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Descendantí of Ilénry Brljfht, jr., who died at Watertown, Mas^., tn i6S6, ure entitlcil to hnfd scholarships in Harvard Collcge, estab- lished in iSSo under the wíll of

JOXATHAN BROWN BRIGHT of Waltham, Mass.,withone half the income of this Legacy. Such descendants failing^, other persons are eligible to the scholarships. The will requires that this annojunccnient shall be made in every book added to the Library undcr its provisions.

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HISTOBIA ASUGUA

Y DE LA.

CONQUISTA DE MÉXICO

POBBL

Lie. MANUEL g^OZCO Y BERRA,

l^OH^Ntidento de U Soctodad de geografía y Eitadíetica, Soolo de número de la Academia MexioaoB,

Indivldiio correspandlente de las Bealee Academias Española y de la Htotoria, de Madrid;

Hooawrio de la Sociedad Arqueológica de Santiago de Chile, Sociedad Oeogrifioa

de Roma, Sodedad Arqueológica de Paria y Ctongreao intemadoDal de

Amexloaiiiataa; Sodo de número de la Sociedad de Hittari»

Natural, y Honorario de las Sodedadea Minera,

Hnmboldt, Andrea del Blo, ¿ce, fto.

11 nPUD.ESTA OBIi A nPnSiS T POR ORDIX NI SDPRZMO GOBIZJffO M U UPülLICA iniCIIL

Baeribo biOo d Inflnjo de lo que he viato, Iddo ó calculado, y siempre bnacando la ver- dad y U jnatida. Bóapeto U religión, y algo oonilado por d camino dd progreeo qne es la ley impuesta á la hnman^Uid. Subordino mis ideas á estos prindpios: I>ias, la patria y la fa- milia.

Tomo Primero.

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MÉXICO.

TIPOGBAPfA DE GONZALO A. ESTETA, Ban Juan de Letran número 6,

1880.

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ücC 19 1888

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Está asegurada la propiedad literaria de la obra conforme á la ley.

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Sr. Secretario del despacito de Justicia é Ins- truccion pública, Lie. D. Ignacio Mariscal.

Htieffo á Y. acepte la dedicatoria de este primer vplúmen; cumplo en ello con un deber, y es solo un pe- queño testimonio del respeto y de la gratitud de

El AuTOB.

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PRÓLOGO.

LA presente obra sale á luz, por acuerdo del SeSor Presidente de la Bepáblica D. Porfirio Díass, y orden del Señor Minigp tro de Instmocion Páblioa D. Ignacio Mariscal Obljigado como estoy á distinción tan inmerecida y íayor tan singular, creo de mi deber comenzar dando las más expresiras gracias al Snpre* mo Magisli^ado de la Nación y á su digno Miniatro por la honra que me dispensaron, la cual agradezco en lo íntimo del corazón; y ya que de mi pequenez nada pueda %EJir grande ni digno pari recompensa, sea corta muestra de fuis sentimientos este públioo testimonio de gratitud.

Tuve intento de escribir un razonable prólogo para la obra» dando cuenta al lector de que, conforme al plan que me propuse» la diyidía en cuatro partes intituladas: hA, civilización. £l¿

HOHBBB PBEHISTÓBICO £N MÉXICO:— HiSTOSIÍl ANTIGUA.— CONQUISTA

PE Mísico« Ademas de explicar semejante división, había formado el propósito de, disculparme del orgulloso atrevimiento de em* prender nueva labor acerca de la Historia antigua y de la Con-f quista de México, ya que tan repetidas relaciones existen, asi de propios como de extraños, acerca de entrambas materias, com<* pletas y autenticas, escritas algunas con galanura y fluidez, otraa én sentido filosófico bien meditado, no faltando ^sta ó aquella pintorescas y tan entretenidas que pueden cautivar la imagina* cion de la gente indocta y vulgar. Entre otras varias razones» apoyaría principalmente mi defensa en el rumbo seguido por loa autores, .Generalmente hablando, dividense éstos en dos opuea* tas banderías. Los unos» preocupados por el amor de raza, por

VI

el respeto á la religión, por la diferenoia de principios oiyiliza* dores, y nrgidos por los tiempos en qne vivían, ven con la luz de BUS ojos preocupados los distantes objetos, y en«a juicio apasio- nado desaparecen los indios por inútiles y bárbaros; llenando por completo el cuadro las robustas figuras de los castellanos. Los otros, igualmente descaminados por la influencia de los tiempos 7 de las ideas modificadas, hacen ostentoso alarde de patriotis- mo y de filosofía, sublimando más de lo merecido á los indígenas y derribando de sus pedestales á los héroes españoles. Entram- bos juicios me parecen erróneos, por tocar en lo absoluto. Apar- tándome de estos extremos, he procurado buscar la verdad y la justicia: acaso yo también incurra en la censura porque me preo- cupe en favor de persona, hecho ó idea; que ningún hombre puede alcanzar la perfección de la rectitud del juicio y en lo inflexible de la voluntad, para ser imparcial. También me serviría de dis- rálpa- indicar, que de algunos años á esta parte, en España y en México, se ha dado á estampa copia de interesantísimos docu- mentos sacados de loa archivos, y curiosos y eruditos salvaron del olvido crónicas, relaciones y aun pequeños escritCrs de auto- tes nacionales, ya en mexicano, ya eu español, á todo lo cual ha- bría que añadir las pinturas ^u jeroglíficos que corren en númciro ño despreciable en obras, 6 sueltas, y algunas manuscritas.

Pero llenar cumplidamente el propósito me llevaría muy lejos, por lo cual me resolví á abandonarlo, determinando dar al lector, en pocas palabras, la historia de mi libro. Los Señores D. José Antonio y D. Bernardo Mendizábal y D. Sebastian Oamacho, fuera de dispensarme fina amistad y muchas consideraciones, me proporcionaron un destino en la Casa de Moneda, del cual saco el sustento de mi crecida familia: No contentos con ello, me de- jaron dias libres á la semana para consagrarme á mis estudios favoritos, realizando de esta manera la solución del problema que tanto me ha preocupado durante la vida, tener en un punto pan y tiempo. Por ingrato me tendría el lector bueno, si no die- ra público testimonio á mis favorecedores, de la mucha estima en que tengo su amistad y sus favores: mi agradecimiento no puedo explicarlo con palabras.

Puesto á la labor con fe y constancia, conducido de una cita á otra cita, eché de ver que mis libros no eran los suficientes, fal- tándome mayor número del que en mi poder tenía. A esto tam-

bien proTejó la amistad. M Señor D. José Fernando Bamirex me franqueó cnanto quise de su copiosa biblioteca, debiendo igualmente á su fino cariñOj me diera parecer acerca de los puñe- tes que le consultaba. Cuando aquella biblioteca pasó en parte á poder del Señor D. Alfredo Ghavero, gocé de la franquicia para usar de los libros con toda amplitud. Pero mi mayor ventaja res* pecto de este capítulo, la saque y saco aún, de la muy escogida librería, rica principalmente en manuscritos, de mi amigo y co- lega el Señor DI Joaquín García Icazbalceta, quien no ha tenido encubierto, para ninguno de los muchos documentos raros, á veces únicos, ^ue posee. De esta manera comprenderá el lector» que he. contado cou' materiales abundantes y escogidos.

Pasaron los años, y mi escrito, . retocado á cada nuevo docu- mento que á mi poder llegaba, crecía, crecía en términos que me desalentaban, hasta lograr ponerle término, encerrándolo en cua- tro volúmenes razonables. Obstáculos insuperables se me opu- sieron para lograr la impresión, hasta que, como lúempre, la amistad vino en mi auxilio. El Sr. D. Francisco Sosa, propuso en el Siglo XIX, al Supremo Gobierno, que tomara por su cuen- ta los gastos de la obra; le apoyaron el Sr. D. José María YijU» en el Monitor Bqmhliccmo; el Sr. Santiago Bamírez, en el ifi- ñero, y otras varias personas en div'ersos periódicos. Les agra- dezco tanto más sus buenos oficios, cuanto que fueron espontá- neos y sin que les precediera la más pequeña indicación mia* Eficaces resultaron aquellos artículos, pues inmediatamente dis- puso el Sr. Ministro D. Ignacio Mariscal, que se procediera á pasar el manuscrito á la imprenta.

Según la primera orden, se imprimirían quinientos ejemplares, de los cuales reservaba ciento el Gobierno, quedando en mi provecho los cuatrocientos restantes; pero después en una con- ferencia, que busqué para darle las gracias, el Sr. Ministro me significó de viva voz, que los ejemplares subirían á mil, de cuyo número solo dispondría el Ministerio de dosdentos: ademas me hisEO la promesa de concederme la propiedad de la obra, luego que yo cumpliese con las formalidades prescritas por la ley. Ha- cia este tiempo el Sr. D. Alfredo Chavero propuso en la Cámara de Diputados se incluyera en el presupuesto una partida para que la obra fuese impresa, proposición admitida por unanimidad übsoluta. Ignoro por cuál causa quedó olvidada la determina-

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eioBy que no quedó eomprendida en el ptesapuesto. Comenzó la impresión en el mes de Junio del presente ano de 1680. A me- dida que los pliegos enm tirados, he repartido nnos pocos á cier- tos amigos míos, entre otros objetos^ para qne me dieran de tmevo su opinión, que ya les tenía pedida, y me indicasen los errores en qne incurriera, piu*a subsanarlos en la mejor formí^ posible y en su oportunidad.

Con una deferencia que en el alma estimo, el Sr. D. Joaquín García leazbalceta se encargó de revisar las pruebas; sus conse- jos me son de suma utilidad. No terminaré sin comunicar al lector, que de mis hijos, Juan fué mi dibujante topógrafo; Fer- nando el dibajante de figuras y Josó me prestó su trabajo en la copia de documentos. Inventario de reconocimientos resultó el prólogo.

Siempre promovido por los buenos oficios de mi amigo el Sr. D. Francisco Sosa, el negocio de la publicación, que había sufri- do algunos contratiempos, quedó definitivamente arreglado por eldecreto siguiente, que á la letra copio:

''El Presidente de la Bepública se ha servido dirigirme el de- creto que sigue:

*'POBFIBIO DÍAZ, Prmdeni^ ocmstüudonal de los Estados- Uni-' dos Mexicanos, á sus habitanfeSy sabed:

''Que el Congreso de la Union ha decretado lo siguiente:

"El Cosgreso de los Estados-Unidos Mexicanos decreta:

^'Artículo único. Se autoriza el gasto de ocho mil ($ 8.000) pa- ra la impresión de la "Historia Antigua de México," escrita por el O. Manuel Orozco y Berra. J. M. Couttólennej Diputado pre- sidente.— Migud Castellanos Sánchez, Senador presidente. Eme" ferio de la Garza, Diputado secretario. Enrique María Bvbio, Senador secretario.

"Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le el debido cumplimiento.

"Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo Federal, en Móxico^ á 16 de Octubre de 1880. Parjirio Díaz. ^Al Secretario de Es* iado y del Despacho de Hacienda y Or¿dito público, Manuel J.

Toro.

"Y lo comunico á Y. páralos efectos correspondientes.

^'libertad en la Gonstituciou, México, lo de Octubre de 1880» Toro. ^Al . . . . "

IX

Sin falsa modestia» me preocupa reciamente, tengo miedo del juicio que el lector sensato forme de la obra. Se que el hombre, aun el mejor dotado por la Providencia, es trunco é imperfecto y sujeto por lo mismo al error; los más acabados productos del ingenio presentan lunares y defectos; no siempre atina el juicio á encontrar la verdadi aun cuando lo intente con ánimo recto. ¿Qué será de mí, entregado á mis propias fuerzas, más imperfec- to y trunco que los demás? Buena-fe, estudio y trabajo me reco- nocerá el lector, y si el libro no es bueno lo perdonará siquiera en amor de la recta intención.

PRIMERA PARTE

LA CIVILIZACIÓN

LIBRO I

CAPÍTULO I.

MUok)gia.—Lo9 ewOro toles comnogónieoa,— Opiniones,^ JBU gnmto aol.-^Pirámida de TeoMuaean.Sdad del mundo.-^Más tradiciones,

LA mitología (de mythos, fábnlai y logoe, discurso)i no es un conooimiento de Tana curiosidad. Forma parte de la histo- ría, relatando, si bien en manera enigmática, los grandes cataclis* mosdel mundo ó las hazañas délos hombres distinguidos; perte- nece á la religión al enumerar los hechos de los dioses y su culto; corresponde á la moral en tanto que explica las reglas de conducta á que los creyentes se sujetan; cae bajo «1 dominio de la filosofía, al juzgar por las leyendas del estado de adelanto alcanzado por el pueblo que las adopta. Necesidad ó simple especulación ur- gen al hombre púa darse cuenta de los objetos que le rodean. Impaciente por explicarlo todo, cuando no alcanza la solución de un problema, inventa una hipótesis; si el hecho está fuera de la observación, si la inteligencia no puede entenderle, ni aún siquiera definirle, ó bien le niega con pretenciosa indiferencia, ó se conforma con un mito de su propia cosecha, tanto más apreciable para él cuanto más confuso y enredado es. Las cuestiones que más le importan son las relacionadas con su per« sona. ¿De dónde viene? ¿Cuál es su destino en este mundo? ¿Que término habrá más aUá del sepulcro? Su vida en el plane- ta la arregla por la religión, las leyes y las costumbres; en cuan-

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to á lo demás, presa de su propia* ceguedad, da hienda suelta á la imaginación, y á falta de verdades reconocidas, se conforma con mentiras manifiestas.

La mitología mexicana comienza naturalmente por los oríge- nes de los dioses, de la creación y del género humano. La pri- mera leyenda, bien bella por cierto, se reñere á los cuatro soles cosmogónicos. Los autores no va^onformes en el orden suce- ssivo de esos soles, ni en su número; aunque están acordes en los hechos mismos. Cuentan los unos, haber habido tres pretéritos j estar en uno de. presente, es decir, cuatro; otros señalan cua- tro pasados y uno actual, esto es, cinco: en cuanto al tiempo, varían entre períodos cortos 6 muy prolongados. (1) Las causas de esta confusión son varias, asignando entre ellas la incuria de los copiantes de opiniones ajenas; la ignorancia en las pinturas jeroglíficas; la errada idea de corregir por raciocinios y consi- deraciones los hechos acontecidos, enmendando la plana á los escritores indígenas á fuer de ser ellos hombres civilizados: no pequeña parte en el embrollo tienen, quienes por dar novedad á sus escritos, sacan á relucir sistemas no abonados por la verdad j ivüx tal vez mentirosos inventos.

Adoptamos la versión conservada por el Códice Vaticano:. (2) 60 tm documento auténtico, que debe ser preferido en el laberin- to de las opiniones, y que cuenta en su apoyo algunas de las más respetables de I9S autores nacionales: segnimos también, aunque en parte, la explicación que acompaña á la pintura (3). ^Exami- nando en Boma el Cod. Vaticanus^ niim. 8,738, dice Humboldt, (4) copiado en 1566 por el religioso dominioo Pedro de los Bios, en<}ontré el dibujo mexicano representado en la lám. XXYI. JEiste monumento histórico es tanto más curioso, cuanto que indica la duración de cada edad por medio de signos cuyo valor conoce-

(1) IxÜilxocliitl, Sumaria relao. de la hist. gen., HS.— Boturini, Idea de una nueva Wat gen., pág. 8.— Clavigeto, hist. antíg., tom. I, pág. 26a.^ye7tia, hist' antig., tom. I, pág. 83.— Gomara, segunda paarte, oap. CLXXXXTI."^ama, g 62, pág. S«i. «-Humboldt, Yues des cordül^res, tom. II, pág. 118. áu¡., 4c.

(2) A oopy of a Mexican manuscrípt, presenred in tha Librazy of the Vaticaii: 149 pages. Marked Ko 3,788. Eingáborough, tom. ü.

(8) Spiegazione delle taróle del Oodloe Hexieano, ohe si conserva nella Biblioteca Vaticana, Al no. 8,788. MS. Eingsborougb, tom. V, pág. IS>9 y sig. (4) Yues des Gordilléres, tom. n, pág. 118.

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mos. En el comentario del P. Eios está enteramente confundido el orden en el cual se han sucedido las cí^tástrofes, pues el dilu- vio que es la última, está considerada como la primera. £1 misy o error se encuentra en las obras de Gomara, de Clavigero (*)yde la mayor parte de los autores españoles,. que olvidando que los mexicanos colocaban sus jeroglíficos de derecha á izquJLerda, co* menzando por la parte inferior de la página, invirtieron necesa* riamente el orden de las cuaitro destrucciones del mundo. Indi- caré el orden seguido en la pintura mexicana de la biblioteca del Vaticano, j como se dice en una muy curiosa historia escrita en lengua azteca, cuyos fra^entos fueron conservados por el indio Fernando de Alba IxtKIxochitl (^*). El testimonio de un autor in-^ dígena y la copia de una pintura mexicana, hec^a en México po- co tiempo después de la conquista, merecen sin duda más con- fianza que la relación de los historiadores españoles. La discor- dancia provenida de la capsa acabada de indicar, sólo influye ex^ el orden de las destrucciodses, porque las circunstancias de cada una están referidas de^la manera más uniforme por Gomara, Pe- dro de los Bios, Ixtlilxochitl/ Clavigero y Gama."^

Epl comentador del Códice Vaticano coloca las destrucciones en esta forma: 1% Atonatiuh ó sol agua; 2**, Ehecatonatiuh 6 sol de aire; 3% Tletonatiuh 6 sol de fuego; 4t% Tlaltonatiuh ó sol de tierra: este es el orden verdadero. Humboldt, guiado por las consideraciones que expone, invierte la colocación en este modo: Tlaltonatiuh, Tletonatiuh, Ehecatonatiuh, Atonatiuh, lo cual no va 4e acuerdo con el MS. azteca citado por Gama, que pone Tlalto- natiuh, Ehecatonatiuh, Tletonatiuh,* Atonatiuh, ni conforme tam- poco con Ixtlilxochitl, quien escribe Atonatiuh, Tlaltonatiuh, Ehecatonatiuh, Tletonatiuh, si bien cambia esta secuela en otra de sus- relaciones. Si Humboldt no tiene justicia en estos aser- tos, la alcanza de sobra al asentar la manera de ser leída una pá^ gina jeroglífica; pero si la regla es general, tiene la excepción de cuando el relato va seguido en línea recta^ y aun de izquierda á derecha, como acontece en la pintura sincrónica de Tepechpan, y otras. El Códice Vaticano es una de estas excepciones. Ademas el cambio se h^ hecho intencionalmente por aquellos escritores.

(*) Storia antica del Messico, tom, II, pág*. 57.

(♦*) Gama, § 62, pág. 97. Boturini, Cat. delMtifieo, § VIH, niím. 13.

que impulsados del deseo cristiano, en manera alguna autoriza- doy de ajustar las tradiciones indias con las verdades híblicas, no titubearon en llevar al último lugar el Atonatiuh para hacer- lo coincidir con el diluvio de Noe. Delante de la pintura origi* nal, del documento auténtico, desaparece todo linaje de conside- raciones; la página relata la genuina tradición del pueblo á que pertenece; la lectura propia es la dada por el comentador.

^^ntre todos los rangos de analogía, prosigue Humboldt^ (1) observados en los monumentos, en las costumbres y en tas tra- diciones de los pueblo» de Asia y de América, el más palpable es el presentado por la mitología mexican&y en la ficción cosmogó- nica de las destrucciones y de las regeneraciones periódicas del universo. Se remonta hasta la más alta antigüedad esa ficción, que suponiendo la materia indestructible y atribuyendo al espa- cio lo que parece pertenecer solo al tiempo, liga la sucesión de . «43Íertos grandes ciclos á la idea de la renovación del mundo. Los libros sagrados de los hindus, principalmente los BkdgavcUa Faur- ránfi^ hablan ya de las cuatro edades y de los ^oJayo^ ó cataclis- mos que en diversas épocas hicieron perecer la especie huma- na. (^) Existe en la mesa del Tibet (^ una tradición de cinco edades, análoga á la de los mexicanos. Si es verdad que esta fic^ cion astrológica, trasformada en 'base de un sistema particular de cosmogonía, nació en el Hindostán, es también probable que de ahí pasara á los pueblos occidentales, por el Irán y la Caldea. No puede desconocerse la semejanza entre la tradición hindú de los yugas y de los kalpas, los ciclos de los habitantes antiguos de- Etruria, y esa serie de generaciones destruidas, caracterizadas por Hesiodo bajo el emblema de los cuatro metales.'*

En efecto, la analogía es palpable: veámoslo.

El primer sol, más bien edad, época, se nombra AUynatiuh^ de aüj agua, y tonatiuh, sol: .sonando el compuesto, sol de agua, diluvio, ó como quiere Boturini, primer curso solar que destru- yeron las aguas. Según el dominicano Bios, llamóse el período CQnizutal, ''che vuol diré la testa bianca.'' La pintura del Códice

(1) Loco cit.

(*) Hamilton y Langles, Catalogue des Manuscnts sanskrits de la Bibl. iinpér.; p. 18. Beeh. i^siatiquea, Tom. II, pág. 171. Moer, Hindú PantHeon, p. 27 et 101. (•♦) Georgi, Alphab. Tibetanum, p. 220.

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Vaticano está compuesta del símbolo aüj reconocible en el color azul y los apándices terminados en pequeñ¿s círculos concéntri- cos. Dentro del agua se distingue el símbolo caUi^ casa, con un hombre sacando el brazo y la cabeza, para significar la sumer- sión de los edificios y stis moradores; se ven nadando dos pe- ces, no tanto porque éstos sean los habitantes del líquido ele- mento, cuanto porque, según la tradiciop, los hombres quedaron convertidos en Tlacamickin^ personas pescados. Flota al medio de las aguas un madero ahuecado, ocoSÍ, canoa, según lo in- dican las hojas, conteniendo un hombre y una mujer, el único par privilegiado; escapado al peligro^ guardando el fuego del hogar: según el comentario, la barca estaba coBstruida de tin tronco de (íhiíehi*eíL Preside el cataclismo la diosa Matlalcueye ó Ghal- ohiuhtlicue, con sus atributos del agua y de las lluvias, cual si bajara del cielo conducida por el rayo. 1E¡Í dia en que aconteció la inundación, fué el señalado con el signo maÜcuMi atí: el valor del período ^a marcado con los caracteres numerales; cada circu- lo mayor terminado por una especie de pluma,- vale cuatrocien- tos; cada circuliUo menor, indica una unidad: as! la duración de

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la época fué de 4,008 años.

La segunda edad es Ehecatonatiuk, de ékecaüy viento, y UmaJlmh; suena, sol de viento ó terminado por los vientos: Bios le llama ^^Ccmesstvque^ y netas aurea,^' En la parte sui)erior de la pintura aparece el símbolo tonatiuh^ en solo una mitad, denotando que el sol está menguado ó roto; lleva una cauda en forma de culebra, presagio del desastre y atributo de QuetzalcoatL Este dios, cual si saliera del astro, saca la cabeza y los brazos, llevando *en las manos sus signos característicos, el báculo y un manojo de plu- mas de qy/etzaRL Nótanse cuatro cabezas fantásticas, símbolo de éhecaü, significando que los vientos se desencadenaron de los cua- tro puntos cardinales, así como las líneas formando ya cuadrilá- teros, ya figuras abiertas de tres lados, que el soplo varió en to- das direcciones. Las líneas amarilla, de puntos y recurvas, sim- bolizan los remolinos formados por el polvo. En medio de este desorden se agitan los monos, en que, según la tradición, fueron convertidos los hombres. Dentro de una gruta conversan tran- quilamente un hombre y una mujer, el par privilegiado escapado á la furia de los huracanes que destruyeron el género humano; salváronse ellos y también el fuego del hogar. Aconteció el ca-

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tacUsmo en el eigno ehecaüy habiendo durado el período 4^10 anos.

Tletonativk de ileüy faego: sol de fa^o, ó tercera edad; llama- da por BioSj ''Tzonchiclultuqiiey che vnol diré TEtíi colorata ó rossa." Presenta la estampa una figura semejante á la sección de una olla de barro, comiü, tomada del cuello á la boca; termina por los lados opuestos laterales por unas fajas curras, símbolo de üaJ^^ tierra, distinguible en los cuadriláteros alternados de di- versos colores acompañados de hojas de plantas. El campo del dibujo es rojo, dando á entender el conjunto, que la tierra se ha abierto en profundas grietas, en cuyo fondo hierre el fuego sub* terráneo como en un puchero, y el líquido encendido se derrama sobre la superficie exteifior: en este cataclismo pere<»ó el género humano al embate de las erupciones volcánicas y de lluvias de fuogo. En medio de la abra se distingue al dios Xiuhtecuhtli Tletl, el fuego señor del año, saliendo del cráter de un volcan» lanssando con ambas manos jbacia la tierra la lluvia de fuego; si- gúele la cauda cometaria del fu^go y del rayo, prásago del de- sastre. En la parte m^os atormentada se ve repetido dos veces el mímico coZZí, atravesado por unas yerbas, avisando que sobre los edificios destruidos brotó la vegetación. Vuelan los pájaros azorados y con el pico abierto; son los únicos animales presentes ^ el cuadra Dentro de una gruta, llenos de espanto, cual lo in- dica su color amarillo, conversan la mujer y el hombre, salvados :ánioamente de la espantosa catástrofe. Aconteció en el signo c^t- oanohui cUin, nueve movimientos, y duró la edad ^804 anos.

TlaU{m<xbití}if de Üalli, tierra; sol de tierra, cuarta y última edad^ denominada por Bios, *'Etdi delli capelH neri." La tíena no pro- dujo los acostumbrados frutos, y los hombres perecieron de ham- bre. El dibujo asume una figura triangular, terminada lateral-, mente por un cordón ó torzal de los tallos de las plantas trepa- doráJ^ con hojas y flores. La diosa Xochiquetzal, flores de quetzar Uip baja impelida de lo alto y empuña las flores terminales de los ^^otdones^ cual si los llevara^ hacia los hombres; esta divinidad era especialmente venerada como diosa de los amores, y duran- te el mes Quecholli le sacrificaban muchas doncellas (1). Arriba de Id divinidad se hotan unas semillas arrojando hojas y flores, cual si terminada ya la esterilidad volviera el suelo á producir

(1) Torqxiemada, lib. X, cap XXXV.

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SUS sazonados frutos. Vánse á la derecha un hombre y* una mu- jer, llevando en la una mano flores ó frutos, y en la otra unaban- dera; Humboldt (1) dice ser un instrumento cortante; no, la ban- dera como carácter numeral significa veinte, y en este casoy podría decir que igual numero era el de las parejas salvadas, ó bien que los frutos habían sido recojidos veinte anos después de la este*, rilidad; y pudiera también ser signo de fiesta y regocijo como en . el mes Panquetzaliztli, nombre derivado de jxin^Zí, bandera. Una sola figura de hombre, con los mismos objetos en las manos, vie- ne como á incorporarse con la pareja del lado opuesto. Duró es- ta edad 5,206 años (2)<

Conforme á esta leyenda el mundo fué creado en un año ce tec* paü. TeqpaÜy pedernal ó silex, es el símbolo del fuego; en pste signo salió el mundo del caos; no se dice si por voluntad y pode- río de los dioses, si }}ien*se coníprende haber sido de esta mane- ra, según las pinturas mismas que bit^cen presidii^á las divinida- des en los diversos ¿atadismc». Ce tecpatlj es el principio del tiempo y de la oronolc^;la. Tampoco se dice cuando fuera creado el hambre, aunque se advierte que sufrió de presente el rigor de aquellas plagas. Cuatro veces la humanidad fué destruida por grandes cataclismos; primero, por un diluvio en que perecen los aeres, á excepción de un hombre y de una mujer, padres de la nueva humanidad; después por grandes huracanes que todo lo arrasan, salvándose el matrimonio que repoblará el mundo; gran- des erupciones volcánicas remueven la corteza del {Planeta, des- truyen tercera vez la especie humana, salvándose todavía el par destinado á perpetuar las razas; por -áltimo, la tierra niega sus frutos, se esti^mece al impulso de los terremotos, y viene á termi- nar las revoluciones del mundo. Estas renovaciones periódicas se verifican por el agua, el aire, el fuego y la tierra; los cuatro elementos constitutivos de todas las cosas, no solo en las creen- cias de los pueblos americanos, sino también en las de los pue- blos civilizados del antiguo mundo.

Cuatro soles fueron extinguidos por las divinidades á las cua- les estaban consagrados los elementos. Según lo que de las pin- turas se desprende, tres veces pereció el género humano, y otras

(1) Vues des Cordjlléres, pág, 124. (2) Véase Anales del Museo Nacional, toni. 1, pág. 359 y siguientes.

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tantas fué repoblada la tierra por la pareja salrada del cataclis- mo. En el cuarto período no sncedió así; ademas del hombre y de la mujer, tal vez de veinte familias, como pueden indicarlo las banderas, quedaron aún otros liabitantes. Si en las anteriores pintur^iS hay designio de explicar una catástrofe, en la ultimase ye el intento de poner á la vista una escena alegre; los colores del cuadro son agradables, preside la diosa Xochiquetzal de los lícitos amores. Más bien que á conmemorar la calamidad del hambre, parece dirijida á señalar el término de la esterilidad de la tierra Según los estudios hechos por mi amigo Alfredo Cha- vero, este sol postrero, más bien época cosmogónica, conmemo- ra la destrucción del reino de Tollan, acabado por la' peste, el han^bre y la guerra.

'^Las cuatro edades designadas bajo el nombre de soles, dice Hnmboldt (1) componen un total de 18,0^ años, es decir, seis mil años más (}ue las cuatro edades persas descritas en el Zend- Avesta (*). No veo indicado en parte alguna cuántos fueron los años transcurridos desde el diluvio de Coxcox hasta el sacrificio de Tlalixco, ó hasta la reforma del calendario azteca; sea cual fuere la relación que se les atribuya, resulta siempre que los me- xicanos daban al mundo una duración de más de veinte mil años. Esta duración contrasta sin duda con el gran período de los hin- dus que cuenta 4320,000 años, y sobre todo con la ficción cosmo- gónica de los tibetanos, según la cual la especie humana cuenta ya diez y ocho evoluciones, compuesta cada una de muchos padú expresados por cantidades de sesenta y dos cifras: {**) sin em- bargo, muy notable es encontrar en un pueblo americano los días y los años en que el mundo ^ufrió grandes catástrofes, hace más de veinte siglos, por el mismo sistema de calemdario usado á la llegada de Cortés."

D. Antonio de León y Gama, (2) siguiendo la versión de un Ms. mexicano, dice: "Creyeron que el sol había muerto cuatro veces, ó que hubo cuatro soles, que habían acabado en otros tan- tos tiempos ó edades; y que el quinto sol era el que actualmente los alumbraba. Contaban por primera edad ó duración del pri-

(1) Loco cit, pág. 1^8.

(*) An*quetil, Zend-Avesta, tomo II, pág. 352. (*♦) Alphab. Tibet., pág. 472.

(2) Descrip. de las piedras, primera parte, nüm. 62, pág. 94.

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mer sol 676 años, al fin de los cuales, en uno nombrado ce acatl, estando el sol en el signo iiaJim oodoü, se destruyeron los hom- bres faltándoles las semillas y demás mantenimientos; y fueron muertos y comidos por los tigres ó tecuani, que eran unos» anima- les feroces; acabando con ellos juntamente el primer sol, cuya destrucción duró el tiempo de 13 años. La segunda edad y fin del segundo sol, fingieron que había sido estando éste en el sig^o nahui ehecatly en q^e unos furiosos vientos arrancaron los árboles, demolieron las casas y se Ueyaron á los hombres, de los cuales quedaron algunos convertidos en monas; y qu^ esta segunda des* truccion aconteció en el año ce tecpaÜ á los 364 de la primera, y en el referido dia nahui ehecaü. En otro año nombrado también ce tecpatl, habiendo pasado otros 312 años de la segunda destruc- ción, dicen que sucedió la tercera y fin del tercero «sol^ estando éste en el signo nahuiquiahuiü, en que fueron destruidos con fuego y convertidos en aves. Y finalmente la cuarta vez, en que fingie- ron haber acabado el cuarto sol, fué en el Diluvio, en que pere- cieron los hombres sumei^dos dentro del agua; los que supusie- ron haberse convertido en pescados del mar; y esta* destrucción dicen que fué á los 62 «ños de la tercera, en uno nombrado ce cctUí, y en el dia nombrado Tuxhui a£."

Los cuatro soles en este escrito terminaron por la tierra, el viento, el fuego y el agua; el periodo total se eleva á 1,401 años. Comparado con el orden de los soles y el período de 18,(}28 años admitidos por el Códice Vaticano, la diferencia es enorme. La verdadera tradición es la del Códice. El escritor mexicano tras- tomó los soles para dejar como postrero el diluvio, y rebajó el valor de los signos cronográficos, porque medroso de los tiempos en que vivía y urgido por la enseñanza religiosa, nada se atrevió á decir contra las doctrinas cristianas. Pero el período máximo y el mínimo tienen el mismo fundamento; ninguno de eUos puede ser admitido como verdad incontrovertible.-

La leyenda más genuina acerca de la creación del quinto sol, es la recogida por el P. Sahagun (1). "Decían que antes que hu- biese dia en ^1 mundo, que se juntaron los dioses en aquel lugar que se llama Teutioacan, (que es el pueblo San Juan entre Chiconauhtlan y Otumba), dijeron los unos & los otros: '^dioses,

(1) iiib. VII, cap. II, tom. U, pág. 24r>.

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¿quién tendrá cargo de alumbrar el mundo?'\ luego á estas pala- ' bras respondió un dios que se llamaba Tecuoiztecatl y dijo: ''Yo tomo á cargo de alumbrar el mundo:'* luego otra vez hablaron los dioses y dijeron: "¿quién será otro más?" al instante «se mirar ron los unos á los otros, y conferían quién sería el otro, y ningu- no de ellos osaba o&ecerse á aquel oficia, todos temían, y se excusaban. Uno de los dioses de que no se hacía cuenta y era buboso, no hablaba, sino que oía lo que los otirod dioses decían: los otros habláronle y dijéronle: ''sé tu el que alumbres, bubosi- to," y él de buena voluntad obedeció á lo que le mandaron y res^ pondió: ''en merced recibo lo que me habéis mandado, sea así,'^y luego los dos comenjzaron á hacer penitencia cuatro días. Des- pués encendieron fuego en el hogar el cual era hecho en una pe* ña que ahorni llaman teiUexcaUi El dios llamado Tecuciztecatl todo lo que ofrecía era precioso, pues en lugar de ramos ofrecía plumas rioa3 qtid se llaman manqudmUi: ^n lugar de pelotas de heno, ofrecía pelotas de oro: en lugar de espinas ensangrenta- das, ofrecía espinas hechas de coral colorado, y el copal que ofrecía era muy bueno. El buboso, 'que se llamaba Nanaoatzin, en lugar de ramos ofrecía cañas verdes atadas de*tres en tres, todas ellas llegaban á nueve: ofrecía bolas de heno y espinas de maguey, y ensangrentábalas con su misma sangre, y en lugar de copal, oñrecía las postillas de las bubas. A cada uno de éstos se les edificó una torre como monte; en los mismos montes hicieron penitencia cuatro noches, y ahora se llaman estos montes tzacna- Uif están ambos cerca del pueblo de San Juan que se llama Teuhtioacan* De que se acabaron las cuatro noches de su pe- nitencia, esto se hizo al fin ó al remache de ella, cuando la no- ciré siguiente á la media noche habían de comenzar á hacer sus oficios^ antes un poco de la medianía de ella, diéronle sus aderezos al que se llamaba Tecuciztecatl, á saber, un plumaje llamado aztacomitl, y una jaqueta de lienzo, y al buboso que se llamaba Nanaoatzin, tocáronle la cabeza con papel que se llama amaizmi- tUf y pusiéronle una estola de papel y un maxüt de lo mismo. Llegada la media noche, todos los dioses se pusieron en derrer dor del hogar que se llama teutexoaUu En .éste ardió el fuego cuatro dias: ordenáronse los bichos dioses en dos rendes, unos de la una parte del fuego y otros de la otra, y luego los dos sío- bredichos, se pusieron delante del fuego y las caras hacia él, en

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medio de los dos rencLes de los dioses, los cuales todos estaban levantados, y luego hablaron y dijeron á Tecuciztecatl: "¡Ea^ pues, Tecuciztecatl, entra en el fuego:" y él luego acometió para echarse en él; y como el fuego era grande y estaba mtiy encendi- do, sintió la gran calor, hubo miedo, y no oso echaYse en él y volvióse atrás. Otra vez tornó para echarse en la hoguera ha- ciéndose fuerza,- y l^pgándose se detuvo, no osó arrojarse en la hoguera, cuatro veces probó, pero nunca se osó echar. Estaba puesto mandamiento (Jue ninguno probase más de cuatro veces. De que hubo probado cuatro veces, Iqb dioses luego hablaron á Nanaoatzin, y dijéronle. . ^ . . ¡Ea, pues, Nanaoatzin, prueba tú! y como le hubieron hablado los dioses, esforzóse, y cerrando los ojos, arremetió y echóse en el fuego, y luego comenzó á rechi- nar y respendar en el fuego como quien se asa. Como vio Tfetju- ciztecatl que se había echado en el fuego y ardía, arremetió S echóse en la hoguera, y dizque una águila entró en ella y tam- bién se quemó, y por eso tiene las plumas hoscas- ó negrestinas. A la postre entró un tigre y no se quemój sino chamuscóse, y por eso quedó manchado de negro y blanco: de este lugar se to- mó la costumbre de Uamao: á los hombres diestros en la guerra, CuanhÜocelotl^ y dicen primera QuauMi porque el águila primero entró en el fuego, y dícese á la postre oodoü, porque el tigre en- tró en el fuego á la postre del águila. Después que ambos se hu- bieron arrojado en el fuego, y q^^^^^ habían quemado, luego los dioses se sentaron á esperar á que prontamente vendría.á salir elNanao^in. Habiendo estado gran rato esperando, comenzóse á poner colorado el cielo, *y.0Íi todas partes apareció la luz del alba. Dicen que después de ésto los dioses se hincaron de rodi- llas para esperar por donde saldría Nanaoatzin hecho sol: mira- ron á todas partes volviéndose en derredor, mas nunca acertaron á pensar ni á decir á qué parte saldría, en ninguna ibosa se deter- mixtaron: algunos pensaron que saldría de la parte del Norte, y paráronse á mirar hacia él; otros hacia el Medio dia, á todas partes sospecharon, que había de saür, porque por todas partes había resplandor del alba: otros se pudieron á mirar hacia el Oriente, 7 dijeron, aquí de esta parte ha de salir'el sol. El dicho de éstos fué verdadero: diceii»que los que miraron hacia el Oriente fueron Quetzalcoatl, que también se llama Ehecatl, y otro que se llama Totee y por otro nombre . Anaoatlytecu, y por otro nombre Tla-

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tlahnictezcatlipnca, y otros que se llaman Minizcon que son in* numerables, j cuatro mujeres, la primera se llama Tiacapah, la segunda Teiou, la tercera Tlacoooa, la cuarta Xocoyotl; y cuan- do vino á sAlir el sol, pareció muy colorado, y que se contoneaba de una parte á otra, y nadie lo podía mirar, porque quitaba la vista de los ojos, resplandecía y echaba rayos de en gra^n manera, y su^ rayos se derramaron por todas partes; y después salió la luna en la misma parte del Oriente á par del sol: prime- ro salió el sol y tras ól la luna, por la orden que entraron en el fuego por la misma salieron hechos sol y luna. Y dicen los que cuentan fábulas ó hablillas, que tenías igual luz con que alum- braban, y de que vieron los dioses que igu^lmente resplande- cían, habláronse otra vez y dijeron: "jOh dioses! ¿cómo será ^sto? ¿será bien que vayan á la par? ¿será bien que igualmente alum- bren?" Y los dioses dieron sentencia y dijeron: ^*Sea de esta manera," y luego uno de ellos fué corriendo, y dio con un cone- jo en la cara á Tecuciztecatl, y escurecióle la cara, ofuscóle el resplandor, y quedó como ahora está su cara. Después que hu- bieron salido ambos sobre la tierra estuvieron quedos sin mo- verse de un lugar el sol y la luna; y los dioses otra vez se habla- ron y dijeron: "¿Cómo podemos vivir? no se menea el sol, ¿he- mos de vivir entre los villanos? muramos todos y hagámosle que resucite por nuestra muerte," y luego el aire se encargó de matar á todos los dioses y matólos, y dícese que uno llamado Xolotl, rehusaba la muerte, y dijo á los dioses: *^0h dioses! no muera yo," y lloraba en gran manera, de suerte que se le hii^cha- ron los ojos de llorar, y cuando lle*gaba á ól el que mataba, echó á huir y escondióse entre los maizales, y convirtióse en pié de maíz que tiene dos cañas, y los labradores le llaman Xolotl, y fué visto y hallado entre los pies del maíz: otra vez echó & huir y se escondió entre los magueyís, y convirtióse en maguey que tiene dos cuerpos que se llama mexdoü: otra vez fué visto, y echó á huir, y metióse en el agua, é hízose pez, que se llama axcUoü^ y de allí le tomaron y le mataron; y dicen que aunque fueron muertos los dioses, no por eso.se movió el sol; y luego el viento comenzó á zumbar y ventear reciamente, y él le hizo moverse para que anduviese su camino; y después que el sol comenzó á caminar, la luna se estuvo queda en el lugar donde estaba. Des- pués del sol comenzó la luna á andar; de esta manera se derrva-

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ron el uno del otro y así salen en diyersos tiempos, el sol dura un dia, y la luna trabaja en la poche ó alumbra en ella." (1)

Hemos copiado al pió de la letra esta leyenda por parecemos de gran importancia: á primera vista aparece disparatada, extra- vagante, mas á poco que se le examine, deja entender su signifi- cado. Gomara (2) dice: "Del quinto sol que al presente tienen, no dicen de qué manera se ha de perder; pero cuentan cómo, acabado el cuarto sol, se escureció todo el mundo, y estuvieron en tinieblas veinticinco años continuos; y ' qu^ á los quince de aquella espantosa escuridad, los dioses formaron un hombre y una mujer, que luego tuvieron hijos, y dende á die;s años apare- ció el sol recien criado y nacido en dia de conejo; y por eso traen ¡a cuenta de atta años deade aqvd dia y figura^ Asi que, contando de entonces hasta el año mil quinientos cincuenta y dos, ha su sol ochocientos y cincuenta y ocho años; por manera que ha muchos años usan de escritura pintada; y no solamente la tienen desde ce tochtli, que es comienzo del primer año, mes y* dia del quinto sol, mas también la usaban en vida de los otros cuatro soles per^^ didos y pasados; pero dejábanlas olvidar, diciendo que, con el nuevo sol, nuevas debiaa ser todas las'otras cosas. Tambien'cuen- tan que tres dias después que apareció este quinto sol, se murie* ron los dioses."

Si de 1552 restamos 858, encontraremos 694, año de la era cris-

(1) En la relación del P^ Mendúta, lib. O, cap. II, y en la de Torqnemada, que le copia, lib. VI, cap. XUI, los dioses adorados en TeotUmacan eran animales; TloítU, gavilán 6 halcón, se encargó de haoer andar al s(d, aunque sin conseguirlo; Citíif liebre, le tiró flechas de que el sol se defendió, y con una de las mismas saetas mató á CitlL Los dioses desmayaron entonces, resolvierop sacxificarse y morir; sien- do el saorificador Xolotl, quien ierminada su obra se sacrificó á mismo. Boturini, pág. 87, y Veytia que le sigue, tom. L pág. SS, no hacen dios al buboso, sino uno de los concurrentes á la metamorfosis intentada ala sason por el dios de los mafoes CenteoÜ, llamado también Inopintdn, ó el dios huéi£ano, soilo y sin padres. Arro- jado el buboso á la hoguera hizose un hermoso globo de fuego; una águila se arrojó á las Hamas, tomó con el pico el sol, trasportándolo á los dalos. £1 mismo Veytia, tom. I, páe. 25, habla de que en un afio sefialado con el signo siete conejos, el sol suspendió su curso por espado de un dia natural, causúido graves estragos, hasta que un mosquito picándole una pierna le hizo proseguir su carrera. Aunque eviden^ tementeesto corresponde también á la fábula del buboso, Veytia lo hace leyenda separada para aplicarla al pasaje bíblico de Josué: tonto así es su empefio por ajus- tar la mitología mexicana al Libro sagrado.

(2) :i^ la Golee, de AA. españoles, tom. 22, pág. 481.

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tiana en que los mexicanos comenzaron á contar el quinto sol, ó más bien su quinta época cronológica. Caía, pues, este comien* zo dentro de la época historia, y por consecuencia, el cuarto sol no terminó por .una' catástrofe, sino por algún acontecimiento notable para aquellos pueblos. Según mi cómputo, los toltecas llegaron á Tollan el año ce caUi 661; Chalchiuhtlatonac comenzó á reinar el VII acaÜ 667; el quinto sol tuvo principio el VJII tophtli 694, vigésimo sétimo del reinado de aquel príncipe.

El suceso conmemorado en el mito es la dedicación á las pi- rámides de Teotihuacan al sol y á la luna. Teotihuacan, como su nombre lo dice, estaba consagrado á los antiguos dioses; exis- tía con sus pirámides desde los tiempos más remotos; era un santuario venerado ea que eran adorados los animales, uno de los pisos, más bajos en las religiones inventadas por los hombres. Los toltecas, aunque deístas, admitían el culto de los astros del día y de la noche, no siéndoles desconocido el fuego simbólico: á fuer de conquistadores ó por más civilizados, impusieron sus creencias en la ciudad santa; los dioses antiguos fueron derro- cados de sus altares, ostentándose la im^n del sol sobre el Tonatiuh Itzacual» y la luna sn compañera en el MezÜi Itzaeual. £1 hecho importaba la pérdida de la religión primitiva y la sus- titución del culto extranjero; vencidos y vencedores tenían em- peño en perpetuar el recuerdo*

La escena pasa en Teotihuacan; en asamblea de los dioses, de los sacerdotes sus representantes, se busca quien se atreva á iniciar el cambio; Tecuciztecatl se ofrece; faltaba un compañero y se le encuentra en el as(}ueroso Nanaoatzin: aquel la casta sa- cerdotal, rica y poderosa, este el pueblo pobre que admitía' an- sioso ser regenerado por la nueva civilización. Purificáronse cuatro noches por el fuego sagrado, purificando también los issocv/allA (pirámides). A la media noche en que debió tener lugar la sustitución do deidades, los sacerdotes se revistieron sus arreos; á la hora, Tecuciztecatl vaciló, Nanaoatzin colocó resueltamente en la pirámide la imagen del sol, & su ejemplo, aunque tras largo vacilar^ llevó la luna á su asiento el sacerdote irresoluta Los soldados no fueron extraños al cambio; por eso el águila Uevó al cielo en el pico al astro del dia, miéntn» el tigre transportó á la compañera de la noche: los caballeros cuauMi y océloü, águi- las y tigres, fueron siempre considerados en el ejército. La luna,

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menos revereneiftcla que el sol, para perder el brillo recibió, so- bre el rostro un golpe con un cpnejo: era para marear el signo del año del acontecimiento: desde entonces los pueblos de Ana- huac descubrían el tochtU cronológico, en esas sombras indecisas que se adyierten en la redonda cara de la luna llena^ Al princi- pio los astros no se movían, porque el culto no progresaba; fué indispensable el viento, la predicación, para hacerlos caminar. Cuando los nuevos númenes ganaron prosélitos, los antiguos dio- ses perecieron, pues fueron derribados de sus altares: Xolotl re- sistió el último; tres veces metamorf oseado, acabó por sucumbir. Dábase culto al sol, á la claridad del dia; á la luna durante la no- che, siguiendo tal vez las fases de la diosa melancólica.

Esta opinión no obsta en manera alguna con la del Sr. Cha- vero. Los texcocanos contaban su ciclo comenzando por el sig- no tecpaily mientras los mexicanos lo empezaban ppr tocIiÜL (1) La. pintura vaticana es de origen acolhua, conserva estrictamen- te la tradiccion tolteca, y naturalmente escogió por principio de su última época histórica el óe tecpaü 1,116, asignado por su his- toriador Ixtlilxochitl á la destrucción de ToUan. Seguían los me- xicanos la era de la dedicación á los pirámides, por haber teni- do lugar en el signo tochJtlu

De todas maneras, el cómputo de los ^óles no era una cuenta vaga para los pueblos de Anáhuac; su cronología se enlazaba para ellos de una manera cierta^ entre los tiempos cosmogónicos y los históricos, contando en esta forma.

I tecpatL Creación del mundo: principio del tiempo.

4,008 años del mundo. El diluvio: fin de Atonatiuh, y princi- pio de la segunda época.

8,018 del mundo. Acabamiento del sol Ehecatonatiuh: empieza la tercera época.

12,822 del mundo^ Concluye el sol Tletonatiuh: comienzo del cuarto período.

17,334 del mundo. En el orden cronológico IFcaUíy y coincide con el primer año de la Era cristiana.

18,028 del mundo: VHE tochtli, 694 de Jesucristo, ñn del cuar- to sol Tlaltonatiuh: inicial del quinto sol; dedicación de los pi- rámides de San Juan Teotihuacan al sol y á la luna.

(1) Gama, prim. parte, pág. 16.

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16865. Edad del itiuado contada por los mexioanoa el ¿ño /// calU, 1621, en que la ciudad de México quedó sometida por loa

castellanos.

Corresponden los tres primeros soles á los .tiempos pre]xistó- rieos; el cuarto 6 Tlaltonatiuh cae en porte en la ¿poca descono- cida; el quinto es rigurosamente histórico. Conforme á las creen- cias admitidas por los mexicanos, este sol no debía ser eterno. Ignoraban cuál debía ser su duración, aunque sabían qué pere- cería al fin de uno de los ciclos de 62 años; por eso á la media noche del último día del período tenia lugar la fiesta de la reno- vación del fuego, siendo la presencia del sol sobre el horizonte, seguridad al mundo de otros 62 años de existencia.

La acabada de exponer no es la única tradiccion acerca de los soles, oegun una versión de origen colhua, tenemos:

**Ge tochüiy un conejo. En este año se dijo, que en el año de ce tochüi se fundaron los tultecas, y entonces comenzó la cuenta de sus años ó edades, y que á la vez llevaban nauhdamojnüi^ (*) cua- tro edades, y que se completaron cinco edadel Que según sa- bían los ancianos, en el año del referido ce tochüi, un conejo, se formó la tierra y el cielo, y que el hombre y cuanto hay en la tierra todo fuó formado de ella por Quetzalcoatl, y que óste en el día 7 EhecüM había criado y animado todo: chicóme ecaÜ y toiial yn quin chinh yit qum yocox.''

"Que en la primera edad, oe /otía^íúA, existiendo todo como en su principio, on manca initzinecan, las cuatro aguas del sol, náhui , aU initoTudy (**) consumieron lo criado en la tierra, pues lo ahoga- ron, é hicieron que los hombres, animales, &c alzasen y abajasen á menudo sus cabezas de entre las furiosas olas, y que todos pe- reciesen ó se volviesen pescados, Üdcamichtihmux (^) Por esto se llamó esta edad Atouatíuh, sol de agua, ó correr los días de agua."

"En la segunda edad del sol, Í7iic orne tonatiuh, á la vez que ra- yaba el nahui ocelotl, cuatro tigres, se dijo, que se había cubierto

(*)^ NauhtlaiQantli; según el P. Molina. Los indios se valian de esta expresión cuando querían dar á entender que una cosK estaba [dupfioada, aunque el nombre quiere decir, cuatro' órdenes de cosas.

(**) NaJivi atl initonoL- cuando el símbolo de los dias era el de nahviaU, cuatro aguas.

(«) Tlaoaxniohtihuac; se deriva de tlaeatl, persona, miehif pescado, y del yerbo ihua, ir á ser!

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el cielo 7 osonrecido el sol al llegar á la mitad del ci^lo (medio día), 7 en seguida dturante la osonridad se estaba comiendo el sol (eclipsando), 7 las gentes se caían deembiii^ez."

''En la tercera edad, en el símbolo nahui qtnahmtt, cnatro llu- vias, hizo sol de lluvia; porque llorió fuego 7 arena, por cu7a causa se quemó S hirvió la piedra 7 se formaron peñascos, 7 la piedra llamada t^zontU 6 tetzoníK.*^

*fEiD, la cuarta edad, mió nahui Tonatiuh, 7 en el símbolo tuiAuí- éhecaüf hicieron tan fuertes vientos que ahogaron á muchas per- sonas 7 arrojaron por los montes á otras. De donde resultó que óstas se. convirtiesen en monos, 7 se llamó esta edad ó época, sol de aire ó de fuertes vientos/'

''En la quinta edad, macuiU To7iatiuhy 7 en el símbolo n<zhui óUiny cuatro movimientos, según ancianos 7 antiguos habrá gran- des movimientos de la tierra, hambres, guerras 7 confusiones, 7 se consumirá todo." (1)

Esta tradiccion nos parece un tanto disfigurada, por la intro- ducción en ella de las doctrinas cristianas.

El Sr. Brasseur ha dado un'extracto del Códice Ohimalpopoca. que no carece de interés. Es el siguiente:

"El primer sol tomó nombre del dia naliui cdl 7 se llamó Ato- natiuh; entonces tuvo lugar la inundación, habiendo flotado los hombres como peces."

"Este es el sol llamado nahui aü, el agua permaneció tri^nqui- la durante cuarenta años más doce, 7 se vivia por la tercera 7 la cuarta vez; cuando llegó ,el sol nahui oM habían pasado cuatro- cientos años, más doscientos, más setenta 7 seis, j entonces fue- ron perdidos 7 anegados los hombres, 7 convertidos en peces. El cielo se ap^róximó al agua, todo se perdió en un solo dia, 7 el dia nahui xochitl se consumió todo lo que era de nuestra carne.'*

"Y en aquel año ce doRi 7 el dia nahui ail, todo se perdió. Las montañas se abismaron bajo el agua. El agua permaneció tran quila durante cincuenta 7 dos años."

(1) Anales de GuBtiht^tlan; MS., tom. I en la colección del Sr. D. Femando Ba- xaúrez, ahora ^n poder del Lio. D. Alfredo Chavero: traducción del mexióano por el Idc. Galicia Ohimalpopoca. Á veces me figuro ser este MS. el llamado G<5dice Ohi- malpopoca por el Sr. Brasseur de Bourbourg; á veces desisto de mi idea^ porque en- cuentro diferencias sustanciales entre ambos textos. Y. g. al principio de esta reladon se conforma en parte, y difiere en mucho de la copiada por el 8r. Brasseur, en su Histoire des nations civilisées du Mezique et de 1* Amárique-Centralej tom. I, pág. 85.

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''Al fln del año, THlahuan previno á Nata y á an mujer Nena^ diciéndoles : '^o liagais octli (pulque ) ; ahuecad ir^mediatameutd un gran ahuehueU^j entraoreis en él cuando en el mes Tozoztli el agua se aproxime al cielo.

"Ellos entraron, y cuando aquel cerró la puerta les dijo: '^No comerás tu, má$ de upa mazorca de maíz y oti^a tu mujer."

'Tiuego que acabaron salieron de ahí, porque el agua perma-* necia tranquila; el leño (la barca) no «e movía, y comenzaron á perecer los peces."

''Entonces encendieron fuego frotando dos pedazos de made- ra, y asaron los pescados. Los dioses Citlallinicue y Citlallato- nac, miraron hacia abajo y dijeron: ^'Dioses, ¿qué fuego es aquel? ¿por qué están ahumando los cielos?"

"Luego descendió Titlacahuan Tezcatlipoca y se puso á rega- ñar diciendo: "¿Que hace aquí este fuego?" Y tomando los pes- cados les compuso las agallas, les arregló la cabeza, y los trans* formó en perros." (1)

(1) Brasseur, tozn. I, pag. 425: El resto de la leyenda, aunq[ue con Tañantes,. Tiene á ser la misma que en los anales de Cuauhtitlan.

CAPITULO n.

Lo» cinco íoU», éegun la kyenda fnexioana,'--L(>» trece cielo». El dio» inmtíU» ó, Tlo^ que Nahuaque. La primera mmjer 6 CihiíaeohuaU. El OmeteeutU y la Omed- huatl. AculmaiÜ, La creación eegun los mixtéeos, Lo» pericue», loa guaicura» y losr coctímiesde OaUfomia.'^Los Binaloa». Mo7iogeni»mo de lo» mexibano». La tierra.'^Lo» délo», La» estreüa».-^Gom0ta»,'^El planeta Vinu»,—El »ot,^^EeUp' 8á», La luna.

NADA hemos yisto todavía acerca del'orígen de los dioses y del mundo. Según un antiguo manuscrito, (1) habitaban en el treceno ^ cielo los dioses Tonacatecutli, y Tonacacihuatl ^su mujer: cielos y númenes aparecen los primeros, sin decirse de dónde traen principio. El par divino tuvo cuatro hijos. Tlatlauh- quiteztzatlapuca, que nació todo colorado, divinidad principal de los de Tlaxcala y de Hue^otzinco bajo el nombre de Oamaxtle. Yayanquitezcutlipuca, quien nació negro; era el principal de sus hermanos, estaba en todo lugar, sabía todos los pensamientos, conocía los corazones, llamándole Moyocoya, ''que quiere decir que es poderoso ó que hace todas las cosas sin que otro la vaya Á la mano, y según este nombra no le sabían pintar aino como aire." El tercero fue Quetzalcoatl ó Yahuiliecatl; y el cuarto hijo se llamó Omiteotl e Inaquizcoatl; los mexicanos le adoraban bajo el nombre de Huitzilopochtli por set izquierdo; nació sin carnes ó con solo los huesos en forma de esqueleto. (2) Seiscientos años permanecieron inactivos los dioses, hasta que al fin de aquel pe- ríodo se reunieron los cuatro hijos á fin de determinar lo que debia de hacerse; conferenciado, cometieron el desempeño á

(1) Se encuentra eu un Códice intitulado, Libro de Oro y Tesoro índico, projpio del Sr. D. Joaquín García Icazbáloeta. Llámase el éactito Historia de los mexicanos por 808 pintoras, y se atiiboye á Fr« Joan 2omárraga y á on Fr. Bemardino de San Ptandsco: por esta causa citaréí el MS. bajo el nombre de Fr. Bematdino. La rela- ción fué escrita oyendo á los sefiores, principales y sacerdotes, y con presencia ''jde "sus libros y figuras que según Ip que demostravan eran antiguas y muchas dellas ^'teflida la parte untadas con sangre humana."

(2). Fr. Bemardino, cap. I. M8.

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Qnetzalcoatl y á Hnitzüopochili, quien para entonces ya tenia carnes. La primera obra de los dioses creadores taé el faego, y en seguida un medio sol que alumbraba poco. Siguióse la crea* cion del hombre. Oxomoco y de su miiijer Cipaotonal, dándosele á él orden para cultiyar la tierra, y á eUa de que hilase y tejiese, y ciertos granos de maíz para hacer adÍTÍnaoiones: estos consor- tes inventaron la cuenta del tiempo y el calendario. Crearon el ayemo 6 el infierno haciendo señores de aquel lugar á MicÜan* tecutli y á Michitecacihuatl su mujer: luego los cielos, ademas del treceno ya existente. Seunidos en seguida los cuatro dioses formaron el agua; le dieron por señores á Tlalocatecutli y á su esposa Ghalchiuhtlicue: estos dioses del agua tenían su aposento *' en cuatro cuartos, y en medio un gran patio do están cuatro '^barreñones grandes'de agua; la una agua es muy buena y desta ''llueve cuando se crian los panes y semillas, y enviase en buen tiempo; otra es mala cuando llueve, y con el agua se crian tela* rañas en los pones y se añublan; otnk es cuando llueve y se ye- 'Man, otra cuando llueve y no grana y se secan:' y este dios del '' agua crió muchos ministros pequeños de cuerpo, los cuales es- '' tan en los cuartos de la dicha casai y tienen alcancías en que " toman el agua de aquellos barreñones y unos palos en la otra " mano, y cuando el dios del agua les manda que vayan á regar *' algunos términos, toman sus alcancías y palos, y riegan del agua '' para llover que les mandan, y cuando atruena es cuando quie- ** bran las alcancías con los palor, y cuando viene rayo es de lo que '' tenia dentro ó parte de la alcancía." Los cuatro dioses, por ^ti- mo, dentro del agua hicieron un gtan pez llamado Cipactli, cuyo pez fué transformado en la tierra, con su dios Tlaltecuhtli, al cual pintan tendido sobre el Cipactli en memoria de su creación. (1) . De los primeros padres Oxomoco y Cipactonal nació Pilcinte- cutli, y por faltarle mujer le dieron una formada de los cabellos de Xochiquetzal. Entonces los cuatro dioses, mirando que el medio sol alumbraba poco, quisieron completarlo y al efecto Tezcatlipoca se convirtió en sol. Según esta leyenda, el astro sale por Oriente, llega á lo más alto del cielo» y de ahí se toma al horizonte para aparecer al otro dia; del meridiano al ocaso lo que se ve es la claridad del astro y no el sol mismo. En esta

(1) Fr. Bemazdino, cap. II, MS.

V .

époea fueron criados los gigantes» hombres n^aj eorpnlentpfl^ con tantas fuerzas que arrancaban los árboles oon las oíanos, 7 eran rústicos, supuesto que comían sólo la bellota de las en- muias. (1) .

TezcatUpuea permaneció siendo sol tiempo de trece ciclos 4 67# BitOB, á cabo de los cuales Quetzalcoatl le dio con un bastón, le derribó al agua» y ól se transloraió en el astro luminoso, Tes- cátlipooa en el liquido se tresfórmó en tigre, saUó á tierra y devoró á los gigantes: en memoria de este hecho queda en el cielo la constelación de la Osa mayor, que es TezcaUipuca bajando de los cielos á los mares- Entonces Los mac^uáUi, 6 el comxui del género humano, se alimentaban de piñones. Quetzálcoatl duró hecho sol otros 676 años, y entonces el tigre Tezoatlipooa le dio una coz, le derribó del cielo, y levantó tan grande viento que se lo llevó á él y á los macehttaíU^ los cuales se volvieron monos. TUdoeatecutU tomó entonces el lugar del sol, durando en eru puesto 364 años, ''en cuyo tiempo los macehuales que habia no '^ comían sino oeiciiMi; que.es una simiente como de trigo que ''nace en el agua.*' Al fin de esta edad, Quetzálcoatl llovió fuego del cielo, quitó de sol á Tlaloc poniendo en su lugar á su esposa OhalhiuhtUcue, quien duró como astro 312 años; ''y los macehuar '' les eomian en este tiempo d^ una cimiente como maíz que se dice **cintrococopi; (2) ansí que desde el nacimiento de los dioses fasta ''el cumplimiento deste sol hubo según su cuenta 1628 años." (8)

£n el postrero de estos años llovió tan reciamente que todo se cubrió con el agua, los macehuaUi se trasformaron en peces, y el cielo cayó sobre la tierra: aquel año tenía por signo tochüu Vista tan grande destrucción, los cuatro dioses abrieron cuatro caminos por debajo de la tierra para salir á la superficie supe- rior; criaron cuatro hombres llamados Otqmitl, Itzcoatl, Izmali- yatl y Tenochi; Tezcatlipoca se convirtió en el grande árbol llamado tezcacahuitl, y Quetzálcoatl en el quetzalhuaxotl; y con los árboles, hombres y dioses rexmidos altearon el cielo, ponién- dolo como ahora está. Tonacatecutli por esta acción hizo á sus hijos señores del cielo y las estrellas. El camiao por el que Tez-

(1) OpQS. cit., cap. m., MS.

(2) Esta palabra está muy estropeada.

(3) Fr. Bemardmo, cap. IV. MS.

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eatíipnca y Qaeizaiooatl pasaron por la esfera ee la fía láotea» y dH tíeneii sn asieiita (1)

Dos añoB después Tezcatlipocas, mudado el aembro ea M irimatt ^ sacó fuego por medio de dos palos, é hizo fiesia á los dioses en- eendiendo grandes fa^os. AI sexto ano naeió Gentoofl liqá de PücinteeatH; al octavo crearon los dioses á los macehnalesoooio de antes solían estar. En el primer ano de la segunda trecena juntáronse las cuatro diyinidades á fin de formar nn sol, así para qne alumbrase la tierra, como pi^a que condese oorasones y be- biese sangre; para reunir esta ofrenda hicieron la goerra, la coal duró tres años, y para que hubiese gente de que el sol comiese, iTezcatlipoca cteó cuatrocientos hombres y cinco mujeres, los cuales quedando vivos fueron trasladados al docenp cielo: en aquélla guerra murió Xochiquetzal, y fue la más esforaada de cuantas en ^la murieron. (2) Reunida ya la comida del sol, los dioses ayunaron, se sacaron sangre de las orejas y del cuerpo, y encendido un gran fuego Quetzalcoatl arrojó en el á su hijo, el cual fué hecho sol; Tlalocatecutli arrc^ también á su hijo, cuando el fuego no estaba tan intenso, y salió hecho luna, cenicienta y oscura á causa del estado de la hoguera. "Y en este postrero año "deste trece comenzó á alumbrar el sol, porque fasta entonces habia sido noche, y la luna comenzó á andar tras él^ y nunca le alcanza y andan por el aire sin que lleguen á los cielos." (3) La leyenda de los cinco soles, en la forma acabada de relatar, es la genuina me^cana, á diferencia de la tolteca ó tezcocana referida en el Códice Yaticano. Todavía el MS. mencionado nos da los curiosos pormenores siguientes: £n el primer cielo esta- ban, la estrella hembra Citlalmime y la macho Citlalatonac, y son las guardas del cielo puestas por Tonacatecutli, y no se ven por estar en el camino que el cielo hace. En el segundo cielo es* tan las mujeres llamadas Tezauhichuatl ó Cicimine, en forma de esqueletos, y cuando el mundo se acabase bajarian á comerse á los hombres. En el tercero habitaban los cuatrocientos hombres formados por Tezcatlipoca, y eran de cinco colores, amarillos, negros, blancos, azules y colorados, siendo los guardadores de

(1) Opufi. cit., cap. V. MS.

(2) Ibid., cap. VL MS.

(3) Pr. BerDBidino, cup. VIL MS.

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loB oieloB. Estaban. las aymen el Caarto cielo, y de ahí bajaboá á la tierra. En el quinto estaban 'las culebras de faego, hechas por el diosiifi eiste elemento, y de ellas salían los cometas y las estcellas errantes. El sexto délo contenia el aire; el sétímo el polvo; en el octavo se reuniaU los dioses; de ahí arriba no subia ninguno, y no sabían lo que había hasta el treceno en que vi- vían Tonacatecutli y^su esposa Tonacacihuatl.

En la confusión de. aquell& mitología revuelta y extravagante, se mira descollar la creenda en la unidad de Dios. En la lengua mexicana TeoÜ corresponde á la idea abstracta Dios. Oon esa palabra distinguían un ser supremo, invisible y eterno, al cual no representaban en forma alguna. Decíanle Tloque Nahuaqttey aquel que iiene todo, en ó el creador de todas las cosas; Ipalne^ moardy aquel por quien se vive, é Ipalnemohualordj por (l^ien vi* vimos y somos. (1) Mendieta, (2) aunque aplicándolo malamen* te al sol, asegura que á esa divinidad invisible decían ^^MoyucU" ya^zin ayac oqtm/ocnx, ayac oqmjHcj que quiere decir, que nadie lo crió ó formó, sino que él solo por su autoridad y por su vo^ luntad lo hace todo." Según el intérprete del Códice Tellerianó, (3) la Tonacacihua se llamaba Chicomecoatl siete culebras, y causábalas hambres: á Tonacatecutli, ''que era el dios que di- cen que hizo el mundo/' le apellidaban Tloque Nahuaque> Tlal- ticpaque, Teotlale-Matlahua-Tepehua. En otras versiones, el creador del cielo y de la tierra habían sido Tezcatlipoca, Huitzí* lopochtli, ó Ocelopochtli (4) Para que nada falte en estas en- contradas opiniones, Acosta (5) niega haya en mexicano una pa- labra que corresponda al Deus latino, Theos griego, Él hebreo y Alá arábigo; mas esto no es sostenible.

El Tloque Nahuaque creó en un ameno jardín un hombre y una mujer, progenitores del genero humano; Nada se dice del varón; la mujer se denominaba Oihuacohuatl, la mujer culebra, la cule- bra hembra; decíanla también Tititl, nuestra, madre ó el vientre

(1) IxtUlxoohitl, relaciones. MS. —Diego Mañoz Camargo, Hist. de Tlazoalla. HS.— 'Belac. de J. B. Pomar, MS.—Torqtaemada, Ub. VI, cap. VIII.—Botuñni, pág. 79.— Clavigero, tom. II, pág. 223.— Herrera, dec. III, lio. 11, cap. XV.—etc.—Ac.

(2) Hist. eclea. indiana, pág. 88.

(3) Parte segunda, lámina I.

(4) Mendieta, pág. 8i;

(6) Hist. naU y mor. lib. V. cap. 111.

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de^ donde naoimosy y Teoyaoioiiiqiii), diosa que recoge las áhnui de los difantos. (1) Llamábanla tambi^i Qnilastli, asegurando tener siempre gemelod, cocokua en mexicano, y se aparecía algu- nas veces vestida de blanco, llevando á las espaldas una cnnita, c(Mo22i, onal si cargara Á nn niño, ojiándosele dar gritos y llorar; sn aparición se tomaba en mal agüero. (2)

Segnn otra versión, encima de los on<¿ cielos habitaban en nna ciudad gloriosa, llena de delicias y riqneáis, el dios Omete- cnlitli, dos veces caballero ó señor, por otro, ncnnbre Oitlalato- nae, estrella resplandeciente, con su esposa Omecihuatl, dos ve* ees señora, 6 Citlidicue, enaguas ó faldellín . de , estrellas: tuvie- ron muchos hijos, dirigiendo el padre á los varones, la madre i las hembras. (3) La Omecihuatl dio á luz un tecpaü, de lo cual espantados y admirados íos hijos, acordaron arrojarlo á la tie- rra; cayó el pedernal en Ohioomoztoc, siete cuevas, y al golpe brotaron mil seiscientos dioses 6 diosas. Después de algún tiem- po que éstos vivieron desterrados, enviaron un mensajero á Oi- tlalicue diciéndole, que ya que estaban caidos, les diese licencia para crear hombres que les sirviesen, dándoles la industria pa- ra formarlos; ella contestó tenerlo por bien, que ocurriesen al Mictlan Tecutli, señor ó capitán del infierno, pidiéndole les die- se hueso ó ceniza de los muertos pasados, sobre lo cual se sa<ari* ficarían, y saldrían un hombre y una mujer que se multiplica- rían en seguida.

Traída esta respuesta por Tlotli, gavilán, se reunieron los dio- ses en consejo, determinando que Xolotl fuese al infierno á pe«> dix los huesos, previniéndole que por cuanto era doblado y oa- viloso el capitán, mirase no se arrepintiera después de hecha la dádiva. Xolotl fue á cumplir el mandado, obteniendo del Hic^ tlan Tecutli el hueso y ceniza; mas apenas los tuvo en sus manos, echó á huir con toda velocidad; perseguido por el capitán del in- fierno, tropezó, rompió el hueso tamaño de una braza, y reco- giendo como pudo los pedazos llegó á presencia de los dioses. Pusieron los desiguales fragmentos en un lebrillo, se sacaron sangre del cuerpo que echaron sobre las astillas, y á los cuatro

(1) Veytía, tom. I, pág, 8-9.

(2) Torqnemada, lib. VI, cap. XXKI.

(3) Torqnemada lib. VI, cap. XIX.

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dias salió an lúño; tornando á la misma operación, 4 los o^os eiiaffaro días salió una niña, ^ los dieron á criar al mismo Xo- lotl, el cual los crió con la leche de cardo." (1) Bot<i el hueso en partes designalaa, por eso salieron los hombres de diversas es* iainras.

Casi todos los pueblos poseen un mito acerca del faego, que recuerda al griego Prometea En esta leyenda, al choque del ce- leste tecpaü (símbolo del fuego) contra la tierra, brotan los dio- ses terrestres, es decir, las ciencias j las artes. Los hijos del sí- lex fecundan con su sangre las cenizas de los muertos, j apare- cen los progenitores del género humano; son las nuevas genen^ clones Tiviendo nueva vida, al contacto de los beneficios del po- deroso elemento.

. Befleren los de Acolman, que estando el sol en el óielo, á ho- ras de las nueve, tiró una flecha y con ella hizo un hoyo, del cual salió un hombre no teniendo más cuerpo que de los brazos arriba; en seguida una mujer entera, siendo éste el primer par que dio principio á los nacidos. El hombre se llamó Aculmaitl, compuesto de acuUi, hombre, y maiüy mano. (2) Traza tiene es- ta leyenda de referirse más bien al origen de la tribu Acolhua, nombre derivado también de acollU hombro, y que significa, los hombres hombrados ó forzudos. Los mixtéeos decian proceder de los árboles de Apoala. Los otomiés salieron de una roca he- rida con un bastón por Camaxtli. (3) Los tzapotecos confesa- ban descender de los tigres, de las águilas, de las rocas y de los árboles. (4)

En otra relación de los mixtecas de Cuilapa se dice, que en el año y el dia de la oscuridad y las tinieblas, cua^ido aun no ha- bía días ni años, el mundo era un caos sumido en la oscuridad, estando la tierra cubierta de agua, sobre la cual sobrenadaban el limo y la lama. Un dia apareció el dios Ciervo por sobrenom- bre Culebra de León, y la linda diosa Ciervo 6 Culebra de Ti- gre: tenían figura humana, y con su gran sabiduría levantaron sobre el agua una gran peña, y encima construyeron suntuosos

(1) Mendieta, lib. II, cap, I.

(2) Mendieta, lib. II, cap. VI. Torciuemada, IJb. VI, cap. XLTV.

(3) MS. de Fr. Bemardino. .

(4) Bnrgoa, Geog. descrip., foL 19G.

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palacios parafiu morada; lo más alto colocaron una hacha de cobte^ ooQ el filo hacia arriba sobre el caal se sustentaba el de-» lo^ Estos edificios estaban en la Mixieca alta, junto al.pneblo de Apoalaj y la peña se llamaba, lugcur donde. eMba d cido. Muchos siglos vivieron los dioses en descanso, gozando de delicias, has- ta que les aconteció tener dos hijos varones hermosos, discretos 7 sabios en todas las artes; del nombre del dia de su nacimiento se llamaron Viento de nueve Ctdebraa j Viento de nueve Cavernas: ambos fueron criados con mucho regalo, j sabían transformarse en águila o serpiente, hacerse invisibles y aún penetrar á través de los objetos.

Gozando estos dioses de la mayor tranquilidad acordaron ha- cer ofrenda y sacrificio á sus padres, á cuyo efecto tomaron unos incensarios de barro, les pusieron lumbre y quemaron una can- tidad de beleño molido: fué ésta la primera ofrenda. En seguida construyeron un jardin con plantas y flores, árboles y frutos, y yerbas olorosas; junto labraron un prado cpn todo lo necesario para los sacrificios. Los piadosos hermanos vivían contentos en aquella heredad, cultivábanla, quemaban el beleño, y con oracio- nes, votos y promesas pedían á sus padres, apareciese la luz, se congregase el agua en alguna pa^te y quedase á descubierto la tierra; pues no tenían mas de aquel pequeño vergel para su sus- tento: para esforzar su ruego se punzaron las orejas y la lengua con lancetas de pedernal, esparciendo la sangre sobre los árboles y plantas con un hisopo de ramas de sauz. Los dioses Ciervo tuvieron más hijos é hijas; pero sobre^ino un diluvio, eu el cual perecieron muchos de ellos. Pasada la ca^íástrofe, el dios llamado Criador de todas las cosas, formó el. cielo y la tierra y restauró. el gónero humano. (1)

Aquí aparecen. dos épocas separadas por un diluvio: la prime-, ra el caos sin tiempo y sin luz, en que vivía la generación de los dioses; la segunda de los tiempos y de los hombres actuales: el pasado tenebroso, confuso; el presente luminoso y entendible.

Las tribus de la Baja California, según Clajríjero, (2) tenían idea, aunque confusa, de un Ser Supremo, creador del mundo. En las creencias de los pericués, Niparaja había hecho el cíelo,

(1) Fr. Gregorio García, Origen de los indios, lib. V., cap. IV.

(2) Hist. de la Antigua California, lib. I, par. XXV.

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la tierra y el mar; su esposa era Anajicojondi, en la cual sin to- cázda había tenido tres hijos. Anajicojondi dio á luz á Cuajaip ias montañas de Acaragui; hxé poderoso y le servían muchos vasallos, pues cuando quería entraba debajo de la tierra y saca^ ba hombres; mas éstos se tomaron ingratos, se^ conjuraron con- tra'Ouajaip, y le mataron, atravesándole la cabeza con un ruedo de espinas. En el cielo, más poblado aún que la tierra, Tuparan, por otro nombre Bae, se alzó con sus parciales contra Niparaja; quedando éste vencedor, quitó á su enemigo las pitahayas y las otras frutas deliciosas, le aprisionó en una cueva cerca de la mar, criando á las ballenas para <5[ue no le dejasen salir de allí. Nipa- raja quería el bien; Tuparan apetecía la guerra, por eso los que morían flechados no iban al cielo, sino á la gruta &e Tuparan.' Las estrellas eran de metal habiendo sido creadas por el numen Puratahui, la luna era obra de Cucunumic.

Contaban los guaicuras que) en el Norte habitaba un espíritu principal llamado Guamongo, quien mandó á la península otro espíritu por nombre Gujiaqui. Visitó éste el país, sembró laspi- ' tahayas, dispuso los lugares de pesca, se encerró algún tiempo en una gruta cerca de Puerto Escondido; donde enseñó á sus de- votos á tejer las capas de cabellos usadas por sus sacerdotes, y acabada la visita retomó al septentrión de donde había venido. Afirmaban también los doctores guaicuras que el sol, la luna y los otros astros, aparentemente más grandes, eran hombres y mu- jeres, los cuales, tedos los días al ponerse, caían en la mar y sa- lían de él al día siguiente á nado, y que las estrellas eran fogo- nes encendidos en el cielo por el espíritu visitador, y vueltos á encender después de ser apagados en el agua del mar (1).

Había para los cochimies un ser creador del cielo, de la tierra y de todas las cosas: habitaba en el ciefo el espíritu , llamado, d qne vive, quien 'sin concurso de mujer tuvo un hijo, por nombre el vdoZy y lapeffeccion ó término dd barro: apai*ecía un tercer per- sonaje dicho, d que hace señares* El que vive crió ciertos seres in- feriores, los cuales se rebelaron contra su señor y contra los hom- bres, diciéndoles por esto merdirosos y engañadores, los cuales cojían á los muertos y los metían debajo de la tierra para que no viesen al Señor que vive (2).

(1) Clavijero, hist de California, lib. I, párr. XXV.

(2) Clavijero, loco cit.

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Segan alcanzaron á ver loa misioneros, celebraban los sinaloas una fiesta por espacio de ocho días. Sobre nn suelo emparejado con arena suelta, en el interior de una casa, trazaban un circulo de do's varas y media de diámetro. Los indios, excluidas las mu- jeres, entraban embijados, cantando j bailando, con bordonea en las manos; sentábanle á veces, j con unas cañas delgadas seña- laban figuras^ que pintaban de coleares. Eran dos personas á cu- yo rededor ise veían cañas d^ maíz, fríjoles, calabazas, y entre ellas, pájaros, culebras y otros animales. Preguntados por la sig- nificación de las figuras, respondieron llamarse la una Yiriseua y la otra Yairubi; tal vez los i^eligiosos no entendieron la expli- cación de la leyenda, pues ya hacen dos diosas, la segunda ma- dre de la pfimera, ya una madre y su hijo, ya en fin, el varón y la hembra progenitores del género humano (1).

En concepto de los mexicanos la filiacion'y distribución de las razas era ésta. Ixtacmixcoatl, la culebra de nube blanca, tuvo dos esposasa En la una, llamada Ilancueitl, enaguas viejas ó de vieja, engendró seis hijos. El primogénito Xelhua fundó y pobló á Guauhquech olían, Itzocan, Epatlan, Teopantlan, Tehuacan, Ooz- catlan, Teotitlan y otros lugares. Del segundo hijo Tenoch, fun- dador de .Tenochtitlan, descienden los tenochca ó mexica. Ulme- catl, el tercero, pobló ciertos pueblos como Totomihuacan, Hui- tzilapan y Cuetlaxcoapan. El cuarto, Xicalancatl, se estableció hacia las costas del Golfo, fundando á Xicalanco cerca de Tabas- co, y al otro Xicalanco cercano á Yeracruz. Al quinto, Mixtecatl, reconocen por padre los mixteca, habitadores del antiguo Mix- teoapan. Otomitl, el sexto, se subió á las montanas cercanas á México, levantando las poblaciones de Xilotepec, Tollan y Otom- pan: ''ésta es la mayor generación de toda la tierra de Anáhuac, "la cual allende de ser muy diferente en la habla, andan los hom*- ''bres chamorros; también hay quien dice, que los chichimecas "vienen de este Otomitl, por ser entrambas naciones de baja suer- "te, y la más soez y servil gente que hay en toda esta tierra (2)." Ixtacmixcoatl é Ilancueitl habían salido de Ghicomoztoc, y la gente creía haber sido engendrada por la lluvia y el polvo de la

(1) Bivas, Triunfos de nuestra Santa Fee, Hb. II, cap. III.

(2) Ootuara, apud Barcia, segunda parte, cap. CLXXXXV.— Torquemada, Ub. I, capXn.

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tierra (1). De la segonda esposa, Ohimalma, nació Quetzalcoatl.

Mr. Brasseur (2) puso en historia esta leyenda, oon muchos pormenores de propio caudal é inyencion. Xelhua, significa los gigantes; y Xicalancatl representan los pueblos de lengua nahoa^ ülmecatl, (los tzapoteCa) y Mixtecatl, hablan lenguas hermanas, distintas de la anterior; Otomitl tiene habla separada de las otras, lo mismo que los chichimecas; en siete naciones nombradas, seis hablas diversas. Todas esas naciones pertenecían á épocas dis- tintas, desde Xelhua el gigante, hasta los mexica que al último se presentaron en el Valle. No es, pues^ historia ni mito; es la expresión de los filósofos mexicanos reconociendo á todos los pueblos del imperio, fueran cuales fuesen sus diferencias etno« gráficas, como provenidas de un solo tronco: los mexicanos pro- fesaban la doctrina monogenista, cual lo comprueba el par privi- legiado que escapó á cada uno dejos grandes cataclismos. En cuanto a Quetzalcoatl blancdl barbudo, de origen evidentemen- te extranjero, para ser cpnsecuente con el principio, se le dio por. padre también á Ixtacmixcoatl, asignándole otra madre, Ohimalma.

Dejando ya los orígenes, pasemos á considerar la estructura del mundo. La tierra era plana, terminaba en los países conoci- dos, y más allá de las costas se extendía la mar, cuyas a^uas se mdJ con los cielos; éstos y aquellas eran de la miLa materia, aunque los cielos más densos: todo el aparato se sustentaba en hombros de ciertos dioses, los cuales se relevaban al estar can- sados (3). Para los californios, la esfera se sostenía en las espal- das de siete gigantes. Cuando Dios creó el mundo, decían los mayas, puso á los cuatro hermanos Bacab hacia los cuatro ex- tremos del cielo, para que lo sustentasen y no se cayese: estos Bacab eran conocidos también con los nombres de los años Kan, Muluc,Ix, Oauac (4). Guando los gigantes ó los genios fiaqueá- ban, vacilaba la' tierra y sobrevenían los terremotos.

Llamábase el mar TeocUl, no en el sentido de dios, ''sino agua ^fiaraviUasa en profundidad y grandeza.'' Llamábase también Ilhui-

(1) Hotolinia, hist. de los incUos, pág. 40.

(2) Hist. des nat. ciTÜisées, lib. II; cap. I. ^ (3) Mufioz Gamargo, MS. 154.

(4) Belacion de las cosas de Tucatan por Landa, pág. 206.

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'^caatl, que quiere decir agua qve se juntó con d cidoy porque los ''antiguos habitadores de esta tierra pensaban q^oe el cielo se ''juntaba con el agua en la mar, como si fuera una casa: que el ''agua son las paredes, y el cielo está sobre ellas, y por ese llar "man á la mar el cielo (amictlan)/' (1) Debe suponerse que la casa la creían redonda y techada en forma circular, por ser * ésta la figura aparente determinada por la vista.

En cuanto al número de los cielos andan discordes. Trece cuen^ ta la relación de Fr. Bernardino; doce son para Sahagun y Tor-^ quemada; once en otara noticia mexicana, y Muñoz Gamargo, (2) con otros escritores, enumera nueve, nombrados "Chiconauh- nepanhuican, Ilhuicac, donde hay perpetua holganza." Para ellos la tierra estaba fija; la luna y la esfera giraban al derredor de aquella.

Las estrellas, ciílolin, (ciüaüo, eatreUadoJ, estaban pegadas en el cielo: tenían idea de las diversffs magnitudes aparentes, su* puesto que á las pequeñas nombrahajidiláUorUlu Los astróno» mos mexicanos reconocían algunas constelaciones. Guiados por las indicaciones de Sahagun, hallamos que les llamaba la atención la estrella de primera magnitud Aldebaran y el grupo de las Hiadas, en elToro. La culminación de las Pléyadas les servía en su cere* monia del fuego nuevo. Las tres estrellas del cinturon de Orion eran conocidas bajo la denominación de Yoaltecutli y Yacahuiz^ tli, las tomaban por agüero, y les ofrecían incienso á la prima noche, á la hora de las tres y al alba: las distinguían por ma- malhttaztliy nombre de los palos que servían para encender el fue- go nuevo. A honra de estas estrellas se hacía una quemadura á los hombres en la muñeca, pues si morían sin la señal, en el infierno les barrenarían con un palo como acá en la tierra para sacar la lumbre. (3) M mamcdhnazüi colocado en la esfera, divi* nizaba el instrumento la ceremonia cíclica. Las estrellas de la Bocina, es decir, la Osa menor, pintábalas cómo una S y les decían düal^unecuiüi "porque tienen semejanza con cierta espe-

"cié de pan al cual llaman xunecuilli^ el cual se comía en

"todas las casas vnx dia al año, que llamaban xuchühuüu (4) La

(1) P. Sáhftgnn, tom. III, pág. 309.

(2) Hist. de Tlaxcala, MS. 162.

(3) P. Sahagun, tom. 11, pág. 26Í).

(4) Ibid. tom. n, pág. 262.

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Osa mayor 6 el Carro, hemos visto antes ser el tigre Tezcatlipo- ca. Estas dos constelaciones no se ponen en el horizonte ile Mé- xico; por ello y por an figura debieron llamar la atención de los astrónomos, no siendo un supuesto muy ayenturado el que hacían observaciones de la polar, supuesto que sabían trazar la línea meridiana. La constelación zodiacal del Escorpión era conoci- da por Cdoü^ alacrán; es decir, el mismo nombre adoptado en la ciencia astronómica de los pueblos primitivos del mundo. Como dios, preside esta constelación en la décimo tercera trecena del Tonalamatl bajo el nombre de Teoiztactlachpanqui, compuesto de¿eofZ, dios, ízíoc, blanco, y ÜacJipanqui el que barre algo: el dios blanco que barre.

Es sabido que las veinte divinidades que presidían á las tre- cenas del Tonalamatl, según Gama, tenían lugar preferente en- tre los planetas y signos celestes; con ellos se simbolizaban el' sol, la luna, los planetas y algunas estrellas fijas. Citlalinicue a' Citlalcueye, enaguas de estrellas, cq la décima sexta trecena, es la Via láctea; (1) en la pintura está representada por una co- rriente cual si íuera de agua, ocupando los tres lados principales del cuadrante.

Los cometas, y las estrellas errantes venían del quinto cielo. Los cometas, dtlalinpopoca, estrella que humea, eran pronósticos de muertes de príncipe ó rey, guerra ó calamidad; el pueblo decía, "esta es nuestra hambre f* pensaban en la materia como en los pue- blos* de Europa hasta hace algunos años. Creían que si la* luz del cometa hería alguna cosa viva, ahí se criaba un gusano, y el co- nejo ó la liebre se hacían malos para comer: las gentes se abriga- .ban por la noche para no recibir daño. (2) Por esto llamaban á la cauda del cometa cUlalinÜaminay la, estrella tira saeta; cuando aparecía crínito le decían xihuitt

El planeta Venus tenía el nombre de Citlalatona, la estrella de claridad, (3) estrella resplandeciente. El intérprete del Códice Telleriano (4) le dice Cihuatlaltona, la primera claridad; forma- da antes que el sol, fué la primera luz que apareció en el mun-

(1) Gama, Descripción, pág. 100 ,

(2) P. Sahagun, tom. ü, pág. 261.

(8) Bel Planeta Vdnns. Oopia de .un Oódicd MS. en poder del Sr. D Joaquín QrBxeÍA Icazbalceta, qne contiene nn ejemplar de la Hist. de los Indios de Fr . Ton- bio Motolinia, áon más completo qne «I pnblicado.

f 4) Segunda parte, lám . XIV.

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do. Quetzalcoatl al morir se transformó en esta estrella. En el referido Códice se le llama Tlahuizcalpantecutli, "quiere decir, señor de la mañana cuando amanece, y lo mismo es señor de aquella claridad cuando quiere anochecer." Preside la décima cuarta trecena del Tonalamatl bajo el signo Nahui Ollin ó más bien Nauhollin. En' el templo mayor de México existía el teo- calli ílhuicatitlan, junto al cielo, destinado para los sacrificios cuando aparecía el planeta: é igualmente el Hueitzompantli. (1) En el niiuicatitlan había una columna alta y gruesa donde es- taba pintada la estrella; remataba en un chapitel de paja, y ante, ella tenían lugar los sacrificios. (2) Los antiguos le llamaban Lucifer por la mañana, y en la tarde Vesper ó Hésperas; nom- bres análogos le daban los mexicanos, pues citlolpuL es la es- trella de la mañana, y HveiÜcdin, la de la tarde. (3)

Los astrónomos conocían bien sus movimientos, dándole en su aparición vespertina un período de 260 dias; sabían el tiem- po fijo de su vuelta oriental señalando otro período de 260 dias, más una trecena, lo cual suma 273. (4) A esta cuenta llamaban TonalpohuaUi, y estaba destinada al cómputo del Tonalamatl, papel del sol, el cual se componía de períodos absolutos de 260 dias: el mismo período, con ciertas correcciones se prolongaba por los años, las indicciones, y los ciclos.

En la historia del sol hay mucho de confuso. Destruido cua- tro veces, fue formado una quinta; bajo este aspecto es una cria- tura secundaria y sin poder, no es una divinidad. Luego apa- rece que los númenes tomaron su lugar por algún tiempo, reci- biendo una especie de santificación. Le encontramos al fin ele- vado á la altura de los' dioses, en una de las categorías más en- cumbradas. Todo indica una mezcla de ideas, de distintas épocas y de diversas procedencias, formando un cuerpo abigarrado: mitos cosmogónicos, rituales ó astronómicos.

En su última faz, el sol era tenido por creador de todas las co- sas y causa de ellas, extendiéndose su culto por muy gran parte del nuevo continente. (5) Aunque tenía diversos nombres, por

(1) Torquemada, liU VIH, cap. XIV.

(2) Sahagun, tom. I, pág. 205.

(3) P. Bahagun, tom. 11, pág. 250.

(4) Del pl ueta Venus. MS.

(5) P, Durto, seg. parte, cap, X. MS.— Mendieta lib. II, cap. Vm.

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excelencia se le llamaba TeoÜ; el apellido Toaatiuh, significando un accidente quiere decir, el que ya resplandeciendo. (1) Cuando en Teotihuacan murieron los dioses, dejaron á sus devotos las mantas con que se cubrían; aquellos sectarios tomaron palos, les hicieron una muesca donde pusieron una piedra preciosa por corazón, y los envolvieron primero con pieles de culebra ó tigre 7 en seguida con las mantas: estos bultos se llamaron Üaquimi- üolu (2) Tristes y apenados vagaban los devotos, hasta que uno de ellos llegó á la orilla del mar; tres veces se le apareció Tez- catlipoca, previniéndole al ñn, fuese al sol y traJQse cantores é instrumentos para hacerle fiesta. Las ballenas, las tortugas y las sirenas formaron un puente sobre la mar, y el devoto, can- tando un canto hermoso, llegó al astro y le dio cuenta de su co- metido. Previno el sol á los que con el estaban, que no respon- diesen al cantar del mensajero, porque quienes tal hicieran aquel se los llevaría consigo: no obstante la prevención, como él canto era tan melifluo, algunos respondieron, y él se vino con ellos & la tierra, trayendo el híiehtieÜ y el tejpanaztM. Comenzaron de nue- vo las fiestas, los bailes y los cantares á los muertos dioses. (3 ) En esta relación continúa el mito de Teotihuacan; los sectarios de las divinidades derrocadas por el culto del sol, vagan mucho tiempo ocultando su rito proscripto, hasta que pueden de nuevo practicarle poniéndose en contacto con los prosélkos del astro.

lios totonacos adoraban la gran diosa de hs cielos, esposa del soL Su templo estaba en lo alto de una montaña, muy fresco y limpio á maravilla; repudiaba los sacrificios de hombres amando se le sacrificasen tórtolas, aves y conejos; sacerdotes buenos y arreglados cuidan de su culto, rogándole pidiera á su esposo el sol, los librara de la tiranía de los dioses que exigían sangre hu- mana. (4)

Representaban los mexicanos el astro con varios círculos con- céntricos, divididos en ocho partes con unas aspas triangulares, ' haciendo relación á sus movimientos aparentes y á la división del tiempo. A veces ofrece en el centro un rostro de frente con una gran lengua saliente de la boca, como en la piedra vulgar-

[1] Torquemada, lib. VI, cap. XXVn.

(2) Mflndieta, lib. H, cap. II.

(3) Mendieta, lib. n, cap. m. [4] Menaieto, lib. n, cap. IX.

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lüeiite Ilftinada Calendario; otras el rostro está de perfil j dift íéúgask, como en el Tonalamatl; las más yeees no apareee la ea^ como en el Onanlizicalli de Tíeog y en las pinturas de los Oé- dices.

Estando fija la tierra, el sol giraba al derredor de ella. Los guerreros muertos sobre el campo de batalla iban á morar á la casa del sol, en el lugar de Oriente: por esto se llamaba ese pñn* to cardinal TMocan, paraíso. Las" mujeres muertas en el pri* mer alumbramiento subían á la categoría de diosas bajo el nom- bre de Mcudhnciquezqne, entrando en el número de las mujeres ce- lestiales denominadas Oihuapipiltín, é iban á habitar talnbien la casa del sol, aunque hacia el Occidente, punto que por esto era llamado OihuaÜampa. Al disponerse á salir por Oriente el Tona- tiuh en su curso diurno, los guerreros celestes aprestaban sus armas y corrían á su encuentro armando estruendo y dando Vo- ces; se le ponían delante, y con pelea de regocijo le llevaban has- ta ponerle en la mitad más alta del cielo, el cual llamaban iVb- panÜatonatiuL Becibiánlo en aquel punto las Macihnaquezqttey armadas y con regocijos guerreros; entregánbanle los hombres, y se esparcían en seguida por el cielo y sus jardines á chupar las fiores hasta el siguiente dia. Las diosas celestes ponían bI Td- natiuh en unas andas de plumas de quetzaSí, llamadas quetzcia- paneóobhuiü^ \6 tomaban en hombros unas, precediendo las otras dando voces de alegría, y haciendo fiesta: así bajaban de lo idto hasta llegar al Cihuatlampa. Allí salían á encontrar al Tona- tiuh los del infierno; porque cuando en la tierra comienza la no- che, en el infierno empieza el dia: entonces los muertos despier- tan, se levantan, corren al encuentro del astro, y lo conducen si- lenciosos hasta ponerio en el Oriente. En tanto las MabSraa- quezque bajan á la tierra, buscan los instrumentos para tejer y labrar, se aparecen á sus perdidos esposos y les regalan las obras de sus manos. (1)

El Tlalchitonatiuh, reunión del sol y la tierra, en el Códice: Telleríano, (2) presenta á la tierra en figura humana, bín cabe- za, con dos manos levantadas hacia arriba y dos hacia abajo, te- niendo en la parte inferior el miqtmtli para señalar la n^ansion

[1] P. Sahagan, tom. U, pág. 186 y ág. (2) Segunda parte, lám. XKY;

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é» Iqs nwartoe. En diohfk parte se descubre el luminar con los «rseo0 de Tlaloc, dando á entender el conjunto el movijBiie^tto del astea Según el intérnete, "^este es el escalamiento, ó calor que da el sol á la tierra> y asi dicen que cuando ol sol se pone que Ta á lUumbraar i los H^uertos."

£1 sistema de rotación y las creencias determinaron los nom-' bses de los puntos cardinales. Hemos visto que el Oriente er4|i Tlqiocan, la mansión de los guerreros gloriosos; el Occidente se decía CihtuxQampg,, Kabitacion de las diosas Oibuapipiltin, mu^ jercilas. Nombrábase MicíUxmpaj infierno, al Norte, y HuUssIUam- pc^ lugar espinoso, el Sur, residencia de las diossii^ apellidadas Suüenaocu

£1 nombre Nafiui OIMn, cuatro movimientos del sol, se refiere al moTÍmiento del astro entre los trópicos. Parece que desde muy antiguo conocieron los astrónomos mexicanos los puntos aolfiticiales y equinocciales. Esta determinación es de las más fácáles. Pronto debió ser observado que el luminar no tenía m. orto y ocaso en los mismos puntos del horizonte, y por la des^ viacion al N. y al S. se pudo formar juicio la amplitud de la fajia recorridaí, sirviendo para ello de comparación los objetos ñr BiOQff de la tierra colocados en el horizonte; tomada después la mijtad de la cujrva aparente, podía señalarse ccm exactitud los puntos equinoeoiales y ese movimiento de vaivén. Estas ob- servaciones» acompañadas de las de sombra de los gnómones, pudieron conduoár á la determinación de la línea meTidiaau^ y al conocimiento de los dias en que el sol pasaba por el ss^nit de la ciudad.

Que los mexicanos conocían el verdadero valor del ano trópi- coy ^8 indudable; (1) el testimonio de Humboldt, y de oirás per- sonan, prueban que aJgnnos edificios estaban perfectamente orientados; Gama (2) vio todavía, el año 1775, sobre una de las rocas del cerro de Chapultepec, las líneas que señalaban el me- ñdiano y los puntos solsticiales. De aquí la división de lasL es* taciones, y saber los pasos por el zenit.

En cuanto dios, el sol recibía adoraciones durante los dias y las noches. Al amanecer lo I^cibían los sacerdotes del templo mayor con su estruendosa música de tambores, bocinas y cara-

(1) Véase adelaate nuestro trabajo especial sobre el Calendario.

(2) Descrip. de las dos piedras, primera parte, § 76.

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coles, sacrificándole codornices, arrancándoles la cabeza y ofre- ciéndole la sangre: (1) en el resto del dia tenía cons9.gradas pre- ces é incienso. Sn templo se llamaba Gnauhzicalco, y el rey pa- ra asistir á las fiestas tenía el edificio particular dicho Hney- cnanhxicalco. (2) Existía una orden de cabaQeros que recono- cía por patrono al astro; eran todos nobles, y si bien eran casa- dos tenian morada particular en el templo mayor llamada Ova- cuauhtin inchan, casa ó madriguera de las águilas. Ahí había una imagen del sol pintada sobre lienzo, que se mostraba al pueblo por los sacerdotes cuatro veces en el dia y en la noche. Dos ve- ces al año, cuando en el orden sucesivo de los dias tocaba el sig- no nahui dlin, tenía lugar un sacrificio con muy particulares ce- remonias, precedido de un muy rigoroso ayuno, y en que sólo tomaban parte inmediata aquellos valerosos caballeros. (3) Fies- tas solemnes se verificaban en el solsticio de invierno. (4) La que se hacía en el templo de Iztaccenteotl, dios de las mieses blancas, era precedida de un ayuno de cuarenta dias, sacrificán- dose á los leprosos y contagiados. (6)

En el Tonalamatl (6) preside la décima primera trecena como planeta, Tonatiuh, acompañado de Tlatocaocelotl, la persona ti- gre, y de Tlatocaxolotl, la persona Xolotl, personificación aquel de los guerreros y éste de los sacerdotes. Castillo (7) le acompaña de Tepoztecatl, divinización del cobre, como metal usado en sus ar- mas y utensilios.^ En la décima cuarta trecena aparece con Na- hui Ollin Tonatiuh, sol en sus cuatro movimientos, y le signen Pilcintecutli, el dios ó señor niño, y QuetzalcoatL Finalmente, en la décima sexta trecena vuelve á aparecer Ollin Tonatiuh, movimiento del sol, con Tlalloc el dios de las aguas, y Citlali- nicue 6 Oitlalcueye, la Yia láctea. En esta tiltima forma se rela- cionan el sol y la Yia láctea, cual si tuvieran idea de la inmen- sa nebulosa á que pertenece nuestro sistema planetario.

Los eclipses de sol constan en las pinturas jeroglíficas, re- presentados por el signo ideográfico teotly con una mancha re*

(1) Toiquemada, lib. IX,''cap. XXXIV.

(2) Torquemada» lib. VIII, cap. 12. i (8) P. Duran, Segunda parte, cap. X. MS. (4) Torquemada, Ub. VIH, oap. xni. (6) Torquemada, lib. X, cap. XXVm.

(6) Me BÍrre un ejemplar de los litografiados en París, por Desportes.

(7) Apud Gama; primera parte, § 63.

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donda y negra, más ó menos amplia según la intensidad del fe- nómeno. Fiesta principal se hacia bajo la denominación de Ne- tonatiuhcualo, d infdiz sel comido, (1) y tenía lugar cada 200 ó 300 dias. Durante los eclipses las mujeres lloraban á yoces, lo» hombres gritaban tapándose y destapándose alternatiyamente la boca con las manos, alborotándose la gente con gran temor; pun- zábanse las orejas con púas de maguey y se pasaban mimbres por los agujeros; en los templos cantaban y tañían los instru- mentos con gran ruido; se buscaban hombres de pelo y rostro blancos, llamados albinos, y los sacrificaban con algunos cauti- vos. Si el eclipse era total, exclamaban: ''nunca más alumbrará, ponerse han perpetuas tinieblas, y descenderán los demonios y vendránnos á comer."(2) Muchas supersticiones Jxabía, semejan- tes ó iguales á las que vamos á enumerar.

Conocemos ya la historia de la l\ina una vez creada y hasta ahora nunca destruida; su papel en el orbe es respectivamente moderno. Los de Tlaxcala creían que era la esposa del sol, di- ciendo que ambos consortes cuando se retiraban del cielo descan- saban de sus fatigas y dormían. (3) La luz del sol era propia, la 6e la luna se apagaba ó amortiguaba en parte según la progresión de sus fases: lleva en el rostro la señal del conejo con que los dioses la hicieron menos resplandeciente. Becibía adoración en el templo mayor de México en el teocalli Tecucizcalco, casa de caracoles, pues la luna, conforme á su origen, llamábase también Tecuciztecatl: le hacían sacrificios en diversos tiempos del año. (4) Los de Xaltocan la tenían por dios principal.

El eclipse de luna producía menor alboroto que el de soL Las mujeres grávidas, para evitar el aborto ó defender que el niño saliera con los labios rotos, (tencuoy labio comido) boquituertos, sin narices ó bizcos, se ponían en la boca ó encima del vientre un pe- dazo de üzii% obsidiana. (6) Todavía la gente vidgar de los cam- pos acostumbra cubrir el vientre con una tela de color encamado. La costumbre de los mexicanos se encuentra en pueblos de las costas del N. O. Las tribus de Sonora, en los eclipses 4el sol y

(1) Qama, loco oit, par. 67

(2) P. Bahagon, lib. YII, cap. I. (8) Mufioz Camargo. MS. 155.

(4) Torqnemada, lib. VIII, cap. Xm,

(5) Sahagan, lib. YII, cap. II.

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de la luna, salían de sus casas dando los más fuertes alaridos y haciendo cuanto mayor estruendo podían. (1) Los misioneros en Sinaloa, durante un eclipse de luna, vieron salir á los de un pue- blo á la plaza armados con arcos, flechas y palos, voceando y golpeando fuertemente en las esteras: acudían en defensa del astro, «amenazado por un genio que en el cielojreside y con el cual trae perpetua guerra. (2) La palabra MetzÜi significa igual- mente luna y mes, dando- á entender que en un tiempo el calen- dario fué lunar.

Al ver tan enmarañadas * nociones astronómicas, truncas y fabulosas, dudan algunos que los mexicanos hayan podido llegar á las delicadas observaciones que los condujeron á la medida exacta del tiempo para la formación de su calendario, y todavía más, cuando su aritmética parece insuficiente y no constan cuáles nociones tuvieron en geometría. En México, á semejanza de lo acontecido en Egipto, en Grecia y en otras naciones, los sacer- dotes monopolizaban las ciencias y la religión: de la astronomía V. g., el pueblo no era sabedor sino de las cosas vulgares; apar- tado de la iniciación sacerdotal, juzgaba por su ceguedad y ad- mitía consejas absurdas. Durante la conquista perecieron losk tlamacaz que defendiendo valerosamente sus teocalli; con ellos pereció la ciencia/ Cuando los entendidos misioneros quisieron recoger las noticias de los pueblos conquistados, generalmente sólo pudieron consultar con los ignorantes. Si algún sacerdote escapó á la matanza, ocultaba pertinazmente la clase á que per- tenecía, y si era descubierto y preguntado, debía tener empeño en no revelar los secretos, tratándose de conquistadores y de enemigos de los dioses. La verdadera ciencia azteca desapareció sin remedio.

(1) Alegre, Hist. de la Compaftía de Jesús, tozn. II, pág. 217. (3) Rivas, lib. HI, cap. XXV.

CAPÍTULO IIL

Lo9 cuatro élanentos, --La UeTTa.-'ChicomeooatL--CmUotL-- TocL TemaacaUed. XoehiqueUiU,'-Monta7ÍaÉ,^Fie8Uu y dMnidade8.-----RitMj\iner(Ue8.---El infierno. '—MioticmteoutU p los díMee it^/!Bmaiá»,"^lMgarwi dMean$o de kt» ánimaé.-^Sl

de de ChoUolan.

Los mexicanos, ademas de los cuerpos celestes adoraban los cuatro elementos tierra^ clquoLj aire y fuego» (1) Antiquísima es la doctrina de la composición de todos los cuerpos por la combi- nación de estos cuatro principios elementales, y gustó tanto á la humanidad^ que no comenzó á abandonarla basta mediados del pasado siglo. En el sistema de Pitágoras, aprendido tal vez de los sacerdotes de Baco, ''el mundo sublunar era teatro de un ''combate sin fin entre la vida y la muerte, presentando la per^ ^'petua alternativa de las generaciones y las destrucciones; era ''la región de los cuatro elementos, tierra, agua, aire y fuego, los "cuales por sus uniones, divorcios y transformaciones inoesan- "t^s, producían todos los fenómenos accidentales que aparecen nuestra vÍ8ta/'(2) Ideas análogas abundaban en los mexicanos.

Como diosa figuraban la tierra en una rana fiera, con bocas llenas de sangre en todos las coyunturas, diciendo que todo lo coniía y tragaba. (3) Donde quiera que se muestran bajo algún aspecto las reproducciones^ la razón incipiente las asemeja á las generaciones de los seres, formando dualidades de hombre y de mujer. Tlaltecutli, de ÜcilH, tierra, y tecuÜiy señor, era el dios varen de este elemento: á este señor tierra reverenciaban con grandes sacrificios y ofrendas. La principal reverencia que en

(1) P. Mendieta, üb. U, cap. VIL . (2) Figtder, Savants de rantíquité, pág. 81. (3) Mendieta, lib. II, cap. IV: le copia Torquemada, lib. VI, cap. XLIV.

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su honor se practicaba, era tomar del polvo con el dedo mayor de la mano y llevarlo á la boca: (1) se hacía en memoria del na- cimiento y de la muerte de los hombres.

La tierra, negando sus frutos, presenciando la muerte de los seres y encerrando los despojos en su seno, desnudo de su ver- dor durante el invierno, presenta una faz angustiosa y dura; mientras su fertilidad abundosa, el nacimiento constante de nue- vos individuos,-*la reaparición de ItíB plantas en la primavera, la ofrecen como blanda y amorosa: de aquí considerarla como ma- dre y madrastra al tiempo mismo. Ambas ideas se encerraban en la Chicomecoatl ó Chicomeoohuatl, siete culebras, diosa en general de la germinación de las plantas, pues bajo este nombre era el numen de la esterilidad y del hambre, mientras en el de Ohalchiuhcihuatl, mujer preciosa ó de chalchihuitl, presidía á la abundancia y al regocijo: era el bien y el mal en una sola pieza. Representábanla en forma de linda moza, con una tiara en la ca- beza, ciieytl enaguas, huipüli especie de camisa y cddtliy zapato, to- do rojo haciendo tal vez alusión al concurso del fuego; entre sus s^tavios galanos se distinguían sus ricos pendientes en las orejas, el collar de mazorca de oro remedando las del maíz, y las ma- zorcas del mismo género que en las manos llevaba, con los bra- zos extendidos cual si estuviera bailando. (2) La fiesta de esta divinidad era general en el país, pidiéndole año abundante en mantenimientos; la victima especial representante de la diosa se decía Atlatona, el agua resplandeciente, y la sacrificaba el sacer- dote de Tlaloc, aludiendo al consorcio de la tierra y del agua, al principio de la misma tierra formada ó sacada del seno de las aguas. Atlatona era la diosa de los leprosos y heridos de enfer- medades contagiosas; sus despojos, eran arrojados á un sótano á fin de apartarlos del contacto de los vivientes. (3)

Ohicomecoatl era conocida también por Centeotl, de oe/nüi^ la mazorca del msdz seco. (4) Constituyendo el maíz la base de la alimentación de aquellos pueblos, no podía faltar divinidad que presidiese á su producción. Por eso Centeotl se distinguía igual-

(1) P. Darán, Segunda parte, cap. XIX MS.

(2) Doran, cap. XTTTL MS.-Si^hagan, lib. I, cap. VH, le pone en la mano derecha nn "Taso, y en la izquierda una rodela con una flor grande pintada."

(3) P. Duran, loco cit MS.

(4) Torquemada, lib. X, cap. XIH.

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mente por lod nombres de Xilonen, de xüoÜ, la mazorca cuando comienza á formarse; Iztaccenteotl, maíz blanco; Tlatlanhqni- centeotl, maíz colorado, j otros qne hacen alnsion al estado del grano. (1)' Todavía le llamaban Tzinteotl, diosa original, y To- nacayohua, la stistentadora de nuestra carne. El diferente es- tado délas siembras determinaba las fiestas de este numen, sien- do las principales en el tercero, octavo y undécimo meses.

Vimos antes que los totonacos reverenciaban una diosa enemi- ga de la sangre, bajo el dictado de la esposa del sol; es la misma Centeotl. (2) Efe natural y aun lógico que los pueblos primitivos hayan admitido el consorcio, entre el sol y la tierra; el padre del calor y de la luz fecundadores, ella fértil, madre que vuelve con creces las simientes confiadas á su seno.

Los autores, confundidos sin duda por la dualidad encerrada en estos mitos, ya hacen hembra á Centeotl, ya varón: el intér- prete del Códice Telleriímo se decide por el segundo extremo, concediéndole por esposa á Xochiquetzal. (3)

La diosa tierra alcanzaba todavía otros nombres. Toci, nues- tra abuela; el corazón de la tierra, "porque cuando quería hacia temblar la tierra." (4) Antes vimos explicados los terremotos por los vaivenes del" globo al cambiárselos dioses encargados de sostenerlo; á está idea material se sustituye ahora la del poder de una divinidad. Al temblar, si estaba presente una mujer grá- vida, "cubrían de pronto las ollas ó quebrábanlas, porque no mo- 'Sriese; y decían que el temblar de la tierra era señal de que se "había presto de gastar y acabar el maíz de las trojes." (6)

Adorábase á esta diosa en el lugar dicho Tooititlan; ahora Guadalupe, donde mismo asentó su real Sandoval durante el sitio de México. El Cihuateocalli estaba compuesto de cuatro grandes maderos de más de 25 braza? de alto, formando cuadro, y encima un andamio y piso cubierto con un techo de paja. El ídolo tenía la figura de una anciana, el rostro de las narices arri- ba blanco, de las narices abajo negro; su cabellera de mujer ador- nada con copos de algodón; en la una mano una rodela y en la

(1) dayijero, tom. I, pág. 238.

(2) Toxqnemada, Hb. VI, oap. XXV.— Clavijero, tom. I, pág. 284.

(3) Ezplicaoion, lám. XXX.

(4) P. Duran, segunda parte, cap. XV, MS.

<5) Motolinia, His. de los indios, tarat. n, cap. VIIL

olara p^ eseoba; el veatido ^stabijk adoniado con hilo torcido da algodón. No tenía guardaiS ni Moecdotos, y aa fiesta prinoq^al lieiiia IqgMr en el znes OoLpanizÜi (1)

Conforme al P. Sahagnn (ii) era dioga de la medicina y de los médicosi de las parteras y de los agoreros ó adivinadores: alyer ios arreos del numen podría decirse que cuidaba de la cosecha del algodón. Era invocada igualmente para los baños baje A nombre de Temazealteoi, abuela de los TenumxíllL Bajo esta ad- vocación el ídolo tenia la boca y barba teñidas de vUi^ en el ros- tro unos parches de lo mismo; un paño atado en la cabeza con las puntas parala espalda, con un^ plumas á manera de llamas; la camisa y fáldellin blancos; en una mano una escoba y en la otra una rodela con una chapa de oro. *

La Toci aun recibía otras denominaciones. Toñan, nuestra madre; Teteoinan, madre de los dioses. De este numen se cono- ce el origen terrestre; es la hija del rey de Oolhuacan sacrifica- da villanamente por los meidcanos, para que sirviera, según el consejo de Huitzilopochtli, de diosa de la discordia. (3)

Xoohiquetzal, quetzalli de flores, preside .en la pintura Yati- QWa al cuarto sol cosmogónica Adorábanla en Tlazcala como á diosa de los amores. En extremo hermosa, vivía en los aires sobre el noveno cielo, en lugares deleitosos de fuentes, rios y fl(Npes, servida por muchos genios femeninos, y enanos, cprcoba*" dos y truhanes que la divertían perpetuamente. Tan guardada estaba por su corte que hombre alguno podía verla, lo cual no evitaba que, valiéndose de sus servidores, mandara embajada £ los dioses que codiciaba. El lugar de la residencia de la diosa era Tamoanchan, paraíso, y existía ahí el árbol Xochitlicacw, CjEiyas flores cojidas ó sólo tocadas hacían fieles y dichosos ena- morados. Xochiquetzal fué esposa de Tlaloc, mas se la hurto Tezcatlipoca, quien colocó á su amante en el lugar de las deli*- cías: el desdeñado Tlaloc tomó por compañera á Matlalcneye. (4)

El lugar Tamoanchan y el árbol Xochitlicacan constan en el Qódice Telleriano. (5)

(1) P. Duran, cap. XV, MS.

(2) Hiflt. gen., lib. I, cap. VIH.

(3) Torquemaá», lib. VH, cap. XVIIL üb. IX op. XI; lib. X, cap. VH; fib. X, cap. XXIII, Ac.

(4) Mufioz Oamargo, MS.

(5) Lám. XXin.

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Conforme á otra yersion, los ihexicanos gustaban tn éttreti^ de las flores; ricos y pobres se deleitaban en Uey^rlas y olerlad^ empleándolas profasamente, asi en las fiestas rel^iósas eomo en las civiles y particnlares. Xocliiqnetzal presidia á las flores, siendo también abogada de los plateros, pintares, entaHadoreti, y en general de las artes de ornato. Su fiesta regocijada y gene- ral se Qamáibá Xochilhnitl, haciéndose para despedirse de las rosas en el tiempo en qne aproximaban los hielos del invier- no; mas annqne entonces comenzaba, venia á terminar en los meses Pachtli y Hneipachtli En el principio, sin más adornos qne flores en sus personas, casas, calles y templos, se entregí^ ban á regocijadas danzas y representaciones diistosas.

Al amanecer del primer día del Pacbtontli, las mnjeres con- sagradas á Haitzilopochtli molían cierta cantidad de maíz, for- maban nna pella apretada, la colocaban en una lujosa batea y la entregaban á los sacerdotes, quienes la llevaban solemnemente á lo alto del templo, poniéndola á los pies del dios. Dejábanle guar- das, y los ministros, durante la noche, iban y venían con luces la batea al ídolo y del Ídolo á la batea, hasta que pasada me- dia noche aparecía sobre la nmsa, la huella del pié de un niño recien nacido^ á veces también cabellos de mujer y algunoiá pedacillos de paja. La milagrosa huella era señal de la llegada de Yaotzin, guerreador, ó sea de HuitzilopocbtU mismo; los Era- cerdotes anunciaban el portento con las bocinas y caracoles, acudiendo atropelladamente la multitud á considerarlo á la luz de tantas antorchas, que convertían la noche en dia. Saciado el asombro, quedaba el pueblo aplazado para de ahí tres días en que aparecían los tres compañeros del señor de la guerra, Qama- doB Yatecutli, Cuchtlapuhcoyaoctzin y Titlacahuan.

En el mes Hueipachtli, las dos victiiñas representantes de Xochiquetzal, llamadas Tezcacohuatl, escojidas jóvenes, vírgenes y hermosas, eran llevadas con regocijados bailes al Gnauhxicalli: paradas encima, los sacerdotes les traían cuatro xicaüi, (jicaras), con maíz blanco, amarillo, morado y negro, que ellas sucesiva- mente esparcían á los cuatro vientos, arrojándolo con la mano como quien siembra: la multitud se arrojaba á recojerlos, dán- dose por muy contento quien se hacía de dos granos, que sem- braba para cosechar de la simiente bendita. Entre tanto andaba el baile, estando en el centro de la danza un sacerdote en pié,

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mostrando en la mano alta y en nn paño el caohillo del saorifi- cio, usado exclusivamente ^n aquella ceremonia. Las dos TÍcti- mas eran sacrificadas, mas con las piernas cruzadas para ates- tiguar su estado limpio. Seguía la inmolación de otra victima con las insignias de Xochiquetzal, con baile' de los artesanos protejidos de la diosa.

Toda persona sin excepción, se había dispuesto por medio de ablucioiíes, las cuales limpiaban de los pecados menores ó ve- niales, y terminada la fiesta se entregaban á comer el tzoaUit pan compuesto de huauMiy bledos, maíz y miel negra. La purifica- ción por el agua no era completa; los pecados mayores se remi- tian por medio de una verdadera confesión con los sacerdotes, y la limpia se consumaba comiendo un pedacillo del tzoaUi de que había sido formado el cuerpo de algunos dioses. Eran seme- janza de la confesión y comunión de los cristianos. (1) La cere- monia recuerda la creación de los' dioses y de los hombres, por el tecpatl celeste.

En una tercera leyenda, Xochiquetzal se presenta como una ramera desenvuelta, colocada furtivamente por Tezcatlipoca en la habitación de Topiltzin, Huemac ó Quetzalcoatl, á fin de per- derle en el concepto público. (2)

Todas las diosas enumeradas parecen no ser más de una aola, la diosa tierra; los diversos nombres aparecen como otras tantas adoraciones, como las diversas manifestaciones del elemento, no sin mostrar el concurso principal del fuego y del agua.

Las montañas llamaron siempre la atención de los pueblos; en la cima de las grandes alturas, á la vista del despejado y an- cho horizonte, el alma se siente como desprendida de las cosas terrestres; más cercano ahí del cielo, el hombre se figura que podría hablar con Dios cara á cara. Lugares son á propósito para levantar altares y templos; la oración y el incienso pueden subir pronto y sin obstáculo hasta la bóveda del cielo. Por eso los mexicanos tenían teocaüi en todas las cumbres, en los puer- tos de las sierras, en las eminencias de los caminos, á donde de- votos ó cansados caminantes hacían sus preces y sacrificios. (3)

(1) P. Doran, cap. XVI. MS.

(2) P. Darán, segunda parie, cap. I, líS.

(3) Toiquemada, lib. VI, cap. XVI.

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Los montes eran una especie de vasos, de tierra por fuera, llenos por dentro de agua, que pueden romperse y anegar la tierra. (1) En su centro habitaba TepeyoUotli, corazón del cerro. Esta divinidad, que debe corresponder á alguna estrella, ocupa el octavo lugar entre los acompañados ó señores de la noche, según se ve en el TonalamatL El cuarto acompañado es Cen- ieotl, tomado en su carácter de símbolo astronómico ó pjianeta.

Las montañas principales recibían formal adoración; estaban personificadas en un ídolo, con lugar en los teocalli, propias ora- ciones y víctimas. El Iztaccíhuatl, mujer blanca, tenía fiesta en México y en una gruta en su falda: elPopocatzin ó Popocatepec, montaña que humea, estaba en el mismo caso. (2) En concepto del pueblo eran éstos marido y mujer. La diosa Matlalcueye, montaña cerca de Tlaxcalla, era la querida de Tlaloc. (3) En la misma comarca está el Tlapaltecatl, señor de muchos colores: á estas dos acudían en las fiestas los pueblos de aquellas comar- cas. Al S. del volcan el Teocuicani, dios cantor ó cantor divino; dábanle este nombre, porque siendo áspero y muy alto, en su cumbre se forman recias tempestades, haciéndose oír con espan- tQ el ronco retumbo del rayo. En la cumbre había una casa lla- mada Ayauchcalli, casa de descanso y sombra de los dioses, con un ídolo muy rico de piedra verde, del taiñaño de un muchacho de ocho años, el cual fué motivo de porfiadas guerras entre los convecinos, y luego desapareció á la venida de los españoles. Otros muchos había como el Huixachtitlan ó de Itztapalapan, que no es de gran altura. La fiesta anual era celebrada sobre cada una de las más afamadas sucesivamente, pues era de rito no repetirse dos veces seguidas en la misma. (4)

En el mes Tepeilhuitl, fiesta de los montes, formaban de tzoa- Ui la figura del Popocatepec, poniéndole al rededor las otras montañas principales como las de Tlaloc, Chicomecoatl, &c., en la parte superior les colocaban sus ojos y boca, adornándolas con unos papeles llamados tetehuitt: junto estaban las imágenes del Chalchiuhtlicue y de Cihuacoatl. Dos dias.le servían comi- da en trastecitos como á niños, pasando la última noche en bai-

(1) Sáhagun, tomo 3, pág. 810.

(2) P. Duran, cap. XVn y XVIII, MS. (8) Mnftoz Oamargo, MS.

(4) P. Duran, cap. XVIH, MB.

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les, tañendo las flautas unos iñuohachod. En amaneciendo tofUa- ban un tzotaapazílif (especie de regla de una madera dura y pesa- da, que servía para apretar los tejidos), y como si fuera el cu- chillo del sacrificio lo nietíañ en la masa, sacando el corazón las figuras, como si personal jíueran, y lo entregaban al amo la casa: despedazados los cerf óS, comían el tzoaUi con toda reve- rencia como carne de los dioses. La concurrencia se enti*égaba á comer y beber i honra délas deidades muertas, llamadas tépie- me. Mientras esto pasaba en las casas, los sacerdotes büscabaik en los montes las ramas más irregulares curvas, á laá cualéS decían cocdzin^ las llevaban á los templos, las revestían del tzoalli, poníanles ojos y boca, haciendo las mismas ceremonias qué coh los cerros: sacrificábanlas igualmente dando la masa á los cojos, mancos, contrahechos y tullidos, con obligación de proporcionar los ingredientes del tzoaUi en el siguiente año. (1)

Para contentar el rito bárbaro, sediento siempre de sangre hu- mana, había al efecto cinco víctimas inmoladas; cuatro úiiíje- res nombradas Tepechoch, Matlalcuae, Xodhitecatl y Mayahuetl, y un hombre dicho Minahuatl (2). Verdaderamente estos pare- cen ser los nombres de las divinidades de las montañas. La fies- ta tenía por objeto alcanzar buenas y suficientes lluvias. Los montes, sobre los cuales se posan las nubes, forman el consorcio de la tierrra y del agua para producir abundantes cosechas.

Entre los choles, el alto cerro de Escurruchan, orillas del rio Maytol, era tenido por el dios de las montañas; en la cumbre había un espacio limpio con un cercado de maderos, dentro del cual ardía constantemente un fuego para alivio de los cami- nantes (3).

En la mitología mexicana el lugar de los muertos pertenecía á la tierra. Creían el alma inmortal algunos pueblos, y en una vida futura al lado de los dioses y llena de delicias (4). Las na- ciones de raza nahoa asignaban tres lugares para el descanso de las ánimas. Señalando á cada uno cierta recompensa ó preroga- tiva. Los de Tlaxcalla pensaban que las almas de los nobles se tomaban en nieblas, nubes, pájaros de hermosas plumas ó en

(1) P. Duran, cap. XVHI, MS.— Sahagun, Ub. IT, cap. XXXV.

(2) Torquemada, lib.X, cap. XXV.

(3) Villagutierre, Hist de la conquista del Itzá, lib m, cap. I.

(4) Muñoz Camargo. MS.

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piedras preciosds; la gente comtm se conrertía en coxnadrejad, escarabajos, zorrillos y otros animalejos feos. Los otomfes, por líStimo, broncos y salvages, estaban persuadidos de qne alma y cuerpo perecian jrtnttoiente (1). En este capíttdo, como en to- dos, las ideas andan reTueltas; ya se presenta él conocimietitó pnro de la inmortalidad del alma, ya la grosera méténsomatosis, ya el materialismo desconsolador.

Los ancianos encangados de este oficio tomaban el cadáver, ie encogían las piernas, le enrolvían en los sndarios y le amarra- ban fuertemente; habían cortado deferentes papeles, de los cua- les unos ponían al difunto, los otros le presentaban pfiffa diver- . sos objetos. Derramábanle un poco de agua sobre la cabeza, di- ciendo, ''esta es de la que gozasteis estando el mundo;" poníanle también un jarrillo con agua y le decían, ''veis aquí con que habéis de caminar." Los despojos eran quemados, jun- tos con las ropas y objetos del difunto, y un perro de color ber- mejo atado por el pescuezo con un hilo de algodón flojo, sacrifi- cado previamente; sobre la ceniza, carbón y huesos vertían un poco de agua, diciendo, '^lávese el difunto;** recogían después las cenizas, poníanlai^ una olla ó jarro, con un chalchihtfitl ó una piedra de menos valer Samada texoxodU, según la calidad del individuo, la cual tenían por corazón de los despojos, y las ente- rraban en un hoyo redondo. Piedras iguales habían sido colo- cadas antes en la boca del difunto. Parece que el ánima perma- necía con las cenizas, hasta los cuatro anos «que se separaba é iba á su habitación final

El camino de la otra vida estaba erizado de dificultades; los papeles servían para vencerlas. Había que atravesar entre dos sierras que estaban chocando una contra otra; adelante estaba, una gran culebra guaardando el paso; luego el gran lagarto verde Xochitonal; después ocho páramos ó desiertos; en seguida los ocho collados, y al fin el viento helado üzeh^cayan, viento de ifztfi ú obsidiana, que arrancaba las piedras y cortaba conio navaja: para este lugar servían las ropas preparadas. Llegada el ánima á la orilla del Chictmahuapan, nueve aguas, rio ancho y profun- do; si el perrillo bermejo conocía á su amo desde la otra orilla, arrojábase á la corriente y le pasaba; presentábase el dios del

(1) Moidieta, lib. n, oap. Xm.

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lixgar, quedando al fin en su morada definitÍTa el Ohionnamiotla ó noveno infierno (1).

Quienes morían de enfermedad natural, ain distinción de ola- ses, que ellos también ante la muerte quedaban igualados, iban al lugar llamado Miotlan. Este nombre lo traducen por infierno, si bien significa mejor, lugar ó tierra de los muertos ó de la muerte: era amplio, cerrado, oscuro y con nueve estancias. £n cuanto á su situación, la palabra Mictlampa, á la parte de los muertos, indica que lo suponíi^i al Norte: (2) aunque solo po- dría tomarse por el rumbo que habría que seguir para ir á la última morada. Su verdadero sitio era en el centro ó debajo de la tierra; por eso el templo dedicado al dios se llamaba Tlabdpco, en el ombligo de la tierra; el sacerdote estaba pintado comple- tamente de negro y se llamaba Tliillantenamacac (3).

Los dioses de aquel lugar eran Mictlantecutli, señor del infier- no, por otros nombres Acolnahuacatl ó Tzontemoc, el que inclina la cabeza; su esposa era MictecacihuatL Según el interprete del Códice Telleriano, (4) lo colocaban enfrente del sol por ver si po- dría tomar algunos de los muertos: solo á éste y al señor del cielo y de la abundancia ponían óorona. La religión mexicana tendía á familiarizar & los creyentes con la idea terrible de la muerte; pueblo de soldados, víctimas todos para el sacrificio, milagro era cpnservar la vida, y el dogma y las costumbres enseñaban á lle- gar al término incierto sin espanto, con tranquila indiferencia. Miquiztli, muerte, representada por un cráneo, era el sexto signo de los dias del mes y el quinto de los acompañados de la noolie; presidía al primer dia de la sexta trecena; se le consideraba en- tre los signos celestes; tenía dentra del templo mayor el suyo, nombrado Tolnahuac, le daban culto particular con el nombre Ce Miquiztli, y le sacrificaban esclavos (5). Como signo celeste Mictlantecutli preside ala décima trecena del Tonalamatl; le pin- tan á los pies un cuerpo medio enterrado, para dar á ^tender el encargo que tenía de recoger á los muertos.

(1) Sahagun, apéndice del lib. III, cap. I. Torquemada, lib XIII, cap. XLVII. P. Mendieta, lib. II, cap. XIII.

(2) Torquemada, lib. VI, cap. XLVI.

(3) Torquemada, lib. VIII, ap. XII.

(4) Segunda parte, lám. XV*

(5) Gama, desorip. § n, nüm. 29.

Otros Tarios diosea mferaales están meiusionados. Gonstan en la explicación del Códice Yaticano, tomados con su TÍciosa or- tografía» loa espiritas mascnlinos Miqnitlanteootl ó Tzitzimitlp Izponteqoe, Nextepebaa y Contemoque. (Izontemoc), con los fe- meninos Miqoitecacihna, Nexoxocho, Micapetlacoli y Chalmaoa- ciuatL Presidiendo en la décima segunda trecena del Tonalamatl Temos á Teonexquimilli: la palabra se compone de teoÜ, dios; fiM> Üi, ceniza^ y qtúmüU, bulto ó lío; el bulto de ceniza dios, ó pomo traduce Boturini» ^) btdto ceniciento^ bvUo de oscuridad y neUina, dios 9in piéa ni cabeza. En la décima quinta trecena está la Teo- yamiqui, la cual tenia el oficio de recoger las almas de los que perecían en la guerra ó sacrificados; su nombre significa» morir en la guerra divina ó en defensa de los dioses.

El segundo lugar para el descanso de las ánimas se decía Tla- locan, lugar de Tlaloc, ó como traducen los autores» paraíso te- rrenal: era un sitio fresco» ameno» abundante en mantenimientos» tifinquilo» satisfactorio y mansión de los dioses llamados Tlalo- ques. Los muertos de rayo» hidrópicos» leprosos» bubosos» sar- nosos y gotosos» ibaíi á aquel lugar» y sus cuerpos en lugar de quemados eran enterrados. A los cadáveres ponían semillas de bledos sobre el rostro» en la frente color azul y papeles cortados» y en la mano una vara que debería reverdecer en el paraíso* (2)

Los guerreros muertos en l^i guerra» los cautivos perecidos en poder de enemigos y según parece también las víctimas» habita- bsm» como hemos visto» la casa del sol. Había en el cielo arbo- ledas y bosques» jardines con flores exquisitas; allá recibían las ánimas, las ofrendas que en el mundo les hacíai;!» acompañaban al 8ol en su curso, y pasados cuatro años se tomaban en tsArUto- nea 6 chupamirtos» para andar chupando las rosas celestes y terrestres (3).

£1 signo calli simboliza la tierra como habitación del hombre; en esta forma es uno de los cuatro caracteres de los años» y uno de los dias del mes.

Después del fuego» seguía el agua como elemento, más reveren- ciado. Fuera del auxilio que á la tierra prestaba en la produc- ción de las plantas, considerándola en las nubes» lluvia, granizo»

(1) Idea de una nuera hist.» pág. 16.

(2) Sáhagun, apéndioe al lib. III, oap. IL— Torqu'emada, lib. XIII»oap. ZLTQI.

(3) Sahagon» apéndice al Ub. IH^» oap. III. ^Torqaemada, looo oit.

Idelo^ foBtttea y nos, ocmsagrada por el lito Ivrmba en el bMfiir| mo, puiificaba U vf etiuu^ limpiaba el alma ée los pee^doi Aorefl, dÍBp(ttiía á los tttos los dSimiOB para pre8e]itane«ttli| los dioses; la idda material y la religiosa pendían del ]!fdáfl|| elemeifto.

En BUS conocimientos geológicos, el agua de la msr penetvspfll| la tierra^ por sns venas y caños debajo de dOa, hasta que en W Ihnos 6 altnras encuentra una salida» presentándose en fonMds fuente; él agua del mar es salada, mas pierde la sal y el amaigor colándose entre la arena y las piedras, tomándose dulce y buew | de beber. Los manantiales de ti^ra llana son ameyoMiy agua qne mana; si al salir hace hervir la arena se dicen xaiaüy agaa de arena; las fuentes intermitentes son pinahuatíy agua verg^Misosa Los pozos profundos se llaman ayohmUzUi y los someros aSaoo- mcUii los manantiales profundos axoíoohu^, agua azuL

Según una leyenda, los rios todos salían del Tlalocan, habita- cf on de Qfaalcfaiuhtlicue; mas ^ta parece una figura dando á el* tender, que los rios eran la obra de la diosa. Los rios son aloyéis agua apresurada en correr; la unión de los arroyos forma ks grakxdes rios. Beconocían que las montañas daban origen algnn» vez á los rios, y por eso el P. Duran dice, que se hacíaki tantoe honores al Popocatepec, por las corrientes que en él tienen na- cimiento. Las lagunas tienen por nombre amanaUij agua tran* quila (1).

^Vimos ya la manera en que el agua está distribuida en el cielo y cómo se Terifican el trueno y el rayo; en memoria de esta ñe- cion, durante la fiesta de los Üaüogae salían los sacerdotes con una caña de maíz verde en la tma mano y en la otra un cántaro con asa, (2) que eran el palo y la alcancía de los servidcves del dioa de las aguas. No obstante esto, todos los fenómenos meteoroló<> gicos acuosos eran atribuidos á Tlc^oc; atributos suyos eran el relámpago, el rayo y el trueno; con el rayo hería á quien su vo* luntad era, debiendo saberse que la muerte era producida por la piedra del rayo: (3) debían referirse ya á las fulguritas, ya á una creencia vulgar también en Europa De sus observaciones ha-

(1) P. SahAsan, Hb. XH, cap. zn. ^) Sáhagon, lib. Vn, eapw Y. (a) P. Dnraa, cap. YUI. MB.

liCflm ^educído^ qae ^ agoa hrptaha. á los pite del ahvehueü (Qu* pKQdSTia distichi^; «1 atoo^íris repetido era. aenal de cgn» iban ^ oanaK las agnas; helaba cada a&o en rvx eapacior de; ciento yeinte l0i;iias; el an^ de nevadas pronosü^^ba bnionas coseohcMi; las nHi- bas encima de las monta&a^ indicábanla proximidad de las Unr tías; señal de ^aniaso eran las nubes* blancas, y para prevenir loa lístales que batean, babía nnos be^bioexos llamados teiduhliowgfie^ mrterbadores de graiiiso» los eaali^SiposeSan toninros para evitar ol dafio en los matsales» 6 enviar el nublado á los desiertos ó tía- rrae no sembradas (1).

SI dios del agua era Tlaloc El nombre parece i^dicar^ feonn* dador de la tierra, lo cual se aviene con el dictado que le daban ^ngendrador de las aguas (2). Tlaloc ó ThJpcateenbtli, segnn aparece en tma pintura que á la vista tenemos^ está en figura de nsL bombre báen jEormado: Ueva en la cabera una diadema dapbi* naas blanoss y verdes, con un adorno de plumas rojas j hlannsfl; el pelo largo tendido Á la espalda; el cuello una gargantilla ver- de ccmo agua; del cuello al muslo, sin mangjsfl, una túnica aznl» con. adornos como red, prendidas las mayas con flores; adornos de oro enlsspantorrillas, pulseras áj^ chalchibuitl; en la unams^ no el ekmaiBi aaul profusamente adornado de plumas <^np^yf1lfts_^ verdes,, rojas y asmles» y en la otra mano una lámina de coro agu- da y hondeada representando el rayo: el cuerpo es negro. Kunca podía verse el rostro de los dioses, y por eso aquellas divinida- des le tenían cubierto con una máscara. La de Tlaloc es muy característica; es* un ojo cireidar rodeada por una curva partieu« lar; que en la parte Jaolerioa: prolonga bada abajos para encor- varse de nuevo hada avribs^ lieva una encía roja, de la cual se desprenden unos dientes largos, curvos y agudos. Ese conjunto sni géneris i^areee en, las pinturas jeroglíficas, ya como el nom- bre del dios» ya como el símbolo de la Unvia.

Jtíih agua, es el nombre y signa, del noveno dia del mes, el sex- to señor nocturno ó acompañado de la noche. Como diosa se lla- ma Chsjchioue ó Ohalchiubtlicue, enaguas de Chalchibuitl; era patrona de los nautas, de los pescadores» de cuantos tenían gpcan- gdrias en el Uquido elemento; los señores le dedicaban sus ma- trimonios. Dueña de las olas, podía anegar en el mar,, en los lagos

()} Sallagiin, lib. VH, oap. VX

(a) T«MEiim«d% is>. VI, nB' xxm.

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7 en los rios: adorábanla junto '6on Chicomeeoatl y con Hnixio*^ eihtiail, diosa de la sal, pues entre las tres mantenían al pueblo.-

QuiahuiÜf lluvia, décimo noveno dia del mes, el noveno de loa señores de la noche. Presiden la primera trecena del Tonalamatt, el Oipactli y Ebecatl ó Quetzalcoatl, con Atl ó Chalchiuhciiersé ve el símbolo del agua y ahí á Oipactli en figura de un cocodrilo. Este principio del libro sagrado y adivinatorio, se refiere sin duda al principio de la creación; ébmo ya vimos, los dioses formaron dentro del agua el gran pez Oipactli, el cual fué transformado en la tierra. La presencia del agua, del Oipactli y de Quetzalcoatl^ autorizaría á creer que por la fuerza del viento sobre las aguas, apareció la tierra.

Oipactli, signo del primer dia del mes, inicial del primer ano del ciclo y del período de 260 dias del Toñalamatl, era afortuna- do én el calendario adivinatorio. Su forma no es de caimán, ni la de pez, por lo cual los autores tradujeron, espadarte y jpez marino; es uiia figura fantástica, cuya genuina representación presenta la piedra del Oalendario, no siéndole extrañas algunas variantes en las pinturas. En la copia de un Toñalamatl que á la vista tenemos, Quetzalcoatl^entado y con las manos extendidas, evoca al Oipactli que está delante; es una creación, es el princi^ pió de las cosas, y el signo parece tener el significado de orígéa, comienzo, principio.

Ohalchiuhcue se encuentra al frente de la quinta trecena, con el planeta Tlazolteotl.

En la sétima reinan Hueitlaloc y Xopancali^Hueitlaloc, advo- caciones de Tlaloc, referentes al tiempo de las inundaciones por las fuertes lluvias; le acompaña Ohalchiuhcue.

En la décima sexta OUin Tonatiuh se encuentra con Oitlali- nicue ó Oitlalcueye y con Tlaloc Muy de notar es semejante unión astronómica, supuesto que él sol está representado en sus cuatro movimientos, unido á la Oitlalinicue que es la misma Ome- cihuatl ó la Vía láctea.

La habitación de Tlaloc estaba en el lugar dicho Tlalocan, pa- raíso; era en la tierra un sitio ameno, fresco, abundante, lleno de delicias. El dios era uno y muchos al mismo tiempo, supuesto ser conocidas multitud de divinidades subalternas bajo la pala- bra plural Üoioque. En tiempo de lluvias, hacía la mañana co- mienzan á acumularse las nubes en la cumbre de las lútas mon-

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tana3;val medio di» empiezan á extenderse, é impelidas despnes por los vientos reinantes Tan á desatarse en lluvias en los veci- nos valles; este fenómeno meteorológico, explicado por el con- sorcio de la tierra y del agua, daba Ingar á la creencia de ser los montes la habitación de los Üaloquef de . haber tantos Ücdoque cuantos puntos de acumulación de nubes, de la adoración de las montanas, y de que este culto se confundiera alguna vez con el de los ücioque,

Befiérese la antigüedad del culto de Tlaloc al tiempo de los. toltecas; nos persuadimos de que pertenece á una religión y épo- ca anteriores, porque los toltecas álos principios fueron deistaa, y al fin cayeron en la idolatría. En aquellos tiempos remotos se veía la estatua del dios en la cumbre de la alta montana llamada todavía Tlaloc, no lójos de Texcoco, de piedra pómez, en figura de un hombre sentado sobre una loza cuadrada, delante de la cual kabia un vaso en el que los devotos ponían ^tiSz y toda clase de simientes, para dar gracias después de la cosecha. Nezahual- pilli cambió esta estatua por otra de piedra negra; mas destro- zada por un rayo, y tomando el suceso como castigo de la pro- ianacion cometida, fnó vuelta la primitiva á su asiento, detenién- dole con tres clavos de oro uno de los brazos que se le había roto. El obispo D. Fr. Juan Zumárraga hizo traer á México el reverenciado numen, mandando hacerlo pedazos. (1)

El templo de Tlaloc estaba en el patio del mayor de México; nombrábase Epcoatl, culebra de caracoL (2) En el mes Atlac%- hualoo ó Ouahuitlehua saorificaban en su honor niuos tiernos, que el pecho no dejaban todavía^ repitiéndolo los dos meses si- guientes: el sacrificio tenía lugar en los montes, de donde las lluvias les venían y las nubes se engendraban. (3)

En tiempo del segundo Motecuhzoma iban los reyes y los no- bles á la montana de Tlaloc, llevando un rico presente de joyas, mantas y comida; en tanto los sacerdotes en México hacían la fiesta del dios, y en seguida ambas comitivas se reunían en la mitad del lago, conducidas en un . número grande de canoas: los sacerdotes llevaban preparada una canoita, en la cual ponían dos niños mujercita y varoncitb, dejándoles anegar en el remo-

(1) Torqnemada, lib. VI, eap. XXm.

(2) Torquemada» lib. VIH, eap. XII. .(8) Tcnqaemada, lib. X, cap. X.

Imo f orniado por las agiuvi. (1) L09 «aorifioloA er«i fispetídod^ teniendo logar aegon el estado de orecimiento de loa aembrfidoa 6 laa variacionea en las lluvias. (2J Las fiestas á Ips ÜdloqMe^ pea* dian igualmeiUíe de las vanaciones atmoed^icas. (3)

Chalchiulicae, Charlchihuitiioue, Chalchiullcaejei diosa 4^1 agna« no era esposa sino compañera de Tlalofv Distinguíanla con diversos nombres; Apozonallptl ó AcueouejoÜ» explioando las ondas j su movimiento; Atlacamani» tempestuosa y alborio- tadora; Ahuio y Ayauh, indicando que se movía y mudaba á to- das partes; ]Saxiquipililiui« el subir y baJ3r de lasólas. En Tlox- calla era conocida por Matlalcueye, enaguas azules^ nombren de la montana cercana á la capital de la república, (é)

A este grupo correspooxde Hnixtocihnatly diosa de la sal Oe- lebrábanla las mujeres danzando, aaidí^ por las manos de nn^s sartas de flores llamadas xochim/ecaUt con guirnaldas de utayauhf guiando el canto.y regocijo dos venerables ancianos; moría sacri- ficada una mujer en hábito de Ja divinidad. (5)

En las naciones de Sonora, principalmente entre los ópatas, mientras unos músicos tañían á la sordini^ unas calaba7»as bue- cas con palos ó buesosi algunas ninas vestidas de blanco ó ea camisa salían de la casa á un l^gar lin^pio. y barrido, y ahí haí- iaban para llamar á las nubes en. tiempos de siembras. Durante la tempestad y cu^do más retumba el rayo, los naturales a^o^ jaban gritos de alegría y saltaban de placer. Para precaverse de ser heridos por el rayo, caso de ser mordidos por la víbora, se echaban por la cabeza una olla de agua. Al tocado por el rayo no se le permitía volver á su casa, le conservaban en el lugar áa^r de fué herido y allí le llevaban &us idim^ntoa; mas si moría, de*» jábanle por tres días pj^ra esperar que ^1 alm%espantada tornara al cuerpo á cuyo rededor andaba i;evolote&Ado; pasado el plazo le enterraban sentado en un hoyo, vestidp oon todsa sus ropas y con provisiones de granos y yerbas. (6)

(i) P. Dunm^ segofidaiMKrle» eap. VIIL M8. (2) Torquemada, lib. Vil, oap. XXL (8) Torquemada» lib. X, cap. XII. *

(4) P. Sahagun, lib. I, cap. XL— Torquemada, Ub. VI, oap. XXIIt,

(5) Torquexoada» lib. X, oap. XVIIL

(6) Deacrip. geográfica de la provincia de Sonora. Doo. para la biat. de tercera serie, tom. I, pág. 589.

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MkmA y ál»l«iia Tenerabm aomo á lieraciMioB;. b&ok». bule» tt qito raoibii» 1a luna nuerl^ asrojándole puSadM de pinole. Laa almas de Jk» mtmrtM van á mía eepaeiosa legii]t%> &n eaya «jma boircMÚ egiá sentado xm pigíneo nombtado Batan Yni; iéste ha Medje^ las acomoda en nña ^^anoa» y laa maüda á la presenioia de Tina mja Hanwfcda YatecoalioatiaMini» que habita en la banda aaatff^ lia anciana axaminába las almas; si estaban Hmpiaa se laa Qomia f eit sn neiitre gwaban de bienaTentiiransza, si pinta- daa laü aúrojabi» en la lagona. (1) Los miiúoíQ^ros tomaron al pié 4b la letra semelaaí^ relaeion» en la enal se deseable nn jnido pQSteer€^eoftreQedipensa*7 castigo, segnn lallo^piezá ósneiedad del ^pJTwi^

Terminaremos este capitulo atacando una creencia infundada. Kpate una pintara auténtica me»oanai'qua perteneció á Ixtiül- ifioclimi de su poder paaé al P. Cirios de Siguensa, quien la eemnníeá i Oens^eBi Oareri^ (2> pubUc&idola éste en la relación da BUS TÍüjes. lia pintura lla^ á mawM» de D. Antonio León j Oaviai luego i su álbaoea el P. Piobardo^ de la testamentaría de éate á D. X Vicente Sáncbes, qui^afiñabuente la regaló al Mu- aso NacionsL Olavigero publieó sólo el principio de la estampa; Humbddt la copié antera» a^ como el Lord Kingsborongh y el fo. Oondfa en el tom. edimon de Chunplido de la conquista da Iféuieo por J^reecott. Pe todas, la publicada por el 8r. D. Fernando Bamíres es la mes auténtica» por set facíioile d^ «KigjmaL (3)

Tomando ci^^rpo las .doctrinaa de Sigueiuíai pwra Clavigero constaba en laa pinturas m^ueanae que aquelloa pueblos tenían "eomo todas las nacicmlds oUltes> noticiias claras, aunque altera^ ^das eon lábulaBí de la ereacaom del mundo^ del diluTio uniyer- '*aal^ de la confusión de lae teuguafl y de la dispersión de las gentes." Balváronse del diluTÍo en una barca el hombre Oosicox é TeoeipactU y su mujer Xoduiquetaal» desembarcando cerca de la montaña de Oulhuacan; los hijoú de aquel par fueron mudos»

(1) PcKtomABiaKy toroeza sírie^ púg^ S28.

(2) Oizo del mondo del dottor D. Gio. Francesco Gemelli Oarfon, Napolí U99 1701. Hay otra edición de 1728: Táase el tomo VI.

(8) Ooadzo histdrioo-gerogliflco de la peregrinación de tribus aataoas que po- Uailm al Valle de M^zioo. (Kiim. 1). Aoompafiade de algunas explicaciones para su inteligencia, por D. José Femando Bamírez, Conserrador del Museo nacional.

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7 un p^^o les oomunico los idiomas de las ramas de xm árboL (1) En consonancia con estos ideas dio la ezplieacion.de las pintnra, aplicando los símbolos á su pensamienta (fi)

Yeytia, (3) quien no conoció la estampa que nos oc«ipa^ señala el año ce teqpaÜ paira la creación del mundo, y el dilutio á IO0 1716 añoSy en otro ano tomfoien tecpaU: ^'quedaron sumergidos en las aguas los más altos montes oaaséóbnoliaíUy que quiere de* ''cir quince codoB^ 7 que de esto general calamidad sólo escapa- ''ron ocho personas en un tlapíUpeilaccJUi que quiere decir, cma "como arca cerradáy 7 sus mapas la jGiguran en forma de una ''barquilla con toldo por encima» del cual asoman ocbo cabezas; j "asientan que de estos personas yoIyíó á propagarse el gónero "humano/*

En la elegante pluma de Humboldt (4) aquellas ideas tomaron ma7or ensanche. "Entre los diversos pueblos que habitiui en Móxico, dice, aztecas, mixtéeos, tzapotocos, tlaxcaltecas, michoa- canesesj se han encontrado pinturas representando el diluvio de Ooxcox. El Noó, Xisutrus ó Menou de estos pueblos llama- ba Coxcox, Teocipactli ó Tezpi; se salvó en unión de su mujer Xochiquetzal en una barca, ó según otras tradiciones en una balsa de ahuehuete (Cupressus disticha). La pintura represento á Opxcox en medio del agua, extendido sobre una barca."

"La montaña cu7a cima coronada de un árbol (dice entrando 7a en la explicación de la pintura), se eleva en medio de las aguas, es el Ararat de los mexicanos, el pico de Colhuaoan. Hl cuerno representado á la izquierda es el jeroglifico fonético de Oolhuacan. Al pió de la montana aparecía las cabezas de Ooxeox 7 de su mujer, reconocible ósta por las dos treneas en forma de cuernos que, según hemos observado repetidas veces, represento el sexo femenino. Los hombres nacidos después del diluvio eran mudos; desde lo alto de un árbol les distribu7e una paloma las lenguas, representadas en forma de pequeñas víi^ulas. No debe confundirse esto paloma con el pájaro que dio á Ooxcox la noticia del escurrimiento de las aguas. Conservaban los pueblos de Mi- choacan una tradición, según la cual CSoxoox, á quien ellos Ua-

(1) Hist. antigaa, tom. I, pág. 225.

(2) Loco cit, tom. I; pág. 422. (8) HÍBt antigua, tom. I, pág. 10.

(4) Vues des oordill^res, tom. n, pág. 168.

k

maban Tespi« sd embaroó en un espacioflo aooSt' oon fin mivjdr, ras k^osy mu A>8 animales j los granos cnya conservación era cara á la humanidad Ciiand<[> el gran espíritu TezoatUpooa or- denó Á las agnas retirarse, Tezpi hizo salir de sn barca al Eopi- h>te (Ynltnr anra), el onal no volvió, pues como se alimenta de carne muerta, se entretuvo con el gran niímero de cadáveres de que la tierra recientemeíite enjuta estaba regada. Tespi soltó otros pájaros volviendo únicamente el colibrí trayendo en el pi- co una ramita con hojas; conociendo Tezpi que el suelo comen- sába de nuevo á engalanarse oon vegetación, abandonó su barca cerca de la montaña de uolhuacan/* ^

Sostenida la dbctifina dentro y fuera de nuestro país por tan competentes autoridades, la fortuna de la estampa quedó asegu- rada. Comenzaba, al decir suyo, en el diluvio universal termi- nando en la fundación de México. Ningún documento antiguo era más explícito, ni más auténtico: dando cuenta del gran cata- ^ismo asiático, de la confusión de las lenguas y de la peregri- nación de las tribus, ligaba la historia del Asia con la de Amá- rica; comprobábase en los puntos respectivos )a relación bíblica; se extrechaban los límites de la cronología; quedaba resuelto el atormentador problema del origen de los americanos. La de- mostración aparecía tan sólida que Paravey la acojió entre sus •documentos de Asiría, China y Amáñoa para probar el diluvio de Nbó, las diez generaciones anteriores, la existencia del pri^ mer hombre y el pecado original. (1)

Dos escuelas, podemos decir, se formaron bajo estos princí-' pios. La religiosa, á cuyo frente iban nuestros escritores de his- toria antigua, tenía por objeto ajustar la cronología y ciertos hechos primitivos oon ia relación de la Santa Biblia. Distin- guióse en ello Veytia, quien aplicando á las narraciones el tor- mento del lecho de Plt>custa, las desnaturalizó sin servir por eso para sostener verdades que no habían menester esta confip> macion. La escuela filosófica, capitaneada por Humboldt^ bus- caba solo fijar orígenes, establecer relaciones.

A ser verdadero el relato, fuera grande y copioso en impor- tantes conclusiones, mas no pasa de una hermosa ilusión. Asi lo demostró ya el Sr. D. Femando Bamírez dando la verdadera

(1) Psria, 188S. Al final U láioina.

ImIüts b»9 signos joTOglíficoa. ]A0siampft<T6liitalarpereg3!Í^ mmoaé». los meiioanos; no cosedeaza é& el dUa^iOi sino «A 1^ QtiÜM'áál lago cero» de CoUtua^an;* enfare el práiteipío y el fin h$íY nna peqne&a e9:1;eMÍoii geográfica^ j qe i»o graade períodc» ofiQOiOlogioOw SegoA el repetidb Sr. Bamirez (1)> ''Sah<]^^ vbM '^apetoe á la autoridad de tantos j tan graves escrüéores^ yo "^areo ^[ne el logar de que se trata^ en nneabro derrotevoi apenaa ^'distará nwm millas de las goteras dq Mésploo; que el pretei^dá ".ítítofi.debebnsoairseeiLellagade Chalooy las enormes dia- '^anciaB qne $e suponen han reooKrido los emi^antes, no exoe* "den los límites del terrritorio del valfe de México» .segiMk se "enciieatra trazado en el Attas del Barón de Huml^oldt.*'

En cnanto al tiempo, partiendo de que la fundación de México se Terificó el ano orne cáBí 1325, siguiendo en sentido rekógrado los B^os cronegráfícos» daremos con el ano oe tocMi 88S1 en que la relaeicm comienza; comprende únicamente nn período de 44ft aSoa Enlazados» como dicen estarlo, el diluvio y el principio de la ciudad, se signe que entre ambos sucesos solo mediaran ensitro sigloa y medio, y entóneos el diluvio de Noé y de Ooxeox jhtvo lugar en ^1 wp 882 de la era criatlaiM. Ho pretendiercm^ saKr i, tamaña absurdo Olavigero ni Htunboldi XSn sn In^EW ten-* peetivo daremos la intecpretací<Hi de la pintura.

Ijos pueblos de M^xicoi tenían en verdad la tradición del diloH vio; mas la Umina que lo abona no es la waieinadai Lo oom- prueba la estampa, del Códice Vaticano que representa el Ak>- natiub 6 pnmer sol cosmogónico. Ko se dicen abl los nomfaies de los, salvados del cataclismo. C^cox y Jloddquetzal' eslfo tomados de la pintura repetida, y son falsos en el sentida 4 que se les aplica; el Teocipactli se encu^itra como ya sabemoSi re- IMresentando no el diluvio sino la formación de la tierra; Teq^i ea de la tradición michoacanesa: en la. leyenda mexicana, seoo- jida en el Códice Cli^xaalpopoca, se Uama el. varón Nata y la hembra Nena: estos nombres tienen mayor derecho para ser tomados por verdaderos.

JHu el comentarioi al Códice vaticano (2) se encuentira una re- lación que hace recordar la torre de Babel En la ^loca del

(1) Cuadro histdrioo-otonol($gioo.

(2) Spiegaziona della Tavolo del Códice MeasioaDO, apud Lord Kingaborongh, tom. V.

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Iq^o ó Atonatinh moraban sobre la tierra los gigantes; mncliog perecieron sumergidos en las aguas, algunos quedaron conyer- tidoB en peces, y solo siete hermanos se salvaron en las grutas de la montaña de Tlaloc Guando las aguas se escurrieron sobre la tierra, Xelhua el gigante fué á Chollolan, y con grandes ado- bes &bricados en Tlalmanalco al pié de la sierra de Cocotl, y conducidos de mano en mano por una fila de hombres tendida entre ambos pxmtos, con^eíasó á construir la gran pirámide, en memoria de la montana en que fué salvado. Irritados los dioses de que la obra amenazara flegar á las nu^s, lan2aron el fuego celeste, mataron á mucho9 de los constructores, dispersáronse los demás, y no pasó adelante la construcción; sin embargo, el mottte artificial subsiste todavía, atestiguando el poder de Xel- hua el gigante, apellidado Arquitecto.

Esta tradición aiatihnje la pirámide á los gigantes, es decir, á las naciones primitivas de Anáhuac. Del mismo parecer es el P. Duran, (1) quien llama al monumento Tlackikualtqpeef cerro hecho á mano. La opinión qué hace esta obra y sus congéneres de Teotihuacan de procedencia tolteca, nos parece errónea; (2) absolutamente consta en la historia que ese pueblo, aunque muy adelantado, se diera á levantar esas inmensas aglomera- ciones de tierra, que evidentemente ya encontró en pié al llegar á estas latitudes. Pertenecen á diversa y más antigua civiliza- ción que la tolteca.

(1) Begnnda parte, cap. XVIU. MB.

(2) Botorim, idea de una nueva hist. pág. 113.

CAPÍTULO IV.

eaimdario,—Profioia de Idé hombree blcmeoe y bM'buáae,—Daetnnae erietiemai,-^ La Grtie.—Profetai maiia,--'PreáÍ(saeU>n del apbetol Santo Tcmáe,

Ehecail, viento, está representado en las pinturas por una ca- beza fantástica, signo ideográfico de este elemento. Los mexica- nos le concedían voz, teniendo muy en cuenta para sus agüeros, los gemidos que arroja en la arboleda, los rugidos de la tempes- tad, las palabras que pronunciainetiéndose por los resquicios. (1) Sopla de los cuatro puntos cardinales. El de E. Üalocayoílj viene del Tlalocan, no es furioso y da seguridad á las canoas. El de N. micÜampaeheccUl, viento del infierno, es terrible y causa desgra- cias. "Eíl de O. cihuaÜampa eheooM, viento que sopla de la habitación de. las mujeres, hace tiritar y temblar de fria El de S. huüztlamr pa ehecaü, viento de las diosas Huitznaoa, es furioso, convirtién- dose á veces en huracán. (2)

Antes de las aguas se presenta el viento, formando remolinos de polvo en las llanuras y llevando delante los objetos livianos en los caminos; de este hecho natural decían los mexicanos, que £}hecatl, como precursor de los Ücdoquey se presentaba barriendo y limpiándoles el paso. El dios del aire llamábase QuetzalcoatL Yiene de coaU ó coAmi¿/, culebra, y de gue^siaQi, pluma larga, verde y rica, en sentido figurado preciado, valioso, ¿c: el conjunto sue- na culebra de pluma rica, culebra preciosa, y metafóricamente, persona de gran valía por sufi prendas y saber. Las ideas más encontradas y confusas. quedan acerca de esta divinidad; se pre- senta como uno ó varios personajes; como hombre mortal, como deificación de un legislador, como dios primitivo, como ser real y como fantástico. Es importante detenernos á considerarle, por-

(1) DoRUi, segunda parte, oap. XIX. MS.

(2) P. Bahagun; lib. VII, cap. IV.

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que fabuloso 6 Tordadero, lag doctrinas que se le atribuyen tn- üfiron sobrada parte en facilitar la conquista de México.

En la oosmogonia de los soles, Quetzalooatl aparece ya en an- tagonismo con Tezcatlipoca; ambos forman una especie de dua- lidad, eñ que aquel representa el genio del bien, éste el del maL En los orígenes de las tribus, Quetzalcoatl es hijo de Iztacmix- ooatl y de Chimalma; es por consecuencia extranjero, medio her- mano de los mexicanos. Besueltamente se le tiene por extraño y venido de otras tierras, en distintas opiniones, haciéndole uno mismo con Topiltsin y Huemac. (!) La conseja de ser hijo de Camaxtli y de Chimalma, y que ésta se hizo grávida tragándose un chalchihuitl, viene de confundir la leyenda de Iztacmixcoatl, y el nacimiento de Huitzilopochtli. Más camino lleva que Que- tzalcoatl fué llevado al cielo en forma de cometa^ (2)

Como personaje histórico, establecido que estuvo el reino de Tollan, aparecieron en la provincia de Panuco algunas personas vestidas de trajes talares, cubiertas las cabezas; sin reencuentro de guerra, y antes bien recibidas y festejadas por todas partes, atravesaron de la costa al interior de las tierras, llegando al fin Á Tollan en donde se les admitió con la mayor benevolencia. Los recien llegados eran extranjeros, sabían labrar los metales y las piedras preciosas, el cultivo de la tierra y multitud de otras in- dustrias, por lo cual se les tenía en grande estima y se les hacía honra (3) El jefe de los extranjeros se llamaba Quetzalcoatl. **Era hombre blanco, crecido de cuerpo, ancha la frente, los ojos grandes, los cabellos largos y negros, la barba grande y redonda" Casto, muy amigo de la paz, pues se tapaba los oídos cuando se le hablaba de la guerra, inteligente y justo, sabedor en las cien- cias y en las artes, con su ejemplo y su doctrina predicó una nue- va religión, inculcando el ayuno, la penitencia, el amor y el res- peso á la divinidad, la práctica de la virtud, el desprecio al crimen. (4) ^

(1) P. Duran, segunda parto, cap. I. MS.

(2) Tarquemada. lib. VI, cap. XLV.

(3) Torquemada, libro III, cap. Vil.— Duran, cap. I. líS.

(4) P. Durao, Cdp. I. MS.— Mendieta, págs. 82, 86, 92-98, 97-98. ->Toiquemada lib. IV, oap. XIV; lib. VI, cap. XXIV; lib. III, cap. YU; lib. IV, cap, XTV, Ac.— Ifotolinia, págs. 10, 30, 65.— Veytía, tom. I, cap. XV j Ág.— GlaTijeio, biat. anti- gua, tom. I, pág. 229 y sig. &c. , &c. *

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8n prediwcdon enoontró en lo» talaaoB ñuneaso luSmcro im prosélitosi ilegando á «erel {ráitífioede sa osltOL Sntánoes .gDié Tolka 4Íe ima edad adbxuidaiiifce y próeperay cual la del leiaadode Saturno. Quetealcoaitl tenia eaBas de ohaldküiidtiy de piafas ^ óonchas colaradas y blaneas, de tarquesae^ de pinmae rieai; Jm ligeros coitedoTBu tiawyucusetnükU^ eonumicaban axis ^vdened; «US pregones dados en la montaña Tsatsátepee se oían á cien le* gi&as de distacneia; abundaban los granos, las ealabaeas median lina braza «n redondo, las mazorcas de maÍ2 eran inm^was, loe bledos parecían érboles; sembrado el algodón nacía expontánea» mente de todos colores; criábanse en la ciudad aves eattio y bellas plnmas como el xiuhiotoÜ^ quetssaUotoÜ^ zacnan y tiauhquechci; llenos estaban los almacenes de riquezas, de mantenimiaitoBy de ropas: en suma» el pueblo vivía satisleebo y feliz. (1) Sabio, sa- cerdote, legislador y taumaturgo, nadie como él era querido y •reverenciado.

Mudable es la fortuna en este mundo, y la de Quetzacoatí amenguó al cabo. El dios Tezcatlipoca bajó del cielo por el hilo de una arana, tomó la forma de un anciano, presentándose en la casa de su enemigo; rechazado primero, admitido después á la presencia del pontífice; le intimó abandonara la ciudad, persua- diéndole á fuerza de ruegos tomara del vino blanco de la tierra, sacado del twmeÜ: resistió el sabio; pero vencido por las súplioas, saboreó el pórfido licor y se embriagó. (2) La vista de su fáltale produjo en el pueblo gran descrédito.

Tezcailipoca, por otros nombres Titlaeahuan y Tlacahuepan, se convirtió en un indio forastero, que desnudo, y bqo la deno- minación de Tohueyo, se sentó á vender ají verde en el mercado 4e Tollan. Huemac, rey de los tulanos, tenía una hija demedia muy hermosa, la cual acertó á distinguir al Tohueyo, y antojósele tanto que enfermó de amores. Para curarla, pues se moría, fñé preciso buscar ^1 Tohueyo, traerle al palacio, vestirle y dársele por esposo. Matrimonio tan desigual disgustó á los vasaUos, quie* nes prorrumpieron en destempladas murmuraciones. A fin de acallar el disgusto público, Huemac determinó deshacerse de su importuno yerno; envióle á la guerra de Coatepec, ordenando se^

(1) fliihagnn, ttb. III, oap. IV.

(2) SfüasguB, lib. m, cap. IV.

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cretamente á sos capitanes le hicieran perecer. En la batalla dejaron abandonado al Toliueyo con los pajes, enanos y cojos; mas cuando el enemigo los acometió, pelearon con tanto brío, que salieron vencedores. Fué indispensable que Huemac y los tula- nos salieran á recibir al plebeyo con gran fiesta, poniéndole las armas qtietzc¿íapanecayotl y el xiuhckimaUi, divisas de los triunfa- dores. (1) Las artes de Titlacahuan habían traído el descrédito á Quetzalcbatl y á su ainigo el rey 'Huemac.

Para solemnizar el triunfo, Titlacahuan reunió una gran mul- titud para cantar y bailar, entretúvolos hasta la media noche, en que los danzantes se despeñaban en el barranco texcaUauhco, con- virtiéndose en piedras: en figura de un valiente tequihua d^ó muer- te á muchos guerreros. Bajó la forma de Tlacahuepan ó Acexcoch, sentado en el mercado hacía bailar un muchacho sobre la palma de la mano (Huitzilopochtli era el muchacho); la gente por ver el prodigio, se apiñaba al rededor, y empujándose unos á otros morían ahogados y acoceados. Tanto se repitió el mal que mata- ron al brujo á pedradas; mas el cuerpo se corrompió derramán- dose la peste en el pueblo. No se dejaba sacar el cadáver, tanto era el peso que tenía; vencido por un canto se dejó llevar al mon- te, no sin muchísimas muertes, pues rompiéndose una soga, la gente asida de ella perecía al caer. (2)

Funestos presagios jde ruina se veían por todas partes. Volaba no distante de la tierra el Iztaccuíxtli, pasado con una flecha; la sierra de Zacapec arrojaba llamas por la noche; llovieron piedras, y cayó del cielo una gran piedra á la cual llamaron téchcatl, sobre la cual sacrificaban á los que querían morir. A la peste siguió el hambre, faltaron los mantenimientos, y los que se encontraban eran mortíferos. (3)

Tanto, arreciaron las calamidades, que Quetzalcoatl resolvió abandonar á Tollan; ninguna súplica le detuvo, poniéndose en domino en compañía de sus parciales. Quemó sus casas, sepultó sus riquezas, dio libertad á los pájaros, y precedido de músicos flautistas para entretener su pena, se alejó para siempre de la ingrata ciudad. Detenido dos veces en el tránsito por los ruegos

de sus sectarios, no mudó de propósito; aseguraba ix á Tlapallan,

(1) Sahagun, lib. m, cap. V y VI.

(2) Sahagnn, lib. III; cap. Vil al IX.

(3) SahAgtm, lib. m, cap. X y XI.

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al llamado de su señor é iba á ver al soL Por el tránsito faé ha* ciando prodigios. En Cnaulititlan arrojó piedras contra un árbol y quedaron encajadas en el tronco, en Temacpaloo dejó estam-^ padas las manos en la roca, y también la señal del cuerpo en. donde se sentó; construyó un puente sobre el rio que pasa por Tepanoaya. En Ooapa le salieron al encuentro los nigrománticos sus enemigos para impedirle el];^iaje; mas se mantuvo inflexible, si bien le quitaron las artes que en su compañía se llevaba. Afli* gido por la pena, mirando morir á sus pajes, enanos y oorcoba- dos por el frió entre los volcanes, abandonado de casi todos, logro ipor fin llegar á CholoUan. (1) *

Becibido con amorosa hospitalidad, pudo reposar tranquilo,, predicando y estableciendo.su doctrina. Algún tiempo, casi por veinte años, permaneció en la ciudad santa desempeñando supa- peí de pontífice, hasta que al cabo miró desvanecerse su felicidad como la vez primera. Sus jurados enemigos, los tulanos, vinieron con poderoso ejército contra él; al rumor de los aprestos Que* tzalooatl abandonó á CholoUan, con cuatro de sus discípulos se dirigió á las costas del Golfo, y llegado á la mar en la boca del Coatzacoalco, bien se metió por las aguas que le abrían pq.so, ya tendió su capa que le sirvió de barca, ya finalmente construyó de culebras una balsa, coailapecMt^ y metiéndose en ella se fué navegando^ hasta desaparecer. (2)

Los tulanos tomaron y talaron á CholoUan, apoderándose del país circunvecino. Esto no obstante, los de la ciudad santa deifi- caron á Quetzalceatl, eUgiéndole y adorándole como su principal dios; los de ToUan á su ejemplo rindieron honores divinos á su. jefe, elevándolo á los altares bajo los nombres de TezoatUpuca^ Titlacahuan y Tlacahuepan. (3)

La reUgion politeísta de los antiguos pueblos de Anahuac pre- senta una marcada tendencia hacia la unidad; cada nación reco- nocía un dios principal, al cual estaban como subordinados Iqb demás. El genio tutelar de los mexicanos era Huitzilopochtli; el de los acolhua^ TezcatUpoca; de los tlaxcalteca, CamaxtU; en CholoUan, Qfaetzalcoatl; (4) en Tlacopan, Mixcoatl, y así en losu

(1) Sahagun, lib. in, cap. XII al XTV.— Torquemada. lib. VI, cap. XXIV.

(2) Sahagun, lib. ni, cap. XIV.

(3) Toiquemada, lib. III, cap. Vil.

(4) P. Mendieta, lib. II, cap. X.

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deoQcias. Los méxioa, por su pa^te, profesaban tm eclectioismo po- co racional A semejanza de los romanos, todos loa dioses de los pueblos yenoídos eran traídos al templo mayor de México, don- se les ponía altar y rendía onlto; faera que se les calificara menos poderosos, sea que como cautiyos se les retuviera para quitar su protección al pueblo sojuzgado, lo cierto es que Icte nú- menes extranjeros eran admitidos al panteón mexicano, transfor- mándose en dioses nacionales. (1) Esto explica, en parte, esa abigarrada mezcla en las leyendas mitológicas.

Bespeoto á Quetzalcoatl, á quien encontraremos segunda Tez en* Yucatán, examinémosle en sus diversos aspectos. Oomo dios, sólo es un hombre deificado; es de la misuñb ralea que su enemigo JFezoatlipoea. El anti^onismo de ambos, como divinidades, tiene su asiento en las observaciones astronómicas. Quetzalcoatl es el planeta Yénus; Tezcatlipoca la luna. Los diversos aspectos de los dos planetas, su alternativo aparecimiento hacia la tarde ó la mañana, dan motivo á sus combates y á sus respectivos venci- mientos.

Su antagonismo religioso es fácil de comprender. Quetzalcoatl predica en ToUan una nueva doctrina, triunfa de pronto y se ha- ce el pontífice de su religión. Tezcatlipoca y sus parciales, repre- sentantes del culto nacional, v^^cidos al principio, se hacen luego poderosos, desacreditan "al taumaturgo y logran por fin hacerle abandonar la ciudad; le persiguen en su refugio de OholoUan, alcanzando arrojarle definitivamiente del país. La guerra civil y religiosa que en Tollan sobrevino, fué parte para la destrucción de la monarquía tolteca, y para que los sectarios del hombre blan- co tuvieran que huir á Yucatán.

Como civilizador, Quetzalcoatl introduce en el país las artes útiles y de ornato; la agricultura, la mecápica, el tejido, el labra- do de los metales y de las piedras preciosas, constituyen sus más ricos presentes: Id excelencia de los artefactos es tan palpable, que para ponderar á los artífices se escoje la palabra toíteca. Oorrigió también el calendario. Oxomoco y su mujer Cipactonal (el principio de los dias, el comienzo de la luz) habían formado la cuenta de los tiempos? pero, según la leyenda, la vieja Cipac- tonal tuvo por bien tomar consejo de su nieto Quefczalcoatl, y

(1) Torqnexnada, lib. X, cap. XXVI.

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entre los tres sacaron el calendarlo. (1) Según aparece del esta- dio del almanaque azteca, la cuenta primitiva estaba basada en los períodos trecenales con atingencia á la luna (Tezcatlipoca); siguióse la formación del período de 260dias, sacado de las apa- riciones de Venus (Quetzalcoatl), por excelencia el período azte- ca. El calendario tzapoteca, conservado sin la corrección última, se compone de períodos sucesivos, prolongados indefinidamente, de 260 dias, divididos en cuatro fracciones de 65 dias, subdivi- didas cada una de éstas en cinco partes de trece dias. (2) El To- nalamatl, cómputo religioso, se compone igualmente de períodos seguidos indefinidamente de 260 dias, aunque divididos en vein- te períodos de trece días, ajustando la cuenta á la división lla- mada de los meses. Según parece, la corrección de Quetzalcoatl estriba en la formación del año de 360 dias, por el compuesto de diez y ocho meses de veinte dias cada uno, que añadiendo los cinco fWTTWiitemi 6 complementarios, forman el total de 365: y esto fundado precisamente en los períodos sacramentales y primitivos de 260, y de los trecenales impropiamente llamados semanas. (3) Como profeta, predijo Quetzalcoatl que andando el tiempo ven- drían por el lado dei Oriente unos hombres blancos y barbudos como él, quienes se apoderarían irremisiblemente del país, de- rrocando del solio á los monarcas, de su altar á los dioses, plan- tando entre los hombres una nueva doctrina. (4) La profecía arraigó profundamente en los ánimos, y grandes y pequeños te- nían té en su cumplimiento. Por espacio de algunas generaciones los padres juntaban á sus hijos, y sabed, les decían, que vendrá una gente barbuda, cubierta la cabeza con unos como apazUi (5) semejantes á los cobertores de las trojes, vestidos de colores, y cuando vengan cesarán las guerras, se abrirá el mundo á todas partes y todo se andaisá y comunicará. (6) Cobrando mayor oré* dito la profecía, los emperadores de Tenochtitlan no se tenían por legítimos señores de sus pueblos; eran sólo los tenientes de

(1) Mendieta, lib. n, cap. XIV.

(2) Arte en lengua zapoteoa, por Fr. Juan de Córdoba; México, 1578.

(8) Tengo escrito tratado particular del calendario, dedicado á mi amigo el Sr. lie. Alfredo Ohayero.

(4) Mendieta, lib. II, cap. X.— Motolinia, trat. I, cap. XII.— Torquemada, lib. VI, cap. XXTV, Ac,

(5) ApaztM, voz mezicanai lebrillo 6 barrefio. {¡ü\ Torquemada, lib. II, cap. CX.

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Quetzalcoatl, obligados á devolyerle, cuando de nuevo apareciera, el poderío y el mando que en su nombre disfrutaban* (1) Esta negra creencia, urgiendo y determinando en el ánimo supersti- cioso de las naciones nahoa, explica sobradamente la con^** '^ta vacilante de Moctecuhzoma y de sus vasallos, descubriendo cuan bien preparado estaba el terreno para la conquista española. Los castellanos faeron recibidos como los prometidos por QuetzacoatL

Como predicador y pontífice, enseñó nueva ley, con prácticas en muchos puntos semejantes á las cristianas, dejando derrama- do el culto de la cruz.

Los aztecas usaban palabra propia en su idioma para signifi- car la cruz. Segim Torquemada: (2) ''A esta cruz, como no le ^'sabían el nombre, llamaron los indios Tonacacuahuitl, que quie- '*re decir, madero que da el sustento de nuestra vida; tomada la "etimología del maíz, que llaman tonacayuüy que quiere decir: cosa de nuestra carne, como quien dice, la cosa que alimenta nuestro cuerpo." Veytia, (3) si bien confundiendo los significa- dos, aquí corregidos, llama al signo Tonacacuahuitl, palo de la fertilidad ó de la abundancia; Quiahuitziteotl, dios de pus llu- vias; Chicahualizteotl, dios fuerte ó poderoso.

Jja cruz se encuentra entre los adornos de algunos dioses; «n una pintura, que no comprendemos, unapersona lleva una manta salpicada de cruces.

