  Herrera,  dec.  1,  lib.  Y,  cap.  Y.— Casas,  Hist  de  Indias,  lib.  II,  cap.  XX. 

(2)  Bemal  Díaz,  cap.  IL 

(3)  Hiat.  general  y  natnral,  Hb.  XVII«  cap.  XVIL 


879 

''miindó  desembarcar  (en  Coznmel)  toda  la  otra  gente  de  la  ar- 
**mBá&,  j  otro  día  á  medio  dia  yieron  tina  oanoa  á  la  vela  háoia 
*1a  dicha  isla."  (1)  De  estas  autoridades  de  los  testigos  presen- 
ebles  y  de  persona  por  ellos  informada  deducimos,  que  los  ha*- 
hitantes  de 'Yucatán  navegaban  Á  vela  y  remo  7  se  confiaban  á 
las  olas  á  largas  distancias.  No  nos  parece  preciso  llamar  la 
atención  acerca  de  que,  el  empleo  y  uso  de  la  vela  en  las  embar- 
eaciones  importa  ya  im  grande  adelanto,  supuesto  que  las  puede 
eóníunictf  mayor  velocidad  ecpnomizando  las  fuerzas  de  los 
iMmabres  empleados  como  remeros. 

Karrando  Bemid  Diadí  las  penalidades  del  viaje  de  D.  Her* 
Bando  Oortés  á  las  Hibueras,  cuenta:  %  yendo  por  la  costa  del 
^orte  (Gonzalo  de  Sandoval),  vio  que  venía  por  la  mar  una  ca- 
*fnoa  á  remo  y  á  la  vela,  y  se  escondió  de  dia  en  un  monte,  por- 
^que  vieton  venir  la  canoa  con  los  indios  mercaderes"  (2)  Según 
é0ko,  el  empleo  de  la  vela  era  conocido  también  de  los  navegan- 
isa  del  Gkdfo  Dulce.  Oonocíanla  igualmente  los  del  Perú.  (3) 
'  lia  vida  doméstica:  era  tranquila,  y  á  nuestro  modo  actual  de 
v»r  llena  de  privaciones.  Las  puertas  y  ventanías  de  las  casas 
aetiftban  sólo  defendidas  por  cortinas  ó  esteras,  teniendo  en  sus 
extremos  cascabeles  ó  cuerpeoillos  sólidos  que  sonaban  al  inten- 
tarse la  entrada.  En  las  habitaciones  de  los  ricos  había  esteras 
tendidas  por  el  suelo  sirviendo  de  alfombras,  y  otras  esteran  finas 
j.  pintadas  cubriendo  las  paredes:  las  casas  de  los  pobres  esta- 
ban desnudas.  La  cama,  sobre  el  suelo,  se  componía  de  uno  ó 
vatíoe  petates  sobrepuestos;  si  di  necesitado  se  tapaba  con  la 
ropa  que  le  vestía,  el  poderoso  aumentaba  alguna  colcha  para 
abrigarse  contra  el  frió.  No  había  otros  asientos  que  los  llama- 
dos iopoüi;  sentábanse  sobre  la  ti<erra  en  cuclillas,  las  mujeres 
o^n  las  piernas  cruEadas  ó  dobladas.  Servíanse  las  comidas  so- 
bre esteras  y  manteles,  mas  no  parece  usaran  del  tenedor  y  la 
•achara;  al, primero  suplían  los  dedos,  á  la  segunda  los  pedamos 
d0  la  tortilla  doblados  en  forma  cóncava»  n  Oonatübiía  su  alumbra- 
^,  rajas  delgadas  del  pino  resinoso  llamado  oooü^  encendidas 
por  un  extremo,  y  fijadas  por  el  otro  en  lo  que  podremos  llamar 

(1)  Cartas  j  relaciones,  en  Gayangos,  pág.  12. 
(8)  Hist.  verdadera,  cap.  OLXXVIII. 

(8)  Los  nayegantes  indígenas  de  la  ¿poca  de  la  oonqtiista,  por  A.  Kiífiez  Ortega, 
Boletín  do  la  80c.  de  Geog.  Segtmda  ¿poca,  tom.  IV,  p¿g.  47. 


380 

candeleros;  arden  poco  á  poco,  dan  buena  luz,  aunque  es  preciso 
separar  con  frecuenoía  la  parte  ya  carbonizada,  lo  que  equivale 
á  despavilar;  pero  en  cambio  producen  un  humo  espeso,  que  lle- 
na de  holHn  techo  y  paredes.  (1)  Esta,  para  nosotros  miseria, 
no  nos  causa  extrañeza.  Desde  niños  estaban  criados  ala  intem- 
perie; de  jÓYenes  pasaban  la  vida  en  la  aspereza  del  monasterio; 
de  hombres  se  acostumbraban  á  las  penalidades  del  campámen<<' 
to;  nada  habían  menester,  fuera  de  un  sitio  donde  reposar  dé  la 
fatiga,  algunos  trastos  en  que  tomar'  el  alimento.  Fuertes  y  só-* 
bríos,  bajo  un  clima  benigno,  nuestros  remilgos  hubieran  qiie* 
brantado  su  salud  y  amenguado  sus  bríos.  Ademas^  dormían  á 
la  oscuridad  y  trabajaban  á  la  luz. 

Según  las  personas  que  les  vieron,  aquellos  pueblos  eran  bien 
proporcionados  de  cuerpo,  delgados  de  carnes,'  ágiles,  buenos 
corredores;  negros  los  ojos,  negro  el  cabello  y  lacio;  el  color  co- 
brizo, las  facciones  regulares;  aspecto  agradable,  aunque  un  tanto 
triste  y  desconfiado:  las  mujeres  de  talla  mediana,  movimientos 
graciosos;  bien  agestadas  en  general^  hermosas  muchas;  de  pié 
extremadamente  breve.  Los  sentidos  perspicaces,  y  más  ejercita* 
dos  la  vista  y  el  oído.  Afeaban  y  perdían  aquellas  dotes  naturales, 
las  mujeres  por  el  uso  de  algunos  afeites;  por  llevar  nacockñi  6 
pendientes  muy  pesados,  que  les  hacían  las  orejas  deformes;  por* 
que  las  penitencias  pedidas  por  el  ritual  les  dejaban  cicatrice» y 
lacras;  los  hombres  por  embijarse  para  salir  á  la  guerra,  pordí^ff*. 
figurarse  el  labio,  horadándole  para  llevar  el  tenieü  ó  distintivo 
guerrero;  porque  por  los  zarcillos  y  sacrificios,  tenían  las  orejas 
largas,  aspadas  y  con  excrecencias.  (2) 

En  cuanto  á  la  costumbre  de  deformar  el  cráneo,  para  darle 
cierta  prolongacioii  hacia  arriba,  más  ó  menos  pronunciada,  en- 
contramos, aunque  lo  contrario  sé  diga,  que  los  mexicanos  ñola 
practicaban,  al  menos  en  los  últimos  tiempos.  Algunas  ttibtts 
antiguas  dieron  á  las  cabezas  de  los  niños,  por  medio  de  ciertas 
industrias,  una  frente  cuadrada  y  plana,  empinada  de  la  parte 
posterior;  ^s  sabido  que  en  el  Perú,  la  familia  real  y  laiiobleza 
gozaban  de  este  privilegio  concedido  por  gracia  á  las  demás  elhn 
ses;  las  figuras  representadas  en  los  relieves  del  Palenque,  pa- 

(1)  Clavigero,  tom.  I,  pág.  395. 

(2)  Torquemada,  Hb.  XIV,  cap.  XXIV  y  XXV.. 


381 

recen  presentar  la  misma  deformación;  algnnas  tribus  salvajes  en 
los  E.  U.  se  aplastan  bacía  atrás  la  frente;  pero  como  coman  y 
general,  no  encontramos  una  autoridad  de  peso,  que  atribuya  la 
costumbre  ¿  los  pueblos  civilizados  de  México,  comenzando  por 
los  tolteca.  Los  eráneos,  aunque  pocos,  que  hemos  examinado,  tie- 
nen los  caracteres  generales  de  su  raza;  si  se  encuentran  otros  di- 
versos, ó  san  más  antros,  ó  constituyen  una  singtdaridad  os- 
teológica Verdad  es  que  algunos  de  estos  cráneos  tienen  el  fron- 
te deprimido  hacia  atrás,  plano  y  como  cuadrado,  mientras  la 
parte  occipital  se  abulta  un  tanto;  estas  son  señales  casi  infali* 
bles  de  que,  el  despojo  perteneció  á  un  individuo  de  ln>^  clases 
menesterosas.  Faltos  eomos  sabemos  de  bestias  de  carga,  los  po- 
bres tenían  que  conducir  toda  clase  de  objetos:  desde  tiernos  se 
les  ponía  el  peso  á  la  espalda  en  el  cacaxtU,  suspendido  á  la  fren- 
te por  el  mecapaUi;  enarcado  el  cuerpo,  la  cabeza  inclinada  pata 
hacer  el  tiro,  la  constante  repetición  de  la  postura  y  de  la  pft- 
sion,  acababan  por  dar  al  cráneo  la  forma  que  se  le  advierte. 

En  general,  había  pocos  lisiados;  la  vida  dura  que  á  los  niños 
se  daba,  debía  hacer  perecer  á  los  débiles  y  enfermizos,  salván- 
dose sólo  los  robustos  y  bien  conformados.  Los  corcovados, 
enanos  ó  contrahechos,  eran  objeto  de  lástima  para  el  pueblo. 
Solo  á  los  estropeados  se  permitía  implorar  la  caridad  páblica. 
Beyes  y  señores  tenían  á  su  lado  jorobados  y  e'nanos,  que  les 
servían  de  bufones  como  á  los  nobles  europeos  de  la  edad  me- 
dia,, ó  de  diversión  por  su  extraño  aspecto;  les  empleaban  tam- 
bién en  cuidar  á  sus  numerosas  concubinas.  En  cambio,  tenían 
el  triste  privilegio  de  ser  inmolados  cuando  su  señor  moría,  pa- 
ra ir  á  desempeñar  en  la  otra  vida  sus  funciones.  Cortés  nos  di- 
ce, haciendo  la  descripción  de  los  jardines  de  México:  "Tenía 
'^en  esta  casa  un  cuarto  ^i  que  tenía  hombres,  y  mujeres  y  niños, 
"blancos  de  su  nacimiento  en  el  rostro,  y  cuerpo,  y  cabello,  y 
''cejas  y  pestañas."  Y  poco  más  adelante:  ''Tenía  otra  casa  don- 
*''de  tenía  muchos  hombres  y  mujeres  monstruos,  en  que  había 
''enanos,  corcovados  y  contrahechos,  y  otros  con  otras  deformi* 
"dades,  y  cada  una  manera  de  monstruos  en  su  cuarto  por  sL 
•TE  también  había  para  éstos  personas  dedicadasj^para  tener 

cargo  de  ellos."  (1) 


it 


(i)  Oifftas  de  relación  en  Lorenzexu^  pág.  112  7  lid. 


ii 


tí 
ii. 
ti 


382 

Las  clases  acomodadaiS  eran  limpios  de  su  persona.  No  cono* 
oían  el  jabón,  mas  suplían  la  falta  con  una  raíz  7  un  fruto.  La 
priíhera  es  de  la  planta  llamada  aanuM:  "tiene  las  hojas  .como 
''espadañas  chicas  7  el  tallo  blanco,  la  raíz  de  esta  7erba  ea  ímh  > 
"mo  jabón  para  layar  la  ropa,  7  con  las  delgadas  la¿v:an  la  oabe^ . 
''za,  7  también  son  como  morgapara  emborrachar  los  peces*'-  (1) 
El  segando  se  toma  del  copalxocoíL  dicho  también  árbol  del  jabodu 
El  árbol  del  jabón,  que  en  la  escritura  es  herva  f uUonum  7  de 
las  cuentas,  es  mu7  común  en  Oaxaca,  7  la  Misteca  alta,  7  las. 
islas  Españolas  7  Puerto  Bico,  echa  una  fruta  como  AYellanas 
*'que  no.es  para  comida  sino  para  alabanza,  porque  con  lo.  de 
''afuera»  jabonea  la  ropa  como  se  pudiera  con  el .  mejor  jabón 
"de  Castilla;  dentro  se  halla  una  cuenta  negra  como  garbanzos 
ma7ores  ó  menores,  de  que  se  hacen  infinitos  rosarios,  que  lia» 
man  de  frutilla,  que  igualan  á  los  de  coyóHi;  dentro  de  la  cuenta 
Mne  una  médula  tan  amarga  como  la  del  durazno,  asta  se  saca 
"7  queda  liviana  la  cuenta  7  fuerte,  porque  nunca  se  quiebra»  7 
"del  tamaño  que  quieren  hacen  las  cuentas  para  rosarios,  tantos 
"que  pueden  dar  abasto  á  toda  España."  (2) 

Las  naciones  nahoa  conservaban  los  despojos  de  sus  muertosi* 
por  la  inhumación  7  por  la  incineración.  El  primer  método  apa* 
rece  sin  disputa  como  el  más  antiguo;  para  fijar  el  tiempo  en  que 
fuá  introducido  el  segundo  modo,  nos  faltan  datos,  pues  los  su* 
ministrados  por  los  autores  aparecen,  contradictorios.  Ocurrien- 
do á  las  fuentes  más  autorizadas,  respecto  de  los  tolteca  asegura 
Ixtlilxoohitl,  que  los  re76s,  "enterrábanse  amortajados  7  con  sus 
"insignias  reales,  en  los  templos  de  sus  falsos  dioses."  Todoa 
los  monarcas  de  aquella  dinastía  fueron  inhumados»  hasta  el  iiü« 
timo  Topiltzin,  quien  "mandó  quemar  su  <merpi>,.con  los  ritos  7 
"ceremonias  que  después  se  usaron,  que  fué  cd  primero  que  fa¿ 
"quemado."  (3)    De.  los  chichimeea  asegun^  Toyquemada,  ála^ 

(1)  Sahagnn,  tom.  8,  pág.  244. 

(2)  Yetaaoonzt,  P.  1,  T.  2»  niím.  IS4.  iOlftTÍgaro,  tom.  I,  j)^  S9S. 

(8)  Ixtlilzoohiti,  prioiMa  lolacion.  líS.  Ve^rtis,  tenu  III«  -jági  4,  reAnáadoiéá 
esta  autoridad  saoa  que  Topiltzin,  lütimo  rey  tolteoa,  ioxeuM  este  cerexaopial,  per» 
en  seguida  lo  contradice,  afirmando  que  ninguna  de  las  tribus  us(5  quemar  los  ead»* 
veres,  7  que  si  los  mexicanos  lo  practicaron  fué  después  de  la  muerte  de  su  r^ 
HuitaUihuitL  De  aquí  tomó  Brasseur  de  Bourbourg  su  noticia,  para  atribuir  decidi- 
damente á  Topütiin  esta  inrenoiogB. 


383 

muerte  de  Xolotl,  que  £aá  quemado  y  sus  cenizas  recogidas  eu 
uua  caja  labrada  de  piedra»  y  aumenta:  '^Todas  las  naciones  del 
^'mundo  han  tenido  modos  particulares  de  enterrar  los  cuerpos 
''de  sus  difuntos,  pero  el  que  estos  chicliimecas  usaron,  fué  que- 
''marlos/'  En  consecuencia,  dice  después  que  fueron  reducido? 
á  cenizas  los  cadáveres  de  Tlotzin  y  Tlaltecatzin.  (1)  El  cronista 
nacional  de  la  tribu,  sostiene  en  contrario,  que  Xolotl  fué  ente- 
rrado en  una  de  las  cueras  de  su  morada;  Nopaltzin  fué  sepulta* 
do  en  el  lugar  donde  lo  estaba  su  padre;  Tlotzin  .fué  conducido 
''á  la  cueva  de  su  entierro,  en  donde  tenían  becbo  un  hoyo  re- 
^'dondo,  que  tenía  más  de  ün  estado  de  profundidad;  allí  lo  me* 
^'iian  y  cubrían  de  tierra:"  escribe  lo  mismo  de  los  demás  mo- 
narcas, hasta  llegar  á  Ixtlilxochitl  cuyo  cadáver  fué  quemado, 
recogiéndose  las  cenizas,  'fixtlilzochitl  fué  el  primer  emperador 
''chichimeca,  que  se  enterró  con  semejantes  exequias,  que  es 
"conforme  á  los  ritos  y  ceremonias  de  loa  tolteca.'*  (2)  De  1^ 
méxica  es  evidente  que  usaron  el  sistema  de  cremación,  al  mé^ 
nos  desde  que  fundaron  á  México.  Los  mixteca  y  los  tzapoteca 
enterraban  ó  quemaban  los  cadáveres,  y  en  el  primer  caso  prac- 
ticaban una  especie  de  embalsamamiento.  De  todas  maneras^  la 
inhumación  precedió  á  la  incineración. 

En  el  caso  de  cremación  las  cenizas  eran  recogidas  en  ollas  y 
cántaros,  de  construcción  burda.  Sin  duda  que  así  se  distinguían 
los  restos  de  los  pobres  ó  plebeyos,  porque  también  se  encuen- 
tran cajas  labradas  de  piedra,  vasos  de  barro  de  mucho  gusto,  y 
urnas  funerarias  con  figuras  de  dioses  y  adornos  simbólicos,  ver-* 
daderos  esfuerzos  de  su  arte  cerámica.  En  cuanto  á  la  posición 
del  cadáver  en  el  sepulcro,  lo  más  auténtico  y  antiguo  que  pode* 
mos  presentar  es  lo  relativo  á  Casas  Grandes  de  Chihuahua. 
''Las  tumbas  ofrecen  la  forma  de  cubas  de  piedra  seca;  la  sección 
''horizontal  es  una  elipse  de  l,i^50  en  el  diámetro  mayor,  por  un 
"metro  en  el  menor,  y  otro  de  altura.  El  despojo,  envuelto  en 
"una  estofa  tejida  con  las  fibras  apretadas  de  un  vejetal  que 
^recuerda  el  agave,  está  en  cuclillas  como  lo  indica  la  figura 
"(lámina  4%  número  4);  Al  rededor  se  encuentran  vasos  ú  obje^ 
"tos  de  predilecoian  del  difunto,  como  collares,  brazaletes,  alfa* 


(1)  To^uemadA,  lib.  I,  cap.  XXXW»  XIiVH;  ufa.  n,  eap^  YI. 


384 

''rería,  &a"  (1)  Esto  concuerda  con  lo  que  no3  dice  un  testigo 
'^presencial  Hacían  en  la  tierra  un  hoyo  revestido  de  pared  de 
''cal  7  canto,  y  en  él  ponían  al  muerto  sentado  en  una  8ill&  Al 
"lado  colocaban  su  espada  y  rodela,  enterrando  también  ciertas 
"preseas  de  oro:  yo  ayude  á  sacar  de  una  sepultura  cosa  de  tres 
"mil  castellanos.  Ponían  nllí  mismo  comida  y  bebida  para  algu- 
"nos  dias;  y  si  era  mujer  le  dejaban  al  lado  la  rueca,  el  huso  y 
"los  demás  instrumentos  do  labor,  diciendo  que  alláá  donde  iba, 
"había  de  ocuparse  en  alguna  cosa;  y  que  aquella  comida  era 
"para  que  se  sustentara  por  el  camino.  Muchas  Teces  quemaban 
"los  muertos  y  enterraban  las  cenizas."  (2) 

Así,  los  sepulcros  eran  elípticos  ó  circulares,  y  el  cadáveres- 
taba  sentado.  Las  pinturas  mexicanas  presentan  la  forma  en  que 
el  despojo  se  ponía:  (Véase  Códice  Mendocino,  estampa  45,  nu-^ 
mero  9,  y  lám.  51,  núm.  2).  La  primera  es  el  símbolo  de  Mictlan, 
el  in£emo  ó  lugar  de  los  muertos.  El  difunto  está  sentado,  con 
las  piernas  dobladas  y  pegadas  al  pecho;  envuelto  en  el  sudario 
ó  paños  funerales,  se  mantiene  en  aquella  posición  por  medio  de 
los  lazos  que  le  ligan  los  mienbros.  Esta  era  la  costumbre  uni- 
versaL  Llámame  por  tanto  mucho  la  atención,  el  sepulcro  visto 
por  D.  Mariano  Barcena  en  la  hacienda  de  la  Lechería,  valle  de 
México.  "Al  pié  de  la  falda  N.  del  cerro  de  Tlaxomulco,  dice, 
fueron  descubiertas  por  unos  labradores  algunas  losas  de  basal* 
io  que  se  hallaban  debajo  de  la  tierra  vegetal.  Levantadas  aque- 
llas, se  vio  que  cubrían  un  sepulcro  lleno  de  tierra  y  que  tendría 
dos  metros  de  largo,  dos  de  profundidad  y  uno  de  anchura.  Ac- 
tualmente está  vacío  y  puede  admirar  su  regular  construcción  y 
su  orientación  según  la  línea  E.  O.  Sus  paredes  están  revestidas 
de  piedras  unidas  por  cemento  terroso;  en  la  base  había  losas  de 
basalto,  lo  mismo  que  en  sus  cabeceras  y  hacia  el  medio  de  los 
lados.  En  el  fondo  se  encontró  un  esqueleto  casi  destruido  por 
el  tiempo;  los  huesos  se  desmoronaban  al  tocarlos  y  no  fué  po- 
sible conservar  ni  un  fragmento  del  cráneo.  Este  se  hallaba  én 
la  cabecera  del  O.,  y  á  su  lado  se  encontraba  una  gran  cantidad 
de  polvo  de  cinabrio,  rodajas  de  micaa  y  vario  trastos  é  ídolo» 
pequeños."  (3)  El  Sr.  Barcena  me  enseñó  algunos  de  los  utensi- 

(1)  Gtdllemin  Tarayre,  exploration  mincralogiqtie.  pág.  177. 

(2)  Oonq.  anónimo,  en  leasÜNdeeta,  toni.  I,  pág,  898. 

(8)  Peñédioo  "El  Federalist^'f  joártoft  2^  de  Kor.  d^  1B75.  .  , 


j 


385 

líos  sacados  de  ahí,  y  no  me  parecieron  ser  del  gasto  azteca;  por 
esto  y  por  la  posición  del  cadáver,  creo  qne  el  sepulcro  pertenece 
á  raza  distinta  y  más  antigua  que  la  nahoá. 

En  capitulo  anterior  hablamos  dé  los  funerales  en  general; 
diremos  ahora  lo  que  corresponde  á  las  particularidades  de  los 
entierros  de  los  reyes  y  señores.  Cuando  el  monarca  de  México 
enfermaba^  ponían  máscaras  á  los  dioses  Huitzilopochtli  y  Tez- 
oatlipoca,  sin  quitárselas  hasta  que  aquel  sanaba  6  moría.  En 
este  evento  desgraciado,  avisábase  inmediatamente  á  los  reyes, 
amigos  y  señores  sujetos,  señalándose  el  dia  en  que  el  entierro 
tendría  lugar.  En  tanto,  le  tenían  en  palacio,  sobre  esteras  finas, 
velándole  su  servidumbre.  Congregados  los  señorea  con  los  pa- 
rientes y  amigos,  cada  uno  traía  ricos  regalos  de  mantas,  plumas, 
rodelas  labradas,  esclavos  y  unas  banderas  pequeñas  de  papel. 
Lavaban  el  cuerpo,  cortándole  da  la  parte  superior  de  la  cabeza 
un  mechón  de  cabellos,  que  con  el  que  á  su  nacimiento  les  qui- 
taban, ponían  en  una  cajita  pintada  por  dentro  de  figuras  de 
dioses.  Vestían  el  cadáver  con  quince  ó  veinte  mantas  finas  de 
colores,  poniéndole  en  la  boca  una  piedra  de  chalchihuitl,  que 
decían  servirle  de  corazón,  le  cubrían  el  rostro  con  una  máscara, 
le  adornaban  con  joyas  y  pedrería,  y  sobre,  todo  le  vestían  las 
insignias  del  dios  en  cuyo  templo  debía  ser  depositado.  En  esta 
sazón,  sacrificaban  al  esclavo  que  había  tenido  el  oficio  de  poner 
luiifcre  é  incienso  en  los  altares  que  el  señor  tenía  en  su  casa,  á 
fin  de  que  en  lo  mismo  le  sirviese  en  la  otra  vida. 

La  procesión  fúnebre  se  componía  de  las  mujeres,  parientes  y 
amigos  del  finado,  haciendo  grandes  extremos  de  dolor  y  lloran- 
do: la  nobleza  llevaba  un  gran  estandarte  de  papel  y  las  insignias 
reales^  y  los  sacerdotes  acompañantes  iban  cantando,  mas  sin 
ayuda  de  instrumentos  másices.  Llegado  el  cortejo  á  la  puerta 
del  patio  del  teocalli,  salía  á  recibirle  el  sumo  sacerdote  acom- 
pañado de  sus  altos  dignatarios,  é  inmediatamente  colocaban  el 
cadáver  sobre  la  pira  ya  dispuesta.  Esta  estaba  colocada  al  pié 
de  la  escalera  del  templo,  compuesta  de  leña  resinosa,  mezclada 
con  copalli.  Puesto  fuego  á  la  leña,  y  mientras  se  quemaba  el 
cuerpo,  se  procedía  á  sacrificar  á  las  personas  que  debían  acom- 
pañar al  difunto  en  el  viaje  á  la  otra  vida;  éstas  eran,  alguno  ó 
algunas  de  las  mujeres  del  finado,  sus  enanos  y  eoreobados  que 

le  alegraban,  esclavos  de  su  casa,  y  los  ofrecidos  por  los  dolien- 

49 


L 


386 

teSy  entre  todos  los  cuales  pasaban  aveces  de  doscientos:  sacado 
el  corazón  como  en  el  sacrificio  ordinario,  los  cuerpos  eran  arro- 
jados á  otra  pira,  cercana  á  la  principal,  con  sus  vestidos  y  todos 
los  preparativos  de  que  para  el  viaje  eran  portadores.  También 
era  quemado  el  perro  ó  teckichiy  que,  como  ya  dijimos,  servía  de 
guía  en  los  senderos  del  mundo  desconocido.  Allá  iban  á  tenerle 
palacio  y  servirle. 

Tenía  lugar  la  cremación  al  cuarto  dia  de  la  muerte;  al  siguien- 
te recogían  de  la  pira  las  cenizas,  los  huesecUlos  no  consumidos 
y  el  chalchiliuitl  puesto  por  corazón,  encerrándolo  en  la  caja  que 
contenía  los  cabellos;  encima  ponían  una  figura  de  palo,  con  las 
insignias  del  señor,  delante  de  la  cual  venían  los  dolientes  á  ha- 
cer sus  ofrendas:  á  esta  ceremonia  decían  quitonoltia^  que  quiere 
decir,  dánle  buena  ventura.  Cuatro  dias  continuos  llevaban  ofren- 
das de  flores  y  comida,  ante  el  bulto  de  la  caja  y  al  lugar  de  la 
pira,  una  ó  dos  veces  al  dia  según  quería  cada  cual,  terminando 
este  primer  período  con  sacrificar  diez  ó  quince  esclavos,  pues 
durando  el  viaje  incógnito  cuatro  dias,  el  ánima  iba  todavía  ca- 
minando y  había  menester  socorro.    A  los  veinte  dias  mataban 
aún  cuatro  ó  cinco  esclavos;  á  los  sesenta,  uno  ó  dos;  á  los  ochen- 
ta, diez  más  ó  menos;  terminando  aquí  los  sacrificios.  Cada  ano, 
en  aniversario,  traían  ante  la  caja  colocada  en  el  sepulcro  ofrenda 
de  comida,  vino,  rosas  y  acayetl,  sacrificando  codornices,  conejos, 
aves  y  mariposas;  pasados  cuatro  años  cesaba  en  adelante  ^da 
demostración  pública.  "Los  vivos  en  esta  memoria  de  los  defun- 
"tos,  bailaban  y  se  embeodaban,  y  lloraban  acordándose  de  aquel 
"muerto  y  de  los  otros  sus  defunctos."  (1) 

Ségun  otra  autoridad:  "En  la  muerte  de  estas  gentes  se  guar- 
da esta  costumbre.  Luego  que  el  defunto  ha  espirado  llaman 
ciertas  mujeres  y  hombres  que  están  salariados  de  publicó  para 
hacer  lo  siguiente.  Toman  el  cuerpo  desnudo  sobre  las  rodillas 
un  hombre  ó  mujer,  y  tiénelo  abrazado  por  las  espaldas,  y  allí 
Uéganse  otras  personas  diputadas  para  lavar  al  finado,  y  lávanlo 
muy  bien;  y  llega  un  hombre  con  un  huso  ó  palo  á  manera  de 
crenchas  de  mujeres,  y  mételo  entre  los  cabellos  del  defunto 
con  ciertas  ceremonias,  con  las  cuales  divide  los  dichos  cabe- 


(1)  Mendieta,  lib.  II,  oap.  XL.    La  copia  Torquema^a,  lib.  Xm,  cap.  XL7.   Le 
sigue  Glavigero,  toiu.  Ij  pág.  294. 


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387 

líos  en  unas  partes  y  otras;  y  así  lavado  el  defunto  con  cier- 
tos endines  (*)  en  sus  cabellos,  vístenlo  todo  de  blanco,  muy 
bien  yestidó,  y  con  el  rostro  de  fuera,  y  asientanlo  sobre  una  si- 
lla; poniendo  sobre  su  cabeza  y  sobre  todo  su  cuerpo  grandes 
penachos  y  plumajes  de  diversos  colores  y  formas;  y  está  así  por 
espacio  de  una  hora  ó  dos;  y  pasado  este  tiempo  vienen  otras 
mujeres  é  hombres  á  manera  de  los  de  arriba,  y  desnudan  al  de- 
funto todas  las  ropas  blancas  y  plumajes  que  tenía,  y  tómanlo  á 
lavar  segunda  vez  como  de  primero,  y  vístenlo  de  vestiduras  co- 
loradas con  otros  penachos  que  acuden  á  la  misma  color,  y  pó- 
nénle  en  su  silla  como  de  primero  por  otro  tanto  espacio  de  las 
dos  horas,  y  allí  hacen  cierto  planto  y  lamentación,  mayor  ó  me* 
ñor  como  es  la  calidad  del  defunto.  Toman  tercera  vez  otras 
mujeres  á  desnudarle  todo  lo  colorado,  ylávanle  como  de  prime- 
ro, y  vístenlo  todo  de  negro  con  plumajes  ó  penachos  negros,  y 
llevan  todas  estas  tres  maneras  de  vestiduras  al  templo  con  el 
defunto  á  enterrar;  y  estas  vestiduras  no  vuelven^  uso  humano^ 
salvo  que  quedan  á  los  sacerdotes  para  servicio  del  templo."  (1) 
Tal  vez  se  refieran  estas  ceremonias,  á  caso  particular  de  clase  6 
dignidad. 

Todos  los  cadáveres  eran  quemados;  exceptuábanse  los  de  las 
personas  muerta»  ahogadas,  de  hidropesía  y  de  alguna  otrp.  en- 
fermedíid. 


(*)  **Ko  conozco  esta  palabra,  que  parece  significar  aqní,  ungüentos  ú  perfumeé 
{!)  Carta  de  Znazo,  en  Icazbalceta,  tom.  I,  pág.  865. 


»» 


LIBRO   III. 


CAPÍTULO  I. 

ESCRITURA  GEROGLÍFIOA. 

NepoliuaUzOain  6  guipos.— Origen  de  la  escritura  jeroglifiGa,-^Escrtturas  diversas, 
—■tían  sigiWB  y  no  pinturas, — Colores,— Tlae^dilo, — LiJbros, — Bibliotecas  ó  archf- 
voiL — Enseñanza,— Las  escrituras  versaban  sobre  todas  mataias, — DiiposSdon  de 
los  signos. — Pinturas  históricas.— Escritura  sacerdotal, — Perdióse  el  arte  de  des- 
cifrar los  jeroglíficos. — Destrucción  de  las  pinturas, — Fundamentos  de  la  IMoria 
antigua  de^  México. — Su  valor  y  atUenticidad,  — Las  pinturas  jeroglificas, 

SEGÚN  el  testimonio  de  Botorini,  antes  de  la  escritura  jero- 
glífica fueron  usadas  por  los  pueblos  antiguos  de  México,  esas 
cuerdas  compuestas  de  otras  pequeñas  de  distintos  colores,  que 
anudadas  de  diferentes  maneras,  servían  en  el  Perú  para  perpe- 
tuar los  sucesos,  llevar  las  cuentas  administrativas,  &c.,  suplien- 
do cumplidamente  los  oficios  de  una  escritura.  Llámanse  qquijpo 
de  la  palabra  peruana  qquipou^  de  etimología  desconocida,  du- 
dóse el  nombro  de  qquipucamayoc  a  los  oficiales  encargados  de 
los  archivos.  Muestras  de  ellos  encontró  Boturini  en  Tlaxcalla, 
carcomidas  por  el  tiempo;  en  mexicano  ^e  nombraban  nepólmal" 
tzitzin,  cordón  de  cuenta  y  numero,  ó  cuenta  de  los  sucosos.  (1) 

(1)  Boturini,  Idea  de  una  nueva  hist.,  pág.  86  y  sig.  Veytiai  BisL  antig.,  tom.  I, 
pág.  6.  Clavigero,  tom.  I,  pág.  371. 


389 

Este  género  de  recuerdo  desapareció  sin  duda  á  la  presencia  de 
los  jeroglíficos. 

'^Son  quipos  unos  memoriales  ó  registros  hechos  de  ramales, 
en  que  diversos  ñudos  y  diyersos*colores  significan  diversas  co* 
sas.  Es  increíble  lo  que  en  este  modo  alcanzaron,  porque  cuanto 
los  libros  pueden  decir  de  historias,  leyes,  ceremonias  y  cuentas 
de  negocios,  todo  eso  suplen  los  quipo  tan  puntualmente,  que 
admira.  Había  para  tener  estos  quipos  ó  memoriales  oficiales 
diputados,  que  se  llaman  hoy  dia  Quipo  camayo,  los  cuales  eran  * 
obligados  á  dar  cuenta  de  cada  cosa,  como  los  escribanos  públi- 
cos acá,  y  así  se  les  debía  dar  entero  crédito;  porque  para  diver* 
sos  géneros,  como  de  guerra,  de  gobierno,  de  tributos,  de  cere- 
monias, de  tierras  había  diversos  quipos  ó  ramales;  y  en  cada 
manojo  de  éstos  tantos  ñudos,  ñudicos  é  hilillos  atados,  unos 
colorados,  otros  verdes,  otros  azules,  otros  blancos,  y  finalmente 
tantas  diferencias,  que  así  como  nosotros  de  veinte  y  cuatro  le- 
tras, guisándolas  en  diferentes  maneras,  sacamos  tanta  infinidad 
de  vocablos,  así  éstos  de  sus  ñudos  y  colores  sacaban  inumera- 
bles  significaciones  de  cosas."  (1) 

"Por  una  coincidencia  singular,  efecto  tal  vez  de  la  casualidad, 
una  escritura  análoga  existía  entre  los  chinos,  en  una  remota 
antigüedad.  Uno  de  los  primeros  jefes  de  aquel  gran  pueblor,  de 
nombre  Soul-jiny  pasa  por  haber  introducido  entre  sus  compa- 
triotas el  uso  de  las  cuerdas  anudadas,  con  cuyo  auxilio,  no  sólo 
podían  llevar  las  cuentas  comerciales,  sino  entender  y  conocer 
las  leyeB  de  la  nación  y  los  primeros  principios  morales.  (^)  Se 
pretende,  que  en  su  origen,  japoneses  y  tibetanos  tisaron  un  pro- ' 
cedimiento  análogo.  Cpmo  quiera  que  sea,  no  admira  que  esa 
singular  invención  se  encuentre  en  muchos  puntos  lejanos  en  el 
globo,  pues  antes  de  la  invensíon  de  la  escritura,  todos  los  pue- 
blos debieron  emplear  procedimientos  de  este  género  para  fijar 
sns  pensamientos."  (2) 

Al  llegar  del  N.  los  tolteca  para  fundar  la  monarquía  de  Tol- 
lan,  ya  traían'la  escritura  jeroglífica,  ejercitada  en  su  antigua 

» 

(1)  Acoetai  Hist.  nat  y  moral,  lib.  VI,  cap.  VIII. 

(*)  "Véase  respecto  de  esto  la  obra  china  intitulada:  Kang-kien-i-tchi'loh,  lib.  I, 
f.  4.  (Nota  de  la  redacción)." 

(2)  Notice  sur  les  qquipos  des  anciens  Pe'rvpiens  par  M.  José  Peroz.  Revue  Amé- 
ricaine,  par  León  de  Bosny,  Deuxieme  serie,  tom.  II,  pág.  54. 


390 

patria  Htihuetlapallan.  (1)  ¿Fueron  dios  los  inventores,  ó  la  re- 
cibieron de  otro  jineblo?  No  sabemos  responder  á  la  pregunta. 
Si  ellos  la  inventaron,  muestra  es  de  una  civilización  muy  avan- 
zada, á  que  no  pudo  llegarse  sino  tras  largos  siglos  de  estabilidad 
y  adelantos;  si  de  otro  pueblo  la  aprendieron,  éste  debió  encon- 
trarse en  circunstancias  análogas:  de  todos  modos:  algo  hay  más 
allá  de  los  tolteca.  Tampoco  podremos  resolver,  si  el  conocimiento 
era  peculiar  á  la  tribu  ó  común  á .  la  raza  nahoa,  aunque  lo  en- 
contremos aplicado  por  los  acolhua  desde  que  se  presentaron  en 
el  valle.  La  -verdad  es,  que  el  arte  de  escribir  lo  enseñaron  los 
tolteca  á  sus  contemporáneos;  que  después  de  acabada  la  monar- 
quía de  Tojilan,  los  restos  dispersos  lo  propagaron  entre  chichi- 
meca  y  otomíes,  llegando  á  preponderar  en  Anáhuac 

De  los  mexicanos  se  dice,  que  desde  el  principio  de  su  pere- 
grinación traían  sus  sabios  ó  adivinos  llamados  ainoocoaquey  es 
decir,  ^^hombres  entendidos  en  las  pinturas  antiguas."  Compu- 
sieron la  cuenta  del  tiempo,  é  inventaron  la  astrolc^ia  judiciaria 
y  el  arte  de  adivinar  los  sueños,  escribiendo  sus  relaciones  his- 
tóricas, todo  lo  cual  se  sabia  por  las  pinturas,  ^'que  se  quemaron 
''en  tiempo  del  señor  de  México  que  se  decía  Itzcoatl,  en  cuya 
''época  los  señores  y  los  principales  que  había  entonces,  acorda- 
"ron  y  mandaron  que  se  quemasen  todas,  para  que  no  viniesen  á 
"manos  del  vulgo  y  fuesen  menospreciadas."  (2)  Hé  aquí  una  des- 
trucción de  pinturas,  perpetrada  antes  que  la  de  los  castellanos. 

En  las  pinturas  méxica  el  dibujo  es  incorrecto,  los  contornos 
angulosos  y  duros;  carecen  de  términos  y  gradaciones  las  figuras 
puestas  en  contraste;  no  siempre  guardan  proporción  las  partes 
del  mismo  objeto:  se  echan  de  menos  las  sombras,  siquiera  en  el 
dintorno;  hombres  y  animales  casi  siempre  de  perfil,  tienen  co- 
locados los  ojos  cual  si  estuvieran  de  frente;  los  colores  presen- 
tan campos  iguales,  de  tintas  brillantes.  A  pesar  de  tamaños 
defectos,  las  pinturas  rebelan  manos  firmes  y  ejercitadas,  cierto 
gusto  al  disponer  algunas  figuras;  se  descubre*  que  el  pintor  sa- 
crifica la  belleza  del  dibujo  y  su  saber  artístico,  á  la  necesidad 
de  ganar  tiei^po.  Esos  mamarrachos  no  son  la  expresión  del  arte 

(1)  Ixtlilxochitl,  Hist.  Chicliiineca  y  relac.  MS.  Los  autores  están  contestefi  eu 
este  punto. 

(2)  Sahagun,  tom.  III,  pág.  140-1. 


¡ 


391 

azteca,  ni  por  ellos  puede,  juzgarse  del  estado  de  perfección  al- 
canzado por  los  pintores;  no  son  pinturas,  son  signos  gráficos 
destinados  á  despertar  ideasj^repetidos  siempre  de  la  misma  ma- 
nera, en  consonancia  con  nn  sistema  convencional  y  como  tal 
practicado. 

En  parte  por  esta  razón,  no  siempre  es  fácil  atinar  con  los  ob- 
jetos representados.  ISe  distinguen  fácilmente  el  hombre,  la  mu- 
jer, y  multitud  de  otrps  signos;  pero  se  escapan  algunos  vestidos, 
adornos,  utensilios  empleados  en  las  faenas  domésticas,  y  todos 
los  de  este  género.  No  nace  ésto  de  mal  desempeño  en  la  pintu- 
ra, sino  de  que  no  siempre  sabemos  lo  bastante  de  los  usos  y  las 
costumbres  antiguas.  La  dificultad  sube  de  punto  en  los  anima- 
les, más  mal  diseñados  en  proporción  de  más  pequeños,  hacién- 
dose casi  insuperable  en  las  plantas,  distinguibles  por  figuras 
convencionales  y  no  por  las  propias  formas.  Es  que,  lo  repeti- 
mos, no  son  pinturas,  sino  signos. 

Los  colores  empleados,  con  pocas  excepciones,  son  el  blanco, 
negro,  azul,  rojo,  verde,  amarillo,  morado,  en  intensidades  varia- 
bles. El  contomo,  grueso  y  uniforme,  siempre  negro;  los  objetos 
de  su  natural  color,  aunque  no  siempre  con  verdadera  exactitud. 
Las  carnes  de  amarillo  sucio,  para  remedar  el  tinte  cobrizo  de 
la  raza;  se  indica  la  persona  muerta  ó  enferma,  con  amarillo  pá- 
lido: los  troAcos  de  los  árboles,  las  maderas  y  los  tallos  de  las 
plantas,  también  amarillos,  las  hojas  verdes,  los  frutos  del  color 
que  piden:  el  agua  azul,  y  en  algunos  casos  verde,  verdes  los 
montes,  las  flores  rojas;  los  edificios  blancos,  los  trastes  de  barro 
amarillo,  &c.  Si  se  echan  de  menos  las  medias  tintas  y  sombras, 
es  porque  los  colores,  así  como  los  contornos,  son  convenciona- 
les; algo  más,  en  muchos  casos  son  elemento  en  el  valor  fónico 
de  la  figura.  Siempre  que  un  objeto,  en  lugar  de  su  color  cons- 
tante' lleva  otro  diverso,  éste  se  tiene  en  cuenta  en  la  descifracion; 
V.  g.  el  mímico  tepetl  va  pintado  de  verde,  y  suena  tepec,  mas  dado 
de  negro,  el  sonido  cambia  en  tliUepec^  cerro  prieto  ó  negro. 

El  color  rojo  sacaban  de  la  grana,  nocheztU,  que  se  vendía  en 
los  mercados  en  forma  de  panes:  de  menor  clase  era  el  tlapalnez- 
tu  ó  grana  cenicienta.  Con  el  achiotl,  achiote,  (Bixa  Orellana)  se 
sacaba  color  de  vermellon,  mezclando  las  flores  ó  semillas  con 
la  grasa  del  cocks  axin.  El  huiticuaJiuitl,  palo  de  Campeche  ó  de 
tinte,  suministraba  un  rojo  negruzco;  resuelto  con  alumbre  el 


color  salía  claro  y  hermoso.  ColorEido  fabricaban  con  las  hc^ 
del  arbusto  tetoatl,  hervidas  con  alumbre;  también  de  la  plantía 
dicha  üaliac.  Amarillo  claro  obtenían  del  vieaitaxcaUi;  amarillo 
oscuro  del  ocre  llamado  íecoWiwiíí,, ó  del  xochipaüi,  tintura  de 
flores,  que  tiene  la  hoja  semejante  á  la  artemisa;  naranjado,  de 
las  hojas  del  mismo  xochipaüi  mezcladas  con  nitro.  Del  xiqaüiÜ 
ó  xiquüipitzahuac,  añil,  (Indigotera  Ai'gentea),  sacaban  el  azul 
turquí  y  claro:  y  del  moMalxihuül  el  muy  fino  azul  llamado  ma- 
ÜaUi,  ó  loa  lexoñi  y  xocohulc,  azul  celeste.  Para  el  blanco  servían 
el  tixail  ó  tizatlcdlí,  tizate,  semejante  al  blanco  de  España,  y  el 
chimaUizatl,  que  calcinado  queda  parecido  al  yeso.  Tinta  negra 
hacían  del  iiacazcólotl,  Imixachin  y  otros  ingredientes,  ó  de  la 
planta  llamada  tlcdiac;  color"  negro  de  una  tierra  fétida,  mineral, 
llamada  íUUiMxac  ó  con  el  humo  del  ocotl,  usado  todavía.  Con  el 
amarillo  del  zacatlaxcaUi  y  el  azul  del  texotU,  unidos  ai  ízaculli, 
formaban  el  verde  oscuro  dicho  yiapalU:  los  matices  del  verde 
de  las  mezclas  diversas  de  amarillo  y  azul.  La  grana  con  alnin- 
bre,  dan  inorado.  El  leonado  provenía  de  la  piedra  que  traían 
de  Tlahuic,  llamada  tecoxtli,  molida  y  revuelta  con  tzacutli.  (1) 

Daban  consistencia  y  brillo  á  los  colores  con  algunas  gomas  ó 
resinas;  en  las  pieles  preparadas  usaban  del  aceite  de  chian,  for- 
mando un  barniz  con  la  grasa  del  cocus  axin;  de  preferencia 
empleaban  el  íwiufíi.  "TzauÜiy  zoaaíic  son  yerbas  glutinosas  y 
pegajosas,  frias,  húmedas  y  restf  ingentes:  el  tmnüi  es  raiz  de  una 
yerba  qjie  produce  las  hojas  como  las  del  puerro,  los  tallos  de- 
rechos y  las  flores  que  da  amarillas  tiran  á  rojas,  menores  que 
los  lirios,  nacen  en  tierras  calientes;  de  ésta  se  hacen  polvos  pa- 
ra pegar,  y  se  gastan  para  los  pastillas  de  boca  y  de  sahumar. . . 
El  zazalic  tiene  los  tallos  largos  y  delgados,  las  hojas  largas,  la 
fruta  á  racimos  en  forma  de  uvas  silvestres,  con  zarcillos  como 
parras,  naco  en  pedregales  en  los  altos  de  México."  (2)  Eficaces 
eran  los  medios  de  fijar  los  colores,  supuesto  que,  después  de 
los  siglos  transcurridos,  las  pinturas  están  frescas  cual  si  lleva- 
ran poco  tiempo  de  estar  aplicadas  al  papel. 

Para  los  escritos  eran  empleados  las  diversas  clases  de  papel; 
Uenzos  de  algodón,  de  pita,  de  las  fibras  de  la  palma  iczotl,  y  de 

1 1)  Sahftgun,  tota.  3,  pág.  30fi-a.  Clavigero,  tom.  i,  píg.  ZtiS. 
1-2)  Vetanoourt,  Teatro  Meiicnno,  P.  1,  T.  2,  niím,  224. 


k. 


393 

algunos  otros  textiles:  eran  de  una  sola  pÍQza,  ó  compuestos  de 
varios  fragmentos  unidos  por  medio  de  costuras.  Pintaban  tam- 
bién sobre  pieles  curtidas  y  preparadas  con  arte,  ya  en  su  for- 
ma natural,  ya  cortadas  en  iiras  unidas  por  medio  de  costuras: 
algunas  pieles  ofrecen  un  barniz  blanco,  sobre  el  cual  está  pues- 
ta la  pintura. 

Los  pintores,  Üacuüo,  trasmitían  el  arte  de  padres  á  hijos:  la 
profesioH  presuponía  cierto  número  de  conocimientos,  de  donde 
resultaba  que  los  pintores  eran  muy  considerados  por  reyes  y 
señores,  quienes  en  multitud  de  casos  les  consultaban  acerca  del 
contenido  de  las  pinturas.  En  el  Cód.  Mendocino  el  tlacuilo  lleva 
en  la  mano  un  instrumento  parecido  al  estilo  de  los  romanos; 
segi^n  se  infiere,  era  de  madera  y  arreglado  de  manera  que,  pu- 
diera conservar  la  tinta  para  formar  los  contomos.  Probable- 
mente conocían  algo  semejante  al  pincel,  pues  de  otra  manera 
no  se  entiende  cómo  daban  las  tintas  sin  cortarlas,  en  campos 
extensos. 

Conservábanse  los  MSS.  formados  rollos*,  ó  bien  plegados 
un  doblez  á  la  parte  inferior,  otro  á  la  superior  alternativa- 
mente, con  dos  tablas  en  las  caras  contrapuestas,  lo  que.  les 
hacia  tomar  la  apariencia  de  los  libros  modernos.  (1)   En  Hon- 
duras, "había  unos  libros  de  hojas  á  su  modo  encuadernados  ó 
plegados,  en  que  tenían  los  indios  sabios  la  distribución  de  sus 
tiempos,  y  conocimiento  de  planetas  y  animales,  y  otras  cosas 
naturales,  y  sus  antiguallas;  cosa  de  grande  curiosidad  y  dili- 
gencia.'' (2)   Las  pinturas  andaban  en  manos  de  todos  como 
muy  comunes;  mas  había  también  grandes  depósitos  formados 
por  cuenta  del  Estado,  especie  de  archivos  ó  bibliotecas,  en  don- 
de se  custodiaban  los  documentos  de  la  nación.   La  mayor  bi- 
blioteca y  mejor  escuela  de  escritura  eran  las  de  Texcoco,  se- 
guían en  importancia  las  de  México:  muchos  empleados  se  ocu- 
paban exclusivamente  en  copiar  las  pinturas  y  tenerlas  en  arre^ 
glo.  Los  libros,  lo  mismo  que  el  papel,  se  llamaban  amath    En 
México  había  un  noble,  nombrado  por  el  rey,  destinado  á  velar 
sobre  los  cronistas.  (3) 

(1)  Clavigero,  tom,  1,  pág.  SG7. 

(2)  Acosta,  lib.  IV.  cap.  VII. 

(3)  Torqiiemada,  lib.  XIV,  cap.  VI. 

50 


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394 

La  lectura  se  enseñaba  en  los  colegios^  y  los  sacerdotes  ini- 
ciaban á  los  mancebos  que  seguían  la  vida  sacerdotal,  en  la  des- 
curación  y  conocimiento  de  los  libros  religiosos.  "Es  de  saber, 
que  tenían  los  mexicanos  grande  curiosidad  en  que  los  mucha- 
chos tomasen  de  memoria  los  dichos  parlamentos  y  composi- 
ciones, y  para  ésto  tenían  escuelas,  y  como  colegios  ó  seminarios, 
adonde  los  ancianos  enseñaban  á  los  mozos  éstas  y  otras  muchas 
cosas,  que  por  tradición  se  conservan  tan  enteras,  conro  si  hu- 
biera escritura  dé  ellas.  Especialmente  las  naciones  famosas 
hacían  á  los  muchachos  que  se  imponían  para  ser  retóricos,  y 
usar  oficio  de  oradores,  que  las  tomasen  palabra  por  palabra;  y 
muchas  de  éstas,  cuando  yinieron  los  españoles,  y  les  enseñaron 
á  escribir  y  leer  nuestra  lengua,  los  mismos  indios  las  escribie- 
ron, como  lo  testifican  hombres  graves  que  las  leyeron."  (1)  La 
lectura  era  conocimiento  corriente  entre  sacerdotes,  nobles  y 
letrados. 

Del  testimonio  unánime  de  los  escritores,  del  examen  de  las 
pinturas  que  hoy  pueden  ser  estudiadas,  resulta  que  los  libros 
versaban  sobre  todos  los  ramos:  historia,  peregrinaciones,  ge- 
nealogías, códigos  civiles  y  criminales,  calendario,  mitología» 
arte  adivinatoria,  astronomía,  usos  y  costumbres,  planos  geo- 
gráficos, topográficos  y  de  ciudades,  cuentas  y  tributos,  tierras 
y  propiedades,  pleitos  y  litigios,  cantos  é  himnos  para  los  dio- 
ses, &c.,  &o,  (2)  Fr.  Bemardino  de  Sahagun  nos  dice,  que  ha- 
biendo emprendido  por  orden  de  su  prelado  la  obra  que  com- 
puso, conferenció  con  los  indios  entendidos  de  Tepeopulco,  quie- 
nes, "todas  las  cosas  que  conferimos  me  las  dieron  por  pinturas, 
"que  aquella  era  la  escritura  que  ellos  antiguamente  usaban:  los 
"gramáticos  las  declaraban  en  su  lengua,  escribiendo  la  decla- 
"racion  al  pié  de  la  pintura.  Tengo  aun  ahora  estos  origina- 
"les."  (3)  Bajo  la  verdad  de  tan  autorizada  persona  se  puede 
establecer,  que  la  anotación  gráfica  de  los  azteca,  era  muy  abun- 
dante en  recursos,  supuesto  que  podía  expresar,  de  una  manera 
inteligible,  cuantas  materias  abarcó  en  sus  libros  el  inaprecia- 
ble franciscano. 

(1)  Acosta,  lib.  VI,  cap.  VII. 

(2)  Torquemada,  lib.  I,  cap.  X,  XI;  lib.  II,  cap,  XLII;  lib.  X,  cap.  XVI;  lib  XIV, 
cap.  Vin.  Motolinia,  en  Icazbaloeta,  pág.  186.  Glavigero,  tom.  1,  pág.  366,  &c.,  ^. 

(3)  Hist.  general,  tom  1,  pág.  IV. 


j 


395 

"Por  lo  que  respecta  al  orden  de  representar  los  años  y  los 
sucesos,  el  pintor  podía  empezar  por  el  ángtilo  que  se  le  anto- 
jase; pero  con  esta  regla  observada  constantemente  en  cxiantas 
pinturas  he  visto:  ésto  es,  qbe  si  empezaba  por  el  ángulo  supe- 
rior á  mano  derecha,  continuaba  hacia  la  izquierda.  Si  empeza- 
ba como  era  más  común,  por  el  ángulo  superior  de  la  izquierda, 
continuaba  hacia  la  derecha,  y  si  en  el  ángulo  inferior  de  la  de- 
recha, segaía  perpendicularmente  hacia  arriba;  de  modo  que  en 
la  parte  superior  de  la  tela  no  pintaban  nunca  de  izquierda  á 
derecha,  ni  en  el  inferior  de  derecha  á  izquierda;  ni  subían  por 
la  izquierda,  ni  bajaban  por  el  lado  opuesto.  Sabido  este  méto- 
do es  fácil  conocer  á  primera  vista  donde  empezaba  la  serie  de 
los  años  en  Una  pintura  histórica."  (1) 

No  contradecimos  estas  aseveraciones,  mas  aumentaremos  al- 
guna observación*  En  los  círculos  de  los  calendarios,  los  signos 
corren  de  derecha  á  izquierda,  y  este  uso  parece  prevalecer.  Se 
presentan,  sin  embargo,  excepciones  á  las  reglas  generales.  De 
las  dos  estampas  publicadas  por  el  Sr.  D.  Femando  Ramírez, 
en  el  Atlas  de  García  Cubas,  la  primera  comienza  á  la  derecha, 
siguiendo  á  la  izquierda  de  una  manera  irregular,  adelantando 
por  la  superficie  del  papel  y  pasando  sin  otra  regla,  á  lo  que  pa- 
rece, que  aprovechar  el  espacio;  la  segunda  presenta  la  narra- 
ción de  izquierda  á  derecha,  y  las  anotaciones  cronológicas  en 
columnas  verticales,  sucediéndose  alternativamente  de  arriba 
abajo  y  al  contrario.  La  historia  sincrónica  de  Tepechpan  está 
dispuesta  en  dos  lineas  horizontales,  de  izquierda  á  derecha. 

Oontrayéndonos  á  las  pinturas  históricas,  en  que  hemos  pre- 
tendido ejercitamos,  diremos  lo  que  hemos  creído  entender.  La 
historia,  Üatóllott^  cual  ha  llegado  á  nuestros  dias,  consta  en  pin- 
turas, tlaemhUi,  Üacuilóliztli,  que  contienen  ya  un  hecho  aislado, 
ya  un  período  de  mayor  ó  menor  duración;  bien  una  crónica  en- 
tera ó  la  serie  de  los  reyes*  de  una  nación.  Sabemos  que  al  pin- 
tor se  decía  ttojcuüo;  al  cronista  se  llamaba  xiuhtlacuilo,  pintor  de 
años  ó  por  anos.  Contienen  la  delación  de  los  sucesos,  acompa- 
ñadas ó  no  de  anotaciones  cronológicas.  Las  primeras  solo  se 
diferencian  de  las  segundas,  en  la  falta  de  las  fechas;  son  por  és- 
to de  menor  aprecio,  no  pasando  de  simples  tlacuilolli    Las  cro- 

(1)  Clavigero,  tom.  1,  pág.  870-1. 


396 

nológioas,  cexiiihÜaouüoUi,  pintura  ó  historia  año  por  año,  cexiuhr 
amatl,  papel  ó  historia  año  por  año,  ofrecen  dos  marcadas  di- 
visiones. En  la  una,  los  ciclos  van  anotados  con  el  símbolo  del 
xiuIímólpiUi,  y  los  años  por  medio  dé  puntos:  ésto  deja  la  crono-% 
logia  imperfecta  y  á  veces  algo  oscura.  En  la  otra  división,  los 
signos  cronográficos  se  suceden  con  toda  regularidad,  suminis- 
trtodo  el  tipo  perfecto  de  esta  escritura. 

De  la  disposición  de  las  pinturas,  no  se  saca  una  regla  gene- 
ral absoluta.  Se  les  encuentra  dispuestas  como  las  páginas  de 
un  libro,  en, grupos  separados  y  completos;  ó  sobre  la  misma  su- 
perficie afectan  la  forína  de  columnas  verticales,  con  lectura  de 
alto  á  bajo,  enlazados  los  años  con  las  figuras;  ó  en  líneas  ho- 
rizontales, ó  en  una  sola  prolongada;  ó  en  grupos  aislados;  ó  co- 
mo en  ciertos  itinerarios,  revolviendo  en  todas  direcciones.  Ge-  . 
neralmente,  las  figuras  tienen  vuelto  el  rostro  hacia  el  lado  para 
donde  sigue  la  lectura:  en  un  solo  grupo,  las  personas  miran  ha- 
cia el  punto  principal  de  la  pintura,  ó  están  frente  á  frente  ex- 
plicando las  relaciones  ó  el  enlace  que  entre  sí  tienen:  muchos 
objetos  rodeando  otro  central,  indican  que  éste  es  el  fin  princi- 
pal de  la  leyenda,  al  cual  están  los  demás  subordinados.  En  los 
demás  casos,  el  mismo  asunto  determina  la  posición  y  las  acti- 
tudes de  los  individuos,  segnn  el  efecto  que  el  pintor  quiso  pro- 
ducir en  la  imaginación.  La  serie  cronológica,  es  guía  infalible 
para  seguir  sin  titubear  una  narración  extensa. 

Gama,  competente  autoridad  en  la  materia,  asegura  que  exis- 
tían, "tres  especies  de  historia,  la  vvlgavy  la  cronológica  y  la  ceíes- 
*7e  y  mitológica.''  Poco  más  adelante  continúa:  "Entre  los  mis- 
mos^sacerdotes  había  unos  (y  éstos  eran  los  más  supersticiosos), 
de  quienes  era  peculiar  la  tercera  especie  de  historia.  Ellos  lle- 
vaban la  memoria  del  origen  de  sus  dioses,  de  los  tiempos  en 
que  nacieron  sus  principales  capitanes  y  caudillos  que  suponían  ' 
haberse  convertido  en  tales;  sus  acontecimientos,  sus  transfor- 
maciones, y  todo  lo  demás  que  tenía  relación  con  su  mitología, 
cuyas  fábulas  estaban  historiadas  en  sus  pinturas,  de  que  ellos 
mismos  eran  los  autores.  A  estos  pertenecía  también  el  asentar 
las  fiestas  rituales,  formar  el  Tonalamatl,  y  dar  las  respuestas 
en  los  negocios  que  les  consultaban  como  oráculo  de  sus  dioses. 
Eran  éstos  los  astrólogos  judiciarios,  que  levantaban. figura,  for- 
maban sus  temas  celestes,  y  pronósticos  genetlíacos  sobre  la  ven- 


j 


397 

tura  de  los  nacidos:  pintaban  sus  libros  que  llamaban  Teoamox- 
tli  con  ciertos  símbolos  y  geroglíficos  que  solo  ellos  entendían, 
en  que  estaban  cifrados  los  más  ocultos  arcanos  y  misterios  de 
su  falsa  religión.  De  estos  libros  ninguno  se  ha  encontrado,  de- 
bieron de  quemarlos  todos  los  primeros  religiosos  que  vinieron 
á  predicar  el  santo  evangelio,  ó  los  escondieron  aquellos  sacer- 
dotes que  quedaron  vivos  después  de  la  conquista,  de  modo  que 
no  han  parecido  jamas;  por  lo  que  de  esta  especie  de  historia 
nada  diremos.  En  cuanto  á  sus  símbolos  y  caracteres,  basta  pa- 
ra conocer  la  gran  dificultad  que  había  para  entenderlos  el  saber 
que  estaba  reservado  á  solo  los  sacerdotes  su  formación  é  inte- 
ligencia." (1) 

Fuera  de  que  no  existe  ningún  documento  de  este  género,  pues 
hoy  tenemos  los  publicados  |>or  Lord  Kingsborough,  es  de  toda 
evidencia  y  así  consta  en  los  autores  y  en  las  pinturas  del  Cód. 
Mendocino,  que  los  sacerdotes  tenían  bajo  su  exclusivo  cargo 
lo  tocante  al  culto  y  religión,  la  astronomía  y  el  cálculo  para 
predecir  el  futuro:  también  es  verdad,  que  los  símbolos  de  aque- 
lla escritura  solo  de  ellos  eran  conocidos.  De  aquí  nace  la  cues^ 
tion,  si  "los  sacerdotes  usaban  de  caracteres  simbólicos  ocultos, 
"para  representar  los  misterios  de  la  religión."  (2)  Como  en  to- 
das las  cosas  humanas,  niéganlo  unos,  aceptanlo  otros.  Por  nues- 
tra parte,  aunque  con  fundamento  lo  sospechamos,  no  podríamos 
sin  temeridad  afirmar,  no  sabiéndolo  bien,  que  existieran  dos 
géneros  diversos  de  escritura;  la  sacerdotal,  sagrada  y  oculta,  y 
la  vulgar  ó  común.  Pero  adoptando  que  la  manera  de  escribir 
fuera  la  misma;  supuesto  que  la  escritura  mitológica  eas  simbóli- 
ca; que  los  símbolos  son  generalmente  arbitrarios;  que  quien 
no  conoce  el  valor  del  signo  no  puede  interpretarlo;  que  los  sa- 
cerdotes se  reservaban  el  conocimiento  de  aquellos  caracteres; 
que  sólo  iniciaban  en  la  lectura  á  quienes  seguían  la  carrera  sa- 
cerdotal; se  sigue  naturalmente,  que  los  sacerdotes  usaban  de 
una  escritura  fuera  del  conocimiento  del  vulgo. 

En  cuanto  á  la  importancia  que  tengan  y  aprecio  que  deba 
hacerse  de  los  jerogKficos  aztecas,  las  opiniones  son  variables. 
Wilson  determina  ex  cátedra,  que  las  pinturas  son  obra  de  los 

(1)  Gama,  descripción  de  las  dos  piedras.  México,  1832,  Segunda  parte,  pág.  31. 

(2)  Prescott,  Oonq.  de  México,  edic.  de  Cumplido,  1844.  Tom.  I,  pág.  67. 


398 

frailes.  Unos  dicen,  que  no  pasan  de  escritura  pintada;  otros  se 
ñjan  en  que,  los  símbolos  son  sólo  figurativos,  expresando  un 
estado  incipiente  del  arte:  éstos,  los  comparan  á  los  logogrifos; 
aquellos,  les  dan  la  importancia  de  los  rebiLs  pintados.  Para 
Presoott,  "los  jeroglíficos  servían  de  una  especie  de  estenografía, 
"ó  colección  de  notas  más  significativas  en  realidad,  jdc  lo  que  pa- 
"recían  interpretadas  literalmente,  y  la  reunión  de  éstas,  tradicio- 
''nes  orales  y  escritas,  constituía  lo  que  se  puede  llamar  la  litera- 
"turade  los  aztecas."  (1)  Copiamos  arriba  el  juicio  de  Sahagun. 
El  Sr.  obispo  Casas,  asegurando  que  vio  las  pinturas,  aumenta: 
"Aunque  no  tenían  escritura  como  nosotros,  empero  tenían  sus 
"figuras  y  caracteres,  que  todas  las  cosas  que  querían  significa- 
"ban;  y  destas  sus  libros  grandes  por  tan  agudo  y  sutil  artificio, 
"que  podríamos  decir  que  nuestra^  le^as  en  aquello  no  les  lii- 
"cieron  ventaja."  (2)  "Porque  tenían  sus  figuras  y  jeroglíficos  con 
que  pintaban  las  cosas  en  esta  forma,  que  las  cosas  que  tenían 
figura  las  ponían  con  sus  propias  imágenes,  y  para  las  cosas  que 
no  había  imagen  propia,  tenían  otros  caracteres  significativos  de 
aquello,  y  con  este  modo  figuraban  cuanto  querían,  y  para  me- 
moria del  tiempo  en  que  acaecía  cada  cosa,  tenían  aquellas  rue- 
das pintadas,  que  cada  una  de  ellas  tenía  un  siglo^  que  eran  52 
años."  (3) 

"Porque  tenían  para  cada  género  sus  escritores,  unos  que  tra- 
taban de  los  anales,  poniendo  por  su  orden  las  cosas  que  acae- 
cían en  cada  un  año,  con  dia,  mes  y  hora;  otros  tenían  á  su  cargo 
las  genealogías  y  descendencias  de  los  reyes,  y  señores  y  personas 
de  linaje,  asentando  por  cuenta  y  razón  los  que  nacían,  y  borraban 
los  que  moríem  con  la  misma  cuenta;  unos  tenían  cuidado  de  las 
pinturas  de  los  términos,  limites  y  mojoneras  de  las  ciudades, 
provincias,  pueblo?  y  lugares,  y  de  las  suertes  y  repartimiento 
de  las  tierras  de  cuyas  eran  y  á  quién  pertenecían;  otros,  de  los  li- 
bros y  las  leyes,  ritos  y  ceremonias  que  usaban  en  su  infidelidad; 
y  los  sacerdotes  de  los  templos,  de  sus  idolatrías  y  modo  de  su 
doctrina  idolátrica,  y  de  las  fiestas  de  sus  falsos  dioses,  y  calen- 
darios; y  finalmente  los  filósofos  y  sabios  que  tenían  entre  ellos, 

(1)  Hi8t.  de  la  conquista,  tom.  I,  pág.  69.  Edio.  de  Onmplido. 

(2)  Hiat.  apologética.  MS.,  cap.  CCXXXV. 

(3)  Acosta,  lib.  VI,  cap.  VIL 


399 

estaba  á  su  cargo  el  pintar  todas  las  ciencias  que  sabían  y  alcan- 
zaban, y  enseñar  de  memoria  todos  los  cantos  que  conservaban, 
sus  ciencias  é  historias.'^  (1)  El  mismo  cronista  asegura,  que  pa- 
ra quienes  la  entendían,  la  escritura  jeroglífica  era  tan  dará  como 
nuestras  letras.  Torquemada  repite,  en  los  capítulos  antes  citados, 
que  eran  ''letras  reales  de  cosas  pintadas,"  y  que  lo  que  afirma 
está  tomado  ''de  las  mismas  .historias  mexicanas  y  tetzcucanas, 
''que  son  las  que  sigo  en  este  discurso,  y  las  que  tengo  en  mi 
"poder." 

Comparando  estas  diversas  autoridades  observaremos,  que  las 
personas  más  cercanas  á  los  tiempos  de  la  conquista  ó  las  que 
aparecen  como  más  entendidas  en  la  cuestión,  don  las  qué  pro- 
nuncian juicios  más  favorables  acerca  de  la  escritura  azteca:  es 
lógico,  los  jueces  más  competentes  pronuncian  fallos  más  funda- 
dos. Una  consecuencia  se  desprende  naturalmente;  la  escritura 
gráfica  de  los  nahoa  era  capaz  de  expresar  las  cosas  materiales 
y  las  abstractas.  La  interpretación  de  aquellos  Caracteres  es  des- 
conocida para  nosotros;  ignoramos  de  todo  punto  esa  lectura 
de  corrido  de  los  signos,  cual  si  fueran  letras;  no  estamos  muy 
versados  en  el  idioma,  y  todas  estas  causas  reunidas  determinan, 
que  no  podamos  acertar,  cual  se  debiera,  al  formar  juicio  en  está 
materia.  Pero  debemos  huir  del  ejemplo  de  quienes  no  atinando 
en  cosa  oscura,  la  dan  por  inútil  ó  absurda,  para  ocultar  la  pro- 
pia incapacidad. 

Las  pinturas  sufrieron  constante  persecución.  Como  decimos 
en  otro  lugar,  el  rey  Itzpoatl  mandó  destruir  las  relaciones  anti- 
guas, porque  no  llegasen  á  noticia  del  vulgo  y  fuesen  menospre- 
ciadas. Los  aliados  tlaxcalteca,  al  ocupar  en  compañía  de  loa 
castellanos  la  ciudad  de  Texcoco,  destruyeron  la  biblioteca  de 
aquella  monarquía.  Al  quedar  arrasada  la  capital  por  los  espa- 
ñoles y  siis  amigos,  perecieron  las  bibliotecas  de  México,  los 
depósitos  de  MSS.  conservados  en  los  teocalli,  y  los  documentos 
que  guardaban  los  particulares.  Más  tarde  las  pérdidas  se  hicie- 
ron mayores;  "porque  los  indios  antiguos  escondieron  estos  pa- 
peles porque  no  se  los  quitasen  los  españoles,  cuando  les  entraron 
la  ciudad  y  tierras,  y  se  quedaron  perdidos  ,por  muerte  de  los 
que  las  escondieron,  ó  porque  I0I3  religiosos  y  obispo  primero 

(1)  Iztlilxochitl,  hist.  chichim.  Prólogo  MS. 


400 

D.  Juan  de  Zumárraga  los  quemaron,  con  otros  muchos,  de  mu- 
cha importancia  para  saber  las  cosas  antiguas  de  esta  tierra, 
porque  como  todas  ellas  eran  figuras  y  caracteres,  que  represen- 
taban animales  racionales  é  irracionales,  yerbas,  árboles,  piedras, 
montes,  agua,  sierras  y  otras  cosas  de  este  tono,  entendieron  que 
era  demostración  de  superstición  idolátrica;  y  así  quemaron 
cuantos  pudieron  haber  á  las  manos,  que  á  no  haber  sido  diligen- 
tes algunos  indios  curiosos,  en  esconder  parte  de  estos  papeles  y 
historias,  no  hubiera  ahora  de  ellos,  aun  la  noticia  que  tene- 
mos." (1)  Comprendemos  la  necesidad  en  que  se  vieron  aquellos 
buenos  misioneros  y  su  prelado  para  destruir  los  objetos  perte- 
necientes al  idolátrico  culto;  no  los  ceiisuramos,  sabiéndonos  co- 
locar en  las  condiciones  del  tiempo  y  de  las  circunstancias;  sin 
embargo,  duélenos  muclio  aquellas  destrucciones  en  que  pere- 
cieron los  tesoros  científicos  de  un  pueblo.  Justicia  sea  hecha. 
Los  mismos  religiosos  perseguidores,  cuando  supieron  distinguir 
el  escrito  dogmático,  del  histórico  y  del  científico,  fueron  los 
primeros  que  se  apresuraron  á  aprovechar  aquellos  papeles',  for- 
mando primorosas  relaciones  que  hoy  sirven  de  recro  y  de  en- 
señeamiento.  MSS.  infortunados.  En  los  siglos  subsecuentes,  por 
motivo  del  desden  con  que  eran  vistos,  muchos  fueron  consumi- 
dos por  la  humedad  y  la  polilla.  Hoy  mismo,  en  que  la  codicia 
se  sobrepone  al  deseo  de  saber  y  al  patriotismo,  las  raras  pin- 
turas que  se  descubren  toman  camino  al  extranjero,  en  manos  de 
persona  más.  curioas  6  entendidas. 

Brota  espontáneamente  la  observación  de  que,  si  las  pinturas 
antiguas  perecieron,  y- ademas,  es  desconocida  su  lectura,  de  nin- 
gún provecho  pueden  ser  para  la  historia  esos  confusos  dibujos 
que  en  nuestros  dias  circulan,  tal  vez  con  señales  de  ser  apócri- 
fos. Yamos  á  responder;  mas  como  ésto  mereciera  una  larga  y 
esmerada  disertación,  y  ésta  no  sea  la  sazón  de  intentarla.  La- 
bremos de  contentarnos  con  pocas  palabras  respectivamente,  y 
con  someras  indicaciones,  ya  históricas,  ya  bibliográficas. 

Fácil  es  de  comprender  que,  al  entregar  al  fuego  las  bibliote- 
cas de  México  y  de  Texcoco,  y  los  pápeles  en  poder  de  los  parti- 
culares, no  pudo  hacerse  lo  mismo  en  todas  las  ciudades;  los 
indios  se  apresuraron  á  esconder  aquellos  documentos  que  en 

(1)  Torquemada,  lib.,  III,  cap.  VI. 


401 

su  poder  estaban,  los  oonltaron  cuidadosamente,  y  aunque  esto 
mismo  haya  sido  causa  de  que  muchos  se  extraviaran,  no  pocos 
ai  fin  se  salvaron  del  cataclismo.  Los  mismos  autores  del  mal, 
como  acabamos  de  decir,  conocieron  bien  pronto  su  error,  dedi- 
cándose inmediatamente  á  reparar  el  daño  causado;  los  religiosos 
se  dieron  á  buscar  las  pinturas  existentes,  y  en  lugar  de  destruir- 
las, las  estudiaron  é  interpretaron,  recogiendo  la  tradición  de  los 
inteligentes,  consultando  con  los  entendidos  y  fijando  en  lengua 
castellana  las  observaciones  cosechadas.  A  su  ejemplo,  los  indi- 
genas,  sacudiendo  un  tanto  el  miedo,  hacían  copias  de  las  anti- 
guas pinturas,  poníanles,  los  que  sabían  escribir,  los  caracteres 
fonéticos  castellanos,  ya  solo  los  nombres  á  los  grupos  jeroglí- 
ficos, ya  comentarios  é  interpretaciones  completas  en  su  idioma; 
ya,  en  fin,  escribieron  relaciones  en  que  estaba  recogida  la  tra- 
*  dioion  méxica. 

Cóntrayéndonos  á  las  pinturas  publicadas,  que  conocemos,  se 
presenta  en  primer  termino  la  inapreciable  y  magnífica  colección 
del  Lord  Eingsborough,  digna  de  las  alabanzas  de  la  fama.  En 
ellas  se  contienen,  relativas  á  la  historia  política  de  México,  tres 
piezas  principales.  El  Cód.  Mendocino,  llamado  así  por  haberle 
mandado  hacer  el  primer  virey  de  la  colonia,  el  muy  ilustrado 
D.  Antonio  de  Mendoza:  escrito  por  pintores  mexicanos,  inter- 
pretado por  los  tlacuüo  que  aun  sobrevivían,  trasladada  la  des- 
cifracion  méxica  por  buenos  intérpretes  castellanos,  el  documen- 
to es  auténtico,  fehaciente,  digno  de  todo  crédito.  Las  dos  pintu- 
ras de  las  peregrinaciones  aztecas,  que  han  visto  la  luz  pública 
varias  veces,  en  diversas  formas,  siendo  la  edición  más  estimada 
la  del  Sr.  D.  Femando  Bamírez,  por  ir  acompañadas  las  láminas 
de  eruditas  explicaciones:  los  originales  antiguos,  verdaderos, 
irrecusables,  existen  todavía.  .  En  París  han  sido  litografiados, 
de  la  colección  de  Mr.  Aubin,  antes  de  Boturini,  el  Tonalamatl, 
la  historía  sincrónica  de  Tepechpán  y  de  México,  y  en  fac-símile 
un  MS.  anónimo  del  siglo  XYI,  en  figuras,  y  con  la  interpreta- 
ción en  mexicano.  Debe  enumeraxse  con  aprecio,  la  colección 
publicada  en  París,  de  las  estampas  relativas  á  los  viajes  de  Du- 
paix.  Otras  de  menor  importancia  en  varios  libros  y  relaciones. 
Para  la  historia  política  de  Texcoco,  presenta  el  Kingsborough 
dos  documentos  culminantes;  los  Códices  Telleriano  Bemense,  y 

Vaticano,  ambos  con  explicaciones:  en  ellos  va  mezclada  la  his- 

51 


402 

toria  de  México,  como  accidental,  y  no  formando  el  asunto  pri- 
mero, que  pertenece  á  la  monarquía  Acolhua.  Be  la  colección 
Aubin,  el  Mapa  Tlotzin  y  el  Mapa  Quinatzin,  que  llevan  junto  á 
las  figuras  textos  explicativos  mexicanos. 

No  son  pocos  los  escritores  indígenas,  más  ó  menos  cercanos 
á  la  conquista:  (1)  si  mucho  se  ha  perdido  de  lo  que  escribieron, 
quédannos  todavía  bastante.  Dje  lo  más  precioso  es  sin  duda  la 
obra  de  un  anónimo  del  siglo  XYI,  quien  escribió  en  mexicano; 
iradújola  al  castellano  el  jesuíta  Juan  Tovar,  y  esta  traducción 
fue  aprovechada  al  pió  de  la  letra,  ó  con  cortas  variantes,  por  el 
P.'  Acosta  en  su  Hist.  natural  y  moral  de  las  Indias,  en  la  parte 
relativa  á  México.  El  mismo  MS.  sirvió  á  los  escritores  nacio- 
nales Duran  y  Tezo^omoc,  para  tejer  sus  obras  respectivas,  si 
bien  exornadas  con  mayor  número''  de  noticias,  hmata^haberse 
hecho  muy  más  grandes  que  el  original.  (2)  Bajo  el  título»  Ana- 
les antiguos  de  México  y  sus  contomos,  compiló  el  Sr.  Baznírez 
26  piezas  entre  fragmentos  y  relaciones  antiguas,  en  castellano 
ó  en  mexicano  y  con  su  respectiva  traducción;  son  dé  autores 
indígenas.  (3)  Quedan  al  comercio  literario,  la  obra  de  Chimal- 
pain,  la  historia  de  Tlaxcalla  de  Diego  Muñoz  Gamargo,  la  rela- 
ción de  Texcoco  de  Juan  Bautista  Pomar,  y  otras  de  méjnos 
cuantía. 

Una  de  las  fuentes  más  puras  para  la  historia  de  los  tolteoa, 
chichimeca  y  acolhua,  Be  encuentra  en  las  relaciones  é  historia 
chichimeoa  de  D.  Femando  de  Alva  IxtlilxochitL  Sacadas  de  las 
pinturas  antiguas  que  obraron  en  poder  de  sus  antepasados; 
consultadas  las  relaciones  escritas  por  los  (cronistas  de  su  nación; 
oido  el  parecer  de  los  sabios  ancianos  que  aun  conservaban  las 
tradiciones  de  la  patria,  á  quienes  hizo  certificar  á  18  de  No-^ 
viembre  de  1608,  que  todo  estaba  conforme  con  los  primitivos 

(1)  Véase  Glavigero,  tom.  1,  pág.  XVII.  IxtOibcochiÜ,  Hist.  Ghioftdm.  y'bolacioneB, 
haciendo  mérito  de  las  pintaras  e'  historias  que  le  súrieron.  Botumi,  Catálogo  del 
Museo,  hist.  indiano,  al  fin  de  su  obra. 

(2)  Descubrió  este  MS.  el  Sr.  D.  Femando  Bamírez,  en  la  biblioteca  de  S.  Fran- 
cisco. Está  acompañado  de  láminas;  lalt>tra  es  del  siglo  XVI,  y  parece  ser  la  traduc- 
ción misma  del  P.  Juan  Tovar.  Tenemos  copia  autorizada,  y  citáramos  el  documento 
bajo  el  título,  Códice  Bamirez,  en  honra  de  quien  le  conservó. 

(3)  Ve'ase  el  catálogo  de  los  dos  vol.  MSS.  en  los  Apuntes  para  un  catálogo  de  es- 
critores en  lenguas  indígenas  do  México,  por  Joaquín  García  Icazbalceta.  Tenemos 
cúpia  de  los  documentos. 


i 


•  403 

documentos;  sus  escritos  tienen  el  sello  más  auténtico,  supuesto 
que  se  fundan  en  las  pinturas  jeroglíficas,  en  historias  escritas 
j  en  la  tradición  contemporánea.  (1)  Amargas  críticas  se  han 
hecho  de  las  obras  de  este  autor,  por  la  desigualdad  de  sus  re-> 
laciones,  y  principalmente  por  la  confusión  que  su  cronología 
presenta.  El  cargo  es  verdadero;  al  mismo  símbolo  oronográñco 
mexicano,  atribuye  distintas  correspondencias  en  la  serie  de  los 
años  vulgares,  resultando  cómputos  imposibles  de  ser  puestos 
de  acuerdo.  La  explicación  es  obvia:  Ixtlilxochitl  verídico  y  pun* 
tual  en  la  narración  de  los  sucesos,  no  pudo  akanzar  cumpli- 
damente la  confrontación  de  los  calendarios  azteca  y  juliano:  en 
cada  relación  se  atuvo  á  cálculo  distinto,  y  sólo  vino  á  medio 
atinar  en  la  historia  chiehimeca.  El  remedio  es  bien  sencillo; 
tomar  tablas  de  correspondencia  exacta,  y  partiendo  de  una  fe- 
cha conocida  y  bien  determinada  atribuir  á  cada  anotación  grá- 
fica, que  son  ciertas  y  no  varían,  el  aSo  de  nuestra  era  que  en 
realidad  le  corresponda.  Yeytia,  que  bebió  en  Ixtlüxoehitl,  re- 
formó los  trabajos  de  su  maestro,  attnqué  por  rumbo  diverjo  del 
que  indicamos,  presentando  con  pocas  exeepcidnés  Id.  verdadera 
cronología  de  la  Historiaf  Oirichimeca;  ^ ' 

De  los  trabajos  de  los  religiosos  tenemos  dos  relaoioti^v  es- 
critas á  pedimento  de  Dona  Isabel,  hi^  de' Motemifaaoffia,  t^on 
presencia  de  las'pinturas  antiguas,^ que-á^^^^^anibaúclíadas  con 
la  sangre  del  sacrificio.  La  hermosa  <»6n1é*^d4  ?My  Toiíbio 
Motolinia,  abundante  y  puntual  en  lo  relativo 'á  las  costumbres,* 
lleva  cortas  noticias  acerca  de  las  ttíbus  de  Atfáhuac  y  de  los 
reyes  de  México,  en  la  epístola  pi^oemiál  al  conde  de  Benavente. 
Fr.  Gerónimo  de  Méndieta,  que*  indica  habéis  aprovechado  los 
trabajos  del  P.  Olmos,  perdidos  hojr  para  nosotros.  Tedos  estos 
escritores,  más  é  menos  próximos  á  la  conquista,  disfrutaron  de 
las  pinturas,  vieron  con  sus  ojos  las  ruinas  del  destrozado  imperio, 
recogieron  las  tradiciones  aztecas  en  puras  fuentes*  Por  la  con- 
formidad en  la  genealogía  de  los  reyes  de  México,  aparecen  for- 
mando como  la  escuela  primitiva;  tuvieron  á  la  vista  una  pintura 
semejante  á  la  del  Vaticano,  discordando  en  los  tres  primeros 
reinados,  concordando  bien  en  los  demás.    Méndieta  es  una 


(1)  Kotas  y  esolareoimientos,  por  D.  José  Femando  Bamívez,  en  la  historia  de  la 
conquista  por  Prescot/edio.  de  Oamplido,  tom.  2,  pág.  3. 


404  # 

excepción  en  la  parte  cronológica,  pues  sigue  al  pié  de  la  letra  el 
Cód.  Mendocinoy  errando  donde  el  intérprete  yerra.  Aestegrn- 
po  debemos  agregar  á  Francisco  López  de  Gomara,  bien  infor- 
mado en  general  de  estas  primeras  doctrinas;  pero  diminuto  y 
trunco  en  la  cronología. 

La  magnífica  obra  de  Fr.  Bemardino  de  Sahagun,  es  una  de 
las  fuentes  más  caracterizadas  de  nuestra  historia  antigua.  Exac- 
to j  extenso  en  las  costumbres,  solo  consagró  á  las  dinastías  de 
los  reyes  los  cap.  I  al  V,  del  lib.  YIIL  Su  cronología  se  aleja  en 
lo  absoluto  de  la  adoptada  por  la  escuela  anterior,  que  le  debía 
ser  conocida,  arrojando  fechas  imposibles  de  concordar:  presu- 
mimos que  esta  parte  de  la  obra  ha  sufrido  en  las  copias  serias 
alteraciones.  Nos  afirma  en  esta  opinión,  encontrar  en  las  rela- 
ciones franciscanas  una  firmada,  Fr.  Bernardino  franciscano,  (1) 
que  en  nuestro  concepto  pertenece  á  Sahagun,  y  cuya  cronología 
de  los  reyes  mexicanos  es  casi  exactamente  igual  á  las  del  P. 
Mendieta  y  Cód.  Mendooino. 

Fr.  Diego  Duran  per t^ne<ce,  como  ya  indicamos,  á  la  escuela 
del  Anónimo  ó  Oód.  Bamírez:  sus  datos  cronológicos  van  acor- 
des con  las  pinturas  Vaticana  y  Telleriana  en  lo  relativo  á  los 
tres  pripieros  reyes,  de  México,  adoptando  para  los  siguientes 
los  datc>s  del  Oód.  de  Mendoza.  Acosta  es  también  el  Anónimo; 
comete  el  errof  impexdfm&hle^  de  qolocar  en  el  trono  de  México,  á 
Tízoc  ant^s  de  Á:^ayaeatl^  con  lo  cual  y  con  los  primeros  reinados 
trabupa  oompletazoepie  Jos  cómputos.  £1  cronista  Antonio  de  He- 
rrera tiene  por  asunto  principal  tratar  de  los  hechos  de  los  caste- 
llanos en  Am;érica,  mereciendo  grande  estima,  pues  disfrutó  de 
abundantes  y  auténticos  documentos;  de  la  historia  antigua  de  Mé- 
xico trató  en  la  dec.  III,  lib.  II,  cap,  XH  á  XYI,  en  la  cual  siguió  á 
Gomara,  copiando  con  sus  arreos  al  P.  José  descosta  en  lo  re- 
lativo á  los  reyes  mexicanos.  Enrico  Martínez,  en  lo  poco  que 
trata  de  la  historia  de  México,  toma  por  guía  al  P.  Acosta,  no 
sin  hacerle  algunas  modificaciones.  Gemelli  Careri,  que  en  Mé- 
xico conoeió  y  trató  á  D.  Carlos  de  Sigüenza  y  Góngora,  sigue  no 
obstante  al  P.  Acosta  en  la  genealogía  de  los  monarcas. 

La  Monarquía  Indiana  de  Fr.  Juan  de  Torquemada,  es  la  pri- 
mera obra  completa  acerca  de  nuestra  historia  antigua:  de  inten- 

(1)  Los  originales  da  estas  rélaoiones,  recogidas  en  un  Códice  antiguo  del  siglo 
XYI,  están  en  poder  del  Sr.  D.  Joaquín  García  Icazbalceta.  - 


405 

io  colosal,  abarca  todos  los  ramos  que  constituyen  la  civilización 
de  los  pueblos  primitiyos.  Se  le  critica,  de  plagiario,  de  difuso, 
y  de  estar  erizado  de  citas  provenidas  de  una  erudición  indiges* 
ta;  de  poco  tino  al  disfrutar  los  materiales;  de  adoptar  consejas 
absurdas  y  relaciones  maravillosas.  Torquémada  aprovechó  los 
trabajos  de  sus  antecesores  Olmos,  Mendieta,  Sahagun,  &c.,  co- 
piando al  pié  de  la  letra,  como  suyos,  párrafos  y  aun  capítulos 
enteros;  de  aquí  el  cargo  de  plagiario.  Para  disculparle,  es  de 
notar,  que  en  varios  pasajes  de  sos  libros  confiesa,  dos  y  más 
veces  repetido,  que  las  obras  de  aquellos  autores  le  sirven  de 
guía  y  en  ellos  bebe  sus  doctrinas;  con  estas  advertencias,  ya  no 
le  pareció  necesario  señalar  en  cada  ocasión  lo  que  de  otros  se 
tomaba:  descuido  será,  mas  no  mala  fe.  Se  dilata  en  referir  los 
hechos,  mezcla  la  relación  con  reminiscencias  no  siempre  con- 
.gruentes,  cada  cuestión  la  toma  (xbovo^  al  mismo  propósito  acu- 
mula las  autoridades  del  Evangelio  y  de  los  Santos  Padres  de  la 
Iglesia,  con  la  de  los  poetas  é  historiadores  paganos;  estos  acha- 
ques no  son  suyos,  son  de  su  tiempo;  los  escritores  de  su  época, 
hacían  el  mismo  alarde  de  erudición.  Consejas  y  absurdos  eran 
moneda  corriente  de  su  siglo.  Cargo  serio  es  sin  duda  el  que 
resulta  de  las  contradicciones  observadas,  acerca  de  la  misma 
materia  en  dos  capítulos  distintos;  poco  cuidado  indica,  mas  tam- 
bién son  lunares  casi  indispensables  en  obras  de  tan  largo  aliento. 
La  Monarquía  Indiana  está  formada  con  los  materiales  antiguos, 
consultando  las  pinturas  indias,  recogiendo  en  cuanto  posible  la 
tradición,  rastreando  las  bibliotecas  para  tomar  documentos  nue- 
vos, en  fin,  es  el  resultado  de  largas  meditaciones,  de  investiga- 
ciones minuciosas,  de  un  deseo  inmenso  de  acierto.  Defectos 
tiene;  apetecemos  ver  la  obra  humana  que  no  los  presente.  En 
cambio,  ningún  acopio  igual  ha  sido  formadb  de  tan  curiosos 
documentos;  es  un  arsenal  al  que  es  preciso  acudir  para  proveer- 
se de  noticias;  nadie  podrá  dispensarse  de  consultar  el  libro, 
cuando  trate  de  escribir  las  cosas  de  México.  Su  cronología  di- 
fiere de  la  de  los  autores  á  quienes  copión  apareciendo  que  formó 
la  suya  de  propia  cuenta;  en  los  tres  primeros  reinados  es  con* 
fnso,  al  Hegar  á  los  tiempos  modernos  se  fija  y  aclara,  hasta  to- 
mar el  camino  verdadero;  deja  truncas  algunas  fechas,  vacila  en 
otras. 
Fr.  Agustin  Yetancourt  es  en  el  fondo  Torquémada,  su  sistema 


406 

crckBológico  el  de  su  amigo  Sigüenza.  D.  Carlos  de  Sigüeusa  y 
Góugora,  de  quien  tenemos  una  relación  cronológica  de  los  me* 
xicanos,  que  conforma  bien  con  el  Cod.  de  Mendoza;  es  q1  sólo 
autor,  (otros  después  le  copiaron),  que  señale  con  dia»  mes  y  ano, 
el  advenimiento  al  trono  de  los  xeyes  tenoohca.  El  P.  Francisco 
Javier  Clavigero  es  de  la  escuela  histórica  de  Torquemada.  No- 
table es  la  historia  antigua  por  juiciosa  y  bien  ideada;  el  estilo 
ameno,  la  narración  fócil;  toca  en  las  disertaciones  cuestiones 
difíciles,  con  acierto  y  valentía;  es  de  los  primeros  que  sale  fren- 
te á  frente  en  defensa  de  los  americanos  ultrajados;  escudriña  1» 
geografía  azteca,  estudia  las  ciencias  naturales:  ain  disputa,  va 
al  frente  de  los  escritores  filosóficos  de  México.  En  su  cronología, 
intentó  seguir  á  Sigüenza;  tal  vez  habría  adoptado  la  del  Cód.  de 
Mendoza,  que  le  fué  familiar;  pero  extraviado  por  la  fecha  de  la 
dedicación  del  templo  mayor,  se  entregó  á  supuestos  más  ó  menos 
arbitrarios)  se  extravió,  é  hizo  cómputos  de  propia  cosecha.  Si- 
guen á  Olavigero  y  á  Yey tia,  D.  José  María  Boa  Barcena,  D.  Fran- 
cisco Carbajal  Espinosa. 

Los  artículos  de  Alejandro  de  Humboldt  acercade  antigüeda- 
des mexicanas,  insertos  en  su  obra  Vues  dea  GordiUeres,  en  general 
están  bien  comprendidos;  apreoiables  por  la  fluidez  del  estilo,  lo 
luminoso  de  las  reflexiones  y  notable  erudición,  merecen  ser  con- 
sultados en  muchos  casos.  Humboldt  contribuyó  poderosamente 
á  dar  á  conocer  nuestro  país  en  el  extranjero,  y,  se  le  debe  comi- 
derar  como  el  principal  mantenedor  de  la  idea,  de  la  semejanza 
de  la  civilización  azteca  con  la  de  los  pueblos  de  Asia.  Formó  un 
compendio  cronológioo,  cuyos  fundamentos  ignoramos. 

D.  Carlos  María  Bustamante,  en  .los  libro§  que  escribió  acerca 
de  historia  antigua,  copia  á  Yeytia  y  á  IxtlilxochitL  Las  tablas 
cronológicas  contenidas  en  la  obra  intitulada  '^Tezcuco  en  los  úl- 
timos tiempos  de  sus  antiguos  reyes,"  son  mixtas  y  abigarradas, 
compuestas  por  las  de  Yeytia,  Ixtlilxochitl  y  Olavigero.  La  corres- 
pondencia entre  los  anos  mexicanos  y  de  nuestra  era,  sólo  es  exac- 
ta en  parte,  pues  consultaba  á  la  vez  las  buenas  tablas  cronológi- 
cas de  Clavigero,  con  las  erradas  que  atribuye  á  BoiurinL 

El  liltimo  escritor  de  nota  es  Brasseur  de  Bourboorg.  Estu- 
dioso, erudito,  investigador;  se  pierde  por  una  ardiente  imagina- 
ción, se  extravía  por  poca  madurez  en  el  pensamiento:  amigo  de 
novedades,  de  hipótesis  insostenibles,  de  descubrimientos  fan- 


407 

tásticos  j  maravillosos,  ha  confundido»  ha  pervertido  la  historia 
de  México. 

Tales  BOB  ahora  ¡os  fundamentos  de  la  historia  antigua  de  Mé- 
xico. Pintura»  originales  y  copias;  relaciones  de  ambos  pueblos, 
vencido  7  vencedor;  trabajando  de  consuno,  la  clase  sacerdotal, 
las  autoridades  mismas  de  la  colonia  por  repetidas  veces,-  y  los 
partiouliures.  Fáltannos  mucho  por  nombrar  de  pequeños  traba- 
jos, ¿^é  autoridad  puede  concederse  á  todo  ello?  Ya  lo  ha  di- 
cho el  8r.  D.  Fernando  Bamírez  respondiendo  á  las  dudas  de 
Prescott. 

"La  historia  mexicana,  como  la  de  todos  los  otros  pueblos,  se 
forma  de  esas  dos  clases  de  noticias:  en  laB  unas  se  describen  los 
usos,  costumbres  y  creencias  dominantes  que  dan  el  tipo  de  la 
nación;  y  en  las  otras  la  vida  pública  y  privada  de  sus  hombres 
celebres,  allende  los  otros  hechos  que  interesan  á  la  masa  de  la 
comunidad  y  que^constituyen.  el  ser  y  vida  de  las  sociedades.  En 
cuanto  á  las  primeras,  repito  lo  que  antes  he  dicho,  que  ningu- 
na de  las  histoorias  conocidas  puede  sostener  el  paralelo  con  las 
nuestras;  porque  ni  Aulio  Gelio,  ni  Macrobio,  ni  Petronio,  ni 
otro  ninguno  de  los  que  emprendieron  describir  las  costumbres 
privadas  de  los  pueblos  que  conocieron,  presentan  en  apoyo  de 
su  fe  datos  tan  auténticos  ni  fidedignos  como  I09  que  ministran 
nuestros  cronistas,  especialmente  el  diligentísimo  padre  Saha- 
gun. 

'Tor  lo  que  toca  á  biografías  y  á  sucesos,  me  parece  que  no 
pueden  considerarse  como  mejor  auteniizados  los  contenidos  en 
las  historias  griegas  y  romanas,  que  los  que  memoran  Ixtlilxo- 
chitl,  Tezozomoc,  Yejrtia  y  otros  muchos  que  han  bebido  en  fuen- 
tes nada  desemejantes  á  las  en  que  bebieron.  Herodoto  ó  Dioni- 
sio de  Halícamaso;  ni  creo  que  los  grandes  hechos  de  Alejandro, 
referidos  por  Quinto  Curcio  ó  por  Arriano,  sean  más  dignos  de 
fe  que  los  de  Netssahualcoyotl  ó  cualquiera  otro  de  nuestros  re- 
yes, trasmitidos  á  la  posteridad  por  sus  compatriotas  ó  descen- 
dientes. Nada  digo  úe  las  inciertas  tradiciones  de  los  Xsirios, 
Mi»dos  y  Persas,  ni  de  las  nebulosas  dinastías  de  los  Egipcios, 
cuya  memoria  todavía-  se  busca  en  las  ruinas  de  sus  ciudades  y 
de  sus  sepulcros."  (1) 

(1)  NotaB  y  aclaraciones,  pág.  8>9. 


^ 


408 

Queda  todavía  en  pié  la  cuestión,  de  la  lectura  de  las  páginas 
jeroglíficas;  en  ella  vamos  á  ocuparnos.  El  Oód.  Mendocbo  tiene 
interpretación  auténtica,  ejecutada  por  personas  competentes, 
mandada  hacer  por  el  virey  D.  Antonio  de  Mendoza.  Los  Códi- 
ces Vaticano  y  Telleriano  Bemense  están  también  interpretados, 
si  bien  en  tiempos  posteriores.    Hé  aquí  puntos  más  ó  menos 
seguros  de  partida»  nociones  preciosas  para  servir  do  base  en  l&s 
investigaciones.  Sahagun,  Torquemada,  IxtUloxochitl,  Signenza» 
supieron  leer  la  escritura  jeroglifica,  mas  nada  escribieron  acetca 
de  ello.  Acosta  dejó  únicamente  sucintas  noticias.  (1)  El  simbo- 
lismo del  padre  Kircher  sirvió  de  poco.  (2)  Burgoa,  refiíiéndoae 
á  los  pueblos  de  Oaxaca,  escribe:  ''Entre  la  barbaridad  de  estas 
naciones  se  hallaron  muchos  libros  á  su  modo,  en  hojas  ó  telas 
de  especiales  cortezas  de  árboles  que  se  hallaban  en  tierras  ca- 
lientes, y  las  curtían  y  aderezaban  á  modo  de  pergaminos  de  nna 
tercia,  poco  más  6  menos  de  ancho,  y  unas  tras  otras  las  surcían 
y  pegaban  en  una  pieza  tan  larga  como  la  habían  menester,  don- 
de todas  sus  historias  escribían  con  unos  caracteres  tan  abievisr 
dos,  quQ  una  sola  plaña  expresaban  el  lugar,  sitio,  provincia,  ano, 
mes  y  dia,  con  todos  los  demás  nombres  de  dioses,  ceremonlaa  3 
sacrificios,  ó  victorias  que  habían  celeb]:ado  y  tenido,  y  para  esto 
á  los  hijos  de  los  señores,  y  á  los  que  escogían  para  sxi  saceiio- 
cio  enseñaban  6  instruían  desde  su  niñez,  haciéndoles  decorar 
aquellos  caracteres,  y  tomar  de  memoria  las  historias,  y  deaioft 
mismos  instrumentos  he  tenido  en  mis  manos,  y  oídolos  explic» 
á  algunos  viejos  con  bastante  admiración,  y  solían  poner  estos 
papeles  ó  como  tablas  de  cosmografía,  pegados  á  lo  largo  enUs 
salas  de  los  señores,  por  grandeza  y  vanidad,  preciándose  de  tra- 
tar en  sus  juntas  y  visitas  de  aquellas  materias."  (3)     A&i,  end  \ 
segundo  tercio  del  siglo  XYII,  aun  se  conservaba  en  Oaxaca  el 
conocimiento  primitivo  de  la  escritura  jeroglífica. 

Sigue  un  largo  período  en  que  los  estudios  de   nuestra  hifito-  r 
ria  fueron  olvidados.  Lorenzo  Boturini  Benaducci  vino  &  darte 
poderoso  impulso,  reuniendo  aqiiella  rica  y  preciosa   colecciotl 
de  documentos,  que  por  el  gobierno  colonial    le  fué  quitadi. 
Triste  fué  la  suerte  de  ese  tesoro.    En  parte  ó    en  todo  rít^ió  i 

(1)  Hist.  nat.  y  moral,  lib.  VI,  cap.  VII. 

(2)  Athan.  Kircher,  (Edipus  iEgyptiacus,  pág.  28-36. 

(3)  Palestra  historial,  por  Fr.  Francisco  de  Burgoa,  Mésico,  1670,  f  ol.  89. 


409 

•D.  Mariano  Yeytia;  á  la  muerte  suya,  pasó  la  colección  á  la  se- 
cretaría del  virreinato^  en  donde  la  humedad,  los  ratones  j  los 
curiosos,  la  cercenaron  á  porña:  Gama  y  el  P.  Pichardo  la  dis- 
frutaron, sacando  copias  de  pinturas  y  manuscritos.  Llevados 
los  restos  á  la  biblioteca  de  la  universidad,  sufrieron  tales  me- 
noscabos, que  casi  se  redujeron  á  nada;  pusiéronse  los  residuos 
en  el  Museo  Nacional,  para  sufrir  nueva  merma.  Mr.  Aubin  nos 
informa  de  lo  que  alcanzó,  y  cuanto  de  ello  tiene  en  su  colección 
:.  particular  en  París. 

L  Los  jesuítas  expatriados  en  Italia,  engañaron  las  horas  de  tedio 

^^  con  el  dulce  recuerdo  de  las  cosas  de  la  patria.  Despertábase  el 

f^  deseo  de  descifrar  las  pinturas  jeroglíficas,  y  Clavigero,  en  su 

¿  historia  antigua,  (1)  daba  la  '^Explicación  de  las  figuras  oscuras.'' 

^'.  Lino  Fábrega  interpretó  el  códice  jeroglífico  de  Yeletri,  existen- 

jg^  te  en  el  Museo  Borgiano;  (2)  existió  el  MS.  en  la  biblioteca  de  la 

^  Universidad,  citado  por  Humboldt  en  sus  Yues  des  Cordilléres, 

L^j:  lo  aprovechó  Zoega  en  su  tratado  de  Origine  et  listi  Ohdiscorum. 

V0^  Pedro  José  Márquez  se  ejercitó  en  describir  la  pirámide  de  Pa- 

A^i  pantla  y  las  ruinas  de  Xochicalco.  (3) 

^  Toca  el  lugar  preferente,  en  materia  de  descifracion  jeroglífica, 

-  ne^^  ^  ^*  ^^^*  ^^  ^"  -^^^^^^  ^®  León  y  Gama.  (4)  Trabajo  sório,  con- 
'^  ^(jf.  cienzudo,  erudito;  es  el  fundamento  de  la  escuela  que,  habiendo 
.    i^  perdido  la  tradición  antigua,  busca  por  comparaciones  é  induc- 
id ciones  descubrir  el  sentido  de  los  caracteres  méxica.    Lo  publi- 
1    fí¿  ^^^  ^®  ®^^^  ®^  compendio  de  una  obra  voluminosa,  hoy  oom- 
nei¿  pletamente  desaparecida.    Atacado  por  el  distinguido  D.  José 
1^^  Antonio  Álzate  y  Bamirez,  verdad  sea  dicha,  con  más  encono  y 
r^  ^  envidia  que  saber,  Gama  tuvo  que  escribir  la  segunda  parte.  Es- 
i¿t  ^  modesto  sabio  reunió  una  buena  colección  de  pinturas  y  ma- 
/vgt  nuscritos,  xjuerá  su  muerte  pasó  á  manos  del  presl3Ítero  filipense 
^^  D.  José  Pichardo. 

V  Pichardo  siguió  á  Gama  en  el  amor  á  las  pinturas,  si  bien  no 

a«es^ 

*        cot  (1)  Tom.  I,  pág.  416  y  sig. 

M*  f^  (2)  Códice  Meflsioano.  MS. 

^      ,  \         (3)  l>«e  Antiohi  Monumenti  di  Architettara  Meesicana  iUustrati  da  D.  Pietro  Már- 

KIV^^         quez,  Roma,  1804. 

(4)  Descripción  de  las  dos  piedras,  &c.,  M<ixico,  MDCOXCII.  PubUcada  después 
con  la  segunda  parte,  México,  1832. 


l6T0,í^* 


52 


410 

conocemos  el  fruto  de  sus  estudios.  Humboldt  nos  dice:  (1)  "La 
biblioteca  de  la  Universidad  de  México  no  contiene  pinturas  je- 
roglíficas originales;  no  encontré  más  de  algunas  copias  lineales» 
sin  colores,  ejecutadas  con  poco  cuidado.  Hoy,  la  colección  más 
rica  y  hermosa  de  la  capital,  es  la  de*D.  José  Antonio  Pichardo, 
miembro  de  la  congregación  de  San  Felipe  Neri.  La  casa  de  ese 
hombre  instruido  y  laborioso  fue  para  mí,  lo  que  la  casa  de  Si- 
güenza  para  el  viajero  Gemelli.  El  P.  Pichardo  ha  sacrificado  su 
pequeña  fortuna  en  reunir  pinturas  aztecas,  y  en  hacer  copiar 
las  que  no  podía  adquirir:  su  amigo  Gama,  autor  de  muchas  me- 
morias astronómicas,  le  legó  lo  más  curioso  que  poseía  de  pin- 
turas jeroglíficas.  De  esta  manera,  así  en  el  nuevo  continente, 
como  casi  en  todas  partes,  simples  particulares  y  los  menos  ricos, 
saben  reunir  y  conservar  los  objetos,  que  deberían  fijar  la  aten- 
ción de  los  gobiernos."  De  aquí  adquirió  Humboldt  las  pinturas 
existentes  en  la  biblioteca  de  Berlín.  Muerto  Pichardo,  la  co* 
lección  pasó  á  manos  del  Dr.  D.  José  Vicente  Sánchez;  algo  pasó 
al  Museo  Nacional,  desapareciendo  lo  demás,  para  ir  á  aumentar 
las  adquisiciones  de  los  particulares  en  Europa.  Siempre  el  mis- 
mo punible  descuido,  la  misma  ve^onzosa  indiferencia. 

Veytia  y  Clavigero,  por  amor  religioso,  se  esforzaron  en  con- 
cordar la  cronología  y  las  tradiciones  de  los  pueblos  de  México, 
con  la  Biblia.  Humboldt  siguió  el  mismo  sistema,  que  cuadraba 
á  su  opinión  del  origen  asiático  de  los  nahoa.  Estas  opimones, 
reunidas  al  mismo  fiLu,  aunque  partiendo  de  puntos  tal  vez  opues- 
tos, han  infinido  poderosamente  en  dirigir  las  indagaciones 
del  mundo  científico  en  esta  dirección,  no  en  todos  casos  muy 
acertada. 

Pasábansenos  dos  indicaciones.  La  una  es  relativa  al  Lie  D. 
José  Ignacio  Borunda.  '^Dícese  que  Borunda  escribió  una  clave 
general  para  la  interpretación  de  los  jeroglíficos  mexicanos,  y 
que  su  MS.  le  fué  recogido  y  enviado  á  España  por  la  autoridad 
eclesiástica,  con  motivo  de  las  ruidosas  controversias  á  que  dio 
lugar  al  famoso  sermón  del  Dr.  Mier,  sobre  la  aparición  de  Nues- 
tra Señora  de  Guadalupe."  (2)  La  otra  pertenece  á  las  cartas  de 
D.  Hernando  Cortes,  publicadas  por  el  Sr.  arzobispo  D.  Fran- 

(1)  Vues  des  Oordilléres,  tom.  I,  pag.  2^8-29. 

(2)  Dice.  Univ.  de  hist.  y  de  geogr.  Art.  Bortmda. 


i 


411 

cisco  Antonio  Lorenzana,  (1)  en  cuya  ol^ra  se  encuentra  copiada 
la  matrícula  de  tributos  del  Cód.  de  Mendoza:  en  breves  palabras 
diremos,  las  láminas  son  infieles,  las  interpretaciones  infelices. 

En  nuestros  tiempos,  quien  se  ha  llevado  la  palma  en  los  es- 
tudios arqueológicos  é  interpretación  de  los  jeroglíficos,  es  sin 
disputa  el  Sr.  D.  José  Fernando  Bamírez;  de  juicio  recto  y  pro- 
fundo, versado  en  el  conocimiento  de  los. idiomas  indígenas,  con 
una  de  las  mejores  bibliotecas  que  de  México  se  haya  reunido, 
sus  obras  dan  clara  luz  acerca  de  ciertos  puntos,  siendo  sus  con- 
clusiones muy  dignas  de  seguirse  y  aplicarse.  En  materia  de 
descifracion,  avanzó  muy  más  que  ninguno  de  sus  antecesores.  (2) 
El  Lie.  D.  Alfredo  Chavero  ha  practicado  ensayos  en  este  ra- 
mo, (3)  que  sin  duda  no  serán  loa  últimos  debidos  á  su  laborio- 
sidad. Cultivan  este  estudio  mis  buenos  an^igos  los  Sres.  D. 
Gumesindo  Mendoza  y  D.  Jesús  Sánche^X^uy  distinguido  me- 
xicanista,  aunque  mucho  más  versado  eü  í'as  cosas  del  siglo  XYI, 
es  el  muy  conocido  literato  D.  Joaquín  García  Icazbalceta). 

Del  extranjero,  ha  llegado  á  nuestras  manos  como  notable,  el 
trabajo  de  Mr.  J.  M.  A.  Aubin,  intitulado:  "Mémoire  sur  la  pein- 
ture  didactique  et  l'ecriture  figurative  des  anciens  mexicains;'*  (4) 
contiene  curiosas  observaciones,  algunas  apreciaciones  felices^  y 
baoe  honra  á  su  autor.   Braaseur  de  Borbourg  le  copia  tan  sólo. 

Tales  son  los  elementos  reunidos:  si  hemos  sabido  aprovechar- 
los, para  hacerlos  al  mismo  tiempo  progresar,  juzgúelo  el  lector. 
No  es  trabajo  acabado,  muchcr  menos  definitivo;  pero,  si  no  nos 
engañamos,  es  un  paso  más  hacia  ese  fin  desconocido  que  vamos 
persiguiendo* 


(1)  Hist.  de  Nueva  España,  escrita  por  en  esclarecido  conquistador,  &c.  Méxi- 
co, 1770. 

(2)  Notas  y  ei^larecmiieatoc:  Descripción  de  cuatro  JíáimnaB  monumeiLtales,  en 
la  conquista  por  Prescott,  tom.  II.  Los  dos  ciiadros  histózico-jeroglíficos,  en  el 
Atlas  de  García  Cubas.  Antigüedades  mexicanas  conservadas  en  el  Museo  Nacional, 
una  lámina  y  texto  explicativo,  £c. 

(8)  Piedra  llamada 'del  calendario,  lápida  conmemorativa. 
(4)  Revcue  Amérieaine,  et.  Oriéntale.  Faris. 


CAPÍTULO  II. 

Escritura  gei'oglifica,—-T7'a<Üv^^, — Origen  de  la  e^irítura. — Caracteres  mímicos  ó 
figurativos. — Simbólicos  ó  t7*0picos, — Ideográficos. — Fonéticos. — Beglas  graimUica- 
les  del  mexicano. — Las  proporciones. — El  tzin  reverencial. — Composición  de  las 
palabras. —Valor  fónico  de  los  caracteres. — Singular  y  plural. — Qénero.-^D eri- 
zados. 

EN  la  infancia  de  los  pueblos,  cuando  comienzan  á  recorrer 
el  camino  de  la  civilización  y  carecen  de  medios  adecuados 
para  perpetuar  las  cosas  que  más  les  importan,  encargan  á  la 
memoria  ciertas  relaciones,  cont^hiendo,  ya  la  procedencia  de  la 
tribu  y  las  hazañas  rematadas  por  sus  hombres  distinguidos,  ya 
las  reglas  de  conducta  establecidas  por  los  legisladores:  ora  el 
principio  de  los  dioses  con  las  enseñanzas  ó  los  beneficios  de 
ellos  recibidos;  bien  los  resultados  de  la  experiencia  aplicados  á 
sus  artes  nacientes.  Esas  relaciones  se  impregnan,  digámoslo 
así,  del  carácter  del  pueblo  que  las  compone;  y  sea  que  se  pre- 
senten como  el  esfuerzo  de  una  poesía,  más  ó  menos  artíficiosa, 
6  como  la  simple  expresión  de  un  recuerdo,  más  ó  menos  daro, 
lo  cierto  es  que,  esas  leyendas  encierran  el  saber  alcanzado  por 
los  hombres  entendidos  de  la  tribu,  forman  el  tesoro  de  las  doc- 
trinas y  de  las  creencias  adoptadas  por  la  comunidad,  son  la  su- 
ma de  sus  nociones  históricas.  En  determinadas  ocasiones  pú- 
blicas ó  religiosas,  en  el  seno  de  la  familia  y  al  amor  del  hogar, 
los  sabidores  de  las  relaciones  las  repiten  al  concurso,  cautivando 


413 

la  imaginación  y  excitando  el  ingenio  de  aquellas  gentes  senci- 
llas: y  á  faer2a  de  oírlas  se  graban  ^n  la  memoria  de  los  oyentes, 
pasan  sucesivamente  de  padres  á  hijos,  quedando  establecida  la 
tradición. 

A  medida  que  transcurre  el  tiempo  y  el  pueblo  se  civiliza,  las 
relaciones  tradicionales  se  hacen  más  largas  y  artificiosas;  un 
solo  hombre  es  incapaz  de  abarcarlas  todas  en  la  memoria,  sien- 
do indispensable  subdividirlas  en  grupos  ó  ramos,  profesado 
cada  uno  pgr  las  personas  á  quienes  de  preferencia  importan. 
La  tradición  oral  presenta  graves  inconvenientes:  de  la  mejor 
buena  fe,  ahora  ó  mañana,  cada  repetidor  olvida  un  pormenor, 
altera  un  nombre,  suprime  una  fecha,  cambia  una  palabra  ó  una 
frase  mudando  el  sentido  primitivo:  los  sucesos  recientes,  por 
más  importantes,  se  retienen  con  gran  cantidad  de  pormenores; 
mas  á  medida  que  de  la  actual  época  se  alejan,  se  descoloran  y 
descaman,  se  condensan,  se  reducen  á  breves  enunciados,  He- 
gando  finalmente  á  una  embrollada  oscuridad,  desfigurados  y 
divididos  por  lagunas  que  los  privan  de  una  razonable  ilación. 
Los  poetas  se  apoderan  de  las  leyendas  heroicas  y  los  sacerdo- 
tes de  las  relaciones  místicas:  por  admiración  y  por  respeto, 
cuando  no  intervenga  alguna  causa  bastarda,  poetas  y  sacerdo- 
tes trasíorman  aquellas  composiciones  candidas  y  aun  verídicas 
en  otras  místicas,  alegóricas,  impenetrables,  con  su  cortejo  de 
hechos  sobrenaturales  y  de  estupendos  prodigios.  Así  se  per- 
vierte la  tradición,  y  á  través  de  los  siglos  las  cosas  más  autén- 
ticas toman  las  formas  de  lo  maravilloso  y  lo  fantástico. 

Ya  más  adelantada  la  nación  reconoce  los  inconvenientes  de 
este  sistema  trunco  é  imperfecto;  pulsa  las  dificultades,  ya  de 
formar,  ya  de  consultar  los  archivos  ambulantes  de  los  hombres 
instruidos;  y  para  no  perder  nada  de  sus  recuerdos,  concibe  la 
idea  de  fijar  el  cumulo  de  los  conocimientos  adquiridos,  de  una 
manera  permanente,  clara,  al  alcance  de  la  multitud.  Los  prime- 
ros ensayos  de  este  género  fueron  los  orígenes  de  la  escritura; 
de  ese  arte  mar^ivilloso  que.  pone  patente  á  los  ojos  lo  que  pasa 
en  el  entendimiento. 

La  idea  primera  que  debió  presentarse  para  consignar  un  he- 
cho, fué  sin  duda  la  de  reproducirle,  de  copiarle  sobre  una  ma- 
teria fácil  de  transportar,  ó  sobre  un  objeto  duro  que  por  su  na- 
turaleza pudiera  resistir  á  las  injurias  del  tiempo  y  de  los  hom- 


I 

■ 


414 

bres:  la  pintura  y  la  escultura  debieron  ser,  sin  lo  que  tienen  de 
artístico,  los  origenes  de  la  escritura. — "El  primer  medio  que 
ha  debido  ocurrir  á  la  mente,  dice  el  Sr.  D.  José  Femando  Ra- 
mírez, es  la  pintura  del  hecho  que  se  quería  perpetuar,  repro- 
duciéndose en  el  lienzo  ó  en  el  papel  con  todos  sus  pormenores. 
Así  es,  que  si  se  trataba  de  conservar  el  recuerdo  de  la  destruc- 
ción de  un  pueblo  por  la  guerra,  se  pintarían  hombres  peleando, 
mujeres  j  niños  pasados  á  cuchillo,  y  casas  incendiadas. 

Gomo  un  tal  medio  de  historiar  era  sumamente  lento  y  labo- 
rioso, se  pensó  en  simplificarlo;  mas  ésto  no  debió  hacerse  de 
una  vez,  sino  que  el  pintor  comenzaría  por  omitir  algunos  ras- 
gos hasta  llegar  á  la  total  supresión  de  las  figuras  de  detalle. 
Por  consiguiente,  el  hecho  que  nos  sirve  de  ejemplo,  se  repré-  , 
sentaría  entonces  con  la  imagen  de  un  guerrero  que  tiene  asido 
á  otro  por  los  cabellos,  á  la  manera  de  los  que  se  ven  en  los  re- 
lieves de  la  piedra  llamada  de  los  sacrificios;  ó  también  colocan- 
do aquel  mismo  guerrero,  de  pié  y  armado  sobre  el  jeroglífico 
que  representara  el  asiento  de  la  tribu  sometida. 

"En  la  vida  de  los  pueblos  medio  civilizados,  la  guerra  y  las 
conquistas  son  los  sucesos  más  importantes  y  dignos  de  recuer- 
do; de  aquí  es,  que  cuando  aquellas  se  multiplicaban  dentro  d^  un 
breve  período,  el  trabajo  del  historiador  crecía  en  la  misma  pro- 
porción sin  utilidad  y  sin  interés.  Pensóse  entonces  en  una  nue- 
va simplificación,  y  ésta  se  hizo  como  se  ve  repetidamente  en  los 
anales  aztecas,  pintando  la  efigie  de  un  guerrero  y  de  un  escudo 
de  armas  en  el  centro  de  varios  signos  simbólicos  que  represen- 
tan el  nombre  y  número  de  otros  tantos  pueblos.  El  todo  signi- 
ficaba que  aquel  guerrero  los  había  subyugado  por  fuerza  de 
armas."  (1) 

Las  observaciones  del  Sr.  Bamírez  son  exactas.  La  represen- 
tación minuciosa  del  acontecimiento  debió  ser  el  primer  esfuer- 
zo de  la  mente  para  darle  perpetuidad;  siguióse  el  compendiar 
la  pintura  suprimiendo  cuanto  fuera  superfino,  sin  perder  por 
ello  la  semejanza  apetecida;  paso  tras  paso  se  fué  simplificando 
el  dibujo,  hasta  dejarle  únicamente  lo  indispensable  para  res- 
ponder á  la  idea  que  se  pretendía  reproducir.  Fácilmente  se  ad- 
vierte que  el  procedimiento,  para  llegar  del  primero  al  ultimo 

(1)  Notas  y  aclaraciones,  Prescott,  tom.  II,  Apéndice,  pág.  13-14. 


415 

término,  hubo  de  costar  repetidos  esfuerzos  al  eutendimiento,  en 
períodos  de  tiempo  indeterminados;  y  que,  dar  algunos  pasos 
adelante,  era  labor  de  trabajos,  lentos  y  dificultosos. 

La  transformación  sufrida  por  el  cuadro  en  conjunto,  la  sufría 
igualmente  cada  uno  de  los  objetos  elementales.  Un  árbol,  por 
ejemplo, 'estaría  copiado  con  todos  sus  pormenores  en  las  pin^ 
turas  primitivas,  á  la  manera  en  que  le  representa  un  paisajista 
en  nuestros  dias:  cansados  los  pintores  de  perder  el  tiempo  en 
tanta  minuciosidad,  fueron  compendiando  el  contorno  hasta  de- 
jarle en  una  forma  fácil,  sin  que  por  ello  dejara  el  árbol  de  ser 
reconocible,  llegando  así  sucesivamente  hasta  que  los  trazos  co- 
rrespondieron más  á  una  figura  convencional  que  al  retrato  del 
árbol  mismo.  Cada  objeto  á  su  turno,  al  alcanzar  su  última  tras- 
formación,  cambió  de  valor  para  los  pintores;  semejantes  dibu- 
jos no  formaban  necesariamente  parte  de  un  cuadro  determinado, 
del  cual  no  pudieran  estar  separados;  se  tomaron  componentes, 
con  valor  propio  cada  uno,  aplicados  á  distintas  combinaciones; 
de  simples  representaciq^s  pasaron  á  ser  caracteres  fijos,  ele- 
mentos de  la  escritura. 

Ya  como  elementos  gráficos  recibieron  aún  modificaciones,  es- 
pecie de  abreviaturas  como  las  admitidas  en  nuestra  esci^itura 
fonética.  La  más  aparente  es  la  que  admite  la  cabeza  sola  de  un 
ser  en  representación  del  ser  mismo;  así  un  hombre,  un  cuadrú- 
pedo, una  ave,  van  expresados  por  la  cabeza  de  cada  uno  res- 
pectivamente. 

Los  pueblos  inventores  de  la  esoritura  de  México  siguieron 
sin  duda  el  camino  que  aoabaanos  de  indicar,  ó  más  bien,  les  he- 
mos trazado  su  itinerario  por  los  puntos  que  les  hemos  visto  re- 
correr. La  escritura  nahoa  ofrece  una  cantidad  muy  considera- 
ble de  signos,  copia  de  los  objetos  naturales  ó  artificiales,  los 
cuales  indican  el  estado  incipiente  del  arte  de  escribir,  corres- 
ponden á  los  orígenes  de  la  escritura,  forman  el  medio  más  im- 
perfecto de  perpetuar  los  sucesos. 

L  Esta  primera  serie  de  signos  ó  caracteres  recibió  el  nombre 
de  mímicos  6  figvn-oJtivos,  Les  han  llamado  también  kiritMgicos  6 
figurativos  porque  expresan  la  palabra  con  la  pintura  de  la  cosa 
misma.  Bescherelle  define  lavozkiriologique:  "PeirUure  des  idees 
par  les  setUes  images  des  objeis  visibles*''  Deriva  la  palabra  de  las 
griegas  kirios,  propio,  y  logos^  lenguaje.  Bepresentan  simplemen- 


} 


416 

te  el  objeto,  sin  otra  idea  asociada.  La  figura  de  un  hombre,  de 
una  casa,  solo  traen  al  entendimiento  las  ideas  de  hombre  y  de 
casa  en  general,  sin  relación  de  tiempo,  de  lugar,  de  nacionali- 
dad, de  uso,  &G.  Ademas,  no  caben  en  esta  primera  serie  más  de 
los  signos  que  expresan  cosas  materiales  ó  artificiales,  visibles, 
de  contomos  fijos,  invariables  á  la  simple  inspección. 

Encontraremos  en  esta  sección  todas  las  cosas  conocidas  de 
los  nahoa. 

I.  Algunos  cuerpos  celestes  como  ciücdin,  estrella. 

n.  El  hombre  y  la  mujer,  de  diversas  edades  y  condiciones, 
en  diversas  actitudes,  ejecutando  multitud  de  faenas. 

III.  Miembros  aislados  de  los  hombres  ó  de  los  animales. 

rV.  Cuadrúpedos  salvajes  ó  domésticos.  OcdoU  tigre,  ciüi  lie- 
bre, coyotl  coyote,  tocktli  conejo,  mamU  venado,  tecuani  bestia 
feroz,  ayotochüi  armadillo,  ^idmichin  ratón,  epaü  zorrillo,  cozamar- 
lotl  comadreja,  coyametl  jabalí  y  el  terrible  ohuitíiQtl  práaago  de 
desgracias,  ¿ce:  délos  cuadrúpedos  domésticos  solo  encontramos 
el  üzctiiníU,  chichi  ó  t^hichi,  perro  mexipano. 

V.  Cuadrumanos;  ozomaUi,  mono. 

YI.  Beptiles  ú  otra  especie  de  animales,  siendo  la  principal 
la  coatí  ó  oohnaü,  culebra  6  serpiente,  bajo  varios  aspectos  y  con 
distintas  denominaciones:  ciietzpalin  lagartija,  cueyatl  rana,  tama* 
zólin  zapo,  ayotl  tortuga,  &c  * 

YII.  Aves  diversas.  Tototi  pájaro  en  general;  cuaulUli  águila, 
qicetzalli  ave  asi  llamada;  tzinacan  murciélago,  cozcfxcuauhÜi  aura 
ó  rey  de  los  zopilotes,  zolm  codorniz,  huiloü  paloma,  tecoLoil  teco- 
lote ó  buho,  ax^atl  garza,  mdoü  gorrión,  cacaloÜ  cuervo,  tozüi  pa- 
pagayo amarillo,  huitzitzüin  colibrí,  cooatK  tórtola,  &c.,  de  las  de 
corral  totóLin  6  hvexdoü  guajolote  ó  pavo. 

YIIL  Peces:  imchin^  pez  en  general  y  algunos  pocos  en  par- 
ticular. 

IX.  Ciertos  insectos,  como  azoaü  hormiga,  chapdin  langos- 
ta, ocuilin  gusano,  xtcotl  jicote  ó  abejorro,  coloÜ  escorpión  ó  ala- 
crán, &G. 

X.  Arboles,  plantas,  flores,  frutos,  semillas  y  gomas.  HuexoÜ 
sauz,  acatl  caña  de  carrizo,  ineÜ  maguey,  nopcdli  nopal,  nochüi 
tuna,  mizquül  mezquite,  xochiü  flor  en  general,  copaüi  por  goma 
en  general  ó  por  cierta  clase  de  incienso  para  zahumar,  tóUin  tu- 
le, juncia  6  espadaña,  tlacotl  jarilla  ó  vardasca,  captdin  árbol  y 


417 

fruto  del  mismo  nombre,  ocgü  ocote,  tzapotl  zapote  por  el  árbol  y 
por  el  frtito,  ¿hian  chía,  pacMli  heno,  xoconochüi  tuna  agria,  zacatl 
zacate  ó  pasto,  huixo/chin  huisache,  camhuaü  cacao,  otlail  otate, 
ahuatl  encina,  epatzoÜ  epazote,  xometl  saúco,  iczotl  palma,  chiUi 
chile  ó  pimiento,  amoUi  yerba  que  sirve  de  jabón,  &c.,  &c. 

XL  Prendas  del  vestido  ó  adornos.  Cadli  sandalias  ó  zapatos, 
ikmÜ  pluma  pequeña,  coyóUi  cascabel,  maídUd  bragas  ó  faja  que 
servía  para  xsubrir  las  vei^enzas,  huipiUi  camisa  de  mujer^  tü- 
haUi  manta  que  servía  de  capa,  cueiÜ  refajo  6  enaguas,  cozcaÜ 
gargantilla,  nacochüi  orejeras  ó  pendientes,  tenteUhezote  6  piedra 
para  adornar  el  labio,  &c. 

Xn.  Muebles,  armas  é  insignias.  Chimaüi  escudo,  miü  flecha, 
ichcahuípilli  armadura  de  algodón  colchado,  teyaochichihtudiztU  ar- 
madura, üáhuictóHi  arco,  tlacochtU  dardo,  macudliuitl  espada  me- 
xicana, temailaü  honda,  cuauhóUMi  porra,  topíHi  lanza,  icpaUi  silla, 
petlatl  estera,  oopUli  especie  de  corona  real,  quechóUi  borla  de  plu- 
ma fina,  &c 

Xm.  Utensilios.  XicaEi  jicara  ó  vaso  para  beber,  huüzomiÜ 
agtija,  mcdacaíl  malacate  ó  huso,  chiquihuid  cesto,  comaüi  comal, 
caxiü  escudilla  ó  plato,  iezcaU  espejo,  aoayetl  cañuto  para  fumar, 
comitl  olla,  &c 

XIY.  Edificios  y  construcciones.  XacaUi  choza,  ienamitl  cerca 
6  muro,  teocaUi  6  teopan  templo,  oalti  casa,  ieqxm  palacio,  Üachtli 
juego  de  pelota,  acaüi  canoa,  aoaasiü  alberca,  &c. 

XV.  Instrumentos  músicos,  de  las  artes  y  de  los  oficios.  Sue- 
htietl  especie  de  atambor,  tepomiaüi  tambor  de  madera,  aya^xxchüi 
sonaia,  ooaü  coa,  ÜcudrnaUqmzíli  hacha  para  labrar  madera,  &c. 

XVI.  Objetos  anómalos. 

Multitud  de  otros  pbjetos  se  encuentran  reproducidos  en  las 
pinturas,  con  menor  ó  mayor  dificultad  reconocibles,  según  el 
grado  de  perfección  en  el  dibujo:  se  presentan  con  solo  el  perfil 
negro,  sin  sombras  de  ninguna  clase,  ó  si  están  iluminados,  con 
campos  de  tintas  iguales  sin  graduaciones  ni  matices. 

II,  Comenzando  el  arte  de  la  escritura  por  reproducir  por  me- 
dio de  copias  los  objetos  existentes  en  la  naturaleza,  ningún 
obstáculo  serio  pudo  encontrar  el  pintor;  mas  á  poco  observar 
debió  encontrarse  con  otro  orden  de  objetos,  que  si  bien  son 
materiales,  no  ofrecen  siempre  una  figura  determinada,  v.  g.,  el 

53 


■<'t. 


418 

agua  que  toma  las  formas  del  recipiente  q^  la  contiene;  la  pie- 
dra de  contornos  fijos  en  cada  trozo  particular  y  de  formas  múl- 
tiples en  lo  general;  el  cielo  con  su  variable  aspecto;  el  viento 
cuyos  efectos  y  contacto  se  sienten,  pero  que  no  se  ve.  En  éstos 
y  en  los  casos  análogos  la  pintura  no  podía  tomar  el  retrato;  pero 
como  había  menester  el  mencionar  aquellos  objetos,  la  necesidad, 
madre  de  la  industria,  determinó  la  invención  de  un  signo  con- 
vencional, dispuesto  para  recordar  á  la  mente  el  nombre  y  la 
idea  á  que  estaba  referido.  El  paso  de  los  caracteres  mímicos  á 
los  de  esta  segunda  clase  no  pudó  ser  dado  de  una  manera  vio- 
lenta, le  fueron  preparando  los  mismos  signos  figurativos.  En  la 
escritura  mexicana  d  árbol  presenta  forma  determinada;  en  el 
idioma  nahoa  cuahuifl  significa  árbol  y  madera;  aprovechando 
ambas  acepciones,  el  signo  mímico  representa  á^^bol  en  general, 
y  algunas  veces  como  signo  convencional  representa  la  madercu 
Ademas,  como  las  cosas  inanimadas  carecen  de  plural,  el  carác- 
ter sirve  para  expresar  así  uno  como  muchos  árboles,  siendo 
también  signo  convencional  de  floresta  ó  bosque.  Más  todavía: 
como  el  dibujo  sólo  dice  árbol  en  general,  cuando  se  ofreció  re- 
producir un  árbol  de  especie  determinada  como  el  capulín,  el 
ocote,  la  encina,  &c.,  se  hizo  preciso  acudir  al  arbitrio,  bien  de 
distinguirlos  por  los  frutos  que  producen,  bien  colocándoles  una 
señal  determinada  para  ser  á  primera  vista  reconocibles:  con  el 
capulín  y  con  otros  siguieron  el  primer  sistema,  con  hl  ocote  y 
con  la  encina  el  segundo. 

Relativamente  estos  procedimientos  son  obvios,  y  fueron  pre- 
parando el  camino  á  otros  más  complicados,  y  por  "áltímo  á  los 
más  difíciles,  fundándose  en  inducciones  mediatas  ó  inmediatas. 
Al  andar  el  hombre  sobre  la  tierra  blanda,  deja  impresa  la  planta 
del  pié  desnudo;  esta  planta  ó  huella  despertó  las  ideas  de  cami- 
no, movimiento,  traslación,  dirección,  huida,  £c.,  y  se  tomó  para 
signo  convencional  de  cada  una  de  estas  ideas.  La  lengua  es  el 
órgano  principal  y  aparente  para  producir  el  habla;  se  tomó  una 
lengua  ó  vírgula  para  expresar  la  palabra,  el  mando,  el  conve- 
nio, &c.  El  canto  es  una  habla  producida  con  mayor  esfuerzo  y 
adornada  con  inflexiones  agradables;  una  lengua  ó  vírgula  de 
mayor  tamaño  de  la  que  expresa  el  habla  y  con  dibujos  orna- 
mentales, fué  admitida  para  representar  el  cantar.  Sin  duda  fué 
éste  un  paso  ajigantado  en  el  camino  de  la  escritura,  con  el  que . 


419 

86  acercó  á  la  perfección,  aumentando  sus  recursos  para  fijar  los 
pensamientos. 

A  esta  segunda  clase  de  signos,  llamamos  trópicos  6  simbólicos. 
Nos  fundamos  en  esta  autoridad. — "Pronto  debió  sentirse  la  in- 
suficiencia de  este  primer  medio;  trazando  la  figura  de  un  hom- 
bre no  se  indicaba  particularmente  un  individuo,  sucediendo  lo 
mismo  con  las  figuras  de  lugar.  La  necesidad  de  distinguir  los 
individuos  creó  el  uso  de  otra  clase  de  signos,  cada  uno  de  los 
cuales  fué  particular  á  un  hombre  ó  Jugar;  estos  signos  fueron 
tomados  de  las  cualidades  físicas  de  los  individuos  ó  de  la  se- 
mejanza con  objetos  materiales;  y  como  no  eran  propiamente 
figurativos,  no  fueron  sino  simbólicos,  y  por  esto  se  les  llama 
caracteres  trópicos  6  simbólicos,  auxiliados  de  los  caracteres  figu- 
rados y  empleados  con  ellos  simultáneamente:  á  este  grado  lle- 
garon los  mexicanos  y  de  aquí  no  pasaron."  (1) 

Con  todo  el  respeto  debido  á  tan  buen  escritor,  observamos: 
que  los  mexicanos  alcanzaron  los  signos  simbólicos,  es  evidente; 
que  de  aquí  no  pasaron,  no  es  exacto. 

Admitimos  la  denominación  de  ChampoUion  Figeac  en  sentido 
más  lato,  supuesto  que  para  nosotros  son  signos  simbólicos  6  tró- 
picos^ no  solo  los  que  sirven  para  distinguir  entre  si  á  los  indi- 
viduos y  á  los  lugares,  sino  para  marcar  los  objetos  materiales 
que  no  tienen  figura  definida.  La  diferencia  entre  éstos  y  los 
signos  mímicos  ó  figurativos  queda  establecida  por  su  propia 
naturaleza:  el  dibujo  que  representa  un  tocMi^  como  signo  figu- 
rativo, no  despierta  otra  idea  que  la  del  animal  mismo,  j  puede 
ser  leído,  digamos  así,  en  todos  los  idiomas,  ya  que  quien  quie- 
ra que  le  mire  pronunciará  en  la  lengua  que  hable,  conejo.  No 
sucede  lo  mismo  con  los  caracteres  simbólicos;  la  figura  conven- 
cional no  trae  á  la  mente  idea  ninguna,  hasta  que  se  le  atribuye 
alguna  semejanza  más  ó  monos  remota  con  un  objeto  conocido, 
y  entonces  significará  lo  que  bien  parezca  al  observador:  el  sen- 
tido verdadero  solo  le  alcanza  quien  sabe  el  valor  convencional. 
Es  decir,  para  leer  un  carácter  simbólico  es  preciso  estar  en  la 
confidencia,  saber  y  aceptar  el  significado  que  al  inventor  plugo 
darle.  En  los  caracteres  trópicos  no  hay  que  buscar  siempre  su 
formacioc  ideológica;  no  es  fácil,  de  común,  atinar  con  la  razón 

(l)  CbAmpoUion  Figeac,  hirt.  de  Egipto. 


420 

que  motivó  el  invento.  Dos  pintores  formarán  idénticos  los  sig- 
nos mímicos:  producirán  de  continuo*  caracteres  simbólicos  di- 
versos. 

Los  símbolos  tomaron  nacimiento  de  multitud  de  órdenes  de 
ideas.  Admitido  un  signo,  por  semejanzas  más  ó  menos  aparen- 
tes,  dio  nacimiento  á  los  correlativos  de  su  especie;  de  atl  agua, 
se  derivaron  aioyaü  pió,  ameUayi  fuente,  atezccUl  charco,  hrieiaU 
mar,  &a  La  necesidad  de  dar  á  conocer  el  material  de  que  un 
objeto  está  formado,  reunt)  un  carácter  simbólico  con  un  mímico, 
expresando  las  ideas  compuestas  tecaxül  fuente  de  piedra,  tenor 
mitl  cerca  de  piedra,  teocilU  casa  de  piedra,  ¿c.  A  veces  se  forman 
los  derivados  de  las  diversas  formas  tomadas  por  el  mismo  ob- 
jeto; á  veces  por  la  semejanza  de  otros  objetos  materiales:  en  la 
mayor  parte  de  los  casos  el  invento  parece  arbitrario,  supuesto 
que  el  símbolo  es  un  objeto  desconocido  en  la  naturaleza,  pre- 
sentando las  apariencias  de  ideal  ó  de  fantástico. 

HL  Expresados  los  objetos  naturales  ó  artificiales  de  forma 
determinada,  y  los  objetos  naturales  de  forma  indeterminada,  la 
escritura  debió  intentar  el  reproducir  por  medio  de  signos  las 
acciones  y  pasiones,  las  ideas,  las  cosas  abstractas.  Nació  de 
aquí  la  tercera  clase  de  caracteres  á  los  cuales  llamamos  enigmá- 
ticos ó  ideográficos^  que  son  dibujos  naturales  representativos  de 
ideas. 

'^Limenso  era  el  campo  que  dar  había,  escribe  Champollion 
Figeac,  de  la  representación  de  estos  objetos  físicos  á  la  represen- 
tación de  las  ideas  metafísicas;  pero  los  pueblos  del  antiguo  mundo 
lo  salvaron.  Ellos  expresaron  por  signos  escritos  Dios^  cima  y  las 
de  las  humanas  pasiones;  pero  estos  signos  fueron  arbitrarios  y  en 
cierto  modo  convencionales,  aunque  provenidos  de  analogías  más 
ó  menos  verdaderas  entre  el  mundo  ñsico  y  el  moral;  así  el  león  se 
tomó  para  expresar  la  idea  fuerza.  Esta  nueva  especie  de  signos 
llamados  enigmáticos  agregados  á  las  dos  clases  primeras  de  figu- 
rados y  simbólicos,  fueron  inventados  y  usados  por  los  egipcios 
y  cbinos,  resultando  que  el  sistema  de  estos  tres  elementos  de 
escritura  era  enteramente  ideográfico,  es  decir,  compuesto  de  sig- 
nos que  expresaban  directamente  Ja  idea  de  los  objetos  y  no  los  so- 
nidos de  las  palabras  que  designaban  esos  mismos  objetos.  Esta 
clase  de  escritura  era  también  un  dibujo  ó  pintura,  puesto  que 


•     421 

la  fidelidad  de  su  significado  dependía  del  trazo  de  cada  objeto 
que  debía  estar  representado."  (1) 

Escuchemos  ahora  al  Sr.  D.  José  Femando  BamíreZi  quien 
directamente  se  dirije  á  nuestro  particular  objeto. — ^Tero  la  di- 
ficultad subía  hasta  un  punto  que  parecía  invencible  cuando  se 
trataba  de  representar  objetos  diñciles  de  reproducir  exactamen- 
te por  la  pintura,  tales  como  la  tierra,  el  agua,  el  aire,  &c.,  y  so- 
bre todo  las  ideas  abstractas,  como  las  del  movimiento  y  su 
dirección,  el  habla,  &c.,  que  muchas  veces  serían  necesarias  en 
la  pintura  para  dar  su  complemento  á  la  narración  del  suceso 
cuya  memoria  se  quería  conservar.  Tal  dificultad  sólo  podía  ven- 
cerse recurriendo  á  los  símbolos,  es  decir,  á  la  invención  de  una 
figura  convencional  que  por  sí  sola  representase  aquel  objeto  ó 
idea,  y  que  unida  con  otros  de  la  misma  clase  ó  entrando  en  com- 
binación con  algunos  signos  figurativos,  representaba  no  sólo  un 
objeto,  sino  un  pensamiento  entero.  Así  los  mexicanos  con  el 
signo  OUin,  que  significa  movimiento^  colocado  sobre  el  símbolo 
representativo  de  la  tierra,  expresaban  exactamente  la  idea  de 
terremoto,  y  también  la  del  número  de  veces  que  se  había  repe- 
tido, con  sólo  duplicar  ó  triplicar  el  signo.  La  idea  del  curso  ó 
dirección  que  llevan  los  objetos  puestos  en  movimiento,  se  re- 
presentaba por  la  huella  del  pié  desnudo;  la  del  habla  por  una 
figurilla  á  manera  de  lengua,  inmediata  á  la  boca  de  un  rostro 
humano.  La  del  bautismo  se  expresó,  por  los  primeros  de  nues- 
tros indígenas  cristianos,  de  una  manera  tan  sencilla  como  clara: 
figuraban  á  un  religioso  con  un  jarrito  en  la  mano,  levantado  á 
la  altura  de  la  cabeza  del  catecúmeno,  y  cubriendo  parte  de  éste 
con  el  símbolo  del  agua.  A  esta  especie  de  escritura  se  dio  el 
nombre  de  ideográfica,  por  componerse  de  signos  figurativos  y 
simbólicos,  que  expresan  directamente  la  idea  de  los  objetos  y 
de  las  cosas  cuyas  formas  no  es  posible  reproducir  por  medio  de 
la  pintura."  (2) 

Los  caracteres  enigmáticos  é  ideográficos,  por  su  naturaleza 
son  también  simbólicos:  la  diferencia  entre  ambos  consiste  en 
que,  aquellos  representan  ideas,  éstos  objetos  materiales  de  for- 
ma indeterminada.  Tomaron  origen  de  diversas  fuentes. 


(1)  GhampoUion  Figeac,  hist.  de  Egipto. 

(2)  Notas  y  aclaraciones,  pág.  14-15. 


422      • 

I.  Por  sinécdoque;  pintando  la  parte  por  el  todo.  Dijimos  que 
en  los  jeroglíficos  mexicanos  es  frecnente  colocar  la  cabeza  de 
un  ser  viviente  por  el  ser  mismo;  pero  en  este  caso,  si  hay  sim- 
boHsmOy  debe  tenerse  más  bien  como  una  abreviatura  del  carác- 
ter m&nico.  Mas  no  podrá  negarse  que  es  carácter  enigmático 
por  sinécdoque  el  que  se  encuentra  repetido  en  el  Códice  de 
Mendoza,  compuesto  de  un  cMmaUi^  escudo,  debajo  del  cual  aso- 
ma un  manojo  de  flechas,  miü;  los  caracteres  mímicos  de  que 
está  compuesto  el  grupo  jeroglífico  expresan  las  ideas,  guerra  y 
batalla:  si  se  unen  los  sonidos  arrojados  por  la  pintura  obten- 
dríamos mitlchinudli^  metáfora  que  en  la  lengua  mexicana  quiere 
decir,  guerra,  batalla:  el  grupo  no  sólo  es  ideográfico,  sino  hasta 
fonético.  La  frase  aÜ  iktxMmoUiy  expresada  gráficamente  por  el 
agua  y  por  el  incendio,  es  también  metáfora  mexicana  que  da  á 
entender,  guerra,  batalla.  El  chimaUi  presentando  en  vez  de  las 
fledbas  un  macuahuül,  tiene  el  significado  de  yaoyoü,  igualmente 
guerra,  batalla,  significando  también,  enemigo.  Bodeado  el  gru- 
po jeroglífico  por  la  huella  del  pié  humano,  daá  entender  que  la 
guerra  se  hizo  por  todos  los  pueblos  comarcanos.  En  los  jero- 
glíficos egipcios,  dos  brazos  armados  de  un  escudo  y  de  una  es- 
pada significan  ejército  y  combate. 

IL  Por  metonimia,  pintando  la  causa  por  el  efecto,  el  efecto 
por  la  causa,  ó  el  instrumento  por  la  obra  producida.  A  esta 
clase  pertenecen  el  ciclo  expresado  por  los  maderos  que  servían 
para  encender  el  fuego  nuevo;  el  año  simbolizado  por  la  yerba; 
la  idea  Dios  expresada  por  el  símbolo  del  sol;  los  útiles  de  la 
pintura  tomados  para  representar  la  escritura  y  al  pintor,  &c. 

m.  Por  metáfora;  adoptando  generalmente  un  carácter  figu- 
rativo ó  simbólico  para  expresar  la  idea,  por  medio  de  semejan- 
zas perceptibles  las  unas,  arbitrarias  ó  supuestas  las  otras  entre 
el  signo  y  la  idea  concebida.  Así  el  tigre,  ocdoüf  y  el  águila» 
ciuxuMli,  significan  el  valor  y  los  guerreros  distinguidos  en  el  ejér- 
cito; el  símbolo  xihuitl  responde  á  la  idea  de,  cosa  preciosa;  las 
plumas  del  qvetzaRi  dicen,  cosa  fina  ó  apreciable,  &c. 

lY.  Por  enigmas;  empleando  para  representar  la  idea  una  figu- 
ra fantástica  á  veces,  de  pura  convención  siempre,  que  no  tiene 
semejanza  en  la  naturaleza  sino  de  muy  remoto  y  que  presenta 
relaciones  con  la  idea  traídas  de  muy  lejos.  Tales  son  el  simbó- 


^3 

lioo  llaloc  diciendo  la  Uttyia  y  el  buen  tiempo,  j  la  generalidad 
de  las  figaras  loitológicaA,  &e. 

De  la  formación  de  estos  [signos  se  infiere,  que  un  carácter 
fígnratÍTo  puede  en  algnnos  casos  convertirse  en  simbólico  y  en 
enigmático;  no  siempre  podrá  yerificw^e  la  recíproca.  Atl,  y.  g., 
siempre  será  trópico  y  jamas  mimioo;  oedoíl  pasa  algunas  veces 
á  ser  enigmático. 

Y.  *^IiOB  caracteres  de  la  terceara  clase,  que  es  la  más  impor- 
tante, dice  OhampoUion]ett  su  Gramática  egipcia,  supuesto  que 
los  signos  que  la  componen  son  de  uso  znás  frecuente  que  el  de 
las  dos  primeras  clases  en  los  textos  jeroglíficos  de  todas  las  épo- 
cas, han  recibido  la  calificación  dGt/onéiicoe,  porque  representan 
en  realidad,  no  ideas,  sino  sonidos  ó  pronunciaciones." — "El  me-  * 
todo  fonético  pro(^de  por  la  notación  de  las  voces  y  de  las  arti- 
culaciones expresadas  aisladamente,  por  medio  de  caracteres  par- 
ticulares y  no  por  la  anotacioA  de  las  silabas.  La  serie  de  tos 
signos  fonéticos  constituye  un  verdadero  át/ábeto  y  no  un  süaba- 
rio.'' — "Considerados  en  su  forma  material,  los  caracteres  foné- 
ticos nacieron,  así  como  los  figurativos  y  los  trópicos,  de  las 
imágenes  de  los  objetos  físicos  más  ó  menos  expresos." — "El 
principio  fundamental  del  método  fonético  consistía,  en  repre^ 
sentar  una  voz  ó  una  articulación  por  la  imitación  de  un  objeto 
fíaioo,  cuyo  nombre  en  la  l6n¿aft  egipcia  hablada.  ti?TÍes6  por 
inicial  la  voz  ó  la  artictüacion  que  se  trataba  de  expresar." 

Se  ha  repetido  que  la  escritura  mexicana  no  pasaba  de  una 
escritura  pintada,  y  encontramos  que  contiene  signos  ideográfi- 
cos. Niégase  que  tenga  algo  de  fonética,  y  nos  figuramos  que  la 
negativa  no  se  puede  tomar  en  sentido  absoluto.  Si  se  nos  pre- 
gunta si  conocemos  una  serie  de  signos  que  representen  exclusi- 
vamente sonidos  ó  articulaciones  de  las  voces  habladas,  respon- 
deremos resueltamente,  no..  La  escritura  mexicana,  tal  cual  hoy  la 
conocemos,  no  presenta  un  alfabeto,  ni  mucho  menos  un  alfabeto 
fonético  regular;  pero  ofrece  signos,  perfectamente  reconocibles 
entre  las  tres  categorías  anteriores,  á  los  cuales  puede  sin  impro- ' 
piedad  llamarse  fonéticos,  por  llenar  estas  circunstancias:  L  Be- 
presentan  en  todos  los  casos  en  que  se  les  encuentran,  no  ideas 
sino  sonidos  6  pronunciaciones.  11.  Semejantes  á  los  caracteres 
mímicos,  simbólicos  y  enigmáticos,  son  imágenes  de  objetos  físi- 
cos, m.  Sirven  para  expresar  en  la  lengua  mexicana  hablada,  la 


» 


424 

voz  ó  la  articulación  que  se  pretende  anotar.  IV.  A  veces  los 
objetos  físicos,  en  la  lengua  mexicana  hablada,  tienen  por  inicial 
la  voz  ó  la  articulación  que  se  pretende  anotar.  No  se  pida  que 
estas  doctrinas,  acomodadas  por  Champollion  á  la  escritura  egip- 
cia, cuadren  sin  discrepancia  á  la  escritura  mexicana. 

Sin  duda  que  los  signos  fonéticos,  que  creemos  percibir,  no 
forman  un  sistema  completo  que  conozcamos,  por  medio  del  cual 
pudieran  ser  escritas  las  palabras;  «uministran  á  veces  sonidos 
simples  ó  literales,  á  veces  sonidos  compuestos  silábicos  ó  poli- 
silábicos. El  sistema  á  que  pertenecen  no  se  había  fijado  comple- 
tamente. Las  cuatro  categorías  de  signos  se  encuentran  confusa- 
mente mezcladas,  sin  toinar  un  rumbo  determinado  y  firme.  Es 
que,  cuando  la  civilización  europea  pasó  al  nuevo  mundo  j  ex- 
tinguió la  civilización  nahoa,  la  escritura  estaba  en  su  ultimo 
período  de  elaboración;  comenzando  por  la  representación  de  los 
objetos,  había  tenido  tiempo  para  la  expresión  de  las  ideas,  y  se 
ocupaba  entonces  en  perfeccionarse  queriendo  encontrar  los  ca- 
racteres fonéticos.  La  escritura  mexicana  fué  sorprendida  en  este 
trabajo,  el  que  no  le  fué  posible  terminar. 

Echando  una  ojeada  sobre  la  pintura  en  general,  las  cuatro 
especies  de  signos  de  que  acabamos  de  hablar  constituyen  los 
elemento^  de  la  escritura  jeroglífica  de  los  pueblos  de  Anáhuac 
cual  hoy  la  conocemos.  Destinados  para  expresar  las  ideas  con- 
cebidas en  lengua  mexicana,  están  formados  según  la  índole  de 
este  idioma;  la  forma,  la  composición,  la  lectura,  fueron  deter- 
minadas precisamente  por  el  sistema  de  interpretación  á  que 
debían  sujetarse.  Infiótese  rectamente,  que  los  jeroglíficos  mexi- 
canos no  deben  ser  examinados  ni  entendidos,  sino  según  los 
preceptos  gramaticales  del  nahoa.  Las  pinturas  son  una  lengua 
escrita. 

Si  lo  acabado  de  expresar  es  verdadero,  importa  decir  algunas 
palabras  acerca  de  ciertas  reglas  gramaticales  de  la  lengua  me- 
xicana, á  las  cuales  tendremos  que  ocurrir  con  frecuencia:  copia- 
das á  veces,  á  veces  extractadas  de  las  gramáticas,  las  referire- 
mos únicamente  á  la  lectura  y  formación  de  las  voces,  en  cnanto 
tengan  atingencia  con  nuestra  labor.  Es  el  objeto,  evitar  repe- 
ticiones inútiles,  ya  que.muchas  ocasiones  tendremos  que  invo- 
car unas  mismas  doctrinas. 

El  alfabeto  mexicano  se  compone  de  las  siguientes  letras:  a,  c$ 


425 

ch,  e,  hf  iy  1,  m,  n,  o,  p^  q,  t,  u,  x,  y,  z,  tz.  Suenan  todas  como  en 
castellano,  con  estas  dos  excepciones:  1%  la  x  se  pronuncia  como 
la  ah  inglesa  en  el  pronombre  she;  2%  á  falta  de  un  signo  parti- 
cular se  juntan  las  dos  letras  tzÁ  fin  de  representar  un  fuerte 
sonido  lingual  dental,  del  cual  carece  el  castellano;  pero  que  se 
suple  por  las  articulaciones  unidas  de  las  dos  consonantes:  ne- 
cesita la  voz  TÍy&  Equivale  l&  tzÁ  1a  Q  del  idioma  maya. 

Siguiendo  la  índole  del  castellano,  la  c  suena  suave  con  las  vo- 
cales 6,  iy  y  fuerte  con  las  a,  o,  u;  por  esta  causa  los  gramáticos 
dieron  á  la  primera  el  nombre  de  cstuive,  y  á  la  segunda  el  de 
cftierte.  Para  obtener  el  sonido  blando  usaban  de  la  p,  no  admi- 
tiendo palabra  alguna  con  z  inicial.  Esta  costumbre  en  boga  du- 
rante el  siglo  XYI,  determinó  que  el  mejor  Vocabulario  mexica- 
no que  poseemos,  el  del  P.  Molina,  no  contenga  voces  empezan- 
do con  z,  quedando  mezcladas  en  la  c  las  voces  con  esta  letra' 
inicial  y  con  la  p  (cedilla).  Abolido  este  signo  en  la  actual  es- 
critura, se  emplea  la  z  en  todos  los  casos  de  pronunciación  sua- 
ve con  las  a,  o,  tí,  dejando  la  o  para  los  sonidos  fuertes  con  las 
mismas  letras. 

El  abecedario  mexicano  carece  de  eUe;  cuando  se  encuentran 
dos  des  unidas,  como  en  la  palabra  caUi,  la  una  ele  forma  arti- 
culación inversa  con  la  vocal  qua  le  antecede,  mientras  que  la 
otra  ele  la  forma  directa  con  la  vocal  que  la  sigue:  en  el  ejemplo 
actual  leeríamos  cal-li. 

Catorce  palabras  presenta  el  Vocabulario  de  Molina  escritas 
con  h  inicial.  La  h  es  aspirada  cuando  le  precede  la  u  6  se  en- 
cuentra al  ñn  de  una  palabra.  Antiguamente  se  confundieron  el 
valor  y  uso  de  las  letras  &,  v,  u,  usándose  promiscuamente,  de 
donde  resultaron  las  denominaciones  ya  no  admitidas  de  u  vo- 
cal y  de  v  consonante.  Siguiendo  esta  doctrina  el  P.  Molina,  es- 
cribe muchas  voces  con  v  inicial  y  la  conserva  en  la  composición 
de  las  palabras.  Ya  en  el  siglo  XV lU  estaba  abandonada  la  cos- 
tumbre, y  por  eso  dice  la  gramática  de  Aldama  y  Guevara:  ^'A 
"la  V  consonante,  ningún  varón  la  pronuncia  como  en  español 
"(las  mujeres  sí):  sino  que  le  dan  un  sonido  muy  semejante  al 
"que  tiene  el  fiu  de  esta  voz  española,  hueco.  Para  que  el  lector 
"sepa  cuando  es  consonante,  usan  muchos  autores  (y  usará  yo) 
"anteponerle  h.  Ni  el  Vocabulario  ni  otros  autores  ponen  distín- 
"tivo  alguno:  y  todos  usan  este  carácter  u,  aunque  sea  consonan- 


426 

''te;  y  así  te  daré  esta  regla:  es  consonante  la  que  estaviere  en- 
''tre  dos  vocales:  y  la  que  fuere  la  primera  letra  de  la  'foz,  por- 
"que  no  hay  yoz  que  empiece  con  u  vooaL  y.  g»  en  veve  (senex) 
''ambas  son  consonantes;  pero  ya  dije  que  yo  escribiré  así,  kue^ 
hue.''  (1) 

Bespecto  de  la  o,  asegura  la  misma  gramática:  "A  la  o  pronnn- 
"cian  tan  oscuramente  que, parece  u.  De  aquí  nace  que  donde 
"unos  autores  escriben  o,  escriben  otros  u:  v.  g.  teotly  teuíl,  (Dios), 
"mockiy  rmichiy  (todo),  ÜcUoam^  tlatuaivi,  (Señor).  Yo  escribiré  o; 
"pero  sirva  dicha  noticia  para  que  si  no  hallares  en  el  Yocabu- 
"lario  la  voz  escrita  con  o,  la  busques  escrita  con  »."  (2) 

La  ¿  se  une  frecuentemente  con  la  I  así  en  ar^culaeion  inversa 
como  en  directa;  en  el  primer  caso  suena  como  en  las  palabras 
castellanas  Atlas,  Atlántico;  en  el  seguftdo  la  Ü  toma  un  sonido 
compuesto  cual  si  se  pronunciara  tle^  sonando  confusa  ú  oscu- 
ra la  e.  Por  regla  general,  no  se  conserva  la  t  entre  dos  eles; 
cuando  en  la  composición  de  las  palabras  resulta  la  combinación 
Itly  desaparece  la  t  quedando  únicamente  11,  sin  que  cambie  el 
significado  de  la  voz. 

Según  tenemos  observado,  de  una  manera  invariable  todo  nom- 
bre de  lugar  ó  geográfico  va  afijado  con  una  preposición,  de  aquí 
la  necesidad  de  indicar  alguna  cosa  respecto  de  su  valor  y  uso. 
Las  preposiciones  que  se  juntan  con  nombres,  sin  estar  de  ella^ 
separadas  son: 

L  O,  significa,  en  y  cíeniro:  se  une  á  los  nombres  acabados  en 
ti,  los  cuales  cambian  estas  letras  finales  por  la  c;ilhuioatl,  cielo, 
ühuioac^  en  ó  dentro  del  cielo. 

II.  Co,  sinónimo  de  c,  que  se  pone  con  las  palabras  terminadas 
tli,  íft,  in.  Ejemplos:  tianquizUif  mercado,  iianquizoOf  en  ó  dentro 
del  mercado;  acaUi,  canoa  ó  nave,  ocoZoo,  en  ó  dentro  de  la  canoa; 
capvUn^  el  árbol  que  da  la  fruta  de  este  nombre,  captdco^  en  el 
capulin. 

Se  exceptúan  de  las  reglas  anteriores  los  monasílabos  acaba- 
dos en  Ü,  á  los  cuales  no  se  les  pone  c  ni  oo,  fuera  de  ÜeÜ,  fuego, 
que  hace  tieoo,  en  ó  dentro  del  fuego. 

in  y  ly.  Nal,  nalcQ,  del  otro  lado,  de  la  otra  banda.  Se  com- 
ponen con  aü,  agua,  atoycUl,  rio,  y  algunas  pocas  más.    Anal  6 


(1)  Aldaina  y  Guevara,  niíin.  0. 

(2)  Aldama  y  GueTara,  niím.  8. 


íi 


427 

ancdcOf  del  otro  lado  del  agna;  atoyancdcOy  del  otro  lado  del  rio.  Se 
unen  también  con  algunos  verbos. 

V  y  VL  Pa  y  copa,  en.  Atentli,  orilla  del  agna  (de  atl,  agua,  y 
de  tentlty  labio  ú  orilla),  aJtempa  6  cUenoopa,  en  la  orilla  del  agna. 
En  ciertos  casos  equivale  á,  (xm,  y  de. 

Las  preposiciones  que  se  juntan  á  nombres  6  á  pronombres 
posesivos,  unidas  ó  separadas  de  ellos,  son: 

I.  Pariy  en,  sobre.  De  tlaUi,  tierra,  sale  tlalpan,  en  ó  sobre  la 
tierra;  en  algunos  compuestos  significa  también',  en  tiempo. 

n.  Tlaíij  juntó,  debajo,  entre,  cerca,  en,  &c  Coatí,  culebra, 
coaUan,  junto,  debajo,  &c.,  la  culebra:  atl,  agua,  atktn,  en  el  agua. 
En  composición  va  unida  generalmente  ó  más  bien  en  muchos- 
casos  á  la  partícula  ti,  llamada  por  los  gramáticos  ligadura  6  li- 
gatura, colocada  por  eufonía,  sin  que  quite  ó  aumente  nada  á  la 
significación.  Tletitlan,  entre  el  fuego;  cuauhtitlan,  junto  á  la  ar- 
boleda; cehtudotiüan,  debajo  de  la  sombra;  tlaUan,  debajo  de  la 
tierra.  Esta  última  palabra  está  compuesta  de  ÜaUi,  tierra,  con  la 
preposición;  debería  escribirse  ÍUütlan,  mas  por  la  regla  que  su- 
prime la  t  entre  dos  eles,  queda  la  forma  correcta  tlaUan. 

m.  Ga,  toma  la  ligatura  ti  en  los  nombres  con  los  cuales  se 
compone,  y  vale,  con,  6  explica  la  causa  de  la  acción;  tetica  con 
piedra;  cuauhJtica,  con  palo. 

IV.  Tech,  quiere  decir  en,  6  indica  cosa  junta  con  otra;  recibe 
la  ligatura  ti.  TepantK,  pared,  tepa/ntitech,  en  la  pared.  Significa 
igualmente  de,  acerca,  en  cuyo  caso  va  unida  á  las  partículas  pa 
y  copa. 

V.  Suic,  lo  mismo  que  Jiacia,  contra;  generalmente  toma  con 
los  nombres  las  partículas  pa  y  copa;  ühuicacpáhuic  6  ühuicojccO" 
pahuic,  hacia  el  cielo. 

VI.  Tzcdan,  equivalente  á  entre:  cuauhtzalan,  entre  árboles; 
caltzfüan,  entre  casas;  tepetzalan,  entre  montes.  Si  á  estos  com- 
puestos se  aumenta  la  sílaba  tli  (de  la  palabra  otli,  camino),  se 
obtiene  cuauhhalanili,  senda  ó  *  camino  entre  los  árboles;  coUaa" 
lantli,  senda  ó  camino  entre  las  casas;  tepetzálantU,  senda  ó  cami- 
no entre  los  cerros. 

VIL  Nepantla,  en  medio.  Tlalnepantla,  en  medio  de  la  tierra; 
yohuálnepantla,  la  media  noche;  cuauhnepantla,  en  medio  de  los  ár- 
boles ó  del  bosque. 

Vm.  Nahuac,  junto,  en  compañía,  cerca:  Cuavknahuac,  cerca 


428 

ó  junto  de  los  árboles;  tepenahtuic,  junto  al  monte:  calriahuac,  jun- 
to á  la  casa.  Es  sinónimo  de  tloc  ^'Destas  dos  prepo9Íciones  thc 
*y  nahua  se  forman  dos  nombres  de  Dios  Üocqtte  y  Tiahíiaque. 
''Aquel  apud  quem  sunt  omnia,  ó  qui  est  iuxta  omnia." 

Eí.  Icpac,  suena  tanto  como  sobf'ey  encimaj  y  se  compone  con 
la  ligatura  ti:  cuauJUicpac,  sobre  el  árbol  ó  los  árboles;  tepetiqpac, 
sobre  el  cerro;  tlcdticpac,  sobre  la  tierra.  Uniendo  á  esta  última 
palabra  la  sílaba  tU,  tendríamos  tláUicpatli,  el  orbe  de  la  tierra. 

X,  XI,  XTT  y  Xin.  Ixco,  ixpan,  iocpampa,  ixüan,  preposiciones 
que  se  derivan  de  ixüiy  superficie,  cara  ó  haz  de  alguna  cosa,  y 
se  forman  de  la  radical  ío?  y  de  otra  preposición,  de  manera  que 
son  preposiciones  compuestas.  Con  ellas  no.^ierden  la  Ü  final 
los  pocos  nombres  con  que  se  juntan. 

Ixco,  en  la  superficie,  encima:  atlixco,  en  la  superficie  del  agua; 
tlaiQccó,  en  la  delantera. 

Ixpan^  delante,  en  presencia,  encima:  tepeüixpan,  encima,  en  la 
superficie  del  cerro. 

Ixpampa,  que  oon  la  partícula  pan  significa  movimiento;  nix" 
pampaUchüoa,  huyes  de  mi  presencia. 

Ixñan  6  ixtla,  delante  de  los  ojos:  sinónimo  de  ixpaiu 

XIV  y  XV.  Itic  é  üecy  derivados  de  itiü  6  iteU,  vientre,  y  dan  á 
entender,  dentro,  en  lo  interior:  caUtic,  dentro  de  la  casa;  atUtic, 
dentro  del  agua.  Las  palabras  terminadas  en  Ü  no  pierden  las 
letras  finales  al  unírseles  estas  preposiciones:  se  exceptúa  tepeU, 
cerro,  que  hace  tepeitic,  dentro  del  cerro. 

XVI.  Tdntlan,  abajo,  debajo:  atsdntlan  debajo  del  agua. 

XVn.  T^tzco,  detras,  á  las  espaldas:  coUtepotzco,  detras  de  la 
casa. 

XVin.  GuiÜapan,  sinónimo  de  tepotzco, — "Compónese  de  cut- 
"tlapanUi,  que  perdiendo  su  final  queda  en  pan  por  preposición, 
'porque  si  quitada  la  final  queda  partícula  que  sea  preposición,  no  se 
añade  otra.'^ — Téngase  presente  esta  regla  que  es  importante. 

XIX.  Can,  expresa  el  lugar  en  que  la  acción  se  verifica. 

XX.  '^(jhi,  significa  lo  mismo  que  inferius,  de  más  abajo,  v.  g. 
"de  tepetl  por  el  cerro,  y  tenüi,  ladera,  sale,  tepetentti,  que  es  un 
''barrio,  que  quiere  decir,  en  la  orilla  ó  ladera  del  cerro  de  más 
"abajo.  TlaJtenchi,  es  un  pueblo  donde  están  dos  laderas,  y  en  la 
"de  más  abajo  llamaron  Hatenchi  6  ilalchi,  tuvieron  por  adverbio 
"que  significa  lo  contrario  de  acó,  hacia  arriba;  pero  es  de  tlaUi, 


J 


429 

^'por  la  tierra,  y  chi.  TUdchíy  más  abajo  del  suelo,  y^con  huicy  ba- 
rcia, tlalchihuic.'' 

XXL  Tía,  significa  abundancia  de  la  cosa  expresada  por  el 
nombre  á  que  va  unida.  Las  voces  terminadas  en  tí  ó  tít  pierden 
estas  letras  finales  para  recibir  en  su  lugar  el  Üa:  de  teÜ,  piedra; 
de  xockiüyflor;  de  cuauhtli,  águila,  se  forman  teUc^  en  donde  abun- 
dan piedras,  pedregal;  (cochiüa^  en  donde  abundan  flores,  jar- 
din;  cuatAtla,  en  donde  abundan  las  águilas.  Los  nombres  aca- 
bados en  huiü  cambian  esta  terminación  por  la  de  uhÜa;  cuahuitl^ 
árbol,  madera,  hace  cuauMíiy  lugar  abundante  en  árboles,  flores- 
ta. Los  terminados  enliy  tn,  mudan  la  terminación  en  ¿a,  (tenien-. 
do  en  cuenta  la  supresión  de  la  t  entre  dos  eles);  así,  xoZít,  are- 
na, se  convierte  en  xcJla^  donde  abunda  la  arena,  arenal;  zotdin^ 
palma,  forma  zotóUa^  palmar.  Si  al  final  in  no  precede  ¿,  no  cam- 
bia ia  terminación,  anadiándose  lisamente  el  tía;  v.  g.  tecpiny  pul- 
ga, tecpintia,  en  donde  abundan  pulgas,  pulguero. 

En  cuanto  á  las  preposiciones  observaremos  con  Monlau:  (1) 
— "Todas  las  preposicitmeSy  en  todas  las  lenguas  no  son  más  que 
'testos  de  nombres  que  tuvieron,  en  su  origen,  su  valor  y  uso 
'*propios,  y  que  luego  fueron  destinadas  al  uso  prepositivo. — To- 
adas j^as  también  son  expresivas  de  hgar^  de  situación  en  el 
"espaciOy  situación  absoluta  6  relativa:  examínense  una  por  una 
"y  se  verá,  con  efecto,  que  todas  expresan  arriba^  abajo,  enfrenJte, 
^^odemiro,  afueray  encima^  delante^  detraSy  enirCy  al  través,  de  parte  á 
"parte,  de  acá,  de  allá,  écc,  que  es  decir,  ideas  de  localidad'' 

Para  el  mexicano  tienen  lugar  completo  estas  observaciones. 
Las  partículas  prepositivas,  simples  ó  compuestas,  son  restos  de 
palabras  de  significación  propia  en  la  lengua,  trasformadas  des- 
pués en  preposiciones,  con  acepción  diversa  de  la  que  al  princi- 
pio tuvieron.  Así  can  viene  de  candi,  carrillo;  ^ti  A&pardli,  ban- 
dera; apan,  de  apanUi,  acequia;  tlan,  de  ilarUli,  dientes;  tía,  de  tía- 
tli,  tio,  hermano  de  padre  ó  madre;  tzalan,  de  izalantli,  en  compo- 
sición, senda  ó  camino;  c  síncopa  de  co,  y  así  de  las  damas.  De 
las  compuestas  ixoo,-  ixpan,  ixpampa,  ixüa,  ixüan,  se  derivan  de 
ioctli,  cara  ó  faz;  itic  é  itec,  de  ititló  iteü,  vientre;  tepvtzco,  de  tepoiz- 
til,  espalda;  cuitlapan,  de  aidüapanqui,  espalda;  &c.  Todas  ellas 
expresan  absoluta  ó  relativamente,  un  lugar  en  el  espacio,  razón 

(1)    Vocabulario  gramatíoal  de  la  lengua  casieUaua.  Madrid,  1870.  Fág.  165. 