En la región mexicana son célebres las cruces de la Mixteca, de Querétaro, Tepic y Tianguistepec. "De la de la Mixteca, dice Clavijero, (4) habla el P. Burgoa, dominicano, en su crónica, y Boturini en su obra. De la de Querétaro escribió un religioso franciscano del colegio de Propaganda de aquella ciudad, y de la de Tepic el docto jesuíta Segismundo Tarabal, cuyos manuscritos se conservan en el colegio de jesuítas de Guadalajara. La de Tianquiztepec fué descubierta por Boturijcii, que habla de ella en sn obra."

«

Célebre es la cruz de Cuauhtochco, (Huatulco), que intentó quemar el Drake sin fruto alguno. . Torquemada (5) conjetura

"• *

(1) Torquemada, Ub. IV, cap. XTV.

(2) lib. XVI, cap. XXVII.

(3) Hist. antig., tom. I, pág. 203.

(4) Hiflt. antig., tom. I, pág. 281. Nota tercera. (6) Mooarq. indiana, lib. XVI, cap. XXVIII.

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que la* pondría Er. Martiu de Valencia; mas lo contradicen alga" nos autoresj afirmando que desde los tiempos antros existía recibiendo adoración de las naturales. (1)

La <^ru2¡ de Metztitlan está labrada en la punta de una sierra, sobre una pena inaccesible) acompañada de una luna. (2)

Quetzalcoatli al presentarse en Tollan^ vestía una túnica sem- brada de cruces negras ó rojas.

Abundan en lt>s autores las noticias de semejanzas entré el cul- to azteca y el cristiano; tantas son y tan parecidas, que no pue- den achacarse al resultado de la simple casualidad. Bautizábase poniendo agua sobre la cabeza, y era como limpia y lavado de una culpa original. . Había una manera de confesión, para purífi* car el alma por el perdón de los pecados. Comíase la carne de la víctima como coseí sagrada, como el cuerpo mismo del numen al que se ofrecía, y se daba una comunión mística, recibida con re- cogimiento y reverencia; entre los totonacas 6e administraba la comunión á los hombres de veinticinco anogí y á las mujeres de diez y seis, y la llamaban toyoUiaidacucd, manjar denuestrfk alma. Ckm una especie de t^a bendita se consagraba á los monarcas, y de ella se daba á beber á los generales cuando partían- para al- guna guerra: el agua lustral servía para diversas ceremonias. Los conjuradores del granizo sacudían contra las nubes sus mantas^ pronunciando ciertos exorcismos. (3)

En la fiesta llamada Tlacaxipehualiztli se honraba una divini- dady una y trina; era Totee, ^'señor espantoso y terrible que pone temor;" Xipe, ^hombre desollado y maltratado;*' Tlatlauhqui- tezcatl, '^espejo de resplandor encendido." De este ídolo dice el P. Duran, (4) ^'que con ser uno lo adoraban debajo de tres nom-* '^bres, y con tener tres nombres los adoraban por uno, casi á la tierna maQera que nosotros creemos en la Santísima Trinidad."

Bu ciertas fiestas encTlaxcaUa y Colollan, ''levantaban un cau-

'*tivo en una cruz atado, y allí le azaeteaban, y la cruz era un

'^ladero muy levantado y alto; y otro dia de fiesta ataban á otro,

^'á otra más baja, y con unos palos de encina de una braza, lo

(1) 3Pr. Gregorio García, Predio, del erang. lib. V, cap. V.— Fr. Joaquia Braolio, hist de 8. Agnstdn del Peni, lib. I, cap. 5. Gil González Dávila, foj. 229.

(2) Grijalra, Edad I, cap. XIX. (8) P. Mendieta, lib. II. cap. XIX. (4) Segunda parte, cap. IX l^IS.

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^'apaleaban, y moría en este tormento." (1) Becnerdan estos úl* timos pwmenores, no solo la muerte de crnZySino la práctica de los judíos al quebrar á palos las piernas de los ajusticiados.

Befiere el P. Duran, (2) que informado jpor un indio de que el predicador blanco, á su trádsito por Ocuituco, 'les había dejado ''un libro grande de cuatro dedos de alto de unas letraís, j yo, "movido con deseo de haber este libro, faí á Ocuituco y rogué á "los indios con toda la humildad del mundo me lo mostrasen, y me . "juraron que había seis año» que lo quemaron, porque no acerta-. "ban á leer la letra ni era como la nuestra, y que temiendo no . "les causase algún mal lo quemaron;"

Como en su lugar veremos, Quetzalcoatl pasó ó Yucatán; bajo el nombre de Kukulcan se estableció en la península, (3) dejando las mismas profecías que en Anáhuac, haciendo adorar la cruz, predicando las doctrinas cristianas.

Curiosas en demasía son las predicciones de los prbfetas yuca* tecos: su estilo sentencioso y poético, sus inspirados acentos de un porvenir á la letra cumplido, les dan cierto sabor á los dichos de las Sibilas, ó más bien á Iqs anatemas lanzados contra la na- ción impía. Fatzin Yaxun Chan, idólatra, hablaba así con su« hermanos: "Hecha fue la palabra deí)ios sobre la tierra, la cual "esperad, que ella vendrá, que sus sacerdotes os la . traerán* "Aprended sus palabras y predicación divina. Bienaventurados "los que las recibieren, ¡Oh Itzálanos! aborreced á vuestros dio^ "sés. Olvidadlos, que ya son finibles. Adorad todos al Dios ^ "la verdad, que está ppderoso en todas partes, que es Creador "de todas las cosas."

El grto sacerdote Ka hau Pee, decía á los fieles: "En el dia "que más alumbrare el sol por la misericordia del Omnipotente, "vendrán de aquí á cuatro edades los que han de traer la nueva "dé Dios. Con gran afecto os encomiendo esperéis, oh Itsalanoa» "vuestros huespedes que son los padres de la tierra, cuando "vengan-"

La amenássá de un castigo sale de la boca de Ah Eukil Ohel;

(1) Torquemadft, lib. X, otp. XXXI.

(2) BegimdA paite, cap. I. MS.

(3) Herrera, dec. rv, lib. X, oap. Ü,

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antiguo sacerdote. "En el fin de la edad presente los que ignoráis 'las cosas futuras, ¿qué pensáis que sucederá? Sabed que ven- "drán de toda parte del Norte y del Oriente tales cosas por núes- '^tros males, que los podéis tener por presentes. Yo os digo que en la edad novena, ningún sacerdote ni profeta os declarará la escritura, que generalmente ignoráis."

Otro sacerdote gentil Ah Na Fuctun se pronuncia contra los ídolos. "En la última edc^, según está determinado, habrá fin ^'el culto de dioses vanos, y el mun4o será purificado con fuego. ''El que ésta viere será llamado bienaventurado, si con dolor lio- "rare sus pecados."

La ruta del porvenir la descubre al fin el profeta Chilan Ba* lam, gran sacerdote de Tixcacayom Cauich, en Maní "En el fin "de la décima tercera edad, estando en su pujanza Itzá y la ciu- "dad nombrada Tancah (que está entre Yacman «y Tichaquillo, ''que hoy se llama Ichpaa, que es fortaleza y -castillo) vendrá la ''señal de un Dios que está en las alturas, y la cruz se manifés- "tara ya al mundo, con la cual fué alumbrado el orbe. Habrá "división entre las voluntades, cuando esta señal sea traída en "tiempo venidero. Los hombres sacerdotes antes de llegar una "legua, y á un cuarto de legua no mas, veréis la cruz que se os aparecerá, y os amanecerá de polo á polo. Cesará el culto de vanos dioses. Ta vuestro padre viene, oh Itzalanos. Ya viene vuestro hermano, oh Tantunites. Recibid á vuestros huéápedes "barbados del Oriente, que vienen á traer la señal de Dios. Dios es, que nos viene manso y piadoso. Ya viene el tiempo de nues- tra vida.. No tenéis que temer del jnunáo. eres Dios único, qué nos criaste piadoso. Buenas son las palabras de Dios. Ea, "ensalcemos su señal en alto; ensalcemos para adorarla y verla. "La' cruz hemos de ensalzar. En oposición de la mentira se apa- "rece hoy, en contra del árbol primero del uiundo. Hoy es hecha "al mundo demostración. Señal es ésta de un Dios de las altu- ''ras. Esta adorad» oh gente Itzalana, adorémosla con voluntad "recta, adoremos al que es Dios nuestro y verdadero Dios. Se- ''cibid la palabra del Dios verdadero, que del cielo viene el que "os habla. Cobrad juicio y ser loa de Itza. Los que creyeren, "serán alumbrados en la edad que está por venir. Mirad si os "importa lo que yo os digo, advierto y encargo, yo vuestro intér- "prete y maestro de crédito, Balam por nombre. Y con esto he

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^'aoábado d^ decir lo que Dios verdadero me mandó, para que "lo oiga todo el*mundo." (1)

Bespecto de las emees de Yucatán, Pedro Mártir (2), si bien du- dando sin fundamento, asegura iueron vistas por los castellanos. Oviedo (3) expresa la misma duda infundada en estas pala- bras: "Entre estas gentes se hallaron cruces, segurvd yo oy alpi- "loto que ñe dichOy Antón d% Alaminos; pero yo téngolo por fábula, si las avia, no pienso que las liarían, por pensar lo que hacían, "en hacerlas, pues que en la verdad son ydolatras, y como ha "parecido por la experiencia, ninguna memoria tenían ó habría "entre aquella generación de la cruz ó pasión de Christo, e aun- "que cruceAs oviesse entre ellos, no sabrían porqué las hacían; é "si lo supieren en algund tiempo (como se debe creer),, ya lo "habían olvidado." Los escrúpulos de Oviedo no destruyen la aseveración del piloto.

El capellán de la armada de Grijalva, escribe así en la relación del descubrimiento: (4) "Después del viaje referido escribe el "capitán de la armada al Bey Católico, que ha descubierto otra '^la llamada Ylúa» en la que han hallado gentes que andan ves- "tidas de ropas de algodón; que tienen harta policía, habitan en "casas de piedra, y tienen sus leyes y ordenanzas, y lugares pú- '^licos diputados á la administración de justicia. Adoran una "cruz de mármol, blanca y grande, que encima tiene una corona "dé coro; y dicen que en ella murió uno que es más lucido y res- "plandeciente que el sol."

Bemal t)íaz del Castillo, (5) quien vino con Francisco Hernán- dez de Oórdova, dice: "y lleváronnos. á unas casas muy grandes, "que eran adoratorios de sus ídolos y estaban muy bien labrados de cal y canto, y tenían figurados en unas paredes muchos bul- tos de serpientes y culebras y otras pinturas de ídolos, y alre- dedor de uno como altso*, lleno de gotas de sangre muy fresca; *^ á otra parte de los ídolos tenían unas señales como á manera "de cruces, pintadas de otros bultos de indios."

(1) Cogoütido, Hi6t. de Yncatan, lib. 11, cap. XI.

(2) ucean, dec, lib. IV, cap. I.

(8) Hist nataral y general; Madrid, 1651. lib. XVII, cap. III.

(4) Itinerario de lannata del Re Oatholico in India, &c.: en los documentos de Gttcíá Ioa2balceta, tom. I, pág. 806.

(5) Hist verdadera, cap. III-

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Gomara, (1) informado por los mismos conquistadpres, se ex- presa de esta manera: ''Eran grandes santuarios; Acozamil y Xi« ^^calanco, y cada pueblo tenía allí su templo ó su altar, do iban ''á adorar bus dioses; y entre ellos muchas cruces de palo y de ''latón; de donde arguyen algunos que muchos españoles se fue- "ron áesta tierra cuando la destrucción de España hecha por los "moros en tiempo del rey don Bodrige."

Describiendo el templo de Oozumel, refiere el mismo Goma- ra: (2) "Al pié de aquella mesma torre estaba un cercado de pie- dra y cal, muy bien lucido y almenado, en medio del cual había una cruz de cal tan alta como diez palmos, á la cual tenían y "adoraban por dios de la Uuyia, porque cuando no Uotía y había falta de agua, iban á ella en procesión muy devotos; ofrecíanle codornices por aplacarle la ira y enojo que con ellos tenía ó "mostraba tener, con la sangre' de aquella simple ayecica*..,. "Tal era la religión de aquellos acuzamilanos, y no se pudo sa- "ber dónde ni como tomaron devoción con aquel dios de loraz; porque no hay rastro ni señal en aquella isla, ni aun en ningu- na otra parte de las Indias, que se haya en ella predicado el "Evangelio." En el Peregrino Indiano se menciona igualmente la cruz. (8) La cruz estaba colocada en los patios de los templos y la lia* maban, el árbol verdadero del muifdo. "Y esta fué la causa <|ue ^preguntaban á Francisco Hernández de Córdoba, y á los suyos, "si iban donde nace el sol, y cuando entró el adelantado Dbn ^'Francisco de Moniejo, y los indios vían que hacían tanta revé- "rencia á la cruz, tuvieron por cierto lo que su gran ptofeta Qhi- "lam Cámbal les había dicha" (4)

"En el reino de Yucatán, dice Fr. Bartoloinó de las óasas» cuando los nuestros lo desoubHeron hallaron cruces, ' y una de cal y canto, de altura de diez palmos, en medio de un patio cer-

(1) Hist. general de las Indias, pág. 186. ' (2) Loco oit. pág. d05.

(3) Por D. Antonio de Saavedra Guzman, Madrid, 1599. En la foja 22, ▼.

Tienen allí la cruz, y la adoraban Con gran veneración y reverencia^ Dios de lluvias continuo la llamaban, T estaba en un gran templo de abetinenoia.

(4) Bemesal, Hist. de la provincia de S. Vicente de Ohiapay Guatemala, Madrid^ MDOXIX.

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oado mu j luoido y almenado, junto á un muy solemne templo, y muy yisitado de mucha gente devota, en la isla de Gozumel, que ' eatá junto á la Tierra Firme de Tucatan. A eata cru;e se dice que tenían y adoraban por dios del agua-lluvia, y guando había falta de agua le caorifícaban oodomioes, como se dirá^ pregunta- dos de dónde habían habido noticia de aquella señal, respondie* ro]\ que un hombre muy hermoso había por allí pasado y les había dejado aquella señal, pMqua del siempre se acordasen; otros diaque afirmaban que porque había muerto en ella un hombre más resplandeciente que el sol: esto refiere Pedro Mar* tir en el capítulo primero de su cuarta Década.*' (1)

Según el mismo autor, los de la provincia de Cumaná reveren- ciaban la cruz, **j con ella se al^oquelaban del diablo, salvo que la pintaban desta man^a X, y desta x^ y quizás con otras re- vueltas que no llegaron á nuestra noticia; llamaban la cruz en su \&DJgaak pmfiuteti (la media sílaba luenga)." (2)

Cuanto á la semejanza con las prácticas cristianas, entre los maya se administraba el bautismo á los neófitos enbre los tres y doce años, significando en su lengua, nacer otra vez, como dice el Evangelio, nisi quis renaivs fverü ex aqua, étc '^Hallaron tam- bién loa padres relación que entre estas gentes había confesión 'S^ocal de pecados, semejante en algo al S.. Sacramento de 1^ pe- ^^tencia, y algunas otras ceremonias de la iglesia." (3) 'SU reli- gioso atribuye estas semejanzas^ á que el diablo se proponía ve- medar á Dios.

Según un MS^ autógrafo de Fr. Bartolomé de las Casas, con-- servado en el convento de Santo Domingo de México y cónsul* tado por Torquemada, cuando aquel buen obispo desembarco en Yucatán, encargó á un clérigo inquiriese lo relativo á las creen- cias de ios indios: después de un año le informó, que creían en ua Dios que estaba en el cielo y tenía tres pers<ma% La una» el padre, se llamaba Izona y había creado á los hombres y todas laa cosas; Bacab, el hijo, había nacido de la doncella llamada Chiriyías, cuya madre se nombraba Ischel) la tercera persona ó el espíritu se decía Echuah. El hijo, Bacab, fué muerto por Eo>- puco, amarrado á un palo, azotado y con una corona de espinas;

(i) Hist Apologética, oap. CXXIII.

(2) Ht8t. Apologétioa, oap. OXXV y CCXLVn.

f?CS Rameflal. looo cit.

(3) Bemesal, looo cit.

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dihivio^ anda vieron en sud tierras unos hombres blancos, vestí- doS| barbadt>s, que hablaban cosas de un Dios y de otra vida; and de ellos se llamaba Sumé, que quiere decir Thomé, y que estos no fueron admitidos de sus antepasados y se acogieron á otraé partes del mundo, enseñándoles primero con todo & plenter y coger el fruto del principal mantenimiento de que usan, llamadiO Mandioca." Sigue dando noticias la presencia de 6anto Tho- por aquellos lugares.

Bespecto de los d;^! Brasil; ''tienen memoria del diluvio, em^ pero falsamente, porque dicen, que, cubriéndose la tierra de agua, una mujer con su marido subieron en un pino, jd&spnea demen- tadas las aguas descendieron, y de aquestos procediearon todos los hombres y mujeres." "Dicen ellos, que Sdnto Tomás, á quien llaman Zome, pasó por aquí; esto les quedó por dicho de sus an* tepasados, y que sus pisadas están señaladas cabe un rio, las cuales yo fui á ver por más certeza de la verdad, y vi, con los propios ojos, cuatro pisadas muy señaladas, con sus dedos, las cuales, algunas veces cubre el rio cuandorhin^he; dicen también, ^e.cttandodejó estas piscas iba huyendo de los iudios que le querían flechar, y llegando allí, se le abrió el rio y pasara por medio del, sin se mojar á la otra parte y de allí fué para la India: asimismo- cuentan, que cuando le querían flechar los indios, las flechas se volvían para ellos, y los montes le hacían camino por do pasase. Otros cuentan esto como por escarnio." (1) * "Los Incas tenían una cruz de un mármol muy hermoso ó de jaspe el más puro, perfectamente pulida y hecha de una sola pie* za; tenía tres cuartas de ana de largo y tres dedos de ancho, y estaba colocada en un lugar sagrado de palacio, 'como objeto de gran veneración- Los españoles la enriquecieron de oro y de pie- dras y la colocaron en la catedral de Cuzco. (2) Mr. Banking creo muy probable que esa cruz haya sido llevada por Manco-Capac, porque en el siglo XIII se encontraban muchos cristianos de la secta de los nestorianos al servicio de los. Mogoles. (3) El con- quistador del reino de Bengala fué un cristiano. (4)

(1) OasaS; Hist de IndiaS; lib. I, cap. CLXXV.

(2) Garcüaso de la Vega, lib. II, cap. III.

(3) Marco Polo, voL I, pág. 501.

(4) Warden, Becherches sur les antiquités rAmériqne, cap. VI.

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Dejamos por referir las opiniones del P. Calancha y de otros cronistas, mas no sin apnntar de nuevo la crxiz de que antes har blamos de los Incas. (1)

Bepetidas veces se encuentra la figura de la cruz en las pintu* ras mexicanas. Debemos al Sr. Chavero un ejemplar de las es* tampas en gue el Sr. Don Femando Bamírez había recopilado euanto encontró acercado la materia enJos Códices. JDistínguen- 86 la cruz griega y latina; ya se presenta como distintivo en la capa y en el tocado de Quetzalcoatl y de Ehecatl; marca la tiüie- ga en que los sacerdotes conducían el incienso; se la encuentra mareando ciertos asientos ó tronos de los dioses. Llámanos la atención una figura cruciforme que ofrece ciertos rasgos de seme- janza con la del Palenque, y otra más pequeña y simbólica, coro- nada por una ave. No sabemos si el Sr. Bamírez escribió alguna e:ifj[>licacion de estas Kminas; por nuestra parte, ya no tenemos tiempo de identificar los dibujos é intentar alguna decifracion.

Hemos hablado hasta aquí del signo cristiano, tenemos ahora que decir algunas palabras del mismo signo, si bien, en nuestro concepto, con significación muy diversa. Nos referimos á la cruz del Palenque. £1 pi^mer dibujo que conocemos es el de Du- paix. (2) "No hay la menor duda, dice, de la impresión grande que causa sobre el alma esta especie de cruz al improvista^ pero bien mirada y sin preocupación, no es en rigor la Santa Cruz la- tina que veneramos, la cruz griega desfigurada por los adornos extraordinarios, pues esa consiste en una línea determinada y vertical, cortada por la intersección horizontal de otra línea me- nor que la primera, y forma cuatro ángulos rectos, v. g. t. La otra se figura también por dos líneas rectas, de una vertical y la otra horizontal; ósta la divide en dos porciones iguales, y forma naturalmente una cruz también de cuatro ángulos rectos, v. g. + cruz griega). Ademas de lo insinuado, los adornos tan compli- ' cados y tan caprichosos, no son correspondientes á la venerable desnudez de la original y á sus sublimes misterios, y aun es fuer- za aplicar esta composición alegórica á la religión de esta nación, que por ignorar absolutamente el conocimiento de su ritual, nos vemos precisados á guardar el silencio." (3)

(1) Grorcilaso, Goment. reales. Parte seg., lib. 1, cap. XVII.

(2) Tercera expedición, ntím. 40, lám. XXXVI.

(3) 'Antíquités mezicaines, pág. 26.

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"El bajo relieve esculpido, dice el mismo Dapaix, sobre grandes losas de mármol amarillo, que adornaba el santuario del templo llamado de la Cruz, merece particular atención. Todo el lujo de escultura, adornos, accesorios j jeroglíficos, se emplea en hacer resaltar la importancia de la cruz, objeto principal de la repre- sentación, esculpida de una manera muy adornada é ingeniosa, llevando encima un pájaro semejante á un gallo. Dos personajes están uno á cada lado de la cruz, el uno en adoración, el otro ofreciendo sobre los brazos levantados á un niño, dibujado de un modo fantástico: numerosas leyendas jeroglíficas, dispuestas en forma regular, rodean á los dos personajes, detras de los cuales están colocadas otras dos %uras emblemáticas, una á cada lado, y de las cuales una está rodeada de jeroglíficos.'' (1)

Oigamos ahora á Humboldt. (2) "Las cruces que tanto excita- ron la curiosidad de los conquistadores enXüozumel, Yucatán/ y en otras comarcas de América, (+) no son más de ^'cuentos de monjes," y merecen un examen más serio como todo lo que se refiere al culto de los pueblos indígenas del Nuevo Continente. Me sirvo de la palabra culto, porque en un relieve conservado en las ruinas del Paleque en Guatemala, del cual poseo copia, no me parece que pueda caber duda alguna acerca de que una figu- ra simbólica en forma de cruz era objeto de adoración. Sin em- bargo, es preciso observar, que á esta cruz falta la prolongación superior, y que forma más bien la letra taiL Existe entre los je- roglíficos aztecas el que designa el sol en sus cuatro movimientos (Nahui oUin tonatiuh) por impresiones del pié (xocpalli), recor- dando también la forma de una cruz. (*) Algunas ideas, sin re- lación alguna con el cristianismo, pueden haber sido atribuidas

(1) Antiquités' mexicaineB, pág. 79, al fíxMÜ de obra.

(2) Histoire de la Géograpliie da Noureaa Gontinent, Faris, Tom. n, nota O^ pág. 364.

( + ) Petr. Mart. Ooeazu, lib. IV, cap.. I; <3k>znani, lib. II, cap. XVII; lib. m, cap. n y XXXII; Garzilaso, lib. II, cap. in, Herrera, Deo. I, lib. III, cap. I; An- tonio Buíz, Conquista espiritual del Paraguay, § 23 y 25; Lafltau, tom. I, pág. 425- 450; Hom. Orig. Amer., pág. 65. Las cruces encontradas por el P. Leclero cerca de Gaspé, en el interior del Golfo de San Lorenzo (Belation de Gaspésie, cap. IX^ pudieran muy bien tener un origen cristiano.

(*) Encontré la cruz en el MS. Borgiano (fol. 47, MSS., niim. 210) y la hice re- presentar en mis Yues des Cordilleres et Monumens des penples americaiDS, foL 87, fig. 8.

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simbólicamente á este emblema egipcio de Hermes (tautíctifl oharacter), tan oélebre entre los cristianos después de la des- tmoeion del templo de Serapis en Alejandría» en tiempo de Teo- doeiio el grande, (+) En las monedas de Sidon del siglo tercero antes de nuestra era, se ve en la mano de Astartó. un bastón ter- ttúnado encuna emz. En Seandinavia, un signo del alfabeto rúnico figuraba el martillo de Thor^ muy parecido á la cruz de relieve del Paienqne; se marcaba con esta ruim^ en los países paganos, loft objetos que se quería santificar, (v) Podría recordar aquí que los antiguos chiapaneses de las cercanías del Palenque, dedica- ron uno de los signos de los dias á un Votan, (n) jefe celebre en sus anales, y que se ha creído reconocer en ese nombre de Votan, un Wodan ú Odin americano, y también el Wodans~dag (wed- nesday) 6 Bound-dar, día de Boudha; pero relaciones tan vagas entre los pueblos mexicanos y scandinavos, fundadas solo en analogías de sonido, nos llevarían á un terreno extraño á la liistoria."

Acerca de la cruz del Palenque opina F. de Waldeck, que es un símbolo astronómico, tal vez el emblema de los cuatro puntos cardinales^ (1) M. Leonce Angrand ve en el relieve la represen* taeion del bautidmo entre los maya, y H. de Charencey cree har* ber leído en los jeroglíficos la palabra Hiincib^Ku^ el sólo santo, 7 el nombre de S^ukulcan. (2) Salvos nuestros respetos, no nos damos por convencidos de la lectura.

Para probar el salir á algún resultado, ordenemos nuestras ideas. Las cruces de México y Yucatán se deben á Quetzalcoatl ó Kukulcan; se ignora quién fué el introductor de la cruz del Palenque. Según Iqs testimonios históricos, aquella^ correspon- den á la época de la destrucción de los tolteca; ésta es anterior

( + ) Bufixms, Hlsi eocles., Hb, II, cap. XXIX (ed. de 1562), pág. 264; Sozpmenus EccL hist., Ub. m, cap. XV (ed. GuiL Beading.)^ Cantabrigia, 1720, tom. n,

pig. 298: Theophanes, Ghronogr (ed. Par. 1655), pág. 61: Suidas, art

Kircher, CEdipua ^g. (ed. Bom. 1654) tom. ni, pág. 277; Fleury., Hist. eccles., (ed. Par. 1695), t. IV, pág. 655. Hng. Erfind. der BuohstabenBchrift, p. 32; Dupaiz. ABt Me:c. Pl. 36.

(y) Véase el excelente tratado de H. GuiUaniue Grimm, líber Deutsche Bunen, pág. 242.

(n) y. mis Yues des GordiBéies, 1. 1, pág. 382, y t. n, pág. 356.

(1) Beyue Américaine, Serie, tom. II, pág. 69.

(2) Actes de las Société Phüologique. Num. 3, Mars 1870.

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á la era de Jesucristo. Signos semejantes, no tienen, sin embar- go, la misma significación; las unas son cristianas, la otra trae origen de otro cidto. Cayendo todas bajo la jurisdicción de nues- tra historia, es preciso separarlas, tratando las dos clases inde- pendientemente. Comenzamos por las cruces cristianas.

Muchas y muy encontradas opiniones encontramos, según el temperamento y las creencias de los autores. La primera fuá, negar rotundamente. Expediente cómodo, que si bien no resuel** ve el problema, lo destruye, cerrando la puerta á ulteriores es- peculaciones. Dijeron unos, son falsos los profetas y las profecías de Yucatán, porque nunca ¡xÍBÜe^en profetos ni píofecías; algu- nos creyentes negaron también, fundados en que los infieles no pueden ser profetas, y se embrollaron en largas argumentaciones teológicas: el sabio Humboldt se contentó con sus palabras, ^^son cuentos de monjes."

Herrera atestigua haber sido encontradas las cruces en Yuca* tan, corrigiendo á Gomara por haber dicho que algunas eran de latón, y refiere la profecía de Chilam Cambal á tiempo muy cer- cano á la llegada de los castellanos. (1) Copió la relación Tor- quemada, cambiando el nombre del profeta en Chilancalcatl, y parece no dar á la relación entero crédito. (2) Siguióse Bemesal, quien se conformaba con las profecías. (3) Con estas y otras au- toridades, quedó modificada la opinión general; si los hechos no eran falsos, debían tenerse como de reciente introducción y co- piar de lo que los indios habían visto á los castellanos. Por eso el Dr. D. Pedro Sánchez de Aguilar, en su informe contra los idólatras, refiriéndose á la cruz mandada poner por D. Hernando en Cozumel* asevera: ''De esta cruz tomó motivo un sacerdote de ídolos, llamado Chilam Cambal, de hacer una poesía en su lengua, que he leído muchas ye ees, en que dijo, que la gente nueva que había de conquistarlos veneraba la cruz; con los cuales ha- bían de emparentar. Esto mismo refiere Antonio de Herrera, y como el adelantado Montejo, á cuyo cargo estuvo la conquista de esta provincia, tardó más de diez años en volver á ella, pen- saron los nuestros que éstos indios pusieron esta cruz, y tuvieron por profecía la poesía de Chilam Cambal; esta es la verdad, la

(1) Hifit. general, déc. II, lib. III, cap. I.

(2) Monarq. Ind., lib. XV, cap. XLIX. .

(3) Bemesal; lib. cap. Vil.

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cual averigüé por saber la lengua de ello, y por la comunicación de los indios viejos primeros neófitos que alcancé, los cuales iban en su romería al templo de Gozumel." (1)

.£1 espíritu religioso extraviaba el buen sentido de Sánchez de Aguilar. Cortas mandó labrar la cruz de madera de Oozumel el ano 1519, (2) y las cruces en aquella isla habían sido vistas por Grijalva en 1517; por consecuencia, aquella no pudo servir de modelo para éstas. Oogolludo demuestra que los profetas maya son con mucho wterióres al descubrimiento de América, y así consta en su cronología.

Semejante explicación no pudo sostenerse contra la evidencia de la verdad; como tampoco pudo tomarse á lo serio, que el dia* blo remedara las instituciones cristianas para perder las almas de los idólatras: imposible fuera que el demonio entregara por símbolo de adoración á sus adeptos el signo que lo amedrenta, y trabajara en allanar el camino para la predicación evangélica.

Las ideas tomaron nuevo rumbo; ¿se había ó predicado en América el Evangelio? Muchos lo negaron; mas prevaleció la solución afirmativa. Entonces, ¿cuándo y por quién fué hecha la predicación? No era fácil acertar con la respuesta; pero supues-* to el constar que los apóstoles predicaron el Evangelio á todo el mundo, uno de ellos fué el predicador.

El P. Duran, partidario de la predicación, solo acierta á seña- lar, alguno de los apóstoles. (3) Acosta pone de manifiesto la semejanza de las ceremonias idolátricas con las cristianas, atri*- buyéndolo al demonio. (4) Fr. Gregorio García, (5) sosteniendo ser de tártaros la filiación mexicana, escribe: ^'y se conservan entre ellos otras costumbres, semejantes á las cristianas, que pu- dieron retener aunque desfiguradas, desde que Santo Tomás pre- dicó^en las Indias y sus comarcas, y aún en el Brasil; pues sus indios tienen tradición de un santo varón llamado Surm^ que dice Vasconcelos es el mismo que Tomé, á quien Homio llama Maire Samane, y componiendo una voz de Pay]y Sume afirma le dan el nombre de Paicumá los guaráis (como después á los religiosos'

(1) Ck>golliido, lib. IV, oap. IX.

(2) Bemal Díaz, eap. XXVII.

(3) Seguida parte, oap. I. MS.

(4) Hist nat. r moral de las Indias, Ub, V, oap. XXm y aig.

(5) Oiig. de los indios del Nuevo Mimdo, lib. IV, § XH, pág. 299 .

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espoSofos), el etud pareos es Sautó Tomás, porque Mayre pned^ ser oompeiosi de Míyr^ qoe e^ su tongua ^ffá&c^ peregrino bar^ bado vestido: y qtiitando la T á Tomás, queda oma&6 uman, que deftpnas de tanto tiempo aou da indieioe del sombre, y máa en diletente idiomck" Oalauchtt afirma haberse eonservadó el nomi-^ bte Tomé ó Thomé en Nueva Espima, Perú y Ohilé: (1) le sigue Oralle) (^y á ambos ^x^ntradiee Solórsauo. (3)

Etttre los esciitorea nacionales, Becerra Táneo (4) asegora que la palabra QuetzaJicoatl es sinómma de Tomás, ^ griego Didy^ mus 6 mellizo, pues coaU ó cohuaü en mexicano significa culebra, y en plural a>co7s ó oooome es el mellizo: de aquí se forma cucUe 6 coai6 en la misma aeepdoUr

H. Carlos de 3igüenza y Góngora escribió un libro para pro- bw la predioaeion del Evangelio en México, por QuetKídcoati, quicíu no era otro que^ el apóstol Santo Tomás, y si bien la obra no vio la luz pública y el MS. se tiene por perdido, la opinión se asvedító hasta tenerse por cierta, sólo por la (autoridad del dis- tinguido aidácuario» (6)

(1) Hist del Pení^ Ub. II, cap. H.

(2) BQst. de Chile, lib. VIII, cap. VII. {1f) Política Indiaiía, lib. I, cap. VII.

(4) FeUcidad de México, México, 1685. Fol. 55.

(5) Se sabía de la exist^icia del libro de Sigüenza, poaí la mención que el mismo hizo en el prólogo de su Parayso Occidentid, México, 1680. Después di<$ el título completo en su Libra Astronómica, México, 1690, y era. Fénix dsl OcdderUe Eanto Thomas Apóstol, MUaáo cotí ei nonUn'e de QuetealcoaÜ entre loe cenizas de anticuas irtscUáhnéé, óonservada» en piedras, en TeoamoxtUa TuUecos y en cantares TeoeM- eUmeet» y Mexicanos, Perdido el MS. como arriba dijimos, se hlderon, sin fruto, exquisitas diligenciaB pos enoontrmrle. Damos una fausta nueva á los bibliófilos. Tenemos á la Tistar.un Códice MS. intitulado: El Santo Apóstol Santo Tomás en el líTuéoo Mundo, Ooleccüm de noUdas y memorias relativas á la predicación del Evan- gelio en Amarina, antes de su deseuMnUento por los EspañoleB, Colectadas y ordtna- dmpor D. José F, JRamdíreB, Consertfodor del Museo líaeional, 47pág., Prólogo del colector, 625 pág. de texto y m del índice. Esta es una copia; el original lo encontró el Sr« Ramírez en la Biblioteca de la Profesa. De las eruditas investigaciones del colector resulta, que el CkSdice perteneció á D. Carlos de Sigüenza y Góngora^ algu- na» de las piezas son del P. jesuíta Manuel Duarte, portugués, quien residió catorce afios en México y fechaba uno de sus trabajos á 26 de Setiembre de 1679; al marchar á las Filipinas dejaba sus apuntes á D. Carlos para que los aprovechara. "Concluyo ^'de todo, dice el Sr. Bamírez, y resumiendo- mis conjeturas, que si el opiisoulo que *^orma la segunda parte de este volumen, no es el tan buscado y proclamado Fé- ''nix del Oeeidente, él y la primera nos dan, por lo menos, sus materiales." Las pie- zas recogidas más pareoen apuntamientos que obras acabadas, yaporque las noticias

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Yetuiooort seguía las opüiionee de Sigoeoza, de quisn fué migo, refiriendo lacgameBte las somejwusas de La roUgie» eris- tídna con la de los iBexioa&as. (1) Partidario de la miMna id^a jse muestra Boturiiii, (2) j Yeyií& asignará la predioaeion el 0&O 63 de Jesaerisióy daxido al predieador los noiabres de Qnetaal- ooatl OtLe^oan y HoemasL (8) Teda?^ en nuestros di«s viielTe al juismo teísta P. Manuel Herrera y Bérez. (4)

Aimqve sirven de iundamenio á este sistema eopiosas xnaenes 7 Ufi&as ingenio, mnfiha^ de ellas solo oonsisten en nombres mal interpretados, en congruencias de poco bulto y peso. Todas juntas no pueden jreaponder á esta objeten. Santo Tomás esLÍatíó .en el primer siglo de la iglesia, Qnetsalooatl en el %;h^j m^po- aihiUdad .absoluta para admitir en uno sólo á entrambos peiHM)- flijes. Suponiendo, contra la verdad bist<Sriea, haber bebido otro Quetzaleoatii el año @3 de Jeauoristo, como esitónees los toj^teMS no babSaa llegado al valle, ni existían aun las naciones «iviiúea- das de An^uac, no fué á ellas á las que se hizo la predicacioB- Si Santo Tomás es diverso de <jnetzalfioatf, su doeb^iDa fíQXfM" pende á tiempos prehisióiácoa, no .pudo aproveebttr á ^MOiones spai»eidas cinco siglos después, 7 ni pudo ensenar instítu^cíiiapbes, como la de los monjes, en au época aun desconocidas.

Estas reflexiones, sin duda, llevaron por rumbo nuevo la inte- ligencia del Dr. Fr. Servando Teresa de Mier. (6) En esteescri- tcff no predomina el sentimiento religioso, sino el político; p^

Fan repetidas, ya porque las ideas ee eneneiitraii á vee^ latenrmiipiatt :|MttsMiai- xuur en otro lugar; por otra parte, echamos de menos en estos escritos el estilo gon- ^rico de D. Garlos. Nos persoadimos, por lütimo, á que tenemos los mñUaitíM, las doctrinas, las autoridades, las argomentaoiones que sirvieron á Sigflenza para sa obra, aunque no el mismo Fénix del Occidente. Tiene ademas el mérito, de ser un completo arsenal de noticias acerca de su asunto. El Códice formado por el 8r« Bamírez, se encuentra hoy en poder de mi amigo el Sr. Lie. B. Alfredo Ghavezo; tenemos copia.

(1) Teatro Mexicano, 2 P. T. 8, cap. VIII y sig.

(2) Catálogo de su Museo, pág. 50. (8) Hist. ant., cap. XV y sig.

(4) Semanario ilustrado, México, 1868. Tom. I.

(5) Historia de la revolución de Nueva España, por B. José (jf^uerra: Londres 1818. José Guerra es el áeudénimo bajo el cual se encubrió el P. Mier. Al fin del segundo vobimen se encuentra la disertación acerca de la venida de Santo Tomás á la Améri- ca. Copióla D. Garlos María Bustamante en la Hist del P. Sahagun, tom.. I, des- pués de la pág. 277.

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tendía probar que la América no era deudora á I03 españoles de la primera predicación de la íé. ^^aciéndome todas estas dificol- iades sospechar, dice, qne nuestro Santo Tomás no era el apóstol, me dediqué á estudiar los autores portugueses, como Barros 7 otros que cita García, sobre las cosas de la India pertenecientes á Santo Tomás, de que han escrito largamei(te por su cuerpo, cruz y memorias halladas én Meliapor, ciudad de GoromandeL T en sus historias hallé en el Y ó YI siglo, otro Santo Tomás, obispo, sucesor suyo, judío helenista también como el apóstol, (esto es, hebreos que hablaban griego con idiotismos hebreos), tan célebre como él por su predicación j milagros: del cuál el Breviario ó Santoral de la iglesia Siriaca tiene largas lecciones, en que se refiere cómo pasó á predicar á la China, y á otras re- giones bárbaras y remotas, haciendo muchos prodigios. Este sin duda debe ser nuestro Quetzalcoatl, Ghilamcambal en lengua chinesa» que trajo sin duda discípulos chinos. Los grandes edi- ficios de Miotlan, Campeche, &c., que se atribuyen á los discípu- los de Quetzalcoatl, son muy parecidos á los chineses." (1)

El Santo Tomás de Meliapor, para nuestro caso, se encuentra poco más ó menos en las circunstancias del apóstol: consta que murió en la India y nada dice su vida de la predicación en América. (2)

Pero si ambos Santos Tomás sucumben ante la critica, Que- tzalcoatl queda en pié con su historia, á la cual no alcanza la contradicción: hubo un predicador blanco y barbado, que enseñó doctrinas muy semejantes á las cristianas.

(1) Laco oit, pág. XXXY.

(2) García, orig. de los indios, pág. 299 y relativas.

CAPÍTULO V.

OH» ariana. Orne búádhióa,-^Orue egipcia.— Ortu erUUcma.-^La cruz del Pcthi^ 9110 partee búddhioa.^48erá Votan vn huááhaf'^Lae'erucee'.de México ton de origen crieUano.'-^DmoabHmiento de Amériea por loe iekmdeeee,— ¿Quetealeoatl será un misionero islandésT Presencia de los símbolos de la cruz en México, CiviU- tadores de América, OftokUria, CohtuUlantona, Muccoatl^Iieeu&rdo de los negros, l0itíüion,^Fcmtasmas de la noche. Agüeros,

LA cruz es un signo conocido desde tiempos remotos, siendo objeto de culto entre los egipcios, en Siria y en otros pue- blos. Para las naciones arianas significaba los dos maderos des- tinados á encender el fuego sagrado Agnif haciendo uso de la palabra pramathay de donde se derivó la voz Prometeo. ''El nombre Prometeo, dice N. Joly, (1) es de origen védico, y re- cuerda el método empleado por los antiguos brahmines para obtener el fuego sagrado; á este fin se servían de un bastón lla- mado matha ópramcUha, cuyo prefijo jwa añade la idea de robar con/uerza á la idea contenida en la raíz matha, del verbo mathn ndmi 6 marUhámiy producir fuera por medio de la fricción, Pro- meteo fué quien descubrió el fuego, le hizo salir de donde esta- ba oculto, le robó y le comunicó á los hombres. De PramcUM 6 PramathyuSy el que cava frotando, el que roba el fuego, la tran- sición es fácil y natural, y solo un paso hay que franquear para llegar del Pramathyus indio al Prometheo griego, que robó el fuego del cielo para encender la chispa del alma en el hombre formado de barro."

"El t)aston encendedor ópramatha estaba armado de una cuer- da de cánamo, mezclado con pelo de vaca, y con ayuda de esta cuerda enrollada sobre la parte superior, el sacerdote de Brahma

(1) Les origines de fen dans lluunanité. La Beviie Seientíftqne de la France et' de l'Etranger, année, nüm. SO, 22 Janrier 187C.

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le imprimía tin movimiento giratorioi alternativo de izquierda á derecha y al contrario. El movimiento tenía lugar en nn peque- ño hueco practicado en el punto de intersección de dos maderos, colocados transversalmente uno encima de otro, de manera que formaran una cruz, mientras sus extremidades, dobladas en án- gulos rectos, estaban sólidamente fijas por cuatro clavos de bron- ce, á fin que no pudieran moverse á ningún lado. El conjunto de la máquina se llamaba j^ii^os^íJxk. (1) El padre del fuego sagrado se nombraba Ttoastri, es decir, carpintero divino, el fabricador del Siffostika j del Frartícáha^ CU79 frotamiento redprooo produ- oía el hijo divino llamado Agid. La'^madre tenia el nombre de Maya. El Agni cambiaba su nombre en JMa (ungido); cuando los sacerdotes derramaban sobre su cabeza el espirituoso SomOf j sobre su cuerpo la manteca parificada del sacrificio."

'^n su interesante obra sobre el Origen del fuego (Die Herab- kunft des Feuers) Adalberto Kühn designa siempre el aigno núm. 1 y su análogo el núm. 2 bajo la palabra Otram, y mira am- bo3 como símbolos religiosos por excelencia, de nuestros a^ti* guos antecesores los aryanas."

Befiriéndpse á la Cruz mística, dice Holmbpé: (2) ^'La cruz da que hablamos/ y se en algunas monedas de la India, se en- cuentra igualmente en muchas bracteates de oro halladc^ en ScandiQavia, así en los Jiaugs como [en otros lugares; esa cj¡qz tiene u^ forma singular, pues sus cuatro brazos terminan ep una curvatura, como se observa en la .figura (num. 20). Muy no- table es esta cruz, no sólo porque su uso es muy común, sino por el efecto saludable que le atribuyen los bindw, y p^]:ti<}il- . larmente los buddhistas.

*%o& buddhistas consideran esta cruz como una de las ñffOiJCSS más importantes, entre las sesenta y cinco que se fiíguran ver en la huella del pié de Buddha, y no solamente está puesta al fren- te de la lista, sino que con poca diferencia está reproducida bap los números 3 y 4, en la enumeración que H. Burnonf puso en

(1) ^¡Coesk notable! £1 SwasUka (\^ nueMrA lám. 1^ xuím. 1) de la India está figa- '<rado frecuentemente con estas dos formas (niím. 1 j 3) en los fuscUo 6 discos de 'Háeira cocidi^i encontrados c'on tanta abundancia, por el Doctor 8chliemann, ^n laa ''ruinas de la antigua Uion; de donde nace esta conclusión muy natural, los troyanos «eran de filiación axyana.*' .

(2) Traces de Buddhisme en Nonr^e &c. París, 1857, pág. 34.

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el apéodice Yin de su edición del Ixáú de la buena l^, QU^m^i^ leemos:'' (1)

1. "Svcuttbaycu Es la fignra mística íamiliadr á muchas Bertas MadaSy lepreseniada de este modo (nom 9); literalmeute sigiufi- 0B^ ^n uemhm ^iffno de bendidon ó d^ El signo Bvas-

Üka es tan conocido de los brahmanes como de los bnddhistaSy 7 el Mdmáyana habla en oieitto Ingar de vasos marcados ccm este CHgno afortunado. Sin embargo, me atrevería á decir, que eata marca, cuyos nombres y uso ciertamente son antiguos, paes.se le encuentra en las medallas más viejas buddhicas, no fué ian frecuentemente usada antee los primeros ¿orno entre los segun- dos. Tambi^i es derto, que la mayor parte ób las insecipcionefi grabadas vistas en las cavernas buddhicaa del O. de las Indias, están precedidas ó seguidas de la marea sacarami^ataL"

3. *^Ncmdávartaya. Es igualmente un diagrama de buen aii^- rio, cuyo nombre verdadero es nandya/ocurta, significa el enro- Uioniento ó el círculo afc^rtunado. H. Oolefarooke Jo figura de esta manera (num. 10).

^El Amarakooh€Ly lorma de este signo el nombre de UíM espe- cie particular de templo ó edificio sagrado, y es de notar que el mwndyavarta de los J>¡ain puede pasar por una especie de liá»ermta"

4. ^*Sdva8tefcq,ya (nám. 11). Ija sola difereimia entre este signo y ei de que antes hablamos, es que los brazos ds la oqpiz van de di^:«dia á izquierda, mientras la num. 9 lleva los btasos de iz- quierda á dsredi^^-'

El bidgxafo de SBouéBi Thsang menciona una piedra con las liueUas de los dos pies de Buddha, que en las extremidadas de los diez dedoB.se veían flores .terminadas en el signo místico msaiL {%) Beerta misma cruz habla el B. P. Orazio della Bernia di BilU, ensu descripción del Thibat, dioiendo: ^'Hastno una spe- ^^sie di crooe, ohe tengono con venerazione." (3) Bdfíere el P. B jacinthe, que las mujeres del Thibet adornan con esta cruz sus vestidos. (4) Según M. Pallas, los mongoles dibujan esta cruz en

(1) lie lotau de la boane loi, pág. €25—626.

(2) SUjedítor indioa: ''Se dice que trae ga«EÍgeii de la forma de loa bodes ^Bud- ^^dha, enrollados de iaqmezda á derecha." (fiion^ Thaaiig, pág 88).

(3) Nonv. Joom. asiat. XTV, pág. 427.

(4) Ib. t. IV, pág. 245.

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pedazos de papel, que colocan al pecho de sus muertos. (1) Fre- cuentemente se ye también la cruz en el pecho de los santos. (2) En el Hindostán es objeto de veneradon, bajo el nombre de sethia. Dice M. Tajlor en su diccionario: ^^Sethia^ es una marca "en forma de cruz, con los cuatro brazos doblados en ángulos "rectos, y que los hindus pintan de colorado al principio de sus "libros de* cuentas al principiar el año nuevo. Forman la mis- "ma figura de harina, sobre el suelo, en las bodas y en otraB "ceremonias."

'^Es curioso notar la circunstancia; dice Clavel, (3) que el sím- bolo de la cruz se mezcla á la arquitectura y á la ornamentación de los templos búddhicos; muchos de éstos son cruciformes» y casi todos tienen cruces en las esculturas que adornan los ma- ros y los pedestales de las estatuas. Se encuentra el mismo em- blema en los palacios, en los monasterios y en las tumbas. Aña- diremos que la cruz era antiguamente un instrumento de supli- cio infamante, entre los pueblos que recibieron la doctrina de Sakya; todavía se le ve hoy de trecho en trecho á la orilla de los cfl^ninos del Japón. Los criminales son atados con cuerdas, y se les da la muerte atravesándoles el costado con una lanza.'*

Justo Lipsio (4) habla del símbolo egipcio que se interpreta vidaftUura. Chanpolion (5) ofrece varias veces la figura de la cruz con asa, (núm. 4 y 6 de nuestra estampa 1") y el signo con sus variiy[ites (6, 7 y 8), que dice significar, "ía tncía, y más pro- piamente la vida diviiuu'' M. Lenoir, interpretando los dibujos da Dupaix, dice: (6) "La cruz con asa ó el Tau, en manos de Isis, indica el tiempo de lluvias en Abisinin, del mismo modo que anuncia la inundación en Egipto; en Gartasse, Nubia, se ve un bajo relieve en el templo principal en el cual hay una cruz escul- pida bajo el emblema que figura la unión de las estaciones, por el nodo formado por las grandes divinidades egipcias Isís y Saté, madre de la naturaleza. Este signo es en la India la imagen del

(1) Pallas, Sammlmigen historischer Naohrichten über die Mongolichen V^lkexs. ohaíten, 1, pág. 427. .

(2) NouY. Joum. Afiiat. I, pág. 415,

(8) F. T. B. Glavel, hist. pittoresquedes areligions. Paxis, 1844. Toxn, I, pág 380.

(4) Justas lipsius, Tractatns de Crace. Ltitetíie Paxiskmim, 1698. lib. 3, c 8.

(5) "BtécÜB da Bystéme hieroglypbiqtie des anüens egyptiens. París, 1828. KiSme- ro277.

(6) Antíquités mexicaines, pág. 79, al fin.

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dios Djagamatha, es decir, del Ungam; es sabido que el Tan era símbolo del pháUus, de Osiris ó de la fecundación."

En Larrainzar encontramos: (1) "Ta se ha visto, que la cruz con asa entre los egipcios se consideraba como emblema de las inundaciones del Nilo, del cual dependía -su fertilidad, y los bie- nes todos que de ellas resultaban. Era el instrumento con que se medían, y se anunciaban al pueblo el progreso y aumento de ese grande é importante acontecimiento, pues no por ser común ú ordinario, dejaba de considerarse como origen de la vida y/di- ddad de aquella nación. Usaban los egipcios para expresar este aumento ó crecimiento del rio, de la palabra canoft, (2) convertida en canopos por los griegos, que era un jarro 6 cántaro de agua, empleando para marcarlo la figura T 6 una + pequeña, (3) que

I con el tiempo no es de admirarse baya dejado de ser entre los

egipcios un nttevo signo, convirtiéndose en una deidad á quien

I tributasen culto."

^^sta misma palabra por la analogía del lenguaje se encuen- tra en el sánscrito transformada en ctimbhy con la cual se signifi- caba xm jarro ó vaso que dio nombre en el zodiaco hindú al signo aquarius. "Este cumbh O^hafa, 6 jarro, dice Paterson. (4) es el "objeto principal en la celebración del culto hindú. Se Je conside- rara como casi la misma deidad. No pueden dispensarse de ella, '^al paso que pueden omitir enteramente la imagen de Durga.^' Los vaishnavas hacen uso del vaso sagrado marcándolo de esta macnera (núm. 9). Los saivas lo señalaban con xm doble triángu- lo (núm. 17); uno de los triángulos significa «tt;ai que reúne en los tres grandes atributos de la pureza, la verdad y la justicia; el otro triángulo es su concierto con los mismos caracteres y atributos. (5) Los adoradores de sadi, ó el principio hembra, se- * Balaban el jarro con esta figura (núm. 18), á cuyas señales se las

(1) Estadios sobre la hist. de America, México, 1875. Tom. 2, pág. 178. -

(2) Asiatic vesearohes or transactions the Society institated in Bengala íor in« qttiring into the bistory and antíqnitíes, the arta, sciences and liieratoie of Asia. Iicmdon, 1798, voL 8, § 8, pág. 75. J. D. Patetaon, article of the <nigin of theHInda religión.

(8) J. B. Paterson, id., id.

(4) Id., id,, id.

(5) Asiatic researches^ &x, Paterson, &c.

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Ubíxx^ jcmtra^ j aon caracteres geroglificos, de los cn^ieB 3e jsjbl* cuentea gran variedad" (X)

Con la figura núm. 19 denotaban i Mercurio los astrónomos egipcios; denotando el círculo la difusión de la Divina .Mente en el mundo sideral, j la cruz inferior la dilusion de los ele- mentos. (2)

El signo llamado cruz cUna^ num. 15^ se diferencia únicamente de la cruz ariana, en tener la dobladura de los brazos en sentido contrario.

'^Gomo instrumento ó medio de castigo, era también conocida (la cruz), según se ha indicado, en tiempo de Abrakam. Kino suspendió de ella á Tarno ó Tarin, rey de Medea, conforme al testimonio de Diódoro. (3) El patíbulo de la cruz se acostumbra- ba entre los persas, los egipcios, los africanos, los mácedonios, los griegos y los romanos. (4) En la Escritura bajo la palabra paiíbido se habla de la cruz, según se colige de los capítulos YHi Vm, XXm de los Números y del libro de Esther." (5)

Ásíj pues, la cruz ha sido conocida por diferentes pueblos» desde la más remota antigüedad, con la variedad de formas qt^e hemos visto, con diversas significaciones, y sirviendo también de objeto sagrado, recibiendo culto. El mismo pueblo de Israel 00^ nocía aquella forma, bien que solo la empleara como in,strum.en- to de suplicio. Convirtióse en el signo sagrado del cristianismo» en el árbol santo de la redención, por la muerte del Salvador. Las formas principales de la cruz cristiana son, la latina, (núuL 12) cruz commma, la griega (núm. 13) crtiz inmmissa, y el aspa de jSaa Andrés (núm. lá) cruz decuasata. Siguen las compuestas como la de Caravaca, la de Santiago y las de las órdenes de caballería.

De las cruces encontradas en México, la de Metztitlan ofreca la figura del tau T; las de Cozumel, Cuauhtochco y otras evideja- temente tienen la forma latina; las que se notan colocadas en las sandalias de los dioses, en el Tonalamatl, son al parecer griegiis (núm. 22); la encontrada por Squier en Centro América, (6) á no

»

<1) IhLcL .

X2) liBnainzar, iom. II, pág. 186.

(3) liib. U de su Biblioteca, pág. 91.

(4) Martánetti. Tesoro delle aatichiia judaiclie, caldee, indiand, Ac., tom. I, { 94« pág. 283.— Justo Lipsio, Tratado de la Omz, lib. I, oap. XI.

(5) Larrainzar, tom. n, pág. 171.

(6) Kioaragua, its people, &o., New Tork, 1855,. Tom. ü, pág. 92.

m

Bét tma semejanza casnal, aotida francamente bu origen búddhico; lá>del Faleüi^ue (núm. 9^) no da iAsítas oaafaeteres para stt daai- SbaáojL En esto^ G6mo en todo lo relativo á li^ mitología azteca, he^ xúi» mezcla confasa de antiguo y de moderno, de doctrinas c&6iüBtíB;j de distinto origen, qne es preciso separaren cuanto posible sea^

CrOiÉsenzando por la craz del Palenque, tenemos como cierto gtie, atendido el coñtettido del relieve, estar colocado en un tem- plo, y las demás circimstáBCíasadtxátidas ya, aqnel signo era un símbolo sagrado que recibía culta Pero si los autores están casi unánimes en este puntó, exrtrañ en el mayor desacuerdo al tratar de fijar la signiñcacion y el origen del emblema.

Mr. Lenoir opina que la cruz del Palenque es incontestable- mente anterior al cristianismo y nada tiene que ver con la reli- gÍ09i cristiana; "esta cruz está en el cielo, formada por la unión '^d^ la ecHptica con el ecuador, fijando dos puntos importantefs ^'d^l año; á saber, la primavera por la^ presencia del sol en la "cOBstelacionde Aries, que está acostado sobre esta unión crucial, '*y el otoño" por el descanso que el sol bace en el signo de Virgo, "colocado en él segundo punto crucial/' (1) Opina Mr. Wal- deek (2) que es un signó astronómico, señalando cada uno de los cuatro brazos uno de lósfpuntos cardinales. Briñton (3) juzga ser el emblema los cuatro vientos, y le parece que el pájaro posado sobre la cruz es el símbolo del dios del aire. H. de Oharencey, (4) h^lñ, autoridad de M.=jLéonce Angrañd, ve la ceremonia del bautismo entre los maya, y déscifiráel nolxkbre de Kukulcan en los jeroglíficos: infiere de aquí, que todo el relieve debe referirse á los tiempos modernos de QüetÉalooatl. Pero el Sr. Oharencey muda de opinión en escrito posterior (5) ofreciendo probar qué la cruz es el árbol la Ceiba; que el pájaro es la representación de la gr^ deidad Sunáb-KUf así como el relieve figura él apoteosis Yotan. El ti^abajo entero está consagrado, á demostrar el orí-

XI) Antiqnités xzkézicaiiies, pág. 79.

(2) Beyae Amádcane. Deuxiéme serie, tom. 11. Description da bas-relief de la Croix, pág. 76.

(8) Tlte MithÉ of thé New World. Nev York, 1868. Pág. 118; para la ortiz véanse las págs. 95, 97, 188, 188.

(4) Actei de la Sooiété Philologiqüe, Márs 1870. Essaide déchüfrementd'on frag- ment d'inaoription palenquéeiine.

(5) Le Mytiie de Votan. Alen^on, 1871. Pág. 104.

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gen asiático de las leyendas referentes á este personaje. Larrain- zar dice: (1) "Es de notarse la coincidencia sorprendente que hay entre las ceremonias del hindú y las figuras egipcias, hasta cionstituir una identidad que Faterson explica considerando que esta ceremonia se verificaba en el eqmnoccio atUunal, en cuyo tiem«* po prevalece la estación de las tempestades é inundaciones^ y supone que son sojuzgadas durante el paso del sol por los signos León y Virgo. ¡Quién sabe si el hermoso relieve de que nos ocu- pamos, representaría, supuestas todas las circunstancias que se han especificado, esta ceremonia religiosa, y si la ^ruz que se halla en el centro es el canob de los egipcios y el cunibh de los indus, es la deidad que por su beneficencia y nobles caracteres, era objeto de culto y veneracionf*

Al medio de esta confusión, un punto parece estar bien demos- trado; la civilización representada por las ruinas del Palenque y de Yucatán, es completamente diversa de la azteca. Difieren por la lengua, por la escritura, por la arquitectura, por los vestidos, por los usos y las costumbres, por la teogonia: si algunos puntos de relación ofrecen, datan de la época de Kukulcan, en que aque- llas se pusieron en contacto. Besulta históricamente demostrado también, que la existencia del Palenque es muy anterior Á la de los tolteca. Inferimos de estas premisas, que la cruz del Palen- que viene de distinto origen que las cruces de México y de Oo- zumel; que no fué introducida por Kukulcan ó sea Quetzalcoatl, y por lo mismo, que no es de significaeion cristiana como las traídas por el civilizador blanco y barbado. La cruz del Palen- que nos parece búddhica.

aquí someramente nuestras razones. El buddhismo es una derivación del brahmismo. El nacimiento de Buddha, autor del cisma, lo colocan los mongoles, los chinos y los japoneses hacia 1027 ó 1029; los cachemiranos en 1333; los tibetanos en 2959, no obstante que de sus libros sagrados resultan 835; los de Ceylan, ' y reinos de Siam y de Ava en 543. (2) Por todos esos cómputos, el principio de aquella religión es anterior en varios siglos á la era cristiana.

La cruz existe en el culto búddhico. Abel Bemusat y Olavel

(1) Estadios sobre la hist de América, tom. II, pág. 179.

(2) Olavel, hist plttoiesqne des religions, tom. II, pág. 278.

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hacen curiosas observaciones, acerca de la semejanza de ciertas prácticas búddhicas con las de la religión cristiana. (1) Presente está la cruz del Palenque, y los' autores convienen, entre ellos el P, Fr. Francisco Jiménez, (2) en la casi identidad de álguzías de las creencias de los pueblos de Centro América con las del catolicismo.

Existen entre los buddhistas monumentos religiosos y tumu* lares de grandes y pequeñas dimensiones. ^'Se les llama en sans- '^crito stupa, lo que propiamente significa moTdon. Esta palabra ''fué alterada de manera, que los habitantes actualed^el Hindos-» 'tan y del A^hanistan llaman á las mismas construcciones tope t**j también burdy, torre, en el Aíghanistan* Llevan en Ceylan el ''nombre de tupa, con más frecuencia dayoba, palabra estropeada "del sánscrito dhátugopa, que quiere decir receptáculo de reliquias "preciosas. En el Tibet se les nombra chostin ó chJiocUin" (3) Estas grandes construcciones, de forma cupular, servían para guardar las reliquias de los buddhas; á veces al rededor de una de ellas se veían muchas tumbas, colocadas á todos rumbos, me- nos al E.

Estos detalles recuerdan las pirámides de Teotihuacan con sus alineamientos de túmulos; pero su figura y los materiales de que están construidas, les alejan del género stupa, lo mismo que á su congénere la de Cholollan. Mas las pirámides de Itzamal se acercan á la forma de ciertos tope del Indostan, así por los materiales que son piedras labradas, como por estar en escalo- nes; ademas, estaban destinadas á guardar las reliquias del gran legislador Zamná. Crece aun la semejanza en las construcciones tumulares encontradas en la Míxteea, y más al S. De forma có- nica unas veces, cupular otras; de piedras labradas retenidas con cimento; con celdas interiores, comunicando al exterior por pa- sadizos ya reotos, ya cruciformes; conteniendo cenizas en urnas 6 dentro de la tierra, con vasos, utensilios y adornos: su destino y forma no dejan duda de su origen asiático. Corroboran este of ígen los relieves vistos en aquella comarca, los trajes en ellos representados; la veneración que ciertos árboles recibían de aque*

(1) Loco cit., tom. II, pág. 889.

(2) Laa historias del orígen de los indios de esta prov. de GuatexnalA, éo» Viena, 1857. Prólogo.

(8) Holmboe. Traces de Buddhisme en Norwege; cap. X y sig.

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llds imeblog^ los nábo& de laseorpiento^ y otow varias eongmeii- (dáB <)til iremos notando ft'os réq|)eeiiivoS' lugaréé^

^'LoB baddhkiflS' considemí como sagrado» los árboles büji» '1M enáesi^ estabas setDiados'sns jef6s espiritiiáles^ oaasdló t€ci^ 'dieron et perfecto eonodimi^nto é la ixxidigeiíeia qne les biao "buddhas (inteligentes y conocedores); pero adoran mis' páífti* 'HAdl»mente el ^W bá)D eít erad fuá iniciado el ^ilmo Btiddftia "Oaotuma Oakyamtmi Este árbol es llaonado por ^icelei^áa' *^h&dhi drwma 6 árbol de la inieligenesa: eséíficus rdigiosij^ 6ficM

Si de estos aateeedentes puede inlerirtie algo, diriamos» que el rdlvéve padeucano parece contener á un tiempo los dos símbolos bdd^bieos; lacrozemsulomiamás'siniplé» y los atributos del ár*- Ixd dB la inteligenicia; En eféoto, tres brazos de la cruii tezmifisji en el loto s^^ado, llevando por apéndice los dos brazos horisoxH talto los dragones iliístiooB; el are &ntástica de la pajrte superior puede ser Oi»nida» pájaro consagradlo á Yisofaniu (3)

£i recuerdo del árbol báddbico vino á ingertarse, bajo forma diversa, en la teogonia azteca. Según dice Iztlilxochitl^ Quetzal* coatí, por otro nombre Haemao, ^fué el primero que adoró y co- ^looó la cruz, que Uamuron Qoialiuitziteotl, Chicahualizteotl y ''otros Tonacacuahuitl, que quiere decir, dios de las lluvias y de 'la salud, y árbol del sustento ó de la vida." (3) La lám. XXIII del Oód. TeUeriano Bemense, ofrece el árbol simbólico, quebrado y chorreando sangre, s%no de Tamoanchan donde los dioses fae^ ron creados, ó del paraíso, del cual fuercm después arrojado& (4)

El introductor del culto búddhico parece ser Votan, el civilí^ zadc^ y legislador de Ohiapan. De su historia diremos en el lu» gar respectivo, ocupátidonos ahora de la etimología del hombre. ''liOS^ buddhistas hablan de muchos Buddhas; pero al que conce- den mayor interés es al último, cuyo primer apellido fué Siádhaír-- ¿^, príncipe real de nacimiento, dichp ^kJcyammd (el religioso de la familia (7a%a j, porque era vastago de la distinguida familiar Qákya^ y Gautama por pertenecer á la gran raza Gatama. Al reino prefirió la vida errante de los ifeligiosos mendicantes, á fixn

(1) Holmboe, pág. 45.

(2) Holmboe, pág. 38.

(3) Historia ohichimeoa, cap. I, MS.

(4) Véase el mtérpz«te en Kingsborons^.

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de predicar la xaoral y reformar las falsas doctrinas de los brah-* manes. Después de largas meditaciones, se convirtió en Bnddha (oonocimientOi inteligencia), reunió muchos discípulos y continuó con fruto sus tareas basta su muerte, acaecida el año 543 antes de nuestra era. Los discípulos propagaron celosamente la doc- tñu&9 7 ya en el primer sínodo de sus más &mosos doctores, 433 antes de nuestra era, se tomó la resolución de enviar misioneros faera de la India, á los países circunvecinos, é idéntica medida foé tomada por segunda vez en el sínodo del año 246. Vimos que sus esfuerzos fueron fructuosos, pues el buddhismo estaba ya establecido en la Transoxana y en el Asia superior desde el se- gundo siglo de nuestra era" ''Es de presumir que los más

ilustres de aquellos misioneros fueron llamados, si no Buddha, al menos con algún epíteto derivado de la misma raíz sánscrita budhf conocer, comprender;] por ejemplo, bodhin, bodhi^ (sabio, inteligente), ó bodhAn^ bodhantj participio de presente del verbo; y de aquí pudieron formar los escandinavos Odin y los alemanes Wódaru La transición de la & en v se opera en la misma lengua sánscrita, y en el bengalí y el hindustajii, de ella derivadas, ha desaparecido la diferencia entre ambas consonantes.'* (1)

De las palabras hodhñan^ bod^hoaU, convertidas en Oiin y Wo- dan, se saca con¿mayor facilidad el nombre de Yotan^ por sólo la sustitución de la d en t Debe saberse que en los idiomas cha- paneco y maya no existe la d, (2) y es natural suponer que al recibir un nombre extranjero convirtieran aquel sonido en su afín t De aquí la identidad de sonido y de significado entre Vo- tan y bodhan, y la presunción de que Votan fuera un budha.

Humboldt, en sus cuadros de la naturaleza, asienta: "Las an- tiguas relaciones entre el occidente de América y el oriente de. Asia, son á mis ojos más de verosímiles; ¿pero por qué camino Y con qué razas asiáticas tuvieron lugar esas comunicaciones? Elsto es lo que todavía no puede determinarse, ün corto numero d|e individuos pertenecientes á la ilustrada clase de los sacerdo- tes, debía sin duda bastar para producir grandes cambios en el estado político de la América occidental. Las fiLbulas esparcidas otro tieiüpo sobre expediciones chinas al Nuevo Continente, se

(1) Holmboe, pág. 68.

(2) Pimentel, Cuadro descripÜTO y comparatÍTO de laa lenguas de México. To- mo m, pág. 107.

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limitan en realidad á viajes al Fousang 6 Japón. Pero por otra parte es posible qne los japoneses 6 los siam-pi de Gorea, hayan sido arrojados por la tempestad á.las costas de América."

"Está demostrado históricamente, qne algunos bonzos y algu- nos aventureros navegaron por el mar de la China, para ir en busca de un remedio que asegurara á los hombres la inmortali- dad. Así es que, en el reinado de Tshin-ohiloang-tli, 209 años antes de la era cristiana, 300 parejas de jóvenes de uno y otro sexo enviados al Japón, se establecieron en Nipón en lugar do volver á China. ¿No había podido conducir la casualidad expe- diciones semejantes á las islas Aleutianas, Alaska 6 la Nueva Ca- lifornia? Aun se pretende haber encontrado á principios del siglo XVI, sobre las costas de Quivira y Cíbola, (el Dorado del Norte) restos de buques salidos de Eatay, es decir, del Japón ó de la China."

Bespecto de las cruces encontradas en México, nos parecen evidentemente de origen cristiano. Para establecerlo tenemos estos hechos demostrados.

Un pirata scandinavo llamado Na^docus, yendo de Noruega á las islas Feroov fué arrojado por la tempestad sobre la costa oriental de Islanda, á cuya isla puso por nombre Snelande. Pasó ésto en 861, y comunicando Naddocus su descubrimiento al sue-

oo Gardarus Svafarson, éste partió para, la isla en 86Í, pasó allí el invierno y puso á la tierra Gardarsholm. Flocco, pirata no- tuego, fué igualmente á la isla en que permaneció dos años, y le puso Iceland ó país de los yelos. La Islanda fué definitivamente ocupada por Ingolf^ año 874, con gran número] de familias dis- gustadas del dominio del rey Harald.

Eric Baude, el Bqjo ó Caheza roja^ por haber muerto á on hom- bre fué desterrado por tres años de Islanda. Sabiendo por nu marinero noruego, llamado Gunbivern, que había una gran costa al O. de la isla, se embarcó con algunos compañeros, año 982, j tras corta navegación tomó tierra, á la cual apellidó [Groenland ó Tierra verde: los soandinavos ponían el' pié en tma comar- ca perteneciente á la América. Eric el rojo se estableció en Groenlandia, poniendo su morada en Brattalid en el Ericsfiord, mientras su compañero Heriulf, hijo de Bard, se establecía en Heriulfsnes, en la parte meridional.

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En 986, Biame HeriulísoA, (1) hijo de Herinlf, emprendía via^ je á Noruega, y como al tomar á Islcmda supiera la ida de su padre, resolvió irle á buscar á Groenlandia,' aunque le eran des* conocidos aquellos mares. Llevada por el viento, y perdido en- tre la bruma, tocó hasta tres veces en tierras desconocidas, que pareciéndole inhospitalarias y no corresponder á las señales que le habían dado, no quiso reconocer; dio la vuelta, aportando fe- lizmente á Herialfsnes. Había sido descubierto el continente Americano.

Hacia 994 Biame visitó á Eric, jarl de Noruega, y contándole^ ñw viaje, Eric le llevó á mal no haber reconocido la tierriei por él descubierta. Volvió Biame á Groenlandia y vendió su barco á lieif, hijo de Eric el Bojo, quien disponía un viaje de descubrí* mientos. Leif se embarcó con 35 hombres, año 1000, dio la vela al Sur y vino á echar anclas en las tierras vistas por Biame; ai primer sitio reconocido llamó Helluland por ser peñascoso; al segundo, al S. del anterior, Markland, (tierra de bosques, hoy Nueva Escocia); en el tercero advirtieron un rio, subieron la co- rriente hasta un lago, en donde se determinaron á pasar el in- vierno, á cuyo efecto construyeron habitaciones, llamadas más tarde Leifsbudir, casas de Leif. El alemán 'I>frker descubrió pa- rras silvestres, recibiendo por ello la comarca el nombre de Vin- land (tierra de viñas, Nantucket, E. ü.) A la primavera siguien- te Leif regresó á su patria.

Aquellos descubrimientos llamaron fuertemente la atención en Groenlandia. Thorvald, hermano de Leif, tomó el barco de éste^ embarcó 30 hombres y se hizo al mar el año 1002. Pasaron el invierno en Leifsbudir en el Yinland; en la primavera de 1003 llevaron sus excursiones al S., volviendo á recogerse en Leifs- budir durante los frios. En el estío de 1004 avanzaron hasta el cabo Eialames (cabo Ood); adelante vieron un promontorio, don- de hallaron tres canoas montadas por tres naturales del país oa- da una, armaron querella con ellos, mataron ocho, y el ultimo pudo salvarse á duras penas. Muy poco después apareció graa n:ámero de indígenas, combatieron algún tiempo á los scandína- vos, retirándose en seguida. Thorvald quedó herido en un bra-

(1) Antiqaitates i^p^erioana, siye Bcriptores septentrionales rerom ante oolombia^ naram in América, opera et studio Garoli C. Bafn. Copenhague, 1837.— Antiquities amérioaines; par Charles Christian Bafn, Copenhagae, 1845.

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zo, murió y lo enterraron en £rossanes (Oabo de las Cruces), llamado así porque sobre la sepultura pusieron cruces. El resto de la expedición pasó el ínyiemo en Leifsbudir, y en la prima- vera 1005 volvió á Groenlandia. Los natúrajles, vistos entonces por vez primera, eran los esquimales, extendidos en aquella épo- ca mucho más al S.^ á quienes los islandeses llamaron skrdUngs. En la primavera 1007 se aprestó otra expedición de 160 hom- bres, en tres naves; mandaba la una Thorfinn Elarlsefne y Sno- rre Thorbranson; la segunda Biame Grimolf on y Thorhall Gam- lason; la última Thorvard, esposo de Freydise, hija natural de Eric el Bojo. Tocaron en Yertribygd, después en Biamey (Dis- co); hacia el S. registraron el Helluland, Markland, y doblado el cabo Kialames, los corredores de tierra trajeron muestras de maíz y de parras silvestres; descubrieron la isla Straumey (Mar- tha Yineyard), é hicieron sus preparativos para invernar en Straumfiord, (bahía de Buzzard). Disgustados entre los jefes» Thorhall se separó con ocho hombres, yendo á perderse sobre la costa de Islanda: los 151 aventureros restantes con Karlseñie, Snorre y Biarne, siguieron al 8., mirando á los naturales ^'de "color oscuro y feos, crecidas cabelleras, ojos grandes y carilar- "gos:*' pasaron elfinviemo en el actual Mont-Haup. Una maña- na de la primavera 1008, se vio pasar á los naturales en sus ca- noas, siguiendo el rumbo S. E.; hechas señales de paz con un escudo'blanco, se allegaron confiadamente entrando en trueques en que ellos daban pieles grises por tiras de lienzo rojo; gusta- ron mucho de las sopas en leche, huyendo al bramido de un tora traído en la expedición, salido por acaso del lugar donde pacía. Al principio del invierno siguiente tomaron Iqs naturales con intenciones hostiles, siguiéndose una batalla en que los islande- ses se pusieron en fuga; detenidos los fugitivos por la valiente Freydice, tornaron á la pelea, haciendo retirar á los indígenas hasta sus canoas. Earlsefne abandonó aquel sitio, pasó el tercer inviejno en Straumfiord, descubrió más tierras al S. y regresó á Groenlandia. "Cuando partieron de Yinland Uevaban viento del "S.^ llegaron á Markland donde encontraron cinco skrellings, "tomaron dos niños varones que llevaron consigo, enseñáronle "la lengua delj Norte y les bautizaron: dijeron que su madre se "llamaba Wethildi y su padre Yrsege; que los skrellings estaban "gobernados por reyes, xaxo de los cuales se decía Abaldamon y

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el otro Yaldidida, que no había casas en sn país, morando la

poblaoion en cayemas." Los beTSÍanos islandeses Helge y Finnboge, de vuelta de un Tiaje á Noruega, llegaron á Groenlandia durante el estío de 1011. Freydise, esposa de Thorrard, la que se había distinguido en la expedición anterior, les propuso hacer viage á Yinland, á condición de partir los proyechos: se convinieron, debiendo lle- var cada parte sólo treinta hombres; mas contra lo pactado, Freydise ocultó y llevó cmco de más. Llegaron el año 1012 á Lei&budir, pasaron el invierno, cargaron de los productos del país principalmente maderas, y cuando todo estaba á punto, Freydise indujo á su marido á que diera muerte á Helge, Finn- boge y sus companeros; ejecutado el crimen los asesinos se apro- piaron el barco, dando vuelta á Groenlandia en la primavera de 1018.

'Tuede tenerse como cierto que las relaciones entre Gro^üan- '^dia y Yinland, subsistieron mucho tiempo después de aquella ^época, aunque no den nociones completas acerca de ello los ^'antiguos manuscritos referentes á Ghroenlandia. Se sabe que el '^obispo groenlandés Eric, llevado por el deseo convertir á ^%s colonos ó de hacerles perseverar en la religión cnristiana, 'llegó á Yinland el ano 1121. Los anales islandeses de la época,

al mencionarlo, no refieren los resultados del viaje; por las

expresiones empleadas, creemos que fué á Yinland donde fijó

su morada." (1)

Menciónanse también descubrimientos hechos en las regiones árticas de América, el ano 1266, bajo los auspicios de algunos eclesiásticos del obispado de (bardar en Groenlandia, y el viaje á Markland en 1327. Las sagas no vuelven á mencionar las colo- nias de América, constando sólo que Qrderious Yitalis recuerda el Yinland como una de las posesiones de los noruegos en ultra- mar, hacia fines del siglo XI. Los establecimientos de Groen- landia comenzaron á decaer en 1406^ y se arruinarcm, perdiéndose la memoria de su existencia.

^'Conocidos estos documentos i^uténticos, dice Bafn, (2) acce- '^sibles á todo él mundo, ninguno podrá dudar de la certidumbre

(1) Christian Raf n, pág.* 20.

(2) Loco dt. pág. 28.

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^'de este hecho histórico; los scandinavos^ dorante Ips siglos X ^'y XI, descubrieron y visitaron una gran parte de las costas '^orientales de la América del Norte, y cada quien se o<»ivencerá '^de que las relaciones entre ambos países su]i>sistieron durante ^los siglos siguientes. El hecho esencial es cierto é incontestable.'^

De esta verdad sacamos, que Quetzalcoatl es un misionero island^. Se nos dirá^ que esto no pasa de una suposición; con- cedemos; pero el supuesto presenta tanta congruencia en su abo- no^ que no parecerá descabellado admitirle ni defenderle. El tiempo de los descubrimientos de los scandinavos, coincide con la época en que el gran legislador se presentó en ToUan. Los ex- tranjeros aportaron- á nuestro país por la parte de Panuco, es decir, por las costas orientales frecuentadas entonces pox los na- vegantes islandeses; expedición casual ó voluntaria, es evidente que los extranjeros llegaron, internándose al interior, bien deli- beradamente, bien imposibilitados para seguir su viaje. Eran blancos y baarbados, como en realidad lo son los de su raca, xe- «onooiéndolo así las tradiciones nahoas. Vestían tri^e diverso, trayendo Quetzalooatl sembrada la túnica de cruces; los scandi- XMTTos de aquellas épocas «ran católicos. Descubre el jefe su ca- rácter sacerdotal en su vida casta y abstinente^ en su amor á la paz» en las virtudes y costumbres que se le atribuyen* Sus pre- dicaciones están en consonancia con su origen y carácter religio- so; introduce el culto de la cruz, doctrinas y prácticas, que aun- que ya desfiguradas, dejan reconocer la filiación Gristiana.

Notables se hicieron los extranjeros no solo por el milano de «u Uegada, por su aspecto y atavíos, sino también por sus predi- caciones y por las ^iseñamsas que derramaban perfeccionando las ciencias y las.prtes: pertenecían á pueblos más adelantados en civilizacioUi el sacerdote debía poseer mayores conocimientos que sus compañeros. Dieron reglas para el cultivo de la tierra, para labrar los metales, pulir las piedras preciosas, no sabemos <»iánta8 cosas más. Quetzalcoatl cicMrrigió el calendario. Hum- boldt, (1) llevado por las semejanzas que encontró, se esfraaó en probar el origen asiático del calendario azteca; persuadidos por sus razonamientos, asi lo creímos aJgun tiempo,* hasta que nue- vos estudios nos convencieron de que el cómputo mexicano, que no es otro que el tolteca corregido por Quetzalcoatl, se deriva.

(1) Ynes des Oordilléres, tom. I., pág. 888.

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diieetameiite del calendario juliano. En efecto, es el año de 366 días, con un dia intercalar constante por cada cuatro anos. Los ncandinavos contaban el dia desde el orto del sol, según el estilo babil^úeo» y asi lo contaron los nahoa. ''Los antiguos scandina- ''vea dice Bafu, dividían el horizonte en ocho playas .6 rincones "del mundo (attir); una revolución del sol se dividía también en "ocho partes guales ^eyJUír^, determinadas porcia marcha apa- ''rente del astro." (1) Esta es la misma división del dia en ocho partes empleada por los méxica. De la misma procedencia viene la adopción de las cuatro¡estaciones, y la doctrina de los cuatro elementos, aire, tierra, agua y fuego, representados por los cuar tro símbolos anuales \tochÜ% oáHi^ aea& y teepaíL Si el sistema juliano no. está completo, es decir, si no son iguales en número los meses ni los dias que los componen, y falta la semana de sie- te dias, la razón es obvia; la corrección vino á efectuarse sobre el primitivo sistema del Tonalamatl ó sean los períodos de 260 dias, combinando el antiguo con el nuevo cómputo. Por estos trabajos astronómicos, Quetzalcoatl fué identificado con el pla- neta Venus.

Loe dogmas caéólicoa no se conservaron puros, porque no pire- valeoieron completamente en Tollan; la reacción idólatra, de don- de viene el antagonismo religioso de Tezcatiipoca ó Titiacahuan, venció al nuevo culto, y al recoger la tradición los herederos de la civilización tolteca, la desnaturalizaron mezclándola á sus distintas creencias; las transformaron para adaptarlas á sus cos- tumbres. De aquí las modificaciones en las órdenes monásticas de monjes y moxgas, en las instituciones religiosas, en la admi- mstraoion de lo que pudieran llamarse los sacramentos.

Arrojado Quetzalcoatil de Tollan, bien que ól mismo amenazara con que vendrían en su defensa los hombres de su raza; bien que sos parciales lo prometieran como cosa segura; bien que fuera iadnccion del pueblo, esperando que si aquellos extranjeros ha- bían venido por Oriente, otros podrían presentarse por el mismo xmnbo; lo derto es que quedó firmemente acreditada la profecía, de que hombres blancos y barbados se presentarian por donde naoe el sol. En la forma que lo presentttoaos, el hecho nada tiene de sobrenatural ni profótico.

Quetzalcoatl permaneció algún tiempo en Cholollan; arrojado

(1) Ántiquitates amérioaine, pág. 16.

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de nuevo de aquella ciudad, &e dirigió á Yucatán, donde tomó el nombre de Kukulcan, de idéntico significado que Quetzi^coatL Allá predicó sus doctrinas, sostenidas después por los emigran. tes tolteca, refugiados en la península después de la destrucdon de Tollan. De aquí que se encuentren también en Yucatán la cruz y las instituciones cristianas: el reinado de Kukulcan y de sus sectarios, fué aUá más pacífico y duradero; por eso sus creen- cias entre los maya dejaron más claras y profundas huellas. Acreditóse igualmente la promesa dejlos hombres blancos y bar- bados; entonces las decantadas profecías de los sacerdotes mayas nada tienen de incomprensible ni extraordinario; son simplemen- te el recuerdo de una creencia, el eco de los {«resentimientos po- pulares, persistentes de una manera sólida así en Yucatán como en México: la diferencia, que allá le cantaban los sacerdotes á los creyentes, aquí le repetían los ancianos á sus familias.

.Procediendo los nahoa como todos los pueblos semicivilizados, asi que transcurrió cierto tiempo, el agradecimiento público dei- ficó la memoria del gran reformador. Como astrónomo le había puesto en el planeta Venus, como á ser superior le llevó al cielo mitológico, haciéndole uno de sus principales dioses. Entonces la imaginación adornó la vida del hombre con todas las maravi- llas que corresponden al numen; entonces se produjeron los mi- lagros, los hechos extraordinarios, que solo eran los hechos comunes extendidos á medidas sobrenaturales.

Tal es nuestro QuetzalcoatL Admitirle no repugna á la raaon. Nada tiene de inverosímil; no se apoya en nada maravilloso ni fantástico; la explicación es llana, natural, sirve para resolver multitud de problemas, hasta aquí insolubles por el carácter de portento que se les atribuye. Preténdese que ;>ara aclimatar en un país los principios religiosos, es precisa una invasión en toda forma: concedemos el principio, en los casos en que se trata de extirpar un culto para sustituirle con otro; pero es falso en todas las ocasiones que sólo ofrecen doctrinas mezcladas. Lo observó ya Humboldt, basta un pequeño número de personas ilustradas para introducir en un país profundos cambios, en el orden relsr- gioso y político, y tal es el caso de QuetzalcoatL Siguióse del corto número de predicadores que los cambios fueran parciales, que se vea la civilización europea sólo representada en ciertos puntos y no en totalidad, como malamente pudiera pretenderse.

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De Quetzaloo&l nos hemos aireyido á señalar el origen y la epooa; de Votan nada afirmamos, fuera de ser asiático, sectario de Buddha. Un hecho es verdadero, y no carece de importan- cia. El signo de la cruz bnddhica se presentó en México por las costas occidentales, mientras la cruz cristiana se introdujo por las costas orientales; después de varios siglos, ambos signos se pusieron en presencia uno de otro, para mezclarse y confundirse, no obstante sus diversasantiguedad y procedencia. Símbolos de dos religiones distintas, ambas sirvieron de enseña para traer la civilización á los pueblos de Anáhuac Esos signos místicos ates- tiguan de una manera indudable, antiguas comunicaciones entre el antiguo y el nuevo mundo, perdidas en el recuerda de la his- toria. Téngase presente, que nada de esto admitimos para esta- blecer la filiación de los pueblos americanos, porque ello no prueba en manera alguna, identidad de raza; le tomamos, y le repetimos, únicamente como demostraciones de ciertos con- tactos premeditados ó casuales, perdidos en la memoria de la humanidad.

Las diversas naciones del continente americano ofrecen por todas partes sus legisladores y civilizadores. Entre las tribus del Norte, los algonkinos presentan á Michabo ó Maaibozho; los iro- quesea á loskeha; los cherokees á Wasi; loa caribes á Tamoi. En nuestro pa¿s, los chiapaneca ostentan en tiempos remotos á Yotan, y los maya á Zamná; en época más moderna, los tolteca tienen á Quetzalcoatl, idéntico con el maya Kukulcan, y confun- dido tal vez malamente con el Gncumatz de los quiohees. Al Sur, los muiscas se ufanan con Kemqueteba; los aymarás con Vira- cocha; los mandanas con Numock-muckeha, y los pueblos del Orinoco con Amalivaca. A pesar de no- compartir siempre sus opiniones, Brinton reconoce que los mitos de loskeha, Viraco- cha, QuetzalcoaÜ y Michabo, son esencialmente uno misma (1) En esas leyendas se encuentran los hombres blancos y barbados, IsB profecías de la venida de conquistadores blancos por el Orien- te. Brinton lo explica por los mitos de la luz y de los. vientos; nosotros creemos encontrar la confirmación de nuestras doctri- nas, comunicaciones diversas con el antiguo mundo. Entre los pueblos semicivilizados, la verdadera historia de sus hombres

(1) The mythg the New World, cap. VI.

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ÍT.

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preeminentes dedAparece, conservándose tenazmente sti recuerdo en forma de leyendas místicas y religiosas.

En la región boreal de nnestro continente, prevalece d^ una manera notable la ofiolatría; el cnlto de la serpiente aparece ba- jo diversas formas, ya representado por la terrible víbora de cascabel, ya por serpientes de griuides dimensiones, ya en fin, por dragones alados. Todos estos pueden ser mitos para expresaar, bien el curso de un rio serpenteando en la llanura; el zigHsag de la chispa eléctrica culebreando sobre las nubes; la tormenta cau- sada por el viento y por el rayo juntos. En la mitología meiáca- na no son escasos los dioses en cuyos nombres se encuentra la radical <x>aü ó cohuaüj culebra. La Oihuacoatl, mujer culebra, culebra hembra, primera mujer qtie sufrió los dolores de la ma- ternidad. La diosa de las mieses Oeñteotl por otro nombre Ohi- comecohuatl, siete culebras. Ooatlicue, enaguas de culebra, ma- dre de Huitzilopochili. La Ck>huatlioue ó Oohuatlantona, culebra resplandeciente, diosa de las flores, á la cual los oficiales de las flores, llamados xochimanque, ofrecían en el mes Tozostontii, ratnos de flores formados con precioso artificia (1)

Iztacmixcoatl, culebra de nube blanca, padre de los pueblos de Anáhuac. Votan, que en su calidad de bttddiía, era una ser- piente. Quetzalcoatl, con sus diementos de pájaro y de culebra, recordando los conflictos de los vi^eitos, de los cuales era dios. « Mizcoatl, culebra de nube, recordando el fenómeno meteorológico de las trombas. Este era dios de la caza, y le estaban consagra- dos el arco y la flecha. Su templo, dentro del mayor de México, se nombraba Teotlalpan, en el cual tenía lugar una graai fiesta y procesión; después de terminadas, el rey y la nobleza salían al cerro Zacatepec, cuatro leguas al S. de la ciudad, lo rodeaban y ojeando en seguida, hacían reunir la caza en el lugar donde de antemano habían colocado los lazos: tomaban de los animales lo que les parecía para sacrificarlos al nibnen, y el resto lo dejaban vivo para que se fuese por riscos y montañas. Mixcoatlenataat- bien dios de los otomies. (2)

Los dioses principales de estos bárbaros serranos se llamaban Otontecutli y Xoxippa; siguiendo en categoria Atetein; alguno

(1) Torquemada, lib. X, oap. Xn.

(2) Torquemada, lib. X, cap. XII.

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de eUog debe ser el Mixcoatl mexicano. (1) Este mismo numen es idéntico al Oamaxtli, dios de los de Tlaxcalla y de Hnexotzinco. En el teocalli mayor de México, el templo denominado Tlama- tainoo, dedicado al dios Tlamatzincatl, de la tribu matlatzinca, servia para un sacrificio en que la carne de la víctima se repartía á los hidalgos y caballeros. Si Tlamatzincatl no es idéntico con Mixcoatly éste al menos era adoi»do también por los matla- tzinca. Junto al teocalli estaba la casa dicha Cuauhxiealoo, á la eoal, durante los sacrificios que los matlatssinca hacían á Mix- coatí, bajaban los niños sacrificados á los tlaloque, quienes bajo el nombre de teteuhpoaUi yiyían con loe dioses de las aguas en suma gloria y celestial alegría, y asistían en persona cada año, escoltados por la gran serpiente Xiuhcoatl, pintada de varios y diversos 4X>lare8. A la misn^ divinidad estaba destinado el Mix- coatliteopan, al cual subían las víctimas de dos en dos, atadas de pi^ y manos. (2)

Los matlatzinca de Tolocan llamaban en su lengua Ooltzin á su dios; "y cq^do hacían sacrificio de alguna persona, lo estrü- ''jaban retorciéndolo con cordeles puestos á rnaaera de red, y ''dentro de ellos lo oprimían tanto, que p<Mr las mallas de la red ''saliaa los huesos de los brazos y pies, y derramaban la sangre ''delante del ídola" (3)

£1 dios Taras, del que sacan su nombre los tarascos, es igual- SMote el repetido MixcoatL En Midioaoan le sacrificaban cule- bras, ave9 y conejos; nunca hombres, que aunque fueran prisio- neros, eran conservados para esclavos. (4)

El teocalli apellidado Mixeohuapan estaba deatinado también á ICxcoatL (5)

En la desiaruodon del mundo ecmsumada por el aire, los hom- tees fueron transfonnados en monos. Observa Humboldt (6) que, 'len general, abundan menos los monos en la parte cálida de Masito que en la América meridional. Estos animales empren- den emigraciones lejanas, cuando arrojados por el hambre 6 la

(1) P. Safasgim, tOín. HI, pág. 127. (9) Taiqvtnud», líl>. X, cap. XIV.

(3) P, Sahagun, tom. III, pág. lao.

(4) P. Sahagon, tom. m, pág. 138.

(5) Torqnemada, lib. X, cap. XII.

(6) Vuea des Cordillteeay tom. U, pág. 127.

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intemperie, se ven obligados á abandonar su antigua mansioiL Ck)nozoo lugares en la parte montañosa del Perú, cuyos habitan- tes recuerdan la ¿poca en que las nuevas colonias de monos se fijaron en tal ó cual valle. ¿La tradición de los cinco soles con- tendría un dato para la historia de estos animales? .¿Designará el ano en que los huracanes y los trastornos causados por los vol- canes obligaron á los monos á hacer incursiones en las montanas de Anáhuac?"

Natural parece la observación del sabio alemán; mas, en nues- tro concepto, la idea azteca se refiere á alguna transformación mitológica. El ozomaüi es nombre y signo de uno de los dias del mes entre los pueblos nahoas; cosa extraña para naciones que vinieron del Norte, donde no es conocido aquel cuadrumano. £n las tradiciones quichees, (1) los gáaios criaron unos sáres de pa- lo, la carne de los hombres de corcho, la de las mujeres de cora- zón de espadaña; salieron broncos, idiotas, no quisieron, alabar á los dioses creadores, siguiéndose por ello que fueron destruidos. ''Señal de esta gente son los monos que ahora^andan por los "montes y por eso quedaron por señal, porque sólo fueron de ''palo, hechos por el Creador, jd mono por eso se parece al hambre, "porque es señal de otro genero de hombres hedlios palo." En la misma leyenda se encuentra la transformación de Hum- Batz y de Hum-Choven en micos, por medio de un encantamien- to. Frecuente es encontrar en las ruinas de Copan esculturas representando la cara del mono, barruntándose por ello que el animal hacía gran papel en la mitología de aquel pueblo.

La semejanza aparente entre el cuadrumano y el hombre, can- sa de tantos dislates modernos apoyados por personas que ae dicen de ingenio, obró fuertemente sobre la imaginación de las razas antiguas, las cuales explicaban el fenómeno por la crea- ción imperfecta ejecutada por los genios quichees. Pero ¿no ha- brá ademas otra idea relativa á la raza negra? ¿ISerán los monos el mito de gentes atezadas, vistas alguna vez por las tribus ame- ricanas? En la creación imperfecta, el negro y el mono pueden estar confundidos. Los arorcLs, por oscuros de color, eran llama- dos monos por sus vecinos; los negros afirman del orangután, que se abstiene de hablar porque no le pongan al trabajo.

(1) Las historias del origen de los indios, por Ximánez, ^ág. 12 y sig.

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Algtmas reminigCenciaa podemos aducir á este propósito. La leyenda qnicliee, pintando el tercer esfaerzo creador, admite Cuatro hombres priiSitivos, cada uno con compañera propia. **Y "allí mismo estuvieron en aquella dulzura los Jiombrés Uancos y "negros^ y hubo muchas lenguas de dos orejas, y hay patrias de ''algunos hombres que no se han visto sus caras, y no tienen ''casas, sino que como locos se andan por todos los montes; ésto ''dijeron menospreciando las patrias de otros, dijeron, allá don- "de vieron el Oriente." (1) Aquí aparece ya la diferencia; los hom- bres blancos y negros no tenían la misma lengua; los negros andaban escondidos por los montes; existían naciones cuyos ros- tros eran desconocidos.

Entre las tradiciones chiapanecas conservadas por el obispo Nunez de la Vega, (2) encontramos: "En muchos pueblos de la provincia de este obispado tienen pintados en sus Beportorios ó Calendarios siete negritos para hacer divinaciones y pronósti- cos correspondientes á los siete dias de la semana comenzándola por el viernes á contar, como por los siete planetas los gentiles, y al que llaman Oozlahuntoz (que es el demonio, según los in- dios dicen con trece potestades) le tienen pintado en silla, y con astas en la cabeza, como de camero. Tienen los indios gran mie- do al negro, porque les dura la memoria de uno de sus primiti- vos ascendientes de color etiópico, que fuó gran guerreador y cruelísimo, según consta por un cuadernillo historial antiquísi- mo, que en su idioma escrito, para en nuestro poder. Los de Oschuc y de otros pueblos de los llanos veneran mucho al que llaman c Yalahau, que quiere decir negro principal 6 señor de negros."

Explicando, ó mas bien contradiciendo Boturini (3) estos aser- tos, nos dice: "pues los tales negritos fueron los principales se- ñores de esta nación, que teniendo en tiempo del heroísmo junto al dominio aristocrático el ministerio del sacerdocio, se distin- guían de los demás héroes pintándose las caras con color negro, y tengo en mi archivo un mapa aun de la tercera edad, en que se ve al sacerdote con la cara pintada de negro, siendo cierto que

(1) Ximénez; loco oit., pág. 84.

(2) OozuttítnoiQneB diooesaiias de Gliiápas, niím. 82, § XXVm, pág. 9. (8) Ideft de una nuera lúsL, pág. 117.

lio

en toda la gentilidad no vinieron á estas partes etiopes algunos, y sólo se acostumbraba entre los sacerdotes el tiznarse las caras, porque imitaban en esto á su dios del infiefeio Mictlanteuotli ó Teotlamacazqui, negro y feo, y de ^ fueron generalmente Uama^ dos tlamacazque."

Contradice igualmente D. Juan Bio Pérez, (1) en estos térmi- nos: "Sin embargo de que la explicación de Boturini sobre este pasaje puede ser probable, parece serlo más de que Yalahau gobernando á los de Ochue, donde era venerado, haya tomado la denominación de aenor de negros por el nombre de este pueblo, más bien que de la condición de sus subditos; porque %hvc en lengua maya es carbón, y todo el mundo sabe que de color negro, y como él era señor de los chuqnes, traduciendo el nombre del pueblo lo llamarían señor de los carbones, y de los negros por una mala aplicación de dicha palabra. Los indios daban nombre á sus pueblos-, ó con el apellido de sus jefes, pues en esta penín- sula subsiste aun el de Chvc, 6 por haber hallado en aquel lugar cuando lo poblaron carbón de algún incendio de montes tan con- tinuos en estas selvas. El nombre Yalahau es común á varios lugares de esta península, y puede componerse de las dos pala- bras yol, hijo de hembra, y de ahau^ rey, esto es, hijo de reina: ó de yaal, agua, y ajau, rey, significando algún manantial de agua excelente para el uso del rey."

Ponemos el pro y el centra para que el lector forme juicio propio. Por nuestra parte, nos parece infundada la negación abso- luta de Boturini al asentar, "que en toda la gentilidad no vinie- ron á estas partes etiopes algunos," y juzgamos un tanto forzadas las deducciones del Sr. Pérez. Verdad es que los sacerdotes se pintaban cuerpo y rostro de negro, y es evidente que en las pin- turas jeroglíficas se distinguen por este color; mas carece de la misma certidumbre, que ese uso viniera por darse parecido á MictlanteuctlL De jnejor gana admitiríamos ser el recuerdo de un culto extraño á los azteca, aprendido tal vez de los hombres de color.

Hacia 1862 fué descubierta en Mayapan, cantón de los Tuxtla, Estado de Yeracruz, una cabeza colosal de granito, (dos varas de altura y las proporciones correspondientes) muy bien esculpidaj

(1) Apéc. al Dice. Univorsal deHist. y de Geog., tom. I, p(íg. 780.

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con el tipo exactamente del negro. Dióla á conocer Don Joaé María Melgar el ano 1868 en su periódico de esta capital; (1) to- el artículo el Boletín de la Sociedad de Oeográfiai (2) y por segunda vez con algunos aumentos, (3) Sudóse al principio de Ia exactitud del dibujo, comparado el del Sr. Melgar con otro remitido á la Sociedad; más por informes posteriores y el exa- men de personas competentes resulta, no solo ser auténtico el monumento, sino que existen otros de la mism& clase aparecien- do en todos ellos la intención deliberada de representar la rassa etíope. El parecido no deja la menor duda, y no puede achacarse á obra casual é inmotivada. Aquella misma fisonomía presentan algunas obras.de cerámica antiguas: hemos cteído encontrar el mismo tipo en algunas de las cabezas tan frecuentes en Teoti* huacan. una figurilla de barro, sacada en las escavaciones de Metlac, tiene el rostro pintado de negro. En. todo ello encontra- mos motivos para pensar, qiie esas representaciones reconocen por origen la idea de fijar, ya en la piedra, ya en el barro, la me- moria de los individuos de una raza desemejante á la americana. En la lengua mexicana ixÜtUic quiere decir, negro de rostro. Entre las divinidades se contaba á Ixtlilton, negrillo. "A este dios hacíanle un oratorio de tablas pintadas como tabernáculo donde estaba su imagen. En este oratorio ó templo había mu- chos lebrillos y tinajas de agua, todas estaban tapadas con tablas ó comales: llamaban á esta agua tlüatl, que quiere decir agua ne- gra, y cuando algún niño enfermaba Uevábanle al templo ó taber- náculo de esté dios Ixtlilton, y abrían una de aquellas tinajas, y dábanle de beber al niño de la misma y 'Con ella sanaba; y cuan- do alguno quería hacer la fiesta de este dios por su devoción, llevaba la ixuágen á su casa. Esta no era de bulto ni pintada, sino que erfb uno de los sátrapas, que se vestía los ornamentos de es- te dios, y cuando le llevaban íbanle incensando delante con hu- mo de copal, hasta que llegaba esta imagen á la casa del que había de hacerle [fiesta con danzas y cantares." (4) Llamábase también Tlaltetecuin, y es bien extraño que el dios no tuviera

(1) Bemanario ilastrado, Octubre 1868.

(2) Segtmda épooa, tom. I, pág. 292.

(3) Segunda época, tom. UI, pág. 104.

(4) Sáhagun, tom. I, pág. 24.--Clayi}ero, tom. I, pág. 237.

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ídolo ni representación material como loa otros námenes, sino que le representara el hombre vivo destinado á aquel oficio.

No pretendemos levantar á la categoría de demostración log hechos qua^anteceden, y fundar la consecuencia de la presenda de los negros en América; más su conjunto pudiera dar pié para conjeturar alguna comunicación con las razas de color, bien con la asiática y polinésica por nuestras costas occidentales^ bien directamente con el África por el Oriente. Sabido de jiodos es, que la armada de Alvarez Gabral, arrancada por los vientos de las playas africanas, fué traída á las de América, siguiéndose el descubrimiento del Brasil, por cierto tan impremeditado co» mo no esperado. ¿No podrían los vientos del Ehecatonatiuh conducir en los tiempos remotos algunas barcas tripuladas por negros?

El aire, como indispensable para la respiración, pasa patúral- mente á ser un QÍmbolo de la vida. El alma impalpable, fuera del alcance de la observación de nuestros sentidos, se la asemeja más ó menos también al aire. En la vida del otro mundo, los nahoa concedían al alma una existencia semejante á la munda- nal, con las mismas necesidades, muchas veces con las mismas ocupaciones, sólo que los medios de llevarlas eran ttciles y desaparecían por completo los males. Esto explica por qué se ponían en los sepulcros armas y vestidos, mantenimientos y adornos.

A semejanza de ciertas creencias modernas, los mexicanos ad« mitían la comunicación con los espíritus. Multitud de fantasmas ó visiones aparecían en la oscuridad de la noche, causando mie- do, presagiando calamidades, repartiendo alguna vez el bien. Era el Tlacahueyac en figura de hombre, solo que era tamaño de un gigante. El Tlacanexquimilli, bulto de oscuridad y ceniza, que envuelto como un cadáver en sudarios cenicientos, iba ro- dando por el suelo. Tezcatlipuca tomaba á veces la forma de un gigante, llevando en las manos, armadas con grandes uñas, la cabeza separada del tronco; rasgado el pecho como el de un sa- crificado, resollaba por la ancha herida, que se abría y cerraba á cada aspiración, produciendo un gran ruido temeroso. Ouitlc^ panton, Cintanaton ó Ointlatlapacholo, era una enanilla muy bien ataviada, que solo aparecía para predecir la muerte. Volaba por los aires una cabeza de hombre, con largos cabellos, la boca

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Abierta hasta las orejas. (1) Un eráneo perseguía á los medrosos, y le querían tomar saltaba de un lugar á otro produciendo lú- gubre rumor. Un difunto aparecía tendido y amortajado, y esta- ba quejándose y gimiendo. Estas y todas sus semejantes tenían como visiones de Tezcatlipooa. Los miedosos se espantaban^ huían, y se derribaban al suelo desmayados; mas los valientes que en busca de ella salían, arremetían, asíanse á eUas y les arran- caban algún don, representado por espinas de maguey. Con la luz del dia se disipaban las visiones. (2)

Sacaban agüeros de los gritos de los animales;del canto de los pájaros, de la presencia de los objetos; generalmente las predic- ciones eran adversas. Oír bramar á la fiera en la montaña traía infortunio; présago de desgracias era el canto del Oactli oacton; los ruidos como de partir leña llamados toocíUepuzUi, hacha noc- turna, amagaba á los sacerdotes; el canto del tecdoü^ buho, pre- sagiaba la muerte; el paso de la comadreja era nuncio de males, 7 lo mismo si se entraba un conejo en alguna casa; el gusano pimhjdxüi significaba robo ó maL (3) Achaque de todos los pue- blos, en todas las edades, ha sido relacionar las cosas conocidas con las desconocidas, á fin de establecer reglas y descubrir por ellas los sucesos futuros. Admitida la fuerza del hado, el influjo de los cuerpos sublunares, se admitirá el participio de todos los objetos naturales sobre las acciones humanas.

(1) Torquemada, lib. XIV, cap. XXII.

(2) Sabían, lib. Y, cap. XI á Xni. (B) Sáhagim, lib. Y, cap. I á Yin.

CAPÍTULO VI.

MfuéffO.^XiuhteeuhtU TWL^FksUu <inuale9,—J>e cuatro «a «Mfev añu.'^BhUffo jM^-ptíuo.^Fiesta seoular M fuego fmeM.-^TesGaUigpoea.'^NcmibTea.'^FmtíiM^ ^La vicUma. HuüzüapochUL EUmoíogia del nomhre,-^Origeneé. TeteahuUl, TetxauhteoiL Formas. TeoyaoUatohiLa. Fiesta del mea PangueteaUztlC TlaeaJíueparumexcotdn. Faina 6 PaynaUon, Diae de la guerra en los bosques, TeoyaomiquL—MigukUi.

EL dios del faego, Xiuhtecuhtli Tetl, el fuego ae&ot del a&o, es el primero de los acompañados ó señores de la nocdie. Se le conocía con los nombres de Lccozaahqui, cariamarillo» Ouecaltzin, llama de fuego, y Huehueteotl, dios antiguo, *'j io- ''dos le tenían por padre considerando los efectos que hacía, por ''que quema, j la llama enciende y abrasa." (1) Estas denomina- ciones autorizan para pensar, que el culto del fuego es muy an- tiguo entre los americanos, y que se ha confundido alguna vez con el del spL Xiuhtecuhtli es la representación propia del fue- go como demento, teniendo dos símbolos que le pertenecen. El mamálhuazUi 6 sean los palos con que se encendíala lumbre nue- va, y el tecpaíL

Tecpatl, pedernal ó silex, hijo de la Omecihuatl y arrojado del cielo á la tierra para producir la primera raza de dioses» Signo del décimo dia del mes, segundo de los companeros de la noche, y uno de los cuatro nombres de los años bajo, la denominación tecpaxihtdtl El mamalhuaztli y el tecpatl responden á la idea de fuego; aquel como símbolo de la fiesta cíclica, conmemorando la conquista del elemento por la frotación de dos maderos; éste al más antiguo procedimiento de sacar las chispas por el choque * contra el pedernal.

El Tpotecpatl, pedernal divino, pedernal dios, preside en la

(1) P. Sahagun, lib. I, cap. XIH.

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jigésiaxsk treoena del Tonalftmatl. Está representado hombre de loedio CTierpo abajo, oon un cendal á la eintnra, y de aqní arriba 09 la forma convenida del tecpati, teniendo en el interior tm rostro de perfil j rematando en los brazos cuyas manos empuñan el cuchmo sagrado: en esta forma es más bien el símbolo del Bacsrificio»

*%a im^igen de este dios flgnraba un hombre desnudo, el cual teiiia la barba teñida con la resina llamada UUi que es negra, y xm barbote de piedra colorada en el agujero de la barba. Tenía ea la cabeza una corona de papel pintada diversos calores y diversas labores: en lo alto de la corona tenia unos penachos de plumas verdes, á manera de llamas de fuego: unas bolas de plumas hada los lados, como pendientes hacia las orejas: unas orejeras en los agujeros^ de las orejas, labradas de turquesas de color mosaico: tenía acuestas unjiplumaje hecho Á jnanera de ana cabeza de dragón, labrada de plumas amarillas, con unos caracolitps mariscos: .unos cascabeles atados á las gargantas de los piás: en la mano izquierda una rodela con cinco piedras ver- des, que se llaman chalchihuites, puestas á manera de cruz sobre ima chapa de oro, casi cubierta toda la rodela: en la mano dere- cha tenía uno á manera de cetro, que era una chapa de oro re- donda» agujerada por el medio, y sobre ella un remate de dos globos, uno mayor y otro menor con una punta sobre el menor: llamaban á este cetro TlcuMdoniy que quiere decir miradero 6 ilúrador, porque con él ocultaba la cara y miraba por el agujero de enmedio de la chapa de oro." (1)

El dios encendido ó bermejo era muy reverenciado; en las co- imdas arrojaban al fuego, en su honra, el primer bocado y el pri- mer sorbo de bebida. (2). De las fiestas que le estaban consagra- das, alguna era tan cruel, que su relato sobresalta el corazón. Durante la fiesta de TlaKOchimaoo los sacerdotes del numen, llamados ihueheyohium, sus viejos, iban al monte á buscar un muy grande árbol, que con todo y ramas hincaban en el patio* del templo. En la vigilia de la fiesta del dios, celebrada en el mes Xocotlhuetzi, venían carpinteros, derribaban con todo cuidado el árbol, lo limpiaban dejándolo liso, y volvían á ponerlo enhies-

(1) P. Sahagun, lib. I, cap. Xm.

(2) dayigezo, tom. I, pág. 288.

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to sostenido por sogas: el palo estaba adornado con los papeles simbólicos, sustentando en el remate una figura de Xiuhtecuhtli formada [del místico tzoaUu Uegado el dia, encendían junto al árbol una gran hoguera, y cuantos tenían esclavos que ofrecer venían adornados, pintado el cuerpo de amarillo, que era Isr librea del fuego. Los cautivos velaban en el templo toda la no- che, y á la hora les ataviaban con los arreos del sacrificio, les ataban de piós y manos, poniéndoles sobre el rostro polvos de yauchtU (1) para hacerles insensibles á la muerte. Los ofrenda- dores tomaban á los cautivos sobre los hombros, formando un baile alrededor del palo y de la hoguera; á tiempo convenida uno de ellos arrojaba su cautivo á la lumbre. La infeliz víctima rodaba sin poderse valer sobre las brasas, permanecía algún tiempo en el tormento, y cuando luchaba contra la muerte en 1& agonía, era sacado con algún garabato, llevado al tajón del sa* .orificio, 6 inmolado en la forma ordinaria. Los demás cautivos iban así pereciendo sucesivamente. (2) Los muchachos arreme- tían en seguida para apoderarse de la figura de Xiuhtechtli, tre- pando por los cordeles que retenían el árbol, mientras los man- dones de loS;.mancebos defendían la subida á garrotazos. (3)

En principios del mes Izcalli sacábase lumbre nueva con dos palos, y tomada con una yesca se encendía el hogar del dios, formando una gran hoguera; acudían los muchachos trayendo todos los animales que habían cazado el dia anterior, y aun pe- ces y culebras, echándolo todo en la lumbre, daban una vuelta alrededor de ella, y se retiraban contentos recibiendo uno de los bollos llamados chalchiuhtamaUi. La fiesta era conocida por Hua- uhquiltamalcualiztli. Diez dias después se repetía la ceremonia

(1) TanhtU escribe TorqnemAda. OlftTigero, nota en la pág. 281, tomo I, dice: El yaúhtU es nna planta cuyo tallo tiene un codo de largo, las hojas semejanteii á

"las del sauz, pero dentadas, las flores amarillas, j las raíces sutiles. I^as flores y las ''hoj^ tienen el mismo olor y sabor que el anis. Es ütil en la medicina, y los médi- "eos mexicanos las aplican á muchas dolencias; pero también la empleaban en usos "supersticiosos." La idea de adormecer á las víctimas, para hacer m^nos crueles sus padecimientos, parece general entre los mexicanos. Según Mendieta, Ub. n, cap. XVI, describiendo aquellas repugnantes ceremonias escribe: '*X parado sentír tanto la muerte, les daban cierto brebige á beber, que parece los desatinaba, y mos- traban ir á morir con alegría."

(2) Sahagun, lib. II, cap. X. Torquemada, lib. X, cap. XXII.

(3) Véanse los pormenores de la fiesta en Sahagun, lib. 11, oap. XXIX.

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dando al dios la advocación de Milintoc; no se encendía el faego con los palos, j aunque en la hoguera se echaba la caza traída por los mancebos, dejábase consumir la pequeña: y la grande ja asada se apartaba para ser comida por los ancianos: llamábase este manjar CbJpúZegtfe. (1)

Estas fiestas se verificaban tres años arreo, y al cuarto tenía lugar otra con mayor aparato. En ella, para dar muestras de la dualidad encamada en las divinidades J mexicanas, morían en el sacrificio ordinario no sólo los cautivos y esclavos, sino también sus mujeres, ataviados unos, y otras con las insignias de Ixco- zauhqui Acabado el sacrificio tenía lugar un baile solemne, lia* mado Netecuitotiliztli, porque sólo eran admitidos el rey y la principal nobleza; terminábala danza al dar cuatro vueltas alre« dador del patio. Acabados baile y fiesta, que como se advierte solo tenia lugar de cuatro en cuatro años, se procedía á agujerar las orejas de los niños y las niñas^ á cuyo efecto acudían los pa- dres con los respectivos padrinos de los párvulos. Hacíase el taladro con un hueso, curábase la herida con la parte más blan- da y fina de las plumas y un poco del ungüento llamado ocotzoÜ, terminando por pasar cuatro veces por el fuego á los infantes, á manera de lustracion. (2)

En estas ceremonias anuales y cuatemales se nota el intento de celebrar ' ciertos períodos de tiempo, relacionados con el ca- lendario. Aunque los cultos del sol y del fuego andan separados, se advierte que á veces se confunden tomándose el uno por el otro. Al pió del templd mayor, junto á la escalera principia, ha- bía dos braseros en que se conservaba fuego perpetuo; los sacer- dotes cuidaban de alimentarle, y ponían incienso durante noche y dia. (3) En el templo llamado Huitznahuac conservábase igual- mente el fuego sagrado, (á) siendo práctica común en todos los teoeallL (6) Casual puede ser la semejanza, mas recuerda el ma- gismo de los pueblos orientales.

La mayor y principal fiesta en honra del fuego era la cíclica ó secular, celebrada de 62 en 62 años, para sacar el fuego nuevo.

%

Sahagon, lib. II, cap^ XXXVH Torqnemada, lib. X, cap. XXX. } Sahagim, lib. U, oap. XXXVH y XXXVHI. (8) Torqnemada, lib. Vm, cap. XI.

(4) Torqnemada, lib. Yin, cap. XUI.

(5) P. Mendieta, lib. U, cap. VH.

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jSegmi la leyenda coBmogómoa de los solee, el mtmdo había de temunar £¿ fin de uno de los cidos; si se lograba el nuevo fuego^ babía seguridad de otros cinooMita j dos anos pam la vida del planeta; oaso eonbrario^ el sol y la humamidad pereo^an mu re* medio. Aquella solemnidad llevaba en una mezcla extraía de ansiedad, luchando el ánimo entre la esperanza de la vida y el terror de la muerte.

Llamábase la fiesta Toxiuhmolpilia, atadunkdelosa&08,Xi<^ tatzquilo, se toma el año nuevo: tenía lugar á la media noék^ anterior si día en que comenzaba el siguiente <m1ow Lod hcíM- tantee se porepatában inutilizando sus ropas y muebles> qtíebrilli- do 6 arrojando agua sus dioses y utoisilios; por la nodbe se subían á lae acsoteas de las casas, por temor de que bqa^eii «te lo alto las fantasmas dichsM tgüzimüm y se comiesen á loe h^)Uibres. Solo las mujeres grávidas quedaban encerradas en los gtaiieit)S> cubierto el rostro con una máscara de penca de magtiey, érvltatt-' do así, «i el fuego no apareciera, que se convirtíerab en animafléli fieros y se eomierto á las gentes: para que los pequedfteloB né#e transformwan en ratones, ks ponía la máscara 4a iÉaagVieiy> imiñdiendo se durmierfeai, á pellizcos y rempujottes. Los las pueblos comarcanos al valle, subían á las montañas y attWAéi fijando ansiosos y á porfía ia vista, en el punto donde hftbiali de aparecer la Uama sagrada.

Cerca de la puesta del soly Los sacerdotes de Méxíeó re^^esiíiti las insignias de todos los dioses, &i representación de los n;Sme' nes; ál principio de la noche- m ponían efk marcha }»rooesional'- mente, con paso mesurado, á lo que llamaban teonenemij caminían coflaio dioses: la mttchedumbre silenciosa seguía la comitiva. Báioerdote del barrio de Oopolco, encargado de sacar la lumbre^ íhA por el camino ensayándose en su oficio. (1) Diriglaase al cerro Huixaebtitlan, (2) procurando llegar ai teocatli cóuBtmido

(1) De estos palos uno era ouadrangular, de madera blanda, oon nna maeaoa ún lado; el otro era tm madero cUúxdrico y duró, el cuál colocado Tertiealmente en la mnesea de aquel, y dándole Túeltaá eontínuadas entre las pábnad de las ttanos, arrancaba por la frotación un polvo menudo, que entraba en combuation. Los palos 86 llamaban mamaOmcustU^ TUtkuBoni, qu» arroja 6 fue^o; l^eouahnitiU palo á» fuego.

(2) HuizachtecaÜ, Huizachtitlan, HuixaohÜan, palabras derivadas de httiMthin, especie de mimosa llamada ahora huizaohi. El cerro es oonoddo aetnalmemte por de la Estrella 6 Iztapalapan.

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en la cumbre hacia la media ñocha Esperaban á que las Pléya- das estuvieran en la mitad del cielo, y entonces tomaban el cau- UTO prevenido al intento^ le sacaban el corazón y sobre la herida colocaban el ÜeÜaaoni: ideábase cop fuerza el sacerdote á res- tareco* los leños» sumidos los circunstantes en la mayor zozobra: era el momento deeisivo. Mas cuando los paloa iban ennegrecién- dose! se escapaban ligeras señales humo, brotando por último la llama, un gran grito de júbilo se alsaba entre los presentes, que repetido en todas direcciones^ se propagaba á los lugares distan- tea. Con el fuego del üecmkuiü se «otcendia una inmensa hogue- ra, á donde eran arrojados el corazón y el cuerpo de la víctima, liuego que los de los pueblos y montañas descubrían la llama MMtocida en las tmiebias, prorrumpían en alaridos de gozo, y cortándose sin distinción alguna en las orejas, arrojaban la san- gre hacia la distante hoguera.

Los sacerdotes entregaban el fuego nuevo á los i^misarios Ve- nidos de los pueblos y piovinciai^ poniéndolo en teas de pino resinoeo; aquellos emisarios^ muy lige^ps corredores, llevaban la llama sin dejarla extinguir, y mudados de distancia en distancia como en postas, en breve tiempo libaba el depósito al lugar de su destino. En México el fuego era colocado en el templo m^yor, delante de Huitzilopochtli, sobre un oandelero de cal y canto; formaban una hoguera, quemando cantidad de copal, repartién- dolo en s^uida á los otros teocalli, habitaciones de los sacerdo- tes» y por último á cada tmo de los vecinos de la ciudad. Cada uno de éstos encendía una lumbrada en el patio de su casa, sa- erificaba codornices, é incensaba hacia loa cuatro puntos cardi- nales. Comían el potaje llamado ¿«>ii¿aRi', compuesto da miel y bledos, absteniéndose de tomar agua hasta el medio dia; á esta hora comenzaba el sacrificio en los temj^os, y acabado podíase ya beber. Seguíase el regocijo general; las mujeres grávidas eran sacadas de su encierro: vestíanse todos de nuevo, ponían en su lugar los muebles y las esteras construidas al intento, renacien- do la seguridad absoluta de otros cincuenta y dos años de exis- tencia. Ocurre que tal vez no era tanto el miedo, de ver acabar el mundo, cuando tan á mano tenían prevenido cuanto debía servirles en el nuevo ciclo. Si acontecía nacer alguno en aquel día, si hombre le llamaban Mblpüli, atadura, y si mujer Xiuh- nenetl.

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La liliima fiesta del faego nuevo tuvo lugar el orne calli 1507, reinando en Mézioo el segundo Moteculizoma. El prisionero bo- bre cuyo pecho se sacd el fuego simbólico fué Xiuhtlaznin, gue^ rrero valiente y generoso de Huexotzinco, cautivado por Tin gue- rrero de Tlatelolco llamado Itzcuin, quien por esta hazaña se llamó Xiuhtlaminnan, tomador de Xiuhtlamin. (1)

Dada idea de las divinidades correspondientes á los cuatro elementos, pasemos á dar cuenta de loa demás númenes del pan- teón mexicano. El primero y el más importante era Tezcatlipoca» espejo resplandeciente. En este mito están mezcladas las ideas más encontradas; la unidad, la dualidad y la pluralidad; el espí- ritu y la materia; el hombre y el dios; el bien y el mal, ya en lucha, ya perfectamente unidos. Sus nombres son varios como sus oficios, Yoalb'ehecatl, viento de la noche; Titlacahuan, somos tus siervos y esclavos; Moyocoyatzin, el que hace cuanto quiere; TelpochtU^ (2) mancebo, porque el tiempo no pasaba por el ni nunca envejecía; Tautl, enemigo, y otros muchos como Necoci- autlmonenequi, Teiocoia^i, Techimatini, Moquequeloa, Yoatzin, NecaoalpiUi, <&c.

En las oraciones que se le dirigían, se le dice: ''tu eres invisi- ble y no palpable, bien así como la noche y el aire.'* Es eterno, creador del cielo y del infierno, alma del universo, señor de la tierra, gobernador del mundo, señor de las batallas y de las ri- quezas. 'Tenetrais con una vista las piedras y árboles, viendo lo que dentro está escondido, y por la misma razón veis y enten- ded lo que está dentro de nuestros corazones, y veis nuestros pensamientos. Nuestras ánimas en vuestra presencia son como un poco de humo y de niebla que se levanta de la tierra.*' De él, sin embargo, dimanan la peste y el hambre; toma apariencias de fantasmas nocturnas para hacer daños; mucho tiene de malévolo ya que se le dice, "nosotros los hombres somos vuestro espectá- culo y teatro, de quien vos os reís." No obstante su gran poder, se llama al sol y á la tierra, "padre y madre de todos." Y debe su origen al Huehueteotl, supuestas estas palabras, "vuestro pa- dre y madre, de todos los dioses, el dios antiguo, que es el dios del mego que está en medio de las flores, y en medio del sdber*

(1) Sahagan, lib. Vil, cap. IX á XII: lib. IV, apéndice tomo I, pág. 346.— Tor- quemada, l^b. X, cap. XXXIII.

(2) Torquemada, lib. VI, cap. XX.

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gae cercado de cnatro paredes, 7 está cubierto con plumas res- plandecientes que son como alas." Ante él se hace la confesión de las culpas, él las perdona, y limpia y purifica las almas tor- nándolas á su prístina candidez. (1)

En México la estatua de Tezcatlipoca era de obsidiana, la cual por esta causa, ademas de su nombre itzüi, se llamaba teotetlj piedra divina; en los demás lugares era de palo. El negro rostro estaba pintado de blanco en la frente, nariz y boca; dos orejeras, unas de plata y otras de oro; en el labio inferior un bezote de berilo, con una pluma azul ó verde; sujetaba el cabello una lámi- na de oro, rematando en una oreja del mismo metal con los sig- nos de la palabra, significando que escuchaba los ruegos y ple- garias;* de entre banda y oreja colgaban unas borlas de plumas blancas de garza. Tenía suspendido al cuello un joyel que le cubría el pecho; brazaletes de oro, y una piedra verde en el om- bligo; en la mano izquierda un mosqueador formado de una chapa redonda de oro bruñido, con plumas verdes, azules y amarillas, llamábase iüachiaya, su mirador, porque allí veía todas las cosas. Llevaba en la mano derecha cuatro saetas, significando que sa- bía castigar á los malos; atados á los pies veinte cascabeles de oro, y en el izquierdo un pié de venado, simbolizando la ligereza y agflidad de sus obras. Le cobijaba una manta de red negra y blanca, con orla á la redonda de rosas blancas, negras y co- loradas, adornadas de plumas: ricas cutaras completaban su adorno. (2)

Tezcatlipoca representaba en realidad una Providencia divina, velando sobre la creación que era obra suya; mas tenía otros símbolos más ó menos incompatibles con su dignidad. Bajo el nombre de Titlacahuan patrocinaba á los enamorados. (3) Como Necocyaotl, sembrador de discordias, tenía una forma espantosa, amenazando por todos lados infortunios. (4) Los de Tianqui&- manalco le representaban como un hermoso joven, cubierto con una piel de venado, llamándole Tlacatelpoctli, mancebo virgen,

(1) Sahagnn, lib. VI, cap. I al VH: lib. ni, cap. II.

(2) P. Darán, cap. IV. MS. Acosta, lib. V, cap. IX.

(3) Boturini, idea de una nueya bist., pág. 12.

(4) Gama, descrip. de las dos piedras, pág. 40.

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en memoria de un penitente que desde niño yivió en las laderas del Tolcan. (1)

Titlaoahnan ó Tezcatlipoca domina en la afonda trecena del TonalamatL Tiene enfrente la luna, qne es su símbolo astronó- mico, bajo cnyo aspecto mantiene las luchas con Yénns ó Qne« tzalcoatl. Como persona real, y con el tercer nombre Tlacahue- pan, lo yemos luchar con el mismo Quetzalcoatl, su antagonista religioso, representando un Culto más antiguo.

Beina también en la tercera trecena del Tonalamatl, con Tla- tocaocelotl ó según Castillo con Teotlamacazqui IztlacatinL Tla- tocaocelotl, tigre hombre 6 persona, figurado en un tigre con un penacho de plumas ricas, parece simbolizar la fuerza guerrera, perteneciendo sin duda á alguna constelación que ahora se nos escapa. Teotlamacazqui, sacerdote divino, es el signo de los mi- nistros dedicados al culto y al estudio de las cosas santas.

''Llamábanle Moyocoyatzin, por razón que hacia todo cuanto queria y pensaba, y que ninguno le podía contradecir á lo que hacía, ni en el cielo ni Ai este mundo, y en dar riqueza á quien quería; y más decían, que el dia que fuese servido de destruir y derribar el cielo, que lo haría., y los vivos se acabarían; y al di- cho Titlacahuan todos le adoraban y rogaban, y en todos los ca- minos y divisiones de calles le ponían un asiento hecho de pie- dras, para él, que se llamaba Momuztli, y le ponían ciertos ramos en el dicho asiento por su honra y servicio cada cinco dias, allende de los veinte dias de fiesta que le hacían, y asi tenían la costum- bre y orden de hacerlo siempre.'' (2)

La gran fiesta solemne en honra de esta divinidad, tenía lugar en el mes Toxcatl; las ceremonias tenían mucho de místico y de significativo. (3) Llama sobre ellas la atención la víctima consa- grada al dios. Luego que la anterior fiesta terminaba, escogíase entre los esclavos un mozo gentil y hermoso, sin mácula alguna, de buenas maneras, bien hablado y entendido en la música y el canto, en todo lo cual había sido industriado por los calpixque que le tenían á cargo. Dejábanle crecer el pelo hasta la cintura; con resina le pegaban en la cabeza plumas blancas de gallina;

(1) Gamino del délo, por él P. Fr. Martin de León. México, 1610, foj« 96.

(2) P. Sahagan. lib. m, cap. n.

(8) Torqnemada, lib. X, cap. XIV.— Duran, segttnda parte, cap. IV. MS.

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'V^Étido d^ una Manera rica, añadían ima guirnalda de flores llia^ mada izquixoehUly y sartales de» flores atraresados del hombro al Hobaeo; gargantilla de piedras preciosas oon un largo joyel; ador-^ nos de oro en brazos y piernas; maaÜaU y manta muy rípos; en suma, el mayor y más suntuoso adorno. Con estos arreos, segui- do de ocho «pajes destinados á su servicio y de la gente princi- pal que quería acompañarle, recorría á su voluntad dia y noche la población, tocando una flautilla de sonido agudo, con flores y ramilletes las manos, fumando las cañas de humo y saludan- do coriesmente á cuairtos veía. *La gente que le encontraba se humillaba^ haciéndole reverencia como al mismo TezcoÜipoca, al que ró^esentaba. El sonido de la flauülla, dido principalmente de noche, ponía espanto en los criminales y pecadores.

Veinte dias antes de cumplirse el plazio, le quitaban aqueUas insigíáaa, le vestían como á capitán cortándde el pelo y atándo- selo eon las botlas dichas aedaoiéUi de oro, plumas y tockomütl. Su vida hasta entonces haUa pHisado satisfecha y harta; ahora x^erecían p«^a él los goces y el placer. Dábanle por compañeras ílitiitías cuatro doncellas lindas, al intento criadas, oon los nolñ- bree de las diosas Xochiquetzal^ Xilonen, Atlatonan y Huíxto*' oikuaÜ; proceres y nobles le actHñpañaban y servían, pasando lodos loé días en esplendidos convites. Los tínco étimos dias ttóbléza enteára fe aeompa&aba á excepcáoh ^1 rey, y ti ban- quete, baile y musite tenían Itigar en sitios deleitosos. ' El pri* la^ di€k en el ha¿ftio de TeoasnoMn; el segundo en el santuario de Teeeatlipoca; el tercero en Ohapultépec; el (marto en Tepe* isfaie6, el quinto y ultimo esi T^polco.

. Por más qtte los placeres le habían entréteiddo, tocaba al cabo el infolkrtunado tármino. Concluido el sarao én Tepepolco, salíA el mancebo en una canoa cubierta con un toldo; en Tl&pizahuk^ yaii) no lejos de Itztapala^an, le aband<Hiaban sus mujeres y el cortejo de nobles^ prosiguiendo su camino con los ocho pajeH de su servidumbre. Llegado á México, quedaba sólo al pié de las gradas del teocalli; subía pauaadamente, rompiendo en cada escalón alguna de las flautillas que le sirvieron para tañir, arrO'» jando sus adornos, como quien se desprende de las últimas y más queridas ilusiones. Llegado á la parte superior, se ponía junto á las andas del ídolo, seguía la procesión, y terminada le tomaban los sacerdotes, le tendían sobre el techcaü y le inmola*

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ban. Por un privilegio, no arrojaban el cadáver por las escale- ras abajo, sino que los ministros le bajaban con toda reverencia^ cortábanle estando abajo la cabeza, que colocaban en el Ttom" panüi, j el cuerpo lo condimentaban repartiéndole como comida mística al rey, sacerdotes y nobleza. Sic transü gloria nmndu "Decían que esto significaba, que los que tienen riquezas y de- 'leites en su vida, al cabo de ella han de venir á terminar en "pobreza y dolor." (1)

Huitzilopochtli, el dios propio, peculiar de los méúca. El nti- men terrible explica por si solo la organización y los instintos de la tribu. Huitzilopochtli era la deificación de la guerra; sus sectarios debían ser conquistadores, no tanto por extender su poderío, cuanto por hacer adorar al Tetzahuitl de todas las naciones de la tierra. El culto era feroz y sangriento, porque la guerra se complace en la sangre; la víctima apetecida por la di- vinidad era el prisionero. El sacerdote y él soldado formaban las clases privilegiadas; pero e(& tocaban en muchos puntos, se confundían á veces, porque el ministro era guerreador, y los mi- litares en su juventud habían servido en los templos. El jefe principal, llamémosle rey, asumía los caracteres de primero en el Estado y en la milicia, el pontífice de la religión. México pro* píamente era un campamento. La educación hacía al niño sobrio, sufrido contra la intemperie, estoico para el dolor; al joven, amante del dios, reverente por el culto, indiferente para los es- pectáculos sangrientos, impasible para recibirla muerte; al hom- bre, guerreador determinado; altivo* para no retroceder nunca, con la conciencia orgullosa de la supremacía de su raza. En los combates se ganaban los grados militares, las distinciones civi- les; fuera de la pelea no tenían esperanza de medra, ni los no- bles ni los plebeyos; se alcanzaba en las batallas honra y lucro. La vida, que era de la patria, se pasaba en continuo pugnar con- tra los hombres y los elementos; la muerte podía venir cuando quisiera, afrentosa casi si era natural, gloriosa y bien recompen- sada si verificada en el campo de batalla ó en las aras de los dioses de la guerra sagrada.

Diversas son las etimologías dadas al nombre. Según unos,

(1) Sahagun, Ub. II, cap. V, y XXIV. Torquemada, lib. X, cap. XIV y XV.

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significa siniestra de pluma relumbrante. (1) En otro sentir se compone de Huitzilin, chupamirto, y de Tlahnipochtli, nigro- mante 6 hechicero que echa faego por la boca; pero la lengua no autoriza esta formación. Se saca también de huitzilin, y de opochili, manó izquierda, sonando, mano izquierda ó siniestra de pluma relumbrante. (2) En versión diversa se hace la palabra de Huitziton^ capitán conductor de los mexicanos, y de mapoche, que es la mano siniestra, como quien dice, Huitziton sentado á la mano siniestra; (3) Clavigero repugnó esta etimología por violenta: (4) Conformándonos con el mismo Clavigero, la signi- ficación propia debe tomarse de hidtzitziliny chupamirto, que en composición arroja el elemento huiizil, y de opochtli, mano sinies- tra; "Llamóse así, dice el repetido autor, porque su ídolo tenía en el pié izquierdo unas plumas de aquella ave." Las traduccio- nes que pudieran formarse, mano izquierda de colibrí, ó colibrí izquierdo, no nos satisfacen.

Quedan rastros, como hornos visto, de una religión muy anti- gua, en la cual eran adorados los animales; acaso en aquella épo- ca el huitzitziUn era el emblema del valor guerrero, y bajo esta forma el dios de la guerra. No aparece el supuesto tan descabe- llado, pues en aquella mitología estaba admitido, que los gue- rreros habitantes de la casa del sol, después de acompañar al astro, se convertían en chupamirtos, esparciéndose por los jar- dines del cíelo á libar el néctar de las flores. Por otra parte en- tre los guerreros mexicanos había algunos muy temidos, porque combatían con la mano izquierda. A estas dos ideas nos parece corresponder el nombre Huitzilopochtli, significando en realidad el guerrero zurdo, el zurdo dios de la guerra; ó tomando la voz huitzitzilin en su sentido figurado, el zuf do precioso, el zurdo distinguido, valioso, primoroso. Consta en documentos ajitiguos, llamarse por otro nombre Mexitli.

Vario como su nombre es su origen. Lo hemos visto entre los dioses primitivos, llamándole en el ritual señor del cielo y de la tierra. Tambmn aparece como un hombre robusto y guerreador, llevando por divisa una cabeza de dragón espantable que echa-

(1) Acosta, lib. V, cap, IX.

(2) Torquemada, lib. VI, cap. XXI.

(3) Botorini, idea de una nueva hist. pág. 61. Le sigue Veytia, tom. 11, pág. 94.

(4) Hifit. antig. tom. 1, nota en la página 234.

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ba íuego por la boca; ó como un nigromántico que se transfor- maba en figura de animales: ^ ambos ci^os, después de muerto le honraron como dios. (1) En otra leyenda» los mexicanos, da* rante su peregrinación, traían como conductor á un capitán ña- mado Huitzinton; muerto cargado de años y de méritos, fué ansf^- batado al cielo y puesto á la izquierda de Tezcatlipocaí quien tenía la forma de un espantoso dragón: aquel fué el apoteosis del eapitan. (2) La relación propiamente religiosa cambia de forma* Había en el pueblo de Goatepec, cerca de ToUan, una devota mujer llamada Ooatlicue, madre de los indios nombrados Oen- tzonhuitznahuac y de la mujer dicha CoyolxauhquL Estaba una yez Goatlicue barriendo el templo, cuando del cielo calló un oyi- Uo de plumas finas,- que ella recogió, colocándolo en el vientre debajo de las enaguas; acabado el quehacer buscó el ovillo; mas con grande asombro suyo había desaparecido, subiendo de pun- to su confusión sintiendo los síntomas de estar grávida. Guando aquel estado se hizo patente, los centzonhuitznahuac, impulsa- dos principalmente por su hermana Goyolxauhqui, resolvieron matar á la devota, pues había afrentado su linaje C9n acción tan contraria á la honestidad. Guahuitlicue, uno de los hijos, dio aviso de la determinación á Goatlicue, la cual se entristeció y lloraba su desventura: creíase perdida sin remedio, y más se afligía cuanto que se tenía por inocente: estando muy apenada, oyó salir de su vientre una voz que le dijo: "Madre mia, no te "acongojes ni recibas pena, que yo lo remediare y te libraré, qon 'mucha gloria tuya y estimación* mia."

El dia señalado, los centzonhuitznahuac vistieron sus insig- nias guerreras, tomaron sus armas, y conducidos por la sañosa Goyolxauhqui se dirijieron á consumar el crimen. La voz que salía del vientre preguntó: ¿á donde venían los enemigos? Gua- huitlicue respondió, que por Tzompantitlan. Bepetidas las pre- guntas, las respuestas decían que en Goaxalco, en Apetlac, al medio de la sierra, es decir, siempre más cerca. Guando Guahui- tlicue dijo, ¡ya están aquí! Huitzilopochtli nació de improviso. Bostro, brazos y muslos tenia pintados de azul; la \)iema sinies- tra delgada y emplumada; en la cabeza pegado un plumaje; ar-

(1) Sahagon, lib. I, cap. 1.

(2) Botarini, idea, pág. 60. yeytia» tom. 11, pág. 93.

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BUido OQOi la rodela llamada Tehuehueli y un dardo, tambieu asolea. Aparecióse igualmente un guerrero apellidado Tochan- oalqiiiy j una culebra de tea de pino dicha XiuhcoatL Por orden del dios, Toohanoalqui encendió la culebra y arremetiendo con- traía instigadora Ooyolxauhqui la consumió en el instante; Huí- tzilopochtli cerró briosam^ite contra los oentzonhuitznabuac; en balde le pidieron merced y luego huyeron» porque perseguidos las sierras abajo sin tregua ni descanso, perecieron á excepción de pocos^ el vencedor robó las casas de los vencidos, y depuso los despojos á los píes de su madre. Por este caso prodigioso se decía al numen Tetzahuitl, espanto, asombro, y Tetzauhteotl, dios espantoso, asombrosa (1)

Esta leyenda refiere sin duda aJgun desafuero cometido por los mézioa contra los huitssnahoa, ayecindados en Goatepec. Lo (¿erto es, como comprobado por sus pinturas, que cuando los asstecas aparecen comenzando su peregrinación^ ya venían con- ducidos, por su dios Huitzilopochtli, representado en la cabeza del huitzitziHn, en cuya forína hablaba con la tribu y daba sus órdenes á los sacerdotes.

Bespecto de la figura, el misticismo hacía cambiar las iosig- nias y los adornos. Vimos ya como se presentó al nacer; he aquí otra forma. ^'Era una estatua de madera entretallada en seme- janza de un hombre sentado en un escaño azxd fundado en unas andas, y de cada esquina salía un madero con una cabeza de sierpe al cabo: el escaño denotaba que estaba sentado en el cielo, £1 mismo ídolo tenía toda la frente azul, y por encima de la na- riz una venda azul, que tomaba de una oreja ájotra^ Tenía sobre la cabeza un rico plumaje de hechxira de pico de pájaro: el re- mate derél de oro muy bruñido. Tenía en la mano izquierda una rodela blanca con cinco pinas de plumas blancas puestas en cruz: salía por lo alto un gallardete de oro, y por las manijas cuatro saetas, que según decían los mexicanos, les habían envia- do del cielo para hacer las hazañas que en su lugar se dirán. Te- nía en la mano derecha un báculo labrado á manera de culebra, todo azul ondeado. Todo este ornato, y el demás que era mucho, tenía sua significaciones, según los mexicanos declaraban." (2)

(1) P. Sahagun, lib.'III, cap. I, § 1.— Torquemada, lib. VI, cap. XXI.— Clavigero, tom. I, pág. 285.

(2) Acosta, lib. V, cap. IX.— Doran, segunda parte, cap. II, MS.

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Según o&os autores» la estatua era la de un gran jigante, her- mosa y galanamente adornada de joyas y piedras preciosas, for- mando figuras de aves, mariposas, ranas, peces del mar, flores y frutos, '^para dar á entender que de todo era señor y hacedor.'' Tenía una máscara de oro, denotando que la deidad no es visible sino que está encubierta, con ojos de espejuelos muy relumbran- tes, avisando que todo lo veía y sabía todo, que no duerme y ve- la constantemente por las criaturas. Estaba ceñida de una grue- sa culebra de oro; un collar de diez corazones humanos, como señor de la vida; otro rostro en el cerebro á manera de hombre muerto, indicando que á su voluntad dábala vida y la muerte. (1)

En todo este simbolismo dominan siempre el huitzitzilin y la culebra, mitos de la religión primitiva. A estas ideas unieron los méxica con su eclecticismo no siempre bien razonado, los mitos religiosos de las tribus de cuyos dioses se apoderaron para for- mar su abigarrado panteón.

Domina en la sexta trecena del Tonalamatl bajo la advocación de Tetzauhteotl, en compañía de Piltzintecutli En la dédma quinta trecena impera con Teoyaotlatohua y Teoyaomiqui Teo- yaotlatohua, nuncio ó jefe principal que publica la guerra divina, divinidad invocada en las guerras religiosas, & la que seguía co- mo fiel compañera la Teoyaomiqui; era sobrenombre de Huitzi- lopochtli. En la vigésima y última trecena aparece aun Tetzauh- teotl Huitzilopochtli, junto con Teotecpatl.

Entre las fiestas solemnes celebradas en honra de esta divini- dad, ninguna es tan significativa como la siguiente, pues recuerda los ritos cristianos y el influjo que tnvo Quetzalcoatl en introdu- cirlos. He aquí la relación: "Asimismo dicen que el dia que lo celebraban para hacer fiesta que llaman Panquetzalistli, to- maban semillas de bledos y las limpiaban quitando muy bien las pajas, y apartando' otras semillas que se llaman petzicaü y tezr oaohuatihtli; molíanlas delicadamente, después estando la harina muy sutil, amasábanla, y con la misma hacían el cuerpo de Yi- tzilopochtli. Al dia siguiente un hombre que se llamaba Que- tzalcoatl, tiraba al cuerpo del dicho Yitzilopuchtli con un dardo que tenía un casquillo de piedra, y se lo metía por el i^orazon, estando presente el rey ó señor, y un privado del dicho Vitzilo-

(1) Torquemada, lib. VI, cap. XXXVn. Clavigero, tom. I, pág, 235.

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puchtli, que se llamaba Tebuoa. También se hallaban presentes cuatro grandes sacerdotes, y más otros cuatro principales de los mancebos que tenían cargo de criar la juventud, cuyo colegio se llamaba Telpuclitlotoque; todos éstos se hallaban presentes cuan- do mataban el cuerpo de Yitzilopuchtli, y después de haberlo muerto, luego lo desbarataban, como que era de una masa hecha de semilla de bledos, y el corazón de Yitzilopuchtli, tomábanlo para el señor ó el rey, y todo el cuerpo y pedazos que eran como besos de dicho Yitzilopuchtli, lo repartían por iguales partes entre los naturales de México y Tlaltelulco. Los de México que eran ministros del dicho Yitzilopuchtli que se llamaban Calpu- les, tomaban cuatro pedazos del cuerpo, y otros tantos tomaban los de Tlaltelulco, para los que tenían el mismo nombre; de esta manera repartían entre ellos los cuatro pedazos del cuerpo de Yitzilopuchtli á los indios de los barrios, los ministros de los ídolos que se llamaban Calpules, los cuales comían el cuerpo de Yitzilopuchtli cada año, según su orden y costumbre que ellos habían tenido. Cada uno comía un pedazo del cuerpo de este dios, y los que comían eran mancebos, y decían que era el cuer- po de dios que se llamaba Teocualo, y los que recibían y comían el cuerpo de Yitzilopuchtli, se llamaban ministros de dios." (1)

Si esta era la prinqipal, no faltaban otras divinidades que pre- sidían á la guerra. Tlacahuepanóuexcotzin era hermano de Hui- tzilopochtli, su compañero y sustituto: recibía adoración en el teocaUi Huitznahuaccalpulli, donde se hacía su estatua de masa á semejanza de su hermano mayor. (2) Se le daba culto principal en Texcoco. Si la guerra se emprendía para conquistar alguna provincia ó con otro particular motivo, los guerreros iban á los montes á traer leña, presentándola á los sacerdotes del templo, á fin de que ardiera en el fuego perpetuo todo el tiempo que la expedición durara, haciendo el rey algunos sacrificios ante las estatuas de Huitzilopochtli y de Tlacahuepancuexcotzin: á este acto y ofrenda llamaban Teocuauhquetzaliztlí. (3)

Paina ó Paynalton, ligero, velo j, apresurado; del verbo payna, correr apresuradamente. Hermano menor de Huitzilopochtli, y

(1) Sahagtm, lib. m, cap. I, § segando.^Torqnemada, lib. VI, cap. XXXVin, aumenta otros machos pormenores semejantes á la oonsagradon y comunión de esté pan místico anualmente. Teoeuah mdeze decir, dios es comido.

(2) Torqnemada, lib. Vm, cap. XVI.

(33 Gama, descrip. de las dos piedras, pág. SS, § 22.

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su coadjutor ó vicario. En los casos de un acometimiento repen- tino de los enemigos, los sacerdotes tomaban la estatua del dios en unas andas, y echaban á correr por las calles y alrededor de la ciudad, parando de cuando en cuando en ciertos lugares para hacer sacrificios de codornices y aun de hombres. Esta ceremo- nia equivalía á tocar á rebato, pues todos los guerreros estaban obligados á tomar las armas, para acudir al lugar amenazado. (1) Era el numen de la guerra de sorpresa y de emboscadas.

"T en los bosques tenían dios de las guerras, para que los de- fendiese y guardase de sus enemigos." (2) Era el numen que presidía á la guerra de montaña, diversa de la que se hacía en la tierra llana.

Teoyaomiqúi, morir en la guerra divina, morir en defensa de los dioses. Los mexicanos, acolhua y tepaneca, tenían concerta- da una guerra religiosa contra los de Tlaxcalla, Huexotzinco y CholoUan: era su objeto traer víctimas frescas para los dioses, razón por la cual se llamaba guerra sagrada, florida, contra los enemigos de casa. La Teoyaomiqúi completaba la dualidad en los dioses de la guerra; su oficio era recojer las almas de los muer- tos en las batallas religiosas, y las de los prisioneros sacrificados á los dioses. Principalmente en estos combates, el objeto de los guerreros consistía menos en dar muerte á los enemigos, que en cogerlos vivos para traerles como víctimas: á estas batallas se di- rigían los combatientes resueltos á morir, pues sólo con mucha victoria podían escapar con vida. "A ella dirigían sus votos y sa- crificios los señores y gente militar, no sólo en el templo donde se veneraba, sino dentro de sus propias casas; cuidando los pa- dres ó parientes de aquellos soldados, ya que estaban prontos á salir de ellas, de barrer y limpiar bien todas sus piezas, compo- nerlas y sahumadlas con el incienso sacro, que era del copal mis-' mo que ofrecían en el templo, á cuya ceremonia daban el nombre de Tlachpahualiztli." (3)

La Teoyaomiqúi impera en la XV trecena del Tonalamatl, en. compañía de Teoyaotlatohua Huitzilopochtli. '170 solamente veneraban en el templo, dice Gama, (4) este horrible simulacro,

(1) Sáhagon, lib. I, cap. IL Torquemada, lib. VI, cap. XXII. Clavigeto, tom, X, pág. 236.

'2) Torqaeioada, Ub. VI, oap. XVI.

^8) Gama, las dos piodras, pág. 38, § 22. Botariai, pág. 27.

r4) Loco cit., pág. 42, § 26.

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<K)mo un compendio de mnchos dioses, sino que también le fin- gieron los astrólogos jndiciarios constelación celeste que influía en los que nacían en la trecena que denominaba, que era la XY del TonalamatL En ello suponían dominio á estos dos compa- ñeros, no unidos como están aqní, ni con los ornamentos y divi- sas que se yen cubiertos, sino en otras figuras diferentes, menos deformes (como que los fingían ya separados de la tierra y colo- cados en el cielo) aunque siempre afeados con los atributos que les suponíaiL Allí aparece Teoyaotlatohua Huitzilopochtli con el rostro descubierto, y con la boca abierta en acción de que está hablando, con sólo medio cuerpo, y el resto en forma de una es- pecie de banco: tiene en la cabeza un penacho de plumas, y en el cerebro otro que forma figura de un timbal, que también remata en plumas. Del mismo cerebro le bajan unos adornos que le cubren la espalda: sus brazos se asemejan á unos troncos con ramas, y de la cintura le nacen unas yerbas, que parte de ellas cae sobre el banco. En frente de esta figura está Teoyaomiqui desnuda, y cubierta con sólo un cendal, parada sobre una basa ó porción de pilastra; la cabeza separada del cuerpo arriba del cuello, con los ojos vendados, y en su lugar dos víboras ó crde- bras, que nacen del mismo cuello. Entre estas dos figuras está un árbol de flores partido por medio, al cual se junta un madero con varios atravesaños, y encima de él una ave, cuya cabeza está también dividida del cuerpo. Se ve también otra cabeza de ave dentro de una jicara, otra de sierpe, una oUa con la boca para abajo saliendo de ella la materia que contenía dentro, cuya figu- , ra parece ser la que usaban para representar el agua; y final- mente, ocupan el resto del cuadro otros jeroglíficos y figuras diferentes."

Miquiztli, muerte. Simbolizada en un cránep, es el signo del sexto dia del mes y el quinto de los acompañados ó señores de la noche. En la religión guerrera de los mexicanos, no podía fal- tar la deificación de la idea del término de la existencia. Colo- cado entre los signos celestes, por él comenzaba la sexta trecena del TonalamatL Con su numero de orden CemiquizUi se le ado- raba por dios, en el templo llamado Tolnahuac, sacrificándole cautivos cada 260 dias. (1)

(1) T<nquemada, Ub. Yin, cap. XYI.

CAPÍTULO vn.

Dioses menores, -^ Templos.— TeocalU de HuUaJopochtU.--TtompantU.— Templo de- (¿u¿tealcoatl,'—TeocalU de Texcoeo.— Templo al dios ineóffnito.—OtUto.— Oración. —Múdca, canto y danM.— Ofrendas.— Cop<iUi.--Chapopotli.-^Ayunos.'-Peni^ tendas.

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LOS dioses mexicanos, atento cada uno al desempeño de sus obligaciones, no tenían espacio para entregarse á pasatiem- pos: si menos poéticos, mucho más morales que las divinidades griegas, no se ocupaban en fraguar incestos, seducir á las libres j manchar el tálamo de las casadas. Los númenes aztecas care- cían de esposas; las diosas eran sólo sus compañeras. Sin em- bargo, algunas deidades presidían al amor, aunque no con la repugnante desnudez de la Yénus hermafrodita. Tlazolteotl, de tlajzoUi, basura, era la diosa de los amores sucios, la Yénus desho- nesta ó diosa de la carnalidad. Su segundo nombre era Lccuina;'^ ésta se componía de Tiacapan, la hermana primogénita, de la segunda Teicu, de la media Tlaco, y de la menor Xocotzin. El tercer nombre ó tercera personificación era el de Tlazolcuani, comedora de cosas sucias. (1)

Tlazolteol era el sétimo de los señores ó acompañados de la noche: reinaba en laXYIH trecena del Tonalamatl, en compañía de Piltzintecuhtli.

Las diosas recibían en conjunto el apellido de Ixcuiname, con— cediéndoles el poder de despertar las malas pasiones; mas temiaax poder para perdonar las faltas. Seguíase de aquí una verdadoira

(1) Sahagtm, lib. I, cap. XTL

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*<sonfesioii auricular, parecida bajo muchos aspectos á la práctica cristiana (1)

B^ere la leyenda, que el penitente Yappan, aspirando á la perfección para alcanzar transformarse, abandonó á su esposa Tlahuitziu y á sus parientes, retiróse al yermo, y subido sobre la peña de la penitencia llamada Tehuehuetl, comenzó la TÍda perfecta. Obserrábanle los dioses; mas á fin de cuidarle de más cerca, pusiéronle por espía á Yaotl, enemigo. Yappan se mantuvo firme por mucho tiempo, rechazando la seducción de las mujeres enviadas para tentarle: los dioses se admiraban de tan grandes triunfos. Yaotl rabiaba de envidioso despecho. Tlazolteotl, que con aquello se tenia por desairada, hablando con las deidades les dijo: ^'No creáis, altos e inmortales dioses, que Yappan tenga he- roicos esfuerzos para concluir su penitencia, y merecer de vues- tra benignidad alguna de las trasmutaciones sublimes. Bajare 'yo, y luego veréis como es frágil su propósito y fingida su conti- *^encia.'' Vino ala tierra, y acercándose al Tehuehuetl, dijo con touo meloso al penitente: ''Hermano Yappan, yo, la diosa Tlazol- ^'teotl, asombrada de tu constancia y apiadada de tus trabajos, **vengo á consolarte:" y añadió: "¿Que camino tomare ó por cuál ''senda he de subir á hablarte?" "Seas muy bien venida, contes- 'tó inmediatamente el anacoreta; aguárdate que bajaré por tL" Saciendo como dijo, bajó de la peña y con su preciosa compañera subió de nuevo: frágil como vidrio delgado, tapado con las vesti- duras de la diosa puso fin á su penitencia.

Indignados los dioses se preparaban á castigar la profanación de la peña sagrada; Yaotl, arrebatado por su perversidad, se ade- lantó, sin tomar antes permiso, y subiendo al Tehuehuetl, des- pués de apostrofar á Yappan le cortó la cabeza: los dioscis le transformaron en alacrán, sin cabeza, con los brazos tendidos co- mo para defenderse, ocultándose inmediatamente debajo de la piedra. Sallándose todavía de su cometido, se apoderó de Tla- bnitzin, la llevó al Tehuehuetl é igualmente le cortó la cabeza: también fue convertida en alacrán, y fue á buscar á su esposo debajo de la peña. Desde entonces, los escorpiones cenicientos ó negros salieron de Yappan, mientras los encendidos ó rojos se produjeron de Tlahuitzin. Pero los dioses se irritaron contra el

(1) Sahagun, lib. I, cap. XII.

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áireTÍmiento de Yaotl y lo transformaron en la langosta áhuacor chapvUin^ llamada de aquel tiempo Tzontecoma, carga cabeza. (1)

MacnilxócUqnetzalliy cinco flores de quetzal, 6 como quiere Botnrini, la del abanico de cinco flores y phunas; diosa de los amores honestos- (2) Preside en la IT trecena junta con Macuil^ xocbitL Gama confunde en una misma' ambas deidades, que son diversas.

Tlaltecuhtli, dios vengador del adulterio. Quienes morían por adúlteros eran llamados en general Tlazolteomiqui, muerto por Tlazolteotl; si hombre Tlazolteotlahpaliuhque, al que aplastan la cabeza con una losa por Tlazolteotl; si mujer Tlazolteodhuatl, mujer Tlazolteotl, mujer liviana. Tlaltecutli'reina en la XH tre- cena del Tonalamatl, en compañía de Teonexquimilli.

Tezcatzoncatl era el dios de la embriaguez: llamábanle también Tequechmecaniani, el ahorcador, y Teatlahuiani, el ahogador. Era hermano de Tiauhtecatl, Izquitecatl, Acoloa, THlhoa, Pan- tecatl^ Tultecatl, Papaztac, Tlaltecaihuoa, Tepuztecatl, Chimal- panecatl, Colhuatzincatl, (3) nombres de bebidas fermentadas» cnyos elementos revelan ya el inventor, ya el Ingar, ya la deno- minación de cada licor. En el segundo día de la tercera trecena del Tonalamatl, caía el signo Ometochtli, dos conejos, en el cual se hacía fiesta á los dioses del vino; de aquí que el dios se llama- ra igualmente Ometochtli. Como la embriaguez influye dando muchas y diversas inclinaciones á los hombres, á cada uno de estos estados decían, tener su congo, y al resultado de cada uno, acontarse; de manera que los dioses del vino eran Gentzontotocfa.- tin, cuatrocientos conejos, ó más bien, innumerables maneras de embriaguez. (4) Meichpochtli y Xochimeichpochtli, protectoras de las borrachas.

Omaoatl ú Omeacatl; dos cañas, presidía á los convites^ á las bodas y á los regocijos públicos. Su estatua era llevada por los sacerdotes Á las casas de los particulares, y en su fiesta había una comunión mística de masa de tzoáUu (5)

Tzapotlatenan, natural de Tzapotla, é inventora del ungüento

(1) Botnrini, idea de una nueva hist., pág. €5-6.

(2) Botnrini, pág. 14. Olarigero, tom. I, pág. 237.

(3) Sahagnn, Ub. I, cap. XXIL Torquemada, lib. XVJI, cap. XXIX.

(4) Sahagon, lib. IV, cap. V y VI.

(5) Sahagon, Ub. I, cap. XV. Torquemada, lib. VI„cap. XXIX.

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de resina JUamado oxiÜ: festejábanla con sacrificios y cantarv. en su loor. (1)

Xipetotec^ desollado, ó Totee, era originario de Tzapotlan en Xalixco, y numen contra algunas enfermedades cutáneas; como la diosa anterior, presidía á la medicina. En sti fiesta, llamada Tlacaxipehualiztli, tenía lugar la bárbara costumbre de desollar á las víctimas. (2) Según Torquemada, (3) Xippe y Totee era dios de los plateros; le reverenciaban, porque tenían por averi- guado, que á los que no le hacían honra los afligía con enferme- dades de ojos, apostemas y sarna. Xippe quiere decir, calvo ó atezado. En una tercera versión: " TlaocrpehuaHztlt^ símbolo del primer mes, quiere decir desoüamtento de gentes, porque en su pri- mer dia se desollaban unos hombres vivos dedicados, al dios To-- ieuCf esto es, dios señor nuestro, ó al dios Oxipe, dios del desb- llamiento, síncopa de Tloxipeuca, á quien los plateros dedicaban los desollados, por haberles hurtado alhajas de oro y plata, ó pedrería, llevándolos antes á su templo arrastrados por los cabeUos." (4).

Yiacatecuhtli, deidad de los mercaderes, tenía cinco herma- nos, 'Chiconquiahuitl, Xomocuil, Nacxitl, Cochimetl y Yacapi- tzahuac, con una hermana Chalmecacihualt, (5) Yiacatecutl, el señor que guía, era honrado en dos fiestas solemnes durante los meses nono y décimo sétimo. Llamábasele por otro nombre Yacacoliuhqui. (6)

Amimitl, dios de Cuitlahuac, que así patrocinaba la pesca en el lago, como remediaba ciertas enfermedades de estómago. (7)

Nappatecuhtli, cuatro veces señor, numen de los que labraban esteras, j>6Íatí,* asientos, tcpoZí, y obras de juncia, tdcuextU; consi- derado como uno de los tlaloque, se le pedía agua y tóUin^ tule. Se le llamaba Tepahpaca, Teaaltati, limpiar ó labar, porque sa- bía perdonar las injurias que se le hacían; Quitzetzelohua, cerner ó esparcir, porque era liberal para conceder bienes, y también

(1) Sahagtm, Hb. I, cap. IX. TorqnemadS; lib. VI, cap. XXXL

(2) Sahagun, Ub. I, cap. XVUL

(3) Mozuurq. indiana, Ub. VI, cap. XXIX. <4) Botnrini, pág. 51.

(5} Sahagun, lib: I, cap. XIX.

(6) Torqnemada, lib. VI, cap. XXVm.

(7) Torquemada, loco cit

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en el mismo sentido Tlaitlaniniloni y Tlanenpopoloa, largo y libe- ral; Teatzelhma, el que rocía con agua, porque se corfipadecia de los infelices; Amotenencua, el que se muestra agradecido; (1)

Los lapidarios ó artífices de labrar piedras preciosas contaban cuatro patronos; dos varones, Chicuhnaliuiitzcuintli, nueve pe- rros, y Nahualpíli, señor hechicero, y dos hembrasJMacuilcalli cinco casas, y Centeotl que parece ser la misma diosa de laa mieses. En el dia señalado con el nombre nueve perros se hacía fiesta, matando cuatro esclavos, dos hombres y dos mujeres. (2)

Opochtli, zurdo, inventor de las redes para pescar, de la espe- cie de fisga de tres puntas llamada mimacaxíJKilU con que se cojen las ranas, de los lazos para cogerlas aves y los remos para remar: pertenecía á la familia de los tlaloque, y los pescadores eran sus principales devotos. (3)

Tepitoton ó Tepictoton, pequeñitos, dioses domésticos 6 lares, de los cuales' seis debía de tener en su casa el rey, cuatro los nobles y dos los plebeyos; multitud de las mismas figurillas ha- bía derramadas por plazas, calles, campos y montes, como guar- dadores de todas las cosas. (4)

Piltzintecutli, custodio y guardador de los niños nacidos en matrimonio, principalmente de los nobles; pintábanle de poca edad y hermoso; presidía en la VI trecena del Tonalamatl.

Tohualtecutli, señor de la noche, á quien se le pedía diese sueño á los niños. Tohualticitl, madre general de los niños, dio- sa de las cunas, encargada de velar por sus hijos. (5)

Tlamatecuhtli, señora anciana, protectora de los viejos. (6)

Ahuilteotl, dios apocado por los vicios, del verbo uhuüihuiy apocarse con los vicios. Numen de los ociosos, vagabundos y ju- glares, y gente baldía y despreciable. (7)

Xóchitl, flor, nombre del vigésimo dia del mes y tercero de los acompañados d^ la noche: bajo el signo Cexochitl tenía lugar en el Tonalamatl, como símbolo de la 'florescencia, con influjo sobre la suerte de los hombres. La misma idea, bajo el nombre

(1) Sahagun, lib. I, cap. XX. Torquemada, lib. VI, cap. XXX.

(2) Torquemada, lib. VI, cap. XXX.

(3) Sahagun, lib. I, cap. XVII. Torquemada, lib. VI, oáp. XXX.

(4) Torquemada, lib. VI, cap. XXXIV.

(5) Torquemada, lib. XIII, cap. XX.

(6) Torquemada, lib. X, cap. XXIX. ^7) Boturini, pág. 26.

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Macuilzochitly oineo flores, presidía en la cuarta trecena del To- nalamati Dios ó diosa, pnes siempre reina el sistema de duali- dad, era abogada particxdar de quienes moraban en las casas de los señores y en los palacios de los príncipes, (1) j también de la germinación de las flores: llamábanle también Xocbipilli, el principal que da flores ó que tiene cargo de dar flores. Quetzal- malin, figura fantástica que domina en la noTcna trecena del Tonalamatl, significando la vegetación lozana ó el mayor creci- miento de las plantas. Xochcua, come flores, adorado en el tem- pío dicho Netlatüoyan, compañero de Nanahuatl, buba, (2) y destructor de las flores. Macuilmalinali y Topantlaeaqui, eran también abogados de flores y plantas. (3)

Quiahuitl, lluvia, nombre del décimo noveno dia del mes, no- veno de los compañeros de la noche: deificada bajo el nombre de Macuilquiahuitl.

Cada uno de los signos que presidía á los 260 dias del Tona- lamatl, era una divinidad de mayor ó menor importancia; que influía buena ó malaventura, así sobre el nacimiento de las cria- turas, como sobre los acontecimientos diarios. Todavía se des- cendía á dar virtud á los animales para el aumento de la pesca j de la caza, encontrándose figuras de divinidades en forma de cuadrúpedos, aves, peces y reptiles. (4)

Faltan por enumerar algunas divinidades mexicanas, mas ya son de poco momento. En lo recopilado se advierte, que la reli- gión azteca no admite ser clarificada en ningún sistema puro. Aquel pueblo formó sus creencias á la manera que acrecentó su imperio: sin respeto á la lengua ni á las costumbres, puso bajo BU yugo todas las naciones á su alcance; sin considerar si cua- draban ó no con sus doctrinas, admitió todos los sistemas de los pueblos vencidos, formando una mezcla confusa é incoherente. En efecto, se ven unidos, un dios incorpóreo, invisible, creador y sustentador del universo, con dos dioses al parecer increados, padres de una generación de* divinidades; es decir, la unidad, la dualidad, la pluralidad. En los dioses, el sexo se confunde hasta no s&ber á cual pertenecen. Desde las ideas más abstractas acer-

(1) Bahagun, lib. I, cap. XIV.

(2) Torquemada, lib. VIH, cap. XIV. (8) ToTquemada, lib. VIII, cap. XTV. (4) Torqnemada, lib. VI, cap. XVT.

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en forma j disposición: cada pueblo, según su importancia, -se distinguía por el tamaño y número de sus templos. (1)

Mencionaremos los principales teocalli, y de su descripción se sacará relativamente la de los demás. La ciudad de México, en tiempos sucesivos, había levantado el suntuoso templo de HuitzilopochtU. (2) La construQpion se componía de muy diver- sas partes. Era una gran superficie, cercada con una pared de piedras labradas en forma de serpientes, entrelazadas las unas con las otras, llamada coatqpantlij pared ó muro de culebras. El muro ofrecía jcuatro puertas; salía la del O. á la actual calle de Tacuba, siguiendo la calzada de Tlacopan; la del N. correspon- día á la calzada de Tepeyacac; la del E. terminaba en la costa de la islA en donde estaba situada la ciudad, en el embarcadero del lago, y la cuarta al S. para la calzada de Goyohuacan: calles y caminos estaban sacados en línea recta por una y dos l^uas, con objeto de que los devotos pudieran descubrir el templo des- de lejos. ,^^

En el centro de este cercado se alzaba el gran teocallL Era una construcción maciza, rectangular, de cuatro á cinco metros de altura; sobre ella seguía otra semejante, mas no de|as mismas dimensiones, pues igualando con la anterior por una cara, por los otros lados disminuía en anchura, dejando un espacio ó pa- sadizo con el interior por el cual podían caminar tres ó cuatro hombres de frente; seguían del mismo modo los diferentes pisos, hasta el último que presentaba una superficie lisa é igual: el conjunto asumía la forma de una pirámide truncada. La cara unida no era vertical, sino inclinada hacia la parte interior, y en ella estaba construida la escalera, de un sólo tramo de alto á ba- jo, (3) con ciento y veinte escalones de un pié cada uno de altu- «

(1) P. Mendieta^ lib. ÍI, cap. Vil. Torqaemada, lib. YI^ cap. IX.

(2) Los espafioles llamaron á los teocali!, en singular y Ctiea en plural; el pri- mero es Yoz de la lengua de las islas, el segundo de formadon castellana.

(8) Las dimensiones suministradas por los testigos de vista so van conformes; es natural, no todos podían tener la misma práctica para tomar medidas i ojo. De aquí Insulta, que mientras Torquemada, lib. YIII, cap. XI, da á la cepa inferior la forma cuadrada y trescientos setenta pie's de esquina á esquina, Tezozomoo, Crónica Me- xicana, cap. 87, MS.| acepta la figura de paraleldgramo, con 125 brazas por el lado mayor y 90 par el menor. lia misma discordancia en la altoza vertícal, que según el mismo Tétozomoc, cap. 50, subía á 160 estados.

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ra. (1) Éltos eran de piedras labradas; el resto, reforzado con manipostería, estaba encalado y bruñido, presentando una vista muy hermosa.

La superficie superior, propiamente el atrio, quedaba cercada con un pretil galano, labrado de piedras menudas negras, sobre campo blanco y colorado; encima unas almenas á manera de ca- racoleSy y en los remates de los estribos dos figuras de piedra, sentadas, con unos candeleros en las manos rematando en unas como mangas de cruz, de plumas amarillas y verdes. Miraba la escalera al Oeste; á corta distancia de ella quedaba el techcatl 6 piedra del sacrificio, y .en el lado opuesto, es decir, al E. veíanse las capillas de los dioses. Eran dos, cada una de tres cuerpos, el primero de mampostería, los otros dos de madera rematando en chapiteles curiosos: en la una se adoraba á Huitzilopochtli y en la otra á Tlaloc. Grande era la altura de estas capillas, au- mentando con mucho la general del edificio.

Al pié de la escalera se encontraban los .dos grandes braseros en que perpetuamente ardía el fuego sagrado. Todo el patio es- taba empedrado de grandes lozas, tan bruñidas que con frecuen- cia se deslizaban los pies. Quedando libre un espacio para las ceremonias y bailes religiosos, el resto del patio se veía ocupado por multitud de teocalli menores, estanques y fuentes para las abluciones, casas de penitencia, depósitos de las vestiduras y de los adornos de los dioses, habitaciones para los socerdotes, lugares para los diversos géneros de sa<5rificio, copiosos depósi- tos de armas, y en fin, cuanto era menester para las prácticas de aquel complicado culto. Para formar idea aproximada de la ex- tensión del atrio superior, recordaremos que Oortés nos dice que ahí se fortificaron quinientos nobles para defenderse; la parte

(1) Glarigero, tom. I, pág. ,248, y en ell« le signe Prescott, niega qne fuera una escalera sola, y afirma que eran tantas escaleras como pisos contaba el edificio. Por más citas que en abono de su doctrina* alegue, es absolutamente falsa. Cegado por el dibujo de fantasía que acompafia en Bamusio la Relación del conquistador anóni- mo, torció á BU sabor los textos de ^ste, de Gort<^s; de Bemal Díaz y de Sahagim, las cuáles bien interpretadas dicen lo contrario & en proposito. En el templo de Hui. tzüopochüila escalera era una sola. El P. Duran y Acosta cuentan 120 escalones, mientras Tozozomoc, láp. 87, le supone 860. La repetida escalera, aunque una so- la, aparece disidida de alto á bajo en las pinturas, en dos ó tres secciones parale- las, admitiendo tres compartimientos, resultarían los 120 escalones completos, ó 860 fracciones.

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descubierta del patio, donde fué la matanza ejecutada por AlTa- rado, podía contener danzando en rueda al rededor del teoealli, de ocho á diez mil personas. (1)

No cuadrando á nuestro propósito hacer una minuciosa des* crípcion de todo el edificio, preciso se hace detenesnos ante dos objetos, que por su originalidad llaman la atención. £1 uno el Tzompantli, lugar destinado á conservar las cabezas de los pri- sioneros sacrificados. Según un testigo de vista: -^ "Bstaban frontero de esta torre sesenta ó setenta vigas muy altas, hinca- das derivadas de la torre cuanto un tiro de balleta, puestas so- bre un treatro (sicj grande,, hecho de cal é piedra, é por las gra- das del muchas cabezas de muertos pegadas con cal, 6 los dien- tes hacia fuera. Estaba de un cabo é de otro destas vigas dos torres hechas de cal é de cabezas de muertos, sin otra alguna piedra, é los dientes hacia fuera> en lo que se pudie aparecer, é las vigas apartadas una de otra poco menos que una vara de me- dir, é desde lo alto dellas fasta abajo puestos palos cuan espesos cabien, é en cada palo cinco cabezas de muerto ensartadas por las sienes en el dicho palo: é quien esto escribe, y un Gomialo de Ymbría, contaron los palos que habie, é multiplicando á cinco cabezas cada palo de los que entre viga y viga estaban, como di- cho he, hallamos haber ciento treinta y seis mil cabezas." (2) Después de sacrificado el prisionero, recogido el cadáver por el cautivador y comida la carne, la cabeza era entregada á los sa- cerdotes, quienes horadándola por las sienes la colocaban en las varas del tzompantli; en su lugar permanecía, hasta que despe- dazada por la intemperie era sustituida con otra. Este de que acabsiPios de hablar era el mayor, pue» consta de Sahagun que ahí mismo había otros menores: horribles osarios que áñXL tes- timonio de aquella desatinada religión.

(1) En esta ligera descripción tomamos por principales guías» F. Duian^ segunda parte, cap. II. MS. Acosta, lib. V, cap. XIIJ. Oodioe Bamírez, MS. Pueden cónsul- tarse para la multitud de pormenores que faltan, Ck>nquÍ8tador anónimo. Documen- tos de García Icazbalceta, tom. I, pág. 884. Motolinii^ trat. I, cap. XH. P. Sahagun, tom. I, pág. 197 y siguientes. P. Mendieta, lib. XI, cap. VIL Torqnemada, lib. viu, cap. XL Véase Clavigero, tom. I, pág. 240, para las diíerenciaB que hemoa acentado.

(2) Belacion de Andrés de Tapia, Documentos para la Hist de México por D. Joaquín García Icazbalceta, tom. n, pág. 583. P. Doran* segunda parte, cap. 11, MS. Acosta, lib. Y, cap. XTTI.

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El otro objeto era el templo de Quetzalcoatl, el linico que por la forma se distinguía de los demás. Éste descansaba sobre una sola cepa, á la cual se subía por gradas; había encima un edificio redondo cubierto con un chapitel curiosamente labrado; la puer- ta era estrecha y figuraba la boca abierta de una serpiente feroz, con sus ojos, dientes y colmillos, poniendo espanto en el cora- zón de quienes se acercaban. (1) Hasta en su santuario se dife- renciaba Quetzalcoatl de las otras divinidades.

En este gran Panteón estaban encerrados, no solo los núme- nes nacionales, más también todos los de los pueblos conquista- dos. Cada uno tenía su templo, sus sacerdotes y guardadores, su culto particular. Pasaban de cinco mil las personas aposen- tadas por el patio, entre ministros, servidores, mancebos y mu- jeres consagradas á las diversas faenas. En cada altar se encen- día fuego, así que por la noche la üuminacion presentaba nn as- pecto sorprendente. Beinaban el aseo y la compostura por to- das partes,' cada objeto parecía nuevo, y su magnífico conjunto logró cautivar la admiración de los conquistadores.

Bival de este templo era el de Texcoco: copiamos de un origi- nal poco conocido la descripción, con s/i ingenuo lenguaje. "El templo pxincipalde estos ídolos Huitzilopochtli y Tlaloc, estaba edificado en medio de la ciudad, cuadrado y macizo como terra- pleno de barro y piedra, y solamente las haces de cal y canto. Tenía en cada cuadro ochenta brazas largas y de alto veinte y siete; tenía ciento y sesenta escalones á la parte de poniente por donde á él se subía. Comenzaba su edificio desde sus cimientos, de tal forma que como iba subiendo se iba disminuyendo y es- trechando de todas partos en forma piramidal, y de trecho á tre- cho hacía un descanso como poyo al rededor de todo él, como camino de un estado en medio de las gradas que subía de abajo arriba hasta la c;imbre, que era como división para hacer dos subidas que entrambas iban á parar en un patio, que en lo más alto de al se hacía, en donde había dos aposentos grandes, el uno mayor que el otro; en el mayor que estaba á la parte del sur, es- taba el ídolo Huitzilopochtli, y en el otro que era el menor, que estaba á la parte del norte, estaba el ídolo Tlaloc, que ellos y los aposentos miraban á la parte de poniente, y por delante el

(1) Torquemadft, lib. Vm, cap. XI. MotoUnia, trat 1, oap. XII.

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patio que se ha dicho, prolongado de norte á snr, muy llano j lucido, j tan capaz que cabían en él sin pesadumbre quinientos hombres, y al un lado de él hacia la puerta del aposento mayor de Huitzilopochtli, una piedra levantada de una vara en alto, con lo alto de ella al talle de un cofre tumbado que llamaban teohcaü donde sacrificaban los indios. Estos ídolos estaban sen- tados, sin embargo que se han puesto parados, porque se ha he- cho por dar mejor á entender su forma, talle y compostura. Te- nía cada aposento de estos tres sobrados, que se mandaban por de dentro de uno en otro, con una escalera de madera movediza. Teníanlos llenos de munición de todo género de ^.rmas, especial- mente de macanas, rodelas, arcos y flechas, lanzas y guijarros, y todo género de vestimentas y arreos de guerra. (1)

Nezahualcoyotl, el rey filósofo y poeta, había mandado cons- truir en Texcoco un templo al dios increado y desconocido. Se- gún el historiador de aquel príncipe: "En recompensa de tan grandes mercedes que había el rey recibido del dios incógnito y criador de todas las cosas, le edificó un templo muy suntuoso, frontero y opuesto al templo mayor de Huitzilopochtli, el cual fuera de tener cuatro descansos el Cú, y fundamento de una to- rre altísima que estaba edificada sobre él con nueve sobrados» que significaban nueve ciclos, el décimo que servía de remate de los otros nueve sobrados, era por la parte de afuera matizado de negro y estrellado; por la parte interior estaba todo engastado de oro, pedrería y plumas preciosas, .colocándolo al dios referido y no conocido ni visto hasta entonces, sin ninguna estatua ni forma su figura. El chapitel referido casi remataba en tres pun- tas, y en el noveno sobrado estaba un instrumento que llamaban ChüiUÜif de donde tomó el nombre este templo y torre, y en él así mismo otros instrumentos musicales como eran las cornetas, flautas, caracoles y un artesón de metal que llamaban tetzilo^ caüf que servía de campana, que con un martillo ashnismo de metal le tañían, y tenía casi el mismo tañido de una campana; y uno á manera de atambor, que es el instrumento con que hacen las danzas, muy grande; este, los demás, y en especial el llamado ChüüiÜiy se tocaban cuatro veces cada dia natural, que era á las horas que atrás queda referido que el rey oraba." (2) Por lafor-

(1) Relación de la ciudad de Texooco por Juan Bautista Pomar, H8. ^

(2) Ixtlilxochitl, Hist. chichimeca, cap. 45. MS.

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IBA este tom{^ apaareoe muy paiticiilar; la Mpeoíe de oun^tóa Mueidá usos asiáticos ó criiFtiañoBy y por la aplicación resulta ter el dnico eouBágftbdo á tma idea filosófica de la Divinidad.

En otro lugar dimoB noticia de las piráanides de. Teotikuacan y de Cliolollan» qtie si bien estaban aprotediadas como teiooiplosi (xmesponden á los tiempos antehistóricos: estas obras son las mayores de su g^ero, dejando muy atrás -por sus dimensiones á los teocalli de México y de Texcoca El niSmero de los edificios leligíosoB no puede ser fijado ni aun de una manera aproximada; entre grandes^ medianos y pequeños; en las ciudades, en las llar nuras, en los montes, la superstición los había multiplicado de una manera prodigiosa.

l^asando al ctüto, Jlama la atención el gran niomero de festíti* dades preTenidas por el rituaL En cada uno de los diez y ocho meses se hada solemne fiesta á la divinidad que en él presidía; solemnizábase el signo de cada uno de los días con que comen* saban las trecenas; muchas fechas del Tonálamatl pedían vícti- mas y preces; cada conocimiento humanoi cada una de las accio* usa subsidiarias tenían su patrón particular; se acudía á los nú* manes para pedirles su auxilio en la guerra, su defensa contra la pesie, su liberalidad en el hambre; las estaciones, los fenómenos meteorológicos, los acaecimientos astronómicos, pedían sacrifi* cios; los acontecimientos públicos faustos 6 adversos traían ac* don de gracias ú ofrendas para aplacar á las divinidades, y las fiestas fijas y movibles, y las que inventaba la devoción particu* lar, hacían continua é interminable la asistencia á los templos. (1) Los móxioa pasaban su tiempo combatiendo ú orando.

La mayor reverencia ó acatamiento á los dioses consistía en inclinar el cuerpo, tocar la tierra con el dedo mayor de la mano derecha y llevar el polvo á la boca; la misma ceremonia se prac* iieaba delante de personas de alta consideración. Era descono- cido el ponerse de rodillas; delante de los númenes permanecían en eacHUas, conservando esta postura ante los superiores, en las conversaciones y en los actos de la vida doméstica. (2) En la oración pedían el remedio de sus necesidades; probable es que en el ritual estuvieran determinadas, ó la costumbre tuviera ad- ntiitidas algunas preces, que en ciertos casos se repitieran de

(1> Cumplida idea de ello da el P. SaliagOD, toa. I, ptfg. 50, 328. C2> P. Hendieta, Ub. II, cap. XI.

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memoria; así lo dejan entender al menos las conservadas porlog autores. (1) Aquel pueblo ceremonioso, que para cada acontecí* miento guardaba preparada una arenga, no debía mostrarse cor* to en lo tocaj^te á la religión.

La música, el canto y la danza formaban parte del culto. Vi- mos que el sol dio á los devotos de Tezcatlipoca el gran tambor llamado huehueÜ j el instrumento de madera nombrado tqxmaa- Üi; (2) tocados por medio de baquetas, eran propios para mar- car el compás en el canto y en el baile: añadíanse alguna vez los pitos y los caracoles. Los cantares eran á honra de los dioses; como en las oraciones, se loaban las virtudes del numen, ó se pedía remedio para las necesidades públipas 6 privadas. Los cantares en el mes Tecuilhuitontli eran de s^mores, dulces histo- ^ rias, riesgos en cazas y monterías, hazañas de los hombres y su- cesos notables; (3) si para éstos eran alegres, tomábanse en tristes y melancólicos en las exequias de los difuntos y en las memorias de los muertos. Las danzas religiosas casi siempre eran simbó- licas, y las habíii dedicadas á ciertas deidades; bailaba en ocar siones particulares el rey, y según los casos rituales los sacer- dotes, los guerreros, los mancebos, las mujeres y las doncellas consagradas á los templos, bien una sola clase, bien mezclados 3egun lo pedido por la costumbre.

El huehuetl se compone de un armazón cilindrico de madera de unos dos pies de diámetro y cinco de alto; la cara inferior, libre, tiene tres ó cuatro varillas gruesas, de poca altura, que le sirven para sustentarse; en la cara superior lleva tirante una piel cur- tida de venado: según el parche está más ó monos tirante produ- ce el son más ó monos grave. Tocábase hiriendo sobre la piel con los dedos ó las manos, ó bien con dos gruesos bolillos, cuyo ex- tremo estaba cubierto con una pelota de tiUi: oyónse desde bien, lejos los roncos y lúgubres sonidos de este tambor. El tepanazüi es también un- cilindro hueco de madera^ que en la parte con- vexa ofrece una ranura, que en unión de otras cuatro, .dejan IL- bres doa lengüetas, separadas por tres de los lados; frontera vlxx& de otra^ sobre ellas se hiere con bolillos, produciendo dos tonos

(1) P. Sahagun Ub. VI.

(2) Torquemada, lib. VI, oap. XTíTTT.

(3) Torquemada, lib. X, cap. XXXTV.

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diferenteB, algo mates y siempre lúgubres. Los pitos y flautillas arrojan silvos agudísimos; los caracoles y bocinas dan sonidos graves. (1) Los mexicanos no eran músicos. £1 canto se resentía monótono; sabían cambiar de compases avivando y dando ma« yor vida á la entonación, mas no pasaban de ciertoip ritmos muy marcados.

Mucho caso hacían del baile y del canto, por lo cual^los reyes 7 señores mantenían maestros, que fuera de saber lo admitido ya para los dioses y las festividades, pudieran componer cantares y danzas en los nuevos acontecimientos. En las reuniones particu* lares eran pocos. los danzantes, aumentando según las circuna- tancias, creciendo el número hasta millares en las fiestas solem- nes y públicas. Los bailarines, cuando pocos, se colocaban en dos filas, que adelantaban haciendo sus pasos en hilera,^ ó bien puestos rostro á rostro se mezclaban y confundían. Si eran mu- chos, la música, colocada sobre esteras finas, ocupaba el centro^ mientras ellos formaban alrededor oírcxdos concéntricos, más y más amplios á medida que de la músic^ se alejaban. Junto al centro estaban dos ó cuatro personas, los corifeos del b^üe; los danzantes quedaban colocados de manera que formaban como radios de los círculos, pues cada uno tenía por parejai ya á la persona de los lados, ya á la adelante, ya á la de abras. Dada la señal se comenzaba con un compás lento; consistía la destreza en que la música, el canto y la danza, llevaran un perfecto acorde; las voces no se desentonaban, cada danzante alzaba» como impul- sado por un resorte, la misma mano, bajaba el mismo brazo» mo- vía el mismo pié. Gomo *era natural, los del primer círcxdo se meneaban con cierta lentitud; mas á medida que se alejaban del centro, como en el mismo tiempo tenían que recorrer mayor cir- cunferencia, la velocidad iba siendo más y más grande. Acabada una estrofa y repetida, mudábase el compás en más vivo sucesi- vamente, hasta que los últimos danzantes debieran tomar una rapidez vertiginosa. Entre las circunferencias había pequeños niños siguiendo la danza, y truhanes ó chocarreros bajo disfraces risibles, diciendo dichos agudos ó picantes, para regocijar á los espectadores. Estos espectáculos coreográficos duraban por mu* chas horas; los danzantes fatigados eran sustituidos por otros,

(1) Torquemada» lib. XIV, cap. XI.

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.WÉdlülu 6irte)rae tomaban el lugar de las que se retíraban á co- m/Bt 6 te&Moar. Atmdían 601:1 sus inejofes ferajesi adornos y joyas; liétabati en las manos ^umajes vistosos, flores j ramilletes, y ¿ iféééB se coronaban con guiliíaldas. Era éspeotáetdo digno de fildmiradion. (1)

En las festividades, y principalmente en la de las flores, los alAeéa usabcüi adornar profusamente los templos de ramád y de tosas;' elSGogiém las yerbas aromáticas. Eniare las flores era sim- bélica el oooivfxMif que ''es de olor muy suave y fragante, como el ^1 albahaca y mejorana," y entre las plantas las ramas y ias bojas del t^i^otl. El óUMuqui por otro nombre coomA^itf, yer- ba dé culelnras, la tomaban los sacerdotes para entrar en cierto estado de visión y recibir respuesta á sus dudas. (2)

Ofrendaban plumas finas para el adorno de los altares y de los dioses; las victimas er^ adornadas con glumas según lo reque- ría el rito, y las blancas de gallina se tenían por simbólicas. Usábase el papel, amañy en el adorno de los prisioneros, así co- mo en multitud de ministerios del culto. Pedían los ritos el oxitl, ^'Ung&ento de trementina," y el ocotzoíl, "resinado pino 6 tremen- tina," {3) paara pegar las plumas á la cabeza ó ungir ciernas par- tes del cuerpa El cUin ó vBm, (hule, goma elástica) era simbólico chorreado sobre los papeles, ó en marcas en los carrillos y sienes las víctimas, y aun de los dioses.

Se hacia general ofrenda de los frutos de la tierra; mas las se- millas místicas eran dos principalmente, la chian y el JiuaiMlu

M copoSí servía de tohumerio para las personas de distinción, y de incienso para los dioses. ^^CopcMiy dice el P. Motolina, (4) es género de incienso que corre de un árbol, el cual en cierto tiempo del año punzan para que salga y corra aquel licor, y po- nen debajo ó en el mismo árbol atadas unas pencas d6 maguey. . . y aMí caen y se cuajan unos panes de la manera de la jibia de los plateros; hácese de este copalli revuelto con aceite muy buena

trementina Algunos dicen que este copalli es mirra probatí-

sima." Sacadas por sajamiento ó producidas naturalmente, varías plantas producían resinas que daban humos odoríferos, conoiñdas

(1) Toxqnemada, lib. XIV, cap. XI.

(2) Vetanoourt, Teatro Mexicano, P. 1, T. 2. niün. 210. (8) Vocabulario do Molina.

(4) Hi8t* de los indios, trat. I, cap. VII.

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por }os meiicanos bajo el nombre ge^árioo de eo{]i^Ui. Taleft was el ChpalovakuUi^ árbol de eópal, que BAoe en tieanrmí caUenteil.éd G^em^Yaca, Copalla y Miehoaean; el CepokuakuiU p&ücihuc^i^ da la resina blanoa y es parecida á lo que llaman los espa&^iM zumaque; el Tep^copdU^ eopal de oerro, deatüael incienso lUm%- do de Judesbi abundante en Filipinas y dicho en España immo da las indias; el JS[QchioopáB,i^ eopal de rosas ó floridOi abnnda^to en Colima j Micboacan á donde lo llaman cM^ra^caua; él Oot fohuaMboíiotlf copal del árbol leproso^ con una viM^iedad; c^l Oui^ ÜaoopaUi, excremento de copal, producto del Xioctiabuitl 6 palo leproso; Tztruimncuiüacopallif copal de estiércol de murciéliígo; Ci^páHi de TotQtepec; el Tecop(d4nujAvtíl pitzohmCi y por ultimo el TeocopaUi 6 copal de los dioses. (1),

En la fiesta que en el mes ToxcaÜ se hacia á howa de Hultai*- lopochtU, llamada del incienso de HuitzilopochtU, en lugar do oopaUi 86 quemaba chapopotU {%) (chapopote, aceito). ^%l cba- popotli, que llaman los espa&oles betún indico^ y por otro wm- brQ chicle (tzide) prieto, sale de unos manantiales de la costa á^ ]?ánAco, y líquido entra en la mar del Norte» y cuájase en peda- zos, el negro que tira á rubio la resaca lo echa á las orillaSi vén- dese en los mercados, y lo compran Us mujeres para mascar, limpia y conforta los dientes, su olor es tan agudo y fétido cqi»o el de la ruda." (3)

!ES1 aytmo era práctica general; consistía en hacer ilaicamenta una comida ligera durante el dia, y á veces otra en la noche* Se- gún la solemnidad, el pueblo entero, contados aun los niaoa» ayunaba por espacio de dos, cuatro, cinco y dies dias, y en esos tiempos los casados se abstenían de sus esposas. I40S sacerdotes daban el ejemplo en la austeridad de sus cuaresmas de veinte y de cuarenta días, contándose una de ochenta dias muy traba* josa. (4)

Distinguíanse las penitencias por dolorosas y cruentas* Según la devoción 6 las prescripciones del rito sacábanse sangre, pi-

(1) Vetaaooort» P. !• T. 9, niítn. 173-77. De la naftonlen y Tirtades de las ^kn- tas por Tr. Francisco Ximénez, cap. I á VII, lib. I, s^g, pfirt.-*<)opal, por D. Iiee- nardo Oliya. La Katoraleza, tom. I, pág. 37.

(2) Torquemada, lib. X, cap. XVI.

(3) Vetanoonrt, P. 1. T. 2, niím. 188.

(4) Mendieta, lib. II, cap. ZVII.

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candóse y hora4ándose con nna espina de maguey las piernas, en espinillas y mnslos, los molledos de los brazos, los pechos y las orejas; las espinas teñidas en sangre ofrecíanlas á los pies de los ntimenes, ó las qnemaban en su loor. Horadábanse las orejas por el cartílago, y sacaban por el horado pajas ó cañas de mayor ó menor tamaño, en más ó menos número, ofreciéndolas en mano* jos. sangrientos como pruebas de su piedad. Oon una navaja de obsidiana sajábanse la lengua, y por la herida sacaban sucesiva- mente aquellas cañas ásperas, causándose un dolor insoporta- ble. (1) Muestra de tan atroz procedimiento ofrece la lám. 83 del Códice Telleriano Bemense.

En Tehuacan había de continúo cuatro sacerdotes mancebos llamados Monaukoduhzauhqve, ayunadores de cuatro años. Por vestido llevaban en todo tiempo una manta delgada y un maxtUxU, j solo lo renovaban de año en año; su cama era el suelo desnudo 7 por cabecera «na piedra; ayunaban diariamente, tomando por alimento una sola vez al dia una única tortilla del peso de unas dos onzas y una escudilla de cUóUi; sólo de veinte en veinte dias, en las fiestas solemnes de los meses, podían comer lo que tenían. Ocupábanse en orar y alabar á los dioses; dos velaban una no- che sin dormir sueño, y los otros dos la noche siguiente, de ma- nera que no tomaban descanso mas de cada cuarenta y ocho horas; cantaban continuamente, sacábanse sangre del cuerpo, ofrecían incienso cuatro veces durante la oscuridad, y de veinte en veinte dias se sacaban por un agujero practicado en lo alto de las orejas hasta sesenta cañas gruesas, que ensangrentadas depo- sitaban á los piós del ídolo, para quemarlas al fin de la peniteneia. Duraba ésta cuatro años. Si alguno moría era inmediatamente reemplazado, si bien su muerte se tenía por mal agüero, como presagio de gran mortandad en el comxm y de la pérdida de se- ñores y principales. (2)

Los sacerdotes de Tlaxcalla celebraban á su dios Oamaxtli una fiesta de cuatro en cuatro años, Uamada Teoxihuitl, año divino. Preparábanse con exquisitas ceremonias; carpinteros que habían orado y ayunado labraban irnos palos gruesos como el dedo pul- gar ó índice, y como entrambos unidos, y largos hasta de una

(1) P. Sahagan, tom. I, pág. 213.— Mendieta, lib. 11^ cap. XV.

(2) Hotolina, tiat. I, cap. IX.->Mendieta^ lib. H, cap. XYIII.

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braza; sacábanse con las mismas disposiciones navajas de itzth^ obsidiana, y elAchcauhtU 6 jefe de los sacerdotes exhortaba á sus subordinados á la penitencia. Previo ir hasta la cumbre de la montaña Matlalcneye á ofrecer piedras preciosas al numen, co- menzaba el ayuno y la penitencia de ciento sesenta dias. Después de los cantos rituales, un maestro tomaba las navajas preparadas y abría en la lengua de cada uno competente herida; dando ejem- plo el Achoauhtli se pasaba por el horado cuatrocientos cinco palos de los benditos, los más gruesos y largos: á imitación suya los más fuertes se sacaban igual número, los menos animosos só- lo doscientos, y acabada la operación se ponían de nuevo á can- tar, esforzándose en medio de sus agudos dolores porque la voz no desmayara. Seguíase un ayuno rigoroso de ochenta dias, re- pitiendo de veinte en veinte dias la operación de los palos saca- dos á través dejla lengua: terminado el plazo ponían di publica im ramo verde y los leños de la penitencia, señal de que el pueblo, nobleza y principales debían ayunar los ochenta dias siguientes, periodo en que proseguían las austeridades de los sacerdotes hasta completar las ciento sesenta. Durante el ayuno del común no había de faltar fuego encendido, de dia ni de noche, en la ca- sa de los principales; y si acontecía que se apagase, el dueño de la casa mataba un esclavo y echaba la sangre en el brasero ú hogar en que el fuego había muerto. (1)

Los de OholoUan celebraban á Quetzalcoatl en una fiesta de cuatro en cuatro años. El Achcauhtli, que así se llamaba tam- bién el principal sacerdote de aquel lugar, ayunaba rigorosamente cuatro- dias antes; reuníanse luego los sacerdotes, cada uno de los cuales recibía un incensario, ÜemaiÜ, (2) incienso, puntas de ma- guey y tizne; bajábanse á los aposentos del patio fronteros al templo, y sentados junto á los muros permanecían quietos, sin salir á otra cosa que á sus necesidades. Por sesenta dias segui- dos sólo tomaban una cortísima ración de tortillas y agua; dor- mían unas dos horas á la prima noche y otra hora á la puesta

«

(1) IfotolinA, trat. I, cap. X. Mendiéta, lib. n, cap. XVII.

(2) TkmaUH, de Uetl, faego, y monÜ, mano: ''eran unas cacharas grandes agujera- "dasy llenas de brasas, y los astiles largos, delgi^os, rollizos y huecos, y tenían '^snas sonajas dentro, y el remate era ima cabeza d#cnlebra." Sahagon, tom. I, pá-

gma 177; y en otros lugares. Alganas Teces morían^íos mangos para qne sonaran las

aonajas ayaeaehtU, como prevención del rito. ^^

del $01, gastan4o el iíempo en orari incensar y aacax ae aaagie 4e las orejas. Qi alguien se dormiai arrojábanse sobre él, le rampían el incensario^ tiraban sus ropas á las letrinas, y punzándole cmel^ mente las orejas le echábanla sangre sobre la cabeza afrentán- dole como indigno de servir á los dioses. Los veinte días siguien* tes la penitencia era menos crnenta, el sueño algo mayor, hasta que llegada la fiesta cesaba el padecer. (1)

Los sacerdotes mexicanos se sacaban sangre de las espinillas de las piernas, y las cañas ó espinas ensangrentadas iban á po>- nerlas en las montañas y en las cuevas, sobre un lecho de hojas saliendo desnudos y de noche. Los hombres en general haci^A ostentación de la sangre que se sacaban de las orejas, poniéndose una raya de la ceja á la quijada; las mujeres se untaban el rojo licor al rededor del rostro. ^'Las mujeres tenían devoción tam- bién de oírecer esta sangre por espacio de ochenta dias, cortá- banse de tres en tres dias, ó de cuatro en cuateo dias todo ese tiempo. (2) En ciertas ocasiones no escapaban de estas prácticas dolorosas ni aun los niños de más corta edad. Aquella supecsti* cion conducía á actos terribles de barbarie. Algunos hombres se horadaban la piel del genital sacándose por elaborado veinte 6 cuarenta brazas de cordel; (3) en ocasiones se reunían varios hombres, y simxdtáneamente iban tirando del cordel , El derra- mamiento de sangre y la crueldad de los martirios presidían en estas prácticas salvajes.

Tras aquellos sufrimienitos seguían casi siempre los placeres de la mesa, como una especie de indemnización; gran cantidad de comida y la bebida del pulque les daban fuerzas para seguid maltratándose el cuerpo. Por eso entre las oblaciones se tenía por una de las más aceptas, ofrecer en los templos platos de viandas condimentadas; los dioses se contentaban con el olor^ j los sacerdotes devoraban las sustancias en nombre de los núme- nes iamortales.

<1) MotoUnia, tet I, oap. ^—SlanOieta, Ub. U, oap. XVUI.

(2) Sahagim, iom. I, pág. 21^

(8) Mendieta, Ub. IL oap. XV^nMotolinia, trat I, cap. IX.

Í5-I

CAPÍTULO VDX

LA parte capital del culto azteca eran los sacrificios. Las co- dornices^ langostas, mariposas y culebras apostaron con los dioses en Teotihuacan por donde saldría el sol, y habiendo per- dido fueron condenadas á ser sacrificadas. (1) Las codornices, entre I09 anixniJes, hacían papel principal Los sacerdotes reci- bían ad sol á su salida con música y alabanzas; cada uno de ellos iMrrancaba la cabeza á una codorniz, mostrándola sangrienta al astro en señal de holocausto. Las aVes muertas servían de pasto á los ministros. (2) En la fiesta de Tezcatlipoca, el rey arranca- h^ la cabeza ¿ cuatro codornices, tirándolas á los pies del dios; eDL 9egtLÍda los sacerdotes practicaban el mismo sacrificio, y lue- gp todo el pueblo; el gran número de ares muertas era recogi- do por los criados del rey, quienes cocían ó asaban una parte para la comida del señor y de los ministros, salando el restp para que se conservara como cosa sagrada. (3) Huitzilopochtli tenia también consagrados como víctimas, codornices y gavila*;- nes. Se ofrecían á Mixcoatl conejos, venados y coyotes. A diver- sas divinidades toda clase de animales, así bravos como domés- ticos, sin olvidar los peces y vivientes acuáticos. (4) Según una

(1) Torquemada, lib. VI, cap. ZLII.

(2) Toiquemada, lib. IX, cap. XXXTV.

(3) Tcrqaemada, lib. X, cap. XYI.

^4) Toiquemada, lib. VI, cap. VI.

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respetable opinión, "Las aves que á sus dioses ofrecían, pocos las comían, antes las echaban á maL^' (1)

En materia de sacrificios, como en todo su ^istema religioso, los aztecas reunían lo practicado por los diversos pueblos. A la simple ofrenda de las flores y de los frutos hecha á Goatlicue y á Centeotl, restos de !os cultos primitivos, juntaban como vícfi- mas, ya la codorniz de origen chichimeca, ya los otros animales reminiscencias de los habitantes del antiguo Teotihuacan. Para colmo de monstruosidad presentaban también la víctima huma- nal. La historia declara á los méxica culpables de este invento. En efecto, la mención auténtica que hemos encontrado en las pinturas de esta práctica feroz, corresponde á la primera parte de la peregrinación da la tribu. ¿Fueron ellos los verdaderos in- ventores del crimen, ó lo imitaron de pueblo más antiguo? Nada podemos asegurar con absoluta certeza. El instinto homicida» que en más de una vez dejaron traslucir en las mansiones de su viaje, fué parte para que las tribus les «arrojaran de sus pobla- ciones y les persiguieran por la guerra; el sacrificio de los pri- sioneros chalquieses y el de la hija del señor de Colhuacan, de- terminaron su salida fuera del valle y su ausencia por muchos años. Fundada la ciudad de México, la sangre de un prisionero colhua sirvió para inaugurar el humilde momoztli de Huitzilo- pochtli. En los años de esclavitud y de desdicha, el dios hubo de contentarse con alguna víctima furtivamente tomada en la tierra firme; mas cuando la tribu rompió el yugo y se hizo poderosa, la religión secundada por la venganza encontró amplia cosecha en los prisioneros enemigos. Hecho público aquel rito, introducido á fuerza de armas en todos los pueblos sojuzgados, el número de . las víctimas aumentó proporcionalmente al poderío del imperio. Oústase la sangre y es bebida embriagante; el colmo del frenesí subió, en la dedicación del templo mayor, reinando AhuitzotL Llegada la idea á su punto culminante, había esperanzas al mé- nos de que iría disminuyendo en intensidad.

De dos clases salían víctimas humanas, de los esclavos y de los prisioneros de guerr¿ Los esclavos qu; por tees 6 cuatro ve- ees habían mudado de amo, á causa de haber huido ó de su gé* nió intolerable, eran vendidos para el sacrificio: (2) los donaban

(1) Mendieta, lib. II, cap. XV.

(3) Torquemada, lib. XIV, cap. XVII.

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á los templos sus dueños, ó los compraban los devotos con el mismo fin. Las madres vendían á sus niños d,e pecho para ofre- cerles á los tlaloque, con el derecho que los padres tenían de vender á sus [hijos caso de necesidad: se vislumbran algunos otros casos, aunque bien pocos, en que personas libres sucum- bían sobre las aras. Abundaban en los mercados, tianquidli, los esclavos de venta. En cada fiesta perecían tantos cuantos eran los númenes honrados en ella; pedía el rito que cada una repre- sentara al dios á que estaba consagrado, j al efecto moría con el vestido, [insignias y arreos correspondientes: (1) la piedad ofrecía algunas otras víctimas.

'TMÍas débese notar^que lo sobredicho en el precedente capítu- lo, que tantos esclavos mataban 7. sacrificaban en una fiesta, cuantos de {sus dioses venían á caer en ella, se entiende de los esclavos de venta: y esto era sacrificando hombres ante los dio- ses y mujeres delante las diosas, y á veces niños. Mas de los es- clavos tomados en guerra, todos los que á la sazón tenían, sacri- ficaban y mataban, aunque fuesen mil, puesto que en diversas fiestas diversas ceremonias hacían con ellos. Y para no sentir tanto la muerte, les daban cierto brebaje á beber, que parece los desatinaba, y mostraban ir á morir con alegría." (2) Guando el imperio estaba en paz y sobrevenía alguna solemnidad que pi- diera gran nlimero de víctimas, como en la coronación de los reyes, se emprendía una guerra bajo los más fútiles pretextos. Para tiempos normales, á fin de proveer á los dioses de carne fresca, concertaron los tres reinos coligados de México, Texcoco y Tlacopan por una parte, la república de Tlaxcalla, la ciudad teocrática de Gholollan y el estado oligárquico de Huexotzinco por otra, aquella célebre guerra mensual denominada Xochiyor oyotl^ guerra florida, guerra religiosa ó de los enemigos de casa, en la cual recíprocamente se suministraban víctimas en cada una de las diez y ocho fiestas principales que al año tenían. En su lugar respectivo daremos pormenores acerca de este raro pacto.

Los sacrificios de víctimas humanas eran de diferentes clases, existiendoTdiversas piedras á ellos destinadas. Para el sacrificio

(1) Motolinia, trát. 1, cap. VI. Mendieta, Ub. 11, cap. XV 7 ag.

(2) Mendieta. lib. TI, cap. XVI.

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oomnn la piedra s^ llamaba techoaü. Era un trozo d^ roca ver^e, de irnos seis pies de largo, una tercia de ancho y de altura comió ]uu3ta la cintura de un homhre, dianunayendo de alto á bajo en forma piramidal basta rematar en nn pequeño espacio; la figu^s^ estaba apropiada pura que la TÍctima ¿tendida de espaldas eim- ma, quedara con las piernas, brazos y cabeza colgantes, levaati^ do én arco el pecbo y bien tirante la pieL (1)

lios ministros oficiantes eran seis; cinco destinados á teñe? loe brazos cabeza y piernas, y el último elsacri^cador. Aquellos t^ nian cuerpo y rostro pintado de negroj con una raya blanca al re- dedor de la boca, las cabelleras erizadas y revueltas, ceñidas en Im frente con una banda de cuero, que enlaparte superior ^nía una pequeña rodela de papel de [diversos colores; vestían unas dal- máticas blancas, labradas de negro, á las cuales llamaban papan locuaoMi El nombre de los ministros era oAodksZmeoa, como quien dice, ministro de cosa divina. En qadaun$t de las fiestas cambia- ba de nombre y de traje el sacrificador; en la de HuitzilopocIitU se nombraba Topiltzin, sinónimo de QuetzalcoatL '^1 traje y ''ropa era una manta colorada á manera de dalmática, con unas 'tocaduras verdes por orla, una corona de varias plumas verdes ''y amarillas en la cabeza, y en las orejas unas orejeras de oro ''engastadas en ellas piedras verdes, y debajo del labio un b^zo* ''te (2) de una piedra azul." Preparada la victima según las prea*

(1) F.- Ikam, oap, in. MS. Moiolmk» tr»t 1, cap. VL Sahagnn, tom. I, fág* 198. Gomara, cap. OOXV. Acosta, lib. Y, cap. XTH. Herrera, dec. III, lib. JI, cftpw XY. Torquemada, lib. YII, cap. XIX. El P. Yalades, Bhetorica Ohristíaiía, Pacs qnarta, cap. YI, dice: "In xnajore horam adytonun tocata erat mensa qoadittta magna et splendida, habebanl iringnla latera longitadinem triam nlnaarnm, non abslmUes lapidéis illis, qom inter Bomaaa monomenta adhono aenraatnr: viA qvn^ erat unicolores, singiili anguli erat cxasd tres vinas plus minns, sobnitebantox qua* tour animalibns; tanqoan colxunellis. Conscendebatur ad eas per gradnsTiginti, qtd tamenvel plores yel paudores interdum erant. Erant ejosmodi scaUe apposltad ad singtila qnataor latera.** Esta mesa cuadrada de tres raras por largo, sostenteda por ooa^ animalefc y toa otras tantas esealeras para subir á eUa, estaba desUnada al dios del vino Ometochtli, en el sacxifioio que se le hacia en la octara treosna éfiik TonalamaÜ, según testimonio de Gama, segunda parte, pág. 48, 1 198, nota.

(2) El nombre propio es tentetl, áe tefUU, labio, y teti, piedra, porque se usaba en un horado hecho en el labio inferior. (Generalmente era de figura cilindrica, te- niendo en un extremo un apéndice convexo propio para adaptarse por aquella euv ▼atura á los dientes; el otro extremo salía por el horado del labio, nsaíbicsido vn plumerito de plumas de colibrí para hacerlo vistoso. Esta forma se conoce Tulsar*

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eripciones del rito, cnatrp de los oficiantes la tomaban de los brassos y piernas, y alzándola en alto la colocaban de espaldas encima del techcatl; el quinto ministro le ponía sobre el cnello nna collera de madera, (1) á fin dd mantener colgante la cabeza, y tal rez para hacer refluir la sangre bácia el pecho. Pronuncia- das las oracioíies rituales, el sacrificádor, armado de un agudo cuchillo de pedernal (tecpatly silex), se adelantaba, hería sobre el pecho, metía la mano por la herida, y arrancando el corazón palpitante, sangriento, exhalando vaho, levantaba la mano ofre- ciéndole al sol, y luego leftiraba á los pies del ídolo. (2)

Respecto del corazón observaban muy diversas prácticas: que- mábanle á veces y otras le colocaban sobre el altar en una vasija llamada chcidtiuhxicoiRi; ya le enterraban, ya se le comían los sa- cerdotes, ó bien le conservan por algún tiempo con extrañas ce- remonias. Con la sangre recogida en un vaso, untaban los labios de los ídolos para que la gustasen, y tenían con ella ciertas partes de los santuarios y de los templos.

La víctima era arrojada poijlaB gradas del teocalli abajo. Si era prisionero de guerra^ el cautivador con sus amigos la recogían, y llevándola al calpuUi la destrozaban; enviaban la cabeza á los sacerdotes para ^que fuera colocada en el Tezompantli, el resto del cuerpo se conducía á la casa del dueño. Del cadáver se co- mían las partes carnosas; los desechos y las entrañas se arroja- ban á las fieras. Hecha trozos la carne, la cocían con maíz, y á cada convidado daban una escudilla con un pedazo y su caldo correspondiente: llamaban á la comida tíoca^íaoUí. El convite era regocijado, terminando con alegrías y bebida de ocüiy pulque. '^1 señor del cautivo no comía de la carne, porque hacía cuenta *^que aqudla era su misma carne^ porque áe&^e la hora que le cau- "tivó, le tenia por hijo, y el cautivo á su señor por padre; y por

m«Kkte bajo Ift denominación de tOTnbreriUm, porque se parecAí á los de copa alta. Algonos rematan en punta, y otros asemejan nn diente canino. Los mis prolonga- dos 7 de berilo eran de reyes y grandes señores; los azules de los sacerdotes; los de obffidiana de los guerreros; ios de cristal de roca de la servidumbre real.

(1) Esta pieza, llamada por los autores collera y el yugo, eia de madera ó de pie- dra, labrada ourioeamente y en forma á Teces de culebra.

(2) Dnxán, segunda parte, cap. III. HS. Motolinia, trat 1, cap. VL Torqaemada, lib. vn, «ap. XIX, ác.

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''esta razón no quería comer de aqnella carne„ pero comía de la "de los otros cautivos que se habían iñuerto." (1)

En honra de la verdad debe decirse, que ese banquete no era un acto de puro canibalismo. Los méxica comían de aquella car- ne como de una sustancia mística, en virtud de la trasmutación que la victima había sufrido en el sacrificio, ün autor nada sos* pechoso dice: "Luejgo tomaban al sacrificado y volvíanselo á su ''dueño, con la carne del cual solemnizaban la fiesta, la cual car- "ne de todos los sacrificados tenían realmente por carne consa- "grada y bendita, y la comían con tanta reverencia y con tantas "ceremonias y melindres, como si fuera alguna cosa celestial, y "así gente común jamas la comía, sino allá la gente ilustre y "muy principal." (2) Infiérese de aquí el sentido religioso que los azteca daban á la carne de la víctima. Prueba ademas, que la práctica de comer la cañie humana no era universal, supuesto que aquella vianda sólo se repartía á la gente ilustre y principal, al dueño del esclavo y al guerrero cautivador del prisionero con sus amigos y parientes, únicos que podían alcanzar una fracción de la victima inmolada. Si quien daba el festín tenía posibles, repartía á sus comensales mantas y joyas. Con el esclavo sacrifi- cado se procedía de manera idéntica, aunque con menor solem- líidad que con el preso en guerra. (3)

En el teocalli mayor de México los techcqtl eran dos, cada uno frontero de los dos santuarios de Huitzilopochtli y de Tlaloc, y tan cerca de la escalera que con facilidad se podían arrojar por ella los cadáveres; de aquí resultaba, que del tajón hasta abajo había constantemente un regajal de sangre. (4)

En el mes Hueytecuilhuitl, la mujer que representaba á la diosa Xilonen, cargada espalda con espalda por un sacerdote era degollada, le sacaban el corazón y le ofrecían al soL (6)

En la fiesta de Tlaloc hacían morar juntos, por espacio de vein- te ó treinta días, á un esclavo y á una esclava cual si fueran ma- rido y mujer; lo]^ sacrificaban, y los cadáveres eran enterrados en una hoya á manera de silo que en el templo tenían. (6)

1} Sahagun, tom. I, págs. 89 y 93.

2) P. Duran, Mgnnda parte, oap. X. MS.

8) Motolinia, trat. I, cap. YI. Torquemada, lib. TI, oap. XIX.

4) P. Sahagun, tom. I, pág. 198.

5) Sáhagun, toxn. I, pág. 61,

6) Motolinia, trat. I, cap. VL Torqnemada, lib. VI, cap. XX.

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En el tiempo en que habían brotado los maizales sacri&cabati dos niños, uno hombre y otro mujer, hijos, de señores y principa- les, Ueyándoles á la montaña de Tlaloo, cortándoles la cabeza y conservando sus despojos en una caja de piedra como si fueran reliquias. En el mes Atlacahualco sacrificaban eh los montes ni- ños de pecho comprados á sus madres. En el mes Atemoztli su- mergían en el lago un niño y una niña, haciendo zozobrar la canoita en que les colocaban. Cuando el maíz estaba un poco crecido, compraban cuatro niaos de cinco á seis años de edad, y encerrábanles en una cueva, dejándoles morir de terror y de hambre. (1)

La fiesta de Tlacaiapehualiztli, desollamiento de hombres, se hacía á honra de aquella trinidad representada por Totee, Xipe y Tlatlauhquitezcatl, y era universal, así en las gi*andes ciudades como en los pequeños pueblos. Cuarenta dias antes cada templo de los coUpiMy barrio, nombraba el esclavo que representaba el dios, tributando á todos honores divinos. El dia de la solemni- dad, bien temprano, sacrificaban aquellos esclavos con las insig- nias de Ips principales dioses como Huitzilopochtli, Quetzalcoatl, Macuilxochitl, &c, arrojando U^s víctimas en el lugar dicho Za- capan, sobre la paja ó zacate. Carniceros diestros tomaban los cadáveres, y abriéndoles por la espalda, del colodrillo al calcañar^ separaban la«piel, tan entera cual si fuera de un cordero; daban la carne al dueño del esclavo, y los pellejos los vestían otras tan- tas personas, las cuales se las acomodaban á raíz del cuerpo,* poniéndoae encima l»s ropas de los dioses que los esclavos ha- . bian traído. En esta guisa, aquellos hombres representaban á los númenes, se repartían hacia los cuatro puntos cardinales, y en señal de su poder Uevavan asidos como presos algunas per- sonas: esta ceremonia se llamaba ^leteotoquüiztli, reputarse por dios. Poco después reunían aquellas divinidades y las ataban una con otra ligando la pierna izquierda del uno con la derecha del otro, del pié á la rodilla, y así paseaban aquel dia, susten- tándose los irnos con los otros como mejor podían. Estas prác- ticas tenían por abjeto simbolizar, que todos los dioses no eran mas do uno solo, "que todo era un poder y una unión,'' (2) en

(1) Motolinia, trat I. cap. Vil. Torquemada, lib. Vn, cap. XXI. Sahagan, tom. I, pág. 84.

(2) F. Duzia, aegonda parto, cap. IX. MS.

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IfiO

consoiiattcia con bus ideas teológicas acerca de la unidad y de la plnralidad reunidas.

Atados aún, eran conducidos al Cuaulixicalco. Era este túk patio en el teocalli mayor, cuadrado como de siete brazas por ladoy en el cual estaban colocadas cercanas dos grandes piedras, llamada la una Temalacatl, la otra ClxauxicallL«TemalacatI, tra- ducido por rueda de piedra^ se compone de ietl, piedra, y de mOr locad, (maladáte, huso); el pezón del huso azteca era comunmen- te una media esfera de barro cocido ó de piedra, con un taladro en el centro, tomando á veces la forma de un cilindro de poca altura respeto del diámetro de las bases; de aquí sin duda se de- riva el compuesto. El Temalacatl era un cilindro de piedra, de una vara de altura, de dos brazadas de diámetro, con un horado vertical en el centro, y labrada la superficie convexa con figuras ó batallas. Asentada sobre un macizo, quedaba en alto, subién- dose á ella por tres ó cuatro gradas. (1)

La honra de la invención de la piedra y del sacrificio que en ella se hacía, corresponde á Motecuhzoma Ilhuicamina. Cuando quedó terminada la reconstrucción que mandó hacer del teocalli mayor, acab'ada la guerra de la Huaxteca, ordenó se labrase una piedra redonda, en la cual debían estar representados los com- bates contra los tecpaneca de Azcapotzalco, '^la cual escultura quiere que sea perpetua memoria de aquella admii'able hazaña, y debería nombrarse Temalacatl, rueda de piedra. Acabáronla pronto los canteros, y el rey mandó se hiciese un poyo alto . ''donde se pusiese, y así se hizo un poyo alto y encima del la "mandaron poner, que señorease un gran estado (estatura) de "iln hombre." La piedra tenía un agujero en medio, por donde salía la soga destinada á sujetar al prisionero: en ella combatie- ron los cuexteca, y cuando el corazón de los sacrificados estaba frió, "lo ponían en un lugar que llamaban Cuauhxicalli, qué era "otra piedra grande que era dedicada al sol, y tenía enmedio una "pileta donde se hacían otros sacrificios diferentes de este." (2)

Tezozomoc (3) conviene en lo anterior, aumentando que los

(1) Duran, aegimda parte, cap. IX. MS. El CJonqoistador aiKSnimo, apiid Gttoía loazbálceta, tom. I, pág. 875. P. Sahagun, toxn. I, pág. 2Q7. Torqnemada, Ub. Vm oap. XV.

(2) Duran, Hist. de las Indias de Nueva Espafia, oap. XX.

(3) Crónica Mezíoana, cap. 30. MS.

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priflioneros fueron ocupados en reconstruir el templo, "le kieie-- "ron gradas j en medio se puso el tajón á donde habían de ser f muertos los tales esclavos habidos en guerra, y para recorda- ^^cion del rey Ghimalpopoca que lo había comenzado á hacer.'' Bespecto del Temfdacatl: "Acabada de labrar la gran piedra ó «rodezuo de molino, la subieron en lo alto y la pusieron en me- "dio de la gran sala/ fro];itero de la puerta principal y del ídolo "Huitzilopochtli, que éste era labrado de piedra, arrimado á la ^^ared, cosa que estuviera mirando á la piedra ó rodezno, y esta "dicha piedra está en una esquina de la .casa de un vecino» hijo «de un conquistador; y la piedra del sacrificio está hoy junto á '^a iglesia mayor de la ciudad." El autor escribía en 1598.

La época de la construcción de las piedras la fija- con precisión Fr. Bemardino. (1) "En el año 136 (de la fundación de México, "1459) hizo mote9uma el viejo vna rrodela de piedra la qual sa- "có rrodrigo gomez que estaba enterrada á la puerta de su casa "la qual tiene un agujero en medio y es muy grande y aquel "agnjero ponían los que tomavan en la guerra atados que no po- "dían mandar sino los brazos y davanle vna rrodela y un espada "de palo y venían tres hombres uno vestido como tí.f^ otro co* "mo león y otro como águila y peleavan con él hiriéndole luego "tomavan un navajon y le sacaban el corazón y asi sacaron los ^^avajones con Jla piedra debajo de aquella piedra redonda y "muy igrande y después los señores que fueron de mézico hizie- "ron otras dos piedras y las pusieron cada señor la suya vna so- '^re otra y la vna habían sacado y está oy dia debajo de la pila "del bautizar y la otra se quemó y quebró quando entraron los "españoles y los primeros que esta piedra estrenaron fueron los "de cuistlavaca."

Bazon tenía Fr. Bemardino al asegurar que* estos monumen- tos fueron varios. En efecto, Axayacatl mandó labrar nuevos Temalacatl y Cuauhxicalli, estrenándolas los prisioneros matla- tzinca. (2) Copvidó para el estreno á gran número de señores, teniendo lugar la fiesta en el mes TlacaxipehuaUztli, á honra de XLQ nuevo dios desconocido nombrado Tlatlauhquitezcatl, espejo colorado. (3) Alguna vez se llama CuQ,uhtemalacatl á esta pie-

(1) MS. de Fr. Bemardino, en poder del Sr. B. Joaquín García Icazbalceta.

(2) P. Duxán, cap. XXXVI. Tezozomoc, cap. 49. MS.

(3) Te^zomoc, cap. 50. MS.

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drAy (1) es decir, TemalacaÜ de las ágxdlas, no siendo estr&ño que también le digan lemalacatl CnaoIiiicallL (2) El segundo Mote- cuhzoma mandó labrar dos piedras semejantes, para el gran sa* orificio apellidado Tlacaxipelinaliztli tlahuabuana.

"Una de estas piedras, al menos la última que se halló en este "gran templo, cnsmdo nuestros españoles entraron en la ciudad "y se apoderaron de ella, está el dia de boy en la entrada de la "plaza mayor y la de el Marqués, sentada junto al cementerio de "la iglesia mayor, y junto de la puerta del Perdón, la cual está á "vista de todos, y aun muchos se juntan en aquel lugar á sus con- "versaciones, y junto áells^ han sucedido algunas desgracias." (3)

La voz'GuauhxicaUi se compone de cuauhüiy águila, águilais, y de xiocHUy jicara; dando á entender jicara ó vaso de las águilas, doside beben las águilas. Cuauhxicalli es una palabra genérica^ apUoada á varios monumentos congéneres, que no tenían las mismas formas y aplicación. Para determinaar la forma y el uso del que acompañaba al Temalacatl, fuera de lo áates dicho que- le atañe, reuniremos algunas autoridades.

Sin tiempo del primer Motecuhzoma, el jefe Tlacaeletzin Ci- huacoatl aprobó que el tajón no fuese de madera, sino de piedra, redonda, "en medio agujerada para echar los corazones de loa^ "cuerpos que allí muriesen, después de haber gustado la sangre "de ellos caliente Huitzilopochtli, y que esta piedra no la labra- "sen los huastecas, sino los de Azcapotzalco y Cuyoacan, exce* "lentes albañiles, labrando en dicha piedra la guerra de sus pue- "blos cuando por nosotros fueron vencidos y muertos, y su jeta- "dos á este imperio." (4) De esta piedra se afirma que, "se sacó l'del lugar donde ahora se edifica la iglesia mayor, y está á la "puerta del perdón. Dicen que la quieren para hacer della una "pila de bautizar." (6)

Puesta la piedra en el templo, se convocó á los vasallos de la- corona para que viniesen á ver elt;a^ dd «oZ, así intitulado y lla- mado dios Xiuhpilli Cuauhtleehuatl, el cual había de estrenarse

(1) Tezozomoo, Orón. Mexicana, oap. 54. MS.

(2) Loco cit. oap. 92 y 97. M8.

(3) Torquemada, lib. Vm, cap. XV.

(4) Tezo2omoc> cap. 80. MS.

(5) P. DuraQ; cap. XXII.

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eon los veneidos esclavos de Hnaxyacac y de Coaixtlahuacan. (1) 'Eí mismo autor la nombra, ^'batea de piedra agujerada que Ua^ "man Gnanhzioalli." (2) En la muerte de Tízoc fueron sacrifica-^ dos los prisioneros, "en el agujero del Cuauhxicalli de piedra ó "degolladero." (3) Durante la dedicación del templo mayor por Aiiuitzotl, sacado el corazón á las víctimas lo daban los sacer- dotes, y "ellos á todo correr iban echando en el agujero de la "piedra que llamaban Cuauhxicalli, que estaba agujerada de una '^ara en redondo, que hoy está esta piedra del demonio en fren- "te de la iglesia mayor." (4) Describiendo las penitencias que al subir al trono hizo Motecuhzoma ü, dice: "ÁQabftdo de co- "mer volvieron á subir al templo, sin llegar las cuatro gradas '^más á donde estaba el gran ídolo, sino sólo á la piedra redonda ^úe llamaban Ouauhxicalli, brasero y cano de sangre, como es- "iaba agujerada toda la piedra colaba mucha sangre y entraba "por el agujero muchos cerrazones humanos." (5)

Fiados en estas autoridades, omitidas otras por inútiles, sa- camos que el GuauhxicaUi Xiuhpilli Cuatihtleehuatl, ó vaso del sol, era un cilindro de piedra, de más de cinco pies de diámetro y tres de altura, hueco en la parte interior en el diámetro de una vara, y labrada la superficie exterior. En este vaso se colocaban \ú& corazones de las víctimas en las grandes festividades como « en la del Tlacaxipehualiztli En ciertas ocasiones servía de pie- dra de sacrificio; los sacerdotes se hincaban ó sentaban sobre el bordo del vaso; la víctima retenida por los brazos y las piernas quedaba con la espalda en el aire dentro del vaso, y en esa pos- tura le arrancaba el sacrífioador el corazón. La lám. S% cap. 23 de la primera parte del P. Duran, da cumplida idea de lo que acabéünod de decir^

Preciso fué entrar en esta digresión, á fin de evitar cuanto posible la poca claridad que en los autores se encuentra acerca de esta materia. Volvemos á la descripción de la fiesta Tlacaxi- pehualiztli

Los hombres unidos por los pies que representaban á los

(1) TezosEomoo, Cróniea Mez. cap. 88. MS.

(2) Loco 6Ít.

(3) Crún. líezicana, cap. 60. MS.

(4) Tezozomoo, cap. 70. MS.

(5) Tezozomoc, cap. 88. MS.

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dioses, venían escoltados por cuatro guerreros, dos con insignias de tigre y dos de águila; reunidos los sacerdotes, presididos por el superior Yoallahua, formaban una procesión, y bajando al Ouauhxicalco, tomaban lugar al rededor del Temalacatl y del Cuauhxicalli, sentándose en sus qt^echólicpalU; ya acomodados, tocaban flautas, caracoles, daban silvos y cantaban un cantar apropiado á la fiesta. Salía en seguida un anciano sacerdote y con él cuatro guerreros vestidos cada uno respectivamente de blanco, verde, amarillo y colorado, á los cuales nombraban las cuatro auroras, llevando á los dioses Ixcozauhqui y Titlacahuan, á los cuales colocaban sobre un altar. El sacerdote viejo llegá- base á los prisioneros y tomando uno le colocaba sobre el Te- malacatl, atándole por un pié con la zoga (centzonmecatl) que salía por el agujero del centro de la piedra. Aquel infeliz estaba desnudo; para darle ánimo le presentaban en un xicaUi la bebi- da nombrada teooctUy y él tomaba la vasija, la presentaba á los puntos cardinales, y bebía el líquido chupando con una caña hueca; el sacerdote sacrificaba una codorniz arrancádole la ca- beza, levantaba en alto el cMmdli del prisionero y arrojaba hÁ- cía atrás el cuerpo de la avecica. El preso quedaba sólo sobre el Temalacatl; recibía para defenderse tres pelotas grandes de .madera de pino, un escudo de combate y un macuahuiü ó espada mexicana, de solo madera, emplumados los cantos en lugar de tener navajas.

Al sonido del lúgubre huehuetl salía el tigre primero armado con su coracina, escudo y una espada verdadera; danzando y co- mo en son de fiesta, esgrimiendo las armas, el ojo atento á los movimientos de su enemigo, se iba acercando y rodeando el Te- malacatL El prisionero tomaba las bolas de palo, arrojándolas sucesivamente contra el gran tigre, quien recojía los golpes en la rodela; agotados los tiros, embrazaba su escudo, tomaba el casi inútil macuahuitl, y se empeñaba una lucha terrible, pues los combatientes el uno pugnaba por salvar la vida, el otro por mantener su honra. La ventaja de las armas determinaba al fin que el prisionero recibía alguna herida; inmediatamente tañían las bocinas, caracoles y flautillas, dejándose caer el desventurado sobre la piedra. Entonces los sacrificadores le desataban, con- ducícmle al Cuauhxicalli, le arrancaban el corazón y le ofrecían al soL Así perecían uno tras otro todos loa prisioneros.

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Algún valiente prisionero daba muerte, hería ó cansaba al ti- gre mayor, y entonces era reemplazado por el tigre menor, y su- cesivamente por las águilas mayor ó menor; si todavía no eran suficientes tomaban el puesto uno de los cuatro auroras, guerre- ros zurdos destrísimos en combatir con la mano izquierda: con- tra t^nto enemigo no cabía la esperanza de salir con vida. Según la autoridad del Conquistador anóniíao, (1) si el preso vencía á siete de aquellos guerreros, "le dejaban en libertad, y estaban '^obligados á restituirle todo cuanto le habían quitado «en la "guerra." No faltaban cautivos que al tocar la espada cortés perdieran el ánimo, creyeran intitil prolongar la vida por pocos instantes más, y arrojando lejos las inútiles armas se tendieran sobre el Temalacatl; esto los libraba de ser al punto sacrifi- cados. Antes de la pelea aquellas víctimas se llamaban Oáhtuznti; los corazones eran recogidos en la cavidad del Cuauhxicalli, y entonce^ les decían cuauhnochtli, tunas de las águilas, y á los ca- dáveres, cuaiüdeca. Nombraban la ceremonia Tlahualmanaliztliy "que quiere decir, señalar ó rasguñar señalando con espada, y "hablando nuestro modo es dar toque esgrimiendo con espadas "blancas."

Terminada la ceremonia á la cual los autores han dado nom- bre de Sacrificio gladiatorio, los representantes de los dioses se quitaban los cueros de que estaban vestidos; los sacerdotes con sus manos les lavaban el cuerpo, y con mucha reverencia colga- ban los pellejos de unas varas. Los dueños de los cautivos reco- gían los despojos, llevándolos á sus casas para hacer el festin de costumbre. Al dia siguiente pedían permiso algunas gentes á los que donaron el esclavo desollado, y da&a licencia revestían los pellejos, vestían los adornos de Xipe, saliendo por las calles á pedir limosna; costumbre era que cada quien les diera alguna cosa según sus facultades, y que si dos de aquellos pordioseros se encontraran arremetieran uno contra el otro hasta despeda- zarse ropa y pellejo: por la noche volvían su despojo al templo. Las mujeres presentaban sus niños á los mendigos, quienes les daban cierta consagración paseándolos en sus brazos cuatro ve- ces al rededor de los patios. Pasados los primeros veinte dias cesaba la limosna, de la cual recibía la mitad el dueño del es-

(1) Apnd García Icazbalceta, tom. 1, jtóg. 37ó.

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claYo; en los siguientes veinte días los guerreros hacían bailes 7 festines, quitando cada dia uno ó más de los cueros, y al con- cluir el término de cuarenta, todos aquellos pellejod hediondos, encogidos y negros, eran enterrados en una cueva fabricada al pié de las gradas del teocalli de Xipe. (1)

Las grandes piedras encerradas en los patios del gran (eoca- Ui estuvieron mucho tiempo expuestas en la plaza pública de la ciudad, hasta que los vecinos tomaron algunas para adorno de sus casas, despedazaron otras, y las muy pesadas enterraron ba- jo el pavimento. El P. Duran, (2) cita algunas que en su tiempo se veían, diciéndonos que las culebras del coatepantli servían de pedestales á los pilares de la primitiva catedraL Torquemada (3) afirma que en su tiempo se- descubrían en los cimientos de las casas de los conquistadores algunos ídolos y piedras labradas, los cuales mandó picar y destruir el 'arzobispo D. Fr. García de Santa María Mendoza, quien rigió la sede de 1600 á 1606.

Brantz Mayer (4) nos informa de que: "Guando hace algunos años se practicajban ciertas obras en la plaza, se encontró este monumento á poca profundidad bajo la superficie. El Sr. Cen- dra pretendió se alzara de ahí, pero el gobierno no quiso dar los gastos, y como las dimensiones de la piedra, según me dijo el mismo Sr. Gondra, eran exactamente las de la de Sacrificios, es decir, nueve pies de diámetro por tres de altura, no le pareció ejecutar la operación á su costa. Deseando, sin embargo, conser- var en cuanto posible el recuerdo de las figuras en relieve de que estaba cubierta, (principalmente porque las esculturas esta- ban pintadas de amarillo, rojo, verde, carmesí y negro, colores que permanecían vivos todavía), hizo sacar un dibujo, del cual es copia el grabado puesto en este libro."

"Creía el Sr. Gtondra que era la piedra de los gladiadores, co- locada tal vez en la parte inferior del teocalli, frente á la gran piedra de los sacrificios. Esto no va de acuerdo con la relación

(1) Kos Rirvieron de principal gaía para esta ceremonia, Duran, segunda parta, eap. IX. MS. P. Sahagun, lib. 11, cap. XXI. Conquistador anónimo, loco cit. Tor- quemada, lib. X, cap. XI.

(2) Segunda parte, cap. IX. MS.

(8) Monarq. Indiana, lib. XYII, cap. I.

(4) México as it was and as it is, bj Brantz Mayer, secretary of the V. S. Lega- tion to that country in 1841 and 1843. Third edition Baltimore 1844. Pág. 128.

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de algnnos antígaos escritores, quienes, aunque están de acuer- do en decir que era circular, como lo sigtdfica su nombre Tema- laeatl, están conformes en asegurar que la superficie superior era lisa j que tenía en el centro un taladro, del cual era atado el cautivo, comp ya dije."

^Las figuras representadas en relieve sobre la piedra, eviden- temente son de guerreros armados dispuestos aLeombate. Me ha parecido dar al público el dibigo, por vez primera, como pas- to á las observaciones de la crítica, con la esperanza de que si no es la piedra gladiatoria, los entendidos en antigüedades me- xicanas puedan descifrar algún dia lo que sea realmente. Htiy notable es que los colores se conserven todavía frescos, j que aparezca la figura de la '^mano abierta," esculpida en un escudo y entre las piernas algunos hombres en los grupos laterales. ' Esta ^^mano a'bierta" fué encontrada por Mr. Stephens en casi todos los templos que visito, en su reciente exploración de Yucatán."

Dibujo entero de los relieves, así de la cara superior como de la 8u¡>erficie convexa, fué publicado en la Historia de la conquis- ta por Prescott, (1) bajo el título, '^Believes en la piedra de los gladiadores. Oomunicó la estampa al editor el repetido Sr. ]>. Bddro Bafael Gondra."

Jui^ando únicamente por las láminas, el monumento no pue- de ser un Temalaoatl; £&ltale el taladro centraL Las figuras no son de guerreros armados dispuestos al combate; evidentemente representan dioses, y entre ellos se distingue á Huitzilopochtli con sus armas y atributos, teniendo delante sacerdotes ú otras divinidades, con sus trajes y divisas, llevando en las manos los símbolos del holocausto. Los dioses de la cara superior ni com- baten, ni pueden, estar combatiendo; consideran, con el cuerpo echado hacia atrás, el objeto que parece estar en el aire y es el signo Cipactli. Adviértense por todos lados símbolos; aves, cua- drúpedos y reptiles fantásticos; signos del sol y de los dias del mes, con otros objetos semejantes á los de los( libros rituales. No cabe duda, ^ es un monumento religioso destinado á los dioses, con leyendas relativas al culto. En cuanto á la impresión de la ^'mano abierta," confesamos no saber lo que en Yucatán signifi-

(1) Edic. de V. Oaroía Tpnres, México, 1844. Tom. I, pág. 8r>.

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ca. En México, durante la fiesta de Panquetzaliztli, ''iban los '^esclavos que habían de morir á las casas de sus amos á despe- ^'dirse, y Ueyábanles delante una escudilla de tinta^ ó de alma- 'gre, ó de color azul: iban cantando con muy alta voz, que pare- cía que rompían el pecho, y en llegando á las casas de sus amos, ''metían ambas manos en la escudilla de color ó de tinta, y po- ''níanlas en los umbrales de las puertas y en los postes de las ''casas de sus amos, y dejábanlas allí impresas con los colores; ''lo mismo hacían en las casas de sus parientes." (1)

Acerca del nombre y destino de esta piedlra, dice Tezozomoc, (2) que en los tiempos de Motecuhzoma Ilhuicamina, para la fiesta del. TlacaxipehualiztU, los sacerdotes se ejercitaron para el sa- crificio en Vb, piedra pintada.

Después de la guerra de Tlaltelolco, dijo Axayacatl á Cihua- coatl: "Señor y padre; mucho quisiera que renovásemos la pie» dra redonda que está por brasero y degolladero arriba de la casa y templo de Tetzahuitl Huitzilopochtli, ó si os parece que se labre otra mayor^de mejores labores, y el que ahora está sirva para otro templo de dios." En efecto, mandáronse venir los canteros de Azcapotzalco, Tlacopan, Coyohuacan, Culhuacan, Ouitlahuao, Chalco, Mizquic, Texcoco y Huatitlan; juntáronse ademas hasta 50,000 hombres para traer' arrastrando con sogas una gran piedra de Ayotzinco, la cual se sumió y perdió en el puente de Xoloc: entonces trajeron otra más grande de las inme- diaciones de Coyohuacan, que, metida á México, fué labrada, ^'historiando en la labora los dioses y principalmente al deHui- "tzilopochtli." Teniendo en cuenta Axayacatl, que la piedra que estaba en lo alto del templo había sido dispuesta por Motecuh- zoma el viejo, la quitó y puso abajo, colocando en su lugar la por él mandada labrar. Hizo igualmente construir un Cuauhxicalli, al mismo estilo para la sangre de los degollados en sacrificio, pues és nuestra ofrenda y honra de nuestro amo y señor Hui- "tzilopochtli," (3)

En la fiesta cíclica que tuvo lugar durante el reinado del se- gundo Motecuhzoma en el cerro Huixachtitlan, se hizo el sacrí-

(1) P. Sahagun, tom. I, pág. 170.

(2) Crónica Mexicana, cap. XXX. MS.

(3) Tezozomoc, cap. XLVII. MS,

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flcio de los cánticos sobre la piedra jpintaday "que estaba encima *'de este cerro de Iztapalapa cuando la conquista mexicana por *'D. Femando Cortes, capitán de los españoles, al subir encima ^'de este cerro para desbaratar á los que le defendían, arrojó de ' ''allí esta piedra labrada, como se dirá adelante en la propia "conquista." (1)

Si no nos despeñamos en nuestras inducciones, la piedra que aun se conserva sepultada en la plaza principal, pertenece al gé- nero de las pintadas y consagradas á los dioses. Su nombre pa- rece ser Teocuauhxicalli, (2) palabra compuesta de teotlf dios, diciendo el compuesto Ouauhxicalli de los dioses ó divinoL

Del género Cuauhxicalli es también la gran piedra cilindrica, colocada actualmente en el patio del Museo Nacional, y llamada vulgarmente piedra de los sacrificios. Bemoviendoel terreno de la plaza principal para'formar el empedrado, apareció este mo- numento el 17 de Diciembre 1791; sacado de su sepulcro, donde yacía en sentido inverso del natural, faé examinado por nuestro sabio anticuario D. Antonio de León y Gama, (3) quien publicó extensa descripción. Otras grandes piedras fueron halladas tam- bién, que juzgándose estorbo por su yolúmen y peso fueron man- dadas destrozar, para que fuesen aproyechados los pedazos en , el pavimento; la misma suerte corriera ésta, á no haber acertado á pasar por ahí el Sr. canónigo Oamboa^ quien logró hacer cesar la comenzada desvastaoion en ella y que fuera colocada en el ángulo S. O. del cementerio de la Catedral. Permaneció en aquel sitio, hasta ser trasladada, en 1824, al patio de la Universidad, local destinado entonces para Museo Nacional: marca el sitio en donde estuvo, la lápida mandada colocar por el Sr. D. José Fer- nando Ramírez, 1852, siendo ministro de Relaciones del presi- dente D. Mariano Arista, y lleva esta inscripción: ''Antiguo ''asiento de la piedra llamada de los Sacrificios, trasladada al "Museo Nacional el dia 10 de Noviembre de 1824" (4) El año 1873 fué conducida- al lugar en donde hoy se encuentra, siendo director del Museo el Sr. D. Bamon Isac Alcaraz.

(1) Tezozomoc, cap. XCVII. MS.

(2) Tezozomoc, cap. XXXIII. MS.

(3) Descrip. de las doB piedras, segunda parte.

(4) Ramírez, antig. mex. conservadas en el Museo Nacional.

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X70

Gama la tuvo por una piedra astroAÓmica dedicada al sol» ex^ pUcc^do q;ue las %uxaB del reUeye erau danzantes que simboli^ zaban u^a de las grandes fiestas oeiebradas en honra del astro.. (1) Hmnboldt opinó, qiie era nn TemaJ^eatl destinado á los c(»iiba- ^ g^adiatorios, representando los relieves las conquistas de. un rey azteca. (2) D. Fernando Bamírez, con mejor acierto estable- ce que era un monumento cónmemoratiyo y yotivo á la vez; de- dicado al sol» y conmemorativo ^'de las victorias obtenidas por ^'Tiaoc, sobre los pueblos figrurados en la circunferencia del ci- 'lindro, cuyos símbolos no representan ésmmntes^ como suponía ''Gama», sino grupos de vencedores y de t^encúío^» dispuestos de dos ''en dos» el uno llevando asido del cabello al otro» y éste portan- ''do en la maoo izquierda un haz d^, flechas cou la punta hacia "absjo^ y en la d^arecha una anaa que presenta en señal de su- "mision» á la nuiuiera que se ven los relieves de su género en los "monumentos Egipcios y Asirlos. En cada uno de estos grupos "y hacia la parte posterior de la cabeza, que figura un prisionero, "se ve un símbolo jeroglífico» que. da fonétioamenée, el nombre de "su puebla" (3) Nebel publico dibujo de la piedra dando una corta descripción» y haciendo notar que entre los combatientes había dos mujeres^" (4)

Subiendo á los tiempos ant%uos, leemos en un historiadior: ^ "Peterminado por el cey Huahuemote^uma que sa labrase en una piedra muy grande la s^nejanga ddl sol y que se le hiciese una gcwi fiesta» mandaron á los canteros que se buscase una g^an piedra» y buscada se pintase en ella una figura del sol» redonda» y que en medio della hicieaeu una pileta redonda^ y que del bov- d^ de la pileta salieseiL unos rayos, para que en aquella pileta sa recogiese la sangre de los sacrificados» para que la semejanza del sol gofase della^ y que desta pileta saliese un cano por donde so derramase aquella sangre» y mandaron que al rededor della» por orla ó 9anefa» pintaran todas las guerras que hasta entonces

(1) Descrip. de las dos piedras, looo oit.

(2) Vaes des GozdiUireB. Planche XXL

(8} Antig. mex. eonservadafl en el Mnseo NaoionaL

(4) Viage pintoresco y arqueológico sobre la parte más interesante de la Bepiíbíi- ca Mejicana, en los aflos transcurridos desde 1829 hasta 1834, por el arquitecto D. Carlos Kebel. 50 láminas litografiadas con sa texto explicativo. Paris y Méjico, MDOOOXL.

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aoian tenido j que el sol les ania concedido de qne las venciesen con su fayor y ayuda. Tomada la obra á cargo de los canteros» buscaron una piedra gruesa y hermosa y en ella esculpieron la semejanga del sol, pintaron en ella las guerras que auian yenci- do de Tepeaca, de Tochpan, de la Guasteca» de Ouetlaxtlan, de Ooaixtlahuac, todo muy curiosamente labrado." (1)

Completa descripción sería ésta del monumento que- nos ocu- pa, á tener entalladas en la orla las guerras de Tepeaca, Toch- pan, &c. Estas piedras se llamaban Oaauhxicalli, pertenecían á los caballeros del sol, y acompañaban á la piedra del sol, de que en seguida hablaremos. De estos cuauhxicalli se mencionan va- rios; fnera del de Motecuhzoma I, queda memoria del mandado construir por Axayacatl(2) y del intentado por Motecuhzoma ü, habiendo motivo para creer, con Fr. Bemardind, que cada rey mandaba fabricar el suyo. En apoyo de esta opinión viene, qne el que estudiamos es el Cnauhzicalli de Tízoc

Es nn cilindro de traquita, 2v65 de diámetro y 0°^84 de altura. Tiene el doble carácter de religioso y de histórico: monumento votivo por estar consagrado al sol, es una pecina de los aciales mézica por ser el compendio de las guerras del monarca cons- tructor.

La cara superior tiene entallada la imagen del sol, levantado el relieve sobre el plano 0ia026. En los jeroglíficos mexicanos, el signo óUin es la representación más simple del astro del dia; au- mentan las formas en el carácter fonético ieoÜ; Ueva en esta pie- dra una figura más complicada, y es perfecta y completa en la piedra del sol, descrita por nuestro amigo y compañero el Sr. Lie. Alfredo Chavero. Signiendo del centro á la circunferencia, aquel está ocupado por un hueco concavo, 0,°^46 de diámetro, 0^15 de profundidad, formando propiamente el vaso ó xíccdlú Concéntricos á éste se cuentan ocho coronase ánulos, dispues- tos en esta forma: uno liso y plano, otro formado de dobles pon- tos ó de circulillos con otro más pequeño concéntrico, en número de 16; tercero y cuarto llenos, unidos y distinguiéndose uno del otro por el mayor relieve; quinto compuesto de 40 puntos sen- callos; sexto, angosto y lleno; sétimo, de 48 puntos sencillos; úl- timo, liso y lleno.

(1) P. Dnnín, cap. XXm.

(2) TesBOZomoo, cap. 49. MB.

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Sobre éste descansan cuatro figuras semejantes á una A, sin el trazo medial y con los extremos formando hacia afuera una vo- luta; los vértices tocan la circunferencia de la piedra, dividién- dola en cuatro partes iguales. De los intermedios arrancan otras cuatro figuras triangulares, sin los extremos recurvos, que tocaur do también en la circunferencia, la dividen con las anteriores en ocho partes iguales. Todavía de los intermedios se alzan unos dibujos trapezoidales, parecidos á un carcax con sus flechas, ter- minados en un punto doble: son ocho estas figuras, ocho los cír- culos y diez y seis las partes en que la circunferencia queda dividida, un punto doble marca cada una de ellas. Sobre elinulo exterípr y entre las cuatro primeras figuras triangulares, se cuentan cuatro signos cruciformes, con un punto central, en todas 32, debiendo aumentarse ocho colocadas sobre los tnape- zoides. Finalmente, al rededor de la misma corona, se despren- den unas como medio elipses, con otra simétrica en el interior, 8 en cada división, 64 en la circunferencia, á las cuales se han de aumentar 32, cuatro en cada extremo de los trapecios. Nace de la cavidad central una canal, terminada en la circunferencia, 1^12 de longitud, 0ni85 de profundidad.

Hueco y caño son propios de la piedra y distintivos del Cuauh- xicalli; servían, aquel para recojer la sangre de las víctimas sa- crificadas ahí ó contener los corazones de los sacrificados, éste para que la sangre se derramase delajite del ídolo. No son obra de la desvjbstacion, como quiere Gama, ni pudiera haberse prac- ticado en forma tan regular.

Figuras triangulares y trapecios, circulillos ó puntos sencillos y dobles, signos cruciformes, medias eUpses yámil.os,se cuentan por múltiplos de cuatro. Este número es cabalístico y misterio- so. Cuatro son los soles cosmogónicos 6 edades del mundo; cuatro ^ las regeneraciones del género humano; cuatro los movimientos del sol, las estaciones, las divisiones principales del dia, los sig- nos de los años, los ÜalpiUi ó divisiones del ciclo, los elementos constitutivos de los cuerpos agua, aire, fuego y1¡ierra.

La figura circular es la que aparentemente afecta al sol. Signifi- can los triángulos los rayos luminosos que del astro se despren- den; los trapecios los manojos ó haces de luz, y las semielipses los resplandores terminales del luminar y de sus rayos. La su- cesión y orden de los ánutos sea tal vez relativa á la idea que

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los astrónomos mexicanos tenían acerca de h\ constitución física del sol; capas concéntricas más ó menos densas encerrando la materia de la Inz, significada por los circulillos, conjetura que podía hallar fundamento en esos corpúsculos que se distinguen sobre un rayo luminoso penetrando en un aposento oscuro.

Es pues la representación del sol, en cuanto astro, y con su nombre reverenciado teotl Las primeras aspas triangulares le califican de NahuioUin, cuatro movimientos. Se refieren al curso aparente del equinoccio de primavera al solsticio de estío, de éste al equinoccio de otoño, de aquí al solsticio de invierno, de esta posición á la inicial. Sin duda es también la cuenta de las cuatro grandes horas desiguales, contadas un orto del sol al inmediato, de las estaciones, <&c., como regulador del tiempo, en las fracciones grandes ó pequeñas.

El relieve de la superficie convexa se compone de quince (1) grupos de dos figuras cada uno. Una de ellas siempre es la mis- ma; lleva en la cabeza un casco coronado con un gran penacho, rematando hacia la frente en una cabeza de águila, distintivo de los aucuyuauktin 6 caballeros del sol; grandes pendientes en las orejas; al cuello un ancho collar; al pecho un adorno, ó más bien una defensa contra los golpes enemigos; cúbrele la cintura y par- te de los muslos el rrujuxMatl de puntas colgantes, brazaletes, y adornos en las piernas; en los pies el zapato ó cactti nacional, terminando el izquierdo en una prolongación curva hacia arriba: Humboldt mira en esto una arma, no es sino un distintivo. Be- tiene juntos en la mano derecha el chimalli 6 escudo, dos miílj flecha, ó tlacochtlt, vara arrojadiza, y el maciuihuitly espada mexi- cana, en cuyo'manejo.sobresalían aquellos soldados; con la mano izquierda empuña por el pelo al guerrero que delante tiene. Sólo uno de ellos se diferencia de los demás en el rico, más abundan- te y distinto plumaje de la cimera del casco; en el lujoso maa>tlatl, en la joya y borla que le cuelgan á la espalda: esas insignias y adornos, que sólo pertenecen á príncipes ó reyes, determinan ser éste el principal ó jefe, el grupo de mayor categoría, el pri- mero en orden.

La segunda figura se presenta con el cuerpo inclinado y el ros- tro afligido; ofrece con la mano derecha el símbolo de sumisión,

(1) Ko yeinte como dice Humboldt.

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mientras en la mano izquierda conserva todavía, bien dos flechas con las puntas hacia arriba, bien arco y flechas^ una porra» una lanza ó una espada. En cuanto al traje, varía según el pueblo que representa. Nebel asegura, ''que hay entre los conquistados dos "mujeres;" no es exacto. Los guerreros que visten una especie de enagua llevan el ichcahiiipiUiy armadura de algodón colchado para defensa del cuerpo, llamada escai^pt? por los castellanos. Las barbas descubiertas por Humboldt en el rostro de una de las figuras, es un distintivo guerrero.

En las pinturas jeroglíficas mexicanas el combate, la batalla y la guerra se representan de distintos modos. En los Códices Te- Ueriano-Bemense y Vaticano dos guerreros, distinguibles por sus armas y arreos, y por sus nombres gentilicios, están uno de- lante de otro en ademan de combatir: es una representación mí- mica, caracteres propiamente kiriológicos. En la primera lámina del Códice Mendocino se presenta un guerrero armado, y delan- te el soldado vencido, y junto el nombre del pueblo que repre- senta con el símbolo de la conquista: aquí el grupo de mímico pasa á alegórico, y no significa solamente el combate, sino tam- bién la victoria, el saqueo y la destrucción de la ciudad enemiga. En las otras láminas del mismo Códice Mendocino está pintado el rey y delante los pueblos por el conquistados; esto se significa con un chimalli que reposa sobre un manojo de flech^s« El si^o suena yaóyotl, guerra, batalla; ó bien reuniendo los valores fóni- cos de los objetos dirá mitl chimdUif 16 que metafóricamente sig- nifica en mexicano, guerra, batalla: (1) el signo, de alegóirico se transformó en ideográfico y aun en fonético.

El relieve que vamos interpretando dice claramente, que cada par representa una batalla ó una' conquista. Son grupos de ven- cedores y de vencidos como dice el Sr» BamíreiS; los vencedores» los caballeros caacuauhtin, águilas, los que retienen por el pelo á los prisioneros; los vencidos, los que presentan la señal del tri- buto: el nombre del pueblo sojuzgado se mira sobre la cabeza de cada figura, la cual representa la población, la tribu ó la nación vencida.

Poniéndonos al frente del grupo principal, el guerrero vence- dor, á quien su vestido distingue cemo rey, lleva también sn

(1) Diccionario de Molina.

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nombre propio expresado por xmskpiema; es el jeroglífico ideo- gráfico del nombre Tízoc, monarca mexicano que gobernó del orne calli 1481 al chicóme tochtli 1486. El vencido representa la provincia Matlatzinca. Son pues exactas las aseveraciones del Sr. Bamirez; ''es un monumento conmemorativo de las victorias ''obtenidas por Tízoc, sobre los pueblos figurados en la circun- "ferencia del cilindro," Prosiguiendo hacia la derecha, contradi- ciendo algunas veces á Gama, hemos leído: Tochtla, Ahuilizapan, Axocopan, Coatepec, Tenanco, Xochimilco, Tozxiuhco, Tamazo- lapan, Acolman, Tecaxic, Tancuitlan, TonalimoquetzaUan, Ehe- catepec, Cuetlaxtla. (1)

(1> An»lefi del MoBeo Nacional, tom. I, pág. 8 y sigs., y Diccionario geográfico y de la Bepüblica Mexicana.

CAPITULO IX.

8acrifleios.—La piedra del eol'-'Historia.'-'SaoriJUno del meruajerodel soL^Fieita del mee Xoeatlhuetei.'^Fiesta de TeoÜeeo.^Fieeta en honra del fuego en el mee ffuciteou¿lhuUl.-^8aerifleio al fuego.^Fueffo perpetuo.-^El hambre de la Cihua- ooatL—'Fieeta aXfuego.^De cuatro en cuatro, y fie ocho en ocho años,^Número de loe eaerijkioe hunanoe.—UnivereaUdad de la vieUma humana.-^No eon loe mexica- nos loe únicoa criminales en este re^peeto,-^Aniropofagia.— Común á los pueblos de la tierra.— Los mexicanos no son antropófagos en la rigorosa ae^i)eion de la palabra.

EL rey Axayacatl, constructor de un Cuauhaxicalli,— "Tam- "bien estababa ocupado en labrar la piedra famosa y grande , "donde estañan esculpidas las figuras de los meses y años, dias "y semanas, con tanta curiosidad que era cosa de ver, la cual "piedra muchos vimos y alcanzamos en la plaza grande, junto á * "la acequia la qual mandó enterrar el Ulmo y Rmo. Señor Don ^'fray Alonso de Montúfar, dignísimo arzobispo de México de fe- "lice memoria, por los grandes delitos que sobre ella se cometían "de muertes." (1) Adoptando la fecha esculpida sobre la misma piedra, la construcción data del trece acatl 1479.

Estrenado el Cuauhxicalli con muerte de los prisioneros ma- tlatzinca, Axayacatl convidó á los señores de Texcoco, de Tlaco- pan y de otras provincias, para que viniesen á colocar la piedra dd sd, que ya estaba acabada; en efecto acudieron con sus alha- míes y canteros, y en un solo dia construyeron un macizo de "veinte brazas en redondo," encima del cual la colocaron ho-

(1) P. Doián, oap. XXXV. Bepite la noticia acerca de la mandada enterrar de la piedra, en la segunda parte, oap. IZ. MS. .

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rizontalmente, con gran fiesta de música en los templos, que- mándose "gran cantidad de enciensos por mano de los turíbulos ''que tenían aquel sólo oficio de encensar, á los quales Uamauan "tíewawKBcogwe, que propiamente quiere decir turibolario ó en- "censador." (1)

Colocada la piedra del sol, entró en consejo el rey con Neza- hualcoyotl, Totoquihuaztli y otros señores, á fin de determinar á cuál provincia se haj:ía la guerra, para tener prisioneros que sacrificar en la inauguración: escogido Michliuacan, marcharon los reyes coligados con poderoso ejército; pero los tarascos se defendieron con yalentia, derrotaron á los méxica, y Axayacatl, poco menos que huyendo, retomó á su capital á celebrar las exe- quias de sus muertos. (2) Terminadas las ceremonias fúnebres, los aliados fueron contra los de Tliliuhquitepec, población situa- da entre Qtompa y Tepepolco, la cual tuvo que aceptar el com- bate por ser una de las del concierto en la guerra sagrada. Em- peñada fué la batalla, y cuando los de Tliliuhquitepec rogaron que cesara la pelea, se encontró que el ejército había tomado setecientos prisioneros; no fué ello sin pérdida, pues sólo de los guerreros méxica faltaron 420. Axayacatl toIyíó á México, con- solándose con la reflexión de, "quede ambas partes auia querido cQmer el soL" (3)

Para la dedicación no sólo acudieron los señores amigos, mas también los ene¿aigos de casa Tlaxcalla, Huexotzinco y OholoUan. El dia de la fiesta, "mandaron aperciuir y aderezar la piedra y "los que auian de sacrificar, para lo qual se aderezó el rey, que "fué el principal en este oficio, y luego su coadjutor Tlacaelel; y "luego los que representaban los dioses todos, como eran Que- "tzalcoatl y Tlaloc, Opochtli, Iti^apalotl, Youalanaj Apantecutli, Huitzilopochtli y Toci, Cihuacoatl, Izquitecatl, Icnopilli, Mix- coatí, Tepuztecatl, vestidos todos estos como dioses para sacri- "ficar encima de la piedra, todos subidos. Auiéndpse aderezado, ''antes que amaneciese salió el rey muy galano, y junto á él Tla- ^'caelel al mismo modo vestido, y sus cuchillos de navajas en ''las manos y subíanse encima de la piedra: luego sacaban los

*

(1) P. Dnrán, cap. XXXVI.

(2) P. Ihirán, cap. XÍXVII.

<3) P. Diurán, «ap. XXXYIII.

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"presos, todos embijado» con yeso y las cauegas emplumadas y "unos bezotes largos de pluma, y poníanlos en renglera en el lu- gar de las calauemas, y antes que los empe9asen á sacrificar salía un encensador del templo y traía en la mano una gran hacha de encienso, á manera de culebra que ellos Uamauan ^^xiuhcoatl, la que veida encendida, y daua cuatro vueltas al rede- "dor desta piedra, encensándola, y al cauo ecbáuala así ardiendo "encima piedra y allí se acauaba de quemar: hecho este em- "pegauan los sacrificios, matando el rey hasta que se cansaua, "de aqueUos hombres presos, y luego le sucedía Tlacaelel hasta "que se cansaua, y luego aquellos que representaban los dioses "sucesivamente, hasta que se acauaron aquellos setecientos kom- "bres presos que de la guerra de Tliliuhquitepec auian traído; "los quales acauados, quedando todos tendidos junto al lugar de "las calauemas y todo el templo y el patio ensangrentado, que "era cosa de gran espanto y cosa qíie la mesma naturaleza abo- "rrece, fue el rey y ofreció á sus güespedes muy ricas mantas y "joyas y muy ricos plumages." Apenas salidos los huéspedes, Axayacatl cayó enfermo del trabajo del sacrificio y del acedo olor de la sangre, muriendo de ahí á pocos días. (1) Aconteció esto el año 1581. La fatal piedra causa de tanta sangre inútilmente derramada, costaba la vida á su mismo constructor.

La piedra del sol estaba colocada en el departamento de los cuacuauMin ó caballeros del sol, donde había templo é imagen del astro, como ya dijimos en un capítulo anterior. Aquella con- gregación guerrera solemnizaba dos fiestas principales al año, cuando al signo oUin tocaba en el orden sucesivo de los diais el número cuatro, formando el símbolo iVaííAoHín, cuatro movimien- tos del sol. Xia primera del año era la más solemne. Ayunábase aquel dia con todo rigor, pues ni aun á los niños y los enfermos permitían tomar alimento; cuando el luminar estaba en la mitad de su carrera, tocaban los sacerdotes los caracoles y las bocinas, á cuyo sonido acudía el pueblo en multitud- Al sonido de aquellos instrumentos, "sacaban un indio de los "presos en la guerra muy acompañado y cercado de gente ilus- "tre; traía las piernas embijadas de unas rayas blancas y la me- dia cara de colorado, pegado sobre los cabellos un plumaje

(1) P. Duran, cap. XXXVHI.

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^^blanco; traía en la mano un báculo muy galano, con süa lazos y '^ataduras de cuero enjertadas en él algunas plumas; en la otra '^mano traía un^ rodela con cinco copos de algodón en ella; traía acuestas una carguilla en la cual traía plumas de águila, y pe- dazos de almagre, y pedazoá de yeso, y humo de tea, y papeles '^rayados con hule. De todas estas niñerías hacían una carguilla, la cual sacaba aquel indio á cuestas, y poníanle al pié de las gradas del templo, (1) y allí en voz alta que lo oía toda la gente ''que presente estaba, le decían: "Señor, lo que os suplicamos es, "que yais ante nuestro dios el sol y que de nuestra parte le sa- "ludeis, y le digáis que sus hijos j^'caballeros y principales que "acá quedan, le suplican se acuerde de ellos y que desde allá los "faborezca, y que reciba este pequeño preseuteque le enviamos, "y dalléis este báculo para con que camine, y esta rodela para "su defensa, con todo lo demás que lleváis en esa carguilla." El "indio, oída la embajada, decía que le placía; y soltávanlo, y lue- go empezaba á subir por el templo arriba subiendo muy poco á poco, haciendo tras cada escalón mucha demora estándose parado un rato, y en subiendo otro parábase otro rato, según "llevaba instrucción de lo que había de estar en otro escalón, y ^'también para denotar el curso del sol irse poco á poco haciendo "su curso acá en la tierra, y así tardaba en subir aquellas gra- "das grande rato. En acabando que lasytcababa de subir, íbase la piedra que llamamos cuauhxIccdU y subíase en ella, la cual "dijimos que tenía en medio las armas del sol. Puesto allí, en ^Woz alta, vuelto á la imagen del sol que estaba colgada en la **pieza, encima de aquel altar, y de cuando en cuando volvién- ''dose al verdadero sol, decía su embajada. En acabándola de decir, subían por las cuatro escaleras que dije tenía esta pie- dra para subir á ella, cuatro ministros del sacrificio, y quitá- "bánle el báculo y la rodela y la carga que traía, y á él tomaban "de pies y míanos y subía el principal sacrificador con su cuchillo "en la mano y degollábalo, mandáadole fuese con su mensaje al "verdadero sol á la otra vida; y escurríale la sangre en aquella "pileta, la cual por aquella canal que tenía se derramaba delante "de la cámara del sol, y el sol que estaba sentado en la piedra *'&e enchía de aquella sangre. Acabada de salir toda la sangre,

(1) No del mayor, sino del Ouaiilixicalco, que tenía unas cuarenta gradas para su- bir áéifj estaba, * 'donde ahora se construye la iglesia mayor."

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'^Inégo le abrían por el pecho y le sacaban el corazón, y con la ''mano alta se lo presentaban al sol hasta qne dejase de vahear ^'qne se enfriaba, y así acababa la vida el desventurado mensa- '•jero del sol." (1)

Teníase cuidado de que el sacrificio terminara al medio dia; los sacerdotes tocaban de nuevo los caracoles y las bocinas, sien- do esta señal de ser acabado el* ayuno, colgaban la carguilla, el báculo y la rodela por trofeos junto á la imagen del sol y entre- gaban á su dueño el cuerpo del sacrificado para que hiciera el banquete de costumbre. Los mancebos cuiíctuttíktíny en seguida, se juntaban delante del ídolo*, con navajas se abrían el molledo del brazo izquierdo, pasando por la herida varitas delgadas y lisas de mimbre, en la cantidad que su valor y devoción les per- mitía, arrojándolas ensangrentadas á los pies de la imagen. Ter- minaba la fiesta con un gran baile, al que sólo concurrían los señores y principales.

Antes de pasar adelante terminaremos la historia de la piedra del soL Tomada la ciudad de México por los castellanos, derribado Huitzilopochtli de su teocalli por Gil Gonzátez de Benavides, (2) y poco á poco esparcidos los monumentos, el que nos ocupa per- maneció junto á la acequia, que en aquellos tiempos pasaba por el costado de palacio, delante de los portales de las Flores y Diputación, hasta que iaó mandada enterrar por el an^bispo D. Fr. Alonso de Montu&r, quien gobernó la mitra de 1551 á 1669. Permaneció la piedra en su sepulcro, hasta que con moti- vo del empedrado de la plaza mayor volvió á luz en el mes de Agosto 1790. Permaneció expuesta á la vandálica ignorancia del vulgo, sufriendo algunas desvastacionés, hasta que los canónicos de la catedral lograron colocarla sobre un macizo, en la cara que mira al Oeste del cubo de una de las torres.

Nuestro célebre anticuario D. Antonio de León y Gama hizo y publicó completa descripción del monumento. ]@n su sistema, era el calendario azteca; debería estar colocada, "sobre un plano horizontal, elevada verticalmente, mirando al Sur, y con perfecta dirección de £. á O.;*' deberían ser dos piedras complementos una de la otra; fuera *de señalar las fiestas y fastos mexicanos,

(1) Duran, segunda parte, cap. X. HS.

(2) Duran, loco cit. al final.

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"Servía también esta piedra de un relox solar, por donde . cono- "oian diariamente los sacerdotes las horas en que debían hacer "sus ceremonias y sacrificios, por medio de unos gnómones, ó "índices que le fijaban, como después veremos. De manera que ^'en esta piedra estaba reducida la mitad de la eclíptica, ó movi- "miento p)ropio del sol, de occidente á oriente según el orden de "los signos, desde el primer punto de Aries hasta el primero de "Libra, &e." (1) Bajo autoridad tan competente, desde 1792 has- ta nuestros días, se ha conocido la piedra por Calendario azteca, Calendario mexicano. Humboldt sancionó la doctrina, (2) y desde entonces han pasado sin contradicción, entre nacionales y extran- jeros, los asertos de Gama, repitiéndose sin variación en multitud de obras.

Nuevos estudios arqueológicos traen ahora nuevas explicacio- nes. El Sr. Lie. D. Alfredo Chavero, con la luz de la historia en la mano, hace patente, que la piedra debía estar colocada no vertical, sino horizontalmente; que no eran dos semejantes, como so suponía, pues no aparece haber existido más de solo una; que no es, ni puede ser calendario, ya que no contiene los elementos indispensables para el cómputo del tiempo. Verdad es que ex- presa mucho de lo señalado por Qama; pero esto no la constituye realmente un calendario, apareciendo que es la Piedra del Sol, mandado construir porAxayacatL (3) Participamos en la mayor parte de las mismas opiniones.

Volvemos á los sacrificios. Cortaban en el monte el mayor ár- bol derecho que podía ser encontrado, y sobre rodillos, sin las- timarle, le traían al templo, colocándole enhiesto sobre el suelo: este árbol se llamaba xocotL La víspera de la fiesta Xocotlhuetzi^ acostaban con cuidado el árbol, lo desbastaban hasta dejarle liso y derecho, y volvíanle á poner enhiesto, sostenido á los lados por diez maromas; pintado, compuesto de largos y muchos pa- peles, y sosteniendo en la punta una figura de masa de bledos, izoaüi^ en forma de hombre conforme á Sahagun, en figura de

(1) Descrip. de las dos piedras. Primera parte, § lY.

(2) Vues des Ckwdilléres. Planche XXH.

(3) Véase Pérez Hernández, Diccionario Geogr. y Estad, de la Bepiíblica Mexi- cana, art. Calendario Azteca, los opúsculos publicados por el autor, y sus nuevos trabajos en los tomos I y II de los Anales del Museo Nacional.

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pájaro. segnn Duran. El dia de la ceremonia, acudíanlos guerre- ros con los cautivos que habían de sacrificar: "Traían toplo el cuerpo teñido con color amarillo, y la cara con color bermeja; traían un plumage como mariposa, hecho de plumas coloradas de papagayo: llevaban en la mano izquierda una rodela labrada ''de pluma blanca, con sus rapacejos que colgaban á la parte de ''abajo: en el campo de esta rodela iban piernas de tigre ó águila "dibujado al propósito. Llamaban á esta rodela chimaUdepontU, "cada uno de los que iban en elareitoasi aderezados, iba pai;ea- "do con su cautivo, y ambos danzando á la par. Los cautivos lle- vaban el cuerpo teñido de blanco, y el maxtlail con que iban ceñidos era de papel: llevaban también unas tiras de papel blan- deo, á manera de estolas', echados desde el hombro hasta el "sobaco, y también unos cabellos de tiras de papel cortejas del- "gadas. Llevaban emplumada la. cabeza con plumas blancas á "manera de vilma: llevaban un bezote hecho de pluma, y los ros- tros de color vermejo, y las mejillas teñidas de negro: en este areito perseveraban hasta la noche." (1) A la puestas del .sol, que el baile terminaba, se retiraban los guerreros con sus cautivos; á la media noche, aquellos cortaban á éstos, á raíz del casco, un mechón de cabellos de la coronilla, los cuales guardaban por memoria de su valentía, en mías peta- quillas de caña, suspendidas, en lugar público, de los techos de sus casas. En amaneciendo llevaban de nuavo los cautivos al teocalli, formándoles en hilera junto al Tzompantli; bajaba un sa- cerdote, les quitaba una banderita que tenían en la mano, los desnudaba y arrojábalo todo en el fuego. Desnudos ya los cau- tivos, descendía del templo un sacerdote trayendo en brazolt la imagen de Fainal, paseándola delante de ellos; tomaba al templo, y volvía á bajar por segunda vez. Entonces los guerreros toma- ban por el cabello á las víctimas, dejándolas en el lugar llamado Apetlac; acudían luego los sacrifícadores, les ataban los pies, las manos á la espalda y les arrojaban al rostro puñados de incienso: "después lo echaban sobre los hombros acuestas, y subíanlos "arriba á lo alto del Cu, donde estaba un* gran fuego y montón "de brasas, y llegados arriba luego daban con ellos en él fuego. "Al tiempo que los arrojaban, alzábase un gyan polvo de ceniza,

(1) Sahagan, tom/I, pág. 143-44.

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'y cada uno adonde caía se liacía un gran hoyo en el fuego^ por- *que todo era brasa y rescoldo, y allí en el fuego comenzaba á 'dar vuelcos, y hacer bascas el triste del cautivo, comenzaba á 'rechinar el cuerpo, como cuando asan algún animal y levanta- 'banse vegigas por todas partes del cuerpo, y estando en esta 'agonía, sacábanle con unos gai'abatos arrastrando ^los sátrapas 'que llamaban ciiacuacuütÍ7iyy y poníanle encima del tajón que se 'llamaba tecJvcaÜ, y luego le abrían los pechos de tetilla á tetilla, un poco más abajo, y luego le sacaban el corazón y le arroja- 'ban á los pies de la estatua de Xiuhtecutli, dios del fuego." (1) Terminaba la fiesta con que los mancebos arremetían á trepar al árbol, para apoderarse de los objetos que en la punta tenía, al- canzando grande honra quienes podían lograrlo. (2)

En el mes Teutleco, llegada ó venida de los dioses, el primer numen que se decía llegaba era Tlamatzincatl ó Telpochtli, por* que como mancebo llegaba más aprisa; aparecía después Yaca- pitzahuatl ó Yiacc^tecutli dios de los mercaderes, y al fin Izco- zauhqui ó Xiuhtecutli dios del fuego. Las víctimas en esta fiesta eran quemadas vivas, sobre el fuego encendido en ^l grande altar llamado Tecalco. (3)

Había en el patio del gran teocali! una pieza de unos setenta pies de largo y treinta de ancho llamada TltUariy lugar de negru- ra, porque no tenía por donde recibir luz alguna; entrábase -sólo por una puerta tan pequeña que era menester penetrar á cuatro pies, y tenía su antepuerta para que se conservara completa os- curidad. Aquí estaba la imagen de la diosa Cihuacoatl ó Qui- lazstli, y arrimados por las paredes los idolillos grandes y chicos consi^ados á los montes: ahí sólo se permitían la entrada los sacerdotes particulares y ancianos consagrados á la diosa. Veinte dias antes de la fiesta del mes Hueitecuilhuitl, gran fiesta de los señores, escogían una esclava, que con los arreos blancos de Ci- huacoatl representaba á la dio^a^ aunque bajo el nombre de Xí- lomen; traíanla de boda en boda y de festín en festín, presentán- dola en los mercados, y procurando que estuviera siempraalegre,

(1) Sahagnn, tom. I, pág. 145-6.

(2) Sáhagan, lib. n, cftp. XXIX. Ck»n algunas variantes, F. Diiiún, segunda par- te, cap. XII. MS.

(3) Sahagun, lib. II, cap. XXXI.

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dándole á beber del polque ó de ciertas bebidas místicas. Llegado el dia de la solemnidad, ponían ala esclava delante de la puerta del Tlillan, con tanta reverencia como & la diosa misma. Fron- tero estaba labrado curiosamente con piedras el t€o(¡eciiiU% bra« sero ó fogón divino; cuatro dias antes habían alimentado ahí los sacerdotes un gran fuego, con madera de encina, de modo que aquel dia estaba encendido y caUente como un gran horno. Es- taban ya preparados cuatro prisioneros de guerra; cuatro sacer- dotes tomaban á uno de aquellos por manos ypi^s, levantábanle en peso, cuatro veces le daban enviones al aire y luego le arroja- ban al brasero; sacábanle antes que acabase de morir y le sa- crificaban por el método ordinario, tendiendo el cuerpo delante de la diosa. Practicaban lo mismo con los cuatro prisioneros, tendiendo los cuerpos juntos y unidos, á lo cual llamaban, el estrado de presos. Tocaba entonces su turno á la diosa, la cual era tendida sobre aquel estrado y degollábanla recogiendo la sangre en un lebrillo, sacándola después el corazón; éste lo da- ban á la estatua de Cihuacoatl, con la sangre rociaban todos los dioses del Tullan,, las paredes y el fuego del hogar ardiente. Los cuerpos de los cautivos eran entregados á sus dueños, á fin de que celebrasen el convite místico.

Acabado el sacrificio, salía un sacerdote y barría cuidadosa- mente al rededor del teoÜecuiUi, que significaba á Xiuhtecutli, dios del fuego. Los sacerdotes de ^dos los barrios acudían, tra- yendo una manta, un maxtlatl y un idolillo; doblaban aquellas piezas, ponían encima al dios, se colocaban á la redonda del ho- gar, y desnudándose de toda ropa, se sentaban en cuclillas, cada cual junto á su patrono. En cada mano tenían una hacha de una vara de largo, formada de la resina del anime ó copalli; las en- cendían en el fogón, levantábcuilas en alto; la resina ardiendo corría por sus brazos y cuerpo, chorreaba encendida sobre su rostro y piernas, y ellos permanecían tranquilos y callados. Con- sumidas las hachas, arrojaban el sobrante al fuego, despegábanse lo que tenían en los cuerpos arrancando pedazos de la piel, que también lo echaban al fogón, quemaban ademas cargas de incien- so que levantaban espeso humo, y mientras se consumía bailaban al rededor del teotlecuíUif cantando alabanzas en loor del fuego y de sus sacrificios.

Seguía el baile de los principales y caballeros, acompañados

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de mujeres, todoa galanamente aderezados, aunque principal- mento con las rosas llamadas oenpoahiochül; estas flores, termina- da la danza, eran colocadas sobre el altar de Huitzilopochtli, Umnando á la ceremonia xochipaina, apresuramiento, ó xochica- laquiay ofrecimiento de flores. Los mancebos subían corriendo al templo j se disputaban para cojer las rosas. La costumbre quería, que las provincias cercanas á México, dieran á porfía y por diez días arreo, cada una un espléndido convite á los caba- lleros méxica. (1)

Junto al Tullan estaban los aposentos de los sacerdotes, lla- mados tectíocuiUin como los idolillos encerrados, y delante una pieza en que dos de ellos, mudándose, mantenían el fuego per- petuo y recibían las frecuentes oblaciones de los fieles. Cada ocho días una diputación de estos sacerdotes acudía al rey, avi- sándole que la Cihuacoatl tenia hambre, y para que se le aplacase recibían un cautivo de guerra. Moría éste dentro del Tlillan, arrancándole un pedazo del muslo, cual si en verdad la diosa lo hubiera comido. Si pasaban los ocho dias sin la ordinaria ración, para motejar á los señores por su falta de celo, tomaban los sa- cerdotes una cuna, ponían el cuchillo del sacrificio, al que llama- ban al hijo de Cihuacoatl, entregándola á una india de confianza; ^ta iba al ticaiquizüiy y escogiendo á la vendedora más rica, le rogaba le guardara su niño mientras volvía. Aceptado el encargo, llegado el tiempo de retirarse, y mirando que ni la madre toma- ba ni chistaba el niño, la mercadera registraba la cuna, y encon- trando el cuchillo, admirada en realidad ó bien industriada, pre- gonaba que la Cihuacoatl era venida y había dejado á su hijo para mostrar el hambre que tenia. Entonces acudían los sacer- dotes llorando, llevándose con gran reverencia su cuchillo. (2)

En el mes Izcalli encendían fuego nuevo, y en el hogar quema- ban todo género de caza, peces, ranas y sabandijas del agua; co- mían ciertos tamáUi preparados, llamando por eso á la fiesta Huauhquitamalcualiztli. Diez dias después hacían segunda fiesta al fuego, diferenciándose en que de los animales, los pequeños 88 dejaban consumir en la lumbre, mientras los grandes se apar- taban para comida de los sacerdotes. En la fiesta que de cuatro

(1) Duran, segunda parte, cap. XIII. MS. .(2) Duran, segunda parte, cap. XIII. MS

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en cuatro años se hacia á Xiuhtecutli, mataban muchos esclavos, cada uno con su mujer; el baile lo presidía el rey, y tomaba parte en la danza sólo la nobleza. Aquel mismo dia agujeraban las orejas á los niños y niñas nacidos en los cuatro años anteriores; les tenían durante la operación los padrinos ó teÜcUeaJitUz y se ejecutaba horadando con un punzón de hueso, ensalmando la herida con la pluma blanda de papagayo llamado tlachaiotl y un poco de ocotzotl: después les llevaban pasándoles por el fuego, ejecutando una especie de lustracion. (1)

La fiesta que se hacía cada ocho años, caía unas veces en el mes Quecholli y otras en el de Tepeilhuitl; llamábase Atamal- cualiztli, ayuno de pan y agua. Ocho días antes guardaban un ayuno rigoroso, comiendo una sola vez al medio dia tamales sin sal ni otro ingrediente, y bebiendo tan solamente agua. Pasado el ayuno, seguía un baile en que creían bailaban todos los. dio- ses, y por eso llamaban á la fiesta Ixneztioa, buscar ventura. Los danzantes se disfrazaban de aves, moscas, escarabajos, ó tomaban figuras de enfermos, vendedores y otras muchas inven- ciones. ''Estaba la imagen de Tlaloc enmedio del areito, á cuya ''honra bailaban, y delante della estaba una balsa de agua, don* "de había culebras y ranas, y unos hombres que llamaban maxa- ^^tecaz estaban á la orilla de la balsa, y tragábanse las culebras "y las ranas vivas; tomábanlas con las bocas y no con las manos, "y cuando las habían tomado en la boca, ibanse á bailar, íbanlas "tragando y bailando, y el que primero acababa de tragar la. cu- "lebra ó rana, luego daba voces diciendo jpajc»a,^j9a.'' (2) Esto recuerda los regocijos y juglerías del Carnaval, con su ayuno, aunque anticipado. .

En Cuauhtitlan levantaban seis grandes palos como mástiles de navio; sacrificaban dos esclavas, desollábanlas ,y sacábanles los huesos de los muslos. Dos sacerdotes se vestían los pellejos, y empuñando las canillas, bajaban bramando, paso á paso, del tem- plo, la gente que los veía gritaba como espantada, "ya vienen nuestros dioses, ya vienen nuestros dioses." Los dos sacerdotes desde abajo, adornados con cantidad de papeles, comenzaban á tocar con las canillas sus huehuetl, mientras la multitud sa-

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(1) íiahagun, lib. n, cap. XXXVU.

(2) Sahagan, tom. I, pag. 10.».

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crificaba delante de ellos muy grande cantidad de codornices. Después, ataban en los palos seis cautivos; mas apenas bajaban los sacerdotes que les subían, hombres y muchachos, disparaban sus flechas, hasta dejarles cuajados de eUas; volyían los sacer- dotes á subir, despenaban de lo alto á los cautivos, quienes no obstante que se estrellaban contra el suelo, eran en seguida sa- crificados. (1).

Este culto era cruel. .Como si no fueran suficientes los horro- res de la victica humana, los reyes pontífices y batalladores de Tenochtitlan por emulación supersticiosa, ó más bien por rencor contra los enemigos que suministraban los objetos para el sacri- ficio, fueron inventando exquisitas maneras de hacer más lenta y dolorosa la agonía del prisionero. Empedernido el corazón á la vista repetida de las escenas sangrientas, los fieles aprendie- ron á no perdonar su propio cuerpo; sus maceraciones y peni- tencias ponen miedo, maravillando que se repitieran de una ma- nera tan general y continuada. Por mucha que la paciencia sea al leer estas aberraciones, al fin brota del labio la maldición contra culto tan absurdo.

Acerca del número de las víctimas, no andan conformes los autores; cosa puesta en razón, supuesto que no habiendo punto fijo de donde partir, las avaluaciones son á ojo, determinadas por el buen querer. El Sr. Zumárraga en carta de. 12 de Junio 1524, asegura que solo en México se sacrificaban 20,000 perso- nas. Torquemada dice que estos 20,000 era únicamente de los niños. Según Gomara pasaban de 50,000. Acosta afirma, que en un solo dia eran muertos en el imperio 5,000 y aun 20,000. (2) ET P. Duran se figura que el número de los que sucumbían en los altares, igualaba al de los muertos de muerte natural. Opina Clavigero que eran muchos, sin poder señalarse el número. Por el contrario, el P. Las Casas limita los casos, á lo más en ciento al año. Por mucho que se disminuyan, siempre resultará que son excesivos. Ningún pueblo, por otra parte, se extremó tanto como, el méxica en tan abominable costumbre. Si el número de los sacrificados no se puede fijar con exactitud, debe formarse

idea por estos datos. Los prisioneros de guerra estaban destina-

*

(1) Mototinia, trat. 1; cap. VII.

(2) Clavigero, tom. I, pág. 259.

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dos como víctimas; los mexica eran conquistadores, extendieron su dominio por nn grande territorio, y de continuo llevaban sus armas ccmtra las provincias independientes ó rebeldes: en todas las guerras, no se procuraba tanto matar al enemigo, cuan- to hacer el mayor número de cautivos. Las fiestas eran dia- rias, fuera de las solemnes de veinte en veinte dias: no habiendo guerra, se ocurría en estas ocasiones á la guerra pactada y reli- giosa contra Tlaxcalla, CholoUan y Huexotzinco. Ademas, se preparaba una gran hecatombe para la coronación de cada uno de los reyes, ó cuando quería consagrarse algún nuevo monu- mento religioso. Espantan verdaderamente estas dos cifras; el número de los cráneos que los conquistadores* vieron conserva- dos en el Tzompantli; el número de los sacrificados en la sola dedicación del templo mayor, que fueron 20,000 según el Códice Telleriano Bemense, ó 20,400 conforme al Códice Vaticano. Pre- ciso es también tener en cuenta, la gran cantidad de esclavos vendidos para los sacrificios.

Tremendos cargos han sido fulminados contra los americanos por esta práctica impía. Para responder alzaron ya la voz nues- tros compatriotas Clavigero (1) y el Sr. Don José Femando Ra- mírez: (2) á su ejemplo vamos á decir también algunas palabras, en que sus luminosos escritos nos servirán de guías. Esta de- fensa y cuanto digamos, como vamos á ver, no es solo en fáror de las antiguas tribus, sino de la humanidad entera.

''No ha habido casi ninguna nación en el mundo, dice Clavige- ro, que no haya sacrificado víctimas humanas al objeto de su culto. Los Libros Santos nos dicen que los Ammomitas quema- ban á sus hijos en honor de su dios Moloch, 7y que lo mismo hacían otros pueblos de la tierra de Canaam. Los Israelitas imi- taron alguna vez aquel ejemplo. Consta en el lib. IV de los Re- yes, que Achaz y Manases, reyes de Judá, usaron aquel rito gen-* tilico de pasar á sus hijos por las llamas. La expresión del texto sagrado parece indicar más bien una lustracion ó cons^racion que un holocausto; pero el salmo CV no nos'permite dudar que los Israelitas sacrificaban realmente sus hijos á los dioses de los

(1) Hist. antig. Disertapión Vm, tom. II, pág. 418.

(2) Hist. de la Conquista por Prescott, edic. de Compiído, tota. II. Notas y es* olarecimientoa.

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Cananeos, no bastando á retraerlos de aquella bárbara snpers- ' ticion, los estupendos y admirables milagros obrados por embra- zo omnipotente del verdadero ¿Dios. "Commisti stmt inter g^fUes, el didicerunt opera eorum, et aervierímt eadptíUbus eorum, etfdctvm eat HMs in sccuialum. Et immolaveruráflios moa etjíUaB auaa Doemo- mis» M efftiderunt sanguinem innooentem; sangvinem^iortim sttorwn €¿\filiarumsuarumqua^mmdaver(mt8culpt^ Chanaan, Et in/eo ta est térra in scmguinibus"

*T)e los egipcios sabemos por el testimonio de Maneion, sa- cerdote é historiador célebre de aquella nación, citado por Ense- bio de Cesárea, que cada dia se inmolaban tres victimas huma- nas en Heliópolis solo á la diosa Juno. Y no'eran aolo los Am- momitas, los Cananeos y los Egipcios los que obsequiaban de un modo tan inhumano á sus dioses Molooh, Belfegor y Juno; pues los Persas hacían iguales sacrificios á Mitra ó el sol/ los Feni- cios y los Cartagineses á Baal ó Saturno^ los Cretenses á Jove^ los Lacedemonios á Marte, los Focenses á Diana, los habitfkntes de Lesbos á Baco, los Tesalónieos al centauro Quiron y á Peleo, los Qalos á Eso y á Teutates, los Bardos de la Germaniaá Tuis- ton, y así otras naciones á sus dioses tutelares. Filón dice que los Fenicios, en sus calamidades públicas, ofrecían en sacrificio á su inhumano Baal los hijos que más amaban, y Curcio afirma que lo mismo hicieron los Tirios hasta la conquista de su famosa ciudad. Sus compatriotas los Cartagineses observaban el mismo rito en honor de Saturno el Cruel, llamado así con justa razón. Sabemos que cuando (fueron vencidos por Agátocles, rey de Si- racosa, para aplacar á su dios, que creían irritado contra ellos, le sacrificaron 200 familias nobles, ademas de 300 jóvenes, que espontáneamente se ofrecieron en holocausto para dar este tes- timonio de su valor, de su piedad para con los dioses y de su amor á la patria, y según asegura Tertuliano, que como africano y poco posterior á aquella época, debía saberlo bien, aquellos sacrificios fueron usados en África hasta los tiempos del empe- rador Tiberio, como en las Galias hasta los de Claudio, según dice Suetonio."

"Los Pelasgos, antiguos habitantes de Italia, sacrificaban pa- ra obedecer á un oráculo, la décima parte de sus hijos, como eaenta Dionisio de Halicarnaso. Los romanos que fueron tan sanguinarios y supersticiosos, conocieron también aquellos sa-

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orificios. Durante todo el tiempo del dominio de los reyes, in- molaron niños en honor de la diosa Maia, madre de los Lares, para implorar de ella la felicidad de sus casas. Indujoles á esta práctica, según dice Macrobio, cierto oráculo de Apolo. Por Plinio sabemos que hasta el año 657 de la fundación de Boma, no se prohibieron los sacrificios humanos. "DGLVII dernun auno urbis, Cn. Corn, Lentnh Lidmo Goss. Senattim co7imiUum facttmi est, lie horno immolarehir. Mas no por esta prohibición cesaron de un todo los ejemplos de aquella bárbara superstición, pues Au- gusto, según afirman varios escritores citados por Suetonio, des- pués de la toma de Perusia, donde se había fortificado el cónsul L. Antonio, sacrificó en honor de su tio Julio Cesar, divinizado ya por los Romanos, 300 hombres, parte senadores y parte ca- balleros, escogidos entre la gente de Antonio, sobre un altar eri- gido al nuevo dios. "Perv^iaccipta inpltmbus animadvertit; orare veniant, vél excusare se conantihus V7ia roce occurens, mo^^iendum ese, Scribunf qíiidam trecentos et dedititüs electos, utrivsque ordinis ad aromi D, Julio exstrucfam Idih, Martiis viciimarum more mactaios" Lactancio Firmiano que conocía á fondo á la nación Bomana y que floreció en el siglo IV de la Iglesia, dice expresamente que aun en sus tiempos se hacían aquellos sacrificios en Italia al dios Lacial. "iVeo Latini qiádem hnjiis immanitoMs eoiyperte^ fuenmt siqtddem Latialis Júpiter etiam nwn sanguine cóLitur hwniano.^^ Ni los españoles se preservaron de aquel horrible contagio. Estra- bon cuenta en el lib. III, que los Lusitanos sacrificaban los pri- sioneros cortándoles la mano derecha para consagrarla á sus dioses, observando sus entrañas y guardándolas para sus agüe- ros; que todos los habitantes de los montes saciíficaban también á los prisioneros con sus caballos, ofreciendo ciento á ciento aquellas víctimas al dios Marte, y hablando en general dice, que era propio de los españoles sacrificarse por sus amigos. No es ajeno de este modo de pensar lo que Silio Itálico cuenta de los Béticos sus antepasados, á saber, que después de pasada la ju- ventud, fastidiados de la vida, se daban muerte á mismos, lo que él elogia como una acción heroica:

Trodiga gens animad et pr operare facillima mortem; 'Nanque ubi transcendit florente viribus anuos, ímpatiens oevi spernit venisse senectam,

"Et fati modus in dextra est.

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"Quién diría que esta manía de los Béticos había después de ser una moda en Francia y en Inglaterra? Viniendo á tiempos posteriores, el P. Mariana, hablando de los Godos, que ocupa- ron la España, dice así: "Porque estaban persuadidos que no "tendría buen éxito la guerra, si no ofrecían sangre humana por "el ejército, sacrificaban los prisioneros de guerra al dios Marte, "al cual eran particularmente, deyotos, y también acostumbra- '^ban ofrecerle las primicias de los despojos, y suspender de las "ramas de los árboles los pellejos de los que mataban." Si no hubieran olvidado esta especie los españoles que escribieron la historia de México, y hubieran tenido presente lo que pasaba en su misma península, no se habrían maravillado tanto de los sa- crificios de los mexicanos."

Dejando á Clavigero, encontramos en Cesar Cantú: (1) "La mayor parte de los pueblos han inmolado ^'íctimas humanas. Fenicios, Egipcios, Árabes, Cananeos, habitantes de Tiro y de Cartago, Persas, Atenienses, Lacedemonios, Jónicos, todos los griegos del continente y de las islas, Eomanos, antiguos Breto- nes, Hispanos, Galos; todos han estado igualmente sumergidos en esta horrible preocupación. Para conseguir el favor de los dioses, el rey de Moab ofreció á su hijo en holocausto sobre los muros de su capital, sitiada por los Israelitas, causando esta ac- ción tal horror á los sitiadores, que al momento se alejaron. (2) No puede menos de sentirse un estremecimiento de horror al leer en los autores tanto antiguos como modernos la descripción de los sacrificios humanos, usados desde los tiempos más remo- . tos en toda la gentilidad, y practicados hoy dia en la India y en lo interior del África. Ignórase quién fué el primero que íCcon- sejó tan atroz barbarie; pero haya sido Saturno, como resulta en el fragmento de Sanconiaton, ó Licaon como Pausanias parece indicar, es lo cierto que esta costumbre echó profundas y robus- taa raíces. La inmolación de las víctimas humanas era una de las abominaciones que Moisés reprendió & los Amorreos; los Moabitas sacrificaban niños al dios Moloc, cuya cruel costumbre prevaleció entre los Tirios y Fenicios, y los mismos Hebreos la habían tomado de sus vecinosi"

(1) Hist. Univereal. tom. VIII, pág. 787.

(2) IV Beg. rV. 27.

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El mismo Canta escribe en otra parte: (1) ''Quisiérase negar la historia cuando nos muestra este abominable uso practicado en todo el universo; pera para oprobio de la especie humana no hay cosa más incontestable, pues que hasta las ficciones de la poesía atestiguan esta preocupación universal"

Copiando ahora al Sr. Bamírez, (2) dice: ^'En efecto, dejando á un lado la sola tradición histórica, que nos conduciría en nues- tras investigaciones á una época más remota que la del sacrifi- cio intentado por Abraham, (3) y ateniéndonos únicamente á aquellas pruebas de hecho que aun se conservan, y que podemos juzgar por nosotros mismos, es de veras muy digno de atención que la prueba de la existencia de los sacrificios human<^se en- cuentra en monumentos que á su vez son testigos irreAsables de la alta civilización á que había llegado el pueblo que los cons- truyó; cual si nos dijesen en lenguaje misterioso que aquellos habían caminado á la par de ésta. Las estupendas ruinas de Persépolis, que nos transportan tantos siglos más allá de Alejan- dro, han perpetuado en sus magníficos relieves la memoria de los sacrificios humanos: (4) la misma se reproduce en las pintu- ras halladas en los sepulcros de los reyes de Tebas, no dejando duda alguna, dice el barón de Humboldt, de que los egipcios practicaron estos sacrificios. (5) Muestras de ello se reconocen en los escombros que cubren, la isla Phila ó Philoe, cuyos aca- bados relieves y. cincelados mármoles nos hacen retroceder, en los más modernos, un periodo de cinco mil años. (6) En fin la antigua y misteriosa India nos presenta en el collar de cráneos humanos que adornan el cuello de la diosa' Cali ó Bhavani, así como también en las esculturas de Elephantina, la práctica de las tremendas lecciones contenidas en sus libros sagrados. (7)

(1) Loco cit. pág. 772.

(2) Notas y esclarecimientos, pág. 39.

(3) £1 sabio Abate Guene'e conviene en que esta especie de sacrificios estaban en Q80 mucho antes de Abraham. Lettres de qtielqu^sjuifs, vol. 11, lett. 8, § 2.

(4) Chardin, Voyages en Perse, &c., vol. IX, pág. €8 y sig. edic. 12. ® 1711. (6) Vues des Cordüléres, Ac. Planche XV, voL I, pág. 289 in 8. «

(6) Histoire scientifique et militaire de Texpédition francaise en Egypte, vol. V 6 in, cap. I, in 8. ® 1832.

(7) Vues, Ac.y loo. cit pág. 250. "El placer que cansa á la divinidad el sacrifloio de una tortuga, dice la ley del Indostan, solamente le dura un mes; el que recibe del sacrificio de* un cocodrilo, dura tres meses; uria vietíma humana ie cauta unpla-^

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Por lo que toca á los pueblos que llamaré modernos, conside- rándolos como la almáciga ó el tronco de donde brotaron las naciones que hoy llevan la bandera de la ciTÍlizacíony es muy fácil probar con su misma historia, que ni uno sólo de ellos ha escapado á aquel bautismo de sangre, cual si éste formara uno de los necesarios eslabones de la cadena social, que ninguno ten- dría el privilegio de saltar." (1)

Peí testimonio conforme de los autores se deduce, que la práctica de los sacrificios humaixps ha sido común al Antiguo y al Nuevo mundo. ¿Podremos inferir de su universalidad, la bon- dad de la costumbre? De ninguna manera: la repetición de un acto criminal, ni le aboixa, ni le justifica. Pero se puede estable- cer, que los europeos cometen un acto de injusticia y de irre- flexión al levantar el grito contra esta barbarie de los americanos achacándoles como crimen particxdar el que también es propio suyo y común. Cuanto de los indios digan, oae sobre la cabeza de todos los pueblos; ese afectado horror está fuera de lugar; si alguien está inocente tire la primera piedra.

Ms^ esta mancha de la humanidad ¿alcanza alguna explicación plausible? ¿Tan grande falta es, que no admite disculpa ni mer- ced delante de la razón? Tal vez pudiera merecer alguna.

En último análisis, los sistemas religiosos de los filósofos se resumen en estos principios. Dios crió al hombre, se comunicó con su obra, se le dio á conocer y le impuso una doctrina; la re- velación. Esta es mi creencia. La idea de la Divinidad es innata en el hombre: la intuición. Dios y su culto son un esfuerzo de la inteligencia humana, y marcan cierto estado de adelanto: la evolución. En ningún caso puedo creer con el poeta, que los pri- meros dioses hayan sido el parto del temor. (2) No en el prime-

eer de anas, y tres, unploóer de den mil añas. De la reHgion oonsídeTée danssa Bource, A;c.| p<Mr B. Gonstant, lib. XII, cap. 2, in 8. ^ 1831. ^Es probable que así hayan discurrido todos los pueblos, desde el momento en que les ocurrió salpicar con sangre las aras de sus dioses, sin que fuera bastante á contenerlos otro poder, que el emergente del aboso mismo del saorifleio.

(1) Para no fáetidiaor ¿ mis lectores con la lectora insípida de un mismo hecho, ▼Aliando solamente con los nombres propios de los pueblos, lo remito al capítulo ci- tado de B. Constant; y al lib. VII de la Monarquía indiana del P. Torquemada; don- de hallará una gran parte de las pruebas que podrían producirse en apoyo de esta püopoBMion.

íi) PriiDUB ín ofba Dees íeeit tímor.-

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ro, porque Dios se reveló á su hechura por la lej del amor; no en el segundo, porque la idea estaba concebida; no en el terce- ro, porque el hombre, en su estado primitivo convencional y su- puesto, está más propenso á la admiración que al miedo; porque del peligro se huye sin detenerse á adorarlo; porque lo que se alza por Dios infunde respeto, y antes fuá elegido por el recono- cimiento ó el asombro.

Sin embargo, es evidente que en el culto se encuentran mez- clados dos sentimientos, al parecer imposible de estar asociados, el amor y el miedo. La explicación es fácil. Dios se considera siempre como la perfección absoluta. A poco que se examine, el hombre se encuentra imperfecto, trunco. La inmensa grandeza de Dios, los favores de él alcanzados, la esperanza de los bene- ficios por recibir, determinan la admir£kcion, el agradecimiento y el amor. Las relaciones que se establecen entre Dios y el hombre presuponen una regla de conducta, es decir, una ley con su parte penal; recompensa para quien la cumple, castigo para quien la infrinje. Ahora bien; reconocida por el hombre su im- perfección, por esta causa, ó por temor á la perversidad perso- nal, piensa que es fácil, muy fácil conculcar la ley. Del crimen viene el miedo al castigo, el temor á la Divinidad; no por supo- nerla malévola ó vengativa, sino precisamente por considerarla justa.

Apartado el hombre de la revelación, quedó entregado á su propia ceguedad. El amor invento la ofrenda, el miedo el sacrí- ficia La ofrenda es al pnncipio senciÚa, como sencillo es el co- razón; después razonada, á medida que se ilustra la mente. Nada más tierno, nada más natural, que colocar sobre el altar la yer« ba olorosa, la flor fragante de los campos, el fruto sazonado y sabroso, las espigas de la cosecha, las primicias del rebaño. El sacrificio es la expiación, y comienza por la persona del culpa- do. La falta se purga por la pena proporcional; cuanto más gra- ve es el pecado, tanto mayor será la penitencia. Brota del labio la oración ó súplica; siguen la abstinencia, la maceracíon; el arre- pentimiento y el fervor conducen á expiaciones en que el cuerpo se desgarra, y la sangre que de las heridas mana es la primera que, sin pretenderlo, se ofrece á la Divinidad.

La lógica del sentimiento anda por pendientes resbaladizas* Prosiguiendo en sus inducciones, admite que la culpa puede re-

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dimirse por objetos extraños al culpado; es decir, descubre el sistema de sustitución. Y como la Divinidad es dueña de toda lo creado, fuente de la producción y de la vida, infiere, que no solo se le deben los seres inanimados, sino también los vivien- tes; á las plantas, flores y frutos seguirá la ofrenda de animales. Los seres animados solo pueden ser sustituidos por seres ani- mados. A la ofrenda acompaña la víctima, elBÍmbolo expiatorio; el sacrificio se hace superior á la oblación. [La víctima se haco santa, por estar consagrada á Dios: si redime la culpa individual también puede ponerse en desagravio de las maldades públicas, ó por la salud común; entonces el sentimielito particular se con- vertirá en común y ritual. La víctima será de tanto mayor precio, cuanto mayores sean las perfecciones que se le atribuyan. Cada pueblo dará la preferencia á un animal privilegiado; y como la repetición de un sacrificio es la repetición de una obra merito- ria, no siempre la piedra se conformará con una víctima, y llega- rá hasta la hecatombe.

Se escapan las ideas intermedias, que á los hombres actuales no pueden ocurrir, hasta llegar á la víctima humana, que era la consecuencia forzosa de una lógica inflexible, torcida en su% prin- cipios. Admitida la sustitución, el suplicio del criminal que sa- tisfacía la vindicta pública, se transformó en el sacrificio del malo para aplacar á la Divinidad enojada y alcanzar el remedio de la comunidad. Si se degollaba al prisionero por enemigo de la patria, se le podía sacrificar como enemigo de los dioses. Se inmolaba al esclavo, con el derecho que el señor tenía para dis- poner á su antojo de su propiedad. Pereció también el inocente, pedido por el expreso mandato del dios, por el voto popular, por las prescripciones del rito.

Puesta la primitiva verdad en la resbaladiza pendiente, fuerza era verla despeñada hasta el abismo. El pensamiento seguía el orden progresivo; la piedra para sostener el ara; los metales y objetos valiosos para adornarla; las plantas y frutos para ofren- da; los animales, víctimas de sustitución; preciso era llegar al ser más perfecto en la creación, al más preciado, al que más se puede semejar á la Divinidad, el hombre. El hombre víctima de propio en la penitencia personal; víctima de sustitución por una congregación, por un pueblo entero. Si el sacrificio del cri- minal era grato, en casos escepcionales lo sería con mayor razón

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el del mooente. Si sucumbía el guerrero, también tenía bu pre- cio la sangre de la mujer y del niño. Nada de esto podemos aho- ra admitir como racional, porque precisamente venimos contra la corriente de aquellas ideas absurdas. Nos parece el sacrificio humano, impío y abominable; matar al inocente, atentatorio 7 eriminal; dar la muerte al prisionero, injusto; reconocer la escla- TÜud, inicuo: pensamos detenemos ante la vida del malvado, como ante cosa de la cual no podemos disponer.

Yernos á todos los pueblos convergir á un punto, aunque igno- ramos los caminos por donde llegaron; se les ve coinddir en' una idea común, sin que tengamos todos los elementos para juzgar del raciocinio. Sin embargo, estudiando los rastros que aun que-^ dan 'en la historia, se descubre que el sacrificio humano, más es error del espíritu, que perversidad del corazón; dimanó de exce- so en el sentimiento religioso, y no de verdadera inclinación al BiaL Los pueblos en los tiempos que siguieron esa bárbara ins- titución, progresaron física y moralmente. La víctima humana no se presento, sin existir primero la idea de un Ser Supremo, la inmortalidad del alma, la vida futura, el castigo y la recompensa de -las acciones, la redención de la culpa, la sustitución en el sa» erificio, la eficacia de las acciones buenas para lograr el perdón; un conjunto completo de doctrinas, enderezadas á ensalzar la virtud y enfrenar el vicio. Sin duda que es una inmensa mejora moral haber suprimido esa práctiea salvaje; pero, examinada fi- losóficamente, no se presta á las lamentaciones intempestivas de eisrtos pensadores llorones. El sacrificio humano es un lamen- table error de la humanidad. Adoptando los pensmnientos dal conde de Maistre, (i^ ^'su horror nace de que sin duda ignoran '^gue el abuso de sacrificios, por enorme que sea, es nada en "comparación de la impiedad absoluta." En cuanto á mi, voy más adelante. Prefiero la víctima humana, á la ausencia de Dios y de su altar en el sistema del ateo: para mí, encierra más sen- tido común el fetiche del negro bozal, que el evasivo y desoon- solibdor quien sabe del pirrónico. El cristianismo hace imposible que aparezca otra vez la victima humana: Dios aparta indignado los ojos de la sangre, y ya faé redimida la humanidad por el oroento sacrificio del Calvario.

(1) hi Baadttz, loeo eit pág. 70.

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Faera del que acabftmos de narrar, se formóla segundo oaifgo contra los mexioanos, el de antropofagia. Seré brere:

^Ademas de los ejemplos producidos, dice el Sr. Don José Fernando Bamíre^ (1) j sin tomar en cuenta el semillero de antropófagos, que los poetas antiguos j los mitólogos sitáan en el corazón de la Europa, sabemos por Plinio y por Pomponio Mela, (2) que lo eran esas numerosas tribus conocidas bajo la denominación de Escitas: lo mismo dice Estrabon (3) de los /r- lamieses; como testigo de vista lo afirma San Gerráimo (4) de los Escoceses^ y Diódoro de Sisilia, (5) confirmando estas noticias, aumenta el catálogo con las numerosas tribus de los Oettds. Yoltaire cita un pasaje de Marco Polo, que decía ser un privü^ gio de los magos y sacerdotes Tdríaros comer la carne da los ajusticiados, y Sir Stamford Baffies refiere un hecho semejante» de muy reciente data y del más singular carácter que obserró entre los BaMas, (6) pueblo de la Sumatra, donde la cirilissacioii ha hecho grandes progresos, pues no sólo han adoptado para su gobierno^ las formas constituáonales, sino que también tienen establecimientos de instrucción pábUca, y una gran parte da la población sabe leer y escribir."

'Tara dar punto á este articulo y completar la prueba relatira á la universalidad del awtrepí/agismo^ duré con el sabio Yirey, que ha examinado la materia como historiador, como filósofo j como fisiólogo: 'lias naciones hoy más cultas fueron antigua- ^mente anérop^agcía: Pellontier lo afirma de todos los OátaSt (7) ^ Cluver de los Alemanes* (8) Infiérese por las capitulares de ''Cario Magno (9) que este crimen debía ser bastante oomm^ ''puesto que aquel grande monarca tuvo necesidad do imponer "penas para suprimirlo. En la guerra que loe tártaros hicieron á "los rusos el ano de 1740, se les vio chupar la sangre á los aomer-

(1) KotaB 7 aclaraciones, pág. 64.

(i) flin. Hiet. nator. IV, 17.— Mela, de Sita Orbts, 11, 1.

(S) OeographLt lib. IV» pág. 189. ^

<4> Cit. pcnr Torquemada, lib. XIV, cap. XXVX

(5) Hist. Univers., V. 21.

(6) Enoyclop^die des gens da monde, ^. ari. Adultere.

(7) Hist dea onHea, t. I, pág. 235-241.

(8) Oerman. antig.

(9) Edic. d'Heineo., pág. 382.

1

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*'toB. Todos los europeos descienden, originariamente de una nmi o«- *Hropáfa^a, Un antiguo escoliasta de Pindaro lo afirma de los ''pueblos del Ática, en épocas remotas, y Fatisanias lo asegnra ''de los antiguos griegos, que con el discurso del tiempo llegaron ^'á formar la nación más culta é ilustrada del universo." El au- tor citado que prosigue haciendo una larga y minuciosa eAume- raoion de otros muchos pueblos de ambos continentes^ para probar, que nada tiene absolutamente de nuevo ni de extravo que d hombre haya devorado á su semejante^ la cierra exclamando: ^^Nos^ otroSjpues, somos descendientes de antropófagos.'' (1)

Infiérese de aquí, que la antropofagia ha sido crimen común del mundo entero; esta cuestión queda colocada en el mismo te- arreno que la de los sacrificios humanos.

Denomínase antropófago al que come carne humana. Se com- prende que comer carne humana es un acto abominable, y se debe conceder que los mexicanos se entregaban á esta práctica. Pero, ¿no existe diferencia alguna, entre quien la come por vicio, por placer, por costumbre, porque hace de <9lla la parte princi- pal y constante de su alimentación, y quien sólo la come en cier- tas y determinadas ocasiones, permitidas por la ley y prescritas por el culto? Ho, se responderá; la razón anatematiza el hecho bárbaro de tocar á la carne del hombre, y no aminora el crimen la cantidad tomada por alimento, ni el disfraz con que se la en- cubra. Sin pretender clasificar los diversos géneros de antropo- fagia, insisto en que, es más viciosa y repugnante la conducta del caribe, del caníbal, del acaxee,* que andaban á caza de hom- bres para devorarlos, que la de los méxica comiendo únicamente, por sentimiento religioso, la carne de las víctimas inmoladas á los dioses. Sólo pretendo explicar la antropofagia de los aztecas.

Besumiendo de nuevo lo que ya dijimos, el Estado y los par- ticulares proveían de victimas al culto, y ninguna injusticia, se- gún ellos, se cometía en la muerte de las personas entregadas al cuchillo sacerdotal. Los esclavos perecían bajo el derecho que el dueño tenia para disponer de sus (josas. En cuanto á los pri- sioneros de guerra, reconvenido Motecuhzoma por Cortés acerca de la crueldad de los sacrificios, contestó el rey: "Nosotros tene- ''mos derecho de quitar la vida á nuestros enemigos; podemos

(1) NouTeau diction. d'hist. natnr. art. Anthropophague. París, 1816.

y

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''matarlos en el calor de la acción, como vosotros hacéis con los "nuestros. ¿T por qué no podremos reservarlos para honrar con "sn muerte á nuestros dioses?" (1) Idénticas ideas acerca de estos capítulos, profesaban muchos pueblos del antiguo continente.

Conforme al sistema de sustitución, inmolada la víctima que- daba consagrada, por pertenecer á las divinidades. Sacada de su ' estado natural por la santificación del sacrificio, se transformaba en una sustancia mística; desaparecían los caracteres primitivos, digamos así, part^ adquirir ^otros simbólicos y perfectos. Comer de la víctima es declararse adorador del dios, confesor de la re- ligión, parte integrante de los creyentes; hay una especie de identificación con la misma divinidad; se goza de una prerogativa casi celeste; el objeto comido cobra el mismo valor de la trans- formación santa del sacrificio. 'Tor una continuación de las mis- ''mas ideas sobre la naturaleza y eficacia de los sacrificios, veían "también los antiguos alguna cosa misteriosa en la comida del '^cuerpo y de la sangre de la víctima. Esta contenía, en au sentir ^ "el complemento dd sacrificio y déla unidad religiosa^ de tal modo, "que los cristianos rehusaron por mucho tiempo probar las car- ''nes inmoladas, para que no se creyese que comiéndolas, reco- "nocían las falsas divinidades á que se habían obecido; porqve "todos los que participaban de una víctima son ícn mismo cuerpo. (2) "Mas esta idea universal de la comunión por la sangre, aunque "viciosa en su aplicación, creo sin embargo justa y perfecta en "su origen, así como aquella de la cual derivaba." (3)

Los méxica, en virtud de la trasmutación, comían la carne de la victima, no por ser codorniz, culebra ú hombre, sino porque era una sustancia santa. La tenían por cosa consagrada y sagra- da, como aquella masa de tzoalli de que formaban el cuerpo de Huitzilopochtli, que despedazada servía en menudos trozos para su comunión mística. Ademas, la participación de la víctima sólo alcanzaba á la gente ilustre y principal, al dueño del escla- vo ó cautivador del prisionero con sus amigos y parientes; no era una práctica universal, no todos llegaban á comer la carne humana.

(1) Clavigero, tom. II, pág. 427.

(2) 1. Oormtii. X, 17.

' (3) £1 conde de Maistre, cit. por Bamírez, pág. 5K

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Pudiera llamaf la atesicion ese convite repugnante en que la TÍotíma era servida condimentada. Pero, los grados én el ejército, las distinciones civiles, las recompensas de todo género se alcan- zaban en los campos de batalla, y se medían por el número de prisioneros cautivados personalmente. Traer un hombre de la guerra era una valentía, era rematar una hazaña á la cual seguía el premio; prescrito por el ritual que el prisionero se consi^rara á los dioses, quedaba trasmutado en víctima; nacía de entrambas cosas un acontecimiento fausto, y para comerla sustancia mís- tica y celebrar los hechos del guerrero, era ese convite religioso y social al tiempo mismo, á que concurrían los amigos y parien- tes del vencedor.

Fuera de la víctima inmolada, nunca los mézica comieron la carne humana, ni aun en los casos de mayor apuro. aquí la prueba. Bajo el reinado de Motecuhzoma Ilhuicamina sobrevino una hambre espantosa; el pueblo necesitado devoró plantas y raíces; se alimentó de los animales más inmundos; vendieron sus hijos á cambio de maíz á los mercaderes cuexteca y se vendían á propios;^migraron á tierras lejanas, quedando muchos muer- tos por campos y caminos: durante tamaño apuro no se registra en los anales de ese pueblo afligido que se comieran unos á otros, no ya dando á otro la muerte cuando vivo, pero ni aun aprove- chando los despojos de los muertos. Bepitióse la plaga en el reí-* nado del segundo Motecuhzoma, y en las mismas condiciones.

Los conquistadores, (1) como testigos presenciales, refieren los sufrimientos de los mózica durante el asedio de Tenochtitlan. El hambre fué la más cruel. Consumidas las provisiones comie- ron las hojas y las cortezas de los árboles; escarvaron la tierra para sacar las raíces; agotaron las sabandijas en la tierra y en el agua de la ciudad: murieron de hambre y no tocaron á los cuer- pos de Ips suyos. No les faltaba poco ni mucho de aquel alimen- to, porque, las plazas, las calles, las casas estaban sembradas oon montones de cadáveres despedazados y de miembros esparcidos. ^'También quiero decir, dice Bemal Díaz, (2) que no comían la ^'carne de sus mexicanos^ sino <^ra de los enemigos tlaxcaltecas y ''las nuestras que apañaban; y no se ha hallado generación enel

(1) Bemal Díaz, oap. GLVI. Oartas de Oortéa, en Lorenzaaa, pág. 289.

(2) Loco cit.

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''mundo que tanto BnfrieBe la hambre y sed y continuas guerras "como ésta," Es de advertir, que esa carne de los tlaxcaltecas y de los españoles que los méxica comían, provenía de los prisio- neros sacrificados, mas no de los muertos caídos sobre el campo de batalla. .Francisco López de Gomara, informado por los conquis- tadores, repite la cuenta de las penurias de los sitiados y escribe: "De aquí también se conoce, cómo mexicanos aunque comen "carne de hombre, no comen la de los suyos, como algunos pien- "san, que si la comieran, no murieran así de hambre." (1) El cronista Herrera, (2) quien tuvo á la vista documentos auténtí- eos, afirma expresamente: "Teníanse en casa los muertos, porque "los enemigos no conociesen su flaqueza: no los comían; porque "los mexicanos no comían los suyos."

Causa verdadera admiración que, contra autoridades tan carac- terizadas, emita opinión contraria el Sr. Prescott, en su Historia de la Conquista de México; mas ya fué combatido victoriosamen- te por el Sr. Bamírez. (3)

Pongo punto final á este asunto. Ignoro cuál será la impresión que mis observaciones dejen en el ánimo de los lectores. En mi creencia personal, si porque los móxica gustaban la carne huma- na se les puede llamar antropófagos, evidentemente no eran ca- níbales. Una advertencia. Ni remotamente se vea en lo escrito la aprobación del sacrificio humano, ni mucho monos el comer de la víctima. Esta es explicación, y no defensa. (4) Aborrezco todas las acciones que propenden á la destrucción violenta del hombre, llevando por máxima, pocas veces la sangre se vertió sin crim^L

(1) Crónica de la K. Bspafia, cap. CXXXXÜI, in Barcia.

(2) Déc. ni, üb. n, cap. VHI.

(3) Kotas y eBclaxecimientoe, pág. 64.

(4) Fr. Jaoobo de Testera, esoribiendo al emperador Garlos V, de HaezotzíBOO, á 6 de ICiq^ ItSt, le decía: "8y dy^es que tienen inoapaíyidad natural, díganlo te *'obra8 y encomen9aDdo de sus males los ritos de las ydolatrías e adora9Íones dA sos "falsos dioses é ^irimonias de diversos grados de personas cerca de sus sacrífi9Í08 "que, avnque esto es malo, nape de vna solipitud natural no dormida, que busca so- *'corro é no topa con el verdadero remediador, &c." Cartas de Indias, pág. 64.

26

^ I

I

[

LIBRO II.

CAPITULO I.

Oastumbres,— Estado inter€8ante.--Precaticü>fi4s,'—Laé dkue^pütin. FetíeUadO' iia,--JIorÓ9Copo,—El bauUvfno.-—Nomln'e9,--La4sUncUL--Cireut^^ don de los niños al Calmecac ó ai TelpuchcalU. Edueacton domésUca según el Códice Mendocino.—Ediícacíon religiosa de la mujer, Sacerdotisas ó mofeas, Concubinaje.—Mujerts públicas,— El Cuicoyan.-^Leyes a4serea del matrimonio, Repudio ó divorcio, '-Ceretrumias en el matrimonio. En Ichcatían, la Mix- teca, Entre los otomics,

LOS antiguos inéxica se distinguían por ceremoniosos. En sus relaciones, aun en las más comunes, se sujetaban á ciertas reglas, que constituían su código de urbanidad. Eran fórmalas, acompañadas de discursos más ó menos prolijos, aprendidos de memoria en las escuelas ó en el s^no de la familia, repetidos de una manera igual en todas las circunstancias idénticas. Esas arengas, muchas de las cuales conservaron los autores, ofrecen un lenguaje sentencioso, lleno de figuras e imágenes, abundando en palabras expresivas y del mayor comedimiento. Las ideas predominantes son, el respeto á los dioses, el cumplimiento exa- jerado del culto, una negra superstición, basada en creencias extravagantes y agüeros absurdos; sigue la parte moral, excelen- te en máximas y doctrinas tomadas de las fuentes más puras.

203

descubriéndose en el fondo, ciertas aprensiones melancólicas, á que dan alimento la instabilidad y rapidez de las cosas huma- nas, los snfrimientos y las penalidades de la vida transitoria, el recnérdo de la vida futura, amarjgado por los castigos que aguar- dan á quienes no cumplen sus obligaciones. Siempre la mezcla eonfosa que hemos encontrado en las ideas religiosa^.

Para penetrar en el laberinto de las costumbres, vamos á to- mar por guía el Códice de Mendoza. Documento auténtico y del mayor precio]para nuestra historia, las quince láminas de que su tercera parte consta, de la 68 á la 72 inclusives, al interpretarlas nos conducirán por la vida íntima de los pueblos que nos van ocupando.

Luego que la casada se sentía madre, lo avisaba á sus parien- tes; seguíase una reunión de las familias de los cónyuges, en que mutuamente daban el parabién por el feliz suceso, en largos y numerosos discursos: acababa la reunión con^üín convite. (1) Bepetíase cuando la enferma llegaba al sétimo ú octavo mes, mas jj^-fi , r entonces concurrían sólo los parientes ancianos, hombres y mu- ti^ jeres, quienes, después de la comida indispensable, elegían la mujer experimentada para aquellas ocasiones, llamada iiciih La médica, por lo común vieja, se hacía cargo de la paciente; la primera prescripción era un baño en el temazcaUi, invocando á Yoahicitl diosa de los baños, á Xochicatzin y á Quilaztli, núme- nes protectores en aquellos casos; seguía la imposición de ciertas reglas higiénicas, como la de no entregarse á ejercicios violentos, usar buenos alimentos, &c., á las que iban unidas muchas indi- caciones absurdas, como las de que no viera lo colorado porque el feto no se pusiera de lado; no mascara tzictliy (chicle, el cliapo^ potli) para que el niño no contrajera la enfermedad dicha neten- izoponüiztU, y así otras. (2) Dura todavía la costumbre en el pueblo de contentar los antojos que en las cosas de comer tenga la mujer grávida, á fin de evitar el aborto.

Las medicinas aplicadas en la hora crítica, hora de muerte co- mo la llamaban, consistían en baños, dar á la paciente una infu- sión de la raíz molida de la yerba llamada cihuapadli, y como , supremo expelente una bebida en que se ponía el polvo de un

(1) P. Sahftgun, tona. II, lib. VI, pág. lCO-73.

(2) P. Sahagun, loco cit. pág. 174^3. '

Mi

pedazo, tamaño de un dedo, de la cola del tiacualsdn (tlaeoMlM^ Diddphia Cali/omica, Benn). ISaa los casos difíciles, la tíciü to* oaába por la cabeza á la enferma, la levantaba, le infustflía ániíMo invocando á Gihaacoatl, Qoilaztli |y Yoalticitl, y dábala en las espaldas con las manos ó los pies. Si acontecía que el niño mtt* riera dentro de la cámara materna, la médica, con una navaja do piedra, sabía despedazar el cuerpo y extraer los pedazos. (1)

Agotados los recursos del arte, sin éxito favorable, la tioiti cerraba la puerta del cuarto de la enferma, dejándola sola. Luj^ go que moría, llamábanla macihtiaque^iqvet mujer valiente, que- dando colocada en el número de las divinidades, bajo el nombra de GihvapipíUiíi. Lavaban el cadáver dejándole el pelo suelto y tendido, poníanle las nuevas y mejores ropas que tenía, y tomán- dole el marido sobre la espalda, á la puesta del sol se dirigía al

V templo para hacer la inhumación; rodeábanle las ticitl viejas, armadas d^ ^pada y rodela, voceando en son de guerra y aco- metimiento, lista prevención venía de que, los mancebos apelli- dados tdpvjpmhiin^ ó guerreros noveles, salían al encuentro del cortejo, trabando una verdadera escaramuza por apoderarse del despojo y cortarle el dedo mayor de la mano izquierda, el cual colocado en el escudo deslumbraba y atemorizaba al enemigo, haciendo valiente al poseedor. Lograda ó no la mutilación, pues las matronas se defendían obstinadamente, el cadáver era ente- ' rrado delante de las gradas del teocalli de la^ diosas Cihuapi* piltin, mujeres celestiales. Todavía era preciso que el marido^ acompañado de sus amigos, guardase cuabro noches arreo el so- pulcro, porque los soldados bisónos acudían á apoderarse del dedo codiciado, ó de los cabellos que tenían la misma virtud; y los hechiceros nombrados UynumutepaUtoiiqve hurtaban el cuerpo para cortarle entero el brazo izquierdo, eficaz para ciertos en- cantamientos, y desmayar á las personas á quienes querían ro- bar. Gomo en su lugar vimos, las dhuapipMin moraban en el Ci- huatlampa, occidente; de ahí salían armadas y en son de guerra á recibir al sol en lo más alto de su curso diurno, n^>an&K¿ona^*i<iy

^ le ponían sobre las ricas andas qudwíapancayoü^ y con danza ' guerrera le llevaban hasta el ocaso, donde terminaba su tarea; entonces amanecía en el infierno, los reprobos se levantaban pa-

(1) Sahagun, tom. 11, pág. 184-^5.

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ra condnoir al sol al orto sigaienle, mientras las dhuapipiUin ba- jaban á la tierra, ya para poner espanto, ya para entregarse á labores femeniles. (1)

£n los casos comunes y felices, al llegar la hora de muerte la- vaban el cuerpo de la enferma y jabonaban sus cabellos, coló* candóla en la pieza destinada al efecto; la asistían según usa- ban, prodigándola todo cuidado. La ticitl, al terminar el alum- bramiento, recibía al niño, y como todo en aquellas costumbres tenía el aire de guerra ó combate, voceaba á la manera de los que pelean, significando que la paciente ''había vencido varonil- ''mente, y que había cautivado un niño/' Lavaba y componía al infante; este lavatorio iba acompañado de estas palabras: "Be- "cíbate el agua, por ser tu madre la diosa Chalchiuhtlicue Ohal- ''chiuhtlatonac, y póngate el lavatorio, para lavar y quitar las ''manchas y suciedades que tienes de parte de tus padres, y lím- "piete tu corazón, y buena y perfecta vida." Era una primera ablución para quitar unas manchas semejantes á las del pecado original (2) Si era varón le decía: "Hijo mió muy amado y muy tierno: cata aqxá la doctrina que nos dejaron nuestro señor Yoal- tecutli y la señora Toalticitl, tu padre y madre. De medio de corto tu .ombligo; sábete y entiende, que no es aquí tu casa don- de has nacido, porque eres soldado y criado: eres ave que llaman que<^l Eres pájaro que llaman tzacuan (Tzacuantototl, Filome- na, Ampelis cedrorum, Sclat.), y también eres ave y soldado del que está en todas partes; pero esta casa donde has nacido, no es sino un nido, es una posada donde has llegado, es tu salida pa- ra este mundo: aquí brotas y floreces, aquí te apartas de tu ma- dre, como el pedazo de la piedra donde se corta: esta es tu cuna y lugar donde reclines tu cabeza, solamente es tu posada esta casa: tu propia tierra otra es: para otra parte estas prometido; que es el campo donde se hacen las guerras, donde se traban las batallas, para allí eres enviado, tu oficio y facultad es la guerra, tu obligación es dar de beber al sol sangre de los enemigos, y dar de comer á la tierra, que se llama Tlaltecutli, con los cuer- pos de los contrarios, &c." Si era hembra la decía: 'llabeis

de estar dentro de casa, como el corazón dentro del cuerpo; no

. (1) P. Sfthagon, tom. II, pág. 186-91. (2) TorqnemadA, lib. XIII, cap. XVI.

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habéis de audar fuera de ella; no habéis de tener costumbre de ir á ninguna parte: habéis de tener la ceniza con que se cubre el fuego en el hogar; habéis de ser las piedras en que se pone la olla; en este lugar os entierra nuestro señor, aquí habéis de tra- bajar, y vuestro oficio ha de ser traer agua, moler el maíz en el metate: allí habéis de sudar junto á la ceniza y el hogar." Estas oraciones ó sean discursos, encierran las doctrinas que aquel pueblo tenía, acerca de los. destinos de ambos sexos; en conse* ouencia, los guerreros que á pelear salíaui llevaban á enterrar el ombligo del niño en un campo dQ batalla, siendo esto señal de que "era ofrecido y prometido al sol y á la tierra," mientras que el ombligo de la niña era enterrado junto al fogón, en señal de que la doncella quedaba atada á la casa. La ticitl dirijía una congratulación á la ya madre. (1)

Seguían los plácemes dados á la madre, padre, parientes y aun á los mismos niños, por los amigos y parientes lejanos; se- gún la categoría de la familia eran las arengas, pues si el recien nacido era príncipe, venían al cumplimiento los señores de los pueblos y los embajadores de los reinos amigos. Oada quien, se- gún sus posibles regalaba al infante, llamándose el regalo ixque" mitlf ropa para envolver al niño. (2) Bascábase en seguida á uno de los adivinos llamados Toncdpoiihqui^ el que sabe conocer la fortuna de los que nacen. -Preguntaba la hora del nacimiento, las circunstancias que lo habían acompañado; consultaba el To- nalamatl y las pinturas astrol<%icas, levantaba la figura como los antiguos astrólogos europeos, y bien considerada, atendido el signo predominante en la hora, la influencia de la deidad rei- nante en la trecena y las demás circunstancias, decía la buena 6 mala ventura, pronosticando según sus cuentas, bienes 6 males. El bautismo se hacía cuatro dias después, mas si el astrólogo encontraba que aquel era dia de signo infausto se trasladaba al próximo feliz; por su adivinanza recibía algún regalo, y ^i en suerte le tocaba formar el horóscopo de un hijo de rey, seguro estaba de quedar rico para toda su vida. (3)

Las vecinas, amigas y parientes de la enferma venían á salu-

(1) P. Sahagun, tom. II, pág. 191-203.

(2) P. Sahagun, loco dt , pág. 204-15.— Torqaemada, lib. XTTT, cap. XVIL (H) P. Sahagun, tom. II, pág. 215-17. Torquemada, lib. XIII, oap. XIX.

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darla, teniendo cuidado de restregarse las rodillas con ceniza y restregar las de los niños que llevaban, á fin de fortalecer los huesos. En los cuatro dias antes del bautismo ardía fuego con- tinuo en la casa, cuidando de que no se extinguiera ni lo toma- ran para sacarlo fuera, para que no se quitara la buena ventura al recien nacido. (1)

Llegado el diadel bautismo limpiaban la casa, barrían la calle, aderezaban los aposentos, engalanaban las puertas con ramas y arcos de toUin, regando flores por los suelos: preparábase un gran convite, según los medios de que la familia podía dispo- ner. (2) Ponían en el patio una especie de alfombra de tuUin de cortas dimenciones, encima un apaztli nuevo, (lebrillo de barro) lleno de agua; si el bautizado era varón, colocábase en la alfom- bra y junto al barreño, una rodelita, un arquito y cuatro flechitas mirando á los puntos cardinales, una mantita y un mcixtlatl, los útiles del oficio á que el niño iba á ser destinado, que era comun- mente el de su padre; si hembra, poníase una estera, escoba, huso (málacatl) con su copo de algodón, una enagua y un huipUli, todo pequeñito. Al lado de Oriente, en una vasija se dejaba el potaje llamado ixcmy compuesto de frijoles cocidos y maíz tostado. Los convidados se acomodaban al rededor de la alfombra, llevando las ropas y dijes destinados á la criatura, mientras en el centro ardía el fuego conservado los cuatro dias anteriores, en un ha- chón alimentado con rajas de ocotL

El ministro de aquella ceremonia era la tidtl^ tomaba al niño en los brazos, desnudábale, poníale en las manos el arco y flechas, ó la escoba, según el sexo; daba una vuelta al rededor de la enea 6 tullin, parando con el rostro vuelto al Occidente. Los preparati- vos tenían lugar al amanecer, y la ceremonia comenzal^a á la salida del soL La ticiil levantaba al cielo la criatura con entram- bas manos diciendo: ''Hijo mió, el señor dios Ometecutli, y Ome- '^cihuatl, señores del doceno cielo, te criaron para enviarte á éste ''mundo triste y calamitoso; toma pues el agua que te ha de dar "vida, para que con ella vivas en. este mundo, la cual se llama la "diosa Ohalchiutlicue, Chalchiuhtlatonac." Diciendo estas pa- "labras, tomaba el i^a con la mano derecha y poníaselá en la

(1) P. Sahagim, tom. 1, pág. 830-^1. Toiquemada, lib. Xm, cap. XXIII.

(2) Describen esta comida, Sahagun, tom. I, pág. 384^6. Torquemada, lib. XIII, cap. XXTTT.

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"boca, 7 luego volTÍa á repetir: ''Toma nmo el agua que te ha de ''dar TÍda en este mundo." Luego se la ponía sobre los pechos "y decía lo mismo; luego se la echaba sobre la cabeza y repetía "ciertas palabras; porque á este dios del agua le es dado limpiar- "las, en todos los que con agua se lavan. Luego lavaba todo el "cuerpo de la criatura, y estregándole todos los miembros, decía: "¿Dónde estás Qiala fortuna? ¿En qué miembro estás? Apártate, "ventura mala, de esta criatura.*'

"Dicho esto, y hecha esta ceremonia,{alzaba hacia el cielo á la "criatura, y decía: "Señor Ometecutli, Omecihuatl, criador de "las ánimas, esta criatura que criaste y formaste y enviaste Á "este miserable mundo, te ofrezco para que infundas tu virtud "en ella." Luego volvía segunda vez á levantarla, y hablando con "la diosa del agua le decía: "A llamo, señora, á. te suplico, "diosa, madre de los dioses, que espires en esta criatura tu vir* "tud." Y tercera vez la decía: "Vosotros, celestiales dioses, so- "piad á esta criatura, y dadla la virtud que tenéis, para que sea "de buena vida." Otra cuarta vez la confrontaba con el sol, y decía: "Señor dios sol, padre de todos; y tú, tierra, madre nuestra, esta "criatura os ofrezco, pajra que como vuestra la amparéis, y pues "nació para la guerra (si era niño) muera en ella defendiendo la "causa de los dioses." Dicho esto tomaba el escudo, arco y £e- "chas, y ofrecíalo al dios de la guerra en nombre del niño, di« "ciendo: Becibid, señor, este pequeño don que os ofrezco, con "que me doy á vuestro servicio. Plega á tí, señor, que este niño "vaya á los cielos, donde se gozan los deleites celestiales, y los "soldados que murieron en la guerra." (1)

Entonces la ticitl ponía nombre al niño, y repitiéndolo tres veces gritaba: "¡Oh hombre valiente! recibe, toma tu rodela, to- "ma el dardo, que estas son tus recreaciones, y regocijos delsoL" Vestía lu^o la manta y maxtlatl al niño, y entregábalo á la madre. A esta sazón entraban los muchachos del barrio, se apo- deraban del ioccue, y salían huyendo, comiendo y gritando: "Fu- "laño, fulano, tu oficio es regocijar al sol y á la tierra, y darles "de comer y de beber: ya eres de la suerte de los soldados que "son águilas y tigres, los cuales murieron en la guerra, y ahora "están regocijando y cantando delante del sol:" e iban también

(1) Torquemada, lib. XIQ, cap. XX.

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"diciendo: "¡Oh soldados! ¡Oh gente de guerra! venid acá, venid comer el ombligo de fulano." Estos mnchaohos representaban los hombres de gnerra, porque robaban y arrebataban la co- "mida qne se llamaba d ombUgo dd niño. Después qne la partera sacerdotisa, había acabado todas las ceremonias del bautismo, "metían al niño en casa, é iba delante el hachón de teas ardíen- "do, y así se acababa el bautismo." (1)

En el bautismo de la niña, las oraciones van enderezadas á pedir para ella la virtud; vestíanla y colocábanla en la cuna, po- niéndola bajo el amparo de Toalticitl, Toaltecutli, Tacuhuiztli y lamamializtli, rogándoles no hicieran daño á la criatura y le die- ran blando y apacible sueño. (2)

Imponían nombre á los niños, por el primer objeto que veían, del nombre del signo fausto del dia en que nacían, del aconteci- miento fausto ó infausto que llamaba la atención, de los fenóme- nos celestes ó meteorológicos, de los cargos de familia & que estaban destinados, Ac; (3) á veces, ya grandes, por alguna ha- zaña cambiaban el nombre, ó añadían otro segundo que servía como de apellido. Quienes nacían en la fiesta secular del fuego, si hombre se llamaba MdpiRi, si mujer Xmhnendl. Al varón nacido en los cinco nemontemi le decían Nemon.y Mentlcbcatl^ Nen- qutzqíiiqutz, NemoquichUi, hombre baldío y para nada; la hembra, Nencikuatl, mujer infeliz. (4)

En la fiesta del mesToxcatl, hecha á honra de Huitzilopochtli, los sacerdotes hacían una incisión á los niños y las niñas nacidas en el año, en el pecho 6 estómago, en las muñecas ó en los moUe-

(1) Sahagun, tom. II, pag. 217-221, La lam. LVín del Códice Mendocino; en la parte superior, representa el bautismo: los números se refieren á las estampas publi- cadas por Lord Kingsborongh. La madre (1) con el rostro amarillo, en seflalde eras recientes padecimiento^ explica con el símbolo de la palabra los discursos qne pro- nuncia; (3) la cuna, y encima (2) el signo del mes; la UdU (4) lleva al nifio en los brazos, ora y habla; (9) la alfombra de tollin con el apaetU lleno de agua; (5) los objetos destinados al varón, escudo, flechas, los símbolos de los cuatro oficios prin- cipales de derecha á izquierda, platero, pintor, mosaico de pluma, albañil; (10) ob- jetos mujeriles, escoba, huso, estera; (6, 7 y 8) mnchachos que se apoderan del isoaue, LáM líneas de puntos y las huellas, marcan la correlación de los objetos y los movi- mientos de las personas. Véase ademas, Mendieta, lib. 11, cap. XIX.

(2) Sahagun, tom. II, pág. 222-23.

(S) Torquemada, lib. XIII, cap. XXII. MotoUnia, pág. 37. (4) Sahagun, tom. I; pág. 192. Torquemada, lib. X, cap. XXX.

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dos de los brazos, eu señal de quedar consagrados al dios. (1) Las mujeres presentaban en los templos á sus hijos, recibiendo una especie de purificación. Ya hemos visto que en la fiesta de cada cuatro años agujeraban las orejas á los niños; dábanles á beber pulque, j por eso la llamaban, la borrachera de niños 7 niñas. (2) Cumpliendo las prescripciones de la naturaleza, Im madres criaban sus hijos á los pechos, sin ser excepción en las categorías más elevadas las esposas de los reyes; unos dos años duraba la lactancia, y el destetar á los chicuelos era celebrado con un convite. (3)

En cuanto á la circuncisión, consta que los totonaca, á los 28 ó 29 dias de nacido el niño, le presentaban en el templo, donde los sacerdotes, colocándole sobre una gran piedra lisa, le circun- cidaban quemando el despojo; corrompían á las niñas con el de- do, j amonestaban á las madres repitieran la operación á los seis años. (4) García (5) afirma ser práctica de los de Yucatán é isla de Acuzamil, de los Totones (sic) "y los Mexicanos hacían lo pro- pio." Zuazo (6) refiere, que los niños permanecían en su casa de dos á cinco años, *% pasado el dicho tiempo circuncídanle á ma- ^'nera de Moro ó Judío." Herrera (7) asegura ser costumbre en la provincia de ''Guazacualco y Huta," y también ''en la pro- vincia de Ouextxatla." En concepto de Acosta, (8) á los niños recien nacidos les sacrificaban de las orejas y del phallus, ''que en alguna manera remedaban la circuncisión de los judíos." Con- tradiciendo CogoUudo, (9) á Fr. Luis de Urreta en' su Hist de Etiopia, á Pineda en su Monarq. Eclesias. y al Dr. Illescas en la Pontifical, quienes aseguran lo relativo á la circuncisión en Yucatán, dice que los predicadores evangélicos no hacen de ello memoria: "A todos los antiguos que viven lo he preguntado, y "me han respondido, que no han alcanzado hubiese tal entre los

(1) Tovquemada, lib. X, cap. XVI.

(2) Sahaguu, tom. I, pág. 1894)0.

(3) Torquemada, lib, Xni, cap. XXIV.

(4) Mendieta, lib. 11, cap. XIX. Tarquemada, lib. VI, cap. XLVIII.

(5) Orig. de los indios, lib. III, oap. VI, pág. 109

(6) Carta del lie. Alonso Zuazo, Colee, de Doc. del Sr. D. Joaquín García loas- baloeta, tom. I, pág. 364.

(7) Hist. de las Indias, déc. IV, lib. IX, cap. VII.

(8) Hist. nat. y i&oral, tom. I, pág. 71.

(9) Hist. de Yucatán, Hb. IV, cap. VI.

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^'indioB, ni éstos tienen tradición de qne asasen tal costumbre ''flos ascendientes." Clavigero niega la existencia entre los me- xicanos de semejante práctica. Segnn lo qne nosotros hemos podido alcanzar, la circuncisión era propia de los totonaca y tal vez de alguna otra tribu; mas no era acto religioso entre los me* xicanos y los pueblos sujetos al imperio: el sacrificio en los niños de tierna edad, las mutilaciones que particulares y saoeirdqtes se hadaa en sus pemtenc^as, pudieron i^rediL una creencia que no aparece sólidaiiiente.' comprobada. ^^' P^

Mientras los niños se iban criando, los padres les ofrecían á los establecimientos de educación. Eran éstos de dos clases; el Galmecao ó colegio religioso, donde se enseñaba el| servicio de los dioses y á vivir en limpieza, humildad y castidad; el Tel« puchcalli, recogimiento propiamente de enseñanza de los cono- cimientos civiles. De igual manera se llamaban las escuelas para las niñas^ y la instrucción al mismo tiempo era religiosa y mu- jeril Cuando los padres determinaban hacer la dedicación, pre- paraban un convite, invitaban á sus parientes y al superior del colegio, y después de regalar á éste conmaxüaüy mantas y flores, le declaraban su pretensión; aceptada, tomaba en brazos al niño en señal de ser su subdito, agujerábale el labio inferior y le po- nía el i^ntetl ó barbote. (1) Los chicuelos permanecían en su casa, hasta la edad designada para entrar al colegio. (2)

La educación en esa edad temprana, dada inmediatamente por Io3 padres, la trazan para el varón y la hembra simultánea y progresivamente las láminas del Oód. Mendocino. A los tres años (núm. 1, lám. LIX), el padre (2) enseña á hablar y da con- sejos á su hijo (3) que ya puede andar: la madre (5) comienza la enseñanza de la hija (7): ambos chicos reciben por alimento en cada comida, media tortilla de maíz, tlaxccdli (4 y 5). Mientras el varón sólo va cubierto con la manta, la hembra está vestida; aquel pueblo cuidaba mucho de la decencia femenil, despertando desde muy temprano en la mujer, el sentimiento del pudor y el

(1) La parte inferior de la lámina LVIII, representa el acto de ofoecer al niño á «mo ^e los establecimientos piíbUoos. £1 padre (11) y la madre (14) están dedicando al nifio todavía en la cuna (13); escuchan y admiten, puestos aquí altematiyamente por las líneas de puntos, ya el sacerdote superior del Oalmecac (12), ya el Telpuch- tlato, Telpuchtlatoque ó Tiachcauh, sux>eriordel Telpuohcalli. (15)

(2) F. Sahagon; tom. II, pág. 223.

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amor á la virtud. Desde recién nacidos, usaban bañar repetidas veces á los párvulos en agua fria, aun durante el invierno; la ro- pa era muy poca, la cama dura. La falta de abrigo no era sólo en los hijos de los pobres; practicaban lo mismo los nobles y los ricos, pues el intento era hacerlos robustos y sanos. (1)

A los cuatro años, el padre (8) emplea al niño en trabajos ligeros (9), como acarrear agua en pequeñas vasijas; la madre (11) pone en manos de su hija el malctcatl, huso, dándole las prime- ras lecciones de deshuesar el algodón (13): la ración por comida una tortilla (10 y 12).

A los cinco años, el padre (14) hace cargar á sus hijos (15 y 17) pequeñas carguillas; la jnadre (18) prosigue el enseñamiento del hilado (20); una tortilla por alimento (16 y 19). Entre aquellos pueblos privados de bestias de carga, era indispensable acos- tumbrarse á llevar á cuestas grandes pesos; los mercaderes para su comercio, los ricos y los pobres para transportar sus menes- JL-ii-^ teres, los soldados para sus armas y bagajes, tenían necesidad de ir siempre cargados. De aquí el uso de esas carguillas, de poco peso al principio, y el cual se iba aumentando segiin la edad; el hábito se hacía tal, que cuando les faltaba suficiente car- ga, tomaban piedras ó tierra para completarla. Sin el alivio de los medios de locomoción, aprendían á caminar á pié, haciendo jornadas muy largas, descalzos por llanuras y montañas. Así, los fundamentos de esta educación reposaban en la frugalidad, el trabajo, y en la robustez para resistir a la intemperie.

A los seis años, el padre (21) manda á sus hijos al tianqniztlty mercado (2^) á ganar alguna cosa de comer á cambio de su tra- bajo; la madre (24) perfecciona á su hija (24) en el manejo del malacatl: la ración ha subido á tortilla y media (23 y 25).

A los siete años (2) (1) el padre (2) comienza á industriar á su hijo (4) en componer las redes, rtiatlaü, ó en los menesteres de al- gún oficio; la madre (5) perfecciona á la niña en hilar (7); la ra- ción tortilla y media (3 y 6).

A los ocho años (8) las amonestaciones de palabra van acom- pañadas con la amenaza del castigo. El padre (9) pone á la vista del varón poco diligente (11) las puntas de maguey (10), símbolo

(1) Torqnemada, lib. XIII, cap. XX VIL

(2) Loi^ Kingsborottgh, tom. 1, lám. LX.

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do castigo y también de la penitencia religiosa; la madre (13) procede igualmente contra su hija (14): el alimento todavía tor- tilla y media (10 y 14).

A los nueve años (17), el padre (19) ata de pies y manos al muchacho flojo ó desaplicado (20), pimzándole con las púas del maguey: la madre (21) sigue aquel ejemplo con la muchacha (23), ai bien se advierte que en éste, como en todos los demás casos, la hembra es tratada siempre con menos rigor que el varón: tor- tilla y media por alimento (18 y 22).

Llegados los diez años (24) los castigos á los desobedientes 6 incorregibles se toman más duros y violentos. El padre (26) da de palos á su hijo (27); la madre (28) usa del mismo remedio con la hija (30); siempre tortilla y media (25 y 29).

Arreciaban los castigos á los once años (10) (1). El padre (3) expone al hijo (4) al humo asfixiante que despide el chiüi (chile, pimiento, capsicumj quemado al fuego (5); la madre (6) procede oon su hija (7) de la misma manera (9): no cambian la tortilla y media (2 y 8).

Doce años (10), y el padre (12), por castigo y aun pj^ra acos- tumbrarle & la jEaiiga, ata á su hijo (13) y le hace dormir desnudo sobre la tierra desigual; la madre (15) levanta á su hija (17) á la media noche (14) haciéndola barrer la casa y la calle, ya para acostumbrarla al trabajo, ya para cumplir ciertos ritos religio- sos: por alimento tortilla y media (11 y 16).

Son los trece años (19), y el padre (18) ha enseñ^o á su hi- jo (21) á ir á traer leña ó yerba del campo y á manejar una canoa; se advierten dos mejoras, el muchacho lleva ceñido el maxüatí^ dejando de estar completamente desnudo, y su ración es de dos tortillas (20). La madre (22), perfeccionada la hija en el hilado y en los quehaceres domésticos, la aplica á moler y cocer el pan (23); se la ve de rodillas delante del metate, vieÜaU, molien- do el maíz cocido de que se forma la masa, distinguiéndose de- lante el molcajete, mulcaxiüy (25) vasija de piedra ó de barro, que con su texcioü ó moledor, se emplea para triturar el ckilU y la^ demás sustancias que sirven de salsas; el comal, comaUi, óoloca* do sobre el hogar, ÜecwUi^ compuesto de tres piedras colocabas «n triángulo, entre las cuales se pone el combustible y que sus-

(1) LoTd Eingeborongli, tom.I; lám. LXI.

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tentan el comaUi (26); el cántaro izotzocóUi (28) con el agua indis- pensable para la operación, y finalmente las tortillas,' ¿íarcaJIí, ya cocidas (27), de las cuales recibe dos por alimento (24).

A los catorce años (29), el padre (31) ha enseñado al joven (32) á ser pescador en las aguas de los lagos; su alimento dos torti- llas (30). La madre (33) enseña á su hija (35) el arte difícil de tejer. El telar (36) ofrece aún su forma casi primitiva; consta de dos maderos sobre los cuales se aseguraban por ambos extremos los hilos, del tamaño requerido por la tela; por un cabo se ase- guraba á un objeto firme, como un palo hincado en tierra, y por el otro se ajustaba á la cintura de la tejedora. La verdadera cien* cia consistía en urdir, adotta^ nula, es decir, en colocar por colo- res los hilos, de manera que resultaran los dibujos y las labores apetecidas, lo cual se lograba por medio del rrto^Z, palillo redondo al cual estaban sujetos los hilos de la tela por medio de otros más pequeños, y que subiéndolo ó bajándolo alternativamente separaba las hebras formando lo que llamaban cruces; por entre éstas pasaba el hilo que servía de trama, quedando apretada ca- da tejida por medio de una especie de regla de madera dura y pesada, apellidada izoizopaztli: la figura tiene en la derecha el xtoü y en la izquierda el apretador. La doncella recibía dos tor- tillas por comida (34).

Estas láminas relatan la educación doméstica, llamémosle así, y consistía en la enseñanza paternal, hasta que el hombre y la mujer habían aprendido sus obligaciones como hijos. Las máxi- mas que se les inculcaban eran, la reverencia y el temor á los númenes; el amor y el respeto á los padres; la consideración á los ancianos, la conmiseración al pobre y al desvalido: apego al cumplimiento de los deberes; horror al vicio; ocupaciones constantes para huir de la ociosidad; decir siempre la verdad, proceder en todo con mesura, sujetando las acciones á razón y á justicia. Los castigos en verdad no eran extremados, supuesto el estado de aquel pueblo, ya que consistían en reñir de palabra, dar con ortiga por el cuerpo en lugar de azotes, pegar con varas, punzar con las puntas de maguey, exponer al humó de chile; sólo al mentiroso incorregible le hendían un poco el labio, para ha- cer patente su vicio á todo el mundo. Maravilla verdaderamente la pureza de las doctrinas morales inculcadas á la juventud. Nuestros antiguos cronistas recogieron los razonamientos que

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los padres dirigían á sus hijos, y fuera de lo que atañe al culto y las costumbres, bien quisiéramos que nuestra juventud supie- ra y practicara lo predicado por los bárbaros. (1)

Más extremado era el cuidado con las mujeres. Teníanlas recogidas y ocupadas en sus labores; salían solo á los templos, y vigiladas; guardaban silencio, y en sus propias casas se les pro- hibía platicar á la mesa hasta ser espadas; se las tenía en conti- nuo trabajo; se las hacía entender el mucho precio de la honestidad y del recato. "Parece que querían, dice Mendieta, que fuesen sordas, ciegasjy mudas, como á la verdad les conviene mucho á las mujeres mozas, y más á las doncellas." Tanto respeto se te- nía á la verdad, que si alguna doncella era sospechada de falta grave, cobraba su fama, quedando por inocente, con hacer este juramento: ¡Por ventura no me ve nuestro señor dios! pronuncia- ba el nombre de su mayor divinidad, ponía el dedo en tierra y lo besaba: esta fórmula bastaba, porque nadie se atrevía á hacer el juramento faltando á la verdad. (2) Poca diferencia había en la educación de nobles y plebeyos, y consistía en que á los pri- meros no enseñaban los oficios mecánicos, y eran vigilados con mayor empeño en sus casas. (3)

Comenzaba la educación publica á los quince años (8) entre- gando el padre (4) á su hijo (1), según la promesa hecha después del bautismo, bien al sacerdote superior del Calmecac (2), bien al telpuchtlato, superior del Telpuchcalli (6). (4) De aquí nos conduce nuestro guía al matrimonio; mas antes de abordar este asunto, vamos á terminar de una vez con lo relativo á la educa- ción de la mujer.

Las niñas ofrecidas al Telpuchcalli, cuando grandecillas apren- dían á cantar y danzar en servicio de los dioses Moyucoya, Tez- catlipoca y Yaotli; vivían en sus casas e iban á tomar las leccio- nes ala escuela: En cuanto á las presentadas al Calmecac, ponían á las pequeñuelas un sartal al cuello, llamado yacuáUi, distintivo

(i; P. Sahagun, tom. II, pág. 113-152. Mendieta, pág. 112-120. Son notables los consejos dados por el padre á su hijo, y por la madre á sn hija, comprendiendo todas las reglas para conducirse en sociedad.

(2) Mendietai lib. IX, cap. XXm.

(3) Torquemada, lib. Xin, cap. XXV 111.

<4) Cód. de Mendoza, l¿m. LXII, parte superior.

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de su voto y el cual nunca se quitaba. Yiyían con sus padres» y mientras llegaban á buena edad, la madre, como en reconoci- miento de la promesa, llevaba para las fiestas de veinte en vein- te dias, una escoba para barrer el templo, incienso para zahumar á los dioses, y cortezas de los árboles para alimentar el fuego sagrado; la niña conducía por misma la ofrenda, luego que ]>o* día hacerlo. Cuando la postulanta llegaba á la edad requerida, su familia ofrecía un convite á las superioras del monasterio; después, tomaban éstas por la mano á la mozuela y la ponían ante el gran sacerdote Quetzalcoatl, anciano grave y venerable que nunca salía del templo, y era jefe de aquellas comunidades, dirijiéndole la súplica de aceptar el voto de la doncella: admiti- da, se le hacía en las costillas y el pecho una incicion, señal de ser ya religiosa, y la entregaban á las superioras del templo á que pertenecía.

De los doce á los trece años de edad se verificaba el ingreso á la comunidad. Los votos se hacían por uno ó más años, si bien había algunas que se empeñaban perpetuamente. La mayor par- te eran doncellas, aunque había otras que por devoción, -pac al- canzar la salud ó por purgar alguna culpa, se entregaban tem- poralmente á la penitencia. Llamábanse CihuacuaquilU ó Cihua- tlamacazque, sacerdotisas; decíanse también hermanas^ denomi- nándose las superioras Ouacuacuiltin, por tener cortado el cabello de cierta manera. La morada de. estas monjas, como les llaman algunos escritores, estaba entre los edificios de los patios de los templos. Luego que alguna venía de nuevo, se le cortaba el ca- bello en forma determinada, aunque después se lo dejaba crecer como de antes. Todas dormían vestidas, por honestidad y para estar prontas al trabajo; unidas en grandes salas» en donde las principales y cuidadoras vigilaban las acciones de cada una. Aquella vida era de abstinencia y de laboriosidad; llevaban los ojos bajos, guardaban silencio; en sus acciones y porte mostra- ban gran compostura y honestidad, no salían un punto- de la modestia y del recogimiento, sufriendo irremisiblemente la pena de muerte por cualquiera falta contra la castidad. Vestían siem- pre de blanco, aseadas y sin compostura. Guardábanlas las su- perioras con sumo esmero en la parte interior del edificio, mien- tras por la parte exterior había guardas y vigUantes ancianos, velando dia y noche.

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Sas ocupaciones consistían en levantarse á las diez, á la me- dia noche y á la madragada; procesionalmente y presididas por sus Bnperioras, ellas á un lado y los s*acerdotes al otro, ibsMi á ofrecer incienso y atizar los fuegos sagrados, acompañando las preces establecidas: en ida ni en vuelta escuchaban ni dirijian la palabra á los varones. Barrían y regaban el teocálli, en la parte no reservada á los hombres: muy temprano presentaban comida á los dioses. Consistía en unas tortillas en figuras de manos, pi^, ó retorcidos, llamadas 7?iacpacfíaa:caSt, xopcdÜaxcaUi, cocd- íkucoalUf acompañadas de viandas y guisados: según sus creen- cias, los dioses gustaban y consumían el olor, quedando el resto para sustento de los sacerdotes. Las doncellas entretanto ayu- naban, haciendo una comida al medio dia, con pequeña colación en la noche. Ocupaban lo demás del tiempo en coser, hilar y te- jer mantas finas y de brillantes colores para los altares ó los nú- menes. A tiempos las reunían las superioras para amonestar el cumplimiento de los deberes, castigar á las negligentes, imponer algún castigo á quienes habían reído ó faltado á la modestia. El estado no gastaba en el sosten de estos establecimientos: sus- tentábanse ellas con el trabajo de sus manos, ó por sus padres y parientes.