430 

por  la  cual  fueron  escogidas  para  afijar  los  nombres  geográficos, 
precisando  ideas  de  localidad. 

Las  preposiciones  se  ponen  siempre  al  fin  de  las  palabras:  ra- 
zón por  la  cual  algunos  gramáticos  las  han  llamado  posposicio* 
nes.  Pueden  colocarse  juntas  ó  separadas  del  nombre  á  que  se 
refieren;  pero  en  los  nombres  de  lugar  invariablemente  sirven  de 
afijo.  Para  unir  las  preposiciones  no  se  atiende  á  si  el  nombre 
tiene  ó  no  plural;  sólo  se  tiene  en  cuenta  la  terminación  de  la  voz 
en  singular.  (1) 

Existen  diversas  clases  de  preposiciones,  y: — ''Muchas  de  ellas 
^'son  indiferentes  para  equivaler  á  estas  españolas,  a,  dty  e»,  j)or, 
"según  corresponde  en  español  &  la  acción  del  verbo  que  las  ri- 
"ge.  • .  «Se  te  hará  difícil  que  se  pueda  entender  lo  que  se  habla» 
''siendo  equívocas  muchas  de  las  preposiciones;  pero  el  usp  te  lo 
"hará  fácil;  j  considera  que  también  en  las  españolas  y  en  las 
"latinas  hay  muchas  equívocas." 

La  manera  de  afijar  el  nombre  de  logar  es  muy  sencillo:  la  úl- 
tima voz  de  las  que  entran  en  composición  pierde  la  sílaba  final 
6  las  letras  finales,  tomando  e;i  su  lugar  la  preposición  que  le 
corresponde,  conforme  á  las  reglas  antes  expresadas. 

Existen  algunos  verbales  terminados  en  layaUy  ayan^  .^,  que 
hacen  oficios  de  preposiciones  y  significan  lugar. 

'^Tzintli  y  tziriy  denotan  reverencia  ó  cortesía  (para  eso  se  usan 
"comunmente);  amor  ó  aprecio,  lástima  ó  compasión  déla  perso- 
"na  ú  objeto,  con  quien  ó  de  quien  se  habla;  y  así  sólo  se  usan 
"cuando  el  que  habla  se  quiere  mostrar  reverente,  cortés,  amo- 
"roso,  compasivo,  ú  apreciador  de  la  persona  ú  objeto  de  quien 
"ó  con  quien  se  habla;  y  ya  por  la  materia  de  que  se  habla»  6  ya 
"por  otras  circunstancias,  se  conoce  si  al  poner  dichas  finales  es 
"por  modo  de  cortesía,  ó  por  amor,  ¿a"  (2) — ^En  las  locuciones 
reverenciales,  principalmente  las  dirigidas  á  Dios,  la  partícula 
tztn  toma  la  preposición  co^  y  en  la  forma  ¿meo  constituye  el  final 
de  las  palabras.  TzinÜi  y  su  síncopa  tstin  son  una  misma  cosa: 
poi^  algo  que  podriamos  llamar  una  aberración  del  mexicano  y 
conforme  al  Vocabulario  de  Molina,  tziidli  significa,  "el  ojo  del 
salvohonor,"  es  decii*,  aiius;  y  su  radical  tzin  se  emplea  para  de- 


(1)  Aldama  y  Guevara,  núm.  364-66. 

(2)  Aldama  y  Gueyara,  niím.  oO. 


Á 


431 

notar  la  reverencia,  el  amor,  el  aprecio,  la  compasión,  y  la  cor- 
tesía. Encuéntrase  el  compuesto  tzinco  afijando  algunos  nombres 
geográficos;  entonces,  no  significa  amor,  reverencia,  &c.,  sino, 
ativs,  detras,  á  la  espoMa,  y  de  una  manera  figurada,  en  la  parte 
inferior,  no  faltando  persona,  como  Yetancourt  en  su  Teatro  Me- 
xicano, que  traduzca  la  palabra  tdnco  por,  el  principio  ó  aljjmn- 
cipio,  al  comenzar  oÁgtma  cosa.  En  la  forma  acabada  de  mencionar 
tzinco  es  un  compuesto;  pero  sólo  el  tsdn,  al  final  de  los  nombres 
de  persona,  siempre  es  reverencial. 

Forman  el  fondo  de  la  lengua  mexicana  un  número  considera- 
ble de  palabras  radicales,  con  significación  fija  y  determinada,  en 
las  cuales  abundan  las  voces  simples  y  monosilábicas:  de  éstas 
y  de  otras  que  presentan  una  estructura  más  complicada  se  for- 
man indefinidamente  vooes  compuestas,  más  bien  frases,  que 
concretan  en  su  significado  todas  las  ideas  expresadas  por  los 
componentes.  De  aquí  que  el  idioma  no  sólo  sea  expresivo  y  nu- 
meroso, sino  que  se  preste  constantemente  á  que  la  inteligencia 
le  adapte  á  sus  necesidades  y  caprichos,  expresando  los  pensa- 
mientos más  complicados  de  la  manara  más  flexible. 

Las  reglas  para  la  formación  de  las  palabras,  que  á  nuestro 
propósito  cuadran,  están  basadas  en  el  precepto  de  que,  en  la 
composición  no  deben  entrar  más  de  tres  elementos,  á  no  ser  en 
las  voces  destinadas  á  la  poesía*  y  á  los  asmttos  sagrados,  en  cu- 
yos easos  se  permiten  frases  con  multiplicados  componentes. 

Bí  restdta  el  compuesto  de  dos  nombres  sustantivos,  el  prime- 
ro pierde  las  letras  finales  ó  la  última  sílaba,  quedando  íntegro 
el  segundo.  La  colocación  no  es  arbitraria,  supuesto  que  el  pri- 
mer nombre  es  el  calificativo  del  segundo;  de  donde  se  infiere 
que  la  traducción  comienza  por  el  nombre  final;  poniendo  el  an- 
terior en  genitivo.  Con  las  voces  teotl,  Dios,  y  tlatóUi,  discurso  ó 
palabras,  se  forma  teoÜatcUif  palabras  de  Dios  ó  palabras  divinas: 
de  teíly  piedta,  y  de  caUi,  casa,  sale  tecaXU,  casa  de  piedra;  si  se  es- 
cribiera oaÜeU  la  traducción  cambiaría  en,  piedra  de  casa. 

Los  nombres  numerales  se  colocan  siempre  al  principio  de  la 
composición  y  se  exceptúan  de  la  regla  anterior,  supuesto  que 
no  obstante  su  posición  no  se  convierten  en  genitivos.  Oon  ma- 
cuiUi,  cinco,  y  tianumtlí,  cosa  ó  cosas,  se  forma  macuiUamantli 
{recuérdese  que  la  t  desaparece  entre  dos  eles),  cinco  cosas. 

Al  unirse  un  nombre  sustantivo  y  un  adjetivo,  éste  se  coloca 


432 

invariablemente  al  principio:  así,  de  ÜaxoÜi,  precioso,  caro,  ama- 
do, de  mucho  valor,  y  de  cuicaU,  cantar,  tendremos  ÜassocuioaÜf 
cantar,  precioso. 

Cuando  los  nombres  componentes  son  más  de  dos,  cada  nno 
pierde  las  letras  finales  ó  la  última  sílaba,  á  excepción  del  último 
que  se  conserva  entero;  el  lugar  de  prioridad  le  determina  el  or- 
den lógico  de  la  idea  que  se  pretende  expresar.  Con  laa  palabras 
cuahuiüy  árbol,  palo,  madera  (tengase  presente  que  la  composi- 
ción arroja  el  elemento  cuauh);  tlaaoüi,  precioso,  y  htiehueU^  una 
especie  de  atambor,  puede  construirse  bien  cuatiMcuxAudhueíl, 
tambor  precioso  de  palo,  ó  bien  tío^oct^í^t^t^,  tambor  de  pa- 
lo precioso. 

Las  reglas  anteriores  cuentan  excepciones,  de  las  cuales  indi- 
caremos algunas.  Los  nombres  terminados  en  qui  6  en  o,  caml)ian 
las  letras  finales  en  ca,  sin  variar  de  significación:  cocoxqtd,  en- 
fermo; paU%  medicamento,  hacen  coocxccapcUli,  medicamento  ó 
medicina  del  enfermo.  Existen  algunos  nombres  presentando  la 
irregularidad  de  no  perder  sus  letras  finales  como  tiatzocm,  cedro 
que  forma  ÜcUzcancucLhuül^  palo  de  cedra 

En  la  composición  de  un  nombre  con  lUx  verbo,  éste  ocupa  el 
último  lugar,  con  pocas  excepciones. 

Como  elementos  de  la  escritura  gráfica  los  signos  figurativos, 
simbólicos  e  ideográficos,  representan  una  serie  de  nombres  de 
las  diversas  categorías  admitidas  en  las  gramáticas;  una  porción 
de  ideas  más  ó  menos  complexas,  sin  relación  entre  sí,  pero  cada 
una  completa  y  determinada.  Cada  figura  ó  signo,  como  carác- 
ter gráfico,  representa  la  voz  simple  ó  compuesta  que  le  corres- 
ponde en  el  lenguaje  hablado.  La  figura  conejo  trae  á  los  labios 
la  palabra  tocktli.  Esta  anotación  del  discurso  es  la  más  imper- 
fecta y  primitiva. 

Beunidos'dos  ó  más  signos,  se  unen  según  lo  pide  el  lenguaje. 
No  da  cada  uno  la  palabra  entera  que  representa;  perdiendo  la 
última  sílaba  ó  las  letras  finales,  se  convierten  en  elementos  fó- 
nicos, en  raíces  ó  radicales  para  integrar  el  compuesto,  pasando 
de  nombre  perfecto,  á  sonido  que  no  conservó  siempre  su  primi- 
tiva acepción.  Hubo  en  esto  una  verdadera  trasformacion. 

Los  caracteres  enigmáticos  e  ideográficos  sirvieron  para  per- 
feccionar el  sistema  de  nombres;  no  solo  vinieron  á  representar 
las  ideas  abstractas,  sino  qué  introdujeron  en  1%  escritura  gráfica 


433 

muchos  verbos,  muchos  de  los  nombres  verbales  tan  frecuentes  en 
el  mexicano.  Con  ellos  se  intentaba  ligar  los  nombres  propios  en- 
tre sí,  ir  dando  al  discurso  escrito  la  trabazón  que  le  faltaba. 

Siguiendo  este  sendero,  fué  notado  que  algunos  caracteres  te- 
nían una  radical  idéntica,  Aunque  con  distinto  significado,  y  esas 
radicales  se  emplearon  en  la  composición,  no  como  figurativas 
del  objeto  físico,  sino  expresando  sonidos  del  lenguaje  hablado, 
con  significado  diverso  del  constitutivo  del  ^igno.  Nacieron  de 
aquí  los  caracteres  homófancs;  como  por  un  procedimiento  aná- 
logo los  sinónimosj  compuestos  de  objetos  físicos  diversos,  res- 
pondiendo al  mismo  significado. 

Más  adelante  se  observa  que  á  un  solo  signo  se  atribuyen  dis- 
tintos sonidos,  resultando  caracteres  pdifoiios.  Al  final  se  pre- 
sentan los  caracteres /one^tcos.  Estos,  en  sus  diversos  Qstados 
embrionarios  6  perfectos,  son,  ora  de  letras,  ora  de  sílabas.  Los 
primeros  esfuerzosjde  los  pintores  se  dirijieron  de  preferencia  á 
los  prefijos  y  afijos,  siéndonos  hoy  más  conocidos  los  resultados 
de  estos  segundos  6  de  las  preposiciones  en  que  terminan  los 
nombres  de  lugar,  en  los-  cuales  se  mostraron  felices. 

Partiendo  de  los  principios  establecidos,  procuraremos  imds 
iniciando  en  la  lectura. 

El  mexicano  carece  de  artículos,  en  vano  será  buscar  signos 
que  los  representen. 

Los  nombres  de  seres  animados,  tienen  plural;  mas  como  le 
forman  bajo  reglas  determinadas,  conocida  la  terminación  del 
singular,  se  saca  la  forma  del  plural.  Las  cosas  inanimadas  ca- 
recen de  plural,  ietl  quiere  decir  piedra  y  piedras.  (1) — "Para  la 
'^composición  nunca  se  pone  en  los  nombres  que  preceden  la  voe 
''de  plural,  aunque  suelen  para  quitar  el  equívoco,  doblar  la 
"primeria  silaba  cuando  hablan  de  plural:  v.'  g.  pipitzoccdlu  Dije 
"suelen,  porque  muchas  veces  no  lo  hacen;  pero  sin  hacerlo  se 
"entiende  6  se  subentiende  si  habla  en  singular  ó  plural;  así  co- 
"mp  en  español  entendemos  ó  subentendemos  la  significación  de 
"voces  que  hay  equívocas,"  (2)  Por  estas  reglas  (según  indica- 
mos antes),  un  solo  sagino  representa  el  singular  y  el  plural.  En 
efecto,  en  las  pinturas,  y  notablemente  en  los  planos  geográficos!, 
un  árbol,  una  planta,  una  piedra,  indican  la  multiplicidad  de  los 

(1)  Aldama  y  Gueyara,  nüm.  22  y  Biguientes. 

(2)  Aldama  y  Gueyara,  nüm.  48G. 

65 


434 

árboles,  de  las  plantas,  de  las  piedras  de  la  especie  representa- 
da; un  árbol  será  un  bosque,  una  piedra  un  pedregal;  el  simbó- 
lico tepetl  indica  una  montana;  varios  cerros  seguidos  una  cordi- 
llera. Un  pez  en  el  símbolo  del  río  ó  del  lago,  marca  laí  pesca: 
un  ciervo  la  abundancia  de  esta  caza;  un  insecto,  que  se  le  en- 
cuentra frecuentemente  en  el  terreno. 

Eespecto  del  gañeron  '^ay  nombres  (pocos),  que  por  sí  mes- 
'^mos  significan  sexo  masculino  ú  femenino.  Y.  g.  seneXf  Hama, 
*^oquicMif  cihvoÜ;  pero  á  reserva  de 'esos  pocos,  todos  son  oo- 
'^munes  á  entrambos  sexos;  v.  g.  ickcatí,  significa  oveja  ó  camero. 
'^Guando  quieren  quitar  la  indiferencia  que  de  por  sí  tienen  ios 
"nombres,  les  unen,  (antepuestos)  el  nombre  oqmcküi  j  dhuaü; 
"v.  g.  oquichichcaüf  carnero,  aihuaidicaM^  oveja:  al  modo  qtíñ  se 
"quita  la  indiferencia  de  lavoK  latina  aquüay  diciendo  a^^z^&i  me», 
"y  aquüa  /cernina.''  (1)  De  aquí  resultaría  extremada  confusión 
en  los  nombres  propios,  ya  para  distinguid  los  de  cosas  de  los 
de  lugar,  ya  para  distinguir  éstos  da  los  de  persona,  y  los  mas- 
culinos de  los  femeninos  entre  si;  para  remediar  el  inconvenien- 
te, la  escritura  mexicana  usa  de  ciertos  caracteres  que  llamare- 
mos determinativos,  por  medio  de  los  cuáles  se  aclaira  la  lectura 
en  los  casos  dudosos. 

"Esta  lengua  es  una  pura  etimología,  y  no  tiene  la  mmltitud 
"de  anomalías  que  la  española,  sino  que  es  muy  natural  y  regu- 
"lar  en  sus  derivaciones,  de  lo  cuál  se  infiere  que  con  ver  una 
"voz  en  el  Vocabulario,  ya  sabrás  otras  voces  que  de  aquellas  se 
"derivan,  y  otras  de  donde  aquella  nace."  (2)  De  aquí  la  facultad 
de  descifrar  por  los  sínibolos  conocidos  los  desconocidos^  si  bien 
empleando  las  convenientes  reservas. 

"En  derivar  unas  voces  de  otras  {6  nrombres  de  verbos:  ó  veir- 
"bos  de  nombres:  6  verbos  de  verbos:  ó  nombres  de  otros  nom- 
"bres),  es  mucho  más  abundante  esta  lengua,  que  la  española  y 
"la  latüxa:  y  así  muchas  voces  melicanas^  solo  por  rodeos,  ó  usan- 
"do  voces  bárbaras,  se  pueden  traducir  en  español  ó  latin."  (3) 
De  esta  derivación  resulta  en  muchos  casos,  que  el  signo  áé  un 
nombre  lo  sea  igualmente  del  verbo,  cuya^pronuneiacion  tH>mien- 
za  por  la  radical  del  mismo  nombre. 


(1)  Aldama  y  Gaevara,  niim.  71. 

(2)  Aldiuna  y  Guevara,  prólogo  II. 

(3)  Aldama  y  Gueyára,  nüm.  401. 


CAPÍTULO  m. 


ESGBITÜBA  JEBOGIiÍFICA. 


(AjurcusUres  primUhoM  Mno».-^Nomíhret  propios  de  ¡os  señores  de  Mixieo.^^Nafnbres 
de  loe  smores  de  TUeUkko.—Nomíins  de  les  reyes  de  AeoJhwKsn^ 

T^li  origen  áe  la  escritura  figurativa,  propiamente  dáobi^  dice 
r\  Bosn y,  se  remonta  en  China  á  una  época  tan  lejana,  que 
es  preciso  acudir  cuando  menos  á  los  tiempos  semihistóricos;  los 
mismos  historiadores  chinos  no  están  de  acuerdo  acerca  del  siglo 
á  que  deba  referirse  tan  preciosa  invención.  Según  los  unoSi  (^) 
es  indispensable  llegar  al  reinado  de  Fou-hi  (más  de  tres  mil 
años  antes  de  nuestra  era)  para  descubrir  los  primeros  vestigios: 
aquel  príncipe  sería  el  inventor  de  los  caracteres  figurativos  ó 
KiM'^wen^  para  reemplazar  los  Koua  j  los  oordelillos  anudados» 
cuyo  empleo  era  insttficiente  para  el  pueblo  idiino,  aiaradtrado 
por  un  poderoso  impulso  progresivo,  hacía  más  amplio  porvenir 
de  luz  y  civilización.  Según  los  otros  escritores,  (**)  débese  la 
honra  de  haber  imaginado  la  escritura  el  ministro  Thsang-hioh, 

(*)  Tsod-kio-tidti,  fib.  I,  pág.  l.*--'8fli6-ld-p<»r(8apleinettU>  á  ba  ÜidmoziaB  idel  gfAn 
hiflUxriógtafo  SBOsma-ilitien);  Toung-kieú,  seo.  iden-pien;  Loii-ase  de  Lo-pi;  diados 
por  Fanthier,  en  Sinico-^gyptiaca,  pág.  8  y  sig.)  ^5  y  sig. 

(**)  El  autor  del  Wai-ki  y  Tohou-hi  en  sn  oiunentaxio  al  H¡aOi£ing(Ellibco  déla 
piedad  filial)  Y.  Paathier,  op.  di.  pág.  8;  EU^notb,  Apelda  de  Totíguie  éM  dlffá- 
leolea  éeritores  de  l'anden  monde,  pág.  8. 


436 

quien  para  ello  recibió  instrucciones  del  emperador  Hoang-ti, 
yeíntises  ó  veintisiete  siglos  antes  de  nuestra  Era"  (1)  ^ 

Antes  hicimos  notar  el  uso  de  los  quipos  entre  chinos  y  ame- 
ricanos; ahora  notamos  que  á  las  cuerdas  anudadas  siguió  en 
China  el  inyento  de  la  escritura  figuratiya,  como  aconteció  entre 
los  nahoa.  Pues  bien,  entre  los  diez  y  ocho  signos  primitivos  de 
los  chinos  presentados  por  Bosny,  (2)  suprimidos  los  objetos 
desconocidos  á  los  americanos,  quedan  seis  iguales  ó  muy  seme- 
jantes á  los  signos  méxica.  Tales  son  la  luna  (lám.  2,  núm.  1),  el 
hacha  (2),  lalluyia  (3),  el  ojo  (4),  la  caña  de  bambú  (5),  el  agua  (6); 
siendo  muy  de  notar  que  la  luna  también  significa  mes,  y  que  el 
número  7  que  representa  al  rinoceronte,  desconocido  en  México, 
lleya  en  el  cuerpo  una  figura  redonda  que  algunas  yeces  se  en- 
cuentra en  los  cuadrúpedos  de  nuestras  pinturas  jeroglificas.  ¿La 
coincidencia  provendrá  únicamente  de  la  aptitud  de  los  pintores 
para  representar  los  objetos? 

Pretendimos  recojer  los  caracteres  méxica  según  sus  catego- 
rías y  colocarles  por  series  sucesivas;  mas  ésto  nos  ofreció  insu- 
perables dificultades,  fuera  de  la  mucha  extensión  que  la  labor 
tomaba»  por  lo  cual  hubimos  de  renunciar  al  intento.  Nos  ceñi- 
mos por  ahora  á  dar  la  descifracion  de  los  grupos  jeroglíficos  que 
más  nos  importa  conocer,  comenzando  por  los 

NoHBBES  PROPIOS  DE  PEBSONA.  Los  nombres  de  este  género  pre- 
sentan constantemente  el  determinativo  o^moMí,  macho  ó  varón, 
dhtuxO'y  hembra  ó  mujer.  Distínguense  por  el  vestido  peculiar  del  ' 
.uno  y  del  otro  sexo;  ademas,  en  la  figura  se  expresan  cuantos 
pprn^exitores  quieren  indicarse.  Para  la  edad,  el  niño  por  la  pe- 
quenez» el  hombre  por  el  tamaño,  el  viejo  por  las  arrugas;  la  con- 
dición» Qozno  los  señores  por  el  capiUi,\o&  H^lá&dos  por  las  armas, 
los  sacerdotes  por  sus  rostros  negros  y  sus  vestiduras  con  ador- 
nos del  mismo  color;  las. diversas  categorías  sociales  por  sus 
distintivos:  indi  canse  también  la  enfermedad  por  el  cuerpo  de- 
macrado pintado  de  amarillo;  al  lisiado  con  los  miembros  torci- 
dos, y  así  en  los  demás  casos,  de  manera  que,  para  determinar 
bien  un  grupo  hay  que  estudiarle  detenidamente.  Muchas  veces, 

(1)  Les  éscxitored  figuratÍTes  et  hieroglyphiques  des  différiBntá  i)eitple8  anoiens  et 
xQodMes,  par  L^n  de  Bospy.  Paris,  1870.  Ptfg.  8. 

(2)  Loco  cit.,  pág.  4. 


437 

cuando  se  quiere  decir  hombre  ó  umjer  en  general,  se  presenta 
sólo  la  cabeza  como  abreviatura  de  la  figura  entera;  entonces  se 
distingue  el  varón  por  el  p^p  corto,  mientras  la  hembra  está  to- 
cada con  dos  trenzas  que  le  forman  sobre  la  frente  dos  apéndices 
salientes.  !E]1  nombre  jeroglífico  va  unido  por  una  línea  á  la  ca- 
beza del  determinativo. 

Nombres  de  los  señobes  de  México.  L  Tenoch  6  Tenuck  El 
nombre  jeroglífico,  ya  en  el  Códice  Mendocino  (lám.  I,  núm*  6), 
ya  en  todos' los  MSS.  ó  pinturas  que  conocemos,  está  expresado 
como  en  nuestra  lámina  II,  núm.  8,  a,  copiado  del  P.  Duran.  .Son 
dos  grupos;  el  de  la  derecha,  a,  se  compone  del  e^rácter  simbó- 
lico teü,  piedra,  que  en  todas  ocasiones  entra  en  los  compuestos 
expresando  la  sílaba  te,  bien  con  su  propio  significado  de  piedra, 
bien  como  sonido  fonético  integrando  una  palabra  de  distinta 
significación:  encima  se  advierte  el  nopcdU,  nopal  (cactus),  con  su 
fruto  en  mexicano  nochüi,  al  cual  denominaji^os  tuna,  palabra  que 
no  corresponde  al  castellano  ni  al  nahoa,  sino  á  la  lengua  de  las 
islas,  y  es  una  de  tmte^  voces  que  los  españoles  aprendieron  en 
las  Antillas  é  introdujero^i  en  la  Nueva  España.  Formando  el 
compuesto  co;qí  estos  elementos  fónicos,  conforme  á  las  reglas 
antes  indipaclaSj  tendremos,  te^nochüi  (la  que  conocemos  por  tu- 
nita  colorada),  sonando  tunu  de  piedra,  denominación  que  saca  ya 
de  ser  un  tanto  cuanto  dura,  ó  de  su  figura  semejante  á  la  de  pe- 
queñas piedras  rodadas,  ó  por  último  á  que  se  cría  y  prospera 
en  laderas  y  lugares  pedregosos.  Por  regla  general,  que  mucho 
importa  tener  presente,  cuando  el  nombre  de  persona  proviene 
del  nombre  de  un  objeto,  como  en  mexicano  es  la  pluralidad  de 
los  casos,  pierde  á  voluntad  la  sílaba  final  ó  las  últimas  letras 
finales.  Así  en  la  palabra  que  nos  ocupa  te-nocMli  significa  la 
fruta,  Te-noch  indica  la  persona  así  llamada.  De  aquí  y  de  sus 
casos  análogos  inferimos,  que  el  mismo  grupo  jeroglífico,  sólo  ó 
con  BU  determinativo,  tiene  distinto  significado  y  digamos  así, 
distinta  pronunciación  en  U  cuantidad  silábica. 

En  las  estampa}^  del  P.  Duran  dos  veces  se  encuentra  á  Tenoch 
teniendo  al. lado  una  compañera.  El  nombre  de  ésta  lo  dice  el 
grupo  de  la  izquierda,  b,  en  nuestra  lámina.  Se  compone  del  mí-* 
mico  tochtli,  conejo;  del  mímico  caUi,  casa,  teniendo  encima  una 
ladera  panÜL  Esta  bandera  es  un  signo  numeral  que  se  pro- 
nuncia cempoJuuqUi,  veinte;  entra  en  la  composición  de  los  nom- 


» 


438 

bres  como  carácter  fonético  MTOJandola  sílaba  j^an,  principio  de 
la  Yoz  pcmíli,  y  todavía  para  afirman  su  índole  fonética  afija  como 
TCrettioB  los  nombres  de  lugar  y  coi^ta  la  preposición  pan^  so- 
bre,  encixna.  Los  signos  nos  suministren  los  elementos  fáiicoB 
Tochrcal-pcmf  compuesto  derivado  evidentemente  de  tochoálU^  ^^m^t- 
driguera  de  conejos." 

En  los  dos  primeros  nombres  solamenjbe  encontramos  ya  ccm- 
firmcbdos  nuestros  asertos;  los  caracteres  de  las  distintas  catego^ 
lias  van  mezclados  y  confundidos  en  esta  escritura. 

n.  Acamapic.  Para  los  nombres  de  los  reyes  de  México  hemos 
procurado  recojer  cuantas  variantes  hemos  visto  en  las  pinturas, 
á  fin  de  compararlas  y  ponerlas  de  manifiesto  á  los  lectores.  Para 
evitar  en  cuanto  posible  las  re{>etioiones,  dispusimos  por  grupos 
los  jeroglíficos,  distinguiéndoles  con  letras  de  érden. 

A.  Oódice  Mendocino. 

B«  Oódices  Telleriano  Bemense  y  Taticano.    ' 

C.  Pintura  publicada  por  Aúbin. 

I>.  Pintura  mexicana  adjunta  á  la  anterior. 

E.  Pinturas  de  la  obra  del  P.  Dúrán.  ^ 

F.  Historia  sincrónica  de  Tepechpan  y  de  México. 

O.  Historia  antigua  de  México  por  Olavig^o.  Aunque  eviden- 
temente las  figuras  están  tomadas  del  Oódice  de  Mendoza;  s^ 
las  menos  genuinas  de  todas  porque  el  dibujante  enm^idó  los 
contornos,  con  lo  cual  mejoró  la  parte  artística,  á  costa  de  la 
originalidad 

H.  Pintura  mexicana  cuya  procedencia  no  conocCBftos. 

Encontramos  el  nombre  de  éste  rey  ort(^prafiado  de  distintas 
maneras;  Acamapich,  Acamapichtli,  Acamapichí,  Aoamapichtzin 
Acamapitrin,  AcamapixtU,  Acamapitz,  &c.  En  cuanto  á  significa- 
dos, D.  Carlos  de  Siguenza  y  Gói^ra  le  traduce,  ''el  que  tiene 
en  la  m^no  cañas;*'  Olavigero,  Herrera  y  otros  interpretan,  ''ca- 
ñas en  el  puño,"  &c.  (Lám.  2,  núm.  9). 

Cada  nombre  de  los  que  examinamos  va  acompañado  de  su 
determinativo,  carácter  que  hemos  suprimido  para  ganar  espaeio 
en  nuestras  estampas.  £1  determinativo  de  estos  reyes,  en.  el 
Oódice  Mendocino,  es  una  figura  de  hombre  sentado  en  cudillas 
á  la  usanza  azteca,  sobre  un  peíloM,  petate  ó  estera;  símbolo  no 
sólo  de  descanso,  arraigo,  sino  también  de  mando:  cúbrelei|||^ 
t^ailif  lienzo  que  servía  para  taparse,  tilma  hoy,  concedido  á  la 


j 


439 

nobkea  por  las  leyes  suntaarias;  delante  de  la  boca  se  observa 
la  TÍrgula  6  lengiia^  símbolo  de  la  rida,  de  la  palabra,  de  man* 
dar,  conversar,  &c.;  ostenta  en  la  cabeza  el  eopüli,  distintivo  ó 
conaia  xeal,  amarrada  en  la  parte  posterior  por  las  correas  rojas 
que  solo  podían  usar  los  guerreros:  el  conionto  indica  un  señor, 
rey  6  solhers^DKK  Fuera  del  nombre  jeroglifico,  notamos  que  de  la 
parte  posterior  de  la  cabeza  se  atea  on  tronco  de  víbof  a  rematado 
en  «n  rosjbro  de  mujer.  £ios  elementos  pictóricos  del  grupo  arro** 
jan  los  sonidos  waUy  6  cakuaü,  culebra,  y  cikuatl^  mujer,  dando  el 
compuesto  Cikuarooatlf  ó  Cihuoír€ohmi&^  la  culebra  hembra^  la 
mujer  culebra»  diosa  venerada  por  los  méxioa  como  la,  Eva  del 
género  humano:  aquí  no  tiene  este  sentido,  sino  se  toma  por  Oi- 
buacoatl,  nombre  de  uno  de  Ips  empleos  guerreros  de  más  im- 
portancia en  el  ejército:  al  ser  electo  este  rey,  desempeñaba  el 
cargo  de  Cihuacoatl. 

Compónese  el  jeroglifico  de  una  mano  empuñando  un  haz  ó 
manojo  de  cañas  ó  carrizos;  las  cañas  forman  un  manojo,  ó  están 
formando  una  especie  de.  porn^  ó  en  figura  de  aspas:  en  todos 
los  casos  significa  el  mismo  nombre.  Los  elementos  fónicos  de 
la  pintura  arrojan  oco^  cana  ó  cañas,  y  maÁÜ^  mano;  de  aquí  re- 
sulta o/ca-^Túa,  de  maniera  que  para  completar  la  frase  seria  pre- 
ciso añadir  el  significado  de  la  acción  ejecutada  por  la  mano.  El 
Sr.  D.  José  Fernando  Bamírez  escribió  á  este  propósito:  "Opn- 
''siste  en  un  manojo  de  cañas  agarrado  por  una  mano,  lo  cual  da 
''exactamente  la  significación  de  la  palabra  AoamapichÜi,  com- 
''puesta  de  ac^tl,  caña;  maiüi  mano,  y  jpaclioa,  agarrar  ó  asir.  (Hiat. 
"Ghichinmxi^,  en  la  Gciec  de  Temaux  Gampans;  Apénd.  á  la  segun- 
"da  parte;  vol.  XTTI)."  (1)  Pero  admitiendo  esta  composición, 
debió  resultar  aca-ma-pcick  6  acor-rnchpachoy  palabra  que  no  vemos 
autorizada.  Asi  lo  debió  comprender  el  ¡Sr.  Bamírez,  pues  en 
otro  lugar  dice:  ''Compónese  «1  nombre  jeroglífico  de  Acamapic- 
'HUn  • .  «de  una  mano  en  acción  de  agarrar  ó  asir  fuertemente  un 
"haz  de  juncos  ó  cañas;  este  símbolo  daba  en  nuestra  escritura, 
"fonética  las  palabras,  acaUf  caña  ó  carrizo,  ymapicÜiy  que  según 
"el  Vocabulario  castellano-mexicano  de  Fr.  Alonso  de  Molina, 
*'BÍgniñca,  ptiñado  de  alguna  cosa."  (2)  En  efecto,  Acamapictli  se 


(1)  Notas  y  aclaraciones,  loco  cit.,  pág.  116. 
X2)  IjOCO  cit.,  pág.  117,  en  la  nota. 


440 

interpreta,  puuado  de  cañas  ó  oarrizos.  La  manera  oorreota  de 
escribir  el  nombire  es,  AcamapicÜi  (objeto),  Acamapic  (nombre  de 
persona),  Acamapitzin  (con  el  reyereñcial). 

nL  Huitzilihuitl,  Vitzilohuitl,  Vitzilohuitli,  Huitzilinitl,  Hni- 
tziliulitli,  Yiciliuci,  Hoicilihnici,  Huicilicuici;  de  todas  estas  for- 
mas la  correcta,  aunque  anticuada  y  correspondiendo  á  la  orto- 
grafía del  siglo  XYI,  es  Yitziliyitl;  en  la  manera  actual  escribi- 
mos Huitzilihuitl  (lám.  2,  núm.  10).  Fórmase  el  nombre  del  are 
llamada  huitzüin  ó  huüzUzüin,  chupa-flores  ó  colibrí,  bien  expre- 
sado por  el  ave  entera  ó  bien  por  solo  [la  cabeza,  rodeada  de 
plumas  pequeñas  ihuiü:  de  aquí  los  elementos  fónicos  Huünir 
ikuitlf  plumitas  de  chupamirto.  D.  Carlos  de  Siguenza  interpre- 
ta: ^'pájaro  de  estimable  y  riquísima  plumería,"  (1)  atendiendo 
sin  duda  á  que  el  pájaro  era  símbolo  de  cosa  rica,  preciada,  es- 
timada. IluitziUhuiÜy  Huitzüihuif  Huüzüihuitzm. 

W.  Chimalpopoca,  Ohimalpupuca,  (lám.  2.  num.  11).  Un  es- 
cudo ó  rodela  chimaUif  teniendo  encima  el  carácter  simbólico  del 
humo,  poctli;  por  el  permiso  que  la  lengua  concede  á  los  sustan- 
tivos para  transformarse  en  verbos,  el^signo  no  suena  poctli  sino 
popocay  humear,  arrojar  humo;  resulta  chimol-popoca,  escudo  hu- 
meante ó  que  despide  humo.  Chimalpopoca  (Ohimalpupuca  viene 
de  la  confusión  de  la  o  con  la  u),  Ohimalpopocatzin.  (2)  No  pier- 
de la  última  silaba  porque  la  radical  popo  quedaría  confusa. 

V.  Itzcohuatl,  Itzcoatl,  Itzcoatzin,  Izcuaci,  Izcoaci,  &a  (lám. 
2,  núm.  12).  Todas  las  variantes  de  A  á  H  representan  una  cu- 
lebra, coatí  ó  cohuatl,  llevando  en  un  solo  lado  ó  al  rededor  puntas 
negras  más  ó  menos  semejantes  á  puntas  de  flechas^  objeto  desig- 
nado con  la  palabra  itzüi,  obsidiana.  Los  elementos  fónicos  di- 
cen itshooatlf  itZ'CohuaíL  D.  Oárlos  de  Siguenza  traduce,  **culebra 
de  navajas;"  Olavigero  interpreta,  "serpiente  de  itztli  ó  armada 
con  lancetas  ó  navajas  de  la  piedra  itztli."  Propiamente,  culebra 
de  obsidiana  ó  armada  con  flechas  de  obsidiana.  Itzcoatl^  Uzeo- 
JitiaÜy  Itzcoatziny  ItzcoTiuatziiu 

Bespecto  de  la  variante  I,  tomada  de  los  dibujos  publicados 

(1)  Piedad  herúica. 

(2)  Quimalpopoca  se  escribe  erróneamente  en  la  edic.  de  Londres  de  la  obra  de 
Glavigero. 


-<€ 


441 

pQi  Mr.  Aubin,  (1)  dice  este  autor:  ''En  los  documentos  históri- 
"oos  ó  administratÍTos  de  orden  jnás  elevado,  la  escritura  figurati- 
"va  constantemente  fonética,  solo  es  ideográfica  por  abreviatura  ó 
"por  impotencia.  Itzcoatl(b)  (serpiente  de  obsidiana),  nombre  del 
"cuarto  rey  de  México,  tiene  por  rébus  en  los  tributos  de  Loren- 
"zana  (c)  y  en  todas  las  pintuaras  populares  una  serpiente  (coatí  j 
"guarnecida  de  obsidiana  (itzUiJ^  pudiendo  á  voluntad  interpre- 
"tar  ya  fonéticamente  por  el  sonido  de  las  voces,  ya  ideográfica- 
"mente  por  sus  acepciones  gramaticales;  mas  todo  se  convierto 
"en  fonético  en  las  escrituras  más  precisas.  El  Códice  Yergara 
"(Bottirini,  §  III,  núm.  12)  fojas  39,  42»  49, 52,  escribe  silábica- 
"mente  el  mismo  nombre  Itzcoatl  por  medio  de  la  obsidiana 
(itzíU,  TeÁz%tz)  del  vaso  (co-miüy  raíz  co^  y  la  agua  atU'  (a) 
m  nombre  que  examinamos  no  procede  ni  puede  proceder  de 
IzGohucu  Es  verdad  que  si  se  examina  el  grupo  jerc^lifico  I,  to-' 
mando  de  la  parte  inferior  á  la  superior,  encontramos  el  simbó- 
lico itzíli  en  forma  de  un  mactíahuiü  rematando  en  la  punta  de 
una  flecha;  en  el  mímico  comül,  que  en  diferentes  casos  arroja 
los  sonidos  co,  con^  com,  y  del  simbólico  o^Z,  agua:  los  elementos 
gráficos  de  la  pintura  arrojan  loa  sonidos  üznc^-aÜ^  en  que  los 
signos'no  intervienen  con  su  significado  propio,  sino  exclusiva- 
mente representendo  sonidos,  formando  palabras  de  valor  del 
todo  distinto  al  de  los  componentes.  Este  y  otros  casos  análogos 
demuestran,  que  la  escritura  mexicana  esteba  en  camino  para 
descubrir  los  signos  fonéticos,  notándose  que  admitía  los  signos 
silábicos  y  aun  salía  á  los  literales,  como  se  advierte  en  aÜ  que 
aquí  entra  con  todo  su  valor  y  en  otros  casos  vale  la  vocal  o. 

(1)  Bevne  Américaine  et  Oriéntale,  tom.  IV,  pág.  36-37. 

(b)  *'lUtcoaU  6  lüeohtiati  parece  ser  en  sa  origen  el  nombre  de  nn  pez  llamado 
róMo  por  los  espaftoles  é  Itcohua'por  Hemindez,  (Traci.  Y,  oap.  XU;  p.  78);  pero 
niiaca  se  le  eneamitra  escrito  de  esta  manen.  La  «tímología  gramatical,  el  sentido 
de  la  palabra  entera,  y  sa  deflnioion  abaolata»  quimeras  de  los  ideógraf  os,  represen- 
tan rm  papel  insignifioante  en  la  escritura  mexicana,  esencialmente  íondtioa  como 
toda  verdadera  escritura.** 

(o)  ''Iiorenzana,  Hist  de  Huera  Espafla,  foL  8,  y  en  Lord  KingsboTOugh,  pL  I, 
segunda  parte  de  la  oolecoion  de  Mendoza. — OLmgeito,  tom.  1,  apénd. 

(a)  ^'£1  signo  inferior  es  el  ibsUi  (navaja  de  barbero,  Pío.  de  Molina,  primera  par- 
te), obsidiana  y  punta  de  flecha,  lanceta,  naraja  de  rasurar,  &c.,  fabricadas  de  obsi- 
diana; en  medio  está  el  eomitl  (olla  ó  barril  de  barro,  M.)  y  encima  el  símbolo  bien 
conocido  del  agua  latí],  representado  por  algunas  gotas.  Vdase  Clavigero,  apánd. 
y  los  signos  (6  bis)  31  y  1  de  las  páginas  siguientes." 

56 


443 

YI.  La  palabra  Motecuhxoma,  (láon.  2,  n6m.  13)  se  encuentra  or- 
tografiada de  muy  distrntas  maneras.  Segnn  el  Sr.  Lie.  T>.  Alfredo 
Ohayero,  Oortes  en  sns  cartas  usa  las  formas  Mnte^ma  y  Mntec- 
9uma;  Bemal  Día»  pone  Monte^ma,  en  lo  cual  le  signe  ei  Con- 
quistador Anónimo;  Pedro  Mártir  le  dice  Muteczuma.— **De  los 
'^historiadores  primitiyos,  el  P.  Motolinia  lo  llama  M otenezoma 
''en  su  "Hist.  de  los  Indios  de  Nueva  España,^'  publicada  primera- 
emente  por  Kingsborough,  y  después  con  una  versión  mejor,  por 
"el  Sr.  Icazbaloeta,  en  la  citada  colección.  El  P.  Sahagun  llama- 
dlo Motecuzoma,  y  así  ei^tá  en  las  dos  ediciones  que  casi  al  mis- 
'mo  tiempo  hacían  <le  la  "Historia  general  de  las  cosas  de  Htie- 
"va  España/'  Kingsborou^  eú  Londres,  y  D.  Garlos  María  de 
"Bustamante  en  México.  Fr.  Bartolomé  de  las  Gasas  usa  del 
"nombre  Monte^uma  en  sus  "Viajes  de  los  españoles  á  las  In- 
"dias,"  edición  francesa  de  París  1697.  En  la  "Gonqúista  de  Mé- 
"xico"  del  clérigo  Francisco  López  de  Gomara,  edición  de  Am- 
"beres,  en  casa  de  Juan  'Steelsio,  1664,  se  escribe  el  nombre  Mo- 
'Hie^uma.  Fr.  Gerónimo  Mendieta  en  su  "Historia  Eclesiástica 
"Indiana,*"  dado  á  luz  cuando  ya  se  creía  perdido  tan  precioso 
"monumento,  por  el  infatigable  Br.  Icazbalceta,  en  México,  1870, 
"en  una  esplátdida  edición  de  solo  446  ejemplares,  usa  la  voz 
'^uteczuma.  Fr.  Juan  de  To^quemada  llámalo  Motecuh^uma 
"en  la  "Monarquía  Indiana."  Tezozomoc  le  dice  Moctezuma, 
"taarto  e^n  el  MS.  como  en  la  edición  de  Kingsborough,  y  en  la 
'^aducción  francesa  de  Témaux  Gompans.  El  P.  Duran  usa  la 
"palabra  Monte^uma,  en  su  "Historia  de  las  Indias  de  Nueva 
"España,"  de  la  cual  se  publicó  el  primer  tomo  por  D.  José  Per- 
"nando  Ramírez,  en  México,  el  año  1867.  Acosta  le  llama  Mote- 
''zuma.''  Aduce  otra  multitud  de  autoridades  con  las  mismas 
variantes.  (1) 

Sirviéndonos  de  maestros  las  personas  más  entendidas,  así  en 
la  interpretación  jero^tífíca,  como  en  el  conocimiento  de  las  re- 
glas gramaticales,  aceptamos  como  más  correcta  la  forma  Mote- 
cuhzoma,.  Para  distinguirle  del  noveno  rey  y  segundo  del  mismo 
nombre,  los  autores  le  llaman  Huekuemotecuhzama,  y  también  le 
dan  un  sobrenombre  diciéndole  HhuicamincL 

Huehuemotecuhzoma  está  compuesto  con  la  voz  hicehttef  vie- 

(1)  Hombres  ilufitres  mezicanoe,  tom.  1,  pág.  180-183. 


44S 

jO|  anoianOy  expresando  Moteeabsoma  el  viejo.  A  este  propósito 
dice  Olayigero:  ''Los  mexicanos  llamaron  al  primer  Motenhcsaor 
^*m&j  Haehvet  y  ai  segundo  Xocoyotzin,  nombres  equivalentea  al 
^^aenior  y  júnior  de  los  latinos."  (1) 

Nombre  y  pronombre  presentan  las  pintoras.  Las  vaoriantea 
B^F  élj  representan  el  copüli,  distintiyo  real  ó  corona;  como  sig- 
no ideográfico  snena  tecukUi,  señor  ó  principal,  arrojando  la  ra* 
dical  iecuh  6  tecu;  en  el  presente  caso  es  un  signo  con  el  yalor  fo- 
nético Matecukxoma.  El  jeroglifico  es  ideográfico  y  no  ofrece  los 
elementos  hablados  de  la  palabra. — ''Las  dificoltades  que  pre« 
"santa  el  análisis  etimolográfico  del  nombre  propio  del  quinto 
"emperador  mexicano,  dice  el  Sr.  D.  Faenando  Bamírez,  (2)  se 
"comprenderá  desde  luego  por  los  embarazos  en  que  puso  á  un 
"literato  tan  diatinguido  como  Clavigero.  Oompueato  según  se 
"ré  de  las  palabras  Moteozuma  é  Uhuicamina,  ellae  dan  en  jui- 
"eio  de  aquel  historiad w,  (a)  su  nombre  y  sobrencmbre.  El  prime- 
"ro  que  lo  fué  también  del  noTeno  emperador,  lo  explica  con  las 
'^siguientes  palabras: — "Moteueaoma  quiere  decir,  Señor  indig- 
"nado;  mas  no  entiendo  la  figura  » •  •  Hhuicamina  quiere  decir, 
"diquetira  Jledíaa  uí  ddo,  y  por  eso  se  figura  una  flecha  tirada 
"hacia  el  cielo."'— La  dificultad,  pues,  se  encuentra»  tanto  en  h^ 
"e^mólogía  como  en  la  etinuHagrafía  del  nombre;  y  puesto  que'  su 
"asunto  es  el  mismo  del  artículo  siguiente,  7  que  allí  se  halla 
"máa  daxamente  discernido  su  propio  símbolo,  reservaremos  pa- 
"e^  «se  lugar  su  análisis  etimolográfico,  ocupándonos  aquí  so- 
"lamente  del  que  Olavigero  califica  de  su  afAretumhreJ^ 

Como  el  Sr.  Bamírez  no  publico  el  artículo  á  que  se  refiere, 
quedamos  entregados  á  nuestras  propias  fuerzas.  Ya  que  el  exá^ 
men  etimcdográfico  nada  dice,  ocurrimos  á  la  etimología  grama- 
tical de  la  palabra.  Motecuhzoma  se  compone  de  moj  señal  de 
tercera  persona  de  los  pronombres  mas,  iimo^  mo;  de  iecuMi^  se- 
ñor, dictado  que  adoptaron  loa  reyes  de  la  triple  alwnKAi  equiyí^ 
lente  según  LctlilxochiÜ  al  César  de  los  romanos,,  y  de  tumala  6 
xúmale^  sañudo,  lleno  de  eorajc:  Mo^ecuh'Zoma,  elBeñor.ó  vuestro 
Señor  sañudo  6  lleno  de  coraje. 

(1)  Hist  antig.  tom.  1,  pág.  191,  en  la  nota. 

(2)  Dio.  Univ.  de  Hist  y  Geog.,  art.  respectívo. 

(a)  Explicación  de  las  figoras  cecnraa,  al  fin  del  primer  tomo  de  aa  hiatoría. 


En  cuanto  al  agnomen  la  etimología  es  más  clara.  Se  deñTa, 
(variantes  A,  Q,)  del  figurativo  cielo,  ühuioaü^  expresado  por  las 
figuras  taquigráficas  de  estrellas,  sol,  astros  y  de  su  movimiento; 
contra  el  cual  cielo  hiere  una  flecha  mitl;  según  las  libertades 
de  la  pintura,  la  flecha  está  tomada  en  el  sentido  de  la  acción 
que  ejecuta,  y  el  sustantivo  indica  el  verbo  mina^  ''tirar  flecha  ó 
saeta,  flechar  ó  asaetar  á  alguno:"  llhuicamina,  el  que  tira  flechas 
al  cielo,  el  que  asaetea  al  cielo.  D.  Carlos  de  Sigüenza  traduce, 
''que  arroja  flechas  al  cielo, "  el  Sr.  Bamírez,  Clavigero  y  otros, 
"el  que  tira  flechas  hacia  el  cielo."  Las  variantes  C  y  D  arrojan 
el  mismo  significado,  sólo  que  el  simbólico  cielo  está  muy  com- 
pendiado, ofreciendo  solamente  un  círculo  ó  un  semicírculo  con 
una  estrella  interior.  La  variante  H  se  presenta  todavía  más 
compendiada,  y  tanto  que  una  sola  estrella  simboliza  el  firma- 
mento; mas  en  este  caso  creemos  que  hay  un  error  cometido  por 
el  dibujante,  porque  si  el  objeto  se  toma  en  su  verdadero  valor 
ciüalin,  el  compuesto  no  sonaría  Ilhuica-mina^  sino  Cidcd-^inou 

En  cuanto  á  la  variante  E  se  advierte  que  el  copiUi  está  atra- 
vesado por  una  flecha,  reuniendo  en  una  sola  figura  los  elemen- 
tos gráficos  principales  de  los  dos  nombres;  en  nuestro  concepto, 
es  una  abreviatura  ingeniosa  y  conforme  con  la  índole  de  las 
pinturas  jeroglíficas,  cuya  lectura  correcta  es  Moteouhzoma  ll- 
huicamina. ' 

YIL  AxayacaÜ,  (lám.  2,  núm.  14).  Axayaca,  Axayaoatziny  Axa- 
yacaci,  &c  Una  cabeza  humana  sobre  cuyo  rostro  corre  el  agua. 
Los  elementos  pictóricos  son  fáciles  de  entender  oíZ,  agua^  y 
xayacatly  cara,  rostro,  carátula,  máscara:  A^cayacaü,  cara  ó  ros- 
tro de  agua.  Como  á  los  niños  se  ponía  el  nombre  del  objeto  pri- 
mero que  á  la  vista  se  presentaba^  acaso  el  nombre  de  este  rey 
se  derive  de  axaacayaoatl^  "cierta  sabandija  de  agua  como  mos- 
ca," (M.)  ó  bien  axayaoaüf  como  escribe  Clavigero,  (1)  definién** 
dola  "una  mosca  propia  de  los  lagos  mexicanos."  Es  el  mosco 
que  produce  el  ahuavhÜL  AxaydcaU,  Axayaca,  ArayaoaidfL 

YUL  Tizozic,  Tizocicatzin,  Tizocicaci,  Tizucicatzin,  Tízoc, 
Tizuctzin,  &c.  (Lám.  2  num.  15).  El  nombre  se  encuentra  escrito 
con  distintos  grupos  jeroglíficos,  aunque  todos  con  la  misma 
significación. — "La  lápida  representa  la  efigie  del  primero  (Ti- 

(I)  Hist.  antig.  tom.  1,  pág.  65. 


s 


\ 


445 

*'zoc),  en  la  figura  de  su  derecha,  reconocible  por  una  pierna  co- 
''locada*  á  la  altura  del  hombro,  que  era  el  símbolo  de  su  nom- 
^^bre.  Las  pinturas  aztecas  representan  la  pierna  y  el  cuerpo 
"todo  del  rey,  sembrado  de  puntos  ó  pintas  negras  que  dan  la 
"significación  de  su  nombre.  Tízoc  quiere  decir  timado"  (1)  En 
realidad  así  se  ve  en  el  yodice  Mendocino,  yariante  A,  en  cuyo 
dibujo  parece  se  quiso  representar  alguna  enfermedad  cutánea, 
acreditando  la  tradición  que  sustenta  que  el  rey  era  leproso.  En 
la  yariante  F  la  pierna  lleya  rayas  longitudinales,  mientras  la  I, 
tomada  de  la  lápida  cqnmemoratiya  de  la  dedicación  del  templo 
mayor,  ofrece  la's  líneas  hacia  el  pié:  no  nos  detendremos  en  las 
heridas  que  presenta  la  yariante  O,  porque  no  es  genuina,  por 
más  que  esté  copiada  del  Códice  Mendocino.  En  estas  formas, 
el  jeroglífico  no  nos  enseña  ninguno  de  los  elementos  etimolo- 
gráficos,  apareciendo  como  uno  de  tantos  caracteres  idei^práfi- 
cos  que  suena,  Tízoc, 

En  las  yariantes  O»  D,  E,  H,  la  pierna  no  aparece  sola,  sino 
con  xma  espina  hincada  en  ella,  ó  picándola.  Aquí  ya  encontra- 
mos un  signo  que  nos  puede  proporcionar  un  sonido,  ya  parcial, 
ya  total  del  nombre.  La  figura  triangular  es  el  mímico  espina, 
huüz&ty  que  como  objeto  natural  entra  en  composición  con  su  ra- 
dical huüz;  pero  tomándose  en  simbólico,  ó  mejor  dicho,  en  fo- 
nético, y  pasando  de  nombre  á  yerbo,  suena  y  expresa  el  yerbo 
zo,  sangrar,  y  zozo,  ensartar,  con  las  ideas  análogas  de  picar,-  pun- 
zar, aii^yésar.  J^,  sangrar  ó  8angra]^se,'no  se  toma  en  la  acepción 
quirúrgica,  sino  en  la  dé  sacarse  sangre  con  una  espina  de  algu- 
na parte  del  cuerpo,  siguiendo  los  precepto^  dei  culto  azteca: 
algunos  autores  llaman  'á  esta  acción  tacr^oarse,  explicando  de 
itna  manera  exacta  la  práctica  religiosa;  Es  frecuente  encontrar 
en  los  grupos  jeroglíficos  un  signó,  cuyo  yalor  fonético  sirte  de 
nota  mnotémfica  para  recordar  á  la  úienté  li¡  pronunciación  de  la 
palabra  entera.  En  el  presente  casó^la  espina  con  sn  yalor  zo,  6 
tomando  el  pretérito  zoó,  ya  significa  por  si  sólo  la  palabra  san- 
grado, que  recuerda  na4lúrálmente<  el  ñoxiibre  Ti2oc.  Tal  yez  la 
pierna^  en  casos  semejantes,  se  tomará  en  el  sentido  de  persona 
6  personas* 

(1)  Bamírez,  Hist.  de  Presoott,  tom.  ü,  pág.  121,  explicación  de  U  lámina  se- 
gonáa. 


448 

expresado  con  el  copiUi  en  las  variantes  B,  C,  D,  E,  F:  en  la  E  á 
la  derecha,  parece  haber  un  error  del  dibujante,  quien  puso  el 
ideográfico  de  Motecuhzoma  Bhuicamina.  En  A  y  G.  ademas  del 
copillí  se  advierte  una  figurilla,  á  la  cual  no  acertamos  á  dar 
nombre,  que  indudablemente  está  destinada  á  expresar  la  pala- 
bra xocoyotl,  "hijo  ó  hija  menor  <5  postrera."  (Mol.):  de  aquí  se 
deriva  la  voz  socoyote,  en  acepción  del  menor  de  los  hijos  de  una 
familia. 

XI.  Avítlatoa,  Catlavaci,  Ouitlahuac,  CuitlahuatzÍD,  £c.  (Lá- 
mina 3,  núm.  18).  Aseguran  que  este  rey  tomó  su  nombre  del 
piieblo  de  Cditlahuac,  situado  entre  los  lagos  de  Ohalco  y  de 
Xochimilco,  y  llamado  hoy  Tlahuac.  La  variante  H,  tomada  del 
Códice  de  Mendoza,  lám.  2,  num.  6,  expresa  el  nombre  de  la  po- 
blación. La  etimología  arrojada  por  los  signos  gráficos,  viene  de 
cuülcUl,  excremento;  la  sección  del  canal  en  que  el  signo  está  con- 
tenido suena  apan  y  hii<ic,  de  donde  el  compuesto  cuitld-huac 
Hiui  es  partícula  que  indica  posesión,  de  manera  que  se  podría 
interpretar,  poseedores  de  excremento,  tomado  en  el  sentido  de 
que  disponían  del  producto  del  lago  llamado  ttcuiÜatL  También 
puede  provenir,  y  nos  piarece  más  seguro,  de  hv<icqui,  ^*cosa  seca, 
enjuta,  ó  ennegrecida"  (M;),  y  entonces  la  frase  significa,  excre- 
mento seco  ó  enjuto.  En  la  variante  F  aparece  sólo  el  mímico 
cuiüatly  que  en  C  y  D  está  acompañado  con  el  simbólico  atl.  En  C 
se  advierte  acemas  una  figura  que  representa  la  manara  en  que 
se  colocaba  el  cadáver,  en  cuclillas,  los  muslos  contra  el  pecho, 
envuelto  en  los  sudarios  y  atado  con  las  cuerdas  que  le  sujeta- 
ban: el  difunto,  en  el  presente  caso,  está  rodeado  de  pequeños 
ciroulillos,  en  la  pintura  rojos,  avisando  que  el  rey  murió  de  vi- 
ruelas. CuitloJitioc,  CuiÜaJíuaJtzin.  En  la  variante  F  el  determina- 
tivo rey  va  acompañado  de  los  cuatro  signos  numerales  que 
avisan  que  su  reinado  fué  de  ochenta  dias. 

XU.  Cuautemoc,  Guatemusi,  Guatimuza,  Guatimocin,  Huaie- 
moc,.&c.  (Lámina  3,  núm.  19).  Escribir  la  palabra  con  A  no  tiene 
razón  de  ser;  mas  ponerle  la  g  es  intolerable,  supuesto  qqe  ^ta 
letra  no  forma  parte  d^l  alfabeto  mexicano.  El  nombre  propio  es 
CitauMemoc,  compuesto  de  cuauMi,  águila,  y  de  temoc,  pretérito  del 
T&rbo  temo,  "descender  ó  abajar:"  Cuauli-temoc,  águila  que  des- 
cendió ó  bajó.  D.  üárlos  de  Sigüenza  traduce:  "águila  que  cae  ó 


I 


449 

sepreeipita."  (1)  Íjob  elementos  pictográficos  sos^bien  una  águi- 
la, F,  con  la  cabeza  hacia  abajo  en  señal  de  bajar;  bien  sólo  lá 
cftbeza  acompañada  de  la  fauella^del  pié  humano,  con  la  marca 
de  los  dedos  hacia  la  parte  inferior.  La  huella  humana  se^  nojA" 
bratcocpoí  ó  xocpaBÍ^  *'Ia  planta'del  pié:"  este  signo,  como  adelante 
veremos,  es  ideográfico  y  pasa  á  fonético,  expresando  muy  iis* 
tintos  verbos  de  movimiento.  Si  la  huella  presenta  la  punta  háciá 

m 

arriba  suena  ^2eco,  aubir;  mas  si  como  en  el  presenté  caso  tiene 
la  pauta  hacia  abajo,  significa  el  verbo  temo  y  también  el  preté- 
rito temoc. 

Nombres  de  los  señobes  de  Tlatelolco.  L  Cuacuauhpüzáhtuic. 
(Lám.  3,  núm.  20).  Expresado  por  el  cuerno  de  un  venado  ó  cier- 
vo.. El  sigQo  es  ideográfico;  descomponiendo  los  elementos  de  la 
palabra  tenemos,  cuacuahuitl  (quaqiuiuitl  de  Molina),  "cuerno  de 
animal  ó  astas^"  perdiendo  la  última  sílaba  tW,  quedaría  por  ele- 
mento cuacuáfvu;  pero  por  regla  general  no  se  sostiene  esta  forma, 
8Íno  que  se  cambia  en  todos  los  casos  análogos  en  cuaciLauh^  pos- 
poniendo \a,h  &  la  u.  Pitzahuac,  "cosa  delgada,  así  como  vara?, 
'^pilares,  columnas,  sogas,  y  cosas  largas  y  rollizas,  ó  el  camuio, 
''el  viento  delgado  y  sutil,  los  frisóles  pequeños,  lentejas,  ó  cosa3 
^semejantes."  (M.)  Cica^itah-püzaJitiac  6  püzahucu:,  ou^vno  Aolgsdú 
de  ciervo,  ó  cuernos  delgados  de  ciervo,  supuesto  que  los  méxic^ 
no  conocían  otras  astas  que  las  del  venado. 

II.  Tlacateotl,  (lám.  3,  num.  21).  Grupo  carioso,  co^ipuesto  del 
simbólico  tetl,  y  del  ideográfico  teotl,  Dios,  expresado  por  la  ima- 
gen del  sol,  en  este  caso  muy  compendiada.  Lalectiira  es  verda- 
deramente silábico-'fonética.  Te  tomado  e^  el  sentido  de  tlacafi 
(V.  Tízoc),  con  el  ideográfico,  forman  Tlaca-teotíj  dios  persona* 
dios  hombre. 

m.  ^CnauMlatocL.  (Lám.  3,  núip.  22}.  Una  águila  .teniendo  de<^ 
lante  del  pico  Una*  vírgula.  La  vírgula  6  lengua  es.  el  s^mbplo  4o 
ÜatóUif  "palabra,  plática  ó  habla;'*  sustantivo  que  ^n|9sr^^^^ 
las  radicales  se  convierte  en  ^l.y^x}x>:iial<^*%aibÍ9iX^^^^ 
triar,  gorjear  á  cantar  las  aves,"  ó  ^^abogar.ó  rqgarjppr  o^o.^* 
(AL):  el  carácter  expresa,  paes^  ai^l  el  lvJ;)lar humana  copio  Ifk  d# 
los  animales»    La  lectura  queda  entonces  yi^;  <müui-4ialoa,  igpSJjá 


0i  I!JMadii«rJ»ciu  . 

«7 


452 

memoria  la  pronunciación  completa  de  lo  representado  por  eF 
signo. 

n.  Nopcitzin,  núm.  26.  De  nopaSt,  (Oactns),  con  el  rererendaL 
Determinativo  como  él  anterior. 

m.  Tiotziriy  mam  87.  Con  el  determinativo-  de  lo»  anterit>re8. 
De  tlotít,  gavilán,  alcon  6  azor. 

IV.  Quinatzin  TloÜecatwn,  nóm.  38.  Ganibia  eí  determinativo^ 
annqne  con  los  mismos  arreos  de  los  reryescasadores,  la  figura 
aparece  sentada  en  señal  de  que  la  tribn  se  4j6  en  la  iierra;  no 
anda  al  aire  libre,  sino  qne  en  la  pintura  se  ^nota  qué  vive  en  las- 
cavernas;  aquel  pueblo  salvaje,  -de  cazador  Be  transforma  en 
troglodita. 

Mr.  Aubin  (1)  traduce  al  francés  la  palabra  jm'naw,  por  la  ^áíe 
^rognante  y  Quimatzin  por  bramunt  Con  perdón  sea  dicho,  no  nos 
parece  exacto.  En  mexicano,  braman  es  itcoyohia;  bramido  teco- 
yohualizñi,  choquiztli;  bramador  tecoyohnaniy  áiocam;  bramar  él 
ciervo  pipitzca;  bramador  como  ciervo  pipíhoanu  De  aquí  no  se 
puede  sacar  (¡^t^tnan,  ni  siquiera  su  radical;  somos  de  parecer  que^ 
la  palabra  repetida  quinan  no  está  en  la  escritura. 

Tttatecatzin  traduce  Ixtlilxochitl,  **el  que  tiende  y  allana  la 
tierra,"  frase  equivalente  á  conquistador.  Oomj^ónese  la  frase  de 
ffaZV,  tierra,  y  del  verbo  teca,  "asentar  piedras  en  el  edificio,  6 
poner  maderos  ó  cosa  semejante  en  el  suelo  tendidos,  ó  envasar 
alguna  cosa  líquida,"  (2)  que  también  significa,  emparejar,  igua- 
lar: el  apellido  parece  bien  puesto  á  un  monarca  batalladiir.  El 
nombre  gráfico  lo  dice  el  cuadrilátero  dividido  en  tres  comparti- 
mientos, simbólico  de  flo¿Ui;  convertido  el  signo  en  ideográfico, 
fluená  tiafeca,  arrojando  como  los  de  su  género  la  radical  mnotá- 
mica  Üal  del  compuesto.  Tlai4ecar¿zin,  con  el  reverencial. 

En  cuanto  á  lu,  cabeza  bramadora,  es  la  del  mazan,  venado,  te^- 
niendo  delante  del  hocico  las  vírgulas  repetidas  de  la  palabra, 
signo  fonético  de  la  preposición  naJttictc;  el  todo  da.  la  lectura 
maza-TitKi,  nombre  de  la  tribu  de  procedencia  otomí.  -Como  los 
dos  signos  van  separados  y  unidos  entre  sí  indicando  Telaéion, 
nos  Mrevemos  á  leer  en  la  pintura,  Tlaltecatzin  ijiazaliuá,  elcon-^ 
quistador  6  allanador  de  los  mazahua. 

(1)  Bevae  Amáñcaine  et  Oríe&tale,  toxa.  Y,  piíg.  d6S  y  979^ 
(3)  Vocftlmlarío  de  If  olina. 


j 


4S3 

y*  TeehoÜak^  nuoo.  29.  Como  primer  rey  qne  resueltamente 
ioma  el  camino  de  la  dvilizaoioi2,^>arQce  en  el  determinativo^, 
ai  bien  oon  el  arco  y  flecbaa  de  sn  iaribu,  sin  la.  corona  rnatíca*  da 
pachÜi  adoptada  por  sus  antecesores,  conservando  aun  lo»  largoa 
cabellos  tex^idos^  despalda;  pues  como  los  marovingianos  re- 
pi^eaenta  á  los  reyes  de  la*  larga  cabellera. 

CmnpÓBesela-eserÁtiitik-gráficadefeft^.delcual  se  des^Hrende^ 
^  simbólico  aü  como  chorreando  y  lleno  de  puntos  para  exprcf 
iar  el  lodo;  cMoa,  "kxáx,  snlti»^  ^asentarse»  ¿  saltar  ó  chorre» 
el-agua:"  tialaü^  oieiKX'  De  aquí  el  compuesto  Te-cbo*tlala»  cieno, 
lodo  que  chorrea  de  la  piedra*  Ssta  lorma  vertical  de  aü  vere- 
mos que  significa  el  verbo  cheiosu 

YL  Ix&üxochiÜf  Bika*  30.  Una.  flor  de  forma  particular,  ideo* 
gráfico  del  compuesto.  Dos^formaciones  le  encontramos*  JMiUie, 
^'moreno  6  negro  de  rostro;"  xoehiüf  flor:  IxtliUxochiÜ,  flor  de 
eaora  negra.  Ixüi^  cara,  íaa;  ÜUoooehMi.  vainilla:  Ix-tlilxoohitl,  ros* 
tro  de  vainilla.  Lo  que  parece  indicar  en  realidad'  es  la  vanilla- 
negra. 

YIL  Tezozomocj  núm.  31.  La  pintura  que  seguimos  no  cuenta 
á  este  usurpador,  que  en  la  dinastía  de  Acolhuacan  ocupa  el  sé- 
timo lugar;  tomamos  la  figura  de  la  peregrinación  asteca.  El 
signo  tetly  terminado  en  un  rostro  humano^  de  cuya  nariz  salen 
unas  vírgulas  de  puntos,  símbolo  de  la  respiración  ó  del  aliento. 
Nos  parece  que  el  compuesto  tiene  por  elementos  teüy  ó  sea  te 
radical  mnotemica;  el  verbo  zozoloa,  ^'follar  ó  zumbar  los  fuelles, 
óanhelar  el  que  se  está  muriendo:"  Te-zozomoc,  el  que  resuella 
de  un  modo  anheloso,  tal  vez  el  asmático, 

yiIX  Maxtia,  núm.  32,  También  usurpador:  tomado  de  loa 
Códices  Telleriano  y  Vaticana  De  maocüatl^  la  pieza  del  vestido 
que  se  ponían  á  la  cintura  los  hombres.  Los  historiadores  le  di- 
cen Maxtla-ton,  con  la  terminación  del  diminutivo  despreciativo. 

JXi.  NezahmLcoyaUy  núm.  33.  ^£ey  de  los  más  civilizados,  her- 
mosa figura  de  la  antigüedad:  se  le  ve  sentado  sobre  el  trono  ó 
silla  real.  Forma  el  nombre  gráfico  la  cabeza  de  un  coycü^  coyote, 
(Ganis  latrans,  Suyí)  con  el  ideográfico  del  ayuno,  que  es  esa 
especie  de  cíngulo  con  hilas  ó  cintas-colgantes  y  suena  it^aAiioítsidt. 
Perdiendo  esta  palabra  las  sílabas  izüi  por  ser  las  determinativas 
de  acción,  queda  Nezahual-coyotl,  coyote,  ayuno  ó  hambriento. 
Corta  es  la  variante  que  ofrece  elCód.  Telleriano.  El  ideográfico 


/ 


454 

nezahucd  presenta  diversas  formas;  tal  yez  las  cnerdas  y  paños  de 
esa  esi>ecÍ6  de  cíngnlo,  darían  á  entender  el  numero  de  los  días 
7  el  rigor  con  que  la  penitencia  debiera  hacerse.  Yéase  el  nú- 
mero 46. 

X.  NezaJitiaJpÜlíf  nnm.  34.  El  ideográfico  ^emAtto/,  connnniñO; 
püK;  Nezahual-pilli,  el  niño  6  hijo  ajnno.  PiSt  significa  noble, 
ilnstreí  caballero,  y  también  hijo;  pudiera  también  traducirse, 
hijo  de  nezahual.  Escríbese  igualmente  Kezahualpiltzintli,  que 
86  puede  descomponer  en  Nezahualpil  que  da  á  las  palabras  la 
forma  de  diminutÍTo  con  amor  y  tetnura,  y  el  reyerencial  entero 
tzinUi  que  debe  acompañar  al  diminutiyo;  todo  diría  con  carina 
el  señor  nezahualito.  Tercer  significado  sacaríamos,  de  que|nSf 
compuesto  con  tzintii  significa  niño,  y  con  tonüi  muchacho,  de 
manera  que  Nezahual-pilzintlí  sería  el  niño  Nezahual.  (1) 

XL  Cocama,  nám.  36.  Cacamatl, /'mazorcas  pequeñas  de  maíz, 
que  nacen  cabe  la  mazorca  mayor."  Así  lo  dice  el  figurativo.  El 
signo  es  mímico  é  ideográfico. 

Xn.  Guicuitzcatzin,  No  consta  en  la  pintura  que  examinamos. 
Se  deriva  de  cuicuüzcatly  golondrina. 

Xm.  Coanacochy  núm.  36.  De  coatí ^  culebra,  y  nácocliitU,  las 
orejeras  6  pendientes  que  los  pueblos  nahoa  usaban  colgar  en  la 
parte  carnosa  de  las  orejas;  Coa-nacóch,  pendientes  de  culebra. 

XIV.  IxtlüxochiÜ.  Segundo  rey  de  su  nombre  y  último  de  la 
dinastía  acolhua.  Su  nombre  gráfico  es  idéntico  al  de  su  homo* 
nimo;  num.  37. 

Para  completar  la  lámina  escogimos  algunos  signos  ideográfi- 
cos y  aun  fonéticos,  que  no  dejan  de  ser  curiosos.  El  grupo  ná- 
mero  38  está  compuesto  del  mímico  tlaJliy  tierra,  teniepdo  en  el 
centro  el  ideográfico  óllin,  movimiento.  El  signo  dlin  por  medio 
del  sonido  que  arroja  significa  movimiento  en  general;  como 
símbolo  astronómico  representa  los  cuatro  movimientos  del  sol, 
(razón  por  la  cual  da  la  lectura  de  NauhoUin),  contados  de  los 
equinoccios  á  los  solsticios.  Colocado  sobre  el  carácter  tierra 
despierta  de  luego  á  luego  la  idea  de  que  la  tierra  se  movió,  y  es 
por  consecuencia  la  expresión  del  temblor  de  tierra.  ^  Tomando 
los  elementos  fónicos  tendremos  Üal-din,  terremoto,  y  también 
el  verbo  tlaldint^  temblar  la  tierra.    El  diverso  tamaño  del  signo 

(1)  Aldama  y  Quevara,  xním. ¡66. 


455 

oOin  da  la  indicación  de  la  faerza  ó  duración  del  movimiento>  nú- 
•  mero  39,  j  la  repetición  del  signo  dice  las  veces  que  se  repitió  el 
fenómeno^  núm.  40. 

El  núm.  41  ofrece  un  escudo,  ckimaUi,  sobre  un  haz  de  flechas, 
miÜ;  su  significado,  es  yaoyoÜ,  guerra,  batalla.  Si  se  toman  los 
sonidos  fónicos  miÜ^himaUi,  dice  también,  por  metáfora  en  la 
lengua  mexicana,  guerra,  batalla.  De  la  misma  manera  aÜ,  agua, 
y  el  incendio  tlachinolli,  metafóricamente  quieren  decir  también, 
cM'tlachinolU,  guerra,  batalla.  (1)  Si  el  yaoyotl  está  rodeado  de 
varios  nombres  de  población,  predica  que  á  todos  aquellos  luga- 
res se  liizo  la  guerra;  si  está  rodeado  por  la  huella  del  pie  hu- 
mano relata  que  todos  los  pueblos  comarcanos  tomaron  parte  en 
la  guerra,  á  diferencia  de  cuando  la  huella  parte  de  un  lugar  de- 
terminado, pues  entonces  aquel  sólo  tomó  parte  en  la  refriega. 

El  chimalli,  con  el  macuahuül,  jxúm.  42,  arroja  el  significado  yaoÜ, 
eoemigo.  En  los  jeroglíficos  egipcios,  dos  brazos  armados,  el  uno 
oon  el  escudo,  el  otro  de  una  espada,  significan  ejercito  y  combate. 

£1  núm.  43  es  del  mismo  género  de  los  dos  anteriores:  consta 
de  un  chimalli  adornado  de  plumas,  sobre  un  manojo  de  flechas 
sin  punta  ó  corteses.  Suena  xochiycLoyotiy  ó  sea,  guerra  florida  ó 
de  flores,  guerra  religiosa  ó  contra  los  enemigos  de  casa,  institui- 
da para  traer  víctimas  frescas  para  los  dioses. 

El  núm.  44  representa  un  hombre  con  los  arreos  propios  de  la 
víctima;  lleva  en  la  mano  derecha  el  xochiyaoyoÜ,  y  en  la  izquier* 
da  la  bandera  ó  signo  numeral  de  veinte;  el  todo  indica  el  sacri- 
ficio de  los  pirisioneros  hechos  en  la  guerra  florida,  que  se  veri- 
ficaba de  veinte  en  veinte  dias  ó  sea  al  principio  de  cada  mes.  Si 
el  signo  está  unido  con  el  mímico  hutizfli,  espina,  avisa  que  al 
sacrificio  se  unía  la  penitencia. 

lia  figara  fantástica  del  núm.  45,  muestra  una  ave  poderosa  con 
grandes  garras,  y  una  cabeza  humana  con  la  boca  abierta  cnal  si 
estuviera  pretendiendo  comen  parece  un  especie  de  esfinge.  Sig- 
nifica el  hambre,  apizimique,  en  el  sentido  de  carestía  general.  Así 
se  le  encuentra  en  los  Códices  Vaticano  y  Telleriano  Eemense. 

Finalmeute,  el  núm.  46  arroja  la  palabra  nezáliucúizÜiy  ayuno, 
del  que  hicimos  mención  en  los  compuestos  Nezahualcoyotl  y 
Kezahualpilli. 

(1)  Yooabulario  de  Moluta.  . 


r 


CAPÍTULO  IV 

£SCBITUBi  Jl^BOaLlmCA. 

MM49  ¡t:  T^nífMiUan.—Oatáktgo  de  wnabrm pnpioé  tmmubn  40  ¿i coímíí6%  Bm* 
fi^irM.'-AU.-^  OiUM.-- Del  f^nétíoo  ix.-^Ga9(m  del  /onétíeo  njOuiaáL— J7  «ipi# 
tnaftL 

EL  Cód.  Mendoza  presenta  algunos  otros  nombres  propios  de 
persona,  y  son  los  de  lós  fundadores  de  la  ciudad  de  Méxi- 
cOy  figurados  en  la  primera  lámina.  Comenzaremos  advirtiendo, 
q.ue  los  copiantes  de  la  interpretación  castellana  cambiaroula 
lectura  de  los  números  1  y  3,  error  que  no  recordamos  haya  sido 
notado,  ya  que  le  vemos  repetido  en  obras  de  importancia.  (1) 

1.  OcdopaTL  El  determinativo  es  un  hombre  cubierto  con  bv 
iümatli;  cortado  el  pelo  sobre  la  frente,  largo  hacia  la  espalda,  y 
amarrado  un  mechón  sobre  la  coronilla  de  la  cabeza  con  una  oo- 
rrea  roja,  tocado  usado  por  los  guerreros  distinguidos;  se  le  ve 
sentado  sobre  la  estera,  en  señal  de  asiento,  arraigo  y  mando. 
El  nombre  gráfico  lo  forma  una  bandera  amarilla,  con  no^nchas 
negras,  remedando  la  piel  de  tigre,  ocdoiL  De  este  sustantivo  y 
de  ^n¿¿v  bandera,  nace  el  compuesto  Ocdo-paiiÜi^  Ocdcpan^  ver- 
dadera lectura  del  símbolo.  Bandera  de  tigre  sería  la  traducción 
literal,  ,mas  la  figurada  y  propia  es,  caudillo,  jefe  ó  principal  de 
los  guerreros  ocebtl. 

(1)  Les  écritures  figuratives  et  faiéroglypbiques  doH  différents  peuples,  pág.  15. 
Los  grupos  jeroglíficos  eñiáa  lamentablemente  estropeados  en  la  estampa. 


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467 

2.  üiMpan,  Garáoter  ideográfieo  que  sólo  presenta  una  sílaba 
nmómicab  Se  compone  de  cuaí^/,  cabeza,  y  áepontH:  Guorpan, 
bandera  cabesa  ó  principal,  ó  mejor  en  sentido  metafórico,  cao- 
diUo  ó  cabesa  de  los  guerreros  cuadne. 

3»  AcaciÜt.  Bste  nombre  té  el  trastornado  con  el  1.  Se  oompov- 
ne  de  los  mimicos^  a(»itf,  caña,  oarrieo,  y  ciüt,  '^liebre,  abuela,  ó 
üa  hermana  de  abuela."  La  lectura  es  tan  fácil  que  debió  haber 
Sido  conocido  el  error.  AcordÜij  liebre  del  oarrisal. 

4  AhmxoÜ.  Otra  adrertenoia  preliminar.  Como  la  interpreta* 
oion  de  los  pintores  mexicanos  ha  pasado  por  varias  manos,  no 
siempre  expertas,  la  ortografía  de  los  nombres  ha  sufrido  algu- 
nas, alteraciones;  nos  encargamoa  de  corregirlas,  en  ettanto^poí^ 
demos  entender.  £1  grupo  jeroglifico  se  compone  del  sitebótiedi 
Mj  con  el  huexady  sauz;  los  elementds  fónicos  4Ían  A-<huexo44r  «iato 
del  agun  ó  acuático,  especie  muy  común  eu  nuesfero^  pa/is-  áPto 
orilla  de  las-aguas. 

7.  Xomimiñ.  La  pintara  representa  uu  pió  atravesado  *  por  itiM 
fieoba,  y  lo  mismo  expresa  la  palabra  hablada*  Itos  el<»iiien4bs 
Iónicos  son  curiosos  de  considerar  en  este  compuesto.  £1  pió 
toritf,  no  entra  en  la  lectura  con  su  primer»  silaba  ic,  sino  que 
transformándose  en  fonético  arroja  el  sonido  constante  xo.  La 
flecha,  mítí,  está  tomada  en  sus  dos  acepciones;  de  verbo,  mina^ 
de  sustantivo,  mitlj  expresando  al  mismo  tiempo  la  csvúsa  y  el 
efecto.   Xo-mi-mitl^  pie  asaetado  con  flecha. 

8.  Xocmjol.  £1  pié  que  arroja  el  nombre,  expresa  fuertemente 
la  taba  ó  tibia^  ccocoyódi^  de  donde  se  saca  el  sonido  Xocoyol. 

9.  Xiuhco,c.  ün  zapato,  cocfít,  pintado  de  azul  tnrquí,  xmMc. 
Xiuh-cac,  zapato  azul.  £1  original  está  pintado  de  azul,  siendo 
este  caso  prueba  plena  de  que,  en  los  jeroglíficos  mexicanos  has-* 
ta  los  colores  hablan,  según  establece  Gama. 

10.  Afototl,  Lectura  fácil.  £1  simbólico  af/,  con  la  cabeza  de  un 
pájaro,. que  recordamos  significad  ave  entera,  tototl:  A-totott,  pá- 
jaro acuático. 

6.  Teoineuh,  Teciaeuh  se  encuentra  escrito  en  la  interpreta* 
cion  del  Códice;  Tecineiih  copiarott  los  Señores  Aubin  y  Bosny 
en  la  obra  antes  citada:  Tecinenh  en  todas  partes  que  de  esta  lá- 
mina se  trata.  Comprendemos  como  se  hizo  la  lectura.  La  figura 
superior  e.s  el  mefl,  maguey,  y  tomaudo  lo  producido  por  lo^que 

le  produce,  tradujeron  neuktU,  en  lugar  de  octh\  pulque.   £1  sim- 

58 


\ 


f 


468 

bolo  inferior  fué  tomada  por  teü,  y  el  fonético  del  medio  cnetpa 
d^siiudo  en  su  verdadero  valor  tsdn.  De  aquí  el  compifteato  de 
Te-tí6Ínrneithr^,  en  su  formación  eufónica  Tetzincub. 

Comenzamos  por  afirmar,  que  algo  ha  pasado  en  esta  lectura^ 
que  nosotros^  intentamos  en  vano  comprender.  Sea  vituperable 
presunoionj  sea  supina  ignorancia,  nos. atrevemos  á  decir  que  la 
interpretación  no  es  exacta:  acaso  los  ÜacuUo  mexicanos  come- 
tieron un  engaño,  por  encubrir  el  verdadero  nombre  de  bu  patria 
á  los  conquistadores.  Nos  fundamos  en  las  siguientes  razones. 
Se  admite  por  el  intérprete  el  siguo  tzín,  en  esto  no  queda  duda. 
MetllQ  tomamos  nosotros  en  su  sentido  rect<s  arrojando  su  ele- 
mento fónico  me.  En  cuanto  al  carácter  intermedio,  véase  bien^ 
no  es  tetl;  es  el  banco  del  maguey  donde  se  forma  el  receptáe^o 
del  líquido  que  de  la  planta  sB  recoge,  el  axcüi  ú  ombligo  del  ma- 
guey. Con  estos  elementos  formamos  Me-xk-ttinf  ó  eufónica- 
mente Mexitzin,  reverencial  de  Mexi  ó  Mexitli.  Así  se  llama  el 
personaje  y  no  Tecineuh. 

Comprueban  nuestro  dicho,  ademas  de  las  reglas  gramaticales 
qu^  autorizan  nuestra  lectura,  la  muy  competente  autoridad  del 
Codex  Bamírez,  (1)  el  cual  dice:  "Fueron  caminando  con  su  ar* 
"ca  por  donde  su  ídolo  los  iba  guiando,  llevando  por  caudillo  á 
uno  que  se  llamaba  Mexi,  del  cual  toma  el  nombre  de  Mexica- 
nos: porque  de  Mexi  con  esta  partícula  ca,  componen  Méxica, 
que  quiere  decir  la  gente  de  México.**  En  el  Mapa  Quinat;sin  los 
móxica  están  expresados  con  su  verdadero  jeroglífico  el  metí, 
núm.  18.  En  la  colección  de  nombres  formada  por  el  Sr.  D.  Jo- 
sé Fernando  Ramírez,  el  gentilicio  mexicano  está  igualmente  es- 
crito con  el  maguey.  Así  la  escritura  fonética  y  la  jeroglífica  van 
acordes  en  sostener  nuestra  interpretación. 

Por  no  atender  al  verdadero  símbolo,  ha  venido  la  gran  varie- 
dad de  los  autores  acerca  de  la  etimología  de  la  palabra  México. 
Torquemada  (2)  dice,  que  algunos  han  querido  interpretar  fuen- 
te ó  manantial,  cosa  que  podría  ser,  atendido  á  que  hay  muchas 
fuentes  á  la  redonda  de  la  ciudad;  "pero  los  mismos  naturales 
'^afirman,  que  este  nombre  tomaron  del  dios  principal  que  ellos 
"trajeron,  el  cual  tenía  dos  nombres,  el  uno  Huitzilopochtli  y  el 

(1)  BeTacion  del  origen  de  los  indios  quo  habitan  esta  nueva  Enpafía  según  sus 
historias.  MS.  Fág.  18,  en  mi  copia. 

(2)  Honarq.  indiana,  lib.  III,  cap.  XXIIl. 


ii 


1 


4S9 

^ofro  Mexitli,'  7  este  segundo  quiere  decir  ombligo  de  maguey; 
**j  así  dicen  que  los  primeros  mexiecmos  lo  tomaron  de  su  dios, 
'^j  asi  en  sus  principios  se  llamaron  Mexiti,  y  después  se  llama» 
''ron  Méxiea^  y  de  ^rte  ]M>mbre  se  nombró  la  ciudad/'  Herrera 
escribe:  ^'Llamóse  Meñ  el  caudillo  que  este  linaje  llevaba,  de 
''donde  salió  el  nombre  de  México/'  (1)  y  después  pone  la  eti- 
mología de  manantial  ó  fuente.  '^No  faltan  mucbos,  prosigue, 
"que  dicen  que  esta  ciudad  se  llamó  México  por  los  primeros 
"fundadores  quer  se  llamaron  mexiU;  que  aun  ahora  se  nombran 
"méxica  los  naturales  de  aquel  barrio  ó  población.  Las  funda- 
"dores  de  Mexitl  tomaron  nosábre  de  su  principal  dios  6  ídolo, 
"dicho  Mexitli,  que  es  lo  mislmo  que  Yizitlipucfatli."  (Huittsilo^ 
pochtli). 

Yetan CQurt  vacila  entre  la  derivaeiotí  de  Huitzilopchtli  lla- 
mado también  Mexitzin,  ó  que  así  se  llamaba  el  conductor  de  la 
tribu,  ó  de  la  fuente  ó  manantial,  ó  porque  se  vestían  de  unas 
hojas  grandes  de  laguna  llamadas  TnoxiCL  Olavigero  resumió  es- 
tas diversas  autoridades.  (2)  "Hay  una  gran  variedad  de  opinio- 
nes, dice,  entre  los  autores  sobre  la  etimología  de  la  palabra 
México.  Algunos  dicen  que  viene  de  Metztli,  que  significa  luna, 
porque  vieron  la  luna  reflejada  en  el  lago,  como  el  oráculo  había  ' 
predicho.  Otros  dicen  que  México  quiere  decir  f  aente,  por  haber 
descubierto  una  de  buena  agua  en  aquel  sitio.  Mas  estas  dos  eti-» 
mologías  son  violentas,  y  la  primera,  ademas  de  violenta  ridi- 
cula. Yo  creí  algún  tiempo  que  el  nombre  verdadero  era  México, 
que  quiere  decir  en  el  centro  del  maguey,  ó  pita,  ó  aloe  mexica- 
no; pero  me  desengañó  el  estudio  de  la  historia,  y  ahora  estoy 
seguro  que  México  es  lo  misxtfo  que  lugar  de  Mexitli,  ó  Huitzi- 
lopochtli,  es  decir,  el  Marte  de  los  mexicanos,  á  causa  del  san- 
tuario que  en  aquel  sitio  se  le  erigió:  de  modo  que  México  era 
para  aquellos  pueblos  lo  mismo  que  Famtm  Mariis  para  los  ro- 
manos. Los  mexicanos  quitan  en  la  composición  de  los  nombres 
de  aquella  especie  la  sílaba  final  tíi.  El  co  que  les  añaden  es  nues- 
tra preposición  en.  El  nombre  Mexioaltzinco  significa  sitio  de  la 
casa  ó  templo  del  dios  Mexiti;  de  modo  que  lo  mismo  valen 
Huitzilopochco,  Mexicaltzinco,  y  México,  nombres  de  los  tres 
puntos  que  sucesivamente  habitaron  los  mexicanos." 


f 


1)  Deo.  III,  lib.  II,  cap.  X. 

2)  Hút.  anilgná,  tom.  1,  pág.  113,  nota  segunda. 


L 


f 


4M 

Inútil  sería  acumular  mayor  noméro  de  citas.  La  Tstdad  cdit* 
réplica  63»  que  la  exacta  etimología  de  un  nombre  no  puede  ser 
derirada  sino  del  jeroglífico  escrito:  qne  le  representa.  Bel  jero- 
glifico mismo,  y  de  las  opiniones  de  los*  autores,  qnedan  ahora* 
bien  averiguadas  las  signientes  coaclnsionea.  HlñtsüópochÜi  e» 
lo  mismo  que  MexiÜL  El  fondador  de  Miexieo  se  llamaba  Mexi, 
lo  mismo  qne  Mexitli.  Si  á  esta  palabra  se  ai^a  con  la  preposiv 
cion  ca,  para  convertirla  en  nombre  de  higar,  resiQtará  Miáxico, 
nombre  de  la  ciudad.  México  significa,  Ingar  de  Mexi,  de  Mexi- 
tli  ó  Hnüzílopoctli,  fondada  por  MieirttM.  De  Méxieo  se  fórma^ 
mexicatl,  méxica.  Veremos  en  su  logar,  y  del^e  tenerse  presente, 
que  la  tribu  cambió  de  nombres;  d«A  lugiur  Aztlan,  de  su  primi- 
tivo asiento,  se  llamó  azUaneca^  azteca;  consagrada  á  su  dios,  foé 
mexi  y  mexitin;  establecida  en  la  ciudad,  máctco. 

6.  Tenuch  6  Tenoch.  Cambia  el  determinativo:  vemos  el  cuer**- 
po  pintado  de  negro;  cortado  el  pelo  sobre  la  frente  y  suelto  ala 
espalda,  no  está  recogido  en  la  coronilla  por  la  correa  roja;  Is 
capa  lleva  fluecos  y  cenefas  negras:  todo  indica  que  se  trata  de 
un  sacerdote  principal.  El  nombre  gráfico,  según  tenemos  ya  ex<- 
plicado,  da  la  lectura  Te-noch, 

Si  esta  palabra  la  queremos  convertir  en  nombre  de  lugaiv 
como  adelante  veremos,  tiene  que  añadirse  la  preposición  flenv 
acompañada  de  la  ligatura  ti;  obtendremos  Tenook-ti-'tian,  cuyo- 
genuino  significado  es,  junto  al  tenoohtli,  ó  fundada  por  Tenodi» 
Así,  los  dos  principales  fundadores  de  la  ciudad  le  dieron  su 
nombre;  por  el  caudillo  civil  se  le  dijo  México,  por  el  jefe  reü*' 
gioso  Tenochtitlan. 

Pasamos  ahora  á  los  nombresC'propias  de  dignidades  ó  em^ 
pieos.  Llevan  el  determinativo  hombre,  presentando  en  su  ves^ 
tido,  insignias  ó  adornos  la  categoría  que  representan.  ^El  nom- 
bre representado  por  el  grupo  jeroglífico  se  termina  por  la  pa- 
labra caJquiy  morador  ó  vecino,  ó  bien  por  las  sílabas  necañy  me- 
cotí,  tecatly  catl,  contracción  ó. compuestos  de  la  palabra  tiaoaff^ 
persona.  Estas  terminaciones  no  están  expresas  en  la  escritura^ 
sino  que  el  lector  las  suple  en  vista  del  detertninativo. 

Ocupémonos  en  los  personajes  dé  la  lám.  LXYII  del  Cód. 
Mendocino. 

7.  CnauhnocIdU,  lám.  4,  núm.  1.  El  signo  gráfico  representa  la 
bellota  del  encino,  cuatfhvor¥h\  Así  lo  escribe  el  intérprete. 


6.  TltUanoalquiy  núm.  2.  Tlillaa  se  compone  de  Üilli,  tizne  ó 
Begrara,  j  el  abandancial  Üa:  donde  hay  muoha  oscoxidad^o  tinie'- 
Ua&  Bennido  á  caü%  forma  ÜiMancaUi^  casa  de  la .  oscuridad  ó 
tinieblas.  Con  el  fií^l  cülquiy  dando  la  forma  eufónica  al  com- 
j^nesto,  tendremos  por  nltimo»  TlUlan*oal-qui,  el  habitador  de  la 
<3asa  tenebrosa.  Los  elementos  fónicos  le  dan  el  coJli^j  lo  negro 
iZtZÍ¿  £n  el  templo, mayor  había  un  aposento  dedicado  á  Cihua* 
eoatli  bajo  el  nombre  TliUancalmecaa 

9.  Atempcmeootly  núm*  3.  El  simbólico  atl,  con  el  figurativo 
tenüiy  labios^  hacen  como  nombre  de  lugar.  A-ten-co,  A^-tem-pa, 
A-ten-copa;  en  la  orilla  del  agua.  A-ten-pa-neoatl,  el  eneargado 
lie  la  orilla  del  agua,  ó  del  régimen  de  las  aguas  de  la  ciudad. 

^  10.  Ezhtcahuacafí,  núm.  4.  EIP.  Duran  forma  el  nombre,  de 
ezUi,  sangre,  y  del  yerbo  hwhvana,  arañar  6  rasguñar:  Ez-huahua- 
catly  persona  que  araña  ó  rasguña  sacando  sangre.  El  nombre 
gráfico  es  el  símbolo  delras^ño,  representado  poruña  recta  de 
la  cual  se  desprenden  las  gotas  de  sangre. 

11.  TlacochcalcaÜyfiiúm.  5.  El  nombra  gráfico  de  los  elementos 
fónicos;  tlacrjchtli,  dardo  ó  azagaya,  y  ccdH:  Tlacoek-cal-catl,  señor 
de  la  casa  de  los  dardos  ó  varas  arrojadizas. 

12.  TezcacoaixUl,  núm.  6.  La  culebra,  en  la  forma  que  el  dibujo 
la  representa,  se  lee  tezcacoaél,  especie  particular  de  víbora,  lla- 
mada tezcoüy  espejo,  por  tener  relumbrosa  la  piel.  Tezca-coa-catl, 
la  persona  tezcacoatl. ,  Era  el  jefe  segundo  en  el  ejercito. 

13.  CuauhyaJinacatl^  (nombre  muy  estropeado  en  el  intérprete, 
en  donde  se  lee  TicocyaJiuacatl),  núm.  7.  Se  compone  de  cuahuitl, 
ifirbol,  y  por  extensión  bosque;  del  yexho  y akucdoaf  andar  muchas 
Teces  al  rededor:  Ctunt^-yahua-caÜy  persona  que  rodetvó  cerca  el 
l>osque  muchas  teces.  En  cuanto  á  la  escritura  gráfica,  es  »n 
yaso  de  madera  lleno  de  un  licor  espumoso,  de  donde  resulta  el 
sonido  cuanhyahíioUi,  vaso  redíDuido  de  madera.  Es  un  signo  ideo- 
fpcá&oo,  xesppndiendo  por  los  sonidos  de  la  lengua  hablada^  á  l%s 
ideas  que  sus  radicales  significaos 

14é  Toouiteeatl,  núxo.  8.  Se  coinpone  la  palabra  de  iocvitla,  es- 
paldas; delverbo  teqviy  cortar  ¿cercenar  Toad^-te^-oatí,  el  que  aco- 
sneie  ó  hiere  por  la  espalda.  El  nombre  lo  forma  un  gusano, 
couiilif  que  sir^e  de  mnotáñica  De  estos  nombres,  unos  sumir 
AÍstran  los  elementos  para  la  leetnrai  otros  solo  sirren  para  in^ 


J 


% 


462 

dioar  uao  ó  más  sonidos,  otros  son  caracteres  ideográficos  oon 
un  Tslor  determinado. 

Lámina  67  del  Códice  de  Mendoza. 

1.  HuüznaU,  lám.  4  ndm.  9.  El  nombre  pictónico  está  escrito 
con  el  figurativo  huüssUi,  espina,  con  una  melladura  6  boca,  de- 
lante de  la  cual  se  observa  la  virgulay  símbolo  de  la  palabra:  es* 
ta  boca  j  lengua,  como  indicamos  al  hablar  del  rey  Acolhua 
Tlaltecatzin,  es  el  fonético  de  la  preposición  na¿a«c,  cerca^  junta 
La  verdadera  lectura  es  huiéz-nakuac^  que.  afijándole  como  nom- 
bre de  dignidad  dará  Huisz-naliiM.'caílt  ortografía  propia  del  nom<- 
bre.  El  Huitznahuacatl  era  el  juez  encargado  de  presidir  las 
ejecuciones  de  los  señores  rebelados  contra  el  imperio.  La  espi- 
na grande  ó  púa,  que  es  la  representada  en  la  pintura^  se  toma 
también  por  el  verbo  huitz^  venir:  la  palabra  que  nos  ocupa  po- 
dría traducirse  por,  persona  que  viene  cerca. 

La  lámina  LXIX  ofrece  los  nombres  de  cuatro  magistrados 
de  México. 

'  15.  MixcocUlaüoílac,  núm.  10.  El  determinativo  de  los  grandes 
magistrados,  es  el  mismo  que  el  de  los  reyes  de  Tenochtitlan; 
indicaban  con  ésto,  que  los  jueces  representaban  al  monarca  y 
en  su  nombre  administraban  la  justicia.  El  nombre  gráfico  debe 
ser  un  signo  ideográfico.  La  palabra  mixooañ^  que  ya  conocemos, 
no  consta  en  el  jeroglífico:  acaso  diga  este  Tlailocacatl,  denomi- 
nación que  encontramos  en  la  historia.  Confesémoslo  con  inge- 
nuidad; no  entendemos  el  grupo  jeroglífico. 

18.  Edvaáliwxoaü^  idéntico  al  numero  4 

20.  AccUlyapaTiecati,  núm.  11.  El  mímico  acatl  sobre  la  nariz, 
yaeaU^  de  un  rostro  humano.  De  aquí  los  elementos  fónicos  del 
principio  de  la  palabra,  que  parece  dar  á  entender,  el  que  tiene 
tacto  y  perspicacia  para  descubrir  lo  que  está  oculto  en  el  co- 
razón. 

22.  Tequixquinahnaccítly  12.  El  simbólico  tequixquiü  con  el  fo- 
nético nahttac:  Tequixqui-nahueHxxil^  el  encargado  de  conocer  en 
los  pleitos  de  las  sales  ó  productos  salinos. 
-  Como  hasta  aquí  hemos  podido  obsterrar,  los  signos  figurati- 
vos no  presentan  dificultad;  conocido  el  objeto  que  representan, 
no  hay  incouTeniente  en  encontrar  su  valor  fónico.  No  acontece 
lo  mismo  con  los  caracteres  simbólicos  d  ideográficosr  para  lo« 
anales  es  indispensable  iniciaxBe  en  en  Mgnificado:  de  los.fonié* 


463 

ticos  66  ha  de  saber  el  sonido  literal  ó  silábioo.  El  Sr.  D.  José 
Fernando  Bninirez  empleó  largos  años  en  recojer  los  elementos 
de  la  escritura  mexicana.  Copió  cuantos  jeroglíficos  llegaron  á 
sus  manos,  ya  de  las  matrículnH  de  tributos  del  siglo  XYI,  ya  de 
las  pintura?  encontradas  despuen  de  la  conquista  española;  por 
lo  general  cada  grupo  va  acompaundo  de  la  traducción  mexicana 
en  nuestra  escritura,  formando  el  conjunto  un  verdadero  diccio- 
nario trilingüe,  si  á  cada  palabra  mexicana  se  junta  su  equiya^ 
lonte  castellano.  Un  poco  hay  que  luchar  contra  la  oscuridad  de 
las  letras  antiguas  y  lo  caprichoso  de  las  abreviaturas;  mas  cuan- 
do es  esto  sólo,  I03  obstáculos  quedan  allanados  con  esfuerzos 
paleográfícos.  De  la  preciosa  colección  Bamírez,  ahora  en  nues- 
tro poder  por  bondad  de  su  familia,  vamos  &  presentar  algunas 
muestra-'.  £n  su  mayor  parte  son  desconocidas  é  inéditas;  les 
daremos  su  significado  mexicano,  señalando  los  elementos  del 
compuesto;  las  traduciremos  al  castellano,  no  las  repetiremos 
constantemente  para  una  misma  voz,  sino  cuando  sea  desconoci- 
da, por  presentarse  por  la  primera  vez  en  nuestro  escrito. 

El  símbolo  atl  se  encuentra  repetida  en  las  pinturas  de  una 
manera  constante,  en  gran  número  de  casos  entra  en  los  com* 
puestos,  no  con  su  significado  agua^  sino  como  signo  fonético  del 
sonido  o^Dq  este  símbolo  se  derivan  todas  las  ideas  correlativas* 
QuiahuiÜ,  lluvia,  expresada  de  maneras  diferentes  (en  el  Códice 
Mendocino,  Tlachquiauhco,  1.  47,  n.  3;  Quiauhtecpan,  L  8,  n.  9). 
TecihuiÜ^  granizo  (Teciuhtlan,  L  63,  n.  3)  &c.  Fuera  de  estos  que 
son  ya  conocidos,  y  que  en  su  lugar  presentaremos,  ofrecemos  á 
nuestros  lectores,  Yo/iuálahuacJUli  6  YohualaliuecliÜi^  lám.  4^  nú- 
mero 13,  rocío  de  la  noche,  expresado  por  el  simbólico  yohua  6 
yohuaUi,  noche^  y  aíl.  AyáhuiÜ,  14,  niebla,  neblina,  nube  del  ojo, 
oon  una  variante.  TlapaquiahuiÜ,  15,  agua  nieve,  escrito  con 
tlapan,  color,  y  quiáhuitl.  JfcnoquiahuiÜ^  16,  formado  de  xcnotl^  huér- 
fano, diciendo  lluvia  huérfana  ó  sola  y  metáfora  lluvia  siniestra, 
calamitosa,  como  las  singulares  de  sangre,  animales:  los  mexica- 
nos tenían  por  calamitosa  la  lluvia  con  el  sol.  TeuhquiahuiÜ^  17, 
de  teuhüiy  polvo;  lluvia  menuda  como  polvo.  AÜpoppoca^  18,  aÜ 
con  el  *  símbolo  del  humo  en  sentido  del  verbo  popoca,  agua  qud 
humea,  humo  de  agua,  los  vapores  que  se  alzan  del  agua.  Xojxr- 
nofi,  19,  de  occpan  6  xopartüíf  verano;  agua  veraniega.  AxicUt,  20, 
de  xictii^  ombligo;  remolino,  vórtice.    Mixcoatl^  21,  escrito  grifl- 


46é 

camente  oon  las  nubes,  minÜi^  j  la  calebra:  culebra  de  nabes,  la 
tromba:  con  tres  variantes.  Cozamalotí^  22,  el  aroo-íris;  coxamalch 
caüy  lo  que  participa  delírÍ8.f;^i!sK>7?,23,  lama  del  agna,  eicpresado 
por  tzoníli,  cabellos;  cabellos  {del  agua.  TlahuaúJii,  24,  regador, 
compuesto  de  gotas  de  agua  en  sentido  contrapuesto.  Altuetti, 
26,  de  kueíziy  Cfter;^agua  que  cae. 

Acahicálli,  26,  yerbas  grandes  y  secas.  Ahuül,  27,  tia  Aocv/á, 
28,  metí  nulo,  bueno  para  nada.  Ayaoyahualoa,  29,  jeroglífico 
ingenioso  oon  la  significación  de  sitio,  cerco,  sitiaré  cercar  álos 
eneíñigos:  de  atl;l[faotJ,  enemigo,  y  del  verbo  yahvaloa,  cercar  ¿ 
otros;  ó  bien  de  atí,  y  del  xerbo  yaoyáhucdoa,  cercar  á  los  enemi- 
gos en  la  guerra.  Ayolloco,  30,  golfo  de  mar.  Ayáliiccdoa,  31,  agua 
qtie  rodea  ó  cerca,  puede  tomarse  por  foso.  AtonaJ,  32,  de  aÜ,  y 
tonalli,  calor  del  sol  ó  tiempo  de  estío;  agua  de  verano.  Véanse 
BUS  cuatro  variantes.f  ^«fapiífeon,  33,  cabello  parado  como  las  ra- 
mas de  la  planta  cteíopiY,  cabello  Mi-suto.  Acacehui,  3á,  formado 
de  acacecetl,  especie  de  carrizo  yjde  cehuia,  descansar  á  otro  ayu- 
dándole á  llevar  la  carga;  ó  también  de  dcatl  y  de  cialnd,  cansar- 
se; en  ambos  casos  arroja  la  idea,  el  que  está  cansado.  Altepec, 
35,  de  aÜ  y  de  iepetl,  cerro;  pueblo  ó  ciudad.  Aqueclimachioc,  36, 
de  aJtlj  quechflif  pescuezo,  y  macJiiotl,  señal;  el  que  lle^a^eSal  en 
el  pescuezo.  Camachtli,  37,  una  boca  con  una  mano,  nablador, 
OenanotJ,  38,  de  cen,  en  gran  manera,  y  ana,  asperezarse;  el  que 
se  aspereza.  Cicicuü,  89,  cosa  flaca  ó  seca;  puede  tomarse  la  mis- 
ma idea  de  lasjpalabras  congéneras  xicuiÜ^  ético*,  ó  texicuUihui, 
pararse  m  uy  flaco  6  tullido;  en  todos  los  casos  responde  á  flaco, 
demacrado.  Dicen  lo  mismo  las  variantes  40. 

CihuoGoail,  Cihiuxcohuail,  41,  hembra  de  la  culeWa,  la  mujer 
culebra,  la  gemela:  variantes  de  la  que  conocemos,  Cihuacocd^  42^ 
hombro  de  mujer,'mujer  contraecha.  C^huapanonoCy  43,  de  cihua^ 
pan  yo  20c,  estar  acostado  ó  tirado  á  "^  manera  de  las  mujeres; 
caído,  tirado  ala  larga  mujerilmente.  Oon  una  variante.  Cüiuayo- 
lio,  44,  corazón  de  mujer;  cobarde,  afeminado,  sin  ácimo. 

Cipactli,  45,  y  como  n9mbre  da  persoijji  Cipac  Símbolo  dal 
Oial  hemos  hablado.  Presentamos  diez  y  siete  variante?»  en  las 
cui  les  uuas  aparecen  con^o  una  yerba,  otras  como  un  gosaao;  ¿s* 
iw  como  un  pez,  aquella  como  pna  persona  iantiástica  cabie^^ 
de  espinas,  ya  finalmente  como  un  cuadrúpeda 


I 


466 

Gitíxdin^  46,  estrella;  una  de  sus  variantes.  De  aquí  se  deriva 
GiÜalinpocay  4:7,  estrella  que  humea;  cometa.  En  sus  cuatro  va- 
riantes se  distingue  la  serpiente  de  varios  colores,  tomada  de  los 
Códices  Telleriano-Eemense  y  Vaticano,  como  símbolo  ó  présago 
de  desgracias.  Xihuitl,  48,  (con  sus  ocho  variantes),  significa 
yerba,  año,  cosa  preciosa  ó  turquesa,  y  también  cometa;  son,  di- 
gamos así,  variaciones  de  los  signos  anteriores.  (Malpid,  49,  la 
estrella  de  la  mañana,  el  planeta  Yénus  en  su  apariencia  matu- 
tina. Cükdcolotl,  50,  de  cdoü,  escorpión  ó  alacrán;  la  estrella  ala* 
eran,  la  constelación  del  mismo  nombre:  Xiuhttiy  51,  lo  que  parti- 
cipa del  cometa. 

Coatzaii  ó  Gohtiatzon,  52,  cabello  crespo  ó  ensortijado.  CoaÜ,  53, 
ademas  de  culebra,  significa  mellizo,  y  esto  segundo  significa  la 
pintura.  Si  son  congéneres  la  palabra  Xüoa,  54,  partir,  rajar  ó 
dividir;  indicando  la  persona  nacida  con  dos  cuerpos  ó  cabezas, 
y  en  general  los  monstruos  de  este  géner<5.  De  aquí  también 
XolocJioa,  55,  hilvanar;  dando  á  entender  las  personas  hilvanadas 
ó  unidas.  Cohiiaílachixqui,  66,  de  Üackixquiy  atalaya,  ó  el  que  mira 
alguna  cosa;  el  vigilante  ú  observador  como  serpiente.  Cohuaüta^ 
57 i  el  que  mira  y  observa  como  culebra;  perspicaz. 

CocdizÜi,  58,  enfermedad  ó  pestilencia.  CocdicoCy  59,  de  cooóliy 
enfermo,  looc,  estar.  Esto  es  si  se  pronuncia  breve,  que  si  se  pro- 
nuncia largo  significa,  bellaco,  rencoroso.  Gocóllicoc,  60,  cocóUi, 
cocoUoÜ,  riña  ú  enojo;  el  que  está  enojado,  el  pleitista.  CoconetonUiy 
61,  muchachuelo,  muñeco.  Coycmahuaüi,  62,  ya  se  lea  como  dice 
la  palabra  mexicana  en  la  pintura,  ya  con  su  lectura  natural 
Cuacoyotl,  de  cuaiü^  cabeza,  y  coyoU,  coyote,  siempre  significa, 
persona  astuta.  GocokuicaÜ,  63,  de  cocoti,  gargüero,  y  htteicóttíc, 
muy  torcido;  persona  que  tiene  el  cuello  abidtado,  el  que  padece 
papera.  Zolomül,  64,  de  zdoa,  zumbar,  y  omiÜ,  hueso,  el  que  zum- 
ba 6  silba  con  hueso. 

El  verbo  cua,  comer,  morder  ó  comer  á  otro,  se  expresa  gene- 
ralmente por  una  boca  abierta,  con  un  objeto  entre  los  labios; 
indica  igualmente  cuani,  el  que  come.  GtiaciuZf  65,  significa  roer, 
dar  bocados  ó  dentelladas  á  otro,  y  metal  tartamudo.  Guacita  no 
representa,  como  se  advierte,  la.  idea  general  comer,  sino  la  par- 
ticular de  comerse  á  otro,  y  así  lo  indican  GuaUoc,  66,  donde  se 
come^  y  GuaUn^  67,  los.comedores:  en  este  sentido  la  verdadera 

43Ígnificacion  seria  T^-cuani,  antropófago.    Guaüacj  68,  lo  bueno 

59 


466 

de  comer.  CucUoc,  69,  el  que  está  comiendo.    GvaJtonÜij  70^  boca- 
dito, 7  meta£  tragoncito.  Guatonariy  71,  nuestra  madre  come. 

Se  nos  presentan  varios  compuestos  formados  con  la  radical 
cumU,  cabeza.  Cuamiaduhcauh,  72,  inventor  ó  proyectista,  el  par- 
tero que  ayuda  á  la  enferma  oprimiéndole  el  vientre  con  la  ca- 
beza.   Ciuxtzohtuioctliy  73,  de  tzohztaxUiy  lazo  para  cazar,  especie  de 
corona  ó  diadema  para  la  cabeza,  á  la  manera  del  laurel  conque 
se  premiaba  á  los  vencedores.    Ctuxtzohtia,  73,  coronado.  CuaJUÜj 
74,  cabeza  de  piedra;  porfiado,  tonto,  tenaz.    CuoJtendHi  ó  Cuate- 
mimilUy  75,  de  temimilli,  columna  de  piedra,  cosa  cilindrica.  Guor 
cuahua^  76,  el  cornudo,  engañado  por  su  esposa.    Ouamizíli,  77, 
de  mizÜi,  gato  ó  leopardo,  cabeza  de  gato;  metaf.  promovedor  ó 
autor  de  cosas  malas,  mal  corazón.    Gtuizozól  6  Guaeoly  78,  de  so- 
zóUic,  cosa  raída  6  vieja;  cabeza  de  viejo,  cana,  y  metaf.  atontado 
de  viejo,  chocho.  Oon  su  variante.    Guacil,  79,  de  cüin^  caracol 
chiquito;  mas  la  verdadera  etimología  debe  tomarse  de  adlin  ó 
aoeZtn,  liendre;  cabeza  liendrosa.    üvapatzahiia,  80,  de  patmkuac, 
machucar,  estrujar;  metaf.  de  escasas  ideas,  limitado.    Guazam- 
TmÜj  81,  cabeza  llena  de  granos,  sarnoso.  GuaSapanoa,  82,  cabeza 
partida  ó  rota,  ó  también  Guadudani,  83,  de  chalan%  rajado,  cas- 
cado, partido.  Guamimü,  84^  cabeza  redondaMÓ  grande.   GucU^oa- 
ÜQ/chy  85,  cabeza  aplastada.  GatleÜ  ó  GuaÜeooHn,  86,  de  tleílj  fuego, 
ó  de  ÜecoHuy  horno;  cabeza  de  fuego,  caliente  como  horno,  metaf. 
fogoso,  animoso,  ardiente,  &c.  Guatzdtl,  87,  de  izotl,  suciedad,  mu- 
gre, inmundicia  del  sudor.    GuaüacaztU,  88,  de  üaoatzan,  retorcer 
como  cordón;  cabeza  con  el  pelo  retorcido.  GtutÜahuikiUi,  89,  ca- 
beza de  arco,  metaf.  cabeza  arrebatada,  de  ideas  estrafalarias;  el 
calavera.  GuatopiÜ,  90,  lám.  5,  de  topitly  lagailija.    Guatemdli,  91, 
de  temólUy  tábano;  molesto,  importuno.    Gtuitecuicuil,  92,  cabeza 
pintada,  manchada  ó  sucia.  Gtuxyahuaüi,  93,  cabeza  á  la  que  fal- 
ta el  pelo  en  forina  redonda,  el  calvo  de  la  parte  superior  de  la 
cabeza. 

GuavlumyojoaÜy  94,  de  cuauhtliy  águila,  y  xayacaü,  rostro,  más- 
cara; la  radical  cuauh  puede  también  venir  de  cuahuUl,  árbol,  palo, 
madera;  asi  este  nombre  puede  tener  dos  acepciones:  Ouauhxa- 
yacatl,  pronunciado  breve,  significa,  cara  de  palo,  sinvergüenza; 
pronunciado  largo  da  á  entender,  cara  de  águila,  carilargo.  Gnauk- 
tzorUecOf  95,  cabeza  de  águila;  hombre  de  capacidad,  de  pensa- 
mientos graves  y  acertados.   CtiaiMeciy  96,  de  ied,  tía,  abueía,  la 


\ 


467 

que  mnele,  y  el  verbo'  moler,  lo  cual  parece  indicar  el  determi- 
nativo mujer  vieja;  metaí.  vieja  impertinente,  de  mal  genio  y 
carácter;  la  suegra. 

Ctiecuechy  97,  travieso  desvergonzado;  derivado  de  ciiecuechüi, 
labrado,  laboreado.  Cnetlan,  98,  de  cuetlania,  quebrar  palos  ó  co- 
sas largas;  el  quebrado,  el  que  se  ha  fracturado  algo.  Con  su 
variante. 

Cuicuil,  99,  cosa  garrapateada,  chorreada,  &c.:  con  su  variante. 
CmtlaparUzon,  100,  de  cuitlapauy  espalda;  espalda  velluda.  Cuüla'^ 
pill%  101,  cola  ó  rabo  de  animal  ó  ave;  también  se  toma  por  el 
extremo  de  alguna  cosa.  Cuülapilli  atlapalli,  gente  menuda,  va- 
sallos ó  macehuales,  en  cuyo  sentido  pudiera  también  emplearse. 
Dos  variantes. 

Chalcamahuül,  102,  el.  que  juega  con  chalchihuül;  jugador  de  un 
juego  semejante  al  de  las  matatenas,  metaf.  chancero,  burlón. 
GkalchiuMlicuej  103,  diosa  del  agua.  Ckiahuaizitzimitly  104;  el  es- 
píritu sucio  6  el  diablo  sucio.  Chicahua,  105  de  cMcactic,  cosa 
recia  y  fuerte,  ó  persona  anciana;  metaf.  hombre  muy  fuerte, 
membrudo,  un  Hércules.  Chitencoh^  106,  el  que  no  asienta  bien 
el  pié  cojo.  Chockohna,  107,  de  Choholoa,  andar  dando  saltos;  tam- 
bién puede  derivarse  de  chochoqu%  tonto  ó  sin  juicio. 

Ehecaál^  108,  viento;  simbolizado  bien  por  el  rostro  humano  en 
aptitud  de  soplar,  bien  por  una  cabeza  fantástica;  fuera  de  que 
le  veremos  en  los  signos  de  los  dias;  presentamos  siete  variantes. 
Naturalmente  de  aquí  se  deriva  el  \&rho  pitza^  109,  que  según  su 
pretérito  significa  soplar,  ó  ^Haner  ó  tocar  trompeta,  cheremía, 
flauta  ó  otro  instrumento  semejante;  soplar  el  faego,  soplar  mu- 
chas veces."  De  aquí  otros  compuestos  ingeniosos.  ItzehecaÜ,  110, 
de  itztli,  obsidiana;  viento  cortante  ó  penetrante,  y  su  variante,  111, 
que  también  significa  viento  muy  frió  y  penetrante.  Eliecatzüzi- 
mil,  112,  de  tzitzimil,  "nombre  de  demonio;"  viento  sucio,  dañoso, 
corrompido.  Ehecatoco,  113,  de  ehiiatoco,  "llevarme  por  ahí  el  vien- 
to;" viento  muy  fuerte  y  recio,  el  huracán.  Nauhehecatl^  114,  de 
nahui,  cuatro;  los  cuatro  vientos,  los  vientos  cardinales.  En  sus 
variantes  se  nota,  ya  un  símbolo  particular,  ya  las  cuatro  rayas 
que  dan  la  radical  nauJL  Ehecazoma,  115,  de  ozomatU,  mono,  sir- 
viendo de  mnómico  del  verbo  tzomiay  sonarse  Isis  narices,  hacer 
ruido;  esto  es,  viento  que  zumba.  Eheccdecatl^  116,  persona  que 
hace  viento,  que  sopla.    EJiecxxcuicuni,  117,  de  cuicani,  cantor;  el 


468 

que  canta  al  viento,  el  que  canta  sin  acompañarse  con  instrumen- 
to alguno. 

Huapahuiülfiy  118,  pasmo,  envaramiento,  ó  calambre.  Huatzal, 
119,  atado  ó  amarrado  muy  fuertemente.  Iñiecatlacatl,  120,  ex- 
tranjero,, forastero,  las  cossis  que  vienen  de  otra  parte.  Huetzqui, 
121,  risueño;  de  huetzca,  reír.  Con  su  variante.  Stcetztoc,  122,  caí- 
do ó  tirado;  de  kuetzi,  caer.  Huillcícail,  123,  persona  tullida  ó  mu- 
tilada; metaf.  inútil,  abandonado,  quien  descuida  sus  intereses. 

La  pupila  del  ojo,  como  símbolo  significa  la  estrella;  pero  co- 
mo carácter  fonético  suena  constantemente  ix.  En  los  nombres 
de  lugar,  como  afijo,  suena  ixco,  preposición  compuesta  que  los 
gramáticos  derivan  de  ixüt,  rostro,  cara,  delantera,  haz,  superfi< 
cié,  ó  el  ñudo  de  la  caña.  Encontramos  este  signo  con  muchas 
variantes,  124,  y  en  cuanto  á  su  significado,  los  intérpretes  ya  le 
dan  el  valor  fónico  de  tlamao,  tomado  de  ilamati,  ^'embaucar  á 
otro  el  hechicero,"  metaf.  fascinar,  soju2^ar;  ya  el  más  acertado 
de  ixüarncdi,  ojos  hermosos,  hechiceros,  y  en  general  ojos  de  bue- 
na forma;  tercera  traducción  le  dan  por  teixco,  descomedido  ó 
atrevido.  La  palabra  ixüamaiij  125,  puede  también  derivarse  de 
tlamcUiniy  sabio,  inteligente,  previsor,  metaf.  ojos  inteligentes.  De 
aquí  compuestos  ciertamente  ingeniosos.  Coaix  ó  Gohuaixj  126, 
ojo  de  serpiente;  metal  ojos  penetrantes,  fascinadores.  Ixnahttay 

127,  formado  de  los  dos  fonéticos  ix  y  nahucic;  ojo  inteligente, 
penetrante,  que  lee  en  el  interior.  Náhucuc,  en  los  nombres  de 
lugar,  suena  náhuatl  en  los  compuestos  relativos  á  persona,  sig- 
nificando "cosa  que  suena  bien  ú  hombre  ladino;"  de  aquí  que 
ixnahua  dice  también,  ojos  parleros  ó  habladores.  El  ojo  entero, 

128,  significa  el  verbo  tlachia^  ver,  mirar,  observar;  de  donde  to- 
maríamos tlaixtoiocaní^  escudriñador,  y  también  mirón  y  curioso. 

Siempre  con  la  misma  radical  tenemos  IxayoÜ^  139,  lágrimas, 
y  metaf.  afiigido.  La  voz  está  escrita  con  el  fonético  ix,  y  el  sim- 
bólico xalliy  arena.  Seguirá  el  verbo  ixayoquiza,  130,  llorar  lágri- 
mas, ó  bien  choca  ó  ckoctia,  131,  de  donde  sale  chacüi,  lloro  ó 
llanto.  Natural  se  presenta  Camachoctlif  132,  el  que  llora  con  la 
boca  abierta.  El  rostro  con  lágrimas  en  los  ojos  encontramos 
con  dos  significados  diversos;  uno  el  que  acab^^mos  de  ver;  el 
otro  diciendo  icnodl,  133,  huérfano,  o  motolinia,  pobreza:  en  las 
tres  acepciones  es  frecuente.    Encontramos  un  ideográfico  cu- 


469 

rioso  Icnooquichtliy  134,  viudo;  formado  con  el  ojo  y  el  mímico 
calli,  dando  á  entender,  el  qae  no  mira  en  la  casa,  quien  en  ella 
no  encuentra  á  su  compañera.  Ixcaltzontli,  135,  compuesto  de  ioj, 
calli  y  tzonfli,  cabellos;  el  cejudo.  Ixtzonpapal^  136,  pestañas  lar- 
gas. Tlamaoza,  137,  de  oza,  untar,  embijar,  ojos  pintados.  Ixte- 
cuechtli,  138,  de  txtetl,  globo  del  ojo,  y  ctiecMli,  especie  de  caracol; 
ojos  saltones.  Itctlil,  139,  de  ÜiUi,  negro;  ojos  negros,  la  ojera;  y 
si  se  toma  dé  ixtli,  cara  ó  faz  negra.  Así  tenemos  IxtlüococMÜy  140, 
nombre  de  dos  reyes  texcocanos,  escrito  con  los  dos  signos  ixtlü 
y  Xóchitl,  IxpopoyiUl,  141,  ciego;  expresado  de  una  manera  ideo- 
gráfica con  la  banda  sobre  los  ojos,  y  escrito  por  ixtli  el  ñudo  de 
la  caña,  y  el  mímico  popoÜ,  popote,  formando  ix-popo,  y  el  yofl 
suplido. 

Tcnotlacatly  142,  persona  huérfana,  de  icTwtly  necesitado,  según 
antes  vimos.  Icdhtietztoc,  143,  huérfano  desamparado,  tirado  y 
abandonado.  IntlahueiUi,  144,  el  muchacho  malo,  que  hace  be- 
rrinches, lojpayotl,  145,  como  dice  el  original,  9  mejor  iqoateü, 
ovillo  de  hilo,  de  iepatly  hilo.  IxmaMaÜ,  146,  de  matlatl,  red;  cara 
de  red,  hipócrita.  Izcuina,  147,  la  dioda  de  los  amores  sucios. 
Ixhuateco,  148,  de  izlivatl,  hoja  ó  yerba  seca,  y  tecomatly  tecomate; 
"cubierta  á  manera  de  bolsa  para  cubrir  ó  resguardar  la  fruta  ú 
objetos  semejantes." 

Mayaña,  149,  tener  hambre;  con  su  variante.  Macehucdli,  I6O, 
vasallo,  y  también  macehua,  el  acto  de  hacer  obsequio  ó  presente. 
Maceuhqui,  151,  digno  merecedor;  y  el  yerbo  macehua,  "conseguir 
ó  merecer  lo  deseado:  también,  hacer  penitencia.  Todas  sus  va- 
riantes consisten,  en  la  cabeza  con  el  plumaje  en  la  parte  poste- 
rior. MdcuepaÜy  152,  de  macuecue,  enfermo  6  manco  de  las  manos, 
ó  de  macudoa,  torcerse  ó  descomponerse  la  mano.  MalinálU,  153, 
signo  con  variantes,  que  adelante  veremos;  cosa  torcida,  y  tam- 
bién el  verbo  malina,  torcer  cordel  sobre  el  muslo. 

La  mano,  maitly  se  la  encuentra  frecuentemente  en  la  escritu- 
ra jeroglífica.  Sus  oficios  son  varios.  Entra  en  los  compuestos 
con  su  radical  fónica  wa,  ya  conservando  su  significado;  ya  ex- 
presando los  distinto.s  verbos  que  comienzan  con  la  misma  síla- 
ba nía;  sirve  á  veces  como  de  nota  mnotémica,  en  compuestos 
que  con  la  mano  no  |;ienen  relación;  en  ocasiones  no  desempeña 
ninguno  de  estos  papeles,  aunque  siempre  donde  se  le  mira  in- 


470 

dica  un  verbo,  una  acción  envuelta  en  el  jeroglífico.  Veamos  los 
ejemplos. 

La  mano  sola,  abierta,  como  signo  numeral  significa  macuilli, 
154,  cinco:  se  toma  también  por  macéhualli^  compuesto  de  moM 
y  del  verbo  cekualoa^  sembrar,  dando  á  entfmder  el  labrador  6 
agricultor,  y  metat  plebeyo.  Suena  también  adinudia^  meta¿ 
desatento,  atrevido  que  mete  las  manos  á  la  cara.  Amoüiui,  155, 
de  amolhuia,  labarse  con  jabón. 

Cahualoc,  156,  de  cahtia,  callar  ó  dejar  de  hacer  algo,  y  de  íooc, 
estar;  el  callado  ó  silencioso.  El  verbo  cahíia^  según  su  pretéri- 
to, tiene  diversas  significaciones;  en  la  de  '^dejar  algo  ó  llevar 
una  cosa  á  otra  parte,"  .tenemos  aun  la  palabra  Cahualoc,  157,  el 
que  lleva  alguna  cosa.  Se  entiende  naturalmente  el  grupo  Cí- 
huacahtía,  J58,  mujer  callada.  Gihuamxmiy  159,  una  mano  aga- 
rrando ó  cautivando  una  mujer;  ésta  da  su  fónico  dhuaü;  a^ueUa 
significa  el  verbo  ma,  cazar  ó  cautivar,  de  donde  resulta  el  sig- 
nificado, vencedor  ó  cautivador  de  mujeres.  La  lectura  se  hace 
silábica,  pues  fácilmente  leeremos  Cohua-ma-niy  160,  cazador  de 
culebras.  CuauTi-ma-nij  161,  cazador  de  águilas.  Toto-ma-ni,  162, 
de  tototlf  pájaro;  cazador  de  pájaros.  Cocollicoc,  163,  de  cocoUi, 
niña,  enojo,|y  de  icoc;  el  que  está  riñendo,  la  riña.  También  ex- 
plica el  verbo  cocolici,  aborrecer  ó  querer  mal  á  otro.  Cuatro  va- 
riantes. Gozcatlamuh,  164,  de  cozcatl,  collar,  y  tlaneuhtia,  prestar, 
ó  tlaniieldilli  ó  tlanéhiUliy  prestado;  collar  prestado.  Cahuar-tle-ma^ 
165,  lectura  silábica;  cojedor  ó  cazador  de  las  viveras  de  casca- 
bel. Cuauhtoma,  166,  el  que  lleva  palo  en  la  mano.  TlanecuJí,  168, 
prestar  ó  prestado.  Cuetlaneuh,  167,  de  cveitl,  enaguas;  enaguas 
prestadas.  Ouicamam,  169,  de  cuica,  cantar;  el  que  canta  acom- 
pañándose tocando  con  las  manos.  Cuicuül,  170,  de  cuicuilia, 
arrebatar  y  tomar  á  otro,  robar;  metaf.  raptor,  ladrón.  Huüzca- 
Juca,  171,  de  hidtztli,  espina,  y  de  cahua  en  el  sentido  de  dejar  de 
hacer;  metaf.  vago,  perdulario,  desperdiciado.  Ix-^ahv^,  172,  ser 
codicioso. 

Eliiuiil  6  lelíuail,  173,  los  demostrativos  e^e,  aqml,  mostrándole 
con  el  dedo.  Macaloa,  174,  de  macahua,  soltar  algo  de  la  mano, 
resbalar;  lo  que  se  resbala  de  la  mano.  Mcdcahualoc,  175,  de  ma- 
lliy  prisionero,  preso,  de  cahita,  dejar;  dejaral  preso  o  prisionero. 
MacuiUo,  176,  metaf.  manos  pintadas  6  rayadas.  MaiJpitoc,  177, 
de  tipia  y  atar  alguna  cosa;  el  que  está  atado  de  manos.    Mamal, 


1 


471 

178j  de  mamalip  taladrar;  metal  haoer  enredos^  revolTer,  estro- 
meterse.  Manatí,  179,  de  mama,  poner  en  el  suelo  platos  6  cosas 
llanas,  &c.  Ma^hoa,  180,  silvar  con  el  dedo.  MaÜapali,  ISl,  de 
maitl  y  aüapaliy  ala;  manos  pintadas.  Maieqvia,  182,  labarse  las 
manos.  Matlaemani,  183,  de  maÜac,  diez,  expresado  por  el  nu- 
meral indicado  por  el  rombo,  y  ma,  cantiyar;  el  que  ha  cautiva- 
do diez  prisioneros.  Con  mayor  claridad  lo  dice  sn  homófono, 
184  Masuntcud,  185,  el  que  tiene  la  mano  muy  torcida.  Mofiume'- 
paño,  186,  dQ  nepanóa,  juntar,  6  poner  una  cosa  sobre  otra,  ó  de 
mane¡panoa,^CBB8krse,  desposarse,  ó  juntar  las  manos.  Moteloihuh, 
187,  de  mo,  pronombre  recíproco,  y  tdchihua,  abominar  ó  malde- 
cir alguna  cosa;  metaf.  el  que  aborrece,  el  maldiciente.  Opoch, 
OpochmiU,  188,  la  mano  izquierda,  zurdo;  con  variantes.  Nepo* 
pcl,  189,  desperdiciado,  pródigo.  PaUi,  190,  de  paloa,  lamer;  el 
que  lame,  y  metal  adulador. 

Teatemia,  191,  espulgar.    Teiamegvül,  192,  de  teixnoloani,  des- 
concertador, desbaratador  ó  revolvedor;  xnxyolo  vi.    Temac,  193, 
en  la  mano  de  alguno;  depender  de  otro  ó  estar  bajo  su  protec- 
ción.   Tema4!paUo,  194  de  temaqpaüi,  persona  llevada  en  la  palma 
de  las  manos,  en  silla  formada  con  las  manos.^  Tepi^  195,  de  ieU, 
j  del  verbo  pi,  pelar,  sacar  de  raíz  los  pelos,  coger  yerbas  sin 
desarraigarlas;  el  que  se  arranca  el  vello.    Teéolini,  196,  de  tdinia, 
aflijir  ó  maltratar  á  otro.    Te^izon-nm,  197,  de  teíaontia^  atesorar 
ó  guardar  hacienda;  el  avaro.    TlahuüoaÜy  198,  de  Üahudlia,  alum- 
brarse con  candela,  o  de  Üahuili,  alumbrar  á  otro;  el  que  alum- 
bra.  Ma-naJitia,  199,  la  mano  con  el  fonético  nahuac,  del  verbo 
manahuif  defenderse,  defender  á  otro,  ó  departir  á  los  que  riñen. 
Tlamdhuizo,  200,  el  que  se  admira  ó  maravilla  de  alguna  cosa, 
quien  llama  la  atención  sobre  algún  objeto.    Tkmumi,  201,  cau« 
tivador;  en  el  mismo  sentido  puede  leerse  moicahua,  de  maüi, 
cautivo  y  del  verbo  cahva;  6  tepaüama;  significa  tainbien  y  pue- 
de leerse  Te-maüi,  esclavo,  criado.    Véanse  sus  variantes  en  la 
lámina  6*.   Nos  encontramos  aún  otra  variante  del  verbo  Tlan- 
cuJUia,  202,  prestar,  é  inmediatamente  por  comparación  TlaUan- 
chuta,  203,  tomar  prestado.    TlaUaneuh,  204,  tener  tierra  pres- 
tada.   Tlapic,  205,  en  vano  ó  sin  propósito;  puede  derivarse  tam- 
bién de  Üapiquia,  fabricar  ó  inventar  algo.  Una  variante.    Tla^ 
j)olóUi,  206,  barro  amasado  y  aparejado  para  hacer  loza,  tierra 
oonquistada  por  guerra,  cosa  que  se  perdió  y  la  hallaron  des- 


\ 


472 

pnes.  Tlat^pehua,  207,  esparcir  ó  echar  algo  por  el  suelo;  me- 
ta¿  desperdiciado.  TlaÜcUlif  208,  el  que  guarda  alguna  cosa,  6 
el  que  hace  fuego,  ó  el  que  esconde  algo:  como  se  advierte  en  su 
Tariante  también  quiere  decir  atizador.  TUnudo^  209,  de  zcdoa,  6 
SB^ddhm,  pegar  algo,  hacer  pared.  Oon  au  curiante.  Tzohuc^  210, 
el  que  tiene  cabellos.  Tzetxd^  211,  de  tzetzdoa,  sacudir,  cernir; 
metafi  el  tembloroso. 

XiukneÜy  212,  de  xihmtl  eo,  sentido  de  cosas  preciosas,  y  7idoa, 
batir,  revolver,  j  también  ofrendar.  Oon  variante.  Xochipepena, 
213,  del  verdadero  pepena^  elegir,  escojer.  Xochicuicui^  214,  de 
cmui^  entallar  en  madera  ó  alimpiar  el  suelo,  &c.  Xochitequi,  215, 
de  tequif  cortar.  En  todos  estos  casos  de  cortar  flores,  escojerlas 
limpiarlas,  &o,  puede  presentarse  alguna  confusión  á  la  vista  no 
ejercitada.  XotlcuMatecÜ%  216,  guirnalda  de  flores;  la  persona  que 
las  hace.  Xotlamiy  217,  de  ocoüay  abrasarse  la  tierra,  ó  encenderse 
los  carbones;  quien  hace  fuego,  ó  tiene  quemadas  las  manos. 
Yaorruinay  218,  ordenar  guerra  contra  algunos;  el  yacyotl  y  TnaiÜ^ 
hacen  silábica  la  lectura.  Yaoquizquij  219,  soldado,  indicado  por 
la  navaja  de  üzüi.  YaoÜa^  220,  hacer  la  guerra  á  otros;  la  mano 
armada  del  soldado,  hiriendo  sobre  viackimaüi.  Zacamoay221fla¡r 
brar  ó  abrir  de  nuevo  la  tierra.  Omitimos  algunos  ejemplos,  que 
los  ya  advertidos  bastan  para  determinar  los  diferentes  oficios 
que  en  la  escritura  tiene  el  carácter  maiíL 

Oontinuando  nuestro  catálogo,  tenemos,  Moc7ioiioa,  222,  de  mo, 
ionoÜ,  é  itohuay  decir  alguna  cosa;  el  que  se  llora  pobre.  Así  da  la 
lectura  el  Sr.  Bamírez;  nosotros  vemos  los  signos  icvvoü  y  nahvac^ 
sacando  la  lectura  Ycrvo-hua,  piadoso,  compasivo.  Mopipilohwii 
223,  de  pipüoa^  colgarse  ó  suspenderse;  el  que  se  ahorcó,  y  metaf. 
porfiado  para  pedir,  pegote,  parásito.  Mocuecuetzo,  224,  de  cnecue- 
izoa,  rebullirse,  estar  desasosegado.  Su  variante.  MoÜahude,  225, 
de  mo  y  Üahude,  sañudo,  iracundo;  el  sañudo  ó  iracundo.  Motene- 
huaj  226,  de  teiiehua,  epidermis  de  los  labios;  compuesto  que  vie- 
ne de  moy  teiüliy  labios,  y  ehua;  el  que  se  arranca  la  epidermis  de 
los  labios. 

NacazpatlaCy  227,  orejón  ú  orejudo.  Coyonacaz,  228,  el  agujero 
de  la  oreja;  metaf.  oido  delicado  ó  fino.  Nacacen,  229,  el  de  gran- 
de comprensión  ó  ingenio.  NaiUhe^i,  230,  de  nahm^  cuatro,  y  ten- 
tu,  labios;  cuatro  labios,  labios  partidos.  Nahuail^  231,  una  de  las 
tantas  aplicaciones  del  fonético  nahnac,  con  la  terminación  pro- 


473 

,  pia  á  personas:  ladino^  inteligente  en  lenguas.  Nahuatlatohua,  twl- 
ktiaücuxtlt,  intérprete.  Nezáhtud,  232,  enlntado,  ayunador,  peniten- 
te: variantes  del  signo  ya  conocido  «en  Ne^hualcoyotl.  Necoc, 
233,  de  ambas  partes,  de  una  y  otra  parte,  á  un  lado  y  otro.  Con 
su  variante.  Nchtian,  234,  ambos  á  dos,  juntamente  ambos  á  dos; 
metaf.  compañeros,  amigos  íntimos.  NeruAhuoÁly  235,  mujer  infe- 
liz, la  nacida  durante  los  nemontemi  ó  dias  complementarios  del 
año;  mujer  inútil,  abandonada.  Con  variantes.  NemÜ,  236,  ídolo 
ó  muñeca.  Nepaucauh,  237,  de  nepanüa,  enmedio  y  ca¿^<a  en  acep- 
ción de  quedarse;  quedarse  enmedio.  Nentequitl,  238,  trabajar  de 
balde  6  sin  fruto.  Con  variantes.  NeÜarfvacUica^  239,  rica  y  prós- 
peramente. 


60 


CAPÍTULO  V. 


ESCRITURA.  JEROaLlFIOÁ. 


OtlL^lHoerMi  acepciones  de  la  MeUa  humana.--  Verboi  de  movimiento,  ^El  Hmbolo 
de  la  palabra  y  su»  ofleios — Signo  del  diminiOivo.'—Del  fonético  xo.  ^ífombres  de 
artes  y  ofidos^—UiensiHos  y  objetos. 


OONECmüATL,  240,  la  mujer  borracha.    OMn,  241,  movi- 
miento; con  diversas  variantes.    TlaMini^  242,  terremoto  ó 
'temblar  la  tierra;  variantes  del  signo  que  conocemos. 

0Ü%  243,  camino.  En  ciertos,  compuestos  parece  destinado  á 
producir  el  sonido  o,  como  atl^  de  la  a,  y  e¿Z,  frijol,  la  e.  El  signo 
se  lee  odiy  y  también  oüica,  en  el  camino.  MoÜcHoQj  244,  el  cami- 
no con  el  determinativo  persona.  Puede  dársele  diversas  acep- 
ciones, aunque  de  ideas  correlativas.  Dq  MoÜoHoani^  huidor,  6  el 
que  corre  mucho:  de  hiuünotlaloa,  venir  corriendo  ó  huyendo;  da 
tkdoay  correr  mucho,  huir.  La  palabra  estará  compuesta  del  pro- 
nombre moy  expresado  por  la  cabeza  humana,  y  tlaloa  por  el  ca- 
mino, diciendo  Mo-tlcdchc,  el  que  corre  ó  huye  por  el  camino. 
Otenco^  245,  junto  ó  cerca  del  camino,  y  otencaüy  el  que  vive  junto 
al  camino.  0¿2a7na¿caZ,  246,  encrucijada  de  caminos.  OÜtcahíietzloc, 
247,  caído  ó  tirado  á  la  larga  en  el  camino.  Compuesto  de  oüi  u 
oÜicaf  con  ca  que  significa  en;  htietz,  pretérito  de  htíeízi,  caer;  la 
ligatura  ti,  y  oc  verbo  auxiliar  que  indica  la  posición  horizontal: 
OÜi'^ia-TmetZ't-oc.  Metaf.  el  borracho  caído  en  lugar  publico  o 
transitado.  Con  variantes.    JPofococ  ú  Ocotoc,  248.   En  el  primer 


i 


476 

easo  Be  deñya  de  Moca^  en  la  acepción  de  perseguir  á  otro, 
echarle  á  puertas,  ayudando  la  acción  con  el  garrote  en  la  mano. 
En  el  segundo  caso  de  oírxxi,  caminar,  ó  ir  por  el  camino,  dicién- 
dolo  así  la  huella  y  el  bastón  del  caminante.  Pain,  249,  depaiTiay 
correr  lijeramente. 

Como  en  otro  lygar  dijimos,  y  lo  vamos  comprobando,  la  hue- 
lla del  pié  humano,  xocpaUi,  como  representiva,  digámoslo  así 
del  hombre  mismo,  recibe  multiplicadas  acepciones.  Explica- 
mos que  dice  marcha,  camino,  dirección,  jomada;  ademas  expre- 
sa diversos  verbos  de  movimiento,  por  medio  de  combinaciones 
más  ó  menos  ingeniosas.  Generalmente  dos  huellas  con  la  pun- 
ta hacia  abajo  son  el  carácter  fonético  del  verbo  Temoy  250,  ba- 
jar, y  de  su  pretérito  t&Tkx:,  bajó.  Pata  hacer  la  lectura  evidente, 
va  acompañado  del  signo  teÜ  para  dar  la  sílaba  inicial:  Te-moc, 
261,  bajó.  Son  ya  de  fócil  lectura  los  grupos  siguientes,  Apante- 
mocy  252,  cayó  sobre  el  agua.  Uvauh-temoCy  263,  águila  que  bajó 
6  cayó:  variante  del  nombre  del  último  rey  de  México.  CkimcU' 
temoc,  254,  escudo  que  bajó.  SuüzH-temoCy  256,  bajar  como  el 
chupamirto,  subiendo,  bajando,  desviándose,  como  un  pedacillo 
de  papel  en  el  aire.  Ihui-temoc,  266,  de  ihuiüy  pluma;  bajar  lenta- 
mente como  la  pluma.  ParirtemoCf  257,  caer  primero  que  otros,  ó 
el  que  cayó  primero.  Tlacoch-  Temoc,  258,  de  tlacochüiy  dardo,  ba- 
jar como  flecha,  bajar  rápidamente. 

Las  dos  huellas  con  la  punta  hacia  arriba,  son  el  fonético  del 
verbo  Tleco,  259,  subir:  también  significa  el  pretérito  Üecoc,  su- 
bió. Tlecoc,  260,  representado  por  una  escalera  con  la  huella  su- 
biendo, lo  que  significad  verbal  acoc,  del  verbo  acocui,  levantar- 
se ó  alzarse  en  alto.  Huüo-tlecoc,  261,  de  huüotl,  paloma;  paloma 
que  subió,  que  voló  para  arriba.  Toto-Üecoc,  262,  de  totoü^  pájaro. 
Gutca-üecoc,  263,  de  cuica,  cantar,  ó  cuicatl,  canto;  canto  que  su- 
bió; canto  alto,  de  gran  extensión.  Tlapayauh,  264,  de  Üapayahm, 
llover  mansamente  y  sin  cesar.  Grupos  curiosos  y  silábicos,  que 
son  como  otros  muchos  verdaderos  intentos  de  una  escritura 
fonética.  Están  compuestos  de  los  dientes,  fonético  de  tía  ó  Üan; 
del  fonético  pan,  la  bandera,  y  de  la  lluvia  con  el  verbo  tíeco. 
Tlorpa-yaulu 

Las  huellas  en  sentidos  inversos  con  el  fonético  del  verbo  Ne- 
miy  265,  vivir,  morar.  De  aquí  los  compuestos  Icno-nemiy  266,  vi- 
vir como  huérfano.  Si  esta  es  la  traducción  silábica,  el  grupo  es 


476 

la  expresión  del  verbo  icnanimüia,  vivir  humildemente.  Mauhoor 
nemiy  267;  como  nombre  significa,  temeroso;  como  verbo,  vivir 
con  temor  ó  andar  sobresaltado.  Es  un  verbo  compuesto  de 
otros  dos,  mahuif  temer,  y  nemi,  vivir;  unidos  por  la  ligatura  oo: 
mawA-ca-ne7m.  El  signo,  nombre  y  verbo  juntos  da  la  idea  del 
cobarde,  medroso,  y  de  quien  de  esta  manera  ^ive.    Teiooconemif 

268,  de  te,  afijo  indicativo  de  persona;  ¿reo,  en  la  cara,  y  nemi;  el 
atrevido,  descomedido,  que  se  le  va  á  la  cara  i  otro.  Tennemiüy 

269,  de  tentliy  labio;  el  mantenido,  el  comen^L  Tlanemi,  270,  con 
el  fonético  tía  ó  tlan;  el  que  vive  ó  mora,  con  otro.  Tochnemi, 
271,  de  tochüiy  conejo;  el  que  vive  como  conejo. 

Varias  huellas  en  sentidos  diversos  son  el  fonético  del  verbo 
Nenemi,  272,  andar  ó  caminar,  y  también  del  verbo  Nennemif  an- 
dar hecho  vagamundo:  en  la  formación  gráfica  del  signo  aparece 
que  se  quiso  hacer  un  frecuentativo  de  nemi^  duplicando  las  hue- 
llas, como  nerienu,  duplica  su  primera  sílaba.  Las  mismas  hue- 
llas, en  una  posición  determinada,  dan  estos  caracteres  ideográ- 
ficos. Andíienemi,  273,  de  and,  perezoso,  perdedor  de  tiempo;  el 
qué  anda  espacio,  perezosamente.  Aocmonenemi,  274,  de  aocmip^ 
relativo  que  significa,  ya  no;  el  que  ya  no  anda.  De  las  tres  va- 
riantes del  número  275,  una  debe  leerse  Ciht/anemi,  el  que  vive 
como  mujer;  el  afeminado.  Las  otras  serán  Cihuanenemi,  el  que 
anda  con  mujeres,  el  que  las  sigue  ó  á  ellas  es  aficionado.  Teñe- 
nemi,  276,  de  tetl,  significando  persona;  el  que  anda  sobre  piedras. 
Macihuanenemi^  278,  grupo  silábico,  el  que  anda  cogiendo  muje- 
res. Oihtuznenemi,  275,  la  mujer  andariega,  ó  también  el  que  anda 
como  mujer.  ThióLnmemi,  279,  con  el  símbolo  de  la  palabra  ¿ía- 
t<M;  el  que  anda  hablando  ó  platicando,  el  arengador  de  oficio. 
Curiosa  es  su  variante  y  filosófica,  280,  en  que  el  mismo  cóncep- 
Nto  está  expresado  por  el  símbolo  ehecatL  Xokcinenemi,  281,  el  que 
anda  como  fior;  es  decir,  el  que  usa  afeites  ó  se  pinta  cual  flor. 

La  huella  sirve  igualmente  para  expresar  el  verbo  Quiza,  282, 
salir,  y  la  acción  de  salir  quizalizUi.  En  este  caso  la  huella  va 
acompañada  de  algún  determinativo,  como  en  el  presente  caso 
por  una  persona  á  la  puerta  de  una  casa,  con  el  xócpalli  indican- 
do la  marcha  ó  dirección."  Quizani,  283,  el  que  sale,  con  el  signo 
caüi,  y  las  huellas  que  de  la  casa  se  apartan,  metaf.  andariego, 
callejero.  Teixtlaquiza,  284,  de  te,  persona;  ioMa,  en  presencia,  de- 
terminado por  el  fonético  ix,  y  quiza;  el  que  sale  á  la  presencia 


j 


477       • 

de  otro,  mótaf.  el  que  se  presenta  repetidamente  á  la  presencia 
de  alguien,  molesto,  importuno.  Typanquizqui^  ó  Tepanquizaniy 
285,  de  tepauy  sobre  alguna  persona,  y  quizqui,  verbal  de  quiza,  el 
que  representa,  cómico  ó  farsante. 

Al  hablar  de  otli,  encontramos  expresado  el  verbo  paina,  co- 
rrer lijeramente,  por  aquel  signo;  tenemos  ahora  otra  expresión 
del  mismo  verbo,  ya  por  el  camino,  ya  por  las  huellas  y  el  foné- 
tico ^a  ó  pan,  286,  en  que  éste  da  la  silaba  inicial  de  la  palabra, 
expresando  las  huellas  el  movimiento,  y  sirviendo  de  comple- 
mento. Quetzálpain,  287,  de  quetzoRi^  pluma  larga,  verde  ó  rica,  y 
pain  expresado  por  la  bandera  y  las  huellas.  Esta  es  la  lectura 
silábica,  pero  la  intención  parece  expresar  el  verbo  qiíeiza,  dete- 
ner, ó  hacer  parar  al  que  camina.  En  el  numero  288,  el  quetzalli 
está  acompañado  del  verbo  tleco,  diciendo  también  el  verbo  qtie- 
iza,  mas  en  el  sentido  de  hacer  levantar  al  que  está  sentado. 
Tochpawio,  289,  correr  apresuradamente  y  á  saltos  como  el  co- 
nejo. Taopaina,  290,  de  yaotl,  enemigo,  enemigo  que  corrió  apre- 
suradamente^  que  huyó  con  presura.  En  lugar  del  yaotl,  que  ya 
hemos  visto,  encontramos  el  carapacho  de  la  tortuga,  ó  el  ani- 
mal mismo,  ayoÜ,  que  demás  de  semejarse  al  escudo,  produce 
una  radical  semejante.  Es  un  caso  de  signos  homófonos.  Con  di-  , 
versas  variantes. 

Pallan,  el  que  vuela,  Patlani,  volar,  lo  dice  el  grupo  jeroglífico, 
292.  La  primera  voz  está  escrita  fonéticamente  con  los  signos 
tla7i  y  pan;  la  segunda,  derivada  del  grupo  anterior,  se  leería, 
Pa-Üa-ni,  completándose  con  las  huellas  en  sentido  de  ni, 

Totoca,  ni.  significa  ir  de  prisa,  correr,  empeorar  ó  crecer  la 
enfermedad;  totoca^  nite,  perseguir  á  otro,  echarle  á  puertas,  des; 
pedirle  ó  desterrarle;  el  signo  fonético  de  este  verbo  son  dos  ó 
tres  huellas  en  dirección  horizontal,  293.  Sus  diversas  acepcio- 
nes pueden  entenderse  por  medio  de  figuras  complementarias: 
así  Totococ,  294,  se  toma  en  sentido  de  corrido,  en  tanto  que 
Totococ,  295,  expresa  perseguido. 

Teteputztoca,  296,  seguir  á  otro,  ir  detras  de  él;  está  formado  de 
t^iUzco,  detras  de  alguno,  y  de  totoca. 

Totoyoca,  297,  correr  ó  darse  prisa,  sirviendo  el  tototl  para  dar 
la  inicial  de  la  palabra.  Pudiera  leerse  también  Totoyoa  hen- 
chirse algo  de  pájaros.   Correlativo  es  este  grupo  con  el  leído 


478 

por  los  interpretes  TlaMooac,  298,  despedir,  espantar  á  los  ani- 
males, y  principalmente  los  pájaros. 

Jx-tococ,  299,  despedir  oon  la  vista,  haciendo  señales  con  los 
ojos. 

Teptdfiemiy  300,  verbo  compuesto  de  te  como  añjo  distintivo  de 
persona;  pcdy  por  favor,  mediante,  y  nenemi;  la  pintara  indica  el 
que  anda  enmedio  de  otro,  el  favorecido  ó  protegido.  El  nombre 
y  también  el  verbo  ofrecen  distintas  variantes;  la  cabeza  entre 
las  huellas;  el  pié  rodeado  del  xocpatli;  el  símbolo  tletl  dando  la 
sílaba  inicial  de  la  palabra;  un  signo  verdaderamente  ideográfico; 
la  indicación  de  caüi  con  la  huella:  todos  ellos  son  grupos  sinó- 
nimos y  homófonos.  . 

Yoqui,  301,  ido  ó  partido  para  alguna  parte,  verbal  en  qui  del 
verbo  yauh,  ir  á  alguna  parte.  Le  encontramos  escrito  de  tres 
maneras;  con  el  signo  oüi  en  sentido  vertical,  con  las  huellas 
dispuestas  á  semejanza  del  verbo  tl^x);  con  las  huellas  y  una  ca- 
beza humana.  Igualmente  encontramos  Tikui,  302,  plural  del 
presente  de  yauJí^  ya  vamos,  y  HuiUy  303,  pretérito  imperfecto  del 
mismo  verbo,  iba,  fui,  había  ido;  de  manera  que  se  mira  el  inten- 
to  de  expresar,  así  el  verbo,  como  sus  diversos  tiempos.  Tenhvia, 
304  compuesto  de  tenUi  y  de  huia,  pretérito  imperfecto  de  yauh. 

Mocihuia,  305,  ''congojarse,  trafagar  ó  agonizar," — "importuno, 
ó  desasosegar  á  otro."  Nace  de  aquí  el  verbal  TlamocihuiUiy  306, 
desasosegado  y  acosado  de  otros:  el  fonético  Üan  da  la  «silaba 
inicial. 

Tecahuacj  307,  verbal  de  cahua,  exceder,  sobrepujar,  adelantar 
á  otro,  <&c.:  la  idea  está  espresada  con  tres  huellas,  alzándose  la 
central  sobre  las  colaterales. 

*    NacxiÜf  308,  verbal  sacado  de  icxiÜ,  pié,  y  oci,  llegar,  alcanzar 
al  que  huye  ó  camina;  el  que  llega. 

Ahuünenquiy  309,  compuesto  de  ahuic,&  una  parte  y  otra,  ynen- 
qtd,  andar  de  acá  para  allá  perdiendo  el  tiempo.  Anünenqui,  ra- 
mera, lujuriosa,  dada  á  la  carne. 

TianquizÜato,  310,  el  celador  ó  cuidador  del  mercado,  tianqvi^ 
tli;  el  verbo  cuidar  el  mercado.  TianquiznahtuicaÜ,  311,  el  ladino 
ó  entendido  en  el  mercado. 

Tlacza,  312,  ir  muy  de  prisa  ó  correr;  también  el  nombre.  Ne- 
hua,  313,  partirse  para  alguna  parte.  Indicado  también  con  una 
pierna,  aunque  en  sentido  contrario. 


.'i 


479 

Hualadc,  el  que  llega  ó  viene,  314,  representado  por  una  sola 
huella,  ó  por  ésta  acompañada  de  una  piern&  Puede  oonfondixse 
^n  el  núm.  Hualhuia^  315,  ó  HmUiuiae;  el  primero  pretérito 
de  hudlac,  venir;  el  segando  verbal  de  pretérito  del  verbo  huálMa, 
formado  de  hual;  el  que  retorna  ó  viene,  y  así  lo  indican  las 
huellas. 

Terminado  lo  que  por  ahora  tenemos  que  decir  del  signo  de  la 
huella,  proseguimos  nuestra  enumeración. 

PapadUf  316,  cabellos  enhetrados  como  los  de  los  sacerdotes; 
papahua  6  papacktic,  gaQáejaáo.  Ofrece  muchas  variantes.  Pa- 
tzaü^  317,  cosa  flaca,  enjuta,  secn.  Petztentehua,  318,  de  petzdif  pie* 
dra  de  espejos,  y  ieTiUi;  el  de  labios  relumbrosos  como  espejo; 
metal  cómico. 

Quizquiy  319,  verbal  de  quiza;  el  que  sale^  de  dentro  de  algún 
lugar  ó  cosa.  Qud<mi^  320,  desconcertarse  algún  hueso;  la  señal 
que  la  figura  lleva  en  el  cuadril  es  el  determinativo  del  sitio  de 
la  luxación,  y  en  cada  caso  particular  indicará  el  hueso  dislocado. 

Detengámonos  ahora  para  considerar  el  símbolo  de  la  palabra, 
que  determina  multitud  de  nombres  y  de  verbos.  AmizÜatOj  321, 
Idel  verbo  iztlatoa,  hablar  con  falsedad;  embustero,  falso.  Ayaqui- 
zttf  322,  despreciar,  abandonar,  y  el  despedido  ó  abandonado. 
Cuacucdacay  323,  tronar  ó  hacer  ruido  lo  que  hierve  en  la  olla  á 
borbollones;  también  cucual^  el  que  habla  muy  precipitadamente 
y  á  medias  palabras.  Cuicam,  324,  cwtor.  CuicaxockUl,  325,  canto 
florido  ó  de  flor,  cahto  melodioso.  ChachahoaÜ^  326,  de  chachalaca, 
hablar  mucho,  ó  chachalaoaniy  parlero;  equivale  á  tíatohuani,  827, 
hablador;  metaf.  chistoso,  aguda  Chochdnepü,  328,  el  que  tiene 
lengua  partida,  el  maldiciente.  Mocuioacmlo,  329,  el  que  escribe 
6  pinta  cantares;  formado  de  cuicaü,  canto,  y  de  cuüoa,  escribir 
ó  pintar  algo.  Motdckiuh,  330,  áemoy  tdckihuoy  abominar  6  mal- 
decir alguna  cosa;  el  que  se  maldice.  MoÜahndcahua.  331,  no 
atender  por  estar  enojado,  desesperado,  furioso:  la  voz  moÜahtteU 
catchqui  significa,  desconfiado,  enfadado,  desesperado,  y  Üahuüe, 
sañudo,  iracundo,  bravo. 

OpoaÜiy  332,  chocarrero,  de  opoa,  chocarrear.  Teahtta,  333,  el 

gritón,  el  que  regaña  gritando;  de  ahua,  reñir,  gritar  regañando. 

TenizÜaca,  334  de  tentU  é  izUaca,  falso  profeta;  el  mentiroso.    Te^ 

jpanüatoa,  335,  defender;  de  iepanüato  6  tepanüoatom^  intercesor  ó 

abogado.    TdzauhÜatoa,  336,  de  tebahuiU,  cosa  escandalosa,  es< 


480 

pantosa  ó  agüero;  hablar  cosas  terribles,  espantosas,  escandalo- 
sas; descubrir  secreto  por^l  cual  se  cansó  grave  daño  y  escándalo; 
metal  adivino,  pronosticador  de  cosas  funestas.  Teuhton,  337,  el 
significado  propio  es,  polvito,  metaf.  remolino;  el  que  habla  arre- 
batada y  confusamente.  ITupicy  338,  en  vano  ó  sin  propósito;  el 
que  habla  en  rano  sin  sustancia.  Tlatol,  339,  de  ÜcUoUi,  el  que 
habla  mucho,  hablador.  Tlatolízon,  34Í),  de  tlatoUi  y  tezoiUia^  aña- 
dir algo  á  la  plática  ó  sermón;  el  que  agrega  á  la.  verdad  de  lo 
que  sabe.  Tlatdmuna,  341,  de  Üatólli,  y  del  verbo  mana,  alinear, 
poner  en  orden,  &c.;  el  que  habla  ordenadamente,  el  que  dispo- 
ne, ordena,  legisla.  Tlatcimahuí,  342,  de  mahui,  temer;  el  de  voz 
temerosa.  Motocamaca,  343,  de  iomaca,  poner  ó  dar  nombre;  el 
que  se  da  nombre,  el  presuntuoso.  Semejante  al  anterior.  Tlahle^^ 
le,  344,  sañudo,  iracundo  y  bravo;  el  que  así  habla.  Tozquechol, 
345,  de  tozquiü,  voz,  y  quechóUiy  el  pájaro  de  este  nombre,  el  de 
la  voz  de  quichoUi,  dulce,  suave  como  el  trino  del  pájaro.  Tzatzi- 
toe,  346,  de  tzatzi,  pregonar,  dar  voces;  el  que  da  voces,  el  que 
grita. 

Prosigamos  nuestro  catálogo. 

Tecacálini,  347,  asaeteador  ó  guerreador;  propiamente,  el  asae- 
teado. Tecanihuetzca,  348,  reir  y  mofar  de  otro,  literalmente,  yo 
me  rio  de  otro;  el  burlón.  TecahitetzqmztU,  risa  ó  escarnecimien- 
to que  de  otro  se  hace.  Tecocohua,  349,  persona  enferma,  de  co- 
coa  estar  enfermo.  Su  variante.  Tecuacrm,  350,  tartamudo:  el 
símbolo  dice,  come  piedras.  TecudUmi,  351,  el  que  hace  enojar  á 
otro;  de  cualania,  enojar  á  otro.  TecuiÜazoCj  352,  el  que  tiene  rota 
la  rabadilla:  relativo  á  idea  que  antes  vimos.  Techtchiiio,  353,  él 
que  chamusca  ó  quema  personas.  Teicniuh,  354,  amigo  de  todos, 
El  fonético  Üa  dice  tlacatl,  la  persona  que  de  todos  se  hace  ami- 
go. Teixconemi;  355,  irrespetuoso,  desatento;  de  ¿etxoone^tia,  des- 
comedirse con  otro  yendole  á  la  cara.  TeiayHin,  366,  publicamen- 
te delante  de  otros;  expresado  fonéticamente  por  los  labios  y  el 
ojo.  Temachf  357,  enseñador,  predicador,  maestro.  Témeme,  358, 
de  meme,  llevar  carga  acuestas,  el  que  carga  á  personas  ó  hace 
Tríeme  á  los  niños;  metal  tutor,  curador,  protector.  'TemiqutzÜahuiy 
358,  notificador  ó  anunciador  de  la  muerte.  Tem^ozihui,  359,  cosa 
ó  persona  importuna  y  que  da  desasosiego  é  inquietud.  Tenacazf 
360,  embajador  ó  mensajero  de  grandes.  TenacaXy  361,  sordo.  La 
falta  de  alguno  de  los  sentidos  se  expresa  generalmente  con  una 


481 

banda  que  le  cubre;  así  el  ciego  lleva  una  banda  sobre  los  ojos; 
el  mudo  nanüi,  la  ofrece  sobre  la  boca.  Tenahuac,  362,  el  qu^  está 
cerca.  También  el .  que  está  detras  ó  á  la  espalda.  Tentón,  363, 
diminutivo  de  tentli,  jetoncito.  Tenca,  364,  jetoiji;  y  en  el  femeni- 
no tenhtiic,  365,  jetona.  Tecocohva,  366,  labios  enfermos,  duros 
como  piedra.  TenitZy  367,  de  üztli,  labios  cortantes,  el  maldicien- 
te. Tenhitaqui,  368,  de  tenhuakuaqui,  estar  boquiseco,  muerto  de 
hambre  j  sed.  Con  su  variante.  TenteJma,  369,  el  que  tiene  tentetl 
ó  bezote,  ó  el  que  tiene  el  labio  inferior  abultado  y  salido.  Ten- 
ssacaÜ,  370,  bezote  largo.  Ixyaquic^  371,  cara  puntiaguda.  Tentla- 
pal,  372,  labios  pintados;  de  buen  parecer.  Tentzon,  373,  barbón. 
Tetzon,  374,  barbas  duras  como  piedra. 

Teopanhuetztoc,  375,  tirada  ó  caído  en  el  templo,  teopan,  Teotl, 
376,  manera  común  de  expresar  la  palabra  Dios,  diversa  de  la 
ya  conocida.  Tepantemoc,  377,  escalador,  de  tepantemo,  escalar 
casa  ó  fortaleza,  el  que  baja  ó  sube  ayudado  de  otro.  Tepolca  6 
Tepalnemi,  378,  el  que  vive  con  otro,  el  que  vive  en  casa  ajena. 
TepotzÜiy  379,  jorobado.  Tequequeloani,  380,  burlador  y  escarne- 
cedor. Tepexihui,  380,  de  tepeadJiuia,  despeñarse  ó  despeñar  á 
otro:  metal  perseguido  de  la  suerte.  Teycucapan,  381,*  en  la  extre- 
midad u  orilla  de  la  piedra;  metaf.  el  que  guía,  ó  va  delante  de 
las  gentes.^  Teízalan,  382,  lámina  7,  entre  algunos,  ó  por  medio 
de  eUos;  tdzalan  nemi;  malsín  ó  revoltoso.  Tetzauk  6  tetzahuitl, 
383,  espanto,  cosa  espantosa,  lo  que  espanta  ó  aterroriza  sobre- 
cogiendo y  causando  admiración;  tetzahwUl,  cosa  escandalosa,  ó 
espantosa,  ó  cosa  de  agüero.  Teízahua,  384,  el  que  hila,  y  el  acto 
de  hilar,  del  verbo  tzahtia,  hilar.  Teuhtli,  385,  polvo.  Con  varian- 
tes. TmcoÜ,  386,  la  persona  que  está  empolvada.  Texauhqui,  387, 
del  verbo  xahíia,  afeitarse  la  india  á  su  modo  antiguo,  ó  más  bien 
del' verbo  xauhqui,  india  afeitada  á  su  modo  antiguo;  el  que  usa 
afeites  y  metaf.  adulador.  Teyohna,  388,  cosa  semejante  ó  con 
cualidad  de  piedra. 

TtcUcatlf  389,  persona,  quienquiera.  Tlacatontli,  390,  persona 
pequeña,  niño.  TlacatecoloÜy  391,  la  persona  tecoloü,  buho,  el  mal 
genio  6  genio  del  mal;  diablo  ó  demonio  como  le  tradujeron  los 
castellanos.  Tlacahiepan,  892,  de  huepantli,  viga  gj-ande  desbasta- 
da por  labrar;  persona  larga  como  viga.  TlacololH,  393,  persona 
contrahecha  ó  torcida.    Tlahvmi,  394,  borracho,  beodo;  de  tlor 

huanquiy  6  de  ilahvao/n,  beber  vino  6  emborracharse  templadamen- 

61 


482 

te,  ó  de  atlalmainani^  el  que  se  emborracha.  TlahdctU,  395>  el  qae 
corta  con  los  clientes;  mordaz,  murmurador.  TlahuitzcaUi,  396,  el 
alba,  ó  el  resplandor  del  alba;  metal  el  que  alumbra,  instruye, 
'  da  consejos.  Su  variante,  397,  está  expresada  por  la  estrella  de 
la  mañana.  TMatl,  398,  de  tialli,  tierra,  y  aü;  agua  turbia  ó  cena- 
gosa. Xalatl,  899,  de  xcUlif  arena,  agua  de  arena  ó  arenosa.  TU- 
latí,  400,  4e  tlíUi,  negro;  agua  negra. 

Tlallif  401,  símbolo  de  la  tierra:  representada  por  puntos,  en 
lo  cual  se  confunde  con  ocalli,  ya  encerrados  dentro  de  un  circu- 
lo, ya  formando  un  manchón  como  si  estuyiera  suelta.  En  sus 
variantes,  402,  se  lee  millij  campo  ó  heredad,  indicando  la  tierra 
cultivada.  Tlaltontli,  403;  tierra  pequeña,  oomejaL  Cuemitl^  here- 
dad, tierra  labrada  ó  camellón,  y  de.  aquí  Cumpa,  404,  en  los 
surcos,  ó  el  tiempo  de  practicarlo^.  Ctietlamüoti,  405,  tierra  me- 
dio revuelta  para  hacer  surcos.  .  TlcUnahuac,  406,  tierra  delgada. 
'  Matlalndo,  407,  de  neha,  batir  algo;  tierra  revuelta*  Tkítdcakua, 
408,  de  tlaUd,  terrón,  y  de  cahiui,  el  que  quedó  sepultado  ó  aban- 
donado entre  los  terrones  del  campo.  TlcdtanÜi,  409,,  tierra  chi- 
quita. 

Tlamahuüb,  410,  el  que  se  admira  ó  maravilla  de  alguna  cosa. 
Tlamocoa,  411,  el  que  padece  ó  sufre  de  los  dientes.  Tlamaoho' 
catl,412,dQÜamachoay  labrar  con  pinturas,  dibujos,  &c.;  el  labra* 
do  ó  pintado.  TlancuutzatzcUzi,  413,  de  tlcuncuaitly  rodilla,  y  de 
tzatza¿zi,  gritar,  da^r  muchas  voces;  se  alude  á  la  costumbre  que 
tenían  de  gritar,  poniendo  y  quit£m.do  sucesiva  y  rápidamente  la 
mano  en  la  boca,  ó  bien  dándose  recias  palmadas  en  las  rodillas 
ó  los  muslos.  TeTuxhtíac,  414,  con  alguno,  á  par  de  alguno.  Tía- 
nahua,  415,  con  los  dos  fonéticos  Üa  y  nahuac;  mando,  precepto» 
del  verbo  tlanalmatia,  mandar  algo. 

Tlantli,  416,  dientes;  metal  alegría,  contento,  satisfacción.,  Tlor 
Üan,  417,  de  Üatlardia,  dar  diente  Qon  diente,  tiritar.  TlaÜacóUi, 
418,  pecado,* culpa,  defecto;  grupo  en  que  se  encuentran  los  fo- 
néticos tía  ó  tlan,  y  cqUíc,  cosa  torcida.  Tlatonac,  419,  sol  ardiente 
ó  fuerte,  de  tona,  hacer  calor  ó  sol  En  su  variante,  4£¡0,  el  prin- 
cipio de  la  palabra  lo  da  el  fonético  Ha.  ühalcMuJitkUonac,  421,  de 
áiahhihuül,  piedra  fina;  calor  hermoso,  el  buen  tiempo.  TlacateoU, 
422,  nombre  de  uno  de  los  reyes  de  Tlatelolco;  también  TeÜaio- 
nac,  calor  fuerte  ó  pesado.  Igualmente  pudiera  leerse  te-teM^ 
dioses.  Tlaocol,  423,  persona  triste,  el  triste.  TlatlazÜi,  424,  cosa 


483 

arrojada  por  sí,  ó  cosa  que  se  le  cayó  á  alguno,  ó  criatura  abor-  * 
tada  y  echada  yoluniariamente;  el  aborto  y  el  abortado.    TlatiA' 
huiü,  ó  TlcUziuhqne,  425,  perezoso,  y  también  ÜcUziuhca,  perezosa- 
mente, ó  ilatziuhcayotl^  pereza.      , 

Tlaüztoc,  426,  el  que  está  mirando  ú  observando  con  mucha 
atención.  Tlaza,  427,  echarse  por  esos  suelos,  ó  de  alto  á  bajar 
despeñándose,  echar  á  otro  en  el  suelo  ó  derribarle;  metal  des- 
pedido, privado  de  la  protección  que  se  le  debía.  Tlaxdlif  428, 
basura,  desperdicio.  Con  diversas  variantes.  Tlazooone,  429,  de 
tlazoüi,  el  amor  sucio.  TlüpitzaCf,  430,  vara  negra,  soga  ó  cosa 
delgada. 