•En algunas fiestas prescritas por el rito, podían comer carne, porque se interrumpía el ayuno; asistían á los bailes religiosos, emplumándose pies y m%nos, y dándose afeite rojo en los carri- llos; durante las penitencias, punzábanse la parte superior de las orejas, y la sangre ponían en las mejillas como afeite religioso, el cual lavaban en un estanque particular á ello destinado. En viendo entrar ó salir un ratón 6 un murciélago en la capilla del dios, ó encontrado un agujero del ratón; tomábanlo como agüero de haberse cometido falta grave, procediéndose inmediatamente á rigorosa averiguación. Llamaban estos pecados teÜazolmictiUzÜi. Si alguna se encontraba culpable, ocultábalo cuidadosamente, mas no sin sentir la aprehensión de que sería descubierta, por- que los dioses en castigo harían que se le pudriesen las carnes.

Llegado el tiempo de cumplido el voto ó siendo ya de edad la doncella para ser casada y encontrado marido, la familia y los parientes aderazaban el convite acostumbrado en todas ocasio- nes, se dirijian al teocálli, tendían delante del dios una manta

grande, encima de la cual colocaban en platos curiosos de ma-

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dera la comida de codornices, aves y patos, tres grandes tamcdli de maíz, flores, cañas, incienso y los cañutos para fumar: hecha la ofrenda, dirijía un orador el discurso dando gracias por el esmero con que la joven había sido tratada, y pidiendo permiso para sacarla del recogimiento; el Quetzalcoatl ó Tepanteohuatzin daba la licencia, franqueaba la salida la Tecuacuilti superiora del monasterio, amonestando el cumplimiento de los deberes, y la muchacha era conducida regocijadamente á su casa, (1)

Para alcanzar la satisfacción de deseos amorosos, aquellas gentes hacían uso de hechizos y encantamientos con ciertas flo- res: (2) todavía dura entre algunos la creencia, de que llevando un chupamirto muerto logran fáciles amores. La edad para ca- sarse * los mancebos estaba fijada entre los veinte y veintidós años: entonces'pedían sus padres licencia para ello, y sin dificul- tad se les concedía. A los jóvenes que descuidaban aquella obli- gación en los seminarios, el superior los compelía, y si rehusa- ban, quedaban obligados á perpetua continencia; caso de faltar á ésta era pregonado malo é infame, y ningún padre le daría á su hija, justo castigo á solteros perniciosos. En Tlaxcalla, tres- quilaban la cabeza de los que aborrecían casai*se, que era grande afrenta, despidiéndole de la compañía de los demás mancebos. (3)

No obstante tan profundo respeto al matrimonio, la ley y las costumbres, aunque no lo permitían y eran miradas con repug- nancia y. desvío, toleraban las relaciones ilícitas. Los mancebos antes de casarse, y particularmente los hijos de nobles y ricos, pedían sus hijas, principalmente á las madres, y con ellas vivían vida marital: estas mancebas se llamaban Tlacallalcahuilli, per- sona dejada, porque era como abandonada de sus padres. Si du- rante aquel trato nacía un hijo, el hombre estaba obligado á to- mar por esposa legítima á la mujer, según las formalidades del rito, ó á devolverla á su familia sin poderse acercar más á ella/ Cuando el joven no pedía permiso á la madre, la manceba lleva- ba el nombre genérico de Temecauh; duraban las relaciones á voluntad, y podían legitimarse por medio del matrimonio, en

(1) Darán, segunda parte^ cap. 11. MS. P. Sahagun, tom. 2, pág. 323-25. Tor- quemada, lib. XIII, cap. XIY. Mendieta, lib. II, cap. XVIII. GlaYÍgero, tom. 1, pág. 253-54. Acosta, tom. 2, pdg. 35-7.

(2) Topquemada lib. VI, cap. XLVIII.

(3) Torquemada, lib. IX, cap. XII.

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cayo caso cambiaba el nombre por el de esposa Cihuatlantli ó Nocihuauh, pedida ó mi mujer: al varón, que antes se le decía Tepuchtl, cobraba el nombre de Tlapalihui^ hombre hecho. Los reyes, nobles y principales, fuera de la esposa legítima, Cihua- tlantli ó Nocihuauh, tomaban por ó á sus familias las pedían, cuantas concubinas eran de su gusto, las cuales llevaban el nom- bre particular de Cihuapilli. (1)

Tampoco admitidas, aunque también toleradas, existían las meretrices, despreciadas por la sociedad y no perseguidas por las leyes: no vivían en común, sino cada cual en su casa. Como todo es contraste en esta civilización, las mujeres de ciertas con- gregaciones eran educadas para el vicio. En el mes Hueitecuil- huitl, los guerreros distinguidos, lujosamente ataviados, baila- ban cogidos por las manos con las mozas, que acudían muy compuestas. '"En cesando el que tañía el atambor y teponaztli, '4uego todos se paraban y Comenzaban á irse á sus casas. A los "muy principales los iban alumbrando con sus hachas de tea "delante, y las mujeres que habían danzado, se juntaban todas "en acabando el areito, y los que tenían cargo de ellas llevában- "las á las casas donde solían junta!rse. No consentían que se de- "rramasen ó que fuesen con ningún hombre, excepto con los "principales. Si llamaban alguna de ellas para darlas de comer, "llamaban también á las matronas que las guardaban, daban "comida y mantas para que las llevasen á sus casas, lo que les "sobraba de la comida siempre lo llevaban también á su casa. "Algunos de los principales soldados si querían llevar alguna de "aquellas mozas, lo decían secretamente á la matrona que las "guardaba para que la llevase, y no osaban llamarlas públicamen- "te; la matrona la llevaba á casa de aquel, ó donde él mandaba; "pero de noche la llevaba y de noche salía." (2) Si por descuido se hacía esto públicamente, el guerrero era castigado, se qui- taban las armas y era despedido del ejército; la mujer no volvía á la compañía de las demás. (3)

No podríamos entender este pasaje, ó al menos nos daríamos i sospechar, que las recogidas doncellas del Calmecac se entre-

(1) Torquemada, lib. XII, cap. III.

(2) P. Bahagnn, tom. 1, pág. 134.

(3) P. Sahagun, tom. 1. pág. 131^5.

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gabán á estos excesos, si no encontráramos la explicación en Tezozomoc. (1) Desde los tiempos de Itzcoatl había en México una casa de educación llamada Cuicoyan, alegría grande de las mujeres, donde se enseñaba á las jóyenes el canto y la danza, al sonido del teiponasSi y del ÜajpanhuehvjeÜ: aquellas danzas, muchas alegóricas, eran ejecutadas en las fiestas civiles y religiosas. De noche eran las lecciones, que terminaban en escenas crapulosas. Las educandas salían de precisión desenvueltas y livianas, y como los méxica criaban á sus hijas en recato, pedían á los pue- blos vencidos cierto contingente de doncellas para sostener la institución, acabando por ser las infelices la lepra de la ciudad.

Bajo pena de muerte estaba prohibida la unión entre padres é hijos, hermanos, suegros y yernos, padrastros y entenados. La costumbre de los reyes del Perú, de casarse entre los herma- nos, fue desconocida en el imperio de México; algunos casos se dieron entre otros pueblos, que nunca fueron reconocidos legí- timos. Entre algunas tribus bárbaras, muerto el señor, su hijo tomaba por esposas á las mujeres y mancebas de su padre, que no habían tenido sucesión; esta alianza era llamada por los pue- blos civilizados Tetzcbhuitl, cosa espantosa, y á los frutos Tetxa-- nhconeU, hijos de asombro y de espanto. En Michoacan se podía tomar á la suegra por mujer, y si era mayor y tenía hija de otro marido, ésta vivía en común en poder del nuevo esposo. (2)

Castigábase el adulterio con pena de muerte, en el noble, aho- gándole en la cárcel, en el plebeyo apedreándole. Para aplicar el castigo no bastaba la acusación del cónyuge, eran precisos testigos y la confesión de los culpados. El marido no podía la muerte á la mujer por sospechas, ni caso que la cogiera infra- ganti, pues la ley prohibía que nadie se hiciera justicia por su mano. El incestuoso moría por ello, y si el muerto tenía herma- nos, el mayor ó el menor casaba con la viuda si tenía hijos^ Be- cibía castigo quien separado del cónyuge por adúltero, se unía de nuevo en cópula. El hombre que se vestía en hábitos de mu- jer, y la mujer en los de hombre, morían ahorcados. La tercera era llevada á la plaza, donde quemándole hasta la piel los cabe* líos con rajas de ocote, y untándole la cabeza con la brea, le de-

(1) Orónioa mexicana, cap. 18. MB,

(2) Torqnemada, lib. Xm, cap. VII; lib. XII, cap. IV.

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jaban ir á su casa. Las marimachos, llamadas paüache, incuba, tenían pena de muerte. (1)

"El reo de pecado nefando era ahorcado, ó quemado vivo si "era sacerdote. En todos los pueblos de Anáhuac, excepto entre "los panuqueses, se miraba con abominación aquel crimen, y en "todos se castigaba con rigor. Sin embargo, algunos hombres "malignos, para justificar sus propios excesos, infamaron con tan . "horrendo crimen á todas las naciones americanas; pero la fal- "sedad de esta calumnia, que con culpable facilidad adoptaron **muchos escritores europeos, está demostrada por el testimonio **de otros más imparciales y mejor instruidos." (2)

El repudio ó divorcio, según se verificaba en Texcoco, maestra de las leyes en Anáhuac, se hacía delante de los jueces. Los des- avenidos se presentaban alegando cada uno las razones en que fundábala separación; oídas, pesadas, y averiguado si entre ellos habían pasado las ceremonias del casamiento, los jueces les amo- nestaban la reconciliación, vivir en paz, y retirarse juntos á su domicilio. Aceptado el consejo el juicio quedaba fenecido; mas si persistían en separarse, el juez los despedía con aspereza. La justicia, pues, no autorizaba en manera alguna el divorcio, aun- que la costumbre era, en este segundo caso, que los casados se separaban, cual si hubieran recibido de los superiores consenti- miento tácito: de todas maneras, el divorcio era censurado por el pueblo. (3)

La mejor edad para casarse la mujer era de los quince á los diez y ocho años: vergonzoso parecía que solicitara marido, de manera que, jamas ella ni su familia daban para ello los prime- ros pasos. Cuando un padre tenía un mancebo idóneo para ser casado, reunía á los parientes significándoles su determinación; aceptada, era llamado el hijo, se le hacía entender, y él daba las gi'acias, teniéndolo ¿ gran merced y beneficio: todo ello con las arengas acostumbradas de aquel pueblo ceremonioso. Si el jo- ven residía en el Telpuchcalli, hapían una gran comida, prepa- raban los cañuto.; para fumar y una hacha de cobre: convidado

(1^ Torqaemada, lib. XII, cap. IV.

(2) ClaTigero, tom. I, pág. 824.

(3) Torquemada,lib. XIII, cap. XV.

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el Telpuchtlato, después de comer se le ponían delante el man- cebo 7 BUS parientes; nn orador le dirijía la palabra pidiéndole licencia para que el alumno se pudiera retirar del seminario, porque quería ser casado; el Telpuchtlato lo tenía por bien, y tomando el hacha de cobre se retiraba, dejando al joven en su casa. Aquella hacha era como rescate, y llevarla era señal de conceder libertad.

Llamábase á los astrólogos ó adivinos, quienes por el horós- copo del joven y de la doncella escogida, determinaban si el consorcio sería infeliz ó fausto; en el primer caso se abandonaba la pretensión, en el segundo se procedía á realizarla. Escogidas dos ancianas de las más honradas y abonadas entre las parlen- tas, iban á la casa del padre de la doncella, y con gran retórica y mucha parola le pedían la mano de su hija, informándole acer- ca de la familia del pretendiente: quería la costumbre que en aquella primera vez, se diera siempre respuesta negativa. Pocos días después volvían las ancianas solicitadoras, cihtuitlmique, ro- gando ahincadamente porque se hiciera el matrimonio; si el pa- dre no convenía, negábase de una manera absoluta, con lo cual quedaba terminado el negocio; mas si era de su agrado, contes- taba que hablaría con sus parientes é hija. La familia de la no- via se reunía, daban su consentimiento, y á los cuatro dias que tornaban tercera vez las cihuatlanque, daban por último el apete- cido si: el padre de la novia pasaba también á participarlo á su consuegro. De nuevo volvían los adivinos para señalar el dia del matrimonio, escogiéndose alguno de estos cinco signos bien acondicionados, Acatl, Ozomatli, Cipactli, Cuauhtli ó Calli. Las cihuatlajnqncy ^'demandadoras de mujer, negociadoras de casa- mientos," daban sus embajadas acompañadas de regalos, y ajus- tado el contrato, pactaban los bienes que los novios llevarían cada uno de por sí.

Para el dia de la boda se preparaba un gran convite; temprano llegaban los mancebos con sus maestros, al medio dia entraban los convidados, dándoseles profusamente de comer, flores y ca- ñas para fumar, acayetl; cada uno de ellos ofrecía junto al fuego algún don según su clase, y los más pobres sólo maíz. Entretan- to en la casa de la novia, hacia la tarde, bañábanle componién- dole los cabellos, vestíanla galanamente, componíanla brazas y piernas con plumas coloradas, pegándola marmajita sobre el

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rostro, ó bien los polvos amarillos del tecozahidztli. Colocada so- bre una estera, petcM^ cerca del bogar, los ancianos le bacían ra- zonamientos para que supiera cumplir los nuevos deberes de su estado, á lo cual respondía ella dando las gracias. A la puesta del sol, llegaban de tropel los parientes del mozo, demandando á la doncella. Una matrona destinada al efecto tendía en el sue- lo una manta cuadrada, dicha Üüquemifl, se ponía en ella de ro- dillas la novia, y recogiendo las puntas se la echaba á la espalda; las doncellas amigas encendían teas de ocoíl, y precediendo las luces, formado el cortejo en forma procesional, acompañando todos los parientes, atravesaban las calles hasta la morada del mancebo.

La casa estaba adornada con ramas y flores, lo mismo que la sala principal; en el medio de ésta se colocaba una estera fina labrada de colores, cerca del hog^r, que estaba encendido, y jun- to al cual había una vasija con copaUi; delante de la estera algu- nas viandas. Llegada la desposada á la puerta de la calle, y bajada del Üüquemiil se ponía en pié; el novio salía á su encuen- tro, sahumábanse uno al otro con braserillos en que se ponía copáUiy y tomándose por la mano penetraban hasta la sala, sen- tándose sobre la estera, la mujer á la izquierda del varón: los pa- rientes cada uno del lado de su familia, los demás concurrentes por el resto de la cámara. La suegra de la novia vestía á ésta un hmpilUy y le ponía delante un ctieitl, enaguas; la suegra del novio ponía á éste una manta, anudada sobre el hombro, dejándole de- lante un maxÜaÜ, Aunque alguno dice que los sacerdotes inter- venían en aquel acto, lo más seguro parece que, en aquella sazou se adelantaban las casamenteras llamadas titici^ y ataban la manta del novio con el huipilli de la novia; era el acto solemne, el sím- bolo de que quedaban unidos á perpetuidad. Después de un rato desanudaban las ropas de los esposos, daban juntos siete vueltas al rededor del hogar, ponían copalli en honra de los dioses y co- locados de nuevo en sus asientos se ofrecían regalos. La madre del esposo llegándose á su nuera la lavaba la boca dejándole delante algunas viandas, entre ellas twnálli y el moUi llamado tlatoniUi; el esposo ponía en la boca de su consorte los cuatro primeros bocados de la comida, á lo cual correspondía poniendo en la boca del varón los cuatro segundos bocados. Mientras los comensales en el patio se entregaban al rumor de la danza, las

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fitici llevaban á los esposos á la cámara nupcial y los dejabim solos. (1)

Cuatro días quedaban encerrados, sin salir más de á sus nece- sidades personales, y al medio dia y á la media noche para ofre- cer incienso y comida á los dioses. A la cuarta noche venían dos sacerdotes y aparejaban el lecho poniendo juntas dos esteras ñnas, en medio unas plumas y un clwdchihuül^ un pedazo de cuero de tigre, y á las cuatro partes unas cañas verdes y puntas de maguey, para sacrificarse la lengua y las orejas. Aquella noche se consumaba el matrimonio. Al dia siguiente sacaban las este- ras, sacudiéndolas fuertemente en el patio; los esposos se baña- ban sentados en unas esteras de juncia verde, echándoles el agua un sacerdote como si fuera otro bautismo; poníanles ropas nue- vas y dándoles un incensario sahumaban á los dioses. La esposa se ataviaba con plumas blancas en la cabeza, y pies y brazos con pluma colorada. A los señores y principales les bañaban con un plumaje, á honra del dios del vino Tezcatzoncatl. Al dia siguien- te, las esteras y ropa, cañas, púas y manjares, eran llevados al teocalli y presentados como en hacimíento de gracias. Durante aquellos dias, los convidados permanecían en la casa en regoci- jos y festines. (2)

Si en la cámara nupcial hallaban carbón ó ceniza tenían por agüero de que no vivirían larga vida, al contrario de lo que pen-

(1) Lord Kingsborough, lám. LXII, en la parte inferior. La novia UeTada á cues- tas por la matrona (25), escoltada por las doncellas sus amigas con las teas encendi- das (23, 24, 26, 27); la sala del convite con la estera (18), sobre la cual están fientadoB el novio (14) y la novia (12) en el momento de tener anudados los vestidos; cerca se distinguen el copalli (13) y el hogar (11) con el fuego encendido, símbolo de la feli- cidad domestica y de la fecundidad, al lado de la desposada lo&'padres y parienteís varones (10 y 16); al lado del esposo las madres y parientas mujeres. (15 y 20): ex- presan el convite QládqmhiiiU (17) lleno de tamaHUá bollos de niaíz; el mulMUcUi (19) con una pierna y la cabeza del huexoloü; el teoteocolU (hoy chochocol, vasija de que usan loR aguadores) con el octli (21) y el ídcalU para beberlo (22). Era platillo consa- grado para aquella fiesta el tlaton4Ui, guisado de chile (fnolli, hoy mole) con la carne del guajolote. A travcs de los siglos transcurridos quedan todavía entre los indíge- nas y clases pobres, restos de aquellas costumbres que se traslucen al medio de Jas ceremonias cristianas: lo relativo á manjares es casi todavía como en los tiempos primitivos, supuesto que aún conservan las mismas viandas como fondo de alimen- tación.

. (2) P. Sahagun, tom. I, pág. 81-88; tom. II, pág. 152-160. Mendieta, lib. II, cap. XXV. Toiquemada, lib. XIII, cap. V y VI. Acqsta, lib. V, cap. XXVII. ExpU- cacion del Códice de Mendoza, en Lord Kingsborough, &c.

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saban si el encuentro era de un grano de maíz ú otra semilla. (1) Los méxica se mostraban muy celosos de la integridad de sus esposas, y si no las encontraban cual debían, lo hacían publico con palabras afrentosas y gran vergüenza de la mujer, de sus pa- dres y parientes; pero si ella había conservado su honestidad, había gran fiesta, dádivas, ofrendas á los dioses, y un gran con- vite en la casa det^ada uno de los cónyuges. (2) Todavía hoy, en los pueblos, se tiene inuy en cuenta la pureza de la novia, y caso contrario se hace péblica su deshonra por medio de manifesta- ciones cuyo significado es conocido. (B)

Las ceremonias del matrimonio variaban entre algunas tribus. En Ichcatlan, quien quería casarse era conducido al templo por los sacerdotes, le cortaban un mechón de cabellos y enseñándo- los al pueblo exclamaban: ''Este quiere casarse." Bajaba enton- ces las gradas, tomando por suya la primera mujer libre que encontraba, teniéndola como destinada por los dioses para su companera: debe pensarse que las doncellas que no apetecieran aquel esposo, no se acercarían por las inmediaciones del teocallL En la Mixteca cortaban una guedeja de cabellos á cada uno de los novios, los hacían tomarse por las n^anos y les anudaban las ropas; para finalizar la ceremonia, el esposo tomaba acuestas á la mujer llevándola breve espacio, tal vez como expresión de la nueva y dulce y pesada carga. (4) Las mujeres otomíes, mozas y viejas, andaban siempre pulidas y galanas, emplumadas con plu- mas coloradas pies, piernas y brazos, afeitados los rostros con el betún del tecozahuül y color encima, teñidos los dientes de negro. Desde muy tiernos casaban á los muchachos con niñas de su edad, "y á los que regían, gobernaban y eran principales, les pedían sus "hijas; y si alguna de ellas era mujer hecha y no la habían pedi- "do, para que no se le pasase la vida sin tener hijos, la daban co- ''mo en don los principales sin ser pedida ó le pedía marido con 'quien casarles" (5) Los otomíes tenían libertad de juntarse con las solteras; cesaba aquel abuso después del matrimonio. En la primera noche de las bodas podía el marido repudiar á su mujer,

(1) Mendieta, pág. 128. Torquemada, tom. II, pág. 416.

(2) Acosta, tom. U, pág. 72.

(3) Véase Veytia, tom. II, pág. 26-7.

(4) Torquemada, lib. Xm, oap. V.

(5) P. Sahagim, tom. HI, pág. 127-28.

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y

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mas dándose por satisfecho no podía ya abandonarla. Batifícado asi el consorcio, hacían retirada penitencia por veinte ó treinta dias en satisfacción de sus pasadas faltas* (1)

Los méxica eran poligamos. Principalmente los reyes y seño- res teidan cantidad de mujeres; mas para ofrecer siempre el con- traste, una sola era considerada como esposa legítima, recibiendo como tal honores y distinciones, mientras las demás eran reco- nocidas únicamente como concubinas. De aquí resultaba en los palacios de los grandes una especie de harén, cuya guarda esta- ba confiada, en lugar de los eunucos turcos, á enanos y corcoba- dos, contrahechos y desagradables.

(1) Clavigero, tom. I, pág. 293.

CAPITULO II.

Educación de la juventud.-^ El Calmecac,— Clase sacerdotaL lientas de loa teoeaW.

2'raje. Unción. Categorías, Sacerdotes guerrero^, Trabemos y ocupaciones.

Vida y costumbres, Órdenes numásticas,—Telpoehtüüit¡L,-'Tlam€tcaecoyótL Monges de CenteoU.-^ Los reclutas,— Educación en el Telpiíohcalli, Armcts ofensi- vas y defensiva», Estandartes,— Mtisica guerrera, Organkaci&n del ^ército,'^ Marelias, Combate, Captivos, Orados militares y modo de akan9arlo8,-^Orde- nes militares. Postas y correos. Vuelta del ejército.

NUESTBO guía nos conduce ahora á la educación que á los jóvenes se daba en los. gimnasios y seminarios: reúne lo relativo al Calmecac y al Telpuchcalli; mas nosotros lo tratare* znos separadamente.

No eran admitidos en el Calmecac mas que los hijos de los no* bles y gente principal Los padres, como ya vimos, ofrecían el niño recien nacido á los sacerdotes de los templos, á nombre de Qnetzalcoatl ó Tilpotonqui, y una vez aceptado, permanecía en su casa hasta la edad competente. Dos géneros de educandos liabía en la casa; los unos que seguían la vida sacerdotal hasta morir en ella, los otros que sólo recibían la enseñanza religiosa y civil, separándose del seminario cuando querían casarse: á to- dos indistintamente se daba la misma educación. En cada lugar variaba el número de los alumnos, en ra^n de la importancia de la población y del teocalli.

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Llevado el muchacho al Calmecac, los padres ofrecian á Que* tzalcoatl papeles, incienso, maxüatl, sartales de piedras y plumas ricas; los novicios tañían los instrumentos, pintaban de negro el rostro y cuerpo del nuevo hermano, poníanle al cuello unas cuen- tas de palo llamadas tlacopaUi y le sacrificaban de las orejas á honra de QuetzalcoatL La disciplina de la casa era áspera en de- masía. Por vestido llevaban los alumnos el maxüatl y una sola manta fina j blanca de algodón; la cama era dura, el alimento parco: las órdenes dadas por los superiores eran cumplidas exac- tamente sin que fuera obstáculo la estación, la hora ó las intem- peries. Dormían separados; comían de lo que en el Calmecac se guisaba, y si de sus casas les llevaban los alimentos, se hacían comunes; no podían separarse un punto del seminario.

Levantados antes de la salida del sol, barrían y limpiaban el templo; tenían aseados y listos los objetos relativos al culto y sacrificios; iban al campo á traer las púas de maguey para las penitencias, la leña para alimentar el fuego sagrado; trabajaban en reparar los edíQcios y teocalli. Concluido el trabajo se retira- ban al monasterio, bañábanse, se entretenían en ejercicios de penitencia, y á las once de la noche cada uno salía al lugar de su devoción, á dejar clavadas en bolas de heno las púas de maguey con que se había sacrificado. El soberbio, el desobediente, el que ofendía á otro era castigado severamente, consistiendo aquellos castigos en azotar con ortiga, punzar con las puntas de maguey las orejas, costados y cuerpo, y otros aun más fuertes: al borracho é incontinente le daban garrote, le quemaban vivo ó asaeteaban. Bañábcmse á la media noche como los sacerdotes, guardaban los ayunos con todo elrigor pedido por el rito, orando, sacrificándose el cueifpo, y poniendo en práctica los preceptos religiosos.

Enseñábanles á hablar con retorica y urbanidad; aprendían los cantos sagrados destinados á los dioses, "los cuales versos estaban escritos en sus libros por caracteres," es decir, que les enseñaban la lectura y escritura de los jeroglíficos, así como las combinacio- nes de la astrología y la cuenta de los años y del calendario. "Vivían castamente, comían con templanza, jamas mentían, eran devotos y temíau á los dioses. Llamábanse teotlamacazqne, ^'man- cebos 6 mozos divinos, ó mancebos donceles de dios." Cada cin- co años tenía lugar la promoción de grados, es decit, que según

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lo8 méritos de cada tino era subido á major lugar en la escala Bacérdotal. (1)

La clase de los sacerdotes era muj niiinerosa; No podemos fijar la cantidad preeisa; pero si se atiende á que Torqnemada sube á coarenta mil los teocalli en el imperio y qxte en relación de la importancia de las pobiacdones era el ntimexo de los miáis* trosy elevándose á cinco mil en sólo el telmplo mayor, no paseoerá ezi^erada la cifra de un millón adoptada por Clavigera (2) Para el mantenimiento de ellos, y gastos de repareKÁon de los edifi-

(1) Sahagon, tom. I, pág. 271-76. Torquemada, Uh. IX, oap. XI. Los edaoaodoB del Galmeoac y del Telpuchcalli se ocupaban en barrer los teocalli y casas (1); traer tulUn (2) para adornos ó usos domésticos, púas de maguey (3) para las penitencias, aeatl ó carrizo (4) para las enramadas y sacrificios, troncos para lefia (5), cortezas ▼evdes (€} 6 secas (7) para atizar el fuego sagrado, ramas de árboles (8) para las com- posturas y adornos.

Peculiar al Calmecao vemos un sacerdote (9) punzando ál novicio cmxii púas de maguey (10), ya para acostumbrarle á sacrificarse el cuerpo, ya castigando alguna falta. Dos sacerdotes (11 y 13) punzan con púas de maguey el cuerpo del novicio (12), cflsttgándoie por haber permanecido i>or tres dias en su casa (14) sin venir al mo- Qteterio.

Esto dice la lámina LXTTT del Códice Mendooino; en cuanto á la LXTV, un sacer- dote (2) va en marcha para el sacrificio; conduce en una nuúio el tlemaUl con el fue- go y en la otra la bolsa del eopaSU ó incienso; carga á la espalda el vaso con be^efio sequerído en ciertos ritos, y las cafias para el sacrifleio personal; sígnele un non- cto (1) con la escoba para barrer y la ofrenda.

ün alumno (4) canta y toca el teponaztli á la hora de media noche (3), según lo prevenido en el ritual.

Otro (6) está en observación del cielo para determinar la media noche (5). Care- ciendo aquellos pueblos delreloj, aa dixigíain para marcar las horas, por el sol dtráiite el día, en la noche por las estrellas. Dice la estampa, con el símbolo estrella, nnifto al ojo por la línea de puntos, que colocados en lo alto de los templos los observado- res seguían atentamente el movimiento de los astros, y por su posición daban la señal para las distribuciones. Debían de tener algún medid para gobernarse durante las noches en que el cielo estaba entoldado por 1$8 nnbes, ya }K>r las costumbres de oiertos animales, ya por el color del fuego en las fogatas, como lo practican las gen- tes de la frontera.

Los novicios (7) no estaban exceptuados de ir á la ^erra: seguían á su sacerdote conductor, Uevando el dardo 6 lanza en la mano, á la espalda el escudo, arco y fle- chas y el equipaje de su superior.

Obligación de los novicios era recojer y prepararlas cañas para los sacrificios (12). Cuando alguno de ellos (15) faltaba á la castidad con alguna mujer (16), los supe- riores (13 y 16) le imponían mny duras penitencias, punzándole con púas de ma- guey. Bra también de su deber (20) reparar y conservur los templos de dentro y f aera de la ciudad. (21)

(2) Hist. antig., tom. I, pág. 249.

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cio8> los templos tenían la propiedad de grandes tierras; colonos» terrazgueros ó arrendatarios las labraban, contribuyendo con víveres de toda dase, bebidas, leña y carbón, copaUi y lo necesa- rio para el culto, teniéndose los pueblos y gente ocupada en este cultivo como muy honrados y estimados. A tiempos del año vi- sitaban los ministros sus heredades, ya para arreglar la admi- nistración, ya para atender á las necesidades de los trabajadores. El templo mayor de México disfrutaba cuantiosos bienes, y en Tezcoco quince pueblos suministraban mantenimientos al rey y al templo por seis meses, siguiendo con la misma carga otros quince pueblos los seis meses inmediatos, sin cesar el tumo. A estas rentas deben aumentarse las oblaciones de los fieles, las donaciones de los devotos establecidas en las fiestas religiosas, las primicias de las sementera, los votos, &c Inmediatos á los teocalli había trojes y graneros donde se guardaban aquellos productos; sacado lo que era menester, el sobrante se repartía á los pobres, para lo cual había en las grandes ciudades como Mé- xico, Tlaxcalla, Texcoco, CholoUan y otras, hospitales donde se curaba á los enfermos y acudían los necesitados para la distri- bución de los residuos. Las monjas confeccionaban la comida de los dioses; muchas mujeres, que servil^ fuera de la clausura y no vivían en los templos, hacían de comer á los ministros y servidores inferiores. (1)

El nombre de los sacerdotes era ieopixqui, "que quiere decir, '^oficiales ó guardas de dios, de teotl que es dios, j pixquiy que es 'aguarda ú oficiaL'' (2) "Criaban sus cabellos á manera de nazare- arnos, y como nunca los cortaban ni peinaban y ellos andaban "mucho tiempo negros y los cabellos muy largos y sucios, pare- "cían al demonio. A aquellos cabellos grandes llamaban nopajpa, y de allí les quedó á los españoles llamar á estos ministros pa- 'pas.^^ (3) En efecto, aquellos ministros se dejaban crecer el pelo, que á veces les llegaba á los pies, trenzándolo con cordones de algodón y pintándolo con tinta negra. Aunque durante los baños y abluciones perdían el color, todas las mañanas se pintaban

(1) Torquemada, lib. VIII, cap. XX,

(2) TorquemadBi lib. IX, cap. III.

(8) Moiolinia, Hisi. de los indios, pág. 4.5. Adelante daremos la que nos parece verdadera etimologfc de la palabra j^jmi.

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cnerpo y rostro de negro con nna tinta formada del negro de hxuno de ocotl, matizándose con otros colores, principalmente ocre y almagre. Su vestido era nna manta blanca fina de algodón, si bien segan los grados aquellas mantas se disüngnian por flecos» listas ó labores negras. Por calzado llevaban cadU (cacles^ san- dalias), compuestos de nna snela anndada por correas & la gar- ganta del pié. (1) usaban también de un ungüento particular, llamado twpactti, remedio ó medicina divina, para cuando iban Á sacrificar á los montes 6 cuevas, pues libraba de las fieras; servia también de medicinaren varias enfermedades. Recogían saban-^ dijas ponzoñosas como víboras, alacranes, cientopies, &c., y las quemaban en un brasero¡delante del altar; la ceniza la revolvían con tabaco, oldiuhquiy negro de humo, gusanos, aranas y alacra- nes vivos, y todo mezclado y machacado formaba el extraño menjurge. (2)

La clase sacerdotal estaba organizada por categorías. El jefe supremo llamábase Teotecuhtli, señor divino, y se distinguía por la borla de algodón que al pecho llevaba colgando; le seguía en dignidad el Hueiteopixqui, gran sacerdote. (3) En Texcoco y Tlacopan un hermano del rey era el sumo pontífice; en México era electo el más noble, virtuoso y entendido de los sacerdotes, aunque sin duda se escogía persona de la casa real. Motecuhzo- ma y Cuauhtemoc desempeñaron aquella dignidad; los reyes máxica en las grandes solemnidades hacían el papel de sacrifica- dores, y se comprende que, al menos en los últimos tiempos, los monarcas de México asumían el doble carácter de jefes de la r^igion y del Estado. El Teotecuhtli parece consagrado particu- larmente á las cosas civiles; era consejero del rey, sin su apro- bación no se declaraba la guerra, é intervenía en los graves ne- gocios públicos, ungía al rey electo, en las grandes y solemnes ocasiones era el sacrificados (4) El Hueiteopixqui entendía di- rectamente en los asuntos rituales.

El sumo sacerdote entre los totonaca, escogido entre seis de los ministros más virtuosos, era ungido en la cabeza con un un-

(1) Torquemada, lib. IX, cap. XXVm.

(2) Aoosta, Ub. V, cap. XXVI.

(3) Toyqttemada, lib. IX, cap. III.

(4) Torquemada» lib. IX, cap. V. Clavigero, tom. I, pág. 250.

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güento compuesto de tMi j sangre de niños sacrificados; (1) lla- mábase á esjto wunon divina.

El MexipaÜteohuatzin tenía á su cargo el culto en los pueblos y provincias» su distintivo, era un incensario y una talega con copalli! tenía dos coadjutores, el Huitznaoateuhuatzin y el Te« panteuhuatfsin. El Tlaquimiloltecuhtli, cuidador de los tesoros de la iglesia; Tlillancalcatl, que disponía de los omamentoB y vasos sagrados; Tlapixcatzin, ordenador de los cantos é himnos religiosos; Tlaznacazcateotl, director de los estudios de los man- cebos; (2) ^1 Epcualijstliy ó como corrije Olavigero, Epcoacuiltsdn, maestro de ceremonias ó arreglador de las fiestas; Meloncotehuai que entendía en el servicio del templo; Ointentzin, superior de los monjes del templo de Xilomen; Atempateohuatzin, presidía á los ministros de la diosa Toci; Tecaumanteobua, asistente del templo del fuego; Tezcatzoncatlometochitli, sacerdote dei dios del vinoj con su vicario OmetochtUiyauhquemei &o., &c* (3) Se- guían empleados inferiores como tañedores» cantores, sacrista^ nes, mozos, y en cada calpuUi 6 barrio existía un ministro que liacía veces como de^ párroco.

Los sacerdotes acompañaban á los ejércitos en campaña^ ya para desempeñar los sacrificios 6 interpretar los agüerosi ya pa- ra combatir en defensa de los dioses: había también, por conse- cuencia, algunas categorías militares. Los Tlamacaztequihuaque, que habían hecho hazañas en la guerra; Tlamacazcayaque, que había cautivado un hombre en la guerra: estos no vivían en los templos, mas acudían á las fiestas, recogiéndose & hacer peni- tencia, lios ministros cantores se decían Tlamacazquecuicanime; los sacerdotes menores Tlamacazteicafauan, los muchachos sa- criAtanejos Tlamacatoton. (4)

Los jóvenes del Calmecac, que seguían la carrera eclesiástica, pasaban por diversos grados. El inferior ÜainacaztOf especie de acóUto; tlamacazquíy diácono; ÜanamacaCf sacerdote: de éstos se nombraba un jefe superior ó pontífice, llamado Quetzalcoatl, que aunque plebeyo, fuera el más virtuoso y entendido, haciéndose la elección por el rey y los principales. Otros dos grandes sa-

(1) Torquemada, lib. IX, cap. Vn.

(2) Torquemada, lib. IX, cap. VI. P. Sahagim, toin. I, pág, 218-23.

(3) Torquemada, lib. IX, cap. X.

(4) F. Sahagun, tom. I, pág. 112.

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oerdotes salian también de ellos; el TeoteoÜamacazqui oonsagra- do al servieio da Huitzilopochtli, y el Tlaloctlamacazqui servi- dor de Tlaloc (1)

En ouanto á sus trabajos y ocupaciones^ á la salida del sol ofFe<úaa sangre de las orejas, recibiéndolo con sacrificio de co- dornices, miisica y oraciones; nueve veces incensaban al astro, cuatro de dia y cinco de noche, en intervalos casi iguales* (2) A los ídolos incensaban al amanecer, al medio^dia, á la puesta del sol y á la media noche; á esta hora tañían sus flautillas, bo- cinas y caracoles, diciendo ciertas oraciones y haciendo peniten- cias: eran como m«¿tines á que ninguno faltaba (3) Lavábanse la sangre en el estanque llamado Ezapan, sobre el agua de san- gre, y las púas que les servían, colocaban en las almenas del tem- plo, clavadas en bolas de heno, para edificación del pueblo. De sus ayunos y ásperas penitencias hemos dado noticia, aumen- tando ahora que se disciplinaban con sogas de pita de maguey con nudos en la punta, se azotaban con recias ortigas, se daban unos á otros golpes en la espalda con una piedra» se despeñaban de alguna altura para quebrantarse el cuerpo, y no faltaba quien se retirara á las sierras más agrias para hacer vida dura y peni^ tente. (4) El sumo sacerdote se apartaba alguna vez á un monte espeso, por término de nueve meses y un año, y bajo una chosa de ramas pasaba el tiempo, sin comunicarse con nadie, comiendo granos de maíz crudo y bebiendo agua, orando, sacrificando ani- males, y sacándose sangre del cuerpo á todas horas del dia y de la noche. (5)

Mostrábanse solícitos en el cumplimiento de sus deberes reli- giosos, practicando sacrificios y preces con diligente solicitud, grande compostura y reverencia; la menor falta era castigada con sumo rigor. (6) En lo alto de los teocalli y en las encrucijadas de las calles, había veladores, que se mudaban por cuartos du- rante la noche, para advertir, aquellos á los sacerdotes, éstos al pueblo, las horas de distribuciones para la oración, atizar los

(1) P. Bahagon, tom. I, pág. 276-77.

(2) P. Sahagun, toi^. I, pág. 224.

(3) Acosta, tom. I, pág. 34.

(4) Aoogta, lib. V, cap. XVn.

(5) Torquemada, lib. IX. cap. XXV.

(6) Torquemada, lib. IX, cap. XXIV.

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fuegos sagrados, y decir las alabanzas prescritas en el ritual: (1) de aquí el poco descanso de los ministros, quienes se acostum- braban á dormir bien poco, ''usaban también hacer procesión ''en muchas de sus fiestas, y traían en andas las imágenes de los "ídolos, algunas veces al rededor de los cues, y otras veces por "lugares más lejos, y acudía todo el pueblo á estas procesio- "nes." (2) Servíanles para dar las señales y convocar á los fieles las flautillas, bocinas y caracoles; tañían también el huehuetl y el teponaztli. A los dormilones despertaban echándoles agua fria ó rescoldo del fuego. Poníanse orejeras y bezotes á honra de los dioses, llamando á estos actos Nenacazxapotlaliztli y Ne- tenxapotlaliztli. (3) Los cantos y bailes diferenciaban en la no- che y el dia, en las diversas fiestas y solemnidades; (4) se tenía gran cuenta con aquellos himnos sagrados y con las representa- ciones simbólicas, prescritas por el ritual. Llevaban siempre los ojos bajos, guardándose de alzarlos á mujer alguna; su porte era compuesto y recatado, sus palabras mesuradas: irreprocha- bles en castidad, se entregaban á las más crueles abstinencias y maceraciones para apagar los fuegos del deseo, tomaban bebe- dizos para hacerse impotentes, á fin de no ofender á los dioses, y si no bastaba, se hendían el phallus para inutilizarse por completo. (5)

Había otras reuniones á manera de órdenes monásticas. La llamada Telpochtiliztli, de los jóvenes, estaba instituida á honra de Tezcaltlipoca ó Telpochtlí, joven ó mancebo. No vivían con- sagrados en monasterio, sino en sus casas, y sólo se reunían de noche en un edificio del barrio: se admitían hombres y mujeres, los cuales andaban vestidos galana y pulidamente. Niños y ninSiS eran ofrecidos por los padres á la orden; cuando llegaban á la edad requerida, acudían á la congregación á la puesta del sol, y asidos de las manos mozos y mozas, tañían, cantaban y bailabsm á honra del dios, hasta la media noche presididos por un prin- cipal que les enseñaba y doctrinaba: luego se retiraban. Nada pasaba allí contra las buenas costumbres, pues la menor falta

(1) Torquemada, lib. IX, cap. XXXIV. Saliagun, tom. I, pág. 215,

(2) Sahagun, tom. I, pág. 216.

(8) Sahagun, tom. I, pág. 218. ,

(4) Torquemada, lib. IX, cap. XXIII

(5) Acoeta, lib. V, cap. XVII. Torquemada, lib. IX, cap. XXVI y XXIX.

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contra la honestidad quedaba castigada con la muerte, irremisi- blemente sin excepción. La maestra de las doncellas se nombra- ba Ichpochtlatoqne. Los alumnos no tenían otra obligación que la dicha, permaneciendo en el gremio hasta que se casaban. (1)

La orden Tlamacaecoyotl, yida de penitencia, servía á Que- tzalcoatl. A los cuatro anos de edad, los párrulos ofrecidos al instituto se encerraban á yítít en comunidad, hombres y mujeres separados, bajo la vigilancia de sus superiores. Vestían pobre- mente; bañábanse á la media noche, velando en seguida hasta las dos de la mañana en oración y penitencia; para sacarse sangre con las púas de maguey tenían licencia de ir á los montes á sacrificar á los dioses: trabajaban en las sementeras de las tierras del teocalli, aunque los padres de los alumnos tenían obligación de mandarles el alimento. Vivían recatada y limpiamente hasta que se casaban. (2)

Entre los totonaca, los monjes de Centeotl no pasaba de cierto número, escogido éntrelos ancianos de más de sesenta años, de vida ejemplar y austera virtud. Vestidos de pieles, dados á la penitencia; de conducta irreprochable, servían de consultores, no solo á la gente humilde sino á los mismos pontífices y reyes. Ocupábanse en escribir historias, las cuales enseñaban y expli- caban al pueblo los sumos sacerdotes en pláticas y sermones. (3)

El número de los sacerdotes, sus riquezas, su comunicación con los dioses, su vida ejemplar, los conocimientos de que eran poseedores, los hacían sin duda queridos y respetados de to- dos. (4) Litervenían en los actos de la existencia del hombre; tomaban parte en los negocios públicos y no eran extraños á las resoluciones de los grandes; accmsejaban y aun dirigían á los re- yes; combatían por los dioses y por la patria dando ejemplos de civismo. Dirigían la educación de la juventud: nobles y pecheros, grandes y chicos, varones y hembras tenían puntos de contacto con el sacerdocio; por más ó menos tiempo habían permanecido en los institutos, entregados á las prácticas piadosas, llevando la vida contemplativa, austera y penitente de los monjes. Ellos hablaban con los dioses, siendo los intermediarios entre las dí-

(1) Torquemada, lib. IX, cap. XXX.

(2) Torqaexnada, lib. IX, cap. XXXI.

(3) Torquemada, lib. IX, cap. VIII.

(4) Torquemada, lib. IX, cap. XVIII.

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vinidades y los hombres. Sabían interpretar los agüeros; enten- dían el canto del t&xjloU, la significación de la marcha de la culebra y del vuelo de los insectos; (1) leían la suerte futura en las com- plicadas significaciones del Tonalamatl, en las enredadas posi- xjiones de los númenes celestes: teófonos, adivinos y profetas, debían influir poderosamente en la multitud por tan relevantes cualidades. Poseedores de las ciencias, ninguno les podía hacer competencia en los primores del cálculo, en la claridad de la es- critura, en los secretos complicados de la astronomía, de la teo- gonia y de la astrología judiciaria. Sospechamos que lo que al pueblo se enseñaba acerca de estos ramos era trunco y confuso; sin duda que los ministros iniciados debían tener una escritura jeroglífica muy cercana á la fonética, ya que podían conservar es- critos himnos y doctrinas, para lo cual son insuficientes los ca- racteres ahora conocidos: eran menester conocimientos exactos acerca del movimiento de los astros, para señalar con precisión el valor del año trópico, las fases de la luna y las apariencias del planeta Venus. La repetición de las fiestas, la participación de la multitud en las ceremonias, la obligación de la penitencia, del ayuno y de la oración á todas las horas del dia y^de la noche, debían grabar hondamente el principio religioso en el ánimo de aquel pueblo melancólico y meditabundo, grave y soñador. En- tre los méxica no había casta sacerdotal. Faltaba que el oficio pasara de padres á hijos; que por derecho, una fracción de aque- lla sociedad revistiera el carácter sagrado. En la clase azteca todos eran admitidos á la participación de las gracias divinas, y la limpieza de costumbres, las virtudes relevantes, la sabiduría, podían conducir hasta las más- encumbradas posiciones.

La parte inferior de la lám. LXIII (2) dice, que los muchachos á cierta edad (16) eran presentados por sus padres (19) á algún valiente soldado, al menos con el grado de tequihna (15), á fin de que le llevara á la guerra. Admitido el encargo, cuando la oca- sión llegaba, se ponía en marcha (19), seguido del recluta (18) cargado con bastimentos y fardaje. Befiérese esto á los mucha- chos que no entraban á los institutos religiosos ó civiles, perte- necientes á la gente ínfima ó común. Los mexica tomaban parte

(1) Torqtiemada, lib. IX, cap. XVII.

(2) Códice Meudocino en Lord Eingsborough.

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desde xnay temprano en las cosas de la milicia. Como no teñían fuerzas aún para pelear, hacían sus primeras salidas bajo el am- paro de un veterano, siendo su empleo servir como de paje j cargar los efectos que para ambos eran menester. Así se acos- tumbraba á las marchas, á sufrir la intemperie, á dormir en el campamento, y si bien no ccnabatía» miraba de cerca al enemigo, se endurecía en la vista de la sangre, tomaba ejemplo de los gue- rreros para ii^itar sus hazañas, é iba aprendiendo la táctica y organización del ejército.

'OPasado este episodio, pasamos ahora á la educación en el Telpuchcalli, Estas escuelas para hombres y mujeres que perte- necían á lo que podremos llamar la clase media, estaban anexas á los templos; separados i)or sexos, vivían en comunidad, ocu- pándose en los mismos quehaceres, recibiendo la misma ense- ñanza que los del Oalmecac, aunque no tan cerca de los dioses, ni de las cosas sagradas. Los hombres estaban dirigidos por je- fes llamados Telpuchtlato, guarda de los mancebos. Pintábanse el cuerpo de negro á excepción del rostro, vestían el maxUaü, y por todo abrigo la manta llamada daJcaayaÜf de pita torcida de maguey, en forma de red floja y rala: era éste el distintivo de estos colegios civiles. Las ocupaciones da los alumnos eran se- mejantes, como antes dijimos, á las de los novicios, y como pro^ pias del Telpuchc^i [dicen las pinturas del Oód. Mendocino, lám. LXIY, que los alumnos guardaban contínenoia;«i alguien (10) cometía &lta con mujer (9), los superiores (8 y 11) le castigaban mesándole los cabellos, y dándoles de golpes oon fuertes leños, al compás de duras amcmestaciones. Los ociosos ó incorregi- bles (18), eran castigados por mano de sus superiores (17 y 19) con quemarles el cabello; la falta de este adorno se tenía por afrentoso. Obligados estaban (20) á reparar los ieocalli (21), acá- rreaa;ido para ello loa materiales: lo mismo acontecía (1) res]>ecto de las casas 6 edificios públicos. (1)

Trabajaban en ooiavn tierras y heredades para su sustento; en materias religiosas guardaban los ayunos, hacían penitencias, sacrificándose el cuerpo en la forma que la costumbre tenía es- tablecido. Terminaban los trabajos hacia la puesta del sol; reti- rábanse entonces á sus casas, bañábanse, se pintaban de nuevo el cuerpo de negro, exceptuando el rostro, poníanse distintivos

(1) Cóá. Mendocino, lám. LXV.

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y adornos quienes ya los habían alcanzado, dirigiéndose 'en se- guida al Cuicaecdco, casa del canto, donde pasaban hasta la media noche cantando y bailando, para ir á dormir al seminario. Ségun se colige de la relación del P. Sahagun, aquella pureza de cos- tumbres no rezaba con todos los alumnos igualmente; los niños estaban sujetos á rigorosa disciplina; mas para los mancebos que habían ido á la guerra, principalmente si habían ganado algún ascenso, aquella disciplinase relajaba un tanto, como consecuen* cia de la vida disipada del soldado. A estos se les permitía tener mancebas, dándoseles licencia para ir á dormir á sus casas. La embriaguez era castigada con pena de muerte. De aquellos semi- narios se retiraban para casarse; para lograr su separación daban al Telpuchtlato diez ó doce mantas grandes de las llamadas cuach- tliy el jefe les hacía un largo razonamiento recomendándoles sus deberes, y quedaban libres. Otros alumnos había que permane- cían en el colegio aun contra su voluntad, hasta que una orden del rey les dejaba libres. (1)

Hacia los quince años de edad, (2) cuando los alumnos eran fuer- tes, al mando de uno de los guerreros del Telpuchcalli (4) salían á la guerra (3), Uevando el fardaje y armas de su maestro. (2) Así los hombres de todas las clases de la sociedad, apenas llega- dos á la juventud, comenzaban la carrera militar, disponiéndose á tomar parte en los interminables combates que debían ser la ocupación constante de m, vida entera. Los alumnos de los gim- nasios, como los demás ciudadanos, sólo podían abrirse camino á los puestos y las dignidades >por medio de hazañas guerreras. No podían aspirar, sino en casos excepcionales, á los lugares destinados á los nobles, mas mucho se encumbraban si sabían merecerlo. Subían á Tiacauh, maestro de los mancebos; Tel- puchtlato, jefe de los mancebos; Tlacatecatl, Tlacochcalcatl ó Ouauhtlato, jefes en el ejército ó gobernadores en los pueblos, y Achcautli, especie de alguacil ó empleado en la administración de justicia. "De esta manera iban subiendo de grado en grado "los mancebos que allí se criaban, y eran muy muchos los que "se educaban en las casas de Telpuchcalli, porque cada parro- "quia (barrio) tenía quince ó diez casas de Telpuchcalli." (3)

(1) Sahagun, tom. I, pág. 266-71. Torquemada, üb. IX, cap. XII,

(2) Cód. de Mendoza, lám. LXT.

(3) SahagiHi, tom. I, pág. 269.

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Los pecheros estaban obligados á los trabajos serviles. Dice el Códice (1) que el tecahtli (6) encargado de las obras, emplea á los plebeyos (5) en reparación y construcción de los caminos públicos (8), y de los teocaUi* deteriorados (7). Simboliza este trabajo la coa^ madero largo, duro y puntiagudo, empleado en remover la tierra en las faenas agrícolas ó de ingeniería. Las dos líneas paralelas con huellas del pié humano indican camino, ca- lle, calzada; el símbolo agua, atravesado por las líneas, canal con puente. El símbolo que acompaña al figurativo teocalli, tiene el valor fónico de zozoltic, cosa usada .y vieja.

El guia que nos conduce nos pone ahora delante los grados militares; antes de encargamos de la descifracioh de la pintura, tenemos que entrar en algunos pormenores. Las armas ofensivas de los méxica eran de vacias clases. El arco, ÜahuitoUi^ de made- ra elástica, con la cuerda de nervios de animales ó de hilo de pelo de ciervo: algunos había de cinco pies de cuerda. La flecha, miü, el astil de madera, armado de un hueso, espina recia de pescado, ó punta labrada de pedernal, tecpacü, ú obsidiana, itzÜÜ Dícese que los flecheros de Tehuacan eran tan diestros, que disparaban^con acierto dos y tres saetas á un tiempo. (2) De los iarahumares y hiaquis se as^ura, que puestos en círculo algunos flecheros, arrojan al aire una mazorca de maíz y no la dejan caer hasta que á tiros le quitan los granos; cuanto tiempo quieren mantienen en el aire una moneda mediana. (3) Conforme á un autor, (4) ponían en las flechas espinas del pez libim que son en- conadas. Debemos advertir, que fuera de los seris, tribu de So- nora, las naciones de raza nahoa no usaban saetas emponzoñadas; entre los méxica sería contrario á sus mismas ii^tituciones. La guerra se emprendía para hacer prisioneros que sacrificar á los dioses, y matar á los cautivos era privarse del fruto de la victo- ria. La lanza, tqmztopiUiy el asta de madera fuerte ú otatUy con punta de pedernal ó cobre: las picas de algunos de Chiapan y de los de Chinantla median hasta diez y ocho pies de largo: estos últimos acudieron al socorro de Cortés cuando salió contra Ñar-

(1) Gód. de Mendoza, lám. IXV,

(2) Torquemada, lib. XIV, cap. III.

(3) GlaYigero, tom. 1. pág. 332, nota.

(4) Herrera^ dec. II, lib. VII, cap. XI.

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vaez. En flechas y lanzas la moharra se aseguraba al palo con nervios y gomas ó resiniw apropiadas. La honda, tenujüaü, con la cual alcanzaban muy lejos. La maza, porra ó claya, cuaiJi6lcXL% claveteadas con cobre y oro si se quiere, mas no con fierro como por descuido dice Ixtlilxochitl, (1) pues este metal no fué em- pleado por los aztecas. Del dardo, asegura Clavigero, (2) que iba atado al brazo por un amiento, á fin de cobrar el arma después de haber herido, nos figúrennos que se refiere á la fisga, topUli ycuxUepuzo icmichmah, que asi serría para tomar el pescado como de arma arrojadiza. Los dardos llamados tlaeochtU se "tiran con

una ballesta hecha de otro palo. '^ Algunos dardos tienen

tres puntas con las que hacen tres heñidas." (3) No hemos en- contrado descripción de esta especie de ballesta, mencionada en otros lugares. Llamábase aüaü; parece inventada por los méxi- ca durante su mansión en Atlacuihuayan (Tacubaya), cuyo nom- bre significa, en donde se cogió ó invento el aÜcUí. Esta opinión del Sr. D. José Femando Bamírez la vemos confirmada en la pintura publicada por Mr. Aubin en Paris; el nombre Atlacui- huayan está expreseuio jeroglíficamente por el oMaM; ignoramos cuál fuese su mecanismo. El maeuahuiÜ, palo de la mano, llama- do por los castellanos Tnaoarui (4) 6 espada. "Tiene también, es- padas, dice un testigo ocular (5) "que son de esta manera: hacen

(1) BelAciones. MS.

(2) Hist. antig., tom. I, pág. 333.

(3) El Conquistador anómmo, apud. García Icazbalceta, Doc. toip. I, pág. 375.

(4) Creímos alguna vez que la palabra fnacana era corrupción de la voz mexicana macuahtUÜ; es un -verdadero error, porque macana pertenece á la lengua de las is- las. Fr. Bartolomé de las Oasaa, Historia de las Indias, Hb. I, oap. 95, desoribifindo las anuas de los insulares, escribe; 'Hir unas como espadas, de forma de una paleta hasta el cabo, y del cabo á la empuñadura se viene ensangostando, no aguda de los cabos, sino chata; estas son de palma, porque las palmas no tienen las pencas como las de acá, sino lisas 6 rasas, y son tan duras y pesadas, que de hueso, y cuasi de acero, no pueden ser más: llámanlas maea/nas," £1 mismo Casas, Hist. apologética*, cap. 15, hablando de ciertas palmas, dice: "Son huecas, pasados dos buenos dadoi de gordo, que tiene lo que digo, que es muy dura, y están llenas de unas hilachas, las cuaíes quitadas, que se quitan y sacan fácilmente, quedan como una culebrina ó bombarda, que suelen servir, enteras, ó partidas por medio, de canales por donde venga el agua para edificios, en especial donde se hace el asiícar, que se llaman in- genios: de esta manera hacían los indios las que llamaban maoanof." MaouáhuiU 0e compone de moM, mano, y cuahuiÜ, árbol, madera, diciendo la traducción literal, madero de la mano ó parala mano.

(5) El Conquistador anónimo, loco cit. Motolinia, pág. 188.

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**uiisk espada de madera á modo de montante^ con la empañadura ''no tan larga, pero de unos tres dedos de ancho, y en el filo le "dejan ciertas canales en las que encajan unas navajas de piedra ''viva, que cortan como nna navaja de Tolosa. Yo un dia que "combatiendo un indio con un caballero, dio el indio al caballo "de su contrarío tal cuchillada en el pecho, que se lo abrió has- "ta las entrañas; y cayó muerto al punto. Y el mismo dia á. ^'otro indio dar también á otro caballo una cuchillada en el cue- "11o, con que lo tendió muerto á sus pies." Las piezas laterales cortantes, aunque alguna vez de pedernal, constantemente eran de Uzüiy fiias en las ranuras con goma laca. Los guerreros men- ea sobresalían en el manejo de esta arma, representada de varias maneras en las pinturas. En un principio parece haber sido de * madera dura con dos filos, como aparece en la pinttQra de Aubin; se le encuentra ancho y corvo á manera de alfanje, y finalmente en su ^tima forma, cual se advierten en la primera estampa del Códice de Mendoza. En el extremo de la empuñadura tenía una correa, cuyo lazo quedaba seguro en la muñeca de la mano del combatiente.

Las armas defensivas consistían en el escudo, chimaUi^ forma- do de carrizos majados, otaüi ú otros materiales, reforzados con pieles y láminas de cobre, plata ú oro; de forma oval, redonda ó semejantes á una media luna; de tamaño suficiente para defender el busto ó bien tan grandes que cubrían el cuerpo, plegándose después del combate para transportarlos cómodamente. Oomun esta defensa para el simple guerrero y el rey, diferenciábanse en que según el grado, dignidad ó distinción eran los adornos; el chimám cubierto desplumas ricas, con un rapacejo de las mismas en la parte inferior, láminas de metales preciosos, piedras finas, caracoles mariscos ó de oro, ofrecía las divisas propias de cada orden de caballería, que ninguno podía llevar fuera de los con- decorados en cada categoría. La armadura consistía en tm sayo de algodón colchado de uno y medio á dos dedos de grueso, lla- mado ichcahmpUli, camisa de algodón, que resistía bien á los gol- pes de las flechas y á los botes de la lanza: los castellanos los adoptaron bajo el nombre de escaupüy porque si no eran suficien- tes contra las armas, de fuego, bastaban contra los proyectiles indios. Sobre esto se ponían una especie de sayos de pieles ó de

tela gruesa, atacados por la espalda, que les cubrían brazos y

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piernas, adornaos de plumas finas y vistosas, añadiendo los se- ñores para defensa láminas de plata u oro. Las grevas se llama- ban cozelutaü, los brazaletes inatemeccdl^ las pulseras matzopetzüiy la piedra del labio tenteü, los zarcillos ú orejeras Tuxcocktli, la ca- dena de oro y piedras finas del cuello cozcajjetM. Este era prin- cipalmente el traje del rey, quien en la cabeza llevaba la insignia cuachiaüi que por la espalda le bajaba más abajo de la cintura, y á los lados de este penacho dos plumajes dichos ananacaztti. (1) Completaban la armadura con una celada de madera, cubierta de plumas, en mil maneras diversas; generalmente en forma de una cabeza de águila, sierpe, tigre con las fauces abiertas y los dientes salientes, por entre las cuales asomaba el rostro del gue- rrero; servíales de garzota grandes plumajes, enhiestos y ondean- tes, pues la i|fl^ncion era dar realce á la estatura. (2) Muchas maneras de armaduras y rodelas presenta el. Códice Mendocino, en la nómina 4p los tributos. Los simples soldados, que aun no alcanzaban grado alguno, entraban desnudos á la pelea, cubierta la parte media del cuerpo con el maxÜcUl, pintado el cuerpo de diversos colores; iba provisto del chimaUi y de las armas ofensi- vas ya enumeradas.

Los matlaizinca eran diestros honderos ó fondibularios; desden niños se ejercitaban en el uso del tematlcUlf que siempre traían ceñida á la cabeza. (3)

Los estandartes eran del genero de los aiffnum romanos; cada pueblo tenía el suyo propio, sin contar con los de las divisiones de los ejércitos. Clavigero asegura que, ^la insignia del imperio '^mexicano era una águila en actitud de arrojarse á un tigre." (4) Valiosa es la autoridad, mas no podemos conformamos con ella. El águila descubierta en el sitio que después sirvió de asiento á la ciudad de México, según una tradición, tenía en las uñas un pájaro muy galano; (5) mas esto nos parece un descuido ó una e(j[uivocacion. La forma genuina la suministra la estampa prime- ra de la Colección de Mendoza, en que el águila aparece de per-

(1) Torquemada, lib. .XTV, cap. V. .Sahagun, tom. n, pág. 298, da larga cuento de los aderezos que los sefiores usaban en la guerra.

(2) Oonquistador anónimo, pág. 372. Acosta, tom. n, pág. 140. (8) Sahagun, tom. m, pág. 128.

(4) Hist antig., tom. I, pág. ¿3»*

(5) Aoosta, lib. Vn, cap. VU;., tom. II, pág. 162.

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fil sobre el nopal, y con nna garra alzada. Tezozomoc, (1) autor indígena, quien bebió en la misma fuente que Acosta, relata que ''el águila estaba comiendo y despedazando una culebra." Con algunas variantes, á través de los siglos de la dominación espa- ñola, éstas fueron las armas del imperio de México, y son hoy de la Bepública Mexicana. (2) Acerca de la insignia de la Bepública de Tlaxcalla tenemos varias opiniones. Para Bemal Díaz, testigo presencial, era una ave blanca, tendidas las alas cual si quisiera volar, ''que parece como avestruz;" para Gomara, informado por los conquistadores, era una grulla; en Torquemadáes ima águila de oro. Consultando la Manta de Tlaxcalla, de la cual tenemos un calco á la vista, se observa que en varios lugares los tlaxcal- teca están caracterizados por el ave blanca tendidas las alas; el cuello largo, el pico prolongado y agudo la alejan del tipo del águila, acercándola al de la grulla ó la garza: ni conocían el aves- truz para copiarlo, ni parece fácil tuvieran la misma insignia de sus mortales enemigos los méxica. De las cuatro cabeceras Oco- telolco tenia por estandarte un pájaro verde sobre una roca; Ti* zatlan una garza sobre una peña: Tepeticpac un lobo con flechas en la garra; Quiahuiztlan un parasol de plumas verdes. Cada fracción del ejército llevaba su enseña particular; el jefe ó gene« ral principal se la ataba fuertemente á la espalda, de manera que no podía perderlo sino con la vida. Los méxica llevaban su es« tandarte en el centro del ejército; los tlaxcalteca á vanguardia en la marcha, á retaguardia en la pelea.

La música guerrera se componía de caracoles marinos, con los cuales se daban los toques de alarma, acometida, &c., usaban igualmente de unas banderas pequeñas de oro, las cuales levan- taban en alto, cuando tocaban al arma, para que comenzara la pelea. Los generales llevaban á la espalda un pequeño atambor, que tocaban dando sus órdenes á los jefes inferiores. (8) Bemal Díaz, después de transcurridos largos años del asedio de México, recordaba aun con cierto temor, los lúgubres sonidos del caracol ^e Cuauhtemoc.

Según las indicaciones suministradas por Tezozomoc, dispues-

(1) Orónios Meüoanai primera foja.

(2) Véase el preoioso trabajo del Sr. D. José Femando Ramírez, en el Dicción. Udít. de Hist. de geog. art Armas de México.

(8) Sahagun, Ub. Vm, cap. XH.

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ta alguna guerra, el rey de México comunicaba sus órdenes álos oá^^íxquey fijando el numero da hombres con que la ciudad había de contribuir j para cuándo debían estar listos. Informados los oficiales y jefes por su orden, nombraban los capitanes, caballe- ros y soldados, los municionaban y ayituallaban, y organizados en capitanías les hacían marchar á un cierto lugar determinada Aquí se juntaban los contingentes de los reinos aliados *de Tex- coco y Tlacopan, con los auxilios pedidos á las provincias ami- gas 6 tributarias. Antes de abandonar la ciudad traíaa al templo la laña para alimentar el fuego sagrado durante su ausencia, se sacrificaban el cuerpo delante de los dioses, y los sacerdotes in- vocaban y hacían sacrificios á Huitzilopoditli. Teníase cuidado que el dia de la marcha no fuera aciago, y algunos ministros to- maban las armas uniéndose á los guerreros, ya para cumplir sus deberes sacerdotales, ya para amonestar é infundir ánimo en loa combatientes*

Sin duda que el ejército estaba sujeto á una distribución cal- culada. Muñoz Camargo (1) asegura que se dividía en batallones de den hombres; Olavigero (2) ¡fixms^ que cuando el ejército ^a numeroso, se formaban divisiones de á ayiquipüli ú ocho mil hom- bres; el Oonquistador anónimo (3) menciona compañías con ar- mas blancas y encamadas, azules y amarillas, y otras de diversas maneras. Organizada la fuerza, el fardaje era conducido por cai^ gadores ó tamenef y abultaban el número los muchachos reclutas que iban en seguimiento de los veteranos. Uníanse siempre, para las expediciones légañas y de provecho, gran cantidad de volun- tarios, que viviendo sólo de los despojos de la guerra la hacían por su cuenta, distinguiéndose máa que ningunos por su indina» cion al desorden y al saqueo.

Ampliamente informados estaban los méxica, por medio de sus mercaderes, de los recursos en todo género de las provincias independientes; ademas, antes de emprender una expedidon te- nían siempre exploradores sobre el campo enemigo. Estos espías se llamaban quimichin, ratón; vestidos como sus contrarios y afectando su lenguaje y Costumbres, traían noticia cierta del nú-

(1) Hist. de Tlaxoalla. MS.

(2) Hist. antig., tom. I, pág. 835.

(3) En Goroíá loazbalceta, Doc. tom. I, pág. 372.

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mero de Iob goerrerosj de las fortificaciones de los pueblos, y croquis é informes de los oaminos y puntos diñciles del transita £1 qmmichin em recompensado con una suerte de tierra, si su dicho era verdadero; mas si era falso y se descubría que era trai- dor, Ueyado ¿ la plaza le cortaban el cuerpo poco á poco á peda- zos, repartían los trozos por barrios y lugares públicos, haciendo esclavos á los parientes en primero y segundo grado, y á cuantos supieron y no denunciaron la traición. (1)

El ejército marchaba dividido por nacionalidades. Pernoctando en el campo, formaban chozas de enramadas para los principales, y el .común dormía á cielo raso; en país enemigo el campamento quedaba fortificado con obras pasajeras, derramándose á lo lejos velas, escuchas y corredores. Tezozomoc y Duran nos informan que, cuando el ejército se aposentaba en las cercanías de un pue- blo, los moradores le toaían víveres» regalos y aun obsequios de mujeres; caso de no cumplir con esta gabela, la población era puesta á sac(9,Cas hembras sufrían la brutalidad de los soldados.

Torquemada (2) relata que la batalla tenía lugar en un campo eriazo destinado al intento, llamado yaoílaUi, tierra de guerra ó de batalla. 8i nosotros no somos los mal informados, la demar- cación del yaaÜalU era para la guerra sagrada en términos de TlaxcaUa, Huexotzinco, OholoUan y TUliuhquÜtpec; en las de* mas conquistas, los invadidos aprovechaban las ventajas sobre los cerros, en las alturas de los desfiladeros, al amparo de las murallas de sus pueblos, ó en la llanura misma. £11 rumor de la batalla era espantoso. Sonaba la música militar; atronaban los oídos los guerreros dando alaridos, voces feroces de desafío, apellidando México, Texcoco, Tlaoopan ó el lugar de donde eran para reconocerse; silbaban agriamente doblando y apretando en* tre los dedos el labio inferior ó bien con huesos hendidos; ahulla- lian tapándose y destapándose alternativamente la boca con la palma de la mano. La gente de vanguardia no era la mejor, y comenzaba el conflicto con las hondas y los dardos, (3) arrojando también piedras á mano; cargaban sobre los contrarios, aparen-

(1) Torquemada, Ub. XIV, cap. II.

(2) Monarq. Ind., lib. XIV, cap. III

(8) El P. Mendieta y Torquemada que le oopia dicen ambos: ''dardos que sacaban "con jugaderas y las tiraban muy recias." Befiérense en esto al igOaU, n^mn^ift por e 1 anónimo ballesta.

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taban luego huir, haciendo de nuevo rostro; así escaramuceaban largo rato, hasta que consumida la munición salían de refresco los de lanza y espada, arrodelados entre ellos los de arco; el combate se hacia más y más reñido, tomaban parte por ambos lados las tropas de retaguardia ó reservas, abandonando por ul- timó el campo quien se declaraba vencido. Durante la pelea andaban gentes sueltas recogiendo á los heridos, para llevarlos á curar por sus cirujanos.

En las marchas ó en las batallas ponían celadas, ya haciendo grandes hoyos disimulados en que los guerreros se escondían, ya encubiertos éstos bajo yerba ó paja, y cuando los contrarios pasaban creyendo en una segura victoria, les salían á las espal- das haciéndoles pagar cara su confianza. Sobre el campo de ba- talla se declaraban tributarios los vencidos, estipulándose la cuantía y calidad de los tributos. Si huían eran perseguidos has- ta que se sometían. En el asalto de las poblaciones, los vence- dores ponían fuego al teocalli principal, siendo éáta la señal de rendimiento. Seguía el saqueo, el incendio de los lugares, el aprovecharse de esclavos, muchas veces sin distinción de sexo ni edad.. Muerto el general ó perdido el estandarte dispersábase el ejército, sin que fuerza alguna alcanzara á detener los fugitivos. (1) A esta costumbrf debieron su salvación los castellanos en la cé- lebre batalla de Otompan.

En las guerras de conquista tratábase de destruir al enemigo y de tomarle el mayor número de prisioneros, para sacrificar á los dioses; por esto era reputada mayor hazaña tomar un cauti- vo, que matar muchos guerreros. En la guerra sagrada exclusi- vamente se trataba de cojer hombres vivos por ambos conten- dientes, resultando que sobre el yaoÜaUi quedaban bien pocos cadáveres. Como con justicia observan algunos escritores, esta eiega costumbre salvó de mil peligros á los conquistadores es- pañoles, y el mismo D. Hernando escapó la vida más de una vez^ en que debiendo ser muerto, fué sacado vivo de manos de sus 4átutivadores.

Los muchachos traían tusada la cabeza; á los diez años dejá- banles una vedija de cabellos en el cogote llamada mocuescpcíUia,;

(1) Mendieta, lib. II, cap. XXVI. Toxqaemada, lib. XIV; cap. in. Tezozomoo, Crómca Méx. MS. IzUilzochiU, relacioneB. MS« Glavigero, tom. I, pág. 894.

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á los quince años, en qne la vedija estaba ya larga, les decían cnexpatchtctí^id; Á los veinte años comenzaban á combatir, pues- tos entre los veteranos, cuidados é industriados en el ataque y la defensa por quien les servía de maestro. Si varios mancebos juntos cautivaban un hombre, le quitaban el mechón de pelo del cogote, dejándole otro sobre la oreja derecha. Cuando después de ido dos ó tres veces á la guerra no cautivaba solo ni acompa- ñado, le llamaban por alrenta (mexpcJehtccuyml; si se enmendaba, le quitaban la vedija del cogote, poniéndole un casquete de plu- mas pegado á cabeza; en caso contrario, le abrían una corona en medio de la cabeza, cosa de suma afrenta, no pudiendo en adelante vestir más que de pita, ichüi, quedando relegado entre los plebeyos. (1)

Al cautivo que no se rendía de grado, le desjarretaba el cauti- vador hiriéndole en el pie 6 le inutilizaba un brazo, con herida que no fuera de muerte, para lograr traerle vivo. Estos prisio- neros se llamaban TnaUi. Si alguien robaba á otro su cautivo, moría por ello. Caso de duda entre dos que disputaban quién había hecho un cautivo, sentenciaba el juez siguiendo la decla- ración del prisionero. Nunca se admitía rescate por los cautivos; mientras mayor señor era, más seguro estaba de perecer en el ara del terrible dios. Al prisionero que lograba huir de la pri- sión en que le tenían, siendo pechero, su señor le daba recom- pensa de mantas; mas si era soldado valiente, noble ó caballero, los suyos le mataban diciéndole, que pues no había sido cauti- vador, ni sabido defenderse, debería tenet valor para morir sacri- ficado á los dioses. (2) Sabemos que el cuerpo de la víctima pertenecía al cautivador; siendo muchos los aprehensores, se re- partían el cadáver por su orden de esta manera: el primero, el cuerpo, muslo y pierna derecha, el segundo el muslo y pierna iz- quierda, el tercero el brazo derecho, el cuarto el brazo izquierdo, y luego quinto y sexto dividían ya los brazos en dos partas. (3)

El joven que por primera vez cautivaba un hombre se decía HjnHMlüaquülanumi, mancebo guerrero y cautivador. (4) La lá- mina LXY. del Códice Mendocino presenta sucesivamente los

(1) P. Sahagoii; tom. ü, pág. 326^1.

(2) Torquemada, lib. XIV, cap. m.

(3) Sahagun, tom. II, pág. 329-30.

(4) P. Sahagan, tom. ü, pág. 331.

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grados y las divisas que se iban ganando, contados por el número de los prisioneros. En el primero (9 j 10) la manta adornada de los colores y dibujo expresados en la pintura. En el segundo (11 7 12) la manta leonada, con .armadura y caperuza roja. En el tercero (13 y 14) la manta roja, avisando el estandarte atado á la espalda, que alcanzaba algún mando en el ejército. Para seguir ganando honores, de aquí adelante era indispensable que A cau- tivo no fuera soldado común, sino capitán ó guerrero distinguido; avisa esto la pintura, con la especie de media luna que en la ca- ra presenta el vencido, distintivo usado por los hombres valien- tes y condecorados. El primer prisionero distinguido (15 y 16) traía la armadura roja con el morrión de los ocdoü^ tigre.' "ÉL se- gundo (17 y 18) daba el dictado de otomiü y mando en el ejército, como lo avisa el estandarte. Por el tercero se subía á cua/uhtin (19 y 20) j & general Ultimo grado era el de Tlacatecatl (21), uno de los generales superiores. Los sacerdotes y novicios alcan- zaban también distinciones militares. La estampa LXYI nos dice las insignias que obtenía en el primero (1), segundo (2), tercero (3) y cuarto (4) prisionero común; en el primero (5) y segundo (6) prisioneros distinguidos, por los cuales se llegaba al mando. (1)

Las leyes suntuarias, acerca del vestido, estaban basadas pro- piamente en los distintivos militares. Ni los señores ni sus hijos podían usar mantas labradas, de colores, joyas y plumajes, miéor tras no habían hecho una valentía, matando ó cautivando un hombre en la guerra, ^os no principales no se- podían atar los cabellos como valientes, hasta haber muerto ó preso cuatro hom- bres. El mismo rey electo, para ser ungido, tenía que salir pre- viamente á la guerra y hacer alguna valentía; los prisioneros que tomaba eran sacrificados con particulares ceremonias. (2) Oada grado tenía determinado vestido, colores y adornos; quien tomaba traje que no le correspondía, moría por ella El rey usaba una manta blanca y azul, llamada xiuMümaíU, que era amanera déla púrpura real; al visitar los templos vestía de blanco; en las so- lemnidades y fiestas variaban los colores según la jBtiqueta; en ocasiones públicas se ponía el copiUi, corona ó diadema, de oro

(1) Véase la explicación del Códice en Lord Eingsborongh.

(2) Torquemada, lib. XIV, cap. IV. Tezozomoc. IdS.

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y piedras furecioaas, blanca y azul como la manta. Los príncipes Vestían de icküi ó pita como los macehmll% si no habían salido á la ffaerra; cnando se habían ya distiniruidoy sn traje era blanco cdrcene& de colores. Los capitel» traían la Lignia dicha ikushcitauhyo. Muy honroso era el distintivo llamado nacatduh- qviy concedido á quien mirando huir á losfliyos, con su ejemplo y palabras les hacía volver de nuevo éX combate. (1)

El feZj9«fc%^*áaj^{¿26e»iiin^ podía teñirse el cuerpo de amarillo, la cara de rojo, con las sienes amarillas; la mimta tenía listas de color morado. Ál tercer cautivo podía ser elegido para mandar 4 los mancebos del Telpuchcálli. Al cuarto, le cortaban el ca- bello, recibiendo título de capitán; podíase sentar en los asíen- . tos llamados icpoM y alternar con los valientes. Focó importaba ya cautivar guerreros de los otros países, siendo preciso que fue- ran de los ^lemigos de casa. Estos iJcanzaban el dictado de cwmkya^xxüy águila que guía, la manta rica llamada cttecMvM 6 la de dos colores c&¿C(xi|Mi29Uica»ni9i^ y bezotes verdes y ama- riUos. (2)

Según se colige de los materiales que á la vista tenemos, las órdenes militares eran varías. Los ackoaúhtín, príncipes, á la cual eorrespoBdían los reyes y personas de sangre real. Los GuanhUn, águilas, para nobles y grandes señores. El nombre fe^m]^^^, se da- ba en general á los valientes, y si los caballeros sq distinguían entre sus pares, tomaban el apellido der euaúmuhthi, que eran los caballeros del sol, ó como les llama DunSn, comendadores de las águila& Estos tenían el pelo de la coronilla de la cabeza atado con una correa roja, de la cual pendían á la espalda tantas bor- las encamadas cuantas hazañas había rematado. Depues de eje- cutados veinte hechos gloriosos recibían el apellido de cuacMc, los rapaban dejándoles un mechón de pelo, grueso como el pul- gar, sobre la oreja izquierda, pintándoles la cabeza la mitad azul, la otra mitad roja ó amarilla; se cubrían con un maxÜaÜ galano, y una manta de nequen de red con mallas grandes. Los cuojcuauh- tín no podían huir de diez ni doce hombres; los cuackic no debían retroceder ante veinte, por eso estos cabsdleros iban á la reta- gaardiadel ejército, á fin de sostenerle en las sorpresas y derro-

(1) Torqnemada, lib. XIV, oftp. V.

(2) P. Sahagim, tom. 2, pág. 331-32.

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tas. Los de la clase media y los plebeyos tenían las órdenes de los ocdoñf tigre y de los otomiü, otomL Beoibian distíntivos de pieles, gozaban de muchas excenciones, entre las cuales se conta- ba la de tener mancebas, preeminencia bien conforme con solda- dos. Siguiendo la manera de hablar española, á éstos llaman caballeros pardos, fl^

Durante la paz en los caminos frecuentados, en la guerra hasta la provincia en que se hacía, había establecidos correos, pain, para recibir prontas noticias. Dentro del imperio existían á dis- tancias proporcionadas ciertos edificios llamados iecMaloyany lu- gar donde se aguarda, en que yÍTÍan corredores muy ligeros, siem- pre dispuestos á ponerse en marcha: desde niños se ejercitaban en la carrera, trepando sin detenerse las cuestas más agrias. Lúe-* go que de un lugar quería comunicarse á México alguna noticia ó viceversa, xmpa¿n recibía de viva voz ó por escrito su despacho; corría sin descanso hasta la próxima posta, en que otro correo recibía el mensaje, y así sucesivamente hasta su destino: dícese que la marcha se estimaba en cuatro ó cinco leguas por hora, rindiendo una jomada de cien leguas en un dia y una noche. El servicio de postas se establecía tras el ejército en campaña, no teniendo temor de que los mensajeros fueran detenidos, ni aun en los países extraños, pues eran respetados de todos, gozando de grandes inmunidades. (2)

Denotaba el traje del pain el carácter del mensaje de que era portador. El cabello atado con una cinta de color y una man- ta ceñida al cuerpo, significaba noticias indiferentes, de marchas, movimientos ¿c. El pelo suelto esparcido sobre el rostro, señal era de desastre; venía sin hablar palabra, entrándose al palacio á dar cuenta á su señor; nada tenían que preguntar las gentes de la ciudad, y entendiendo que los suyos habían sido derrotados se entregaban á duelo y llanto. Grande, por el contrario, era el alborozo, cuando el^m llegaba con la rodela embrazada, blan- diendo el macuahuitl, trenzado el cabello, ceñido un lienzo blan- co, é iba por las calles esgrimiendo y haciendo gentilezas, (3) era señal de victoria.

(1) Duran, segunda parte, oap. XI. MS. Acosta, lib. VI; cap. XXVI.

(2) Torquemada, lib. XTV, cap. I. AcoBta, lib. VI, cap. X.

(3) Torquemada, loco cit.

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Ganada nna batalla, los mensajeros, que entonces tomaban el nombre particular de tequipantitlarUiy daban la noticia al rey; és- te les hacía guardar hasta que se confirmasen las nuevas, pues si salían &lsas, recibían aquellos la muerte. El general vencedor contaba los cautivos, separados los de cada nacionalidad ó capi- tanía, y con cuenta y razón cierta enviaba «n capitán, que rati- ficando la noticia por completo, determinaba que el rey diera libertad á los primeros teqúipa/iídiücmti. (1)

El ejército victorioso era recibido en la ciudad en medio del regocijo público; el monarca recompensaba ampliamente á los guerreros que se habían distinguido, promoviéndolos á los gra- dos que les correspondía. Los prisioneros, recibidos con cierta solemnidad, eran custodiados en los calpulli, para ser sacrifica- dos en la fiesta para que fueron tomados. Al rey se le recibía de una manera espléndida, con todos los honores del triunfo. Oaso de un revés, los guerreros penetraban en la ciudad confusos y en silencio; las familias lloraban sus deudos perdidos^ siguién- dose la ceremonia general de las esquías por los difuntos. (2)

(1) 8&hBgtm, tom. 2, pág. 627-28.

(2) Tezozomoc. H8.

Capítulo iii.

IHgrMtdeá eitües y miUtare$.--Coutígo de un miofr rebálde^-^LoB viercaderei.'^MO' nóda.-^Deohradan guerra. •^Embc0adores.^^uece$ y tribunales. '■^AckrUniiíra' don dejueUda.^'üáreéUe, Legis(iaei<m.--Embriaguee,

LA lámina liXYI del Códjpe Mendocino tennina mostrando los nombres, trajes é insignias de algnnos de los magnates de la corte mexicana. Oon su verdadera ortografía aparecen el Caanhnochtli (7), Tlilancalqni (8), Atempanecatl (9), Ezhoa- hnacatl (10), Tlacochcalcatl (11), Tezcacoacatl (12), Caauhjahaa* catl (13), Tocuiltecatl (14). Nada explica acerca de ellos el in- térprete del Códice; probaremos nosotros á decir lo que alcan- zamos.

Los m^xica, durante el tiempo de sn servidumbre, reconocie- ron entre algunas diferencias nobiliarias, así de individuos como de familias; pero la verdadera institución de la nobleza no vino á tener lugar, hasta que. roto el yugo de los tepaneca, el rey Itzcoatl, á fin de premiar á los guerreros dignos, inventó los gradoB, con sus distintivos y preeminencias. De entonces quedó determinado, que después de electo el rey, se eligiesen de entre los hermanos suyos ó parientes más próximos, cuatro persomÉP que componían el consejo supremo, sin cuyo parecer nada se de- terminaba y de entre los cuales se nombraba el siguiente mo- narca. El primero en dignidad era el Tlacochcalcatl^ señor ó prín- cipe de la casa de los dardos 6 varas arrojadizas, especie de ge- neral en jefe del ejército, y puesto casi constantemente ocupado por quienes subieron al trono de México. Segundo era el TZoca-

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ieoMy corta hombres ó oeroenador de hombres; seguía el tercero, el Ezlm(ihvafíaü^ el que derrama sangre arañando ó rasguñando; cuarto taé el TUlanccdquiy el señor de la casa negra ó de la ne- grura. (1) De éstos, tres corresponden á los números 11, 10 y 8 del Gód. Mendocino. |

El Tlaoate(xsU era especie de juez que conocía de las causas civiles y criminales, de cuyo tribunal se podía apelar al juez su- premo ó tribunal superior del Cihuaooatl. Este Cihuaooatl sólo cedía en dignidad al rey, aunque no siempre gozó de las mismas prerogativas. El Gtiauhnochtli y el TlaíbÜac eran asesores del lüacatecatl, y el ünauhnochUiy ademas, ejecutaba por su mano las sentencias de los jueces. (2)

El AtempanecaÜ^ señor de la orilla del agua, parece por su nombre el encargado del régimen de las aguas en la ciudad y los lagos. Texoaeocuxxtl, que parece ser un grado militar. El intér- prete del Códice escribe para el número 13 Tipocy^üiísacaU, No encontramos la relación entre el nombre de la persona, y el je- roglífico expresado por un vaso de madera, conteniendo el licor espumoso ocüi. En nuestro concepto debe leerse Cuauhyahucuxiü^ como en el núm. 18 de la lista de la nobleza de Itzcoatl, (3) la persona que rodea el bosque ó la cerca. El número 14 del intér- prete, escrito TodnJteooiJlly es error de pluma, cometido en las co- pias por TocuüecaÜ.

La lámina LXVll del Oódiee refiere un acto de Justicia. Dis- ponía la legislación mexicana, que si algún señor de provincia se rebelaba, sufriera pena de muerte estrangulado, quedando su £a- milia reducida á servidumbre. El encargado de estas ejecucio- nes era el Hvitmahucjicoü (1) los ejecutores ó verdugos (2 y 4) pa- snban un dogal al cuello del culpable (3), tirando de los esl^emos hasta dejarle sin vida, la mujer y los hijos (5 y 6) eran puestos en colleras como esclavos. El Huitznahuacteohuatzin era coadjutor del Mexicatlteohuatzin, (4) de manera que este cargo era sacer- dotal, y así lo explica la estampa.

Durante el tiempo que los méxica vivieron confinados en su is-

(1) P. Duran, príznera jarte, cap. XI. Acoeta, lib. VI, cap. XXV.

(2) Torquemada, lib. XI, cap. XXV. (8) P. DunSn, primera parte, pág. 98. (4) Tooeqaemada, Ub. IX, cap. YL

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la y en la servidumbre, ningún comercio entablaron con los de la tierra firme. Aflojados un tanto los lazos por los reyes tepa- ñecas, la pesca en los lagos les servia para procurarse los artícu- los de que carecían, que casi eran todos, y su pequeño tráfico se circunscribía á los pueblos de las márgenes á¿ la laguna. Desde los tiempos de Itzcoatl y á medida que se extendieron las con- quistas de aquel pueblo batallador, la esfera de actividad se fué ensanchando hasta terminar en las naciones más lejanas, estuvie- ran ó no sometidas al imperio. En los últimos tiempos, el gremio 6 clase de Iqs mercaderes, pocktecay estaba perfectamente orga- nizado, con sus ordenanzas propias, gozando muchas y gran- des inmunidades. Estas distinciones no provenían únicamente de las riquezas de que eran poseedores, pues si la profesión era de las más honradas, provenía de los grandes servicios prestados á la nación. Cumpliendo su intento principal de traficantes, lle- vaban lienzos, joyas, los productos de la industria méxica y hasta esclavos hombres, mujeres y niños, para traer de retorno los ar- tefactos de los otros países, las producciones raras y curiosas buscadas en México para la comodidad ó la moda de los ricos y de los nobles, el número de los diversos artículos enumerados por los autores. Huma la atención por su variedad y valor. Ob- servaban las provincias lejanas, formaban planos de los caminos y de las comarcas, recogían datos estadísticos^debiéndoseles con esto los conocimientos geográficos y el adelantamiento de la cien- cia. Ademas de viajeros hábiles eran espías inteligentes, toman- db nota de la población, de los recursos para la defensa, infor- mando á los monarcas de México las ventajas que podrían sacarse en la conquista, los obstáculos que se presentarían, y la manera de allanarlos. Iban también como embajadores á cobrar los tri- butos ó á declarar la guerra; tomandcyal oficio de soldados com- batían á las tribus, habiendo vez que se apoderaran de una pro- vincia, conservándola para el imperio.

La residencia del tribunal de los mercaderes estaba en*Tlate- lolco. "EL pocktecaU ambulante que recorría los tianquizíU 6 merca- dos obraba por su propia cuenta, aunque sujeto á las ordenanzas del ramo. Las expediciones á países remotos se organizaban en grandes caravanas. Al efecto se reunían en Tlatelolco cuantos querían ser de la partida; elegían un pochteaMoUoqtie 6 jefe, bajo cuyo mando se ponían: se arreglaban las cargas enpeílacalUf arcas

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tejidas de cañas faertes y forradas de caero, ó bien en tapextli j oacaxüi; como carecían de bestias de carga, contrataban el sufi- ciente número de cargadores ó tiamama; recibían los encargos de las personas que apetecían vender ó adquirir algo del extranjero, y tomaban á su cai^o los muchachos que sus familias entregaban al gremio para hacerles mercaderes.

Beunidos en la casa del pocktecaUatoque éste les daba un con- vite, y se tomaban las últimas determinaciones. Fijábase el dia de la partida en signo fausto, siendo el mejor el Oecohwxtl. A la media noche invocaban al sol fuego, á Tlaltecutli, tierra, y á Tiacateontli, el que guía, ó Yacoliuqui, el de la nariz aguileña, dios de los mercaderes; ofrecían codornices al sol, papeles gotea- dos con uUi derretido, sin olvidar á Zacatzontli y á Tlacotzontli, dioses del camino; sacábanse también sangre de orejas y lengua. Daban aviso de su partida al rey, quien ya les daba presentes para los señores amigos, ya les encargaba atalayasen alguna pro- vincia, en cuyo caso les daba por vía de gastos 1,600 cuacMJi^ que se repartían por mitad entre les traficantes méxica y tlatelolca (1)

Oaminaban llevando en las manos un bordón de palo negro, liso y sin nudos llamado ocanecuíBiy imagen de Yiacatecutli, y un mosqueador grande, tzacuUhuaeUi, de plumas, papel ó madera' del- gada. Formando laicas hileras uno tras otro, rendían las joma- das de costumbre, y por la noche reunían todos los bordones enhiestos, atándolos por el medio con una cinta, haciendo sacri- ficio de su sangre ante aquellos, dos ó tres veces durante la os- curidad. (2) Por los caminos había construidas grandes chozas, reparadas después de cada estación de aguas, que así servían de abrigo á estas caravanas, como á los viajeros comunes.

Por tierras amigas iban seguros y llevaban poco temor; pene- trando en tierras independientes y enemigas se hacían anunciar para que los señores les recibieran, y si era provincia extraña se' prevenían con sus armas, alzaban sus estandartes, y en son de guerriw rendían jomada de dia y se aposentaban por la noche. Ias caravanas pacíficas llegadas á Tochtepec se ^fraccionaban se- gún destino de cada una; unas fracciones se dirigían á Xicalanco, otras tomaban para las lejanas provincias de Chiapan, atravesa-

(1) SiOiagim, tom. II, pág. 342.

(2) 'OMEqnemada, Ub. VI, eiqp. XXVm.

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ban el Xoconochco y penetrabaü en Cuauhtemallan. Los poohteca espías caminaban de nocke, yestidos con el trajei contrahaciendo las costumbres y hablando el lenguaje del pueblo que iban á es- tudiar, se introducían por pequeños grupos, eyitando despertar sospechas y esparciéndose por diversos puntos: tomab^i el nom- bre particular de ncihualoztorieccbi Los traficantes en esclayos se decían ieyajc¡kua¡é>\vmd.

Mientras duraba el viaje, los parientes de los mercaderes que en la ciudad quedaban, no se lavaban la cabeza, aun cuando se bañaran, sino de ochenta en ochenta dias. 8i tenían noticia de haber fallecido alguno en el camino, hacían las exequias, y des- pués de cuatro días se lavaban la cabeza. Si perecía en la guerra, hacían su estatua con rajas de ocdSL y la quemaban, cual si se tratara de soldados. (1) Muerto en el camino un foótóeooñ^ sus compañeros ponían al cadáver su tenü/eü y demás insignias» pin- tábanle de negro los ojos y de colorado al rededor de la boca, atábanle fuertemente á un ca/coMi^ y le dejaban de pié arrimado á un palo hincado en tierra, en lo alto de alguna montana; ahí se consumía el cuerpo, y decían que no había muerto, sino que ha- bía ido á morar al soL (2) Así entre los assteoa, la ocupación del mercader se equiparaba con la del guerrero; esa pzof esion, pací- fica entre todos los pueblos, para los méxica era militar, toman- do los dos matices predominantes de su civilización, la guerra y el servicio de los dioses.

Cuando volvían, entraban de noche en la ciudad,' esperando los signos prósperos oBodUi y cAicomeoofllí; daban un convite á sus parientes haciendo sus ofrendas y sacrificios á Xiuhteoutli j Yiacatecutli. Presentábanse al rey, bien para entragarle los rega- los que en retomo traían de los señores amigos, bieii para ren- dir los informes de que habían sido encargados. Becompensaba el monarca los buenos servicios con dádivas ó distinciones, lo cual acrecía la importancia del gremio. Esta creciente importan- cia fué más de una vez motivo de celos para la nobleza. (8)

Hacían el comercio por medio del trueque de los objetos, con- frontados según su valor: carecían en lo absoluto de la moneda

(1) ToiqaeiBadá, lib. XIY, cap. XXVII.

(2) P. Saluiguii, tom. H, pág. 858.

(8) Para lo relativo á los mercaderes Téaae Sahagan, Ub. IX, cap. I al XZV.

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acuñada, mas empleaban para suplirla ciertos productos que servían como pecunia en las transacciones mercantiles. Oinco distintas cosas conocemos. El cacao de mejor clase, cuyos granos escc^dos se contaban por bolsas de 8,000 almendras, xiqmpitti; si la mercancía era de gran Talor se computaba por sacos de tres xiquipiRié 24,000 granos. "Estos árboles (los del cacao), son te- nidos en grande estima, porque los tales granos son la principal moneda que corre en la tierra, y vale cada uno como un medio marchetto (1) de los nuestros. Esta moneda, aunque muy incó- moda, es la más común después del oro y la plata, y la que más se usa de cuantas hay en aquella tierra." (2) Algunas de las pro- vincias sometidas ps^aban al imperio gruesas cantidades en ca- cao, ya para preparar ciertas bebidas, ya del destinado para la compra; de esta última dase encontraron los castellanos cantidad de cargas cuando se aposentaron en el palacio de AxayacatL "Gómese verde desde que se comienzan á cuajar las almendras, y es sabroso, y también lo comen seco, y esto pocos granos y po- cas veces; mas lo que más generalmente de él se usa es para mo- neda, y corre por toda esta tierra: una carga tiene tres números, vale ó suma este número ocho mil, que los indios llaman xiqui*- I»lli; una carga son veinticuatro mil almendras ó cacaos: adonde se coje vale la carga eimoo ó seis pesos de oro, llevándolo la tierra adentro va creciendo el precio, y también sube y baja conforme al año, porque en buen año multiplica mucho." (3) Según lo in- dica esta autoridad, y lo confirma ampliamente la historia, el uso del cacao como moneda se continuó en los tiempos inmediata- mente posteriores á la conquista, siendo constante que la cos- tumbre duró los tres siglos de la dominación española, y vino á terminar algunos anos después de la independencia del país. ''Esta era la moneda antigua con que los indios comerciaban las cosas necesarias en las ferias, que llaman Tianguis, y hasta el dia de hoy se observa para lae cosas menudas usar el cacao para las compras: siémbrase dentro de las huertas del cacao otros ár- boles que llaman Quauhpatlachtli, son muy altos y sombríos,

(1) "IConeda peqaeila de cobre con la efigie de San Máxooe, qoe Tale eoea de doa (Mntaros de franeo" (como tres centaToe de nuestro real mexicano). ^Noto de Ter-

(2) Conqoietador anónimo, en Oazcíá Icazbalceta, Doe. tom. I, pág. 8S0.

(3) Motolínia, qrad. García Icazbaloeta, Doe. tom. I, pág; 190.

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onya fnxta es comestible, aunque es cálida, y es á la manera de almendras^ más dura que la del cacao, j no sirve para el choco- latCi sirre para moneda, y desta se da por limosna á los indios pobres que piden de puerta en puerta, y llámase cacao paUach'* tli" (1) Así, pues, desde los tiempos antiguos, fuera del cacao, había la almendra denominada paüachüi que también servía de moneda.

Para el mismo empleo usaban de mantas de algodón llamadas cuachtU, y de otras denominadas píxtóUniacktli, "aunque corrom- ''piendo el vocablo, los españoles les llamaron jxx^ofe^ coachd^.*' (2) Conforme al mismo Torquemada, loco cit.: "En otras (partes ó ''provincias) usaban mucho de unas monedas de cobre casi de ''hechura de Tau T, de anchor de tres ó cuatro dedos, y erii plan- ''chuela delgada, unas más y otras menos, donde había mucho "oro." Dos ejemplares de este objeto hemos examinado en el Museo Nacional, y hasta ahora le habíamos tenido por moneda siguiendo las doctrinas del repetido Torquemada, de Clavigero (3) . y del Sr. D. Femando Bamírez, (4) quien le compara por la for- ma al instrumento cortante denominado tajadera; mas ahora es- tamos inclinados á mudar de opinión y á tener el mencionado objeto, mejor que como moneda para lo cual no se presta por el tamaño ni por la figura, como instrumento de agricultura según indica el capitán Dupaix. Véase lo escrito acerca de esta mate- ria por el Sr. D. Jesús Sánchez. (5)

Lo que servía indisputablemente para comprar era el polvo de oro encerrado en cañones trasparentes de pluma. (6) Ya en los tñbutos, ya en diversas relaciones se hace mención de tejue- los de oro, de más ó menos peso, que presumimos servían tam- bién en las contrataciones para pagar las cosas de mucha estima. D. Hernando Cortes nos informa que buscando estaño para fun- dir artillería, "topé entre los naturales de una provincia que se ''dice Tachco, ciertas piecezuelas de ello, á manera de moneda "muy delgada, y procediendo por mi pesquisa hallé, que en la

(1) Vetancourt, Teatro Mexicano. P. 1. T. 2, niím. 165.

(2) Torquemada, lib. XTV, cap. XTV.

(3) Hiflt antíg., üb. VII.

(4) Notas y aclaraciones á Prescott, tom. UI; pág. 102.

(5) Anales del Museo Nacional, tom. I, pág. 393.

(6) Torquemada, lib. XIV, cap. XIV.

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^'dicha provincia y ánn en otras se trataba por moneda." (1) El conquistador no suministra otras indicaciones.

'^a moneda de que usaban (en Yucatán), era campanillas j '^'cascabeles de cobre, que tenían el valor según la grandeza, y unas '^conchas coloradas que se traían de fuera de esta tierra, de que ^'hacían sartas á modo de rosarios. También servían de moneda 'los granos del cacao, y de éstos usaban más en sus contratacio- ''nes, y de algunas piedras de valor, y hachuelas de cobre traídas ''de la Nueva España, que trocaban por otras cosas, como en to- **das partes sucede." (2)

Poco antes hemos dicho que el rey de México daba por vía de gastos á los mercaderes 1,600 ciuzchüi, á los cuales da el Padre Sahagun el nombre de toldillos. (3) Bnstamante, anotador de la obra, pone por nota: ''Era una moneda que consistía en unos "pedazos de cobre cortados en figura *de T. Clavigero, tom. I, ^'pág. 349." Como se advierte, la explicación es absolutamente falsa. En el pasaje citado, por error de imprenta en lugar de cuachüi se lee quauhtli (cuauhtU)j águila. De este descuido se sir- ve el Sr. Brasseur para lanzarse á los espacios imaginarios. "El nombre sólo bastaría para llamar la atención, dice, porque indi- ca una forma ó una marca muy conocida' en Europa; solo que el autor olvida decir, al designarla como moneda para hacer cam- bios, cuáles eran su forma y su valor. Suponemos que debía ser de oro, &a" (á) Ya sabemos que el cttachtU era una manta de algodón.

El robo hecho á los mercaderes en una provincia, no recibir- los de buen grado, darles muerte, eran causa para que los reyes coligados de México, Texcoco y Tlacopan declararan la guerra. (5) Los embajadores eran también sagrados entre aquellos pueblos, 7 las afrentas que se les hacían eran irremisiblemente vengadas por la guerra. (6) Narra estas prácticas la estampa LXYII del Códice. Los habitantes de un pueblo distante (7 y 11), asaltan y dan muerte á los tlamama (9 y 10), quitándoles las mercaderías

(1) Ottrtas de reladon, Loretusana, pág. 379.

(2) CogoUndo, lib. IV, cap. IIL X3) Sahagnn, tom. 11, pág. 342.

(4) Brasseur de Bonrboorg, tom. III, pág. 628.

(5) Sahagim, tom. n, pág. 357. <6) Torquemada, lib. XIV, cap. I.

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(8) simbolizadas en el cacaxtli y quimüli de ropa, que eran de los mercaderes según indican el mosqueador redondo y el bordón» Después del desastre, conforme lo dicen los xopaRi ó huellas hu- manas, los mercaderes se pusieron en huida (15 y 16), persegui- dos á flechazos por los robadores (17). Más abajo unos embaja- dores (19 y 20), distinguibles en el bordón y mosqueador agudo^ son perseguidos por los enemigos 6 rebeldes (18 y 21).

A estos atentados seguía la declaración de guerra. Curioso era el derecho público en este punto, y la descripción la tomaremos de Ixtlilxochitl. (1) ''Cuando se había de hacer alguna entrada ó guerra, dice, contra algún señor de las provincias remotas, ha- bía de ser por causas bastantes que hubiese para ello, que eran» que este tal señor hubiese muerto á los mercaderes que iban á tratar y contratar en su provincia, no consintiendo trato ni co^ municacion con los de acá (porque estos tres cabezas fundaban su señorío é>imperio sobre todas las demasj por el derecho que pretendían sobre toda la tierra que había sido de los tolteoas, cuyos suc^ores y herederos eran ellos; y pdr la posición y nue- * va población que de ella tuvo el gran Chichimeca Xolotl su an- tepasado), para lo cual todos tres en consejo de guerra, con sus capitanes y consejeros se juntaban y trataban del orden que se había de tener^ y la primera diligencia que se hacía era, que iban ciertos mensajeros de los mexicanos, que llamaban Cuacuauh- nochtzin, y éstos les requerían á los de la provincia rebelada^ en especial á todos los ancianos, juntando para ello cantidad de viejos y viejas, á quienes de parte de los tres cabezas requerían y decían, que ellos como personas' que habían de padecer Itua ca* lamidades y trabajos que causaban las guerras, si su señor se desvanecía en no admitir la amistad, protección y amparo del imperio, pues tenían experiencia de todo, le fuesen á la mano j procurasen de que enmendase el avieso y desacato que habían tenido contra el imperio, dentro de veinte dias que les daban de término; y para que no dijesen en ningún tiempo, que violenta- mente habían sido conquistados y ganados, les daban cierta can- tidad de rodelas y macanas. Y se ponían estos mensajeros en cierta parte, en donde aguardaban la resolución de la república y de los ancianos de la tal provincia; los cuales respondían lo

(1) Hist Chichimeca, cap. XXXVm, MS.

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que á ellos parecía, ó dentro del término referido allanaban al señor, y entonces dándoles sn fe y palabra de nanea ser contra- rio al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar á los mer* oaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedre- ría, plumas, mantas, era perdonado y admitido por amigo del imperio."

^'Y si no hacía esto, cumplidos los veinte días, llegaban á esta sazón otros mensajeros, que eran naturales de la ciudad de Tex- coco, de los acolbuas, llamados Achcacaulitsán, que eran de aque- llos jueces que en otra parte se dijeron pesquisidores, los cuales daban su embajada al mismo señor de la tal provincia y á todos los naturales y caballeros de bu casa y linaje, apercibiéndoles, que dentro de otros veinte dias que les daban dej^érmino, se re- dujesen á paz y concordia con el imperio, con apercibimiento, que si se cumplía el termino y no se allanaban, que sería el señor castigado con pena de muerte, conforme á las leyes que dispo- nían hacerle la cabeza pedazos con una porra, si no morían en batalla ó cautivos en ella para ser sacrificados á los dioses, y los demás cabaUeros de su casa y corte asimismo serían castigados cpnf orme á la voluntad de los tres cabezas del imperio. Habien- do hecho este apercibimiento al señor y á todos los nobles de su provincia, si dentro de los veinte dias se allanaban, quedábanlos de la provincia obligados de dar un reconocimiento á las tres ca- bezaSi en cada un año, aunque moderado, y el señor perdonado con todos los nobles y admitido en la gracia y amistad de las tres cabezas. Y si no quería, luego incontinente le ungían estos embajadores el brazo derecho y la cabeza con cierto licor que llevaban, que era para esforzarle á que pudiese resistir la furia del ejercito de los tres cabezas del imperio, y así mismo le po- nían en la cabeza un penacho de plumería que llamaban tecpüoÜ, . atado con una correa colorada, y le presentaban muchas rodelas, macanas y otros adherentes de guerra, y luego se juntaban con los otros primeros embajadores, aguardando á que se cumpliese el término de los veinte dias."

^'Y cumplido, no habiéndose dado de paz, á esta sazón llega- ban terceros embajadores, que eran de la ciudad de Tlacopan, da nación tepaneca, y tenían la misma dignidad y oficio que los de- mas, los cuales daban su embajada de parte de los tres cabezas del imperio á todos los capitanes, soldados y otros hombres de

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milicia^ apercibiéudoles por últiiqo apercibimiento, qne como tales personas habían de recibir los golpes y trabajos de la gue- rra,, qne procurasen dentro de veinte dias dar la obediencia al imperio, qne serian perdonados y admitidos en su gracia; donde no, pasado el tiempo, vendrían sobre ellos y á fuego y sangre asolarían toda la provincia, y se quedarían por esclavos todos los cautivos en ella, y los demás por tributarios vasallos del impe- rio. Los cuales, si dentro de este término se rendían, sólo el se- ñor era castigado, y la provincia quedaba sujeta á dar algún más tributo y reconocimiento, y esto había de ser en las rentas per«> tenecientes al señor; y donde no, cumplidos los veinte dias, estos embajadores tepanecas daban á los capitanes y hombres milita- res de aquella provincia, rodelas y macanas, y se juntaban con los otros, y luego juntos se despedían del señor, de la república y de los hombres de guerra, apercibiéndoles que dentro de otros veinte dias, estarían los tres cabezas ó sus capitanes con ejército sobre ellos y ejecutarían todo lo que les tenían apercibido. Y cumplidos luego se dábala batalla, porque ya á esta sazón había venido marchando el ejército, y conquistados y ganados que eran, se ejecutaba todo lo atrás referido, repartiendo las tierras y los tributos entre los tres cabezas: al rey de México y al de Texcoco por iguales partes, y al de Tlacopan una cierta parte, que era como la quinta; aunque se tenía atención de dar á los herederos del tal señor, tierras y vasallos suficientes á la calidad de sus personas, entrando en la sucesión del señorío el heredero y su- cesor legítimo del tal señor, con las obligaciones y reconocimien- to referido; y dejándole guarnición de gente del ejército de las tres cabezas, la que era conveniente para la seguridad de aque- lla provincia, se volvía la demás: y de esta manera sujetaron á toda la tierra."

^ La estampa contiene el segundo requerimiento, en que los achcauhtzin (12 y 13) desafían al señor (14), le ungen, ponen manta y penacho, ofreciéndole armas para su defensa.

La estampa LXYm del Cód. representa la manera con que los espías se conducían. Se ve el plano de una población, el teo- calli (5) en el centro, al rededor las casas (4, 7, 11, 12,' 15), y el tianquiztU ó mercado (8); atraviesa una corriente de agua, indi- cada por la lista azul, y varios caminos, expresados por las listas amarillas con la huella del pié. Los embajadores y mercaderes

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(1, 2, 9, 10), llegan á la cindad por diversas sendas, aparentando 'carácter pacífico; llegada la noche ó en sazón* oportuna, se es- parcen los espías por todos lados (3, 6, 13, 14), observando cuan- tos pormenores pueden.

La faja inferior relata la sumisión de un pueblo que no aceptó la guerra. '^El mexicano que está sentado (18), y á sus espaldas "uña rodela y flechas (19), significa, dice el intérprete del Códi- "ce, que estando los mexicanos movidos á destruir por vía de "guerra á cierto pueblo que se había rebelado contra el señorío "de México, los tres figurados vasallos del cacique (15, 16, 17), "que asimismo están sentados en frente del mexicano, signifl- "can que estando todo el pueblo del cacique atemorizado de la "guerra y destrucción que los mexicanos les querían hacer, vie- "nen á México á tratar paces, sometiéndose por vasallos de Mé- "xico, y protestando de les tributar y reconocer el señorío, me- "diante lo cual los reciben en amistad y por vasallos, reponiendo "lo determinado en su perjuicio."

^Finaliza la estampa con el Tlacatecatl (20), Tlacochcalcatl (21), Huitznahuacatl (22) y Ouauhyahuacatl (23). Yímosles en la es- tampa LXYI con sus distintivos y trajes de corte; ahora les ve- mos con sus arreos guerreros.

Los plebeyos como hemos visto, estaban obligados á los tra- bajos de la ciudad; esta obligación cesaba al casarse, y para que- dar libre practicaban la ceremonia representada en la estampa LXIX del Oód« El interesado (5) presentaba su esposa (9) á los principales encargados del ramo (1); preparaba regalo de man- tas' (2), cañas para fumar, acayetl (3), y un convite compuesto de tamaüi (6), moUi de hvexclofl (7) y cacao (8), añadiendo una hacha de cobre. Después de la comida hacía un razonamiento pidiendo se le exceptuara del servicio según la ley; se lo otorgaban los principales, llevándose al retirarse el hacha de cobre, como res- cate del agraciado.

Los reyes de la tliple alianza para enviar mensajes á los seño- res amigos, ajustar diferencias y declarar guerras, usaban de embajadores. Estos eran nobles, de edad pro . ^.cta, juicio recto y entendidos en la manera de decir: el ceremonial mexicano es- taba sujeto á ciertos discursos siempre los mismos en cada caso, especie de fórmulas en que solo variaban los nombres y las cir- cunstancias particulares, y es casi seguro que aconteciera lo

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mismo en las relaciones diplomáticas. La verdad es, que segnn la importancia der la persona á quien se enviaba, así era la cate* goría y nobleza del embajador. Yestia las insignias del señor á quien representaba, puesta encima una especie de dialmitica verde con borlas colgantes, y sobre ella una manta más ó manos fina atada á los hombros ó pecho; trenzado el cabello con plu- mas ricas de las que colgaban borlas de colores: en la mimo derecha una flecha con las plumas hacia arriba, y en la izquierda una pequeña rodela y una redecilla en que conducía su manteid- xniento. Por sus insignias reconocían su carácter, que le hadía secado aun en tierras enemigas, aunque perdía sus imnuuida- des si se apartaba del camino recto. En los pueblos del tr&osito le aposentaban y regalaban, llegado al lugar de su destino, salía- le á recibir, los nobles le albergaban en la oaljpixca 6 casa piíbli- ca de huéspedes, haciéndole gran honra. Admitido á la presen- cia del príncipe, este le recibía en la sala de audiencia, sentado en su icpaUi, acompañado de su corte; él entraba mesuradamen- te, se ponía en cuclillas en medio de la sala, y cuando se le per- mitía hablar daba su mensaje con voz clara, pausada y comedida, con la mayor retórica posible. La respuesta la recibía el embsr jador al dia siguiente por boca de uno de los empleados de la corte; poníanle provisiones en la redecilla que llevaba, los no- bles le sacaban fuera del pueblo, quedando terminada su misión. Los señores amigos daban siempre algunos regalos, que por cortesía debían ser admitidos: los obsequios de los enemigos no los tomaban aquellos enviados sino con el expreso consentimien- to de su rey.. Hacer agravio 6 matar á un embajador estaba re- putado por infame, siendo crimen que se castigaba con excesivo rigor. (1)

La estampa LXIX del Códice presenta al rey de México (10), mandando diversas clases de embajadores (11, 12, 13) á declarar la guerra.

Como en todos los gobiernos despóticos, el rey tenía el dere- cho de formular las leyes. Bien se comprende que algunas dis- posiciones no eran otra cosa que las antiguas costumbres adop« tadas por la nación, bien suyas propias, bien aprendidas y to-' madas de pueblos más civilizados. Corto número de reglas debía

(1) Tozquemada, lib. XIV, cap. I.

y

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ser Gonooido por la tóbu m&úcA, en su estado salvaje y desgra^ ciado; pero desde los tiempos de Itzcoatl en que se hizo inde- pendiente y á medida que la nación extendió su poderío á lo lejos, debieron surgir necesidades nuevas, trayendo consigo los indispensable^ preceptos para ordenarlas. Los méxica se ocu- paban demasiado ea la guerra, y á este ramo consagraron su aiymcion entera» de modo que su^ leyes en esta materia predo- minaron por completo entre las demás naciones, las cuales se- g9Í4^n e^ todos sus puntos aquel código militar. Casi en el espa- cio de tiempo que reinaron los reyes conquistadores azteca, ocu- paron el trono de Acolhuacan dos monarcas legisladores y filó- sofos, Nezahualcoyotl y Neeahua^pilli, quienes cuidaron más de organizar que de ensanchar sus dominios. Ellos compilaron las antigua^ costumbres, añadieron nuevas disposiciones, formaron d^K^onos así, los códigos civil y criminal; determinando la cate- goría y atribuciones de los jueces, reglamentando la administra- ción de justicia, el *numero y la importancia de los tribunales. Taiito acertaron en esta materia, para su tiempo y sus usos bien ^atendido, que las demás naciones gustaron de aquella legisla- ción, tomándola para el orden de sus pueblos.

En Tenochtitlan existía el Cihuacoatl, magistrado nombrado por el rey, inferior sólo á éste, quien entendía en las cosas de gobierno y en la hacienda del monarca: juzgaba por su propia persona, conocía en los negocios que le estaban encomendados; mas en las apelaciones de los negocios criminales, eran sus sen- tencias definitivas, pues no admitían apelación. Era tenido en tanta estima, que quien quiera que usurpaba el oficio moría por ello, confiscaban sus bienes, y se vendían por esclavos su mujer é lujos. Magistrados con el mismo nombre y atribuciones había en las grandes ciudades con mucha comarca. (1)

Seguíale en categoría el Tlacatecatl, quien conocía en causas civiles y criminales; en las civiles juzgaba en definitiva, en las criminales, como vimos, se apelaba ^1 Cihuacoatl. El tribunal er^ colegiado, siendo presidente el Tlacatecatl, quien tenía por Ibsesores ó asociados al Cuauhnochtli y al Tlailotlac; cada uno de los tres tenía un teniente que oían y determinaban junto con los principales; aunque las sentencias se pronunciaban en nom-

(1) Torquemada, lib. XI, cap. XXV.

34

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bre del TlaoatecatL Asistían á mañana j tarde con sus insignias puestas, á las salas de justicia que en el palacio del rey había, llamadas Tlaltzontecoyan, lugar de sentencias, derivado de tiat- ssofUectUf cosa juzgada; oían con mesura y silencio á las partes, conservando el orden ciertos empleados y porteros. Las deter- minaciones tomadas por el tribunal las pregonaba el tecpoycü, pregonero, y las penas las ejecutaba por su mano el Cuauhnoch* tli (1)

En el reino de Acolliuacan había en seis ciudades principales ima especie de tribunal superior ó audiencia, cuyos jueces cono- cían de los negocios y recogían los tributos reales. En la corte de Texcoco y en el palacio del rey, había dos salas de consejo con dos jueces cada una; la una de jueces mayores que oían los negocios graves pertenecientes á la determinación del rey, la otra de jueces menores que conocían en pleitos de menor cuan- tía: las causas determinadas por estos segundos, se apelaban pa- ra los primeros, quienes no sentenciaban en definitiva sin acuer- do del rey. Sentábanse á escuchar á los litigantes de mañana, des- cansaban á medio dia, comían de lo que les mandaban del palacio, prosiguiendo después su tarea hasta terminar el dia.

Cada tribunal tenía su escribano 6 sean pintores diestros que ponían en pinturas el motivo del litigio, los nombres de los con- tendientes y las sentencias pronunciadas, dada diez dias, ó cuan- do más doce, los jueces de aquellos tribunales venían á confe- renciar con el rey los casos arduos, quedando las determinaciones tomadas como inapelables. Si' por su mucha gravedad el nego- cio no fenecía en este plazo, terminaba irremisiblemente en los consejos que tenían lugar de 80 en 80 dias, llamados por ésto NapoallatolL Los jueces tenían el nombre de Tecuhtlatoque, "señores que gobiernan el bien público y lo hablan."

Cada sala tenía un empleado dicho AckcauMzin, mayores, equi- valente al alguacil mayor, encargado de prender á los delincuen- tes, aun cuando fuera muy gran señor: sus insignias le hacían conocer y respetar. Los alguaciles menores, toptüi, comunicaban las órdenes ó hacían las citaciones, sin poner reparo en tiempo ni distancia. (2)

(1) Torquemada, loco cit.

(2) Torquemada, lib. XI, cap. XXVI. Breve y sumaría relación de los señores y maneras y diferencias que había de ellas en la Nueva espafía, &o,, por el Doctor

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En las poblaciones donde aquellos tribunales no existían, ha- bía jueces menores con jurisdicción limitada, que sentenciando solo pleitos de poca calidad, en los graves formaban una especie de instrucción, prendiendo á los delincuentes, y llevando la cau- sa para ser determinada en los consejos de cada ochenta dias. Estas reuniones generales duraban diez ó doce dias, pues eran especie de cortes en que así se conferenciaba acerca de negocios judiciales, como de cosas tocantes á la gobernación de los pue- blos del reino. (1) *

En cada barrio de México había un teuctli^ electo anualmente por los vecinos; determinaba de causas livianas, dando cuenta diariamente á los jueces superiores. Seguían los oentecdapiocqm, elegidos también por los vecinos, y tenían cargo de vigilar cierto numero de familias, de cuyas acciones daban cuenta á los jueces. Los tequiüatoqui cijiaban á los reos ó comunicaban las órdeues de los tetictUf y los tqpUíi hacían los arrestos. (2)

Las pinturas del Códice Mendocino, lámina LXTX, suminis- tran noticias no encontradas en otra parte por nosotros, acerca de otros jueces ó tribunales. Tales son el Mixcoatlailotlac (15) según el intárpretejdel Codex, en cuyo nombre jeroglífico sólo encontramos la palabra Tlailotlac, ya conocida; así como el Ez- huahuacatl (18). Desconocidos el Acatlyacapanecatl (20) y el Tequixquinahuacatl (22). Cada uno presenta á la espalda (14, 17, 19, 21) un teudliy que asiste para aprender á juzgar antes de subir á la categoría de juez. Llevan todos en la cabeza el copiUi ó corona real, dando á entender que la justicia se administra en nombre del soberano, teniendo las sentencias tanta autoridad como si el rey las pronunciara.

En el grupo del juzgado (16), el hombre y la mujer con el sím- bolo de la palabra denotan los litigantes; las figuras calladas son los interesados ó testigos. No consta que entre las naciones de Anáhuac existiera la profesión de abogado; las partes defendían Bti derecho, apoyándolo en pruebas escritas ó testimonio de tes- tigos, admitiéndose también el juramento formal.

Alonzo de Zorita. MS. Imprimióse, aunque tranca, en la Colección de Documentos inéditos del Arohiyo de Indias, tom. n, pág. 1-126.

(1) Zorita, Breve relación, &c, MS. Mendieta, lib. II, cap. XXYIII.

^2) davigero, tom. 2, pág. 321.

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Los jaeces administraban justicia con la mayor rectitud, sin diferencia entre grandes y chicos, ricos y pobres, sin que reci- bieran poco ni mucho de los litigantes. Tenían señalado salario, tierras bastantes para sustentar una familia holgadamente, en las cuales había labradores que las sembraban dando cierta por- ción de las cosechas, suministrando ademas agua, leña y servi- cios personales. Al morir los. jueces, pasaban las tierras á sus sucesores en el cargo, no á su familia, con las gentes que las beneficiaban.

Si los jueces recibían cohecho, ó se desmandaban en la bebida ó descuidaban sus obligaciones, los otros jueces los reprendían ásperamente; no enmendados á la tercera amonestación les ha- cían trasquilar, cosa de mucha afrenta, privándolos del oficio. Esto era en cosas livianas, porque si eran graves, desde la primera era destituido por el rey. Llegada á descubrir una muy grande injusticia, seguíase irremisiblemente la muerte. (1)

La estampa LXX del Cód. Mendocino muestra la figura que las salas de audiencia tenían en México. Según el intérprete: ^'1. Trono y estrado de Moteczuma. 2. Moteczuma. 3. Casa don- ^'de aposentaban á los señores de Tenayucan, y Chicunauhtla, y ''Culhuacan, que eran sus amigos y confederados de Moteczuma. "4u Casa donde se aposentaba á los grandes señores de Texcuco "y Tacuba, que eran sus amigos de Moteczuma. 5. Patio de las "casas de Moteczuma. 6. Patio de las casas reales de Moteczuma. '7. Sala del Consejo de guerra. 8. Estas gradas que van subien- "do van á dar al patio d^ la casa de Moteczuma, que son estas "figuradas. 9. Estos cuatro son como oidores del Consejo de "Moteczuma, e hombres sabios. 10. Pleiteantes que en grado de "apelación de los alcaldes, se presentan y parecen ante los oido- res del Consejo de Moteczuma."

Faltóle decir que el vencido en el juicio (10) se retira del tri- bunal. (2)

Las prisiones eran de dos especies. La llamada teilpüoyan, lu- gar de presos, en que estaban detenidos los delincuentes de pe- nas leves; el cuauhccdU^ casa de madera, especie de jaula fuerte de vigas, en que se guardaba los condenados á muerte y prisio-

(1) Zorita. Breve relación. MS. La copia Totqaemania, lib. XI, cap. XX.yi.

(2) Véaae Lord Eixxgsborough.

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ñeros de guerra destinados al sacrificio. Las puertas eran muy estrechas, cerradas con tablas por fuera, y arrimadas á ellas grandes piedras para mayor seguridad: guardia competente cui- daba de que los presos no se evadieran. Estrechas y malsanas aquellas construcciones, recibiendo los detenidos poco alimento, á breve tiempo estaban flacos y enfermos. (1) Los cautivos recibían abundante colación á fin de estar lucios y gordos al ser inmolados. Caso de escaparse algún cautivo, los guardas paga- ban al dueño una esclava, algunas mantas y una rodela.

Acerca de las leyes vamos á copiar una recopilación manuscri- ta, á la cual sólo cambiaremos su anticuada ortografía.

''Estas son leyes que tenían los indios de la Nueva Espaní^.

Anáhuac ó México.

"El hijo del principal que era tahúr y vendía lo que su padre tenía 6 vendía alguna suerte de tierra, moría por ello secare tai- mente ahogado, y si era macehual era esclavo.

''Si alguno toma de los magueyes para hacer miel y son veinte, págalos con las mantas que los jueces dicen, y si no las tiene ó es de más magueyes, es esclavo ó esclavos.

"Quien pide algunas mantas fiadas 6 prestadas y no las paga, es esclavo.

"Si alguno hurta alguna red de pescar, págala con mantas, y si no las tiene es ¡esclavo.

"Si alguno hurta alguna canoa, paga timtas mantas cuantas va- le la canoa, y si no las tiene es esclavo.

"Si alguna esclava pequeña que no es de edad para hombre, alguno la toma, es esclavo el que se eché con ella; si mue^e de otra manera paga la cura.

"Si llevó á vender su esclava á A2capotzalco,'do era la feria de los esclavos; y el que se la comptó le dio mantas, y él las regis- tró y se contentó de ellas, si después se arrepiente vuelve las mantas.

"Si alguno quedó pequeñito y los parientes le venden, y se sa- be después cuando es mayor, sacan los jueces las mantas que les parecen para dar al que lo compró y queda libre.

"Si algún esclavo se vende y se huye y se vende á otra perso- na, pareciendo se vuelve á su dueño, y pierde lo que dio por él.

(8) P. Mendieta, lib. 11, cap. XXIX.

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^'Si alguno se echa con esclava y muere estando preñada, es esclavo el que con ella se echó, y si pare, el parto es libre y llévalo el padre.

^^Si algunos vendieron algún niño por esclavo, y después se sa- be, todos los que en ello entendieron son esclavos, y dellos dan uno al que lo compró y los otros los reparten entre la madre de quien era el niño que vendieron y entre el que lo descubrió,

''Los que dan bebedizos para que otro muera, muere por ello á garrotazos; y si la muerta era esclava, era esclava la que los daba.

"Si hurtaban las mazorcas de maíz de veinte arriba, moría por ello; si menos, pagaba alguna cosa por ello.

''El que arrancaba el maíz antes de granado, moría por ello.

"El que hurtaba el yete, (1) que es una calabaza atada con unos cueros colocados por la cabeza con unas borlas de pluma al cabo, de que usan los señores y traen en ella poLvos verdes que son tabacos, moría el que lo hurtaba, á garrotazos.

"El que hurtaba algún chalchihuitl en cualquier parte era apedreado en el tianguis, porque ningún hombre bajo las podía tener.

"El que en el tianguis hurtaba algo, los del tianguis le mata- ban á pedradas.

"El que salteaba en el camino, era apedreado públicamente.

"Era ley que el papa que se emborrachaba, en la casa do lo hallaban borracho lo mataban con una porras; y el mozo por ca- sar que se emborrachaba, era llevado á una casa que se llamaba telpuchcalli y allí le mataban con garrotes, y el principal que tenía aquel cargo si se emborrachaba, quitábanle el oficio, y si era valiente hombre le quitaban el título de valiente.

"Si el padre pecaba con su hija, moría ahogado ó con garrote 6 echábanle una soga al pescuezo.

"El que pecaba con su hermana, moría ahogddo con garrote y era muy detestable entre ellos.

"Si una mujer pecaba con otra, las mataban ahogándolas con garrote.

"El papa que era hallado con una mujer, le mataban secreta- mente con un garrote, e lo quemaban, e derribábanle su casa, y

(1) lyehe leerae petl.

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toiaábanle todo lo que tenía, y morían todos los encubridores que lo sabían j callaban.

^^o bastaba probanza para el adulterio si no los tomaban jun- toSy y la pena era que públicamente los apedreaban.

"Algunas destas leyes no son auténticas, porque se sacaron de un librillo de indios no auténtico, como estotras que se siguen, las cuales son verdaderas.

*'En esto que se sigue no se trata más de decir y contar las le- yes que los indios de la Nueva España tenían, en cuatro cosas; la primera es de los hechiceros y salteadores; la segunda es de los ladrones; la tercera es de lujuria; la cuarta de las guerras.

"Capítulo primero, que trata de los hechiceros y salteadores.

*^a ley que sacrificasen, abriéndolo por los pechos, al que ha- cía hechicerías que viniese algún mal sobre alguna ciudad.

"Era ley que ahorcasen al hechicero que con hechizos ponía sueño á los de la casa, para poder entrar más seguro á robar.

"Ahorcaban á los salteadores de los caminos y castigábanlos muy reciamente.

"Ahorcaban al que mataba con bebedizos.

"Ahorcaban á los que por los caminos, por hacer mal, se fin- gían ser mensajeros de los señores.

"Capítulo dos, que trata de la lujuria.

"Ahorcaban al que se echaba con su madre por fuerza, y si ella era consentidora dello, también la ahorcaban á ella, y era cosa muy detestable.

"Ahorcaban á los hermanos que se echaban con sus hermanas.

"Ahorcaban al que se echaba con su entenada, y ella también si habia consentido.

"Tenía pena de muerte el que pecaba con su suegra.

"Apedreaban á los que habían cometido adulterio, á sus mari- dos juntamente con el que con ella había pecado.

"A ninguna mujer ni hombre castigaban por este pecado de adulterio, si sólo el marido della acusaba, sino que había de ha- ber testigos y confesión de los malhechores, y si estos malhecho- res eran principales, ahogábanlos en la cárcel.

"Tení^pena de muerte el que mataba á su mujer por sospecha 6 indicio, y aunque la tomase con otro, sino que los jueces lo ha- bían de castigar.

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"En algunas castigaban al que se echaba con su iñujer, después que le tubiese techo traición.

'Tor la ley no tenía pena el que se echaba con la miuieeba de otro, excepto si había ya mucho tiempo que el otro )a tenía, y por haber mucho que estaban juntos eran entre sus vednos te- nidos por casados.

"Ahorcaban al (cuilon) ó sometico y al varón que toma- ban en hábito de mujer.

"Mataban al médico ó hechicera que daba bebedizos para echar la criatura la mujer preñada^ y asimismo á la que lo tal tomaba para este efecto.

"Desterraban y tomaban los bienes y dábanle otros castigos recios, á los papas que tomaban con alguna mujer, y si había pecado contra natura, los quemaban vivos en algunas partes, y en otras los ahogaban ó los mataban de otra manera.

"Capítulo tercero, que trata de las leyes que había en las guerras.

"Cuando algún pueblo se rebelaba, enviaban luego los señores de los tres reinos que eran México, Texdbco y Tlacopan, secre- tamente á saber si aquella rebeb'on, si procedía todo el pueblo ó solo por mandado y parecer del señor de tal pueblo, y si esta rebelión procedía solamente del señor de tal pueblo, enviaban los señores de los tres reinos sobre ellos, capitanes y jueces que públicamente justiciaban á los señores que se rebelaban y á los que eran del mismo parecer. Y si esta rebelión era por parecer y voluntad de todo el pueblo, requeríanlos muchas veces á que fuesen sujetos como antes y tributasen, y si después de muchas veces requeridos no querían sujetarse, entonces dábanles ciertas rodelas y ciertas armas en señal de amenazas, y pregonaban la guerra á fuego y á sangre; pero de tal manera, que en cualquier tiempo que saliesen de paz los tales rebeldes, cesaba la guerra.

"Era ley que degollasen á los que en la guerra hacían algún daño á los enemigos sin licencia del capitán, ó. acometían antes, ó se apartaban de la capitanía.

"Tenía pena de muerte el que en la guerra quitaba la presa á otro.

"Tenía pena de muerte y de perdimiento de bienes y ptras muy graves penas, el señor ó principal que en algún baile ó ñes- ta ó guerra sacaba alguna divisa que fuese como las armas ó

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dilvisM dfijlosld^Siores délMéxioój.Texebcóy Tlaoopan, que eran 1q9 trea rejtos principales^ j^algunas Teces había guerra sobiie ello. . . ' ' , .

'^aoiaii* pedazos j perdían todos sus bienes y hacían esclavos á todos sns parientes, al que era traidor avisando á los enemigos est la .^earra, 'avisándoles de lo que ee concertaba ó platicaba contra ejllós. : *

"Capítulo cuarto que trata de Jos hurtos.

"Hacían esclavo al que 'era ladrón, si no había gastado lo hur- tado, y si lo habia gastado, moría por ello, si era cosa de valor.

"M que en el mercado hurtaba algo, era ley que luego púbU- eamente ¡bu el mismo mercado le matasen á palos. *

"Ahorcaban* á los que hurtalsan cantidad de mazorcas de maÍE 6 arrancaban algunos maizales, excepto si no era de la primera ringlera que estaba junto al camino, porque desta tenían los ca- minantes licencia de tomar algunas mazorcas para su camino. ("Era ley y con rigor guardada, que si algún indio vendía por esclavo algún niño perdido, que hiciesen esclavo al que lo vendía, y su hacienda partiesen en' dos partes, la una parte daban al niño y la otra parte al que lo había comprado, y si los que le habían vendido eran más de uno, á todos los hacían esclavos.

"Estas son leyes de diversas.

**Tenían pena de muerte los jueces que hacían alguna relación falsa al señor superior, en algún pleito, y asimismo los jueces que sentenciaban alguno injustamente.

"Ahorcaban y muy gravemente castigaban á los hijos que gas- taban mal la hacienda que sus padres les habían dejado, ó des- hacían para gastar mal, ó destruían las armas y joyas ó cosas señaladas que los padres les habían dejado, y asimismo tenían esta pena y castigo los que quedaban por tutores de algunos me- nores, si no daban' buena cuenta á los hijos de los bienes de sus padres difiiDÍo&

"Tenía pena de muerte el que quitaba 6 apartaba los mojones^ y términos ó señales de ias tierras y heredades.

<0i2 modo que tenían de oastigar á sus hijos 6 hijas^ siendo

mozos, cuando salían viciosos y desobedientes y traviesos, eM

traaquilarloB y traerlos maltratados, y pinchándoles las orejas

y los muslos y brazos.

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, ^'£f» cosa xQuy vedada y reprehendida y caetiga&d, el embo- xMoharse los siaáicebos hasta qué fuesen de oincnenta años,^ j en algunas partes había penas señaladas.

'^Hacían esclavo al que vendía £(lgtma tierra ajena, 6 que tu- yiese depositada sin licenoia* .:

"Era ley que el esclavo que eátaba preso y se soltaba de la prisión, y iba á palacio, entrando que entrase en el patio, esa libre de la servidumbre y epm^ Ubre podia andar .seguro.

"Otra costumbre entre ellos, que los hijos de los señores y hombres ricos, en siendo de siete años poco más ó menos, entra- ban en los templos á servir á los idolbs,'á donde servían barrien- do y haciendo fuego de los temjplos y salas y patios, y echaban los inciensos en los fítegós, y servían á los papagimtes, y cuando eran negligeiites ó traviesos ó desobedientes, atábanles las ma- llos y pies, y punzábanles los muslos con unas púas, y loa brazos j los pechos, y echábanlos á rodar por las gradas abajo de los templos pequeños, Y más es de saber, que en México, y asimis- mo en T^xeoco y Tlacopan, había tres Consejos, el primero «ra Oonsejo de las cosas de guerra; el segundo era adonde había 'Cuatro oidores psira oír los pleitos de la gente conrun; el «ercezo erar el Consejo donde se averiguaban los pleitos* que entre seño- res y caballeros se ofrecían, ó entre pueblos sobre linderos ó términos, y deste Consejo en ciertas cosas señaladas daban parte al señor, que er^ cpmo casos reservados^ estos reyes y señores destos tres reinos que arriba están dichos.

"Estas ^oxx las leyes por las, cuales condenaban á alguno á que

jEue^e eiaclayo.

"l^s^ían piedazos y per4ían tó^os^sus bienes y hacían esclavos á todos S:US p^ientes, al quid era traidor avisando í los enemigos éx^la guerra, ayisándol^^e lo que. se conversaba p platicaba en el real contra ejloa*

"Hacían esclavo al que había hecho algún hurto en-xiantidad, siáuaxj^ojffhfjbíagaslia^. ..... . . ,,.;..,

"Otra ley, que tii Júgi»ii indio viBfndíá ¡iox esclavo algtm niño vperdjidqr /y ' ^sí másiDioha(áan^8ieIavoé>á< todos k^>q4i& lo Káhían Wüd^ida jai^^ran iAtiehí6s«' . . rr. .. , •; i: >.

N "Sa^iin ésiSlaVó ai que . ve&dia . iEÚguna tíAna «jen^i ó qiie iil*

viese depositada, sin licencia. . ^ - ' if

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'^Eñ algtmas partes éifik lej, que hacían es<$Iavo al que había empreñado alguna esclava, cuando la tal moría de parto 6 por el parto quedaba lisiada.

''Hacían esclavos á los ^ue hurtaban cantidad de mazoroaa de maíz, en los maizales de los iemplos ^ de los señores.

^Tor otra cosa también hacían esdarosi mas eran arbitrarios; mas estas sobredichas eran leyes que ningún juez podía dispen- sar en ellas, si no era matando al que los cometía por no hacer- los esclavos, y todo esto sobredicho es verdad, porque yo las saquá . de un Hbro de sus pinturas, á donde, por pinturaa están escritas estas leyes, en un libro muy auténtico, y porque es ver- dad lo firmé de mi nombre. Fecha en Yalladolid, á diez del mes de Setiembre, año de mil y quinientos y cuarenta y tres años. Fr. Andrés de Alobiz," (1)

La estampa LXXÜdel Códice Mendocino, (2) indica algunas de las penas impuestas! á los delincuentes, Los jóvenes del Cal- mecac que por la primera vez se embriagaban (2) sufrían una pena correccional; la reineidenoia (1) traía precisamente la muer- te. La embriaguez está simbolizada, por el vaso de madera lleno de licor espumoso. La joven educa^ida (3) muere también por haber incurrido en el mismo vicio.

Conforme á una de las leyes arriba <»tadas, la libertad para embriagarse comenzaba á los cincuenta ¿ños; mas según la auto- ridad de la estaüapa esa triste exención empezaba á los setenta años (6). Bepugnante pretogativa^ fundada tal vez en la difi- cultad de llegar á edad tan avanzada, 6 en que los agraciados,

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defendidos ^or la experiencia, no abusatiaii de la prerogatiVá; siempre sería triste de ver, en publico'. 6 eii seciretbi el espectá- culo itímbrai de un anciano ebrio, socorrido por los hijos y nie- tos á quienes debía enseñanza y ejemplo. '.El viejo parece e«tar «n algún convite, según indica élxocKiÜ 6 ramillete que en la mano tieiie. Si visto en el anciano indigna; en anciana cau&a repulsión: instaladla, delante de Una cantata de pulque (7) toma áyxyViúfséAl servida por su tija, s¿steniáa por su nieta, presen-

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(i) TldedgisdMo yo<^pbdode ttt'predbfioOé^oo ántfj^ao^ iatítokdo Libro áe Ov6»ep^oderdfiiar« I>. Jof^wn(}a«M)ftlQ^^ 7aiM^2ÉlBÍejiWkaexioluaaiT^<|D^ 86; Zorita, breve relaoion, MS. Mendieta, Hb. II, cap. XXIX. Torquemada, lib. Xü, cap. n al VIL Clayigero, iom. 1, pág. 822 y sig. (2)' Lord. Eingsborough, tom. 1.

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seneiando.la fatal eacena. tm rapaz^ que i;o recibe aira leeoicm ejeirfplar. . . '

Segirn las minuciosas investigacioiies <Je Zorita, (1) el vino no podía beberse Biil lioencáa d0 los señores 6 los jueces; se daba á los enfermos, á los viejos de ftiás de cíndüenta a£i,os, á fin,d€( qu& les calentara la sangrej. jan cantidad detres'tazas;an las bodas podían beber dos taz£^ los que pasaban de treinta años, j la misma cantidad se permitía á los que acarreaban madera y pie- dras por ser gran trabajo; se daba á las mujeres en los primeros dias que seguían al alumbramiento* En nobles, señores y gente de guerra era afrenta embeodarse, yse reputaba infame í quien lo bacía. AI borracho, hombre 6 mujer, le trasquilaban en el tianquizUi, y le derribaban la casa, 'aporque decían, que el que '^se embeodaba y perdía el seso por ello,. no merecía tener casa "en pueblo, ni ser contado entre los vecinos de. él, y eran priva- "dos de los oficios públicos que tenían y quedaban inhábiles "para los tener adelante^''

Engáñanse los autores que afirman, que los indios en su infir- delidad se entregaban á la embriaguez: ^'y tomaron ocasión para "lo decir y creer, porque luego como se ganó la tierra se daban* "al vino desenfrenadamente, y tomaban esta licencia cuando co- "menzó á cesar la auto'ridad y poder de sus jueces naturales pa- "ra los castigar con la libertad que solían. Y dicen los indios vie- "jos que ésta fué la causa por que en esto y en otros vicios y deli- "tos tomó cada uno licencia para hacer lo que quería, porque no "se dan las justicias de los españoles tan buena maña como sus jueces en lo averiguar y castigar; y poco á poco se fué dismi- nuyendo el autoridad y modo de su justicia, hasta que del todo "se vino á consumir y acabar, y con ellos se acabó la buena orden "que en todo texiían y su pulicía."

Las leyes de los pueblos de Anáhuac adolecían de un carácter draconiano. Dirigidas principala3ient6 contra el robo, la inconti- nencia y la embriaguez, se prodiga la pena de muerte, en dife- rentes formas, y la esclavitud; en algunos casos el destierro, en otros la confiscación, raras son las penas corporales, 8|in que en- tre ellas se enumeren los azotes, que sólo se daban á los niños. La legislación, como la de todas las naciones no bien civilizadas,

(1) Breve y Bomaría relación. MS.

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no atendía á las cansas excnlpantes; ni establecía verdadera proporción entre el crimen y su castigo. La razón debe ser, qne aquellos legisladores tenían que habérselas con gentes de cer- viz dnra^ acostumbrados á despreciar los dolores físicos, á ver con indiferencia y aun desprecio la perdida de la vida; precisas é indispensables eran penas, que si no ponían miedo en el delin- cuente, fueran eficaces á segregar de la sociedad los miembros gangrenados. Fuera de ésto, las leyes revelan un pueblo ade- lantado, morigerado y justo; protegían el respeto á la autoridad, la familia y los bienes, y en algunos capítulos son muy superio- res á los códigos de los bárbf^roSijug inyf^i^eron la Europa.

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CAPÍTULO IV-

B&ámUítíd.'-'MaíruTM de CírntUtuirde»-— Condición da las eBclavas. —Modas de exUn» guiñe la aervidumbre.-^Eíeknm de eoUera.- Mercado para ¡os eedaoos.'-Mereadoi partíeulairee.'-Ttangtutai.^Maaies.'^Oro, plateros y Joyeros,-— Plata,-— Plomo, Ettam,--(Hnabrio.-— Cobre,— 'Laiboreo de las minas.^ Fierro.— TeooeahttitL Obsídkma, Cerro de las líanqfcu, Fabrieaoion de los euehiOos,— Diversos osetas. Materiales de corutrucdon,— Adornos de piedra,^Piedras preeiosas.^Perlas, Conchas,

LA esclayitud en Análinao, á pesar de ser bárbara institución, estaba organizada de nna manera menos irracional que en Enropa. Nuestros escritores de cosas antiguas asignan tres can* sas por las cuales el hombre libre podía constituirse esclayo: la guerra, la ley y la voluntad. Propiamente hablando, el prisione- ro de guerra no era esclavo; la religión le había destinado para víctima de los dioses; una^vez tomado en el campo de batalla, se le retenía, es verdad, mas sin hacerle trabajar y, por el contrariOi regalándole y atendiéndole: su muerte era indudable; pero no pasaba por las penas de la servidumbrei La ley y la voluntad hacían esclavos; siendo de notar, que enlas leyes aztecas no se reconocía el bárbaro principio de la legislación romana, el fru- to sigue al vientre: porque todo hijo de esclavo nacía libre. (1) Esta sola determinación, que hacía imposible trasmitir la heren- cia fatal de una en otra generación, era ya un inmenso paso moraL

(1) Torqjuemadft, lib. XIV, Oftp. XVL

AiWi¡0it^glñ genetftl había ima axcepoion, admitiendo la auto** del^pl^^ BabagHn. Pica que al acercarse el año secaUT^ oetocküiy temíase por. él múgfx quei ¡trajera eeaagez, pieTÍméiMiose 0Qi4)^^ ella» por Jal reniüou de cíedioa mautenimientoe «omidofli s^.ett <Hllh9Sid& necesidad. *^ caüaoido acontecía ]a4io}ia hanii^^ . *^x^f :pxonigae, je»tqiiceaí»e i^^idían por esdayos muchos pobres, 'Ifeombras. y^xaiijfire% 7 cofluprábajolos loa ricos que tenían mu- '^fiíbaa proT^ooMS allegidasy'y. no solamente los4idbos pobres se 'Jadían á si mismos^ simp qtie también r^^ndían i suis hijos 7 á ^^ans dfiaoendienteSy 7 á.todo su Imejei y asi eran esclavos perpe^ ^^toamienite» porque deieían que asta senádiimbte q?te se cobraba ''eft tal tien^po xu> tenía reme£o para Abábarse en algún tiempo^ ''poi'que'sae padrea se habían Tendido pot escapar de la muerte^ '^¿>por libiajr sú. yoda de la iSHima necesidad, 7 decían que por stt r ''(adtpa les acontecía ^uel desastre; parque ellos- sabiendo que ' ''i^esáa la didna hambre/ se habían, descuidado, 7 no haíbían OU'^ '^ado de remedio^. 7 asi deeiait después^ que los tales esolavoa ' 'liabían cobrado la dicha servidumbre en el ano de cekkMíiij los '^descendientes que Ib han heredado de sus antepasados, la cual "se decía servidumbre perpetua." (1)

X^ le7 determinaba los crímenes por los cuales las personas libras. se tomaban esclavas. > Fuera de los casos enumerados en* sulugar, tenemos que aumenitar los siguientes. Ed tahur^ que ]Ugánd0 il^ajo palabra, no pagábala el plazo estipulado, era véaididoíi^ieialmente para satisfacer al acreedor; Si al padre de Tartos liiÍpSy algim^D^de eUoasatia malo 4 incorregible, podía vea- dwle, pirevialiceáeiade loajueces, para servir de corrección á losi de iau especie: el pftdre estaba obligado á dar un convite, con el pnoaio, d^l cual sóloí podían participar ^, la madre, los her« mafuffs 7 parientes miás próximos; avisábase á los criados no oo*^ miasen aqüeUii comida que exa. precio del hijo^ 7 si á pesar de: eSío la ^tomában uno é muehps^ quedaban esdavosr El que pedia : pcastada eóatk de cuantía 7 no la devolvía, era vendido para pa* ; gara los. dnénós4ci'ioa< objetos prestados, £1 homicida de hom- bre jqua :tfla]¿á >mpLJ€ar! é Mjos^ suáríia^ pena de muerte; mas si la- esfiQttBit^ oceísaie perdoíiábá, le-dabai^^áe^ta por esclavo. (2)

(1) Sahagun, iom. II, pág. 258-9.

(3) F.DuxáD, aegonda parto, cap. XX. MB.

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De los que acudían ¿ robar un gvaneroi^q[tii#ti tobia á la paiíe superior para fiacar por la abertuva^las liMMSorcasS'-^tiQdárba ^{k^r es(daYQy.i)ecibiendoI<¡»<leiiiJaapen||r fifli^iorJ^^ r...ii.:>:', , Por .ir^Iauiad ae oonaiátuia^la esolaiátad^da iM^aeotf «ig^íieu^- to£l« Xyaingaádíorés para; dar alimeoDito á8tL^vi<nc^ lihi-^miigéíM^é TÍda al4^ey.a¿i¿2aaiVp&3rasu8^entkrii8)a adertio^ad veiKUiedi'portuá propio, dgfi^iTxuj^adOy qioa pará.loa.pipbBikaroB id m^noB^ra^doxcm* * quimiüi, .^ sea una. carga de:Teifite nmxitaaj^sifi ooMttiaAcí «e bacía cóUr la cOQclicloM de d^jarleá gozar del precie* da la^ veivta^ por io cual andabaii^ libres cosa de úa ano que laa gigataa les dnwtbiBB> epJraudo en seguida:. á Ja. servidumbote. £«^ estas ^^qndicicaietf ' Tei^díauBe también loa holgazanes Iiombrea 4S 'mojero^ Su ^tíeai^ po;de necesidad o hambre, el marido y la &m]er se:coiiaea:iabaa para venderse vuxo. á otr6y4 bien yandíaiLif usió' da aus * hijos, taidaii má9 de Qaatro« JSatos muehadhos a^esclaTÍzados pertáia* ' neeían en la<aasa de süa amoa por cierto tiemlK], después del cual, con consentiiuiento del señor, y aun dando todavía algo por pre*- cio,- se les retiraba á descansar, poniendo en su lugar alguno sua bermanp^: (2) era una curiosa mutación condicdones la que ' traía esa sustitución de personas. , . . •: ;;. ?

Otro genero de. servidumbre, tequiyoü^ ÜáacnfoÜ, había, á que daban .nombre de hvehtieÜcUlacQU% servidumbre grcbíde ó mayor. Oonsistía en que dos ó más casas, preoisannnto ten tiempo de hambre, vendían una persona, con^títuyéndose ao. laloMigaoioa de' mantenerla siempre como viva, áuu cuando múiierayfoeradel- caso en que falleciera en la casa dél amo ó lacsigíiei^a alguna eóaa de au propiedad. Esta es la serviduinbne menekmada iamba'por eLP.,Sahagun,.p9es en i^tépto se hacia perpetua pasando dexm* ¿otra generación, ya^que las casa^ obligf|daB temían iqúe-mante-^ ner vivo indefinidamente el esclavo/ya paiüa.iel ajaó dixectoi para »UB descendientes.' Bara queia obligacoóiKiio pudiera extin» guirse, el señor nunca tomaba co£(a queida su. siervo &iara, ni la p^rnútia que jen .9u.cas^ viviera. El ano déUañS; ^uefaé^demar. 0^ hambre» el Aabio rey de TexcoeO;NéBafaciíalpiUi^;á.fln<^ ooi^^^ ial: jde r^iz e^te. abuso introducido, y 'Oyilarqtié por la «arestía ae alimentara, abro^Q la, l^j^j quedando libres Ifts basas 'OomproiM*

(1) Torquemada, lib. XTV, cap. XVI. : . I .*

(3) Duran, segunda parte, cap. XX. Ifil. Torqttemadft, lib. ^XXV, éáp, ^Trt.

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üáéB dd'.aiatigao, y prohibidoiB tett onerosos contratos. Eiste buen 6}Mbplot iaé ABgttidD t>ór Motécah^oma) cesando desde entonces lafsemiditmfare petrpetua/ ^1) ' : ,;: ^

La venta de los esclavos se hacía delante de testigos ancianos, de^'9a^tra J^bfi.ptnr cada^partej loií cuales . fijáibaín * el preció y eii9^p]4abf|KV.loS' términos del contrata Fuera sii estado servil, l^.con^^ipzv^de los-e^^la^oa eta bieii tolerable; vivían ¿n las tié- r]r^ d^^us^^uiios rlab]:»a4o aeineateras para éstos y para si; pres- tt^b^Ti.pnAasrQaftas. scarvtqioa persaBal&s cómo ibarrer, acarrear Bgfis^j: laña; recibÍMi buen trato, y pudiendo adquirir peculio, si erfOjV.jdiligentes, se casaba, manttaíaní casis^ propia, y aun á su tpxuQ, compraban.esclavos paarasn servicio. (2) - Silos siervos eran muchachos ó pobresy yi^an en la casa del amo formando parte de l^iamilia, dándoles de vestir yde eomer. (3) .

Eitapobrábase 1^- libertad por «^ de estos medias. Si estando eL esclavo, en el mercado lograba burlmr bi vigilancia del amo, huía, p^aba las bardas del tianquüUi 3»:mÍ0 allá ponía el pié so- bi;e un ^^qremento humano, se. presentaba 4 Jos jueces en aquella ipxma, y refiriéndoles el caso, les pedía le librasen del cauti- verip, supueato lestar lasí detem^inadoporla ley:losmagistradoB le lavaban todo el cuerpo, ;p.Qpia|ile ropas nuevas, le presentaban á Bu^amo diciéndple, que aquel se había librado con su industria, y que asistido por la ley había cesado de ser esclavo. Al ver huir á su siervo^ eLseñor daba grandes voces á la gente para que le detuviesen; mas cuanto mayores voces daba, tanto más se preca- vían los espectadores de poner estorbo al que huía, porque la ley condenaba por esclavo á toda persona que impedía que un hom- bre recobrara su libertad. Si el amo se enamoraba de la esclava 6 el ama de un esclavo, y constaba, porque tenían hijos ó de otra m^Jiera autéjptica, seguíase su matrimonio, saliendo los agra- ciados de la condición servil Quedaba también libre, quien.ántes de la segunda venta podía volver el precio por que había sido opmprado.^(4) Estando ieon 4a collera al cuello, si podía meterse en el palacio . ó: c£).^a do los reyes, volvía á su antigua libertad; pena de ser reducido á servidumbre, ninguno podía atajarle

(1) Torquemada, lib. XIV, cap. XVn. Sahagun, tom. II, pág. 803.

(2) Torquemada, Ub. XIV, cap. XVI. Mptolii^'^at. IX» c«9L Y.

(3) Torquemada, lib. XIV, cap. XVH. . ' .

(4) T. Duran, segunda parte, cap.' XX. MS.

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loa pasos, laera del amo o de WQtí hqoa^ Bra oostombreieñtíd^ los señores^ á bu muerte^ dar poor Ubres áiasiesdaTov-qoeilMír bían hecho señalados servicios: los dtoias sierros evass de soB'

herederos. (1)

El señor no podía vender al sierro sin sn 'consentimiento. Ce*' s$bba este privilegió el esclavo era perezosío, mal mirado^ vicioso ó huía de la casa; entonces el amo le amonestaba niía, dos 7 tres veces delante de testigos^ y si ánn permanecía incorregible, po- níale la collera^ disiintivo de sn maJia condición, y "podía venderle á las personas 6 en los mercados. !La collera era nñá pieza de madera, que ajustando al cuello terminaba en dos argollas po!r la parte posterior; por '&»tas pasaba tina vara larga, á cuyos extre- mos no pudiera alcanzarse con* las manos, ligada ^ otra segunda vara exterior de una manera sólida: la collera servía- no solo pa- ra distinguir, al mal esclavo, sino para impedirle huir entre la gente 6 penetrar por lagares estrechos: Los compradores de es- clavos de collera se infonnaban del número de ventas por que habían pasado, y si después de cuatro todavíít no se enmenda- bcm, podían ya ser vendidos para el sacrificio. (2) Estos vicio- sos incorregibles. expiaban, sus crímenes, muriendo como repre- sentantes de los dioses en las solemnidades religiosas.

Había dos mercados de esclavos, Ázcapotzalco S It:5ocan. Tjos niercaderes concurrían trayendo hombres, mujeres y niños, ata- viados y compuestos con ropas vistosas y los adornos de qua podían usar; poniéndose cada uno en el lugar señalado, traía un tocador de teponaztli, y á su son hacía cantar y bailar á los escla- vos, haciéndoles desplegar todas sus habilidades. Los compra- dores andaban mirando á todas partes) hasta encontrar una mercancía & su gusto; fijados en algiinu, áe imponían de las con- diciones del siervo, desnudábanle par^ descubría si' tenía imper- fección 6 enfermedad, le hacían saltar y hacer movimientos. El precio consistía generalmente en cuacJiñi, más ó meijios según la pieza, teniéndose en cuenta que los destinados al sac^ficio eran de mayof precio, supuesto que no debían tener defecto alguno personal. Hecho el ajuste, el niercader despojaba de sus galas ál

(1) TorquemadA, Mb. XIV, cap. XVH.

(2) Darán, BegondA parte^ cap. XX. MS. ToxqneinadA, lib. XtV, ca^. XVII.

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esoIftYo 7 le entregcvba si nneyo dueño, quien estaba obligado á lleyar ropas para cubrirle* (1)

La prisión para Ips eadayos» situada en donde ahora la iglesia da San JSipóUto» s6].Uamaba j^e^ZocoSí, casa de estep^as; era una.. galera lasga, compuesta de planchas de madera» con unik abertu- ra aupmor» la cual niietida por ella los presos se. cerraba» asegu- ruándola ,o<m una gran losa.

Había m^xc^doB particulares para ciertos objetos. En el de. Gholollan se trataban joyas, piedras finas: y plwmas; en Texooco T9jfa&f jicaijas^y loza. ^El mercado de loa jperrps estaba en Aaul- ma» y subsistió alguiios anos después de la conquista. EeuníaUf allí los n[iercaderes perros de toda^ clases^, para gusto» para sa- crificar á los dio9es7y para acompañará los.difuntos. (2) La ca^-* ne:de este cuadrúpedo, ya casi eictjaigaido.hoy, servía de aumento á loa pueblos de Auáhuac.

Los puchteca, propiamente eran los J^ercaderes del cqmeraio por maypr; el comercio al menudeo> destinado á la venta de los* artefactos y al abasto 4e las poblacioipies, teníajugaren todos loa . pueblos de cierta importancia. Eran afamados los mercados de México» Texcoco, Tlaxcalla» CholoIlaA^ Tepeyacap, Huexotzinco, 2¡jochimilco y otros» r^iyando.en importtoiciaen relación al nú- mero de habitantes y á su habilidad para las artes. £1 tiang^uizüi estaba colocado en Iqs pueblos delante ó á un lado del tepealli; cercq.do de tapia, con.sus entradas corre&poA^ientes; en cada uno había un mpnwdli po mu, j alto, terminado pprux^ piedra. redon- da del tamaño de unairodelsi labrada con la figura del sol y al- gunos otros signos: encima se colocaba la efigie del dios de los. mercados^ á cuyo pié vertían las trajinantes i, dejar en ofrenda algo ^e lo que traían, recpgidp y aprovechado después por los sacerdotes. La feria ór marcado tenía bigar en cada población en períodos, de cinco ep. cíqco 4ias» Aaix^i^^plea por eso TnacMÜtíxm- quizUi; cada lugar tenía aenaíUda la comaprca que Á, él debía acu-, dix» compuesta de todo^ los pueblos menores ei^. distancia de cuatro leguas. El macutUia^uiztlh un dia aquí»r el siguiente allá,,, y sucesivamente hasta volver el turno, era un dia de verdadera fiesta» no sólo porque los trafi^»^tes tenían ocasión de vender

Q.} P. Sáhagun, tom. I, pág. 82, tom. ü, pág. S70. (2) Bnrán, segiinda parte, cap. XX. MS.

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BUS productos y adquirir lo que les faltaba, sino porqué la gente ] acudía regocijada á gozar del solaz déla coiicuireiicia. pos cau- sas determinantes había adeína-s; preveníala ley que íiadápüdife-, ra ser vendido poü los caminos,^ aun cufitndp f&efra co^ graii pro- ' vecho, y de no concurrir ¿ la feria s¿ ségtiíá el enojo del dios del tiaTiquiztU: Ambas determinaciones aparecen 'interesadas; los |áa- cerdptes por sus ofrendas, el señor y la bouiuriidád' del pueblo, porque cada trajinante pagaba un. impuesto, <íúyó taorito se re^ partía entre aquellos. (1) ••';"•. -• '

' El mercado principal de Meiico subsistió 'delatító del palacíóf'^ del rey; hecha la conquista de Tlátelblco por Atayacatl, quedó trasladado á la plaza conocida ahora por de Santiago, ya del tb-^ do abandonada. Según los conquistadores que le vieron, (2) es- taba rodeado por todos cuatro lados de portales, y era tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca; concurriendo diarianíen- te á comparar y vender de veinte á veihtítíinoó mil personas, y el doble en los dias de tfanqifiztli Las mercaderías estaban ordena- das por calles; vendíase por cuenta y iñedida, aunque rio vieróii * pesas. Había una buena caba, el tecpan, donde estaban siem|)re sentados doce jueces, entendiendo' en las causas que se ofrecían y mandando castigará los criminales; varios empleados públicos- iban vigilando por la plaza, inspeccionando las mercancías y que- brando las medidas falsas. Sobraban cargadores, que por módico precio, transportaban las mercaderías á la casa del comprador.

Yamos á seguir la enumeración de los objetos, que en la plaza registraron los caracterizados testigos, á fin de dar idea de las .artes, industria y mantenimientos de los méxica: el órderi en la narración no será ei que nosotros quisiéramos/ por haber deter- minado tomar por guía la carta de Cortesa ,

Vendíanse joyas oro y de plata, d*e plbmo, de latón, de co- bre y de estaño. aquí la lista de los metales conocidos por los azteca. '"Mucho tiempo antes de la llegada de los españoles, dice Húmbóldt, (S) los indígenas* de ^Máxicd; así como los del Pe- ro, conocieron efuso de varios metales. No se contentaron cou

(1) V, Duran, 'segunda parte, cap. XX. MB.- '

(2) Cartas de Cortes en Lorenzana» pág. 102^. Conquistador anónimo, Docum. de García Icazbalceta, tom. 1. pag. 392. ...

(8) Esaai poUtique sur le royanme de la KouTe)le Espagne, París, iSll, tom. U, pág. 482.

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los que en estado natiyo so. encuentran, en la superficie del suelo, principalmente en el lechada ^os rioa y en las barrancas pavadas por los toirrei^t^s, sino que se daban á trabajos subterráneos para explotar las vetas, sabiendo oay^ galerías» formar pozos de co- municacipn y yentilacion, teniendo instrumentos propios para atacAx la roca. Cortea nos dice en la jrelacion histórica de su ex- pedición, que en el gran mercado de Tenochtitlan se yendían oro, plata, cobre, plomo y estaño. Los habitantes de la Tzapoteca y del Mixtecapan, (1) provincias que hoy forjan parte de la inten- dencia de Oaxaca, separaban el oro de los terrenos de aluvión por medio del lavado.', aquellos pueblos pagaban el tributo de dos maneras; las pepitas ó granos de oro nativo, en sacos de cuero ó en pequeños cestos tejidos de juncos delgados, ó fundido el metal en barras. Semejantes éstas á las que se encuentran hoy en el comercio, están figuradas en las pinturas mexicanas. En los tiempos de Montezuma ya trabajaban los naturales las vetas argentíferas de Tlacbco (Tasco), en la.provincia de Cohuixco, y las que atraviesan las montanas de Tzompanco.''

^'En todas las grandes ciudades de Anáhuac se fabricaban va- sóá de oro y de plata, aunque ésta fuese mucho menos estima- d|b por los amerioanoB que por los pueblos del antiguo continen- te. Al penetrar los españoles por primera vez á Tenochtitlan^ no podían cansarse de admirar la habilidad de los joyeros mexica- nos, entre los cuales se reputaban por. más célebres los de Az- eapotzalco y üholula: cuando seducido Montezuma por su extre- mada credulidad, reconoció en la llegada de los hombres blancos 7 barbados el cumplimiento de las profecías de Quetzalcoatl, y obligó á la nobleza azteca á prestar homenaje al rey de España, la cantidad de metales preciosos ofrecida á Cortés se valuó en cantidad de 162,000 pesos de oro. "Sin to4as las joyas de oro, '^dioe. el ¿/onquistador en su primera, carta á Carlos Y, y pilata, y '^plumajes, y piedras y otras' muchas cosas de valor, que para *^. 8. yo asigné, y aparté, que podrían valer cien mil duca- ''dos, y más suma; las otudes demás de su. valor, eran tales y tan ^'maravillosas, que consideradas por su novj^dad y extrañeza xxo '^tenían precio, ni es de creer que alguno de todos los príncipes

(1) Prindpalmeiite Iqs habiianiefl de Io0 aatígpíM pqeblosfb HoAzyMiiq ((hui99k\ Coyolapan / AtlAoueohahiu^aii.

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''del mundo, de quien de tiene noticia, las pudiese tener tales j **de tal calidad. Y no le parezca á T. A- fabuloso lo que digo, '^ues es verdad que todas las cosas criadas, así en la tierra co- ''mo en la mar, de que el dicho Muteczuma pudiese tener cono- '^cimiento, tenía contrahechas muy al natural, así de oro y plata, "como de pedrería y de plumas, en tanta perfección que casi ''ellas mismas parecían: de las cuales todas me dio para Y. A. *'muchá parte, sin otras que yo le di figuradas y él las mandó "hacer de oro, así como imágenes, crucifijos, medallas, joyeles y "collares, y otras muchas cosas de las nuestras que les hice con- "trafacer. Cupieron asimismo á V. A. del quinto de la plata que "se hubo, ciento tantos marcos, los cuales hice labrar á los na- "turales de platos grandes y pequeños, y escudillas, y tazas, y ^'cucharas; y lo labraron tan perfecto, como se lo podíamos dar entender." (1) Leyendo este pasaje se cree escuchar la rela- ción de un embajador europeo, enviado á la China 6 al Japón. Y no sería posible acusar de exajerado al general español, con- siderando que el emperador Carlos V. podría juzgar con sus propios ojos acerca de la perfección de los objetos que le fueron mandados. La fundición había hecho progresos considerares entre los muyscas, en el reino de Nueva Granada, entre los pe- ruanos y los habitanters de Quito. Én este último, por muchos siglos se conservaron en Caxaa Becdes obras preciosas cte plate- ría aiñerícana. Hace pocos años, que por un sistema de econo- mía, que pudiera llamarse bárbara, fueron fundidas esr s obras qtie probaban, que muchos pueblos del Nuevo continente habían alcanzado un grado de civilización, muy superior al que gene- 'ralmente se les atribuye."

Los méxiea sacaban, pues, el oró las vetas, para cuyo des- •cttbrimiento tenían ciertas reglas eficaces én tiempo de agoM; teoogianlo igualmente en los riosy'arroyos, lavando las- arenas en jlcaaras. (2) La matrícula de tributos, que haoe parte del Úóá. Méndbcino, (3) refiere las provincis» que juagaban oío al impe- rio de México, apa y su comarca (bám. 4Í), "diez tabletes de oro, dice el intérprete,' de cuatro dedos d!e anohó y de tres cuar- tas de medir de largo," (núm. 20), y, ^'veinte jicaras de ora en

(1) OartaB en Lorenzana, pág. 99.

(2) F. Báhagim, tom. 8, pág. SOS.

(8) Véase el Lord. Xingsborotigh, tonL 1.

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polvo, cadA TiiMk- }(o&ra cabía en ella dos álbmozojdas,^* (núm. 21). Para damod ctiénta de la cantidad de oro, sería preciso conocer la medida de capacidad llaxanda almozada\ confesamos nuestra ineptitad, al no encontrar la palabra en los libros que cousnl- tamoB. No puede ser error por almudaday (Jue es una superficie; ni por almomla, cobertor de lana; si se nos permitiera, corregi- ríamos almuerza, "porción de cosa suelta y no líquida que cabe en las manos juntas y puestas en forma cóncava." (1) Toaltepec daba (lám. 42), cuarenta tejuelos de oro, "del tamaño de una hos- tia y del grosor de un dedo** (núm. 31 y 32). Ooaixtlabuacan, (liám. 45) veinte jicaras de polvo 6 pepitas de oro (num. 27). Coyolapan (Lám. 46), "veinte tejuelos de oro fino del tamaño de im plato mediano, y de grosor del dedo pulgar" (núm. 17). Tlach- quiauhco (Lám. 47) veinte vasijas con polvo de oro fino (núm. 4). Tochtepec (Lám. 48), una rodela de oro, con adornos de lo mis- mo (núm. 28), itiía pieza de oro á manera de ala, para adorno del yelmo (núm. 29), "una diadema de oro de esta hechura" (núm. 80), "un apretador de oro para la cabeza, de ancho de una mano y grueso de un pergamino" (núm. 31), dos sartales de cuen- tas de oro, la una con cascabeles (núm. 32 y 33). Así los tributos de oro se exigían en grano, en barras fundidas y en piezas labra- das. No se hace mención de la plata, ni de los demás metales, fuera del cobre.

Los secretos del arte del joyero, platero y fundidor entre los méxica, nos son ahora desconocidos; perdiéronse después de la conquista, por desprecio á la habilidad de los vencidos, ó más bien por las circunstancias precisas de aquella ¿poca de tran- BÍcion. El testimonio de Cortés, de Gomara y de otros que vie- ron los objetos labrados, no dejan duda acerca de su belleza j perfección; las piezas remitidas á España llenaron de admira- ción á los curiosos, juzgándolas inimitables los plateros de Se- villa. **Para las cosas que dicen de fundición y vaciado, eran "muy hábiles, y hacían una joya de oro 6 plata con grandes pri- '^mores, haciendo mucha Ventaja á nuestros plateros españoles» "porque fundían un pájaro que se le andaba la cabeza, lengua y "las alas, y hacían un üiono ú otro animal que se le andaban "cabeza, lengua, pies y manos, y en las manos les ponían unas

(1) Dic. de la lengua castellana.

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'^irevejuelos que parecía bailar con ellos. Y lo que más es, que '^sacaban de la fundición una pieza^ la mitad de oro y la mitiid 'de plata, y vaciaban un, pece la mitad, de las escamas de oro y 'la mitad de plata, y otros variados, conviene á saber, unii e$cá- ''ma de oro y otra de plata de que se maravillaron mucho loa ''plateros de España^" (1) Cosas son estas que boy no se fabrican en ninguna parte del mimdo.

Pocos de estos primores quedan entre nosotros^ exhumados en sepulcros y escavacioi^es. Hemos visto anillos de filigrana de fino trabajo, resaltando entre los huecos figuras de dioses, símbolos ó adornos. Cuentas labradas esféricas ó esferoidales; cascabeles, y aun pequeños idolillos. Muy notable nos pareció un busto de Huitzilopochtli^ con el morrión remedando la ca- beza de una águila y la cimera de un gusto inimitable.

Los tolteca practicaban este arte, anterior sin duda á ellos, ^atribuyendo el perfeccionamiento á Quetzalcoatl. Los instru- mentos de labranza no sabemos fueran otro que el martillo, for- mado de piedras duras; conocían los crisoles para fundir el me- tal, los moldes para dar forma al artefacto* Los.núm. 21 y 25, lám. 71 del Cód. Mendoza representan al platero y su discípulo. Sobre un banco se advierte un brasero con fuego, en el cual se distingue el símbolo del oro labrado; en una mano tiene el arte- sano una varilla para remover el metal, con la otra empuña y lle- va á la boca una especie de soplete ó tubo para avivar la com- bustión. Humboldtdice: ''Según las tradiciones que recogí cerco, ^'de Biobamba, entre los indios del pueblo de Lican, los antiguos "habitantes, de Quito fundían los minerales de plata, estratifl- '^candólos con carbones y soplando el fuego con cañas largas de ''bambú. Muchos indios se colocaban en círculo alrededor del ^agujero que encerraba el mineral, de manera que las corrientes ^de aire salían de machas cañas á la vez." (2) Procedimiento semejante al de los peruanos aparece practicado por los mémcsL

Según nos informa, el F. Sahagun, (3) los oficiales que labraban oro eran de dos maneras; los unos martilladores; ^'otros se Ua* "man üatlcdianiy que quiere decir que asientan el oro ó alguna "cosa en ál, ó en la plata, éstos son verdaderos oficiales 6 por

(1) TorquemAda, lib. ZUI, oap. XXXIV. Glayigeio, tom. 1, pág. 378.

(2) EBsai politique, tom. 2, pág. 484, nota 2. (8) Hist. de Umoom» de HE., tom. 2, pág. 887.

ti.

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"otro nombre se llaman tuüeca; pero están divididos en dos par- "tes, porque labran el|oro cada uno de su manera." El dicciona- rio de la lengua mexicana, (1) ofrece diversos nombres para los que labran plata, oro, anillos, vasos y joyas, lo cual parece in- dicar, que el arte de la platería estaba dividida en diversos ra- mos, practicado cada uno por particulares artesanos.

Los azteca recogían plomo y estaño en la provincia de Tlaohco y en Itzmiquilpan. El primero era poco apreciado, y del segun- do hemos visto que servía de moneda. Chilapan y otros puntos producían cinabrio, usado en las pinturas ó escritura, y en em- bijarse el cuerpo.

Sin duda que el cobre es el metal empleado priupiitivamente por el hombre. En México se usó desde muy antiguo. En las ruinas de Casas grandes, (Chihuahua) fueron encontradas dos piezas de cobre; "una tortuga de diez centímetros de largo, y "una lagartija con la cabeza levantada y abierta como para re- "cibir un objeto." (2) Perdiéronse después de encontrados, y no podemos hacer juicio de ellos. Coincidencia casual ó verdadero punto de relación, es Qomun encontrar tortugas de cobre en los antiguos sepulcros de la Huaxteca. Tenemos á la vista la de la colección de nuestro amigo el Sr. Chavero; hueca, y con un cuerpo suelto interior, sirve como de cascabel; en un extremo ofrece una pequeña argolla para llevarla suspendida; la forman láminas sobre las cuales, siguiendo el contorno de la figura, se afirma un alambre siguiendo las vueltas de una espiral ó for- mando curvas de mayor á menor; los labios del cascabel y el medio del carapacho ofrecen sobrepuesto un torzal de dos alam- bres, mientras otro forma la boca del animal y los adornos del frente: ojos y nariz son pequeños trozos esferoidales. Si el dibujo no es correcto, la manufactura es artificiosa, llamando la aten- ción el cómo fueron soldadas entre las diversas partes.

Hacíanse de cobre objetos semejantes á los de oro, sin duda para adorno de los pbbres. Tenemos á la vista anillos macizos y de filigrana, que aunque muy atacados por el orin, dejan ver sus formas curiosas. Pero el empleo principal de este metal era en las hachas, cuyo uso parece estar esparcido hasta muy lejos.

^1) Diccionario de Molina*

(2) Exploration mineralógique des régions] mexicaines, por M. E. Guillemin Ta- rsyse. París, MDCOOLXIX, pág. 176.— Archiyes, topa, m, pag. 848.

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Durante la expedición del año 1518 mandada por Juan de Grí- jaiva, los bureos arribaron al rio Tonalla, apellidado entonces San Antonio; los navegantes se dieron á cambi£^ cuentas de vidrio y bujerías por el oro de los naturales.— "Y después lo supieron "los de Guanacualco (Coatzacoalco) é otros pueblos comarcanos "que rescatábamos, también vinieron ellos con sus piecezuelas, "y llevaron cuentas verdes, que aquellos tenían en mucho. Pero "demás de aqueste rescate, traían comunmente todos los indios "de aquella provincia unas hachas de cobre muy lucidas, como "por gentileza é á manera de armas, con unos cabos de palo muy "pintados, y nosotros creímos que eran de oro bajo, ó comenza- "mos á rescatar dellas: digo que en tres dias se hubieron más de "seiscientas deUas, y estábamos muy contentos con ellas creyen- "do que eran de oro bajo, é los indios mucho más con las cuentas^ "mas todo salió vano, que las hachas eran de cobre é las cuentas "un poco de nada." (1)

Las hachas antiguas de bronce son idénticas por la forma alas exhumadas en Dinamarca, conocidas bajo el nombre de pacdstav; por la liga sojí iguales á las del Norte y Sud América. En los tiempos históricos, ninguna de las naciones de Anáhuac usó el hacha como arma de guerra; los de Coatzacoalco, mencionados por Bemal Díaz, las llevaban, como dice el escritor, más por gentileza que por otra causa. Empleaban el hacha en la tala de los bosques, en el arte de la carpintería y cosas análogas. En las . pinturas jeroglíficas el hacha es el símbolo del cobre, y del arte del carpintero y del tallador: en las costumbres, servía de resca- te á los alumnos de los seminarios. De cobre- hicieron puntas de flechas y de lanzas, mas no parece les ocurriera nunca formar armas semejantes á la espada.

Abunda el cobre en los Estados de Chihuahua, Durango, Zi^ catecas, San Luis, Jalisco y Michoacan; pero aquellos lugares caían fuera de la demarcación del imperio. Los azteca se pro- veían del metal en las provincias de Zacatollan y de Cohuixoo, Estados actuales de Guerrero y de Oaxaca. Tepecuacuilco da- ba en parte de tributo (Lám. 39 del Cód.) cien hachas de cobre» (núm. 20). Quiauhteopan y su comarca (Lám. 42) cuarenta caá- cábeles, coyolli, grandes de cobre (núm. 19) y ochenta hacLas,

(1) Bernal Díaz, cap. XVI.

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(núm. 20). El nombre mexicano del metal es tepuzüi; el hacha para cortar madera tepuzcuauhxexélani, cnaukÜateconi, y para la- brarla^ tlaximcdtepuzüi.

**Muchos sabios distinguidos, dice Humboldt, (1) annque ex- traños á los conocimientos químicos, pretendieron que los mexi- canos j los peruanos tenían un secreto para tenlplar el cobre, j convertirlo en acero. Es indudable que las hachas- y otros útiles mexicanos eran casi tan cortantes como los instrumentos de ace- ro; mas esta dureza extraordinaria era debida á la liga de estaño y no al temple. Lo que los primeros historiadores de la con- quista llamaron cobre duro 6 cortante, semeja al Xtjíhos de los griegos y al ee$ de los romanos. Los escultores mexicanos y pe- manos ejecutaban grandes obras en el grünstein y el pprfído basáltico más duro. Los joyeros corteaban y perforaban las es- meraldas y otras piedras finas, sirviéndose á la yez de un útil de metal* y de un polvo silicoso. Traje de Lima un cincel de los antiguos peruanos, en el que M. Yauquelin encontró 0,94 de co- bre y 0,06 de estaño. Había sido tan bien forjada la liga, que la pesantez específica se hizo 8,815, mientras que, según las expe- ' riencias de M. Briche, los químicos no obtienen este máximum de densidad, sino uniendo 16 de estaño á 100 partes de cobre« Parece que los griegos, para endurecer el cobre, se servían á la vez del estaño y del fierro. También una hacha de los galos, en- contrada en Francia por M. Dupont de Nemours, que corta el palo como si fuera de acero, sin romperse ni embotarse, contie- ne según el análisis de'M. Yanquelin, 0,87 de cobre, 0,03 de fie- rro y 0,09 estaño." . \

£1 cobre no debía su dureza al temple sino á la liga con el es- taño. En los análisis mandados practicar en México por el Sr. I>. Femando Ramírez, los útiles contienen 90 partes de cobre por 10 de estaño. Hemos logrado ver algunos que nos parecen cinceles, dotados de gran dureza. El cincel sometido al análisis por el Sr. 1). Gumegindo Mendoza ofrece la densidad de 8,875 y contiene 97,87 de cipbre y 2,13 de estaño. (2) Las hachas de co- bre, al menos las destinadas á las artes, no son de cobre puro, pa^ alguna que hemos logrado ver presenta los filos duros: de

(1]> Sssai politique, tom. 2, pág. 485.