TochpiltzintU  6  Tochtontli,  431,  d^  tochUi,  conejo.  Ambas  pala- 
bras son  un  diminutivo,  el  primero  reverencial  y  cariñoso,  como 
si  dijéramos  conejito  chiquito,  primoroso;  el  segundo  es  sólo  di« 
minutivo,  conejito.  La  cabeza  del  niño  es  la  señal  del  diminutivo, 
derivado  de  su  nombre  tlacatontU,  persona  chiquita;  tenemos  en 
comprobación,  ademas  de  esta  palabra,  la  tlaUontli.  Toba,  ni, 
bajar  ó  inclinar  la  cabeza;  tdoa,  nitlay  tragar  algo:  de  aquí  estas 
dos  diversas  acepciones;  Tbíoc,  432,  atragantado,  y  que  depone, 
y  Tclotiea,  433,  cabizbajo,  ó  el  que  hace  reverencia.  Tonahuály  434, 
propiamente  hacia  nuestra  espalda  ó  de  tras;  metaf.  el  que  escu- 
cha, espía,  ó  acecha,  derivado  de  la  voz  nahuaUi^  bruja.  TonoUt, 
435,  calor  del  sol  ó  tiempo  de  estío.  Ifztonatiuh,  436,  de  itztli^  y 
tonatnih,  sol;  sol  picante,  molesto.  TojiatxocJdil,  437,  escrito  de 
una  manera  silábica;  girasol.  Puede  tainbien  ser  leído  XockiteotL 
Sus  variantes.  Toteiic,  438,  nuestro  señor  ó  superior.  Totaviihtux, 

439,  de  totoüy  pájaro;  mitl,  la,  flecha,  y  la  partícula  hua  que  indica 
propiedad;  pieza  de  caza  volátil,  el  cazador  de  pájaros,  la  caza  de 
pájaros  por  medio  de  la  cual  se  hacen  propias  las  piezas.  TozÜa, 

440,  de  toitlac,  saliva;  baboso.  La  escritura  es  silábica. 

Tzapa.,  441,  enano.  Tzaptco,  442,  espinado;  de  tzapinia,  espinar- 
se ó  punzarse,  pudieíAio  también  derivarse  de  tzoponia  6  tzopinia^ 
punzar,  picar.  De  aquí  se  forma  Tzapin,  443,  espinar  ó  punzar. 
7)ía7uiquemitl,  4A4,  manta  pintada,  rayada  ó  manchada;  tzamaqueti, 
el  que  está  abrigado  con  aquella  manta.  Tzetzd,  445,  de  tzetsdoa,. 
sacudir,  cernir,  <fea,  metaf.  tembloroso.  Tzicuin  ó  Tzicuini^  446, 
brincador.  Tzipül,  447,  el  niño  qu^  está  enfermo  ó  desganado  de 
comer  porque  su  madre  está  en  ciúia;  ^Ichipil  en  la  manera  vul- 
gar.   TsoncalH,  cabellera,  en  general;  tzontli,  cabello  ó  pelo.    De' 


484 

*aqní  los  diversos  signos  Tzone^  448,  de  grandes  cabellos;  Twi^ 
toñdy  449,  cabellera  ehica;  TzxyfíXioiittíi^  450,  madeja  de  pelo  sacio  ó 
tiznado;  Tsoncdy  451,  pelo  crespo  ó  rizado.  TzocuH^  452,  la  en* 
fermedad  del  pelo  llamada  ursnela,  y  consiste  en  qne  la  punta 
del  pelo  se  divide  ó  fracciona.  TzotzocaÜ^  453,  la  berruga  de  las 
manos  llamada  mezquino;  metaf.  sucio,  desaseado. 

Xaacacan^  454,  cacarizo.  Xixicpd^  455,  de  xiodahvay  barrigudo. 
Xochúthuili,  456,  de  asochiahuüiay  regar,  desparramar,  verter  flores. 
Xochitenquiy  457,  labios  de  rosa,  hermosos;  metaf.  elocuente.  Xo- 
chidanüif  458,  dientes  hermosos.  XoUi,  459,  frase  elíptica  tomada 
de  xolehtuiy  rozarse  ó  desollarse;  desollado.  XoxUi,  lobanillo,  el 
que  tiene  lobanillo  de  xoxaU%  lobado  ó  lobanillo;  ó  xoxale,  xoxaüo, 
el  hombre  con  lobanillo.  Así  el  460,  lleva  la  lectura  Xoxal,  j  el 
461,  Taccujcochy  pólipo,  explicando  la  persona  que  en  la  nariz  le 
tiene. 

Pié  es  ixitl;  pero  cuando  entra  en  composición  se  convierte  en 
signo  fonético  de  la  sílaba  xo.  De  aquí,  podemos  decir,  las  di- 
versas acepciones  del  mímico  pié,  encontrándole  en  estas  formas. 
XocpaUi,  462,  la  planta  del  pié,  y  también  queqtietzoUi,  calcañar. 
Xonecuü  6  Xocue,  463,  cojo.  Xocuitlay  464,  sudor  del  pió  6  el  pié 
sudoso,  y  también  el  pié  «sucio.  Xopehtujdoc,  464,  pateador,  de 
xopehua^  dar  puntapiés.  Explícanlo  con  propiedad  las  variantes. 
Icnoooopan,  465,  lectura  verdaderamente  silábica,  con  los  dos  lo- 
néticos  xo  jpan;  Icno-xo-pau,  verano,  huérfano;  verano  malo  ó 
desgraciado:  xopan,  verano.  Si  el  pié  no  representa  un  sonido, 
es  porque  sirve  de  signo  mímico  y  entra  con  su  valor  fónico  so- 
lamente. NaicxiÜy  466,  el  que  tiene  el  pié  atorado.  Icxicuauhy  467» 
pié  de  águila,  y  también  Ctcauknenemiy  el  que  anda  como  águila, 
de  una  manera  grave  y  haciendo  caravanas.  Pilnenemiy  468,  el 
que  anda  al  paso  gravedoso  del  señor  ó  caballero.  Tlcdtecuiy  469, 
hacer  ruido  con  los  pies,  rascar  6  hacer  polvo  con  ellos.  Ctuzuh- 
chochóHiy  470,  corma  de  palo.  Chodioloa,  471,  andar  dando  saltos 
ó  huir. 

Yaotly  472,  eneníigo.  TlcucoyaoÜy  473,  esclavo  hecho  en  guerra, 
el  enemigo  hecho  esclavo;  de  tloGotli,  esclavo,  expresado  por  el 
sonido  ÜacochÜi;  lectura  silábica.  Yaoten,  47^  de  yaoü.,  y  terUliy 
formando  Yaoten  6  Yao-tey  radical  de  yaotequihuay  capitán  de  gue- 
rra, y  también  los  verbos  yaotachcauhtiy  y  su  sinónimo  yaoteca. 


485 

* 

capitanear  en  la  gnerra.    YaopiUi,  475,  caballero  ó  señor  dé  la 
guerra.    ^ 

Yohucd  ó  Tohuodliy  noche,  expresada  de  varias  maneras  en  las 
pinturas.  Las  figuras  que  aquí  presentamos  corresponden  á  ideas 
diversas  acerca  de  la  noche;  así  el  476,  indica  la  noche  un  poco 
clara:  el  477,  la  noche  muy  oscura;  el  478,  la  noche  en  que  bri- 
llan las  estrellas;  el  479,  la  noche  en  que  las  estrellas  aparecen 
entre  las  nubes. 

Zaono,  480,  de  zaonotiuhf  cosa  torpe  y  pesada,  que  no  corre  ni 
anda  mucho:  con  variantes.  ZomaL  481,  de  zoma^  corajudo,  ira- 
cundo, á  la  manera  de  los  niños  que  en  su  enojo  se  arrojan  con- 
tara el  suelo. 

Pasamos  ahora  á  dar  algunos  nombres  de  oficios  ó  de  las  ar- 
ied  mecánicas.  En  primer  lugar  tenemos  AmarUecaÜ^  lám.  8,  nu- 
mero 1,  oficial  de  arte  mecánica,  en  general.  IhuiamantecaÜ,  2, 
oficial  de  mosaico  de  plumas.  AmaÜacidh,  ÜacuüOf  ÜacuHoaniy  3, 
pintor,  escritor,  expresado  por  el  pincel  ó  instrumento  que  al 
caso  servía.  De  aquí  nacen,  TlapaUecaU^  4,  pintor  de  colores. 
TlapcdacuilOf  5,  del  verbo  Üapciaquiay  poner  los  colores  en  lo  que 
se  pinta,  ó  sea  el  iluminador  ó  colorista.  Ya  conocemos  el  mí- 
mico amaü,  papel,  de  donde  salen,  Amatec,  6,  papel  cortado; 
AmatecaUy  7,  y  Amoacach,  8,  cortador  de  papel.  CutUolif  lám.  9, 
núm.  9,  pintura,  ó  bien,  ÜacuiUóliy  cosa  pintada.  AmoocÜi^  10,  libro 
6  escritura  en  pinturas.  Amapoafd  6  amapohtiqvit  11,  lector.  Mi- 
lacufUóUi,  12,  mapa  ó  pintura  de  tierras  cultivadas.  TlalicuUoa, 
13,  pintar  en  la  tierra.  TMicwUály  14,  pintura  ó  pintor  de  tierras. 
AmaÜacuüloUy  15,  del  verbo  amanoy  adivinar  en  agua,  de  donde 
el  significado  de,  horóscopo,  adivinación  de  la  suerte  futura. 

AmimiÜy  16,  compuesto  de  aU  y  de  mül^  con  seis  variantes:  se 
deriva  de  amiy  montear  ó  cazar,  ó  amini,  montero  ó  cazador. 
Ayachquiza,  17  danzante. 

CactzoCy  18,  zapatero;  de  cacUiy  sandalia,  zapato,  y  izoma,  coser; 
6  oacokivquiy  de  cadiiy  y  del  verbo  chihuay  hacer.  Las  variantes 
ofrecen  ya  el  calzado  mismo,  ya  los  instrumentos  que  para  fa- 
bricarlo sirven.  Cohuayaoíeqvikvay  19,  el  recaudador  de  tributos. 
OuaJm/aiy  20,  leñador.  ChiqnivhcMuhquiy  21,  el  que  hace  ckiqui- 
huiü,  chiquihuites  ó  cestos;  los  variantes  ponen  el  cesto  de  fren- 
te 6  por  la  boca. 


.486 

MextcaTnali,  22,  el  esclayo  ó  prisionero  de  los  méxica.  MUacoU, 
23,  labrador  ó  aldeano.  Michmani,  24,  pescador,  expresado  por 
solo  el  pescado,  michin,  ó  bien  por  la  red,  maÜaÜL  Motdchiúh,  25, 
cantero. 

Ocotzotlazqui,  26,  vendedor  de  trementina,  de  (footzoüy  resina  de 
pino,  trementina,  ú  ocotzoteüy  pez.  Ocomay  27,  de  ocoHy  ocote,  pi- 
no; silábico, ,  el  qne  coge  el  ocote.  PetlcuMuhqne^  28,  el  que  haoe 
petlaÜ,  petates  ó  esteras.  Qtidzálhuique,  29,  vendedor  de  plumas 
finas. 

Teci,  30,  la  mujer  que  muele  maíz;  la  molendera  y  también  el 
verbo  moler  .Bepresentado  por  las  manos  haciendo  mover  el 
meUapiUi  6  mano  del  meüaüy  metate.  7'ecocoAt¿a,  81,  de  coco,  cría- 
da  de  casa  ó  sirvienta;  se  expresa  por  una  mano  que  hace  cari- 
cias á  los  niños.  Tecochteca,  32,  de  tecochieccmiy  airullador  6  el 
que  hace  dormir;  muy  particular  nos  parece  este  grupo,  en  que 
86  representa  una  acción  semejante  á  la  practicada  por  los  mag- 
netizadores para  hacer  dormir.  TecpoyoÜy  38,  pregonero.  Teüpi, 
34,  el  que  aprehende  ó  encarcela,  alguaciL  TeixiÜi,  36,  de  áeúei- 
iia,  herir  con  lanza;  el  soldado  de  ella  armado.  TeTna^  36,  bañarse 
en  temazcaUt,  el  temazcalero  6  dueño  del  temazcsd:  escritura  fo- 
nética. TeocuiÜachmhqm,  37,  platero  ó  joyero.  OoztieteocuttiaU 
oro;  Iztacteocuülafly  plata;  de  teotí,  y  cuitlaü,  excremento  se  forman 
estas  voces,  de  manera  que  el  oro  es  el  excremento  amarillo  de 
los  dioses,  mientras  la  plata  es  el  excremento  blanco  de  los  mis- 
mos. Tepixquiy  38,  cuidador,  mayordomo,  guardador.  ífepofegjíte- 
quiy  39,  herrero  ó  fundidor  de  cobre.  TequülatOy  40,  mandón  6 
merino,  el  que  tiene  cargo  de  repartir  el  tributo  ó  tequio^  á  los 
macehuallL  Tetianeca,  41,  de  Üanana,  sacar  diente  ó. muela,  el  sa- 
camuelas.  Tetzotzonquiy  42,  cantero  que  labra  piedra,  y  tambieB 
el  verbo  tetjsotjsfona,  labrar  piedras.  Variantes  en  que  se  mira  la 
piedra  labrada,  6  bien  solo  las  piedras  que  servían  de  pico.  Te- 
xinquiy  ó  teadmaniy  43,  barbero  ó  trasquilador. 

TlapaUy  44,  color  en  general  Se  simboliza  con  un  cuadrilátero 
ó  un  círculo,  por  lo  común  pintado  de  rojo;  para  expresar  un  co- 
lor determinado,  la  figura  le  tiene  puesto;  blanca,  se  leerá  ¿sioe^ 
negra,  üíUi;  amarilla,  oozcmhqui,  cozticy  &c.  Tlackma,  45,  de  tíach- 
íUy  juego  de  pelota;  el  dueño  del  juego.  TlaLaaÁquiy  46,  viajero. 
TlaÜamacMvJique,  47,  medidor  de  tierras.  Tlamaca,  48,  servir  á 
la  mesa,  ó  administrar  la  comida  y  manjares;  servir,  distribai^i. 


•  I 


487 

repartir,  él  doméiítico.  TMmaitJ,  49,  labrador  6  gañan.  Tlamaii' 
ccülf  50,  de  Üama,  médico  ó  cirujano;  ó  de  tlamati,  embaucar  á 
otro  el  hecbicero;  el  médico  que  cura  con  ensalmos.  Su  yariante, 
así  como  este  gmpo,  son  ideográficos.  Tlamatüoxoch,  51,  de  Ha" 
-maUniy  sabio,  inteligente  en  disponer  flores,  hortelano.  TUzma- 
eeuhy  52,  el  que  ofrenda  6  sirve.  Tlamáhuüan,  53,  el  que  arrastra 
algo  con  la  mano.  Tlapacho,  64,  trampa  de  red  para  cojer  pája- 
Tos,  6  quien  les  tomacon  la  red.  Oitauhxinqui,  tlaxinqui^  55,  car- 
pintero. Expresado  por  el  hacha  de  cobre  que  servía  para  cor- 
tar las  maderas. 

'  TopiUi,  56,  alguacil  de  indios.  Tos^o,  57,  punzado,  sangrado, 
y  también  el  sangrador.    Tjgtmhqni,  58,  hilador  ó  hilandera. 

XoéfUmanqui,  59,  el  cuidador  y  productor  de  flores.  XocMlami, 
€0,  segador  6  cortador  de  flores. 

Zoqmohiuhqfííe,  61,  alfarero;  de  aoqnickikua,  hacer  barro  para 
edificar  paredes»  adobes,  At.  En  una  de  las  variantes  se  expresa  . 
el  procedimiento,  indicando  que  la  obra  se  hacia  con  la  mano, 
ayudándoBe  con  el  agua;  las  otras  variantes  están  expresadas  por 
la  obra  misma,  cormil^  oUa^ 

Terminaremos  este  capítulo  con  los  nombres  de  algunos  uten- 
ailios,  objetos  domésticos,  &o. 

Ascoquen,  62,  cierto  pájaro  de  pluma  blanca,  una  especie  de 
pala  usada  para  remover  la  tierra.  Axoquencfue,  63,  de  axoquen, 
y  de  ctteül,  eni^as:  enaguas  de  plumas  de  axoquen. 

Oacxochitlf  64,  sandalias  pintadas  como  flores.  Caxmaül,  65, 
escudilla  semejante  á  la  sartén.  GoscamaiÜy  66,  de  cojscatl,  collar; 
pulsera.  CuaeJicalH,  67,  pabellón,  cielo  de  cama,  tienda  de  cam- 
paña. Cuapüóli,  68,  adorno  colgante  de  la  cabeza.  Cvmthquemitl^ 
69,  pieza  del  veatido  mujeril,  destinada  á  cubrir  pecho  y  espal- 
da; hoy  se  dice  vulgarmente  quisqicemid,  üuahmcy  70,  estaca. 
Ovexopa,  71,  que  silábicamente  pudiera  leerse  Cue-xo-pa,  ena- 
guas sobre  los  pies,  ó  que  dejan  descubiertos  los  pies.  Chicocue, 
72,  enaguas  de  las  mujeres  compuestas  ó  ligeras. 

ühecamálacatl^  78,  de  eJiecaÜ,  y  de  málacaily  huso;  malacate  de 
aire,  el  rehilete;  juguete  para  los  niños. 

MaauexUi,  74,  pulsera.  MaxflasaoaÜ^]  75,  de  maxtlaÜ^  braguero, 
pañetes  que  servían  para  cubrir  la  deshonestidad  del  hombre,  y 
de  aacatl,  zacate;  pañetes  de  zacate,  burdos.  Mesotl,  76,  la  penca 
seca  del  maguey  que  servía  de  combustible. 


488 

OÜachiquihuiílf  77,  chiquihuitl  hecho  de  oÜatt;  chiqnihuite,  ces- 
to de  otates.    Ocotzcüy  78,  ungüento  de  trementina. 

PicieÜ,  79,  la  caña  para  fumar. 

Tayauhy  80,  especie  de  paño  para  adorno  mujeril  TeconaUi^  81, 
carbón.  Teptiztlateconi,  hacha  para  cortar;  tepuMÜi^  cobre;  teprus- 
huiaf  cortar  algo  con  hacha.  De  los  instrumentos  de  este  género, 
representando  así  los  nombres  como  los  verbos,  encontramos: 
hachas  de  piedra,  texinqui^  82,  ya  solo  atadas,  ya  con  mangos  de 
madera;  De  cobre,  la  de  forma  común  llamada  tepos,  83;  ya  con 
mangos  de  distintas  formas,  dichas  tepozcuauh^  84,  y  con  el  man- 
go retorcido  denominada  teposoocol^  85;  por  último  la  moxdo,  86, 
de  xeloa,  partir,  rajar,  &a,  por  estar  destinada  á  estos  objetos. 
Tepossmiü^  87,  punzón,  lezna,  punta  de  flecha  ó  hierro  de  lanza. 

Tejscatl,  88,  espejo.  De  aquí  TezoaUaco,  89,  medio  espejo,  6 
tezcatlapanqui,  espejo  quebrado,  ó  tescfiUlapana,  quebrador  de  es- 
pejos. Analizada  la  palabra  tezoaüj  quiere  decir,  superficie  tersa^ 
plana  y  pulida,  como  la  que  forma  el  agua  de  un  lago.  Tdsauh^ 
6  maiacaüf  90,  huso  para  hilar;  sabemos  que  significa  el  verbo 
tsahíiay  hüar,  y  mcdacachoa,  dar  vueltas  en  derredor  de  un  objeto, 
y  los  nombres  tzahuani,  tzauhqui^  hilador  ó  hilandero.    TUmatti^ 

91,  manta  ó  capa,  común  en  el  traje  de  los  hombres.    TlümaÜi, 

92,  la  capa  negra  de  los  sacerdotes.  Tlemacuex^  93,  de  ÜeÜ^  fuego, 
pulsera  de  color  encendido  como  de  fuego.  Tlüpolonquiy  94,  biz- 
ma negra,  aplicada  en  la  medicina  en  diversos  usos;  las  varian- 
tes dan  idea  de  sus  multiplicadas  formas. 

TozpeÜacaUiy  95,  á^peOacaüiy  arca,  de  donde  se  deriva  nuestra 
palabra  jpe^aca/  arca  fina. 

Yecñicuey  96,  de  yecüi^  bueno,  y  cueiAy  buenas  enaguas. 

2kibcaqvequemüly  97,  capa  de  zacate  ó  palma,  usado  todavía  hoy 
por  las  gentes  del  campo  para  resguardarse  de  la  lluvia,  y  co- 
nocida bajo  el  nombre  de  padmu  Llámase  también  zacatümaílL 
Zacaicpaly  98,  asiento  de  zacate.  YcpdHiy  99,  asiento,  especie  de 
silla.  ZacapepechÜiy  100,  cama  de  zacate  ó  paja. 

Paréceme  que  en  justicia  he  dicho  poco  acerca  de  los  mate- 
riales que  voy  aprovechando.  El  Sr.  D.  José  Femando  Bamírez 
formó  su  colección  de  jeroglíficos  meicicanos,  de  cuantas  pintu- 
ras impresas  ó  manuscritas  cayeron  en  sus  manos;  así  reunió 
unas  cuatro  mil  tarjetas,  con  uno  ó  varios  símbolos  en  cada  una. 
Si  muchos  grupos  jeroglíficos  están  sin  explicación,  la  generali- 


489 

dad  lleva  copiados  en  facaímile  las  palabras  mexicanas  que  al 
calce  escribieron  los  antigaos  intérpretes  nahoa.  Ignoro  si  el  Sr. 
Bamírez  formó  trabajo  particular  acerca  de  esta  materia;  á  mi 
me  faeron  regalados»  por  la  señora  viuda^  solo  los  dibujos.  Pero 
en  éstos  había  no  poco  escrito  por  mi  muy  sentido  amigo,  y  con 
ello,  y  con  mi  trabajo  en  paleografíar  y  traducir  las  voces  mexi- 
canas, voy  tejiendo  esta  labor,  que  con  ser  trunca  y  pobre,  me 
cuesta  no  pocas  meditaciones.  Nada  hubiera  yo  logrado,  sin  el 
trabajo  primitivo  del  Sr.  Bamírez. 


62 


CAPÍTULO  VI 

ESqBITUBA  JEBOaLÍflOA. 

* 

Nombres  geográficos  6  de  htgar.—I^ pr^fH>eieiones,-''S^nosfonéUcoa.--Tlan. — Jía- 
httíic—Pan, — Apan.—Pa, — I^pac. — Ix  6  txco.^Yocan. — Teineo. — Zo  y  zoto, — 
Ma, — Nombres  de  los  lugares  conquistados  por  los  emper{tdores  de  México, 

TODO  nombre  gec^ráfíco  ó  de  lugar  termina  por  una  prepo- 
sición ó  bien  por  nna  forma  veirbal.  La  preposición  ó  partí- 
cula verbal  afijan  invariablemente  el  compuesto.  Estos  nombres 
se  escriben  como  las  demás  palabras;  por  medio  de  nno^  dos  ó 
más  signos,  convinados  bajo  las  reglas  generales  de  sintaxis. 

Mr.  J.  Hammond^TrunbulI,  en  su  obra  intitulada:  ''The  com- 
position  of  Indian  Geographical  Ñames/'  asegura  que  los  nom- 
bres  de  personas  y  de  lugares,  en  las  lenguas  de  muchos  de  los 
pueblos  primitivos  de  Norte-América,  son  significativos,  y  lo 
coznprueba  con  las  lenguas  algonkinas.  En  el  mexicano  y  en 
otras  hablas  de  México,  verifícase  cosa  idéntica.  De  muy  dis- 
tintas fuentes  proviene  el  significado:  de  ideas  ó  de  creencias 
religiosas;  del  nombre  del  fundador  primitivo;  de  la  nación  que 
estableció  ó  conquistó  el  pueblo;  de  un  suceso  histórico;  de  una 
indicaoion  geográfica  ó  topográfica;  de  los  productos  que  abxm- 
dan  en  el  lugar,  ó  de  los  animales  que  prosperan,  ó  de  los  arte- 
factos que  se  fabrican;  de  suposición  respecto  de  otras  pobla- 
ciones, &c. 

El  signo  determinativo  de  los  nombres  de  lugar  es  el  mímico 


491 

tepetlf  cerro,  eerroB,  montañiL  El  determinativo  acompaña  al 
nombre  cuando  puede  haber  motivo  de  confusión;  en  los  demás 
casos,  según  parece  al  pintor,  le  pone  ó  le  suprime. 

El  determinativo  irae  este  origen.  Era  creencia  entre  los  me- 
xicanos que  los  montes  estaban  llenos  de  agua,  y  que  en  deter^- 
minadas  circunstancias  podrían  romperse,  causando  inundacio- 
nes; por  eso  los  pintaban  como  especie  de  ánforas,  con  boca  en 
la  parte  inferior  por  donde  van  unidos  á  la  tierra.  Esto  en  cuan- 
to á  la  forma;  en  cuanto  al  significado,  según  el  P.  Carochi,  (1) 
"Los  nombres  derivativos  acabados  en  hua  y  en  e,  son  sustanti- 
vos, y  significan  dueño  y  poseedor  de  la  cosa." — "Fórmanse  de 
diferentes  maneras,  conforme  á  las  terminaciones  de  los  nombres 
primitivos.  Lo  primero,  si  el  nombre  primitivo  se  acaba  en  il, 
de  ordinario  se  vuelve  la  ti  en  him,  como  de  atl,  agua,  y  de  tepeíl, 
el  monte  y  cerro,  se  derivan  aAi¿a,  tepélmay  señor  del  agua  y  del 
cerro:  y  porque  los  indios  solían  habitar  en  cerros  que  tenían 
agua,  de  aquí  es  que  se  toman  ahna  y  tepeMa,  que  andan  juntos, 
por  habitador  de  la  ciudad,  de  la  villa  y  del  pueblo,  que  tam- 
bién se  llama  atlt  tepeil,  y  deatos  dos  nombres  se  compone  uno, 
atíq^j  la  ciudad  ó  pueblo,  y  del  se  deriva  aüepehuay  vecino  de  la 
ciudad  ó  pueblo." — ^En  nuestro  catálogo  hemos  visto,  que  áltepeUy 
pueblo  ó  ciudad,  está  escrito  con  un  cerro  y  el  simbólico  agua. 

La  manera  de -afijar  el  nombre  de  lugar,  es  muy  sencillo:  la 
última  voz  de  l&s  componentes  pierde  su  sílaba  final  ó  sus  letras 
finales,  tomando  en  su  lugar  la  preposición  que  le  corresponde, 
según  las  reglas  que  vamos  á  exponer. 

Las  preposiciones,  en  los  nombres  de  lugar,  se  encuentran  tá- 
citas ó  expresas.  Llamamos  tácitas  ó  suplidas  las  preposiciones 
que  no  constan  con  carácter  especial  en  la  escritura,  y  que  el 
lector  tiene  que  suplir  al  descifrar  el  jeroglífico,  eiguiendo  las 
reglas  gramaticales.  Les  decimos  expresas,  cuando  aparecen  es- 
critas por  un  signo  peculiar,  determinado  para  dar  un  sonido 
fijo,  un  significado  constante. 

Tlauy  va  suplida  en  los  nombres  terminados  en  tli,  ti, !/,  in.  Ex- 
presa, bajo  las  cuatro  formas  que  representa  la  lám.  10,  núm.  1. 
Oomo  tomada  de  tlanüiy  la  representan  los  dientes  bajo  diversas 
formas;  pero  como  se  advierte,  ya  no  significa  lo  que  gráfica- 

(1)  Arte  de  la  lengaa  mexicana,  México,  1645;  fol.  55. 


492 

mente  representa,  sino  que  se  convierte  en  un  fohético,  ya  dan- 
do la  sílaba  ¿ía,  ya  la  preposición  ÜarL 

No  encontramos  para  tía  su  signo,  supuesto  que  los  dientes 
suplen  esta  sílaba;  como  preposición,  no  hemos  dado  con  su  fo- 
nético, si  le  tiene,  pues  creemos  que  siempre  es  suplido,  acom- 
pañando á  los  objetos  que  se  presentan  aislados  en  la  escritura. 

Nahuac,  2,  se  expresa,  bien  por  una  boca  delante  de  la  cual 
se  nota  la  vírgula  nimbólo  de  la  palabra,  bien  por  dos,  tres  6 
más  vírgulas  prolongadas.  Como  fonético  hemos  visto  que  arro- 
ja los  sonidos  Tiáhua  y  hua. 

PaUy  3,  significa,  en^  sobre,  in,  super,  pro.  (1)  Se  deriva  de  pan- 
Üi,  bandera,  la  cual  como  signo  numeral  equivale  á  veinte.  En 
los  compuestos  arroja  el  sonido  jpan,  á  veces  jpa,  y  solo  en  el  fi- 
nal de  las  voces  se  presenta  como  preposición  y  con  su  signifi- 
cado propio;  se  le  ve,  pues,  adaptada  al  uso  prepositivo  sin  sn 
verdadero  valor.  Pan,  se  encuentra  expreso  y  suplido.  Suplido, 
lo  da  á  entender  la  posición  de  las  figuras  del  grupo  jeroglífico, 
colocadas  la  una  encima  de  la  otra. 

El  signo  4,  está  compuesto  de  tres  líneas,  una  horizontal,  l&s 
otras  dos  sobre  ella  inclinadas,  conteniendo  el  símbolo  aü;  se 
descubre  que  representa  el  corte  transversal  de  un  canal  ó  aoe« 
quia,  apantliy  de  donde  toma  su  nombre.  Es  un  carácter  ioneti- 
oo  cuyo  valor  es  apan;  significando,  en  el  agua,*y  que  colocado 
siempre  al  final  de  las  palabras  hace  oficios  de  preposición.  Sos- 
tenida por  dos  reglas,  obtuvo  la  forma  que  tiene.  La  primera  es 
ésta;  aü,  como  monosilábica  se  une  con  la  preposición  jtxin,  for- 
mando apan,  en  el  agua.  Segunda  regla  que  importa  tener  pre** 
senté:  todo  nombre,  que  al  perder  la  sílaba  ó  letras  finales,  que- 
da en  una  terminación  parecida  á  la  de  una  preposición,  se  que- 
da en  esa  forma,  sin  recibir  preposición  ninguna,  aun  cuando  por 
regla  gramatical  le  correspondiera  distinta:  ¿eopantilí,  templo;  mtc- 
tlanüi,  infierno,  forman  teopan,  micUan,  que  no  tiene  neQesidad 
de  recibir  nueva  preposición.  (2) 

Fa  y  copa,  6,  tienen  su  signo  fonético,  y  es  una  sola  huella  del 
pié  humano.    Aanque  pan  y  paño  significan  lo  mismo,  los  auto- 

(1)  Guevara,  §  382;  Oaroohi,  comp.  pág.  40. 

(2)  Aldaba  y  Gueyara,  §  S99. 


493 

■ 

res  oonfunden  estas  preposiciones,  sustituyéndolas  promiscua- 
mente  una  ppr.otra. 

El  signo  fonético  de  tgxzc,  6,  representa  un  *  ovillo  de  hilo, 
icfiotetly  palabra  derivada  de  icpatly  hUo:  de  aquí  nació  la  prepo-* 
sicion. 

Hemos  hablado  ya  del  fonético  ix,  7.  Este  sigQosuenaío?  como 
elemento  de  un  compuesto;  afijo  á  una  palabra  y  como  preposi- 
ción vale  constantemente  ixco. 

El  yerbal  yacan  tiene  igualmente  su  fonético,  que  son  varias 
huellas  en  dirección  horizontal,  8. 

Deberemos  agregar  el  medio  cuerpo  desnudo,  9,  que  suena 
tzin  como  elemento,  y  en  fin  de  los  nombres  de  lugar  tzinco.  El 
pié  que  en  ciertos  compuestos  arroja  la  sílaba  xo,  10.  La  espina 
delgada,  11,  representando  los  sonidos  zo  y  zozo;  la  matio  en  sus 
significaciones  diversas,  siempre  dando  la  sílaba  may  y  asi  otros 
signos  que  no  tan  claramente  se  pueden  colocar  en  esta  sección. 

Preciso  ha  sido  entrar  en  este  preámbulo,  á  fin  de  evitar  repe- 
ticiones enfadosas  en  cada  caso  particular.  Pasamos  ya  á  la  des- 
cifracion  de  los  nombres  de  lugar,  escogiendo  en  el  CódiC'e  de 
Mendoza  los  pueblos  conquistados  por  los  reyes  de  México.  Ex- 
.presaremos  la  lámina  á  que  pertenecen  en  la  edición  del  Lord 
Kingsborough;  el  número  que  en  ella  lleva  el  grupo  jeroglífico, 
y  el  que  en  nuestras  estampas  le  corresponda;  en  cuanto  al  nom- 
bre le  escribiremos  con  la  ortografía  que  debe  tener.  Se  obser- 
vará, que  en  este  último  punto,  nos  separemos  muchas  veces  de 
la  escritura  adoptada  en  la  interpretación  del  Códice:  una  vez 
por  todas  diremos,  que  ni  remotamente  tenemos  la  pretensión 
de  saber  más  que  el  intérprete  y  por  ello  corregirle  la  plana; 
firmemente  seguros  estamos  de  que  los  intérpretes  no  se  equivo- 
caron; pero  el  documento  ha  pasado  sucesivamente  por  muchas 
manos,  inexpertas,  éstas  han  maltratado  muy  mucho  las  copias, 
y  esos  errores  y  descuidos  son  los  que  pretendemos  enmendar. 
Omitiremos,  en  su  lugar  respectivo,  aunque  mencionándolos,  to- 
dos los  grupos  repetidos. 

Lámina  I.  Gobierno  de  Tenoch. 

11.  Oólhua  ó  CúlhuorcaUy  lám.  12,  núm.  12,  lugar  de  los  colhua 
ó  culhua,  pues  en  el  mexicano  es  frecuente  el  cambio  de  la  o  por 
la  %  y  al  contrario.  Un  cerro  con  la  cumbre  retorcida;  signo 
ideográfico  que  así  indica  la  tribu,  como  el  lugar  de  su  morada. 


494 

Este  es  el  verdadero  sigcificado,  y  se  deriva  de  colUc,  cosa  tuerta 
ó  torcida^  y  de  la  partícula  hua^  formando  colkua.  poseedores  de 
cosas  tuertas  ó  torcidas.  Algunos  autores  escriben  erradamente 
Coloacan,  sacando  la  etimología  del  verbo  cóloay  nino^  ^'entortar- 
se  ó  encorvarse,  ó  rodear  yendo  camino;"  mas  no  la  autoriza  el 
jeroglífico. 

12.  Tena-yocariy  13,  un  monte  cercado  de  murallas,  tenamiÜ,  las 
cuales  dan  en  loa  compuestos  el  elemento  fónico  teñan  ó  tem¡ 
Tena-^ocan,  lugar  en  que  se  hicieron  murallas,  lugar  amurallado. 
La  población,  que  sirvió  de  asiento  á  los  chichimeca,  desapare- 
ció, y  sus  ruinas  se  descubren  hoy  en  el  cerro  del  Tenayo,  de  la 
sierra  de  Guadalupe. 

Lámina  IL  Beinado  de  Acamapic. 

3.  OuauhinahuaCy  14,  un  árbol,  cuahuitl,  que  como  sabemos  deja 
la  radical  cuauh,  el  fonético  de  la  preposición  Tiahvac:  Cuavk-^na" 
hiíac,  cerca  de  los  árboles  ó  del  bosque.  Estropeada  la  palabra, 
queda  hoy  en  la  imposible  dé  ser  reconocida,  Ouemavaca. 

5.  Mizqui-Cy  15,  el  árbol  llamado  mizqiiitly  mezquite;  en  el  mez- 
quite ó  en  el  mezquita! 

6.  Guitla-huay  16,  nombre  del  penúltimo  rey  de  México  y  de  la 
población  de  que  fué  señgr.  Alia  dijimos  que  se  compone  de ' 
cuülail  y  huacqaiy  significando  excremento  seco  ó  enjato.  Aqn! 
como  nombre  de  lugar  debería  afijarse  con  una  preposición,  y  en 
efecto  en  la  pintura  está  acompañado  del  fonético  apan;  pero  co- 
mo termina  en  la  forma  de  la  preposición  c,  ya  no  admite  prepo- 
sición nueva;  el  grupo  jeroglífico  y  la  lectura  se  muestran  conse- 
cuentes con  las  reglas  gramaticales. 

.  7.  Xochi-mü-co,  17:  del  figurativo  xochitl,  flor,  repetido  sobre  el 
simbólico  mitti,  campo  cultivado;  Xochi-mil-coy  en  el  terreno  cul- 
tivado de  flores,  en  el  campo  de  flores. 
Lámina  III.  Beinado  de  Huitzilihuitl. 

1.  TaUti-tlariy  18.  Una  planta  ó  mÉUiojo  de  toUin  6  tuUin,  tule, 
juncia,  espadaña,  llevando  el  fonético  flan;  Tul-tí-tlany  junto,  cer- 
ca, en,  el  tule  ó  en  el  tular. 

2.  Guauh'ti4lany  19.  Un  árbol,  con  el  fonético  tlan:  significa, 
cerca,  junto,  en,  los  árboles  ó  el  bosque. 

3.  Ghál-cOy  20.  Carácter  ideográfico,  que  así  representa  la  ciu- 
dad, como  á  la  tribu  chalca.  La  pintura  figura  el  ohákhihuiüj  cu- 
ya radical  primitiva  chai  sirve  de  mnómico  para  la  palabra. 


j 


495 

6.  ToUan-tüiiico,  21.  El  manojo  de  tóUiny  nombre  de  la  ciudad 
de  ToUan,  *  con  el  fonético  tzíny  en  fin  de  los  nombres  de  lugar 
tzinco,  con  el  significado  de  atrás,  detlras,  á  la  espalda.  Parecerá 
contra  las  reglas  establecidas  <]ne  dos  ó  más  preposiciones  vayan 
juntas;  pero  esto  también  es  conforme  á  la  gramática.  De  las 
preposiciones,  sólo  en  las  compuestas  pueden  ir  dos  juntas;  se 
exceptúa  ízítico,  que  se  junte,  con  otras  preposiciones,  siendo  el 
caso  en  que  pueden  unirse  dos  ó  tres  de  ellas  á  una  misma 
palabra* 

7.  XaUocaUy  22.  De  ocaüotan,  "cierta  rata  ó  ratón,"  llamado  tu-^ 
za  (Orden  roedores,  familia  cricetidas,  Geomix  mexicanus);  lu- 
gar de  tuzas,  tuzal. 

8.  Otonpan,  23.  El  étnico  de  los  otonca  ú  otomíes,  sobre  el  de- 
terminativo de  población  ó  el  cerro;  de  aqui  la  lectura  Otan-pan, 
sóbrelos  otomíes  ó  entre  los  otomíes* 

9.  Texcoco,  24.  Una  montaña  riscosa,  sobre  la  cual  florece  Ib, 
jarilla,  y  junto  un  brazo  extendido  con  el  símbolo  aÜ. — "La  ciu- 
dad, de  Tezcuco,  dice  Ixtlilxochitl,  fué  fundada  en  tiempo  de  los 
tolteoas  con  el  nombre  de  Oatenichco;  destruida  al  tiempo  que 
aquella  nación,  la  reedificaron  los  emperadores  chicliimecas, 
particularmente  Qninatzin,  quien  la  embelleció  mucho,  puso  en 
ell&  su  residencia  y  la  hizo  la  capital  del  imperio.  A  su  llegada 
los  ohichimecas  la  llamaron  Tezcuco,  es  decir,  lugar  de  deten- 
ción, porque  allí  pararon  todas  las  naciones  que  entonces  había 
en  la  Nueva  España." — No  dudamos  sea  ésta  la  verdadera  inter-^ 
pretecdon,  y  entonces  será  un  carácter  ideográfico  con  el  valor 
fónico,  Tezcoco;  la  escritura,  no  obstante,  suministra  gráficamen- 
te otra  etimología:  Tl<zcoÜ,  jarilla,  vardasca,  se  refiere  á  la  que 
brota  en  los  terrenos  llanos;  texcoüi,  es  la  jarilla  de  los  riscos, 
tomando  la  radical  de  texcaUiy  peñasco  ó  risco;  de  aquí  la  verda- 
dera ortografía  del  nombre  Texco-co,  en  la  jarilla  de  los  riscos. 
Como  en  su  lugar  veremos,  el  brazo  es  carácter  ideográfico  ya 
de  la  provincia  de  Acolhuacan,  ya  de  la  tribu  acoUma:  el  conjun-^ 
to  jeroglífico  dice,  la  ciudad  de  Texcoco  en  la  provincia  de  Acol- 
huacan. 

10.  Acdman^  26.  Signo  ideográfico:  un  brazo,  con  lel  simbólico 
aÜ  cerca  de  la  mano,  para  indicar  que  ésta  toma  parte  en  el  com- 
puesto. La  voz  se  forma  de  acoSt,  hombre;  de  7Yutit\  significando 
el  verbo  wia,  cojer,  y  el  ti  verbal:  Acol^ma-n,  en  donde  se  hizo  ó 


496 

copió  el  hombro.  Tiene  relación  con  la  leyenda  referida  en  otro 
Ingar.  Derivado  de  accihua,  significaría»  logar  tomado  ó  cantiga- 
do  por  los  aoclkua. 

Lámina  lY.  Beinado  de  Chimalpopoca. 

L  Tequiocquiapafif  26.  Las  figurillas  cnrvilíneas  6  irregolares* 
que  sobre  el  fonético  apan  se  notan»  son  el  símbolo  del  tequix' 
quiüf  teqnesqnite,  carbonato  de  sosa  natural  eflorescente.  Teqniz- 
qni*apan,  en  el  agua  teqnesqnitosa  ó  salobre.  Dos  lugares  hay 
del  mismo  nombre,  y  para  distinguirles,  llamaron  aluno  Tequix- 
quiapan,  al  otro  TequixqhMc 

4.  Choleo.  Véase  lám.  TTT,  núm.  3. 

Lámina  Y.  Beinado  de  ItzcoatL 

1.  AzcaptdzaloOy  27.  De  axcaputzalUy  hormiguero,  significando, 
en  el  hormiguero.  Muchos  de  los  nombres  de  lugar  se  formaron 
del  apellido  de  los  fundadores,  y  cuando  las  palabras  no  podían 
ser  expresadas  con  sus  propios  sonidos,  escogían  signos  qne 
próximamente  correspondiesen  á  la  toz  apetecida;  con  el  tiempo 
estos  signos  cambiaron  de  pronunciación  y  por  consecuencia  de 
significado.  Nos  informa  Ixtlilxochitl,  que  la  ciudad  de  qne  tra- 
tamos fué  fundada  por  uji  señor  nombrado  Ixputzal,  y  así  se 
llamó  aquella  al  principio;  expresóse  la  denominación  por  medio 
de  un  hormiguero,  de  donde  resultó  que  el  yocablo  Ixptsal  se 
convirtiera  en  Azcapotzalco,  autorizado  por  la  multitud  de  gente 
que  en  la  ciudad  vivía,  haciéndola  semejante  á  un  hormiguero. 

2.  CayoTmacany  28.  Expresado  por  un  coyoü^  coyote,  con  el  pelo 
erizado  y  la  lengua  fuera  de  la  boca,  indicando  un  animal  flaco 
y  hambriento.  Si  por  el  signo  formamos  la  palabra,  debemos 
leer  üoyo-htiaoy  coyote  flaco,  tomado  el  complemento  de  huacqui, 
''cosa  seca,  enjuta,  ó  emmagrecida."  Por  corrupción  se  formó 
Coj/o-hua-can,  que  dice,  lugar  de  dueños  de  coyotes.  ' 

3.  Teocálhueyacy  29.  Solare  el  determinativo  cerro;  un  teooaUi, 
en  forma  prolongada  ó  luenga,  hueyac:  Teocal-hueyac,  templo 
alto  ó  prolongado.  Adulteróse  después  el  nombre  en  Teocalhui- 
can.  El  grupo  jeroglífico  presenta  la  particularidad  de  ir  acom- 
pañado del  determinativo  cerro  para  no  dejar  duda  acerca  de 
que  es  nombre  de  lugar,  y  que  el  templo  ofrece  ademas  el  deter- 
minativo de  conquista  que  acompaña  á  todos  los  pueblos  en  el 
Códice  Mendpcino. 

6.  üuacuauhcan,  30.    Los  mímicos  árbol  y  águila  que  dan  los 


497 

elementos  de  la  palabra  arrojan  cada  uno  el  sonido  cuauh;  de 
aqní  debería  formarse  Cnanh-onauli;  pero  por  eufonía,  como  ya 
lo  vimos,  los  componentes  cambian  quedando  Gua-cuauh-can, 
lugar  de  leñadores,  de  cuacuauhqui^  leñador. 

7.  Tk^oapatiy  31«  una  planta  florida,  sobre  la  indicación  de  la 
tierra  llana,  ó  sea  el  ÍUxcoÜy  jarilla  ó  vardasca.  Tlaco-pan  sobre  la 
jarilla.  Afirma  Lctlilxochitl,  que  esta  población,  llamada  hoy 
Tacuba,  fué  fundada  por  un  señor  Tlacomanatzin,  de  donde  se 
formó  la  voz  Tlacopan:  en  este  caso  significará,  fundada  por  Tla- 
comanatzin. 

8.  AÜacuihuayany  32.  En  lá  historia  de  la  peregrinación  mexi- 
cana se  mira  escrito  el  nombre,  con  una  mano  empujando  un 
madero,  doblado  en  la  parte  superior  y  un  atravesaño  en  la  in- 
ferior. El  Sr.  D.  José  Femando  Ramírez,  en  la  nota  primera, 
pág.  21,  tom.  I  del  P.  Duran,  dice:  "Eefiérese  probablemente  al 
'^arma  mexicana,  llamada  atiaÜy  especie  de  ballesta,  que  según  la 
"tradición  fué  inventada  en  Tacubaya,  dando  origen  á  su  nom- 
''bre  Atlacuihuayan,  que  quiere  decir,  donde  se  tomó  ó  cogió 
''el  Atlatl."  Esta  etimología  es  buena  y  la  confirma  la  pintura 
Aubin,  en  que  el  nombre  está  expresado  por  el  atlcUl  mismo;  pe- 
ro no  corresponde  á  la  pintura  que  examinamos,  compuesta  de 
un  jarro  del  cual  sale  el  agua.  Dice  elP.  Carochi  en  su  gramáti- 
ca, que  Atlicuihuayan  significa,  lugar  en  que  se  toma  el  agua.  En 
esta  acepción  se  deriva  de  aüacuicy  aguador,  ó  del  verbo  atlacuiy 
ir  por  agua  al  rio,  ó  finalmente  de  aJUacuihuaniy  herrada  (cubo  ó 
jarro)  para  sacar  agua.  Los  tres  signos  indicados  pertenecen  al 
género  de  los  ideográficos;  diversos  ya  en  los  signos  gráficos,  ya 
en  el  significado,  producen,  no  obstante,  el  mismo  nombre,  sien- 
do ejemplo  de  los  sinónimos  entre  los  caracteres.  Sirven  tam- 
bién de  muestra  de  la  dificultad  de  la  lectura  jeroglífica,  pues 
con  pequeñas  diferencias  ortológicas  él  sentido  de  la  frase  cam- 
bia totalmente. 

9.  Mixooacy  33.  La  culebra  de  nube  ó  sea  MixcoatL  Mixcoa-^^ 
en  la  culebra  de  nube,  en  donde  cayó  la  tromba,  ó  bien  funda- 
da por,  ó  dedicada  á  Mixcoatl. 

10.  OuauhxÍ7ruxlpany  34  Ideográfico;  se  deriva  del  verbo  cuauh- 

xima,  carpintear  ó  labrar  madera,  el  cual  forma  cuauhximaloyany 

lugar  en  que  se  labra  madera,  carpintería;  ó  mejor  de  ct^auAon- 

máCU.  ''acepilladuras  ó  astillas  pequeñas,  y  palo  ó  ídolo  labrado.'^ 

63 


a 


498 

üiiauhximal-pan^áoíxdiQ  se  labra  madera.  El  hacha  representa  el 
verbo  xima,  carpintear,  y  la  lectura  por  los  signos  sería  Cuauh- 
xima-pan. 

lí.  Cnauhtitlo.li, — 12.  Tecpan,  35,  "casa  ó  palacio  real,  ó  de  al- 
gún seilor  de  salva'*  Expresado  por  caKí,  y  el  copiüi  indicante  de 
la  autoridad  real. — 13.  Texcoco  en  Acolhuacan;  véase  el  num.  24 

Lámina  VI.  Eeinado  de  Itzcoatl. 

I.  Mixqidc. — 2.  Cuitlahtuxc. — 3.  Xochimilco. — L  Ghalca — 5. 
YaoyotL 

6.  TlatddcOy  36.  "Y  volviendo  á  nuestro  propósito  digo,  que 
"los  Tlatelulcas,  divididos  de  los  mexicanos,  fundaron  su  ciudad 

en  este  lugar  dicho,  el  cual  en  sus  principios  no  se  llamó  Tlate- 
lulco,  que  quiere  decir,  montón  de  tierra  hecha  á  mano  ó  térra- 
"pleno,  sino  Xaltilulco,  que  quiere  decir  montón  de  arena."  (1)  El 
nombre  gráfico,  en  realidad,  no  es  más  de  un  montón  de  tierra  ó 
de  arena:  la  palabra  se  forma  de  tlatelli,  "altozano,  ó  montón  de 
tierra  grande,"  ó  de  tlaÜeteUi^  montón  de  tierra;  con  el  verbo  y  la 
preposición  se  sacan  Tlatelolco  ó  Tlaltelolco,  manaras  correctas 
ambas,  dando  á  entender,  lugar  terraplenado,  igualado  á  mano. 

7.  Huitdlapariy  37.  El  liuitzitziliii  sobre  el  fonético  apan:  HtUzU- 
apan,  en  el  agua  de  los  colibrís. 

8.  Cuauhnahu(w, — 9.  QuetzaUan,  38,  de  qudzálli,  plumas  largas 
y  ricas,  y  el  fonético  tlan:  Quetzal-lan  (porque  la  t  de  tian  se 
pierde  entre  las  llj,  cerca  ó  junto  de  los quefzcdli,  pájaros  de  este 
nombre. 

10.  Zacualpan,  39.  Compuesto  de  un  tzacuaUiy  pirámide,  con 
una  mano  encima.  Ideográfico  derivado  de  zcdoa,  hacer  pared  ó 
engrudar,  y  de  ciiaM,  cosa  buena:  Za-cual-pan,  donde  se  hacen 
buenas  paredes,  donde  se  construye  bien.  Tzacual-pan,  sobre  la 
pirámide. 

II.  Itzt^peCf  40.  De  itztli,  en  una  de  sus  variantes:  Itz-tepe-c,  en 
el  cerro  de  la  obsidiana. 

12.  Xiuldepec,  41.  El  simbólico  de  xihuiü  en  el  sentido  de  cosa 
preciosa:  Xiuh-tepe-c,  en  ^1  cerro  precioso,  donde  hay  piedras 
preciosas. 

13.  YoaUan,  42.  El  simbólico  noche  en  una  de  sus  variantes. 
Corresponde  á  las  palabras  yoaUi,  noche;  yoac,  de  noche;  yoMcáUí, 
noche,  yohuac,  de  noche,  y  al  verbo  yohua,  anochecer  ó,  hacerse 

(1)  Torquemada,  lib.  III,  cap.  XXIV. 


r^. 


499 

de  noche:  la  lectura  puede  ser  Yoal-lan  ó  Yohual-lan,  donde  os- 
curece pronto. 

14  Tepecuacuilco,  43.  Ideográfico:  las  radicales  del  compuesto 
son  tepetl;  cuaiü,  cabeza;  el  verbo  cúilia,  pintar  algo,  y  la  prepo- 
sición: Tepe-cua-cuil-co,  en  el  cerro  de  la  cabeza  pintada.  Oree- 
mos que  la  cabeza  es  el  étnico  de  los  cohuixea,  tribu  de  la  cual 
dice  el  P.  Saliagun  que  vivían  en  los  pueblos  de  Tepecuacuilco, 
Tlacbmalacac  y  en  la  provincia  de  Chilapan,  hablando  lengua 
mexicana. 

Lámina  VIL  Eeinado  de  Motecuhzoma  Ilhuicamina. 

L  Coaixtlahuacan,  44.  Entre  los  nombres  de  personas  dimos 
razón  de  este  grupo  jeroglífico,  por  lo  cual  sólo  hablaremos  aho- 
ra del  nombre  de  lugar;  Ixtlaliuacan,  desierto,  ó  tierra  llana  y 
despoblada  sin  árboles;  derivada  de  ixtkihuayo,  tierra  desierta  y 
llana,  ó  de  ixtlahíiatl,  vega  ó  tierra  llana,  sabana  ó  campo:  el  fo- 
nético ix  da  el  elemento  inicial  de  la  palabra,  y  el  coatí  la  com- 
pleta: Coa-ixtlahuacan,  desierto  en  que  hay  culebras  p  víboras. 

2.  Mo/nmlMkiztepec,  45.^  Conforme  al  P.  Sahagun,  los  palos  con 
que  se  sacaba  la  lumbre,  en  la  fiesta  del  fuego  nuevo,  se  llama- 
ban mamaXImizilij  y  estos  palos  representa  la  pintura.  Mamal- 
huaz-tepe-c,  en  el  cerro  donde  se  toma  el  maDialhnctztlL  Con  esta 
palabra  se  significa  igualmente  la  constelación  de  Orion. 

3.  Tenanco,  46.  El  mímico  tenamitl,  cerca  ó  muro  de  ciudad, 
representada  por  la  cortina  con  sus  almenas,  ó  sólo  por  éstas  en 
otros  casos.  Tenan-co,  en  la  cerca  ó  muralla,  en  el  pueblo  forti- 
ficado. Tename  altepeil,  villa  cercada  de  muro. 

6.  Tefeuhtqpec,  47.  Ideográfico.  El  lienzo  extendido  parece  ex- 
presar el  verbo  tetehuana,  "tir.ar  ó  estirar  algo,  extender  ó  des- 
arrugar alguna  cosa."  Teteuh-tepe*c,  en  el  cerro  donde  se  tienden 
ropas. 

7.  GMconquiauhco,  48.  Los  puntos  son  el  signo  numeral  de 
chicoiiie,  siete;  las  gotas  significando  la  lluvia  qmahnttl,  sirviendo 
el  cerro  de  sólo  determinativo:  Chicon-quiauh-co,  en  las  siete 
lluvias,  donde  llueve  mucho.  Quiahuitl,  como  todos  los  de  su  es- 
tructura, al  perder  el  iÜ  final,  no  deja  el  elemento  quiahuy  sino 
que  forma  quiauh:  sirva  esto  de  recuerdo  páralos  casos  análogos. 

8.  Xiuhidpec. — 9.  Totólapanj  49.  La  cabeza  del  huexoloüj  huajo- 
lote,  pavo,  llamado  taxnbien  totdin^  sobre  el  fonético  apan:  Totol- 
apan,  en  el  agua  los  pavos. 


Lr 


500 

10.  Choleo. — 11.  Cuaúhnahuac. — 1%  AOxjÜauoany  60,  de  opan^  j 
ÜaÜauqui^  colorado:'  A-tlatlan-can,  Ingar  en  el  agua  colorada.  M 
fonético  sirve  para  dar  la  sílaba  inicial  a:  el  signo  debe  estar 
pintado  de  rojo. 

13.  Suaxtepec,  51.  Del  árbol  llamado  huaxin^  haaje:  Hnax- 
tepe-Cy  en  el  cerro  de  los  huaxin. 

Lámina  VIH.  Continuación  del  reinado  de  Motecnhzoma  II- 
hnicamina. 

1.  YauhJtqpeCf  52.  De  yahuiü,  maíz  negro  ó  de  colores:  Yaoli- 
tepe-c,  en  el  cerro  en  que  se  da  el  maíz  negro  ó  de  colores. 

2.  TepoztJUiy  53.  TepozÜi  ó  tepuzdi^  cobre;  tomando  el  instru- 
mento por  el  material  qae  lo  forma,  Tepoz-tla,  donde  abunda  el 
cobre. 

3*  Teaportzinoo^  54,  tras  el  tecpaü^  sílice;  claramente  expresado 
por  los  signos. 

4.  YacapichÜar^  55.  Un  cerro  que  presenta  una  nariz,  debajo- 
de  la  cual  se  observa  una  cierta  figurilla.  En  la  relación  de  Acá- 
piztla  por  el  alcalde  mayor  Juan  Gutiérrez  de  'Licbana,  MS.  de 
1580,  en  poder  de  nuestro  amigo  el  Sr.  D.  Joaquin  García  Icaz- 
balceta,  se  dice:  "Esta  villa  de  Acapiztla  se  llamó  así,  porque 
antiguamente  se  llamaba  Xihuüza  capitzalan^  porque  los  señores 
que  la  gobernaban  traían  unos  chalchihuites  atravesados  en  las 
narices,  y  que  eso  quería  decir,  y  como  agora  está  la  lengua  co- 
rruta  se  dice  y  le  llaman  Ayacapiztla."  La  lectura  directa  puede 
sacarse  de  yaccUl,  nariz;  püstli  (la  figurilla),  cuesco  ó  hueso  de 
cierta  fruta^  y  la  preposición:  Yaca-pitz-tlan,  los  de  narices  ahu- 
sadas 6  afiladas. 

5.  Yocdrtqpe^f  56,  en  el  cerro  de  la  noche,  cerro  umbroso. 

6.  TlachcOf  57.  De  tlachili^  juego  de  pelota. 

7.  TlalcozavMitlaTiy  58.  De  tlalli,  campo  cultivado;  cúmuhqyi, 
ocre  amarillo.   Tlal-cozauh-ti-tlan,  junto  al  campo  amarillo. 

8.  Tepecrwcuüoo. — ^9.  QmavMecqtan^  59,  de  quiahuitl  y  de  teopan-- 
Üi:  Quiauh-teopan,  templo  de  la  lluvia.* 

10.  ChontcdcoaÜan,  60.  La  culebra  amarilla  lleva  el  nombre  par- 
ticular de  ckonMcoaÜf  culebra  extraña,  forastera,  extranjera,  con 
el  fonético  forma  Chontalcoa-tlan,  cerca  del  chontalcoatl. 

11.  HueipochUa,  61.  Ideográfico,  representado  jpor  los  arreos  6 
insignias  de  los  mercaderes  principales;  oompónese  de  huei  gran* 


1 


601 

de,  jpochtecaüy  mercader:  Hnei-pooh-tla,  donde  abundan  los  gran- 
des  mercaderes. 

12.  Atotonüco,  62.  Una  vasija  colocada  en  el  tlecuiUi  ú  hogar, 
en  la  cual  hierve  el  agua.  De  aquí  atotonüli,  agua  caliente  y  Ato* 
tónilco,  en  el  agua  caliente,  agua  temal,  como  en  realidad  la  hay 
en  el  lugar. 

13.  Axocopan,  63.  El  xocopan  es  "un  árbol  del  tamaño  de  el 
laurel  con  hojas  como  de  naranjo  muy  suave;  estímase  porque  le 
echa]^  entre  la  ropa  y  le  da  un  olor  incomparable,  traen  cargas 
de  estos  ramos  para  la  procesión  del  dia  de  Corpus,  y  todos  los 
que  van  en  ella  llevan  de  estos  ramos  para  alivio  del  sol."  (1) 
Aunque  lleva  el  fonético  apan,  como  ya  la  palabra  termina  en 
preposición,  aquel  sólo  suministra  la  inicial  a;  A-xocopan,  en  los 
xocopan  de  regadío. 

14.  ToUaUy  64.  Una  planta  de  toUin  ó  tuUin:  Tol-lan,  junto  ó 
cerca  del  tule  ó  del  tular.  Yetancourt  dice  que  significa  pueblo 
de  mucha  gente,  y  que  lo  mismo  quiere  decir  Mamenhi,  palabra 
con  que  la  distinguían  en  su  lengua  los  otomíes. 

15.  Xüotepec,  65.  Dos  mazorcas  de  maíz  tierno,  xilotl;  Xilo« 
tepa-c,  en  el  cerro  de  los  jilotes. 

16.  IzcuincuiÜapUcOy  66.  El  cuarto  trasero  del  izcuintU,  perro, 
terminado  en  el  rabo  cuitlapUli:  Izcuin-cuitlapil-co,  en  el  rabo  del 
perro.  Cuitiapüli  atlapcdli,  gente  menuda,  vasallos  ó  macehuales. 

17.  Atotonilco. — 18.  Tlapaoyyan^&J.  Ideográfico,  que  quiere  de« 
cir,  lugar  en  donde  lavan. 

19.  Chapdixida,  68,  El  pié,  icocitl^  de  un  chapulín,  chapótm,  lan- 
gosta. Chapol-icxi-tla,  donde  abundan  los  pies  de  las  langostas, 
los«animales  mismos,'  tomando  la  parte  por  el  todo. 

20.  TlatlauhquitepeCy  69.  Un  cerro  pintado  de  colorado.  Tlal- 
Üauhquitepe-G,  en  el  cerro  colorado.  Es  uno  de  los  casos  en  que 
el  color  de  la  figura  entra  como  elemento  fónico  de  la  palabra. 

21.  Cuetlajxtla,  70.    El  simbólico  de  cueÜaxtli,  cuero  curtido  ó 
adobado:  Cuetlax-tla,  donde  abundan  los  cueros  adobados. 

22.  CuauJitochcOy  71.  De  cuahuül  y  tochtli:  Cuauh-toch-co,  en  el 
conejo  de  palo,  y  también  en  el  bosque  de  los  conejos.  Si  fuera 
ciiauhioctli  significaría,  árbol  ó  estaca  para  plantar. 

(1)  Yetancourt,  Teatro  Mezio.  Trat.  2,  nüm.  154. 


602 

Lámina  IX.  Beinado  de  Axayacatl. 

I.  Tlalteldco:  ya  hablamos  de  este  grupo  jeroglífico, — 3.  AÜa- 
ptdcíCj  72.  Ideográfico  compuesto  de  atf,  y  del  verbo  apóladia, 
sumir  ó  hundir  algo  en  el  agua:  Atí-apolac,  en  donde  se  hunde 
algo  en  el  agua.  Por  regla  general,  siempre  que  una  palabra  aca- 
bada en  Yocal,  tiene  que  unirse  con  otra  que  también  comienza 
con  yocal,  la  primera  no  pierde  sus  últimas  consonantes. 

4.  Xalatlariy  lám.  II,  núm.  73.  De  ¿caUt,  arena,  jaÜ:  Xal-a-tlan, 
junto  á  la  agua  de  arena,  ó  que  corre  por  lecho  de  arena. 

7.  Tlacotepec,  74.  De  tlaooil,  jarilla  ó  vardasca:  Tlaco-tepe-c,  en 
el  cerro  de  la  jarilla. 

8.  J!fe¿epec,  75.  De  vietl,  el  maguey. 

9.  CapidapaUy  76.  El  árbol  llamado  capolin,  con  el  fonético 
apan:  Capol-apan,  en  el  agua  de  los  capuliues.  Si  la  lectura  faera 
Capul-huac,  se  derivaba  de  htuxcqin,  seco,  y  diría,  en  el  capulín  ó 
capulines  secos. 

10.  Ocoyacacy  77.  Un, árbol  de  ocotly  con  una  nariz,  ycvcaü:  Oco- 
yaca-c,  en  la  punta,  principio  ó  parte  saliente  del  ocotal. 

II.  Cuauhpanoayan,  78.  El  dibujo  describe  bien  el  objeto,  pues 
está  compuesto  de  un  rio,  sobre  el  cual  están  colocados  unos  ma- 
deros, con  huellas  humanas  indicando  tránsito;  és  un  puente  de 
madera.  Se  forma  de  cwaw/t,  radical  de  cuauhitl,  árbol,  madera,  y 
de  paiioayan,  "vado  por  do;nde  se  vadea  y  pasa  el  rio.*' 

12.  Xochiacany  79.  Ideográfico,  expresando  el  verbo  oler,  y  tam- 
bién el  lugar  bien  oliente.  Compónese  de  xochiatl,  agua  de  rosas: 
Xochia-can,  lugar  de  agua  de  rosas,  aromoso, 

13.'  Teotenanco,  80.  Signos  conocidos  que  arrojan  las  palabras 
teo-tenan-co,  en  las  murallas  del  dios,  en  las  murallas  divinas. 

14.  Ccdimayany  81,  ideográfico  que  da  á  entender,  en  dond^las 
casas  están  alineadas  ó  puestas  en  acera. 

15.  Tzinacantepec,  82.  ÍTzíwacan,  murciélago:  Tzinaca-tepe-c,  en 
el  cerro  de  los  murciélagos. 

Lámina  X.  Beinado  de  Axayacatl. 

1.  TohcaUy  83.  Tolocan  ó  Tolucan  propiamente  quiere  decirt 
lugar  de  los  tolnca.  La  palabra  está  expresada  por  una  cabeza 
inclinada,  signo  del  verbo  toloa,  bajar  ó  inclinar  la  cabeza,  resul- 
tando  Tolo-can,  (de  sonido  igual  al  apetecido),  lugar  en  que  se 
inclina  la  cabeza.  En  cuanto  al  grupo  inferior,  compuesto  de  una 
red,  matlatly  y  del  fonético  tzincoy  arroja  naturalmente  los  sonidos 


j 


WS'S' 


503 

Matla-tzinco,  nombre  de  la  provincia  en  que  Toloca  estaba  situa- 
da, y  también  designa  la  tribu  matlatxinca. 

2.  Xiqm'piloo,  84,  del  signo  numeral  8,000,  voiquipilli,  ó  de  la 
bolsa  en  que  los  sacerdotes  llevaban  el  incienso;  con  la*preposi« 
cion,  Xiquipil-co. 

3.  TnantzincOy  85.  De  lectura  silábica  y  fácil;  Tenan-tzinco, 
tras  de  los  muros. 

4.  Tepeyaccu;,  86,  ün  monte,  con  una  nariz,  j/aca¿Z;  Tepe-yaca-c, 
en  la  punta  ó  nariz  del  cerro,  el  cerro  saliente  ó  adelantado  de 
una  cordillera. 

5.  Tlaximaloya7iy  87.  La  población  pertenecía  á  los  tarascos, 
y  en  su  lengua  le  llamaban  Taximaroa;  para  traducir  los  mexi- 
canos aquel  vocablo  de  lengua  extraña,  no  atendieron  al  signifi- 
cado sino  á  reproducir  sonidos  semejantes;  tomaron  éstos  del 
verbo  tlaximay  carpintear,  ó  de  tlaximaUi,  astillas  ó  acepilladuras 
largas,  ó  de  tlaximaloni^  "azuela  ó  cosa  semejante:"  afijáronle 
como  nombre  de  lugar,  formando  finalmente  Tlaximal-oyan. 

6.  Oztoman,  88.  La  cara  de  una  serpiente  simbolizando  la  cue- 
va ó  gruta,  oztotl,  con  una  mano  encima:  ésto  produce  la  lectura 
Ozto-ma-n,  gruta  hecha  ó  fabricada  á  mano. 

7.  Xocotiílmi,  89.  Ideográfico,  y  étnico  de  la  tribu  macoaca. 
El  pueblo  de  Xocotitlan  está  situado  junto  á  una  elevada  mon- 
taña, á  la  cual  antiguamente  llamaron  Xocotepec,  según  Ixtlil- 
xochitl,  nombre  derivado  de  Xocotl  su  descubridor;  de  aquí  el 
compuesto  Xoco-ti-tlan,  junto  al  Xocot^petl  ó  cerro  de  Xocotl. 

8.  Ocuiüa,  90,  de  ocuilin,  gusano,  y  el  abundancial  Ha:  Ocuil-la, 
gusanera. 

9.  OztoticjKiCf  91.  La  gruta  con  el  fonético  ic2jac:  Ozto-ticpao, 
encima  de  la  gruta. — 10.  Matlatlan,  92,  la  red,  y  el  fonético  tlan: 
Matla-tlan,  junto  á  las  redes. 

11.  GnezcomayacaCy  93.   Una  vasija,  con  una  nariz;  aquella  re- 
presenta la  troje  para  guardar  las  mazorcas  del  maíz,  cuézcomatl. 
Cuezcoma-yaca-c,  en  la  punta  de  la  troje  t5  granero. — ^12.  Tecaíco, 
94.  Una  casa  formada  con  el  simbólico  teth  de  donde  resultan 
los  sonidos  Te-cal-co,  en  la  casa  de  piedra,  en  la  casa  de  bóve- 
da. Este  pueblo  se  llama  ahora  Tecalli,  por  la  cantera  de  laa 
hermosas  piedras  de  tecalli,  ónix  mexicano,  que  á  sus  inmedia- 
ciones se  encuentra,  y  la  palabra  entonces  será  Tecal-co,  en  los 
tecatti,  donde  estos  se  encuentran. 


604 

13.  CvettaxilcL—íé.  FuxoooihíUm,  95.  una  cabeza  de  adormí- 
dera  con  manchas  rojas,  ainarillafl  7  azules;  símbolo  de  las  cosas 
mohosas  ó  tomadas  de  orín,  piujccaiJiqui:  Pozcanh-tlan,  junto  al 
moho,  ó  Jo  mohoso. — 15.  Ahtiilizapan,  96.  Ideográfico;  un  hom- 
bre en  el  fonético  apan,  con  los  brazos  abiertos.  Clayigero  expli- 
cando un  dibujo  semejante  dice:  ''La  figura  séptima  es  la  del 
agua,  en  que  se  ve  un  hombre  con  los  brazos  abiertos,  en  señal 
de  alegría,  para  representar  la  ciudad  de  Ahuilizapan  llamada 
polr  los  españoles  Orizaba.  El  primero  de  estos  dos  nombres 
significa,  en  el  agua  del  placer,  en  el  rio  alegre.'*  En  otra  parte 
hemos  visto  el  significado,  aguas  que  bajan  alegres  y  bulliciosas. 

16.  Tlaoüan^  97.  Un  cesto  lleno  de  maíz  desgranado,  ÜcuMi; 
Tlaol-lan,  en  el  maíz  desgranado  y  seco. — 17.  MixÜcm^  98.  Jííaj/ü, 
nube,  expresada  en  la  forma  globular  que  los  pintores  le  atribu- 
yen, ó  con  dos  ojos  compuestos  de  círculos  concéntricos,  debajo 
de  los  cuales  so  extienden  unos  dientes  largos,  corros  y  agudos, 
abreviatura  del  dios  Tlaloc.  Mix-tlan,  junto  á  las  nubes,  país 
nebuloso,  cubierto  de  nieblas. — 18.  QuetzcdoztoCy  99.  La  cabeza 
de  la  serpiente,  odotl;  Isls  plumas  de  la  boca,  quetzalli:  Quetzal- 
ozto-c,  en  la  gruta  del  quetzcdlL — 19.  TetzapotiÜany  100.  El  árbol 
tzapotly  zapote,  sobre  el  simbólico  tdl:  Te-tzapo-ti-tlan,  en  los 
mameyes,  porque  tetzapoÜ  ó  mejor  tetzorUzapoÜ  es  el  mamey.  (Ln- 
cuma  mammosa). — 20.  MicqtieÜan,  101.  MiquizÜi,  muerte»  se  ex- 
presa con  un  cráneo,  ya  solo,  ya  coronado  de  TnalinaUi;  el  mismo 
signo  dice  miquini,  cosa  mortal,  y  el  verbo  miqu%  morir.  MicqueÜf 
cuerpo  de  hombre  muerto;  Micque41an,  junto  á  los  cuerpos 
muertos,  cementerio. 

21.  Tamuocy  102.  Este  pueblo  de  la  Huaxteca,  en  su  leugna 
se  llama  Tamui  q  Tamuin.  Hemos  visto  que  los  mexicanos  tra- 
ducían los  nombres  de  las  lenguas  extranjeras,  no  por  su  signi- 
ficado, sino  por  medio  de  signos  fónicos  que  expresaran  los  so- 
nidos; no  siempre  lograban  su  intento  de  una  manera  cumplidaí 
y  entonces  se  valían,  bien  de  sonidos  semejantes,  bien  de  solo 
notas  mnotémicas.  En  el  presente  caso,  la  forma  con  el  signo 
otli  en  las  manos,  en  actitud  de  medir,  recuerda  el  verbo  tamch 
chia,  media  algo,  resultando  estos  elementos,  Tama-o*c,  seme- 
jante de  Tamuoc. — 22.  Tamapachcoy  103.  Traducción  igualmente 
del  nombre  del  pueblo  huaxteco  Tamapachi  ó  Tamaquiohi.  Pa- 
ra lograrlo  se  usó  del  coral,  tapachUí,  lo  cual  solamente  sirve  pa- 


505 

xa  dar  algunos  de  los  sonidos  iniciales.  En  la  lám.  XI,  ñúm.  14 
vnelve  á  ocurrir  este  nombre,  expresado  por  nna  mano,  maitly 
cogiendo  una  concha  nácar,  tapacMi;  la  leotnra  sería  Ma-tapach- 
oo,  que  debería  serrir  de  simple  recuerdo  para  obtener  la  pro- 
nnnoiacion  verdadera.  Debemos  adyeriir,  que  en  la  interpreta- 
ción se  escribió  erradamente,  primero  Tampatel,  después  Ta- 
mapacha. 

23.  Tochpüy  lOá.  El  conejo,  con  la  huella  fonético  de  la  prepo- 
sición ^xi;  Toch-pa,  en  el  conejo. — 24.  Tenexticpac,  105.  Ideográ- 
fico; de  tenexüi,  cal:  Tenex-t-icpac,  (la  ^eufónica  de  la  lectura  tij, 
encima  de  la  cal.T-25.  Guauhtla,  106,  donde  abundan  las  águilas. 

Lámina  XI.  Beínado  de  Tizoc. 

1.  Tonalimoquetzayan,  107.  Ideográfico;  se  deriva  de  tonalli,  ca- 
lor del  sol  ó  tiempo  de  estío;  de  i  que  significa,  propio  suyo,  y 
de  moquetzquiy  el  que  está  levantado  en  pié  ó  cosa  empinada: 
Tonal-i-moquetz-ayan,  lugar  de  estío  ó  calor  fuerte. — 2.  Tozxiuh-- 
co,  108,  de  tQzcatlf  garganta,  gargantilla,  y  xihuitl,  cosa  preciosa: 
Toz-xiuh-co,  gargantilla  fina  ó  de  valor. — 3.  JEIhecatepec,  109.  La 
cabeza  fantástica  símbolo  de  eliecaÜ:  Eheca-tepe-c,  en  el  cerro 
del  viento  ó  del  aire. — L  CiUa,  110,  de  cíZítí,  caracol  chiquito,  y 
el  abundancial  tía. — 5.  Tecaxic,  111.  TecaxiÜi,  fuente  de  piedra, 
compuesto  de  teü,  y  de  caxitli,  escudilla  ó  vasija  honda:  Tecaxi-c, 
en  la  fuente.* — 6.  Tolocan, 

9.  Yancuülan,  112.  El  símbolo  yancuic,  cosa  nueva  ó  reciente, 
con  el  fonético  tian;  Yancui-tlan,  en  lo  nuevo  ó  reciente. — 10. 
Tlapa,  113,  de  ÜapalU^  color  para  pintar  ó  cosa  teñida;  perdien- 
do el  lli  queda  ya  Tlapa,  y  ademas  la  huella  da  el  fonético  pa. — 
11.  Atezcahuacan,  114  AtezcaÜy  charco:  Atezca-hua-can,  lugar  de 
propietarios  de  charcos.  La  palabra  oAezcaü^  es  pintoresca;  se 
compone  de  oü  y  tezcaü;  a-tezcatl,  espejo  de  agua. — 12.  Mazaüa, 
115,  donde  abundan  los  venados. 

13.  XochxyeÜa^  116,  La  xochiüy  sobre  el  objeto  llamado  acayed, 
caña  para  fumar,  palabra  compuesta  de  ouxiü,  caña,  y  yetl,  tabaco, 
de  éste  se  toma  el  elemento  de  la  palabra.  Xochi-ye-tla,  donde 
abunda  el  tabaco  flor  6  perfumado. — 14.  Tamapaehco^  117,  véase 
el  núm.  103. — 15.  EhecaÜapechoOy  118.  De  éhecaÜ,  y  tlapechüi,  an- 
das, andamio,  tablado,  camas  de  madera:  Eheca-tlapech-co. — 16. 
MicqueÜaru^ 


506 

Lámina  XII.  Eeinado  de  Ahuitzotl. 

1.  Xiuhcoacy  119.  Una  culebra,  cooti,  de  color  azol^  xiukUe; 
Xinh-coa-c,  en  la  culebra  azuL — 2.  Tlapa. — ^3.  ilfoíaíioo,  126, — 4. 
AmazÜan,  121.  De  atl  y  de  maxüatl;  A-maxtlan,  en  donde  rodea 
el  agua^  lugar  rodeado  de  agu£^ — Tmpo-Üan,  122,  de  tzapoUy  za- 
pote.— 5.  Xal-tepe-Cy  123,  de  xcdli,  atemí, — 7.  Chi-apaiiy  1^  de 
chian,  chía. — 8.  Toto-tepe-c,  125,  de  iofotl,  pájaro. — 11.  XockÜa^ 
126.  Signo  que  parece  pertenecer  á  los  orígenes  de  la  escritura, 
cuando  se  pretendía  representarlo  todo  por  signos  materiales, 
iuTentando  figuras  que  directamente  llevaban  á  los  caracteres 
ideográficos.  No  atinamos  á  decir  si  se  deriva  de  xochtía^  decir 
gracias  á  donaires,  ó  de  xochiic,  niño  que  aun  no  habla  ó  cosa 
chica  y  pequeña:  en  ambos  casos,  la.  flor  que  la  figura  lleva  en  la 
frente  arroja  el  mnotémico  xoch. 

12.  Xolochanhyan,  127,  tomado  del  verbo  xolochahui,  arrugar- 
se de  vejez:  Xolochauh-yan;  en  donde  se  arrugan  de  vejez. — 
13.  CozcacttaiiMenanco,  128.  Las  murallas,  con  el  cozcacnavhüi, 
ave  dé  hermosas  plumas,  símbolo  del  décimo  setímp  dia  del 
mes  mexicano:  Cozcacuauh-tenan-co,  en  los  muros  consagra- 
dos al  pozcacuauhtli. — 14.  Cozhuipücany  129.  Una  camisa  de  mu- 
jer, huipilli,  de  color  amarillo,  coztic:  Coz-huipil-can,  lugar  de  ca- 
misasf  amarillas. — 15.  Coyucoc^  130.  Una  mujer,  cihuatl,  sobre 
cuya  cabeza  se  distinguen,  la  cabeza  de  un  coyotLj  una  sandalia, 
cactli;  de  aquí  se  derivaría  la  lectura  silábica  Cihua-coyo-cac, 
lugar  ahora  nombrado  Coybcac  ó  Coyucac.  Estos  son  los  ele- 
mentos fónicos;  en  cuanto  al  significado  no  nos  parece  tan  llano, 
si  no  es  que  se  derive,  bien  del  verbo  cuyiimiy  agujerarse  ú  hora- 
darse algo,  ó  bien  de  coyoctic,  agujerado  ó  cosa  agujerada,  dando 
á  entender  que  aquellos  habitantes  padecían  de  algún  mal  cutá- 
neo. Prueba  esto,  que  la  misma  palabra  Ooyucac  está  expresada^ 
«n  la  lámina  XL,  núm.  10,  con  una  cabeza,  rapada  la  parte  su* 
perior  y  llena  como  de  agujeros.  En  todo  caso,  ambos  signos 
son  ideográficos,  y  una  muestra  de  los  caracteres  sinónimos  y 
homófonos  al  mismo  tiempo. 

16.  Aca-tepe-c,  131,  de  acaü,  la  caña  de  carrizo. — 17.  HuexoUh 
Üa,  132,  de  huexolotl,  pavo. — 18.  Acapolcó,  133.  Ideográfico:  las 
cañas,  acatl,  son  el  mnómico  de  la  voz;  la  mano  que  las  despe- 
daza significa  el  verbo  poloa^  perderse,  destruirse,  perder  ó  des- 
truir á  otros  con  guerra^  ó  conquistarlos:  Aca-pol-co,  lugar  con- 


507 

quistado  y  destruido. — 19.  Xinh-hua-catiy  134,  de  xihuiü;  lugar  de 
poseedores  de  cosas  preciosas. — 20.   Apan-cal-^an^  135,  lugar  en 
que  las  casas  tienen  caños  de  agua.— 21.  Tecpa-^tepe-c^  136,  en  el 
cerro  de  los  pedernales. —22.    Tepechiapan^  137.  Así  da  la  lectu- 
ra el  intérprete,  la  cual  confesamos  no  entender:  nos  aventura- 
riamos  á  leer  de  manera  diversa,  mas  no  queremos  atrevemos. 
— ^23.   XiaycJiunal-cOf  138,  de  xicotl,  jicote,  cierto  abejorro,  y  cAi- 
niaUi,  escudo;  el  xicochimaUi  es  el  panal  de  cera  amarilla  forma- 
do por  los  jicotes. — 24.   XiuhtecmcaÜany  139.   Llamábase  el  dios 
del  fuego  Xiuhtecutli,  señor  del  año;  Izcozáuhqui,  cariamarillo; 
Quetzaltin,  llama  de  fuego;  Huehueteotl,  dios  antiguo.   La  es- 
tampa le  pone  como  cariamarillo,  dándole  nombre  de  Xiuhtec; 
en  lugar  de  la  corona  de  papel  de  diversos  colores,  y  de  los  pe- 
nachos verdes  á  manera  de  llamas  con  que  se  distinguía,  lleva 
adornos  de  zacatl,  zacate  ó  pasto  que  espontáneamente  crece  en 
el  campo:  fórmase  de  aquí  la  palabra  Xiubtec-zaca-tlan.  Zaca- 
tlan  es  población  en  el  Estado  de  Puebla,  y  el  nombre  entero 
BÍgnifíca  Zacatlan  de  Xiuhtecutli,  ó  sea  consagrado  al  fuego. 
Lámina  XIII.  Continúa  el  reinado  de  Ahuitzotl. 
1.  Tecuan-iepe-c,  140,  de  tecuani,  bestia  fiera  y  ponzoñosa,  ó 
persona  brava  y  cruel;  ademas  de  estas  acepciones  tecuani  quiere 
también  decir,  antropófago. — 2.  Coyol-apan,  141,  de  cuynlli  6  co- 
yóUh  cascabel;  en  el  agua  que  hace  ruido  como  los  cascabeles. — 
3.  Iztác-tlalocan,  142.    Iztac,  blanco;  tlálocan;  paraíso,  como  tra- 
ducen los  autores;  sonaría,  paraíso  blanco;  pero  Üalocan  literal- 
mente quiere  decir,  lugar  de  Tlaloc,  y  así  lo  explica  la  figura  del 
dios,  que  por  serlo  de  la  lluvia  es  símbolo  de  ésto  y  de  las  nubes- 
Metaf.  se  pudiera  traducir,  lugar  de  nubes  blancas. — 4.    Teocui- 
tlatla,  143,  donde  abunda  el  oro.   La  estampa  es  el  símbolo  del 
oro  labrado. — 5.  Huehuetlan,  144,  de  huehne,  anciano. — 6.   Cttauh- 
xayaca-ti'tlany  145,  un  árbol,  sobre  una  máscara,  xayacaíl;  junto 
á  las  máscaras  de  palo. — 7.  Izhiux-tlan,  146.  Ideográfico  del  verbo 
ixJiuay  nacer  la  planta  ó  brotar  la  semilla. — 8.    Comitlan,  147,  de 
comitl,  olla;  lugar  de  alfareros. 

9.  ^an-¿2iV/./an,  148.  Una  especie  de  receptáculo  lleno  de  pun- 
tos negros,  símbolo  de  la  maternidad,  la  reproducción,  la  fecun- 
didad; debajo  un  medio  cuerpo  de  mujer  vestido,  ya  para  indicar^ 
el  sexo,  ya  porque  entre  los  mexicanos,  por  respeto  al  pudo^ 
rara  vez  se  la  presenta  desnuda.   Es  un  ideográfico  compuesto 


508 

de  nanUi,  madre,  ó  de  nanyotl,  matriz,  en  que  el  medio  cuerpo 
produce  el  reverencial  tzin,  dando  á  entender  el  compuesto,  don- 
de se  honra  ó  reverencia  á  las  madres  6  la  maternidad. — 10.  Hui- 
píl-la^  149,  de  huipüli,  camisa  de  mujer. — 11.  Cahua-tlany  150. 
Ideográfico  del  verbo  cahtvay  quedarse  en  algún  lugar  el  que  vino 
de  otra  parte,  dejar  ó  desamparar  á  otro. — 12.  Izta-tlan,  151,  de 
iztatlf  saL — 13.  Huitz-tlan,  152,  de  huitztli,  espina. — 14.  Xolo4lan, 
153,  una  de  tantas  variantes  del  sonido  ocdotl,  paje,  mozo,  criado, 
esclavo. — 15.  CtMuh-nacaZ'Üan^  154,  de  nacaztli,  oreja;  junto  á  los 
orejas  de  palo,  sordos. — 16.  Maza-Üan,  155,  de  mazáíl,  venado. 

17.  Ayotoch-cuiila-Üa.  156.  El  ayotochtli,  armadillo,  encuberta- 
do, tatú,  y  sus  excrementos;  donde  abunda  el  estiércol  del  arma- 
dillo.— 18.  Onauhtlan,  157,  junto  á  las  águilas. — 19.  Qnetzal-cui- 
tiapil'co,  158,  en  el  rabo  de  quetzalli:  borla  ó  adorno  colgante 
usado  por  los  guerreros. — 20.  Mapacli-tepe-^,  159,  en  el  cerro  del 
TfwupoÁÍh^  pequeño  cuadrúpedo  un  poco  semejante  en  sus  costum- 
bres á  la  ardilla.  (1)  El  nombre  del  animal,  según  el  notorio  in- 
tento que  en  esta  escritura  se  descubre,  está  expresado  de  una 
manera  fonética,  por  la  mano  y  por  el  po/chüiy  heno,  diciendo  si- 
lábicamente ma-joacJu — 21.  Cíiauhpilól4a,  160,  de  cuauhpilóUmiy 
horca  de  madera. — 22.  Tlacotepec, — 23.  Mizqui-Üan,  161,  de  rntz- 
quitly  mezquite. 

Lájnina  XIY.  Beinado  de  Motecuhzoma  Xocoyotzin. 

1.  Achio'tlariy  162,  de  ackiotly  el  color  rojo  que  sacaban  de  la 
Bixa  orellana  de  L. — 2.  Zozól-lan,  163,  de  siozóltic,  cosa  vieja  ó 
usada,  de  lo  cual  es  simbólico  la  manta  con  los  hilos  saltados; 
la  espina  sirve  de  mnómico  arrojando  los  sonidos  :so  y  fu^so.  El 
mismo  elemento  sozol  puede  sacarse  de  zozdtin,  plural  de  zciin  6 
sidin,  codorniz,  y  de  aquí  ha  venido  el  error  de  algunos  al  tradu- 
cir este  nombre. — 3.  Nochez-Üan,  164,  de  nocheztli,  grana. — 4.  STe- 
cuh-tepe-c,  165.  Sabemos  que  el  copilli,  como  signo  fónico  arroja 
los  sonidos  tec,  tecu,  tecuh,  de  tecuhüiy  caballero  ó  principal;  en  el 
cerro  caballero,  en  el  principal  de  un  grupo. — ^5.  Zoi-la^  166,  de 
zolin  6  sidin^  codorniz. — 6.  Tlanitz-Üaríy  167,  de  tlanüztli,  espinilla. 

7.  Snüo-tepe-c,  168,  de  huüotl^  especie  de  paloma. — 10.  I(^- 
tepe-c,  169,  con  el  fonético  icpac;  encima,  en  la  cumbre  del  cerro. 
— 11.  Istacilalocan* — ^12.    Ohichihiicd'tat<ioal4a,  170,  representado 

(1)  Olavigero,  tom.  1,  pág.  38. 


609 

por  los  brazoa  y  el  seno  de  una  mujer.  Se  compone  de  chióhihna'^ 
Ui,  pecho  ó  teta,  y  del  Terbo  tcUpcahay  hacer  hoyos  pequeños;  la 
frase  quiere  decir,  donde  abundan  los  pechos  con  zarpullido  y 
que  mucho  se  los  rascan. — 13.  Tecaadc  —14.  Tlachinol-ti-c,  171. 
Queda  de  los  tiempos  antiguos  la  costumbre,  de  quemar  en  el 
invierno  los  pastos  secos  de  los  montes,  á  fin  de  preparar  los 
terrenos  para  la  primavera:  Üachinoa  significa,  quemar  los  pastos 
ó  montes;  tiachindistlij  el  acto  de  quemarlos;  ÜachinoUi^  la  cosa 
quemada:  de  aquí  la  frase  üachmdli  tehuaüy  guerra,  batalla.  La 
frase  puede  pues  interpretarse,  en  lo  quemado,  ó  en  donde  se 
dio  la  batalla. — 15.  Xoconoch-CQ,  172,  de  xoconqchüi,  pequeña  tuna 
agria. — 16.  Tzimacan-Üan,  173,  de  tzinacariy  murciélago. — 17.  Huüz^ 
tlan. — 18.  Piaz-tla,  174,  de  piastli,  ''calabaza  larga  y  delgada 
que  sirve  desavenencia:"  da  idea  de  lugar  en  que  se  levanta  el 
agua. 

Lámina  XY.  Continúa  el  reinado  de  Motecuhzoma. 

1.  Itz-ÜaTiy  175,  de  üztliy  obsidiana. — 2.  Zacitíxn-tq[>e-c,  176,  de 
zacuan^  el  ave  llamada  vulgarmente  madrugador,  expresada  por 
las  plumas  que  ya  hemos  visto  producir  el  mismo  sonido. — 
3.  Pipiól-tepe-Cy  111  y  de  pipidiny  "abeja  montesa  que  hace  miel." 
— 4.  Hueiorpan,  178,  simbólico  que  representa  el  mar,  hueiaü 
acompañado  del  fonético  pan;  sobre  el  mar,  lugar  marítimo. — 
5.  Teq^a-tlan,  179. — 6.  Amor-tian,  180,  de  amatl,  papel. — 7.  Gal' 
teperCy  181,  de  caRi,  casa. — 8.  Pan-tepe-Cy  182,  encim.a  del  cerro. — 
9.  Te(Hi-4zin&)y  183. — 10.  Tecomuh-Üay  184,  de  iecozahuüly  ocre 
amarillo,  expresada  la  primera  sílaba  por  el  simbólico  teti. — 11. 
Teochia-pariy  185.  Ideográfico,  con  el  mnotémico  teoti. 

12.  Zaca-fepe-c,  186,  de  zacatJy  zacate,  pasto. — 13.  Tlach-qmavJi' 
co,  181  y  de  tlachéliy  juego  de  pelota,  y  quiahuüly  lluvia.— 14.  Mali- 
nat-tepe-Cy  188,  de  maiinolliy  cosa  torcida,  la  yerba  del  mismo  nom- 
bre, el  décimo  tercero  dia  del  mes  mexicano. — 15.  Quimich-tepe-Cy 
189,  de  quimichin,  ratón,  espía. — 16. — Itzcuinrtepe-Cy  190,  de  üzcuin- 
tli,  perro. — 17.  Gentzon-tepe-c,  191,  el  numeral  centzontliy  cuatro- 
cientos; dando  á  entender  muchos  cerros,  país  montañoso. — 18. 
Quetzal-tepe-Cyl^^  en  el  cerro  del  quetzaMi, — 19.  Cuezcoma-^xÜa- 
huacaUy  193,  graneros  ó  trojes  en  país  despoblado. — 20.  HuexohÜa. 

Lámina  XYI.  Continúa  el  reinado  de  Motecuhzoma. 

1.  Xal-apariy  194,  de  xaüiy  arena. — 2.  Xalrtianquiz-cOy  195,  de 
xaUiy  y  de  Uanquiztli,  mercado;  mercado  de  arena. — 3.   Yolaocpuen- 


<*» 


510 

cuüc^  196,  así  le  escribe  el  interprete;  mas  la  palabra  nos  pareee 
estar  muy  estropeada.  E»  un  ideográfico  expresado  por  un  cora- 
zón, yoUotl,  con  una  figura  que  parece  un  arco.  Como  el  xnnol^ 
mico  es  ¡/ollotl,  la  palabra  nos  parece  derivarse,  bien' de  y<3llopf 
zonquiy  airado,  enojado^  hombre  iracundo,  ó  del  verbo  yolxitepo&m, 
airarse  ó  enojarse  mucho:  la  verdadera  ortografía  sería  entonces 
Yoltepozon-tla  6  Yolxitepozo-tla. — L'  A-tepe-Cy  197,  de  otL—^, 
Mic-flauy  198,  de  MidlfxnÜi,  infierno. — 6.  Mi-tlan,  199,  de  izfrd  ó 
iziiü,  uña. — 7.  Tlü-iepe-c,  200,  de  tlüliy  negro;  cerro  prieto:  d^be 
estar  pintado  de  negro. — 8.  Comol^iej)e'Cy  201,  de  comaUiy  utensilio 
que  sirve  para  cocer  el  pan  de  maíz. 
•  Lámina  XVII.  Oontinúa  el  reinado  de  Motecuhzoma. 

1.  CiÜal'fejye-^,  202,  de  citlalin,  estrella;  es  una  de  las  variantes 
del  símbolo  de  la  noche. — 2.    Cuauhtoclico, — 3.    Te-toian-co,  208. 
silábico;  en  los  muros  ó  cercas  de  piedras. — 4  Tzompan^'Oj  ÍOi, 
de  tzomjíantlif  lagar  donde  se  conservaban  los  cráneos  de  las  vic- 
timas.— 5.    XaUocon. — 8.   Hiutx-yaca'C.  205,  de  huax^in^  huaje,  j 
yacatly  nariz;  en  la  punta  ó  parte  saliente  de  los  huajea. — ^9.    Itz- 
te-yocan,  206,  de  iizili  y  idJ:  lugar  en  que  se  labran  piedras  de 
obsidiana. — Acal-hua-can,  207,  de  acalliy  canoa;  lugar  en  que  hay 
dueños  de  canoas. — 11.    Coatitlan. — 12,    Huixachti^tlan,  208,  de 
huixachiriy  huisachi,  especie  de  mimosa,  con  una  de  las  formas  del 
fonético  Üan. — 15.  Zoxothm, — 16.  Foc-tepe-c^  209,  de  pocilio  humo; 
cerro  del  humo  ó  que  humea. — 17.  Coatlayauhcaríy  210. — Ijos  me- 
xicanos, observadores  de  la  naturaleza,  habían  establecido  cier- 
tas clasificaciones  entre  los  animales,  qup  aun  quedan  patentes 
en  los  Aombres  que  les  impusieron.    CoaÜ,  culebra,  ayauh,  cosí 
corva  suspendida  en  alto  como  bóveda,  y  de  aquí  cocUlayauky  U 
culebra  que  arquea  y  levanta  la  parte  anterior  del  cuerpo. — 18. 
Acol-nahnou^y  211,  de  acoUt,  hombro,  y  del  fonético  iiahuac:  cerca 
de  los  alcohua. — 19.  Popotian,  212,  de  popotl,  popote,  tallo  de  uns 
especie  de  gramínea  que  sirve  para  hacer  escobas. — 20.  Ida-^d- 
cOy  218.    El  dibujo  expresa  gráficamente  la  manera  empleada  en 
lo  antiguo,  y  todavía  hoy,  para  sacar  de  las  tierras  la  sal.  ó  el 
salitre  que  contienen;  consiste  en  filtrar  por  capas  de  tierra  las 
aguas  salobres,  recojerlas  en  vasijas  y  evaporarlas  al  fuega   £1 
dibujo  es  un  ideográfico,  derivándose  su  etimología  de  iztaily  sal, 
y  caUiy  casa,  dando  á  entender,  en  la  casa  de  la  sal,  donde  se  fa- 
brica sal.  Iztatly  sal,  é  iztac,  blanco,  arrojan  la  misma  radical,  v 


m  ■■•■■I 


511 

de  aqai  nace  el  error  de  quienes  traducen  Iztacalco,  por  casas 
blancas.— 721.'  Chalco-A-ten-co,  lám-  13,  214  Descúbrese  el  ideo- 
gráfico Chalco,  ya  conocido;  debajo  atl,  con  unos  labios  ienüi, 
signos  que  silábicamente  dicen  A-ten-co,  en  la  oriUa  del  agua: 
ambos  signos,  sin  la  preposición,  dicen  a-ienüi,  que  también  sig- 
nifica, en  la  ribera  del  rio  ó  de  la  mar.  Chalco  Ateneo,  Ateneo  de 
la  provincia  de  Chalco. 

Lámina  XVIII.  Termina  el  reinado  de  Motecuhzoma. 

3.  Oztmnan.—G.  Aiza-can,  215.  El  verbo  «/zac?¿a  significa,  "ata- 
par  ó  cerrar  el  agua,  para  que  no  se  salga:"  así  pues,  es  un  ideo- 
gráfico que  significa,  lugar  en  que  se  encierra  el  agua,  en  que 
hay  una  compuerta. — 8.  Alian,  216.  Si  estuviera  sólo  el  fonético 
diría  apan;  pero  como  tiene  también  expreso  el  flan,  suena  atJan, 
junto  al  agua. — 11.  Xoconochco.  Así  traduce  este  signo  el  intér- 
prete, igualándolo  con  el  núm.  15  de  la  lám.  XIV:  verdad  es  que 
el  Tino  y  el  otro  representan  un  nopalli;  pero  la  historia  no  auto- 
riza aquí  la  lectura  Xoconochco,  sino  que  debe  ser  Nopalla,  po- 
placion  de  los  otomies  ocupada  en  los  últimos  años  del  reinado 
de  Motecuhzoma.— 21.  Tetzapotiilan, 


•ei 


CAPÍTULO  vn. 

E80BrrDR&  jebooiífiga. 

Dé  Jos  nombres  ffenUUeioi.—Ilégla8  gramaUoaXe$,'-~A¡gwnas  ^Umo¡offi€U.^Be/íe9(onó$ 
y  oonciu9iones,—£tsorátiira  mixteoa. — SwrUfU/ra  mapa, — Comparaciones. 

LOS  nombres  gentilicios  se  derivan  inmediatamente  de  los 
nombres  de  lugar;  la  gramática  suministra  las  reglas  preci- 
sas para  sn  formación. 

Los  terminados  en  las  preposiciones  cojc  las  convierten  en 
la  silaba  caíl  para  el  singtdar^  ca  para  el  plural:  de  México  se 
forman  mexicatl,  méxica:  de  Texcoco^  texcocaü,  iexcoca. 

Los  terminados  en  Üan  ó  lan  la  mudan  en  tecatl:  de  OholoUan, 
chdóUecaÜ,  chMLteca:  de  Tepoztlan,  tepoztecoB.^  tepoxteoa.  Pero  si  la 
preposición  va  acompañada  de  la  ligatura  haciendo  tiüan^  sólo 
reciben  alguna  de  las  frases  ÜacaÜ^  áume^  ccdquiy  ccícaü^  que  quie* 
ren  decir,  vecino  ó  morador:  de  Cuauhtitlan,  cüavMiÜaifuiltíi^  6 
Üacalf  <&c.  A  esta  misma  regla  están  sujetos  los  acabados  en  yan: 
de  Atlicuihuayan,  aüicuihtuiyancalquiy  6  tlacatl,  &c 

Pan  se  convierte  %u  po/n^ecaÜ  6  recibe  la  terminación  ecaÜ:  de 
Tlacopan,  Üacopanecaíly  tiaoopaneca. 

Man  se  transforma  en  mecaü;  de  Acolman,  acclmecaüf  a/ximeoa. 

Tres  terminaciones  diversas  admiten  los  acabados  en  can.  La 
convierten  en  camecaüf  como  de  XaUocan,  ocaUocameoaÜy  xaUoca* 
meca:  6  se  muda  en-  caü,  como  de  Xaltocan,  xcHtocaílf  xaÜoca:  6  se 
les  suprime  la  preposición,  como  de  Xaltocan,  xcMo. 


I 


^       613 

Los  acabados  en  fia  ó  la  reciben  1%  sílaba  caM:  de  Cuaubtla, 
euauhtlac2tl,  cuaiihtlaca;  de  Atla,  allocatl,  atlaca. 

Los  nombres  que  finalizan  en  nahuac  é  icpac,  siguen  la  regla 
general  de  la  preposición  c.  (1) 

Conforme  á  estas  reglas,- [basta  conocer  la  terminación  de  un- 
nombre  de  lagar,  para  poderle  transformar  inmediatameoite  en 
nombre  gentilicio.  Bsto  nos  coudnce  á  ana  conclusión^  que  nos 
parece  importante;  un  sólo  signo,  'sin  mudar  su  forma  gráfica  y 
Bíñ  traer  la  más  mínima  confusión,  puede  ser  leído  de  cuatro 
maneras  diferentes.  Tomando,  por  ejemplo,  el  tdl  jelnochÜiqnQ 
jSh  conocemos,  si  es  nombre  de  cosa  leeremos  teiioditli^  y  signifi- 
cará, tuna  de  piedra,  lo  *que  vulgarmente  conocemos  bajo  la  de- 
nominación de  tunita  colorada;  si  lleva  el  determinativo  hombre, 
86  convierte  en  nombre  de  persona,  y  perdiendo  la  ultima  sílaba 
suena  tenoch;  transformada  en  nombre  de  lugar  por  el  determi- 
nativo cerro  dice,  tenochtülan,  y  tomado  como  étnico  tenemos  te- 
nochcatl,  tenochca,  por  una  excepción  á  la  regla  general. 

Los  gentilicios  llevan  también  su  determinativo.  Bien  es  la 
figura  hombre,  en  cuyo  caso  el  signo  jeroglífico  va  colocado  di- 
rectamente sobre  la  cabeza,  para  distinguirle  del  nombre  pro- 
pio, ó  unido  á  los  pies  por  medio  de  una  línea;  ó  bien  va  acom- 
pañado del  ^mímico  cálH,  símbolo  de  habitación,  de  familia  y  de 
tribu. 

La  interpretación  de  algunos  nombres  étnicos  hadado  motivo 
á  varias  y  aun  encontradas  opiniones;  encontramos  la  causa,  en 
que  los  autores  se  han  fijado  exclusivamente  en  la  estructura  de 
las  palabras,  sin'tenet  en  cuenta  los  signos  jeroglíficos,  descuido 
que  ha  dado  por  resultado  errores  que  podrían  llamarse  imper- 
donables. Yamos  á  procurar  dar  á  esos  nombres  su  verdadero 
significado. 

I.  AcdhuaJTidk  palabra  está  compuesta  de  acoZZi,  hombro,  y  de 
la  partícula  hua;  acol-hua,  los  poseedores  de  hombros,  lo  que  en 
sentido  figurado  quiere  decirlos  hombres  homl&rudos,  robustos, 
fuertes.  Transformado  en  nombre  de  lugar  por  medio  de  la  pre- 
posición can,  tenemos  Acolhuacan,  que  solamente  piuede  signifi- 
car lugar  de  los  acolhua.  El  jeroglífico,  que  así  dica  Acolhuacan 

* 

(1)  Compendio  del  P.  Garochi,  pág.  144.— Arte  d«  lengua  mexicana  por  F.  An- 
gastin  de  Yetanoourt,  México,  1673,  foj.  80. 

66 


514 

oomo  aoulhua,  es  an  brazo  con  el  hueso  del  hombro  descubiarto, 
7  ahí  el  símbolo  atl  para  indicar  el  sonido  inicial  de  la  palabra» 
:^Ám.  10,  num.  24).  El  intérprete  del  Cód.  Mendocino  tradujo  el 
signo  por  Acolhuacan,  j  esto  en  su  línea  es  decisivo.  Jnan  Ban- 
.  tista  Pomar  nos  dice:  (1)  '^accl  quiere  decir  hombro,  de  manera 
^'que  por  acolhuaque  se  interpreta  hombrados,  j  así  nombraron 
^'á  esta  provincia  Acolhuacan,  que  es  tanto  como  decir  j^íerra  y 
"provincia  de  los  hombres  hombrudos,  y  por  la  misma  rozón  al 
"lenguaje  que  generalmente  en  toda  esta  provincia  hablan  Ua- 
"maron  ocólhuaGatlcUoli;  y  porque  de  culhttaqiie  ó  acvlhuaqttie  hay 
"mucha  semejanza,  y  no  se  tome  lo  uno  por  lo  otro,  y  por  esto 
"haya  error,  se  advierte  que,  como  se  ha  dicho,  aculhuaque 
"son  los  chichimeces  hombrudos,  y  culhuaques  son  los  advene- 
"dizos  del  género  mexicano,  tomando  ]^  denominación  de  su 
"nombre  de  Oulhuacan,  pueblo  de  donde  vinieron  de  la  parte  del 
"poniente."  La  provincia  se  denominaba  Acclhuacatlalli,  "que 
quiere  decir,  tierra  y  provincia  de  los  hombres  hombrudos."  lios 
signos  jeroglíficos,  la  autoridad  de  los  escritores  indios  versados 
en  la  historia  de  la  nación,  dan  &  sus  dichos  el  peso  que  les  falta  á 
los  demás  autores.  Es  pues  falso  lo  que  sostiene  Buschmann,  (2) 
á  saber,  que  acolhua  quiere  decir,  los  colhuadel  agua.  Tampoco 
debe  tomarse  la  etimología  del  verbo  ooloa^  rodear,  porque  en- 
tonces el  compuesto  debería  ser  acolohua^  Acolohuacan.  Por  ul- 
timo, cierto  y  muy  cierto  es  que  la  palabra  acolhua  se  deriva  de 
aoolli,  hombro.  Cométese  error  indisculpable  al  confundir  los 
acolhua  con  los  colhua  y  viceversa. 

H.  AnahnaCf  lánu  13,  num.  1.  Compónese  la  palabra  de  «//, 
afijada  con  la  preposición  riahuac:  Anáhuac,  cerca  ó  junto  del 
agua.  En  esta  forma  es  perfecto  nombre  de  lugar,  y  el  gentilicio 
derivado  no  puede  ser  otro  que  anahuacaü,  anahtiaca.  Es  de  to- 
do punto  inadmisible  que  náhnac  signifique,  corona,  y  mucho 
menos!  que  Anáhuac  quiera  decir,  península.  (3)  El  jeroglífico  se 
compone  del  simbólico  atl,  en  forma  siempre  curva,  formando 
con  sus  apéndices  la  boca  y  vírgulas  que  constüuyen  el  fonético 
nakuac  Varios  lugares  llevaron  el  nombre  de  Anáhuac.  El  Padre 

(1)  Belacion  de  !Fezcoco.  MS. 
,    Í2¡)  De  los  nombres  de  lugares  aztecas,  en  el  Boletín  de  la  Soc.  de  Geogr.  j 
tadist.,  tom,  Vm,  pág.  76. 

(8)  Biuchmann,  looo  oit.,  pág.  33. 


515 

Sahagun  presenta  entre  otras  estas  indicaciones:  ''hacia  las  par- 
^tes'  que  llaman  Anaoac  que  es  el  oriente  de  México,  hacia  la 
'mar  del  Sur." — "En  las  provincias  áó  Anaoac^  que  es  hacia  las 
''costas  del  mar  del  Sur  en  pueblos  que  se  llaman  Tecpatla,  Tla- 
*'piloUan  y  Oztollan."  (1)  Atendiendo  á  que  hay  un  descuido 
en  suponer  al  oriente  de  México  el  mar  del  Sur,  inferimos  que 
hacia  ambas  costas  quedaban  ciertas  provincias  con  el  nombra 
de  Anáhuac;  llamóse  también  así  el  valle  de  México,  y  por  ex- 
tensión todo  el  país  ocupado  por  el  imperio  de  México  y  los 
reinos  de 'Acolhuacan,  Tlaoopan  yMichhuacan,  con  todos  los  pe- 
queños Es^tados  en  ellos  enclavados.  DI  orgullo  nacional  dio 
mayor  ensanche  á  la  palabra  y  cemcmahuatl  6  cemcmahuacy  signifi- 
ca, mundo.  (2) 

IH;  AÜixcaÜ^  aüixoa,  gentilicio  derivado  de  Ailixco,  2,  de  ail^ 
•con  el  fonético  ixco;  en  la  haz  del  agua. 

IV.  AzÜan, — '^Quiere  decir,  blancura  ó  lugar  de  garzas,  y  así 
'les  llaman  á  estas  naciones  Azteca,  que  quiere  decir:  la  gente  de 
*^la  blancura.  Llamábanlos  por  otro  nombre  Mecitin,  que  quiere 
'decir  Mexicanos,  á  causa  de  quel  sacerdote  y  señor  que  los  guia- 
"ba,  se  llamaba  Meci,  de  donde  toda  la  congregación  tomó  la 
'denominación,  como  los  romanos  la  tomaron  del  primer  funda- 
'dor  de  Roma,  que  fue  Rómulo:  tienen  agora  otro  nombre,  el  qual 
'heredaron  después  que  poseyeron  esta  tierra,  que  fué  Tenttcñca, 
'por  causa  del  tunal  que  hallaron  nacido  en  la  piedra,  en  el  lu- 
'gar  donde  edificaron  su  ciudad;  y  así  Tennchca  quiere  decir  los 
'poseedores  dd  twial,*'  (3) 

Por  regla  general,  nos  abstenemos  de  amontonar  citas  cuando 
son  copias  las  unas  de  las  otras  ó  pertenecen  á  los  autores  de 
más  de  segunda  mano;  copiamos  la  del  P.  Duran,  por  ser  de  pe- 
so y  contener  mucho  de  lo  que  apetecemos,  si  bien  vamos  á  ha- 
cerle algunas  observaciones.  Aztlan  no  puede  derivarse  deadaM, 
garza;  porque  entóndes  la  formación  áe  la  palabra  nos  llevaría  á 
'  .Aztatlan,  junto  ó  cerca  de  las  garzas.  Es  absolutamente  falso 
que,  "el  pájaro  óolocadosobreel  jeroglífico  del  agua,  af/,  designe 
^'á  Aztlan,"  (4)  en  la  pintura  de  la  peregríniacion  azteca;  pues 

•»'  •-  ,  •  .  • 

(1)  Hist.  geueial,  tom.  QI,  pág.  16»,  1691. 

(2)  Yocabniaiio  de  .Molina. 

(8)  P.  Durin,  Hisit.  de  las  Indias  de  N.  Espatia,  tom.  I,  pig.  19. 
(i)  Hnmboldt,  Ynes  des  Cordülires,  tom.  n,  p<g.  179. 


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516 

como  en  su  lugar  Tetemos,  cosa  muy  diferente  siguifioa.  SI  nom- 
bre jeroglíñco  de  Aztlan  lo  presenta  en  su  comienzo  la  pintan 
Aubin,  3,  j  como  se  advierte,  es  una  isla  en  1&  cual  se  alza  el  dt- 
iermÍDAtÍTo  de  lugar  lepetl,  teniendo  encima  una  £gara  con  In 
menos  extendidas;  el  cpiijunto  es  un  ideográñco  que  dice  Aztlao, 
sagiin  la  interpretación  de  los  lectores  indios.  Ningún  elemenfa) 
fonético  presenta  para  dodacir  de  donde  vieDe  la  radical  az,  ^ 
BÍn  embargo  la  lectura  es  exacta.  Ya  habia  observado  Sasc^- 
mann,  (1)  qne  la  palabra  Aztlan  nada  tiene  que  ver  con  azíall  j 
que  la  radical  az  es  desconocida;  pero  qne  pudiera  tener  relacioa 
con  ixtfic,  blanco.  Así  parece  ser,  aunque  bajo  distinta  forma, 
supuesto  que  la  palabra,  ladeca,  la  traduce  él  P.  Duran  por,  U 
gente  de  la  blancura.  X)e  Aztlan  sale  el  étnico  CBitlaneocUi,  aztíaat- 
ca,  que  por  excepción  á  la  regla  general  se  usa  bajo  la  forma  oz- 
tec'Jtl,  azteca. 

Este  fué  el  nombre  primitivo;  mas  durante  la  peregrinación, 
por  mandato  del  dios  ó  sea  el  buen  querer  del  sacerdote  conduc- 
tor, trocaron  su  apellido  por  el  de  mexi,  mexilin,  patronímico 
sacado  de  Mexitli  á  Hnitzilopochtli,  patrón  de  la  tribu,  dando  í 
entender,  los  consogrados  tí  Mexitü. 

f  uudada  la  ciudad,  de  sus  dos  principales  fundadores  tomú 
los  nombres  de  México  y  de  Tenoúhtitlan.  De  México  viene  el 
étnico  mexicatí,  méxica,  que  en  la  escritura  jeroglífica  está  expre- 
sado de  dos  maneras;  por  el  mül,  4,  inicial  del  nombre  de  lie- 
xitzin,  según  se  mira  en  el  Mapa  Tlotzin,  j  segundo  por  un  ca- 
rácter particular,  5,  que  también  arroja  el  valor  fónico  mexicall, 
méxica.  De  Teuocbtitlan,  escrito  con  el  tenochtli,  se  saca  lenochü- 
tlan  chuñe,  ilacatl,  caJqui,  tfcc,  é  igualmente  por  excepción  íenoc^oof/, 
tenochca. 

V,.  Cf'lliiia.  CdUtvacan,  espresado  por  un  cerro  con  la  cnmbre 
retorcida,  lám.  10,  núm.  12,  no  dice  otr»  cosa  qne  lugar  de  loa 
cathua  ó  colliua.  El  cerro  de  cumbre  retorcidaes  también  el  ideo- 
gráñco del  nombre  de  la  tribu,  y  no  ofrece  los  elementos  déla 
palabra.  Ki  la  gramática,  ni  el  signo  jeroglifico  autorizan  á  derivar 
el  compuesto  del  verbo  coíoa,  pues  se  hubiera  formado  colohwtj 
Colohuacan;  ni  de  cólK,  abuelo:  lo  que  más  probable  parece  « 
qne  viene  de  coltic,  cosa  torcida,  haciendo  cot-kva,  dneños  ó  po- 

(1)  De  loB  nombres  aztecas,  pig.  Si. 


r 


517 

seedores  de  cosas  torcidas.  Colhua  no  proviene  dé  un  nombre 
de  lugar;  debe  ser  un  patronímico:  de  Oolhuacan  resulta  ei 
étnico  cdhiuxcaü,  colhuaca^  más  las  otras  dos  formas  de  los  acaba* 
dos  en  can. 

YL  Cueodecatly  cuexteca,  habitantes  de  la  provincia  de  Oaextlan, 
llámanse  también  huaxtecatl,  huaxteca,  habitantes  de  la  provincia 
de  Huaxtlan:  no  atinamos  con  la  etimología  de  Cuextlan,  y  en 
cuanto  á  la  de  Huaxtlan  la  toman  de  htunxin,  hu'aje.  Dioenles 
también  toveio,  toveiome,  "el  cual  nombre  quiere  decir  nu&Hro  pro*' 
**jimo,  A  los  mismos  llaman  jpai^eca  ó  pariotecay  que  quiere  decir 
hombres  del  lugar  pasadero,  los  cuales  fueron  así  llamados,  y 
son  los  que  viven  en  la  provincia.de  Panuco,  que  propiamente 
se  llama  Pantlan  ó  Panotlan,  cuasi  panoaia^  que  quiere  decir, 
^lugar  por  donde  pasan."  (1)  El  nombre  jeroglífico  cuextecatl 
consiste  ei^  una  cabeza  humana  presentando  en  la  nariz  un  gran 
horado;  así  le  encontramos  en  todas  sus  variantes,  6. 

Bespecto  de  la  palabra  t^ohueyo,  traducida  por  el  P.  Sahagun 
nnesiro  prójimo,  y  por  el  diccionario  de  Molina,  "advenedizo  ó  ex- 
tranjero,'' la  escritura  gráfica  le  representa  de  varias  maneras,  7. 
Tohueyo  significa  ademas,  hombre  corpulento,  tosco,  medio  bár- 
baro, que  tiene  alguna  cosa  exorbitante,  así  en  lo  físico  como  en 
lo  moral 

Vil.  CuicatecaÜ,  cmcatecay  habitante  de  Cuicatlan,  8.  La  pala- 
bra se  deriva  de  cuicatl^  canto,  ó  de  cuicani^  cantor,  cosas  ambas 
expresadas  por  el  símbolo  de  la  palabra  mayor  y  muy  adornado, 
cuioateca,  cantadores. 

VlIL  Chúcatly  chcdca,  derivado  de  Okalco;  23,  e;i  la  peregrina- 
ción. Encontramos  otra  variante,  9,  expresada  por  un  conjunto 
de  piedras  pequeñas. 

IX.  Chicunavhatl,  chicunauha,  10,  habitante  de  Chicunauhíla. 

X.  Chichimecatt,  chiclñnieca.  No  están  conformes  los  lexicó- 
grafos acerca  de  la  etimología  de  la  palabra.  Torquemada  afir- 
ma que  significa,  chupador  ó  mamador,  sacado  de  chicJiiliztli, 
mamar  ó  mamadura,  ó  de  chichinálizüi^  chupar  ó  chupadura,  "por- 
'^que  estas  gentes,  en  sus  principios,  se  comían  las  carnes  de  los 
'^animales  que  mataban,  crudas  y  les  chupaban  la  sangre  á  Ia 

(1)  Sahagun,  tom.  m,  pág.  1S2. 


618 


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u 


manera  del  que  xQama."  (1)  Yetaxicourt,  después  d^  indicar  la 
etimología  dé  Torquemada  aumenta:  "puede  ser  que  esta  deri* 
'Vacien  cuadre,  pero  según  lo  que  me  parece,  Chicliimeca  quie- 
re decir  gente  perra  citcAímeí^/ca,  y  ésta  es  legítima  y  según 
buena  regla  la  derivación  de  chichimeca."  (2)  Ya  en  la  pág.  10 
había  dicho:  ''el  yoQablo  mexicano  lo  dice  chichime,  llaman  á  los 
"perros,  y  chicliimeca  es  el  chichimetlaca."  Deriran  también  la 
T02  del  verbo  cAic/w'no,  chupar,  y  wieoai7,.cordel,  porque  chupa- 
ban el  jugo  de  las  pencas  del  mckguey.  Aseguran  que  el  nombre 
viepe  del  de  la  ciudad  de  [Chichen,  de  la  cual  eran  oriundos,  y 
de  la  misma  palabra  Chichen  ó  Cichen,  apellido  del  jefe  conduc- 
tor de  la  tribu,  Yeytia,  que  recopila  estas  opiniones,  emite  la 
Quja,  que  consiste  en  afirmar  que  su  principal  caudillo  se  Hamo  . 
Chichimecatl  y  de  él  se  nombró  la  triÍDu.  (3)  Ixtlilxochitl  nos 
enseña:  "y  este  apellido  y  nombre  de  Chichimeca  lo  tuvieron 
"desde  su  origen,  que  es  vocablo  propio  de  esta  nación  que  quie- 
bre decir,  los  águilas,  y  no  lo  que  suena  en  la  lengua  mexicana, 
"ni  la  interpretación  bárbara  que  le  quieren  dar  por  las  pintu- 
"ras  y  caracteres,  porque  allí  no  significa  los  mamones,  sino  los 
"hijos  dejos  chichimecas  habidos  en  las  mujereai  toltecas;  apro- 
"vechándose  los  históricos  de  los  labios,  que  incluyen  la  j)artí- 
"cula  fe,  para  poder  pronunciar  tepilhuan."  (4)  Esta  opinión  nos 
agrada  completamente. 

Cuestión  debatida  es,  si  los  chichimeca  hablaban  la  lengua 
mexicana  ú  otra  diferente.  Nosotros  nos  arrimamos  al  partido 
que  establece  que  el  idioma  era  diverso;  nuestras  razones  no  son 
para  exponerse  en  este  lugar,  (S)  En  este  supuesto,  la  tribu  se 
daba  q1  título  de  los  águilas,  palabra  de  ciesfca  pronunciación  en 
su  lenguaje;  al  traducirla  los  mexicanos,  como  ya  tenemos  obser- 
vado, no  tomaron  el  significado,  sino  los  sonidos,  y  por  eao  no 
hicieron  Cuauhtli,"]sino\Ohichimeca,  de  valor  fónico  igual  ó  ser 
mejante  á  la  voz  extranjera;  después  se  pretendió  traducirla  por 


(1)  IConsrq.  Indiana,  lib.  I,  cap.-XV. 

(2)  Teatro  mexácaao,  segunda  parte,  trat  1,  cap.  V. 
(8)  Hist.  antig..  tom.  1,  pág.  130  y  aig. 

(4)  Hist   Chichimeca,  cap.  lY,  MS. 

(5)  Cuadro  descríptiYO  y  comparativo  de  las  lenguas  indígenas  de  México,  por 
Ftancisoo  Pimentel,  .México,  1862.  Tom.  1,  pág.  155.  —  Geografía  da  las  lenguas. 


519 

* 

Ia8  radicales  aztecas,  yide  aquí  tantas  acepciones  distantes  de  la. 
Terdad.  Admitimos  que  el  sobrenombre  de  la  tribu  erados  dgvi-f 
las.  El  nombre  jeroglífico,  segnule  encontramos  en  la  pintara' 
de  la  peregrinación  azteca,  consta  de  un  arco  y  una  fleclias  19y- 
sin  duda  para  indicar  que  eran  cazadores. 

XL  Chimc¿[panecatl,  (ñimafpaneca,  oriundo  de  Chimalpan,  expre^: 
sado  por  un  cJiimálli,  escudo,  11,  en  el  Mapa  Quinatzin. 

XII.  Gholóliecatl,  chólólteca^  habitante  de  OholoUan.  En  el  infor- 
me del  corregidor  Gabriel  de  Cliavez,  dado  en  1681,  MS.  en  po- 
der de  mi  amigo  el  Sr.  García  Icazbalceta,  encontramos  estos 
curiosas  noticias. — **A  esta  ciudad,  (á  quien  tituló  D.  Ijuis  de 
Velasco,  virey  que  fué  desta  Nueva  España,  por  su  carta  misi- 
va), llaman  los  indios  Tullan  CholoUan  Tíachiuhaltepetl,  y  tam^ 
bien  pronuncian  Tollam  ChoIoUam,  que  Tullam  significa  con^ 
gregacion  de  oficiales  de  diferentes  oficios,  poirque  dicen  que 
antigaamente  en  sola  esta  ciudad  se  usaba  hacer  jarros,  ollas/  ' 
escudillas,  sogas,  zapatos  y  otros  oficios  como  plateros^  lapidad- 
nos y  albañiles,  y  de  los  demás  oficios  que  les  eran  necesarios, 
y  de  aquí  dicen  los  indios  antiguos  que  los  demás  pueblos  de 
la  comarca  comenzaron  á  tomar  y  á  aprender  los  dichos  oficios, 
''y  porque  en  la  lengua  mexicana,  tultecatl  quiere  decir  oficial, 
se  llamó  Tullan,  que  como  está  dicho  quiere  decir,  congrega^ 
cion  de  muchos  oficiales;  esto  dicen  los  indios  antiguos  y  cu- 
"riosos,  aunque  no  faU>  quien  dice  que  Tullan  significa  multitud 
de  gente  congregada  en  uno,  á  similitud  del  tule,  que  es  la 
enea,  yerba,  y  no  parece  ir  fuera  de  camino,  porque  las  armas 
''de  esta  ciudad  son  una  mata  expesa  de  tule  y  un  cerró  con  una*> 
trompeta  encima.  Otros  dicen  que  porque  había  un  prado  de 
tule  junto  á  donde  edificaron  el  cerro  (de  que  adelante  se  dirá), 
"y  cuando  lo  poblaron  lo  ponen  por  armas.  Y  también  dicen  los' 
"indios,  que  los[fundadores  de  esta  ciudad  vinieron  de  un  pué- 
"blo  que  se  llama  Tollam,  del  cual  por  ser  muy  lejos  y  haber 
"mucho  tiempo,  no  tienen  noticia,  y  que  de  camino  fundaron  á 
"Tullantzinco  también  cerca  de  México  y  que  vinieron  á  parar  á 
"este  pueblo  y  también  le  llamaron  Tullam,  y  esta  opinión  es  la 
'•más  verisímil]  de  todas,  por  ser  cosa  usada  en  todas  las  nació- 
"nes  poner  el  nombre  de  su  patria  al  pueblo  que  fundanli  y  es- 
"pecíalmente  lo  hacen  los  españoles  en  las  Indias.  Lláinanla' 
''también  Cholollam,  porque  la  tierra  en  que  esta  ciudad  está' 


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620 

"fundada  dicen  que  se  llamaba  así  autigminxente  cuando  ellos 
"vinieron  á  pablar,  y  en  la  lengua  mexicana  chdoan  quiere  decir 
"huir,  y  citclocadp  huidor,  y  entiéndese  que  este  nombre  les  pn- 
"si^ron  los  oomarcanos  como  adveaediz^  y  huidores  de  su  tie- 
"rra.  Tlaohiuhaltepeo  quiere,  decir  cerro  hecho  i  mano,  como  lo 
"es  uno  que  está  en  esta  ciudad,  según  se  dirá  adelante." 

El  jeroglífico  que  acompaña  al  informe  se  compone,  de  un  ce- 
rro ó  montón  d©  peñascos,  coronados  de  un  manojo  de  tule  y 
desprendiéndose  de  alto  á  bajo  el  símbolo  del  agua.  Análoga  es 
la  pintura  que  se  encuentra  en  la  peregrinación,  21.  El  verbo 
(Aoloa  significa,  "huir,  saltar  ó  ausentarse,  ó  saltar  ó.  chorrear  el 
agua;"  en  esta  acepción  GJioloUan  da  á  entender,  cerca  ó  junto 
donde  chorrea  ó  salta  el  agua.  Los  elementos  fónicos  pueden  to- 
marse igualmente  de  choloain\  huidor  ó  saltador,  y  principalmen- 
te del  yerbo  chdcUia,  echar  ó  huir.  Los  méxica,  que  apodaban  á 
los  ohololteca  de  cobardes,  entendían  la  palabra  en  el  sentido  de 
huidores,  esoribiéndola  gráficamente  con  un  pié  de  venado,  15, 
como  se  adrierte  en  el  Gód.  Mendocino,  lám.  XLIY,  núm.  2/lL 
Este  signo,  cuyo  valor  fónico  es  cliochoUi,  ponían  como  simbólico 
del  verbo  huir. 

'XIIL  HuexotzincaÜ,  hiexotzincd,  morador  de  Huexotzinco,  24. 
La  palabra  se  forma  de  huexotl,  sauz,  con  el  fonético  tzinco;  tras 
los  sauces,  detras  del  sauoedaL 

XIY.  Huitz7ialitiacatl,  huümahuaccL  En  el  Mapa  Qainatzin  está 
escrito  este  nombre  de  tribu  con  una  espina,  huitzili,  y  Is^  prepo- 
sición ^lahíiac,  12,  formando  el  nombre  de  lugar  Huitznahuaa 
Suüz  significa,  venir,  de  manera  que  el  compuesto  da  á  entender 
venidos  de  cerca.  En  el  Gód.  Mendocino,  lám.  XIX,  núm*  1,  se 
encuentra  escrito  del  mismo  modo  el  nombre  del  templo  de 
Huitznahuac,  significando,  cerca  de  l&s  espinas. 

XV.  ItzcoteccUl,  üzcoteca,  de  Itzcotlan.  Le  encontramos  escrito 
silábicamente  con  itzUi  y  comiti,  haciendo  Itz-co-tlan,  16,  ó  bien 
con  solo  el  símbolo  de  la  obsidiana,  16  bis»  que  produce  el  soni- 
do inicial. 

XYI.  MucaoaccL  "E.^tos  macaoaques  son  diferentes  de  los  otros 
(los  ocuilteca),  aunque  están  y  viven  en  una  comarca  de  Toluca, 
y  están  poblados  en  el  pueblo  de  Xocotitlan,  y  su  lengua  es  di- 
ferente; pero  son  de  la  misma  calidad  y  costumbres  de  los  de 
Toluca,  aunque  son  también  inhábiles  y  tosdbs,  porque  las  muy 


621 

viejas,  como  mozas  se  afeitan  con  el  dicho  betún  tecozahuitl  ó  con 
color,  y  se  empluman  los  brazos  y  piernas,  y  también  bailan  con 
las  sonajas  llamadas  ayacacJdlL  Les  hombres  de  aquesta  tierra, 
de  ordinario  traen  las  dichas  sonajas,  y  cuando  se  les  ofrece  ha* 
cer  alguna  fiesta,  átanse  la  cabeza  con  alguna  correa,  y  allí  ponen 
una  de  las  dichas  sonajas.  Son  dados  mucho  al  trabajo  de  labrar 
sementeras:  también  son  recios  y  para  mucho.  Hace  en  su  tierra 
grandísimo  frío,  porque  están  poblados  debajo  de  una  sierra  neva- 
da ala  cual  llaman  Xocotepetl,  y  este  nombre  de  macaaaca,  se  les 
quedó  de  su  primero  y  antiguo  caudillo,  por  lo  que  se  llaman  Chi- 
chimecas."  (1)  El  signo  jeroglífico  en  nuestra  lám.  11,  nam.  89. 

XYIL  Mcdinalcatly  malinálcaf  gentilicio  sacado  de  Malinalco, 
población  que  se  escribe  con  el  signo  malincdli:  20,  de  la  pere- 
grinación. 

XYIIL  MaÜatzincaÜ,  Tnatlatzinca.  "£1  nombre  Matlatzincatl  tó- 
mase de  TnatUUlf  que  es  la  red  con  la  cual  desgranaban  el  maíz  y 
hacían  otras  cosas.  Los  que  se  llamaban  matlatzinca  para  des- 
granar el  maíz,  echan  en  una  red  las  mazorcas,  y  allí  las  aporrean 
para  desgranarlo;  también  lo  que  cargaban  no  lo  llevaban  en 
costal  sino  en  red  que  tenía  dentro  paja,  porque  no  se  saliese 
por  ella  lo  que  llevaban  u  otra  cosa.  También  se  llamaban  Ma- 
tlatzinca de  hondas  que  se  dicen  teniatlatl,  y  así  matlatzinca  por 
otra  interpretación  quiere  decir,  honderos  ó  fondibularios,  por- 
que los  dichos  matlatzinea  cuando  muchachos,  usaban  mucho 
traer  las  hondas  y  de  ordinario  las  traían  consigo,  como  los  chi- 
chimecas  sus  arcos  y  siempre  andaban  tirando  con  ellas.  Tam- 
bién les  llamaban  del  nombre  de  red  por  otra  razon^que  es  la 
más  principal,  porque  cuando  á  &u.  ídolo  sacrificaban  alguna  per- 
sona, le  echaban  dentro  la  dicha  red,  y  allí  le  retorcían  y  estru- 
jaban con  la  dicha  red,  hasta  que  le  hacían  echar  los  intestinos. 
La  causa  de  llamarse  cuatlatl  cuando  es  uno  y  cuacuata  cuando  son 
muchos,  es  porque  siempre  traían  la  cabeza  ceñida  con  la  honda, 
por  lo  cual  el  vocablo  se  decía  cueÜaÜ  por  abreviatura,  que  quiere 
decir  cuaiüi  que  es  la  cabeza,  y  ÜaÁi  que  quiere  decir  iemaüaü  que 
es  la  honda,  y  así  quiere  decir  cuaüaüf  hombre  que  trae  la  honda 
en  la  cabeza  por  guirnalda:  también  se  interpreta  de  otra  mane- 
ra que  quiere  decir,  hombre  de  cabeza  de  piedra."  (2)  Tercer 

(1)  P.  Sehagun,  tom.  8,  pág.  130. 

(2)  P.  Sahagun,  tom.  3,  pág.  128. 

66 


522 

nombre,  Began  la  misma  antorídad,  era  tducatl,  tduca  gentilicio 
de  Tolocan;  este  nombre  se  derivaba  de  la  sierra  inmediata  lla- 
mada Tolntzin  ó  Tolotepetl.  Los  nombres  gráficos  de  Tolotepeo 
ó  Tolocan,  y  de  la  provincia.  Matlatziñca  lo  suministra  el  grupo 
jeroglífico  de  nuestra  lámina  11,  núm.  83,  y  el  núm.  17. 

Añadiendo  que  matlatziñca  significa  también  los  que  hacen  re- 
des, tendremos  completa  la  interpretación,  meicicana  y  los  nom- 
bres con  que  de  los  mexicanos  eran  conocidos.  Ellos  en  sn  idio- 
ma particular  que  hablaban  se  decían  nentambati,  los  del  medio 
del  valle,  y  iiepíntatuhui,  los  de  la  ti^ra  del  maíz,  por  estar  ave- 
cindados en  el  valle  de  Tolocan,  tierra  muy  abundante  en  la  pro- 
ducción de  aquel  cereal.  Con  motivo  de  la  guerra  que  Characu, 
el  Niño,  rey  de  Michhuacan,  tuvo  contra  los  tecos  según  unos 
autores,  contra  los  tochos  y  tecuexes  según  otros,  pidió  ausilio 
á  los  de  Tolocan,  quienes  le  mandaron  de  socorro  seis  capitanes 
con  mucha  gente:  alcanzada  la  victoria,  los  matlatziñca  quisie- 
ron quedarse  en  Michhuacan,  y  Characu  les  dio  para  que  se  es* 
iableciesen  desde  Indaparapeo  hasta  Tiripitio  en  el  centro  del 
reino.  Aquella  comarca  se  llamaba  characuOy  tierra  de  Characu, 
porque  era  patrimonio  del  rey,  de  donde  á  los  nuevos  colonos 
dijeron  duiracoSy  y  corrompida  esta  palabra  en  Charo  les  dijeron 
charenses.  Igualmente  les  decían  en  Michhuacan  jpínWcw,  porque 
habitaban  en  la  mitad  del  reino,  de  piríntay  la  mitad,  vocablo 
que  corrompido  quedó  en  pirínda,  como  si  se  dijera,  los  de  en 
medio.  (1) 

XIX.  Matlaxipanecatl,  mafláccipanecay  25.  De  Matlaxxhuitly  yer- 
ba que  se  enreda  formando  red,  y  la  preposición  icpac 

XX.  Mazdhvaüy  mazaJiua.  Encontramos  escrito  el  nombre  de 
maneras  diversas  mazahuaf  mazahuiy  matzahua,  matlazahua,  moxc^ 
huiy  sin  duda  porque  traduciéndose  de  una  voz  de  lengua  extran- 
jera, los  mexicanos  en  la  suya  no  la  pronunciaban  siempre  de  la 
misma  manera.  Descifrando  el  nombre  Qainatzin  dijimos  que  la 
cabeza  de  venado,  mazatl,  con  el  fonético  nahuac,  era  el  gentili- 
cio de  esta  tribu;  en  ello  nos  afirmamos  ahora,  presentando  una 
variante^  26,  que  entre  nuestras  pinturas  encontramos. 

(1)  Azie  de  la  lengua  Hatlatzbaga,  may  copioso  y  assí  mismo  ana  soma  y  arte 
abreviado,  compuesto  todo  por  el  Padre  Maestro  Fr.  Diego  Basalenque  de  la  orden 
de  K.  P.  S.  Agustín  de  la  provincia  de  Michoacan.  Anni  1640.— MS.  en  poder  del 
Sr.  D,  José  Femando  Bamirez. 


y 


523  ^ 

XXL  Michhuacatl^  michhuaca.  El  P.  Sahagun  escribe  para  el 
singular  micJioa,  y  para  el  plural  michoncdque.  Midihuacan  se 
forma  de  michino  pescado;  la  partícula  hua  que  indica  posesión, 
y  lá  preposición  can:  Mich-hua-can,  lugar  de  dueños  de  pescados, 
dueños  de  pesquerías,  pues  aquella  provincia  llamada  ahora  Mi- 
choacan,  era  muy  abundante  en  pesca.  Llamábanles  también 
cuaqchpanme,  cabeza  rapada  ó  raída,  porque  así  hombres  como 
mujeres  se  cortaban  el  cabello.  Decíanles  también  tarascas  6 
tara^coSy  nombre  tomado  de  su  dios  Taras,  que  no  era  otro  que 
el  Mixcoatl  de  los  chichimeca.  (1)  El  P.  Lagunas  en  su  gramáti- 
ca asegura,  que  la  palabra  tarasco  se  deriva  de  tarhascue,  que  en 
michoacanes  quiere  decir,  suegro  ó  yerno.  (2)  El  nombre  de 
aquel  antiguo  reino  y  el  étnico  de  él  derivado,  se  escribe  con  un 
pez;  así  se  encuentra  anotado  en  losCód.  Vaticano  y  Telleriano- 
Bemense,  llevando  los  guerreros  el  cuerpo  pintado  de  verde,  sin 
duda  como  distintivo  nacional. 

XXIL  Ifahvatlacatl,  nahnailacá.  Gentilicio  común  á  varías  tri- 
bus, que  hablaban  todas  el  mismo  idioma  naJioa,  nahua,  naTíiiaüy 
llamado  después  mexicano.  Formado  de  esta  palabra  y  de  Üa- 
eail,  persona,  el  compuesto  Nahua-ila^xití,  no  quiere  decir  otra 
cosa  que,  persona  náhuatl,  persona  que  habla  *el  nahiia.  Se  es- 
cribe con. una  cabeza,  teniendo  delante  de  la  boca  repetido  el 
símbolo  de  la  palabra.  AnahtuiÜacatl  nada  tiene  que  ver  con  na- 
huatlaca,  es  un  compuesto  que  solo  quiere  decir,  persona  ó  gen- 
te de  Anáhuac. 

XXIÍI.  Otomitl,  otonca.  Dice  el  P.  Sahagan  que  el  nombre  se 
deriva  de  Otoriy  jefe  de  la  tribu.  (3)  "Ellos  llaman  á  su  lengua^ 
escribe  Náxera,  (4)  Hia  Hiu  cuyo  nombre  tal  vez  escribirían  los 
alemanes  Hiang-hiung.  Hia  para  ellos  es  lo  que  para  nosotros 
lengua,  y  hiu  significa  sentarse,  permanecer  y  descansar,  así  es 
que  hia-hiu,  debe  traducirse,  la  lengua  permaneció.  Como  hiu, 
sentarse,  es  no  sólo  homónimo  sino  eufónico  de  hiu,  tres,  algu- 


(1)  P.  Saliagun,  tona,  3,  pág.  187-38. 

(?)  ^Cuadro  dpscriptiyo  y  comparativo  de  las  lenguas  indígenas  de  México,  por 
Francisco  Pimentel,  segunda  edición,  tom.  2,  pág.  283.  Hablamos  de  esto  en  otra 
parte. 

(8)  Hist.  general,  tom.  S,  pág.  122. 

(4)  Di«ert!tcion  aobr©  la  lengua  otbomí,  por  Fr.  Manuel  Orisdstomo  Kázera,  Mí 
zico,  1845.  Pág.  23. 


&2é 

nos  han  traducido  á  hia^-híu,  por  la  "triple  lengua/'  y  han  expH* 
cado  esta  definición,  por  los  tonos  de  ella,  ó  los  modos  de  su 
formación,  pues  para  pronunciarla  se  necesita  de  la  nariz,  la 
garganta  y  el  paladar;  mas  en  tal  caso  deberían  namarse"^  Quta, 
ó  quíntupla,  pues  cinco  son  los  tonos,  y  de  cinco  distintivos  mo- 
dos obran  las  partes  de  la  boca,  garganta  y  pecho,  como  agentes 
de  los  sonido^."  Más  adelante  aumenta: — "Si  ellos  inmortalizaron 
ese  triunfo  que  dio  la  quietud  y  la  paz  á  su  lengua,  llamándola 
Hia-Hiu;  en  el  nombre  que  se  impusieron  á  sí  mismos,  conser- 
yaron  la  memoria  de  sus  larguísimas  peregrinaciones,  y  de  las 
muchas  veces  que  tuvieron  que  mudar  de  residencia,  para  llegar 
á  donde  se  denominaban  los  Othomí,  pues  otho  quiere  decir,  na- 
da, y  mí,  sentados  ó  quietos."  Los  autores,  castellanizando  la  pa- 
labra, escriben  en  singular  otom!,  dando  al  plural  las  diversas 
formas  otomís,  otomíes,  otomites.  El  étmico  se  saca  de  la  cabeza 
que  forma  parte  deL nombre  de  lugar  Otompa,  lám.  10,  núm.  23. 

XXIV.  Oztomecatl,  oztomeca,  27,  natural  de  Oztoman. 

XXV.  Tepanecatl,  tepaneccu  Tribu  que  fundó  un  reino  en  el 
Valle,  con  su  capital  Azcapotzalco.  Su  nombre  se  encuentra  es- 
crito en  la  pintura  de  la  peregrinación  con  el  simbólico  tetl^  18, 
y  en  el  Mapa  Quinatzin,  13,  con  el  mismo  símbolo  acompañado 
del  fonético  pan.  La  lectura  de  los  signos  arroja  el  nombre  te- 
paii,  sobre  ó  encima  de  las  piedras,  dando  idea  de  personas 
oriundas  de  un  país  pedregoso.  Tepan  tamli^ien  significa,  sobre 
alguno  ó  sobre  algunos;  mas  este  homófono  no  aparece,  á  prime- 
ra vista,  tener  atingencia  con  la  palabra  que  estudiamos,  ^s  ab- 
solutamente errada  la  palabra  tccpanecOy  y  la  intei*pretacion  de, 
gentes  de  palacio. 

XXVI.  T lacopanecatl,  Üacopaneca,  natural  de  Tlacopan.  Fuera^ 
del  étnico  que  se  puede  escribir  con  el  nombre  de  la  población, 
tenemos  una  variante,  28,  que  consiste  en  una  mano,  empuñando 
la  vardasca  ó  tlacoti.  Véase  nuestra  lám.  10,  núm.  31. 

XXVn.  Tlahuicail,  tlahuica.  Tlahuica  quiere  decir,  el  que  lleva 
algo;  mas  como  nombre  gentilicio  no  es  este  su  significado,  y  se 
deriva  de  estas  palabras.  De  tlahuitl,  almagre  ó  cinabrio,  ó  del 
verbo  tlahuia,  "almagrar  algo,  ó  pararse  bermejo  u  encendido  el 
rostro;"  así  el  verdadero  sentido  es,  los  embijados  ó  pintados  de 
rojo.  Hemos  encontrado  del  nombre  gráfico  dos  variantes,  29* 
Estos  hablaban  lengua  mexicana,  y  de  la  misma  se  servían  los 


j 


526 

coliaixca  y  tlapaneca  poblados  en  Tepecuacuilco,  Tlaclimalacac 
y  provincia  de  Chilapan,  á  quienes  decían  también,  hombres  al- 
magrados. 

X3WTIL  TlailoÜacatly  üailoÜaca,  Dos  variantes  nos  encontra- 
mos. La  primera  en  el  mapa  Qninatzin,  compuesta  de  otli  en  la 
forma  de  una  herradura  y  con  el  fonético  tla^  30.  TlcdlotlacUi  es 
la  acción  de  revolverse,  indicado  por  la  pintura  y  de  aquí  la  pa- 
labra ÜaUotlac.  La  misma  formación  no  da  el  indicativo  de  verbo 
fía,  unido  aP  verbo  üoti,  "volverse  ó  tornarse  de  donde  iba,"  de 
donde  resulta  tla-ilo-tlaca,  personas  que  se  tornaron  de  dónde 
iban.  La  segunda  variante,  31,  es  un  homófono  de  lá  anterior, 
arinque  no  su  si;ianimo,  supuesto  que  la  palabra  Mailotlac  est^ 
tomada  en  el  significado  de,  lo  que  tiene  muchos  rincones,  ó  án- 
gulos entrantes  y  salientes. 

XXIX.  Tlaxcaltecatl,  tlaxcalteca.  Los  autores  escriben  Tlax- 
oallan  y  Tlaxcalla  confundiendo  el  afijo;  la  verdadera  ortografía 
parece  ser  la  quo  termina  con  el  abundancial  th,  pues  derivado 
el  nombre  de  ¿/axcaZ/í,  tortilla  ó  pan  de  maíz,  significa,  país  abun- 
dante en  pan  o  en  mantenimientos.  Consecuente  con  esta  idea, 
las  pinturas  jeroglíficas  expresaban  la  provincia  y  su  gentilicio 
derivado  en  la  forma  que  la  presenta  el  Códice  de  Mendoza,  lá- 
mina XLIY,  número  23,  con  una  mano  en  acción  de  labrar  las 
tortillas,  14 

XXX.  Tóltecaff,  tolteca^  habitante*  ó  morador  de  Tollan.  Na- 
ción de  lengua  nahoa,  y  que  introdujo  en  Anáhuac  su  adelantada 
civilización:  su  nombre  se  hizo  sinónimo  de  todo  lo  grande  y 
bueno,  hasta  el  punto  de  que  la  palabra  tóltecail  llegó  á  significar, 
''oficial  de  arte  mecánica,  ó  maestro."  Un  manojo  de  t^llin  ex- 
presa el  patronímico.  .  * 

XXXL  TzapoiecaÜy  tzapoteca.  El  árbol  izapoH,  como  nombre  de 
lugar,  está  empleado  para  expresar  los  pueblos  de  Tzapotla, 
Tzapotlan,  Tzapotitlan;  tomado  como  gentilicio  nombra  á  los  tza- 
poteca, familia  de  lengua  diversa  de  la  mexicana. 

XXXTT.  XcdixcaÜ,  xalixca,  oriundo  de  Xalixco.  El  nombre  de 
lugar  está  escrito  con  el  mímico  xalli  y  el  fonético  ix,  ixco,  for- 
mando el  compuesto  Xal-ixco,  32,  encima  ó  en  la  haz  de  la  arena. 

XXXIIL  TopicaÜ,  yopica,  habitante  de  Tópico.  De  lengua  di- 
Tersa  de  los  mexicanos,  no  acertamos  á  decir  cuál  sea  el  verda* 
dero  significado  del  nombre;  rigiéndonos  por  la  pintura  33,  parece 


526 

derivado  del  yerbo  yopehua,  despegar  algo,  dando  á  entender,  los 
que  se  les  despega  algo,  los  despellejados.  Llámaseles  en  efecto 
yopi,  yope,  yopime  en  -pluraL 

Esto  es  cuanto  hemos  alcanzado  de  la  escritura  mexicana.  El 
arte  de  interpretar  los  jeroglíficos  se  ha  perdido;  ignoramos  si 
quedó  algún  escrito  en  que  se  consignen  las  reglas  para  hoy  tan 
difícil  lectura.  Aprovechamos  las  doctrinas  establecidas  por  per- 
sonas inteligentes;  y  con  lo  que  oímos  al  Sr.  D.  José  Fernando 
Bamírez,  con  el  estudio  de  su  colección  de  jeroglíficos,  y  con 
nuestras  propias  observaciones,  nos  parece  que  hemos  adelanta- 
do un  tanto  los  resultados  adquiridos,  hemos  heuho  nuevos  des- 
cubrimientos que  nos  acerca^  al  fin  que  se  persigue.  Todavía  no 
es  la  perfección;  pero  tenemos  hoy  más  que  ayer. 

Fáltannos  pinturas  para  emprender  nuevos  ejerpicios;  casi  na- 
da sabemos  todavía  de  la  escritura  sacerdotal,  destinada  á  con- 
servar las  cosas  relativas  al  culto,  lus  ciencias  y  los  enseñamien- 
tos morales.  Con  tan  cortos  elementos  no  se  deben  emitir  juicios 
definitivos;  muy  aventuradas,  fuera  de  razón  que  las  abone,  nos 
parecen  las  sentencias  pronunciadas  por  personas  que  sólo  juz- 
garon por  las  apariencias,  en  materia  que  totalmente  les  era 
desconocida. 

Rigiéndonos  por  lo  que  ahora  alcanzamos,  la  escritura  jeroglí- 
fica de  los  méxit3a  estaba  en  su  período  de  elaboración;  como 
todos  los  conocimientos  d^  aquel  pueblo,  constaba  de  principios 
heterogéneos,  pugnando  por  salir  a  un  ultimo  resultado.  Nótase 
que  los  caracteres  figurativos  ó  simbólicos,  ideográficos  ó  fonéti- 
cos, están  mezclados  y  confundidos,  usados  promiscuamente,  con 
notable  detrimento  de  la  claridad.  Sin  embargo,  se  descubre  el 
intento  de  alcanzar  los  signos  fónicos,  por  medio  de  los  cuales 
pudieran  ser  expresadas  las  palabras,,  atendiendo  á  los  sonidos, 
sin  tener  en  cuenta  el  valor  natural  del  objeto  empleado.  La  es- 
critura mexicana  no  es  la  egipcia,  ni  la  china,  ni  la  pintada  de 
algunas  tribus  americanas,  aunque  con  cada  una  de  ellas  tenga 
algunos  puntos  de  contacto;  es  un  género  peculiar,  jeon  sus  pro- 
pios defectos  y  bellezas;  una  muestra  diferente  de  los  esfuerzos 
que  la  humanidad  ha  hecho  para  fijar  el  pensamiento. 

Tendía  la  escritura  á  convertirse  eñ  fonética;  mas  por  el  cami- 
no que  llevaba  no  podía  salir  al  alfabeto.  La  índole  de  la  lengua 
en  la  formación  de  las  palabras,  precisaba  á  los  gramáticos  á 


i 


627 

buscar  elemeutos  y  no  sonidos  simples;  los  signos»  por  conse- 
.  caencia,  debían  ser  silábicos,  más  6  menos  complexos,  según  las 
radicales  que  estaban  destinadas}  á  connotar.  ComO  era  natural, 
•  los  sonidos  yocales  se  les  presentaron  aislados  y  por  eso  les  re- 
presentaron como  signos  simples;  a^,  etl,  ix  jotli,  indudablemen- 
te que  tienen  el  intento  de  representar  a,  6,  i,  o,  y  la  u  por  el  uso 
.  de  una  por  otra  de  estas  dos  últimas  letras.  Queda  fuera  de  du* 
da  que  los  signos  fonéticos  se  formai:on  en  las  preposiciones; 
tras  ellas  se  observan  otros  caracteres  en  los  cuales  no  adverti- 
mos la  misma  fijeza,  porque  ignoramos  su  verdadera  aplicación. 
Lo  cierto  es,  que  los  caracteres,  de  valores  fónicos  simples  ó 
múltiples,  entran  como  elementos,  en  la  formación  de  las  voces, 
no  propiamente  de  una  manera  silábica  si  se  quiere,  sino  como 
las  raices  constitutivas  del  compuesto:  por  eso  las  frases,  á  pri- 
mera vista,  no  aparecen  cortadas  con  regularidad.  Esto  en  algu- 
nos casos  podrá  aparecer  como  pinturas  de  niños;  pero  en  el  fon- 
do no  es  ni  puede  ser  el  rebus  ó  logogrifo. 

Pudiéramos  presentar  un  catálogo  de  voces  cuatro  ó  cinco  ve- 
ces mayojr  del  que  ofrecemos.  El  que  examinamos  basta  para 
demostrar  que  se  pueden  escribir  Ips  nombres  de  las  cosas  ma- 
teriales por  los  signos  figurativos;  estos  nombres  por  medio  de 
afijos  se  convierten  en  nombres  de  persona,  de  lugar  y  gentilicios, 
y  por  medio  de  desinencias  en  singulares  y  plurales,  nombres  de 
dignidad  y  de  tribu.  Con  los  signos  simbólicos  e  ideográficos  se 
pueden  nombrar  todos  los  objetos  físicos  que  no  tienen  figura 
determinada  y  aun  las  cosas  impalpables  y  abstractas:  bajo  este 
capítulo  la,  lectura  será  enredada,  pero  es  completa. 

Expresabfin  los  verbos.  Se  concibe  que  el  idioma  facilitó  este 
intento^  por  la  ¡propiedad  que  tiene  de  convertir  los  nombres  en 
yerbos.  Por  eso  tomfS  un  signo  mímico,  cuyo  valor  fónico  fuera 
idéntico  al  de  la  acción  que  se  quería  explicar,  y  se  le  empleó.no 
por  el  objeto  que  representaba,  sino  por  el  sonido  que  emitía. 
Uno  de  los  ejemplos  ínás  palpables  para  asentar  esta  doctrina  es 
el  signo  maiü,  profusamente  derramado  en  la  escritura,  y  en 
.  multitud  de  casos  fuera  de  su  significado  propio.  £n  Cacalomacan 
j  en  sus  relativos  Tna  significa^  cazar,  ct^utivar;  en  Michmaloyan, 
pescar;  en  Mapaolitepec,.  oojer;  en  Quet^alnsLAcan,  dar  ó  tributar; 
.  en  Oj&toman  se  puede  admitir  en  el  sentido  de^  haoer  ó  U/iyr'mor* 
Etn  todos  estos  casos  la  radical  está  pateoute;  en  oiros  U  presión- 


528 

oia  do  la  mano  indica  siempre  la  existencia  de  un  yerbo,  aunque 
con  radicales  diversas,  como  acontece  en  Zacualpa,  Tlapaco- 
yan,  ¿o.  Ni  faltan  ejemplos  de  otros  significados  de  maiil  coma 
en  Nepopualco,  que  se  traduce  contadero,  lugar  en  que  se  cuen-  ' 
ta,  contar.  Lo  mismo  se  puede  predicar  de  otros  caracteres.  Con- 
venimos en  ser  esto  muy  oscuro  y  prestarse  á  confusión;  ¿pero 
no  podríamos  decir,  que  es  confuso  y  oscuro  para  nosotros  poco- 
versados  en  el  idioma  6«  ignorantes  en  la  lectura,  mientras  para 
los  méxica,  sabidores  de  ambas  cosas;  era  clara  y  obvio? 

Más  á  ciegas  estamos  todavía  en  la  manera  de  escribir  los 
tiempos  de  los  verbos.  Hemos  encontrado  ejemplos  no  sólo  del 
infinitivo,  sí  también  del  pretérito  y  del  futuro,  aunque  no  en 
tanta  abundancia  que  podamos  deducir  reglas  gener*ales.  Vimos 
también  signos  para  ciertos  demostrativos,  y  para  otras  partes  de 
la  oración.  De  que  no  conocemos  todos  los  demás  signos,  enbne* 
na  lógica  no  podemos  afirmar  que  no  existieron;  por  él  contrario^ 
lo  conocido  nos  hace  figurar  que  la  escritura  méxica  era  más  com- 
pleta de  lo  que  hasta  ahora  nos  habíamos  imaginado.  Sea  de 
ello  lo  que  fuere,  con  los  jeroglíficos  conocidos,  con»los  caracte- 
res numerales  y  los  signos  cronológicos,  se  pueden  ya  entender 
las  pinturas  históricas,  siquiera  sea  en  las  indicaciones  compen- 
düidas  que  contienen. 

Que  la  escritura  mexicana  era  suficiente  para  anotar  todo  gé- 
nero de  ideas,  aun  las  abstractas  y  metafísicas,  lo  hemos  probado 
ya  con  las  autoridades  de  Sahagun  y  de  las  Casas.  La  tendencia 
que  los  tlacuilo  tenían  para  transformar  los  signos  en  fonéticos 
la  demuestra  claramente,  que  ei)  los  tiempos  inmediatos  á  la 
conquista,  para  conservar  los  enseñamientos  religiosos,  tuvieron 
en  su  escritura  los  recursos  suficientes  para  fijar  de  una  manera 
entendible  así  las  preces  como  los  preceptos  morales;  y  debeno* 
tarse,  que  todo  ello  les  era  absolutamente  extraño,  ademas  ^ 
pronunciado  en  lenguas  extranjeras  como  eran  el  latín  y  el  cas- 
tellano. Acosta  dice  á  este  propósito;  También  escribieron  á  su 
modo  por  imágenes  y  caracteres  los  mismos  razonamientos;  y  yo 
he  visto,  para  satisfacerme  en  esta  parte,  las  oraciones  del  Pa- 
ter  noster,  Ave  María,  Símbolo  y  la  confesión  general  en  el  mo- 
do dicho  de  indios,  y  cierto  se  admirará  cualquiera  que  lo  viere, 
porque  para  significar  aquella  pidabra:  yo  pecador  me  coñfiesoí 
pintan  un  indio  incado  de  rodillas  á  los  piás  de  un  religioso, 


I 


629 

como  que  se  confiesa;  7  luego  para  aquella:  á  Dios  Todopodero- 
so, pintan  tres  caras  con  sus  coronas  al  modo  de  la  Trinidad;  y 
á  la  gloriosa  Virgen  María,  pintan  nn  rostro  de  nnestra  Señora 
j  medio  cnerpo  con  un  niño;  7  á  San  Pedro  7  4  San  Pablo,  dos 
cabezas  con  coronas,  7  unas  llaves,  7  una  espada;  7  á  este  modo 
ya  toda  la  confesión  escrita  por  imágenes;  7  donde  íaltan  imáge- 
nes, ponen  caracteres,  como:  en  que  pequé,  &c.,  de  donde  se  po- 
drá colegir  la  viyezá  de  los  ingenios  de  estos  indios,  pues  este 
modo  de  escribir  nuestras  oraciones  7  cosas  de  la  Fe,  ni  se  lo 
enseñaron  los  españoles,  ni  ellos  pudieran  salir  con  él,  si  no  hi- 
cieran mu7  particular^ concepto  de  lo  que  les  enseñaban."  (1) 

Si  aquí  se  hecha  de  ver  el  sistema  general  de  la  escritura,  de 
signos  mezclados,  los  recursos  fonéticos  de  que  podía  disponer 
se  patentizan  en  el  siguiente  pasaje  de  Torquemada,  (2)  descri- 
biendo la  manera  con  que  escribían  el  Pater  noster: — "El  voca- 
blo que  ellos  tienen,  7  que  más  tira  á  la  pronunciación  de  Pater, 
es  pcmtli,  que  significa  una  como  banderíta,  con  que  cuentan  el 
número  veirite;  pues  para  acordarse  del  vocablo  Patera  ponen 
aquella  banderita  que  significa  pantli,  7  en  ella  dicen  Pater,  Pa- 
ra la  segunda,  que  dice  Noster ,  el  vocablo  que  ellos  tienen  más 
parecido  á  esta  pronunciación  es  Nticfitli,  que  es  el  nombre  de 
la  que  los  nuestros  llaman  tunay  7  en  España  higo  de  las  Indias; 
pHQs  para  acordarse  del  vocablo  Noster^  pintan  consecutivamente 
tras  de  la  banderita,  una  tunay  que  ellos  llaman  nvxMli;  7  de  esta 
manera  van  prosiguiendo  hasta  acabar  la  oración."  En  otros  casos 
se  advierte  el  intento  de  reproducir  silábicamente  las  palabras;  así 
para  escribir  Amen  ponían  el  simbólico  of/  7  el  mímico  metí,  le7en- 
do  A^.  En  el  caso  del  Paternóster  colocaban  una  bandera  pan- 
tiiy  tetl,  nocTMi  7  teü  formando  la  lectura  pa-te  noch-te,  que  remeda- 
ban los  sonidos  que  se  pretendía,  sin  atingencia  alguna  con  el 
significado.  Semejante  procedimiento  no  era  nuevo,  pues  hemos 
visto  que  los  méxica  le  practicaban  desde  antes  en  la  traducción 
de  los  nombres  de  lenguas  extranjeras.  Estudio  7  meditación  me- 
rece esta  materia,  antes  de  pronunciar  la  última  palabra.  (3) 

(1)  AcoBta,  historia  natural  y  moral,  Cb.  VI,  cap.  VII.— Véase  Anales  del  Museo    ^ 
Nacional,  iom.  1. 

(2)  Monarq.  indiana,  lib.  XV,  cap.  XXV. 

(3)  Véase  respecto  de  escritora  rneücana,  García,  origen  délos  indios,  lib.  4,  cap.  ^ 
39,  cap.  28,  pág.  246-251.— Herrera,  dée.  3,  Hb.  2,  cap.  18,  pág.  75.— Solozano,  de 

67 


530 

Los  tolteca,  en  su  emigración  háoia  el  Sor,  lleyaroxi  sin  d«dft 
sus  caracteres  jeroglíficos  á  lagares  muy  distaaies.  Segan  el  tes- 
timonio de  Herrera,  en  Nicaragua,  ''es  cierto  que  tenían  por  le- 
tras las  figuras  de  los  de  Oulua,  y  los  libros  de  papel  y  pergamir 
no,  un  palmo  de  ancho  y  doce  de  largo,  y  doblados  como  fuelles 
á  donde  señalaban  por  ambas  partes  de  azul,  colorado  y  otros 
colores,  los  casos  memorables  que  acontecían  allL  Tenían  pinta- 
das sus  leyes  y  ritos  con  gran  semejanisa  de  los  mexicanos;  y 
ésto  hacen  solos  los  chorotegas,  y  no  todos  los  de  Nicaragua^"  (1) 

Si  esto  acontecía  hacia  el  Sur,  no  será  aventurado  suponer 
que  todos  los  pueblos  sujetos  al  imperio  de  México  y  los  en  in- 
mediato contacto  con  él,  habían  adoptado  su  escritura  jeroglífica 
si  bien  haciéndole  las  modificaciones  requeridas  por  el  lenguaje 
y  las  costumbres  de  cada  uno.  De  los  mixtéeos  y  zapotecos  se 
dice:  "Entre  la  barbaridad  de  estas  naciones  se  hallaron  muchos 
libros  á  su  modo,  en  hojas  ó  telas  de  especiales  cortezas  de  ár- 
boles que  se  hallaban  en  tierras  calientes,  y  las  curtían  y  adere- 
zaban á  modo  de  pergaminos,  de  iSna,  tercia  poco  más  ó  menos 
de  ancho,  y  unas  tras  otras  las  zurcían  y  pegaban  en  una  pieza 
tan  larga  como  la  habían  menester,  donde  todas  sus  historias 
escribían  con  unos  caracteres  tan  abreviados  que  una  sola  plana 
expresaban  el  lugar,  sitio,  provincia,  año,  mes  y  dia,  con  todos 
los  demás  nombres  de  dioses,  ceremonias  y  sacrificios  ó  victorias 
que  habían  celebrado  y  tenido,  y  para  esto  á  los  hijos  de  los  se- 
ñores y  á  los  que  escogían  para  su  sacerdocio,  enseñaban  é  ins- 
truían desde  su  niñez,  haciéndoles  decorar  aquellos  caracteres  y 
tomar  de  memoria  las  historias,  y  destos  mismos  instrumentos 
he  tenido  en  mis  manos,  y  oídolos  explicar  á  algunos  viejos  con 
bastante  admiración,  y  solían  poner  estos  papeles  como  tablas 
de  cosmografía  pegados  á  lo  lai^  de  las  salas  de  los  señores, 
por  grandeza  y  vanidad,  preciándose  de  tratar  en  sus  juntas  y 
visitas  de  aquella  materia."  (2) 

No  acertaremos  á  decir  si  esta  escritura  es  del  mismo  género 
de  la  mexicana,  porque  no  la  hemos  estudiado;  presenta  ciertas 
semejanzas  en. los  signos  cronológicos  y  en  la  distribución  délas 

jar.  Ind.  tom.  1,  cap.  8,  n.  96.-— SahAgun,  tom.  3,  pág.  80.— Torquamada,  Ub.  1, 
cap.  XI. — Acosta,  lib.  6,  cap.  IX. — Gomara,  tom.  1,  cap.  84. 

(1)  Herrera,  áéo.  111,  üb.  IV,  cap.  VII,  pág.  121. 

(2)  Burgoa,  Palestra  historial,  fol  89. 


531 

figuras,  aunque  debemos  admitir  que  los  signos  deben  haber 
cambiado  para  ajustarse  á  las  formas  del  lenguaje.  En  lo  que 
ofrecen  diferencias  palpables  es  en  el  dibujo  y  en  el  colorido. 
Respecto  de  lo  primero  es  más  tosco,  aunque  más  monumental; 
por  lo  tocante  á  lo  segundo,  los  colores  que  predominan  son  el 
amarillo,  rojo,  negro  y  ciertos  semicolores  sucips,  los  cuales  dan 
á  las  pinturas  un  tono  sombrío  y  uniforme,  sin  dejar  de  ser  re* 
chinante.  En  el  número  34,  ponemos  pequeños  trozos  de  esta 
escritura,  confundida  malamente  con  la  mexicana,  y  de  la  cual 
presenta  ejemplos  la  obra  del  Lord  Kingsborough.  (1) 

De  los  pueblos  mayase  dice:  **En  tiempo  de  su  infidelidad  te- 
nían los  indios  de  Tucathan  libros  de  cortezas  de  árboles,  coa 
un  betún  blanco  y  perpetuo,  de  diez  y  doce  Yaras  de  largo,  que 
se  cogían  doblándolos  como  un  palmo.  En  éstos  pintaban  con 
colores  la  cuenta  de  sus  años,  las  guerras,  inundaciones,  huraca- 
nes, hambres  y  otros  sucesos."  (2)  Según  el  mismo  autor,  Itzam- 
ná,  "tengo  por  cierto  fué  el  hombre,  que  entre  ellos  primero  in- 
ventó los  caracteres,  que  servían  de  letras  á  los  indios."  (3) 

.  Los  itzaex,  de  procedencia  maya, — "conservan  hoy  las  profe- 
cías (escritas  en  sus  caracteres  antiguos),  los  que  llaman  sacery 
dotes,  en  un  libro  como  historia,  que  nombran  AnoJie'\  (4)  Aque- 
lla escritura,  "eran  unos  caracteres  y  figuras,  pintadas  en  unpiS 
cortezas  de  árboles,  como  de  una  cuarta  de  largo  cada  hoja  ó  ta- 
blilla, y  del  grueso  como  de  un  real  de  á  ocho,  dobladas  á  una 
parte  y  á  otra,  á  manera  de  biombo,  que  ellos  llaman  Anctltees.''  (5) 
En  pasaje  anterior  se  encuentra,  "que  AnaUehes  ó  historias  es 
una  misma  cosa."  (6) 

Encuéntranse  lijeras  noticias  acerca  de  la  escritura  de  los 
maya  en  distintos  autores;  (7)  copiaremos  nosotros,  como  más 


(1)  Fac-simile  oí  an  original  mezican  paixxting,  preserved  in  the  coUection  oí  8ír 
Tfaomas  Bodley,  in  the  BocOeian  Libraiy  ai  Oxford:  40  pages.  Vol,  1.  Del  mismo 
género  es- la  pintara  siguiente  conservada  en  la  misma  biblioteca. 

(2)  Gogollndo,  Hist.  de  Yucatán,  lib.  IV,  cap.  V. 

(3)  Op.  oit.,  lib.  IV,  cap.  VIH.  •  ^ 
(i)  CogoUudo,  Hist.  de  Yucatán,  lib.  IX,  cap.  Xiy. 

(5)  Villagutierre,  Hist.  de  la  conquista  del  Itza,  lib.  VH,  cap.  1. 

(6)  Vinagutierre,  lib.  VI,  cap.  IV,  pág.  353. 

(7)  Mendieta,  hist.  ecles.  pág.  143.— Herrera,  dec.  4,  lib.  X,  cap.  IL-^Acoeta, 
liiflt.  nat.  7  mor.,  lib.  VI,  cap.  VII. 


632 

Autorizadas,  las  doctrinas  del  P.  Lauda. — ''Qae  las  ciencias  que 
enseñaban  eran  la  cuenta  de  los  años,  meses  y  dias,  las  fiestas  y 
ceremonias,  la  administración  de  los  sacramentos,  los  dias  j 
tiempos  fatales,  sus  maneras  de  adivinar  y  sus  profecías,  los 
acaecimientos,  y  remedios  para  los  males,  y  las  antigüedades,  j 
ler  y  escribir  con  sus  libros  y  caracteres  con  los  cuales  escribían 
y  con  figuras  que  significaban  las  escrituras." — "Que  escribían 
sus  libros  en  una  hoja  larga  doblada  con  pliegues,  que  se  venia 
á  cerrar  toda  entre  dos  tablas  que  hacían  muy  galanas  y  que  es- 
cribían de  una  parte  á  otra  á  coluuas,  según  eran  los  pliegues, 
7  que  este  papel  hacían  de  las  raíces  de  un  árbol,  y  que  le  daban 
un  lustre  blanco  en  que  se  podía  bien  escribir,  y  que  sabían  de 
estas  ciencias  algunos  principales  señores,  por  curiosidad,  y  que 
por  esto  eran  más  estimados,  aunque  no  lo  usaban  en  público."  (1) 

"Usaban  también  esta  gen^e  de  ciertos  caracteres  ó  letras  con 
las  cuales  escribían  en  sus  libros  sus  cosas  antiguas  y  sus  cien- 
cias, y  con  ellas  y  figuras,  y  algunas  señales  en  las  figuras  en- 
tendían sus  cosas  y  las  daban  á  entender  y  enseñaban.  Hallá- 
rnosles grande  número  de  libros  destas  sus  letras,  y  porque  no 
tenían  cosa  en  que  no  hubiese  superstición  y  falsedades  del  de- 
ínonio  se  les  quemamos  todos,  lo  cual  á  maravilla  sentían,  y  les 
daba  pena.^' 

"De  sus  letras  porne  aquí  un  a,  b,  c,  que  no  permite  su  pesa- 
dumbre más,  porque  usan  para  todas  las  aapiraciones  de  las  le- 
tras de  un  carácter,  y  después  al  puntar  de  las  partes  otro,  y  así 
viene  á  hacer  tw  infiniitim,  como  se  podrá  ver  en  el  siguiente  ejem- 
plo. Le,  quiere  decir  lazo  y  cazar  con  él;  para  escribirle  con  sus 
caracteres,  habiéndoles  nosotros  hecho  entender  que  son  dos  le- 
tras,'lo  escribían  ellos  con  tres,  poniendo  á  la  aspiración  de  la  i 
la  vocal  éy  que  antes  de  sí  trae,  y  en  esto  no  hierran,  aunque 
úsense,  si  quieren  ellos  de  su  curiosidad.  Ejemplo,  (lámina  14, 
número  1).  Después  al  cabo  le  pegan  la  parte  junta.  Ha,  que 
quiere  decir  agua,  porque  la  hache  tiene  a,  //,  antes  de  sí  la  po- 
nen ellos  al  principio  con  a,  y  al  cabo  desta  manera  (núm.  2). 
Tanft)ien  lo  escriben  á  partes,  pero  de  la  una  y  otra  manera,  yo 
no  pusiera  aquí  ni  tratara  de  ello  sino  por  dar  cuenta  entera  de 

las  cosas  desta  gente.  Ma  in  hatí  quiere  decir,  no  quiero,  ellos  lo 

* 

(1)  Belaoion  de  las  cosas  de  Tuoaton,  por  Fr.  Diego  de  Landa,  pág.  4 i. 