(2) Anales del Museo Kacional, tom. I, pág. 117.

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estas hachas, las que llevan los mangos rectos servían en el cor- te de árboles ó faenas análogas, y las de mango recurvo eran empleadas en la carpintería: así al menos están diseñadas en el Códice de Mendoza.

En la sesión celebrada el 10 de Setiembre 1877 por el Con- greso de los Americanistas en Luxembourg, el Sr. de Helwald asentó las dos proposiciones siguientes, contradecidas flojamen- te por M. Peterken: 1* En Amérijca no se encuentra el cobre en estado nativo, más de en la región del Lago Superior. 2' No existe en Mexiqo huella alguna de la explotación de las millas de cobre por los indígenas, anterior al descubrimiento de Amé- rica. Infiere de aquí, "que pues no tenemos prueba de que el cobr^haya sido explotado en la America Central, debe admitir- se que el cobre que servía para formar el bronce provenía del Norte." (1)

Proposiciones y consecuencia son falsas. A propósito de ésto escribió un [luminoso artículo el Sr. D. Jesús Sánchez, del cual tomamos ciertas indicaciones. (2) Contrayéndonos solamente á México: "El cobre se encuentra en estado nativo, bajo las formas de cobre vidrioso y cobre oxidulado, en las minas de Juguaran, un poco al Sur deljvolcan del Jorullo, en San Juan Güetamo en la intendencia de Valladolid y en la provincia de Nuevo Méxi- co." (3) El Sr. D. Andrés del Rio, en su tratado de Orictognosia asienta, que en el criadero de Chihuahua el cobre, "se presenta en grandes masas en la superficie." (4) En Zomelahuacan se en- cuentra el cobre virgen y también con ley de oro. (5) De estas autoridades, queaim pudiérajnos aumentar, inferimos rectamen- te que el cobre se encuentra en México en estado nativo. Bieii, podrá objetar el Sr. Helwald, esto prueba que en el actual terri- torio de la República Mexicana existe el cobre nativo; pero en manera alguna demuestra que las antiguas naciones indígen&s tomaran el metal empleado en sus útiles de estos mantos ó cria- deros, totalmcente desconocidos para ellas. .

Si de estos lugares tomaban ó no el cobre, que usaban, no te-

(1) Compte-raendu, tom. I, Paris, 1878; pág. 51-52. ^

(2) Anales del Museo Nacional, tom. I, pág. 387 y sig.

(3) Humboldt, Essai politíque, tom. II, pág. 581.

(4) Filadelfia, 1832. pág. 82.

(5) Dlc. Univ. de Hist. y de Geog.

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nemos datos para afirmarlo ni para negarlo. Pero consta en los documentos indígenas que Tepecnacuílco y Quiauhteopan daban en tributo objetos de cobre, de* lo cual se deduce sin replica al- guna^ que en aquellas localidades existía y se beneficiaba el re- petido metal sin necesidad de ocurrir al Lago Superior. Ademas» ''los pueblos aztecas sacaban antes de la conquista, dice Hum- boldt, el plomo* y el estaño de las vetas de Tlachco (Tasco, al Norte de Chilpancingo) e Izmiquilpan; el cinabrio que servía de color á los pintores lo tomaban de Chilapan. El cobre era de todos los metales él mSa comunmente empleado en las artes mecánicas. Beemplazaba hasta cierto punto el fierro y el acero. Las armas, las hachas, los cinceles, todos los útiles eran hechos con el cpbre extraído de las montañas de Zaoatollan y Cohuix- co," (1) No existe ía menor duda; los méxica sacaban el cobre de

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las* comarcas que estaban bajo su mando.

En el mes de Setiembre 1873, al estarse practicando un reco- nocimiento en el cerro del Águila, sobre la veta de cobre allí existente, al apoyar uno de los peones co>n fuerza la barreta so- bre el suelo, ésta se hundió desapareciendo completamente. Pro- cedióse á inquirir si era una mina azolvada, resultando de los trabajos el descubrimiento de una escavacion de 31j^ metros de largo, de un metro á metro y medio de profundidad, con una an- chura variable entre medio metro y un metro, y en cuyo fondo seguía una rica cinta de cobre de unos cuatro á diez centímetros de anchura. El Sr. D. Felipe Larí ainzar observó con cuidado la obra, descubriendo bien pronto no haber huellas del fierro ó de la pólvora, que las paredes y el fondo presentaban la acción del fuego, mirándose ademas, así el metal como la roca y tepetate en que arma la veta, resquebrajados y hendidos por muchas partes. Al principio no fueron vistos utües ningunos; mas regis- trados los escombros se encontraron 142 mazas de piedra, de ta-* maños desiguales, en forma de mazos ó cuñas, con los extremos desportillados y rotos: aquellas piedras no pertenecían á ningu- na de las rocas constitutivas del cerro. Hechas las indagaciones convenientes no quedó duda alguna; aquella era una veta de co- lare trabajada por las antiguas razas indígenas. El procedimiento de extracción quedó también patente; calentada la roca por me-

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(1) Essai politique, tom. II, pdg. 432.

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dio del faego, bien se la deja enfriar lentamente, ó se vierte agua sobre ella para acelerar la operación; matriz y mineral se re- vientan ofreciendo resquebrajaduras, sobre las cuales pueden obrar las cuñas, ó los mazos separan á golpes trozos más unía- nos considerables. Este era en realidad el método que los azteca seguían en el laboreo de sus minas, método que podía ser apli- cado así á tajo abierto cual se presenta en el. cefrro del Águila, como en galerías cerradas cual se ofrecen en Tlachco. Debemos las noticias, y el regalo de uno de los mazos de piedra, á la fina atención del Sr, D. Felipe Larrainzar.

'^a naturaleza ofrece á los mexicanos, dice Humboldt, (1) enor- mes masas de hierro y de niquel; esa» masas, que se encuentran esparcidas sobre la superficie del suelo, son fibrosas, maleables y de tan gran tenacidad, que con mucha dificultad se consigue separar algunos fragmentos con la ayuda de nuestros útiles *de acero. El verdadero fierro nativo, al que no puede atribuirse un origen Tneteórico, constantemente mezclado al plomo y al co- bre, es infinitamente raro en todas las partes del globo. Por con- secuencia, no debe admirar que los mexicanos, como la mayor parte de los otros pueblos, al principio de su civilización, se ha- yan fijado de preferencia en el cobre y no en el hierro. ¿Mas cómo esos mismos americanos, que trataban por el fuego una gran cantidad [de minerales, no fueron conducidos al descubri- miento del fierro por la mezcla de las sustancias combustibles con los ocres rojos y amarillos; (2) extremadamente comunes en muchas partes de México? Si por el contrario, como me inclino á creerlo, este metal les era conocido, ¿cómo no llegaron á apre- ciarlo en su justo^valor?"

Nosotros no resolvemos la cuestión; simplemente podremos decir, que si es racional suponer que los americanos conocieron él fierro, también es evidente que nunca le usaron. Encontramos mx hecho curioso. "M. MíUler, director de la casa de moneda de ^'Chihuahua, hizo un descubrimiento muy importante en el tem- '^plo mayor (de Casas Grandes). En una escavacion practicada ''en nna'de las cámaras del laberinto, se halló á corta profandi-

(1^ Essai poliidque, tom. II, pág: 484.

(2) ''El ocre amarillo, llamado tecozahuUl, servía para la pintura, lo mismo que el dnabrio. £3 ocre hacía parte de los objetos que componen la lista de tributos de Malkialtepec."

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"dad una masa lenticular, cincuenta centímetros de diámetro, de "fierro meteórico, envuelta cuidadosamente en estofas semejantes las que cubren los cadáveres antiguos, en las tumbas de la "misma localidad. ¿Este aerolito fue encontrado allí, ó fué traído "de lejos? ¿Lo^ antiguos fueron testigos de su caída? Cierto es "que lo miraban como un objeto extraordinario; tal vez celebra- "ban su caída como la muerte de un dios desconocido, al que "dieron sepulcro en su templo. En todos tiempos debió referirse "uija idea supersticiosa á esos trozos de fierro meteórico, que en "tan gran número se encuentran en Chihuahua. Probablemente "el uso del hierro hubiera comenzado mucho tiempo antes de la '^nquista de Hernando Cortés, así como el del oro, de la plata "y del cobre nativo de las vetas, si esos trozos no hubieran sido "objeto de superstición." (1) La mayor parte estas conclusio- nes no se pueden tomar sino como supuestas. . El ocre amarillo, tecozahuitU, servía en las pinturas, y compuesto en forma de barniz se usaba en ciertas solemnidades para embi- jarse el rostro ó el cuerpo entero. Los méxica tomaban las pie- dras, reduciéndolas por el molido á polvo muy fino. (2) Tlalco- zatltitlan y sus pueblos sujetos (Cód. de Mendoza, lámina 42), tributaban veinte «cazuelas de este barniz (ntim. 4). Muy comunes son en nuestro suelo los ocres rojos y amarillos de hermosos co- lores,- y sus yacimientos presentan señales de las antiguas explo- taciones de los indígenas.

Las naciones de Anáhuac hacían numerosas aplicaciones de la obsidiana, llamada por ellos üdli y por los tarascos tzinajm. Se- gún los estudios practicados |)or mi amigo el Sr. D. Mariano Barcena, (3) los yacimientos de obsidiana, en nuestro país, se encuentran en las formaciones traquíticas. Sus variedades éon; la dorada, la plateada ó argentina, la negra, la azulada, la verde y la roja ó de Pónjamo. "Asociadas á esa roca se hallan en mu- *'chas partes la piedra pez y la perlita, formando transiciones á veces insensibles con la primera y aun con los pórfidos traquí- ticos, pues en los cerros vecinos á Cadereyta Méndez, he visto '^masas de piedra pez salpicada de cristales blancos de riacolita.

(1) Guillemin Tarayre, Exploration, pág. 176.

(2) P. Bahagun, tom. III, pág. 308. '

(3) Las obsidianaB de México, en el Minero Mexicano, tom. 11; niím. 29, pág. 358.

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''La obsidiana roja de Pénjamo creo que tiene bastantes afínida- "dea con la retinita, principalmente por su lustre resinoso y por "su testura. Cerca de la hacienda de Pateo, en Micliocan, existe también otro criadero de obsidiana semejante al de Pénjamo. Me han* asegurado últimamente, que en un pozo artesiano que "están abriendo cerca de Otumba, han encontrado un dique de "esa misma roca. La obsidiana negra la he visto en grandes m&- "sas en un cerro que está inmediato al pueblo de la Magdalena, "en el Estado de Jalisco. Las variedades verdes y agrisadas "abundan en otras muchas localidades."

Becordamos haber visto un trozo de obsidiana con manclias blancas, y á este propósito leemos en Sahagun, capítulo I, "de las piedras de que se hacen los espejos y navajas," que hay minas de donde se sagan; las unas blancas, que pulidas son hermosas, sirven de espejo á los señores y hacen la cara muy bien, y "otras de metal que son negras cuando las labran y pulen," y deforman mucho la imagen. (1) Como los espejos y navajas se sacaban de la obsidiana, estas palabras pudieran autorizar á admitir una va- riedad blanca.

"Las minas de obsidiana del Cerro de las navajas, dice GuUle- "min Tarayre, (2) parecen haber suplido á las necesidades de "Anáhuac Colocada la montaña en el límite .d^ los otomíes,. "forma una de las cumbres de la cadena traquítica que de £. áO. "se extiende, desde los Organos^deActopan hasta Tulancingo, en "el límite N. del valle de México.

"Las minas explotadas antiguamente ocupan un espacio de "medio kilómetro cuadrado, en una de las pendientes de la mon- "taña y al pió del pitón llamado cerro del Jacal, cuya cumbre se "eleva 3,121 metros sobre el nivel del océano. Dista cerca de 100 "kilómetros de México, al N. N. E. Vénse allí una serie de esca- "vaciones parciales, especie de pozos irregulares, á cuyo rededor "yacen los fragmentos de la preparación de los trozos y de lafa- "bricacion de algunos grandes instrumentos.

"Se encuentra la masa de obsidiana á muy poca profundidad "del suelo, bajo una capa de detritus traquíticos; forma una gran "ampolla, hendida en todos sentidos y de tal manera, que los tro-

(1) P. Sahagun, tom. III, pag. 301.

(2) Exploration, pág. 230.

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''zos no presentan dimensiones considerables. Ofrece la roca ^'muclias variedades de color; la más comnn es la obsidiana ver- "de oscuro, sigue la negra, la morena, y una variedad de reflejos "brillantes de hermoso efecto.

Los mineros antiguos no tomaban al acaso 1(^ trozos, pues si así hubiera sido disfrutaran la montaña como una cantera. "Demuestra el examen del yacimiento, que eran desechados los "materiales próximos á la superficie, ó que más bien se les deja- "ba en su sitio como inutües. Las acciones atmosféricas habían "alterado sus propiedades vitreas, y se reconoce en efecto en los "trozos que están al exterior, que perdieron] su translucidez y "adquirieron cierto grano en la fractura; pasaron visiblemente "del estado vitrio á cierto grado amorfa

"Era necesario extraer los trozos de la part^ profunda, cual lo "indican las escavaciones, algunas de las cuales no están cegadas: "se advierte que las materias explotables quedaban á corta dis- "tancia de la superficie, aunque al mismo tiempo se nota que "otra consideración guiaba al minero, y era la forma natural y "la curvatura de las caras del trozo, pues la elección se hacía, "no sólo con objeto de aprovechar las formas y dimensiones ac- "cidentales en una obra especial, sino juzgar por el sentido de la "testura y la naturaleza de la pasta, si por el trabajo se podrían "obtener superficies apetecidas. A mayor profundidad es más «"homogénea la obsidiana, su color se hace negro más acentuado^ "la testura tiene mayor tenacidad y es más fina, propiedades que "permiten la fabricación de pequeños objetos.

"Muy juntas unas á otras están las escavaciones distin^ruién- "dose en sns formas irregulares, que sólo guiaron al obrSo en "su trabajo los trozos aprovechables; afectan más la forma incli- Bfiula que la de pozos verticales. A cerca de dos metros bajo la superficie, ofrecen un ensanchamiento no cegado en algunos **puntos.

"Yacen en la superficie las reliquias esparcidas de los trozos ^'preparados, y los embriones de grandes instrumentos, como grandes lanzas y prismas triangulares de que sacaban estiletes ó cuchillos para los sacrificadores. Es probable que los trozos j prismas preparados fueran envi%dos á las ciudades vecinas, en las cuales tenía lugar la fabricación de los objetos. De este

'ígénero de trabajo no queda rastro en el Cerro de las Navajas,

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"mientras en Tulancingo aparecen numerosos mídeos^ atestiguan- "do lo mismo que en Teotihuacan, que todo un barrio de la ciu- "dad debió estar ocupado por cuchilleros, á juzgar por la profu- "sion de los restos de su industria,"

Sacaban de h, obsidiana cuchillos y navajas, lancetas empleadas para sangrar en la cirujía y para sacarse sangre en las peniten- cias, y otros útiles cortantes ó punzantes. "Oficiales tenían y tienen de hacer navajas dejuna cierta piedra negra ó pedernal. Y verlas hacer, es una de las cosas que por maravilla se pueden ir á ver entre los indios. Y hácenlas (si se puede dará entender) de esta manera: siéntanse en el suelo y toman unj)edazo de aque- lla piedra negra, que es cuasi como azabache, y dura como pe- dernal, y es piedra que se puede llamar preciosa, más hermosa y reluciente que alabastro y jaspe, tanto que de ella se hace n aras y espejos. Aquel pedazo que toman es de un palmo ó poco más largo, y de grueso como la pierna 6 poco menos, y rollizo. Tiene un palo del grueso de una lanza y largo como tres codos o poco más, y al principio de este palo ponen pegado y bien ata- do un trozo de palo de palmo, grueso como el molledo del brazo, y algo más, Jr éste tiene su frente llana y tajada, y sirve este trozo para que pese más aquella parte. Juntan ambos pies descalzos y con ellos aprietan la piedra con el pecho, y con ambas las ma- nos toman el palo que dije era como vara de lanza (que también es llano y tajado), y pénenlo á besar con el canto de la frente de la piedra (que también es llana y tajada), y entonces aprietan hacia el pecho, y luego salta de la piedra una navaja con su pun- ta y sus filos de ambas partes, como si de un nabo la quisieran formar con un cuchillo muy agudo, ó si como la formasen de hierro al fuego, y después en la muela la aguzasen, y últimamente le diesen filos en la piedra de afilar. Y sacan ellos en un credo de estas piedras, en la manera dicha, como veinte ó m&9 navajas. Salen éstas cuasi de la misma hechura y forma que las lancetas con que nuestros barberos acostumbran sangrar, salvo que tie- nen un lomillo por medio, y hacia las puntas salen graciosamente ^,lgo combadas." (1) ¿Poco después de la conquista, los españoles se rasuraban, y cortaban el pelo con estas navajas; mas como á

(1) P. Mendieta, lib. IV, cap. XII. Lo copia Torqnemada, lib. XVII, cap. I. Mo- tolinia, trat. I, cap. X.

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cada corte pierden el filo, habia necesidad de renovarlas a cada paso.

Para las armas como flechas, lanzas y las piezas del macuahidtl, el proce'dimiento era diverso. Se nota que escogido el trozo, se le daba forma por. medio de la percusión. Otro método debía segairse en la construcción de cuentas de diversas formas, ani- males, flores, amuletos, ídolos, lápidas conmemorativas, &c.,.'en los cuales llama muchísimo la atención la pureza del contorno, nunca interrumpido por desportilladuras, y el finísimo pulimen- to, que aplicado á láminas circulares las dejaba servir de espejos. Dos piezas nos han cautivado siempre la atención. Por su her- mosura, ciertas máscaras de limpio y correcto dibujo, pulidas y acabadas con esmero verdaderamente artístico, horadadas en la parte superior, servían para cubrir el rostro de los dioses en al- gunas solemnidades, ó á los difuntos de cierta categoría: por lo diñcil en la ejecución, los llamados carretes, á causa de la total semejanza que presentfln con los de madera destinados á devanar hilo. El material vitrio y quebradizo quedó reducido al grueso derun cartón delgado; los apéndices circulares, pulidos en la cara exterior, ofrecen raeduras marcadas en el interior; la regularidad de formas hace sospechar, que no fueron labrados á mano sino en un tomo, pudiendo ser raídas las superficies cual si fueran de madera.

Las rocas aprovechadas en las construcciones eran la traquita anfibólica (chiluca), y el b^alto compacto, (recinto); empleóse después el conglomerado pomoso (tepetlatl, tepetate), y en segui- da la lava escoriosa (tetziynüi, tezontle), cuyas canteras en el Pe- ñon grande ó de Cortés fueron descubiertas en los tiempos de Ahuitzotl. La cal, ieneztli, fué conocida desde los tiempos remo- tos, Atotonilco acudía al imperio con cuatro cientas cargas de ella (Cód. lám. 30 nu^i. 24), y Tepeyacac con cuatro mil (lám. 44, num. 28).

En traquita, basalto y otras rocas dejaron los méxica obras gigantescas, de las cuales se conservan aun la piedra del sol, el cuauhxicalli de Tízoc, la estatua colosal de la Omecihuatl ó Ci- huacohuatl llamada por Gama la Teoyaomiqui, el fragmento sa- cado del atrio de la catedral, y trozos de menor importancia en estatuas, animales simbólicos y lápidas conmemorativas. Las antiguas pinturas muestran que esas grandes moles fueron trans-

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portadas de largas distancias, sobre rodillos de madera, tirando con cnerdas infinidad de hombres. Pero ellas nada dicen acerca de los instrumentos que usaban los canteros para pidir y labrar esas sustancias tan duras, sin el auxilio de los instrumentos de hie- rro; atacadas con otras piedras, ó cuando más con ciertos cinceles de cobre, como nos lo hace presumir el que tenemos á la vista de la colección del Sr. Chavero, es verdaderamente maravilloso observar el relieve perfecto, el dibujo fino, la minuciosidad de los detaUes, por más que no contente la parte artística del diseño.

A estas rocas reputadas groseras, seguían otras más finas, apre- ciables por el pulimento, la semitrasparencia y la variedad de colores. Conforme á la clasificación del Sr. Barcena, se encuen- tran dioritás, ágatas, ópalos, heliotropos, clorita, litomarga^ fel- despato, &c. Destinadas para adornos, principalmente en collares, son piezas generalmente chicas, planas unas, curvas las otras; algunas sólo recibieron una forma regular y perfecto pulimento, aprovechada la figura natural de} troz<», mientras no pocas se convirtieron en flores, aves, rostros,' cabezas, cráneos, idolillos y figurillas simbólicas. Todos llevan dos ó más horados laterales, ó bien uno longitudinal, destinados al hilo á que estaban suspen- didos. Este horado se presenta de dos maneras, en la cónica y en la cilindrica: aquel, muy aparente en las cuentas de roca ver- de, de formas irregulares, nos parece el más antiguo; éste, evi- dentemente moderno como perfección en el arte, es sin disputa mejor. Tenemos á la vista para juzfi^ar,^ de la colección Chavero, un cráneo pequeño en cristal de roca, perfectamente pulido, lí-* neas firmes y correctas, toques maestros y valientes. El horado emprendido verticalmente no llegó á ser terminado, aunque el artífice lo emprendió por ambos lados opuestos; es cilindrico, de unos dos milímetros de diámetro, las paredes sin desportillada- ras aunque no lisas, la base plana. Todo eUo indica un instru- mento de bronce, sin punta, introducido á golpes sucesivos y dando vueltas al mismo tiempo al perforador, ayudado tal vez por el agua y alguna arena fina y resistente.

Venían en lugar preferente las piedras reputadas preciosas. Los mexica tenían sus señales para descubrirlas; si al querer sa- lir el sol veían en la tierra un humillo delicado, era señal que ahí había criadero de piedras finas, ó algunas estaban alK escondidas: si la yerba se conservaba siempre verde en algún lugar, sin duda

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que debajo yacían los chahhihuitl. Lo cierto es que aquellas pie- dras estimadas, las sacaban bien rompiendo las rocas que conte- nían dentro las cristalizaciones, bien arrancándolas de las mi- nas. (1) El chalchihiáü es un fluoruro de calcium (flourina), verde, no muy trasparente y con manchas blancas, usábanle los nobles en cuentas ensartadas en hilos, atadas como pulseras, estando prohibido por las leyes suntuarias que lo trajeran los plebeyos: los españoles lo confundieron con la esmeralda. Había otras es- pecies; el quetzalckcdcMhtcíI, muy verde, transparente y sin man- chas; el tliyáloticy verde con vetas negras. (2) Tepecuacuilco daba de tributo cinco sartales de cuentas de chalchihuitl, esféricas ó más ó menos esferoidales (Kingsborough, lám. 39, números 32, 33, 34, 35 y 36). Coaixtlahuacan dos sartales (lám. 45, números 21 y 22). Tochtepec cuatro sartas de cuentas medianas (lám. 48, números 34, 35, 36 y 37), tres cuentas grandes (números 38, 39 y 40), tres sartas de cuentas chicas redondas (números 41, 42 y 43). Xoconochco dos sartales de cuentas medianas (lám. 49, nú- meros 10 y 11). Cuetlaxtlan una sarta (lám.. 15, núm. 21]. Toch- pan dos sartales (lám. 54, núm. 26 y 27).

Las verdaderas esmeraldas se nombraban qvetzcditzüi. Las tur- quesas teoxihidtl estaban destinadas exclusivamente á los dioses, estando prohibido las usasen los mortales; las redondas se decían xmhtomaüi, y las manchadas y de menos valer eran xixitL Quiauh- teopÉ^n acudía con una cazuela de turquesas menudas (lám. 42, núm. 17) y Yoaltepec diez mascaritas de turquesas (núm. 22) y una piedra en la forma del dibujo (núm. 84).

El tlapaUeoxihidtl es propiamente el rubí; el qicetzalüzepiollotli el ópalo, principalmente cuando tiene las cambiantes de colores del arlequin; teliuüott el cristal de roca. (3) Toohtcpec pagaba, "veinte piedras de bezote de ámbar claro, con su engaste de oro al cabo" (lám. 48, núm. 44), y "veinte piedras de cristal con su matiz de azul y engaste de oro", (núm. 45). Los méxica usaban pendientes en las orejas y en la nariz; collares, pulseras y ajor- cas en brazos y piernas, de sus piedras preciosas, de oro, de perlas, de conchas ú objetos vistosos. Los objetos arriba men- cionados eran bezotes, terüetl, adorno del labio del cual hablamos

(1) Sahagun, tom. III, pág. 295-96.

(2) Sahagun, tom. III, pág. 297-98.

(3) Sahagun, tom. 3, pág. 298.

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ya: los pequeños se decían tempüoUi y los grandes tenzacatl Cris- tal debe tomarse en sentido del de roca, pues el vidrio no lo conocían. Xoconochco contribuía con dos bezotes de ámbar con su engaste de oro (lám. 49, núm. 22 y 26).. Cuetlaxtlan veinte bezotes de berilo (lám. 51, nüm. 25).

El xiuhmcUlaliztU parece ser el zafiro; el edetl ó piedra de san- gre es roja; el mixtecatetl era una piedra manchada de colores. Les era también conocido el mármol aitzUiy los tecalis tztacchal- chihuiü sacados de ias canteras de Tecalco^ las variedades del jaspe y otras varias. (1) El arte del lapidario y del joyero llegó entre los méxica á gran perfección: vésele representado en la lám. 72 del Códice, núm. 19 y 20. Algunas piezas se distinguen por lo regular y hermoso de la forma, y. todas por la belleza del pulimiento. Esto último conseguían frotando los fósiles con dos clases de esmeril; primero con el polvo ó arenilla del pedernal molido, ó de unas piedras que traían de Huaxtepec, y después con la arena fina de unas pedrezuelas coloradas y de otros colo- res que traían de la provincia de Anáhuac y de Tototepec. (2) Hemos dicho que los horados merecen particxdar mención, y crecerá la admiración si ahora añadimos, que sabían hacer aque- llos taladros en. forma curva. Hemos visto una máscara de obsi- diana perforada en el espesor de la parte superior: se habla de la existencia de una culebra de piedra enroscada en forma espi- ral, agujerada de la boca á la cola siguiendo las inflexiones del reptil.

Cihuatlan contribuía con ochocientas conchas de la mar, (lá- mina áO, núm. 25 y 26). Usaban para adornos de Conchitas y ca- racoles. EpÜi^ concha del mar, a2in,'caracolito; pero distinguían las conchas desque arriba se habla, así como el coral, bajo la de- nominación de tapachilL Conocían igualmente la perla epicHo&i y la concha en que se encierra eptatapalcatl Los caracolillos que tengo á la vista presentan un horado ó dos circulares, para po- der ser ensartados en hilos, ó bien una ranura, en donde el ins- trumento que la procticó no dejó^ señales: la mayor, parte están cortados verticalmente al eje, faltándoles el remate de la espiraL Veo también, perfectamente cortadas, rebanadas completas por secciones perpendiculares al e^e.

'(1) Sahagun, tom. 3, pág. 299-303. (2) Sahagun, tom. 8, pág. 305.

CAPITULO V.

Tríbuton.— Treces de los Tunnbresy de lasmujere8.^A¡ffod<m,^Nequ^n.—Pluma», —Amanteea.—Aves de plumas Jiñas,— AUmerUos, -^ Maiz. -^ Frijol— CTdan.^ HuauMM.—CMlU.— Objetos comestibles, -^Productos del Valle de México. Aves acuáticas. -^Peoes.-^Ranas, El aaDoyaMutl. ^AJmautU—Ptixi, TecuitlatL Cu- ciUin. —8aL TequixqiUtL IfodUU, Tsapotl, —Frutas, Bulbos y tubérculos, Cacao.— Miel de m^igitey.— Azúcar,— Miel de abejas, Metí. OctU, Provechos sa- cados del m£tl.— Bebidas embriagantes, Ckiclia,^—Teo7iacatl, Yerbas em^magan- tes, Madera, Otlatl.— Pieles curtidas,

EL tributo consistía en la cantidad de efectos señalada á cada provincia conquistada; según los productos de ésta, ó m im- portancia en razón de la población y de la industria, así era la cuantía del impuesto. Pagábase, jasólo dos veces al ano, ya tres, ya cada ochenta dias ó sean cuatro mese» mexicanos, según ha- bía pactado la comarca al someterse. El monto total lo repartía el señor del país por ciudades y pueblos, y estos por individuos ó gremios, aunque lo general era por barrios. El imperio tenía sus recaudadores, distinguibles en que llevaban un bastón en la una mano y un mosqueador en la otra, los cuales llegado el pla- zo exigían^ por cuenta y razón, el monto de lo señalado: los pue- blos recogían su cuota, llevándola por su cuenta á la capital de la provincia, donde se almacenaba en efdificios al efecto destina- dos. A nadie valía razón ni excusa para exceptuarse del pago; si pobre, debía trabajar; si enfermo, se esperaba á que sanase; los exactores perseguían á todos con la mayor crueldad, teniendo

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facultad de vender por esclavos á los insolventes. (1) De lo al- macenado disponía el rey en cada lugar, ó bien era traído por los mismos subditos á la capital á que correspondía, México, Tex- coco ó Tlacopan, donde respectivamente se guardaban, á cargo de mayordomos principales, quienes por pinturas llevaban cuen- ta exacta de las entradas y salidas según órdenes <íel monarca: la falta de probidad de estos empleados era castigada con pena de muerte.

El importe del tributo, los regalos que nobles y pecheros ha- cían á los monarcas y los despojos de la guerra, constituían las rentas y acrecían las riquezas de los tres señores confederados. Pero aquel impuesto por una parte era enorme, y- se aumentaba con el tributo pagado al señor natural; estaba recargado con los servicios personales ya en el pueblo, ya para los nobles, ya para la capital de la provincia, de manera que la condición de los ma- cehuales era dura, mirando siempre su familia en la miseria, mientras rendía el espíritu en trabajos para él improductivos: auméntese el rigor de los exactores del tributo, los malos trata- mientos de que eran objeto, el servicio militar á que estaba so- metido, y se comprenderá, así las miserias que agobiaban á los conquistados, como la impaciencia con que llevaban el yugo de la servidumbre.

En el Códice Mendocino, la matrícula mexicana de tributos la forman de la lám. 19 á la 57 inclusive. (2) No parece estar com- pleta, pues evidentemente faltan varias de las provincias con- quistadaSf según consta en los anales. Begístranse ahí los objetos necesarios para vestidos, adornos, alimentos, armas, riquezas, juegos; para Uenar'las necesidades y antojos de la vida. Consti- tuyendo las rentas de los Estados, se distribuían entre la casa real, sostenimiento del culto y de los sacerdotes, pago de sir- vientes y domésticos, recompensas á los guerreros y servidores civiles, regalos para los señores amigos o extraños, &c. Al contar la inmensa cantidad de lo recogido, dos ideas principales se pre- sentan. Para cumplir en cada provincia, era preciso qfiQ existie- ra una muy gran cultura de los campos; producciones sobradas que cubriendo las necesidades de los habitantes, dejaran lo sufi-

(1) Torqnemada, lib. XTV, cap. VIII.

(2) Lord. Kingsborough, tom. I.

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oiente á los impuestos; adelanto en las artes para producir loa objetos demandados por el lujo á la industria; población inmen* sa que bastara á los contingentes exigidos por la guerra, sin que escasearan el labrador en los campos, el oficial en los talleres. Abí, pues, la suma de los tributos revela un país próspero y flo- reciente, adelantado en civilización, con sobrados recursos para llevar sus armas poderosas y extender su dominación sobre un inmenso territorio. La segunda idea es, que bajo esta deslum- bradora apariencia se descabre el más espantoso despotismo. El rey, los sacerdotes, los nobles, los soldados, las clases privi- legiadas vivían en la comodidad y la abundancia; pero los demas^ Atados al suelo, agobiados por el trabajo, con malo y escaso ali- mento, vejetaban para sus señores sin recompensa y sin esperan- za. Inmensa era la distancia entre* el rey y su vasallo; distinta la condición entre la capital del imperio y las provincias some- tidas. Aquella sociedad se dividía marcadamente entre vencedo- res y vencidos; entre señores y esclavos; entre privilegiados po- seedores de los bienes de la tierra, é ilotas desheredados, sin otro porvenir alhagüeño que la muerte, alcanzadra en el campo de ba- talla ó en el ara de un dios.

Consistía el traje de los hombres en tres piezas, la manta ó tümaüiy el maxüatl ó faja, y los cactli ó zapatos. Ríjidas eran las leyes suntuarias, que no permitían usar al plebeyo más que ropas de la pita del maguey, de las fibras de cierta especie de palma ó de algodón basto; por el contrario, los nobles vestían de tejidos finos de algodón, de colores variados y adornos exquisitos.

La capa ó manta era una tela cuadrangular, atadas las puntas de la parte angosta sobre el pecho ó un hombro, cayendo en de- rredor del cuerpo hasta las pantorrillas ó poco más abajo. Las mantas de los mobles eran de diversos matices y labores, listadas unas, con cenefas y flecos, negras páralos sacerdotes, tejidas con plumas o pelo de conejo, cada una según el grado ó categoría de la persona que debía usarla, pues todo estaba prescrito en leyes suntuarias. Idea cumplida de su variedad suministra el Códice MendocLQo. Aquellos pueblos no eran extraños á moda, y pa- ra bailes y ceremonias estaban destinadas mantas, cada una con su nombre y hechura particular. (1) Llevaban los nobles dos ó

(1) Sahagnn, tom. U, pág. 286.

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tres tümatli; y "en invierno se cubren con una especie de zama^ **rros hechos de una pluma muy fina que parece carmesí, 6 coma '*nuestros sombreros de pelo, y los tienen encamados, negros, '^blancos, pardos y amarillos." (1)J El maxtlatl, llamado por los castellanos bragas ó pañetes, lienzo largo y poco ancho como una faja, que enrollado al rededor de las caderas, se anudaba dejando caer uña punta atrás y otra delante, sirviendo para tapar las ver- güenzas. Los cactli, zapatos, sandalias ó cutaras, de donde viene la palabra cades, consistían en una suela de piel de venado, de* yarios cueros cosidos, con un talón en la parte posterior; "de ''entre los dedos salen unas correas anchas que se aseguran en **la garganta del pié con unos botones." (2) Llevaban la cabeza descubierta, cortado el pelo según su clase.

"Las mujeres gastan unas camisas de algodón sin mangas **(hu{pilíij, como sobrepellices, largas y anchas llenas de labores "muy finas, con sus franjas ú orlas, q^ue parecen muy bien. Se "ponen dos, tres ó cuatro camisas de éstas, todas distintas, y unas "más largas que otras para que asomen por debajo como zagale- ''jos. Usan ademas de la cintura abajo otra suerte de traje (cneitl)^ (y s^gun traduce el diccionario, saya, faldellin, faldillas ó naguas) de puro algodón, que les baja hasta los tobillos, asimismo muy lucido y bien labrado. No usan nada en la cabeza, ni aun en las tierras frias, sino que dejan crecer sus cabellos, que son muy "hermosos, aunque por lo general negros ó tirando á castaños; "de modo que con este vestido y los cabellos largos y sueltos "que les cubren la espalda, parecen muy bien. En las tierras ca- "lientes cercanas al mar, usan unos velos como de redecilla de "color leonado." (3)

Las señoras usaban afeites en el rostro de colorado, amarillo ó negro, hecho de incienso quemado con tinta: pintábanse también los pies de negro. "Usaban traer los cabellos largos hasta la cin- ta y otras los traían hasta las espaldas, y otras los tenían largos de una y otra parte de las sienes y orejas, y toda la cabeza tras- quilada. Otras traían los cabellos torcidos con hilo prieto de "algodón, y los tocaban á la cabeza, y así lo usan hasta ahora» "haciendo de ellos como unos cornezuelos sobre la frente. Otraa

(1) Conquistador anónimo, en Icazbalceta, tom. I, pág. 876.

(2) Gonq. anónimo, pág. 877. Sahagnn, tom. II; pág. 290. (8) Gonq. anónimo, pág. 877.

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tienen más largos loa cabellos, y cortan igualmente el cabo de ellos por hermosearse, y en torciéndolos y atándolos parecen ser todos iguales, y otras se trasquilan toda la cabeza. Usaban "también las mujeres teñir los cabellos con lodo prieto, ó con una yerba verde que se llama xiuhquiliü, por hacer relucientes los cabellos, á manera de color morado, y también limpian los dientes con color colorado ó grana: usaban también pintar las manos, el cuello y pecho." (1) Conforme á la matrícula de tributos, la mayor parte de las provincias pagaban mantas tejidas. Las blancas y corrientes es- tán expresadas sin color ninguno en el Códice. Es el símbolo del quimüli (quimil, envoltorio, lio), compuesto de veinte mantas; el numeral puesto encima indica que se piden cuatrocientos quimüli de cada clase. La pintura expresa los colores y dibujos que de- bían tener, y los dedos que encima algunas veces se ponían, sig- nifican que las mantas deben ser de dos, tres, tantas veces de las dimensiones comunes cuantos son los dedos dibujados. El qui- milli de maxtlail se representaba con su símbolo así como los TiuipiUi Las mantas ordinarias de icMli (ixtle, pita, hilo de ma- guey, nequen), están simbolizadas por la espina atravesada de maguey. De toda especie de mantas, aparecen en la matrícula 166 quimiUi, lo cual hace subir la cifra á 1.328,000: lios de max- Üaü nueve, ó 72,000 piezas; cargas de huipilli doce, ó 96,000 ca- misas. Ademas, Cihuatlan pagaba 400 cargas de algodón (Kings- borough, lám. 40, núm. 24); Cuauhtochco, 1,600 (lám. 50, números 10, 11, 12, 13); Atlan, 1,200 (lám. 55, números 8, 9, 10), y Xiuhcoac, 800 (lám. 57, números 16 y 17), lo que hace un total de 4,000 car- gas de algodón en greña. El algodón se indica en las pinturas por un fardo formado de pethxil, atado con mecaü (soga, mecate), y la flor representativa del producto.

Algodón, ichcatl El algodón (Monadelphia polyandria, familia de las malvaceas, genero Gossypium de L.) es indígena en Amé- rica, y su cultivo se conoce desde muy antiguo. Indígena también de la India, Herodoto le menciona describiéndole como planta curiosa, y Strabon le nombra igualmente hablando de los indios, de allá pasó su cultivo á Egipto, (donde le nombraban gossypium 7 xüon), á Persia y á las costas orientales del Mediterráneo: mu-

(1) Bahagun, tom. II, pág. 309-10.

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cho después pasó & Boma y á Grecia. Los árabes le decían goo- íha y le llevaron á Espa£a y otras partes de Europa. Se ve, pues, que en los tiempos remotos, los europeos no conocían el algodón, vistiéndose sólo de lino; lo contrario aconteció en América, don- de el uso del lino fué desconocido.

El intérprete del Códice Mendocino, dice: "Cargas de enegven "blando que llaman yzcocoHlmaÜu' Ambas palabras están estro- peadas y deben leerse: nequen é iczotümatU. Esta última se com- pone de iczotl, especie de palma y de tümaili^ manta ó capa, de donde se corrobora que los méxica llamaban nequen á los tejidos de las fibras del iczotl y de la pita ó iciüli del maguey. El hene- quén ó jenequen, es planta textil actualmente cultivada y bene- ciada en grande escala en Yucatán, en donde se distinguen hasta siete clases, conocidas en la lengua maya con los nombres Chelem, Yaxquiy Sacqui, Chucumqui, Babqui, Quitauqui y Cajum: la planta es de la familia del maguey, y produce un filamento flexible, sua- ve y resistente, muy apreciado en los mercados de Europa.

Las armaduras enumeradas en la matrícula de tributos llegan á 683, cada una con su respectivo chimalli. En algunas se distin- gue, en lo que podríamos llamar visera, una especie de media luna de oro. "También traían, (los señores) un barbote de cliol' ^'cJdhuiÜ engastonado en oro, metido en la barba. También traían "estos barbotes hechos de cristal largos, y dentro de ellos unas "plumas azules metidas, que las hacen parecer zafiros. Otras "muchas maneras de piedras preciosas traían por barbotes. Te- "nían el bezo agujerado, y por allí las traían colgadas, como que "salían de dentro de la carne: y también unas inedias lunas de "oro colgadas en los bezotes. Traían también agujeradas las na- "rices los grandes señores, y en los agujeros metidas unas tur- "quesas muy finas ú otras piedras preciosas, una de la una parte, "y otra de la otra de la nariz." (1)

Uno de los adornos más preciados eran las plumas finas. Coaix- tlahuacan pagaba 800 manojos de plumas de qzietzállí (Kingsbo- rough, lám. 45, núms. 23, 24) y un Üalpilloni (niím. 28). Tlalch- quiauhco, 400 manojos de plumas verdes (lámina 47, núra. 9). Tochtepec, 80 manojos de plumas verdes de quetzalli (lám. 48, núm. 46), cuatro piezas de plumas amarillas y Yerdes (núms. 50,

(1) P. Sflhagun, tom. n, pág. 289.

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61, 52, 53), 8,000 manojoa de plumas chicas azules (núm. 57), 8,000 manojillos de coloradas (num. 58) y 8,000 de verdes (núm. 59). Zoconochco, 800 manojos de plumas finas azules, (lám. 49 núm. 13^ 16), 800 de plumas finas coloradas (núms. 15, 17), 800 de verdes (núms. 14, 18), 160 pieles preparadas del huitzitzüin (núms. 19, 23), 800 manojos de plumas finas amarillas (núms. 20, 24) 800 plu- mas finas verdes (núms. 21, 25). Cuetlaxtlan, 400 manojos de plu- mas verdes finas (lám. 51, núm. 23), y un quetzalpilloni para el rey, (núm. 26). Tochpan, veinte talegos de plumas pequeñitas (lámina 54, núm. 25).

En los tiempos de los tolteca usaban para bailes y adornos de plumajes blancos y negros, formados de plumas de gallina, gar- zas y ánades. En el reinado de Abuitzotl trajeron las plumas finas, de la provincia de Anábuac, los mercaderes dichos tecune,^ nenquey y entonces se introdujeron en el adorno de los señores, y los oficiales de plumería, amanteca, se dieron á labrar los mosai- cos. (1) Las plumas pequeñas eran empleadas en ropas para se- ñores, sacerdotes y dioses; las plumas grandes en armaduras, escudos, mitras, mosqueadores, &a

Los amanteca formaban un gremio unido al de los pochteca. Siete dioses adoraban, entre ellos dos mujeres, siendo el princi- pal Coyotlinahuatl; á los amanteca decían "Iconipixoanimexiti, *'que quiere decir, los que primero poblaron que se llamaron niextti, "de donde vino este vocablo México." Hacían dos fiestas solem- nes en los meses panquetzaliztli y tlaxochimaco, con sacrificio de esclavos y particulares ceremonias. (2) Los que se dedicaban al mosaico de plumas labraban hermosas figuras de bello perfil, Cbn sus colores y sombras tan al natural, como si fueran pinturas. Determinado el diseño le repartían entre varios oficiales; cada nno ejecutaba su parte sobre un lienzo, tomando las plumitae del color y matiz apetecido con unas pinzas, las pegaban unas encimadas á otras, con sustancias glutinosas como la del tzautli, 7 una vez acabada<í, las reunían para juzgar del efecto. Enmenda- dos los defectos, pegaban el todo sobre una tabla de ahvehtíeU 6 lámina de cobre, lo bruñían con esmero y quedaba terminada. (3)

Aquellas obras fueron admiradas por cuantos las vieron. "En

(1) P. Sahagun, tom. 11, pág. 396.

(2) Sahagun, tom. H, pág. 391 y 8ig.

C3) Torquemada, lib. XTTT, cap. XXXIV. GtaTÍgero, tom. I, pág. 374.

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la Nueva España, dice Acosta, (1) hay copia de pájaros de exce- lentes plumas, que de su fineza no se hallan en Europa, como se puede ver por las imágenes de pluma, que de allá se traen: las cuales con mucha razón son estimadas y causan admiración, que de plumas de pájaros se pueda labrar obra tan delicada, y tan igual, que no parece sino de colores pintadas; y lo que no puede hacer el pincel y los colores de tinte, tienen unos visos miradas un poco á soslayo tan lindos, tan alegres y vivos, que deleitan admirablemente. Algunos indios, buenos maestros, retratan con perfección de pluma lo que ven de pincel, que ninguna ventaja les hacen los pintores de España. Al príncipe de España D. Fe- lipe dio su maestro tres estampas pequeñitas, como para regis- tros de diurno, hechas de pluma, y S. A. las mostró al rey Don Felipe nuestro señor, su padre, y mirándolas dijo: que no había visto en figuras tan pequeñas cosa de mayor primor. Otro cua- dro mayor, en que estaba retratado San Francisco recibiéndole alegremente la S. de Sixto V, y diciéndole que aquello hacíanlos indios de pluma, quiso probarlo trayendo los dedos un poco so- bre el cuadro para ver si era pluma aquella, pareciendole cosa maravillosa estar tan bien asentada, que la vista no pudiese juz- gar si eran colores naturales de plumas, ó si eran artificiales de pincel. Los visos que hace lo verde y un naranjado como dorado, y otros colores finos, son de extraña hermosura: y mirada la ima- gen á otra luz, parecen colores muertos, que es variedad de ne- tar." Después de la conquista cultivóse algún tanto este arte, principalmente en Pátzcuaro de Michoacan; decayó con el tiem- po, estando ahora casi abandonado. Para las fiestas hacían los amanteca sobre esteras, mosaicos de hojas de árboles ó de flores, de gusto exquisito y grandioso efecto.

Las aves que suministraban las plumas finas á los méxica^ eran varias. La más estimada y principal era el quetzaltototl 6 queizaUi (pharomachrus mocinno, Llave) llamado ahora quezal 6 quezale; Curucú en el Brasil, en México, Cocls^ de la familia de los Trogonideos, "representada en México por un gran número "de especies, que son los Trogon cóüaris, Masseiia, mexicaiitis, me- *^ano6ephaluSf eJegans, citreólKs, y probablemente algunos otros.*' (2)

(2) Hist. nat. j moral, tom. I, pá£f. 274.

(1) La Naturaleza. Periódico científico da la Sociedad de Hlflt. Natural, tom. pág. 14.

^ 811

Las. pininas de la cola latgas, yerdes.y resplandeoientes son laa que yerdaderamente se llamaban qtietzalli, las plumas del tocado dp la cabeza, y las coloradas del cuello j pecjbo tomaban el nom- bre de tzinüzcany las verdes de encima de las alas son qiíetzal-r huitzÜL El huitzitzüin, en Míclxpacan tzintzon, chupamirto, pica- flor, (troquilideos), representados en el ralle y en México por ZQUchas especies. El ieotzinitzcan, ave acuática de plumas negras» El tlauhqueGhól ó teoquechól, acuático también. El anuJiquechól de plumas verdes, habitante de la provincia de Anáhuac hacia la mar del Sur (hoy Estado de Guerrero). El zacuan, amarillo, rojo y leonado. El aioQuan, de la provincia de Ouextlan y de Michhua^ can. El chxücliiulitototly azul y verde. El xiuktotoü del Anáhuac en los pueblos de Tecpantla, TlapiloUan y Oztotlan, el pecho mon radO) la espalda azul fuerte, las alas azul claro, las plumas de la cola ametaladas de verde, azul y negro.. 'RlxocMtenacaÜ, del To^ tonacapan y d&jpuextlan, ala y cola ametaladas de negro y bland- eo. El cuapacMototl^ de color leonado. El dotototl, con las alas Inoradas. (1) Los pueblos obligados á dar el tributo de plumas, criaban á los pájaros para despojarlos cuidadosamente de sus galas, ó bien loa cazaban con liga ó redes para no maltratar ni empañar las plumillas. Aunque con menos aprecio, empleaban las plumas de los papagayos» El iozíiene, cuando pequeño, toztli cuando grandes, de la provincia de Ouextlan; el alo de la misma localidad; el cocho semejante al toznene; él qtdliton, -pequeño, colo- rado y verde; el Üatacuccalli, rojo, amarillo y verde. (2)

Suministraban los pueblos de las diversas provincias, según la cuenta sacada del intérprete del Cód. 24 trojes de maíz, 20 de frijol, 20 de chía y 19 de bledos ó huauhtli.^ Las trojes eran de piedra y mez^pla, cuezcomatl, 6 de madera cuauhcnezcomatl. Lo re- presentado en las pinturas del Códice no es propiamente una troje sino una medida xisada por los azteca para los áridos, y sea tal vez el "tlcUamachiuálonú Medida como de celemín ó aryo- ba." (3) Ignoramos cuál era su capacidad aunque el repetido in- térprete nos informa que en cada troje cabían de cuatro á cinco mil fanegas. La avaluación es vaga, y aunque no pierde su ca- rácter por tomar el término medio 4,500, resultarán en este su-

(1> Sahagun, tona. 3, pág. 166 y sig. (3) Sahagun, tom. 8, pág. 170 y ai«. (8) Diccionario de Molina-

. di2

puesto 108,000 fanegas de maíz, 90fi60 de frijol, 90,000 de ch{« y 85,500 de huauhüi.

"Cuando Colon descubrió el nuevo mundo, dice D. Luis de k Bosa, (1) el maíz se cultivaba en Haity y en este continente des** de tiempo inmemorial ¿Los antiguos habitantes de las Antillas tuvieron en algún tiempo comunicaciones con México? ¿Llevaron acaso el maíz de este continente ásus islas, ó de ellas vino aqne- lia planta, ó se halló silvestre en el continente y en las islas?. . . No se sabe qué responder á estas cuestiones. "Cuando los euro- **peos descubrieron la América, dice Mr. Humboldt, el zea maíz ^(en lengua azteca ÜaóUi, en la de Haity maíz, en quichua cara),. "ya se cultivaba desde la parte más meridional de Chile hasta '^ensilvania. Era tradición en los pueblos aztecas, que los tol- "tecas fueron los que introdujeron en México, en el siglo Vil de **nueBtra era, el cultivo del maíz, algodón y pimiento: acaso es- "tos ramos diversos de agricultura ya existían intes de los tol- "tecas, y podría muy bien ser que aquelja nación, cuya grande "civilización han celebrado todos los historiadores, no hizo más "que darles mayor estencion con buen éxito. Hernández nos di- "ce que los mismos otomíes, que eran un pueblo errante y bar- 'T)aro, sembraban maíz. (2) Por consiguiente el cultivo de esta ''gramínea se extendía hasta más allá del rio grande de Santiago,s "en otro tiempo llamado Tololotlan," Parece que el cultivo del maíz ha ejercido tma grande influencia en la suerte de México desde la más remotí^ antigüedad. Probablemente las diferentes razas de hombres que vinieron á poblar este país cultivaban el maíz en las comarcas en que descansaban de las fatigas de su peregrinación; y verosímilmente abandonaron sus primeras po* blaciones (cuyas ruinas subsisten aún), porque la esterilidad de aquellos climas no era á propósito para el cultivo de una semi* lia, de cuyas cosechas dependía su subsistencia. En las hermo- sas y antiguas ruinas de la Quemada hemos hallado, entre la argamasa de los edificios, olotes de maíz que se pulverizaban al tocarlos. Creemos que en los escombros de edificios más anti-

(1) Memoria sobre el ctiltiyo del maíz, Me'zioo, 1846. Pág. 4.

(2) En la lengua otomí el maíz ébtha, el maíz anqjio tufébtha^ el maíz fresco 6 Üemo 9aíh<C, el maíz picado rzin^datha, el maíz prieto bcika^ la milpa 6 Tnaigifll huáie. (Vocabulario del idioma otomí, por Fr. Joaquin Ixüpez TepesX

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gaos podrán hallarse aun algunos otros vestigios que comprue- ben la antigüedad del cultivo del maíz en México.

"A más de la tradición que enseña haber venido de la Asia los pobladores de este continente, y haber traído á él el maíz; hay algunos otros datos, que hacen más probable esta opinión, sobre que leemos en el Ensayo político de Nueva España, una nota q¡ae por su ínteres y curiosidad copiamos á la letra: "El Sr. Bo- 'Tberto Brown, cuyo nombre es de tanta autoridad en las cuestio- '*né's de la geografía y de la historia de las plantas, considera "también el maíz, el manioc, el capsium (pimiento) y el tabaco **como plantas de origen americano, (1) al paso que Crawfurd, en *%u excelente obra sobre el Archipiélago de la India, (tom. 1, pág. **3^6), cree que el maíz, que tiene una denominación (que no se **la han dado los extranjeros), es á s&heTJagang en malayo, yja- **vancda en sánscrito, (2) se ha cultivado en este archipiélago antes '^del descubrimiento de la Amériua. ¿Habrán acaso traído los **puéblos de raza malaya ó de la gran Polinesia, en tiempos más **remotos de la llegada de los europeos, el maíz y el plátano, de *Ta Asia á la América? ... El aislamiento del género Zea y **gran diferencia de todas las gramíneas qué crecen espontánea- "mente, son unos hechos muy notables.

'OEn el Asia oriental continental, el maíz no tiene nombre pro- '*pio; en la lengua china se llama ya-chu-cliUy grano de chUy 6 **ya (jade), 6 yuray (arroz) parecido al jade; en lengua japonesa se ''llama nanharrihihi, 6 granos de necubán, y ordinariamente trigo '^extranjero; en mánduhes se llama aikha-chtuihu, granos de vidrio **á6 color. En el grande herbario chino que se titula Pen-thsao^ **ñadgmón, que fie compuso á mediados del siglo Vlll, se dice ijue el maíz ha sido llevado á la China de los países occidentales, (Nota manuscrita de Mr. Klaproth). '^Podía llamar la atención el ver que el trigo, uno de los cinco *^anos que cuKivaron los chinos desde la más remota antigüe- dad, se halla llamado en su lengua con el nombre maytsée, que ó&si corresponde á la pronunciación de maíz; pero es necesario ''tener presente que la palabra maíz es una corrupción de maJiü, **iifltida 6olo en Bayti 6 Santo Domingo, y que en las costas

(1) Botany of Congo, pág. 50.

(^) Áinslie, Hat med. of Hindostán, págl 218.

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''opuesta! al Asia los nombres de esta gramínea, np tiene ningu-. "na analogía con el radical may. Entre los seltas y los livpníos, *'mayse significa pan.

"Insistiremos sobreveste punto, porque creemos hacer un ser- "vicio á las personas estudiosas, reuniendo en un sólo cuerpo los "datos más curiosos que hemos hM,^ado sobre un objeto enlazado "con las cuestiones relativas al origen de la primera población "de America.

"Se preguntará acaso, ¿por qué las tribus asiáticas que- trajeron, el maíz al nuevo continente,rno trajeron también el trigo y los demás cereales? "Suponiendo, dice Mr. Humboldt, que todos los "hombres traen su origen del mismo tronco, acaso podría admi- "tirse que los americanos se han separado^ como los atlantes, del. "resto del género humano, antes que el trigo se cultivase en el "llano central del Asia."

"El Dr. Hernández asegura haber hallado en México una esper cié de maíz silvestre; nosotros dudamos mucho de este hecho» por no haberse confirmado con las observaciones de otros bota-, nicos: Hernández puede haberse equivocado creyendo que sería, silvestre el maíz que suele nacer y desarrollarse sin cultivo, y al que se llama comunmente mostrenco. Este maíz degenera tanto, que apenas asemilla, y es muy difícil que su semilla pueda pro- pagarse por misma.

"Es, pues, dudoso todavía si el maíz es indígena de América» 6 si ha sido traído de Asia al nuevo continente/'

Hasta aquí el Sr. de la Bosa. El maíz no sólo era conocido y cultivado por las tribus prinritivas, sino que ya le usaban como alimento en las formas que hoy mismo se le dan: compruébalo, que de las excavaciones que presentan caracteres de remata süi* tigüedad, se sacan con frecuencia metlaU, metate, 6 piedras que sirven para moler el maíz y preparar el pan. Los tolteca intro- dujeron el uso entre las tribus salvajes y cazadoras; Quetzalcoail dio reglas para mejorar el cultivo, las cuales aprovechaban los méxica, viniendo á traer la perfección el arado y los ínstrumen-r. tos de fierro. Consérvanse todavía los nombres mexicanos, que^ no pudieron, por no tenerlos, ser sustituidos por los españoles- De nacido hasta que está un poco crecido, es tloctli; la banderilla ó flor terminal de la caña, miáhuatt; xüoti, comenzar á apuntar la mazorca en la caña; xüoü, jilote, la mazorca de maíz tierno, y por

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cuajar; dotl, elote, la mazorca tierna aunque con lo:5 granos cua- jados: comía el miahtatl la gente pobre, y esta y los señores se regalaban con el elotl cocido ó asado. Centli, cintli, el maíz seco en mazorca; ya desgranado tlaolli, tlayoUi, tlaulli, y no maíz que es nombre tomado de la lengua de las islas, olotl, olote, el cora- zón de la mazorca; eloizkuatly dototomoclitliy las hojas que la en- vuelven, &a Distinguían varias especies por los colores. Iztac-^ tlaoUí, maíz blanco, yauhtlaoUi, yauitl, maíz negro; cuzticflauUi, maíz amarillo; xiuldoctlauMi, maíz colorado; xuchicentlcinlliy maíz de colores; cuappacJicentlaidli, maíz de color leonado; ír¿?í/i/ocíí'jtn'tf,. tepiü, maíz que se logra en cincuenta dias, <fec.

El maíz constituía la base de la alimentación de nuestros an- tepasados, como ahora forma la de las clases pobres. Utilizaban el grano en sus diferentes estados, en maneras muy variadas. Apuntando sólo las principales, el grano seco, aunque no duro, tostado en el comaMi, (1) produce el izquitt, esquite; revienta que- dando en la forma de una especie de florecilla, á la cual llamaban mumuchitl en el valle de Tolocan. (2) [Calentado en agua de cal hasta cierto punto, lavado en seguida hasta quitarle el hollejo; molido en el inetlaü con agua hasta reducirlo á pasta consistente y fina, se toman porciones de ésta, que comprimidas entre la» palmas de Lis manos en manera particular, se ensancha en forma redonda más 6 menos delgada; colocada sobre el comal, y voltea- da por ambos lados, queda confeccionado el tlaxcalli, tortilla, como le llamaron los castellanos y le decimos ahora. Era entonces el único pan, comido sólo ó en unión de otros alimentos; caliente es sabroso, sano y nutritivo; cuando frió se hace desagradable. La íorLilla tostada en el comaüi se convierte en tofopochtli, (en Jalisco lleva el nombre de pacholi), que no alterándose en algún tiempo, servía de bastimento á caminantes y soldados. Duro el grano, tostado y molido en seco, da el pinóUi^ harina de maíz, que conservando por muchos dias sus propiedades, servía igual- mente en guerras y viajes, bien tomado el polvo á puños, bijen desleido en agua. Cocido y molido en seco, envuelto el producto

(1) El coTnal es na utensilio redondo, delgado, ligeramente cóncavo, de barro poroso y sin vidriar, colboado sobre el hogar, UecuiUif y cuando caliente untado con una corta cantidad de agua de cal, sirve para cocer encima las tortillas, y otros usos más.

(2) Sahagun, tom. 3, pág. 130.

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en las hojas que cubren la mazorca, y cocido en ollas al vapor del agua, se obtienen los tamalli. Cocido y molido, desleido en agua y quitadas las partes gruesas en un cedazo, hervido hasta darle cierta consistencia, rinde el atolli 6 atuOi, especie de puches llamados por los pastellanos mazamorra; es bebida sana y ligera, que hace bien á los enfermos. El pan, los tamalli y el atulli va- riaban en nombres y circunstancias, según los ingredientes que se le mezclaban, las formas que recibían y las fiestas & que se les destinaba. (1) El maíz está representado en la matrícula de tributos.

Frizól como primero se le dijo, frijol como ahora le llamamos, mexicano es eíL (Phaseolus vulgaris, leguminosas de L.); ori- ginario de América y de la India, cuenta muchas variedades co- nocidas bajo los nombres de parraleño, bayo, negro, blanco, ama- rillo, pinto 6 manchado de colores: hay especies grandes, frijolea gordos, en mexicano ayacotU, Condimentado de diversas mane- ras constituía un platillo universal, y hoy mismo tiene consumo en las mesas de todas las clases. La baya del etl tierno es el exotl, ejote ó judías tiernas.

Chian, (Salvia Hispánica según algunos, Salvia chian conforme á D. Pablo de la Llave); hay dos especies, la cJiianpitzahfiac, ne- gra, de la cual se saca un aceite bueno en la pintura; la chianpa- ilaJiuaCy blanca, de mayor tamaño: la primera, 6 ambas mezcla- das, puestas á infundir en agua, sueltan mucilago, formando en- dulzadlEb una bebida refrijersCnte. Esta bebida se reputa medici- nal, y en nuestra farmacopea se llama á la semilla mucilaginosa, anodina, pectoral, demulcente, laxante y que puede suplir con ventaja á la zaragatona. fHernández acopió más de veinte nom- bres de plantas en cuyos compuestos entra la palabra chian. De la misma especie es el chiantzotzoUi, "y ésta es la que sirve tosta- "da para hacer alegría cocida con miel." (2) Molida la semilla en seco forma el cJiianpinolli, harina de chia, que desleída en agua es buena de beber. (3) El chianzotzolatólli era bebida compuesta de chian y de maíz, (á)

(1) Yésae para la yariedad de alimentos, Sahagun, tom. 1, pág. 129, 184; tom. 2, pág. 297-303; tom. 3, pág. 118-19, 132.

(2) Yetancourt, Teatro Mexicano, P. 1, trat. 2, niím. 151. (8) Sahagun, tom. 1, pág. 129.

(4) ClaTigero, tom. 1, pág. 392.

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La palabra huauhtii traducen los autores j el dic. de Molina, bledos. "El hnatUliy dice Betancourt, (1) es una semilla como ^'ajonjolí, dase morada y am^anlla de unas matas á manera de *'arbolillos con la hoja como de lengua de yaca, da en el pendón "de arriba que llaman quavJ:zont¡i como un plumaje de semilleja ^^muy junta, de ellu se hacen unos tamalillos que llaman tzoales, "que son para los naturales de regalo." 'EilcuauhtzonÜij huauson- tlo, cómese fresco en diversos guisos.

Tochpan rentaba 800 cargas de chiUi (Cód. Mendocino, lám. 54, núms. 21, 22), Oxitipan. 400 (lám. 56, núm. 9), y Xiuhcoac, 400 (lám. 57, num. 15), en todo 1,600 cargas del producto. El chi- Uiy llamado hoy chile (capsicum), entre los peruanos vchu^ fué nombrado por lo3 castellanos axí, voz ahitiana, y también pi- miento. Originario de Asia y de América, Hernández encontró en México varias especies cultivadas que clasificó en siete géne- ros: CuauhcMlli, chilli de árbol; Chütecpin, chilli pulga, sea por su tamaño pequeño ó por la fuerza del picante, con tres especies; Tonalchilliy chilli del sol ó del calor, chilli veraniego; Chilcoztli^ chilli amarillo; TzincuayOy por el escozor que produce al des- comerlo; Milchilli, chilli de sementera ó milpan. Las especies cla- sificadas hasta hoy llegan á sesenta y una. El capsicum se comía verde ó secó, constituyendo una salsa universal para todas las clases; molido formaba la variedad de guisados conocidos bajo el nombre genérico de molK ó viidli: hoy mismo se le emplea de una manera general. Salsas y guisos estaban compuestos ademas del chilli, ya con el tomaü, tomate, (Physalis) ya con el xidomaü^ jitomate, ( lÁcopersicum esculenturriy D, C).

Fuera de estos renglones, que podremos llamar de primera necesidad, aprovechaban una gran variedad de setas ú hongos, nanacatly (2) las yerbas comestibles distinguidas bajo el nombre genérico de quilitl, quelites, (3) diversas raíces, las hojas tiernas del 7iopall{, cactus, asadas ó cocidas, las bayas del mizquitl, mez- quite, (Mimosa nüoticaj,' &c. Urgidos por la necesidad comían una semilla nombrada polucatl, el popoiatl 6 maíz descompuesto, el xólotzoTüli ó cabellos de las mazorcas, el metzoUi raeduras 6

(1) Teatro Mexicano, P. 1, trat. 2, niim. 151.

(2) Sahagan, tom. 3, pág. 248. (8) Sahagnn, tom. 8, pág. 246.

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raspaduras del maguey, noclixochitl 6 flor de la tuna, viexcalli ó las pencas del maguey cocidas. (1) El micJihuauJdlt, semilleja blanca y menuda, de que se* hacían tamalli, ó tostada y molida se tomaba desleída en agua miel. De hortalizas y verduras, be- rros, cebollas, xouacatl; verdolagas, ttzmiquüitJ, (Poriulaca rvbj'isj, y la yerba epatzotl, (Chenopodium amhrosiodes), buena para los frijoles y empleada en usos medicinales. Gran variedad de cala- bazas grandes ó chicas. El cliayotli (Sycios edules), que cocido es dulce, agradable y aguanoso. (2)

Faltándoles el toro, el carnero, la cabra y el puerco carecían de carnes abundantes. Suplíanlas con los animales domésticos y por la caza. Aquellos estaban reducidos & las palomas, y al ga- llináceo llamado hmxólotl 6 tofólin, apellidado por los castellanos huajolote, pavo 6 gallipavo. Completaba el mímero el cuadrúpe- do conocido bajo el nombre de perro. Según Clavigero se enu- meraban tres especies: el ifzcuintepotzotli ó perro jorobado, el te- peizcuíntU ó perro montes, y el xoloüzcAitnUt, perro paje, mayor que los otros, el cuerpo privado de pelo, llevando solo en el ho- cico algunas cerdas largas y retorcidas. "Estas tres especies de "cuadrúpedos están extinguidas, ó cuando más solo se conservan •'de ellas algunos individuos." (3) Atendiendo á Sahagun, los perros de la tierra se decían chichi, itzcuinfU, xochiocoyoü, fetlámin y tehuitzofJ, siendo de diferentes tamaños y colores. "Criaban en "esta tierra unos perros sin pelo ninguno, continua diciendo, y * "si algunos pelos tenían eran muy pocos. Otros perrillos criaban *'qu© llamaban xóloitzcidnÜi, que ningún pelo tenían, y de noche "abrigábanlos con mantas para dormir: estos perros no nacen "así, sino que de pequeños los untan con resina que se llama "oxzVZ, y con esto se les cae el pelo, quedando el cuerpo muy liso. Otros dicen que nacen sin pelo, en los pueblos que se llaman Teutleco y Tocilan. Hay otros perros que se llaman tialchidií, "bajuelos, redondillos, son muy buenos de comer." (4) Si no nos engañamos, todos estos animales prestaban sus carnes para los convites, después de criarlos y cebarlos con esmero. (5)

(1) Sahagun» tom. 2, pág. 258.

(2) J. B. Pomar, Belacion de Texcoco, par. XXTV. MS. (8) Hist antig. tom. 1, pág. 40-1.

(4) P. Sahagun. tom. III, pág. 16S-4.

(5) Tozqnemada, lib. U, cap. XXX.

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Enfadoso sería enumerar los cuadrúpedos, aves y peces, toma- dos en la caza ó en la pesca. Los principales de los primeros eran el mazati, yenado, (Cervus mexicanus, Gmel); tocIUli, conejo, (Lepas sylvaticus, Bachman); citli, liebre, (Lepus callotis, Wag.); eoyametlj javalí, (Dicotyles torquatus J. Cuvier); la ardilla, la totzan y otros. Entre las aves, la codorniz, zolin, (Callipepla squam* mata, Gray); se consumía en inmenso número como destinada á los sacrificios. Los peces eran los tomados en el mar, en los la- gos y en los rios. Ap-ovechaban también algunos animales de aspecto repugnanteí[las culebras y hasta la terrible yívora de cascabel, (Crotalus rhombifer, Latr.) cortándole previamente la cabeza; los alacranes, á los cuales quitaban el dardo ponzoñoso; la iguana cuanhqtídzjxilin, (Cyclura pectinata, Wieg, la Cyclura acaütura, Qray, y la iguana rhinolopha, Wieg), de cuyas espe- cies comían así la carne como los huevos; las tortugas, aijotl^ de agua dulce y de los pozos; algunas hormigas, como las llamadas (xzcamóUi, y las necuazcaíl ú hormigas de miel, á las cuales se chu- pa el abdomen lleno de un licor dulce; las langostas chapoUn, y principalmente la nombrada acachapolin; (1) los gusanos que se crian en el maguey meocuilin, y los que viven en las mazorcas del maíz, &c., &c.

Los pueblos riberanos de los lagos del valle sacaban de aque- llas aguas inmensos provechos. Encerrados por mucho tiempo los méxica en los estrechos límites de su isla y urgidos por el hambre, sacaron del elemento que les rodeaba cuantos prove- chos pudieron arrrancarle. Como lo más importante, una gran variedad de patos, canauhtUj distinguidos por los cazadores in- dígenas con nombres particulares, (2) garzas, aztatl, gallinetas y aves acuáticas, las cuales abundaban en el invierno para des- aparecer en el verano: el gallardo tzitzicuüoÜ, chichicuilote (Ma- croramphus griseus, Leach.) encanto de los niños en la estación de lluvias. Las aguas salobres no proveían á la alimentación, mas las dulces mantenían el amüotl 6 pescado blanco, el xohuüij juiles, de los lugares pantanosos; el xcdmichi, pesca dillos de are- na; el cuitlapetlatly chiquillos también, dados como medicina á los niños; los miclicahuan que se ven como hervir, aparecer y desapa-

(1) P. Sahagon, tom. m, pág. 225.

(2) Véaae al P. Sahagun, tom. m, pág. 174-82.

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recer rápidamente en los manantiales. (1) El curioso axdoUf ajo- lote, (Siredon lichenoides) blanco ó negro, objeto de estudió par% naturales y extranjeros. Las ranas, cueyaÜ^ (Baña halecina, Ca- tesb.); las mayores llamaban tecalaü, habiendo otra especie el acacueyetl, (Baña Moctezuma, Baird & Gir.); de los huevos de es- tos batracios nace el atepocatl, atepocate, renacuajos que se comen cocidos ó asados. El acacueyatl son ranillas de los lugares pan- tanosos. El dcocili, especie de camaroncillo, que cocido se pone colorado, y se comía también tostado. El anenextli larva no sabe- mos de cuál insecto; en su metamorfosis son redondos, con cuatro pies, ancha la cabeza y de color pardo. El 7nichpili, del cual sabemos lo que del anterior, y el mü.picldetei que le es análoga El izcaJniilli, gusano de color rojo, que aparentando no tener ca- beza, presenta una cola por ambos extremos; el atopiñan, de co- lor oscuro, y el ocidiztcuí negro,'que tostado se pone blanco. (2)

Existe todavía el pequeño insecto llamado axayacaüy y es el mismo que los indios venden por las calles como mosco para lo3 pájaros: el Sr. D. Pablo de la Llave lo clasificó bajo la denomi- nación de Ahuautlea mexicana, "Cogían tan gran cantidad, que "tenían para comer, para cebar muchas especies de pájaros y "para vender en el mercado. Amasábanlas, y con la pasta hacían "unos panes que ponían á cocer en agua con nitro, en hojas de "maíz. Esta comida no desagradó á los historiadores españoles "que la probaron." (3) Disponían los naturales unos hacecillos de tules, sobre los cuales venía hembra del axayacatl á poner los huevos; este es el ahuauüí, usado todavía, y tiene el sabor de caviar. Su aspecto es como de arena; visto con el microscopio presenta la forma do un verdadero-huevo, proporcionado al ani- mal que le produce, ofreciendo la mayor parte la abertura por donde salió la larva^ y todos una depresión producida en el pun- to de apoyo; de manera que propiamente no se aprovechan loa huevos, sino el cascaron.

La larva salida del huevo es un gusanillo blanco, tirando á amarillento; recogido en grandes cantidades se prepara entero, cocido en hojas de maíz, ó molido, reducido á pasta, se le pone

(1) Sahagun, tom. in, pág. 202-3.

(2) P. Sahftgim, tom. III, pág. 203..

(8) Glavigero. hist. antig., tom. I, pág. 390.

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igaalmeztte en las hojas. Entonces se llama }mxi, reputándole como muy alimenticio.

Agotando los recursos, los méxica, al decir de los autores, co- mían hasta la espuma de las aguas. ''Hay unas urronas que se "crían sobre el agua, que se llaman tecuitlatlj son de color de azul ''claro, después que está bien espeso y grueso; cogenlo, tienden- "lo en el suelo sobre ceniza, y después hacen unas tortas de ello^ "y tostadas las comen." (1) "En la superficie del agua de esta "laguna se crían unos como limos muy molidos, y á cierto tiem- "po del año, que están más cuajados, cógenlos los indios con unas "redecillas muy menudas y sáoanlos fuera del agua, y sobre la tierra ó arena de la ribera hacen eras de ellps hasta que se se- can, y es la torta que hacen del grosor de dos dedos, y enjugan "el uno cuando llega á tener sazón y estar bien seca, la cual des- "pues de enjuta y seca, la cortan como ladrillos pequeños, lo ^'cual comen estas gentes por queso, y tiene para ellos muy buen "sabor, y es algo saladillo. De esto sacaban mucha cantidad á "^los mercados, y de otra comida que llaman texyuiÜcUly aunque ya "ahora se han perdido estos dos géneros y no parecen, y no "si lo causa estar los indios hechos ya á nuestras comidas» y no "dárseles nada por las suyas." (2) Por último, Clavigero dice: (3) "Hacían también uso de una sustancia fangosa que nada en las "aguas del lago, secándola al sol, y conservándola para comerla guisa de queso, al^ que se parece mucho en el sabor. Dábanle '^el nombre de tecuiüatl ó sea excremento de piedra."

Del mismo producto se hacían dos preparaciones, llamada la una tecuülaU, la otra cvcúlin^ palabra traducida en el dice de Mo- lina, "vascosidad del agua, ó cosa comestible que se cria entre ''ciel'tas yerbas del agua." No las traen al mercado,, mas los in- dios de las riberas los consumen todavía, llamando al segundo oticidito dd agua. Su formación es ésta. La larva del axayacatl, para sufrir su transformación, construye con las materias que se apropia de las aguas ó con lo que exonera, un nido compuesto de innumerables celdillas, semejante en la forma, anque no en la consistencia, á algunas esponjas. En circunstancias que nos son desconocidas, los nidos vienen á la superficie del agua, don-

(1) Sahagun, tom. in, pág. 204.

(2) Torquemada, lib. XIV, cap. XIV.

(3) Hist. antig., tom. I, pág. 390.

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de los indios los recogen y cuecen en hojas de maíz, presentando entonces el aspecto de una materia gelatinosa, que debe ser mny nutritiva.

Causa asombro, por una parte, las inmensas ventajas que lo» méxica supieron sacar de un animalillo, tan despreciable al pa- recer, diversificando los manjares en el axayacatl, ahuautli, puxi, teeuitlatl y cuculin; y por la otra, los millones de individuos consumidos por los hombres y los pájaros, sin que esos frágiles seres hayan sido exterminados.

Ocuilla satisfacía 2,000 panes de sal, izfaÜ, (Kingsborough, lám. 36, números 17*al 21), blanca y fina, destinada al gasto de los señores de México. Su carácter jeroglífico está representado en las láminas. Sacábanla en las costas del agua del mar, sabien- do aprovechar las salinas. "Hay también ftiéntes de sal viva, que "es cosa muy de ver los manantiales blancos que están siempre "haciendo unas venas muy blancas, que sacada el agua y echada en unas eras pequeñas y encaladas y dándoles el sol, en breve se vuelven en saL" (1) En el valle la explotación de la sal y del salitre se practicaba de esta manera. Con las tierras lavadas for- maban montones huecos; en el fondo de la cavidad colocaban ramas en forma de parrilla, que servía de sustentáculo á un poco de tule, zacate ó simplemente un petate, que recibía la tierra sa- lada sacada los criaderos. Bajo la parrilla había una perfora- ción lateral, recibiendo un carrizo ó penca de maguey que servia de llave ó nariz para que el líquido salado eicurriera, procedente del agua puesta sobre las tierras. Las aguas ó legías se recibían en ollas, que se ponían á evaporar. Este aparato rústico era un verdadero legiviador q aparato de desalojamiento, muy econó- mico, el cual st> carga y descarga á proporción que la tierra está lavada. En lo antiguo los habitantes de Coyohuacan se dedica- .ban á esta industria; la sal que fabricaban era de color de ladrillo, amasada en tortas redondas, y no siendo buena de comer se desti- naba principalmente á salar carnes.

Empleaban también para sazonar sus condimentos de tequix- quitl, carbonato de sosa natural eflorecente, sesqui-carlíoiiato de sosa. Estas sales eflorecentes se presentan hácia-la estación seca; sobre las tierras abandonadas por las aguas del lago.

(1) Motolinia, trat. III, cap. IX.

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Toca su lugar á la enumeración de las prinoipaleTs frutas indí- genas. Comenzamos por el nochÜ% llamado entre nosotros tnna, palabra de la lengua de las islas introducida en la colonia por los españole^; es el fruto del ncpaUi^ cactus, presentándose multitud de variedades asi por el color como por la forma; aunque la ma- yor parte dulces ó agridulces y jugosos. (1) Son los higos de In- dias ó higos chumbos d^ los escritores antiguos. A este capítulo pertenecen el agrio xocanochÜ% y la variedad de las pitahayas.

Bajo el genérico tzapotl se comprendían: el chidzapoü, chicoza- pote, (zapota achras) que contiene el chictU^ chicle, mascado por las mujeres del pueblo. MactzapoÜ^ zapote blanco, (Oasimiroa edulis) distinguiéndose el oochüstetzapoüj porque provoca á dormir. Cos^zapoÜy zapote amarillo, (Lúcuma salicifolium) con la variedad denominada atzapótl IlamcUzapotl^ ilama (vieja) anona. Guauh- tzapoÜ, anona. ZacuaUzapoÜy chirimoya^ (Afuma tripetalay Tschuddi; Anofue ckerimdia, Baimond) nombre tomado del quiche chiri- muya. TliÜzapoÜ 6 TotólcuiÜatzapoÜ, zapote prieto, (Diospiros obresifolia). TetzantzapoÜ^ tdzapoüy mamey, (Lúcuma mammo- sum); mamey es de la lengua de las islas. (2)

Del ahuocailf ahuacate, (Persea gratissima) distinguían la es- pecie grande ¿fctcooatoA«¿acat2, y los pequeños q^iXhkiKiiwíL El texocotly tejocote (Mespilus) sólo es bueno confitado. Las cirue- las, macaooocotl^ (Spondias bombín) amarillas ó rojas, grandes ó pequeñas; las átoyaooocoU se comían crudas ó cocidas, y hacían un pulque embriagante con ellas. Las guayabas, xalxocotl, (psi- dium pommiferum). El cajpolin, capulín, (Prunus Capulín) fruto al que los castellanos llamaron cerezas, con tres especies; el ólo- capulín, el taoloaptdin y el ocitonuicaptilin. (3) MaizaÜ, pina, (Bro- melia ananas).]^^ cuauJmloÜf huájilote, (Bhus) cuyo fruto se come cocido. El amaoapulin 6 moral.

Terminaremos con los bulbos y tubérculos. El cácomitl, cebo- lla del ocdoxochiü, (Tigridia) de sabor dulce. Camotl, camote ó la batata europea, (Convolvulus batatas). Cuauhar'.yotl^ huacaamo- te, (Jatropha manioc). TlcdcacahwUlf cacahuate, i X . v»! "o ]• apo- gea), que según Humboldt, "parece haber existía ., -

(1) P. Sahagun. tom. III, pág. 238.

(2) Sahagun, tom. III,[pág. 285. (.3) Sahagun, tom. in, pág. 236. .

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''Asia, especialmente en Cochinchina» mucho tiempo antea del ''descubrimiento de América." Xícama, catzoü, (Dolichus tube- rosus); á esta especie referían la raíz cimatly que sólo se podía comer cocida; el tocimaü que cocida se pone amarilla; el offcap- xon. Comíanse también las partes blandas de la raíz de la espa- daña, la del atzatzamófíy del ccdatessdt, del auecvexqui y del ijcalto- mcUL (1) ,

Tlaltelolco pagaba cuarenta canastos de cacao molido, cada uno de 1,600 almendras, ó sean 64,000 almendras en todo (Eingsbo- rough, lám. 19, números 2 y 3). Cihuatlan 80 cai^s de cacao en grano (lám. 40, núm. 23). Tochtapec, 200 cargas de granos (lám. 48, núm. 55). Xoconocho, 200 caicas (lám. 49, números 27 y 89). Cuauhtoehco, 20 cargas (lám. 50, núm. 9). Cuetlaxtlan, 200 car- gas (lám. 51, núm. 22). El camhvaÜ^ cacao, (Theobroma cacao) es el fruto del árbol nombrado cacaocuakuiÜ. Aunque sería bueno extendemos en la descripción de esta curiosa planta, ahora no nos debemos detener sino en los provechos que de ella sacaban los pueblos antiguos. Hernández (2) enumera cuatro especies conocidas: el ciiauhcacahuaüy el mecacacahtujiíl, el ax>c1dcacahuail y el tlalcacahtuiíl^ añadiendo una quinta el ciiauhpailachUi Comían las almendras todavía verdes, y las secas en menor cantidad. Los granos mayores y logrados servían de moneda, como tene- mos dicho. La bebida que con el cacao se preparaba, servida con aplauso en banquetes y fiestas, sólo era propia de señores y gente rica, pues su costo la ponía fuera del alcance de los pobres, no siendo contrahecha. "El chocolate, ial como ahora le usamos, no "era conocido de los indios: lo que ellos tomaban venía á ser lo "que hoy llamamos "cacao frió" ó "espuma de cacao" y que aún "se vende en los tianguis ó mercados de los pueblos. Mezclaban "con el cacao varias yerbas, especias, chile, miel, agua rosada, "granos del pocJiotl ó ceiba, y especialmente maíz. Conocían va- "rios métodos para preparar la bebida; pero siempre en trio, y '^así se tomaba. Lo general era moler el cacao y demás semillas, "desleír la pasta en agua, separar una parte y ponerla en mayor "cantidad de e^gask, batir el líquido y pasarle varias veces de un "vaso á otro, dejándole caer desde alto, para que formase espu-

(1) P. Sah&gun, tom. III, pág. 240.

(2) Lib. VI, cap. 87.

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"ma.'^ (1) En la escríturajerogMca mexicana, las cargas de cacao se expresaban por el determinativo de la almendra. El ckiquihnülf chiqnihníte, cesto ó canasto, servía para recoger el grano. Son redondos próximamente, aunque de base casi cuadrangular, teji- dos de tiras de carrizo ú otates, adelgasados y lisos.

Axocopan mandaba 4fíO cántaros d^ miel de maguey espesa (Kingsborough, iám. 29, núm. 27), y Hueipochtla otros 400 cán- taros (lám. 31, núm. 26). Tlachco 200 cántaros de miel de abejas (Iám. 38, números 21 á 30). Tepecuacuilco, 200 cántaros (lám. 39, número 39 á 48). Tlalcozauhtitlan, 100; Quiauhteopan, 100, é igual cantidad Yoaltepec (lám. 42, números 5, 18, 29).

En la descripción deLmercado de México, dice D. Hernando Cortes: "Venden miel de abejas, y cera, y miel de cañas de maíz, que son tan melosas y dulces como las de azúcar: y miel de unas plantas, que llaman en las otras y estas (2) maguey, qu^ ''es muy mejor que arrope: yxle estas plantas facen azúcar y vino, "que así mismo venden." (3) Desde los tiempos de los tolteca era conocido el modo de convertir en miel el jugo del maguey, habiendo conservado la historia las aventuras de la bella Xóchitl. A lo llamado ahora aguamiel se decía en mexicano nenecuM, co- cida hasta la consistencia de jarabe era la miel TíeiUlcUiUi, neufUt" tetxahiaUi, riecuÜcUUmiUu La azúcar debió ser una consecuencia forzosa de esta preparación; bastaba concentrar el líquido, darle consistencia de jarabe espeso, y obtener la cristalización por el enfriamiento.

"Antes de la llegada de los europeos, dice Humboldt, los me- "xicanos y los peruanos esprimían el jugo de las cañas del maíz "para hacer azúcar. No se conformaban con concentrar el jugo por evaporación, sabían también preparar la aj^car bruta, en- friando el jarabe espeso." (4) ¿Conocíanlos pueblos de México la caña de azúcar? D. Aniceto Ortega, en su Memoria sobre el Arando sachárifera, saoharnm de Lineo, Sacharoforum de Nec- ker, reunió preciosas noticias acerca de la historia de esta plan-

(1) Icazbalceta, diálogos de Ceryántes; pág. 242^8, artículo bien istevesante y completo. Motolinia, trat III, cap. VUI. Acosta, lib. IV. cap. XXII. Torquemada, Üb. XIY, cap. XLn. Clavigero, tom. I, pág. 392.

(2) Falta aquí la palabra, parteís.

(3) Cartas en Lorenzana, pág* 103-4.

(4) Essai polittque, tom. II, pág. 377,

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ia. Los naturalistas disputan todavía si el arando, indígena en la Asia 7 la Oceanía, lo es también en América; resultando de las mejores observaciones, que esta segunda opinión es la más probable. "M. B. Edwards, conciliando todas las opiniones su- "pone, que la caña de azúcar crecía naturalmente en muchos lu- '^gares del nuevo mundo; pero que Cristóbal Colon, que debía "necesariamente ignorarlo, .trajo planta de Canarias en su primer "viaje. Esta explicación parece 3er la verdadera." La abeja co- mún, (Apis mellifera) era conocida de los méxica en el estado silvestre: sacaban la cera, aprovechada no sabemos en' cuales usos. Distinguían la abeja que forma panal en los árboles cuauh- cuzayóliy de la mimcahuaü que fabrica como la anterior; lekpipiycli 6 montesa; la tlahtzaÜ que anida debajo de tierra, el abejorro 6 xicotli y el temoli de mayor tamaño. Miel en general es necuÜi; la miel' de abejas cuauhnecuüi; la* miel sacada de las flores xocMne- cuüi, xochÍTienecutli, xochimemeyallotL La miel de las cañas del maíz óhuanecvüi^ necuiocquihuiUi.

La miel servía en los diversos condimentos de la cocina mexi- cana,'principalmente en las confecciones del pinolli,atolli, chian, tamalli y cacao.

Para decir algo respecto de la bebida de aquellos pueblos, es preciso detenerse ante la planta que la produce; de ésta han he- cho grandes elogios los autores, á fe que merecidos, pues ningu- na como ella hace servicios al hombre, ya estando viva, ya con sus despojos cuando muerta. La planta es el me^ü, (Agave.america- na); la bebida que produce el octK. Ninguna de las dos voces es ahora usada; 77ietl fué sustituida por la palabra fiuiguey^ pertene- ciente á la lengua de las islas; al odli le dijeron los antiguos pidcrcy convertido ahora en pulqtte, que, no es palabra española ni mexicana; sino tomada ''de la lengua araucana que se habla en "Chile, en la .cual, pulque es el nombre general de las bebidas que "los indios usan para embriagarse: pero es difícil adivinar cómQ "pasó este nombre á México." (1)

Existen diez y nueve especies de agave, con catorce variedades, y desde la cultivada llamada ñna, hasta la salvaje ó cimarrona, cada una presta los servicios á que está destinada; planta verda-

(1) Glavigero, tom. I, pág. 393, nota. No hemo^ sabido encontrar la palabra en el Diccionario de chilenismos por Zorobabel Rodríguez. Santiago^ 1875.

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deramente social, fué el don más preciado que la Providencia* pndo hacer á los pueblos primitivos. El cultivo del metí es muy antiguo. La mención primera que encontramos se refiere á los Olmecahuixtoü ^'Estos mismos inventaron el modo de hacer el vino de la tierra: era mujer la que comenzó y supo primero, agujerar los magueyes para sacar la miel de que se hace el vino, y llamábase Maiaoel, y el que halló primero las raíces que echan en la miel se llamaba Pantecatl Los autores del arte de saber hacer el pulcre así como se hace ahora se decían Tepu^tecatl, Quatlapanqui, Tliloa, Fapatztactzocaca, todos los cuales inven- taron la manera de hacer el pulcre en el monte llamado Chidii- nahuia; y porque el dicho vino hace espuma, también llamaron al monte PopopocaiuxU^tl, qxie quiere decir monte espumoso." (1) Esta noticia va unida á la leyenda de la embriaguez del jefe de los cuexteca, quien por esta causa tuvo que retirarse con sus gentes hacia Panuco, es decir, que se refiere á los tiempos pri- mitivos en que los huaxteca estaban establecidos en el interior del país. En la primera pintura de la peregrinación azteca cons- ta,, que los mexi tomaron de los chalca el cultivo del metí y ex- trajeron el octli. Tenemos también la historia de la bella Xóchitl, hacia el fin de la monarquía tolteca» De ello diremos en sus res- pectivos lugares. . Siguiendo á Hernández, el metí productor del octli se nombra Tlaoametly Teometl (Furcroya odorata, Poiret; Furcroya tuberosa. Aitón; Furcroya cubensis, Haw). Por término medio llega á com- pleto crecimiento á los diez años; entónaes, de las hojas centrales apiñadas en forma cónica se alza el quiotly bohordo que alcamsa hasta cinco metros de altura, en cuyo extremo se presentan las flores, después las semillas, y muere en seguida: el bohordo seco se llama quiocuahuiti Propágase por las semillas, mas también por los renuevos que de las raíces en cada individuo brotan.

Para lograr el octU, luego que el metí se acerca á la inflorecencia y antes de que el bohordo se presente, se arranca el cono central de las hojas, dejando en su lugar una cavidad, en la cual viene á recogerse el cambium, líquido blanqueeino compuesto de agua, azúcar y gluten en suspensión: esto es lo que se llama o^i^a miel Tres veces al (lia se extrae el agua miel por medio del awcotUy

(1) SahaguQ, tom. III, pág. 142.

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'durando la cosecha de cuatro á.seis meses; á c^da extracción se raspa la cayidad^ la cual se ensancha y profundiza hasta que la planta se agota y muere. El agua miel es conducido á las ofici* ñas, se le deja fermentar, añadiendo una cantidad de otra ya fer- mentada, obteniéndose al poco tiempo el octli en estado perfecto. Dos clases principales se distinguen, el pulque fino y el Üacliiqm: los catadores juzgan á éste inferior á aquel, no obstante que ayu- dan la fermentación con las raíces de la planta nombrada oopac- til, remedio ó medicamento del octli. (1)

Como hemos visto, variados eran los manjares en las comidas usadas por los señores; en ellas era común el octli, y mucho más en las fiestas y regocijos de los pobres. Castigada severamente la embriaguez, reglamentada la cantidad que debia beberse, per- mitido el licor en exceso sólo á los ancianos, no por eso dejaba de ser de uso general. Los médicos daban ciertas medicinas en él; á las mujeres en el dia siguiente al alumbramiento se les ha- cia beber un poco. (2) En la fiesta Panquetzaliztli bebían el moÜaloctlif ú octli azul, porque lo teñían de este color; (3) .en la fiesta de Atemoztli dábase el vino á las mujeres como si fuera prevenido por el ritual. (4) En la fiesta Izcalli al licor tomado le daban el nombre particular texccdoehuüo, (5) Ninguna olla de vino nuevo se comenzaba sin ofrecer un tanto en sacrificio á Ix- tlilton. (6) Ometochtli era dios del vino y del fuego; cuando echaban el ocpaüi al agua miel y ésta empezando á fermentar hacía espuma, encendían braseros, les ponían copal, y zahumaban el octli en honra del dios. "(7) Componían el pulque con miel, ó chilli, frutas, yerbas y otros ingredientes, según el gusto ó la sazón.

Entrando en la enumeración de los aprovechamientos del ma- guey ó árbol de las maravillas, terminaremos con el líquido, repi-

(1) Memoria sobre el maguey mexicauo, por Pedro Blasquez e Ignacio Blaaquez, México, 1865.

(2) Torqitemada, lib. XIV^ cap. X.

(3) Sahagnii, tom. II, pág. 175.

(4) Saliagun, tom. II, pág. 179.

(5) Sahagmi, tom. n, pág. 186.

(6) Torquemada, lib. VI, cap. XXIX.

(7) Padre Duran, seg. parte, cap. XXII. M8.

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tiendo tin poco de lo ya dicho. El agua miel pttesta al fuego, "y "apurándolo más el fuego es como miel; y á medio cocer sirve de arrope, y es de buen sabor sano, y á mi parecer es mejor que arrope de uvas." (1) "De este mismo licor hacen buen arrope y "miel, aunque la miel no es de tan buen gusto como la de abejas; "pero para guisar de comer dicen que está mejor y es muy sana. "También sacan de este licor, unos panes pequeños de azúcar, "pero ni es tan blanco ni es tan dulce como el nuestro. Asi- "mismo hacen de este licor vinagre bueno; unos lo aciertan ó "saben hacer mejor que otros." (2)

Las púas terminales de las hojas servían en las penitencias religiosas; se les empleaba como punzones, de clavos en las pa- redes y maderas, de alfileres para retener lienzos gruesos; en al- gunas especies se arrancan unidas á las fibras de la planta, y entonces sirven de aguja é hilo á la vez. Las hojas ó pencas frescas servían á las molenderas para recibir la masa, á los alba- ñiles para acarrear el barro. "De estas pencas hechas pedazos, "dice Motoliniá, (loco cit.), se sirven mucho los maestros aman- tecatl, que labran de pluma y oro; y encima de estas pencas ha- cen un papel de algodón engrudado, tan delgado como una muy delgada toca; y sobre aquel papel y encima de la penca labran todos sus dibujos; y es de los principales instrumentos de su "oficio. Los pintores y otros oficiales se aprovechan mucho de "estas hojas." Colocadas convenientemente sirven como tejas en las habitaciones; sostenidas e inclinadas, sobrepuestas, se asaban como arcaduces..

Las flores son comestibles. El bohordo, asado cuando tierno, sirve de alimento.' Con la parte carnosa y blanda de las pencas, unida al maíz, se confeccionan las torfiüas de maguey, sabrosas y nutritivas; molida esa misma parte, deshecha en agua miel y her- vida, rinde una especie de atole que no deja de ser agradable. Las pencas de ciertas especies asadas á la lumbre 6 más bien en barbacoa, en ciertas ocasiones sólo se mascan y chupan, pues el hilo impediría tragarlas; "mas si kts ' cabezas están cocidas de "buen maestro, dice Motoliniá, tienen tan buenas tajadas que ^'muchos españoles lo quieren tanto como buen diacitron."

Cl) AcoBta. Ub. IV, cap. XXHI. (2) Motoliniá, tr&t III, cap. XIX.

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**£1 modo con que proceden los indígenas para hacer pita, di* "cen los Sres. Blasquez, es el siguiente: machacan bien las pen^ ''cas con pisones, y las ponen á hervir después largo tiempo para ''que auelten mejor la pulpa ó parenquima. En esta disposición "las lavan en agua jabonosa, y logran con' esto que los hilos blan- '^queen muy bien, los ponen á secar en el sol, y hacen á mano "los tejidos gruesos y delgados que necesitan en sus diversas la- "bores del campo. '\ Este es el ichtli ó nequen del que hacían cordeles mecatl^ mecate, ropas, &c. De las mismas fibras se labra* ba papel en muy grandes cantidades.

"Cuando se capa el maguey, al estirar sus pencas ú hojas tier- "nas se descubren uiíos hilillos finos y suaves, y de ellos se forman "unas mechas que se usan en vez de yesca. Estas fibras, que son "muy blancas, tienen la finura y fortaleza de la misma seda. Cal- "culamos, que sacándolas con cuidado, puede rendir cada meyciete "(cono de hojas del centro del maguey) muy cerca de media li- "bra. Beneficiada y tejida esta sustancia, sería exactamente igual "alas telas de seda."

El bohordo seco y leñoso sirve de vigas en las habitaciones, ó de puntal en los soportales. Las pencas secas son buen combus- tible, y la ceniza es buena para hacer lejía.. Las raíces gruesas, Tnecoaüf servían de jabón; del cimiento de las hojas pequeñas se hacen escobetas. El tronco seco, desprendidas las pencas, queda ^ convertido en asiento cómodo. El meoct^íZín ó gusano del maguey era reputado como una golosina. La goma que las pencas desti- lan se tiene por igual á la arábiga; al menos puede sustituirse á ella sin peligro. Durante las Uuyias, los viajeros encuentran agua recogida en la unión de las pencas*.

Cual si todo esto no fuera bastante, al octli y á la planta se les conceden maravillosas facultades medicinales, en cuya enu- meración no entraremos.

Fabricaban bebidas embriagantes de las cañas del maíz cuan- do la mazorca está en leche; de las palmas y de las pinas. (1) En la isla de Cuba se hacía un vino con agua, azúcar y maíz tostado para precipitar la fermentación, al cual daban el nombre de chi- cha. Esta palabra se hizo genérica para expresar las bebidas fermentadas sacadas del maíz, y usadas por los pueblos ameri-

(1) Torquemada, lib. Vil, cap. X. ClaTigero, tom. I, pág. 39H.

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canos. En el Pera se denominaba azua. Se hacía de diversos modos. "El más fuerte á modo de cerveza, humedeciendo prime- ro el grano de maíz hasta que comienza á brotar, j después co- "ciéndolo con cierto orden, sale tan recio que á pocos lances de- "rriba; este llaman en el Perú sera, y es prohibido por ley, por "los grandes daños que trae emborrachando braviamente." (1) Los méxica conocían las bebidas fermentadas de maíz. Los oto- míes decían zeydeihá^ (adulterada sendecho) y los mazahua zeyré- cha Á una composición hecha de maíz puesto á germinar, seco y molido, hervido después con agua, qne hace recordar el método empleado para preparar el sorcu La bebida de los otomíes es semejante al bier de los antiguos germanos, sólo que éstos utili- zaban la cebada en lugar del maíz. (2)

Los teoíianacaÜ, carne divina, hongos divinos, amargos y desa- gradables, eran comidos para practicar ciertos actos supersticio- sos; tomaban dos ó tres solamente con un poco de miel de abejas. Producían im estado de embriaguez, con alucinaciones de carác- ter espantoso. (3) La semilla ddiiehqtii, de la planta coaüxoocouh- qvij emborracha y enloquece haciendo ver visiones espantables; produce los mismos efectos del peyoUt aunque sólo persistentes por tres dias. Otras plantas había de la misma especie, usadas por los hechiceros para hacer maleficios, (4)

Xilotepec daba, según el intérprete, "una águila viva que cada "un tributo trayan, unas veces tres, otras cuatro, y otras más ó "menos'' (Kingsborough, lám. 33, núm. 13), Oxitipan estaba á lo mismo obligado (lám. 66, num. 10). ^

Cuacuauhcan con su comarca proveían de maderas; entregaban 1,200 vigas grandes, labradas hnetzcayotl, tahtÁapaUecíldy (lám. 34, números 22 á 24); 1,200 tablas huapaül^ ?inapaUi (números 25 á 27); 1,200 morillos (números 28 á 30); 1,200 cargas de leña (números 31 á 30). Todavía hoy se cuenta la leña por izontli ó sean 400 le- ños, divididos en 20 bultos de 20 palos cada uno: 400 tzantii son 160,000 leños, subiendo el total á 480,000.

Tepeyacac, destinados para la guerra de Tlaxcalla, contribuía

(1) Aoosta. lib. IV, cap. XVI.

(2) Sendecho, por Gninesindo Mendoza. BoL de la Soc. de Geog. Segunda épo- ca, tom. II, pág. 25.

(3) Motolinia/ trat. I, cap. II.

(4) Sahagun, tom. III, pág. 241 y sig.

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con 8,000 atados de otlail, otate, (Amndo bambos), destinados para astas de lanzas ú otras armas: cada atado era de 20 otates, de manera que formaban un total de 80,000 (lám. 44^ núm. 29), y 8,000 atados de otates pequeños destinados para flechas: en todo 160,000 piezas (núm. 30). También debía presentar 4500 pie- les curtidas de venado, mazatly con su pelo (núm. 28), así como Xoconochco 40 pieles de tigre, ocelotl, (Felis onza, L.) (lám. 49, niímeros 28 y 30).

CAPITULO VI.

Tabana. i'apfl.~-XicaU¡. —IópaUÍ.—¡'etlttl.-'Oopalli.-~C'acaxtU. ~ í'oeíUnilla. UUi.—UqjiidámbaT. Ámbar ama7ÍUu.—Juego» y divertUmeí. TUtrJitli. Patct- Ui. Ejereieivi gimnúntleot.-^Palo del •colador. PoeMa iirirn. Pve»ia cb-amátiea. Arquitectura.— AnfoSUetura miiitar.--E>eiUtnra. Arte» y nJkioii.—Tf}eáore*. -~A¡faTéroi.— Medicina. Mídieon.—TemmrnlU.

SEGÚN el intérprete, Tepeyacac y sus pueblos sujetos tributa- ban "ocho mil cargas de acayell, que son perfumes que usan "porlaboca." (KmgBboroog, lám. 44 mun. 33). Para decir loque era este objeto, tenemos que entrar en algunos pormenores. El tabaco (Nicotina tabacum, género solanáceas de. Juasieu,pentan- dria monoginea de Linneo), es originario de América. Los espa- ñoles conocieron la planta en Haití ó Santo Domingo, y de ella dice OTÍédo: (1) "Vsabau los indios desta isla entre otros sus "vicios nno muy malo, que es tomar unas ahumadas, que ellos "llamau taba/v, para salir de sentido. T esto hacían con el humo "de cierta hierva que, á lo que yo he podido entendev, ea de ca- "Hdad del beleño; pero uo de aquella hechura ó forma, segund "su vista, porque esta hierva es un tallo ó pimpollo como quatro cinco palmos ó menos de alto y con unas htügas anchas é grue- "sas, é blandas e vellosas, y el verdor tira algo & la color de las "hojas de la lengna de buey ó hufflosa (que llaman los herbola- "rios é médicos). Esta hierba qne digo, en alguna manera é gé-

(1) Gonzalo Feraindex de Oviedo y Vnldcs, HÍsIn general- ;r tuiturxl de Us ladiaií, Uadrid, IS'il. Líb. V, Mp. IL

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"ñero es semejante cJ beleño, la qnal toman de aquesta manera: "los caciques é hombres principales tenían unos palillos huecos "del tamaño de un xeme ó menos de la groseza del dedo menor, "de la mano, y estos cañutos tenían dos cañones respondientes uno como aquí está pintado (Idm. l^fig. 7'), é todo en una pie- "za. Y los dos ponían en las ventanas de las narices e el otro en "el humo é hierva que estaba ardiendo ó quemándose; y estaban "muy lisos é bien labrados, y quemaban las hojas de aquella "hierva arrebujadas ©.envueltas de la manera que los pajes cor- "tesanos suelen hechar sus ahumadas: é tomabsín el aliento é "humo para una é dos é tres é más veces, cuanto lo podían "porfiar, hasta que quedaban sin sentido grande espacio, tendi- "dos en tierra, beodosj ó adormidos de un grave y muy pesado "sueño. Los indios que no alcanzaban aquellos palillos, tomaban "aquel humo con unos cálamos ó cañuelas de carrizos, é á aquel "tal instrumento confque toman el humo, ó á las cañuelas que es "dicho llaman los indios tabaco, é no á la hierva o sueño que les "4;oma (como pensaban algunos). Esta hierva tenían los indios "por cosa muy preciada, e la criaban en sus huertos é labranzas "para el efecto que es dicho; dándose á entender que este tomar "de aquella hierva é zahumerio no tan solamente les era cosa "sana, pero muy sancta cosa." Sácase con toda evidencia, que los instrumentos para fumar se denominaban tabaco; la planta, en lengua ahitiana, es cohiba ó cojiba.

Hemos visto que los castellanos introdujeron en México mu- chas voces de la lengua de las islas, siendo una ¿le ella^ tabaco, que, aunque sancionada por la ciencia, no significa en realidad lo que debiera. Fumábase en todo el continente americano: los peruanos llamaban á la planta sayri Los méxica distinguían tres especies de la planta; el yetl, de hoja larga y el más estimado; el fricietl, de hoja menuda; el cuauliyetl, poco estimado por ser cima- rrón. Fumábase en los convites, en los bailes y en ciertas cere- monias profanas ó religiosas. El aparato en que se fumaba se decía acayell, caña do yefl o tabaco, cuando la planta se colocaba en un carrizo; y jpocyecíl, yetl que humea, cuando las hojas esta- ban enrolladas sobre mismas; de aquí las dos palabras estro- peadas de los autores acayoies y poquietes, "Estos poquietes ó "acayotes, eran unos cañutos de carrizo, de un palmo poco más % menos ¿e largo. Estos los rellenaban de una pasta que hacían

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*'^e yerbas aromátioas, entre las que las más usadas eran las del 'liquidambar que llamaban ocochicocozot (sic), y el tabaco que en 'la lengua náhuatl se llama ye ti, o picietl ó quauyetl, según las **tres especies de ella que distinguían. Formaban, pues, la pasta "de estas yerbas con carbón molido, y rellenando con ella los "canutos les prendían fuego por un. lado, y así los daban á los "huéspedes para que los tuviesen en Lis manos y gustasen de su "buen olor, y así en los principios no eran otra cosa que un per- "fame para el deleite del olfato; pero después en los tiempos "subsecuentes tuvieron otro uso, porque prendiéndoles fuego "por un lado, chupaban por el otro, y tragaban aquel humo. Es- "to no sólo les serióla de delicia, sino de medicina, porque decían "que les fortificaba la cabeza, y les aliviaba cualquier dolor de "ella, fortalecía los miembros cansados, hacía expeler la flema, "y finalmente le atribuían otras muchas virtudes." (1) Según otra autoridad: "Después de comer, Ids ¡señores- solían conciliar el sueño con el humo del tabaco. De esta planta hacían gran uso. Empleábanla en emplastos, ó para fumar, ó en polvo por la na- riz. Para fumar ponían en un tubo de caña, ó de otra materia más fina, la hoja, con resina de liquidámbar, ó con otras yerbas olorosas. Becibían el humo, apretando el tubo con la boca, y tapándose la nariz con la mano, á fin de que pasase más pronta- mente al pulmón." (2) En la matrícula de tributos está repre- sentado el acayetl,

Cuauhnahuac debíjt entregar en cada tributo ocho mil rollos de papel (Kingsboroug, lám. 25, núm. 11), é igual cantidad Ne- popohualco (lám. 27, núm. 16). Oada rollo contenía veinte plie- gos, de manera que se pedían 160,000 pliegos á cada comarca, en cadlEb uno de los plazos señalados. Era inmensa la cantidad de papel consumida por los pueblos de Anáhuac; fuera de los usos domésticos y de las artes, sus principales empleos los tenía en las ceremonias religiosas y en las pinturas jeroglífica^ Al hablar de las diversas fiestas hemos indicado las ofrendas, sacrificios y objetos que del papel se hacían; en la del mes Toxcatl se ves- tían los sacerdotes con amamaxüi de este mismo producto: (3) los cadáveres iban protegidos por ciertos papeles mágicos, que

(1) Vevtia, Hist. antigua, tom. III, pág. 49-51.

(2) Clavigero, tom. I, pág. 397.

(3) Torquemadíft, lib. X, cap. XVI.

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servíau para que el alma venciera los malos pasos en el camino de la otra vida.

Fabricábase el artefacto de 'diversas cosas. "Hácese del metí "buen papel; el pliego es tan grande como dos pliegos del núes- "tro, y de esto se hace mucho en Tlaxcallan, que corre por gran "parte de la Nueva España. Otros árboles hay de que se hace en "tierra caliente, y de éstos se solía gastar gran cantidad: el árbol "y el papel se llama amatl^ y de este nombre llaman á las cartas "y á los libros y al papel amate, aunque el libro su nombre se "tiene." (1) Así, los principales elementos para la fabricación del papel se tomaban del maguey y del amacuahuUl, si bien se em- pleaban igualmente el algodón, las fibras de la palma llamada iczotl y algunos otros textiles. (2)

Acerca del papel de maguey nos dice Humboldt: (3) "No sólo el maguey es la viña de los pueblos aztecas, sino que también pue- de reemplazar al cáñamo de Asia y la caña del papel (Cyperus papyme) de los egipcios. El papel sobre que pintaban sus figu- ras jeroglíficas los antiguos mexicanos, estaba hecho de las fibras de las hojas del agave, maceradas en a>gua, pegadas por capas como las fibras del Cyperus de Egipto, y de la morera (Bronsso- netia) de las islas.de la mar del Sur. He traído muchos fragmen- tos de manuscritos aztecas escritos sobre papel maguey, de tau diverso espesor, que Ips unos parecen cartón, mientras los otros papel de China."

La fabricación del papel se hacía en efecto, macerando enagua por algún tiempo las hojas ó pencas; machácanse después para apartar la parte carnosa, quedando sólo los filamentos; ya lim- pios se extienden por capas, retenidas por algún pegamento, dándoles el grueso que se apetece; después se bruñen, quedando listas para entregarlas al comercio. (4) El papel que podemos llamar fino, tal cual ahora le observamos es trigueño, terso, lus- troso, flexible, un tanto semejante al pergamino: en cuanto al grueso, varía hasta el del cartón delgado. Las capas de las fibras están estrechamente unidas, y fueron comprimidas de manera' que presenten una superficie igual. Los papeles bastos dejan ver

(1) Motolinia, trat III, cap. XIX.

(2) Glavigero, tom. I, pág. 367. Boturini, pág. DG del catálogo. (8) Essai poUtique, tom. ÍI, pág. 422.

(4) Boturioi, pág, 05-6 del catálogo. Blasquez, Mern. del maguey, pág. 2r.

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sobre las caras algunas fibras desprendidas en parte, y en los bordes se palpa'la segregación de los hilos. Los pliegos son de diversos tamaños; hay alguno en el Museo Nacional, de una sola pieza, de varios metros' de largo. En Ja fiesta Toxcatl ponían á Huitzilopochtli en unas andas: "Delante de estas andas llevaban ''una manera de lienzo, hecho de papel, que tenía veinte brazas "de largo, una de ancho, y un dedo de grueso." (1) Esto puede dar idea de las dimensiones que podían dar á su artefacto.

El amacuahuiUy árbol de mruitl ó papel, anacakittte hoy, por es- tar estropeada la palabra, "conocido también con el nombre de "Siricote y Trompillo, pertenece á la familia de las Borragina- "ceas, tribu Cordieas, género Cordia de Plumb, y especie Bois- "sieri de D. C.

"Es digno de notarse que hacia la época en que vino Hernán- dez á estudiar las producciones de nuestro país, se fabricaba aún en Tepoxtlan el papyrus mexicano con el árbol del papel, pues- to que nos da en la fabricación de este precioso objeto, esta ex- presiva y elegante frase: "Tepoxtlanicis provenit montibus, ubi "frequenter interpoUatur ex ea papyrus, fervetque opificum tur- "ba," y hierve la multitud de trabajadores: es decir, que aun ha- bía actividad en ese comercio del papyrus, que como el de los egiptiios servía para escribir en él la historia de los dioses y de los héroes, para adornar las piras funerales y para hacer vesti- dos y cuerdas: en una palabra, lo empleaban en los usos religio- sos, políticos y económicos.

"Pero es indudable que cuando Hernández admiraba la turba de trabajadores, ya no se utilizaba nuestro árbol más que en los usos económicos, sucediendo aquí lo que dice el naturalista ro- mano al hablar del pjipyrus egipcio: ''después pasó á usos comu- "nes im objeto del que depende la inmortalidad de los hombres.

"Hernández concluye dándonos el método que seguían los ar- tesanos aztecas para preparar su papyrus, y encontramos en esta manipulación, una semejanza tal con la que usaban los antiguos habitantes del Nilo, que casi no hay diferencia alguna" (2)

Consta en la relación de Culhuacan por el corregidor Gallego,

(1) Torquemada, lib. X, cap. XVI.

(2) El anacahuite, por los Sree. D. Gumeeindo Mendoza y D. Alfonso Herrera; la Naturaleza, periódico de laSoc. Mes. de Hist. nat., tom. 3, pág. 161.

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MS. en poder del Sr. García Icazbalceta, que en 1580 existía ahí una fábrica de papel de maguey.

Cuauhnahuac estaba también obligada á entregar 2,000 xicaUt, cuatrocientas de cada clase de las expresadas en el dibujo (Lord Kingsborongh, lám. 25, núms. 12 al 16); Nepopualco, otras 2,000 (lám. 27, núms. llál5);Tlachco, 1,200 amarillas (lám. 38, núms. 32 á 34); Tepecuacuilco, 1,200 amarillas (lám. 39, núms. 27 á 29); Tlapa, 800 tecomates amarillos para beber el cacao (lám. 41, núm. 22);^Xoconoclico, 400 vasijas de piedra (lám. 49, núm. 31), y 400 de barro para beber cacao (núm. 32). El Diccionario de Molina traduce la palabra xicaÜiy vaso de calabaza: en efecto, servía para beber los líquidos, ya que los méxica no conocían el vidrio. Las jicaras se sacan del pericarpio de la Cresceiúia cajete, descrita por Hernández y conocida de los antiguos bajo el nom- bre de xiccdcnaJiuitl; el fruto es redondo, se le parte en dos mi- tades, se le despoja de la pulpa y de la simiente; pintadas de diversos colores y dibujos, barnizada, se entrega al comercio. TTsase todavía el vaso, que tiene bonita apariencia, aunque no en manera tan general como en lo pasado: de común ahora son rojas, distinguiéndose, según se hizo la sección en el fruto, en jicara flor, jicara botón y jicara barba. £1 tecomaÜ, tecomate, se diferencia del xicaUi en tener la boca más estrecha, pues el fruto en lugar de partirse por el medio se aprovecha casi todo, y ade- mas es más pequeño; sácanse del pericarpio del cuaufUecomaÜ ó árbol del tecomate. "De éstas hay muchas y de muchas hechu- "ras y maneras, aunque lo ordinario es usar de ellas en su he- "chura llana y simple; son vasos muy hermosos y lindos, que de "las que llamamos jicaras hay algunas tan grandes y anchas, que "no las abraza un hombre; son como fuentes de plata, y en al- agunas ocasiones sirven de lo mismo." (1)

Cuauhtitlan había de entregar cuatro mil entre icpalli y petlaÜ (Kingsborough, lám. 28, núms. 23 y 24). IcpalH, asentadero, se- gún el Diccionario de Molina;'sillon de respaldo ancho y levan- tado, con el asiento del alto de un pió ó poco más. PetlaÜ^ peta- te, estera: tejíanlas de las hojas de la palma ó del tule; de lal^o- res curiosas y colores brillantes, de gran finura algunas veces,

(1) Torquemada, lib. XIH, cap. XXXIV.

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erau de muy linda apariencia. Servían de alfombra, lechos, ta- pices en las paredes, abrigo para las puertas, &c. (1)

Tlachco enviaba cuatrocientos canastillos de copalli blanco re- finado, y ocho mil pellas de copalli por refinar, envueltas en ho- jas de palma. (Kingsborough, lám. 38, núms. 31 y 35). Tepecua- cuUco, idéntico número de canastillos y de pellas, (lám. 39, núms. 37 y 38). El copalli fino y refinado estaba consagrado al culto, el segundo era empleado en los usos domésticos y sociales.

Tepeyacac, "Doscientos cacaxtles, que son aparejos con que 'los indios llevan cargas á cuestas á manera de albardas." Así se expresa el intérprete del Códice. No consta la cantidad en el Kingsborough (lám, 44, núm. 34). El cacaxüi se compone de dos maderos verticales, á los cuales van unidos otros paralelos y ho- rizontales; sobre la superficie desigual se aseguran los objetos que se quieren, ya por medio de otros maderos retenidos por cuerdas, ya por una red gruesa de pita fuerte; la cara, lisa se adapta á la espalda, y se detiene el todo por medio de una soga que tiene en el medio una parte más ancha, llamada meca- paUíy la cual se fija á la frente. Era el aparato antiguo, usado todavía hoy, destinado para conducir las cargas.

Contribuía Coaixtlahuacan con cuarenta talegos de grana, (Kingsborough, lám. 45, núms. 25 y 26), Coyolapan, 20 talegos (lám. 45, núm. 18) y Tlachquiauhco cinco talegos, (lám. 46 núm. 8). La grana ó cochinilla, (Gocciis cacti del orden de los he- mípteros), era criada con abundancia en los tiempos antiguos en el Mixtecapan, entre los tzapoteca, y cerca de CholoUan y de Huexotzinco. Era empleada en tintes, y en colores para las pin- turas, dando un rojo vivo y hermoso. Ta preparada, los méxica le decían nocliezüi, sangre de nochtli ó de tuna, y entonces era ob- jeto de muy considerable comercio.

Tochtepec pagaba 16,000 pellas de iiUi (Kingsborough, lám. 48, núms. 47 y 48). El vÜi, ú óUi, hule, goma clástica, es producto del dcuahuitly árbol de oíK, (Castilloa elástica, Cervantes; Jatropha elástica, Linneo; Siphonia elástica, Persoon; Siphonia cahuchu, Screber; Haevea gmanensis, Aublet; Echites corymbosa, Jac- quieu). No sólo ,este árbol produce por incisión el jugo lecho- so, sino también otras plantas de las familias Euforbiáceas, Ar-

(1) Torquemada, tom. II, pág. 488.

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tocárpeas y Apocíneas; los indios del Amazonas conocen la sus- tancia bajo el nombre de canhclm, (1) El olcuahnitl es común en Guatemala; los tarascos tienen de la misma especie el tararvtcbca. El oUi, dice un escritor del siglo XVI, "es una goma de un ár- bol que se cria en tierra caliente, del cual punzándole salen unas gotas blancas, y ayúntanlo uno con otro, que es cosa que luego se cuaja y para negro, así como pez blanda; y de ésta hacen las pelotas con que juegan los indios, que saltan más que las pelo- tas de viento de Castilla, y son del mismo tamaño, y un poco más prieias: aunque son mucho más pesadas las de esta tierra, corren y saltan tanto que parece que traen azogue dentro de sí. De este olli usaban mucho ofrecer á los demonios, así en pape- les que quemándolo corrían unas gotas negras y éstas caían so- bre papeles, y aquellos papeles con aquellas gotas, y otros con gotas de sangre, ofrecíanlo al demonio: y también ponían de aquel olli en los carrillos de los ídolos, que algunos tenían dos y tres dedos de costra sobre el rostro, y ellos feos, parecían bien figuras del demonio, sucias y feas, y hediondas." (2) Usábase también para ungirse en ciertas solemnidades y en las cosas do- mésticas: empleábase igualmente para medicinas contra algunas enfermedades y la esterilidad. Del licor blanco, cocido en agua, hacían las pelotas para el juego del ÜadifU: para fabricar tiras elásticas del ancho y grueso que querían, untábanse el cuerpo con el líquido, dejábanlo cuajar, y lo despegaban en seguida. Derretido al fuego obtenían un aceite empleado contra los males

(1) £1 árbol del hule, por D. Manuel M. Villada: la Naturaleza, tom. III, pág. 316 y sig. En carta escrita por el Sr. D. £. Uricoechea al Sr. T>. Manuel M. Altamira- no, secretario de la Soc. de Geog. y Est. se dice: "Noto que en la pág. 15(> del tom. I, tercera época, se halla la palabra caoutchouc empleada como castellana, cuando la j>alabra puramente americana es caucho, que suponía conocida en México. Gaucho llamamos la goma elástica en toda aquella parte de la América del Sur en donde se produce, y como les será fácil á vdes. ver en los artículos de exportación del Diario Oficial de Colombia. Es cierto que los españoles han escrito caubchií (Colmeiro),

. cautchuc (Konquillo), coutchu. cautshu^, &c., debido á que esos sefiores no saben nada de América, ni leen jamas un libro americano; pero en su misma coAa les mos- tré en un manuscrito de 1720 (Biblioteca de Gayangos) descriptivo del Perú, el dicho vocablo, lo que prueba que no es de hoy su uso. En la próxima e<iicion registrará el Diccionario de la Academia la palaljra castiza caucho, que yo presenté á ru aproba- ción: fué aceptada en una de las sesiones á que asistí."

(2) Motolinia^ en Icazbalceta, pág. 44-5.

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del pecho. Los reyes y señores mandaban hacer zapatos con las suelas de ulli, y los hacían poner á los truhanes, enanos y cor- cobados de su palacio, para verles dar traspiés y caídas sobre el suelo. "Usan de él los nuestros para encerar capas aguaderas, "hechas de cañamazo, que son bueíayas para resistir el agua; pero "no para el sol, porque su calor y rayos lo derrite." (1) Así la "costumbre de los lienzos hulados en la colonia data, al menos de principios del siglo XVII; duraba en 1,690, ya que damos con esta noticia correlativa: "del usan los nuestros para encerar las "capas que resisten los aguaceros, pero no para el sol, porque á "su calor se derrite." (2)

Tochtepec, ofrecía cien ollas de liquidámbar (Kingsborough, lám. 48, num. 54) y Tlatlauhquitepec ocho mil atados ó envolto- rios de lo mismo (lám. 53, núm. 21). El xochiocotzocuahmÜ, árbol de xocJdocotzotl ó liquidámbar, (Liquidámbar asplenifolia, Sty- rax; Liquidámbar Styraciflua, Linneo; de la familia de las Amen- táceas de Jussieu, Platanáceas de otros, y últimamente Balsa- mifluas de Eudlicher): es común á la América y á la India. (3) La resina, en mexicano ocotzotl, xochioootzotl según su estado, liqui- dámbar, ámbar líquido, lidambar, estoraque líquido. "Hállanse en estos montes árboles de pimienta, la cual difiere de la de Malabar porque no requema tanto ni es tan fina; pero es pimien- ta natural más doncel que la otra. TambiSn hay árboles de ca- nela; la canela es más blanca y más gorda. Hay también muchas montañas de árboles de liquidámbar, son hermosos árboles, y muchos de ellos muy altos; tienen la hoja como hoja de hiedra; el licor que de ellos sacan llaman los españoles liquidámbar, es suave en olor, y medicinable en virtud, y de precio entre los indios; los indios de la Nueva España mezclanlo con su propia corteza para lo cuajar, que no lo quieren líquido, y hacen unos panes envueltos en unas hojas grandes: úsanlo para olores, y también curan con ello algunas enfermedades. Hay dos géneros de árboles de que sale y se hace el bálsamo, y de ambos génerog se hace mucha cantidad; del un género de estos árboles que se

(1) Torquemada, lib. XIV, cap. XLIII.

(2) Vetancourt, Teatro mex. Pte. 1, trat. 2, cap. 10, núm. 182.

(3) Liquidámbar, por D. Manuel Gutiérrez Lozada: la Naturaleza, tom. II, pi< gina 70.

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llaman xiloxochitl hacen el bálsamo los indios y lo hacían antes que los españoles viniesen; éste de los indios es algo más odorí- fero, y no torna tan prieto como el que hacen los españoles; es- tos árboles se dan en las riberas de los ríos que salen de estos montes hacia la mar del Norte, y no á la otra banda, y mismo es de los árboles de donde sacan el liquidámbar, y del que los españoles sacan el bálsamo; todos se dan á la parte del Norte, aunque los árboles del liquidámbar y del bálsamo de los espa- ñoles también los hay en lo alto de los montes. Este bálsamo es precioso, y curan y sanan con él muchas enfermedades; hácese en pocas partes; yo creo que es la causa que aun no han conoci- do los árboles, en especial aquel xiloxochitl, que creo que es el mejor, porque está ya esperimentado." (1) Los acayetl se per- fumaban uniendo el yetl al liquidámbar.

Xoconochco remitía dos piezas grandes de ámbar amarillo (Eingsborough, lám. 49, núms. 33 y 34). ''El ámbar de esta tie- rra se llama apozoTipUi; dícese de esta manera, porque estas pie- dras así llamadas son semejantes á las campanillas ó ampollas del agua, cuando le da el sol en saliendo, que parece son ama* rillas claras como oro: estas piedras hállanse en mineros en montañas. Hay tres maneras de aquellas, la una se llama ámbar amarillo, éstas parece que tienen dentro de una centella de fuego, y son muy hermosas: la segunda se llama tzcdapozoncdli, dí- cese así, porque son amarillas con mezcla de verde claro: la ter- cera iztacapozonúffi, llámase así porque son amarillas blanqueci- nas, no son trasparentes ni muy preciosas." (2) Este producto llamado piedra por el sabio cronista franciscano, sabían bienios méxica que á veces se presentaba en el mar; así se deduce de la palabra apozoncdli, derivada de apozcyiwUoil^ espuma de agua. Her- nández distingue dos especies llamando á la una aposdani y á la otra yUetre. El ámbar de los méxica, cárabe 6 sucino, es la resi- na del árbol llamado cuauhpinóUi, En el dibujo que le represen- ta, el símbolo atl que le distingue es una prueba más de las ideas abrigadas por los méxica.

Aquí termina la enumeración de los objetos demandados en tributo por los señores de la triple alianza; si dan idea del des-

(1) Motolinia, trat. III, cap, VIII. Torqxiemadii, lib. XIV, cap. XLin.

(2) P. Sahagim, tom. 111, pág. 298. ^

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potismo que pesaba sobre los pueblos sojuzgados, sirven tam- bién para formar juicio acerca de los adelantos artísticos y ma* nu&etureros de aquellas naciones.

Tornemos ahora á la estampa 71 del Códice Mendocíno, de la cual nos habíamos apartado. Es una especie de enumei'acion de las ocupaciones ó condiciones de las personas, en quienes antes no se había fijado. El numero 1 es un mensajero, reconocible por el bordón y mosqueador. Los números 2 y 3, representan, un maestro repitiendo repetidas veces la lección, que escucha atento el discípulo. El 4 representa al cuicamatín 6 músico y cantor de profesión: toca con las manos el huehuetl^ acompañando su canto; la persona que delante tiene significa el auditorio; en medio de las dos figuras se distinguen un maxtlatl, una manta, una vasija con tamales, un Xóchitl ó ramillete y un acayetl, obje- tos que en regalo recibía el menestral, ya en las calles ya en las casas á donde era llamado. Los 9 y 10 marcan el Texcalco ó ca- sa de los obras públicas, á cuya puerta está sentado el petlacol'' cotí 6 mayordomo; tiene delante dos albañiles, 6 y 13, llorando por haber sido reconvenidos por faltas en el trabajo. Su profe- sión está simbolizada en la coa y el hiuicáUi, 5 y 12, destinada aquella á remover la tierra, éste á trasportar el escombro. Cas- tigada como era la holgazanería, la ley no permitía la mendici- dad; exceptuábase el liciado ó estropeado, número 7, único á quien era permitido andar vagando para implorar la caridad pública.

El número 8 recuerdo el jugador de pelota. En todas las ciu- dades y pueblos principales había el tlachüi, generalmente en el mercado, de mayor ó menor tamaño, según la importancia del edificio. Tenia la forma que representan las pinturas; cercábalo una pared de una y media á dos brazas de altura, terminada en almenas ó figuras de los dioses, pintada la cara interior de ador- nos ó pinturas de Ometochtli, patrono de jugadores y borrachos; el piso estaba encalado, terso y limpio. El juego tenía lugar á lo largo sobre la parte angosta, en cuyas paredes de ambos lados h^bía fijas dos piedras, con un horado capaz soia.mcn^e de dejar pasar la pelota; las partes anchas te]pninales, dabar^ abrigo álos jugadores. Estos estaban desnudos, cubiertas lab \ érgüenzas con el maxtlatl, llevando en las asentaderas un cuero de venado bas- tante fuerte, así como en las manos una especie de guantes. Ju*

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gábase de uno á uno, ó bien por partidos, estipulándose la parte del cuerpo con que se había de recibir la pelota, que de común solo era con las asentaderas, los cuadriles ó rodilla. La pelota lillamolonij era de o?/í, esférica y muy pesada por grande. Ganá- base á determinadas rayas; mas hacía suyo el juego quien logra- ba hacer pasar la pelota por el agujero de la piedra que á su

' lado tocaba: este acto de destreza se recibía con mucho aplauso, y el feliz jugador tenía derecho á apoderarse de las mantas de los espectadores, quienes luego se ponían en huida al medio de ruido y algazara.

Juego no sólo de los plebeyos, sino de gente principal, se le tenía en estima. Apostaban según su categoría, desde algunas mazorcas de maíz, hasta joyas, plumas y heredades: los viciosos arruinados se. jugaban á propios^ siendo el pacto que si no se rescataban á cierto plazo quedaban por perpetuos esclavos. Los señores jugaban sus fortunas, sus mancebas; veremos que los monarcas de México aventuraron alguna vez su reino en eltlach- tli, y ventilaron la realidad de un vaticinio á las rayas de una. partida. (1)

Jugaiban un juego semejante al de las damas, con chinas blan- cas y negras que se quitaban ó mataban como en el tablero. Hacían sobre un encalado cierto numero de hoyos pequeños, y ponían diez pedrezuelas cada uno de los dos jugadores, y tirando unas cañas hendidas, ganaban las que caían vuelto lo hueco arri- ba, hasta tomar las diez piedras del contrario. El juego más co-

. mun entre el pueblo, seguido con empeño por los tahúres de profesión era el patdli. Tomaba su nombre de los colorines que servían de especie de dados. Era una aspa señalada sobre una estera con rayas negras de ulli, dividida en cierto número de ca- sas; cada uno de los jugadores estaba armado de tres piedrecillas azules y de tres colorines sobre los cuales estaban señalados puntos blancos á manera de dados; tomados éstos y revueltos en la mano, los puntos ganados se señalaban sobre el aspa con las piedras azules, hasta vencer el juego quien las colocaba en las casillas felices y convenidas. Bernal Díaz menciona el juego del totóloque que servía de distracción á Motecuhzoma, durante su

(1) Duran, segunda parte, cap. XXni. MS. Torquemada, lib. XIV, cap. XII. P. Bahaguní tom. n, pág. 291^, 3ia-17.

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cautividad en el cuartel de los castellanos. Todos estos juegos iban acompañados de particulares supersticiones. El tlaohtli era consagrado por los sacerdotes con bendición solemne, y an- tes no debía ser usado para su objeto; las pelotas, los dados, las piedrecillas, eran adorados como dioses, invocándolos, zahumán- dolos y ofreciéndoles flores y aun comida; ningún tahúr comeur zaba una partida sin hacer preces al numen pidiéndole du am- pauro: en suma, el sentimiento religioso iba unido hasta á los actos de engaño y superchería. (1)

Los bárbaros chichimeca solemnizaban sus ñesfcas luchando entre sí, ó combatiendo contra fieras bravas; la costumbre dura- ba todavía en los tiempos del rey acolhua Techotlala, en cuya coronación los guerreros lidiaron contra tigres y leones. (2) Ade- lantada la civilización, esos ejercicios fueron sustituidos por la lucha, la carrera, tirar al blanco con el arco ó el dardo, naciendo ademas otros de ligereza y equilibrio. El bailador de la tranca, como ahora se le llama, entraba acompañado de siete ú ocho vestidos como los huasteca, .cantando y bailando; tirábase en el suelo de espaldas, levantaba las piernas, y arqueándolas ^maba con los pies la tranca que se había puesto hacia la cabeza, ha- ciéndola dar vueltas, poner de punta, subir y bajar, sin tocarla con otra cosa que con las plantas de los pies. La tranca era de nueve á diez palmos de largo, bien gruesa y redonda. (3) A veces se ponían dos hombres sobre el palo, guardando el equilibrio á ahorcajadas sobre los extremos.

Comparsas de treinta ó cuarenta personas bailaban al rededor del huehuetl, sostenidos en zancos de dos brazas de alto, hacien- do prodigios de equilibrio. Tres hombres subidos uno sobre otro, bailaban á compás, el primero sobre el suelo, los otros dos sobre los hombros de quienes los sostenían. Tomaban un palo en forma de una j^, dos hombres apoyaban en sus hombros los extremos inferiores, mientras sobre el superior se ponía de pié un tercero, y todos tres se movían y bailaban á concierto. Pues- to uno en la posición del bailador del palo» con una sola pierna

(1) Daráu, segunda parte, cap. XXIII. M3. Torquemada, lib. XIV, cap. XII. Cla- Tigero, tona. I, pág. 362 y sig.

(2) Torquemada, lib. I, cap. XXV, lib. II, cap. VH.

(3) Mendieta, lib. IV, cap. XII.

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le'^ntadaj sobre la planta del pié, la compañía de volatines salta, voltea y hace otros muchos ejercicios. (1) £1 juego del volador, que queda hoy l>ien diverso y coiiio pálido reflejo del antiguo, consistía en un palo grueso, muy alto y derecho, que se hincaba fuertemente en tierra; á una pieza en la parte superior estaban sujetas cuatro sogas, las cuales pasaban por otros tantos aguje- ros, practicados en los extremos de un bastidor cuadrado, y re- matando en una lazada. Las sogas se rodeaban al árbol de ma- nera que no mordiese la una sobre la otra, y con tal cuenta que las vuelt-as de los voladores no fueran más ni menos de trece. Subíase á lo alto por cuerdas y lazadas; trepaban los que querían muy compuestos, con sonajas é instrumentos músicos, subiendo por tumo á bailar y decir gracias sobre el brevísimo espacio superior. Cuando era tiempo, los cuatro principales voladores, vestidos como grandes aves con las alas tendidas, se ataban á los extremos de las sogas; su peso determinaba al bastidor á mo- verse en dirección opuesta á la en que las sogas estaban enro- lladas, produciéndose un movimiento giratorio, que para los volado]|^ se iba ensanchando á proporción de la cuerda libre, hasta llegar por último al suelo. A la mitad del vuelo, los acom- pañantes, que habían permanecido en el bastidor, se escurrían por las cuerdas abajo, variando sus juegos gimnásticos. (2) Los cuatro voladores significaban los cuatro símbolos de los anos, que con las trece vueltas formaban los cuatro tlalpilli de que el ciclo estaba compuesto.

Como frutos sazonados de la civilización encontramos la mú- sica, el canto y la danza. Debióles seguir cerca la poesía. Consta en efecto que tenían himnos sagrados, cantados á honra de los dioses implorando su protección; poesías levantadas re- cordando las hazañas de los héroes ó la historia de los pueblos y de los príncipes; descriptivas de la caza ó de las ocupaciones rurales; morales, y finalmente amorosas. ^'Los poetas eran más numerosos que los arengadores. Sus versos observaban el metro y la cadencia. En los fragmentos que aún existen hay versos que, en medio de las voces significativas, tienen ciertas interjec- ciones ó silabas privadas de significación, que sólo sirven para

(1) Duran, segunda parte, eap. XXIII, MS. Torquemada, lib. XIV, cap. Xn.

(2) Torquemada, lib. X, cap. XXXVIH.

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ajnstar el metro: mas quizás este era un abuso de que sólo echa» ban mano los poetastros. lenguaje poético era puro, ameno^ brillante, figurado y lleno de comparaciones con los objetos más agradables de la naturaleza, como las flores, loa árboles, los arro- yos, &C. En la poesía era donde con más frecuencia se servían de las voces compuestas, y solían ser tan largas que con una so- la se formaba un verso de los mayores," (1)

La poesía era cultivada con amor en la corte de Texcoco. Ne« zahualcoyotl instituyó en su palacion un tribunal, mejor acade* mia, que intituló de Ciencia y Música. Era una gran sala, con tres tronos para los reyes de Acolhuacan, de México y de Tlaco- pan; en el centro había un hnehneü; decoraban las paredes trofeos é insignias de rica plumería, mirándose también mantas, joyas y preseas para hacer regalps. Presidían los reyes coligados; jun- tábanse filósofos, poetas y algunos de los más famosds capitanes, que de ordinario estaban cantando los cantos de sus historias, cosas de moralidad, y sentencias." (2) Nezahualcoyol se distin- guió como insigne poeta; mucho compuso, reputándose como más acabado los himnos al Dios creador. A nosotros h% llegado su oda á la muerte de Tezozomoc, que á ser en realidad suya, revela elevación de pensamientos y una tierna y filosófica me- lancolía. (3)

Be vela un alto grado de cultura que los méxica se dedicaran á la poesía dramática. El teatro en que representaban sus dra- mas, era un terraplén cuadrado, descubierto, situado en la plaza del mercado ó en el atrio inferior de algún templo, y bastante alto para poder ser visto por todos los espectadores. El que ha- bía en la plaza de Tlaltelolco era de piedra y cal, según afirma Cortés, y tenían trece pies de alto, y de laa^o por cada lado trein- ta pasos. (4) Para formar idea de las decoraciones y dramas, oigamos á otro autor, al describir la fiesta que los mercaderes hacían en CholoUan. "Este templo, dice, tenía un patio mediano, donde el dia de su fiesta se hacían grandes bailes y regocijos, y muy graciosos entremeses, para lo cual había en medio de este patío un pequeño teatro de á treinta pies en cuadro, curiosamente

(1) Clavigero, toui. I, pág. SoG.

(2) Ixtlüxochitl, Hist. Chich., cap. XXXVI. MS.

(3) Doo. para la HÍ8t. de México, tercera sene, tom. I, pág. 2W,

(4) CUiTigerOi tom. I, pág. 3.58.

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encalado, el cual enramabíui y aderezaban para aquel dia, con toda la policía posible, cercándolo todo de arcos hechos de di- versidad de flores y plumería, colgando á trechos muchos, pájaros, conejos y otras cosas apacibles, donde después de haber comido, se juntaba toda la gente. Salían los representantes y hacían en- tremeses, haciéndose sordos, arrqmadizos, cojos, ciegos y mancos, viniendo á pedir sanidad al ídolo: los sordos respondiendo ade- fesios, y los arromadizos tosiendo; los cojos cojeando decían sus miserias y quejas, con que hacían reir grandemente al pueblo. Otros salían en nombre de las sabandijas: unos vestidos como escarabajos, y otros como sapos, y otros como lagartijas, <tc., y encontrándose allí referían sus oficios, y volviendo cada uno por sí, tocaban algunas flautillas, de que gustaban sumamente los oyentes, porque eran muy ingeniosas: fingían asimismo muchas mariposas y pájaros de muy diversos colores, sacando vestidos á los muchachos del templo en aquestas formas, los cuales su- biéndose en una arboleda, que allí plantaban, los sacerdotes del templo les tiraban con cerbatanas, donde había en defensa de los unos^ ofensa de los otros, graciosos dichos, con que entre- tenían los circunstantes; lo cual concluido hacían un mitote ó baile con todos estos personajes^ y se concluía la fiesta; y esto acostumbraban hacer en las más principales fiestas." (1) Todo es- taba, pues, consagrado á las divinidades, urgiendo el principio religioso hasta sobre los actos de solaz de aquellos pueblos.

Tornando á la estampa del Oód. Mendocino, el núm. 14 repre- senta un ladrón ratero, ocupado en extraer algunos objetos del pdlaccdli; esta palabra, que significa arca ó baul^ dio origen á lar voz petaca. En el 15 el jugador de^¿oSi;para indicar la desen- frenada pasión por este vicio, le pintan desnudo, por estar apos- tando la manta 16.

17 y 18, el carpintero y su discípulo; 19 y 20, lapidario con su aprendiz; 22 y 23, pintor con su oficial; 24 y 25, platero y fundi- dor con su ayudante; 26 y 27, los que hacían mosaicos de pluma.

Acerca de las artes ejercitadas por los nahoa podemos asegu- rar, que conocían todas las necesarias para satisfacer sus nece- sidades y sus gustos. De algunas se forma juicio, por los objetos que todavía podemos sujetar á nuestro examen; de las otras, que

(i; Acosta, lib. V, cap. XXX.

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no dejaron rastro, habremos de contentarnos con los dichos de las personas que vieron las obras. La arquitectura está repre- sentada en nuestro país por multitud de ruinas, derramadas de Norte á Sur. Estudiadas con atención se descubre, que no corres- ponden á la misma época y ni siquiera á la misma civilización. Como en su lugar observaremos, la región austral, tomada del Palenque á Copan, ningún punto de contacto presenta con el arte mexicano; forma un grupo especial, fuertemente diseñado con los caracteres de su fisonomía propia. La región central ó habitada por las tribus civilizadas, ya presenta ruinas evidente- mente de la liltima época histórica, ya muestra otras que es du- doso pertenezcan á las tribus nahoa; las pirámides de CholoUan 7 de Teotihuaban, el templo ó palacio de Xochicalco, sin duda no fueron obra de tolteca, ni de méxica. Los monumentos de la región boreal se han atribuido á las naciones establecidas en el valle de México; pero tal supuesto no queda autorizado, ni por el itinerario seguido por las tribus emigrantes, ni por los caracte- res arquitectónicos de los edificios.

Según esto, la arquitectura había alcanzado un amplio des- arrollo y aun pasado por distintas fases, antes que los tolteca llegaran á fundar en Tollan la capital de su monarquía. A esta nación, la primera que dejó historia porque traía los medios de perpetuarla por la escritura, atribuyen* los escritores todos los inventos otiles, el principio de las ciencias y de las artes. En verdad los tolteca son los introductores de la civilización encon- trada en Anáhuac por la conquista española; de ellos aprendie- ron las tribus bárbaras, tal vez los acolhua, y después los mexi- ca; pero muy dudoso, si no completamente falso, que fueran ellos los primitivos inventores, que á ellos se deba cuanto aparece grande y notable, que antes de ellos nada existiera ni hubiera podido existir. La mayoría de los escritores, no hallando solución á los problemas que se les presentan, les resuelven fácilmente, poniéndoles á cuenta de aquella adelantada nación.

La metrópoli de la monarquía tolteca fué arrasada por la gue- rra, y pocos restos se salvaron de la destrucción. En los tiempos cercanos á la conquista española, la ciudad primitiva estaba en ruinas; mas había señales de las muchas obras construidas: "en- tre las cuales dejaron una que está allí, y hoy en dia se ve, aun- que no la acabaron, que se llama qmtzqUi, que son unos pilares

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"de la hechuria. do culebra, que tiene la cabeza en el suelo por "ptój y la cola y los cascabeles de ella tienen arriba* Dejaron "también una sierra ó un cerro, que los dichos tulteca comenza- "ron á hacer y no la acabaron, y los edificios viejos de sus casas, "y el encalado parece hoy dia: hállanse tambiep hoy cosas suyas primorosamente hechas, conviene á saber, pedazos de olla, ó de barro, vasos, escudillas y ollas: sácanse también de debajo "de la tierra joyas y piedras preciosas, como esmeraldas y tur- "quesas finas." (1) Actualmente se encuentran en el moderno Tula, un bajo relieve, sobre roca dura, representando dos perso- najes. Con trajes á manera de los orientales, diversos de los usa- dos por los x>ueblos posteriores: piedras talladas con grecas y labores de buen gusto y correcto dibujo; un disco sobre el cual se descubren los lincamientos rudimentales de la efigie del sol, tal cual la representaron después los méxica. Llaman sobre to- do la atención las columnas: son las unas pareadas, monolíticas, labrado el fuste en dos porciones con una especie de nudos, lle- vando la segunda un festón en la parte inferior; el resto del fuste es liso, terminando en lo alto por un adorno que se pudiera lla- mar el capitel, é inclinadas hacia adelante en la parte inferior: tienen el aspecto de algunas columnas egipcias. Las otras están formadas por trozos; cilindricas, labradas en la superficie de la- bores complicadas, bien comprendidas y firmemente ejecutadas, ofrecen una notable particularidad; cada trozo termina en la cara superior por ün cilindro pequeño, central y sólido, mientras la base inferior ofrece una perforación cilindrica, del mismo ta- maño; embonando sucesivamente uno en otro, daban mayor es- tabilidad á la columna. (2) Todo esto prueba que estaban muy adelantados en la construcción, aun cuando no podemos señalar el género '& que su arquitectura pertenecía.

Entre los nahoa las habitaciones ofrecían grandes diferencias. En los montes y campiñas las chozas de la gente infeliz eran de ramas ó carrizos, con cubiertas de yerba ó paja. En los pueblos las paredes eran de adobes, ó de piedra y lodo, con los techos inclinados á una ó dos aguas, de tejamanil, ó de manojos de za-

(1) Sahaguu. tom. ni, pág. 106.

(2) Kninas de la antigua Tollan. Boletín de la Soc. de Geog. y Est. tere, e'poca, tom. I, póg. 173 ysig.

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cate largo y graeso, ó bien de las pencas del maguey puestas como tejas. Las casa&de los señores y gente principal eran de piedra y cal, las paredes repelladas, bruñidas y blanqueadas; los suelos, también lisos é iguales; de azotea sostenida sobre vigas de fuertes maderas, encalada la superficie superior para impedir la entrada al agua. En México, á causa de la poca estabilidad del terreno, se afirmaban los cimientos sobre estacadas hechas en el suelo, y para defenderse de la humedad levantaban lo sufi- ciente los pisos con materiales seco^ ó interponiendo un espacio libre, como todavía hoy se practica. Por temor á los terremotos las viviendas en lo general tenían un solo piso, y en los grandes palacios no pasaban de dos. El plano general podría trazarse por un paralelagramo, á cuyo rededor estaban las piezas comu- nicadas unas con otras, según las necesidades del propietario; había huertas y jardines, un oratorio ayauhccúli; baño, temaxcalU, y un granero para las provisiones. (1)

''Había y hay todavía en esta ciudad muy hermosas y muy buenas casas de señores, tan grandes y con tantas estancias, aposentos y jardines, arriba y abajo, que era cosa maravillosa de ver. Yo entré más de cuatro veces en. una casa del señor princi- pal, sin más fin que el de verla, y siempre andaba yo tanto que me cansaba, de modo que nunca llegué á verla toda. Er^ eos** tumbre que á la entrada de todas las casas de los señores hubiese gradísimas salas y estancias al rededor de un gran patio; pero allí había una sala tan grande, que cabían en ella con toda como- didad más de tres mil personas. Y era tanta su extensión, que en el piso de arriba había un terrado donde treinta homdres á caballo pudieran correr cañas como en una plaza." (2) Esto, que parecería hipérbole, está confirmado plenamente: en el palacio en que fueron alojados los castellanos, la primera vez que á la ciudad penetraron, cupieron cómodamente los quinientos expe- dicionarios, sus dos mil aliados y servidumbre, y después Mote- cuhzoma con su séquito.

Los grandes palacios remataban en almenas ó figuras; tenía comisas y otros adornos arquitectónicos, y sabían fabricaa cier- ta especie de arcos y bóvedas, aun cuando Torquemada afirma

(1) Torquemada, lib. III, cap. V y XXIII. Mendieta, lib. II, cap. XXIII. CUvi- gero, tom. I, pág. 376.

(2) Conqtdstador anónimo, en Icazbalcéta, tom. I, pág. S9r».

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lo contrario; decoraban los mnros con piedras labradas, y "en tomo de las puertas y ventanas, á manera ^e lazos, y en algunos edificios había una gran sierpe de piedra, en actitud de morder- se la cola, después de haber girado el cuerpo en tomo de todas las ventanas de la casa." (1) En México se empleaba comunmen- te por piedra de construcción el tetzontli, y no les eran extraños el jaspe y el iecalli^ dol cual dicen usaron alguna vez en láminas delgadas como de vidrieras. Los muros eran verticales: refiere Clavigero (loco cit.), que algunos pensaron que los méxica, á se- mejanza de los mixteca, levantaban las paredes sosteniéndolas por montones de tierra laterales; esto le parece falso. En efecto, aun cuando no nos ocurra una autoridad directa, encontramos pasajes en qne se traslucenjlos andamios: el hilo á plomo es un * descubrimiento de los más sencillos y primitivos.

Gran lujo de decoración desplegaban los méxica en sus teoca- UL Las capillas del templo mayor: '*Son tan bien labradas, así '*de cantería, como defmadera, que no pueden ser mejor hechas, "ni labradas en ninguna parte, porque toda la cantería de dentro "de las capillas donde tienen los ídolos, es de imaginería y za- "quizamíes: y el maderamlento es todo de masonería, y muy pin- ''fcados de cosas de monstruos, y otras ¿guras y labores. Todas estas torres son enterramientos de señores: y las capillas que en ellas tienen, son dedicadas cada una á su ídolo á que tienen "devoción." "Hay tres¿salas dentro de esta gran mezquita, don- "de están los principales ídolos, de maravillosa grandeza y altu- *'ra y de muchas labores y figuras esculpidas, así en la cantería "como en el maderamiento." (2)

Adelantados estaban los méxica en arquitectura, como se ad- vierte por estas descripciones; pero indudablemente no tan ade- lantados como algunas de las naciones que les precedieron. No dejaron un templo como el de Xochicalco, ni palacios como los de Mictlan, ni grandes edificios como los del Palenque, Uxmal ó Ohichen Itzá.

Se entra á ella (la ciudad de México) por tres calzadas altas, de piedra y tierra, siendo el ancho de cada una de treinta pasos más: una de ellas corre por más de dos leguas de agua hasta

it

(1) CJavigero, tom. I, pág. 377.

(2) Cartas de Cortés, en Lorenzana, pá¡

pág. lOG.

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^'llegar á la ciudad» j la otra por legua y media. Estas dos cal- ^'zadas atrayiesaai el lago y entrau á lo poblado, en cuyo centro ^'vienen á renjünae, de modo que en realidad son una 6o1a. La ^otra corre como un cuarto de legua, de la tierra firme á la ciu- ''dad, y por ella viene de tres cuartos de legua de distancia, im ''caño ó arroyo de agua dulce y muy buena. El golpe de aguaes ''más grueso que el cuerpo de* un hombre, y llega hasta el cen- "tro de la población: de ella beben todos losr vecinos. Nace al "pié de un cerro donde forma una fuente grande, de la cual la '^trajeron á la ciudad." (1) Estas obras hidráulicas tenían su im- portancia; construidafi sobre los lagos, á veces en partes profun- das, estaban sostenidas por estacadas firmes, piedra y arena, con la superficie plan^ como la de la mejor calzada europea: corta- das por anchos y profundos fosos, que asi servían para defensa de la ciudad, xx>iao de tránsito á las canoas ocupadas en el tráfi- co. De mucho mayor mérito era el dique construido para defen- der á México de las inundaciones; obra colosal que aún subsiste en nuestros dias, bien que muy menguada.

Había caminos públicos que reunían entre las poblaciones; aunque no siempre demandaban grandes obras, pues estaban destinados á viajeros de á pié, la autoridad publica cuidaba de ellos, haciéndolos reparar en la estación seca. Pasábanse los rios por m^dio de balsas, canoas, maromas ó puentes colgantes for- mados de fuertes y gruesos bejucos, unidos por atravesaños de noadera y suspendidos á los árboles de ambas riberas: los puen- tes de mampoateiia eran pocos y sobre las corrientes pequeñas.

Xia arquitectura militar estaba en consonancia con la fuerza de las armas empleadas. Consistía en murallas de piedra seca, de 3?a]im>s y tierra, de adobes ó de piedra y mezcla, con su parapeto y foso: generalmente las ptiertas de entrada eran dos curvas eonüoentricas. Las ciudades de importancia tenían á veces dos ó más recintos fortificados, por otras tantas murallas, completando la deiiensa interior los teocalli y sus patios cercados. En las for- tíficacñones cuyas ruinas subsisten todavía, se observa que las ooriáiías siguen el perímetro del lugar, sin atender en apariencia á otra circunstancia; en algunas, sin embargo, se descubre cierto estudio topográfico, y que los obstáculos están aglomerados en

(1) Ck>nqtiÍBtador imónimo, en Icazbaloeta, tom. I, ptfg. 881.

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los sitios más débiles. Formaban también balnaries ó reductos, como el faerte nombrado Xoloc en las calzadas de México. *'E acá "seguí Ifl dicha calzada, dice D. Hernando Cortes, y á media le- ^^gna antes de llegar al cuerpo de la ciudad de Témixtitan, í la ^^ntrada de otra calzada que yiene á dar de la tierra firme á esta "otra, está un muy fuerte baluarte con dos torres, cercado de muro de dos estados, con su pretil almenado por toda la cerca^ que toma por ambas calzadas, y no tiene mas de dos puertas, "una por do entran y otra por do salen." (1)

En el ataque de aquellas plazas fortificadas^ ponían flecheros y honderos á desalojar de lejos á los defensores de los muros, mientras los asaltantes arrimaban las escalas; formaban con grue- sas tablas un ingenio semejante al de la tortuga romana, á fin de acercarse* á la muralla para abrir la brecha, colmando antes los fosos con fagina; sabían también, en los terrenos á propósito, abrir minas para penetrar al interior por debajo de las murallaai En la defensa, conocían las abatidas de piedras, ramas ó árboles; defendían el asalto á los muros, ademas de con sus armas, arro- jando sobre el contrario, grandes piedras, gruesas vigas y cuanto pudiera ofender. Su empleo era la guerra, y la habían estudiado hasta donde sus necesidades alcanzaban.

Pasando á la escultura, los grandes trozos esculpidos que nos quedan no pueden servir para formar acertado juicio acerca de la aptitud de los artífices méxica, pues por lo general son buHos mitológicos, en que los atributos alegóricos y simbólicos predo- minan, presentándose á nuestra vista como deformes 6 inartís- ticos. Sin embargo, se encuentran objetos que revelan gran ade- lantamiento en el arte. La estatua sentada, en el Museo Nacioiuü, si está lejos de sostener un paralelo con las obras gribas j rom,anas, ofrece lincamientos firmes, toques vigorosos, buen co- nocimiento de la anatomía humana. Una cabeza de piedra ánoL, en aquel mismo lugar, está atacada por mano diestra. Las más- caras de obsidiana son notables por la perfección del contorno; algunas figurillas de barro poco dejan que desear en cuanto al modelado puro y artístico; una máscara de madera es primorosa, b£go el aspecto de la expresión del dibujo.

El estatuario no tenia elementos para llegar á la períeodoi;

(1) Cartas en Lorenzana, pág. 78.

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ialt^b^e el estudio de las ropas en trajes vistosos y galanos, y sus creencias religiosas no le permitian ejercitarse en el cuerpo desnudo, pues los dioses no se complacían en mostrar sus belle^ .zas plásticas. Pero en cambio, el escultor y el picapedrero su- bieron á. un punto que nos parece admirable; admirable, sí, porque sus relieves en piedras duras soi» bien acabados, y no 4ebe ponerse en olvido que carecían de instrumentos de hierro. Se les objeta el recargo de adornos fantásticos; mas esta es cues- tión de gustos, de usos y de creencias. Este sentir no es sólo nuestro. "El que pudiere podrá ver dos figuras Lechas á lo anti- ''guo, en el bosque de Ohapultepec, que son retrato^ de dos re- ^'yes mexicaoios, las cuales están esculpidas en dos piedras duras, 'nacidas en el mismo cerro, la una de muy crecida estatura y la ''otra no tanto; pero tan enriquecidas de labor de armas y plu- 'mas á su usanza, que parecen más labradas de cera que de la 'materia que son, tan lisas y limpias que no parecen hechas á "mano." (1) "Y no le parezca á V. A. fabuloso lo que digo, pu0B "es verdad que todas las cosas* criadas, así en la tierra como en "la mar, de que el dicho Muteczuma pudiese tener conocin^iiento, "tenía contrahechas muy al natural, así de oro y plata, como de "pedrería y de plumas, en tanta perfección que casi ellas mismas "parecían." (2) Alaban estas palabras no sólo á los plateros y fundidores, sino también á los modeladores y oficiales de mosai- co, cuyos trabajos descansaban en la escultura y la pintura.

Para las obras que llevamos enunciadas eran precisos oficiales jEdbañiles, arquitectos, ingenieros, escultores, estatuarios, pica- pedreros, carpinteros, entalladores, plateros, fundidores, joyeros, lapidarios, pintores decoradores, f ormadores de mosaico de plu- ma; del pintor hablarei^os en su lugar, y proseguimos la enume- ración de las otras artes y oficios.

Bespecto de las telas producidas por los tejedores, eran de

algodón, de algodón con plumas ó pelo de conejo, ó de pita u

otrQ^ materiales. "Unas eran gruesas como angeo ó brin; otras

jel^ delgadas y tupidas como rúan, y otras más delgada? á manera

e0 ^ de toca, y muchas como amaizales moriscos; eran finalmente como

lBS^ las querían." (3) "Demás de esto me dio el dicho Muteczuma

. (1) Torquemada, lib. XSU, cap. XXXTV.

IS ^ (2) Ck>rté8, cartas en Lorenzana, pág. 99.

(8) Torquemada, tom. U, pág. 488.

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mucha ropa de la suya, que era tal^ que considerada ser toda de- algodon y ain seda, en todo el mundo no se podía hacer ni tejer otra tal, ni de tantas ni tan diversas y naturales colores ni labo- res, en que había ropas de hombree y de mujeres muy «laravi-r llosas, y había paramentos para camas, que hechos de seda no se podían comparar: é había otros paños como de tapicería que podían servir en salas y en iglesias: había colchas y cobertores de camas, así de pluma como de algodón, de diversos colores» asimismo muy maravillosas; y otras muchas cosas, que por ser tantas y tales, no las significar á Y. M." (1)

Los alfareros conocían el torno. Los trastos comunes no te- nían vidriado, pues éste le aprendieron después, de los españoles. lios vasos finos son de elegantes formas, con una especie de bar- niz de un ocre rojo, sobre el cual se ven pinturas de objetos simbólicos 6 simplemente decorativos. A veces están labrados como en relieve, por medio de patrones de barro cooido, de los cuales quedan algunos, curvos en el frente y con una agarradera para manejarlos. También hay utensilios representando figuras grotescas, animales, ó combinaciones caprichosas. Tenemos tres vasos procedentes de sepulcros en CholoUan, primorosos p<^ los símbolos de los dias del mes- que tienen pintados; pinturas de tanta firmeza, que á pesar de haber estado bajo tierra, sin duda iDás de cuatro siglos, se conservan frescas como el primer dia.

Los zapateros hacían los cacüi ó sandalias de la pita del ma- guey; para los principales iban forrados con algodón, y los muy &nx^ eran pintados y dorados. Los curtidores adobaban los cue* ros del venado, del tigre y de otros animales, con ó sin el pelo, de diversos colores, y tan blandos «que parecían tela: prepai^ banlos también para la escritura. Tenemos indicados ya, los fa- bricantes de esteras, de xicaUiy de objetos de obsidiana, ¿c (2)

Terminando con la lám. 71 del Cód. Mendocino, de la persona representada en el número 21, dice el intérprete que es, ^'vicioso* de mala lengua y chismoso." Puede ser, masa nuestra cuéntaos el petimetre mexicano; indícanlo el traje cuidado, y las ore- jas que le sirven de nombre, radical de los verbos naccaicteoo^ echarse de lado, asomarse á mirar algo, ó naoazidaf mirar á otro

(1) Cartas de Cortés en Lorenzana, pág, 99-100^ *

(2) Para las diversas artes entre los méxica, véase OPói^uemada, lib. YTTTj oapittf^ lo XXXIV. Mendieta, Hb. IV, cap. Xn.

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'Cóaafioion. Joven baldío que se contonea, mira á las mujeres don descaro, y es ocioso, parlador y de malas costumbres. Los nu* meros 28 j 29 motejan el yicio de embriaguez. Hombre y mu«> jer toman el ocUi, de cuyo uso inmoderado se sigue el abandono de todo, cual lo indican el arca abierta, el maíz derramado así como los frijoles y la chía, el cántaro volcado; lleva finalmente al robo y la muerte miurcados por el iróm. 30.

En seguimiento de nueetro guía hemos divagado por donde nos condujo; abandonados ahora á nuestra roluntad, terminare- mos este capitulo dando idea de la medicina de los nahoa. Don Hernando Cortés, haciendo la descripoicm del mercado de Mé* xiooi dice: ''Hay caUe de arbolarios donde hay todas las raicea ^y yerbos medicinales, que en la tierra Se hallan. Hay casas co* '^'mo de boticarios donde se venden las medicinas hechas, asi ^'potables, como ungüentos y emplastos.*' (1) En efecto, los nahoa sacaban principalmente sus medicinas del reino vegetal, bien que 'entre sus remedios se contaran muchos de los reinos animal y mineral. Aquellas drogas se ministraban en forma de infusiones y cocimientos de las hojas 6 raíces; gomas y resinas en lamedo- res y polvos; comidas las carnes de algunos animales; triturados los huesos ó las pied]^as: teinían también emplastos, ungüentos y aceites. En lo relativo á la cirujía sabían curar acertadamente lad heridas, componer los miembros dislocados, y sangrar con púas de inaguey ó lancetas de itxUi.

Los bárbaros chichimeca no conocían ni aplicaban medicina alguna; si alguien enfermaba, y á los tres ó cuatro dias no sana- ba, juntábanse los parientes en acuerdo, acabando por meter una flecha por la hoya de la garganta al paciente; ^'y los que ya eran muy viejos ó viejas, los mataban así mismo con flechas, dicien- do que con aquello les despenaban, porque ya no penasen más ''en el mundo, y porque no tuviesen ya lástima de ellos, y los ^'enterraban con muy gran regocijo, y les duraban las fiestas del ''entierro dos ó tres dias con gran baile y canto.** (2) Se atribuye á los tolteca la enseñanza de los primeros preceptos médicos; de ikquella nación se trasmitieron* á los pueblos nahoa, formándose al cabo un cuerpo de doctrina fundado en la experiencia y la ob-

(1) Cartas en Lorenzaha, pág. 103.

(2) P. Sahagan, tom. UI, pág. 119.

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servacíon. Algunos individuos se dedicaban á la profesión mé- dica, y como generalmente el hijo seguía el ejercicio del padre, la ciencia adquirida no se malograba, y aun acrecía durante los siglos por medio de las herencias repetidas. Toda la gente del campo conocía ademas las virtudes de las yerbas, ya que estaban obligadas á buscarlas para mantenerse 6 curarse. (1)

Nos figuramos que la ciencia médica no se sostenía por sólo la tradición oral, sino que había escritos algunos tratados. Si ésto no parece verdadero, lo es que en las grandes ciudades como México, Texcoco, Tlaxcalla, OholoUan y otras, había hos- pitales donde acudían los menesterosos á ser curados de sus dolencias. (2) De los medicanientos mexicanos algunos aprove- chó la Europa, como el liquidámbar, el copal, algunos bálsamos, la zarzaparrilla, la purga de Jalapa, &c; mas, en nuestro humil- de concepto, nuestros médicos no han sabido sacar todas 'las ventajas que pudiera proporcionar la ciencia nahoa. Esta no se perdió con la conquista. Felipe 11 envió á la colonia á su médi- co el Dr. Francisco Hernández, quien después de muchos anos de estudio, consultando á los herbolarios y médicos indios, pro- dujo una obra acerca de los productos naturales de nuestro país, en 24 libros y 11 tomos de láminas. Pareciendo muy volumino- sa, fué mandada compendiar al médico italiano el Dr. Nardo Antonio Becco, quien en efecto la redujo, bajo la revisión del Dr. Valle. Una|]copia de este manuscrito llegó á México y fué á. parar á manos del religioso dominico Fr. Francisco Ximenez; aprovecháronle en sus escritos el Dr. Fr. Agustin Farfan, Juan de Barrios, Alonso López de Hinojoso y otros, hasta que com- pleto vio, por fin, la luz pública en México, (3) ano 1615. El tra-

(1) Torqaemada, lib. XIV, cap. XFV.

(2) Torquemada,^lib. VIII, cap. XX.

(3) Qyatro libros de la Natyraleza, y yirtTdes de las plantas, 7 animales que están reoenidoa en el tbo de Medicina en la Nueva Eapafia, j la Methodo, y oorreoeion, y pireparacion, qae í>ara adminirtrallaa, ae requiere con lo que el Bootor Fnmoisco Hemandes escrioió en j^engua Latina. Muy vtil para todo género de gente q. viue en estancias y pueblos, do no ay Médicos, ni Botica. Tradu2ádo, y aumentados mu- éhoB simples, y Compuestos y otros muchos secretos curatiTOs, por Fr. Franoisoo Ximenez, hijo del oonuento de 8. Domingo de México^ Natural de la Villa de Luna áú Beyno de Aragón. A Nro B. P. Maestro Fr. Hernando Basan, Prior Prouincial de la Prouincia de Bactiago de Mexico/de la Orden de los Predicadores, y Cathedri- tioo lubilado de Theologia en la Vniuersldad BeaL En México, en casa do la Viuda de IMego López Dáñalos. 1615. Enép

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bajo del Dr. Hernández se publicó en Boma, 1651, un tomo folio, y en Madrid, 1790, .3 yol. en 4:"" mr. Queda más por consultar en este ramo, sx bien se nota estar confundida la verdad de la ob- servación con recetas empíricas y noticias vulgares. (1)

Los médicos aplicaban la verdadera ciencia, mezclándola con prácticas supersticiosas; invocaban á los númenes, pronuncia- ban palabras cabalísticas, hacían conjuros; apretaban los miem- bros dolientes para extraer el mal, soplaban para ahuyentarlo; y uniendo ademas la superchería, chupaban el lugar enfermo afir- mando que así sacaban el dolor, en señal de lo cual se extraían de la boca espinas, huesos pequeños ó pedacillos de carbón, di- ciendo ser aquello lo que causaba la molestia. Creíalo la gente ruda, y con tales procedimientos se pensaban mejorados. (2) Estos curanderos, que se nombraban tdlacuüiqve, sacaban gusa- nillos de la boca y los ojos, y pedrezuelas de las demás partes del cuerpo. Había también adivinos que echaban suertes para augurar el termino de las enfermedades. Tomaban un puñado de maíces gruesos, y revolviéndolos como dados los tiraban sie- te ú ocho veces: si algún grano quedaba enhiesto señal era que el enfermo moriiáa. Tenían un manojo de cuerdas atadaa de cierta manera, que llamaban mecaÜapouJique; lan^ándol<) al suelo> si las cuerdas quedaban retorcidas ó revueltas señal era de muer- te, mas si una ó muchas quedaban extendidas augurio era de vi- da, pues el paciente comenzaba á estirar manos ó pies. Si alguno enfermaba de calenturas recias, hacían un perrillo de masa de maíz, le ponían sobre una penca de maguey y de mañana le co- locaban á la orilla del camino; el primero que por allí pasara se llevaría la enfermedad en los zancajos. Era mal agüero el tem- blar de los párpados y el mucho pestañear. (3)

Las mujeres practicaban la medicina; exclusivamente estaban encargadas de las dolencias de las mujeres grávidas, y presidían á la hora del alumbramiento. Ya hemos dicho cómo procedían en estos casos. (4)

(1) P. Sahagun, de las yerbas medicinales, tom. 8, pág. 249-81; de las piedras medicinales; tom. 3, pág. 284-87, ^.

(2) Torquemada, lib. Xni, cap. XXXV.

(8) Mendieta, lib. II, cap. XIX; P.^ Rahagmi, tom. 1, pág. 6; Motolinia, en tca^ balceta, pág. 180. (4) Sahagan tom. 2, pág. 184^.

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Bañábanse frecaentemente en agaa fría, áaf por gasto 6 higiA- ne," como por ciertos preceptos religiosos; no .desconocían el rao de las f^ás termales. Pero el baño caraoterístioo de loa nahoa era el de vapor, llamado temasxoRi, "'El temmcaili ó IñpooauSto mexicano, se fabrica por lo coman de ladrillos crudos. Snfomu es mnj semejante á la de loa hornos de pan, pero con la difereti- cia que el paTÍmanto del temaEcaÜi es algo convexo y más b<^ que la snperfície del snelo, en lugftrqueel de naeBtro'í hornos es Uáho y elevado, para mayor comodidad del panadero. Sn mayot diámetro es de cerca de ocho pies, ysu mayor elevación de Mis. Su entrada, semejante también á la boca de un homo, tiene la altara suficiente para que un hombre entre de rodillas. En la parte opaesta á la entrada hay nn hornillo de piedra ó ladrílloe, con la boca hacia la parte exterior, y con un agujero en la supe- rior, para dar salida al humo. La parte en qne el hornillo se une al hipocansto, la cual tiene dos pies y medio en cuíidro, está ce- rrada con piedra seca de tetzontli, ó con otra no menos porosa qne ella. En la parte superior de la bóveda, hay otro agujero como el de la hornilla. Tal es la estructura oomun del temas- calli; pero hay otros qne no tienen bóveda ni hornilla, y que se reducen & unas pequeñas piezas cuadrilongas, bien cubiertas y defendidas del aire.

"Lo primero que ae hace antes de bañatse ea poner dentro del temazcalli una estera, én lugar de la oiie,l los españoles po- nen un colchón para más comodidad, nn jarro de agua, y unas yerbas íi hojas de maíz. Después se hace fuego en el hornillo^ y se conserva encendido hasta que estén hechas ascua las pie- dras de que he hecho mención. El que quiere bañarse entra or- dinariamente desnudo, sólo ó acompañado de un sirviente, si su enfermedad lo exije 6 así le acomoda. Inmediatamente cierra la «ntrada, dejando an poco abierto el agujero superior, i fin de que salga el humo que puede introducirse del hornillo, y cuan- do ha salido todo, lo cierra también. Entonces empieza Á e<diar agua en la piedra encendida, da la que se alza un denso vapor, quo va á ocupar la parte superior del temazcalli. Echase en se- guida en la estera, y tiene consigo un sirviente, ¿ste atrae ha- cia abajo el vapor con las yerbas ó con el maíz, y con las mismas mojadas en e! agaa del jarro, que ya está tibia, golpea al enfer- ]jo on todo el cuerpo y sobre todo, en la parte dolorida. Inmé-

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diatamente se presenta un sudor copioso y suare, que se au- menta ó disminuye según conviene. Conseguida la deseada eya< cuacion se deja salir el vapor, se abre la puertecilla, y se viste el enfermo; ó si no, bien cubierto lo llevan sobre la estera ó so- l>re el colchón á una pieza inmediata, pues siempre hay alguna habitación en las cercanías del baño." (1)

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<1) OUvigero, tom. \, pág. 388^. Salugim, tom. 3, pág. 286-7.

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CAPÍTULO TO.

OrganUaeion loeiaL La triple aUama. Querrá fiorida. Orden de tudeitoi,— EleoaiaA.~UtieÍoti ]/iviiaetíeÍa.—Proe¡amatíM.~CoronaeÍon.—Jlfab¡eta.—Tla- ícaíU.—Ca^mm.—TeepaiMiaL—Fa¡iaL—Maenintaai.—Teoaalpan.~Maeahva- Bi&pl^yo». AgrüiuUwa.'-Jaráineria.—Boeg'tíeg. Clananipai.~AeaÜi 6 iar- et*. Mitebleisaiumirado.—Füímomia Se/orv&eúm delorátiee. Qtreotadoiy taanoi. Jabón. Cremación, Podelún del cadáver. Fimeralcí de ío* ret/e» y

LA organización social de los pueblos del valle había pasado por varias modificaciones, antes de alcanzar la forma en qtte la ene ontró la conqnista española; de las transformaciones saoe- sivas da cuenta la historia, j aquí sólo nos ocuparemos en diseñar el estado qne tenían las principales monarquías. Los méxioa, al principio de sn peregrinaeion, eran condocidoa por sqs sacer- dotes, quienes compartieron después el mando con jefes guerre- ros; metidos en la isla del lago y después de fondado México, cambiaron su gobierno oligárquico por el monárquico, eligiendo su primer rey. I>nrante este período fueron esclavos de los te- paneca de Azcapotzalco, j tiempo hubo en que tuvieron qne con- tentar loa caprichos más despóticos de sn tirano. Hacia enton- ces, los aculhna, en coja civilización habían venido á foadirse los bárbaros chichimeca, vieron asesinar á sn rey, y usurpar la corona al mismo señor de Azcapotzalco. El cuarto rey de Méxi- co, Itzcoatl, por sncudir el yugo, y el legítimo heredero de Acol- hnacan, Kezahualcoyotl, por recobrar el trono de bus padres, se pusieron en armas, se confederaron, y sus esfuerzos fueron tan

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fructnoaos/que lograron dejar libre á Tenochtítían y reconstruir la monarquía de Texcoco. Los monarcas victoriosos destruye- ron el reino de Azcapotzalco; mas para no dejar sin representa- ción á la tribu tepaneca, erigieron una nueva monarquía^ cuya capital Tlacopan le dio nombre. Los tres príncipes se confede- rarouy ligando sus intereses asi en la paz como en la guerra, que- dando establecida la triple alianza de México, Texcoco y Tlaco- pan, todavía en pié en los últimos tiempos.

Al formarse la confederación, Tlacopan quedó subordinado á sus colegas, ya porque les debía la existencia, ya porque pesaba poco su poderío; y siempre permaneció relegada al último lu- gar. Sin duda alguna que Nezahualcoyotl pudo declararse el primero en la liga, por ser dueño de un extenso señorío, porque sin su socorro los méxica hubieran sido aniquilados, y jporque éstos estaban entonces reducidos á sólo su ciudad; pero prefirió tratar como iguales á sus protegidos, quedando para en adelan- te establecido, que los despojos de las conquistas se repartirían, dando un quinto á Tlacopan, llevando el resto por partes igua- les México y l^xcoco. (1) Poco después se hizo aquel pacto de la guerra sagrada ó florida ó de los enemigos de casa, instituida para tener siempre víctimas frescas que ofrecer á los dioses; ex- traño y particular concierto al que debieron la existencia políti- ca la llamada república de Tlaxcalla, y los pequeños señoríos de Oholollan y de Huexotzinco.

Itzcoatl fué un rey político y guerrero; Nezahualcoyotl filóso- fo y organizaxlor.^. A cargo de aquel quedó la dirección de las cosas de la guerra; éste se dedicó al arreglo interior: uno repre- sentaba la conquista, el otro la paz. Tal vez por estas diversas condiciones, desde que los méxica se pusieron á guerrear en la tierra firme, todos los señoríos vencidos con los contingentes de la triple alianza, quedaron bajo el dominio de México; y sucedió esto mismo sin variación durante la serie de señores 'políticos j batalladores [que reinaron en Tenochtitlan, mientras en Tex- coco sólo gobernaron Nezahualcoyotl y su hijo Nezahualpilli, •mbos filósofos y amigos de la civilización. Así fué que, mién-

(1) Esta diriskm por quintas partes parece Ber la Terdadera, no obstante las opi- niones emitidas por algunos autores. Seguimos á Zorita, Breve y sumaría relación; mas consiÜtense IztlüxochiÜ, hist. chichim. cap. B2, MS. Veytia, tom. 8, pág. 1G4; Torquemada, lib. U, cap. XL, &c.

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tras México creció y creció hasta tomar proporciones colosales^ Texcoco quedó encerrado en sus antiguos límites, ai no los yí6 menguados por las pretensiones de su colega; entonces se mar- có claramente la preponderancia de los méxica en la parte ga^ rréra, quedando á los acolhua la palma de la instruceioiiL: por eso se lia dicho, que México era la Boma, Texcocp la Atenas de Anáhuac.

A medida que los reyes méxica acrecían su poderío, perdían sus costumbres prümtivas y sencülas, adoptando otras más re- finadas, que por grados los iban conduciendo al despotismo. Al subir al trono Motecuhzoma lí, todo cambió por completo; la monarquía estaba en el pináculo de su gloria; su fuerza no ha- llaba resistencia seria en parte alguna, y el monarca, orgulloso y tirano por temperamento, se hizo no sólo respetar como señor, sino adorar Como dios. En Texcoeo se empanaba el antiguo lus- tre; Cacama carecía de los tamaños de sus antecesores; brotó la división en la familia real por motivo de la sucesión; el rey acul- hua subió al trono por la ayuda que le prestó el méxica, notán- dose que la importancia de Texcocp se amengi^ba, y que las pretensiones de Motecuhzoma se convertían en exigencias.

Para fijar el orden de sucesión en las monarquías de la triple alianza, no nos atengamos tanto alo que los autores dicen, cuan- to á lo que en realidad pasó. En México, Acamapictli fué elegi- do primer rey; le sucedió su hijo Huitzilihuitl, y á éste sos her- manos. Chimalpopoca legítimo, é Itzcoatl bastardo por ser hijo de una esclava. Siguió Motecuhzoma Ilhuicamina^ hijo de Hiii- zzilihuitl, quien murió sin sucesión masculina; mas teniendo una hija, los descendientes de ésta ocuparon el trono, y fueron Aza- yacatl, Tízoc y Áhuitzotí. Motecuhzoma 11 fué hijo de/ Axayaoatl» así como su hermano Cuitlahuac que le sucedió; por ultimo^ Cuauhtemoc fué hijo AhuitzotL Coniorme á ésto, la verdckdcH ra regla es la siguiente: "fué costumbre de estos mexicanos en "las elecciones que hacían, que fuesen reinando sucesivamente "los hermanos unos después de otros, y acechando de reinar el "ultimo, entraba en su lugar el hijo del hermano mayor que pri- "mero había reinado, que era sobrino de los otros reyes, que Á **ñu padre había sucedido." (1) En Texcoeo y Tlacopan la snoe-

(l^ Torquemada, Jib. II, cap. XYIIL GlaTÍgero, tom. 1, pág. 80$.