533 

escriben  á  partes  desta  manera:  (núm.  3)."  (1)  Copiamos  el  abece- 
dario bajo  el  número  4.     « 

La  escritura  de  este  género  ha  recibido  de  los  americanistas 
franceses  el  nombre  de  cálctdi/orme,  (2)  ó  en  forma  de  cálculo,  pot 
estar  distribuida  en  líneas  simétricas  horizontales  y  verticales. 
Caracteres  idénticos,  ó  al  menos  de  la  misma  filiación,  ofrecen 
los  monumentos  de  Copan  y  Quirigua,  los  de  Yucatán  en  sus 
principales  ruinas  de  TJxmal,  Kabah,  Kiuio  y  Chichen  Itzá,  el 
Palenque  y  algunas  piedras  de  Chiapas:  parece  que  en  esa  su- 
perficie se  desarrolló  la  civilización  que  elaboró  esta  adelantada 
escritura.  Los  documentos  que  á  nuestro  conocimiento  han  lle- 
gado, son:  el  C6d.  deDresde,  (3)  el  MS.  de  la  Biblioteca  imperial 
de  París,  (4)  el  Cód.  Troano  interpretado  por  Mr.  Brasseur  de 
Bourbourg,  (5)  y  el  ]|||p.  Miró,  (6)  reproducido  en  parte  por  el 
8r.  Melgar.  (7)  Los  caracteres,  compuestos  de  líneas  diversas 
mezcladas  con  rostros  humanos,  presentan  una  composición  re- 
gular; el  dibujo  es  artístico,  cuando  no  representa  objetos  fan- 
tásticos; los  colores  están  aplicados  con  gusto:  superiores  bajo 
iodos  aspectos  á  los  signos  méxica,  lo  son  todavía  más  en  el  con- 
cepto de  ser  fonéticos  y  f  star  arreglados  por  un  alfabeto. 

Stephens,  (8)  comparando  la  leyenda  de  la  cara  superior  áp 
un  altar  de  Copan  con  el  fragmento  del  Cód.  de  Dresde  publica- 
do por  Humboldt,  (9)  infiere  que,  "los  aztecas  ó  mexicanos,  en 
tiempo  de  la  conquista,  tenían  el  mismo  lenguaje  escrito  que  el 
pueblo  de  Copan  y  de  Palenque."  En  tan  insostenible  error  cayjó 
el  ilustre  viajero,  porque  creyó  de  origen  méxica  la  pintura  de 
Presde.    Es  ahora  común  sentir,  que  las  escrituras  mexicana  f 


(1)  Fr.  Diego  delanda,  pág.  31(5-322. 

(2)  Les  écritures  fígnrativeB,  par  León  de  Rosny,  pág.  11). 

(3)  Antiquitíes  of  México,  Lord  Kingsborough,  tom.  III. 

H)  ManuBcrit  flit  Mczicam.  Niíin.  2  de  la  Bibliothéque  Impdríalo  Fhotognpbioé 
iaanu  réduction).  París,  1864. 

(5)  París.  Imprímerie  Imperíale.  MDCCCLXIX. 

(fi)  Ilustración  de  Madríd,  Marzo  15  de  1871,  niím.  29. 
^  (7)  Juicio  sobro  lo  que  sirvió  de  base  á  las  prímeras  teogonias.    Traducción  del 
ziianqscrito  mayo  perteneciente  alSr.  Miró,  &c.,  por  J.  M.  Melgar  y  Serrano.  .Ve- 
Taoruz.  Í878. 

(8)  Incidente  of  traTolin  Central  America,  Chiapas  and  Yucatán.  New  York,  1846. 
Tom.  2,  pág.  464. 

(a)  Vues  des  Cordilléres,  tom.  II,  pág.  268.  Ve'aae  nuestra  lám.  14,  ntím.  5. 


534 

«alcnliforme  absolutamente  en  nada  se  parecen;  no  tieneor  pan* 
to  alguno  de  contacto,  fuera  del  comnn  de  servir  para  expresMr 
los  pensamientos;  corresponden  á  dos  civilizaciones  que  flore^ 
cieron  en  lugares  y  tiempos  diferentes.  Aun  de  los  maravilloaos 
monumentos  de  esta  especie,  no  se  puede  afirmar  que  todos  sean 
isontemporáneos;  razones  suficientes  aparecen  para  creer,  que 
Copan  y  Quirigua  son  los  más  antiguos,  corresponde  Palenque  í 
los  tiempos  medios,  y  pertenece  Yucatán  á  la  época  más  moder* 
na.  Por  eso  nos  hemos  imaginado  que  aquellas  leyendas  pudie- 
ran estar  escritas  en  idiomas  diversos;  pues  aunque  á  la  misma 
civilización  corresponden,  y  aquella  comarca  está  ocupada  por 
pueblos  de  lenguas  afines,  no  podemos  descubrir  todavia,  si  los 
constructores  fueron  del  mismo  tronco  etnográfico  y  son  los  pro- 
genitores de  las  naciones  actuales.  Muestra  de  la  escritura  de 
Copan  presentamosí  en  el  núro..  6. 

El  abecedario  dado  por  Landa  no  ha  producido  aun,  que  ae- 
pamos,  la!\  descif ración  de  los  caracteres  maya.  El  entusiasta 
Brasseur  de  Bourbourg  emprendió  la  lectura  del  Códice  Troano; 
escribió  un  regular  tomo  en  folio,  fundando  sobre  un  documento 
que  nos  parece  un  ritual,  maravillosos  46scubrimientos;  mas  des- 
pués de  llegar  al  fin  del  volumen,  el  ánimo  no  queda  satisfecho 
ni  convencido  con  lo^que  ha  leído.  Piérdese  por  completo  lailu- 
«ion^  cuando  el  mismo  autor  confiesa,  (1)  haber  comenzado  la 
lectura  por  el  fin  del  documento:  tomar  un  libro  por  el  final,  j 
leerle  de  esta  manera,  sólo  puede  acontecer  en  materia  que  no 
86  entiende.  ElISr.  Melgar  descifró  un  fragmento  del  MS.  Miró, 
«iguiendo  las  doctrinas  de  Brassour.  H.  de  Charencey  ha  hecho 
eosa  de  mayor  estima.  (2) 

Besumiendo.  Allá  en  tiempos  remotos,  los  chinos  usaron  de 
las  cuerdas  anudadas  para  perpetuar  sus  recuerdos,  las  cuales 
abandonaron  por  signos  figurativos,  que  con  el  tiempo  se  con- 
virtieron en  ideográficos.  En  América,  ciertos  pueblos  antiguos 
tuvieron  también  las  cuerdas  anudadas,  entre  los  tolteca  olvida- 
das, entre  los]  peruanos  admitidas  como  exclusivo  medio  de  es- 
critura, llevadas  á  su  posible  perfección  bajo  el  nombre  de  gué^. 
Los  tolteca,  desde  una  época  primitiva,  sustituyeron  las  cuerdas 

(1)  Bibliothéquo  Mexico-Guatemalieime,  París,  1871,  p.  XXVII. 

(3)  Basai  de  déchÜZrameni  d'an  fragment  d'inacríptSaii  palenquáenae. 


536 

«OH  signos  fignratívosi  semejantes  á  los  de  los  chinos;  aquella 
adelantada  nación,  y  los  pueblos  que  en  sus  ciencias  se  abreva- 
ron, de  los  figurativos  pasaron  á  los  signos  simbólicos»  y  sin  es- 
tancarse en  los  ideográficos,  hacían  esfuerzos  para  salir  á  los 
fonéticos.  Este|último  paso  lo  habían  dado  ya  pueblos  extraños 
á  los  méxica  y  muy  máa  antiguos,  los  cuales  al  contacto  de  una 
civilización  de  origen  desconocido,  se  habían  remontado  al  alfa- 
beto. Tres  sistemas  cumpliendo  su  evolución,  sin  comunicarse, 
á  pesar  de  vivir  en  el  mismo  continente.  ¿Todos  tres  sistemas 
nacieron  esponttneíunente  en  América?  ¿Crecieron,  se- desarro- 
liaron  por  contacto  con  los  pueblos  asiáticos?  ¿La  Ohina,  en  épo- 
eas  diversas,  comunicó  su  escritura  á  las  naciones  americanas? 
No  lo  sabemqp;  pero  del  conjunto  de  este  y  de  otros  muchos  he- 
chos podemos  inferir,  que  la  América  se  ha  comunicado  con  los 
pueblos  de  Asia  por  el  Oeste,  con  los  pueblos  de  Europa  por  el 
£¡ate.  Admitimos  la  teoría^  no  para  establecer  la  filiación,  sino 
aimples  y  casuales  comunicaciones. 


CAPITULO  vm. 


NUUEBACION. 


líwneraóüm  hablada.-^Formaeüm  de  los  númeroé.--'Eadical69.'-I>kenas9érim.'- 
Arüflciú  de  la  numemcí(m,^La  numeración  es  indefinida,^El  sistema  es  mgm- 
mal.—Eesúmen — JVumeradon  para  objetos  partünikires.'-irumeraeioneaer&a.^ 
Ckiatro  cifras  prineipales,-'Gífras  aisscUiarss.—Cálciao.'-Operaciones  aritméíieaf, 
—Pesas,  —Medidas  para  áridos. —Medida  UneaL —Correspondencia,  -^ZHstribudm 
de  las  tierras.  * 

DIVIDIREMOS  estas  nociones  en  dos  partes:  numeración  ha- 
blada^ numeración  escrita.    Comenzaremos  por  la  primera. 

1.  Oe  6  ceia       6.  Chicuaco        11.  Matlactli  once  16.  GaztoDi  once 

2.  Orne  7.  Chicóme    .    12.  MatiaotÜ  ornóme        17.  OaztoUi  ornóme 
8.  Yei  ó  ei  8.  Ghicuei  13.  MaÜactU  omei  18.  GaztolU  omei 

4.  Nahni  9.  Ohictmahui    14.  MaÜaotli  onnahui      19.  GaztoDi  onnaliui 

5.  Macuilli        10.  Matlactli        ir>.  Caxtolli  20.  Cempobaalli. 

Fijando  la  atención  en  esta  primera  serie  de  los  nombres  nu- 
merales, se  advertirá,  que  los  cinco  primeros  son  diversos  entre 
sí,  sin  tener  ninguna  relación  aparente,  j  adeipas  parecen  ser 
simples;  pero  cinco,  macuiUi,  es  palabra  compuesta  que  deja  tras- 
lucir su  etimología.  Según  Gama,  (1)  "se  deriva  del  verbo  Ma- 
'^cudoa,  compuesto  de  maitl^  que  es  la  mano,  y  del  verbo  simpk 
*^cueloa^  que  significa  doblegar:  lo  que  claramente  demuestra,  qtie 

{!)  DoBcripcion  de  las  dos  piedras;  segunda  parte,  pág.  190. 


537 

''en  su  origen  distinguían  cada  unidad  doblando  un  dedo  hasta 
"completar  loscinco,  cerrando  toda  la  mano."  En  efecto,  consi- 
derando los  nombres  á  la  mano  referentes,  encontramos  mapiUt, 
dedo  de  la  mano,  palabra' compuesta  de  la  radical  ma  de  maitl,  j 
depüliqne  entre  sus  acepciones  cuenta  las  de  niño,  hijo;  así 
figuradamente  mapiUi  quiere  decir,  niños,  hijos,  apéndices  de  las 
manos.  XopiUi,  dedo  del  pié,  tiene  el  mismo  sentido,  así  como 
maqpaUij  palma  de  la  mano.  Macuilli  se  forma  entonces  de  maitlt 
del  verbo  cui,  tomar,  y  de  püli  ó  simplemente  üi  por  los  apéndi- 
ces ó  dedos,  haciendo  el  compuesto  moHmi-llif  los  dedos  tomados 
con  la  mano,  el  puño  cerrado.  Admitiendo  que  la  etimología 
pueda  iguabnen^  arrancarse  del  verbal  cuilli,  tomado,  (1)  lo 
cual  no  nos  p^ece  perfectamente  exacto,  siempre  aparece  por 
verdadero,  que  la  cuenta  de  las  primeras  unidades  se  fué  practi- 
cando por  medio  de  doblar  los  dedos  de  la  mano;  hasta  que  al 
llegar  á  cinco  se  formó  el  puño.  ^ 

Del  seis  al  nueve  las  palabras  son  compuestas.  En  sentir  de 
Gama,  chicoace  ó  chicuace  se  deriva  del  adverbio  chico,  "que  sig- 
"nifioa  á  mi  lado,  y  la  preposición  huan  que  esjurUo  de  otro,  j 
"todo  el  vocablo  chicohuance,  de  quien  es  síncopa  chicoace,  quiere 
"decir,  uno  al  lado,  junto  de  los  otros."  (2)  Chico,  chicu,  tieuj» 
algunas  veces  el  sentido  de,  medio,  la  mitad,  como  en  las  pala* 
bras  chicocua,  chicocuacita,  chicocuatic,  medio  comido:  (3)  a  cuenta 
entre  sus  significados  el  de,  así  como:  de  manera  que  chico-a  da  á 
entender  la  mitad;  la  mitad  de  las  manos,  una  mano.  Los  com- 
puestos  chicoa-ce,  chdcu-ome  (chicóme),  chicu-^V,  cMcu-nahui,  que 
son  los  piimeros  numerales  añadidos  á  la  voz  chicua,  significan 
en  realidad  la  mitad  ó  una  mano,  más  uno,  más  dos,  más  tres, 
más  cuatro,  ó  sean  seis,  siete,  ocho,  nueve. 

MaÜacÜi,  diez,  no  está  formado  por  aglomeración:  sus  radica- 
les no  ofrecen  duda:  maitl,  y  ilactli,  "el  cuerpo  del  hombre,  desde 
la  cintura  arriba:"  la  voz  dice,  las  manos  de  la  parte  superior 
del  hombre.  La  palabra  confirma  9I  principio  asentado  á  priori, 
contaban  por  los  dedos  de  las  manos  niacuilli,  ima  mano  cerrada; 
matlacili,  las  dos  manos  cerradas. 

(1)  Note  sur  la  uumération  des  anci^ns  mexicains  par  M.  Simeón.    Archives  de  la 
Ck>minÍBÍon  Scientifíque  du  Mexique,  tom.  IXI,  pág.  524. 

(2)  Loco  cit,  pág.  130. 

(8)  V.  Vocabulario  de  Molina. 

68 


538 

Hasta  catorce  vuelre  la  aglomeración,  añadiendo  á  MaÜacBi 
los  cuatro  digitos  fandamentales  por  medio  de  la  sílaba  on,  ya 
sea  en  el  sentido  de  7nas,  ya  como  quiere  Molina»  "por  vía  6  ma- 
nera de  ornato  y  buen  sonido/*  Matlajc-tli  once  11,  maüacüi  ornó- 
me 12,  matlactli  omei  13,  matiacüi  mnálmi  14;  las  dos  manos  más 
uno,  dos,  tres  y  cuatro. 

Caxtoüi,  caxtuIUy  quince,  aparece  como  nombre  radical,  y  nó 
atinamos  á  cómo  puede  ser  desatado,  ni  encontramos  explicación 
en  los  autores.  Los  compuestos  sucesivos  siguen  el  orden  esta- 
blecido: Gaodolli  oiwe  16,  caxtóUi  ornóme  17,  ccKcioUiomei  18,  ooíctoK 
onnahui  19;  ó  sean  quince  más  uno,  dos,  tres,  y  cuatro. 

Cempolmaüi,  veinte,  se  compone  de  oem  y  AñfpohucilHij  cuenta, 
significando  el  compuesto,  una  cuenta,  esto  es,  la  reunión  de  vein- 
te unidades.  Tal  vez  en  su  origen  ^  compuso  la  palabra  Aeom, 
del  verbp  jt)o«,  contar,  jAepillió  Ui  por  los  dedos;  oem-^wa-ffí  una 
cuenta  de  los  dedos.  De  }x>a  se  forma  ÜapoaJUzUi,  numeración: 
tkuxmpoaliztli,  suma  total;  tlapoaUi,  cosas  enumeradas.  Cernipiüi, 
una  veintena,  una  cuenta,  señala  perfectamente  el  origen  de  la 
voz,  presentando  á  piUi  en  sentido  de  los  dedos.  Veinte  se  divide 
en  cuatro  partes  iguales,  determinadas  por  los  números  radica- 
les; las  fracciones  terminan  en  macuilli,  maÜactUy  caxfoUi  y  om- 
pohtíaUi.  Veinte  es  por  excelencia  el  número  mexicano;  es  el  yo, 
el  individuo,  compuesto  de  cuatro  partea,  los  pies  y  las  manos, 
cada  uno  con  sus  cinco  apéndices  ó  dedos.  Esta  forma  determi- 
nó la  numeración  escrita. 

■ 

De  veinte  en  adelante  el  sistema  de  la  formación  de  los  núme- 
ros se  funda  encesta  regla  general,  tan  jEácil  como  sencilla.  Lob 
veinte  números  primarios  que  acabamos  de  explicar,  antepues- 
tos á  una  radical  numérica  cualquiera,  la  multiplican;  si  estín 
pospuestos  á  la  radical  se  suman  con  ella.  Aplicándola  á  la  tdr 
dical  poMaili  tendremos: 

20.  Oempohualli,  veinte  multiplicado  por  uno. 

40.  Ompohualli,  veinte  multiplicado  por  dos. 

CO.  Tcipohualli,  veinte  multiplicado  por  treg. 

80.  Nauhpohualli,  veinte  multiplicado  por  cuatro. 

100.  Macuilpoliualli,  veinte  multiplicado  por  cinco. 

120.  CHiicuacempohualli,  veinte  multiplicado  por  seis. 

140.  Ghicompohualli,  veinte  multiplicado  por  siete. 

160.  Ghicuepohuallii  veinte  multiplicado  por  ocho. 

180.  Chioonaubpohualli,  veinte  multipHoado  por  nueve. 


589 

200.  MaÜiicpohnaUi,  veinte  muHipUoftdo  por  diez. 

220.  MaÜacÜioncempchoiüli,  Teiute  multiplicado  por  once. 

240.  MaÜactliomompohualli,  veinte  multiplicado  por  doce. 

260.  MaÜaettiomeipohualli,  veinte  multiplicado  por  trece. 

280.  MatlactlionnaubpoliuaUi,  veinte  multiplicado  por  catorce. 

300.  Caxtolpohualli,  veinte  multiplicado  por  quince. 

320.  Gaxtollioncepohualli,  veinte  multiplicado  por  diez  y  seis. 

.340.  Castolliomompohualli,  veinte  multiplicado  por  diez  y  siete. 

360.  Caxtolliomeipohualli,  veinte  multiplicado  por  diez  j  ocho. 

380.  Caxtollionnauhpohualli,  veinte  multiplicado  por  diez  y  nueve. 

400.  Cetzontii, 

Naturalmente  resnlta  una  progresión  por  diferencia,  con  la 
Tazón  del  mismo  valor  del  número  radical  Los  números  inter- 
medios entre  cada  dos  términos^  se  llenan  con  los  veinte  prime- 
ros, en  esta  forma: 

20.  GempohuaUi. 

21.  Cempohualli  once,  veinte  más  uno. 

22.  Cempohualli  omome,  veinte  más  dos- 

23.  Cempohualli  omei,  veinte  más  tres. 

24.  Cempohualli  onnahui,  veinte  más  cuatro. 

25.  Cempohualli  onmacuilU,  veinte  más  cinco. 

26.  Cempohualli  onchicuace,  veinte  másseis. 

27.  Cempohualli  onchicome,  veinte  más  siete. 

28.  Cempohualli  onchicuei,  veinte  más  ocho. 

29.  Cempohualli  on  chiconahui,  veinte  mtís  nueve. 

30.  Cempohualli  onmatlactli,  veinte  más  diez. 

31.  Cempohualli  onmatlactli  once,  veinte  más  once. 

32.  Cempohualli  onmatlactli  omome,  veinte  más  doce. 

33.  Cempohualli  onmatlactli  omei,  veinte  más  trece. 

34.  Cempohualli  onmatlacti  onnahui,  veinte  más  catorce. 
36.  Cempohualli  oncaxtolli,  veinte  más  quince. 

36.  Cempohualli  oncaxtolli  once,  veinte  más  diez  y  seis. 

37.  Cempohualli  oncaxtolli  omome,  veinte  más  diez  y  siete. 

38.  Cempohualli  oncaxtolli  omei,  veinte  más  diez  y  ocho. 

39.  Cempohuulli  oncaxtolli  onnahui,  veinte  más  diez  y  nueve. 

40.  Ompohualli,  veinte  multipUbado  por  dos. 

41.  Ompohualli  once,  veinte  multiplicado  por  dos,  más  uno. 

42.  Ompohualli  ornóme,  veinte  multiplicado  por  dos,  más  dos,  ¿m,,  kc. 

Proseguiremos  así  de  una  manera  inflexible  hasta  399,  para  el 
•nal  diríamos,  CaxtolUnnauhpohucdli  on  caxtoUi  onnakni,  veinte  mul- 
tiplicado por  diez  y  nueve  más  diez  v  nueve.  Para  cuatrocientos 
MO  se  dice  veinte  multiplicado  por  veinte,  sino  que  se  introduce 


• 


r 


540 

iin  nuevo  término.  TzonUiy  400,  significa  igualmente,  cabello,  pih 
lo,  una  mata  de  hortaliza  ó  de  yerba;  y  metafóricamente,  multi- 
tud, abundancia.  Si  los  números  primeros  se  tomaron  por  la 
comparación  con  las  manos  y  con  los  pies,  éste  se  sacó  del  pelo, 
de  la  cabeza.  * 

Tenemos,  pues,  muy  bien  determinadas  dos  series;  la  primera^ 
del  uno  al  veinte;  la  segunda  del  veinte  al  cuatrocientos.  Una 
tercera  serie  obtendremos  operando  sobre  el  radical  tzontii  como 
lo  hicimos  con  pofiuaüL 

400.  CetzonÜi,  cuatrocientos  multiplicado  poV  uno. 

800.  Omtzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  dos. 
1200.  Yeitzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  tres. 
1600.  Nauhtzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  cuatro. 
2000.  Macuiltzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  cinco. 
2400.  Chicoaoetzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  seis. 
2800.  Chicomtzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  siete. 
8200.  Chicuetzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  ocho. 
3600.  Chiconauhtezontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  nueve. 
4000.  MatlactezonQi,  cuatrocientos  multiplicado  por  diez. 
4400.  MatlactlioncetzontH,  cuatrocientosr  multiplicado  por  once. 
4800.  Matlactliomomtzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  doce. 
5200.  M&tlacüiomeitzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  treco. 
5600.  Matlaotlionnauhtzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  catorce. 
6000.  Caxtolzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  quince. 
6400.  CaxtoUionoetzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  diez  y  aeia. 
6800.  CaxtoUiomomtzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  diez  y  siete. 
7200.  Caztolli  omeitzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  diez  y  ocho. 
7600.  Caxtolli  onnauhtzontli,  cuatrocientos  multiplicado  por  diez  y  nueTe. 
8000.  Cexiquipilli. 

Progresión  por  diferencia  con  el  mismo  valor  del  radical  feo»- 
tlu  Llénanse  los  intermedios  entre  cada  dos  términos  con  los 
cuatrocientos  numerales  de  que  se  componen  las  dos  primeras 
series,  sin  otra  diferencia  que  la  de  introducir  de  cuatrocientos 
en  adelante  la  palabra  ipa7i,  preposición  equivalente  á  encima  de 
(ügoy  y  en  el  lenguaje  aritmético  á  más:  los  números  anteriores  í 
cuatrocientos  quedan  siempre  ligados  por  la  partícula  on.  El  or- 
den lógico  é  inflexible  en  que  se  desarrolla  la  numeración  habla- 
da no  permiten  equivocación  alguna. 

.401.  Gentzontli  once. 
405.  Oentzontli  onmacuílU. 


J 


541 


410.  Centzontli  onmatJíaotlL 

£00.  Ceutzo&tli  ipan  macuilpolmaUi. 

749.  Centzontli  ipan  caxtolliomompohualli  oncbiconahni. 


En  el  7,999  diremos  ccuctolli  onnauhtzonüi  ipán  caxtolli  oTinawA- 
pohuaUi  ipan  caodoUi  onnahui;  es  decir,  cuaixocientos  multiplica- 
dos por  diez  y  nueve  (7,600),  más  veinte  multiplicado  por  diez  y 
nueve  (380),  más  diez  y  nueve  (19). 

Para  ocho  mil  no  decían  cuatrocientos  por  veinte,  sino  que 
introdujeron  el  nuevo  termino  cexiquipilli,  que  significa,  bolsa, 
talega,  costal,  alforja. — 'Tarece  que  en  ella  quisieron  simbolizar 
el  vientre  del  cuerpo  humano,  en  el  cual,  en  la  cabeza,  manos  y 
pies  tenían  fundada  toda  su  aritmética."  (1) 

Procedamos  con  esta  radical  como  con  las  anteriores,  para  ob* 
tener  una  cuarta  y  al  parecer  última  serie.  Tendrecmos: 


1 

j 


8,000.  CexiquipiUL 
16,000.  Omziqaipilli 
24,0«0.  YeziqmpiUi 
82,000.  Kankdqnipilli. 
40,000.  MacuibdqaipiUi 
48,000.  Ohieoneexiquipilli  ' 
56,000.  Ohicomxiquipilli 
64,000.  Chicoeziquipilli. 
72,000.  GhiconnahxtqTiipilli. 
80,000.  MatlacziquipiUi 


88,000.  MalaciU  onoezíqaipilli. 

96,000.  ICaÜaotii  omoxnxiqnipiUi. 
104,000.  Matlaotli  omdziqnipiUi. 
112,000.  Matlaotli  onnauhxiqmpilli. 
120,000.  Gaxloixtquipilli 
128,000.  Caxtolli  onoexlquipilli. 
186,000.  CaxtoUi  omomxiquipiUi 
144,000.  CaxtoUi  omeiziquipilli. 
152,000.  CaxtoUi  onnanhxiquipilli. 
160,000.  CepohalxiqmpilU. 


Progresión  igualmente  por  diferencia,  en  la  cual  el  primer 
término  y  la  razón  tienen  el  mismo  valor  del.  radical  Los  tér- 
minos intermedios  se  llenan  con  las  tres  series  anteriores  sin 
alterar  su  orden  inflexible. 

8,001.  Cexiquipilli  once. 

8,019.  Cexiquipilli  ipan  caxtollionnahui 

8,146.  Cexiquipilli  ipan  macnilpohuaUi  ompohualli  onchicaaoe,  etc. 

Hasta  llegar  en  su  orden  riguroso  á  159,999,  para  el  cual  di- 
ríamos, caxtolli  onnauhxipUli  (162,000),  ipan  caactoUi  onnauhtzonüi 
(7,600),  ipan  caxtolli  onnauhpohuaJli  (380),  ipan  caxtolli  onruxhui  (19). 


(i;  Gama,  las  dos  piedras,  pág.  133. 


54a 

El  último  término  de  la  progresión  no  toma  nombre  particu- 
lar como  en  las  anteriores,  según  parecía  pedirlo  el  orden  lógico 
de  la  numeración,  sino  que  se  enuncia  por  el  producto  de  20 
por  8,000.  Esto  induciría  a  pensar,  que  la  numeración  hablada 
de  los  mexicanos  no  pasaba  de  160,000,  supuesto  que  aquí  se  in- 
terrumpe el  sistema.  Mas  esto  no  resulta  ser  exacto;  la  numera- 
ción en  realidad  prosigue  de  una  manera  indefinida,  supuesto 
que  conforme  al  artificio  introducido  en  la  formación,  xiqutpiUi 
se  puede  multiplicar  por  todos  los  valores  desde  ccm  hasta  el 
mismo  xiquipiUi,  arrojando  los  siguientes  productos: 

:j.L»00,000.  Centzonxiqmpilli. 
«4.000,000.  Cexiqtiipiliiqnipilli. 

Aunque  esta  liltima  cifra  sería  suficiente  para  responder  á  las 
neceóidades  públicas  y  privadas  de  los  mexicanos,  existen  muy 
fundadas  razones  para  sostener,  que  la  numeración  hablada  no 
se  detenía  en  este  punto. 

La  numeración  maya  descansaba  sobre  los  mismos  fundamen- 
tos  que  la  mexicana,  j  en  ella  encontramos  los  siguientes  térmi- 
nos, designados  con  nombres  particulares: 

I 

20.  Kal,  que  multiplicado  por  sí  mismo  daba,    ' 
400.  BcK,  que  multiplicado  por  yeinte  producía, 
8,000.  Pie,  que  multiplioado  por  veíate  hacía, 
160,000.  Calab,  que  multy^Ucado  por  veinte  subía  d, 
3.300,000.  KinchiL 

* 

Es  decir,  que  contando  también  la  unidad,  existían  en  la  maja 
seis  términos  particulares  ó  radicales,  por  medio  de  los  cuales 
se  podía-  llevar  la  cuenta  de  las  cosas  hasta  donde  bien  se  qui- 
siera. Juzgando  por  analogía,  que  en  el  caso  no  parecerá  al  lec- 
tor traída  por  los  cabellos,  creemos  que  entre  los  mexicanos 
existían  esos  mismos  seis  términos  radicales,  de  los  cuales  aho- 
ra solo  conocemos  cuatro,  habiéndose  perdido  la  memoria  de  los 
otros  dos. 

Si  lo  acabado  de  decir  se  tiene  como  un  supuesto  gratuito,  in- 
sistimos aún  en  nuestro  parecer,  apoyándole  en  lo  siguiente. 
Las  radicales  y  los  compuestos  que  de  ellas  resultan  se  podían 


6iS 

multiplicar  no  solo  de  dos  en  dos,  sino  de  tres  en  tres,  y  ánn  más, 
de  manera  que  cuando  menos  pudiéramos  formar: 

512,000.000.000.  Cexiquipilxiquipilxiquipilli,  6  sea  el  cubo  de 
oobomiL 

Para  ello  nos  autoriza  el  Vocabulario  del  P.  Molina,  quien 
ofrece  la  palabra  MacÜadzonxiquipilli,  equivalente  á  diez  multi* 
plicado  por  cuatrocientos,  multiplicado  por  oc]io  mil,  igual  á 
32,000.000.  (1) 

Besumiendo  lo  que  acabamos  de  decir.  La  numeración  habla- 
da comienza  por  los  números  f andamentales  ce,  orne,  yei,  vafiui, 
ifkacuilli,  que  forman  la  primera  quintena;  chico,  unido  a  los  cua- 
tro primeros,  empieza  la  segunda  quintena  terminada  en  maüac' 
Üi,  voz  simple  como  los  fundamentales;  á  este  nuevo  termino  se 
juntan  los  cuatro  primordiales  componiendo  la  tercera  quintena, 
rematada  en  caxíoUiy  también  nombre  simple;  la  cuarta  y  última 
'quintena  la  forma  caxtdli,  siempre  con  los  cuatro  primeros,  re- 
matando en  la  segunda  radical  cemjxÁtudli  En  adelante  solo  se 
presentan  como  términos  nuevos  Izontli  y  xiquipíUi,  de  manera 
que  con  solo  diez  nombres  combinados  se  pueden  expresar  to- 
das las  cantidades  imaginables.  Todo  el  artificio  consiste  en 
mezclar  y  componer  por  multiplicación  y  por  suma,  la  primera 
serie  de  veinte  números  con  las  radicales  pohmlU,  fzontU  y  xiqui- 
piUi,  asi  como  éstas  entre  sí. 

•  Fúndase  el  sistema  en  las  cuatro  radicales  ce,  pofnuxUi,  tzoii- 
tli,  xiquipüli,  cuyos  valores  forman  esta  progresión  por  cocien- 
te -H-  1 :  20 :  400 : 8,000;  primer  termino  la  unidad',  veinte  la  razón. 
Se  puede  expresar  de  esta  manera  ^  (20)":  (20)^:  (20)*:  (20)^  ó 
sean  las  potencias  de  veinte  de  cero  al  cubo.  Veinte  es  el  núme- 
ro de  términos  de  la  primera  serie  fundamental,  el  cual  se  des- 
compone en  los  dos  factores  cuatro  del  número  de  las  quintena», 
cinco  de  los  términos  que  las  componen.  La  reunión  de  veinte 
unidades  equivale  á  una  unidad  de  la  especie  inmediatamente 
superior;  así  veinte  ce  igual  á  cempoknallt;  veinte  fx>Jaiolli  forman 

(1)  MolÍDA  tradnoe  trescieTUos  mil  y  más  doé  mil;  error  manifiesto  en  que  incurrió, 
can  dada,  por  haber  trastornado  los  ceros  en  el  cálcalo.  Erró  también  en  la  línea  an- 
terior á  ésta  escribiendo  (fol.  58),  "Matíact^tÜ,  oaatrocientos/*  paes  solo  el  toBqntU 
determina  el  coatrodentos  y  moltiplioado  por  diez  hace  cuatro  mil.  Camplida  ra- 
zón nos  da  el  mismo  Molina  asentando  en  la  h'aea  inferior,  ** MatlacUanxUiuiÜf 
oiiairo  mü  afios.*' 


544 

cetzojiUi;  veinte  tzorUti  constituyen  el  cexiquipülL  La  base  es  vein- 
te, el  sistema  vigesimal. 

El  enunciado  de  las  cantidades  comienza  por  las  unidades  su- 
periores; cada  radical  va  precedida  ó  multiplicada  por  las  veces 
que  cabe  en  el  conjunto,  y  está  seguida  con  las  cantidades  meno- 
res que  con  el  producto  se  juntan.  Para  traducir  al  lenguaje 
mexicano  una  cantidad  numérica,  es  lo  mismo  que  buscar  el  nu- 
mero de  veces  que  las  radicales  caben  en  denunciado,  dividien- 
do la  resta  por  las  radicales  inferiores  sucesivamente  hasta  el 
fin.  Por  ejemplo:  en  8,427  se  reconoce  inmediatamente  que  hay 
un  xiquipUliy  un  tzcmüi,  vmpohuaUi  y  chicóme;  pero  en  2539676  se- 
ría preciso  encontrar,  por  medio  de  la  división,  que  contiene  trein- 
ta y  un  xiquipiUi,  trece  tzontliy  diez  y  ocho  pohuáUi  y  matlacUi  on 
.  chicoace. 

Tiene  lugar  lo  dicho  para  contar  las  cosas  en  general,  pues  en 
ciertas  aplicaciones  particulares  cambian  los  términos  y  aun  la ' 
inteligencia  de  la  frase.  Así,  ''para  contar  gallinas,  huevos,  ca- 
"cao,  tunas,  tamales,  cerezas,  vasijas,  asentaderos,  frutas,  cala- 
''bazas,  naJ:)os,  xicamas,  melones,  libros  ó  cosas  redondas  ó  ro- 
"llizas,  dicen  de  la  manera  siguiente:"  (1) 


1. 

Centetl. 

9. 

ChicunautetL 

17.  Caxtolteüomome. 

2. 

Ontetl. 

10. 

Matlactetl.     . 

Í8.  Caxtoltetlomm. 

S. 

Yetetí. 

11. 

MaÜacteÜonce. 

19.  Caxtoltetlonsahiii 

4. 

Naahtetl. 

12. 

MaÜactetlomome. 

2Q.  Cempohtiáltea. 

n. 

Macuiltetl. 

13. 

Matlaotetlomei. 

40.  Ompohualtetl. 

6. 

Chicuacontetl. 

U, 

Matlaetetl  ozmahni. 

60.  YepohualtoO. 

7. 

Chioontetl. 

16. 

Caxtolted. 

80.  Nauhpohualtetl. 

8. 

Chicuetetl. 

16. 

Caxtoltetlonce. 

100.  Macuilpohualteü. 

Para  renglones,  camellones  de  surcos,  paredes,  hileras  de  per- 
sonas, ó  cosas  puestas  en  orden  á  la  larga. 


1.  Cempantli. 

2.  OmpantU. 

3.  Epantli. 

4.  Nappaatli. 

5.  Macuilpantli. 

6.  Chicuaoenpaiitii. 


7.  Chicompantli. 

8.  Chicuepantli. 

9.  Cilioimaiihpantli. 

10.  Mactlacpautli. 

11.  Mactlacpantli  once. 

12.  Mactlaopanüi  ornóme. 


13.  Hactlacpandi  omei. 

14.  Maotlacpantli  ozmahiii. 
ir>.  Caxtolpantli. 

16.  Caxtolpantli  onoe. 
20.  Cempohualpantli. 
40*  Ompohualpantfí. 


(1)  Voeab.  de  Molina,  fol.  119. 


646 

Para  zapatos,  papel,  platos,  escndillas,  trojes,  cosas  dobladas 
una  sobre  otra,  ó  cosas  diversas  nna  de  otra. 


1.  Centlamantli, 
Z  Ontlamontli. 

3.  Etlamantli. 

4.  -KaahtiamaDtli. 

5.  Maouillamantli. 

6.  CfaiouacenUazaantli. 

7.  Chicomilamaiitli. 


8.  Chícnetlamanüí. 

9.  CMetmaulitiamaxitiJ. 

10.  HBtiaotlaQumtM. 

11.  Matiactlanuuitli  onde. 
12.'  Matíacüaznantli  omome. 

13.  Matlactlamaiitli  omeL 

14.  Matlactlamantli  onnahni. 


15.  CaztoUamantli. 
20.  Cempohtianam&iitiü. 
40.  Ompohuállaintptli. 
60,  YepohnallftinantiL 
80.  Nappohtiáilamantli. 
100.  Hacailpohtiallamaiitli. 


Las  mantas  sólo  se  cuentan  de  20  en  20,  d^  esta  manera: 


20,  CdmqaimilU.  .    40.  OmqtdmiBi. 


60.  T«qnixnilli;  Ao. 


Para  papel,  esteras,  tortillas,  mantas,  pellejos,  contados  de  20 
etk  20: 


20.  Cemipüli. 

40.  OmipiUi. 

60.  TeipiUi. 

80.  Kahuipilli. 
100.  MacailpiUi. 
120.  Chietiaeiefiáii^üH. 


140l  OhiouBiipilH. 
160.  Cliieneipflli 
180.  ChiconanliipUH. 
200.  MaÜaGÍpilli. 
aoo.  CaxtoHpffli. 
400.  €6mpoiiualli|>UH. 


1300.  YepohiuaiipiUi. 

1600.  Naulipobnampilli. 

2000.  Maouilpohnallipmi. 

2400.  ChicuacempohtiaIlipil]i« 


''Para  contar  mazorcas  de  maíz,  ó  mazorcas  de  pinas  de  oacao, 
'y  unas  flores  que  se  llaman  ydoxockiilj  y  pilares  de  piedra,  plá- 
ntanos, y  cierto  pande  semillas  como  bollos  que  llaman  feoatlt,  y 
"otros  á&  maíz  largos  como  cañutos  que  Uaman  ÜaoccáhnimiUú" 


1.  Cemolotl 

2.  Omolotl. 
a.  TeolotL 

4.  NauholoÜ. 

5.  Kacuilolotl. 

I 

6.  Chicruticemolotl. 

7.  Chioomoloti. 
S.  ChicneolotL 


9.  Clnotmauliolot]. 
10, .  MirÜacolcrti 

11.  Matlaoolotl  oxuse. 

12.  MaUacoloÜ  órneme. 

13.  Matlácólotl  omei. 

14.  MatIa(!oIoti  onnahui. 

15.  CaxtQldXoti. 

16.  CattolQlotliOAee. 


17.  Cesi<doIolt  amóme. 
I8i  .Caxtc^oloU  0I1MÍ4 
19.  Caxtololotlonnahuio,! 
2p.  Tlamic. 
30.  Tlamicomatlactli. 
35.  namic  oneaxtolli. 
40.  OmpohaaU!. 


Explicando  esto  nuestro  León  y  Gama,  (1)  dice:  "Tenía  uso 
eata  especie  de  cálculo  en  ^1  eomevcio  par^  contar  las  cosas  que 


(1)  Las  dos  piedras,  pág.  133. 


69 


546 

abultaban  poco,  y  erau  delgadas  y  planas,  que  podían  ponerse 
cómodamentf^  unas  sobre  otras  en  atados  ó  paquetes  regulados 
por  veinte  QHs,  como  el  papel,  las  pieles,  la&  esteras,  y  otras  cosas 
semejantes.  A  la  primera  veintena  llamaban  Cemipilli,  esto  es, 
una  vez  20:  á  la  segunda  Omipilli,  ó  dos  veces  20:  Yeipilli  era 
tres  veces  20:  NahuipíUi  cuatro  veces  20;  y  así  iban  continuando 
la  multiplicación  de  óada  veintena  por  los  demás  números  basta 
el  veinte,  en  la  forma  que  se  hacía  con  el  pohualli,  cuyo  producto 
cuatrocientos  no  se  llamaba  Céntzontli  sino  Cempohuallipilli  ó 
20  veces  20,  y  desde  aquí  se  seguía  multiplicando  este  nuevo 
producto  por  las  mismas  unidades  basta  volver  á  llegar  al  núme- 
ro 20,  diciendo  Ompohuallipilli,  que  era  la  multiplicación  desde 
40,  ó  dos  veces  20,  cuyo  producto  es  800  paquetes.  Yeipobualli- 
pilli,  tres  veces  20  ó  60,  miiltiplicados  por  20,  que  hacen  1,200,  y 
asi  los  demás,  hastiei^  volver  á.  llegar  ál  20,  esto  es,  2D  veces  20  ó 
400,  multiplicados  por  20,  cuyo  producto  se  nombraba  Oeicd- 
quipilli,  que  es  decir,  una  vez  8,000:  el  cual  se  iba  también  mul- 
tiplicando por  los  mismos  números  dígitos,  como  Onxiquipilli, 
que  es  dos  veces  8,000  6  16,000í  Teixiquipilli  que  es  tres  veces 
8,000  6  24,000.  De  manera  que  Cempohualxiquipilli  ó  20  xiqui- 
pilli  componen  el  producto  de  160,000  atados  ó  paquetes:  400 
xiquipilli  ó  xiquipiltzontli  daban  por  producto  3.200,000,  y  final- 
mente, 8,000  xiquipilli  contenían  64  millones  de  bultos  de  papel, 
esteras  ú  otras  cosas  semejantes." 

"De  la  misma  manera  numeraban  las  mantas,  lieiuios  y  dsmas 
tejidos  de  algodón  y  pelos  de  conejo,  que  juntaban  de  20  en  30, 
formando  de  estos  &rdos  ó  envoltorios,  á  que  llamaban  quitfdBiy 
que  era  el  nombre  de  veinte  en  esta  especie  de  cuenta:  y  así  ya 
sabían  que  oenquimilli  contenía  una  vez  veinte  mantas,  por  ejem- 
plo; Omquimilli  dos  veces  20  6  40;  Teiquimilli  tres  veces  510  6 
60;Nauhquimilli  cuatro  veces  20  ú  80;  Macuilquímilli  cinco  veces 
20  ó  ciento,  £c.  Se  deYivan  estas  voces  del  verbo  quimüoa,  que 
significa  liar  ó  envolver.  Para  numerar  personas,  observaban 
también  disponerlas  por  series,  dé  20  individuos,  y  contaban  las 
unidades  por  veintenas,  llamando  á  la  primera  serie  Centecpantli, 
esto  es,  un  agregado  ó  serie  de  20  personas,  cuya  voz  se  deriva 
del  verbo  tecpantlalia,  que  significa,  poner  en  orden  la  gente.  On- 
tecpantli  eran  dos  órdenes  ó  4íi:  Eitecpantli  tres  órdenes  ó  60; 
Nauhtecpantli  cuatro  órdenes  ú  80,  &c.  Las  mazorcas  de  maíz  se 


547 

contaban  también  de  20  en  20,  y  tenían  particular  yoz  que  lo 
significaba,  que  era  tlamicy  derivada  del  verbo  tlamicqutlia  que 
significa,  aumentar  ó  multiplicar;  pero  de^  este  nombre  no  se 
usaba  generalmente  sino  hasta  llegará  39  que  decían  tlamic  on- 
oaxtolli  onnahui;  porque  el  número  40  y  las  demás  veintenas  se 
expresaban  con  las  vpces  comunes  ompohualli,  yeipohualli,  nauh- 
pohualli,  &0.  Para  las  mismas  mazorcas  de  maíz,  el  cacao  en 
pinas  ó  racimos,  las  piedras  y  otras  cosas  que  abultaban  mucbo 
y  eran  desiguales  en  superficie,  se  añadía  á  los  números  dígitos 
la  partícula  doü,  diciendo  cemolót!,  1;  omolotl,  2;  Teolotl,  3; 
hasta  llegar  á  20,  que  también  se  decía  tiamic,  y  se  continuaba 
en  la  misma  forma.  Las  medidas  de  tierras  y  ottas  cosas  de  ex- 
tensión, tenían  sus  números  de  denominación  particular,  como 
Oempantli,  1;  Ompantli,  2;  Epantli,  3;  Nauhpantli,  4;  Caxtolpantli, 
16;  Oempohualpantli,  20;  Ompohuálpantli,  40,  &c.  Las  cosas 
gruesas  se  contaban  por  Oentetl,  1;  Ontetl,  2;  Yetetl,  3;  Nauhtetl, 
4;  Matlatetl,  10;  Oaxtoltetl,  15;  Oempohualtetl,  20.  Y  finalmente, 
las  cosas  que  se  entregaban  duplicadas,  triplicadas,  y  cuadrupli* 
cadas  ó  quintiplicadas^  se  contaban  por  Centlamatli,  1;  Ontla- 
matli,  2;  Etlamantli,  3;  Nauhtlamantli,  4;  Macuitlamantli,  5:  esto 
es,  tantas  sumas  de  dos,  tres,  cuatro  ó  cinco  cosas  juntas  de  una 
especie,  conio  platos,  cazuelas,  y  otras  cosas  que  se  ponían  en 
orden  unas  sobre  otras,  y  hasta  hoy  es  muy  usada  entre  los  me- 
xicanos esta  cuenta,  principalmente  la  que  se  forma  de  cinco  en 
cinco;  á  la  que  así  ellos  como  los  españoles,  regulan  por  un  de- 
terminado número  de  manos,  dándoles  este  nombre,  por  contarse 
como  unidad  cada  agregado  de  cinco  cosas." 

Hasta  aquí  la  cita.  La  numeración  hablada  contiene  términos 
propios,  así  para  nombrar  las  cantidades  abstractas  como  para 
algunas  especies  concretas.  El  orden  de  los  términos  sigue  una 
progresión  rigurosa,  lógica  y  científica.  Se  puede  expresar  una 
serie  indefinida  de  cantidades.  Es  completamente  inexacto  el  de- 
cir de  los  autores  que  afirman,  que  los  mexicanos  sólo  eran  ca- 
paces de  contar  cuando  más  por  un  reducido  número  de  centenas. 

Casi  todos  los  pueblos  antiguos  contaron  por  loa  dedos;  los 
indoctos  y  los  niños  cuentan  hoy  de  la  misma  manera:  parece 
que  la  Providencia  nos  dotó  en  las  manos  con  los  primeros  rudi- 
mentos del  cálculo.  El  origen  de  esta  cuenta  le  conservan  las 
naciones  en  la  composición  de  sus  nombres  numerales.  Entre  los 


548 

• 

ejemplos  recogidos  por  Sir  John  Labbock>  (1)  vamos  á  tomax 
algunos  de  los  más  conformes  á  nuestro  propósito.  En  el  Labra- 
dor, la  palabra  taUek,  una  mano,  significa  también  cinco,  y  el  tér- 
mino que  expresa  veinte,  dice  igualmente  manos  y  pies  juixtos. 
Los  indios  muisca  y  zamuca  dicen  para  cinco,  mano  acabada; 
para  seis,  uno  de  la  otra  mano;  para  diez,  dos  manos  acabadas, 
y  algunas  veces  simplemente  quicha,  qw  es  el  pié.  Once  es,  pié 
y  uno;  doce,  pié  y  dos;  trece,  pié  y  tres,  y  así  de  seguida:  veinte 
son,  los  pies,  terminados,  y  en  otros  casos  Juynibre,  porque  éste 
cuenta  veinte  dedos  en  laa  manos  y  en  los  pies.  (2)  Entre  loa  ja- 
ruroes  la  palabra  veinte  es  noenipuney  dos  hombres,  derivada  de 
iMcnif  dos,  y  de  canipune,  hombres.  Observa  Mr.  Brett,  hablando 
de  la  Guianai  (3)  que  los  cuatro  primeros  números  están  repre- 
sentados por  palabras  simples.  Cinco  en  Arawák  es,  a£<i7*,  daJca^ 
bo,  una  mano  mia,  siguiéndose  hasta  nueve  la  repetición  abar 
timen,.  Uan  timen:  biam-^kábOf  diez,  quiere  decir,  mis  dos  manos. 
De  diez  á  veinta  usan  de  los  dedos  dé  los  pies»  íuti  ó  oleuti,  di- 
ciendo, abar-kuti-bcuna,  once;  biarurkuti-ianay  doce,  <tc.:  dicen  al 
veinte  hbar-lokoy  un  lojco  ú  hombre.  Prosiguen  despuea  por  hom- 
bres, diciendo  para  cuarenta  y  cinco  biamAohMxbardahüxhiajeagOy 
dos  hombres  y  una  mano  euQima.  Entre  los  caribes,  la  palabra 
que  expresa  diez,  Channoncabo  raim  dice  literalmente,  los  dedos 
de  ambas  maaos;  veinte  se  dice  Chonnongouci  raim,  los  dedos  de 
las  solanos  y  de  los  pies.  (4) 

Pasemos  á  la  numeraci'on  e^crita^  De  precisión  debe  corres- 
ponder  á  la  hablada.  Conociendo  sólo  cuatro  de  los  radicales 
numéricos,  cuatro  deben  s^r  las  cifras  con  que  ^e  puedan  expre- 
sar las  cantidades,  correspondiendo  á  los  nombres  cen,  poJmalli^ 
tezonüi  y  xiquipillL 

^  Los  térn^inos  de  la  primera  serie  fundamental  de  ce»  se  expre- 
san, de  varias  maneras.  En  la  nómina  de  Tributos  del  Códice 
Me;ndocino,  aparecen  en  forma  de  los  dedos  de  la  mano,  expre- 
sando,los  números  del  uno  al  ocho,  ya  unidos,  y  ai  separados,  lá- 
mina 17,  núm.  1,  (lám.  15,  núm»  l^,  fo^ma  ooiigruente .  al  origen 

(1)  TJt^Q  originof  ciyiliBatíou  and  tíie  pirimitive  condition  of  man.  Ifew  York,  1874. 
Pág.  296  y  sig. 

(2)  H^imboldt  Ferdonal  ReBearchés,  vol.  ^,púg.  117.   " 
(d)  'BretVñ  ludían  Tríbee  of  Goiaiía,  pág.  U7. 

<i)  X^tee'a  Hictory  of  tbe  Csribby  laiasds. 


549 

de  la  manera  de  contar.  En  otros  manuscritos  se  observan,  ora 
pequeñas  líneas  verticales,  separadas  ó  unidas  por  quintenas 
(num.  2  de  la  lámina);  bien  puntos  más  ó  menos  grandes,  llenos 
de  üegro  ó  de  color,  6  circúlillós,  ya  vacíos,  ya  llevando  en  el 
centro  un  punto  ú  otro  tírculillo  concéntrico,  &c.:  varía  el  tama- 
ño, según  lo  Ipide  la  pintura  (nám.  3).  Siguiendo  la  índole  de  su 
formación,  y  conformándose  con  los  dos  factores  cinco  y  cuatro 
en  que  el  veinte  se  descompone,  estos  signos  van  distribuidos  en 
cuatro  grupos  de  cinco  en  cinco,  bien  en  líneas  horizontales,  bien 
en  verticales,  sueltos  ó  unidos  por  medio  de  pequeñas  rayas. 

Esta  parece  ser  la  notación  primitiva,  la  cual  con  el  tiempo  ha 
de  haber  sufrido  algunos  cambios.  Nosotros  hemos  visto  como 
natural  derivado,  una  mano  con  los  dedos  entendidos  empleada 
para  expresar  macuilli  (num.  4).  Mr.  Brasseur  escribe:  (1)  "Ga- 
*'ma,  ni  ninguno  de  los  autores  que  han  tratado  de  la  numeración 
**de  los  mexicanos,  menciona  signo  alguno  para  el  número  dtez^ 
**f aera  de  los  puntos  : ;  t : :  ya  conocidos;  exceptúo,  no  obstante, 
al  jesuita  Fabregat,  quien  en  su  MS.  todavía  inédito,  avanza 
que,  un  círculo  encerrado  dentro  de  otro  mayor,  ó  un  pequeño 
"cuadrado  contenido  en  otro  representan  en  México  la  cifra  diez." 
El  St.  Brasseur  comete  un  lamentable  error  asegurando  que  Ga- 
ma no  menciona  signo  alguno  para  el  número  dieis,  pues  constan 
así  en  el  texto  como  en  la  lámina  que  le  acompaña,  las  cifras 
para  expresar  los  números  diez  y  quince;  el  mismo  señor  abate 
hace  de  ello  mención  en  la  página  siguiente  á  la  antes  mencio- 
nada. Pronto  veremos  la  teoría  de  Gama:  respecto  de  los  signos 
de  Fabregat,  los  dos  círculos  concéntricos  (núm.  8),  no  les  hemos 
encontrado,  hecho  que  en  manera  alguna  contradice  la  noticia 
del  célebre  jesuita:  respecto  de  los  cuadrados  uno  dentro  de  otro 
(núm.  9),  podemos  afirmar,  que  ya  en  varios  manuscritos  del  ai- 
glb  XVI  correspondientes  á  tributos,  ya  en  otras  pinturas  de 
algunas  de  las  cuales  tenemos  copia  en  nuestra  colección,  consta 
quQ  un  cuadrilátero  á  veces  con  los  lados  rectilíneos,  á  veces  con 
los  lados  más  ó  menos  curvilíneos  (núm.  10),  se  emplea  como  ci- 
fra para  expresar  el  diez.  Con  sólo  los  puntos  ó  rayas,  con  éstos 
y  la  mano  ó  el  cuadrilátero,  se  concibe  que  la  anotación  del  uno 
al  veinte,  ó  mejor  al  ^iez  y  nueve,  era  tan  clara  como  sencilla. 

(1)  MS.  Troano,  p¿g.  lU. 


650 

La  cifra  para  anotar  la  radical  de  la  segunda  serie,  cempoAuo&t, 
era  una  especie  de  bandera  (núm.  5).  Así  dos  banderas  expresa- 
rían 40;  tres  banderas  dirían  60,  j  así  sucesivamente  hasta  diez 
7  nueve,  las  cuales  dirían  380:  es  el  mayor  número  en  que  esta 
cifra  puede  estar  repetida.  Los  términos  intermedios,  siguiendo 
la  regla  establecida  en  la  jiumeracion  hablada^  se  obtienen  por 
medio  de  los  puntos  y  signos  de  la  primera  serie  fundamental 
Una  bandera  y  un  punto,  21;  dos\>anderas  y  quince  puntos,  55; 
cinco  banderas  y  nueve  puntos,  109,  &c. 

Consecuente  con  el  principio  de  considerar  el  20  descompuesto 

I 

en  los  dos  factores  cuatro  y  cinco,  dividían  el  campo  de  la  ban- 
dera en  cuatro  partes  por  medio  de  dos  líneas,  la  una  horizontal, 
la  otra  vertical;  cada  una  de  estas  divisiones  valía  por  consiguien- 
te cinco.  Para  expresar  quince: — 'Tintaban  la  bandera  con  solo 
''tres  partes  blancas,  cubiiendo  la  otra  cuarta  parte  de  color;  y 
''cuando  no  tenían  éste  á  mano,  les  bastaba  señalarla  como  si  es- 
"tuviera  segregada  de  toda  la  bandera,  lo  cual  así  representado 
"denotaba  el  valor  de  quince  (uum.  6.) . . . .  Para  abreviar  el  nú- 
"mero  diez,  tenían  del  propio  color  la  mitad  de  la  bandera^  de- 
'^*ando  la  otra  mitad  blanca."  (1)  (núm.  7).  Naturalmente  estos 
signos  introducían  una  abreviatura  en  los  puntos,  supuesto  que 
si  al  signo  de  diez  se  unían  uno,  dos,  &c.,  puntos,  leeríamos  su- 
cesivamente once,  doce,  &c.:  añadidos  al  signo  de  quince  obten- 
dríamos de  la  misma  manera  diez  y  seis,  diez  y  siete,  4&c.,  hasta 
diez  y  nueve. 

La  tercera  cifra  para  expresar  la  radical  tzotUU,  aparenta  la 
forma  de  la  parte  superior  barbada  de  una  pluma,  cortada  en 
sentido  perpendicular  al  astil.  Encontramos  algunas  variantes. 
Se  presenta  en  el  Códice  Mendocino  como  en  el  núm.  11;  le  ve- 
mos en  la  obra  de  Gama  como  en  el  núm.  12;  le  encontramos  en 
Clavigero  cual  en  el  núm.  13.  En  los  expedientes  de  tributos  y  en 
otras  pinturas  observamos  la  variante  (núm.  17),  muy  conforme 
con  el  significado  de  tzontli:  en  efecto,  parece  un  mechón  ó  ma- 
nojo de  cabellos  recogidos  por  una  cinta  ó  lazo.  Todavía  en  el 
Códice  Vaticano,  lámina  de  los  cuatro  soles  cosmogónicos,  ha- 
llamos*otra  variante  (núín.  20).  Estos  signos  repetidos  producen 
la  progresión  respectiva,  en  el. orden  metódico  de  la  numeración 

(1)  Gama,  las  do»  piedras,  segunda  parte,  pag.  186^7. 


j 


551 

hablada.  Una  pluma,  cetzontli,  400;  dos  plumas,  omtzontli,  800;  tres 
plumas,  yeitzontU,  1,200;  y  así  sucesivamente  hasta  diez  y  nueve 
plumas,  caxtólli  onnauh(zonÜ%  7,600.  Llénanse  los  intermedios  en- 
tre dos  términos,  con  las  séries^de  las  banderas  y  de  los  puntos 
en  su  ór  Jen  rigurosamente  establecido." 
Respecto  de  la  pluma,  "pintaban  sólo  tres  cuartas  partes  de 
ésta  para  denotar  el  numero  300  (núm.  14);  cuando  habían  de 
representar  200  se  servían  de  la  mitad  de  la  pluma  (num.  15);  y 
''para  señalar  100  figuraban  solamente  la  cuarta  parte  de  ella.''  (1) 
(núm.  16).  También  en  la  variante  de  cabellos  observamos  que 
teniendo  una  cuarta  parte  blanca  significa  300  (núm.  18),  y  sólo 
la  mitad  dice  200  (núm.  19).  Estas  últimas  cifras  venían  á  intro- 
ducir una  abreviatura  en  la  repetición  de  las  banderas,  de  una 
manera  congruente  con  el  sistema  entero:  una  pluma  consta  de 
veinte  banderas,  y  por  consiguiente,  una  cuarta  parte  de  la  pri- 
mera corresponde  á  cinco  banderas  ó  100. 

La  cuarta  y  última  cifra  (de  las  que  ahora  conocemos)  es  el 
xiquipüly  representado  por  la  bolsa  de  pieles  que  en  las  pinturas 
llevan  en  las  manos  algunos  sacerdotes  é  ídolos,  y  es  símbolo 
del  zahumerio  del  copal.  Encontramos  diversas  variantes:  la  del 
Códice  Mendocino,  núm.  21;  en  Gama,  núm.  22;  en  Clavigero, 
núm.  23.  Gama  indica  que  este  signo  se  compendiaba,  "pintando 
la  mitad  de  una  bolsa,'*  (2)  la  cual  expresaría  el  valor  4,000:  no 
hemos  logrado  encontrar  .está  cifra  para  tomar  su*  figura.  En 
cambio  hemos  dado  en  los  papeles  de  tributos  con  la  variante  nú- 
mero  24,  que  representa  una  bolsa  común  de  cuero,  amarrada  la 
boca:  de  este  signo  sí  hemos  alcanzado  á  ver  la  mitad  ó  el  4,000, 
núm.  25.  Con  el  xiquipilli  se  escribe  la  cuarta  serie:  una  bolsa 
dice  8,000;  dos  bolsas^l6,000,  y  así  sucesivamente:  las  cantidades 
intermedias  entre  dos  términos  se  llenan  con  las  cifras  de  las  tres 
seríes  anteriores. 

Con  las  cuatro  cifras  principales  y  sus  abreviaturas,  más  el 
flignp  mailacfU,  se  expresan  todas  las  cantidades.  Esto  se  concibe 
fácilmente,  supuesto  que  escribiendo  cifras  unas  en  seguida  de 
otras,  se  podrían  representar  cuaLesquiera  números  por  grandes 
que  se  imaginasen;  pero  esté  método  tomado  al  pió  de  la  letra, 

(1)  Gama,  segunda  parte,  pág.  137. 

(2)  Gama,  segunda  parte,  pág.  142. 


552 

sería  tan  embarazoso  como  oonfuso  y  complicado,  supuesto  que, 
para  representar  la  cantidad  cexiquipüociquipílli  sería  indispensa- 
ble repetir  ocho  mil  veces  seguidas  la  cifra  de  la  bolsa.  Estaba 
obviado  este  inconveniente.  Según  las  indicaciones  de  Gama, 
quien  no  parece  se  pronuncie  en  la  materia  de  un  modo  definiti- 
vo; conforme  á  los  casos  auténticos  recogidos  por  el  Sr.  D.  José 
Fernando  Eamírez,  en  su  colección  suelta  de  jeroglíficos  que  es- 
tán en  nuestro  poder;  con  arreglo  á  las  observaciones  practica- 
das por  nosotros  mismos  en  algunas  pinturas»  encontramos  las 
siguientes  anotaciones  numéricas,  dando  á  entender  la  manera 
en  que  se  ejecutaba  la  abre^atura  de  las  cifras.  En  el  núm.  26 
se  ve  una  bandera»  20;  más  el  cuadrilátero  10;  más  dos  puntos» 
todo  lo  cual  dice  cempohiuxlU  onmattacüi  ornóme,  32.  En  el  nám.  27, 
leeremos;  ompohuaUi  anmaüacüi  once,  51:  estas  cifras  tomadas  de 
una  matricula  de  tributos  se  distinguen  por  tener  repetida  la 
huella  del  pié  humano;  esta  no  es  peculiar  del  número,  sino  que 
da  á  entender  que  los  51  tributarios  se  ausentaron  ó  huyeron. 
En  el  número  28,  el  cuadrilátero  10,  unido  á  la  bandera  20,  la 
multiplica  dando  un  producto  de  diez  banderas,  más  otra  ban- 
.  dera,  más  el  cuadrilátero,  más  dos  puntos,  dando  la  lecturi^/»a- 
ÜacélioncempohiuiUi  onmaüacfli  ornóme^  232.  En  el  núm.  29,  se  ved 
signo  mcUlacUi  sobre  el  de  tzonUi,  en  cuyo  caso  la  lectura  es  itio- 
tldctzontli,  4,000.  En  el  número  30,  el  cuadrilátero  unido  á  la  bolsa 
se  pronuncia  inaÜacodquipiUi,  80,000:  idénticamente  expresa  la 
misma  cantidad  el  núm.  31-  En  el  núm.  32  tenemos  cempokiuü- 
xiquipiUif  160,000.  En  el  número  33  se  expresa  oeizonanquipiU^ 
3.200,000.  Como  se  advierte  en  estos  ejemplos,  en  ciertas  condi- 
ciones las  cifras  indican  que  se  multiplican  entre  sí,  y  no  solo 
encontramos  casos  de  multiplicación  de  dos  en  dos,  sino  también 
de  tres  en  tres.  El  núm.  34  arroja  las  palabras  ompohuálo^iqu^pílli, 
320,000.  En  el  núm.  35  nos  encontramos  matlacpohualxiquipiUif 
1.600,000. 

La  numeración  hablada  y  los  ejemplos  que  acabamos  de  adu- 
cir, nos  autorizan  para  establecer  estas  reglas  generales:  toda 
cifra  unida  inmediatamente  á  otra,  ya  en  la  parte  inferior  ó  en 
la  superior,  6  bien  colocada  una  dentro  de  otra  ó  superpuesta, 
multiplica  el  valor  de  la  cifra  con  que  se  acompaña:  las  cifras 
puestas  en  seguida  unas  de  otras,  ó  colocadas  en  la  parte  supe- 
rior, aunque  no  inmediatamente  unidas,  dan  á  entender  que  se 


663 

suman  entre  sí  y  con  el  término  prineipal.  Las  numeraciones 
hablada  y  escrita  estaban  en  perfecta  consonancia;  si  con  la  pri- 
mera se  podían  expresar  todas  las  cantiij^des  imaginables,  con 
la  segunda  se  podían  representar  de  una  manera  entendible  y 
completa.  Las  cifras,  en  verdad,  eran  complicadas,  bromosas 
para  ser  escritas;  pero  estaban  en  consonancia  con  el  género  de 
escritura  á  que  pertenecían.  Lidudablemente  menos  perfectfis 
que  las  cifras  arábigas,  no  ceden  su  lugar  distinguido  ante  otros 
caracteres  de  los  pueblos  antiguos.  Su  combinación,  para  nos- 
otros, resulta  más  clara  y  científica  que  la  de  los  números  roma- 
nos. Son  verdaderas  cifras  numéricas,  y  por  lo  mismo  signos 
fonéticos  en  el  mismo  sentido  que  sus  congéneres.  Los  sistemas 
hablado  y  escrito  se  basaban,  como  tenemos  repetido,  en  la  mul- 
tiplicación y  la  suma. 

Siempre  en  consonancia  lo  hablado  y  lo  escrito,  empleaban  los 
mexicanos  algunos  otros  signos  para  casos  particulares,  y  de 
ellos  presentamos  los  que  han  llegado  á  nuestro  conocimiento. 
La  palabra  cenÜacoUi^  cenüacotl,  "la  mitad  de  algo,*'  se  expresa  por 
el  signo  particular  núm.  36,  y  también  por  sus  yariautes  núme- 
ros S7  y  38;  responde  á  la  misma  idea  el  núm.  39,  figurado  en  un 
circulillo  mitad  blanco,  mitad  negro.  El  signo  núm.  áO  se  lee 
chioonwjcaUy  sacado  de  los  siete  puntos  superiores  cJiicome  y  de  la 
figura*  acatlf  caña;  mas  la  palabra  no  dice,  siete  cañas,  sino  que 
significa  "cierta  yerba  medicinal,"  y  servía  para  designar  los  pa- 
quetes ó  manojos  de  yerbas  medicinales,  ó  de  otras  plantas  em- 
pleadas y  estimadas  para  diferentes  usos.  Presentamos  en  el 
núm.  41  el  sonido  cemóloÜ,  "una  mazorca  de  maíz  ó  cosa  semejan- 
te," la  cual  entra  en  composición  de  ciertos  numerales:  de  aquí 
que  la  lectura  del  núm.  42  sea,  7na¿/acofo¿2;  idénticamente  expresa 
lo  mismo  el  núm.  43.  En  esta  misma  numeración  el  veinte  se 
distinguía  con  el  término  particular  tlamic,  voz  que  está  repre- 
sentada en  el  núm.  44,  en  forma  de  una  media  luna  ó  cosa  seme- 
jante.  A  este  mismo  género  de  notación  parecen  corresponder 
los  numerales  siguientes.  Núm.  45,  Ücunic  omd^  23;  núm.  46,  ce- 
izonmcloÜ;  núm.  47,  oepohvaltzQnmolotl;  eljnúm.  48.  veinte  multipli- 
oado  por  trescientos,  6,000;  el  núm.  49  y  su  sinónimo  el  50,  oqpch 
JiuahtiqídpüoloÜ,  160,000;  el  núm.  61,  xiquipclótoÜ,  y  por  último  el 
num.  52  en  que  están  combinados  los  números,  doscientos,  ¿íamíc 

y  el  determinativo  doiL   En  las  cuentas  del  papel,  estera^  &c., 

•  70 


554 

oemipüli  valía  veinte;  el  signó  era  la  misma  media  luna,  mas  no 
pronunciada  en  este  caso  Üamic,  sino  sólo  dando  á  entender  que 
los  numerales  debían  terminar  en  piUt,  cuyo  sonido  le  determi- 
naba el  copüli  determinativo;  por  eso  el  núm.  53  debe  ser  leído 
cemipüli  onmacuilli,  25. 

Los  mexicanos  se  ocupaban  en  trabajos  estadísticos;  los  ma- 
yordomos derramaban  los  tributos,  les  recogían  y  distribuían 
por  Cuenta;  conocían  el  efectivo  de  los  ejércitos  en  guarnición  y 
en  campaña,  y  les  preparaban  armas,  vestidos  y  raciones;  partían 
ciertas  rentas  entre  los  sacerdotes,  er  culto  y  la  fábrica  de  los 
teocalli;  tenían  un  calendario  muy  bien  arreglado,  &c,;  todo  lo 
cual  demuestra  que  conocían  la  ciencia  de  combinarlos  números, 
sabían  calcular,  y  sus  cálculos  no  debían  ser  sólo  los  más  senci- 
llos, sino  levantarse  á  otros  complicados  y  difíciles,  ya  que  con 
tanta  exactitud  determinaran  el  valor  del  año  trópico. 

Basado  el  sistetna  numeral  en  la  multiplicación  y  en  la  suma, 
se  comprende  que  debían  practicar  ambas  operaciones.  El  idio- 
ma, entre  otras  voces,  presenta  poa,  contar  cosa  de  cuenta  6  nú- 
mero; tlapocdliy  cosa  contada  ó  numerada;  tlapocdizfU,  el  acto  de 
numerar  ó  contar;  tlacempoaliztUy  suma  en  cuenta,  ó  suma  totaL 
lia  regla  para  sumar  es  sencillísima.  Puestas  unas  debajo  de 
otras  las  unidades  de  las  diversas  especies,  se  suman  como  los 
números  arábigos,  teniendo,presente  que  veinte  unidades  de  una 
especie,  forman  una  unidad  de  la  inmediata  superior. 

Para  la  sustracción  presentamos  las  voces  inmaÜaJtli  ce,  de  diez 
uno;  incaxtolli  ce,  quince  menos  uno;  iivcaxtolli  oñnalmi  yei,  de  diez 
y  nueve  tres;  impohxcalli  ce,  cuarenta  menos  uno,  <fec.:  el  in,  indica 
el  minuendo,  y  la  cifra  separada  el  sustraendo.  Para  la  resta  se 
encuentra  la  diferencia  entre  las  unidades  de  la  misma  especie; 
si  el  sustraendo  es  ^mayor  que  el  minuendo,  se  toma  una  de  las 
unidades  superiores,^que  reducida  á  la  inferior  vale  veinte:  v.  g. 
si  de  seis  banderas  había  que  quitar  doce  banderas,  tomaríamos 
una  pluma,  que  reducida  á  banderas  serian  veinte,  mas  las  seis 
del  minuendo,  veinte  y  seis,  y  quitadas  las  doce,  quedarían  ca- 
torce en  la  diferencia:  al  operar  sobre  las  plumas  se  considera- 
ría una  menos. 

Para  la  multiplicación,  ademas  de  los  compuestos  en  que  se 
dat}a  á  entender  un  numero  multiplicado  por  otro,  tenían  térmi- 
nos propios  como  ceppace,  uno  por  tino;  nappanahuí,  cúíííto  por 


I 


\ 


566 

I 

oaatro;  chicunappachiccmahui,  nueve  por  nueve;  maÜacpa  maUacÜt, 
diez  por  diez,  &c.  Para  multiplicar  un  número  por  otro,  se  toma 
sucesivamente  el  multiplicando  por  cada  una  de  las  cifras  del 
multiplicador,  bajo  esta  base:  el  producto  de  los  puntos  entre  si 
sigue  la  regla  de  nuestras  unidades,  cierto  número  de  puntos  por 
una  bandera,  pluma  ó  bolsa»  son  otras  tantas  banderas,  plumas 
ó  bolsas;  una  bandera]  por  una  bandera,  compone  una  pluma; 
una  bandera  por  una  pluma,  igual  á  una  bolsa;  por  una  bolsa, 
son  veinte  bolsas;  una  pluQia  por  una  pluma,  componen  veinte 
bolsas.  &c  lia  suma  de  los  productos  parciales  es  el  producto 
total. 

Aparentemente  la  división  es  complicada;  ya  entendida  pre- 
senta notable  sencillez.  Para  explicarla  pondremos  un  ejemplo. 
Dividiremos  cinco  xiquipilli,  once  tzontli,  cuatro  pohualli  j  chi- 
cóme, por  un  tzontli,  cuatro  pohualli  y  chiconahui:  para  poder 
figurar  la  operación  y  á  falta  de  tener  á  la  mano  las  cifras  mexi- 
canas, suponemos  que  un^  x  representa  la  bolsa,  una  p  la  plu- 
ma, nna  b  la  bandera,  y  una  a  cada  punto:  tendremos: 

^n^oax       PPPPPPPPPPP  .  bbbb  aaaaaaa     [  pbbbbaaaaaaaaa 

^       PPPP  bbbbbbbbb  bbbbaaaaaaaaaa 


xzzx       pppppp  bbbbbbbbbbbbbbb      aaaaaaa 

^        PPPP  bbbbbbbbb 

pp  bbbbbb  imanaiift 

PPPP  bbbbbbbbb 


xpPPPPPPPPPPPn>PPP^^^^^^^^^^^^^^^^ 
X  PPPP  bbbbbbbbb 


PPPPPPPPPPPPP  bbbbbbbb  aanaiuta 

PPPPPPPPPPPP  bbbb  aaftaaaaftaa 


p  bbb      ftwwftRftftflftftftftftftRft 

Bn  el  cociente  no  pueden  aparecer  otros  signos  que  los  cuatro 
conocidos,  pantos,  banderas,  plumas  y  bolsas.  Se  buscará  el  sig- 
no mayor  que  multiplicado  por  el  divisor  produzca  el  dividendo; 
en  el  caso' actual  no  puede  ser  una  bolsa,  ni  una  pluma;  será  pues 
una  bandera»  que  pongo  en  el  cosiente,  y  ínultiplico  por  el  divi- 
sor en  esta  forma.  Una  bandera  por  nueve  puntos,  son  nueve 
banderas,  y  las  pongo  debajo  del  dividendo:  una  bandera  por 
cuatro  banderas,  son  cuatro  plumas:  una  bandera  por  una  plu- 


556 

ma,  uua  bolsa.  Beatando  del  dividendo  este  producto  parcial, 
tendremos:  que  quedan;  los  siete  puntos;  de  euatro  banderas  te- 
nemos que  restar  nueve  banderas,  y  como  esto  no  se  puede,  to- 
maremos una  de  Iba  inmediatas  plumas,  que  redticidas  á  bande- 
ras  son  veinte,  con  lo  cual  si  de  veinticuatro  quitamos  nueve, 
quedarán  quince:  de  diez  plumas,  quitando  cuatro  quedan  seis, 
y  de  cinco  bolsas  rebajada  una  qued'an  cuatro.  Esta  resta,  divi- 
dida por  el  divisor,  da  por  cociente  otra  bandera,  cuyo  producto 
por  el  divisor,  será  igual  al  anterior:,  por  resta  quedarán  tres  x, 
dos  p,  seis  b  y  siete  a.  De  nuevo  tocará  á  bandera,  el  producto 
será  idéntico,  y  la  resta  una  x,  diez  y  siete  p,  diez  y  siete  b,  y 
siete  a.  Por  cuarta  vez  tocará  á  bandera,  y  la  diferencia  trece  p, 
oeko  b  y  siete  a.  Cabrá  ahora  á  diez  puntos,  los  cuales  coloca- 
mos en  él  cociente  junto  á  las  cuatro  banderas.  Diez  puntos  ^pot 
nueve  puntos,  son  noventa  puntos,  ó  cuatro  banderas  y  diez  pun- 
tos: diez  puntos  por  cuatro  banderas,  igual  á  cuarenta  banderas 
ó  dos  plumas:  diez  puntos  por  una  pluma,  diez  plumas.  Practi- 
cando la  resta  quiedarán  finalmente  una  p,  tres,  b  y  diez  y  siete  a. 
Traducida  la  operación  á  nuestro  lenguaje  numérico,  tendríamos 
este  enunciado:  44,487  dividido  por  489,  da  un  cociente  de  no- 
venta unidadcE^,  y  sobran  477.  No  sabemos  como  dispondrían  la 
operación  los  mexica^nos,  pero  el  resultado  debería  ser  éste. 

Aunque  no  tenemos  nociones  precisas  acerca  de  todas  las  ope- 
raciones que  los  mexicanos  sabían  practicar,  no  parecerá  aven- 
turado admitir  con  Gama,  que  no  sólo  conocían  las  cuatro  pri- 
meras reglas  fundamentales,  sino  que  se  elevaban  á  cálculos  más 
complicados,  como  las  proporciones,  reglas  de  tres  y  otras.  En 
esta  materia,  como  en  todas,  preferimos  quedarnos  cortos  en  los 
supuestos,  para  no  sustituir  teorías  sin  fundamento  á  verdades 
averiguadas. 

Como  materias  correlativas  en  las  ciencias  matemáticas,  dire- 
mos unas  cuantas  palabras  acerca  de  pesos  y  medidas.  Descri- 
biendo Cortés  el  mercado  de  Tenochtitlan,  dice:  (1)  ^Todo  lo 
venden  por  cuenta  y  medida,  excepto  que  fasta  agora  no  se  ha 
visto  vender  cosa  alguna  por  peso." — Clavigero  escribe  al  mis- 
mo propósito: — '^Vendíanse,  y  permutábanse  las  mercancías  p(X 
número  y  por  medida;  pero  no  sabemos  que  ae  sirviesen  de  pesOf 

(1)  Cartas  de  Cartón  en  Loreozana,  pág.  104. 


667   . 

Ó  porqae  lo  creyesen  expuesto  á  fraudes,  como  dicen  algunos  es* 
critores,  ó  porque  no  lo  juzgasein  necesario,  como  dicen  otros, 
ó  porque  si  lo  usaron  en  efectQ^no  llegó  á  noticia  de  los  españo- 
les." (1)  Dudosa  para  nosotros  es  la  cuestión,  y  la  abandonamos 
sin  resolverla,  dejándola  &  cargo  de  personas  mejor  informadas» 

Consta  que  tenían  medidas  para  los  áridos.  Hemos  visto  en 
las  pinturas  las  formas  que  les  daban,  54,  66, 56^  57,  y  la  manera 
con  que  expresaban  esta  espacie  de  cantidades,  como  el  58  que 
explica  cuatrocientas  medida^;  pero  en  cuanto  &  la  capacidad  li- 
neal, y  á  la  correspondencia,  con  nuestras  medidas  actuales,  nin- 
gún punto  seguro  de  partida  hemos  logrado  descubrir. 

La  vara  lineal,  en  mexicano,  llevaba  el  nombre  de  octacatL  No 
atinando  á  encontrarla  equivalenqia,  entre  ésta  y  nuestras  varas 
de  medir,  cuando  la  conu3Íon  científica  de  Paobuoa  iba  á  encar- 
garse del  levantamiento  del  plano  de  las  pirámides  de  San  Juan 
Teotihuacan,  encangamos  á  bu  jefe  D.  Bamon  -Almaraz,  averi- 
guara^.  si  posible  era^  cuatera  la  unidad  lineal  empleada  en  aque- 
llas construcciones:  el  entendido  ingeniero  hizo  cuantos  trabajos 
estuvieron  en  su  mano,  resumiendo  sus  inducciones. en  estas  pa- 
labras; "me  contentaré  eon^decir  que  la  unidad  lineal,  conpe- 
''queñas  modificaoione$,  debió  ser  cosa  de  O,  mg^  o  cuatro  pal- 
omos próximamente."  (2)  La  sagacidad  del  Sr,  Almaraz  para  . 
desotibrir  la  incógnit9^  da  testimonio  de  sus  buenos  conocimien- 
toS|t  aunque  el  resultado  no  podía  pasar  de  la  categoría  de  pío- 
bal>l0,  supuesto  que  la  solución  no  descansaba  en  relaciones  pre- 
sisas  y.  diraetas,  y  si  O,  ^8  puede  responder  al  problema,  también 
lo  pueden  algunos  múltiplos  y.  submúltiplos  áuyo& 

lOneontramoj»  después  en  Ixtiilxoohitl,  al  haler  la  desmpcion 
de  los  palacio^,  de  Nezahualcoyotl: — ^'Tenían  las  casas  de.longi* 
'^tad,  que  corrían  de  Oriente  á  Poniente,  cuatrocientas  y  once 
''medidas  y  media,  que  reducidas  á  nuestras  medidas  h^cen  mil 
"doscientas  treinta  y  cuatro  varas  y  media,  y  de  latitud,  que  es 
"de  Norte  á  Sur,  trescientas  veinte  y  seis  medidas,  que  hacen 
"novecientas  y  setenta  y  ocho  varas."  (3)  Befiérese  Ixtlilxochitl 
en  su  comparación,  por  la  una  parte  á  la  medida  de  Texcoco  igual 

(1)  Hist.  antigua,  tom.  1,  pág.  849. 

(2)  Memoria  de  los  trabajos  ejecutados  por  la  comimon  cientíñca  de  Pachuea  en 
el  aflo  de  1864.  México,  1865,  pág.  357. 

(3)  Historia  Chichimeca,  cap.  36:  MS. 


6S8 

en  todo  á  la  de  México,  y  por  la  otra  á  la  vara  de  Bni^^oB»  que 
era  la  mandada  nsar  en  la  colonia  por  la  ordenanza  de  D.  Anto- 
nio de  Mendoza,  De  esta  relación  directa  se  saca,  qne  una  me- 
dida lineal  mexicana  corresponde  á  tres  varas  exactas  de  Burgos: 
cada  nna  de  éstas  es  ignal  á  O,  ^838,  Inego  aqnella  mide  %  »514 
Como  segnn  la  índole  de  la  numeración,  cada  nna  de  estas  uni- 
dades principales  se  dividía  en  cinco  menores,  cada  una  de  estas 
era  equivalente  á  21, 6  pulgadas  castellanas,  ó  O,  ^Bfíñ, 

La  unidad  mayor  se  empleaba  en  las  grandes  extensiones,  co- 
mo en  las  distancias  itinerarias,  distribución  de  tierras,  &g.  La 
unidad  menor,  para  nosotros  la  verdadera  unidad,  era  la  aplica- 
da en  el  coLiercio,  en  los  lienzos  y  cosas  de  no  mucha  extensión. 
Las  mantas,  tejidos  de  algodón  6  telas  de  pelo  de  conejo,  estaban 
sujetas  á  este  tamaño,  llamado  zotl,  'apierna  de  manta  ó  pieza  de 
lienzo,"  ' 

No  sabemos  decir  cuales  nociones  alcanzaron  aquellos  pueblos 
acerca  de  la  geometría;  pero  la  regulandad  de  ciertas  esculturas 
astronómicas,  la  simetría  en  el  trazo  y  división  del  círculo,  la 
distribución  correcta  de  las  líneas,  nos  convencen  plenamente  de 
que,  no  les  eran  extrañas  varias  de  las  figuras  regulares,  ni  des- 
conocían algunas  de  sus  propiedades.^  No  revelan  sus  pianos 
geográficos  y  topográficos  que  hubieran  alcanzado  la  escal^  y 
con  ella  á  la  proporcionalidad  de  las^líneas;  pero  sabían  dividir  los 
terrenos,  limitarlos  para  distinguir  la  propiedad,  lo  cual  implica 
recursos  para  determinar  los  polígonos  y  avaluar  las  superficies. 
En  los  planos  de  tierras,  núm.  63,  tomado  de  Gama,  cada  lado 
tiene  marcada  su  dimensión  en  cifras  numéricas;  por  medio  de 
éstas  referidas  at  perímetro,  ó  por  la  cantidad  de  sembradura 
contenida  en  cada  heredad,  se  establecía  entre  ellos  la  relaoioSi 
ya  para  las  constancias  del  catastro,  ya  para  asegurar  la  propie- 
dad  caso  de  controversia. 


I 


« 


CAPÍTULO  IX 


NUMERACIÓN. 


Numercuion  maya.^Prímera  terie  fundamental. —Segunda  serie  de  Bak,— -Tercera 
¿eriede  Pie. — OiuurtadaTtes.—SigtémapriíniUvo» — Sietema  moderno. — Numeraeion 
de  las  taraaeoi.^Iíumeraeion  mMecíí.-^ZapcUcóu-^MaUatseinea.'-Oth^ 
eah'iía.^MiaDe.'^GoinpUTaeion, 


L 


A  numeración  maya*  se  expresa  de  esta  manera  en  los  prime- 
ros yeinie  términos.  > 


1.  Htm. 

6.  y«5. 

11.  BoIqc. 

16.  YadaliQn. 

2.  0».. 

,    7.  Vup. 

12.  liahei. 

17.  Vuclahun. 

3.  Ox. 

8.  Vaxac. 

13.  Ozlahon. 

18.  Vaxaclahnn. 

4.  Can. 

9.  Bolón. 

14.  Canlahnn. 

19.  Bolonlabun. 

6.  Hd. 

10.  Labun. 

15.  Holhtin. 

20.  Ealóhtmkal. 

Se  advierte  á  la  primera  inspección,  que  las  once  primeras  pa- 
labras son  nombres  simples,  con  significado  pecnliar.  LaJicá^  do- 
ce, parece  compuesto  de  ca^  dos,  y  de  lah,  que  parecería  contrac- 
ción de  lakuriy  diez;  pero  el  acento  y  la  estrtíctnra  de  la  palabra 
nos  hace  entender,  que  es  también  nombre  simple.  De^Oxlahnn, 
13,  á  Bolonlabun,  19,  las  voces  son  compuestas  de  los  dígitos  y 
de  diez,  expresando  propiamente,  Ox-lahun,  tres  diez;  Can-lahun^ 
cuatro  diez  (catorce);  Yuaxac-lahun,  ocho  diez  (diez  y  ocho).  Ex- 
cepción á  esta  regla  es  Ho-l-hun,  en  donde  aparece  el  ho,  cinco, 
y  Uhun  elidida  la  a  de  la  hun  por  eufonía  ó  regla  gramatical  que 
no  conocemos.   Kál  y  acompañado  de  Hun,  veinte  ó  un  veinte, 


560 

es  igualmente  voz  simple.  Kal  ademas  de  yeinte  tiene  el  signi- 
ficabo  del  verbo  cerrar.  Esta  primera  serie  constitatiya  se  cuen- 
ta de  cinco  en  cinco,  formando  cnatro  fracciones  terminadas  por 
H09  Lahnn,  Holhun  y  Hnnkal,  como  si  el  origen  de  la  numera- 
cion  fuera  la  cuenta  por  los  dedos  de  las  manos  y  de  los  pies, 
hasta  Kal  que  cierra  ó  completa  la  serie.  Este  origen  no  es  tan 
manifiesto  como  en  la  aritmética  mexicana. 

Kal  pospuesto  á  los  números  de  la  primera  serie  fundamentali 
produce  una  segunda  serie  en  esta  forma: 


20.  Hankal. 
40.  Cakal. 
60.  Ozluü. 
80.  Cankal, 
100.  HokaL 


120.  YackaL 
140.  YackaL 
160.  Yazackal. 
160.  BolonkaL 
200.  TátbtiTikal. 


220.  BolackaL 
240.  Lwhflatal. 
260.  Ozkhnkal. 
2S0.  Cunlahunkál. 
300.  HoIhiikaL 


320.  VadahukaL 
340.  VuclahiikaL 
360. .  Vaxaelahncal. 
880.  BoloDUüiiikaL 
400.  Bak  6  hmlMk. 


A  excepción  de  la  ultima,  son  todas  voces  compuestas.  Con- 
siste el  artificio,  en  que  los  diez  y  nueve  námeros  aatepnestos 
multiplican  la  radical  Kal,  20,  diciendo:  uno  por  veinte,  20  . . . 

cuatro  por  veinte,  80  . . .  diez  por  veinte,  200 quince  por 

veinte,  300  . . .  diez  y  nueve  por  veinte,  380.  No  se  dice  KdkoH 
ó  veinte  por  veinte,  sino  que  para  expresar  éOO  se  introduce  un 
nuevo  término  simple,  BaJc,  radical  de  una  tercera  serie. 

Para  completar  ésta  segunda  eñ  que  nos  vamos  ocupando,  ha- 
bernos menester  llenar  las  lagunas  entre  los  términos  de  arriba. 
Consigúese  esto  intercalando  entre  ellos  la  primera  serie  funda- 
mental, unida  por  medio  de  la  partícula  tu,  de  la  cual  no  encon- 
tramos la  significación  propia,  aunque  aparece  entrañar  la  idea 
de  adición  y  en  Qste  sentido  significar  máa.  Así  tenemos: 


fSO,  Htmkai. 
21.  HuatakBl. 
22r  Cfttakal, 

23.  Oxtukal. 

24.  Cantnkal. 

25.  HütQkal. 


26.  YaeiTiikaa. 

27.  YuMiolEaL 

28.  YaxaotxJiál,. 

29.  Bolontukal. 

30.  Lahncakal. 

31.  BuLuetakál. 


32.  IiBboatakal. 
0$.  Oklahnivkal. 

34.  CanlahutukaJ, 

I 

35.  HolhucakaL 
36;  Yaclahuntukal. 
87.  Yu^ábtitokal. 


.  ( 


'38.  Yttadtthotidnl 
t».  Botonhbatnkri 
40«  CakaL 


Esta  nomenclatura  es  entendible  y  natural.  Ijos  compuestos 
dicen,  uno  más  veinte ....  cinco  mis  veinte "  once  niás  vein- 
te .. .   quince  más  veinte ....  diez  y  nueve  más  veinte.   Treinta 


561 

es  la  acepción  á  la  ref^  general  fonnando  Lahu-cakal»  en  que 
diez,  Lahion,  pierde  la  n  terminal,  desaparece  el  tu,  apareciendo 
la  palabra  oakal,  eaareBiai  diciendo  la  frase,  diezs  de  onarentai  6 
eoaienta  menos  diez,  30.  Esta  excepción  se  convierte  en  regla 
general  para  loa  mámaos  intermedios  de  sn  clase* 

80,  lühnoakaL  IIO.  LáhuuaokaL  190.  Lahn  tu  lahunkal. 

SO,  LahnyozkaL  130.  Lalia  nnokal.  210.  Lahu  tu  bulaokaL 

70.  LahueankaL  150.  Lalm  tiazackaL  280.  Lahu  ta  lahoakaL 

90.  lAhnyokáL  170.  Lahu  bolozíkáL  260.  Lahu  ta  yoxlahtmkal. 

270.  Lahu  ta  oanUhntal.  880.  Lalm  ta  nadahokaL  890.  Lahu  hnmbak* 

t90.  Laha  ta  iMlkakáL  860.  lAhataoaxaolahakaL 

310.  Iiahu  ta  nafllahutal.  870.  Laha  tx^QnlahokaL 

La  lectura  natnral  de  estas  fraces  es,  sesenta  menos  diez,  60 ...  • 
ciento  menos  diez,  90 ... .  ciento  ochenta  menos  diez,  170 .... 
doscientos  cuarenta  menos  diez,  230 ....  cnatrocientos  menos 
diez,  390.  Se  advierte  que  ex  va  precedido  en  ciertas  composi- 
ciones por  nna  y  eufónica;  que  la  A  de  hokal  se  transforma  tam- 
bi^  en  y  en  la  palabra  Lahuyokal;  qne  la  partícula  tu  aparece 
en  unas  frases  estando  suprimida  en  otras:  idiotismos  son  estos 
del  idioma  y  no  tenemos  que  hacer  reparo  alguno. 

Prosiguiendo  en  integrar  la  segunda  serie,  veamos  la  interca- 
lación entre  40  j  60.  Tendremos: 

40.  CékaL  47.  VaetoyQzkaL  54.  CanlahatoyoxkaL 

41*  HontoyozkaL  48.  YazactoyoxkaL  •  55.  HolhnyoxkaL 

43.  CatoyozkaL  49.  BokmtayoskaL  56.  YaolahatajoxkaL 
.  48.  OxtajcxktíL  60.  ijahojoikaL  57.  YodaliateyozkaL 

44.  CantayoxkaL  61.  Bolnclnyozkal,  58.  VazadabatojoxkaL 

45.  Hotoyozkal.  62.  Lahcatoyozkal.  69.  BolonlafantayoiluL 

46.  VaotayoxkaL  68.  QzIaliatayoikflL  60.  Ozkal. 

Evidentemente  que  en  estos  números  se  interrumpe  el  orden 
Idgico  adoptado  al  principio:  antes  se  había  dicho,  Hunkal,  20; 
Huntnkal,  21;  Oatukal,  22;  Oxtnkal,  23,  Ac.,  muy  conforme  á  1a 
numeración  hablada.  Siguiendo  el  mismo  concierto  ahora  debía 
decirse,  Cakal,  40;  Huntueakal,  41;  Catucakal,  ^;  Oztuhakal,  48j 
Aci,  prosiguiendo  así  hasta  Qzkal,  60.  En  h^gar  de  ésto,  encon* 
tramos  que  los  compuestos  están  formados,  no  con  Oakal,  40,  si- 
no con  Ozbü,  60,  antepuestos  todos  los  términos  de  la  primen 
sarie  fundamental 

71 


662 

Bancroft  (1)  kabía  observado  semejaiite  irregularidad»  á  lo 
cual  dice  M.  de  Bosny.  (2) — *^Creo  haber  encontrado  la  solución 
del  problema  cuya  oscuridad  señala  con  mucha  razón  el  sabio 
Bancroft.  Falta  en  los  diccionarios  la  palabra  yox;  pero  esta  pa- 
labra es  compuesta,  en  la  que  y  está  unids^por  eufonía  á  la  par^ 
tícula  tu  usada  en  los  nombres  de  los  números.  Observa  también 
M.  Bancroft,  que  tampoco  encontró  la  voz  tu  en  los  diocionarios: 
no  creo  absolutamente  como  él  supone^  que  es  la  simple  conjun- 
ción '^y/'  sino  que  es  una  contracción  de  las  palabras  ti-u^  "en 
su,  suyo,  á  é\C'  u  es  pronombre  llamado  por  los  gramáticos  es- 
pañoles mixto,  que  forma  la  copulación  como  en  ingles  la  '«  del 
genitivo  en  King's  Palace.  Empleado  en  la  numeración  une  las 
cifras  elementales,  como  si  para  expresar  22  dijésemos  en  inglés 
ttoo  twenty's  por  ttventy's  ttvo  (á  la  cifra  20  sus  dos  unidades). — 
En  cuanto  á  la  y,  sirva  para  evitar  el  contacto  de  dos  vocales  en 
los  nombres  de  número." 

"Queda  la  palabra  ox;  pero  ésta  significa  tres,  de  donde  resul- 
ta oxkal,  sesenta.  Para  anotar  una  unidad  añadida  á  40,  los  ma- 
yas dicen  de  esta  manera  Jmn  tu  yox  Jccd,  es  decir,  60 — ^20-H." 

En  nuestro  concepto  no  existe  tal  confusión.  Es  verdad,  y  ya 
lo  notamos,  que  se  interrumpe  el  orden  de  composición  adopta- 
do al  principio;  pero  el  que  sigue,  determinado  por  causas  que 
se  nos  escapan,  sigue  igualmente  uniforme  y  consecuente  con  el 
principio  puesto  en  práctica.  Contábase  por  veintenas.  La  pri- 
mera y  fundamente  está  compuesta  de  voees  simples  primero, 
compuestas  después.  La  segunda  veintena  tuvo  por  origen  á 
hunkaiy  término  final  de  la  antecedente;  en  treinta  se  introdujo 
el  término  final  cuarenta,  y  se  sostuvo  la  composición  en  la  ma- 
nera que  había  comenzado.  Para  evitar  la  repetición  de  ciertos 
términos  y  caminar  consecuentes  á  la  formación  de  los  números 
medios  impares  30,  50,  70,  &c.,  el  compuesto  no  se  trajo  del  pri- 
mev  término  de  la  veii^tena,  sino  del  último,  y  de  aquí  el  urden 
subsecuente  adoptado  sin  excepción  hasta  el  fin  de  la  segunda 
.  serie.  Siguiendo  el  valor  de  los  elementos  componentes  de  la 
palabra,  hun  tu  yox  kal  no  dice  otra  cosa  que  uno  más  trea  vdnte. 
en  su  valor  numérico  equivale  á  60— 2d-M;  pero  entiéndase  co- 

(1)  The  Natives  Races  of  North-America,  tom.  n,  pág.  754. 

(2)  Mámoire  snr  la  namération  dans  la  langae  et  daos  rEcriture  saci^e  des  ancidna 
Mayas.— Gongrés  intemational  des  Améríoanistes.  Compte-r«ndu,  tom.  2,  pág.  448. 


563 

xno  se  quiera  siempre  será  evidente  que  JwLutuyoxkal  significa  41. 
Entramos  en  estas  observaciones  á  fin  de  damos  cuenta  de  la 
estruetura  de  las  voces,  mas  40  porque  tengamos  que  reprochar- 
les nada,  pues  si  son  como  son,  teneníos  que  adoptarlas  así.  Las 
veintenas  siguientes  están  de  esta  manera  formadas: 


60.  OzkaL 
€1.  Huntucankal. 
62.  Cytucankal. 
68.  Oxtucankal. 

64.  Cantucankal. 

65.  Hotacankal, 

66.  V^ustucajíkal. 

67.  VuctucankaL 

68.  VaxactucaDkal. 

69.  Bolontucankal. 

70.  Lahucankal. 

71.  Buluctucankal. 

72.  LahcatucankaL 

73.  Oxlahntucankal. 

74.  Gaxüabutacankal. 

75.  Holhucankal. 

76.  Vaclahatucankal. 

77.  Vuclahutucankal. 

78.  VaxaclahataoaiücaL 

79.  Bolonlahntacankal. 

80.  OankaL     ^ 
81.'HutTiyokaL(l) 

82.  Catuyokal. 

83.  Oxtnyokal. 


84.  Cantuyokal. 

85.  Hotuyokal. 

86.  Vactuyokal. 

87.  VuctuyokáL 

88.  Vazactuyokal. 

89.  Bolontuyokal. 

90.  Lahuyokal. 

91.  Buluctuyokal. 

92.  Lahcatuyokal. 

93.  Oxlahutuyokal. 

94.  Canlahutuyokal. 
95.'  Holhuyokal. 

96.  Vaclahutuyokal. 

97.  Vuck^hntuyokal. 

98.  VaxaclahutuyokaL 

99.  Bolonlaliatoyokal. 

100.  Hokal. 

101.  Huntn  uackal. 

102.  CatnuackaL 

103.  Oxtn  uackal. 

104.  Banta  uackal. 

105.  Hotu  uackal. 

106.  Vactu  uackal. 

107.  Vuctu  uackal. 


108.  Vaxactu  uackal. 

109.  Bolontu  uackal. 

110.  Lahu  uackal. 

112.  Labcatu  uackal. 

113.  Oxlahutu  uackaL 

114.  Cazüahutu  uackal. 

115.  Holhu  uackal. 

116.  Vaclahutu  uackaL 

117.  Vuclahutu  uackaí 

118.  VaxadahutuuackáL 

119.  Bolonlahutu  liackal. 

120.  VackaL 

121.  Huntu  uuckal. 

122.  CatuuuokaL 

123.  Oxtu  uuckal. 

124.  Cantu  uuckal. 

125.  Hotu  uuckal. 

126.  Vactu  unckal. 

127.  Vuctu  uuckal. 

128.  Vaxactu  uuckaL 

129.  Bolontu  uuckal. 

130.  Lahu  uuckal 


Proseguiremos  hasta  400  en  la  misma  forma,  y  para  completa  r 
la  serie  solo  pondremos  algunos  números  intermedios. 


131.  Buluo  tu  uuckaL 
135.  Holhu  uuckal. 

140.  Vuckal. 

141.  Huntu  uaxackal. 
145.  Hotu  uaxackal. 

150.  Lahu  uaxackal. 

151.  Bnluo  tn  uaxaokaL 
165.  Holhu  uaxackal 

^60.  Vaxackal. 


161.  Huntu  bolonkal. 
165.  Hotu  bolonkal. 
170..  Lahu  bolonkal. 
171.  Buluc  bolonkal. 
175.  Holhu  bolonkal. 

180.  Bolonkal. 

181.  Huntu  lahuncal. 
185.  Hotu  lahunkal. 
190.  Lahu  lahunkal. 


191.  Buluc  tu  lahunkal. 
195.  Holhu  tu  lahunkal. 

200.  LühunkaL 

201.  Huntu  buluckaL 
205.  Hotu  buluckaL 

210.  Lahu  tu  buluckaL 

211.  Buluo  tu  buluokaL 
215.  Holhu  tu  buluckal. 
220.  ¿uluckal. 


(1)  Tokali  por  eufonía,  ea  lugar  de  hokal. 


221.  Htmtu  lahoakal.     •      300. 
225.  Hotu  lahcakal.  301. 

»  • 

230.  Lahu  tu  lahcakal.  305. 

281.  Boluo  tu  la)icakal.  310. 

235.  Hollia  ta  lacakal.  311. 

240.  Lahoakal.      t  315. 

241.  Himttt  yoxlahimkaL  320. 
245.  Hota  yozlahimkal.  321. 

250.  Lahu  tu  yoxlahunkaL  325. 

251.  Bulno  tu  yozlahankal.  330. 
255.  Holhn  tu  yoxlahtmkal.  331. 

260.  OxlahukaL.  335. 

261.  Hontu  canlahnkal.        340. 
265.  Holhu  canlahukal.         341. 

270.  Lahu  tu  caulahuka].     345. 

271.  Buluo  tu  oanlahukal.    350. 
275.  Holhu  tu  canlahueal.    351. 

280.  C^ülahunkaL  860. 

281.  Huntu  holhukaL  861. 
285.  Hotu  holhukaL  365. 

290.  Lahu  tu  holhukaL         370. 

291.  BuluctuholhukalO[871. 
295.  Holhu  tu  holhuckal.     375. 


664 

HoluhkaL  380. 

Huntu  uaclahukaL  381. 
Hotu  uaclahukaL  382. 

Lahu  tu  uadahukal.  383. 
Buluo  tu  uaelahukal.  384. 
Holhu  tu  uadahukal.  385. 
YaolahuoaL  386. 

Huntu  uuolahukaL*  387. 
Hotu  uuclahukaL  388. 

Lahu  tu  uuclahukal.  389. 
Buluo  tu  uuclahukal.  390. 
Holhu  tu  uuclahukal.  391. 
Yudahucal.  392. 

^untu  uaxaclahukaL  393. 
Hotu  uaxaclahukal.  394. 
Lahu  tu  uaxaclahukal.  895. 
Buluo  tu  uazaolahukal.396. 
YazaclahukaL  397. 

Huntu  bolonlahukal.    398. 
Hotu  bolonlahukal.      899. 
Lahu  bolonlahukal.       400. 
Buluo  tu  bolonlahukal. 
Holhu  bolonlahukal. 


Bolonlahakal. 
Huntu  hunbak. 
Catu  hunbac 

• 

Oxtu  hunbak. 
Cantu  hunbak. 
Hotu  hunbak. 
Vaotu  hunbak. 
yuctu*hunbak. 
Vaxaotu  hunbak. 
Bolontu  hunbak. 
Buluo  tu  hunbak. 
Buluo  tu  hnnbak. 
Lahca  tu  hunbak. 
Chdahu  tu  hunbak. 
Canlahu  tu  hunbak. 
Holhu  t»  hunbak. 
.Yaclahu  tu  hunbak. 
Yuclahu  tu  hunbak. 
Y^xadahu  tu  hunbak 
Bolonlahu  tu  hunbak. 
Bak  6  hunbak.  (1) 


«  Con  Bak,  400,  ó  Hunbak,  un  cuatrocientos,  termina  la  segim- 
da  serie  numeral.  La  tercera  se  forma  anteponiendo  á  la  radical 
bak  los  diez  y  nueye  términos  de  la  serie  fundamental,  en  esta 
forma: 


400.  Hunbac. 

800.  Cabak. 
1,200.  Cxbak. 
1,600.  Canbak. 
2,000.  Hobak. 
2,400.  Yaobak. 
^,800.  Yuobak. 


3,200.  Yaxacbak. 
3,600.  Bolonbak. 
4,000.  Lahunbak. 
4,400.  Bulucbak. 
4,800.  Lahcabak. 
5,200.  Oxlahunbak. 
5,600.  Canlahunbak. 


6,000.  Holhubak. 
6,400.  Yaolahunbak. 
6,800.  Yudahunbak. 
7,200.  Yazadahunbak. 
7,600.  Bolonlahubak. 
8,000.  Fio  ó  hunpio. 


El  Yalor  expresado  por  las  Yoces  antepuestas  hace  oficio  de 
multiplicador  de  ja  cantidad  representada  por  el  radical,  como 
si  en  los  diferentes  casos  se  dijera:  uno  por  cuatrocientos,  400; 
tres  por  cuatrocientos,  1,200;  quince  por  cuatrocientos,  6,000; 


(1)  Hemos  tomado  los  elementos  de  esta  numeración,  de  los  Etudes  sor  le  lasti- 
me graphique  et  la  langue  des  mayas,  pág.  92-99.— Manuscrit  Troane.  Tom.  11. 
París,  MDCCCLXX, 


666 

diez  y  nueve  por  cuatrooientod,  7,600.  No  se  dice  veinte  por 
cuatrocientos,  8,000;  sino  qne  para  expresar  este  número  se  in-* 
troduce  ana  nueva  radical,  Pie,  que  vale  ocho  mil.  Los  términos 
de  esta  serie  forman  nna  progresión  por  diferencia  cuyo  primer 
término  y  la  razón  viden  400.  Los  intermedios  entre  dos  térmi- 
nos consecutivos  se  llenan  con  las  cnatfocientas  voces  de  la  se- 
gunda serie,  no  sin  tener  presente  esta  regla  general.  Siempre 
que  se  quiera  contar  una  cantidad  mayor  de  409,  la  cantidad 
menor  deberá  ir  precedida  de  la  palabra  catac,  que  significa  y. 
Y.  g.  si  queremos  expresar  460  diremos  hunbaka  catac  láhm/oxháL 
Con  la  nueva  radical  Fie  se  procede  como  con  las  anteriores, 
en  esta  forma: 

S^OQP.  Htin-pie.  64^000.  Vaxao-pio.  112,000.  Canlahnn-pic. 

16,000.  Ca-pio.  72,000.  Bolon^pic.  120,000.  Holhun-pio. 

24,000.  Oz-pio.  80,000.  Lahon-pio.  128,000.  Vaclahiin-pio. 

32,(XX).  Can-pítí^  88,000.  Bnluc-pic.  136,000.  Vuclahun-pic. 

40,000.  Ho-pib.  96,000.  Lahoa-pio.  144,000.  Vazaclakmi-pic. 

48,000.  Vaa*pio  104,000.  Ozlahun*pie.  152,000.  Bolonlahunrpic. 

56,000.  Vuo-pio.  160,000.  Calab  ó  hni^dálab,  . 

Se  integran  los  intermedios  con  los  ocho  mil  términos  da  la 
serie  anterior;  recibiendo  en  la  ultima  parte  del  compuesto  hb 
voz  oaJtac. 

Oakb  vale  160,000;  multiplicándole  por  la  serie  fundamental, 
tendremos: 

Htúi-oáláb  (tm  eienfto  sesenta  mil) =160,000. 
Cfr«alab  (dos  yeods  dentó  sesenta  mil) =320,000. 
Ox-oalab  (tres  yeoes  oi^ito  sesenta  mil) =480,000. 
Can^oalab  (enatro  yeoes  ciento  sesenta  mil)  =640,000. 

Y  prosiguiendo  en  la  misma  forma  llegaremos  á  veinte  veces, 
ciento  sesenta  mil,  igual  á  3.200,000  llamado  Kinchü  6  Bmizo- 
tzocL  Operando  sobre  esta  nueva  radical  como  con  las  otras, 
obtendríamos: 

Han-kLnohil  (on  tres  millones  doscientos  mil) =3.200,000. 
Ca-kinohil  (dos  yeces  tres  millones  doscientos  mil) =6. 400, 000. 
Ox-kinchil  (tres  yeoes  tres  millones  doscientos  mil)  =0.600,000. 
Can-kinchil  (cuatro  yeces  tres  millones  doscientos  mil) =12.800,000. 


566 

Y  así  sncesÍTamente  basta  veinte  veoes  tres  millones  dosoiext- 
tos  mil,  producto  ignal  á  64.000,000|  llamado  Alau  ó  Hunoüau.  Po- 
dríamos  todavía  decir: 

Him-4ilau  (nn  sesenta  y  cuatro  millones) =€4.G00,000. 
Ca-alaa  (dos  yeoes  sesenta*  y  cuatro  millones) = 128. 000,000. 
Ox-alau  (tres  veces  sesenta  y  cuatro  millones) =192.000,000. 

Siguiendo  hasta  veinte  alau^  igual  1,280.000,000,  cantidad  sufi* 
ciente  para  grandes  cálculos  y  que  puede  aumentarse  cuanto  se 
intente. 

El  F.  Landa  (1)  dice:  "Que  su  cuenta  es  de  Y  en  Y  hasta  XX, 
''y  de  XX  en  XX  hasta  C,  y  de  O  en  C  hasta  400,  y  de  OOGO  en 
<<CCCG  hasta  ún  mil.  T  desta  cuenta  se  servían  mucho  para  la 
'^contratación  de  cacao.  Tienen  otras  cuentas  muy  largas  que  ex- 
^'tienden  in  infinüum  contándolas  YIII  mil  veces  XX  que  son  G 
^'y  LX  mil,  y  tornando  á  XX  duplican  estas  G  y  LX  mil,  y  des- 
'^pues  irlo  así  por  veinte  duplicando  hasta  que  hacen  un  incon- 
mutable número:  cuentan  en  el  suelo  ó  cosa  llana." 

En  efecto,  atendido  el  procedimiento  que  en  práctica  se  pone, 
la  uvmeracion  maya  es  indefinida;  se  pueden  anotar  todas  las 
cantidades  imi^nables.  La  base  del  sistema  es  veinte.  Las  ra- 
dicales por  medio  de  las  cuales  se  desarrolla  son  Hun,  Kaíf 
Bákf  Pie,  Calabf  Kinckily  Alau,  <£&,  cuyos  valores  forman  esta 
progresión  por  cociente:  -H- 1:  20: 400:  8,000:  160,000:  3.200,000: 
64.000,000,  &c.,  la  cual  puede  expresarse  de  esta  manera:  -H-  (20)°: 
(20)^:  (20)'^:  (20)^:  (20)*:  (20)':  (20)^  &c.,  ó  lo  que  es  lo  mismo,  las 
potencias  sucesivas  de  veinte,  comenzando  por  cero  y  siguiendo 
por  los  números  naturales. 

Por  el  sistema  general,  la  base  y  algunas  otras  particularida- 
des, la  numeración-  maya  es  idéntica  á  la  mexicana.  Sin  duda 
alguna  reconocen  tín  origen  común.  Sin  embargo,  nótanse  dife- 
rencias esenciales  en  la  estructura  de  las  voces  numerales,  lo  cual 
indica  cierta  recomposición  por  parte  de  los  primeros,  y  en  ven- 
taja suya. 

Bespecto  del  cálculo,  nos  parece  que  pueden  aprovecharse  las 
indicaciones  que  hicimos  al  hablar  de  la  aritmética  de  los  méxi- 

(1)  Apud.  ^rasseur,  §  XXIV. 


567 

ca.  La  gramática  de  Fr.  Antonio  de  San  Baenayentnra  (1)  nos 
saministra  las  voces  Xocd^  buhácoc^  iakxocj  cnenta>  cálculo  en  ge- 
general.  Bukxocy  hakxoc,  significan  igualmente,  ''adicionar  y  men- 
''cionar  lo  qne  se  cuenta,  la  adición  misma."  YdabcunahxoCf  oáacooocj 
dice  multiplicar.  Sospechamos  que  los  mexicanos  tenían  para  la 
multiplicación  alguna  tabla  semejante  á  la  de  Pitágoras;  nuestro 
juicio  se  corrobora  con  la  siguiente  formada  por  los  mayas: 

Calem  ca Can  2por.2 4 

Calemos Viiac  .  2  por  8 6 

Calem  can Vaxac  2por   4....     8 

Calem  ho Lahim  2por   6 10 

Calem  nao. Lahoa  2  por   6 12 

Calem  no Canlahnn  2por   7....  14 

Calem  naxac Vaclahon  2  por   8 16  ^ 

Calem  bolón Vazaclahun  2  por   9 fS 

Calem  lahom Honkal  2  por  10......  20 

Oxlemox Bolón  3  por   3 9 

Oxlem  can Lahca  3  por   4 12 

Chdem  ho HoUran  8  por  5......  15 

Oxlem  nao... Vaxaolahnn  8por  6....  18 

Oxlemnao Hontnkal  ^po'  7......  21 

Oxlem  uaxac Oantukal  3  por    8 24 

Oxlem  bolón yncttil[al  8  por   9 27 

Oxlem  láhan Lahucakal  8porl0 30 

*  Calem  can. ; Vadabun  4  por   4 ^  16 

Calem  ho ...Htinkal  4  por  5....  20 

Calem  nao.... ^ Gantnkal  4  por   6 24 

Calem  nnc.r Vaxactolcal  4 por  7....  28 

'Calem  naxao Lahcatukal  4  por   8 82 

Calem  bolón Vadahutnkal  4  por  9......  86 

Calem  lahun. Oakal  4porlO 40 

Holem  ho Hotukal  5  por   6....  25 

Holem  uac Lahndikal  5  por    6 80 

Holem  nnc Holnhucakal  5  por   7 35 

Holem  naxac Oakal  5  por   8 40 

Holem  Bolón Hotuyoxkal  5  por   9 45 

Holem  lahnn. Lahuyoxkal  5  por  10 50 

Vaclem  uac Vaclahntukal  6  por   6....  36 

Vaclem  une Catuyoxkal  6  por    7 42 

~  Vaclem  uaiac Vaxactujoxkal  6  por   8....  48 

Vaclem  bolón. Canlahatuyoxkal  6  por   9 54 

Vaclem  lahun Oxkal  6  por  10 60 

* 

(1)  ManuBcrit  Troano,  pág.  98-99. 


668 

Yudem  uao Bolantuyoxkal  7  por  7 49 

Vuclem  uaxao... VaolahaiuTOxkál  7  por  8...,.   5G 

Vaolem  bolón ^....Oxtacankal  7  por   9 63 

Vndem  lahun Lahnoa&kal  7por\o 70 

'  Yazaolem  uAzac Cantuoankal  8  por   8 64 

VaxAolem  bolón, Lahoatacankal         8  por  9 72 

Yaxnolem  lahun Oftnkal  8  por  10 80 

Bololembolon.I Hontayokal  9  por  9 81 

Bololem  lahun ...'Lahayokal  9  por  10 90 

Laliulem  labnn* ....Hokal  10  por  10 lOo 

OoxiBÍste  el  artificio  en  colocar  el  numero  gne  sirve  de  multi- 
plicando  seguido  de  la  palabra  lem^  y  luego  el  número  multípü- 
cador.  Lem,  según  el  diccionario  significa,  vez,  golpe,  y  sirve 
*'para«contar  veces." 

La  numeración  maya,  cual  la  hemos  bosquejado,  correspondo 
á  los  tiempos  primitivos  y  antiguos,  á  las  ''cuentas  muy  largas 
que  extienden  in  irifinüum"  como  dice  Iianda  en  la  segunda  par- 
te de  su  párrafo.  Al  contacto  de  la  civilización  castellana  aquel 
sistema  se  modificó,  resultando  otro  sistema  dif  erso,  mezclado, 
aunque  claro  y  bien  entendible.  Pie  no  quiere  decir  ocho  mil, 
sino  solamente  mil;  variando  en  consecuencia  todos  sus  compues- 
tos Kalah,  quedó  con  su  valor;  pero  Kinchü  pasó  á  representar 
un  millón,  conservando  esta  representación  en  sus  derivados. 
Sun  cblau  no  sufrió  cambio  alguno.  Bajo  estas  modificadones,  el 
sistema  nuevo  y  al  que  hace  referencia  el  P.  Landa  al  principio 
de  su  párrafo,  quedó  de  esta  manera: 

400  Hnnbak  700  Holhutubak       1,000  Lahujoxbftk  6  honpio. 

500  Hotubak  800  Gabak 

600  Lahntabak      900  Hotayoxbak 

■ 

Sacado  Pie  de  su  significado  antiguo,  forma: 

2,000  Oapio  10,000  Lahnpic 

8,000  Oxpic  100,000  Hokalpio 

4,000  Canpic       1.000,000  Hankinchil,  huntzotsoch,  y  también.  Yac  oalab,  oatao 

cacalpic. 
5,000  Hopic. 

Bespecto  de  los  millones  se  cuentan  igualmente  por  los  núme- 
ros naturales  diciendo  Hunkinchü^  Gakinchüf  Oxkinchü,  de.  La 
mxdtiplicacion  sigue  la  forma  primitiva. 


569 

Lahulem  hokal ..w,H«inpio  lOpOT       lOO.*....        1,000. 

Lahnlem  honpio ](iafaaipio  10  por     1,000 10,000. 

Lahidem  lahupio Hokalpio  10  por  10,000 100,000. 

Lftl^em  kotalpic...—  Hunkmobü  10 pmr  100,000......  1.000,000. 

Según  esta  numeración,  para  expresar  1,743  diríamos  Hunpic 
hcXhvivbaky  catac  oxtuyoxhü. 

Pertenece  esta  numeración  á  la  más  antigua  civilización;  asi 
como  la  numeracionméüoacorrespondeálos  tiempos  modernos. 
Por  TÍa  de  comparación,  veamos  lo  que  en  esta  misma  materia 
sabían  algunos  otros  pueblos,  comenzando  por  el  tarasco.  La 
numeración  hablada  es  ésla: 

1.  Ka  6.  Ctiimu  11.  Tembem  ma  16.  Tembenouima 

3,  Tzlman    7.  Yuntzimaii  12.  Tembentziman  17.  Temben^untziinan 

db  Tflttima   8.  Tnntanimii  18.  Tembentaniínn  18.  Tembenyuntaninra 

4*  Tamu      9.  Yunthaoni  14.  Tambenthanm  19.  TembenyvnthaDia 

5.  Ycuna    10.  Tembeo.  l&.  TembeDjruBm    -,  20.  Maecnatee,  (1)  mákatarbi 

Siguiendoel  sistema  méxica,  á  que  éste  corresponde^  Maeouatze 
86  multiplica  por  los  térmicos  de  esta  serie  fundamental,  hasta 
eaoontraar  el  segundo  número  radical  Mayrepeta  ó  cuatoooie&tos. 
La  formación  dé  los  compuestos  es  l^.siguiente: 

2(k  Blaeeatttee  60.  Tanime  eooatzd  lOO.  Yumeenalae. 

80.  Maeouatse  oatembe  70.  Tanime  eouaize  oatemben  200.  Tembenecoatse 

40^  Tzimaneotiatze  80.  Thameouatze  300.  Tembeneouaize, 

caynmecuatze 
50.  Tzimanecaatze  oaiemben  90.  Thameouatze  catemben     400.  Mayrepeta. 

Dos  términos  intermedios  se  llenan  de  este  modo: 

20.  Maeouatze  27.  ICaeooatze  oayimtramaik 

21.  Maeouatfise  cama  28.  Maeouatze  oayuntanimu 

22.  Maeouatze  oatziznaQ  29.  Maeouatze  cayunthamu 
28.  Maeouatze  oatanimu  80.  Maeouatze  catemben 
24.  Maeouatze  catamu  31.  Maeouatze  temben  cama 
26..Biaeouatzecayumu  «a,  iáummuj^a  fAmKan  AAf^w^ft^ 

26.  Maeouatze  oaouimu  83.  Maeouatze  temben  oatanimu 

84.  Maeouatze  temben  oatamu 

■ 

(1)  En  el  original  está  escrito  Maequatze;  para  adaptarte  á  la  ortografía  actual 
oambiamos  la  q  en  o. 

72 


570 

35.  Maecuatze  temben  oayumn 

36.  Maeotiatz«  temben  caoi^umu  , 

37.  Mfteonatze  temben  oaymitsEimBn 

38.  Itfaeonatze  temben  ooyiiiitazuma 

39.  Maecuatze  temben  caymithamu 
'  40.  Tzünancuatze. 

La  formación  se  funda  en  la  multiplicación  de  la  radical  por 
los  números  fundamentales,  sumando  al  producto  los  números 
complementarios:  la  última  frase  va  unida  por  medio  del  verbo 
ca^  en  significado  de  mas  ó  de  y.  De  aquí  resulta  un  orden  rigo- 
roso; Teinte  más  uno;  veinte  más  cinco;  veinte  más  diez;  veinte 
diez  más  uno;  veinte  diez  más  nueve;  dos  veces  veinte  ó  cuaren- 
ta. La  voz  temberiy  diez,  expresa  igualmente  nmdeja  ó  guedeja 
de  pelo. 

La  radical  MayrepOj  400,  se  multiplica  por  los  términos  da  la 
serie  fundamental,  resultando  veinte  compuestos,  múltiplos  de 
la  radical,  hasta  el  último  20  x  400  =8,000,  cuyo  término  se  esórí- 
be  Maecuatze  yrepeta  6  Maztdupu.  Zutupu  significa,  bolsa  ó  tale- 
ga, correspondiendo  al  xiquipiUi  mexicano.  La  numeración  se 
desarrolla  mnltip^licando  la  nueva  radical  por  los  términos  de  la 
primera  serie,  y  como  el  mismo  método  se  puede  seguir  hasta 
donde  se  quiera,  resulta  que  la  numeración  es  indefinida,  pudien* 
do  expresarse  con  ella  las  cantidades  que  se  pretenda. 

Los  compuestos  qu&  sirven  para  integrar  la  numeración,  son 
estos: 


400.  Mayrepeta. 

500.  Mayrepeta  yumecuatze. 

600.  Mayrepeta  catembenecoatze. 

700.  Mayrepeta  catemben  yrunecnatze. 

800.  Tzimanyrepeta. 

900.  Tziman*yrepeta  oaynmecuatze. 
1,000.  Tzimaa  yrepeta  oatemben  ecnatze. 
2,000.  Yumyrepeta. 

3,000.  Tuntadmanyrepeta  catembeii  ecttatze. 
4,000.  Tembenyrepeta. 

5,000.  Tembentziman  yrepeta  catemben  eonatze. 
6,000.  Tembenyun  yrepeta. 

7,000.  Tembenyrmtziman  yrepeta  catemben  ecnatze. 
8,000.  Maecuatze  yrepeta  ó  Mazutnpu. 
9,000.  Maecnátzetziman  yrepeta  catemben  ecnatze. 
10,000.  Maouatzeyum  yrepeta. 


571 

20^000.  Tzimanecnaize  yrepeta  oatemben  yrepeta. 

30,000.  Tanimecuatze  temben  yrepeta  cayum  yrepeta. 

40,000.  Yumecuatze  yrepeta. 

50,000.  Coimecuatze  yrepeta  caynin  yrepeta. 

60,000.  Tantamln  ecuatze  yrepeta. 

70,000.  Yunthaneonaftee  yrepeta  oaynm  yrepeta. 

80,000.  TembenecnatKe  yrepeta  catemben  yrepeta. 

90,000.  Temben  maecuatze  yrepeta  catembenyom  yrepeta. 
100,000.  Tembentanimectiatze  yrepeta. 
200,000.  Makatarhiecuatze  yrepeta  cactiimeciiatze  yrepeta. 
300,000.  Makatarhi  ecuatze  catemben  ynnthameoaatze  yrepeta. 
400,000.  Tsdmancatarhi  eouatze  caymn  tanime-ouatze  yrepeta. 
500,000.  Taxximcatarhi  ecuatze  oatzimanecoatze  yrepeta. 
600,000.  Tanimcatarhi  ecuatze  catemben  yomecnatze  yrepeta. 
700,000.  Thamkatarhi  ecuatze  cayumtaminecnatze  yrepeta. 
800,000.  Tumkatarhi  eonatze  oamaeooatze  yrepeta. 
900,000.  Ytunkatarhi  ecuatze  catembenthamecuatze  yrepeta. 

Copiamos  esta  numeración  del  diccionario  del  P;  Lagunas,  (1) 
quien  explicando  el  sistema  dice:  ''El  menor  número  es  de  nno 
''á  diez.  El  mediano  de  diez  á  veinte,  qne  llaman  Maecnatze.  Y 
''así,  nn  XX,  dos  XX,  £c.,  hasta  CGCC  que  es  el  número  mayor 
"que  dicen  Mayrepeta,  que  son  GCCC.  Y  así  de  esta  manera  van 
**contando  un  COCO,  dos  COCO,  tres  COCO,  &c.  Hasta  llegar  al 
"último  número  y  principal,  que  es  Maecuatze  yrepeta,  que  son 
"Vm  mil,  el  mayor  número  que  tiene  es  éste.  Y  de  aquí  toman 
"de  principio  hasta  llegar  otra  vez." 

Según  esto,  la  base  del  sistema  es  veinte.  Fórmase  por  medio 
de  cuatro  radicales  Ma^  Maectmtze  6  Makatarhi,  Mayrepeta,  Mae- 
ciuxtze  yrepeta  6  Zutupu.  (2)  Los  valores  de  éstas  forman  la  pro- 
gresión por  cociente  -H- 1 :  20  :  400  : 8,000  6  sean  las  diversas  poten- 
cias de  veinte  de  «ero  á  la  tercera,  en  está  forma:  -H-  (20)® :  (20)  : 
(20)^:  (20) .  Exactamente  el  sistema  mexicano.  Procede  igual- 
mente en  los  compuestos  de  la  numeración  hablada  por  medio  de 
la  adición  y  de  la  multiplicación.  Son  semejantes  aun  en  la  for- 
mación de  los  números  primitivos.   Ma,  1;  Tziman,  2;  Tanimu,  3; 

Tdmu,  4;  Yumu,  5;  son  números  simples.  Cuimu,  6;  Yuntziman,  71 

. 

(1)  Arte  ydiccionaño:  con  otras  obras,  en  lengua  Michoacana.  Compuesto  por  e} 
mny  B.  P.  Fray  Inan  Baptistade  Lagañas,  &c.  México,  1574.  Pág.  1 20-85.  ^Cartas 
Mejicanas  escritas  por  D.  Benito  María  de  Moxó  año  de  ^1805.  Genova;  Segunda 
edición.  Pág.  68-69. 

(2)  Este  Zutupu,  que  no  le  vemos  en  la  numeración  de  Lagunas,  le  eneontraipoB 
e  n  las  Cartas  mexicanas,  pág.  69. 


372 


Yantanimny  8;  Yanthama,  9;  evidentemente  son  deriyados  de  Yn- 
mn,  como  si  se  dijera  cinoo  nno,  cinco  dos,  cinco  tres,  cinco  cua- 
tro. Tembeu  es  simple  también,  y  de  él  á  diez  j  nueve  son  com- 
pnestos,  diciendo  diez  uno  ó  más  uno,  diez  más  dos,  hasta  diez 
más  nueve  ó  diez  y  Hueve.  Maecoatze  ó  Makatarhi  es  también 
simple,  aunque  aquí  los  términos  van  precedidos  de  ma,  uno. 

En  cuanto  á  la  forma  de  las  voces  de  la  numeración  hablada, 
la  tarasca  es  superior  á  la  mexicana  en  el  orden  más  regular  y 
lógico,  lo  cual  proviene  de  la  formación  menos  complicada  da  la 
serie  fundamental  En  la  aritmética  mexicana,  xiquipSU  y  sus 
compuestos  son  el  fundamento  de  la^  voces  que  expresan  canti- 
dades mayores  de  ocho  mil;  en  la  tarasca,  aunque  se  tiene  Ma^- 
cuatze  yrepeta  que  responde  á  la  misma  idea,  no  es  palabra  sim- 
ple sino  compuesta  de  Maeciiafzey  veinte,  y  de  yrepda,  400,  de 
manera  que  los  derivados  todos  se  fundan  en  la  voz  Yrepéta  co- 
mo exclusiva  y  singular.  El  Zviupu  apuntado  por  Moxó  no  apa- 
rece en  ninguna  parte. 

Pasemos  ahora  á  la  numeración  de  los  mixtecas.  Copiamos  de 
Alvarado:  (1) 


1.  Be.  11. 

2.  VvuL  12, 

3.  Vni.  18. 

4.  Qmi.  14. 

5.  Hoho.  15. 

6.  Tfio.  16. 

7.  VflB.  17. 

8.  Vna.  18. 

9.  Ee.  19. 
10.  Vsi,  20. 

41.  Waicbdeo  ec. 

42.  V>niidzicó  TYni. 
48.  Yvtddzioo  vni. 

44.  Vvitidsáoo  qmi. 

45.  Vyuidzioo  hoho. 

46.  Yvuidzíoo  ifio. 

47.  Vvmdzioo  YM. 

48.  Yvuidzioo  Tiia. 
4^.  Wuidziooee. 
50.  Vvuidzioo  VBi. 


Vfli  ec. 

VfliTVUi 

Vbí  vm, 
Yd  qmi. 
Saho. 
Saho  ee. 
Bahornü. 
BahoTni 
Baho  qmi. 
Oco. 


21.  Ooo  eo. 

22.  OOOYYUL 

28.  Oootuí. 

24.  OcoqmL 

25.  Oco  hoho. 

26.  Ooo  ifio. 

27.  OooTfla. 

28.  OcoTna. 

29.  Ooo  ee. 
80.  OcoYsi. 

51.  Yvtddaáco  ysí  ec. 
62.  Yymdzioo  ysi  rmi. 
58.  YTxádsdoo  tbÍ  Tui. 

54.  Yyoicbdoo  tbí  qmi 

55.  Yvmdzico  shao. 

56.  YYiiidzico  saho  ec. 

57.  Yvtiidzico  saho  VToi. 

58.  Yvuid£ioo  saho  vni.  * 

59.  YTTiicLzáoo  saho  qmi. 

60.  Ynidzico. 


81.  Ooo  ra  ec 

82.  OooTsiYnii 

33.  Ooo  YSÍ  ybí. 

34.  OooYsiqmL 

35.  Ooo  Saho. 

86.  Ooo  saho  eo. 

87.  OooiahowiiL 

88.  Ooo  saho  yuL 

39.  Oco  saho  qmi. 

40.  YYuidzico. 

61.  Yni  d2áco  ec. 

62.  Yni  dzioo  YYm. 
68.  YnidflieoY^ 

64.  YnidBooqmi. 

65.  Yni  dzioo  h<Ao. 

66.  Yni  dzioo  ifio. 

67.  Yni  daáco  Ysa. 

68.  Yni  dzioo  Yna. 

69.  Yni  dzico  ee. 

70.  Yni  dzioo  Ysi. 


(1)  Vocabulario  en  lengua  misteoa,  hecho  por  los  Padres  de  Ui  Orden  de  Pndiea- 
dons,  qne  residen  en  ella  y  intimamente  recopilado  y  acabado  por  el  Padre  Fr.  Frú- 
dsco  de  AlYarado,  Vicario  de  Tama9ulapa,  de  la  misma  Orden.  México,  1598. 


673 

100.  H(^o  dzico.  .  10,000.  £o  tetns^  yodzo  bobo  tuYui. 

200.  Yaádzioo.  20,000.  Yvtii  tetne  yodzo  asi  tuYuL 

300.  Saho  d;sico.  30,000.  Vni  tetno  yodzo  sabo  tuTui. 

400.  Eo  tuvni.  40,000.  Hobo  tetn^. 

500.  £o  ttiYui  bobo.  50,000.  Ifio  tetne  yodzo  bobo  tuvui. 

600.  EctaToiTBx.  60,000.  Vsa  tetne  yodzo  tbí  turnt 

700.  Ec  tnviii  Bsbo.  7Ú,Q0O,  Viia  tetae  yodzo  sabo  tavui. 

800.  Vvui  tuvui.  80,000.  Vsi  tetne. 

900:  Vvxd  tuvui  hobo.  90,000.  Vsi  eo  tetne  yodzo  bobo  tuvui. 

1,000.  Vvui  tuvui  usi.  100,000.  Vsi  vvui  tetne  yodzo  vsi  tuvui. 

2>000.  Hobo  tuvui  1.000,000.  Vsi  dcbi  cavsi  wui  tetne  yodzo  vsi  tuvui. 

3,000.  Eo  tetne.  ^ 

^Tara  contar  por  yeintes  ó  dieces,  no  se  ha  de  decir  absolnte, 
sino  decir  quevui^  y  dicen  asi: 

"10.  Huicbi.  20.  Cbico.  '«5.  CSbico  tnaho. 

"15.  Tnabo.  25.  Chico  nobo.         40.  Vvuindzieo,  &o.,  síc  dis 

"15  6  veinte,  buiohitnaho.  30.  Chico  buiobi.  singnlis. 


'Tara  contar  zapatos»  eo  saha  vvni  saha. 

'Tara  contar  mantas,  ec  tica  vvui  tica."  (1) 

Del  uno  al  diez  las  voces  son  simples  y  significativas  de  por 
sí;  del  onoe  al  catorce  son  compuestas  del  diez  y  respectivamen- 
te con  el  uno,  dos,  tres  y  cuatro.  Quince  tiene  nombre  particu^ 
lar,  que  sirve  para  componer  diez  y  seis  ó  quince  uno;  17  6  quin* 
oe  dos;  18  ó  quince  tres;  19  ó  quince  cuatro.  Oca,  veinte,  es  tam- 
bién palabra  simple,  fin  de  la  primera  serie  fundamental,  y  se- 
gunda de  las  radicales. 

Oco  multiplicado  por  la  serie  inicial  produce  los  múltiplos» 
VvidzioOf  dos  por  veinte,  40;  Vni  dajíco,  tres  por  veinte,  60;  Qmi 
dzico^  cuatro  por  veinte,  80;  hasta  Saho  qmi  dzico,  diez  y  nueve 
por  veinte,  380.  Cuotrocientos,  tercera  radical  y  fin  de  la  segun- 
da serie  se  escribe  Ec  tuvui,  un  cuatrocientos.  Como  señal  de  la 
multiplicación  entra  la  palabra  dzi,  que  convinada  con  oco,  per- 
diendo ésta  la  o  inicial,  hace  dsdco. 

La  radical  Tuvui  multiplicada  por  la  serie  fundamental  pro- 
duce los*  múltiplos  de  cuatrocientos,  Vvid  tuvui,  dos  por  cuatro- 
oientos,  800;  Vni  tuvni,  tres  por  cuatrocientos,  1,200;  Qmi  tuviU, 

(1)  Diccionario  de  Lagunas,  íol.  204. 


674 

cuatro  por  cu  at rocíen tosf  1,200,  &c.  El  término,  8,000,  resultido 
de  20x400  es  Tetne.  La  formación  de  los  términos  intermedios 
entre  400  y  800  es  singular:  500,  ec  tuvui  hoho;  600,  ec  tuvui  tsí; 
700,  ec  tuYui  saho,  cuyas  frases  literalmente  dicen  cuatrocientos 
cinco,  cuatrocientos  diez,  cuatrocientos  quince.  Como  estos  pro- 
ductos no  pueden  ser  resultado  de  la  multiplicación  de  400  por 
ninguno  de  los  números  de  la  serie  fundamental,  se  considérala 
formación  entre  dos  términos  consecutivos  de  la  progresión, 
4^ — 8,000,  como  si  fuera  la  primera  veintena,  distinguiendo  el 
primer  término  por  ec,  uno,  el  segundo  por  hoho,  cinco,  el  terce- 
ro por  V8i^  diez,  el  cuarto  por  saho,  quince,  avisando  el  lugar  qne 
en  la  serie  les  corresponde  hasta  Vvui  tivui,  800.  De  igual  mane- 
ra se  procede  en  los  casos  semejantes. 

TetTie,  8,000,  sigue  bajo  el  mismo  método,  solo  que  en  sus  com- 
puestos la  partícula  dzi  cambia  en  yodzo  como  señal  también  de 
adición.  Para  expresar  20,000  se  dice  Vvui  tetne  yodzo  vsi  tumt 
lo  cual  traducido  al  pié  de  la  letra  diría,  dos  ocho  mil  más  diez 
cuatrocientos,  ó  verdaderamente,  dos  multiplicado  por  ocho  mil 
(16,000)  más  diez  multiplicado  por  cuatrocientos  (4,000).  En  la 
frase  que  expresa  un  millón,  Vsi  sichi  cavsi  vvui  tetne  yodiso  vd  ivr 
vui,  comprendemos  que  vvui  tetne  yodzo  vsi  tuvui  quiere  decir 
20,000;  mas  se  introduce  el  nuevo  término  sichi  y  la  partícula  ca, 
cuyos  significados  no  alcanzamos. 

Gomo  se  advierte,  es  el  sistema  mexicano.  La  base  ignal  i 
veinte:  los  términos  de  la  progresión  -K- 1 :  20  :  400 :  8,000.  Los 
de  la  numeración  Ec,  Oco,  Tuvui^  Tetne,  más  Sichi  cuyo  valor  ig- 
noramos. La  numeración  hablada  sigue  una  forma  regular  y  pue- 
de expresarse  en  ella  todas  las  cantidades  imaginables. 

Los  tzapoteca  pertenecen  á  la  familia  mixteca.  Según  el  MS. 
copiado  por  el  Sr.  Pime^tel:  (1) — "Acerca  del  modo  de  contar  de 
^'estos  indios  zapotecosf  es  de  notar.  Que  en  el  discurso  de  su 
"cuenta  cuando  vjan  contando  tienen  sus  términos  ó  paradas,  don- 
"de  descansa  la  cuenta,  de  la  manera  que  nosotros  vamos  de 
"diez  en  diez  hasta  ciento,  y  de  ciento  vamos  por  cientos  hasta 
"mil,  y  de  allí  por  millares  &c.  Así  estos  zapotecos  cuentan  has- 
"ta  cinco  al  que  llaman  Caayo  ó  Gooyo,  y  de  allí  ponen  cuatro 
"veces  cinco  que  son  veinte  al  que  llaman  Oa/-!e  ó  Gol4e.  T  de 

(1)  Cuadro  desciiptivo  y  comparatiYO  de  las  iengoaa  indígenas,  tom.  d,  p4* 


j 


575 

^^allí  van  contando,  y  ponen  cinco  veces  veinte  que  son  ciento, 
''al  que  llaman  Gayoa  ó  Coyoa.  T  de  allí  ponen  cuatro  veqes 
'^ciento  que  son  cuatrocientos  que  llaman  Tóbida  ó  Ghagaeía^  que 
''es  como  en  nuestra  cuenta  el  número  mil.  Y  de  allí  ponen  vein- 
''te  veces  cuatro  cientos  que  son  ocho  mil,  y  á  este  número  11a- 
''man  Tóbízotij  Ghagassotu  Y  éste, es  el  mayor  número  que  tienen, 
''y  de  aquí  van  contando  de  ocho  en  ocho  mil." 

Siempre  el  mismo  sistema.  La  base  veinte:  los  términos  de  la 
progresión  Tóbi  6  ChagOy  Cal4e  6  Col4e,  Tobiéla  6  Chagada^  To- 
hkoti  6  Chagazoti.  Cinco,  *  Caayo  ó  Cooyo  solo  es  termino  en  los 
veinte  números  de  la  primera  serie  fundamental:  ciento,  Gayoa 
6  Goyoa  no  es  radicaL  La  numeración  hablada  es  ésta: 


1. 

Tobi,  ofaaga. 

6. 

Xopa. 

20.  Cal-lfi,  ool4e. 

2. 

Topa,  cato. 

7. 

Caache. 

100.  Cayoa*,  coyoa. 

3. 

Chona,  cayo. 

8. 

Xoono. 

400.  Tobiela,  Chagaela. 

4. 

Tapa,  taa. 

9. 

Caá,  yaa.  . 

8,000.  Ghagazotd,  tobizoti. 

5. 

Caayo,  oooyo. 

10. 

Chü. 

■  * 
• 

Aunque  de  la  misma  familia  mixteco  y  zapoteco,  los  nombres 
numerales  no  presentan  semejanza  alguna. 

Los  pirindas  ó  matlatzinca  que  forman  un  grupo  etnográfico 
particular,  usaban  del  sistema  aritmético  de  los  demás  pueblos. 
Hé  aquí  sus  numerales. 

1.  Indahui.  6.  IndahtohuL  11.  Indáhata  musdahni. 

2.  Inahni.  7.  Inethohui.  20.  Indohonta. 

* 

3.  Inyiüiu.  8.  Inencmiohui.  100.  Incuta-ta. 

4.  Inoonohuy.  9.  Imurahtadahata.  .      400.  Dahanuta. 

5.  Incnthaa.  10.  Indáhata. 

En  la  formación  de  la  primera  veintena  hay  alguna  cosa  que 
se  nos  escapa  por  no  ser  entendidos  en  el  idioma.  Los  términos 
son  indahuiy  IndoJionta,  Dahanuta^  y  nos  falta  el  ocho  miL 

La  numeración  hablada  de  los  othomí  es  la  siguiente: 

1.  Na,  la.  6.  Bato.  11.  Beta  mana,  reta  mará.  16.  Bet  marato. 

2\  Yoho.  7.  Yotó.  12.  Betmayoho.  17.  Betmayotcí. 

3.  Hiu.  8.  Hiato.  13.  Betmabiu.  18.  Betmahiatd. 

4.  Gooho.  9.  Gitií.  14.  Bet  magooho.  19.  Betmagitó. 

5.  Kiuia.  10.  Beta.  15.  Bet  makiata.  20.  Naté«  (1) 

(1)  Para  la  ortografía  de  esta  numeración  hemos  tenido  presente:— Catecismo  y 
dedaradon  en  lengua  othomí,  con  un  yocabnlario  del  mismo  idioma.  Compuesto 


576 

Mi  amigo  el  Sr.  D.  Gumesindo  Mendoza»  p^to  en  la  leaga 

oihomí;  ge  prestó  á  darme  algunas  indicaeiones  aoesca  de  U 

posición  de  estos  numerales.  Segon  ellas,  naóra  significa» 

dad,  igualdad.  Yojó  5  yoho,  quiere  decir,  lo  desconocido  qve  nái 

ó  acaricia.    Hiu^  lo  que  comienza  ahora.    Ghho  6  ffooho,  el  ana 

que  mata  ó  acaricia.  Kinia  ó  Tduhta^  el  venerable  padre,  iíflfa^k 

columna  padre,  ^ató,  el  uno  ó  sólo  hacedor.  En  estos  signífiai» 

dos  se  descubre  que  los  óthomí,  como  algunos  pueblos  de  bia- 

tigüedad,  concedían  á  los  números  ciertas  cualidades  místicaí 
ocultas.  ^ 

Las  cinco  primeras  voces  son  simples.  Botó,  Totó,  SUM,  Gíü, 

son  compuestas, pues  dicen  sucesivamente  1  {-5,2+6,  3+S¡i^ 

determinando  el  6,  7,  8  y  9.  (2)  .Seto,  es  igualmente  simple^  ím 

palabras  siguientes  hasta  diez  y  nueve  inclusive  vuelven  á  m 

compuestas,  dé  Sd,  contracción  de  rafa,  diez,  de  la  partíenlasi 

que  liga  6  suma,  y  de  los  nueve  números  anteriores,  dicieodo^ 

diez  más  uno,  diez  más  dos  • .  «diez  más  nueve.    J!7at¿^  veintes 

también  simple,  y  es  el  hacedor  único  ó  el  fundamenlo  de  Is 

números.  La  formación  de  los  siguientes  números  está  fandi& 

en  esta  serie: 


20.  Naté.  50.  Tote  mareta. 

30.  Naté  mareta.  60.  Hiuté^  Hinraie. 
40.  Yoté.  70.  Hiarate  mareta. 


80.  Ctooho  nté»  gHé. 
90.  Gooho  nte  nuueeli 
100.  EinUté,  nanthebé. 


Los  pares  están  formados  por  la  multiplicación  de  veinte  porÍ 
los  números  de  la  veintena  fundamental;  así  ToU  quiere  desr; 
^x20;  Hiuiéy  dxW;  Kiutatéf  5x20;  pero  este  tiene  nn  ténnino^ 


por  jbI  B.  P.  Fr.  Joaqtdn  López  Yepez.  México,  1826.  PiSg.  252.— BegLtt  de  cdl^l 
graphiai  diccionario  y  arte  del  idioma  othomí,  breyemstra^oh  para  los 
tes,  que  dictó  el  lie.  D.  Lvls  de  Nevé  y  Molina,  &o.  México,  1767.  Pág.  951.—] 
sertacion  sobre  la  lengua  othomí,  &c.»  por  F.  Manuel  Crisóstomo  NlUerm,  Ste, 
co,  1845.  Pág.  139.— Cuadro  descriptiyo  y  comparatiyo  de  las  lenguas  toáígeami 
México,  por  Francisco  PimenteL~La  dificultad  de  reproducir  los  sonidQsdekiaiF 
gua  othomí  con  los  signos  de  nuestro  alfabeto,  determina  que  los  numerales  no  i 
escritos  de  una  manera  idéntica  en  aquellas  obras.  El  Sr.  Pimentel  vacila,  bdk  dada, 
pues  los  escribe  de  dos  maneras  diferentes  en  el  tom.  3  de  su  cuadro,  pág.  4S9y  4S8L 

(2)  Nássra,  loco  cit. — Gumesíndo  Mendoza.— El  P.  Názera  compara  la 
don  hablada  de  los  othomí  con  la  notadon  romana  por  medio  de  las  letras : 
les,  y  encuentra  semejanza  entre  ambas.  Nos  parece,  salTO  todo  xtspeto,  q»  ^ 
comparación  no  es  exacta,  porque  cambia  de  medio. 


6W 

preypio  ídléébéy  expresando  que  el  prodnoto  de  cínoo  es  particular. 
Xíds  imparea  ecm  el  eompuesio  con  diez,  diciendo  SM)  X 10, 40  X 10; 
60x10,  &a 


200.  Yo  ntíieb^ 
aoa  Hin  nüiebé 
40Q.  Gooho  nthebé 
500.  Eiuta  nthebé 
600.  Bato  nthebá 


700.  Toto  iitheb^ 
eea  Hiato  nthábé 
90a  Giio  ntbebé 
1,000.  Na  ma  6,  nam-ó, 
reta  ntheM 


10,000.  Beta  ma  ó 
100,000.  Ka  nthebé  xiumS 
1.000,000.  Beta  nthebé  humS. 


Nlhtbé^  ciento  entra  como  radical,  exprestvndo  los  compuestos, 
dos  cientos,  tres*  cientos,  cuatro  cientos,  hasta  mil  que  se  escribe 
bien  Reta  nthebé,  diez  cientos,  ó  Natna-ó  6  nam-^^  introduciendo 
el  nuevo  término  <5,  unido  á  na,  uno,  y  á  la  partícula  ma.  Sobre 
esta  nueva  radical  sigue  la  cuenta  diciendo  Beta  ma  ¿,  diez  mi- 
les; Na  nthebé  ma-ó,  un  ciento  de  miles;  Beta  nthebé  ma-ó,  diez  cien- 
tos de  miles  ó  un  millón  ó  cuento.  No  encontramos  que  cuatro- 
cientos j  ocho  mil  tengan  nombres  particulares. 

Se  revela  á  primera  vista  que  la  formación  de  estas  voces  nu- 
merales ha  sido  sacada  de  los  dedos  de  las  manos  y  de  los  pies. 
Pe  uno  á  cinco  cada  dedo  de  una  mano  recibió  nombre  particu- 
lar; al  pasar  á  la  segunda  se  di^o,  un  dedo  más  una  mano,  dos 
dedos  más  una  mano,  hasta  que  la  sumado  ambas  manos  recibió 
uñ  nombre  propio.  Las  palabras  son  el  compuesto  de  la  suma  de 
las  manos  con  los  dos  pies,  hasta  llegar  á  veinte,  voz  propia. 

El  sistema  es  vigesimal.  La  base  veinte  aparece  dividida  prin- 
cipalmente en  los  factores  cinco  y  diez,  con  los  cuales  copibina- 
dos  se  forinan  las  voces  numerales  por  medio  de  la  multiplicación 
y  de  la  suma.  Las  radicales  fundamentales  son  Na,  uno;  Beta, 
diez;  Noté,  veinte;  Nthebé,  ciento.  O,  mil.  Oon  la  multiplicación 
stLcesiva  de  estos  términos  entre  si  pueden  alcanzarse  las  mayo- 
res cantidades,  supuesto  que  sin  salir  de  las  frases  conocidas, 
pudieramos*decir,  un  millón  por  un  millón,  igual  á  un  billón.  El 
sistema  othomí,  en  último  análisis,  no  es  el  mexicano. 

Los  mazahua^  de  la  familia  othomí,  dicen  de  este  modo: 


*ft* 

1.  Daba 

4.  Ziobo           7.  Tencbo 

10.(Decba 

0^ 

2.  Yebe 

5.  Zicfaa           8.  Ñinoho 

20.  Ybotte 

|i»^ 

8.  Efibii 

6.  Kantto  «;_     9.  Zincbo 

100.  Zbicbiobe 

#^ 

1,000.  Yerno  deobiobe. 

73 


/ 


978 

Es  el  sistema  othomi  en  todos  sas  pormeaoves*  Entre  los  nom- 
bres apenas  se  perciben  algunas  ligeras  semejanzas»  no  obstaato 
que  el  othomi  j  el  mazahua  sean  lenguas  afines.      ^    '. 

Los  dos  pueblos  que  acabamos  de  mencionarse  cuentan  entre 
los  broncos  ó  menos  adelantados  en  ciirilizaeionquelasnacioaeB 
principales  de  Anáhuac;  hacia  el  Sur  eran  aun  más  atrasados  los 
mixes  j  los  zoques.  Sin  embargo,  mixes  y  zoques  seguían  el  sis- 
tema de  la  numeración  mexicana,  y  si  bárbaros,  podían  expresar 
todas  las  cantidades  que  hubieran  menester.  Las  roces  numera- 
les de  los  mixes  son  éstas: 


Los  numerales  de  los  zoques  presentan  con  éstos  semejansas. 
Sien  extendemos  más  acerca  de  esta  materia^  terminaremos 
con  una  comparación. 


Maya. 


HaaxtKO. 


Mam*. 


Uno 

Hun 

Hnn 

Hoxi 

Han. 

Dos 

Ca 

Tzab 

Cabe 

Cab. 

Tres 

Ox 

Ox 

Oxe 

Ox,  añb. 

Cuatro 

Can 

Tze 

Eiahe 

Kah. 

Cinco 

Ho 

Bo 

Hoc 

Oo,  oob. 

Seis 

.Vao 

Acfto 

Vacao 

Veoakib. 

Siete 

Vuc 

Bao 

Bao 

Vcub. 

Ochj 

Vaxac 

Huaño 

Vahxk 

Vahakib. 

Nueve 

Bolón 

Belleah 

Belhuh 

Beleh. 

Diez 

J)t\hnn 

Lahu 

Lahah 

Laboh. 

Veinte 

Saló  hnnkal 

Huminio 

Huinldn 

HaTinak. 

Ciento 

Hokal      ' 

Oka] 

OkaL  (1) 

Es  evidente  la  semejanza  que  entre  sí  presentan  estas  voces»  lo 
cual  no  puede  extrañarse»  supuesto  que  las  lei^uas  que  les  da& 
origen  pertenecen  á"la  misma  familia  etnográfica. 

A  juzgar  por  los  datos  de  que  hemos  podido  disponer,  apare- 
cen dos  sistemas  de  numeración,  aunque  congéneres;  el  othomíi 
7  el  que  llamearemos  á  falta  de  nombre  mejor,  maya.  £1  primero, 

(1)  Pimentel,  Coadro  descríptiTO,  lom.  HI,  pág.  261. 


1.  Tuuc 

5.  Hocoxc 

9.  Taxtaao 

80.  Ipxnabc,  20+lOi 

2.  Metzc 

6.  Tadauo 

10.  Mahc 

100.  Mooopx,   5+SOl 

8,  Tucoc 

7.  Haextaao 

11.  Mahetaoc,  10+ L 

400.  Taacmoifi. 

4.  MactaxG 

8.  Tuctaac 

20.  Ipx 

ú 


•  679 

• 

iftág  áiffiple,  pes6oe  ser  ^  pritftikÍT^,  el  qns  corresponde  á  pne-* 
blós  oivilízados  éu  cierto  grado  de  culiara;  el  segnBdo,  compli- 
oadoy  Mtifidios(^9  dientífico  padieramos  dedir,  pertenece  sin  duda 
á  naefeottes*  muy  ftdel&titadas^  A  tieiapos  posteriores  de  mayor  des^ 
aorrdllo  inffelécMal:'  ittia  es  ^  ovígeu^  el  oinro  el:  deriyado.  Síendio 
los  otbdzai  tÉü  ptieMo  átttiquisittLO  en  Análmac;  mirándole  siem-^ 
pre  eneastillado  <8ii  kts  tOfOtitañaSj  guardando  inmutables  sus 
costumbres,  resistettie^^  l4s  oivilicsaciones  que  le  rodeaban,  natu* 
ral  parece  encontrarle  como  tenaz  guardador  de  los  conocimien- 
tos aritméticos  recibidos  de  sus  mayores  en  los  tiempos  antiguos. 
Las  demás  naciones  recibieron  el  depósito,  acrecentándole  y 
perfeccionándole. 

¿Ouál  de  las  naciones  civilizadas  fué  autora  de  este  trabajo? 
¿Fué  una  sola  la  perfeccionadora,  6  concurrieron  varias?  No  lo 
sabemos.  Hemos  llamado  maya  al  sistema,  por  estas  considera- 
ciones. Históricamente  hablando,  los  mayas  siguen  en  antigüe- 
dad á  los  othomís.  En  la  comparación  que  hicimos  de  las  voces 
numerales,  vimos  que  ofrecen  marcadas  semejanzas  las  mayas, 
con  las  huáxtecas,  mames  y  quichées.  Satisface  la  explicación  de 
que,  las  lenguas  á  que  las  voces  pertenecen  son  de  la  misma  fa- 
milia; pero  es  preciso  observar,  que  una  vez  establecidos  los 
huaxteca  en  las  costas  de  México,  separados  de  sus  hermanos 
que  fueron  á  poblar  en  Yucatán,  no  volvieron  á  tener  comunica- 
ción alguna.  Preciso  fué  que  al  separarse  tuvieran  ya  formados 
los  nombres  numef  ^Jles,  fidpptado  el  sistema  aritmético,  para  que 
perdidas  por  completo  las  relaciones,  pudíérap  aparecer  las  se- 
mejanzas después  de  siglos  de  separación.  No  es  aventurado  ad- 
mitir, que  mayas  y  huaxtecas  sabían  ya  esta  manera  de  contar 
al  principiar  su  peregrinación. 

Pero  las  civilizaciones  maya  y  nahoa  son  diferentes;  esos  pue- 
blos no  estuvieron  en  contacto  sino  hasta  los  últimos  tiempos 
de  su  existencia,  antes  de  que  se  pusieran  en  relaciones,  mayas 
y  nahoas  eran  sabedoras  del  sistema,  y  no  pudieron  aprenderle 
unos  de  los  otros.  Indispensable  es  entonces  admitir  también 
que  ambos  recibieron  la  enseñanza  en  las  regiones  boreales,  ya 
por  haberles  servido  de  maestro' una  tercera  nación,  ó  porque 
allá  se  pusieron  en  contacto.  Otro  fenómeno  aparece  digno  de 
nota.  Mientras  el  maya  dejó  su  huella  en  los  numerales  de  su 
&milia,  no  aparecen,  ó  al  menos  no  es  muy  claro,  que  el  nahoa 


680  • 

la  dejara  eu  las  lenguas  «de  su  rama  etaiográfiea^  y  en  la  de  los 
pueblos  á  quienes  comunicó  su  civilizaoion.  No  se  encuentra  en 
el  tarasQp,  en  el  mailatzinoa;  no  hay  rastro  alguno  en  el  nüxieoo 
y  el  zapotecoy  ni  entre  sí  de  estos  dos  aunquí»  don  afines;  no  en 
el  mixe,  ni  en  otros  que  pudiéramos  citar.  JBs  que  la  ajritmétics 
es  una  ciencia  que  se  puede  comunicar  entre  los  pueblos  más  ex- 
traños,  y  éstos  al  adoptarla  le  aplican  las  voces  que  les  eran  co- 
nocidas, sus  numerales  que  tenían  ya  inventados. 


FIN  DEL  TOMO  PRIHSKO. 


ÍNDICE. 


IXBaO  PKDIBBa 


P««l2IM. 

Capítulo  'L^Ifitologia,  Lo»  cuatro  toles  oosmogÓitiooi^  OpinioM»,  El  quinto 
$ol,  Pirámides  de  Teotíhuaean,  Edad  del  tMmdo,  Más  tradioiones, 8 

Capítnlo  n.— Xm  dneo  soles,  según  la  lleuda  mexicana,  Los  trece  délos.  El 
dios  in/oisible  ó  Hoque  Nahuaque,  La  primera  mujer  ó  OihuaeohuaÜ,  El 
Ometecuttí  y  la  OmedhuaUy  AetdmaUl,  La  creación  según  los  mixteóos, 
Lospcrioues^  hsgwtíowrasy  los  eoclámles  de  GaUfomiaf  Los  sinaloas,  Míh 
noffenümode  los  mexicanos,  La  tierra,  Los  delosj  Las  estrellas,  Cometas^ 
Elplaneta  Venus,  El  sol.  Eclipses,  Lahina 21 

Capítulo  m. — Los  cuatro  elementos.  La  tierra,  Ohkomeooatl,  Genteotl,  To» 
d,  TemaacdÜeoi,  XoMqueteai,  Montañas,  Fiestas  y  divinidades,  Ritos  fu- 
nerales^  El  infierno,  MictlanteoutU  y  los  dioses  infernales,  Lugares  de  des- 
canso de  las  árumas.  El  agua,  TkUoc,  Ohalchhiheue,  Huixtoeihuatly  La 
pintura  del  dHuioio,  Pirámide  de  OhoUolan, 11 

Capítulo  TV,— El  viento,  Quetealcoatl,  Su  historia,  Antagonismo  de  Teeca- 
tUpoca,  Corrige  él  calendario.  Profecía  de  los  hombres  blancos  y  barbudos, 
Doctrinas  cristianas,  La  eme.  Profetas  maya,  Predicación  del  apóstol 
Santo  Tomás ' 62 

Capítulo  y. — CViis  ariana,  Oruz  búddhioa,  Orus  egipcia,  Cruz  cristiaTM, 
La  crue  del  Paknque  parece  búddhica,  ¿Será  Votan  un  buddhaf  Las  oru-  ' 
ees  de  México  son  de  origen  cristiano.  Descubrimiento  de  América  por  los 
islandeses,  ¿Quetealcoatl  será  un  misionero  islandés  Presencia  de  los  sím- 
bolos de  la  en»  en  México,  Oiv^tadores  de  América,  Ofiolatría,  Oohua- 
tkmtonot,  MixooaU,  Beeuerdo  de  ¡os  negros,  IxtUUon,  Fantasmas  de  la  no- 
che, Agüeros»»»^ 87 

Capítulo  Vl^^El fuego,  XiutecuhtU  Tletl,  Fiestas  anuales,  De  cuatro  en 

.    cu(Uro  años,,  Fuego  perpetuo,  Fiesta  seeular  del  fuego  nueco,  TeeeatlipoUBa, 
Hombres,  FestMdad,  La  níeüma,  SuiteilopochtU,  Etimología  del  nombre, 
Origev^es,  Tesahusü,  Tetsauhteotl,  Formas,  TeoyaoUatohua,  Fiesta  del 
mes  PanquetetsliMtíi,  Tlaoáhuepaneuexcotdn,  Paina  ó  PaynaUon,  Dios  de 
la  guerra  en  los  bosques,  Teoyaomiqui,  Miquietli 114 

Capítulo  YU,— Dioses  menores,  Templos,  TeoealU  de  BuiteHopoehtli,  Tzom- 
pantU,  Templo  de  Quetealeoatl,  TeocalU  de  Texooco,  Templo  al  dios  incóg- 
nito, Outto,  Oradon,  Música,  canto  y  danta,  Ofrendas,  Oopalli,  Oha- 
popotU,  Ayunos,  Penitencias » « 182 


682 

Capítulo  Ym.  "SacrifidoSt  TecheaU,  Baerífido  ardinariOf  Otra  ekue  de  m- 
erífldoi,  De  rUnoe,  TlaoaoBCpehualiztU,  TemalaecUl,  Oua/uaAoaJIXi,  HmpUU, 
^CuauhUeehuaU  ó  vaeo  deleol,  TeocuaithxicalU,  Imprenotí  de  ¡a  mano 
abUrta,  OuavhsBicáíU  de  Tüoc : IM 

Capítulo  TL,'--SaonficioSy  La  piedra  del  eol,  Hietoria,  Saeñfieio  del  menta- 
jero  del  sol,  Fieeta  del  mes  Xoeatihuetei,  Fieeta  de  Teotíeeo,  Fieataen  hon- 
ra del  fuego  en  el  mee  HueUeoiUffutitlx  Saorififio  cUfu^o,  Fuego  perpetuo, 
El  hambre  de  la  Cihuaeoatl,  Fieeta  al  ftüge,  De  eiuUro  en  cuatro,  y  de 
ocho  en  ocho  años,  Jíúmero  de  ¡os  saerifieios  humanos.  Universalidad  de  la 
victima  humana^  No  son  los  mexicanos  los  únicos  criminales  en  este  respec- 
to, Antropofagia,  Común  á  loe  p»e^ÍM  déla  tierra,  Los  mexicanos  no  son 
antropófagos  en  la  rigorosa  ac^xsion  de  tapaiUibra 176 


LIBRO  SEGUNDO. 


Capítulo  l.—CosUimbres,  Estado  interesa/nAe,  Preeaueionm,  Las  eSkttapSpU- 
tin,  FeUdtaeiones,  Hóróéoopo,  El  bcmtimkO^  Nombres,  LaeUmeia,  (Mroun- 
eisicm.  Dedicación  de  ¡os  niños  al  Oaknecac  ó  ai  TeipuchcaiH,  Edueaei&n 
doméstica  según  el  Códice  MendfHsino^  Educación  religiosa  de  lamíuior,  8a- 
cerdoüeas  ó  mojaos,  ConeubiM^e,  Midieres  púbUoaé,  El  cuieoyant  Leyes 
acerca  del  matrimonio,  Eepudio  ó  diooroios  Oerememas  en  él  mabrimonio, 
En  Ichcatlan,  En  la  mixteca.  Entre  los  otomies ; 202 

Capítulo  IL — Educación  de  la  juventud,  El  Cahneeac,  Oíase  sacerdotal, 
lientas  de  los  teocaiU.  Trqje,  Unción,  Catigorias,  Soflordotes  guerreros, 
Trabcif  os  y  ocupaciones,  Vida  y  costumbres.  Órdenes  monáebioas,  Tdpod^ 
tiüetU,  TkmacaeeoyoU,  Monges  de  Oenteotl,  Los  reclutas,  Ediueaeion  en  el " 
TefpuehcalU,  Armas  ofeneivfis  y  d^enñvas.  Estandartes^  Música  guerrera, 
Organisadon  del  ^érdto,  JSf arpias.  Combate,  Cautívoe,  Orados  miniares 
y  modo  de  alcansarlos.  Órdenes  militares,  Postas  y  correos.  Vuelta  del 
^éreito * 227 

Capítulo  XXI. — Dignidades  eMlee  y  militares.  Castigo  de  un  señor  rebelde, 
Los  mercaderee.  Moneda,  Declaración  de  guerra,  Embqfadores,  Jueces  y 
trilnmedes,  Administración  de  Justicia,  Cárcetee,  Legidaeion,  Embriagues,  262 

Capítulo  IV. — Eedavitud,  Mtneras  de  constituirse,  Condición  de  loe  esclaoos, 
Modos  de  extinguirse  la  servidwnbre.  Esclavos  de  collera,  Iféreado  para 
los  esclaiüos,  Mercados  particudares,  Tianguielli,  Metales,  Oro,  plateros  y 
Joyeros,  Flata,  Plomo,  Estaño,  Cinabrio,  Cobre,.  Laboreo  de  las  mineu. 
Fierro,  Tecosahuitl,  Obsidiana,  Cerro  de  Im  nawi^as,  Fabrieadon  de  loe 
cuchillos,  Diversos  olffetos,  Materiales  de  construedon.  Adornes  de  piedra. 
Piedras  preciosas,  Perlae,  Conchas. * 278 

Capítulo  V.—2Vi&ut0i,   Treces  de  los  hombres  y  de  las  mejores.  Algodón, 
Negiien,  Plumas,  Amanteca,  Aves  de  plumas  Jiñas,  Aumentos,  Maie,  JH-  t 
Jol,  Chian,  MuauhtU,  OMüi,  Objetos  comestibiles.  Productos  del  Valle  de 
México,   Aves  acuáUcae,  Peces,  Bañas,  ElaxaifaeaU,  AMunUU,  Puari, 


t 


688 

PáginM. 

Táeutíiaa,  Oucutín,  Sal,  TeguúequOl,  JTÓchíU,  Teapotl,  Frutas,  Bulbos  y 
tubérculos f  •  Cacao,  Mid  de  maguey.  Atacar,  Miel  de  abefas,  SíeU,  OctU, 
'P'focechos  sacados  del  metí,  Bebidcu  embriagantes,  0?dcha,  Teonanacatl, 
Yerbas  embriagantes,  Madera,  Otlatl,  Pieles  curtidas :......  S80 

CBpítido-VI.— roéow,  Papel,  XicoM,  IcpalU,  PeOaU,  OopalU,  Ca<MZtUy 
CoehkniUa,  ÜIH,  Liguidám/ctr,  Ámbar  aina/riUo,  Juegos  y  diversiones, 
Tlaehtíi,  PatolU,  Bjerdeios  gimnásticos,  Pedo  del  volador.  Poesía  liricc^ 
Poesia^  dramática,  Arquitectura,  Arquitectura  viUltar,  Escultura,  Artes 
y  oficios,  Tefedores,  Alfareros,  Medicina,  Médicos,  TemaecaHí 888 

Capítulo  VII — Organieadon  social,  La  triple  aUansa,  Guerra  florida,  Or- 
den de  sucecion,  Eleodon,  Unción  y  penitencia,  Proclamación,  Coronación, 
Nobksa,  Tlatoani,  CalpulH,  TecpantMli,  PülaUi,  MUchimalM,  Teotlal- 
pan,  MacehualH  ó  plebeyos,  Agricultura,  Jardinería,  Bosques,  Chinam- 
pas, AcaUi  6  barcas.  Muebles  y  alumbrado.  Fisonomía,  Deformación  del 
eráTuo,  Corcovados  y  enanos,  Jabón,  Oremadon,  Posición  del  cadáver. 
Funerales  de  los  reyes  y  smores 862 


LIBBO  TEBCEBO. 


Capítulo  I,  Escritura  jeroglífica. — NepohuáUzitzin  ó  quipos.  Origen  de  la 
escritura  jerogUflca,  Escrituras  diversas,  Son  signos  y  no  pinturas.  Colo- 
res, Tlacuilo,  Libros,  Bibliotecas  6  archivos,  Enseñansa,  Las  escrituren 
versaban  sobre  todas  materias,  Bispoisicion  de  los  signos,  Pinturas  históri- 
cas. Escritura  sacerdotal,  Perdióse  el  arte  de  descifrar  los  jeroglíficos,  Des- 
trucción de  las  pinturas.  Fundamentos  de  la  historia  antigua  de  Méwio, 
Bu  valor  y  autenticidad.  Las  pinturas  jeroglifican 888 

Capítulo  n,  Escritura  jeroglíñca.—2Vad£cío»,  Origen  de  la  escritura,  Cc^ 
ractéres  mímicos  ó  figurativos.  Simbólicos  ó  trópicos.  Ideográficos,  Foné- 
ticos, Beglas  gramaticales  del  meoeicano,  Las  proposiciones.  El  tün  reve- 
rencian, Composidon  de  las  palabras  j  Valor  fónico  de  los  caracteres.  Sin- 
gular y  plural,  Género,  Derivados 412 

Capítulo  m,  Escritura  jeroglífica. — Caracteres  primitivos  chinos,  hombres 
propios  de  los  señores  de  México,  Jfofnbres  de  los  señores  de  Tlaltelolco,  Nom- 
bres de  los  reyes  de  Acóüiuajcan,,,^ 435 

Capítulo  rv,  Escritura  jeroglífica.— iV<wi^e«jprí>p£M  de  persona.  Fundado^ 
res  de  México,  Etimología  de  las  palabras  México  y  TenochUtlan,  Catálogo 
de  nombres  propios  Umados  de  la  colección  Ramírez,  Atl,  Cuaitl,  Del  foné- 
tico ÍT,  Casos  del  fonético  nahuac.  El  signo  maith 456 

Capítulo  V,  Escritura  jeroglífica. — Otli,  Diversas  acepciones  de  la  huella  hu- 
mana, Verbos  de  movimiento.  El  sijnbolo  de  la  paW>ra  y  sus  oficios,  Signa 
del  diminutivo,  DelfoTiético  xo,  Nombres  de  arte,  y  oficios,  Utensilios  y  ob- 
jetos  '. •-  474 

Capítulo  VI,  Escritura  jeroglífica. — Nornbres  geográficos  ó  de  lugar,  Laspre- 
poeiciones.  Signos  fonéticos,  Tían,  Nahuac,  Pan,  Apan,  Pa,  Icpac,  Ix  á 


I 


684 


FiCbíM. 

ixco.  Tocan,  Ttítu»,  Zo  y  tom^  ÜTa,  NimJbñrt»  de  lo8  htffoires  conqvktaátn 
por  ¡08  emp&mdar€8  de  México • ,.••• •..«.  490 

Capítulo  VII;  Eecritura  jeroglífica.—-!^  ¡os  nombree  ffentíHtioi,  Beglae  grU"    ' 
m€tticá¡esj  A¡ffuna8  etimología,  Befiexionee  y  coneltuionee,  Euriiwra  m¿9- 
teca.  Escritura  maya,  CompanraeionM * 513 

Capítulo  Vin,  Numeración. — Numeración  hablada.  Formación  de  lo§n¿- 
meros.  Radicales,  Diversas  series.  Artificio  de  la  numeraoion.  La  muñera^ 
don  es  ind^nida,  El  sistema  es  vigesimal,  Resumen^  Numeraeisn  para 
o¡!fetos  particulares,  Numeración  escrita,  Cuat/ro  e^flruprinc^Mles,  Céfiros 
auxiliares.  Cálculo,  Operaciones  aritméticas,  Pesas,  Medidas  pora  áridos, 
Medida  lineal,  Correepondencia,  Distribución  de  las  tierras 58S 

Capítulo  IX,  NumexaeioiL— iVwn^aetím  Maya,  Primera  serie  fta^damen' 
tal.  Segunda  serie  de  Bak,  Tercera  serie  de  Pie,  Obserutciones,  Sistema 
primitivo,  Sisiemamodemo,  Numeración  de  los  tarascos,  Numeración  mix- 
teca,  Zapoteca,  Matlateinca,  Othomi,  Matahua,  Mixe,  Comparación 559 


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