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sion tuvo lugar rigorosamente de padres á hijos; mas como los reyes tenían multitud de mujeres, el heredero al trono no era el primogénito de aquellas uniones, sino el hijo mayor legítimo, reputado por tal el habido en la esposa legítima ó principal, que en Texcoco era siempre una señora de la casa de México.

Juan Bautista Pomar, en su relación manuscrita de Texcoco, pone cosa diversa de lo arriba asentado. Tenemos á Pomar co- mo grande autoridad acerca de lo que de su patria escribe; mas en este punto no le creemos; así porque va contra la evidencia histórica, como porque acerca de ello desfiguró á sabiendas los hechos. En la época en que escribía, 1582, andaba pretendiendo la gobernación de Texcoco, como descendiente que era de la ca- sa real, aunque en línea bastarda, y para apoyar sus pretensior nes puso lo que le convenía. (1)

En México la elevación al trono tenía cierta forma electiva; aunque estaba determinada y admitida la orden precisa de suce- sión, los electores tenían la facultad de escoger entre los candi- datos, á quien les parecía más idóneo; por eso Axayacatl reinó primero que su hermano mayor, y Motecuhzoma H fué preferido á su primogénito. Hecha la elección, la confirmaban los reyes de Tlacopan y de Texcoco en uso de su prerogativa. (2)

Beuníanse á la elección los cuatro electores nombrados, dichos tecwtlcdoque, los ancianos llamados achcacauhüi; los soldados vie- jos yahuiquihtiaquef y los principales tlamacazque 6 papahuaque: juntos conferenciaban hasta ponerse de acuerdo acerca de la persona. El electo debía ser valiente, ejercitado en las cosas de la guerra; prudente y sabio, criado en el Calmecac; que no be- biese odli, justo y amigo de los dioses: junto con él nombraban cuatro consejeros que le ayudasen á entender en los negocios graves del reino. (3) Conocido el resultado de la junta, ratifica- do el voto por los reyes aliados, éstos hacían al nombrado un rico presente, acudiendo á la capital con el mismo objeto, todos los señores de los pueblos amigos ó sometidos.

Para la unción del nuevo rey, se escogía cuidadosamente un día fausto, según las reglas de su arte adivinatoria. Llegado el

(1) Tor<p6mada, lib. XI, oap. XXVII.

(2) Zorita^ breye y smnaria relación, MS. <8) Sahagaa, tom.. 2, pág. 318.

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ploá), los señores vestidos con sos insignias, presidiendo loa le- jes de Texcoco y Tlacopan por delunto, ¿ornaban al electo, que iba desnudo cubierto solo con el maxtlatl, y le condaoian al templo de Huitzilopocbtli; iban en silencio, y llegados á la es- calera del teocalli, dos caballeros tomaban por los brazos al monarca, sabiendo las gradas arriba, donde esperaba el sacer- dote majOT, acompañado de los ministros principales. Todos hacían la reverencia al dios, tomando polvo de la tierra con el dedo mayor de la mono derecha, llevándolo Á la boca. El pon- tífice teñía de negro el cuerpo del rey, quien se ponía en la pos- tura bnmüde á su usanza, que era en cuclillas; con un hisopo de ramas de cedro, sauce, y hojas de caña, le rociaba cuatro ve- ces con la agua consagrada, (1) dirigiéndole después un breva saludo. Vestíanle después el traje con que los sacerdotes ofre- cían el incienso; e) xicoUÍ verde Á manera de huipiUi de mu- jer, pintado con cráneos y huesos, sobre la cara un lienzo verde con las mismas pinturas, y sobre la cabeza una igual negra; al cuello unas correas coloradas con unas insignias á las puntas; & la espalda la calabaza con picietl, terminada en borlas verdes; en la mano izquierda la bolsa de lienzo verde, con la pintura de cráneos y canillas, llena de copal blanco, y en la mano derecha el brasero Uamado Üemaiíl; calzábanle con cocííi también verdes. Bn aquel arreo iba á incensar al dios, lo cual se advertía al pue- blo que desde abajo estaba mirando, con las cometas y demás instrumentos que entonces tañíanlos ministros. Terminado este acto, el sumo sacerdote tomaba asiento, dirigiendo nna exhor- tación al electo, en que recordaba la honra que le habían he- cho, las obligaciones que contraía, los deberes que debía cum- plir, y que sobre todo fuera cuidadoso en las cosas de la guerra y en el servicio de los dioses.

Bespondía otorgando cuanto se le encargaba; le bajaban por la escalera, á cuyo pié los señores le esperaban para darle la

(1) "TaTÍeron también tuu manera como de agnt bendita, j áita bsndecta el sn- '^mo sacerdote coaudo coiuagraba la estatua del ídolo HoitzUopocbtU en "Üévoo, "que eiB becba da masa de todas Bemillas, amasadaa con sangre de niños j nloaa "que le sacrifluabaii. Y aquella agua ss guardaba en una vasija debajo del altar, y "ae nsaba de ella para bendecir ú consagrar al rey cuando se oorouabaj y i los capi- "tanes generales, caando se babian de partir t! haosr alguna gueira, les daban á be- "ber con ciertas ceremonias." Mendieta, pág. 109.

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obediencia, presentándole en señal de leconooimiento joyas, man- tas 7 otros objetos. Acabado ésto, los sacerdotes le conducían al TUioochcalcOi situado entre los edificios del patio inferior. Ahí pasaba cuatro dias continuos, ayunando sin comer más de una Tez á medio dia; sacándose sangre en penitencia, incensando á Huitzilopochtli al medio dia y á la media noche, bañándose á esta hora en una alberca: los sacerdotes le acompañaban á estas ceremonias. Pasados los cuatro dias, la nobleza venía á sacarle, llevándole con gran regocijo á su palacio, así como á los cuatro consejeros que en la penitencia le habían acompañado. (1)

Consultado el libro adivinatorio y señalado el dia de la pro- clamación, partían mensajeros en todas direcciones á convidar á los reyes y señores, amigos ó enemigos, quienes concurrían en el plazo señalado por ó por delegados. Tenían lugar grandes fiestas y regocijos, en que se prodigaban suculentos convites, continuados y grandes bailes, repitiéndose los dones y regalos que el rey hacía á los señores, en retorno de los que éstos le hv bían traído. Esta fiesta de la proclamación se llamaba MaUatoor- paca. Cada una, de estas ceremonias iba acompañada de aquellas largas arengas que los méxica tenían dispuestas, formando el có- digo de su intrincado ce^emoniaL (2)

Todavía no quedaba terminada aquí la tarea. Para coronarse y entrar en el ejercicio pleno de su autoridad, era indispensable que el rey saliera á campaña al frente de su ejercito, á fin de traer los prisioneros que debían ser inmolados en la solemnidad. Escogíase al intento una provincia rebelada ó por conquistar; se ponían los medios de salir victoriosos, y ejército y rey torna- ban triunfantes, calculando su dicha por el mayor número de cautivos hechos al enemigo. Las fiestas tenían lugar como las de antes, sólo que.>ahora el rey se mostraba magnífico en recompen- sar á los guerreros que se habían distinguido en la campaña, dándoles dones, insignias ó nuevos grados. (3) Al esplendor de los bailes y convites, se unía el cruento espectáculo de los sa- crificios y las terribles peripecias de los combates gladiatorios;

(1) Mendieta, üb. H, cftp. XXXVn. Torquemada, Kb. XI, cap. XXVIlL P. Sa- hagan, tom. n, pág. 818-20. Clavigero, tom. I, pág. 809.

(2) Yéaase estas arengas en Sahagon, tom. IX, pág. 76-113. (8) Sahagon. tom. II, pág. 821-22.

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de manera que, al retirarse loa convidados, si iban xnaraTilladoa de la riqueza y del poder de los mádca, llevaban encogido el co- razón por los espectáculos de su sangriento culto.

Seguían en categoría al rey los grandes dignatarios del impe- rio por su orden, los sacerdotes, jefes del ejército y magistrados^ quedando en último término el común del pueblo no condecora- do ni distinguido. Bespecto de la ciudad primitiva de México,, las clases sólo estaban divididas en el rey y casa real, los sacer- dotes, los guerreros y la gente menuda; pero las conquistas su- cesivas, la absorción de los pueblos de lenguas y usos diversos, introdujeron nuevos elementos en la orgai\ízacion social, dando principio á úha nobleza, distinta en parte de las clases recono- cidas, que venía representando por un lado el nacimiento y la familia, por otro lado la riqueza individual y la propiedad.

Las tribus establecidas en la tierr^, de la misma ó diferente filiación, se habían subdividido casi indefinidamente; cadu pe- queño territorio tenía propio señor, cada pueblo ofrecía un su- perior, ya subordinado á otro, ya independiente. La conquista mexicana sujetaba las tribus al pago del tributo y al contingente de armas, municiones y soldados para la guerra; pero dejaba á los señores naturales su señorío, al pueblo sus usos y costum- bres. Tomábanse algunas tierras, ya para que labradas en común produjeran renta á la corona, ya para repartir á los guerreros que más se habían distinguido. Todos estos jefes se denomina- ban Üatoaniy y fueron confundidos por los castellanos con el nombre de caciques^ palabra tomada de la lengua de las islas. Los tiatoani ejercían en su provincia la jurisdicción civil y criminal; gobernaban según sus leyes y fueros, y muriendo dejaban el se- ñorío á sus hijos ó parientes, si bien se había menester la (x>Bfir- macion de los reyes de México, Texcoco ó Tlacopan, según su ct^so. (1) Era la nobleza hereditaria.

En los tiempos de Motecuhzoma 11 se contaban treinta de estos señores de á cien mil vasallos, y tres mil de pueblos y lu- gares de menor importancia. Su condición había empeorado en el reinado de aquel déspota emperador, pues no sólo estaban obligados á tener casa en la corte para esplendor de ella, süio que residían en México cierta parte del año, no podían retinM^e

K(l) Zorita, bxeT6 y sumaria relación. HS.

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sin licencia, y en este caso dejaban hijo ó hermano en rehenes de que no se alzarían, faltando á4a jurada obediencia. (1)

Las poblaciones fundadas por las- tribus recibieron el nombre de altqpetl, pueblo, htieicdfepetl, ciudad. Al reunirse los primitivos pobladores tomaron para cierta extensión de terreno, que por lotes fué repartido á las familias. Cambiados los vecinos de unos á otros pueblos, en. los tiempos de Techotlalla, cada parcialidad quedó con sus tierras propias, y los pueblos quedaron subdivi- didos en tantos calp-ulli ó barrios, cuantas las p&rcialidades eran. * Oada calpuUi, dividido por calles ó ttaxüacalli, defe*ndía'Ia pro- piedad de sus terrenos, y evitaba de una mañera absoluta la mezcla con sus propios vecinos y aun más con los extraños. Las familias tenedoras de las tierras del calpulli eran usufructuarias: heredábanlas sin con tradición de padres á hijos, mas no podían enajenarlas bajo ninguna condición, ni disponer do ellas sino en herencia legítima. Si el vecino se pasaba á vivir á otro calpulli del mismo pueblo, perdía su lote, y con mayor razón si se tras*- ladaba á otra vecindad; si dejaba de labrar dos años seguidos, y reconvenido hacía It) mismo al siguiente año, perdía igualmente la propiedad. En estos casos y en el de la extinción de la fami- lia, las tierras volvían al calpulli, y el principal, con acuerdo de los ancianos, las daba á las nuevas familias formadas. Quien ha- bía recibido un mal lote podía pedir se le cambiara, caso que alguno estuviere vacante, y si había lotes de sobra se daban en arrendamiento á los del calpulli vecino, mas nunca en donación ó venta. Pagaban tributo al tlatoani del pueblo, en los frutos qué la tierra producía, prestando ademas servicio de hombres y mu- jeres. (2) Este linaje de propietarios constituía una nobleza ó clase privilegiada en las poblaciones, presentaba la ventaja de no dejar ir á menos al pueblo, arraigando los hombres al calpu* lli, aunque producía el aislamiento entre los mismos vecinos y era motivo de poco adelanto, conduciendo á unfb inmovilidad ca- si absoluta.

Las tierras de que el rey se apoderaba en las provincias con- quistadas y dejaba para sí, iecjpaníláUi, las repartía á ciertos nobles llamados tecpanpoiihqid ó tecpantlaca, gente de palacio ó recámara

(1) Torquemada, lib. n, oap. LXXXTX.

(2) Zorita, BeunbnaxeUKáttDU M8. Sorqiiemádis.lib. XIY, eap. ¥11»

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del rey: ea^ban obligados á aderezar los jardines y tener repa- radas y limpias las casas reales; no pagaban tributo, ofreoiendo únicamente al señor flores y pájaros en señal dereconocimienia Poseían las tierras en usufruto, sin poder disponer de ellasj fuera de dejarlas en herencia á sus legítimos sucesores. Si la familia se extinguía, ó el propietario incurría en pena ó dejaba el sexñ- cio, la heredad volvía al rey, quien disponía de ella á voluntad. Esta nobleza era muy estimada por el común, por ser la más con- junta á la casa r^al, estar siempre cerca y en guarda del sobera- n0| 7 aoompañarle cuando salía de la ciudad. (1)

De las tierras repartidas por el rey se numeraban tres catego* rísis. Las que habían cabido en suerte á las personas de la fami* lia real, se conservaban indefinidamente por herencia, sin poderse enajenar, formando una especie de mayorazgos; pero las dona- ciones que el rey hacía sin esta condición, se podían enajenar libremente Llamábanse estas propiedades pillaUi, tierras de nobles, y los poseedores se nombraban ^ipií^sín. La segunda ma- nera de pülaUi la constituían las donaciones hechas á los guerre- ros en recompensa de sus hazañas: la mexced era libre ó con condición; en el primer caso podían vender las tierras á otros nobles, mas nunca á los. plebeyos porque por sólo este hecho volvían las tierras á la corona; en el segundo caso se cumplía 1a condición, y la heredad se trasmitía de padres á hijos^ Llamá- banse estos nobles tecquihtuí, hidalgos ó gente de guerra; 90 pa- gaban tributo, hervían de guardia al soberano, estando listo siempre cierto número para servir de enviados, ministros y eje- cutores de justicia: gozaban de muchas preeminencias, recibiendo del rey ración y acostamiento. El tercer género de pillaUi lo for- maban las tierras que, como á los jueces o á ciertos empleados públicos, se daban para sostener con lucimiento las cargas del empleo, duraba el usufructo el tiempo del ca^go y nada más. (2)

Oerca de los.calpulli y con obligación á los vecinos de labrar- las, había tierras destinadas al cultivo, cuyos productos estaban exclusivamente dediados al mantenimiento del ejárcito en tiem- po de guerra. Llamábanse müchimaüi, tierras de guerra; cacalo-' müpan 6 cacdomilHy sembrados 5 heredades de los cuervos. De la división y aplicación de todas estas propiedades había mapas

(1) Torquemada, tom. H, pág. 546.

(3) Zcttita, SDiiidft relMlAxL MB»' Torquemada, Eb^iOEV, oap. YZL*

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7 libros; las tierras de los calpulli estaban pintadas de amarillo claro, las de los nobles de encamado, las del rey de púrpura. (1)

Para sufragar los gastos del culto, los teocalli tenían senaladaa tierras. Una región era conocida con el nombre de teotíalpan, tierra de loa dioses, por estar destinada á objetos religiosos.

La propiedad de la tierra estaba» pues, muy gubdividida. Con «sta distribución se proveía á la subsistencia del mayor número . de familias; pero los bienes así vinculados estaban como inertes, todos los desheredados quedaban fuera del poco movimiento que se operaba en aquella sociedad. La suerte de los privilegiados estaba asegurada, mientras la condición de los TnacehvoBi ó ple- beyos era dura y afanosa. Así pasa todavía, de absoluta necesi^ dad, aun en las naciones mejor organizadas. Sin embargo, el mckcehvcJli era dueño de su fortuna; tenia delante la milicia y el sacerdocio, y con valor, talento y virtud, podía encumbrarse á loa puestos superiores; quien no progresaba por ser incapaz de luchar contra el trabajo, de su ineptitud debía quejarse y no del hado. De los plebeyos, unos ejercitaban las artes mecánicas, sacando de sus industrias lo necesario para su sustento, los otros se hacían labradores; estos eran los más desdichados, aunque su desdicha provenía del despotismo del gobierno. Los nobles, que no podían cultivar con sus manos las tierras, empleaban á los pecheros, ya asignándoles una ración por su trabajo, ya dando* les las heredades como en arrendamiento, cobrando en frutos determinada renta: esto daba ocupación á millares de braasos y aseguraba la vida á las familias pobres. También los caipüBi di^ ban los lotes vacos á loa^ terrazgueros, con término de uno ó dos años, por cierta cantidad de los frutos de la ti^ra. Aunque pre- caria, esta condición sería llevadera, á no sobrevenir el tributo pedido por el conquistador. Como plebeyos, de los granos que cc^an de tres medidas daban Unlsi, uno de ciada tres de lo . que criaban; su trabajo era para el déspota de Másico; eran esda^ TOS de la tierra; ''y cuando comían huevos les parecía que eLi '^ey les hacía gran merced, y estaban tan oprimidos, que can 'ae les tasaba lo que habían de comer, y lo demás era pora el. rey." (2) El cáncer de aquella sociedad estaba «n ei orgullo de los reyes,

(1) Toiquemada, tom. n, pig. 546. (3) Xorquexoada, üb. n, cap. L\X^TZ,

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La agñcnltxira entretenía gran número de brazos. Oareciendo . de instrumentoB de hierro, del bnej, caballo y muía qite les ali- Tiaran sus fáenas> suplían aquellas faltas por medio de perseye- rancia y trabajo. Usaban de la coa para cavar la tierra, del huteílt 6 pala para removerla, de kacbas de piedra ó de cobre para cor- tar los árboles y la maleza; las demás faenas quedaban encomen- dadas á la fuerza del bombré, ayudado por las mujeres y los niños. La población era mucha, y preciso era aprovechar toda el suelo útil, así en la llanura como en las laderas de los montes. Los campos llenos de matorrales, eran preparados para la siem-^ bra por medio del fuego, quedando libre, al mismo tiempo que recibía abono con las cenizas. Llegada la buena estación, el hombre, después de aflojar la tierra, hacia con la coa agujeros en^ línea recta de un linde al otro, repitiendo la operación por lineas paralelas hasta llenar la superficie; la mujer depositaba los gra- nos de maíz en el agujero, tapándolo y apretando con el pié la tierrau Crecida un poco la planta le amontonaban tierra al pié; cuidaban de arrancar la zizaña, y cogida la cosecha, en común se quitaban las hojas y desgranaban las mazorcas: depositaban los productos en trojes ó graneros, ya de madera, ya redondos de piedra y lodo, con una abertura en la parte superior.

La experiencia les había enseñado á distinguir las diversas calidades de los terrenos, y los cultivos para que eran apropia- dos, dando á cada uno nombre particular. (1) Las siembras de temporal quedaban aventuradas á la bondad del cielo, á fin de- que la lluvia les diera suficiente riego; por eso eran Igks fiestas á los dioses de las aguas y á las otras divinidades protectoras de los mantenimientos. Esto era en los terrenos que no eran de re- gadío. En efecto, sabían conducir de lejos el líquido benéfico» bien por medio'de arcaduces apipücIlU, canales 6 acequias apaftüi,. formando extensos sistemas de irrigación, comunes á varios pue- Uos ó particulaires. En los lugares propios formaban grandes depositoa de agua llovediza ó alboreas (laquüacaooiíl^llAmBdos ja^ gmy por los castellanos, de un nombre de la lengua de las islas. Ouando algún terreno se hacia ingrato, le dejaban descansar por algunos años^ hasta que la maleza de que se cubría daba testír monio de nueva fertilidad Todas las heredades estaban acota'-^

(1) P. Sahagun, toBo. III, pág. 314-16. . ^ -,..,. . . . .

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das con cercas de piedra seca, formadas con gran arte, ó con vallados de XQagnajes; los propietarios las reparaban cada año; en el mes Panqnetíaliztli, siguiendo las prescripciones del ri- taiiL(l)

Gustaban apasionadamente del. aroma de las floires. Nadie podía entrar al palacio ni ver al rey, sin ofreóerle ramilletes; el mismo uso hftbía con señores y embajadores; los particulares los llevabaQ por goiiar, y nunca faltaban en' los convites y regocijos de los particulares; formaban parte de las ofrendas del culto, y se empleaban 'en el embellecimiento de casas y templos. De aquí que. el cultivo de las flores fuera universal; abundaban los jardi-» nes en las habitaciones de los nobles, y los reyes los hacían cul- tivar de una manera particular: los más famosos, según el dicho dejos conquistadores, fueron los México, Texcoco, Itztapalá- pan y Huaxtepea Cuidábanse en ellos las flores más preciadas en cada provincia, plantas exóticas traídas de l¿jos y con acierto ikdimatadas, yerbas medicinales de las menos comunes. Por el mismo orden tenían huertos con árboles frutales, cuantos él clima podía producir y sustentar. Los arbolados y bosques les mere- cían gran atención. Necesitábanlos para muchos objetos, con- tándose entre ellos que se abrigara y reprodujera la caza, y dar abasto al gran cozísumo de leña que ^e hacía en los usos comu- nes, en las casas reales y en los teocalli. En los. bosques de. la propiedad del rey estaba prohibido penetrar para cortar árboles ó ramas; en los particulares el corte estaba reglamentado de una manera severa, y por costumbre se hacían plantíos por todas partes. Aquellos, dizque bárbaros, tenían mejor policía en esta ramo que. nosotros; ahora que el consumo de leña aumenta 4xm las máquinas de vapor, la tala de árboles se verifica sin concil- io ni tino: á ñuesia vista han desaparecido inmensos arbolados^ y donde anti^amente se presentaban impenetrables bosques, hoy se miran montañas desnudas, surcadas por las lluvias y abrar sadas por el sol. ' ^ .

Bien dicho áe está, que la necesidad es madre de la iBdustria. Encerrados los méxica en el perímetro de isla, faltábales tie- rra que cultivar; para contentar las exigencias del señor Az- eapotzalco, y proveer en seguida á su mantenimiento, inventárom

(1) Torqnemada, lib. XIII, cap. XXXI y XXXIL €l»vigero, toln. I, pig. 840.

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so como lo demanda la longitud, y conforme al ancho que le pueden dar, que es de lo grueso del árbol de que se haceut j paira ésto liaj sus maestros como en Vizcaya los hay de navios; j como, los rios se van haciendo mayores cuanto más se allegan á la costa, tanto son mayores estos acallis ó barcas." (1)

Los objetos que rodean al hombre determinan sus ocupacio- nes; los méxica, metidos en uua isla debieron precisamente con- vertirse en nautas. El arte de navegar debi¿ irse perfeccionando conforme á las necesidades de aquel pueblo y al grado de pode- río que tvié alcanzando. AI principio el pequeño acalli debió ser empleado en la pesc^, entre los carrizales y lugares cercados á la isla; después debió crecer la canoa para ser empleada en el tráfico con la tierra firme; más adelante hubo que emplear ma- yores barcas en conquistar las ciudades de las orillas de los la- gos, en trasportar los soldados que iban á las oonquiáiiaa día* tantes, en tener siempre á raya á los pueblos pescadores de aquellos litorales. Aumentada la población, convertida México .en la metrópoli de un gran imperio, el número de los< acallis de todos portes hubo de crecer en gran cuantía, no siendo increíble lo que asegura un autor contemporáneo: "están al derredor della ''todos los dias del mundo por la dicha laguna sesenta y setenta ''mil canoas de las grandes, en que vienen provisiones á la ciu- "dad.'* (2) Sin embargo, el arte de navegar no pudo pasar de estrechísimos límites, ya que relativamente eran tan cortos aque- llos depósitos de aguas tranquilas y estancadas.

£1 verdadero adelanto náutico debemos buscarle en los pue- . blos que habitaban las costas de los mares. "Nada nos dicen los "historiadores del comercio marítimo de los mexicanos. Proba- "blémente no sería de mucha importancia, y sus barcas, que "apenas se alejaban de la costa, en uno, y otro mar, serían prin- "cipalmente empleadas en la pesca.'* (3) En efecto, nuentraa consta que los pochteca se aventuraban hasta las provincias más distantes de Centro América, nada se encuentra acerca de las expediciones emprendidas por mar: las barcas de la costa de México se alejaban poco de la orilla para ir á pescar, apartándo-

(1) MotoUnia, trat. m, cap. X.

(2) Carta del Licenoiádo Alonso Zuaro, apud. García Ic&di>aloeta, Doc. tom. I, -pág. 369.

(8) Clavigero, tom. I, pág. 352.

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se á las ceroanas islas como la de Saorifícios. Sea lo que fuere, aquelloB aoalli debían sermuy superiores en tamaño á las usadas en los lagos« Durante la expedición de Juan de Grijalva, 1517; "yendo por nuesira navegación, llegamos á un rio grande, que 'le pusimos por nombre, rio de canoas, é aUí enfrente de la boca del surgimos; y estando surtos todos tres navios, y estando al- go descuidados, vinieron por el rio diez y seis canoas muy 'agrande» llenas de indios de guerra, con arcos y flechas y lan- zas, y vanse derechos al navio más pequeño, del cual era capitán Alonao de Avila, y estaba más llegado á tierra, y dándole una '^rociada de flechas, que irieron ádos soldados, echaron mano al ''navio como que lo querían llevar, y aun cortaron una amarra.'^ (1) Aquella costa pertenecía á la provincia del ^uaxteoapán, y mni¡f' gy'andes, á proporción, debían ser las barcas de^ los naturales, p«es se atrevieron á salir al encuentro de las naves castellainas. Hayotes adelantos parece que habían alcanzado los pueblos de Yucatán. En las pinturas existentes en una sala de Chioheñ Itzá aparece una embarcación de alto bordo, con los doa extre* mes recurvos y levantados, conteniendo á lo que se indica una numerosa tripulación; diriamos á vista del dibujo, que &s una embarcación ocupada en el asalto de una población de la costa, cuyos tripulantes roban las casas y arrojan al agua algunos de sud prisioneros. (2) -81 por ton livianos fundamentos nos dejára- naos guiar, inferiríamos que los primitivos habitantes de la pe- nSuBula, los constructores de las grandes maravillas del arte, fueron mucho más adelantados en la náutica que sus degenera- dos sucesores.

Ateniéndonos á datos más positivos, durante el viaje de Cristóbal Colon, 1502, al descubrir las islas de los Guanajos: *'En habiendo salido á tierra D. Bartolomé Colon, llegó una ca- **xxo& de indios, tan grande como una galera, y de ocho pies de ^^aneho, iba cargada de meroaderías de hacia Poniente, y debía éer de tierra de Yucatán, porque no está de allí sino de treinta leguas ó poco más: traía ^n medio de la canoa un toldo de es- teras de palma, que en láT Nueva España llaman petates: iban dentro de él las mujeres, hijos, hacienda y mercaderías, sin que

(1) Bernal Díaz, cap. XVL

/2) Incidente of trayel in Yucatán by John Stophens, >ol. II / pág. 810-11

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^'agnado lámar, ni del cielo los pudiere mojar." '*Eran las mer> ''oaderías muchas mantas de algodón, muy pintadas y de diiFer* ^8c» ycolores y labores, y camisetas sin mangas y sin cuellos, '^aortas hasta la rodilla y an4 menos, también pintadas y labra- ^'das, y almaizares que en Nneya españa llamaa mástil con que 'los hombres cubren sus partes secretas, también pintados y la* '^brados: muchas espadas de madera, con una canal en los filos '^y allí pegadas con fortísimo betún 4 hilo, ciertas navajas de ''pedernal; hachuelas de cobre para cortar leña, cascabeles y pa- '^tenas, crisoles para fundir el cobre, almendras que llaman oa- ''cao que en Nuera España tienen por moneda: su bastimento ''era pan de maíz y raíces que en Nuer» España llaman camotes "y en las islas axis, y batatas, y el TÍn,o era del mismo maít que aparecía cerveza. Iban en la canoa veinte y cinco hombres." &ix (1) Gumplída descripción de aquel barco mercante que surcaba laa olas á largas distancias, para ir á traficar en las islas y la costa del golfo de Honduras. Sin duda alguna que, por imperfecta que se suponga aquella embarcación, ya demuestra cierto adelanto- en la ciencia de la marinería.

Volviendo al viaje de Juan de Grijalva, estando sobre la costa de Yucatán, queriendo reconocer una población á la que pusie- ron por nombre el Gran Cairo: "una mañana, que fueron 4 de ''Marzo, vimos venir cinco canoas grandes llenas de indios natu- "rales de aquella población, y venían á remo y vela. Son canoaa '^hechas á manera de artesas, son grandes, de maderos gruesos "y cavadas por dentro y está hueco, y todas son de un madero "macizo, y hay muchas dellas en que caben en pié cuarenta y "cincuenta indios." (2) Befiriéndose Oviedo al mismo viaje de Grijalva, y narrando lo que pas6 en lago de Términos, escribe: "y en tanto que allí estovieron los chriptianos tomando agua, "vieron canoas cada dia atravesar con gente á la vell^ que pa* "saban á la otra tierra de la Isla Bica ó Tucatan." (3) En la carta escrita por el re^miento de la Villa Bica de la Veracms al emperador, dándole cuenta de la expedición de D. Hernando Cortes encontramos: "Y visto ésto, ^^1 mal tiempo), el capitán

(\) Herrera, dec. 1, lib. Y, cap. Y.— Casas, Hist de Indias, lib. II, cap. XX.

(2) Bemal Díaz, cap. IL

(3) Hiat. general y natnral, Hb. XVII« cap. XVIL

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''miindó desembarcar (en Coznmel) toda la otra gente de la ar- **mBá&, j otro día á medio dia yieron tina oanoa á la vela háoia *1a dicha isla." (1) De estas autoridades de los testigos presen- ebles y de persona por ellos informada deducimos, que los ha*- hitantes de 'Yucatán navegaban Á vela y remo 7 se confiaban á las olas á largas distancias. No nos parece preciso llamar la atención acerca de que, el empleo y uso de la vela en las embar- eaciones importa ya im grande adelanto, supuesto que las puede eóníunictf mayor velocidad ecpnomizando las fuerzas de los iMmabres empleados como remeros.

Karrando Bemid Diadí las penalidades del viaje de D. Her* Bando Oortés á las Hibueras, cuenta: % yendo por la costa del ^orte (Gonzalo de Sandoval), vio que venía por la mar una ca- *fnoa á remo y á la vela, y se escondió de dia en un monte, por- ^que vieton venir la canoa con los indios mercaderes" (2) Según é0ko, el empleo de la vela era conocido también de los navegan- isa del Gkdfo Dulce. Oonocíanla igualmente los del Perú. (3) ' lia vida doméstica: era tranquila, y á nuestro modo actual de v»r llena de privaciones. Las puertas y ventanías de las casas aetiftban sólo defendidas por cortinas ó esteras, teniendo en sus extremos cascabeles ó cuerpeoillos sólidos que sonaban al inten- tarse la entrada. En las habitaciones de los ricos había esteras tendidas por el suelo sirviendo de alfombras, y otras esteran finas j. pintadas cubriendo las paredes: las casas de los pobres esta- ban desnudas. La cama, sobre el suelo, se componía de uno ó vatíoe petates sobrepuestos; si di necesitado se tapaba con la ropa que le vestía, el poderoso aumentaba alguna colcha para abrigarse contra el frió. No había otros asientos que los llama- dos iopoüi; sentábanse sobre la ti<erra en cuclillas, las mujeres o^n las piernas cruEadas ó dobladas. Servíanse las comidas so- bre esteras y manteles, mas no parece usaran del tenedor y la •achara; al, primero suplían los dedos, á la segunda los pedamos d0 la tortilla doblados en forma cóncava» n Oonatübiía su alumbra- ^, rajas delgadas del pino resinoso llamado oooü^ encendidas por un extremo, y fijadas por el otro en lo que podremos llamar

(1) Cartas j relaciones, en Gayangos, pág. 12. (8) Hist. verdadera, cap. OLXXVIII.

(8) Los nayegantes indígenas de la ¿poca de la oonqtiista, por A. Kiífiez Ortega, Boletín do la 80c. de Geog. Segtmda ¿poca, tom. IV, p¿g. 47.

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candeleros; arden poco á poco, dan buena luz, aunque es preciso separar con frecuenoía la parte ya carbonizada, lo que equivale á despavilar; pero en cambio producen un humo espeso, que lle- na de holHn techo y paredes. (1) Esta, para nosotros miseria, no nos causa extrañeza. Desde niños estaban criados ala intem- perie; de jÓYenes pasaban la vida en la aspereza del monasterio; de hombres se acostumbraban á las penalidades del campámen<<' to; nada habían menester, fuera de un sitio donde reposar la fatiga, algunos trastos en que tomar' el alimento. Fuertes y só-* bríos, bajo un clima benigno, nuestros remilgos hubieran qiie* brantado su salud y amenguado sus bríos. Ademas^ dormían á la oscuridad y trabajaban á la luz.

Según las personas que les vieron, aquellos pueblos eran bien proporcionados de cuerpo, delgados de carnes,' ágiles, buenos corredores; negros los ojos, negro el cabello y lacio; el color co- brizo, las facciones regulares; aspecto agradable, aunque un tanto triste y desconfiado: las mujeres de talla mediana, movimientos graciosos; bien agestadas en general^ hermosas muchas; de pié extremadamente breve. Los sentidos perspicaces, y más ejercita* dos la vista y el oído. Afeaban y perdían aquellas dotes naturales, las mujeres por el uso de algunos afeites; por llevar nacockñi 6 pendientes muy pesados, que les hacían las orejas deformes; por* que las penitencias pedidas por el ritual les dejaban cicatrice» y lacras; los hombres por embijarse para salir á la guerra, pordí^ff*. figurarse el labio, horadándole para llevar el tenieü ó distintivo guerrero; porque por los zarcillos y sacrificios, tenían las orejas largas, aspadas y con excrecencias. (2)

En cuanto á la costumbre de deformar el cráneo, para darle cierta prolongacioii hacia arriba, más ó menos pronunciada, en- contramos, aunque lo contrario diga, que los mexicanos ñola practicaban, al menos en los últimos tiempos. Algunas ttibtts antiguas dieron á las cabezas de los niños, por medio de ciertas industrias, una frente cuadrada y plana, empinada de la parte posterior; ^s sabido que en el Perú, la familia real y laiiobleza gozaban de este privilegio concedido por gracia á las demás elhn ses; las figuras representadas en los relieves del Palenque, pa-

(1) Clavigero, tom. I, pág. 395.

(2) Torquemada, Hb. XIV, cap. XXIV y XXV..

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recen presentar la misma deformación; algnnas tribus salvajes en los E. U. se aplastan bacía atrás la frente; pero como coman y general, no encontramos una autoridad de peso, que atribuya la costumbre ¿ los pueblos civilizados de México, comenzando por los tolteca. Los eráneos, aunque pocos, que hemos examinado, tie- nen los caracteres generales de su raza; si se encuentran otros di- versos, ó san más antros, ó constituyen una singtdaridad os- teológica Verdad es que algunos de estos cráneos tienen el fron- te deprimido hacia atrás, plano y como cuadrado, mientras la parte occipital se abulta un tanto; estas son señales casi infali* bles de que, el despojo perteneció á un individuo de ln>^ clases menesterosas. Faltos eomos sabemos de bestias de carga, los po- bres tenían que conducir toda clase de objetos: desde tiernos se les ponía el peso á la espalda en el cacaxtU, suspendido á la fren- te por el mecapaUi; enarcado el cuerpo, la cabeza inclinada pata hacer el tiro, la constante repetición de la postura y de la pft- sion, acababan por dar al cráneo la forma que se le advierte.

En general, había pocos lisiados; la vida dura que á los niños se daba, debía hacer perecer á los débiles y enfermizos, salván- dose sólo los robustos y bien conformados. Los corcovados, enanos ó contrahechos, eran objeto de lástima para el pueblo. Solo á los estropeados se permitía implorar la caridad páblica. Beyes y señores tenían á su lado jorobados y e'nanos, que les servían de bufones como á los nobles europeos de la edad me- dia,, ó de diversión por su extraño aspecto; les empleaban tam- bién en cuidar á sus numerosas concubinas. En cambio, tenían el triste privilegio de ser inmolados cuando su señor moría, pa- ra ir á desempeñar en la otra vida sus funciones. Cortés nos di- ce, haciendo la descripción de los jardines de México: "Tenía '^en esta casa un cuarto ^i que tenía hombres, y mujeres y niños, "blancos de su nacimiento en el rostro, y cuerpo, y cabello, y ''cejas y pestañas." Y poco más adelante: ''Tenía otra casa don- *''de tenía muchos hombres y mujeres monstruos, en que había ''enanos, corcovados y contrahechos, y otros con otras deformi* "dades, y cada una manera de monstruos en su cuarto por sL •TE también había para éstos personas dedicadasj^para tener

cargo de ellos." (1)

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(i) Oifftas de relación en Lorenzexu^ pág. 112 7 lid.

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Las clases acomodadaiS eran limpios de su persona. No cono* oían el jabón, mas suplían la falta con una raíz 7 un fruto. La priíhera es de la planta llamada aanuM: "tiene las hojas .como ''espadañas chicas 7 el tallo blanco, la raíz de esta 7erba ea ímh > "mo jabón para layar la ropa, 7 con las delgadas la¿v:an la oabe^ . ''za, 7 también son como morgapara emborrachar los peces*'- (1) El segando se toma del copalxocoíL dicho también árbol del jabodu El árbol del jabón, que en la escritura es herva f uUonum 7 de las cuentas, es mu7 común en Oaxaca, 7 la Misteca alta, 7 las. islas Españolas 7 Puerto Bico, echa una fruta como AYellanas *'que no.es para comida sino para alabanza, porque con lo. de ''afuera» jabonea la ropa como se pudiera con el . mejor jabón "de Castilla; dentro se halla una cuenta negra como garbanzos ma7ores ó menores, de que se hacen infinitos rosarios, que lia» man de frutilla, que igualan á los de coyóHi; dentro de la cuenta Mne una médula tan amarga como la del durazno, asta se saca "7 queda liviana la cuenta 7 fuerte, porque nunca se quiebra» 7 "del tamaño que quieren hacen las cuentas para rosarios, tantos "que pueden dar abasto á toda España." (2)

Las naciones nahoa conservaban los despojos de sus muertosi* por la inhumación 7 por la incineración. El primer método apa* rece sin disputa como el más antiguo; para fijar el tiempo en que fuá introducido el segundo modo, nos faltan datos, pues los su* ministrados por los autores aparecen, contradictorios. Ocurrien- do á las fuentes más autorizadas, respecto de los tolteca asegura Ixtlilxoohitl, que los re76s, "enterrábanse amortajados 7 con sus "insignias reales, en los templos de sus falsos dioses." Todoa los monarcas de aquella dinastía fueron inhumados» hasta el iiü« timo Topiltzin, quien "mandó quemar su <merpi>,.con los ritos 7 "ceremonias que después se usaron, que fué cd primero que fa¿ "quemado." (3) De. los chichimeea asegun^ Toyquemada, ála^

(1) Sahagnn, tom. 8, pág. 244.

(2) Yetaaoonzt, P. 1, T. niím. IS4. iOlftTÍgaro, tom. I, j)^ S9S.

(8) Ixtlilzoohiti, prioiMa lolacion. líS. Ve^rtis, tenu III« -jági 4, reAnáadoiéá esta autoridad saoa que Topiltzin, lütimo rey tolteoa, ioxeuM este cerexaopial, per» en seguida lo contradice, afirmando que ninguna de las tribus us(5 quemar los ead»* veres, 7 que si los mexicanos lo practicaron fué después de la muerte de su r^ HuitaUihuitL De aquí tomó Brasseur de Bourbourg su noticia, para atribuir decidi- damente á Topütiin esta inrenoiogB.

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muerte de Xolotl, que £aá quemado y sus cenizas recogidas eu uua caja labrada de piedra» y aumenta: '^Todas las naciones del ^'mundo han tenido modos particulares de enterrar los cuerpos ''de sus difuntos, pero el que estos chicliimecas usaron, fué que- ''marlos/' En consecuencia, dice después que fueron reducido? á cenizas los cadáveres de Tlotzin y Tlaltecatzin. (1) El cronista nacional de la tribu, sostiene en contrario, que Xolotl fué ente- rrado en una de las cueras de su morada; Nopaltzin fué sepulta* do en el lugar donde lo estaba su padre; Tlotzin .fué conducido ''á la cueva de su entierro, en donde tenían becbo un hoyo re- ^'dondo, que tenía más de ün estado de profundidad; allí lo me* ^'iian y cubrían de tierra:" escribe lo mismo de los demás mo- narcas, hasta llegar á Ixtlilxochitl cuyo cadáver fué quemado, recogiéndose las cenizas, 'fixtlilzochitl fué el primer emperador ''chichimeca, que se enterró con semejantes exequias, que es "conforme á los ritos y ceremonias de loa tolteca.'* (2) De 1^ méxica es evidente que usaron el sistema de cremación, al mé^ nos desde que fundaron á México. Los mixteca y los tzapoteca enterraban ó quemaban los cadáveres, y en el primer caso prac- ticaban una especie de embalsamamiento. De todas maneras^ la inhumación precedió á la incineración.

En el caso de cremación las cenizas eran recogidas en ollas y cántaros, de construcción burda. Sin duda que así se distinguían los restos de los pobres ó plebeyos, porque también se encuen- tran cajas labradas de piedra, vasos de barro de mucho gusto, y urnas funerarias con figuras de dioses y adornos simbólicos, ver-* daderos esfuerzos de su arte cerámica. En cuanto á la posición del cadáver en el sepulcro, lo más auténtico y antiguo que pode* mos presentar es lo relativo á Casas Grandes de Chihuahua. ''Las tumbas ofrecen la forma de cubas de piedra seca; la sección ''horizontal es una elipse de l,i^50 en el diámetro mayor, por un "metro en el menor, y otro de altura. El despojo, envuelto en "una estofa tejida con las fibras apretadas de un vejetal que ^recuerda el agave, está en cuclillas como lo indica la figura "(lámina 4% número 4); Al rededor se encuentran vasos ú obje^ "tos de predilecoian del difunto, como collares, brazaletes, alfa*

(1) To^uemadA, lib. I, cap. XXXW» XIiVH; ufa. n, eap^ YI.

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''rería, &a" (1) Esto concuerda con lo que no3 dice un testigo '^presencial Hacían en la tierra un hoyo revestido de pared de ''cal 7 canto, y en él ponían al muerto sentado en una 8ill& Al "lado colocaban su espada y rodela, enterrando también ciertas "preseas de oro: yo ayude á sacar de una sepultura cosa de tres "mil castellanos. Ponían nllí mismo comida y bebida para algu- "nos dias; y si era mujer le dejaban al lado la rueca, el huso y "los demás instrumentos do labor, diciendo que alláá donde iba, "había de ocuparse en alguna cosa; y que aquella comida era "para que se sustentara por el camino. Muchas Teces quemaban "los muertos y enterraban las cenizas." (2)

Así, los sepulcros eran elípticos ó circulares, y el cadáveres- taba sentado. Las pinturas mexicanas presentan la forma en que el despojo se ponía: (Véase Códice Mendocino, estampa 45, nu-^ mero 9, y lám. 51, núm. 2). La primera es el símbolo de Mictlan, el in£emo ó lugar de los muertos. El difunto está sentado, con las piernas dobladas y pegadas al pecho; envuelto en el sudario ó paños funerales, se mantiene en aquella posición por medio de los lazos que le ligan los mienbros. Esta era la costumbre uni- versaL Llámame por tanto mucho la atención, el sepulcro visto por D. Mariano Barcena en la hacienda de la Lechería, valle de México. "Al pié de la falda N. del cerro de Tlaxomulco, dice, fueron descubiertas por unos labradores algunas losas de basal* io que se hallaban debajo de la tierra vegetal. Levantadas aque- llas, se vio que cubrían un sepulcro lleno de tierra y que tendría dos metros de largo, dos de profundidad y uno de anchura. Ac- tualmente está vacío y puede admirar su regular construcción y su orientación según la línea E. O. Sus paredes están revestidas de piedras unidas por cemento terroso; en la base había losas de basalto, lo mismo que en sus cabeceras y hacia el medio de los lados. En el fondo se encontró un esqueleto casi destruido por el tiempo; los huesos se desmoronaban al tocarlos y no fué po- sible conservar ni un fragmento del cráneo. Este se hallaba én la cabecera del O., y á su lado se encontraba una gran cantidad de polvo de cinabrio, rodajas de micaa y vario trastos é ídolo» pequeños." (3) El Sr. Barcena me enseñó algunos de los utensi-

(1) Gtdllemin Tarayre, exploration mincralogiqtie. pág. 177.

(2) Oonq. anónimo, en leasÜNdeeta, toni. I, pág, 898.

(8) Peñédioo "El Federalist^'f joártoft 2^ de Kor. d^ 1B75. . ,

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líos sacados de ahí, y no me parecieron ser del gasto azteca; por esto y por la posición del cadáver, creo qne el sepulcro pertenece á raza distinta y más antigua que la nahoá.

En capitulo anterior hablamos los funerales en general; diremos ahora lo que corresponde á las particularidades de los entierros de los reyes y señores. Cuando el monarca de México enfermaba^ ponían máscaras á los dioses Huitzilopochtli y Tez- oatlipoca, sin quitárselas hasta que aquel sanaba 6 moría. En este evento desgraciado, avisábase inmediatamente á los reyes, amigos y señores sujetos, señalándose el dia en que el entierro tendría lugar. En tanto, le tenían en palacio, sobre esteras finas, velándole su servidumbre. Congregados los señorea con los pa- rientes y amigos, cada uno traía ricos regalos de mantas, plumas, rodelas labradas, esclavos y unas banderas pequeñas de papel. Lavaban el cuerpo, cortándole da la parte superior de la cabeza un mechón de cabellos, que con el que á su nacimiento les qui- taban, ponían en una cajita pintada por dentro de figuras de dioses. Vestían el cadáver con quince ó veinte mantas finas de colores, poniéndole en la boca una piedra de chalchihuitl, que decían servirle de corazón, le cubrían el rostro con una máscara, le adornaban con joyas y pedrería, y sobre, todo le vestían las insignias del dios en cuyo templo debía ser depositado. En esta sazón, sacrificaban al esclavo que había tenido el oficio de poner luiifcre é incienso en los altares que el señor tenía en su casa, á fin de que en lo mismo le sirviese en la otra vida.

La procesión fúnebre se componía de las mujeres, parientes y amigos del finado, haciendo grandes extremos de dolor y lloran- do: la nobleza llevaba un gran estandarte de papel y las insignias reales^ y los sacerdotes acompañantes iban cantando, mas sin ayuda de instrumentos másices. Llegado el cortejo á la puerta del patio del teocalli, salía á recibirle el sumo sacerdote acom- pañado de sus altos dignatarios, é inmediatamente colocaban el cadáver sobre la pira ya dispuesta. Esta estaba colocada al pié de la escalera del templo, compuesta de leña resinosa, mezclada con copalli. Puesto fuego á la leña, y mientras se quemaba el cuerpo, se procedía á sacrificar á las personas que debían acom- pañar al difunto en el viaje á la otra vida; éstas eran, alguno ó algunas de las mujeres del finado, sus enanos y eoreobados que

le alegraban, esclavos de su casa, y los ofrecidos por los dolien-

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teSy entre todos los cuales pasaban aveces de doscientos: sacado el corazón como en el sacrificio ordinario, los cuerpos eran arro- jados á otra pira, cercana á la principal, con sus vestidos y todos los preparativos de que para el viaje eran portadores. También era quemado el perro ó teckichiy que, como ya dijimos, servía de guía en los senderos del mundo desconocido. Allá iban á tenerle palacio y servirle.

Tenía lugar la cremación al cuarto dia de la muerte; al siguien- te recogían de la pira las cenizas, los huesecUlos no consumidos y el chalchiliuitl puesto por corazón, encerrándolo en la caja que contenía los cabellos; encima ponían una figura de palo, con las insignias del señor, delante de la cual venían los dolientes á ha- cer sus ofrendas: á esta ceremonia decían quitonoltia^ que quiere decir, dánle buena ventura. Cuatro dias continuos llevaban ofren- das de flores y comida, ante el bulto de la caja y al lugar de la pira, una ó dos veces al dia según quería cada cual, terminando este primer período con sacrificar diez ó quince esclavos, pues durando el viaje incógnito cuatro dias, el ánima iba todavía ca- minando y había menester socorro. A los veinte dias mataban aún cuatro ó cinco esclavos; á los sesenta, uno ó dos; á los ochen- ta, diez más ó menos; terminando aquí los sacrificios. Cada ano, en aniversario, traían ante la caja colocada en el sepulcro ofrenda de comida, vino, rosas y acayetl, sacrificando codornices, conejos, aves y mariposas; pasados cuatro años cesaba en adelante ^da demostración pública. "Los vivos en esta memoria de los defun- "tos, bailaban y se embeodaban, y lloraban acordándose de aquel "muerto y de los otros sus defunctos." (1)

Ségun otra autoridad: "En la muerte de estas gentes se guar- da esta costumbre. Luego que el defunto ha espirado llaman ciertas mujeres y hombres que están salariados de publicó para hacer lo siguiente. Toman el cuerpo desnudo sobre las rodillas un hombre ó mujer, y tiénelo abrazado por las espaldas, y allí Uéganse otras personas diputadas para lavar al finado, y lávanlo muy bien; y llega un hombre con un huso ó palo á manera de crenchas de mujeres, y mételo entre los cabellos del defunto con ciertas ceremonias, con las cuales divide los dichos cabe-

(1) Mendieta, lib. II, oap. XL. La copia Torquema^a, lib. Xm, cap. XL7. Le sigue Glavigero, toiu. Ij pág. 294.

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líos en unas partes y otras; y así lavado el defunto con cier- tos endines (*) en sus cabellos, vístenlo todo de blanco, muy bien yestidó, y con el rostro de fuera, y asientanlo sobre una si- lla; poniendo sobre su cabeza y sobre todo su cuerpo grandes penachos y plumajes de diversos colores y formas; y está así por espacio de una hora ó dos; y pasado este tiempo vienen otras mujeres é hombres á manera de los de arriba, y desnudan al de- funto todas las ropas blancas y plumajes que tenía, y tómanlo á lavar segunda vez como de primero, y vístenlo de vestiduras co- loradas con otros penachos que acuden á la misma color, y pó- nénle en su silla como de primero por otro tanto espacio de las dos horas, y allí hacen cierto planto y lamentación, mayor ó me* ñor como es la calidad del defunto. Toman tercera vez otras mujeres á desnudarle todo lo colorado, ylávanle como de prime- ro, y vístenlo todo de negro con plumajes ó penachos negros, y llevan todas estas tres maneras de vestiduras al templo con el defunto á enterrar; y estas vestiduras no vuelven^ uso humano^ salvo que quedan á los sacerdotes para servicio del templo." (1) Tal vez se refieran estas ceremonias, á caso particular de clase 6 dignidad.

Todos los cadáveres eran quemados; exceptuábanse los de las personas muerta» ahogadas, de hidropesía y de alguna otrp. en- fermedíid.

(*) **Ko conozco esta palabra, que parece significar aqní, ungüentos ú perfumeé {!) Carta de Znazo, en Icazbalceta, tom. I, pág. 865.

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LIBRO III.

CAPÍTULO I.

ESCRITURA GEROGLÍFIOA.

NepoliuaUzOain 6 guipos.— Origen de la escritura jeroglifiGa,-^Escrtturas diversas, —■tían sigiWB y no pinturas, Colores,— Tlae^dilo, LiJbros, Bibliotecas ó archf- voiL Enseñanza,— Las escrituras versaban sobre todas mataias, DiiposSdon de los signos. Pinturas históricas.— Escritura sacerdotal, Perdióse el arte de des- cifrar los jeroglíficos. Destrucción de las pinturas, Fundamentos de la IMoria antigua de^ México. Su valor y atUenticidad, Las pinturas jeroglificas,

SEGÚN el testimonio de Botorini, antes de la escritura jero- glífica fueron usadas por los pueblos antiguos de México, esas cuerdas compuestas de otras pequeñas de distintos colores, que anudadas de diferentes maneras, servían en el Perú para perpe- tuar los sucesos, llevar las cuentas administrativas, &c., suplien- do cumplidamente los oficios de una escritura. Llámanse qquijpo de la palabra peruana qquipou^ de etimología desconocida, du- dóse el nombro de qquipucamayoc a los oficiales encargados de los archivos. Muestras de ellos encontró Boturini en Tlaxcalla, carcomidas por el tiempo; en mexicano ^e nombraban nepólmal" tzitzin, cordón de cuenta y numero, ó cuenta de los sucosos. (1)

(1) Boturini, Idea de una nueva hist., pág. 86 y sig. Veytiai BisL antig., tom. I, pág. 6. Clavigero, tom. I, pág. 371.

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Este género de recuerdo desapareció sin duda á la presencia de los jeroglíficos.

'^Son quipos unos memoriales ó registros hechos de ramales, en que diversos ñudos y diyersos*colores significan diversas co* sas. Es increíble lo que en este modo alcanzaron, porque cuanto los libros pueden decir de historias, leyes, ceremonias y cuentas de negocios, todo eso suplen los quipo tan puntualmente, que admira. Había para tener estos quipos ó memoriales oficiales diputados, que se llaman hoy dia Quipo camayo, los cuales eran * obligados á dar cuenta de cada cosa, como los escribanos públi- cos acá, y así se les debía dar entero crédito; porque para diver* sos géneros, como de guerra, de gobierno, de tributos, de cere- monias, de tierras había diversos quipos ó ramales; y en cada manojo de éstos tantos ñudos, ñudicos é hilillos atados, unos colorados, otros verdes, otros azules, otros blancos, y finalmente tantas diferencias, que así como nosotros de veinte y cuatro le- tras, guisándolas en diferentes maneras, sacamos tanta infinidad de vocablos, así éstos de sus ñudos y colores sacaban inumera- bles significaciones de cosas." (1)

"Por una coincidencia singular, efecto tal vez de la casualidad, una escritura análoga existía entre los chinos, en una remota antigüedad. Uno de los primeros jefes de aquel gran pueblor, de nombre Soul-jiny pasa por haber introducido entre sus compa- triotas el uso de las cuerdas anudadas, con cuyo auxilio, no sólo podían llevar las cuentas comerciales, sino entender y conocer las leyeB de la nación y los primeros principios morales. (^) Se pretende, que en su origen, japoneses y tibetanos tisaron un pro- ' cedimiento análogo. Cpmo quiera que sea, no admira que esa singular invención se encuentre en muchos puntos lejanos en el globo, pues antes de la invensíon de la escritura, todos los pue- blos debieron emplear procedimientos de este género para fijar sns pensamientos." (2)

Al llegar del N. los tolteca para fundar la monarquía de Tol- lan, ya traían'la escritura jeroglífica, ejercitada en su antigua

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(1) Acoetai Hist. nat y moral, lib. VI, cap. VIII.

(*) "Véase respecto de esto la obra china intitulada: Kang-kien-i-tchi'loh, lib. I, f. 4. (Nota de la redacción)."

(2) Notice sur les qquipos des anciens Pe'rvpiens par M. José Peroz. Revue Amé- ricaine, par León de Bosny, Deuxieme serie, tom. II, pág. 54.

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patria Htihuetlapallan. (1) ¿Fueron dios los inventores, ó la re- cibieron de otro jineblo? No sabemos responder á la pregunta. Si ellos la inventaron, muestra es de una civilización muy avan- zada, á que no pudo llegarse sino tras largos siglos de estabilidad y adelantos; si de otro pueblo la aprendieron, éste debió encon- trarse en circunstancias análogas: de todos modos: algo hay más allá de los tolteca. Tampoco podremos resolver, si el conocimiento era peculiar á la tribu ó común á . la raza nahoa, aunque lo en- contremos aplicado por los acolhua desde que se presentaron en el valle. La -verdad es, que el arte de escribir lo enseñaron los tolteca á sus contemporáneos; que después de acabada la monar- quía de Tojilan, los restos dispersos lo propagaron entre chichi- meca y otomíes, llegando á preponderar en Anáhuac

De los mexicanos se dice, que desde el principio de su pere- grinación traían sus sabios ó adivinos llamados ainoocoaquey es decir, ^^hombres entendidos en las pinturas antiguas." Compu- sieron la cuenta del tiempo, é inventaron la astrolc^ia judiciaria y el arte de adivinar los sueños, escribiendo sus relaciones his- tóricas, todo lo cual se sabia por las pinturas, ^'que se quemaron ''en tiempo del señor de México que se decía Itzcoatl, en cuya ''época los señores y los principales que había entonces, acorda- "ron y mandaron que se quemasen todas, para que no viniesen á "manos del vulgo y fuesen menospreciadas." (2) aquí una des- trucción de pinturas, perpetrada antes que la de los castellanos.

En las pinturas méxica el dibujo es incorrecto, los contornos angulosos y duros; carecen de términos y gradaciones las figuras puestas en contraste; no siempre guardan proporción las partes del mismo objeto: se echan de menos las sombras, siquiera en el dintorno; hombres y animales casi siempre de perfil, tienen co- locados los ojos cual si estuvieran de frente; los colores presen- tan campos iguales, de tintas brillantes. A pesar de tamaños defectos, las pinturas rebelan manos firmes y ejercitadas, cierto gusto al disponer algunas figuras; se descubre* que el pintor sa- crifica la belleza del dibujo y su saber artístico, á la necesidad de ganar tiei^po. Esos mamarrachos no son la expresión del arte

(1) Ixtlilxochitl, Hist. Chicliiineca y relac. MS. Los autores están contestefi eu este punto.

(2) Sahagun, tom. III, pág. 140-1.

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azteca, ni por ellos puede, juzgarse del estado de perfección al- canzado por los pintores; no son pinturas, son signos gráficos destinados á despertar ideasj^repetidos siempre de la misma ma- nera, en consonancia con nn sistema convencional y como tal practicado.

En parte por esta razón, no siempre es fácil atinar con los ob- jetos representados. ISe distinguen fácilmente el hombre, la mu- jer, y multitud de otrps signos; pero se escapan algunos vestidos, adornos, utensilios empleados en las faenas domésticas, y todos los de este género. No nace ésto de mal desempeño en la pintu- ra, sino de que no siempre sabemos lo bastante de los usos y las costumbres antiguas. La dificultad sube de punto en los anima- les, más mal diseñados en proporción de más pequeños, hacién- dose casi insuperable en las plantas, distinguibles por figuras convencionales y no por las propias formas. Es que, lo repeti- mos, no son pinturas, sino signos.

Los colores empleados, con pocas excepciones, son el blanco, negro, azul, rojo, verde, amarillo, morado, en intensidades varia- bles. El contomo, grueso y uniforme, siempre negro; los objetos de su natural color, aunque no siempre con verdadera exactitud. Las carnes de amarillo sucio, para remedar el tinte cobrizo de la raza; se indica la persona muerta ó enferma, con amarillo pá- lido: los troAcos de los árboles, las maderas y los tallos de las plantas, también amarillos, las hojas verdes, los frutos del color que piden: el agua azul, y en algunos casos verde, verdes los montes, las flores rojas; los edificios blancos, los trastes de barro amarillo, &c. Si se echan de menos las medias tintas y sombras, es porque los colores, así como los contornos, son convenciona- les; algo más, en muchos casos son elemento en el valor fónico de la figura. Siempre que un objeto, en lugar de su color cons- tante' lleva otro diverso, éste se tiene en cuenta en la descifracion; V. g. el mímico tepetl va pintado de verde, y suena tepec, mas dado de negro, el sonido cambia en tliUepec^ cerro prieto ó negro.

El color rojo sacaban de la grana, nocheztU, que se vendía en los mercados en forma de panes: de menor clase era el tlapalnez- tu ó grana cenicienta. Con el achiotl, achiote, (Bixa Orellana) se sacaba color de vermellon, mezclando las flores ó semillas con la grasa del cocks axin. El huiticuaJiuitl, palo de Campeche ó de tinte, suministraba un rojo negruzco; resuelto con alumbre el

color salía claro y hermoso. ColorEido fabricaban con las hc^ del arbusto tetoatl, hervidas con alumbre; también de la plantía dicha üaliac. Amarillo claro obtenían del vieaitaxcaUi; amarillo oscuro del ocre llamado íecoWiwiíí,, ó del xochipaüi, tintura de flores, que tiene la hoja semejante á la artemisa; naranjado, de las hojas del mismo xochipaüi mezcladas con nitro. Del xiqaüiÜ ó xiquüipitzahuac, añil, (Indigotera Ai'gentea), sacaban el azul turquí y claro: y del moMalxihuül el muy fino azul llamado ma- ÜaUi, ó loa lexoñi y xocohulc, azul celeste. Para el blanco servían el tixail ó tizatlcdlí, tizate, semejante al blanco de España, y el chimaUizatl, que calcinado queda parecido al yeso. Tinta negra hacían del iiacazcólotl, Imixachin y otros ingredientes, ó de la planta llamada tlcdiac; color" negro de una tierra fétida, mineral, llamada íUUiMxac ó con el humo del ocotl, usado todavía. Con el amarillo del zacatlaxcaUi y el azul del texotU, unidos ai ízaculli, formaban el verde oscuro dicho yiapalU: los matices del verde de las mezclas diversas de amarillo y azul. La grana con alnin- bre, dan inorado. El leonado provenía de la piedra que traían de Tlahuic, llamada tecoxtli, molida y revuelta con tzacutli. (1)

Daban consistencia y brillo á los colores con algunas gomas ó resinas; en las pieles preparadas usaban del aceite de chian, for- mando un barniz con la grasa del cocus axin; de preferencia empleaban el íwiufíi. "TzauÜiy zoaaíic son yerbas glutinosas y pegajosas, frias, húmedas y restf ingentes: el tmnüi es raiz de una yerba qjie produce las hojas como las del puerro, los tallos de- rechos y las flores que da amarillas tiran á rojas, menores que los lirios, nacen en tierras calientes; de ésta se hacen polvos pa- ra pegar, y se gastan para los pastillas de boca y de sahumar. . . El zazalic tiene los tallos largos y delgados, las hojas largas, la fruta á racimos en forma de uvas silvestres, con zarcillos como parras, naco en pedregales en los altos de México." (2) Eficaces eran los medios de fijar los colores, supuesto que, después de los siglos transcurridos, las pinturas están frescas cual si lleva- ran poco tiempo de estar aplicadas al papel.

Para los escritos eran empleados las diversas clases de papel; Uenzos de algodón, de pita, de las fibras de la palma iczotl, y de

1 1) Sahftgun, tota. 3, pág. 30fi-a. Clavigero, tom. i, píg. ZtiS. 1-2) Vetanoourt, Teatro Meiicnno, P. 1, T. 2, niím, 224.

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algunos otros textiles: eran de una sola pÍQza, ó compuestos de varios fragmentos unidos por medio de costuras. Pintaban tam- bién sobre pieles curtidas y preparadas con arte, ya en su for- ma natural, ya cortadas en iiras unidas por medio de costuras: algunas pieles ofrecen un barniz blanco, sobre el cual está pues- ta la pintura.

Los pintores, Üacuüo, trasmitían el arte de padres á hijos: la profesioH presuponía cierto número de conocimientos, de donde resultaba que los pintores eran muy considerados por reyes y señores, quienes en multitud de casos les consultaban acerca del contenido de las pinturas. En el Cód. Mendocino el tlacuilo lleva en la mano un instrumento parecido al estilo de los romanos; segi^n se infiere, era de madera y arreglado de manera que, pu- diera conservar la tinta para formar los contomos. Probable- mente conocían algo semejante al pincel, pues de otra manera no se entiende cómo daban las tintas sin cortarlas, en campos extensos.

Conservábanse los MSS. formados rollos*, ó bien plegados un doblez á la parte inferior, otro á la superior alternativa- mente, con dos tablas en las caras contrapuestas, lo que. les hacia tomar la apariencia de los libros modernos. (1) En Hon- duras, "había unos libros de hojas á su modo encuadernados ó plegados, en que tenían los indios sabios la distribución de sus tiempos, y conocimiento de planetas y animales, y otras cosas naturales, y sus antiguallas; cosa de grande curiosidad y dili- gencia.'' (2) Las pinturas andaban en manos de todos como muy comunes; mas había también grandes depósitos formados por cuenta del Estado, especie de archivos ó bibliotecas, en don- de se custodiaban los documentos de la nación. La mayor bi- blioteca y mejor escuela de escritura eran las de Texcoco, se- guían en importancia las de México: muchos empleados se ocu- paban exclusivamente en copiar las pinturas y tenerlas en arre^ glo. Los libros, lo mismo que el papel, se llamaban amath En México había un noble, nombrado por el rey, destinado á velar sobre los cronistas. (3)

(1) Clavigero, tom, 1, pág. SG7.

(2) Acosta, lib. IV. cap. VII.

(3) Torqiiemada, lib. XIV, cap. VI.

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La lectura se enseñaba en los colegios^ y los sacerdotes ini- ciaban á los mancebos que seguían la vida sacerdotal, en la des- curación y conocimiento de los libros religiosos. "Es de saber, que tenían los mexicanos grande curiosidad en que los mucha- chos tomasen de memoria los dichos parlamentos y composi- ciones, y para ésto tenían escuelas, y como colegios ó seminarios, adonde los ancianos enseñaban á los mozos éstas y otras muchas cosas, que por tradición se conservan tan enteras, conro si hu- biera escritura ellas. Especialmente las naciones famosas hacían á los muchachos que se imponían para ser retóricos, y usar oficio de oradores, que las tomasen palabra por palabra; y muchas de éstas, cuando yinieron los españoles, y les enseñaron á escribir y leer nuestra lengua, los mismos indios las escribie- ron, como lo testifican hombres graves que las leyeron." (1) La lectura era conocimiento corriente entre sacerdotes, nobles y letrados.

Del testimonio unánime de los escritores, del examen de las pinturas que hoy pueden ser estudiadas, resulta que los libros versaban sobre todos los ramos: historia, peregrinaciones, ge- nealogías, códigos civiles y criminales, calendario, mitología» arte adivinatoria, astronomía, usos y costumbres, planos geo- gráficos, topográficos y de ciudades, cuentas y tributos, tierras y propiedades, pleitos y litigios, cantos é himnos para los dio- ses, &c., &o, (2) Fr. Bemardino de Sahagun nos dice, que ha- biendo emprendido por orden de su prelado la obra que com- puso, conferenció con los indios entendidos de Tepeopulco, quie- nes, "todas las cosas que conferimos me las dieron por pinturas, "que aquella era la escritura que ellos antiguamente usaban: los "gramáticos las declaraban en su lengua, escribiendo la decla- "racion al pié de la pintura. Tengo aun ahora estos origina- "les." (3) Bajo la verdad de tan autorizada persona se puede establecer, que la anotación gráfica de los azteca, era muy abun- dante en recursos, supuesto que podía expresar, de una manera inteligible, cuantas materias abarcó en sus libros el inaprecia- ble franciscano.

(1) Acosta, lib. VI, cap. VII.

(2) Torquemada, lib. I, cap. X, XI; lib. II, cap, XLII; lib. X, cap. XVI; lib XIV, cap. Vin. Motolinia, en Icazbaloeta, pág. 186. Glavigero, tom. 1, pág. 366, &c., ^.

(3) Hist. general, tom 1, pág. IV.

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"Por lo que respecta al orden de representar los años y los sucesos, el pintor podía empezar por el ángtilo que se le anto- jase; pero con esta regla observada constantemente en cxiantas pinturas he visto: ésto es, qbe si empezaba por el ángulo supe- rior á mano derecha, continuaba hacia la izquierda. Si empeza- ba como era más común, por el ángulo superior de la izquierda, continuaba hacia la derecha, y si en el ángulo inferior de la de- recha, segaía perpendicularmente hacia arriba; de modo que en la parte superior de la tela no pintaban nunca de izquierda á derecha, ni en el inferior de derecha á izquierda; ni subían por la izquierda, ni bajaban por el lado opuesto. Sabido este méto- do es fácil conocer á primera vista donde empezaba la serie de los años en Una pintura histórica." (1)

No contradecimos estas aseveraciones, mas aumentaremos al- guna observación* En los círculos de los calendarios, los signos corren de derecha á izquierda, y este uso parece prevalecer. Se presentan, sin embargo, excepciones á las reglas generales. De las dos estampas publicadas por el Sr. D. Femando Ramírez, en el Atlas de García Cubas, la primera comienza á la derecha, siguiendo á la izquierda de una manera irregular, adelantando por la superficie del papel y pasando sin otra regla, á lo que pa- rece, que aprovechar el espacio; la segunda presenta la narra- ción de izquierda á derecha, y las anotaciones cronológicas en columnas verticales, sucediéndose alternativamente de arriba abajo y al contrario. La historia sincrónica de Tepechpan está dispuesta en dos lineas horizontales, de izquierda á derecha.

Oontrayéndonos á las pinturas históricas, en que hemos pre- tendido ejercitamos, diremos lo que hemos creído entender. La historia, Üatóllott^ cual ha llegado á nuestros dias, consta en pin- turas, tlaemhUi, Üacuilóliztli, que contienen ya un hecho aislado, ya un período de mayor ó menor duración; bien una crónica en- tera ó la serie de los reyes* de una nación. Sabemos que al pin- tor se decía ttojcuüo; al cronista se llamaba xiuhtlacuilo, pintor de años ó por anos. Contienen la delación de los sucesos, acompa- ñadas ó no de anotaciones cronológicas. Las primeras solo se diferencian de las segundas, en la falta de las fechas; son por és- to de menor aprecio, no pasando de simples tlacuilolli Las cro-

(1) Clavigero, tom. 1, pág. 870-1.

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nológioas, cexiiihÜaouüoUi, pintura ó historia año por año, cexiuhr amatl, papel ó historia año por año, ofrecen dos marcadas di- visiones. En la una, los ciclos van anotados con el símbolo del xiuIímólpiUi, y los años por medio puntos: ésto deja la crono-% logia imperfecta y á veces algo oscura. En la otra división, los signos cronográficos se suceden con toda regularidad, suminis- trtodo el tipo perfecto de esta escritura.

De la disposición de las pinturas, no se saca una regla gene- ral absoluta. Se les encuentra dispuestas como las páginas de un libro, en, grupos separados y completos; ó sobre la misma su- perficie afectan la forína de columnas verticales, con lectura de alto á bajo, enlazados los años con las figuras; ó en líneas ho- rizontales, ó en una sola prolongada; ó en grupos aislados; ó co- mo en ciertos itinerarios, revolviendo en todas direcciones. Ge- . neralmente, las figuras tienen vuelto el rostro hacia el lado para donde sigue la lectura: en un solo grupo, las personas miran ha- cia el punto principal de la pintura, ó están frente á frente ex- plicando las relaciones ó el enlace que entre tienen: muchos objetos rodeando otro central, indican que éste es el fin princi- pal de la leyenda, al cual están los demás subordinados. En los demás casos, el mismo asunto determina la posición y las acti- tudes de los individuos, segnn el efecto que el pintor quiso pro- ducir en la imaginación. La serie cronológica, es guía infalible para seguir sin titubear una narración extensa.

Gama, competente autoridad en la materia, asegura que exis- tían, "tres especies de historia, la vvlgavy la cronológica y la ceíes- *7e y mitológica.'' Poco más adelante continúa: "Entre los mis- mos^sacerdotes había unos (y éstos eran los más supersticiosos), de quienes era peculiar la tercera especie de historia. Ellos lle- vaban la memoria del origen de sus dioses, de los tiempos en que nacieron sus principales capitanes y caudillos que suponían ' haberse convertido en tales; sus acontecimientos, sus transfor- maciones, y todo lo demás que tenía relación con su mitología, cuyas fábulas estaban historiadas en sus pinturas, de que ellos mismos eran los autores. A estos pertenecía también el asentar las fiestas rituales, formar el Tonalamatl, y dar las respuestas en los negocios que les consultaban como oráculo de sus dioses. Eran éstos los astrólogos judiciarios, que levantaban. figura, for- maban sus temas celestes, y pronósticos genetlíacos sobre la ven-

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tura de los nacidos: pintaban sus libros que llamaban Teoamox- tli con ciertos símbolos y geroglíficos que solo ellos entendían, en que estaban cifrados los más ocultos arcanos y misterios de su falsa religión. De estos libros ninguno se ha encontrado, de- bieron de quemarlos todos los primeros religiosos que vinieron á predicar el santo evangelio, ó los escondieron aquellos sacer- dotes que quedaron vivos después de la conquista, de modo que no han parecido jamas; por lo que de esta especie de historia nada diremos. En cuanto á sus símbolos y caracteres, basta pa- ra conocer la gran dificultad que había para entenderlos el saber que estaba reservado á solo los sacerdotes su formación é inte- ligencia." (1)

Fuera de que no existe ningún documento de este género, pues hoy tenemos los publicados |>or Lord Kingsborough, es de toda evidencia y así consta en los autores y en las pinturas del Cód. Mendocino, que los sacerdotes tenían bajo su exclusivo cargo lo tocante al culto y religión, la astronomía y el cálculo para predecir el futuro: también es verdad, que los símbolos de aque- lla escritura solo de ellos eran conocidos. De aquí nace la cues^ tion, si "los sacerdotes usaban de caracteres simbólicos ocultos, "para representar los misterios de la religión." (2) Como en to- das las cosas humanas, niéganlo unos, aceptanlo otros. Por nues- tra parte, aunque con fundamento lo sospechamos, no podríamos sin temeridad afirmar, no sabiéndolo bien, que existieran dos géneros diversos de escritura; la sacerdotal, sagrada y oculta, y la vulgar ó común. Pero adoptando que la manera de escribir fuera la misma; supuesto que la escritura mitológica eas simbóli- ca; que los símbolos son generalmente arbitrarios; que quien no conoce el valor del signo no puede interpretarlo; que los sa- cerdotes se reservaban el conocimiento de aquellos caracteres; que sólo iniciaban en la lectura á quienes seguían la carrera sa- cerdotal; se sigue naturalmente, que los sacerdotes usaban de una escritura fuera del conocimiento del vulgo.

En cuanto á la importancia que tengan y aprecio que deba hacerse de los jerogKficos aztecas, las opiniones son variables. Wilson determina ex cátedra, que las pinturas son obra de los

(1) Gama, descripción de las dos piedras. México, 1832, Segunda parte, pág. 31.

(2) Prescott, Oonq. de México, edic. de Cumplido, 1844. Tom. I, pág. 67.

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frailes. Unos dicen, que no pasan de escritura pintada; otros se ñjan en que, los símbolos son sólo figurativos, expresando un estado incipiente del arte: éstos, los comparan á los logogrifos; aquellos, les dan la importancia de los rebiLs pintados. Para Presoott, "los jeroglíficos servían de una especie de estenografía, colección de notas más significativas en realidad, jdc lo que pa- "recían interpretadas literalmente, y la reunión de éstas, tradicio- ''nes orales y escritas, constituía lo que se puede llamar la litera- "turade los aztecas." (1) Copiamos arriba el juicio de Sahagun. El Sr. obispo Casas, asegurando que vio las pinturas, aumenta: "Aunque no tenían escritura como nosotros, empero tenían sus "figuras y caracteres, que todas las cosas que querían significa- "ban; y destas sus libros grandes por tan agudo y sutil artificio, "que podríamos decir que nuestra^ le^as en aquello no les lii- "cieron ventaja." (2) "Porque tenían sus figuras y jeroglíficos con que pintaban las cosas en esta forma, que las cosas que tenían figura las ponían con sus propias imágenes, y para las cosas que no había imagen propia, tenían otros caracteres significativos de aquello, y con este modo figuraban cuanto querían, y para me- moria del tiempo en que acaecía cada cosa, tenían aquellas rue- das pintadas, que cada una de ellas tenía un siglo^ que eran 52 años." (3)

"Porque tenían para cada género sus escritores, unos que tra- taban de los anales, poniendo por su orden las cosas que acae- cían en cada un año, con dia, mes y hora; otros tenían á su cargo las genealogías y descendencias de los reyes, y señores y personas de linaje, asentando por cuenta y razón los que nacían, y borraban los que moríem con la misma cuenta; unos tenían cuidado de las pinturas de los términos, limites y mojoneras de las ciudades, provincias, pueblo? y lugares, y de las suertes y repartimiento de las tierras de cuyas eran y á quién pertenecían; otros, de los li- bros y las leyes, ritos y ceremonias que usaban en su infidelidad; y los sacerdotes de los templos, de sus idolatrías y modo de su doctrina idolátrica, y de las fiestas de sus falsos dioses, y calen- darios; y finalmente los filósofos y sabios que tenían entre ellos,

(1) Hi8t. de la conquista, tom. I, pág. 69. Edio. de Onmplido.

(2) Hiat. apologética. MS., cap. CCXXXV.

(3) Acosta, lib. VI, cap. VIL

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estaba á su cargo el pintar todas las ciencias que sabían y alcan- zaban, y enseñar de memoria todos los cantos que conservaban, sus ciencias é historias.'^ (1) El mismo cronista asegura, que pa- ra quienes la entendían, la escritura jeroglífica era tan dará como nuestras letras. Torquemada repite, en los capítulos antes citados, que eran ''letras reales de cosas pintadas," y que lo que afirma está tomado ''de las mismas .historias mexicanas y tetzcucanas, ''que son las que sigo en este discurso, y las que tengo en mi "poder."

Comparando estas diversas autoridades observaremos, que las personas más cercanas á los tiempos de la conquista ó las que aparecen como más entendidas en la cuestión, don las qué pro- nuncian juicios más favorables acerca de la escritura azteca: es lógico, los jueces más competentes pronuncian fallos más funda- dos. Una consecuencia se desprende naturalmente; la escritura gráfica de los nahoa era capaz de expresar las cosas materiales y las abstractas. La interpretación de aquellos Caracteres es des- conocida para nosotros; ignoramos de todo punto esa lectura de corrido de los signos, cual si fueran letras; no estamos muy versados en el idioma, y todas estas causas reunidas determinan, que no podamos acertar, cual se debiera, al formar juicio en está materia. Pero debemos huir del ejemplo de quienes no atinando en cosa oscura, la dan por inútil ó absurda, para ocultar la pro- pia incapacidad.

Las pinturas sufrieron constante persecución. Como decimos en otro lugar, el rey Itzpoatl mandó destruir las relaciones anti- guas, porque no llegasen á noticia del vulgo y fuesen menospre- ciadas. Los aliados tlaxcalteca, al ocupar en compañía de loa castellanos la ciudad de Texcoco, destruyeron la biblioteca de aquella monarquía. Al quedar arrasada la capital por los espa- ñoles y siis amigos, perecieron las bibliotecas de México, los depósitos de MSS. conservados en los teocalli, y los documentos que guardaban los particulares. Más tarde las pérdidas se hicie- ron mayores; "porque los indios antiguos escondieron estos pa- peles porque no se los quitasen los españoles, cuando les entraron la ciudad y tierras, y se quedaron perdidos ,por muerte de los que las escondieron, ó porque I0I3 religiosos y obispo primero

(1) Iztlilxochitl, hist. chichim. Prólogo MS.

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D. Juan de Zumárraga los quemaron, con otros muchos, de mu- cha importancia para saber las cosas antiguas de esta tierra, porque como todas ellas eran figuras y caracteres, que represen- taban animales racionales é irracionales, yerbas, árboles, piedras, montes, agua, sierras y otras cosas de este tono, entendieron que era demostración de superstición idolátrica; y así quemaron cuantos pudieron haber á las manos, que á no haber sido diligen- tes algunos indios curiosos, en esconder parte de estos papeles y historias, no hubiera ahora de ellos, aun la noticia que tene- mos." (1) Comprendemos la necesidad en que se vieron aquellos buenos misioneros y su prelado para destruir los objetos perte- necientes al idolátrico culto; no los ceiisuramos, sabiéndonos co- locar en las condiciones del tiempo y de las circunstancias; sin embargo, duélenos muclio aquellas destrucciones en que pere- cieron los tesoros científicos de un pueblo. Justicia sea hecha. Los mismos religiosos perseguidores, cuando supieron distinguir el escrito dogmático, del histórico y del científico, fueron los primeros que se apresuraron á aprovechar aquellos papeles', for- mando primorosas relaciones que hoy sirven de recro y de en- señeamiento. MSS. infortunados. En los siglos subsecuentes, por motivo del desden con que eran vistos, muchos fueron consumi- dos por la humedad y la polilla. Hoy mismo, en que la codicia se sobrepone al deseo de saber y al patriotismo, las raras pin- turas que se descubren toman camino al extranjero, en manos de persona más. curioas 6 entendidas.

Brota espontáneamente la observación de que, si las pinturas antiguas perecieron, y- ademas, es desconocida su lectura, de nin- gún provecho pueden ser para la historia esos confusos dibujos que en nuestros dias circulan, tal vez con señales de ser apócri- fos. Yamos á responder; mas como ésto mereciera una larga y esmerada disertación, y ésta no sea la sazón de intentarla. La- bremos de contentarnos con pocas palabras respectivamente, y con someras indicaciones, ya históricas, ya bibliográficas.

Fácil es de comprender que, al entregar al fuego las bibliote- cas de México y de Texcoco, y los pápeles en poder de los parti- culares, no pudo hacerse lo mismo en todas las ciudades; los indios se apresuraron á esconder aquellos documentos que en

(1) Torquemada, lib., III, cap. VI.

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su poder estaban, los oonltaron cuidadosamente, y aunque esto mismo haya sido causa de que muchos se extraviaran, no pocos ai fin se salvaron del cataclismo. Los mismos autores del mal, como acabamos de decir, conocieron bien pronto su error, dedi- cándose inmediatamente á reparar el daño causado; los religiosos se dieron á buscar las pinturas existentes, y en lugar de destruir- las, las estudiaron é interpretaron, recogiendo la tradición de los inteligentes, consultando con los entendidos y fijando en lengua castellana las observaciones cosechadas. A su ejemplo, los indi- genas, sacudiendo un tanto el miedo, hacían copias de las anti- guas pinturas, poníanles, los que sabían escribir, los caracteres fonéticos castellanos, ya solo los nombres á los grupos jeroglí- ficos, ya comentarios é interpretaciones completas en su idioma; ya, en fin, escribieron relaciones en que estaba recogida la tra- * dioion méxica.

Cóntrayéndonos á las pinturas publicadas, que conocemos, se presenta en primer termino la inapreciable y magnífica colección del Lord Eingsborough, digna de las alabanzas de la fama. En ellas se contienen, relativas á la historia política de México, tres piezas principales. El Cód. Mendocino, llamado así por haberle mandado hacer el primer virey de la colonia, el muy ilustrado D. Antonio de Mendoza: escrito por pintores mexicanos, inter- pretado por los tlacuüo que aun sobrevivían, trasladada la des- cifracion méxica por buenos intérpretes castellanos, el documen- to es auténtico, fehaciente, digno de todo crédito. Las dos pintu- ras de las peregrinaciones aztecas, que han visto la luz pública varias veces, en diversas formas, siendo la edición más estimada la del Sr. D. Femando Bamírez, por ir acompañadas las láminas de eruditas explicaciones: los originales antiguos, verdaderos, irrecusables, existen todavía. . En París han sido litografiados, de la colección de Mr. Aubin, antes de Boturini, el Tonalamatl, la historía sincrónica de Tepechpán y de México, y en fac-símile un MS. anónimo del siglo XYI, en figuras, y con la interpreta- ción en mexicano. Debe enumeraxse con aprecio, la colección publicada en París, de las estampas relativas á los viajes de Du- paix. Otras de menor importancia en varios libros y relaciones. Para la historia política de Texcoco, presenta el Kingsborough dos documentos culminantes; los Códices Telleriano Bemense, y

Vaticano, ambos con explicaciones: en ellos va mezclada la his-

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toria de México, como accidental, y no formando el asunto pri- mero, que pertenece á la monarquía Acolhua. Be la colección Aubin, el Mapa Tlotzin y el Mapa Quinatzin, que llevan junto á las figuras textos explicativos mexicanos.

No son pocos los escritores indígenas, más ó menos cercanos á la conquista: (1) si mucho se ha perdido de lo que escribieron, quédannos todavía bastante. Dje lo más precioso es sin duda la obra de un anónimo del siglo XYI, quien escribió en mexicano; iradújola al castellano el jesuíta Juan Tovar, y esta traducción fue aprovechada al pió de la letra, ó con cortas variantes, por el P.' Acosta en su Hist. natural y moral de las Indias, en la parte relativa á México. El mismo MS. sirvió á los escritores nacio- nales Duran y Tezo^omoc, para tejer sus obras respectivas, si bien exornadas con mayor número'' de noticias, hmata^haberse hecho muy más grandes que el original. (2) Bajo el título» Ana- les antiguos de México y sus contomos, compiló el Sr. Baznírez 26 piezas entre fragmentos y relaciones antiguas, en castellano ó en mexicano y con su respectiva traducción; son autores indígenas. (3) Quedan al comercio literario, la obra de Chimal- pain, la historia de Tlaxcalla de Diego Muñoz Gamargo, la rela- ción de Texcoco de Juan Bautista Pomar, y otras de méjnos cuantía.

Una de las fuentes más puras para la historia de los tolteoa, chichimeca y acolhua, Be encuentra en las relaciones é historia chichimeoa de D. Femando de Alva IxtlilxochitL Sacadas de las pinturas antiguas que obraron en poder de sus antepasados; consultadas las relaciones escritas por los (cronistas de su nación; oido el parecer de los sabios ancianos que aun conservaban las tradiciones de la patria, á quienes hizo certificar á 18 de No-^ viembre de 1608, que todo estaba conforme con los primitivos

(1) Véase Glavigero, tom. 1, pág. XVII. IxtOibcochiÜ, Hist. Ghioftdm. y'bolacioneB, haciendo mérito de las pintaras e' historias que le súrieron. Botumi, Catálogo del Museo, hist. indiano, al fin de su obra.

(2) Descubrió este MS. el Sr. D. Femando Bamírez, en la biblioteca de S. Fran- cisco. Está acompañado de láminas; lalt>tra es del siglo XVI, y parece ser la traduc- ción misma del P. Juan Tovar. Tenemos copia autorizada, y citáramos el documento bajo el título, Códice Bamirez, en honra de quien le conservó.

(3) Ve'ase el catálogo de los dos vol. MSS. en los Apuntes para un catálogo de es- critores en lenguas indígenas do México, por Joaquín García Icazbalceta. Tenemos cúpia de los documentos.

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documentos; sus escritos tienen el sello más auténtico, supuesto que se fundan en las pinturas jeroglíficas, en historias escritas j en la tradición contemporánea. (1) Amargas críticas se han hecho de las obras de este autor, por la desigualdad de sus re-> laciones, y principalmente por la confusión que su cronología presenta. El cargo es verdadero; al mismo símbolo oronográñco mexicano, atribuye distintas correspondencias en la serie de los años vulgares, resultando cómputos imposibles de ser puestos de acuerdo. La explicación es obvia: Ixtlilxochitl verídico y pun* tual en la narración de los sucesos, no pudo akanzar cumpli- damente la confrontación de los calendarios azteca y juliano: en cada relación se atuvo á cálculo distinto, y sólo vino á medio atinar en la historia chiehimeca. El remedio es bien sencillo; tomar tablas de correspondencia exacta, y partiendo de una fe- cha conocida y bien determinada atribuir á cada anotación grá- fica, que son ciertas y no varían, el aSo de nuestra era que en realidad le corresponda. Yeytia, que bebió en Ixtlüxoehitl, re- formó los trabajos de su maestro, attnqué por rumbo diverjo del que indicamos, presentando con pocas exeepcidnés Id. verdadera cronología de la Historiaf Oirichimeca; ^ '

De los trabajos de los religiosos tenemos dos relaoioti^v es- critas á pedimento de Dona Isabel, hi^ de' Motemifaaoffia, t^on presencia de las'pinturas antiguas,^ que-á^^^^^anibaúclíadas con la sangre del sacrificio. La hermosa <»6n1é*^d4 ?My Toiíbio Motolinia, abundante y puntual en lo relativo las costumbres,* lleva cortas noticias acerca de las ttíbus de Atfáhuac y de los reyes de México, en la epístola pi^oemiál al conde de Benavente. Fr. Gerónimo de Méndieta, que* indica habéis aprovechado los trabajos del P. Olmos, perdidos hojr para nosotros. Tedos estos escritores, más é menos próximos á la conquista, disfrutaron de las pinturas, vieron con sus ojos las ruinas del destrozado imperio, recogieron las tradiciones aztecas en puras fuentes* Por la con- formidad en la genealogía de los reyes de México, aparecen for- mando como la escuela primitiva; tuvieron á la vista una pintura semejante á la del Vaticano, discordando en los tres primeros reinados, concordando bien en los demás. Méndieta es una

(1) Kotas y esolareoimientos, por D. José Femando Bamívez, en la historia de la conquista por Prescot/edio. de Oamplido, tom. 2, pág. 3.

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excepción en la parte cronológica, pues sigue al pié de la letra el Cód. Mendocinoy errando donde el intérprete yerra. Aestegrn- po debemos agregar á Francisco López de Gomara, bien infor- mado en general de estas primeras doctrinas; pero diminuto y trunco en la cronología.

La magnífica obra de Fr. Bemardino de Sahagun, es una de las fuentes más caracterizadas de nuestra historia antigua. Exac- to j extenso en las costumbres, solo consagró á las dinastías de los reyes los cap. I al V, del lib. YIIL Su cronología se aleja en lo absoluto de la adoptada por la escuela anterior, que le debía ser conocida, arrojando fechas imposibles de concordar: presu- mimos que esta parte de la obra ha sufrido en las copias serias alteraciones. Nos afirma en esta opinión, encontrar en las rela- ciones franciscanas una firmada, Fr. Bernardino franciscano, (1) que en nuestro concepto pertenece á Sahagun, y cuya cronología de los reyes mexicanos es casi exactamente igual á las del P. Mendieta y Cód. Mendooino.

Fr. Diego Duran per t^ne<ce, como ya indicamos, á la escuela del Anónimo ó Oód. Bamírez: sus datos cronológicos van acor- des con las pinturas Vaticana y Telleriana en lo relativo á los tres pripieros reyes, de México, adoptando para los siguientes los datc>s del Oód. de Mendoza. Acosta es también el Anónimo; comete el errof impexdfm&hle^ de qolocar en el trono de México, á Tízoc ant^s de Á:^ayaeatl^ con lo cual y con los primeros reinados trabupa oompletazoepie Jos cómputos. £1 cronista Antonio de He- rrera tiene por asunto principal tratar de los hechos de los caste- llanos en Am;érica, mereciendo grande estima, pues disfrutó de abundantes y auténticos documentos; de la historia antigua de Mé- xico trató en la dec. III, lib. II, cap, XH á XYI, en la cual siguió á Gomara, copiando con sus arreos al P. José descosta en lo re- lativo á los reyes mexicanos. Enrico Martínez, en lo poco que trata de la historia de México, toma por guía al P. Acosta, no sin hacerle algunas modificaciones. Gemelli Careri, que en Mé- xico conoeió y trató á D. Carlos de Sigüenza y Góngora, sigue no obstante al P. Acosta en la genealogía de los monarcas.

La Monarquía Indiana de Fr. Juan de Torquemada, es la pri- mera obra completa acerca de nuestra historia antigua: de inten-

(1) Los originales da estas rélaoiones, recogidas en un Códice antiguo del siglo XYI, están en poder del Sr. D. Joaquín García Icazbalceta. -

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io colosal, abarca todos los ramos que constituyen la civilización de los pueblos primitiyos. Se le critica, de plagiario, de difuso, y de estar erizado de citas provenidas de una erudición indiges* ta; de poco tino al disfrutar los materiales; de adoptar consejas absurdas y relaciones maravillosas. Torquémada aprovechó los trabajos de sus antecesores Olmos, Mendieta, Sahagun, &c., co- piando al pié de la letra, como suyos, párrafos y aun capítulos enteros; de aquí el cargo de plagiario. Para disculparle, es de notar, que en varios pasajes de sos libros confiesa, dos y más veces repetido, que las obras de aquellos autores le sirven de guía y en ellos bebe sus doctrinas; con estas advertencias, ya no le pareció necesario señalar en cada ocasión lo que de otros se tomaba: descuido será, mas no mala fe. Se dilata en referir los hechos, mezcla la relación con reminiscencias no siempre con- .gruentes, cada cuestión la toma (xbovo^ al mismo propósito acu- mula las autoridades del Evangelio y de los Santos Padres de la Iglesia, con la de los poetas é historiadores paganos; estos acha- ques no son suyos, son de su tiempo; los escritores de su época, hacían el mismo alarde de erudición. Consejas y absurdos eran moneda corriente de su siglo. Cargo serio es sin duda el que resulta de las contradicciones observadas, acerca de la misma materia en dos capítulos distintos; poco cuidado indica, mas tam- bién son lunares casi indispensables en obras de tan largo aliento. La Monarquía Indiana está formada con los materiales antiguos, consultando las pinturas indias, recogiendo en cuanto posible la tradición, rastreando las bibliotecas para tomar documentos nue- vos, en fin, es el resultado de largas meditaciones, de investiga- ciones minuciosas, de un deseo inmenso de acierto. Defectos tiene; apetecemos ver la obra humana que no los presente. En cambio, ningún acopio igual ha sido formadb de tan curiosos documentos; es un arsenal al que es preciso acudir para proveer- se de noticias; nadie podrá dispensarse de consultar el libro, cuando trate de escribir las cosas de México. Su cronología di- fiere de la de los autores á quienes copión apareciendo que formó la suya de propia cuenta; en los tres primeros reinados es con* fnso, al Hegar á los tiempos modernos se fija y aclara, hasta to- mar el camino verdadero; deja truncas algunas fechas, vacila en otras. Fr. Agustin Yetancourt es en el fondo Torquémada, su sistema

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crckBológico el de su amigo Sigüenza. D. Carlos de Sigüeusa y Góugora, de quien tenemos una relación cronológica de los me* xicanos, que conforma bien con el Cod. de Mendoza; es q1 sólo autor, (otros después le copiaron), que señale con dia» mes y ano, el advenimiento al trono de los xeyes tenoohca. El P. Francisco Javier Clavigero es de la escuela histórica de Torquemada. No- table es la historia antigua por juiciosa y bien ideada; el estilo ameno, la narración fócil; toca en las disertaciones cuestiones difíciles, con acierto y valentía; es de los primeros que sale fren- te á frente en defensa de los americanos ultrajados; escudriña geografía azteca, estudia las ciencias naturales: ain disputa, va al frente de los escritores filosóficos de México. En su cronología, intentó seguir á Sigüenza; tal vez habría adoptado la del Cód. de Mendoza, que le fué familiar; pero extraviado por la fecha de la dedicación del templo mayor, se entregó á supuestos más ó menos arbitrarios) se extravió, é hizo cómputos de propia cosecha. Si- guen á Olavigero y á Yey tia, D. José María Boa Barcena, D. Fran- cisco Carbajal Espinosa.

Los artículos de Alejandro de Humboldt acercade antigüeda- des mexicanas, insertos en su obra Vues dea GordiUeres, en general están bien comprendidos; apreoiables por la fluidez del estilo, lo luminoso de las reflexiones y notable erudición, merecen ser con- sultados en muchos casos. Humboldt contribuyó poderosamente á dar á conocer nuestro país en el extranjero, y, se le debe comi- derar como el principal mantenedor de la idea, de la semejanza de la civilización azteca con la de los pueblos de Asia. Formó un compendio cronológioo, cuyos fundamentos ignoramos.

D. Carlos María Bustamante, en .los libro§ que escribió acerca de historia antigua, copia á Yeytia y á IxtlilxochitL Las tablas cronológicas contenidas en la obra intitulada '^Tezcuco en los úl- timos tiempos de sus antiguos reyes," son mixtas y abigarradas, compuestas por las de Yeytia, Ixtlilxochitl y Olavigero. La corres- pondencia entre los anos mexicanos y de nuestra era, sólo es exac- ta en parte, pues consultaba á la vez las buenas tablas cronológi- cas de Clavigero, con las erradas que atribuye á BoiurinL

El liltimo escritor de nota es Brasseur de Bourboorg. Estu- dioso, erudito, investigador; se pierde por una ardiente imagina- ción, se extravía por poca madurez en el pensamiento: amigo de novedades, de hipótesis insostenibles, de descubrimientos fan-

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tásticos j maravillosos, ha confundido» ha pervertido la historia de México.

Tales BOB ahora ¡os fundamentos de la historia antigua de Mé- xico. Pintura» originales y copias; relaciones de ambos pueblos, vencido 7 vencedor; trabajando de consuno, la clase sacerdotal, las autoridades mismas de la colonia por repetidas veces,- y los partiouliures. Fáltannos mucho por nombrar de pequeños traba- jos, ¿^é autoridad puede concederse á todo ello? Ya lo ha di- cho el 8r. D. Fernando Bamírez respondiendo á las dudas de Prescott.

"La historia mexicana, como la de todos los otros pueblos, se forma de esas dos clases de noticias: en laB unas se describen los usos, costumbres y creencias dominantes que dan el tipo de la nación; y en las otras la vida pública y privada de sus hombres celebres, allende los otros hechos que interesan á la masa de la comunidad y que^constituyen. el ser y vida de las sociedades. En cuanto á las primeras, repito lo que antes he dicho, que ningu- na de las histoorias conocidas puede sostener el paralelo con las nuestras; porque ni Aulio Gelio, ni Macrobio, ni Petronio, ni otro ninguno de los que emprendieron describir las costumbres privadas de los pueblos que conocieron, presentan en apoyo de su fe datos tan auténticos ni fidedignos como I09 que ministran nuestros cronistas, especialmente el diligentísimo padre Saha- gun.

'Tor lo que toca á biografías y á sucesos, me parece que no pueden considerarse como mejor auteniizados los contenidos en las historias griegas y romanas, que los que memoran Ixtlilxo- chitl, Tezozomoc, Yejrtia y otros muchos que han bebido en fuen- tes nada desemejantes á las en que bebieron. Herodoto ó Dioni- sio de Halícamaso; ni creo que los grandes hechos de Alejandro, referidos por Quinto Curcio ó por Arriano, sean más dignos de fe que los de Netssahualcoyotl ó cualquiera otro de nuestros re- yes, trasmitidos á la posteridad por sus compatriotas ó descen- dientes. Nada digo úe las inciertas tradiciones de los Xsirios, Mi»dos y Persas, ni de las nebulosas dinastías de los Egipcios, cuya memoria todavía- se busca en las ruinas de sus ciudades y de sus sepulcros." (1)

(1) NotaB y aclaraciones, pág. 8>9.

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Queda todavía en pié la cuestión, de la lectura de las páginas jeroglíficas; en ella vamos á ocuparnos. El Oód. Mendocbo tiene interpretación auténtica, ejecutada por personas competentes, mandada hacer por el virey D. Antonio de Mendoza. Los Códi- ces Vaticano y Telleriano Bemense están también interpretados, si bien en tiempos posteriores. aquí puntos más ó menos seguros de partida» nociones preciosas para servir do base en l&s investigaciones. Sahagun, Torquemada, IxtUloxochitl, Signenza» supieron leer la escritura jeroglifica, mas nada escribieron acetca de ello. Acosta dejó únicamente sucintas noticias. (1) El simbo- lismo del padre Kircher sirvió de poco. (2) Burgoa, refiíiéndoae á los pueblos de Oaxaca, escribe: ''Entre la barbaridad de estas naciones se hallaron muchos libros á su modo, en hojas ó telas de especiales cortezas de árboles que se hallaban en tierras ca- lientes, y las curtían y aderezaban á modo de pergaminos de nna tercia, poco más 6 menos de ancho, y unas tras otras las surcían y pegaban en una pieza tan larga como la habían menester, don- de todas sus historias escribían con unos caracteres tan abievisr dos, quQ una sola plaña expresaban el lugar, sitio, provincia, ano, mes y dia, con todos los demás nombres de dioses, ceremonlaa 3 sacrificios, ó victorias que habían celeb]:ado y tenido, y para esto á los hijos de los señores, y á los que escogían para sxi saceiio- cio enseñaban 6 instruían desde su niñez, haciéndoles decorar aquellos caracteres, y tomar de memoria las historias, y deaioft mismos instrumentos he tenido en mis manos, y oídolos explic» á algunos viejos con bastante admiración, y solían poner estos papeles ó como tablas de cosmografía, pegados á lo largo enUs salas de los señores, por grandeza y vanidad, preciándose de tra- tar en sus juntas y visitas de aquellas materias." (3) A&i, end \ segundo tercio del siglo XYII, aun se conservaba en Oaxaca el conocimiento primitivo de la escritura jeroglífica.

Sigue un largo período en que los estudios de nuestra hifito- r ria fueron olvidados. Lorenzo Boturini Benaducci vino & darte poderoso impulso, reuniendo aqiiella rica y preciosa colecciotl de documentos, que por el gobierno colonial le fué quitadi. Triste fué la suerte de ese tesoro. En parte ó en todo rít^ió i

(1) Hist. nat. y moral, lib. VI, cap. VII.

(2) Athan. Kircher, (Edipus iEgyptiacus, pág. 28-36.

(3) Palestra historial, por Fr. Francisco de Burgoa, Mésico, 1670, f ol. 89.

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•D. Mariano Yeytia; á la muerte suya, pasó la colección á la se- cretaría del virreinato^ en donde la humedad, los ratones j los curiosos, la cercenaron á porña: Gama y el P. Pichardo la dis- frutaron, sacando copias de pinturas y manuscritos. Llevados los restos á la biblioteca de la universidad, sufrieron tales me- noscabos, que casi se redujeron á nada; pusiéronse los residuos en el Museo Nacional, para sufrir nueva merma. Mr. Aubin nos informa de lo que alcanzó, y cuanto de ello tiene en su colección :. particular en París.

L Los jesuítas expatriados en Italia, engañaron las horas de tedio

^^ con el dulce recuerdo de las cosas de la patria. Despertábase el

f^ deseo de descifrar las pinturas jeroglíficas, y Clavigero, en su

¿ historia antigua, (1) daba la '^Explicación de las figuras oscuras.''

^'. Lino Fábrega interpretó el códice jeroglífico de Yeletri, existen-

jg^ te en el Museo Borgiano; (2) existió el MS. en la biblioteca de la

^ Universidad, citado por Humboldt en sus Yues des Cordilléres,

L^j: lo aprovechó Zoega en su tratado de Origine et listi Ohdiscorum.

V0^ Pedro José Márquez se ejercitó en describir la pirámide de Pa-

A^i pantla y las ruinas de Xochicalco. (3)

^ Toca el lugar preferente, en materia de descifracion jeroglífica,

- ne^^ ^ ^* ^^^* ^^ ^" -^^^^^^ León y Gama. (4) Trabajo sório, con- '^ ^(jf. cienzudo, erudito; es el fundamento de la escuela que, habiendo . i^ perdido la tradición antigua, busca por comparaciones é induc- id ciones descubrir el sentido de los caracteres méxica. Lo publi- 1 fí¿ ^^^ ®^^^ ®^ compendio de una obra voluminosa, hoy oom- nei¿ pletamente desaparecida. Atacado por el distinguido D. José 1^^ Antonio Álzate y Bamirez, verdad sea dicha, con más encono y r^ ^ envidia que saber, Gama tuvo que escribir la segunda parte. Es- i¿t ^ modesto sabio reunió una buena colección de pinturas y ma- /vgt nuscritos, xjuerá su muerte pasó á manos del presl3Ítero filipense ^^ D. José Pichardo.

V Pichardo siguió á Gama en el amor á las pinturas, si bien no

a«es^

* cot (1) Tom. I, pág. 416 y sig.

M* f^ (2) Códice Meflsioano. MS.

^ , \ (3) l>«e Antiohi Monumenti di Architettara Meesicana iUustrati da D. Pietro Már-

KIV^^ quez, Roma, 1804.

(4) Descripción de las dos piedras, &c., M<ixico, MDCOXCII. PubUcada después con la segunda parte, México, 1832.

l6T0,í^*

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conocemos el fruto de sus estudios. Humboldt nos dice: (1) "La biblioteca de la Universidad de México no contiene pinturas je- roglíficas originales; no encontré más de algunas copias lineales» sin colores, ejecutadas con poco cuidado. Hoy, la colección más rica y hermosa de la capital, es la de*D. José Antonio Pichardo, miembro de la congregación de San Felipe Neri. La casa de ese hombre instruido y laborioso fue para mí, lo que la casa de Si- güenza para el viajero Gemelli. El P. Pichardo ha sacrificado su pequeña fortuna en reunir pinturas aztecas, y en hacer copiar las que no podía adquirir: su amigo Gama, autor de muchas me- morias astronómicas, le legó lo más curioso que poseía de pin- turas jeroglíficas. De esta manera, así en el nuevo continente, como casi en todas partes, simples particulares y los menos ricos, saben reunir y conservar los objetos, que deberían fijar la aten- ción de los gobiernos." De aquí adquirió Humboldt las pinturas existentes en la biblioteca de Berlín. Muerto Pichardo, la co* lección pasó á manos del Dr. D. José Vicente Sánchez; algo pasó al Museo Nacional, desapareciendo lo demás, para ir á aumentar las adquisiciones de los particulares en Europa. Siempre el mis- mo punible descuido, la misma ve^onzosa indiferencia.

Veytia y Clavigero, por amor religioso, se esforzaron en con- cordar la cronología y las tradiciones de los pueblos de México, con la Biblia. Humboldt siguió el mismo sistema, que cuadraba á su opinión del origen asiático de los nahoa. Estas opimones, reunidas al mismo fiLu, aunque partiendo de puntos tal vez opues- tos, han infinido poderosamente en dirigir las indagaciones del mundo científico en esta dirección, no en todos casos muy acertada.

Pasábansenos dos indicaciones. La una es relativa al Lie D. José Ignacio Borunda. '^Dícese que Borunda escribió una clave general para la interpretación de los jeroglíficos mexicanos, y que su MS. le fué recogido y enviado á España por la autoridad eclesiástica, con motivo de las ruidosas controversias á que dio lugar al famoso sermón del Dr. Mier, sobre la aparición de Nues- tra Señora de Guadalupe." (2) La otra pertenece á las cartas de D. Hernando Cortes, publicadas por el Sr. arzobispo D. Fran-

(1) Vues des Oordilléres, tom. I, pag. 2^8-29.

(2) Dice. Univ. de hist. y de geogr. Art. Bortmda.

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cisco Antonio Lorenzana, (1) en cuya ol^ra se encuentra copiada la matrícula de tributos del Cód. de Mendoza: en breves palabras diremos, las láminas son infieles, las interpretaciones infelices.

En nuestros tiempos, quien se ha llevado la palma en los es- tudios arqueológicos é interpretación de los jeroglíficos, es sin disputa el Sr. D. José Fernando Bamírez; de juicio recto y pro- fundo, versado en el conocimiento de los. idiomas indígenas, con una de las mejores bibliotecas que de México se haya reunido, sus obras dan clara luz acerca de ciertos puntos, siendo sus con- clusiones muy dignas de seguirse y aplicarse. En materia de descifracion, avanzó muy más que ninguno de sus antecesores. (2) El Lie. D. Alfredo Chavero ha practicado ensayos en este ra- mo, (3) que sin duda no serán loa últimos debidos á su laborio- sidad. Cultivan este estudio mis buenos an^igos los Sres. D. Gumesindo Mendoza y D. Jesús Sánche^X^uy distinguido me- xicanista, aunque mucho más versado í'as cosas del siglo XYI, es el muy conocido literato D. Joaquín García Icazbalceta).

Del extranjero, ha llegado á nuestras manos como notable, el trabajo de Mr. J. M. A. Aubin, intitulado: "Mémoire sur la pein- ture didactique et l'ecriture figurative des anciens mexicains;'* (4) contiene curiosas observaciones, algunas apreciaciones felices^ y baoe honra á su autor. Braaseur de Borbourg le copia tan sólo.

Tales son los elementos reunidos: si hemos sabido aprovechar- los, para hacerlos al mismo tiempo progresar, juzgúelo el lector. No es trabajo acabado, muchcr menos definitivo; pero, si no nos engañamos, es un paso más hacia ese fin desconocido que vamos persiguiendo*

(1) Hist. de Nueva España, escrita por en esclarecido conquistador, &c. Méxi- co, 1770.

(2) Notas y ei^larecmiieatoc: Descripción de cuatro JíáimnaB monumeiLtales, en la conquista por Prescott, tom. II. Los dos ciiadros histózico-jeroglíficos, en el Atlas de García Cubas. Antigüedades mexicanas conservadas en el Museo Nacional, una lámina y texto explicativo, £c.

(8) Piedra llamada 'del calendario, lápida conmemorativa. (4) Revcue Amérieaine, et. Oriéntale. Faris.

CAPÍTULO II.

Escritura gei'oglifica,—-T7'a<Üv^^, Origen de la e^irítura. Caracteres mímicos ó figurativos. Simbólicos ó t7*0picos, Ideográficos. Fonéticos. Beglas graimUica- les del mexicano. Las proporciones. El tzin reverencial. Composición de las palabras. —Valor fónico de los caracteres. Singular y plural. Qénero.-^D eri- zados.

EN la infancia de los pueblos, cuando comienzan á recorrer el camino de la civilización y carecen de medios adecuados para perpetuar las cosas que más les importan, encargan á la memoria ciertas relaciones, cont^hiendo, ya la procedencia de la tribu y las hazañas rematadas por sus hombres distinguidos, ya las reglas de conducta establecidas por los legisladores: ora el principio de los dioses con las enseñanzas ó los beneficios de ellos recibidos; bien los resultados de la experiencia aplicados á sus artes nacientes. Esas relaciones se impregnan, digámoslo así, del carácter del pueblo que las compone; y sea que se pre- senten como el esfuerzo de una poesía, más ó menos artíficiosa, 6 como la simple expresión de un recuerdo, más ó menos daro, lo cierto es que, esas leyendas encierran el saber alcanzado por los hombres entendidos de la tribu, forman el tesoro de las doc- trinas y de las creencias adoptadas por la comunidad, son la su- ma de sus nociones históricas. En determinadas ocasiones pú- blicas ó religiosas, en el seno de la familia y al amor del hogar, los sabidores de las relaciones las repiten al concurso, cautivando

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la imaginación y excitando el ingenio de aquellas gentes senci- llas: y á faer2a de oírlas se graban ^n la memoria de los oyentes, pasan sucesivamente de padres á hijos, quedando establecida la tradición.

A medida que transcurre el tiempo y el pueblo se civiliza, las relaciones tradicionales se hacen más largas y artificiosas; un solo hombre es incapaz de abarcarlas todas en la memoria, sien- do indispensable subdividirlas en grupos ó ramos, profesado cada uno pgr las personas á quienes de preferencia importan. La tradición oral presenta graves inconvenientes: de la mejor buena fe, ahora ó mañana, cada repetidor olvida un pormenor, altera un nombre, suprime una fecha, cambia una palabra ó una frase mudando el sentido primitivo: los sucesos recientes, por más importantes, se retienen con gran cantidad de pormenores; mas á medida que de la actual época se alejan, se descoloran y descaman, se condensan, se reducen á breves enunciados, He- gando finalmente á una embrollada oscuridad, desfigurados y divididos por lagunas que los privan de una razonable ilación. Los poetas se apoderan de las leyendas heroicas y los sacerdo- tes de las relaciones místicas: por admiración y por respeto, cuando no intervenga alguna causa bastarda, poetas y sacerdo- tes trasíorman aquellas composiciones candidas y aun verídicas en otras místicas, alegóricas, impenetrables, con su cortejo de hechos sobrenaturales y de estupendos prodigios. Así se per- vierte la tradición, y á través de los siglos las cosas más autén- ticas toman las formas de lo maravilloso y lo fantástico.

Ya más adelantada la nación reconoce los inconvenientes de este sistema trunco é imperfecto; pulsa las dificultades, ya de formar, ya de consultar los archivos ambulantes de los hombres instruidos; y para no perder nada de sus recuerdos, concibe la idea de fijar el cumulo de los conocimientos adquiridos, de una manera permanente, clara, al alcance de la multitud. Los prime- ros ensayos de este género fueron los orígenes de la escritura; de ese arte mar^ivilloso que. pone patente á los ojos lo que pasa en el entendimiento.

La idea primera que debió presentarse para consignar un he- cho, fué sin duda la de reproducirle, de copiarle sobre una ma- teria fácil de transportar, ó sobre un objeto duro que por su na- turaleza pudiera resistir á las injurias del tiempo y de los hom-

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bres: la pintura y la escultura debieron ser, sin lo que tienen de artístico, los origenes de la escritura. "El primer medio que ha debido ocurrir á la mente, dice el Sr. D. José Femando Ra- mírez, es la pintura del hecho que se quería perpetuar, repro- duciéndose en el lienzo ó en el papel con todos sus pormenores. Así es, que si se trataba de conservar el recuerdo de la destruc- ción de un pueblo por la guerra, se pintarían hombres peleando, mujeres j niños pasados á cuchillo, y casas incendiadas.

Gomo un tal medio de historiar era sumamente lento y labo- rioso, se pensó en simplificarlo; mas ésto no debió hacerse de una vez, sino que el pintor comenzaría por omitir algunos ras- gos hasta llegar á la total supresión de las figuras de detalle. Por consiguiente, el hecho que nos sirve de ejemplo, se repré- , sentaría entonces con la imagen de un guerrero que tiene asido á otro por los cabellos, á la manera de los que se ven en los re- lieves de la piedra llamada de los sacrificios; ó también colocan- do aquel mismo guerrero, de pié y armado sobre el jeroglífico que representara el asiento de la tribu sometida.

"En la vida de los pueblos medio civilizados, la guerra y las conquistas son los sucesos más importantes y dignos de recuer- do; de aquí es, que cuando aquellas se multiplicaban dentro d^ un breve período, el trabajo del historiador crecía en la misma pro- porción sin utilidad y sin interés. Pensóse entonces en una nue- va simplificación, y ésta se hizo como se ve repetidamente en los anales aztecas, pintando la efigie de un guerrero y de un escudo de armas en el centro de varios signos simbólicos que represen- tan el nombre y número de otros tantos pueblos. El todo signi- ficaba que aquel guerrero los había subyugado por fuerza de armas." (1)

Las observaciones del Sr. Bamírez son exactas. La represen- tación minuciosa del acontecimiento debió ser el primer esfuer- zo de la mente para darle perpetuidad; siguióse el compendiar la pintura suprimiendo cuanto fuera superfino, sin perder por ello la semejanza apetecida; paso tras paso se fué simplificando el dibujo, hasta dejarle únicamente lo indispensable para res- ponder á la idea que se pretendía reproducir. Fácilmente se ad- vierte que el procedimiento, para llegar del primero al ultimo

(1) Notas y aclaraciones, Prescott, tom. II, Apéndice, pág. 13-14.

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término, hubo de costar repetidos esfuerzos al eutendimiento, en períodos de tiempo indeterminados; y que, dar algunos pasos adelante, era labor de trabajos, lentos y dificultosos.

La transformación sufrida por el cuadro en conjunto, la sufría igualmente cada uno de los objetos elementales. Un árbol, por ejemplo, 'estaría copiado con todos sus pormenores en las pin^ turas primitivas, á la manera en que le representa un paisajista en nuestros dias: cansados los pintores de perder el tiempo en tanta minuciosidad, fueron compendiando el contorno hasta de- jarle en una forma fácil, sin que por ello dejara el árbol de ser reconocible, llegando así sucesivamente hasta que los trazos co- rrespondieron más á una figura convencional que al retrato del árbol mismo. Cada objeto á su turno, al alcanzar su última tras- formación, cambió de valor para los pintores; semejantes dibu- jos no formaban necesariamente parte de un cuadro determinado, del cual no pudieran estar separados; se tomaron componentes, con valor propio cada uno, aplicados á distintas combinaciones; de simples representaciq^s pasaron á ser caracteres fijos, ele- mentos de la escritura.

Ya como elementos gráficos recibieron aún modificaciones, es- pecie de abreviaturas como las admitidas en nuestra esci^itura fonética. La más aparente es la que admite la cabeza sola de un ser en representación del ser mismo; así un hombre, un cuadrú- pedo, una ave, van expresados por la cabeza de cada uno res- pectivamente.

Los pueblos inventores de la esoritura de México siguieron sin duda el camino que aoabaanos de indicar, ó más bien, les he- mos trazado su itinerario por los puntos que les hemos visto re- correr. La escritura nahoa ofrece una cantidad muy considera- ble de signos, copia de los objetos naturales ó artificiales, los cuales indican el estado incipiente del arte de escribir, corres- ponden á los orígenes de la escritura, forman el medio más im- perfecto de perpetuar los sucesos.

L Esta primera serie de signos ó caracteres recibió el nombre de mímicos 6 figvn-oJtivos, Les han llamado también kiritMgicos 6 figurativos porque expresan la palabra con la pintura de la cosa misma. Bescherelle define lavozkiriologique: "PeirUure des idees par les setUes images des objeis visibles*'' Deriva la palabra de las griegas kirios, propio, y logos^ lenguaje. Bepresentan simplemen-

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te el objeto, sin otra idea asociada. La figura de un hombre, de una casa, solo traen al entendimiento las ideas de hombre y de casa en general, sin relación de tiempo, de lugar, de nacionali- dad, de uso, &G. Ademas, no caben en esta primera serie más de los signos que expresan cosas materiales ó artificiales, visibles, de contomos fijos, invariables á la simple inspección.

Encontraremos en esta sección todas las cosas conocidas de los nahoa.

I. Algunos cuerpos celestes como ciücdin, estrella.

n. El hombre y la mujer, de diversas edades y condiciones, en diversas actitudes, ejecutando multitud de faenas.

III. Miembros aislados de los hombres ó de los animales.

rV. Cuadrúpedos salvajes ó domésticos. OcdoU tigre, ciüi lie- bre, coyotl coyote, tocktli conejo, mamU venado, tecuani bestia feroz, ayotochüi armadillo, ^idmichin ratón, epaü zorrillo, cozamar- lotl comadreja, coyametl jabalí y el terrible ohuitíiQtl práaago de desgracias, ¿ce: délos cuadrúpedos domésticos solo encontramos el üzctiiníU, chichi ó t^hichi, perro mexipano.

V. Cuadrumanos; ozomaUi, mono.

YI. Beptiles ú otra especie de animales, siendo la principal la coatí ó oohnaü, culebra 6 serpiente, bajo varios aspectos y con distintas denominaciones: ciietzpalin lagartija, cueyatl rana, tama* zólin zapo, ayotl tortuga, &c *

YII. Aves diversas. Tototi pájaro en general; cuaulUli águila, qicetzalli ave asi llamada; tzinacan murciélago, cozcfxcuauhÜi aura ó rey de los zopilotes, zolm codorniz, huiloü paloma, tecoLoil teco- lote ó buho, ax^atl garza, mdoü gorrión, cacaloÜ cuervo, tozüi pa- pagayo amarillo, huitzitzüin colibrí, cooatK tórtola, &c., de las de corral totóLin 6 hvexdoü guajolote ó pavo.

YIIL Peces: imchin^ pez en general y algunos pocos en par- ticular.

IX. Ciertos insectos, como azoaü hormiga, chapdin langos- ta, ocuilin gusano, xtcotl jicote ó abejorro, coloÜ escorpión ó ala- crán, &G.

X. Arboles, plantas, flores, frutos, semillas y gomas. HuexoÜ sauz, acatl caña de carrizo, ineÜ maguey, nopcdli nopal, nochüi tuna, mizquül mezquite, xochiü flor en general, copaüi por goma en general ó por cierta clase de incienso para zahumar, tóUin tu- le, juncia 6 espadaña, tlacotl jarilla ó vardasca, captdin árbol y

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fruto del mismo nombre, ocgü ocote, tzapotl zapote por el árbol y por el frtito, ¿hian chía, pacMli heno, xoconochüi tuna agria, zacatl zacate ó pasto, huixo/chin huisache, camhuaü cacao, otlail otate, ahuatl encina, epatzoÜ epazote, xometl saúco, iczotl palma, chiUi chile ó pimiento, amoUi yerba que sirve de jabón, &c., &c.

XL Prendas del vestido ó adornos. Cadli sandalias ó zapatos, ikmÜ pluma pequeña, coyóUi cascabel, maídUd bragas ó faja que servía para xsubrir las vei^enzas, huipiUi camisa de mujer^ tü- haUi manta que servía de capa, cueiÜ refajo 6 enaguas, cozcaÜ gargantilla, nacochüi orejeras ó pendientes, tenteUhezote 6 piedra para adornar el labio, &c.

Xn. Muebles, armas é insignias. Chimaüi escudo, miü flecha, ichcahuípilli armadura de algodón colchado, teyaochichihtudiztU ar- madura, üáhuictóHi arco, tlacochtU dardo, macudliuitl espada me- xicana, temailaü honda, cuauhóUMi porra, topíHi lanza, icpaUi silla, petlatl estera, oopUli especie de corona real, quechóUi borla de plu- ma fina, &c

Xm. Utensilios. XicaEi jicara ó vaso para beber, huüzomiÜ agtija, mcdacaíl malacate ó huso, chiquihuid cesto, comaüi comal, caxiü escudilla ó plato, iezcaU espejo, aoayetl cañuto para fumar, comitl olla, &c

XIY. Edificios y construcciones. XacaUi choza, ienamitl cerca 6 muro, teocaUi 6 teopan templo, oalti casa, ieqxm palacio, Üachtli juego de pelota, acaüi canoa, aoaasiü alberca, &c.

XV. Instrumentos músicos, de las artes y de los oficios. Sue- htietl especie de atambor, tepomiaüi tambor de madera, aya^xxchüi sonaia, ooaü coa, ÜcudrnaUqmzíli hacha para labrar madera, &c.

XVI. Objetos anómalos.

Multitud de otros pbjetos se encuentran reproducidos en las pinturas, con menor ó mayor dificultad reconocibles, según el grado de perfección en el dibujo: se presentan con solo el perfil negro, sin sombras de ninguna clase, ó si están iluminados, con campos de tintas iguales sin graduaciones ni matices.

II, Comenzando el arte de la escritura por reproducir por me- dio de copias los objetos existentes en la naturaleza, ningún obstáculo serio pudo encontrar el pintor; mas á poco observar debió encontrarse con otro orden de objetos, que si bien son materiales, no ofrecen siempre una figura determinada, v. g., el

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agua que toma las formas del recipiente q^ la contiene; la pie- dra de contornos fijos en cada trozo particular y de formas múl- tiples en lo general; el cielo con su variable aspecto; el viento cuyos efectos y contacto se sienten, pero que no se ve. En éstos y en los casos análogos la pintura no podía tomar el retrato; pero como había menester el mencionar aquellos objetos, la necesidad, madre de la industria, determinó la invención de un signo con- vencional, dispuesto para recordar á la mente el nombre y la idea á que estaba referido. El paso de los caracteres mímicos á los de esta segunda clase no pudó ser dado de una manera vio- lenta, le fueron preparando los mismos signos figurativos. En la escritura mexicana d árbol presenta forma determinada; en el idioma nahoa cuahuifl significa árbol y madera; aprovechando ambas acepciones, el signo mímico representa á^^bol en general, y algunas veces como signo convencional representa la madercu Ademas, como las cosas inanimadas carecen de plural, el carác- ter sirve para expresar así uno como muchos árboles, siendo también signo convencional de floresta ó bosque. Más todavía: como el dibujo sólo dice árbol en general, cuando se ofreció re- producir un árbol de especie determinada como el capulín, el ocote, la encina, &c., se hizo preciso acudir al arbitrio, bien de distinguirlos por los frutos que producen, bien colocándoles una señal determinada para ser á primera vista reconocibles: con el capulín y con otros siguieron el primer sistema, con hl ocote y con la encina el segundo.

Relativamente estos procedimientos son obvios, y fueron pre- parando el camino á otros más complicados, y por "áltímo á los más difíciles, fundándose en inducciones mediatas ó inmediatas. Al andar el hombre sobre la tierra blanda, deja impresa la planta del pié desnudo; esta planta ó huella despertó las ideas de cami- no, movimiento, traslación, dirección, huida, £c., y se tomó para signo convencional de cada una de estas ideas. La lengua es el órgano principal y aparente para producir el habla; se tomó una lengua ó vírgula para expresar la palabra, el mando, el conve- nio, &c. El canto es una habla producida con mayor esfuerzo y adornada con inflexiones agradables; una lengua ó vírgula de mayor tamaño de la que expresa el habla y con dibujos orna- mentales, fué admitida para representar el cantar. Sin duda fué éste un paso ajigantado en el camino de la escritura, con el que .

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86 acercó á la perfección, aumentando sus recursos para fijar los pensamientos.

A esta segunda clase de signos, llamamos trópicos 6 simbólicos. Nos fundamos en esta autoridad. "Pronto debió sentirse la in- suficiencia de este primer medio; trazando la figura de un hom- bre no se indicaba particularmente un individuo, sucediendo lo mismo con las figuras de lugar. La necesidad de distinguir los individuos creó el uso de otra clase de signos, cada uno de los cuales fué particular á un hombre ó Jugar; estos signos fueron tomados de las cualidades físicas de los individuos ó de la se- mejanza con objetos materiales; y como no eran propiamente figurativos, no fueron sino simbólicos, y por esto se les llama caracteres trópicos 6 simbólicos, auxiliados de los caracteres figu- rados y empleados con ellos simultáneamente: á este grado lle- garon los mexicanos y de aquí no pasaron." (1)

Con todo el respeto debido á tan buen escritor, observamos: que los mexicanos alcanzaron los signos simbólicos, es evidente; que de aquí no pasaron, no es exacto.

Admitimos la denominación de ChampoUion Figeac en sentido más lato, supuesto que para nosotros son signos simbólicos 6 tró- picos^ no solo los que sirven para distinguir entre si á los indi- viduos y á los lugares, sino para marcar los objetos materiales que no tienen figura definida. La diferencia entre éstos y los signos mímicos ó figurativos queda establecida por su propia naturaleza: el dibujo que representa un tocMi^ como signo figu- rativo, no despierta otra idea que la del animal mismo, j puede ser leído, digamos así, en todos los idiomas, ya que quien quie- ra que le mire pronunciará en la lengua que hable, conejo. No sucede lo mismo con los caracteres simbólicos; la figura conven- cional no trae á la mente idea ninguna, hasta que se le atribuye alguna semejanza más ó monos remota con un objeto conocido, y entonces significará lo que bien parezca al observador: el sen- tido verdadero solo le alcanza quien sabe el valor convencional. Es decir, para leer un carácter simbólico es preciso estar en la confidencia, saber y aceptar el significado que al inventor plugo darle. En los caracteres trópicos no hay que buscar siempre su formacioc ideológica; no es fácil, de común, atinar con la razón

(l) CbAmpoUion Figeac, hirt. de Egipto.

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que motivó el invento. Dos pintores formarán idénticos los sig- nos mímicos: producirán de continuo* caracteres simbólicos di- versos.

Los símbolos tomaron nacimiento de multitud de órdenes de ideas. Admitido un signo, por semejanzas más ó menos aparen- tes, dio nacimiento á los correlativos de su especie; de atl agua, se derivaron aioyaü pió, ameUayi fuente, atezccUl charco, hrieiaU mar, &a La necesidad de dar á conocer el material de que un objeto está formado, reunt) un carácter simbólico con un mímico, expresando las ideas compuestas tecaxül fuente de piedra, tenor mitl cerca de piedra, teocilU casa de piedra, ¿c. A veces se forman los derivados de las diversas formas tomadas por el mismo ob- jeto; á veces por la semejanza de otros objetos materiales: en la mayor parte de los casos el invento parece arbitrario, supuesto que el símbolo es un objeto desconocido en la naturaleza, pre- sentando las apariencias de ideal ó de fantástico.

HL Expresados los objetos naturales ó artificiales de forma determinada, y los objetos naturales de forma indeterminada, la escritura debió intentar el reproducir por medio de signos las acciones y pasiones, las ideas, las cosas abstractas. Nació de aquí la tercera clase de caracteres á los cuales llamamos enigmá- ticos ó ideográficos^ que son dibujos naturales representativos de ideas.

'^Limenso era el campo que dar había, escribe Champollion Figeac, de la representación de estos objetos físicos á la represen- tación de las ideas metafísicas; pero los pueblos del antiguo mundo lo salvaron. Ellos expresaron por signos escritos Dios^ cima y las de las humanas pasiones; pero estos signos fueron arbitrarios y en cierto modo convencionales, aunque provenidos de analogías más ó menos verdaderas entre el mundo ñsico y el moral; así el león se tomó para expresar la idea fuerza. Esta nueva especie de signos llamados enigmáticos agregados á las dos clases primeras de figu- rados y simbólicos, fueron inventados y usados por los egipcios y cbinos, resultando que el sistema de estos tres elementos de escritura era enteramente ideográfico, es decir, compuesto de sig- nos que expresaban directamente Ja idea de los objetos y no los so- nidos de las palabras que designaban esos mismos objetos. Esta clase de escritura era también un dibujo ó pintura, puesto que

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la fidelidad de su significado dependía del trazo de cada objeto que debía estar representado." (1)

Escuchemos ahora al Sr. D. José Femando BamíreZi quien directamente se dirije á nuestro particular objeto. ^Tero la di- ficultad subía hasta un punto que parecía invencible cuando se trataba de representar objetos diñciles de reproducir exactamen- te por la pintura, tales como la tierra, el agua, el aire, &c., y so- bre todo las ideas abstractas, como las del movimiento y su dirección, el habla, &c., que muchas veces serían necesarias en la pintura para dar su complemento á la narración del suceso cuya memoria se quería conservar. Tal dificultad sólo podía ven- cerse recurriendo á los símbolos, es decir, á la invención de una figura convencional que por sola representase aquel objeto ó idea, y que unida con otros de la misma clase ó entrando en com- binación con algunos signos figurativos, representaba no sólo un objeto, sino un pensamiento entero. Así los mexicanos con el signo OUin, que significa movimiento^ colocado sobre el símbolo representativo de la tierra, expresaban exactamente la idea de terremoto, y también la del número de veces que se había repe- tido, con sólo duplicar ó triplicar el signo. La idea del curso ó dirección que llevan los objetos puestos en movimiento, se re- presentaba por la huella del pié desnudo; la del habla por una figurilla á manera de lengua, inmediata á la boca de un rostro humano. La del bautismo se expresó, por los primeros de nues- tros indígenas cristianos, de una manera tan sencilla como clara: figuraban á un religioso con un jarrito en la mano, levantado á la altura de la cabeza del catecúmeno, y cubriendo parte de éste con el símbolo del agua. A esta especie de escritura se dio el nombre de ideográfica, por componerse de signos figurativos y simbólicos, que expresan directamente la idea de los objetos y de las cosas cuyas formas no es posible reproducir por medio de la pintura." (2)

Los caracteres enigmáticos é ideográficos, por su naturaleza son también simbólicos: la diferencia entre ambos consiste en que, aquellos representan ideas, éstos objetos materiales de for- ma indeterminada. Tomaron origen de diversas fuentes.

(1) GhampoUion Figeac, hist. de Egipto.

(2) Notas y aclaraciones, pág. 14-15.

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I. Por sinécdoque; pintando la parte por el todo. Dijimos que en los jeroglíficos mexicanos es frecnente colocar la cabeza de un ser viviente por el ser mismo; pero en este caso, si hay sim- boHsmOy debe tenerse más bien como una abreviatura del carác- ter m&nico. Mas no podrá negarse que es carácter enigmático por sinécdoque el que se encuentra repetido en el Códice de Mendoza, compuesto de un cMmaUi^ escudo, debajo del cual aso- ma un manojo de flechas, miü; los caracteres mímicos de que está compuesto el grupo jeroglífico expresan las ideas, guerra y batalla: si se unen los sonidos arrojados por la pintura obten- dríamos mitlchinudli^ metáfora que en la lengua mexicana quiere decir, guerra, batalla: el grupo no sólo es ideográfico, sino hasta fonético. La frase iktxMmoUiy expresada gráficamente por el agua y por el incendio, es también metáfora mexicana que da á entender, guerra, batalla. El chimaUi presentando en vez de las fledbas un macuahuül, tiene el significado de yaoyoü, igualmente guerra, batalla, significando también, enemigo. Bodeado el gru- po jeroglífico por la huella del pié humano, daá entender que la guerra se hizo por todos los pueblos comarcanos. En los jero- glíficos egipcios, dos brazos armados de un escudo y de una es- pada significan ejército y combate.

IL Por metonimia, pintando la causa por el efecto, el efecto por la causa, ó el instrumento por la obra producida. A esta clase pertenecen el ciclo expresado por los maderos que servían para encender el fuego nuevo; el año simbolizado por la yerba; la idea Dios expresada por el símbolo del sol; los útiles de la pintura tomados para representar la escritura y al pintor, &c.

m. Por metáfora; adoptando generalmente un carácter figu- rativo ó simbólico para expresar la idea, por medio de semejan- zas perceptibles las unas, arbitrarias ó supuestas las otras entre el signo y la idea concebida. Así el tigre, ocdoüf y el águila» ciuxuMli, significan el valor y los guerreros distinguidos en el ejér- cito; el símbolo xihuitl responde á la idea de, cosa preciosa; las plumas del qvetzaRi dicen, cosa fina ó apreciable, &c.

lY. Por enigmas; empleando para representar la idea una figu- ra fantástica á veces, de pura convención siempre, que no tiene semejanza en la naturaleza sino de muy remoto y que presenta relaciones con la idea traídas de muy lejos. Tales son el simbó-

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lioo llaloc diciendo la Uttyia y el buen tiempo, j la generalidad de las figaras loitológicaA, &e.

De la formación de estos [signos se infiere, que un carácter fígnratÍTo puede en algnnos casos convertirse en simbólico y en enigmático; no siempre podrá yerificw^e la recíproca. Atl, y. g., siempre será trópico y jamas mimioo; oedoíl pasa algunas veces á ser enigmático.

Y. *^IiOB caracteres de la terceara clase, que es la más impor- tante, dice OhampoUion]ett su Gramática egipcia, supuesto que los signos que la componen son de uso znás frecuente que el de las dos primeras clases en los textos jeroglíficos de todas las épo- cas, han recibido la calificación dGt/onéiicoe, porque representan en realidad, no ideas, sino sonidos ó pronunciaciones." "El me- * todo fonético pro(^de por la notación de las voces y de las arti- culaciones expresadas aisladamente, por medio de caracteres par- ticulares y no por la anotacioA de las silabas. La serie de tos signos fonéticos constituye un verdadero át/ábeto y no un süaba- rio.'' "Considerados en su forma material, los caracteres foné- ticos nacieron, así como los figurativos y los trópicos, de las imágenes de los objetos físicos más ó menos expresos." "El principio fundamental del método fonético consistía, en repre^ sentar una voz ó una articulación por la imitación de un objeto fíaioo, cuyo nombre en la l6n¿aft egipcia hablada. ti?TÍes6 por inicial la voz ó la artictüacion que se trataba de expresar."

Se ha repetido que la escritura mexicana no pasaba de una escritura pintada, y encontramos que contiene signos ideográfi- cos. Niégase que tenga algo de fonética, y nos figuramos que la negativa no se puede tomar en sentido absoluto. Si se nos pre- gunta si conocemos una serie de signos que representen exclusi- vamente sonidos ó articulaciones de las voces habladas, respon- deremos resueltamente, no.. La escritura mexicana, tal cual hoy la conocemos, no presenta un alfabeto, ni mucho menos un alfabeto fonético regular; pero ofrece signos, perfectamente reconocibles entre las tres categorías anteriores, á los cuales puede sin impro- ' piedad llamarse fonéticos, por llenar estas circunstancias: L Be- presentan en todos los casos en que se les encuentran, no ideas sino sonidos 6 pronunciaciones. 11. Semejantes á los caracteres mímicos, simbólicos y enigmáticos, son imágenes de objetos físi- cos, m. Sirven para expresar en la lengua mexicana hablada, la

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voz ó la articulación que se pretende anotar. IV. A veces los objetos físicos, en la lengua mexicana hablada, tienen por inicial la voz ó la articulación que se pretende anotar. No se pida que estas doctrinas, acomodadas por Champollion á la escritura egip- cia, cuadren sin discrepancia á la escritura mexicana.

Sin duda que los signos fonéticos, que creemos percibir, no forman un sistema completo que conozcamos, por medio del cual pudieran ser escritas las palabras; «uministran á veces sonidos simples ó literales, á veces sonidos compuestos silábicos ó poli- silábicos. El sistema á que pertenecen no se había fijado comple- tamente. Las cuatro categorías de signos se encuentran confusa- mente mezcladas, sin toinar un rumbo determinado y firme. Es que, cuando la civilización europea pasó al nuevo mundo j ex- tinguió la civilización nahoa, la escritura estaba en su ultimo período de elaboración; comenzando por la representación de los objetos, había tenido tiempo para la expresión de las ideas, y se ocupaba entonces en perfeccionarse queriendo encontrar los ca- racteres fonéticos. La escritura mexicana fué sorprendida en este trabajo, el que no le fué posible terminar.

Echando una ojeada sobre la pintura en general, las cuatro especies de signos de que acabamos de hablar constituyen los elemento^ de la escritura jeroglífica de los pueblos de Anáhuac cual hoy la conocemos. Destinados para expresar las ideas con- cebidas en lengua mexicana, están formados según la índole de este idioma; la forma, la composición, la lectura, fueron deter- minadas precisamente por el sistema de interpretación á que debían sujetarse. Infiótese rectamente, que los jeroglíficos mexi- canos no deben ser examinados ni entendidos, sino según los preceptos gramaticales del nahoa. Las pinturas son una lengua escrita.

Si lo acabado de expresar es verdadero, importa decir algunas palabras acerca de ciertas reglas gramaticales de la lengua me- xicana, á las cuales tendremos que ocurrir con frecuencia: copia- das á veces, á veces extractadas de las gramáticas, las referire- mos únicamente á la lectura y formación de las voces, en cnanto tengan atingencia con nuestra labor. Es el objeto, evitar repe- ticiones inútiles, ya que.muchas ocasiones tendremos que invo- car unas mismas doctrinas.

El alfabeto mexicano se compone de las siguientes letras: a, c$

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ch, e, hf iy 1, m, n, o, p^ q, t, u, x, y, z, tz. Suenan todas como en castellano, con estas dos excepciones: 1% la x se pronuncia como la ah inglesa en el pronombre she; 2% á falta de un signo parti- cular se juntan las dos letras tzÁ fin de representar un fuerte sonido lingual dental, del cual carece el castellano; pero que se suple por las articulaciones unidas de las dos consonantes: ne- cesita la voz TÍy& Equivale l& tzÁ 1a Q del idioma maya.

Siguiendo la índole del castellano, la c suena suave con las vo- cales 6, iy y fuerte con las a, o, u; por esta causa los gramáticos dieron á la primera el nombre de cstuive, y á la segunda el de cftierte. Para obtener el sonido blando usaban de la p, no admi- tiendo palabra alguna con z inicial. Esta costumbre en boga du- rante el siglo XYI, determinó que el mejor Vocabulario mexica- no que poseemos, el del P. Molina, no contenga voces empezan- do con z, quedando mezcladas en la c las voces con esta letra' inicial y con la p (cedilla). Abolido este signo en la actual es- critura, se emplea la z en todos los casos de pronunciación sua- ve con las a, o, tí, dejando la o para los sonidos fuertes con las mismas letras.

El abecedario mexicano carece de eUe; cuando se encuentran dos des unidas, como en la palabra caUi, la una ele forma arti- culación inversa con la vocal qua le antecede, mientras que la otra ele la forma directa con la vocal que la sigue: en el ejemplo actual leeríamos cal-li.

Catorce palabras presenta el Vocabulario de Molina escritas con h inicial. La h es aspirada cuando le precede la u 6 se en- cuentra al ñn de una palabra. Antiguamente se confundieron el valor y uso de las letras &, v, u, usándose promiscuamente, de donde resultaron las denominaciones ya no admitidas de u vo- cal y de v consonante. Siguiendo esta doctrina el P. Molina, es- cribe muchas voces con v inicial y la conserva en la composición de las palabras. Ya en el siglo XV lU estaba abandonada la cos- tumbre, y por eso dice la gramática de Aldama y Guevara: ^'A "la V consonante, ningún varón la pronuncia como en español "(las mujeres sí): sino que le dan un sonido muy semejante al "que tiene el fiu de esta voz española, hueco. Para que el lector "sepa cuando es consonante, usan muchos autores (y usará yo) "anteponerle h. Ni el Vocabulario ni otros autores ponen distín- "tivo alguno: y todos usan este carácter u, aunque sea consonan-

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''te; y así te daré esta regla: es consonante la que estaviere en- ''tre dos vocales: y la que fuere la primera letra de la 'foz, por- "que no hay yoz que empiece con u vooaL y. en veve (senex) ''ambas son consonantes; pero ya dije que yo escribiré así, kue^ hue.'' (1)

Bespecto de la o, asegura la misma gramática: "A la o pronnn- "cian tan oscuramente que, parece u. De aquí nace que donde "unos autores escriben o, escriben otros u: v. g. teotly teuíl, (Dios), "mockiy rmichiy (todo), ÜcUoam^ tlatuaivi, (Señor). Yo escribiré o; "pero sirva dicha noticia para que si no hallares en el Yocabu- "lario la voz escrita con o, la busques escrita con »." (2)

La ¿ se une frecuentemente con la I así en ar^culaeion inversa como en directa; en el primer caso suena como en las palabras castellanas Atlas, Atlántico; en el seguftdo la Ü toma un sonido compuesto cual si se pronunciara tle^ sonando confusa ú oscu- ra la e. Por regla general, no se conserva la t entre dos eles; cuando en la composición de las palabras resulta la combinación Itly desaparece la t quedando únicamente 11, sin que cambie el significado de la voz.

Según tenemos observado, de una manera invariable todo nom- bre de lugar ó geográfico va afijado con una preposición, de aquí la necesidad de indicar alguna cosa respecto de su valor y uso. Las preposiciones que se juntan con nombres, sin estar de ella^ separadas son:

L O, significa, en y cíeniro: se une á los nombres acabados en ti, los cuales cambian estas letras finales por la c;ilhuioatl, cielo, ühuioac^ en ó dentro del cielo.

II. Co, sinónimo de c, que se pone con las palabras terminadas tli, íft, in. Ejemplos: tianquizUif mercado, iianquizoOf en ó dentro del mercado; acaUi, canoa ó nave, ocoZoo, en ó dentro de la canoa; capvUn^ el árbol que da la fruta de este nombre, captdco^ en el capulin.

Se exceptúan de las reglas anteriores los monasílabos acaba- dos en Ü, á los cuales no se les pone c ni oo, fuera de ÜeÜ, fuego, que hace tieoo, en ó dentro del fuego.

in y ly. Nal, nalcQ, del otro lado, de la otra banda. Se com- ponen con aü, agua, atoycUl, rio, y algunas pocas más. Anal 6

(1) Aldaina y Guevara, niíin. 0.

(2) Aldama y GueTara, niím. 8.

íi

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ancdcOf del otro lado del agna; atoyancdcOy del otro lado del rio. Se unen también con algunos verbos.

V y VL Pa y copa, en. Atentli, orilla del agna (de atl, agua, y de tentlty labio ú orilla), aJtempa 6 cUenoopa, en la orilla del agna. En ciertos casos equivale á, (xm, y de.

Las preposiciones que se juntan á nombres 6 á pronombres posesivos, unidas ó separadas de ellos, son:

I. Pariy en, sobre. De tlaUi, tierra, sale tlalpan, en ó sobre la tierra; en algunos compuestos significa también', en tiempo.

n. Tlaíij juntó, debajo, entre, cerca, en, &c Coatí, culebra, coaUan, junto, debajo, &c., la culebra: atl, agua, atktn, en el agua. En composición va unida generalmente ó más bien en muchos- casos á la partícula ti, llamada por los gramáticos ligadura 6 li- gatura, colocada por eufonía, sin que quite ó aumente nada á la significación. Tletitlan, entre el fuego; cuauhtitlan, junto á la ar- boleda; cehtudotiüan, debajo de la sombra; tlaUan, debajo de la tierra. Esta última palabra está compuesta de ÜaUi, tierra, con la preposición; debería escribirse ÍUütlan, mas por la regla que su- prime la t entre dos eles, queda la forma correcta tlaUan.

m. Ga, toma la ligatura ti en los nombres con los cuales se compone, y vale, con, 6 explica la causa de la acción; tetica con piedra; cuauhJtica, con palo.

IV. Tech, quiere decir en, 6 indica cosa junta con otra; recibe la ligatura ti. TepantK, pared, tepa/ntitech, en la pared. Significa igualmente de, acerca, en cuyo caso va unida á las partículas pa y copa.

V. Suic, lo mismo que Jiacia, contra; generalmente toma con los nombres las partículas pa y copa; ühuicacpáhuic 6 ühuicojccO" pahuic, hacia el cielo.

VI. Tzcdan, equivalente á entre: cuauhtzalan, entre árboles; caltzfüan, entre casas; tepetzalan, entre montes. Si á estos com- puestos se aumenta la sílaba tli (de la palabra otli, camino), se obtiene cuauhhalanili, senda ó * camino entre los árboles; coUaa" lantli, senda ó camino entre las casas; tepetzálantU, senda ó cami- no entre los cerros.

VIL Nepantla, en medio. Tlalnepantla, en medio de la tierra; yohuálnepantla, la media noche; cuauhnepantla, en medio de los ár- boles ó del bosque.

Vm. Nahuac, junto, en compañía, cerca: Cuavknahuac, cerca

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ó junto de los árboles; tepenahtuic, junto al monte: calriahuac, jun- to á la casa. Es sinónimo de tloc ^'Destas dos prepo9Íciones thc *y nahua se forman dos nombres de Dios Üocqtte y Tiahíiaque. ''Aquel apud quem sunt omnia, ó qui est iuxta omnia."

Eí. Icpac, suena tanto como sobf'ey encimaj y se compone con la ligatura ti: cuauJUicpac, sobre el árbol ó los árboles; tepetiqpac, sobre el cerro; tlcdticpac, sobre la tierra. Uniendo á esta última palabra la sílaba tU, tendríamos tláUicpatli, el orbe de la tierra.

X, XI, XTT y Xin. Ixco, ixpan, iocpampa, ixüan, preposiciones que se derivan de ixüiy superficie, cara ó haz de alguna cosa, y se forman de la radical ío? y de otra preposición, de manera que son preposiciones compuestas. Con ellas no.^ierden la Ü final los pocos nombres con que se juntan.

Ixco, en la superficie, encima: atlixco, en la superficie del agua; tlaiQccó, en la delantera.

Ixpan^ delante, en presencia, encima: tepeüixpan, encima, en la superficie del cerro.

Ixpampa, que oon la partícula pan significa movimiento; nix" pampaUchüoa, huyes de mi presencia.

Ixñan 6 ixtla, delante de los ojos: sinónimo de ixpaiu

XIV y XV. Itic é üecy derivados de itiü 6 iteU, vientre, y dan á entender, dentro, en lo interior: caUtic, dentro de la casa; atUtic, dentro del agua. Las palabras terminadas en Ü no pierden las letras finales al unírseles estas preposiciones: se exceptúa tepeU, cerro, que hace tepeitic, dentro del cerro.

XVI. Tdntlan, abajo, debajo: atsdntlan debajo del agua.

XVn. T^tzco, detras, á las espaldas: coUtepotzco, detras de la casa.

XVin. GuiÜapan, sinónimo de tepotzco, "Compónese de cut- "tlapanUi, que perdiendo su final queda en pan por preposición, 'porque si quitada la final queda partícula que sea preposición, no se añade otra.'^ Téngase presente esta regla que es importante.

XIX. Can, expresa el lugar en que la acción se verifica.

XX. '^(jhi, significa lo mismo que inferius, de más abajo, v. g. "de tepetl por el cerro, y tenüi, ladera, sale, tepetentti, que es un ''barrio, que quiere decir, en la orilla ó ladera del cerro de más "abajo. TlaJtenchi, es un pueblo donde están dos laderas, y en la "de más abajo llamaron Hatenchi 6 ilalchi, tuvieron por adverbio "que significa lo contrario de acó, hacia arriba; pero es de tlaUi,

J

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^'por la tierra, y chi. TUdchíy más abajo del suelo, y^con huicy ba- rcia, tlalchihuic.''

XXL Tía, significa abundancia de la cosa expresada por el nombre á que va unida. Las voces terminadas en ó tít pierden estas letras finales para recibir en su lugar el Üa: de teÜ, piedra; de xockiüyflor; de cuauhtli, águila, se forman teUc^ en donde abun- dan piedras, pedregal; (cochiüa^ en donde abundan flores, jar- din; cuatAtla, en donde abundan las águilas. Los nombres aca- bados en huiü cambian esta terminación por la de uhÜa; cuahuitl^ árbol, madera, hace cuauMíiy lugar abundante en árboles, flores- ta. Los terminados enliy tn, mudan la terminación en ¿a, (tenien-. do en cuenta la supresión de la t entre dos eles); así, xoZít, are- na, se convierte en xcJla^ donde abunda la arena, arenal; zotdin^ palma, forma zotóUa^ palmar. Si al final in no precede ¿, no cam- bia ia terminación, anadiándose lisamente el tía; v. g. tecpiny pul- ga, tecpintia, en donde abundan pulgas, pulguero.

En cuanto á las preposiciones observaremos con Monlau: (1) "Todas las preposicitmeSy en todas las lenguas no son más que 'testos de nombres que tuvieron, en su origen, su valor y uso '*propios, y que luego fueron destinadas al uso prepositivo. To- adas j^as también son expresivas de hgar^ de situación en el "espaciOy situación absoluta 6 relativa: examínense una por una "y se verá, con efecto, que todas expresan arriba^ abajo, enfrenJte, ^^odemiro, afueray encima^ delante^ detraSy enirCy al través, de parte á "parte, de acá, de allá, écc, que es decir, ideas de localidad''

Para el mexicano tienen lugar completo estas observaciones. Las partículas prepositivas, simples ó compuestas, son restos de palabras de significación propia en la lengua, trasformadas des- pués en preposiciones, con acepción diversa de la que al princi- pio tuvieron. Así can viene de candi, carrillo; ^ti A&pardli, ban- dera; apan, de apanUi, acequia; tlan, de ilarUli, dientes; tía, de tía- tli, tio, hermano de padre ó madre; tzalan, de izalantli, en compo- sición, senda ó camino; c síncopa de co, y así de las damas. De las compuestas ixoo,- ixpan, ixpampa, ixüa, ixüan, se derivan de ioctli, cara ó faz; itic é itec, de ititló iteü, vientre; tepvtzco, de tepoiz- til, espalda; cuitlapan, de aidüapanqui, espalda; &c. Todas ellas expresan absoluta ó relativamente, un lugar en el espacio, razón

(1) Vocabulario gramatíoal de la lengua casieUaua. Madrid, 1870. Fág. 165.

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por la cual fueron escogidas para afijar los nombres geográficos, precisando ideas de localidad.

Las preposiciones se ponen siempre al fin de las palabras: ra- zón por la cual algunos gramáticos las han llamado posposicio* nes. Pueden colocarse juntas ó separadas del nombre á que se refieren; pero en los nombres de lugar invariablemente sirven de afijo. Para unir las preposiciones no se atiende á si el nombre tiene ó no plural; sólo se tiene en cuenta la terminación de la voz en singular. (1)

Existen diversas clases de preposiciones, y: ''Muchas de ellas ^'son indiferentes para equivaler á estas españolas, a, dty e», j)or, "según corresponde en español & la acción del verbo que las ri- "ge. . «Se te hará difícil que se pueda entender lo que se habla» ''siendo equívocas muchas de las preposiciones; pero el usp te lo "hará fácil; j considera que también en las españolas y en las "latinas hay muchas equívocas."

La manera de afijar el nombre de logar es muy sencillo: la úl- tima voz de las que entran en composición pierde la sílaba final 6 las letras finales, tomando e;i su lugar la preposición que le corresponde, conforme á las reglas antes expresadas.

Existen algunos verbales terminados en layaUy ayan^ .^, que hacen oficios de preposiciones y significan lugar.

'^Tzintli y tziriy denotan reverencia ó cortesía (para eso se usan "comunmente); amor ó aprecio, lástima ó compasión déla perso- "na ú objeto, con quien ó de quien se habla; y así sólo se usan "cuando el que habla se quiere mostrar reverente, cortés, amo- "roso, compasivo, ú apreciador de la persona ú objeto de quien con quien se habla; y ya por la materia de que se habla» 6 ya "por otras circunstancias, se conoce si al poner dichas finales es "por modo de cortesía, ó por amor, ¿a" (2) ^En las locuciones reverenciales, principalmente las dirigidas á Dios, la partícula tztn toma la preposición co^ y en la forma ¿meo constituye el final de las palabras. TzinÜi y su síncopa tstin son una misma cosa: poi^ algo que podriamos llamar una aberración del mexicano y conforme al Vocabulario de Molina, tziidli significa, "el ojo del salvohonor," es decii*, aiius; y su radical tzin se emplea para de-

(1) Aldama y Guevara, núm. 364-66.

(2) Aldama y Gueyara, niím. oO.

Á

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notar la reverencia, el amor, el aprecio, la compasión, y la cor- tesía. Encuéntrase el compuesto tzinco afijando algunos nombres geográficos; entonces, no significa amor, reverencia, &c., sino, ativs, detras, á la espoMa, y de una manera figurada, en la parte inferior, no faltando persona, como Yetancourt en su Teatro Me- xicano, que traduzca la palabra tdnco por, el principio ó aljjmn- cipio, al comenzar oÁgtma cosa. En la forma acabada de mencionar tzinco es un compuesto; pero sólo el tsdn, al final de los nombres de persona, siempre es reverencial.

Forman el fondo de la lengua mexicana un número considera- ble de palabras radicales, con significación fija y determinada, en las cuales abundan las voces simples y monosilábicas: de éstas y de otras que presentan una estructura más complicada se for- man indefinidamente vooes compuestas, más bien frases, que concretan en su significado todas las ideas expresadas por los componentes. De aquí que el idioma no sólo sea expresivo y nu- meroso, sino que se preste constantemente á que la inteligencia le adapte á sus necesidades y caprichos, expresando los pensa- mientos más complicados de la manara más flexible.

Las reglas para la formación de las palabras, que á nuestro propósito cuadran, están basadas en el precepto de que, en la composición no deben entrar más de tres elementos, á no ser en las voces destinadas á la poesía* y á los asmttos sagrados, en cu- yos easos se permiten frases con multiplicados componentes.

restdta el compuesto de dos nombres sustantivos, el prime- ro pierde las letras finales ó la última sílaba, quedando íntegro el segundo. La colocación no es arbitraria, supuesto que el pri- mer nombre es el calificativo del segundo; de donde se infiere que la traducción comienza por el nombre final; poniendo el an- terior en genitivo. Con las voces teotl, Dios, y tlatóUi, discurso ó palabras, se forma teoÜatcUif palabras de Dios ó palabras divinas: de teíly piedta, y de caUi, casa, sale tecaXU, casa de piedra; si se es- cribiera oaÜeU la traducción cambiaría en, piedra de casa.

Los nombres numerales se colocan siempre al principio de la composición y se exceptúan de la regla anterior, supuesto que no obstante su posición no se convierten en genitivos. Oon ma- cuiUi, cinco, y tianumtlí, cosa ó cosas, se forma macuiUamantli {recuérdese que la t desaparece entre dos eles), cinco cosas.

Al unirse un nombre sustantivo y un adjetivo, éste se coloca

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invariablemente al principio: así, de ÜaxoÜi, precioso, caro, ama- do, de mucho valor, y de cuicaU, cantar, tendremos ÜassocuioaÜf cantar, precioso.

Cuando los nombres componentes son más de dos, cada nno pierde las letras finales ó la última sílaba, á excepción del último que se conserva entero; el lugar de prioridad le determina el or- den lógico de la idea que se pretende expresar. Con laa palabras cuahuiüy árbol, palo, madera (tengase presente que la composi- ción arroja el elemento cuauh); tlaaoüi, precioso, y htiehueU^ una especie de atambor, puede construirse bien cuatiMcuxAudhueíl, tambor precioso de palo, ó bien tío^oct^í^t^t^, tambor de pa- lo precioso.

Las reglas anteriores cuentan excepciones, de las cuales indi- caremos algunas. Los nombres terminados en qui 6 en o, caml)ian las letras finales en ca, sin variar de significación: cocoxqtd, en- fermo; paU% medicamento, hacen coocxccapcUli, medicamento ó medicina del enfermo. Existen algunos nombres presentando la irregularidad de no perder sus letras finales como tiatzocm, cedro que forma ÜcUzcancucLhuül^ palo de cedra

En la composición de un nombre con lUx verbo, éste ocupa el último lugar, con pocas excepciones.

Como elementos de la escritura gráfica los signos figurativos, simbólicos e ideográficos, representan una serie de nombres de las diversas categorías admitidas en las gramáticas; una porción de ideas más ó menos complexas, sin relación entre sí, pero cada una completa y determinada. Cada figura ó signo, como carác- ter gráfico, representa la voz simple ó compuesta que le corres- ponde en el lenguaje hablado. La figura conejo trae á los labios la palabra tocktli. Esta anotación del discurso es la más imper- fecta y primitiva.

Beunidos'dos ó más signos, se unen según lo pide el lenguaje. No da cada uno la palabra entera que representa; perdiendo la última sílaba ó las letras finales, se convierten en elementos fó- nicos, en raíces ó radicales para integrar el compuesto, pasando de nombre perfecto, á sonido que no conservó siempre su primi- tiva acepción. Hubo en esto una verdadera trasformacion.

Los caracteres enigmáticos e ideográficos sirvieron para per- feccionar el sistema de nombres; no solo vinieron á representar las ideas abstractas, sino qué introdujeron en 1% escritura gráfica

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muchos verbos, muchos de los nombres verbales tan frecuentes en el mexicano. Con ellos se intentaba ligar los nombres propios en- tre sí, ir dando al discurso escrito la trabazón que le faltaba.

Siguiendo este sendero, fué notado que algunos caracteres te- nían una radical idéntica, Aunque con distinto significado, y esas radicales se emplearon en la composición, no como figurativas del objeto físico, sino expresando sonidos del lenguaje hablado, con significado diverso del constitutivo del ^igno. Nacieron de aquí los caracteres homófancs; como por un procedimiento aná- logo los sinónimosj compuestos de objetos físicos diversos, res- pondiendo al mismo significado.

Más adelante se observa que á un solo signo se atribuyen dis- tintos sonidos, resultando caracteres pdifoiios. Al final se pre- sentan los caracteres /one^tcos. Estos, en sus diversos Qstados embrionarios 6 perfectos, son, ora de letras, ora de sílabas. Los primeros esfuerzosjde los pintores se dirijieron de preferencia á los prefijos y afijos, siéndonos hoy más conocidos los resultados de estos segundos 6 de las preposiciones en que terminan los nombres de lugar, en los- cuales se mostraron felices.

Partiendo de los principios establecidos, procuraremos imds iniciando en la lectura.

El mexicano carece de artículos, en vano será buscar signos que los representen.

Los nombres de seres animados, tienen plural; mas como le forman bajo reglas determinadas, conocida la terminación del singular, se saca la forma del plural. Las cosas inanimadas ca- recen de plural, ietl quiere decir piedra y piedras. (1) "Para la '^composición nunca se pone en los nombres que preceden la voe ''de plural, aunque suelen para quitar el equívoco, doblar la "primeria silaba cuando hablan de plural: v.' g. pipitzoccdlu Dije "suelen, porque muchas veces no lo hacen; pero sin hacerlo se "entiende 6 se subentiende si habla en singular ó plural; así co- "mp en español entendemos ó subentendemos la significación de "voces que hay equívocas," (2) Por estas reglas (según indica- mos antes), un solo sagino representa el singular y el plural. En efecto, en las pinturas, y notablemente en los planos geográficos!, un árbol, una planta, una piedra, indican la multiplicidad de los

(1) Aldama y Gueyara, nüm. 22 y Biguientes.

(2) Aldama y Gueyara, nüm. 48G.

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árboles, de las plantas, de las piedras de la especie representa- da; un árbol será un bosque, una piedra un pedregal; el simbó- lico tepetl indica una montana; varios cerros seguidos una cordi- llera. Un pez en el símbolo del río ó del lago, marca laí pesca: un ciervo la abundancia de esta caza; un insecto, que se le en- cuentra frecuentemente en el terreno.

Eespecto del gañeron '^ay nombres (pocos), que por mes- '^mos significan sexo masculino ú femenino. Y. g. seneXf Hama, *^oquicMif cihvoÜ; pero á reserva de 'esos pocos, todos son oo- '^munes á entrambos sexos; v. g. ickcatí, significa oveja ó camero. '^Guando quieren quitar la indiferencia que de por tienen ios "nombres, les unen, (antepuestos) el nombre oqmcküi j dhuaü; "v. g. oquichichcaüf carnero, aihuaidicaM^ oveja: al modo qtíñ se "quita la indiferencia de lavoK latina aquüay diciendo a^^z^&i me», "y aquüa /cernina.'' (1) De aquí resultaría extremada confusión en los nombres propios, ya para distinguid los de cosas de los de lugar, ya para distinguir éstos da los de persona, y los mas- culinos de los femeninos entre si; para remediar el inconvenien- te, la escritura mexicana usa de ciertos caracteres que llamare- mos determinativos, por medio de los cuáles se aclaira la lectura en los casos dudosos.

"Esta lengua es una pura etimología, y no tiene la mmltitud "de anomalías que la española, sino que es muy natural y regu- "lar en sus derivaciones, de lo cuál se infiere que con ver una "voz en el Vocabulario, ya sabrás otras voces que de aquellas se "derivan, y otras de donde aquella nace." (2) De aquí la facultad de descifrar por los sínibolos conocidos los desconocidos^ si bien empleando las convenientes reservas.

"En derivar unas voces de otras {6 nrombres de verbos: ó veir- "bos de nombres: 6 verbos de verbos: ó nombres de otros nom- "bres), es mucho más abundante esta lengua, que la española y "la latüxa: y así muchas voces melicanas^ solo por rodeos, ó usan- "do voces bárbaras, se pueden traducir en español ó latin." (3) De esta derivación resulta en muchos casos, que el signo áé un nombre lo sea igualmente del verbo, cuya^pronuneiacion tH>mien- za por la radical del mismo nombre.

(1) Aldama y Gaevara, niim. 71.

(2) Aldiuna y Guevara, prólogo II.

(3) Aldama y Gueyára, nüm. 401.

CAPÍTULO m.

ESGBITÜBA JEBOGIiÍFICA.

(AjurcusUres primUhoM Mno».-^Nomíhret propios de ¡os señores de Mixieo.^^Nafnbres de loe smores de TUeUkko.—Nomíins de les reyes de AeoJhwKsn^

T^li origen áe la escritura figurativa, propiamente dáobi^ dice r\ Bosn y, se remonta en China á una época tan lejana, que es preciso acudir cuando menos á los tiempos semihistóricos; los mismos historiadores chinos no están de acuerdo acerca del siglo á que deba referirse tan preciosa invención. Según los unoSi (^) es indispensable llegar al reinado de Fou-hi (más de tres mil años antes de nuestra era) para descubrir los primeros vestigios: aquel príncipe sería el inventor de los caracteres figurativos ó KiM'^wen^ para reemplazar los Koua j los oordelillos anudados» cuyo empleo era insttficiente para el pueblo idiino, aiaradtrado por un poderoso impulso progresivo, hacía más amplio porvenir de luz y civilización. Según los otros escritores, (**) débese la honra de haber imaginado la escritura el ministro Thsang-hioh,

(*) Tsod-kio-tidti, fib. I, pág. l.*--'8fli6-ld-p<»r(8apleinettU> á ba ÜidmoziaB idel gfAn hiflUxriógtafo SBOsma-ilitien); Toung-kieú, seo. iden-pien; Loii-ase de Lo-pi; diados por Fanthier, en Sinico-^gyptiaca, pág. 8 y sig.) ^5 y sig.

(**) El autor del Wai-ki y Tohou-hi en sn oiunentaxio al H¡aOi£ing(Ellibco déla piedad filial) Y. Paathier, op. di. pág. 8; EU^notb, Apelda de Totíguie éM dlffá- leolea éeritores de l'anden monde, pág. 8.

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quien para ello recibió instrucciones del emperador Hoang-ti, yeíntises ó veintisiete siglos antes de nuestra Era" (1) ^

Antes hicimos notar el uso de los quipos entre chinos y ame- ricanos; ahora notamos que á las cuerdas anudadas siguió en China el inyento de la escritura figuratiya, como aconteció entre los nahoa. Pues bien, entre los diez y ocho signos primitivos de los chinos presentados por Bosny, (2) suprimidos los objetos desconocidos á los americanos, quedan seis iguales ó muy seme- jantes á los signos méxica. Tales son la luna (lám. 2, núm. 1), el hacha (2), lalluyia (3), el ojo (4), la caña de bambú (5), el agua (6); siendo muy de notar que la luna también significa mes, y que el número 7 que representa al rinoceronte, desconocido en México, lleya en el cuerpo una figura redonda que algunas yeces se en- cuentra en los cuadrúpedos de nuestras pinturas jeroglificas. ¿La coincidencia provendrá únicamente de la aptitud de los pintores para representar los objetos?

Pretendimos recojer los caracteres méxica según sus catego- rías y colocarles por series sucesivas; mas ésto nos ofreció insu- perables dificultades, fuera de la mucha extensión que la labor tomaba» por lo cual hubimos de renunciar al intento. Nos ceñi- mos por ahora á dar la descifracion de los grupos jeroglíficos que más nos importa conocer, comenzando por los

NoHBBES PROPIOS DE PEBSONA. Los nombres de este género pre- sentan constantemente el determinativo o^moMí, macho ó varón, dhtuxO'y hembra ó mujer. Distínguense por el vestido peculiar del ' .uno y del otro sexo; ademas, en la figura se expresan cuantos pprn^exitores quieren indicarse. Para la edad, el niño por la pe- quenez» el hombre por el tamaño, el viejo por las arrugas; la con- dición» Qozno los señores por el capiUi,\o& H^lá&dos por las armas, los sacerdotes por sus rostros negros y sus vestiduras con ador- nos del mismo color; las. diversas categorías sociales por sus distintivos: indi canse también la enfermedad por el cuerpo de- macrado pintado de amarillo; al lisiado con los miembros torci- dos, y así en los demás casos, de manera que, para determinar bien un grupo hay que estudiarle detenidamente. Muchas veces,

(1) Les éscxitored figuratÍTes et hieroglyphiques des différiBntá i)eitple8 anoiens et xQodMes, par L^n de Bospy. Paris, 1870. Ptfg. 8.

(2) Loco cit., pág. 4.

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cuando se quiere decir hombre ó umjer en general, se presenta sólo la cabeza como abreviatura de la figura entera; entonces se distingue el varón por el p^p corto, mientras la hembra está to- cada con dos trenzas que le forman sobre la frente dos apéndices salientes. !E]1 nombre jeroglífico va unido por una línea á la ca- beza del determinativo.

Nombres de los señobes de México. L Tenoch 6 Tenuck El nombre jeroglífico, ya en el Códice Mendocino (lám. I, núm* 6), ya en todos' los MSS. ó pinturas que conocemos, está expresado como en nuestra lámina II, núm. 8, a, copiado del P. Duran. .Son dos grupos; el de la derecha, a, se compone del e^rácter simbó- lico teü, piedra, que en todas ocasiones entra en los compuestos expresando la sílaba te, bien con su propio significado de piedra, bien como sonido fonético integrando una palabra de distinta significación: encima se advierte el nopcdU, nopal (cactus), con su fruto en mexicano nochüi, al cual denominaji^os tuna, palabra que no corresponde al castellano ni al nahoa, sino á la lengua de las islas, y es una de tmte^ voces que los españoles aprendieron en las Antillas é introdujero^i en la Nueva España. Formando el compuesto co;qí estos elementos fónicos, conforme á las reglas antes indipaclaSj tendremos, te^nochüi (la que conocemos por tu- nita colorada), sonando tunu de piedra, denominación que saca ya de ser un tanto cuanto dura, ó de su figura semejante á la de pe- queñas piedras rodadas, ó por último á que se cría y prospera en laderas y lugares pedregosos. Por regla general, que mucho importa tener presente, cuando el nombre de persona proviene del nombre de un objeto, como en mexicano es la pluralidad de los casos, pierde á voluntad la sílaba final ó las últimas letras finales. Así en la palabra que nos ocupa te-nocMli significa la fruta, Te-noch indica la persona así llamada. De aquí y de sus casos análogos inferimos, que el mismo grupo jeroglífico, sólo ó con BU determinativo, tiene distinto significado y digamos así, distinta pronunciación en U cuantidad silábica.

En las estampa}^ del P. Duran dos veces se encuentra á Tenoch teniendo al. lado una compañera. El nombre de ésta lo dice el grupo de la izquierda, b, en nuestra lámina. Se compone del mí-* mico tochtli, conejo; del mímico caUi, casa, teniendo encima una ladera panÜL Esta bandera es un signo numeral que se pro- nuncia cempoJuuqUi, veinte; entra en la composición de los nom-

»

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bres como carácter fonético MTOJandola sílaba j^an, principio de la Yoz pcmíli, y todavía para afirman su índole fonética afija como TCrettioB los nombres de lugar y coi^ta la preposición pan^ so- bre, encixna. Los signos nos suministren los elementos fáiicoB Tochrcal-pcmf compuesto derivado evidentemente de tochoálU^ ^^m^t- driguera de conejos."

En los dos primeros nombres solamenjbe encontramos ya ccm- firmcbdos nuestros asertos; los caracteres de las distintas catego^ lias van mezclados y confundidos en esta escritura.

n. Acamapic. Para los nombres de los reyes de México hemos procurado recojer cuantas variantes hemos visto en las pinturas, á fin de compararlas y ponerlas de manifiesto á los lectores. Para evitar en cuanto posible las re{>etioiones, dispusimos por grupos los jeroglíficos, distinguiéndoles con letras de érden.

A. Oódice Mendocino.

Oódices Telleriano Bemense y Taticano. '

C. Pintura publicada por Aúbin.

I>. Pintura mexicana adjunta á la anterior.

E. Pinturas de la obra del P. Dúrán. ^

F. Historia sincrónica de Tepechpan y de México.

O. Historia antigua de México por Olavig^o. Aunque eviden- temente las figuras están tomadas del Oódice de Mendoza; s^ las menos genuinas de todas porque el dibujante enm^idó los contornos, con lo cual mejoró la parte artística, á costa de la originalidad

H. Pintura mexicana cuya procedencia no conocCBftos.

Encontramos el nombre de éste rey ort(^prafiado de distintas maneras; Acamapich, Acamapichtli, Acamapichí, Aoamapichtzin Acamapitrin, AcamapixtU, Acamapitz, &c. En cuanto á significa- dos, D. Carlos de Siguenza y Gói^ra le traduce, ''el que tiene en la m^no cañas;*' Olavigero, Herrera y otros interpretan, ''ca- ñas en el puño," &c. (Lám. 2, núm. 9).

Cada nombre de los que examinamos va acompañado de su determinativo, carácter que hemos suprimido para ganar espaeio en nuestras estampas. £1 determinativo de estos reyes, en. el Oódice Mendocino, es una figura de hombre sentado en cudillas á la usanza azteca, sobre un peíloM, petate ó estera; símbolo no sólo de descanso, arraigo, sino también de mando: cúbrelei|||^ t^ailif lienzo que servía para taparse, tilma hoy, concedido á la

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nobkea por las leyes suntaarias; delante de la boca se observa la TÍrgula 6 lengiia^ símbolo de la rida, de la palabra, de man* dar, conversar, &c.; ostenta en la cabeza el eopüli, distintivo ó conaia xeal, amarrada en la parte posterior por las correas rojas que solo podían usar los guerreros: el conionto indica un señor, rey 6 solhers^DKK Fuera del nombre jeroglifico, notamos que de la parte posterior de la cabeza se atea on tronco de víbof a rematado en «n rosjbro de mujer. £ios elementos pictóricos del grupo arro** jan los sonidos waUy 6 cakuaü, culebra, y cikuatl^ mujer, dando el compuesto Cikuarooatlf ó Cihuoír€ohmi&^ la culebra hembra^ la mujer culebra» diosa venerada por los méxioa como la, Eva del género humano: aquí no tiene este sentido, sino se toma por Oi- buacoatl, nombre de uno de Ips empleos guerreros de más im- portancia en el ejército: al ser electo este rey, desempeñaba el cargo de Cihuacoatl.

Compónese el jeroglifico de una mano empuñando un haz ó manojo de cañas ó carrizos; las cañas forman un manojo, ó están formando una especie de. porn^ ó en figura de aspas: en todos los casos significa el mismo nombre. Los elementos fónicos de la pintura arrojan oco^ cana ó cañas, y maÁÜ^ mano; de aquí re- sulta o/ca-^Túa, de maniera que para completar la frase seria pre- ciso añadir el significado de la acción ejecutada por la mano. El Sr. D. José Fernando Bamírez escribió á este propósito: "Opn- ''siste en un manojo de cañas agarrado por una mano, lo cual da ''exactamente la significación de la palabra AoamapichÜi, com- ''puesta de ac^tl, caña; maiüi mano, y jpaclioa, agarrar ó asir. (Hiat. "Ghichinmxi^, en la Gciec de Temaux Gampans; Apénd. á la segun- "da parte; vol. XTTI)." (1) Pero admitiendo esta composición, debió resultar aca-ma-pcick 6 acor-rnchpachoy palabra que no vemos autorizada. Asi lo debió comprender el ¡Sr. Bamírez, pues en otro lugar dice: ''Compónese «1 nombre jeroglífico de Acamapic- 'HUn . «de una mano en acción de agarrar ó asir fuertemente un "haz de juncos ó cañas; este símbolo daba en nuestra escritura, "fonética las palabras, acaUf caña ó carrizo, ymapicÜiy que según "el Vocabulario castellano-mexicano de Fr. Alonso de Molina, *'BÍgniñca, ptiñado de alguna cosa." (2) En efecto, Acamapictli se

(1) Notas y aclaraciones, loco cit., pág. 116. X2) IjOCO cit., pág. 117, en la nota.

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interpreta, puuado de cañas ó oarrizos. La manera oorreota de escribir el nombire es, AcamapicÜi (objeto), Acamapic (nombre de persona), Acamapitzin (con el reyereñcial).

nL Huitzilihuitl, Vitzilohuitl, Vitzilohuitli, Huitzilinitl, Hni- tziliulitli, Yiciliuci, Hoicilihnici, Huicilicuici; de todas estas for- mas la correcta, aunque anticuada y correspondiendo á la orto- grafía del siglo XYI, es Yitziliyitl; en la manera actual escribi- mos Huitzilihuitl (lám. 2, núm. 10). Fórmase el nombre del are llamada huitzüin ó huüzUzüin, chupa-flores ó colibrí, bien expre- sado por el ave entera ó bien por solo [la cabeza, rodeada de plumas pequeñas ihuiü: de aquí los elementos fónicos Huünir ikuitlf plumitas de chupamirto. D. Carlos de Siguenza interpre- ta: ^'pájaro de estimable y riquísima plumería," (1) atendiendo sin duda á que el pájaro era símbolo de cosa rica, preciada, es- timada. IluitziUhuiÜy Huitzüihuif Huüzüihuitzm.

W. Chimalpopoca, Ohimalpupuca, (lám. 2. num. 11). Un es- cudo ó rodela chimaUif teniendo encima el carácter simbólico del humo, poctli; por el permiso que la lengua concede á los sustan- tivos para transformarse en verbos, el^signo no suena poctli sino popocay humear, arrojar humo; resulta chimol-popoca, escudo hu- meante ó que despide humo. Chimalpopoca (Ohimalpupuca viene de la confusión de la o con la u), Ohimalpopocatzin. (2) No pier- de la última silaba porque la radical popo quedaría confusa.

V. Itzcohuatl, Itzcoatl, Itzcoatzin, Izcuaci, Izcoaci, &a (lám. 2, núm. 12). Todas las variantes de A á H representan una cu- lebra, coatí ó cohuatl, llevando en un solo lado ó al rededor puntas negras más ó menos semejantes á puntas de flechas^ objeto desig- nado con la palabra itzüi, obsidiana. Los elementos fónicos di- cen itshooatlf itZ'CohuaíL D. Oárlos de Siguenza traduce, **culebra de navajas;" Olavigero interpreta, "serpiente de itztli ó armada con lancetas ó navajas de la piedra itztli." Propiamente, culebra de obsidiana ó armada con flechas de obsidiana. Itzcoatl^ Uzeo- JitiaÜy Itzcoatziny ItzcoTiuatziiu

Bespecto de la variante I, tomada de los dibujos publicados

(1) Piedad herúica.

(2) Quimalpopoca se escribe erróneamente en la edic. de Londres de la obra de Glavigero.

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pQi Mr. Aubin, (1) dice este autor: ''En los documentos históri- "oos ó administratÍTos de orden jnás elevado, la escritura figurati- "va constantemente fonética, solo es ideográfica por abreviatura ó "por impotencia. Itzcoatl(b) (serpiente de obsidiana), nombre del "cuarto rey de México, tiene por rébus en los tributos de Loren- "zana (c) y en todas las pintuaras populares una serpiente (coatí j "guarnecida de obsidiana (itzUiJ^ pudiendo á voluntad interpre- "tar ya fonéticamente por el sonido de las voces, ya ideográfica- "mente por sus acepciones gramaticales; mas todo se convierto "en fonético en las escrituras más precisas. El Códice Yergara "(Bottirini, § III, núm. 12) fojas 39, 42» 49, 52, escribe silábica- "mente el mismo nombre Itzcoatl por medio de la obsidiana (itzíU, TeÁz%tz) del vaso (co-miüy raíz co^ y la agua atU' (a) m nombre que examinamos no procede ni puede proceder de IzGohucu Es verdad que si se examina el grupo jerc^lifico I, to-' mando de la parte inferior á la superior, encontramos el simbó- lico itzíli en forma de un mactíahuiü rematando en la punta de una flecha; en el mímico comül, que en diferentes casos arroja los sonidos co, con^ com, y del simbólico o^Z, agua: los elementos gráficos de la pintura arrojan loa sonidos üznc^-aÜ^ en que los signos'no intervienen con su significado propio, sino exclusiva- mente representendo sonidos, formando palabras de valor del todo distinto al de los componentes. Este y otros casos análogos demuestran, que la escritura mexicana esteba en camino para descubrir los signos fonéticos, notándose que admitía los signos silábicos y aun salía á los literales, como se advierte en que aquí entra con todo su valor y en otros casos vale la vocal o.

(1) Bevne Américaine et Oriéntale, tom. IV, pág. 36-37.

(b) *'lUtcoaU 6 lüeohtiati parece ser en sa origen el nombre de nn pez llamado róMo por los espaftoles é Itcohua'por Hemindez, (Traci. Y, oap. XU; p. 78); pero niiaca se le eneamitra escrito de esta manen. La «tímología gramatical, el sentido de la palabra entera, y sa deflnioion abaolata» quimeras de los ideógraf os, represen- tan rm papel insignifioante en la escritura mexicana, esencialmente íondtioa como toda verdadera escritura.**

(o) ''Iiorenzana, Hist de Huera Espafla, foL 8, y en Lord KingsboTOugh, pL I, segunda parte de la oolecoion de Mendoza. OLmgeito, tom. 1, apénd.

(a) ^'£1 signo inferior es el ibsUi (navaja de barbero, Pío. de Molina, primera par- te), obsidiana y punta de flecha, lanceta, naraja de rasurar, &c., fabricadas de obsi- diana; en medio está el eomitl (olla ó barril de barro, M.) y encima el símbolo bien conocido del agua latí], representado por algunas gotas. Vdase Clavigero, apánd. y los signos (6 bis) 31 y 1 de las páginas siguientes."

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YI. La palabra Motecuhxoma, (láon. 2, n6m. 13) se encuentra or- tografiada de muy distrntas maneras. Segnn el Sr. Lie. T>. Alfredo Ohayero, Oortes en sns cartas usa las formas Mnte^ma y Mntec- 9uma; Bemal Día» pone Monte^ma, en lo cual le signe ei Con- quistador Anónimo; Pedro Mártir le dice Muteczuma.— **De los '^historiadores primitiyos, el P. Motolinia lo llama M otenezoma ''en su "Hist. de los Indios de Nueva España,^' publicada primera- emente por Kingsborough, y después con una versión mejor, por "el Sr. Icazbaloeta, en la citada colección. El P. Sahagun llama- dlo Motecuzoma, y así ei^tá en las dos ediciones que casi al mis- 'mo tiempo hacían <le la "Historia general de las cosas de Htie- "va España/' Kingsborou^ Londres, y D. Garlos María de "Bustamante en México. Fr. Bartolomé de las Gasas usa del "nombre Monte^uma en sus "Viajes de los españoles á las In- "dias," edición francesa de París 1697. En la "Gonqúista de Mé- "xico" del clérigo Francisco López de Gomara, edición de Am- "beres, en casa de Juan 'Steelsio, 1664, se escribe el nombre Mo- 'Hie^uma. Fr. Gerónimo Mendieta en su "Historia Eclesiástica "Indiana,*" dado á luz cuando ya se creía perdido tan precioso "monumento, por el infatigable Br. Icazbalceta, en México, 1870, "en una esplátdida edición de solo 446 ejemplares, usa la voz '^uteczuma. Fr. Juan de To^quemada llámalo Motecuh^uma "en la "Monarquía Indiana." Tezozomoc le dice Moctezuma, "taarto e^n el MS. como en la edición de Kingsborough, y en la '^aducción francesa de Témaux Gompans. El P. Duran usa la "palabra Monte^uma, en su "Historia de las Indias de Nueva "España," de la cual se publicó el primer tomo por D. José Per- "nando Ramírez, en México, el año 1867. Acosta le llama Mote- ''zuma.'' Aduce otra multitud de autoridades con las mismas variantes. (1)

Sirviéndonos de maestros las personas más entendidas, así en la interpretación jero^tífíca, como en el conocimiento de las re- glas gramaticales, aceptamos como más correcta la forma Mote- cuhzoma,. Para distinguirle del noveno rey y segundo del mismo nombre, los autores le llaman Huekuemotecuhzama, y también le dan un sobrenombre diciéndole HhuicamincL

Huehuemotecuhzoma está compuesto con la voz hicehttef vie-

(1) Hombres ilufitres mezicanoe, tom. 1, pág. 180-183.

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jO| anoianOy expresando Moteeabsoma el viejo. A este propósito dice Olayigero: ''Los mexicanos llamaron al primer Motenhcsaor ^*m&j Haehvet y ai segundo Xocoyotzin, nombres equivalentea al ^^aenior y júnior de los latinos." (1)

Nombre y pronombre presentan las pintoras. Las vaoriantea B^F élj representan el copüli, distintiyo real ó corona; como sig- no ideográfico snena tecukUi, señor ó principal, arrojando la ra* dical iecuh 6 tecu; en el presente caso es un signo con el yalor fo- nético Matecukxoma. El jeroglifico es ideográfico y no ofrece los elementos hablados de la palabra. ''Las dificoltades que pre« "santa el análisis etimolográfico del nombre propio del quinto "emperador mexicano, dice el Sr. D. Faenando Bamírez, (2) se "comprenderá desde luego por los embarazos en que puso á un "literato tan diatinguido como Clavigero. Oompueato según se "ré de las palabras Moteozuma é Uhuicamina, ellae dan en jui- "eio de aquel historiad w, (a) su nombre y sobrencmbre. El prime- "ro que lo fué también del noTeno emperador, lo explica con las '^siguientes palabras: "Moteueaoma quiere decir, Señor indig- "nado; mas no entiendo la figura » Hhuicamina quiere decir, "diquetira Jledíaa ddo, y por eso se figura una flecha tirada "hacia el cielo."'— La dificultad, pues, se encuentra» tanto en h^ "e^mólogía como en la etinuHagrafía del nombre; y puesto que' su "asunto es el mismo del artículo siguiente, 7 que allí se halla "máa daxamente discernido su propio símbolo, reservaremos pa- "e^ «se lugar su análisis etimolográfico, ocupándonos aquí so- "lamente del que Olavigero califica de su afAretumhreJ^

Como el Sr. Bamírez no publico el artículo á que se refiere, quedamos entregados á nuestras propias fuerzas. Ya que el exá^ men etimcdográfico nada dice, ocurrimos á la etimología grama- tical de la palabra. Motecuhzoma se compone de moj señal de tercera persona de los pronombres mas, iimo^ mo; de iecuMi^ se- ñor, dictado que adoptaron loa reyes de la triple alwnKAi equiyí^ lente según LctlilxochiÜ al César de los romanos,, y de tumala 6 xúmale^ sañudo, lleno de eorajc: Mo^ecuh'Zoma, elBeñor.ó vuestro Señor sañudo 6 lleno de coraje.

(1) Hist antig. tom. 1, pág. 191, en la nota.

(2) Dio. Univ. de Hist y Geog., art. respectívo.

(a) Explicación de las figoras cecnraa, al fin del primer tomo de aa hiatoría.

En cuanto al agnomen la etimología es más clara. Se deñTa, (variantes A, Q,) del figurativo cielo, ühuioaü^ expresado por las figuras taquigráficas de estrellas, sol, astros y de su movimiento; contra el cual cielo hiere una flecha mitl; según las libertades de la pintura, la flecha está tomada en el sentido de la acción que ejecuta, y el sustantivo indica el verbo mina^ ''tirar flecha ó saeta, flechar ó asaetar á alguno:" llhuicamina, el que tira flechas al cielo, el que asaetea al cielo. D. Carlos de Sigüenza traduce, ''que arroja flechas al cielo, " el Sr. Bamírez, Clavigero y otros, "el que tira flechas hacia el cielo." Las variantes C y D arrojan el mismo significado, sólo que el simbólico cielo está muy com- pendiado, ofreciendo solamente un círculo ó un semicírculo con una estrella interior. La variante H se presenta todavía más compendiada, y tanto que una sola estrella simboliza el firma- mento; mas en este caso creemos que hay un error cometido por el dibujante, porque si el objeto se toma en su verdadero valor ciüalin, el compuesto no sonaría Ilhuica-mina^ sino Cidcd-^inou

En cuanto á la variante E se advierte que el copiUi está atra- vesado por una flecha, reuniendo en una sola figura los elemen- tos gráficos principales de los dos nombres; en nuestro concepto, es una abreviatura ingeniosa y conforme con la índole de las pinturas jeroglíficas, cuya lectura correcta es Moteouhzoma ll- huicamina. '

YIL AxayacaÜ, (lám. 2, núm. 14). Axayaca, Axayaoatziny Axa- yacaci, &c Una cabeza humana sobre cuyo rostro corre el agua. Los elementos pictóricos son fáciles de entender oíZ, agua^ y xayacatly cara, rostro, carátula, máscara: A^cayacaü, cara ó ros- tro de agua. Como á los niños se ponía el nombre del objeto pri- mero que á la vista se presentaba^ acaso el nombre de este rey se derive de axaacayaoatl^ "cierta sabandija de agua como mos- ca," (M.) ó bien axayaoaüf como escribe Clavigero, (1) definién** dola "una mosca propia de los lagos mexicanos." Es el mosco que produce el ahuavhÜL AxaydcaU, Axayaca, ArayaoaidfL

YUL Tizozic, Tizocicatzin, Tizocicaci, Tizucicatzin, Tízoc, Tizuctzin, &c. (Lám. 2 num. 15). El nombre se encuentra escrito con distintos grupos jeroglíficos, aunque todos con la misma significación. "La lápida representa la efigie del primero (Ti-

(I) Hist. antig. tom. 1, pág. 65.

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*'zoc), en la figura de su derecha, reconocible por una pierna co- ''locada* á la altura del hombro, que era el símbolo de su nom- ^^bre. Las pinturas aztecas representan la pierna y el cuerpo "todo del rey, sembrado de puntos ó pintas negras que dan la "significación de su nombre. Tízoc quiere decir timado" (1) En realidad así se ve en el yodice Mendocino, yariante A, en cuyo dibujo parece se quiso representar alguna enfermedad cutánea, acreditando la tradición que sustenta que el rey era leproso. En la yariante F la pierna lleya rayas longitudinales, mientras la I, tomada de la lápida cqnmemoratiya de la dedicación del templo mayor, ofrece la's líneas hacia el pié: no nos detendremos en las heridas que presenta la yariante O, porque no es genuina, por más que esté copiada del Códice Mendocino. En estas formas, el jeroglífico no nos enseña ninguno de los elementos etimolo- gráficos, apareciendo como uno de tantos caracteres idei^práfi- cos que suena, Tízoc,

En las yariantes D, E, H, la pierna no aparece sola, sino con xma espina hincada en ella, ó picándola. Aquí ya encontra- mos un signo que nos puede proporcionar un sonido, ya parcial, ya total del nombre. La figura triangular es el mímico espina, huüz&ty que como objeto natural entra en composición con su ra- dical huüz; pero tomándose en simbólico, ó mejor dicho, en fo- nético, y pasando de nombre á yerbo, suena y expresa el yerbo zo, sangrar, y zozo, ensartar, con las ideas análogas de picar,- pun- zar, aii^yésar. J^, sangrar ó 8angra]^se,'no se toma en la acepción quirúrgica, sino en la sacarse sangre con una espina de algu- na parte del cuerpo, siguiendo los precepto^ dei culto azteca: algunos autores llaman esta acción tacr^oarse, explicando de itna manera exacta la práctica religiosa; Es frecuente encontrar en los grupos jeroglíficos un signó, cuyo yalor fonético sirte de nota mnotémfica para recordar á la úienté li¡ pronunciación de la palabra entera. En el presente casó^la espina con sn yalor zo, 6 tomando el pretérito zoó, ya significa por si sólo la palabra san- grado, que recuerda na4lúrálmente< el ñoxiibre Ti2oc. Tal yez la pierna^ en casos semejantes, se tomará en el sentido de persona 6 personas*

(1) Bamírez, Hist. de Presoott, tom. ü, pág. 121, explicación de U lámina se- gonáa.

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expresado con el copiUi en las variantes B, C, D, E, F: en la E á la derecha, parece haber un error del dibujante, quien puso el ideográfico de Motecuhzoma Bhuicamina. En A y G. ademas del copillí se advierte una figurilla, á la cual no acertamos á dar nombre, que indudablemente está destinada á expresar la pala- bra xocoyotl, "hijo ó hija menor <5 postrera." (Mol.): de aquí se deriva la voz socoyote, en acepción del menor de los hijos de una familia.

XI. Avítlatoa, Catlavaci, Ouitlahuac, CuitlahuatzÍD, £c. (Lá- mina 3, núm. 18). Aseguran que este rey tomó su nombre del piieblo de Cditlahuac, situado entre los lagos de Ohalco y de Xochimilco, y llamado hoy Tlahuac. La variante H, tomada del Códice de Mendoza, lám. 2, num. 6, expresa el nombre de la po- blación. La etimología arrojada por los signos gráficos, viene de cuülcUl, excremento; la sección del canal en que el signo está con- tenido suena apan y hii<ic, de donde el compuesto cuitld-huac Hiui es partícula que indica posesión, de manera que se podría interpretar, poseedores de excremento, tomado en el sentido de que disponían del producto del lago llamado ttcuiÜatL También puede provenir, y nos piarece más seguro, de hv<icqui, ^*cosa seca, enjuta, ó ennegrecida" (M;), y entonces la frase significa, excre- mento seco ó enjuto. En la variante F aparece sólo el mímico cuiüatly que en C y D está acompañado con el simbólico atl. En C se advierte acemas una figura que representa la manara en que se colocaba el cadáver, en cuclillas, los muslos contra el pecho, envuelto en los sudarios y atado con las cuerdas que le sujeta- ban: el difunto, en el presente caso, está rodeado de pequeños ciroulillos, en la pintura rojos, avisando que el rey murió de vi- ruelas. CuitloJitioc, CuiÜaJíuaJtzin. En la variante F el determina- tivo rey va acompañado de los cuatro signos numerales que avisan que su reinado fué de ochenta dias.

XU. Cuautemoc, Guatemusi, Guatimuza, Guatimocin, Huaie- moc,.&c. (Lámina 3, núm. 19). Escribir la palabra con A no tiene razón de ser; mas ponerle la g es intolerable, supuesto qqe ^ta letra no forma parte d^l alfabeto mexicano. El nombre propio es CitauMemoc, compuesto de cuauMi, águila, y de temoc, pretérito del T&rbo temo, "descender ó abajar:" Cuauli-temoc, águila que des- cendió ó bajó. D. üárlos de Sigüenza traduce: "águila que cae ó

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sepreeipita." (1) Íjob elementos pictográficos sos^bien una águi- la, F, con la cabeza hacia abajo en señal de bajar; bien sólo cftbeza acompañada de la fauella^del pié humano, con la marca de los dedos hacia la parte inferior. La huella humana se^ nojA" bratcocpoí ó xocpaBÍ^ *'Ia planta'del pié:" este signo, como adelante veremos, es ideográfico y pasa á fonético, expresando muy iis* tintos verbos de movimiento. Si la huella presenta la punta háciá

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arriba suena ^2eco, aubir; mas si como en el presenté caso tiene la pauta hacia abajo, significa el verbo temo y también el preté- rito temoc.

Nombres de los señobes de Tlatelolco. L Cuacuauhpüzáhtuic. (Lám. 3, núm. 20). Expresado por el cuerno de un venado ó cier- vo.. El sigQo es ideográfico; descomponiendo los elementos de la palabra tenemos, cuacuahuitl (quaqiuiuitl de Molina), "cuerno de animal ó astas^" perdiendo la última sílaba tW, quedaría por ele- mento cuacuáfvu; pero por regla general no se sostiene esta forma, 8Íno que se cambia en todos los casos análogos en cuaciLauh^ pos- poniendo \a,h & la u. Pitzahuac, "cosa delgada, así como vara?, '^pilares, columnas, sogas, y cosas largas y rollizas, ó el camuio, ''el viento delgado y sutil, los frisóles pequeños, lentejas, ó cosa3 ^semejantes." (M.) Cica^itah-püzaJitiac 6 püzahucu:, ou^vno Aolgsdú de ciervo, ó cuernos delgados de ciervo, supuesto que los méxic^ no conocían otras astas que las del venado.

II. Tlacateotl, (lám. 3, num. 21). Grupo carioso, co^ipuesto del simbólico tetl, y del ideográfico teotl, Dios, expresado por la ima- gen del sol, en este caso muy compendiada. Lalectiira es verda- deramente silábico-'fonética. Te tomado e^ el sentido de tlacafi (V. Tízoc), con el ideográfico, forman Tlaca-teotíj dios persona* dios hombre.

m. ^CnauMlatocL. (Lám. 3, núip. 22}. Una águila .teniendo de<^ lante del pico Una* vírgula. La vírgula 6 lengua es. el s^mbplo 4o ÜatóUif "palabra, plática ó habla;'* sustantivo que ^n|9sr^^^^ las radicales se convierte en ^l.y^x}x>:iial<^*%aibÍ9iX^^^^ triar, gorjear á cantar las aves," ó ^^abogar.ó rqgarjppr o^o.^* (AL): el carácter expresa, paes^ ai^l el lvJ;)lar humana copio Ifk d# los animales» La lectura queda entonces yi^; <müui-4ialoa, igpSJjá

0i I!JMadii«rJ»ciu .

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memoria la pronunciación completa de lo representado por eF signo.

n. Nopcitzin, núm. 26. De nopaSt, (Oactns), con el rererendaL Determinativo como él anterior.

m. Tiotziriy mam 87. Con el determinativo- de lo» anterit>re8. De tlotít, gavilán, alcon 6 azor.

IV. Quinatzin TloÜecatwn, nóm. 38. Ganibia determinativo^ annqne con los mismos arreos de los reryescasadores, la figura aparece sentada en señal de que la tribn se 4j6 en la iierra; no anda al aire libre, sino qne en la pintura se ^nota qué vive en las- cavernas; aquel pueblo salvaje, -de cazador Be transforma en troglodita.

Mr. Aubin (1) traduce al francés la palabra jm'naw, por la ^áíe ^rognante y Quimatzin por bramunt Con perdón sea dicho, no nos parece exacto. En mexicano, braman es itcoyohia; bramido teco- yohualizñi, choquiztli; bramador tecoyohnaniy áiocam; bramar él ciervo pipitzca; bramador como ciervo pipíhoanu De aquí no se puede sacar (¡^t^tnan, ni siquiera su radical; somos de parecer que^ la palabra repetida quinan no está en la escritura.

Tttatecatzin traduce Ixtlilxochitl, **el que tiende y allana la tierra," frase equivalente á conquistador. Oomj^ónese la frase de ffaZV, tierra, y del verbo teca, "asentar piedras en el edificio, 6 poner maderos ó cosa semejante en el suelo tendidos, ó envasar alguna cosa líquida," (2) que también significa, emparejar, igua- lar: el apellido parece bien puesto á un monarca batalladiir. El nombre gráfico lo dice el cuadrilátero dividido en tres comparti- mientos, simbólico de flo¿Ui; convertido el signo en ideográfico, fluená tiafeca, arrojando como los de su género la radical mnotá- mica Üal del compuesto. Tlai4ecar¿zin, con el reverencial.

En cuanto á lu, cabeza bramadora, es la del mazan, venado, te^- niendo delante del hocico las vírgulas repetidas de la palabra, signo fonético de la preposición naJttictc; el todo da. la lectura maza-TitKi, nombre de la tribu de procedencia otomí. -Como los dos signos van separados y unidos entre indicando Telaéion, nos Mrevemos á leer en la pintura, Tlaltecatzin ijiazaliuá, elcon-^ quistador 6 allanador de los mazahua.

(1) Bevae Amáñcaine et Oríe&tale, toxa. Y, piíg. d6S y 979^ (3) Vocftlmlarío de If olina.

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y* TeehoÜak^ nuoo. 29. Como primer rey qne resueltamente ioma el camino de la dvilizaoioi2,^>arQce en el determinativo^, ai bien oon el arco y flecbaa de sn iaribu, sin la. corona rnatíca* da pachÜi adoptada por sus antecesores, conservando aun lo» largoa cabellos tex^idos^ despalda; pues como los marovingianos re- pi^eaenta á los reyes de la* larga cabellera.

CmnpÓBesela-eserÁtiitik-gráficadefeft^.delcual se des^Hrende^ ^ simbólico como chorreando y lleno de puntos para exprcf iar el lodo; cMoa, "kxáx, snlti»^ ^asentarse» ¿ saltar ó chorre» el-agua:" tialaü^ oieiKX' De aquí el compuesto Te-cbo*tlala» cieno, lodo que chorrea de la piedra* Ssta lorma vertical de vere- mos que significa el verbo cheiosu

YL Ix&üxochiÜf Bika* 30. Una. flor de forma particular, ideo* gráfico del compuesto. Dos^formaciones le encontramos* JMiUie, ^'moreno 6 negro de rostro;" xoehiüf flor: IxtliUxochiÜ, flor de eaora negra. Ixüi^ cara, íaa; ÜUoooehMi. vainilla: Ix-tlilxoohitl, ros* tro de vainilla. Lo que parece indicar en realidad' es la vanilla- negra.

YIL Tezozomocj núm. 31. La pintura que seguimos no cuenta á este usurpador, que en la dinastía de Acolhuacan ocupa el sé- timo lugar; tomamos la figura de la peregrinación asteca. El signo tetly terminado en un rostro humano^ de cuya nariz salen unas vírgulas de puntos, símbolo de la respiración ó del aliento. Nos parece que el compuesto tiene por elementos teüy ó sea te radical mnotemica; el verbo zozoloa, ^'follar ó zumbar los fuelles, óanhelar el que se está muriendo:" Te-zozomoc, el que resuella de un modo anheloso, tal vez el asmático,

yiIX Maxtia, núm. 32, También usurpador: tomado de loa Códices Telleriano y Vaticana De maocüatl^ la pieza del vestido que se ponían á la cintura los hombres. Los historiadores le di- cen Maxtla-ton, con la terminación del diminutivo despreciativo.

JXi. NezahmLcoyaUy núm. 33. ^£ey de los más civilizados, her- mosa figura de la antigüedad: se le ve sentado sobre el trono ó silla real. Forma el nombre gráfico la cabeza de un coycü^ coyote, (Ganis latrans, Suyí) con el ideográfico del ayuno, que es esa especie de cíngulo con hilas ó cintas-colgantes y suena it^aAiioítsidt. Perdiendo esta palabra las sílabas izüi por ser las determinativas de acción, queda Nezahual-coyotl, coyote, ayuno ó hambriento. Corta es la variante que ofrece elCód. Telleriano. El ideográfico

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nezahucd presenta diversas formas; tal yez las cnerdas y paños de esa esi>ecÍ6 de cíngnlo, darían á entender el numero de los días 7 el rigor con que la penitencia debiera hacerse. Yéase el nú- mero 46.

X. NezaJitiaJpÜlíf nnm. 34. El ideográfico ^emAtto/, connnniñO; püK; Nezahual-pilli, el niño 6 hijo ajnno. PiSt significa noble, ilnstreí caballero, y también hijo; pudiera también traducirse, hijo de nezahual. Escríbese igualmente Kezahualpiltzintli, que 86 puede descomponer en Nezahualpil que da á las palabras la forma de diminutÍTo con amor y tetnura, y el reyerencial entero tzinUi que debe acompañar al diminutiyo; todo diría con carina el señor nezahualito. Tercer significado sacaríamos, de que|nSf compuesto con tzintii significa niño, y con tonüi muchacho, de manera que Nezahual-pilzintlí sería el niño Nezahual. (1)

XL Cocama, nám. 36. Cacamatl, /'mazorcas pequeñas de maíz, que nacen cabe la mazorca mayor." Así lo dice el figurativo. El signo es mímico é ideográfico.

Xn. Guicuitzcatzin, No consta en la pintura que examinamos. Se deriva de cuicuüzcatly golondrina.

Xm. Coanacochy núm. 36. De coatí ^ culebra, y nácocliitU, las orejeras 6 pendientes que los pueblos nahoa usaban colgar en la parte carnosa de las orejas; Coa-nacóch, pendientes de culebra.

XIV. IxtlüxochiÜ. Segundo rey de su nombre y último de la dinastía acolhua. Su nombre gráfico es idéntico al de su homo* nimo; num. 37.

Para completar la lámina escogimos algunos signos ideográfi- cos y aun fonéticos, que no dejan de ser curiosos. El grupo ná- mero 38 está compuesto del mímico tlaJliy tierra, teniepdo en el centro el ideográfico óllin, movimiento. El signo dlin por medio del sonido que arroja significa movimiento en general; como símbolo astronómico representa los cuatro movimientos del sol, (razón por la cual da la lectura de NauhoUin), contados de los equinoccios á los solsticios. Colocado sobre el carácter tierra despierta de luego á luego la idea de que la tierra se movió, y es por consecuencia la expresión del temblor de tierra. ^ Tomando los elementos fónicos tendremos Üal-din, terremoto, y también el verbo tlaldint^ temblar la tierra. El diverso tamaño del signo

(1) Aldama y Quevara, xním. ¡66.

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oOin da la indicación de la faerza ó duración del movimiento> nú- mero 39, j la repetición del signo dice las veces que se repitió el fenómeno^ núm. 40.

El núm. 41 ofrece un escudo, ckimaUi, sobre un haz de flechas, miÜ; su significado, es yaoyoÜ, guerra, batalla. Si se toman los sonidos fónicos miÜ^himaUi, dice también, por metáfora en la lengua mexicana, guerra, batalla. De la misma manera aÜ, agua, y el incendio tlachinolli, metafóricamente quieren decir también, cM'tlachinolU, guerra, batalla. (1) Si el yaoyotl está rodeado de varios nombres de población, predica que á todos aquellos luga- res se liizo la guerra; si está rodeado por la huella del pie hu- mano relata que todos los pueblos comarcanos tomaron parte en la guerra, á diferencia de cuando la huella parte de un lugar de- terminado, pues entonces aquel sólo tomó parte en la refriega.

El chimalli, con el macuahuül, jxúm. 42, arroja el significado yaoÜ, eoemigo. En los jeroglíficos egipcios, dos brazos armados, el uno oon el escudo, el otro de una espada, significan ejercito y combate.

£1 núm. 43 es del mismo género de los dos anteriores: consta de un chimalli adornado de plumas, sobre un manojo de flechas sin punta ó corteses. Suena xochiycLoyotiy ó sea, guerra florida ó de flores, guerra religiosa ó contra los enemigos de casa, institui- da para traer víctimas frescas para los dioses.

El núm. 44 representa un hombre con los arreos propios de la víctima; lleva en la mano derecha el xochiyaoyoÜ, y en la izquier* da la bandera ó signo numeral de veinte; el todo indica el sacri- ficio de los pirisioneros hechos en la guerra florida, que se veri- ficaba de veinte en veinte dias ó sea al principio de cada mes. Si el signo está unido con el mímico hutizfli, espina, avisa que al sacrificio se unía la penitencia.

lia figara fantástica del núm. 45, muestra una ave poderosa con grandes garras, y una cabeza humana con la boca abierta cnal si estuviera pretendiendo comen parece un especie de esfinge. Sig- nifica el hambre, apizimique, en el sentido de carestía general. Así se le encuentra en los Códices Vaticano y Telleriano Eemense.

Finalmeute, el núm. 46 arroja la palabra nezáliucúizÜiy ayuno, del que hicimos mención en los compuestos Nezahualcoyotl y Kezahualpilli.

(1) Yooabulario de Moluta. .

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CAPÍTULO IV

£SCBITUBi Jl^BOaLlmCA.

MM49 ¡t: T^nífMiUan.—Oatáktgo de wnabrm pnpioé tmmubn 40 ¿i coímíí6% Bm* fi^irM.'-AU.-^ OiUM.-- Del f^nétíoo ix.-^Ga9(m del /onétíeo njOuiaáL— J7 «ipi# tnaftL

EL Cód. Mendoza presenta algunos otros nombres propios de persona, y son los de lós fundadores de la ciudad de Méxi- cOy figurados en la primera lámina. Comenzaremos advirtiendo, q.ue los copiantes de la interpretación castellana cambiaroula lectura de los números 1 y 3, error que no recordamos haya sido notado, ya que le vemos repetido en obras de importancia. (1)

1. OcdopaTL El determinativo es un hombre cubierto con bv iümatli; cortado el pelo sobre la frente, largo hacia la espalda, y amarrado un mechón sobre la coronilla de la cabeza con una oo- rrea roja, tocado usado por los guerreros distinguidos; se le ve sentado sobre la estera, en señal de asiento, arraigo y mando. El nombre gráfico lo forma una bandera amarilla, con no^nchas negras, remedando la piel de tigre, ocdoiL De este sustantivo y de ^n¿¿v bandera, nace el compuesto Ocdo-paiiÜi^ Ocdcpan^ ver- dadera lectura del símbolo. Bandera de tigre sería la traducción literal, ,mas la figurada y propia es, caudillo, jefe ó principal de los guerreros ocebtl.

(1) Les écritures figuratives et faiéroglypbiques doH différents peuples, pág. 15. Los grupos jeroglíficos eñiáa lamentablemente estropeados en la estampa.

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2. üiMpan, Garáoter ideográfieo que sólo presenta una sílaba nmómicab Se compone de cuaí^/, cabeza, y áepontH: Guorpan, bandera cabesa ó principal, ó mejor en sentido metafórico, cao- diUo ó cabesa de los guerreros cuadne.

AcaciÜt. Bste nombre el trastornado con el 1. Se oompov- ne de los mimicos^ a(»itf, caña, oarrieo, y ciüt, '^liebre, abuela, ó üa hermana de abuela." La lectura es tan fácil que debió haber Sido conocido el error. AcordÜij liebre del oarrisal.

4 AhmxoÜ. Otra adrertenoia preliminar. Como la interpreta* oion de los pintores mexicanos ha pasado por varias manos, no siempre expertas, la ortografía de los nombres ha sufrido algu- nas, alteraciones; nos encargamoa de corregirlas, en ettanto^poí^ demos entender. £1 grupo jeroglifico se compone del sitebótiedi Mj con el huexady sauz; los elementds fónicos 4Ían A-<huexo44r «iato del agun ó acuático, especie muy común eu nuesfero^ pa/is- áPto orilla de las-aguas.

7. Xomimiñ. La pintara representa uu pió atravesado * por itiM fieoba, y lo mismo expresa la palabra hablada* Itos el<»iiien4bs Iónicos son curiosos de considerar en este compuesto. £1 pió toritf, no entra en la lectura con su primer» silaba ic, sino que transformándose en fonético arroja el sonido constante xo. La flecha, mítí, está tomada en sus dos acepciones; de verbo, mina^ de sustantivo, mitlj expresando al mismo tiempo la csvúsa y el efecto. Xo-mi-mitl^ pie asaetado con flecha.

8. Xocmjol. £1 pié que arroja el nombre, expresa fuertemente la taba ó tibia^ ccocoyódi^ de donde se saca el sonido Xocoyol.

9. Xiuhco,c. ün zapato, cocfít, pintado de azul tnrquí, xmMc. Xiuh-cac, zapato azul. £1 original está pintado de azul, siendo este caso prueba plena de que, en los jeroglíficos mexicanos has-* ta los colores hablan, según establece Gama.

10. Afototl, Lectura fácil. £1 simbólico af/, con la cabeza de un pájaro,. que recordamos significad ave entera, tototl: A-totott, pá- jaro acuático.

6. Teoineuh, Teciaeuh se encuentra escrito en la interpreta* cion del Códice; Tecineiih copiarott los Señores Aubin y Bosny en la obra antes citada: Tecinenh en todas partes que de esta lá- mina se trata. Comprendemos como se hizo la lectura. La figura superior e.s el mefl, maguey, y tomaudo lo producido por lo^que

le produce, tradujeron neuktU, en lugar de octh\ pulque. £1 sim-

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bolo inferior fué tomada por teü, y el fonético del medio cnetpa d^siiudo en su verdadero valor tsdn. De aquí el compifteato de Te-tí6Ínrneithr^, en su formación eufónica Tetzincub.

Comenzamos por afirmar, que algo ha pasado en esta lectura^ que nosotros^ intentamos en vano comprender. Sea vituperable presunoionj sea supina ignorancia, nos. atrevemos á decir que la interpretación no es exacta: acaso los ÜacuUo mexicanos come- tieron un engaño, por encubrir el verdadero nombre de bu patria á los conquistadores. Nos fundamos en las siguientes razones. Se admite por el intérprete el siguo tzín, en esto no queda duda. MetllQ tomamos nosotros en su sentido rect<s arrojando su ele- mento fónico me. En cuanto al carácter intermedio, véase bien^ no es tetl; es el banco del maguey donde se forma el receptáe^o del líquido que de la planta sB recoge, el axcüi ú ombligo del ma- guey. Con estos elementos formamos Me-xk-ttinf ó eufónica- mente Mexitzin, reverencial de Mexi ó Mexitli. Así se llama el personaje y no Tecineuh.

Comprueban nuestro dicho, ademas de las reglas gramaticales qu^ autorizan nuestra lectura, la muy competente autoridad del Codex Bamírez, (1) el cual dice: "Fueron caminando con su ar* "ca por donde su ídolo los iba guiando, llevando por caudillo á uno que se llamaba Mexi, del cual toma el nombre de Mexica- nos: porque de Mexi con esta partícula ca, componen Méxica, que quiere decir la gente de México.** En el Mapa Quinat;sin los móxica están expresados con su verdadero jeroglífico el metí, núm. 18. En la colección de nombres formada por el Sr. D. Jo- sé Fernando Ramírez, el gentilicio mexicano está igualmente es- crito con el maguey. Así la escritura fonética y la jeroglífica van acordes en sostener nuestra interpretación.

Por no atender al verdadero símbolo, ha venido la gran varie- dad de los autores acerca de la etimología de la palabra México. Torquemada (2) dice, que algunos han querido interpretar fuen- te ó manantial, cosa que podría ser, atendido á que hay muchas fuentes á la redonda de la ciudad; "pero los mismos naturales '^afirman, que este nombre tomaron del dios principal que ellos "trajeron, el cual tenía dos nombres, el uno Huitzilopochtli y el

(1) BeTacion del origen de los indios quo habitan esta nueva Enpafía según sus historias. MS. Fág. 18, en mi copia.

(2) Honarq. indiana, lib. III, cap. XXIIl.

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^ofro Mexitli,' 7 este segundo quiere decir ombligo de maguey; **j así dicen que los primeros mexiecmos lo tomaron de su dios, '^j asi en sus principios se llamaron Mexiti, y después se llama» ''ron Méxiea^ y de ^rte ]M>mbre se nombró la ciudad/' Herrera escribe: ^'Llamóse Meñ el caudillo que este linaje llevaba, de ''donde salió el nombre de México/' (1) y después pone la eti- mología de manantial ó fuente. '^No faltan mucbos, prosigue, "que dicen que esta ciudad se llamó México por los primeros "fundadores quer se llamaron mexiU; que aun ahora se nombran "méxica los naturales de aquel barrio ó población. Las funda- "dores de Mexitl tomaron nosábre de su principal dios 6 ídolo, "dicho Mexitli, que es lo mislmo que Yizitlipucfatli." (Huittsilo^ pochtli).

Yetan CQurt vacila entre la derivaeiotí de Huitzilopchtli lla- mado también Mexitzin, ó que así se llamaba el conductor de la tribu, ó de la fuente ó manantial, ó porque se vestían de unas hojas grandes de laguna llamadas TnoxiCL Olavigero resumió es- tas diversas autoridades. (2) "Hay una gran variedad de opinio- nes, dice, entre los autores sobre la etimología de la palabra México. Algunos dicen que viene de Metztli, que significa luna, porque vieron la luna reflejada en el lago, como el oráculo había ' predicho. Otros dicen que México quiere decir f aente, por haber descubierto una de buena agua en aquel sitio. Mas estas dos eti-» mologías son violentas, y la primera, ademas de violenta ridi- cula. Yo creí algún tiempo que el nombre verdadero era México, que quiere decir en el centro del maguey, ó pita, ó aloe mexica- no; pero me desengañó el estudio de la historia, y ahora estoy seguro que México es lo misxtfo que lugar de Mexitli, ó Huitzi- lopochtli, es decir, el Marte de los mexicanos, á causa del san- tuario que en aquel sitio se le erigió: de modo que México era para aquellos pueblos lo mismo que Famtm Mariis para los ro- manos. Los mexicanos quitan en la composición de los nombres de aquella especie la sílaba final tíi. El co que les añaden es nues- tra preposición en. El nombre Mexioaltzinco significa sitio de la casa ó templo del dios Mexiti; de modo que lo mismo valen Huitzilopochco, Mexicaltzinco, y México, nombres de los tres puntos que sucesivamente habitaron los mexicanos."

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1) Deo. III, lib. II, cap. X.

2) Hút. anilgná, tom. 1, pág. 113, nota segunda.

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Inútil sería acumular mayor noméro de citas. La Tstdad cdit* réplica 63» que la exacta etimología de un nombre no puede ser derirada sino del jeroglífico escrito: qne le representa. Bel jero- glifico mismo, y de las opiniones de los* autores, qnedan ahora* bien averiguadas las signientes coaclnsionea. HlñtsüópochÜi lo mismo que MexiÜL El fondador de Miexieo se llamaba Mexi, lo mismo qne Mexitli. Si á esta palabra se ai^a con la preposiv cion ca, para convertirla en nombre de higar, resiQtará Miáxico, nombre de la ciudad. México significa, Ingar de Mexi, de Mexi- tli ó Hnüzílopoctli, fondada por MieirttM. De Méxieo se fórma^ mexicatl, méxica. Veremos en su logar, y del^e tenerse presente, que la tribu cambió de nombres; d«A lugiur Aztlan, de su primi- tivo asiento, se llamó azUaneca^ azteca; consagrada á su dios, foé mexi y mexitin; establecida en la ciudad, máctco.

6. Tenuch 6 Tenoch. Cambia el determinativo: vemos el cuer**- po pintado de negro; cortado el pelo sobre la frente y suelto ala espalda, no está recogido en la coronilla por la correa roja; Is capa lleva fluecos y cenefas negras: todo indica que se trata de un sacerdote principal. El nombre gráfico, según tenemos ya ex<- plicado, da la lectura Te-noch,

Si esta palabra la queremos convertir en nombre de lugaiv como adelante veremos, tiene que añadirse la preposición flenv acompañada de la ligatura ti; obtendremos Tenook-ti-'tian, cuyo- genuino significado es, junto al tenoohtli, ó fundada por Tenodi» Así, los dos principales fundadores de la ciudad le dieron su nombre; por el caudillo civil se le dijo México, por el jefe reü*' gioso Tenochtitlan.

Pasamos ahora á los nombresC'propias de dignidades ó em^ pieos. Llevan el determinativo hombre, presentando en su ves^ tido, insignias ó adornos la categoría que representan. ^El nom- bre representado por el grupo jeroglífico se termina por la pa- labra caJquiy morador ó vecino, ó bien por las sílabas necañy me- cotí, tecatly catl, contracción ó. compuestos de la palabra tiaoaff^ persona. Estas terminaciones no están expresas en la escritura^ sino que el lector las suple en vista del detertninativo.

Ocupémonos en los personajes la lám. LXYII del Cód. Mendocino.

7. CnauhnocIdU, lám. 4, núm. 1. El signo gráfico representa la bellota del encino, cuatfhvor¥h\ Así lo escribe el intérprete.

6. TltUanoalquiy núm. 2. Tlillaa se compone de Üilli, tizne ó Begrara, j el abandancial Üa: donde hay muoha oscoxidad^o tinie'- Ua& Bennido á caü% forma ÜiMancaUi^ casa de la . oscuridad ó tinieblas. Con el fií^l cülquiy dando la forma eufónica al com- j^nesto, tendremos por nltimo» TlUlan*oal-qui, el habitador de la <3asa tenebrosa. Los elementos fónicos le dan el coJli^j lo negro iZtZÍ¿ £n el templo, mayor había un aposento dedicado á Cihua* eoatli bajo el nombre TliUancalmecaa

9. Atempcmeootly núm* 3. El simbólico atl, con el figurativo tenüiy labios^ hacen como nombre de lugar. A-ten-co, A^-tem-pa, A-ten-copa; en la orilla del agua. A-ten-pa-neoatl, el eneargado lie la orilla del agua, ó del régimen de las aguas de la ciudad.

^ 10. Ezhtcahuacafí, núm. 4. EIP. Duran forma el nombre, de ezUi, sangre, y del yerbo hwhvana, arañar 6 rasguñar: Ez-huahua- catly persona que araña ó rasguña sacando sangre. El nombre gráfico es el símbolo delras^ño, representado poruña recta de la cual se desprenden las gotas de sangre.

11. TlacochcalcaÜyfiiúm. 5. El nombra gráfico de los elementos fónicos; tlacrjchtli, dardo ó azagaya, y ccdH: Tlacoek-cal-catl, señor de la casa de los dardos ó varas arrojadizas.

12. TezcacoaixUl, núm. 6. La culebra, en la forma que el dibujo la representa, se lee tezcacoaél, especie particular de víbora, lla- mada tezcoüy espejo, por tener relumbrosa la piel. Tezca-coa-catl, la persona tezcacoatl. , Era el jefe segundo en el ejercito.

13. CuauhyaJinacatl^ (nombre muy estropeado en el intérprete, en donde se lee TicocyaJiuacatl), núm. 7. Se compone de cuahuitl, ifirbol, y por extensión bosque; del yexho y akucdoaf andar muchas Teces al rededor: Ctunt^-yahua-caÜy persona que rodetvó cerca el l>osque muchas teces. En cuanto á la escritura gráfica, es »n yaso de madera lleno de un licor espumoso, de donde resulta el sonido cuanhyahíioUi, vaso redíDuido de madera. Es un signo ideo- fpcá&oo, xesppndiendo por los sonidos de la lengua hablada^ á l%s ideas que sus radicales significaos

14é Toouiteeatl, núxo. 8. Se coinpone la palabra de iocvitla, es- paldas; delverbo teqviy cortar ¿cercenar Toad^-te^-oatí, el que aco- sneie ó hiere por la espalda. El nombre lo forma un gusano, couiilif que sir^e de mnotáñica De estos nombres, unos sumir AÍstran los elementos para la leetnrai otros solo sirren para in^

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dioar uao ó más sonidos, otros son caracteres ideográficos oon un Tslor determinado.

Lámina 67 del Códice de Mendoza.

1. HuüznaU, lám. 4 ndm. 9. El nombre pictónico está escrito con el figurativo huüssUi, espina, con una melladura 6 boca, de- lante de la cual se observa la virgulay símbolo de la palabra: es* ta boca j lengua, como indicamos al hablar del rey Acolhua Tlaltecatzin, es el fonético de la preposición na¿a«c, cerca^ junta La verdadera lectura es huiéz-nakuac^ que. afijándole como nom- bre de dignidad dará Huisz-naliiM.'caílt ortografía propia del nom<- bre. El Huitznahuacatl era el juez encargado de presidir las ejecuciones de los señores rebelados contra el imperio. La espi- na grande ó púa, que es la representada en la pintura^ se toma también por el verbo huitz^ venir: la palabra que nos ocupa po- dría traducirse por, persona que viene cerca.

La lámina LXIX ofrece los nombres de cuatro magistrados de México.

' 15. MixcocUlaüoílac, núm. 10. El determinativo de los grandes magistrados, es el mismo que el de los reyes de Tenochtitlan; indicaban con ésto, que los jueces representaban al monarca y en su nombre administraban la justicia. El nombre gráfico debe ser un signo ideográfico. La palabra mixooañ^ que ya conocemos, no consta en el jeroglífico: acaso diga este Tlailocacatl, denomi- nación que encontramos en la historia. Confesémoslo con inge- nuidad; no entendemos el grupo jeroglífico.

18. Edvaáliwxoaü^ idéntico al numero 4

20. AccUlyapaTiecati, núm. 11. El mímico acatl sobre la nariz, yaeaU^ de un rostro humano. De aquí los elementos fónicos del principio de la palabra, que parece dar á entender, el que tiene tacto y perspicacia para descubrir lo que está oculto en el co- razón.

22. Tequixquinahnaccítly 12. El simbólico tequixquiü con el fo- nético nahttac: Tequixqui-nahueHxxil^ el encargado de conocer en los pleitos de las sales ó productos salinos. - Como hasta aquí hemos podido obsterrar, los signos figurati- vos no presentan dificultad; conocido el objeto que representan, no hay incouTeniente en encontrar su valor fónico. No acontece lo mismo con los caracteres simbólicos d ideográficosr para lo« anales es indispensable iniciaxBe en en Mgnificado: de los.fonié*

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ticos 66 ha de saber el sonido literal ó silábioo. El Sr. D. José Fernando Bninirez empleó largos años en recojer los elementos de la escritura mexicana. Copió cuantos jeroglíficos llegaron á sus manos, ya de las matrículnH de tributos del siglo XYI, ya de las pintura? encontradas despuen de la conquista española; por lo general cada grupo va acompaundo de la traducción mexicana en nuestra escritura, formando el conjunto un verdadero diccio- nario trilingüe, si á cada palabra mexicana se junta su equiya^ lonte castellano. Un poco hay que luchar contra la oscuridad de las letras antiguas y lo caprichoso de las abreviaturas; mas cuan- do es esto sólo, I03 obstáculos quedan allanados con esfuerzos paleográfícos. De la preciosa colección Bamírez, ahora en nues- tro poder por bondad de su familia, vamos & presentar algunas muestra-'. £n su mayor parte son desconocidas é inéditas; les daremos su significado mexicano, señalando los elementos del compuesto; las traduciremos al castellano, no las repetiremos constantemente para una misma voz, sino cuando sea desconoci- da, por presentarse por la primera vez en nuestro escrito.

El símbolo atl se encuentra repetida en las pinturas de una manera constante, en gran número de casos entra en los com* puestos, no con su significado agua^ sino como signo fonético del sonido o^Dq este símbolo se derivan todas las ideas correlativas* QuiahuiÜ, lluvia, expresada de maneras diferentes (en el Códice Mendocino, Tlachquiauhco, 1. 47, n. 3; Quiauhtecpan, L 8, n. 9). TecihuiÜ^ granizo (Teciuhtlan, L 63, n. 3) &c. Fuera de estos que son ya conocidos, y que en su lugar presentaremos, ofrecemos á nuestros lectores, Yo/iuálahuacJUli 6 YohualaliuecliÜi^ lám. 4^ nú- mero 13, rocío de la noche, expresado por el simbólico yohua 6 yohuaUi, noche^ y aíl. AyáhuiÜ, 14, niebla, neblina, nube del ojo, oon una variante. TlapaquiahuiÜ, 15, agua nieve, escrito con tlapan, color, y quiáhuitl. JfcnoquiahuiÜ^ 16, formado de xcnotl^ huér- fano, diciendo lluvia huérfana ó sola y metáfora lluvia siniestra, calamitosa, como las singulares de sangre, animales: los mexica- nos tenían por calamitosa la lluvia con el sol. TeuhquiahuiÜ^ 17, de teuhüiy polvo; lluvia menuda como polvo. AÜpoppoca^ 18, con el * símbolo del humo en sentido del verbo popoca, agua qud humea, humo de agua, los vapores que se alzan del agua. Xojxr- nofi, 19, de occpan 6 xopartüíf verano; agua veraniega. AxicUt, 20, de xictii^ ombligo; remolino, vórtice. Mixcoatl^ 21, escrito grifl-

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camente oon las nubes, minÜi^ j la calebra: culebra de nabes, la tromba: con tres variantes. Cozamalotí^ 22, el aroo-íris; coxamalch caüy lo que participa delírÍ8.f;^i!sK>7?,23, lama del agna, eicpresado por tzoníli, cabellos; cabellos {del agua. TlahuaúJii, 24, regador, compuesto de gotas de agua en sentido contrapuesto. Altuetti, 26, de kueíziy Cfter;^agua que cae.

Acahicálli, 26, yerbas grandes y secas. Ahuül, 27, tia Aocv/á, 28, metí nulo, bueno para nada. Ayaoyahualoa, 29, jeroglífico ingenioso oon la significación de sitio, cerco, sitiaré cercar álos eneíñigos: de atl;l[faotJ, enemigo, y del verbo yahvaloa, cercar ¿ otros; ó bien de atí, y del xerbo yaoyáhucdoa, cercar á los enemi- gos en la guerra. Ayolloco, 30, golfo de mar. Ayáliiccdoa, 31, agua qtie rodea ó cerca, puede tomarse por foso. AtonaJ, 32, de aÜ, y tonalli, calor del sol ó tiempo de estío; agua de verano. Véanse BUS cuatro variantes.f ^«fapiífeon, 33, cabello parado como las ra- mas de la planta cteíopiY, cabello Mi-suto. Acacehui, 3á, formado de acacecetl, especie de carrizo yjde cehuia, descansar á otro ayu- dándole á llevar la carga; ó también de dcatl y de cialnd, cansar- se; en ambos casos arroja la idea, el que está cansado. Altepec, 35, de y de iepetl, cerro; pueblo ó ciudad. Aqueclimachioc, 36, de aJtlj quechflif pescuezo, y macJiiotl, señal; el que lle^a^eSal en el pescuezo. Camachtli, 37, una boca con una mano, nablador, OenanotJ, 38, de cen, en gran manera, y ana, asperezarse; el que se aspereza. Cicicuü, 89, cosa flaca ó seca; puede tomarse la mis- ma idea de lasjpalabras congéneras xicuiÜ^ ético*, ó texicuUihui, pararse m uy flaco 6 tullido; en todos los casos responde á flaco, demacrado. Dicen lo mismo las variantes 40.

CihuoGoail, Cihiuxcohuail, 41, hembra de la culeWa, la mujer culebra, la gemela: variantes de la que conocemos, Cihuacocd^ 42^ hombro de mujer,'mujer contraecha. C^huapanonoCy 43, de cihua^ pan yo 20c, estar acostado ó tirado á "^ manera de las mujeres; caído, tirado ala larga mujerilmente. Oon una variante. Cüiuayo- lio, 44, corazón de mujer; cobarde, afeminado, sin ácimo.

Cipactli, 45, y como n9mbre da persoijji Cipac Símbolo dal Oial hemos hablado. Presentamos diez y siete variante?» en las cui les uuas aparecen con^o una yerba, otras como un gosaao; ¿s* iw como un pez, aquella como pna persona iantiástica cabie^^ de espinas, ya finalmente como un cuadrúpeda

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Gitíxdin^ 46, estrella; una de sus variantes. De aquí se deriva GiÜalinpocay 4:7, estrella que humea; cometa. En sus cuatro va- riantes se distingue la serpiente de varios colores, tomada de los Códices Telleriano-Eemense y Vaticano, como símbolo ó présago de desgracias. Xihuitl, 48, (con sus ocho variantes), significa yerba, año, cosa preciosa ó turquesa, y también cometa; son, di- gamos así, variaciones de los signos anteriores. (Malpid, 49, la estrella de la mañana, el planeta Yénus en su apariencia matu- tina. Cükdcolotl, 50, de cdoü, escorpión ó alacrán; la estrella ala* eran, la constelación del mismo nombre: Xiuhttiy 51, lo que parti- cipa del cometa.

Coatzaii ó Gohtiatzon, 52, cabello crespo ó ensortijado. CoaÜ, 53, ademas de culebra, significa mellizo, y esto segundo significa la pintura. Si son congéneres la palabra Xüoa, 54, partir, rajar ó dividir; indicando la persona nacida con dos cuerpos ó cabezas, y en general los monstruos de este géner<5. De aquí también XolocJioa, 55, hilvanar; dando á entender las personas hilvanadas ó unidas. Cohiiaílachixqui, 66, de Üackixquiy atalaya, ó el que mira alguna cosa; el vigilante ú observador como serpiente. Cohuaüta^ 57 i el que mira y observa como culebra; perspicaz.

CocdizÜi, 58, enfermedad ó pestilencia. CocdicoCy 59, de cooóliy enfermo, looc, estar. Esto es si se pronuncia breve, que si se pro- nuncia largo significa, bellaco, rencoroso. Gocóllicoc, 60, cocóUi, cocoUoÜ, riña ú enojo; el que está enojado, el pleitista. CoconetonUiy 61, muchachuelo, muñeco. Coycmahuaüi, 62, ya se lea como dice la palabra mexicana en la pintura, ya con su lectura natural Cuacoyotl, de cuaiü^ cabeza, y coyoU, coyote, siempre significa, persona astuta. GocokuicaÜ, 63, de cocoti, gargüero, y htteicóttíc, muy torcido; persona que tiene el cuello abidtado, el que padece papera. Zolomül, 64, de zdoa, zumbar, y omiÜ, hueso, el que zum- ba 6 silba con hueso.

El verbo cua, comer, morder ó comer á otro, se expresa gene- ralmente por una boca abierta, con un objeto entre los labios; indica igualmente cuani, el que come. GtiaciuZf 65, significa roer, dar bocados ó dentelladas á otro, y metal tartamudo. Guacita no representa, como se advierte, la. idea general comer, sino la par- ticular de comerse á otro, y así lo indican GuaUoc, 66, donde se come^ y GuaUn^ 67, los.comedores: en este sentido la verdadera

43Ígnificacion seria T^-cuani, antropófago. Guaüacj 68, lo bueno

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de comer. CucUoc, 69, el que está comiendo. GvaJtonÜij 70^ boca- dito, 7 meta£ tragoncito. Guatonariy 71, nuestra madre come.

Se nos presentan varios compuestos formados con la radical cumU, cabeza. Cuamiaduhcauh, 72, inventor ó proyectista, el par- tero que ayuda á la enferma oprimiéndole el vientre con la ca- beza. Ciuxtzohtuioctliy 73, de tzohztaxUiy lazo para cazar, especie de corona ó diadema para la cabeza, á la manera del laurel conque se premiaba á los vencedores. Ctuxtzohtia, 73, coronado. CuaJUÜj 74, cabeza de piedra; porfiado, tonto, tenaz. CuoJtendHi ó Cuate- mimilUy 75, de temimilli, columna de piedra, cosa cilindrica. Guor cuahua^ 76, el cornudo, engañado por su esposa. Ouamizíli, 77, de mizÜi, gato ó leopardo, cabeza de gato; metaf. promovedor ó autor de cosas malas, mal corazón. Gtuizozól 6 Guaeoly 78, de so- zóUic, cosa raída 6 vieja; cabeza de viejo, cana, y metaf. atontado de viejo, chocho. Oon su variante. Guacil, 79, de cüin^ caracol chiquito; mas la verdadera etimología debe tomarse de adlin ó aoeZtn, liendre; cabeza liendrosa. üvapatzahiia, 80, de patmkuac, machucar, estrujar; metaf. de escasas ideas, limitado. Guazam- TmÜj 81, cabeza llena de granos, sarnoso. GuaSapanoa, 82, cabeza partida ó rota, ó también Guadudani, 83, de chalan% rajado, cas- cado, partido. Guamimü, 84^ cabeza redondaMÓ grande. GucU^oa- ÜQ/chy 85, cabeza aplastada. GatleÜ ó GuaÜeooHn, 86, de tleílj fuego, ó de ÜecoHuy horno; cabeza de fuego, caliente como horno, metaf. fogoso, animoso, ardiente, &c. Guatzdtl, 87, de izotl, suciedad, mu- gre, inmundicia del sudor. GuaüacaztU, 88, de üaoatzan, retorcer como cordón; cabeza con el pelo retorcido. GtutÜahuikiUi, 89, ca- beza de arco, metaf. cabeza arrebatada, de ideas estrafalarias; el calavera. GuatopiÜ, 90, lám. 5, de topitly lagailija. Guatemdli, 91, de temólUy tábano; molesto, importuno. Gtuitecuicuil, 92, cabeza pintada, manchada ó sucia. Gtuxyahuaüi, 93, cabeza á la que fal- ta el pelo en forina redonda, el calvo de la parte superior de la cabeza.

GuavlumyojoaÜy 94, de cuauhtliy águila, y xayacaü, rostro, más- cara; la radical cuauh puede también venir de cuahuUl, árbol, palo, madera; asi este nombre puede tener dos acepciones: Ouauhxa- yacatl, pronunciado breve, significa, cara de palo, sinvergüenza; pronunciado largo da á entender, cara de águila, carilargo. Gnauk- tzorUecOf 95, cabeza de águila; hombre de capacidad, de pensa- mientos graves y acertados. CtiaiMeciy 96, de ied, tía, abueía, la

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que mnele, y el verbo' moler, lo cual parece indicar el determi- nativo mujer vieja; metaí. vieja impertinente, de mal genio y carácter; la suegra.

Ctiecuechy 97, travieso desvergonzado; derivado de ciiecuechüi, labrado, laboreado. Cnetlan, 98, de cuetlania, quebrar palos ó co- sas largas; el quebrado, el que se ha fracturado algo. Con su variante.

Cuicuil, 99, cosa garrapateada, chorreada, &c.: con su variante. CmtlaparUzon, 100, de cuitlapauy espalda; espalda velluda. Cuüla'^ pill% 101, cola ó rabo de animal ó ave; también se toma por el extremo de alguna cosa. Cuülapilli atlapalli, gente menuda, va- sallos ó macehuales, en cuyo sentido pudiera también emplearse. Dos variantes.

Chalcamahuül, 102, el. que juega con chalchihuül; jugador de un juego semejante al de las matatenas, metaf. chancero, burlón. GkalchiuMlicuej 103, diosa del agua. Ckiahuaizitzimitly 104; el es- píritu sucio 6 el diablo sucio. Chicahua, 105 de cMcactic, cosa recia y fuerte, ó persona anciana; metaf. hombre muy fuerte, membrudo, un Hércules. Chitencoh^ 106, el que no asienta bien el pié cojo. Chockohna, 107, de Choholoa, andar dando saltos; tam- bién puede derivarse de chochoqu% tonto ó sin juicio.

Ehecaál^ 108, viento; simbolizado bien por el rostro humano en aptitud de soplar, bien por una cabeza fantástica; fuera de que le veremos en los signos de los dias; presentamos siete variantes. Naturalmente de aquí se deriva el \&rho pitza^ 109, que según su pretérito significa soplar, ó ^Haner ó tocar trompeta, cheremía, flauta ó otro instrumento semejante; soplar el faego, soplar mu- chas veces." De aquí otros compuestos ingeniosos. ItzehecaÜ, 110, de itztli, obsidiana; viento cortante ó penetrante, y su variante, 111, que también significa viento muy frió y penetrante. Eliecatzüzi- mil, 112, de tzitzimil, "nombre de demonio;" viento sucio, dañoso, corrompido. Ehecatoco, 113, de ehiiatoco, "llevarme por ahí el vien- to;" viento muy fuerte y recio, el huracán. Nauhehecatl^ 114, de nahui, cuatro; los cuatro vientos, los vientos cardinales. En sus variantes se nota, ya un símbolo particular, ya las cuatro rayas que dan la radical nauJL Ehecazoma, 115, de ozomatU, mono, sir- viendo de mnómico del verbo tzomiay sonarse Isis narices, hacer ruido; esto es, viento que zumba. Eheccdecatl^ 116, persona que hace viento, que sopla. EJiecxxcuicuni, 117, de cuicani, cantor; el

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que canta al viento, el que canta sin acompañarse con instrumen- to alguno.

Huapahuiülfiy 118, pasmo, envaramiento, ó calambre. Huatzal, 119, atado ó amarrado muy fuertemente. Iñiecatlacatl, 120, ex- tranjero,, forastero, las cossis que vienen de otra parte. Huetzqui, 121, risueño; de huetzca, reír. Con su variante. Stcetztoc, 122, caí- do ó tirado; de kuetzi, caer. Huillcícail, 123, persona tullida ó mu- tilada; metaf. inútil, abandonado, quien descuida sus intereses.

La pupila del ojo, como símbolo significa la estrella; pero co- mo carácter fonético suena constantemente ix. En los nombres de lugar, como afijo, suena ixco, preposición compuesta que los gramáticos derivan de ixüt, rostro, cara, delantera, haz, superfi< cié, ó el ñudo de la caña. Encontramos este signo con muchas variantes, 124, y en cuanto á su significado, los intérpretes ya le dan el valor fónico de tlamao, tomado de ilamati, ^'embaucar á otro el hechicero," metaf. fascinar, soju2^ar; ya el más acertado de ixüarncdi, ojos hermosos, hechiceros, y en general ojos de bue- na forma; tercera traducción le dan por teixco, descomedido ó atrevido. La palabra ixüamaiij 125, puede también derivarse de tlamcUiniy sabio, inteligente, previsor, metaf. ojos inteligentes. De aquí compuestos ciertamente ingeniosos. Coaix ó Gohuaixj 126, ojo de serpiente; metal ojos penetrantes, fascinadores. Ixnahttay

127, formado de los dos fonéticos ix y nahucic; ojo inteligente, penetrante, que lee en el interior. Náhucuc, en los nombres de lugar, suena náhuatl en los compuestos relativos á persona, sig- nificando "cosa que suena bien ú hombre ladino;" de aquí que ixnahua dice también, ojos parleros ó habladores. El ojo entero,

128, significa el verbo tlachia^ ver, mirar, observar; de donde to- maríamos tlaixtoiocaní^ escudriñador, y también mirón y curioso.

Siempre con la misma radical tenemos IxayoÜ^ 139, lágrimas, y metaf. afiigido. La voz está escrita con el fonético ix, y el sim- bólico xalliy arena. Seguirá el verbo ixayoquiza, 130, llorar lágri- mas, ó bien choca ó ckoctia, 131, de donde sale chacüi, lloro ó llanto. Natural se presenta Camachoctlif 132, el que llora con la boca abierta. El rostro con lágrimas en los ojos encontramos con dos significados diversos; uno el que acab^^mos de ver; el otro diciendo icnodl, 133, huérfano, o motolinia, pobreza: en las tres acepciones es frecuente. Encontramos un ideográfico cu-

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rioso Icnooquichtliy 134, viudo; formado con el ojo y el mímico calli, dando á entender, el qae no mira en la casa, quien en ella no encuentra á su compañera. Ixcaltzontli, 135, compuesto de ioj, calli y tzonfli, cabellos; el cejudo. Ixtzonpapal^ 136, pestañas lar- gas. Tlamaoza, 137, de oza, untar, embijar, ojos pintados. Ixte- cuechtli, 138, de txtetl, globo del ojo, y ctiecMli, especie de caracol; ojos saltones. Itctlil, 139, de ÜiUi, negro; ojos negros, la ojera; y si se toma ixtli, cara ó faz negra. Así tenemos IxtlüococMÜy 140, nombre de dos reyes texcocanos, escrito con los dos signos ixtlü y Xóchitl, IxpopoyiUl, 141, ciego; expresado de una manera ideo- gráfica con la banda sobre los ojos, y escrito por ixtli el ñudo de la caña, y el mímico popoÜ, popote, formando ix-popo, y el yofl suplido.

Tcnotlacatly 142, persona huérfana, de icTwtly necesitado, según antes vimos. Icdhtietztoc, 143, huérfano desamparado, tirado y abandonado. IntlahueiUi, 144, el muchacho malo, que hace be- rrinches, lojpayotl, 145, como dice el original, 9 mejor iqoateü, ovillo de hilo, de iepatly hilo. IxmaMaÜ, 146, de matlatl, red; cara de red, hipócrita. Izcuina, 147, la dioda de los amores sucios. Ixhuateco, 148, de izlivatl, hoja ó yerba seca, y tecomatly tecomate; "cubierta á manera de bolsa para cubrir ó resguardar la fruta ú objetos semejantes."

Mayaña, 149, tener hambre; con su variante. Macehucdli, I6O, vasallo, y también macehua, el acto de hacer obsequio ó presente. Maceuhqui, 151, digno merecedor; y el yerbo macehua, "conseguir ó merecer lo deseado: también, hacer penitencia. Todas sus va- riantes consisten, en la cabeza con el plumaje en la parte poste- rior. MdcuepaÜy 152, de macuecue, enfermo 6 manco de las manos, ó de macudoa, torcerse ó descomponerse la mano. MalinálU, 153, signo con variantes, que adelante veremos; cosa torcida, y tam- bién el verbo malina, torcer cordel sobre el muslo.

La mano, maitly se la encuentra frecuentemente en la escritu- ra jeroglífica. Sus oficios son varios. Entra en los compuestos con su radical fónica wa, ya conservando su significado; ya ex- presando los distinto.s verbos que comienzan con la misma síla- ba nía; sirve á veces como de nota mnotémica, en compuestos que con la mano no |;ienen relación; en ocasiones no desempeña ninguno de estos papeles, aunque siempre donde se le mira in-

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dica un verbo, una acción envuelta en el jeroglífico. Veamos los ejemplos.

La mano sola, abierta, como signo numeral significa macuilli, 154, cinco: se toma también por macéhualli^ compuesto de moM y del verbo cekualoa^ sembrar, dando á entfmder el labrador 6 agricultor, y metat plebeyo. Suena también adinudia^ meta¿ desatento, atrevido que mete las manos á la cara. Amoüiui, 155, de amolhuia, labarse con jabón.

Cahualoc, 156, de cahtia, callar ó dejar de hacer algo, y de íooc, estar; el callado ó silencioso. El verbo cahíia^ según su pretéri- to, tiene diversas significaciones; en la de '^dejar algo ó llevar una cosa á otra parte," .tenemos aun la palabra Cahualoc, 157, el que lleva alguna cosa. Se entiende naturalmente el grupo Cí- huacahtía, J58, mujer callada. Gihuamxmiy 159, una mano aga- rrando ó cautivando una mujer; ésta da su fónico dhuaü; a^ueUa significa el verbo ma, cazar ó cautivar, de donde resulta el sig- nificado, vencedor ó cautivador de mujeres. La lectura se hace silábica, pues fácilmente leeremos Cohua-ma-niy 160, cazador de culebras. CuauTi-ma-nij 161, cazador de águilas. Toto-ma-ni, 162, de tototlf pájaro; cazador de pájaros. Cocollicoc, 163, de cocoUi, niña, enojo,|y de icoc; el que está riñendo, la riña. También ex- plica el verbo cocolici, aborrecer ó querer mal á otro. Cuatro va- riantes. Gozcatlamuh, 164, de cozcatl, collar, y tlaneuhtia, prestar, ó tlaniieldilli ó tlanéhiUliy prestado; collar prestado. Cahuar-tle-ma^ 165, lectura silábica; cojedor ó cazador de las viveras de casca- bel. Cuauhtoma, 166, el que lleva palo en la mano. TlanecuJí, 168, prestar ó prestado. Cuetlaneuh, 167, de cveitl, enaguas; enaguas prestadas. Ouicamam, 169, de cuica, cantar; el que canta acom- pañándose tocando con las manos. Cuicuül, 170, de cuicuilia, arrebatar y tomar á otro, robar; metaf. raptor, ladrón. Huüzca- Juca, 171, de hidtztli, espina, y de cahua en el sentido de dejar de hacer; metaf. vago, perdulario, desperdiciado. Ix-^ahv^, 172, ser codicioso.

Eliiuiil 6 lelíuail, 173, los demostrativos e^e, aqml, mostrándole con el dedo. Macaloa, 174, de macahua, soltar algo de la mano, resbalar; lo que se resbala de la mano. Mcdcahualoc, 175, de ma- lliy prisionero, preso, de cahita, dejar; dejaral preso o prisionero. MacuiUo, 176, metaf. manos pintadas 6 rayadas. MaiJpitoc, 177, de tipia y atar alguna cosa; el que está atado de manos. Mamal,

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178j de mamalip taladrar; metal haoer enredos^ revolTer, estro- meterse. Manatí, 179, de mama, poner en el suelo platos 6 cosas llanas, &c. Ma^hoa, 180, silvar con el dedo. MaÜapali, ISl, de maitl y aüapaliy ala; manos pintadas. Maieqvia, 182, labarse las manos. Matlaemani, 183, de maÜac, diez, expresado por el nu- meral indicado por el rombo, y ma, cantiyar; el que ha cautiva- do diez prisioneros. Con mayor claridad lo dice sn homófono, 184 Masuntcud, 185, el que tiene la mano muy torcida. Mofiume'- paño, 186, dQ nepanóa, juntar, 6 poner una cosa sobre otra, ó de mane¡panoa,^CBB8krse, desposarse, ó juntar las manos. Moteloihuh, 187, de mo, pronombre recíproco, y tdchihua, abominar ó malde- cir alguna cosa; metaf. el que aborrece, el maldiciente. Opoch, OpochmiU, 188, la mano izquierda, zurdo; con variantes. Nepo* pcl, 189, desperdiciado, pródigo. PaUi, 190, de paloa, lamer; el que lame, y metal adulador.

Teatemia, 191, espulgar. Teiamegvül, 192, de teixnoloani, des- concertador, desbaratador ó revolvedor; xnxyolo vi. Temac, 193, en la mano de alguno; depender de otro ó estar bajo su protec- ción. Tema4!paUo, 194 de temaqpaüi, persona llevada en la palma de las manos, en silla formada con las manos.^ Tepi^ 195, de ieU, j del verbo pi, pelar, sacar de raíz los pelos, coger yerbas sin desarraigarlas; el que se arranca el vello. Teéolini, 196, de tdinia, aflijir ó maltratar á otro. Te^izon-nm, 197, de teíaontia^ atesorar ó guardar hacienda; el avaro. TlahuüoaÜy 198, de Üahudlia, alum- brarse con candela, o de Üahuili, alumbrar á otro; el que alum- bra. Ma-naJitia, 199, la mano con el fonético nahuac, del verbo manahuif defenderse, defender á otro, ó departir á los que riñen. Tlamdhuizo, 200, el que se admira ó maravilla de alguna cosa, quien llama la atención sobre algún objeto. Tkmumi, 201, cau« tivador; en el mismo sentido puede leerse moicahua, de maüi, cautivo y del verbo cahva; 6 tepaüama; significa tainbien y pue- de leerse Te-maüi, esclavo, criado. Véanse sus variantes en la lámina 6*. Nos encontramos aún otra variante del verbo Tlan- cuJUia, 202, prestar, é inmediatamente por comparación TlaUan- chuta, 203, tomar prestado. TlaUaneuh, 204, tener tierra pres- tada. Tlapic, 205, en vano ó sin propósito; puede derivarse tam- bién de Üapiquia, fabricar ó inventar algo. Una variante. Tla^ j)olóUi, 206, barro amasado y aparejado para hacer loza, tierra oonquistada por guerra, cosa que se perdió y la hallaron des-

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pnes. Tlat^pehua, 207, esparcir ó echar algo por el suelo; me- ta¿ desperdiciado. TlaÜcUlif 208, el que guarda alguna cosa, 6 el que hace fuego, ó el que esconde algo: como se advierte en su Tariante también quiere decir atizador. TUnudo^ 209, de zcdoa, 6 SB^ddhm, pegar algo, hacer pared. Oon au curiante. Tzohuc^ 210, el que tiene cabellos. Tzetxd^ 211, de tzetzdoa, sacudir, cernir; metafi el tembloroso.

XiukneÜy 212, de xihmtl eo, sentido de cosas preciosas, y 7idoa, batir, revolver, j también ofrendar. Oon variante. Xochipepena, 213, del verdadero pepena^ elegir, escojer. Xochicuicui^ 214, de cmui^ entallar en madera ó alimpiar el suelo, &c. Xochitequi, 215, de tequif cortar. En todos estos casos de cortar flores, escojerlas limpiarlas, &o, puede presentarse alguna confusión á la vista no ejercitada. XotlcuMatecÜ% 216, guirnalda de flores; la persona que las hace. Xotlamiy 217, de ocoüay abrasarse la tierra, ó encenderse los carbones; quien hace fuego, ó tiene quemadas las manos. Yaorruinay 218, ordenar guerra contra algunos; el yacyotl y TnaiÜ^ hacen silábica la lectura. Yaoquizquij 219, soldado, indicado por la navaja de üzüi. YaoÜa^ 220, hacer la guerra á otros; la mano armada del soldado, hiriendo sobre viackimaüi. Zacamoay221fla¡r brar ó abrir de nuevo la tierra. Omitimos algunos ejemplos, que los ya advertidos bastan para determinar los diferentes oficios que en la escritura tiene el carácter maiíL

Oontinuando nuestro catálogo, tenemos, Moc7ioiioa, 222, de mo, ionoÜ, é itohuay decir alguna cosa; el que se llora pobre. Así da la lectura el Sr. Bamírez; nosotros vemos los signos icvvoü y nahvac^ sacando la lectura Ycrvo-hua, piadoso, compasivo. Mopipilohwii 223, de pipüoa^ colgarse ó suspenderse; el que se ahorcó, y metaf. porfiado para pedir, pegote, parásito. Mocuecuetzo, 224, de cnecue- izoa, rebullirse, estar desasosegado. Su variante. MoÜahude, 225, de mo y Üahude, sañudo, iracundo; el sañudo ó iracundo. Motene- huaj 226, de teiiehua, epidermis de los labios; compuesto que vie- ne de moy teiüliy labios, y ehua; el que se arranca la epidermis de los labios.

NacazpatlaCy 227, orejón ú orejudo. Coyonacaz, 228, el agujero de la oreja; metaf. oido delicado ó fino. Nacacen, 229, el de gran- de comprensión ó ingenio. NaiUhe^i, 230, de nahm^ cuatro, y ten- tu, labios; cuatro labios, labios partidos. Nahuail^ 231, una de las tantas aplicaciones del fonético nahnac, con la terminación pro-

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, pia á personas: ladino^ inteligente en lenguas. Nahuatlatohua, twl- ktiaücuxtlt, intérprete. Nezáhtud, 232, enlntado, ayunador, peniten- te: variantes del signo ya conocido «en Ne^hualcoyotl. Necoc, 233, de ambas partes, de una y otra parte, á un lado y otro. Con su variante. Nchtian, 234, ambos á dos, juntamente ambos á dos; metaf. compañeros, amigos íntimos. NeruAhuoÁly 235, mujer infe- liz, la nacida durante los nemontemi ó dias complementarios del año; mujer inútil, abandonada. Con variantes. NemÜ, 236, ídolo ó muñeca. Nepaucauh, 237, de nepanüa, enmedio y ca¿^<a en acep- ción de quedarse; quedarse enmedio. Nentequitl, 238, trabajar de balde 6 sin fruto. Con variantes. NeÜarfvacUica^ 239, rica y prós- peramente.

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CAPÍTULO V.

ESCRITURA. JEROaLlFIOÁ.

OtlL^lHoerMi acepciones de la MeUa humana.-- Verboi de movimiento, ^El Hmbolo de la palabra y su» ofleios Signo del diminiOivo.'—Del fonético xo. ^ífombres de artes y ofidos^—UiensiHos y objetos.

OONECmüATL, 240, la mujer borracha. OMn, 241, movi- miento; con diversas variantes. TlaMini^ 242, terremoto ó 'temblar la tierra; variantes del signo que conocemos.

0Ü% 243, camino. En ciertos, compuestos parece destinado á producir el sonido o, como atl^ de la a, y e¿Z, frijol, la e. El signo se lee odiy y también oüica, en el camino. MoÜcHoQj 244, el cami- no con el determinativo persona. Puede dársele diversas acep- ciones, aunque de ideas correlativas. Dq MoÜoHoani^ huidor, 6 el que corre mucho: de hiuünotlaloa, venir corriendo ó huyendo; da tkdoay correr mucho, huir. La palabra estará compuesta del pro- nombre moy expresado por la cabeza humana, y tlaloa por el ca- mino, diciendo Mo-tlcdchc, el que corre ó huye por el camino. Otenco^ 245, junto ó cerca del camino, y otencaüy el que vive junto al camino. 0¿2a7na¿caZ, 246, encrucijada de caminos. OÜtcahíietzloc, 247, caído ó tirado á la larga en el camino. Compuesto de oüi u oÜicaf con ca que significa en; htietz, pretérito de htíeízi, caer; la ligatura ti, y oc verbo auxiliar que indica la posición horizontal: OÜi'^ia-TmetZ't-oc. Metaf. el borracho caído en lugar publico o transitado. Con variantes. JPofococ ú Ocotoc, 248. En el primer

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easo Be deñya de Moca^ en la acepción de perseguir á otro, echarle á puertas, ayudando la acción con el garrote en la mano. En el segundo caso de oírxxi, caminar, ó ir por el camino, dicién- dolo así la huella y el bastón del caminante. Pain, 249, depaiTiay correr lijeramente.

Como en otro lygar dijimos, y lo vamos comprobando, la hue- lla del pié humano, xocpaUi, como representiva, digámoslo así del hombre mismo, recibe multiplicadas acepciones. Explica- mos que dice marcha, camino, dirección, jomada; ademas expre- sa diversos verbos de movimiento, por medio de combinaciones más ó menos ingeniosas. Generalmente dos huellas con la pun- ta hacia abajo son el carácter fonético del verbo Temoy 250, ba- jar, y de su pretérito t&Tkx:, bajó. Pata hacer la lectura evidente, va acompañado del signo teÜ para dar la sílaba inicial: Te-moc, 261, bajó. Son ya de fócil lectura los grupos siguientes, Apante- mocy 252, cayó sobre el agua. Uvauh-temoCy 263, águila que bajó 6 cayó: variante del nombre del último rey de México. CkimcU' temoc, 254, escudo que bajó. SuüzH-temoCy 256, bajar como el chupamirto, subiendo, bajando, desviándose, como un pedacillo de papel en el aire. Ihui-temoc, 266, de ihuiüy pluma; bajar lenta- mente como la pluma. ParirtemoCf 257, caer primero que otros, ó el que cayó primero. Tlacoch- Temoc, 258, de tlacochüiy dardo, ba- jar como flecha, bajar rápidamente.

Las dos huellas con la punta hacia arriba, son el fonético del verbo Tleco, 259, subir: también significa el pretérito Üecoc, su- bió. Tlecoc, 260, representado por una escalera con la huella su- biendo, lo que significad verbal acoc, del verbo acocui, levantar- se ó alzarse en alto. Huüo-tlecoc, 261, de huüotl, paloma; paloma que subió, que voló para arriba. Toto-Üecoc, 262, de totoü^ pájaro. Gutca-üecoc, 263, de cuica, cantar, ó cuicatl, canto; canto que su- bió; canto alto, de gran extensión. Tlapayauh, 264, de Üapayahm, llover mansamente y sin cesar. Grupos curiosos y silábicos, que son como otros muchos verdaderos intentos de una escritura fonética. Están compuestos de los dientes, fonético de tía ó Üan; del fonético pan, la bandera, y de la lluvia con el verbo tíeco. Tlorpa-yaulu

Las huellas en sentidos inversos con el fonético del verbo Ne- miy 265, vivir, morar. De aquí los compuestos Icno-nemiy 266, vi- vir como huérfano. Si esta es la traducción silábica, el grupo es

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la expresión del verbo icnanimüia, vivir humildemente. Mauhoor nemiy 267; como nombre significa, temeroso; como verbo, vivir con temor ó andar sobresaltado. Es un verbo compuesto de otros dos, mahuif temer, y nemi, vivir; unidos por la ligatura oo: mawA-ca-ne7m. El signo, nombre y verbo juntos da la idea del cobarde, medroso, y de quien de esta manera ^ive. Teiooconemif

268, de te, afijo indicativo de persona; ¿reo, en la cara, y nemi; el atrevido, descomedido, que se le va á la cara i otro. Tennemiüy

269, de tentliy labio; el mantenido, el comen^L Tlanemi, 270, con el fonético tía ó tlan; el que vive ó mora, con otro. Tochnemi, 271, de tochüiy conejo; el que vive como conejo.

Varias huellas en sentidos diversos son el fonético del verbo Nenemi, 272, andar ó caminar, y también del verbo Nennemif an- dar hecho vagamundo: en la formación gráfica del signo aparece que se quiso hacer un frecuentativo de nemi^ duplicando las hue- llas, como nerienu, duplica su primera sílaba. Las mismas hue- llas, en una posición determinada, dan estos caracteres ideográ- ficos. Andíienemi, 273, de and, perezoso, perdedor de tiempo; el qué anda espacio, perezosamente. Aocmonenemi, 274, de aocmip^ relativo que significa, ya no; el que ya no anda. De las tres va- riantes del número 275, una debe leerse Ciht/anemi, el que vive como mujer; el afeminado. Las otras serán Cihuanenemi, el que anda con mujeres, el que las sigue ó á ellas es aficionado. Teñe- nemi, 276, de tetl, significando persona; el que anda sobre piedras. Macihuanenemi^ 278, grupo silábico, el que anda cogiendo muje- res. Oihtuznenemi, 275, la mujer andariega, ó también el que anda como mujer. ThióLnmemi, 279, con el símbolo de la palabra ¿ía- t<M; el que anda hablando ó platicando, el arengador de oficio. Curiosa es su variante y filosófica, 280, en que el mismo cóncep- Nto está expresado por el símbolo ehecatL Xokcinenemi, 281, el que anda como fior; es decir, el que usa afeites ó se pinta cual flor.

La huella sirve igualmente para expresar el verbo Quiza, 282, salir, y la acción de salir quizalizUi. En este caso la huella va acompañada de algún determinativo, como en el presente caso por una persona á la puerta de una casa, con el xócpalli indican- do la marcha ó dirección." Quizani, 283, el que sale, con el signo caüi, y las huellas que de la casa se apartan, metaf. andariego, callejero. Teixtlaquiza, 284, de te, persona; ioMa, en presencia, de- terminado por el fonético ix, y quiza; el que sale á la presencia

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de otro, mótaf. el que se presenta repetidamente á la presencia de alguien, molesto, importuno. Typanquizqui^ ó Tepanquizaniy 285, de tepauy sobre alguna persona, y quizqui, verbal de quiza, el que representa, cómico ó farsante.

Al hablar de otli, encontramos expresado el verbo paina, co- rrer lijeramente, por aquel signo; tenemos ahora otra expresión del mismo verbo, ya por el camino, ya por las huellas y el foné- tico ^a ó pan, 286, en que éste da la silaba inicial de la palabra, expresando las huellas el movimiento, y sirviendo de comple- mento. Quetzálpain, 287, de quetzoRi^ pluma larga, verde ó rica, y pain expresado por la bandera y las huellas. Esta es la lectura silábica, pero la intención parece expresar el verbo qiíeiza, dete- ner, ó hacer parar al que camina. En el numero 288, el quetzalli está acompañado del verbo tleco, diciendo también el verbo qtie- iza, mas en el sentido de hacer levantar al que está sentado. Tochpawio, 289, correr apresuradamente y á saltos como el co- nejo. Taopaina, 290, de yaotl, enemigo, enemigo que corrió apre- suradamente^ que huyó con presura. En lugar del yaotl, que ya hemos visto, encontramos el carapacho de la tortuga, ó el ani- mal mismo, ayoÜ, que demás de semejarse al escudo, produce una radical semejante. Es un caso de signos homófonos. Con di- , versas variantes.

Pallan, el que vuela, Patlani, volar, lo dice el grupo jeroglífico, 292. La primera voz está escrita fonéticamente con los signos tla7i y pan; la segunda, derivada del grupo anterior, se leería, Pa-Üa-ni, completándose con las huellas en sentido de ni,

Totoca, ni. significa ir de prisa, correr, empeorar ó crecer la enfermedad; totoca^ nite, perseguir á otro, echarle á puertas, des; pedirle ó desterrarle; el signo fonético de este verbo son dos ó tres huellas en dirección horizontal, 293. Sus diversas acepcio- nes pueden entenderse por medio de figuras complementarias: así Totococ, 294, se toma en sentido de corrido, en tanto que Totococ, 295, expresa perseguido.

Teteputztoca, 296, seguir á otro, ir detras de él; está formado de t^iUzco, detras de alguno, y de totoca.

Totoyoca, 297, correr ó darse prisa, sirviendo el tototl para dar la inicial de la palabra. Pudiera leerse también Totoyoa hen- chirse algo de pájaros. Correlativo es este grupo con el leído

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por los interpretes TlaMooac, 298, despedir, espantar á los ani- males, y principalmente los pájaros.

Jx-tococ, 299, despedir oon la vista, haciendo señales con los ojos.

Teptdfiemiy 300, verbo compuesto de te como añjo distintivo de persona; pcdy por favor, mediante, y nenemi; la pintara indica el que anda enmedio de otro, el favorecido ó protegido. El nombre y también el verbo ofrecen distintas variantes; la cabeza entre las huellas; el pié rodeado del xocpatli; el símbolo tletl dando la sílaba inicial de la palabra; un signo verdaderamente ideográfico; la indicación de caüi con la huella: todos ellos son grupos sinó- nimos y homófonos. .

Yoqui, 301, ido ó partido para alguna parte, verbal en qui del verbo yauh, ir á alguna parte. Le encontramos escrito de tres maneras; con el signo oüi en sentido vertical, con las huellas dispuestas á semejanza del verbo tl^x); con las huellas y una ca- beza humana. Igualmente encontramos Tikui, 302, plural del presente de yauJí^ ya vamos, y HuiUy 303, pretérito imperfecto del mismo verbo, iba, fui, había ido; de manera que se mira el inten- to de expresar, así el verbo, como sus diversos tiempos. Tenhvia, 304 compuesto de tenUi y de huia, pretérito imperfecto de yauh.

Mocihuia, 305, ''congojarse, trafagar ó agonizar," "importuno, ó desasosegar á otro." Nace de aquí el verbal TlamocihuiUiy 306, desasosegado y acosado de otros: el fonético Üan da la «silaba inicial.

Tecahuacj 307, verbal de cahua, exceder, sobrepujar, adelantar á otro, <&c.: la idea está espresada con tres huellas, alzándose la central sobre las colaterales.

* NacxiÜf 308, verbal sacado de icxiÜ, pié, y oci, llegar, alcanzar al que huye ó camina; el que llega.

Ahuünenquiy 309, compuesto de ahuic,& una parte y otra, ynen- qtd, andar de acá para allá perdiendo el tiempo. Anünenqui, ra- mera, lujuriosa, dada á la carne.

TianquizÜato, 310, el celador ó cuidador del mercado, tianqvi^ tli; el verbo cuidar el mercado. TianquiznahtuicaÜ, 311, el ladino ó entendido en el mercado.

Tlacza, 312, ir muy de prisa ó correr; también el nombre. Ne- hua, 313, partirse para alguna parte. Indicado también con una pierna, aunque en sentido contrario.

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Hualadc, el que llega ó viene, 314, representado por una sola huella, ó por ésta acompañada de una piern& Puede oonfondixse ^n el núm. Hualhuia^ 315, ó HmUiuiae; el primero pretérito de hudlac, venir; el segando verbal de pretérito del verbo huálMa, formado de hual; el que retorna ó viene, y así lo indican las huellas.

Terminado lo que por ahora tenemos que decir del signo de la huella, proseguimos nuestra enumeración.

PapadUf 316, cabellos enhetrados como los de los sacerdotes; papahua 6 papacktic, gaQáejaáo. Ofrece muchas variantes. Pa- tzaü^ 317, cosa flaca, enjuta, secn. Petztentehua, 318, de petzdif pie* dra de espejos, y ieTiUi; el de labios relumbrosos como espejo; metal cómico.

Quizquiy 319, verbal de quiza; el que sale^ de dentro de algún lugar ó cosa. Qud<mi^ 320, desconcertarse algún hueso; la señal que la figura lleva en el cuadril es el determinativo del sitio de la luxación, y en cada caso particular indicará el hueso dislocado.

Detengámonos ahora para considerar el símbolo de la palabra, que determina multitud de nombres y de verbos. AmizÜatOj 321, Idel verbo iztlatoa, hablar con falsedad; embustero, falso. Ayaqui- zttf 322, despreciar, abandonar, y el despedido ó abandonado. Cuacucdacay 323, tronar ó hacer ruido lo que hierve en la olla á borbollones; también cucual^ el que habla muy precipitadamente y á medias palabras. Cuicam, 324, cwtor. CuicaxockUl, 325, canto florido ó de flor, cahto melodioso. ChachahoaÜ^ 326, de chachalaca, hablar mucho, ó chachalaoaniy parlero; equivale á tíatohuani, 827, hablador; metaf. chistoso, aguda Chochdnepü, 328, el que tiene lengua partida, el maldiciente. Mocuioacmlo, 329, el que escribe 6 pinta cantares; formado de cuicaü, canto, y de cuüoa, escribir ó pintar algo. Motdckiuh, 330, áemoy tdckihuoy abominar 6 mal- decir alguna cosa; el que se maldice. MoÜahndcahua. 331, no atender por estar enojado, desesperado, furioso: la voz moÜahtteU catchqui significa, desconfiado, enfadado, desesperado, y Üahuüe, sañudo, iracundo, bravo.

OpoaÜiy 332, chocarrero, de opoa, chocarrear. Teahtta, 333, el

gritón, el que regaña gritando; de ahua, reñir, gritar regañando.

TenizÜaca, 334 de tentU é izUaca, falso profeta; el mentiroso. Te^

jpanüatoa, 335, defender; de iepanüato 6 tepanüoatom^ intercesor ó

abogado. TdzauhÜatoa, 336, de tebahuiU, cosa escandalosa, es<

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pantosa ó agüero; hablar cosas terribles, espantosas, escandalo- sas; descubrir secreto por^l cual se cansó grave daño y escándalo; metal adivino, pronosticador de cosas funestas. Teuhton, 337, el significado propio es, polvito, metaf. remolino; el que habla arre- batada y confusamente. ITupicy 338, en vano ó sin propósito; el que habla en rano sin sustancia. Tlatol, 339, de ÜcUoUi, el que habla mucho, hablador. Tlatolízon, 34Í), de tlatoUi y tezoiUia^ aña- dir algo á la plática ó sermón; el que agrega á la. verdad de lo que sabe. Tlatdmuna, 341, de Üatólli, y del verbo mana, alinear, poner en orden, &c.; el que habla ordenadamente, el que dispo- ne, ordena, legisla. Tlatcimahuí, 342, de mahui, temer; el de voz temerosa. Motocamaca, 343, de iomaca, poner ó dar nombre; el que se da nombre, el presuntuoso. Semejante al anterior. Tlahle^^ le, 344, sañudo, iracundo y bravo; el que así habla. Tozquechol, 345, de tozquiü, voz, y quechóUiy el pájaro de este nombre, el de la voz de quichoUi, dulce, suave como el trino del pájaro. Tzatzi- toe, 346, de tzatzi, pregonar, dar voces; el que da voces, el que grita.

Prosigamos nuestro catálogo.

Tecacálini, 347, asaeteador ó guerreador; propiamente, el asae- teado. Tecanihuetzca, 348, reir y mofar de otro, literalmente, yo me rio de otro; el burlón. TecahitetzqmztU, risa ó escarnecimien- to que de otro se hace. Tecocohua, 349, persona enferma, de co- coa estar enfermo. Su variante. Tecuacrm, 350, tartamudo: el símbolo dice, come piedras. TecudUmi, 351, el que hace enojar á otro; de cualania, enojar á otro. TecuiÜazoCj 352, el que tiene rota la rabadilla: relativo á idea que antes vimos. Techtchiiio, 353, él que chamusca ó quema personas. Teicniuh, 354, amigo de todos, El fonético Üa dice tlacatl, la persona que de todos se hace ami- go. Teixconemi; 355, irrespetuoso, desatento; de ¿etxoone^tia, des- comedirse con otro yendole á la cara. TeiayHin, 366, publicamen- te delante de otros; expresado fonéticamente por los labios y el ojo. Temachf 357, enseñador, predicador, maestro. Témeme, 358, de meme, llevar carga acuestas, el que carga á personas ó hace Tríeme á los niños; metal tutor, curador, protector. 'TemiqutzÜahuiy 358, notificador ó anunciador de la muerte. Tem^ozihui, 359, cosa ó persona importuna y que da desasosiego é inquietud. Tenacazf 360, embajador ó mensajero de grandes. TenacaXy 361, sordo. La falta de alguno de los sentidos se expresa generalmente con una

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banda que le cubre; así el ciego lleva una banda sobre los ojos; el mudo nanüi, la ofrece sobre la boca. Tenahuac, 362, el qu^ está cerca. También el . que está detras ó á la espalda. Tentón, 363, diminutivo de tentli, jetoncito. Tenca, 364, jetoiji; y en el femeni- no tenhtiic, 365, jetona. Tecocohva, 366, labios enfermos, duros como piedra. TenitZy 367, de üztli, labios cortantes, el maldicien- te. Tenhitaqui, 368, de tenhuakuaqui, estar boquiseco, muerto de hambre j sed. Con su variante. TenteJma, 369, el que tiene tentetl ó bezote, ó el que tiene el labio inferior abultado y salido. Ten- ssacaÜ, 370, bezote largo. Ixyaquic^ 371, cara puntiaguda. Tentla- pal, 372, labios pintados; de buen parecer. Tentzon, 373, barbón. Tetzon, 374, barbas duras como piedra.

Teopanhuetztoc, 375, tirada ó caído en el templo, teopan, Teotl, 376, manera común de expresar la palabra Dios, diversa de la ya conocida. Tepantemoc, 377, escalador, de tepantemo, escalar casa ó fortaleza, el que baja ó sube ayudado de otro. Tepolca 6 Tepalnemi, 378, el que vive con otro, el que vive en casa ajena. TepotzÜiy 379, jorobado. Tequequeloani, 380, burlador y escarne- cedor. Tepexihui, 380, de tepeadJiuia, despeñarse ó despeñar á otro: metal perseguido de la suerte. Teycucapan, 381,* en la extre- midad u orilla de la piedra; metaf. el que guía, ó va delante de las gentes.^ Teízalan, 382, lámina 7, entre algunos, ó por medio de eUos; tdzalan nemi; malsín ó revoltoso. Tetzauk 6 tetzahuitl, 383, espanto, cosa espantosa, lo que espanta ó aterroriza sobre- cogiendo y causando admiración; tetzahwUl, cosa escandalosa, ó espantosa, ó cosa de agüero. Teízahua, 384, el que hila, y el acto de hilar, del verbo tzahtia, hilar. Teuhtli, 385, polvo. Con varian- tes. TmcoÜ, 386, la persona que está empolvada. Texauhqui, 387, del verbo xahíia, afeitarse la india á su modo antiguo, ó más bien del' verbo xauhqui, india afeitada á su modo antiguo; el que usa afeites y metaf. adulador. Teyohna, 388, cosa semejante ó con cualidad de piedra.

TtcUcatlf 389, persona, quienquiera. Tlacatontli, 390, persona pequeña, niño. TlacatecoloÜy 391, la persona tecoloü, buho, el mal genio 6 genio del mal; diablo ó demonio como le tradujeron los castellanos. Tlacahiepan, 892, de huepantli, viga gj-ande desbasta- da por labrar; persona larga como viga. TlacololH, 393, persona contrahecha ó torcida. Tlahvmi, 394, borracho, beodo; de tlor

huanquiy 6 de ilahvao/n, beber vino 6 emborracharse templadamen-

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te, ó de atlalmainani^ el que se emborracha. TlahdctU, 395> el qae corta con los clientes; mordaz, murmurador. TlahuitzcaUi, 396, el alba, ó el resplandor del alba; metal el que alumbra, instruye, ' da consejos. Su variante, 397, está expresada por la estrella de la mañana. TMatl, 398, de tialli, tierra, y aü; agua turbia ó cena- gosa. Xalatl, 899, de xcUlif arena, agua de arena ó arenosa. TU- latí, 400, 4e tlíUi, negro; agua negra.

Tlallif 401, símbolo de la tierra: representada por puntos, en lo cual se confunde con ocalli, ya encerrados dentro de un circu- lo, ya formando un manchón como si estuyiera suelta. En sus variantes, 402, se lee millij campo ó heredad, indicando la tierra cultivada. Tlaltontli, 403; tierra pequeña, oomejaL Cuemitl^ here- dad, tierra labrada ó camellón, y de. aquí Cumpa, 404, en los surcos, ó el tiempo de practicarlo^. Ctietlamüoti, 405, tierra me- dio revuelta para hacer surcos. . TlcUnahuac, 406, tierra delgada. ' Matlalndo, 407, de neha, batir algo; tierra revuelta* Tkítdcakua, 408, de tlaUd, terrón, y de cahiui, el que quedó sepultado ó aban- donado entre los terrones del campo. TlcdtanÜi, 409,, tierra chi- quita.

Tlamahuüb, 410, el que se admira ó maravilla de alguna cosa. Tlamocoa, 411, el que padece ó sufre de los dientes. Tlamaoho' catl,412,dQÜamachoay labrar con pinturas, dibujos, &c.; el labra* do ó pintado. TlancuutzatzcUzi, 413, de tlcuncuaitly rodilla, y de tzatza¿zi, gritar, da^r muchas voces; se alude á la costumbre que tenían de gritar, poniendo y quit£m.do sucesiva y rápidamente la mano en la boca, ó bien dándose recias palmadas en las rodillas ó los muslos. TeTuxhtíac, 414, con alguno, á par de alguno. Tía- nahua, 415, con los dos fonéticos Üa y nahuac; mando, precepto» del verbo tlanalmatia, mandar algo.

Tlantli, 416, dientes; metal alegría, contento, satisfacción., Tlor Üan, 417, de Üatlardia, dar diente Qon diente, tiritar. TlaÜacóUi, 418, pecado,* culpa, defecto; grupo en que se encuentran los fo- néticos tía ó tlan, y cqUíc, cosa torcida. Tlatonac, 419, sol ardiente ó fuerte, de tona, hacer calor ó sol En su variante, 4£¡0, el prin- cipio de la palabra lo da el fonético Ha. ühalcMuJitkUonac, 421, de áiahhihuül, piedra fina; calor hermoso, el buen tiempo. TlacateoU, 422, nombre de uno de los reyes de Tlatelolco; también TeÜaio- nac, calor fuerte ó pesado. Igualmente pudiera leerse te-teM^ dioses. Tlaocol, 423, persona triste, el triste. TlatlazÜi, 424, cosa

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arrojada por sí, ó cosa que se le cayó á alguno, ó criatura abor- * tada y echada yoluniariamente; el aborto y el abortado. TlatiA' huiü, ó TlcUziuhqne, 425, perezoso, y también ÜcUziuhca, perezosa- mente, ó ilatziuhcayotl^ pereza. ,

Tlaüztoc, 426, el que está mirando ú observando con mucha atención. Tlaza, 427, echarse por esos suelos, ó de alto á bajar despeñándose, echar á otro en el suelo ó derribarle; metal des- pedido, privado de la protección que se le debía. Tlaxdlif 428, basura, desperdicio. Con diversas variantes. Tlazooone, 429, de tlazoüi, el amor sucio. TlüpitzaCf, 430, vara negra, soga ó cosa delgada.

TochpiltzintU 6 Tochtontli, 431, d^ tochUi, conejo. Ambas pala- bras son un diminutivo, el primero reverencial y cariñoso, como si dijéramos conejito chiquito, primoroso; el segundo es sólo di« minutivo, conejito. La cabeza del niño es la señal del diminutivo, derivado de su nombre tlacatontU, persona chiquita; tenemos en comprobación, ademas de esta palabra, la tlaUontli. Toba, ni, bajar ó inclinar la cabeza; tdoa, nitlay tragar algo: de aquí estas dos diversas acepciones; Tbíoc, 432, atragantado, y que depone, y Tclotiea, 433, cabizbajo, ó el que hace reverencia. Tonahuály 434, propiamente hacia nuestra espalda ó de tras; metaf. el que escu- cha, espía, ó acecha, derivado de la voz nahuaUi^ bruja. TonoUt, 435, calor del sol ó tiempo de estío. Ifztonatiuh, 436, de itztli^ y tonatnih, sol; sol picante, molesto. TojiatxocJdil, 437, escrito de una manera silábica; girasol. Puede tainbien ser leído XockiteotL Sus variantes. Toteiic, 438, nuestro señor ó superior. Totaviihtux,

439, de totoüy pájaro; mitl, la, flecha, y la partícula hua que indica propiedad; pieza de caza volátil, el cazador de pájaros, la caza de pájaros por medio de la cual se hacen propias las piezas. TozÜa,

440, de toitlac, saliva; baboso. La escritura es silábica.

Tzapa., 441, enano. Tzaptco, 442, espinado; de tzapinia, espinar- se ó punzarse, pudieíAio también derivarse de tzoponia 6 tzopinia^ punzar, picar. De aquí se forma Tzapin, 443, espinar ó punzar. 7)ía7uiquemitl, 4A4, manta pintada, rayada ó manchada; tzamaqueti, el que está abrigado con aquella manta. Tzetzd, 445, de tzetsdoa,. sacudir, cernir, <fea, metaf. tembloroso. Tzicuin ó Tzicuini^ 446, brincador. Tzipül, 447, el niño qu^ está enfermo ó desganado de comer porque su madre está en ciúia; ^Ichipil en la manera vul- gar. TsoncalH, cabellera, en general; tzontli, cabello ó pelo. De'

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*aqní los diversos signos Tzone^ 448, de grandes cabellos; Twi^ toñdy 449, cabellera ehica; TzxyfíXioiittíi^ 450, madeja de pelo sacio ó tiznado; Tsoncdy 451, pelo crespo ó rizado. TzocuH^ 452, la en* fermedad del pelo llamada ursnela, y consiste en qne la punta del pelo se divide ó fracciona. TzotzocaÜ^ 453, la berruga de las manos llamada mezquino; metaf. sucio, desaseado.

Xaacacan^ 454, cacarizo. Xixicpd^ 455, de xiodahvay barrigudo. Xochúthuili, 456, de asochiahuüiay regar, desparramar, verter flores. Xochitenquiy 457, labios de rosa, hermosos; metaf. elocuente. Xo- chidanüif 458, dientes hermosos. XoUi, 459, frase elíptica tomada de xolehtuiy rozarse ó desollarse; desollado. XoxUi, lobanillo, el que tiene lobanillo de xoxaU% lobado ó lobanillo; ó xoxale, xoxaüo, el hombre con lobanillo. Así el 460, lleva la lectura Xoxal, j el 461, Taccujcochy pólipo, explicando la persona que en la nariz le tiene.

Pié es ixitl; pero cuando entra en composición se convierte en signo fonético de la sílaba xo. De aquí, podemos decir, las di- versas acepciones del mímico pié, encontrándole en estas formas. XocpaUi, 462, la planta del pié, y también queqtietzoUi, calcañar. Xonecuü 6 Xocue, 463, cojo. Xocuitlay 464, sudor del pió 6 el pié sudoso, y también el pié «sucio. Xopehtujdoc, 464, pateador, de xopehua^ dar puntapiés. Explícanlo con propiedad las variantes. Icnoooopan, 465, lectura verdaderamente silábica, con los dos lo- néticos xo jpan; Icno-xo-pau, verano, huérfano; verano malo ó desgraciado: xopan, verano. Si el pié no representa un sonido, es porque sirve de signo mímico y entra con su valor fónico so- lamente. NaicxiÜy 466, el que tiene el pié atorado. Icxicuauhy 467» pié de águila, y también Ctcauknenemiy el que anda como águila, de una manera grave y haciendo caravanas. Pilnenemiy 468, el que anda al paso gravedoso del señor ó caballero. Tlcdtecuiy 469, hacer ruido con los pies, rascar 6 hacer polvo con ellos. Ctuzuh- chochóHiy 470, corma de palo. Chodioloa, 471, andar dando saltos ó huir.

Yaotly 472, eneníigo. TlcucoyaoÜy 473, esclavo hecho en guerra, el enemigo hecho esclavo; de tloGotli, esclavo, expresado por el sonido ÜacochÜi; lectura silábica. Yaoten, 47^ de yaoü., y terUliy formando Yaoten 6 Yao-tey radical de yaotequihuay capitán de gue- rra, y también los verbos yaotachcauhtiy y su sinónimo yaoteca.

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capitanear en la gnerra. YaopiUi, 475, caballero ó señor la guerra. ^

Yohucd ó Tohuodliy noche, expresada de varias maneras en las pinturas. Las figuras que aquí presentamos corresponden á ideas diversas acerca de la noche; así el 476, indica la noche un poco clara: el 477, la noche muy oscura; el 478, la noche en que bri- llan las estrellas; el 479, la noche en que las estrellas aparecen entre las nubes.

Zaono, 480, de zaonotiuhf cosa torpe y pesada, que no corre ni anda mucho: con variantes. ZomaL 481, de zoma^ corajudo, ira- cundo, á la manera de los niños que en su enojo se arrojan con- tara el suelo.

Pasamos ahora á dar algunos nombres de oficios ó de las ar- ied mecánicas. En primer lugar tenemos AmarUecaÜ^ lám. 8, nu- mero 1, oficial de arte mecánica, en general. IhuiamantecaÜ, 2, oficial de mosaico de plumas. AmaÜacidh, ÜacuüOf ÜacuHoaniy 3, pintor, escritor, expresado por el pincel ó instrumento que al caso servía. De aquí nacen, TlapaUecaU^ 4, pintor de colores. TlapcdacuilOf 5, del verbo Üapciaquiay poner los colores en lo que se pinta, ó sea el iluminador ó colorista. Ya conocemos el mí- mico amaü, papel, de donde salen, Amatec, 6, papel cortado; AmatecaUy 7, y Amoacach, 8, cortador de papel. CutUolif lám. 9, núm. 9, pintura, ó bien, ÜacuiUóliy cosa pintada. AmoocÜi^ 10, libro 6 escritura en pinturas. Amapoafd 6 amapohtiqvit 11, lector. Mi- lacufUóUi, 12, mapa ó pintura de tierras cultivadas. TlalicuUoa, 13, pintar en la tierra. TMicwUály 14, pintura ó pintor de tierras. AmaÜacuüloUy 15, del verbo amanoy adivinar en agua, de donde el significado de, horóscopo, adivinación de la suerte futura.

AmimiÜy 16, compuesto de aU y de mül^ con seis variantes: se deriva de amiy montear ó cazar, ó amini, montero ó cazador. Ayachquiza, 17 danzante.

CactzoCy 18, zapatero; de cacUiy sandalia, zapato, y izoma, coser; 6 oacokivquiy de cadiiy y del verbo chihuay hacer. Las variantes ofrecen ya el calzado mismo, ya los instrumentos que para fa- bricarlo sirven. Cohuayaoíeqvikvay 19, el recaudador de tributos. OuaJm/aiy 20, leñador. ChiqnivhcMuhquiy 21, el que hace ckiqui- huiü, chiquihuites ó cestos; los variantes ponen el cesto de fren- te 6 por la boca.

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MextcaTnali, 22, el esclayo ó prisionero de los méxica. MUacoU, 23, labrador ó aldeano. Michmani, 24, pescador, expresado por solo el pescado, michin, ó bien por la red, maÜaÜL Motdchiúh, 25, cantero.

Ocotzotlazqui, 26, vendedor de trementina, de (footzoüy resina de pino, trementina, ú ocotzoteüy pez. Ocomay 27, de ocoHy ocote, pi- no; silábico, , el qne coge el ocote. PetlcuMuhqne^ 28, el que haoe petlaÜ, petates ó esteras. Qtidzálhuique, 29, vendedor de plumas finas.

Teci, 30, la mujer que muele maíz; la molendera y también el verbo moler .Bepresentado por las manos haciendo mover el meUapiUi 6 mano del meüaüy metate. 7'ecocoAt¿a, 81, de coco, cría- da de casa ó sirvienta; se expresa por una mano que hace cari- cias á los niños. Tecochteca, 32, de tecochieccmiy airullador 6 el que hace dormir; muy particular nos parece este grupo, en que 86 representa una acción semejante á la practicada por los mag- netizadores para hacer dormir. TecpoyoÜy 38, pregonero. Teüpi, 34, el que aprehende ó encarcela, alguaciL TeixiÜi, 36, de áeúei- iia, herir con lanza; el soldado de ella armado. TeTna^ 36, bañarse en temazcaUt, el temazcalero 6 dueño del temazcsd: escritura fo- nética. TeocuiÜachmhqm, 37, platero ó joyero. OoztieteocuttiaU oro; Iztacteocuülafly plata; de teotí, y cuitlaü, excremento se forman estas voces, de manera que el oro es el excremento amarillo de los dioses, mientras la plata es el excremento blanco de los mis- mos. Tepixquiy 38, cuidador, mayordomo, guardador. ífepofegjíte- quiy 39, herrero ó fundidor de cobre. TequülatOy 40, mandón 6 merino, el que tiene cargo de repartir el tributo ó tequio^ á los macehuallL Tetianeca, 41, de Üanana, sacar diente ó. muela, el sa- camuelas. Tetzotzonquiy 42, cantero que labra piedra, y tambieB el verbo tetjsotjsfona, labrar piedras. Variantes en que se mira la piedra labrada, 6 bien solo las piedras que servían de pico. Te- xinquiy ó teadmaniy 43, barbero ó trasquilador.

TlapaUy 44, color en general Se simboliza con un cuadrilátero ó un círculo, por lo común pintado de rojo; para expresar un co- lor determinado, la figura le tiene puesto; blanca, se leerá ¿sioe^ negra, üíUi; amarilla, oozcmhqui, cozticy &c. Tlackma, 45, de tíach- íUy juego de pelota; el dueño del juego. TlaLaaÁquiy 46, viajero. TlaÜamacMvJique, 47, medidor de tierras. Tlamaca, 48, servir á la mesa, ó administrar la comida y manjares; servir, distribai^i.

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repartir, él doméiítico. TMmaitJ, 49, labrador 6 gañan. Tlamaii' ccülf 50, de Üama, médico ó cirujano; ó de tlamati, embaucar á otro el hecbicero; el médico que cura con ensalmos. Su yariante, así como este gmpo, son ideográficos. Tlamatüoxoch, 51, de Ha" -maUniy sabio, inteligente en disponer flores, hortelano. TUzma- eeuhy 52, el que ofrenda 6 sirve. Tlamáhuüan, 53, el que arrastra algo con la mano. Tlapacho, 64, trampa de red para cojer pája- Tos, 6 quien les tomacon la red. Oitauhxinqui, tlaxinqui^ 55, car- pintero. Expresado por el hacha de cobre que servía para cor- tar las maderas.

' TopiUi, 56, alguacil de indios. Tos^o, 57, punzado, sangrado, y también el sangrador. Tjgtmhqni, 58, hilador ó hilandera.

XoéfUmanqui, 59, el cuidador y productor de flores. XocMlami, €0, segador 6 cortador de flores.

Zoqmohiuhqfííe, 61, alfarero; de aoqnickikua, hacer barro para edificar paredes» adobes, At. En una de las variantes se expresa . el procedimiento, indicando que la obra se hacia con la mano, ayudándoBe con el agua; las otras variantes están expresadas por la obra misma, cormil^ oUa^

Terminaremos este capítulo con los nombres de algunos uten- ailios, objetos domésticos, &o.

Ascoquen, 62, cierto pájaro de pluma blanca, una especie de pala usada para remover la tierra. Axoquencfue, 63, de axoquen, y de ctteül, eni^as: enaguas de plumas de axoquen.

Oacxochitlf 64, sandalias pintadas como flores. Caxmaül, 65, escudilla semejante á la sartén. GoscamaiÜy 66, de cojscatl, collar; pulsera. CuaeJicalH, 67, pabellón, cielo de cama, tienda de cam- paña. Cuapüóli, 68, adorno colgante de la cabeza. Cvmthquemitl^ 69, pieza del veatido mujeril, destinada á cubrir pecho y espal- da; hoy se dice vulgarmente quisqicemid, üuahmcy 70, estaca. Ovexopa, 71, que silábicamente pudiera leerse Cue-xo-pa, ena- guas sobre los pies, ó que dejan descubiertos los pies. Chicocue, 72, enaguas de las mujeres compuestas ó ligeras.

ühecamálacatl^ 78, de eJiecaÜ, y de málacaily huso; malacate de aire, el rehilete; juguete para los niños.

MaauexUi, 74, pulsera. MaxflasaoaÜ^] 75, de maxtlaÜ^ braguero, pañetes que servían para cubrir la deshonestidad del hombre, y de aacatl, zacate; pañetes de zacate, burdos. Mesotl, 76, la penca seca del maguey que servía de combustible.

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OÜachiquihuiílf 77, chiquihuitl hecho de oÜatt; chiqnihuite, ces- to de otates. Ocotzcüy 78, ungüento de trementina.

PicieÜ, 79, la caña para fumar.

Tayauhy 80, especie de paño para adorno mujeril TeconaUi^ 81, carbón. Teptiztlateconi, hacha para cortar; tepuMÜi^ cobre; teprus- huiaf cortar algo con hacha. De los instrumentos de este género, representando así los nombres como los verbos, encontramos: hachas de piedra, texinqui^ 82, ya solo atadas, ya con mangos de madera; De cobre, la de forma común llamada tepos, 83; ya con mangos de distintas formas, dichas tepozcuauh^ 84, y con el man- go retorcido denominada teposoocol^ 85; por último la moxdo, 86, de xeloa, partir, rajar, &a, por estar destinada á estos objetos. Tepossmiü^ 87, punzón, lezna, punta de flecha ó hierro de lanza.

Tejscatl, 88, espejo. De aquí TezoaUaco, 89, medio espejo, 6 tezcatlapanqui, espejo quebrado, ó tescfiUlapana, quebrador de es- pejos. Analizada la palabra tezoaüj quiere decir, superficie tersa^ plana y pulida, como la que forma el agua de un lago. Tdsauh^ 6 maiacaüf 90, huso para hilar; sabemos que significa el verbo tsahíiay hüar, y mcdacachoa, dar vueltas en derredor de un objeto, y los nombres tzahuani, tzauhqui^ hilador ó hilandero. TUmatti^

91, manta ó capa, común en el traje de los hombres. TlümaÜi,

92, la capa negra de los sacerdotes. Tlemacuex^ 93, de ÜeÜ^ fuego, pulsera de color encendido como de fuego. Tlüpolonquiy 94, biz- ma negra, aplicada en la medicina en diversos usos; las varian- tes dan idea de sus multiplicadas formas.

TozpeÜacaUiy 95, á^peOacaüiy arca, de donde se deriva nuestra palabra jpe^aca/ arca fina.

Yecñicuey 96, de yecüi^ bueno, y cueiAy buenas enaguas.

2kibcaqvequemüly 97, capa de zacate ó palma, usado todavía hoy por las gentes del campo para resguardarse de la lluvia, y co- nocida bajo el nombre de padmu Llámase también zacatümaílL Zacaicpaly 98, asiento de zacate. YcpdHiy 99, asiento, especie de silla. ZacapepechÜiy 100, cama de zacate ó paja.

Paréceme que en justicia he dicho poco acerca de los mate- riales que voy aprovechando. El Sr. D. José Femando Bamírez formó su colección de jeroglíficos meicicanos, de cuantas pintu- ras impresas ó manuscritas cayeron en sus manos; así reunió unas cuatro mil tarjetas, con uno ó varios símbolos en cada una. Si muchos grupos jeroglíficos están sin explicación, la generali-

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dad lleva copiados en facaímile las palabras mexicanas que al calce escribieron los antigaos intérpretes nahoa. Ignoro si el Sr. Bamírez formó trabajo particular acerca de esta materia; á mi me faeron regalados» por la señora viuda^ solo los dibujos. Pero en éstos había no poco escrito por mi muy sentido amigo, y con ello, y con mi trabajo en paleografíar y traducir las voces mexi- canas, voy tejiendo esta labor, que con ser trunca y pobre, me cuesta no pocas meditaciones. Nada hubiera yo logrado, sin el trabajo primitivo del Sr. Bamírez.

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CAPÍTULO VI

ESqBITUBA JEBOaLÍflOA.

*

Nombres geográficos 6 de htgar.—I^ pr^fH>eieiones,-''S^nosfonéUcoa.--Tlan. Jía- httíic—Pan, Apan.—Pa, I^pac. Ix 6 txco.^Yocan. Teineo. Zo y zoto, Ma, Nombres de los lugares conquistados por los emper{tdores de México,

TODO nombre gec^ráfíco ó de lugar termina por una prepo- sición ó bien por nna forma veirbal. La preposición ó partí- cula verbal afijan invariablemente el compuesto. Estos nombres se escriben como las demás palabras; por medio de nno^ dos ó más signos, convinados bajo las reglas generales de sintaxis.

Mr. J. Hammond^TrunbulI, en su obra intitulada: ''The com- position of Indian Geographical Ñames/' asegura que los nom- bres de personas y de lugares, en las lenguas de muchos de los pueblos primitivos de Norte-América, son significativos, y lo coznprueba con las lenguas algonkinas. En el mexicano y en otras hablas de México, verifícase cosa idéntica. De muy dis- tintas fuentes proviene el significado: de ideas ó de creencias religiosas; del nombre del fundador primitivo; de la nación que estableció ó conquistó el pueblo; de un suceso histórico; de una indicaoion geográfica ó topográfica; de los productos que abxm- dan en el lugar, ó de los animales que prosperan, ó de los arte- factos que se fabrican; de suposición respecto de otras pobla- ciones, &c.

El signo determinativo de los nombres de lugar es el mímico

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tepetlf cerro, eerroB, montañiL El determinativo acompaña al nombre cuando puede haber motivo de confusión; en los demás casos, según parece al pintor, le pone ó le suprime.

El determinativo irae este origen. Era creencia entre los me- xicanos que los montes estaban llenos de agua, y que en deter^- minadas circunstancias podrían romperse, causando inundacio- nes; por eso los pintaban como especie de ánforas, con boca en la parte inferior por donde van unidos á la tierra. Esto en cuan- to á la forma; en cuanto al significado, según el P. Carochi, (1) "Los nombres derivativos acabados en hua y en e, son sustanti- vos, y significan dueño y poseedor de la cosa." "Fórmanse de diferentes maneras, conforme á las terminaciones de los nombres primitivos. Lo primero, si el nombre primitivo se acaba en il, de ordinario se vuelve la ti en him, como de atl, agua, y de tepeíl, el monte y cerro, se derivan aAi¿a, tepélmay señor del agua y del cerro: y porque los indios solían habitar en cerros que tenían agua, de aquí es que se toman ahna y tepeMa, que andan juntos, por habitador de la ciudad, de la villa y del pueblo, que tam- bién se llama atlt tepeil, y deatos dos nombres se compone uno, atíq^j la ciudad ó pueblo, y del se deriva aüepehuay vecino de la ciudad ó pueblo." ^En nuestro catálogo hemos visto, que áltepeUy pueblo ó ciudad, está escrito con un cerro y el simbólico agua.

La manera de -afijar el nombre de lugar, es muy sencillo: la última voz de l&s componentes pierde su sílaba final ó sus letras finales, tomando en su lugar la preposición que le corresponde, según las reglas que vamos á exponer.

Las preposiciones, en los nombres de lugar, se encuentran tá- citas ó expresas. Llamamos tácitas ó suplidas las preposiciones que no constan con carácter especial en la escritura, y que el lector tiene que suplir al descifrar el jeroglífico, eiguiendo las reglas gramaticales. Les decimos expresas, cuando aparecen es- critas por un signo peculiar, determinado para dar un sonido fijo, un significado constante.

Tlauy va suplida en los nombres terminados en tli, ti, !/, in. Ex- presa, bajo las cuatro formas que representa la lám. 10, núm. 1. Oomo tomada de tlanüiy la representan los dientes bajo diversas formas; pero como se advierte, ya no significa lo que gráfica-

(1) Arte de la lengaa mexicana, México, 1645; fol. 55.

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mente representa, sino que se convierte en un fohético, ya dan- do la sílaba ¿ía, ya la preposición ÜarL

No encontramos para tía su signo, supuesto que los dientes suplen esta sílaba; como preposición, no hemos dado con su fo- nético, si le tiene, pues creemos que siempre es suplido, acom- pañando á los objetos que se presentan aislados en la escritura.

Nahuac, 2, se expresa, bien por una boca delante de la cual se nota la vírgula nimbólo de la palabra, bien por dos, tres 6 más vírgulas prolongadas. Como fonético hemos visto que arro- ja los sonidos Tiáhua y hua.

PaUy 3, significa, en^ sobre, in, super, pro. (1) Se deriva de pan- Üi, bandera, la cual como signo numeral equivale á veinte. En los compuestos arroja el sonido jpan, á veces jpa, y solo en el fi- nal de las voces se presenta como preposición y con su signifi- cado propio; se le ve, pues, adaptada al uso prepositivo sin sn verdadero valor. Pan, se encuentra expreso y suplido. Suplido, lo da á entender la posición de las figuras del grupo jeroglífico, colocadas la una encima de la otra.

El signo 4, está compuesto de tres líneas, una horizontal, l&s otras dos sobre ella inclinadas, conteniendo el símbolo aü; se descubre que representa el corte transversal de un canal ó aoe« quia, apantliy de donde toma su nombre. Es un carácter ioneti- oo cuyo valor es apan; significando, en el agua,*y que colocado siempre al final de las palabras hace oficios de preposición. Sos- tenida por dos reglas, obtuvo la forma que tiene. La primera es ésta; aü, como monosilábica se une con la preposición jtxin, for- mando apan, en el agua. Segunda regla que importa tener pre** senté: todo nombre, que al perder la sílaba ó letras finales, que- da en una terminación parecida á la de una preposición, se que- da en esa forma, sin recibir preposición ninguna, aun cuando por regla gramatical le correspondiera distinta: ¿eopantilí, templo; mtc- tlanüi, infierno, forman teopan, micUan, que no tiene neQesidad de recibir nueva preposición. (2)

Fa y copa, 6, tienen su signo fonético, y es una sola huella del pié humano. Aanque pan y paño significan lo mismo, los auto-

(1) Guevara, § 382; Oaroohi, comp. pág. 40.

(2) Aldaba y Gueyara, § S99.

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res oonfunden estas preposiciones, sustituyéndolas promiscua- mente una ppr.otra.

El signo fonético de tgxzc, 6, representa un * ovillo de hilo, icfiotetly palabra derivada de icpatly hUo: de aquí nació la prepo-* sicion.

Hemos hablado ya del fonético ix, 7. Este sigQosuenaío? como elemento de un compuesto; afijo á una palabra y como preposi- ción vale constantemente ixco.

El yerbal yacan tiene igualmente su fonético, que son varias huellas en dirección horizontal, 8.

Deberemos agregar el medio cuerpo desnudo, 9, que suena tzin como elemento, y en fin de los nombres de lugar tzinco. El pié que en ciertos compuestos arroja la sílaba xo, 10. La espina delgada, 11, representando los sonidos zo y zozo; la matio en sus significaciones diversas, siempre dando la sílaba may y asi otros signos que no tan claramente se pueden colocar en esta sección.

Preciso ha sido entrar en este preámbulo, á fin de evitar repe- ticiones enfadosas en cada caso particular. Pasamos ya á la des- cifracion de los nombres de lugar, escogiendo en el CódiC'e de Mendoza los pueblos conquistados por los reyes de México. Ex- .presaremos la lámina á que pertenecen en la edición del Lord Kingsborough; el número que en ella lleva el grupo jeroglífico, y el que en nuestras estampas le corresponda; en cuanto al nom- bre le escribiremos con la ortografía que debe tener. Se obser- vará, que en este último punto, nos separemos muchas veces de la escritura adoptada en la interpretación del Códice: una vez por todas diremos, que ni remotamente tenemos la pretensión de saber más que el intérprete y por ello corregirle la plana; firmemente seguros estamos de que los intérpretes no se equivo- caron; pero el documento ha pasado sucesivamente por muchas manos, inexpertas, éstas han maltratado muy mucho las copias, y esos errores y descuidos son los que pretendemos enmendar. Omitiremos, en su lugar respectivo, aunque mencionándolos, to- dos los grupos repetidos.

Lámina I. Gobierno de Tenoch.

11. Oólhua ó CúlhuorcaUy lám. 12, núm. 12, lugar de los colhua ó culhua, pues en el mexicano es frecuente el cambio de la o por la % y al contrario. Un cerro con la cumbre retorcida; signo ideográfico que así indica la tribu, como el lugar de su morada.

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Este es el verdadero sigcificado, y se deriva de colUc, cosa tuerta ó torcida^ y de la partícula hua^ formando colkua. poseedores de cosas tuertas ó torcidas. Algunos autores escriben erradamente Coloacan, sacando la etimología del verbo cóloay nino^ ^'entortar- se ó encorvarse, ó rodear yendo camino;" mas no la autoriza el jeroglífico.

12. Tena-yocariy 13, un monte cercado de murallas, tenamiÜ, las cuales dan en loa compuestos el elemento fónico teñan ó tem¡ Tena-^ocan, lugar en que se hicieron murallas, lugar amurallado. La población, que sirvió de asiento á los chichimeca, desapare- ció, y sus ruinas se descubren hoy en el cerro del Tenayo, de la sierra de Guadalupe.

Lámina IL Beinado de Acamapic.

3. OuauhinahuaCy 14, un árbol, cuahuitl, que como sabemos deja la radical cuauh, el fonético de la preposición Tiahvac: Cuavk-^na" hiíac, cerca de los árboles ó del bosque. Estropeada la palabra, queda hoy en la imposible ser reconocida, Ouemavaca.

5. Mizqui-Cy 15, el árbol llamado mizqiiitly mezquite; en el mez- quite ó en el mezquita!

6. Guitla-huay 16, nombre del penúltimo rey de México y de la población de que fué señgr. Alia dijimos que se compone de ' cuülail y huacqaiy significando excremento seco ó enjato. Aqn! como nombre de lugar debería afijarse con una preposición, y en efecto en la pintura está acompañado del fonético apan; pero co- mo termina en la forma de la preposición c, ya no admite prepo- sición nueva; el grupo jeroglífico y la lectura se muestran conse- cuentes con las reglas gramaticales.

. 7. Xochi-mü-co, 17: del figurativo xochitl, flor, repetido sobre el simbólico mitti, campo cultivado; Xochi-mil-coy en el terreno cul- tivado de flores, en el campo de flores. Lámina III. Beinado de Huitzilihuitl.

1. TaUti-tlariy 18. Una planta ó mÉUiojo de toUin 6 tuUin, tule, juncia, espadaña, llevando el fonético flan; Tul-tí-tlany junto, cer- ca, en, el tule ó en el tular.

2. Guauh'ti4lany 19. Un árbol, con el fonético tlan: significa, cerca, junto, en, los árboles ó el bosque.

3. Ghál-cOy 20. Carácter ideográfico, que así representa la ciu- dad, como á la tribu chalca. La pintura figura el ohákhihuiüj cu- ya radical primitiva chai sirve de mnómico para la palabra.

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6. ToUan-tüiiico, 21. El manojo de tóUiny nombre de la ciudad de ToUan, * con el fonético tzíny en fin de los nombres de lugar tzinco, con el significado de atrás, detlras, á la espalda. Parecerá contra las reglas establecidas <]ne dos ó más preposiciones vayan juntas; pero esto también es conforme á la gramática. De las preposiciones, sólo en las compuestas pueden ir dos juntas; se exceptúa ízítico, que se junte, con otras preposiciones, siendo el caso en que pueden unirse dos ó tres de ellas á una misma palabra*

7. XaUocaUy 22. De ocaüotan, "cierta rata ó ratón," llamado tu-^ za (Orden roedores, familia cricetidas, Geomix mexicanus); lu- gar de tuzas, tuzal.

8. Otonpan, 23. El étnico de los otonca ú otomíes, sobre el de- terminativo de población ó el cerro; de aqui la lectura Otan-pan, sóbrelos otomíes ó entre los otomíes*

9. Texcoco, 24. Una montaña riscosa, sobre la cual florece Ib, jarilla, y junto un brazo extendido con el símbolo aÜ. "La ciu- dad, de Tezcuco, dice Ixtlilxochitl, fué fundada en tiempo de los tolteoas con el nombre de Oatenichco; destruida al tiempo que aquella nación, la reedificaron los emperadores chicliimecas, particularmente Qninatzin, quien la embelleció mucho, puso en ell& su residencia y la hizo la capital del imperio. A su llegada los ohichimecas la llamaron Tezcuco, es decir, lugar de deten- ción, porque allí pararon todas las naciones que entonces había en la Nueva España." No dudamos sea ésta la verdadera inter-^ pretecdon, y entonces será un carácter ideográfico con el valor fónico, Tezcoco; la escritura, no obstante, suministra gráficamen- te otra etimología: Tl<zcoÜ, jarilla, vardasca, se refiere á la que brota en los terrenos llanos; texcoüi, es la jarilla de los riscos, tomando la radical de texcaUiy peñasco ó risco; de aquí la verda- dera ortografía del nombre Texco-co, en la jarilla de los riscos. Como en su lugar veremos, el brazo es carácter ideográfico ya de la provincia de Acolhuacan, ya de la tribu acoUma: el conjun-^ to jeroglífico dice, la ciudad de Texcoco en la provincia de Acol- huacan.

10. Acdman^ 26. Signo ideográfico: un brazo, con lel simbólico cerca de la mano, para indicar que ésta toma parte en el com- puesto. La voz se forma de acoSt, hombre; de 7Yutit\ significando el verbo wia, cojer, y el ti verbal: Acol^ma-n, en donde se hizo ó

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copió el hombro. Tiene relación con la leyenda referida en otro Ingar. Derivado de accihua, significaría» logar tomado ó cantiga- do por los aoclkua.

Lámina lY. Beinado de Chimalpopoca.

L Tequiocquiapafif 26. Las figurillas cnrvilíneas 6 irregolares* que sobre el fonético apan se notan» son el símbolo del tequix' quiüf teqnesqnite, carbonato de sosa natural eflorescente. Teqniz- qni*apan, en el agua teqnesqnitosa ó salobre. Dos lugares hay del mismo nombre, y para distinguirles, llamaron aluno Tequix- quiapan, al otro TequixqhMc

4. Choleo. Véase lám. TTT, núm. 3.

Lámina Y. Beinado de ItzcoatL

1. AzcaptdzaloOy 27. De axcaputzalUy hormiguero, significando, en el hormiguero. Muchos de los nombres de lugar se formaron del apellido de los fundadores, y cuando las palabras no podían ser expresadas con sus propios sonidos, escogían signos qne próximamente correspondiesen á la toz apetecida; con el tiempo estos signos cambiaron de pronunciación y por consecuencia de significado. Nos informa Ixtlilxochitl, que la ciudad de qne tra- tamos fué fundada por uji señor nombrado Ixputzal, y así se llamó aquella al principio; expresóse la denominación por medio de un hormiguero, de donde resultó que el yocablo Ixptsal se convirtiera en Azcapotzalco, autorizado por la multitud de gente que en la ciudad vivía, haciéndola semejante á un hormiguero.

2. CayoTmacany 28. Expresado por un coyoü^ coyote, con el pelo erizado y la lengua fuera de la boca, indicando un animal flaco y hambriento. Si por el signo formamos la palabra, debemos leer üoyo-htiaoy coyote flaco, tomado el complemento de huacqui, ''cosa seca, enjuta, ó emmagrecida." Por corrupción se formó Coj/o-hua-can, que dice, lugar de dueños de coyotes. '

3. Teocálhueyacy 29. Solare el determinativo cerro; un teooaUi, en forma prolongada ó luenga, hueyac: Teocal-hueyac, templo alto ó prolongado. Adulteróse después el nombre en Teocalhui- can. El grupo jeroglífico presenta la particularidad de ir acom- pañado del determinativo cerro para no dejar duda acerca de que es nombre de lugar, y que el templo ofrece ademas el deter- minativo de conquista que acompaña á todos los pueblos en el Códice Mendpcino.

6. üuacuauhcan, 30. Los mímicos árbol y águila que dan los

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elementos de la palabra arrojan cada uno el sonido cuauh; de aqní debería formarse Cnanh-onauli; pero por eufonía, como ya lo vimos, los componentes cambian quedando Gua-cuauh-can, lugar de leñadores, de cuacuauhqui^ leñador.

7. Tk^oapatiy 31« una planta florida, sobre la indicación de la tierra llana, ó sea el ÍUxcoÜy jarilla ó vardasca. Tlaco-pan sobre la jarilla. Afirma Lctlilxochitl, que esta población, llamada hoy Tacuba, fué fundada por un señor Tlacomanatzin, de donde se formó la voz Tlacopan: en este caso significará, fundada por Tla- comanatzin.

8. AÜacuihuayany 32. En historia de la peregrinación mexi- cana se mira escrito el nombre, con una mano empujando un madero, doblado en la parte superior y un atravesaño en la in- ferior. El Sr. D. José Femando Ramírez, en la nota primera, pág. 21, tom. I del P. Duran, dice: "Eefiérese probablemente al '^arma mexicana, llamada atiaÜy especie de ballesta, que según la "tradición fué inventada en Tacubaya, dando origen á su nom- ''bre Atlacuihuayan, que quiere decir, donde se tomó ó cogió ''el Atlatl." Esta etimología es buena y la confirma la pintura Aubin, en que el nombre está expresado por el atlcUl mismo; pe- ro no corresponde á la pintura que examinamos, compuesta de un jarro del cual sale el agua. Dice elP. Carochi en su gramáti- ca, que Atlicuihuayan significa, lugar en que se toma el agua. En esta acepción se deriva de aüacuicy aguador, ó del verbo atlacuiy ir por agua al rio, ó finalmente de aJUacuihuaniy herrada (cubo ó jarro) para sacar agua. Los tres signos indicados pertenecen al género de los ideográficos; diversos ya en los signos gráficos, ya en el significado, producen, no obstante, el mismo nombre, sien- do ejemplo de los sinónimos entre los caracteres. Sirven tam- bién de muestra de la dificultad de la lectura jeroglífica, pues con pequeñas diferencias ortológicas él sentido de la frase cam- bia totalmente.

9. Mixooacy 33. La culebra de nube ó sea MixcoatL Mixcoa-^^ en la culebra de nube, en donde cayó la tromba, ó bien funda- da por, ó dedicada á Mixcoatl.

10. OuauhxÍ7ruxlpany 34 Ideográfico; se deriva del verbo cuauh-

xima, carpintear ó labrar madera, el cual forma cuauhximaloyany

lugar en que se labra madera, carpintería; ó mejor de ct^auAon-

máCU. ''acepilladuras ó astillas pequeñas, y palo ó ídolo labrado.'^

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üiiauhximal-pan^áoíxdiQ se labra madera. El hacha representa el verbo xima, carpintear, y la lectura por los signos sería Cuauh- xima-pan.

lí. Cnauhtitlo.li, 12. Tecpan, 35, "casa ó palacio real, ó de al- gún seilor de salva'* Expresado por caKí, y el copiüi indicante de la autoridad real. 13. Texcoco en Acolhuacan; véase el num. 24

Lámina VI. Eeinado de Itzcoatl.

I. Mixqidc. 2. Cuitlahtuxc. 3. Xochimilco. L Ghalca 5. YaoyotL

6. TlatddcOy 36. "Y volviendo á nuestro propósito digo, que "los Tlatelulcas, divididos de los mexicanos, fundaron su ciudad

en este lugar dicho, el cual en sus principios no se llamó Tlate- lulco, que quiere decir, montón de tierra hecha á mano ó térra- "pleno, sino Xaltilulco, que quiere decir montón de arena." (1) El nombre gráfico, en realidad, no es más de un montón de tierra ó de arena: la palabra se forma de tlatelli, "altozano, ó montón de tierra grande," ó de tlaÜeteUi^ montón de tierra; con el verbo y la preposición se sacan Tlatelolco ó Tlaltelolco, manaras correctas ambas, dando á entender, lugar terraplenado, igualado á mano.

7. Huitdlapariy 37. El liuitzitziliii sobre el fonético apan: HtUzU- apan, en el agua de los colibrís.

8. Cuauhnahu(w, 9. QuetzaUan, 38, de qudzálli, plumas largas y ricas, y el fonético tlan: Quetzal-lan (porque la t de tian se pierde entre las llj, cerca ó junto de los quefzcdli, pájaros de este nombre.

10. Zacualpan, 39. Compuesto de un tzacuaUiy pirámide, con una mano encima. Ideográfico derivado de zcdoa, hacer pared ó engrudar, y de ciiaM, cosa buena: Za-cual-pan, donde se hacen buenas paredes, donde se construye bien. Tzacual-pan, sobre la pirámide.

II. Itzt^peCf 40. De itztli, en una de sus variantes: Itz-tepe-c, en el cerro de la obsidiana.

12. Xiuldepec, 41. El simbólico de xihuiü en el sentido de cosa preciosa: Xiuh-tepe-c, en ^1 cerro precioso, donde hay piedras preciosas.

13. YoaUan, 42. El simbólico noche en una de sus variantes. Corresponde á las palabras yoaUi, noche; yoac, de noche; yoMcáUí, noche, yohuac, de noche, y al verbo yohua, anochecer ó, hacerse

(1) Torquemada, lib. III, cap. XXIV.

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de noche: la lectura puede ser Yoal-lan ó Yohual-lan, donde os- curece pronto.

14 Tepecuacuilco, 43. Ideográfico: las radicales del compuesto son tepetl; cuaiü, cabeza; el verbo cúilia, pintar algo, y la prepo- sición: Tepe-cua-cuil-co, en el cerro de la cabeza pintada. Oree- mos que la cabeza es el étnico de los cohuixea, tribu de la cual dice el P. Saliagun que vivían en los pueblos de Tepecuacuilco, Tlacbmalacac y en la provincia de Chilapan, hablando lengua mexicana.

Lámina VIL Eeinado de Motecuhzoma Ilhuicamina.

L Coaixtlahuacan, 44. Entre los nombres de personas dimos razón de este grupo jeroglífico, por lo cual sólo hablaremos aho- ra del nombre de lugar; Ixtlaliuacan, desierto, ó tierra llana y despoblada sin árboles; derivada de ixtkihuayo, tierra desierta y llana, ó de ixtlahíiatl, vega ó tierra llana, sabana ó campo: el fo- nético ix da el elemento inicial de la palabra, y el coatí la com- pleta: Coa-ixtlahuacan, desierto en que hay culebras p víboras.

2. Mo/nmlMkiztepec, 45.^ Conforme al P. Sahagun, los palos con que se sacaba la lumbre, en la fiesta del fuego nuevo, se llama- ban mamaXImizilij y estos palos representa la pintura. Mamal- huaz-tepe-c, en el cerro donde se toma el maDialhnctztlL Con esta palabra se significa igualmente la constelación de Orion.

3. Tenanco, 46. El mímico tenamitl, cerca ó muro de ciudad, representada por la cortina con sus almenas, ó sólo por éstas en otros casos. Tenan-co, en la cerca ó muralla, en el pueblo forti- ficado. Tename altepeil, villa cercada de muro.

6. Tefeuhtqpec, 47. Ideográfico. El lienzo extendido parece ex- presar el verbo tetehuana, "tir.ar ó estirar algo, extender ó des- arrugar alguna cosa." Teteuh-tepe*c, en el cerro donde se tienden ropas.

7. GMconquiauhco, 48. Los puntos son el signo numeral de chicoiiie, siete; las gotas significando la lluvia qmahnttl, sirviendo el cerro de sólo determinativo: Chicon-quiauh-co, en las siete lluvias, donde llueve mucho. Quiahuitl, como todos los de su es- tructura, al perder el final, no deja el elemento quiahuy sino que forma quiauh: sirva esto de recuerdo páralos casos análogos.

8. Xiuhidpec. 9. Totólapanj 49. La cabeza del huexoloüj huajo- lote, pavo, llamado taxnbien totdin^ sobre el fonético apan: Totol- apan, en el agua los pavos.

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10. Choleo. 11. Cuaúhnahuac. 1% AOxjÜauoany 60, de opan^ j ÜaÜauqui^ colorado:' A-tlatlan-can, Ingar en el agua colorada. M fonético sirve para dar la sílaba inicial a: el signo debe estar pintado de rojo.

13. Suaxtepec, 51. Del árbol llamado huaxin^ haaje: Hnax- tepe-Cy en el cerro de los huaxin.

Lámina VIH. Continuación del reinado de Motecnhzoma II- hnicamina.

1. YauhJtqpeCf 52. De yahuiü, maíz negro ó de colores: Yaoli- tepe-c, en el cerro en que se da el maíz negro ó de colores.

2. TepoztJUiy 53. TepozÜi ó tepuzdi^ cobre; tomando el instru- mento por el material qae lo forma, Tepoz-tla, donde abunda el cobre.

3* Teaportzinoo^ 54, tras el tecpaü^ sílice; claramente expresado por los signos.

4. YacapichÜar^ 55. Un cerro que presenta una nariz, debajo- de la cual se observa una cierta figurilla. En la relación de Acá- piztla por el alcalde mayor Juan Gutiérrez de 'Licbana, MS. de 1580, en poder de nuestro amigo el Sr. D. Joaquin García Icaz- balceta, se dice: "Esta villa de Acapiztla se llamó así, porque antiguamente se llamaba Xihuüza capitzalan^ porque los señores que la gobernaban traían unos chalchihuites atravesados en las narices, y que eso quería decir, y como agora está la lengua co- rruta se dice y le llaman Ayacapiztla." La lectura directa puede sacarse de yaccUl, nariz; püstli (la figurilla), cuesco ó hueso de cierta fruta^ y la preposición: Yaca-pitz-tlan, los de narices ahu- sadas 6 afiladas.

5. Yocdrtqpe^f 56, en el cerro de la noche, cerro umbroso.

6. TlachcOf 57. De tlachili^ juego de pelota.

7. TlalcozavMitlaTiy 58. De tlalli, campo cultivado; cúmuhqyi, ocre amarillo. Tlal-cozauh-ti-tlan, junto al campo amarillo.

8. Tepecrwcuüoo. ^9. QmavMecqtan^ 59, de quiahuitl y de teopan-- Üi: Quiauh-teopan, templo de la lluvia.*

10. ChontcdcoaÜan, 60. La culebra amarilla lleva el nombre par- ticular de ckonMcoaÜf culebra extraña, forastera, extranjera, con el fonético forma Chontalcoa-tlan, cerca del chontalcoatl.

11. HueipochUa, 61. Ideográfico, representado jpor los arreos 6 insignias de los mercaderes principales; oompónese de huei gran*

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de, jpochtecaüy mercader: Hnei-pooh-tla, donde abundan los gran- des mercaderes.

12. Atotonüco, 62. Una vasija colocada en el tlecuiUi ú hogar, en la cual hierve el agua. De aquí atotonüli, agua caliente y Ato* tónilco, en el agua caliente, agua temal, como en realidad la hay en el lugar.

13. Axocopan, 63. El xocopan es "un árbol del tamaño de el laurel con hojas como de naranjo muy suave; estímase porque le echa]^ entre la ropa y le da un olor incomparable, traen cargas de estos ramos para la procesión del dia de Corpus, y todos los que van en ella llevan de estos ramos para alivio del sol." (1) Aunque lleva el fonético apan, como ya la palabra termina en preposición, aquel sólo suministra la inicial a; A-xocopan, en los xocopan de regadío.

14. ToUaUy 64. Una planta de toUin ó tuUin: Tol-lan, junto ó cerca del tule ó del tular. Yetancourt dice que significa pueblo de mucha gente, y que lo mismo quiere decir Mamenhi, palabra con que la distinguían en su lengua los otomíes.

15. Xüotepec, 65. Dos mazorcas de maíz tierno, xilotl; Xilo« tepa-c, en el cerro de los jilotes.

16. IzcuincuiÜapUcOy 66. El cuarto trasero del izcuintU, perro, terminado en el rabo cuitlapUli: Izcuin-cuitlapil-co, en el rabo del perro. Cuitiapüli atlapcdli, gente menuda, vasallos ó macehuales.

17. Atotonilco. 18. Tlapaoyyan^&J. Ideográfico, que quiere de« cir, lugar en donde lavan.

19. Chapdixida, 68, El pié, icocitl^ de un chapulín, chapótm, lan- gosta. Chapol-icxi-tla, donde abundan los pies de las langostas, los«animales mismos,' tomando la parte por el todo.

20. TlatlauhquitepeCy 69. Un cerro pintado de colorado. Tlal- Üauhquitepe-G, en el cerro colorado. Es uno de los casos en que el color de la figura entra como elemento fónico de la palabra.

21. Cuetlajxtla, 70. El simbólico de cueÜaxtli, cuero curtido ó adobado: Cuetlax-tla, donde abundan los cueros adobados.

22. CuauJitochcOy 71. De cuahuül y tochtli: Cuauh-toch-co, en el conejo de palo, y también en el bosque de los conejos. Si fuera ciiauhioctli significaría, árbol ó estaca para plantar.

(1) Yetancourt, Teatro Mezio. Trat. 2, nüm. 154.

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Lámina IX. Beinado de Axayacatl.

I. Tlalteldco: ya hablamos de este grupo jeroglífico, 3. AÜa- ptdcíCj 72. Ideográfico compuesto de atf, y del verbo apóladia, sumir ó hundir algo en el agua: Atí-apolac, en donde se hunde algo en el agua. Por regla general, siempre que una palabra aca- bada en Yocal, tiene que unirse con otra que también comienza con yocal, la primera no pierde sus últimas consonantes.

4. Xalatlariy lám. II, núm. 73. De ¿caUt, arena, jaÜ: Xal-a-tlan, junto á la agua de arena, ó que corre por lecho de arena.

7. Tlacotepec, 74. De tlaooil, jarilla ó vardasca: Tlaco-tepe-c, en el cerro de la jarilla.

8. J!fe¿epec, 75. De vietl, el maguey.

9. CapidapaUy 76. El árbol llamado capolin, con el fonético apan: Capol-apan, en el agua de los capuliues. Si la lectura faera Capul-huac, se derivaba de htuxcqin, seco, y diría, en el capulín ó capulines secos.

10. Ocoyacacy 77. Un, árbol de ocotly con una nariz, ycvcaü: Oco- yaca-c, en la punta, principio ó parte saliente del ocotal.

II. Cuauhpanoayan, 78. El dibujo describe bien el objeto, pues está compuesto de un rio, sobre el cual están colocados unos ma- deros, con huellas humanas indicando tránsito; és un puente de madera. Se forma de cwaw/t, radical de cuauhitl, árbol, madera, y de paiioayan, "vado por do;nde se vadea y pasa el rio.*'

12. Xochiacany 79. Ideográfico, expresando el verbo oler, y tam- bién el lugar bien oliente. Compónese de xochiatl, agua de rosas: Xochia-can, lugar de agua de rosas, aromoso,

13.' Teotenanco, 80. Signos conocidos que arrojan las palabras teo-tenan-co, en las murallas del dios, en las murallas divinas.

14. Ccdimayany 81, ideográfico que da á entender, en dond^las casas están alineadas ó puestas en acera.

15. Tzinacantepec, 82. ÍTzíwacan, murciélago: Tzinaca-tepe-c, en el cerro de los murciélagos.

Lámina X. Beinado de Axayacatl.

1. TohcaUy 83. Tolocan ó Tolucan propiamente quiere decirt lugar de los tolnca. La palabra está expresada por una cabeza inclinada, signo del verbo toloa, bajar ó inclinar la cabeza, resul- tando Tolo-can, (de sonido igual al apetecido), lugar en que se inclina la cabeza. En cuanto al grupo inferior, compuesto de una red, matlatly y del fonético tzincoy arroja naturalmente los sonidos

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Matla-tzinco, nombre de la provincia en que Toloca estaba situa- da, y también designa la tribu matlatxinca.

2. Xiqm'piloo, 84, del signo numeral 8,000, voiquipilli, ó de la bolsa en que los sacerdotes llevaban el incienso; con la*preposi« cion, Xiquipil-co.

3. TnantzincOy 85. De lectura silábica y fácil; Tenan-tzinco, tras de los muros.

4. Tepeyaccu;, 86, ün monte, con una nariz, j/aca¿Z; Tepe-yaca-c, en la punta ó nariz del cerro, el cerro saliente ó adelantado de una cordillera.

5. Tlaximaloya7iy 87. La población pertenecía á los tarascos, y en su lengua le llamaban Taximaroa; para traducir los mexi- canos aquel vocablo de lengua extraña, no atendieron al signifi- cado sino á reproducir sonidos semejantes; tomaron éstos del verbo tlaximay carpintear, ó de tlaximaUi, astillas ó acepilladuras largas, ó de tlaximaloni^ "azuela ó cosa semejante:" afijáronle como nombre de lugar, formando finalmente Tlaximal-oyan.

6. Oztoman, 88. La cara de una serpiente simbolizando la cue- va ó gruta, oztotl, con una mano encima: ésto produce la lectura Ozto-ma-n, gruta hecha ó fabricada á mano.

7. Xocotiílmi, 89. Ideográfico, y étnico de la tribu macoaca. El pueblo de Xocotitlan está situado junto á una elevada mon- taña, á la cual antiguamente llamaron Xocotepec, según Ixtlil- xochitl, nombre derivado de Xocotl su descubridor; de aquí el compuesto Xoco-ti-tlan, junto al Xocot^petl ó cerro de Xocotl.

8. Ocuiüa, 90, de ocuilin, gusano, y el abundancial Ha: Ocuil-la, gusanera.

9. OztoticjKiCf 91. La gruta con el fonético ic2jac: Ozto-ticpao, encima de la gruta. 10. Matlatlan, 92, la red, y el fonético tlan: Matla-tlan, junto á las redes.

11. GnezcomayacaCy 93. Una vasija, con una nariz; aquella re- presenta la troje para guardar las mazorcas del maíz, cuézcomatl. Cuezcoma-yaca-c, en la punta de la troje t5 granero. ^12. Tecaíco, 94. Una casa formada con el simbólico teth de donde resultan los sonidos Te-cal-co, en la casa de piedra, en la casa de bóve- da. Este pueblo se llama ahora Tecalli, por la cantera de laa hermosas piedras de tecalli, ónix mexicano, que á sus inmedia- ciones se encuentra, y la palabra entonces será Tecal-co, en los tecatti, donde estos se encuentran.

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13. CvettaxilcL—íé. FuxoooihíUm, 95. una cabeza de adormí- dera con manchas rojas, ainarillafl 7 azules; símbolo de las cosas mohosas ó tomadas de orín, piujccaiJiqui: Pozcanh-tlan, junto al moho, ó Jo mohoso. 15. Ahtiilizapan, 96. Ideográfico; un hom- bre en el fonético apan, con los brazos abiertos. Clayigero expli- cando un dibujo semejante dice: ''La figura séptima es la del agua, en que se ve un hombre con los brazos abiertos, en señal de alegría, para representar la ciudad de Ahuilizapan llamada polr los españoles Orizaba. El primero de estos dos nombres significa, en el agua del placer, en el rio alegre.'* En otra parte hemos visto el significado, aguas que bajan alegres y bulliciosas.

16. Tlaoüan^ 97. Un cesto lleno de maíz desgranado, ÜcuMi; Tlaol-lan, en el maíz desgranado y seco. 17. MixÜcm^ 98. Jííaj/ü, nube, expresada en la forma globular que los pintores le atribu- yen, ó con dos ojos compuestos de círculos concéntricos, debajo de los cuales so extienden unos dientes largos, corros y agudos, abreviatura del dios Tlaloc. Mix-tlan, junto á las nubes, país nebuloso, cubierto de nieblas. 18. QuetzcdoztoCy 99. La cabeza de la serpiente, odotl; Isls plumas de la boca, quetzalli: Quetzal- ozto-c, en la gruta del quetzcdlL 19. TetzapotiÜany 100. El árbol tzapotly zapote, sobre el simbólico tdl: Te-tzapo-ti-tlan, en los mameyes, porque tetzapoÜ ó mejor tetzorUzapoÜ es el mamey. (Ln- cuma mammosa). 20. MicqtieÜan, 101. MiquizÜi, muerte» se ex- presa con un cráneo, ya solo, ya coronado de TnalinaUi; el mismo signo dice miquini, cosa mortal, y el verbo miqu% morir. MicqueÜf cuerpo de hombre muerto; Micque41an, junto á los cuerpos muertos, cementerio.

21. Tamuocy 102. Este pueblo de la Huaxteca, en su leugna se llama Tamui q Tamuin. Hemos visto que los mexicanos tra- ducían los nombres de las lenguas extranjeras, no por su signi- ficado, sino por medio de signos fónicos que expresaran los so- nidos; no siempre lograban su intento de una manera cumplidaí y entonces se valían, bien de sonidos semejantes, bien de solo notas mnotémicas. En el presente caso, la forma con el signo otli en las manos, en actitud de medir, recuerda el verbo tamch chia, media algo, resultando estos elementos, Tama-o*c, seme- jante de Tamuoc. 22. Tamapachcoy 103. Traducción igualmente del nombre del pueblo huaxteco Tamapachi ó Tamaquiohi. Pa- ra lograrlo se usó del coral, tapachUí, lo cual solamente sirve pa-

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xa dar algunos de los sonidos iniciales. En la lám. XI, ñúm. 14 vnelve á ocurrir este nombre, expresado por nna mano, maitly cogiendo una concha nácar, tapacMi; la leotnra sería Ma-tapach- oo, que debería serrir de simple recuerdo para obtener la pro- nnnoiacion verdadera. Debemos adyeriir, que en la interpreta- ción se escribió erradamente, primero Tampatel, después Ta- mapacha.

23. Tochpüy lOá. El conejo, con la huella fonético de la prepo- sición ^xi; Toch-pa, en el conejo. 24. Tenexticpac, 105. Ideográ- fico; de tenexüi, cal: Tenex-t-icpac, (la ^eufónica de la lectura tij, encima de la cal.T-25. Guauhtla, 106, donde abundan las águilas.

Lámina XI. Beínado de Tizoc.

1. Tonalimoquetzayan, 107. Ideográfico; se deriva de tonalli, ca- lor del sol ó tiempo de estío; de i que significa, propio suyo, y de moquetzquiy el que está levantado en pié ó cosa empinada: Tonal-i-moquetz-ayan, lugar de estío ó calor fuerte. 2. Tozxiuh-- co, 108, de tQzcatlf garganta, gargantilla, y xihuitl, cosa preciosa: Toz-xiuh-co, gargantilla fina ó de valor. 3. JEIhecatepec, 109. La cabeza fantástica símbolo de eliecaÜ: Eheca-tepe-c, en el cerro del viento ó del aire. L CiUa, 110, de cíZítí, caracol chiquito, y el abundancial tía. 5. Tecaxic, 111. TecaxiÜi, fuente de piedra, compuesto de teü, y de caxitli, escudilla ó vasija honda: Tecaxi-c, en la fuente.* 6. Tolocan,

9. Yancuülan, 112. El símbolo yancuic, cosa nueva ó reciente, con el fonético tian; Yancui-tlan, en lo nuevo ó reciente. 10. Tlapa, 113, de ÜapalU^ color para pintar ó cosa teñida; perdien- do el lli queda ya Tlapa, y ademas la huella da el fonético pa. 11. Atezcahuacan, 114 AtezcaÜy charco: Atezca-hua-can, lugar de propietarios de charcos. La palabra oAezcaü^ es pintoresca; se compone de y tezcaü; a-tezcatl, espejo de agua. 12. Mazaüa, 115, donde abundan los venados.

13. XochxyeÜa^ 116, La xochiüy sobre el objeto llamado acayed, caña para fumar, palabra compuesta de ouxiü, caña, y yetl, tabaco, de éste se toma el elemento de la palabra. Xochi-ye-tla, donde abunda el tabaco flor 6 perfumado. 14. Tamapaehco^ 117, véase el núm. 103. 15. EhecaÜapechoOy 118. De éhecaÜ, y tlapechüi, an- das, andamio, tablado, camas de madera: Eheca-tlapech-co. 16. MicqueÜaru^

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Lámina XII. Eeinado de Ahuitzotl.

1. Xiuhcoacy 119. Una culebra, cooti, de color azol^ xiukUe; Xinh-coa-c, en la culebra azuL 2. Tlapa. ^3. ilfoíaíioo, 126, 4. AmazÜan, 121. De atl y de maxüatl; A-maxtlan, en donde rodea el agua^ lugar rodeado de agu£^ Tmpo-Üan, 122, de tzapoUy za- pote.— 5. Xal-tepe-Cy 123, de xcdli, atemí, 7. Chi-apaiiy 1^ de chian, chía. 8. Toto-tepe-c, 125, de iofotl, pájaro. 11. XockÜa^ 126. Signo que parece pertenecer á los orígenes de la escritura, cuando se pretendía representarlo todo por signos materiales, iuTentando figuras que directamente llevaban á los caracteres ideográficos. No atinamos á decir si se deriva de xochtía^ decir gracias á donaires, ó de xochiic, niño que aun no habla ó cosa chica y pequeña: en ambos casos, la. flor que la figura lleva en la frente arroja el mnotémico xoch.

12. Xolochanhyan, 127, tomado del verbo xolochahui, arrugar- se de vejez: Xolochauh-yan; en donde se arrugan de vejez. 13. CozcacttaiiMenanco, 128. Las murallas, con el cozcacnavhüi, ave hermosas plumas, símbolo del décimo setímp dia del mes mexicano: Cozcacuauh-tenan-co, en los muros consagra- dos al pozcacuauhtli. 14. Cozhuipücany 129. Una camisa de mu- jer, huipilli, de color amarillo, coztic: Coz-huipil-can, lugar de ca- misasf amarillas. 15. Coyucoc^ 130. Una mujer, cihuatl, sobre cuya cabeza se distinguen, la cabeza de un coyotLj una sandalia, cactli; de aquí se derivaría la lectura silábica Cihua-coyo-cac, lugar ahora nombrado Coybcac ó Coyucac. Estos son los ele- mentos fónicos; en cuanto al significado no nos parece tan llano, si no es que se derive, bien del verbo cuyiimiy agujerarse ú hora- darse algo, ó bien de coyoctic, agujerado ó cosa agujerada, dando á entender que aquellos habitantes padecían de algún mal cutá- neo. Prueba esto, que la misma palabra Ooyucac está expresada^ «n la lámina XL, núm. 10, con una cabeza, rapada la parte su* perior y llena como de agujeros. En todo caso, ambos signos son ideográficos, y una muestra de los caracteres sinónimos y homófonos al mismo tiempo.

16. Aca-tepe-c, 131, de acaü, la caña de carrizo. 17. HuexoUh Üa, 132, de huexolotl, pavo. 18. Acapolcó, 133. Ideográfico: las cañas, acatl, son el mnómico de la voz; la mano que las despe- daza significa el verbo poloa^ perderse, destruirse, perder ó des- truir á otros con guerra^ ó conquistarlos: Aca-pol-co, lugar con-

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quistado y destruido. 19. Xinh-hua-catiy 134, de xihuiü; lugar de poseedores de cosas preciosas. 20. Apan-cal-^an^ 135, lugar en que las casas tienen caños de agua.— 21. Tecpa-^tepe-c^ 136, en el cerro de los pedernales. —22. Tepechiapan^ 137. Así da la lectu- ra el intérprete, la cual confesamos no entender: nos aventura- riamos á leer de manera diversa, mas no queremos atrevemos. ^23. XiaycJiunal-cOf 138, de xicotl, jicote, cierto abejorro, y cAi- niaUi, escudo; el xicochimaUi es el panal de cera amarilla forma- do por los jicotes. 24. XiuhtecmcaÜany 139. Llamábase el dios del fuego Xiuhtecutli, señor del año; Izcozáuhqui, cariamarillo; Quetzaltin, llama de fuego; Huehueteotl, dios antiguo. La es- tampa le pone como cariamarillo, dándole nombre de Xiuhtec; en lugar de la corona de papel de diversos colores, y de los pe- nachos verdes á manera de llamas con que se distinguía, lleva adornos de zacatl, zacate ó pasto que espontáneamente crece en el campo: fórmase de aquí la palabra Xiubtec-zaca-tlan. Zaca- tlan es población en el Estado de Puebla, y el nombre entero BÍgnifíca Zacatlan de Xiuhtecutli, ó sea consagrado al fuego. Lámina XIII. Continúa el reinado de Ahuitzotl. 1. Tecuan-iepe-c, 140, de tecuani, bestia fiera y ponzoñosa, ó persona brava y cruel; ademas de estas acepciones tecuani quiere también decir, antropófago. 2. Coyol-apan, 141, de cuynlli 6 co- yóUh cascabel; en el agua que hace ruido como los cascabeles. 3. Iztác-tlalocan, 142. Iztac, blanco; tlálocan; paraíso, como tra- ducen los autores; sonaría, paraíso blanco; pero Üalocan literal- mente quiere decir, lugar de Tlaloc, y así lo explica la figura del dios, que por serlo de la lluvia es símbolo de ésto y de las nubes- Metaf. se pudiera traducir, lugar de nubes blancas. 4. Teocui- tlatla, 143, donde abunda el oro. La estampa es el símbolo del oro labrado. 5. Huehuetlan, 144, de huehne, anciano. 6. Cttauh- xayaca-ti'tlany 145, un árbol, sobre una máscara, xayacaíl; junto á las máscaras de palo. 7. Izhiux-tlan, 146. Ideográfico del verbo ixJiuay nacer la planta ó brotar la semilla. 8. Comitlan, 147, de comitl, olla; lugar de alfareros.

9. ^an-¿2iV/./an, 148. Una especie de receptáculo lleno de pun- tos negros, símbolo de la maternidad, la reproducción, la fecun- didad; debajo un medio cuerpo de mujer vestido, ya para indicar^ el sexo, ya porque entre los mexicanos, por respeto al pudo^ rara vez se la presenta desnuda. Es un ideográfico compuesto

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de nanUi, madre, ó de nanyotl, matriz, en que el medio cuerpo produce el reverencial tzin, dando á entender el compuesto, don- de se honra ó reverencia á las madres 6 la maternidad. 10. Hui- píl-la^ 149, de huipüli, camisa de mujer. 11. Cahua-tlany 150. Ideográfico del verbo cahtvay quedarse en algún lugar el que vino de otra parte, dejar ó desamparar á otro. 12. Izta-tlan, 151, de iztatlf saL 13. Huitz-tlan, 152, de huitztli, espina. 14. Xolo4lan, 153, una de tantas variantes del sonido ocdotl, paje, mozo, criado, esclavo. 15. CtMuh-nacaZ'Üan^ 154, de nacaztli, oreja; junto á los orejas de palo, sordos. 16. Maza-Üan, 155, de mazáíl, venado.

17. Ayotoch-cuiila-Üa. 156. El ayotochtli, armadillo, encuberta- do, tatú, y sus excrementos; donde abunda el estiércol del arma- dillo.— 18. Onauhtlan, 157, junto á las águilas. 19. Qnetzal-cui- tiapil'co, 158, en el rabo de quetzalli: borla ó adorno colgante usado por los guerreros. 20. Mapacli-tepe-^, 159, en el cerro del TfwupoÁÍh^ pequeño cuadrúpedo un poco semejante en sus costum- bres á la ardilla. (1) El nombre del animal, según el notorio in- tento que en esta escritura se descubre, está expresado de una manera fonética, por la mano y por el po/chüiy heno, diciendo si- lábicamente ma-joacJu 21. Cíiauhpilól4a, 160, de cuauhpilóUmiy horca de madera. 22. Tlacotepec, 23. Mizqui-Üan, 161, de rntz- quitly mezquite.

Lájnina XIY. Beinado de Motecuhzoma Xocoyotzin.

1. Achio'tlariy 162, de ackiotly el color rojo que sacaban de la Bixa orellana de L. 2. Zozól-lan, 163, de siozóltic, cosa vieja ó usada, de lo cual es simbólico la manta con los hilos saltados; la espina sirve de mnómico arrojando los sonidos :so y fu^so. El mismo elemento sozol puede sacarse de zozdtin, plural de zciin 6 sidin, codorniz, y de aquí ha venido el error de algunos al tradu- cir este nombre. 3. Nochez-Üan, 164, de nocheztli, grana. 4. STe- cuh-tepe-c, 165. Sabemos que el copilli, como signo fónico arroja los sonidos tec, tecu, tecuh, de tecuhüiy caballero ó principal; en el cerro caballero, en el principal de un grupo. ^5. Zoi-la^ 166, de zolin 6 sidin^ codorniz. 6. Tlanitz-Üaríy 167, de tlanüztli, espinilla.

7. Snüo-tepe-c, 168, de huüotl^ especie de paloma. 10. I(^- tepe-c, 169, con el fonético icpac; encima, en la cumbre del cerro. 11. Istacilalocan* ^12. Ohichihiicd'tat<ioal4a, 170, representado

(1) Olavigero, tom. 1, pág. 38.

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por los brazoa y el seno de una mujer. Se compone de chióhihna'^ Ui, pecho ó teta, y del Terbo tcUpcahay hacer hoyos pequeños; la frase quiere decir, donde abundan los pechos con zarpullido y que mucho se los rascan. 13. Tecaadc —14. Tlachinol-ti-c, 171. Queda de los tiempos antiguos la costumbre, de quemar en el invierno los pastos secos de los montes, á fin de preparar los terrenos para la primavera: Üachinoa significa, quemar los pastos ó montes; tiachindistlij el acto de quemarlos; ÜachinoUi^ la cosa quemada: de aquí la frase üachmdli tehuaüy guerra, batalla. La frase puede pues interpretarse, en lo quemado, ó en donde se dio la batalla. 15. Xoconoch-CQ, 172, de xoconqchüi, pequeña tuna agria. 16. Tzimacan-Üan, 173, de tzinacariy murciélago. 17. Huüz^ tlan. 18. Piaz-tla, 174, de piastli, ''calabaza larga y delgada que sirve desavenencia:" da idea de lugar en que se levanta el agua.

Lámina XY. Continúa el reinado de Motecuhzoma.

1. Itz-ÜaTiy 175, de üztliy obsidiana. 2. Zacitíxn-tq[>e-c, 176, de zacuan^ el ave llamada vulgarmente madrugador, expresada por las plumas que ya hemos visto producir el mismo sonido. 3. Pipiól-tepe-Cy 111 y de pipidiny "abeja montesa que hace miel." 4. Hueiorpan, 178, simbólico que representa el mar, hueiaü acompañado del fonético pan; sobre el mar, lugar marítimo. 5. Teq^a-tlan, 179. 6. Amor-tian, 180, de amatl, papel. 7. Gal' teperCy 181, de caRi, casa. 8. Pan-tepe-Cy 182, encim.a del cerro. 9. Te(Hi-4zin&)y 183. 10. Tecomuh-Üay 184, de iecozahuüly ocre amarillo, expresada la primera sílaba por el simbólico teti. 11. Teochia-pariy 185. Ideográfico, con el mnotémico teoti.

12. Zaca-fepe-c, 186, de zacatJy zacate, pasto. 13. Tlach-qmavJi' co, 181 y de tlachéliy juego de pelota, y quiahuüly lluvia.— 14. Mali- nat-tepe-Cy 188, de maiinolliy cosa torcida, la yerba del mismo nom- bre, el décimo tercero dia del mes mexicano. 15. Quimich-tepe-Cy 189, de quimichin, ratón, espía. 16. Itzcuinrtepe-Cy 190, de üzcuin- tli, perro. 17. Gentzon-tepe-c, 191, el numeral centzontliy cuatro- cientos; dando á entender muchos cerros, país montañoso. 18. Quetzal-tepe-Cyl^^ en el cerro del quetzaMi, 19. Cuezcoma-^xÜa- huacaUy 193, graneros ó trojes en país despoblado. 20. HuexohÜa.

Lámina XYI. Continúa el reinado de Motecuhzoma.

1. Xal-apariy 194, de xaüiy arena. 2. Xalrtianquiz-cOy 195, de xaUiy y de Uanquiztli, mercado; mercado de arena. 3. Yolaocpuen-

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cuüc^ 196, así le escribe el interprete; mas la palabra nos pareee estar muy estropeada. un ideográfico expresado por un cora- zón, yoUotl, con una figura que parece un arco. Como el xnnol^ mico es ¡/ollotl, la palabra nos parece derivarse, bien' de y<3llopf zonquiy airado, enojado^ hombre iracundo, ó del verbo yolxitepo&m, airarse ó enojarse mucho: la verdadera ortografía sería entonces Yoltepozon-tla 6 Yolxitepozo-tla. L' A-tepe-Cy 197, de otL—^, Mic-flauy 198, de MidlfxnÜi, infierno. 6. Mi-tlan, 199, de izfrd ó iziiü, uña. 7. Tlü-iepe-c, 200, de tlüliy negro; cerro prieto: d^be estar pintado de negro. 8. Comol^iej)e'Cy 201, de comaUiy utensilio que sirve para cocer el pan de maíz. Lámina XVII. Oontinúa el reinado de Motecuhzoma.

1. CiÜal'fejye-^, 202, de citlalin, estrella; es una de las variantes del símbolo de la noche. 2. Cuauhtoclico, 3. Te-toian-co, 208. silábico; en los muros ó cercas de piedras. 4 Tzompan^'Oj ÍOi, de tzomjíantlif lagar donde se conservaban los cráneos de las vic- timas.— 5. XaUocon. 8. Hiutx-yaca'C. 205, de huax^in^ huaje, j yacatly nariz; en la punta ó parte saliente de los huajea. ^9. Itz- te-yocan, 206, de iizili y idJ: lugar en que se labran piedras de obsidiana. Acal-hua-can, 207, de acalliy canoa; lugar en que hay dueños de canoas. 11. Coatitlan. 12, Huixachti^tlan, 208, de huixachiriy huisachi, especie de mimosa, con una de las formas del fonético Üan. 15. Zoxothm, 16. Foc-tepe-c^ 209, de pocilio humo; cerro del humo ó que humea. 17. Coatlayauhcaríy 210. Ijos me- xicanos, observadores de la naturaleza, habían establecido cier- tas clasificaciones entre los animales, qup aun quedan patentes en los Aombres que les impusieron. CoaÜ, culebra, ayauh, cosí corva suspendida en alto como bóveda, y de aquí cocUlayauky U culebra que arquea y levanta la parte anterior del cuerpo. 18. Acol-nahnou^y 211, de acoUt, hombro, y del fonético iiahuac: cerca de los alcohua. 19. Popotian, 212, de popotl, popote, tallo de uns especie de gramínea que sirve para hacer escobas. 20. Ida-^d- cOy 218. El dibujo expresa gráficamente la manera empleada en lo antiguo, y todavía hoy, para sacar de las tierras la sal. ó el salitre que contienen; consiste en filtrar por capas de tierra las aguas salobres, recojerlas en vasijas y evaporarlas al fuega £1 dibujo es un ideográfico, derivándose su etimología de iztaily sal, y caUiy casa, dando á entender, en la casa de la sal, donde se fa- brica sal. Iztatly sal, é iztac, blanco, arrojan la misma radical, v

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de aqai nace el error de quienes traducen Iztacalco, por casas blancas.— 721.' Chalco-A-ten-co, lám- 13, 214 Descúbrese el ideo- gráfico Chalco, ya conocido; debajo atl, con unos labios ienüi, signos que silábicamente dicen A-ten-co, en la oriUa del agua: ambos signos, sin la preposición, dicen a-ienüi, que también sig- nifica, en la ribera del rio ó de la mar. Chalco Ateneo, Ateneo de la provincia de Chalco.

Lámina XVIII. Termina el reinado de Motecuhzoma.

3. Oztmnan.—G. Aiza-can, 215. El verbo «/zac?¿a significa, "ata- par ó cerrar el agua, para que no se salga:" así pues, es un ideo- gráfico que significa, lugar en que se encierra el agua, en que hay una compuerta. 8. Alian, 216. Si estuviera sólo el fonético diría apan; pero como tiene también expreso el flan, suena atJan, junto al agua. 11. Xoconochco. Así traduce este signo el intér- prete, igualándolo con el núm. 15 de la lám. XIV: verdad es que el Tino y el otro representan un nopalli; pero la historia no auto- riza aquí la lectura Xoconochco, sino que debe ser Nopalla, po- placion de los otomies ocupada en los últimos años del reinado de Motecuhzoma.— 21. Tetzapotiilan,

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CAPÍTULO vn.

E80BrrDR& jebooiífiga.

Jos nombres ffenUUeioi.—Ilégla8 gramaUoaXe$,'-~A¡gwnas ^Umo¡offi€U.^Be/íe9(onó$ y oonciu9iones,—£tsorátiira mixteoa. SwrUfU/ra mapa, Comparaciones.

LOS nombres gentilicios se derivan inmediatamente de los nombres de lugar; la gramática suministra las reglas preci- sas para sn formación.

Los terminados en las preposiciones cojc las convierten en la silaba caíl para el singtdar^ ca para el plural: de México se forman mexicatl, méxica: de Texcoco^ texcocaü, iexcoca.

Los terminados en Üan ó lan la mudan en tecatl: de OholoUan, chdóUecaÜ, chMLteca: de Tepoztlan, tepoztecoB.^ tepoxteoa. Pero si la preposición va acompañada de la ligatura haciendo tiüan^ sólo reciben alguna de las frases ÜacaÜ^ áume^ ccdquiy ccícaü^ que quie* ren decir, vecino ó morador: de Cuauhtitlan, cüavMiÜaifuiltíi^ 6 Üacalf <&c. A esta misma regla están sujetos los acabados en yan: de Atlicuihuayan, aüicuihtuiyancalquiy 6 tlacatl, &c

Pan se convierte %u po/n^ecaÜ 6 recibe la terminación ecaÜ: de Tlacopan, Üacopanecaíly tiaoopaneca.

Man se transforma en mecaü; de Acolman, acclmecaüf a/ximeoa.

Tres terminaciones diversas admiten los acabados en can. La convierten en camecaüf como de XaUocan, ocaUocameoaÜy xaUoca* meca: 6 se muda en- caü, como de Xaltocan, xcHtocaílf xaÜoca: 6 se les suprime la preposición, como de Xaltocan, xcMo.

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Los acabados en fia ó la reciben 1% sílaba caM: de Cuaubtla, euauhtlac2tl, cuaiihtlaca; de Atla, allocatl, atlaca.

Los nombres que finalizan en nahuac é icpac, siguen la regla general de la preposición c. (1)

Conforme á estas reglas,- [basta conocer la terminación de un- nombre de lagar, para poderle transformar inmediatameoite en nombre gentilicio. Bsto nos coudnce á ana conclusión^ que nos parece importante; un sólo signo, 'sin mudar su forma gráfica y Bíñ traer la más mínima confusión, puede ser leído de cuatro maneras diferentes. Tomando, por ejemplo, el tdl jelnochÜiqnQ jSh conocemos, si es nombre de cosa leeremos teiioditli^ y signifi- cará, tuna de piedra, lo *que vulgarmente conocemos bajo la de- nominación de tunita colorada; si lleva el determinativo hombre, 86 convierte en nombre de persona, y perdiendo la ultima sílaba suena tenoch; transformada en nombre de lugar por el determi- nativo cerro dice, tenochtülan, y tomado como étnico tenemos te- nochcatl, tenochca, por una excepción á la regla general.

Los gentilicios llevan también su determinativo. Bien es la figura hombre, en cuyo caso el signo jeroglífico va colocado di- rectamente sobre la cabeza, para distinguirle del nombre pro- pio, ó unido á los pies por medio de una línea; ó bien va acom- pañado del ^mímico cálH, símbolo de habitación, de familia y de tribu.

La interpretación de algunos nombres étnicos hadado motivo á varias y aun encontradas opiniones; encontramos la causa, en que los autores se han fijado exclusivamente en la estructura de las palabras, sin'tenet en cuenta los signos jeroglíficos, descuido que ha dado por resultado errores que podrían llamarse imper- donables. Yamos á procurar dar á esos nombres su verdadero significado.

I. AcdhuaJTidk palabra está compuesta de acoZZi, hombro, y de la partícula hua; acol-hua, los poseedores de hombros, lo que en sentido figurado quiere decirlos hombres homl&rudos, robustos, fuertes. Transformado en nombre de lugar por medio de la pre- posición can, tenemos Acolhuacan, que solamente piuede signifi- car lugar de los acolhua. El jeroglífico, que así dica Acolhuacan

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(1) Compendio del P. Garochi, pág. 144.— Arte lengua mexicana por F. An- gastin de Yetanoourt, México, 1673, foj. 80.

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oomo aoulhua, es an brazo con el hueso del hombro descubiarto, 7 ahí el símbolo atl para indicar el sonido inicial de la palabra» :^Ám. 10, num. 24). El intérprete del Cód. Mendocino tradujo el signo por Acolhuacan, j esto en su línea es decisivo. Jnan Ban- . tista Pomar nos dice: (1) '^accl quiere decir hombro, de manera ^'que por acolhuaque se interpreta hombrados, j así nombraron ^'á esta provincia Acolhuacan, que es tanto como decir j^íerra y "provincia de los hombres hombrudos, y por la misma rozón al "lenguaje que generalmente en toda esta provincia hablan Ua- "maron ocólhuaGatlcUoli; y porque de culhttaqiie ó acvlhuaqttie hay "mucha semejanza, y no se tome lo uno por lo otro, y por esto "haya error, se advierte que, como se ha dicho, aculhuaque "son los chichimeces hombrudos, y culhuaques son los advene- "dizos del género mexicano, tomando ]^ denominación de su "nombre de Oulhuacan, pueblo de donde vinieron de la parte del "poniente." La provincia se denominaba Acclhuacatlalli, "que quiere decir, tierra y provincia de los hombres hombrudos." lios signos jeroglíficos, la autoridad de los escritores indios versados en la historia de la nación, dan & sus dichos el peso que les falta á los demás autores. Es pues falso lo que sostiene Buschmann, (2) á saber, que acolhua quiere decir, los colhuadel agua. Tampoco debe tomarse la etimología del verbo ooloa^ rodear, porque en- tonces el compuesto debería ser acolohua^ Acolohuacan. Por ul- timo, cierto y muy cierto es que la palabra acolhua se deriva de aoolli, hombro. Cométese error indisculpable al confundir los acolhua con los colhua y viceversa.

H. AnahnaCf lánu 13, num. 1. Compónese la palabra de «//, afijada con la preposición riahuac: Anáhuac, cerca ó junto del agua. En esta forma es perfecto nombre de lugar, y el gentilicio derivado no puede ser otro que anahuacaü, anahtiaca. Es de to- do punto inadmisible que náhnac signifique, corona, y mucho menos! que Anáhuac quiera decir, península. (3) El jeroglífico se compone del simbólico atl, en forma siempre curva, formando con sus apéndices la boca y vírgulas que constüuyen el fonético nakuac Varios lugares llevaron el nombre de Anáhuac. El Padre

(1) Belacion de !Fezcoco. MS. , Í2¡) De los nombres de lugares aztecas, en el Boletín de la Soc. de Geogr. j tadist., tom, Vm, pág. 76.

(8) Biuchmann, looo oit., pág. 33.

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Sahagun presenta entre otras estas indicaciones: ''hacia las par- ^tes' que llaman Anaoac que es el oriente de México, hacia la 'mar del Sur." "En las provincias áó Anaoac^ que es hacia las ''costas del mar del Sur en pueblos que se llaman Tecpatla, Tla- *'piloUan y Oztollan." (1) Atendiendo á que hay un descuido en suponer al oriente de México el mar del Sur, inferimos que hacia ambas costas quedaban ciertas provincias con el nombra de Anáhuac; llamóse también así el valle de México, y por ex- tensión todo el país ocupado por el imperio de México y los reinos de 'Acolhuacan, Tlaoopan yMichhuacan, con todos los pe- queños Es^tados en ellos enclavados. DI orgullo nacional dio mayor ensanche á la palabra y cemcmahuatl 6 cemcmahuacy signifi- ca, mundo. (2)

IH; AÜixcaÜ^ aüixoa, gentilicio derivado de Ailixco, 2, de ail^ •con el fonético ixco; en la haz del agua.

IV. AzÜan, '^Quiere decir, blancura ó lugar de garzas, y así 'les llaman á estas naciones Azteca, que quiere decir: la gente de *^la blancura. Llamábanlos por otro nombre Mecitin, que quiere 'decir Mexicanos, á causa de quel sacerdote y señor que los guia- "ba, se llamaba Meci, de donde toda la congregación tomó la 'denominación, como los romanos la tomaron del primer funda- 'dor de Roma, que fue Rómulo: tienen agora otro nombre, el qual 'heredaron después que poseyeron esta tierra, que fué Tenttcñca, 'por causa del tunal que hallaron nacido en la piedra, en el lu- 'gar donde edificaron su ciudad; y así Tennchca quiere decir los 'poseedores dd twial,*' (3)

Por regla general, nos abstenemos de amontonar citas cuando son copias las unas de las otras ó pertenecen á los autores de más de segunda mano; copiamos la del P. Duran, por ser de pe- so y contener mucho de lo que apetecemos, si bien vamos á ha- cerle algunas observaciones. Aztlan no puede derivarse deadaM, garza; porque entóndes la formación áe la palabra nos llevaría á ' .Aztatlan, junto ó cerca de las garzas. Es absolutamente falso que, "el pájaro óolocadosobreel jeroglífico del agua, af/, designe ^'á Aztlan," (4) en la pintura de la peregríniacion azteca; pues

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(1) Hist. geueial, tom. QI, pág. 16», 1691.

(2) Yocabniaiio de .Molina.

(8) P. Durin, Hisit. de las Indias de N. Espatia, tom. I, pig. 19. (i) Hnmboldt, Ynes des Cordülires, tom. n, p<g. 179.

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como en su lugar Tetemos, cosa muy diferente siguifioa. SI nom- bre jeroglíñco de Aztlan lo presenta en su comienzo la pintan Aubin, 3, j como se advierte, es una isla en 1& cual se alza el dt- iermÍDAtÍTo de lugar lepetl, teniendo encima una £gara con In menos extendidas; el cpiijunto es un ideográñco que dice Aztlao, sagiin la interpretación de los lectores indios. Ningún elemenfa) fonético presenta para dodacir de donde vieDe la radical az, ^ BÍn embargo la lectura es exacta. Ya habia observado Sasc^- mann, (1) qne la palabra Aztlan nada tiene que ver con azíall j que la radical az es desconocida; pero qne pudiera tener relacioa con ixtfic, blanco. Así parece ser, aunque bajo distinta forma, supuesto que la palabra, ladeca, la traduce él P. Duran por, U gente de la blancura. X)e Aztlan sale el étnico CBitlaneocUi, aztíaat- ca, que por excepción á la regla general se usa bajo la forma oz- tec'Jtl, azteca.

Este fué el nombre primitivo; mas durante la peregrinación, por mandato del dios ó sea el buen querer del sacerdote conduc- tor, trocaron su apellido por el de mexi, mexilin, patronímico sacado de Mexitli á Hnitzilopochtli, patrón de la tribu, dando í entender, los consogrados Mexitü.

f uudada la ciudad, de sus dos principales fundadores tomú los nombres de México y de Tenoúhtitlan. De México viene el étnico mexicatí, méxica, que en la escritura jeroglífica está expre- sado de dos maneras; por el mül, 4, inicial del nombre de lie- xitzin, según se mira en el Mapa Tlotzin, j segundo por un ca- rácter particular, 5, que también arroja el valor fónico mexicall, méxica. De Teuocbtitlan, escrito con el tenochtli, se saca lenochü- tlan chuñe, ilacatl, caJqui, tfcc, é igualmente por excepción íenoc^oof/, tenochca.

V,. Cf'lliiia. CdUtvacan, espresado por un cerro con la cnmbre retorcida, lám. 10, núm. 12, no dice otr» cosa qne lugar de loa cathua ó colliua. El cerro de cumbre retorcidaes también el ideo- gráñco del nombre de la tribu, y no ofrece los elementos déla palabra. Ki la gramática, ni el signo jeroglifico autorizan á derivar el compuesto del verbo coíoa, pues se hubiera formado colohwtj Colohuacan; ni de cólK, abuelo: lo que más probable parece « qne viene de coltic, cosa torcida, haciendo cot-kva, dneños ó po-

(1) De loB nombres aztecas, pig. Si.

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seedores de cosas torcidas. Colhua no proviene un nombre de lugar; debe ser un patronímico: de Oolhuacan resulta ei étnico cdhiuxcaü, colhuaca^ más las otras dos formas de los acaba* dos en can.

YL Cueodecatly cuexteca, habitantes de la provincia de Oaextlan, llámanse también huaxtecatl, huaxteca, habitantes de la provincia de Huaxtlan: no atinamos con la etimología de Cuextlan, y en cuanto á la de Huaxtlan la toman de htunxin, hu'aje. Dioenles también toveio, toveiome, "el cual nombre quiere decir nu&Hro pro*' **jimo, A los mismos llaman jpai^eca ó pariotecay que quiere decir hombres del lugar pasadero, los cuales fueron así llamados, y son los que viven en la provincia.de Panuco, que propiamente se llama Pantlan ó Panotlan, cuasi panoaia^ que quiere decir, ^lugar por donde pasan." (1) El nombre jeroglífico cuextecatl consiste ei^ una cabeza humana presentando en la nariz un gran horado; así le encontramos en todas sus variantes, 6.

Bespecto de la palabra t^ohueyo, traducida por el P. Sahagun nnesiro prójimo, y por el diccionario de Molina, "advenedizo ó ex- tranjero,'' la escritura gráfica le representa de varias maneras, 7. Tohueyo significa ademas, hombre corpulento, tosco, medio bár- baro, que tiene alguna cosa exorbitante, así en lo físico como en lo moral

Vil. CuicatecaÜ, cmcatecay habitante de Cuicatlan, 8. La pala- bra se deriva de cuicatl^ canto, ó de cuicani^ cantor, cosas ambas expresadas por el símbolo de la palabra mayor y muy adornado, cuioateca, cantadores.

VlIL Chúcatly chcdca, derivado de Okalco; 23, e;i la peregrina- ción. Encontramos otra variante, 9, expresada por un conjunto de piedras pequeñas.

IX. Chicunavhatl, chicunauha, 10, habitante de Chicunauhíla.

X. Chichimecatt, chiclñnieca. No están conformes los lexicó- grafos acerca de la etimología de la palabra. Torquemada afir- ma que significa, chupador ó mamador, sacado de chicJiiliztli, mamar ó mamadura, ó de chichinálizüi^ chupar ó chupadura, "por- '^que estas gentes, en sus principios, se comían las carnes de los '^animales que mataban, crudas y les chupaban la sangre á Ia

(1) Sahagun, tom. m, pág. 1S2.

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manera del que xQama." (1) Yetaxicourt, después d^ indicar la etimología Torquemada aumenta: "puede ser que esta deri* 'Vacien cuadre, pero según lo que me parece, Chicliimeca quie- re decir gente perra citcAímeí^/ca, y ésta es legítima y según buena regla la derivación de chichimeca." (2) Ya en la pág. 10 había dicho: ''el yoQablo mexicano lo dice chichime, llaman á los "perros, y chicliimeca es el chichimetlaca." Deriran también la T02 del verbo cAic/w'no, chupar, y wieoai7,.cordel, porque chupa- ban el jugo de las pencas del mckguey. Aseguran que el nombre viepe del de la ciudad de [Chichen, de la cual eran oriundos, y de la misma palabra Chichen ó Cichen, apellido del jefe conduc- tor de la tribu, Yeytia, que recopila estas opiniones, emite la Quja, que consiste en afirmar que su principal caudillo se Hamo . Chichimecatl y de él se nombró la triÍDu. (3) Ixtlilxochitl nos enseña: "y este apellido y nombre de Chichimeca lo tuvieron "desde su origen, que es vocablo propio de esta nación que quie- bre decir, los águilas, y no lo que suena en la lengua mexicana, "ni la interpretación bárbara que le quieren dar por las pintu- "ras y caracteres, porque allí no significa los mamones, sino los "hijos dejos chichimecas habidos en las mujereai toltecas; apro- "vechándose los históricos de los labios, que incluyen la j)artí- "cula fe, para poder pronunciar tepilhuan." (4) Esta opinión nos agrada completamente.

Cuestión debatida es, si los chichimeca hablaban la lengua mexicana ú otra diferente. Nosotros nos arrimamos al partido que establece que el idioma era diverso; nuestras razones no son para exponerse en este lugar, (S) En este supuesto, la tribu se daba q1 título de los águilas, palabra de ciesfca pronunciación en su lenguaje; al traducirla los mexicanos, como ya tenemos obser- vado, no tomaron el significado, sino los sonidos, y por eao no hicieron Cuauhtli,"]sino\Ohichimeca, de valor fónico igual ó ser mejante á la voz extranjera; después se pretendió traducirla por

(1) IConsrq. Indiana, lib. I, cap.-XV.

(2) Teatro mexácaao, segunda parte, trat 1, cap. V. (8) Hist. antig.. tom. 1, pág. 130 y aig.

(4) Hist Chichimeca, cap. lY, MS.

(5) Cuadro descríptiYO y comparativo de las lenguas indígenas de México, por Ftancisoo Pimentel, .México, 1862. Tom. 1, pág. 155. Geografía da las lenguas.

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Ia8 radicales aztecas, yide aquí tantas acepciones distantes de la. Terdad. Admitimos que el sobrenombre de la tribu erados dgvi-f las. El nombre jeroglífico, segnule encontramos en la pintara' de la peregrinación azteca, consta de un arco y una fleclias 19y- sin duda para indicar que eran cazadores.

XL Chimc¿[panecatl, (ñimafpaneca, oriundo de Chimalpan, expre^: sado por un cJiimálli, escudo, 11, en el Mapa Quinatzin.

XII. Gholóliecatl, chólólteca^ habitante de OholoUan. En el infor- me del corregidor Gabriel de Cliavez, dado en 1681, MS. en po- der de mi amigo el Sr. García Icazbalceta, encontramos estos curiosas noticias. **A esta ciudad, quien tituló D. Ijuis de Velasco, virey que fué desta Nueva España, por su carta misi- va), llaman los indios Tullan CholoUan Tíachiuhaltepetl, y tam^ bien pronuncian Tollam ChoIoUam, que Tullam significa con^ gregacion de oficiales de diferentes oficios, poirque dicen que antigaamente en sola esta ciudad se usaba hacer jarros, ollas/ ' escudillas, sogas, zapatos y otros oficios como plateros^ lapidad- nos y albañiles, y de los demás oficios que les eran necesarios, y de aquí dicen los indios antiguos que los demás pueblos de la comarca comenzaron á tomar y á aprender los dichos oficios, ''y porque en la lengua mexicana, tultecatl quiere decir oficial, se llamó Tullan, que como está dicho quiere decir, congrega^ cion de muchos oficiales; esto dicen los indios antiguos y cu- "riosos, aunque no faU> quien dice que Tullan significa multitud de gente congregada en uno, á similitud del tule, que es la enea, yerba, y no parece ir fuera de camino, porque las armas ''de esta ciudad son una mata expesa de tule y un cerró con una*> trompeta encima. Otros dicen que porque había un prado de tule junto á donde edificaron el cerro (de que adelante se dirá), "y cuando lo poblaron lo ponen por armas. Y también dicen los' "indios, que los[fundadores de esta ciudad vinieron de un pué- "blo que se llama Tollam, del cual por ser muy lejos y haber "mucho tiempo, no tienen noticia, y que de camino fundaron á "Tullantzinco también cerca de México y que vinieron á parar á "este pueblo y también le llamaron Tullam, y esta opinión es la '•más verisímil] de todas, por ser cosa usada en todas las nació- "nes poner el nombre de su patria al pueblo que fundanli y es- "pecíalmente lo hacen los españoles en las Indias. Lláinanla' ''también Cholollam, porque la tierra en que esta ciudad está'

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"fundada dicen que se llamaba así autigminxente cuando ellos "vinieron á pablar, y en la lengua mexicana chdoan quiere decir "huir, y citclocadp huidor, y entiéndese que este nombre les pn- "si^ron los oomarcanos como adveaediz^ y huidores de su tie- "rra. Tlaohiuhaltepeo quiere, decir cerro hecho i mano, como lo "es uno que está en esta ciudad, según se dirá adelante."

El jeroglífico que acompaña al informe se compone, de un ce- rro ó montón peñascos, coronados de un manojo de tule y desprendiéndose de alto á bajo el símbolo del agua. Análoga es la pintura que se encuentra en la peregrinación, 21. El verbo (Aoloa significa, "huir, saltar ó ausentarse, ó saltar ó. chorrear el agua;" en esta acepción GJioloUan da á entender, cerca ó junto donde chorrea ó salta el agua. Los elementos fónicos pueden to- marse igualmente de choloain\ huidor ó saltador, y principalmen- te del yerbo chdcUia, echar ó huir. Los méxica, que apodaban á los ohololteca de cobardes, entendían la palabra en el sentido de huidores, esoribiéndola gráficamente con un pié de venado, 15, como se adrierte en el Gód. Mendocino, lám. XLIY, núm. 2/lL Este signo, cuyo valor fónico es cliochoUi, ponían como simbólico del verbo huir.

'XIIL HuexotzincaÜ, hiexotzincd, morador de Huexotzinco, 24. La palabra se forma de huexotl, sauz, con el fonético tzinco; tras los sauces, detras del sauoedaL

XIY. Huitz7ialitiacatl, huümahuaccL En el Mapa Qainatzin está escrito este nombre de tribu con una espina, huitzili, y Is^ prepo- sición ^lahíiac, 12, formando el nombre de lugar Huitznahuaa Suüz significa, venir, de manera que el compuesto da á entender venidos de cerca. En el Gód. Mendocino, lám. XIX, núm* 1, se encuentra escrito del mismo modo el nombre del templo de Huitznahuac, significando, cerca de l&s espinas.

XV. ItzcoteccUl, üzcoteca, de Itzcotlan. Le encontramos escrito silábicamente con itzUi y comiti, haciendo Itz-co-tlan, 16, ó bien con solo el símbolo de la obsidiana, 16 bis» que produce el soni- do inicial.

XYI. MucaoaccL "E.^tos macaoaques son diferentes de los otros (los ocuilteca), aunque están y viven en una comarca de Toluca, y están poblados en el pueblo de Xocotitlan, y su lengua es di- ferente; pero son de la misma calidad y costumbres de los de Toluca, aunque son también inhábiles y tosdbs, porque las muy

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viejas, como mozas se afeitan con el dicho betún tecozahuitl ó con color, y se empluman los brazos y piernas, y también bailan con las sonajas llamadas ayacacJdlL Les hombres de aquesta tierra, de ordinario traen las dichas sonajas, y cuando se les ofrece ha* cer alguna fiesta, átanse la cabeza con alguna correa, y allí ponen una de las dichas sonajas. Son dados mucho al trabajo de labrar sementeras: también son recios y para mucho. Hace en su tierra grandísimo frío, porque están poblados debajo de una sierra neva- da ala cual llaman Xocotepetl, y este nombre de macaaaca, se les quedó de su primero y antiguo caudillo, por lo que se llaman Chi- chimecas." (1) El signo jeroglífico en nuestra lám. 11, nam. 89.

XYIL Mcdinalcatly malinálcaf gentilicio sacado de Malinalco, población que se escribe con el signo malincdli: 20, de la pere- grinación.

XYIIL MaÜatzincaÜ, Tnatlatzinca. "£1 nombre Matlatzincatl tó- mase de TnatUUlf que es la red con la cual desgranaban el maíz y hacían otras cosas. Los que se llamaban matlatzinca para des- granar el maíz, echan en una red las mazorcas, y allí las aporrean para desgranarlo; también lo que cargaban no lo llevaban en costal sino en red que tenía dentro paja, porque no se saliese por ella lo que llevaban u otra cosa. También se llamaban Ma- tlatzinca de hondas que se dicen teniatlatl, y así matlatzinca por otra interpretación quiere decir, honderos ó fondibularios, por- que los dichos matlatzinea cuando muchachos, usaban mucho traer las hondas y de ordinario las traían consigo, como los chi- chimecas sus arcos y siempre andaban tirando con ellas. Tam- bién les llamaban del nombre de red por otra razon^que es la más principal, porque cuando á &u. ídolo sacrificaban alguna per- sona, le echaban dentro la dicha red, y allí le retorcían y estru- jaban con la dicha red, hasta que le hacían echar los intestinos. La causa de llamarse cuatlatl cuando es uno y cuacuata cuando son muchos, es porque siempre traían la cabeza ceñida con la honda, por lo cual el vocablo se decía cueÜaÜ por abreviatura, que quiere decir cuaiüi que es la cabeza, y ÜaÁi que quiere decir iemaüaü que es la honda, y así quiere decir cuaüaüf hombre que trae la honda en la cabeza por guirnalda: también se interpreta de otra mane- ra que quiere decir, hombre de cabeza de piedra." (2) Tercer

(1) P. Sehagun, tom. 8, pág. 130.

(2) P. Sahagun, tom. 3, pág. 128.

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nombre, Began la misma antorídad, era tducatl, tduca gentilicio de Tolocan; este nombre se derivaba de la sierra inmediata lla- mada Tolntzin ó Tolotepetl. Los nombres gráficos de Tolotepeo ó Tolocan, y de la provincia. Matlatziñca lo suministra el grupo jeroglífico de nuestra lámina 11, núm. 83, y el núm. 17.

Añadiendo que matlatziñca significa también los que hacen re- des, tendremos completa la interpretación, meicicana y los nom- bres con que de los mexicanos eran conocidos. Ellos en sn idio- ma particular que hablaban se decían nentambati, los del medio del valle, y iiepíntatuhui, los de la ti^ra del maíz, por estar ave- cindados en el valle de Tolocan, tierra muy abundante en la pro- ducción de aquel cereal. Con motivo de la guerra que Characu, el Niño, rey de Michhuacan, tuvo contra los tecos según unos autores, contra los tochos y tecuexes según otros, pidió ausilio á los de Tolocan, quienes le mandaron de socorro seis capitanes con mucha gente: alcanzada la victoria, los matlatziñca quisie- ron quedarse en Michhuacan, y Characu les dio para que se es* iableciesen desde Indaparapeo hasta Tiripitio en el centro del reino. Aquella comarca se llamaba characuOy tierra de Characu, porque era patrimonio del rey, de donde á los nuevos colonos dijeron duiracoSy y corrompida esta palabra en Charo les dijeron charenses. Igualmente les decían en Michhuacan jpínWcw, porque habitaban en la mitad del reino, de piríntay la mitad, vocablo que corrompido quedó en pirínda, como si se dijera, los de en medio. (1)

XIX. Matlaxipanecatl, mafláccipanecay 25. De Matlaxxhuitly yer- ba que se enreda formando red, y la preposición icpac

XX. Mazdhvaüy mazaJiua. Encontramos escrito el nombre de maneras diversas mazahuaf mazahuiy matzahua, matlazahua, moxc^ huiy sin duda porque traduciéndose de una voz de lengua extran- jera, los mexicanos en la suya no la pronunciaban siempre de la misma manera. Descifrando el nombre Qainatzin dijimos que la cabeza de venado, mazatl, con el fonético nahuac, era el gentili- cio de esta tribu; en ello nos afirmamos ahora, presentando una variante^ 26, que entre nuestras pinturas encontramos.

(1) Azie de la lengua Hatlatzbaga, may copioso y assí mismo ana soma y arte abreviado, compuesto todo por el Padre Maestro Fr. Diego Basalenque de la orden de K. P. S. Agustín de la provincia de Michoacan. Anni 1640.— MS. en poder del Sr. D, José Femando Bamirez.

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XXL Michhuacatl^ michhuaca. El P. Sahagun escribe para el singular micJioa, y para el plural michoncdque. Midihuacan se forma de michino pescado; la partícula hua que indica posesión, y preposición can: Mich-hua-can, lugar de dueños de pescados, dueños de pesquerías, pues aquella provincia llamada ahora Mi- choacan, era muy abundante en pesca. Llamábanles también cuaqchpanme, cabeza rapada ó raída, porque así hombres como mujeres se cortaban el cabello. Decíanles también tarascas 6 tara^coSy nombre tomado de su dios Taras, que no era otro que el Mixcoatl de los chichimeca. (1) El P. Lagunas en su gramáti- ca asegura, que la palabra tarasco se deriva de tarhascue, que en michoacanes quiere decir, suegro ó yerno. (2) El nombre de aquel antiguo reino y el étnico de él derivado, se escribe con un pez; así se encuentra anotado en losCód. Vaticano y Telleriano- Bemense, llevando los guerreros el cuerpo pintado de verde, sin duda como distintivo nacional.

XXIL Ifahvatlacatl, nahnailacá. Gentilicio común á varías tri- bus, que hablaban todas el mismo idioma naJioa, nahua, naTíiiaüy llamado después mexicano. Formado de esta palabra y de Üa- eail, persona, el compuesto Nahua-ila^xití, no quiere decir otra cosa que, persona náhuatl, persona que habla *el nahiia. Se es- cribe con. una cabeza, teniendo delante de la boca repetido el símbolo de la palabra. AnahtuiÜacatl nada tiene que ver con na- huatlaca, es un compuesto que solo quiere decir, persona ó gen- te de Anáhuac.

XXIÍI. Otomitl, otonca. Dice el P. Sahagan que el nombre se deriva de Otoriy jefe de la tribu. (3) "Ellos llaman á su lengua^ escribe Náxera, (4) Hia Hiu cuyo nombre tal vez escribirían los alemanes Hiang-hiung. Hia para ellos es lo que para nosotros lengua, y hiu significa sentarse, permanecer y descansar, así es que hia-hiu, debe traducirse, la lengua permaneció. Como hiu, sentarse, es no sólo homónimo sino eufónico de hiu, tres, algu-

(1) P. Saliagun, tona, 3, pág. 187-38.

(?) ^Cuadro dpscriptiyo y comparativo de las lenguas indígenas de México, por Francisco Pimentel, segunda edición, tom. 2, pág. 283. Hablamos de esto en otra parte.

(8) Hist. general, tom. S, pág. 122.

(4) Di«ert!tcion aobr© la lengua otbomí, por Fr. Manuel Orisdstomo Kázera, zico, 1845. Pág. 23.

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nos han traducido á hia^-híu, por la "triple lengua/' y han expH* cado esta definición, por los tonos de ella, ó los modos de su formación, pues para pronunciarla se necesita de la nariz, la garganta y el paladar; mas en tal caso deberían namarse"^ Quta, ó quíntupla, pues cinco son los tonos, y de cinco distintivos mo- dos obran las partes de la boca, garganta y pecho, como agentes de los sonido^." Más adelante aumenta: "Si ellos inmortalizaron ese triunfo que dio la quietud y la paz á su lengua, llamándola Hia-Hiu; en el nombre que se impusieron á mismos, conser- yaron la memoria de sus larguísimas peregrinaciones, y de las muchas veces que tuvieron que mudar de residencia, para llegar á donde se denominaban los Othomí, pues otho quiere decir, na- da, y mí, sentados ó quietos." Los autores, castellanizando la pa- labra, escriben en singular otom!, dando al plural las diversas formas otomís, otomíes, otomites. El étmico se saca de la cabeza que forma parte deL nombre de lugar Otompa, lám. 10, núm. 23.

XXIV. Oztomecatl, oztomeca, 27, natural de Oztoman.

XXV. Tepanecatl, tepaneccu Tribu que fundó un reino en el Valle, con su capital Azcapotzalco. Su nombre se encuentra es- crito en la pintura de la peregrinación con el simbólico tetl^ 18, y en el Mapa Quinatzin, 13, con el mismo símbolo acompañado del fonético pan. La lectura de los signos arroja el nombre te- paii, sobre ó encima de las piedras, dando idea de personas oriundas de un país pedregoso. Tepan tamli^ien significa, sobre alguno ó sobre algunos; mas este homófono no aparece, á prime- ra vista, tener atingencia con la palabra que estudiamos, ^s ab- solutamente errada la palabra tccpanecOy y la intei*pretacion de, gentes de palacio.

XXVI. T lacopanecatl, Üacopaneca, natural de Tlacopan. Fuera^ del étnico que se puede escribir con el nombre de la población, tenemos una variante, 28, que consiste en una mano, empuñando la vardasca ó tlacoti. Véase nuestra lám. 10, núm. 31.

XXVn. Tlahuicail, tlahuica. Tlahuica quiere decir, el que lleva algo; mas como nombre gentilicio no es este su significado, y se deriva de estas palabras. De tlahuitl, almagre ó cinabrio, ó del verbo tlahuia, "almagrar algo, ó pararse bermejo u encendido el rostro;" así el verdadero sentido es, los embijados ó pintados de rojo. Hemos encontrado del nombre gráfico dos variantes, 29* Estos hablaban lengua mexicana, y de la misma se servían los

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coliaixca y tlapaneca poblados en Tepecuacuilco, Tlaclimalacac y provincia de Chilapan, á quienes decían también, hombres al- magrados.

X3WTIL TlailoÜacatly üailoÜaca, Dos variantes nos encontra- mos. La primera en el mapa Qninatzin, compuesta de otli en la forma de una herradura y con el fonético tla^ 30. TlcdlotlacUi es la acción de revolverse, indicado por la pintura y de aquí la pa- labra ÜaUotlac. La misma formación no da el indicativo de verbo fía, unido aP verbo üoti, "volverse ó tornarse de donde iba," de donde resulta tla-ilo-tlaca, personas que se tornaron de dónde iban. La segunda variante, 31, es un homófono de anterior, arinque no su si;ianimo, supuesto que la palabra Mailotlac est^ tomada en el significado de, lo que tiene muchos rincones, ó án- gulos entrantes y salientes.

XXIX. Tlaxcaltecatl, tlaxcalteca. Los autores escriben Tlax- oallan y Tlaxcalla confundiendo el afijo; la verdadera ortografía parece ser la quo termina con el abundancial th, pues derivado el nombre de ¿/axcaZ/í, tortilla ó pan de maíz, significa, país abun- dante en pan o en mantenimientos. Consecuente con esta idea, las pinturas jeroglíficas expresaban la provincia y su gentilicio derivado en la forma que la presenta el Códice de Mendoza, lá- mina XLIY, número 23, con una mano en acción de labrar las tortillas, 14

XXX. Tóltecaff, tolteca^ habitante* ó morador de Tollan. Na- ción de lengua nahoa, y que introdujo en Anáhuac su adelantada civilización: su nombre se hizo sinónimo de todo lo grande y bueno, hasta el punto de que la palabra tóltecail llegó á significar, ''oficial de arte mecánica, ó maestro." Un manojo de t^llin ex- presa el patronímico. . *

XXXL TzapoiecaÜy tzapoteca. El árbol izapoH, como nombre de lugar, está empleado para expresar los pueblos de Tzapotla, Tzapotlan, Tzapotitlan; tomado como gentilicio nombra á los tza- poteca, familia de lengua diversa de la mexicana.

XXXTT. XcdixcaÜ, xalixca, oriundo de Xalixco. El nombre de lugar está escrito con el mímico xalli y el fonético ix, ixco, for- mando el compuesto Xal-ixco, 32, encima ó en la haz de la arena.

XXXIIL TopicaÜ, yopica, habitante de Tópico. De lengua di- Tersa de los mexicanos, no acertamos á decir cuál sea el verda* dero significado del nombre; rigiéndonos por la pintura 33, parece

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derivado del yerbo yopehua, despegar algo, dando á entender, los que se les despega algo, los despellejados. Llámaseles en efecto yopi, yope, yopime en -pluraL

Esto es cuanto hemos alcanzado de la escritura mexicana. El arte de interpretar los jeroglíficos se ha perdido; ignoramos si quedó algún escrito en que se consignen las reglas para hoy tan difícil lectura. Aprovechamos las doctrinas establecidas por per- sonas inteligentes; y con lo que oímos al Sr. D. José Fernando Bamírez, con el estudio de su colección de jeroglíficos, y con nuestras propias observaciones, nos parece que hemos adelanta- do un tanto los resultados adquiridos, hemos heuho nuevos des- cubrimientos que nos acerca^ al fin que se persigue. Todavía no es la perfección; pero tenemos hoy más que ayer.

Fáltannos pinturas para emprender nuevos ejerpicios; casi na- da sabemos todavía de la escritura sacerdotal, destinada á con- servar las cosas relativas al culto, lus ciencias y los enseñamien- tos morales. Con tan cortos elementos no se deben emitir juicios definitivos; muy aventuradas, fuera de razón que las abone, nos parecen las sentencias pronunciadas por personas que sólo juz- garon por las apariencias, en materia que totalmente les era desconocida.

Rigiéndonos por lo que ahora alcanzamos, la escritura jeroglí- fica de los méxit3a estaba en su período de elaboración; como todos los conocimientos d^ aquel pueblo, constaba de principios heterogéneos, pugnando por salir a un ultimo resultado. Nótase que los caracteres figurativos ó simbólicos, ideográficos ó fonéti- cos, están mezclados y confundidos, usados promiscuamente, con notable detrimento de la claridad. Sin embargo, se descubre el intento de alcanzar los signos fónicos, por medio de los cuales pudieran ser expresadas las palabras,, atendiendo á los sonidos, sin tener en cuenta el valor natural del objeto empleado. La es- critura mexicana no es la egipcia, ni la china, ni la pintada de algunas tribus americanas, aunque con cada una de ellas tenga algunos puntos de contacto; es un género peculiar, jeon sus pro- pios defectos y bellezas; una muestra diferente de los esfuerzos que la humanidad ha hecho para fijar el pensamiento.

Tendía la escritura á convertirse fonética; mas por el cami- no que llevaba no podía salir al alfabeto. La índole de la lengua en la formación de las palabras, precisaba á los gramáticos á

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buscar elemeutos y no sonidos simples; los signos» por conse- . caencia, debían ser silábicos, más 6 menos complexos, según las radicales que estaban destinadas} á connotar. ComO era natural, los sonidos yocales se les presentaron aislados y por eso les re- presentaron como signos simples; a^, etl, ix jotli, indudablemen- te que tienen el intento de representar a, 6, i, o, y la u por el uso . de una por otra de estas dos últimas letras. Queda fuera de du* da que los signos fonéticos se formai:on en las preposiciones; tras ellas se observan otros caracteres en los cuales no adverti- mos la misma fijeza, porque ignoramos su verdadera aplicación. Lo cierto es, que los caracteres, de valores fónicos simples ó múltiples, entran como elementos, en la formación de las voces, no propiamente de una manera silábica si se quiere, sino como las raices constitutivas del compuesto: por eso las frases, á pri- mera vista, no aparecen cortadas con regularidad. Esto en algu- nos casos podrá aparecer como pinturas de niños; pero en el fon- do no es ni puede ser el rebus ó logogrifo.

Pudiéramos presentar un catálogo de voces cuatro ó cinco ve- ces mayojr del que ofrecemos. El que examinamos basta para demostrar que se pueden escribir Ips nombres de las cosas ma- teriales por los signos figurativos; estos nombres por medio de afijos se convierten en nombres de persona, de lugar y gentilicios, y por medio de desinencias en singulares y plurales, nombres de dignidad y de tribu. Con los signos simbólicos e ideográficos se pueden nombrar todos los objetos físicos que no tienen figura determinada y aun las cosas impalpables y abstractas: bajo este capítulo la, lectura será enredada, pero es completa.

Expresabfin los verbos. Se concibe que el idioma facilitó este intento^ por la ¡propiedad que tiene de convertir los nombres en yerbos. Por eso tomfS un signo mímico, cuyo valor fónico fuera idéntico al de la acción que se quería explicar, y se le empleó.no por el objeto que representaba, sino por el sonido que emitía. Uno de los ejemplos ínás palpables para asentar esta doctrina es el signo maiü, profusamente derramado en la escritura, y en . multitud de casos fuera de su significado propio. £n Cacalomacan j en sus relativos Tna significa^ cazar, ct^utivar; en Michmaloyan, pescar; en Mapaolitepec,. oojer; en Quet^alnsLAcan, dar ó tributar; . en Oj&toman se puede admitir en el sentido de^ haoer ó U/iyr'mor* Etn todos estos casos la radical está pateoute; en oiros U presión-

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oia do la mano indica siempre la existencia de un yerbo, aunque con radicales diversas, como acontece en Zacualpa, Tlapaco- yan, ¿o. Ni faltan ejemplos de otros significados de maiil coma en Nepopualco, que se traduce contadero, lugar en que se cuen- ' ta, contar. Lo mismo se puede predicar de otros caracteres. Con- venimos en ser esto muy oscuro y prestarse á confusión; ¿pero no podríamos decir, que es confuso y oscuro para nosotros poco- versados en el idioma ignorantes en la lectura, mientras para los méxica, sabidores de ambas cosas; era clara y obvio?

Más á ciegas estamos todavía en la manera de escribir los tiempos de los verbos. Hemos encontrado ejemplos no sólo del infinitivo, también del pretérito y del futuro, aunque no en tanta abundancia que podamos deducir reglas gener*ales. Vimos también signos para ciertos demostrativos, y para otras partes de la oración. De que no conocemos todos los demás signos, enbne* na lógica no podemos afirmar que no existieron; por él contrario^ lo conocido nos hace figurar que la escritura méxica era más com- pleta de lo que hasta ahora nos habíamos imaginado. Sea de ello lo que fuere, con los jeroglíficos conocidos, con»los caracte- res numerales y los signos cronológicos, se pueden ya entender las pinturas históricas, siquiera sea en las indicaciones compen- düidas que contienen.

Que la escritura mexicana era suficiente para anotar todo gé- nero de ideas, aun las abstractas y metafísicas, lo hemos probado ya con las autoridades de Sahagun y de las Casas. La tendencia que los tlacuilo tenían para transformar los signos en fonéticos la demuestra claramente, que ei) los tiempos inmediatos á la conquista, para conservar los enseñamientos religiosos, tuvieron en su escritura los recursos suficientes para fijar de una manera entendible así las preces como los preceptos morales; y debeno* tarse, que todo ello les era absolutamente extraño, ademas ^ pronunciado en lenguas extranjeras como eran el latín y el cas- tellano. Acosta dice á este propósito; También escribieron á su modo por imágenes y caracteres los mismos razonamientos; y yo he visto, para satisfacerme en esta parte, las oraciones del Pa- ter noster, Ave María, Símbolo y la confesión general en el mo- do dicho de indios, y cierto se admirará cualquiera que lo viere, porque para significar aquella pidabra: yo pecador me coñfiesoí pintan un indio incado de rodillas á los piás de un religioso,

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como que se confiesa; 7 luego para aquella: á Dios Todopodero- so, pintan tres caras con sus coronas al modo de la Trinidad; y á la gloriosa Virgen María, pintan nn rostro de nnestra Señora j medio cnerpo con un niño; 7 á San Pedro 7 4 San Pablo, dos cabezas con coronas, 7 unas llaves, 7 una espada; 7 á este modo ya toda la confesión escrita por imágenes; 7 donde íaltan imáge- nes, ponen caracteres, como: en que pequé, &c., de donde se po- drá colegir la viyezá de los ingenios de estos indios, pues este modo de escribir nuestras oraciones 7 cosas de la Fe, ni se lo enseñaron los españoles, ni ellos pudieran salir con él, si no hi- cieran mu7 particular^ concepto de lo que les enseñaban." (1)

Si aquí se hecha de ver el sistema general de la escritura, de signos mezclados, los recursos fonéticos de que podía disponer se patentizan en el siguiente pasaje de Torquemada, (2) descri- biendo la manera con que escribían el Pater noster: "El voca- blo que ellos tienen, 7 que más tira á la pronunciación de Pater, es pcmtli, que significa una como banderíta, con que cuentan el número veirite; pues para acordarse del vocablo Patera ponen aquella banderita que significa pantli, 7 en ella dicen Pater, Pa- ra la segunda, que dice Noster , el vocablo que ellos tienen más parecido á esta pronunciación es Nticfitli, que es el nombre de la que los nuestros llaman tunay 7 en España higo de las Indias; pHQs para acordarse del vocablo Noster^ pintan consecutivamente tras de la banderita, una tunay que ellos llaman nvxMli; 7 de esta manera van prosiguiendo hasta acabar la oración." En otros casos se advierte el intento de reproducir silábicamente las palabras; así para escribir Amen ponían el simbólico of/ 7 el mímico metí, le7en- do A^. En el caso del Paternóster colocaban una bandera pan- tiiy tetl, nocTMi 7 teü formando la lectura pa-te noch-te, que remeda- ban los sonidos que se pretendía, sin atingencia alguna con el significado. Semejante procedimiento no era nuevo, pues hemos visto que los méxica le practicaban desde antes en la traducción de los nombres de lenguas extranjeras. Estudio 7 meditación me- rece esta materia, antes de pronunciar la última palabra. (3)

(1) AcoBta, historia natural y moral, Cb. VI, cap. VII.— Véase Anales del Museo ^ Nacional, iom. 1.

(2) Monarq. indiana, lib. XV, cap. XXV.

(3) Véase respecto de escritora rneücana, García, origen délos indios, lib. 4, cap. ^ 39, cap. 28, pág. 246-251.— Herrera, dée. 3, Hb. 2, cap. 18, pág. 75.— Solozano, de

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Los tolteca, en su emigración háoia el Sor, lleyaroxi sin d«dft sus caracteres jeroglíficos á lagares muy distaaies. Segan el tes- timonio de Herrera, en Nicaragua, ''es cierto que tenían por le- tras las figuras de los de Oulua, y los libros de papel y pergamir no, un palmo de ancho y doce de largo, y doblados como fuelles á donde señalaban por ambas partes de azul, colorado y otros colores, los casos memorables que acontecían allL Tenían pinta- das sus leyes y ritos con gran semejanisa de los mexicanos; y ésto hacen solos los chorotegas, y no todos los de Nicaragua^" (1)

Si esto acontecía hacia el Sur, no será aventurado suponer que todos los pueblos sujetos al imperio de México y los en in- mediato contacto con él, habían adoptado su escritura jeroglífica si bien haciéndole las modificaciones requeridas por el lenguaje y las costumbres de cada uno. De los mixtéeos y zapotecos se dice: "Entre la barbaridad de estas naciones se hallaron muchos libros á su modo, en hojas ó telas de especiales cortezas de ár- boles que se hallaban en tierras calientes, y las curtían y adere- zaban á modo de pergaminos, de iSna, tercia poco más ó menos de ancho, y unas tras otras las zurcían y pegaban en una pieza tan larga como la habían menester, donde todas sus historias escribían con unos caracteres tan abreviados que una sola plana expresaban el lugar, sitio, provincia, año, mes y dia, con todos los demás nombres de dioses, ceremonias y sacrificios ó victorias que habían celebrado y tenido, y para esto á los hijos de los se- ñores y á los que escogían para su sacerdocio, enseñaban é ins- truían desde su niñez, haciéndoles decorar aquellos caracteres y tomar de memoria las historias, y destos mismos instrumentos he tenido en mis manos, y oídolos explicar á algunos viejos con bastante admiración, y solían poner estos papeles como tablas de cosmografía pegados á lo lai^ de las salas de los señores, por grandeza y vanidad, preciándose de tratar en sus juntas y visitas de aquella materia." (2)

No acertaremos á decir si esta escritura es del mismo género de la mexicana, porque no la hemos estudiado; presenta ciertas semejanzas en. los signos cronológicos y en la distribución délas

jar. Ind. tom. 1, cap. 8, n. 96.-— SahAgun, tom. 3, pág. 80.— Torquamada, Ub. 1, cap. XI. Acosta, lib. 6, cap. IX. Gomara, tom. 1, cap. 84.

(1) Herrera, áéo. 111, üb. IV, cap. VII, pág. 121.

(2) Burgoa, Palestra historial, fol 89.

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figuras, aunque debemos admitir que los signos deben haber cambiado para ajustarse á las formas del lenguaje. En lo que ofrecen diferencias palpables es en el dibujo y en el colorido. Respecto de lo primero es más tosco, aunque más monumental; por lo tocante á lo segundo, los colores que predominan son el amarillo, rojo, negro y ciertos semicolores sucips, los cuales dan á las pinturas un tono sombrío y uniforme, sin dejar de ser re* chinante. En el número 34, ponemos pequeños trozos de esta escritura, confundida malamente con la mexicana, y de la cual presenta ejemplos la obra del Lord Kingsborough. (1)

De los pueblos mayase dice: **En tiempo de su infidelidad te- nían los indios de Tucathan libros de cortezas de árboles, coa un betún blanco y perpetuo, de diez y doce Yaras de largo, que se cogían doblándolos como un palmo. En éstos pintaban con colores la cuenta de sus años, las guerras, inundaciones, huraca- nes, hambres y otros sucesos." (2) Según el mismo autor, Itzam- ná, "tengo por cierto fué el hombre, que entre ellos primero in- ventó los caracteres, que servían de letras á los indios." (3)

. Los itzaex, de procedencia maya, "conservan hoy las profe- cías (escritas en sus caracteres antiguos), los que llaman sacery dotes, en un libro como historia, que nombran AnoJie'\ (4) Aque- lla escritura, "eran unos caracteres y figuras, pintadas en unpiS cortezas de árboles, como de una cuarta de largo cada hoja ó ta- blilla, y del grueso como de un real de á ocho, dobladas á una parte y á otra, á manera de biombo, que ellos llaman Anctltees.'' (5) En pasaje anterior se encuentra, "que AnaUehes ó historias es una misma cosa." (6)

Encuéntranse lijeras noticias acerca de la escritura de los maya en distintos autores; (7) copiaremos nosotros, como más

(1) Fac-simile an original mezican paixxting, preserved in the coUection 8ír Tfaomas Bodley, in the BocOeian Libraiy ai Oxford: 40 pages. Vol, 1. Del mismo género es- la pintara siguiente conservada en la misma biblioteca.

(2) Gogollndo, Hist. de Yucatán, lib. IV, cap. V.

(3) Op. oit., lib. IV, cap. VIH. ^ (i) CogoUudo, Hist. de Yucatán, lib. IX, cap. Xiy.

(5) Villagutierre, Hist. de la conquista del Itza, lib. VH, cap. 1.

(6) Vinagutierre, lib. VI, cap. IV, pág. 353.

(7) Mendieta, hist. ecles. pág. 143.— Herrera, dec. 4, lib. X, cap. IL-^Acoeta, liiflt. nat. 7 mor., lib. VI, cap. VII.

632

Autorizadas, las doctrinas del P. Lauda. ''Qae las ciencias que enseñaban eran la cuenta de los años, meses y dias, las fiestas y ceremonias, la administración de los sacramentos, los dias j tiempos fatales, sus maneras de adivinar y sus profecías, los acaecimientos, y remedios para los males, y las antigüedades, j ler y escribir con sus libros y caracteres con los cuales escribían y con figuras que significaban las escrituras." "Que escribían sus libros en una hoja larga doblada con pliegues, que se venia á cerrar toda entre dos tablas que hacían muy galanas y que es- cribían de una parte á otra á coluuas, según eran los pliegues, 7 que este papel hacían de las raíces de un árbol, y que le daban un lustre blanco en que se podía bien escribir, y que sabían de estas ciencias algunos principales señores, por curiosidad, y que por esto eran más estimados, aunque no lo usaban en público." (1)

"Usaban también esta gen^e de ciertos caracteres ó letras con las cuales escribían en sus libros sus cosas antiguas y sus cien- cias, y con ellas y figuras, y algunas señales en las figuras en- tendían sus cosas y las daban á entender y enseñaban. Hallá- rnosles grande número de libros destas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del de- ínonio se les quemamos todos, lo cual á maravilla sentían, y les daba pena.^'

"De sus letras porne aquí un a, b, c, que no permite su pesa- dumbre más, porque usan para todas las aapiraciones de las le- tras de un carácter, y después al puntar de las partes otro, y así viene á hacer tw infiniitim, como se podrá ver en el siguiente ejem- plo. Le, quiere decir lazo y cazar con él; para escribirle con sus caracteres, habiéndoles nosotros hecho entender que son dos le- tras,'lo escribían ellos con tres, poniendo á la aspiración de la i la vocal éy que antes de trae, y en esto no hierran, aunque úsense, si quieren ellos de su curiosidad. Ejemplo, (lámina 14, número 1). Después al cabo le pegan la parte junta. Ha, que quiere decir agua, porque la hache tiene a, //, antes de la po- nen ellos al principio con a, y al cabo desta manera (núm. 2). Tanft)ien lo escriben á partes, pero de la una y otra manera, yo no pusiera aquí ni tratara de ello sino por dar cuenta entera de

las cosas desta gente. Ma in hatí quiere decir, no quiero, ellos lo

*

(1) Belaoion de las cosas de Tuoaton, por Fr. Diego de Landa, pág. 4 i.

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escriben á partes desta manera: (núm. 3)." (1) Copiamos el abece- dario bajo el número 4. «

La escritura de este género ha recibido de los americanistas franceses el nombre de cálctdi/orme, (2) ó en forma de cálculo, pot estar distribuida en líneas simétricas horizontales y verticales. Caracteres idénticos, ó al menos de la misma filiación, ofrecen los monumentos de Copan y Quirigua, los de Yucatán en sus principales ruinas de TJxmal, Kabah, Kiuio y Chichen Itzá, el Palenque y algunas piedras de Chiapas: parece que en esa su- perficie se desarrolló la civilización que elaboró esta adelantada escritura. Los documentos que á nuestro conocimiento han lle- gado, son: el C6d. deDresde, (3) el MS. de la Biblioteca imperial de París, (4) el Cód. Troano interpretado por Mr. Brasseur de Bourbourg, (5) y el ]|||p. Miró, (6) reproducido en parte por el 8r. Melgar. (7) Los caracteres, compuestos de líneas diversas mezcladas con rostros humanos, presentan una composición re- gular; el dibujo es artístico, cuando no representa objetos fan- tásticos; los colores están aplicados con gusto: superiores bajo iodos aspectos á los signos méxica, lo son todavía más en el con- cepto de ser fonéticos y f star arreglados por un alfabeto.

Stephens, (8) comparando la leyenda de la cara superior áp un altar de Copan con el fragmento del Cód. de Dresde publica- do por Humboldt, (9) infiere que, "los aztecas ó mexicanos, en tiempo de la conquista, tenían el mismo lenguaje escrito que el pueblo de Copan y de Palenque." En tan insostenible error cayjó el ilustre viajero, porque creyó de origen méxica la pintura de Presde. Es ahora común sentir, que las escrituras mexicana f

(1) Fr. Diego delanda, pág. 31(5-322.

(2) Les écritures fígnrativeB, par León de Rosny, pág. 11).

(3) Antiquitíes of México, Lord Kingsborough, tom. III.

H) ManuBcrit flit Mczicam. Niíin. 2 de la Bibliothéque Impdríalo Fhotognpbioé iaanu réduction). París, 1864.

(5) París. Imprímerie Imperíale. MDCCCLXIX.

(fi) Ilustración de Madríd, Marzo 15 de 1871, niím. 29. ^ (7) Juicio sobro lo que sirvió de base á las prímeras teogonias. Traducción del ziianqscrito mayo perteneciente alSr. Miró, &c., por J. M. Melgar y Serrano. .Ve- Taoruz. Í878.

(8) Incidente of traTolin Central America, Chiapas and Yucatán. New York, 1846. Tom. 2, pág. 464.

(a) Vues des Cordilléres, tom. II, pág. 268. Ve'aae nuestra lám. 14, ntím. 5.

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«alcnliforme absolutamente en nada se parecen; no tieneor pan* to alguno de contacto, fuera del comnn de servir para expresMr los pensamientos; corresponden á dos civilizaciones que flore^ cieron en lugares y tiempos diferentes. Aun de los maravilloaos monumentos de esta especie, no se puede afirmar que todos sean isontemporáneos; razones suficientes aparecen para creer, que Copan y Quirigua son los más antiguos, corresponde Palenque í los tiempos medios, y pertenece Yucatán á la época más moder* na. Por eso nos hemos imaginado que aquellas leyendas pudie- ran estar escritas en idiomas diversos; pues aunque á la misma civilización corresponden, y aquella comarca está ocupada por pueblos de lenguas afines, no podemos descubrir todavia, si los constructores fueron del mismo tronco etnográfico y son los pro- genitores de las naciones actuales. Muestra de la escritura de Copan presentamosí en el núro.. 6.

El abecedario dado por Landa no ha producido aun, que ae- pamos, la!\ descif ración de los caracteres maya. El entusiasta Brasseur de Bourbourg emprendió la lectura del Códice Troano; escribió un regular tomo en folio, fundando sobre un documento que nos parece un ritual, maravillosos 46scubrimientos; mas des- pués de llegar al fin del volumen, el ánimo no queda satisfecho ni convencido con lo^que ha leído. Piérdese por completo lailu- «ion^ cuando el mismo autor confiesa, (1) haber comenzado la lectura por el fin del documento: tomar un libro por el final, j leerle de esta manera, sólo puede acontecer en materia que no 86 entiende. ElISr. Melgar descifró un fragmento del MS. Miró, «iguiendo las doctrinas de Brassour. H. de Charencey ha hecho eosa de mayor estima. (2)

Besumiendo. Allá en tiempos remotos, los chinos usaron de las cuerdas anudadas para perpetuar sus recuerdos, las cuales abandonaron por signos figurativos, que con el tiempo se con- virtieron en ideográficos. En América, ciertos pueblos antiguos tuvieron también las cuerdas anudadas, entre los tolteca olvida- das, entre los] peruanos admitidas como exclusivo medio de es- critura, llevadas á su posible perfección bajo el nombre de gué^. Los tolteca, desde una época primitiva, sustituyeron las cuerdas

(1) Bibliothéquo Mexico-Guatemalieime, París, 1871, p. XXVII.

(3) Basai de déchÜZrameni d'an fragment d'inacríptSaii palenquáenae.

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«OH signos fignratívosi semejantes á los de los chinos; aquella adelantada nación, y los pueblos que en sus ciencias se abreva- ron, de los figurativos pasaron á los signos simbólicos» y sin es- tancarse en los ideográficos, hacían esfuerzos para salir á los fonéticos. Este|último paso lo habían dado ya pueblos extraños á los méxica y muy máa antiguos, los cuales al contacto de una civilización de origen desconocido, se habían remontado al alfa- beto. Tres sistemas cumpliendo su evolución, sin comunicarse, á pesar de vivir en el mismo continente. ¿Todos tres sistemas nacieron esponttneíunente en América? ¿Crecieron, se- desarro- liaron por contacto con los pueblos asiáticos? ¿La Ohina, en épo- eas diversas, comunicó su escritura á las naciones americanas? No lo sabemqp; pero del conjunto de este y de otros muchos he- chos podemos inferir, que la América se ha comunicado con los pueblos de Asia por el Oeste, con los pueblos de Europa por el £¡ate. Admitimos la teoría^ no para establecer la filiación, sino aimples y casuales comunicaciones.

CAPITULO vm.

NUUEBACION.

líwneraóüm hablada.-^Formaeüm de los númeroé.--'Eadical69.'-I>kenas9érim.'- Arüflciú de la numemcí(m,^La numeración es indefinida,^El sistema es mgm- mal.—Eesúmen JVumeradon para objetos partünikires.'-irumeraeioneaer&a.^ Ckiatro cifras prineipales,-'Gífras aisscUiarss.—Cálciao.'-Operaciones aritméíieaf, —Pesas, —Medidas para áridos. —Medida UneaL —Correspondencia, -^ZHstribudm de las tierras. *

DIVIDIREMOS estas nociones en dos partes: numeración ha- blada^ numeración escrita. Comenzaremos por la primera.

1. Oe 6 ceia 6. Chicuaco 11. Matlactli once 16. GaztoDi once

2. Orne 7. Chicóme . 12. MatiaotÜ ornóme 17. OaztoUi ornóme 8. Yei ó ei 8. Ghicuei 13. MaÜactU omei 18. GaztolU omei

4. Nahni 9. Ohictmahui 14. MaÜaotli onnahui 19. GaztoDi onnaliui

5. Macuilli 10. Matlactli ir>. Caxtolli 20. Cempobaalli.

Fijando la atención en esta primera serie de los nombres nu- merales, se advertirá, que los cinco primeros son diversos entre sí, sin tener ninguna relación aparente, j adeipas parecen ser simples; pero cinco, macuiUi, es palabra compuesta que deja tras- lucir su etimología. Según Gama, (1) "se deriva del verbo Ma- '^cudoa, compuesto de maitl^ que es la mano, y del verbo simpk *^cueloa^ que significa doblegar: lo que claramente demuestra, qtie

{!) DoBcripcion de las dos piedras; segunda parte, pág. 190.

537

''en su origen distinguían cada unidad doblando un dedo hasta "completar loscinco, cerrando toda la mano." En efecto, consi- derando los nombres á la mano referentes, encontramos mapiUt, dedo de la mano, palabra' compuesta de la radical ma de maitl, j depüliqne entre sus acepciones cuenta las de niño, hijo; así figuradamente mapiUi quiere decir, niños, hijos, apéndices de las manos. XopiUi, dedo del pié, tiene el mismo sentido, así como maqpaUij palma de la mano. Macuilli se forma entonces de maitlt del verbo cui, tomar, y de püli ó simplemente üi por los apéndi- ces ó dedos, haciendo el compuesto moHmi-llif los dedos tomados con la mano, el puño cerrado. Admitiendo que la etimología pueda iguabnen^ arrancarse del verbal cuilli, tomado, (1) lo cual no nos p^ece perfectamente exacto, siempre aparece por verdadero, que la cuenta de las primeras unidades se fué practi- cando por medio de doblar los dedos de la mano; hasta que al llegar á cinco se formó el puño. ^

Del seis al nueve las palabras son compuestas. En sentir de Gama, chicoace ó chicuace se deriva del adverbio chico, "que sig- "nifioa á mi lado, y la preposición huan que esjurUo de otro, j "todo el vocablo chicohuance, de quien es síncopa chicoace, quiere "decir, uno al lado, junto de los otros." (2) Chico, chicu, tieuj» algunas veces el sentido de, medio, la mitad, como en las pala* bras chicocua, chicocuacita, chicocuatic, medio comido: (3) a cuenta entre sus significados el de, así como: de manera que chico-a da á entender la mitad; la mitad de las manos, una mano. Los com- puestos chicoa-ce, chdcu-ome (chicóme), chicu-^V, cMcu-nahui, que son los piimeros numerales añadidos á la voz chicua, significan en realidad la mitad ó una mano, más uno, más dos, más tres, más cuatro, ó sean seis, siete, ocho, nueve.

MaÜacÜi, diez, no está formado por aglomeración: sus radica- les no ofrecen duda: maitl, y ilactli, "el cuerpo del hombre, desde la cintura arriba:" la voz dice, las manos de la parte superior del hombre. La palabra confirma 9I principio asentado á priori, contaban por los dedos de las manos niacuilli, ima mano cerrada; matlacili, las dos manos cerradas.

(1) Note sur la uumération des anci^ns mexicains par M. Simeón. Archives de la Ck>minÍBÍon Scientifíque du Mexique, tom. IXI, pág. 524.

(2) Loco cit, pág. 130.

(8) V. Vocabulario de Molina.

68

538

Hasta catorce vuelre la aglomeración, añadiendo á MaÜacBi los cuatro digitos fandamentales por medio de la sílaba on, ya sea en el sentido de 7nas, ya como quiere Molina» "por vía 6 ma- nera de ornato y buen sonido/* Matlajc-tli once 11, maüacüi ornó- me 12, matlactli omei 13, matiacüi mnálmi 14; las dos manos más uno, dos, tres y cuatro.

Caxtoüi, caxtuIUy quince, aparece como nombre radical, y atinamos á cómo puede ser desatado, ni encontramos explicación en los autores. Los compuestos sucesivos siguen el orden esta- blecido: Gaodolli oiwe 16, caxtóUi ornóme 17, ccKcioUiomei 18, ooíctoK onnahui 19; ó sean quince más uno, dos, tres, y cuatro.

Cempolmaüi, veinte, se compone de oem y AñfpohucilHij cuenta, significando el compuesto, una cuenta, esto es, la reunión de vein- te unidades. Tal vez en su origen ^ compuso la palabra Aeom, del verbp jt)o«, contar, jAepillió Ui por los dedos; oem-^wa-ffí una cuenta de los dedos. De }x>a se forma ÜapoaJUzUi, numeración: tkuxmpoaliztli, suma total; tlapoaUi, cosas enumeradas. Cernipiüi, una veintena, una cuenta, señala perfectamente el origen de la voz, presentando á piUi en sentido de los dedos. Veinte se divide en cuatro partes iguales, determinadas por los números radica- les; las fracciones terminan en macuilli, maÜactUy caxfoUi y om- pohtíaUi. Veinte es por excelencia el número mexicano; es el yo, el individuo, compuesto de cuatro partea, los pies y las manos, cada uno con sus cinco apéndices ó dedos. Esta forma determi- nó la numeración escrita.

De veinte en adelante el sistema de la formación de los núme- ros se funda encesta regla general, tan jEácil como sencilla. Lob veinte números primarios que acabamos de explicar, antepues- tos á una radical numérica cualquiera, la multiplican; si estín pospuestos á la radical se suman con ella. Aplicándola á la tdr dical poMaili tendremos:

20. Oempohualli, veinte multiplicado por uno.

40. Ompohualli, veinte multiplicado por dos.

CO. Tcipohualli, veinte multiplicado por treg.

80. Nauhpohualli, veinte multiplicado por cuatro.

100. Macuilpoliualli, veinte multiplicado por cinco.

120. CHiicuacempohualli, veinte multiplicado por seis.

140. Ghicompohualli, veinte multiplicado por siete.

160. Ghicuepohuallii veinte multiplicado por ocho.

180. Chioonaubpohualli, veinte multipHoado por nueve.

589

200. MaÜiicpohnaUi, veinte muHipUoftdo por diez.

220. MaÜacÜioncempchoiüli, Teiute multiplicado por once.

240. MaÜactliomompohualli, veinte multiplicado por doce.

260. MaÜaettiomeipohualli, veinte multiplicado por trece.

280. MatlactlionnaubpoliuaUi, veinte multiplicado por catorce.

300. Caxtolpohualli, veinte multiplicado por quince.

320. Gaxtollioncepohualli, veinte multiplicado por diez y seis.

.340. Castolliomompohualli, veinte multiplicado por diez y siete.

360. Caxtolliomeipohualli, veinte multiplicado por diez j ocho.

380. Caxtollionnauhpohualli, veinte multiplicado por diez y nueve.

400. Cetzontii,

Naturalmente resnlta una progresión por diferencia, con la Tazón del mismo valor del número radical Los números inter- medios entre cada dos términos^ se llenan con los veinte prime- ros, en esta forma:

20. GempohuaUi.

21. Cempohualli once, veinte más uno.

22. Cempohualli omome, veinte más dos-

23. Cempohualli omei, veinte más tres.

24. Cempohualli onnahui, veinte más cuatro.

25. Cempohualli onmacuilU, veinte más cinco.

26. Cempohualli onchicuace, veinte másseis.

27. Cempohualli onchicome, veinte más siete.

28. Cempohualli onchicuei, veinte más ocho.

29. Cempohualli on chiconahui, veinte mtís nueve.

30. Cempohualli onmatlactli, veinte más diez.

31. Cempohualli onmatlactli once, veinte más once.

32. Cempohualli onmatlactli omome, veinte más doce.

33. Cempohualli onmatlactli omei, veinte más trece.

34. Cempohualli onmatlacti onnahui, veinte más catorce. 36. Cempohualli oncaxtolli, veinte más quince.

36. Cempohualli oncaxtolli once, veinte más diez y seis.

37. Cempohualli oncaxtolli omome, veinte más diez y siete.

38. Cempohualli oncaxtolli omei, veinte más diez y ocho.

39. Cempohuulli oncaxtolli onnahui, veinte más diez y nueve.

40. Ompohualli, veinte multipUbado por dos.

41. Ompohualli once, veinte multiplicado por dos, más uno.

42. Ompohualli ornóme, veinte multiplicado por dos, más dos, ¿m,, kc.

Proseguiremos así de una manera inflexible hasta 399, para el •nal diríamos, CaxtolUnnauhpohucdli on caxtoUi onnakni, veinte mul- tiplicado por diez y nueve más diez v nueve. Para cuatrocientos MO se dice veinte multiplicado por veinte, sino que se introduce

r

540

iin nuevo término. TzonUiy 400, significa igualmente, cabello, pih lo, una mata de hortaliza ó de yerba; y metafóricamente, multi- tud, abundancia. Si los números primeros se tomaron por la comparación con las manos y con los pies, éste se sacó del pelo, de la cabeza. *

Tenemos, pues, muy bien determinadas dos series; la primera^ del uno al veinte; la segunda del veinte al cuatrocientos. Una tercera serie obtendremos operando sobre el radical tzontii como lo hicimos con pofiuaüL

400. CetzonÜi, cuatrocientos multiplicado poV uno.

800. Omtzontli, cuatrocientos multiplicado por dos. 1200. Yeitzontli, cuatrocientos multiplicado por tres. 1600. Nauhtzontli, cuatrocientos multiplicado por cuatro. 2000. Macuiltzontli, cuatrocientos multiplicado por cinco. 2400. Chicoaoetzontli, cuatrocientos multiplicado por seis. 2800. Chicomtzontli, cuatrocientos multiplicado por siete. 8200. Chicuetzontli, cuatrocientos multiplicado por ocho. 3600. Chiconauhtezontli, cuatrocientos multiplicado por nueve. 4000. MatlactezonQi, cuatrocientos multiplicado por diez. 4400. MatlactlioncetzontH, cuatrocientosr multiplicado por once. 4800. Matlactliomomtzontli, cuatrocientos multiplicado por doce. 5200. M&tlacüiomeitzontli, cuatrocientos multiplicado por treco. 5600. Matlaotlionnauhtzontli, cuatrocientos multiplicado por catorce. 6000. Caxtolzontli, cuatrocientos multiplicado por quince. 6400. CaxtoUionoetzontli, cuatrocientos multiplicado por diez y aeia. 6800. CaxtoUiomomtzontli, cuatrocientos multiplicado por diez y siete. 7200. Caztolli omeitzontli, cuatrocientos multiplicado por diez y ocho. 7600. Caxtolli onnauhtzontli, cuatrocientos multiplicado por diez y nueTe. 8000. Cexiquipilli.

Progresión por diferencia con el mismo valor del radical feo»- tlu Llénanse los intermedios entre cada dos términos con los cuatrocientos numerales de que se componen las dos primeras series, sin otra diferencia que la de introducir de cuatrocientos en adelante la palabra ipa7i, preposición equivalente á encima de (ügoy y en el lenguaje aritmético á más: los números anteriores í cuatrocientos quedan siempre ligados por la partícula on. El or- den lógico é inflexible en que se desarrolla la numeración habla- da no permiten equivocación alguna.

.401. Gentzontli once. 405. Oentzontli onmacuílU.

J

541

410. Centzontli onmatJíaotlL

£00. Ceutzo&tli ipan macuilpolmaUi.

749. Centzontli ipan caxtolliomompohualli oncbiconahni.

En el 7,999 diremos ccuctolli onnauhtzonüi ipán caxtolli oTinawA- pohuaUi ipan caodoUi onnahui; es decir, cuaixocientos multiplica- dos por diez y nueve (7,600), más veinte multiplicado por diez y nueve (380), más diez y nueve (19).

Para ocho mil no decían cuatrocientos por veinte, sino que introdujeron el nuevo termino cexiquipilli, que significa, bolsa, talega, costal, alforja. 'Tarece que en ella quisieron simbolizar el vientre del cuerpo humano, en el cual, en la cabeza, manos y pies tenían fundada toda su aritmética." (1)

Procedamos con esta radical como con las anteriores, para ob* tener una cuarta y al parecer última serie. Tendrecmos:

1

j

8,000. CexiquipiUL 16,000. Omziqaipilli 24,0«0. YeziqmpiUi 82,000. Kankdqnipilli. 40,000. MacuibdqaipiUi 48,000. Ohieoneexiquipilli ' 56,000. Ohicomxiquipilli 64,000. Chicoeziquipilli. 72,000. GhiconnahxtqTiipilli. 80,000. MatlacziquipiUi

88,000. MalaciU onoezíqaipilli.

96,000. ICaÜaotii omoxnxiqnipiUi. 104,000. Matlaotli omdziqnipiUi. 112,000. Matlaotli onnauhxiqmpilli. 120,000. Gaxloixtquipilli 128,000. Caxtolli onoexlquipilli. 186,000. CaxtoUi omomxiquipiUi 144,000. CaxtoUi omeiziquipilli. 152,000. CaxtoUi onnanhxiquipilli. 160,000. CepohalxiqmpilU.

Progresión igualmente por diferencia, en la cual el primer término y la razón tienen el mismo valor del. radical Los tér- minos intermedios se llenan con las tres series anteriores sin alterar su orden inflexible.

8,001. Cexiquipilli once.

8,019. Cexiquipilli ipan caxtollionnahui

8,146. Cexiquipilli ipan macnilpohuaUi ompohualli onchicaaoe, etc.

Hasta llegar en su orden riguroso á 159,999, para el cual di- ríamos, caxtolli onnauhxipUli (162,000), ipan caactoUi onnauhtzonüi (7,600), ipan caxtolli onnauhpohuaJli (380), ipan caxtolli onruxhui (19).

(i; Gama, las dos piedras, pág. 133.

54a

El último término de la progresión no toma nombre particu- lar como en las anteriores, según parecía pedirlo el orden lógico de la numeración, sino que se enuncia por el producto de 20 por 8,000. Esto induciría a pensar, que la numeración hablada de los mexicanos no pasaba de 160,000, supuesto que aquí se in- terrumpe el sistema. Mas esto no resulta ser exacto; la numera- ción en realidad prosigue de una manera indefinida, supuesto que conforme al artificio introducido en la formación, xiqutpiUi se puede multiplicar por todos los valores desde ccm hasta el mismo xiquipiUi, arrojando los siguientes productos:

:j.L»00,000. Centzonxiqmpilli. «4.000,000. Cexiqtiipiliiqnipilli.

Aunque esta liltima cifra sería suficiente para responder á las neceóidades públicas y privadas de los mexicanos, existen muy fundadas razones para sostener, que la numeración hablada no se detenía en este punto.

La numeración maya descansaba sobre los mismos fundamen- tos que la mexicana, j en ella encontramos los siguientes térmi- nos, designados con nombres particulares:

I

20. Kal, que multiplicado por mismo daba, ' 400. BcK, que multiplicado por yeinte producía, 8,000. Pie, que multiplioado por veíate hacía, 160,000. Calab, que multy^Ucado por veinte subía d, 3.300,000. KinchiL

*

Es decir, que contando también la unidad, existían en la maja seis términos particulares ó radicales, por medio de los cuales se podía- llevar la cuenta de las cosas hasta donde bien se qui- siera. Juzgando por analogía, que en el caso no parecerá al lec- tor traída por los cabellos, creemos que entre los mexicanos existían esos mismos seis términos radicales, de los cuales aho- ra solo conocemos cuatro, habiéndose perdido la memoria de los otros dos.

Si lo acabado de decir se tiene como un supuesto gratuito, in- sistimos aún en nuestro parecer, apoyándole en lo siguiente. Las radicales y los compuestos que de ellas resultan se podían

6iS

multiplicar no solo de dos en dos, sino de tres en tres, y ánn más, de manera que cuando menos pudiéramos formar:

512,000.000.000. Cexiquipilxiquipilxiquipilli, 6 sea el cubo de oobomiL

Para ello nos autoriza el Vocabulario del P. Molina, quien ofrece la palabra MacÜadzonxiquipilli, equivalente á diez multi* plicado por cuatrocientos, multiplicado por oc]io mil, igual á 32,000.000. (1)

Besumiendo lo que acabamos de decir. La numeración habla- da comienza por los números f andamentales ce, orne, yei, vafiui, ifkacuilli, que forman la primera quintena; chico, unido a los cua- tro primeros, empieza la segunda quintena terminada en maüac' Üi, voz simple como los fundamentales; á este nuevo termino se juntan los cuatro primordiales componiendo la tercera quintena, rematada en caxíoUiy también nombre simple; la cuarta y última 'quintena la forma caxtdli, siempre con los cuatro primeros, re- matando en la segunda radical cemjxÁtudli En adelante solo se presentan como términos nuevos Izontli y xiquipíUi, de manera que con solo diez nombres combinados se pueden expresar to- das las cantidades imaginables. Todo el artificio consiste en mezclar y componer por multiplicación y por suma, la primera serie de veinte números con las radicales pohmlU, fzontU y xiqui- piUi, asi como éstas entre sí.

Fúndase el sistema en las cuatro radicales ce, pofnuxUi, tzoii- tli, xiquipüli, cuyos valores forman esta progresión por cocien- te -H- 1 : 20 : 400 : 8,000; primer termino la unidad', veinte la razón. Se puede expresar de esta manera ^ (20)": (20)^: (20)*: (20)^ ó sean las potencias de veinte de cero al cubo. Veinte es el núme- ro de términos de la primera serie fundamental, el cual se des- compone en los dos factores cuatro del número de las quintena», cinco de los términos que las componen. La reunión de veinte unidades equivale á una unidad de la especie inmediatamente superior; así veinte ce igual á cempoknallt; veinte fx>Jaiolli forman

(1) MolÍDA tradnoe trescieTUos mil y más doé mil; error manifiesto en que incurrió, can dada, por haber trastornado los ceros en el cálcalo. Erró también en la línea an- terior á ésta escribiendo (fol. 58), "Matíact^tÜ, oaatrocientos/* paes solo el toBqntU determina el coatrodentos y moltiplioado por diez hace cuatro mil. Camplida ra- zón nos da el mismo Molina asentando en la h'aea inferior, ** MatlacUanxUiuiÜf oiiairo afios.*'

544

cetzojiUi; veinte tzorUti constituyen el cexiquipülL La base es vein- te, el sistema vigesimal.

El enunciado de las cantidades comienza por las unidades su- periores; cada radical va precedida ó multiplicada por las veces que cabe en el conjunto, y está seguida con las cantidades meno- res que con el producto se juntan. Para traducir al lenguaje mexicano una cantidad numérica, es lo mismo que buscar el nu- mero de veces que las radicales caben en denunciado, dividien- do la resta por las radicales inferiores sucesivamente hasta el fin. Por ejemplo: en 8,427 se reconoce inmediatamente que hay un xiquipUliy un tzcmüi, vmpohuaUi y chicóme; pero en 2539676 se- ría preciso encontrar, por medio de la división, que contiene trein- ta y un xiquipiUi, trece tzontliy diez y ocho pohuáUi y matlacUi on . chicoace.

Tiene lugar lo dicho para contar las cosas en general, pues en ciertas aplicaciones particulares cambian los términos y aun la ' inteligencia de la frase. Así, ''para contar gallinas, huevos, ca- "cao, tunas, tamales, cerezas, vasijas, asentaderos, frutas, cala- ''bazas, naJ:)os, xicamas, melones, libros ó cosas redondas ó ro- "llizas, dicen de la manera siguiente:" (1)

1.

Centetl.

9.

ChicunautetL

17. Caxtolteüomome.

2.

Ontetl.

10.

Matlactetl. .

Í8. Caxtoltetlomm.

S.

Yetetí.

11.

MaÜacteÜonce.

19. Caxtoltetlonsahiii

4.

Naahtetl.

12.

MaÜactetlomome.

2Q. Cempohtiáltea.

n.

Macuiltetl.

13.

Matlaotetlomei.

40. Ompohualtetl.

6.

Chicuacontetl.

U,

Matlaetetl ozmahni.

60. YepohualtoO.

7.

Chioontetl.

16.

Caxtolted.

80. Nauhpohualtetl.

8.

Chicuetetl.

16.

Caxtoltetlonce.

100. Macuilpohualteü.

Para renglones, camellones de surcos, paredes, hileras de per- sonas, ó cosas puestas en orden á la larga.

1. Cempantli.

2. OmpantU.

3. Epantli.

4. Nappaatli.

5. Macuilpantli.

6. Chicuaoenpaiitii.

7. Chicompantli.

8. Chicuepantli.

9. Cilioimaiihpantli.

10. Mactlacpautli.

11. Mactlacpantli once.

12. Mactlaopanüi ornóme.

13. Hactlacpandi omei.

14. Maotlacpantli ozmahiii. ir>. Caxtolpantli.

16. Caxtolpantli onoe. 20. Cempohualpantli. 40* Ompohualpantfí.

(1) Voeab. de Molina, fol. 119.

646

Para zapatos, papel, platos, escndillas, trojes, cosas dobladas una sobre otra, ó cosas diversas nna de otra.

1. Centlamantli, Z Ontlamontli.

3. Etlamantli.

4. -KaahtiamaDtli.

5. Maouillamantli.

6. CfaiouacenUazaantli.

7. Chicomilamaiitli.

8. Chícnetlamanüí.

9. CMetmaulitiamaxitiJ.

10. HBtiaotlaQumtM.

11. Matiactlanuuitli onde. 12.' Matíacüaznantli omome.

13. Matlactlamaiitli omeL

14. Matlactlamantli onnahni.

15. CaztoUamantli. 20. Cempohtianam&iitiü. 40. Ompohuállaintptli. 60, YepohnallftinantiL 80. Nappohtiáilamantli. 100. Hacailpohtiallamaiitli.

Las mantas sólo se cuentan de 20 en 20, d^ esta manera:

20, CdmqaimilU. . 40. OmqtdmiBi.

60. T«qnixnilli; Ao.

Para papel, esteras, tortillas, mantas, pellejos, contados de 20 etk 20:

20. Cemipüli.

40. OmipiUi.

60. TeipiUi.

80. Kahuipilli. 100. MacailpiUi. 120. Chietiaeiefiáii^üH.

140l OhiouBiipilH. 160. Cliieneipflli 180. ChiconanliipUH. 200. MaÜaGÍpilli. aoo. CaxtoHpffli. 400. €6mpoiiualli|>UH.

1300. YepohiuaiipiUi.

1600. Naulipobnampilli.

2000. Maouilpohnallipmi.

2400. ChicuacempohtiaIlipil]i«

''Para contar mazorcas de maíz, ó mazorcas de pinas de oacao, 'y unas flores que se llaman ydoxockiilj y pilares de piedra, plá- ntanos, y cierto pande semillas como bollos que llaman feoatlt, y "otros á& maíz largos como cañutos que Uaman ÜaoccáhnimiUú"

1. Cemolotl

2. Omolotl. a. TeolotL

4. NauholoÜ.

5. Kacuilolotl.

I

6. Chicruticemolotl.

7. Chioomoloti. S. ChicneolotL

9. Clnotmauliolot]. 10, . MirÜacolcrti

11. Matlaoolotl oxuse.

12. MaUacoloÜ órneme.

13. Matlácólotl omei.

14. MatIa(!oIoti onnahui.

15. CaxtQldXoti.

16. CattolQlotliOAee.

17. Cesi<doIolt amóme. I8i .Caxtc^oloU 0I1MÍ4 19. Caxtololotlonnahuio,! 2p. Tlamic. 30. Tlamicomatlactli. 35. namic oneaxtolli. 40. OmpohaaU!.

Explicando esto nuestro León y Gama, (1) dice: "Tenía uso eata especie de cálculo en ^1 eomevcio par^ contar las cosas que

(1) Las dos piedras, pág. 133.

69

546

abultaban poco, y erau delgadas y planas, que podían ponerse cómodamentf^ unas sobre otras en atados ó paquetes regulados por veinte QHs, como el papel, las pieles, la& esteras, y otras cosas semejantes. A la primera veintena llamaban Cemipilli, esto es, una vez 20: á la segunda Omipilli, ó dos veces 20: Yeipilli era tres veces 20: NahuipíUi cuatro veces 20; y así iban continuando la multiplicación de óada veintena por los demás números basta el veinte, en la forma que se hacía con el pohualli, cuyo producto cuatrocientos no se llamaba Céntzontli sino Cempohuallipilli ó 20 veces 20, y desde aquí se seguía multiplicando este nuevo producto por las mismas unidades basta volver á llegar al núme- ro 20, diciendo Ompohuallipilli, que era la multiplicación desde 40, ó dos veces 20, cuyo producto es 800 paquetes. Yeipobualli- pilli, tres veces 20 ó 60, miiltiplicados por 20, que hacen 1,200, y asi los demás, hastiei^ volver á. llegar ál 20, esto es, 2D veces 20 ó 400, multiplicados por 20, cuyo producto se nombraba Oeicd- quipilli, que es decir, una vez 8,000: el cual se iba también mul- tiplicando por los mismos números dígitos, como Onxiquipilli, que es dos veces 8,000 6 16,000í Teixiquipilli que es tres veces 8,000 6 24,000. De manera que Cempohualxiquipilli ó 20 xiqui- pilli componen el producto de 160,000 atados ó paquetes: 400 xiquipilli ó xiquipiltzontli daban por producto 3.200,000, y final- mente, 8,000 xiquipilli contenían 64 millones de bultos de papel, esteras ú otras cosas semejantes."

"De la misma manera numeraban las mantas, lieiuios y dsmas tejidos de algodón y pelos de conejo, que juntaban de 20 en 30, formando de estos &rdos ó envoltorios, á que llamaban quitfdBiy que era el nombre de veinte en esta especie de cuenta: y así ya sabían que oenquimilli contenía una vez veinte mantas, por ejem- plo; Omquimilli dos veces 20 6 40; Teiquimilli tres veces 510 6 60;Nauhquimilli cuatro veces 20 ú 80; Macuilquímilli cinco veces 20 ó ciento, £c. Se deYivan estas voces del verbo quimüoa, que significa liar ó envolver. Para numerar personas, observaban también disponerlas por series, 20 individuos, y contaban las unidades por veintenas, llamando á la primera serie Centecpantli, esto es, un agregado ó serie de 20 personas, cuya voz se deriva del verbo tecpantlalia, que significa, poner en orden la gente. On- tecpantli eran dos órdenes ó 4íi: Eitecpantli tres órdenes ó 60; Nauhtecpantli cuatro órdenes ú 80, &c. Las mazorcas de maíz se

547

contaban también de 20 en 20, y tenían particular yoz que lo significaba, que era tlamicy derivada del verbo tlamicqutlia que significa, aumentar ó multiplicar; pero de^ este nombre no se usaba generalmente sino hasta llegará 39 que decían tlamic on- oaxtolli onnahui; porque el número 40 y las demás veintenas se expresaban con las vpces comunes ompohualli, yeipohualli, nauh- pohualli, &0. Para las mismas mazorcas de maíz, el cacao en pinas ó racimos, las piedras y otras cosas que abultaban mucbo y eran desiguales en superficie, se añadía á los números dígitos la partícula doü, diciendo cemolót!, 1; omolotl, 2; Teolotl, 3; hasta llegar á 20, que también se decía tiamic, y se continuaba en la misma forma. Las medidas de tierras y ottas cosas de ex- tensión, tenían sus números de denominación particular, como Oempantli, 1; Ompantli, 2; Epantli, 3; Nauhpantli, 4; Caxtolpantli, 16; Oempohualpantli, 20; Ompohuálpantli, 40, &c. Las cosas gruesas se contaban por Oentetl, 1; Ontetl, 2; Yetetl, 3; Nauhtetl, 4; Matlatetl, 10; Oaxtoltetl, 15; Oempohualtetl, 20. Y finalmente, las cosas que se entregaban duplicadas, triplicadas, y cuadrupli* cadas ó quintiplicadas^ se contaban por Centlamatli, 1; Ontla- matli, 2; Etlamantli, 3; Nauhtlamantli, 4; Macuitlamantli, 5: esto es, tantas sumas de dos, tres, cuatro ó cinco cosas juntas de una especie, conio platos, cazuelas, y otras cosas que se ponían en orden unas sobre otras, y hasta hoy es muy usada entre los me- xicanos esta cuenta, principalmente la que se forma de cinco en cinco; á la que así ellos como los españoles, regulan por un de- terminado número de manos, dándoles este nombre, por contarse como unidad cada agregado de cinco cosas."

Hasta aquí la cita. La numeración hablada contiene términos propios, así para nombrar las cantidades abstractas como para algunas especies concretas. El orden de los términos sigue una progresión rigurosa, lógica y científica. Se puede expresar una serie indefinida de cantidades. Es completamente inexacto el de- cir de los autores que afirman, que los mexicanos sólo eran ca- paces de contar cuando más por un reducido número de centenas.

Casi todos los pueblos antiguos contaron por loa dedos; los indoctos y los niños cuentan hoy de la misma manera: parece que la Providencia nos dotó en las manos con los primeros rudi- mentos del cálculo. El origen de esta cuenta le conservan las naciones en la composición de sus nombres numerales. Entre los

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ejemplos recogidos por Sir John Labbock> (1) vamos á tomax algunos de los más conformes á nuestro propósito. En el Labra- dor, la palabra taUek, una mano, significa también cinco, y el tér- mino que expresa veinte, dice igualmente manos y pies juixtos. Los indios muisca y zamuca dicen para cinco, mano acabada; para seis, uno de la otra mano; para diez, dos manos acabadas, y algunas veces simplemente quicha, qw es el pié. Once es, pié y uno; doce, pié y dos; trece, pié y tres, y así de seguida: veinte son, los pies, terminados, y en otros casos Juynibre, porque éste cuenta veinte dedos en laa manos y en los pies. (2) Entre loa ja- ruroes la palabra veinte es noenipuney dos hombres, derivada de iMcnif dos, y de canipune, hombres. Observa Mr. Brett, hablando de la Guianai (3) que los cuatro primeros números están repre- sentados por palabras simples. Cinco en Arawák es, a£<i7*, daJca^ bo, una mano mia, siguiéndose hasta nueve la repetición abar timen,. Uan timen: biam-^kábOf diez, quiere decir, mis dos manos. De diez á veinta usan de los dedos los pies» íuti ó oleuti, di- ciendo, abar-kuti-bcuna, once; biarurkuti-ianay doce, <tc.: dicen al veinte hbar-lokoy un lojco ú hombre. Prosiguen despuea por hom- bres, diciendo para cuarenta y cinco biamAohMxbardahüxhiajeagOy dos hombres y una mano euQima. Entre los caribes, la palabra que expresa diez, Channoncabo raim dice literalmente, los dedos de ambas maaos; veinte se dice Chonnongouci raim, los dedos de las solanos y de los pies. (4)

Pasemos á la numeraci'on e^crita^ De precisión debe corres- ponder á la hablada. Conociendo sólo cuatro de los radicales numéricos, cuatro deben s^r las cifras con que ^e puedan expre- sar las cantidades, correspondiendo á los nombres cen, poJmalli^ tezonüi y xiquipillL

^ Los térn^inos de la primera serie fundamental de ce» se expre- san, de varias maneras. En la nómina de Tributos del Códice Me;ndocino, aparecen en forma de los dedos de la mano, expre- sando,los números del uno al ocho, ya unidos, y ai separados, lá- mina 17, núm. 1, (lám. 15, núm» l^, fo^ma ooiigruente . al origen

(1) TJt^Q originof ciyiliBatíou and tíie pirimitive condition of man. Ifew York, 1874. Pág. 296 y sig.

(2) H^imboldt Ferdonal ReBearchés, vol. ^,púg. 117. " (d) 'BretVñ ludían Tríbee of Goiaiía, pág. U7.

<i) X^tee'a Hictory of tbe Csribby laiasds.

549

de la manera de contar. En otros manuscritos se observan, ora pequeñas líneas verticales, separadas ó unidas por quintenas (num. 2 de la lámina); bien puntos más ó menos grandes, llenos de üegro ó de color, 6 circúlillós, ya vacíos, ya llevando en el centro un punto ú otro tírculillo concéntrico, &c.: varía el tama- ño, según lo Ipide la pintura (nám. 3). Siguiendo la índole de su formación, y conformándose con los dos factores cinco y cuatro en que el veinte se descompone, estos signos van distribuidos en cuatro grupos de cinco en cinco, bien en líneas horizontales, bien en verticales, sueltos ó unidos por medio de pequeñas rayas.

Esta parece ser la notación primitiva, la cual con el tiempo ha de haber sufrido algunos cambios. Nosotros hemos visto como natural derivado, una mano con los dedos entendidos empleada para expresar macuilli (num. 4). Mr. Brasseur escribe: (1) "Ga- *'ma, ni ninguno de los autores que han tratado de la numeración **de los mexicanos, menciona signo alguno para el número dtez^ **f aera de los puntos : ; t : : ya conocidos; exceptúo, no obstante, al jesuita Fabregat, quien en su MS. todavía inédito, avanza que, un círculo encerrado dentro de otro mayor, ó un pequeño "cuadrado contenido en otro representan en México la cifra diez." El St. Brasseur comete un lamentable error asegurando que Ga- ma no menciona signo alguno para el número dieis, pues constan así en el texto como en la lámina que le acompaña, las cifras para expresar los números diez y quince; el mismo señor abate hace de ello mención en la página siguiente á la antes mencio- nada. Pronto veremos la teoría de Gama: respecto de los signos de Fabregat, los dos círculos concéntricos (núm. 8), no les hemos encontrado, hecho que en manera alguna contradice la noticia del célebre jesuita: respecto de los cuadrados uno dentro de otro (núm. 9), podemos afirmar, que ya en varios manuscritos del ai- glb XVI correspondientes á tributos, ya en otras pinturas de algunas de las cuales tenemos copia en nuestra colección, consta quQ un cuadrilátero á veces con los lados rectilíneos, á veces con los lados más ó menos curvilíneos (núm. 10), se emplea como ci- fra para expresar el diez. Con sólo los puntos ó rayas, con éstos y la mano ó el cuadrilátero, se concibe que la anotación del uno al veinte, ó mejor al ^iez y nueve, era tan clara como sencilla.

(1) MS. Troano, p¿g. lU.

650

La cifra para anotar la radical de la segunda serie, cempoAuo&t, era una especie de bandera (núm. 5). Así dos banderas expresa- rían 40; tres banderas dirían 60, j así sucesivamente hasta diez 7 nueve, las cuales dirían 380: es el mayor número en que esta cifra puede estar repetida. Los términos intermedios, siguiendo la regla establecida en la jiumeracion hablada^ se obtienen por medio de los puntos y signos de la primera serie fundamental Una bandera y un punto, 21; dos\>anderas y quince puntos, 55; cinco banderas y nueve puntos, 109, &c.

Consecuente con el principio de considerar el 20 descompuesto

I

en los dos factores cuatro y cinco, dividían el campo de la ban- dera en cuatro partes por medio de dos líneas, la una horizontal, la otra vertical; cada una de estas divisiones valía por consiguien- te cinco. Para expresar quince: 'Tintaban la bandera con solo ''tres partes blancas, cubiiendo la otra cuarta parte de color; y ''cuando no tenían éste á mano, les bastaba señalarla como si es- "tuviera segregada de toda la bandera, lo cual así representado "denotaba el valor de quince (uum. 6.) . . . . Para abreviar el nú- "mero diez, tenían del propio color la mitad de la bandera^ de- '^*ando la otra mitad blanca." (1) (núm. 7). Naturalmente estos signos introducían una abreviatura en los puntos, supuesto que si al signo de diez se unían uno, dos, &c., puntos, leeríamos su- cesivamente once, doce, &c.: añadidos al signo de quince obten- dríamos de la misma manera diez y seis, diez y siete, 4&c., hasta diez y nueve.

La tercera cifra para expresar la radical tzotUU, aparenta la forma de la parte superior barbada de una pluma, cortada en sentido perpendicular al astil. Encontramos algunas variantes. Se presenta en el Códice Mendocino como en el núm. 11; le ve- mos en la obra de Gama como en el núm. 12; le encontramos en Clavigero cual en el núm. 13. En los expedientes de tributos y en otras pinturas observamos la variante (núm. 17), muy conforme con el significado de tzontli: en efecto, parece un mechón ó ma- nojo de cabellos recogidos por una cinta ó lazo. Todavía en el Códice Vaticano, lámina de los cuatro soles cosmogónicos, ha- llamos*otra variante (núín. 20). Estos signos repetidos producen la progresión respectiva, en el. orden metódico de la numeración

(1) Gama, las do» piedras, segunda parte, pag. 186^7.

j

551

hablada. Una pluma, cetzontli, 400; dos plumas, omtzontli, 800; tres plumas, yeitzontU, 1,200; y así sucesivamente hasta diez y nueve plumas, caxtólli onnauh(zonÜ% 7,600. Llénanse los intermedios en- tre dos términos, con las séries^de las banderas y de los puntos en su ór Jen rigurosamente establecido." Respecto de la pluma, "pintaban sólo tres cuartas partes de ésta para denotar el numero 300 (núm. 14); cuando habían de representar 200 se servían de la mitad de la pluma (num. 15); y ''para señalar 100 figuraban solamente la cuarta parte de ella.'' (1) (núm. 16). También en la variante de cabellos observamos que teniendo una cuarta parte blanca significa 300 (núm. 18), y sólo la mitad dice 200 (núm. 19). Estas últimas cifras venían á intro- ducir una abreviatura en la repetición de las banderas, de una manera congruente con el sistema entero: una pluma consta de veinte banderas, y por consiguiente, una cuarta parte de la pri- mera corresponde á cinco banderas ó 100.

La cuarta y última cifra (de las que ahora conocemos) es el xiquipüly representado por la bolsa de pieles que en las pinturas llevan en las manos algunos sacerdotes é ídolos, y es símbolo del zahumerio del copal. Encontramos diversas variantes: la del Códice Mendocino, núm. 21; en Gama, núm. 22; en Clavigero, núm. 23. Gama indica que este signo se compendiaba, "pintando la mitad de una bolsa,'* (2) la cual expresaría el valor 4,000: no hemos logrado encontrar .está cifra para tomar su* figura. En cambio hemos dado en los papeles de tributos con la variante nú- mero 24, que representa una bolsa común de cuero, amarrada la boca: de este signo hemos alcanzado á ver la mitad ó el 4,000, núm. 25. Con el xiquipilli se escribe la cuarta serie: una bolsa dice 8,000; dos bolsas^l6,000, y así sucesivamente: las cantidades intermedias entre dos términos se llenan con las cifras de las tres seríes anteriores.

Con las cuatro cifras principales y sus abreviaturas, más el flignp mailacfU, se expresan todas las cantidades. Esto se concibe fácilmente, supuesto que escribiendo cifras unas en seguida de otras, se podrían representar cuaLesquiera números por grandes que se imaginasen; pero esté método tomado al pió de la letra,

(1) Gama, segunda parte, pág. 137.

(2) Gama, segunda parte, pág. 142.

552

sería tan embarazoso como oonfuso y complicado, supuesto que, para representar la cantidad cexiquipüociquipílli sería indispensa- ble repetir ocho mil veces seguidas la cifra de la bolsa. Estaba obviado este inconveniente. Según las indicaciones de Gama, quien no parece se pronuncie en la materia de un modo definiti- vo; conforme á los casos auténticos recogidos por el Sr. D. José Fernando Eamírez, en su colección suelta de jeroglíficos que es- tán en nuestro poder; con arreglo á las observaciones practica- das por nosotros mismos en algunas pinturas» encontramos las siguientes anotaciones numéricas, dando á entender la manera en que se ejecutaba la abre^atura de las cifras. En el núm. 26 se ve una bandera» 20; más el cuadrilátero 10; más dos puntos» todo lo cual dice cempohiuxlU onmattacüi ornóme, 32. En el nám. 27, leeremos; ompohuaUi anmaüacüi once, 51: estas cifras tomadas de una matricula de tributos se distinguen por tener repetida la huella del pié humano; esta no es peculiar del número, sino que da á entender que los 51 tributarios se ausentaron ó huyeron. En el número 28, el cuadrilátero 10, unido á la bandera 20, la multiplica dando un producto de diez banderas, más otra ban- . dera, más el cuadrilátero, más dos puntos, dando la lecturi^/»a- ÜacélioncempohiuiUi onmaüacfli ornóme^ 232. En el núm. 29, se ved signo mcUlacUi sobre el de tzonUi, en cuyo caso la lectura es itio- tldctzontli, 4,000. En el número 30, el cuadrilátero unido á la bolsa se pronuncia inaÜacodquipiUi, 80,000: idénticamente expresa la misma cantidad el núm. 31- En el núm. 32 tenemos cempokiuü- xiquipiUif 160,000. En el número 33 se expresa oeizonanquipiU^ 3.200,000. Como se advierte en estos ejemplos, en ciertas condi- ciones las cifras indican que se multiplican entre sí, y no solo encontramos casos de multiplicación de dos en dos, sino también de tres en tres. El núm. 34 arroja las palabras ompohuálo^iqu^pílli, 320,000. En el núm. 35 nos encontramos matlacpohualxiquipiUif 1.600,000.

La numeración hablada y los ejemplos que acabamos de adu- cir, nos autorizan para establecer estas reglas generales: toda cifra unida inmediatamente á otra, ya en la parte inferior ó en la superior, 6 bien colocada una dentro de otra ó superpuesta, multiplica el valor de la cifra con que se acompaña: las cifras puestas en seguida unas de otras, ó colocadas en la parte supe- rior, aunque no inmediatamente unidas, dan á entender que se

663

suman entre y con el término prineipal. Las numeraciones hablada y escrita estaban en perfecta consonancia; si con la pri- mera se podían expresar todas las cantiij^des imaginables, con la segunda se podían representar de una manera entendible y completa. Las cifras, en verdad, eran complicadas, bromosas para ser escritas; pero estaban en consonancia con el género de escritura á que pertenecían. Lidudablemente menos perfectfis que las cifras arábigas, no ceden su lugar distinguido ante otros caracteres de los pueblos antiguos. Su combinación, para nos- otros, resulta más clara y científica que la de los números roma- nos. Son verdaderas cifras numéricas, y por lo mismo signos fonéticos en el mismo sentido que sus congéneres. Los sistemas hablado y escrito se basaban, como tenemos repetido, en la mul- tiplicación y la suma.

Siempre en consonancia lo hablado y lo escrito, empleaban los mexicanos algunos otros signos para casos particulares, y de ellos presentamos los que han llegado á nuestro conocimiento. La palabra cenÜacoUi^ cenüacotl, "la mitad de algo,*' se expresa por el signo particular núm. 36, y también por sus yariautes núme- ros S7 y 38; responde á la misma idea el núm. 39, figurado en un circulillo mitad blanco, mitad negro. El signo núm. áO se lee chioonwjcaUy sacado de los siete puntos superiores cJiicome y de la figura* acatlf caña; mas la palabra no dice, siete cañas, sino que significa "cierta yerba medicinal," y servía para designar los pa- quetes ó manojos de yerbas medicinales, ó de otras plantas em- pleadas y estimadas para diferentes usos. Presentamos en el núm. 41 el sonido cemóloÜ, "una mazorca de maíz ó cosa semejan- te," la cual entra en composición de ciertos numerales: de aquí que la lectura del núm. 42 sea, 7na¿/acofo¿2; idénticamente expresa lo mismo el núm. 43. En esta misma numeración el veinte se distinguía con el término particular tlamic, voz que está repre- sentada en el núm. 44, en forma de una media luna ó cosa seme- jante. A este mismo género de notación parecen corresponder los numerales siguientes. Núm. 45, Ücunic omd^ 23; núm. 46, ce- izonmcloÜ; núm. 47, oepohvaltzQnmolotl; eljnúm. 48. veinte multipli- oado por trescientos, 6,000; el núm. 49 y su sinónimo el 50, oqpch JiuahtiqídpüoloÜ, 160,000; el núm. 61, xiquipclótoÜ, y por último el num. 52 en que están combinados los números, doscientos, ¿íamíc

y el determinativo doiL En las cuentas del papel, estera^ &c.,

70

554

oemipüli valía veinte; el signó era la misma media luna, mas no pronunciada en este caso Üamic, sino sólo dando á entender que los numerales debían terminar en piUt, cuyo sonido le determi- naba el copüli determinativo; por eso el núm. 53 debe ser leído cemipüli onmacuilli, 25.

Los mexicanos se ocupaban en trabajos estadísticos; los ma- yordomos derramaban los tributos, les recogían y distribuían por Cuenta; conocían el efectivo de los ejércitos en guarnición y en campaña, y les preparaban armas, vestidos y raciones; partían ciertas rentas entre los sacerdotes, er culto y la fábrica de los teocalli; tenían un calendario muy bien arreglado, &c,; todo lo cual demuestra que conocían la ciencia de combinarlos números, sabían calcular, y sus cálculos no debían ser sólo los más senci- llos, sino levantarse á otros complicados y difíciles, ya que con tanta exactitud determinaran el valor del año trópico.

Basado el sistetna numeral en la multiplicación y en la suma, se comprende que debían practicar ambas operaciones. El idio- ma, entre otras voces, presenta poa, contar cosa de cuenta 6 nú- mero; tlapocdliy cosa contada ó numerada; tlapocdizfU, el acto de numerar ó contar; tlacempoaliztUy suma en cuenta, ó suma totaL lia regla para sumar es sencillísima. Puestas unas debajo de otras las unidades de las diversas especies, se suman como los números arábigos, teniendo,presente que veinte unidades de una especie, forman una unidad de la inmediata superior.

Para la sustracción presentamos las voces inmaÜaJtli ce, de diez uno; incaxtolli ce, quince menos uno; iivcaxtolli oñnalmi yei, de diez y nueve tres; impohxcalli ce, cuarenta menos uno, <fec.: el in, indica el minuendo, y la cifra separada el sustraendo. Para la resta se encuentra la diferencia entre las unidades de la misma especie; si el sustraendo es ^mayor que el minuendo, se toma una de las unidades superiores,^que reducida á la inferior vale veinte: v. g. si de seis banderas había que quitar doce banderas, tomaríamos una pluma, que reducida á banderas serian veinte, mas las seis del minuendo, veinte y seis, y quitadas las doce, quedarían ca- torce en la diferencia: al operar sobre las plumas se considera- ría una menos.

Para la multiplicación, ademas de los compuestos en que se dat}a á entender un numero multiplicado por otro, tenían térmi- nos propios como ceppace, uno por tino; nappanahuí, cúíííto por

I

\

566

I

oaatro; chicunappachiccmahui, nueve por nueve; maÜacpa maUacÜt, diez por diez, &c. Para multiplicar un número por otro, se toma sucesivamente el multiplicando por cada una de las cifras del multiplicador, bajo esta base: el producto de los puntos entre si sigue la regla de nuestras unidades, cierto número de puntos por una bandera, pluma ó bolsa» son otras tantas banderas, plumas ó bolsas; una bandera] por una bandera, compone una pluma; una bandera por una pluma, igual á una bolsa; por una bolsa, son veinte bolsas; una pluQia por una pluma, componen veinte bolsas. &c lia suma de los productos parciales es el producto total.

Aparentemente la división es complicada; ya entendida pre- senta notable sencillez. Para explicarla pondremos un ejemplo. Dividiremos cinco xiquipilli, once tzontli, cuatro pohualli j chi- cóme, por un tzontli, cuatro pohualli y chiconahui: para poder figurar la operación y á falta de tener á la mano las cifras mexi- canas, suponemos que un^ x representa la bolsa, una p la plu- ma, nna b la bandera, y una a cada punto: tendremos:

^n^oax PPPPPPPPPPP . bbbb aaaaaaa [ pbbbbaaaaaaaaa

^ PPPP bbbbbbbbb bbbbaaaaaaaaaa

xzzx pppppp bbbbbbbbbbbbbbb aaaaaaa

^ PPPP bbbbbbbbb

pp bbbbbb imanaiift

PPPP bbbbbbbbb

xpPPPPPPPPPPPn>PPP^^^^^^^^^^^^^^^^ X PPPP bbbbbbbbb

PPPPPPPPPPPPP bbbbbbbb aanaiuta

PPPPPPPPPPPP bbbb aaftaaaaftaa

p bbb ftwwftRftftflftftftftftftRft

Bn el cociente no pueden aparecer otros signos que los cuatro conocidos, pantos, banderas, plumas y bolsas. Se buscará el sig- no mayor que multiplicado por el divisor produzca el dividendo; en el caso' actual no puede ser una bolsa, ni una pluma; será pues una bandera» que pongo en el cosiente, y ínultiplico por el divi- sor en esta forma. Una bandera por nueve puntos, son nueve banderas, y las pongo debajo del dividendo: una bandera por cuatro banderas, son cuatro plumas: una bandera por una plu-

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ma, uua bolsa. Beatando del dividendo este producto parcial, tendremos: que quedan; los siete puntos; de euatro banderas te- nemos que restar nueve banderas, y como esto no se puede, to- maremos una de Iba inmediatas plumas, que redticidas á bande- ras son veinte, con lo cual si de veinticuatro quitamos nueve, quedarán quince: de diez plumas, quitando cuatro quedan seis, y de cinco bolsas rebajada una qued'an cuatro. Esta resta, divi- dida por el divisor, da por cociente otra bandera, cuyo producto por el divisor, será igual al anterior:, por resta quedarán tres x, dos p, seis b y siete a. De nuevo tocará á bandera, el producto será idéntico, y la resta una x, diez y siete p, diez y siete b, y siete a. Por cuarta vez tocará á bandera, y la diferencia trece p, oeko b y siete a. Cabrá ahora á diez puntos, los cuales coloca- mos en él cociente junto á las cuatro banderas. Diez puntos ^pot nueve puntos, son noventa puntos, ó cuatro banderas y diez pun- tos: diez puntos por cuatro banderas, igual á cuarenta banderas ó dos plumas: diez puntos por una pluma, diez plumas. Practi- cando la resta quiedarán finalmente una p, tres, b y diez y siete a. Traducida la operación á nuestro lenguaje numérico, tendríamos este enunciado: 44,487 dividido por 489, da un cociente de no- venta unidadcE^, y sobran 477. No sabemos como dispondrían la operación los mexica^nos, pero el resultado debería ser éste.

Aunque no tenemos nociones precisas acerca de todas las ope- raciones que los mexicanos sabían practicar, no parecerá aven- turado admitir con Gama, que no sólo conocían las cuatro pri- meras reglas fundamentales, sino que se elevaban á cálculos más complicados, como las proporciones, reglas de tres y otras. En esta materia, como en todas, preferimos quedarnos cortos en los supuestos, para no sustituir teorías sin fundamento á verdades averiguadas.

Como materias correlativas en las ciencias matemáticas, dire- mos unas cuantas palabras acerca de pesos y medidas. Descri- biendo Cortés el mercado de Tenochtitlan, dice: (1) ^Todo lo venden por cuenta y medida, excepto que fasta agora no se ha visto vender cosa alguna por peso." Clavigero escribe al mis- mo propósito: '^Vendíanse, y permutábanse las mercancías p(X número y por medida; pero no sabemos que ae sirviesen de pesOf

(1) Cartas de Cartón en Loreozana, pág. 104.

667 .

Ó porqae lo creyesen expuesto á fraudes, como dicen algunos es* critores, ó porque no lo juzgasein necesario, como dicen otros, ó porque si lo usaron en efectQ^no llegó á noticia de los españo- les." (1) Dudosa para nosotros es la cuestión, y la abandonamos sin resolverla, dejándola & cargo de personas mejor informadas»

Consta que tenían medidas para los áridos. Hemos visto en las pinturas las formas que les daban, 54, 66, 56^ 57, y la manera con que expresaban esta espacie de cantidades, como el 58 que explica cuatrocientas medida^; pero en cuanto & la capacidad li- neal, y á la correspondencia, con nuestras medidas actuales, nin- gún punto seguro de partida hemos logrado descubrir.

La vara lineal, en mexicano, llevaba el nombre de octacatL No atinando á encontrarla equivalenqia, entre ésta y nuestras varas de medir, cuando la conu3Íon científica de Paobuoa iba á encar- garse del levantamiento del plano de las pirámides de San Juan Teotihuacan, encangamos á bu jefe D. Bamon -Almaraz, averi- guara^. si posible era^ cuatera la unidad lineal empleada en aque- llas construcciones: el entendido ingeniero hizo cuantos trabajos estuvieron en su mano, resumiendo sus inducciones. en estas pa- labras; "me contentaré eon^decir que la unidad lineal, conpe- ''queñas modificaoione$, debió ser cosa de O, mg^ o cuatro pal- omos próximamente." (2) La sagacidad del Sr, Almaraz para . desotibrir la incógnit9^ da testimonio de sus buenos conocimien- toS|t aunque el resultado no podía pasar de la categoría de pío- bal>l0, supuesto que la solución no descansaba en relaciones pre- sisas y. diraetas, y si O, ^8 puede responder al problema, también lo pueden algunos múltiplos y. submúltiplos áuyo&

lOneontramoj» después en Ixtiilxoohitl, al haler la desmpcion de los palacio^, de Nezahualcoyotl: ^'Tenían las casas de.longi* '^tad, que corrían de Oriente á Poniente, cuatrocientas y once ''medidas y media, que reducidas á nuestras medidas h^cen mil "doscientas treinta y cuatro varas y media, y de latitud, que es "de Norte á Sur, trescientas veinte y seis medidas, que hacen "novecientas y setenta y ocho varas." (3) Befiérese Ixtlilxochitl en su comparación, por la una parte á la medida de Texcoco igual

(1) Hist. antigua, tom. 1, pág. 849.

(2) Memoria de los trabajos ejecutados por la comimon cientíñca de Pachuea en el aflo de 1864. México, 1865, pág. 357.

(3) Historia Chichimeca, cap. 36: MS.

6S8

en todo á la de México, y por la otra á la vara de Bni^^oB» que era la mandada nsar en la colonia por la ordenanza de D. Anto- nio de Mendoza, De esta relación directa se saca, qne una me- dida lineal mexicana corresponde á tres varas exactas de Burgos: cada nna de éstas es ignal á O, ^838, Inego aqnella mide % »514 Como segnn la índole de la numeración, cada nna de estas uni- dades principales se dividía en cinco menores, cada una de estas era equivalente á 21, 6 pulgadas castellanas, ó O, ^Bfíñ,

La unidad mayor se empleaba en las grandes extensiones, co- mo en las distancias itinerarias, distribución de tierras, &g. La unidad menor, para nosotros la verdadera unidad, era la aplica- da en el coLiercio, en los lienzos y cosas de no mucha extensión. Las mantas, tejidos de algodón 6 telas de pelo de conejo, estaban sujetas á este tamaño, llamado zotl, 'apierna de manta ó pieza de lienzo," '

No sabemos decir cuales nociones alcanzaron aquellos pueblos acerca de la geometría; pero la regulandad de ciertas esculturas astronómicas, la simetría en el trazo y división del círculo, la distribución correcta de las líneas, nos convencen plenamente de que, no les eran extrañas varias de las figuras regulares, ni des- conocían algunas de sus propiedades.^ No revelan sus pianos geográficos y topográficos que hubieran alcanzado la escal^ y con ella á la proporcionalidad de las^líneas; pero sabían dividir los terrenos, limitarlos para distinguir la propiedad, lo cual implica recursos para determinar los polígonos y avaluar las superficies. En los planos de tierras, núm. 63, tomado de Gama, cada lado tiene marcada su dimensión en cifras numéricas; por medio de éstas referidas at perímetro, ó por la cantidad de sembradura contenida en cada heredad, se establecía entre ellos la relaoioSi ya para las constancias del catastro, ya para asegurar la propie- dad caso de controversia.

I

«

CAPÍTULO IX

NUMERACIÓN.

Numercuion maya.^Prímera terie fundamental. —Segunda serie de Bak,— -Tercera ¿eriede Pie. OiuurtadaTtes.—SigtémapriíniUvo» Sietema moderno. Numeraeion de las taraaeoi.^Iíumeraeion mMecíí.-^ZapcUcóu-^MaUatseinea.'-Oth^ eah'iía.^MiaDe.'^GoinpUTaeion,

L

A numeración maya* se expresa de esta manera en los prime- ros yeinie términos. >

1. Htm.

6. y«5.

11. BoIqc.

16. YadaliQn.

2. 0»..

, 7. Vup.

12. liahei.

17. Vuclahun.

3. Ox.

8. Vaxac.

13. Ozlahon.

18. Vaxaclahnn.

4. Can.

9. Bolón.

14. Canlahnn.

19. Bolonlabun.

6. Hd.

10. Labun.

15. Holhtin.

20. Ealóhtmkal.

Se advierte á la primera inspección, que las once primeras pa- labras son nombres simples, con significado pecnliar. LaJicá^ do- ce, parece compuesto de ca^ dos, y de lah, que parecería contrac- ción de lakuriy diez; pero el acento y la estrtíctnra de la palabra nos hace entender, que es también nombre simple. De^Oxlahnn, 13, á Bolonlabun, 19, las voces son compuestas de los dígitos y de diez, expresando propiamente, Ox-lahun, tres diez; Can-lahun^ cuatro diez (catorce); Yuaxac-lahun, ocho diez (diez y ocho). Ex- cepción á esta regla es Ho-l-hun, en donde aparece el ho, cinco, y Uhun elidida la a de la hun por eufonía ó regla gramatical que no conocemos. Kál y acompañado de Hun, veinte ó un veinte,

560

es igualmente voz simple. Kal ademas de yeinte tiene el signi- ficabo del verbo cerrar. Esta primera serie constitatiya se cuen- ta de cinco en cinco, formando cnatro fracciones terminadas por H09 Lahnn, Holhun y Hnnkal, como si el origen de la numera- cion fuera la cuenta por los dedos de las manos y de los pies, hasta Kal que cierra ó completa la serie. Este origen no es tan manifiesto como en la aritmética mexicana.

Kal pospuesto á los números de la primera serie fundamentali produce una segunda serie en esta forma:

20. Hankal. 40. Cakal. 60. Ozluü. 80. Cankal, 100. HokaL

120. YackaL 140. YackaL 160. Yazackal. 160. BolonkaL 200. TátbtiTikal.

220. BolackaL 240. Lwhflatal. 260. Ozkhnkal. 2S0. Cunlahunkál. 300. HoIhiikaL

320. VadahukaL 340. VuclahiikaL 360. . Vaxaelahncal. 880. BoloDUüiiikaL 400. Bak 6 hmlMk.

A excepción de la ultima, son todas voces compuestas. Con- siste el artificio, en que los diez y nueve námeros aatepnestos multiplican la radical Kal, 20, diciendo: uno por veinte, 20 . . .

cuatro por veinte, 80 . . . diez por veinte, 200 quince por

veinte, 300 . . . diez y nueve por veinte, 380. No se dice KdkoH ó veinte por veinte, sino que para expresar éOO se introduce un nuevo término simple, BaJc, radical de una tercera serie.

Para completar ésta segunda que nos vamos ocupando, ha- bernos menester llenar las lagunas entre los términos de arriba. Consigúese esto intercalando entre ellos la primera serie funda- mental, unida por medio de la partícula tu, de la cual no encon- tramos la significación propia, aunque aparece entrañar la idea de adición y en Qste sentido significar máa. Así tenemos:

fSO, Htmkai. 21. HuatakBl. 22r Cfttakal,

23. Oxtukal.

24. Cantnkal.

25. HütQkal.

26. YaeiTiikaa.

27. YuMiolEaL

28. YaxaotxJiál,.

29. Bolontukal.

30. Lahncakal.

31. BuLuetakál.

32. IiBboatakal. 0$. Oklahnivkal.

34. CanlahutukaJ,

I

35. HolhucakaL 36; Yaclahuntukal. 87. Yu^ábtitokal.

. (

'38. Yttadtthotidnl t». Botonhbatnkri 40« CakaL

Esta nomenclatura es entendible y natural. Ijos compuestos dicen, uno más veinte .... cinco mis veinte " once niás vein- te .. . quince más veinte .... diez y nueve más veinte. Treinta

561

es la acepción á la ref^ general fonnando Lahu-cakal» en que diez, Lahion, pierde la n terminal, desaparece el tu, apareciendo la palabra oakal, eaareBiai diciendo la frase, diezs de onarentai 6 eoaienta menos diez, 30. Esta excepción se convierte en regla general para loa mámaos intermedios de sn clase*

80, lühnoakaL IIO. LáhuuaokaL 190. Lahn tu lahunkal.

SO, LahnyozkaL 130. Lalia nnokal. 210. Lahu tu bulaokaL

70. LahueankaL 150. Lalm tiazackaL 280. Lahu ta lahoakaL

90. lAhnyokáL 170. Lahu bolozíkáL 260. Lahu ta yoxlahtmkal.

270. Lahu ta oanUhntal. 880. Lalm ta nadahokaL 890. Lahu hnmbak*

t90. Laha ta iMlkakáL 860. lAhataoaxaolahakaL

310. Iiahu ta nafllahutal. 870. Laha tx^QnlahokaL

La lectura natnral de estas fraces es, sesenta menos diez, 60 ... ciento menos diez, 90 ... . ciento ochenta menos diez, 170 .... doscientos cuarenta menos diez, 230 .... cnatrocientos menos diez, 390. Se advierte que ex va precedido en ciertas composi- ciones por nna y eufónica; que la A de hokal se transforma tam- bi^ en y en la palabra Lahuyokal; qne la partícula tu aparece en unas frases estando suprimida en otras: idiotismos son estos del idioma y no tenemos que hacer reparo alguno.

Prosiguiendo en integrar la segunda serie, veamos la interca- lación entre 40 j 60. Tendremos:

40. CékaL 47. VaetoyQzkaL 54. CanlahatoyoxkaL

41* HontoyozkaL 48. YazactoyoxkaL 55. HolhnyoxkaL

43. CatoyozkaL 49. BokmtayoskaL 56. YaolahatajoxkaL . 48. OxtajcxktíL 60. ijahojoikaL 57. YodaliateyozkaL

44. CantayoxkaL 61. Bolnclnyozkal, 58. VazadabatojoxkaL

45. Hotoyozkal. 62. Lahcatoyozkal. 69. BolonlafantayoiluL

46. VaotayoxkaL 68. QzIaliatayoikflL 60. Ozkal.

Evidentemente que en estos números se interrumpe el orden Idgico adoptado al principio: antes se había dicho, Hunkal, 20; Huntnkal, 21; Oatukal, 22; Oxtnkal, 23, Ac., muy conforme á 1a numeración hablada. Siguiendo el mismo concierto ahora debía decirse, Cakal, 40; Huntueakal, 41; Catucakal, ^; Oztuhakal, 48j Aci, prosiguiendo así hasta Qzkal, 60. En h^gar de ésto, encon* tramos que los compuestos están formados, no con Oakal, 40, si- no con Ozbü, 60, antepuestos todos los términos de la primen sarie fundamental

71

662

Bancroft (1) kabía observado semejaiite irregularidad» á lo cual dice M. de Bosny. (2) *^Creo haber encontrado la solución del problema cuya oscuridad señala con mucha razón el sabio Bancroft. Falta en los diccionarios la palabra yox; pero esta pa- labra es compuesta, en la que y está unids^por eufonía á la par^ tícula tu usada en los nombres de los números. Observa también M. Bancroft, que tampoco encontró la voz tu en los diocionarios: no creo absolutamente como él supone^ que es la simple conjun- ción '^y/' sino que es una contracción de las palabras ti-u^ "en su, suyo, á é\C' u es pronombre llamado por los gramáticos es- pañoles mixto, que forma la copulación como en ingles la del genitivo en King's Palace. Empleado en la numeración une las cifras elementales, como si para expresar 22 dijésemos en inglés ttoo twenty's por ttventy's ttvo la cifra 20 sus dos unidades). En cuanto á la y, sirva para evitar el contacto de dos vocales en los nombres de número."

"Queda la palabra ox; pero ésta significa tres, de donde resul- ta oxkal, sesenta. Para anotar una unidad añadida á 40, los ma- yas dicen de esta manera Jmn tu yox Jccd, es decir, 60 ^20-H."

En nuestro concepto no existe tal confusión. Es verdad, y ya lo notamos, que se interrumpe el orden de composición adopta- do al principio; pero el que sigue, determinado por causas que se nos escapan, sigue igualmente uniforme y consecuente con el principio puesto en práctica. Contábase por veintenas. La pri- mera y fundamente está compuesta de voees simples primero, compuestas después. La segunda veintena tuvo por origen á hunkaiy término final de la antecedente; en treinta se introdujo el término final cuarenta, y se sostuvo la composición en la ma- nera que había comenzado. Para evitar la repetición de ciertos términos y caminar consecuentes á la formación de los números medios impares 30, 50, 70, &c., el compuesto no se trajo del pri- mev término de la veii^tena, sino del último, y de aquí el urden subsecuente adoptado sin excepción hasta el fin de la segunda . serie. Siguiendo el valor de los elementos componentes de la palabra, hun tu yox kal no dice otra cosa que uno más trea vdnte. en su valor numérico equivale á 60— 2d-M; pero entiéndase co-

(1) The Natives Races of North-America, tom. n, pág. 754.

(2) Mámoire snr la namération dans la langae et daos rEcriture saci^e des ancidna Mayas.— Gongrés intemational des Améríoanistes. Compte-r«ndu, tom. 2, pág. 448.

563

xno se quiera siempre será evidente que JwLutuyoxkal significa 41. Entramos en estas observaciones á fin de damos cuenta de la estruetura de las voces, mas 40 porque tengamos que reprochar- les nada, pues si son como son, teneníos que adoptarlas así. Las veintenas siguientes están de esta manera formadas:

60. OzkaL €1. Huntucankal. 62. Cytucankal. 68. Oxtucankal.

64. Cantucankal.

65. Hotacankal,

66. V^ustucajíkal.

67. VuctucankaL

68. VaxactucaDkal.

69. Bolontucankal.

70. Lahucankal.

71. Buluctucankal.

72. LahcatucankaL

73. Oxlahntucankal.

74. Gaxüabutacankal.

75. Holhucankal.

76. Vaclahatucankal.

77. Vuclahutucankal.

78. VaxaclahataoaiücaL

79. Bolonlahntacankal.

80. OankaL ^ 81.'HutTiyokaL(l)

82. Catuyokal.

83. Oxtnyokal.

84. Cantuyokal.

85. Hotuyokal.

86. Vactuyokal.

87. VuctuyokáL

88. Vazactuyokal.

89. Bolontuyokal.

90. Lahuyokal.

91. Buluctuyokal.

92. Lahcatuyokal.

93. Oxlahutuyokal.

94. Canlahutuyokal. 95.' Holhuyokal.

96. Vaclahutuyokal.

97. Vuck^hntuyokal.

98. VaxaclahutuyokaL

99. Bolonlaliatoyokal.

100. Hokal.

101. Huntn uackal.

102. CatnuackaL

103. Oxtn uackal.

104. Banta uackal.

105. Hotu uackal.

106. Vactu uackal.

107. Vuctu uackal.

108. Vaxactu uackal.

109. Bolontu uackal.

110. Lahu uackal.

112. Labcatu uackal.

113. Oxlahutu uackaL

114. Cazüahutu uackal.

115. Holhu uackal.

116. Vaclahutu uackaL

117. Vuclahutu uackaí

118. VaxadahutuuackáL

119. Bolonlahutu liackal.

120. VackaL

121. Huntu uuckal.

122. CatuuuokaL

123. Oxtu uuckal.

124. Cantu uuckal.

125. Hotu uuckal.

126. Vactu unckal.

127. Vuctu uuckal.

128. Vaxactu uuckaL

129. Bolontu uuckal.

130. Lahu uuckal

Proseguiremos hasta 400 en la misma forma, y para completa r la serie solo pondremos algunos números intermedios.

131. Buluo tu uuckaL 135. Holhu uuckal.

140. Vuckal.

141. Huntu uaxackal. 145. Hotu uaxackal.

150. Lahu uaxackal.

151. Bnluo tn uaxaokaL 165. Holhu uaxackal

^60. Vaxackal.

161. Huntu bolonkal. 165. Hotu bolonkal. 170.. Lahu bolonkal. 171. Buluc bolonkal. 175. Holhu bolonkal.

180. Bolonkal.

181. Huntu lahuncal. 185. Hotu lahunkal. 190. Lahu lahunkal.

191. Buluc tu lahunkal. 195. Holhu tu lahunkal.

200. LühunkaL

201. Huntu buluckaL 205. Hotu buluckaL

210. Lahu tu buluckaL

211. Buluo tu buluokaL 215. Holhu tu buluckal. 220. ¿uluckal.

(1) Tokali por eufonía, ea lugar de hokal.

221. Htmtu lahoakal. 300. 225. Hotu lahcakal. 301.

»

230. Lahu tu lahcakal. 305.

281. Boluo tu la)icakal. 310.

235. Hollia ta lacakal. 311.

240. Lahoakal. t 315.

241. Himttt yoxlahimkaL 320. 245. Hota yozlahimkal. 321.

250. Lahu tu yoxlahunkaL 325.

251. Bulno tu yozlahankal. 330. 255. Holhn tu yoxlahtmkal. 331.

260. OxlahukaL. 335.

261. Hontu canlahnkal. 340. 265. Holhu canlahukal. 341.

270. Lahu tu caulahuka]. 345.

271. Buluo tu oanlahukal. 350. 275. Holhu tu canlahueal. 351.

280. C^ülahunkaL 860.

281. Huntu holhukaL 861. 285. Hotu holhukaL 365.

290. Lahu tu holhukaL 370.

291. BuluctuholhukalO[871. 295. Holhu tu holhuckal. 375.

664

HoluhkaL 380.

Huntu uaclahukaL 381. Hotu uaclahukaL 382.

Lahu tu uadahukal. 383. Buluo tu uaelahukal. 384. Holhu tu uadahukal. 385. YaolahuoaL 386.

Huntu uuolahukaL* 387. Hotu uuclahukaL 388.

Lahu tu uuclahukal. 389. Buluo tu uuclahukal. 390. Holhu tu uuclahukal. 391. Yudahucal. 392.

^untu uaxaclahukaL 393. Hotu uaxaclahukal. 394. Lahu tu uaxaclahukal. 895. Buluo tu uazaolahukal.396. YazaclahukaL 397.

Huntu bolonlahukal. 398. Hotu bolonlahukal. 899. Lahu bolonlahukal. 400. Buluo tu bolonlahukal. Holhu bolonlahukal.

Bolonlahakal. Huntu hunbak. Catu hunbac

Oxtu hunbak. Cantu hunbak. Hotu hunbak. Vaotu hunbak. yuctu*hunbak. Vaxaotu hunbak. Bolontu hunbak. Buluo tu hunbak. Buluo tu hnnbak. Lahca tu hunbak. Chdahu tu hunbak. Canlahu tu hunbak. Holhu hunbak. .Yaclahu tu hunbak. Yuclahu tu hunbak. Y^xadahu tu hunbak Bolonlahu tu hunbak. Bak 6 hunbak. (1)

« Con Bak, 400, ó Hunbak, un cuatrocientos, termina la segim- da serie numeral. La tercera se forma anteponiendo á la radical bak los diez y nueye términos de la serie fundamental, en esta forma:

400. Hunbac.

800. Cabak. 1,200. Cxbak. 1,600. Canbak. 2,000. Hobak. 2,400. Yaobak. ^,800. Yuobak.

3,200. Yaxacbak. 3,600. Bolonbak. 4,000. Lahunbak. 4,400. Bulucbak. 4,800. Lahcabak. 5,200. Oxlahunbak. 5,600. Canlahunbak.

6,000. Holhubak. 6,400. Yaolahunbak. 6,800. Yudahunbak. 7,200. Yazadahunbak. 7,600. Bolonlahubak. 8,000. Fio ó hunpio.

El Yalor expresado por las Yoces antepuestas hace oficio de multiplicador de ja cantidad representada por el radical, como si en los diferentes casos se dijera: uno por cuatrocientos, 400; tres por cuatrocientos, 1,200; quince por cuatrocientos, 6,000;

(1) Hemos tomado los elementos de esta numeración, de los Etudes sor le lasti- me graphique et la langue des mayas, pág. 92-99.— Manuscrit Troane. Tom. 11. París, MDCCCLXX,

666

diez y nueve por cuatrooientod, 7,600. No se dice veinte por cuatrocientos, 8,000; sino qne para expresar este número se in-* troduce ana nueva radical, Pie, que vale ocho mil. Los términos de esta serie forman nna progresión por diferencia cuyo primer término y la razón viden 400. Los intermedios entre dos térmi- nos consecutivos se llenan con las cnatfocientas voces de la se- gunda serie, no sin tener presente esta regla general. Siempre que se quiera contar una cantidad mayor de 409, la cantidad menor deberá ir precedida de la palabra catac, que significa y. Y. g. si queremos expresar 460 diremos hunbaka catac láhm/oxháL Con la nueva radical Fie se procede como con las anteriores, en esta forma:

S^OQP. Htin-pie. 64^000. Vaxao-pio. 112,000. Canlahnn-pic.

16,000. Ca-pio. 72,000. Bolon^pic. 120,000. Holhun-pio.

24,000. Oz-pio. 80,000. Lahon-pio. 128,000. Vaclahiin-pio.

32,(XX). Can-pítí^ 88,000. Bnluc-pic. 136,000. Vuclahun-pic.

40,000. Ho-pib. 96,000. Lahoa-pio. 144,000. Vazaclakmi-pic.

48,000. Vaa*pio 104,000. Ozlahun*pie. 152,000. Bolonlahunrpic.

56,000. Vuo-pio. 160,000. Calab ó hni^dálab, .

Se integran los intermedios con los ocho mil términos da la serie anterior; recibiendo en la ultima parte del compuesto hb voz oaJtac.

Oakb vale 160,000; multiplicándole por la serie fundamental, tendremos:

Htúi-oáláb (tm eienfto sesenta mil) =160,000. Cfr«alab (dos yeods dentó sesenta mil) =320,000. Ox-oalab (tres yeoes oi^ito sesenta mil) =480,000. Can^oalab (enatro yeoes ciento sesenta mil) =640,000.

Y prosiguiendo en la misma forma llegaremos á veinte veces, ciento sesenta mil, igual á 3.200,000 llamado Kinchü 6 Bmizo- tzocL Operando sobre esta nueva radical como con las otras, obtendríamos:

Han-kLnohil (on tres millones doscientos mil) =3.200,000. Ca-kinohil (dos yeces tres millones doscientos mil) =6. 400, 000. Ox-kinchil (tres yeoes tres millones doscientos mil) =0.600,000. Can-kinchil (cuatro yeces tres millones doscientos mil) =12.800,000.

566

Y así sncesÍTamente basta veinte veoes tres millones dosoiext- tos mil, producto ignal á 64.000,000| llamado Alau ó Hunoüau. Po- dríamos todavía decir:

Him-4ilau (nn sesenta y cuatro millones) =€4.G00,000. Ca-alaa (dos yeoes sesenta* y cuatro millones) = 128. 000,000. Ox-alau (tres veces sesenta y cuatro millones) =192.000,000.

Siguiendo hasta veinte alau^ igual 1,280.000,000, cantidad sufi* ciente para grandes cálculos y que puede aumentarse cuanto se intente.

El F. Landa (1) dice: "Que su cuenta es de Y en Y hasta XX, ''y de XX en XX hasta C, y de O en C hasta 400, y de OOGO en <<CCCG hasta ún mil. T desta cuenta se servían mucho para la '^contratación de cacao. Tienen otras cuentas muy largas que ex- ^'tienden in infinüum contándolas YIII mil veces XX que son G ^'y LX mil, y tornando á XX duplican estas G y LX mil, y des- '^pues irlo así por veinte duplicando hasta que hacen un incon- mutable número: cuentan en el suelo ó cosa llana."

En efecto, atendido el procedimiento que en práctica se pone, la uvmeracion maya es indefinida; se pueden anotar todas las cantidades imi^nables. La base del sistema es veinte. Las ra- dicales por medio de las cuales se desarrolla son Hun, Kaíf Bákf Pie, Calabf Kinckily Alau, <£&, cuyos valores forman esta progresión por cociente: -H- 1: 20: 400: 8,000: 160,000: 3.200,000: 64.000,000, &c., la cual puede expresarse de esta manera: -H- (20)°: (20)^: (20)'^: (20)^: (20)*: (20)': (20)^ &c., ó lo que es lo mismo, las potencias sucesivas de veinte, comenzando por cero y siguiendo por los números naturales.

Por el sistema general, la base y algunas otras particularida- des, la numeración- maya es idéntica á la mexicana. Sin duda alguna reconocen tín origen común. Sin embargo, nótanse dife- rencias esenciales en la estructura de las voces numerales, lo cual indica cierta recomposición por parte de los primeros, y en ven- taja suya.

Bespecto del cálculo, nos parece que pueden aprovecharse las indicaciones que hicimos al hablar de la aritmética de los méxi-

(1) Apud. ^rasseur, § XXIV.

567

ca. La gramática de Fr. Antonio de San Baenayentnra (1) nos saministra las voces Xocd^ buhácoc^ iakxocj cnenta> cálculo en ge- general. Bukxocy hakxoc, significan igualmente, ''adicionar y men- ''cionar lo qne se cuenta, la adición misma." YdabcunahxoCf oáacooocj dice multiplicar. Sospechamos que los mexicanos tenían para la multiplicación alguna tabla semejante á la de Pitágoras; nuestro juicio se corrobora con la siguiente formada por los mayas:

Calem ca Can 2por.2 4

Calemos Viiac . 2 por 8 6

Calem can Vaxac 2por 4.... 8

Calem ho Lahim 2por 6 10

Calem nao. Lahoa 2 por 6 12

Calem no Canlahnn 2por 7.... 14

Calem naxac Vaclahon 2 por 8 16 ^

Calem bolón Vazaclahun 2 por 9 fS

Calem lahom Honkal 2 por 10...... 20

Oxlemox Bolón 3 por 3 9

Oxlem can Lahca 3 por 4 12

Chdem ho HoUran 8 por 5...... 15

Oxlem nao... Vaxaolahnn 8por 6.... 18

Oxlemnao Hontnkal ^po' 7...... 21

Oxlem uaxac Oantukal 3 por 8 24

Oxlem bolón yncttil[al 8 por 9 27

Oxlem láhan Lahucakal 8porl0 30

* Calem can. ; Vadabun 4 por 4 ^ 16

Calem ho ...Htinkal 4 por 5.... 20

Calem nao.... ^ Gantnkal 4 por 6 24

Calem nnc.r Vaxactolcal 4 por 7.... 28

'Calem naxao Lahcatukal 4 por 8 82

Calem bolón Vadahutnkal 4 por 9...... 86

Calem lahun. Oakal 4porlO 40

Holem ho Hotukal 5 por 6.... 25

Holem uac Lahndikal 5 por 6 80

Holem nnc Holnhucakal 5 por 7 35

Holem naxac Oakal 5 por 8 40

Holem Bolón Hotuyoxkal 5 por 9 45

Holem lahnn. Lahuyoxkal 5 por 10 50

Vaclem uac Vaclahntukal 6 por 6.... 36

Vaclem une Catuyoxkal 6 por 7 42

~ Vaclem uaiac Vaxactujoxkal 6 por 8.... 48

Vaclem bolón. Canlahatuyoxkal 6 por 9 54

Vaclem lahun Oxkal 6 por 10 60

*

(1) ManuBcrit Troano, pág. 98-99.

668

Yudem uao Bolantuyoxkal 7 por 7 49

Vuclem uaxao... VaolahaiuTOxkál 7 por 8...,. 5G

Vaolem bolón ^....Oxtacankal 7 por 9 63

Vndem lahun Lahnoa&kal 7por\o 70

' Yazaolem uAzac Cantuoankal 8 por 8 64

VaxAolem bolón, Lahoatacankal 8 por 9 72

Yaxnolem lahun Oftnkal 8 por 10 80

Bololembolon.I Hontayokal 9 por 9 81

Bololem lahun ...'Lahayokal 9 por 10 90

Laliulem labnn* ....Hokal 10 por 10 lOo

OoxiBÍste el artificio en colocar el numero gne sirve de multi- plicando seguido de la palabra lem^ y luego el número multípü- cador. Lem, según el diccionario significa, vez, golpe, y sirve *'para«contar veces."

La numeración maya, cual la hemos bosquejado, correspondo á los tiempos primitivos y antiguos, á las ''cuentas muy largas que extienden in irifinüum" como dice Iianda en la segunda par- te de su párrafo. Al contacto de la civilización castellana aquel sistema se modificó, resultando otro sistema dif erso, mezclado, aunque claro y bien entendible. Pie no quiere decir ocho mil, sino solamente mil; variando en consecuencia todos sus compues- tos Kalah, quedó con su valor; pero Kinchü pasó á representar un millón, conservando esta representación en sus derivados. Sun cblau no sufrió cambio alguno. Bajo estas modificadones, el sistema nuevo y al que hace referencia el P. Landa al principio de su párrafo, quedó de esta manera:

400 Hnnbak 700 Holhutubak 1,000 Lahujoxbftk 6 honpio.

500 Hotubak 800 Gabak

600 Lahntabak 900 Hotayoxbak

Sacado Pie de su significado antiguo, forma:

2,000 Oapio 10,000 Lahnpic

8,000 Oxpic 100,000 Hokalpio

4,000 Canpic 1.000,000 Hankinchil, huntzotsoch, y también. Yac oalab, oatao

cacalpic. 5,000 Hopic.

Bespecto de los millones se cuentan igualmente por los núme- ros naturales diciendo Hunkinchü^ Gakinchüf Oxkinchü, de. La mxdtiplicacion sigue la forma primitiva.

569

Lahulem hokal ..w,H«inpio lOpOT lOO.*.... 1,000.

Lahnlem honpio ](iafaaipio 10 por 1,000 10,000.

Lahidem lahupio Hokalpio 10 por 10,000 100,000.

Lftl^em kotalpic...— Hunkmobü 10 pmr 100,000...... 1.000,000.

Según esta numeración, para expresar 1,743 diríamos Hunpic hcXhvivbaky catac oxtuyoxhü.

Pertenece esta numeración á la más antigua civilización; asi como la numeracionméüoacorrespondeálos tiempos modernos. Por TÍa de comparación, veamos lo que en esta misma materia sabían algunos otros pueblos, comenzando por el tarasco. La numeración hablada es ésla:

1. Ka 6. Ctiimu 11. Tembem ma 16. Tembenouima

3, Tzlman 7. Yuntzimaii 12. Tembentziman 17. Temben^untziinan

db Tflttima 8. Tnntanimii 18. Tembentaniínn 18. Tembenyuntaninra

4* Tamu 9. Yunthaoni 14. Tambenthanm 19. TembenyvnthaDia

5. Ycuna 10. Tembeo. l&. TembeDjruBm -, 20. Maecnatee, (1) mákatarbi

Siguiendoel sistema méxica, á que éste corresponde^ Maeouatze 86 multiplica por los térmicos de esta serie fundamental, hasta eaoontraar el segundo número radical Mayrepeta ó cuatoooie&tos. La formación los compuestos es l^.siguiente:

2(k Blaeeatttee 60. Tanime eooatzd lOO. Yumeenalae.

80. Maeouatse oatembe 70. Tanime eouaize oatemben 200. Tembenecoatse

40^ Tzimaneotiatze 80. Thameouatze 300. Tembeneouaize,

caynmecuatze 50. Tzimanecaatze oaiemben 90. Thameouatze catemben 400. Mayrepeta.

Dos términos intermedios se llenan de este modo:

20. Maeouatze 27. ICaeooatze oayimtramaik

21. Maeouatfise cama 28. Maeouatze oayuntanimu

22. Maeouatze oatziznaQ 29. Maeouatze cayunthamu 28. Maeouatze oatanimu 80. Maeouatze catemben 24. Maeouatze catamu 31. Maeouatze temben cama 26..Biaeouatzecayumu «a, iáummuj^a fAmKan AAf^w^ft^

26. Maeouatze oaouimu 83. Maeouatze temben oatanimu

84. Maeouatze temben oatamu

(1) En el original está escrito Maequatze; para adaptarte á la ortografía actual oambiamos la q en o.

72

570

35. Maecuatze temben oayumn

36. Maeotiatz« temben caoi^umu ,

37. Mfteonatze temben oaymitsEimBn

38. Itfaeonatze temben ooyiiiitazuma

39. Maecuatze temben caymithamu ' 40. Tzünancuatze.

La formación se funda en la multiplicación de la radical por los números fundamentales, sumando al producto los números complementarios: la última frase va unida por medio del verbo ca^ en significado de mas ó de y. De aquí resulta un orden rigo- roso; Teinte más uno; veinte más cinco; veinte más diez; veinte diez más uno; veinte diez más nueve; dos veces veinte ó cuaren- ta. La voz temberiy diez, expresa igualmente nmdeja ó guedeja de pelo.

La radical MayrepOj 400, se multiplica por los términos da la serie fundamental, resultando veinte compuestos, múltiplos de la radical, hasta el último 20 x 400 =8,000, cuyo término se esórí- be Maecuatze yrepeta 6 Maztdupu. Zutupu significa, bolsa ó tale- ga, correspondiendo al xiquipiUi mexicano. La numeración se desarrolla mnltip^licando la nueva radical por los términos de la primera serie, y como el mismo método se puede seguir hasta donde se quiera, resulta que la numeración es indefinida, pudien* do expresarse con ella las cantidades que se pretenda.

Los compuestos qu& sirven para integrar la numeración, son estos:

400. Mayrepeta.

500. Mayrepeta yumecuatze.

600. Mayrepeta catembenecoatze.

700. Mayrepeta catemben yrunecnatze.

800. Tzimanyrepeta.

900. Tziman*yrepeta oaynmecuatze. 1,000. Tzimaa yrepeta oatemben ecnatze. 2,000. Yumyrepeta.

3,000. Tuntadmanyrepeta catembeii ecttatze. 4,000. Tembenyrepeta.

5,000. Tembentziman yrepeta catemben eonatze. 6,000. Tembenyun yrepeta.

7,000. Tembenyrmtziman yrepeta catemben ecnatze. 8,000. Maecuatze yrepeta ó Mazutnpu. 9,000. Maecnátzetziman yrepeta catemben ecnatze. 10,000. Maouatzeyum yrepeta.

571

20^000. Tzimanecnaize yrepeta oatemben yrepeta.

30,000. Tanimecuatze temben yrepeta cayum yrepeta.

40,000. Yumecuatze yrepeta.

50,000. Coimecuatze yrepeta caynin yrepeta.

60,000. Tantamln ecuatze yrepeta.

70,000. Yunthaneonaftee yrepeta oaynm yrepeta.

80,000. TembenecnatKe yrepeta catemben yrepeta.

90,000. Temben maecuatze yrepeta catembenyom yrepeta. 100,000. Tembentanimectiatze yrepeta. 200,000. Makatarhiecuatze yrepeta cactiimeciiatze yrepeta. 300,000. Makatarhi ecuatze catemben ynnthameoaatze yrepeta. 400,000. Tsdmancatarhi eouatze caymn tanime-ouatze yrepeta. 500,000. Taxximcatarhi ecuatze oatzimanecoatze yrepeta. 600,000. Tanimcatarhi ecuatze catemben yomecnatze yrepeta. 700,000. Thamkatarhi ecuatze cayumtaminecnatze yrepeta. 800,000. Tumkatarhi eonatze oamaeooatze yrepeta. 900,000. Ytunkatarhi ecuatze catembenthamecuatze yrepeta.

Copiamos esta numeración del diccionario del P; Lagunas, (1) quien explicando el sistema dice: ''El menor número es de nno ''á diez. El mediano de diez á veinte, qne llaman Maecnatze. Y ''así, nn XX, dos XX, £c., hasta CGCC que es el número mayor "que dicen Mayrepeta, que son GCCC. Y así de esta manera van **contando un COCO, dos COCO, tres COCO, &c. Hasta llegar al "último número y principal, que es Maecuatze yrepeta, que son "Vm mil, el mayor número que tiene es éste. Y de aquí toman "de principio hasta llegar otra vez."

Según esto, la base del sistema es veinte. Fórmase por medio de cuatro radicales Ma^ Maectmtze 6 Makatarhi, Mayrepeta, Mae- ciuxtze yrepeta 6 Zutupu. (2) Los valores de éstas forman la pro- gresión por cociente -H- 1 : 20 : 400 : 8,000 6 sean las diversas poten- cias de veinte de «ero á la tercera, en está forma: -H- (20)® : (20) : (20)^: (20) . Exactamente el sistema mexicano. Procede igual- mente en los compuestos de la numeración hablada por medio de la adición y de la multiplicación. Son semejantes aun en la for- mación de los números primitivos. Ma, 1; Tziman, 2; Tanimu, 3;

Tdmu, 4; Yumu, 5; son números simples. Cuimu, 6; Yuntziman, 71

.

(1) Arte ydiccionaño: con otras obras, en lengua Michoacana. Compuesto por e} mny B. P. Fray Inan Baptistade Lagañas, &c. México, 1574. Pág. 1 20-85. ^Cartas Mejicanas escritas por D. Benito María de Moxó año de ^1805. Genova; Segunda edición. Pág. 68-69.

(2) Este Zutupu, que no le vemos en la numeración de Lagunas, le eneontraipoB e n las Cartas mexicanas, pág. 69.

372

Yantanimny 8; Yanthama, 9; evidentemente son deriyados de Yn- mn, como si se dijera cinoo nno, cinco dos, cinco tres, cinco cua- tro. Tembeu es simple también, y de él á diez j nueve son com- pnestos, diciendo diez uno ó más uno, diez más dos, hasta diez más nueve ó diez y Hueve. Maecoatze ó Makatarhi es también simple, aunque aquí los términos van precedidos de ma, uno.

En cuanto á la forma de las voces de la numeración hablada, la tarasca es superior á la mexicana en el orden más regular y lógico, lo cual proviene de la formación menos complicada da la serie fundamental En la aritmética mexicana, xiquipSU y sus compuestos son el fundamento de la^ voces que expresan canti- dades mayores de ocho mil; en la tarasca, aunque se tiene Ma^- cuatze yrepeta que responde á la misma idea, no es palabra sim- ple sino compuesta de Maeciiafzey veinte, y de yrepda, 400, de manera que los derivados todos se fundan en la voz Yrepéta co- mo exclusiva y singular. El Zviupu apuntado por Moxó no apa- rece en ninguna parte.

Pasemos ahora á la numeración de los mixtecas. Copiamos de Alvarado: (1)

1. Be. 11.

2. VvuL 12,

3. Vni. 18.

4. Qmi. 14.

5. Hoho. 15.

6. Tfio. 16.

7. VflB. 17.

8. Vna. 18.

9. Ee. 19. 10. Vsi, 20.

41. Waicbdeo ec.

42. V>niidzicó TYni. 48. Yvtddzioo vni.

44. Vvitidsáoo qmi.

45. Vyuidzioo hoho.

46. Yvuidzíoo ifio.

47. Vvmdzioo YM.

48. Yvuidzioo Tiia. 4^. Wuidziooee. 50. Vvuidzioo VBi.

Vfli ec.

VfliTVUi

Vbí vm, Yd qmi. Saho. Saho ee. Bahornü. BahoTni Baho qmi. Oco.

21. Ooo eo.

22. OOOYYUL

28. Oootuí.

24. OcoqmL

25. Oco hoho.

26. Ooo ifio.

27. OooTfla.

28. OcoTna.

29. Ooo ee. 80. OcoYsi.

51. Yvtddaáco ysí ec. 62. Yymdzioo ysi rmi. 58. YTxádsdoo tbÍ Tui.

54. Yyoicbdoo tbí qmi

55. Yvmdzico shao.

56. YYiiidzico saho ec.

57. Yvtiidzico saho VToi.

58. Yvuid£ioo saho vni. *

59. YTTiicLzáoo saho qmi.

60. Ynidzico.

81. Ooo ra ec

82. OooTsiYnii

33. Ooo YSÍ ybí.

34. OooYsiqmL

35. Ooo Saho.

86. Ooo saho eo.

87. OooiahowiiL

88. Ooo saho yuL

39. Oco saho qmi.

40. YYuidzico.

61. Yni d2áco ec.

62. Yni dzioo YYm. 68. YnidflieoY^

64. YnidBooqmi.

65. Yni dzioo h<Ao.

66. Yni dzioo ifio.

67. Yni daáco Ysa.

68. Yni dzioo Yna.

69. Yni dzico ee.

70. Yni dzioo Ysi.

(1) Vocabulario en lengua misteoa, hecho por los Padres de Ui Orden de Pndiea- dons, qne residen en ella y intimamente recopilado y acabado por el Padre Fr. Frú- dsco de AlYarado, Vicario de Tama9ulapa, de la misma Orden. México, 1598.

673

100. H(^o dzico. . 10,000. £o tetns^ yodzo bobo tuYui.

200. Yaádzioo. 20,000. Yvtii tetne yodzo asi tuYuL

300. Saho d;sico. 30,000. Vni tetno yodzo sabo tuTui.

400. Eo tuvni. 40,000. Hobo tetn^.

500. £o ttiYui bobo. 50,000. Ifio tetne yodzo bobo tuvui.

600. EctaToiTBx. 60,000. Vsa tetne yodzo tbí turnt

700. Ec tnviii Bsbo. 7Ú,Q0O, Viia tetae yodzo sabo tavui.

800. Vvui tuvui. 80,000. Vsi tetne.

900: Vvxd tuvui hobo. 90,000. Vsi eo tetne yodzo bobo tuvui.

1,000. Vvui tuvui usi. 100,000. Vsi vvui tetne yodzo vsi tuvui.

2>000. Hobo tuvui 1.000,000. Vsi dcbi cavsi wui tetne yodzo vsi tuvui.

3,000. Eo tetne. ^

^Tara contar por yeintes ó dieces, no se ha de decir absolnte, sino decir quevui^ y dicen asi:

"10. Huicbi. 20. Cbico. '«5. CSbico tnaho.

"15. Tnabo. 25. Chico nobo. 40. Vvuindzieo, &o., síc dis

"15 6 veinte, buiohitnaho. 30. Chico buiobi. singnlis.

'Tara contar zapatos» eo saha vvni saha.

'Tara contar mantas, ec tica vvui tica." (1)

Del uno al diez las voces son simples y significativas de por sí; del onoe al catorce son compuestas del diez y respectivamen- te con el uno, dos, tres y cuatro. Quince tiene nombre particu^ lar, que sirve para componer diez y seis ó quince uno; 17 6 quin* oe dos; 18 ó quince tres; 19 ó quince cuatro. Oca, veinte, es tam- bién palabra simple, fin de la primera serie fundamental, y se- gunda de las radicales.

Oco multiplicado por la serie inicial produce los múltiplos» VvidzioOf dos por veinte, 40; Vni dajíco, tres por veinte, 60; Qmi dzico^ cuatro por veinte, 80; hasta Saho qmi dzico, diez y nueve por veinte, 380. Cuotrocientos, tercera radical y fin de la segun- da serie se escribe Ec tuvui, un cuatrocientos. Como señal de la multiplicación entra la palabra dzi, que convinada con oco, per- diendo ésta la o inicial, hace dsdco.

La radical Tuvui multiplicada por la serie fundamental pro- duce los* múltiplos de cuatrocientos, Vvid tuvui, dos por cuatro- oientos, 800; Vni tuvni, tres por cuatrocientos, 1,200; Qmi tuviU,

(1) Diccionario de Lagunas, íol. 204.

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cuatro por cu at rocíen tosf 1,200, &c. El término, 8,000, resultido de 20x400 es Tetne. La formación de los términos intermedios entre 400 y 800 es singular: 500, ec tuvui hoho; 600, ec tuvui tsí; 700, ec tuYui saho, cuyas frases literalmente dicen cuatrocientos cinco, cuatrocientos diez, cuatrocientos quince. Como estos pro- ductos no pueden ser resultado de la multiplicación de 400 por ninguno de los números de la serie fundamental, se considérala formación entre dos términos consecutivos de la progresión, 4^ 8,000, como si fuera la primera veintena, distinguiendo el primer término por ec, uno, el segundo por hoho, cinco, el terce- ro por V8i^ diez, el cuarto por saho, quince, avisando el lugar qne en la serie les corresponde hasta Vvui tivui, 800. De igual mane- ra se procede en los casos semejantes.

TetTie, 8,000, sigue bajo el mismo método, solo que en sus com- puestos la partícula dzi cambia en yodzo como señal también de adición. Para expresar 20,000 se dice Vvui tetne yodzo vsi tumt lo cual traducido al pié de la letra diría, dos ocho mil más diez cuatrocientos, ó verdaderamente, dos multiplicado por ocho mil (16,000) más diez multiplicado por cuatrocientos (4,000). En la frase que expresa un millón, Vsi sichi cavsi vvui tetne yodiso vd ivr vui, comprendemos que vvui tetne yodzo vsi tuvui quiere decir 20,000; mas se introduce el nuevo término sichi y la partícula ca, cuyos significados no alcanzamos.

Gomo se advierte, es el sistema mexicano. La base ignal i veinte: los términos de la progresión -K- 1 : 20 : 400 : 8,000. Los de la numeración Ec, Oco, Tuvui^ Tetne, más Sichi cuyo valor ig- noramos. La numeración hablada sigue una forma regular y pue- de expresarse en ella todas las cantidades imaginables.

Los tzapoteca pertenecen á la familia mixteca. Según el MS. copiado por el Sr. Pime^tel: (1) "Acerca del modo de contar de ^'estos indios zapotecosf es de notar. Que en el discurso de su "cuenta cuando vjan contando tienen sus términos ó paradas, don- "de descansa la cuenta, de la manera que nosotros vamos de "diez en diez hasta ciento, y de ciento vamos por cientos hasta "mil, y de allí por millares &c. Así estos zapotecos cuentan has- "ta cinco al que llaman Caayo ó Gooyo, y de allí ponen cuatro "veces cinco que son veinte al que llaman Oa/-!e ó Gol4e. T de

(1) Cuadro desciiptivo y comparatiYO de las iengoaa indígenas, tom. d, p4*

j

575

^^allí van contando, y ponen cinco veces veinte que son ciento, ''al que llaman Gayoa ó Coyoa. T de allí ponen cuatro veqes '^ciento que son cuatrocientos que llaman Tóbida ó Ghagaeía^ que ''es como en nuestra cuenta el número mil. Y de allí ponen vein- ''te veces cuatro cientos que son ocho mil, y á este número 11a- ''man Tóbízotij Ghagassotu Y éste, es el mayor número que tienen, ''y de aquí van contando de ocho en ocho mil."

Siempre el mismo sistema. La base veinte: los términos de la progresión Tóbi 6 ChagOy Cal4e 6 Col4e, Tobiéla 6 Chagada^ To- hkoti 6 Chagazoti. Cinco, * Caayo ó Cooyo solo es termino en los veinte números de la primera serie fundamental: ciento, Gayoa 6 Goyoa no es radicaL La numeración hablada es ésta:

1.

Tobi, ofaaga.

6.

Xopa.

20. Cal-lfi, ool4e.

2.

Topa, cato.

7.

Caache.

100. Cayoa*, coyoa.

3.

Chona, cayo.

8.

Xoono.

400. Tobiela, Chagaela.

4.

Tapa, taa.

9.

Caá, yaa. .

8,000. Ghagazotd, tobizoti.

5.

Caayo, oooyo.

10.

Chü.

*

Aunque de la misma familia mixteco y zapoteco, los nombres numerales no presentan semejanza alguna.

Los pirindas ó matlatzinca que forman un grupo etnográfico particular, usaban del sistema aritmético de los demás pueblos. aquí sus numerales.

1. Indahui. 6. IndahtohuL 11. Indáhata musdahni.

2. Inahni. 7. Inethohui. 20. Indohonta.

*

3. Inyiüiu. 8. Inencmiohui. 100. Incuta-ta.

4. Inoonohuy. 9. Imurahtadahata. . 400. Dahanuta.

5. Incnthaa. 10. Indáhata.

En la formación de la primera veintena hay alguna cosa que se nos escapa por no ser entendidos en el idioma. Los términos son indahuiy IndoJionta, Dahanuta^ y nos falta el ocho miL

La numeración hablada de los othomí es la siguiente:

1. Na, la. 6. Bato. 11. Beta mana, reta mará. 16. Bet marato.

2\ Yoho. 7. Yotó. 12. Betmayoho. 17. Betmayotcí.

3. Hiu. 8. Hiato. 13. Betmabiu. 18. Betmahiatd.

4. Gooho. 9. Gitií. 14. Bet magooho. 19. Betmagitó.

5. Kiuia. 10. Beta. 15. Bet makiata. 20. Naté« (1)

(1) Para la ortografía de esta numeración hemos tenido presente:— Catecismo y dedaradon en lengua othomí, con un yocabnlario del mismo idioma. Compuesto

576

Mi amigo el Sr. D. Gumesindo Mendoza» p^to en la leaga

oihomí; ge prestó á darme algunas indicaeiones aoesca de U

posición de estos numerales. Segon ellas, naóra significa»

dad, igualdad. Yojó 5 yoho, quiere decir, lo desconocido qve nái

ó acaricia. Hiu^ lo que comienza ahora. Ghho 6 ffooho, el ana

que mata ó acaricia. Kinia ó Tduhta^ el venerable padre, iíflfa^k

columna padre, ^ató, el uno ó sólo hacedor. En estos signífiai»

dos se descubre que los óthomí, como algunos pueblos de bia-

tigüedad, concedían á los números ciertas cualidades místicaí ocultas. ^

Las cinco primeras voces son simples. Botó, Totó, SUM, Gíü,

son compuestas, pues dicen sucesivamente 1 {-5,2+6, 3+S¡i^

determinando el 6, 7, 8 y 9. (2) .Seto, es igualmente simple^ ím

palabras siguientes hasta diez y nueve inclusive vuelven á m

compuestas, Sd, contracción de rafa, diez, de la partíenlasi

que liga 6 suma, y de los nueve números anteriores, dicieodo^

diez más uno, diez más dos . «diez más nueve. J!7at¿^ veintes

también simple, y es el hacedor único ó el fundamenlo de Is

números. La formación de los siguientes números está fandi&

en esta serie:

20. Naté. 50. Tote mareta.

30. Naté mareta. 60. Hiuté^ Hinraie. 40. Yoté. 70. Hiarate mareta.

80. Ctooho nté» gHé. 90. Gooho nte nuueeli 100. EinUté, nanthebé.

Los pares están formados por la multiplicación de veinte porÍ los números de la veintena fundamental; así ToU quiere desr; ^x20; Hiuiéy dxW; Kiutatéf 5x20; pero este tiene nn ténnino^

por jbI B. P. Fr. Joaqtdn López Yepez. México, 1826. PiSg. 252.— BegLtt de cdl^l graphiai diccionario y arte del idioma othomí, breyemstra^oh para los tes, que dictó el lie. D. Lvls de Nevé y Molina, &o. México, 1767. Pág. 951.—] sertacion sobre la lengua othomí, &c.» por F. Manuel Crisóstomo NlUerm, Ste, co, 1845. Pág. 139.— Cuadro descriptiyo y comparatiyo de las lenguas toáígeami México, por Francisco PimenteL~La dificultad de reproducir los sonidQsdekiaiF gua othomí con los signos de nuestro alfabeto, determina que los numerales no i escritos de una manera idéntica en aquellas obras. El Sr. Pimentel vacila, bdk dada, pues los escribe de dos maneras diferentes en el tom. 3 de su cuadro, pág. 4S9y 4S8L

(2) Nássra, loco cit. Gumesíndo Mendoza.— El P. Názera compara la don hablada de los othomí con la notadon romana por medio de las letras : les, y encuentra semejanza entre ambas. Nos parece, salTO todo xtspeto, ^ comparación no es exacta, porque cambia de medio.

6W

preypio ídléébéy expresando que el prodnoto de cínoo es particular. Xíds imparea ecm el eompuesio con diez, diciendo SM) X 10, 40 X 10; 60x10, &a

200. Yo ntíieb^ aoa Hin nüiebé 40Q. Gooho nthebé 500. Eiuta nthebé 600. Bato nthebá

700. Toto iitheb^ eea Hiato nthábé 90a Giio ntbebé 1,000. Na ma 6, nam-ó, reta ntheM

10,000. Beta ma ó 100,000. Ka nthebé xiumS 1.000,000. Beta nthebé humS.

Nlhtbé^ ciento entra como radical, exprestvndo los compuestos, dos cientos, tres* cientos, cuatro cientos, hasta mil que se escribe bien Reta nthebé, diez cientos, ó Natna-ó 6 nam-^^ introduciendo el nuevo término <5, unido á na, uno, y á la partícula ma. Sobre esta nueva radical sigue la cuenta diciendo Beta ma ¿, diez mi- les; Na nthebé ma-ó, un ciento de miles; Beta nthebé ma-ó, diez cien- tos de miles ó un millón ó cuento. No encontramos que cuatro- cientos j ocho mil tengan nombres particulares.

Se revela á primera vista que la formación de estas voces nu- merales ha sido sacada de los dedos de las manos y de los pies. Pe uno á cinco cada dedo de una mano recibió nombre particu- lar; al pasar á la segunda se di^o, un dedo más una mano, dos dedos más una mano, hasta que la sumado ambas manos recibió nombre propio. Las palabras son el compuesto de la suma de las manos con los dos pies, hasta llegar á veinte, voz propia.

El sistema es vigesimal. La base veinte aparece dividida prin- cipalmente en los factores cinco y diez, con los cuales copibina- dos se forinan las voces numerales por medio de la multiplicación y de la suma. Las radicales fundamentales son Na, uno; Beta, diez; Noté, veinte; Nthebé, ciento. O, mil. Oon la multiplicación stLcesiva de estos términos entre si pueden alcanzarse las mayo- res cantidades, supuesto que sin salir de las frases conocidas, pudieramos*decir, un millón por un millón, igual á un billón. El sistema othomí, en último análisis, no es el mexicano.

Los mazahua^ de la familia othomí, dicen de este modo:

*ft*

1. Daba

4. Ziobo 7. Tencbo

10.(Decba

0^

2. Yebe

5. Zicfaa 8. Ñinoho

20. Ybotte

|i»^

8. Efibii

6. Kantto «;_ 9. Zincbo

100. Zbicbiobe

#^

1,000. Yerno deobiobe.

73

/

978

Es el sistema othomi en todos sas pormeaoves* Entre los nom- bres apenas se perciben algunas ligeras semejanzas» no obstaato que el othomi j el mazahua sean lenguas afines. ^ '.

Los dos pueblos que acabamos de mencionarse cuentan entre los broncos ó menos adelantados en ciirilizaeionquelasnacioaeB principales de Anáhuac; hacia el Sur eran aun más atrasados los mixes j los zoques. Sin embargo, mixes y zoques seguían el sis- tema de la numeración mexicana, y si bárbaros, podían expresar todas las cantidades que hubieran menester. Las roces numera- les de los mixes son éstas:

Los numerales de los zoques presentan con éstos semejansas. Sien extendemos más acerca de esta materia^ terminaremos con una comparación.

Maya.

HaaxtKO.

Mam*.

Uno

Hun

Hnn

Hoxi

Han.

Dos

Ca

Tzab

Cabe

Cab.

Tres

Ox

Ox

Oxe

Ox, añb.

Cuatro

Can

Tze

Eiahe

Kah.

Cinco

Ho

Bo

Hoc

Oo, oob.

Seis

.Vao

Acfto

Vacao

Veoakib.

Siete

Vuc

Bao

Bao

Vcub.

Ochj

Vaxac

Huaño

Vahxk

Vahakib.

Nueve

Bolón

Belleah

Belhuh

Beleh.

Diez

J)t\hnn

Lahu

Lahah

Laboh.

Veinte

Saló hnnkal

Huminio

Huinldn

HaTinak.

Ciento

Hokal '

Oka]

OkaL (1)

Es evidente la semejanza que entre presentan estas voces» lo cual no puede extrañarse» supuesto que las lei^uas que les da& origen pertenecen á"la misma familia etnográfica.

A juzgar por los datos de que hemos podido disponer, apare- cen dos sistemas de numeración, aunque congéneres; el othomíi 7 el que llamearemos á falta de nombre mejor, maya. £1 primero,

(1) Pimentel, Coadro descríptiTO, lom. HI, pág. 261.

1. Tuuc

5. Hocoxc

9. Taxtaao

80. Ipxnabc, 20+lOi

2. Metzc

6. Tadauo

10. Mahc

100. Mooopx, 5+SOl

8, Tucoc

7. Haextaao

11. Mahetaoc, 10+ L

400. Taacmoifi.

4. MactaxG

8. Tuctaac

20. Ipx

ú

679

iftág áiffiple, pes6oe ser ^ pritftikÍT^, el qns corresponde á pne-* blós oivilízados éu cierto grado de culiara; el segnBdo, compli- oadoy Mtifidios(^9 dientífico padieramos dedir, pertenece sin duda á naefeottes* muy ftdel&titadas^ A tieiapos posteriores de mayor des^ aorrdllo inffelécMal:' ittia es ^ ovígeu^ el oinro el: deriyado. Síendio los otbdzai tÉü ptieMo átttiquisittLO en Análmac; mirándole siem-^ pre eneastillado <8ii kts tOfOtitañaSj guardando inmutables sus costumbres, resistettie^^ l4s oivilicsaciones que le rodeaban, natu* ral parece encontrarle como tenaz guardador de los conocimien- tos aritméticos recibidos de sus mayores en los tiempos antiguos. Las demás naciones recibieron el depósito, acrecentándole y perfeccionándole.

¿Ouál de las naciones civilizadas fué autora de este trabajo? ¿Fué una sola la perfeccionadora, 6 concurrieron varias? No lo sabemos. Hemos llamado maya al sistema, por estas considera- ciones. Históricamente hablando, los mayas siguen en antigüe- dad á los othomís. En la comparación que hicimos de las voces numerales, vimos que ofrecen marcadas semejanzas las mayas, con las huáxtecas, mames y quichées. Satisface la explicación de que, las lenguas á que las voces pertenecen son de la misma fa- milia; pero es preciso observar, que una vez establecidos los huaxteca en las costas de México, separados de sus hermanos que fueron á poblar en Yucatán, no volvieron á tener comunica- ción alguna. Preciso fué que al separarse tuvieran ya formados los nombres numef ^Jles, fidpptado el sistema aritmético, para que perdidas por completo las relaciones, pudíérap aparecer las se- mejanzas después de siglos de separación. No es aventurado ad- mitir, que mayas y huaxtecas sabían ya esta manera de contar al principiar su peregrinación.

Pero las civilizaciones maya y nahoa son diferentes; esos pue- blos no estuvieron en contacto sino hasta los últimos tiempos de su existencia, antes de que se pusieran en relaciones, mayas y nahoas eran sabedoras del sistema, y no pudieron aprenderle unos de los otros. Indispensable es entonces admitir también que ambos recibieron la enseñanza en las regiones boreales, ya por haberles servido de maestro' una tercera nación, ó porque allá se pusieron en contacto. Otro fenómeno aparece digno de nota. Mientras el maya dejó su huella en los numerales de su &milia, no aparecen, ó al menos no es muy claro, que el nahoa

680

la dejara eu las lenguas «de su rama etaiográfiea^ y en la de los pueblos á quienes comunicó su civilizaoion. No se encuentra en el tarasQp, en el mailatzinoa; no hay rastro alguno en el nüxieoo y el zapotecoy ni entre de estos dos aunquí» don afines; no en el mixe, ni en otros que pudiéramos citar. JBs que la ajritmétics es una ciencia que se puede comunicar entre los pueblos más ex- traños, y éstos al adoptarla le aplican las voces que les eran co- nocidas, sus numerales que tenían ya inventados.

FIN DEL TOMO PRIHSKO.

ÍNDICE.

IXBaO PKDIBBa

P««l2IM.

Capítulo 'L^Ifitologia, Lo» cuatro toles oosmogÓitiooi^ OpinioM», El quinto $ol, Pirámides de Teotíhuaean, Edad del tMmdo, Más tradioiones, 8

Capítnlo n.— Xm dneo soles, según la lleuda mexicana, Los trece délos. El dios in/oisible ó Hoque Nahuaque, La primera mujer ó OihuaeohuaÜ, El Ometecuttí y la OmedhuaUy AetdmaUl, La creación según los mixteóos, Lospcrioues^ hsgwtíowrasy los eoclámles de GaUfomiaf Los sinaloas, Míh noffenümode los mexicanos, La tierra, Los delosj Las estrellas, Cometas^ Elplaneta Venus, El sol. Eclipses, Lahina 21

Capítulo m. Los cuatro elementos. La tierra, Ohkomeooatl, Genteotl, To» d, TemaacdÜeoi, XoMqueteai, Montañas, Fiestas y divinidades, Ritos fu- nerales^ El infierno, MictlanteoutU y los dioses infernales, Lugares de des- canso de las árumas. El agua, TkUoc, Ohalchhiheue, Huixtoeihuatly La pintura del dHuioio, Pirámide de OhoUolan, 11

Capítulo TV,— El viento, Quetealcoatl, Su historia, Antagonismo de Teeca- tUpoca, Corrige él calendario. Profecía de los hombres blancos y barbudos, Doctrinas cristianas, La eme. Profetas maya, Predicación del apóstol Santo Tomás ' 62

Capítulo y. CViis ariana, Oruz búddhioa, Orus egipcia, Cruz cristiaTM, La crue del Paknque parece búddhica, ¿Será Votan un buddhaf Las oru- ' ees de México son de origen cristiano. Descubrimiento de América por los islandeses, ¿Quetealcoatl será un misionero islandés Presencia de los sím- bolos de la en» en México, Oiv^tadores de América, Ofiolatría, Oohua- tkmtonot, MixooaU, Beeuerdo de ¡os negros, IxtUUon, Fantasmas de la no- che, Agüeros»»»^ 87

Capítulo Vl^^El fuego, XiutecuhtU Tletl, Fiestas anuales, De cuatro en

. cu(Uro años,, Fuego perpetuo, Fiesta seeular del fuego nueco, TeeeatlipoUBa, Hombres, FestMdad, La níeüma, SuiteilopochtU, Etimología del nombre, Origev^es, Tesahusü, Tetsauhteotl, Formas, TeoyaoUatohua, Fiesta del mes PanquetetsliMtíi, Tlaoáhuepaneuexcotdn, Paina ó PaynaUon, Dios de la guerra en los bosques, Teoyaomiqui, Miquietli 114

Capítulo YU,— Dioses menores, Templos, TeoealU de BuiteHopoehtli, Tzom- pantU, Templo de Quetealeoatl, TeocalU de Texooco, Templo al dios incóg- nito, Outto, Oradon, Música, canto y danta, Ofrendas, Oopalli, Oha- popotU, Ayunos, Penitencias » « 182

682

Capítulo Ym. "SacrifidoSt TecheaU, Baerífido ardinariOf Otra ekue de m- erífldoi, De rUnoe, TlaoaoBCpehualiztU, TemalaecUl, Oua/uaAoaJIXi, HmpUU, ^CuauhUeehuaU ó vaeo deleol, TeocuaithxicalU, Imprenotí de ¡a mano abUrta, OuavhsBicáíU de Tüoc : IM

Capítulo TL,'--SaonficioSy La piedra del eol, Hietoria, Saeñfieio del menta- jero del sol, Fieeta del mes Xoeatihuetei, Fieeta de Teotíeeo, Fieataen hon- ra del fuego en el mee HueUeoiUffutitlx Saorififio cUfu^o, Fuego perpetuo, El hambre de la Cihuaeoatl, Fieeta al ftüge, De eiuUro en cuatro, y de ocho en ocho años, Jíúmero de ¡os saerifieios humanos. Universalidad de la victima humana^ No son los mexicanos los únicos criminales en este respec- to, Antropofagia, Común á loe p»e^ÍM déla tierra, Los mexicanos no son antropófagos en la rigorosa ac^xsion de tapaiUibra 176

LIBRO SEGUNDO.

Capítulo l.—CosUimbres, Estado interesa/nAe, Preeaueionm, Las eSkttapSpU- tin, FeUdtaeiones, Hóróéoopo, El bcmtimkO^ Nombres, LaeUmeia, (Mroun- eisicm. Dedicación de ¡os niños al Oaknecac ó ai TeipuchcaiH, Edueaei&n doméstica según el Códice MendfHsino^ Educación religiosa de lamíuior, 8a- cerdoüeas ó mojaos, ConeubiM^e, Midieres púbUoaé, El cuieoyant Leyes acerca del matrimonio, Eepudio ó diooroios Oerememas en él mabrimonio, En Ichcatlan, En la mixteca. Entre los otomies ; 202

Capítulo IL Educación de la juventud, El Cahneeac, Oíase sacerdotal, lientas de los teocaiU. Trqje, Unción, Catigorias, Soflordotes guerreros, Trabcif os y ocupaciones, Vida y costumbres. Órdenes monáebioas, Tdpod^ tiüetU, TkmacaeeoyoU, Monges de Oenteotl, Los reclutas, Ediueaeion en el " TefpuehcalU, Armas ofeneivfis y d^enñvas. Estandartes^ Música guerrera, Organisadon del ^érdto, JSf arpias. Combate, Cautívoe, Orados miniares y modo de alcansarlos. Órdenes militares, Postas y correos. Vuelta del ^éreito * 227

Capítulo XXI. Dignidades eMlee y militares. Castigo de un señor rebelde, Los mercaderee. Moneda, Declaración de guerra, Embqfadores, Jueces y trilnmedes, Administración de Justicia, Cárcetee, Legidaeion, Embriagues, 262

Capítulo IV. Eedavitud, Mtneras de constituirse, Condición de loe esclaoos, Modos de extinguirse la servidwnbre. Esclavos de collera, Iféreado para los esclaiüos, Mercados particudares, Tianguielli, Metales, Oro, plateros y Joyeros, Flata, Plomo, Estaño, Cinabrio, Cobre,. Laboreo de las mineu. Fierro, Tecosahuitl, Obsidiana, Cerro de Im nawi^as, Fabrieadon de loe cuchillos, Diversos olffetos, Materiales de construedon. Adornes de piedra. Piedras preciosas, Perlae, Conchas. * 278

Capítulo V.—2Vi&ut0i, Treces de los hombres y de las mejores. Algodón, Negiien, Plumas, Amanteca, Aves de plumas Jiñas, Aumentos, Maie, JH- t Jol, Chian, MuauhtU, OMüi, Objetos comestibiles. Productos del Valle de México, Aves acuáUcae, Peces, Bañas, ElaxaifaeaU, AMunUU, Puari,

t

688

PáginM.

Táeutíiaa, Oucutín, Sal, TeguúequOl, JTÓchíU, Teapotl, Frutas, Bulbos y tubérculos f Cacao, Mid de maguey. Atacar, Miel de abefas, SíeU, OctU, 'P'focechos sacados del metí, Bebidcu embriagantes, 0?dcha, Teonanacatl, Yerbas embriagantes, Madera, Otlatl, Pieles curtidas :...... S80

CBpítido-VI.— roéow, Papel, XicoM, IcpalU, PeOaU, OopalU, Ca<MZtUy CoehkniUa, ÜIH, Liguidám/ctr, Ámbar aina/riUo, Juegos y diversiones, Tlaehtíi, PatolU, Bjerdeios gimnásticos, Pedo del volador. Poesía liricc^ Poesia^ dramática, Arquitectura, Arquitectura viUltar, Escultura, Artes y oficios, Tefedores, Alfareros, Medicina, Médicos, TemaecaHí 888

Capítulo VII Organieadon social, La triple aUansa, Guerra florida, Or- den de sucecion, Eleodon, Unción y penitencia, Proclamación, Coronación, Nobksa, Tlatoani, CalpulH, TecpantMli, PülaUi, MUchimalM, Teotlal- pan, MacehualH ó plebeyos, Agricultura, Jardinería, Bosques, Chinam- pas, AcaUi 6 barcas. Muebles y alumbrado. Fisonomía, Deformación del eráTuo, Corcovados y enanos, Jabón, Oremadon, Posición del cadáver. Funerales de los reyes y smores 862

LIBBO TEBCEBO.

Capítulo I, Escritura jeroglífica. NepohuáUzitzin ó quipos. Origen de la escritura jerogUflca, Escrituras diversas, Son signos y no pinturas. Colo- res, Tlacuilo, Libros, Bibliotecas 6 archivos, Enseñansa, Las escrituren versaban sobre todas materias, Bispoisicion de los signos, Pinturas históri- cas. Escritura sacerdotal, Perdióse el arte de descifrar los jeroglíficos, Des- trucción de las pinturas. Fundamentos de la historia antigua de Méwio, Bu valor y autenticidad. Las pinturas jeroglifican 888

Capítulo n, Escritura jeroglíñca.—2Vad£cío», Origen de la escritura, Cc^ ractéres mímicos ó figurativos. Simbólicos ó trópicos. Ideográficos, Foné- ticos, Beglas gramaticales del meoeicano, Las proposiciones. El tün reve- rencian, Composidon de las palabras j Valor fónico de los caracteres. Sin- gular y plural, Género, Derivados 412

Capítulo m, Escritura jeroglífica. Caracteres primitivos chinos, hombres propios de los señores de México, Jfofnbres de los señores de Tlaltelolco, Nom- bres de los reyes de Acóüiuajcan,,,^ 435

Capítulo rv, Escritura jeroglífica.— iV<wi^e«jprí>p£M de persona. Fundado^ res de México, Etimología de las palabras México y TenochUtlan, Catálogo de nombres propios Umados de la colección Ramírez, Atl, Cuaitl, Del foné- tico ÍT, Casos del fonético nahuac. El signo maith 456

Capítulo V, Escritura jeroglífica. Otli, Diversas acepciones de la huella hu- mana, Verbos de movimiento. El sijnbolo de la paW>ra y sus oficios, Signa del diminutivo, DelfoTiético xo, Nombres de arte, y oficios, Utensilios y ob- jetos '. •- 474

Capítulo VI, Escritura jeroglífica. Nornbres geográficos ó de lugar, Laspre- poeiciones. Signos fonéticos, Tían, Nahuac, Pan, Apan, Pa, Icpac, Ix á

I

684

FiCbíM.

ixco. Tocan, Ttítu», Zo y tom^ ÜTa, NimJbñrt» de lo8 htffoires conqvktaátn por ¡08 emp&mdar€8 de México ,.••• •..«. 490

Capítulo VII; Eecritura jeroglífica.—-!^ ¡os nombree ffentíHtioi, Beglae grU" ' m€tticá¡esj A¡ffuna8 etimología, Befiexionee y coneltuionee, Euriiwra m¿9- teca. Escritura maya, CompanraeionM * 513

Capítulo Vin, Numeración. Numeración hablada. Formación de lo§n¿- meros. Radicales, Diversas series. Artificio de la numeraoion. La muñera^ don es ind^nida, El sistema es vigesimal, Resumen^ Numeraeisn para o¡!fetos particulares, Numeración escrita, Cuat/ro e^flruprinc^Mles, Céfiros auxiliares. Cálculo, Operaciones aritméticas, Pesas, Medidas pora áridos, Medida lineal, Correepondencia, Distribución de las tierras 58S

Capítulo IX, NumexaeioiL— iVwn^aetím Maya, Primera serie fta^damen' tal. Segunda serie de Bak, Tercera serie de Pie, Obserutciones, Sistema primitivo, Sisiemamodemo, Numeración de los tarascos, Numeración mix- teca, Zapoteca, Matlateinca, Othomi, Matahua, Mixe, Comparación 559

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